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V.

EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA

Propuesta: la explicación científica más adecuada


consiste en la deducción de lo que hay que explicar
a partir de la ley de cobertura

COMENZAMOs viendo la explicación científica como localización de las causas


(capítulo III). Queríamos hallar las fuentes fiables de los cambios que se
producen en la naturaleza. Sin embargo, Hume adujo que esa búsqueda
sería en vano, y ninguna de las réplicas que se dieron a su argumentación
parecía probable que consiguiera una aprobación abrumadora. Se presen-
tó entonces una solución radical. Quizá toda esa indagación de las causas
esté condenada al fracaso de antemano, porque sólo podemos estar segu-
ros de nuestras sensaciones; no de la estructura racional que pueda haber
detrás de ellas. Esta posibilidad nos llevó a considerar el programa positivista
(capítulo IV) en el que la explicación se identifica simplemente como
descripción generalizada. Sin embargo, con el fin de eludir las escépticas
conclusiones de Hume, los positivistas tales como Mach adoptaron la
doctrina fenomenalista de que nuestras percepciones son todo lo que
tenemos de la realidad, y el fenomenalismo parecía probable que nos
llevase a ese tipo de relativimo que no puede dar cuenta ni de la
uniformidad de nuestras percepciones a través del tiempo ni de su univer-
salidad de una persona a otra. Dar cuenta de la uniformidad significa, bien
establecer supuestos que ni siquiera trataríamos de justificar, o formular
asertos que necesitarían de más y más extensa apologética. Y dar cuenta
de la universalidad parecia probable que nos hiciera adoptar una creencia
en observaciones ininterpretadas e indiscutibles, contra las que los críticos
nos advertían que podrían no estar justificadas.
Para muchos teóricos, estos problemas, que hemos visto tanto en las
exposiciones causales de la explicación como en el positivismo, son pre-
cisamente eso: problemas, y no objeciones insalvables. Pueden verse en
ellos razones para refinar o modificar las teorias causales o positivistas, u
objeciones que pueden superarse mediante cuidadosos análisis futuros. No
es probable que una teoría se rechace sólo porque presenta defectos o
problemas. No obstante, otros pensadores han intentado enfoques distin-
tos para la búsqueda de la comprensión de la explicación científica, y las
103
104 LA EXPLICACIÓN

de
objeciones a las teorías, que hemos expuesto, constituyen para algunos
ellos una importante razón para intentar una vía diferente .
Hasta ahora hemos expuesto teorías que sitúan las explicaciones en
relación con aquello a lo que se refieren (causas de fenómenos). En
resumen: por su contenido. Una alternativa prometedora y que ha gozado
o
de gran predicamento, sobre todo en estos últimos decenios, ha consistid
en centrarse en la estructura lógica de las teorías. Una de las razones para
mirar en esta dirección la sugería la conclusión del capítulo IV: i nuestras
observaciones dependen siempre en parte de la previa aceptación de
muchos supuestos y si estos supuestos encajan en redes a las que llamamos
teorias, la explicación de las observaciones tendrá que depender de la
fiabilidad de estas redes. Una característica importante de estas redes es
el modo en que sus elementos se relacionan lógicamente entre sí y cómo
se relacionan lógicamente con las leyes experimentales y con las observa-
ciones. Es probable, en consecuencia, que la estructura lógica de una red
teórica nos diga algo sobre su idoneidad.
La estructura lógica de las explicaciones parece también importante
cuando consideramos aquello para lo que nos gustaría que nos sirviesen
és tas. Cuando se da explicación a un fenómeno solemos contar con que
aprenderemos algo que antes no sabíamos respecto a la relación que existe
entre el fenómeno en cuestión y cualquier otra cosa: leyes, otros fenóme-
nos. Supongamos, por ejemplo, que queremos una explicación de la
aparición de un arco iris. Es de suponer que decir que se trata de un arco
multicolor que aparece en el cielo no equivale a explicarlo. En ese sentido,
puede decirse que ya sabemos todos de qué se trata. Lo que esperaríamos
aprender es qué clase de cosa es, y también querriamos llegar a saber lo
bastante sobre la manera en que esa clase de ente se comporta, de manera
que fuéramos capaces de predecir cuándo va a aparecer de nuevo, o al menos
cuándo es probable que aparezca. Esperaríamos aprender (lo que nos
recuerda lo expuesto sobre la causalidad) qué es lo que hace que se
produzca el arco iris. Pues bien: ¿qué clase de información nos sería útil
al respecto? Supongamos que nos dicen que el arco iris es un espectro de
refracción que se produce cuando los rayos luminosos procedentes del sol
se reflejan y se separan por la presencia de gotitas de agua en la atmósfera.
Esta explicación nos ofrece, al parecer, tres trozos de información: 1) nos
dice lo que es el arco iris (un fenómeno de refraccion); 2) señala una serie
de condiciones que deben darse para que se produzca el fenómeno en
cuestión (gotitas de agua, rayos de luz), y 3) parece remitirnos implícita-
mente a una ley (las gotitas influyen en la luz en una serie de maneras
generales). Además, todos estos elementos parecen innecesarios si han de
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 105

cumplirse nuestras esperanzas. Sin la identificación del arco iris como


fenómeno de refracción no sabemos a qué ley remitirnos. Sin condiciones
antecedentes, la ley no encuentra aplicación ninguna. Sin la ley no puede
ni entenderse el arco iris como ejemplo de un fenómeno general, ni hay
razón alguna para esperar que se vuelva a presentar en un momento
futuro.
¿Qué relación lógica existe entre la constatación de que se observa el
arco iris, y otros elementos de la explicación? Que esa relación tiene
carácter deductivo parece claro '. Si contamos con las condiciones antece-
dentes adecuadas (gotitas de agua y rayos de sol en una determinada
relación de unas con otros), la ley «garantiza» la aparicion del arco iris.
La idoneidad de la explicación que antecede (al contestar las preguntas
estamos pidiendo una explicación) indica que: 1) el carácter lógico de una
explicación es la clave de su idoneidad y 2) la característica crucial de este
carácter lógico es una relación deductiva entre las leyes y las condiciones
antecedentes, como premisas, y el fenómeno que debe explicarse, como
conclusión. Esta teoría de la explicación se denomina modelo deductivo-
nomológico (nomológico significa «referente a las leyes») o modelo de la ley
de cobertura®. -

! La deducción y su complemento opuesto, la induccién, son las dos formas alternativas


de las que nos servimos en nuestra argumentación para p: de las premisas a las conclu-
siones. La inducción procede desde lo particular a lo más general, o desde lo que se conoce
por experiencia previa al presente o al futuro. Por ejemplo: un zapato cae al suelo; la tierra
y la luna se atraen recíprocamente, y dos grandes masas en libre suspensión muestran la
presencia de una fuerza de atracción; debemos pensar, en consecuencia, que fodas las masas
son atraídas hacia todas las demás masas. La deducción procede en el sentido contrario: de
lo general a lo más particular. Por ejemplo: la primera ley de la termodinámica afirma que
el calor se propaga de un objeto más caliente a otro más frío. Si tenemos un día frío de
invierno y una casa caldeada, podemos sacar la conclusión de que la temperatura de la casa
descenderá y que el espacio que la rodea se calentará de acuerdo con el calor perdido por
la casa.
La inducciones implican un salto que se salva con la fe, ya que no han podido observarse
todos los detalles. Podemos inducir que todos los cisnes son blancos porque lo son todos
aquéllos que hemos tenido ocasión de ver. Pero esa inducción en particular, que se utilizó
mucho tiempo en los manuales de lógica, resultó falsa cuando se descubrió una variedad
de cisnes negros. Las deducciones, por otra parte son necesarias desde el punto de vista
lógico. Su único punto débil en potencia es que las premisas de las que se parte sean falsas.
Una deducción no exige que las premisas sean verdaderas, sino sólo que la conclusión se
siga de las premisas (si éstas son verdaderas, también lo es la conclusión).
? También se le llama modelo hipotético-deductivo, cuando se quiere hacer hincapié
en que las premisas son hipótesis sugeridas por la experiencia.
106 LA EXPLICACIÓN

Aun cuando el modelo de la ley de cobertura lo han propuesto muchos


pensadores, entre los que se cuenta John Stuart Mill en su System of Logic
(1843), su exposición más sucinta está contenida en un ensayo muy leído
de Carl Hempel y Paul Oppenheim. Incluimos aquí únicamente la primera
parte de dicho ensayo tal como se publicó originalmente *.
«ESTUDIOS SOBRE LA LÓGICA DE LA EXPLICACIÓN»
1. Introducción. Explicar los fenómenos que se producen en el mundo de
nuestra experiencia, responder a la pregunta «¿por qué?», en vez de hacerlo sólo
a la pregunta «¿qué?» es uno de los objetivos primordiales de toda indagación
racional, y la investigación cientifica en sus diversas ramas, especialmente, trata
de ir más allá de la mera descripción de su materia, al proporcionar una explicación
de los fenómenos que investiga. Mientras que reina un acuerdo bastante general sobre
el principal objetivo de la ciencia, existen considerables diferencias de opinión en
cuanto a la función y las características esenciales de la explicación cientifica. En
el presente ensayo haremos un intento de arrojar alguna luz sobre estas cuestiones
mediante un estudio elemental del esquema básico de la explicación científica, al
que seguirá un análisis más riguroso del concepto de ley y de la estructura lógica
de los argumentos explicativos...
"UDIO ELEMENTAL DE LA EXPLICACION CIENTÍFICA

