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6· UNIVERSIDAD DE MEXICO

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cir que yo vaya a .quitar el dedo
del renglón y deje de terquearle a
doña Q'uilina que me arriende a me-
dias esa miseria de tierrita que a
naiden aprovecha".
Le había puesto el ojo desde mu-
cho tiempo atrás, para sembrar ahí
como mediero -o sea con la obli-
gación de entregar media cosecha
a doña Aquilina, la propietaria de
la hacienda-, a una estrecha faja
de tierra pedregosa, áspera, 10 peor
que pudo haber encontrado, una
verdadera miseria como él mismo
decía, precisamente ton la mira de
que, por ser un trozo de tierra tan
despreciable y ruin, doña Aquilina
no se 10 negara.
"A ver, a ver -exclamó doña
Aquilina con el aire astuto-o ¿ có-
mo está eso de que quieras esa tie-
rra que pintas tan espantosa?
¿ Cuándo se ha visto que alguien
prefiera 10 malo a 10 bueno? Algo
de mucho valor debe haber ahí que
tú sólo sabes y que me tratas de
ocultar" .
El busto de la anciana se había
sacudido con una risita interior,
una risita llena de experiencia y
malignidad, en la que se adivinaba
que ni el más listo podría engañarla,
así se tratara de este indio ladino.
Carmelo sintió algo muy raro y
muy triste por dentro, como con
ganas de llorar, una soledad i'n-
mensa al darse cuenta de que no
- - -.::::---:-=- disponía de palabras para darse a
4r:Cb4 -~;,rr entender de doña Aquilina, que sus
palabras eran otra cosa y siempre
serían entendidas en un sentido
opuesto en virtud de quién sabe
qué extraña y desgraciada maldi-
ción que 10 perseguiría por toda la

EL LENGUAJE DE
A gran epidemia de tifo que
vida, tal vez la maldición de ser tan
pobre, el más pobre de todos los
pobres de que se pudiera hablar.
"Es que pa mí es güeno hasta 10

L N A DIE
asoló de modo tan cruel a
la región, tuvo un origen
más
tonces
piar, doña Quilma -dijo en-
con una desesperación ansio-
muy humilde, 10 que sin du- Por José REVUELTAS sa, seguro de antemano que tampoco
da fué causa de que nadie en la estas palabras estaban dichas del
hacienda le concediera la menor im- modo que la anciana las compren-
la mujer de Carmelo, con muy pa-
portancia en sus comienzos, miran- diera, a pesar del angustioso es-
recidas convulsiones y el mismo lí-
do aquello como un suceso habitual
quido del perro, que le salía de la fuerzo que su mente hacía para
e intrascendente.
boca espeso y maloliente. Nadie le construirlas como debe ser-; cuan-
La cosa es que la mujer de Car-
dió importancia a estas dos muer- do uno está tan a b ají s i m o que
mela, el peón más pobre no sólo
tes. mero ya ni es uno cristiano sino
de la hacienda sino de todos los
contornos, enfermó. Sin embargo Sin derramar una sóla lágrima, como los animales, y ni eso, le pa-
el primero en morirse fué El Gu- Carmelo se dispuso a dar cristiana rece güeno hasta lo más piar". La
"rrión, un perro perteneciente al ma- sepultura a su mujer, y por cuanto anciana 10 miraba con mayor incre-
trimonio, llamado así por el color de al perro decidió enterrarlo junto dulidad aún y volvía a reirse, iró-
su pelambre, casi tan amarillo como con ella. nica. Carmelo llegó a estar seguro
