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INCERTIDUMBRE
El desafío de seguir siendo humano en un mundo sin certezas
Editado por:
Corporación Universitaria Minuto de Dios - UNIMINUTO
Facultad de Ciencias Humanas y Sociales – FCHS
Centro de Estudios e Investigaciones Humanas y Sociales – CEIHS
Bogotá, D.C., Colombia
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PRÓLOGO 7
PREFACIO 21
PARTE 1:
APROXIMACIONES EPISTEMOLÓGICAS - SOBRE EL PAPEL
ACTUAL DEL SABER Y DEL CONOCIMIENTO: 29
REVOLUCIONES, RELACIONES E INCERTIDUMBRES.
PARTE 2
APROXIMACIONES ÉTICAS Y ESPIRITUALES - NUEVAS 147
FORMAS DE DESPLIEGUE DE LO HUMANO.
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Luego de su experiencia como alto funcionario de la reforma agraria
del Gobierno de la Unidad Popular del Presidente Allende y de haber co-
laborado con varios organismos internacionales, Antonio fundó, junto a
otros chilenos de similar talante, la Universidad Bolivariana de Chile. De
ella fue su Rector durante varios años, para luego ocupar el cargo de Di-
rector de Investigaciones y ser reconocido como Rector Emérito, cargos
éstos que ostenta hasta hoy. Una de sus hijas más mimadas, en esta más
reciente etapa de su periplo, ha sido la revista POLIS, ejemplo de publica-
ción seriada académica, cuyas páginas, en sus sobrias y amplias ediciones,
han acogido los escritos de decenas de investigadores e intelectuales de la
América hispánica.
El encuentro de Elizalde con Colombia es ya de larga data. En los cír-
culos que trabajan por la defensa del Medio Ambiente es ampliamente re-
conocido y constantemente invitado a participar en proyectos y a disertar
sobre los avances del pensamiento ecológico y de su ética para la susten-
tabilidad. En el medio universitario ha sido siempre recibido como una
autoridad en la crítica radical al modelo de desarrollo imperante en países
como el nuestro. Su trabajo, de cerca de 25 años en este campo, desde
cuando publicara con Max-Neef y Hopenhayn el texto clásico “Desarrollo
a Escala Humana. Una opción para el futuro” (1986) lo colocó como inter-
locutor de los investigadores colombianos del área, consolidando esta rela-
ción con frecuentes visitas al país, lo que lo ha hecho también conocedor de
nuestras realidades. Sus obras posteriores como “Sociedad civil y cultura
democrática”, “El resignificado del desarrollo”, “Las nuevas utopías de la
diversidad”, escritas muchas de ellas en colaboración con otros autores, así
como el análisis del caso chileno en el libro “Pobreza y medio ambiente en
América Latina” fueron mostrando el camino de la emergencia de un idea-
rio de gran vigencia en nuestro continente, cuya consolidación se plasma
en el libro “Desarrollo Humano y ética para la sustentabilidad” (2003),
con prefacio de su compatriota, el conocido filósofo y científico Humberto
Maturana.
Ahora Antonio nos entrega este libro, su carta de navegación para un
mundo sin certezas, entretejido de preguntas epistémicas y de renovados
interrogantes al humanismo moderno. Acaso ¿podemos ser mejores seres
humanos? se pregunta el autor, justamente cuando la incertidumbre se
convierte en el signo de los tiempos, cuando todo amenaza con naufragar
y lo primero que se ha hundido es la arrogante pretensión de las grandes
e inapelables verdades con la que habíamos edificado el mundo de la mo-
dernidad.
La aproximación primera que hace Elizalde consiste en un franquea-
miento desde la paz y la convivencia y, en particular, desde el punto de
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vista de la noviolencia. El autor se descubre como un hablante y un senti-
pensante en lógica de noviolencia, con todo y lo complejo, y lo problemá-
tico, del concepto. Sus amigos colombianos ya nos habíamos hermanado
con él, como un hombre del pacifismo radical, y habíamos interpretado y
aprendido sus profundas claves de ruptura con los sistemas productores de
la guerra, con los mega- proyectos de dominación que se imponen gracias
al ejercicio de la fuerza letal, pero también- y esto parece ser lo decisivo- en
virtud de que medran sobre las redes de los pequeños poderes en donde se
reproduce la cultura.
Los pacifistas colombianos hemos reiterado- y el encuentro con Elizalde
en este punto ha sido por demás significativo- que el gran triunfo de las
fuerzas del centro hegemónico es conseguir, mediante pequeños ejercicios
cotidianos (que se desenvuelven en el ámbito de los símbolos, de las repre-
sentaciones y de los imaginarios sociales), que se naturalicen la razón del
más fuerte, la validación de cualquier camino para prevalecer, el imperio
binario que divide el mundo entre los amigos y los enemigos, la des-sacra-
lización de la vida para convertir en mandamiento el consumir y el poseer,
a costa de los demás y de la vida misma del planeta.
Se requiere entender de otra manera el poder, vaciar de sentido la
impostura de la violencia; sublevarse contra la dialéctica de los poderes
apabullantes- que fundan su predominancia en la homogenización, en el
temor a lo diferente y en la polarización-; y para ello hay que propiciar un
cambio completo de enfoque, un giro epistemológico, como el que plantea
Elizalde. La nueva capacidad explicativa del pensamiento social de hoy,
en este terreno, pasa por descubrir nuevas lógicas y lenguajes que hagan
posible captar la física de los micropoderes que se reproducen en el tejido
social, en la trama de las singularidades que surgen de la fuerza ética de los
vencidos de siempre. Y se hace imprescindible recabar en la profundidad
de la recuperación de los saberes ancestrales, en su potencia espiritual, en
la belleza de su creación estética, en la inventiva de sus nuevas formas de
producir y distribuir el producto social, elementos todos ellos que actúan
como resistencias creativas.
Ya en otros textos, Elizalde había advertido respecto a la forma como
opera la paradoja del pensamiento dominante en occidente que propugna
por la estandarización, minimizando la potencia de lo singular para poder
sofocarlo:
“Se construye un proceso interpretativo de la realidad, que al focalizar su aten-
ción sólo sobre los puntos donde se concentra la mayor frecuencia en cualquier
distribución, y considerar solo relevante lo que allí sucede, tiende inevitable-
mente a desarrollar dinámicas de concentración y de centralización de la infor-
mación, de las ideas y del pensamiento, que terminan bloqueando los flujos y el
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cambio, al hacerse incapaz de incorporar la energía de orden, esto es el aporte
de novedad que todo sistema vivo requiere. Al operar de este modo se producen
bloqueos y cierres prematuros, que al tornar al sistema insensible a los pequeños
cambios provenientes desde sus márgenes, terminan atentando contra su propia
supervivencia” (Elizalde, 2003, p.108)
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a reconocer estas potencias de donde emana la existencia misma, le ha
conducido a encumbrar al nivel de “pensamiento único” la dialéctica de
los opuestos, el pensamiento dual, que no se aviene con la diversidad, para
quien solo es plausible la dicotomía y que no puede reconocer la plurali-
dad, la multiplicidad de tonos y matices. Con razón concluye Elizalde que:
“La paradoja, sin embargo, es que el operar con esta lógica binaria es posible-
mente la gran fortaleza que occidente ha desarrollado en su relación con otras
culturas, es la fuerza de una lógica constitutivamente bélica, patriarcal, domina-
toria e incluso predadora” (Elizalde, 2003 (a), p. 109)
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res, nuestras ideas, nuestros deseos y aspiraciones. Es desde allí que construimos
nuestras representaciones o visiones del mundo. Obviamente nuestra materiali-
dad (nuestras necesidades) y nuestra historicidad son los ejes articuladores de
nuestros pensamientos y deseos. Esta tensión que surge de la distancia entre
nuestras esperanzas y nuestra realidad, nos obliga a vivir hipotetizando, especu-
lando o previendo las formas de desplazar nuestra realidad hacia la esperanza;
o de adaptar, restringir, limitar o sublimar nuestros deseos para acercarlos a la
realidad” (Elizalde, 2003 (b), p. 39)
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mos atrás, y, la pregunta por el desarrollo sostenible, pero entendido éste
no meramente como sostenibilidad en la dimensión ambiental, sino como
la capacidad para construir una sostenibilidad social, es decir como una
aproximación ética y espiritual a una sustentabilidad legítima, pacífica y
transformadora. Dicho en sus términos:
“(…) un desarrollo donde todos tengan un lugar es fundamental, donde todos se
beneficien, donde todos queden incluidos, de lo contrario no es posible obtener
legitimidad, el requisito imprescindible para la estabilidad de cualquier sistema
humano”.
“Mientras sigan siendo las mayorías empobrecidas y no beneficiadas quienes
paguen gran parte de los costos, y aquellos que han recibido los beneficios, en
términos de mejoramiento sustantivo de su calidad de vida, continúen pagando
una parte insignificante del costo total que para la humanidad en su conjunto y
para el medio ambiente ha significado este proceso, será inevitable considerar
cualquier discurso sobre el desarrollo, una simple y vulgar falacia: un engaño
persistente e, incluso, sistemático a la mayoría de la población” (Elizalde, 2008,
p.7)
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La primera está vinculada a la dimensión individual de la construcción
de las subjetividades y de la emergencia de los sujetos de la sustentabili-
dad. Es la que denomina “la escalera de la conciencia”, apelando a la teoría
del “campo unificado de la conciencia”, Elizalde nos coloca ante los pro-
blemas de las nuevas dimensiones existenciales en que se constituye la vida
humana y ante la responsabilidad que cada sujeto tiene en la superación de
los dualismos dominantes: (dualismo entre la máscara y la sombra- lo que
no aceptamos de nosotros mismos; dualismo entre el ego y el cuerpo- que
nos plantea la necesidad de romper con el extrañamiento de nuestro propio
cuerpo; dualidad entre el organismo y el medio: que nos urge un auténti-
co reconocimiento de la existencia del medio; dualismo entre el uno y el
universo: por lo que se hace indispensable la integración con el conjunto
de la creación). Esta primera metáfora puede ser leída desde muy diferen-
tes perspectivas como la del post- estructuralismo de Foucault, para solo
mencionar una. Recuérdese que este pensador centró la última parte de sus
investigaciones en volver sobre los procesos de subjetivación que permiten,
de un lado, develar las prácticas de sujeción que se ejercen sobre mentes y
cuerpos para hacer de los seres humanos modernos sujetos disciplinados,
desgarrados y portadores de obediencia; pero que, de otro lado, propuso,
a partir de una re- lectura de los griegos, la posibilidad de resistir desde
prácticas de libertad que configuran el cuerpo y la mente humanas como
territorios de emancipación.
La segunda metáfora es la del “sistema inmunológico como el segundo
cerebro del cuerpo”. Según ésta y, reivindicando las teorías del biólogo chi-
leno Francisco Varela, “nuestro organismo tiene dos maneras de conocer;
una está asociada con el cerebro, la otra con el sistema inmunológico”. La
metáfora tiene mucha potencia porque ubica al cerebro como imagen del
“poder” central, al que se ha atribuido el monopolio de la capacidad de
cognición. Mientras se ha desconocido un sistema como el inmunológico
distribuido por el cuerpo entero, a través de un sinnúmero de redes, órga-
nos, fluidos y nódulos linfáticos, cuya característica principal es la comple-
jidad, la diversidad y la capacidad de comunicación que se manifiesta en
formas de auto-organización. A pesar de las limitaciones que puede tener
una metáfora biológica, aquí se apunta a profundizar las hipótesis de la
molecularidad fascinante de la vida, afirmada en su diversidad y en su
facultad para producir autonomías. El cerebro y el sistema nervioso central
por sí mismos no están en condiciones de acceder a todo el conocimiento
necesario para sostener la vida; se requiere también de un sistema perifé-
rico en red, con estructuraciones de diverso nivel, versátil, autónomo; sin
éste, el cuerpo humano no tendría el conocimiento suficiente de su relación
con el medio, no sería capaz de mantenerse vivo. Pese a que trasponer
esta metáfora a otras dimensiones de la vida, como la sociedad, no puede
hacerse de manera lineal, si se le puede hallar vecindad con elementos
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de la teoría del caos o del paradigma de la complejidad, que tanto han
aportado a la construcción de un enfoque solidario con el pensamiento
de la resistencia pacífica noviolenta. Romper los determinismos, ir más
allá de las pretendidas virtudes de los centros todopoderosos, que todo lo
conocen y todo lo controlan, a la manera de cerebros, como únicas fuentes
de cognición y de gobierno, para, en vez de ello, adentrarse en el mundo
de las micro- sociedades, de las redes sociales que interactúan, que se pro-
veen saberes y conocimientos útiles para contribuir a su auto-legislación,
al gobierno de sus comunidades y contribuir al gobierno social; de forma
análoga al desarrollo de las redes inmunológicas, esa es una clave de bús-
queda de gran importancia.
La tercera metáfora para “navegar en la incertidumbre” es la de la hi-
pótesis Gaia: “un gigantesco organismo llamado biosfera”. Esto es, concebir
a la tierra como un organismo complejo, vivo, que solo se puede mante-
ner como tal, gracias a su funcionamiento auto-regulado, homeostático,
que requiere, a su vez, que los diferentes organismos que lo componen se
incorporen activamente al mantenimiento del equilibrio global transito-
rio, produciendo su propia auto- regulación, en un inmenso escenario de
cooperación. Llegar a esta comprensión requiere de una epistemología no
mecanicista, sino de un pensamiento participativo, interactivo, sensitivo
y global, “una sabiduría nacida de la armonía del cuerpo con aquello que
estudia y con la tierra”, como bien cita Elizalde en su libro. El humano ya
no aparece aquí como el dueño de la razón y el amo del universo, desti-
nado a domesticar las fuerzas de la naturaleza. Se despoja a esta nueva
racionalidad de la confrontación “humano vs. Naturaleza” para propender
por un nuevo diálogo, por un nuevo “contrato natural”, como nos propone
Michel Serres:
“Hemos actuado bastante sobre las cosas, hemos intentado examinar sus objetos,
es tiempo de conocer el mundo; yo prefiero hablar más bien de naturaleza, no en
los sentidos ordinarios, sino en el puro sentido etimológico, puesto que ella está
en vías de nacer, completamente nueva para nosotros, nuestros conocimientos y
nuestros actos globalizados. Ella misma regresa como condición de conocimien-
to, de acción e incluso de sobrevivencia, tras los nuevos sujetos, hundidos en
ella, desde que actúan sobre ella”. (Serres, 2007, p.7)
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por la vía de de la negociación política entre los actores armados, no solo
el país se veía estancado y, de cierta forma, atrapado en la confrontación,
sino que la teoría, la producción académica y la investigación se habían es-
pecializado en la descripción y la profundización de las causas de la guerra.
La academia colombiana se decidió por la “violentología”, por la ciencia
de la guerra, dejando muy poco espacio para la producción intelectual
sobre los problemas y las nuevas perspectivas de la paz. Los académicos
colombianos han ganado una cierta reputación continental en el conoci-
miento de los llamados factores de la violencia y del conflicto bélico. Hay
estadísticas, mapas comparativos de la extensión o la contracción de las
diferentes formas de perturbación armada de la vida nacional. Se han ana-
lizado los “factores objetivos” y los “subjetivos” del conflicto; se ha hecho
seguimiento a las estrategias de los “actores” y algunos han llegado a un
grado de sofisticación en el análisis del componente militar, que casi los
califica para fungir de mariscales de campo. Pero qué exiguo es el análisis
de los movimientos sociales de paz, de las formas particulares que asumen
las resistencias comunitarias, de los innovadores mecanismos que crean los
grupos sociales para escapar de la polaridad de la guerra.
No nos parece que se trate simplemente de un problema de actitud, de
disposición de los investigadores de importantes centros académicos, cuya
formación, experiencia y afán por contribuir a las salidas que requiere Co-
lombia, están fuera de discusión. En nuestro concepto se trata primeramen-
te de problemas relacionados con el enfoque y el método. El pensamiento
pacifista está en mora de construir su propia lógica de abordaje, abrirse a
nuevos lenguajes y metáforas, superar las textualidades inoperantes que se
mantienen en la clausura producida por la trampa de la binariedad, que
asfixia la diversidad e impide la novedad de lo creativo. En otro texto había
yo sintetizado esta interrogación al método de análisis del conflicto:
“(…) el conflicto se convierte en un movimiento circular que se vuelve sobre
si mismo, y en el cual solo se avizora la salida hacia los movimientos bipola-
res. La clausura es el sentimiento preeminente del conflicto, pues allí todos los
elementos en juego son sometidos a una misma intensidad, reduciendo toda
la diversidad (que proviene de la experiencia concreta) a la oposición que la
homogeniza en inasequibles campos uniformes en perpetua confrontación. Su
misma formulación se construye sobre el artificio de que la realidad solo existe
como designio que se impone fatalmente por el movimiento de fuerzas ajenas y
que ante esa realidad no hay salida distinta a la de tomar partido en esa peculiar
organización de bandos que proviene de afuera”. (Useche, 2006, p.68)
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otros métodos y otra visión del mundo. La conmoción se ha desatado desde
los confines del pensamiento trasversal de Gandhi, sin cuya rebelión espiri-
tual e intelectual no podría surgir el proyecto de la noviolencia; ha pasado
por la crítica ácida del post- estructuralismo y sus renovadas lecturas sobre
la microfísica del poder en Foucault, o de las teorías del devenir y el acon-
tecimiento elaboradas por Deluze y Guattari; ha encontrado momentos de
síntesis en el nuevo empirismo de Serres; ha encarnado en otras orillas
de la reflexión en los enunciados de la propuesta del “giro decolonial” de
teóricos latinoamericanos y africanos; y se ha cualificado en las muy elabo-
radas teorías de la complejidad de Edgar Morin o del caos, planteadas por
Prigogine, Briggs o Peat. Está naciendo entonces una nueva perspectiva, un
nuevo modo de análisis, una nueva aproximación epistemológica, como la
nombra Elizalde.
Y eso está conectado con la segunda parte del libro “Navegar en la
incertidumbre” que se refiere a las “nuevas formas de despliegue de lo
humano”. No es posible proponer una sustentabilidad, del tamaño de la
que anuncia Elizalde, sin comprender la hondura de la dimensión ética y la
resignificación de la dimensión espiritual. Hay en estas líneas un esfuerzo
por zambullirse en las profundidades del alma humana, en los riesgos del
individualismo posesivo que nos carcome, y que nos exige replantearnos
los problemas fundamentales relacionados con las necesidades y los satis-
factores.
Justamente, la paz es definida en ese contexto por el autor, como una
“necesidad humana fundamental” y, en esa lógica, sería una condición bá-
sica para la vida humana. Comprender esto significa apartarse de la idea
dominante que vincula la necesidad a la demanda de mercancías, que iden-
tifica necesidad y escasez. La teoría económica del capital ha hecho un
axioma de la afirmación de que “los recursos siempre son escasos”, quizá
por eso la compulsión a centralizar el capital y la difusión de la idea del
éxito como sinónimo del acaparar codicioso, del no compartir egoísta. Eli-
zalde nos muestra otro tipo de relación entre necesidades y satisfactores,
nos señala la cantera de abundantes potencias humanas, que no se pueden
tasar en juegos de suma cero, y que requieren de la solidaridad y la coope-
ración para acrecentarse y desplegarse como poderes vitales: el amor, los
afectos, la compasión y la diversidad serían algunos de ellos.
La paz, como necesidad humana fundamental, está asentada sobre esas
fuerzas que, para Antonio Elizalde, en este “Navegar en la incertidumbre”,
le asignan una dimensión universal: “algo válido para todos los seres hu-
manos, algo constitutivo de la naturaleza humana”. Visto así, el camino de
la paz es la actualización de esa necesidad fundamental, mediante satis-
factores que serían “productos histórico- culturales, que varían de cultura
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en cultura a la largo de la historia humana”. Elizalde centra su apuesta
en la activación de los factores sinérgicos que aluden a la transformación
interna de nuestros enfoques, de nuestras emociones básicas, del lenguaje
y del sentido que le asignamos a nuestra existencia. En el trasfondo de este
entramado pacífico se encuentra la fuerza de lo singular, que nos proyecta
hacia el reconocimiento del otro, hacia la valoración de lo diverso y hacia
las nuevas formas de construcción de lo común, agenciadas por la frater-
nidad y la cooperación social. Es, a no dudarlo, un proyecto ético de gran
envergadura.
En eso concordamos con Elizalde: una perspectiva ética de la paz no
puede ser sino una ética de la vida, como la que venimos reivindicando
en el trabajo cotidiano de los movimientos de resistencia noviolenta en
Colombia. El resistir pacífico es una afirmación de los más diversos pro-
cesos productores de vida, es un despliegue de los territorios existenciales
de comunidades y grupos sociales que, para ello, renuevan incesantemente
las formas de convivencia y de encuentro humanos y rehacen el pacto vital
con la naturaleza. Es una ética de la diversidad, de la pluralidad, del reco-
nocimiento de la otredad. Es una ética de la autonomía y de la potencia de
lo singular; una ética del cuerpo y del pensamiento, ética de la memoria
y del profundo goce estético del vivir con intensidad. Una ética alterna al
individualismo posesivo de las reglas del mercado y una nueva ética de lo
público, que se deslinda de la polaridad de los poderes establecidos.
Es muy gratificante presentar a los lectores colombianos y de América
Latina este libro pleno de sabiduría y pertinente como el que más. En él
podemos compartir las incertidumbres y apropiarnos de claves para asumir
el desafío de persistir en navegar a contracorriente, ahora cuando la guerra
parece erigirse en paradigma a perpetuidad y la paz se asoma apenas como
una utopía inaccesible. Sea esta una ocasión para degustar las construc-
ciones epistemológicas en clave de paz, la profundidad de su pensamiento
sobre la sustentabilidad y los aportes a la reflexión pacifista y noviolenta
de Antonio Elizalde. Pero también, sea este un homenaje a la amistad y a la
cooperación intelectual que nos ha prodigado Antonio con larguez
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REFERENCIAS
ELIZALDE, Antonio (2003 a). Desarrollo humano y ética para la sus-
tentabilidad. Universidad Bolivariana; PNUMA, Oficina Regional para
América Latina y el Caribe. Santiago.
ELIZALDE, Antonio (Comp) (2003 b). Las nuevas utopías de la diver-
sidad. Lo deseable vuelve a ser posible. Universidad Bolivariana. Santiago.
ELIZALDE, Antonio (2008). Prólogo al libro “Los nuevos sentidos del
desarrollo Ciudadanías emergentes, paz y reconstitución de lo común”. Os-
car Useche Aldana. Universidad Bolivariana. Santiago.
LECHNER, Norbert (Enero de 2000). Nuevas ciudadanías. Revista de
Estudios Sociales. No. 5. Universidad de los Andes. Bogotá.
SCOTT, James (2000). Los dominados y el arte de la resistencia. Dis-
cursos ocultos. Era, México.
SERRES, Michel (Octubre de 2007). Regreso al contrato natural.
Homo Habitus. Publicación electrónica. Edición No. 5. “Los hombres son
hierba”.
USECHE, Oscar (2006). Laberintos del conflicto. Introducción a una
crítica de la teoría dialéctica de los conflictos. Derechos Humanos y Con-
flicto. Cifuentes M. (Comp). Universidad Distrital francisco José de Caldas.
Bogotá.
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PREFACIO
A pesar de ser alguien que escribe bastante, tengo pocos libros míos
publicados (cuestión que espero superar en los pocos años que me deben
quedar de vida). Incluso los pocos que he publicado han sido más bien pro-
ducto de la entrañable amistad y de la insistencia de amigos muy queridos
que me han incitado a organizar mis diversos escritos, dándoles la estruc-
tura de un libro. La mayor parte de ellos han sido publicados en distintos
momentos en revistas académicas o como artículos en libros editados por
otras personas. Estos amigos (duendes) se han dado además el trabajo de
leerlos reiteradamente para dar cuenta de las repeticiones de argumentos
y de exposición de las ideas y me han sugerido la forma más adecuada de
presentación final en un libro.
En esta oportunidad este libro que tiene en sus manos ha sido producto
de una invitación que me ha hecho Óscar Useche y la Corporación Uni-
versitaria Minuto de Dios, con quienes he podido desarrollar una relación
intensa no sólo de tipo intelectual sino también una profunda amistad.
Convocada inicialmente en torno a los temas de la paz y de la noviolencia
–temas tan vigentes y urgentes en un país como Colombia– esta amistad
ha sido un punto de partida gracias al cual yo mismo he podido reconocer
nuevas dimensiones de mi propia humanidad. Pude así reconocerme en
primer lugar como un pacifista. Tal como aquel personaje de la obra de
Molière, el burgués gentilhombre que no sabía que hablaba en prosa, a mí
me ha ocurrido que he descubierto que pienso, siento y hablo en noviolen-
cia, y esto gracias a mis amigos de las organizaciones que trabajan por la
paz en Colombia. Algo de ello había intuido cuando por primera vez escri-
bí algo sobre el tema, hace ya 17 años, cuando dicté una conferencia en
Ibagué durante un Encuentro Ideológico de Movimiento Cooperativo Co-
lombiano. He rescatado ese texto y lo he incluido como parte de este libro.
Muy influido por mi propia experiencia, por mi compromiso en los
procesos de recuperación de la democracia en Chile y también en otros
países de nuestra América Latina, señalo allí que existe continuidad entre
la paz y la guerra (violencia) y que en muchos casos nuestras actitudes y
acciones “pacíficas” generan el caldo de cultivo para la ausencia de paz,
para la violencia y la guerra. Sólo un compromiso manifiesto con la paz
nos permite alcanzar los niveles de conciencia para distinguir esas tenues e
inocentes contribuciones que todos hacemos a la violencia. De allí la nece-
saria radicalidad del discurso y de la acción que permitan evitar hacernos
cómplices de la destrucción de naturaleza y convivialidad, así como de
la sistemática deshumanización a la cual conducen nuestras “civilizadas”
prácticas sociales.
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Cuando no tenemos certezas, cuando el piso se nos está moviendo per-
manentemente, cuando se navega en medio de la oscuridad y de la tor-
menta, cuando se avecinan catástrofes cuya magnitud no podemos prever,
parecería que todo vale, que nada importa salvo la propia supervivencia y
los intereses de cada cual. La historia nos enseña que cada vez que se ha
actuado así, ha sido como echar leña a la hoguera; los problemas se han
difundido y empeorado. Como no tengo certezas, ni creo que las haya,
pretendo proveer de acercamientos, de aproximaciones, de miradas cuya
provisionalidad admito a priori. Incluso es posible que pueda haber con-
tradicciones entre ellas. No obstante, todas ellas surgen de una convicción
muy profunda, producto de la reflexión y del compromiso vívido con mu-
chas causas, todas ellas posiblemente surgidas de lo que considero es mi ta-
lante compasivo, no es un mérito propio, ha sido la forma como la vida me
hizo ser y estar en este mundo del cual soy parte y me siento responsable.
Esas son el tipo de propuestas que este libro contiene. Por tal razón el libro
que presento al lector está organizado en dos partes, en la primera parte
he agrupado bajo el título de “Aproximaciones epistemológicas” aquellos
artículos que buscan hacer posible una mirada distinta de aquella en la
cual estamos situados. Critico en varios escritos, una forma profundamente
equivocada de pensar la realidad, que a mi entender nos está conduciendo
hacia una suerte de suicidio colectivo. Requerimos cambiar nuestras creen-
cias y la forma de concebir la realidad que nos ha tocado vivir, pero a la
que ineludiblemente transformamos con nuestra propia manera de ser y es-
tar en el mundo. Afirmo aquí algo que considero casi un axioma: El mundo
que tendremos será aquel que decidamos tener. Hay una aptitud humana a
la resiliencia, de la cual sólo recién comenzamos a darnos cuenta. Incluso
en las peores condiciones de adversidad, la historia humana nos muestra
que es posible encontrar muestras sublimes y maravillosas –casi milagrosas
me atrevería a decir– de humanidad. Esos valores que actualmente domi-
nan gracias a la hegemonía que proveen los medios de comunicación ma-
siva, tales como el egoísmo, el individualismo, el pasotismo1, el “a mi qué
ismo”, el desinterés, el “exitismo”, la trivialidad, entre tantos otros, no son
los que construyen y construirán la historia, ni los que contribuyen y con-
tribuirán a la evolución de nuestra especie. El mezquino interés pequeño
burgués que todos llevamos dentro, gracias al casi mágico artilugio de la
mano invisible, que articula intereses egoístas y los transforma en beneficio
colectivo, no es lo que nos hará mejores.
1. Concepto acuñado en España para dar cuenta de una corriente filosófica del siglo XXI, gestada
durante la década de los 90 del siglo anterior, basada en su totalidad en la “ley del mínimo esfuerzo”;
aquellos que siguen este movimiento se autodenominan pasotas (no confundir con aumentativo de pa-
sas). Ver http://inciclopedia.wikia.com/wiki/Pasotismo. Actitud del que no siente más que desinterés e
indiferencia y no se preocupa por hacer o solucionar cosa alguna. Cf. Diccionario de la lengua española
(2005) Madrid: Espasa-Calpe.
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Es más bien la potencia humanizante, creativa, singular y diversa, con-
tenida en cada uno y en el conjunto de la especie (la familia humana) que
se despliega en todo tipo de contextos, favorables y desfavorables, la que
nos permitirá avanzar en este océano de incertidumbres en que navegamos,
derivando sin saber con claridad hacia donde, pero orientados, pese a las
tormentas, a las ráfagas de viento y a las gigantescas olas, hacia la Estrella
Polar, de la cual nos habló el maestro Fals Borda:
“Necesitamos volver los ojos otra vez a la Estrella Polar del altruismo, y permitirle al
altruismo ejercer todo su potencial subversivo en el descompuesto mundo contemporá-
neo. En esta forma más o menos grandiosa, hacer que lo instrumental converja con lo
axiológico –tener cabeza lúcida y corazón de león– es un esfuerzo útil para redefinir y
reconectar nuestras disciplinas y artes, y para recobrar el sentido positivo de nuestras
preocupaciones científicas y prácticas” (1).
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los sentidos comunes de los pueblos deberá entonces en algún momento
expresarse, como ya comienza a hacerlo, en su vocación vital y en su pro-
fundo amor por la vida.
El mundo que hemos construido presenta crecientes amenazas a nues-
tra supervivencia individual y colectiva: el calentamiento global cada vez
afecta más al planeta; la expansión incontrolada del consumismo jineteada
por la globalización de los mercados; la codicia desatada a niveles extre-
mos; los diversos juegos de poder que incrementan los riesgos de conflictos
bélicos internos y externos en diversos lugares del mundo. Sin embargo, no
es tan evidente que la creciente inseguridad personal y colectiva se deba al
incremento de la desigualdad entre los integrantes de una misma sociedad,
alimentada por la dependencia a las drogas y al alcohol y principalmente al
consumo y a la energía. Todo lo cual incrementa, aún más, las ya profundas
desigualdades en oportunidades que nuestras sociedades ofrecen a ricos y
pobres: educación de buena calidad y trabajos bien remunerados para unos
y hambre, exclusión y expectativas frustradas para los otros.
¿Cómo no nos escandalizamos frente a cifras de la ONU como las si-
guientes? Los 225 habitantes más ricos del mundo tienen una riqueza com-
binada superior a un billón de dólares, igual al ingreso anual del 47% más
pobre de la población mundial (2.500 millones de habitantes). Eliminar el
hambre y la desnutrición del mundo costaría US $19 mil millones anuales
mientras que se gasta en alimento para animales domésticos en Europa y
los Estados Unidos una cifra similar: US $17 mil millones. Proveer de agua
y saneamiento para todos los pobres del mundo costaría US $9 mil millones
anuales mientras que sólo en consumir helados los europeos gastaban US
$11 mil millones anualmente.
En nuestros propios países ¿cuál puede ser el nivel de consumo del 10%
más rico de la población, cuando su nivel de ingresos es más de 36 veces
el del 10% más pobres? ¿Es aceptable éticamente que lo que cuesta diaria-
mente la hotelería hospitalaria en algunas clínicas u hospitales sea varias
veces superior al ingreso mensual que gana más de un 40 % de los trabaja-
dores? ¿Es justo que así ocurra? ¿Es justo que alguien muera de hambre o
se suicide por ver el hambre que pasan sus hijos? Y si eso ocurre: ¿Cuántos
niños preferirían ser animales domésticos para no pasar hambre o incluso
para poder recibir una caricia de vez en cuando?
Gandhi enseñó que:
Es robo tomar algo de otra persona, aún cuando nos lo permita, si no tenemos real
necesidad de ello. No debiéramos recibir ni una sola cosa que no necesitemos. No
siempre nos damos cuenta de nuestras necesidades reales, por lo cual la mayoría
de nosotros multiplicamos impropiamente nuestras carencias, convirtiéndonos incons-
cientemente en ladrones.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
24
Es posible afirmar que el mundo que hemos construido es el mundo
de la desmesura, del exceso, de la exageración. Pero también un mundo
de insensibilidad. Todo lo contrario de lo que caracteriza la mayor parte
de las otras formas de ser o habitar lo humano, que se han experimentado
a lo largo de la historia de la especie. El problema de nuestra civilización
tiene que ver con las escalas en las cuales transita y se vive la experiencia
humana. Hemos ido construyendo dimensiones cada vez más gigantescas,
más descomunales y consecuentemente cada vez más difíciles de manejar,
administrar y controlar.
Ese es nuestro problema fundamental como civilización, como especie,
como humanidad: operar con escalas, magnitudes, en espacios y a veloci-
dades que nos hacen imposible digerir, asimilar, incorporar, hacer propias
las experiencias vividas. Es vivir una vida de presencia ausente. Estar fí-
sicamente allí pero siendo incapaces de experimentar en profundidad, en
alcance y proyecciones, las experiencias vividas. De allí la insensibilidad
colectiva manifiesta en la incapacidad para vincular nuestras civilizadas
conductas burguesas con los problemas del calentamiento global o del
hambre en el mundo. Somos incapaces de ver cómo esos problemas tienen
su origen en la agregación de pequeñas acciones individuales, en la suma-
toria de conductas, cada una en sí mismas aparentemente insignificantes,
pero que multiplicadas por más de seis mil millones de seres humanos se
trasforman en una tragedia.
En el mundo de hoy no será posible un desarrollo sostenible en el largo
plazo sin considerar además de lo sostenible ambiental también a lo sos-
tenible social. A nivel macro, en el ámbito internacional e internamente
en los países; así como a nivel micro, la inseguridad ciudadana frente a la
delincuencia y al terrorismo tiene su origen en las enormes desigualdades
económicas y sociales existentes. Por consiguiente, un desarrollo donde
todos tengan un lugar es fundamental, donde todos se beneficien, donde to-
dos queden incluidos, de lo contrario no es posible obtener legitimidad, el
requisito imprescindible para la estabilidad de cualquier sistema humano.
La crisis ambiental de carácter global que estamos viviendo nos está
proporcionando la posibilidad de cambiar radicalmente nuestras formas de
percibir la realidad, de desarrollar una nueva conciencia más ecológica y
más solidaria, de superar la ebriedad tecnológica y consumista que caracte-
riza nuestras formas de vida y asumir otra que se caracterice por la sobrie-
dad ecológica, por un cierto ascetismo voluntario, por una disposición a
descender al nivel de los desfavorecidos y una recuperación del sentido de
lo trascendente. Sin embargo, estamos siendo muy estúpidos, nos quejamos
teniendo la solución muy cerca de nosotros, valoramos mucho más lo que
no tenemos, lo que hemos perdido y no valoramos lo que tenemos; incluso
estamos fomentando sistemáticamente la devaluación de cuanto tenemos.
25
Mahatma Gandhi afirmaba que siempre habrá suficiente para las ne-
cesidades de todos, pero nunca para la avaricia de unos pocos. Eso debe
orientar el carácter y el sentido de las relaciones sociales en ese nuevo
proyecto histórico. Relaciones cuyos rasgos fundamentales tengan relación
con la siguiente idea fuerza: Todos los habitantes del planeta deberán po-
der llegar a “tener lo suficiente” en orden a “ser más”. Para ello se requerirá
de una amplia solidaridad universal que se traduzca en un vasto e intenso
proceso redistributivo a escala planetaria. A su vez demandará una amplia
participación popular en las decisiones, que deberán adoptarse a partir de
las escalas locales, desde abajo hacia arriba, desde lo micro a lo macro,
desde cada individuo a lo institucional.
Quien tenga la oportunidad de leer este libro podrá apreciar algunas
ideas que en su momento pudieron haber sido extremadamente audaces y
sugerentes, aunque ya hoy posiblemente no lo sean tanto. Vivimos actual-
mente un clima cultural que ha ido evolucionando en los últimos años a
una velocidad tal, que hace que quienes hemos hecho una opción intelec-
tual por aventurarnos en derroteros no tan recorridos en el pensamiento
humano, encontremos que ideas muy novedosas algunos años atrás, hoy
ya se han constituido en parte de los tópicos cotidianos en muchos espa-
cios de reflexión. Pese a lo anterior, en las ideas presentadas hay un valor
intrínseco, que creo vale la pena rescatar; porque el avance en ellas no es
algo homogéneo ni simétrico en su difusión; y para alguien como yo, con
la suerte de viajar mucho y compartir con audiencias en distintos países,
algo que sorprende mucho es encontrar que ideas ya viejas para mí, termi-
nan siendo acogidas por novedosas, en muchos de los lugares que recorro.
La sempiterna novedad en todos los escritos que componen este libro es
el reiterativo llamado a sentir la otredad –que surge desde lo más autén-
tico y profundo de nuestra condición humana–, a proteger al más débil, a
compadecer al que sufre, a tratar de salvar al que está en riesgo, a cuidar
a los más pequeños, a ponernos en el pellejo del otro, a sentir su dolor en
nuestras tripas. Allí está a mi entender está el permanente desafío, allí está
nuestra esperanza.
Referencias
(1) Fals, O. (1998) Participación popular. Retos del futuro, Bogotá: Icfes
- Iepri - Colciencias, p. 254.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
26
Parte 1
APROXIMACIONES
EPISTEMOLÓGICAS
PARADIGMAS Y METÁFORAS:
PASOS HACIA UNA EPISTEMOLOGÍA
INTEGRADORA Y PARTICIPATIVA
No hay en la Tierra una sola página, una sola palabra, que
sea sencilla, ya que todas postulan el universo, cuyo más
notorio atributo es la complejidad.
