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✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: HAZME COMPASIVO Y GENEROSO”
«Betsaida. Primera multiplicación del Pan por Jesús compasivo».
«Ellos le contestaron: "No tenemos aquí más que cinco panes y dos
pescados". Él les dijo: "Tráiganmelos"».
«Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo,
pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos
para que los distribuyeran a la gente».
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. 1 Sam 2, 35
Suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos, dice el Señor.
O bien: Cf. Lc 12, 42
Este es el administrador fiel y prudente a quien el Señor pondrá al frente de su
servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas.
Monición de entrada
Recordamos en esta celebración a san Eusebio, primer obispo de Vercelli, en Italia.
Nació en Cerdeña a principios del siglo IV. La defensa y el esclarecimiento de la fe le
causaron sufrimientos y el destierro. Vuelto a su sede después de ocho años de exilio, se
esforzó con empeño y valentía para restablecer la fe contra la herejía arriana. Allí
entregó su alma Dios el año 371.
Cf. Sal 15, 5
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa: tú eres el que restituyes mi heredad.
Monición de entrada
Conmemoramos en esta celebración a san Pedro Julián Eymard, presbítero, el cual fue
primero sacerdote diocesano y después miembro de la Compañía de María. Fiel adorador
del misterio eucarístico, instituyó dos nuevas congregaciones, una de clérigos y otra de
mujeres, para fomentar y difundir la piedad hacia el Santísimo Sacramento. Murió el año
1868 en Francia, donde había nacido en 1811.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa de Feria o de una de las Memorias. Lunes de la XVIII semana del Tiempo Ordinario,
feria o san Eusebio de Vercelli, obispo, Memoria libre o san Pedro Julián Eymard,
presbítero, memoria libre. 02 de Agosto 2021
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
• Jesús, gracias por este momento que me regalas para estar en tu presencia. Tú me
conoces. Sabes bien cuáles son los deseos, temores e ilusiones más profundos de mi
corazón. Pongo todo en tus manos. Deseo sentirme y saberme amado por Ti. Dame la
gracia de hacer una experiencia profunda y personal del infinito amor que me tienes.
Quiero ser un instrumento de tu amor. Dame la gracia de llenarme tanto de Ti, que los
que me rodean puedan encontrar reflejada en mí, al menos, una pequeña chispa del
amor que nos tienes. Amén.
• Señor Jesús, te agradezco porque me invitas a ser tu amigo, porque sales a mi
encuentro en todos los momentos de mi vida y porque solo en tu resurrección encuentro
la fuerza para alcanzar la felicidad.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora
a la conversión. Reconozcamos nuestra indignidad, debilidad, y nuestros pecados e
invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
Jesucristo, el justo, intercede y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro
espíritu al arrepentimiento. … Un poco de silencio…
• Señor, te pido perdón por haberte dado la espalda, por haberme olvidado de ti y de tus
palabras, por todas las veces que callé tu voz y opté por hacer lo que yo quería. Sabes
que te quiero y me duele haberte fallado. Ayúdame a poner todo de mi parte para no
volver a traicionar nuestra amistad. Gracias por tu perdón y por tu inmensa
misericordia. No he hecho nada para recibirlos, pero Tú me amas de manera
incondicional. Gracias Señor por amarme tanto.
¡Señor, ten piedad! ¡Cristo, ten piedad! ¡Señor, ten piedad!
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Se canta o se recita los domingos, fuera de los tiempos de Adviento y Cuaresma, en las
solemnidades y en las fiestas y en algunas peculiares celebraciones más solemnes.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
• Señor y Dios nuestro, concédenos imitar la constancia del obispo san Eusebio de
Vercelli en la defensa de la divinidad de Cristo, para que, perseverando en la fe que él
nos enseñó, merezcamos participar de la vida de tu Hijo. Él, que vive y reina contigo.
