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ETAPAS EVOLUTIVAS.
1. ¿QUÉ ES EL DUELO?
2. INTERVENCIÓN EN EL DUELO DE LOS
ADULTOS.
3. EL DUELO DE LOS NIÑOS.
4. EL DUELO DE LOS ADOLESCENTES.
5. EL ANCIANO EN DUELO.
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Intervención en duelo en las diferentes etapas evolutivas
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1. ¿QUÉ ES EL DUELO?
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reorganicemos bastante bien, pero después de estos dos o tres días cuando la
realidad de la pérdida se nos presenta con toda su fuerza, empezamos un
proceso de caída que suele durar unos meses. Los estudios sugieren que el
peor momento del duelo se suele experimentar hacia el cuarto mes, aparte de
fechas especiales para el doliente en el primer año de duelo, como aniversarios
o vacaciones. Finalmente, después de estos momentos especialmente duros,
la persona se va recomponiendo en un lento proceso que puede durar años,
dependiendo en muchas ocasiones del apoyo social efectivo que se tenga y de
la paciencia de éstos para dar a cada doliente el tiempo que necesite para
recuperarse. La mayor parte del entorno social suele dar por hecho que al año
de la muerte el viudo, padre, madre o hermana debe haber vuelto a hacer su
vida normal, pero es muy normal que se necesiten dos o tres años, sin tener
ideas preconcebidas sobre este ciclo.
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I. insensibilidad
II. anhelo y rabia
III. desorganización e inquietud
IV. reorganización de la conducta
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Worden entiende que más que pasar por unas etapas marcadas la
persona que ha perdido un objeto de apego ha de resolver activamente cuatro
tareas o desafíos:
A. Aceptar la realidad de la pérdida.
Durante los primeros días existe una cierta tendencia natural a no admitir
la muerte o no darse cuenta en el plano real de su ausencia. Se coge el
teléfono para llamarle o parece que abrirá la puerta en cualquier
momento. Esto es normal en los primeros días, incluso semanas, es
necesario estar informado de que no significa que la persona esté
perdiendo la razón o exagerando en su reacción. Es normal en los
primeros días no tocar las posesiones del fallecido, recordar sólo lo
agradable de la relación, pero progresivamente ir admitiendo que la
muerte es real y no tiene posibilidad de cambiarse.
B. Sentir y elaborar el dolor y otras emociones.
Después del aturdimiento y la confusión el dolor y otras emociones
aparecen y es imprescindible sentirlas en toda su dimensión. Cualquier
evitación o retraso del natural sufrimiento prolongará el duelo
innecesariamente. Lo elaboramos cuando hablamos del fallecido,
lloramos, expresamos nuestra desesperanza de encontrar otra persona
igual, somos incapaces de ir a trabajar, pero también cuando sentimos
culpa por no haberle visto más, no haberle cuidado o por haber tenido
una relación tormentosa (malos tratos, abuso, haber cortado la relación).
Es habitual también el enfado por el abandono que supone la muerte,
aunque es difícil que la persona tome conciencia de él, debido al
aparente absurdo que supone. No se trata, entonces de una aceptación
intelectual, sino emocional de la pérdida.
C. Adaptarse a los cambios en el medio.
Sobre todo en el caso de cónyuges, padres o hijos, la muerte supone la
desaparición de una persona que cumplía unas funciones que ahora el
viudo, hijo o hermano tiene que retomar (ponerse a trabajar, educar en
soledad, cuidar un negocio). Se rompen cadenas conductuales que
estaban asociadas al difunto, como salidas sociales, actividades de ocio
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difunto, dando permiso al paciente para que exprese su dolor, para que llore,
para que verbalice incluso los pensamientos más pesimistas o absurdos. En el
segundo caso, comenzaremos paulatinamente a preguntar sobre los episodios
o aspectos más conflictivos que hubo en la relación, de forma que se enfrente
sin sentirse culpable a los sentimientos de reproche, decepción, rabia, culpa,
etc... así como a explorar los asuntos que tuviera sin resolver con el fallecido.
Mediante el uso de cartas, psicodrama, silla vacía, o otras, se invita a que se
pida perdón, explicaciones, se expresen reproches, se explique lo que se
hubiera querido de la relación. Cada emoción que se explore debe ser
manejada y tolerada, no sólo sacada a la luz.
