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488 DESENGAÑO PRIMERO

De que en razón de celos,


es tan malo darlos .,1 DESENGAÑO SEGUNDO
LA MÁS INFAME VENGANZA
como tenerlos.
Pedirlos, libertad;
darlos, desprecios.
Y de los dos extremos,
malo es tenerlos; pero aqueste quiero,
¡
porque mal puede amor serlo sin ellos.

Acabada la música, ocupó la hermosa Lisarda el asiento


situado para las que habían de desengañar, temerosa de haber
de mostrarse apasionada contra los hombres, estando su
1 -Mandásteme, hermosa Lisis, que fuese la segunda en
amado don Juan presente; mas, pidiéndole licencia con los f dar desengaños a las damas de que deben escarmentar en
sucesos ajenos para no dejarse engañar de los hombres.1 Y
hermosos ojos, como se dijera: «Más por cumplir con la obli-
gación que por ofenderte, hago esto», empezó así:44 cierto, que más por la ley de la obediencia me obligo a admi-
1 tirlo que por sentir que tengo de acertar. Lo primero, porque
1 aún no ha llegado a tiempo de desengañarme a mí, pues ape-
nas sé si estoy engañada, y mal puede quien no sabe un arte,
sea el que fuere, hablar de él, y tengo por civilidad decir mal
de quien no me ha hecho mal. Y con esto mismo pudiera dis-
culpar a los hombres; que lo cierto es que los que se quejan
están agraviados, que no son tan menguados de juicio que
dijeran2 tanto mal como de las mujeres dicen. Y para que ni
ellos se quejen, y yo cumpla con lo que me es mandado, sucin-
tamente referiré un caso que sucedió a una principal e inocen-
.,1 te dama, con lo que me parece que, sin agraviar, desengañaré a
t las gue hubieren menester desengañarse. Y, sobre todo, pienso

