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Capítulo 5

LAS LEYES CIENTÍFICAS

En el capítulo anterior hemos examinado la estructura lógica de los


conceptos científicos. Dijimos entonces que los conceptos son las unidades
mínimas de significación, y efectivamente así es, pero hay que advertir
inmediatamente que ese mínimo es, por así decir, demasiado poco. En la
ciencia, como en el discurso ordinario, el lenguaje se usa primariamente para
realizar aserciones (aseveraciones), para decir que ciertas cosas son de cierto
modo. Para este uso los conceptos son esenciales, pero no bastan
considerados aisladamente; los conceptos por sí solos no constituyen
unidades asertivas. Las unidades aseverativas deben ser necesariamente
complejas o articuladas, no hay aserción sin articulación, y la complejidad no
es en general esencial a los conceptos. Es cierto que algunos conceptos son
complejos (p.ej. bípedo implume), pero esta complejidad no es del tipo
requerido para constituir aseveraciones. Las unidades aseverativas mínimas
son las proposiciones o, en términos lingüísticos, los enunciados, entidades
que sí son esencialmente complejas o articuladas. En el discurso científico, un
tipo especialmente importante de unidades preposicionales son las leyes, que
se pueden articular a su vez entre ellas conformando unidades más amplias,
las teorías. Nuestro objetivo en este capítulo es analizar la estructura lógica,
los tipos y la naturaleza de las leyes científicas.

La siguiente relación contiene ejemplos representativos de los diversos


tipos de leyes, y los diversos aspectos de las mismas, que vamos a tratar:

(1) Cualesquiera dos cuerpos se atraen con una fuerza directamente


proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional
al cuadrado de la distancia entre sus centros de masa.
(2) Los planetas giran en órbitas elípticas, con el Sol en uno de los
focos, barriendo áreas iguales en tiempos iguales.
(3) Un grave en caída libre cerca de la superficie terrestre recorre en un
intervalo temporal t una distancia d = 4,9í2.
(4) En un péndulo en la superficie terrestre, la relación entre el período
T y la longitud L es T = 2TCV(L/9,81).
(5) Todo cuerpo sufre una aceleración igual al cociente entre la suma
de fuerzas a las que está sometido y su masa inercial.
(6) La probabilidad de que un electrón disparado contra una barrera de
potencial la atraviese es de 0,1 y la de que se refleje es de 0,9.
(7) La probabilidad de que un átomo de radio permanezca estable
después de 4800 años es 0,125.
(8) Para cada cantidad de gas, el cociente de la presión por el
volumen entre la temperatura absoluta es constante.
(9) En condiciones normales, las piezas de fósforo se inflaman tras la
fricción sobre superficies rugosas.
(10) Salvo mutaciones genéticas, al cruzar células homocigóticas, una
con un par de genes recesivos y la otra con un par de genes
dominantes, los individuos de la segunda generación tienen una
probabilidad de 0,25 de exhibir los rasgos de los genes recesivos.
(11) El consumo continuado de tabaco aumenta la probabilidad de
desarrollar cáncer de pulmón.
(12) La sensación de peligro produce, salvo factores inhibidores, un
repentino incremento de la producción de adrenalina.
(13) Si una persona desea p, y cree que realizando cierta acción lo
obtendrá, y si además la acción es posible y la persona así lo cree
y no cree que hacer p se opone a nada que desee tanto o más que
p, entonces (si nada interfiere) realizará la acción.
(14) El aumento de la oferta produce, a igualdad de los restantes
factores, la disminución en el precio del producto.

Las leyes científicas, del tipo de las ejemplificadas en esta lista, son
unidades aseverativas mínimas del discurso científico, pero no son las únicas.
Hay otras aseveraciones también mínimas (y en cierto sentido, que veremos
en el capítulo 12 dedicado a la inducción, más básicas), a saber, los informes
sobre acaecimientos particulares, p.ej. "el cometa Halley reapareció el 25 de
diciembre de 1758", "0,002 gramos de este pedazo de uranio se desintegrarán
antes del año 2025", o "acaba de bajar el precio de la gasolina". Presentar de
este modo la contraposición entre los dos tipos de unidades aseverativas
mínimas del discurso científico supone dar ya una primera caracterización
implícita de las leyes. Las leyes son las unidades aseverativas mínimas que no
son informes sobre acaecimientos particulares, esto es, las leyes son (un tipo
de) aseveraciones generales, expresan regularidades.