(Jorge Luis Borges)
31
Mi opinión es que el mundo de la creatura, del proceso
espiritual, es a la vez tautológico y ecológico. Quiero decir
que es una tautología que lentamente se cura a sí misma.
Librada a sus propios medios, toda gran porción de creatura
tenderá a encaminarse hacia la tautología, vale decir hacia
la congruencia interna de las ideas y procesos. Pero de vez en
cuando la congruencia se quiebra, la tautología es hendida
como la tersa superficie de un estanque cuando se le arroja
una piedra. Entonces lenta pero inmediatamente, comienza
a curarse y esa curación puede ser implacable, llevando al
exterminio de especies enteras...
Yo supongo que bajo la lente de un microscopio
suficientemente grande, ninguna idea puede ser errónea,
ninguna finalidad puede ser destructiva, ninguna disección
puede estar descaminada... pienso que cierto desgarramiento
del sistema ecológico tautológico es incluso, en cierto modo,
bueno para él. Su capacidad de autocuración quizá necesite
ser ejercitada.
(Gregory Bateson)
Introducción
La epistemología es el conjunto de reflexiones, análisis y estudios acerca de los
problemas suscitados por los conceptos, métodos, teorías y desarrollo de las
ciencias. Puede surgir internamente del seno de la ciencia misma, exigida por
crisis que amenacen o pongan en duda los fundamentos o los marcos conceptua-
les de ésta. O puede provenir del campo de la filosofía, como parte de una crítica
o concepción más general acerca del conocimiento o la realidad. En cualquier
caso, es siempre una toma de conciencia acerca del proceso de crear o justificar
conocimiento, sin la cual este puede transcurrir durante ciertos períodos. Sus
métodos no comprenden la verificación o puesta a prueba empírica; pero sus
construcciones deben contrastarse una y otra vez con las realizaciones efectivas
de las comunidades científicas a lo largo de la historia. Así ocupa su lugar en la
espiral continua en que la creación de conocimiento toma contacto con la reali-
dad y se repliega sobre sí misma para evaluar sus resultados (1).
El comunicado final del coloquio La ciencia ante los confines del cono-
cimiento: prólogo de nuestro pasado cultural organizado por la Unesco con
la colaboración de la Fundación Giorgo Cini y realizado en Venecia hace
algunos años atrás, señalaba entre otras ideas:
Asistimos a una revolución importantísima en el ámbito de la ciencia, engen-
drada por la ciencia fundamental (especialmente la física y la biología), por
las modificaciones radicales que introduce en la lógica, en la epistemología y,
asimismo, en la vida cotidiana a través de las aplicaciones tecnológicas. Pero
al mismo tiempo advertimos que existe un desfase importante entre la nueva
visión del mundo que dimana del estudio de los sistemas naturales y los valores
aún predominantes en la filosofía, las ciencias humanas y la vida de la sociedad
humana, ya que dichos valores se basan en gran medida en el determinismo
mecanicista, el positivismo o el nihilismo..., al tiempo que reconocemos las di-
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
32
ferencias esenciales que existen entre la ciencia y la tradición, advertimos no su
oposición, sino su complementariedad. El encuentro inesperado y enriquecedor
entre la ciencia y las distintas tradiciones del mundo hace posible imaginar la
aparición de una nueva visión de la humanidad y hasta de un nuevo racionalis-
mo.... reconocemos también la urgencia de una investigación verdaderamente
transdisciplinar mediante el intercambio dinámico de las ciencias “exactas” y
las ciencias “humanas”, el arte y la tradición. En cierto modo, esa metodología
transdisciplinar está inscrita en nuestro propio cerebro a merced de la interac-
ción de sus dos hemisferios. Así pues, el estudio conjunto de la naturaleza y de lo
imaginario, del universo y del ser humano podría acercarnos mejor a la realidad
y hacer que podamos enfrentarnos con más propiedad a los desafíos que plantea
nuestra época. (2)
33
El universo material era una máquina y nada más que una máquina. La
naturaleza funcionaba de acuerdo con las leyes mecánicas y todo el mundo
material podía explicarse según la disposición y movimiento de sus partes.
Descartes hizo extensiva esta noción mecanicista de la materia a los
organismos vivientes. Las plantas y los animales fueron considerados sim-
plemente máquinas; los seres humanos estaban habitados por un alma ra-
cional, pero el cuerpo humano era indistinguible de una máquina animal.
La esencia de la aproximación cartesiana al conocimiento era su méto-
do analítico de razonamiento, mediante el desmenuzamiento de los con-
ceptos y problemas en fragmentos que luego eran ordenados según la ló-
gica. Con el tiempo, tal aproximación devino la característica primordial
del moderno pensamiento científico y probó ser útil en el desarrollo de las
teorías científicas y en la concreción de proyectos tecnológicos.
Por otro lado, la sobre-acentuación del método cartesiano ha conducido
a la característica fragmentación tanto del pensamiento general como de
nuestras disciplinas académicas y a la tan extendida actitud reduccionista
en el campo de la ciencia: la creencia en que todos los aspectos de los fe-
nómenos complejos pueden ser comprendidos mediante su reducción a las
partes que los constituyen.
La historia de la ciencia clásica muestra que ella se constituyó a partir de la
metáfora del mecanismo o de la máquina. Descartes escribió lo siguiente: Yo he
descrito la tierra y todo el mundo visible, como si fuera una máquina. En sus
variados escritos Descartes desarrolló una noción ya sugerida por otros filósofos,
en efecto él inauguró esta tradición de pensamiento que nosotros llamamos “me-
canicismo”, o lo que fue conocido en aquel tiempo como filosofía mecanicista. Y
esta metáfora está aún presente entre nosotros.
El primer supuesto de la filosofía mecanicista sugiere que la materia misma es
en última instancia inerte, sin ninguna vida o creatividad en sí misma. La gran
riqueza de la metáfora mecánica es que implica que el mundo material, al fin
de cuentas, es absolutamente predecible. De acuerdo a esta metáfora, el mundo
material opera como cualquier máquina, de acuerdo a reglas invariantes y fijas;
leyes que han sido instaladas en la máquina desde la partida. No tiene espon-
taneidad en sí mismo. Funciona con la completa regularidad de un reloj hasta
que se detiene, así el mundo material no puede por sí mismo alterar las leyes
que se han instalado en él. Las leyes del mundo mecánico están presentes y son
constantes; si nosotros podemos descubrirlas seremos capaces de predecir con
absoluta certidumbre los sucesos del mundo.
El segundo supuesto implícito en la metáfora mecánica está algo más oculto
que el anterior. Una máquina siempre implica la existencia de alguien que la
construyó –un hacedor, un inventor. Una máquina no puede, a la manera de un
embrión, generarse a sí misma. Los relojes, los automóviles y las máquinas de
vapor no toman forma de sí mismas– si lo hicieran, serían en verdad entidades
mágicas. muy salvajes y no podría adscribirse a ellas la uniformidad, estabilidad
y el carácter predecible que asociamos con cualquier objeto estrictamente me-
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
34
cánico. Si vemos la naturaleza como una máquina, entonces tácitamente vemos
algo que ha sido construido, algo hecho desde afuera. Esto es aún más evidente
en el lenguaje que hoy usamos en la ciencia, nosotros hablamos de conductas
que han sido “programadas” en genes animales, de información que es “soporta-
da por medio de conexiones” en el cerebro. Como mecanicistas olvidamos estas
metáforas de nuestra propia experiencia de cosas construidas –cosas construidas
por seres humanos– y entonces pretendemos que el inventor, o constructor (o
el programador) no participa dentro de la metáfora. Pero, por supuesto, que lo
hace. Si el mundo material es como una máquina, entonces, este mundo debe
haber sido construido por alguien (3).
35
materia visible no sería más que la interpenetración, la superposición, el
enmarañamiento de campos físicos de distinta naturaleza. Estos campos
físicos sólo tienen sustancia, si se puede decir así, vibratoria, no material.
No son tampoco ondas sino más bien las estructuras que permiten a estas
ondas manifestarse y desplazarse. El campo no tiene propiedad espacial ni
temporal: es como una matriz.
El reduccionismo de la ciencia occidental mecanicista ha intentado en
vano congelar lo no permanente, apresando lo que sólo puede existir en
movimiento, libertad y relación. Olvidando lo que Niels Bohr expresó tan
claramente: “las partículas materiales aisladas son abstracciones; sus pro-
piedades sólo se pueden definir y observar a través de su interacción con
otros sistemas”.
El principal desafío para la ciencia hoy en día es reconocer esta nueva
realidad donde “todo lo sólido se desvanece en el aire” como lo dice el
sugerente título del libro de Marshall Berman.
2) El principio de no separación
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
36
vivos justamente por recibir radiación térmica del ambiente, pero cuando
contemplamos el ambiente a nuestro alrededor o miramos nuestro cuerpo,
no percibimos el grado de correlación íntima que existe entre este y el am-
biente. No percibimos cómo la existencia de este cuerpo humano es cons-
tantemente construida también por la energía térmica recibida del exterior
en forma de radiación. Nuestra tendencia es ver nuestros cuerpos como
objetos independientes y autosuficientes, interactuando con el ambiente,
cuando mucho a través de los alimentos y del aire. De la misma forma nos
es difícil percibir cómo los objetos que vemos alrededor son construidos en
su apariencia por los estímulos sensoriales que nuestro cuerpo recibe a par-
tir de la incidencia, sobre estos objetos, de luz visible, por ejemplo. Nuestra
mente los ve como objetos con características definidas, independientes de
cualquier relación externa. La razón es que esta forma de relación se da por
medio de un mecanismo físico oculto, tanto a la visión como al lenguaje,
convencionales.
En el área de la física, fue Niels Bohr quien consiguió introducir co-
rrecciones a esta forma de pensar, de expresarse y consiguió no solamente
distanciarse de esta forma de “ideología automática” sino que llegó a for-
mular un sistema filosófico que escapaba de estos problemas sin quedarse
en el inmovilismo. Su éxito fue tan grande que la Teoría Cuántica es hoy
un tema central de estudio tanto para físicos como para filósofos, siendo
la base para una importante evolución científica y tecnológica ocurrida a
mediados de este siglo.
Su visión filosófica, la “complementariedad”, puede ser vista como una
forma avanzada de estructurar el conocimiento convencional, sin dejarse
limitar por los presupuestos y paradojas que se desprenden de los equívo-
cos de las interpretaciones condicionadas.
En la forma de estructurar el conocimiento desarrollada por Bohr, la
palabra “objeto” incluye no sólo lo que convencionalmente es entendido
como “objeto” experimental, sino también el equipamiento experimental
del laboratorio usado en las medidas y las teorías que generan las pregun-
tas (5).
Humberto Maturana nos señala:
Si queremos entender el fenómeno del conocimiento, si queremos entender el
sistema nervioso, si queremos entender el lenguaje, si queremos entender lo que
pasa en la convivencia, tenemos que hacernos cargo de este curioso fenómeno:
los seres humanos, los seres vivos en general, no podemos distinguir en la expe-
riencia entre lo que llamamos ilusión y percepción como afirmaciones cognitivas
sobre la realidad (6).
37
Se puede comprender el sentido que tiene decir que: desapareciendo la
humanidad el universo entero desaparece, o la afirmación aún más extraor-
dinaria de que el universo surge y desaparece a cada instante, con cada
pensamiento, o todavía más, cuando se dice que hasta el mismo pasado y el
futuro pasan por cambios incesantes (toda vez que es en el presente donde
toman forma, a través de la mente de los que piensan).
3) El principio de no distinción
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
38
distintos tipos de fenómenos. Existen algunas importantes diferencias entre
ambos; la primera tiene que ver con el conocimiento objetivo, utilizando
la observación y el raciocinio para explicar como un evento surge “lógi-
camente” de otro. La sincronicidad –según Carl Jung– es un principio de
conexión acausal y define la ocurrencia simultánea de dos o más eventos
que presentan una relación entre sus significados pero no en su causali-
dad. Jung sostuvo que todo factor acausal implicado en un acontecimiento,
debe ser considerado con el mismo nivel de trascendencia que la causali-
dad, en cuanto principio explicativo.
Hipótesis como la resonancia mórfica de Rupert Sheldrake en el plano
de la biología, o el enfoque bootstrap de Geoffrey Chew, el experimento
EPR y el teorema de Bell recuerdan el concepto de sincronicidad acuñado
por Jung y Pauli.
39
nuevas direcciones en las exploraciones. El paradigma necesario para la
época que nos toca vivir deberá ser capaz de combinar diferentes enfoques
en un equilibrio dinámico, que implique un modelo dúctil de reflexión y
pensamiento holístico. En primera instancia, un nuevo paradigma conlleva
una nueva visión de la realidad, pues incluye nuevas especies de informa-
ción, que aportan formas de visión complementarias para toda la reali-
dad. Un paradigma es un conjunto de teorías, valores, técnicas, modelos
y construcciones compartidas por los miembros de una comunidad, cuyos
supuestos no funcionan como hipótesis, sino como creencias estratificadas.
La creencia es la insistencia en que la verdad es lo que uno desearía que
fuera. De esto se deduce que un creyente sólo abrirá su mente a la verdad
bajo la condición de que esta encaje con sus ideas y deseos concebidos
anteriormente. En realidad el paradigma de la nueva conciencia sustituye
su estructura de creencias por un sistema de fe, pues la fe es una apertura
sin reservas de la mente a la verdad, sea esta la que fuera, careciendo de
concepciones previas, la fe implica una “zambullida en lo desconocido”.
Las creencias se aferran, pero la fe es un dejarse llevar. En este sentido de la
palabra, la fe es la virtud esencial de este naciente paradigma, que conjuga
en su interior la sabiduría antigua y la ciencia moderna.
El paradigma holístico proviene del griego holos, totalidad y se refiere a
una forma de comprensión de la realidad en función de totalidades en pro-
cesos integrados, cuyas propiedades no pueden ser reducidas a unidades de
referencia menores. La conciencia holística concibe al ser humano como un
organismo, una unidad de desarrollo, algo diferente y mucho mayor que la
suma de sus partes. Se trata también de una visión ecológica e implica una
transformación de nuestra visión del mundo, un cambio en nuestros pensa-
mientos, percepciones y valores, que constituye lo que denominaremos una
sustitución o mudanza de paradigmas.
Una ética holística debería estar inspirada en valores tales como los de
preservación de la vida, la alegría, la cooperación, el amor, el servicio, la
creatividad, la sabiduría, la trascendencia y traducirse en acciones efecti-
vas agrupadas en categorías como la integridad, la inclusión y la plenitud.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
40
Esta teoría puede servirnos como metáfora para orientar nuestra búsqueda
de una nueva imagen del hombre, en la perspectiva de un cambio para-
digmático, ya que el propio Wilber plantea la metáfora de la escalera para
referirse al desarrollo tanto histórico como psicológico de los niveles de la
conciencia.
Ken Wilber ha desarrollado una cartografía conceptual del espectro de
la conciencia. Establece cuatro niveles de profundidad respecto a lo que
entendemos por nuestra identidad y en cada uno de ellos el tipo de duali-
dad que se hace manifiesta en ese nivel y que se encuentra disuelta (inter-
penetrada o integrada) en el nivel de mayor profundidad.
1) Identidad con la persona, aquellas partes aceptadas de la psique
Nivel del ego. Aquí se plantea una dualidad entre el ego y el cuerpo;
es nuestra materialidad o corporalidad lo que no integramos en nosotros
mismos y sentimos tan extraño como el propio mundo exterior. Integrado
nuestro cuerpo en nuestro ego asumimos la totalidad de nuestro organis-
mo, pasamos al nivel del centauro, al nivel 3.
3) Identidad con la totalidad del organismo
41
En términos generales, veremos que una terapia, del nivel que sea, reconoce y
acepta la existencia potencial de todos los niveles que están por encima del suyo
propio, pero niega la existencia de todos los que están por debajo. El desarrollo
se entiende aquí como un ensanchamiento y expansión de los propios horizon-
tes, una ampliación de los propios límites, exteriormente en perspectiva e inte-
riormente en profundidad. Cuando una persona desciende (profundiza) un nivel
del espectro ha trazado un mapa nuevo de su alma y ensanchado su territorio.
El crecimiento (sic; debería decir desarrollo) es redistribución, nuevo trazado de
zonas y diseño del mapa; es primero un reconocimiento, y después un enrique-
cimiento, de niveles cada vez más profundos y más vastos de “lo que uno es”(8).
Según Wilber:
Paradigma no tiene un significado preciso. No es exactamente un tipo de super-
teoría o de visión global como muchos creen. Para muchos Freud por ejemplo,
introdujo un nuevo paradigma en la psicología, queriendo referirse a una nueva
teoría general, un plan o un enfoque. Para Thomas Kuhn que introdujo el térmi-
no Freud no trajo un paradigma nuevo ya que trabajó del modo usual: elaboró
algunas teorías pero estas no son paradigmas. El paradigma es algo más sutil,
más aún, es inconsciente. Uno no sabe que existe hasta que es desafiado por su
sucesor. De modo que un paradigma es un conjunto de principios cognitivos y
presunciones que definen el tipo de datos que somos capaces de observar en
primer lugar.
Cada estadio de desarrollo, cada evolución en cadena introduce nuevas dimen-
siones de existencia, modos de conocimiento, deseos, temores, percepciones de
espacio y de tiempo, motivaciones, sensibilidad moral, etc. De modo que una
de las cosas que traté de hacer en varios libros es trazar exactamente el tipo de
visión global, los paradigmas más característicos de cada estadio de desarrollo.
Usualmente describo una versión simple de la gran cadena, materia, mente y
espíritu, o una versión ligeramente más amplia: materia, cuerpo, mente, alma
y espíritu. Cada uno de estos niveles se divide en varios subniveles. Cada uno
de los niveles tiene una perspectiva diferente de la realidad. Con frecuencia
uso la metáfora de una escalera para la gran cadena y cada peldaño aporta una
distinta visión del área circundante. Si se trepa por una escalera alta, se obtiene
un mayor ángulo del mundo en cada escalón. Esto es exactamente lo que ocurre
en el desarrollo tanto histórico como psicológico. La visión global mayor en
orden ascendente es arcaica, mágica, mítica, racional, existencial, psíquica, sutil
y causal, correlativas con niveles de desarrollo. Si uno sólo cuenta con materia,
sensación, percepción, emoción e imagen (los niveles más bajos) entonces su
visión global es arcaica. Si se agregan símbolos y conceptos se torna mágica.
Con reglas y pensamiento operativo concreto, llegamos a lo mítico, que se trans-
formará en racional mediante el agregado del pensamiento operativo formal.
Sumando la visión-lógica aparece lo existencial, etc. lo psíquico vendrá con la
visión, luego lo sutil con el arquetipo y por último lo causal con lo no manifiesto.
De tal modo cada estadio mayor de desarrollo tiene su propia y distintiva visión
global o paradigma (9).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
42
Segunda metáfora: el sistema inmunológico como el “segundo” cerebro del
cuerpo (10)
43
to. En realidad esta metáfora militar –completada con generales, soldados,
suministros, etc.– ha sido ampliamente usada en la inmunología clásica. Y
Varela cree que esta ha sido la principal piedra de tope para nuestra com-
prensión del sistema inmunológico y de las enfermedades auto-inmunes,
tales como el SIDA.
Descubrimientos recientes están desafiando seriamente la clásica con-
cepción “exodirigida” del sistema inmunológico como simplemente un sis-
tema defensivo. De acuerdo con esta visión, los linfocitos identifican un
enemigo, los anticuerpos lo atacan y entonces, lo destruyen. Pero cuando
uno observa cuidadosamente a cuales perfiles moleculares se enlazan real-
mente estos anticuerpos, uno encuentra que ellos se ligan principalmente
a otros anticuerpos. De modo que de repente el sistema inmunológico co-
mienza a parecerse mucho más a una red, como gente conversando con
otro en vez de soldados vigilantes. De forma tal que se ha producido un
cambio perceptivo desde un “sistema inmunológico” a una “red inmunoló-
gica”. Esto es actualmente un hecho establecido.
Por supuesto, esto presenta un gran problema para la concepción clá-
sica. Si el sistema inmunológico es una red cuyos componentes se enlazan
principalmente a cada otro y si los anticuerpos están decididos a matar a
cualquiera que se ligue a ellos, estaríamos tragándonos todos a nosotros
mismos. Obviamente, no lo hacemos.
Además, desde el punto de vista clásico, un sistema inmunológico sola-
mente se desarrollará cuando existen perturbaciones externas a las cuales
puede responder. Si no existe ataque, ningún anticuerpo será desarrollado.
Sin embargo, experimentos recientes han demostrado que aún los animales
que están completamente protegidos de patógenos desarrollan sistemas in-
munológicos totalmente expandidos. Desde el nuevo punto de vista esto es
natural, porque la principal operación de los sistemas inmunológicos no es
responder a los retos externos sino relacionarse consigo mismo.
La concepción de Varela es que el sistema inmunológico es un siste-
ma vivo, auto-organizativo y autónomo, responsable de la identidad del
cuerpo. Así como la percepción, la memoria, etc., nos permiten tener una
identidad cognitiva, del mismo modo el sistema inmunológico nos permite
tener la identidad de quienes somos como cuerpo. Todas las células de un
cuerpo comprenden que pertenecen a una comunidad; y actúan en razón
de su sistema inmunológico, el cual, si se quiere, es como el lenguaje que
permite que los miembros de una comunidad constituyan su identidad.
Pero, esto no significa que el sistema inmunológico no defienda el cuer-
po cuando existe algún tipo de amenaza, digamos una infección. Lo hará
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
44
así, pero esto es periférico, es casi una acción trivial del sistema inmuno-
lógico, conocida como respuesta inmunológica y podemos pensarla como
reflejos precisos. A la inmunología clásica corresponde delimitar el estudio
del cerebro al estudio de los reflejos. Por supuesto, eso hace parte de la
actividad del sistema nervioso, pero el sistema nervioso también hace cues-
tiones mucho más interesantes: permite tener una identidad cognitiva. De
manera similar, si bien el sistema inmunológico está comprometido con las
respuestas inmuno-defensivas, hace algo bastante más interesante: permite
tener una identidad corporal.
Igual que hace con el sistema nervioso, Varela distingue un sistema
inmunológico central de uno periférico. La diferencia no es topológica sino
funcional. El sistema inmunológico periférico es el sistema capaz de dar
una respuesta inmunológica a los desafíos externos. El sistema inmunoló-
gico central está densamente conectado, es altamente interactivo y provee
un sentido de identidad del cuerpo. De acuerdo con Varela, una concepción
psicosomática sofisticada con todas las consecuencias para la salud y la cu-
ración no se desarrollará a menos que entendamos el sistema inmunológico
como un recurso cognitivo, a menos que entendamos el sistema nervioso y
el sistema inmunológico como nuestros “dos cerebros” en continua conver-
sación, dos sistemas cognitivos interactuando.
Tercera metáfora. La hipótesis Gaia: un gigantesco organismo llamado
biosfera
45
menos constante frente a las variaciones externas). Por otra parte, los gases
de nuestra atmósfera son imposibles de mantener en un laboratorio: reac-
cionan rápidamente entre ellos, creando otros compuestos; para mantener
el equilibrio es necesario, por ejemplo, que cada año entren en la atmós-
fera dos millones de toneladas de metano. ¿De dónde salen? Lo producen
ciertas bacterias, y por lo visto, si hiciera falta el triple de metano habría
el triple de esas bacterias. Nuestro planeta aparece así como un prodigio
de autorregulación, de homeostasis. Los diferentes organismos que lo com-
ponen colaborarían en el mantenimiento del equilibrio global, al igual que
nuestros diversos órganos y células contribuyen a mantener nuestras cons-
tantes vitales. En efecto, sólo pensando que la Tierra es un gran organismo
tienen sentido los datos mencionados.
Gaia es en realidad una nueva teoría de la evolución, que amplía la
gran intuición de Darwin haciendo converger en un único propósito la evo-
lución de las especies y la evolución de su entorno material. Ahora es fácil
ver por qué la ciencia moderna rechaza a Gaia: es algo que nunca podría
haber surgido en los edificios separados y aislados de una universidad,
donde los biólogos, geólogos y climatólogos son tribus rivales. Además de
superar la fragmentación de las ciencias contemporáneas, Gaia propone
que lo que guía la evolución es la cooperación, y no esa versión del capita-
lismo salvaje que sería la selección natural. (12)
La hipótesis Gaia puede bien señalar la emergencia de una ciencia ma-
dura –una ciencia que no busca controlar el mundo sino participar con el
mundo, no operar sobre la naturaleza sino cooperar con la naturaleza. Si
la composición química del aire que nosotros estamos respirando está, en
este momento, siendo activamente monitoreada y modulada por todos los
organismos de la tierra, actuando en conjunto, como un único, coherente,
metabolismo viviente, entonces el mundo material que nos rodea no es,
en ningún sentido, inerte o inanimado. Ni son estos árboles o aún estos
peñascos enteramente pasivos e inertes. Por tanto la naturaleza material
ya no puede ser vista como una colección de partes separables –ya que no
es una máquina creada sino más bien una vasta fisiología, auto-generativa
y viviente, abierta y capaz de responder a circunstancias cambiantes. Por
supuesto, podemos aún intentar hablar de Gaia en términos puramente
mecánicos, o tratar de concebir a Gaia como un conjunto de procesos es-
trictamente objetivos, forzándonos así a mantener nuestra ciencia dentro
del antiguo paradigma mecánico. Podemos ser refractarios terminar con el
sueño de una objetividad alcanzada, y de la realidad establecida a la cual
correspondería. Sin embargo Gaia, nunca calzará plenamente dentro del
discurso del mecanicismo. Un mecanismo está enteramente determinado;
actúa, como ha sido visto, de acuerdo a un conjunto de reglas predecibles
que no se generan a sí mismas. Estamos ahora en condiciones de contras-
tar sucintamente la epistemología del mecanicismo con las implicaciones
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
46
epistemológicas de Gaia. El modelo mecánico del mundo implica una epis-
temología mentalística, fundada en el supuesto que el conocimiento más
preciso de las cosas es una aprehensión intelectual separada y purgada de
todo involucramiento corporal, situacional y subjetivo. Es un conocimiento
incorporal y abstracto. En contraste, la concepción Gaiana del mundo –la
cual habla de la tierra circundante como una fisiología viviente– implica
una epistemología capaz de englobar y participativa. Como la Tierra ya no
es vista como una máquina, tampoco el cuerpo humano es ya un objeto
mecánico, vivienda de una mente inmaterial, sino más bien una fisiología
sensitiva, expresiva y pensante –un microcosmos de la autopoiética Tierra.
De aquí en adelante ya no es con una mente separada, sino con un cuer-
po entero que puedo comenzar a conocer el mundo, participando en sus
procesos, sintiendo cómo mi vida resuena con su vida. En este sentido, el
conocimiento es siempre conocimiento corporal –una sabiduría nacida de
la armonía del cuerpo con aquello que estudia y con la Tierra (13).
47
(9) Wilber, K. (1992) Guerra de paradigmas (Diálogo editado a partir
de varias entrevistas realizadas entre los años 1989 y 1991), en Uno mis-
mo, núm. 35, Santiago, pp. 38 - 39.
(10) Esta parte ha sido elaborada a partir de los apuntes de un curso
dado el año pasado por Fritjop Capra en el Schumacher College, Devon,
Inglaterra.
(11) Lovelock, J. (1985) Gaia, una nueva visión de la vida sobre la tie-
rra, Madrid: Ediciones Orbis S.A.
(12) Pigem, J. (1991) Gaia, el planeta (in)conciente, en Nueva concien-
cia: plenitud personal y equilibrio planetario para el siglo XXI, Barcelona:
Integral, p. 94.
(13) Abram, D. Op. cit., p. 73.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
48
ECOLOGÍA, ÉTICA, EPISTEMOLOGÍA
Y ECONOMÍA: RELACIONES DIFÍCILES
PERO NECESARIAS2*
Introducción
La hipótesis que sustenta este trabajo es que la crisis ambiental, social
y cultural que vivimos hoy es producida por la forma en que gran parte del
análisis científico, y en especial del económico, razona actualmente sobre
el mundo.
Iniciaré mi presentación, indicando algunos de los errores contenidos
en nuestras formas de pensar la realidad. Haré referencia en especial a
las formas dominantes de pensamiento económico, e intentaré también,
identificar parte de los gazapos contenidos en su forma de reflexión y en su
modelación conceptual de la realidad. A continuación presentaré algunas
propuestas y búsquedas que nos ayuden a enfrentar y a superar las limita-
ciones reseñadas, tales como: proposiciones para una reflexión económica
distinta, nociones para un nuevo lenguaje económico y algunos criterios
básicos para una nueva economía. Terminaré presentando algunos cambios
de valor inevitables y las condiciones, que considero necesarias para el
desarrollo de una conciencia solidaria y ecológica.
49
vivimos. Este es el paradigma cartesiano, cuyos rasgos de reduccionismo,
disciplinariedad, linealidad, atomización de la conciencia y compartimen-
tación del saber, nos han conducido hacia una situación en la cual sabemos
muchísimo sobre muchas cosas, pero a la vez comprendemos muy poco
de lo que nos pasa. Este paradigma, en el cual se busca a toda costa la
modelación de la realidad y la imposición de nuestra voluntad sobre ella,
es la expresión más refinada de una cultura profundamente machista y
dominadora. En nuestras formas de percibir la realidad y en nuestras con-
ductas hacemos tabla rasa de algunos axiomas o leyes fundamentales de la
existencia; ejemplos de llos son:
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
50
lo humano es enormemente diverso, a la vez la naturaleza humana común
lo torna ineludiblemente semejante, por ello es posible hacer uso corriente
de una racionalidad o inteligencia analógica, incluso aún más, mimética.
Pero en situaciones donde todo es inédito, todo es impactantemente nuevo,
todo es extraño, la experiencia no sirve para mucho. Allí se requiere hacer
uso de la característica, tal vez más específica de la especie humana: su
creatividad.
Sin embargo, lo paradójico es que la mayor parte de las instituciones
sociales, lo que hacen es impedir la creatividad, dificultando la transforma-
ción, porque históricamente han estado orientadas, de manera preferente,
a la conservación y no al cambio.
2) ¿Adicción a la monotonía o fobia a la variedad?
51
3) La creencia de que podemos hacer sólo lo que queremos
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
52
4) La incapacidad para ver más allá de nuestras narices
53
5) ¿Generadores de neguentropía (complejidad organizada) o de entropía
(complicación y desorden)?
El concepto de entropía nos señala que todo medio ambiente, para po-
der vivir, tiene que pagar un tributo de energía en el proceso realizado.
Este tributo, es precisamente, su desgaste. El universo viaja siempre hacia
una entropía, cada vez más creciente y, al final, llegará la muerte del uni-
verso; habrá un equilibrio energético total.
El físico alemán Oswald afirmó hace sesenta años atrás que la segunda
ley de la termodinámica pone todo lo que ocurre en una estricta dirección
única con respecto al tiempo. Ningún proceso puede ser completamente
revertido, como significaría el forzar tal reversión contra el flujo volun-
tario de los eventos usando - y así devaluando - la energía que podría ser
convertida dondequiera y para otros propósitos. Este hecho completamente
general nos confronta con la primera fuente del concepto de “valor”. Si
cualquier hecho pudiese ser revertido sin esfuerzo, no existiría valoración,
ya que cualquier estado deseable podría ser alcanzado simplemente rever-
tiendo los acontecimientos. En realidad, sin embargo, una tal reversión de
los sucesos requiere el uso de energía convertible o libre (neguentropía),
la cual de ese modo tiene que ser pagada con el precio. La vida, por lo
tanto, prueba ser una competencia por energía libre, cuya disponibilidad
es limitada.
La vida es posible debido al flujo y reflujo de estados de equilibrio y
desequilibrio, y estos, a su vez, son posibles porque en el universo existen
puntos de mayor energía que transmiten su energía o su excedente a puntos
de menor contenido energético.
Pero el día en que todos esos puntos adquieran el mismo nivel energé-
tico, entonces ya no habrá ningún proceso, ninguna transformación a nin-
guna dirección; será el fin de la vida porque se habrá entrado en un estado
de permanente equilibrio.
La vida es un milagro, en el sentido de ser una excepción a esta ley
de hierro, en cuanto ella es generadora de una energía de orden, la ne-
guentropía; la cantidad de información necesaria para crear un orden. La
neguentropía es el dato, el conocimiento que hace posible que disminuya
la incertidumbre, la confusión y el desorden y se genere un estado temporal
de certidumbre, claridad y orden en el sistema. Así pues, es deseable que
todo sistema tenga los canales de comunicación que le permitan adquirir la
información pertinente para bajar su estado entrópico.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
54
Sin embargo nuestras conductas tanto colectivas como individuales se
han transformado en el principal generador de entropía en la biosfera y así
en colaborador de su muerte. ¿Existen forma más entrópicas que las explo-
siones nucleares o las guerras y asesinatos?
6) La obsesión por más y más de lo mismo
Marvin Harris (6) hace referencia a la Ley de Murphy que dice, “si
algo puede funcionar mal, lo hará”, para analizar el porque fallan tantas
cosas en la sociedad norteamericana siendo una sociedad tecnológicamente
tan avanzada. Señala asimismo que según lo que los ingenieros consideran
como el principio básico del control de calidad, el índice de seguridad de
cualquier aparato o estructura no es la media sino el producto de los índices
de seguridad de sus diferentes partes componentes, de allí entonces que la
práctica de agregar y agregar más piezas componentes dará lugar a índices
crecientes de fallos en los productos –salvo que se produzca un permanente
mejoramiento de la calidad de los componentes– . Es posible hacer una
analogía de esto para los sistemas artificiales y para los sistemas naturales
intervenidos por los seres humanos. De allí la distancia que habitualmente
observamos entre lo que queremos lograr y lo que realmente obtenemos. A
pesar de ello seguimos obsesivamente buscando salir con más y más de lo
mismo. La máxima expresión de ello es aquella sentencia del pensamiento
militar que afirma, que si algo no resulta es porque no se aplicó con la sufi-
ciente energía. Lo anterior nos ha ido conduciendo a una creciente pérdida
del sentido de los límites o del umbral. Esta incapacidad de percibir los
umbrales nos imposibilita preguntarnos: ¿Cuánto es suficiente?
55
lo mismo que usemos una u otra en una situación determinada. Las palabras que
usamos no sólo revelan nuestro pensar sino que proyectan el curso de nuestro
quehacer. Ocurre, sin embargo, que el dominio en que se dan las acciones que
las palabras coordinan no es siempre aparente en un discurso y hay que esperar
el devenir del vivir para saberlo (7).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
56
y 1991, pasando de 7.6 millones de millones de dólares a 17.1 millones de
millones (trillones en la numeración americana), el stock de prestamos interna-
cionales (a través de fronteras, o internos en moneda extranjera) para el mismo
período se incrementó en 23 veces pasando de 324 mil millones a 7.5 millones
de millones de dólares.
Las transacciones de especulación cambiaria, incluyendo opciones, futuros y
swaps, alcanzan a 900 mil millones de dólares diarios. El doble de la deuda
externa de América Latina todos los días.
La lógica económica siempre indicó que si se combinan los balances de las cuen-
tas de capital de todos los países del mundo, la suma final debe ser cero. Hágase
el ejercicio hoy en día y se detectará que en la década de los ochenta, de acuerdo
a estadísticas oficiales, un promedio de 72.000 millones de dólares fluían desde
economías nacionales pero nunca llegaban. En 1991 la discrepancia ha alcanza-
do a los 122.000 millones de dólares. Misterios de una especulación financiera
globalizada que está fuera de control y que no se entiende.” (8)
57
sufrimiento y la infelicidad producidos en los seres humanos y los daños
provocados en la biosfera son irreparables.
4) La tautología económica al incluir en su modelación de la realidad sólo
lo escaso, excluye de la realidad lo no escaso y genera amplias zonas de
invisibilidad
Eso era necesario para permitir que se llevasen a cabo aquellos cambios
fundamentales en la vida social, tales como el inicio y desarrollo de los
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
58
procesos de acumulación en gran escala y el surgimiento del capital, que
se constituyó así en la más enorme fuerza transformadora de la existencia
del hombre que ha operado en la historia. Ello implicaba la necesidad de
producir una ruptura total de las formas de organización de la convivencia
humana reguladas por la búsqueda de la simetría y la cooperación, y la
violación de la escala humana en las relaciones entre los seres humanos.
Esta ideología de la escasez tiñó la realidad de tal modo que empujó a los
hombres hacia la competencia en vez de la cooperación, al logro del lucro
y del beneficio por sobre la minimización del riesgo, a la búsqueda de cer-
tezas en el tener por encima del ser.
6) ¿Confundimos realidad con racionalidad?
59
razón de que aquellas conductas que no calzan con el modelo son racionalizadas
como “fallas del mercado”. Lo cual, en términos científicos, es una defensa falaz,
porque usa el modelo para explicar su propio fracaso. Un argumento similar-
mente cuestionable dice relación al concepto de “externalidades” para el lugar
del mercado en el contexto de las influencias humanas sobre el ambiente. Este
tipo de argumentos puede estar dentro de una ciencia a priori, pero es inacepta-
ble en una ciencia que se pretende a sí misma empírica y que por tanto intenta
determinar la verdad mediante la experimentación. No podemos conducirnos a
nosotros mismos a confundir “realidad” con “racionalidad”. (11)
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
60
Los seres humanos sobrevivimos en la actualidad gracias a la disipación
de los recursos de energía no renovable de la tierra a una tasa que excede
con creces la capacidad de la naturaleza para restaurarlos. Por la susten-
tabilidad deberemos mirar prospectivamente hacia los factores que están
creando prisa y de qué modo el consumo de energía implicado en esa prisa
puede ser abastecido, deberemos ver si podemos usar nuestros conocimien-
tos tecnológicos para ayudar a la naturaleza a generar recursos a la tasa
que los necesitamos. En otras palabras, antes de embarcarnos en el análisis
económico, deberemos hacer un análisis físico; por tanto es imprescindible
cuantificar las actividades económicas en términos de energía. Esta pers-
pectiva obviamente no llegará fácilmente a hacerse popular.
9) Modelando sistemas complejos: ¿Equilibrio o cambio?
