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Enriquecer el léxico de cada persona es una tarea continua, diaria y para toda la vida. Su importancia consiste en que
una persona será más culta en la medida en que haga uso de las palabras con mayor propiedad y con mayor riqueza,
es decir, conociendo y empleando un mayor número de palabras.
A través de esta investigación, se aprende de la importancia del enriquecimiento léxico para mejorar nuestras
relaciones profesionales o interpersonales, además, nos enseña como desenvolvernos en los diferentes ámbitos y
como dirigirnos hacia las personas dependiendo de su clase social o su edad. También se concluye que una de las
mejores maneras para ampliar nuestro vocabulario, es leyendo.
La organización del léxico
El léxico es el vocabulario, esto es, el conjunto de palabras que componen una lengua. Éste vive en constante cambio
–ya que no es fijo– debido a que son los hablantes de una misma lengua quienes fijan las palabras que identifican los
distintos elementos que forman parte de la realidad. Día a día, la realidad va generando nuevas necesidades, nuevas
«realidades» que hay que nombrar, creando un término para ellas. En contrapartida, también hay términos que
simplemente dejan de usarse, porque los elementos a los que hacían referencia apenas aparecen ya en nuestra vida.
El léxico castellano proviene en su mayoría del latín –éste es la base del castellano– pero su origen es heterogéneo,
pues hay palabras de las más diversas procedencias. Existen además otros mecanismos, como los neologismos y los
extranjerismos, que amplían y renuevan el vocabulario.
La ciencia que estudia las unidades léxicas –las palabras– y sus relaciones y oposiciones en un momento determinado,
es decir, sincrónico, es la rama de la Gramática llamada Lexicología. La Semántica, en cambio, estudia las relaciones
del significado a través del tiempo; la evolución histórica de las palabras, su estudio diacrónico. Además, la Semántica
estudia las relaciones y los cambios que se producen entre el pensamiento humano y el lenguaje. Debido a este
«viaje» de las palabras en el tiempo se producen cambios, ampliaciones y alteraciones de los significados que dan
lugar a un constante desarrollo del léxico castellano.
Formación del léxico castellano
Se puede afirmar, muy a grandes rasgos, que el léxico castellano procede de dos fuentes distintas. En primer lugar,
hay palabras cuyo origen es heredado: unas de procedencia latina y otras que se han ido incorporando según iban
apareciendo nuevas realidades. Las segundas se denominan léxico nuevo o ampliado, y son aquellas que se forman a
partir de otras que ya existían. Para la creación de estas últimas la lengua posee numerosas herramientas como los
préstamos, la derivación, las onomatopeyas, las siglas, etcétera.
Tipos de formación del léxico castellano.
Ya se ha mencionado que la principal fuente del léxico español es el latín. De él proceden aproximadamente el 73% de
las palabras del castellano. Sin embargo, no todas ellas se incorporaron de igual manera y hoy día se distinguen dos
vías: la patrimonial y la culta.
La primera, la vía patrimonial, está formada por palabras que siempre han existido en castellano, palabras heredadas
del latín pero que con el paso de los siglos han ido evolucionando semántica y fonéticamente. En ocasiones, el lento
cambio producido hace que algunas voces se identifiquen con facilidad (por ejemplo, entre amar y la latina amare)
otras muchas, en cambio, han perdido cualquier semejanza que las haga reconocibles. Así, la palabra trabajar procede
del latín tripaliare o torturar, en referencia a los trabajos a los que eran sometidos los esclavos. La forma definitiva de
estas voces quedó establecida en torno al siglo XVII, cuando se fijó el sistema fonológico español. A todas estas
palabras se las denomina palabras patrimoniales.
A la segunda vía, la culta, pertenecen también voces latinas, si bien éstas fueron introducidas directamente del latín en
distintas épocas de la historia. Su escasa evolución fonética las hace muy semejantes a las voces actuales. Así, las
voces latinas fraternus y cathedra son hoy fraterno y cátedra, respectivamente. Estos términos son los cultismos.
En algunas ocasiones, una palabra latina, tras haber dado lugar a una voz patrimonial, vuelve a ser tomada del latín
para convertirse en un cultismo. De este modo, una sola voz latina origina dos palabras en castellano. A este fenómeno
se le denomina doblete. Un ejemplo claro son los verbos colocar (cultismo) y colgar (palabra patrimonial) ya que ambos
provienen de la voz latina collocare.
Además de las voces patrimoniales y los cultismos, el léxico español tiene otras muchas voces surgidas del origen
plural del castellano; son los préstamos. Por otro lado, los neologismos y los extranjerismos surgen de la necesidad
constante de renovación del léxico y su incorporación al castellano es más reciente.