1. Tipos de generalizaciones y de leyes


1.1. LEYES Y REGULARIDADES
En este capítulo partiremos de esta primera caracterización según la
cual las leyes son (o son expresadas por) aseveraciones generales. Esta
caracterización, dominante en la literatura, presupone dos cosas, ambas
cuestionadas por algunos autores. En primer lugar, presupone que las leyes
son (o que son expresadas por) aseveraciones. Más adelante (cf. cap. 10)
veremos que hay un modo menos enunciativo, más modelista, de entenderlas,
pero incluso bajo esa interpretación las leyes mantienen algunos elementos
aseverad vos que son los que en este capítulo van a centrar nuestra atención.
En segundo lugar, presupone que son afirmaciones generales, que expresan
regularidades del tipo "todos los tal son cual", o "siempre que ocurre tal cosa
ocurre tal otra". Esto excluye eventuales leyes existenciales como "hay
unidades mínimas de energía" o "hay al menos un agujero negro en el
universo". Pero ello no es tan grave como en un primer momento puede
parecer. Por un lado, casi todas las leyes aparentemente existenciales del
primer tipo son en el fondo generales. Por otro, dista de ser claro que haya
leyes genuinamente existenciales interesantes, esto es que no se obtengan
como meras existencializaciones sobre hechos particulares. En cualquier caso,
los ejemplos paradigmáticos de leyes son indudablemente generales. Así
pues, aquí vamos a aceptar, al menos provisionalmente, estos dos supuestos.
La mayoría de los aspectos de las leyes que vamos a presentar y discutir en
este capítulo son en gran medida independientes de los mismos; cuando no lo
sean se comentará explícitamente el sentido en que se ven afectados por
estos supuestos.
Antes de iniciar nuestro estudio propiamente dicho es necesario hacer
algunas aclaraciones. En primer lugar, lo que hemos aceptado no es que las
leyes sean (o expresen) meras generalizaciones. Al decir que son
aseveraciones generales queremos indicar que son al menos eso, no que sean
sólo eso. Esto es, la caracterización que hemos aceptado provisionalmente
como punto de partida no supone que cualquier generalización sea una ley, lo
cual es patentemente erróneo; lo que se ha aceptado es algo mucho más
débil, a saber, que toda ley involucra al menos una aseveración general del
tipo "todos los As son Bs". Parte de este capítulo va a estar destinado
precisamente a elucidar la diferencia entre leyes y meras generalizaciones.

La segunda aclaración tiene que ver con las cautelas contenidas en los
párrafos anteriores. Hemos dicho que las leyes son, o son expresadas por,
aseveraciones generales. La formulación alternativa se debe a la necesidad de
distinguir entre las entidades lingüísticas (los enunciados mismos, o los actos
aseverativos consistentes en proferir tales enunciados) y lo que las entidades
lingüísticas expresan o significan (los hechos mismos o, si se prefiere, las
proposiciones). Confundir ambos niveles es confundir uso y mención, esto es,
no distinguir entre hablar de expresiones lingüísticas y hablar de lo que ellas
expresan. En el caso de las leyes se puede defender tanto que ellas mismas
son las aseveraciones o enunciados generales, como que son lo que las
entidades lingüísticas expresan, las proposiciones (pero, claro está, no las dos
cosas a la vez). Ambas alternativas son posibles, si se formulan con el
suficiente cuidado. En el primer caso, cuando queramos hablar de las
regularidades naturales deberemos decir que son lo expresado por las leyes,
en el segundo caso que son las leyes mismas, aunque aquí son necesarias
cautelas adicionales. Si bien es conveniente optar por una de las alternativas y
atenerse a ella, aquí no vamos a ser muy estrictos en este punto. En general
nos inclinamos por la segunda y, por tanto, tenderemos a usar 'ley' para las
regularidades naturales mismas, y 'enunciado legal' (o 'enunciado de ley') para
los enunciados generales que las expresan. Sin embargo, y siempre que el
contexto lo permita, en ocasiones mezclaremos ambas prácticas, o usaremos
expresiones más indefinidas que refieran indistintamente a ambas entidades
(p.ej. 'afirmación', que en sentido laxo puede referir tanto al enunciado como a
su contenido, la proposición). Cuando la cuestión que se esté tratando exija
una distinción clara, explicitaremos el sentido en que usamos el término y los
extremos de la discusión que dependen de ello.