61
conservadoras. El desarrollo de la termodinámica y después, ya en el siglo XX,
el de la descripción cuántica, cuestionaron esta identificación de manera radical
sin poderla sustituir con otra de generalidad semejante, pues de hacerlo tendrían
que considerar lo que la dinámica había negado al instituirse: el proceso, la
transformación que afecta a un cuerpo de tal manera que sea imposible volver a
la identidad escondida de un nivel más fundamental de realidad (14).
Proposiciones re orientadoras
1) Antes que nada determinar la factibilidad física
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
62
3) Darnos cuenta que el crecimiento no conduce necesariamente a eliminar
la pobreza
63
4) “Más” no es necesariamente igual a “mejor”
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
64
a). La economía no es un sistema cerrado sino un subsistema dentro de un siste-
ma mayor, con relaciones inevitables y permanentes con otros subsistemas como
el de los recursos, el de la sociedad, el de la cultura, el de los valores y dentro del
ecosistema más general, que es la biosfera.
b). Es imprescindible usar indicadores que indiquen lo que dicen indicar y que
no nos engañen. En el lenguaje simplista y mágico que nos domina estamos
llenos de índices que la gente venera, pero son indicadores que ocultan más
de lo que revelan. El Producto Geográfico Bruto (PGB), por ejemplo y otros
complementarios, son tremendamente engañosos. Nos dicen que crecemos o de-
crecemos, pero no sabemos si nos estamos comiendo nuestro capital porque no
sabemos cual es nuestro capital, nuestro patrimonio real. Ni sabemos la capaci-
dad que tiene de regenerarse, si es que es susceptible de regeneración.
c). Hay que introducir la preocupación por la creación de riqueza y el cuidado
del patrimonio. Hasta hace muy poco tiempo atrás, toda la discusión económica
versaba exclusivamente sobre flujos, sobre los equilibrios macroeconómicos bá-
sicos. Los temas dominantes eran (y siguen siendo): inflación, balanza de pagos,
empleo, emisión, ingresos y gastos fiscales, tasas de interés, etc. Curiosamente
estaba (y está) absolutamente ausente la preocupación por el patrimonio o el
acervo. Rara vez los economistas han aparecido preocupados por los recursos
productivos, la población y la calidad de vida.
d). Además hemos comenzado a tomar conciencia de que el ciclo económico
no termina exclusivamente en el consumo. Las actividades económicas generan
riquezas y nuevos bienes pero también inevitablemente generan desechos. No es
correcto suponer –como lo hace la economía convencional– que: trabajo, mate-
rias primas y capital entren solamente como insumos en la función de produc-
ción y que como productos, salgan solamente bienes. También salen residuos y
muchísimos. Además, su manejo tiene un costo muy importante y en expansión.
También el consumo genera residuos. Hace unas décadas toda la contaminación
estaba concentrada y asociada a los procesos productivos. Hoy todos los agentes
económicos, tanto productores como consumidores y especialmente estos últi-
mos, nos hemos transformado en agentes contaminadores. Miles de millones de
individuos de una especie contaminadora.
e). Es fundamental distinguir entre crecimiento y desarrollo. El crecimiento debe
entenderse sólo como una agregación cuantitativa de magnitudes, en cambio el
desarrollo es una liberación de potenciales cualitativos. Todo sistema vivo (y
una economía, por ser manifestación de una sociedad, es parte de un sistema
viviente) crece hasta determinado punto, pero continúa su desarrollo hasta su
muerte. Esto ocurre con el ser humano, con una planta, etc.
Esta última es una distinción fundamental, porque hemos aceptado el supuesto
de las teorías económicas convencionales de que siempre puede haber creci-
miento, que puede crecerse sin límites. Se dejó de ver que un país puede también
crecer a costa de empobrecerse. Esto sucede cuando este crece a costa de la sobre
explotación de sus recursos naturales o del endeudamiento, lo que puede llevar
a un empobrecimiento irreversible.
65
a unidades económicas y
c). que si la producción obedece exclusivamente a las clásicas leyes económicas
lo que se produzca no necesariamente será beneficioso para los seres humanos.
Herman Daly (22) ha sugerido tres simples reglas para ayudar a orde-
nar esta complejidad y para definir los límites a largo plazo o los límites
sostenibles de insumos totales:
a). Para una fuente renovable –tierra, aire, bosques, peces– el ritmo o tasa soste-
nida de explotación no puede ser mayor que la tasa de regeneración. (De forma
tal, por ejemplo, que la pesca es sostenible cuando la captura se hace a una tasa
que puede ser reemplazada por la restante población de peces).
b). Para una fuente no renovable –combustible fósil, elementos minerales de
alta pureza, agua fósil del subsuelo– el criterio debería ser el que una fracción
adecuada del ingreso generado por la explotación de un recurso no renovable
debe destinarse a crear un sustituto de ese recurso. (Por ejemplo, si se trata de
petróleo, parte del ingreso generado debe dedicarse a investigar una fuente ener-
gética que lo sustituya antes que este se agote).
c). Para un elemento contaminante la tasa sostenible de emisión no puede ser
mayor que la tasa a la cual el elemento contaminante puede ser reciclado, absor-
bido o esterilizado por el medio ambiente. (Por ejemplo, el sistema de alcanta-
rillado puede desembocar en un lago o río en forma sostenible a una tasa en la
cual el ecosistema natural del agua puede absorber los nutrientes).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
66
Para una nueva concepción de la economía se deben considerar al me-
nos los siguientes principios generales:
d). La escala humana debe estar limitada dentro de lo que es la capacidad de
soporte del capital natural subsistente.
e). El progreso tecnológico debe orientarse al incremento de la eficiencia ener-
gética.
67
3) Las opciones de producción estarán orientadas por las leyes de la
termodinámica.
4) Como una obvia consecuencia del hecho de que vivimos en el plane-
ta Tierra, adquiriremos el concepto de “límites al crecimiento” y de equili-
brio biofísico o estado estacionario.
5) Se buscará alcanzar un estado demográfico estacionario, donde el
crecimiento llegue a ser considerado éticamente inaceptable. Cada pareja
no deberá tener más de dos hijos o cada persona no más de un hijo.
6) La orientación de la futura cultura no estará en la búsqueda de mejo-
rar a otros –como ha sido hasta ahora– sino en el esfuerzo por mejorarnos
a nosotros mismos. Mientras para lo primero hay límites, para lo segundo
no existen fronteras de ningún orden.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
68
guaje: de la crisis a la esperanza en Revista de la Escuela de Salud Pública.
Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Córdoba. Vol. III,
núm. 1, pp. 25 - 32.
(2) Tiezzi, E. (1986) Under the guidance of entropy and biology, en
Development, Londres. núm. 3, p. 75.
(3) Watts, A. (1987) La sabiduría de la inseguridad. Mensaje para una
era de ansiedad, Barcelona: Kairós, p. 9.
(4) Bohm, D. (1988) La totalidad y el orden implicado, Barcelona: Kai-
rós, p. 89.
(5) Gaia es el concepto acuñado por James Lovelock referirse a la enti-
dad compleja que comprende el suelo, los océanos, la atmósfera y la biosfe-
ra terrestre, cuyo conjunto constituye un sistema cibernético auto-ajustado
por retroalimentación que se encarga de mantener en el planeta un entorno
física y químicamente óptimo para la vida. Ver Lovelock, J. (1986) Gaia,
una nueva visión de la vida sobre la Tierra, Madrid: Ediciones Orbis.
(6) Harris, M. (1984) La cultura norteamericana contemporánea. Una
visión antropológica, Madrid: Alianza Editorial.
(7) Maturana, H. (1990) Emociones y lenguaje en educación y política,
Santiago de Chile: Hacchette, p. 87.
(8) Max-Neef, M. Biosfera, biodiversidad, personas y economía (bases
para configurar una gigantesca demencia colectiva). Cepaur, Documento
no publicado.
(9) Thomas, W. I. y Swaine, D. (1928) The Child in America, Nueva
York: Knopf, p. 572. Para profundizar este tema, Cf. Lamo de Espinoza, E.
(1990) La Sociedad Reflexiva, Madrid: Alianza Editorial.
(10) El Mercurio (1993, 28 de Marzo) Entrevista a Pedro Vuskovic.
(11) Slesser, M. (1990) The Management of Greed, Pitlochry: Resource
use institute.
(12) Prigogine, I. y Stengers, I. (1985) Order out of chaos, London:
Fontana.
(13) Perroux, F. (1974) Pouvoir et Economie, Paris : Dunod.
(14) Prigogine, I. y Stengers, I. (1990) Neptunianos y Vulcanianos. En-
69
sayo sobre la Transdisciplinariedad en Historia, Antropología y Política:
Homenaje a Angel Palerm, II, México D. F: Alianza Editorial Mexicana, pp.
189 -190.
(15) Vitousek, P. M. et alia. (Mayo - 1986) Human Appropriation of the
Products of Photosynthesis, en BioScience, Vol. 34, núm. 6, pp. 368 - 373.
(16) Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (1992) Informe
sobre el Desarrollo Humano 1992, Nueva York: Oxford University Press.
(17) Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (1992) Op. cit.
(18) Daly, H. E. y Cobb, J. B. (1989) For the Common Good: Redirec-
ting the Economy Toward Community, The Environment, and a Sustaina-
ble Future, Boston: Beacon Press y Mishan, E. J. (1989) El crecimiento de la
abundancia y la disminución del bienestar en Economía, Ecología y Ética,
Ensayos hacia una economía de estado estacionario, Herman Daly (compi-
lador), Mexico D. F: Fondo de Cultura Económica.
(19) Sinergia, significa el comportamiento de un sistema completo que
resulta impredescible a partir del comportamiento de cualquiera de sus
partes tomadas aisladamente. Fueron los químicos los primeros en recono-
cer la sinergia, cuando descubrieron que toda vez que aislaban un elemento
de un complejo, o separaban átomos o moléculas de un compuesto, las
partes separadas y sus comportamientos singulares jamás lograban explicar
el comportamiento de todas las partes asociadas. En este sentido la sinergia
connota una forma de potenciación, es decir, un proceso en el que la poten-
cia de los elementos asociados es mayor que la potencia de los elementos
tomados aisladamente.
(20) Para profundizar en esta propuesta, ver de Max-Neef, M., Elizalde,
A. y Hopenhayn, M. Desarrollo a Escala Humana. Número especial 1986 de
Development Dialogue, Cepaur - Fundación Dag Hammarskjöld, Uppsala.
(21) Meadows, D. H., Meadows, D. L. y Rander, J. (1992) Más allá de
los límites del crecimiento, Madrid: El País/Aguilar, pp. 75 y 76.
(22) Daly, H.E. (April 1990) Toward some operational principles of sus-
tainable development, en Ecological Economics, Vol. 2, núm. 1, pp. 1 - 6.
(23) Domingo, A. (1991) Ecología y Solidaridad. De la ebriedad tecno-
lógica a la sobriedad ecológica, Santander: Editorial Sal Térrea.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
70
PARADOJAS Y PUNTO DE FUGA PARA
UNA SOSTENIBILIDAD POSIBLE
No podemos escapar a los mitos: el problema para nosotros consiste en
reconocer en los mitos su realidad, no la realidad. Consiste en reconocer
su verdad, y no reconocer en ellos la verdad. Consiste en no adjudicarles
lo absoluto. Consiste en ver la potencia de ilusión que segregan sin cesar
y que puede sufrir su verdad. Tenemos que desmitificar los mitos, pero
no hacer de la desmitificación un mito. No podemos escapar a los mitos,
pero podemos reconocer su naturaleza de mitos y negociar con ellos,
a la vez en el interior y en el exterior. No debemos creer que podamos
situarnos por encima de los mitos, lo que implica varias consecuencias.
La primera consecuencia para mí es que debemos respeto a las creencias
que nos son extrañas, comprender las que nos parecen absurdas, lo que
en cambio, nos lleva a descubrir el absurdo que comportan nuestras
propias creencias.
(Edgar Morin)
Introducción
En la primera parte de este artículo se presentarán tres premisas y cinco
ideas fuerzas que constituyen la base del desarrollo del texto.
La primera de estas premisas es que la creciente complejidad del mundo
que hemos ido creando, requiere de métodos de análisis que nos permitan
estudiarla, comprenderla y operar con ella. El reduccionismo, propio de los
anteriores modelos de cientificidad, pudo haber sido útil el pasado, pero
ya no lo es más, debido a la aceleración de los procesos y a su creciente
complejidad.
La segunda premisa es que la concepción del mundo propia de la “ideo-
logía del progreso” que fundó las concepciones desarrollistas –es decir,
la creencia en la posibilidad de un crecimiento ilimitado y siempre cre-
ciente–, ha entrado en contradicción con el descubrimiento de los límites
planetarios, desde el primer informe del Club de Roma sobre los límites
del crecimiento, hace más de tres décadas, lo cual ha generado una crisis
de todos los paradigmas basados en la idea de un tiempo lineal y siempre
mejor, dando origen y estimulando una creciente preocupación por la sos-
tenibilidad.
La tercera dice que todos los actuales dispositivos hegemónicos: tec-
nológicos, políticos y culturales fueron elaborados en determinadas situa-
73
ciones históricas y en el contexto cultural de la modernidad, la cual creyó
posible el crecimiento ilimitado.
La primera de las ideas fuerzas señala que el sistema económico y so-
cial hegemónico obsesionado por la utilidad –entendida como eficiencia
(racionalidad instrumental)– es incapaz de reconocer la principal utilidad y
eficiencia que es de la vida, denominada “racionalidad sustantiva” por We-
ber y por Hinkelammert como “racionalidad reproductiva” (Weber 1922 y
Hinkelammert 2001). Este sistema es sólo capaz de desarrollar una racio-
nalidad parcial inmediatista, incapaz de considerar los efectos no deseados
y destructivos de la acción tecnoeconómica a plazos mayores (Hinkelam-
mert 2001 y Vergara 2003). Estos están llegando a ser incompatibles con
las condiciones necesarias de la propia reproducción humana y de la vida.
La segunda de estas ideas señala que es necesario transitar desde la
noción eje de la racionalidad tecnológica y económica dominante que es
la eficiencia, que fue un concepto acuñado por una ciencia reduccionista
(capaz sólo de describir y explicar relaciones monocausales), a una nueva
noción: la de sinergia, que contribuya el surgimiento y desarrollo de una
nueva racionalidad sociocultural que sustituya la búsqueda obsesiva de la
maximización de las ganancias por sobre cualquier otra consideración y al
“eficientismo individualista” por el de la utilidad colectiva y de la especie,
no sólo en sentido ecológico, sino también de la sociabilidad y de la sub-
jetividad.
Consiguientemente, se requiere un cambio cultural e intelectual que
permita sustituir las (antiguas) visiones lineales predominantes hasta el
presente por (nuevas) visiones sistémicas. Esto implica superar la lógica
binaria del todo o nada o del principio del tercero excluido, por una nueva
lógica sistémica, trinitaria, holística, borrosa, dialogante, iterativa, entre
otras denominaciones con que se la ha buscado describir. Es imprescindible
evitar las limitaciones de las ciencias del desarrollo y sus pobres logros en
los últimos cincuenta años, si es que buscamos construir una ciencia de la
sustentabilidad y para hacerla posible.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
74
su supervivencia sobre la faz del planeta. Necesita de un radical cambio
en el modo de mirar, de una nueva visión o utopía que alimente los es-
fuerzos individuales y colectivos. Precisa de algo propio y constitutivo del
homo sapiens: de valores y de una pragmática de utilidad colectiva o del
“bien común” de toda la especie, como lo denomina Hinkelammert. De eso
realmente se trata, del problema de la necedad o estupidez que estamos
mostrando como especie, de recuperar nuestra inteligencia y sensatez, de
no confundir los valores con precios. Como bien lo afirmó el poeta español
Antonio Machado: “solo el necio confunde valor y precio”. Sin embargo,
en nuestra actividad cotidiana como organizaciones, como instituciones e
incluso como individuos, esta es una confusión recurrente.
75
Las ideas límite como instrumento heurístico
La ciencia al igual que la filosofía y en general el pensamiento humano
hacen uso de ideas límite: un concepto o noción es llevado hasta el límite
en que es posible pensarlo. Producto de ello surgen las teorías que nos
permiten explicarnos los procesos del mundo en el cual existimos. Quiero
hacer uso de ese instrumento heurístico y para ello analizar algunas ideas
límite, presentes en nuestro imaginario que nos dificultan transitar hacia
la sustentabilidad.
La competencia
Se dice que la competencia busca evitar el monopolio, pero en la activi-
dad de los competidores, obtener el éxito en la competencia consiste en que
cada competidor busca, finalmente, eliminar a los competidores. Es decir
la competencia llevada su límite genera monopolios que pretendía evitar.
Es como la serpiente del mito que comienza a comerse su propia cola.
Asimismo, la competencia destruye, sistemáticamente. Todas las formas
de diversidad (biodiversidad y diversidad cultural), ya que la búsqueda de
escalas operacionales cada vez más grandes introduce los monocultivos, la
“monocultura”, los estilos de consumo occidentales y destruye con ello las
economías locales, las pequeñas empresas productivas, las formas de pro-
ducción campesinas, generando a su vez exclusión y desperdicio de todo
aquello que no pueda ser monetarizado y globalizado.
Asimismo en la actualidad, se ha transformado casi en un dogma eco-
nómico el imperativo de reducir el rol regulador del Estado, para dejar
que el mercado opere guiado exclusivamente por la “mano invisible”, en
realidad por el interés particular de los diversos competidores. No obstan-
te, es necesario tener presente que en todo sistema la cuerda se corta en
el punto más delgado y en el caso del sistema de economía de mercado,
donde por definición los actores buscan minimizar sus costos y maximizar
sus ganancias, esto se hace siempre a costa de los más débiles. Del mismo
modo, todo actor en el mercado, si no existen regulaciones, buscará exter-
nalizar sus costos, es decir, transferirlos a otros. Siendo siempre estos otros,
aquellos que no tienen poder para evitarlo. De este modo, los intereses de
los sectores sociales más débiles y los de las generaciones futuras no tienen
como expresarse.
Quisiera ampliar esta reflexión sobre la competencia en el mercado glo-
bal, el cual se caracteriza por una casi inconmensurable asimetría de poder.
Para ello analizaré el más reciente informe del Pentágono sobre el calen-
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
76
ntamiento global 3. Dicho organismo lo encargó a un par de especialistas,
Peter Schwarz y Doug Randall, que no son climatólogos, sino “futuristas”
y “estrategas de negocios”, como se autodefinen. Ambos integran la Global
Bussiness Network, una red de empresarios dedicada a asesorar a grandes
compañías en las visiones empresariales de largo plazo. Por lo tanto, este
informe no proviene del ámbito de los expertos en cambio climático. sino
del mundo de los diseñadores de estrategias de empresa. Sus conclusiones
señalan que los cambios climáticos podrían provocar una catástrofe pla-
netaria y representan una amenaza mucho más grave que el terrorismo.
Los cambios climáticos de los próximos veinte años podrían generar una
catástrofe mundial que costaría millones de vidas en guerras y desastres
naturales.
Este informe secreto, elaborado para el Pentágono, fue silenciado por
los responsables estadounidenses de defensa, pero obtenido y difundido por
The Observer. Allí se advierte que importantes ciudades europeas, que son
puertos o están cercanas a las costas, quedarán sumergidas por el aumento
del nivel de los mares, en tanto que para 2020 Gran Bretaña tendrá un cli-
ma “siberiano”. En todo el mundo podrían producirse conflictos nucleares,
mega-sequías, hambre y disturbios generalizados. El documento predice
que los cambios climáticos abruptos, producidos fundamentalmente por
los gases contaminantes que liberan las industrias, podrían llevar al plane-
ta al borde de la anarquía. En tanto, los países desarrollarán su capacidad
nuclear para defender y asegurar la provisión de alimentos, agua y energía
en disminución. “Los disturbios y los conflictos serán rasgos endémicos de
la vida”, concluye el análisis del Pentágono. Sin embargo, el Presidente
Bush asegura que los cambios climáticos no existen y se resiste a firmar el
Protocolo de Kyoto, un tratado internacional que obliga a reducir los gases
contaminantes que causan el calentamiento del planeta.
Jeremy Symons, ex integrante de la Agencia de Protección Ambiental
de Estados Unidos, dijo que silenciar el informe durante meses constituye
un ejemplo más de que la Casa Blanca trata de ocultar la amenaza de los
futuros cambios climáticos. Symons dijo que los vínculos estrechos de la
Administración Bush con las poderosas empresas petroleras y de electrici-
dad son vitales para entender por qué el cambio climático es recibido con
escepticismo en la Casa Blanca.
No puedo dejar de recordar aquí lo que Humberto Maturana afirma
en el prólogo a mi último libro: “Hay tres pilares relacionales que llevan
3. Informe [en línea] http://www.rebelion.org/ecologia/040323cc.htm. Versión original en The Guar-
dian: http://observer.guardian.co.uk/international/story/0,6903,1153513,00.html
77
espontáneamente a la conducta socialmente responsable en cualquier en-
crucijada del convivir humano: 1. El saber de que se trata; 2. El entender
el ámbito humano en que tiene lugar; y 3. El tener una acción adecuada
a la mano. Y hay además una ley sistémica que dice: “Si en un conjunto
de elementos comienzan a conservarse ciertas relaciones, se abre espacio
para que todo cambie en torno a las relaciones que se conservan” ¿Qué
más se puede decir? Los seres humanos somos los únicos seres vivos que
pueden vivir abiertos a mirar y cambiar el curso de sus actos cuando ven a
estos como errores que niegan sus propósitos. Los seres humanos somos los
únicos seres vivos que podemos conscientemente desear y vivir un mundo
democrático sin negarlo en una enajenación racional” (Maturana 2003:
22-23).
Y para complementar la reflexión, recurro a esta cita de Franz Hinke-
lammert:
La sociedad de la ética de los ladrones es la sociedad que reduce todas las re-
laciones sociales al cálculo (los primeros cálculos desnudos son el de la guerra,
el del pirata y el de Pirro), la que ha tratado todas las éticas como distorsiones
del mercado y las ha sustituido por la absolutización de la ética del mercado,
rigiéndose ahora –en el límite– por la ética de los ladrones. Esta sociedad es la
que procura la sostenibilidad del sistema y no de la vida humana, sacrifica esta
para hacer sostenible el sistema, pero al sacrificar la vida humana la sociedad y
el sistema devienen insostenibles.
En la medida en que la sociedad trata a los excluidos a partir del cálculo de
hasta dónde aguantan, como objetos, las relaciones sociales internas a ella -que
es la sociedad de los “integrados”- dejan de ser sostenibles y ella pierde su inte-
gración. El cálculo del límite de lo aguantable acaba con la vida, porque al no
saberse a priori dónde está el límite de lo aguantable se sobrepasa ese límite.
(Hinkelammert 2000)
La democracia
La democracia, como todo régimen político, requiere de legitimidad
para alcanzar gobernabilidad. La búsqueda de legitimidad y por esa vía
de gobernabilidad de las instituciones democráticas, amplía y fomenta la
participación masiva de la población mediante procesos electorales, pero
así se devalúa la calidad de la participación, mediante la masificación del
voto. La idea límite de democracia –la participación de todos en todo– ter-
mina así deteriorando la calidad de las decisiones (oportunidad, informa-
ción adecuada y pertinente, etc.), y por esa vía se genera ingobernabilidad
e ilegitimidad. La institucionalidad democrática (la renovación periódica
de las autoridades mediante elecciones, la competencia entre las diversas
fuerzas políticas, etc.) puede terminar debilitando a la propia democracia
(abstencionismo electoral, descrédito de la política y los políticos, etc.). De
un modo similar los propios procesos electorales periódicos han comen-
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
78
zado a conformar una suerte de “mercado político-electoral” en el cual
los candidatos terminan acomodando sus propuestas, su estilo discursivo e
incluso su propia apariencia a lo que determinan los estudios de opinión,
constituyéndose cada vez más cada campaña electoral en un verdadero
mercadeo de productos, en este caso los aspirantes a ser elegidos.
Dos “leyes” sociológicas como restricciones a considerar
Sin embargo debemos enfrentar y sortear dos grandes obstáculos cons-
tituido por las únicas dos constataciones empíricas que merecerían ser
llamadas “leyes” científicas, identificadas en la ciencia social. La prime-
ra es la “rutinización del carisma” formulada por Max Weber. Toda idea
contra-hegemónica –carisma– cuando deviene exitosa; una gesta heroica
de unos pocos cuando es asumida por la mayoría se convierte en hegemó-
nica, adquiriendo así los atributos de aquello que criticaba siendo contra-
hegemónica. Los apóstoles se transforman en cardenales y obispos, los co-
mandantes revolucionarios se convierten en ministros y embajadores, los
hippies se hacen yuppies.
Actualmente el desarrollo sustentable o sostenible se ha ido constituyendo en
una referencia indispensable en el discurso político, empresarial y de la sociedad
civil. Es notable la rapidez con la cual este concepto se ha transformado en un
concepto discursivamente hegemónico. Algunos autores hablan incluso de “ma-
quillaje verde”. Se han sumado muchos al discurso del desarrollo sustentable,
pero este aspecto masivo puede significar pérdida de contenido transformador y
su transformación en un recurso meramente retórico. Se produce así una suerte
de “rutinización del carisma” (haciendo uso de las categorías weberianas), esto
es, una pérdida del inicial empuje revolucionario del nuevo concepto, al irse este
adaptando e integrando al mundo cotidiano, al ámbito de las relaciones e insti-
tuciones existentes, las que van frenando paulatinamente su empuje innovador
(Elizalde 2003: 96-97).
El desarrollo sustentable, al comenzar a hacerse parte de la agenda política y
empresarial, se ha constituido en un buen tema para discursos y negocios, para
entrevistas e influencias y para disputas de poder y también de financiamientos.
El problema, entonces, reside en que como preocupación quede sólo a nivel teó-
rico, en estudios, declaraciones, manifiestos y no se traduzca en acciones prác-
ticas ni en cambios de conducta. Es incluso probable que a muchos problemas
ambientales se les encuentre una solución o salida técnica y que continuemos
comportándonos como hasta ahora, con un absoluto menosprecio o desconside-
ración del ambiente natural y social. Por otra parte, es importante no olvidar que
posiblemente la crisis de sustentabilidad (ambiental y social) esté generando la
oportunidad para un profundo cambio civilizador, que nos lleve a modificar a
fondo nuestros estilos de vida, de consumo y nuestra forma de ver el mundo (a
nosotros mismos y a la naturaleza). Sin embargo, es conveniente señalar que se
dan en el fenómeno descrito dos procesos simultáneos: por una parte una cierta
degradación conceptual, como producto de la creciente polisemia con relación
al concepto de sustentabilidad y desarrollo sustentable, y por otra parte, un
enriquecimiento conceptual debido al aporte de nuevas miradas, distintas de
quienes acuñaron el concepto (Elizalde 2003: 96-97).
79
Paralelamente, se experimenta una creciente tensión entre concepciones más
fundamentalistas (propias de muchos de quienes se sienten sus padres fundado-
res), que rechazan los nuevos sentidos atribuidos al concepto; y quienes están
más orientados a lograr transformaciones, a partir de las correlaciones de fuerza
realmente existentes, como ha sido el caso de los verdes alemanes. Al enfrentar
lo anterior, es necesario preguntarse por quién o quiénes articulan esas distintas
miradas y los intereses que en ellas se expresan, y por quién o quiénes priorizan
en función de un interés común, consensuado o compartido, distinto del mero
ejercicio de la fuerza bruta. Aparece así como fundamental el papel del Estado
o de alguna institución que cumpla ese rol articulador de los diversos intereses
que se expresan en los diferentes discursos. Es posible afirmar lo anterior a partir
de la constatación de que el mercado es incapaz de realizar dicha articulación,
porque sólo es capaz de hacerlo en un contexto sincrónico o temporal de corto
plazo (Elizalde 2003: 97-98).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
80
Otro proceso complementario al anterior y que apunta en la misma
dirección es la introducción de variedades mejoradas gracias a la experi-
mentación genética. Cualquiera de ellas desplaza a una gran diversidad de
variedades tradicionales de la misma especie, de menor rendimiento, pero
de mayor resistencia gracias a su adaptación durante largos períodos de
tiempo a las condiciones agroclimáticas propias del lugar y al ataque de
distintas pestes. Asimismo, las especies mejoradas requieren un conjunto
de productos agroquímicos (fertilizantes y pesticidas) que modifican ra-
dicalmente la composición del suelo, destruyendo a una gran cantidad de
microorganismos que son justamente los que le confieren su fertilidad. Así,
desde comienzos de siglo han ido desapareciendo varios cientos de varie-
dades de té o de arroz hasta quedar reducidas apenas a unas pocas que son
las que actualmente se cultivan.
La ceguera de Occidente
Similar al proceso de pérdida de biodiversidad es el proceso de destruc-
ción de la diversidad cultural que ha vivido la humanidad a partir de la
colonización iniciada en América, África, Asia y Oceanía por las naciones
europeas. Este proceso mediante el cual se incorporó a las distintas etnias
que poblaban esos continentes a los Estados-naciones que resultaron fi-
nalmente como producto de la independencia de las colonias, se tradujo
en la destrucción de las culturas propias de estos pueblos a través de la
imposición de las lenguas y de las religiones profesadas en Europa. Ello
ha generando como producto final un mestizaje o hibridación de aquellas
culturas que tuvieron mayor capacidad de resistencia frente a la agresión
cultural de Occidente. La constitución de estos Estados-naciones y la con-
formación de fronteras nacionales significaron incluso el exterminio físico
de muchísimas etnias, perdiéndose con ello todo su acervo cultural del cual
pudimos haber enriquecido el conjunto de la humanidad. Este fue el caso
de la extinción de los yaganes, los alacalufes y los onas, en la Patagonia
chilena y argentina; y otros fueron inmortalizados en la literatura, como los
mohicanos en América del Norte.
La occidentalización del mundo ha sido para muchos pueblos del mun-
do el equivalente a la llegada de plagas bíblicas. Occidente ha logrado
imponer sus costumbres, creencias y visiones de mundo. Apoyado en su
potente maquinaria tecnológica, comercial y militar, ha ido destruyendo
de manera sistemática las diversas formas de producción y de transmisión
cultural, la enorme riqueza de lenguajes y dialectos, la multiplicidad de
sistemas de valores y de creencias propios de los diferentes pueblos que
habitaban el planeta.
81
Otro tipo de civilización
Sin embargo, han existido y existen otras culturas y opciones civilizado-
ras basadas en procesos de evolución endosomática, esto es de un tipo de
desarrollo centrado en la interioridad de nuestro ser, tanto en las dinámicas
de nuestros deseos, pulsiones como en la constitución y reproducción de
la sociabilidad y de la sociedad como comunidad. Si bien la presencia de
grupos humanos afecta el ambiente en el cual viven, el principio siempre
presente en esas culturas es el del más profundo respeto por la naturaleza
y las leyes que emanan de ella. Dichas culturas tienen conciencia todo el
cosmos participa en un intercambio de energía procreadora que fluye con-
tinuamente entre los humanos y los animales, entre la sociedad y la natu-
raleza. Cuando existe esta conciencia, la sociedad humana debe y tiende a
adecuar sus demandas a las disponibilidades de la naturaleza, para seguir
siendo una parte armónica y no destructiva de la unidad natural.
Existe una profunda ceguera en nuestra civilización occidental respecto
a algo tan fundamental para nuestra existencia y para nuestra evolución,
que son nuestros deseos profundos y sinérgicos de vivir en un ambiente
social y natural armónico, que estimule el desarrollo de nuestras potencia-
lidades como individuos y sociedades. Sin embargo, la cultura contemporá-
nea estimula los deseos más primarios de posesión, consumo y propiedad,
como lo ha mostrado Macpherson en su teoría del “individualismo pose-
sivo” (Macpherson 1962 y 1976). Por su parte, Erich Fromm ha expuesto
brillantemente su tesis de que la sociedad contemporánea estimula el deseo
de “tener” y no de “ser”, obstaculiza el desarrollo moral de las personas
y ha interiorizado una concepción de la felicidad de carácter narcisista,
entendida como consumo y satisfacción inmediata y egocéntrica (Fromm
1955 y 1976 ).
Como le escuché decir a Humberto Maturana: “la historia de la huma-
nidad sigue el curso de los deseos. No existe necesidad, ni recursos, son los
deseos los que la hacen”. Cambiando nuestros deseos cambiará nuestra for-
ma de relación con el ambiente. Esto lo saben muy bien aquellas culturas
que han desarrollado una forma de relación de respeto y de unidad con la
naturaleza. El límite ético al deseo está puesto por un profundo respeto a
toda forma de vida. Sólo cuando es absolutamente imprescindible para mi
propia supervivencia, podré tomar la vida ajena en mis manos, pero con
un profundo amor y agradecimiento a ese ser que hace posible mi propia
conservación. Este tipo de culturas jamás ha valorado ni el derroche, ni el
despilfarro, ni la obsolescencia deliberada, ni los intereses, ni la usura. El
valor de las cosas es algo que no está puesto al margen de la vida. Es la vida
y la diversidad que ella contiene el valor supremo que orienta la actividad
humana. El poeta y maestro zen Tich Nhat Nahn propone que realicemos
una promesa que guíe nuestra acción: “Conciente del sufrimiento que cau-
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
82
sa la destrucción de la vida, me comprometo a cultivar la compasión y
a aprender formas de proteger la vida de las personas, los animales, las
plantas y los minerales. Estoy decidido a no matar, y no permitir que los
demás maten y a no tolerar ningún acto de muerte en el mundo, en mis
pensamientos y en mi forma de vivir” (Nhat Hanh 1999: 23).
Sin embargo, aún es posible que podamos corregir y reorientar la op-
ción evolutiva en la cual hemos estado empeñados. Ello implica optar de
manera deliberada por la opción endosomática. Este es el único camino
que puede evitar la catástrofe que implicaría el desborde de la resiliencia
de los sistemas en los cuales estamos inmersos. Esta opción es la única
coherente con la preservación de la diversidad cultural y biológica. Ella
implicaría centrar nuestro esfuerzo cultural en el desarrollo de una racio-
nalidad profundamente diferente de la racionalidad dominante, de carácter
reproductivo y comunicativo, basada en el principio de respeto a la vida de
todos los seres vivientes.
Una racionalidad ya no de medios o de fines, sino de sentido, ética y
utopía, que trascienda el cortoplacismo de la racionalidad occidental; una
racionalidad capaz de aprender de las diversas manifestaciones de la vida y
de asombrarse ante el propio asombro, actitud fundamental en quienes son
capaces de aprender a mirar la realidad con ojos nuevos, con ojos siempre
abiertos a descubrir la inagotable e inefable maravilla de la diversidad
contenida en el existir. No se trata de abandonar la racionalidad instru-
mental, sino de evitar la dictadura de la racionalidad tecno-económica, de
limitar su esfera de pertinencia y, por ejemplo, equilibrar las tendencias
del desarrollo del mercado mediante el desarrollo de Estados Sociales con
capacidad de controlar y minimizar los efectos negativos y destructores de
la actividad tecno-económica para el ambiente, las relaciones sociales y la
subjetividad
83
llame la expresión de la diversidad propia de las sociedades humanas– la
llamada a aportar esta visión de largo plazo?; (d) ¿Cómo se puede enfrentar
y controlar la tendencia hacia la concentración, que pareciera inexorable,
que caracteriza al capitalismo en esta fase de su desarrollo especulativo, de
consumo masivo, globalizado y destructivo?; (e) ¿Cómo creamos estímulos
morales significativos (no entropizantes) que sustituyan progresivamente
los estímulos materiales y psicodependientes que caracterizan casi exclusi-
vamente nuestra cultura actual? Son esas algunas de las preguntas centra-
les para el mundo en que vivimos.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
84
ción de los recursos renovables y no renovables y alto riesgo alimentario
o aparición de enfermedades como la de las “vacas locas”, entre muchas
otras, en las cuales las decisiones “racionales” individuales llevan a desas-
trosos resultados (de corto, mediano y largo plazo) para quienes las toman
y para la sociedad en su conjunto.
El poder del “dilema del prisionero” reside en su capacidad para poder
explicar que esta forma de racionalidad utilitaria puede volverse en contra
de los seres humanos y que es necesario buscar fórmulas alternativas para
solucionar los dilemas. Quizás se podrá aducir que el planteamiento del
dilema del prisionero adolece de ingenuidad o que no es realista frente a
las características fundamentales del ser humano, no obstante sus propias
debilidades pueden señalar el camino para superarla.
Para Fernando Savater, aspectos éticos como el respeto hacia los demás son ac-
titudes cuyo origen es en última instancia la búsqueda inteligente del beneficio
propio. Las simulaciones por ordenador parecen darle la razón. En juegos como
“el dilema del prisionero”, se observa que el altruismo es perjudicial para el que
convive con individuos egoístas, pero el egoísmo necesita a quien explotar a
largo plazo, por lo que ambas son estrategias destinadas a desaparecer. Son los
pactos propios de la cooperación los que ofrecen los mejores resultados (de la
Herrán Gascón, 2002).
85
¿Hay salidas a lo anterior?
Aparentemente, la salida de la crisis actual sólo es posible con un salto
evolutivo de la especie, con una nueva conciencia moral que permita des-
pojarse de los lastres propios de las exigencias de reproducción del sistema
que incluyen un individualismo posesivo, la competencia, el egoísmo, la
“escasez” y la búsqueda exacerbada de poder.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
86
actual es imposible elaborar interpretaciones únicas. El proceso de avance
hacia la utopía de la verdad es un conversatorio, o más bien es un proceso
comunicativo, porque nuestra escucha está anclada en nuestro mundo inte-
rior y porque en este también se produce un diálogo interno, entre nuestras
ideas y nuestras emociones, entre nuestros valores y nuestros intereses.
Nadie puede ver exactamente lo mismo que otro. Cada cual es portador de
su propia y singular matriz epistémica que lo provee del prisma a través
del cual percibe la realidad, de allí la necesidad de un permanente diálogo
y negociación de significados e interpretaciones que nos permita transitar
desde nuestra subjetividad hacia una intersubjetividad en continuo desplie-
gue. Requerimos comenzar a ver la realidad como algo contingente, en pro-
ceso de permanente construcción, a partir del diálogo y de la confrontación
de diversos intereses y fuerzas sociales.
