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SUEÑOS DE BIENESTAR EN LA NUEVA ARGENTINA.

ESTADO Y POLÍTICAS PÚBLICAS DURANTE


EL PERONISMO (1946-1955). PATRICIA BERROTARÁN – ANÍBAL JÁUREGUI – MARCELO ROUGIER
PRESENTACION
A sesenta años de su inicio, cuando el estado parece haber perdido su capacidad orientad va y las políticas públicas
poco recuerdan el Estado Benefactor, la época peronista ha reforzado para el imaginario colectivo su condición de
mítica edad de oro y para las ciencias sociales la de una cantera donde repensar una estatidad artieuladora y mediadora
de los conflictos de la sociedad globalizada.
Un abordaje del peronismo podría provenir, entonces, de lo que llamaríamos la “cultura política”. La memoria
colectiva presenta a esa experiencia como el cierre postumo de la obra de la Generación del 80 y de sus inspiradores
intelectuales precedentes. Pesa en el inconsciente social moderno la sensación de que el 45 gestó al país posaluvional,
integrado y vertebrado por un estado comprometido con los derechps sociales y con las necesidades de un pueblo real,
hasta entonces olvidado por intelectuales y establishment.
No importa que la historiografía haya una y otra vez redescubierto las continuidades, los zigzagueos, el mestizaje
de ideas provenientes del tronco radical, socialista, nacionalista, católico o conservador. Para la memoria, el 17 de
octubre habría creado un país nuevo, una revolución donde la igualdad y la integración serían valores de la Nueva Ar-
gentina. Las imágenes se suceden ante nosotros con ritmo vertiginoso: la plaza colmada, Evita, la asistencia social, la
participación creciente de la clase trabajadora, la difusión del hospital, la construcción masiva de viviendas, los triunfos
de Fangio y de Gatica, Mar del Plata, el hotel sindical, la radio, el cine. La Argentina de masas pasó a ser una marca
reconocida aun por enconados intelectuales antiperonistas como el signo de los nuevos tiempos. Los líderes políticos
sucesivos serían una y
CAPÍTULO II: PROMETEO ENCADENADO: LOS INDUSTRIALES Y EL RÉGIMEN PERONISTA1
Aníbal Jáuregui
 El 10 de agosto de 1951, una representación de los industriales entre los que se encontraba el metalúrgico Aquiles
Merlini, junto a Nemesio de Olariaga por el sector rural y José Hernández por la Bolsa de Comercio, ingresaba a la quinta
presidencial de Olivos. El objetivo de la visita era hacer llegar su apoyo a la reelección de Perón para el período 1952-
1958 y, al mismo tiempo, solicitar a Evita que integrara el binomio presidencial. La propuesta de los visitantes fue
incluida en sus discursos y comentada por la prensa de la época.
 El episodio abona en parte las ideas de un apoyo policlasista para la experiencia peronista. Sin embargo, las
interpretaciones del accionar de la burguesía industrial durante el período 1945-1955 presentan problemas bastante
complejos por la situación contradictoria en que se hallaban los empresarios frente al gobierno. Si por una parte la
relación privilegiada entablada por el régimen con el movimiento obrero, relegaba al empresariado a un lugar menos
preponderante que en el había tenido en el pasado, por la otra convertía al sector industrial en el eje central de las
políticas públicas. Esto último derivaba de su condición de generador directo de los bienes de consumo popular y
promotor fundamental del empleo, factores inseparables del círculo virtuoso en el que se sustentaba el consenso político
de la Nueva Argentina
 Las tensiones entre el sesgo distribucionista y el industrialista fueron transferidas a la historiografía, que en cierto
sentido redujo las actitudes empresariales a la dicotomía oposición/apoyo al régimen de acuerdo al margen de
beneficios/perjuicios materiales que recibía cada firma. Estas lecturas reproducían aquellas divisiones que habían
atravesado verticalmente a la sociedad y que en el caso de actores económicos de peso, se potenciaban por la
hiperpolitización de la economía y por el vigoroso avance de un estado centrípeto2.
 Aunque no puede negarse que hubo empresarios que resistieron enérgicamente el ascenso de Perón ni que, una vez
entronizado, éste recibió, como se ha visto, no pocas muestras de adhesión, las lecturas unilaterales pueden caer en el
reduccionismo ya que los empresarios y sus organizaciones negociaron con el estado medidas específicas, normalmente
en el marco de definiciones de corte oficialista, para beneficiarse o beneficiar a sus representados o, en otros casos, para
neutralizar los efectos negativos de alguna decisión favorable a algún otro actor económico. Así siempre hubo
declaraciones favorables y contrarias al gobierno, dependiendo de la oportunidad, la inserción particular de cada sector
en la coyuntura económica y las posibilidades de obtener apoyo público.
 Existe en la literatura una inclinación a reproducir en el estudio de los empresarios aquella división entre lo “viejo” y
lo “nuevo” que teorizara Germani para explicar las adhesiones de la clase trabajadora al peronismo. Mientras que
Cúneo3 ha visto a la burguesía industrial tradicional enfrentada unánimemente al peronismo, otros autores, entre ellos,
Munnis y Portantiero, Di Telia y Lucchini han encontrado sectores empresariales que, favorecidos por las políticas de
ampliación del mercado interno, no dudaron en sumarse a la coalición triunfante4.
 Desde nuestro punto de vista, las reacciones del empresariado frente al régimen estuvieron determinadas por una
actitud defensiva que de hecho unificaba a la amplia mayoría de sus integrantes. Las declaraciones pro-oficialistas de
los empresarios y de sus organizaciones, que variaban de tenor, adquirían una condición obligatoria, y por lo tanto poco
expresiva, por dos razones especiales.
–En primer lugar, porque a los medios de comunicación que manifestaban opiniones empresariales les cabían las

1
Según la tragedia de Esquilo, Prometeo robó el fuego divino y lo entregó a los hombres para que ellos inventaran todas las artes. Airado Zeus,
ordenó que el traidor fuera llevado al monte Cáucaso y amarrado con férreas cade nas. Aunque hubo quien se ofreció para pedirle al Rey de los
Dioses que lo libere, Prometeo se niega, temeroso de la reacción posterior
2
Tal vez la representante más notable de este punto de vista que divide al empresariado en forma cortante sea Teichman (1981).
3
Cúneo (1967).
4
Murmis y Portantiero (1971), Di Telia (1965), Lucchini (1990).
restricciones comunes a todos, pero también porque los subsidios que distribuía el gobierno desestimulaban las
referencias críticas a las resoluciones gubernativas.
–Por último, la debilidad de las organizaciones del empresariado inhibía expresiones más representativas de la opinión
del sector.
 Se compartían entonces los rituales de adhesión al régimen, que prácticamente eran la condición de posibilidad de
existencia para cualquier actividad legal, ya que era impensable que pudieran realizarse críticas al mismo como tal,
aunque sí a aspectos puntuales que no dejaban de ser señalados como marginales. Esta inhabilitación para ejercer una
función censora de la política económica se explica también por el particular compromiso que tenía el empresariado
en el período 1944-1946, cuando se fue gestando el peronismo. Sin embargo, dentro de un contexto poco favorable para
la actividad opositora, el empresariado en general se mostraba opuesto a muchas de las iniciativas de la política social y a
la disminución de su poder dentro de la empresa.
 Las tesis principales de este trabajo pueden resumirse en las si guientes proposiciones: las divisiones del sector
empresario eran muy variables y no estaban asociadas a una posición favorable o contraria al gobierno peronista. No
hubo entonces una línea divisoria que separara tajantemente a los empresarios. Los unía la oposición a determinados
aspectos de la política laboral: la elevación de los costos de la mano de obra, la actuación de los sindicatos y de las
comisiones internas.
 Los unía también una fuerte dependencia hacia la distribución estatal de protección frente a la competencia externa,
de divisas para la importación de insumos y repuestos y de subsidios crediticios. Pero, estos mismos factores de unión
podían ser también de división, en la medida que la bendición estatal recayera más en unos que en otros. Ocasionalmen-
te también los podía separar el origen geográfico, el tamaño de la firma, el número de obreros y la rama o sector.
