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CASOS_ SESIÓN 4

CASO 1
Casos sobre la vulneración del derecho a la vida y la integridad

Crece la conmoción en Londres por el caso de una mujer que le inyectó heroína a su hijo en estado vegetativo
LONDRES (EFE).- El caso de una madre británica que inyectó por compasión una dosis letal de heroína a su hijo,
que sufría una lesión cerebral irreversible, seguía en el centro del debate apenas un día después de que la mujer
fuera condenada en Londres a cadena perpetua.

Frances Inglis, de 57 años, justificó su acción explicando que sentía que no tenía más remedio que liberar a su
hijo, Thomas, del "infierno en vida" que suponía su estado vegetativo. Inglis, madre de tres hijos, estaba en
libertad condicional después de haber intentado antes matar a Thomas cuando se registró en noviembre de
2008 bajo una identidad falsa en el centro donde estaba hospitalizado.

La mujer admitió el hecho, pero insistió en que había actuado únicamente por compasión. Sin embargo, los
miembros del jurado la consideraron culpable por una mayoría de diez frente a dos, según informa hoy la
prensa británica, y el juez, Brian Barker, dijo que, con independencia de cuál hubiera sido su intención, se
trataba de un asesinato.

La familia de la condenada pidió la revisión del caso después de que el juez emitiese su condena a perpetuidad y
le dijese que tendría que pasar un mínimo de nueve años en la cárcel.

El veredicto suscitó gritos de "vergüenza" de la galería ocupada por el público en el tribunal londinense de Old
Bailey. A las puertas del tribunal, el hijo mayor de Inglis, Alex, de 26 años, defendió a su madre y dijo que había
actuado sólo "por amor" hacia su hermano. "Toda la familia y la novia de Tom apoyamos totalmente a mi
madre. Todos los que amaban a Tom y se sentían cerca de él no consideran lo que ha hecho un asesinato, sino
un valiente acto de amor", afirmó Alex.

Thomas Inglis sufrió graves lesiones cerebrales tras saltar en julio de 2008 de una ambulancia y golpearse la
cabeza contra el suelo. Había participado en una pelea a las puertas de un pub y se había roto el labio, pero no
quería ser trasladado al hospital.

Últimamente había mostrado una ligera mejoría, pero seguía necesitando cuidados continuos y su madre, que
se estaba formando como enfermera, no quiso creer el pronóstico alentador de uno de los médicos. Apenas
diez días después de la hospitalización de Thomas, su madre trató sin éxito de conseguir heroína pura de un
vecino, y después de un primer intento de administrarle una inyección letal, fue puesta en libertad condicional.

El personal del centro donde estaba internado su hijo tenía una foto de Frances Inglis para impedirle la entrada
en el caso de que intentara acercarse a aquél, hasta que un día consiguió finalmente su propósito.

"Lo sostuve en mis brazos, le dije que lo quería, agarré una jeringa y le inyecté en los muslos y el brazo. Le dije
que todo iría bien", relató la madre.
https://www.lanacion.com.ar/1224776-crece-la-conmocion-en-londres-por-el-caso-de-una-mujer-que-le-inyecto-heroina-a-su-hijo-en-
estado-vegetativo

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CASO 2

Parricidios: los perturbadores crímenes de los últimos años

En los últimos años una serie de crímenes han sorprendido a la población limeña con una característica en
común: las víctimas fueron los padres o parientes cercanos. Algunos nombres que saltaron en los medios fueron
los de Giuliana Lllamoja, Marco Arenas Castillo y Elizabeth Espino Vásquez. En este último caso, la joven
Elizabeth Espino volvió a salir a la luz por su intento de recibir la herencia de su abuelo Ernesto Vásquez y de su
madre Elizabeth Vásquez Marín, a quien asesinó en complicidad con dos amigos en el 2010. Fue considerada
autora intelectual. ´Elita’, como la conocían en su entorno familiar, tenía 21 años cuando, junto a su enamorado
Fernando Gonzalez Asenjo (23) y su amigo Jorge Cornejo Ruiz (22), elucubró el crimen contra su progenitora de
45 años. El cuerpo de la contadora –muerta a raíz de golpes y asfixia- fue encontrado al interior de una
camioneta que había sido abandonada en Barranco.