Por otra parte existe hoy una creciente comunidad científica que in-
terpela al pensamiento occidental y su racionalidad científica desde la
valoración de la diversidad de interpretaciones y de la singularidad que
cada mirada aporta sobre la realidad. Lo cuestiona por haber construido
una concepción del mundo homogeneizadora y una forma de ser en el
mundo donde no cabrían otros mundos, otros saberes, otros desarrollos,
otras culturas. Y aún más, específicamente, se señala que este modelo de
conocimiento fue el caldo de cultivo para el nacimiento y consolidación de
una ciencia económica, caracterizada por el mecanicismo y el determinis-
mo. Los desatinos y extravíos de la ciencia económica, evidenciados en su
trágica estela de daños ambientales e inequidades, no dejan dudas sobre la
legitimidad y oportunidad de la interpelación. Como diría Gramsci, dichas
teorías económicas convirtieron en sistema un conjunto de intuiciones, su-
puestos, creencias y sentidos provenientes de la sociedad, de sus prácticas
sociales y de la cultura de su época.
El sistema de lenguaje de la economía convencional, a través de la
enorme capacidad de penetración de sus justificadores6 (progreso, moder-
6. Cada síntesis significativa de tipo verbal, gestual o visual será identificada como un lenguaje. Lo cual
significa, por ejemplo, que no sólo las palabras, sino también indicadores o modelos pueden ser lengua-
jes (o componentes de lenguajes). Entendemos por sistemas de lenguaje a aquellos que corresponden
a una multiplicidad de maneras de entender, percibir y definir una realidad... El concepto de sistemas
de domesticación está referido a la manera en que diferentes grupos hacen uso de un sistema de len-
guaje o son influidos por él. Toda acción social depende de la manera en que se defina la situación
correspondiente. De allí que el asunto crucial resulta ser “¿quién define?” En este sentido, la definición
que determina la acción siempre corresponde a uno, y solamente uno, de varios lenguajes. Quienes
manejan ese lenguaje, o se adhieren a él, conforman (y controlan) el sistema de domesticación. Puede
ser necesario agregar que el concepto de domesticación, tal como es usado aquí, no necesariamente
implica una connotación negativa.
A cada sistema de conocimiento corresponde un lenguaje dado. Un sistema de conocimiento puede dar
origen a un sistema de domesticación, si, y solamente si, su lenguaje se usa para permitir las formas
87
nización, crecimiento, desarrollo, integración, eficiencia, productividad,
economías de escala, externalidades, etc.) en las formas de expresión de la
vida cotidiana de las personas, se ha transformado en un increíblemente
poderoso y persistente sistema de domesticación, cuyo más notable atri-
buto es su capacidad para influiar igualmente la percepción y la acción
humana más allá de las preferencias políticas o ideológicas. Probablemente
la fuerza del sistema de lenguaje económico se debe al hecho de que, en un
pasado aún no muy distante, mostró algunos éxitos relativamente espec-
taculares. Casos al respecto son las respuestas a la gran crisis de los años
treinta y la economía de reconstrucción de la post-guerra”.
Este sistema de lenguaje economicista ha contribuido decisivamente a
conformar una interpretación del mundo que ha facilitado la hegemonía
neoliberal y la instalación de lo que en otros trabajos he denominado la
“ideología de la escasez” (Elizalde, 1994).
Sin embargo, desde hace algunos años diversos grupos y corrientes al
interior de la propia reflexión económica no sólo cuestionan a la ciencia
económica, sino que incluso han comenzado a dudar de la denominada
“economía ecológica”. Es explicable la desconfianza hacia la economía
neoclásica ambiental, pero sospechar también de una disciplina que se ha
tomado el trabajo de hacer ecológica a la economía, parece excesivo. No
obstante lo anterior, creo necesario cuestionarla.
Al deconstruir la economía ecológica, es posible concluir que sus limita-
ciones vienen dadas por un problema de reduccionismo. Aunque de menor
cuantía que la propuesta economicista, o incluso, aquella puramente eco-
logicista. En todo caso de un reduccionismo de carácter redentor, según el
cual la resolución de los infortunios y desventuras de la humanidad, here-
dados del pensamiento del racionalismo, se limitaría a ecologizar la ciencia
económica bajo un enfoque de integración interdisciplinaria. ¿Qué hay de
malo en eso? ¿No es acaso mejor si ecologizamos la economía, si consegui-
mos que la biología se enamore de cierta racionalidad económica y si lo-
gramos que las leyes de la termodinámica seduzcan a los economistas? Sin
embargo, por ese camino no se logrará trascender la interdisciplinariedad.
7. Debo agradecer gran parte de las ideas de los párrafos siguientes a Juan Carlos Ramírez, quien nos
las hizo llegar en una comunicación escrita con posterioridad al Simposio Regional sobre Ética Ambien-
tal y Desarrollo Sustentable, efectuado en Bogotá en mayo de 2002. En el cual se produjo el Manifiesto
por la Vida. Por una ética para la sustentabilidad.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
88
Sin embargo, hasta ahora el camino recorrido por la interdisciplinariedad
se asemeja más a una simple sumatoria y conjunción de los paradigmas
hegemónicos del conocimiento que a la capacidad –como diría Enrique Leff
(1998)– de proponer una transformación de los paradigmas de conocimien-
to vigentes. Dicha transformación permitiría incluir saberes ambientales
que han quedado excluidos por el “pecado” de constituir saberes “no cientí-
ficos”; es decir, esos saberes errantes, gitanos, transhumantes, ancestrales,
aquellos que se escriben desde los márgenes, o mejor dicho, desde fuera de
la corriente positivista.
Para ir más allá de ese pensamiento lineal, e incluso, más allá de esa
tímida interdisciplinariedad, es necesario otorgarle valor al misterio, a lo
desconocido, a lo oscuro. Aventurarnos a otros diálogos y hallar nuevos in-
terlocutores que nos remezan hasta la más íntima de las fibras, nos subvier-
tan el orden neuronal y nos animen a transgredir. Pero, fundamentalmente,
abrirnos a otros tiempos, a otras formas de sentir, a otros saberes y ante
todo una invitación a entrar en las formas distintas de ver el mundo desde
la visión del y de lo otro.
Como sugiere Leff:
La ética de la vida es la exaltación de la pasión de mirar al otro (y a la otra según
el caso) a los ojos, de querer fundirse en la mirada y el cuerpo de la otredad
(mar, amor y más allá; mujer, madera y flor; arena, luna y sol; aire, agua y fue-
go), el deseo de abrazar al mundo, de sentirse abrazado por el fuego de la tierra
e iluminado por las estrellas (Leff, 2002: 308).
de expresión de la vida cotidiana. En tales procesos, el lenguaje influye (¿o determina?) a la vez la
conducta y la percepción. Para ser más preciso, las palabras claves del lenguaje (conceptos) llegan a
convertirse en algo que podríamos conceptuar como justificadores, en el sentido de que su invocación
justifica una conducta dada o genera una cierta percepción.
Tomemos, por ejemplo, la sentencia: “El desarrollo será alcanzado mediante una intensa expansión
industrial”. El desarrollo, aunque es una palabra que permanece indefinida, actúa como un justificador
para la acción propuesta en la sentencia. El justificador no es objeto de discusión, mientras que lo que
justifica si puede serlo. Este es el más interesante atributo de un justificador, que las discusiones casi
siempre se concentrarán sobre los argumentos que son expresados en torno al justificador, permane-
ciendo sin embargo intocado el justificador mismo y su área de influencia directa o subliminal. En
el caso de la sentencia propuesta arriba como ejemplo, la discusión puede concentrarse –salvo casos
excepcionales– sobre el argumento de la industrialización, pero no sobre el concepto de desarrollo.
Examinemos esta otra sentencia: “Este año el PGB crecerá un 6%”. La gente en general (debido al
efecto de domesticación) percibirá que esta es una buena noticia; siendo el crecimiento el justificador
de tal percepción.
89
De ahí la necesidad de poner en práctica la ética de la otredad, del otro
y de lo otro. Empezar a sentir lo femenino, lo niño, lo anciano, lo aborigen
y ¿por qué no? lo genuinamente animal. Por eso es importante brindar
oportunidades a los tiempos de sentir, a los tiempos de pensar, a los tiem-
pos de crear, a los tiempos de amar y de gozar, todos esos tiempos sincró-
nicos con el tiempo ecológico, que es el tiempo de creación y regeneración
de la naturaleza, tiempo mucho más pausado que el tiempo de producir,
industrializar y mercadear: el tiempo económico8. Una de las claves para
adentrarnos en otros saberes es precisamente reconocer estas asincronías
entre el tiempo natural y el tiempo económico.
Se impone ahora una reflexión, ya no sólo sobre los ensayos valientes,
aunque incompletos, que de una u otra forma han tratado de salirle al paso
a la economía neoclásica, como los de la economía ecológica. Es indispen-
sable dedicar un poco más de tiempo a interpelarla y sobre todo a demos-
trar cómo la propuesta de la economía ecológica ha sido instrumentalizada.
Para ello, creo que nuevamente es necesario transgredir y pensar desde
fuera de la caja. Es así como hay que repensar la estrategia del pensamiento
lineal. No hay que perder de vista que sus herramientas son formidables,
sagaces y que sus capacidades de desorientación y de seducción son prover-
biales. Reflexionemos sobre la consistencia entre su discurso y su práctica,
así veremos que su opción por la eficiencia y las certezas van a contrapelo
con la realidad. Este pensamiento, contrariamente a su discurso, se refugia
en los márgenes de las ineficiencias y de las incertidumbres. Prueba de
ello es su magnífica capacidad de cooptación de varios actores que asisten
–aunque sea marginalmente– al festín; sus habilidades para generar clien-
telismos, y sus seculares prácticas rentistas, en la más franca demostración
–como dirían los economistas más puros–: de disipación de las rentas, pér-
dida de eficiencia y no contribución al bienestar. Por tanto, es necesario
alertar sobre la necesidad de deconstruir el discurso de la eficiencia y sus
certezas a partir de evidenciar, no tanto la veneración por la eficiencia y el
positivismo de sus construcciones discursivas, sino de mostrar en la prácti-
ca cómo fomentan las ineficiencias y la desesperanza de los no cooptados,
de aquellos excluidos del festín.
La economía ecológica (EE) es una corriente de pensamiento econó-
mico que se ha desarrollado en la crítica a los esfuerzos infructuosos de la
economía estándar, por dar cuenta de los problemas ecológicos y sociales
que han generado los modernos patrones de crecimiento económico. Ha
sido incapaz de trascender la concepción positivista de una realidad consti-
8. Es importante rescatar aquí el aporte hecho por el geógrafo brasileño Milton Santos (1979) en su
reflexión respecto al tiempo dominante y a los dos circuitos de la economía.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
90
tuida por objetos, como demuestra Rodrigo Jiliberto (2001 y 2003). Señala
que una aproximación sistémica ha permitido a la EE poner en evidencia
que las relaciones entre economía y naturaleza no se pueden resolver en el
marco cerrado de los objetos económicos. El concepto de sistema ha facili-
tado a la EE una representación relacional de fondo del mundo económico
que sirve de argumento para rebatir la aproximación cerrada a los valores
económicos de la economía estándar. Sin embargo:
La aceptación implícita del mundo objetual que supone el uso meramente lógico
del concepto de sistema ha impedido a la EE formular un nuevo problema eco-
nómico, quedándose atrapada en la misma pregunta formulada por la economía
estándar, solo que en un nuevo contexto, en el de objetos diversos relacionados
(Jiliberto, 2003:269).
La EE no ha podido materializar una propuesta disciplinaria consistente porque
ha desperdiciado, hasta ahora, la oportunidad que le ofrece un uso ontológico
del concepto de sistema, que le hubiese facilitado escapar de la visión objetiva-
racional del mundo de la economía estándar, y así formular, para ese mundo,
una nueva pregunta económica (Jiliberto, 2003:270).
91
Requiere reconocer los límites de naturaleza, lo cual exige respetar el
tiempo ecológico, esto es, los tiempos de creación y regeneración natural.
En esa medida, admitir que el tiempo más re-programable es el económico,
si se quiere disminuir la brecha entre ambos tipos de tiempos.
Implicaría abogar no sólo por formas de producción fundamentadas
en la riqueza de la naturaleza y la cultura, sino también por patrones de
consumo sustentable.
Sería necesario reconocer que existen diversas formas de compor-
tamiento económico dentro la humanidad. No siempre el afán de lucro,
maximización o búsqueda de la eficiencia guían los comportamientos, en
muchísimas ocasiones los comportamientos se inspiran en principios de
solidaridad, reciprocidad o cooperación9.
Hace preciso entender que es preferible prevenir los daños ambientales
producidos por la actividad económica antes que apostar por nuestra ca-
pacidad de remediar los perjuicios ecológicos. En aquellos casos, cuando
se requieran acciones de compensación no habría que restringirse exclusi-
vamente a una internalización de los costos ambientales, es decir calcular
el precio del daño y fijar una tarifa para su mitigación, por cuanto ello
supondría una reducción del valor de la naturaleza a lo meramente econó-
mico, esto es un desconocimiento de sus valores estéticos, éticos, religiosos,
culturales y ambientales.
En fin, es necesario ir elaborando una economía que no sólo sea eco-
lógica, sino que sea ambientalmente amigable, culturalmente diversa, y
socialmente equitativa.
Este es un ejercicio que apuesta por una nueva civilización del conoci-
miento en la que se nos atrevamos a des-saber lo sabido, escribir desde las
orillas de lo contra-intuitivo, aventurarnos en nuevos mundos cognitivos y
recuperar la capacidad de deslumbrarnos.
Para terminar quiero citar las palabras finales de la Carta de la Tierra,
ese compendio construido colectivamente de valores y principios para un
futuro sostenible:
Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva re-
verencia ante la vida. Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por la firme
resolución de alcanzar la sostenibilidad, por el aceleramiento en la lucha por la
justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida.
9. Ver al respecto los diversos trabajos de Luis Razeto en que ha analizado sistemáticamente las expe-
riencias y el potencial de la economía de la solidaridad.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
92
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95
VIDA, COTIDIANEIDAD Y MUNDO
CUÁNTICO10*
Somos anfibios. Vivimos simultáneamente en seis o siete
universos: el psicológico, el espiritual, el mundo de los
símbolos y el de la experiencia inmediata, el mundo social,
el del individuo aislado. Haría falta la llave de todos estos
mundos e intentar el reconciliarlos. La vida humana es una
paradoja extrema, pues en la práctica estos mundos diversos
son incompatibles. Salvo con el arte de vivir, que consiste en
pasar inmediata y fácilmente de un universo a otro.
Aldous Huxley
Introducción
Quiero iniciar este apartado presentado una experiencia muy profunda
y fuerte que viví. Leyendo el libro de Fritjof Capra Las conexiones ocultas,
encontré una afirmación que me llamó mucho la atención porque me cues-
tionó muchas ideas previas respecto a la tecnología. Él hace referencia a
Roger Fouts quien revivió una teoría del antropólogo Gordon Hewes acerca
del origen del lenguaje.
Hewes propuso que los primeros homínidos se comunicaban con las manos y de-
sarrollaron movimientos manuales cada vez más precisos, tanto para el lenguaje
gestual, como para fabricar herramientas. El habla habría evolucionado más
adelante, a partir de la capacidad para la sintaxis, que permite seguir secuencias
de configuraciones muy complejas en la confección de herramientas y en la
formación de palabras.
Estas ideas presentan implicaciones muy interesantes para la comprensión de la
tecnología. Si el lenguaje procede de las señas y estas evolucionaron al mismo
tiempo que la confección de herramientas (la forma más simple de tecnología),
10.* Texto escrito especialmente para el libro Osorio, J. y Elizalde, A. (2005) Ampliando el arco iris.
Nuevos paradigmas en educación, política y desarrollo, Santiago: Osorio, J. y Elizalde, A. (editores). El
título de este apartado corresponde a la propuesta temática realizada por Jorge Osorio para participar
en el mencionado libro colectivo.
97
cabría suponer que la tecnología es parte esencial de la naturaleza humana,
inseparable de la evolución del lenguaje y la consciencia. Ello significaría que,
desde los mismos albores de nuestra especie, naturaleza humana y tecnología
han estado indisolublemente unidas. (Capra, 2002: 89).
La historia es que por esos mismos días recibí un correo electrónico que
hacía referencia a una persona, la cual visitando un zoológico de un país
africano había encontrado en una jaula que compartía con otros chimpan-
cés, un espécimen el cual había sido criado por un par de etólogos quienes
le habían enseñado el lenguaje universal de signos, pero quienes lo habían
debido abandonar como producto de la crisis política que ese país había vi-
vido. Este chimpancé se caracterizaba porque repetía y repetía los mismos
gestos una y otra vez, a lo largo de años. Algo parecido a lo que podemos
observar a veces en pacientes de hospitales psiquiátricos. Al observar su
conducta y prestarle atención, esta persona que conocía el lenguaje de los
sordomudos, pudo leer lo que el chimpancé había estado pidiendo durante
años: “sáquenme de aquí”.
Las preguntas que acompañaron a la emoción descrita y que fueron
surgiendo en días posteriores son las siguientes: ¿Qué es eso llamado reali-
dad? ¿Cuál es la realidad para ese chimpancé? ¿Cuál es la realidad para ese
observador que pudo leer lo que ese chimpancé decía? ¿Cuál es la realidad
para los cientos o miles de personas que vieron la gesticulación que hacía
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
98
ese chimpancé sin poder conferirle ningún sentido o interpretación, salvo
la indiferencia posterior a la atracción inicial generada por el espectáculo
de ver a un simio gesticulando como humano?
Traigo a colación esta anécdota para introducir lo que creo que es un
gran tema del presente, el problema o desafío de lo multi o inter cultural.
Vivimos y viviremos en un mundo crecientemente complejo donde ya no
será tan fácil como en el pasado encontrar respuestas, donde irán apare-
ciendo nuevos dilemas éticos y políticos.
Será posible con un imaginario como el que nos proveyó la ciencia
mecanicista enfrentar esos dilemas, desafíos o problemas. Tengo la convic-
ción de que eso no será posible. Que deberemos transitar hacia un nuevo
imaginario, del cual intentaré en este artículo presentar sus componentes
principales. En trabajos anteriores11 me he referido al imaginario separati-
vo, atomista y al individualismo a que da lugar. En este trabajo nos referi-
remos entonces a este nuevo imaginario que llamaremos cuántico, ya que
surge del nuevo modo de entender las cosas que nos ha proporcionado la
física cuántica. Creo, igual que muchas otras personas, que es posible enri-
quecer nuestras percepciones, valores y comportamientos para conformar
un nuevo modelo de sociedad, acorde con la desafiante realidad del nuevo
milenio que iniciamos.
11. Osorio, J. y Weinstein, L. (1993) “Hacia una epistemología integradora: paradigmas y metáforas”
en El corazón del arco iris: lecturas sobre nuevos paradigmas en educación y desarrollo, Santiago de
Chile: Ceaal. También publicado en (1994) Memorias del Seminario Nacional El quehacer teórico y las
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de Bogotá: Aquíestoypaís; Elizalde, A. (2003) Desarrollo Humano y Ética para la Sustentabilidad,
México D.F.: Pnuma y Santiago: Universidad Bolivariana.
99
Como lo afirman las ciencias cognitivas lo que nos pasa es que: “no
sólo no vemos que no vemos”, o parafraseando lo anterior, “no sabemos
que no sabemos”; aunque más bien deberíamos decir “no sabemos cuánto
sabemos”.
Afirmo esto porque muchas veces al leer diversos ensayos provenientes
desde los más distintos ámbitos disciplinarios: la filosofía, la física, la bio-
logía, la sociología, la historia, la geografía, la política, entre muchos otros,
encuentro entre ellos una notable convergencia y sintonía. Ya que al dejar
de lado, las sutilezas propias del argot o jerga correspondiente a cada cam-
po disciplinar, descubro en ellos una mirada sobre la realidad relativamen-
te compartida. Es como lo que nos pasa cuando en la noche nos despierta
el ruido de una fiesta vecina y al prestar atención comenzamos a descubrir
primero algunas frases musicales sueltas y luego la melodía subyacente de
una canción que hemos escuchado reiteradamente. De este modo es posible
explicarnos por qué estamos permanentemente redescubriendo el “agua
tibia” o el “hilo negro” y también la razón de esas extrañas coincidencias
que se nos presentan cotidianamente cuando al conocer a alguien prove-
niente desde una historia personal y profesional muy distinta a la nuestra
nos encontramos en el curso de la conversación con que aquel (hasta poco
antes un extraño) habla con “nuestras ideas” e incluso “nuestras propias
palabras”.
Zohar y Marshall (1994) señalan al respecto que:
A menudo, poco tiempo después de escribir algo, descubrimos que nuestros ami-
gos están hablando de ello en sus conversaciones o que hay un intercambio de
ideas sobre el mismo tema en los periódicos. Como he señalado en el prólo-
go, mientras escribía este libro descubrí que varios pensadores desde diferen-
tes campos de la ciencia trataron de articular la misma visión. Creo que todos
sacamos fuerza e inspiración de esa participación “más allá de uno mismo”; la
valoramos. Cuando no la teníamos, la buscábamos (p.127).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
100
El mundo cuántico: una nueva metáfora y/o una nueva realidad
Es necesario que iniciemos inevitablemente esta reflexión, señalando
de qué hablamos al referirnos al mundo cuántico. Hace ya más de 100
años quien introduce el concepto es Max Planck, (1858 – 1947) nacido en
Kiel, Alemania el 23 de abril. Es el “padre de la cuántica” quien dedujo la
hipótesis de la discontinuidad de la energía y que en el año de 1900 des-
cubre los cuantos y formula la teoría que lo hizo famoso. De ese modo dio
nacimiento a un campo desconocido hasta entonces: la mecánica cuántica,
la cual hace posible una nueva y muy especial forma de ver los fenóme-
nos físicos. Muy merecidamente por esos aportes, Planck recibió el premio
Nobel de Física en 1918.
Planck retomó la teoría defendida hacía algunos siglos por Newton, la
cual era considerada como sin validez alguna. Newton consideraba a la luz
como un haz de corpúsculos que se propagaban en línea recta. Al aparecer
con la teoría ondulatoria de Huygens (1678) la teoría de los corpúsculos
de Newton se vio destruida, pero fue retomada nuevamente por Planck en
1900.
La teoría cuántica básicamente nos dice que la luz no llega de una ma-
nera continua, sino que está compuesta por pequeños paquetes de energía,
a los que llamamos cuántos. Estos cuantos de energía se llaman fotones.
Toda luz que nos llega viene por pequeños paquetes, no es continua.
Los fotones son las partículas “fundamentales” de la luz, así como los
electrones son las partículas fundamentales de la materia, esta analogía es
la que sirvió para realizar el descubrimiento del carácter cuántico de la luz.
Por esta misma analogía, años después, de Broglie desarrolló la teoría que
formula que la materia también tiene un carácter ondulatorio. La carga
eléctrica y la energía tienen una estructura granular (están formadas por
cuantos) al igual que la materia.
La teoría cuántica ha servido para demostrar los fenómenos que no se
pudieron explicar con la teoría ondulatoria de la luz, pero hay fenómenos
que no pueden ser explicados con la teoría cuántica, y además hay ciertos
fenómenos que pueden ser explicados por ambas teorías. Esto nos lleva a
una duda: ¿cuál de las dos teorías es la correcta? ¿o son correctas ambas
teorías? ¿Cómo pueden asociarse las dos teorías?
Los sistemas atómicos y las partículas elementales no se pueden des-
cribir con las teorías que usamos para estudiar los cuerpos macroscópicos
(como las rocas, las casas, los vehículos, etc.). Esto se debe a un hecho
fundamental respecto al comportamiento de las partículas y los átomos
101
que consiste en la imposibilidad de medir todas sus propiedades simul-
táneamente de una manera exacta. Es decir, en el mundo de los átomos
siempre existe una incertidumbre que no puede ser superada. La mecánica
cuántica permite explicar este comportamiento. ¿Qué dice entonces la me-
cánica cuántica?
Consideremos que el tamaño de un núcleo atómico es del orden de
10-13 centímetros. ¿Es difícil imaginar esto? Muy difícil. No obstante, es
mucho más difícil aún imaginar cómo interactúan dos núcleos atómicos, o
cómo interactúa el núcleo con los electrones en el átomo. Por eso lo que
dice la mecánica cuántica muchas veces nos parece que no es “lógico”.
Veamos pues qué propone la mecánica cuántica:
1. El intercambio de energía entre átomos y partículas solo puede ocurrir en
paquetes de energía de cantidad discreta (fuerzas e interacciones);
2. Las partículas elementales se pueden comportar, en algunas circunstancias,
como si fueran ondas;
3. Es imposible conocer la posición exacta y la velocidad exacta de una partícula
al mismo tiempo. Este es el famoso Principio de Incertidumbre de Heisenberg.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
102
que dos propiedades relacionadas de una partícula no pueden ser medidas
exactamente al mismo tiempo. Es imposible conocer simultáneamente la
posición y la velocidad del electrón y por tanto es imposible determinar
su trayectoria. Cuanto mayor sea la exactitud con que se conozca la po-
sición, mayor será el error en la velocidad, y viceversa. Cualquier intento
de medir ambos resultados conlleva a imprecisiones. Solamente es posible
determinar la probabilidad de que el electrón se encuentre en una región
determinada.
Según el principio de incertidumbre, ciertos pares de variables físicas,
como la posición y el momento (masa por velocidad) de una partícula, no
pueden calcularse simultáneamente con la precisión que se quiera. Así, sí
repetimos el cálculo de la posición y el momento de una partícula cuántica
determinada (por ejemplo, un electrón), nos encontramos con que dichos
cálculos fluctúan en torno a valores medios. Estas fluctuaciones reflejan,
pues, nuestra incertidumbre en la determinación de la posición y el momen-
to. Según el principio de incertidumbre, el producto de esas incertidumbres
en los cálculos no puede reducirse a cero. Si el electrón obedeciese las leyes
de la mecánica newtoniana, las incertidumbres podrían reducirse a cero y
la posición y el momento del electrón podrían determinarse con toda pre-
cisión. Pero la mecánica cuántica, a diferencia de la newtoniana, sólo nos
permite conocer una distribución de la probabilidad de esos cálculos, es
decir, es intrínsecamente estadística.
Heisenberg ejemplificaba su hallazgo del principio de incertidumbre
que hemos sintetizado arriba, analizando la capacidad de resolución de un
microscopio. Imaginemos que miramos una pequeña partícula al microsco-
pio. La luz choca con la partícula y se dispersa en el sistema óptico del mi-
croscopio. La capacidad de resolución del microscopio (las distancias más
pequeñas que puede distinguir) se halla limitada, para un sistema óptico
concreto, por la longitud de onda de la luz que se utilice. Evidentemente,
no podemos ver una partícula y determinar su posición a una distancia
más pequeña que esta longitud de onda; la luz de longitud de onda mayor,
simplemente se curva alrededor de la partícula y no se dispersa de un modo
significativo. Por tanto, para establecer la posición de la partícula con mu-
cha precisión hemos de utilizar una luz que tenga una longitud de onda
extremadamente corta, más corta al menos que el tamaño de la partícula.
Pero, como advirtió Heisenberg, la luz también puede concebirse como
una corriente de partículas (cuántos de luz denominados fotones) y el mo-
mento de un fotón es inversamente proporcional a su longitud de onda.
Así, tanto más pequeña sea la longitud de onda de la luz, mayor será el
momento de sus fotones. Si un fotón de pequeña longitud de onda y mo-
mento elevado golpea la partícula emplazada en el microscopio, transmite
103
parte de su momento a dicha partícula; esto la hace moverse, creando una
incertidumbre en nuestro conocimiento de su momento. Cuanto más pe-
queña sea la longitud de onda de la luz, mejor conoceremos la posición de
la partícula, pero menos certidumbre tendremos de su momento final. Por
otra parte, si sacrificamos nuestro conocimiento de la posición de la partí-
cula y utilizamos luz de mayor longitud de onda, podemos determinar con
mayor certidumbre su momento. Pero si la mecánica cuántica es correcta,
no podemos determinar al mismo tiempo con precisión absoluta la posición
de la partícula y su momento.
El modelo del principio de incertidumbre de Heisenberg utiliza una ca-
racterística del mundo cuántico que es absolutamente general: para “ver”
el mundo cuántico atómico, hemos de dispersar otras partículas cuánticas
de los objetos que queremos observar. Lógicamente, para explorar el mi-
crocosmos de las partículas cuánticas necesitamos pequeñas sondas, y las
más pequeñas son las propias partículas cuánticas. Los físicos exploran el
micro-mundo observando choques de partículas cuánticas. Cuanto más ele-
vados son el momento y la energía de las partículas que colisionan, menor
es la longitud de onda y menores son las distancias que pueden resolver.
Por esta razón, los físicos que pretenden estudiar distancias cada vez más
pequeñas, necesitan máquinas que aceleren las partículas cuánticas con
energías cada vez más elevadas y luego las hagan chocar con otras partícu-
las que constituyen el objetivo.
Podemos entender mejor este principio si pensamos en lo que sería la
medida de la posición y velocidad de un electrón: para realizar la medida
(para poder “ver” de algún modo el electrón) es necesario que un fotón de
luz choque con el electrón, con lo cual está modificando su posición y velo-
cidad; es decir, por el mismo hecho de realizar la medida, el experimenta-
dor modifica los datos de algún modo, introduciendo un error que es impo-
sible de reducir a cero, por muy perfectos que sean nuestros instrumentos.
Este principio supone un cambio básico en nuestra forma de estudiar
la naturaleza, ya que se pasa de un conocimiento teóricamente exacto (o
al menos, que en teoría podría llegar a ser exacto con el tiempo) a un co-
nocimiento basado sólo en probabilidades y en la imposibilidad teórica de
superar nunca un cierto nivel de error.
La metáfora cuántica
La teoría cuántica introduce algunos elementos que es necesario desta-
car para confrontar desde ellos los sentidos comunes en los cuales hemos
estado instalados, desde que el imaginario separativo e individualista se
implantó en nuestras culturas.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
104
El primero de ellos es el dualismo onda-partícula en el ser y en la so-
ciedad, ya que nos puede permitir trascender la división individualista/
colectivista.
Como lo señalan Zohar y Marshall (1994):
La conciencia humana es realmente un cuánto mecánico en sus orígenes y la me-
cánica de esa conciencia cuántica le da literalmente a nuestras mentes, nuestros
seres y nuestras relaciones sociales un aspecto onda y un aspecto partícula. El
primero está asociado con el potencial humano no estructurado, con la disper-
sión que sufre el ser humano por los límites del espacio, del tiempo, la opción
y la identidad. El segundo, el aspecto partícula, le da al individuo su realidad
estructurada, sus límites, sus yos claramente definidos, sus pensamientos orde-
nados, sus roles y convenciones sociales, así como sus reglas y pautas.
En cada uno de los casos recién analizados, en la danza, en el ser o en la socie-
dad, el colectivo creativo que emerge, por la relación del aspecto onda, o las
características libres, indeterminadas, de las partes individuales, es lo que los fí-
sicos llaman un emergente “todo relacional”. Esos todos no pueden ser reducidos
a la suma de sus partes. Están construidos sobre las características indetermina-
das “posibles” que esas partes llegan a tener sólo cuando se relacionan. En esas
entidades la relación evoca la realidad. Literalmente “llama” a una posibilidad
latente dentro de la situación y la actualiza. En el laboratorio de física se ve
este holismo de la relación en la aparición de polarizaciones correlacionadas no
locales, cuando son medidos dos fotones “separados”. En el entorno social puede
verse claramente en el trabajo, por ejemplo, en la dinámica de las multitudes o
las turbas (p.132).
105
más grandes los cerebros, más patente es el constituirse y desconstituirse de la
autoorganización neuronal (Varela 1996: 46).
Una descripción similar a la que hace Varela del operar del mundo cog-
nitivo, la realiza Leonardo Boff (1997) haciendo referencia a lo que ocurre
en el mundo cuántico.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
106
En realidad en la teoría cuántica se pasó de las partículas a las ondas de
energía, ya que ellas configuran una energía densificada, llamada quantum
(quanta=paquetes de ondas). Lo que existe es un campo energético (teoría
cuántica relativista de los campos). Él representa una especie de cuadro resultan-
te de las interacciones continuas de las partículas entre sí. Estas nunca existen en
sí, sino siempre relacionadas unas con otras. El efecto de ese entrecruzamiento
permanente de relaciones constituye precisamente el campo. Cuando se quiere
poner de relieve la dimensión energía (onda) del campo, se habla de “bosones”.
Cuando se quiere subrayar la dimensión materia (partícula) del mismo campo,
se habla de “fermiones”. Los “bosones” son la relación y los “fermiones” la cosa
relacionada (p. 74).
107
... y donde la vida se llega a hacer presente...
Leonardo Boff (1997) señala que:
Se ha observado que cuando esta unidad alcanza cierto nivel muy complejo, a
consecuencia de una mayor superposición de ondas (bosones), emerge la mate-
ria viva. [...] los componentes materiales del tejido nervioso (neuronas) comien-
zan a vibrar al unísono; no sólo se comportan como un todo, sino que efectiva-
mente se convierten en un todo (p.75).
En los seres vivos se condensan más los bosones, formando los condensados
Bose-Einstein, hasta la máxima concentración de tipo Fröhlich, gestando así una
unidad indivisible, sinfónica: la conciencia humana. Pero la tendencia es a la
ascensión y no a la decadencia. Cuando la conciencia se transforma en un acto
de comunión con el todo y de relación amorosa con cada expresión de ser, el
universo llega a sí mismo y se realiza más plenamente (p. 76).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
108
se asemeja en absoluto a un plan, almacenado en un repertorio de alternativas
potenciales, sino que depende enormemente de la contingencia, de la improvi-
sación y es mucho más flexible que la planificación. Estar situado significa que
una entidad cognitiva tiene –por definición– una perspectiva, esto es, que no
se relaciona “objetivamente” con su medio ambiente, independientemente de
la ubicación del sistema, de su dirección, de sus actitudes y de su historia. Se
relaciona con el medio ambiente respecto de las perspectivas establecidas por
las propiedades que emergen continuamente del propio agente y en términos
del papel que desempeña esta redefinición constante en la coherencia de todo
el sistema.
Es necesario establecer una clara diferenciación entre el medio ambiente y el
mundo, ya que el modo de acoplamiento es doble. Por un lado, este cuerpo-
en-el-espacio claramente se da a través de interacciones con el medio ambiente
del cual depende. Estas interacciones corresponden a encuentros macro-físicos
–transducción sensorial, fuerza muscular y rendimiento, luz, radiaciones y de-
más– y nada sorprendente hay en ellas. Sin embargo, este acoplamiento sólo
es posible si los encuentros son incorporados desde la perspectiva del propio
sistema. Esto equivale, específicamente, a la elaboración de un excedente de
significado en relación con esta perspectiva, un mundo. El objeto del encuentro
debe ser evaluado de una forma u otra –placer, displacer, ignorar– y dar lugar
a una conducta –atracción, rechazo, neutralidad–. Esta evaluación básica es in-
separable del modo en que el evento acoplador se encuentra con una unidad
percepto-motriz en funcionamiento, y da origen a una intención (por no decir
“deseo”), esa cualidad única de la cognición en los seres vivos.
Expresado de otro modo, para un yo cognitivo, la naturaleza del medio ambiente
adquiere un estatuto curioso: es aquello que se presta (es lehnt sich an...) a un
excedente de significado. Como una improvisación de jazz, el medio ambiente
proporciona la “excusa” para la música “neural” desde la perspectiva de un sis-
tema cognitivo involucrado. Al mismo tiempo, el organismo no puede vivir sin
este constante acoplamiento y las regularidades que emergen continuamente;
sin la posibilidad de una actividad de acoplamiento el sistema se trasformaría en
un simple fantasma solipsista (p. 56-57).
109
Hacia una sociedad cuántica
Es posible pensar la sociedad como una multitud compuesta por millo-
nes de individuos aislados, separados y distantes que se mueven de un lado
a otro, muchas veces con temor, caminando cada uno su propio camino e
intentando coordinarse algunas veces. Esta es la sociedad individualista.
También es posible pensarla como un enjambre o un ejército discipli-
nado donde todos marchan al unísono, uniformados no sólo en el vestuario
sino también en el pensamiento. Este es el modelo colectivista ahora pro-
fundamente desacreditado.
Por último se puede pensar la sociedad como un grupo de jazz o una
compañía de danza libre, donde cada cual es un solista con su estilo propio,
pero que se mueve creativamente en armonía con los otros. Este es el tipo
de sociedad que podríamos imaginar como “cuántica”.
Dinah Zohar, ayudada por su pareja Ian Marshall, ha intentado en su
libro La sociedad cuántica profundizar el trabajo iniciado con su anterior
obra El yo cuántico12 intentando realizar la descripción de este tipo de
sociedad:
La idea de una “sociedad cuántica” deriva de la convicción de que todo un nuevo
paradigma está emergiendo de nuestra descripción de la realidad cuántica y de
que ese paradigma puede ser extendido para cambiar radicalmente la percep-
ción que tenemos de nosotros mismos y del mundo social en el que deseamos
vivir. Una apreciación más amplia de la naturaleza revolucionaria de la realidad
cuántica y de los vínculos posibles entre los procesos cuánticos y nuestros pro-
pios funcionamientos mentales, nos puede dar las bases conceptuales necesarias
para realizar una “revolución positiva” en la sociedad. (p. 22)
Zohar señala que esta nueva realidad social debe ser holística; debe
ir más allá de la dicotomía individual/colectiva; debe ser plural; debe ser
sensible; debe estar “boca abajo” o emergente; debe ser “verde”; debe ser
espiritual; y debe mantener un diálogo con la ciencia.
Identifica también como caminos para avanzar hacia lo que llama el
consenso cuántico –“unidad en la diversidad”– los siguientes derroteros:
1. La necesidad del nuevo pensamiento
12. Zohar, D. (1990) La conciencia cuántica, Barcelona: Plaza & Janés. Obra publicada también con
otro título (1996) El yo cuántico. Naturaleza y conciencia definidas por la física moderna, México:
Edivisión.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
110
unidad coherente que se constituye en nuestra visión o matriz epistémica.
Pero esta se transforma a medida que nuevas experiencias se van agregan-
do a las anteriores y nos demuestran que la visión en que estamos es finita,
limitada e incompleta. Requerimos entonces enriquecerla con nuevas me-
táforas y visiones.
2. El reconocimiento de que somos yo y otro
111
sorprende y donde incluso nuestra expectativa es ser sorprendidos, ser con-
frontados por lo inesperado y por lo inusual.
