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SEGUNDO TRIMESTRE 2021 - LECCIÓN 5

Título: “Hijos de la promesa”

Tema: Hoy vamos a profundizar en las promesas del pacto de Dios con Abraham. Es necesario
destacar que en este pacto y en cualquier otro entre Dios con alguna de sus criaturas, todas las
promesas son dadas y se cumplen solamente en Cristo. No hay una sola promesa que haya sido
dada por Dios, que no sea hecha en Cristo. De la misma manera, no hay una sola promesa que se
cumpla fuera de Cristo. Pablo lo dijo de esta manera en 2 Corintios 1:20, “Todas las promesas
que ha hecho Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos «amén» para la
gloria de Dios.” Esto quiere decir que todas las promesas de Dios no son condicionales al
hombre o una decisión o acción humana, sino solamente a Cristo. Cristo es la única
condicionante de las promesas del pacto de Dios porque solo por medio de Él las promesas son
hechas y solo en Él las promesas hallan su cumplimiento… Comencemos.

Bloque 1
Principio: Hebreos 11:11 dice, “Por la fe, Sara misma recibió fuerzas para concebir, aunque era
estéril, y dio a luz, aun cuando por su edad se le había pasado el tiempo, porque creyó que era
fiel quien le había hecho la promesa.” Hay varias cosas interesantes en este verso: Primeramente,
comienza diciendo “Por la fe, Sara…” Y yo te pregunto ¿Por la fe de quién vino el hijo de la
promesa que fue hecha a Abraham y a Sara? ¿Por la fe de Sara, por la fe de Abraham, o por la fe
de Aquel que hizo la promesa? El verso dice que Sara creyó que Aquel que había hecho la
promesa era fiel para cumplirla; y esta es precisamente la clave de lo que es fe. Sara podía haber
puesto su fe en la promesa de un hijo, y eso no hubiera hecho que pasara. De hecho, me atrevo a
decir que cuando Sara le ofreció a Abraham tener un hijo con su sierva Agar, ella estaba
creyendo en la promesa y no en Aquel que había hecho la promesa. Porque cuando el hombre
pone su confianza en el cumplimiento de una promesa, todavía sigue obrando para cumplir la
promesa. ¿Sabes por qué? Porque la fe se hace dependiente de la materialización de una promesa
o de una palabra, y eso provoca en nosotros la necesidad de hacer cumplir esa promesa o esa
palabra para sentirnos realizados y hallar descanso. Es por eso que nos encontramos muy a
menudo orando insistentemente a Dios “reclamando” sus promesas, y mientras más
“reclamamos” sus promesas menos descanso realmente encontramos. En el pacto de Dios, las
promesas no se cumplen porque nosotros las reclamemos, las aceptemos, u obedezcamos alguna
condición o parámetro dentro del pacto, sino que las promesas se cumplen simplemente “por
Cristo” y “en Cristo”. Esa es la razón por la cual todas las promesas que ha hecho Dios son «sí»
en Cristo, y nosotros solamente respondemos «amén» por medio de Cristo para la gloria de Dios,
según 2 Corintios 1:20. Finalmente, nota que la fe de Sara consistió en creer que Cristo es fiel
tanto para prometer como para cumplir. La palabra que se traduce como fiel es (pistos) que
también significa tener fe, ser seguro, ser verdad, y ser digno o merecedor de toda confianza. En
otras palabras la fe de Sara se hizo fuerte porque se aferró a Cristo, “el autor y perfeccionador de
nuestra fe”, según Hebreos 12:2. Porque nuestra fe va a ser tan fuerte como el objeto al que se
aferre. Si se aferra de una iglesia o a una institución religiosa, nuestra fe será tan fuerte como la
doctrina más débil que esa iglesia o institución religiosa tenga. Si se aferra a un pastor o
predicador, nuestra fe será tan fuerte como el argumento más débil que ese pastor o predicador
pueda dar. Si se aferra a la Biblia, nuestra fe será tan fuerte como la inconstancia que existe sobre
el carácter de Dios entre sus escritores. Sin embargo, si nuestra fe se aferra en Cristo y solo en
Cristo, nuestra fe será tan fuerte como su creador; y fue precisamente en Cristo donde Sara puso
su fe. Por esta razón Isaac no es hijo de la carne o de las obras, sino del Espíritu o hijo de la fe.