Préstamos. Muchas de estas voces se incorporaron al castellano en distintos momentos de la historia. Algunas incluso
lo hicieron al latín para pasar de ahí al español. Los préstamos son, por tanto, voces no latinas que se han añadido al
vocabulario castellano. Las más numerosas entre éstas son las de origen prerromano, los germanismos y los
arabismos. Las voces prerromanas provienen fundamentalmente del celta y del euskera o vasco (barro, camino,
pizarra o izquierda). Los germanismos se adoptaron sobre todo a partir del siglo V. El carácter belicoso de estos
pueblos se plasma en los numerosos términos introducidos: yelmo, dardo, guerra, espuela, espía y estaca son algunos
ejemplos. Posteriormente, siete siglos de convivencia hicieron que las palabras árabes se incorporaran masivamente al
castellano. Cerca de cuatro mil términos aparecen hoy en los diccionarios, más de un 15% del léxico castellano actual;
entre ellos, acequia, álgebra, azúcar, jinete, albañil, zanahoria, almohada, cifra, taza, arroz, alcalde, azulejo, etc.
Ya de forma más tardía, en la edad media, aparecieron galicismos como coraje, hereje, deleite o dama. Durante el
Renacimiento, se incorporaron italianismos como bronce, campeón, novela o capricho y americanismos como café,
patata, cacao, chocolate, tiburón o canoa, aportaciones de las lenguas indígenas del Nuevo Mundo. Ya en el siglo XX,
del mundo anglosajón proceden préstamos como champú, fútbol, líder o club. En total, un altísimo porcentaje de
préstamos a los que se han de sumar además lusismos, catalanismos, galleguismos y un largo etcétera.
Neologismos. Los neologismos son vocablos o giros nuevos de una lengua. Surgen para hacer frente a las nuevas
necesidades que aparecen en la realidad, especialmente en el ámbito tecnológico y en el científico. Los neologismos
son o bien préstamos de muy reciente adquisición o bien están compuestos por elementos de origen griego o latino
como, por ejemplo, amniocentesis o microcirugía, ambas de origen griego e introducidas recientemente en el
diccionario.
Extranjerismos. Los extranjerismos –también llamados xenismos– son términos que todavía no han sido asimilados y
que por tanto no se han incorporado al léxico. Esto sucede cuando su uso es limitado o cuando ya existe una voz
castellana para el mismo significado. Éste es el caso de las voces inglesas coaching o parking, equivalentes en el
castellano a entrenamiento y aparcamiento, respectivamente.
Por último, hay que recordar que la lengua posee otros instrumentos para la creación de nuevo léxico. Entre ellos
destacan las voces onomatopéyicas como cucú y las siglas o acrónimos como ONG, láser o radar.
Significado
La intrusión de todas estas voces de distintas procedencias en el léxico español se debe a que surgen nuevas
realidades –significados– que hay que cubrir mediante palabras. Las palabras están compuestas de significante y
significado. El significante es el símbolo, mientras que el significado es el elemento de la realidad con el que se
identifica el significante. De hecho, lo que distingue a las lenguas son los significantes, ya que los significados son
esencialmente parecidos en todas ellas.
Aprender léxico es una actividad constante en los seres humanos. Cada uno en su lengua materna asimila estructuras
gramaticales, sintácticas, morfológicas, etc., que quedan fijadas y son estables; el léxico va más allá y su aprendizaje
no se termina nunca. Del mismo modo, cuando se estudia una L2, el léxico se aprende siempre, es una constante de
aprendizaje. Teniendo en cuenta todo esto, el hecho de dedicar un espacio privilegiado al mismo parecería evidente si
no fuese porque la mayoría de los docentes lo descuidan, relegándolo en muchas ocasiones a un segundo lugar o
evitando darle la importancia adecuada, por carecer, entre otros elementos, de ideas creativas para su aplicación en el
aula. Las actividades para el aprendizaje del léxico, en muchos libros, suelen ser poco estimulantes y muy repetitivas,
por lo que tanto docentes como discentes no se sienten motivados durante su práctica. En este caso, la propuesta
didáctica que se presenta consta de una ficha y una encuesta para la asimilación y metacognición de unidades
fraseólogicas con léxico del cuerpo humano.
2. LA IMPORTANCIA DEL APRENDIZAJE DEL LÉXICO Hoy en día, el objeto de la enseñanza de cualquier lengua
tiene en cuenta la competencia comunicativa. Los modelos didácticos propuestos en los últimos años, a pesar de no
ser fórmulas mágicas, presentan algunas innovaciones de todos modos es bien sabido que ningún método es válido
para todas las situaciones y siempre hay que tener en cuenta el tipo de aprendientes a los que se dirige.