Cuando se vive en “el borde” y en la incertidumbre –recordemos que
los sistemas cuánticos organizativos están ubicados en el límite entre el
orden y el caos–, cuando aceptamos el riesgo de nuestra libertad y nos per-
mitimos estar abiertos a nuevas experiencias, a las muchas posibilidades
que se encuentran dentro de nosotros y de los otros, abiertos en nuestras
actitudes, dispuestos a reinventar nuestras relaciones y a nosotros mismos;
acabamos con nuestra indeterminación y vivimos en el nivel de nuestra po-
tencialidad. La incertidumbre y la ambigüedad se transforman en nuestras
amigas. Comenzamos a equilibrarnos entre la relación interna, la comuni-
dad y un consenso emergente
4. La celebración de la diversidad
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
112
flexiblemente, mirando con frescura los temas relacionados). Cada cual se
libera de los propios conceptos y categorías familiares. Y a través del proce-
so de diálogo se produce una nueva síntesis. Cada uno de los participantes
en el diálogo aprende nuevos conceptos y categorías. Se llega a algo nuevo,
una nueva comprensión o incluso una nueva posición, que quizá ninguno
por separado habría logrado.
Como lo señala Borges (1985):
Con el correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género litera-
rio, una forma indirecta de escribir. El deber de todas las cosas es ser una felici-
dad; si no son una felicidad son inútiles o perjudiciales. A esta altura de mi vida
siento estos diálogos como una felicidad. Las polémicas son inútiles, estar de
antemano de un lado o del otro es un error, sobre todo si se oye la conversación
como una polémica, si se la ve como un juego en el cual alguien gana y alguien
pierde. El diálogo tiene que ser una investigación y poco importa que la verdad
salga de boca de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar, al conversar,
que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón usted; lo importante es
llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de
qué rostro, o desde qué nombre, es lo de menos.
Vernos como agentes del despliegue del vacío (el de Dios o el de los
seres) al hacernos concientes de lo antes señalado y comprometernos en la
tarea de la creación de la realidad, nos compromete con el valor y el sig-
nificado del camino de los otros, y además con los valores y el significado
de la diversidad.
113
7. El compromiso con el futuro
Bibliografía
Boff, L. (1997) Ecología: grito de la Tierra, grito de los Pobres, Vallado-
lid: Editorial Trotta.
Borges, J. L. (1985) Borges en diálogo: conversaciones de Jorge Luis
Borges con Osvaldo Ferrari, Buenos Aires: Grijalbo S.A.
Capra, F. (2003) Las conexiones ocultas. Implicaciones sociales, medio-
ambientales, económicas y biológicas de una nueva visión del mundo, Bar-
celona: Anagrama.
Elizalde, A. (2003) Desarrollo humano y ética para la sustentabilidad,
Santiago: Universidad Bolivariana.
Spretnak, C. (1992) Estados de gracia. Cómo recuperar el sentido para
una posmodernidad ecológica, Buenos Aires: Planeta.
Varela, F. (1996) Ética y acción, Santiago: Dolmen Ediciones.
Zohar, Danah (1990) La conciencia cuántica. Plaza & Janés, Barcelona.
Publicado también como (1996) El yo cuántico. Naturaleza y conciencia
definidas por la física moderna, México D.F.: Edivisión.
Zohar, D. y Marshall, I. (1994) La sociedad cuántica, Barcelona: Plaza
& Janés Editores S.A.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
114
POLÍTICAS SOCIALES E
INTERVENCIÓN13
* En una sociedad de individuos competentes y
consumidores, insignificante es aquel que no se vale por sí
mismo; en la medida que crece socialmente la ideología del
“sálvese quien pueda”, decrece el interés por los excluidos.
En la categoría de insignificantes se incluyen sobre todo las
personas que no se valen por sí mismas. Lo más violento
de la insignificancia es que afecta los dinamismos vitales,
que nacen del reconocimiento, de la confianza en sí mismo,
de la capacidad de lucha, de la identidad personal. La
insignificancia mayor en una sociedad que estima lo fuerte y
lo competitivo es la dependencia, la falta de autonomía.
117
en una jerga incoherente e incomprensible, ya que con ese operar en el
mundo nos hacemos parte de un mapa irreal crecientemente disociado del
territorio que busca representar y en el cual se pretende incidir.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
118
Es necesario tener claro entonces, como lo afirma Jiliberto, que:
La economía definió un objeto de análisis que se derivó de forma natural de la
concepción dominante del mundo en que esta maduró. Visión, que por lo demás,
aún comparte gran parte de la humanidad, y que, por otra parte, no puede ser
sometida a un juicio de falsación o de veracidad. Más aún, todo el entramado
científico y toda la praxis social en las actuales sociedades modernas se fundan
en la creencia absoluta de que el mundo está constituido exclusivamente por
objetos. Y sólo eso la valida como forma de “pensar” el mundo. De la misma for-
ma que las sociedades modernas no validan otras formas, místicas, por ejemplo,
de pensar el mundo, ni permitirían que ellas gobernaran las formas de hacer.
(Jiliberto, 2001:210)
119
Sin embargo, es necesario matizar la observación anterior, ya que como
bien lo señala García Roca:
En los últimos años las políticas sociales europeas han cometido un enorme
error: han convertido la sociedad activa en el sustituto de la sociedad justa.
Como si el valor social lo concediera la autosuficiencia, la competitividad, la
contribución. Esta es una de las rupturas del estado de bienestar; se construye
sobre el supuesto del pleno empleo y pierde de este modo su dimensión redis-
tributiva. Si hay pleno empleo, construiremos sistemas públicos para todos, y
garantizaremos la asistencia para los caídos y excluidos. (García Roca, 2006:62)
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
120
la medida en que el centro de evaluación o de juicio está situado en quien
pretende controlar la política, lo que nos importa principalmente no es
lo que le pase al beneficiario, sino lo que me pasa a mí, en mi situación
o posición, en la praxis de dicha política. ¿Cuán correcto o incorrecto fue
mi diagnóstico? ¿Cuán acertadas o eficaces fueron los componentes pro-
puestos por mí o los cercanos o lejanos a mí? ¿Cuán eficiente ha sido el
cumplimiento de metas, de plazos, de objetivos?
Por el contrario, cuando el centro de evaluación se desplaza al usuario
o beneficiario, las preguntas necesariamente comienzan a ser otras. Nos
comienzan a preocupar más los procesos, las relaciones, los vínculos, las
redes que se generan, los cambios que experimentan las personas (y que
aunque no nos demos cuenta afectan también a los gestores y responsables
de las políticas, e incluso a los propios ciudadanos “ajenos”, sin embargo,
misteriosa y sutilmente involucrados en ellas).
De allí entonces, que la necesidad de participación en las sociedades
modernas, como lo señala Víctor Renes, requiere respuestas o satisfactores
necesarios.
Hacerles sujetos de su propio proceso, no meros objetos de asistencia. Abrir
espacios de elección, de propuestas, de decisión. Distribuir responsabilidades.
Alternativas al empleo tradicional. Reconocer su capacidad de aportación social
más allá del empleo… Hacerles sentir sujetos de derechos y deberes. Trato como
adultos. Ayudarles a defender sus derechos ciudadanos (utilización de espacios
públicos, etc.) Normativa interna, clara y consensuada al máximo. Posibilitar
reclamaciones, sugerencias. Facilitarles información completa y veraz de lo que
les atañe (salud). No suplir en las decisiones... Pedir opinión. Cuidar tratamiento
dignificado en medios de comunicación social Trato digno y respetuoso en todas
las circunstancias. Presunción de inocencia. Privacidad de los datos. Favorecer
la autoestima, los vínculos existentes (no separar de familias, parejas, mascotas).
Servicios no segregados ni promotores de segregación (evitar estigmatización).
Respeto… (Renes, 2004:26). [N. C. Por favor, revisar el final de la cita ¿es co-
rrecto?]
Incordio provisorio
121
Se evidencia una incapacidad de aprendizaje organizacional, que sí es
posible en aquellas organizaciones donde no se produce esa rotación per-
manente (instituciones jerarquizadas con escasa o casi nula rotación de sus
directivos superiores), en las cuales es posible aprender tanto de los errores
como de los éxitos, gracias a una memoria organizacional que reduce la
posibilidad de volver a cometer los mismos errores.
A partir de las consideraciones anteriores surge la pregunta ¿es posible
planificar a partir de la destrucción, tomando en consideración la idea de
Morin del egocentrismo intelectual que impide construir conocimiento?
Creo conveniente recordar aquí algo que nos remite a la metáfora inicial
del emperador, la historia de Shih Huang Ti, recordado por haber ordenado
iniciar la construcción de la Gran Muralla China. Este rey de Tsin redujo
bajo su poder los Seis Reinos y borró el sistema feudal; erigió la muralla,
porque las murallas eran defensas; quemó los libros, porque la oposición
los invocaba para alabar a los antiguos emperadores y pretendió de ese
modo que la historia comenzara con él.
Interrogante o provocación 1
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
122
óptimo a partir del juego de oferta y demanda entre beneficiarios y provee-
dores. Se hace abstracción absoluta de que existe una asimetría inicial en la
información poseída por los diversos beneficiarios demandantes, así como
también en los propios prestadores, lo que puede reforzar dichas asimetrías
iniciales o a generar nuevas. Es prudente no olvidar aquí, que el objetivo
principal de toda política social es reducir las inequidades o desigualdades
entre los integrantes de una comunidad sea esta local, regional o nacional.
A la inversa, en los modelos de planificación central, el carácter ver-
tical del sistema político a partir de un objetivo o propósito central de las
diversas políticas sectoriales, reduce prácticamente a cero la capacidad de
innovación y flexibilidad en la aplicación de estas, conduciendo inevitable-
mente a una suerte de anti-política, ya que no hay negociación ni conside-
ración de otros intereses, visiones o interpretaciones que no sean acordes a
la mirada de los planificadores (diseñadores del mapa conceptual), que no
perturben o amenacen el logro de los objetivos previamente definidos. No
es posible, por tanto, incorporar los elementos de novedad que incluso son
el producto de la propia ejecución de la política. Hay una creencia instala-
da en esta forma de pensar el mundo sobre la existencia de “verdades” que
lo resuelven mágicamente todo o casi todo.
Estas visiones reduccionistas que he caricaturizado, han conducido
a una realidad que es imprescindible tener presente, la existencia de un
“enorme mundo”, el mundo de la vida cotidiana, el mundo de los signi-
ficados, el mundo de los sentimientos, de los afectos y desafectos, que ha
quedado y queda absolutamente fuera de las políticas sociales.
Premisa 1
Tesis 1
123
Tesis 2
Tesis 3
Tesis 4
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
124
es mantenerse permanentemente informado, sin saber en muchos casos de
qué.
Un caso extremo es, por ejemplo, lo que ocurre con los planes de segu-
ridad social o de salud ofertados mediante la libre competencia de actores
hacia estratos medios o altos, donde la única forma de no ser perjudicado
por los periódicos cambios en las condiciones de los contratos existentes
de prestaciones, requeriría transformarse en un especialista o dedicar parte
importante del tiempo de trabajo de una persona a estudiar y analizar, se-
ria y responsablemente, cómo afectan a esa persona (al beneficiario) dichas
modificaciones.
Tesis 5
14. Llamaremos “participatorios” a aquel tipo de fenómenos que surgen a partir de procesos comunica-
tivos, en el sentido de generar expectativas de participación en las audiencias, en tanto actores sociales,
independientemente de la voluntad real de los emisores de dichos discursos, ya que en algunos casos se
genera una nueva realidad de eventual mayor participación a partir de las movilizaciones a que dan
origen dichas expectativas.
125
grandes carreteras o vías de tránsito urbano rápido donde se desprecia el
daño realizado a los pobres, humildes o sin voz, o en la construcción de
grandes represas u otras obras de infraestructura. Pero en el mundo de hoy
basta con que un noticiero de TV se quede sin noticias para que dichos
casos se hagan públicos y conocidos, llegando en algunas situaciones a
transformarse en un riesgo para la permanencia de una autoridad sectorial
e incluso, en casos extremos, para la estabilidad de un gobierno.
Tesis 7
Tesis 8
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
126
Toda política social (pública) opera en un imaginario que es propio de
quienes serán sus beneficiarios y con un mapa conceptual que es propio
de quienes son los responsables de su administración y ejecución. Existe
inicialmente una distancia fáctica entre imaginario y mapa conceptual. El
imaginario está conformado por las expectativas de los beneficiarios que
pueden ser inferiores, iguales o superiores a los resultados posibles de ob-
tener de la aplicación de una política. Una política exitosa será aquella en
la cual la distancia fáctica a lo largo del tiempo de su ejecución tiende a
reducirse.
Una política estará mejor diseñada en la medida en que sea menor la
diferencia o distancia entre las expectativas de quienes serán sus benefi-
ciarios –o público objetivo– y el mapa conceptual propio de cada política.
Dicho mapa conceptual se encuentra constituido por la definición de: a) los
beneficios; b) los elegibles como beneficiarios; c) la duración y magnitud
o extensión de dichos beneficios; d) las condiciones de pérdida o ganancia
de elegibilidad; e) los responsables de su ejecución y administración y f) la
dotación de recursos asignada a ella.
Una política mal diseñada será aquella en que no coincide el mapa con-
ceptual con las expectativas de sus potenciales beneficiarios.
Es importante tener en cuenta que no sólo los beneficiarios construyen
un imaginario respecto a una política sino todos los otros involucrados
o afectados (stakeholders) directa o indirectamente en ella. También los
propios ejecutores de la política conforman un imaginario, que puede co-
incidir o no con el mapa conceptual, o lo que sería equivalente, con el
imaginario de los autores o diseñadores de la política.
De modo entonces que el esfuerzo de los responsables de una política
determinada tendría que apuntar en un doble sentido: a) reducir la dis-
tancia de los diversos imaginarios entre sí; y b) reducir la distancia entre
los imaginarios y el mapa conceptual. Pero sin olvidar la existencia de
variados imaginarios y por tanto de la necesidad de orientar el esfuerzo en
múltiples direcciones.
Adicionalmente, dentro de ese esfuerzo por hacer coincidir el o los ima-
ginarios con el mapa conceptual es conveniente introducir otras dimensio-
nes y prestarles atención.
a) Una es la temporalidad. Esta tiene que ver con el cambio que inevi-
tablemente van experimentando las políticas como producto de su acaecer,
sumatoria de éxitos y fracasos, acumulación de historia y de experiencias,
cambios de y en sus responsables, transformaciones en la propia población
127
objetivo u ocurridos en la sociedad en su conjunto, modificaciones de ca-
rácter legislativo general o particular, entre muchos otros.
b) Otra es la apropiación y/o democratización. En la medida en que
una política va haciendo parte de la cotidianeidad, de la existencia de la
población o de un segmento de ella, las personas la hacen suya, la asumen
ya como un derecho, se adquiere la experiencia que permite mirarla crí-
ticamente, valorar sus logros, sus aciertos así como sus insuficiencias. Un
estado pleno de democratización de dicha política es cuando los propios
beneficiarios comienzan a demandar mejoras al Estado, al gobierno res-
pectivo o a la autoridad responsable de dicha política y a la sociedad en
su conjunto, beneficios no solo propios sino también de otros eventuales
beneficiarios. Esta característica nos permitiría diferenciar la democrati-
zación de la apropiación ya sea corporativa, gremial o sectorial, donde
priman casi en forma exclusiva los respectivos intereses de un sector o de
gremio específico.
c) La irrupción de otros intereses y las disputas por la hegemonía. Toda
política pública (y por tanto también las sociales) serán un campo de dis-
puta por la hegemonía de parte de diversos actores sociales y políticos.
Podemos pensar que cuando dicha disputa no se lleva a cabo en torno a una
política determinada es porque esta se encuentra absolutamente legitimada
en la población, por tanto, pasa a constituir parte de los consensos básicos
que conforman a una sociedad en una unidad política como el Estado-
Nación, o en una unidad político cultural, como podría ser una región o
una localidad.
Podemos concluir que toda vez que la distancia entre imaginarios y
mapa conceptual se incrementa, es posible que dicha política no sea o no
esté siendo exitosa. Las razones de dicho incremento pueden ser múltiples
como ya lo hemos demostrado.
Una última consideración, en relación con un fenómeno observado em-
píricamente en muchos casos: situaciones en que quienes diseñan o ejecu-
tan las políticas sociales ignoran qué se está produciendo como efectos no
buscados o efectos de serendipia de dichas políticas. En muchos programas,
como un efecto imprevisto sus beneficiarios han terminado desarrollando
una capacidad para interpelar al Estado más allá de lo que estaban consi-
derado inicialmente.
Tesis 9
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
128
tario– ha logrado instalar como fuerzas en las políticas públicas las ideas
de:
• Focalización del gasto
• Externalización del gasto (tercerización)
• Eficiencia
• Control de gestión
• Resultados cortoplacistas
• Replicación automática de modelos
• Mediatización y marketing de resultados
Interrogante 2 y Recomendación 1
129
Recomendación 2
Recomendación 3
Recomendación 4
15. Razeto, L. (2006) Modelo de Optimización Social de Cobertura y Calidad, en Revista POLIS, núm.
15, Santiago: Universidad Bolivariana.
16. Jacques, M. (2004) Modelo de Participación por Afección. Un modelo para el desarrollo de la
ciudadanía local, en Revista POLIS, núm. 5, Santiago: Universidad Bolivariana.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
130
De un modo similar, existe la necesidad de investigar esto para develar
la perversión de muchas de las actuales políticas en ejecución y para refor-
zar las diversas redes que se van constituyendo entre los diversos actores,
tanto beneficiarios como ejecutores.
Recomendación 5
Recomendación 6
131
entre otros, el documento de Ferrer, Monje y Urzúa, que puede ser repre-
sentativo del estado del arte en ese ámbito.
Comencemos por las definiciones:
La definición tradicional de políticas públicas corresponde al programa de ac-
ción de una autoridad pública o al resultado de la actividad de una autoridad
investida de poder público y de legitimidad gubernamental (Meny y Thoenig,
1992).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
132
` Ámbitos posibles de participación en las políticas públicas
• Participación en procesos de:
• Consulta
• Decisión
• Gestión
• Control
• Evaluación de las políticas públicas
• Difusión
¿Qué son las políticas sociales en relación con nuestro tema de interés?
A partir de lo que hemos visto, surgen entonces, múltiples interrogantes
que deben responderse:
¿Qué actores participan en políticas públicas?
¿Quienes participan y de qué forma participan (las ONG y otros actores
de la sociedad civil)? ¿Por qué se participa?
¿Esta participación es simplemente el resultado de una nueva forma,
más abierta de diseñar e implementar políticas públicas (lectura funcio-
nal), o es producto del modo en que sectores de la sociedad civil logran su
inclusión mediante el conflicto, o por su capacidad de vetar la política en
cuestión (lectura más ligada a los problemas del poder), o finalmente, la
participación resulta de articular funcionalidad y conflicto?
¿Cómo y en qué se participa (en todo el proceso de la política, sólo en
su diseño, sólo en su implementación, sólo en la administración de los fon-
dos de los programas que constituyen la política en cuestión)?
¿Se controla o no se controla?
¿Quién controla?
¿Cómo y qué se controla?
Ferrer, Monje y Urzúa (2005:11) presentan el siguiente cuadro que per-
mite esclarecer las distintas formas de participación posibles:
133
Fases Formas de participación
Bibliografía:
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NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
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Se refiere a ¿copia estenografiada, no editada?]
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en castellano en Revista Polis núm. 2, Santiago: Universidad Bolivariana.
Versión electrónica [en línea] disponible en http://www.revistapolis.cl/2/
zaou.htm
135
La sistematización y los nuevos
paradigmas del conocimiento y
del saber17*
En un trabajo recientemente publicado18 señalamos que una –si no la
principal– tendencia cultural dominante en el mundo actual es la búsqueda
de control:
A esta tendencia la llamaremos, a falta de una mejor denominación, la falacia
del emperador: el pensarnos como sujetos capaces de controlar aunque sea un
segmento minúsculo de la realidad, una realidad que es tremendamente comple-
ja y en la cual están operando múltiples fuerzas y dinámicas, de las cuales, una y
sólo una, puede ser nuestra propia voluntad de dominio o de control. Gran parte
de los seres humanos estamos inmersos en ese profundo error epistemológico,
que nos lleva a confundir mapas con territorios en nuestra absurda pretensión
de controlar la realidad. Parte importante de nuestro quehacer se torna así en un
galimatías ante los ojos de los otros; esto es, en una jerga incoherente e incom-
prensible, ya que con ese operar en el mundo nos hacemos parte de un mapa
irreal crecientemente disociado del territorio que busca representar y en el cual
se pretende incidir. (Elizalde, 2007:145)
17.* Artículo escrito a solicitud de Marco Raúl Mejía para la Revista Internacional Magisterio, (Junio
- Julio 2008) dedicada a La sistematización, núm. 33, Bogotá: Corporación Magisterio.
18. Elizalde, A. (2007, Abril - Junio) Políticas sociales e intervención, en Documentación Social. Re-
vista de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada, núm. 145, Madrid, pp. 71-92.
La forma apropiada de lograrlo era dejando de lado cualquier elemento
de subjetividad, cualquier sesgo o prejuicio que amenazara con contaminar
la información y los datos obtenidos. La ciencia era por naturaleza “objeti-
vidad”. Rodrigo Jiliberto19 señala al respecto que:
La visión objetual del mundo, que lo entiende como una acumulación espacio-
temporal de unidades últimas, facilitó al conocimiento una cómoda unidad de
análisis: el objeto. Si la “realidad” está compuesta por estas entidades últimas,
que son el resultado de la suma de unidades elementales, entonces, el fin del
conocer no es más que develar la naturaleza de esas entidades últimas como en-
tes autónomos; el “objeto” es el objeto de análisis de todo el conocer científico.
El reduccionismo analítico cartesiano ha sido el instrumento metodológico más
potente en esa labor. (Jiliberto, 2003:264)
19. Jiliberto, R. (2003) Una mente pródiga para un mundo sistémico, en Revista POLIS, núm. 5, San-
tiago: Universidad Bolivariana. Versión [en línea] disponible en http://www.revistapolis.cl/5/jil.htm
20. Feyerabend en sus obras Contra el Método, La ciencia en una sociedad libre, Ambigüedad y armo-
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
138
¿Sistematización o sistematizaciones?
Este tipo de formas de producción de conocimientos, que se ha deno-
minado sistematización, responde a un conjunto de prácticas que se fueron
instalando en diversos espacios de América Latina y surgen a partir de fines
de la década del sesenta, en el marco de corrientes renovadoras “que bus-
can, desde la particularidad de la experiencia latinoamericana, redefinir
los marcos de interpretación y los modelos de intervención de la práctica
social” (Jara, 2006:14)21. Como señalan Barnechea y Morgan:
Si bien inicialmente aparece en las reflexiones desarrolladas entre los/as traba-
jadores/as sociales, la inquietud por la sistematización pronto trasciende hacia
la educación popular y posteriormente, hacia la promoción del desarrollo. (Bar-
nechea y Morgan, 2007)
nía ha sido uno de los críticos más radicales, introduciendo el principio del “todo vale” que él mismo
tradujo como “no pongáis límites a vuestra imaginación”.
21. Óscar Jara identifica seis corrientes que alimentan a la sistematización de experiencias: el trabajo
social reconceptualizado, la educación de adultos, la educación popular, la teología de la liberación, la
teoría de la dependencia y la investigación-acción-participativa. Cf. Jara, Ó. (2006) “Sistematización
de experiencias y corrientes innovadoras del pensamiento latinoamericano. Una aproximación históri-
ca”, Revista La Piragua núm. 23, Panamá: Ceaal, pp. 7 a 16.
22. Berdegué, J.; Ocampo, A. y Escobar, G. (2000) Sistematización de experiencias locales de desarro-
llo agrícola y rural. Guía metodológica, ¿Ciudad? Fidamerica y Preval.
23. Martinic, S. (1984) Algunas categorías de análisis para la sistematización, Santiago: CIDE-FLA-
CSO.
24. Jara, O. (1998) Para sistematizar experiencias, San José: Alforja.
139
A su vez Barnechea y Morgan25 dicen de ella lo siguiente:
La concebimos entonces como la reconstrucción y reflexión analítica sobre una
experiencia, mediante la cual se interpreta lo sucedido para comprenderlo. Ello
permite obtener conocimientos consistentes y sustentados, comunicarlos, con-
frontarlos con otras y con el conocimiento teórico existente, y así, contribuir a
una acumulación de conocimientos generados desde y para la práctica.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
140
yor a aquello que denomino lo singular/concreto, esto es, la especificidad
con la cual transcurre nuestra existencia cotidiana como seres humanos.
Cada uno ha aportado así, desde su yo y sus circunstancias, desde su indivi-
dualidad, al proceso de proveer sentido colectivamente al quehacer común,
a los procesos compartidos y a los proyectos colectivos.
• Visibilización de los actores concretos de la historia, democratización de las
explicaciones, de las causalidades y de las heroicidades y monumentos
141
Hasta hace muy poco tiempo atrás, para “conocer” una organización
bastaba entrevistar a su cabeza visible. Hoy se sabe que además de una es-
tructura formal del poder y de la influencia existe una estructura informal
paralela, que incluso puede aún ejercer un mayor poder en la institución o
colectivo humano, sea este el que sea.
Hay problemas en toda organización humana, en todo proceso que so-
lamente cierto tipo de miradas permiten descubrir. Por ejemplo, los hom-
bres no somos capaces de percibir a primera vista cuestiones que las mu-
jeres si pueden darse cuenta, como la suciedad de un piso o el polvo en
las estanterías. Hay climas emocionales de los cuales los hombres no nos
logramos dar cuenta. Cada cultura como lo señalan los estudios de Hall
tiene una concepción del uso del espacio y de la distancia social diferente.
La formación y especialización profesional de-forma nuestras capacidades
perceptivas. Entonces, muchas veces los especialistas o directivos pueden
ser ciegos o sordos a señales o a información, que otros integrantes de una
organización sí pueden percibir. Hay sin embargo, un déficit generalizado
en nuestras prácticas desarrollistas: la mirada común del ciudadano.
• Recuperación del policentrismo, de las explicaciones múltiples
26. Willis Harman y Howard Rheingold, Máxima Creatividad, Aletheia Editorial, Buenos Aires, 1989
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
142
Algo similar a lo descrito por Rogers es lo que se experimenta tanto
individual como colectivamente en los procesos en que se lleva a cabo
una reflexión crítica colectiva sobre las experiencias vividas, la práctica de
confrontar evaluaciones provenientes de distintos actores hace posible “de-
velar” y “esclarecer” dimensiones ignoradas, negadas y muchas veces no
asumidas, que aunque estén presentes en la experiencias nuestros puntos
ciegos no permiten verlas. Dicho de otra manera la afirmación de Bateson
de que “nada puede ser visto sino desde un punto de vista” que expresa
nuestra principal limitación epistémica, puede así ser superada mediante la
introducción de múltiples y variados puntos de vista.
Transitando en esa dirección hemos aprendido a valorar la riqueza de
“escuchar a otros”. Hacer esto nos ayuda a despejar temores a priori, des-
calificaciones, animadversiones, rechazos, desinterés y así tantas actitudes
negativas que nos dificultan el escuchar al otro o a otros. Es importante
desarrollar dinámicas que tiendan a facilitar la “empatía”. Es el poder verse
a uno mismo en una suerte de espejo en el otro, un otro que expresa los
mismos o similares temores a los que sentimos, que inicia búsquedas pare-
cidas y que intenta equivalentes esfuerzos por encontrar respuestas.
• Hacia una nueva concepción de una realidad ya no de objetos sino
conformada por eventos y procesos: una realidad en la cual sus actores van
construyéndola en su propio quehacer.
143
Orientaciones para sistematizadores y educadores
Podemos derivar de los reflexiones presentadas en estas páginas algu-
nas recomendaciones de acción aplicables a “sistematizadores” y también
a educadores, creo que sí. ¿Cuáles podrían ser estas?
1. Pensar y reflexionar en forma colectiva sobre los procesos en los
cuales estamos insertos nos permite superar el individualismo, el egocen-
trismo y el auto-apego a las interpretaciones propias. Un mundo nuevo se
abre cada vez que nos atrevemos a cruzar la puerta y nos arriesgamos a
caminar más allá de las certidumbres arraigadas, aseguradoras, aunque no
necesariamente “verdaderas”. La mirada del otro enriquece la nuestra y
hace aparecer la novedad de información que introduce energía de orden
y reduce los niveles de entropía. Como lo afirma Giannini27: “El camino a
sí mismo es hacia fuera. Y se anuncia en las bestias –además del hombre–
como apetito del otro”. En un mundo incierto e inseguro la tendencia na-
tural en nosotros es el temor a derivar, a vagabundear, a ir sin rumbo fijo.
Traigo aquí a colación nuevamente a Giannini:
Pues, ¿acaso, el método no es una virtud, y virtuoso quien sigue siempre un mis-
mo camino para llegar a lo suyo: el hombre (sic) metódico? Por cierto, pero tal
apego al camino puede convertirse en una cómoda estratagema para evitar toda
verdadera llegada; y para dividir tajantemente las cosas entre las que están en el
camino (el itinerario previsible) y lo que está fuera, proscrito. Por principio. Y
a propósito: la coherencia ¿no es acaso una virtud? Parece serlo, por lo general.
No es raro, con todo, que un ciudadano inconmovible, siempre fiel a sus prin-
cipios, vaya ocultando tras la recia virtud una terca obstinación de ver siempre
lo mismo o la prolongación de lo mismo en todo lo que pasa en el universo y
que camino a su oficina confunda el ángel que se le aparece con el ascensorista.
Es posible pues, que aquella virtud esconda una intolerancia radical. Cabe todo
esto: coger de la novedad (de lo que pasa) sólo aquello que nos sirve para supri-
mirla y proseguir así por la ruta de una identidad incuestionable. Sin embargo,
ninguno de estos subterfugios cambia las cosas: ninguno sabe ocultarnos, como
diría Heráclito, de aquello que no se pone jamás. Somos revelados siempre…”
(1987:144-145)
27. Giannini, O. (1987) La “reflexión cotidiana”. Hacia una arqueología de la experiencia. Santiago:
Editorial Universitaria.
28. Cerutti, M. (1994) El mito de la omnisciencia y el ojo del observador, en El ojo del observador.
Contribuciones al constructivismo, Barcelona: Gedisa.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
144
Lo que si tendremos como resultado innegable es que todos, después
de una sistematización con retorno a quienes participaron en ella, seremos
otros, y habremos aprendido de esos otros –los anteriores a la experiencia y
los nuevos surgidos de ella– algo más acerca de cómo ser humanos.
145
Parte 2
APROXIMACIONES
ÉTICAS Y
ESPIRITUALES
LA PAZ: UN COMPROMISO UNIVERSAL
PARA LA CONVIVENCIA SOLIDARIA DE
LOS PUEBLOS29*
“Tenemos que sustituir el amor al poder, por la igualdad;
el amor a la victoria por la justicia;
la brutalidad por la inteligencia;
la lucha por la cooperación.
Tenemos que aprender a pensar en la raza humana como en una familia
y a fomentar nuestros intereses comunes
con un uso inteligente de los recursos naturales,
marchando juntos hacia la prosperidad,
y no separados hacia la muerte y la destrucción”.
Bertrand Russell
Introducción
Las reflexiones que se presentan en este trabajo son el producto de
una larga búsqueda por respuestas al profundo sinsentido de tanto dolor
que vive nuestro mundo; dolor producido en nombre de la búsqueda de la
felicidad y el bienestar de las personas, de una búsqueda de la felicidad y
del bienestar propio, olvidando o negando el bienestar y felicidad de los
demás; desconociendo que como somos seres sociales no es posible separar
el interés propio del interés colectivo. Lo máximo que lograremos alcanzar
desde esa perspectiva individualista y egoísta será algo aparente e ilusorio,
de lo cual el tiempo inexorable en algún momento nos hará darnos cuenta,
cuando ya sea tarde para reparar el dolor y sufrimiento causado.
Una pregunta ha orientado estas reflexiones: ¿La paz es un estado na-
tural o construido (artificial)? No creo haber logrado encontrar una res-
puesta, sin embargo pienso que la paz nos demanda profundos cambios
epistemológicos y éticos. Deberemos aprender a ver la realidad con nuevos
ojos, deberemos aprender a empaparnos en la emoción de la paz, debere-
mos aprender a recuperar nuestra sensibilidad para ser capaces de percibir
y penetrar en la belleza y la luminosidad de la armonía que hay en la exis-
tencia, en la vida, en cada manifestación del universo del cual formamos
parte.
Este trabajo busca develar cómo aquello frente a lo cual aún nuestras
conciencias pueden no encontrarse adormecidas. Sin embargo, inconscien-
temente nos vamos trasladando hasta llegar a la situación límite donde la
“humanidad”, la conciencia moral, la apertura y la flexibilidad para juzgar,
o se han perdido definitivamente o se encuentran suspendidas por la fuerza
29*. Ponencia preparada para la III Conferencia Ideológica Nacional Cooperativa, realizada del 25 al
27 de Noviembre de 1993 en Ibagué, Colombia.
149
de las circunstancias. Proporcionar elementos que nos hagan posible esta-
blecer las distinciones que nos permitan distinguir los pasos que nos llevan
gradualmente desde la “humanidad” a la “inhumanidad” es la tarea que he
tratado de realizar.
¿Qué es la paz?
Una definición negativa de la paz es afirmar que es la ausencia de gue-
rra. Pero obviamente esta es una definición muy pobre y estrecha. Podemos
ampliarla al afirmar que la paz es la ausencia de violencia entre los seres
humanos. Sin embargo, aún es una definición absolutamente insuficiente.
Intentemos definir la paz positivamente. El concepto de paz tiene dos
acepciones: la primera es sinónimo de calma, serenidad, sosiego, tranquili-
dad; la segunda es sinónimo de acuerdo, armonía, conciliación, concordia.
La primera de las connotaciones establece la relación con la paz inter-
na o interior de cada persona. La segunda hace referencia a las relaciones
entre las personas, a la relación de cada cual con otros seres humanos, es
decir, la paz externa.
Esto nos lleva a distinguir diferentes tipos de paz. Hay una paz interior
que es propia de cada persona, que tiene su origen en la satisfacción con
uno mismo, en la medida en que esta es una persona que se siente realiza-
da, irradia hacia otros su propia paz interna, expresándola exteriormente
ante los ojos de otras personas con una imagen que proyecta la sensación
de ecuanimidad, de serenidad, de quietud, de tolerancia, de sabiduría.
Hay también una paz interior pero impuesta desde fuera; se trata de un
tipo de paz que proviene del temor al castigo, al rechazo, al dolor y al sufri-
miento. Una paz que implica una profunda auto-represión de los impulsos
y tensiones internas para evitar los daños que se presume podrían recibirse
si es que no se actúa en forma pacífica.
Por último, hay una paz que es exclusivamente exterior: es la paz pro-
ducto de la inmovilidad a la cual conduce la imposición de la fuerza de
unos sobre otros: La paz armada, que es la paz de la fiera dispuesta y
preparada para saltar en el mejor momento sobre su presa; es la paz de la
víctima esperando y preparándose para convertirse a su vez en victimario.
Nada exteriormente diferencia los distintos tipos de paz. Podemos ver
las mismas caras, los mismos ademanes, la misma gestualidad e incluso los
mismos discursos, pero, la procesión que va por dentro, es radicalmente
distinta.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
150
¿Cómo distinguir unas formas de paz de otras?
Una primera forma de distinción procede de la aproximación histórica.
La visión sincrónica, producto de la observación fugaz en un momento
dado, no nos dice nada. Pero si introducimos una aproximación diacrónica,
la observación de un proceso que tiene su origen, su decurso y su desenla-
ce, es posible comenzar entonces a encontrar profundas diferencias.
1. La guerra o no paz es esencialmente destructiva, entrópica y vio-
lenta. No es posible compatibilizar vida y no paz. No es posible conciliar
violencia y guerra con “humanidad”, aunque muchos discursos belicistas lo
hayan hecho a lo largo de la historia y continúen haciéndolo.
Algunos escenarios posibles, reales y virtuales, nos pueden permitir
confirmar estas afirmaciones.
Escenarios posibles
Escenario uno:
Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos
habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la
luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno
de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos
y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas
ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas cubrirán
el desierto del Sahara, la vasta Amazonia desaparecerá de la faz del planeta
destruida por el granizo, y la era del rock y de los corazones transplantados
estará de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos que sobrevivan
al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a
las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado
la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La Creación habrá
terminado. En el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio
de lo que fue la vida serán las cucarachas (1).
Escenario dos:
Para que nadie olvide tanta carne lacerada, los juegos macabros con las manos
sucias, las violaciones en la madrugada, los fusilamientos ficticios y los verdade-
ros. Para que nadie olvide cómo le pusieron esposas a la esperanza, cómo los hi-
jos se quedaron sin padre, como las madres siguen buscando día a día la sombra
de esa fotografía. Para que nadie olvide las voces que enmudecieron, la guitarra
que se quedó sin manos y lo que amontonó el río en sus orillas. Para que nadie
olvide el rostro enmascarado, su sexo listo para la tortura, los valientes con la
picana eléctrica, los negadores profesionales, los de “aquí - no - pasa - nada”.
Para que nadie olvide los que planearon todo y van de mentira en mentira, los
que enmudecieron con la sangre y los asustaba el maíz y las nuevas auroras (2).
Uno de los rasgos que muestran algunas de las sociedades más violentas
existentes en la actualidad, es el surgimiento de una especie de polipolio
151
de la violencia, que viene a reemplazar el tradicional monopolio de la vio-
lencia que caracterizaba a los Estados Modernos, donde este está radicado
exclusivamente en los agentes del Estado: cuerpos policiales y militares.
Hoy, muchas sociedades viven una situación de guerra de todos contra to-
dos que sustituye la antigua guerra de unos contra otros, como son –entre
otros– los casos de la ex-Yugoslavia, el Líbano, Somalia, o el caso aún más
paradigmático de Colombia.
Se ha llegado a la situación límite de la “guerra como situación habi-
tual”. Se trabaja, se estudia, se come y se duerme en medio de la guerra...
y se muere también en ella. ¿Qué explica el haber llegado a esta condición
patológica de considerar como algo trivial la situación extrema de un con-
flicto bélico?
