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NUEVO TESTAMENTO I

Lic. Juan Carlos Bilyk

INTRODUCCIÓN A LOS EVANGELIOS

Y HECHOS DE LOS APÓSTOLES

CAPÍTULO: Evangelio según San Juan

(Los cuatro evangelistas, de Peter Paul Rubens, 1614)


Bilyk

Nuevo Testamento I – 2

Índice

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

Autor, lugar y tiempo de composición.................................................................................................. 3


La cuestión literaria en Jn ..................................................................................................................... 4
Integridad del evangelio......................................................................................................................... 6
Relación entre Jn y los sinópticos ...................................................................................................... 10
Las características de Jn ..................................................................................................................... 13
Plan general del evangelio según Jn .................................................................................................. 17
Bilyk

Nuevo Testamento I – 3

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

Autor, lugar y tiempo de composición


El testimonio más antiguo acerca del autor del cuarto evangelio es el de Ireneo
de Lyon, que escribiendo ca.180 nos dice que el cuarto evangelio fue escrito en Éfe-
so por Juan, el discípulo del Señor. Ireneo parece basar su testimonio sobre los
Los herejes
escritos de Policarpo, obispo de Esmirna que, recuerda Ireneo, conoció al apóstol que impugnaban
la autoría de
mismo. Juan lo hacían
por rechazar su
Polícrates, obispo de Éfeso, escribiendo ca.190 al papa Víctor, confirma que doctrina, y no
porque tuvieran
Juan el apóstol vivió y murió en Éfeso, si bien no menciona directamente el evangelio. información alter-
nativa en cuanto
El prólogo Anti-Marcionita de la Iglesia de Roma (de fines del siglo 2) cita una obra a su autoría.

de Papías de Hierápolis a favor de la autoría de Juan el apóstol. Si Papías conoció o


no personalmente a Juan no es seguro; en realidad él mismo no lo dice explícitamen-
te, pero sí no hubiese ocurrido así, entonces es seguro que fue informado acerca de
los Apóstoles por discípulos del Señor.

El testimonio de Ireneo es confirmado por varios autores del siglo 2 y 3, y pare-


ce que era la creencia común en el tiempo en que escribía Ireneo. Tampoco parece
haber sido contrariada esta opinión por otros en tiempos antiguos.

El hecho de que ningún autor anterior a


Ireneo mencione la presencia de Juan en Éfeso,
no contradice su afirmación al respecto. Tampoco
parece haber existido —como piensan algunos
comentaristas— una genuina tradición represen-
tada en algunos documentos a partir del siglo 5 en
adelante, según la cual Juan el apóstol habría
muerto mártir muy joven en Jerusalén juntamente
con su hermano Santiago. Esta conclusión se ba-
sa en una interpretación errónea de Mc 10,39 en
el sentido de que ambos hermanos darían (¿al
mismo tiempo?) su vida por Jesús (recordemos que Santiago fue martirizado en 44).

Ireneo y Polícrates identifican a Juan el apóstol como el “discípulo al que Jesús


amaba”, “que se reclinó sobre su pecho en la última cena” (Jn 13,23, ver icono). Este
discípulo es mencionado también en 19,26s; 20,2-9, y es probablemente idéntico con
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el discípulo anónimo de 1,35-42; 18,15ss. Asimismo es identificado en 21,20-24 como


testigo autorizado que está detrás de este evangelio (cf. también 19,35). No parece
haber duda de que está pensando en Juan hijo de Zebedeo: no hay otra figura en Jn o
en la tradición sinóptica a quién se pueda aplicar estos textos, pero sí a Juan.

Hay pruebas indirectas en el cuarto evangelio mismo a favor de la autoría de


Juan el apóstol: en el evangelio se dice que se trata de un testigo ocular (19,35), esa
persona era indudablemente un judío que conocía la escena palestinense. Lugares y
localidades no mencionadas en los sinópticos son especificados con precisión en Jn,
entre otras la piscina de Betesda (5,2) y Gabbatá (19,13), localidades confirmadas hoy
por la arqueología. Los nombres que aparecen en Jn son corroborados por inscripcio-
nes en los osarios datados antes del año 70, reflejando el escenario palestinense de la
época de Jesús. También el lenguaje deja traslucir un trasfondo arameo, sea escrito u
oral.