Hoy, la joven parricida cumple una condena de 30 años de prisión. Pero aún desde la cárcel espera recibir parte
de la millonaria herencia de su madre Elizabeth Espino Vásquez.
- Asesinato en pareja -
Marco Arenas, tenía 22 años y su ex enamorada Fernanda Lora Paz tenía 18 cuando cometieron el asesinato de
la empresaria María Castillo Gonzales en su propia casa. Posteriormente llevaron el cuerpo a Manchay para
prenderle fuego.
Todo empezó el 5 de noviembre del 2013 debido a una discusión por los constantes robos de dinero y objetos
de valor que el joven realizaba a su madre. La relación entre los padres y el hijo era distante: él se quejó de la
poca atención- que supuestamente recibió desde niño.
Marco Arenas mató a su madre adoptiva y su novia fue considerada como cómplice. La pareja de universitarios
armó una coartada dejando el vehículo en otro lugar e incluso prosiguieron con sus actividades cotidianas. Los
dos, de una relación intensa, dependiente y ambiciosa, fueron condenados a 20 años de prisión y al pago de 200
mil soles de reparación civil a favor de la familia de la agraviada.
- Con un arma en la mano -
Uno de los casos más conocidos es el de Giuliana Llamoja. La joven tenía solo 18 años cuando acuchilló más de
40 veces a su madre María del Carmen Hilares Martínez (47) causándole la muerte en marzo del 2005. Un año
después fue sentenciada a 20 años cárcel, pero un juzgado de Lima le dio semilibertad en el 2009.
El peritaje psicológico practicado a Llamoja señaló que ella fue consciente de sus actos tras discutir con su
progenitora. “Me podrían decir es tu mamá, estaba ahí. Y yo podría decir que yo soy su hija y ella también tenía
un arma en la mano, y las dos estábamos en una situación igual, porque las dos teníamos un instrumento en la
mano. Y quién lo cogió primero, ¿lo cogí yo?”, se defendió en declaraciones a América TV aquel año. Tras el
crimen escondió el cadáver en el baño, limpió el piso y se cambió de ropa en el cuarto. Según los familiares, la
joven asesina no tenía una buena relación con su madre. Muchos años después y en libertad, hoy cuenta con
dos carreras profesionales en filosofía y derecho.
https://elcomercio.pe/lima/policiales/parricidios-perturbadores-crimenes-ultimos-anos-noticia-480866

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CASO 3

Ley migratoria de Arizona ´atenta contra la dignidad humana´

El monseñor Miguel Cabrejos considera que se debe desarrollar una ley migratoria que beneficie a todos.
´Personalmente, creo que es una ley miope´, dijo en RPP.

El monseñor Miguel Cabrejos, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, consideró que la nueva ley
migratoria de Arizona, en Estados Unidos, "atenta contra la dignidad humana".

"Yo voy al principio. Una ley tal como ha salido, así, atenta contra la dignidad humana. No puedo irme a las
cuestiones técnicas, pero creo que es correcto una ley migratoria adecuada, que beneficie a todos, pero no de
esa manera como ha salido", comentó en RPP.

La ley, promulgada el pasado viernes 23 de mayo, convierte en delito residir sin documentos migratorios y
permite a la policía local confirmar el estatuto migratorio en base a "sospechas razonables".

También contempla penalizaciones a quienes transporten o den trabajo a un indocumentado y otorga el


derecho a cualquier persona de demandar a los departamentos policíacos, agencias estatales o ciudades que no
apliquen las nuevas regulaciones.

"Considerar a un inmigrante, por ser inmigrante como delincuente, es un atentado a la dignidad humana y a los
derechos humanos. Personalmente, creo que es una ley miope, porque no quieren ver el aspecto fundamental
de lo que es la humanidad, la racionalidad del intercambio de culturas", dijo Cabrejos.

"Nuestros hermanos de Arizona tienen que estar convencidos de en Estados Unidos fueron inmigrantes. Hay 45
millones de hispanohablantes en Estados Unidos, es un aporte a la cultura. Por eso, es que el Episcopado
Norteamericano ya se pronunció en contra de esta ley", añadió.
http://rpp.pe/peru/actualidad/ley-migratoria-de-arizona-atenta-contra-la-dignidad-humana-opinan-noticia-262829

CASO 4

Venezuela: La ONU denuncia 5 métodos de tortura del régimen de Nicolás Maduro

La ONU denunció el "uso generalizado y sistemático de fuerza excesiva" así como "torturas" durante las
protestas en Venezuela y acusó a las fuerzas de seguridad y a las milicias progubernamentales de ser
responsables de la muerte de al menos 73 manifestantes.

"Las entrevistas realizadas a distancia (...) sugieren que en Venezuela ha habido un uso generalizado y
sistemático de fuerza excesiva y detenciones arbitrarias contra los manifestantes", declaró el Alto Comisionado
de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad al Hussein, en un comunicado.

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"Varios miles de personas han sido detenidas arbitrariamente, muchas de ellas han sido víctimas de malos tratos
e incluso de torturas", añade el texto.

Como las autoridades de Venezuela rechazaron el acceso al país de los investigadores de la ONU, Zeid encargó a
un equipo de especialistas en derechos humanos que realizara unas 135 entrevistas a distancia a víctimas y
familiares, así como a testigos, periodistas, abogados, médicos y a un funcionario de la oficina de la Fiscal
General.

