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Educación y salud espiritual

Profesora: Dolores Dimier de Vicente 1

LA ACCIÓN EDUCATIVA: UNIDAD E IDENTIDAD EN EL DINAMISMO HUMANO

Toda acción educativa está llamada a dar respuesta a las dimensiones y


necesidades propias del ser humano, comprendiendo las relacionales y
trascendentes (que permiten la apertura a los demás), que brotan de la
dignidad personal. Esto implica, promover una formación integral mediante
el desarrollo armónico de las facultades personales y socio-culturales; no
como una relación o yuxtaposición de sus estratos, sino, desde la más
profunda racionalidad e integración como unidad ontológica.

Una dimensión corporal, que se percibe por ser palpable, medible,


susceptible de deterioro o enfermedad en las que acontece la facticidad,
sujeta al paso del tiempo como lo refleja el envejecimiento; una dimensión
psicológica, que abarca todo el inmenso mundo interior de las personas, sus
anhelos, sus deseos, sus emociones; y una dimensión espiritual, que remite a
lo inmaterial, a trascender lo material, como “centro de la vida personal”
que por su dinamismo facultativo, “humaniza lo fáctico”; así, le permite
captar valores, y decidir para encarar y organizar la propia vida en función
“de ser quien verdaderamente quiere ser”. Vial (2016) menciona palabras
de Kierkegaard: “El hombre es espíritu (…) es el yo (…). El hombre es una
síntesis de infinito y finitud, de lo temporal y lo eterno, de libertad y
necesidad, en una palabra, es una síntesis” (p.11). Moreno (2015) profundiza:

1
Cómo citar este documento: Dimier de Vicente, Dolores (2019). Educación y salud espiritual. Módulo 8: Salud
Espiritual. Material de Cátedra de la Diplomatura de Educación Sexual Integral de la Universidad Austral.
Lo espiritual en el ser humano permite el ejercicio de la libertad y crear un
mundo interior (…) es en primer lugar autoconciencia (…) no sólo es capaz de
salir fuera de sí mismo, y establecer vínculos con los otros y con el mundo, sino
que, además, es capaz de adentrarse, de dialogar consigo mismo, de tomar
conciencia de que existe. Esta toma de conciencia es fundamental para
convertir su vida en un proyecto personal (p.125).

Esta dimensión no es susceptible de los procesos de enfermedad o


declinación por el tiempo, sino que faculta a la persona a crecer en
madurez, permitiéndole a cada persona, superar sus propios recursos, sus
condiciones o condicionamientos e integrarla bajo cualquier circunstancia
o condición, para lograr ser “la mejor versión de sí mismo”.

Por vida espiritual entendemos aquella que debería desear cualquier


persona: hacer crecer las capacidades esenciales de nuestra naturaleza,
desarrollar la inteligencia y la libre voluntad. Significa (...) amar intensamente
el bien. Va más allá de las necesidades materiales (Vial, 2016, p.14)

Encierra un valor cuando se lo enfrenta como una fuerza de transformación,


de crecimiento, de oportunidad para el despliegue. En relación con ello,
López Quintás (1998) afirma: “Mi cuerpo cambia todos sus elementos de
tiempo en tiempo, y mi conciencia personal sobrevuela estas alteraciones y
mantiene su identidad. Tengo conciencia de que ‘soy yo’ el que ha
cambiado y mediante este cambio perduro en la existencia con energías
renovadas” (p.164). Por tanto, al ser humano lo define su intencionalidad, de
la que no es siempre consciente, pero que está siempre presente (aún por
omisión). Ésta, supone la autodeterminación de la voluntad ya que, al hacer
proceder algo de sí, al auto-modelarse, compromete su auto-dependencia
en cada decisión libre. Por su existencia creativa, su voluntad libre capacita
a la persona para tomar posiciones ante lo que le acontece (libre
aceptación), y por su voluntad de sentido (tendencia a la búsqueda del
sentido vital) a responder a la vida como “una oportunidad para algo”,
como un proyecto abarcando su unidad, su orientación y su dirección. De
este modo, descubrir el sentido de la propia vida, permite vivir la vida
personal como una misión, alejándose del vacío, la dispersión, la
desorientación y la apatía.