Gálatas 4:22-23 dice, “Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, y el
otro de la libre. El hijo de la esclava nació conforme a una decisión humana; pero el hijo de la
libre nació conforme a la promesa.” Y yo te pregunto ¿qué hacía que Agar fuera la esclava y
Sara la libre? ¿El estatus social de ambas? ¿El hecho de que Sara era la señora y Agar fue
obtenida como su esclava? Definitivamente no, y ¿sabes por qué? Porque Sara a pesar de ser la
señora o la que socialmente era vista como libre, actuó y vivió como esclava por mucho tiempo.
Sara fue esclava de sus obras, esclava de querer cumplir una promesa que no le correspondía a
ella cumplirla. Sara fue esclava de la carne, del deseo incontrolable de ser Dios y tomar el lugar
de Dios al intentar ser el medio por el cual la promesa es hecha y llevada a su cumplimiento.
Pero Hebreos 11:11 nos dice cuando Sara dejó de ser esclava para vivir en libertad, y ese
momento ocurrió cuando Sara creyó que Aquel que había hecho la promesa era fiel para
cumplirla. En otras palabras, Jesús lo diría de esta manera, “Y conocerán la verdad, y la verdad
los hará libres” (Juan 8:32), y para que no quedara dudas de a que “verdad” se estaba refiriendo
Jesús, en el verso 36 lo especifica al decir, “Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes
verdaderamente libres.” Solo somos libres “en” Jesús, y ser libres en Jesús, solo es mediante la
fe; nunca mediante la carne o las obras humanas.

Preguntas: ¿Eres libre o aun vives como esclavo o esclava? ¿Vives por fe en Aquel que es fiel
para cumplir las promesas que dio, o vives tratando de alcanzar las promesas de Dios por tus
propias fuerzas? ¿Vives esclavizado o esclavizada a tener que “reclamarle” constantemente a
Dios que cumpla en tu vida lo que prometió? ¿Necesita Dios que le recuerden sus promesas para
que las pueda cumplir? ¿De donde sacamos que debemos “reclamar” las promesas de Dios?
Según Hebreos 11:11 ¿Dios cumplió la promesa a Abraham y Sara cuando ellos se la reclamaron
intensamente y “con fe”, o cuando ellos descansaron en la fidelidad de Aquel que les había
prometido?

Bloque 2
Principio: Vivir por la fe o descansar en que Dios es quien cumple las promesas de su pacto
como iniciador del mismo, tiene implicaciones prácticas en nuestro diario vivir. Por ejemplo,
Génesis 13 nos cuenta algo bien importante sobre Abraham y Lot, su sobrino. El verso 2
comienza poniéndonos en perspectiva al decir, “Abram se había hecho muy rico en ganado, plata
y oro.” Pero los versos del 5 al 9 nos presentan una problemática, y dicen: “También Lot, que iba
acompañando a Abram, tenía rebaños, ganado y tiendas de campaña. La región donde estaban no
daba abasto para mantener a los dos, porque tenían demasiado como para vivir juntos. Por eso
comenzaron las fricciones entre los pastores de los rebaños de Abram y los que cuidaban los
ganados de Lot. Además, los cananeos y los ferezeos también habitaban allí en aquel tiempo. Así
que Abram le dijo a Lot: «No debe haber pleitos entre nosotros, ni entre nuestros pastores,
porque somos parientes. Allí tienes toda la tierra a tu disposición. Por favor, te ruego que te
apartes de mí. Si te vas a la izquierda, yo me iré a la derecha y, si te vas a la derecha, yo me iré a
la izquierda».” Noten la propuesta de Abraham a su sobrino Lot. Abraham sabía que los
problemas de los pastores, más tarde o más temprano llegaría hasta ellos, así que para evitar
fricciones en las relaciones familiares, le propone a Lot separarse. Sin embargo, Abraham deja a
Lot ser el que escoja la parte de la tierra con la que quería quedarse; él le dijo, “Allí tienes toda la
tierra a tu disposición.” Culturalmente hablando, lo que estaba haciendo Abraham era ridículo
porque él por ser el patriarca de la familia, tenía todo el derecho de elegir con que parte quedarse
y que parte darle a su sobrino, pero sabemos que no fue así. En cambio, lo que Abraham le dice a
su sobrino es, “Si te vas a la izquierda, yo me iré a la derecha y, si te vas a la derecha, yo me iré a
la izquierda.” Ahora, quizás nunca te hayas puesto a pensar en esto, pero definitivamente esta
decisión de Abraham nos dice mucho sobre cómo él entendía la herencia del pacto. Si
recordamos, en Génesis 12:1, Dios llama a Abraham diciéndole, “Vete de tu tierra, de tu
parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” Abraham necesitaba salir de una
tierra para entrar en otra, porque finalmente, “en él” serían benditas todas las familias de la tierra.