Uno de los objetivos de la enseñanza del vocabulario es que estas unidades léxicas pasen a la competencia
comunicativa del individuo. Por ello es importante su aprendizaje continuo y constante durante todo el proceso de
asimilación de estudiantes de una L2 y de nativos durante toda su L1; el léxico ocupa un lugar relevante ya que su uso
correcto dará lugar a una riqueza del lenguaje y a una precisión lingüística adecuada. De hecho, Marta Baraló (2005)
afirma que: el conocimiento de un ítem léxico es un proceso complejo y gradual en el que se aprende no solo la forma
y el significado, sino también una intrincada red de relaciones formales y semánticas entre ese ítem y otras palabras o
morfemas que constituyen subsistemas de diferentes niveles.
El conocimiento de una palabra es una representación mental de gran complejidad, que integra diferentes aspectos y
componentes cognitivos, algunos más automáticos e inconscientes y otros más conscientes, reflexivos y
experienciales.
Algunos autores crean clasificaciones3 variadas a propósito de las palabras que componen el lenguaje e incluso sobre
los diferentes tipos de paremias y expresiones de la lengua española. A continuación se describen algunos enfoques
que se han considerado interesantes:
Enfoque léxico de Lewis (1993): consiste en enseñar a los aprendientes unidades léxicas más amplias que la
correspondiente a la unidad palabra. De este modo, el léxico nuevo se presenta a los estudiantes en la misma forma en
la que se va a organizar su lexicón mental. Así se facilita no solo el almacenamiento sino también la recuperación de
dichas unidades en contextos de comunicación real. Teniendo esto en cuenta, los refranes se clasificarían dentro de lo
que él llama expresiones fijas, frases completas con significado pragmático.
Enfoque creativo de Marita Lüning (1996): según este enfoque, la enseñanza de las lenguas exige que las
actividades que se preparen sean creativas ya que de este modo desafían las capacidades intelectuales de los
estudiantes. En cierto sentido es una crítica a la memorización.
Enfoque holístico de Gómez Molina (1997: 66-93): este enfoque afirma que «el dominio de una unidad léxica será
mayor cuanto más aspectos se conozcan sobre ella». Es decir, en general existe un vocabulario básico en la estructura
interna de un idioma. Es una alternativa didáctica basada en la palabra nuclear (core vocabulary) para la elaboración
del diccionario mental. Se trata de que los alumnos lleguen al significado de las combinaciones de palabras de modo
global y no por el significado de los elementos que la componen de modo individual.
La derivación
La derivación es uno de los procedimientos de formación de palabras, y permite a las lenguas designar conceptos
relacionados semánticamente con otros (que en cierto sentido son considerados como primitivos), típicamente
añadiendo afijos (e.j cuchillada de cuchillo). 1
En ciertas familias de lenguas, muy notablemente las semíticas, como el árabe, además de por medio de afijos, se
pueden formar derivados por medio de patrones que modifican también las vocales internas a la raíz, por ello se habla
en estas lenguas de raíces formadas por consonantes (habitualmente tres), mientras que las vocales no se consideran
parte de la raíz.
La derivación permite que el léxico designe numerosos sentidos a partir de un número mucho más reducido de raíces
o lexemas. En muchas lenguas, la derivación es la principal fuente de nuevas palabras, aunque también hay lenguas
sin derivación, principalmente lenguas aislantes, que tienden a usar más la composición.
La derivación contrasta con la flexión: ambas usan morfemas añadidos a la raíz para expresar diferencias, pero la
flexión no comporta cambio de referentes sino que las marcas añadidas tienen un fin estrictamente gramatical. La
derivación es transparente para la sintaxis, la flexión no. Además la derivación con frecuencia comporta cambio
de categoría gramatical (por ej. el verbo materializar deriva del adjetivo material, el cual a su vez deriva del
sustantivo materia), mientras que en la flexión siempre se mantiene la categoría gramatical (por ej. las formas
flexivas canto, cantaban, cantando son siempre verbales; las formas enfermero, enfermeras son siempre sustantivos).
Por otro lado la derivación se parece en cuanto a los cambios de significado a la composición, con la diferencia de que
mientras la derivación usa afijos sin significado propio (como -izar añadido a material para formar materializar), en la
composición se juntan morfemas que aislados ya tienen significado (como tela y araña en telaraña).