Si se trata de un autor judío de Palestina, que era testigo ocular de los even-
tos narrados, tenemos toda la razón para afirmar que el autor era precisamente
aquel que el evangelio mismo y la Tradición sostienen: Juan el apóstol, hijo de
Zebedeo.

La cuestión literaria en Jn

El cristianismo antiguo atribuía unánimemente el cuarto evangelio a Juan. El


mismo testimonio, con raras excepciones, también le atribuía las cartas joánicas y
Apocalipsis. Pero al mismo tiempo aun en la antigüedad había algunas reservas al
respecto, Dionisio de Alejandría (antes de 264) no creía que el cuarto evangelio y el
libro del Apocalipsis fueran escritos por el mismo autor, sino que el evangelio era obra
del apóstol Juan, mientras que Apocalipsis lo escribió algún otro. Su opinión se basa
sobre todo en el análisis de la lengua griega que es muy distinta en Jn y Apocalipsis.
Eusebio, cuando cita a Papías, nota que éste distinguía dos Juanes de la época apos-
tólica, de los cuales se decía tributario para su doctrina: Juan el discípulo del Señor y
Juan el presbítero (cf. 2 Jn 1; 3 Jn 1). Juan el presbítero, pensaba Eusebio, podría ser
el autor del Apocalipsis. Más tarde recoge esa idea también san Jerónimo, atribuyendo
2 y 3 Jn a Juan el presbítero.
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Si hubo un Juan el presbítero


Imagen: re-
distinto del Apóstol, es todavía te- presentación
zoomórfica del
ma de discusión entre los autores. evangelista san
Lo que debe quedar claro es que Juan, “el águila
de Patmos”
tanto el cristianismo antiguo, como (mosaico en la
iglesia de los
hoy nosotros, al relacionar Jn, 1, 2 santos Manuel y
Benito, Madrid,
y 3 Jn y Apocalipsis como cuerpo España).
literario con Juan el apóstol, no
significa afirmar esto la autoría lite-
raria de todo el conjunto. El testigo
más antiguo, Ireneo, no dice que
Juan de hecho escribió el evange-
lio, sino más bien que lo publicó
(exedoke). El prólogo Anti-
Marcionita dice que el evangelio fue “manifestado” y “dado” por Juan todavía en vida, y
fue escrito a su dictado por su discípulo Papías (!). El canon de Muratori de Roma dice
que la obra era una colaboración de Juan y otros. El evangelio mismo estaría indican-
do que otros, además del discípulo amado, tendrían parte en este escrito (21,24), pre-
sumiblemente después de la muerte de Juan (el evangelio habría tenido varias reela-
boraciones y ediciones, como se verá enseguida).

Los críticos modernos en general siguen la línea de Dionisio de Alejandría que Aún con to-
das estas su-
mantenía que el evangelio y Apocalipsis no pueden haber sido escritos por la misma posiciones
Juan el Apóstol
persona, dada la gran diferencia de la calidad del griego. El griego de Jn y las cartas, queda como el
testigo cuyo
sin ser el mejor, reproduce correctamente el lenguaje de la época, y el estilo es similar testimonio
en el evangelio y epístolas. El griego del Apocalipsis es rudo, falto de gramática, de encontramos
en este evan-
manera que, aun apelando a la explicación del género literario “apocalíptico”, no puede gelio.

justificarse tanta diferencia en el mismo autor. Pero es precisamente la clase de griego


(el de Apocalipsis) que uno esperaría de un pescador de Galilea como Juan. Pero si
es así, entonces deberíamos concluir que para el Evangelio y las epístolas Juan se
valió de un discípulo-escriba, cuyo griego era superior al suyo propio. Esta suposición
no es improbable, es más, concuerda con lo que solía practicarse en aquel tiempo, y
de ninguna manera contradice en algo la tradición de la autoría joánica.
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Integridad del evangelio

El cuarto evangelio tal como ha llegado a nosotros presenta signos de falta de uni-
dad o, en otras palabras, parece que ha pasado por varias etapas de redacción, en
las cuales han intervenido probablemente varias personas.

