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Biografía de Vermeer, pintor de encargo y marchante de arte.

Se sabe poco sobre la vida de este pintor holandés que nació en la ciudad de Delft,
el 31 de octubre de 1632. Su padre tenía una hostería y se dedicaba a comercializar
objetos de arte. Aunque no existe ningún documento sobre su formación como
pintor, en 1653 fue admitido como maestro independiente en el Gremio de San
Lucas.
Ese mismo año contrajo matrimonio con Catharina Bolnes, quien gozaba de una
buena situación económica, lo que permitió que vivieran cómodamente. Por ello, se
deduce que no dependían de su pintura, ya que realizaba, en promedio, dos
cuadros al año y apenas se han reconocido 36 obras dentro de su producción. Con
esos ingresos, hubiese sido imposible mantener a los 11 hijos que tuvieron.
Así, la mayoría de sus cuadros eran encargos para mecenas que apreciaban su
estilo, como el panadero Hendrick van Buyten y el propietario de una imprenta,
Jacob Dissius, que le llegó a comprar 19 pinturas.
Aunque gozó de respeto en el gremio y vendía a buen precio, la guerra
franco-holandesa afectó los ingresos de la familia y su obra dejó de ser
comercializada. Debido a esto, cayó enfermo y en 1675 murió, dejando a su esposa
e hijos con deudas.
En 1696, tras la muerte de Dissius, se realizó una subasta en la que se vendieron
21 de sus obras. Con los años, debido a su excelente manejo técnico, sus
composiciones matemáticas y el uso de la luz que inspiró a los impresionistas, logró
situarse dentro de los artistas más importantes de la historia.
Aunque en su mayoría, sus pinturas eran hechas por encargo y dictaminadas por
los gustos del periodo, logró crear un estilo propio. Son obras introspectivas en las
que se aprecia una narración, como si cada una contara una historia que el
espectador debe descubrir.
Johannes Vermeer nació el 31 de octubre de 1631 en el seno de una familia de
comerciantes de objetos de arte. Como era costumbre, Vermeer aprendió de su padre la
profesión y como hijo de mercader se inscribió en el gremio de San Lucas.
Es en esta época cuando el joven Johannes queda encandilado por el arte y cuando
comienzan sus primeros escarceos con la pintura.

“Hay que tener en cuenta que Reynier, el padre de Johannes, se relacionaba con la
burguesía acomodada de Delft, y con artistas como Pieter Steenwyck y Balthasar van der
Ast, por lo que no es de extrañar que Vermeer, también se relacionase con ellos y
aprendiese ciertas técnicas pictóricas en su juventud”, explica Helena.

Sin embargo, no sería sino en el gremio de San Lucas donde Vermeer, diera rienda suelta al
potencial que llevaba dentro y dónde aprendiese ese estilo interiorista tan personal que le
caracteriza.

No en vano, en el gremio de San Lucas abundaban los pintores “de encargo”, aquellos que
pintaban de forma exclusiva para los burgueses adinerados, muy dados al gusto de ser
retratados con toda suntuosidad en sus recargadas alcobas y salas de estar.
El propio Vermeer, debió de seguir estos mismos pasos, convirtiéndose en un pintor de
encargo, dedicado a la realización de obras personales para la burguesía. Este hecho,
además, explicaría el porqué del escaso volumen pictórico de Vermeer para el mercado
público del arte.

El 20 de abril de 1653 Vermeer contrajo matrimonio con Catharina Bolnes, con la que tuvo
gran descendencia. Este es uno de los hechos que han llevado a especular que Vermeer,
además de pintor pudo dedicarse a la profesión de su padre, como marchante de arte,
comerciando con obras ajenas, lo que le hubiera dotado de cierta comodidad económica.

Un estilo singular

Vermeer siempre ha sido concebido como el antagonista de los “pequeños maestros”, ya


que el “pequeño maestro” pintaba objetos lujosos y exóticos, pero siempre vistos a través
del vidrio de las ventanas, contemplados desde la calle, como si estuvieran observados por
un viandante más.

Vermeer opta, sin embargo, por los espacios interiores, pero no buscando objetos lujosos
de familias de alta clase, sino algo que fue su gran obsesión en la pintura… la luz.