Definición de Derivación (Lingüística) En el ámbito de la lingüística el concepto de derivación se refiere a uno de los
procesos de formación de palabras nuevas. Este proceso tiene un criterio general: la unión de una base o lexema y un morferma
derivativo. Hay que tener en cuenta que palabras distintas vienen de una misma palabra primitiva. Así, todas las
palabras que provienen de una primitiva son conocidas como palabras derivadas. De esta manera, con la palabra primitiva sol,
puedo formar una serie de palabras derivadas, como solazo, insolación, solar, soleado, etc. Para que el proceso de la derivación
sea posible es necesario aplicar una serie de reglas. Reglas de la derivación en los verbos, los sustantivos y los
adjetivos En el caso de los verbos, la derivación se fundamenta en la unión de un sufijo y un lexema. De esta manera,
en la forma verbal “soñado”, el lexema “soñ” está acompañado del sufijo “ado” del participio. Por otra parte, cuando los verbos
presentan un lexema acabado en “e” o en “i”, éstas dos vocales desaparecen en la derivación (por ejemplo, “chirriar” se convierte
en “chirrido”). Con respecto a los sustantivos y los adjetivos, la derivación también tiene sus reglas. Así, con el lexema
“casa”, la “a” desaparece si formamos la palabra “casita”. De forma análoga, si al adjetivo “necio” le añadimos el morfema
derivativo “edad”, tenemos la palabra “necedad”. Otras maneras de formar palabras La derivación no es el
único sistema para formar palabras, ya que también existe la flexión, la composición y la parasíntesis. La flexión consiste en
añadir un morfema flexivo a un lexema. Así, hay morfemas flexivos de género y de número (por ejemplo, a partir del lexema
amarill, podemos incorporar el morfema flexivo as y tenemos la palabra amarillas). La composición no parte
de la unión de un morfema a una base o lexema, sino que se trata de unir más de una base o más de una palabra. De esta forma se
obtiene una palabra compuesta (por ejemplo, paraguas, pararrayos, rascacielos o mediodía).
En el caso de la palabra “automovilista”, hay una composición (auto + móvil) y al mismo tiempo una derivación, ya que se añade el
sufijo “ista”. Por otro lado, la parasíntesis se produce por la unión simultánea de un prefijo y un sufijo, como por ejemplo las
palabra “inasumible” (viene de asumir, pero con el prefijo “in” y el sufijo “ible” se convierte en “inasumible”).
Derivación:1 Las palabras derivadas son palabras formadas por la adición de un morfema derivativo a una
raíz o a un núcleo. Esto incluye la prefijación, cuando se crea una palabra mediante la adición de un prefijo; la
sufijación, cuando se crea una palabra mediante la adición de un sufijo; y la parasíntesis2, que usa
simultáneamente varios mecanismos. Ejemplos de parasíntesis en español: prefijación y sufijación, en atardecer;
composición y sufijación, en quinceañero.
Cuando hay varios morfemas derivativos en una misma palabra, se unen a la raíz siguiendo un orden, de
manera que el primer morfema derivativo se une a la raíz de la palabra, y a partir de él se inicia la segunda
derivación. En definitiva, son derivaciones de palabras derivadas.
Entonces, una palabra derivada pertenece al mismo campo semántico que la palabra primitiva. Esto quiere decir que la
derivada tendrá alguna relación conceptual con sus palabras primitivas. Siguiendo el ejemplo de la
palabra árbol (palabra primitiva) sabemos que su palabra derivada arboleda quiere decir “conjunto de árboles”.
Se denomina gramática a la ciencia que tiene como objeto de estudio a los componentes de una lengua y sus
combinaciones. El concepto halla su origen en el término en latín grammatĭca y hace referencia, por otra parte, al arte
de dominar una lengua de modo correcto, tanto desde el habla como con la escritura.
Para entender mejor estas acepciones podemos establecer una frase como ejemplo: “Sara se encontraba estudiando
inglés pues deseaba conseguir el First Certificated para lo cual su profesor siempre trabajaba con ella la gramática del
idioma pues era la forma de conseguir aprobar y obtener la titulación”.
La gramática, por lo tanto, se puede definir como el grupo de principios, reglas y preceptos que rigen el empleo de un
lenguaje en particular (al respecto, hay que decir que cada lenguaje posee su propia gramática). Como ciencia, está
contemplada como parte de la lingüística.
El estudio de la lengua consta de cuatro niveles: el nivel fonético-fonológico, el nivel sintáctico-morfológico, el nivel
léxico-semántico y el nivel pragmático. Aunque las diferencias entre estos niveles carece de precisión, suele
restringirse el estudio de la gramática al plano sintáctico-morfológico.
Partiendo de lo expuesto en el párrafo anterior podemos establecer, por tanto, que cuando se estudia la gramática de
un idioma en concreto se aborda el mismo desde varios puntos de vista. Así, en primer lugar, se aprende todo lo
relacionado con la fonética que es la producción de los sonidos. De la misma forma, se hace hincapié en lo que es la
morfología, es decir, la construcción de las palabras.
Tampoco se pasará por alto la sintaxis del idioma que consiste en estudiar cómo se combinan las palabras y cómo son
las relaciones entre ellas; la semántica que gira entorno a la construcción de las expresiones; y finalmente la etimología
gracias a la cual se analiza el origen de las palabras que conforman la lengua en cuestión.
Además de todo lo citado hay que subrayar que quienes comenzaron a plantear y desarrollar la gramática fueron los
griegos entre los que destacó, además de Aristóteles o Sócrates, Crates de Malos que en el siglo II a.C fue el director
de la Biblioteca de Pérgamo. Junto a dicha figura tampoco hay que pasar por alto la de Elito Donato que se caracterizó
por ser el gramático más importante de lengua latina durante el siglo IV.