el de los gorriones, y que entregó "Pues no señor -se dijo Carme- de que 10 que él trataba de expresar-
su alma al Dios de los perros en 10 después de haber echado la últi- se le imaginaba a él mismo estar di-
medio de terribles y lastimeros es- ma paletada de tierra sobre el cuer- cho tal como le salía de los labios,
tremecimientos, mientras arrojaba po de su mujer, antes de abando- pero que ésto no era sino una apa-
por el hocico un líquido muy feo. Lo nar el cementerio-; el que Pruden- riencia, una figuración suya y que,
siguió poco después Prudenciana, .ciana se haiga muerto no quiere de- (Pasa a la pág. 12)
tJNIVERSIDAD DE MEXICO

VI. Poesta ¡ Qué canaila! j Éarahona de Soto Ahí están nuestros paseos por el
nació en 1548! Escorial o el Guadarrama. ("Un
tos poemas incluídos en Huellas Mi amistad con "Azorín" se iba recuerdo de año nuevo", Simp. JI
que llevan fecha de 1917, págs. 53- afirmando con el tiempo. Me re- dij., 2a. ed., II, 228-234: una noche
60, 96, 183-186; Y después, en la cibía en la salita de su casa, tan en la "casita" del Dr. Madinavei-
Obra poéúca, págs. 56-62, y 307 inexpresiva como su rostro. Nunca tia, suegro de América. Ahora se
passim: el poema Minuta, que em- conocí su taller. Me dejaba hablar, me antoja comentar mi incidente
pezó a declararse poco a poco des- contestaba con dos o tres vagueda- . de la zapatería con este verso de
de el año 1917. des. De pronto, comenzaba a son- La Gato11tLaquia: "¡ Oh cuántos ma-
Si mucho se apura -y ya se ha reir y decía: les causa un zapatero !"). Otras ve-
dicho- toda poesía es poesía' de -¿ y qué hay de libros ?- y, con ces íbamos a San Rafael, donde ve-
ocasión. Cuando los hechos que la muequecilla maliciosa, sacaba del raneaba don Ramón Menéndez Pi-
impulsan son puramente espiritua- bolsillo una miniatura, una verda- dal. ("El reverso ...", Pasado in-
les, la onda subjetiva disimula eso dera curiosidad, alguna pieza rara mediato, págs. 96-98).
que llamamos la ocasión. Pero en cobrada por ahí, en las ferias y en Si el Ventanillo mereció hasta
estas páginas pueden traslucirse los puestos de lance, durante sus cierto punto la fama, también has-
ciertas circunstancias de mi vida correrías de cazador bibliográfico. ta cierto punto -y, desde luego,
por aquellos días: la iniciación de A veces, dejaba la joya en mis para sus huéspedes- puede mere-
mi hijo en las primeras letras,. los manos: cerla esa casa n 9 32 de la calle del
momentos de silencio y melancolía, --":'Es para usted, Reyes. Lo ad- General Pardiñas, donde hasta aquí
la preocupación galante y amato- quirí pensando en usted, viene sucediendo lo que dejo narra-
ria, el recuerdo de mi tierra natal.y (He evocado el ambiente de estas do. Allí vivimos Carlos Pereyra,
sus amapolas y monacillos, lasá- ferias de libros viejos en mi ar- J osé María Chacón y yo; allí llegó
tira de los desterrados de México tículo "Un paseo entre libros", 29 a vivir Solalinde con su madre doña
que no entienden a España, mi va- vol. de Simpatías y diferencias, 2ª Filomena, tan zamorana, tan ele-
gabundear por las calles, procuran- ed., págs. 194 y ss.). gante en su silueta esbelta y vesti-
do convencerme de que era yo rela- En este año de 1917, América do negro; allí paró Pedro Henrí-