2. Es posible que ello derive de la absurda creencia de que la paz arma-
da es algo equivalente a la paz en las dos acepciones del concepto: calma
y tranquilidad o acuerdo y armonía; cuando este tipo de paz o de guerra
encubierta, por su propia naturaleza es absolutamente transitoria. La ca-
racterística fundamental de ella es ser precaria, efímera y dependiente ab-
solutamente de variables externas: a) correlaciones de fuerzas; b) contexto
internacional; c) debilidades ajenas; d) climas psicosociales; etc. La expec-
tativa del vencedor es haber logrado una paz definitiva como producto de
la derrota del enemigo. La expectativa de los vencidos es lograr una paz
transitoria para acumular fuerzas que les permitan lograr a su vez la victo-
ria, que esa vez si será la definitiva. Y así sigue y sigue dándose vueltas la
tortilla, hasta alcanzar el objetivo último de ese tipo de paz: la destrucción
absoluta de la voluntad del enemigo por alcanzar la victoria. Como eso
es imposible, salvo el completo exterminio físico de aquel definido como
enemigo, por esa senda la humanidad avanza por un camino pavimentado
y ampliamente señalizado hacia los Estados de Destrucción Mutuamente
Asegurada (EDMA).
Este estilo de resolución de conflictos, aunque eufemísticamente se les
califique como “conflictos de baja intensidad” son satisfactores destructo-
res (3) incluso de la propia necesidad humana fundamental de seguridad,
que es lo que se persigue alcanzar.
Casi toda la argumentación que se esgrime para justificar el altísimo
nivel del gasto militar e incluso su incremento y por otra parte la creciente
cantidad de energía destinada a la creación, el mantenimiento y el desarro-
llo del sector de las fuerzas armadas, radica en un solo argumento: el poder
disuasivo de un país preparado para la guerra. O sea que para alcanzar y
mantener la paz debemos armarnos. La historia no muestra que ello haya
obviado la existencia de conflictos bélicos. Asimismo existe un notorio con-
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
152
trasentido en dicho argumento, es como afirmar que para evitar la muerte
vamos a desarrollar todo tipo de venenos, virus, bacterias, fomentar deli-
beradamente los accidentes, crímenes, catástrofes, etc.
La experiencia histórica pasada y también la más reciente de la humani-
dad no demuestra que armarse cada cual hasta los dientes reduzca los nive-
les de riesgo e inseguridad. Más bien la experiencia de los Estados Unidos
de Norteamérica indica algo absolutamente distinto. Esa sociedad donde
cada cual puede comprar un arma cuando quiera es una de las sociedades
más inseguras y violentas del mundo.
3. Intentando avanzar una respuesta, se puede señalar la pérdida del
sentido de los límites que caracteriza a aquellas sociedades donde se vive
la paz impuesta, como la razón de nuestro imperceptible tránsito hacia la
paz armada y hacia la no paz o guerra abierta.
Cuando en una sociedad da lo mismo una vida más o una vida menos y
el ser humano deja de ser la medida de las cosas, inevitablemente se transi-
ta hacia una devaluación de la vida humana. Allí, da lo mismo que muera
un inocente o un culpable para los efectos de una adecuada represión a
antisociales, delincuentes o terroristas. El fin justifica los medios.
Esta forma de razonar propia del “interés de Estado” ha conducido a
la generalizada corrupción que caracteriza a gran parte de las sociedades
“avanzadas”, “democráticas” y de “libre mercado”, verbigracia Italia, Ja-
pón, EE UU, etc. Como podemos ver, no sólo el narcotráfico tiene capaci-
dad corrosiva de las instituciones y de las normas sociales.
Pero, se tiene que llegar a esto inexorablemente cuando desde el discur-
so de la ciencia o de los “especialistas” se escuchan voces como la del Dr.
Maurice King, quien en un artículo publicado en el National Medic Journal
of India (Julio - Agosto del año 1991) realiza un ferviente alegato:
[...] profundamente perturbador para reducir los “años-hombre de miseria hu-
mana” a los cuales los niños indios están condenados, mediante la eliminación
de los sistemas de soporte de la vida para estos. El doctor, quien ha sido un
consultor para numerosas organizaciones internacionales, sigue la clásica lógica
Maltusiana: existen sociedades que en una cierta etapa de su crecimiento demo-
gráfico se colocan a sí mismas en una “trampa demográfica”, la cual les impide
hacer la transición desde altas tasas de nacimientos y muertes hacia bajas tasas
de nacimientos y muertes. Una vez que la trampa es puesta, ninguna comunidad
puede permanecer en esta por largo tiempo; una vez que esta se cierra, la gente
muere de inanición o desaparece en enormes cantidades, como en el Sahel. Es
demasiado tarde para la India intentar escapar de la trampa usando solamente
los clásicos enfoques de planificación familiar y de programas de salud aunque
sean sustantivamente mejorados, dice el Dr. King. Ha llegado el tiempo de usar
una no convencional “solución final”, mediante la suspensión de las medidas
153
para la supervivencia infantil, tales como la terapia de rehidratación oral y la
inmunización. Aún de los insecticidas usados contra los mosquitos en las áreas
de malaria endémica(4).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
154
vida es vista como guerra, no como paz. Hay que defender la guerra en contra
de la paz, porque la guerra es vida verdadera. Vivir peligrosamente, gefährlich
leben. El propio neoliberalismo descubre ahora lo que las ideologías fascistas ya
habían descubierto antes: la vida es guerra, la paz es la muerte. El neolibera-
lismo incluye en esta guerra todo enfrentamiento mercantil. El mercado mismo
aparece como ámbito de guerra. Eso significa que en relación a los resultados de
la lucha de mercados, no hay derechos humanos. Hay sólo un derecho humano,
que es el derecho a vivir en economías de mercado. Y este derecho es el derecho
de vivir la guerra, sea guerra de mercados o no. Los débiles perdieron esta lucha.
El mercado y el resultado de cualquier lucha comprueba que con razón cae sobre
ellos la suerte que les toca: vivir peligrosamente (5)
155
En la tercera categoría: satisfactores inhibidores, ejemplos de ellos son:
la censura, el exilio, el negacionismo del aquí - no - pasa - nada; pero tam-
bién: el consumismo ostentoso, la obsolescencia planificada, el crecimiento
económico sin distribución, los ajustes recesivos, etc.
En la cuarta categoría están los satisfactores singulares: es posible ejem-
plificarlos en los cuerpos policiales y militares sometidos a las autoridades
democráticas y al control ciudadano, pues al no estarlo, habitualmente se
desplazan automáticamente hacia la tercera o segunda categoría.
Los satisfactores sinérgicos de la paz son muchos: amor, tolerancia,
apertura al otro, cooperación, diálogo, inocencia, solidaridad, fraternidad;
algunos de los cuales he tratado de identificar en la parte final de este tra-
bajo denominada los requisitos de la paz.
2. Los distractores de la paz
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
156
ver cómo hoy la CIA busca descalificar al legítimo gobernante de Haití,
elegido democráticamente por su pueblo y prontamente derrocado por la
casta militar de ese país.
Cuando la paz comienza a verse como un obstáculo porque puede evo-
lucionar de paz externa armada a paz impuesta y de ahí a paz interna, se
requiere del uso de distractores, que posibiliten el que los burócratas, tec-
nócratas, expertos y especialistas en guerra y paz (aunque probablemente
sólo en lo primero), es decir aquella minoría que conforma aquello que
podemos llamar la casta político-militar administre, es decir, que pueda
decidir por la gente inmersa en el conflicto bélico, los sufrientes, los que
viven la inhumanidad de la guerra: que es lo mejor para estos. Se da así
la paradoja de que el mismo fenómeno adquiere una significación abso-
lutamente antinómica en dos hitos diferentes del proceso de pacificación,
en el de la lucha abierta y en el de la consecución de la paz, para quienes
configuran y administran el discurso de la paz. Durante el primer momento
terminarlo pronto; acordado esto, negociar la paz durante un tiempo que
se torna casi eterno para quienes más la ansían.
3. Los justificadores de la paz
157
Los requisitos de la paz
Pienso, creo y siento muy intensamente que es posible transitar hacia la
paz interna, descubriendo satisfactores sinérgicos de la paz. Parte de esas
convicciones muy antiguas y profundas, creí reconocerlas en un poema de
César Vallejo, leído y escuchado en una versión musical hace muchos años.
Fue durante los oscuros años de la dictadura que vivimos en mi país el
himno y cántico de esperanza en la virtualidad de un mundo distinto, allí al
alcance de la mano, requiriendo algo muy simple, pero quizá por eso muy
difícil: una conversión, una honda transformación de nuestra mirada, de
nuestras emociones básicas, de nuestro lenguaje, de nuestro compromiso y
del sentido que asignamos a nuestra existencia.
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo : “¡ No mueras; te amo tanto !”...
Pero el cadáver, ¡Ay!, siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”.
Pero el cadáver, ¡Ay!, siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando; “¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver, ¡Ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡ Quédate hermano !”.
Pero el cadáver, ¡Ay!, siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon;
les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre, echóse a andar.
1. Paz y cooperación
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
158
conservación en la constitución de un linaje de organismos congruentes con su
circunstancia y no en contradicción con ella.
En estas circunstancias, el fenómeno de competencia que se da en el ámbito
cultural humano y que implica contradicción y negación del otro, no se da en
el ámbito biológico. Los seres no humanos no compiten, se deslizan unos en-
tre otros y con otros en congruencia recíproca al conservar su autopoiesis y su
correspondencia con un medio que incluye la presencia de otros y no la niega.
Si dos animales se encuentran frente a un alimento y uno lo come y el otro no,
eso no es competencia. No lo es porque no es central para lo que le pasa al que
come que el otro no coma. En cambio, en el ámbito humano, la competencia se
constituye culturalmente cuando el que el otro no obtenga lo que uno obtiene se
hace fundamental como modo de relación. La victoria en un fenómeno cultural
que se constituye en la derrota del otro. La competencia se gana cuando el otro
fracasa frente a uno, y se constituye cuando el que eso ocurra es culturalmente
deseable. En el ámbito biológico no humano ese fenómeno no se da. La historia
evolutiva de los seres vivos no involucra competencia. Por esto, en la evolución
de lo humano no participa la competencia sino que la conservación de un feno-
tipo ontogénico o modo de vida, en el que el “lenguajear” puede surgir como
una variación circunstancial a su realización cotidiana que no requiere nada es-
pecial. Tal modo de vida se dio en las coordinaciones conductuales de compartir
alimentos pasándoselos los unos a los otros en el espacio de interacciones recu-
rrentes de la sensualidad personalizada que traen consigo el encuentro sexual
bifrontal y la participación de los machos en la crianza de los hijos presente en
nuestros ancestros de hace tres y medio millones de años. En otras palabras, digo
que es en la conservación de un modo de vida donde el compartir alimentos, en
el placer de la convivencia y el encuentro y el reencuentro sensual recurrente,
en el que los machos y las hembras se encuentran en la convivencia en torno a
la crianza de los hijos, donde puede darse, y se habría dado, el modo de vida en
coordinaciones consensuales de coordinaciones de acciones consensuales que
constituyen el lenguaje (9).
159
ser la realidad de cada cual. Se trata indudablemente de un largo proceso en el
cual se va descubriendo lo social y lo personal, lo histórico y lo biográfico. Así
se va determinando el ser del hombre por pasos sucesivos como otros que son
ingredientes de mi propia vida, como otros que son como yo, como otros que son
otros que yo, pero a los que estoy constitutivamente vertido.
Y esto va a hacer que la vida sea desde sus comienzos no una mera vivencia, sino
una estricta convivencia (11).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
160
nos lleva a un acuerdo. Porque un diálogo racional puede ayudarnos a que se
haga la luz sobre los errores, incluso nuestros propios errores (12).
3. Paz y ternura
161
aquellos fenómenos con que estamos en contacto. Se dice que el buen político no
debe tener muchos escrúpulos, como el buen general no puede atender al sentir
personal de cada soldado, sino al éxito global de la batalla (16).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
162
Sujetos jugadores, abiertos al intercambio gratuito con la ignorancia y el azar,
que reconocen la necesidad que tienen de la savia afectiva, dispuestos a apostar
todo su saber por degustar la tierna calidez de los instantes (18).
163
con el dios escondido en los pequeños y empobrecidos de cualquier tipo. Sin la
gracia y sin el espíritu de amor no es posible la fraternidad.
Los cristianos hemos de recuperar tres experiencias que deberían definir nues-
tras tareas: hacer de nuestra Iglesia un universo moral del acompañamiento, un
territorio de los “últimos” (en el que se pone coto y curación a sus procesos de
empobrecimiento) y un universo simbólico de felicidad (en que se muestre la
autenticidad humana, se reciban ánimos y se sienta la seducción por un mundo
nuevo).
Diversos modos de actuación son posibles: el estructural, el samaritano-paliativo
y el automarginativo, para identificarse y acompañar desde dentro a los hundi-
dos. A partir de ellos se inicia y se lleva adelante otra historia, otra práctica y
otro discurso. Cada persona y cada grupo discernirán su propio modo. Los tres se
complementan, y el desafío actual consiste en articularlos en un proyecto común
en el que la causa de los pobres sea la causa de todos (21).
2. Paz e inocencia
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
164
receptividad en la práctica de la vida diaria para los instantes en que nos atre-
vemos a mirar, sentir, vivir el mundo desde otra nueva perspectiva, con nuevos
ojos, ojos de niño, ojos inocentes (que en su sentido original quiere decir “que
no quieren dañar”). Miradas que, como si fuera por la primera vez, ven, se dan
espontáneamente cuenta del misterio de la realidad y de la existencia como
milagros: del perfume de la realidad como una flor; esa flor del jardín que de
pronto se entrega a mí, en su ser, en el momento en que abandono el tratar de
definirla. Entonces se abre la realidad como nueva, prístina, insospechada, en el
vaciarse del pensar compulsivo como única forma de conocimiento. Y del vacío
surge, como intrínseco a nuestro ser, un amor, una compasión, una alegría con
el universo que son fruto del natural saber saborear, ver y sentir la realidad en
el corazón (22).
3. Paz y solidaridad
165
esfuerzo para paliar la pobreza y la subordinación de los que sufren injusticias y
marginación, a través de actividades promocionales, organizativas, de concien-
ciación, etc. (23).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
166
y experiencias, iremos comprendiendo cada vez más amplia y profundamente
qué es la economía de solidaridad y encontraremos abundantes razones para
participar en ella (25).
167
Nadie hoy se pregunta ¿cuánto es suficiente? y esa es la pregunta más
importante que uno se puede hacer hoy en cualquier parte del mundo.
Nuestras formas de vida tienden a sobrevalorar el crecimiento, ya que
confunden “el más con el mejor”. Esto porque nuestra civilización ha es-
tablecido como sus símbolos fundamentales el consumo obsesivo, el des-
pilfarro y la ostentación, que confunde la felicidad con el tener cada vez
más, con acumular más bienes y artefactos, con obtener automóviles más
rápidos, ordenadores con más capacidad de memoria, equipos de sonido
con más potencia de salida. Todo apunta en la dirección del “más y más de
lo mismo”. ¡Pero en todo existe un umbral, que una vez traspasado, inevi-
tablemente conduce a la catástrofe!
b) Que la economía no puede crecer indefinidamente porque existen
límites físicos para ello, que están dados por las dimensiones del sistema
finito del cual formamos parte: la biosfera. Estamos muy cercanos a esos
límites, si es que no los hemos ya tocado.
Si todos los habitantes del planeta consumiéramos en promedio lo mis-
mo que los habitantes de Estados Unidos la catástrofe ambiental sería ab-
soluta. Estudios realizados por un grupo de biólogos y ecólogos de la Uni-
versidad de Stanford (26) han calculado que los seres humanos nos estamos
apropiando actualmente del 25% del potencial global (terrestre y acuático)
del Producto Primario Neto (PPN). El PPN es la cantidad de energía solar
capturada en la fotosíntesis por los productores primarios menos la energía
usada en su propio crecimiento y reproducción. El PPN es por consiguien-
te el recurso alimentario básico para cualquier ser vivo sobre la tierra no
capaz de fotosíntesis. Si superamos cierto nivel de apropiación humana del
PPN estaremos viviendo ya no de los intereses del sistema formado por la
biosfera, sino comiéndonos también su capital.
Tomando la cifra anterior del 25% es evidente que duplicar dos veces
la escala humana dará 100%, ya que esto significaría cero energía dejada
para las especies no humanas y no domesticadas, y puesto que los huma-
nos no sobrevivirán sin el servicio de ecosistemas, es decir los dados por
otras especies, queda claro que duplicar dos veces la escala humana es una
imposibilidad ecológica aunque aritméticamente posible. Como referencia
baste decir que las propuestas contenidas en el Plan de Acción derivado del
Informe sobre “Nuestro Futuro Común” de la Comisión Mundial sobre Me-
dio Ambiente y Desarrollo plantean requerimientos equivalentes a duplicar
siete veces el actual nivel del Producto Mundial.
c) Que el problema económico fundamental no es tanto el crecimiento
sino la distribución; y aunque los sistemas que se orientaron a enfrentarla
prioritariamente no lo hayan hecho bien, ello no significa que el problema
como tal no exista y que no sea el fundamental. Hoy contamos con un
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
168
poder tecnológico y con una capacidad material y de recursos, que adecua-
damente usados nos permitiría resolver los problemas de hambre y miseria
en el planeta.
Día a día debería resultarnos más evidente que la causa de la mayor
parte de los problemas de guerra, violencia, crimen y delito está profunda-
mente relacionada con la distribución. Tenemos sociedades que producen
crecientes niveles de conflictividad social en razón de las enormes dife-
rencias económicas y sociales internas que han construido. En el contexto
de la confrontación ideológica de los dos bloques dominantes que vivimos
durante largos años, plantear estos temas remitía inevitablemente a ´la
confrontación e impedía así, acceder al problema de fondo. Hoy ya no
ocurre esto, con la caída del Muro de Berlín ha caído también el velo que
nos impidió durante tanto tiempo darnos cuenta de la enorme desigualdad
que ha creado el estilo de “desarrollo económico” experimentado por la
humanidad en las últimas décadas.
2. Desafíos y contradicciones a resolver
169
c) Lograr un desarrollo con y por la gente.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
170
3. Desarrollo de una nueva conciencia moral humana: conciencia solidaria
y ecológica
171
5) Hinkelammert, F. (1989) La fe de Abraham y el Edipo Occidental,
San José de Costa Rica: Editorial DEI, pp. 94 y 95.
6) El Mercurio (19 de Abril de 1981) Entrevista a F. A. Hayek, Santiago
de Chile.
7) Max-Neef, M.; Elizalde, A. y Hopenhayn, M. (1986) Op. cit., Segunda
Parte, pp. 23 a 51.
8) Max-Neef, M. y Elizalde, A. (1989) Programa y reflexiones para las
instituciones del mundo contrahegemónico en Sociedad civil y cultura de-
mocrática: mensajes y paradojas, Santiago de Chile: Cepaur.
9) Maturana, H. (1989) Emociones y lenguaje en educación y política,
Santiago de Chile: Hachette/CED, pp. 19 y 20.
10) Maturana, H. (1989) Op. cit., p. 22.
11) Ellacuría, I. (1991) Filosofía de la realidad histórica, Madrid: Edi-
torial Trotta S.A., p. 175.
12) Díaz, C. (1992) Cuando la razón se hace palabra, Móstoles: Edicio-
nes Madre Tierra, pp. 124 y 125.
13) Borges, J. L. (1985) Borges en diálogo: conversaciones de Jorge
Luis Borges con Osvaldo Ferrari, Buenos Aires: Grijalbo S.A.
14) Restrepo, L. C. (Julio de 1991) El derecho a la ternura, [conferen-
cia] en el Encuentro por la Tolerancia, Universidad del Tolima y Viva la
Ciudadanía, Ibagué.
15) Restrepo, L. C. (Julio de 1991) Op.cit., p. 59.
16) Restrepo, L. C. (Julio de 1991) Op.cit., p. 65.
17) Restrepo, L. C. (Julio de 1991) Op.cit., pp. 66 y 67.
18) L. C. Restrepo, op.cit., págs. 75 y 76.
19) García Roca, J. (1990) El Dios de la fraternidad, en Cuadernos Aquí
y Ahora, Santander: Editorial Sal Terrae.
20) García Roca, J. (1990) Op. cit., p. 8.
21) García Roca, J. (1990) Op. cit., contratapa.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
172
22) Kuitenbrouwer, J. (1992) Entre el terror y la ternura: racionalidad
instumental, educación e interculturalidad, Santiago: ISS/Ceaal, p. 26.
23) Razeto, L. (1993) Los caminos de la economía de solidaridad, San-
tiago de Chile: Vivarium, pp. 11 a 13.
24) Razeto, L. (1993) Op. cit., p. 15.
25) Razeto, L. (1993) Op. cit., pp. 18 y 19.
26) Peter M. Vitousek et al. (1986) Human appropiation of the products
of photosynthesis, en BioScience, Vol 34.
27) Cf. Domingo, A. (1991) Ecología y solidaridad. De la ebriedad tec-
nológica a la sobriedad ecológica, Santander: Editorial Sal Terrae.
173
APROXIMACIONES ÉTICAS
Y ESPIRITUALES PARA LA
SUSTENTABILIDAD EN EL PRÓXIMO
MILENIO30*
Prefacios para suscitar al asombro
La vida es probablemente el resultado de un universo que necesita descubrirse
a sí mismo en orden a tener significación. Sin un universo no existiría la vida
y sin vida el despliegue cósmico no tendría sentido. Actualmente, la evidencia
científica indica crecientemente que una relación tal, de imagen en un espejo,
no es el producto del azar.
Existen cerca de 20 constantes físicas fundamentales, tales como la velocidad
de la luz, la constante gravitacional, la constante de Planck, y la constante de
Boltzmann. Estas constantes no son independientes, y ha sido estimado que la
probabilidad para su relación única es de algo así como 1/10 elevado a 200. Por
lo tanto, la más infinitesimal variación en el valor de estas constantes o en la
relación que mantienen entre ellas, haría al universo inestable y lo conduciría
a su fin.
Con relación a la vida, es sabido que una célula viva está compuesta por aproxi-
madamente 2000 enzimas específicas. Los biólogos han calculado que la pro-
babilidad para la combinación única de todos estos elementos necesaria para
producir una célula viva en el transcurso de un millón de años de evolución,
es aproximadamente de 1/10 elevado a 1000. Tales increíbles magnitudes de
casualidad conducen únicamente a una conclusión que abisma: nuestro ser es el
producto de una infinita improbabilidad de ser.
Por consiguiente, somos una parte de vida que es hoy el único milagro compro-
bable científicamente –y el más grande milagro posible por esa razón. No sólo no
hemos comprendido esta idea –lo que es profundamente preocupante– sino que
actualmente tomamos por dada a la vida y a cada cosa que va con ella, como si
todo lo que destruimos y extinguimos fuese mecánicamente reversible. Nuestra
actividad económica y su justificación teórica es en muchos aspectos un perfecto
ejemplo de esta absurda conducta. Está llegando a ser cada vez más evidente
que mediante la racionalidad económica dominante, nuestras nociones de valor,
progreso, beneficio y demás, nuestra capacidad para destruir lo infinitamente
improbable está llegando a ser una certeza.
Lo que nosotros necesitamos es una racionalidad económica radicalmente nue-
va, en esta etapa de la historia, abrumadoramente auto-evidente. Una economía
Verde –o economía ecológica como prefiero llamarla– transforma nuestra ló-
gica destructiva porque subordina la economía al proceso de la vida, antes de
(como ha sido la regla) colocar la vida al servicio de la economía” (Max-Neef,
M. (1992) Why “Green economics” en Wealth Beyond Measure. An atlas of new
economics, London: Paul Ekins, Mayer Hillman and Robert Hutchison, Gaia Bo-
oks Limited, p. 11)
30*. Ponencia para la Mesa Valores y comportamientos sociales del III Foro del Ajusco “Globalización
Económica y Desarrollo Sostenible en América Latina y el Caribe”, realizada en el Colegio de México
del 4 al 6 de septiembre de 1996.
175
Estamos muy cerca del punto de no retorno, aquel punto en el que los sistemas
de regulación naturales se disparan en el sentido de retroalimentación positiva.
Cuando el enfermo llega a los 42 grados de fiebre se activa la combustión interna
y se dispara un círculo vicioso: más calor más combustión, más combustión más
calor... y el enfermo muere.” (Estévez, T. (1995) La educación ambiental y la
hipótesis Gaia, Serie Documentos Especiales MEN, Bogotá, p. 6)
Este cambio del mundo, nos llevará mucho más lejos que el cambio de una “ima-
gen” del mundo. Deberá suponer un cambio en el mundo de nuestros conceptos,
y cuestionar los conceptos maestros con los cuales pensamos y aprisionamos el
mundo. (Morin, E. (1986) El método: La naturaleza de la naturaleza, Madrid:
Ediciones Cátedra S.A., p. 88)
Definiciones operacionales
Para efectos de la presente reflexión tomaré prestadas las definiciones
presentadas en el documento que da cuenta del Seminario sobre las Dimen-
siones éticas y espirituales del progreso social organizado por la Secretaría
de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social y que tuvo lugar en Bled,
Eslovenia en octubre de 1994.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
176
[...] “ética” significa la formulación y articulación de preceptos morales y reglas
de conducta. La ética y la filosofía moral en el ámbito de los individuos y la ética
y la filosofía política en el ámbito de la sociedad se consideran sinónimos. Lo
“espiritual” es lo que pertenece al espíritu, lo que es espíritu, lo que emana de
un principio superior, divino o, por lo menos, inmaterial y abarcador. Lo ético y
lo espiritual se consideran complementarios y, de hecho, inseparables. Una ética
que no esté inspirada por el espíritu, por un principio fecundante y abarcador
–por ejemplo, la razón, el amor, la armonía, o la perfección– no es más que un
código jurídico. Una espiritualidad que no se encarne en una ética es puramente
abstracta. (1)
El espíritu del tiempo es un conjunto, vago en sus perfiles, pero con frecuencia
preciso en sus componentes, que representa una especie de opinión media del
ciudadano medio de un país típico de la civilización contemporánea. Compuesto
de ideas y convicciones, de prejuicios e impresiones, de juicios e informacio-
nes, el espíritu del tiempo refleja sin duda la cultura dominante, así como las
apreciaciones que se hacen sobre esa cultura. Salvo en casos excepcionales que
dependen de la creación artística o científica, el espíritu del tiempo impregna
fuertemente las decisiones individuales y colectivas. Aunque maleable, constitu-
ye una especie de ideología que penetra las mentalidades y los comportamien-
tos. Las ideas nuevas y las políticas innovadoras son las que modifican el espíritu
del tiempo (2).
Disquisiciones analíticas
Considero posible caracterizar de la siguiente manera al espíritu del
tiempo que hoy dirige nuestras valoraciones de la realidad y nuestros com-
portamientos sociales:
1. La propensión a la idealización y a la abstracción;
2. La obsesión por la coherencia;
3. La intolerancia frente a la ambigüedad y a la incertidumbre;
4. El temor a lo extraño, la fobia a lo diverso y la búsqueda compulsiva
de la uniformidad, de la homogeneidad;
5. El individualismo extremo y el egoísmo;
6. El consumismo y la falacia de la exterioridad; y
7. El inmediatismo, el hedonismo y su acción de obstaculizar la consti-
tución de una identidad auténtica.
177
1. La propensión a la idealización y a la abstracción
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
178
4. El temor a lo extraño, la fobia a lo diverso y la búsqueda obsesiva de la
uniformidad y la homogeneidad
179
que directrices morales o represivas puedan modificar los comportamientos
colectivos, en la escala necesaria para la superación de las contradicciones
entre los intereses individuales y el interés colectivo, patentes en los pro-
blemas casi insolubles de la pobreza y miseria extremas, incluso y aún con
cuadros más manifiestos de patología social, en sociedades opulentas. El
problema ambiental es también al igual que el social un problema insolu-
ble desde una perspectiva moral más cercana al egoísmo que al altruismo:
sólo deponiendo mi propio, legítimo interés y bienestar la sustentabilidad
será posible.
Hoy vivimos en una sociedad con el síndrome del naufragio: todos sa-
ben que un pasajero más hunde el bote de náufragos pero, pese a ello, todos
pretenden subirse a él. Las exigencias de moralidad son siempre para otros
pero no para mí, el consumismo está en los otros pero no en mí.
Creo, por consiguiente, que no es posible una conciencia ecológica re-
flexiva que no sea solidaria, como lo señala Agustín Domingo (4).
6. El consumismo y la falacia de la exterioridad
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
180
Javier Rojas, filósofo chileno, destacado crítico de nuestra civilización,
prematuramente fallecido, calificaba a la falacia de exterioridad como
nuestra principal enfermedad o error cultural, porque nos ha conducido a
una disociación casi insuperable entre nuestra existencia personal y nues-
tra existencia social. Vivimos volcados hacia lo exterior: el tener, el hacer,
el aparecer y hemos olvidado casi totalmente el ser.
Vivimos tensados por una profunda antinomia entre permanencia /es-
tabilidad /seguridad por un lado, y por el otro, libertad /transformación /
aventura.
Los niños y los pueblos primitivos tienen un primer nivel del ser, en
ellos está actuando el ser pero ellos no tienen conciencia del ser.
En los procesos civilizadores posteriores se ha perdido el ser, se desa-
rrolla una conciencia que ha usurpado el ser, que se ha alejado del ser,
surge una multiplicidad de yóes, de deseos, que constituyen el segundo
nivel del ser.
¿A qué es necesario apuntar en la búsqueda del ser? A reencontrarse
con el ser del niño o del hombre primitivo, pero con conciencia de su pro-
pio ser.
Es posible lograr un acercamiento al ser mediante estados límites o si-
tuaciones límites. Sin embargo, en nuestra sociedad vivimos a un ritmo tal,
que no hay tiempo para el asombro ni para el ocio, estados que posibilitan
acercarnos al ser.
La desmitificación de la supuesta capacidad de los medios externos,
aliada al desarrollo de formas naturales y directas de recuperar la condi-
ción natural humana de auto-conocimiento, satisfacción, energía y bienes-
tar internos, son los ingredientes esenciales en el desmontaje de los cuadros
psicológicos que generan y sustentan los comportamientos humanos agresi-
vos, propios de esta cultura.
Hoy los seres humanos nos vemos enfrentados a un camino casi sin
alternativas y entonces las opciones que tenemos son: dar un salto ontoló-
gico consciente o desaparecer como tantas otras especies en la historia del
planeta.
7. Inmediatismo, hedonismo: obstáculos a la constitución de una identidad
auténtica
181
del deseo. Hemos entrado en una vorágine inmediatista en la cual se hace
cada vez más difícil vivir al margen de la enorme velocidad del cambio que
genera una sociedad que construye deliberadamente la obsolescencia, en
ella las experiencias adquiridas se desvaloran cada vez más rápidamente.
El presente se torna velozmente en obsoleto, comprometiendo de ese modo
también al futuro, el cual se abalanza sobre nosotros y se diluye en una
especie de continuo presente, impidiendo de esa forma la constitución de
proyectos colectivos, los cuales requieren para constituirse de una mirada
referida a un futuro posible y compartido con otros.
Como se señaló en el Seminario sobre Dimensiones éticas y espirituales
del progreso social organizado por la Secretaría de la Cumbre Mundial
sobre Desarrollo Social:
Los comportamientos individuales sugieren un gran apetito para las satisfaccio-
nes de todo tipo que no admiten espera y que no permiten ser contrariadas. El
miedo de la frustración, la utilización abundante de este concepto para justificar,
a contrario, la satisfacción de las necesidades y de los deseos revelan un hedonis-
mo que tal vez es la característica más poderosa de las civilizaciones industriales
basadas en la producción masiva y en la renovación rápida de los bienes. El
desprendimiento no se considera como una virtud y la renuncia se presenta sos-
pechosamente como falta de apetito por la vida. Esta cultura de la participación
total e instantánea ignora la paciencia, la prudencia y el largo plazo. La preocu-
pación de transmitir a las nuevas y futuras generaciones, posesiones y modos de
pensamiento y de comportamiento ha quedado considerablemente debilitada
por la concentración en el instante y por el miedo al porvenir. El sentimiento de
precariedad de todas las cosas impregna el alma contemporánea (5).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
182
1. La introducción de la conciencia, el racionalismo y la búsqueda de
deliberación, generan una incapacidad de dejarse ir, de abrirse al placer y al
disfrute de la vida
183
paradores, de los sedientos de poder, de los apologistas del ascetismo y la conti-
nencia que, con monótona insistencia, se nos quieren imponer como modelo (7).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
184
Por lo anterior es posible afirmar que no existe pecado o que no es
posible pecar, si no se conocen las implicancias del actuar. Las preguntas
fundamentales que surgen son: ¿dónde se establece el límite que distingue
entre pecar y no pecar? y ¿quién establece esos límites?
Habitualmente se nos ha enseñado que es nuestra conciencia quien es-
tablece esos límites. Pero: ¿puede operar la conciencia en forma autónoma
de la sociedad? ¿No es ella en definitiva también un producto social? Y a
su vez, ¿toda sociedad no es asimismo el producto de lo que las conciencias
individuales llegan a consensuar y construir en forma de una especie de
conciencia colectiva?
Ulrich Loening, Director del Centro de Ecología Humana de la Univer-
sidad de Edimburgo, sostiene que ningún sistema puede sobrevivir largo
tiempo los efectos de retroalimentación positiva no opuesta y que la retroa-
limentación negativa puede ser una dádiva positiva.
Luis Carlos Restrepo afirma que en la vida no todo es orden, de ser así
sería esta una eterna repetición, un movimiento circular, una reproducción
permanente de lo mismo, que haría imposible el cambio. En la vida existe
y es necesario el desorden.
[...] La vida no es solamente neguentropía. Es ante todo una admirable combi-
nación de esta con la entropía, una imbricación de orden y desorden, una con-
junción de la predictibilidad y el azar. Es a esta dualidad a la que deben los seres
vivos su avance y progreso: Una y otra hacen parte constituyente del fenómeno
biológico y, faltando alguna de ellas, se hace imposible su existencia... La vida
se nutre de la muerte... La entropía es la muerte y al integrarla a la esencia de la
vida, reconocemos algo que nos enseña la existencia cotidiana: Solamente vive
quien está dispuesto a morir muchas veces (8).
185
3. Hay un profundo valor de la compasión, de la empatía, del ponerse en el
lugar del otro. Es el camino hacia la conexión con la conciencia universal que
nos permita la superación de la fractura en la cual nacimos y vivimos, para
superar así el síndrome del quiebre y de la expulsión
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
186
resultan afectadas por nuestra presencia (como lo refleja el Principio de Incer-
tidumbre de Heisenberg en física cuántica). Un pueblo enraizado en su tierra
durante siglos ha intercambiado sus lágrimas, su aliento, sus huesos, todos sus
elementos –oxígeno, carbono, nitrógeno, hidrógeno, fósforo, sulfuro y demás–
con su hábitat innumerables veces a lo largo del tiempo. Aquí la naturaleza nos
conoce (13).
Hace ya varios años atrás tuve la suerte de viajar durante algunos días
con un grupo de videístas australianos dedicados a producir videos eco-
lógicos. En el transcurso del viaje contaron de la experiencia que habían
vivido, cuando fueron a filmar en el centro del desierto australiano. Iban
cargados con todos sus equipos y después de casi dos días de caminata, a
uno de ellos se le ocurrió preguntarle al aborigen que los guiaba: “¿Cuántas
veces has ido al lugar al cual nos guías?”. El aborigen los miró y les dijo:
“Nunca”. En ese momento todos sintieron que el piso se les abría bajo sus
pies. Dos días de marcha bajo el sol ardiente e inclemente, y además...
perdidos. Pero el aborigen, los miró nuevamente y les dijo: “Pero, no se
preocupen, porque me sé el canto”. Sólo en ese momento, ellos se dieron
cuenta de la letanía o murmullo que los había acompañado durante todo su
trayecto, en la boca de su guía aborigen: su “cántico-mapa”.
Cada sociedad humana a lo largo de su historia va construyendo cultu-
ra, es decir, va buscando dar respuestas o soluciones a los problemas que
se le presenta a los individuos en su existencia cotidiana, de esa manera
va produciendo satisfactores de las necesidades humanas fundamentales,
esto es las formas, técnicas, procedimientos, destrezas y habilidades que
dan cuenta de la satisfacción de la necesidad. Los individuos enfrentados
a un problema desarrollan una práctica, diseñan y experimentan un satis-
factor, que en la medida en que es adecuado y apropiado, es reproducido
en las prácticas de otros individuos transformándose en algo de lo cual la
comunidad se apropia, mediante la apropiación que cada individuo hace
de dicho satisfactor. Si dicho satisfactor es inadecuado no es reproducido
en las prácticas de otros individuos salvo por azar, error o nueva expe-
rimentación. Cada satisfactor nace en un contexto histórico cultural que
reconoce la singularidad de cada situación existencial humana, acotada por
el ambiente, la cultura, la matriz genética y la matriz epistémica.
El satisfactor es de naturaleza inmaterial, es la interfase entre las ne-
cesidades humanas fundamentales y los bienes económicos. En cuanto tal,
coincide con lo que se ha denominado evolución endosomática, más propia
de las culturas orientales a diferencia de la evolución exosomática propia
de Occidente, que ha impuesto sobre todas las otras culturas, sus propias
187
opciones culturales, impulsando una homogeneización en todos los planos
y destruyendo así la diversidad tanto biológica como cultural.
5. La necesidad de complementar las prioridades tecnológicas con prioridades
éticas. La revalorización de la opción evolutiva endosomática
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
188
Existe una profunda ceguera en nuestra civilización occidental sobre
algo tan fundamental para nuestra existencia y para nuestro evolucionar,
como son nuestros deseos. Como se lo escuché decir recientemente a Hum-
berto Maturana: “la historia de la humanidad sigue el curso de los deseos.
No existe necesidad ni recursos, son los deseos los que los hacen”.
De modo tal que cambiando nuestros deseos cambiará nuestra forma
de relación con el ambiente. Esto lo saben muy bien aquellas culturas que
han desarrollado una forma de relación de respeto y de unidad con la
naturaleza. El límite ético al deseo está puesto por un profundo respeto a
toda forma de vida. Sólo cuando es absolutamente imprescindible para mi
propia supervivencia podré tomar la vida ajena en mis manos, pero con
un profundo amor y agradecimiento a ese ser que hace posible mi propia
conservación. No ha sido jamás valorado en este tipo de culturas ni el de-
rroche, ni el despilfarro, ni la obsolescencia deliberada, ni los intereses, ni
la usura. El valor de las cosas es algo que no está puesto al margen de la
vida, porque la vida y la diversidad que ella contiene constituyen el valor
supremo que orienta el accionar humano.