Pero, estas diferencias podían estar asociadas a las facilidades para la obtención de subsidios beneficios estatales.
 Como hoja de ruta de este artículo , vamos en primer lugar a dar una respuesta teórica al problema planteado. Luego
estudiaremos, tomando principalmente a los textiles y metalúrgicos, la actuación de los empresarios en los momentos de
gestación del peronismo; después analizaremos la generación de un modo de negociación entre el estado y los em-
presarios bajo el primer peronismo; seguiremos con las relaciones tejidas por las asociaciones patronales y las
organizaciones obreras y, finalmente, describiremos las innovaciones que la reorientación de la política económica trajo
a la participación de aquéllas en la vida pública.
"SALIDA, VOZ O LEALTAD"
 Una aproximación provechosa para el estudio de este problema la ha dado el siempre sugerente Albert Hirschman,
quien tipifica las conductas ante los desafíos presentados al desarrollo en tres actitudes básicas: salida, voz, lealtad5.
La primera significaba la abstención, propia de un consumidor que se niega a comprar un producto cuando no lo sa-
tisface. El ostracismo absoluto del espacio público de un actor económico sería el equivalente de esta alternativa.
La segunda opción consiste en la voz, la protesta abierta. Ésta vendría a ser una salida con evidentes riesgos, en la
medida que se enfrentaba con aquel que podía ser responsable por la marcha de la empresa. La voz marcó al empresariado
en la etapa formativa del peronismo, en 1945, pero esta fue abandonada al ser de hecho impracticable después del triunfo
de Perón.
La tercera opción, la lealtad puede entenderse como la fórmula de la supervivencia o como la resistencia a decaer. Esta
lealtad hirschmaniana no resultaría en este caso una fuga del ámbito público, sino más bien una forma de
acomodamiento que se manifestaba tanto en el ámbito individual en una “fuga”, aunque, respecto de las asociaciones
representativas, en las diversas formas de adaptación de éstas a las condiciones que le imponían el régimen gobernante .
Esta reacción opera cuando la voz o la salida resultan opciones que no permiten una respuesta adecuada. El precepto
paradigmático de la lealtad es “cierto o errado, nuestro país”, lo que significa que en algún momento el sujeto,
individual o colectivo, podrá actuar en un sentido de torcer el rumbo hacia lo que considera cierto.
 Si la voz fue decisiva en los años de formación del peronismo, creemos que la lealtad fue significativa, especialmente
en la primera etapa entre 1946 y 1949 aunque no desapareció completamente con posterioridad. La lealtad adquirió su
expresión en el refugio individualista, notoria en la etapa del Primer Plan Quinquenal (PPQ), en que cada empresa
buscaba su propio canal de relación con el gobierno considerando que la suma de voluntades no generaba necesariamente
mayor beneficio para cada una de ellas. La fuga individual que se recostaba en la búsqueda del subsidio, o del préstamo,
así como la negociación individual que se emprendía con los representantes de los trabajadores , puede considerarse otra
forma de subsistencia, que al mismo tiempo podría acarrear beneficios particulares. Esta política de supervivencia del
empresario generó una cierta tendencia a la inmovilidad que, si bien no era absoluta, operaba especialmente en aquellos
niveles de la conducta en los que se aprecian los progresos en la organización del trabajo y en la innovación
tecnológica.
 El nivel de estímulos para actuar en forma colectiva podía ser superado por los temores a que los costos fueran
mayores que los beneficios. Esta fuga individual era también un vector verificable en las pequeñas y medianas empresas,
consideradas tradicionalmente como los soportes naturales del peronismo. La conducta del empresariado frente al
régimen no sólo tomaba en consideración cuestiones específicamente económicas. Si el peronismo concretó el afán de
protagonismo y reconocimiento social que el movimiento obrero había anhelado por décadas, inversamente el empresa-
riado veía fuertemente cuestionado su protagonismo y amenazado simbólicamente el lugar social que le perteneciera. Este
retroceso, en cuanto al lugar público ocupado, también contribuía a las conductas de rechazo en sordina, lo que
O’Donnell llama la voz oblicua, que representa una queja escasa o tangencialmente audible. El poder del empresario

5
Hirschman (1970).
individual provenía de la significación de la empresa como el ámbito de colaboración social de clases potencialmente
enfrentadas. El cierre de una empresa era desde este punto de vista una de las peores noticias que podía recibir el
régimen.
EL ORIGEN: LA UIA Y EL NACIMIENTO DEL RÉGIMEN
 En los años previos al ascenso de Perón, las relaciones entre política y economía colocaban al empresariado en un lugar
en el cual se combinaban cierta dependencia del apoyo estatal con la autonomía creciente del aparato estatal. Cómo
reacción a esta última, el empresariado fue incrementando entre 1941 y 1943 sus tendencias asociativas en torno a tres
entidades: la Unión Industrial Argentina (UIA), la Sociedad Rural (SRA) y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires
(BCBA). Este corporativismo, en un sentido lato de fortalecimiento de las asociaciones representativas, estaba
encaminado a frenar los avances estatales en materia impositiva y laboral, y al mismo tiempo presionar para que la
participación de estas entidades en la política económica adquiriera un rango institucional y legal más completo.
–La revolución junina vino a traer una complicación a esta tendencia: si había algún programa que lo caracterizara, éste
consistía en avanzar en el proceso de centralización que, si requería el apoyo patronal para ciertas tareas, limitaba las
posibilidades de incidir globalmente en la medida en que las ganancias de poder se hacían en detrimento del sistema
republicano y federal, y de la influencia de las clases dominantes de la sociedad civil67.
 Perón le agregó al proceso de centralización un componente decisivo, que fue el estrechamiento de vínculos con la clase
trabajadora por medio de una política social activa y distribucionista, que estimulaba el incremento de la
participación económica y política de los asalariados y que al mismo tiempo confrontaba progresivamente con el sector
patronal.
–Ante esta iniciativa, las entidades empresarias primero actuaron en forma oscilante, pero a mediados de 1945, la
oscilación dejó pasó a una oposición más militante contra el gobierno y específicamente contra Perón. *Tal vez la fecha
más significativa de este proceso fuera la del 15 de junio de 1945, cuando se publicó en los diarios porteños una solicitada
a toda página denominada “Manifiesto de la Industria y el Comercio”, filmada por más de trescientas organizaciones
patronales, entre ellas la Asociación del Trabajo, la CACIP, la Cámara Argentina de Comercio, la Bolsa de Cereales y
la BCBA, que cuestionaba la política laboral del gobierno. Allí se acusaba a la Secretaría de Trabajo y Previsión de
fomentar la agitación y de quebrar la disciplina laboral.
–El documento, que fue impulsado por el presidente de la BCBA, Eustaquio Méndez Delfino, tuvo una enorme repercusión
en la opinión pública, por ser la más clara manifestación del poder económico en contra esta política
gubernamental8. Esa misma repercusión terminó generando una reacción negativa que era francamente previsible. Los
sindicatos obreros respondieron rápidamente en favor de las conquistas y de los logros obtenidos bajo la gestión militar.
 A medida que la virulencia de la lucha política aumentaba, la UIA, como el resto de las organizaciones empresarias,
se fue volcando más intensamente a la oposición al gobierno y en consecuencia fue adoptando un discurso políticamente
más liberal, alejándose de aquellos temas que podrían acercarla a la heterodoxia económica. *En julio, el gobierno mandó
suspender las emisiones radiales que el Instituto de Estudios y Conferencias de la UIA emitía por dos estaciones
oficiales de radio. La reacción del gobierno militar se concentraba en el cuestionamiento a la conducción de la UIA y a la
persona de Luis Colombo, cuyo nombre sería atacado por anónimos panfletos callejeros. El Día de la Industria, 2 de
septiembre, Colombo pronunciaba un discurso público en el que atacó frontalmente al gobierno, cuestionando la
dilapidación del dinero público, las construcciones innecesarias e improductivas, la enorme burocracia, así como el
despilfarro sin control9.
