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Las leyes científicas, del tipo de las ejemplificadas en esta lista, son
unidades aseverativas mínimas del discurso científico, pero no son las únicas.
Hay otras aseveraciones también mínimas (y en cierto sentido, que veremos
en el capítulo 12 dedicado a la inducción, más básicas), a saber, los informes
sobre acaecimientos particulares, p.ej. "el cometa Halley reapareció el 25 de
diciembre de 1758", "0,002 gramos de este pedazo de uranio se desintegrarán
antes del año 2025", o "acaba de bajar el precio de la gasolina". Presentar de
este modo la contraposición entre los dos tipos de unidades aseverativas
mínimas del discurso científico supone dar ya una primera caracterización
implícita de las leyes. Las leyes son las unidades aseverativas mínimas que no
son informes sobre acaecimientos particulares, esto es, las leyes son (un tipo
de) aseveraciones generales, expresan regularidades.
La segunda aclaración tiene que ver con las cautelas contenidas en los
párrafos anteriores. Hemos dicho que las leyes son, o son expresadas por,
aseveraciones generales. La formulación alternativa se debe a la necesidad de
distinguir entre las entidades lingüísticas (los enunciados mismos, o los actos
aseverativos consistentes en proferir tales enunciados) y lo que las entidades
lingüísticas expresan o significan (los hechos mismos o, si se prefiere, las
proposiciones). Confundir ambos niveles es confundir uso y mención, esto es,
no distinguir entre hablar de expresiones lingüísticas y hablar de lo que ellas
expresan. En el caso de las leyes se puede defender tanto que ellas mismas
son las aseveraciones o enunciados generales, como que son lo que las
entidades lingüísticas expresan, las proposiciones (pero, claro está, no las dos
cosas a la vez). Ambas alternativas son posibles, si se formulan con el
suficiente cuidado. En el primer caso, cuando queramos hablar de las
regularidades naturales deberemos decir que son lo expresado por las leyes,
en el segundo caso que son las leyes mismas, aunque aquí son necesarias
cautelas adicionales. Si bien es conveniente optar por una de las alternativas y
atenerse a ella, aquí no vamos a ser muy estrictos en este punto. En general
nos inclinamos por la segunda y, por tanto, tenderemos a usar 'ley' para las
regularidades naturales mismas, y 'enunciado legal' (o 'enunciado de ley') para
los enunciados generales que las expresan. Sin embargo, y siempre que el
contexto lo permita, en ocasiones mezclaremos ambas prácticas, o usaremos
expresiones más indefinidas que refieran indistintamente a ambas entidades
(p.ej. 'afirmación', que en sentido laxo puede referir tanto al enunciado como a
su contenido, la proposición). Cuando la cuestión que se esté tratando exija
una distinción clara, explicitaremos el sentido en que usamos el término y los
extremos de la discusión que dependen de ello.