"Hasta el 31 de julio, la Oficina de la Fiscal General había investigado 124 muertes en el contexto de las
manifestaciones. Según el análisis del equipo de derechos humanos de la ONU, las fuerzas de seguridad son
responsables de al menos 46 de esas muertes, mientras que los grupos armados progubernamentales,
denominados 'colectivos armados', serían responsables de otros 27 fallecimientos", precisa el comunicado,
añadiendo que desconoce quién perpetró el resto de las muertes.

Según indicios verosímiles "las fuerzas de seguridad han infligido tratos crueles, inhumanos o degradantes a los
detenidos, y que en algunas ocasiones han recurrido a la tortura", alerta el Alto Comisionado.

En ese sentido, Zeid Ra'ad al Hussein denunció el uso de los siguientes métodos de tortura:

- Choques eléctricos.
- Colgar a los reos de las muñecas durante periodos prolongados.
- Asfixiarlos con gases.
- Amenazarlos con la muerte
- Amenazarlos con la violencia sexual a ellos y a sus familiares.

Respecto al número de personas detenidas, ninguna cifra oficial ha sido publicada, pero "los cálculos más
fidedignos indican que desde el 1 de abril, cuando comenzaron las manifestaciones, hasta el 31 de julio, más de
5.051 personas sufrieron detención arbitraria", prosigue el texto. Más de 1.000 personas seguirían todavía
detenidas.

"Esas violaciones ocurren en plena ruptura del Estado de derecho en Venezuela, con ataques constantes del
gobierno a la Asamblea Nacional y a la Oficina de la Fiscal General", agregó Zeid. "La responsabilidad de las
violaciones de derechos humanos que estamos registrando corresponde a los más altos niveles del gobierno",
sentenció.
https://elcomercio.pe/mundo/venezuela-onu-denuncia-torturas-parte-regimen-nicolas-maduro-noticia-448354

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CASO 5

Banda de venezolanos descuartizó vivas a dos personas y tiró sus trozos por distintas partes de Lima

Lo sucedido la noche del domingo 8 y la madrugada del lunes 9 de septiembre en un hospedaje de Lima aún


tiene horrorizado a Perú, porque cada nuevo dato que se sabe confirma lo horripilante del hecho.

En esas fechas, un grupo de venezolanos descuartizó vivos en una habitación del hotel a dos jóvenes, uno
peruano y otro llanero. Y, luego, tiró los pedazos en tres zonas distintas de la ciudad, desapareciendo las
cabezas, parece ser, como una forma de llamar la atención de sus enemigos.

“El sadismo con el que se cometió el doble crimen y descuartizamiento que conmocionó al Perú por su
crueldad, para las bandas criminales venezolanas resulta muy común con el fin de dejar mensajes a sus rivales”,
afirmó el diario Perú21 al referirse al aún sonado caso.

El lugar donde se perpetró el asesinato se llama el Hospedaje Señor de Sipán, localizado en el distrito San
Martín de Porres, de Lima.

Las víctimas respondían a los nombres de Jafet Caleb Torrico Jara, peruano de 24 años, y Rubén Mauricio
Matamoros Delgado, venezolano, de 22. Este último había llegado hacía escasos meses a ese país y era la
misma persona que los videos mostraron cuando lo deportaban en mayo pasado en un vuelo Lima-Caracas con
otros de sus connacionales. Nadie sabe explicar cómo volvió a entrar a Perú.

Las víctimas...

“Jafet Torrico, uno de los descuartizados en el hostal, cambió drásticamente su vida hace cinco meses cuando
conoció al venezolano Rubén Matamoros, el otro asesinado”, reseña el diario Trome de ese país.

Y prosigue: “El peruano dejó el servicio pastoral que su familia abraza, mientras que el venezolano, a través de
las redes sociales, ofrecía sus servicios sexuales, al cual habría sucumbido su compañero de habitación”.

El especialista en Criminología venezolana, Deivis Ramírez, le comentó al citado diario que Matamoros pudo
haber convencido a Torrico para que se prostituyeran, pues vivir en la misma pieza les daba ventajas.

Al parecer, el doble crimen se habría dado por presuntas rencillas entre los integrantes de una banda por
asuntos al margen de la ley aún por establecer.

Lo sucedido la noche del domingo 8 y la madrugada del lunes 9 de septiembre en un hospedaje de Lima aún


tiene horrorizado a Perú, porque cada nuevo dato que se sabe confirma lo horripilante del hecho.

En esas fechas, un grupo de venezolanos descuartizó vivos en una habitación del hotel a dos jóvenes, uno
peruano y otro llanero. Y, luego, tiró los pedazos en tres zonas distintas de la ciudad, desapareciendo las
cabezas, parece ser, como una forma de llamar la atención de sus enemigos.

“El sadismo con el que se cometió el doble crimen y descuartizamiento que conmocionó al Perú por su
crueldad, para las bandas criminales venezolanas resulta muy común con el fin de dejar mensajes a sus rivales”,
afirmó el diario Perú21 al referirse al aún sonado caso.