2. Algunos ejemplos. Se sumerge rápidamente un termómetro de mercurio


en agua caliente, y se produce un momentáneo descenso de la columna de mercurio
al que sigue un inmediato ascenso. ¿Cómo puede explicarse este fenómeno? El
aumento de la temperatura afecta sólo, en primer lugar, al tubo de vidrio del
termómetro, que se dilata y deja mayor espacio al mercurio que hay en su interior,
con lo que desciende la superficie que presenta. Pero, tan pronto como la conducción
del calor hace que el aumento de temperatura llegue hasta el mercurio, éste se dilata,
y dado que su coeficiente de dilatación es considerablemente mayor al del vidrio, se
produce una subida del nivel del mercurio. Esta exposición consta de afirmaciones
de dos clases. Las de la primera clase indican determinadas condiciones que se dan
con anterioridad al fenómeno que ha de explicarse o simultáneamente con él. Las
denominaremos, para resumir, condiciones antecedentes. En el ejemplo que estamos
considerando, entre las condiciones antecedentes tenemos, el hecho de que el termó-

* Carl G. Hempel y Paul Oppenheim, «Studies in the Logic of Explanation», Philosophy


of Science 15 (1948): pp. 135ss. La parte 3* de este ensayo, que no sc incluye aquí, presenta
un intento mucho más detallado de elaborar las condiciones formales de la explicación.
Quienes estén familiarizados con la lógica simbólica podrán sacar provecho de su lectura.
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 107

metro consta de un tubo de vidrio parcialmente lleno de mercurio, y que dicho tubo
se sumerge en agua caliente. La segunda clase de afirmaciones expresa determinadas
leyes generales. En nuestro caso, se cuentan entre ellas las leyes de la expansión
térmica del mercurio y del vidrio y la constatación de que la conductividad térmica
del vidrio es reducida. Los dos conjuntos de afirmaciones, si se formulan de manera
adecuada y completa, explican el fenómeno a considerar: implican las consecuencias
de que el mercurio primero descenderá y luego subirá. Así pues, el acontecimiento
del que estamos tratando se explica al incluirlo dentro de leyes generales, es decir,
mostrando que se ha producido de acuerdo con dichas leyes, en virtud de darse
determinadas condiciones antecedentes específicas.
Vamos a considerar otro ejemplo. Para un observador que va en una barca de .
remos, la parte del remo que está debajo del agua parece doblarse hacia arriba. El
fenómeno se explica por medio de leyes generales —principalmente por la ley de la
refracción y aquella que establece que el agua es un medio más denso, desde el punto
de vista óptico, que el aire— y haciendo referencia a determinadas condiciones
antecedentes: en especial los hechos de que parte del remo está en el aire y otra parte
dentro del agua, y que el remo es prácticamente un trozo de madera recto. En
consecuencia, una vez más, se interpreta que la pregunta «¿por qué ocurre este
fenómeno?» significa: «¿según qué leyes generales y en virtud de qué condiciones
antecedentes se produce el fenómeno en cuestión?».
Hasta ahora nos hemos limitado a considerar exclusivamente acontecimientos
singulares que se producen en un tiempo y lugar determinados. Pero la pregunta
«¿por qué?» puede hacerse asimismo en relación con las leyes generales. Así, en
relación con el último ejemplo, cabría que preguntáramos: ¿por qué la propagación
de la luz obedece a la ley de la refracción? La respuesta de la física clásica recurre
a la teoría ondulatoria de la luz, es decir, afirmando que la propagación de la luz
es un fenómeno ondulatorio de un determinado tipo general, y que todos los
fenómenos ondulatorios de ese tipo siguen la ley de la refracción. Es decir, que la
explicación de una regularidad general consiste en incluirla dentro de otra regula-
ridad más amplia, que obedece a una ley más general. De modo semejante, la validez
de la ley de la caída libre de los cuerpos cerca de la superficie terrestre, formulada
por Galileo, puede explicarse deduciéndola de un conjunto de leyes más amplias,
a saber: las leyes de Newtan referentes al movimiento y su ley de la gravitación, junto
con algunas constataciones sobre delerminados hechos, como el de la masa y el radio
de la Tierra.
3. El esquema básico de la explicación científica. Vamos a extraer ahora
algunas características generales de la explicación cientifica a partir de los casos que
acabamos de utilizar como ejemplos. Dividimos una explicación en dos elementos
constitutivos principales: el explanandum y el explanans. Entendemos por
explanandum la oración que describe el fenómeno que ha de explicarse (no el
108 LA EXPLICACIÓN

fenómeno mismo), y por explanans la clase de las oraciones que se aducen para
dar cuenta del fenómeno. Tal como hemos observado anteriormente, el explanans
cae dentro de dos subclases: una de ellas contiene determinadas oraciones G, C,...,
Cy que expresan determinadas condiciones antecedentes; la otra es un conjunto de
oraciones Ly, Lo,..., L, que representan leyes generales.
Para que una explicación propuesta sea sólida, sus elementos constituyentes han
de satisfacer determinadas condiciones de adecuación, que cabe dividir en condicio-
nes lógicas y empíricas. Para la exposición que sigue, bastará con formular estos
requisitos de una manera ligeramente más vaga; en la parte III presentaremos un
análisis más riguroso y una reformulacion más precisa de estos criterios.
I. Condiciones lógicas de la adecuación

(RI) El explanandum ha de ser consecuencia lógica del explanans. Dicho de


otra manera: el explanandum debe deducirse lógicamente de la información
que contiene el explanans, pues de otro modo el explanans no constituiría
base adecuada para el explanandum.
(R2) El explanans ha de contener leyes generales, y éstas deben ser realmente
necesarias para derivar de ellas el explanandum. No haremos sin embargo
condición necesaria de una explicación sólida que el explanans contenga al
menos una afirmación que no sea una ley; pues, por mencionar una sola
razón, querríamos seguramente considerar como explicación la derivación de
las regularidades generales que rigen el movimiento de las estrellas dobles a
partir de las leyes de la mecánica celestial, aun cuando todas las afirmaciones
que contiene el explanans sean leyes generales.
(R3) El explanans tiene contenido empirico, es decir, debe ser capaz, al menos
en principio, de comprobacion mediante experimentación u observación. Esta
condición está implícita en (RI), puesto que si se da por supuesto que el
explanandum describe un fenómeno empírico, de (R1) se sigue que el
explanans entraña al menos una consecuencia de carácter empírico, y este
hecho le confiere comprobabilidad y contenido empírico. Pero este punto merece
mención especial dado que... determinados angumentos que se han ofrecido
como explicaciones en las ciencias naturales y en las sociales violan tal
requisito.
II. Condición empírica de la adecuación

(R4) - Las oraciones que constituyen el explanans deben ser verdad. Es evidente
que, en una explicación sólida, las afirmaciones que cons uyen el explanans
han de satisfacer una serie de condiciones de corrección fáctica. Pero podría
resultar más adecuado estipular que el explanans debe verse confirmado en
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 109

sumo grado mediante todas las pruebas pertinentes de que se disponga, más
que ser verdadero. Pero esta condicion nos lleva, sin embargo, a consecuen-
cias embarazosas. Supongamos que un determinado fenómeno se hubiera
explicado en una etapa anterior de la ciencia por medio de un explanans
que se hallara firmemente sustentado por las pruebas de las que se dispusiera
a la sazón, pero cuya confirmación se hubiera visto negada en sumo grado
por hallazgos empíricos más recientes. En tal caso, habríamos de decir que,
originalmente, la forma en que se daba cuenta del fenómeno era una
explicación correcta, pero que dejó de serlo más tarde, al descubrirse pruebas
en contrario. Esto no parece estar de acuerdo con el sano uso común, que
mos lleva a decir que, sobre la base de la limitada evidencia inicial, la verdad
del explanans y, en consecuencia, la solidez de la explicación, habían
resultado bastante probables, pero que las pruebas de mayor amplitud de las
que en la actualidad se dispone hacen altamente probable que el explanans
mo fuese cierto, y que, por tanto, la forma en que se daba cuenta del fenómeno
en cuestión no era una explicación correcta, ni nunca lo había sido. (Deberá
¡lamarse la atención sobre un punto, y ponerse un ejemplo al respecto, en
relación con los requisitos de la verdad de las leyes...)
Algunas de las características de una explicación que se han indicado hasta
ahora pueden resumirse en el siguiente esquema:
Exposiciones
de condiciones
antecedentes
Explanans
Leyes Generales