• Oh, Dios, que hiciste brillar a san Pedro Julián Eymard por un amor admirable hacia los
santos misterios del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, concédenos en tu bondad recibir
la misma riqueza que él encontró en este divino sacramento. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Oh Dios, Padre bondadoso y compasivo: Tú enviaste a tu Hijo Jesucristo para alimentar
a todos los que tienen hambre, material o espiritual. Haznos compasivos para con todos
los pobres de nuestros días. Enséñanos a verlos y ser sensibles a sus necesidades, a
sufrir con ellos, a compartir sus angustias, a vendar sus heridas y a calmar sus hambres
y ansiedades. Danos fortaleza para hacer todo esto en virtud de la fuerza que Jesús nos
da en cada Eucaristía, al dársenos como incomparable alimento. Te lo pedimos por el
mismo Cristo, nuestro Señor.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Números 11,4b-15
Meditatio
Este pasaje lo podríamos orientar, sin lugar a dudas, hacia todos aquellos que han sido
puestos por el Señor para conducir a una comunidad hacia la santidad (padres de
familia, ministros, supervisores, maestros). Moisés, a pesar de ser un hombre de gran
santidad y de llevar una comunión y comunicación estrecha con Dios, siente el peso de
tener que "cargar" continuamente con aquellos que, encomendados a su cuidado, por el
cansancio del camino, se rebelan contra el proyecto de salvación, convirtiéndose en un
lastre difícil de llevar.
Sin embargo, como puedes ver en tu Biblia, Dios no abandonó a Moisés, dándole al
pueblo lo que pedía y ayudando a Moisés a conducir al Pueblo hasta las puertas de la
tierra prometida. Pues, de igual manera, si tú te sientes cansado y piensas que es
mucha la carga que Dios te ha puesto para llevar a la santidad y a la vida del Reino a
aquellos que él te ha encomendado, clama al Señor.
Recuerda siempre que no estás solo, que Dios y su infinito poder te acompañan y son el
instrumento para que puedas realizar, lo que él mismo te ha pedido. No desfallezcas,
haz tu parte humana, y pide al Señor los elementos y recursos que necesitas. Él no te
abandonará, y escuchará con amor tu súplica.
Oratio
Señor, te doy las gracias por esta comunidad que me has encomendado, confío en que,
como a Moisés, tú me darás también todo lo necesario para conducirlos seguros por el
camino de la santidad, pero sobre todo, que tú me darás consuelo y descanso en las
horas pesadas, en los momentos de pasar por desiertos.
Actio
Pediré al Señor, como el rey Salomón, la sabiduría para saber gobernar y dirigir a cada
persona que Dios ha puesto bajo mi responsabilidad.
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La prueba de la fe. Números 11, 4b-15. Una parte del libro de los Números cuenta la
larga marcha del pueblo de Dios desde el Sinaí (cap. 10) hasta su llegada a la orilla del
Jordán o llanura de Moab, frente a Jericó (cap. 22). El enfoque del relato es religioso,
como se constata en la simplificación del marco geográfico, que sirve de base a una
reflexión profunda sobre la experiencia del desierto. A este respecto, podemos decir que
la travesía del desierto aparece "como un período de puesta a punto cuyos hechos más
sobresalientes son crisis a menudo dramáticas". El libro de los Números revela los
favores con que el pueblo elegido ha sido colmado, al mismo tiempo que subraya su
pecado y el castigo que tuvo como consecuencia de éste. Por ello, los cuarenta años que
permaneció en el desierto aparecen como un tiempo de purificación, que costó la vida a
toda una generación, de forma que, una vez solo y convertido en un pueblo totalmente
purificado, pudo alcanzar la Tierra prometida.
Pero ¿cuál es el pecado del que se habla en el relato? Es el que indica la reflexión, tanto
judía como cristiana. El pueblo prefirió los alimentos terrestres a los que Dios les daba.
La aventura del desierto le daba miedo, y hubiera querido recuperar la humillante
seguridad que le ofrecía Egipto. La prueba del desierto fue un combate entre el
materialismo y la fe, cuya prenda era la libertad. La oración de Moisés nos lo demuestra,
desgarrado por este conflicto, a la vez totalmente descorazonado y conservando, no
obstante, intacta su confianza en Dios.
El salmo 80 ilustra el hecho de que la estancia en el desierto fue un tema de reflexión
permanente para Israel. Este salmo contiene toda una requisitoria contra los que han
roto la alianza del Sinaí; debe de reflejar las tradiciones del santuario de Siquem.
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Israel al sentir el hambre, pide comida. Saciados y hartos del maná, piden carne.
Protestan ante Moisés y éste se dirige a Dios. La oración de Moisés en este pasaje es
una de sus más emotivas intercesiones ante Dios a favor del pueblo. A estas quejas
responde Dios con una doble promesa: el problema de la comida será resuelto con la
bandada de codornices; el problema del peso del pueblo será aliviado con la
participación de un senado compuesto de setenta ancianos.
✞ ✞ ✞ Salmo
Salmo
Sal 80,12-13.14-15.16-17
R/. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer: los entregué a su corazón
obstinado, para que anduviesen según sus antojos.