El lugar donde se perpetró el asesinato se llama el Hospedaje Señor de Sipán, localizado en el distrito San
Martín de Porres, de Lima.

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Las víctimas respondían a los nombres de Jafet Caleb Torrico Jara, peruano de 24 años, y Rubén Mauricio
Matamoros Delgado, venezolano, de 22. Este último había llegado hacía escasos meses a ese país y era la
misma persona que los videos mostraron cuando lo deportaban en mayo pasado en un vuelo Lima-Caracas con
otros de sus connacionales. Nadie sabe explicar cómo volvió a entrar a Perú.

https://www.extra.ec/actualidad/banda-venezolanos-crimen-peru-lima-hotel-BE3134245

CASO 6

…cuestionaron duramente ayer al pronunciamiento de la Suprema Corte de Justicia provincial.

 "Es injusto el fallo que autoriza la muerte de una persona por nacer, vulnerando su derecho fundamental a la
vida e introduciendo en la convivencia social una dinámica de discriminación hacia los más débiles",
manifestaron la facultad de Derecho, el Instituto de Bioética y el Instituto para el Matrimonio y la Familia de la
Universidad Católica Argentina (UCA).

En un comunicado conjunto, las entidades expresaron que la Carta Magna Nacional protege la vida del ser
humano desde la concepción misma y afirmaron que, a tal fin, incorpora tratados internacionales de derechos
humanos con jerarquía constitucional.

"La mujer violada no es culpable de la situación planteada; ella es, por el contrario, una víctima. La injusta
agresión sufrida no se repara con otra agresión igualmente injusta contra una nueva víctima inocente --el
concebido-- sino más bien con una atención y contención de la mujer violada y del mismo bebé que,
eventualmente, puede encontrar una familia a través del instituto de la adopción", afirmaron.

 Más: manifestaron que no se puede confundir el agresor y considerar de esta manera al bebé inocente y
condenarlo a muerte. "La Convención Americana sobre Derechos Humanos reconoce que persona es todo ser
humano y que toda persona tiene derecho a que se respete su vida... a partir del momento de la concepción",
remarcaron.

La Convención de los Derechos del Niño, se insistió, considera de esa manera a todo ser humano desde el
momento de su concepción y hasta los dieciocho años de edad.

Las entidades católicas recordaron que el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos prohíbe aplicar la
pena de muerte a mujeres en estado de gravidez y que la Constitución bonaerense garantiza que todas las
personas en la provincia gozan del derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural.

"Ante esta normativa constitucional es objetable la constitucionalidad del artículo 86, inciso 2, del Código Penal
que considera no punible al aborto de un embarazo resultante de la violación de una mujer idiota o demente",
concluyeron. (DyN)

https://www.lanueva.com/nota/2006-8-2-9-0-0--se-vulnera-el-derecho-fundamental-a-la-vida

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CASO 7

“Decisiones”

En 2001 Karen Llantoy, con 14 semanas de embarazo a los 17 años, realiza una ecografía en un hospital público
de Lima, constatándose la anencefalia del feto, por lo que su médico le informó sobre la anomalía y los riesgos
contra su vida que revestía el embarazo. KLL decidió interrumpir la gestación, para lo que se le hicieron los
estudios clínicos necesarios, confirmando el padecimiento del feto. Evaluaciones de profesionales en asistencia
social y psiquiatría recomendaban la intervención. Cuando se presentó en el hospital en compañía de su madre
para la intervención, el director le informó que no iban a realizarla, pues contravenía la ley. Después de 3
semanas de la fecha prevista para el parto, KLL dio a luz una niña anencefálica, que vivió 4 días; período en que
debió amamantarla. Luego de la muerte de su hija, se sumió en estado de profunda depresión.

Representada por DEMUS, CRLP (actual CRR) y CLADEM, en octubre de 2002 se envía la denuncia de KLL al
CDH/ONU, por violación de los derechos a un recurso efectivo; a la igualdad entre hombres y mujeres; a la vida;
a no ser sometida a tratos crueles inhumanos o degradantes; a no ser objeto de injerencias arbitrarias o ilegales
en su vida privada; a las medidas de protección que la condición de menor requiere y a la igualdad ante la ley
(arts. 2, 3, 6, 7, 17, 24 y 26 del Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos).