No obstante, hay que dejar patente que el documento más antiguo sobre gramática está datado en el año 480 a.C en
La India y fue realizado por Pánini. El nombre de aquel es Astadhiaia. Entre las distintas clases de gramática o
enfoques en el análisis de esta disciplina pueden mencionarse a la gramática de tipo prescriptivo o normativo
(presenta, de manera autoritaria, las reglas de uso para un lenguaje específico, despreciando las construcciones no
estandarizadas), la gramática descriptiva (describe el uso actual de una lengua, sin juzgar en forma prescriptiva), la
gramática tradicional (las ideas acerca de la gramática que se han heredado de Grecia y Roma), la gramática funcional
(que aporta una perspectiva general en relación a la organización de la lengua natural), la gramática generativa (un
enfoque formal para el estudio sintáctico de las lenguas) y la gramática formal (que aparecen en lingüística
computacional). El español, por ejemplo, está considerado como una lengua de carácter flexivo y de
tipo fusional (por utilizar, por lo general, la flexión para marcar los vínculos entre sus elementos) y presenta una
gramática similar a la de las demás lenguas romances.
Notas a la Gramática de la lengua castellana de don Andrés Bello
Introducción
«Habiendo llegado a mis manos varias reimpresiones chilenas de la última edición de la Gramática de don Andrés
Bello, que contiene notables variaciones y es generalmente desconocida entre nosotros, propuse a los señores
Echeverría Hermanos hiciesen una reproducción de ella agregándole algunas notas mías y un índice alfabético que yo
también trabajaría.
Agradezco debidamente a mis apasionados la importancia que dan a mis cosas, pero no puedo perdonarles que me
atribuyan la presunción de creerlas inmejorables. Dejado aparte esto, vuelvo a la
Gramática de Bello, y de aquí para adelante haré y desharé en lo impreso, al fin como en cosa mía.
Desde que a fines del siglo XVI se declaró en España texto exclusivo para la enseñanza del latín, atribuyéndolo a
Nebrija, el arte compuesto por el padre Juan Luis de la Cerda, ha sido la gramática objeto de monopolio más o menos
exclusivo en los pueblos que hablan castellano, con lo cual nos hemos acostumbrado a ver en esta disciplina no sé qué
de fijo y puramente preceptivo, extraño a todo progreso, sea en la investigación de los hechos o en su explicación, sea
en la clasificación o en la nomenclatura; y por consiguiente todos, sabios como ignorantes, apegados a lo que de niños
aprendieron, con dificultad admiten innovación alguna, y raras veces perciben la diferencia entre una obra de rutina o
de caprichosas invenciones y una obra científica. A pocos se les ocurre que el mérito de un libro filológico, ni más ni
menos que el de uno sobre anatomía o botánica, consiste en la claridad con que represente el estado actual de la
ciencia y en que abra horizontes para nuevas investigaciones; y que por lo mismo ninguna obra de esta especie tiene
valor definitivo. Es esto tan cierto que ya obras monumentales como las de Bopp, Diez, Draeger van cediendo el
puesto a otras, que a su vez se oscurecerán cuando aparezcan las que resuman los adelantos subsiguientes. Ninguna
extrañeza, pues, ha de causar el que, con ser admirable la obra de Bello, requiera ahora en algunas partes rectificación
—389→ o complemento. Habiendo yo estudiado esta gramática en el colegio, y tenídola después constantemente a la
mano, si algo notable he encontrado en mis lecturas, luego se lo he anotado al margen; al extender esas anotaciones,
sólo me propongo dar un testimonio del respeto que siempre he profesado al autor, al propio tiempo que de admiración
a su ciencia y de gratitud por la utilidad de que me han sido sus lecciones. ¡Ojalá consiguiera que el nombre de Bello
fuera siempre el símbolo de la enseñanza científica del castellano, como hasta hoy lo ha sido, y que su obra se
conservase en las manos de la juventud como expresión de las doctrinas más comprobadas y más recibidas entre los
filólogos!