Mencionemos algunos textos donde el carácter de agregados posteriores es más


evidente:

El prólogo (1,1-18): estilo diferente, pues términos como logos, (Palabra),


charis (gracia), pleroma (plenitud), no aparecen más en el resto del evange-
lio;

problemas de continuidad entre 4-7,24 (algunos invierten los capítulos. 5 y 6


para mejorar el orden, pero no agrega gran cosa esto);

situación fuera de contexto de fragmentos, como 3,31-36 y 12,44-50;

la mujer adúltera (7,53-8,11) falta en los mejores manuscritos. La perícopa,


de este modo, habría sido introducida en una redacción posterior;

los capítulos 15-17 son agregados posteriores, pues interrumpen la continui-


dad entre 14,31 y 18,1ss: primero se agregaron 15-16 y luego, en otra re-
dacción, el 17;

el cap. 21 es un claro agregado (del mismo evangelista o de sus discípulos),


ya que el evangelio terminaba en 20,30.

Estos son los grandes bloques que habrían sido agregados, pero hay otros me-
nores insertados en el texto, que sólo se pueden identificar con un análisis literario y
redaccional detallado.

Se han propuesto muchas “soluciones” para mejorar y reordenar el aparente


desorden del evangelio; pero mientras parecen solucionarse algunos problemas, se
crean otros. Hay, en efecto, un serio peligro de encarar las mejoras con ideas precon-
cebidas o criterios que no eran los del autor. Otros, para no incurrir en posiciones sub-
jetivistas, prefieren dejar el texto como está, aun siendo conscientes de faltas de conti-
nuidad. Es más prudente, en efecto, dejar el texto y el orden actual tratando de
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explicar, si se puede, el origen de los problemas, que a veces son sólo aparentes, co-
mo dijimos arriba. Las posibles explicaciones que se han dado son tres:

Desplazamiento accidental de las partes originales.

Múltiples fuentes.

Varias ediciones.

1. Desplazamiento accidental de las partes originales.

Tal explicación la ofrecía ya Taciano (175 d. C.), y en tiempos más cercanos


Bultmann, e incluso Wikenhauser. Suponen que antes de la edición final se habrían
trasplantado algunos capítulos y que así, con orden cambiado, habrían llegado al es-
tado actual del evangelio. Se apoyan en la secuencia de los capítulos 4 – 5 – 6, y pro-
ponen pasar de 4, 54 (“este fue el segundo signo que hizo Jesús viniendo de Judea a
Galilea”) directamente al cap. 6, 1 (“Después de esto partió Jesús al otro lado del mar
de Galilea…”). En esto, el capítulo 5º seguiría al 6º. Pero, claro, hay mucho de subjeti- No faltó quien cri-
ticara ácidamente a
vidad en estas reconstituciones de una obra antigua. Se da el peligro de imponer un Bultmann, comen-
tando que él no
esquema muy lógico (para el “solucionador”), pero que, tal vez, no interesaba tanto al interpretaba el
“evangelio según
autor. Por ejemplo: las trasposiciones propuestas para los capítulos arriba indicados san Juan”, sino “el
puede que obtengan un mejor orden respecto al desplazamiento de Jesús a través de evangelio según
Bultmann”, ya que
la misma región de Galilea. Pero… ¿si el autor prefería un orden simbólico, ordenando no sólo traspone
capítulos, sino hasta
los hechos según un esquema veterotestamentario, como parece que es la intención líneas, según cua-
dren con los que él
joánica? Incluso muchos otros comentaristas (Hoskyns, Barreto, Dodd) no ven ninguna piensa que “puede
haber dicho Juan”.
dificultad en el orden actual, encontrándole más bien un sentido.

Más allá de las posibles “reconstrucciones”, hay que decir que la forma actual
del cuarto evangelio es la más antigua que se conoce, y no existe ni un solo có-
dice que traiga otra disposición entre los testimonios textuales más remotos que
nos han llegado. Hay que aclarar, además, que no existen casos de la antigüedad que
hayan pasado por un percance similar. Nunca se oyen soluciones de este estilo en la
crítica literaria de las obras clásicas.
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2. Múltiples fuentes

Combinando con la anterior hipótesis, Bultmann supone que este evangelio es el


fruto de la combinación de tres fuentes preexistentes:

Una primera sería la Seméia – Quelle (fuente de los signos): caps. 1, 9 – 12.

La segunda Ofenbarungsquelle (fuente de la revelación): el prólogo (que


tendría ascendencia gnóstica, dadas que sus relaciones con las Odas de
Salomón o los escritos mandeos). Juan habría cristianizado, desmitologiza-
do, las especulaciones gnósticas.

Tercera: Pasión y resurrección.