El Comité, en octubre de 2005, dictaminó que el Estado tiene la obligación de proporcionar a KLL un recurso
efectivo que incluya una indemnización por las violaciones de sus derechos cometidas, además de adoptar
medidas para evitar que sucedan situaciones semejantes en el futuro. Entre los fundamentos: a) El sufrimiento y
las secuelas psicológicas severas acentuadas por su situación de menor de edad, al no concederle el beneficio
del aborto terapéutico (cf. CP Peruano; art. 7 y Observación General Nº 20); b) El conocimiento por parte de las
autoridades del riesgo vital que corría KLL y su negativa posterior que pudo haber puesto en peligro su vida,
porque no contó con un recurso eficaz para oponerse a tal decisión (art. 2); c) La interferencia arbitraria en la
vida privada, al negársele poner fin a su embarazo según su decisión, injerencia injustificada (art. 17); c) La falta
de atención especializada, durante y después de su embarazo, necesaria por su condición de menor de edad
(art. 24). Se sigue monitoreando el cumplimiento del dictamen.

https://www.cejil.org/sites/default/files/legacy_files/V.%20Comit%C3%A9%20de%20Derechos
%20Humanos.pdf

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CASO 8

AYACUCHO, CRIMENES Y TORTURAS DEL EJÉRCITO


Pocos salieron vivos del cuartel “Los Cabitos”

Cementerios secretos del Ejército, centros clandestinos de tortura, criaderos de chanchos que eran alimentados con carne humana
proveniente de los subversivos sacrificado, hornos gigantescos para incinerar a los prisioneros asesinados, experimentos de tortura
inhumana, es el recorrido espeluznante de la accionar militar en la guerra contrainsurgente que puso en ejecución el Estado peruano para
contener la lucha subversiva en el país […]

Entre 1983 y 1990, funcionaron en Ayacucho los más brutales centros de tortura y extermino de prisioneros que manejaron las Fuerzas
Armadas y el Estado peruano. Pocos son los que salieron vivos del cuartel “Los Cabitos”, la Casa Rosada”, y de otro lugares de tortura
instalados en Ayacucho. “Guerra sucia” la llamaron algunos como subterfugio para encubrir la naturaleza criminal de la accionar militar en
la lucha contra la subversión. El 29 de diciembre de 1982 el gobierno de Fernando Belaunde, con la complacencia del Congreso
integrado por todos los partidos políticos, incluida la izquierda legal (Izquierda Unida), decretó el ingreso de las fuerzas armadas en la
lucha contra la guerrilla maoísta que en ese tiempo estaba ubicada principalmente en la región de Ayacucho. Esta decisión, que algunos
la calificaron de decisiva para el país y la “democracia”, ensangrentó el Perú, cuyo saldo de dos décadas de militarización fue cerca de 70
mil muertos a causa de la aplicación de los planes y estrategias diseñadas por el Estado y sus fuerzas represivas en la guerra
contrainsurgente. Con la complicidad de medios de comunicación, de periodistas, de parlamentarios fantoches, de partidos políticos, del
poder judicial, e incuso de la iglesia católica del Perú, pueblos enteros y miles de ciudadanos peruanos fueron masacrados y eliminados.

El general del ejército Clemente Noel Moral fue el primer Jefe Político Militar designado por el gobierno para que ponga en ejecución los
planes antisubversivos. Noel al frente la de la Segunda División de Infantería, se instaló en el cuartel “Los Cabitos” en Ayacucho, desde
donde dio órdenes de muerte y sacrificio de toda persona sospechosa de pertenecer a las filas de la subversión maoísta. En el cuartel
“Los Cabitos, como parte de la estrategia contrainsurgente, se puso en funcionamiento un centro de torturas y crímenes de prisioneros.
Se construyó un horno gigantesco donde se incineraban los restos mortales de los detenidos. Al costado y mismo al interior de los
cuarteles militares se instalaron criaderos de chanchos, los que eran alimentados con los restos humanos de los presuntos subversivos
asesinados. Recientes investigaciones de instituciones de derechos humanos del Perú han constatado que en este horno más de 300
personas fueron incineradas bajo el propósito de borrar cualquier rastro de su paso por los centros de tortura. Se improvisaron también
cementerios clandestinos, donde se sepultaban las víctimas de torturas y de aniquilamiento. Anexo al cuartel “Los Cabitos”, funcionó
desde 1983 hasta la mitad de la década del 90, la “Casa Rosada”, un centro de torturas y crímenes, donde de acuerdo al testimonio de un
agente del ejército que participo en esa orgías de sangre (2), por lo menos se liquidaron mil subversivos.

Tanto en el cuartel “Los Cabitos”, como en la “Casa Rosada”, los métodos de tortura estaban dirigidos a hacer sufrir indescriptiblemente
al prisionero. La “colgada”, la “tina”, la “electricidad”, el “vuelo”, la “dieta”, y la “compasión”, fueron de uso corriente en las torturas que
inflingieron los militares contra sus víctimas. En el caso de la “COLGADA”, la víctima era amarrada de los brazos hacia atrás para ser
suspendida en al aire. Una vez el aire recibía golpes con objetos contundentes. La masacre duraba hasta que el prisionero perdía el
conocimiento. Muchas veces los huesos de los brazos de la víctima se quebraban por el esfuerzo de estar suspendida en el aire o por los
golpes que recibía. La “TINA”, esto significaba que el prisionero era amarrado de los brazos y se le sumergía en una especie de tina
repleta de agua, que en el mayor de los casos era mezclada con suciedad o con detergente. Todo era calculado para que la víctima al ser
sumergida en la “tina” bebiera cantidad de agua hasta vomitar. Sólo era sacada a la superficie cuando sus pulmones estaban a punto de
explotar. El plan de tortura era no matar al prisionero en un día y menos en una sólo sesión. Cuando más resistía era mejor para
ablandarlo, y quizás soltaba alguna información que interesaba al verdugo.

