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CARNAVAL
TOOOS SANTOS PA SCU A
F IE S T A S A G O S T O -S E P T IE M B R E
Si S2
□
□
□
n
CAOS NO-DESORDEN
DESTRUCCION NO-CREACION
J UL I O I f i n e s )
Fig. i.
Pero la música del Supay tiene ese efecto no sólo sobre la gente sino sobre
el Supay mismo: a éste, se dice, “le fascina la m úsica”, de erqe, de thurumi, y
de charango. D e manera que si alguien toca muy bien, fuera de Carnavales, es
peligroso, porque “tienta” al Supay y lo hace venir. Es, pues, un arma de do
ble filo: la gente tienta al Supay con su propia música— es parte de la seduc
ción— pero a la vez es tentada por ésta.
Se com prende, entonces, que, en el “pensam iento” de la gente, sea en ex
trem o peligroso este trato que se produce en Carnavales con esta deidad: la
gente arriesga “perderse a sí m ism a”, se bordea la locura. Q ue es lo mismo
que ocurre con el ch’allaku a los instrumentos. Un program a de m anipula
ción al Supay, que empieza siendo simulado, puede terminar, teóricamente,
en una destrucción real. Pero la música domina y la gente se siente arrastrada
a vivir con pasión el Carnaval. Y esto no es nada simulado. Lo que sí es
simulado es el program a de seducción al Supay: el supuesto de que el Supay
llega, el supuesto de que se lo atrae con bella música, con trajes de colores y
luces fascinantes, de que se le rinde devoción en torno a la pukara y en el
ch’allaku a las chacras, pidiéndole abundancia. Pero la entrega y el tem or van
en serio.
Sin embargo, a pesar de esta parte de “verdad”, el discurso verbal sobre el
Supay es un discurso a medias entre el tem or y el humor. Una señora entre
vistada, que en una cita anterior ha destacado lo aterrante del Supay, dice lo
siguiente:
Ellos (los hombres Supay) parten para Jueves de Compadres y ya llegan por acá para
Jueves de Comadres. Vienen desde lejos, desde donde existen los versos para cantar el
Carnaval. Vienen de lugares con agua y rocas. Los hombres Supay le dicen a sus seño
ras: “hila, teje, así seguro te voy a llevar”. Pero el día de Compadres desaparecen de sus
señoras, sin avisarse vienen. Sí vendrían sus mujeres más, los hombres correrían el ries
go de ser encantados por las mujeres. (...) Para Carnaval peleamos todos: ojos en tinta,
agujereada la cabeza, piernas torcidas y de la misma forma el Supay se va, colgando sus
cuernos, rotos sus pies, con chichones en su cabeza...se va con el erqe colgando, lleno
de deudas, sin plata, pobre...¡una pena! (...) El Supay se va Domingo en la noche.
Cuando llegan así, una lástima, sus mujeres se alegran. “Ya ves”, diciendo... (Rosalía
Martínez. Notas de Campo).
Y algo semejante ocurre con la representación actuada: a pesar de la vena
“en serio” con la que la gente se entrega al Carnaval, el domingo en la noche,
culminación del caos en que ha caído la com unidad, de pronto se produce
un quiebre: ocurre la “despedida” al Supay (la kacharpaya), y la deidad es
echada de la com unidad jocosamente, irreverentemente: una pareja de viejos,
pobrem ente vestidos, que se van rengueando.
¿“C reen”, pues, los jalq’a en el Supay, o “no creen”? Si dijéramos “no
creen”, ¿cómo entender, entonces, la entrega al Carnaval, la “tentación” y el
m iedo al Supay, que son reales? Si dijéramos “creen” ¿cómo entender el tra
to burlesco e irreverente al Supay, en la despedida? Y este mismo quiebre se
produce, ya lo hemos dicho, con las almas y en diversos otros rituales, que
term inan con hum or y jocosidad (rasgo no solamente jalq’a, sino “andino”,
hasta donde vemos).
Saxra (diablo) / Pachamama 307
hay este cambio, resultaría entonces que “tam bién la m úsica” estaría objeti
vando esa vacilación epistémica de la gente entre el creer y el no-creer.
N o ta s
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EL SAJJRA EN LA MÚSICA DE LOS JALQ’A
R osalía M artínez1
La co m p o sició n
Los jalq’a distinguen dos maneras diferentes de com poner música. La pri
mera consiste en “sacar” melodías del Sajjra, la segunda, reside en la creación
de la melodía p o r el músico mismo. La acción de com poner es designada con
el verbo quechua orqoy, “sacar” o “extraer”, así, las melodías se “sacan” de
dos lugares distintos: del Supay o de la “m em oria”.
312 Rosalía Martínez
Para “sacar” melodías del Sajjra debe irse de noche a lugares especiales
donde la divinidad se manifiesta: quebradas, rocas blancas o rojas. Es una ex
periencia secreta y los jalq’a no hablan fácilmente de ella. Algunos de estos
lugares tienen una reputación regional y son visitados por campesinos de dis
tintas comunidades; otros, pertenecen a la com unidad o bien son conocidos
sólo p o r un músico. Algunos están especializados en un tipo de repertorio,
como el ariwaqa de Ravelo que da waynos malawira, otros dan melodías
según el tiem po del año en que se los visita.
A pesar de las diferencias de circunstancias o de lugar surgen recurrente
m ente en los relatos que cuentan esta experiencia de “ir al Sajjra”, algunas
ideas que m uestran cómo, asociado a este m odo de composición se encuen
tra un campo semántico particular; observemos un ejemplo:
... primero llevo al río, cuelgo [el instrumento] y ahí espero, como a las doce ahí oigo,
empiezo a silbar así [silbidos], ya está aprendido entonces ese ratito. Cuando acaban de
tocar [los Supay], lo sacamos y lo llevamos [el wayno], cuando acaban, cuando están
tocando no se puede. Ese rato llevamos a nuestra casa, silbamos, silbamos, dormimos,
soñamos y al levantarnos al amanecer tocamos y ya sale...
Tres elementos que aparecen en esta narración (y a m enudo en otras seme
jantes) nos interesan particularmente:
- Se trata de una situación de peligro;
- La melodía aparece entera y debe ser escuchada hasta el final;
- La persona debe dorm ir y soñar antes de que la melodía sea verdadera
m ente adquirida.
Ir al Sajjra es siempre peligroso pero, ¿de qué peligro se trata? Los riesgos
citados más a m enudo son los de “volverse loco”, ser “engañado” o ser “ten
tad o ”, es decir, ser seducido por el Sajjra para luego ser conducido a un lugar
donde él puede matar. Para “tentar”, el Supay se convierte en un ser querido
provocando la emoción y engañando la percepción del otro.
Los riesgos van entonces desde volverse loco hasta morir pero en todos los
casos pasan p o r un proceso de transformación de la conciencia, pérdida del
contacto con la realidad o de facultades intelectuales como el discernimiento.
Si el peligro corrido consiste en perder la conciencia, ¿será percibido el m o
m ento en que la persona “escucha” la melodía como un estado cercano a esta
pérdida de conciencia?
Las melodías sacadas del Supay son siempre un objeto acabado; podría
mos perfectam ente imaginar una situación distinta en la cual, a partir de una
pequeña fórmula melódica sugerida por el Sajjra, el músico construyera el
resto de la melodía. Sin embargo esta posibilidad no es jamás evocada como
tal, y por el contrario, el relato insiste en que es peligroso partir antes de
haber escuchado “toda la m úsica”, ¿qué implica esto? El hecho de que la
melodía esté enteram ente term inada excluye un trabajo de construcción m u
sical por parte del músico, construcción, que como veremos más adelante
está asimilada justam ente al otro m odo de composición.
El Sajjra en la música de los jalq’a 313
Los jalq’a poseen varios repertorios, diferentes tipos de música que ellos
consideran como distintos y que poseen características musicales propias. El
parám etro musical que caracteriza de manera más evidente cada uno de estos
repertorios es la instrum entación, es decir, cada uno de ellos es interpretado
p o r instrum entos precisos o por una combinación instrum ental particular.
El conjunto de estos repertorios se organiza en un ciclo musical anual en el
que cada uno de ellos ocupa un lugar determ inado. La relación entre música
y tiem po es tan fuerte que, a un prim er nivel, instrum entos y músicas son
clasificados a partir de la manera según la cual intervienen en este ciclo anual.
Independientem ente del m étodo a partir del cual las melodías que los
com ponen fueron compuestas, algunos de estos repertorios son considerados
como “más Sajjra” que otros.
¿Q ué implica que un repertorio sea más Sajjra?, ¿con qué distinciones se
está jugando para distinguir los repertorios más cerca del Supay de los que
son percibidos como más lejanos?
Exam inarem os aquí dos repertorios que representan los casos extremos:
Carnaval— el “más Sajjra”— y Pascua— el “menos Sajjra”.
Carnaval
... La música de Carnaval tienta y malawira no. Al tentar la música hace llevar, perderse.
Dicen que se vá por una papa y se vá a las rocas. Escucho el erqe y me hace doler el
corazón, vas a ese lugar y sigue ... te hace llegar a cualquier roca y ahí te puedes morir ...
Vemos entonces que detrás de la música de Carnaval se encuentra un uni
verso semántico semejante al de la situación de “sacar waynos del Sajjra”:
creatividad, emoción y peligro de perder la conciencia. La música de C ar
naval parece así provocar un estado especial del ser semejante al del m om en
to de “ir al Sajjra”. Tratemos de precisar mejor este estado:
“Si no hubiera Carnaval estaríamos dormidos siem pre” nos dice la mama
de Potolo, y a m enudo los campesinos dicen que Carnaval “es como para sa
lir de sueño”. Sin embargo, otras versiones en las mismas comunidades dicen
que carnaval es “como estar dorm ido”, ¿cómo será posible que la misma
situación pueda ser al mismo tiempo asimilada a “dorm ir” y a “estar des
pierto ”?
H em os visto en el análisis de la acción de “ir al Sajjra” que ella es asociada
a la utilización de facultades no-intelectuales como el sueño, sin embargo
hemos tam bién visto que el rol de la persona es fundam entalm ente activo,
para “sacar” la melodía del Sajjra se debe estar en un estado especial, que
puede derivar hacia la locura, pero que exige estar atento y concentrado más
que pasivo: ¿se estará expresando esta misma actitud cuando se dice que
Carnaval es “para despertarse” y al mismo tiempo que es como “estar dor
m ido”?
Agregaremos finalmente una última idea, la música de Carnaval8 es reco
nocida como “muy antigua”, del “tiem po de los qhurus”, de los animales sal
vajes no domesticados y que “hablaban como la gente”. Ella se origina así un
tiempo mítico anterior a la hum anidad actual.
Resum iendo tenemos que el repertorio de Carnaval está asociado a:
la fecundidad
la creatividad
la emoción
lo no-intelectual
un tiem po anterior
lo salvaje
Com parem os ahora este campo semántico con el que se encuentra detrás
del repertorio de Pascua tocado en ju ch ’uy charango.
Pascua
A las preguntas sobre el origen del repertorio de Pascua se obtienen dos ti
pos de respuesta: las primeras son de orden mítico, las segundas se refieren al
origen concreto y real del repertorio.
¿Q ue dicen las respuestas?
... Pascua es parejita, tranquilo viene del sol, con bueyecitos, ovejitas. Viene tranquilo,
hombre y mujer, tranquilamente viene ch’aliando para ver lo que se produce
o bien:
... Pascua viene del valle, del sol, marido y mujer. Con sus caballares, sus ovejitas, trae el
maíz en su espalda, ch’alla todas las chacras. Con su charanguito de ella, viene cantan
do, tocando tranquilamente ...
¿será un santo?
... no sentimos como santo ni nada, solo está llegando para comprar ... waynito de
Pascua significa que está trayendo su ovejita ...
Y a veces los waynos proceden de un gallo:
... wayno de Pascua viene de gallo, él hace, al valle van a buscar, de un gallo con cresta
... el gallo sabe, estudia, sabe leer, después de terminar de pasar clases recién pone a llo
rar, a cantar, antes que termine clases no llora. Para cantar, para controlar la hora ya sa
ben leer todo ...
o también:
... al gallo ha puesto Dios, para que esté cantando, ordenando la hora ...
C arnaval Pascua
creatividad
emoción menos emoción
no-intelecto intelecto
tiem po anterior
salvaje doméstico
Sajjra D ios/Sol
orden
exterior
abundancia
fecundidad
En los ejemplos que he elegido tratar, no todos los términos realizan su
contrario en el campo semántico opuesto, p o r ejemplo, el contrario de “tiem
po anterior” (de Carnaval) no aparece en el repertorio de Pascua. Señalo sim
plem ente que p o r un lado no he hecho un análisis exhaustivo que m uestre el
cam po semántico en su totalidad, y por otro, que esto forma parte cierta
m ente de un abanico de posibilidades implícitas que pueden ser realizadas o
no.
H asta aquí hemos derivado estos contenidos a partir del contexto musical,
de las circunstancias en las que la música se com pone o se toca, o de lo que
se dice sobre ella. ¿Q ué pasa a nivel de la música misma?, ¿reflejará tam bién
ella de alguna manera esta oposición?
El t e x t o m usical
Elegiré aquí para com parar los dos repertorios un punto de vista preciso:
la m anera cómo se organiza el texto, es decir la estructura musical. La elec
ción de este parám etro no es inocente, podríam os haber observado otros ele
mentos como el ritmo, las escalas o el registro por ejemplo. Efectivamente es
tos elementos son utilizados por los jalq’a para crear distinciones entre los
distintos repertorios del calendario. Si he elegido com parar la estructura es
porque me parece que justam ente es a este nivel que se está creando la distin
ción fundam ental.
Si escuchamos un wayno de Pascua, o cualquier otro wayno tocado en
ju c h ’uy charango, encontrarem os que tiene una estructura definida, un co
mienzo, un fin, partes claramente delimitadas fácilmente distinguibles y en
las que cada participante, canto o charango tiene asignado un rol preciso.
Enunciar todas estas características estructurales parece absolutam ente
banal porque coresponden en general a las de la música que estamos acos
tum brados a escuchar en O ccidente.
Sin em bargo esto no resulta tan sin sentido cuando esta música es com
parada a la de Carnaval.
La música de Carnaval jalq’a es lo contrario de lo que podría considerarse
una música de conjunto, es colectiva pero al mismo tiempo voluntariam ente
320 Rosalía Martínez
C onclusiones
H em os visto que en cada plano del proceso musical aparecen dos univer
sos semánticos distintos. El prim ero se encuentra en relación con la música
considerada como “más Sajjra” y conlleva valores como lo no-intelectual, lo
salvaje, el desorden; el segundo, que se refiere a la música “menos Sajjra” in
cluye valores contrarios: lo intelectual, lo civilizado, el orden. Estos dos cam
pos semánticos son conocidos ya por los estudiosos de lo andino y
corresponden al u khu pacha “el m undo de abajo” para las músicas Sajjra, y al
“m undo de arriba ”, janaj pacha, para las músicas y procesos “m enos Sajjra”;
la música está así jugando con las oposiciones de la cosmovisión andina.
Pero antes que nada, toda la música es “Sajjra p arte”, es decir, pertenece al
“m undo de abajo”. La distinción entre músicas Sajjra, de “abajo”, y músicas
“menos Sajjra”, de “arriba”, no interviene más que a un segundo nivel y debe
ser relativizada. Com o en un juego de muñecas rusas, la música reproduce en
su interior la misma oposición de la que ella forma parte en el universo jalq’a.
Finalm ente remarcaremos que cada una de las categorías musicales, “más
Sajjra” o “menos Sajjra”, implica tam bién una actitud interior y una vivencia
corporal diferente: con más emoción, con menos emoción; con tranquilidad,
con febrilidad; pensando o soñando. De esta manera lo Sajjra o lo “menos
Sajjra” proponen un m odo específico de vivir la música, la definen en cuanto
experiencia.
N o ta s
R eferen cias
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SACRED TIME AND SPACE: THE FESTIVAL OF
SAINT ELIZABETH OF HUAYLAS (ANCASH, PERU)
L'idée même d’une cérémonie religieuse éveille l’idée de féte. Inversement, toute fete,
alors même qu’elle est purement lai'que par ses origines, a certains caracteres de la céré
monie religieuse, car dans tous les cas, elle a pour effet de rapprocher les individus, de
mettre en mouvement les masses et de susciter ainsi un état d ’effervescence, parfois même
de délire, qui n ’est pas sanspárente avec l’état religieux (Durkheim 1968:547).
Rituals are im portant in the life of man: im portant events are m arked by
means of coherent actions which often are symbolic. They may be seen as a
kind of living theatre in which the participants pronounce fixed texts and act
along fixed lines. These texts and actions are the key to the most im portant
norms and values of a culture. By converting ideas, products of the mind,
into material objects, we give them relative permanence. These expressive ac
tions are the material representation of abstract ideas, called “ritual conden
sation” by Leach.
The participants in a ritual are sharing communicative experiences through many dif
ferent sensory channels simultaneously: verbal, musical, choreographic, and aesthetic
‘dimensions’ are all likely to form components of the total message. W hen we take part
in such a ritual we pick up all these messages at the same time and condense them into
a single experience (Leach 1976:37—41).
Music and dance are forms of ritual condensation which may be observed
during festivals, be they profane or sacred, private or public. Through them
people find ways of communicating, be it verbally or nonverbally, what is
im portant to them, and of establishing a feeling of togetherness, of belonging
to the same kind of people.
The great majority of ceremonial occasions are “rites of transition”, which
m ark the crossing of boundaries between one social category and another.
D uring a ritual the participants find themselves in the center of the world,
a cosmos w here order and harm ony reign. But this harm onious order cannot
exist w ithout its counterpart: chaos.
T h e M eaning o f th e Festival
All over the world people m ark out their calendars by means of festivals,
which are a way of ordering time; the year’s progress is m arked by a succes
sion of festivals. They may belong to the yearly cycle of economical activities
(harvesting, cattle branding) or the yearly cycle of religious festivities. These
comm unal events, be they religious or secular, are “cyclic”, e.g. they are
324 Elisabeth den O tter
repeated at certain intervals, like the religious festivals or civic holidays. C on
trary to this, private events (except birthdays) are “linear” rites of transition
that occur only once in a lifetime, like baptisms, weddings, and funerals. The
transition is m arked by ritual, and the boundaries— in time as well as in
space— are ambiguous and a source of conflict and anxiety.
The elements of a religious festival, which are forms of ritual, are sacred as
well as profane: masses and religious processions, fireworks, eating and
drinking, singing and dancing, and commercial activities. The festival of Saint
Elizabeth of Huaylas, which will be discussed below, shows both elements.
• Caban a
Lima
PERU
lall a n c a
Santa
Chimbot'
^Yungay <£,
•Tump a
Carhuaz ¿V
1*1a r c a r á
Huaraz havn
Re c u .ay'
Aij
fey
. Highways
Department
boundary
Pli las
Paramonga
* Pativilca
dance around the plaza cracking their whips and talking in falsetto voices so
that they cannot be recognized (Figure 3). They often carry squashes or
stalks of maize: this is related to the fact that Saint Elizabeth is the patroness
of the harvest. The leading Pasha wears a sash with the name of the barrio on
it.
The first days of July are assigned to the smaller, mostly Indian barrios:
H uarom apuquio, Iscap and Huayrán. They arrive with caja y roncadora play
ers, Incaicos and Pashas. The 6th of July “belongs” to the barrio of Q uécuas
and its sub-barrio Nahuinyacu; their residents come accom panied by bandas,
Incaicos and Pashas. In the afternoon the bandas of all the barrios arrive for
the rompe (start of the festival) and at night allegorical floats symbolizing the
arrival of the Spaniards parade around the plaza, accompanied by their
bandas. At the end of the evening barrio Shuyo lights fireworks, in antici
pation of “their" day.
The 7th is Shuyo’s day, with a mass, a procession, dancers and musicians.
In the afternoon, the barrio of Delicados receives the rural barrios with their
bandas on the outskirts of town and accompanies them to the plaza (square),
via an ancient trail behind the church. O ne by one, the groups of Pashas en
ter the plaza, shouting and cracking their whips in a haze of dust.
Afterwards, a music and dance contest is held between the barrios and lat
er a public dance is held on the plaza, with all the bandas playing. In the
evening, a social dance is held in the civic center, organized by the Council of
Huaylas. Late at night fireworks are lit by the barrio Delicados.
328 Elisabeth den O tter
Yácup
Quécuas ___ . Huayrán
Nahuinyacu ^ \^ ^ Is c c c p
Church
Fig. 4. Processions and barrios
Barrio Iscap takes the image out of the church to the closest corner, a very
short distance, from where barrio Q uécuas carries it half a plaza-length and
barrio H uayrán the other half. From there, the town-barrios of Yácup, Deli
cados, and Shuyo accompany the image for whole stretches of the plaza at a
time. Finally, barrio Nahuinyacu takes it back into the church. The different
statuses of the barrios are reflected in the am ount of space and time they are
allowed to pay homage to Saint Elizabeth: barrio Delicados, being the “ow n
er” of the plaza, gets to take the image on the longest stretch, whereas the
rural barrios accompany her on much shorter stretches.
The 9th of July is barrio Y ácup’s day. In the afternoon the contest is re
peated, after which all the barrios receive a diploma. A final public dance is
held in the plaza, with all the bandas playing.
O n the 10th of July everyone goes hom e and Huaylas returns to its former
state: a quiet little town high in the Andes.
O rd er and C haos
The sacred is symbolized by the image of Saint Elizabeth and Maria. They
may be considered an example of “hiérophanie”, the manifestation of the
sacred, of a reality which is not of our world, in objects that form an integral
part of our “natural” and “profane” world. D uring the festival the plaza of
Huaylas is the Center of the W orld, a sacred space, where Heaven and Earth
are connected by means of the image of Saint Elizabeth and Mary (Eliade
1965:17,38).
The church and the adjoining plaza are sacred territory during the proces
sion, and the plaza serves as a field of ritual action where the music and
dance are manifestations of the sacred. The musicians, dance groups and
Pashas participate in the processions, walking slowly backwards, facing the
image while slowly bowing. The Pashas form two lines and the Incaicos and
other dance groups walk in-between them.
The bandas of each barrio play religious music while accompanying the
image. W hen a barrio takes over on its corner, prayers are said, hymns are
sung and fireworks ignited. The bandas then remain in their respective cor
ners, playing joyful huaynos.
T he profane is represented by the merchants, food- and ice-vendors and
photographers that come to do business in Huaylas during the festival. The
profane music and dance consist of the rompe on the evening of July 6th, the
contest, the public dance and the social dance on the 7th of July.
The contest betw een the barrios takes place on the plaza, where temporary
bleachers are constructed for the audience and the judges. The Incaicos of all
barrios perform , accompanied by their musicians: after singing a pasacalle
and some huaynos, a dram a is perform ed that centers on Inca history and
myth. After the Incaicos the bandas play a num ber of pieces, as varied as pos
sible: a march, a marinera, a waltz, a huayno and a pasacalle. The Pashas
clown around among the onlookers.
These contests were deliberately conceived by the district mayor as a way
of diminishing the violence of the festival and to channel the latent rivalries
and animosities, under high ceremonial conditions.
The social dance is very m uch a mestizo affair, with high entrance fees and
well-dressed Huaylinos from Lima attending.
D espite the sacred character of the masses and processions, the secular
drive of the festival never ceases. The combination of exuberance and piety,
of religious passion and secular pleasure contribute to the same ends: the cel
ebration of life’s renewal, the community’s viability and glorification of the
deities.
Sacred Time and Space: the Festival of Saint Elizabeth 331
The folk dramas perform ed by the Incaicos may represent a longing to for
get the Spanish Conquest and may harbour nationalistic sentiments and
pride in the Inca forefathers.
W achtel (1971:65-98) compares dances from the Andes with those of
G uatem ala and Mexico and concludes that the Conquest is revived in Indian
folklore. Ths folklore preserves the memory of the reactions of the Indians to
the Conquest, although not always historically correct, and with this message
not always perceived as such by the present-day Indians. The collective m em
ory preserves and transmits the memory of the past.
According to Smith (1975:85-95), ritual dram a may indicate an ideological
counter-m ovem ent from the general exculturative movement of Indian to
Mestizo, a search for identity and a rejection of the dom inant urban culture.
Van Kessel (1980, 1981) relates the dual organization of Andean society to
the choreographic structure of the dances, specifically in the form ation of
hierarchically ordered parallel rows that occurs in many dances. H e p o stu
lates that these religious dances are not just an ancient pre-Colum bian trad i
tion or a regressive or indigenous movement, but rather a cultural adaptation
towards m odernization and the integration of a subculture into its surround
ing m odern society.
D oughty (n.d.:3, 5) argues that Huaylas has m aintained its discrete life
ways, has adjusted to critical changes, and continues successfully in the con
text of its historic identity. O ne of the major signs of such cultural viability
and factors aiding continuity is the presence of effective mechanisms of com-
munitas that operate at the community level, in this case the annual fiesta of
Saint Elizabeth. H e goes on to say that the ceremonial events that are related
to religious practice serve num erous integrative, explanatory and expressive
functions for individuals, groups, and the community at large. The fiesta of
Saint Elizabeth illustrates three of them:
(1) The expression of the social, structured character and operation of the
community, often utilizing what T urner (1969:176ff.) calls the “rituals
of status reversal” as the vehicle for such dem onstration;
(2) The theatrical enactm ent on a calendrical rhythm of acts which rein
force relationships and socialize any neophytes as to the character of the
social system, thus revitalizing it;
(3) The provision of means for the controlled recognition of significant new
events, influences or crises, and by these means bringing such affairs in
to the ongoing context of community life.
The festival shows the structure of the society in question in a com pact
form, like a blueprint, and is a statement of how things are in a particular
year, depending on the economical and political situation: who carries the
image, who is at the social dance, and who is at the center of attention. As
Doughty (n.d.:24) puts it: “The fiesta not only subjects community officials
332 Elisabeth den O tter
and leaders to review, but the whole social order is in effect subm itted to a
ceremonial inspection.”
