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Más allá de la sociedad

disciplinaria
Revista NADA / hace 6 días
La sociedad disciplinaria de Foucault, que consta de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con la
sociedad de hoy en día. En su lugar se ha establecido desde hace tiempo otra completamente diferente, a saber: una sociedad de
gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios. La sociedad del siglo XXI ya no es
disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento. Tampoco sus habitantes se llaman ya “sujetos de obediencia”, sino “sujetos de
rendimiento”. Estos sujetos son emprendedores de sí mismos. Aquellos muros de las instituciones disciplinarias, que delimitaban el
espacio entre lo normal y lo anormal, tienen un efecto arcaico. El análisis de Foucault sobre el poder no es capaz de describir los cambios
psíquicos y patológicos que han surgido con la transformación de la sociedad disciplinaria en la de rendimiento. Tampoco el término
frecuente “sociedad de control” hace justicia a esa transformación. Aún contiene demasiada negatividad.

La sociedad disciplinaria es una sociedad de la negatividad. La define la negatividad de la prohibición. El verbo modal negativo que la
caracteriza es el “no-poder” (Nicht Dürfen). Incluso al deber (Sollen) le es inherente una negatividad: la de la obligación. La sociedad de
rendimiento se desprende progresivamente de la negatividad. Justo la creciente desregularización acaba con ella. La sociedad de
rendimiento se caracteriza por el verbo modal positivo poder (können) sin límites. Su plural afirmativo y colectivo “Yes, we can” expresa
precisamente su carácter de positividad. Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. A
la sociedad disciplinaria todavía la rige el no. Su negatividad genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario,
produce depresivos y fracasados […]

Alain Ehrenberg sitúa la depresión en el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de rendimiento:

“El éxito de la depresión comienza en el instante en que el modelo disciplinario de gestión de la conducta, que, de forma autoritaria y
prohibitiva, otorgó sus respectivos papeles tanto a las clases sociales como a los dos sexos, es abandonado a favor de una norma que
induce al individuo a la iniciativa personal: que lo obliga a devenir él mismo […]. El deprimido no está a la altura, está cansado del
esfuerzo de devenir él mismo.”

De manera discutible, Alain Ehrenberg aborda la depresión solo desde la perspectiva de la economía del sí mismo (Selbst). Según él, el
imperativo social de pertenecerse solo a sí mismo causa depresiones. Ehrenberg considera la depresión como la expresión patológica del
fracaso del hombre tardomoderno de devenir él mismo. Pero también la carencia de vínculos, propia de la progresiva fragmentación y
atomización social, conduce a la depresión. Sin embargo, Ehrenberg no plantea este aspecto de la depresión: es más, pasa por alto a si
mismo la violencia sistémica inherente a la sociedad de rendimiento, que da origen a infartos psíquicos.Lo que provoca la depresión por
agotamiento no es el imperativo de pertenecerse a sí mismo, sino la presión por el rendimiento. Visto así, el síndrome de desgaste
ocupacional no pone de manifiesto un sí mismo agotado, sino más bien un alma agotada, quemada. Según Ehrenberg, la depresión se
despliega allí donde el mandato y la prohibición de la sociedad disciplinaria cede ante la responsabilidad propia y las iniciativas. En
realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento, como nuevo mandato de la
sociedad del trabajo tardomoderna.
Alain Ehrenberg equipara de manera equívoca el tipo de ser humano contemporáneo con el hombre soberano de Nietzsche: “el individuo
soberano, semejante a sí mismo, cuya venida anuncia Nietzsche, está a punto de convertirse en una realidad de masa: nada hay por
encima de él que pueda indicarle quién debe ser, porque se considera el único dueño de sí mismo”. Precisamente Nietzsche diría que
aquel tipo de ser humano que está a punto de convertirse en un realidad de masa ya no es ningún superhombre soberano, sino el último
hombre que tan solo trabaja. Al nuevo tipo de hombre, indefenso y desprotegido frente al exceso de positividad, le falta toda soberanía.
El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo
tiempo, verdugo y víctima. El sí mismo en sentido empático es todavía una categoría inmunológica. La depresión se sustrae, sin embargo,
de todo sistema inmunológico y se desata en el momento en que el sujeto de rendimiento ya no puede poder más […]

El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo.
De esta manera, no está sometido a nadie, mejor dicho, solo a si mismo. En este sentido, se diferencia del sujeto de obediencia. La
supresión de un dominio externo no conduce hacia la libertad; más bien hace que la libertad y coacción coincidan. Así, el sujeto de
rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se
agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento
de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no puede diferenciarse. Esta autorreferencialidad
genera una libertad paradójica, que, a causa de las estructuras de obligación inmanentes a ella, se convierte en violencia. Las
enfermedades psíquicas de la sociedad de rendimiento constituyen precisamente las manifestaciones patológicas de esta libertad
paradójica.