Sin embargo, aún es posible que podamos corregir y reorientar la op-
ción evolutiva en la cual hemos estado empeñados. Ello implica optar de
manera deliberada por la opción endosomática. Esta es el único camino
que puede evitar la catástrofe que implicaría el desborde de la resiliencia
de los sistemas en los cuales operamos. Esta opción es la única coheren-
te con la preservación de la diversidad cultural y biológica. Esta opción
implicaría centrar nuestro esfuerzo cultural en el desarrollo de una racio-
nalidad profundamente diferente de la racionalidad dominante: una ra-
cionalidad ya no de medios o de fines, sino una racionalidad de sentidos,
una racionalidad ética y utópica que trascienda el cortoplacismo de la ra-
cionalidad occidental; una racionalidad capaz de aprender de las diversas
manifestaciones de la vida y de asombrarse ante el propio asombro; actitud
fundamental en quienes son capaces de aprender a mirar la realidad con
ojos nuevos, con ojos siempre abiertos a descubrir la inagotable e inefable
maravilla de la diversidad contenida en el existir.
6. La necesidad de superar el profundo quiebre existencial entre pensar y
sentir. El imprescindible reencantamiento del mundo
189
del arte, del cuerpo o de la locura declarada es, de hecho, conocimiento; que
las sociedades, como los seres humanos, son orgánicas y que el intento de hacer
ingeniería con las unas y con los otros es destructivo; y finalmente, que estamos
viviendo en un planeta moribundo, y sin un cambio radical en nuestra política y
en nuestra conciencia, la generación a la que pertenecen nuestros hijos y nietos
probablemente será testigo de los últimos días del planeta.
También sé algunas cosas importantes en mi cabeza. Sé que el resurgimiento
ocultista de nuestro tiempo es una respuesta a estos eventos y en general creo
que es importante resucitar la tradición arcaica, incluyendo la razón dialéctica
y varias capacidades psíquicas que todos poseemos. Pero en gran medida, veo a
nuestro futuro inmediato en un paradigma post-cartesiano, no en un paradigma
pre-moderno. Sé que a pesar de su abuso, el análisis intelectual es una herra-
mienta muy importante para la raza humana y que la conciencia del ego no deja
de tener su valor para la supervivencia. Y sé que cualquier resolución significa-
tiva con respecto a la distinción hecho-valor tiene que ir más allá de la propia
individuación personal; debe ser social, política, ambiental (15).
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
190
miento humano causado por ellos. Las enseñanzas religiosas fueron usadas
hasta ahora para justificar la destrucción de la naturaleza, en doctrinas que
relegan al hombre el dominio sobre ella.
Las declaraciones de Asís buscaron reexaminar y revertir este proceso,
en cuanto filósofos de la religión ayudaron a inyectar algunas poderosas
perspectivas morales en los cimientos mal definidos de la conservación.
Asís nos concientizó de que no basta estar preocupados con la conserva-
ción de la naturaleza. Precisamos de un motivo para asegurar que nuestros
corazones y mentes estén comprometidos con esta causa. La humanidad
no podría sobrevivir sin los valiosísimos recursos y sistemas naturales que
sustentan la vida en la tierra. Por lo tanto, la conservación de ellos es una
cuestión de esclarecido interés propio. Tiene sentido.
Existen dos tipos de economía que son interdependientes: la del dinero
y la de la naturaleza.
La naturaleza es intensamente interesante y misteriosa. Somos parte de
un sistema vivo interactivo e interdependiente, inmensamente complicado.
Debemos descubrir como funciona.
Más allá de los argumentos científicos y económicos comunes, existen
también argumentos morales para la conservación. Los líderes de las gran-
des religiones aceptaron ir a Asís y sentarse juntos a debatir las cuestiones
morales de la relación entre la humanidad y la naturaleza. Poco significa
intentar salvar almas y procurar la iluminación o la salvación, si nuestra
propia existencia en esta tierra está amenazada por nuestras propias acti-
vidades destructivas.
Lo que era diferente en Asís, era la presencia de budistas, cristianos,
musulmanes, hindúes y judíos alrededor de la misma mesa. La pregunta
que se planteó era muy difícil. En el tiempo del establecimiento de sus
religiones no se percibía ninguna crisis del medio ambiente. Esta situación
cambió dramáticamente. Si hubiesen enfrentado las condiciones que co-
nocemos hoy, los fundadores y profetas de esas religiones habrían tenido
mucho más que proclamar que el respeto.
En las declaraciones de Asís los líderes dijeron a sus seguidores cual
debería ser la actitud con relación a la naturaleza.
El budismo es una religión de amor, comprensión y compasión, com-
prometida con el ideal de noviolencia. Como tal, da gran importancia a
la protección del medio ambiente. En las palabras del Dalai Lama, el des-
191
precio por la herencia natural de los seres humanos envuelve el peligro
que ahora amenaza la paz del mundo y la vida de las especies. Somos una
generación consciente de un gran peligro, con responsabilidad y habilidad
de tratarlo antes que sea demasiado tarde.
En Asís, los cristianos dijeron que el dominio humano no podía ser
entendido como licencia para destruir lo que Dios hizo para manifestar su
gloria. Ellos repudian toda actividad humana que destruya la naturaleza y
degrade al hombre.
En la antigua tradición espiritual hindú, el hombre era considerado par-
te de la naturaleza. Según la tradición vaishnava, la evolución de la vida en
este planeta está simbolizada por una serie de encarnaciones divinas, co-
menzando con los peces, pasando por anfibios, mamíferos y terminando en
encarnaciones humanas. Según esta visión es claro que el hombre no surgió
plenamente formado para dominar las formas inferiores de vida, sino evo-
lucionó y está integralmente ligado al proceso global de la creación.
La esencia de la enseñanza islámica es que el universo entero es crea-
ción de Dios. Para el musulmán, el papel de la humanidad en la tierra es
el de un califa, virrey o comisario de Alá. Tales valores llevaron al profeta
Mahoma a decir: “Quien quiera que plante un árbol y cuide de él hasta que
madure y dé frutos será recompensado”.
El judaísmo conoce la doctrina del mundo más allá de la muerte, pero
su preocupación central está con la vida en este mundo. Por consiguiente,
cuando el mundo entero está en peligro, cuando el medio ambiente corre
el riesgo de ser envenenado, es responsabilidad de los judíos poner ente-
ramente a la naturaleza en el propio centro de sus preocupaciones. Un co-
mentario del salmo 104 dice: Piensa sobre esto y no corrompas ni devastes
mi mundo, pues si tú los corrompes y devastas, no hay quien lo arregle.
Este desafío está siendo respondido, lenta pero firmemente, por los lí-
deres religiosos. El número de religiones involucradas, que en Asís eran
cinco, hoy subió a ocho. Desde el tímido primer paso de 1986, los bahá’is,
jainistas y sikhs se juntaron a la Nueva Alianza de conservación y religión.
Según los textos sagrados bahá’is, se entiende por naturaleza aquellas
propiedades inherentes a las cosas y las relaciones necesariamente deri-
vadas de estas realidades, que a pesar de presentar gran diversidad, están
íntimamente conectadas entre sí.
La fe jainista comparte la visión de otras religiones orientales de que
la existencia es un ciclo interminable de sufrimiento, en el cual las almas
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
192
se reencarnan repetidamente, hasta alcanzar la iluminación espiritual y la
liberación eterna. Existe una conciencia intensa de la comunión e interde-
pendencia no sólo entre todos los seres vivos, sino con todos los elementos
de la naturaleza.
La religión sikh se construye sobre un mensaje de la unidad de la crea-
ción. Ella cree que para la continuidad del universo es necesario un equili-
brio entre todos los elementos de la naturaleza. Cualquier perturbación de
este equilibrio trae sufrimiento y desastre.
Cualquiera que sea la fe, el tema es común: la interdependencia entre
la humanidad y el mundo natural es un valor predominante. El hombre no
puede sobrevivir sin el mundo a su alrededor.
8. La búsqueda del mensaje del futuro
193
9. La urgencia de recuperar la dimensión unitiva de la existencia
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
194
(7) Restrepo, L. C. (1991) Libertad y locura, Bogotá: Arango Editores,
p. 91
(8) Restrepo, L. C. (1991) Op.cit., pp. 89 y 90.
(9) Restrepo, L. C. (1991) Op.cit., p. 93.
(10) Restrepo, L. C. (1994) El derecho a la ternura, Bogotá: Arango
Editores, pp. 46-47
(11) Spretnak, Ch. (1992) Estados de gracia. Cómo recuperar el Sentido
para una posmodernidad ecológica, Buenos Aires: Editorial Planeta, p. 84)
(12) Spretnak, Ch. (1992) Op.cit., p. 85
(13) Spretnak, Ch. (1992) Op.cit., p. 85
(14) Goulet, D. (1992, January) Biological diversity and ethical develo-
pment en ICIS FORUM, Volume 22, Number 1, New York, p. 30.
(15) Berman, M. (1987) El reencantamiento del mundo, Santiago de
Chile: Cuatro Vientos Editorial, pp. 267 y 268.
(16) Muñoz Soler, R. (1980) Antropología de síntesis: signos, ritmos
y funciones del hombre planetario, Buenos Aires: Ediciones Depalma, pp,
124, 125 y 126.
(17) Spretnak, Ch. (1992) Op.cit., p. 162.
195
INDIVIDUALISMO POSESIVO Y
ANTROPOLOGÍA DE LAS NECESIDADES31*
A lo largo de nuestra historia evolutiva los seres humanos hemos ensa-
yado diversas maneras de dar cuenta de nuestras necesidades; sin embargo,
todas ellas han requerido de una forma de relación con la naturaleza y con
los otros, que haga posible la apropiación de los recursos. En las socieda-
des sin clases del pasado y en algunas que todavía sobreviven, la forma de
apropiación fue predominantemente social o colectiva. Pero, para su desa-
rrollo la sociedad capitalista requirió como condición necesaria, eliminar
toda forma de apropiación que no fuese individual. De tal modo que el
capitalismo globalizado en el cual hoy vivimos ha terminado por reducir a
su mínima expresión todos aquellos bienes comunes del pasado.
El capitalismo ha configurado un imaginario de creencia en la escasez
como condición dominante en la economía y desde allí ha contaminado to-
dos los ámbitos de la existencia humana. Al considerar la escasez como un
principio casi equivalente al principio de realidad, los seres humanos nos
vemos obligados, casi compulsivamente a acumularlo todo pues le damos
el atributo de escaso y defendemos lo acumulado haciendo uso de todos
los recursos de que disponemos. En la sociedad capitalista, compartir casi
llega a ser considerado anormal o patológico. A pesar de que la emoción de
compartir fue condición constitutiva de la evolución de primates a huma-
nos (Maturana, 1995).
Asimismo, esta orientación condujo a una invisibilidad de amplios seg-
mentos de la realidad que tornó invisibles aquellos recursos que son abun-
dantes y por los cuales los seres humanos no necesitan competir, sesgando
por ende nuestra percepción de la realidad y destacando en ella única-
mente aquellos recursos que por su naturaleza son escasos. De tal manera,
incluso se contagió de esa escasez a los recursos que abundan, y también a
los que para crecer requieren de manera imprescindible ser compartidos.
Operó de tal modo un verdadero enmascaramiento de la realidad, un pro-
ceso de ideologización y de creación de una falsa conciencia.
De este modo la economía capitalista ha colonizado lo abundante trans-
formándolo en escaso y haciéndolo económico lo torna visible, por medio
de la mercantilización y la privatización. Ya no es más posible el acceso
gratuito y libre a lo abundante, como era antes de ser colonizado.
31*. Este artículo fue publicado en (Julio – Septiembre 2002) Iglesia Viva. Revista de Pensamiento
Cristiano, núm. 211, Valencia.
197
Ello era necesario para permitir que se llevasen a cabo aquellos cambios
fundamentales en la vida social, tales como el inicio y el desarrollo de los
procesos de acumulación en gran escala y el surgimiento del capital, que
se constituyó así en la más enorme fuerza transformadora de la existencia
del hombre que ha operado en la historia. Ello implicaba la necesidad de
producir una ruptura total entre las formas de organización para la convi-
vencia humana reguladas por la simetría y la cooperación, y la violación
de la escala humana en esas relaciones. Esta ideología de la escasez tiñó
la realidad de tal modo que empujó a los hombres hacia la competencia,
en vez de llevarlos a la cooperación, al logro del lucro y del beneficio por
sobre la minimización del riesgo, a la búsqueda de certezas en el tener por
encima del ser.
Los seres humanos nos vemos así empujados a expresar nuestra identi-
dad mediante el consumo. Son los bienes a los cuales podemos acceder los
que nos hacen presentes en un mundo en el cual la apariencia, esto es la
forma como nos hacemos manifiestos ante otros se ha ido transformando
en la expresión privilegiada de la condición humana.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
198
colectiva, tal como sucede en los procesos de maduración individual (Ro-
gers, 1989) ya que el centro de decisión se traslada desde un control social
externo: la comunidad cualquiera que esta sea (podríamos hablar de ella
como alteridad u otredad), a un control interno (los valores o la moralidad
propia de cada individuo). Es decir un desplazamiento desde el hacer o
no algo porque alguien me lo dice o recomienda (el temor al que dirán),
a hacerlo como resultado de mis propias convicciones. Es así como en la
reflexión moral se habla actualmente del paso desde una tradicional ética
del mandato y la obediencia a una ética del deber, que es donde hoy esta-
ríamos. Requerimos transitar ahora hacia una ética del compromiso y de la
responsabilidad, esto es, una ética de la alianza..
El capitalismo trata de empujarnos a consumir reconociendo esta dua-
lidad anclada en nuestra naturaleza. Por un lado nos trata de convencer
apelando al juicio experto, a la domesticación publicitaria, al qué dirán,
a la aceptación por parte de terceros. Pero también busca instalarse e in-
filtrarse en el plano de nuestros deseos, de nuestros impulsos profundos,
de nuestros temores y ansiedades, como también de nuestra permanente
búsqueda de felicidad.
Sin embargo, este proceso de individuación ha sido empujado hasta un
individualismo extremo, en el cual cada sujeto tiene sólo como únicos re-
ferentes sus propios deseos, anhelos, ambiciones y apetencias, sin ninguna
consideración por la necesidad de él o de los otros.
Un ejemplo de lo anterior es el surgimiento de la familia monoparental,
esto es aquella constituida por una madre o un padre solamente, ya no
una pareja sino una sola figura parental. Lo cual muestra una incapacidad
de convivir, de ceder algo para lograr construir un nosotros. Se genera
así una búsqueda de una autonomía ilusoria que no reconoce la necesaria
interdependencia de todo ser humano. A lo anterior, se puede agregar un
fenómeno que ha emergido en los años recientes y que podría llamarse el
“hijo mascota”. Muchas figuras públicas del mundo del espectáculo o del
arte que deciden tener un hijo sin madre o sin padre, con el cual se busca
reemplazar, en muchos casos, la compañía provista por algún animal do-
méstico o exótico (un pez, perro, tortuga o salamandra, entre muchos otros
tipos de mascotas).
199
las últimas décadas hemos avanzando más aún en este proceso de banali-
zación: hemos transitado desde una sociedad del tener a una sociedad del
aparentar. Ya no importa tanto tener como aparentar que se tiene.
Un par de anécdotas de sucesos relativamente recientes nos muestran
esta enfermiza búsqueda de apariencia. La prensa de Chile dio cuenta hace
unos años atrás de que al realizar un control vehicular a los conductores
que iban hablando por teléfono celular al conducir sus vehículos por una
avenida que lleva hacia sectores residenciales de altos ingresos, los policías
quedaron sorprendidos al constatar que la mayor parte (alrededor de un 70
por ciento) de esos celulares, eran ¡imitaciones! Algo parecido me habían
contado que ocurrió en Venezuela para una reunión de empresarios con el
presidente de la época. Obviamente hoy cuando los celulares han bajado
notablemente de precio y han dejado de ser un bien que permite aparentar,
esto ya no ocurre. Pero lo descrito es un buen indicador de una tendencia
cultural.
Del mismo modo, en una fecha cercana a los sucesos antes señalados,
los administradores de supermercados ubicados en barrios de altos ingre-
sos, notaron que era frecuente encontrar en los pasillos laterales, carros
llenos de mercaderías con los productos más caros y suntuarias (quesos
finos, vinos caros, licores importados, etc.). En declaraciones a la prensa
indicaban que era una práctica frecuente en algunas personas ir al super-
mercado a encontrarse con personas conocidas aparentando comprar estos
productos, los que finalmente no compraban y dejaban abandonados.
La compraventa de ilusiones
Gran parte de la publicidad ofrece asociados a los productos que se es-
tán publicitando, situaciones y vivencias que las personas desearían vivir.
Es así como una marca de cigarrillos, de cerveza o de automóvil aparece en
lugares donde todo el mundo quisiera ir: una playa del Caribe o de la Poli-
nesia, algún lugar en la selva amazónica o en alguna montaña de los Andes
o las Rocallosas. Asimismo, aparecen personas jóvenes, esbeltas y hermo-
sas, al igual que paisajes acordes con los patrones estéticos que se constru-
yen desde los medios de comunicación. De tal modo que lo que la gente
consume al comprar esos productos es “exclusivamente” su puro deseo, se
llega así a consumir la virtualidad construida mediante la publicidad.
De manera análoga a los temores del ser humano, que en rigor no se
encuentran en el presente sino en la anticipación imaginaria por venir,
gran parte del consumo en las sociedades actuales funciona en esta antici-
pación imaginaria de esperanzas. De tanto fumar Marlboro capaz de que
logre transformarse en el personaje de la publicidad. ¿Cuánto de realidad y
cuánto de ilusión es lo que nos empuja a consumir el producto tal o cual?
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
200
¿La creación de necesidad o de deseos? La construcción cultural de
la codicia
André Gorz (1989) transcribe en uno de sus trabajos, declaraciones he-
chas hace ya más de treinta años por uno de los principales estrategas pu-
blicitarios del mundo, Stanley Resor, presidente de la J. Walter Thompson,
una de las mayores agencias de publicidad de Estados Unidos. Resor afirma
que:
[...] cuando aumentan los ingresos, la creación de nuevas necesidades es lo más
importante. Cuando se pregunta a la gente: ¿Sabe usted que su nivel de vida
aumentará en un 50 por ciento en los próximos 10 años?, No tienen la menor
idea de lo que eso quiere decir. No reconocen la necesidad de un segundo coche
a menos que se les recuerde con insistencia. Esta necesidad tiene que ser creada
en su ánimo y es preciso hacerles ver las ventajas que les procurará el segundo
coche. Yo considero la publicidad como la fuerza de educación y de activación
capaz de provocar los cambios de la demanda que nos son precisos. Mostrando
a mucha gente un nivel de vida más elevado, aumentamos el consumo al nivel
que nuestra producción y nuestros recursos justifican.
201
Por ejemplo, en el ámbito de la informática es posible apreciar como
en el curso de un par de años e incluso antes, los equipos de última genera-
ción en el ámbito de usuarios quedan rápidamente “anticuados” y obsole-
tos (psicotécnicamente). Asimismo, en el campo de los equipos de sonido,
ya no es posible encontrar reproductores de discos de vinilo (de 33 o 45
revoluciones por minuto), qué decir de los discos de 78 revoluciones. Lo
mismo está comenzando a ocurrir con los cassettes y también con los discos
compactos que están siendo sustituidos por los DVD.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
202
mos de ese modo que también ese otro tiene deseos y derechos a satisfacer
sus deseos tan legítimos como los propios. Se introduce así la necesidad
de la discriminación temporal, esto es el reconocimiento consciente de la
existencia de un lapso entre el surgimiento del deseo y su satisfacción. De
allí que gran parte de lo que llamamos cultura consiste fundamentalmente
en un conjunto de estrategias de seducción que apuntan a resolver esta
distancia fáctica entre deseo y satisfacción. Asimismo la incapacidad por
parte de algunos individuos para aceptar este fenómeno propio de la con-
dición humana, es interpretada como una patología o como una violación
de las normas culturales (falta o delito) que es habitualmente castigada por
la sociedad.
Sin embargo, en la cultura actual se ha ido introduciendo una suerte
de norma moral referida al consumo que exige dar cuenta lo antes posible
del deseo. Parte importante del mensaje-masaje publicitario se orienta a
generar deseos en forma casi compulsiva, de modo tal que si este se hace
presente ante la conciencia genera una sensación de vacío e incluso casi de
dolor mientras no sea satisfecho. Hay una tendencia cultural que nos em-
puja a “infantilizarnos” o “animalizarnos” con relación a nuestros deseos.
Nuestra cultura nos empuja a consumir más y más compulsivamente, y a
dar cuenta en forma inmediata e instantánea de cualquier deseo surgido.
Ya no existen como en el pasado horas adecuadas para alimentarse. Hoy
es cosa de abrir el refrigerador o la despensa. La alimentación está progre-
sivamente perdiendo su carácter de acto eminentemente social para irse
transformando en un acto individual, solitario.
De allí entonces que las formas que está asumiendo el consumo, gracias
a la publicidad y el marketing, así como los diversos artefactos y dispo-
sitivos del proceso de consumo, buscan impulsar a las personas hacia un
consumo inmediato de todo aquello que surge o se busca hacer surgir como
un deseo mediante el mensaje-masaje publicitario. Dispensadores de café,
bebidas, cigarrillos, golosinas, preservativos, etc., entre otros tantos arte-
factos se han constituido en una manifestación de esta tendencia cultural
que nos retorna a nuestra condición animal, ya que hace desaparecer la
discriminación temporal entre deseo y satisfacción.
203
actualizada. De tal modo que la velocidad del cambio en la materialidad
de la existencia es de tal magnitud que las experiencias adquiridas se des-
valorizan rápidamente. Por poner un ejemplo, en cuestión de años (dos o
tres generaciones) se ha transitado desde la radio a galena y los intentos
por captar frecuencias internacionales en lenguajes incomprensibles a la
comunicación instantánea de imagen, sonido y texto con traducción inme-
diata e incluso es posible dictarle un texto a una computadora. Es así como
el presente se diluye ante un futuro que se torna avasallador, pero que tan
pronto se torna en realidad y en experiencia, estas ya están obsoletas. El
presente se hace crecientemente obsoleto y por lo tanto pierde valor, queda
aprisionado entre un futuro y un pasado sobredimensionados.
De un modo similar, en el transcurso de no más de tres generaciones he-
mos transitado hacia formas de adquisición de bienes de todo tipo a través
del financiamiento en compromisos futuros, vía endeudamiento a plazos
cada vez mayores. En un pasado no tan lejano tal vez, para las generacio-
nes nacidas a comienzos del siglo pasado, la práctica social dominante era
la adquisición de bienes de consumo durable con los ahorros, que habían
sido producto de largos períodos de privaciones pasadas. Y sólo en el caso
de una tragedia o de una inversión significativa para el bienestar del grupo
familiar se recurría a algún tipo de endeudamiento, siempre y cuando este
no comprometiese significativamente las decisiones futuras.
Pero en la actualidad se observa además, gracias a la creciente crediti-
zación y plastificación del dinero, una tendencia hacia algo que podríamos
denominar como una obsolescencia del futuro.
Las personas consumen cada vez más con cargo a sus ingresos ya no
presentes sino que futuros, configurándose así una psicología de deudor y
reduciéndose así los grados reales de libertad humana. La gente que había
tenido previamente una ética de ahorrar hasta lo que podían dar, ahora
aprendió a comprar a crédito –comprar ahora y pagar después (o mejor
aún: compre ahora y pida prestado después). Nos encontramos entonces
con la paradoja de que para desplegar la mentada libertad de elección
en el consumo presente, reducimos nuestros grados de libertad futura y
paralelamente adquirimos bienes que nos confieren en el presente mayor
calidad de vida comprometiendo nuestro bienestar futuro. ¿No estaremos
por medio de estos mecanismos sociales avanzando hacia una obsolescen-
cia del futuro? ¿Cuántas personas se sienten amarradas a sus estilos de vida
actuales debido al endeudamiento de por vida que han adquirido? ¿Cuán-
tas personas se han hipotecado a sí mismos de por vida en función de un
ilusorio mejoramiento de su calidad de vida?
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
204
Por otra parte, diversos autores dan cuenta de la profunda mutación
cultural desde una “sociedad frugal” a una “sociedad consumidora”. En las
últimas décadas hemos aprendido a malgastar, a usar y botar las cosas, a
sentirnos insatisfechos incluso con el último modelo de automóvil y a anhe-
lar el nuevo modelo. El antropólogo norteamericano Marvin Harris (1984),
ha realizado un brillante análisis de la sociedad norteamericana contempo-
ránea, en el cual demuestra como la calidad de vida de esa nación se ha ido
deteriorando debido a los procesos de producción de obsolescencia planifi-
cada. Él señala que los bienes adquiridos tienen una vida útil determinada
desde los procesos productivos que raramente coincide con las expectativas
respecto al tiempo de uso que los consumidores tienen respecto a dichos
bienes. Los necesarios procesos de creación de servicios técnicos y los cos-
tos para el consumidor de las reparaciones que debe realizar a los artefac-
tos de diversa índole que conforman su equipamiento hogareño o laboral,
reflejan según Harris un proceso de inflación encubierta. Asimismo esta
obsolescencia incrementa los niveles de derroche, desperdicio y refuerza
la carga sobre el ambiente, mediante la producción de basura y de nuevas
demandas de materias primas extraídas del medio natural.
De modo tal que muchos bienes durables e incluso bienes de capital,
por la lógica interna del capitalismo, son transformados de bienes –que
proveen calidad de vida o riqueza mediante la creación de nuevos bie-
nes– en males, ya que son transformados en chatarra o basura (valor social
negativo), constituyéndose en una carga para el ambiente.
De manera similar, en sociedades que operan con esta lógica, se van
transformado en obsoletos y/o desechables también, todos aquellos seres
humanos que por diversas razones no pueden constituirse en sujetos de cré-
dito: personas con bajos o escasos niveles de ingreso (pobres), personas con
esperanzas de vida limitada (ancianos y enfermos terminales), personas
con capacidad de pago decreciente (enfermos crónicos y minusválidos) y
muchos otros grupos sociales. De forma tal que la exclusión se torna nece-
saria para mantener los niveles de competitividad alcanzada.
La construcción de obsolescencia con relación a los bienes, con relación
a las personas y con relación al tiempo: presente y también futuro, implica
una imposibilidad para la solidaridad y para el desarrollo de proyectos
colectivos. La solidaridad porque implica presencia del otro, vale decir pre-
sente. Y por otra parte, todo proyecto colectivo está referido a compromi-
sos situados en un futuro posible de construir con otros. De allí entonces,
que el consumismo compulsivo e inmediatista imposibilita inevitablemente
la solidaridad y el futuro, pues impidiendo los proyectos hechos promesas,
hipótesis, utopías o sueños compartidos, hacen del consumo un referente
fundamental. Por otra parte, sin futuro no hay proyectos y sin proyectos
surge el desencanto.
205
De modo tal que como lo hemos demostrado, la sociedad capitalista de
consumo masivo ha ido transformando de una manera radical los valores
propios de las sociedades tradicionales. Ha destruido los valores de la co-
operación y de la convivialidad, ha destruido los valores de la solidaridad
y de la fraternidad, ha destruido también los valores de la sobriedad y la
frugalidad. Ha fomentado el individualismo extremo y una suerte de consu-
mismo patológico, lo cual ha comenzado a comprometer incluso el futuro
de la especie humana.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
206
como limitados y hemos hecho invisibles todos aquellos recursos que son
abundantes. Nuestra cosmovisión anclada en la escasez los hace invisibles.
Es necesario develar el profundo error que subyace a esta visión de la
realidad gobernada por el paradigma economicista. Por una parte, existen
recursos escasos, es decir, recursos que están sometidos a la segunda ley de
la termodinámica, los cuales al ser compartidos se pierden para aquel que
los comparte. Con aquellos ocurre lo mismo que a un cuerpo que irradia
su calor a otro pero al hacer esto pierde su propio calor. Si alguien tiene
dinero y se lo da a otra persona, esta última lo gana pero aquel lo pierde.
Es lo que ocurre en aquellos juegos a los cuales se denomina “suma cero”,
si alguien gana es porque otro pierde.
Este tipo de recursos opera dentro de una lógica en la cual los fenóme-
nos o acontecimientos se encuentran vinculados unos a otros en relaciones
de causalidad y/o de secuencialidad. Unos se ubican antes y otros después,
unos se encuentran en el origen y otros en el resultado, a los primeros se les
denomina causas y a los otros se les llama efectos. Pero también para otros
efectos, cuando ya no se busca explicar sino operar sobre la realidad, con
un propósito determinado, se denomina a los primeros medios y a los se-
gundos fines. Estos recursos actúan en consecuencia inmersos en relaciones
lineales y monocausales. En ese razonamiento se ha buscado incrementar
en el máximo grado posible la relación de adecuación o coherencia existen-
te entre los primeros y los segundos. A eso se le llama eficiencia.
El abuso en esta forma de razonar sobre el universo y de buscar impo-
ner nuestra voluntad a toda costa sobre la realidad, nos ha conducido a un
creciente divorcio entre medios y fines, entre procesos y metas. Vivimos
actualmente inmersos en una disociación casi absoluta entre la racionali-
dad sustantiva, la que dice relación con los fines o metas de nuestro existir
y operar en el mundo y la racionalidad instrumental que tiene que ver
con los medios de los cuales hacemos uso para alcanzarlas. Esta rotunda
y honda división ha ido reforzando y a la vez retroalimentándose de una
noción de separatividad que profundiza en nosotros mismos un quiebre o
disociación interna que nos produce infelicidad, dolor, angustia, insatisfac-
ción y sufrimiento.
Sin embargo, todos tenemos evidencias y profundas intuiciones que nos
indican que existen otros caminos, otras formas de realidad donde no sólo
existe el juego suma cero, donde alguien gana y necesariamente alguien
pierde, sino que también existen otros juegos; juegos donde todos ganan.
Juegos colectivos donde lo que importa es el jugar y no el ganarle a otros.
Juegos donde el goce y la felicidad se obtiene no en la meta sino que en el
disfrute mismo del juego.
207
Desde una perspectiva similar es posible descubrir que hay recursos
que se caracterizan por requerir ser compartidos para crecer. Crecen sólo
con darlos. Estos son recursos que violan la ley universal de la entropía
creciente del universo; aquella ley que señala que el universo camina hacia
su homogeneización, hacia la igualación de las temperaturas de todos los
cuerpos llegándose así a un cese del intercambio energético y por lo tanto
a la desaparición de todo cambio, movimiento y transformación; en fin a
la muerte del universo. Hay recursos que por su naturaleza son creadores
de vida, instauradores de potencialidad y de virtualidad transformadora,
generadores de diversidad y de enriquecimiento colectivo. Recursos sinér-
gicos tales como el amor, el saber, la información, la creatividad, el poder
sobre uno mismo, la memoria colectiva, la identidad grupal.
Gran parte del dolor y de la infelicidad humana son producto de la per-
cepción incorrecta del carácter de estos recursos producida por la ideología
de la escasez. ¿Cuántos de nosotros, si no todos, hemos vivido sintiéndonos
poco queridos e intentando acumular afectos a cualquier precio, incluso al
de nuestra propia dignidad? ¿Cuántos hemos sentido envidia y celos por-
que hemos visto que otro ser humano recibía el cariño y amor que creíamos
nos pertenecía; aunque quien lo recibía era alguien a quien queríamos muy
profundamente (padre, madre, hijo/a, hermano/a, pareja)? Sin embargo,
estos recursos son los descritos en la parábola de los talentos: pueden que-
darse ocultos y escondidos por temor a perderlos o crecer por arriesgarse a
compartirlos. ¿Existe algo que implique más un darse que el amar? ¿No es
de la naturaleza misma del amor la donación de sí mismo a otro? ¿No son
el amor, el cariño y el afecto en sí mismos un compartir? ¿Por qué razón,
entonces los vemos como la negación de lo anterior? ¿Es posible amar sin
compartir lo más íntimo y propio con otro ser humano con absoluta gene-
rosidad, sin medida alguna y sin ningún tipo de cálculo? ¿Qué nos lleva a
calcular y a medir lo incalculable e inconmensurable? ¿Por qué no vemos
la profundidad de nuestro error perceptivo?
El saber y el conocimiento son recursos sinérgicos. Solamente llegan
a ser tales en la medida en que al darse de unos a otros fructifican en la
producción de nuevos sentidos, de nuevas significaciones, de nuevas ver-
dades. Si no fuesen compartidos no lograrían llegar a ser lo que son, les
estaría negado alcanzar su vocación o naturaleza peculiar y específica. El
conocimiento se hace tal en un proceso de diálogo de sí mismo con el otro
y de confrontación crítica del pensamiento y las verdades propias con las
de los demás; es un construirse del yo, en su dimensión cognitiva, con la
alteridad. Los saberes son conocimientos que se han ido acumulando du-
rante largo tiempo mediante procesos en que han participado muchos seres
humanos, interactuando de diversos modos y transmitiéndose unos a otros
los logros individuales e incrementando de esa manera el saber individual
y colectivo.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
208
Otro recurso sinérgico es la información, por su propia naturaleza es
antes que nada un flujo de comunicación entre varias personas. De no
existir ese flujo de comunicación no existiría información. Asumiendo la
aproximación propia de la Teoría general de sistemas se afirma que la
neguentropía es la cantidad de información requerida para la creación de
orden; con este término se conjugan tanto la termodinámica como la teoría
de la información. La neguentropía es el dato, el conocimiento que hace
posible que disminuya la incertidumbre, la confusión y el desorden y se
genere un estado temporal de certidumbre, claridad y orden en el sistema.
Así pues, es deseable que todo sistema tenga los canales de comunicación
que le permitan adquirir la información pertinente para bajar su estado
entrópico.
Desde la perspectiva asumida en esta reflexión, la información tiene
un carácter eminentemente relacional. Sólo hay información cuando existe
un emisor y un receptor de ella. La información no compartida no cumple
su vocación, muere en cuanto tal. De allí entonces su carácter fundamen-
talmente sinérgico. Sinergia que es positiva si contribuye a disminuir la
incertidumbre y confusión, el temor a lo desconocido y la angustia por lo
ignorado. Sinergia negativa si desinforma, oculta o niega el antecedente,
la precisión del detalle requerido, el dato iluminador que provee sentido
y significado.
Si la emoción fundamental en la cual ha estado instalada nuestra cul-
tura ha sido la codicia y el egoísmo, el mundo que de allí emergerá será
de codicia y de egoísmo, y naturalmente fluirán de este la exclusión, la
miseria y el hambre, la violencia y la guerra. Si por el contrario, nuestra
emoción fundamental llega a ser el afecto y la generosidad, fluirán de esta
la cooperación, la solidaridad, la paz y la aceptación del otro como un
legítimo otro, la alegría del compartir y del comer juntos, conducta esta
última propia del linaje de primates del cual provienen los homínidos, los
que al hacer así fueron únicos en poder desarrollar lenguaje y de ese modo
construir cultura.
Concluyo compartiendo las palabras de Pablo Neruda, quien al recibir
el Premio Nobel señaló: “pienso con no menor fe que todo está sostenido
–el hombre y su sombra, el hombre y su actitud, el hombre y su poesía– en
una comunidad cada vez más extensa, en un ejercicio que integrará para
siempre en nosotros la realidad y los sueños, porque de tal manera los une
y los confunde.”
Referencias bibliográfícas
Fromm, E. (1978) ¿Tener o ser? México D.F.: Fondo de Cultura Econó-
mica.
209
Gorz, A. (1989) Adiós al proletariado, Buenos Aires: Imago Mundi.
Harris, M. (1984) La cultura norteamericana contemporánea: Una vi-
sión antropológica, Madrid : Alianza Editorial.
Maturana, H. (1995) El origen de lo humano, en Formación Humana y
Capacitación, Santiago: Dolmen Ediciones.
Rogers, C. (1989) El proceso de convertirse en persona, México D.F.:
Ediciones Paidós
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
210
EDUCACIÓN, DIVERSIDAD Y CAMBIO DE
VALORES*
Educar es liberar, tanto de la dominación exterior, como de
las falsas necesidades individuales.
Mahatma Gandhi
Introducción
Tres vivencias en lo que constituye nuestra vida cotidiana actual me
permitirán plantearme algunas preguntas y compartir algunas reflexiones
respecto a lo que considero que son los principales dilemas a los cuales se
ven enfrentadas las sociedades actuales y sobre cuál puede ser el papel de
la educación social en las sociedades modernas.
1. Hoy sacuden a Francia sucesos, en los cuales una importante canti-
dad de personas jóvenes, habitantes en diversas ciudades de Francia prin-
cipalmente de origen norafricano, aunque ciudadanos franceses de primera
generación, salen a las calles a enfrentar a la policía armados con piedras,
cócteles Molotov y otros elementos incendiarios, construyen barricadas e
incendian vehículos, en un proceso que ya lleva varias semanas de inicia-
do, varios miles de vehículos incendiados y que se está propagando hacia
otras ciudades de Europa.
¿Qué hay detrás de esto? ¿Cuál es el profundo malestar que lleva a estas
personas a desplegar las tendencias más destructivas que pueden encon-
trarse en el ser humano.
2. Desde hace ya varios años escuchamos noticias respecto a atentados
terroristas, pero su frecuencia va in crescendo ya que no hay día que los
medios de comunicación no nos informen de un atentado perpetrado por
un kamikase de origen islámico. Atentados estos, en los cuales los terro-
ristas suicidas no sólo están dispuestos a destruir su propia vida sino que
tienen por objetivo producir el mayor daño posible al enemigo (la mayor
cantidad de “bajas”, usando nomenclaturas bélicas), aunque lo que logran
en la mayoría de los casos es también afectar a los propios. Aquellos con
los cuales se solidarizan e identifican.
¿Qué sentido tiene esto? ¿Cuáles son las creencias, convicciones, matri-
ces epistémicas de quienes así actúan?
3. Recientemente se ha rebajado la edad de imputabilidad penal en
nuestro país, debido al hecho de que quienes delinquen en forma violenta
213
son incluso niños, adolescentes, jóvenes, menores de edad y consecuente-
mente inimputables incluso aún cuando el delito termine con la muerte de
las víctimas.
