Está en la página 1de 18

Modulo

¿Qué es el duelo?

El proceso de Duelo

OBJETIVO GENERAL:

 Brindar información sobre lo que es un duelo y como se interviene

adecuadamente.

OBEJETIVOS ESPECIFICOS:

1. Definir que se engloba en el concepto de duelo, que tipos existen y

cuáles son sus etapas.

2. Conocer de qué manera se puede intervenir un duelo, con el fin de

sostener y acompañar a la persona evitando que esta se instale en el

dolor a medio plazo y así pueda seguir viviendo satisfactoriamente.

I. Duelo

***Nota: dinámica Punto de partida

El duelo (del latín dolium, dolor, aflicción) es la reacción natural ante la pérdida

de una persona, objeto o evento significativo; o, también, la reacción emocional

y de comportamiento en forma de sufrimiento y aflicción cuando un vínculo

afectivo se rompe. Incluye componentes psicológicos, físicos y sociales, con

una intensidad y duración proporcionales a la dimensión y significado de la


pérdida. En términos generales es un proceso normal, por lo que no se

requieren situaciones especiales para su resolución (Gómez, 2004).

Se tiende a pensar en el duelo sólo en el contexto de la muerte de un ser

querido, pero también suele producirse como reacción ante la pérdida de una

persona amada o de alguna abstracción que ha ocupado su lugar, como la

patria, la libertad, un ideal, entre otros. En todo tipo de situaciones vitales existe

un grado de aflicción y duelo; incluso, cambios tan corrientes como mudarse a

otra casa o trasladarse a una nueva región pueden implicar la sensación de

pesar por la pérdida del contexto en el que siempre hemos vivido y, a veces,

del estrecho contacto con los amigos. Entre los diferentes procesos de duelo

que tienen que enfrentarse, el más doloroso se refiere a la finitud de nuestra

vida y la de los seres queridos. A medida que transcurre la vida tenemos un

contacto más directo y más frecuente con la muerte, cada vez más cercana.

Cuando mueren familiares y amigos, sobre todo si son aproximadamente de

nuestra edad, su pérdida nos enfrenta a nuestra propia realidad y futuro

inexorable. No toda muerte entraña, ipso facto, un duelo; para ello es preciso

que la persona objeto de la pérdida tenga importancia y significado para el o los

que le pierden, y que unos y otros tengan lazos de unión estrechos. Lo esencial

del duelo es el cariño (apego) y la pérdida. La muerte imprime al duelo un

carácter particular en razón de su radicalidad, de su irreversibilidad, de su

universalidad y de su implacabilidad. Una separación no mortal deja siempre

abierta la esperanza del reencuentro; la muerte, jamás; de ahí que nos

referiremos al proceso de duelo ante la muerte sin desestimar que otras

pérdidas pueden desencadenar respuestas intensas e impredecibles, pero la

muerte de un ser querido es la forma paradigmática de pérdida. La intensidad


del duelo no depende de la naturaleza del objeto perdido, sino del valor que se

le atribuye.

Duración del duelo

No se dispone de una respuesta a la pregunta de cuándo se ha terminado un

duelo. Más bien, debe considerarse que es imprescindible haber completado

las etapas; un punto de referencia de un duelo acabado es cuando la persona

es capaz de pensar sin dolor en el fallecido, cuando la persona puede volver a

invertir sus emociones en la vida y en los vivos.

Manifestaciones normales de un duelo

Según lo expuesto por Gil Juliá et al. (2008), son normales manifestaciones

como:

1. Sentimientos: tristeza, angustia, apatía, enfado, ira, culpa, soledad,

abandono, impotencia, insensibilidad, extrañeza con respecto a sí mismo o

ante el mundo habitual.

2. Cogniciones: incredulidad, confusión, preocupación, rumiaciones,

pensamientos e imágenes recurrentes, sentido de presencia, alucinaciones

visuales y/o auditivas, dificultades de atención, concentración y memoria,

distorsiones cognitivas.

3. Sensaciones físicas: vacío en el estómago y/o boca seca, opresión en

tórax/garganta, falta de aire y/o palpitaciones, hipersensibilidad al ruido, sentido

de despersonalización, falta de energía/debilidad.

4. Conductas: alteraciones del sueño y/o la alimentación, conducta distraída,

aislamiento social, llorar y/o suspirar, llevar o atesorar objetos, visitar lugares
que frecuentaba el fallecido, llamar y/o hablar del difunto o con él, hiper o hipo

actividad, evitar recordatorios del fallecido.