Byung-Chul Han (La sociedad del cansancio)


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Nadie conoce a nadie [la tarea imposible de conocer al otro]

7 enero, 2016 Bydoctorarcega 4 comentarios

Ordenando la biblioteca encuentro un librillo de Luís Racionero en el que diserta sobre su periplo
amoroso-vital.

Sobrevivir a un gran amor, seis veces, es un texto de poca monta teniendo en cuenta otros libros
de este autor.

Lo compré pensando que Racionero iba a destilar detalles morbosos sobre algunas de sus ex,
máxime declarándose este autor budista-taoísta desde muy joven.

Citaré como botón de muestra dentro de ese listado de ex a la señora Elena Ochoa, quién fuera
hace unos años conductora de un programa de TV, transgresor por aquella época, Hablemos de
sexo y actualmente dedicada al arte y señora de Norman Foster.

Pues no. Apenas hay revelaciones sonrojantes o inesperadas sobre el carácter de las susodichas ni
sobre el propio autor. Más bien todo parece un ejercicio de pataleo pero muy alejado de los
ajustes de cuentas que se leen en los libros de memorias.

Racionero, hombre de finas maneras- aunque es posible las pierda en la intimidad de su casa-
apenas dice nada malo sobre sus ex-mujeres si bien el libro delata un trasfondo de frustración
intelectual.

Se diría que nuestro autor hubiera pensado que a base de paciencia y experiencia se pudieran
encontrar las claves bajo las cuales opera el universo femenino.

Al igual que un caco acerca la oreja a la puerta de una caja fuerte mientras manipula la rosca de las
claves numéricas para poder abrirla, Racionero ha intentado durante su vida descifrar estas claves
sin conseguirlo, y ahí empieza el problema de base que se extiende a todo el personal.
¿Se puede conocer al otro?

Si pones a 10 psiquiatras o vendedores de cupones en fila escuchando a un ser sufriente/


cliente/paciente/ usuario/ consumidor de salud relatando una cuestión, obtendrás 10 visiones
particulares del problema.

Recuerdo unas sesiones cuando era residente en el Clinic en las que médicos adjuntos y residentes
divagábamos sobre la personalidad de un paciente que previamente había sido entrevistado por
todo el grupo.

Los juicios sobre el paciente examinado no podían ser a veces más contradictorios:

-Para mi lo que destaca son sus rasgos obsesivos.

-Pues yo creo que hay un estilo de personalidad muy dependiente que se define por…

-Sin duda amigos la inestabilidad y la impulsividad es lo más definitorio del señor X.

Quizá todos podíamos estar de acuerdo en la melodía de fondo pero los pequeños detalles eran
filtrados de manera diferente por cada observador.

En el fondo de esta historia está la ingenua idea de que podemos comprender lo que nos rodea y
someterlo a unos esquemas replicables.

También se trasluce otra idea frustrante, la de que hablando se entiende la gente y que podemos
ponernos de acuerdo en política, en fútbol o en el sabor de un vino.
Pero cómo no va a ser inútil intentar convencer al otro de las bondades de tu opción política, si
tras ver una jugada de fútbol repetida 100 veces a cámara lenta, unos ven penalty y otros no ven
nada.

¿Qué podemos esperar entonces de nuestros juicios sobre las relaciones personales?

Quizá nada. Quizá tocan los siguientes verbos. Callar, escuchar, aceptar y al final obrar sin tener
mucho en cuenta consideraciones ajenas.

Volviendo a lo de los señores y señoras, y para proponerle una salida honrosa a Racionero lo haría
con aquello tan sartriano del infierno son los otros. Podría ser reformulado a riesgo de ser
políticamente incorrecto como el vano intento de dos especies diferentes por entenderse dando
como solución posible el juntarnos sólo en épocas de celo.

Así yo me quedo en casa viendo un documental sobre las hormigas rojas o sobre los experimentos
colectivistas en Aragón durante la Guerra Civil, y cuando me entra el demonio llamo a Mari Pili y le
leo a Martí Pol con la esperanza de que me deje hacerle unos mimos o Mari Pili me llama a mi
porque ha sentido la necesidad de recibir o dar unas carantoñas y no le gusta utilizar Tinder para
ligar.

Desde el principio renuncio al intento de comprender a Mari Pili, de hecho ella ya tiene unas
amigas que hablan a menudo con ella y la entienden mejor que yo. Y también espero que me diga
lo que quiere y si es preciso me lo escriba para así no tener que hacer de vidente.

Sí, suena prosaico y es sólo un ejercicio mental pero posiblemente cierta asimetría comunicacional
esté en la base de algunos desacuerdos parejiles.

Vamos que siguiendo a los de Palo Alto con sus teorías sobre la Comunicación Humana concluyo
que me gustas mucho Mari Pili pero que no te entiendo y los expertos dicen que ni me moleste en
intentarlo porque sino acabaré mis días como Racionero, cabreado y con la sensación de que igual
contigo no lo he conseguido pero quizá sí con la siguiente (él llegó a seis parejas).

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