R/. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino! En un momento
humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios.
R/. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.
Los que aborrecen al Señor te adularían, y su suerte quedaría fijada; te alimentaría con
flor de harina, te saciaría con miel silvestre.
R/. Aclamad a Dios, nuestra fuerza
✞ ✞ ✞ Aleluya
Aleluya Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
Alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición y dio los panes a los discípulos;
los discípulos se los dieron a la gente.
En aquel tiempo,
13 Jesús, al enterarse de lo sucedido, se retiró de allí en una barca a un lugar tranquilo
para estar a solas. La gente se dio cuenta y le siguió a pie desde los pueblos.
14 Cuando Jesús desembarcó y vio aquel gran gentío, sintió compasión de ellos y curó a
los enfermos que traían.
15 Al anochecer, sus discípulos se acercaron a decirle: -El lugar está despoblado y es ya
tarde; despide a la gente, para que vayan a las aldeas y se compren comida.
16 Pero Jesús les dijo: -No necesitan marcharse; dadles vosotros de comer.
17 Le dijeron: -No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.
18 Él les dijo: -Traédmelos aquí.
19 Y después de mandar que la gente se sentase en la hierba, tomó los cinco panes y
los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, se los
dio a los discípulos y éstos a la gente.
20 Comieron todos hasta hartarse, y recogieron doce canastos llenos de los trozos
sobrantes.
21 Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
Todos los evangelistas refieren este acontecimiento extraordinario, clasificado por los
exegetas en el género literario de los «milagros de donación». El relato evangélico
-modelado sobre el de Eliseo (2 Re 4,42-44)- ha tomado una enorme resonancia en la
tradición eclesial, y en la narración mateana -mucho más concisa respecto a la de
Marco- el milagro se revela como una auténtica «teofanía» ante los discípulos todavía
titubeantes. Se les invita a creer cada vez más firmemente en el poder sobrenatural de
Jesús y -consecuencia de la fe- a compartir con los otros los dones recibidos para crear
comunión.
En el relato se pueden señalar fácilmente tres vetas de significado diferentes, aunque la
Palabra en cuanto tal no cesa nunca de enriquecerse con valores simbólicos que la hacen
inagotable. Hay, en primer lugar, un sentido mesiánico por el que el milagro puede ser
considerado como la realización del don del verdadero maná (cf. Ex 16,4-35): Jesús es
el nuevo Moisés que sacia el hambre de la multitud de peregrinos en camino, a través
del desierto de la vida, hacia la verdadera Tierra Prometida. Éste es el aspecto
subrayado en particular en el pasaje paralelo del evangelio según Juan, donde se dice
que Jesús, reconocido como Mesías y buscado por la muchedumbre para hacerlo rey, se
aleja: aceptará reinar únicamente desde lo alto de la cruz.
En segundo lugar, aparece el sentido eclesial: Jesús implica a sus discípulos en el
milagro, pidiéndoles su colaboración en la distribución de los panes y los peces
bendecidos por él a la muchedumbre (v. 19). Son ya una imagen viva de la Iglesia que
continuará, en todos los lugares y en todos los tiempos, anunciando el Evangelio y
distribuyendo el «pan de la vida», la eucaristía.
Por último, son muchos los elementos lingüísticos que ponen de relieve el sentido
eucarístico del milagro; nótese, por ejemplo, el uso de los verbos «tomar», «bendecir»,
«partir», «dar», así como el recuerdo contenido en la expresión «al anochecer» (v. 15),
que es igual a la empleada por Mateo para introducir el relato de la institución de la
eucaristía durante la última cena. El gran milagro anticipa, por tanto, para las
muchedumbres el reconocimiento de Jesús como Pan vivo bajado del cielo para saciar el
hambre humana, de suerte que todos puedan tomar no sólo lo que necesitan, sino
recoger también «doce canastos llenos de los trozos sobrantes» (v. 20): en este detalle
particular se entrevé ya la dimensión misionera de la Iglesia.
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Oración inicial
Ven, Señor, en ayuda de tus hijos; derrama tu bondad inagotable sobre los que te
suplican, y renueva y protege la obra de tus manos en favor de los que te alaban como
creador y como guía. Por nuestro Señor.