Junto con tales suposiciones, Bultmann inluso conjetura que Juan sería un
¡gnóstico converso!, a quien, a pesar de sus esfuerzos, se les habría escapado toda-
vía resabios de su antigua posición filosófica. Por eso, sugiere todavía otra hipótesis:
la del último redactor eclesiástico, que habría censurado el gnosticismo, agregando
referencias eclesiales como, por ejemplo, las alusiones sacramentales, tan frecuentes
en el texto (acerca del Bautismo y la Eucaristía, principalmente).

La “Biblia de Jerusalén”, tal vez para matizar un poco esta posición ciertamente ex-
trema de Bultmann, va a decir que el autor del cuarto evangelio

“parece haber sufrido intensamente la influencia de una corriente de pensamiento


ampliamente difundida por ciertos círculos del Judaísmo, y cuya expresión se ha en-
contrado recientemente en los documentos esenios de Qumrán. En ellos se daba una
importancia especial al conocimiento, lo que daba al vocabulario un colorido que anun-
ciaba el de la gnosis; se expresaba cierto dualismo por medio de antinomias: luz—
tinieblas, verdad—mentira, ángel de la luz—ángel de las tinieblas (…) Todos estos te-
mas los hallamos en el evangelio joánico, y caracterizan perfectamente el ambiente ju-
deocristiano en el que parece haber tenido su origen”.

Otros autores, por su lado, dicen que Jn habría escrito su evangelio justamente pa-
ra responder a la herejía gnóstica que por entonces se encontraba en pleno auge, y de
ahí el contenido de su prólogo sublime.

3. Varias ediciones

Entre los sostenedores de esta hipótesis se encuentra sobre todo el exegeta católi-
co estadounidense Raymond Edward Brown, quien así se expresaba:
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“Si uno piensa que el editor final es algún leal discípulo del pensamiento del Evan-
gelista, habrá muy pocas ocasiones en que la edición final haya cambiado el sentido
original de un pasaje. Pero, preferimos más bien correr este riesgo, a – por medio de
recomposiciones ingeniosas – incurrir en un riesgo mucho más grande: imponer a al-
gunos pasajes un sentido que nunca han tenido”.

Brown supone cinco etapas en la composición del evangelio,

1° etapa: la existencia de materiales tradicionales sobre hechos y dichos de


Jesús semejantes a los sinópticos, pero con un origen independiente de la
tradición sinóptica.

2° etapa: desarrollo de este material según esquemas joánicos que habría


durado varias décadas. Este proceso se desarrolló probablemente a través
de la predicación y enseñanza oral. La tradición oral habría influido mucho
en esta formulación y evolución. Las citas del Antiguo Testamento (algunas)
están hechas de memoria, lo cual habla a favor de la tradición oral. Algunos
de los relatos de milagros, los más usados en la predicación, se desarrolla-
ron como espléndidos dramas, por ejemplo el capítulo 9. Las expresiones
de Jesús se combinaron hasta formar extensos discursos, muy parecidos a
los de las Sabiduría personificada del Antiguo Testamento. Todos los recur-
sos de la técnica joánica, como el “malentendido” y la “ironía”, fueron intro-
ducidos y desarrollados tal como aparecen en el evangelio.

3° etapa: se organiza el material de etapas anteriores para formar un evange-


lio consecutivo. Esta sería la primera redacción del cuarto evangelio como
obra diferenciada. El autor “evangelista” habría sido el predicador mencio-
nado antes, que podría haberse valido de un escriba. Esta primera redac-
ción habría sido hecha sobre un plan coherente.

4° etapa: redacción secundaria a cargo del “evangelista” (el mismo autor de


antes). En esta etapa se habría agregado nuevos materiales y retocado la
estructura.

5° etapa: reelaboración y redacción final a cargo de una persona distinta del


“evangelista”, que llamaremos “redactor”. Éste habría sido muy probable-
mente un amigo o discípulo del anterior, imbuido de la tradición de su maes-
tro.
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Los principales aportes del “redactor” serían:

introducción de material joánico de la 2° etapa que no ha sido insertado


antes en el evangelio (este material provenía en parte de las predicacio-
nes del mismo evangelista, por lo que no discrepa ni en el estilo ni en el
vocabulario del resto del evangelio);

algunas inserciones de carácter sacramental (lo que hizo el redactor se-


ría más bien explicar elementos sacramentales ya existentes);

haber agregado el Prólogo y cap.21.

