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Johannes Vermeer, el pintor de la

intimidad
 11 diciembre, 2015
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El artista holandés moría en la ciudad de Delft un 15 de diciembre de


1675. Para conmemorar la efeméride, trazamos un perfil de su vida y
recordamos su obra, en la que retrató la vida cotidiana de la sociedad de
su época
Son muchas las paradojas que rodean la vida y la obra de Vermeer, y la mayor de todas es
precisamente su producción artística “tan cumplida y coherente, un mundo autocontenido,
autosuficiente, perfectamente verosímil –huyamos del tópico del ‘realismo’, que tanto ha viciado la
contemplación y el entendimiento de la pintura holandesa del siglo XVII– y situado completamente
al margen de los aspectos históricos de un pequeño recién nacido Estado independiente y la
circunstancias biográficas del artista que fue su creador”, sostiene María Cóndor en el libro que
dedicamos a este artista en la colección Inmortales de la pintura.
La lechera, h.1660-61, óleo sobre lienzo, 44,5 x 41 cm, Ámsterdam, Rijksmuseum. Arriba, detalle del óleo
Dama escribiendo una carta junto a su criada, h. 1670-71, 72,2 x 59,5 cm, National Gallery of Ireland, Dublín.

Van Gogh viene a añadir “un grano de pimienta a estas paradojas: en una carta de 1888 en la


que elogia sus singulares combinaciones de colores dice que ‘los holandeses no tenían
imaginación’. Tal carácter limitado y cotidiano de los temas preferidos por estos pintores, y sobre
todo, no lo olvidemos, impuestos por el mercado, no se compadece con la capacidad que muestran
todos ellos, y más que ninguno Vermeer, para transfigurar esas figuras y esos objetos
y crear alrededor de ellos (y el espectador) un mundo construido con elementos de la realidad, cierto
que sabiamente seleccionados y manipulados”, añade María Cóndor.

Mujer sentada tocando la espineta, h, 1675, óleo sobre lienzo, 51,5 x 45,5, National Gallery, Londres.

Apenas hay datos sobre su biografía, poco sabemos también sobre su personalidad artística y


humana, tampoco hay ningún autorretrato seguro, así que a la hora de enfrentarnos a su escasa
producción (solo se aceptan como suyos unas 36 obras), apenas tenemos nada en que apoyarnos para
conocerlo y entenderlo. Lo que sí es esencial es el contexto histórico en el que se desarrolló su vida, la
larga lucha de los holandeses por liberarse del yugo de la corona
española, una lucha que finalizará justo cuando Vermeer era un adolescente, aunque no por eso su
vida se desarrolló en un ambiente de paz y prosperidad tanto social como personal, al conflicto
español sucedieron otros muchos que tuvieron lugar con las nuevas potencias europeas, sobre todo
Inglaterra y Francia. Aunque esto no impidió que floreciese y se desarrollase una escuela pictórica de
gran calidad en los Países Bajos, cuya producción, como es bien sabido, estaba destinada a una
burguesía compuesta por comerciantes, artesanos y banqueros.
La joven de la perla o Muchacha con turbante, h. 1665-67, óleo sobre lienzo, 46,5 x 40 cm, La Haya,
Mauritshuis.

Lo que sí se sabe es que Johannes Vermeer (Delft, 31 de octubre de 1632-15 de diciembre de 1675)


nació en el seno de una familia que tuvo varios casos delictivos, su padre y un hermano de su madre
estuvieron implicados en un sonado caso de falsificación de moneda en 1619 y su abuela
paterna participó también al año siguiente en una estafa cuya víctima fue un comerciante adinerado,
unas circunstancias, junto al hecho de que la familia siempre fue perseguida por las deudas, poco
propicias para crear obras tan sosegadas, introspectivas y refinadas como las que realizó a lo largo de
su vida.
El primer contacto con el mundo del arte del joven Johannes puede ser que fuese a través de su
padre, que a partir de 1631 se dedica al comercio del arte, ya que en su posada exponía las obras de
algunos artistas de la ciudad, y también se supone que a la muerte de su progenitor, el pintor además
de heredar la posada también se quedase con el comercio de cuadros.
Oficial y mujer sonriendo, h. 1658, óleo sobre tabla, 49,2 x 44,4 cm, Nueva York, Colección Frick.