Un rasgo humano distintivo en el proceso educativo es la evolución, ya que


el desarrollo de la identidad personal es el producto de un proceso de
construcción personal y original. “La madurez y la estabilidad no pueden ser
alcanzadas sin un sólido sentido de identidad” (Moreno, 2017, p.111). Y en
virtud de este proceso “personal y personalizante”, el hombre se encamina
abriendo su paso entre “ser individuo a ser persona”, logrando su auto-
trascendencia en el aprender a hacer, en el aprender a aprender, en el
aprender a convivir, “en el aprender a ser”.

Cabría entonces afirmar, que toda acción educativa con una perspectiva
humanista y solidaria, debería inspirarse en una propuesta coherente de
valores y actitudes, en la que niños, niñas y adolescentes no sólo aprendan
a pensar y a hacer, sino a ser y a compartir.

SENTIDO PEDAGÓGICO DE LA AXIOLOGÍA

Los valores son criterios de elección previos a toda acción humana,


necesarios para ser ponderados o distinguidos. Son inherentes a la condición
humana: se moldean en los procesos culturales y se afianzan en el ejercicio
cotidiano de la libertad a través de la fuerza dinámica de la voluntad.
La relación de la persona respecto al valor es causal, ya que no es ella
misma quien la genera, crea o inventa. Pero en el ámbito de la dimensión
personal, los valores configuran el conjunto de creencias básicas, esqueleto
o estructura que dan coherencia y sentido a la conducta, al
comportamiento.

El proceso de formación en valores comienza en la infancia, pero se


consolida en la adolescencia para dar paso a la elaboración del propio
proyecto vital.

Los objetivos educativos tienen que estar orientados a integrar la razón, la


voluntad y el sentimiento en cada actuación de la persona. Debe
entenderse y abordarse como un proceso gradual de liberación de las
propias limitaciones personales abiertas a superarlas; otorgándole “luz para
captar el sentido de vida, energía espiritual y motivación para ser creativos
por encima de los avatares de la existencia concediendo satisfacción
interior y encaminando a la persona a la plenitud” (López Quintás, 2005, p.
39).

La persona, por su esencia espiritual, tiene la capacidad de aspirar a su


propio sentido de vida; y así, va entrelazando su propia existencia “por el
hecho de ser libre y responsable, está llamada a ser aquello que solo ella
puede y debe ser (…) que cada uno debe descubrir. (…) No es un instinto o
un impulso para o una necesidad de, sino voluntad de. (…). El hombre se
dirige a un sentido, lo sepa o no” (Vial, 2016, p.35).
Por este motivo, la educación personal está orientada a que cada
educando descubra su vocación personal que le permita orientarla al
sentido profundo de su vida. Por su condición ‘auto-trascendente’, su
existencia lo supera y la pregunta por el sentido y la finalidad de la vida
surgen espontáneamente. La acción educativa tiende a brindar, una
formación personal arraigada en valores permanentes, anhelos inherentes
a toda persona, que anime a profundizar y consolidar el “ser personal”,
esencial e insustituible, que impida la desintegración interior.

Por lo tanto, todo proceso educativo implicará “subjetivizar lo objetivamente


valioso”.

¿EDUCAR PARA LA LIBERTAD O LIBERTAD DE EDUCAR?

Siguiendo el análisis de la Mg. Sánchez Agostini (2019):

La educación sexual integral es principalmente una educación para la


libertad. A su vez, la tendencia a la felicidad y a las relaciones sanas, a través
de la lógica de ser capaz de cuidarse a sí mismo/a y de cuidar al otro/a,’
requerirá un activo compromiso de la voluntad. … En este sentido, se
promueve el desarrollo, principalmente, de una educación humanista
solidaria, que reconoce la dignidad de cada persona y su potencial de
desarrollo humano integral en la relaciones significativas y solidarias con los
demás, persona a persona, y en la comunidad como un todo.