Luz y color en las obras de Vermeer

No es casual que el creciente interés por Vermeer coincidiera con el nacimiento


impresionista, con su rechazo del estilo académico de tonos oscuros y su dedicación a una
pintura al aire libre clara, de colores puros. El color es entendido por los impresionistas
como una cualidad de la percepción de la luz, cuya claridad, tonalidad y saturación depende
de la longitud de onda de la luz.

La aplicación de esta teoría de las ciencias naturales en la pintura tuvo como consecuencia
que el color comenzara a verse como un fenómeno sujeto a las variaciones de la luz,
dependiendo además, de la percepción del espectador.

Es por ello que Vermeer ha tenido una gran influencia y aprecio entre el público
impresionista, como lo sigue teniendo en la actualidad y a buen seguro lo tuvo en su tiempo.

Vermeer fue un innovador. Su preferencia por el equilibrio en la disposición de los objetos, el


procedimiento de reducir estructuras complejas a unos pocos elementos, su tratamiento de
la luz y la forma de aplicar el color, reflejan una cualidad estética que era única en su época.
Es difícil comprender como el artista pudo hacer juego, de forma tan sutil, con la
luminosidad ambiental, pero Helena nos desvela esta cuestión. “Hoy sabemos que Vermeer
se valía de la cámara oscura para ejecutar la mayoría de sus obras, esto lo apreciamos en
las borrosidades marginales y en los puntos de luz, el famoso pointillé”.

Y es que Vermeer no trataba de plasmar la realidad tal cual era, sino como la ven nuestros
ojos, humanizando la imagen conforme la luz es captada por el ojo humano. El pintor que
creó nuevos espacios
La pintura holandesa de su tiempo estaba marcada por profundos convencionalismos
sociales y la rigidez de las formas. Una característica esencial de este periodo es la fuerte
individualización y el aislamiento de las figuras, retratadas con la tensión y la inquietud de
quien se sabe retratado. Sin embargo, podemos comprobar que esto no era común en la
pintura de Vermeer.

En obras suyas, como “La lechera”, “El militar y la muchacha riendo” o “Mujer con jarra de
agua”, se puede apreciar que Vermeer plasma escenas de la vida cotidiana con una
gracilidad y naturalidad exquisitas.

No hay rastro alguno de muecas, distorsiones o figuras forzadas, todo fluye de forma
natural, desapasionada incluso. “Las personas, sobre todo mujeres, parecen casi
desapasionadas, no muestran emoción alguna, es un modo de ocultar sus emociones, pues
son suyas, no hay razón alguna para imponerlas al espectador”, comenta Helena Jiménez.

Por último, es importante destacar el establecimiento de barreras comunicativas por parte


de Vermeer. El motivo de la mesa cubierta por un tapiz, que con tanta frecuencia se repite
en sus obras, alza una barrera entre las figuras retratadas y el espectador, es parte del
simbolismo de Vermeer.

El pintor pretendía con ello, de una forma sutil, distanciar al espectador del retratado,
marcar un límite que el público no pudiese traspasar. Antes explicamos que el pintor trata de
vetar las emociones de sus modelos, intentando no mostrarlo todo, dejando sitio a la
privacidad personal, y el hecho de que interponga tales barreras comunicativas no hace
sino enfatizar esa idea.

“Vermeer quiere mostrar, pero siempre manteniendo cierta privacidad, una intimidad que
quizás entendamos al concebir al pintor como un “interiorista”, es la intimidad del hogar,
aquella que se produce de puertas para adentro”.

Obras de Johannes Vermmer.

1. La joven de la perla

Sin duda, "La joven de la perla" (1665 - 1667) es una de las pinturas más famosas a
nivel mundial. Corresponde al retrato de una chica misteriosa con mirada sugerente.
La muchacha mira directo al espectador y la boca está ligeramente abierta, como si
le hablara al público. Por otro lado, la cabeza ladeada da la sensación de que está
sumida en sus propios pensamientos.
El fondo neutral y oscuro permite que destaque su imagen y se genere un efecto
fotográfico. Su vestimenta responde al estilo oriental y el turbante azul hace
referencia a la moda que imperaba en la Europa de aquellos años, en donde lo
exótico era muy apreciado.