Deducción lógica
E Descripción del
fenómeno empírico ) Explanandum
a explicar

Observemos al respecto que este mismo análisis formal, incluidas sus cuatro
condiciones necesarias, se aplica a la predicción científica tanto como a la explica-
ción. La diferencia entre una y otra es de carácter pragmático. Si se da E, es decir,
si sabemos que se ha producido el fenómeno que E describe y se nos proporciona a
continuación un adecuado conjunto de afirmaciones Gy, Coy..., Gy Lty La»--., Ly
hablamos de una explicación del fenómeno. Si se dan estas últimas afirmaciones,
y se deriva E con anterioridad a que se produzca el fenómeno que describe, hablamos
de predicción. Podremos decir, en consecuencia, que una explicación no es totalmente
110 LA EXPLICACIÓN

adecuada a menos que su explanans, si se tiene en cuenta a tiempo, habría podido


servir de base para predecir el fenómeno que estamos considerando. Por tanto, cuanto
se diga en este artículo, en relación con las caracteristicas lógicas de la explicación
0 de la predicción, será de aplicación para ambas, aun cuando sólo se mencione
una de ellas.
Es esta fueza de predicción en potencia lo que da su importancia a la
explicación cientifica. Sólo en la medida en que seamos capaces de explicar los hechos
empiricos podemos alcanzar el principal objetivo de la investigación científica, esto
es: no limitarnos a registrar los fenómenos de nuestra experiencia, sino aprender de
ellos, al basar en los mismos generalizaciones teóricas que nos permitan anticipar
sus nuevas apariciones, y controlar, al menos en alguna medida, los cambios que
se producen en nuestro entorno.
Sin embargo, muchas explicaciones que se ofrecen habitualmente, sobre todo en
el discurso precientífico, carecen de este cardcter profético. Así, podemos explicar que
un coche volcó en la carretera «porque» reventó uno de sus neumáticos cuando el
coche marchaba a gran velocidad. Está claro que, sólo con la base de esta infor-
mación, no podía haberse predicho el accidente, puesto que el explanans no
proporciona leyes generales explícitas que permitan realizar la predicción, ni tampoco
expone adecuadamente las condiciones antecedentes que habrían sido necesarias
para la misma. Puede ilustrarse este mismo punto haciendo referencia a la opinión
de W. $. Jevon de que toda explicación consiste en señalar una semejanza entre
hechos, y que en algunos casos este proceso puede no requerir que se haga referencia
a ley ninguna y «quizá no implique más que una simple identidad, como cuando
explicamos la aparición de estrellas fugaces mostrando que son idénticas a porciones
de un cometa». Pero es evidente que esta identidad no proporciona una explicación
del fenómeno de las estrellas fugaces, a menos que demos por supuestas las leyes que
rigen el desarrollo del calor y la tuz como efecto de la fricción. La observación de
semejanzas sólo tiene valor explicativo cuando implica al menos una referencia
tácita a leyes generales.
En algunos casos, argumentaciones explicativas incompletas, tales como las que
aquí ponemos de ejemplo, suprimen parte del explanans por la sencilla razón de
su «obviedad». En otros casos, parece existir implícito el supuesto de que, aun
cuando las partes que falten sean obvias, el explanans incompleto podría cuando
menos, realizando el esfuerzo adecuado, complementarse hasta hacer posible la
derivación estricta del explanandum. Este supuesto puede justificarse en algunos
casos, como cuando decimos que el terrón de azúcar ha desaparecido «porque» se
ha metido en el té caliente, pero no se cumple en muchos otros casos. Así, cuando
determinadas peculiaridades de la obra de un artista se explican como consecuencias
de un determinado tipo de neurosis, esta observación puede contener claves signi-
ficativas, pero por lo general no proporciona una base suficiente para una potencial
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 111

predicción de esas peculiaridades. En este tipo de casos, puede considerarse una


explicación incompleta como indicadora de una correlación positiva entre las
condiciones antecedentes que se alegan y el tipo de fenómeno que quiere explicarse,
y como indicadora de la dirección en la que podría proseguirse la investigación con
el fin de completar la exposición explicativa.
Al tipo de explicación que hasta aquí hemos venido considerando suele
denominársele explicación causal. Si E describe un acontecimiento determinado,
puede decirse que las circunstancias antecedentes que se describen en las oraciones
Cy, Gy, ..., Gy «causan» conjuntamente el acontecimiento, en el sentido de que se
dan determinadas regularidades empíricas, que se expresan por medio de las leyes
Ly, Ly, ..., L, que implican que, cuando se dan condiciones del tipo que indican
Cy, Cs, . ., Gy, tendrá lugar un acontecimiento del tipo que se describe en E. A las
afirmaciones tales como Ly, La, ..., L,, que establecen relaciones generales y sin
excepción entre características especificadas de determinados acontecimientos, suele
denominárselas leyes causales o deterministas. Se las distingue de las llamadas leyes
estadísticas, las cuales establecen el aserto de que, a largo plazo, un porcentaje
determinado de todas los casos en los que cumplen un conjunto de condiciones dado,
va acompañado de un acontecimiento de una clase determinada que se especifica.
Ciertos casos de explicación científica conllevan la «inclusión» del explanandum
dentro de un conjunto de leyes algunas de las cuales, al menos, son de carácter
estadístico. El análisis de la estructura lógica peculiar de ese tipo de inclusión implica
problemas especiales y difíciles. En el presente ensayo nos limitaremos a examinar
el tipo de explicación causal, que ha conservado su importancia en grandes sectores
de la ciencia contemporánea, e incluso en algunas áreas en las que una exposición
más adecuada requiere remitirse a leyes estadísticas.
¿Nos ha obligado el uso del modelo de la ley de cobertura simplemente
a volver a la tesis del capítulo III? ¿Es otro modo de volver a adoptar el
concepto de causa como núcleo del significado de la explicación? En un
sentido, sí. Hempel y Oppenheim afirman que el procedimiento deductivo
proporciona una explicación causal. Ahora bien, obsérvese con atención
lo que quieren decir por «causa» en su análisis. Estamos autorizados a decir
que un acontecimiento lo causa una condición antecedente cuando las
leyes afirman que dicho acontecimiento se producirá siempre que la
condición esté presente. En comparación con la serie de formulaciones del
principio de causalidad que hemos considerado en el capítulo III, esta
definición es relativamente débil. Una condición antecedente no necesita
tener ningún «poder» para producir el acontecimiento, o al menos no
necesitamos saber de un poder semejante para identificarla como causa.
Para que la consideremos causa, la condición antecedente sólo necesita
112 LA EXPLICACIÓN

preceder con regularidad al acontecimiento, y la ley que se aplica es la


afirmación de la regularidad de la relación.
Si queremos insistir en una idea fuerte del nexo causal —una idea que
identifique el poder de la causa que produce el efecto— deberemos optar
por saber más, por «ver con más profundidad las cosas» de lo que afirma
el modelo de la ley de cobertura. Es ésta una de las razones por las que
los positivistas se han mostrado a menudo a favor de dicho modelo.
Afirmarán que es la estructura de la explicación, mientras insisten en que
las leyes de cobertura mismas son meras generalizaciones de la expe-
riencia.
El atractivo del modelo de la ley de cobertura es grande porque puede
hacerse que sea coherente con una postura positivista o con una visión de
la explicación basada en la causa formal. El positivista puede aducir que,
aun cuando el modelo se haga extensivo al significado de la explicación
más allá de la descripción, las leyes de cobertura en sí siguen siendo
resultado de las descripciones. Sin embargo, quienes abogan por el punto
de vista de la causa formal interpretan que las leyes de cobertura tienen
más fuerza que los resúmenes descriptivos y que, en consecuencia, propor-
cionan la espina dorsal para un sistema de explicaciones estricto desde el
punto de vista lógico.
Hempel y Oppenheim defienden dos tesis que, cuando se combinan,
conducen a un resultado interesante. La primera de ellas es que la con-
clusión ha de ser una consecuencia lógica de un conjunto de afirmaciones
verdaderas, lo que significa que tiene que haber un nexo necesario entre
las condiciones antecedentes y la conclusión, tal como afirma la ley que
se cita en la explicación. ¿Pero llegamos a saberde la existencia de ese nexo
necesario? Según la segunda tesis, no. Esta segunda tesis es que nuestro
conocimiento lo es únicamente de regularidades de observación. De-
fenderíamos esta tesis mostrándonos de acuerdo con los empiristas en
que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia, y con Hume
cuando dice que la experiencia nunca proporciona pruebas de un nexo
necesario.
Cuando se combinan la tesis primera y la segunda, el resultado es que
no puede saberse en realidad que ninguna de las explicaciones propuestas
sea una explicación. Puede sonar extraño, pero no es más que otro modo
de decir que la ciencia no puede estar nunca segura de haber alcanzado
la verdad. Puede hacer aún progresos hacia explicaciones, reuniendo más
y más fenómenos bajo el paraguas de las leyes posibles con aplicaciones
cada vez más amplias.
En cierto modo, el modelo de la explicación científica que se basa en
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 113