De acuerdo a lo mencionado por García Hoz (1982), en los inicios de la


educación personalizada: “Cuando los reduccionismos niegan,
desconocen o desfiguran la libertad humana privan de su sentido más
profundo a la educación, cuya finalidad se resume en hacer al hombre
capaz de formular y realizar su proyecto personal de vida, tarea que tiene
su fundamento efectivo en la libertad” (p.91), afirmaba por tanto, que toda
educación auténtica se realiza en función y al servicio de la persona.

La máxima expresión humana es la manifestación de su libertad en la


capacidad de gobierno de sí mismo, de autonomía. García Hoz proseguía
sosteniendo que: “El camino hacia la perfección de la persona, es decir, su
educación, puede ser considerado como un despliegue sucesivo de las
posibilidades de hacer uso digno y eficaz, responsable, de la libertad” (p.92).

La libertad es constitutiva de toda persona; es un derecho natural,


fundamental e inalienable que radica en su estructura ontológica. El ser
humano no tiene libertad, sino que es libre constitutivamente: elige y decide
por sí mismo, su forma de vida y de proyectar su realización personal.

Como proyección a su autorrealización, la persona está llamada a elegir


entre lo bueno y lo mejor. Alcanzar la extracción de valores inéditos de cada
uno en bien de los demás exige la conquista de la libertad interior. Que no
implica la “mera falta de trabas, ni pura libertad de maniobra, de elegir a
discreción, de optar entre dos posibilidades” (López Quintás, 1992, p.117).
Esta forma de libertad supone autodominio. De ese modo, los elementos
adversos se convierten en factores de progresión de los propios recursos. Por
tanto, si se quisiera “engrandecer” la libertad, se debe ampliar el marco de
la responsabilidad.

Libertad implica ante todo “autodeterminación al bien”, y es la tarea del


educador, acompañar, guiar e iluminar al educando/a para reconocerla
como una dimensión personal que le permitirá realizarse a sí mismo/a,
resistiendo en aquello que lo/a oprime o atrapa, a fin de erigirse como
creador/a de su propio destino, y desarrollar su propia personalidad.

Vial (2016) define a la personalidad como el modo de ser de cada uno que
se va confirmando a lo largo de la vida. “Es lo que define a la persona
espiritual ante los demás y ante sí misma, lo que refiere a la interioridad de
un sujeto concreto y a su capacidad de diálogo” (p.17).

La libertad no consiste sólo en saber elegir, sino en conquistar la opción


elegida de cara a la consecución de metas determinadas, haciéndose al
mismo tiempo, responsable por los actos que realiza para aproximarse a una
mayor plenitud de vida. Así, “el sentido de la libertad y sobre todo la
aceptación de la responsabilidad en la vida humana se halla
estrechamente vinculado al concepto que se tenga de persona y en
especial a la diferencia entre considerar la persona como principio o
considerarla como resultado” (García Hoz. 1982, p.92). Ambas perspectivas
visualizadas desde el campo pedagógico pueden verse de manera
reducida como dos concepciones radicalmente distintas. Si se la entendiera
como principio, el proceso de educación fundamentalmente obedecería a
la actuación de la persona misma: al derecho de auto-dirigirse para auto-
educarse, como obra de su propia responsabilidad.

Si en cambio, se la comprende como resultado, se la concibe como


determinado por factores biológicos, técnicos o sociales, por lo tanto, no se
le podría atribuir libertad ni responsabilidad. “La libertad en la vida humana
y en la educación, así como las exigencias de responsabilidad por las
acciones, son las consecuencias inmediatas de concebir la persona como
principio. La ausencia de la libertad, y la manipulación de la vida y la
educación son las consecuencias de considerar a la persona humana como
resultado.” (García Hoz, 1982, p.93).

