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Tristeza
Pérdida de apetito
Pérdida de interés por el trabajo o actividades habituales
Sentimientos o ideas de culpa centrados en lo que el superviviente podría haber
hecho
Puede haber ideas de muerte que se limitan en lo gral. a pensamientos en torno de
haber muerto en lugar del fallecido o de haber fallecido con ella
Sensación de “presencia del fallecido”, que pueden llegar a ser alucinaciones o
ilusiones (oír al difunto, verlo, olerlo), pero en el duelo normal la persona se da
cuenta de que esto no es real.
Ira, protesta contra el destino, resentimiento
Síntomas corporales: vacío en el estómago, opresión, debilidad muscular, falta de
energía, boca seca, hipersensibilidad a los ruidos.
Fase de impacto o shock: pocas horas a una semana después del acontecimiento.
Reacción de choque e incredulidad, niega la pérdida. Puede haber tanto
embotamiento como liberación intensa. Conducta semiautomática. Ritos sociales y
familiares. Ansiedad como emoción predominante. Estrechamiento del campo de la
conciencia.
Fase de depresión o repliegue: aprox. seis meses. Se cobra plena conciencia de la
realidad. Se inicia con sintomatología depresiva inhibida: tristeza, sentimientos de
desamparo, desesperanza, vacío, crisis de llanto, alteraciones del sueño y el
apetito, pérdida d einterés en actividades habituales, alteración del rendimiento
laboral y académico, sufrimiento somático. Se alterna con episodios de protesta,
irritación y aislamiento. Fin de los rituales, persona sola ante la pérdida, con
exigencia social de superarlo pronto. La supresión o evitación del dolor de la
pérdida prolonga y complica el proceso de duelo. En esta fase se puede detectar la
posible evolución hacia la anormalidad o complicación.
Fase de recuperación o resolución: fase de reorganización. Se retorna al nivel de
funcionamiento previo. Se acepta la realidad siendo capaz de resituar
emocionalmente al ser querido y establecer nuevos lazos afectivos. Quizás el
duelo termina cuando no se necesita evocar constantemente al ser querido y
cuando s e lo puede recordar sin dolor.
Una vez transitado este camino viene la etapa de la aceptación del desapego y
la reflexión sobre el probable proyecto de vida.
El paciente podrá ocupar entrevistas con reflexiones sobre sí mismo y su proyecto de vida,
ya no centradas en la pérdida.
Pueden utilizarse psicoterapias individuales, familiares o grupales, según sea el caso.
Toda intervención terapéutica que evite indagar la esencia misma de esta angustia
existencial será sólo sintomática y, por lo mismo, provisoria a la hora de los resultados.
Recordamos: se trata de una crisis vital que produce una ruptura epistemológica y
vivencial en la subjetividad, donde todo el sistema de creencias se encuentra modificado.
Es la oportunidad, no buscada, de revisar los objetivos vitales y la sensibilidad.
Otros problemas que pueden ser objeto de la atención clínica (DSM IV)
Z63.4 Duelo (V62.82)
1. la culpa por las cosas, más que por las acciones, recibidas o no recibidas por el
superviviente en el momento de morir la persona querida.2. pensamientos de muerte más
que voluntad de vivir, con el sentimiento de que el superviviente debería haber muerto con
la persona fallecida.3. preocupación mórbida con sentimiento de inutilidad.4. inhibición
psicomotora acusada.5. deterioro funcional acusado y prolongado.6. experiencias
alucinatorias distintas de las de escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona
fallecida.