La última aclaración se refiere al alcance de nuestro estudio. Hay un


aspecto de las leyes que por lo general va a quedar al margen del tratamiento
que vamos a hacer de ellas en este capítulo. Nos referimos a su carácter
aproximativo o idealizador. Las leyes, especialmente las cuantitativas,
contienen diversas idealizaciones que hacen que sólo quepa esperar su
aplicabilidad aproximada. Eso tiene la consecuencia de que, si exigimos una
aplicación estricta, muchas (¿todas?) leyes aparecerán como, o bien
vacuamente verdaderas, o bien "irremediablemente" falsas. Si, siendo
totalmente estrictos, la propiedad A no se aplica a ningún individuo, entonces
la afirmación "todos los A son B" es vacuamente verdadera por ser su
antecedente siempre falso. Por ejemplo, la primera ley de Newton, o ley de la
inercia, afirma que todos los cuerpos para los cuales la suma de fuerzas
externas sea nula mantienen constante su velocidad, pero seguramente no hay
ningún cuerpo que satisfaga el antecedente, con lo que la ley es vacuamente
verdadera. La literatura ha prestado mucha atención a situaciones de este tipo
(cf. p.ej. Tooley, 1977 y Armstrong, 1983), pero en ocasiones se le concede
una importancia a nuestro juicio excesiva. Lo mismo sucede con la "necesaria"
falsedad de las leyes cuando, si exigimos total precisión, A se aplica pero B no.
El fenómeno general de la aproximación en la ciencia, y sus límites de
admisibilidad, requiere un tratamiento específico que no podemos presentar
aquí. En el capítulo 6 se hacen algunas consideraciones sobre el mismo en el
contexto de la función de la medición, y en el capítulo 10 en relación con las
afirmaciones empíricas de las teorías. En el presente capítulo sólo vamos a
tratarlo en una versión muy específica del mismo, a saber, cuando está
relacionado con las idealizaciones contenidas en las leyes con cláusulas
ceteris paribus (sección 4 ).

1.2. TIPOS DE REGULARIDADES


Hemos dicho que íbamos a partir de la caracterización usual según la
cual las leyes son generalizaciones, aunque no cualesquiera generalizaciones
sino generalizaciones de cierto tipo específico, a las que denominaremos
generalizaciones nómicas. El adjetivo 'nómico' proviene de la voz griega
'nomos', que se traduce por 'ley' (o 'norma', en contextos jurídicos). Decir que
las leyes son generalizaciones nómicas, esto es generalizaciones "legales", no
aclara por tanto nada por sí sólo. Lo primero que debemos hacer es establecer
las características más generales que distinguen a estas generalizaciones de
las generalizaciones de otros tipos. En esta sección estableceremos tales
características muy superficialmente y de modo intuitivo, por contraposición
con varios ejemplos de los otros tipos de generalizaciones. En la sección
siguiente presentaremos de un modo más sistemático las peculiaridades de las
generalizaciones nómicas, principalmente en relación con las regularidades
meramente factuales.

Hay cuatro tipos básicos de regularidades: regularidades analíticas o


conceptuales, regularidades nómicas o leyes, regularidades factuales o
accidentales y regularidades epistémicas. La distinción entre ellas tiene que
ver con la modalidad. Y la modalidad tiene a su vez que ver con las nociones
de necesidad y posibilidad, se refiere al modo en que algo es verdadero o
falso; si tomamos las leyes como enunciados, debemos decir que son
verdaderas o falsas, si las consideramos como hechos, que ocurren o que no
ocurren. Siguiendo también aquí la práctica anunciada más arriba, cuando no
produzca confusión utilizaremos a menudo indistintamente 'verdadero' y 'que
ocurre'. Pues bien, hay afirmaciones verdaderas que son necesariamente
verdaderas, mientras que otras son verdaderas pero podrían ser falsas; o en
término de hechos, hay hechos que ocurren necesariamente y otros que
ocurren pero podrían no haber ocurrido. Esto se aplica también a las
generalizaciones, esto es a los "hechos" generales del tipo "Todos los A son
B". Hay generalizaciones verdaderas que son necesariamente verdaderas,
mientras que otras también verdaderas podrían ser falsas. Necesidad y
posibilidad son conceptos duales: algo es posible si y sólo si su negación no es
necesaria, y viceversa. Por otro lado, la necesidad implica la posibilidad, todo
lo necesario es posible; pero no a la inversa, la mayoría de las cosas posibles
no son además necesarias, son sólo posibles. Por último, cuando algo es
verdadero pero no es necesariamente verdadero decimos que es contingente.