La “ELECTRICIDAD”, se aplicaba en seco o con el cuerpo mojado. La víctima, mujer u hombre, era desnudada y se le amarraba sobre
una “mesa de trabajo”. Las descargas eléctricas se aplicaban de preferencia en los dientes, en los genitales y en el ano. En algunos
casos los cables de electricidad eran introducidos en heridas abiertas que tenía el prisionero. Este método era sumamente doloroso, y
muchas veces, cuentan los mismos verdugos, los prisioneros se desvanecían desde el primer shock eléctrico. El “VUELO” era un método
más sofisticado y se necesitaba, aparte de los instrumentos manuales de tortura, un helicóptero. La víctima en este caso, era torturada en
uno de los centros militares, y después de ello era conducida a “dar una vuelta” en helicóptero. El prisionero era amarrado de los pies con
cables de naylón muy resistentes y en pleno vuelo era arrojado al vació. Ahí en el espacio su vida dependía del cable con el cual estaba
sujetado y de la resistencia de los huesos de sus pies. Si las amarras que sujetaba a la víctima no estaban bien hechas, y los pies se
deslizaban fuera del nudo de la cuerda, era el fin del prisionero. El “vuelo” podía durar el tiempo que les daba las ganas a los torturadores.

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El helicóptero militar daba vuelta en redondo encima de altas colinas andinas y la sentencia de muerte podía darse cuando los militares
cortaban los cables que sujetaban al prisionero.

Testimonio de Esteban Canchari Cacñahuaray, uno de los pocos prisioneros del cuartel Los Cabitos. Ayacucho 1983. “Al llegar al Cuartel
Los Cabitos (...) permanecí cerca de un mes, en que fui sometido a diversos abusos: Me ataron las manos hacia atrás y me colgaban, me
golpeaban severamente, me sumergían en una tina con agua, me aplicaron descargas eléctricas en el ano, entre otras clases de torturas.
Me maltrataban de dos a tres veces por semana. El tiempo de las torturas era oscilante entre una hora a varias, hasta perder el
conocimiento. (...) En dos oportunidades fui colgado de un helicóptero en vuelo, atado con una soga mientras con el pie era balanceado
como un columpio durante aproximadamente tres minutos... pude percibir que frente a mi celda había otras personas detenidas, las
cuales gritaban y se quejaban de dolor...”. (Comisión de la Verdad y Reconciliación, agosto de 2003. Declaración testimonial de Esteban
Canchari Cacñahuaray. Testimonio reservado).
La “DIETA” era simple, pero tan mortal y dolorosa como los otros métodos de tortura. En este caso el prisionero era recluido en un
pequeño espacio oscuro, y aislado completamente del mundo exterior. Durante días y semanas no recibía ningún tipo de alimento y solo
tenía derecho a un poco de agua, que en algunos casos expresamente era contaminada con suciedad. Algunos prisioneros que
sobrevivieron a este suplicio cuentan que, después de algunos días sin comer y sólo bebiendo agua podrida, perdían cualquier
resistencia física y mismo la voluntad de vivir. La diarrea y el hambre era el preámbulo de la muerte final. La “COMPASIÓN” es un método
de tortura psicológica bastante cruel.” Se refiere a torturar a un familiar del prisionero acusado de subversivo. Podía ser la esposa, el hijo,
la madre o padre de la victima quienes eran detenidos y torturados brutalmente para “ablandar” al subversivo preso. El prisionero estaba
obligado a mirar y escuchar los gritos y lamentos de tortura que infringían a su ser querido.

Este método de tortura fue aplicado por primera vez en Perú por los españoles en el siglo XVIII, cuando los colonialistas tuvieron que
enfrentar uno de las rebeliones indígenas más grandes del continente americano. El 18 de mayo de 1781, Túpac Amaru, antes de que le
corten la lengua, y que lo amarren a cuatro caballos para que lo descuarticen, fue obligado por los jueces españoles a presenciar el
suplicio, la tortura y muerte atroz de sus hijos y de su valerosa esposa Micaela Bastidas. También tuvo que ser espectador de la muerte
de sus principales jefes de su ejército de liberación. Un caso más reciente data de julio de 1983 cuando un comando del ejército ingreso
violentamente en el domicilio de Edgar Noriega Ascue, ubicado en la ciudad de Huamanga. Casi desnudo lo sacaron de su casa y lo
llevaron al cuartel Los Cabitos. Los militares lo acusaron de ser “cabecilla de sendero luminoso”. Bajo el cargo de senderista lo torturaron
para que “entregue información”. Olga Gutiérrez, su esposa también fue detenida, y a pesar que estaba embarazada, la torturaron para
que Edgar Noriega, “reconociera su militancia en el Partido Comunista del Perú (PCP).