In a form of “total theatre”, the society is enacted, with all its contradic
tions and particularities, providing a context for an exploration of the cultur
al identity of the Huaylinos. Music, dance and theatre express how they think
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LA FIESTA DE SAN BARTOLOMÉ O DE LOS
C H ’UTILLOS DE LA CIUDAD DE POTOSÍ: MÚSICA Y
D ANZA EN UNA FIESTA CITADINA ANDINA
1. Introducción
La fiesta tiene sus orígenes en los tiempos precolom binos y combina ele
m entos de tres culturas—la aymara, la quechua y la española. Hay un pueblo
como a tres kilómetros de Potosí que se llama Cantum arca (en aymara “p u e
334 Roy Youdale
blo del extrem o”). La versión más antigua del origen de la fiesta viene del si
glo XVI (Torres 1990), y dice que la gente de este pueblo tenía un santuario
dedicado a una deidad identificada con el demonio, a quien hacía ofertas y
sacrificios para que le diera respuestas a sus consultas, como una especie de
oráculo griego. Llegados los jesuitas a Potosí a fines del siglo XVI, un cura
fue al sitio del santuario— dos peñas de una quebrada— y construyó un altar
y una capilla dedicados a San Bartolomé, para ahuyentar al diablo. Este acto
se celebra en la fiesta cada año. La versión contenida en la famosa y m onu
m ental “H istoria de la Villa Im perial de Potosí” (Arzans de O rsua y Vela,
edición de 1965) sostiene que el motivo de la devoción al dem onio fue otro:
para apaciguarlo de m odo que se evitara que m urieran los viajeros que pasa
ban p o r las dos altas peñas (las cuales repentinam ente se juntaban, aplas
tando a los viajeros).
Una tercera versión (Jaimes 1905), que forma la base de las celebraciones
actuales, dice que el diablo arrastró a una mujer joven de una com unidad
cercana llamada Sapallay, y la guardó en una cueva entre las peñas. P or eso la
gente bautizó al diablo con el nom bre de Chutillo, o sea “genio que daña y
huye”1, y construyó un nicho cerca de la cueva, em potrando en él una cruz
que desalojó al diablo. Para vengarse, el diablo corría a Potosí para llenar la
ciudad de “guerras, alborotos, raptos y m atanzas”. En torno, para evitar las
molestias causadas por el diablo la gente construyó una especie de altar en el
nicho y colocó allí una figura de San Bartolomé y cada 24 de agosto la gente
cabalgaba en muías a la cueva— llamada “La Puerta del D iablo”— para asus
tar y ahuyentar al demonio.
Estas tres versiones, y dos más que son variantes de ellas, tienen en común
los siguientes elementos: los orígenes de la fiesta son pre-incaicos; antes de la
llegada de los jesuitas a fines del siglo XVI, había en el lugar de la cueva y
Cantum arca una especie de culto a un ser que la gente identificaba como una
deidad, un culto que parece haber sobrevivido durante el tiem po de los
Incas; y por varios motivos los jesuitas se apoderaron de este culto con el fin
de convertirlo en un rito católico que representaba el triunfo del bien sobre
el mal.
Hay una sexta versión de la leyenda que nos ofrece una interpretación ra
dicalm ente distinta de las anteriores, y que fue publicada en la prensa poto-
sina en 19892:
Había una vez un hombre que se atribuía de muchos méritos y por los que exigía
tomarse libertades que nadie podía sofrenar. Y tal es el caso que con derecho posee a
cuantas mujeres puede y en especial a una, en la cual tiene un hijo. Y este hijo es un
espurio que tiene que ser ocultado por la afrenta que sufre la madre. Posteriormente el
hijo, ya crecido, vuelve al seno de su comunidad y allí surge el conflicto porque no sabe
quién es su padre; empero la comunidad sí lo sabe y le arrostra como un baldón. El hijo
busca a su padre y lo encuentra.
El es un ser que vive en una cueva, apartado por razones obvias. El hijo reclama al
padre su paternidad. El padre— que no es sino el diablo, la encarnación de la maldad—
le introduce a la cueva y allí lo mata. Entonces, el hijo así sacrificado se transmuta en
santo. SANTO que viene en denominarse SAN BARTOLO.
Música y danza en una fiesta citadina andina 335
Casi todas las características que estos cambios han producido en la fiesta
se pueden encontrar en las otras tres fiestas folklóricas principales de Bo
livia— las de La Paz, O ruro y Cochabamba. Incluso hay muchos conjuntos de
baile que bailan en las cuatro fiestas, y la naturaleza de la Entrada Folk
lórica— el elemento central de todas ellas— varía más en escala que en carác
ter regional. Sin embargo, el cuadro emergente de una convergencia entre es
tas cuatro fiestas no debe ignorar varios elementos regionales y andinos que
han sobrevivido a esta transformación y a continuación voy a examinar la
danza y la música en más detalle.
4. La d an za y la indum entaria
5. La m ú sica
En la E ntrada cada conjunto iba acom pañado de una banda, la gran mayo
ría de metales, y ésta m archaba casi siempre detrás de los bailarines. La m a
yoría de los participantes se vestían con tem os grises u oscuros, o por lo
menos con una chaqueta. Este indum ento sobrio y formal contrastaba con la
vestimenta colorida y llamativa de los bailarines. El aspecto físico de los
músicos sirvió para subrayar algo notado p o r Albó y Preiswerk:
Los músicos ya son algo separados; no son más que unos especialistas, tanto ocasio
nales como profesionales, que simplemente se contratan al mejor postor. No puede
concebirse comparsa sin música, pero cuando ésta proviene de bandas contratadas,
cada sector va desarrollando su propia dinámica: las comparsas y fraternidades por un
lado, y los músicos por otro (1986:71).
Este tipo de profesionalismo y comercialización del acom pañam iento del
baile, es la antítesis del concepto andino de la música en la fiesta. Para em
pezar, en el campo, los músicos son miembros de la misma com unidad, no
contratados afuera. D entro de la com unidad hay un sistema formalizado que
respeta varios papeles distintos, por ejemplo en el N orte de Potosí los dos p a
santes de una fiesta— llamados alferéz y mayora— tienen la responsabilidad
de proveer los instrum entos y las melodías para las fiestas, aunque después
de enseñárselas a los músicos ellos mismos no tocan en la fiesta (Stobart
1990).
Las melodías, los tipos de instrum entos tocados (de acuerdo con la época),
la división de la labor musical según el sexo, la preparación de los instru
mentos y la sirena2 y otros aspectos de la música en las fiestas rurales tienen
sus reglas fijas, relacionadas con una cosmología completa. El concepto de la
música como un m ero acompañamiento a un espectáculo colorido, cum
pliendo la función de entretenim iento en vez de ritual, es totalm ente ajeno al
espíritu y las tradiciones andinas.
Siguiendo esta línea, ha habido varios cambios en la estructura musical de
los temas tocados en las grandes fiestas, que se m ostraban en la Fiesta de San
Bartolomé. El reemplazo de quenas, sikus y pinkillus por instrum entos m e
tálicos; el apartarse del marco de la música pentatónica; la influencia de la
música europea en la afinación y escalas de los instrumentos; la adaptación
de temas populares de las casas discográficas para bandas metálicas; y la adi
ción de nuevos adornos musicales, son todos ejemplos de cambios profundos
en el estilo y el significado de la música de la fiesta (Albó & Preiswerk 1986).
Sin embargo, hay elementos andinos que han sobrevivido: en las bandas de
instrum entos metálicos, por ejemplo, se puede notar el principio de arca e ira
(o sea, la división de una melodía de m odo que se requiera por lo menos dos
personas para tocar una melodía completa), que tam bién perm ite el descanso
342 Roy You dale
dedicado las energías y escasos recursos que tienen disponibles para revivir el
Festival de “C om padres” que se celebra una semana antes de Carnaval, y que
conm emora a los mitayos y su sufrimiento, y es controlado com pletam ente
por los m ineros mismos, sin participación directa del estado local.
(4) Las tradiciones folklóricas de Potosí están siendo distorsionadas por las
¡novaciones modernas en la vestimenta, el estilo de baile y el papel de la
música; y por la inclusión del folklore de otras partes del país. H ay que
investigar y rescatar los rasgos principales de la fiesta antigua en cuanto
a estos aspectos, para recrear y m antener una tradición antigua y neta
m ente potosina. Esta crítica fue hecha por un historiador y ex-minero
potosino, D on Víctor Villanueva, a quien le debo mucha información
sobre la historia y los orígenes de la fiesta.
(5) La dimensión religiosa de la fiesta debe reinstaurarse como el elemento
central, reem plazando el del espectáculo público.
En este m om ento estas voces disidentes parecen ser minoritarias, y sola
mente el tiempo dirá si tendrán alguna influencia sobre la forma, el conte
nido y el significado popular de la fiesta.
7. C on clu sio n es
N o ta s
1 E l té rm in o ch'utillo tien e u n a variedad de posibles orígenes, inclu y en d o derivaciones p ro v en ien tes del
aym ara y del q u echua. A co n tin u ació n se d an las varias posibilidad es q u e h e e n c o n trad o h asta ahora:
chuta (quechua) ricos com erciantes de coca quienes venían d e Los Y ungas (D ep arta m en to d e La
P az), y q u e en la F iesta d e S an B artolom é u tilizaban calzones im itan d o a los to rero s españoles, al igual
q u e el so m b rero , la capa y el uso d el caballo (V argas 1989).
ch’uta (aym ara) sinónim o d e m it’a según B ertonio (1956).
ch’uta (quechua) p an taló n corto.
ch’uta (aym ara) cam pesinos que u sab an el p an taló n p artid o en lu g ar d e b o ta p ié. H o y se co n o ce al d is
fraz d e carnavales co n ch a q u eta y calzón ab o m b ad o (M iranda 1970).
chutay ochu’tir d espellejar, q uitar, o sacar la piel (quechua).
ch’utay (quechua) ser ex pelido p o r presión.
ch’utilla (q u ech u a) p e q u e ñ o p o n ch o cerem onial usado p o r el seg u n d a m ayor en P o co ata (N o rte de
P otosí) d u ra n te la F iesta d e S an B artolom é (P latt 1983).
ch’utillo (quechua) u n genio que d aña y huye (Jaim es 1905).
ch’utillo (quechua) el m in ero disfrazado y m o n tad o en m uía, en el uso p o p u la r en Potosí.
kusillo (aym ara) u n geniecillo quien, en tre sus características, d añ a y huye.
2 E l artícu lo , titu la d o “Los C hutillos com o L e y en d a”, apareció, sin firm a alguna, en u n su p lem en to esp e
cial d el d ia rio local p o to sin o “G aceta del S u r”, del 21 d e agosto d e 1989.
3 L a mita era el sistem a d e la b o r forzada en la m ina del C erro Rico d e P otosí, b ru ta lm e n te im p u esto p o r
los españoles.
4 L os pasantes eran las personas a cargo de la fiesta, que eran respo n sab les d e la m ayor p a rte d e los gastos.
5 Majtillo viene d e la p alab ra q u ec h u a majti q u e significa joven, y en este día los jóvenes se b u rla n d e los
dem ás o los chutillan. Thapuquillo viene ta m b ié n del q u ech u a y significa la p erso n a q u e p reg u n ta m ucho,
o el p reg u n tó n .
6 U n D e c re to S u p rem o de n o viem bre de 1974 in ten tó su p rim ir la celeb ració n d e fiestas g ran d es, pero
logró su objetivo sólo en p a rte (H ered ia 1981).
7 C ab e n o ta r q u e “ ...a principios de la C olonia h u b o u n m asivo m o vim iento religioso-subversivo, co n tra el
nuevo régim en español, co n o cid o con el n o m b re d e Takiy O n q o y , la en ferm ed ad d el ca n to y b aile ritu a l”
(A lbó & P reisw erk 1986:238).
8. La jula-jula suqusu waucu
, c o n o c id o ta m b ié n com o o (Sánchez 1989) es u n a flau ta d e p an fo rm ad a de
dos in stru m en to s com plem entarios, u n o de 4 tu b o s y el o tro de 3 tu b o s.
9 E ste es u n ritm o n etam en te africano q u e surgió de la co m u n id ad d e gente negra q u e se asentó en Los
Y ungas, y la m úsica del g ru p o consiste en una com binación com pleja y m uy rítm ica de u n a varied ad de
ta m b o res de d istin to s tam años y tonos, com o fondo p ara el canto.
10 El tinku (a veces escrito tinkuy ) es un ritual cam pesino m uy im p o rtan te, q u e tien e varios significados.
D ich a p alab ra significa “e n c u e n tro ” y la esencia del tinku es u n a pelea ritu al en tre h o m b re s y m ujeres de
d istin tas co m u n id ad es y ayllus. tinku
D e origen n o rp o to sin o , el jula-
es trad icio n alm en te ac o m p añ ad o d e
julas charango
y , y hay u n a danza con el m ism o nom bre.
11 E sta im p resió n fue fortalecida p o r varios potosinos q u e entrevisté, q u e p erten ecían a varios d istin to s g ru
pos sociales y q u e tenían perespectivas m uy diversas sobre la n atu raleza d e la fiesta actu al (Y o u d ale
1991).
12 La sirena se refiere a la co stu m b re, q u e se p ractica en m uchas p artes del altip lan o , d e dejar los in s tru
m entos q u e se van a to c ar en u n a fiesta en un lugar aislado y no rm a lm e n te cerca d e agua, p ara q u e los
espíritus los te m p le n de m o d o q u e suenen maravillosos.
13 A sistí a las siguientes fiestas rurales:
- T o d o s S antos en W alata G ra n d e (D ep arta m en to de La Paz), n o v iem b re d e 1990.
- R osario en A ym aya (D ep arta m en to de P otosí), o c tu b re de 1990.
- F iestas P atrias en C harazani (D ep arta m en to d e L a Paz), agosto d e 1990.
- L a V irgen del C arm en d e P au ca rtam b o en P erú, julio de 1990.
- S antiago en la isla d e T a q u ile en P e rú , julio d e 1986 y d e 1990.
14 El n o m b re del in stru m en to viene de la p alab ra aym ara moqo q u e significa n u d o , y se refiere al h ec h o d e
q u e la flauta siem p re se hace d e la caña q u e tiene un n u d o en el m edio.
Música y danza en una fiesta citadina andina 347
R eferen cias
Martín Lienhard
Introducción
Como lo han ido subrayando varios trabajos recientes sobre las prácticas
simbólicas andinas, la expresión de lo “cosmológico” no es privilegio ex
clusivo de ninguno de los num erosos “discursos” (paralelos, superpuestos o
imbricados) que com ponen, en los Andes centrales, una performance ritual
y/o musical. En este sentido, se ha atribuido relevancia cosmológica al em
pleo de determ inados instrum entos y voces, a la calidad de los sonidos p ro
ducidos, a la melodía y al ritmo (códigos “musicales”); al despliege de los ac
tores en el espacio, la coreografía y la gestualidad, las máscaras, el vestuario y
el decorado (códigos escénicos); a la inscripción de la performance en el
calendario ritual y su desarrollo en el tiem po (códigos “tem porales”). Desde
luego, las concepciones cosmológicas se incrustan, también, en el discurso
“narrativo” (códigos dramáticos y verbales) que actualizan las prácticas ritua
les, los cantos etc.
Trataré a continuación de develar la “cosmología poética” que subyace a
los textos verbales de una serie de waynos quechuas de la sierra central y
meridional del Perú. Una investigación de este tipo supone ciertas precau
ciones teóricas y metodológicas.
El texto verbal no es sino uno de los elementos que entran a form ar parte
de la performance de un canto como el wayno. P or un lado, un texto musical
(melodía, ritmo), que lo acompaña o hace las veces de contrapunto, le sirve
de “soporte”. Ambos se realizan por medio de una o varias voces que perte
necen a personas “condicionadas” por su experiencia personal y colectiva
dentro de un contexto socio-cultural, histórico, etc. determ inado. El canto
surge en el m arco de una “puesta en escena” que implica, además de la
actuación de los “personajes”, la ocupación de un espacio y la inserción en el
tiem po (astronómico, social, histórico).
Sin embargo, el texto verbal se rige, hasta cierto punto, por unas normas
que le son propias (“autonom ía” relativa). Las estructuras del texto (verbal)
producen un sentido “objetivo”— accesible al análisis— cuya puesta en
escena, a menos que sea paródica, no llega a anular del todo. Este sentido
objetivo no coincide siempre ni necesariamente con el que le atribuyen, en el
m om ento de la performance, los ejecutantes o el público. En las páginas
siguientes, perfectam ente consciente de los límites de este estudio, intentaré,
354 Martín Lienhard
M ateriales
“ C o sm o lo g ía p o é tic a ” en m o v im ien to
T e x to s
3. Wamanchallay killinchallay
W ayno de Isua, Lucanas, Ayacucho, cantado por Isabel Asto de Damián,
Lima, marzo de 1988. G rabación, transcripción y traducción: M. Lienhard.
5. Viseca wayqupi
Canto de Puquio, Lucanas, Ayacucho, gentilmente ofrecido por Carlos
G utiérrez. Transcripción y traducción M. Lienhard.
6. Preso
W ayno de la com unidad de W irapanpa, tom ado de Ricardo Valderrama
Fernández y Carm en Escalante G utiérrez 1993.
N o ta s
1 U na p rim era versión d e este trab ajo se p resen tó en el sim posio “C osm ología y m úsica en los A n d e s”
(Berlín, 1 -6 d e junio d e 1992), evento organizado p o r el In stitu to In te rn acio n a l d e M úsica C o m p arad a,
el In s titu to Ibero am eric an o y el In stitu to L atinoam ericano de la U n iv ersid ad L ib re, to d o s con sed e en
Berlín. P a ra su reelaboración m e resu ltaro n útiles varias d e las ponencias p resen tad as en esa o p o rtu n id a d
(pienso especialm ente en las de M ax P e te r B aum ann, H en ry S to b art y J o h n S ch ech ter), así com o las o b
servaciones que m e hicieron Rosalía M artínez, V erónica C ereceda y R o d rig o M ontoya.
P a ra la investigación en q u e se inscribe este trabajo h e p o d id o c o n tar co n la g en ero sa co n trib u ció n d e
Isabel A sto d e D am ián (Lim a), q u e cantó todos los waynos de Isu a (L ucanas, A yacucho) q u e figuran
aq u í co m o m ateriales d e estudio. A ella van, pues, mis agradecim ientos m ás sinceros.
2 Wayno d e Isua, Lucanas, A yacucho, can tad o p o r Isabel A sto de D am ián , Lim a, m arzo de 1988. G ra b a
ción, tra n sc rip ció n y trad u cció n : M . L ienhard.
3 Cf. n o ta nr. 2.
4 Cf. n o ta nr. 2.
5 Cf. n o ta nr. 2.
6 Cf. n o ta n r. 2.
7 E n u n a p rim era versión, in terru m p id a casi en seguida p o r no darle satisfacción, la ca n tan te hab ía in tro
d u cid o , com o variables, qasa urqu.
y
8 Cf. n o ta nr. 2.
9 E n u n d ib u jo alegórico de G u arn an P o m a (1 9 8 0 :6 9 4 -5 /7 0 8 -9 ) q u e rep resen ta a los diversos enem igos d e
los indios en el sistem a colonial, el tigre y el león sim bolizan, respectivam ente, a los “esp añ o les del
ta m b o ” y al “ [e n jc o m e n d e ro ”.
La cosmología poética en los waynos 367
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tre: 11-39.
ALGUNAS DIMENSIONES COSM OLÓGICAS EN
DOS TE X TO S NARRATIVOS DE TRADICIÓN ORAL
P e te r M asson
3. D os c u e n to s so b re cerro s y se r e s hu m anos
Los dos cuentos considerados aquí fueron docum entados con la colabora
ción activa de inform antes y recopiladores indígenas de la región y editados,
en quichua y castellano, en dos libros distintos por Ruth Moya y Fausto Jara,
con una versión quichua redactada por ellos y por M ercedes Cotacachi,
respectivamente. Están a disposición de todos los interesados en dos edi
ciones m eritorias recientes (véanse más abajo 3.1 y 3.2, respectivamente).
Tenemos que tener en cuenta que estos textos ciertamente se basan en las
tradiciones orales locales, pero que se trata de una transformación en un n u e
vo tipo de literatura escrita y publicada, una creciente literatura indígena: se
trata de un fenóm eno muy im portante y muy positivo, al que, para su difu
sión y su empleo pedagógico, no hay alternativa. Además, los textos fueron
redactados tam bién en sus versiones quichuas, para establecer versiones
comprensibles para todos los quichuaparlantes a lo largo de la Sierra E cua
toriana, en la norm a planificada de un quichua andino ecuatoriano unificado.
Q uedan excluidos la comunicación m utua entre el narrador o la narradora y
su auditorio, los aspectos dramáticos del proceso oral de narrar con todos sus
factores concom itantes y extra-narrativos, el fondo biográfico de los narra
dores, las situaciones cambiantes y los “lugares sociales” del narrar (como, p.
ej., velorios o trabajos colectivos)10. En consecuencia, nuestro análisis de los
textos originales quichuas será, aunque en ciertos puntos detenido, en un
nivel general más bien selectivo. El fondo etnográfico, en cambio, nos servirá
para enriquecer nuestras interpretaciones analíticas y para relacionar cultura
y sociedad con las imágenes evocadas por la tradición oral narrativa.
tivas lagunas, del curi chuchi (pollito de oro) como lo más querido y ape
tecido p o r los tres, y de la situación básica y persistente de la disputa no
term inada por este ser que cada uno de los tres cerros quiere tener
consigo;
(2) descripción de la vida feliz del pollito de oro (en sus prim eros cinco
años) con el C erro Pulla y en su laguna;
(3) descripción explicativa de las condiciones de riqueza de los habitantes
de Saraguro y Tenta (relacionados con el Cerro Pulla), cuando (en sus
prim eros cinco años) el pollito de oro vive en la laguna del Pulla;
(4) m ención decisiva narrativa del robo del pollito por la laguna del Cerro
de Ramos y del traslado del mismo a las aguas yla orilla de ésta;
(5) apertura de un m arco retrospectivo: agresividad de la laguna de Ramos
contra los habitantes de Saraguro (relacionados con el Cerro Pulla), an
tes de que ella le hubiese arrebatado el pollito a la Laguna del Pulla;
(6) prim er excurso narrativo, prim era parte: el acercarse de la mujer indíge
na de Saraguro que, muy sedienta, baja a la laguna de Ramos para sacar
agua para beber; retirarse de la laguna enojada, m ediante el repentino
secarse, y el “lloro”;
(7) prim er excurso narrativo, segunda parte: el rápido rellenarse de la lagu
na con agua y el escape de la mujer;
(8) segundo excurso narrativo: persecución de dos hom bres indígenas de
Saraguro p o r la laguna de Ramos transform ada en lluvia;
(9) cierre del m arco retrospectivo: actitud hostil de la misma laguna del
Cerro de Ramos contra los habitantes de otras poblaciones relacionadas
a los cerros Acacana y Pulla, antes de haberse apropiado del pollito de
oro;
(10) (en com paración con el elemento anterior (9): descripción del estado de
felicidad de la Laguna de Ramos, pero al mismo tiempo de su actitud
resentida y maligna contra los seres hum anos en general, tem iendo que
estos quieran quitarle el pollito de oro;
(11) descripción explicativa de las condiciones de riqueza de los m oradores
de Pichig y Cañi (a causa de que el pollito está en la laguna del Cerro de
Ramos, relacionado con ellos);
(12) descripción de las repetidas reacciones de las lagunas de los dos cerros
Acacana y Pulla contra la laguna del Cerro de Ramos, causándole a ella
dolores de cabeza para eventualmente poder quitarle el pollito de oro;
(13) descripción explicativa de las [presuntas] condiciones de descuido y p o
breza de varias comunidades relacionadas con el Acacana (a causa de
que la laguna del Acacana no tiene el pollito de oro);
(14) resum en final: continuación de la pelea entre los tres cerros e incerti-
dum bre con respecto a la futura posesión del pollito de oro por uno de
ellos.
El resum en introductorio se com pone de tres sub-elementos: [I] la presen
tación de los tres cerros como protagonistas, [II] la presentación de los tres
376 Peter Masson
cerros como poseedores, cada uno, de una laguna respecdva, y [III] la m en
ción de la riña entre los tres y del objeto de la disputa: el curi chuchi (“pollito
de o ro ”). El resumen final, en cambio, se com pone de dos sub-elementos: [I]
la reafirmación de que los tres cerros siguen peleándose, y [II] la incerti-
dum bre de cuál de los tres será el futuro poseedor del pollito de oro.
A excepción del elem ento crítico-clave (que se analizará más abajo) y a ex
cepción de los dos excursos que relatan dos sucesos (prim ero la agresión
celosa de la laguna de Ramos contra una mujer que pertenece a una com u
nidad cercana al pueblo que se relaciona con el Cerro Pulla, entonces el p ri
m er dueño del curi chuchi, y su laguna, segundo la persecución de dos hom
bres del mismo sector p o r la misma laguna transform ada en aguacero), es d e
cir, a excepción de sólo cuatro elementos narrativos, el cuento no tiene, en
diez de sus catorce elementos consecutivos, un carácter narrativo, sino más
bien descriptivo y— en la m itad de esos elementos descriptivos— tam bién ex
plicativo. D escribe una situación general que se rem onta a un tiem po mítico
pero que continúa, desde una (difusa) época de antaño, hasta la actualidad y
en las diferenciadas condiciones de vida de la gente de hoy (de m anera no
explícita: de la gente en las com unidades indígenas de hoy, según una visión
de carácter tradicional). Para doce de sus elementos consecutivos— (a) para
los ocho elementos descriptivos y (en parte) tam bién explicativos, y (b) para
los tres elementos narrativos— los dos resúmenes introductorio y final consti
tuyen un m arco general. El elem ento (2) es el prim er elemento descriptivo; el
elem ento (3) es explicativo y a la vez descriptivo, el elemento (10) es des
criptivo (y, a la vez, com parativo con el elemento [9] que lo precede en la se
cuencia), el elemento (11) es explicativo y a la vez descriptivo, el elem ento
(12) es descriptivo, pero incluye la presentación de una motivación para las
continuas acciones descritas (es decir, implica un m om ento explicativo), y el
elem ento (13) es, otra vez, explicativo y a la vez descriptivo. D entro de los
ocho elementos descriptivos y (en parte) explicativos hay otros dos neta
m ente descriptivos— (5) y (9)— que, estableciendo una retrospectiva que
vuelve a una fase tem poralm ente simultánea con los elementos (2) y (3),
constituyen un marco interior. Este m arco interior sirve para relatar, de
m anera narrativa nuclear, repartidos en los tres elementos (6), (7) y (8), dos
sucesos (supuestam ente transm itidos de manera oral de oídas) que ilustran
las descripciones de la actitud de la laguna celosa en (5) y (9). El m arco in te
rior está precedido p o r el elem ento tal vez más dinámico de todo el cuento:
un elem ento clave— (4)— que tiene un carácter narrativo y que, como punto
de transición19, constituye la crisis principal en el desarrrollo de este cuento.
A pesar de que este elem ento relata el suceso escandaloso (de que la laguna
del Cerro de Ramos ha quitado el pollito a la laguna del Puglla y que lo ha
trasladado a su propio ámbito) de una forma muy corta y sucinta20, es lo que
divide el cuento en una sección antes del robo y una sección después del ro
bo del curi chuchi-, pero esta división no se sintoniza com pletam ente con la
Dos textos narrativos de tradición oral 377
Este esquema netam ente formal parece implicar el concepto (bien encaja
do en el ideario andino) de que, después de un cambio profundo, todo sigue
desarrollándose en grandes líneas previsibles, dentro de procesos cíclicos más
amplios, pero, notablem ente, ya a otro nivel o en otra calidad. A continua
ción veremos que el empleo de diferentes formas o sufijos para m arcar el
“tiem po-aspecto” corresponde casi completamente a esta estructura.