la ley de cobertura halla sus orígenes en Fuclides y Descartes. La geometría


euclidiana es un modelo basado en la deducción rigurosa, que comienza
por unos pocos axiomas (comparables a las leyes de cobertura) y pasa de
ahí a ampliar estos axiomas conviertiéndolos en múltiples teoremas de
geometría plana, con el solo auxilio de las leyes de la lógica. En un sentido,
todos los teoremas están «contenidos» en los axiomas desde el principio.
En vez de añadir información, el sistema deductivo se limita a hacer
explícitas, mediante definiciones y cadenas de argumentos, las consecuen-
cias que se siguen del contenido de los propios axiomas. Los lógicos llaman
a tales argumentos analíticos, lo que significa que la sucesión de teoremas
procede, no de la adición de nuevos axiomas ni de la realización de
experimentos, sino de analizar el contenido de los axiomas originales. En
cuanto modelo para la ciencia, este ideal del sistema deductivo no exige
que se abandone la experimentación. Exigiría que los resultados experi
mentales no se conviertan en parte de una ciencia hasta que se establezca
€l nexo con un sistema de axiomas explicativos.
Descartes, tal como observamos en el capitulo III, hacía hincapié en
€l carácter formal (matemático/lógico) de la explicación y soñaba con una
física —en rigor con toda una ciencia natural— que fuese tan rigurosamen-
te deductiva como la geometría de Euclides. Cabe interpretar la ley de co-
bertura como expresión moderna de ese sueño. De hecho el modelo ha
adquirido tan amplio reconocimiento en los últimos años que muchos de
sus comentadores se refieren a él simplemente como «exposición standard»
de la explicación científica, e incluso para quienes lo encuentran inade-
cuado, ha proporcionado el punto inicial del debate durante cuatro de-
cenios.
Los positivistas creían que su análisis de la explicación tenía gran
importancia practica inmediata para los científicos. Ante todo, evitaría que
éstos buscasen respuestas a cuestiones inexistentes y que tolerasen respues-
tas que exigiesen adscribirse a un sistema metafísico u otro. También los
causalistas recomiendan su posición porque dicen que ayudan al cientifico
práctico mostrándole dónde buscar las explicaciones (matemáticas, entida-
des mecánicas, o lo que quiera que sugiera el hincapié que se haga en una
de las cuatro causas aristotélicas). ¿Existe una importancia práctica que
corresponda al modelo de la ley de cobertura? Sus proponentes contesta-
rán sin duda afirmativamente. Entenderla nos aporta un «cuadro» lógico
que refleja a toda una ciencia y el grado de progreso que hasta el momento
ha alcanzado. Las cadenas deductivas aportan una visión de diversos niveles
de leyes, que van desde las leyes «fundamentales», de carácter universal,
pasando por las leyes experimentales, hasta los fenómenos de los que la
114 LA EXPLICACIÓN

ciencia afirma ofrecer una última explicación. La atención a sus demandas


nos conducirá a buscar nexos deductivos entre las leyes y nos incitará a
buscar relaciones entre las leyes de una ciencia y los fenómenos de otra.
A buen seguro, podría argúirse, es importante mostrar la ciencia como
sistema hipotético-deductivo, ya que el sistema presenta la clara relación
lógica que existe entre diversos niveles de leyes y entre leyes y aconte-
cimientos. Puede demostrarse por ejemplo, que las leyes experimenta-
les de un campo científico estudiado a fondo son las consecuencias
deductivas de leyes más generales. Hacer que una ley experimental encaje
en un marco mayor, mostrando el lugar lógico que ocupa en el mismo,
es algo a lo que se llama justificación de la ley. El practicante de la cien-
cia siempre está buscando este tipo de marcos lógicos para las leyes
cientificas.

Crít ca del modelo de la ley de cobertura

La justificación y el descubrimiento en ciencia. El modelo de la ley de cobertura


ofrece una clara explicación de cómo se justifican las leyes. Las justificamos
deduciéndolas de leyes de cobertura. Al concluir la sección anterior ob-
servábamos que los defensores de este modelo confieren gran importancia
práctica a este punto fuerte. Sin embargo, sus criticos señalan que necesi-
tamos saber más sobre la explicación que el mero hecho de que sirva de
justificación para las leyes experimentales. La nítiday ordenada disposicion
en que se nos presentan las leyes experimentales y teóricas tal como las
presenta la teoria de la ley de cobertura difícilmente refleja la práctica real
de la investigación. En un primer curso de ciencia de laboratorio, los
experimentos pueden presentarse con claridad, con la importancia de los
resultados que se anticipan ya establecida (como confirmación de un
conjunto de leyes experimentales dentro de un contexto de supuestos
previos). Pero cuando se lleva a cabo una investigación original, las cosas
presentan un aspecto mucho menos ordenado, como comprenderemos
claramente si somos conscientes de que los avances trascendentales de la
investigación suelen suscitar interrogantes acerca de qué supuestos son
válidos y cómo han de interpretarse los resultados.
Para dar cuenta de esta diferencia entre aprender el corpus de la ciencia
y hacer ésta, muchos filósofos de la ciencia contemporáneos han estableci-
do la distinción entre la lógica de la justificación y una posible lógica (o
forma) de los descubrimientos. No está claro que exista un procedimiento
lógico que sea el mejor para descubrir leyes y teorías aceptables, aun
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 115

cuando son muchos los pensadores que han tratado de formularlo . Lo


que sí está claro es que no se puede demostrar que los científicos, y en
especial los que han llevado a cabo los descubrimientos más sensacionales,
sigan un modelo deductivo determinado. La teoría de la ley de cobertura
no aborda cuestiones tales como «¿de dónde proceden las hipótesis?». O
bien: «¿Son necesarios modelos imaginativos de las relaciones que expresa
una teoría?». Presentar un cuerpo de conocimiento científico como con-
junto de deducciones en el que todo cuanto se considere verdad se sigue
meramente de axiomas se nos antoja demasiado simple, o algo incompleto.
La ciencia, en la práctica, tiene un carácter más empírico, más abierto, que
la geometría plana, que es asunto deductivo, analítico, tautológico. Mario
Bunge resume esta unilateralidad del modelo de la ley de cobertura
cuando proclama ser todo lo que hay en cuanto a la explicación.

Desgraciadamente o no, la lógica no nos cuenta todo lo que hay


respecto al conocimiento. La explicación, como la deducción en general,
no añade conocimiento, puesto que, en realidad, el objeto que ha de
explicarse no se hallaba previamente contenido dentro de su clase (o en
su formulación de una ley) desde el principio, sino que hemos sido
nosotros los que lo hemos introducido allí a posteriori. La operación
explicativa no consiste meramente en extraer un elemento de una
colección dada. Desde un punto de vista epistemológico, la explicación
no consiste en la mera identificación de un elemento de una clase que
manifiestamente expone sus caracteristicas ante nosotros. La explicación
consiste, antes bien, en la inclusión de un objeto dado (hecho o idea)
En su clase correspondiente. Y esta es una operación constructiva, sinté-
tica, que requiere la previa esquematización del objeto dado, su compa-
ración con otros objetos, etc. Ahora bien, al nivel de la lógica formal,
no interviene el cambio, por lo que los procesos, como el proceso
epistemológico que interviene en la explicación, no tienen sitio dentro
de la lógica deductiva, que prescinde del concepto de tiempo y trata el
proceso del pensamiento en cuanto tal como si existiera en un presente
eterno, con el único fin de evitar contradicciones entre momentos o
hechos sucesivos. Dicho en otras palabras: lo que desde un punto de vista
epistemológico es una transición real desde la ignorancia al conocimien-
to, aparece en la lógica formal como pura relación analítica. La deduc-
ción, y en especial la explicación, entraña siempre una novedad en el
conocimiento, y esa es la razón por la que nos molestamos en llevarla

* Norwood Russell Hanson sugiere las complejidades y posible futilidad de una tarea
semejante, en su libro Patterns of Discovery (Cambridge, Inglaterra: Cambridge University
Press, 1958).
116 LA EXPLICACIÓN

a cabo. Dejar de lado los aspectos no lógicos de la explicación, centrán-


dose exclusivamente en su estructura lógica —tal como suelen hacer los
empiristas contemporáneos— resulta, a mi entender, una prueba de
unilateralidad *.

Hemos de hacer notar que las observaciones de Bunge no constituyen


razón suficiente para rechazar el modelo de la ley de cobertura en cuanto
tal. Se ha limitado éste a argumentar que no debe tomársela como respues-
ta a todas las preguntas que los científicos deben formular sobre la índole
y la adecuación de las explicaciones.
Un teórico de la ley de cobertura podría discutir las críticas que
anteceden y afirmar que su modelo dice todo lo que necesita decirse sobre
la adecuación de las explicaciones. Existe, sin embargo, otra opción posi-
ble. El teórico de la ley de cobertura podría, en vez de esto, mostrarse de
acuerdo con Bunge en que el modelo se limita a proporcionar la estructura
lógica de la justificación. Pero aun así, podría argúir, esta característica de
la explicación es lo bastante importante como para que la ley de cobertura
sea una parte esencial de la respuesta a nuestra pregunta primordial: ¿qué
hace que una explicación científica sea más adecuada que otra?