El testimonio de Olga Gutiérrez, entregada a la Comisión de la Verdad y reconciliación (CVR), es estremecedor, y señala que fue llevada
al cuartel Los Cabitos donde fue torturada varias horas y que “luego de aproximadamente cuatro horas soy sacada y conducida
nuevamente al otro cuarto para que me interroguen. Allí ante mi negativa de aceptar los cargos que me formulaban soy golpeada
increpándome: «ahora vas a escuchar una voz». En ese momento escucho los gritos de dolor de mi esposo Édgar Noriega Ascue, que
era torturado [...] a él le empiezan a interrogar para que acepte la acusación de ser terrorista. Al negarse mi esposo en aceptar dichas
acusaciones le dicen con groserías: «ahora vas a escuchar», y a mí me empiezan a torturar con golpes de puño en la espalda y en la
cabeza y me rompieron ambos brazos”. Comisión de la Verdad y reconciliación (CVR), informe agosto 2003).

Lo métodos de tortura aquí mencionados, no son suficientes para describir el destino que le esperaba a una persona sospechosa de
pertenecer a la subversión que por desdicha caía en manos de militares o policías. Hubieron otras formas de tortura que es imposible de
imaginar en una sociedad de seres humanos Por ejemplo, el “suero de la verdad” (en su versión peruana), fue una invención de la insania
mental de los militares. Este método estaba dirigido a hacer sufrir al extremo a los prisioneros antes de matarlos. Se trataba de un veneno
intravenoso que afectaba el cerebro y las articulaciones. Una dosis bastaba para que el prisionero tuviera una muerte lenta, atroz y
dolorosa. Jesús Sosa Saavedra, un ex miembro del ejército que participó en los centro de tortura en Ayacucho, cuenta el caso de una de
las víctimas. Se llamaba Javier, y era delgado pero sólido. Tenía 30 años y fue capturado en 1984 cuando se dirigía de Lima a Ayacucho.
Lo acusaban de ser un enlace entre la dirección del Partido Comunista del Perú (PCP) y las fuerzas guerrilleras en la región ayacuchana.
En los primeros días de cautiverio fue torturado, y lo colgaron de los brazos. Casi lo ahogan en una tina de aguas infectas de suciedad, y
le pusieron cables eléctricos en las partes genitales. No habló nada, y eso hizo que su estadía en el cuartel “Los Cabitos terminara rápido
pero con grandes sufrimientos. El comandante Jorge Contreras decidió probar con este prisionero una inyección letal que según él podía
acabar con la víctima en cinco minutos. ¿Me van a matar, dijo el prisionero?. No, dijo el comandante Contreras, sólo te vamos a inyectar
esto que es el suero de la verdad, porque queremos saber si nos has dicho la verdad, mintió el militar cínicamente (Libro “Muerte en el
Pentagonito, 2004. Autor Ricardo Uceda. La publicación narra, la actuación de las fuerzas armadas del Perú en la guerra
contrainsurgente).

De acuerdo al relato de Sosa, el “suero de la verdad” fue inyectada en el brazo derecho de la víctima. Las convulsiones comenzaron con
violencia, y cayó por tierra. Emitía gemidos y se contorsionaba con dolor. Se arrastraba por el piso en medio de vómitos y alaridos. Había

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perdido cualquier control de sí mismo, y en ese trance miraba con desesperación. Daba saltos y sus movimientos eran tan violentos que
entre todos lo sacaron afuera porque la pieza en la que estaba quedaba chica para sus violentas contorciones. Así estuvo más de 10
minutos y no moría, por el contrario parecía que el sufrimiento cada vez era peor. Jesús Sosa, cuenta que “se acercó al agonizante. Le
buscó el rostro y lo que vio fue una mirada llameante, tan intensa que lo persiguió durante años. Sus ojos sin parpadear, lo buscaban con
desesperación. Tenía sur orbitas estaban completamente abiertas mientras seguía sacudiéndose. Sosa, que nunca había sentido
compasión con sus víctimas, sacó su pistola y sin pensarlo, le disparo a la cabeza. No hay porque joderlo tanto dijo Jesús Sosa (3).