 Las asociaciones patronales se incorporaron entonces a la organización de la Marcha de la Constitución y la Libertad
realizada en septiembre de 1945 por un abanico de entidades políticas y sociales. La UIA, como otras, aconsejaron a sus
asociados el cierre de sus establecimientos para facilitar la participación en la manifestación. Como una muestra de
decisión frente al compromiso opositor de Colombo, el gobierno lo encarceló, acusándolo de conspirar. No es
sorprendente a partir de estos datos que, junto con otros sectores civiles, la conducción de la UIA apoyara el movimiento
del general Ávalos para desplazar a Perón el 10 de octubre. Las declaraciones de Torcuato Di Tella, entonces en Londres,
aprobando la remoción de Perón en octubre, revelaban cierto consenso, aun entre quienes habrían de tejer sólidos
vínculos con el régimen peronista10. La movilización obrera del 17 de octubre puso a la dirigencia empresarial frente una
realidad que demostraba el nuevo poder adquirido por la clase trabajadora y el hecho de que Perón tenia sobre ella una
creciente influencia. Para desazón de la dirigencia de la UIA, este actor protagónico estaba compuesto por sus propios
trabajadores y empleados11.
 Las relaciones laborales ya no eran entonces un problema reducido al interior de la empresa; habían traspasado las
paredes fabriles para convertirse en un tema central de la vida pública nacional, lo que obligaba a colocarse de una
manera diferente frente a la cuestión: “...los industriales no son enemigos de la paz social fundada en la justicia, que
jamás se han opuesto ni se opondrán a las equitativas reformas que han beneficiado o benefician la condición de los tra-
bajadores y exhorta a todos los sectores de opinión (...) a mantenerse unidos en tomo a las ideas de libertad, justicia y

6
O’Donnell (1989), p. 265.
7
Jáuregui (2003).
8
Hay, sin embargo, un dato que no puede pasar desapercibido. A pesar de aprobar su contenido, la UIA -como la Sociedad Rural- no se anotó entre las
firmantes del documento.
9
“...no cabe alborozo donde no se cumple la Constitución y cuando las libertadas se cercenan....[la industria] reclama de los poderes públicos la vuelta
inmediata a la normalidad constitucional”. La Prensa, 3/9/45, p. 11. El discurso había sido conocido con anterioridad por el secretario de Industria, tte.
cnl. Mariano Abarca, quien sugirió modificaciones que no fueron aceptadas. Poco después, el 26 de septiembre, el gobierno hizo detener a Colombo,
lo que obligó a que fuera reemplazado por Raúl Lamuraglia al frente de la UIA.
10
Cochran y Reina (1965), p. 181.
11
Esta idea esta desarrollada con mayor detalle en Jáuregui (2002).
paz social... el patrimonio de honor y dignidad ciudadana recibida como sagrada herencia de las pasadas
generaciones”12.
–Estas definiciones no obstaban para que, en ese contexto, la dirección de la UIA bajo Lamuraglia se inclinase
abiertamente por la Unión Democrática. Este apoyo político se cristalizó en el famoso aporte financiero de 300.000
pesos que fue utilizado por Perón para acusar a la Unión Democrática de defender exclusivamente los intereses
patronales y a la UIA de intromisión en la vida política partidaria, ajena a su cometido de representación.
 Los industriales, en reacción a la política laboral del gobierno, pero también como parte de la campaña opositora,
conformaron un frente con las otras organizaciones de las clases propietarias y lanzaron un lock-out, cuyo efecto más
evidente fue reafirmar la identificación de los trabajadores con Perón. El cierre de fábricas fue realizado el 14, 15 y
16 de enero de 194G13. La consecuencia más notable de la paralización de los negocios fue que la UIA y otras entidades
quedaron totalmente identificadas con el antiperonismo. Si nos atenemos a las declaraciones de Lamuraglia, el sector
mayoritario antiperonista de los industriales pasaba a intégrame abiertamente a la lucha política. Se había perdido, de
hecho, la posición propia de una asociación representativa de intereses privados frente al estado para asumir una
actitud combativa frente a los intentos expansivos del poder público.
 Las acusaciones de Perón a la dirigencia industrial no significaban de ninguna manera que despreciase el apoyo
económico empresarial. La CADE, vinculada al grupo Torquist, sostuvo financieramente la campaña electoral oficialista.
Este apoyo le significó que no fueran difundidas las investigaciones sobre las actividades de la compañía eléctrica
llevadas a cabo por la comisión Rodríguez Conde. También Alberto Dodero, empresario de la navegación avalaba la
candidatura del ambicioso coronel. A pesar de su corporativismo, Perón prefería tratar individualmente con los
empresarios y no crear canales orgánicos de negociación.
 Esta inclinación se acentuó tras las elecciones internas de la UIA de marzo de 1946 que terminaron imponiendo mía
conducción opositora encabezada por el gerente de La Cantábrica, Pascual Gambino. Este evento sucedió después de las
elecciones presidenciales de febrero que provocaron una división entre los integrantes de la asociación sobre cómo actuar
frente al futuro gobierno. Durante la campaña para las elecciones internas, Miranda, la principal figura de los que habían
migrado al campo oficial, utilizó abiertamente el poder que le confería el control del BCRA para desanimar las
candidaturas opositoras de Guillermo Padilla y Del Sel. La utilización de la influencia estatal en las elecciones a través
de la indisponibilidad de crédito para las empresas que participaran de la lista opositora, era un anticipo de la
significación que tendría el subsidio estatal en la nueva economía.
 Lamuraglia sostiene, contra las interpretaciones posteriores del apoyo industrial a Perón, que éste provenía
principalmente de la gran empresa, mientras que los pequeños industriales se oponían por ser más independientes del
gobierno, en cuanto a financiamiento y a protección directa del estado 14. Sin embargo, la división interna no puede ser
relacionada con el tamaño de la empresa. Aunque en la lista de Gambino no faltaban representantes de algunas grandes
firmas, en la lista de Luis Herbín se contaban Carlos Tomquist, Di Lorenzi (lácteos), Luis Arata (ítalo), entre otros.
 Cono se ha dicho, el resultado final fue el triunfo de la lista opositora y esto llevó en mayo de 1946 a la intervención
estatal de la entidad por parte de Farrell, poco antes de que Perón asumiera oficialmente el poder y que precipitó un largo
proceso de reorganización. De todas formas, desde este momento comenzaría a plantearse una contradicción en la
conducta del peronismo ante los protagonistas esenciales de la vida económica. Si con relación a los trabajadores se puso
en marcha un aceitado mecanismo corporativo, frente a los empresarios, y a pesar de respetarse la existencia de
asociaciones de primer grado, se tendió a debilitar las expresiones más significativas del sector, especialmente las de
grado superior. Perón mismo puso esta idea en palabras que no dejaban dudas: “No acepto testaferros pagados por
organismos patronales. Por eso llamo al patrón de la fábrica y no al gerente de la Unión Industrial”15 16 17.
 Distintas asociaciones como la Asociación Argentina de la Producción, la Industria y el Comercio (AAPIC), nacida
en 1946 y la Confederación Empresaria Argentina (CEA), fundada dos años después fueron organizadas para
reemplazar a la UIA intervenida. A su vez, no se descartaba su normalización. Llama la atención, ante la no concreción
de esta última iniciativa, la escasa repercusión lograda por la AAPIC y la CEA, lo que ha sido interpretada por Brennan
como el resultado de que su representatividad sólo se limitaba al ámbito de Buenos Aires 15. Sin embargo, esta supuesta
situación no impidió que la UIA mantuviera un cierto protagonismo en los años previos.
 Por otra parte, la experiencia de otros países muestra que normalmente las asociaciones de interés del empresariado se
concentran justamente donde mayor es el nivel de implantación industrial. Desde nuestra lectura, la escasa vitalidad de
estas organizaciones se convenía con el modelo de negociación que el peronismo encontraba más adecuado para esta
primera etapa. Por detrás de una supuesta incoherencia con el modelo corporativo de Perón, asomaba la tentativa de
anular las posibilidades de resistencia del empresariado a la política implementada desde el gobierno, para posibilitar la
negociación individual entre los empresarios y los funcionarios de los distintos láveles.