El resum en inicial y la primera parte del resumen final se caracterizan por
el empleo del tiempo-aspecto no especificado (al m odo de un “presente
general”); la segunda parte del resumen final emplea la marca del futuro, p a
ra expresar el desarrollo incierto y desconocido, visto desde un hoy evoca
do21. Los elementos desde el (10) hasta el (13) tam poco especifican el tiempo-
aspecto, em pleando expresiones verbales nominalizadas, insertándose de esta
manera en un “presente general habitual” que marca la continuidad de una
larga fase hasta el momento. Los elementos (3) hasta (8), sean o descriptivos
(y, en parte, explicativos) o narrativos, inclusive el elemento narrativo clave
(4), emplean, sin distinción alguna, el sufijo del pasado narrativo -shca, m ar
cando así la prim era fase, pasada, de la situación dom inada por el Cerro
Pulla. Sólo el elemento (9) (que prepara una com paración con el elemento si
guiente) emplea otra forma de tiempo-aspecto: el pasado general no especi
ficado -rea. Los diferentes elementos consecutivos están separados y/o liga
dos p o r el empleo de lexemas o sufijos índices (deícticos), como, p. ej., p ro
nom bres dem onstrativos {cai, “éste”; chai, “ése”22; shina, “así”; chashna, “así
m ism o”; shinapish, “así tam bién”, “entonces”; chaimanta, “de ahí”, “enton
ces”; etc.) y/o el m arcador del tópico -ca y/o el comentario asertativo (marca
dor del ‘rem a’) -mi, u otros sufijos. El cuento manifiesta, por todo eso, un
patrón bien elaborado de referencia textual interna.
Los seres hum anos de las com unidades relacionadas o con el Cerro Pulla o
con el Cerro de Ramos, se caracterizan, en su fase respectiva, como charij
(“él/los que tiene(n) [bienes m ateriales]”), huagrayujeuna (“poseedores de
ganado vacuno”), allpayujcuna (“poseedores de tierras”), o cullquiyuj (“po-
378 Peter Masson
a r e a c o m ú n
(silvestre y cultivada)
A C erro A c a ca n a
Fig. 1. Los cerros y lagunas del cuento “La pelea de los tres cerros por el curi chuchi", las
bases diferenciadas de la economía regional y el ciclo de fiestas eclesiásticas (ligado a cargos
religiosos indígenas) en la región Saraguro-San Lucas (provincia de Loja, Ecuador)
380 Peter Masson
mente ligado al agua; y este agua, como narra el elemento secuencial (8), p u e
de transform arse en lluvia o aguacero, con consecuencias ambivalentes, peli
grosas, pero tam bién favorables para la vida de los seres humanos. Represen
ta tam bién las riquezas de las tierras silvestres altas y montañosas, ya sea en
su superficie (plantas silvestres útiles que pueden ser cortadas y recogidas,
animales silvestres que pueden ser cazados), ya en sus entrañas (oro y otros
minerales útiles o valiosos).
N o queda muy en claro, en cuanto se refiere a las concepciones locales, la
relación entre cerros y lagunas, a pesar de que están, por lo menos según la
concepción representada por el cuento, estrecham ente asociadas. Parece que
un cerro que además es dueño de una laguna, tiene mayor riqueza y más p o
der en un sentido espiritual, sobrehum ano. La laguna podría haber consti
tuido en la imaginación de los antiguos de esta región, al igual que, tal vez,
una cueva, una “ventana” animada o entrada espiritual especial al interior del
cerro26. Pero esto queda en un nivel todavía especulativo.
Los “ram os” que los hom bres indígenas cortan en el área del Cerro de
Ramos (pero tam bién en otros cerros), para adornar las iglesias y para llevar
los en las procesiones en el Domingo de Ramos, la fiesta que precede la
Semana Santa, asocian ese cerro tam bién con este último y tan im portante
período festivo (que constituye uno de los tres complejos de fiesta más no ta
bles dentro del sistema de cargos religiosos indígenas de la región, en este
caso con cargos no-duales).
En las selvas montañosas del Acacana, del cercano Cerro Uritusinga y de
las alturas alrededor de ellos se corta una planta que es indispensable para
organizar el ciclo festivo que comienza con la Navidad y termina en el día de
Reyes (6 de enero). Se trata de las “barbas”, bromeliácea sin raíces, que
cuelga de los árboles en las selvas de neblina de las altas montañas, y que, en
esta parte del Ecuador, se llama “salvaje”27. Se necesita mayor cantidad del
“salvaje” para las máscaras de los ajas2S, uno de los varios tipos de danzantes,
que aparecen como comparsas, contratados por los organizadores indígenas,
en las fiestas navideñas, tanto en sus aspectos eclesiástico-religiosos como en
sus aspectos más “profanos” o tradicionales. Como ajas suelen disfrazarse al
gunos hom bres jóvenes indígenas que se ponen pantalones largos, blanquizos
o de color ‘caqui’, metidos en botas altas. Estos mismos se colocan el
“salvaje” como una espesa máscara que los cubre desde la cabeza hasta las
rodillas, fijando, además, encima de la cabeza un par de cuernos de venado.
Los ajas, que bailan para el Niño Jesús y para la Sagrada Familia, pero que
fuera del ámbito de la iglesia se com portan de manera “salvaje”, intentando
asustar a mujeres y niños, obviamente representan los espíritus del bosque,
en especial de las selvas de las altas montañas. P or el aspecto de la naturaleza
indóm ita, feroz y “caótica”, representada en varios de sus diferentes tipos de
danzantes, las fiestas navideñas parecen relacionarse, aunque de una manera
no tan clara, con el sector del Acacana. El período festivo de Navidad y
Reyes constituye el eslabón más diferenciado, más rico en facetas coloridas, y
382 Peter Masson
A A A
c u r i c h u c h i
abundancia y actividad escasez, pobreza y pe- escasez, pobreza y pe
productiva (entre los seres reza (entre los seres reza (entre los seres
humanos), agresión humanos), agresión po- humanos), agresión po
(potencial) reactiva tencial intencionada tencial intencionada
i
intervención humana accidental, no intencionada, pero molestosa
nL nL
robar el cu ri chuchi a otro cerro
i
robar el cu ri chuchi a otro cerro
Fig. 2. La rivalidad entre los tres cerros (huacas) en el cuento “La pelea de los tres cerros por
el curi chuchi ('pollito de oro’) ” y las actitudes, acciones y condiciones de vida humanas
384 Peter Masson
El cuento “Huaca raimimanta” [“La fiesta de las huacas”]32 trata del en
cuentro de dos músicos tradicionales indígenas (que tocan en fiestas del cam
po) con los cerros (aquí denom inados con el term ino huacas”), y del pago
extraordinario que reciben por haber tocado en una fiesta de estos seres
sobrehum anos. Vamos a referir su contenido, otra vez de manera extensa.
D e dos herm anos que son muy pobres, pero buenos músicos, uno toca el
violín34, el otro el tam bor (o “b o m b o ”)35. Como saben tocar de manera tan
excelente, siempre son contratados para las fiestas. Cuando una vez están
tocando muy bonito, son contratados por unos desconocidos para una
fiesta im portante que se va a realizar en otro lugar en una fecha próxima.
Salen entonces, en ese día, para tocar allí. En el camino, tienen que pasar
por una laguna en un cerro, y encuentran allí a un hom bre que está sen
tado en la orilla. A su pregunta por el destino de su camino36, le contestan
que van contratados para tocar en una fiesta. El hom bre en la orilla de la
laguna les pide que toquen para él también, porque en esta noche él y
otros tam bién estarán de fiesta. Los dos herm anos contestan que no p u e
den porque ya habían sido contratados con anticipación. Pero el hom bre
les exige tocar, antes, para él (ya que alcanzarían a llegar a la otra fiesta
todavía a la hora señalada). Los dos herm anos en fin dicen: Sí. Ahí el hom
bre (que es una huaca) patea con un pie la laguna. Se abre un camino entre
las aguas, y los dos hermanos pueden bajar hacia el interior de la laguna.
Allí, al fondo, hay un gran pueblo, como se cuenta.
En esta noche, todas las huacas (que están llegando una por una) se reúnen
en una casa allí al fondo de la laguna para una fastuosa fiesta. A una huaca
que llega preguntan de dónde es. Esa contesta: “Del Acacana soy”. Lleva
un som brero algo obtuso, bien amarillo37, y en una pequeña bolsa un p e
queño m ate38. Después llega otra huaca\ ésta es una bella mujer que lleva
un herm oso som brero blanco (de plata), un anacu [falda exterior de la m u
jer indígena] bien prensado, zarcillos en ambas orejas, una hermosa
huallca [collar de perlas de cristal en varios colores que lleva la mujer indí
gena39] y un bello tupu [aguja grande de plata, con una cabeza redonda y
labrada de form a “solar” y con una ‘piedra’ de cristal de color en su cen
tro40] que sostiene su lliglla1 (“rebozo”, manta). Le preguntan tam bién a
ella, quién es, y ella contesta: “Pulla”. En esta fiesta hay bastante bebida
alcohólica, pero en la comida falta la sal. En esa casa de la fiesta hay tam
bién lindos venados de las huacas, y también dantas42.
Term inada la fiesta, los dueños preguntan a los dos hermanos, cuánto les
deben por tocar (y cantar). Los dos músicos dicen que no pueden fijar el
precio, y que los dueños les paguen según su voluntad. Entonces les dan a
cada uno de los hermanos dos mazorcas de maíz, una mazorca blanca y
una m azorca amarilla. Después les dan permiso de irse, los hacen salir de
la laguna y los exhortan a no llevar las mazorcas, sino que las vengan a
386 Peter Masson
relatado con el pasado narrativo -shca, acompañado muchas veces por el ele
m ento reportativo nin (“dizque”, “como se cuenta”). Expresiones índices
(deíeticas), sobre todo los pronom bres demonstrativos y los sufijos ya m en
cionados en el análisis del prim er cuento, sirven para relacionar lo tem áti
camente m arcado con lo anteriorm ente introducido o mencionado.
Los espacios sociales (desde los humanos hasta los sagrados) consecutivos
de la narración son:
(1) la propia com unidad de los hermanos y/o los lugares de las fiestas,
(2) el cerro y la orilla de la laguna (no definidas) en el camino,
(3) el interior de la laguna y la casa de fiesta de los seres sobrehumanos,
(4) el camino a continuación y el lugar de la otra fiesta (no detallados) de
ida y de regreso,
(5) la casa de los seres sobrehum anos (en el regreso),
(6) (espacio al fin no mencionado:) la propia com unidad de los hermanos.
Se perfilan las siguientes fases temporales que se desarrollan de manera
linear:
(1) las condiciones de pobreza, pero tam bién la fama de excelentes m ú
sicos,
(2) el contrato con la condición de caminar lejos,
(3) la crisis de la decisión de trabajar para los seres extraordinarios, el cum
plim iento exitoso de esa tarea y la aceptación del pago ofrecido por las
huacas,
(4) el cum plim iento del contrato [introducido en (2)],
(5) (en el regreso:) la rem uneración— la entrada alas condiciones de
riqueza.
Los músicos protagonistas se mueven, de m anera consecutiva, por las si
guientes esferas explícitamente mencionadas:
Los focos, las cúspides de cualquier vida comunitaria son las fiestas. En las
fiestas, los hum anos celebran, en prim era instancia, a distintos seres numino-
sos, tal vez según otra concepción religiosa, pero también co-responsables
del bienestar humano. En segunda instancia celebran la vida social, com u
nitaria hum ana, y los dueños de la fiesta tratan de alcanzar, como personas,
un ‘status’ más respetado y prestigioso.
Los seres hum anos y sobrehum anos comparten los gustos de una fiesta: la
bebida— la “chicha de jora” de maíz, tam bién el “huajango” (bebida ferm en
tada en base al chahuarmishqui [= (jugo) dulce del agave], es decir el jugo
ferm entado del “penco de M éxico”, el agave de pulque); tal vez también
aguardiente de caña de azúcar—y, no en último término, el baile, la música,
el canto. A tuendo y traje de los seres sobrehum anos son los mismos que los
de los indígenas, sólo que m ucho más bellos. Allí se nota, otra vez, que hay
claras relaciones de identificación entre los cerros y “su gente”. Las fiestas
bien organizadas y la música bien ejecutada son, entonces, un denom inador
com ún entre hum anos y sobrehum anos, y son tal vez lo mejor que los hum a
nos puedan ofrecer a los sobrehumanos. La música humana, ejecutada para
las huacas, es uno de los mejores obsequios a éstas.
Existen, no obstante, algunos rasgos muy claros que diferencian la esfera
de las huacas del m undo humano: En la comida de la fiesta en la laguna no
hay sal. Falta entonces un elemento clave de la alimentación hum ana que da
sabor, con lo que se dem uestra el carácter silvestre, “salvaje” de la esfera de
los cerros. D e los animales silvestres, los venados se ubican en el terreno bos
coso, selvático de la m ontaña, y también las dantas, pero, además se asocian a
los arroyos y riachuelos (adonde suelen refugiarse, cuando se sienten perse
guidos, p. ej. durante una cacería). Los animales silvestres representan, tal
vez, a los animales casi “dom ésticos” de los cerros, pero al mismo tiempo de
m uestran que la esfera de cerros y lagunas es y sigue siendo un m undo sil
vestre, opuesto al m undo cultivado de los sembrados (chacra). Lo extraordi
nario del encuentro entre seres hum anos y sobrehumanos se muestra ya en la
forma como, por la actuación del hom bre.-huaca, los dos músicos pueden en
trar al pueblo dentro de la laguna43, al dividirse las aguas.
La última faceta de lo extraordinario consiste en el pago y sus condiciones.
Con todo eso se rem unera un trabajo ejecutado con una de las habilidades
más apreciadas tam bién en la esfera humana, la de ser un buen “m aestro” de
música bailada en las fiestas. El “m aestro de violín” representa la música de
fiesta tradicional indígena en la región Saraguro-San Lucas (hoy en día, co
mo ya hemos explicado más arriba, el violín está limitado al período festivo
de Navidad y Reyes, en todas las demás fiestas es, desde hace casi cinco déca
das, reem plazado por el acordeón o bandoneón); su acom pañante im pres
cindible es el ya m encionado “bom bero” (percusionista). El pago de los
músicos en el cuento consiste en dos mazorcas de las dos variedades de maíz
más apreciadas en la región: el maíz blanco y el maíz amarillo (yuraf4 sara,
Dos textos narrativos de tradición oral 389
quillu sara), como se puede observar en tantas casas campesinas; estos colo
res están a la par con los de los sombreros blanco o amarillo de varias huacas
y su transform ación en plata y oro, los metales más preciosos que se obtienen
de las entrañas de los cerros; esto muestra, por un lado, la alta valoración de
los músicos p o r parte de los cerros, manifestada en una verdadera rem unera
ción, y, p o r el otro lado el alto valor del alimento vegetal principal que esta
región produce, y que, como “m ote” (muti) [granos de maíz m aduro cocina
dos en agua] forma el “pan de cada d ía” de la población campesina.
El maíz es un producto agrario. El ciclo del maíz es el ciclo dom inante en
la agricultura. Se siembra el maíz sobre todo entre comienzos de septiem bre
y comienzos de noviembre, y se lo cosecha, principalmente, entre junio y
agosto. Así, las mazorcas de maíz relacionan el pago sobrehum ano de la
música (como actividad festiva) con la estructuración tem poral del año.
El tiem po se divide, en el ciclo anual, en fases de tiempo laboral y fases de
tiem po de fiesta. Los días de fiesta son, para los humanos, tam bién un tiem
po de los sobrehum anos por excelencia, y la rem uneración puede consistir,
dentro de la vida cotidiana y laboral del ciclo agropecuario, en buenas co
sechas y en el aum ento de los animales domésticos. Las fiestas relacionan,
además, los espacios de los hum anos y de los sobrehumanos, de manera sim
bólica y a la vez concreta.
N o ta s
el d ato según u n a grafía an terio rm e n te en uso, y segundo citar la m ism a form a según la orto g rafía
unificada.
22 L os h ab lan tes vernáculos dél q u ic h u a de S araguro em plean tam bién , en la co m u n icació n co tid ian a igual
q u e en narrac io n es, casi con m ás frecuencia q u e cai ochai chi.
, el p ro n o m b re d em o n strativ o
23 E n la versión p u b licad a del cu e n to se escribe— según la ortografía u n ificad a p ara el q u ich u a a n d in o del
charic, huacrayuccuna, allpayuccuna cullquiyuc, huacchacuna.
E c u ad o r: ,
24 D esd e hace poco, la P anam ericana tom a, al su r de la Lom a d e O ro , p o r u n tra m o nuevo, o tro cam ino
q u e ya n o p asa p o r San Lucas.
25 E l F ierro U rcu se eleva a u n a altu ra d e aprox. 3790 m (s.n.m .).
26 E n la analogía m etafórica-sim bólica en tre cerros y organism os h um an o s, d escritos p o r Bastien (1978a, b)
en el ejem plo d e varias concepciones callahuayas de Bolivia, dos lagunas ap arecen com o el ojo izq u ierd o
y d e re c h o de un cerro sagrado.
27 Su n o m b re b o tá n ico es Tillandsia usneoides. E n el inglés lleva el n o m b re d e “S panish m o ss”.
28 E n el qu ic h u a, el v erb oajana significa “in su lta r”.
29 V éase abajo el análisis del seg u n d o cuento.
30 N o o b stan te ese papel cen tral religioso de S araguro, la zona sur d e la ex ten sa p arro q u ia (civil y eclesiás
tica) de San L ucas y la p arro q u ia rural (civil, con p o blación indígena) d e Jim b illa al su reste d e la d e San
Lucas se o rie n tan , en m aterias eclesiásticas, hacia la capital d e provincia, Loja.
31 N o p o d em o s d etallar aq u í el sistem a m uy com plejo de fiestas y cargos indígenas d e la región S a ra g u ro -
S an Lucas. V éanse las respectivas publicaciones de B elote & Belote, K n u f & Schm itz (tam b ién co n va
rios dato s del au to r), T u a l y M endizábal, arrib a indicadas.
32 E ste cuento, n arrad o p o r Jo sé L orenzo Saca (Pichig, San Lucas) y reco p ilad o p o r M anuel Sarango, fue
p u b lic a d o e n q u ic h u a y en u n a versión libre castellana en M oya et al. 1993:178-85.
33 Huaca (en el q u ec h u a cuzqueño-boliviano waq’a), com o ya es sabido, p u ed e d esig n ar a cu a lq u ier ser
n u m in o so , p e ro en tiem pos pre-hispánicos y de la C olonia te m p ran a co n frecu en cia a los cerro s divinos,
com o se n o ta en el m a nuscrito d e H u a ro c h irí (Taylor [ed.] 1987).
34 L o hace “c a n ta r” (taquina), com o dice la versión quichua.
35 La version q u ic h u a habla d e u n huancar (un tip o de ta m b o r andino), p e ro en esta región se to ca u n ta m
b o r d e tra d ic ió n ibérica, el “b o m b o ”.
36 La p re g u n ta de ‘a d o n d e va u n o ’ es u n elem ento norm al y típico en la fo rm a d e saludarse, cu a n d o d o s o
m ás p erso n as se en c u en tran en el cam ino, lejos d e una p o blación rural.
37 La versión castellana in terp reta el color am arillo, obviam ente con razón, com o ín d ice d e su m ateria: oro.
M oya in te rp re ta a ese ser s o b reh u m a n o com o una huaca m asculina, lo q u e tam b ién p arece b ie n p la u
sible.
38 C o m o ya indica M oya, la función y el significado de este m ate q u ed a n p o co claros.
39 H ay collares d e perlas más p eq u e ñ o s p ara los días de la sem ana, p ero en los dom ingos y los días d e fiesta
las m ujeres indígenas se p o n en u n a huallca especialm ente grande, herm o sa y preciosa. La elab o ració n d e
esos collares (de perlas d e cristal industrial im portadas, antes en “hilo ch illo ”, ah o ra en “h ilo n y lo n ”) es
u na artesanía local d e m uchas m ujeres indígenas.
40 El tupu sirve p a ra sujetar la m anta d e la m ujer indígena; se rem o n ta a los tiem pos p reh isp án ico s. E n la
m o n u m en ta l o b ra de G u arn an P om a (de principios del siglo X V II) se p u ed e n ver, en varios d e sus
d ibujos, “tu p u s ” algo parecidos a los del traje indígena en la región S arag u ro -S an L ucas (cf. G u arn an
P o m a d e A yala 1980).
41 E n la o rto g rafía unificada d el Q u ic h u a andino del E c u a d o r se escribe ah o ra ‘jliclla’’.
42 E n el q u ic h u a la d a n ta o ta p ir se llam a anta sacha huagra
o (en la orto g rafía unificada:sacha huacra)
[ “vaca del m o n te ”].
43 El te m a d e los p ueblos sum ergidos en lagunas, q u e se en c u en tra en num ero sas n arracio n es orales d e los
A ndes, ha sido e stu d iad o p o r M o ro te Best (en M o ro te Best 1988).
44 E n la versión p u b licad a del cu e n to se escribe— según la ortografía unificada: yurac.
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LA INSTAURACIÓN DEL ORDEN:
LAS COPLAS DE CARNAVAL Y SU AMBIENTE SOCIAL
Edita V. Vokral
ser una canela, puede ser un vino con trago. Comienza la farra ahí uno mojando, pol-
veado, se baila, se canta (mujer, 60 años, pueblo de Punín, cabecera parroquial).
El carnaval tradicional chimboracense— tal como lo podem os recuperar a
través de testimonios— tenía varios niveles de festejo: en la familia, la com uni
dad, entre com unidades y en la relación de las comunidades con la hacienda
o el pueblo de blancos. El carnaval era un espacio tem poral donde se ordena
ban y confirm aban las relaciones sociales existentes y se podían entablar nue
vas relaciones.
La relación entre com unidades y haciendas así como entre com unidades y
los pueblos son las que sufrieron más cambios. Con las reformas agrarias, los
proyectos de m odernización y la migración creciente’ se habían reducido los
lazos entre indígenas y las haciendas o respectivamente los pueblos de “blan
cos”. P or otro lado aum entaron las relaciones con el m undo exterior de la
costa y ciudades como Q uito y Guayaquil.
A nteriorm ente una parte del festejo consistía en que el grupo de los carna-
valeros iba donde el patrón de la hacienda y le llevaban huevos, maíz, galli
nas, conejos, cuyes, etc. Este obsequio se llamaba camari (o camaricu). El h a
cendado lo retribuía con comida y especialmente bebida. El camari era usual
entre el martes y el miércoles de carnaval y era una obligación de los indí
genas. Si iban el jueves, el patrón ya no quería recibirlos diciendo que eran
unos incum plidos y “que no había respeto”. Si los indígenas no iban, enton
ces el mismo patrón iba, sacaba los animales o cobraba tres a cuatro días de
trabajo como multa. D urante el camino con el camari, se cantaban coplas de
carnaval en las cuales se decía que p o r el carnaval se iba a visitar al amuniño.
Al regreso los que habían ido al camari volvían en estado de alta embriaguez
y seguían cantando, aunque no siempre coplas, sino más bien canciones tris
tes sobre la suerte de ser indígena y pobre.3 En esta visita el patrón de la ha
cienda era el representante de un poder sobrenatural4, con el cual se esta
blecían lazos de reciprocidad asimétrica5. Los indígenas estuvieron a su m er
ced al igual que a merced de los dioses. Mecanismos similares regían la visita
al pueblo6.
En general ya no es usual festejar el carnaval en el pueblo o ir a una ha
cienda, ahora son festejos eminentem ente comunales, familiares e individua
les, éstos últimos a nivel de priostazgd. Los mayores cambios se dieron al p a
recer en los últimos años. M ientras que en muchas comunidades, entre las
cuales M olobog (parr. Licto, cantón Riobamba) puede ser un ejemplo, el car
naval ha decaído a un nivel familiar; en otras como en algunas comunidades
de la parte baja del área de Punín retom aron los cabildos en los últimos tres
años el festejo comunal del carnaval8.
El decaim iento de las fiestas se atribuye en algunas com unidades como
p.ej. en San Isidro (parr. Punín, cantón Riobamba) a la influencia de la Igle
sia Católica que había prohibido los festejos9. Así, hasta ahora los priostes no
convocan en presencia del párroco a los juegos de gallos. E n otras como p.ej.
M olobog (parr. Licto, cantón Riobamba) se cree que se debe a la desinte
Las coplas de carnaval y su ambiente social 399
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fP u w
♦ P al lotongo
epicentros mercantiles
metrópoli regional
persona que debe ir adelante con una bandera roja o con la bandera del
Ecuador (Figura 2). A veces los acompaña tam bién un conjunto de danzas.
En realidad la composición del grupo de disfrazados es flexible y depende
del pod er de convocatoria del prioste y de su deseo de innovación.
cwwuvro
K#j¡
comuneros que asisten a los juegos de gallos comunales, sino solamente las
bebidas. Los organizadores del festejo comunal invitan hoy en día al grupo a
sus casas y allá sirven a todos los acompañantes comida y bebida, según las
posibilidades económicas de cada huésped17.
Los acom pañantes en la invitación a los juegos son en su mayoría hombres,
porque las mujeres tienen que quedarse a cargo de los animales y las chacras,
así como tam bién preparar la comida. Si una mujer acompaña al grupo d u
rante todo el tiempo, es debido a que un hijo suyo o el esposo es integrante
del grupo y está a cargo de una prenda como p.ej. la bandera que se podría
perder al caerse él por estar embriagado. Las mujeres no solamente tem en el
reclamo del dueño de la prenda y el gasto al reembolsarla, sino tam bién que
sus esposos beban tanto licor que se queden tum bados en cualquier lado sin
que les socorra ninguno de los acompañantes. Esta parte del carnaval es con
siderada por las mujeres como “la más trabajosa”. Las mujeres que acom
pañan son generalmente mayores, porque ellas pueden encargar la casa a la
nuera o a una hija. Ellas beben también, pero en m enor grado que los hom
bres, justam ente para poder cuidar a los hombres. N o se considera adecuado
que una m ujer soltera acompañe al grupo. Además acompañan los niños por
la alegría y la abundante comida que reciben. A los juegos posteriores que se
realizan al atardecer acuden las demás personas.
Las m odalidades de un priostazgo y las festividades del cabildo son muy
parecidas existiendo una diferencia en la motivación.
