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El lenguaje humano 1
1.1. La comunicación
El ser humano, que se distingue de las otras especies animales por sus características
físicas (p. ej., anda de pie) e intelectuales (pues interpreta el mundo como un conjunto de objetos
con valor simbólico), posee varios tipos de sistemas de signos, como los que señalábamos más
arriba, y otros, entre los cuales se distingue, por su naturaleza, y riqueza expresivas, el lenguaje
hablado. Decimos "hablado", porque los gestos pueden considerarse también un lenguaje, así
como las representaciones pictóricas, incluyendo en ésta la escritura. En otras palabras, si
llamamos lenguaje a cualquier sistema de signos empleado por el hombre, el lenguaje por
excelencia será el hablado, ya que es el medio natural que el hombre usa para comunicarse: en
condiciones normales todo hombre está capacitado para aprender y emplear el lenguaje hablado.
Por supuesto, el gestual y el pictórico lo acompañan y hasta lo sustituyen en circunstancias
particulares (conviniéndose a veces en el único medio disponible) como sucede con el lenguaje
gestual -altamente especializado-de los sordomudos, aunque nuestra condición natural es la de
emplear un lenguaje cuyos signos sean orales, producibles con el aparato articulatorio y percibibles
por el oído.
Cómo ha llegado el hombre a desarrollar tal lenguaje, es un misterio, pero se supone que su
aparición debe haber seguido la misma evolución que la del homo sapiens; porque el lenguaje
humano es una característica propia de nuestra especie. Las otras especies animales tienen
sistemas de comunicación semejantes en algunos aspectos al nuestro, pero ninguno posee un
sistema con los rasgos y las propiedades del lenguaje humano.
¿Cuáles son esos rasgos y esas propiedades? Los más importantes son los siguientes:
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1. Los signos del lenguaje humano (que identificamos con el lenguaje hablado) tienen un
significante oral. El significante es una secuencia de sonidos. Por ejemplo, la palabra mesa es la
secuencia de los sonidos m, e, s, y a que, en español, tiene el significado correspondiente.
2. En el lenguaje humano existen dos tipos de unidades: los sonidos, que de por sí no
tienen significado, y los signos, que se forman al combinar los sonidos y que sí tienen significado.
El lenguaje humano es, por tanto, un sistema de doble articulación,. según la terminología del
lingüista francés André Martinet3 una, correspondiente a los elementos distintivos: los sonidos, que
permiten distinguir signos (por ejemplo, mesa se distingue de pesa por el sonido inicial), y la
segunda, correspondiente a los elementos significativos, es decir, los signos.
3. Los mensajes del lenguaje humano son divisibles en segmentos correspondientes a los
elementos señalados en el punto anterior. Un mensaje es divisible en signos, digamos en palabras,
y éstas son divisibles en sonidos. Esta segmentación es la que el hablante realiza al reconocer el
mismo sonido en dos palabras (por ejemplo, “e” en mesa y pesa) y una palabra en dos frases
distintas (p. ej. mesa en me gusta esta mesa y la mesa es grande). Los elementos lingüísticos son
de un número finito, pero sus combinaciones (las oraciones) son de un número infinito. Volveremos
sobre esto más tarde.
Vale la pena notar que la escritura refleja esa segmentación a que nos referimos más
arriba. Si bien las oraciones son, desde el punto de vista acústico, un continuo, las pensamos -y las
escribimos- divididas en palabras, y éstas, a su vez, en símbolos correspondientes a sonidos.
4. El lenguaje humano goza de una gran creatividad, por un lado, porque siempre es
posible inventar nuevas palabras, de las cuales algunas ni siquiera son referenciales-son
abstractas-, y, por otro lado, porque no existe un límite máximo a la longitud de una frase, ya que
ésta, por más larga que sea, puede ser ampliada agregando otra palabra. En otros términos, el
lenguaje posee la propiedad de la recursividad: existen ciertos elementos que pueden incluirse una
y otra vez (esto es, recursivamente) en una frase. Piénsese en una frase "interminable" como: "El
perro persiguió al gato que persiguió al ratón que vio al perro que persiguió al gato que..." Uno
podría extenderla ad infinitum y esto sería posible porque la frase en cuestión contiene una
oración, que a su vez contiene otra oración, y ésta a su vez contiene otra, y así sucesivamente. La
oración es, por lo tanto, un elemento recursivo. Así que, además de la creatividad temática
dependiente de los conceptos que se pueden expresar en el lenguaje, existe una creatividad
estructural dependiente del tipo de elementos y reglas que pueden usarse en el lenguaje.
