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RESEÑA

Abu-Lughod, Lila Escribir contra la cultura. Andamios. 2012; 9 (19): 129-157. [Fecha de
Consulta 12 de Septiembre de 2020]. ISSN: 1870-0063. Disponible en:
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=628/62824428007

Autora: Lucrecia Falón

En este ensayo Lila Abu-Lughod, antropóloga, militante feminista de identidad americana


y palestina, se propone analizar los efectos políticos la noción de cultura en la distinción
entre el yo y el otro – fundante en la antropología – en diálogo con los aportes de las
feministas y las halfies (de identidad cultural mixta). Posteriormente, invita a lxs
antropólogxs a desarrollar estrategias para escribir contra la cultura, mientras defiende el
cambio de la noción de Cultura a “culturas” (con ‘c’ minúscula y con ‘s’ al final).
Paradójicamente, la propuesta nace en respuesta a la exclusión de dos grupos
importantes, las feministas y las halfies en la compilación Writting Culture (Clifford y
Marcus, 1986), destinada a la crítica de las premisas de la antropología cultural, a pesar
de contar con experiencias y fuertes argumentos para cuestionarlas claramente

Resulta muy interesante el análisis de la incomodidad en la relación entre la antropología


y el feminismo, que a pesar de compartir el interés por las diferencias, optan por distintas
concepciones epistemológicas en la producción del conocimiento y en el tipo de relación
de les investigadores con su tema. Abu-Lughod considera que la antropología se aleja de
la problemática del poder, minimizándola en la distinción yo/otro; aun cuando desde su
nacimiento está constituida por el estudio y el dominio del yo occidental sobre el otro no
occidental. La autora supone que la incomodidad se puede entender mejor atendiendo
que la conciencia del yo se construye desde diferentes posiciones en la división del poder;
en la antropología desde el dominio y en el feminismo desde la opresión.

Abu-Lughod visibiliza que los supuestos de la antropología tradicional se defienden en las


prácticas. Hacer que las comunidades que estudian parezcan el ‘otro’, eligiendo grupos
sociales excluidos, tiende a sostener ideas fundantes como son la distancia para
garantizar la objetividad y el estudio de lo no occidental desde un yo occidental no
problematizado. A esta concepción se contrapone al feminismo, se pudo percatar del
riesgo de esencializar a los yos y a los otros a partir de la necesidad de las mujeres de
pensar y hablar por sí mismas, como sujetas y no como objetos de los otros varones.
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Cuando comenzaron a aparecer las objeciones y las experiencias de vida en las voces de
las lesbianas, las afroamericanas y de las mujeres del tercer mundo, diferentes a las de
mujeres blancas, de clase media y heterosexuales, se enfrentaron al problema de la/s
diferencia/s y de la/s identidad/es. Con el reconocimiento de la pluralidad de mujeres, el
feminismo se disolvió como una teoría que reflejaba la voz de un interlocutor
determinado, asumiendo que el género no tiene referentes fijos y que es necesario
investigar sus implicaciones como un sistema de diferencias, que se entrecruza con otros
sistemas de diferencias del mundo capitalista, vinculadas a la raza y la clase.

La autora considera que la experiencia feminista brinda una lección a considerar por la
antropología: que el yo siempre está en construcción y que el proceso de creación del yo
por oposición a otras formas conlleva la represión o la ignorancia de formas de ser
diferentes. Al reconocer la intersección en los distintos sistemas de diferencias, las
antropólogas feministas valoran la conciencia de la posicionalidad, de la existencia de
audiencias múltiples y del poder inherente a las distinciones del yo/otro en el trabajo
etnográfico, supuestos por los cuales se sienten inhabilitadas a asumir cómodamente el
tradicional yo antropológico.

Abu-Lughod devela la presencia de resabios del ideal positivista de objetividad en la


resistencia de la antropología a asumir la posicionalidad, al cuestionar la parcialidad de las
antropólogas feministas porque supuestamente solo estudian a mujeres y cuando se
critica la ausencia de distancia entre el yo antropólogo y el otro en las halfies. El supuesto
del yo antropológico que debe estar separado o afuera del otro, se podría revisar
reflexivamente para entender que el afuera también es una posición en un contexto
histórico y geopolítico más amplio.

