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Santiago Cobo Martínez

Receta filosófica

Todos mis problemas empezaron con una cita de Thoreau. Desearía que mi dueño me hubiese
olvidado ese día o que él nunca hubiese aparecido en mi vida. De esta manera, no tendría que
haber escuchado dicha frase (que comentaré más adelante, por supuesto) y el sinfín de
concatenaciones que he hecho a partir de ella. Si no la hubiera escuchado, no me estaría
atormentado en este momento. Aún puedo recordar ese preciso instante en que él puso sus
manos sobre mí. Si me lo hubiesen preguntado, hubiera deseado que mi próximo dueño
hubiese sido una dama. Por lo general, ellas son más delicadas y menos rústicas que los
hombres (si se les puede llamar así). Fui dado como un presente de parte del Conde vigésimo
segundo de Shrewsbury y Waterford a la Sra. M. Tussaud con el objetivo hacer unos muy
ricos pasteles. Eso quiere decir que, como era de esperarse, terminé en manos de uno de los
muchos criados de ésta, el cual era muy rústico e imprudente. Las recetas que cocinaron al
principio fueron desastrosas pero, paulatinamente, empezaron a mejorar. Al principio le
agregaron el doble de azúcar o, por el contrario, no le echaban el necesario para hacer una
buena obra de arte. Sin embargo, M. Tussaud no era de gusto dulce -para mi fortuna- y por
vicisitudes de la vida terminé en manos de un humanista (supongo que los humanistas
también necesitan un libro de recetas para cocinar pasteles puesto que no pueden leer con el
estómago vacío). Si les soy sincero, hubiese preferido mil veces un simple criado que un
humanista. Alguna vez escuché que los hombres ignorantes eran más felices que los
intelectuales puesto que estos últimos terminaban carcomiéndose las uñas y teniendo muchas
neurosis. Considero que esto es del todo cierto. Dicha cita, que me llenó de incertidumbre
expresa toda la verdad, si es que la verdad existe. Y es gracias a ese hombre que me
encuentro en este estado, tan deplorable como aquellos pasteles que cocinaron para M.
Tussaud.

Mr. Thomas, para mi gusto, tiene una personalidad extraña y peculiar. Es un hombre
intelectual y rutinario pero muy contradictorio (aunque es normal que los hombres me
parezcan contradictorios puesto que yo siempre seré el/la mismo (a)). Actualmente da
cátedras en una institución poco conocida que queda al sur de la ciudad y últimamente me
lleva siempre consigo dentro de su mochila. Sin embargo, no entiendo por qué (puesto que
nunca me saca de ella). Todavía no entiendo para qué motivo le serviría un libro de cocina en
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sus clases. De todas maneras, cuando me llevaba a una de sus clases, yo, al ser tan ignorante
en filosofía y letras, me dedicaba a leerme a mí mismo (como siempre). Cuando acabé de leer
la última línea de mi última receta “pastel de uvas pasas para fin de año” quedé en un
profundo silencio y escuché a Mr. Thomas recitando el final de su cátedra. ¡Cuánto desearía
no haber estado ahí en ese momento! ¡Es culpa de ese humanista de medio tiempo hacerme
entrar en este estado meditativo del cual nunca quise hacer parte!

Clase del 25 de Marzo:

Este día Thomas recitó aquella cita de Thoreau que marcaría mis pocos espacios en blanco y
que traería consigo un sin fin de preguntas. En otras palabras, esa cita fue el comienzo de
todo. La cita expresaba lo siguiente:

Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de
la vida y ver si podía aprender lo que ella me tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y
desechar todo aquello que no fuera vida...para no darme cuenta, en el momento de morir, que
no había vivido.

Para ustedes los mortales, dicha frase hace parte de un conjunto de frases más que se lee, se
analiza y se recita todos los días. Sin embargo, al ser ignorante en temas que sobrepasan mi
entendimiento (pues solo se de recetas de cocina) caí, como era de esperarse, en mi propia
ignorancia. Y como dice un tal Spinoza; la voluntad sobrepasa el entendimiento. Como era de
esperarse, mi voluntad, en efecto, así lo hizo. Empecé a entrar en un estado meditativo
intentando comprender la complejidad y profundidad de aquellas palabras. No sabía (ni aún
sé) qué es vivir deliberadamente, ni tampoco cuáles son los hechos fundamentales de la vida.
Asimismo ¿qué le podría enseñar la vida a un libro que ya está escrito y no puede dejar de
ser lo que ya es? Tampoco poseía claridad para mí la última parte: “para no darme cuenta,
que en el momento de morir, no había vivido” puesto que un libro no conocía la muerte.