tivamente feliz. Castro, José' Moreno Villa, Anto- quez U reña en sus vacaciones de
nio G. Solalinde y yo creamos el Madrid, verano de 1917, de que he
VII. P'rosa literar'ia no erudita Ventanillo de Toledo, sitio de re- tratado con detalle en mi reciente
ni periodística poso dominical descrito en Las artículo "Encuentros con Pedro
víspems de España, (págs. 69-75 Henríquez U reña" (La Gaceta,
De propósito he dejado para el y notas respectivas), también men- Fondo de Cultura Económica, 1, 3,
fin el libro de ensayos de 1917: cionado en "La Cucaña" (Reloj de 15 de noviembre de 1954 y Cua-
El Suicida, que he reeditado en Sol, 2ª ed. de Simpatías y diferen- denws, París, enero-febrero de
1954 y que será objeto de otro capí- cias, II, 213-215). El Ventanillo 1955); allí cedí a Pedro provisio-
tulo especial. alcanzó fama internacional: toda- nalmente mi beca del Centro de Es-
Mi frecuentación con los eruditos vía, a la muerte de Paul Hazard, tudios Históricos para mientras
españoles de aquel tiempo no dejaba Marcel Bataillon recordaba la vi- estuviera en fadrid; allí recibimos
de causarme sorpresas. Algunos sita de ambos al Ventanillo, la le- ambos la visita de José Escofet,
habían llegado a una irritabilidad yenda de San Baltasar, las pintu- nuestro camarada del Atento de
increíble, y se les oía decir cosas co- ras murales de Moreno Villa (y México, ya vecino de Barcelona y
mo ésta: . más tarde,. de Bagaría).. . Ver pronto director del diario La Van-
-¿ Han visto ustedes? El cana- Le Figaro Littéraire, París, 3 de g'uardia. Allí se me aparecían de
lla de Puyol (o de Bonilla, o de abril de 1954. cuando en cuando, algunos mexi-
Cejador, o de Cotarelo) dice que Pero el Ventanillo no acaparaba canos que andaban de paso por Ma-
Barahona de Soto nació en 1547. todos nuestros ocios dominicales. drid y que todavía me recordaban.

EL LENGUAJE DE N A DIE
(Viene de la pág. 6) . negro y un dogal de terciopelo al nido en el patio con curiosidad de
en realidad, el demonio en persona cuello del que pendía una madallita ver cómo eran aquellas personas.
cambiaba el significado de sus pala- de plata. Durante los veinte años De cualquier manera no permane-
bras y aquéllo que doña Aquilina es- que tenía de vivir en la hacienda sin cieron en la hacienda arriba de tres
cuchaba era precisamente lo contra- salir para nada de ella -a afuera horas, a partir de haberse encerra-
rio de lo que Carmelo se había pro- de las contadas ocasiones en que iba do en la sala grande con doña Aqui-
puesto decir. "¿ Si nó, por que, alue- a la capital de la provincia para lina a tratar sus asuntos, después
go, esas risadas de doña Quilina entrevistarse con el Gobernador-, de que se les ofreció un refrigerio,
cada vez que le hablo? - pensaba doña Aquilina sólo recibió una úni- a su llegada, que devoraron aprisa
Carmelo -¿ De ande ha de ser cau- ca visita, al parecer de sus parien- y silenciosos en el comedor, con la
sa de risa que yo le pida esas tierri- tes, haría de ésto cosa de dos meses. apariencia de quienes tratan de
tas que no las quedría ni un perro, Llegaron en una berlina polvo- abordar 10 más pronto posible un
con perdón sea dicho, ni pa hace,r rienta, todos vestidos de negro, dos negocio apremiante.