López Quintás (1992) extrae tres conclusiones:

Ser libre equivale a ser capaz de dar pleno sentido a la propia vida; Educarse
para la libertad es cobrar sensibilidad para las cuestiones de sentido; Conferir
sentido a la vida, implica el arte de integrar elementos diversos y
complementarios (p.121)

La persona es un ser capaz de amar; por lo tanto, por ser una capacidad es
pasible de la educación, “no es algo dado de modo definitivo, sino que
requiere la integración del amor ‘en la persona’ y ‘entre las personas’. La
educación para un amor humano auténtico debe apuntar al logro de la
integración intrapersonal, a la elevación del amor emotivo, sensible,
sentimental a la esfera del amor personal” (Wojtyla, 2007, p.166). La libertad
es la facultad que hace posible que una persona se vincule con otra
voluntariamente2 posibilitando la entrega personal, el vínculo, el
compromiso, en definitiva, es la apertura personal al amor. Por lo tanto, es el
vínculo libre lo que hace posible el compromiso, contrariamente a la idea
de: “ser libre es ser independiente, o es estar desvinculado”.

De este modo, la persona como “ser de encuentro”, descubre en toda


relación con los demás que el vínculo constituye un ensamblamiento entre
dos realidades que se enriquecen mutuamente, creando un ámbito de dos

2
Bernabé Tierno (2000) asegura, con respecto a la relación directa entre sentimiento de amor y razón, que la
verdad del amor es el sentimiento; pero cuando este sentimiento es puro, la voluntad se inclina a conservarlo con
perspectiva de permanencia y perpetuidad, ya que el amor sin decisión voluntaria se transforma en
sentimentalismo. Pero tampoco la decisión de amar, sin la mutua colaboración entre sentimiento y voluntad,
podría llegar a ser una parodia de un amor transformado en puro sentimentalismo.
realidades dotadas que traspasan los límites corporales por sus dimensiones
espirituales, constituyendo así, un nuevo campo de realidad.

Desde la educación hay una invitación para “entender la capacidad que


dispone la persona de transformar la realidad de la vida cotidiana y de
habitar al mundo, creando tramas de vínculos interpersonales en la que
cada una exige un tratamiento peculiar, superando cualquier postura
subjetivista relativista” (López Quintás. 2001, p.134). Todo vínculo personal es
de naturaleza “constitutiva” (no “consecutiva”) ya que configura
profundamente, la identidad personal.

LA EDUCACIÓN COMO PROMOTORA DE CULTURA

La educación, como proceso de mejora continua, implica el desarrollo


pleno de capacidades de la persona como perfeccionamiento y
adquisición progresiva de su especificidad humana (desde una perspectiva
integral del ser humano, compromete su inteligencia y voluntad, y abarca a
la persona en su totalidad). Despliega una realidad personal, que si bien es
común a todos los seres humanos, es peculiar a cada uno en cuanto
realidad exclusiva como persona única y original; que haciendo uso de su
inteligencia y de su voluntad, juzga, adapta y asimila una serie de criterios y
valores sobre los que construye sus principios, y conforme a los cuales
desarrollará su propio proyecto vital. Es un proceso dinámico, activo,
cambiante y permanente conforme al ser perfectible de toda persona, que
subsiste a lo largo de su existencia.

La persona como ser cultural accede a una existencia auténticamente


humana a través de sus atributos definitorios: su condición espiritual que lo
lleva a trascender más allá de lo biológico, material o intelectual,
extendiendo en tiempo y espacio, que le permite promover su cultivo interior
que se revela en el lenguaje. Esta capacidad que sólo la persona posee
para relacionarse con el otro, le permite crear ámbitos de encuentro con los
demás. En esa búsqueda que está llamado a ser, no puede vivir
aisladamente, sin vida social o sin cultura.