¡ que no conseguiré fruto ninguno, pues donde la hermosa


doña Isabel ha salido tan bien de su empeño, escarmentando a
~
1


1 En P (p. 52) y en M (124v), el Desengaño segundo sigue a continu-
1 ación del Desengaño primero. B (31r) corrige el error de P y lo tiene separado
í y bajo el título de Desengaño segundo, pero comenzando «Acabada la música
44 PM vuelven al marco pero siguen a continuación, sin título, con el ¡ ocupó la hermosa Lisarda el asiento l...]». Sigo el patrón del final del Desen-
Desengaño segundo, mientras B termina el Desengaño primero con el ro-
mance e inicia la segunda narración, con el título de Desengaño segundo, con ¡ gaño primero, que termina: «"Más por cumplir con la obligación que por
ofenderte hago esto'; empezó así:»,
«Acabada la música ... empezó así». Ver la Introducción (pp. rvm-ux). 2 Bdijeren.
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todos con su mismo suceso, no deja de ser atrevimiento querer vía en un festín, regocijo5 usado en aquella tierra, y viéndola,
ninguna lucir coma ha lucido, y menos mi entendimiento, que se perdió, o lo dio a entender, que para mí lo peor que siento
carece de todo acierto, y suplicando a todo este auditorio de los hombres es que publican más que sienten. No miró
hermoso y noble perdonéis las faltas de él, digo de esta suerte: Octavia mal a Carlos; mas viéndole imposible (aunque no
para lo que merecía su hermosura), detuvo el afecto del mirar
No ha muchos años que en la nobilísima y populosa ciu- para no llegar a sentir; porque, como no estaba de parecer de
dad de Milán había un caballero dotado de todas las partes, hacer lo que las comunes, no tuvo por acertado empeñarse
gracias y prerrogativas de que puede colmar naturaleza y en amar menos que a quien pudiese ser su esposo, y que ya
fortuna, si bien mocedades y juegos disminuy[eron]3 lo que su desdicha le encaminase a rendirse, fuese obligando a
más de su hacienda. Era español, y que con un honrado serlo. ¡Oh, que desengaños han padecido por esta parte las
cargo en la guerra había pasado a aquel país; casó allí con mujeres, y que de desengañadas tienen los hombres, cuando
una dama igual a su calidad, aunque no rica, con que vino a ya no tienen remedio!
ser su hacienda bastante, no más de a pasar una modesta y Muy cautivo se halló Carlos de la belleza de Octavia, mas
descansada vida, ni sobrándole ni faltándole para criar dos no con el pensamiento que ella tenía, que era el matrimonio,
hijos que tuvo de su matrimonio. Con algún regalo nació porque en tal caso no pensaba Carlos salir de la voluntad de
primero Octavia, llamándose así por su madre, y el segun- su padre, que entendía no había hasta entonces nacido mujer
do don Juan, de quien no diré el apellido; que cuando los que igualase a su hijo; mas parecióle, como Octavia no estaba
hombres con sus travesuras, y las mujeres con sus flaque- muy sobrada más de una honrada medianía que alcanzaban
zas, desdoran su linaje, es mejor encubrirle que manifes- sus padres, que con joyas y dineros conquistaría este imposi-
tarle. ble de hermosura y, a no bastar, valerse de la fuerza o de
Era Octavia, aunque mayor que su hermano seis años, de algún engaño; esto es echar, como dicen, por el atajo. Y así
las hermosísimas mujeres de aquel reino, así no lo fueran4 las empezó primero la conquista de este fuerte, después de
gracias, las habilidades, el donaire, el entendimiento; quien haber mirado con las balas de los suspiros y con el asistencia
sin verla la oía, la admiraba fea cuando la celebraba hermosa. en su calle de noche y de día. Mas a esto Octavia, si no des-
Llegando, pues, a la edad cuando más campea la belleza, se cuidada, a lo menos advertida de que con no verlo ni oírlo se
enamoró de ella, viéndola en un festín, un hijo de un senador, había de defender, se negaba a todo, huyendo de la vista de
mozo, galán, entendido y rico, partes para que no tuviera Carlos, aumentando en él con estos desvelos, o el amor o el
Octavia mucha culpa en corresponderle. Mas era cuerda, y deseo, que tal vez los hombres suelen volver en tema la
notó que ya no es dote la hermosura, y que Carlos, que este voluntad.
era su nombre, era rico y no se había de casar con quien no No gozaba Carlos, sin competidores, de su amor mal
lo fuese; con cuyos temores se defendió algún tiempo. Así lo correspondido; pero como Octavia era hermosa, había
hiciera siempre, que así no fuera causa de las desdichas que muchos deseosos de merecer sus divinas prendas y con más
después sucedieron. Pues, como he dicho, vio Carlos a Octa- honestos pensamientos que Carlos. Mas Octavia los hacía a
todos iguales, y si de alguno se dejaba llevar su altivo desdén,