sus necesidades?" caballeros y tres damas, la última Doña Aquilina -según se dijo
Doña Aquilina, no obstante sus de éstas una joven, compungidos y más tarde, cuando se relató lo ocu-
sesenta años, era una mujer ergui- con· el aire asustado, sin atreverse rrido en el comedor- no quiso
da, derecha llena de vivacidad en los a mirar en su derredor hacia la gen- probar bocado con sus parientes,
ojos, siempre con un vestido de raso te de la hacienda que se había reu- sin oponer siquiera pretexto alguno
UNIVERSIDAD DE MEXICO 13

para excusarse, limitándose a mirar- tlOll fué que, al "er que Pruden- sas sucedian, en realidad como es-
los sardónicamente desde la cabecera ciana estaba muerta, Carmelo se te lo había dicho: en cuanto al-
de la mesa, mientras ellos, a des- puso muy preocupado pues no iba guien. quienquiera que fuese, sor-
pecho de la humillación que esto a poder cargar él sólo, con el cuer- prendía borracho al Tiliches, le en-
significaba, comían con la vista ba- po de la difunta y ni modo que na- traba a palos sin más averigüa-
ja impelidos por el hambre feroz die lo ayudara. así que entonces ciones, a pesar de que nadie supo
([Ue les provocara el camino y ha- pensó en El Tiliches y juntos se jamás de ningún caso en que el po-
ciendo a un lado puntillos de digni- echaron el cadáver a cuestas hasta bre idiota intentara atacar a mujer
dad. el camposanto. Ahora había qué alguna, pero aquello se había vuelto
-"¡ Eso sí ! -había comentado la cumplirle el ofrecimiento de obse- costumbre, a causa de que todos
jovencita, con aturdido y vehemen- quiarlo con aquella botella de aguar- pensaban que El Tiliches se volvía
te ímpetu de colegiala a tiempo que diente que Carmelo guardaba es- muy malo y perverso cuando se
las frescas mejillas se le arrebola- condida entre las pencas de maguey emborrachaba.
ban de indignación, mientras tre- que formaban el techo y las pare- 'Si el infeliz baldado entendía sus
paban todos de regreso a la berli- des de su jacal. Sí, había qué cum- palabras, ¿ por qué entonces no pa-
na-o ¡ Eso sí! La próxima vez que plirle, aunque le costaba mucho no saba igual con Doña Aquilina?, se
venga no vaya ser tan taruga y me arrepentirse de tal generosidad. dijo Carmelo con esa tristeza ql1 e
JJ
traigo mi itacate El que parecía
• ¿ Pero quién, sino El Tiliches, le le entraba siempre al pensar en el
ligeramente menos viejo de los dos hubiera ayudado a cargar con Pru- punto. "Es que como semos inditos
caballeros intentó lanzarle un re- denciana? Miró con una especie de -pensó de sí mismo y de todos los
proche enérgico por aquellas pala- ternura el rostro peludo del Tili- suyos- la gen t e 'd e razon. , no nos
bras tan inconvenientes en los la- ches, su cuerpo contrahecho y la entiende porque a la mejor habla-
bios de una señorita, pero sólo lo- saliva que escurría por sus labios. mos de otros asuntos". El sólo de-
gró expeler un "¡ ah!", de profun- En los ojos del tonto habría una seaba poseer aquella tierra magra,
do desaliento. En cambio su mujer cornunión, una dulzura, como si el pobre, fea, para no despertar envi-
contrajo los labios con violencia imbécil comprendiera todos los pen- dias, para no perjudicar a nadie,
inusitada, en una expresión de su- samientos, todas las esperanzas de para tener algo en la vida, pero
prema fmia y despecho: "¡ Qué in- Carmelo, quien sintió en ese momen- doña Aquilina no quería apearse
genuidad la tuya, hija mía! -ex- to que era de lo más sagrado este de su burro con eso de que él era
clamó sin parar mientes en lo im- compromiso y que había qué en- un indio pícaro, ladino, mentiroso,
propio del vocablo usado por la mu- tregarle la botella. a pesar de que ladrón.