La situación económica de Vermeer mejoró al casarse en 1653 con Catharina Bolmes, que pertenecía


a una católica y acaudalada familia, quizá al trasladarse a la casa de la familia de su esposa, Johannes
encontrase más sosiego y paz que en la hostería paterna. En este mismo año se inscribe en el gremio de
pintores de San Lucas, aunque nada sabemos tampoco de quiénes fueron su maestros, aunque como
sostiene María Cóndor, “las reminiscencias de los caravaggistas de Utrecht en sus primeras obras y
en las que parecen de una fase de transición hacia 1658 han hecho pensar en una formación en dicha
ciudad”. Lo que sí se sabe es que en 1662 y 1670 es elegido síndico del gremio de san Lucas, que
en 1663 recibe la visita del consejero de la Corona francesa Balthasar de Moncoyns, al que le gustaba
visitar los talleres de los artistas, y que en 1672 es llamado junto a otros artistas a La Haya para
que valorasen una colección de cuadros vendidos por un comerciante de Ámsterdam al elector de
Brandengurgo.
Aunque en 1671 heredaría una cantidad de dinero de su hermana y de que su suegra le otorgó un
poder para que la representase en una cuestión de testamentaría, la ruina y las deudas, quizá por la
cantidad de hijos que tuvo (entre 11 o 15) y por la devastación que causaron los franceses en la
ciudad, jalonaron toda su vida, tanto que quizá fuese la causa de su muerte repentina en
1675, según testimonio de su esposa.
Pinceladas de sus obras
La paradoja más grande de Vermeer es que aunque se “nos escapa como ser humano, es justamente
la dimensión humana de su arte lo que más ha conquistado en primera instancia a los
contempladores, incluso antes de reparar en su maestría técnica”, afirma María Cóndor.
Alegoría de la fe, h. 1670-72, óleo sobre lienzo, 114.3 x 88.9 cm, Nueva York, Metropolitan Museum of Art.

Y es precisamente esa sensación de intimidad, de calma, lo que atrae al espectador porque siente que


forma parte de esa escena. Además, sus obras también ayudan a conocer cómo era la vida cotidiana de
la Holanda seiscentista. En sus cuadros están representados todas las clases sociales, desde los
campesinos, el ambiente de tabernas, hasta la aristocracia y la burguesía culta y refinada.
En este aspecto hay que destacar sus raíces calvinistas, una religión que se inspira en la idea de
que todo el mundo es obra de Dios y que, por tanto, todas las cosas merecen ser ensalzadas y
representadas. También es muy interesante constatar cómo en las obras de los artistas holandeses de
esa época, y muy especialmente en Vermeer, aparecen personas corrientes, especialmente
mujeres, leyendo, escribiendo o estudiando, o escenas que representan escuelas, un aspecto que denota
que la sociedad holandesa además de ser próspera económicamente sobresalía por el alto índice de
alfabetización.
Lectora en azul, h. 1663-64, óleo sobre lienzo, 46,5 x 39 cm, Ámsterdam, Rijksmuseum.

En las obras de Vermeer, las habitaciones son como unas cajas en las que se sitúan
sabiamente figuras, elementos arquitectónicos, muebles y accesorios “estableciendo una red de
verticales y horizontales por las que discurre la mirada del espectador, guiada en ocasiones por
la perspectiva trazada por las baldosas de dos colores, como sucede en un prodigioso tour de
force como es La lección de música, demostrativo de hasta qué punto meditaba nuestro artista
sus composiciones”, explica María Cóndor.