Examinando aquella cita tan compleja me di cuenta de que no era mi ignorancia la que me
superaba sino mi condición de inmortalidad. Si yo fuese mortal, al igual que todos los
hombres -pensé- seguramente podría entender la cita de Thoreau y, sobre todo, comprender
muchas más. Examinándome a mí mismo noté que entre Dios y yo no existía ninguna
diferencia. Yo poseía alguno de sus más importantes atributos: el de la inmortalidad y el de la
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perfección (evidentemente si siguen mis pasos, llegarán a hacer el mejor pastel de todos). Si
existiese alguna diferencia entre nosotros dos es que, hasta el momento, mi existencia se
puede demostrar racionalmente y la de él sigue siendo todo un misterio. Sin embargo, noté
que entre Dios y yo había una gran diferencia. Si Dios existía, indubitablemente no tendría el
problema que yo tengo en este momento porque él poseería la omnisciencia, cosa que yo no
tengo.

El problema de dicha cita fue que despertó, en medio de mis carencias y de mis líneas, la
curiosidad necesaria para desear dejar de ser aquello que era, para desear ser aquello que no
era. Quería, con todas mis tintas, al igual que aquel hombre que bebió del rio secreto que
purificaba de la muerte a los mortales encontrar el otro río cuyas aguas quitaban la
inmortalidad. Los mortales evidentemente tenían que morir y, como lo expresa Borges: “la
muerte hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos conmueven por su condición de
fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por
desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo
irrecuperable y de lo azaroso. Entre los inmortales, en cambio, cada acto (y cada
pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron y que en el futuro se
repetirán hasta el vértigo”.

Si yo fuese mortal -por ejemplo- gracias a mi patética y mísera condición, tendría que hacer
dicha apuesta que dice un sabio, hacen los hombres. Pascal, expresa que los mortales deben
hacer esta apuesta por necesidad para poder vivir. Dice que los mortales, ante la angustia de
no saber cómo vivir correctamente deben apostar por la existencia de Dios para que él les
garantice, no solo que han vivido su vida de la mejor manera, sino que después de que esta
acabe, les espera un paraíso por la eternidad. Frente a tan tentadora recompensa, Pascal
concluyó que el hombre más racional de todos es quien apuesta por la existencia de Dios
dado que si gana, lo gana todo y si pierde, no pierde nada comparado con lo que podría ganar.
Si a mí me lo preguntasen, dicha apuesta es una apuesta de mala fe. Pero, como yo soy
inmortal, no tengo que comprometerme con ella. Para mí la existencia de Dios es indiferente
porque, a diferencia de los mortales, sé quién es mi creador. Mi creador es aquel que me
escribió. Aunque si les soy sincero, desearía ser mortal para sentir las vicisitudes de la vida y
de la libertad humana y, después de ello, podría escoger mi creencia o no sobre la existencia
de Dios.
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Lo cierto es que desde que pase a manos de Mr. Thomas me he sentido frustrado. Con cada
cátedra que da me he sentido cada vez más angustiado. Mis hojas están tensas y he empezado
a sentir la misma neurosis que Thomas siente. El señor Thomas es pura dinamita. Sí,
dinamita. Dinamita pura como Nietzsche expresa. Su voz penetra en medio de mis líneas y
me hace sentir punto por punto la mortalidad. ¡Ay! Mortalidad… como dueles y como ardes.

Creo que he llegado a sentir, dentro de mi inmortalidad, lo que Séneca por primera vez en la
historia denominó aburrimiento existencial. Este sentimiento penetró profundamente dentro
de mí el día en que Thomas explicó la corriente existencialista en la clase de penúltimo año
de la institución.

