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ESTUDIO FENOMENOLÓGICO DE LA VERGÜENZA EN PSICOTERAPIA

Terapia Gestalt y Vergüenza

Alberto Guzmán Ferraro


Psicólogo

La vergüenza es un afecto que cualquier ser humano ha experimentado: la sensación de ser


observado, analizado, juzgado. El estupor que invade al cuerpo promoviendo que el self, a través
de su función ello, nos permite sentir una tormenta de sensaciones dentro de la piel. En
momentos así “el ello es el segundo plano dado, que se disuelve en posibilidades, incluyendo las
excitaciones orgánicas, las situaciones inacabadas del pasado que se vuelven consientes, el
entorno vagamente percibido y los incipientes sentimientos que conectan al organismo con el
entorno” (P.H.G; II, 10, 5)1. A su vez la función yo, desarrolla su proceso de
identificación/alienación, utilizando por preferencia la proyección. Esto apoyado por una serie de
contactos descontados (J. M. Robine, 1997) e introyecciones patológicas de la función
personalidad.

Carmen Vázquez Bandín habla un poco sobre la vergüenza en la situación terapéutica en su


artículo “La deflexión como una retroflexión ‘metafórica’”; refiriéndose al fenómeno de la
vergüenza, citando a G. Kaufman, como “‘un fracaso interpersonal significativo.’ Esta vergüenza
es sobre todo, una ruptura, en el campo de la experiencia de sí mismo; pero esta ruptura aunque
enraizada en la historia, se vive en el presente y esta necesariamente presente, si quiere uno
tomarse la molestia de verla, en la relación terapéutica”. Según Vázquez la manifestación de la
vergüenza se presenta cuando el paciente se da cuenta (conciencia inmediata) de un ajuste
conservador, y de que su propia creación lo detiene en algunos aspectos de su vida. Aquí surge la
sensación de ser inadecuado frente al otro en la situación presente. Es en este momento cuando
Vázquez, apoyándose en Wheeler, explica el fenómeno de la vergüenza como la aparición de una
“brecha o fisura” en la relación entre terapeuta y paciente. Brecha que comúnmente se intenta
reparar o rellenar con proyecciones para poder sobrepasarla ya que “la vergüenza remite a
ciertas cualidades de la identidad que han sido puestas en tela de juicio” (Robine. 1997, p152) y
que la persona intenta nuevamente de salvaguardar del ojo escrutador del otro. En este momento
su ser esta revelado y muestra – según el paciente – que es inadecuado para los ojos de su
semejante ya que no se es lo que se debería ser; es en este momento donde la serie de amenazas
proyectadas, las cuales siempre están vinculadas con la idea del desprecio y la pérdida del lazo
emocional que se posee (“no eres lo suficientemente bueno para ser querido”) hacen su aparición
para poder mantener y continuar de algún modo la relación con el otro: esfuerzo que se hace
doloroso del modo como lo dice Robine citando a Hultberg (1997, p.153) “la vergüenza es
provocada por una herida no con respecto al objeto, sino a una norma mental. Estos es fuente de
angustia, mucho más profunda que la del castigo: la angustia de ser excluido de la comunidad de

1
De esta forma me referiré al libro Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana de Perls,
Hefferline y Goodman. Las citas de ubicación en este libro están en el siguiente orden: Volumen (II), Capitulo (10),
Apartado (5).
1
los hombres. La vergüenza es la angustia de la soledad total, del aniquilamiento no físico sino
psíquico2.”