La lección de música, h.1660, óleo sobre lienzo, 73,5 x 64,1 cm, Londres, Palacio de Buckingham.

Hay otro elemento en las pinturas de Vermeer que es esencial, la visión desde el ángulo izquierdo, que
incluye la pared izquierda de la estancia, donde aparece una ventana que es la principal, o la
única, entrada de luz, que incluye de una manera ilusionista al espectador. En Soldado y muchacha
sonriente (h. 1660) utiliza este recurso para integrar una perspectiva acelerada, lo que ha
hecho pensar que quizá utilizó la cámara oscura.
A Vermeer no le interesa narrar historias, no hay acción, solo
contemplación o reflexión, son historias sin principio ni final, solo en algunas ocasiones un breve
gesto de una mano, una cabeza que se vuelve, pero lo habitual es que los personajes que aparecen en la
composición estén enfrascados en lo que estén haciendo, sobre todo en sus misivas o en su música, las
dos actividades más representadas en sus pinturas. En sus óleos hay pocos personajes, a lo sumo dos,
pero que con el paso del tiempo, será en su mayoría solo una figura.
Mujer tocando un virginal, h. 1672-73, óleo sobre lienzo, Londres, National Gallery.

Hay un cuadro que es el compendio de Vermeer, El arte de la pintura o Alegoría de la pintura,  donde


un artista de espaldas, al que no vemos su rostro, pinta a Clío, la musa de la Historia. Hay otra
incursión del pintor en el tema alegórico, Alegoría de la fe (pintada unos años
después), repleta de símbolos religiosos. Como hemos dicho antes, Vermeer ha pasado a la
historia del arte por sus escenas de mujeres en la intimidad del hogar, bañadas por una luz
prodigiosa, escribiendo, leyendo o tocando algún instrumento musical (La lechera, La joven de la
perla, Lectora en azul  o Mujer de pie tocando un virginal).

Alegoría de la pintura, h. 1666, óleo sobre lienzo, 120 x 100 cm, Viena, Kunsthistorisches Museum.

En resumen, Vermeer maneja magistralmente el color (con predominio de los amarillos y los


azules), que combina con osadía y acierto, y del “sfumato de sus contornos, que consigue
dejando rebosar las capas subyacentes de pintura, el medio del que se vale Vermeer para llevar a
estos juegos lumínicos es una técnica que ha llamado la atención de los estudiosos, y al igual que la
distorsión perspectívica, ha llevado a pensar que hubiese utilizado la cámara oscura por
la coexistencia de zonas nítidas y desenfocadas”, en un eficaz ilusionismo que acentúa la sensación
de misterio y poesía.

Biografía de Johannes Vermeer


Johannes Vermeer (31 de octubre de 1632 – 15 de diciembre de 1675)
pintor barroco. Nació en Delft, Holanda. Su padre fue un Reijnier Janszoon, un
trabajador de la seda, aunque él también se dedicó a comerciar obras de arte de
algunos talentosos artistas de la ciudad, y su madre Digna Baltus, su familia
perteneció a la iglesia protestante. Al llegar a la juventud decidió experimentar el
mundo del arte, así que asistió al taller del pintor Carel Fabritius como aprendiz
por 6 años. Posteriormente fue admitido en el año 1653 en la cofradía de San
Lucas como maestro pintor, y también se ganó la vida como marchante.
En su momento la vida cultural y artística estaba en pleno florecimiento, esta
época fue bautizada por los historiadores como la Edad de Oro neerlandesa.
Vermeer fue un pintor que realizó sus obras más que por voluntad propia; por
encargos para mecenas. Por ello, su obra conocida es reducida.
Aproximadamente son conocidas 33 obras. Por otro lado, muchas de las obras se
extraviaron o deterioraron. Realmente se dice que la vida de este pintor fue muy
miserable y hasta poco exitosa. Se casó con una mujer católica llamada Catherina
Bolnes, su familia nunca estuvo de acuerdo con esta unión y los cuatro hijos que
tuvieron murieron a temprana edad. Además su tiempo de vida fue corto.