Las críticas de Scriven al modelo de la ley de cobertura. Las críticas que


anteceden podrían hacerlas incluso quienes creen que el modelo de la ley
de cobertura, debidamente limitado en su alcance, es correcto. Pero hay
otros críticos que formulan la acusación de que el problema es más
profundo: que el modelo es fundamentalmente erróneo.
En su artículo «Explanations, Predictions, and Laws» presenta Michael
Scriven argumentos que cabría resumir de la manera siguiente: el modelo
deductivo puede antojarse razonable, pero no es así como realmente se
explican las cosas en la ciencia: el modelo nos presenta un ideal que no
sólo es inalcanzable, sino que es también limitativo, desorientador y que,
en consecuencia, no es de desear.
En los extractos que siguen ¢, presenta Scriven algunas de las princi-
pales áreas de desacuerdo que mantiene con Hempel y Oppenheim.

5 Mario Bunge, Causality (Nueva York: World Publishing Co., 1963), p. 289.
* Michael Scriven, «Explanations, Predictions, and Laws», en Saientific Explanation, Space,
and Time, vol. 3, Minnesota Studies in the Philosophy of Science, ed. Herbert Feigl y Grover
Maxwell (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1962). Hemos omitido las notas de
pie de página y las referencias del texto de Scriven y hemos numerado los párrafos para
mayor facilidad cuando nos referimos a ellos retrospectivamente en el texto. Los números
de las páginas se dan al final de cada extracto.
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 117

LAS EXPLICACIONES COMO «ALGO MÁS QUE» DESCRIPCIONES

[1] - Otra observación común en la literatura es que las explicaciones son algo más
que descripciones. Hempel y Oppenheim la formulan de la siguiente manera: «...
sobre todo, la investigación científica en sus distintas ramas se esfuerza por ir más
allá de una mera descripción de su objeto de estudio aportando una explicación de
los fenómenos que investiga». Pero si pasamos a examinar los ejemplos de explica-
ciones que ellos mismos ponen, nos encontramos con lo que parecen ser, simplemente,
descripciones complejas. De ese modo, nos ofrecen una explicación del hecho de que
cuando «un termómetro de mercurio se sumerge rápidamente en agua caliente, se
produce un descenso momentáneo de la columna de mercurio, seguido de un rápido
ascenso». Y la explicación consiste en la siguiente exposición: «El aumento de
temperatura sólo afecta al principio al tubo de vidrio del termómetro: se dilata y
proporciona así un espacio mayor para el mercurio que hay en su interior, cuya
superficie desciende en consecuencia. Pero, tan pronto como, debido a la conducción
del calor, el aumento de temperatura llega hasta el mercurio, este último se dilata,
y dado que su coeficiente de dilatación es considerablemente mayor que el del vidrio,
se produce un ascenso del nivel del mercurio».

[2] - Sin duda ésta trata de ser una descripción narrativa de lo que ocurre
exactamente. La única característica que podría sugerir una diferencia respecto a
una «mera descripción» es el uso de palabras tales como «así», «pero», «dado que».
Éstas son reminiscencias de una argumentación o demostración, explican en parte,
a mi entender, el análisis que proponen Hempel, Oppenheim y otros. Pero no fornan
parte de un argumento o demostración aquí, simplemente de una explicación, y esas
palabras, o sus equivalentes, se dan en algunas de las descripciones más simples.
«Las cortinas tiraron el jarrón» es una descripción que contiene una cadena causal
3, estilo aparte, muy bien podría expresarse así: «Las cortinas rozaron el jarrón,
haciéndolo así caer» (0 «... teniendo como consecuencia que cayera»). El hecho de
que se trata de una exposición explicativa no constituye así pues, en modo alguno,
razón para decir que no es una exposición descriptiva (es decir: una «narración
histórica»). De hecho, si no fuera descriptiva de lo que ha pasado, dificilmente podría
ser explicativa. La cuestión a la que tenemos que responder es cómo y cuándo
determinadas descripciones se consideran explicaciones. La explicación de cómo los
procesos de fusión permiten al sol mantener su producción de calor consiste exac-
tamente en describir esos procesos y sus productos. Explicar consiste por tanto,
algunas veces, simplemente en ofrecer la descripción correcta. ¿Y a qué se considera
la descripción correcta? A título provisional consideraremos la vaga hipótesis de
que la descripción correcta es aquella que cubre una determinada laguna en
la comprensión de la persona o personas a las que se dirige la explicación
(bp. 174-175).
118 LA EXPLICACIÓN

LAS EXPLICACIONES COMO «ESENCIALMENTE SEMEJANTES» A LAS PREDICCIONES

[3] - La próxima sugerencia a considerar va mucho más a fondo y, aunque no


puede considerarse satisfactoria, las razones para ello son más complejas. Una vez
más citamos a Hempel y Oppenheim: «El mismo análisis formal... se aplica a la
predicción cientifica y a la explicación. La diferencia entre ambas es de carácter
pragmático... Puede decirse, en consecuencia, que una explicación no es del todo
adecuada a menos que... si se hubiera tenido en cuenta a tiempo, podría haber
predicho el fenómeno que se está considerando».
[4] -El tratamiento completo de este punto de vista exigirá algunas observaciones
que sólo podrán exponerse más adelante en este artículo, pero podemos comenzar por
varias objeciones de bastante peso. En primer lugar, parece haber ocasiones en las
que podemos predecir un fenómeno con el mayor acierto, pero sin que podamos ofrecer
ninguna explicación del mismo. Por ejemplo: descubrimos que cuando las vacas se
tumban en medio del campo en pleno día, siempre llueve al cabo de pocas horas.
Estamos en inmejorable situación para predecir algo que va a ocurir, pero dificil
mente podremos ofrecer el primero de los dos hechos como explicación del segundo.
La explicación, al parecer, requiere algo más que predicción, y lo que yo sugeriría
es que, mientras que la comprensión de un fenómeno suele permitimos pronosticarlo,
la capacidad de pronosticarlo no supone comprensión del mismo (pp. 176-177).
[5] - Así pues, en el uso primario de la explicación, sabemos algo cuando se recurre
a nosotros para una explicación que no sabemos cuando se recurre a nosotros para
una predicción, a saber: que el acontecimiento al que se hace referencia ha ocurrido.
Esta es a veces una información de valor inapreciable, ya que puede demostrar la
existencia o ausencia de una fuerza hasta ese momento desconocida de una deter-
minada potencia. Así, por tomar un ejemplo más simple que el del caso del puente:
un operario que está a cargo de un horno de reverbero puede estar observando con
desconfianza un enturbiamiento en la superficie del acero líquido, preguntándose
si es signo un «cocimiento» (reaccion destructiva que puede ser grave) en el
revestimiento del horno por debajo, o si se trata simplemente de una oxidación normal
de los aditivos de la mexcla. De repente sobreviene la catástrofe: toda la carga cae
a través del revestimiento al basamento. Está absolutamente claro que se ha
producido un cocimiento que ha atravesado el revestimiento: aparte del sabotaje (que
se desecha fácilmente mediante examen) no existe ninguna otra posibilidad. Pero no
es posible la predicción del hecho, utilizando los datos de los que se disponía. Esto
casi vacía de sentido la conclusión a la que llegan Hempel y Oppenheim (e incluso
Scheffler) de que las explicaciones proporcionan una base para las predicciones. Pues
resulta vacía la afirmacion de que «si hubiéramos sabido lo que iba a pasar, lo
habríamos predicho». Cabría expresar en forma de lamento: «Si el horno volviera
a estar otra vez en el mismo estado, podríamos predecir que se vertería la carga».
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 119

Pero ya he señalado que ésta es una observación virtualmente vacía, ya que no


solemos poder identificar «exactamente el mismo estado». Se trata simplemente de
un dudoso lema determinista, y ni siguiera de una predicción condicional auténtica.
Ya que técnicamente es por completo imposible reconstruir el homo hasta el punto
en el que resulte idéntico, incluso en la distribución de la temperatura existente en
la mezcla (factor crucial) y la forma de las imegularidades del suelo (también
crucial), aun cuando conociéramos estas especificaciones, sería pura casualidad que
las condiciones volvieran a producirse, y en caso de hacerlo no podrían identificarse.
Asi pues, las razones que tenemos para pensar que el lema determinista es cierto —
si es que pensamos tal cosa— son totalmente indirectas, y la explicación no se basa
sin duda en la inclusión dentro de un lema, ya que ni siquiera podemos decir cuándo
éste es de aplicación, mientras que podemos estar seguros de que la explicación es
correcta (pp. 188-189).