El fin de la educación integral es la felicidad. La persona humana está


orientada a la búsqueda continua de la felicidad. La gran dificultad con la
que se encuentra es la de entender claramente qué significa “ser feliz”,
como sentido profundo en la propia vida. En la que el proyecto de vida
personal permita desplegar las capacidades personales que subsistan en el
orden del bien-hacer y penetren en un nivel más profundo, en el orden del
bien-ser. Implica la proyección de la persona que logra el despliegue de sus
capacidades, al mismo tiempo que edifica su propia felicidad 3;
respondiendo a sus inclinaciones más íntimas, aquellas que lo ennoblecen,
lo encaminan hacia su mejora como ser integral (como unidad substancial
bio-psico-espiritual).

La felicidad es aquello a lo que se aspira, aún desconociéndolo


conscientemente, por el mero hecho de vivir. Yepes Stork y Aranguren
(1999) afirman que: “La felicidad significa para la persona plenitud…Es el fin
último al que se aspira”. Desde esta afirmación asegura que la vida lograda,

3
Cabe recordar especialmente The Harvard Study of Adult Development. La investigación de la Universidad de
Harvard desarrollada durante más de 8 décadas que ha evidenciado la relación entre el bienestar y las relaciones
personales significativas, aquellos vínculos que permiten transitar la vida con mayor salud y sentimientos de
profunda felicidad.
la felicidad o autorrealización exige plenitud de desarrollo de todas las
dimensiones humanas. La armonía del alma se consigue si hay un fin, un
objetivo que unifique las tendencias, que dan unidad y sentido a la
conducta personal4.

Melendo (2006) distingue la diferencia entre el bien propio y el privado,


reclamado por las tendencias humanas:

El ser humano puede conocer y querer el bien en cuanto tal, el bien en sí, y
por consiguiente, el bien del otro en cuanto otro. (…) Y no sólo percibirlo y
quererlo, sino procurarlo positivamente y, si se puede hablar de este modo,
“construirlo”, darle vida. (…) No todo lo torna relativo a sí, a su satisfacción o
a su daño: puede querer y perseguir efectivamente el bien de los otros, es
capaz de realizar acciones por completo ‘inútiles’ desde el punto de vista de
su mera supervivencia biológica (p. 76-77).

Guardini (2006) afirma: “Sólo el yo puede ser altruista. Más aún […] es una
ley fundamental de la existencia humana, que justamente en el altruismo el
yo asciende, no sólo a la plenitud, sino a su ser-el-mismo” (p.77).

El sentido de la educación surge como una consecuencia del carácter


perfectible del ser humano, que exige a su vez, que abarque la totalidad de
la persona, estimulando e impulsando simultáneamente el crecimiento y el

4
Hacerse la pregunta: ¿Qué tengo que hacer para optimizar los logros, para que la vida merezca ser vivida?;
¿puedo ser feliz o es una utopía? Vivir es ejercer la capacidad de forjar proyectos y llevarlos a cabo. Aquello que
cada persona espera de la vida y procura por todos los medios conseguir. Somos felices en la medida que
alcanzamos aquello que aspiramos…. O, aspiramos a algo que sólo responde a un anhelo de felicidad. Nuestra
perspectiva de felicidad por lo tanto es de cara al futuro.
desarrollo, adecuadamente integrados, en todas sus dimensiones
constitutivas (Ronchino. 2009, p.11).

Además, sólo será un proceso educativo, si encamina a descubrir y


reconocer la dignidad personal, se apoya en los derechos humanos
universales y los plasma en los espacios de participación comunitaria. Algo,
que puede lograrse con una educación sexual integral, desde una
perspectiva relacional, humanista y solidaria.

ALGO INSUSTITUIBLE: EL ROL DEL EDUCADOR COMO VÍNCULO PEDAGÓGICO


DEL “ENCUENTRO”

Educar es formar, y formar es transmitir valores que permitan suscitar una


comunidad que se ocupe del futuro de sus jóvenes y el desarrollo de su
sociedad. Esto pide a todo educador, que retome su rol protagónico y
busque favorecer la enseñanza personalizada para lograr que niños, niñas y
adolescentes lleguen a ser ellos mismos, artífices y partícipes de su propia
educación, suscitando que cada uno/a sea: libre, responsable, consciente
de sus valores y comprometido/a con los demás.