Relación entre Jn y los sinópticos

Muchos de los Padres pensaban que las obvias diferencias entre Juan y Sinóp-
ticos se explican por la intención del evangelista: completar los evangelios prece-
dentes. Así Clemente de Alejandría definía a Juan como “evangelio espiritual”. Con
algunos matices hay quienes siguen sosteniendo hoy día tal opinión, y hay buenas
razones para ello: es bastante obvio que Jn presupone la tradición sinóptica y que sus
lectores saben quiénes son los “Doce” (por eso no hace ninguna introducción al res-
pecto: 6,67); no dice que Juan Bautista bautizó a Jesús, aunque se supone que los
lectores lo saben (1,32-34). En muchos casos el sentido de Jn sería difícil de entender
sin el conocimiento de sinópticos.

Otro es el problema de si Jn conocía a los escritos sinópticos. Muchos hoy


día asentirían que conoció a Marcos. A veces Jn no sólo tiene un orden paralelo de
Mc, sino también comparte algunas expresiones peculiares a él (Jn 6,8s y Mc 6,37b-
38; Jn 12,3-5 y Mc 14,3-5). Cronológicamente es muy posible, que el evangelio de Mc
ya era conocido en el mundo al cual se dirige Jn. Otros dirían que los contactos se dan
Boismard pro-
a nivel de una tradición común, no a nivel de evangelio. Y es menos probable que Jn puso una teoría
según la cual Lc
conociera a Mt. estaría entre los
discípulos de Jn, y
sería el responsable
La relación de Jn con Lc es de una naturaleza tan peculiar que desde hace de la redacción final
del cuarto evangelio.
mucho ocupa a comentaristas. Indudablemente existen correspondencias entre los
dos evangelios en cuanto al contenido y teología. Pero muchos autores opinan que es
Lc quien depende de Jn y no al revés, o tal vez la dependencia es cruzada, mutua. La
historia de la mujer adúltera en 7,53-8,11, si bien se encuentra en la mayoría de los
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manuscritos de Jn, es totalmente de Lc. Se discute si la dependencia es a nivel de


evangelios escritos o a nivel de tradición, pero de todos modos alguna clase de rela-
ción es evidente.

Pero son muchas más las diferencias: muchos de los milagros no encuentran
eco en Jn, aun en caso de raras coincidencias de algún pasaje. Jn tiene otro orden, lo
reduce y da una aplicación distinta. No hay exorcismos en Jn. La parte más impor-
tante en Jn son los discursos (ni uno sólo de ellos aparece en los sinópticos, y otro
tanto hay que decir de algunos milagros, como la resurrección de Lázaro).

¿En qué sentido, entonces, Jn quiso completar la tradición sinóptica? Parece


que no puramente en el aspecto de hechos concretos. Si bien este evangelio no es de
ninguna manera inferior a los sinópticos, y contiene recuerdos históricos que merecen
toda consideración, es dudoso que Jn conscientemente hubiera querido corregir la
cronología de los sinópticos o suplir la falta de información en ellos; más bien se con-
tentó con presentar su propio testimonio, con prescindencia del orden de los
sinópticos y selección de eventos.

Pero sí podemos decir que Jn complementa a los sinópticos en el sentido que


lo menciona Clemente de Alejandría. “que los sinópticos escribieron lo que se refiere a
lo «corporal» (somatika) de Cristo, mientras que Juan escribió un evangelio «espiri-
tual» (pneumatikon)”. La traducción no es exacta, pues Clemente bien sabía que tam-
bién los sinópticos presentan una visión “espiritual” de Cristo.

Lo que quiso decir Clemente es lo que aparece como un hecho: que Jn tuvo
intención de escribir su evangelio dando una visión más profundamente teológi-
ca de lo que aparece en la tradición sinóptica. En reconocimiento de este hecho
la Iglesia primitiva le dio el título de “evangelista– teólogo”.