EL SISTEMA DE NEGOCIACIÓN BAJO EL PRIMER PERONISMO
 En 1946, una nueva era se iniciaba en la actitud del estado hacia la comunidad empresaria, simbolizada por el cambio
en las efemérides del día de los manufactureros 1'. Los meses iniciales muestran un empresariado poco dispuesto a confiar

12
Argentina Fabril, 923, noviembre de 1945, p. 3.
13
La jomada de protesta se hizo contra el decreto 33.302/45 que otorgaba aumentos salariales, pero principalmente creaba el decimotercer
salario anual, el aguinaldo.
14
ITDT (1971).
15
Tomado de Seoane (1998), p. 56.
16
Brennan (1997), p. 114.
17
El Día de la Industria que durante años se celebraba todos los 2 de septiembre fue transferido por el gobierno al 6 de diciembre, recordando
ese día de 1793 cuando Manuel Belgrano fue nombrado secretario perpetuo del Consulado.
en el gobierno y en actitud de lucha. *Por ej. entre los textiles y los metalúrgicos se aplaudía el fallo de la Corte Suprema,
con su composición todavía no modificada, en contra de las atribuciones de las delegaciones provinciales de la
Secretaria de Trabajo y Previsión porque afectaban atribuciones de los poderes federales. En marzo de 1946, se estaba
peleando por la inconstitucionalidad del aguinaldo. En junio, los patrones textiles protestaban agriamente por el
absentismo laboral en sus fábricas. Aún antes, los empresarios metalúrgicos habían hecho hincapié en la falta de
disciplina laboral: “Se ha roto el equilibrio jerárquico del trabajo y ocupa su lugar una apatía que amenaza anular en
los patronos el espíritu de empresa y en los obreros la voluntad de producir”18. La política ha tenido enorme
responsabilidad en este resultado, tanto más considerando las opiniones de los industriales metalúrgicos sobre el voto
popular:
“a un pueblo se le puede hacer creer que un demagogo es un reformador social...El pueblo es un niño gigantesco pero
es un niño...es soberano porque lo es todo pero no es omnisapiente ni infalible. El pueblo conoce lo que se le informa,
sabe lo que se le enseña, dice lo que se le hace creer. Esta verdad...no necesita demostración... Somos testigos en este
momento de una acción encaminada a conceder todos los méritos, virtudes y honores al poder estatal incontro-
lable”19.
 Si nos atenemos a sus pronunciamientos y dentro de este contexto general poco propicio para una voz abierta, los
empresarios se sentían y mostraban como víctimas de las políticas peronista. La política social del gobierno estaba
destinada a fortalecer el poder del estado de cara a los sectores propietarios que ellos integraban. Las quejas además se di-
rigieron hacia un estado que, como empresario, ocupaba áreas consideradas propias del sector privado20.
 Aun así, era inevitable que los industriales pasaran a jugar dentro de las nuevas reglas. Fuera de los casos pioneros de
Miguel Miranda, presidente del BCRA y del Consejo Económico y Social, Rolando Lagomarsino, Secretario de Industria
y Comercio y Ernesto Herbín, presidente del Directorio del Banco Industrial (BCIA) (provenientes del núcleo directivo
de la ULA), representantes orgánicos de la burguesía, ensayaron mecanismos de inclusión. La misma asociación
metalúrgica fue integrada al sistema de decisiones. Aquiles Merlini, presidente de la sección Industrias Metalúrgicas de la
UIA fue nombrado director del BCRA, cuando éste se nacionalizó en marzo de 1946. Poco después Merlini se apartó de la
dirección de la sección, pero cuando ésta se transforma en la Cámara Argentina de las Industrias Metalúrgicas, es
nombrado presidente y Guido Clutterbuck, de SIAM, secretario. Más tarde, en 1948, el mismo Merlini fue designado
presidente del BCIA, en reemplazo de Ernesto Herbín. Aunque la renuncia de este último ha sido presentada por
cuestiones de salud, en la práctica suponía la preeminencia de los metalúrgicos sobre los textiles, las dos ramas más
significativas en términos de empleo y volumen de producción.
 No casualmente los diputados opositores denunciaban que las medidas económicas proteccionistas eran realizadas en
beneficio de la gran industria nacional o de las industrias improvisadas surgidas al calor de la guerra21. Desde la visión
de los empresarios la situación era otra. Era necesario adoptar una estrategia defensiva en aquellos momentos especiales;
se debían frenar medidas que consideraban negativas. Para ello, Merlini y otros dirigentes empresariales se encargaban de
operar al interior de los aparatos estatales; sostenían que las empresas habían excedido el límite posible de aumentos
salariales tanto por la competencia externa como por la eventual incapacidad del mercado de absorber la producción
en caso de aumentos de precios22 23.
 El incremento de los costos laborales será la excusa para solicitar una larga serie de beneficios compensatorios. En
primer lugar, se solicitaba un control del comercio exterior que debía ser limitado. Las posturas antiexportadoras de los
empresarios eran explicadas como mecanismos para hacer frente a las dificultades que comenzaban a manifestarse ya en
1946. La asociación patronal metalúrgica proponía la supresión o la regulación de la exportación o disminución de la
importación para enfrentar las dificultades de la aparentemente controlada inflación, ya que de lo contrario habría que
disminuir el consumo21. Solicitaban que se garantice el mercado interno frente la competencia de los productos
importados como compensación por los mayores costos laborales. Además, pedían que todas las compras del estado
fuesen satisfechas por la producción nacional.
 En forma oficial, el gobierno no negociaba ninguna medida con los sectores patronales. Las empresas estaban
sometidas a una gran cantidad de reglamentaciones que por lo común no eran fáciles de ser controladas por los
funcionarios públicos, pero que actuaban como un mecanismo de presión estatal sobre el sector privado. La ausencia de
canales oficiales de negociación potenciaba las vías no oficiales de acuerdos. Pero, las discusiones sobre cuestiones
puntuales eran abundantes. Un aspecto decisivo de la negociación entre estado y empresas consistía en el
aprovisionamiento de las materias primas. Las quejas por las dificultades de importar materias primas y repuestos se
escuchaban tímidamente al principio, para convertirse en un tópico omnipresente en los años posteriores.
 La estatización del comercio exterior determinó que la importación estuviera controlada directamente por el gobierno
a través del IAPI. Por tal razón, en los momentos de abundancia de divisas el gobierno otorgaba permisos previos para la
importación de maquinaria Con el correr del tiempo, la cesión de los permisos de importación fue haciéndose más
restringida, en la medida en que se hacía sentir la penuria de divisas.
–Además, en lo que se refiere a las maquinarias, las dificultades de importarlas eran funcionales a las necesidades
gubernamentales de garantizar el pleno empleo de la mano de obra. Los empresarios a veces incluían precisiones acerca
de la marca, el país de origen y el importador que debía ser autorizado a realizar una operación de importación de
18
Metalurgia, 73, 2/46, p. 5.
19
Metalurgia, 137, 7/46, p. 6. Subrayado del autor.
20
En el denominado Primer Congreso de la Industria Argentina, realizado en 1947 las posturas referidas a los sindicatos, además de las que
hacían pun- tualizaciones en tomo al estado empresario, tenían un lugar destacado.
21
Belini (2001), pp. 87-89.
22
Metalurgia, 79, 10/46, p. 21.
23
Gaceta Textil, 137, 7/46, p. 6.
repuestos, lo cual mostraba que existían entrelazamientos poco transparentes entre fabricantes e importadores 24.
 El gobierno implemento una serie de medidas que implicaban una subordinación de la empresa privada a la
planificación oficial de largo plazo así como la adaptación a las prioridades de las políticas macroeconómicas
coyunturales. En primer lugar la fiscalización de los precios. A pesar de que en la primera etapa, la inflación no fue
considerada un problema central, existía una determinación oficial de que la fijación de los precios dejaba de ser en gran
medida resorte de las empresas privadas. Para el gobierno, fijar los precios se convirtió por entonces en parte de los
mecanismos destinados a la redistribución del ingreso. En virtud de ello, en 1946 se decretó que una serie de artículos de
primera necesidad, entre los que estaban la mayoría de los textiles tuviesen precios máximos. Un año después se cambió
el sistema de precios máximos por porcentajes admitidos de topes de ganancia.