LAS EXPLICACIONES COMO CONJUNTOS DE AFIRMACIONES VERDADERAS

[6] - Noes posible afirmar que sólo pueden ofrecerse explicaciones de acontecimientos
que ocurren o han ocurrido realmente. Es posible ofrecerlas también para hechos que
se producirán en el futuro (Scheffler), para acontecimientos de ficción, para aconte-
cimientos que se sabe que no ocurren, y también para acontecimientos de los que
emóneamente se cree que ocurren, así como para algunas leyes, estados y relaciones
atemporales. Dando por supuesto que el análisis de Hempel y Oppenheim sea co-
mecto en otros aspectos, se sigue de lo expuesto que, en tales casos, algunas de las
proposiciones que componen la explicación misma no pueden ser verdaderas, al
contrario de lo que ocurre con una de sus condiciones explícitas. Sin embargo, la
razón que dan para esta condición es muy plausible, y resulta de interés ver si puede
ofrecerse una explicación más general en la que pueda contenerse su postura. Los
citados autores afirman que «podría resultar más adecuado estipular que la
[explicacion] se ha visto confirmada en sumo grado por todas las pruebas perti-
nentes, que estipular que debería ser cierta. Sin embargo, esta estipulación conduce
a consecuencias embarazosas. Supongamos que un determinado fenómeno se hu-
biera explicado en una etapa anterior de la ciencia por medio de una [explicación]
que se hallara firmemente sustentada por las pruebas de las que se dispusiera a la
sazón, pero cuya confirmación se hubiera visto negada en sumo grado por hallazgos
empíricos más recientes. En tal caso, habríamos de decir que, originalmente, la
forma en que se daba cuenta del fenómeno era una explicación correcta, pero que
dejó de serlo más tarde, al descubrirse pruebas en contrario. Esto no parece estar de
acuerdo con el sano uso común, que nos lleva a decir... la forma en que se daba
cuenta del fenómeno en cuestión no era una explicación corvecta, ni nunca lo había
sido».
120 LA EXPLICACIÓN

[7] ... la manera adecuada de eludir el poderoso argumento de Hempel y Oppenheim


es, a mi entender, muy sencilla: los usos secundarios de la «explicación» son
legítimos, pero no existen usos secundarios de la «explicación correcta», término que
introducen a medio camino de la argumentación. Quítese el adjetivo «correcta» y
se comprobará que el argumento ya no resulta persuasivo. Por mor de coherencia,
este término debe y puede añadirse en aquellos casos en los que aparece la «expli-
cación» en las premisas. Las abrumadoras pruebas en contrario no nos llevan
necesariamente a abandonar el concepto de «explicación», o tan siquiera a ponerlo
entre comillas, pero tal como correctamente se afirma en la argumentación, sí que
nos lleva a abandonar la aplicación del término «explicación correcta» (o la
cexplicación» que se utiliza a menudo como equivalente). Así pues, deberemos
considerar el análisis de Hempel y Oppenheim como un análisis de la «explicación
correcta» más que de la «explicación», o de «una explicación», y esto es sin duda
lo que más les interesaba a ellos. Las «explicaciones», o «una explicación», o «su
explicación», o «una posible explicación» no tienen por qué ser siempre verdaderas
(0 del tipo apropiado, o adecuadas). Lo único que necesitan es un alto grado de
confirmación, en una determinada etapa.
[8] - ¿Interviene en absoluto la moción de confirmación en el análisis de la
cexplicación correcta»? No es parte del análisis, que implica únicamente verdad.
Pero es el único medio de que disponemos para acceder a la verdad. No poseemos
la explicación correcta a menos que contenga únicamente afirmaciones verdaderas.
Pero si queremos saber qué explicación es más probable que cumpla esa condición,
habremos de elegir aquella que tenga el más alto grado de confirmación. Las buenas
pruebas no garantizan las conclusiones verdaderas, pero son su mejor indicador.
No necesitamos, así pues, pedir disculpas por apelar al grado de confirmación.
Además, no tenemos ninguna necesidad de adoptar la postura del escéptico según
la cual todas las posibilidades que tenemos de saber cuándo poseemos una explica-
ción correcta se hallan a estas alturas más allá de la duda razonable, y reducir el
«conocer» a los casos de absoluta necesidad lógica es confundir el vacío brillo de
la verdad definitoria con la llama falible del conocimiento (pp. 190-192).

LAS DISTINCIONES ENTRE LAS EXPLICACIONES Y LAS RAZONES


DE LAS EXPLICACIONES

[9] No es cierto en absoluto que las razones que tenemos para pensar que una
simple afirmación descriptiva es cierta formen parte de la propia afirmación. Nadie
piensa que un análisis más completo de «Gandhi murió a manos de un asesino
en 1953» debería incluir: «He leído sobre la muerte de Gandhi en un periódico que
no es del todo digno de crédito», o «estaba allí en aquel momento y vi cómo sucedía.
Era la única vez que estuve allá, y era mi último permiso sabático, así que no puedo
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 121

confundirme respecto a la fecha», etc. ¿Por qué, entonces, hemos de suponer que las
razones que tenemos para [creemos justificados al proponer] una explicación
determinada del hundimiento de un puente, tales como los resultados de los ensayos
a que hemos sometido muestras del metal, o nuestro conocimiento sobre el comporta-
miento de los metales y lo que cuentan los testigos oculares, son parte de la expli-
cación? Podrían de hecho haberse presentado como parte de una justificación de [la
afirmación de que lo que se ha presentado es] la explicación. Pero seguramente una
explicación no tiene por qué contener las pruebas en las que se basa. Sin embargo,
el modelo deductivo de la explicación exige que en una explicación se incluyan lo
que a menudo no son más que las razones de la explicación (pp. 196-197).
[10] - Cuando decimos que una explicación perfecta de un acontecimiento, como
por ejemplo, del hundimiento de un puente, puede limitarse a ser una afirmación
relativa a otro acontecimiento, p. ej. la explosión de una bomba, ¿no seria plausible
decir que la explicación sólo puede serlo si damos por supuesta la verdad de algunas
leyes que establecen el nexo entre los dos hechos? Después de todo, uno de los
acontecimientos es explicación del otro, no porque se haya producido con anterio-
ridad, sino porque ha sido su causa. En tal caso, una exposición completa de la
explicación haría explícitas esas leyes esenciales que se dan por supuestas.
[11] El principal punto débil de esta argumentación es la última oración.
Podemos crear de nuevo la dificultad diciendo que, si la integridad requiere, no la
mera existencia de todas las razones necesarias, sino su cita, no existen en absoluto
las explicaciones completas. Pues, de la misma manera en que la afirmación acerca
de la bomba no podía ser una explicación del hundimiento del puente, a menos que
existiera alguna relación entre los dos acontecimientos, no podría ser tampoco una
explicación a menos que fuese verdad. Así, si hemos de incluir una exposición de
las leyes pertinentes para justificar nuestra creencia en el nexo, es decir, en la solidez
de la explicación, tendremos que incluir también una exposición de los datos
pertinentes para justificar nuestra creencia en la afirmación de que había estallado
una bomba, afirmación de la que también depende la solidez de la explicación (pp.
197-198).
[12] - Quizá la razón más importante que tengan Hempel y Oppenheim para
insistir en que se incluyan las leyes en la explicación es lo que yo considero su creencia
(en el momento en que escribieron el artículo en cuestión) de que sólo si se tenían
esas leyes in mente podían tenerse fundamentos racionales para proponer una
explicación. Esto es sencillamente falso, como puede verse inmediatamente conside-
rando el ejemplo de una simple explicación física de la que podemos tener total
certeza. Si quiere usted alcanzar un cigarrillo y al hacerlo vuelca el tintero que se
derrama cayendo la tinta al suelo, estará usted en inmejorable posición para explicar
a su mujer cómo ha aparecido la mancha de tinta en la alfombra, es decir, cómo
122 LA EXPLICACION

se ha manchado la alfombra (si es que no puede usted limpiarla a tiempo). Ha sido