Ahora, razona conmigo, Génesis 2:7 dice que el hombre, que en Hebreo es ('āḏām) fue creado
del polvo de la tierra, y tierra en Hebreo es (‘ăḏāmâ). Es por eso que Génesis 3:19 dice “Comerás
el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra [o sea hasta que regreses a
(‘ăḏāmâ)], pues de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás.” Eso quiere decir
que todos nosotros somos tierra , tierra vieja, tierra de pecado, tierra de la cual necesitamos salir.
De la misma manera en que Abraham necesitaba salir de la tierra de Ur de los caldeos, una tierra
que más adelante sería llamada Babilonia, o tierra de confusión. Cuando Dios le estaba dando la
promesa de una tierra nueva a Abraham, no le estaba presentando una tierra física como herencia
porque de hecho, cuando Esteban estaba presentando su discurso delante de aquellos que lo
matarían, habló de la tierra prometida a Abraham diciendo, “Pero [Dios] no le dio heredad en
ella [o sea en la tierra de Canaán], ni siquiera para asentar su pie; aunque prometió darla en
posesión a él y a su descendencia después de él…” (Hechos 7:5). La herencia o la tierra nueva
que le fue prometida a Abraham, fue el segundo Adán, el Mesías prometido, Jesucristo, el
Salvador del mundo. En Génesis 15:1 cuando Dios ratifica su pacto con Abraham, le dice, “No
temas, Abram. Yo Soy tu escudo y tu galardón [o tu recompensa] sobremanera grande.” Pedro,
en su primera carta, lo explica muy bien al decir, “¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de
Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva y recibamos una herencia indestructible,
incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes” (1 Pedro
1:3-4). Y el salmista se encarga de dejar claro cuál es esa herencia en el Salmo 16:5 al decir,
“Jehová es la porción de mi herencia.” Y porque Abraham sabía que la porción de su herencia
era Jesús, fue que pudo decirle a Lot con toda tranquilidad que escogiera él la parte de la tierra
que quería habitar, que él se quedaría en la otra. Cuando comprendemos la naturaleza de la
promesa de Dios a Abraham, podemos comprender el secreto de su generosidad. Supongamos
que Lot escogiera la mejor parte del país; eso no haría ninguna diferencia a lo que respecta a la
herencia de Abraham, porque teniendo a Cristo, Abraham tenía todas las cosas. Su preocupación
no estaba centrada en sus posesiones en la vida presente, sino en la venidera. Abraham no podía
heredar la tierra nueva, Cristo, siendo él mismo tierra vieja, por la misma razón, por la que ni tú
ni yo tampoco podemos heredar a Cristo sin antes salir de esta tierra o morir al hombre de
pecado. ¿Sabes por qué? Jesús dijo en Mateo 9:17, “Nadie pone vino nuevo en cueros viejos.
Pues los cueros viejos se reventarían por la presión y el vino se derramaría, y los cueros
quedarían arruinados. El vino nuevo se guarda en cueros nuevos para preservar a ambos.” El
mismo principio, se aplica en la herencia de la tierra nueva que es Cristo. La única manera en
que Cristo y nosotros podemos permanecer ligados o viviendo uno en el otro, es si nosotros
somos hechos nuevos con Él.

Preguntas: Lee Juan 3:3 ¿Por qué crees que Jesús le dijo a Nicodemos que el que no nace de
nuevo, no puede ver el reino de Dios? ¿Qué significa nacer de nuevo? ¿Podemos nacer a una
nueva vida sin antes morir a la que tenemos? ¿Podemos nacer a un nuevo cuerpo sin antes
renunciar a este que tenemos? Lee Juan 3:4-8 ¿Cuál es la diferencia entre carnal y espiritual?
¿Qué es mas real? ¿Lo carnal o lo espiritual? ¿Qué permaneces para siempre? ¿Lo carnal o lo
espiritual?