Juan no sólo presupone la tradición sinóptica y su estilo kerigmático de presen-


tar la enseñanza de Jesús, sino también una generación de reflexión cristiana sobre el
Evangelio. De aquí que está en condiciones de seleccionar, de entre los eventos de
una vida de Jesús bien conocida (por los sinópticos), precisamente aquellos incidentes
que mejor servirían al propósito de su enseñanza: Juan de alguna manera pudo co-
menzar allí donde dejaron los sinópticos, ofreciendo una visión profundamente teo-
lógica de los eventos. Veamos algunos ejemplos.
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a) El evangelio según Jn es profundamente eclesiológico, a pesar de que


la palabra “Iglesia” no aparezca ni una sola vez. El evangelio de Mt es muy eclesioló-
gico, haciendo ver que el Reino de Dios que Cristo inauguró encuentra su realiza-
ción en la Iglesia. Jn puede y de hecho presupone todo esto; su eclesiología es mu-
cho más sutil, en verdad una percepción “espiritual” del sentido de las palabras y he-
chos de Jesús, por las que permite a los lectores cristianos reconocer que los fieles
en la Iglesia poseen por la fe las mismas realidades que aquellos de la época
apostólica había escuchado y experimentado en la presencia viva de Jesús (1 Jn
1,1-4). Cuando el evangelio llega a su clímax en la confesión de Tomás y la respuesta
del Señor (20,24-29), el lector comprende de qué cosa Juan estuvo hablando desde el
comienzo: todo lo que se vio a Jesús hacer y decir eran “signos” de realidades presen-
tes que se encuentran en la Iglesia. Es más, el verdadero sentido de las palabras y
hechos de Jesús sólo pueden ser comprendidos ahora, con la presencia iluminadora
del Espíritu (2,22; 7,39; 16,25ss). En esto tenemos, además, la cercana afinidad y pa-
recido entre Jn y Lc. Mientras Lc muestra la consumación de la historia de salvación
en los Hechos de los Apóstoles, Juan por una concentración en los “signos”, ha permi-
tido que la obra del Paráclito fuera vista anticipadamente en Él primero, en Jesús. Así
como el Hijo hace las obras del Padre (8,28), así la obra del Espíritu es una con la del
Hijo: la vida de la Iglesia es la vida de Cristo.

b) Otro punto importante de la enseñanza de Juan son los sacramentos.


En los sinópticos se hace referencia al Bautismo (28,19) y a la institución de la Euca-
ristía (26,26ss). Juan no habla del aspecto material (como rito) de los sacramentos, sin
embargo en todo el evangelio aparece la enseñanza sacramental. Pensemos en
los signos referentes a los sacramentos: el vino de Caná que reemplaza el agua de
purificaciones judías (2,1-11); el agua viva que viene de Cristo (3,5-7; 4,10-14; 7,37-
38); el pan del cielo que es su carne (6,51). Todo esto significa sacramentos, que
son eficaces en virtud de su obra redentora, y que dona al Espíritu Santo, que es la
vida de la Iglesia, para perdonar pecados (20,22). Por lo tanto Jn dedica mucha aten-
ción al ritual y calendario litúrgico de las fiestas judías, sólo para mostrar que estas
habían sido reemplazadas por el cuerpo resucitado de Cristo, la Iglesia, que ha toma-
do lugar del templo judío (2,20), y en la cual Dios es adorado en espíritu y en verdad
(4,23).

c) La escatología de Juan va a la par con su evangelio “espiritual”. Los si-


nópticos han sido escritos mayormente en la perspectiva escatológica que se percibe
en las cartas tempranas de Pablo, es decir, en una intensa expectación de la parusía,
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cuando vendría el Reino en su gloria. Juan, por supuesto, no niega esta escatología
futurista. Pero en concordancia con su enseñanza eclesiológica y sacramental, insiste
en el hecho que los cristianos en la Iglesia poseen aquí y ahora la vida divina que
es también el fin de la salvación. Así su énfasis escatológico se corre a la realidad
presente, como también en las últimas cartas de Pablo. El evangelio comienza con la
afirmación del Señor de que su hora no ha llegado todavía (2,4), y alcanza su triunfal
culminación con el grito “Está consumado” (19,30). Mientras tanto, los cristianos fueron
advertidos que el juicio tiene lugar en esta vida (3,18), que la vida eterna se posee por
la fe (5,24), y que Jesús es resurrección y vida aquí y ahora para los que creen en Él
(11,25).