De igual forma, Díaz et al. (2018) nos aporta que los síntomas que suelen

destacar para reconocer un duelo son:

 La sensación de ahogo

 La falta de ilusión.

 Agotamiento.

 Hipersomnia o insomnio

 Síntomas somáticos.

¿Qué es un duelo normal?

Este término abarca un amplio rango de sentimientos y conductas que son

normales después de una pérdida. La mayoría de los autores e investigadores

piensa que el duelo ante la muerte de un ser querido es una reacción humana

normal, por extrañas que sean sus manifestaciones. La derivación hacia el

duelo patológico se plantea cuando esas anomalías se extienden en el tiempo

o derivan a otro tipo de problema psiquiátrico.

Etapas del duelo

Existen en realidad diversas conceptualizaciones de las etapas de duelo, sin

embargo por cuestiones de claridad, usaremos la postulada por Parkes (1993),

por tanto, las etapas por la que pasa la persona en duelo serían, de modo

esquemático:
1. “Entumecimiento y embotamiento” (Shock): en esta fase aparece

fundamentalmente embotamiento afectivo, sentimientos de irrealidad (“no

puede ser verdad”), incredulidad.

2. Anhelo y languidez: largos períodos de pena y anhelo intercalados con otros

de ansiedad y tensión. Se pueden añadir a esta confusión emocional

sentimientos de ira, autoreproches, baja autoestima y aturdimiento. La persona

se puede sentir insegura y con la sensación de estar esperando cualquier

desastre de un momento a otro.

3. Desorganización y desesperación: disminuye la intensidad emocional y

aparecen amplios períodos de apatía y de desesperación. Todos los deseos se

ven disminuidos y se prefiere no mirar al futuro. Puede aparecer aislamiento

social y el doliente puede comportarse como si hubiese sido mutilado

físicamente.

4. Reorganización y Recuperación: Primero se recupera el apetito por la

comida. Los aniversarios suelen ser momentos de revivir el duelo, pero una vez

pasan puede haber una mejora del humor y la energía. Las vacaciones pueden

ser un momento de escape de todo lo que recuerda al fallecido. Aparecen otra

vez, paulatinamente, las motivaciones.

Estas fases no siguen un orden temporal fijo y hay que tener en cuenta además

la variabilidad interpersonal que hará que la duración y el orden de las mismas

sea diferente. Por otra parte también hay que señalar que es difícil concretar un

punto final del duelo ya que incluso años después pueden aparecer recuerdos

tan vívidos como los experimentados inmediatamente después de la pérdida

(Alberola et al., 2018).


Tipos de Duelo

Duelo patológico

El duelo anormal aparece en varias formas y se le han dado diferentes

nombres. Se le llama patológico, no resuelto, complicado, crónico, retrasado o

exagerado. En la versión más reciente del Manual Diagnóstico y Estadístico de

la Asociación Psiquiátrica Americana4 se hace referencia a las reacciones

anormales de duelo como “duelo complicado”. Como sea que se llame, es la

intensificación del duelo al nivel en que la persona está desbordada, recurre a

conductas desadaptativas o permanece en este estado sin avanzar en el

proceso del duelo hacia su resolución. Esto implica procesos que llevan a

repeticiones estereotipadas o a interrupciones frecuentes de la curación. Se

tiende a considerar que hay riesgo de duelo patológico cuando el dolor moral

se prolonga considerablemente en el tiempo; cuando su intensidad no coincide

con la personalidad previa del deudo; cuando impide amar a otras personas o

interesarse por ellas y cuando el sujeto se ve invalidado en su vida diaria, sin

más ocupación que la rememoración del muerto (Dávalos et al., 2008).

Duelo anticipado

El duelo no comienza en el momento de la muerte, sino mucho tiempo antes.

Cuando se emite un pronóstico de incurabilidad, se produce tristeza en el

familiar, pero también una adaptación más o menos inconsciente a la nueva

situación que se acaba de crear. A partir de ese momento se crea lo que se ha

llamado el duelo anticipado, que ofrece a las personas involucradas la

oportunidad de compartir sus sentimientos y prepararse para la despedida

(Dávalos et al., 2008).


Preduelo

Es un duelo completo en sí mismo que consiste en creer que el ser querido ha

muerto definitivamente “en estado de salud”.2 El que está ahora a nuestro lado

ha sido transformado por la enfermedad a tal punto, que en algunos casos no

se le reconoce más (Dávalos et al., 2008).