Bloque 3
Principio: Romanos 4:13-16 dice, “En efecto, no fue mediante la ley como Abraham y su
descendencia recibieron la promesa de que él sería heredero del mundo, sino mediante la fe, la
cual se le tomó en cuenta como justicia. Porque, si los que viven por la ley fueran los herederos,
entonces la fe no tendría ya ningún valor y la promesa no serviría de nada. La ley, en efecto,
acarrea castigo. Pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. Por eso la promesa viene por
la fe, a fin de que por la gracia quede garantizada para toda la descendencia de Abraham; esta
promesa no es solo para los que son de la ley, sino para los que son también de la fe de Abraham,
quien es el padre que tenemos en común.” Hay muchísimas cosas para sacar de estas palabras de
Pablo, así que vamos a comenzar por el principio. Abraham y su descendencia no recibieron la
promesa mediante la ley, sino mediante la fe, y es precisamente la fe lo que los justifica. Como
hemos estado diciendo desde el principio, todas las promesas dadas a Abraham y su
descendencia, fueron dadas en Cristo y tienen su cumplimiento solamente en Cristo, y nunca se
cumplen fuera de Cristo. Esto significa que la promesa de heredar la tierra, Pablo acá expande
mucho mas esta promesa y dice heredar el mundo, solamente se cumple en Cristo y tanto
Abraham como su descendencia la disfrutan por la fe. Esta misma promesa fue extendida a Isaac,
luego a Jacob y luego a los doce hijos de Israel, los cuales mueren en Egipto. Sin embargo, en
Éxodo 3 cuando Dios se le aparece a Moisés en la zarza ardiente, ratifica con él la promesa
hecha a Abraham, Isaac, y Jacob diciendo, “—Ciertamente he visto la opresión que sufre mi
pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces, y conozco bien sus penurias. Así
que he descendido para librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país, para llevarlos a
una tierra buena y espaciosa, tierra donde abundan la leche y la miel. Me refiero al país de los
cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos.” Esta era exactamente la misma
promesa hecha a Abraham y sus descendientes; promesa que tiempo más tarde el mismo Dios
ratifica a todo el pueblo de Israel en Éxodo 23:20-33, pero esta vez añade algo interesante, Dios
dice, “Delante de ti enviaré avispas, para que ahuyenten a los heveos, cananeos e hititas. Sin
embargo, no los desalojaré en un solo año, no sea que, al quedarse desolada la tierra, aumente el
número de animales salvajes y te ataquen. Poco a poco los echaré de delante de ti, a medida que
te multipliques y tomes posesión de la tierra.” Y yo te pregunto, ¿Quién le iba a dar la tierra a
Israel? ¿Dios o ellos mismos? Y la respuesta es obvia, por supuesto que iba a ser Dios, siempre
fue Dios, y siempre estuvo supuesto a ser Dios el que entregara la tierra a Abraham y a sus
descendientes porque la promesa se recibía por medio de la fe, y no por las obras. Y yo te
pregunto ¿Cómo obtuvo el pueblo de Dios la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del
ferezeo, del heveo y del jebuseo? ¿Por la fe o por medio de sus obras? Desde que el pueblo de
Dios salió de Egipto hasta los días de hoy, los descendientes de Abraham han estado poseyendo
la tierra por medio de sus obras y nunca por medio de la fe. Romanos 4:14 dice, “Porque, si los
que viven por la ley fueran los herederos, entonces la fe no tendría ya ningún valor y la promesa
no serviría de nada.” Sin embargo, a ti y mi como herederos de la promesa hecha Abraham en
Cristo Jesús, Dios no hace hoy la misma promesa de poseer el mundo, no por nuestras obras, no
poniendo delante nuestras creencias, o nuestra “obediencia” a los mandamientos, y muchos
menos alardeando méritos como pueblo escogido o remanente de Dios, sino solamente por
medio de la fe. Tú y yo somos llamados a poseer el mundo por medio del amor, amando hasta
nuestra última gota de sangre a todos por los cuales Cristo murió, y eso abarca a toda la
humanidad. ¿Sabes por qué? “[Porque] La creación aguarda con ansiedad la revelación de los
hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino
por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser
liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de
Dios” (Romanos 8:19-21) En otras palabras, toda la creación está ansiosamente aguardando el
momento en que los verdaderos hijos de Dios, aquellos que son nacidos del Espíritu y que como
dice 1 Juan 4:7, “aquellos que aman, [porque] han nacido de Dios y conocen a Dios”, se levanten
a poseer por medio de la fe, la tierra que Cristo ya salvó y perdonó en la cruz al decir, «¡Todo
está cumplido!» (Juan 19:30). Y yo te pregunto, ¿Qué estás esperando para dejar que Dios ame al
mundo a través de ti? Dios no necesita más Moisés, con uno en la historia, fue más que
suficiente, créeme. Dios tampoco necesita otro Elias, ni otro Daniel… Dios necesita personas
que sean como su Hijo, Jesucristo. Hombres y mujeres que se dejen transformar por el Espíritu
de Dios para reflejar al mundo el carácter de amor incondicional de Dios. Hombres y mujeres
que amen a sus enemigos, que mientras más los persigan y más daño le hagan, solamente puedan
responder para atrás con amor porque saben que Dios también ama y murió por esas personas
que ahora los están lastimando porque simplemente no saben lo que hacen. Dios necesita
hombres y mujeres que llenen la tierra de la gloria de Dios, personas que crean que solo el amor
es suficiente para redimir al mundo y hacerlo libre. Yo por mi parte, quiero ser de los que mueren
para que Cristo viva en mí y su amor triunfe sobre toda la tierra. A ti te toca decidir, si morir o
vivir?

Bloque 4
“El Bonus de esta Semana”: vamos a hablar un poco sobre “libre albedrío”. Definitivamente no
pretendo responder todas las interrogantes sobre el “libro albedrío”, pero si pretendo poner
algunas cartas sobre la mesa que quizás nunca antes hayas pensado para motivar al pensamiento
y el diálogo. Primeramente, es importante recordar, una vez más, que dentro del pacto eterno,
Dios es el que pacta, Dios es el que promete, y Dios es el que cumple; nunca es el hombre. Eso
quiere decir que nuestra salvación no es un pacto de mutuo acuerdo entre Dios y el hombre,
donde Dios hace su parte y el hombre hace la suya. La salvación del hombre no es 50% Dios y
50% nosotros, ni tan siquiera es 99.9% Dios y 0.01% el hombre. Salmos 3:8 no deja dudas en
cuanto a que la salvación es 100% Dios, David dice categóricamente, “La salvación es de
Jehová.” Nosotros nacemos con un problema del cual no tenemos manera de salir, no importa si
todos los días decides salir, no importa si todos los días repites para ti mismo: —Yo quiero
salir— porque ni repetirlo, ni decidirlo, ni aceptarlo, te hacen salvo o libre del pecado. Por lo
tanto, tú salvación no depende de tu capacidad de decidir serlo, o de lo que comúnmente
llamamos “libre albedrío”, porque tu salvación depende única y exclusivamente de la gracia de
Dios hacia ti, o lo que es lo mismo, de que Dios te ama. Ahora, piensa conmigo, generalmente
creemos que somos salvos por aceptar a Jesús como nuestro salvador personal. Dios hizo toda la
obra de salvación, pero queda inválida si nosotros no la aceptamos. Y yo te pregunto: Si la obra
de salvación de Dios queda inválida si nosotros no la aceptamos, entonces ¿de quién depende
nuestra salvación? ¿De Dios o de nuestra acción humana de aceptarla? Si la salvación necesita
ser aceptada o se necesita aceptar a Jesús como salvador personal para poder ser salvos, entonces
¿por qué nunca encontramos a Jesús pidiéndole a los discípulos que lo acepten como su
salvador? ¿Por qué nunca encontramos a la iglesia apostólica predicando que uno debe aceptar a
Jesús como su salvador personal para que la gente sea salvada? Tenemos discursos de Pedro,
Esteban, Felipe, y Pablo en las cartas del Nuevo Testamento, y ninguno de ellos invita a sus
oyentes a tomar la decisión de “aceptar” a Jesús como salvador personal para ser salvos. ¿Por
qué? ¿No será que ellos daban por sentado algo que todavía nosotros no acabamos de entender?