–Para las empresas textiles, esos topes se relacionaban con la magnitud del valor agregado por cada empresa. Puede
suponerse que esta medida también se convertía en otro mecanismo de presión para coaccionar a las empresas a
encuadrarse dentro del ordenamiento económico pretendido por el gobierno. Que el sistema no funcionaba correctamente
se evidencia en el hecho de que los márgenes de ganancia fueron rebajados en 1949 y en 1950 (Véase tabla). Se
dispuso también la incautación de mercaderías en caso de no cumplimiento del congelamiento de precios. *Este
procedimiento fue aplicado especialmente en la industria textil, cuyos patrones se quejaban de que estas incautaciones se
hacían a pesar de haber satisfecho los pedidos de aumentos salariales.
 En 1949, se dispuso un congelamiento de precios de los artículos de primera necesidad con un criterio tan amplio que
prácticamente todo quedaba congelado, al ser incluidos en las listas los componentes de los productos considerados de
primera necesidad: alimentos, bebidas, indumentaria personal y textiles para el hogar, muebles, artículos de bazar y
limpieza. La policía federal fue encargada de la represión a los aumentos ilegales de precios, que no podían justificarse
por los mayores costos laborales, pudiendo arrestar al propietario o al responsable del establecimiento 25. Aunque las
disposiciones sobre el precio máximo podían ser flexibilizadas por pedidos de los empresarios de un sector, en el caso
textil, los fabricantes debían colocar una calcomanía en el producto con el precio de venta al público fijado por el
gobierno. Estos controles se completaban con acciones sobre la cadena de comercialización que reprimían el “agio” . Para
ello, se dieron en 1946 disposiciones que buscaban limitar al máximo la intermediación, cuya semántica era lo
suficientemente vaga como para comprender una amplia gama de operaciones comerciales 25. Las disposiciones oficiales
consideraban “intermediario” a todo comerciante cuya función fuera innecesaria, ya fuera un minorista que vendía a otro
minorista o un mayorista que vendía a otro mayorista. También, se condenaba a los empresarios que intercambiaban
materias primas25. A partir de 1950, se fueron flexibilizando las medidas relacionadas a la fijación de precios, al mismo
tiempo que se acentuaba el cierre del mercado a la competencia externa.
 Sin embargo, como formas alternativas de control estatal se buscó garantizar el funcionamiento del mercado con una
severa, al menos en la letra, ley de Represión a los Monopolios que consideraba actos de esa naturaleza a una amplia
gama de operaciones económicas. *Por ej., eran consideradas operaciones monopólicas dificultar o tender a modificar en
otras personas, la libre concurrencia en uno o varios ramos de producción. También caían bajo las penas previstas por
esta ley aquellos que mediante alguna maniobra de obstrucción aumentaran o se propusieran aumentar arbitrariamente las
ganancias, los que celebraran convenios para limitar la producción, los que abandonaran cosechas con el objeto de
provocar alza de precios, los que vendieran bienes o servicios por debajo del precio de costo. Inclusive la muy común
participación de una misma persona en directorios de diferentes empresas podía ser penada cuando la vinculación entre
ellas pudiera derivar en controles del mercado26.
 Concurrentemente, el estado buscaba garantizar el máximo de competencia en las licitaciones públicas mediante la
resolución 277/51, por la que todas las empresas en condiciones de ofrecer el servicio o producto solicitado, deberían
hacerlo so pena de ser encuadradas dentro de las conductas monopólicas. En su sentido más amplio, la normativa
reseñada tenía por finalidad asegurar el contralor de las empresas por el estado y los funcionarios públicos. Se diría que
no fueron creadas con la convicción de que serían puestas totalmente en vigencia.
 En contrapartida a estas limitaciones que afectaban la capacidad de las empresas , operaban los diferentes subsidios,
comenzando por los de tipo crediticio, aunque no solamente ellos. El carácter compensatorio de los préstamos con
relación a las cargas salariales y laborales junto a los otros aspectos inherentes a la particular economía peronista fue
asumido explícitamente tanto por los empresarios como por los funcionarios. Para los hombres de negocios, el crédito se
había convertido en algo tan sustancial que hacia 1950 una pequeña merma de la cartera de préstamos era llamada
“escasez de circulante”. En verdad, el crédito era considerado como una herramienta válida tanto para reponer el
capital fijo como para solventar los gastos de explotación.
 Los mecanismos a través de los cuáles se accedían a estos présta mos fueron diversos. Rougier y Girbal-Blacha han
estudiado recientemente la distribución de la masa de créditos de acuerdo a criterios en los que no necesariamente
predominaban el fomento a las nuevas industrias ni el estímulo a la innovación tecnológica 20. A pesar de preferir
normalmente a las empresas ya instaladas, el otorgamiento de los créditos y otros beneficios no se hizo tomando como
referencia a las corporaciones representativas. Evidentemente había casos en los que se actuaba corporativamente, como
cuando algún sector era declarado de “interés nacional” a instancias de la cámara o asociación respectiva.
 Sin embargo, normalmente el crédito era otorgado a la empresa sin contar con la aprobación de cámaras y
asociaciones, con lo que predominaba la asignación individual. Posteriormente, con la crisis económica iniciada en 1949,
24
Así en los textiles, la ausencia de repuestos elementales como agujas de tejer llevaría a una reunión con Miranda en la que se solicitaban
importaciones por 40.000 dólares entre agujas y repuestos con una asignación precisa de cupos de importación para los cinco importadores
más fuertes de la plaza porteña. Este tipo de problemas muestra un importante grado de opaci dad en los vínculos entre el estado y el sector
privado. Gaceta Textil, 161, 7/48, pp. 3-4.
25
Gacela Textil, 137, 7/46, pp. 6-7.
26
Metalurgia, p. 81, 12/46, p. 33.
que llevaría a una progresiva reducción de los créditos, los pedidos de retorno al sistema previo fueron una constante de
las demandas gremiales. Como vía alternativa para obtener tratamiento preferencial se utilizaba la declaración de
industria de “interés nacional” vinculada a la defensa. Así, en diciembre de 1949, la industria fabricante de
herramientas obtuvo ese beneficio, lo que significaba facilidades en los permisos previos de importación y cuotas
mayores para comprar del exterior materias primas y maquinarias27 28.
 Todos estos procedimientos indujeron a una fuerte modificación en la operatoria económica que incrementaba el grado
de dependencia operativa del sector privado con relación al estado. Los mecanismos de estímulo y coacción se
completaban con la palabra presidencial. En muchos casos, Perón felicitaba públicamente a los hombres de empresa por
los logros productivos y técnicos. Pero, no faltaban amonestaciones abiertas a los empresarios, que las páginas
corporativas reflejaban sin comentarios. Así, ante el contexto de fuerte crisis existente en 1952, en respuesta a una
demanda de la Asociación Obrera Textil, Perón se despachó abiertamente contra los empresarios.
–Concretamente, los acusaba de haberse beneficiado de los subsidios y haber derivado sus ganancias hacia inversiones en
países limítrofes o en la compra de es tancias. “Naturalmente cuando la demanda disminuyó- concluía- les falta todo ese
dinero para pagar a sus obreros”. Finalmente, los acusa de usar a la dirigencia obrera para solicitar nuevos préstamos al
gobierno29. Esto muestra que había un complejo juego de negociaciones entre los funcionarios, el gobierno, los sindicatos
y los empresarios. La pregunta que cabría hacerse es por qué estas declaraciones del presidente aparecieron en la prensa
corporativa. Una respuesta posible radica en que se trataba de dirigir un mensaje a los sindicatos en tomo a la no
conveniencia de otorgar nuevos aumentos.
 En esas condiciones en las que el estado asignaba crédito, protección o divisas para la importación de insumos, la
negociación tendía a estar sumamente fragmentada, especialmente de parte del sector empresarial. Su fuerza negociadora
residía en la repercusión social de la actividad que dirigía. Siempre la amenaza latente era que si no se conseguían los
fondos, las empresas podían quebrar con los consiguientes despidos. El poder del empresario residía justamente en la
importancia de la empresa como ámbito central de las relaciones sociales.