El Autor ha encarecido, pero acaso no bastante, lo poco a que queda reducida la esencia de la gramática general, y
cuán infundado es suponer una perfecta correspondencia entre las leyes del pensamiento y las del lenguaje. Pott
graciosamente dice que a medida que van estudiándose nuevas lenguas, como otro Titono se van encogiendo y
adelgazando hasta poner miedo aquellos «principios generales e inmutables de la palabra hablada o escrita» que con
tanto magisterio nos explayaban los enciclopedistas del siglo XVIII; otro lingüista llega a decir que para comprender la
estructura del chino y de las lenguas americanas, no sólo hemos de olvidar nuestra nomenclatura gramatical, sino
despojarnos de las ideas que ella sugiere; y Sayce no duda afirmar que si Aristóteles hubiera nacido azteca (es decir,
si su lengua nativa fuera polisintética), habría dado a su lógica una forma completamente diferente de la que le dio
siendo griego305. Pero no es esto solo: el lenguaje no es ya aquel mecanismo inerte y sin vida perennemente sujeto a
fórmulas inmutables; todo se muda en él, la pronunciación, la escritura, la morfología, las acepciones de las voces, la
sintaxis; y por tanto la nomenclatura y las reglas de una lengua no siempre son aplicables a otra. De aquí se infiere que
Bello dio un paso muy conforme al estado actual de la filología al emancipar nuestra gramática no sólo de las vacías
especulaciones de la gramática general y las llamadas gramáticas filosóficas, sino de la rutina de la gramática
tradicional. Pero hay puntos en que acaso no llevó tan adelante el método científico como sin duda lo hiciera a escribir
en nuestros días; no siempre ha tenido presente que el movimiento y trasformación del lenguaje no se verifican de un
salto sino paulatina e insensiblemente, y que, si alguna vez interviene en ellos el libre querer del hombre, las más se
obran sin que éste se dé cuenta de ello, o como hoy se dice, inconscientemente; por manera que, alejándose una
lengua más y más cada día de su tipo originario, —390→ sucede que en este movimiento incesante ofrecen las
voces y construcciones estados que no pueden ajustarse a una nomenclatura anterior, y antes que trazar divisiones y
clasificaciones por medio de líneas rectas, conviene en tales casos rastrear las gradaciones y pasos sucesivos que
señalan el desenvolvimiento de formas, acepciones y construcciones. Bello procedió muchas veces en puntos
semejantes con sorprendente sagacidad, por ejemplo, en la explicación de las construcciones irregulares del verbo ser;
pero es indudable que el mismo método puede aplicarse con mucha más frecuencia.
Incalculables progresos ha hecho en nuestros días la Gramática, no ya en cuanto enseña a corregir una que otra falta
contra el buen uso de cada época, sino principalmente en cuanto expone y aplica los principios que rigen el lenguaje,
ora tomando por campo una lengua especial, ora una o más familias de ellas. Profundos y minuciosos estudios sobre
la voz humana y los órganos que la producen han dado luz al elemento fisiológico del habla y a la trasformación
paulatina de la parte material de las palabras. Por otro lado el examen no menos profundo de los procedimientos
intelectuales que preceden y acompañan a la expresión hablada de los conceptos, ha enseñado a distinguir la parte
que en el movimiento del lenguaje corresponde al individuo y la que corresponde a la sociedad, y emancipando a la
Gramática de la inflexibilidad y estrechez de la lógica, la ha enlazado con la psicología, de que ha resultado la
explicación de multitud de hechos que o antes no se habían reparado o se habían interpretado erradamente. Por la
frecuencia con que en estas notas tocaré ciertos principios, los indicaré aquí brevemente, como que son de capital
importancia en todas las partes de la gramática:
1.º Las categorías gramaticales tienen por fundamento las categorías psicológicas, pero no siempre se corresponden
exactamente; así en las frases hubo fiestas, hizo grandes calores, el sujeto psicológico, el concepto que domina en el
entendimiento del que habla, lo representan los sustantivos fiestas, calores, y el atributo hubo, hizo; conforme a la
gramática esos sustantivos son acusativos. A cada paso se advierte tendencia a restablecer la armonía entre las dos
fórmulas gramatical y psicológica, y por eso muchos dicen hubieron fiestas, hicieron grandes calores; si bien la
gramática reclama sus fueros y no siempre admite la reacción.
2.º Todas las palabras (y también las frases y oraciones) se asocian en nuestro entendimiento constituyendo grupos,
ya en razón de su forma, ya en razón de su significado, ya de uno y otro. Hay en cada lengua muchísimos de estos
grupos y una misma palabra puede pertenecer a varios de ellos; verbigracia: ovejas, pastores, árboles, pies,
constituyen un grupo por su forma, dado que todos tienen s por inflexión común, y también por el sentido porque todos
convienen en significar pluralidad; ovejas, casas-tiendas, padre-nuestros, los Martínez, cualesquiera, forman un grupo
de sentido en cuanto significan pluralidad, mas no de forma porque —391→ ese significado no se expresa en todos
de una misma manera; ovejas, rebaño, ganado se asocian también en razón del sentido, pero por otro respecto: así
ovejas puede pertenecer a lo menos a tres grupos. Además cada grupo puede dividirse en otros más pequeños; así en
el grupo de plurales ovejas, árboles, pastores, pies, se apartan las voces que añaden sólo s y las que añaden es. Este
principio de asociación, designado con el nombre de analogía, tiene influencia suma en la vida del lenguaje. Ella nos
proporciona inmediatamente modelos para acomodar a la lengua toda voz que no hemos usado u oído antes; de modo
que un niño que por primera vez oiga el nombre ornitorrinco o el verbo cristalizar, inmediatamente les dará las
inflexiones de las voces semejantes que ya conoce, diciendo ornitorrincos, cristalizó. Pero al mismo tiempo que la
analogía es elemento de orden y contribuye a eliminar irregularidades, como si el mismo niño dice sabo, cabo por sé,
quepo, puede también inducir a aumentar las irregularidades, si se toma como tipo una irregularidad o grupo de
irregularidades, como cuando de alelí sacan en Aragón el plural alelises, a semejanza de maravedises, o cuando el
verbo fregar que, conforme a nuestra fonética, se conjugaba frego, frega, vino a conjugarse friego, friega, pasando al
grupo de negar, segar.