El motivo de un prioste es norm alm ente el temor al santo patrón de la
com unidad, la invocación de éxitos futuros o un voto personal. P or esta ra
zón el prioste ofrece siempre una “misa de gallos”, lo cual no hace necesaria
m ente el cabildo. Los carnavaleros que apoyan a un prioste lo hacen o por
compromiso con él, por un voto personal (especialmente el caso de las
huarmitucushcas) o también por tem or al santo patrón. E n el caso de la
com unidad San Isidro, se dice de su patrón San Isidro que es muy “mila
groso” y castiga con pérdidas en la cosecha o en el ganado “a los que no qui
sieron servirle”. Norm alm ente los festejos de un prioste individual tienen m a
yor pom pa que los festejos del cabildo. Pero la intención final es en ambos
casos la misma: la unión de individuos en grupos y el establecimiento de rela
ciones sociales.
El nivel familiar del carnaval es el más im portante y el más persistente. P a
ra esta ocasión regresan los migrantes de la costa y de las ciudades. Para
m uchas mujeres es la única oportunidad en el año de ver a sus esposos o hijos
y a veces estos encuentros anuales dan como resultado un embarazo. A las
chicas jóvenes se les mofa que viene el novio, que trabaja en la costa, a visitar
las. Se come, se bebe, se baila, se cantan las coplas de carnaval o se las toca
en un cassette. Se visitan parientes, compadres, vecinos, amigos y conocidos.
Es la época del año en la que se puede ir de visita a cualquier casa y se puede
estar seguro de ser bienvenido. Los solteros visitan con preferencia las casas
402 Edita V. Vokral
donde hay solteras. Muchas veces “ya tienen vista una chica y allá se van de
visita”.
Se bebe hasta tarde en la noche y después se duerm e hasta media mañana
o más. Como lo expresó un com unero
Después de la chicha viene el aguardiente, después uno se chuma y va a dorm ir (hom
bre, ca. 40 años, com. Huabug, parr. San Juan).
Así, en la época de carnaval especialmente las comunidades de altura— que
son más tradicionales— abandonadas se ven en las mañanas. Es entonces
tam bién un lapso del año en el que se reduce el control habitual sobre el
com portam iento de las jóvenes.
Carnaval se considera en cierta forma como una época más ligada a la tra
dición. Así en la región de San Juan respondieron a mi pregunta por la “fiesta
de carnaval” en el sentido de que no es una fiesta sino una tradición de los
antepasados. Tam bién en la región de Punín se enfatizó que el carnaval es
una tradición desde antes de Jesucristo, que ya había con los Incas, pero que
la gente le preguntó
(...) a Jesucristo si pueden hacer o no y él contestó que si quieren que hagan no más,
porque es carnal. Es diversión del mundo. Miércoles de ceniza se da el cambio para
que vivan como gente mismo. Ha dado un cambio que ya dejen esta costumbre y que
sean cristianos mismo (hombre, ca. 40 años, com. Nauteg, parr. Punín).
Con este testim onio se esclarece que durante el carnaval se instaura el orden
social. Este orden tiene también una secuencia tem poral que abarcaba ante
riorm ente tam bién las haciendas y los pueblos de blancos (ver tam bién Lentz
1986:196s.).
A unque las fechas del festejo difieren de com unidad en comunidad, el car
naval se puede comenzar a partir del sábado de carnaval, lo cual tiene una ra
zón económica: el sábado es uno de los días de feria en Riobamba, que coin
cide con el m ercado de animales. Allá la gente antes vendía animales y re
gresaba con las compras, como maíz seco para mote y el aguardiente, para
celebrar el carnaval. H oy en día se venden animales solamente cuando no hay
otra fuente de ingreso, como p.ej. la migración o empleo, para poder hacer
las compras. Antes se guardaban tam bién animales como borregos o chan
chos para degollarlos para los festejos, lo cual hoy en día ya no es usual a ex
cepción de que se festeje al mismo tiempo un matrimonio.
En M olobog (parr. Licto, cantón Riobamba), en los festejos tradicionales
los aficionados iban el sábado fuera de la com unidad al encuentro con San
Carlos y Mama María. Al regreso cantaban que ya están trayendo a D on C ar
naval. En M olobog se cree que San Carlos “trae las agüitas” y si en estos días
no llueve, entonces se le hace una misa pidiéndole que San Pedro abra las
llaves del agua. En San Isidro (parr. Punín, cantón Riobamba) el tan cantado
“D on Carnaval” se identifica con San Isidro, que es el santo patrón de la
com unidad y responsable de los éxitos especialmente en la agricultura. G ene
ralizando se puede decir que D on Carnaval representa a un santo comunal
que es responsable de las cosechas abundantes. O sea que es un personaje lo
Las coplas de carnaval y su ambiente social 403
amor 42 18: 11 7 60
amor-insulto 16 16
insulto 75 4: 2 2 79
carnaval 21 66: 36 30 87
nos, en cuyo contexto se pueden entender los festejos de los priostazgos y las
ofrendas de los camari.
E n el m undo indígena la época de carnaval está considerada como adecua
da para el enam oram iento y el matrimonio. Uno de los informantes de Molo-
bog había proporcionado coplas en les que ponía m ucho énfasis en el hecho
de ser soltero, pobre y abandonado. En un sueño suyo de la época se repite
esta tem ática junto con su deseo de pasar el carnaval con una mujer y casarse,
aunque sea rechazado p o r los padres de la mujer p or ser pobre e indígena2*.
La base de la sociedad andina es la familia. La unidad entre hom bre y m u
jer se dem uestra a través del intercam bio de alimentos (coplas 207, 208, 220).
El hom bre da los alimentos crudos y la mujer los prepara en mote y máchica,
que son el sustento tradicional en la región. El hom bre canta que tiene todos
los granos como trigo y maíz y que va a com er bien todo el tiempo, lo cual es
una prom esa a la mujer, que él cuidará por su familia. E n las coplas se enfa
tiza que solamente una vez al año viene el carnaval y que allá se encontrará
toda la familia (coplas 199, 205, 210, 214) y se canta tam bién a la huambra
que está esperando (copla 59) y que al hom bre le dará un hogar (copla 55).
E n general en los Andes se cree que ninguna persona puede estar sola en este
m undo y que la felicidad surge solamente de la unidad de la pareja y la fami
lia. Los hijos son la expresión de un hogar feliz. La extensión de estas rela
ciones sociales que supuestam ente aportan la felicidad se logra a través del
matrim onio. P or lo cual la época dónde se establecen y viven estas relaciones
se considera como una época feliz y alegre. Es tal vez la única época del año
en la que se pueden expresar emociones en forma libre. Se canta la necesidad
de cariño, la posibilidad perdida de estar con los padres (copla 232), la inse
guridad de lo que traerá el año venidero (copla 238), la tristeza de tener que
abandonar otra vez la familia (copla 235).
El cariño y la seguridad se recibe a través de las relaciones de parentesco y
el m atrim onio, el cual se establece con el intercam bio de comida y bebida así
como por las relaciones sexuales. La función del trago y del convite es como
en todas las fiestas andinas la de dem ostrar unión, cohesión y cariño hacia el
otro. Así, el encontrar al hom bre o a la mujer deseado con mote, chicha y tra
go, conform e se canta, no expresa solamente el cariño sentido, sino que da
tam bién la pauta social de cómo se debe desarrollar el encuentro entre los
géneros. Se m atan anim ales (copla 226) solamente en fiestas espectaculares
como el carnaval o el m atrimonio. Todos los festejos de carnaval tienen como
com ponente prim ordial la reciprocidad. Se festeja al santo patrón para que
dé las aguas y cosechas abundantes, se festeja al patrón de la hacienda p o r
que él representa a la autoridad perenne, se festeja con los “blancos” de los
pueblos porque ellos son los fundadores de reliquias im portantes del culto,
se festeja dentro de la com unidad y con el juego de gallos se establecen ciclos
de intercam bio recíproco a largo plazo, se festejan los antepasados cantando
sobre la unión familiar y finalmente se canta tam bién a la unión de la mujer y
el hom bre. D urante las invitaciones no se establece solamente la obligación y
408 Edita V. Vokral
el derecho de obtener ayuda m utua, sino también las jerarquías que la van a
regir.
Fig. 3. Festejo comuna/ en San Isidro, miércoles de ceniza ( I s.2.1991). Mujeres que visten a
la huarmitucushca
D urante todos los festejos el rol de la m ujer casada es principal, porque
ella prepara la comida, cuida al m arido, arregla los disfraces (Figura 3 ) y ofre
ce junto con su esposo la comida y las bebidas, La dádiva de los animales p a
ra los ]uegos incum be tam bién su área de influencia, porque ella cría y decide
sobre los animales m enores’'. El hom bre es el responsable de la alegría de los
ciernas. Así la mujer es la que crea las relaciones sociales y el hom bre el que
tiene que conquistarla para encontrarse inmerso en la red social. En esta
“conquista” entre los jóvenes no debem os olvidarnos del orden social ya esta
blecido por los mayores. Com o el m atrim onio es la vía más eficaz para unir
dos grupos de parentesco, los mayores no desean dejar la elección a la libre
voluntad y los deseos emocionales de los jóvenes, sino que quieren conver
tirlo en un recurso, que se utiliza de forma pragmática para construir las
redes de cooperación. E ntre los mayores se dice siempre que el m atrim onio
depende del destino y que no hay que enam orarse de una persona, sino pen
sar que cuando la pareja se case vayan a vivir bien. La futura suegra tiene
m ucha influencia sobre la elección de la futura nuera. Se observan factores
como los siguientes: si la chica es “cariñosa”, saluda, “invita cualquier co
sita”, y es trabajadora; que sepa juntar cualquier bien de valor, que sea sana y
que tenga terrenos, cuya ubicación sea ventajosa para las estrategias de p ro
ducción. Los padres del joven se apresurarán para lograr un acuerdo antes de
que se les anticipe otro pretendiente.
Las coplas de carnaval y su ambiente social 409
N o ta s
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del sim posio sus com entarios a la ponencia. A N atalia E spinosa d e E c h ev erría y O rla n d o E c h ev erría les
agradezco la lectu ra d e la versión final.
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p a tro n a , a la cual se la p o d ía v e n e ra r con besos en las m anos. El sacristán d el p u eb lo h asta se ab alan zó
s o b re m í y m e q u ería n o solam ente b esar sino ta m b ié n lam er. E n to d as las casas visitadas se m e e n tre
g aro n fu en tes d e com ida ex igiéndom e q u e com a to d o sin c o m p artir co n los n u m e ro so s niñ o s, q u e m e
ro d eab a n . E n u n caso el am a d e casa, d e ed a d , m e q u ería e n treg ar u n a fu en te b a s ta n te g ra n d e co nmote y
salsa d e p escad o . C o m o en ese m o m en to todavía n o e n te n d í q u e ella m e lo en treg ó p ara q u e yo rep arta,
yo le e x p licab a d esesp erad a m en te q u e n o p o d ía co m er ta n to . U n a d e las a u to rid ad es vin o d e in m ed ia to
co rrie n d o p a ra to m ar la fu en te y em p ezar a re p a rtir m ientras q u e a m í se m e trajo u n p la to p re p a ra d o
esp ecialm en te p ara mí. E n to d o s los casos in terv en ían siem pre los h o m b re s jóvenes p ara “p ro te g e rm e ”
de los “d eslices” d e los m ayores, q u e m e h ab lab an o ca n tab an en q u ic h u a, q u erién d o m e d a r en to d o
m o m en to de to m ar y d e com er, sacán d o m e a b ailar o q u erién d o m e llevar a n o sé d ó n d e, a tal p u n to q u e
m e sentía com o u n a m u ñ eca d e tra p o . U n año más ta rd e antes d e los festejos d e carnaval d e 1992
escu ch é en la co m u n id ad q u e “p o r m i a y u d a ” h u b o festejos ta n solem nes el añ o 1991 y se m e p re g u n tó si
ib a a “ap o y a r” esta vez tam bién. T e n g o q u e ad m itir q u e n o asistí a los festejos n o so lam en te p o r el
peligro d e contagio del cólera, sino p o rq u e h ab ía salido angustiad a p o r alg u n o s d e los actos alre d e d o r
d el festejo de carnaval. A las situaciones descritas com párese tam b ién L en tz (1986) resp ecto a la in m er
sión d e los h ac en d ad o s (patrones) en los festejos indígenas.
5 E ste esta b lecim ie n to d e relaciones d e recip ro cid a d tiene las m ism as estru c tu ras q u e los p rin c ip io s d e la
recip ro cid a d asim étrica en el e sta d o Inca. E l In ca d ab a u n festejo y co n esto o b te n ía p ro d u c to s y el acce
so a m a n o de o b ra (ver R ostw orow ski 1988).
6 L en tz (1986) d escrib e de form a m uy ac ertad a las estru c tu ras y sus cam bios en la co m u n id ad d e
S ham anga (C ajabam ba, prov. d e C him borazo). E n M olobog (parr. L icto) se dice, q u e h o y en día los q u e
camari
q u ie ren h a c e r el , van a la h acien d a, p e ro q u e ya n o es obligación. E n realid ad h ab ría q u e e stu d ia r
d e fo rm a m ás d e te n id a q u é estra to s d e la co m u n id ad p articip an tod av ía en el carnaval y en q u é form a.
7 H o y en d ía n o rm a lm e n te el dom ingo de carnaval (p u eb lo d e P u n ín ) o lu n es d e carnaval (p u eb lo d e
L icto) van todavía g ru p o s al p u eb lo q u e rep resen tan a las co m u n id ad es y p resen tan en los festejos bailes
típicos. E sto tiene q u e ver, de p a rte del p u eb lo , m ás co n folklorism o y de p a rte d e las c o m u n id ad es, có n
el deseo d e recib ir u n p rem io com o ganadores del concurso. E n el caso del p u eb lo d e P u n ín el colegio
C o n d o ra z o organiza cada añ o u n co n c u rso folklórico en tre las distin tas c o m u n id ad es y o to rg a p rem io s a
los gan ad o res, q u e son en treg ad o s p o r los “b la n c o s” distin g u id o s d e P u n ín . M u ch o s d e ellos ya n o h a b i
tan en el p u e b lo sino q u e vienen d e R iobam ba o d e Q u ito p ara p asar el carnaval en el C h im b o razo . E n
esta o p o rtu n id a d se p u e d e n o b serv ar las diferencias en tre las co m u n id ad es bajas (con riego) y las altas
del área d e P u n ín . Las c o m u n id ad es bajas d o n d e se in tro d u jo el riego y q u e tien en in ten sas relaciones
con el m e rcad o d e R iobam ba a través de su p ro d u c c ió n d e hortalizas, tien en clubes fo lklóricos d o n d e
p articip an en su m ayoría jóvenes solteros, q u e p resen tan danzas estu d iad as, alq u ilan trajes fo lklóricos y
vienen aco m p añ ad o s de b an d a s eléctricas de m úsica. E stos g rup o s o b tie n e n en su m ayoría los p rem io s,
m ien tra s q u e o tro s g rupos d e c o m u n id ad es d e altu ra q u e p resen tan bailes más trad icio n ales n o son
to m ad o s m uy en cuenta. Los g ru p o s establecidos ven su p articip ació n ta m b ié n com o u n a m a n era de d e
jarse c o n o c er y ser co n tratad o s e n otras o p o rtu n id a d e s, com o p.ej. en la ca m p añ a electo ral d e 1992. H ay
q u e te n e r en cu e n ta q u e ellos invierten m ontos considerables, así p.ej. el g an a d o r del co n c u rso d e 1991,
el g ru p o de za m arru d o s de S an Isid ro , pagó S/. 90 000.- so lam en te p o r los disfraces. A fines d e feb rero
d e 1991 la cotización del US $ era 980.- S ucres p o r un dólar. L a rem u n eració n leg alm en te d efin id a p o r
em p leo a tiem p o co m p leto en q uehaceres dom ésticos ascendía en ese en to n ces a S /. 37.000.-, co n los
beneficios legales se llegaba a S /. 44.500.- m ás el pago del seguro. Las n o rm as legales g en e ra lm e n te no
son acatadas. E n esa ép o c a se c o n sid e rab a u n su eld o ac ep tab le p ara u n a em p lead a d o m éstica S/. 20.000.-
sin o tro s beneficios le galm ente prescritos.
8 E n el festejo d e carnaval o rganizado p o r el cabildo de San Isid ro en 1991 se recogió u n a cu o ta d e S/.
1,000.- d e cada co m u n ero p ara la co m p ra d e ag u a rd ien te y la p rep ara ció n de chicha. A d em ás se reco g ie
ron d u ra n te las invitaciones p ara los juegos gallinas, cuyes y conejos p ara los juegos co m u n ales y b ald es
d e ch ich a p a ra rep artir. E n los dos días de recolección (p arte baja y p a rte alta) y d e juegos se ju n taro n 30
gallinas, 5 conejos y 30 cuyes. C u a n d o se ha g anado en el juego u n anim al, el g a n a d o r tien e q u e e n treg ar
Las coplas de carnaval y su ambiente social 413
al o tro añ o el m ism o tip o de anim al com o el q u e había ganado. L entz (1986:200) n o en c o n tró este e sta
b lecim ien to d e recip ro cid a d a largo plazo y en C ajabam ba los ganado res n o in c u rrían en n in g ú n tip o de
obligación.
9 E sta “p ro h ib ic ió n ” contiene ta m b ié n rasgos m ágicos en los relatos de los m ayores. E n el relato d e u n m a
yor d e S an Isid ro (75 años) n o q u ed a claro, p o r q u é se había p ro h ib id o . E l se refería a la c o stu m b re de
las huarmitucushcas y a las bebidas. E l conflicto se llevó a cabo en tre el reg id o r y los p ad res d e la m isión
R edentorista, q u e se efectuaba en el C h im borazo hasta 1970, cu a n d o M o n se ñ o r P ro a ñ o ya n o la acep tó
p o r su posición conservadora. Se cu en ta q u e el p ad re, al final d e todas las d isp u ta s q u e lleg aro n casi a las
m anos, “le echó u n a b en d ició n al finado re g id o r” y éste m urió dos o tres años después. L a m u e rte se
in te rp re tó com o u n signo del p o d e r del p árro co . Burgos (1970) alude a la lu c h a d e la iglesia cató lica c o n
tra el d e rro c h e d e las fiestas, en c o n tra de los sectores m estizos d e los p u eb lo s d eb id o a sus in tereses
económ icos.
10 R eferente al rol y la función d e las huarmitucushcas y su pareja, q u e lleva a veces u n d isfraz d e sarg en to ,
ver V okral 1992.
11 L lam ado a veces urcurunito\ q., “h o m b re cito del c e rro ”, ver C h íu 1985.
12 C o m o in stru m en to s son necesarios guitarras, b om bos, tam bores, quenas (flautas d e m ad era), ro n d ad o res
(flautas d e P an ), rondines (acordeón d e boca), a veces u n a b o cin a o u n ac o rd eó n . C o m o in stru m en to s d e
p ercu sió n se utilizan ta m b ié n baldes, latas viejas y a veces m andíb u las d e b u rro . L a elecció n d e los
in stru m en to s d e p e n d e rá en p a rte ta m b ié n d e la integración d e la co m u n id ad al m ercad o . Así, e n co m u n i
d ades cercanas al m ercado, los ro n d ad o res so n reem plazados p o r ron d in es. L os ro n d ad o res u tilizados en
el carnaval so n gen e ra lm e n te d e u n a estru c tu ra d e o ch o carrizos (M arco C h íu , co m u n icació n p erso n al,
1992). L a quena se co n sid era un in stru m en to festivo y es d e m e n o r uso q u e los ro n d ad o res (M arco C h íu ,
co m u n icac ió n p ersonal, 1992).
13 M arco C h íu , co m u n icació n personal, 1992.
14 E n el caso d el festejo com unal el prioste era antes el reg id o r aco m p añ ad o p o r los alguaciles y h o y en día
el prioste es el p resid e n te del cab ild o y es aco m p añ ad o p o r las dem ás a u to rid ad es (vicepresidente,
secretario , te so re ro y vocales).
Al prioste— d e n o m in ad o ta m b ié n rey— se le reconoce en las co m u n id ad es bajas p o r su ro p a b lan ca
q u e está ad o rn a d a co n dos b andas rojas cruzadas y ad o rn ad as con espejos y u n so m b rero d e p u n ta s a la
u sanza del s. X V III. E l prioste lleva ( “am arca”) norm a lm e n te un gallo g ran d e, b la n co y m o n ta u n
caballo. E n las co m u n id ad es de altura el prioste está vestido com o u n reg id o r, o sea lleva el p o n c h o rojo
q u e es signo d e au to rid ad y en la m a n o u n a vara a d o rn ad a con plata, y en d o d elan te del g ru p o a pie. A
veces se reconoce ta m b ié n a u n prioste p o rq u e lleva en la espald a u n chucún m u e rto con los ojos
ab iertos, p ero n o rm a lm e n te es o tro personaje del g ru p o , q u e adem ás del chucún p u ed e te n e r el ro stro
p in ta d o con tizn e negro.
E l ch u c ú ri es u n a p a rte del disfraz q u e en tab la ta m b ié n lazos en tre el m u n d o m estizo y el m u n d o in
dígena. L os indígenas n o poseen estos anim ales q u e son em balsam ados. N o rm alm en te los p o see u n a fa
m ilia m estiza del pu eb lo , a la cual se la d enom ina fundador. P a ra los disfraces h ay q u e p e d ir p re sta d o el
chucúri p ag a n d o con p ro d u c to s o con dinero. La sum a p ed id a d ep e n d e d e las relaciones ya ex isten tes e n
tre el fundador y el prioste.
N o se p u d o en c o n tra r u n a clasificación ex acta del chucún. El chucún es u n anim al n o c tu rn o p arec id o
a la m a rta eu ro p ea (L utreola lutreola) q u e en tra con p red ilecc ió n a las casas p ara m a tar a los cuyes
ch u p á n d o les la sangre p o r una m o rd e d u ra d el cuello (C isneros, P atricio , co m u n icació n p erso n al, 1992).
El chucúri p u e d e acab ar en u n a no ch e con to d o s los anim ales q u e p o see u n a fam ilia cam p esin a. E sto
afecta d ire ctam en te a la m ujer a q uien p erten ece n los cuyes.
15 E n u n caso observ ad o d e la invitación del cab ild o de C orazón de Jesú s al cab ild o d e San Isid ro , este
h ec h o dejó su rg ir en tre los com uneros de S an Isidro la o p in ió n de q u e San Isid ro es p o d ero so , p o rq u e
recib e las invitaciones d e com unidades vecinas, q u e le vienen a “ro g a r”. E sto alu d e ta m b ié n al h e c h o de
q u e d u ra n te el carnaval se establecen jerarquías sociales.
16 L a com ida p o d ía ser u n plato d e mote, un arroz de so p a con ca rn e d e b o rreg o , u n a so p a d e h arin a, u na
co lada d e fréjol, u n a colada d e m aíz o arroz m ezclado con papa. Estas com idas se sirven h asta h o y en
c o m u n id ad es m ás alejadas del m ercado. E n el p u eb lo de C h am b o era tra d icio n al mote co n ch ich arro n es,
p ara lo cual se g u a rd a b a u n p u erco , q u e se m a tab a con ocasión del carnaval.
17 E n San Isid ro (parr. P u n ín , ca n tó n R iobam ba) se sirvieron en las casas d e los in teg ran tes d el cab ild o
1991 las siguientes com idas: caldo d e gallina, papas con cuy, papas o mote con salsa d e b acalao seco,
mote , p apas con salsa d e m aní, arro z con ensalada, fideos en refrito d e ach io te con p escad o frito , arroz
con p ap a s y salsa d e b acalao seco. El p la to q u e p red o m in ab a allá so n las p ap as co n salsa d e b acalao seco.
N o hay q u e olvidarse que esta co m u n id ad está b asta n te inm ersa en relaciones d e m e rcad o , lo cual influye
el tip o d e com ida, p.ej. la integración del b acalao seco en los platos servidos. E n realid ad el b acalao seco
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LAS COPLAS DE CARNAVAL EN
LOS C A N T O N ES DE CHAMBO Y RIOBAMBA
O riginalm ente se cantaba “de mi vejuco”, pero por una situación circuns
tancial se cambió por “del gallo A ntuco” refiriéndose a un señor, que en el
pueblo de Cham bo era conocido como “bandido” o picaro y se llamaba
Antonio. Ya este ejemplo m uestra que el carnaval es por un lado una o p ortu
nidad para burlarse, pero por otro de aconsejar y de proporcionar inform a
ción sobre la vida del pueblo casi en forma de chisme4 dando además con
esto una señal indirecta y maliciosa de que un com portam iento socialmente
no aceptado es conocido en el poblado. Un ejemplo de este hecho es el que
sigue:
El día que tu te vayas
Iraste por donde el Peralta
Y preguntando verás
Que a ninguno haces falta (copla 148)
E n el área mestiza predom inan las coplas de amor y de insulto. Esto se
debe tam bién a la modalidad del canto en el pueblo mestizo. G eneralm ente
grupos de hom bres y mujeres jóvenes cantan compitiendo unos con otros y
cada grupo busca ser más rápido y más vivo que el otro. Es entonces com
prensible que las coplas giren alrededor de una temática que es considerada
tabú entre los dos géneros y que lleva también a tensiones entre ellos. En el
área indígena las coplas son cantadas preferentem ente por grupos de hom
bres carnavaleros que piden comida y bebida. Encontram os más frecuente
mente el reflejo de las preocupaciones de la vida diaria en las coplas recolec
tadas entre indígenas. N o hay que olvidar que en el m undo indígena las rela
ciones entre los géneros son “de más respeto” y timidez inicial que en el
m undo mestizo. No existe una noción de un amor romántico y lo más im por
tante entre ellos es el establecimiento de las relaciones sociales que son indis
pensables para m antener las redes de cooperación (Vokral 1996: en este mis
mo libro).
Pero no hay que olvidar tam poco las distintas modalidades de recolección
de las coplas. Mientras que las coplas del pueblo de Cham bo son proporcio
nadas por personas de “adentro” que participaron durante toda su vida en
las costum bres pueblerinas, las coplas de San Isidro son grabadas por una
persona de afuera, que era todavía para algunos un símbolo deseado de lo
femenino, por lo cual algunas de las coplas son “con dedicatoria” y las de
M olobog han sido grabadas en el interior de una familia con la cual había
relaciones duraderas ya que habían sido informantes claves.
Así podría ser que las diferencias en las coplas recolectadas reflejen sola
m ente distintas relaciones entre investigador e informantes, así como las dis
tintas situaciones de recolección.
