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“ARGENTINA”

1. Periodo Liberal.-

El año 1890 marcó un momento crucial en la historia del desarrollo económico y

político de la Argentina moderna. Después de diez años de crecimiento continuo,

puesto en marcha a partir del gran acuerdo nacional de 1880 que condujo a la

federalización de la ciudad de Buenos Aires y otorgó la presidencia de la República

al general Roca,1 una de las crisis financieras internacionales más agudas detuvo

de manera dramática este proceso. Queremos proponer en este trabajo una

interpretación de las vicisitudes y transformaciones que precedieron y acompañaron

esa crisis, utilizando principalmente dos instrumentos analíticos: el presupuesto

público y el sistema fiscal. La mayoría de los estudios existentes sobre las finanzas

públicas en Argentina y otros países americanos y europeos consideran el examen

del presupuesto como una problemática de naturaleza simplemente financiera.2

Marcello Carmagnani en su estudio reciente sobre la economía pública en México

ha mostrado por primera vez los límites de esta perspectiva: en realidad el problema

de la hacienda pública no sólo asume importantes connotaciones económicas y

financieras, sino tiene también implicaciones y peculiaridades políticas y sociales de

enorme relevancia. Tales peculiaridades resultan sumamente importantes para el

análisis histórico de las transformaciones ocurridas en la segunda mitad del siglo

pasado como consecuencia de la afirmación de los principios del liberalismo y la

articulación -tanto en Europa como en América- de los nuevos Estados liberales.

2. Nacimiento de la Industria.-
Casi 80 años de decadencia sostenida en Argentina destrozaron toda esperanza
transformando un pueblo emprendedor en una masa apática y semisalvaje.
¿Culpables? Unos expresan la incompetencia política, gestiones sin objetivos
geopolíticos claros, confusión, decadencia ética y mil etcéteras más.
En lo personal, nos aferramos a nuestras investigaciones históricas y geopolíticas,
las que apuntan a una inaceptabilidad de un nivel de competitividad logrado
especialmente durante la IIGM, con un nivel de industrialización que causó
controversia en los triunfadores de ésta gran guerra, en tanto que en Yalta (1945)
declaró Sir Winston Churchill lo siguiente:
“No dejemos que Argentina sea una potencia arrastrará tras de sí a toda América
Latina … La estrategia es debilitar y corromper por dentro a la Argentina, destruir
sus industrias, sus Fuerzas Armadas, fomentar divisiones internas apoyando a
bandos de derecha e izquierda. Atacar su cultura en todos los medios. Imponer
dirigentes políticos que respondan a nuestro Imperio. Esto logrará la apatía del
pueblo y una democracia controlable donde sus representantes levantarán las
manos en masa, en servil sumisión. Hay que humillar a Argentina”.
La industria constituye un concepto de valor agregado a la obtención primaria o a
granel, colocando en los productos todo el esfuerzo, el talento y la creatividad de
los mejores profesionales de la Nación Argentina, con una clase trabajadora
perfectamente capacitada y con gran sentido de patriotismo con deontología laboral.
Consecuentemente a lo señalado, la Industria Nacional, necesariamente debe
contar con el apoyo político, sin este apoyo nada se podrá desarrollar como es
debido; en tanto que los bienes estratégicos y de servicios públicos esenciales,
deben estar en manos del Estado Nacional con la finalidad de garantizar el bienestar
general (incluye educación, salud, etc.), la felicidad y el nivel económico del pueblo
en su totalidad.
3. Los Sindicatos, su Doctrina e Ideología.-
Durante esta década se crearon cerca de 50 sindicatos que abarcaron casi todos
los oficios. Las huelgas fueron 9 en 1894, 19 en 1895 y 26 en 1896. Por aquel
entonces los sindicatos y las huelgas eran considerados básicamente como delitos.
El intendente de Buenos Aires, Antonio Crespo, le escribía en 1888 al Presidente
Miguel Juárez Celman que la huelga de empleados domésticos declarada en enero
de ese año era "un escándalo que creo debe ser reprimido con toda la energía que
reclaman estos movimientos vergonzosos". Los empleadores, por su parte,
rechazaban tajantemente negociar con los sindicatos y reprimían su organización
con despidos y listas negras. En la misma línea antisindical, la UIA solicitó en 1896
al Presidente de la Nación que no aceptara exigencias realizadas colectivamente
por los obreros y que expulsara del país a los activistas sindicales extranjeros que
perturbaran "el orden social". De este modo los empleadores aceptaban para ellos
el derecho de unirse gremialmente tanto por ramas industriales como mediante
centrales como la SRA y la UIA, pero se lo negaban rigurosamente a sus
trabajadores. II. De la FORA a la CGT UGT, FORA Y CORA (1900-1909) En 1901
varios sindicatos socialistas y anarquistas crearon la Federación Obrera Argentina
(FOA). A partir de ese momento el movimiento obrero argentino tuvo siempre al
menos una central sindical de máxima conducción. Sin embargo, la unidad entre
socialistas y anarquistas no perduró. En 1903 los socialistas se separaron para crear
la Unión General de Trabajadores (UGT), mientras que en 1904 los anarquistas la
cambiaron el nombre a la FOA para constituir la Federación Obrera Regional
Argentina, la "FORA", que definiría claramente su tendencia anarco-sindicalista al
año siguiente, en su V Congreso.
4. Los Movimientos Sociales.-
Si bien la represión de la última dictadura cívico-militar (1976-1983) significó un duro
golpe para los movimientos sociales de larga tradición -como el movimiento obrero
y el movimiento estudiantil-, el retorno de la democracia demostró que estos actores
seguían en pie.
Ahora bien, donde hay poder hay resistencia, reza un viejo lema de inspiración
foucoultiana, y la hegemonía neoliberal (o neoconservadora) no estuvo exenta de
acciones y movimientos sociales producidos por colectivos que significaron al orden
como injusto. Es más, la asunción de un pensamiento inspirado en la dialéctica
negativa nos lleva a incorporar el momento de la negación al orden neoliberal para
comprender sus transformaciones, la opción política es también una opción
metodológica (y viceversa). No obstante esto no supone caer en el reduccionismo
de concebir a las acciones colectivas como reacciones mecánicas a las condiciones
sociales que impuso el neoliberalismo. Por el contrario es preciso indagar, y aquí
las teorías de los movimientos sociales tienen su razón de ser, en los procesos
colectivos que construyen subjetividades colectivas y los modos de resistencia,
movilización social y acción, los cuales no pueden determinarse a priori sino que
deben comprenderse embebidos en su historicidad.La presencia de estos
movimientos en el orden social signado por la hegemonía neoliberal suscitó debate
entre los investigadores en cuanto a su caracterización y alcance político. Algunos
autores como Iñigo Carrera y Cotarelo resaltan la continuidad del ciclo de luchas
defensivas desde los años ochentas bajo diferentes descripciones como estallido,
revuelta, motín y rebelión, destacando la presencia de la clase obrera organizada
en los diferentes momentos del período.

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