3.º Procedimiento parecido al de la analogía es la fusión o contaminación, que consiste en que, ofreciéndose
simultáneamente al entendimiento dos términos o expresiones sinónimas, en vez de escoger una de ellas formamos
otra mezclando los elementos de ambas. Así de los dos verbos empezar y comenzar se sacó en lo antiguo compezar y
encomenzar, comezar y compenzar; de las dos expresiones no obstante sus esfuerzos y a pesar de sus esfuerzos ha
salido no obstante de sus esfuerzos; en punto de filosofía + en cuanto a filosofía > en punto a filosofía; en llegando que
llegará + luego llegue > en llegando que llegue, etc. La mayor parte de las construcciones o locuciones irregulares o
idiomáticas tienen su origen en la contaminación.
Con estas breves indicaciones bastará para demostrar que la gramática tiene hoy que aliar prudentemente el análisis
psicológico con la investigación de los hechos externos del lenguaje; determinar las fórmulas primordiales en que se
conforman la lengua pensada y la lengua hablada, y rastrear las causas que han producido las dislocaciones o
irregularidades; combinar en fin el método dogmático, que reduce a reglas precisas lo que permite el uso culto o
literario, con el histórico, que, puestos los ojos en el desenvolvimiento de la lengua, explica cada hecho por sus
antecedentes comprobados. Dándose así la mano el análisis y la cuidadosa observación del uso con la erudición y la
crítica, harase fecundo y aun ameno un estudio que tanto fastidia a la niñez y a la juventud y tan escaso atractivo
ofrece a la edad madura; acostumbrándonos desde un principio a seguir paso a paso el andar de la lengua para hallar
en lo pasado las causas de lo presente, en lo familiar y aun en lo vulgar la clave de lo elevado y lo docto,
aprenderemos a juzgar con criterio propio y a esclarecer los casos nuevos que se presenten. No digo —392→ que
este método sea más fácil que el tradicional, antes sin empacho confieso que ha de ser detestable para aquellos
maestros que se persuaden a que sus discípulos serán gramáticos consumados el día que tengan aprendida para cada
caso una reglita con sus excepciones contables por los dedos, o una expresión técnica que cierre la puerta a todo
examen o corte toda discusión.
Como materia que se toca con la pureza del texto me ha parecido oportuno advertir, en atención a la escrupulosidad
que hoy se acostumbra usar en las citas de autores, que en esta Gramática aparecen con frecuencia modificados los
ejemplos. Unas veces se ha visto precisado a ello nuestro Autor, a fin de redondearlos, pulirlos y acercarlos, sin
menoscabar su pureza clásica, al tipo del castellano actual, dándoles al mismo tiempo la forma más adecuada para
que puedan útilmente encomendarse a la memoria. Así, por ejemplo, la cita de don Alfonso XI (número 232) es en su
original: «... tenemos por bien que si en los dichos fueros, o en los libros de las Partidas sobredichas, o en este nuestro
libro, o en alguna, o en algunas leys de las que en él se contienen, fuere menester interpretación, o declaración, o
enmendar, o annadir, o tirar, o mudar, que nos que lo fagamos: Et si alguna contrariedat paresciere en las leys
sobredichas entre sí mesmas, o en los fueros, o en cualquier dellos, o alguna dubda fuere fallada en ellos, o algunt
fecho porque por ellos non se puede librar, que nos que seamos requeridos sobrello...» (Ordenamiento de Alcalá, libro
I, título 28). El autor puso así: «Si alguna contrariedad pareciere en las leyes (decía el rey don Alonso XI), tenemos por
bien que Nós seamos requeridos sobre ello». Añadiré los originales de otras citas seguidos de las formas que les dio
Bello, para que se vea el exquisito gusto con que fueron modificadas.
Ejemplo de gramática:
Forma incorrecta: Los niños juegan en la calle ayer.
Forma correcta: Los niños jugaban ayer en la calle.
Forma incorrecta: Los policías detuvo rápidamente al delincuente.
Forma correcta: Los policías detuvieron rápidamente al delincuente.
Forma incorrecta: Me dijistes que me ibas a acompañar.