Las coplas recopiladas se distribuyen de la siguiente forma (Tabla 1):
420 Edita V. Vokral y Rafael Alvarez
amor 42 18: 11 7 60
amor-insulto 16 16
insulto 75 4: 2 2 79
carnaval 21 66: 36 30 87
C O PLA S
AM OR
1. Bonita casa redonda 2. Desde aquí te estoy mirando
Bonita la situación Cara a cara, frente a frente
Bonita la que está adentro Sin poderte contestar
Dueña de mi corazón Lo que mi corazón siente
(Chambo, M, 53 años) (Chambo, M, 53 años)
13. De los dos que están bailando 14. Los luceros en el cielo
Si me dieran a escoger Caminan de dos en dos
Yo como más inocente Así caminan mis ojos
Me llevaré la mujer Negrita por verte a vos
(Chambo) (Punín, Chambo)
19. Aquí me voy a sentar 20. Del cielo cayó una rosa
Al lado de amor ajeno Mi huambrita la cogió
Y no me he de levantar Se puso en la cabecita
Así reviente su dueño Que guapita que quedó
(Chambo) (Chambo, F)
A M O R — IN SU LTO
61. Bonita casa redonda 62. Este corazón que tengo
Pero con muchas goteras Al borrego he de dar
Señora porque padece El borrego me da lana
Teniendo a su hija soltera Vos llucho que me has de dar
(Chambo) (o: Y vos pobre que me das)
(Chambo)
IN SU L TO
77 Por arriba corre el agua 78. Padre mío, San Antonio
Por abajo camarones Libradme de esta mujer
Los calzones de los hombres Con su boca de volcán
Trampa de coger ratones Y cara de Lucifer
(Chambo, F) (Chambo, M)
87. Por esta cosa que tengo 88. Una vieja se sentó
Cien sucres me quieren dar Encima de un avispero
Yo les pido los doscientos Y las avispas bandidas
Solo por hacer probar Le picaron el trasero
(Chambo) (Chambo)
107. Las mujeres de este tiempo 108. Las mujeres de este tiempo
Ya no toman leche fría Son como vaca mansa
Solo la toman caliente Apenas tienen 12 años
Por medio de tubería Están con tremenda panza
(Chambo) (Chambo)
109. Las mujeres de hoy en día 110. Tus ojos son dos luceros
No desperdician el tiempo Que alumbran los basureros
Apenas tienen 12 años Tus piernas son dos estacas
Mamita quiero marido Donde yo amarro mis vacas
(Chambo) (Chambo, Riobamba)
111. Los huambntos de este tempo 112. San Pedro tuvo una moza
Usan mucha fantasía San Pablo se la quitó
Meten la mano al bolsillo Si los santos hacen eso
Y sacan la mano vacía Por qué no hacerlo yo
(Chambo) (Chambo)
113. Desde Quito soy venido 114. El rico des que te ofrece
Pasado por Pujilí Casa de teja en Talahua
Trayendo los dos huevitos Y o como pobre te ofrezco
Para dar de camari Cada nueve meses huahua
(Chambo) (Chambo)
137. Para una huambra estoy yo 138. Del árbol nació una rama
Para una viuda también De la rama un ciprés
Para una señora Yo solo crío mis hijas
Ya no me arrienden Sin saber para quién es
(Chambo) (Chambo)
CARNAVAL
156. Cantemos el Carnaval 157. En el río de Guanando
Ya que Dios ha dado vida Mi sombrero fue nadando
No sea cosa que el otro año Y en la copa fue diciendo
Nos toque ya la partida Que mi amor se fue acabando
(o: Estemos patas arriba) (Chambo)
(Chambo)
180. Buenas tardes, buenos días 181. Qué rica chicha de Cajabamba
Señora dueña de casa (bis) Qué rico trago de contrabando (bis)
Dispensará la molestia Ay qué alegría, ay qué contento
Por señor Don Carnaval (bis) Estoy por hoy día para gozar
(San Isidro, M, 52 años) (San Isidro, M, 52 años)
432 Edita V. Vokral y Rafael Alvarez
N o ta s
1 T o d a s las coplas de C h am b o fu ero n recolectadas p o r Rafael A lvarez, las dem ás coplas p o r E d ita V okral.
C u a n d o n o hay u n a identificación del género del inform ante (F: fem enino, M: m ascu lin o ), en to n ces el
in fo rm an te es h o m b re. Se dio la tendencia a q u e las m ujeres p ro p o rc io n a ra n coplas d e am or. L a clasifica
ción en coplas d e am or, insulto y carnaval fue p ro p u e sta p o r Rafael A lvarez. La tra n sc rip ció n d e las co
plas en castellano de San Isid ro (parr. P u n ín , cantón R iobam ba, prov. C h im b o razo ) fu e h ec h a p o r V ivia
na Salgado, d e las coplas en qu ic h u a de las com unidades d e San Isid ro y d e M o lo b o g (parr. L icto, ca n
tó n R iobam ba, prov. C h im borazo) fue efectuada p o r A lejandro Lem a según las n o rm as d e la ed u c ació n
b ilingüe E cu ato rian a. E l p ro p u so tam bién u n a tra d u cció n literaria, q u e fu e revisada p o r P e te r M asson.
E n algunos casos se p refirió la tra d u cció n tex tu al p o r ser m ás exacta. D edicam os este artícu lo a to d o s los
carnavaleros C him boracenses, q u e co m p artiero n conm igo gen ero sam en te sus experiencias.
2 P a ra m ayores detalles al respecto de la estru c tu ra d e las coplas v er O rtíz et al. (1983).
3 O rtíz et al. (1983:59-62) llam a a estos p u en tes estribillos y da u n a lista b asta n te com p leta d e las p o sib ili
d ades, a u n q u e en o rd e n alfabético y n o según la ocasión en la cual son usados.
4 C u an d o Rafael A lvarez leía las coplas recopiladas en O rtíz et al. (1983) p o d ía reco n o cer las coplas d e los
p ueb lo s q u e él conocía a través de los n o m b re s topográficos y d e las personas, a u n q u e en la co m pilación
n o están m e n cio n ad o s los lugares d e origen d e las coplas.
3 H ay q u e m e n cio n ar q u e hace 45 años ta m b ié n los “b la n c o s” del p u eb lo d e C h am b o ca n tab an coplas en
q u ic h u a y castellano, lo cual se h a p erd id o . Se p u e d e afirm ar— p ara el caso ecu ato rian o — q u e el h ab lar el
q u ic h u a no es u n rasgo distinctivo de la p o blación indígena. H ay regiones d o n d e se h a p erd id o m u c h o el
uso del qu ic h u a a u n q u e sus po b lad o res se co n sid eren indígenas. E ste es esp ecialm en te el caso en la p r o
vincia d e Loja.
6 E n el m u n d o m estizo se d enom ina así a u n a m ujer “en d io sa d a”, ex ag erad am en te católica. D en o m in ació n
ta m b ié n p ara u n m iem bro del P a rtid o conservador. E n la tra d u cció n literaria del q u ic h u a, se lo tra d u jo
com o “rab ito d e g u sa n o ”. E n la región de L icto con sus num erosas h acien d as se d en o m in a así al h a c e n
d ad o , allá se en tien d e bajocuruchupahuambra una m ujer indígena q u e vive y sirve en la h ac ien d a y reci
b e los favores d el hacen dado.
7 E sta copla es ded icad a a los curas y la m oza es la conviviente.
438 Edita V. Vokral y Rafael Alvarez
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EL C A N T O CO M O CANAL O VÍA COMUNICATIVA
ENTRE LOS MUNDOS
Las s ie te cu en ta s
El curandero silba al comienzo del canto para “abrir a los cerros” que son
sus poderosos encantos que protegen a los participantes.
El ritmo, el silbido y el canto tienen la finalidad de establecer una com uni
cación entre el curandero, los espíritus y las fuerzas. El maestro los manipula
para la protección y para efectuar sus curaciones.
446 Claudius Cristóbal Giese
N o ta
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La C om p lem en taried ad de
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DANZA, IDENTIDAD Y MODERNIDAD EN LOS A NDES
G ise la C á n e p a K och
I n tr o d u c c ió n : t r a d ic ió n e id e n tid a d
Qhapaq Quila o quila rico: Danza cuyos personajes representan a los co
merciantes del altiplano (Qullasuyu) que llegaban a Paucartam bo (Anti-
suyu) para intercam biar sus productos. En los cantos de esta danza, se
hace alusión a estos temas y los quila piden estar con vida para poder re
gresar el próxim o año a visitar a la virgen en los días de su fiesta.
suyu a la que pertenece Paucartam bo; según la tradición oral, los ch’unchu
hirieron el cuerpo de la virgen en un enfrentam iento con los hacendados de
la región. Su cuerpo fue encontrado en el río Amaru Mayu (que desde enton
ces se llama río M adre de Dios) y llevado a Paucartam bo. Sin embargo, los
qhapaq ch’unchu son los danzantes preferidos y guardianes de la virgen.
En el mito, el cambio del nom bre del río marca un m om ento de transfor
m ación14; transform ación que se actualiza en el ritual y perm ite la definición
del qhapaq ch’unchu en términos positivos. La transformación ritual del
ch’unchu se da en dos ámbitos, en la personificación que se hace de él, y en la
función que cumple en la ceremonia de la guerrilla.
La danza del qhapaq ch’unchu o ch’unchu rico es una versión estilizada y
civilizada de otra en la que se representa al mismo personaje, la danza del
q ’ara ch’unchu o ch’unchu pobre, bailada por los campesinos en la fiesta de la
Virgen del Rosario. Existen diversos elementos del vestuario y de la coreogra
fía que distinguen al qhapaq ch’unchu como un guerrero alto y valiente.
En la ceremonia de la guerrilla el qhapaq ch’unchu se transforma de manera
más significativa cuando asume la representación del pueblo en un enfrenta
miento con la com parsa de los qhapaq quila o quila rico.
La guerrilla es el clímax de la fiesta. Consiste en una batalla teatralizada
entre la com parsa de los qhapaq ch’unchu y los qhapaq quila. Los qhapaq quila
representan a los comerciantes Harneros que llegaban de la región del
Qullasuyu a comerciar con los habitantes de los valles de la región de Paucar
tambo. La guerrilla se desencadena cuando los qhapaq ch’unchu intentan rap
tar a la imilla15, m ujer de los quila.
La im illa 6 lleva una máscara sin rostro que la coloca en una situación de
am bigüedad, similar a aquella en la que se encuentra la Virgen del Carmen, la
cual es extranjera, y cuya permanencia en Paucartam bo tiene que ser reafir
m ada (ver Cánepa 1993).
La lucha p o r una mujer joven y casadera, como es la imilla, significa tam
bién la posibilidad de asegurar la reproducción y continuidad de un grupo17.
Este poder lo com parte la imilla con la Mamacha Carmen, cuya protección y
bendición aseguran un año próspero para el pueblo.
En la guerrilla está en juego la perm anencia de la virgen en el pueblo y la
confirmación de la superioridad de la gente del pueblo sobre el m undo de
afuera; es decir, el fortalecimiento de la identidad mestiza que la Mamacha
Carm en representa. Todas estas circunstancias obligan a los qhapaq ch’unchu
a ser los vencedores cada año; así el sometimiento de los personajes del m un
do de afuera se ritualiza en la guerrilla.
Quisiera hacer referencia al carácter utópico de la guerrilla. Silverman-
Proust (1986) en un análisis de los tejidos Q ’ero vincula a Incarrí con el p er
sonaje del ch’unchu, como representante de la región del Antisuyu, lugar en
el que el Inca se habría refugiado después de la conquista. También una ver
sión del mito de Incarrí (Nuñez del Prado 1973:275-80) alude al hecho de
que éste se internó en la selva pasando por Q ’ero (provincia de Paucar-
Danza, identidad y modernidad en los Andes 461
La burla la ejerce el machu-, es por eso que se hace necesaria la seriedad de los
demás danzantes; para garantizar el orden que el machu altera. La burla de
éste se apoya en el grupo, el cual le otorga autoridad; de lo contrario, la burla
se convertiría en caos. La ambigüedad se transforma en poder ritual. La
cohesión del grupo se sustenta, por lo tanto, en la com plem entariedad de
opuestos que se expresa en las dos máscaras que participan de la contradanza.
Tam bién se refleja la dualidad individual/colectivo. La máscara del machu in
dividualiza al caporal, mientras que las máscaras de los contradanza, todas
iguales, uniformizan al grupo. Si bien la autoridad está individualizada, el po
der es otorgado po r el grupo.
La máscara en este contexto otorga significación social a los danzantes.
Los danzantes individuales adquieren la identidad del grupo en el que bailan,
y se transform an de individuos anónimos en personas representantes de una
colectividad, fortaleciéndose como tales.
La organización y disciplina a las que hemos hecho alusión y que se basan
en la valoración de lo colectivo son consideradas como necesarias para un
buen funcionam iento de la comparsa y para su participación efectiva en tér
minos rituales; es decir, como una forma colectiva de acceder al poder ritual
de la virgen que es intercam biado con ella durante la fiesta, y por el cual
com piten las distintas comparsas que participan en ella. En este sentido, una
de las preocupaciones principales de los danzantes paucartam binos es mejo
rar y m odernizar las danzas19. Esto puede significar introducir nuevos ador
nos al vestuario, agregar pasos coreográficos, aum entar la cantidad de sus
integrantes, adquirir un local, u ofrecer más alimento y bebida a sus
danzantes e invitados. Cada variación en el vestuario, la coreografía, la
música u organización es una decisión tom ada en asamblea, pero ésta tiene,
luego, que pasar por el visto bueno de la gente del pueblo, porque los cam
bios no deben ir en contra de la costum bre ni de la tradición de la fiesta.
Uno de los cambios que se está introduciendo, con una buena acogida en
la actualidad y que constituye un elemento m odernizante (en el sentido de
que implica una organización institucional de acuerdo a una racionalidad
m oderna), es que las comparsas, sobre todo las que están integradas por
paucartam binos residentes fuera, se están convirtiendo en Asociaciones
Culturales, inscritas en el Instituto Nacional de Cultura del Cuzco; algunas
de ellas, incluso, han conseguido un local propio en el pueblo de Paucar-
tambo. Este hecho les da un mayor reconocimiento en el pueblo y un mayor
status en la fiesta. Esta institucionalidad les perm ite vincularse más eficiente
m ente con el m undo urbano y sus instituciones para recaudar fondos que les
perm itan una participación más competitiva en la fiesta. La introducción de
elementos nuevos o m odernos está subordinada a la necesidad de la com pe
tencia ritual20. Cabe preguntarse si se puede en este caso hablar de un p ro
ceso de m odernización en el sentido del desarrollo de una actitud mental
guiada p o r la Razón. ¿Acaso la incorporación de elementos m odernos no está
en este caso subordinada a las necesidades del ritual?
Danza, identidad y modernidad en los Andes 463
C o n c lu s io n e s : el significado d e la tra d ic ió n e n P a u c a r t a m b o
N o ta s
1 Info rm ac ió n reco p ilad a p o r la au to ra d u ra n te la fiesta d e la V irgen del C arm en , Lim a, 1990 y 1991.
2 L a com plejidad d el p ro b le m a y la falta de estudios com parativos h a n h e c h o difícil d efin ir “lo a n d in o ” , y
d e te rm in a r su especificidad en relación a o tras culturas. P o r esta razó n h e o p ta d o p o r h a b la r d el hombre
andino. P ien so q u e n o se p u e d e ren u n ciar a la n oción d eandino ya q u e h ay q u e d e n o m in a r d e alguna
m a n era el universo del q u e estam os h ab lan d o (aunque aú n n o esté co rrec tam en te defin id o ). P o r o tro
lado, el té rm in o hombre alu d e a u n a realidad subjetiva q u e nos d a la p o sib ilid ad d e co n cretizar, p a rtic u
larizar, y h u m a n izar “lo andino". C u an d o h ab lo d e hombre andino su p o n g o la ex istencia d e diferencias
regionales, locales, sociales, económ icas, y étnicas, así com o d e proceso s d e cam bio. L a id ea d e “lo a n d i
n o ” , p o r el co n trario , im plica el peligro d e h om ogenizar u n universo co m plejo y variante.
3 A rg u ed as 1975; A nsión 1987a y 1987b; U rb an o 1991.
466 Gisela Cánepa Koch
4 A p esar d e ello los estudios so b re las danzas en los A ndes no h an to m ad o en cu en ta esta pro b lem ática,
con ex c ep ció n de algunos trabajos com o los de P o o le (1985; 1990; 1991), M en d o za-W alk er (1989;
1993), C án e p a (1991; 1993). P o r el co n trario , se h a co n sid e rad o a las d anzas com o m eras ex p resio n es
folklóricas, h ac ien d o valoraciones en relación a sus elem entos más o m enos trad icio n ales, m ás o m enos
indígenas (V álcarcel 1951; M erino 1977; O rellan a 1972).
5 E n la litera tu ra an tro pológica y sociológica el térm in o mestizo h a sid o ob jeto d e largas discusiones, d a n
d o lugar a u n a serie d e definiciones distintas (F uenzalida 1975; van d en B erghe 1977; O ssio 1978;
M ontoya 1986), según criterios étnicos, sociales y económ icos.
6 C o n ce p to s estos, q u e son característicos del pensam iento racional y o bligan a frag m en tar la realid ad para
q u e encajen. P o r el co n trario , los p au cartam b in o s elaboran su id e n tid a d en la p ráctica y en la vida
cotidiana. T o m a r la p erspectiva de estas dos dim ensiones b rin d a a la ciencias sociales d o s ventajas: co n
ce b ir el m u n d o com o u n to d o y to m ar en cu en ta el conflicto, q u e g en eralm en te es n eg a d o p o r la utiliza
ción d e co n cep to s racionales. D e b o señalar q u e el análisis d e la id e n tid a d m estiza a p a rtir del ritu al nos
aleja d e u n a p ersp ectiv a historicista d e la n oción d e m estizo, en te n d id a g en eralm en te com o resu ltad o d e
u n m estizaje o sincretism o.
7 L a co n cep ció n d e la im agen venerada com o fuente d e p o d e r ritu al y la fiesta com o el evento espacial y
te m p o ra l en el in te rio r del cual se hace efectivo el in tercam b io y d istrib u ció n del p o d e r ritu al en tre ésta y
sus d evotos ta m b ié n h a sido utilizada p o r G o w (1974).
8 V er C án e p a (1991) d o n d e se p resen ta un análisis acerca de los cargos y co m p arsas en la fiesta de la V ir
gen del C arm en com o form as individuales y colectivas de acceso al p o d e r ritu al d e la virgen.
9 Los conflictos reales n o dejan d e te n e r im p o rtan c ia en la creación del lenguaje sim bólico q u e nos in te re
sa, p e ro req u ieren d e u n estu d io adicional q u e dejam os p a ra o tra o p o rtu n id a d .
10 E stoy reto m an d o aq u í la definición q u e elabora D. P o o le (1985) p ara la dan za en el su r-an d in o y q u e se
p ro p o n e com o alternativa a las definiciones utilizadas hasta ese m o m en to . L a au to ra e n tie n d e la danza
com o u n a “secuencia narrativa d e transferencia o absorción de p o d e r ” (1985:9). P ara P o o le las danzas
tra d icio n alm e n te llam adas históricas (por rep resen tar personajes d e la histo ria nacional) n o se in teresan
“en rep re se n ta r el otro o el pasad o sim plem ente p ara definir, aislar, ex p licar, o reificar el o tro , sino para
utilizarlo en u n p resen te social y activo. E n esto estriba la ap a re n te am b ig ü ed ad del d an z an te an d in o . A
n u e stro m o d o d e ver no tiene u n a id en tid ad neta, ni u n a rep resen tació n fija com o le q u ie ren asignar las
h isto rias y clasificaciones occidentales. E l dinam ism o in h e ren te a su am b ig ü ed ad deriva d e q u e, así
rep resen tad o , el pasad o no es un hecho acabado o te rm in a d o , sino u n aspecto vivo d e su ex istencia ac
tual, d e u n p resen te en que los h o m b re s cam bian, piensan, trabajan , actú an y b a ila n ” (P o o le 1985:18).
11 P a u c a rta m b o fue reco n o cid a com o la provincia folklórica del C uzco luego de h a b e r g an a d o el trofeo
“In ti R aym i” en el co ncurso D ep arta m en tal de D anzas Folklóricas o rg an izad o p o r la C om isión M u n i
cipal d e la S em ana del C uzco en los años 1967 hasta 1972 (V illasante 1980:135).
12 E ste es un p ro ceso com plejo, ya q u e las m ism as danzas de P au ca rtam b o q u e se in tro d u je ro n en otros
p u eb lo s fu ero n cam biando m uchos d e sus elem entos justam ente p ara d iferen ciarse d e las de P a u c a rta m
bo. Es esta dinám ica com petitiva la que m an tien e la vigencia y din am ism o d e las d anzas n o sólo en P a u
ca rtam b o , sino en to d a la región.
13 V illasante 1980; Roel P in e d a 1950; M o ro te Best 1988; C JA C C -P 1971.
14 E n el m u n d o an d in o el agua aparece com o elem ento un ificad o r y d e fuerza vital. L a relación en tre agua,
san g re y sem en está ex p u esta en los textos de O ssio (1976), Q u isp e (1969), Isb ell (1978) y A rguedas
(1975). O rtiz (1980) discute adem ás la relación del agua con el m u n d o p resen te y la im p lem en tació n de
un nu ev o ord en . C u a n d o O ssio (1976:8-9) analiza la función del río en la co n fig u ració n espacial de la
so cied ad an d a m arq u in a im plícita en el ritual d e la fiesta del A gua, le asigna a éste u n ro l m ed iad o r. La
b ase du al d e la sociedad a n d a m arq u in a estaría m e d iad a en el ritual p o r la u b icació n del río N egrom ayu.
15 Imilla es u n a p a la b ra aym ara p ara d en o m in ar a las m ujeres jóvenes en ed ad d e casarse. E x iste u n tip o de
p ap a q u e se cosecha al inicio del tiem po de cosecha; a esta p rim era p ap a se la co n o ce con el n o m b re de
imilla.
16 L a vestim enta d e la imilla es la d e u n a m ujer quila, p ero su m áscara n o lo co n firm a y la hace su scep tib le
qhapaqch’unchu
d e asu m ir o tra id e n tid a d , la de los , p o r ejem plo.
17 E x isten relatos q u e d an cuenta de u n desafío en tre el Rey Q u ila (Q ullari) y el Rey In ca (Incari) (V alencia
1973; F lores O c h o a 1973) en el q u e tienen q u e p asar distintas p ru eb as com petitivas en las q ue el Rey
In ca d e m u e stra su su p erio rid ad . E n estas versiones el Rey In ca ra p ta a la hija del Rey Q u ila y la viola h as
ta h acerla sangrar. E nc o n tram o s aq u í la noción d e fertilización, refo rzad a p o r el d erram am ien to de
sangre.
18 Si observam os el cronogram a anual de actividades referentes al cu lto de la V irgen del C arm en po d em o s
d e c ir q u e éstas se re p arten d u ra n te to d o el año, p ero q u e hay un m o m en to en el q u e estas actividades
llegan a u n p u n to d e co n cen tració n m áxim o, en el q u e ad q u ieren u n p ro tag o n ism o so b re las actividades
Danza, identidad y modernidad en los Andes 467
d e la vida cotidiana. E l m om ento de m ayor intensidad ritual coincid e con u n accio n ar colectivo, y u n a
vinculación, ta m b ié n colectiva con la virgen. D u ra n te el resto del año la relació n con la virgen se esta
b le ce p rin c ip alm en te a través de sueños en los q u e ella se com un ica con sus devotos d e m a n era in d i
vidual. E n el m o m en to d e m ayor co n cen tració n ritual p red o m in a lo colectivo, m ien tras q u e cu a n d o ésta
se diluye, se refuerza lo individual. Los m om entos en los q u e p red o m in a lo colectivo co in cid en adem ás
con los m o m en to s de p articip ació n pú b lica d e los individuos.
19 L a idea d e m o d e rn izar significa p ara los paucartam binos, in tro d u c ir elem entos q u e p ro v en g an del m u n
d o u rb an o , q u e sean novedosos, que tengan rep ercu sió n regional o q u e d e n o te n u n m ayor gasto.
20 E stam os dife ren cia n d o aq u í la idea de co m petencia ritual de aquella referid a a la co m p eten cia racional,
d e m ercad o , q u e im plica la idea d e ganancia e incluso de elim inación del q u e co m p ite con u no.
21 P a ra la g en te aquello q u e es nuevo y foráneo es considerado signo de m o d e rn id ad .
22 U n diálogo q u e H ab erm a s (1989) llam a el “en ten d im ien to intersu b jetiv o (en tre sujetos capaces d e le n
guaje y a c ció n )” es co n sid e rad o com o u n a co ndición p ara la realización d e la m o d e rn id ad .
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FROM ESSENTIALISM T O THE ESSENTIAL:
PRAGMATICS AND MEANING OF PU N EÑ O
SIKURI PERFORMANCE IN LIMA1
T h o m a s T u r in o
The paper is about people from the southern highland state of Puno who
are now residents and belong to regional associations in Lima. They were
among the trem endous num ber of highlanders who migrated to the coastal
capital city after W orld W ar II. As recently as 1940, Lima-Callao had
645,172 inhabitants (H enriquez et al. 1985:12) as com pared to about six mil
lion by 1985. M igration accounts for a large part of this growth as well as for
a series of dram atic transform ations of the capital city that was once the bas
tion of European-oriented criollo society in Peru.
Because of discrimination, many highlanders have been reluctant to p u b
licly exhibit cultural markers, including music, that would link them with
their place of origin and indigenous ethnicity. By the mid-1970s, however,
serranos from southern Peru had gained organizational sophistication for
dealing with the Lima context, and had come to understand the power of
their num bers. They created a variety of relatively successful self-help, grass
roots political and economic organizations in the face of the state’s and the
From Essentialism to the Essential 471
3. C e n t r o Social C o n i m a
Between 1984 and 1986 I worked m ost closely with four regional clubs in
Lima whose members were from the rural District of Conima in the Aymara-
speaking Province of H uancané, Puno, where I conducted comparative re
search. I will discuss a single club— Centro Social Conima— consisting of
around twenty families. The majority of adult members, coming from rural
ayllus rather than the district capital town, had lived in Lima for about tw en
ty years.
F or Conimeños who decided to join one of these clubs— and they are in a
minority among all Conimeños who reside in Lima— these institutions have
becom e im portant self-help community networks in the city. Reasons for b e
longing to C entro Social Conima are as tangible as child care, help with roof
ing their houses, an emergency monetary fund, and a community base for im
portant life-cycle events such as weddings, first haircutting ceremonies, and
baptisms. The club is also planning a num ber of future projects including a
joint cemetery plot and a communal cottage industry. A site for the furniture
m aking/finishing “factory” had already been obtained in 1988; C entro Social
m em bers explained that because of the growing economic crisis in Peru, they
felt the need to establish their own economic enterprise to insure the future
of their children.