Desde un yo antropológico dividido, las feministas como las halfies, asumen la


posicionalidad y las múltiples responsabilidades de responder a las políticas y la ética de
sus representadxs, escribir para audiencias múltiples que opinan sobre sus trabajos; no
solo para antropólogxs sino también para feministas, feministas no occidentales,
antropólogxs orientales, occidentales, subculturas dentro de occidente o comunidades no
occidentales. Así, lograron instalar en la antropología la duda de sostener la ausencia del
poder en las relaciones yo/otro, por razones de género, raza o clase y las situaciones de
inequidad que generan. Abu-Lughod considera que esta variable aún se sigue eludiendo

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porque no se pone en cuestión la configuración del poder global sobre la que se
constituyó. De manera punzante, cuestiona la omisión de la cuestión del poder mediante
una analogía, expresada en la siguiente pregunta: “¿Cuál sería nuestra reacción si los
académicos hombres plantearan su deseo de ‘permitir que las mujeres hablen´ en sus
textos, mientras continúan dominando todo el conocimiento acerca de ellas, controlando
la escritura y otras prácticas académicas y respaldando así sus posiciones respecto a una
organización particular de la vida económica, social y política?”. Y en este contexto, se
explica por qué “las antropólogas feministas y las halfies se desplazan incómodamente
entre hablar ‘por’ a hablar ‘desde’” (Abu-Lughod, L. 2012, p. 137-138).

La autora destaca que al esquivar la cuestión del poder se encuentra una concepción de
cultura, que se resiste a ser definida, pero se asume como el objeto de estudio. Dice “la
cultura es una herramienta para hacer otras” (2012: p.138), a tal punto que al explicar y
entender las diferencias culturales, la antropología también ayuda a construirla, desde la
otredad y el antagonismo mediante la distinción yo/otro. L. Abu-Lughod señala que las
teorías culturales que enfatizan demasiado la coherencia en la construcción y
reconstrucción de los otros, contribuyen la creación de los otros como comunidades
integradas, vinculadas, atemporales y diferentes abonando al riesgo de esencializar las
diferencias culturales y las relaciones de poder, aunque la intención sea la de unificar y
empoderar a los colectivos como son los casos del orientalismo inverso y del feminismo
cultural.

Ante esta posibilidad, Lila Abu-Lughod promueve estrategias para que lxs antropologxs
escriban contra la cultura, asumiendo la posicionalidad, la responsabilidad y la
potencialidad de la práctica etnográfica para transformar las desigualdades globales. La
primera estrategia que enuncia es la discusión teórica para alejarse de la noción de
cultura cohesionada, en la práctica a partir de las contradicciones, malentenidos o
errores que surgen y desde el discurso para rechazar la distinción entre ideas y prácticas,
entre texto y mundo que se promueven desde la cultura. La segunda estrategia es la
reorientación en los problemas o temas de la antropología hacia la cuestión de los
vínculos históricos y contemporáneos entre las comunidades y lxs antropólogos, así como
el análisis del mundo del que provienen y qué hace posible y los motiva a estudiar a otros
, los vínculos nacionales e internacionales entre las personas, las formas culturales, los

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medios de comunicación, las técnicas y las mercancías, atendiendo a la complejidad de
las construcciones culturales.

La tercera estrategia es la escritura de “etnografías de lo particular” intentando que los


otros parezcan como menos otros y esforzándose por acercar más el lenguaje de la vida
cotidiana al lenguaje del texto para favorecer el acceso al significado de la experiencia
humana y de este modo alterar el concepto de otredad y de cultura mediante otra forma
de hacer antropología.

La propuesta de escribir ‘etnografías de lo particular’, pretende evitar las


generalizaciones que producen abstracción y cosificación de los “otros” desde una
posición de poder (Smith, 1987). La generalización diluye las diferencias – que suponen
jerarquías- restando importancia a las contradicciones, a los conflictos de intereses, las
motivaciones y las circunstancias cambiantes y construyendo los otros diferentes, fijos y
esencializados, que pueden ser separados de los yos también esenciales. Por esta razón
la autora propone que estas escrituras sean el complemento de otros tipos de estudios
antropológicos, explorando nuevos problemas. Finaliza afirmando: “Al concentrarse en
los individuos particulares y en sus relaciones cambiantes, necesariamente se subvertirían
las connotaciones más problemáticas de la cultura: la homogeneidad, coherencia y
atemporalidad” (Abu-Lughod, 2012: 151)

Ante la riqueza del análisis y la propuesta de Abu-Lughod surgen las siguientes preguntas
para seguir reflexionando:
Escribir contra la cultura (convencional, que produce diferencias y jerarquías) ¿supone
deshacerse de los discursos que producen diferencias? Pero, a la vez se los necesita para
escribir contra ellos. En las etnografías ¿al escribir de las particularidades corremos el
riesgo de contribuir en lectores a la percepción de las diferencias de manera esencialista?
¿Se puede pensar que es posible diluir las diferencias en la relación epistemológica
sujeto-objeto de las prácticas etnográficas, concebidas en términos de relaciones
dialógicas, de familiaridad, inscriptas en tramas de significados (Geertz)? ¿Cómo se podría
reconstruir la concepción de objetividad desde este enfoque?

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