Como diría Aristóteles, la necesidad se dice de muchas maneras. El


término 'necesario' tiene varios sentidos y cada uno de ellos determina un tipo
de modalidad. La diferencia entre los cuatro tipos de regularidades tiene que
ver con las diversas nociones modales, con los diversos sentidos de
'necesario' y 'posible' involucrados. Cada modalidad es relativa a un cierto
"sistema" o "marco" que se considera fijado: fijadas tales y cuales cosas, algo
es necesario/posible relativamente a ese marco si y sólo si su negación es
inconsistente/consistente con las cosas que se han fijado. Así, los diversos
marcos que fijemos determinan los diversos tipos de modalidad. En el presente
contexto nos interesan especialmente tres tipos de cosas que podemos fijar,
las correspondientes a las modalidades conceptual, nómica y epistémica. Aquí
atenderemos especialmente a las dos primeras (la modalidad epistémica, que
mencionaremos muy brevemente, presenta problemas específicos que no
conviene abordar ahora). Como el lector advertirá inmediatamente, la distinción
entre necesidad conceptual y necesidad nómica presupone la distinción analíti-
co/sintético, esto es, la distinción entre verdades en virtud del significado y
verdades empíricas. Esta distinción tradicional ha sido cuestionada en el
presente siglo por algunos filósofos, principalmente Quine en su famoso
artículo "Dos dogmas del empirismo" (1951). No vamos a detenernos aquí en
estas objeciones. Nuestra finalidad ahora es puramente introductoria y la
exposición que hacemos de ésta y otras distinciones es preteórica, no prejuzga
ulteriores análisis filosóficos sustantivos de las mismas.

La modalidad conceptual, o analítica, se deriva de tomar como fijos


nuestros conceptos o, equivalentemente, los significados del lenguaje. Algo
verdadero es conceptualmente necesario (en breve: 'C-necesariamente
verdadero') si y sólo si su negación es inconsistente con nuestros conceptos,
esto es, si no hay modo de concebir su falsedad sin contradicción; o en
términos de significados: algo es C-necesariamente verdadero si y sólo si,
manteniendo fijo el significado que tienen las palabras, no hay modo de
describir coherentemente una situación en que eso sea falso. (Esta
caracterización presupone las nociones lógicas de CONSISTENCIA, NO
CONTRADICCIÓN o COHERENCIA, esto es, presupone la noción de NECESIDAD
LÓGICA, que consideramos aproblemática en el presente contexto.)