Del santo Evangelio según Mateo 14,13-21
Reflexión
• El cap. 14 de Mateo, que incluye el relato de la multiplicación de los panes, propone un
itinerario que conduce al lector al descubrimiento progresivo de la fe en Jesús: va desde
la falta de fe por parte de los paisanos de Jesús al reconocimiento del Hijo de Dios
pasando por el don del pan. Los conciudadanos de Jesús están maravillados por su
sabiduría, pero no comprenden que ésta actúa a través de sus obras. Teniendo incluso
un conocimiento directo de la familia de Jesús, de su madre, hermanos y hermanas, no
acaban de aceptar en Jesús sino su condición humana solamente: es el hijo del
carpintero. Incomprendido en su patria, de ahora en adelante Jesús vivirá en medio de
su pueblo al que dedicará toda su atención y solidaridad, curando y alimentando a las
multitudes.
• Dinámica de la narración. Mateo narra fielmente el episodio de la multiplicación del
pan. El episodio está recluido entre dos expresiones de transición en las que se dice que
Jesús se retira “aparte” de las muchedumbres, de los discípulos, de la barca (vv.13-14;
vv.22-23). El v.13 no sólo sirve como transición sino que ofrece el motivo por el que
Jesús se halla en un lugar desierto. Esta estrategia sirve para concretar el ambiente en
el que tiene lugar el milagro. El evangelista centra el relato en la muchedumbre y en la
actitud de Jesús respecto a la misma.
• Jesús se conmueve en su interior. En el momento en que llega, Jesús se encuentra con
una muchedumbre que lo espera; al ver a las muchedumbres se conmueve y cura a sus
enfermos. Es una muchedumbre “cansaba y abatida como ovejas sin pastor” (9,36;
20,34) El verbo que expresa la compasión de Jesús es verdaderamente expresivo: a
Jesús “se le hace pedazos el corazón”; corresponde al verbo hebreo que expresa el amor
visceral de la madre. Es el mismo sentimiento que tuvo Jesús ante la tumba de Lázaro
(Jn 11,38). La compasión es el aspecto subjetivo de la experiencia de Jesús, que se hace
efectiva con el don del pan.
• El don del pan. El relato de la multiplicación de los panes se abre con una expresión,
“al atardecer” (v.15) que también introduce el relato de la última cena (Mt 26,20) y el
de la sepultura de Jesús (Mt 27,57). Por la tarde, pues, invita Jesús a los apóstoles a dar
de comer a la multitud. En medio del desierto lejano de las aldeas y de las ciudades.
Jesús y los discípulos se hallan ante un problema humano muy fuerte: dar de comer a la
numerosa multitud que sigue a Jesús. Pero ellos no pueden abastecer las necesidades
materiales de la muchedumbre sin el poder de Jesús. Su inmediata respuesta es
mandarlos a casa. Ante los límites humanos, Jesús interviene y realiza el milagro
saciando a todos los que lo siguen. Dar de comer es aquí la respuesta de Jesús, de su
corazón que se hace pedazos ante una necesidad humana muy concreta. El don del pan
no sólo es suficiente para saciar a la multitud, sino que es tan abundante que hay que
recoger las sobras. En el v.19b aparece que Mateo dio un significado eucarístico al
episodio de la multiplicación de los panes: “y levantando los ojos al cielo, pronunció la
bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos”; el papel de los discípulos
también queda muy evidente en la función de mediación entre Jesús y la multitud: “y los
discípulos lo distribuyeron a la gente” (v.19c). Los gestos que acompañan al milagro son
idénticos a los que Jesús adoptará más tarde en la “noche en que fue entregado”:
levanta los ojos, bendice el pan, lo parte. De aquí se deduce el valor simbólico del
milagro: puede considerarse una anticipación de la eucaristía. Además, dar de comer a
la multitud por parte de Jesús es un “signo” de que él es el mesías y de que prepara un
banquete de fiesta para toda la humanidad. De Jesús, que distribuye los panes,
aprenden los discípulos el valor del compartir. Es un gesto simbólico que contiene un
hecho real que va más allá del episodio mismo y se proyecta hacia el futuro: el don de
nuestra eucaristía diaria, en la que revivimos aquel gesto del pan partido, es necesario
que sea reiterado a lo largo de la jornada.
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Aunque no están ligadas entre sí de una manera estructural, ambas lecturas dejan
entrever una unidad temática que recorre el mensaje bíblico de hoy.
En la lectura del libro de los Números encontramos un pueblo en camino, sometido al
cansancio y a la prueba; un pueblo al que le resulta fácil ceder a la nostalgia del pasado
cuando no se deja dirigir por el espíritu de fidelidad a la alianza estipulada con YHWH,
sino por ese instinto mucho más fuerte del hambre y del placer que producen los
alimentos, aunque se trate de ajos y cebollas.