chacha-o Lo que es con itacate o le doliera tanto hacerlo. "¡ Harto "Pues hágame la gracia su mer-
sin itacate, pero la 'tal por cual' de bien friegas, enano maldito! -dijo cé -le decía Carmelo-, hágame la
tu tía Aquilina es la que no nos con enojo- 1tIal acabo de interrar santa gracia de venir a mirar la
dejará volver a poner los pies en a la difunta y ya no te cabe la tierrita, para que se convenza que
esta hacienda". La gruesa expre- priesa del trago". El monstruo se de a tiro no vale ni tantito así de
sión fué escuchada por toda la gen- encogió sob,'e sí mismo igual a un puro triste. de puro güena pa nada
te, mientras aquellos pl:rsonajes, mico con miedo, la mirada dócil que es". La anciana lo miraba cada
([ue en efecto no volvierolJ a parar- '" húmeda, a tiempo que g-ruñía vez con mayor suspicacia. "¿ Por
se por la. hacienda dcsde clltn11ces, ;lpresuradamente en sentido nega- flué no me pides de otras tierras
trepaban a la berlina. tiyo para indicar, C011 su más deses- -interrogaba maliciosa-, de las
Carl1lelo se quedó mirando ubsti- perada elocuencia, que estaba de tierras buenas que tengo en la ha-
lJadamente, sin darse CUetlta de otra acuerdo en no molestar más a Car- cienda, de las que dan todo lo que
cosa la tumba fresquecita de Pru- mela y que se sometería a todo quieras casi sin esfuerzo?". Car-
denciana, ya que la hubo enterrado. cuanto su amigo le indicara. mela permanecía grandes instantes
Claro, sería mejor que no se hubie- Arrepentido, Carmelo tuvo un sin responder, la vista baja, apesa- I l
ra muerto, porque así juntos ha- destello de asentimiento en los ojos dumbrado, abatido. "¡ Qué esperan-
brían trabajado aquellas tierras que El Tiliches pareció beber con zas! -suspiraba al cabo de un rato 1
que tarde o temprano doña Aqui- ansiedad. "Si tú nomás eres malo con indecible desesperación-o En
lina iba a terminar por arrendarle, cuando te emborrachas -añadió tonces sí que la patroncita manda
después de tantos años de estar por- con entonación afectuosa-, y por que me den de azotes, y a fé que
fiando, pero de todos modos Car- eso, luego luego. todos te agarran haría muy bien, pa no andar yo de
mela no estaba dispuesto a quitar a palos y azotes antes de que andes igualado". En esta ocasión la. an-
el dedo del renglón, aún muerta queriéndote echar encima de las ciana se había puesto muy rOJa y
Prudenciana. mu jeres, aunque esas no sean tus como si sus manos temblaran.
Tenía los pensamientus de tal intenciones, ya que te miran briaga "¡ Lárgate de aquí cuanto antes,
modo puestos en la tierra de doña y así pasa, pues tú no eres malo indio bruto". le gritó en su cara,
Aquilina, que de pronto escuchó sino nomás cuando te emborra- "indio terco". ¡ No dejan que se les
soprendido junto a él, ahí en el ce- chas" . haaa el bien, aun cuando uno se lo
menterio, mientras miraba la tum- El contrahecho idiota produjo pr~pono'a de todo corazón !.,. Car-
ba, un gruñido de protesta y s.e unos sonidos llenos de regocijo in- mela seo apresuró a salir. tremenda-
sonrió al advertir tIue había olVI- fantil y amistoso, que equivalían mente asustado.
dado por completo la presencia del
a una carcajada, sacudiendo la ca- El caso es que pasaron los días.
Tiliches, el tonto de la hacienda.
Bueno, si Carmelo era el último beza de arriba para abajo. los meses, un año, y doña Aquilina
Ambos se comprendían en abso- no iba a cerciorarse, con sus propios
de los peones, peón de peones, tem-
luto sencillamente, apenas con pa- ojos, de que la tierra a que ~armelo
porero, el más infeliz, que ni siquie-
ra trabajaba todo el año y apenas labl~as, es decir, pues el Tiliches aspiraba carecía de cualqUIer va-
sólo podía lanzar aquellos ruidos ?' lor, y aún hasta .p?~ía regalársela
comía casi un mendigo, había al-
sin el menor perJUIcIO para la ha- 1"
guien' que le a venta)~ba en desgra- b~l1' bateos, sin embargo comprensI-
cia y éste era El TIlIches. La cues- bles del todo para Carmelo. Las co- cienda.