La perla también se sitúa como un elemento clave dentro de la narración, ya que


aunque la joven atrae por su sensualidad, el pendiente constituye un símbolo de
castidad.

2. La clase de música (Caballero y dama tocando el virginal).

Esta es una de las obras más famosas de Vermeer. Aquí se pueden ver dos temas
que utilizó bastante:la música y las relaciones amorosas prohibidas. Entre 1662 y
1665 realizó este cuadro en que retrata a la alta burguesía, lo que puede notarse en
detalles como el piso de mármol y el tapiz de origen oriental.

La acción se presenta a distancia, con una joven de espaldas tocando el virginal y


un hombre supervisando su desempeño. De esta manera, se sitúa al espectador
como un voyerista que no puede asimilar lo que sucede por completo. Sin embargo,
al artista le gustaba agregar alusiones sutiles, como se puede ver en el espejo en
que se refleja la chica observando al caballero junto a ella.

Por su parte, este personaje la mira con detención, insinuando una tensión amorosa
entre ambos. Vermeer nos muestra un momento detenido, no se sabe la relación
entre ellos. Por sus ropas y la banda parece ser un tipo distinguido, pero el título
hace alusión a una clase, así que quizás es su profesor.
3. El arte de la pintura.

Esta fue de las pocas pinturas que Vermeer no realizó por encargo y que nunca
vendió, a pesar de tener bastantes deudas. Por tanto, se considera como una
declaración de principios. La realizó en 1668 y presenta el tema del artista frente al
lienzo, completamente absorto en su trabajo creativo.

La modelo es una joven con un manto azul de seda, una falda amarilla y un tocado
de hojas. Sostiene un trombón en su mano derecha y un libro en la izquierda. A esta
muchacha se la ha identificado como Clío, la musa de la historia.

En la mesa del centro se pueden observar varios objetos desperdigados. Entre


ellos, destaca una máscara que puede aludir a la representación teatral. De este
modo, estos tres elementos (instrumento musical, libro, máscara) pueden funcionar
como una alegoría de las artes y cómo éstas se alimentan de la historia para su
quehacer.

Ambos personajes se encuentran en el estudio del pintor, que en la vida real estaba
en el segundo piso de su casa. Se cree que hay una cierta idealización del espacio,
pues es poco probable que en él se encontraran candelabros, pisos de mármol y
tapices. Por otro lado, es importante fijarse en el mapa que se encuentra al fondo,
donde se representan los Países Bajos, que en aquellos años se estaban revelando
como una nueva potencia.

Tras la muerte del artista, la pintura fue legada a su suegra y en 1813 fue adquirida
por un conde austríaco. En 1940, Hitler compró esta obra para el museo de arte que
tenía planeado construir. A fines de la Segunda Guerra Mundial, fue encontrada en
la mina de Altaussee, junto a otras 7000 obras y entregada al gobierno de Austria,
donde se encuentra actualmente.

4. El astrónomo

En este cuadro de 1668 se puede ver la representación de un científico, al que


también pintó en El geógrafo un poco más tarde. Esta temática tiene relación con el
cambio de paradigma que se estaba viviendo. Hasta mediados del siglo XVII,
imperaba la teoría de humanistas conservadores que declaraban pecaminoso
estudiar el cielo y la tierra. Sin embargo, diversos avances como el telescopio
reflector y la construcción de un observatorio astronómico en París, hicieron que el
imaginario colectivo aceptara y defendiera estas disciplinas.

De todas maneras, aquí existe una representación más bien romántica, pues el
hombre trabaja en una habitación cerrada, cuando en realidad debería estar situado
en otro contexto. Su atuendo, una especie de toga que llega hasta los pies y que no
corresponde a la vestimenta del periodo, lo hace ver como un personaje especial o
"escogido".