Duelo inhibido o negado

Se niega la expresión del duelo porque la persona no afronta la realidad de la

pérdida. Puede prevalecer una falsa euforia, que sugiere la tendencia

patológica de la aflicción (Dávalos et al., 2008).

Duelo crónico

Es el que tiene una duración excesiva y nunca llega a una conclusión

satisfactoria. Un duelo crónico puede llegar a ocupar toda una vida. Se dice

que existen personas estructuradas existencialmente por el duelo, en las que

éste determina el núcleo constitutivo de su existencia (Dávalos et al., 2008).

Síntomas de un duelo complicado

Según Llorca (2002.), un sujeto no está elaborando su duelo de forma

adecuada cuando da alguna de las siguientes señales:

 La persona menciona la pérdida con dolor intenso pasados varios meses

de la misma.

 Algún acontecimiento desencadena una reacción excesiva.

 Períodos de extrema tristeza o demasiado extensos, deseos de suicidio

(a veces en fechas señaladas).


 Episodios de conducta agresiva o conductas impulsivas, como abuso de

sustancias.

 Objetos de vinculación muy marcados o lo contrario, esconder o

deshacerse de todos los objetos recordatorios.

 Imposibilidad de incorporarse al funcionamiento vital pasadas unas

semanas de la muerte.

 Compulsión de imitar al fallecido o presencia de los mismos síntomas

que tenía al morir. Obsesión con la enfermedad y la muerte.

 No haber expresado abiertamente dolor en las primeras semanas de

duelo o haber realizado cambios radicales de estilo de vida.

Tareas o retos que debe cumplir alguien en duelo

Tal como nos postula Worden (1997 )el duelo no se trata únicamente de un

estado en el que se sumerge una persona tras la pérdida, sino que implica un

proceso activo. Se trata de un tiempo en el que la persona ha de realizar

diferentes tareas a través de las cuales poder ir elaborando la pérdida.

Para este autor existen cuatro tareas básicas que la persona en duelo ha de

realizar tras la pérdida. Estas tareas, no necesariamente siguen un orden

específico, aunque sí es cierto que se sugiere un cierto orden ya que hay

determinada tareas que resulta difícil incluso plantearlas si antes no se han

llevado a cabo otras más elementales (Alberola et al., 2018).

Las cuatro tareas propuestas son:

Tarea 1: Aceptar la realidad de la pérdida. Esta primera tarea es básica para

poder seguir haciendo el trabajo del duelo. Aunque parezca algo evidente,

incluso si la muerte es esperada, como sucede en los casos de enfermedad


terminal, en los primeros momentos casi siempre existe la sensación de que no

es verdad, una sensación de incredulidad que generalmente se resuelve en

poco tiempo.

Tarea 2: trabajar las emociones y el dolor de la pérdida. Aquí Worden (1997)

hace referencia tanto al dolor emocional como al dolor físico que muchas

personas sienten tras una pérdida significativa. Es importante reconocer los

sentimientos que ésta despierta y no intentar evitarlos, sentir el dolor

plenamente y saber que algún día pasará.

Tarea 3: adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente.

La realización de esta tarea implica cosas muy diferentes en función del rol del

fallecido y del doliente y de la relación que existiese entre ambos, pues no es lo

mismo el que el fallecido sea el padre, la pareja o un hijo.

Tarea 4: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.

Básicamente se trata de poder continuar la vida de un modo satisfactorio, sin

que el dolor por la pérdida impida la vivencia plena de sentimientos positivos

respecto a los otros.

I. Intervención y apoyo a las personas en duelo

Sea cual fuere la relación de los deudos con el difunto, sólo puede lograrse una

recuperación si aquéllos llevan a cabo el trabajo de duelo. Esto exige que un

deudo se desprenda de la relación e interacción con el difunto, con el fin de

liberarse de ellas para desarrollar relaciones por otro lado, estas intervenciones

se brindan de acuerdo al momento en el que se encuentre la persona luego de

la emergencia, es, por tanto, muy importante la intervención temprana ante las

crisis (Dávalos et al., 2008).