 La dispersión traía aparejada una división interna dentro de las cámaras y, al mismo tiempo, creaba incertidumbre en
la marcha futura de los negocios. Especialmente porque la continuidad de la actividad dependía en alta proporción de la
discrecionalidad de los funcionarios y no sólo de uno. Las empresas necesitaban tanto la protección aduanera como la
provisión de los insumos y del crédito. Los permisos de importación de repuestos y materias primas se convirtieron
en una enorme fuente de dependencia y necesidad de las empresas industriales, -que encaraban procesos productivos
más complejos-, respecto de las decisiones estatales. De allí, nacía la demanda fuerte por la corporativización de las
empresas, en su sentido más lato de organización colectiva, en la medida en que ésta podía proveer de mecanismos par a
distribuir protección, insumos y créditos en forma proporcional a las necesidades de giro de cada una. Paralelamente,
aunque en forma secundaria, fortalecer las entidades patronales se convertía en una formula adicional para emprender
algunas negociaciones laborales con éxito.
 Al mismo tiempo que se quejaban de lo inoportuno de la legislación laboral, el empresariado participaba de los rituales
celebratorios de los nuevos tiempos en las relaciones laborales. Así, la firma del convenio colectivo entre patrones y
obreros metalúrgicos fue celebrada con toda pompa en el Luna Park, con la presencia de los dirigentes obreros, em-
presariales -con Merlini a la cabeza- y el secretario de Trabajo, Freire. Sin embargo, las palabras de los empresarios no
dejaban dudas acercada de las formas en que esos convenios habían sido forjados: “Las ventajosas condiciones de
trabajo [fueron] obtenidas por los obreros e impuestas por resoluciones de la Dirección General del Trabajo... ya que
voluntariamente los industriales no lo hubieran aceptado al abultar tan desproporcionalmente el costo de la mano de
obra”30. Esta frase resume con fidelidad las sensaciones que recorrían a los empresarios y eran aceptadas públicamente
tanto por funcionarios como por dirigentes empresarios afines o ligados al gobierno.
 Había sin embargo en las declaraciones empresariales una clara ambigüedad ya que si, por una parte, se ponía de
manifiesto lo inadecuado de las acciones sindicales respecto a las necesidades de la producción, por la otra se reconocía
la necesidad de un tratamiento justo y considerado de los propietarios con relación a sus empleados y obre ros. Las
relaciones patronales con los sindicatos obreros fueron en todo momento un tema central de la agenda, en el cual
muchas veces los más enérgicos partidarios del oficialismo no omitían manifestarse con disgusto. *Aún cuando ya en
1947 se podría decir que los industriales metalúrgicos habían abandonado su posición de hostilidad al gobierno, en el
Primer Congreso de la Industria Argentina, en una ponencia centraban sus reclamos en tres ejes: 1) la no afiliación
conjunta de obreros y empleados (los grandes sindicatos como la UOM y la AOT pretendían incluir a la amplia gama de
asalariados, de “cuello azul” y de “cuello blanco” vinculados a su sector), 2) la no afiliación obligatoria y 3) la
delimitación de las atribuciones entre los sindicatos y comisiones internas en las relaciones con el empleador.
 Los empresarios aducían que la convivencia de obreros y empleados dentro de una misma entidad afectaba
negativamente la disciplina laboral dentro de la empresa, en virtud de que normalmente los empleados ejercían funciones
jerárquicas superiores a las de los obreros. La cuestión de la “falta” de disciplina en la empresa predominaba en muchas
manifestaciones públicas y privadas.
 En una segunda etapa, la lucha principal se dio contra las comisiones internas y contra las huelgas sin la autorización
del sindicato. En este lapso, los gremios se convirtieron en aliados tácticos de los empresarios contra las iniciativas
espontáneas de los sectores de base 31. *La huelga de los trabajadores de TAMET en Avellaneda de abril de 1948 dio la
27
Rougier (2001), Girbal-Blacha (1999).
28
Decreto 31.136/49.
29
Gaceta Textil, 9/52, pp. 3^1.
30
Metalurgia, 93, 1-2/48, p. 3.
31
No obstante, en algunos casos las huelgas promovidas contra la dirección del sindicato fueron calificados por éstos como “provocaciones
patronales” para justificar aumentos de precios, bajo el ropaje de la defensa de los intereses de la clase.
voz de alarma. La UOM y la Secretaría de Trabajo se mostraron preocupados por movimientos que aparecían fuera de
control. Para completar la ofensiva durante ese año, la Cámara de Industriales Metalúrgicos solicitó que se le
impusieran castigos a los que adoptaran ilegalmente medidas de fuerza. En conexión con la demanda de limitación del
poder sindical se encontraba el reclamo de medidas contra el ausentismo laboral. Los órganos patronales señalaban que
los indicadores mostraban una duplicación de las faltas con relación a la época pre-peronista. El mismo gobierno ratificó
en distintas oportunidades la existencia de un problema que urgía resolver. El ministro de Salud, Ramón Camilo, se
manifestó en varias oportunidades sobre el tema, adoptando medidas que penalizaban a los médicos que extendían
certificados falsos.
 En general, las autoridades no quisieron adoptar disposiciones precisas para actuar sobre el problema, aunque no
faltaron algunas tentativas importantes. La Secretaría de Trabajo de la delegación provincial de Buenos Aires, en julio
de 1948, tomó medidas que permitían a los empresarios castigar las inasistencias injustificadas.
 Había otras fuentes de preocupación . Según los industriales, especialmente los metalúrgicos, el descenso de la
productividad también provenía de la extensión de la insalubridad a tareas que no eran anteriormente consideradas de esa
forma, lo que trajo aparejado la necesidad de aumentar el número de trabajadores sin incrementar la producción. A esto se
le sumaba, la determinación de las categorías de trabajadores. Los convenios colectivos prescribían la existencia de una
remuneración por categorías que tenían definiciones muy precisas. Amén de peón, operario, operario calificado, medio
oficial y oficial, aparecían otras vinculadas al tipo de maquinarias que utilizaban: moldeador, tornero, agujereador,
calafateador de caldera, colador, recocedor de maleables, escoplador, hornador.
–Esto era particularmente cuestionado en el complejo metal mecánico constituido por empresas que tenían una gran
diversidad productiva y que por esa razón se favorecían de una mayor versatilidad de los trabajadores. *El caso
emblemático es SIAM que producía todo tipo de maquinarias, electrodomésticos, surtidores de nafta, materiales eléctricos
de diferente naturaleza. Otro caso similar está representado por la empresa Industria Metalúrgica Plástica Argentina
(IMPA) que producía armamentos, aviones, bicicletas, máquinas industriales, fundición para aleaciones livianas, artículos
para electricidad, envases, cubiertos, lapiceras y peines plásticos.
EL “CAMBIO DE RUMBO” Y EL FORTALECIMIENTO DE LAS ENTIDADES PATRONALES
 El sistema de negociación del primer peronismo, si no desconocía absolutamente la dimensión colectiva del actor
empresario, tendía a privilegiar el contacto directo, diríamos personal, entre el estado y el empresariado. En estas
condiciones, era imposible que funcionara la negociación tripartita típica de la “economía mixta”, decisiva para gene-
rar las expectativas positivas de crecimiento basadas en un cierto grado de certidumbre y para favorecer la colaboración
del empresariado con el gobierno. Las necesidades de repartir los subsidios en forma equitativa a la participación en la
producción y el empleo eran notables estímulos a una relativa corporativización de la acción empresaria, que en primer
lugar se destinaba a la distribución de importaciones y créditos, beneficios estatales por antonomasia.
 Por otra parte, la situación presentaba dificultades desde el punto de vista asociativo, especialmente porque del lado de
los trabajadores se había tendido al sindicato por rama. Había numerosos problemas de delimitación de jurisdicciones
representativas entre las cámaras y confederaciones; se superponían representatividades. *Entre los metalúrgicos, por ej.,
la Asociación dividía la representación nacional con la Confederación de Industria Metalúrgica Liviana. La
delimitación del ámbito de actuación de cada una era francamente imposible, por lo que hubieron varias iniciativas
tendientes a lograr la unión entre las dos, formando un Gran Consejo Metalúrgico, como fue propuesto en 1948.