usted quien ha volcado el tintero. Esta es la explicación del estado del asunto en
cuestión, y no caben tonterías sobre dudas al respecto porque no sea usted capaz de
citar las leyes que intervienen en el suceso: las de Newton y todas las demás. De hecho,
parece que no se pueden hacer aquí afirmaciones generales verdaderas y libres de
ambigiiedad como las que harían falta para cumplir las exigencias del modelo
deductivo.
[13] — El hecho de que no puedan citarse no demuestra que no intervengan de algún
modo, pero la pega está en el término «intervenir». Tiene que existir algún tipo de
relación, y si afirmamos que esto significa que intervienen determinadas leyes, se ha
resuelto la cuestión. La propuesta es discutible, pero aun cuando sea verdad, no se
sigue de ello que seamos capaces de formular una ley que garantice el nexo. La
explicación requiere que exista un nexo, pero no uno determinado, sino tan sólo uno
de entre una amplia serie de alternativas. A buen seguro no sería la explicación si
el mundo se rigiera por una ley de la antigravedad. Pero en ese caso, no habría
explicación, ya que no se habría volcado el tintero, y usted tiene razones tan buenas
para creer que lo volcó como para creer que el hecho de volcarlo condujo a (causó)
la mancha. Tener razones para formular afirmaciones causales no significa siempre
que se sea capaz de citar las leyes que intervienen en el hecho (pp. 198-199).
[14] Podemos generalizar nuestras observaciones en los siguientes términos. A
veces se dice de una explicación que es incorrecta, incompleta o inadecuada.
Propongo que fijemos estos términos algo generales, junto con otros semejantes, algo
más específicos, de la manera siguiente. Si una explicación contiene explicitamente
proposiciones falsas, podemos llamarla incorrecta o inexacta. Si no consigue explicar
lo que se supone que explica, porque no puede «establecerse la relación» con ello,
porque no existe, por ejemplo, ningún nexo causal entre el fenómeno tal como se ha
especificado hasta ese momento y el efecto que se alega, podemos denominarla
incompleta o inadecuada. Si resulta satisfactoria en los dos aspectos anteriores pero
está claro que no es la explicación requerida en ese contexto determinado, bien por
su dificultad o por su campo de referencia, podemos decir de ella que no es pertinente,
que es impropia o inapropiada.
[15] - En correspondencia con estos posibles fallos hay formas de defensa que pueden
venir al caso. Frente a la acusación de inexactitud, tenemos lo que llamaré
fundamentos justificativos de la verdad. Frente a la acusación de inadecuación,
tenemos fundamentos justificativos del papel desempeñado, y frente a la queja de
falta de propiedad, invocamos fundamentos justificativos del tipo de explicación.
Proponer una explicación es comprometerse en relación con la verdad, el papel que
desempeña y el tipo al que corresponde, aun cuando sin duda no signifique que se
ha considerado explicitamente esta clase de razones por anticipado, del mismo modo
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 123

que hablar inglés en Inglaterra no implica una consideración relativa al tipo de


lengua para un inglés residente en el país durante toda su vida aunque poli-
lingiie.
[16] - Naturalmente que el mero hecho de presentar, por ejemplo, fundamentos de
justificación a la verdad no garantiza su aceptación. Pueden ponerse en tela de
juicio, y puede seguirse defendiéndolos apelando a nuevas pruebas. Defendemos
nuestra afirmación de que una bomba ha dañado el puente presentando testigos o
incluso fotografías tomadas con ocasión de producirse el daño, y podemos defender
la exactitud de estas últimas presentando los negativos sin retocar, etc. En la segunda
línea de defensa intervienen fundamentos de segundo nivel, y pueden ser, a su vez,
de las mismas tres clases mencionadas. El hecho de que puedan pertenecer a estas
clases es en parte fortuito (ya que no son explicaciones de ninguna cosa), y se debe
a que la relación de ser prueba de algo es semejante, en algunos sentidos, desde el
punto de vista lógico, a ser explicación de algo. En todos los casos, la verdad, el
papel que desempeña la explicación y el tipo de explicación se pueden poner en duda.
De hecho, esta coincidencia de cardcter lógico es sobremanera importante. Hemos de
observar, no obstante, que no existe semejanza importante entre estos dos aspectos
y el de ser predicción de algo, caso en el que la verdad no es pertinente del mismo
modo, el papel lo determinan totalmente el momento de la elocución y su sintaxis,
y sólo se puede poner objeciones —en algún sentido— al tipo de explicación (pp.
200-201).

[17] - Está claro asimismo que poner en cuestión una explicación no es lo mismo
que rechazarla porque a su vez no ha sido explicada, aunque incluya tal rechazo.
La justificación de su tipo implica algo más que mostrar la pertinencia del asunto
del que trata, es decir, pertinencia temática y ontológica: implica demostrar la
conveniencia del nivel intelectual y lógico de su contenido. Una explicación propues-
ta puede resultar inapropiada porque interviene en ella un tipo de informaciones
verdaderas procedentes del campo correcto, tales como generalizaciones triviales del
tipo de acontecimiento que quiere explicarse, que cumplen los requisitos del modelo
deductivo pero no consiguen otra cosa que generalizar la perplejidad. No podemos
explicar por qué se ha hundido este puente concreto con esta tormenta apelando a
una ley según la cual todos los puentes de ese mismo diseño y situados en puntos
semejantes se hunden con tormentas de esa fuerza (no se cita que sólo ha habido
dos casos semejantes pero que han constituido pruebas independientes de la ley). Esto
podría tener el efecto deseable de hacer que el jefe de mantenimiento se sienta
responsable, pero no explica por qué este puente (o cualquiera, de los otros puentes
del mismo diseño) fallan con tales tormentas. Puede deberse al excesivo viento
transversal, a que el oleaje afecta a la cimentación o a la parte inferior de las vigas,
a la resonancia, etc.
124 LA EXPLICACIÓN

[18] - Así, la simple deducción a partir de formulaciones generales se ve nueva-


mente como algo menos que una condición suficiente para la explicación. Pero lo
que aquí nos interesa es que las razones que tenemos para rechazar tal explicación
no son sospechas acerca de su verdad o su adecuación, que son las razones habituales
para dudar de una explicación, sino únicamente el hecho de que no explica.
Ciertamente no consigue explicar si es incorrecta o inadecuada, pero se tiene la
sensación de que falla en un intento genuino, que la explicacion se escapa por un
pelo. La cuestión de si se trata de una explicación sólida, nunca se suscita siquiera.
Es posible reaccionar ante esta situación declarando, con Hempel y Oppenheim, que
los únicos criterios lógicos para juzgar una explicación son su corrección y su
adecuación, mientras que la cuestión del tipo de explicación es psicológica. O, como
resulta a mi entender preferible, diciendo que el concepto de explicación está en lógica
dependentia con respecto al concepto de comprensión, del mismo modo que el concepto
de descubrimiento depende en sentido lógico del concepto de conocimiento en un
momento determinado. No puede descubrirse lo que ya se conoce, ni lo que nunca
$e conoce, y tampoco puede explicarse lo que todo el mundo entiende ni lo que no
entiende nadie. Estas tautologías de análisis lógico (espero) dificilmente constituirán
razones para decir que estamos confundiendo la lógica con la psicología.
[19] - Habiendo distinguido los tipos de dificultad con los que puede encontrarse
una explicación, puede verse con mayor facilidad la razón para insistir que ésta
es completa sólamente si está armada contra ellos por anticipado, ya que: (i)
desplegar por anticipado las armas de que se dispone contra todas las posibles
objeciones es imposible, y (ii) el valor de semejante requisito se conserva adecuada-
mente al exigir que las explicaciones científicas sean tales que dispongan de defensas
sólidas de los distintos tipos indicados, aun cuando dichas defensas no se hallen
incorporadas en las mismas. Ya que no hay ninguna razón especial para pensar
que los supuestos verdaderos de primer nivel, justificativos del papel que desempeña
la explicación, son más necesarios para ésta que los demás supuestos, parece bastante
arbitrario que deban incluirse en una explicación completa y, aparte de esto, es un
emor suponer que han de adoptar la forma de leyes (pp. 203-204).

EL ANÁLISIS ALTERNATIVO

[20] — ¿Qué es una explicación científica? Es una comunicación temáticamente uni-


ficada cuyo contenido imparte comprensión de algún fenómeno científico. Y cuanto mejor
sea la explicación con tanta mayor eficacia y confianza cumple esta función, es decir,
con tanta menor redundancia y con un grado
más alto de probabilidad general. ¿Qué
es la comprensión? La comprensión, grosso modo, es conocimiento organizado, es
decir, conocimiento de las relaciones entre diversos hechos y/o leyes. Estas relaciones son
de muchas clases: deductivas, inductivas, analógicas, etc. (La comprensión es más
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 125

profunda, más minuciosa, cuanto mayor sea la envergadura de este conocimiento


relacional.) Es en su mayor parte una cuestión perfectamente objetiva comprobar la
comprensión, así como lo es comprobar el conocimiento, y resulta absurdo identificar esa
comprobación con un sentimiento subjetivo, como hacen algunos críticos de este tipo de
. Mientras sigamos sometiendo a exámenes a nuestros alumnos, pensamos que
podemos comprobar la comprensión de manera objetiva. (Por otra parte, es de esperar
y debe contarse con que el sentimiento subjetivo de comprender presente una correlación
francamente buena con la comprensión real, como consecuencia de la enseñanza.) (pp.
224-225).
Los argumentos y ejemplos específicos de Scriven hablan por sí mis-
mos, pero puede valer la pena resumir los principales puntos de su análisis.
En primer lugar, es incorrecto decir, como hacen Hempel y
Oppennheim, que las explicaciones son siempre más que descripciones.
Hay veces en que es eso exactamente lo que son (párrafos 1, 2).
En segundo lugar, es incorrecto identificar explicaciones con predic-
ciones. Las predicciones suelen hacerse cuando no se dispone de ninguna
explicación, y a veces podemos explicar pero no somos capaces de predecir
(párrafos 3, 4, 5).
En tercer lugar, La deducción no puede caracterizar a la explicación
en general porque: 1) las «explicaciones» deductivas no suelen explicar
mucho, y de hecho, a veces, son triviales (párrafos 16, 17), y 2) la forma
deductiva, con frecuencia, no es necesaria (párrafos 1, 2, 12).
En cuarto lugar, lejos de tener que deducir los fenómenos a partir de
leyes, puede incluso que tengamos que citar casos en los que no es
necesario en absoluto remitirse a ninguna ley (párrafos 12, 13).
En quinto lugar, la exigencia de que todas las explicaciones tengan que
ser verdaderas induce a confusión. A menudo preguntamos si una expli-
cación es verdadera del mismo modo en que preguntamos si es apropiada
o si sirve de algo. En consecuencia, la hemos reconocido como explicación
antes de que busquemos las razones para decir si es verdadera. Pedir una
explicación y pedir las razones de una explicación son actividades distintas.
La exigencia de que se incluyan en la explicación sus propias razones o
fundamentos (las pruebas de la misma, etc.) coloca una restricción anuladora
sobre el mismo hecho de ofrecer explicaciones.