Niveles de intervención

En realidad, existen tres niveles de intervención: ya sea en acompañamiento,

asesoramiento o terapia (Worden, 2013). Para ser capaces de discernir entre

cada uno, mencionaremos las diferencias entre cada nivel son las siguientes:

 Terapia: La meta de la terapia es identificar y resolver los conflictos que

impiden completar las tareas del duelo a personas cuyo duelo no

aparece, se retrasa, es excesivo o prolongado. Es decir: que sufren lo

que conocemos como duelo complicado. La terapia la llevará a cabo un

psicólogo experto en duelo

 Asesoramiento: El objetivo del asesoramiento es facilitar a la persona la

resolución de las tareas del duelo reciente, para que su proceso finalice

con éxito. Lo realizan profesionales socio-sanitarios formados en duelo,

aunque también existen lugares donde esta labor es asumida por

voluntarios que han atravesado circunstancias similares.

 Acompañamiento: El fin del acompañamiento es permanecer al lado de

la persona que sufre dolor por la pérdida reciente de un ser querido,

escuchar su dolor y validarlo: darle tiempo para la expresión emocional.

De esto se encargan los profesionales que están en contacto puntual

con personas en situación de duelo agudo, como los trabajadores de los

tanatorios o los profesionales de urgencias.

Sea cual sea el nivel de intervención en el que se encuentre el profesional,

el marco general de intervención indicado para la experiencia de duelo es el

asesoramiento o counselling (Gómez, 2000).

Objetivo de la Intervención
Los objetivos generales de la intervención ante el duelo, según Worden

(1997) son:

• Ayudar a la persona a que acepte la realidad de la pérdida.

• Ayudar a elaborar las emociones y el dolor que implica la pérdida.

• Ayudar al doliente a adaptarse al mundo ahora que el fallecido ya

no está.

• Y, por último, ayudarle a recolocar psico-emocionalmente al

fallecido.

Para conseguir estos objetivos, Losantos et al., (2018) nos proponen una

serie de principios generales que pueden orientar la intervención:

• Hablar de la muerte (y de todo lo relativo a ella) ayuda y alivia.

• No existe un duelo igual a otro. Sólo nuestra escucha atenta nos

ayudará a descubrir las claves de cada proceso.

• Fomentar la expresión de las emociones y el dolor.

• Explicar en líneas generales en qué consiste el proceso de duelo

facilita que la persona se sitúe dentro de él y no se sienta tan

perdida.

• Ayudar a dar respuesta a las preguntas que sí la tienen.

• Fomentar la reconstrucción del mundo personal de significados

tras la pérdida (valores, creencias, la propia identidad, etc.). El

duelo nos da la oportunidad de actualizar o reconstruir nuestro

mundo interior.

Asi pues, existen algunos principios generales que pueden ayudar a la

resolución del duelo evitando que éste se convierta en un duelo complicado o


patológico. Sin embargo, Worden (1997) nos proporciona pautas más

específicas:

1. Ayudar al superviviente a hacer real la pérdida. Para ello es importante poder

hablar de la pérdida, explicando cómo sucedió, cómo fue el funeral ... de forma

que a través del relato la persona va adquiriendo mayor conciencia de lo

sucedido.

2. Ayudar al superviviente a identificar y expresar sentimientos. Algunos de los

sentimientos que mayor dificultad presentan a la hora de reconocerlos e incluso

poder sentirlos son:

 El enfado. Probablemente el enfado proviene de la frustración y de la

impotencia. Si este enfado que normalmente va dirigido al fallecido no se

expresa ni se desplaza hacia otra persona se puede volver hacia uno

mismo convirtiéndose en los casos más extremos en ideación suicida.

 La culpa. Es frecuente experimentar culpa tras un fallecimiento, por no

haber cuidado suficiente al fallecido, por no haberse dado cuenta antes

de la enfermedad... e incluso por no sentir la pena suficiente tras la

pérdida; esto último, junto con cierto sentimiento de alivio o liberación

puede ocurrir tras el fallecimiento por una enfermedad especialmente si

ésta ha sido larga y penosa obligando a la persona en duelo a dispensar

cuidados continuos. Si la culpa es irracional es relativamente sencillo

confrontarla con la realidad, pero puede complicarse si existe una culpa

real la cual es más difícil de trabajar.

 La ansiedad y la impotencia. La ansiedad puede derivar de la sensación

de impotencia ante la expectativa de vivir si el fallecido. También es una


fuente de ansiedad importante la derivada de la toma de conciencia de

la propia muerte que suele producirse tras la pérdida de alguien allegado

o muy querido.

 La tristeza. Hay ocasiones en que es necesario estimular la tristeza y el

llanto, pues la persona en duelo no se atreve a hacerlo, considera que

ya lo ha hecho lo suficiente o bien cree que puede incomodar a los

demás si lo hace frecuentemente. Es importante poder llorar por la

pérdida y fundamentalmente hacerlo en compañía, sintiéndose

comprendido y apoyado. Hay que tener en cuenta que la simple

expresión de los sentimientos no es suficiente sino que hay que ayudar

a la persona a identificar el significado de las lágrimas.