Ahora bien, siguiendo con la construcción del fenómeno de la vergüenza por parte de Gordon
Wheeler este llega a la conclusión de que la vergüenza es una función del campo, una función
organizadora del mismo ya que “la naturaleza ha diseñado al sí mismo (self) para que éste
construya un entendimiento funcional del campo, una comprensión del campo para evaluar y
manejar todo aquello que debemos enfrentar, además de realizar e integrar las interpretaciones
que nos permitirán seguir haciendo esto en el futuro.” (Wheeler. 2005, p.187). Es decir que la
vergüenza, es el “instrumento de medición” del nivel de apoyo o soporte que está disponible en
el campo. La vergüenza se manifiesta como una respuesta a ciertos desafíos que se presentan en
las relaciones cotidianas en el campo organismo/entorno. Wheeler dice “nuestra respuesta a esos
desafíos del desarrollo casi siempre implica un compromiso del sí mismo (self) (una expresión
parcial o severamente limitada de alguna parte del mundo interior) y una expansión creativa de
habilidades e integraciones del sí mismo (self) en el campo (una nueva adaptación a las
circunstancias, usando y expandiendo las capacidades que ya conocíamos, y a menudo con
resultados más creativos y productivos que los que hemos podido reconocer en nosotros durante
estos años)”. (Wheeles. 2005, p 189)
Viendo la vergüenza de este modo podemos decir que está es un agente promotor del
desarrollo y el crecimiento; el indicador de nuestras limitaciones a transgredir, a expandir para
contactar plenamente con el entorno y el otro. Una función organizadora que nos indica cual es
la situación presente de nuestra relación con el entorno y con el otro u otros en él. Solo existe
una dificultad para que este fenómeno organizador se perciba y se acepte como tal; esta es que en
nuestra cultura – tradicional, individualista y reduccionista – se da una connotación negativa a la
manifestación de la vergüenza ya que, al presentarse está en el experimentar de una persona, solo
se le interpreta como la necesidad y dependencia, del sujeto, hacia otro u otros, lo cual dentro de
nuestra sociedad es una desgracia, muestra de debilidad y de inferioridad.

Una de los esfuerzos de algunos terapeutas Gestalt – se puede ver en Wheeler, en Yontef y
Robine– es lograr cambiar la representación que posee el afecto de la vergüenza y mostrar su
función positiva e integradora. Y podemos apreciar que estos esfuerzos han sembrado semillas en
muchos terapeutas, ya que observamos su preocupación y atención durante la terapia cuando la
vergüenza se transforma en la figura a trabajar o es el segundo plano o fondo que da soporte al
actuar humano.
Teniendo en cuenta estas ideas me gustaría ahora presentar un caso clínico en el cual se podrá
apreciar la manifestación de la vergüenza en la relación terapéutica para así, de forma paralela, ir
ubicando cada manifestación de este afecto en el ciclo de contacto y retirada de contacto.

Caso Clínico3

2
La cursiva me pertenece.
3
La descripción del este caso no será continuo. Podría decir que es la recopilación de los momentos mas pertinentes
para este escrito.
2
En consulta se puede observas a una persona que ingresa a la habitación asomando primero su
cabeza, seguido de un “con permiso” de tono bajo y débil. El solo mirar del terapeuta hace que su
cuerpo se detenga, manteniendo congelado el acto de caminar; y su cabeza se hunda entre los
hombros mientras sus ojos juegan a no omitir ni un solo detalle del suelo (¿en realidad estará
contactando el suelo?).
Se le invita a pasar y tomar asiento. Al hacerlo sus piernas se juntan desesperadamente,
mientras sus pies entablan un mínimo contacto con el suelo: que poco auto-apoyo se brinda esta
persona – me digo a mi mismo – o ¿será que el apoyo ambiental que el percibe en ese instante le
resulta insuficiente?
Por otro lado, la parte superior de su cuerpo y por excelencia el conjunto transformador
(manipulador es el termino clásico del PHG), como lo exponía Perls, se encuentra derrotado por la
gravedad; en una primera observación da la impresión de que sus brazos caen suavemente sobre
sus piernas ya que no hay presión en estas, pero en realidad lo que sucede es que el sujeto los
mantiene suspendidos sobre sus muslos y el tocar con estos es poco.
Mientras entablamos el setting o encuadre terapéutico observo que su cabeza no parece tener
un cuello que la sustente, por lo cual el paciente se ha visto obligado a sostenerla con su hombro
derecho, motivo por el cual se puede apreciar que este es mucho más corto que el hombre
izquierdo.
Al replantearme la pregunta sobre la percepción del apoyo ambiental del sujeto observo que su
espalda, delicadamente roza el respaldar de la silla. Su postura en apariencia es de estar
vulnerable, da la impresión de ser un castillo de naipes y al mismo tiempo, esa vulnerabilidad se
contrasta con la rigidez de su postura, fuerte y sutilmente imponente hacia al otro que esta frente
a él. Es como si estuviera escrita la declaración de guerra: “tú eres el enemigo del cual me debo
defender”.
Durante la primera sesión y la segunda su voz se escucha débil y sofocada; su pecho no brinda
la flexibilidad pertinente para obtener suficiente oxígeno y en su garganta puedo observar como
sus músculos están hipertónicos, casi al punto de poder partirse como juncos secos (algo
fantasioso y a la vez real que me recuerda al realismo mágico de Gabriel García Márquez).
En su rostro se puede ver el retrato fantasmagórico de un hombre triste y ausente, lo cual
contrasta con grandes gotas de sudor y pequeños instantes de enrojecimiento; principalmente
cuando me dirijo a él.
Con todo lo experienciado intento ubicar ese “punto cero” del que habla Perls y al que Robine
denomina pre-fenomenológico. Trato de colocarme en su posición, “su ser en el mundo” (Da sein):
estoy temeroso, rígido y desprotegido. Guardo silencio durante este ejercicio esperando una
reacción a este. Se nota su inquietud, el movimiento de su respiración se restringe a la parte
superior de su pecho y sus hombros. Me doy permiso de tomar esta retroflexión como primer
objetivo a trabajar.
Ahora, si nos tomáramos un momento para ubicar estos acontecimientos en el ciclo de
contacto y retirada del contacto, yo los organizaría de la siguiente forma:

Pre-contacto: en este el cuerpo es el fondo; el apetito, las sensaciones o estilo ambiental es la


figura. Es lo dado o el “ello” de la situación. Es de lo que se es consciente. En este consultante
podría decir que la función ello del self está en una dinámica caótica. Una o varias pulsiones y/o
3
necesidades piden ser figura, pero el proceso de formación figura/fondo se ve interrumpido por el
confluir patológico, lo que conlleva a una “fusión” de la figura y el fondo. Se dan una serie de
sensaciones pero estas se omiten a través de la desensibilización y la represión. Esta configuración
figura/fondo indiferenciada da continuidad al ciclo de contacto y será el fondo sustentador de la
siguiente formación figura/fondo.
Toma de contacto: durante esta fase se dan dos actividades: la orientación y la trasformación
(en lugar del termino manipulación).
Durante la orientación la excitación del apetito o el estímulo se convierte en fondo, algún “objeto”
o conjunto de posibilidades es la figura. El cuerpo disminuye. Y durante la transformación hay una
elección y rechazo de las posibilidades, se crea y se elige una “realidad”; el mundo de posibilidades
del campo se hace “objetivo” gracias a la orientación y trasformación deliberadas de la función yo.
En el caso que estamos estudiando, la primera sub-fase es desordenada debido a lo no
adecuado del segundo plano producto del Pre-contacto. El sujeto siente una molestia insoportable
e irreconocible. Por lo cual la orientación del organismo en el campo es caótica y sin objetivo o
meta fijos, es decir, sin la posibilidad de encontrar una figura viable y clara en el entorno. Esto lo
podemos apreciar en la incomodidad continua del sujeto en la situación terapéutica y en una
posible interpretación del entorno como amenazante (apoyo ambiental inadecuado).
Debido a que la orientación no produjo una adecuada figura, la trasformación del entorno es de
igual modo caótica. El organismo busca estructurar una “realidad” pero evitando y sin poder
contactar plenamente con las posibilidades del campo. Para prevenir esta ansiedad el organismo
utiliza sus archivos expiatorios, los entes que calman la ansiedad y disminuye la frustración
(aunque son sensaciones que recíprocamente se crean y aumentan) 4. Estos actos son los que F. S.
Perls en su primer libro denomino “complejo de maniquí”. Objetos en los cuales se proyecta ese
“algo” que satisfará la necesidad presente. Lo que más adelante en el PHG se conocerá como un
proceder de la perdida de la función yo conocida como retroflexión 5.
En estos momentos nuestro paciente o cliente se encuentra muy ansioso y su acción
“pertinente” es morderse el interior de sus mejillas – se puede observar – y hablar sobre el
problema que tuvo para pagar la consulta. Una vez observada su reacción hasta este momento
procedo a trabajar junto con él con todos estos fenómenos. Transcribo a continuación un suceso
que se dio en el encuentro terapéutico (entre las sesiones cuarta y sexta, sin ser exactos)

T: ¿Cómo te sientes aquí en este momento?