El camino de Israel por el desierto fue considerado siempre por los Padres de la Iglesia
un paradigma del itinerario del cristiano y de la Iglesia. El futuro produce espanto; el
alimento «ligero» del espíritu no basta. La nostalgia del pasado está al acecho. El pueblo
no capta la delicadeza de las exigencias de Dios. Todo camino cristiano tiene sus
pruebas. Pero ¡ay del que mira hacia atrás! Al cristiano no le falta el alimento cotidiano,
ni tampoco ese alimento ligero y cotidiano de la Palabra y del pan y el vino eucarísticos.
Pero ¿qué es este alimento ligero para hacer frente a la pesadez de la vida diaria? Sin
embargo, Dios no tiene otro alimento definitivo para darnos.
El episodio evangélico presenta a Jesús, cual nuevo Moisés en el desierto, en medio de
una muchedumbre cansada, hambrienta, enferma, a la que tal vez le cuesta un poco
seguir a un Mesías del que lo espera todo, incluso una liberación política. La respuesta
de Jesús es eficaz, milagrosa. Pero, en el fondo, Jesús no hace milagros cada día. Los
signos que realiza necesitan también ser recibidos con fe, lo mismo que su persona. Por
lo demás, Jesús no vive sino de la comunión diaria con el Padre y de la sencillez con la
que comparte todo con sus discípulos. Y esto es suficiente. En el caso del cristiano, el
maná cotidiano de la Palabra y de la eucaristía es también pan para el camino, viático
para la jornada.
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La prueba de la fe. Mateo 14, 13-21. Presa de compasión hacia la multitud, Jesús cura
a los enfermos que le traen, pero ya no les enseña. En adelante, ya no enseñará más al
gentío, sino que se dedicará íntegramente a la formación de sus discípulos y del grupo
que le sigue más de cerca. De este modo, Mateo estrecha el campo de acción del
Maestro y lo limita casi exclusivamente a la comunidad-Iglesia. Esta será cada vez más
el centro del Evangelio, pues en ella se encarna el Reino anunciado por el sermón de la
montaña y por las parábolas.
Los discípulos asumen importantes responsabilidades en esta Iglesia. No solamente
comparten la autoridad de Jesús sobre los espíritus impuros y el pecado, sino que
además son los encargados de hacer participar al pueblo cristiano de los beneficios
eucarísticos, como se evidencia en el relato de la multiplicación de los panes y los peces.
En efecto, si bien las alusiones al Éxodo, que eran la riqueza principal del relato en
Marcos, han desaparecido prácticamente del episodio en Mateo, la coloración eucarística
es, en éste, más clara, y el papel de los discípulos más subrayado. El v. 19, por ejemplo,
es un calco casi perfecto del relato de Mateo sobre la institución; es él también el que da
una base histórica a la acción de los apóstoles. Desde este momento, ¿no es normal que
Jesús espere de éstos una fe sin reservas?
Jesús monta en una barca para dirigirse a un lugar del desierto. El desierto, tierra de
ayuno y de sed, pero también tierra donde el Señor alimenta a su pueblo y le habla al
corazón. La salida de Egipto, la travesía del mar, un largo caminar sobre tierras
ardientes, son el tiempo de la verdad, de las dudas y de los cuestionamientos. Es un
tiempo de prueba, en una palabra.
"Cuando supo la muerte de Juan Bautista, Jesús se retiró de allí en una barca, a un lugar
tranquilo, para estar a solas". Es una hora difícil, la oposición es cada vez más fuerte, la
controversia cada vez más dura. El Precursor ha caído ya bajo los golpes; pronto
conocerá también Jesús la dura suerte de los profetas que le han precedido. "Al llegar la
noche, los discípulos le dijeron: el lugar está desierto y se hace tarde". Es la hora de la
pasión que comienza, la misma hora en que, en una sala alta y apartada del gentío,
Jesús reunirá a los suyos en la última cena, la noche en que será entregado. En este
contexto de pruebas y de derrota, de sufrimiento y de muerte, Jesús comparte con sus
discípulos el pan. Por esta razón nuestra eucaristía hoy no ignora tampoco el peso de
todo el dolor humano, personal y colectivo.