d) Un último ejemplo podemos encontrar en la manera como Cristo se re-


trata a sí mismo. En los sinópticos se presenta como el Mesías que da cumplimiento a
las expectativas del Antiguo Testamento, el fundador del Reino de los cielos, el Hijo de
Dios. Los sinópticos se esfuerzan también en explicitar diferentes aspectos de la per-
sonalidad de Jesús. Todo esto supone también Juan en su primer capítulo: al terminar
el capítulo casi todos los títulos mesiánicos y soteriológicos han sido aplicados a Je-
sús. Los sinópticos en general adhieren a la primitiva formulación cristiana que veía en
Jesús resucitado al Mesías y Señor, y constituido Hijo de Dios en poder (Hch 2,37;
Rom 1,4). Jn comienza con esta creencia al presentar a Jesús como Hijo de Dios
encarnado, Hijo de Dios desde la eternidad (Logos = Verbo = Palabra), que se hace
hombre para hacernos participar de su divinidad. La rica doctrina trinitaria de Jn no es
para nada especulativa, sino eminentemente práctica: para los cristianos es importante
la vida trinitaria precisamente porque es la misma vida que por medio del Espíritu
ellos poseen en la Iglesia.

Las características de Jn

1. La ironía de Juan

En Jn las palabras son muy importantes. No sólo posee un extenso vocabulario


teológico como: “verdad”, “vida”, “luz”, “gloria”, etc.; sino que estas palabras o frases
tienen o pueden tener al mismo tiempo varios niveles de significación. Profundas
verdades se encuentran a veces en afirmaciones que están más allá de la intención
del que habla: así el sumo sacerdote “profetiza” la muerte vicaria de Jesús (11,50ss).
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Una afirmación totalmente prosaica puede intencionalmente esconder una referencia a


una importante verdad religiosa: en Jn 7,8 se le pide Jesús “subir” a la fiesta (ana-
baino; expresión ordinaria para la peregrinación a Jerusalén), y Jesús dice que no ha
llegado todavía su tiempo para “subir” (al Padre). Jesús dice a la samaritana que le
puede dar “agua viva” (4,10), en oposición al agua de cisterna, porque habla de la
Gracia (y/o del Espíritu Santo). En 2,11 “signo” se tanto refiere al milagro que ha sido
presenciado, como a la realidad sacramental simbolizada. Similarmente “gloria” tam-
bién tiene doble o triple significación (fama, poder y divinidad). Paralelamente con este
vocabulario teológico tenemos el sentido más profundo, de significación sacramental o
eclesial que Jn encuentra en palabras o hechos de Jesús. Nos quiere hacer ver que
ese es el significado verdadero en vista de la realidad que conecta a Cristo con
la Iglesia.

2. El diálogo en Juan

Los frecuentes diálogos de Jesús con los judíos, con los discípulos, con Nicodemo,
con la Samaritana, etc., siguen un determinado esquema que se supone un arreglo del
evangelista. Con frecuencia en estos diálogos Jesús anuncia alguna importante ver-
dad religiosa, pero es mal entendida en un sentido superficial o material. Este malen-
tendido permite a Jesús (a veces a Juan) desarrollar el verdadero sentido espiritual de
su enunciado (3,4; 4,15.33; 6,52; 8,19.33; etc.). Esta situación tiene su origen en la
enseñanza de Jesús, que en su momento no era entendida plenamente hasta después
de su resurrección y el don del Espíritu (2,22; 7,39). Cuando el diálogo sirvió a su pro-
pósito, entonces Cristo o el evangelista continúa en un monólogo, en el cual profundi-
za sobre el tema (3,10ss; 10,1ss; etc.). Algo de esto encontramos en Mt que reúne
dichos dispersos de la enseñanza de Jesús y los combina en una especie de discurso
(cf. 5,3ss).

3. El simbolismo de Juan

Mucho más que en los sinópticos abunda el simbolismo de Juan, y se llama con
más frecuencia la atención sobre el significado más profundo de sucesos aparente-
mente ordinarios. El “discípulo amado”, el ciego de nacimiento, Lázaro, etc., no sólo
son personajes y sucesos históricos, sino que representan a todos los cristianos.
Hay mucho de esto en el evangelio, y uno al leerlo debe estar atento al sentido
simbólico, so pena de perderse el verdadero significado del texto. Sin embargo hay
que tener en cuenta que los símbolos no son inventados, sino que siempre se so-
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breponen a personajes o eventos reales e históricos, aunque sacados a veces del con-
texto cronológico (por ejemplo: la ex- Imagen:
“Las bodas de
pulsión de los mercaderes del Templo Caná”; (Ge-
rard David
en 2,13ss, que en los sinópticos se 1460—1523)
produce luego de su entrada triunfal a
Jerusalén a pocas horas de su Pasión
y Muerte: Mt 21,12-13; Mc 11,15-18;
Lc 19,45-46).