C: [entra en un estado de estupor grave, tartamudea hasta exponer muy tímido] en realidad…
como basura, me avergüenzo de mí. Soy torpe en las cosas que hago, muy tímido. No puedo ver a
nadie a la cara. ¡Ni a ti y eso que te busque!

La respiración se regula por un momento y se observa una calma. Se me hace claro que el
sujeto pudo lograr una configuración figura/fondo espontánea y pudo ser consiente (awere) de
sus sensaciones, su malestar (vergüenza), para posteriormente orientarse y poder transformar su

4
P.H.G. (2002)
5
(abierto a debate) Los Polster denominaran a esto deflexión, pero no utilizo este término al guiarme por el de
Carmen Vázquez: retroflexión “metafórica”.
4
entorno. A saber, pudo por ese momento reconfigurar las secuencias que ubique en el pre-
contacto y toma de contacto.
Si analizamos esta nueva configuración encontramos que el sujeto divisa como “objeto” a
contactar al terapeuta. En este punto se ha hecho consciente de:

a. Molestias “dentro de la piel”, lo cual indica una reconfiguración de la formación


figura/fondo en la fase de pre-contacto (función ello).
b. Identificación de una serie de auto-conceptos problemáticos; dando indicios que durante la
fase de toma de contacto los procesos de orientación y la transformación, al tener un
mejor segundo plano, han elaborado un mejor trabajo (función yo). Lo cual lleva a,
c. La idea o anhelo de querer cambiar, estar con el terapeuta y obtener la ayuda que tenía
pensada buscar desde un principio (deseos de reconfiguración de la función personalidad)

Es decir que la nueva secuencia de contacto-retirada de contacto es la siguiente:

Durante el Pre-contacto se da un reconocimiento de la formación figura/fondo, lo cual provee


un mejor segundo plano para la siguiente fase de contacto, Toma de contacto, en la cual la
actividad de orientación explora un nuevo grupo de posibilidades fructuosas que son una figura
más estética que la anteriormente formada. Lo cual hace de la transformación del entorno un
apoyo ambiental más amigable. Se identifica al terapeuta y el apoyo que él puede brindar. En
estos momentos una serie de retroflexiones se han “desmantelado” y se puede hablar de un paso
a la fase de Contacto final con la figura y presencia del terapeuta.
En el transcurrir de esta fase, se observa un interés en la mirada del sujeto. Con sus ojos
consigue contactar los míos por pocos segundos para luego, aun por los rastros de ansiedad, saltar
a mi pecho y reunir energía para volver a mirarme. Propongo que antes de continuar con nuestro
dialogo se haga consciente de lo que ve y siente cuando mira mis ojos y pecho. Expone que
mientras mira mis ojos ve confianza que admira y envidia, siente obtener un poder de hacer las
cosas que le gustaría hacer. Pero luego de un momento esa admiración se transforma en ansiedad
porque se ve disminuido por esa confianza que percibe en mí mirar, se siente juzgado y
menospreciado. Aquí se puede evidenciar la brecha o fisura a la cual hace referencia Gordon
Wheeler y a la angustia de soledad de la cual habla Jean-Marie Robine, fenómenos que
denominamos Vergüenza. Y como expuse en ideas anteriores, el sujeto, para poder sobrepasar
esta sensación de ser inadecuado oculta su ser a través de un ejercicio proyectivo (el terapeuta me
menosprecia), haciendo que la admiración desaparezca y solo quede la envidia.
Después de haber escuchado esto, observo como su cuerpo comienza nuevamente a
convertirse en un ovillo: su espalda cede a la gravedad y sus brazos cesan su movimiento
guardándose entre sus piernas. Todo como si se estuviera escondiéndose de mí, “implotando”.
Junto a su actividad de proyectar, vuelven a aparecer sus actos retroflectores. A continuación
transcribiré lo sucedido en estos instantes:

T: ¿Cómo te sientes con esta mirada juzgadora?