Clase del 03 de Abril:

Este día explicaba La náusea de Jean-Paul Sartre. Recuerdo cada palabra que salió de sus
labios porque ese día describió como me sentía ante mis deseos insatisfechos. Mr. Thomas
parafraseaba el momento exacto en que Antoine Roquentin (el protagonista de La náusea) le
sobreviene la náusea y yo sentía como ésta pululaba dentro de mis hojas. Antoine la expresó
(de la misma manera que yo la sentía) de la mejor y más bella manera: “algo me ha sucedido,
no puedo seguir dudándolo. Vino como una enfermedad, no como una certeza ordinaria, o
una evidencia. Se instaló solapadamente poco a poco; yo me sentí algo raro, algo molesto,
nada más. Una vez en su sitio, aquello no se movió, permaneció tranquilo, y pude
persuadirme de que no tenía nada, de que era una falsa alarma. Y ahora crece”.

Después de esa cátedra y de ese parafraseo de Antoine por fin comprendí quién soy. Soy
Antoine mismo. Enfrentaba mi primer momento “esencial de la vida” como decía la cita de
Thoreau. Ahora lo entiendo un poco más: me enfrentaba a mí mismo. Era mi inmortalidad
contra mis vanos deseos de mortalizarme. Comprendí que la náusea que sentía era un
sentimiento que surge cuando uno se da cuenta de su propia existencia y de nuestra mísera
condición en el mundo. La náusea que sentía fue la que me reveló y me dio a conocer que soy
una existencia contingente en un mundo contingente el cual está envuelto en un incesante
devenir. La náusea fue aquella que me permitió ponerme como objeto de reflexión dentro de
mi propia conciencia (si es que tengo una) y me dejó darme cuenta de que mi propia vida no
tiene ni tendrá ningún sentido (y, sin embargo, estoy arrojado a vivirla). La náusea es lo que
también siente Anny (la anterior pareja de Antoine) cuando le expresa a su expareja que ella
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se sobrevive frente a las vicisitudes de la vida (yo, por ejemplo, me sobrevivo a mí mismo
estando horas y horas en la mochila de Mr. Thomas). Es reconocer que, como Antoine, no
conocemos motivos para vivir y que estamos frente a una vida la cual hemos recibido para
nada.

La náusea se apoderó de mí los siguientes días. Con el tiempo ese vacuo sentimiento
existencial fue pasando y paulatinamente lo fui olvidando. Ahora lo entiendo un poco más.
La vida humana es un sufrimiento constante. Un sufrimiento constante que merece ser vivido
y que yo no tengo el privilegio de vivirlo. Sin embargo, semanas después de una profunda
reflexión, me cayó a mi inmortalidad un resplandor como cuando cae un ángel del cielo. La
clase de Thomas por fin me lleno de vitalidad, que tanto esperaba.

Clase del 08 de abril

La clase era sobre La República de Platón ¡un diálogo escrito hace más de 2500 años!
Thomas explico el mito de Er, el armenio con el cual termina La República. Me place
contarles este mito para que sientan el gozo que yo sentí:

Er el armenio fue un guerrero el cual “murió” en batalla. El día en que sus compañeros fueron
a levantar su cadáver para ser enterrado se levantó y contó una historia fantástica. Contó
como las almas eran juzgadas después de la muerte. Explicaba detalladamente que las almas
eran juzgadas una por una y después de su juicio subían hacia la derecha o bajaban hacia la
izquierda. Después de ir al lugar respectivo, cada alma debería expiar o gozar en una
proporción de diez veces más los actos que había cometido. Una vez terminado este proceso
las almas salían por otro hueco. Si habían ascendido por la derecha, saldrían por la izquierda
y si habían descendido por la izquierda saldrían por la derecha. Los que salieron de arriba
llegaron muy limpios y puros y los que salieron de abajo llegaron muy sucios. Una vez
juntos, contaron sus experiencias. Los justos que habían ascendido hablaban de sus goces y
los injustos que habían bajado de sus lamentos. Los injustos, a su vez, contaron que los
hombres tiranos (los más injustos de todos) no podían salir en muchísimo tiempo pues nunca
terminarían de pagar sus faltas siendo maltratados en el tártaro). Una vez las almas reunidas,
las parcas Láquesis, Cloto y Atropo les hacían escoger su próximo cuerpo para volver a la
vida. Éstas, les recomendaban a las almas buscar su cuerpo por convicción, llamándolos a
escoger un modo de vida intermedio. Er cuenta que era un espectáculo digno de verse pues
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las almas escogen sus nuevas vidas. Aquellas que habían sufrido elegían con cuidado y
deliberadamente para no volver a padecer lo que ya habían sufrido y aquellos que no habían
sufrido lo hacían sin cuidado alguno. De esta manera, las almas eligieron ser humanos,
plantas o animales. Algunos hombres se volvieron animales (los injustos en salvajes y los
justos en mansos), algunos animales se volvieron hombres y así sucesivamente. Por último, al
momento de elegir su próximo modo de vida pasaron a olvidar lo sucedido bebiendo agua del
río del olvido siendo enviados al mundo nuevamente.