"Cuando Jesús desembarcó y vio aquel gran gentío, sintió compasión de ellos y curó a
los enfermos que traían". Ante esta multitud fatigada, el corazón de Dios se conmueve
hasta las entrañas; Jesús va a partir el pan. Ya en el desierto, Jesús había alimentado a
su pueblo en abundancia. El maná y las codornices que bastaba con recoger cada
mañana habían puesto de manifiesto su solicitud. Los hombres deberán guardar
memoria de tanta previsión. Su desierto, lugar de hambre y de sed, será en adelante
memoria del festín y de la fiesta. La gran miseria del mundo no ha sido eliminada, sin
duda alguna; sin duda, Jesús no ha liberado a los hombres de la preocupación
angustiosa de tener que ganarse el pan cotidiano. Pero, por una vez, sucedió que todos
habían comido hasta saciarse, que todos los hombres vivieron en la abundancia. Cuando
Jesús se manifestó, nada les faltó; la misericordia de Dios vino sobre ellos y el desierto
cambió de sentido. "El desierto es hermoso, decía el Pequeño Príncipe de Saint-Exupéry,
porque esconde un pozo en alguna parte".
El desierto es, pues, a la vez un lugar de hambre y lugar de saciedad más allá de toda
medida. Imaginaos: ¡recogieron doce cestas con los restos de lo que sobró! Cuando uno
ha decidido partir, llega un momento en que echa de menos lo que dejó y no es capaz
de gozar con el pensamiento de lo que le espera. Es un intermedio penoso. Así pues, el
desierto quedará para siempre como el símbolo de nuestra fe sometida a prueba. Hemos
dejado las satisfacciones ilusorias de nuestros sueños y la seguridad temporal de
nuestras justificaciones demasiado fáciles, pero aún no estamos en posesión de la gloria
de los salvados, y no conocemos aún la alegría perfecta de la comunión ininterrumpida.
Sí, nuestro éxodo dura todavía; pero ¡un poco de pan partido nos espera en la etapa del
anochecer, para permitirnos ir más lejos, hacia la Tierra Prometida!
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Este relato del evangelio está lleno de enseñanzas, sin embargo, valdría hoy la pena
reflexionar en lo que quizás encontramos al centro de éste, que es: "compartir". Es
interesante cómo los apóstoles dicen: "Solo tenemos cinco panes y dos pescados" y
quizás podrían haber agregado: "Pero estos son para que comamos nosotros".
Jesús nos enseña que es precisamente en el compartir, en donde se puede experimentar
la multiplicación. En un mundo que vive cerrado sobre sí mismo, siempre ávido de
atesorar, qué importante es poder experimentar que en el compartir está la felicidad y la
paz del corazón. Es la experiencia que libera profundamente al hombre y lo hace ser
auténtico ciudadano del Reino.
Es precisamente cuando compartimos que somos capaces de romper nuestro egoísmo y
cuando podemos decir en verdad, soy libre. Las cosas tienden a sujetarnos y llegan
hasta hacernos esclavos de ellas. El Ejercicio de compartir nos asegura que la redención
de Cristo, ha sido operada en nosotros. Contrariamente a lo que se podría pensar, la
única forma de ser verdaderamente rico, es compartiendo y compartiéndonos. No dejes
pasar este día sin tener esta magnífica experiencia de compartir.
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Puede suceder que después de haber seguido generosamente a Jesús un buen trecho
del camino, adentrándonos con él en un terreno que se va haciendo cada vez más
desértico, nos venga la tentación de preguntarnos: «¿Es razonable lo que estoy
haciendo? Tal vez no haya que exagerar. Es bello estar con él, pero, más allá de la
poesía, es preciso tener en cuenta muchas necesidades concretas y cotidianas». Nos
inclinamos fácilmente, en efecto, a creer que los problemas que debemos resolver
exigen una respuesta inmediata y eficiente, incompatible por completo con la entrega
gratuita a Jesús.
La duda puede insinuarse también en el corazón de los discípulos, es decir, de los que
han sido llamados a seguir a Jesús más de cerca. ¿Es sensato -se preguntan algunos- no
tener en cuenta las exigencias normales y humanas, cuyo primer y claro ejemplo es el
comer y el beber? Sin embargo, Jesús, a través de este relato, referido
escrupulosamente por todos los evangelistas, nos recuerda que quien opta por seguirle
no queda decepcionado. Del «signo» hemos pasado a la «realidad». Tras la cena del
Jueves Santo, multitudes de hombres han podido experimentar a lo largo de los siglos
que alimentándose de Jesús, verdadero Pan bajado del cielo para colmarnos de toda
dulzura, es posible afrontar situaciones trabajosas sin ceder a la tentación de la duda y
del desánimo.