5
C: mal… como una basura. Esos ojos me desprecian, me recuerdan lo malo que soy, lo torpe. Es
como si me obligaran a esconderme, a huir de ellos. Es muy incómodo ser vigilado y que siempre
te digan: “haz esto bien”.
T: ¿reconoces esa mirada en alguien quien conozcas? ¿Identificas esta mirada en alguna persona
de tu vida?
C: [suspira y cruza los brazos como si se contuviera; luego de unos momento se observa cómo sus
dedos palidecen y oprimen fuertemente sus brazos]
T: puedo notar que te estás sujetando a ti mismo muy fuerte, te das cuenta de eso. [Dirijo su
conciencia inmediata hacia la manifestación de este retroflectar.]
C: si [sus ojos se humedecen con lágrimas y su voz se quebranta] es que recordé a mi madre. Ella
solía ser muy exigente conmigo. Para ella, todo tenia que estar perfecto, de lo contrario, no servía.
T: es eso lo que sientes cuando te miro.
C: si, siento que no sirvo y recuerdo los gritos de mi madre [rompe en llanto y maldice entre
dientes, es casi inaudible. (Por poco y se me escapa)]
T: Dime, “te odio”.
C: no soy capaz, no te odio a ti.
T: Yo soy quien en estos momentos tiene esa mirada que odias. Te propongo que me lo digas . [Al
decir esto el sujeto guarda silencio unos pocos segundos; mientras tanto observo como su boca
tiembla, su rostro toma un color rojo y sus manos aprietan fuertemente sus pantalones] ¿Cómo te
sientes a ti mismo?
C: solo, estoy solo… se endurecen los músculos del cuello y la espalda; también los brazos desde
los hombros. Los siento muy duros. (Nótese como ignora la presencia del terapeuta. Es esta la
angustia de soledad a la cual se refería Robine.)
T: [me acerco a él y toco su hombro] que te parece si exploramos el cómo te endureces. Cierra
tus ojos y siente que músculos usas para esto.
C: [cierra sus ojos y en poco tiempo inicia un temblor en la zona superior de su cuerpo] Solo me
detengo así [contrayéndose en si].
T: exagera este detenerte [se contrae de tal forma que lleva sus rodillas hasta su mentón. Se da un
temblor más errático]. [sin apartarme de su lado y con la mano aun en su hombro] ¿Qué podrías
hacerme si no te detienes?
C: …algo malo. Me detengo para no hacer nada malo. [Sus puños se cierran sobre sus piernas y
hace una fuerte presión sobre ellas].
T: algo malo como golpearme.
C: si. [Llora intensamente por unos minutos; luego de esto se nota menos tenso]. Me siento
estúpido por lo que hago.
T: ¿crees que yo en estos momentos pienso lo mismo que tú?
C: si. Lo creo [he aquí la brecha de la vergüenza menguada con el proyectar] no me gusta que me
veas así.
T: ¿en algún momento te he dado a entender que eres estúpido o he hecho algo que te haga
sentir estúpido?
C: en realidad no. Desde que vengo contigo, sé que no me juzgaras… entonces en realidad… nunca
lo has hecho siempre has estado conmigo [continuo con mi mano en su hombro]. No eres como mi
madre que con el primer error me daba la espalda. Hacia ella siento muchos rencores y ahora que
6
no está, siento que me enveneno y también siento culpa por sentirlos. Ahora que te lo digo me
siento más tranquilo; es verdad que siento muchos rencores, pero mi madre ya no está entre
nosotros… ahora pienso que lo que es estúpido es seguir con ellos6.
T: Yo, en estos momentos, siento que estás conmigo. Me miras a la cara, a mis ojos y sonríes.
Por primera vez en el tiempo que hemos trabajado veo una sonrisa acogedora en ti y eso me
hace muy feliz, me reconforta.
C: en realidad… [Abre completamente los ojos y se tira contra el respaldo de la silla mientras
sonríe] solo ahora me doy cuenta que te has cortado el cabello. Te vez más joven. [digo gracias…
retorno a mi asiento]
T: ¿entiendes ahora el que te viera alejado?
C: si. Es como si te diera la espalda y no te viera [ha introyectado el actuar de su madre y ahora es
un ajuste conservador que utiliza con sus relaciones actuales]. En lugar de eso siempre estaba
pensando en mi madre. [Seguido a esto observo que el sujeto comienza a tomar su posición
anterior, compacta].
T: siento que te alejas de nuevo.
C: me sentí muy mal cuando te dije que hago eso. [Reaparece de nuevo el sentimiento de
vergüenza].
T: piensas que ya no te voy a apoyar por decir eso, que te daré la espalda. [Si] y te alejas para
protegerte y evitar eso, ese dolor.
C: si. Más que todo por lo mal que me hace ver el comentario. Me siento apenado de nuevo.
T: te propongo que hagamos algo. Anteriormente expresaste esto como si me dieras la espalda
[asiente]. Qué tal si me das la espalda ahora [se voltea dándome la espalda].
C: ya no siento tanta vergüenza.
T: [tocando su hombro] y yo veo claramente tu espalda. Aún estoy contigo.
C: si, ahí estas. La única que me dio la espalda fue mi madre no tu [dándose vuelta].