14 UNIVERSIDAD DE MEXICO

Carmelo soportó con paciencia su Ese mismo día salió doña Aquilina pezaron los ruidos que hacía dentru
atormentadora esperanza, hasta a la capital de la provincia para del cajón, el Tiliches pegó la carre-
que dos meses antes de que Pru- arreglar todos los trámites concer- ra y hasta yo mismo después. Pero
denciana muriera, después de que nientes al caso. me puse a reflexionar que harta
vinieron aquellos señores y señoras "Voy a decirle a doña Quilina "ergüenza era sentir yo miedo, y
tan encopetados, al día siguiente -pensó Carmelo-. que ora que se armándome de ·valor fuí y arrastré
decidió por fin presentarse con doña murió Prudenciana no me queda el cajón hasta el hoyo onele lo dejé
Aquilina para insistir en su eterna más consuelo que la tierrita esa con cáir 'así nomás, y pa pronto tapé
demanda. Por primera vez doña que le he estado terqueando", pero el hoyo de tierra hasta los bordes.
Aquilina tenía una mirada alegre, llO le ftlé posible decir nada, porque manque la difunta seguía golpean-
bondadosa y juguetona, que llenó en la Casa Grande le dijeron que se do dentro elel cajón pa darme es-
.~
de felicidad a Carmelo, pero cuando largara IllUY lejos y que doña Aqui- panto, pero bien' que me sobrepu-
éste terminó de hablar, la anciana lina ya estaba harta de él. se ..."
repuso con una sóla palabra ro- Como después lo comprendieron Ante la infinita perplejidad de
tunda e inapelable: "¡ Vete !" tocios. la terrible epidemia de tifo Carmelo. todos los presentes son-
¿ Cómo entender que doña Aqui- comenzó con la muerte de Pruden- reían. ¿ Por qué prO\'ocaban siem-
lina quisiera hacerle el bien, si no ciana. a la que nadie quiso darle pre risas sus palabras entre los
le daba la única tierra posible para importancia por tratarse de la hombres blancos? pensó Carmelo
él en el mundo, la única que podía muerte de alguien tan espantosa- con una incertidumbre amarga y
hacerlo feliz porque cualquiera otra mente pobre. En muy pocos días las desconsolada.
tierra jamás estaría al alcance de su defunciones se sucedieron una tras Los hombres conversaron ani-
mano? Ahora Prudencia estaba otra y la gente comenzó a huir, madamente entre sí, sin hacer caso
muerta y las cosas ya no iban a ser abandonándolo todo. de Carmelo. Luego el Juez se vol-
las mismas, sino muy tristes, aun- Doña Aquilina agonizaba sóla en vió de nueva cuenta hacia él con el
que doña Aquilina le arrendara la su recámara de la casa Grande, ceño fruncido. "Lo que pasó, hijo
tierra, pero de todos modos no sin criados que la atendieran, pero mío -dijo-, es que enterraste una
por eso Carmelo dejaría de porfiar. por fortuna ahí tenía 'él su lado mujer viva. y a eso se le llama ho-
Miró al Tiliches, que se apoyaba al fiel Cannelo, quien, aún con la micidio. Pero no te pondremos pre-
en un árbol, abrazado al tronco pa- esperanza de obtener la tierra, la so, a causa ele tu ignorancia de in-
ra sujetarse los miembros y que asistió hasta sus últimos momentos. diu tarugo, si pones tu huella en
descansaran del continuo sucudirse Como en el caso de Prudenciana, este papel, que es un desestimiento
que los agitaba siempre, y tenerlos Carmelo tuvo qué acudir a los ser- donde dices que ibas a recibir de
cuando menos inmóviles siquiera vicios del Tiliches, al que debió herencia una tierrita, que ele cual-
por unos momentos. "Vámonos prometer otra botella de aguardien- quier manera ya no quieres, porque
pues, Tiliches -dijo- pa que te te, y entre ambos condujeron al de nada te serviría preso ..."
tomes tus tragos, pero antes me es- cementerio a doña Aquilina. Carmelo hizo cuanto le pidieron
peras a que hable yo con doña Qui- Carmelo no comprendía ahora y al fin pudo regresar a la hacien-
lina". por qué lo tenían en el Juzgado de da.