Ese no fue el único caso de “inventos” para asesinar prisioneros. Según otro relato de Sosa, era 1984 y él se encontraba en esos
momentos en la “Casa Rosada”. Habían capturado a un joven con la pinta de pertenecer a la subversión. Era de estatura baja pero fuerte.
La tortura no le hizo ningún efecto y se cerró en un mutismo que exasperó a sus verdugos. A unos de los agentes se le ocurrió usar al
prisionero para probar la resistencia de los chalecos antibalas regalados por el ejército argentino. Había dudas de su resistencia y calidad.
La noche era despejada y clara. Trajeron al prisionero y le colocaron un chaleco antibalas color azul. Lo sacaron al exterior de la casa y
con una cuerda lo sujetaron a un árbol. El militar que organizaba la “fiesta” contó 25 pasos alejándose desde donde estaba amarrado el
joven subversivo. Con el pie hizo una raya en el suelo y señalo que desde ahí dispararían las pistolas. Siguió contando sus pasos, y
cuando llegó a 50 dijo que era la marca para las metralletas. La fiesta ha comenzado grito al mismo tiempo que desenfundaba con
rapidez su arma.

Eran 8 militares y querían a probar balas de revolver Colt calibre 38 y pistolas Browning de 9 milímetros. Había también fusiles de guerra
FAL y HK G3. Como recuerda Sosa, esta ejecución “fue un ejercicio corto. Cuando el primer tirador disparo una pistola desde los 25
pasos, el cuerpo impactado dio un brinco, y la cabeza cayó hacia un costado. Un agente fue hasta el cuerpo vencido del senderista. Yo
creo que este cojudo ya esta frito”, dijo. Examino el chaleco y “vio que la bala lo había perforado como si fuera un bizcocho”. Jesús Sosa,
que también participo en esta orgía de sangre, declaro que los tiradores de pistola siguieron disparando a pesar que el subversivo
sacrificado no daba ninguna seña de vida. Los soldados con metralletas no quisieron perder la oportunidad de disparar a un cadáver, y
desde los 50 pasos dispararon con placer. Estas armas de guerra de grueso calibre lanzaron ráfagas, hicieron que el cuerpo inerte sin
vida bailara de un lado para otro al compás de las balas. La sangre corría por sus pies como serpenteando el suelo. “Estos chalecos
argentinos son una mierda dijo Jesús Sosa, en señal de haber terminado la prueba de los chalecos argentinos y ejecución del joven
subversivo.

Con las prisioneras había otro trato, pero no mejor al que se daba a los prisioneros varones. Ellas antes de ejecutarlas eran violadas en
grupo por los soldados. Si alguna prisionera ponía resistencia era violentamente tratada y asesinadas inmediatamente. Era mediado de
1984, dice Sosa, y había un grupo de siete mujeres jóvenes prisioneras. Ellas iban a ser liquidadas en los próximos días. Todo había sido
planificado con anticipación, incluso quienes serian los ejecutores y el lugar donde serian enterradas. Un grupo de agentes pidió permiso
al mayor Bertarelli, para “tomar” a las prisioneras, “que de todas maneras serian ejecutadas”. Entre los argumentos que dieron al oficial,
señalaron que por ellas nadie reclamaría y si lo hacían ya no serviría de nada por que estarían bajo tierra. Bertarelli acepto, y todas las
prisioneras fueron violadas hasta la medianoche. Al siguiente día muy de temprano fueron eliminadas con un tiro en la cabeza cada una.
Las enterraron en dos fosas comunes, una de a tres y otra de cuatro.

Un testimonio de lo que se hacía en el cuartel los Cabitos viene de una víctima de esos horrores. Se llama Canchario, y al momento de su
suplicio era profesor en Soccos, donde una patrulla de “Sinchis” asesinaron a 69 personas en agosto de 1983. Este testimonio, que
hemos tomado del diario El Comercio (Lima 7 de Marzo de 2006) explica con exactitud los horrores que padecían los que llegaban este
cuartel. "Ya no soy normal, no puedo dormir, tengo miedo". Él fue torturado salvajemente en 1983 en el cuartel Los Cabitos: "Yo era
profesor en el distrito de Soccos. Llegaron a mi casa y me sacaron. Me rebuscaron, decían que yo era comunista cuando yo era de
Acción Popular (4). Querían que firmara una declaración echándome la culpa de la muerte de unos policías. Me patearon las costillas, me
destrozaron a golpes, me mandaron a lo que llamaban pollos a la brasa, con ganchos, me colgaron y amarraron los pies con sogas y me
siguieron castigando hasta que me rompieron la nariz y el brazo izquierdo. Me metieron después a un cilindro y casi me ahogan". Como
da cuenta la misma víctima, mientras que estuvo en las instalaciones del cuartel Los Cabitos, “vi. Cómo violaban a las mujeres y las
metían en sacos y se las llevaban en helicópteros para arrojarlas en alguna quebrada”. Canchario al final de cuentas, tuvo mejor suerte
que cientos de prisioneros, y fue dejado libre. Un año y medio después, en 1985, su hijo Prisciliano Canchari, apenas de 18 años fue
secuestrado por los militares y llevado al mismo cuartel donde él fue torturado. Su hijo nunca salió de ahí, y hasta la actualidad él sigue
buscando sus restos mortales enterrados seguramente en algún cementerio clandestino de Ayacucho.

Arce Borja Luis, “Historia de la guerra revolucionaria en Perú”

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