En esta trascripción se puede apreciar como en los momentos de vergüenza, el sujeto se


consideraba excluido por el otro de la relación – el terapeuta – de tal forma que se sentía no
querido y desplegando todo un arsenal de retroflexiones, que en primera instancia lo alejaban de
la situación presente, ya que se manifestaban como ajustes conservadores que utilizo durante su
relación con su madre y que aprendió de la misma. En este caso esta “relación materna
patológica” llevo a que el paciente a introyectar el rechazo de su madre y su actuar con el (“eres
un inútil y por eso te doy la espalda”) y proyectarlo en las relaciones que él tenía en la actualidad
(la relación terapéutica y la relación matrimonial el cual fue el motivo de consulta en este caso).
Como podemos observar, la función vergüenza actúa como el indicador de nuestras limitaciones
a transgredir para recibir el apoyo ambiental que se necesita para crecer y poder ser
introyectado por el prójimo, querido y aceptado; y recíprocamente poder, introyectar al
prójimo, quererlo y aceptarlo como lo expone Robine (1997 p.159-160).
Una vez dado todos estos procesos, trabajado las pérdidas de la función yo e identificado y
desestructurado la introyección sedimentada del sujeto, se puede decir que se da espacio para
que se dé el Pos-contacto en el cual se presenta la asimilación de la experiencia ocurrida en
terapia y por lo tanto el crecimiento, desarrollo y modificación de la función personalidad: el
6
Su madre falleció hace 2 años.
7
sujeto cambia y obtiene nuevas habilidades gracias a los novedosos ajustes creativos que se
presentaron durante la situación terapéutica.

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BIBLIOGRAFÍA

Jaan-Marie Robine (1997). Contacto & relación en psicoterapia: Reflexiones sobre Terapia Gestalt.
Editorial cuatro vientos, 2ª edit. (2005). Chile.

Jaan-Marie Robine (???). Artículo: La psicoterapia como estética. www.gestaltnet.net (2008).


España.

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www.gestaltnet.net (2008). España.

Gordon Wheeler (2005). Vergüenza y Soledad: el legado del individualismo. Editorial cuatro
vientos (2005). Chile.

Perls, Hefferline y Goodman (1951). Terapia Gestalt: excitación y crecimiento de la personalidad


humana. Los libros del CTP (2002). España.

Gary Yontef (1995). Proceso y dialogo en Psicoterapia Gestáltica. Editorial cuatro vientos, 5ª edit.
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Carmen Vázquez Bandín (2003). Articulo: Apuntes sobre Terapia Gestalt.


www.centrodeterapiaypsicologia.es. España.

Carmen Vázquez Bandín (???). Articulo: La deflexión como una retroflexión “metaforica”.
www.centrodeterapiaypsicologia.es. España.

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