Muy concentrado, compara las descripciones del libro con el globo terráqueo. Con la
mano derecha sitúa la esfera, dejando ver las constelaciones de la Osa Mayor, el
Dragón y Hércules. El libro fue identificado como Sobre la investigación y
observación de las estrellas. Detrás del tapiz de la mesa, se puede ver un
astrolabio, instrumento muy importante para la astronomía y la navegación

Así, esta imagen se instala como una defensa hacia la exploración y los avances
científicos. El artista está apoyando la idea de un mundo en que el ser humano es
capaz de estudiar y comprender la realidad desde diversas perspectivas.

5. Criada con cántaro de leche.

Vermeer era calvinista, corriente protestante que defendía toda la creación como
obra de Dios. De esta manera, en sus cuadros muestra a todo tipo de personajes y
clases sociales. Hay una variedad de pinturas en las que retrata a sirvientas en
mitad de sus labores, como se puede ver en esta que realizó entre 1658 y 1660.
Aunque en el arte holandés de este periodo la servidumbre era representada de
manera holgazana o lasciva, el artista decidió cambiar el foco y utilizar la imagen de
la criada como un modelo positivo para las mujeres. De este modo, se enfoca en
una joven que, con mucha concentración y cuidado, vierte la leche en un cuenco
para preparar el desayuno. Su mirada baja es signo de humildad y modestia. Por su
parte, la sencillez de la habitación y sus ropas reflejan lo honradez en su tarea y su
postura ante la vida.

El pan y la leche están trabajados con un detalle increíble, y parecieran cobrar vida
dentro del lienzo. Asimismo, cargan un mensaje cristiano, pues son alimentos puros,
muy presentes en la Biblia.
Si bien hoy existen otros cuadros de Vermeer más reconocidos, este fue uno de los
más apreciados en el periodo, pues en la subasta que se realizó en 1696 se vendió
a un precio muy alto, a pesar de su pequeño tamaño.

6. Mujer escribiendo una carta y criada

Uno de los grandes temas que trabajó el artista fue el realismo cotidiano, como el
retrato de mujeres en su intimidad. En esta escena pintada entre 1670 y 1671, se
puede apreciar la relación de complicidad entre la señora y la criada. Esta última fue
un personaje recurrente en este tipo de cuadros, en los que desempeña el papel de
correo secreto entre los amantes, para así despejar sospechas.

Las dos mujeres se encuentran de frente al espectador. La señora concentrada en


su misiva y la criada vigilando que no sean sorprendidas. El cuadro que se observa
atrás hace alusión al descubrimiento de Moisés en el Nilo, que se puede relacionar
con lo secreto y con el abandono de niños producto de relaciones extramaritales.

El motivo de la carta de amor no tiene un carácter tan inocente y anecdótico como


parece a primera vista. Vermeer trabajó un tema que fue bastante controversial en el
periodo. De hecho, en los tratados jurídicos del siglo XVII, el envío de cartas de
amor por parte de mujeres, se consideraba como prueba de adulterio.

En cuanto a la composición, se puede notar la construcción geométrica, ya que el


artista sitúa la escena en una esquina de la habitación, utilizando líneas verticales
(cortina, bordes del cuadro y de la mesa) y horizontales (bordes del cuadro y de la
mesa). Además, se puede destacar su recurrente uso de suelos de mármol con
patrones de ajedrez que también refuerzan la impresión matemática. Por último, la
ventana situada a la izquierda funciona como foco de luz, otorgando un carácter
dramático.
7. La tasadora de perlas

Las perlas fueron un objeto recurrente en la obra de Vermeer. Funcionaron como


símbolo variable y, en este caso, presentan el dilema entre la virtud y el vicio.

En "La tasadora de perlas" (1663), una mujer sostiene en la mano derecha una
balanza. El ambiente es sombrío y oscuro, lo único que reluce son las joyas. Sólo
desde la esquina izquierda parece llegar un leve rayo de luz que ilumina la escena.
El cuadro borroso que se puede observar atrás representa el Juicio Final, en el que
se separa a los buenos de los malos.
Si se observa con atención, en la balanza no hay ningún objeto. La mujer la sostiene
con cuidado para mantener un equilibrio precario. Esta alusión puede entenderse
como la crítica a la vanidad humana que necesita llenarse de cosas, en lugar de
buscar ensalzar los valores morales.

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