 En la medida que la década de 1950 avanzaba, se fueron consolidando las tendencias a la corporativización del
empresariado. El estado por su parte requería una simplificación de su tarea de planificación en la que confiaba cada
vez más el régimen peronista, una confianza que pasó al sector empresarial que lo consideró un signo inevitable de los
tiempos. Por otra parte, la importancia que el cooperativismo asumía en el diseño económico del gobierno le otorgaba a
las corporaciones un rol constructivo esencial de los ensayos cooperativos.
 Por el lado empresario subsistía la necesidad de recuperar una dimensión colectiva para su actuación. Esto significaba
reforzar los lazos que unían a cada empresario con la entidad de primer grado y también resolver la postergada creación
de una entidad cupular. Todavía en 1950, el problema del empresariado seguía siendo la ausencia de una organización
central, se carecía de una verdadera peak association que pudiera agregar demandas sectoriales y postular lineamientos
politicoeconómicos desde la totalidad de los sectores propietarios. Se ha visto que, para el gobierno, tal carencia había
sido funcional a una determinada lógica del régimen.
 Hacia 1951, subsistía una rivalidad entre la Confederación Empresaria Argentina, vinculada a las grandes empresas
de Buenos Aires y la Confederación Argentina de la Producción, la Industria y el Comercio (CAPIC). Supuestamente
se reeditaba en este conflicto la vieja pugna entre porteños y provincianos. A ella se sumaba la UIA intervenida, cuya
sigla era sinónimo de un pasado al que el régimen consideraba repudiable pero que muchos dirigentes empresarios, como
el minero José Rodríguez Goicoa, deseaban revivir.
 El proceso de constitución de la Confederación General Económica (CGE) fue largo y complejo. Comenzó a
organizarse en diciembre de 1951, a partir de la fusión de la CEA y la CAPIC teniendo al frente a dos representantes de la
“vieja guardia empresarial”, es decir de la UIA, como Aquiles Merlini y Francisco Pratti, presidente y vice
respectivamente. Ambos metalúrgicos encamaban la industria más tradicional radicada en la Capital Federal (aunque
Pratti representaba a mi grupo económico diversificado). Es decir que la CGE surgía bajo la dirección de miembros de la
dirigencia tradicional que había sabido amoldarse a las condiciones que presentaba el peronismo.
 Sin embargo, los desacuerdos impidieron que la entidad tuviera en ese momento una existencia efectiva . Ciertamente,
durante 1952 continuaron las pujas de poder por el control de la futura entidad en parte con la vieja conducción de la UIA
intervenida que pretendía una rehabilitación de ésta, con las cámaras adheridas. ¿Cuál era la diferencia? Mientras que la
UIA era una organización que agregaba intereses sectoriales, la Confederación partía de un doble principio de
representación territorial e individual. El primero significaba que las entidades se organizaban por zonas geográficas y el
segundo que el empresario valía por su condición de tal y no por el volumen del capital que movilizaba. La consecuencia
visible de esta modalidad representativa consistía en una baja incidencia de la gran empresa en la conducción de la
entidad, aunque, como hemos visto, en la dirección inicial aparecían representantes de esos sectores.
 En 1952, la CGE quedó formalmente constituida, con un sistema de presidencias rotativas que correspondían a cada
una de las confederaciones que le integraban. Sin embargo, recién en el transcurso de 1953 la entidad pudo afianzarse
bajo el liderazgo de José Gelbard quien pasó a tener un papel preponderante: en poco tiempo se había constituido en un
interlocutor habitual del gobierno, lo que decidió a Perón a confiarle la dirección de la nueva entidad. Sin embargo, los
mensajes encaminados desde la CGE al gobierno no diferían demasiado de las demandas de las entidades patronales
anteriores. Algunos investigadores, entre los que anotamos a James Brennan, han considerado que la CGE tenía una
identidad propia que le permitía expresar tanto diferencias como coincidencias respecto a la filosofía peronista.
 Aunque surge de las evidencias testimoniales, creemos que en principio no puede considerarse la cuestión desde el
punto de vista ideológico. Está claro que las organizaciones aplauden las medidas gubernamentales que justifican su
propia existencia como entidad o que favorecen los intereses que ellas representan. *Sin embargo, en el caso de la CGE se
repetían las mismas condiciones de ausencia de autonomía que habían afectado a la UIA intervenida, a la AAPIC y a la
CEA. Reproducía el mismo dilema que paralizó a las anteriores: ¿cómo recoger la queja del empresariado sien do parte del
“sistema” de negociaciones que el gobierno proponía? Era un dilema porque la mera reproducción de las inquietudes
empresarias era considerada inaceptable para el gobierno, así como la mera reproducción de las opiniones
gubernamentales era considerada inaceptable para el empresariado.
 La organización interna de la CGE era bastante compleja, casi laberíntica. Según las disposiciones que emergían de la
ley 14.295/53, las organizaciones de primer grado integraban dos organizaciones de segundo grado, que eran las
federaciones específicas (metalúrgicos, ganaderos, textiles, por ej.) y las federaciones provinciales. Otro tipo de orga-
nización de segundo grado eran las Comisiones Regionales que podían superponerse a las confederaciones regionales.
A su vez, las confederaciones integraban la CGE que de esta manera se convertía en una entidad de cuarto grado.
Surgen de inmediato algunas preguntas respecto a esta singular organización especialmente en lo que se llama el segúndo
grado en la que coexisten distintos principios organizadores, provincial, sectorial y regional. Esta división que mostraría
una suerte de paralelismo afirma por una parte la visión de un país más integrado territorialmente y al mismo
tiempo contribuía a desdibujar el peso de las ramas más concentradas, ubicadas en el Gran Buenos Aires. Desde esta
perspectiva, el federalismo era un mecanismo de distribución del poder y de democratización.
 Se ha interpretado a la CGE como el fruto de los nuevos industriales nacidos al calor de la protección en el período
1942-1952, volcados hacia el mercado interno. Aunque esta idea sea parcialmente correcta, esa entidad no excluía a la
gran empresa, sino que más bien atenuaba su incidencia por medio de un sistema más territorial y democrático. Esta si-
tuación no era en absoluto el fruto de la espontaneidad asociativa, sino estaba inscripta en las consideraciones iniciales
que Perón le planteara a la UIA en el comienzo de su carrera ascendente: la organización empresaria debía ser
igualitaria, careciendo las grandes empresas de toda capacidad de inclinar a su favor la línea corporativa.
Indudablemente la corporativización no es visible sólo en el terreno cupular. Las propias entidades de base tienden a
reforzar su coherencia colectiva a favor de una cierta pertenencia a la clase.
 La tendencia a la corporativización excede a la creación de la Confederación General Económica. La idea de que la
agremiación permitía una mejor actuación económica domina a los integrantes del gobierno. El ministro de Guerra, el
general Sosa Molina, en referencia a la actividad minera, indicaba que las dos principales tareas debían ser agremiación
y producción, para permitir una verdadera identidad de propósitos entre obreros, técnicos y propietarios. Se repite la vieja
idea de que la agremiación, que por vía del cooperativismo permitiría la reducción de los costos de producción.
 Los resultados de estas tendencias se hicieron ver en distintas instancias de participación. En mayo de 1953, se
organizaría un poco recordado Congreso General de la Industria (hubo un primer congreso en 1947 pero se nota que se
quería dar señalas de discontinuidad). Allí predominaron ponencias destinadas a mejorar los subsidios estatales a las
empresas por encima de los reclamos referentes a la legislación social y a la acción sindical.
 Un aspecto notable emergió en los años finales del peronismo, cuando parecía preanunciarse que los cambios por él
aparejados serían definitivos. Nos referimos al cooperativismo. La cooperativa expresaba a esa dimensión de la ideología
peronista en donde predominaba el reinado de la pequeña y mediana empresa y venía siendo fomentado desde 1949,
cuando se creó la Comisión Nacional de Cooperación Económica como órgano consultivo del Consejo Económico
Nacional32. Como una subespecie de este movimiento, y acompañando el proceso de corporativización, se forjó un
cooperativismo empresario para el abastecimiento de materias primas y de maquinarias para las firmas que se incorpo-
raban a las cooperativas. Este movimiento se convertía en otro factor de eliminación de la competencia, al tender a
igualar los costos de cada empresa. Se suponía además que las cooperativas tenían la ventaja de generar economías de
escala, fletes y seguros, al tiempo que aseguraban la calidad de los insumos.