Aquel anochecer, Jesus puso entre las manos de los discipulos el pan y los peces
bendecidos para que los distribuyeran: respondía a su temor implicándolos directamente
en el milagro que estaba realizando. Ellos obedecieron y experimentaron la alegría de
ser dispensadores del verdadero pan que sacia toda hambre.
La pobreza humana no es nunca un obstáculo para Dios: abandonándonos con sencillez
a la acción de la gracia recibimos la fuerza para llevar a cabo la misión que se nos ha
confiado. Si después nos sobrevienen dudas y perplejidades que podrían comprometer
nuestro camino espiritual, es sensato confiarnos humildemente al juicio de quienes
tienen en la Iglesia la tarea del discernimiento y hacer exactamente lo que nos indiquen.
Es más necesario que nunca invocar al Espíritu, a fin de que haga comprender a cada
cristiano -y a cada consagrado en particular- que Jesus no abandona a quien lo deja
todo para seguirle. Él está allí, dispuesto a cambiar todo desierto en un lugar de convite
para una fiesta sin fin, a la que debemos desear invitar a todos los hermanos, seguros
de que para todos ellos habrá alimento en abundancia. Y puesto que mientras falte
alguien a la fiesta no podrá ser plena la alegría, la Iglesia se prodiga para hacer llegar a
todos la apremiante invitación.
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Una mirada de amor. Jesús, hoy en el Evangelio me dices que viste a la multitud y te
compadeciste de ella. Quisiera detenerme a contemplar tu mirada. No es inquisitiva ni
acusadora. Los que son mirados por Ti, no se sienten intimidados; al contrario, sienten
que tu mirada les sirve de protección. Tu mirada hacia la multitud nos es como la del
espectador que ve en el televisor una masa casi tan ingente como anónima. Para los
discípulos era una multitud… para Ti, cada uno tenía un nombre; una historia única; un
pasado concreto, repleto de colores, de luces y sombras; unas heridas reales que
necesitaban ser sanadas. Miras a la multitud, miras a cada uno y te compadeces de él.
Amas a cada uno y te duele ver sus heridas, sus desilusiones, sus pecados. Todo. Tu
mirada amorosa llega hasta lo más profundo del corazón y lo sana desde dentro.
Lo mismo quiero experimentar yo. Quiero sentirme mirado y amado por Ti. Deseo
experimentar esa mirada cálida y acogedora que todos los días, a cada instante de mi
vida me regalas. No me reprochas nada, tan sólo me miras y me amas. Miras mi
interior: ese problema que tengo, esa situación que no deja ser feliz, esa herida que me
lastima… todo lo sabes ya. Cúrame, Jesús, con tu mirada. Dame la gracia de mirarme
como Tú me miras: aceptando lo bueno y lo malo que hay en mí, sin exagerar ni lo uno
ni lo otro. Dame la gracia de mirarme como me miras y que esa experiencia del amor
que me revela tu mirada sea tan fuerte que yo comience a ver todo y a todos con el
mismo amor con que Tú los miras.
• En efecto, Dios dirige su mirada de amor también a cada hombre y a cada mujer, ¡con
nombre y apellidos! Su mirada de amor está sobre cada uno de nosotros. (Homilía de
S.S. Francisco, 8 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a tratar de ver todo lo que me pasa y a aquellos que me rodean como Dios los
ve.
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19. Como Jesucristo, así también nosotros hemos de bendecir la comida rezando y
levantando el corazón al Padre de quien procede todo bien. Véase 1 Tm. 4, 3-5; Hch. 2,
46 y nota.
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Hoy, como hace dos mil años, Cristo ve venir hacia él muchedumbres numerosas que
tienen hambre, por las que siente compasión, a las que llama, a las que pide el corazón.
Hoy como entonces, las provisiones, los recursos de la Iglesia, parecen irrisorios. Jesús
pide, antes que nada, un acto de confianza, un gesto de abandono en sus manos; les
dice: «Sentaos». Intentemos comprender: les ha pedido, naturalmente, lo que más les
costaba. Mientras estaban de pie, no dependían más que de ellos mismos, tenían la
posibilidad de irse a comer a sus casas... Es decir, podían marcharse. Ahora bien, al
sentarse, renunciaban a bastarse a sí mismos, a arreglárselas por ellos mismos;
dependían de él, estaban entregados, como las hostias sobre la patena del ofertorio. Me
parece que muchos dudaron ante aquella invitación. ¿Qué habríamos hecho nosotros en
su lugar? Al final algunos se sentaron y otros lo hicieron a continuación. Y por fin llegó el
gran momento, cuando se sentaron los cinco mil. Después empezó a circular el pan,
pero el milagro ya había tenido lugar antes. El milagro más grande lo había obtenido el
Señor de ellos: el milagro de su fe y de su amor. ¿Y nosotros? ¿Creemos en él?