La Santísima Virgen María ocupa, claramente, un lugar relevante en Jn: la Ma-


dre de Jesús es la Madre de la Iglesia (19,25-27), su eficacísima intercesora (2,5),
y hasta la Iglesia misma (Apoc 12,1). Es la “nueva Eva”, la nueva Madre de los
vivientes, que desató con su fiat mihi secundum Verbum tuum (“hágase en mí
según tu palabra”) lo que Eva había atado con su desobediencia.

Tradicionalmente la crítica al “Jesús histórico” ha sostenido que los elementos


peculiares de Juan no merecen confianza histórica. Aun algunos posbultmanianos
ignoran a Jn en su búsqueda (Bornjamm, Conzelmann), y otros, más moderados, afir-
man que dada la compleja evolución del evangelio de Jn, hay que ser prudente acerca
de las reales posibilidades de formarnos una figura exacta de Jesús de la historia ba-
sada en él. Mas muchos otros atribuyen un alto valor histórico a los datos que propor-
ciona el cuarto evangelio, a veces superiores a los sinópticos. Ahora bien, siguiendo a
Brown, la tradición de los hechos y dichos de Jesús en Jn se basa en una semejante a
los sinópticos, pero que ha evolucionado en dirección diferente. Es difícil decir en ge-
neral cuál de las dos presenta la forma más antigua: en algunos casos parece más
antigua la tradición de los sinópticos, en otros la de Juan (ejemplo: Jesús caminando
sobre las aguas, 6,16ss). Hay que evaluar cada caso en particular.

Siguiendo con Brown, podemos decir:

Que el evangelio de Jn no es tan diferente de los sinópticos como parece


(primera etapa de su teoría).
Bilyk

Nuevo Testamento I – 16

En la 2° y 3° etapas de la teoría de Brown sobre la composición del evangelio


de Jn corresponde a un remodelado de los materiales “en bruto”, proceden-
tes de la tradición acerca de Jesús, dándoseles una forma dramática y teo-
lógica. Pero hoy día sabemos que lo mismo ha ocurrido en los sinópticos,
aunque en menor grado. Todos los evangelistas son “teólogos”, no obstante
Jn lo es de una manera particular. Y todo esto hay que tenerlo presente
cuando se pretende descubrir al Jesús histórico. Sería, en este sentido, vá-
lida la afirmación de Sanders según el cual Jn es un evangelio histórico, pe-
ro en el sentido de una historia que atiende no sólo lo que sucedió, sino
también al sentido más profundo de los acontecimientos.

La redacción final (5° etapa) plantea problemas aun mayores en lo referente


a la figura histórica de Jesús. Los nuevos materiales insertados en la narra-
ción evangélica no atienden necesariamente al orden cronológico; además
esta inserción ha motivado –según Brown- el desplazamiento de algunas
escenas, como la purificación del templo (ya visto arriba). Por lo tanto no se
debiera aceptar ese orden como cronológico.

Concluyendo: debemos ser muy prudentes en la utilización de Jn en la recons-


trucción de la vida pública de Jesús. Pero es indudable que Juan se basa en una tradi-
ción de los hechos y dichos de Jesús sólida y, a veces, primitiva. También Jn nos da
noticias ciertas de Jesús que no se han conservado en otros evangelios, como por
ejemplo cuando dice que Jesús y sus discípulos bautizaban como Juan Bautista (3,22;
4,1ss); que su ministerio duró más de un año; que viajó varias veces a Jerusalén; que
la oposición de los jefes judíos no se limitó a la última semana (como aparece en si-
nópticos); así como numerosos detalles de la Última Cena y de la Pasión de Jesús.
Bilyk

Nuevo Testamento I – 17

Plan general del evangelio según Jn

Siguiendo una vez más el principio del “arreglo simétrico”, el cuarto evangelio
se puede dividir en dos trípticos, el primero o menor (1-8), y el segundo o mayor (9-
21), que a su vez se subdividen así:

a) El tríptico menor
La inauguración mesiánica (1-3)

El Salvador del mundo (4-6)

Jesús Maestro (7-8)

b) El tríptico mayor
Del ciego a Lázaro (9-11,45)

Jesús se apresta a entrar en “su hora” (11,46-17)

Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús (18-21)


Bilyk

Nuevo Testamento I – 18

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