 El desarrollo de cooperativas empresarias adquirió diversas formas según la rama productiva. *En la minería tuvo una
fuerte implantación por el predominio en ella de la pequeña empresa. Aunque por la propia significación dentro de la
estructura industrial, fue en el sector metalúrgico donde este proceso tuvo mayor alcance. Así se creó la Cooperativa
Metalúrgica (COOPERAMET) encabezada por los principales dirigentes del sector. El principio que regía a esta entidad era
el de que la competencia individual del mercado había pasado a ser un recuerdo histórico: “es evidente que la economía
32
Esa comisión fue denominada, en términos militares, el “oficial de enlace”
con el hombre de la calle.
de todas las naciones... se va orientando hacia formas de organización en las que lo particular cede paso a lo
colectivo”33.
 Esta idea de la supremacía de lo colectivo sobre lo particular tenía dos consecuencias prácticas: 1) una atenuación de la
competencia y 2) la promoción de la asociación. De esta última, se desprendía que para completar este impulso de
asociación había que profundizar los mecanismos de negociación tripartita entre empresarios, sindicatos y estado,
asociados a los cambios de tono eficientista en la política económica. La palabra “productividad” vino a representar muy
bien este momento, no sólo porque expresaba una necesidad real de elevar la eficiencia y la disciplina laboral sino porque
simbolizaba la nueva actitud del estado hacia los trabajadores.
 En 1954 se reunió, buscando lo que más adelante se llamaría un Pacto Social, el Primer Congreso de Organización y
Relaciones del Trabajo, que enfrentaba por primera vez a los representantes de empresarios y obreros frente a la
obligación de definir los parámetros y los métodos de producción racionales para toda la economía. Más tarde, en marzo
de 1955 en el Congreso Nacional se juntaban los delegados al Congreso de la Productividad de la CGT y de la CGE, en
deliberaciones que no llegarían a resultados decisivos.
 En ambos eventos, el empresariado retomaría tópicos de sus demandas decenales: por una parte, la reglamentación, por
no decir eliminación, de las comisiones internas y por la otra el incremento de la capacidad empresarial de gestión
dentro de las fábricas. Aunque la CGE consiguió que los empresarios pudieran tener más libertad para manejar a su
personal de acuerdo a criterios de eficiencia y más influencia para dar relevancia a la productividad en las
negociaciones laborales, los resultados no fueron en la práctica demasiado significativos. Sin embargo, debemos
recordar que estas recomendaciones se dieron en condiciones políticas altamente explosivas que impedían al gobierno
adoptar medidas contrarias a los deseos de los trabajadores, la principal fuerza social que le daba apoyatura.
PALABRAS FINALES
 Tal vez una de las paradojas más notables que supuso la “revolución peronista” es que la escena social pasaba a estar
más crudamente dominada por la industria, pero la cabeza de ese cosmos, los empresarios, gerentes y propietarios, se
encontraban en una situación de dependencia cierta del estado, y por lo tanto, de debilidad objetiva. Claro está, que esta
dependencia no sería completamente rechazada por los industriales, aunque no faltarían señales de disconformidad. Esto
explica que, en septiembre de 1955, el órgano de los industriales metalúrgicos afirmara: “El país celebra alborozado el
restablecimiento de las libertades ciudadanas...la libertad de iniciativa y de empresa”34.
 Sin embargo, el artículo citado se cuidaba muy bien de solicitar el abandono del estado de los apoyos a la industria . El
vínculo que unía las empresas al estado no era sólo una cuestión coyuntural. De momento, la gran preocupación de los
empresarios era la limitación, cuando no la anulación de la influencia sindical, especialmente de las comisiones internas
en las fábricas. De esta forma, aspiraban a quedarse con lo mejor de la herencia peronista sin pagar los costos que ella
había representado.
 Se podría decir que, en términos generales, la respuesta de la totalidad de la clase dominante frente a la Revolución
Libertadora fue similar a la que adoptaron los industriales. Sin embargo, no tardó en aparecer la fragmentación del
sector empresario, entre los que representaban una actitud de enfrentamiento abierto con la herencia peronista (ACIEL), y
la CGE, que intentó adaptar esa herencia a las nuevas condiciones económicas y políticas sobrevinientes a su caída.
 El peronismo fue un desafío casi insalvable a la constitución de las clases económicamente dominante como actor o
actores dotados de cierta identidad y actividad colectiva eficiente. Indudablemente, a ello hubo de contribuir la particular
conformación del régimen político.
 Dentro del conjunto de las experiencias desarrollistas vividas en el mundo en la segunda posguerra, el caso argentino
presenta una particularidad determinada por la magnitud de la influencia del movimiento obrero en el funcionamiento
del régimen político, que venía en apoyo de la autonomía estatal. Esto también implicaba una ubicación especial del
empresariado, en la que se combinaba una situación privilegiada en cuanto a la captación de beneficios provenientes del
estado, pero marginal en cuanto a la capacidad de influir en las orientaciones generales de la política estatal, una
situación que podríamos calificar de provechosa inmovilidad, aunque en esto había importantes excepciones.
 Por otra parte, inicialmente, el empresariado debió profundizar un sesgo individualista con el objeto de adaptarse al
esquema de distribución del excedente, gerenciado por el estado. Esta modalidad hacía que dependiera mucho más de sus
relaciones directas con el funcionario que de la búsqueda de la eficiencia individual o de la capacidad de articularse
dentro de un conjunto corporativo.
 La primera reacción del régimen ante los empresarios tuvo un efecto claramente disruptivo frente a sus posibilidades de
configuración como burguesía nacional. Más aún, se podría sostener que esta burguesía veía al estado como un
competidor, en la medida que desarrollaba actividades productivas directas en diversos ramos, entre los que estaban los
servicios públicos, y otros que habrían sido fácilmente ejecutadas por el sector privado.
 El régimen intentó durante la primera etapa dificultar la organización autónoma de los propietarios con la sospecha
de que ella traería dificultades al sistema de gobierno. Pero, luego se propuso equilibrar la capacidad de negociación de
empresarios y obreros, consciente de que era necesario recuperar la inversión y la iniciativa empresaria en el nuevo
contexto económico de los años 50. Para ello, se propuso recuperar el componente corporativo de la acción empresaria
recreado en la CGE. Indudablemente para alcanzar resultados satisfactorios le falto el tiempo necesario. Sin embargo,
también es factible observar que las bases económicas y políticas estaban ya fundadas y al régimen le re sultaba muy

33
Metalurgia, 158, 12/53, p. 3.
34
Metalurgia, 176, 9/55, p. 3.
difícil modificarlas.

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En 1949 se dispuso un congelamiento de precios de los artículos de primera necesidad con un criterio tan amplio
que prácticamente todo quedaba congelado, al ser incluidos en las listas los componentes de los productos considerados
de primera necesidad: alimentos, bebidas, indumentaria personal y textiles para el hogar, muebles, artículos de bazar y
limpieza. La policía federal fue encargada de la represión a los aumentos ilegales de precios, que no podían justificarse
por los mayores costos laborales, pudiendo arrestar al propietario o al responsable del establecimiento 25 *. Aunque las
disposiciones sobre el precio máximo podían ser flexibilizadas por pedidos de los empresarios de un sector, en el caso
textil, los fabricantes debían colocar una calcomanía en el producto con el precio de venta al público fijado por el
gobierno. Estos controles se completaban con acciones sobre la cadena de comercialización que reprimían el “agio”.
Para ello se dieron en 1946 disposiciones que buscaban limitar al máximo la intermediación, cuya semántica era lo
suficientemente vaga como para comprender una amplia gama de operaciones comerciales 25. Las disposiciones oficiales
consideraban
25 Decreto 15.717/48.
26 Una promotora de esta medida fue la AAPIC como una forma de frenar el alza de precios, tal vez pensando en la
eliminación de determinados sectores comerciales.

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