¿Creemos que Cristo es capaz de saciar nuestra hambre? Nos diría antes de cualquier
milagro: « ¿Crees en mí? ¿Crees que puedo cambiar tu vida, llenarla, renovarla? ¿Crees
que soy bastante poderoso y que te amo bastante para que puedas vivir, gracias a mí,
una vida diferente de la que has vivido hasta ahora, de la que has vivido sin mí?».
Queremos creer, sí, pero no vivimos de la fe. Siempre tendremos razones, óptimas
razones, para no creer. La fe seguirá siendo siempre un acto por encima de nuestras
fuerzas naturales, una gracia a la que .deberemos abrirnos, una oscuridad que
deberemos soportar. Tener fe significa tener bastante luz para soportar un margen de
oscuridad. Cuanto más oremos, más nos comunicaremos, más amaremos a Dios y a
nuestro prójimo, y más convencidos estaremos de la realidad y de la presencia del
objeto de nuestra fe (L. Evely, A confronto co' Vangelo, Citadella, Asís 1969, 183-191,
passim). www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
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www.fundacionpane.org
Este texto es una muestra de la enorme misericordia y amor del Señor para con
nosotros. Muchas veces deseamos estar solos, pero ante las necesidades de los demás
nuestro deseo, nuestro llamado cambia y lo hacemos con tanto gusto que no nos damos
cuenta y actuamos. Ante aquellos que lo necesitan por cualquier circunstancia y a pesar
de mi cansancio o intereses, ¿Soy misericordioso y busco ayudar, voy a ellos a satisfacer
sus necesidades para que estén en mejores condiciones, así como nos lo enseña nuestro
Señor?, es cierto que hay muchas situaciones muy difíciles donde es muy necesario orar,
desde el corazón, con fe, con amor; ¿Sigo el ejemplo de fe que el Señor me ha
enseñado, me ha dejado?
Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es tu meditación, tu reflexión personal?
Señor, tu misericordia y amor son enormes, del tamaño que tú eres, nos amas tanto
que ni el cansancio te impide acudir a nuestro llamado y ayudarnos en nuestras
necesidades; queremos ser como tú, seguir ese camino de misericordia, de fe y amor, ir
en busca de todo aquel que lo necesite y ayudar, pedir en oración porque tu acudirás a
nosotros y como tú lo has dicho ahí estarás presente.
Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es tu oración personal?
Cada uno pone sus intenciones. Amén.
Todos los días hay alguien que necesita de nuestra ayuda, seguramente hoy no será la
excepción, pensemos que el Señor nos dice: Vayan, denles comer “atención” ustedes
mismos, que se cumpla la voluntad del Señor.
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
•Saciados con la comunión del Cuerpo santo y la Sangre preciosa de tu Hijo, te pedimos,
Señor y Dios nuestro, que lo que hemos celebrado con piedad sincera produzca en
nosotros frutos de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
• Te rogamos, Señor, por la eficacia de este sacramento y el ejemplo de san Julián
Eymard, que nos mantengas siempre en tu amor y lleves a su perfección hasta el día de
Cristo Jesús la obra buena que has comenzado en nosotros. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
• Oh Dios, Padre nuestro: Por medio del pan de vida de tu Hijo Jesucristo multiplica en
nosotros la capacidad para amar. Danos valor para poner en práctica las palabras que tu
Hijo nos ha dirigido: “Ustedes mismos, denles ustedes de comer”. Ayúdanos a compartir
con ellos no solo nuestro pan y otras cosas materiales, sino también nuestra alegría y
compasión, nuestras esperanzas y nuestro amor. Te lo pedimos en nombre del mismo
Jesús el Señor.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Termina esta oración rezándole a María:
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me entrego del todo a Ti y en prueba de mi afecto,
con amor filial te consagro en este día: todo lo que soy, todo lo que tengo. Guarda y
protege, y también defiende a este hijo tuyo, que así sea. Amen
✞ ✞ ✞ Bendición
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo descienda sobre
nosotros y permanezca para siempre.
R/ Amén.
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16