La Tarea III se centra en la solución de problemas de adaptación al
entorno y en muchos casos de ampliación de la red social. Se retoman los
aspectos laboral, social, de ocio, personal y familiar, y se van solucionando en
función de las necesidades individuales. Neimeyer habla de la reconstrucción
de nuestra identidad una vez desaparecida la referencia del difunto, y de la
reconstrucción de nuestra imagen del mundo, como justo o injusto, lógico o
ilógico lo fácil o difícil que son las cosas, y de nuestra espiritualidad o religión.
Para finalizar, fijar los recuerdos, tanto positivos como negativos del
difunto y decir adiós será el objetivo de la Tarea IV. El doliente que va
evolucionando en su duelo se puede sentir culpable de estar dejando atrás a la
persona querida. Es preciso resaltar que el recuerdo que tenemos de ella
nunca se borrará, que conservaremos objetos que nos unan al significado que
tuvo para nosotros, pero que real y definitivamente es parte de nuestro pasado.
El “hueco” de esa relación y la energía que se ha empleado en la terapia
deben ser liberados, para que se puedan utilizar en algo o alguien vivo. El final
de la terapia es el “adiós para siempre” que el paciente verbaliza cuando ha
sido capaz de llegar hasta este punto.
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importancia que se les está concediendo. Se puede invitar al paciente a que los
deje en casa por breves espacios de tiempo para comprobar qué pasa, o se
espera a que los deje por propia iniciativa, en cuyo caso se refuerza. Si al
finalizar la terapia siguen existiendo, se deben repasar las tareas de nuevo
para comprobar si se han realizado completamente.
La propuesta de Neimeyer, de carácter constructivista, no es tan
detallada, pero aporta aspectos muy compatibles con el modelo de Worden,
centrando la importancia en los factores culturales y de apoyo social que
rodean a la persona en el momento de la muerte y después de ésta. No hay
que olvidar que la muerte de un miembro de una familia afecta a cada uno y
genera un nuevo clima familiar que da lugar a un sistema de duelo. Asimismo,
la familia y cada miembro se ven enfrentados a las demandas, las expectativas,
los reproches (velados o abiertos) y los consejos de la familia propia y política,
de la comunidad cercana y de los valores sociales en general respecto a la
viudedad, la orfandad u otros. Es muy interesante la visión logoterapeútica de
la necesidad de encontrar un sentido para la vida y la muerte del fallecido en
nuestra historia vital para lograr entender por qué debemos seguir viviendo de
nuevo.
Las tareas que a su vez propone coinciden básicamente con las de
Worden, pero asignando el mayor trabajo a la reconstrucción de significado
tanto de la vida del fallecido, como de la nuestra como supervivientes.
Técnicas de intervención.
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¨ poesía.
¨ biografías del fallecido.
¨ historias e imágenes metafóricas sobre la relación con él.
¨ caracterizaciones de la pérdida (historias sobre uno mismo en
tercera persona)
¨ epitafio adecuado al ser querido
¨ huella vital que dejo en la propia vida.
¨ Dibujar recuerdos o despedidas, especialmente en niños.
¨ Role-playing de situaciones temidas o molestas.
¨ Reestructuración cognitiva. Al enfrentarse a las demandas del
entorno en una situación de estrés se disparan las ideas irracionales
del tipo “nadie me va a querer”, “la gente piensa de mí que lo estoy
haciendo mal como siempre”.
¨ Libro de recuerdos hecho por la familia y que queda a la vista de
todos, muy bueno para niños.
¨ Imaginación guiada (silla vacía), se invita al paciente a que se dirija al
difunto y le exprese en primera persona sus emociones, peticiones o
dudas y responde por ella como cree que lo hubiera hecho.
¨ Viajes a lugares significativos.
¨ Psicodrama, parecido a la imaginación guiada, una persona
representa al difunto que dialoga con el superviviente sobre cualquier
asunto que quedara pendiente.
¨ Rituales personales que pueden incluir aspectos religiosos, reuniones
familiares, quemar una carta o un recuerdo, dejar un recuerdo en la
tumba.
¨ Decir adiós. Al final de las primeras sesiones se pronuncia en voz
alta “adiós por el momento”. Al final de la terapia el doliente es capaz
de decir “adiós para siempre”.
¨ Entrenamiento en habilidades de afrontamiento, las necesarias para
su desempeño, como búsqueda de empleo, HHSS, de manejo de
estrés, solución de problemas, etc...
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0 a 10 meses.