Gracias a su relación con Catherina y su rica familia, Johannes pudo relacionarse


con importantes personajes de la vida pública. Por ello, en 1672 fue llamado a La
Haya para realizar la curaduría de una colección de cuadros vendidos por un
comerciante de Ámsterdam al elector de Brandengurgo. En suma, su suegra
constantemente le solventaba económicamente, pero las deudas nunca dejaron
de agobiarlo. Su producción consistió en interiores domésticos, estos se
caracterizaron por tener mucha luminosidad.

Los personajes retratados usualmente se encontraban realizando actividades


como la lectura, escritura, interpretación de algún instrumento musical, o
realizando alguna tarea doméstica. Una de sus obras representativas fue La
lechera (1660), y Mujer con jarra de agua (1663). En dichas obras Vermeer logra
utilizar los efectos de la luz con sutileza y pureza, dando una impresión de solidez
y firmeza. Otras de sus obras son Soldado y mujer riendo (1657) y Joven con
sombrero rojo (1667). Algo muy admirable de las obras de este holandés fue la
capacidad de retratar la vida cotidiana de su región. En sus cuadros representó
todas las clases sociales, el ambiente de tabernas, la aristocracia y la burguesía
culta y refinada.
En el espacio de la pintura ubicaba inteligentemente los objetos con ciertos fines.
Baste como ejemplo la pintura La lección de música (1660) en la que el color de
las baldosas y las líneas generan un  claro camino para que el espectador enfoque
su mirada en la parte importante de la situación. También utilizó la luz para apoyar
tal finalidad. Por otro lado, podemos mencionar que en sus creaciones no abundan
los personajes, siempre hay uno o máximo tres.

Gustav Friedrich Waagen y Théophile Thoré, cuando conocieron sus obras le


dieron una alta reputación, esta creció hasta el punto que fue considerado uno de
los más grandes pintores holandeses.

Su fama aumentó con el descubrimiento de su obra titulada La cena de Emaús,


esta fue descubierta por el artista poco reconocido Hans van Meergeren, ya que
esta obra estaba marcada con su apellido. La obra fue comprada por el museo de
Rotterdam que la adquirió por 270.000 dólares. Durante la guerra, la fama de las
obras descubiertas se expandió por toda Europa. Estas obras llegaron hasta
Berlín cuando el nazi Hermann Goering compró una tela por 850.000 dólares.
Acabada la guerra, el cuadro fue enviado de nuevo a Holanda y Meergeren fue
encarcelado por vender una obra que no era de su propiedad. De ahí surgió una
polémica sobre la veracidad del  cuadro.

La situación política de su país, aumentaron sus deudas y el mantenimiento de


sus hijos provocaron una dura situación económica, teniendo que pedir créditos. A
causa de la Guerra Franco-Neerlandesa iniciada en 1672, las ventas de sus
cuadros se estancaron. La muerte de sus suegros también fue un duro golpe para
la familia. La situación fue tal que su esposa escribió una carta para pedir el
perdón de sus deudas, en la carta expresó que su marido tuvo que vender
cuadros durante la Guerra a un precio muy inferior a su valor.

Algunas de las obras que realizó durante este periodo fue: Mujer tocando la
guitarra (1672), El arte de la pintura (1673), Dama al virginal (1673), Mujer sentada
tocando la espineta (1675), entre otras. Luego de esta creación, su salud empezó
a empeorar cada vez más. A finales de 1675, Vermeer murió. Concretamente, el
15 de diciembre de 1675. Vermeer fue enterrado en el sepulcro familiar de la Oude
Kerk en Delft. Al quedar todas las deudas, su mujer tuvo que suplir las deudas y
sus bienes.

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