Hay muchas verdades que son C-necesarias, y muchas de ellas son


"generales", involucran regularidades. La siguiente lista contiene algunas
regularidades que inmediatamente se ve que son C-necesarias, otras que
inmediatamente se ve que no lo son, y alguna otra (20) sobre la que no
sabríamos quizá qué decir sin una inspección mucho más detenida.
(15) Los animales racionales son animales.
(16) Los solteros no están casados.
(17) Los hermanos tienen los mismos progenitores.
(18) Las superficies verdes son coloreadas.
(19) Ninguna superficie es a la vez totalmente blanca y totalmente
negra.
(20) Nadie es su propio ancestro.
(21) Todos los metales se expanden al calentarlos.
(22) Todos los cuerpos cargados eléctricamente con cargas del mismo
signo se repelen con una fuerza proporcional al producto de sus
cargas.
(23) Nadie puede levantarse tirándose de los cordones de los zapatos.
(15)-(19) son claramente C-necesarias, no se puede concebir
coherentemente su negación, no podemos describir una situación en la que
sean falsas. Quizá se piense que sí. Por ejemplo, si 'verde' significase
"caliente", entonces (18) no sería C-necesaria, pues podemos describir una
situación en la que una superficie caliente es incolora. Pero eso es hacer
trampa, pues se están cambiando los significados de las palabras. Como
muestra la explicación, lo que es entonces C-posible es que una superficie
caliente sea incolora, no que una verde sea incolora. Una cosa es describir
coherentemente una situación en la que las palabras significan otras cosas y el
enunciado 'las superficies verdes son coloreadas' sea CON ESOS OTROS
SIGNIFICADOS falso, y otra muy diferente describir coherentemente una situación
en la que ese enunciado CON LOS SIGNIFICADOS USUALES sea falso, esto es, en
la que no ocurra que las superficies verdes son coloreadas. Lo primero es
posible, lo segundo, que es de lo que se trataba, no. Análogamente con (19), si
se cree que es C-posible que sea falsa es porque se da otros significados a
'blanco' y 'negro'; se puede pretender, por ejemplo, que una superficie
totalmente gris es a la vez totalmente blanca y totalmente negra, pero ese no
es el significado usual.

Por otro lado, es claro que (21)-(23), aunque verdaderas, no son C-


necesarias. Podemos describir coherentemente una situación en la que un
metal no se dilate al calentarse, o en la que dos cuerpos cargados
positivamente se repelan con una fuerza proporcional al producto DEL
CUADRADO de sus masas. Y lo podemos hacer sin cambiar el significado de
nuestras palabras, basta con idear un mundo con otras leyes físicas (la buena
literatura de ciencia ficción, e.e. la que no describe situaciones contradictorias,
contiene numerosas descripciones de este tipo). Sin embargo, aunque (21)-
(23) no son C-necesarias, son necesarias EN ALGÚN SENTIDO. Aquí es cuando
interviene la modalidad física o NÓMICA. La modalidad nómica se deriva de
tomar como fijas, ADEMÁS de nuestros conceptos, las leyes naturales. Algo
verdadero es NÓMICAMENTE NECESARIO (en breve: 'N-necesariamente verda-
dero') si y sólo si su negación contradice las actuales leyes naturales, esto es,
si no hay modo de describir (teniendo las palabras sus significados usuales)
una situación en la que sea falso y sigan cumpliéndose las leyes naturales que
de hecho rigen en la naturaleza. Según esta caracterización (y presuponiendo,
por mor de los ejemplos, la validez de las leyes naturales que hoy creemos
conocer), es claro que, además de (21)-(23), (24) y (25) son regularidades N-
necesarias y que (26)-(30) no lo son.

(24) Ningún varón se queda embarazado.


(25) Todas las esferas de uranio tienen menos de 1 km de radio.
(26) Todas las esferas de oro tienen menos de 1 km de radio.
(27) Todos los bípedos implumes son humanos.
(28) Todos los cuervos son negros.
(29) Todas las cebras son rayadas.
(30) Todas las monedas del bolsillo derecho de los pantalones de Quine
en Nochevieja de 1990 son doradas.
Tomando como ejemplos paradigmáticos (25) y (26), es inmediato por
qué aunque ambas regularidades son verdaderas, la primera es N-necesaria y
la segunda no: (25) es implicada por las leyes físicas, (26) no. La existencia de
una esfera de uranio de tal tamaño es incompatible con las leyes físicas sobre
la estabilidad límite del uranio, mientras que en el caso del oro, aunque de
hecho tampoco haya ninguna esfera así, el que la hubiera no violaría ninguna
ley física. Análogamente con (30): que, aunque de hecho no la tuvo, Quine
tuviera una moneda no dorada en su bolsillo en dicha fecha no parece violar
ninguna ley natural. Con (28) y (29) no es quizá tan inmediato, pero un poco de
reflexión muestra que tampoco son N-necesarias. Por lo que hoy sabemos, las
leyes naturales son compatibles con la existencia de cuervos no negros. Por
ejemplo, tales leyes no parecen excluir que algunos cuervos pudieran haber
emigrado a zonas árticas y, tras un tiempo y como resultado de la selección,
haber desarrollado plumaje blanco, sin dejar por ello de ser cuervos.