M ost of the members of C entro Social Conima took part together in the
land invasion that established their pueblo jo ven, M ariano Melgar. The club
472 Thomas Turino
was form ed in 1970 following the invasion. Centro Social Conima has various
offices to which people are elected on a yearly basis. W hen im portant issues
have to be discussed, a “general assembly” is called by the President. These
meetings involve common democratic decision-making processes such as
majority voting by secret ballot or a show of hands, rather than the egali
tarian consensus m ethod used in highland Conimeño communities. In the
meetings, as in all club social gatherings, and even in many homes, only
Spanish is spoken. This is striking since the members are native Aymara
speakers, but as they themselves admit, after twenty years in Lima, they are
forgetting their m other tongue.
In formal club meetings, issues on a w ritten agenda are introduced by the
President, and individual members may speak after being recognized in turn.
Sometimes the speakers will stand and address the m embership in a formal
criollo style— e.g., “Mr. President and distinguished m em bers”— and some
men may argue their points in a formal and forceful speech style. Such for
mality amazed me at first given the close relationships between the members.
The speech style in these meetings certainly contrasted both with their nor
mal ways of interacting and with public speech styles in Conima, which tend
to be of a quiet, indirect m anner (Turino 1989). Given that only Conimeños
were involved in these meetings, it would seem that the migrants had inter
nalized this style of behavior as proper for certain types of occasions.10
Until 1975 Centro Social Com m a’s main public social activity was soccer,
and after this they turned to the perform ance of sikuris (a large-ensemble
double-row panpipe tradition), pinkillus and tarkas (end-blown flutes) as
their main unifying and emblematic activity. They strictly perform the musi
cal style and repertory from their home region.
The rise of Puneño musical perform ance in Lima is directly tied to a signif
icant change within the working-class Puneño regional clubs generally. Be
fore the mid-1970s, all but a handful of the regional associations from
H uancané were exclusively dedicated to sports as their central unifying activ
ity. By 1985, hundreds of clubs had become primarily dedicated to the per
form ance of music and dance.11 People from H uancané explained that by the
1970s, they had reached a critical mass: the large num ber of paisanos lent
moral support to musical performances. They also explained that money
could be earned for the club with performance activities, whereas they could
not really charge for sports matches. This realization came after a vanguard
of Puneño institutions (e.g., Asociación Juvenil Puno) had begun to organize
perform ance events in the city. Puneños also frequently comm ented that
many people felt vergüenza (shame, embarrassment) about performing high
land traditions in Lima before the 1970s; this attitude changed because of
From Essentialism to the Essential 473
their growing num bers and enhanced social power during and after the era
of President Juan Velasco (1968-1975).
Previously, club m em bership had been based on regional idendty, but
people felt constrained not to express that identity in public. Soccer was not
associated with highland society or any given region, and as such was an u n
m arked activity around which they could unite.12 H ighland musical styles,
however, clearly indicate regional heritage. The change from sports to m usi
cal perform ance, then, indicates the growing positive sentiments that m i
grants felt regarding the public display of their highland identity, but this
change was not reflected in other realms of practice such as language use,
public speech styles, and decision-making processes as I indicated earlier.
This was not part of a full-blown restitution of highland culture in Lima as
m uch as a strategic and pragmatic selection of an emblematic activity that
was efficacious as well as relatively safe for publicly expressing identity.
(There were fewer sanctions against framed folkloric performances relative
to other realms of practice such as coca chewing and indigenous religious
practices and languages.)
objectives of faithfully imitating the hom etown groups. In their almost w eek
ly rehearsals, C entro Social’s ensemble director as well as other musicians
criticize and correct players that are found wanting, and for im portant con
test perform ances, less skilled players are asked to blow softly so that their
mistakes will not be heard.
By way of contrast, in rural Conima there is no explicit hierarchical (and
hence quality) control within musical ensembles, and individual players are
not singled out for correction or criticism during rehearsals or performances.
Likewise, because of the egalitarian, conflict-avoidance style of social interac
tion w ithin the rural communities, any man is welcome to play with his com
m unity ensemble regardless of the impact he might have on the quality of its
performance, and this indicates a dram atic difference in aesthetic and ethical
priorities (Turino 1989, 1990).
In Conima, only one or two rehearsals are held before any given fiesta, and
the prim ary activity during rehearsals is the collective com position of new
pieces, not the grooming of old ones. Original composition is highly stressed
in Conim a as a sign of a community ensem ble’s com petence and uniqueness.
A yllu ensembles are actually ridiculed for allegedly copying the style and rep
ertory of other local groups (Turino 1989).
In Lima, however, the residents’ primary m ethod for learning style and
new repertory during their rehearsals is through the attentive imitation of
cassette tapes of rural ensembles recorded in the home district. Although
C entro Social Conima has composed a num ber of their own pieces, in im por
tant public perform ance contests in Lima they consistently play the com posi
tions of the better known hom etown groups— especially those of Q hantati
Ururi. Strikingly, between 1984 and 1986 Centro Social Conima became
concerned with composing their own music only once. This was prior to a
trip hom e during which they were to perform for the first time as a group in
a fiesta in Conima. The residents were clearly aware that they would be criti
cized if they returned hom e w ithout their own original pieces, so they created
two new ones in the weeks before the journey.
U nder norm al circumstances, however, Centro Social Conima is m ore con
cerned with faithful imitation than with original composition, and this is
understandable given the heterogeneous Lima context and what is required
to index Conim eño identity there. Several residents actually expressed the
idea that, because one’s environm ent affects artistic creation, if they began
forging their own repertory and style in Lima they would no longer “sound
like Conim a,” thus undermining, what is for them, a primary function of m u
sical perform ance— creating an emblematic link with home.
T hat C entro Social Conima places primary emphasis on the quality of their
sound and less priority on egalitarian relations, as com pared to highland en
sembles, also makes sense in light of the aesthetic dispositions by which m u
sic is judged in the festival contests in the capital. In these com petitions, d u r
ing a perform ance that spans approximately six to ten minutes, ensembles
From Essentialism to the Essential 475
are judged on the basis of their sound, choreography and costumes alone.
This aesthetic disposition, resembling a certain European orientation, in
volves the distancing and isolation of the artistic “p ro d u ct.” It is certainly
distinct from the situation in highland Conima, where an ensemble is judged
more by its ability to invite participation, to make a fiesta come alive with
volume, spirit, and stamina, and where originality is at least as im portant as
musical and choreographic precision. Because of a different type of aesthetic
stance, the Lima context requires a distinct modus operandi for achieving
success.
These differences in musical values and practices have had a discernible ef
fect at the level of musical sound despite the residents’ attem pts to precisely
imitate cassette tapes of highland groups. Stylistic discrepancies between
Centro Social’s ensemble and Q hantati Ururi, the hom etown group that the
residents model themselves on, most prominently involve differences in
rhythmic feel, and in the density of simultaneous individual variations.14
These stylistic differences are analogous to those commonly found between
the faithful followers of a canon and the originators of a style. Q hantati m em
bers have the luxury of taking a freer, less self-conscious attitude tow ard the
music, whereas the residents’ concern with correctness, coupled with fewer
years of musical experience, has resulted in a stiffer, more precise parallel
polyphony.
In the case of the Conimeño clubs at least, the m uch celebrated “continu
ity” of Andean music in Lima takes place mainly at the level of musical
sound, and even here there are telling, albeit relatively subtle, differences.
The residents’ musical practices and values, and their very conception of
what music is, however, provide much greater points of contrast with musical
life in the ayllus of highland Conima.
5. C lu b N e t w o r k s a n d Festivals
Like the other Puneño performance clubs, Centro Social Conima belongs
to formalized club networks which are crucial for organizing public festivals.
The club networks also enhance the political power of individual clubs. Lor
example, obtaining their own locales is a primary goal for many low-
er/working-class regional associations, but few are able to attain this. The
um brella organization to which Central Social belongs, Central Folklórica
Puno (CFP), however, petitioned and, by 1986, was able to obtain govern
ment land for a locale to be shared by the affiliate institutions.
Since its inception in the late 1970s, the leaders of Central Folklórica Puno
took care to foster alliances with the Instituto Nacional de C ultura (INC),
providing performers when the IN C or the government needed Puneño par
ticipation. The leaders of Central Folklórica Puno made the case to the cen
tral government that their institution could best serve as representative for
the Puneños of the “popular” classes. Their success in convincing the gov
476 Thomas Turino
incorporate t ’inka rituals involving coca for the local divinities; and frequent
ly they go on for days, allowing for a different type of social interaction and
catharsis. These aspects have not been reproduced in Lima. In terms of both
form and meaning, the “festivales folklóricos" organized by Puneño migrants
are not a continuity of highland custom in Lima as m uch as they represent a
new type of musical occasion for Peru that draws on a variety of models to
reach specific goals.
Regardless of the type of festival occasion, the Conimeño residents do not
take an active interest in the spiritual knowledge and practices of the older
people in the ayllus. Given the importance highland Conimeños place on
maintaining relations with the local divinities in the ayllus, and Centro Social
m em bers’ discourse about preserving highland culture and custom, I found
this intriguing. O ne Centro Social m em ber explained it this way:
In Conima, the people depend on nature [la naturalezal for their livelihoods, for their
food. Here, we work for salaries, for money, therefore we no longer need these beliefs.
Since they [people in Conima] depend on nature, if one year there is no rain, they carry
water up the mountain, and it always rains; or if there is a flood, they do a ceremony to
stop the rain. The t’inka and the ch’alla are like prayers. But we work for salaries and
no longer need these things.
This is not an articulation of skepticism regarding these highland beliefs
and practices, it is simply a pragmatic statem ent that such things are no
longer relevant in the residents’ current circumstances. They explain that
they no longer speak Aymara for similar reasons, and many take an equally
pragmatic approach to musical performance— a num ber of friends told me
that they play sikus primarily because they want to belong to the club.
6. C o n c lu sio n s
O bservers have commonly used festivals in Lima like the ones I have de
scribed, and the fact that the migrants are playing rural highland music at all
in the capital, as indicators of the “continuity of Andean culture in Lim a”
and the “A ndeanization” of the capital. But how do we analyze the nature of
the clubs, club networks, the festivals, and the Conimeños’ musical practices
in terms of an Andean/mo/Zo or A ndean/W estern dichotom y?17 The resi
dents use resources and models for action that are generally associated with
both highland and criollo sources: they play panpipes, dance the wayno, and
maintain ayni relations, on the one hand; they have abandoned Aymara and
coca use have adopted criollo speech styles in formal settings, and they use
democratic organizational structures including secret ballots, on the other.
But the residents’ entire repertory of cultural resources can not simply be
reduced to Andean or criollo sources. For example, models for institutional
organization among migrants were also learned through experience with
trade unions, not particularly a criollo institution. Collecting entrance fees for
a musical event evolved as an idea among the migrants in Lima, b u t that
guest perform ers and their families should pay the fee alongside everyone
478 Thomas Turino
else is, as far as I know, a custom specific to these club events. The center
piece of the festivals— a formally “staged” contest for highland performing
arts— was a tradition that gained currency in Peru after the 1920s in the con
text of the indigenista movement, itself a complex conjuncture (Turino 1988,
1991).18 Finally, the Conim eño residents’ greater emphasis on formal music
contests over participatory fiestas, in com bination with their desire to link
themselves musically with their home region, has generated a distinct set of
aesthetics and musical practices that are neither strictly Andean nor criollo.
Given that individuals’ internalized dispositions— “cosmology,” “w orld
view,” “culture”— are shaped by life experience, and many of the C entro So
cial mem bers have lived over half their lives in Lima, yet in circumstances
distinct from coastal-born Limeños, why should we consider them to be es
sentially Conim eño or Limeño? W hy use a single cultural baseline to assess
continuity and change? Various reasons why Centro Social members con
struct themselves as highlanders, the enhancing of their social unity and pow
er not least among them, have already been suggested; but these are fodder
for analysis, not the basis of one. In the case of the Conimeño residents, we
do not have the continuity of Andean culture with changes derived from
their Lima experience, nor do we have the reverse. Both views— prem ised on
an essentialist conception of culture and identity as systems that are some
how autonom ous from concrete individuals, in actual places, in real time—
are illogical.
It would be equally illogical, however, to argue that the situation among
the Conim eño residents is best understood in poststructuralist terms as a
rupture of cultural coherence and floating, ambiguous identities. For Centro
Social m em bers, the emphasis on highland Conimeño identity, on their
created com m unity in Lima, and on the musical emblems for this identity
and community are not relative matters for reflection or speculation; they are
essential cornerstones of their social lives.
Certainly the categories of “Indian,” “cholo," “highlander,” “criollo,”
“C onim eño” are constructions, but they are also part of a hierarchical social
reality that profoundly affects peoples’ lives. O ne strategy to subvert the
hierarchy is to attack the discriminatory categories. The path that Centro So
cial m em bers and many other migrants have taken, however, is to appropri
ate the constructions that have been foist upon them in order to forge social
unity as a strategic response to oppression and to P eru ’s social and economic
crisis. W ithin this strategy, cultural essentialism— an unquestioned belief in
who one is— may be necessary along with a healthy dose of pragmatism.19
Beyond this, however, the consistency of the residents’ festivals, rehearsals,
and decision making meetings that I witnessed indicates that, indeed, highly
formalized traditions, institutions, and structured forms of action have been
created by these Conimeños in Lima. The degree of homogeneity or hetero
geneity of sources for the creation of traditions is relative to a given context
(e.g., rural Conima versus Lima), but this does not suggest an analogous con
From Essentialism to the Essential 479
N o te s
1 E a rlier versions of this p ap e r w ere p resen ted at th e U niversity o f C hicago in M ay, 1991, an d at th e Sym
p o siu m on “C osm ology and M usic in th e A n d es” in Berlin, G erm any , J u n e 1 -6 , 1992. T h e field w o rk for
this p a p e r was su p p o rte d by a F u lb rig h t Fellow ship, w hich I gratefully acknow ledge.
2 E.g., F ried 1959, 1961; M angin 1959; V aldivia 1970; W allace 1984.
3 E.g., D o u g h ty 1970; N u ñ ez & Llórens 1981; M atos 1984:77-81; N ú ñ ez 1985; A ltam iran o 1988.
4 A lth o u g h a professionalized style o f highland wayno m usic h it th e airw aves beg in n in g in th e 1950s in
resp o n se to th e grow ing m igrant m arket, th e public p erfo rm an ce o f village m usic in co n tex ts co n tro lled
by low er-class m igrants them selves was rare until th e 1970s.
C om m ercial recordings can serve as o n e index o f th e grow ing presen ce o f h ig h lan d m usic in th e city.
A lth o u g h som e m estizo highland m usic was p ro d u ced o n 78s as early as th e 1920s in th e c o n te x t o f th e
indigenista m ovem ent (T urino 1988), V ivanco (1973:128-29) states th a t 1947 m ark s th e tru e b eg in n in g
o f th e A n d ean m usic reco rd in g industry. In th a t year, Jo sé M aría A rguedas, h ea d o f th e sectio n o f fo lk
lo re o f th e M inistry o f E d ucation, urged O d e o n R ecords to pub lish several A n d ean m usic reco rd s by
p erfo rm e rs th a t m ight b e d escrib ed as b eing of th e ‘p o p u la r’ classes. O th e r com panies e n tered th e
m a rk et based o n th e success o f these records. A rguedas him self observ ed th a t by 1953, O d e o n alone h ad
ex p a n d e d its ‘folklore’ catalogue to include 96 records from th e high lan d state o f Ju n in , 19 fro m A ncash,
16 from H uancavelica, 14 from C usco, and 12 from A yacucho (1975:125). D u rin g th e 1960s, th e n u m
wayno
b e r o f hig h lan d records, prim arily in professionalized regional-m estizo styles, grew trem en d o u sly
(L lórens 1983:122, 124). B ut as R odrigo M ontoya has observed: “If we lo o k at th e reco rd s an d cassettes
o f m usic, one can clearly observe th a t betw een 1975 an d today they b egan to reco rd th e m usic o f I n
dians. T h e m usic th a t was reco rd ed previously w as prim arily th a t of a h ig h er class strata [señorial] from
all o v e r” (1987:45).
M igrants from th e so u th ern state of P u n o w ere relatively uninvolved w ith th e early p h ase o f th e
wayno reco rd in g industry. T w o o f th e four regional associations from th e d istrict o f C o n im a— th e g ro u p s
(sikuri)
I w o rk ed w ith m o st closely— h ad p ro d u c e d L P s o f th e ir p an p ip e pinkillu tarka)
an d flute ( , m usic
in th e early 1980s. T his fits w ith M o ntoya’s observation and underlin es th e grow ing p resen ce o f localized
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5 A lthough K en n eth G o u rlay ’s article on the role o f th e ethnom usicolo g ist (1978) was an early fo reru n n er,
it was n o t u n til a ro u n d 1990 th a t ethnom usicological publications b eg an to em phasize th e com p lex o f
ideas th a t, accurately o r n ot, fall u n d e r th e headings o f “p o stm o d e rn ism ” and “p o ststru c tu ra lism .” In
th a t year in th e journal o f Ethnomusicology alone, L ouise M eintjes stressed th e polysem y a n d m ultip le
political uses o f a single sign com plex, P au l S im on’s G racelan d album ; C h risto p h e r W a term a n q u e s
tio n ed essentialist n otions of Y o ru b a social identity show ing how it w as a colonial co n stru c t; V eit
E rlm an n d rew a tten tio n to problem s o f essentialism in th e ru ral-u rb a n d ich o to m y th a t has b ee n so ce n
tral to ethnom usicological thought; an d I discussed th e problem s o f rep o rtin g n orm ative, stru ctu ralist
acco u n ts o f m usical practice, an d o f fixed b o u n d aries for defining eth n o g rap h ic contexts.
6 Follow ing E d w ard S aid ’s co n cep t o f “orientalism ,” S tarn coined th e term “A n d ean ism ” to refer to
“rep resen tatio n th a t po rtrays co n tem p o rary highland peasants as o u tsid e th e flow o f m o d e rn h isto ry ”
(Starn 1991:64). A ndeanism is p red icated on an essentialist vision of h ig h lan d p eoples w ith an em phasis
on links w ith an idealized p re-C olum bian p ast and on a series o f binary o p p o sitio n s: “A n d ean ism /E u ro -
(ibid.:
pean, in d ig en o u s/W e stern , precapitalist/capitalist, p ag a n /C h ristian , tra d itio n a l/m o d e rn ” 85) and,
I w ould add, ru ra l/u rb a n . S tarn rightly criticizes th e sym bolic use o f A n d ean peo p le as a ro m a n tic foil to
th e equally essentialist portrayal of “W e ste rn ” capitalist values and “E u ro a m e ric a n ” alien atio n from n a
tu re an d com m unity. S tarn w rites, “F ifteen m illion diverse in h ab itan ts o f a 3,000-m ile m o u n tain range
becam e u n sp o ile d ‘A ndean In d ia n s’ for th e purposes o f a vastly oversim plified u s /th e m d ic h o to m y ”
{ibid.: 69). As an alternative, he w ants to em phasize th e “fluid and o ften am b ig u o u s quality o f A n d ean
{ibid.:10)
p ersonal id e n tity ” as it intersects w ith th e com plex, conflictive n a tu re o f co n tem p o rary P e ru
480 Thomas Turino
vian social life, an d as it is affected by th e m u ltip le historical co n n ectio n s betw een d ifferen t types o f
places a n d peoples in P eru.
7 R eactions am ong A ndeanists to S tarn ’s article have b een defensive an d at tim es v iru len t for a variety o f
reasons. In p a rt, negative responses have b een d u e to his ow n stro n g language a n d a read in g o f o th e r
p e o p le ’s w o rk th a t is som etim es unfairly fram ed to su it his argu m en ts (see M ayer 1 9 9 1:479-81). Y et, I
b elieve th a t stro n g negative reactions also u n d ersco re th e degree to w hich w e A n d ean ists are still b o u n d
to ro m a n tic essentialist visions an d stru ctu ralist prem ises. I th in k th a t this is p articu larly tru e for ethno-
m usicologists alth o u g h th e re are im p o rta n t exceptions (e.g., R om ero 1990).
8 S tarn p u ts in a disclaim er th a t, “R ecognizing these in tricate ties [b etw een th e cities an d th e country sid e]
does n o t m ean dow nplaying th e persistence o f sh arp cultural differences in th e A n d ean nations. It does,
how ever, req u ire seeing difference n o t as th e result o f d istance and sep aratio n b u t as c o n stru c ted w ith in
a histo ry o f c o n tin u o u s an d m ultilayered co n n e ctio n s” (1991:85). N o n eth eless, th ro u g h o u t th e p a p e r h e
seem s to b e critical o f scholars w ho discuss aspects th a t m ark a u n iq u e A n d ean p resen ce, o r th a t p o in t to
a d istin ct cultural continuity.
9 A c o m m o n p h en o m en o n th ro u g h o u t L atin A m erica and A frica (e.g., Ryo 1986; L ittle 1973), regional m i
g ran t in stitu tio n s already existed in L im a in th e 1920s an d 1930s. By som e estim ates, in 1980 th e re w ere
a ro u n d 6,000 d ifferent regional associations in Lim a. T h ese in stitu tio n s vary greatly in term s o f size,
activities an d functions ac cording to class an d region o f origin.
As scholars have suggested for th e clubs representing o th e r hig h lan d d ep a rtm en ts, sp o rts, religious
fiestas, “fo lk lo re” perform ances, social dances, barbecues, and association business m eetings are th e
m ain types o f social activities aro u n d w hich th e club m em bers u n ite (D o u g h ty 1970:37; G alvez 1981;
A ltam irano 1984; N ú ñ ez 1985). R esearchers usually p rovide ra th er sk etchy d escrip tio n s o f th e m usical
a n d d an c e activities w ithin th e regional associations. W h a t em erges, how ever, is th a t w hile th e clu b s have
h ad an increasingly m ajor role in organizing events w here hig h lan d m usic is p erfo rm e d in th e city, the
club m em bers from m any d ep a rtm en ts are often n o t actually involved w ith p erfo rm in g m u sic and dan ce
them selves. I t is o n this p o in t th a t th e d istrict an d ayllu level P u n e ñ o clubs differ. T h e vast m ajority o f
P u n e ñ o m usical an d dance ensem bles in Lim a are form ed w ithin th e c o n tex t o f regional associations
w hereas this is often n o t th e case for resid en t m usicians o f o th e r hig h lan d d ep a rtm en ts.
10 I a tte n d e d these m eetings after becom ing an h o n o rary “so cio ” over th e p erio d o f a year, h en ce, I re p re
sented a n o n -C o n im eñ o presence. It seem s very d o u btful, how ever, given th e len g th o f th e tim e in q u es
tio n an d th e ir m odes o f interaction in my presence in o th e r contex ts, th a t they h a d co n stru c ted this fo r
mal m eeting style fo r my benefit.
11 T h e large n u m b e r o f clubs involved w ith m usical perform ance can b e d eterm in ed b y th o se m e n tio n e d on
th e “V oz del A ltip lan o ” radio p rogram in Lim a, th e prim ary m ed iu m th ro u g h w h ich P u n e ñ o sp o rts and
m usical events are publicized.
12 In ad d itio n , th e custom o f form ing so ccer associations h ad already been estab lish ed in th e capital by
criollo gro u p s, an d thus th e highlanders w ere m erely fitting them selves in to an estab lish ed cu sto m
(M illones 1970).
13 I played cassette tapes o f C en tro Social’s ensem ble for friends in C o n im a w ho w ere m o st im p ressed w ith
how w ell C e n tro Social h ad “c a p tu re d ” th e C onim eño sikuri style.
14 T hese a n d o th e r stylistic differences betw een Q h a n ta ti U ru ri and C en tro Social C o n im a are d iscussed at
g reater length in m y b o o k “M oving Away from Silence: M usic o f th e P eru v ian A ltip lan o and th e E x p e ri
ence o f U rb an M ig ratio n ” (T u rin o 1993).
15 T h e success o f a given festival is gauged by th e n u m b e r o f people th a t atten d , an d th e gen eral p u b lic is
certainly w elcom e. B ut d u rin g th e 198 4 -8 6 p erio d , th e festivals w ere p rim arily ad v ertised o n rad io p r o
gram s specifically d ire cted to th e P u n e ñ o resid e n t p o p u la tio n (e.g., “La Voz del Altiplano" on R adio
A gricultural), o n flyers, an d by w ord of m outh; th e m ajority of p eo p le th a t cam e w ere eith er m em b ers o r
w ere a ttach e d to o th e r p articip atin g P u n e ñ o clubs.
16 O n e m ajor variation in these events is th a t th e clubs th a t usually p erfo rm sikuris m o st o f th e year play
pinkillus an d tarkas du rin g th e carnival season. T his is based in, an d precisely m irro rs, h ig h lan d custom
in regard to in stru m e n t use.
17 In d eb a tes s u rro u n d in g th e regional clubs and th e “A ndeanizatio n o f L im a,” som e suggest th a t these
in stitu tio n s re p resen t a continuity o f A n d ean com m unity in th e city, w hile o th e rs arg u e th a t social clubs
o f this k in d are b o th u rb a n an d W estern in n a tu re (see A ltam iran o 1984:17). E ith e r m ig h t be tru e d e
p en d in g o n th e specific club. B oth views are in a sense tru e for C e n tro Social C onim a, b u t this type o f
thinking does n o t g et to th e m ost im p o rta n t issues.
18 T h e re sid e n ts’ very use o f th e term an d conception folklore to refer to th e ir events an d arts likew ise was
p ro b ab ly influenced by indigenismo and, indirectly, by internation al academ ic discourse.
From Essentialism to the Essential 481
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MÚSICA CHI CHA : CAMBIOS DE LA
C A N C IÓ N ANDINA Q U EC H U A EN EL PERÚ
Rodrigo M ontoya
Los instrum entos musicales, las escenas de hom bres y mujeres bailando y
cantando que aparecen, sobre todo, en la cerámica de las culturas preincaicas
son suficientes para afirmar que hay en el Perú una tradición musical y artís
tica desde hace por lo menos cuatro mil años.
484 Rodrigo Montoya
En 1532, año en el que se produjo la invasión europea, había entre los in
cas una diversidad musical muy grande. En cuatro siglos y medio lo grueso
de esa diversidad se ha m antenido en— por lo menos— seis grandes rubros.
El prim ero, y más extendido en todos los andes, es el wayno en sus diversas
versiones: señorial, cholo, indio y con nom bres diferentes: wayno, chuscada,
cholada, pampeña, wayñu. El segundo es el complejo del puqllay llamado por
los españoles carnaval que en su origen fue una fiesta de la reproducción del
ganado (Lira 1953) y que tiene diversas variedades regionales: puqllay, carna
val, wifala, wayllacha, pum pin, araskaska y pasacalle. El tercero es el conjunto
de danzas y canciones de la producción (en la agricultura: harawi, wanka,
waylarsh, yupay y yarqa aspiy; en la crianza del ganado: santiago, toril, rodeo,
herranza, turn vilay, y wanka). El cuarto, corresponde a las canciones del
ciclo vital (matrimonio, wasichakuy-safacasa-casa nueva, aya taki-canción de
los m uertos, y wawa pampay-&ntierro de los niños). El quinto es el conjunto
de canciones religiosas para los apus-wamanis-Dioses M ontañas y para los
santos y santas de la Iglesia Católica. El sexto es la danza colectiva (kaswa,
waylarh y pirwa) que si bien es cierto que hasta 1950 era parte del complejo
de producción, en la segunda m itad del siglo XX comienza a convertirse en
una danza-espectáculo al margen del calendario agrícola. Finalmente, el sép
timo es el yaravi con variantes regionales im portantes (Ayacucho, Arequipa,
y el Triste del norte)2.