Ahora bien, la creatividad del lenguaje hace que el hablante pueda producir y entender un
número infinito de frases.
5. Otra propiedad del lenguaje humano es la de estar regido por principios estructurales y
funcionales. A uno de esos principios lo llamaremos de "estructura jerarquizada". Este principio
expresa que las frases u oraciones no se forman agregando un elemento a otro de manera
puramente secuencial, como si se tratara de una sarta de palabras, sino teniendo en cuenta cierta
disposición y organización jerárquica. Si esto fuera cierto, una oración con cuatro elementos,
digamos A, B. C y D, podría estar organizada de la manera indicada en (a), donde A y B
constituyen una unidad: X, que junto a C constituye otra unidad: Z, que junto a D constituye otra
unidad: W.
3
. C. André Martinet (1965)
3
A)
Pero no se podría incluir ladró dentro de otra unidad. X o Z, de manera de obtener El ladró
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perro blanco" o "El perro ladró blanco", que como se notará, son disparates, ni se puede anteponer
blanco ladró: el perro, porque estas dos palabras no constituyen una unidad. Blanco ladró el perro
es también un disparate.
En conclusión, en el lenguaje humano las oraciones no son una simple secuencia de
palabras, sino estructuras jerarquizadas de elementos. El principio de la estructura jerarquizada es,
por lo tanto, una propiedad inherente al lenguaje humano.
6 Otra característica del lenguaje que vale la pena mencionar es su retransmisibilidad es
decir, el receptor de un mensaje puede convertirse en emisor y así comunicar a otra persona el
mismo mensaje.
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5
. Véase, por ejemplo, lo que Chomsky sostiene en Piatelli-Plamarini (1980).
6
estructura jerarquizada. agregaríamos nosotros, de las dos oraciones.6
Sin embargo, el experimento no muestra, en nuestra opinión, que Sarah posea ese principio.
En efecto, nos parece que Sarah primero hace dos tareas correspondientes a las dos oraciones, y
luego repite esta secuencia de dos tareas cuando se le suministra la oración con los cuatro
nombres, manzana en el plato, banana en
el vaso. Para confirmar la hipótesis, se le debería suministrar una oración con los términos
invertidos, banana en el plato, manzana en el vaso, o una oración incongruente, por ejemplo con
plato en manzana, vaso en banana. En cuyo caso, creemos. Sarah repetiría la secuencia de
tareas, a pesar de que el orden de los nombres cambiare, y no realizaría las tareas
correspondientes a las nuevas instrucciones.
En conclusión, estos experimentos no muestran de manera convincente que el chimpancé no
esté siguiendo las pistas involuntarias que le da el investigador, hecho que ha motivado la
elaboración de otros experimentos. Hay investigaciones en las que los chimpancés son entrenados
por medio de computadoras, de manera que no se acostumbren a interpretar alguna señal del
entrenador como indicación para la respuesta correcta En estos experimentos, cuyos resultados
son aún incompletos pero que no parecen arrojar luz sobre la cuestión. el chimpancé no ve al
entrenador y contesta a través de un terminal de computadora cuyas teclas tienen símbolos
abstractos de colores, como en el experimento de Sarah. Otra observación que valdría la pena
señalar a propósito de estos experimentos es que en ningún caso el lenguaje empleado goza de
doble articulación. Los símbolos usados son unidades indivisibles. A un símbolo corresponde una
idea, pero el símbolo no es divisible en unidades distintivas comparables a los sonidos, o si se
quiere, a las letras.
Las observaciones que hemos hecho a estos experimentos han sido a veces rebatidas
aduciendo que los chimpancés no pueden compararse con los hombres adultos sino con los niños,
y quizás con los niños sordomudos. Esta idea se justifica: pero no se sostiene por tres razones. En
primer lugar, los niños no aprenden a hablar como los chimpancés: no son 'entrenados" para
hablar ni se limitan a interpretar y repetir un grupo especifico y limitado de oraciones. En segundo
lugar, los niños desarrollan plenamente su lenguaje antes de los cinco años, y lo entienden ya a
una edad mucho más temprana. En tercer lugar, aun los niños sordomudos aprenden un lenguaje:
o el gestual, o, con el debido entrenamiento, el oral. Por lo tanto, la comparación que se establece
entre chimpancés y niños es insostenible. Mientras los chimpancés, y los otros animales,
desarrollan un sistema comunicativo en el que los mensajes son condicionados por estímulos
exteriores inmediatos, los seres
humanos desarrollan un lenguaje en el que los mensajes no se limitan a esta función
y gozan de una gran creatividad formal y temática.