Jonás cuando estaba en el vientre del gran pez se dio cuenta que estaba muerto. No importaba
cuanto gritara para aceptar a Dios, no importa cuánto se arrepintiera de no haber hecho la
voluntad de Dios cuando éste se lo pidió, etc. porque él entendió que ninguna obra suya,
respuesta suya, o decisión suya lo podía salvar. Es por eso, que desde su corazón solamente pudo
exclamar “La salvación viene del Señor”, e inmediatamente, la comenzó a gozar porque lo
siguiente que sucedió fue que el pez vomitó a Jonás en tierra seca. Jonás había logrado conocer a
Dios, y Jesús dijo, “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado.” Supongamos que tú y yo tenemos la “libertad” de elegir por
Dios, ¿qué hacemos entonces con estas palabras de Jesús? Juan 6:44 dice, “Ninguno puede venir
a mí, si el Padre que me envió no lo trae. Y yo lo resucitaré en el día final.” Y luego añade en el
verso 65, “Por eso les he dicho que ninguno puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.” Y yo
te pregunto, ¿Cómo es que nosotros podemos tener la “libertad” de elegir ir a Jesús, pero al
mismo tiempo ninguno de nosotros “puede” ir a Él si el Padre no nos trae? ¿Realmente tenemos
entonces la libertad de ir? ¿Qué es libertad? Jesús dijo, “Y conocerán la verdad, y la verdad los
hará libres” (Juan 8:32) y en el verso 36 añade, “Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes
verdaderamente libres.” Esta es una verdad absoluta, no hay manera de ir alrededor de ella, o de
pasarle por encima. Noten que Jesús dice, que solo Él puede hacernos “verdaderamente” libres.
Eso quiere decir que hay una forma de creer que somos libres cuando en realidad no lo somos, y
la única verdadera libertad viene a través de conocerlo a Él, que es la Verdad. Por lo tanto, hasta
ahora tenemos dos cosas que solo suceden por conocer a Jesús: una es la vida eterna y la otra es
la libertad, y yo me atrevo a decir que ambas están relacionadas y es lo que conocemos como
salvación. Sin embargo, algo que sí podemos concluir, por las palabras categóricas de Jesús, es
que la libertad no es una capacidad de decisión, sino un estado. Un estado al que no entro por
decisión. Dios creó al hombre en un estado de libertad ¿por qué? Porque el hombre estaba en Él,
fue hecho a su imagen y semejanza. Sin embargo, el hombre libremente decidió salir de ese
estado de libertad, pero una vez que salió, quedó esclavo del pecado y perdió automáticamente
su libertad y junto con ello, su capacidad de decidir libremente. Tú y yo decidimos, por supuesto
que si lo hacemos, pero nuestras decisiones están condicionadas por nuestra esclavitud al pecado,
y no hay nada que tú y yo podamos hacer al respecto. La Biblia dice, “El corazón es engañoso y
perverso, más que todas las cosas” (Jeremías 17:9). “Hay un mal en todo lo que se hace bajo el
sol, y es que a todos los mortales nos espera lo mismo, y que durante toda nuestra vida tenemos
el corazón lleno de maldad e insensatez, y que al final acabamos entre los muertos” (Eclesiastés
9:3). “Porque del corazón salen los malos deseos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). Pregunto... Si
todas estas cosas provienen de nuestro corazón y no podemos confiar en él porque
constantemente nos engaña, entonces ¿cómo puede nuestro corazón llevarnos a elegir a Dios
naturalmente? ¿Cómo es posible que nuestro “libre albedrío” nos pueda llevar a Dios, si todo lo
que produce en nosotros es contrario a Dios? Solo te puedo decir esto, yo le agradezco
infinitamente a Dios de que mi salvación no dependa de mi libertad para elegirlo a Él, sino de la
libertad de Dios para elegirme a mí por medio de Cristo Jesús.

Conclusión
Hemos llegado al final del estudio de hoy, y es mi deseo que puedas ver y vivir seguro en la
realidad de que es Dios el que pacta, el que promete, y el que cumple sus promesas. Tú y yo no
somos salvos por nuestra fidelidad a Dios, sino porque Dios es fiel en cumplir sus promesas, aun
cuando tú y yo no somos leales a su amor, aún cuando no le correspondemos. Finalmente,
recuerda que todas las promesas hechas a Abraham, fueron para ser poseídas solamente por la fe,
descansando en que fiel es Aquel que prometió para cumplir todo lo que promete. Que Dios te
bendiga y nos vemos la próxima semana.

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