Las condiciones indispensables para una educación integral son:, la


transmisión de valores en el marco del desarrollo de criterios (para que el
estudiante las asuma e internalice libremente) así como el respeto por su
singularidad personal. Y para que se torne fecunda, se debe crear un
ambiente de cordialidad y confianza que permita al educando sentirse
aceptado, valorado y seguro (Martínez Otero, 2007, p.62). Exige propiciar un
clima de comunicación y diálogo, que facilite el sentido de justicia, el
desarrollo del sentido crítico, el respeto y la defensa por los derechos y las
libertades (individuales y sociales) en relación con los valores para educar
en y para la libertad. Por lo tanto, se debe considerar prioritario, como rasgo
de responsabilidad hacia el educando, el reconocimiento de su dignidad
persona.

Permitiendo un diálogo que cree reciprocidad y favoreciendo la relación de


las personas entre sí, se amplía el ámbito de comunicación y
enriquecimiento personal en el encuentro. “Cuando una persona colabora
con otra a realizar algo valioso, establece con ella un vínculo sólido, fuerte,
íntimo. La participación en lo valioso se traduce en comunión personal”
(López Quintás. 1998, p.118).

La comunión es un modo de unidad interpersonal de mayor hondura en la


que se participa en algo que tiene un gran valor, y que exige apertura de
espíritu. “Se aúnan, a través del común aprecio a algo relevante que las
atrae y suscita su admiración desinteresada y su voluntad de participar
activamente en ello, asumiéndolo como impulso en su obrar” (López
Quintás. 1998, p.119), estableciendo un vínculo profundo que ofrece
grandes posibilidades creativas, marcando una tendencia espiritual que
unifica las miradas direccionándolas hacia un horizonte valioso: la felicidad
en la vida personal se constituye necesariamente de las buenas relaciones
con los demás.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

- García Hoz, V. (1982). Educación Personalizada. 5° Edición. Madrid:


Rialp.

- Guardini, R. (2006). Una ética para nuestro tiempo. Argentina: Lumen

- Lopez Quintás. A. (1992), El amor humano. Su sentido y alcance.


Madrid: EDIBESA.

- López Quintás, A. (2001). La Tolerancia y la Manipulación. Madrid:


RIALP.

- López Quintás, A. (2005). El Secreto de una vida Lograda. Curso de


Pedagogía del Amor y la Familia. 2° Edición. Madrid: Palabra.

- Martínez Otero, V. (2007). La Buena Educación. Reflexiones y


Propuestas de Psicopedagogía Humanista. Barcelona: Anthropos.

- Melendo, To. (2006). Felicidad y autoestima. Madrid: Ediciones


Internacionales Universitarias.

- Moreno, J., Griffa, M. C., (2015). Claves para una psicología del
desarrollo. Argentina: Lugar Ed.

- Moreno, J., (2017). El sí mismo: una noción clave de la psicología de la


persona humana. Buenos Aires: EDUCA.

- Ronchino, M. (2009). Los Valores y el sentido de la Educación.


Argentina: Kimelin.

- Sánchez Agostini, Carolina (2019) Educación sexual integral: aportes


sobre su implementación en los Colegios Preuniversitarios de la
Universidad Católica de Cuyo, San Juan: Editorial Universitaria
UCCuyo, 2018. ISBN: 978-987-3971-31-0

- Tierno, B. (2000). La fuerza del amor: el camino hacia la realización


personal y la madurez afectiva. Buenos Aires: Planeta.
- Vial, W. (2016), Madurez Psicológica y Espiritual. Madrid: Palabra.

- Wojtyla, K. (2007). Persona y Acción. Madrid: Biblioteca de Autores


Cristianos.

- Yepes Stork, R. y Aranguren Echevarría J. (1999). Fundamentos de


Antropología. 4° Edición. Navarra: EUNSA.

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