¿Qué es lo que está pasando? ¿Cómo se compatibiliza lo anterior con la
Declaración de los derechos de los niños? ¿Qué hacen o han hecho nuestras
escuelas por estas personas delincuentes a tan temprana edad? ¿Tienen ca-
pacidad nuestras sociedades para enfrentar situaciones como las descritas?
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
214
dente. Pero, con el surgimiento de la modernidad y de su ciencia se desen-
cadenó el proceso de secularización de la sociedad y de sus instituciones.
Así, en las actuales sociedades modernas la moralidad no está necesaria-
mente asociada a la religión. Los valores humanos han sido secularizados
o desacralizados. Por otra parte, lo que se ha dado en llamar “objetividad”
en la ciencia es la pretensión de que tanto esta como la tecnología, presen-
tan una apariencia de neutralidad, que deberíamos superar. Enfrentamos
el problema de que la principal institución de las sociedades modernas, la
economía o el mercado, opera sólo con una visión de corto plazo, buscando
maximizar los beneficios en el período de tiempo más corto posible. El con-
trapeso institucional de ella que es la política, en su versión democrática u
occidental, la democracia representativa, también por su lógica interna de
evaluaciones realizadas por electores en plazos breves, opera cada vez más
explícitamente como otro mercado más: el mercado electoral, en el cual la
consideración del largo plazo tiende a estar ausente (Schumpeter 1942).
Esto nos ha llevado a una suerte de vacío cultural-institucional pues no hay
ninguna institución capaz de proveernos de visiones de largo plazo.
Concepciones distintas de la política, como la que existió en los llama-
dos socialismos reales, que contenían una visión de largo plazo (un proyec-
to societal), debido a los instrumentos de planificación centralizada y a la
falta de autonomía de los diversos actores sociales, se ahogaron por falta
de creatividad y por la excesiva concentración del poder en la toma de
decisiones. Esto se tradujo inevitablemente en una entropía social, debido
a la incapacidad de estos sistemas para recoger aportes de novedad y crea-
tividad. En ellos se potenciaron las tendencias conservadoras, integristas y
gerontocráticas, basadas en procesos de oligarquización o centralización de
las instituciones humanas.
De modo que en la actualidad nos confrontamos con una verdadera
tenaza, que por un lado nos empuja al cortoplacismo y por otro a la oligar-
quización o centralización. ¿Cómo superar o trascender este dilema? Esta
es la pregunta fundamental que deberemos respondernos.
Una tercera explicación a lo antes señalado la podemos encontrar en el
reconocimiento de nuestra incapacidad como cultura para lidiar con aque-
llo que es diferente y extraño a aquello a lo que estamos acostumbrados.
Nuestra civilización nos induce un temor enfermizo a la diversidad. Somos
educados para temer al extraño, al que es distinto, siendo la xenofobia
(en realidad aporofobia) uno de nuestros rasgos característicos. Nos cuesta
muchísimo aceptar el conflicto, las diferencias y nos sentimos mal cuando
afloran diferentes posiciones, y entonces, o nos negamos a reconocer su
existencia o asumimos posiciones irreductibles que niegan al que piensa o
actúa distinto a nosotros.
215
Lo anterior, puede ser causa o resultado de una tendencia cultural a
producir homogeneidad. Parte importante de nuestro quehacer apunta a
crear regularidades, a construir orden mal entendido como uniformidad, a
generar certidumbres de todo tipo y en todos los niveles, lo cual va produ-
ciendo una homogeneización de la realidad en todos sus planos, incluido el
natural. Pero aquí está lo paradójico, mientras más nos esforzamos en ese
sentido, más alteramos el orden natural de las cosas y consecuentemente
generamos desorden y complicación.
Occidente se ha constituido sobre la base de la destrucción sistemática
de la diversidad y de la singularidad. Los Estados-Nación se construye-
ron a partir del aniquilamiento de las identidades regionales y locales, la
ciencia moderna se edificó despedazando todos los saberes previos de la
humanidad. Ivan Illich señala que el capitalismo se construye a partir de
la creación del valor social negativo, es decir valorizando como malo todo
aquello que antes fue considerado como bueno. El capital como fuerza
social requiere eliminar todo aquello que signifique trasgresión, diferen-
cia, desviación, para así posibilitar el pleno despliegue del potencial de las
fuerzas productivas. Mientras más homogéneo sea un colectivo humano
mayor será la posibilidad de un eficiente control social. Mientras más uni-
formes sean los productos de la naturaleza mayor eficiencia de los procesos
productivos.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
216
Planteemos los siguientes supuestos: 1) que la materia evoluciona desde
formas de menor a mayor complejidad; 2) que las formas más avanzadas de
evolución de la materia viva son aquellas donde aparece la conciencia de la
propia existencia; 3) que el desarrollo de esa conciencia posibilita grados
de libertad mayores a los que pueden ejercer seres sin conciencia; 4) que la
introducción de conciencia al incrementar los grados de libertad aumenta
la complejidad del universo de lo existente. Si admitimos cada uno de ellos
concluiremos entonces que por su propia naturaleza lo humano es genera-
dor de diversidad, pues la complejidad en todo sistema deviene diversidad.
Un sistema es más simple cuando contiene menos elementos diferentes,
contrariamente es más complejo cuantos más de estos elementos lo cons-
tituyen. Así, en cuanto sistema, jardín infantil es más simple que una uni-
versidad, un gallinero que un zoológico o una plantación de pino insigne
que un bosque nativo. Entonces podemos preguntar: ¿cuál es el producto
de lo más intrínsecamente humano? y la respuesta será: la generación de
diversidad. Ya que, al despliegue del contenido diferenciador del poten-
cial evolutivo de carácter biológico que compartimos con todos los seres
vivos, en los seres humanos se agrega la capacidad de generar cultura y al
producir mutaciones culturales afectarán no sólo la propia evolución de la
especie humana, incluso en su constitución biológica u orgánica, además
del mismo ambiente o sistema del cual formamos parte.
Aquí, es necesario preguntarse si toda manifestación de diversidad pue-
de o debe mantenerse a lo largo del tiempo o de la historia del fenómeno
humano. Si asumimos una perspectiva o mirada sistémica, afirmaré que
sólo podrá mantenerse lo que alcanza la posibilidad de mantenerse en esa
realidad que se va constituyendo como producto del propio evolucionar
humano. Posiblemente nos desplazaríamos en forma mucho más veloz si
corriésemos como cuadrúpedos, pero ello ya no es posible debido a la op-
ción evolutiva adoptada al transformarnos en bípedos. Asimismo ya no
será posible que nuestro sentido del oído recupere la sensibilidad que pudo
haber tenido en otro momento evolutivo de la especie.
Existe otro axioma necesario a considerar en tanto rige los procesos evo-
lutivos de la materia: la irreversibilidad de los procesos evolutivos. Cada
avance evolutivo en la medida en que se despliega sobre un eje histórico
o temporal, en términos de la existencia de un antes y un después, implica
la imposibilidad de un retorno a estados previos, salvo vía degradación.
Necesitamos pues tener presente que los procesos de simplificación como
alternativa evolutiva ideal (la idea llevada a su extremo) –como concepto–
implican inevitablemente cierto regreso o tránsito hacia el origen, hacia el
punto alfa o hacia la inexistencia previa a la existencia.
217
En la civilización occidental, nuestra especie ha optado por la evolu-
ción exosomática, es decir, por un tipo de desarrollo que sitúa el esfuerzo
transformador fuera de sí mismo, en lo que es el ambiente con el cual se
interactúa y dónde se lleva a cabo la existencia. Este ambiente lo denomi-
namos “medio” y seguirá siéndolo, mientras el eje del proceso evolutivo
sea puesto en esa exterioridad que forma parte también de nuestro propio
existir, en los llamados procesos de crecimiento económico, que operan
mediante la permanente y creciente transformación física y material del
ambiente, en que se lleva a cabo nuestra existencia.
Esta opción evolutiva nos ha llevado a construir una civilización ma-
terial a través del uso de tecnologías, que son extensiones o sustitutos de
nuestra capacidad de transformar la realidad por medio de la utilización
del instrumento que es nuestro propio cuerpo. Pero el uso de tecnologías
implica hacer uso de la energía-materia disponible en el ambiente en el
cual existimos, estableciéndose así un límite externo a nuestro propio ac-
cionar evolutivo, límite que está puesto por la cantidad de energía-materia
disponible en nuestro ambiente. Límite este a su vez relativamente exiguo,
dadas las tendencias a la aceleración del uso de energía-materia y al au-
mento de la generación de entropía dentro del sistema.
Ahora bien, la opción evolutiva exosomática en algún punto de su des-
pliegue histórico (posiblemente muy cercano a aquel en el cual nos encon-
tramos actualmente) comienza a generar niveles tales de complicación y
desorden (entropía) que una parte importante revierte sobre la cultura o
civilización y sobre la propia naturaleza. De este modo, hace inviable la
continuidad de los procesos en los que crecen la complejidad y la diversi-
ficación características del despliegue evolutivo humano. A partir de ese
momento, comienza el aumento de la destrucción de la diversidad bioló-
gica y cultural.
Se transforman zonas selváticas o forestales, en las cuales se tala o se
quema el bosque nativo y los suelos –en la mayoría de los casos muy po-
bres– se destinan a la expansión de la frontera agrícola, habitualmente a
través del desarrollo de economías de colonización o economías campe-
sinas, que al corto tiempo son reemplazadas a su vez por la introducción
de monocultivos, tales como la caña de azúcar, el café, el banano, etc.,
por la implantación de pastizales para la ganadería o por la plantación de
especies forestales exóticas demandadas por la industria maderera. Todo
este proceso de civilización y de modernización de la agricultura termina
siendo un proceso, que en un período muy corto ha reducido drásticamente
la variedad de especies vivas por hectárea, desde cientos a no más de unas
decenas.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
218
Algunas estimaciones existentes señalan que en el año 1900 se perdía
una especie al año, que en 1950 eran 6 especies al año, que en 1975 ya eran
400 especies, pero, al año 2000 se estima que la cifra habría alcanzado de
5 a 10.000 especies desaparecidas anualmente32. Sin embargo, el total de
especies animales y vegetales existentes –según el estudio al cual se recu-
rra– se estima entre 5 a 30 millones33.
¿Qué plazo se requiere para alcanzar el umbral crítico de desplome de
la vida? Ello en razón de que la cadena de la vida imbrica la existencia de
una especie con otras, una es soportada por otras, mientras a su vez, esta
soporta a otras especies.
Vinculada a la pérdida de especies se experimenta una segunda tenden-
cia que es la creciente erosión genética. La humanidad en la medida en que
hace uso de una manera privilegiada de ciertas variedades o especies culti-
vadas o domesticadas va restando espacio y posibilidades a las variedades
o especies salvajes. El proceso de domesticación implica una manipulación
genética en gran escala, en el cual los seres humanos han ido seleccionando
aquellos atributos o rasgos de la especie en domesticación que les inte-
resa conservar y buscando eliminar aquellos rasgos que no les interesan.
En dicha manipulación inevitablemente se ha debilitado la capacidad de
autosoporte de la especie. En gran parte de las variedades cultivadas y
desarrolladas como especies de alto rendimiento, en las cuales se ha poten-
ciado ciertos atributos genéticos, ello se ha logrado en desmedro de otros
atributos genéticos, como la capacidad de resistencia frente a ciertas plagas
o enfermedades. De allí que las especies de alto rendimiento van asociadas
a un conjunto de pesticidas, casi todos ellos de tipo químico y contaminan-
te con efectos residuales de largo alcance. Su supervivencia está asociada
crecientemente a factores exógenos al medio natural. Lo que está detrás del
proceso descrito es una actitud de bloqueo o destrucción de la virtualidad o
potencialidad que existe como proyecto en cualquier ser vivo.
Otro proceso complementario al anterior y que apunta en la misma
dirección es la introducción de variedades mejoradas, gracias a la experi-
mentación genética. Cualquiera de ellas desplaza a una gran diversidad de
variedades tradicionales de la misma especie, de menor rendimiento pero
de mayor resistencia gracias a su adaptación durante largos períodos de
tiempo a las condiciones agroclimáticas propias del lugar y al ataque de
distintas pestes. Asimismo, las especies manipuladas requieren de todo un
paquete de productos agroquímicos (fertilizantes y pesticidas) que modifi-
can radicalmente la composición del suelo, destruyendo una gran cantidad
32. [N. C. Cita incompleta] http://darwin.bio.uci.edu/~sustain/bio65/lec03/b65lec03.htm
33. [N. C. Cita incompleta] http://darwin.bio.uci.edu/~sustain/bio65/lec06/b65lec06.htm#Number_
of_Species_on_Earth
219
de microorganismos que son justamente los que le confieren a los suelos su
fertilidad. Es así como desde comienzos de siglo han ido desapareciendo
varios cientos de variedades de té y de arroz, hasta quedar reducidas ape-
nas a unas pocas las que actualmente son cultivadas.
34.Cf. Mooney, P. (2001: 1) ETC Century: Erotion, Technological Transformation and Corporate
Concentration in the XXI Century, en Development Dialogue, Uppsala: Dag Hammarskjöld Founda-
tion/RAFI.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
220
toda lengua crea un universo de significados y cada vez que se extingue
una lengua es un enorme mundo de significaciones y de conocimientos que
se pierde. Tal vez, aquí están las razones profundas que explican la crisis
en la cual estamos situados en este momento, crisis de una magnitud como
nunca pudiéramos haber pensado. Debemos considerar, además, que la
diversidad lingüística tiene que ver con la “lengua del otro” y no sólo con
el mero repertorio de variaciones idiomáticas que pudieran ser tan clausu-
rantes como un idioma único.
Es así como sistemáticamente Occidente ha destruido la diversidad cul-
tural, al destruir la singularidad y especificidad de formas de vida, lenguas,
religiones, conocimientos, etc.; destruyendo también la biodiversidad reco-
nocida por esas culturas específicas. Así se ignora olímpicamente lo que he-
mos aprendido gracias a los más recientes desarrollos de la ciencia respecto
al necesario aporte de la novedad que provee la singularidad para evitar
la entropización de todo sistema. Del mismo modo se niega la importancia
de la unicidad (uniqueness) de todo ente, elemento sustantivo del universo
físico y biológico, olvidando así lo que es la identidad atómica o la identi-
dad celular, bases fundantes de toda la realidad. La ciencia moderna, prin-
cipal logro occidental, busca reducir todo a algo universalizable, abstracto,
desingularizado, esencial, incorpóreo, inmaterial, intemporal, algo incluso
más allá de lo sensorial, de lo perceptual35.
La occidentalización del mundo ha sido para muchos pueblos del mun-
do el equivalente a las plagas bíblicas. Occidente ha logrado imponer sus
costumbres, creencias y visiones de mundo. Apoyado en su potente ma-
quinaria tecnológica, comercial y militar, ha ido destruyendo de manera
sistemática las diversas formas de producción y de transmisión cultural, la
enorme riqueza de lenguajes y dialectos, la multiplicidad de sistemas de
valores y de creencias propios de los diferentes pueblos que habitaban el
planeta. Occidente ya casi ha logrado homogeneizar la humanidad a través
de la constitución de un mercado global, donde sólo falta avanzar hacia
el Estado mundial, la lengua única y una religión universal. ¿Cuántos de
los extremismos y de los fundamentalismos –no sólo islámicos– sino de
las resistencias para no perder la identidad, encuentran aquí su principal
explicación?
35. Según Francisco Varela “el término que mejor se adecua a nuestra tradición es abstracta: no hay
palabra que caracterice mejor a las unidades de conocimiento que han sido consideradas más “natura-
les”. La tendencia a abrirnos paso hasta la atmósfera pura de lo general y de lo formal, de lo lógico y lo
bien definido, de lo representado y lo planificado, es lo que le confiere su sello característico a nuestro
mundo occidental.” (Varela, 1996:13)
221
No obstante lo anterior, prisionera de su abstraccionismo, nuestra
ciencia occidental y la tecnología que de ella deriva construyen sistemá-
ticamente homogeneización, estandarización, devenir uniforme. En su re-
flexión es una ciencia referida a las medidas de tendencia central, a la
moda, la mediana, el promedio, con una obsesión por la “norma” y que en
su búsqueda de certezas y de regularidades olvida los márgenes, los límites,
lo que está fuera o más allá de lo normal, de lo excéntrico, de lo extraño, de
lo distinto, de lo que “no es como uno”, reforzando la tendencia etnocéntri-
ca, al parecer tan propia del ser humano.
Se construye de este modo un proceso interpretativo de la realidad, que
al focalizar su atención sólo sobre los puntos donde se concentra la mayor
frecuencia en cualquiera distribución y considerar sólo relevante lo que allí
sucede, tiende inevitablemente a desarrollar dinámicas de concentración y
de centralización de la información, de las ideas y del pensamiento, que
terminan bloqueando los flujos y el cambio, al hacerse incapaz de incorpo-
rar la energía de orden, esto es, el aporte de novedad que todo sistema vivo
requiere. Al operar de este modo se producen bloqueos y cierres prematu-
ros, que al tornar al sistema insensible a los pequeños cambios provenientes
desde sus márgenes, terminan atentando contra su propia supervivencia.
A partir de esta visión construida desde la centralidad y la homogenei-
dad operamos en el mundo con una persistente demanda de poder, que los
hechos terminan demostrando ser sólo una ilusión. Es así como destinamos
gran parte de los esfuerzos realizados cotidianamente hacia una permanen-
te búsqueda de información, de seguridad y de dominio, lo cual nos lleva a
diseñar todo tipo de mecanismos y artefactos conceptuales que nos hagan
sentir con la capacidad para ejercer control sobre las situaciones que vivi-
mos o experimentamos. Un ejemplo de esta tendencia cultural es la existen-
cia de diversos estudios, que afirman que una gran parte de los conflictos
conyugales en términos de poder, se hacen manifiestos en la disputa por
el manejo del control remoto. Al parecer no hay nada peor que sentir que
perdemos el control de las situaciones. Sin embargo, la propia observación
fenomenológica de nuestras conductas, nos muestra cómo gran parte de
nuestro existir y operar en el mundo transcurre en un espacio de azar, de
contingencia, de surgimiento de lo inesperado.
Tal vez explique lo anterior, la dominación del principio del tercero
excluido como un principio fundante del pensamiento occidental, el cual
impide en muchos casos la creatividad, cierra prematuramente la búsqueda
de explicaciones y bloquea el acceso a modalidades explicativas de mayor
alcance.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
222
Es así como, según Bart Kosko, si bien Aristóteles nos dio la lógica bi-
naria y buena parte de nuestra visión del mundo y nos enseñó a manejar el
cuchillo lógico y a trazar siempre una línea entre los opuestos, entre la cosa
y la no cosa, entre A y no A, hubo otras concepciones de la realidad que no
sólo toleraban la ambigüedad o vaguedad, sino que incluso la promovían.
Buda rechazaba el mundo blanquinegro de las palabras en su camino hacia el
esclarecimiento espiritual o psíquico, mientras Lao-tze nos daba el Tao y el em-
blema de este, el del yin y el yang, la cosa y la no cosa a la vez, A y no A al
mismo tiempo36.
223
A partir de esta visión general como telón de fondo es posible identi-
ficar algunas problemáticas específicas sobre las cuales es necesario re-
flexionar. Todas ellas son tendencias globales discernibles en el conjunto
de prácticas sociales y actividades institucionales que conforman nuestro
estilo de desarrollo.
La tendencia ya descrita de destrucción de la diversidad nos permitirá
realizar una reflexión en torno a lo que ocurre con la diversidad en el ámbi-
to de la educación. Haciendo una analogía se puede hablar de la existencia,
ya no de especies, sino de múltiples saberes, que van desde el saber común,
hasta el saber ilustrado, científico o tecnológico, pasando por distintos ni-
veles. Estos saberes coexisten, se apoyan entre sí y su sumatoria genera
cierto espacio vital del saber. ¿Pero qué ocurre si determinados tipos de
saber son desarticulados o destruidos? Y son destruidos en la medida en
que se comienza a producir una creciente y desmedida sobre-valorización
de ciertos saberes en desmedro de otros. La tendencia observada es que
aquellos saberes que son más valorados e incluso aún, aquellos que son in-
corporados al mercado al asignárseles un valor de intercambio por sobre su
valor intrínseco (valor de uso) tienen una enorme capacidad para destruir
todos aquellos saberes que no pueden traducirse en un valor de cambio. En
esta competencia entre saberes, aquellos valorados en términos de inter-
cambio son institucionalizados por el Mercado, y así son legitimados por el
Estado al ser reforzados por los sistemas educativos, retroalimentando de
ese modo su capacidad hegemónica y destructora de la diversidad. En el
largo plazo este atentado contra la diversidad, atenta contra la vida social,
atenta contra la cultura.
¿Cuántas de nuestras propias prácticas educativas son prácticas bási-
camente destructoras? ¿Cuánto de la sabiduría ingenua e intuitiva de los
niños no es destruida por la implantación en ellos del conocimiento racio-
nal? ¿Cuánto de la fantasía, de lo que es la necesidad de soñar propia del
ser humano es duramente reprimida a través de los procesos educativos?
¿Cuánto del idealismo, de la capacidad de imaginar utopías de los jóvenes
es destruida por el realismo de los adultos mediante sus actividades edu-
cadoras?
Podemos también realizar una analogía entre las prácticas que con-
ducen a la erosión genética y las prácticas educativas, extrayendo varias
interesantes reflexiones.
La institucionalización de los procesos educativos en las sociedades
modernas ha estado íntimamente vinculado a la revolución científica y
tecnológica experimentada en los siglos recientes. Ambos procesos han de-
rivado hacia una creciente profesionalización y disciplinariedad del saber.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
224
Se han ido así desarrollando diversas disciplinas científicas, cada una de
ellas con un campo o ámbito de preocupación cada vez más acotado y
segmentado del resto de la realidad, lo cual ha ido produciendo un progre-
sivo estrechamiento de la relación de esa disciplina con la realidad. Esto
es, cualquier disciplina que se inicia siempre como muy abierta y plural
va cerrándose, estrechándose, ahogándose a sí misma. Como resultado de
lo anterior hoy tenemos un tipo de ciencia que construye muchas certezas
sobre muchas cuestiones irrelevantes o insignificantes, que mantiene una
relación con el mundo (delimitado como su objeto de estudio) muy foca-
lizada y consecuentemente muy sesgada. Eso es lo que se puede llamar un
tipo de saber profesional. No interesa aquí saber el porqué pasa esto, pero
sí el preguntarse qué pasa a raíz de esto. Una forma tal de vincular saber
y realidad conduce en primer lugar a una desconexión con la memoria
histórica, con el pasado colectivo, y con lo que se podría llamar apelando
a Jung, el inconciente colectivo de la humanidad, que está inmerso en lo
que se denomina el sentido común. La tendencia profesional de la ciencia
la lleva a romper con el pasado, que conceptúa como oscurantista, pre-
científico y metafísico, para así establecer hitos fundacionales de los cuales
sentirse orgullosa. Por tanto la lleva a ignorar los múltiples y variados sabe-
res acumulados por el ser humano a lo largo de su historia. Esto se traduce
en el campo de la educación en una suerte de erosión genético-cultural.
El carácter profesionalizante de la educación nos lleva a tirar por la borda
gran parte de la cultura.
Un destacado epistemólogo como Paul Feyerabend hace la siguiente
descripción:
La educación científica, como hoy día se entiende...simplifica la ‘ciencia’ simpli-
ficando a sus participantes: en primer lugar se define un dominio de investiga-
ción. A continuación, el dominio se separa del resto de la historia (la física, por
ejemplo, se separa de la metafísica y de la teología) y recibe una lógica propia.
Después un entrenamiento completo en esa lógica condiciona a quienes trabajan
en dicho dominio. Con ello se consigue que sus acciones sean mas uniformes y al
mismo tiempo se congelan grandes partes del proceso histórico. Hechos estables
surgen y se mantienen a pesar de las vicisitudes de la historia. Una parte esencial
del entrenamiento que posibilita la aparición de tales hechos consiste en el inhi-
bir las intuiciones que pudieran llevar a hacer borrosas las fronteras. La religión
de una persona, por ejemplo, o su metafísica, o su sentido del humor...no debe
tener el más mínimo contacto con su actividad científica. Su imaginación queda
restringida, e incluso su lenguaje deja de ser el suyo propio38.
225
los corpus teóricos de las diversas disciplinas se tornan obsoletos a una
velocidad asombrosa. De un modo similar experimentamos enormes muta-
ciones materiales de la realidad. El hábitat humano de cada habitante del
planeta se transforma radicalmente varias veces a lo largo de su existencia.
Debemos enfrentar cada día situaciones inéditas, absolutamente distintas
de las que nos tocó vivir anteriormente.
Hasta ahora la humanidad ha enfrentado el cambio mediante la apela-
ción a la experiencia. Cuando el cambio es progresivo pero lento, la expe-
riencia sirve para enfrentar lo nuevo, que al fin y al cabo no es tan novedo-
so o distinto de lo anterior. En esos contextos es posible hacer uso ampliado
de procedimientos o prácticas analógicas –basadas en la experiencia–. Si
bien lo humano es enormemente diverso, a la vez en la común naturaleza
humana se torna semejante, por ello es posible hacer uso corriente de una
racionalidad o inteligencia analógica, incluso aún más, mimética. Pero en
situaciones donde todo es inédito, todo es impactantemente nuevo, todo es
extraño, la experiencia no sirve para mucho.
La educación es fundamental y principalmente la transmisión de la ex-
periencia acumulada por las generaciones anteriores a las nuevas. Esa es la
transmisión del saber almacenado mediante la adquisición de experiencia
por parte de otros seres humanos a lo largo de su propia historia vital. De
esta manera hemos ido a lo largo de nuestra historia como especie, acumu-
lando certezas y mediante ellas, seguridad. Pero hoy debido a la enorme
velocidad y trascendencia de los cambios salimos del ámbito de las certe-
zas, de la seguridad, para entrar al campo del riesgo y del azar; es decir,
un espacio donde no existen las respuestas a priori. ¿Qué hacer entonces?
Hacer uso de un atributo intrínsecamente humano en mucho mayor grado
de lo que lo hemos utilizado hasta ahora. Este atributo es la creatividad.
Deberemos preguntarnos entonces: ¿Cuál es el tipo de educación que
nos conduce a un mayor desarrollo de la creatividad humana? ¿Cómo
transformar una educación como la que tenemos, fundada centralmente
en la transmisión de la experiencia, que es algo que comienza a hacerse
prescindible? ¿Qué debe transmitir la nueva educación requerida?
La educación tiene un carácter ambiguo y paradojal. Tiene a la vez
componentes liberadores y componentes domesticadores. Cuando nos re-
ferimos al carácter liberador de la educación destacamos aquellos aspec-
tos que la educación proporciona a cada ser humano para desarrollar sus
potencialidades, para hacerse más plenamente humano. La educación nos
provee de instrumentos intelectuales que nos hacen capaces de controlar
y decidir respecto a nuestro propio destino, de manejar el entorno que
nos rodea, de conocernos más a nosotros mismos. Todo ello, obviamente,
apunta a hacernos más libres.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
226
Asimismo la educación ejerce una función de domesticación, ella con-
tiene métodos, prácticas, procedimientos que forman parte de aquello que
Ivan Illich llama el “currículo oculto” de la educación que apuntan fun-
damentalmente a uniformar, a normalizar, a estandarizar, en síntesis, a
homogenizar; esto es, a desarrollar un “individuo tipo”, un producto edu-
cativo que se acomode a nuestros diseños, programas y planes.
Nuestros logros educativos se miden en función de la correspondencia
entre las conductas deseadas y las conductas reales de nuestros alumnos.
Pero no las conductas deseadas por los alumnos sino por nosotros los edu-
cadores. La educación busca entonces ir moldeando al individuo, ir quitán-
dole iniciativa, imaginación, creatividad, empuje, rebeldía. La educación
consiste en ir poniéndole límites al individuo, en ir acotándole la realidad
a este individuo que en cierto momento es casi pura virtualidad, es casi
pura energía.
Como afirma Feyerabend una educación como la descrita:
[…] no puede reconciliarse con una actitud humanista. Está en conflicto ‘con el
cultivo de la individualidad que es lo único que produce, o puede producir, seres
humanos bien desarrollados’; dicha educación mutila por compresión, al igual
que el pie de una dama china, cada parte de la naturaleza humana que sobresal-
ga y que tienda a diferenciar notablemente a una persona del patrón de los idea-
les de racionalidad establecidos por la ciencia o por la filosofía de la ciencia39.
227
No solamente, cambia algo en nuestro interior, sino también cambia
el mundo. Se ha producido una transformación absolutamente radical en
el mundo exterior y también en nuestros medios internos. En primer lugar
porque se ha modificado notablemente el tamaño relativo del primero.
Las distancias se han reducido gracias a la velocidad con que hoy pode-
mos comunicarnos y transportarnos, pero a la vez se nos han ampliado
los espacios al hacerse más accesibles. A la vez al acelerarse los procesos
históricos, el tiempo se ha transformado, los flujos circulan muchísimo más
rápido (información, bienes, dinero, decisiones); ello nos hace vivir una
mayor cantidad de acontecimientos en la misma cantidad de tiempo real.
La cantidad de estímulos que recibimos por unidad de tiempo es mucho
mayor que en el pasado. El acervo de conocimiento disponible se ha incre-
mentado hasta niveles de un virtual desborde respecto del orden de mag-
nitud manejado en el pasado, ello gracias al notable desarrollo científico y
tecnológico. Pero dicho desborde nos pone frente a la exigencia ineludible
de tener que desarrollar formas de filtro y/o de síntesis que nos permitan
manejar enormes masas de información, tornándolas relevantes para nues-
tras existencias, de no ser así corremos el riesgo de un colapso en nuestro
mundo interior debido a la incapacidad para la comprender cabalmente la
realidad.
El cambio en nuestras coordenadas espaciales y temporales nos provo-
ca: problemas de desubicación en el espacio y en las escalas de magnitud
de los problemas; de desfase en el tiempo; de incapacidad para adaptarnos
a la velocidad de los cambios y también de desborde de nuestras formas
de pensamiento.
Estos enormes cambios nos van generando una sensación de desarraigo,
de pérdida de referentes, de des-identificación. Las identidades mayores
en las cuales buscamos fundirnos se tornan equívocas, huidizas, inciertas;
comienzan a diluirse las certezas en las cuales buscamos anclar nuestra
necesidad de protección y de seguridad. Las fuentes de aseguramiento se
han vuelto inseguras, y ello refuerza los temores que tenemos al cambio.
Percibimos al mundo en crisis, porque sentimos que se ha venido o se
está viniendo abajo, donde nos hemos quedado sin las convicciones que
sustentaron las generaciones anteriores, por tanto, no sabemos qué hacer
porque no sabemos qué pensar sobre el mundo; ello hace superlativa la
crisis y la transforma en catástrofe. En este contexto lo más adecuado es re-
currir a la deriva conciente, esto es, no presentar resistencia a los embates
de las olas y del viento, pero, sin dejar de navegar, es decir, de conducir el
timón en la dirección que buscamos. La rigidez y la excesiva resistencia en
estas circunstancias nos pueden destruir.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
228
La enorme aceleración del tiempo histórico que nos lleva a vivir un
permanente cambio exige asimismo un cambio del lugar donde enraizamos
nuestras búsquedas y respuestas. Si bien en una sociedad que cambiaba
lentamente ese lugar pudo ser la experiencia acumulada por generacio-
nes anteriores, a nosotros ya no nos sirve eso: Sólo nos queda entonces
la posibilidad de recurrir a nuestra inventiva y creatividad. Si bien en el
pasado aprender de la historia fue una forma útil de construir el porvenir,
tendremos que diseñar a punta de imaginación y fantasía nuestro futu-
ro. Enfrentamos el desafío de realizar un profundo cambio cualitativo en
nuestras formas de encarar la vida, la existencia individual y colectiva. Se
hace preciso pasar desde un aprendizaje a partir de experiencias cultura-
les ajenas, abstractas y universales, a procesos donde a estas se integre el
aprendizaje centrado en la experiencia singular y concreta, además del uso
de la creatividad y la imaginación propias.
Importa contrastar el carácter eminentemente social de la experiencia
con el carácter fundamentalmente personal (e individual) de la imagina-
ción. La experiencia es algo asumido principalmente por medio de la socia-
lización, aquello de lo cual los colectivos humanos se hacen responsables
mediante su control social, en razón de ser algo en parte exógeno a cada
cual. Sin embargo, la imaginación es propia y endógena, algo de lo cual
cada uno es responsable, que no se transmite ni se comunica. Al tiempo
que se puede estimular o posibilitar su eclosión, es decir, el despliegue de
una virtualidad que agazapada espera condiciones favorables para brotar,
la generación de ambientes y/o espacios propicios.
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que han desarrollado una forma de relación de respeto y de unidad con la
naturaleza. El límite ético al deseo está puesto por un profundo respeto a
toda forma de vida. Sólo cuando es absolutamente imprescindible para mi
propia supervivencia, podré tomar la vida ajena en mis manos, pero con
un profundo amor y agradecimiento a ese ser que hace posible mi propia
conservación. En este tipo de culturas jamás han sido valorados el derroche
el despilfarro, la obsolescencia deliberada, los intereses ni la usura. El valor
de las cosas es algo que no está puesto al margen de la vida. La vida y la
diversidad que ella contiene constituyen el valor supremo que orienta el
accionar humano.
Sin embargo, aún es posible que podamos corregir y reorientar la op-
ción evolutiva en la cual hemos estado empeñados, en tanto ello implica
optar de manera deliberada por la opción endosomática. Este es el único
camino que puede evitar la catástrofe que implicaría el desborde de la
resiliencia de los sistemas en los cuales operamos. Esta opción es la única
coherente con la preservación de la diversidad cultural y biológica. Esta
opción implicaría centrar nuestro esfuerzo cultural en el desarrollo de una
racionalidad profundamente diferente de la racionalidad dominante. Una
racionalidad ya no de medios o de fines, sino de sentidos, ética y utópica,
que trascienda el cortoplacismo de la racionalidad occidental. Otra racio-
nalidad, capaz de aprender de las diversas manifestaciones de la vida y de
asombrarse ante el propio asombro, actitud fundamental en quienes son
capaces de aprender a mirar la realidad con ojos nuevos, siempre abiertos
a descubrir la inagotable e inefable maravilla de la diversidad contenida
en el existir.
NAVEGAR EN LA INCERTIDUMBRE
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creencia de que es posible educar mediante una falaz o seudo-neutralidad
valórica, racionalizada como una búsqueda de objetividad y que conduce
a un síndrome de asepsia emocional, en el que a la larga, lo que importa
es: o bien aceptar acríticamente lo que las instituciones, las formalidades
y la visión del mundo dominante nos ofrecen o imponen (conformismo), o
bien reaccionar con rechazo, si bien en el fondo se continúa en una suerte
de impostura vital.
Es posible que el lector de estas reflexiones piense que expresan una
concepción conservadora de la educación. No es así porque lo que dife-
rencia a las sociedades actuales de las sociedades del pasado es el des-
cubrimiento, invención o construcción de la democracia. En sociedades
caracterizadas por su homogeneidad y con sistemas de dominación auto-
replicantes, es posible que fuese así. Pero ya no en sociedades cuyo princi-
pal atributo es su creciente diferenciación dando origen así a una enorme
diversidad. En tal contexto, la democracia constituye no sólo un fin o meta
a alcanzar, sino también el principal instrumento para dar cuenta apropia-
da de la riqueza de la diversidad. Ello porque la democracia desplaza hacia
el propio sujeto la responsabilidad de su condición de ser intrínsecamente
ético. Los humanos somos constitutiva y esencialmente seres responsables.
La condición humana nos conduce en tal sentido. Nuestro hacer o no hacer
condiciona nuestra forma de existir actual y futura. No somos ángeles que
pueden transitar sin siquiera tocarse con otros cuerpos ni somos bestias
que actúan sólo de acuerdo a lo que sus instintos indican. Somos humanos,
es decir, seres condenados o agraciados por la condición esencial de poder
cometer y de hecho cometemos errores; de provocar así dolor y sufrimiento
a otros, pero también al sí mismo; mientras también podemos proveer goce
y felicidad a otros y a nosotros mismos.
Creo profundamente que nuestro principal desafío ético es el de abrir-
nos a compartir y a incluir al otro, en especial a los excluidos. En las socie-
dades del pasado, las no occidentales y no capitalistas, la identidad no se
entendía sino en relación con la comunidad, con el pueblo, con la gente,
con el otro. Occidente construyó al individuo, como entidad aislada y sepa-
rada radicalmente de la otredad. La individuación es el principal logro de
Occidente, pero también su peor resultado. En esas sociedades se sabía que
la inequidad, la diferenciación excesiva traducida en desigualdad genera
envidia, odio y violencia, pero supieron cómo evitarlo. Una sociedad an-
clada en la inequidad y en la desigualdad abismal entre los seres humanos,
obviamente genera violencia, guerra y destrucción mutua.
Recuperar la búsqueda de la sabiduría como objetivo cultural es ne-
cesario. Esta cuestión es muchísimo más que la simple información o el
conocimiento (explicación del lugar que ocupa y del hacer de algo en el
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universo). Se trata de la capacidad para ver transtemporalmente con el
corazón, con la emoción que surge del ser capaz de “ponerse en el pellejo
del otro”, el splacnisomai de Jesús, la compasión budista, la simultaneidad
de las perspectivas ética y émica. De esta última nos habla la antropología
y consiste en el juicio simultáneo de la inteligencia y del corazón.
Considero que para enfrentar la actual crisis requerimos adoptar una
suerte de imperativo categórico, que constituya la base fundante de una
ética mínima, el mandato o el acuerdo de la compasión, tan olvidada en
el sistema de pensamiento, en el lenguaje dominante y expresada como un
principio fundamental en todas las grandes tradiciones sapienciales de la
humanidad: “ama al próximo como a ti mismo”; “no hagas a otro lo que no
quieres que te hagan”; “a cada cual según su necesidad; de cada cual según
su capacidad”, entre tantas otras formulaciones. Pero transitar hacia una
sustentabilidad ampliada (sociedades sustentables) requerirá quizás tran-
sitar a una compasión ampliada que nos lleve a entender que “todo ente
existente es el centro del universo”.
Bibliografía
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