La alternativa de Scriven. Scriven está claramente convencido de que son


pocas las cosas correctas en la teoría de la ley de cobertura. Puede
sospecharse, en esos casos de críticas dirigidas sobre determinados puntos
concretos, pero que se extienden a toda la teoría, que el crítico cree que
126 LA EXPLICACIÓN

ésta ha errado desde el primer momento y sobre puntos muy fundamen-


tales. Scriven no cree que el modelo de la ley de cobertura sea una elección
errónea, como la forma universal de la explicación. Tiene antes bien el
convencimiento de que toda teoría que decida exactamente cómo tiene
que ser la explicación, en todos los contextos, será desorientadora. Las
raíces de esta opinión suya se encuentran, en nuestra época, en la obra
de Ludwig Wittgenstein.
Wittgenstein, en su temprana colaboración con Bertrand Russell, tenía
interés en desarrollar un lenguaje artificial (creado conscientemente) libre
de ambigúedad, en el que el significado de todos los términos fuera simple
o pudiera definirse con claridad en términos de significados simples”. Pero
Russell estaba convencido de que todo intento semejante estaba condena-
do al fracaso en cuanto tratara de capturar la riqueza de significado de
nuestro lenguaje ordinario. Algunos de los conceptos más importantes, se
persuadió, son significados de útil vaguedad y poseen toda una familia de
significados que se les asemejan, pero que no pueden exponerse de
manera sistemática. Cuando le decimos a un niño que está jugando
«quédate por ahí», con el fin de sacarle una fotografía, no tenemos en la
mente un círculo claramente definible. Si el niño se empeña en provocar-
nos y «se sale» un poco de donde queríamos que estuviese, hasta que nos
cansamos y trazamos un círculo en el suelo, ese círculo no se ajusta
exactamente a la localización en la que habíamos pensado cuando le dimos
las primeras instrucciones: no teníamos in mente ningún límite claro. El
niño (y esto es crucial) no se ha limitado a obligarnos a clarificar lo que
queríamos; nos ha obligado a cambiarlo. El punto de vista que adopta
Wittgenstein es que hacemos un mal servicio a nuestro lenguaje, a nuestro
conocimiento y a nuestra capacidad para investigar el mundo al tratar de
sustituir la vaguedad de nuestro lenguaje ordinario, llena de ricos matices,
por la nitidez impuesta de un lenguaje de artificial claridad. Wittgenstein
dedicó un considerable esfuerzo a términos básicos tales como los de ver,
leery entender para ilustrar este punto .
La propuesta que hace el propio Scriven (párrafos 2, 19) es que la ex-
plicación es lo que cubre las lagunas de la comprensión. No se limita a
proponer una definición alternativa, sino que propone un modo diferente
de contemplar la explicación en general. El significado del concepto de
explicación depende en gran manera del contexto, del estado de los cono-

7 Cf. su Tractatus LogicoPhilosophicus (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1961).


* CE. sus Philosophical Inuestigations, traducción de G.E. M. Anscombe (Nueva York:
Macmillan, 1953).
EL MODELO DE LA LEY DE COBERTURA 127

cimientos del indagador y de los múltiples supuestos previos no expresos


(y quizá inexpresables) que afectan a la situación indagador-explicador.
¿Propone Scriven el tipo de relativismo que mantiene que la explica-
ción científica es lo que cualquiera quiere que sea? Aun cuando Hempel
ha criticado la postura de Scriven a este respecto, éste no cree que una
teoría así nos lleve fatalmente a una subjetividad destructiva (relativismo
individualista, cf. el capítulo IV). Su respuesta consiste en preguntar si los
profesores piensan que las pruebas a las que someten a sus alumnos, y que
se supone que sirven para comprobar su grado de comprensión, son
meramente subjetivas. La cuestión no reside en que no sepamos lo que
es la comprensión y, por tanto, la explicación. Se trata más bien de que quizá
reflejemos una conciencia de lo que significan comprensióny explicación, por
la forma en que hacemos las preguntas y las respondemos, sin que seamos
capaces de definir estos términos de manera sistemática (como deduccio-
nes de leyes de cobertura o de algún otro modo).

Defensa del modelo de la ley de cobertura

Como el lector podría esperar, los proponentes del modelo de la ley de


cobertura no se han retirado de la palestra ante las críticas que acabamos
de exponer. Una cuestión que está concretamente en juego en esta
controversia es si deberíamos buscar cambiar las normas de la explicación
que comúnmente se aceptan (tales como la deducción de leyes y condi-
ciones antecedentes), cuando no se ajustan al modelo que creemos más
justificado. Quizá nuestra tarea debería limitarse a comprender, sin refor-
marlas, las clases de explicaciones que los científicos ofrecen y aceptan. Los
teóricos de la ley de cobertura abogan porque quienes aceptan como
explicaciones adecuadas exposiciones no deductivas de fenómenos, debe-
rían cambiar sus normas. Aducen que la ciencia sólo tiene éxito cuando
es clara y de una lógica rigurosa. La ventaja que ofrece la ciencia sobre
lo que exponemos de la naturaleza en el lenguaje cotidiano es su carácter
sistemático, gracias al cual sus criterios lógicos y empíricos definen el
contexto apropiado para la explicación. A los proponentes de la ley de
cobertura les preocupa muy poco la acusación de que su teoría implica que
no existen verdaderas explicaciones. Incluso un ideal de la explicación que
sea insostenible, contestan, puede servir de guía a la indagación científica
y guardarla de apoyar la confusión, la vaguedad y la contradicción.
Las exposiciones que hemos venido considerando, causalista, positivista,
de la ley de cobertura y el lenguaje ordinario, tienen todas sus puntos
128 LA EXPLICACIÓN

fuertes. Los proponentes de cada una de ellas presentan ejemplos de


explicación comunes que parecen dar plausibilidad a cada una de sus
posiciones. ¿Qué hemos de hacer: elegir una de ellas o desarrollar una
mezcla aceptable de todas ellas? Quizá sirva de ayuda detenernos durante
un cierto tiempo en lo que tienen en común. ¿Tratan todas estas formas
de exposición de responder a la misma pregunta? En un sentido, sí, y la
exploración de esta cuestión será la tarea del capítulo VI.

Lecturas complementarias

HosrErs, JOHN: «What Is Explanation?», en Introductory Readings in the


Philosophy of Science, editado por E. D. Klemke, Robert Hollinger y A. David
Kline. Buffalo, N.Y.: Prometheus Books, 1980, pp. 87-103.
Ofrece una versión legible del modelo de la ley de cobertura, y hace
una consideración, aunque no especialmente amable, de las objeciones
que se hacen a la misma. Vale la pena leer también la introducción que
precede al artículo de Hospers.
SUuprE, FREDERICK: The Structure of Scientific Theories, 2 ed. Urbana: Uni-
versity of Illinois Press, 1977.
Lo que se antojara incontestable en los años cincuenta —los puntos
de vista de Hempel sobre la explicación— pasó en los setenta a conocerse
como la «visión recibida», lo que significa que se había colocado en la
misma categoría de las admoniciones paternas. ¿Quién dice que la filosofía
no cambia? Suppe nos ofrece una amplia introducción a una serie de
artículos que se presentaron en 1969 en un simposio que llevaba el mismo
título de este libro. No resulta fácil de leer, pero es una obra importante.
PEARS, Davip: Ludwig Wittgenstein. Cambridge, Massaschusetts: Harvard
University Press, 1986.
Es una concienzuda introducción a las ideas de Wittgenstein, que goza
del suficiente aprecio como para haberse vuelto a publicar, después de
quince años con una nueva introducción. Entender a Wittgenstein no es
fácil, pero vale la pena intentarlo, pues ningún filósofo niega la importan-
cia de sus ideas para la filosofía del siglo xx.

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