En efecto, aquel día en que Car- lo criminal. en la cabecera del Dis-
Largo tiempo permaneció anona-
mela la Yisitara dos meses antes, trito, no muy lejos de la hacienda.
dado. sin saber nada de la Yida, de
doña Aquilina estaba feliz, extra- Ahí estaban también aquellos· se-
los hombres, del mundo. ¿ Por qué
ordinariamente feliz. La sensación ñores y señoras muy l)'rincipales
no poseía él una lengua igual a la de
que había experimentado la víspe- que eran parientes de doña Aqui-
los otros? Pensó en el Tiliches. que
ra, cuando sus parientes abandona- lina. El juez se había inclinado al
ya a estas horas estaría bien borra-
ron la hacienda, corridos y rabio- oído del señor de más edad, con
cho, en el jacal, con la botella ele
sos, fué algo incomparable y bello y una expresión untuosa y sonriente:
aguardiente que le regaló por el
he aquí ahora que este indio bruto "¿ No ha sido ésto algo en rigor
entierro de doña Aquilina.
iba a convertirse en el instrumento providencial para sus intereses?",
dijo en voz queda. El señor ele- Oon el Tiliches sí era posible
para consumar en definitiva su ven- entenderse, pese a estar sordo y
gante asintió con la cabeza, sonro-
ganza. A los veinte años, después mudo pero tan sólo porque los elos
jándose un poco.
de que entre todos -la joven so- hablaban el lenguaje ele nadie.
De pronto el Juez mudó de ex-
brina no, desde luego- se empeña- Se encaminó hacia el jaca!. Aho-
presión de un modo sorprendente,
ron en tal forma por labrar su des- para dirigirse a Carmelo. "Es ne- ra sí que ni para remedio pensar
gracia, aquellos parientes tenían el cesario que repitas lo que has decla- en la tierra, se dijo.
cinismo de venir a verla, dilapida- rado", ordenó en tono enérgico. Pero algo vago, sombrío, enter-
das sus fortunas, para humillarse, Carmelo, obedeció, sin darse necedor, lo embriagaba con la idea
para pedirle con lágrimas en los cuenta de cuál era el propósito de ele que aquella tierra le había per-
ojos su ayuda. i Ah. Dios grande, todo aquello, repitiendo el relato, tenecido en alguna forma, de al-
Dios justo, cuánto lo agradecía! que ya antes había hecho ante el gún modo y en algún tiempo, de los
No, no bastaba haberles negado mismo juez. en la hacienda. respec- que nada podría saberse nunca.
todo su apoyo, sino que era preciso to a cómo dieron cristiana sepultu- porque a él no se le ocurrió oir Jo
impedir que ninguno de aquellos ra. entre él y el Tiliches, a la finada que quiso decirle la difuntita. desde
horribles parientes usufructuara, a doña Aquilina, y lo que entonces el más allá, cuando la enterraba.
la muerte de "nuestra pobre Aquili- les sucedió, que nomás de acordarse Suspiró. A estas horas el Tili-
na", como decían, un sólo céntimo se les estremecía el cuerpo. ches ya estaría borracho. natural-
de su fortuna. j Declararía heredero "Les repito a sus mercedes -ter- mente. Cuando se encontraran le
universal al paria, al despojado en- minó Carmelo-, que ansina jué co- iba a dar su buena entrada de gol-
tre los despojados, al pobre entre mo queda dicho, y pongo a Dios por pes, como era la costumbre cuando
los pobres, al indio Carmelo! Natu- testigo, que la difuntita doña Qui- cualquiera se topaba con él en ese
]-almente sin que el indio lo supiera. lina quiso espantarnos y nomás em- estado.

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