A las regularidades que aun siendo verdaderas no son N-necesarias se


las denomina regularidades FÁCTICAS o ACCIDENTALES. La primera expresión, si
se interpreta sugiriendo sólo que estas regularidades son "hechos", es
engañosa pues las regularidades nómicas también son hechos. Por 'fáctico' se
debe entender aquí "MERAMENTE ocurrente", esto es, que ocurren como
cuestión DE HECHO pero no DE DERECHO, que ocurren pero N-podrían no
ocurrir. Eso es lo que connota 'accidental'. Ambas expresiones son pues
sinónimas de W-contingente'. Nótese que la distinción entre regularidades
accidentales y nómicas sólo discrimina regularidades si no todo hecho general
está cargado de necesidad física, esto es, si el mundo no es determinista (en
uno de los sentidos de 'determinismo', pues según otro sentido hay
regularidades nómicamente necesarias indeterministas, las leyes probabilistas,
cf. sobre esto más adelante sección 5). En caso contrario no habría
propiamente regularidades N-contingentes, todas las regularidades
verdaderas, todos los estados de cosas generales "que ocurren", serían
físicamente necesarios. Hasta el que las monedas del bolsillo de Quine en tal
fecha sean doradas sería N-necesario, pues en un mundo determinista (en
esta acepción) todo lo es. Eso no quiere decir que la distinción sea incorrecta,
pues ella es independiente de lo que ocurra DE HECHO en última instancia con
el determinismo. La distinción distingue dos conceptos realmente diferentes,
sólo que si el mundo resulta ser determinista uno de esos conceptos, el de
REGULARIDAD ACCIDENTAL, no se aplicaría a nada: las que ahora nos parecen
regularidades accidentales serían simplemente aquellas regularidades nómicas
acerca de cuyas leyes no tenemos la menor idea ni siquiera de que existan.

La modalidad epistémica, de la que no hemos dicho nada hasta ahora,


tiene que ver con casos como (28) y (29). En la modalidad epistémica se
consideran fijadas las regularidades que constituyen nuestro acceso
epistémico usual a cierto ámbito. Así, aunque la esencia de los cuervos no
implique la negrura de su plumaje, esa regularidad no y N-necesaria interviene
esencialmente en el modo como típicamente reconocemos a los cuervos. En
ese sentido, EPISTÉMICO, (28) es "necesario". Pero se trata de una "necesidad"
claramente antropomórfica, no está "en la naturaleza" (la prueba es que N-
PUEDE haber cuervos blancos) sino en nuestro modo de acceder a ella. Sólo
está en la naturaleza en el sentido en que nuestro conocimiento es también un
fenómeno natural. Hay otras modalidades antropomórficas. Por ejemplo la
DEÓNTICA, que queda determinada al fijar las regularidades o normas morales.
También en ese sentido hay cosas "necesarias", cosas que deben ocurrir en el
sentido de que SE DEBEN HACER, por ejemplo, si fuese una norma moral no
acumular determinada cantidad de oro, (26) sería deónticamente necesario.
Como se apreciará, estas modalidades no implican que la regularidad sea
verdadera, por lo que para algunos es mejor no hablar en estos casos de
NECESIDAD; se trataría sólo de modalidad "aparente", de lo que puede o no
puede ocurrir en el sentido sólo de que es compatible con nuestras creencias
(modalidad epistémica), o con nuestras leyes morales (modalidad deóntica).
Esta cuestión, que afecta a cualquier modalidad antropomórfica, es en parte
nominal y no vamos a discutirla aquí; bastará admitir que en la llamada
modalidad epistémica el uso de 'necesario' es al menos tan legítimo (o
ilegítimo) como su uso en la modalidad deóntica.

De momento no vamos a abundar más en la modalidad epistémica. Nos


interesaba sobre todo la modalidad nómica, su diferencia con la conceptual y
su contraposición con la accidentalidad o mera facticidad. Las leyes son las
REGULARIDADES VERDADERAS NÓMICA- MENTE NECESARIAS.

[Tomado de: Díez, J. A. y Moulines, C. U. Fundamentos de filosofía de la


ciencia. Barcelona. Editorial Ariel, S. A. 1997. Páginas 125-132]

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