3. Ayudar a vivir sin el fallecido. Implica poderse adaptar a una nueva vida

sin la persona fallecida. En función del rol que desempeñase tanto el

fallecido como la persona en duelo las tareas a desempeñar serán

diferentes, aunque suele resultar útil ayudar en la resolución de problemas

para los que anteriormente se contaba con la ayuda del fallecido. Por otra

parte también es importante ayudar a que no se tomen decisiones

importantes en la fase aguda del duelo ya que las posibilidades de hacerlo

de forma desadaptada son mayores.

4. Facilitar la recolocación emocional del fallecido. Se trata de colaborar en

la búsqueda de un nuevo lugar en la vida del superviviente de su ser

querido fallecido. Ayudar a que la persona entienda que el fallecido será

importante para él probablemente toda la vida, pero ahora como recuerdo y

no como realidad. Pueden darse los dos extremos y encontrar personas

incapaces de seguir con su vida por la creencia de que rehacer su vida


implica de algún modo deslealtad hacia el fallecido o bien personas que

rápidamente sustituyen al fallecido en sus vidas en un intento desesperado

de llenar el vacío que les ha dejado. Ambas formas han de ser

reconducidas de manera que el duelo pueda ser vivido por completo y de

algún modo terminado.

5. Dar tiempo para elaborar el duelo. Como indicábamos anteriormente el

duelo es un proceso largo, gradual y con momentos en los que parece que

no hemos avanzado nada, pues se vuelve una y otra vez a experimentar el

dolor y la pena de forma más o menos intensa. Estos momentos suelen

coincidir con los aniversarios, vacaciones, fechas señaladas... en las que el

dolor por la ausencia se hace más evidente. Con el tiempo, si la evolución

es normal, también en estos momentos la intensidad de los sentimientos va

disminuyendo y pueden vivirse con normalidad.

6. Interpretar la conducta “normal”. En muchas ocasiones las personas tras

una pérdida importante refieren tener la sensación de estar volviéndose

locas ya que sienten y experimentas cosas que normalmente no sentían,

como puede ser alucinaciones visuales o auditivas en relación con la

persona fallecida, intensa rabia u hostilidad entre otros. Resulta muy

tranquilizador que alguien pueda transmitirle la normalidad de todo lo que le

está pasando.

7. Permitir las diferencias individuales. Cada persona elabora el duelo de

forma diferente en función múltiples factores (relación con el fallecido, edad,

pérdidas anteriores...) siendo muy importante aclarar que, mientras el


proceso siga su curso, hemos de respetar las diferencias individuales en

cuanto a las formas de actuar o de sentir.

8. Dar apoyo continuado. A diferencia de la terapia, durante el

asesoramiento se ha procurar estar disponible durante un tiempo más largo

y fundamentalmente en los momentos más críticos. Sin embargo si no

puede mantenerse la frecuencia durante un largo periodo de tiempo, es

mejor comenzar también con menor frecuencia en lugar de realizar

inicialmente un acompañamiento intensivo y al poco tiempo no poder

responder a las demandas de la persona en duelo.

9. Examinar defensas y estilos de afrontamiento. Generalmente las

defensas o estilos de afrontamiento se intensifican tras la pérdida de un ser

querido, de forma que si éstas no son adaptativas puede suponer

complicaciones a la hora de elaborar la pérdida. Es importante tener en

cuenta que algunos estilos de afronta miento como pueden ser la negación

bien de la realidad o bien de los sentimientos que esa realidad despierta

pueden resultar útiles al inicio pero convertirse en desadaptativos si se

mantienen de forma inflexible durante un tiempo, sería aconsejable explorar

formas alternativas de afrontamiento que ayuden a la resolución del duelo

de forma satisfactoria. Otras formas de afrontamiento como puede ser el

consumo abusivo de alcohol o drogas suele resultar desadaptativo ya desde

el inicio teniendo que iniciar un tratamiento activo del problema desde el

primer momento.

***Nota: dinámica palabras cl

¿Qué NO debemos decir?