Una persona que hable una lengua conoce esa lengua: conoce sus sonidos y sus signos,
sus propiedades combinatorias y, por supuesto, puede producir y entender cualquier oración en
esa lengua. Dicho conocimiento no es consciente: ningún hablante es capaz de identificar todos los
7
. Los términos de lengua y habla corresponden a los de langue y parole, respectivamente, que Saussure introdujo en su
Curso.
8
. Las nociones de competencia y ejecución fueron introducidas en la lingüística por N. Chomsky, en 1965, en su
Aspects of the Theory of Syntax, traducido al español en 1970. En esta traducción, el término inglés performance aparece
como actuación en lugar de ejecución.
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elementos significativos de su lengua, a menos que sea un lingüista experto. Sin embargo, el
simple hecho de que hable la lengua implica que la conoce. Se llama competencia a este
conocimiento inconsciente e intuitivo.
La competencia le permite al hablante producir y entender un número infinito de oraciones en
su lengua. Como lo señalábamos en la sección 1.2., de hecho nos enfrentamos a diario con
oraciones nunca oídas antes y, sin embargo, las interpretamos correctamente.
Desde el punto de vista teórico, el hablante puede también producir oraciones de una longitud
infinita. Claro está, nadie lo hace, porque -entre otras razones- su memoria no le permitiría
recordar, después de un elevado número de palabras a qué se refería la primera. La situación
mejoraría si escribiera la oración, pero su intento, a la larga, fallaría. Así que existe una diferencia
entre lo que el hablante sabe y lo que el hablante hace. Su conocimiento lingüístico le permite
producir y entender mucho más de lo que realmente entiende y produce, porque la memoria y otros
factores psicológicos -e inclusive físicos, como p. ej, los ruidos- coartan su actuación lingüística. En
conclusión, todo hablante tiene una competencia que se realiza como una ejecución lingüística,
condicionada por factores ajenos a la competencia.
¿En qué consiste, entonces, el conocimiento de un hablante? Consiste en saber:
a) Cuáles son las palabras de la lengua. Conoce el vocabulario o léxico de su lengua.
b) Cómo se combinan las palabras para formar las oraciones. Conoce la sintaxis de su l
engua.
c) Qué significan las palabras y oraciones. Conoce la semántica de su lengua.
d) Cómo se pronuncian las palabras y las oraciones. Conoce la fonología de su lengua.
La definición que hemos dado de lengua concierne únicamente a la lengua oral. Sin
embargo, a menudo, cuando se habla de ese concepto se piensa en la escritura. Por ejemplo,
cuando decimos que el español tiene un determinado sonido, a veces se piensa en la letra o las
letras que representan ese sonido. Esta confusión es muy común, pero es incorrecta, puesto que la
lengua es un sistema de signos orales, y la escritura es un medio para representar gráficamente la
lengua. Recuérdese que la mayoría de las lenguas del mundo carecen de escritura y que hay
hablantes de lenguas con escritura (p. ej. español o inglés) que son analfabetos, pero en todos
estos casos los hablantes poseen una lengua. Ahora bien, nuestro interés es el estudio del
lenguaje oral, por lo tanto, no nos detendremos sobre el estudio de la escritura, excepto para
aclarar algunas nociones básicas.9
Hay, fundamentalmente, tres tipos de escritura: el de palabras, el silábico y el fonético. El
primero está constituido por símbolos o caracteres que representan cada uno a una palabra, como
los primeros jeroglíficos egipcios o el chino contemporáneo. En el segundo, cada símbolo
corresponde a una sílaba, como con los jeroglíficos egipcios a parir de 1500 a.C. y el japonés
contemporáneo. El tercer tipo corresponde al español, al inglés y la mayoría de las lenguas
contemporáneas. En este último tipo, cada símbolo o grafema corresponde a un sonido. Sin
embargo esta correspondencia no es siempre unívoca. Por ejemplo, en español hay sonidos que
tienen más de una representación ortográfica, como en el caso de la [s] (los símbolos incluidos
entre corchetes, [ ], representan sonidos) que se representa (en el español hispanoamericano) con
las letras s, z, y c, También sucede que un mismo grafema representa sonidos distintos, como es
el caso de e que a veces representa [s] y a veces [k]. Al mismo tiempo hay sonidos que se
representan con dos letras juntas, por ejemplos ch y ll. La letra h sola no representa ningún sonido.
De estos tres tipos de escritura, la última es la más práctica, porque permite representar la
9
. Para los temas tratados en esta sección, se puede consultar Fromkun y Rodman (1978) y Gleason (1970), entre otros.
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lengua con un promedio de 25 caracteres, mientras que en chino, por ejemplo, existen alrededor
de 3,000 caracteres.
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