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No hay por qué evitar hablar de la persona fallecida a medida que el niño
crece, sino que, en cuanto sea capaz, sobre los cinco años, de entenderlo, se
le puede explicar quién fue su mamá, papá o hermanito.
10 meses a 2 años.
2 a 5 años.
Con esta edad sí que se darán cuenta de que alguien no está, por lo que se
les deben informar de forma clara y breve de lo que ha ocurrido. En esta etapa
el lenguaje se entiende de forma muy literal, es importante decir muerto, y morir
en vez de se ha ido, está durmiendo. Esto puede llevar a un niño a pensar que
volverá o se despertará en cualquier momento. Suelen repetir mucho las
preguntas para ejercitar la memoria, por lo que pueden preguntar algo ahora y
dentro de una hora como si no lo supieran. Se pueden poner ejemplos de
animales o documentales para que lo entienda.
A esta edad es muy importante el contacto físico y dejar claro que no se
quedarán solos y desatendidos.
Explicitar que la muerte es para siempre, repetirlo varias veces.
Se le puede anticipar que llorará y jugará a ratos, y que es normal. También
lo es que jueguen a funerales, como una forma de repetir algo para
comprenderlo.
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6 a 9 años.
10 a 12 años.
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ü Fábulas y cuentos.
ü Ejemplos de la naturaleza.
ü Dibujar del fallecido, de la familia, de sus deseos.
ü Jugar con muñequitos, a entierros, libre.
ü Galerías de fotos.
ü Cajas de recuerdos.
ü Conversar y contestar preguntas.
ü Visitas al cementerio o tanatorio.
ü Visitas a lugares recordatorios.
ü Rituales de despedida o recuerdo.
ü Manejo de recuerdos del fallecido en sesión.
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5. EL ANCIANO EN DUELO.
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jóvenes sí). Como en cualquier adulto, tendrá mucho que ver el apoyo del
entorno familiar y social, la situación financiera, la salud y el estrés contingente
a la pérdida.
Los valores culturales respecto a la viudez o la muerte de hijos de una
persona de 65 años o más no se parecerán a los actuales. Para ayudar a un
anciano en primer lugar analizaremos el aprendizaje de estos valores que ella
llevó a cabo en su infancia y juventud.
Es interesante evaluar el estilo que se ha tenido en pérdidas anteriores
para prevenir un posible duelo complicado. También merece especial atención
la calidad de la relación con el difunto. A mejor relación más dolor en los
primeros meses, pero mejor elaboración posterior. Si la relación fue
ambivalente será más difícil la expresión de emociones y la vuelta a la
normalidad.
Un aspecto que sí puede ser causa de dificultades es la acumulación de
perdidas que sufren con el paso del tiempo, de amigos, hermanos, incluso
hijos, y la reflexión sobre la muerte propia que se hace más natural a medida
que la persona cumple años. Otros tipos de pérdidas que se pueden acumular
son las de capacidad física o sensorial, el trabajo (jubilación), memoria,
agilidad, autonomía...
En el área que puede tener mucho impacto la pérdida es en el de los
cambios en la vida cotidiana o financiera. Quizá no pueda o sepa vivir solo, o
no se lo pueda permitir económicamente. Hay estudios que defienden que los
ancianos que tras una pérdida tienen que abandonar su hogar mueren más
probablemente que los que no. Que se les permita decidir sobre su futuro es
fundamental para que no se sientan acabados como individuos. Los varones
que enviudan pueden no ser capaces de hacer las tareas de la casa,
necesitarán un apoyo adicional. Las mujeres parecen llevar mejor este aspecto.
En el resto de los aspectos parece no haber diferencia entre hombres y
mujeres.
En el campo de las relaciones sociales pueden presentar problemas y
necesitar apoyo, no en vano durante años han vinculado sus actividades de
ocio a la persona fallecida. El trabajo con grupos de autoayuda puede ser muy
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beneficioso para ellos en este sentido, al ser una excusa para trabar amistades
con personas que puedan entender su estado.
Pueden estar necesitados de contacto físico afectivo aunque no lo
expresen y de más compañía familiar (nuclear y extensa). Tendrán más
tendencia a evocar el pasado en el intento de recomponer la historia de su
vida.
Aunque pueda parecer que es mejor hacerles ya todo lo que necesiten,
la adquisición de nuevas habilidades para los retos que plantea la ausencia
puede aumentar su autoestima y su percepción de utilidad.
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BIBILIOGRAFÍA.
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