 El tiempo lo cura todo: Esta idea habla de una persona pasiva que

espera a que las cosas ocurran y que no tiene ningún control sobre lo

que pasa a su alrededor. Genera mucha sensación de pérdida de control

y presenta un panorama donde solo cabe esperar a que el dolor

desaparezca, casi como por arte de magia. Pero, en realidad lo que

hace el tiempo es poner distancia real con la muerte de nuestro ser

querido, permitiéndonos mirarlo con otra perspectiva. Lo que si podemos

afirmar de manera contundente es que no es el tiempo lo que conduce a

la resolución del duelo, sino lo que uno haga con su tiempo.

 A él/ella no le gustaría que sufrieras: Esa expresión induce a la pensar

en la persona fallecida como si aún estuviera viva, lo que puede

bloquear la aceptación de la muerte por parte del doliente y, al mismo

tiempo, impulsarle a censurar determinadas acciones por temor a ser

visto desde el mas allá y desairar a su ser querido.

 No lo pienses que es peor: Cuando una persona intenta resolver su

duelo, necesita digerirlo y pensar en ello para poder encontrarle un

sentido.

 Tú lo que tienes que hacer es distraerte: Esta sugerencia hace

referencia a la necesidad de ocultar o distraer el dolor, así que bloque el

flujo que es curativo de forma natural. Bloquear, distraer o disfrazar el

dolor solo contribuye a complicar el duelo.


 Hay que ser fuerte: Este consejo hace referencia a que la imposibilidad

de expresar el dolor sea un símbolo de fortaleza.

 Si no lo superas, no dejas descansar al fallecido: Este pensamiento

sigue la misma línea que el de “a él no le gustaría que sufrieras”. Morir

implica dejar de ver, de pensar, y de sentir. Una persona que está

muerta por definición no descansa ya que sus funciones vitales y sus

sentidos ya no existen. Si una persona no supera el duelo, lo pasara mal

y quizás sufra más de lo necesario, pero eso no implica que tenga que

cargar con la culpa de estarle impidiendo el descanso del fallecido.

 Los que estamos de aquí necesitamos que estés bien. Cada una de

estas ideas son expresadas por las personas más cercanas al doliente,

con una intención: aliviar, reconfortar y evitar el dolor. El único problema

es que no siempre se puede evitar el dolor: “los duelos duelen y no se

puede hacer nada por evitarlo”. Por eso, aunque digan esto con las

mejores intenciones, es decir para evitamos sufrimientos innecesarios,

estos consejos solo llevan al doliente a encapsular el dolor, prolongarlo o

deferirlo en el tiempo.

Conclusión

Bibliografía:
 Alberola, V., Adsuara, L., & Lopez, N. (2018). INTERVENCIÓN
INDIVIDUAL EN DUELO. 18.
 Dávalos, E. G. M., García, S., Gómez, A. T., Castillo, L., Suárez, S. S., &
Martínez, B. (2008). El proceso del duelo. Un mecanismo humano para
el manejo de las pérdidas emocionales. 5.
 Diaz, P., Losantos, S., & Pastor, P. (2018). Guía de Duelo Adulto para
profesionales sanitarios.
http://www.dgt.es/Galerias/seguridad-vial/unidad-de-victimas-de-
accidentes-de-trafico/aspectos-psicologicos/guia-de-duelo-adulto.pdf
 Gil Juliá, B., Bellver Pérez, A., & Ballester-Arnal, R. (2008). Duelo:
Evaluación, diagnóstico y tratamiento. Psicooncologia, 5.
 Gómez, M. (2004). La pérdida de un ser querido: El duelo y el luto.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=248711
 Gómez, R. (2000). Las ansiedades del médico frente a la muerte. 12(2).
 Llorca, M. (2002). INTERVENCIÓN EN DUELO EN LAS DIFERENTES
ETAPAS EVOLUTIVAS. 29.
 Losantos, S., Pastor, P., & Diaz, P. (2018). Guía de Duelo Adulto para
profesionales socio-sanitarios. http://www.dgt.es/Galerias/seguridad-
vial/unidad-de-victimas-de-accidentes-de-trafico/aspectos-psicologicos/
guia-de-duelo-adulto.pdf
 Parkes, I. (1993). Oxford Textbook of Palliative Medicine.
http://www.dgt.es/Galerias/seguridad-vial/unidad-de-victimas-de-
accidentes-de-trafico/aspectos-psicologicos/guia-de-duelo-adulto.pdf
 Worden, J. W. (1997). El tratamiento del duelo: Asesoramiento
psicológico y terapia. https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?
codigo=152344
 Worden, J. W. (2013). El tratamiento del duelo. (G. S. Barberán, Trad.).

También podría gustarte