Antes de la invasión española había instrum entos de viento (quena,
pinkullo, pinkillo, flautín, clarín, pito, tarka, ziku (zampoña, flauta de pan)
rondador (antara, andara), pututo, ocarina, flauta traversa, waqra puku
(;wiquchu, waka waqra) y el lunkur o mamaq. Los instrum entos de percusión
eran la tinya, el wankar, la roncadora (chiroco, caja, pinkillo), el bom bo, el
dindin y la sonaja. En el proceso de intercam bio cultural, los quechuas tom a
ron de los españoles cuatro instrum entos de cuerda esenciales, el arpa, el vio
lín, la m andolina-bandurria y la guitarra. De esta última derivaron el charango
como variante americana de la guitarra. Poco a poco, con otros instrum entos
adicionales (trom peta, clarinete, tambores, saxo, piano, pam pa-piano, melo-
dium, bandoneón concertina, acordeón, rondín-armónica-pifano) se form a
ron bandas, orquestas, conjuntos, estudiantinas, tríos y dúos constituidos
principalm ente po r personas mestizas, bilingües o monolingües castellano-
hablantes3.
Las ocho regiones de la música andina quechua en el Perú corresponden
gruesam ente a las ocho variaciones dialectales de la lengua quechua que se
habla en el Perú (Cerron-Palom ino 1988).
D esde el comienzo mismo de la colonia, los quechuas adoptaron como
suyos algunos instrum entos y elementos musicales europeos. El arpa y el vio
lín se han convertido en elementos totalm ente internos de la matriz musical
quechua a lo largo y ancho del país y lo mismo ocurre en áreas indígenas an
dinas de Ecuador, y Bolivia. Con excepción del período en el que se produjo
la rebelión del taki onqoy, (1565) que propuso una ruptura con los españoles
Música chicha-, cambios de canción andina quechua 485
2. La n o v ed ad d e la m úsica chicha.
La m úsica chicha es conocida tam bién con otros nombres: “wayno m oder
n o ”, “cum bia andina”, “cumbia peruana”, “cumbia selvática”, “cumbia
folk”, “cum bia awaynada”, “tropical andina”, “chicha folk”. La palabra
chicha quiere decir literalmente bebida de maíz o cerveza de maíz. Es posible
que el nom bre “música chicha” provenga de una canción llamada “La
chichera’’, en homenaje a las vendedoras de esa bebida5.
El nom bre wayno m oderno6 nos ofrece la pista para descubrir las particu
laridades específicas de la música “Chicha”. El wayno es la canción quechua
pre-hispánica más extendida en los andes del Perú y Bolivia. El adjetivo “m o
d ern o ” quiere decir “lo actual”, “lo últim o”, “lo de m oda”. En otro texto,
(M ontoya 1994) he sostenido la diferencia entre los conceptos “m oderniza
ción” y “m odernidad” que la ideología capitalista presenta como sinónimos
para favorecer e im poner su propuesta de cambio cultural. La novedad en la
música en los años sesenta se identificó con los instrum entos eléctricos, la
percusión y el baile-espectáculo. En la lógica occidental “lo m oderno” se
opone a “lo tradicional” considerado como viejo, pasado de m oda y— por
eso— el folklore sería un obstáculo para la “m odernidad” considerada como
simple “m odernización” o expansión de la tecnología capitalista. D entro de
esa lógica, el arpa, el violín, el charango y la guitarra serían parte del pasado y
el futuro estaría asegurado con la im portación de los nuevos instrum entos de
la música llamada “m oderna”. El deseo de im portar no es nuevo; como lo
señalé antes, está presente desde el comienzo mismo de la conquista y la co
lonia. La adopción del arpa y el violín fue el prim er gran m om ento del inter
cambio cultural en la cultura quechua. Más tarde, ya en el siglo veinte, hacia
1930, los músicos del centro adoptaron el saxo; posteriorm ente, en los cin
cuenta, el acordeón. El saxo en la música del centro anunciaba ya los nuevos
vientos de la música chicha, en la medida en que en 1983 el grupo “Los
Pacharacos” con el wayno “Río del m antaro”, m ucho más rápido que todos
los waynos de antes y ejecutado con el saxo y una guitarra eléctrica, abrieron
un período nuevo que alcanzó su punto de mayor difusión 20 años después
con “Los C hapis”, uno de los conjuntos chicheros de mayor éxito en el país.
U n conjunto de “música chicha” toca una parte de la matriz quechua de
música, con tres guitarras eléctricas, un órgano, un string o teclado electróni
co y una batería. Los músicos que tocan y cantan siguen el ritmo de la música
con sus movimientos gimnásticos y están especialmente uniform ados para
asegurar un espectáculo en el cual el baile del público es lo fundam ental. La
música chicha es una innovación en el ritmo, para convertir el wayno andino
en bailable. D e la lentitud de la música que se toca para cantar versos cuyos
constituyen lo central de la canción andina quechua, los primeros chicheros
pasaron a la rapidez para bailar, prescindiendo de los versos. Las primeras
canciones chicha fueron simplemente instrumentales.
La posibilidad de bailar el wayno con más rapidez antes de la chicha contó
po r lo menos con tres elementos precursores que abrieron el camino. El p ri
Música chicha: cambios de canción andina quechua 487
3. Lo n u ev o , lo q u e q ued a y lo q u e se pierde
Los com positores de las canciones chicha son los cronistas de la vida de
una parte de los provincianos en Lima y en otras ciudades. Ellos ofrecen los
Música chicha: cambios de canción andina quechua 489
elementos para una etnografía inicial de los últimos 20 años de una parte del
Perú, que en poco tiempo ha dejado de ser un país rural pues, el 70% de los
habitantes vive ahora en ciudades. En sólo cincuenta años la población paso
de 6 a 22 millones, sin que los recursos hayan crecido en la misma p ro p o r
ción. La pobreza es cada vez más grande; crecen la desocupación, el subem-
pleo, la delincuencia y múltiples formas de violencia, sobre todo la violencia
política que entre 1980 y 1992 ha producido 25.000 m uertos y 4.000 desapa
recidos. La pobreza urbana, la falta de trabajo, la condición de vendedor am
bulante, de trabajadora doméstica o de habitante de una barriada (“Pueblo
joven”), el alcohol, el machismo, la paternidad irresponsable y el elogio de la
picardía y la “criollada” para alcanzar objetivos sin cum plir las reglas esta
blecidas, son los elementos nuevos que trae la canción chicha.
La canción “El cachuelero” (subocupado que hace pequeños trabajos)
cuenta:
Muy temprano
salgo de mi casita
tratando de encontrar
un cachuelito
Y si lo encuentro
trabajo de sol a sol
con solo la ilusión
de llevar algo
a mis hijitos
a mi cholita.
Feliz el que tiene
un trabajo seguro
porque siempre tendrá
un pan para su hogar.
En cambio yo
trabajo como un trapo
y muchas veces
no consigo nada
y me pongo a llorar (Hurtado C. 20).
La canción chicha está identificada con los ambulantes:
Ayayayayay
qué triste es vivir
ayayayayay
qué triste es soñar
ambulante soy
vendiendo zapatos
vendiendo comida
vendiendo casacas
mantengo mi hogar
ambulante soy
proletario soy (Hurtado C. 22).
Sobre la em pleada doméstica dice la canción chicha:
Ella es la chiquilla
que trabaja el día
en la casa
490 Rodrigo Montoya
la dejó.
Los profesores hablan de la inconciencia
de la juventud
y ella perdió la fe a su amado
Una mala y cruel amiga
la recomendó a una mujer
malvada
y la pobre murió
ya sin fe
y en su bolso de cuaderno
decía ‘tu y yo’(C 46).
U n elogio a la paternidad irresponsable aparece en la canción “M adre sol
tera”:
Mujer ven un momento
ocultarte ya no puedo
mis alas siguen creciendo
y añoro seguir volando
Sé que la gente
picaflor me llamará
se que también tu llanto pagaré
pero que te quedas
madre soltera
te confieso
no busqué tu perdición (C 63).
H ay en la selección de W ilfredo H urtad o muchísimas canciones que ensalzan
el machismo, el donjuanismo (C 56, 67) que tratan mal a la mujer, y se nota
en ellas la influencia del bolero cantinero que tiene en la “mujer traicionera”
y en la propuesta de beber licor en las cantinas (receta para hacerle frente a
los problem as del amor) dos de sus temas favoritos (C 81). Se encuentra tam
bién una canción sobre el divorcio:
Finalmente ya nos divorciamos
conseguiste lo que anhelabas... (C 118),
y una consagrada a la droga:
Hojitas verdes cautivadoras
causantes de mi desgracia
soy prisionero de tu esencia
al probarte fue mi sentencia/
primero dan muchas alegrías
las convierten luego en lamentos
ingratas hojitas verdes ajusticiadoras.
Cambiadas de forma y color
provocarán más que un amor
y temblará la naturaleza
por tanta fortaleza.
Acábense hojitas verdes
renuncien a sus raíces
no quiero más tentaciones
hojitas verdes comprometedoras (C 49)1’.
Música chicha: cambios de canción andina quechua 493
aquella encierra. G ana nuevos recursos e instrum entos para expresar la m úsi
ca, pero disponer de nuevos instrum entos no es suficiente para crear. El con
tenedor no puede ser separado del contenido. En última instancia, lo que
queda de lo andino quechua en la canción chicha es sólo parte de la melodía.
C orresponde a los especialistas en música y etno-musicología andina y perua
na— entre ellos a Vásquez, Romero, Bolaños, Valencia— constestar a dos p re
guntas esenciales: ¿Cómo cambia la música andina con la chicha? y ¿cuáles
son las perspectivas y las consecuencias de ese cambio?
N o ta s
1 E ste es el p rim er estu d io etnográfico serio so b re la m úsica chicha. W ilfred o H u rta d o registró m ás de
novecientas canciones y en el libro p resen ta una antología de 202 ag ru p ad as en X I ru b ro s (C am po y n o s
talgia, m igración, desarraigo, el trab ajo en la ciudad, pobreza, m achism o y alcohol, el trab ajo , la lu c h a y
el progreso, am or, religión, h u m o r, y política. P resen ta adem ás las respuestas d e los prin cip ales m úsicos
y com positores d e la canción chicha a u n a encuesta sociológica m uy am plia. H e te n id o la p articu lar
satisfacción de h a b e r g uiado la elaboración de ese e stu d io y es p ertin en te agregar q u e W ilfred o H u rta d o
es ta m b ié n m úsico y conoce el tem a pro fu n d am en te. C u an d o el lib ro se p u b liq u e q u ed a rá n sin sen tid o
m uchas op in io n es fáciles dadas p o r personas que conocen m al y de lejos la can ció n an d in a qu ech u a.
2 E n el c u a d ro 3 del lib ro “L a sangre d e los c e rro s” (M ontoya, R. et
al. 1987:13) p u e d e e n c o n trarse u n a in
form ación d etallada so b re los diferentes tipos de canciones en cada u n a d e las o ch o regiones m usicales
d e la canción q u ec h u a peruana.
3 E n el c u a d ro 4 del lib ro “L a sangre de los ce rro s” (M ontoya, R. et
al. 1987:15) ap arece u n listad o de
in stru m en to s m usicales tocados p o r los quechuas y p o r los llam ados m estizos.
4 La g u itarra p o r su p ro p ia so n o rid ad es más ap ropiada para espacios so n o ro s cerrados. El charango es
m ás p e q u e ñ o p e ro suena más y se p resta para espacios abiertos en canciones y danzas d e tip o so b re to d o
colectivo. L a g uitarrilla q u e trajero n los españoles tenía cu a tro cuerd as y sufrió ad ap tacio n es p a ra c o n
vertirse en el T re s cubano, el charango de cinco y la g u itarra p o sterio r de seis. E l C u atro v en ezo lan o c o n
serva las cu a tro cuerdas.
5 “ [El co m p o sito r] B aquerizo con ‘Los dem onios del M an ta ro ’ sacó u n tem a ‘a la chichera, a la chichera,
lim eña, n o rte ñ a, h u an c aín a’. A dem ás la gente no sabía cóm o p ed ir el tem a cu a n d o to cáb am o s... y de ahí
viene su n o m b re ”. E ntrevista con N ovoa y B aquerizo, citado p o r H u rta d o (1992, p arte p rim era, au n sin
n ° d e página).
6 La e x p resió n “ wayno m o d e rn o ” es del m úsico B erardo H ern án d ez , co n o cid o com o “M an zan ita”,
(H u rta d o 1992, p a rte prim era, aún sin n° de página).
7 L a m úsica V allenata colom biana tiene m ucha aceptación en el P erú : en tre las varied ad es d e esta m úsica
se e n c u e n tra n la cum bia, el p o rro , el paseo vallenato y el m erengue. T o d a s estas v aried ad es so n g en é ri
cam ente conocidas com o cum bia. C om o sostiene C halena V ásquez, p ro b ab lem en te el p o rro influya más
que la cu m b ia en el P e rú (C onversación personal).
8 El m úsico E n riq u e D elgado contó a H u rta d o : “A m í m e encanta el rock. Ju stam e n te el ro ck h a sid o u n o
de los in g red ien tes q u e se aplicó p ara in te rp re ta r la m úsica tropical peru an a. Ju sta m e n te a F e rn a n d o
Q u iro z lo co n o c í en el g ru p o ro ckero los Z any’s y p ara darle más perso n alid ad , u n p o co m ás de estilo, y
ap ro v ec h an d o q u e en esa época estaba de m o d a el rock...se m e vino la idea d e in clu ir p artes del ro ck en
lo q u e hacíam os nosotros, q u e era la “cum bia p e ru a n a ” (1992, sección entrevistas, aú n sin n ° de página).
E ste es u n caso excepcional y h ab ría q u e dem o strar la presencia de la m úsica ro ck en la chicha. Los o tro s
m úsicos entrevistados h ab lan d e rock pero cu a n d o H u rta d o les pidió q u e m e n cio n ara n el n o m b re d e p o r
lo m enos u n a canción, n in g u n o p u d o recordar. Sería interesantísim o q u e los estu d io so s d e la m ú sica en
sí, p u e d a n investigar la presencia del ro ck en la chicha.
9 “C h a p u lín ”, el fam oso d ire cto r del co n ju n to chichero “Los S hapis” , c o n tó q u e los colores del u n ifo rm e
d e su g ru p o , rep ro d u cían el arco iris, “en hom enaje al im perio de los in c as” (H u rta d o , 1992, sección
entrevistas, aú n sin n° de página).
10 C u a n d o p reg u n té a los com positores p o r alguna canción chicha en q u ech u a, m e dijero n q u e con o cían
u na p e ro no p u d e encontrarla.
496 Rodrigo Montoya
11 Los “ch ic h ó d ro m o s” son lugares d o n d e se baila la canción chicha. Son cam pos de baile im p ro v isad o s en
te rren o s ce rra d o s no co n stru id o s d e n tro de la ciudad o en las afueras. L a p alab ra deriva d e los “salsó-
d ro m o s ”, que son espacios cerrados p ara oír y b ailar m úsica salsa.
12 E ste es u n caso q u e ilustra m uy b ien el p o co dom inio q u e los com p o sito res ch ich ero s tien en del castella
no. C o m o lo im p o rta n te p a ra ellos es la m elodía bailable, los textos d e las canciones so n gen eralm en te
im provisados, p ara salir del paso.
13 El co m p o sito r d e esta canción, influido p o r la ideología de las N acio n es U n id as y los g o b iern o s del P erú ,
co n fu n d e la coca con la cocaína y com ete un grave erro r. D escrib e los efectos d e la cocaína, n o de la
coca.
14 L a m elodía su en a an d in a p o r la p rep o n d era n cia pentatónica. C h alen a V ásquez cree q u e la acep tació n de
la m úsica afrocolom biana se d eb e a su pentatonía. (C onversación p ersonal.)
B ibliografía
Ju lia n a S t r ö b e l e - G r e g o r
A'"
2. La “ t r a d i c i ó n ” y la “ m o d e r n i d a d ” e n la C S U T C B
las ideologías indianistas (Fausto Reinaga, por ejemplo) junto con las posi
ciones y formas de pensar de la izquierda política del movimiento katarista
(H urtado 1986), encontrándose allí con la cosmovisión, el concepto de orden
holístico de la reproducción social y las prácticas sociales que forman el teji
do de la vida de los campesinos aymaras y quechuas. Esto quiere decir que
desde un principio existían en el movimiento todas estas ideologías, prácticas
sociales y formas de organización; en parte concurrían entre sí, en parte se
unían en formas diversas, llegando a constituir formas de expresión propias
de la m odernidad en los Andes.
M ientras que en la corriente cultural del movimiento katarista los concep
tos indianistas fueron determ inantes, en los partidos políticos las orienta
ciones de izquierda y el indianismo encontraron formas de expresión autóno
mas. En la CSUTCB (al menos en su propia definición y de acuerdo a sus
metas) se reunían conceptos étnico-culturalistas junto con conceptos sindica
listas. Es evidente que estas mezclas no podían sobrevivir sin tensiones.
El que estas tensiones no sólo hayan existido entre las corrientes, sino tam
bién dentro de las organizaciones mismas y en las personas, se puede m ostrar
en la historia de la CSUTCB y en el quehacer de sus líderes, como es el caso
de Jenaro Flores. Siendo secretario general, es decir, como líder nacional, se
sentía a la vez com prom etido en forma especial con su com unidad y su re
gión y obligado a responder a las expectativas puestas en él, tanto en un sen
tido material com o personal. Los que contem plaban el problem a desde afue
ra le reprochaban clientelismo y corrupción indirecta, mientras que dentro
de la lógica aymara y quechua él era percibido como alguien que cumplía con
sus obligaciones como “autoridad”. P or ello puede decirse que Flores pensa
ba y actuaba siempre dentro del sistema de valores y normas aymaras. La
tom a de su cargo como jilakata se mueve dentro de esta dinámica, pero sólo
porque a este cargo se le otorga im portancia y autoridad. ¿Se le otorga real
mente importancia? La huella de Jenaro Flores nos lleva a plantear preguntas
fundamentales:
¿Cómo está organizada la estructura política arraigada en la tradición an
dina en la que funciona este sistema de cargos y qué papel juega un cargo en
la actualidad? Esto motiva un segundo complejo de preguntas: ¿Qué tan ex
tendidas están estas estructuras hoy día? ¿Son sociopolíticamente relevantes?
E n caso afirmativo, ¿por qué se m antienen aún, cuando hay estructuras
políticas m odernas del modelo occidental, tales como sindicatos y partidos?
Esto nos lleva a cuestionar una vez más a la CSUTCB: ¿Q ué relación existe
entre las estructuras rurales tradicionales y la CSUTCB?
Cabe recordar que dentro de la propia definición de la CSUTCB existía
desde su fundación la pretención de reunificar lo étnico-cultural con lo sindi
cal.
Cultura política de los aymaras y los quechuas 503
3. F o r m a s c o m u n a le s d e a d m is tr a c ió n a u t ó n o m a
En el Altiplano boliviano están hasta hoy muy extendidos algunos elem en
tos estructurales de la organización tradicional, como lo confirman las nuevas
investigaciones. Sin embargo, se presentan en manifestaciones muy diversas5.
En la conservación de las estructuras coloniales tempranas (con todas las
modificaciones que han sufrido durante estos siglos) fue decisivo el grado de
avance y expansión de la hacienda. La reforma agraria de 1953 garantizó, al
menos formalmente, el fundam ento económico de las estructuras comunales
y de las formas transformadas de organización “tradicionales”. Esta reforma
preveía títulos tanto privados como de propiedad comunal y declaraba las
parcelas otorgadas como propiedad privada no sujeta a venta (Klein
1984:286), a esto se suma el que en las comunidades prerevolucionarias la to
ma comunal de decisiones quedó casi intacta en lo que respecta a la venta de
la tierra (Carter & Albó 1988:464s.). Con esto se daba una condición funda
mental para la supervivencia de estructuras comunitarias y patrones de orga
nización con elementos tradicionales que dem onstraron su eficacia a pesar de
todas las transformaciones.
Aún cuando se introdujeron modelos de organización “m odernos” como
el sindicato campesino y las cooperativas, éstas retom aron en la praxis
muchos elementos “tradicionales” (Albó 1981; H arris 1978). Incluso en
muchas comunidades que surgieron en 1953 con la reforma agraria, se p u e
den observar los restos de dichas estructuras. Una causa de ello fue que
muchas de estas com unidades en el Altiplano no eran en principio nuevas
fundaciones, sino que se basaban en estructuras antiguas del ayllu m enor o
del ayllu mínimo.
El sistema de hacienda se había apropiado de los viejos ayllus, pero no
había destruido com pletam ente las estructuras tradicionales sino que las
había m odificado bajo las leyes de la ganancia económica (Rojas 1978; Pearse
Í9"75).
Con los supuestos que creó la reforma agraria y bajo condiciones de rela
ciones sociales basadas en el sistema de pensam iento aymara, se creó el m ar
co en el que la economía individual de parcelas podía integrarse a una adm i
nistración amplia comunal y autónoma. Los títulos privados de tierra eran
por un lado el fundam ento para una economía de minifundios, pero por otro
lado se m antenían los derechos de tierra comunales y una estructura de orga
nización comunal basada en la racionalidad de la producción andina (Gölte
1980), de forma que se pudo dar una cierta continuidad de las formas ligadas
a la tradición.
A pesar de las variaciones que se fueron desarrollando, se puede decir— a
grosso m odo— que estas formas siguen un modelo común, en lo que se re
fiere al m odo en que la com unidad concibe y organiza internam ente los p ro
cesos de decisión, administración y representación. Las dos columnas que
sostienen esta organización sociopolítica de administración autónom a, son la
asamblea y el sistema de cargos de las autoridades tradicionales.
504 Juliana Ströbele-Gregor
a) La asamblea
b) Jerarquía de cargos
c) E l cargo de jilakata
El cargo d &jilakata— como muchos otros cargos— tiene sobre todo una
función ceremonial religiosa im portante. En una descripción de las tareas del
jilakata (IN D IC E P 1973:44) éste es definido como “el m ediador entre el
ayllu y los seres divinos”. En la concepción de la población andina lo re
ligioso y lo cotidiano no están separados. Por esta razón no se ha producido
aún una total secularización de lo político en la com unidad o en el ayllu. Eso
tam bién es válido ahí donde las estructuras de organización políticas arraiga
das en la tradición están recubiertas por las estructuras sindicales, las cuales
producen una falsa imagen.
Las autoridades tradicionales juegan también un papel muy especial den
tro de la cultura festiva, tan im portante para la comunidad. Rasnake llama a
los km aqkuna “mediadores simbólicos” (Rasnake 1989:16). Ellos toman fun
ciones de mediación tanto reales como simbólicas, es decir, funciones m edia
doras de carácter ceremonial-religiosas. Con esto se convierte su propio rol
en un símbolo. Esta caracterización puede aplicarse tam bién al jilakata (com
párese C arter & M amani 1982). Según Rasnake los km aqkuna escenifican
modelos de la organización social yura, para vincularlos a una visión sagrada
del m undo. Los ritos describen la organización interna, pero además sitúan
esta estructura en relación a un contexto más amplio, haciendo referencia a
sus vínculos con otros grupos sociales de la nación y con el Estado boliviano
(Rasnake 1989:16). D e qué m anera se celebra y se reconstituye en la cultura
festiva la com unidad y la idea de com unidad está docum entado por una gran
cantidad de datos etnográficos. Esto se refiere tanto al afianzamiento de la
cohesión del grupo, como al fortalecimiento de la relación con los seres p o
derosos e inmortales. Esta escenificación del m odelo de organización social,
así como la conexión de la com unidad con el sistema religioso está fuerte
m ente anclada en el ciclo agrario.
Las fiestas y los ritos pueden ser además puntos de partida para cambios
sociales, cuando elementos nuevos, que se adquirieron a través de las rela
ciones con el exterior, se integran en el sistema de normas. Las fiestas funcio
nan precisam ente como un mecanismo que perm ite la reformulación de con
ceptos y norm as tradicionales. Es un proceso que puede compararse en cierta
form a con el cambio de las normas a través de la aplicación del derecho tra
dicional. Tam bién aquí se produce una relación especial con la m odernidad
en cuanto se hace referencia a la introducción de normas que provienen de la
sociedad nacional. En ambos niveles, en lo jurídico y en lo religioso, el
jilakata ejerce una gran influencia.
4. F o r m a s a n d in a s d e la m o d e r n i d a d
discutiblem ente expresión “genuina” del campesinado. Los que creían en es
to ignoraron los problemas más virulentos que desde la fundación del sindi
cato estaban presentes en él. Los problem as radicaban en el hecho de que la
relación entre el sindicato y las organizaciones arraigadas en la tradición de
ninguna manera se configuraron sin conflictos, además de que esta relación
tam poco funcionaba en base al entendim iento propio de los kataristas dentro
de la CSUTCB.
Esta visión unilateral se puede aclarar partiendo de la situación política
general en la que se encontraba Bolivia. D urante la dictadura, la importancia
de la CSUTCB radicaba en su especial capacidad de aglutinar y dar expre
sión política a las dem andas de la población rural frente al estado. Los con
flictos o tensiones fueron naturalm ente dejados de lado. Con la restitución de
la democracia se dieron condiciones que hicieron necesaria no sólo una re
formulación de metas y de la función del sindicato sino también de la propia
comprensión.
A partir de este m om ento aparecieron discrepancias políticas que conduje
ron a luchas internas más fuertes. Los funcionarios del sindicato que perte
necían a diferentes partidos políticos empezaron a movilizar a la base para
sus propios intereses partidistas. Este desarrollo desató en algunas regiones
conflictos latentes entre las autoridades tradicionales y el sindicato que deja
ron ver que se trataba de problem as entre la base y la organización política.
Rivera opinó al respecto en 1986 que en aquel proceso iniciado en 1983 el
movimiento katarista empezó a perder su legitimación entre los campesinos
indígenas del Altiplano a raíz de la intensificación de las luchas entre partidos
políticos por establecer una línea política. El movimiento perdió parte de la
base porque en la lucha por la hegemonía dentro de la CSUTCB se utilizaron
métodos e intrigas provenientes de la cultura política de los q’ara (los blan
cos) cuya finalidad era hacer de la base un objeto de manipulación (Rivera
1986:13). Para los campesinos que habían luchado, eso no era democracia.