Forma correcta: Me dijiste que me ibas a acompañar.
Forma incorrecta: El coche de mi amigo rojo es.
Forma correcta: El coche de mi amigo es rojo.
Forma incorrecta: El correo llegará rápido.
Forma correcta: El correo llegará rápidamente
2x1=2
2x2=4
2x3=6
3x1=3
3x2=6
3x3=9
3 x 4 = 12
Múltiplo Común
Un múltiplo común es un número que es múltiplo a la vez de dos o más números , es decir, es un
múltiplo común a esos números.
Siguiendo con el ejemplo anterior, si los múltiplos comunes de 2 y de 3 eran 6, 12 y 18, el mínimo común
múltiplo o mcm es 6, ya que es el menor de los múltiplos comunes.
Cómo calcular el mínimo común múltiplo
1. El primer método para calcular el mcm es el que hemos utilizado antes, es decir, escribimos los primeros
múltiplos de cada número, señalamos los múltiplos que sean comunes y elegimos el múltiplo común más pequeño.
2. Ahora vamos a explicar el segundo método para calcular el mcm. Lo primero que hay que hacer es
descomponer en factores primos cada número. Después tendremos que elegir los factores comunes y no comunes
elevados al mayor exponente y por último, tendremos que multiplicar los factores elegidos.
Vamos a ver un ejemplo de esto, calculando el mcm de 12 y de 8.
12 = 2 2 x 3
8 = 2 3 Ahora elegimos los factores comunes y no comunes elevados al mayor exponente, por lo
tanto elegimos 2 3 y el 3. Y por último los multiplicamos, por lo tanto 2 3 x 3 = 8 x 3 = 24
Así que el mcm (12, 8) = 24 DEFINICIÓN DE MÍNIMO COMÚN MÚLTIPLO Mínimo común
múltiplo (MCM) es un concepto que se utiliza en la matemática. El MCM entre varios números naturales es el número
natural más pequeño que es distinto de 0 y que resulta múltiplo de cada uno de ellos. Mínimo común múltiplo
Para calcular el MCM de dos números, es necesario descomponerlos en factores primos. El MCM, por lo tanto, será la
cifra que obtengamos a partir de la multiplicación de los factores no comunes y comunes con elevación a la mayor
potencia. Veamos a continuación un ejemplo práctico para entender a fondo el procedimiento: Si
tomamos los números 32 y 50, el primer paso será comenzar a dividir cada uno por 2 hasta que sea imposible obtener
un resultado entero, y entonces continuar por el 3, y así sucesivamente hasta que ya no se pueda seguir sin entrar en
el terreno de los números reales. Comenzando por 32, podremos dividirlo por 2, obteniendo 16 y repetir esta operación
hasta llegar al 1, habiendo realizado 5 divisiones, lo que nos indica (dicho de otra forma) que 32 es igual a elevar 2 a su
quinta potencia. El número restante es ligeramente más complicado, ya que deberemos cambiar
de divisor; 50 dividido 2 nos da 25, que no es múltiplo de 2. Por lo tanto, será necesario buscar un divisor que nos
devuelva un cociente sin resto, que en este caso es el número 5. Con él podremos continuar hasta obtener el resultado
1, y observando detenidamente los divisores, podremos expresar 50 como el producto de 2 por 5 al cuadrado. Éste es
el momento de comparar los factores de ambas cifras (32 y 50) y confeccionar una fórmula en la que figuren todos los
factores resultantes de ambas listas, elevados a la mayor potencia que hayamos obtenido. En otras palabras, el
mínimo común múltiplo de 32 y 50 es igual a la multiplicación de 2 elevado a la quinta potencia por 5 al cuadrado, que
da 800. En algunos casos, obtener el MCM es muy sencillo. El primer paso es calcular los
múltiplos de los números y luego buscar la primera equivalencia, yendo de menor a mayor (es decir, el número más
pequeño que es múltiplo de los dos y que, por lo tanto, aparece en las dos listas de múltiplos que calculamos
previamente). Si queremos descubrir el MCM de 3 y 5, empezaremos confeccionando una lista de sus
múltiplos:
Con ese objetivo, deberemos buscar el mínimo común múltiplo de sus denominadores, que en este caso es 30. Luego,
para convertir sus numeradores, dividiremos este valor por cada denominador y multiplicaremos su cociente por el
numerador: (30 / 15) * 7 = 14 y (30 / 10) * 4 = 12. Así, con las fracciones 14/30 y 12/30, sólo queda sumar sus
numeradores, lo cual nos devuelve la fracción 26/30 (nótese que el denominador permanece intacto).
Otro uso del MCM se encuentra en el ámbito de las expresiones algebraicas. El MCM de dos de estas expresiones
equivale a aquélla con el coeficiente numérico más pequeño y grado inferior que es susceptible de división por todas
las expresiones dadas sin que quede resto.