Este relato me llenó de emoción al leer tan agradable espectáculo. Sin embargo, sentí una
envidia inmediata de los hombres porque ellos podían estar ahí y yo no. Ellos tendrían que
morir lo quisieran o no y yo no tenía opción de elegir ni siquiera mi muerte. Que bella la
suerte que tienen los hombres de tener que sentir la muerte. Me di cuenta de que había
entendido el mito de Er, pero no lo había comprendido porque un libro no tiene una propia
alma. Es verdad que tiene el alma de su autor, pero no un alma propia. Y, para mis
desgracias, el alma de la persona que me escribió no era tan excelsa como la de un Rimbaud
o un Goethe.

Como les comenté al principio, es más fácil vivir como alguien ignorante que alguien
sensato. Siempre seguiré sosteniendo que es mejor ser un cerdo satisfecho que un Sócrates
insatisfecho porque la filosofía solamente es un fetiche humano. Es una manía creada por
hombres insatisfechos para hombres insatisfechos. Es una vía de escape para los que no saben
vivir la vida. Analicen a Mr. Thomas, por ejemplo. Mr. Thomas es un hombre solitario que,
en medio de su vida filosófica se ha olvidado de vivir su propia vida. Que existencia tan
inauténtica. Un repetidor más de las ideas de los otros. Tiene pocos amigos y en el tiempo
que llevo con él, nunca lo he visto con un hombre o una mujer en sus tiempos libres. Ese tal
Kant debe complacerlo muy bien los viernes por la noche para elegir su compañía sobre la de
los otros.

Clase del 15 de Abril:

A la clase del 15 de Abril no le pude prestar atención porque el desgraciado ese colocó un
libro encima de mí y yo solo sentía las portadas de éste hasta que llegamos a casa. Creo que
es el libro más delicado que mis portadas han sentido. Además, parecía supremamente fino y
especial. Su nombre, si mal no recuerdo, era las Meditaciones Metafísicas de Descartes.
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Clase del 23 de Abril:

Yo no sabía que era la soledad porque siempre he estado solo. No conozco la compañía
porque un libro no la necesita. Sin embargo, nunca había sentido tanta influencia de otro libro
en mí. Hablaron de las meditaciones en ambas clases y, debo aceptarlo, la clase del 23 de
Abril me ha dejado perplejo. En realidad, si soy coherente con lo que escuché en clase, yo ya
no sé si soy un libro o no. La incertidumbre de la duda escéptica ha invadido cada página de
mí y cada vez siento más ganas de vivir una vida humana dado que sus razonamientos están
en cada parte de mí mismo. Sin embargo, por más que lo deseo, no logro alcanzar ese
hermoso ideal. Por más que mis vanos deseos me sobrepasen, no logró realizarme. Por eso,
mis reflexiones simplemente acaban como empecé: con un parafraseo de la cita de Thoreau.
Pero esta vez va para todos aquellos que no solo pueden apreciar la vida humana como yo lo
he hecho, sino que va para quienes también pueden vivirla en este momento (cosa que yo no
puedo). Vayan a los bosques, enfrenten solos los hechos esenciales de la vida y vean si
pueden aprender lo que la vida les tiene para enseñar. Vivan profundamente y desechen todo
aquello que no fuese vida…para que no se den cuenta, al momento de su muerte, que no
habían vivido.

Bibliografía:

 El Aleph, Borges J.

 La República, Platón.

 Pensamientos, Pascal B.
.
 La Náusea, Jean-Paul Sartre.

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