La base se retiró poco a poco de la política activa nacional y se limitó a
luchar por iniciativas propias en el marco de la organización comunal. Para
muchos campesinos quedó com probado que la organización arraigada en la
tradición del ayllu o de la com unidad era el único fundam ento para la acción
política autodeterm inada.
La huella que hasta ahora hemos seguido dem anda un análisis cuidadoso
de la razón p o r la cual se dió ese desarrollo.
A principio de los años 80, cuando los kataristas dom inaban la CSUTCB,
recalcaron en sus discursos la heterogeneidad étnica y cultural de la pobla
ción campesina y lucharon por defender su identidad cultural indígena. T am
bién despertaron el orgullo de los campesinos por sus valores tradicionales
propios. El movimiento katarista fue también el primero que empezó en
Bolivia a ver la historia y la política actual desde la perspectiva de los “in
dios”. Fue el prim ero que acusó a los grupos en el poder de continuar con la
opresión de la población indígena, utilizando para esto el discurso de los
512 Juliana Ströbele-Gregor
N o ta s
sas: B astien (1978); C a rte r & M am ani (1982); A lbó (1972); Rösing (1987). U na b ib liografía ex ten sa so
b re los aym aras se en c u en tra en la com pilación d e A lbó (1988).
6 P a ra la región especialm ente tradicional del n o rte d e P o to sí véase la recien te investigación d e R asnake
(1989), p ara la “m o d e rn a ” región cercana a la ciudad com párese p. e. C a rte r & M am ani (1982). B uechler
(1980) c o n sta ta cóm o a través d e la cu ltu ra festiva surgen tam bién en la ciu d ad elem en to s cread o res d e
id e n tid a d así com o de redes sociales de m ucha relevancia económ ica. La cu ltu ra festiva citad in a d e los
aym aras no niega su origen en la tra d ició n andina, aún cu a n d o el m u n d o u rb a n o ha d a d o lu g ar a nuevas
in terpretaciones.
7 E n otras zonas de los aym aras se les llam a mallku;en las regiones d o n d e se hab la q u ec h u a se llam a
algunas veces a los rep resen tan te s del ayllu
m ayor kuraqa q u e quiere decir “nob leza de h e re n c ia ” o lid e
razgo étnico. E n el n o rte de P o to sí losjilakata
son los rep resen tan tes al nivel del ayllu
m en o r, los kuraqas
se eligen de las fam ilias d e alto rango com o rep resen tan te s al nivel del ayllu
m ayor (R asnake 1989:66ss.,
7 8 s s.).
8 U na d escripción ilu strad o ra d e cargos y funciones d e Irp a C hico que pro v ien e d e u n a co m u n id ad o rig i
n aria se en c u e n tra en C arter & M am ani (1982). Ya q u e esta co m u n id ad se en c u e n tra e n la m ism a región
d o n d e está la co m u n id ad de d o n d e viene Je n a ro F lores, m e pareció esp ecialm en te im p o rta n te referirm e
a estos dato s etnográficos. M is conversaciones con F lores lo confirm an.
9 Ya en 1986 h ab ía in ten ta d o B eat D ietschy hac er p ro d u ctiv o el p la n team ien to b lo c h ian o p a ra el análisis
del d esarro llo en el P erú . Su lectura crítica del co ncepto de Bloch m e ha sid o de gran valor.
10 D ietschy señala ac ertad am en te que Bloch in ten ta “salvar la universalidad d e la teo ría de la h isto ria m a r
xista a través de a b rir la posibilidad d e p ercib ir los factores q u e desestabilizan los cam inos eq u iv o cad o s y
los ro d eo s del pro ceso histórico co rrigiendo así los olvidos del m aterialism o m arx ista v u lg a r” (D ietschy
1986:26).
11 A qui hay q u e m e n cio n ar en especial el estudio en 4 tom os sobre m igrantes u rb an o s d e A lbó, G reav es &
S andoval (1 981-87). S o bre la red social m ediada p o r la cu ltu ra festiva y su red efin ició n en el co n tex to
u rb a n o véase B uechler 1980 y A lbó 1985. S obre el tem a d e las organizaciones políticas y sociales en el
A lto y su tra sfo n d o “tra d ic io n a l” vease S trö b ele-G reg o r (1990a). H asta q u é p u n to esta im p reg n ad a la
econom ía “in fo rm al” d e las estru c tu ras rurales andinas es discu tid o en S trö b ele-G re g o r (1990b).
12 Rivera ta m p o co hace esto en su análisis.
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UNA PARADOJA EN LA INVESTIGACIÓN
ETNOHISTÓRICA ANDINA
Jürgen G ö lte
ejemplo, deja traslucir que ambas posiciones parecen excluirse m utuam ente
(Zuidema 1989).
Com o uno de los discursos (Rowe) supone una historicidad de los fenóm e
nos sociales relatados, que supondría que cada elemento tendría un correlato
histórico por los antecedentes y las circunstancias que lo habrían producido;
po r otra parte, se podría indagar en el otro modelo, de tipo estructuralista,
que asume un orden invariable (Zuidema, H ocquenghem ), para observar
cómo éste presentaría las posibilidades de cambio de fenómenos y de orga
nización social.
El m odelo estructuralista visiblemente no niega la existencia de historia, y
de cambios en ella, sólo que supone que lo que aparece a los europeos del
siglo XVI como un recuento dinástico o histórico, y como tal aparece en las
crónicas de la época, sería en realidad un recuento de un orden supra-
histórico, en el cual se subsumiria lo que los europeos apartarían como una
secuencia de hechos acontecidos a lo largo de un tiempo lineal. La “historia
incaica” se convertiría de esta forma en una explicación concretizada del m o
delo que la gente andina utilizaría para com prender su organización social y
política, su espacio, el ciclo anual del tiempo, el ciclo de las “edades del m un
d o ”, y, p o r supuesto, tam bién el orden de lo sagrado. Zuidem a no solamente
nos dice que el modelo se podría aplicar a los incas, sino igualmente a los
nazca, a la cultura sicán y chimú, y, cómo no, también a los habitantes andi
nos de la segunda m itad del siglo X X (Zuidema 1989).
H ocquenghem en su introducción a la “Iconografía M ochica” expresa lo
mismo:
Si el culto a los antepasados domina las relaciones de producción en los Andes, el ca
lendario ceremonial, que es la institución encargada de la realización de este culto, de
be ordenar y garantizar la reproducción social andina y es esta misma función la que
deben cumplir las imágenes que lo representan desde el primer horizonte hasta hoy.
De generación en generación se efectúan los mismos actos, se practican las mismas ce
remonias, en los mismos períodos del año y con el mismo propósito: conservar el orden
instaurado por los antepasados. No es una sorpresa entonces constatar que existe una
continuidad en el universo conceptual andino desde hace 4,000 años ni que persiste el
calendario ceremonial que consideramos como una recreación constante del universo.
En culturas sin escritura el calendario ceremonial es la institución que permite la afir
mación de la identidad y la reproducción de la sociedad. La función de la iconografía,
que representa esta institución, es de fijarla y perpetuarla (Hocquenghem 1987:35-6).
Supongamos que exista y haya existido tal forma de incorporación de las
dimensiones occidentales a un modelo, (omitiendo por lo pronto las diferen
cias entre Zuidem a y Hocquenghem ), y veamos cómo se manejarían en el
interior del m odelo los cambios— que según el discurso inicial de
H ocquenghem no existirían— pero que suponemos que sí se han producido
necesariamente en las cosas, las sociedades, las economías y en la inter-
relación entre hom bres y naturaleza.
Com o el modelo básico es dual, y conlleva como oposiciones fundam en
tales lo femenino y lo masculino, la noche y el día, el abajo y el arriba, de
Una paradoja en la investigación etnohistórica 521
Fig. 1. Las amenazas del tinku lim inal (según Gölte 1994a:118)
524 Jürgen Gölte
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I W 'ffe!
Una paradoja en la investigación etnohistórica 525
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526 Jürgen Gölte
Una paradoja en la investigación etnohistórica 527
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528 Jürgen G ölte
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bambuco, 202 C
banda, 326, 327,329,330,487
de guerra, 463 Cabello Valboa, 149, 154, 155, 157
de instrumentos de metal, 338, 341 cabeza de baile, 19
de metales, 463 cabildo, 47, 227
de pueblo, 206 cacería, 183
eléctrica de música, 412 Cacha, 148
orureña, 344-345 cachaua, 181
bandas puneños y bolivianos, 463 cachiu(i)a, 181
bandola, 232, 446 caja, 42, 83, 484
bandolines, 206 caja y roncadora, 326, 327, 329
bandoneón, 382, 388, 484 Cajabamba, 412, 413
bandurria, 16, 484 Cajatambo, 149, 165, 285
baptism, 324, 471 calabazas, 201
“barbas”, 381 Calderón, 209
barrio, 325 calendar,
Bastien, 54 agricultural, 20, 43
bastones, 204 annual, 25
batalla teatralizada, 460 Christian, 19
“batallas rituales”, 523 festive, 67
batería, 486 Inca, 19,20,21
bautismo, 279, 280, 281 calendario
Bautista Saavedra, 15, 87, 104 agrícola, 484
Beatles, 487 andino, 107, 111
bebida, 386, 388, 398, 400-401, 403, ceremonial, 142, 167
407,408,419 festivo, 215
Beethoven, 114 oficial de la Iglesia, 288
Betanzos, 147 reforma gregoriana del, 147
bis-abuelos, 60 ritual, 353,354
“blancos”, 370, 371, 382, 383, 397, 398, callahuaya, 339
402,407,412,511 Callawayas, 15-16, 30, 31
“blancos del campo”, 371 Callejón de Huaylas, 325, 329
Bloch, Ernst, 507-508 callpa, 164, 165
blood offering, 48 camac, 141, 165
bocina, 204, 413 camari, 398, 407, 412
“bodas”, 200 camaricu, 398
bolero cantinero, 487, 492 cambio e intercambio cultural, 483, 485
bolero centroamericano, 487 campanilla, 42, 204, 238
Bolivia, 15-63, 67, 75, 83-104, 107-115, campesino, 15, 30
283-309, 311-321, 333-349, 484, Cañar, 213
486,497-515 cañari, 389
dictadura, 336, 498, 511 canción, 342
restitución de la democracia, 498, 511 andina quechua, 486
bomba, 201—202 de la producción, 484
“bom bero”, 382, 388 de marca y floreo de animales, 225-
bombo, 83, 200, 201, 232, 385, 391, 413, 226, 232
463,484 de visita, 244
bongó, 487 del ciclo vital, 484
breasts, female, 55, 79 popular, 345
brebaje San Pedro, 439, 440, 446, 447 quechua pre-hispánica, 486
brujería, 439 religiosa, 484
brujo, 440 representativa, 354
brujo malero, 447, 448 triste, 398
burruqhatiy, 18 canciones del rito uywa k ’illpaña, 241-
245
538
jach’a mallku, 28
jach’a uta, 228, 230 K
jailli, 22, 27-28
jaktasiña irampi arkampi, 32 k ’achampa, 457
jallp’a ukhuman, 6 8 kacharisqa, 35, 38
jallu pacha, 2 1 , 83, 231 kacharpaya, 303, 306, 307
jalq’a, 283-309, 311-321 Kallawayas, 15
jalsuri, 233 kamaq, 62
Jama-Coaque, 124, 128 kamaq pacha, 59, 60
jamuj pacha, 24, 25 kana, 249
janaj gloria, 309 k a n tu ,17
janaj pacha, 294, 296, 321 k ’apu, 38
janan pacha, 24, 26, 53, 58 karguyuq, 455
janax pacha, 25 kaswa, 484
Japo, 271,273,277,279 Katari, Tomás, 337
Japón, 114 katus, 284
jatun ayllu, 57 kawildo, 47
jatun k’ewa, 87 kay pacha, 24, 25, 26, 29, 53, 58, 62, 63,
Jauja, 141 6 8 , 118, 119,321,446,523
jerarquía, 464 “kazike”, 124
de cargos, 370, 382, 504-505 keer, 199
jerarquización, 83 , 89, 94 , 99, 100, 101, kena-kenas, 2 1
102,218 kenas, 16, 21, 30, 57
musical, 94 khantu, 99, 104
Jesucristo, 439 khati, 87
jesuítas, 334 khatik, 31
Jesús, 276,277 khuskan qhari, khuskan warmi, 77
Jesús de Machaca, 111 killa, 2 3 ,2 4,2 6,5 7
jichha pacha, 24 k ’illpa, 18
¡ilacata, 344 k ’illpaña, 222, 234
jilakata, 497, 499, 502, 505-506, 515 kinray gloria, 309
jilaqata, 109, 111 kitiar, 199
jimba, 370 kkatik, 87
Jimbilla, 391 kollas, 15
jinetes, 335 Koya Raymi, 21
jitarrón, 16 kullawa, 113
jiwasa, 1 1 0 kulyaqa, 42
jochana, 85 kumpitisa, 226, 238
joven campesino, 458 “Kumpitisa”, 244
juanikíllu, 278 kunan pacha, 24
548
421, 422, 423, 424, 430, 431, 432, saxo, 484, 486, 487
433,437 Saxra, 283, 289, 290, 291, 293, 294, 297
San Isidro (santo), 47, 295, 401, 402 299,307,308,309
San José de Chimbo, 208 Saya, 338
San Juan (santo), 21, 228, 286, 295, 299 Saya Afro-Boliviana, 340
383 sayas, 47, 48
San Juan (región), 402 scale, 17, 32, 35, 40
San Lorenzo, 294, 325 Schaedel, Richard, 469
San Lucas, 370, 372, 378, 379, 380, 388, Scotland, northeastern, 248
391 secoya, 198
San Miguelito de Píllaro, 211 segundo, 31
San Pablo (pueblo), 2 1 1 Semana Santa, 2 0 0 , 208, 213, 273, 316,
San Pablo (santo), 286, 299 3 7 2,379,381,382,383,406,414
San Pedro, 286, 299, 379, 382 Señor de Chiupi, 403
San Pedro de Pulshi, 400 Septenario, 209
San Roque, 294, 295 serpentine movements, 18
San Sebastián, 294, 295 Sereno, 84, 102, 225, 311
Sangolquí, 212 Sereno Mallku, 84
sanja, 37,38, 63, 96, 97 Sereno T alla, 84
sanjuán, 247-267 sermonario cristiano, 274
rhythmic structure of, 248 serranos, 470
sanjuanito, 206-207 servicios mutuos, 371
sanka, 87 servinakuy, 280
sank’a, 99 sex organ, male, 55
sanq’a, 98, 99, 104 sexual,
Santa Bárbara, 286, 288, 293 , 294 , 297, ambigüedad, 290, 291, 292, 293, 297
299,302,307,439 diferenciación, 85, 87, 96, 100
Santa Cruz, 21 potencia, 290
Santa Elena, 439 relación, 407
Santa Inés, 439 sexuality, 76-77, 79
Santa Rosa, 294 shakap, 198
Santa Vera Cruz, 18, 27 “shaman”, 124
santas, 286, 293, 294, 297, 439, 484 shamán, 440, 448, 449
Santiago, 286, 288, 289,299, 309, 346 Shamanga, 412
santiago (canto), 359, 365, 484 shamanism, 124
Santiago de Chile, 487 shamuna, 249
Santísima, 48, 57 shuar, 198-199
Santísimo, 48, 286, 299 Shuyo, 325, 327, 328
Santísimu, 57 Sicalpa, 208,210, 2 1 1 , 2 1 2
Santo Justo Juez, 439 Sicán, 520
santoral católico, 286, 288 Sierra Sur del Ecuador, 370
santos, 218, 228, 272, 274, 286, 293, 294, signal horn, 19
295,299,311,439,484 siklla, 457
Sapallay, 334 sikumorenos, 476
Saqra, 277, 278 sikuras, 21, 30, 39, 8 6 , 96, 102, 104
saqra, 459 sikuriada, 18
saqra (danza), 457 sikuris, 30, 31, 39^13, 54,55, 8 6 , 95, 102,
saqrakuna, 277 104,343,472,476
Saraguro, 370, 372, 374, 375, 378, 379, sikus, 16, 21, 30, 31, 39, 44, 50, 57, 83,
380,382,388,391 85, 87, 88,89, 90, 92, 94, 95, 97, 98,
“Saraguros”, 370, 380 99, 100, 103, 112, 114,341,477
sargento, 399 silbido, 441, 445, 447
Sarkura, 63 simbolismo, religioso o social, 3 4 4
Sarmiento de Gamboa, 139 sinchi, 164, 165
satiris, 336 sindicato, 511-514
Indice 557
tara, 67, 6 8 , 69,70,71-79, 80 tejidos, 95, 114, 283, 291, 292, 293, 308
linguistic and semantic context, 7 3 - 309, 460
77 sagrados, 344
tara papa, 75 Telapaques, 294, 295
tarabucos, 284, 293 templo de la luna, 125
tarakhtaata, 74 templo del sol, 125
tarantachay, 73 Tenta, 374, 375
Tarapacá, 87 Tentación, 305
tarcaca cunca, 76 terminación, 6 8
tarcaca tarma, 76 texto musical, 319-320
tarka, 21, 30, 55, 57, 6 8 , 79, 80, 314, 472, thapuquillo, 335, 346
484 thaqo, 292, 294
tarka papa, 75 thaya, 2 1
tarka yuru, 75, 76 thuquña, 230
tarke, 39, 40 thurumi, 296, 298, 300, 306, 314 315
tarqa, 83, 112, 113, 114,231,232 320
tarqueadas, 336, 339 Tía, 24
tarrrtatha, 73 Tiahuanaco, 141, 142
tarrthapatha, 73 tiempo
tartaatha, 74 cálido-húmedo, 113
tartamuliata, 70, 71 frío-seco, 113
tata, 21,27, 28, 292, 293 tiempos
Tata Agustín, 27 coloniales, 3 84
Tata Antonio, 294 de los incas, 334
Tata Bombori, 293 pre-colombinos, 311, 3 3 3
Tata C h’ullkuni, 292, 293, 294, 295 pre-coloniales, 89
Tata Inti, 24, 28 pre-hispánicos, 391, 456
Tata Isidro, 47 pre-incaicos, 333
Tata Kruz, 27, 29, 44, 47, 48, 57 tigrana, 249
Tata Marcabi, 44 tigrarina, 390
tata mayor, 18-19, 44, 45 tijli, 48, 87
Tata Quillakas, 44, 293 t’ika chaku, 236, 238
Tata San Juan, 27 t ’ika q ’urawa, 236, 238
Tata Sank’ani, 44 t’ika wiska, 230, 236, 238
Tata Santa Warawara, 293 t ’ikachaña, 238
Tata Santiago, 27 timbal, 487
Tata Santisimu, 28 Tingo María, 488
tatala, 27 tinka, 29
tatali, 226, 238 t ’inka, 229, 230,238, 477
tatalitu, 27 tinku, 29, 32, 33, 43-48, 57, 58, 59, 60,
Tatapacha, 2 1 , 26 63, 95, 297, 338, 343, 346, 522, 523,
tatitu, 27 524,525,527
tawantin, 98 tinkunamushan, 320
tawantinsuyu, 25, 45, 55, 90, 91 tinkuy, 48, 274, 339, 340, 346, 346
Taypacha, 26 tinya, 484
tayta, 27 Tío, 24, 295
Tayta O rqo, 26 Tío de las minas, 289, 291, 336
taytacha, 27, 276, 277, 278, 279 Tisaleo, 208, 209, 2 1 2
Taytacha de Pampamarca, 279 titahuaraca, 187
Taytacha Pascua, 272, 273, 274 titi, 223,227,229,230,238
Tchaikovsky, 114 Titicaca, Lake, 15, 29
teclado electrónico, 486, 487 Tiwanaku, 15,27
técnica de ejecución, 8 6 , 87 Tíwanaku Wiñayqala, 25
“dialogada”, 93 tjili, 33, 34
hoquetus, 93 tobas, 339
Indice 559
V Mercedes, 294
Virgin, 291
vaca-loca, 399 Virgin Mary, 19, 20, 2 1 , 27, 60, 62, 326
vacación, 252 Virrey Toledo, 139
vacailli, 181 “Viseca wayqupi”, 361, 365-366
Valdivia, 126 Víspera, 226
“Valicha”, 487 vizcachas, 293
valleys, 28 vocabulario, 8 6
vaquero, 399 aymara, 8 6
Velasco, Juan, 469, 473 quechua, 87
velorio de angelito, 247 vulva, 56
veneración, 272, 274, 275, 335
Venta, 89, 104
vergüenza, 109, 472 W
vessel, 49, 52
ceramic, 49, 51 waca-waca, 336, 339
vessel flute, 123, 125, 126, 127 wacqay, 317
vestimenta, 90, 137, 148, 151, 154, 161 waj waj, 320
343,344,345,381,466 wajía, 199
vestuario, 284, 487 wajo, 104
vicuña, 43, 8 8 wajo malta, 104
viento, 278 wajta tinku, 63
Viernes Santo, 209, 272 wajtanas, 55
views of culture wak’a, 277, 289, 290
essentialist, 470 waka waka, 113, 342, 457
poststructuralist, 470 waka waqra, 484
vihco, 187 wakai wakai, 249
vihuelas, 16 wakamayu, 183
Vilcabamba, 139 wakas, 29
Villanueva, Victor, 340, 343 wakcha, 188
violin, 325 Walata Grande, 71, 344, 346
violin, 204, 382, 385, 388, 446, 484, 485 wallaqiri phuju, 224, 235, 239
486 cuento del, 239-241
rústico, 382 waltz, 330
Viracocha, 224 “Wamanchallay killinchallay”, 365
Viracocha Pachacamac, 147 Wamani, 22, 26, 28, 119, 484
virgen, 20, 286,291, 292,293, 294 wanka, 484
Virgen a Santiago, 293 wankar, 191, 192, 484
Virgen wankara, 35, 38, 42, 55, 83, 191, 223
Corazón de Jesús, 293 wankarani, 223
de Asunción, 2 0 , 43 wankarita, 35
de Asunta, 43,44, 47 wantirula, 238
de Candelaria, 19-20 waorani, 198
de Copacabana, 2 0 waq’a, 391
de los Dolores, 294 waqay, 70
de San José, 293 waqaylli, 181
de Soroqoto, 288, 294 waqcha, 362
del Abra, 288,292,294 waqra puku, 484
del Carmen, 20 waraka, 457
del Carmen de Paucartambo, 346 warak’a, 72
453,455,456, 457 waraq’a tinku, 63
del Rosario, 456, 458, 459 wariqsa, 180
del Socavón, 293 warmi, 24, 48
Dolorosa, 440 warmi erqe, 315
María, 293 warmi jurq’u, 29
Indice 561
Rafael Alvarez
Max Peter Baumann nació en 1944 en Altdorf, Suiza, y se graduó de doctor en musi
cología en la Universidad de Berna. Después de su profesorado en Alemania y en los Esta
dos Unidos vino a Berlín en 1987 como director del Instituto Internacional de Música
Tradicional. Es autor de numerosas publicaciones acerca de tradiciones musicales, sobre
todo de Latinoamérica. Es el editor de la revista etnomusicológica “The W orld of M usic”,
de la serie de libros “Intercultural Music Studies”, de la serie de discos compactos “The
W orld’s Musical Traditions” y de la colección en un volumen “Kosmos der Anden. W elt
bild und Symbolik indianischer Tradition in Südamerika” (1994).
Ingrid Bettin
Claudius Cristóbal Giese nació en Lima, Perú. Sus padres son alemanes. Asistió a la
escuela en Wiesbaden, Alemania. En 1982 obtuvo el Magister Artium y en 1987 la prom o
ción en antropología (Berlín). Entre 1988 y 1990 tuvo una exposición en el Übersee-
Museum de Bremen sobre las culturas indígenas de Latinoamérica. Hoy se dedica al co
mercio de arte étnico, en Fischerhude, cerca de Bremen.
Jürgen G ölte
Ellen Hickmann
Anne Marie Hocquenghem nació en 1939 cerca de París. Estudió en Buenos Aires y en
Berkeley y se graduó de doctora de tercer ciclo (en prehistoria) y de estado (en antro
pología social) en la Universidad de París I, Panthéon Sorbonne. Es investigadora de las
sociedades prehispánicas de los Andes centrales en el Centro Nacional de Investigación
Científica (CNRS) de Francia y profesora invitada en el Lateinamerika-Institut, Freie Uni
versität Berlin.
Martín Lienhard
Manuel Mamani M.
Gabriel Martínez
Rosalía Martínez
Peter M asson
Peter Masson nació en 1945. Es doctor de filosofía y antropólogo y miembro del equipo
científico del Instituto Ibero-Americano del Patrimonio Cultural Prusiano, Berlín (desde
1984). Sus proyectos comprenden tanto investigaciones de campo en el Ecuador como
publicaciones sobre la etnografía, socio-antropología (relaciones interétnicas, religión),
lingüística y etnofilología amerindias en los Andes Ecuatoriales y Centrales (y también en
la Amazonia Occidental), en una perspectiva general sobre problemas teóricos de la antro
pología y de la comunicación intercultural.
Rodrigo Montoya
Elisabeth den O tter nació en 1941. De 1972 hasta 1979 estudió antropología cultural en la
Universidad de Leiden (Holanda). En 1985, después de una temporada de investigación
de campo (Callejón de Huaylas, Perú, 1980-1981), se publicó el libro “Music and Dance
of Indians and Mestizos in an Andean valley of P eru”. Desde 1988 ocupa el puesto de
Conservador de Etnomusicología en el Tropenmuseum (Instituto Real de los Trópicos) de
Amsterdam. En 1994 publicó un Boletín del Instituto sobre “Pre-Columbian Musical
Instruments: Silenced Sounds in the Tropenmuseum Collection”.
Félix Layme Pairumani trabaja como profesor. Es catedrático de lengua aymara en la Uni
versidad Católica Boliviana y ex-profesor de la misma en la Universidad Mayor de San
Andrés de La Paz - Bolivia. Tiene además el título de “Técnico de Educación
Intercultural Bilingüe” y es tanto autor de un diccionario aymara como de una decena de
trabajos sobre lengua y cultura aymara y de una docena de textos en lengua aymara. Es el
fundador y director del periódico indígena Jayma.
John M. Schechter
Bruno Schlegelberger
Henry Stobart
Henry Stobart es músico y etnomusicólogo inglés. Ha vivido durante algunos años con
una comunidad de quechuahablantes en el norte de Potosí, Bolivia. Su investigación de
doctorado de la Universidad de Cambridge trata de la música, de la ideología y de las esta
ciones. Ahora es “Research Fellow” del Darwin College, Cambridge.
Thom as Turino
Juliana Ströbele-Gregor
Edita V. Vokral
Roy Youdale