3 PBM disminuyó.
4 M fueran 11 PB fuera. 5 B regocijado .
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era a un deudo de su madre, que mediante el parentesco le haberle escuchado, con que tuvo atrevimiento de escribirle
trataba con mas cariño, por visitarla algunas veces, y él anda- este papel:
ba buscando ocasión para pedirla a su padre por esposa. No «No sé qué gloria consigues, divina Octavia, con ser cruel,
ignoraba esto Carlos, que era rico, y criados sobornados son o en que te ofende mi amoroso rendimiento que te excuses,
descubridores de lo más oculto que sus amos hacen. Y como ya que no de premiarle, de oírle, que aún no;6 pues asegúrote
era imposible el decirle ni su amor ni sus celos, por no darle que, o has de dejar de ser hermosa o que no he de apartarme
lugar la dama, una noche de las calurosas de julio, sentado de amarte. Y pues es cada imposible de estos imposible ven-
debajo de los balcones, como otras veces sucedía, al son del cerle, permíteme, que pues soy y he de ser tuyo mientras
destemplado instrumento de sus lastimosos suspiros cantó tuviere vida, el favor de oírme, que con esto lo sustentaré
este soneto: para ser tuyo».
¡Qué peligrosa bala para el fuerte de la honestidad es la
Apenas en amor di el primer paso, porfía! Todas cuantas defensas le pueden poner, rinde, como
cuando en rabiosos celos di de ojos. sucedió en Octavia; pues habiendo venido a sus manos este
¡Ay, que crueles penas!, ¡ay, qué enojos! papel por medio de una criada, a quien Carlos supo granjear
Favor, amor, que en su rigor me abraso. con oro, lo que primero había sido agrado se convirtió en
¿ Cómo de gloria estás conmigo escaso, amor. Enamoróse Octavia, dejóse vencer de suerte que tuvo
que se lleva otro dueño mis despojos? Carlos respuesta de este y otros que le escribió, y no solo este
¡Oh, qué prados de espinas y de abrojos, favor, mas el de hablarle de noche por una reja después de
mirando ajeno el bien, llorando paso! acostados sus padres, que don Juan, su hermano, no asistía
Mal haya quien, amando, en nada fía; en Milán, acudiendo fuera de ella a sus estudios. Era mucha-
fidelidad ingrata, triste lloro; cho y no muy bien inclinado, ocasión para que su padre le
a yugo desleal, mi cuello obligo. privase de sus regalos. Deseaba que fuese de la iglesia, aun-
Ya murió mi esperanza, era al fin mía; que él no tenía ese parecer, y con esto tenía más lugar Octa-
falsa me paga cuando firme adoro; via para seguir su empresa amorosa, con intención de ver si
tropiezo en celos, si a Cupido sigo. podía granjear a Carlos para esposo.
¡Oh amor, dulce enemigo! ~ Algunos meses entretuvo Octavia su amante con solo este
¡Oh crüel tiranía! favor de hablarle, sin consentirle tomarle una mano por la
Reinar y amar no quieren compañía. permisión que daba la reja, temerosa, aunque le quería bien,
de algún engaño, conociendo que era imposible si el amor
Ya parece que Octavia escuchaba a Carlos tan bien como no le obligaba, por ser Carlos tan rico, y él más enamorado
le había mirado, pues estuvo en el balcón mientras Carlos con las resistencias de Octavia, deseoso de mayores favores;
cantó el referido soneto. Había de ser desgraciada, y empeza- mas la dama, al paso que le veía más desearlos, se los nega-
ba ya su desdicha a ponerla en las ocasiones de perderse. Y ~ ba, tanto que ya tocaba en crueldad, de lo que el galán se
así dio lugar con estarse queda en el balcón a que Carlos, quejaba, culpando su poco amor. Y para mostrárselo mejor,
como que hablaba con sus mismos pensamientos, le afease lo
mal que decía tanta hermosura con tanta crueldad. Que aun-
que no tuvo respuesta, se contentó el amante con el favor de 6 PBMsuyo.
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cantó una noche a los dejos de un laúd, que le traía un cria- ¡Ay, con cuántos rigores
do, esta canción:7 el alma sin ti lucha,
¡Ay, cómo imito a Tántalo en la pena, y si tu voz escucha,
pues, el agua a la boca, de sed muerto! oh, cómo son mayores!
Cobarde, no me atrevo
Tengo conmigo al bien que adoro y quiero
a hacerla de mi boca dulce cebo;
y parece que el bien de mí se ajena.
que fuera gran contento,
De las penas de amor, el alma llena,
en vaso de rubí, beber su acento.
el premio de mi amor gozar espero,
¡Ay, Dios!, ¿quién me lo quita?;
y cuando ya le toco, desespero,
digo que un miedo que en mi alma habita,
porque un rigor mi atrevimiento enfrena.
de temer que te ofendo,
¿ Qué delito me usurpan tus favores,
cuando gozar este favor pretendo.
hermosa ingrata, que en mi alma vives?
Bien sabes que te quiero,
¿Por ventura robé yo la ambrosía?
y que con alma ingrata
Aplaca de mi alma los ardores, no miras que me mata
que no es razón que del cristal me prives tu recato severo;
cuando muere de sed el alma mía. pues si vivo en tus ojos,
Vesme sin alegría, y me quitan la vida tus enojos,
y tú, crüel conmigo, haces suerte en la vida,
morir me dejas, y con ser testigo ¡oh, más ingrata mientras más querida!,
de las penas que paso, y para que concluya,
no me socorres cuando más me abraso. yo viva y muera en la desgracia tuya
Cuando morir me dejas, si no has de ser mi dueño,
y mirarme no sientes y de ser tuyo mi palabra empeño.
con fieros accidentes, Pues, dueño de mi vida,
sin remediar mis quejas, goce yo tus favores,
y si lloran mis ojos, quítame estos temores,
recibes de mis lágrimas enojos, no seas mi homicida.
o remedia la llama en que me abraso, Mas, ¡ay amor!, que muero;
o déjame llorar el mal que paso, ya de obligarte, ingrata, desespero;
y el llanto8 venza mío ya mi bien no me quiere,
tu crueldad, tu tibieza, tu desvío, ya mi memoria en su memoria muere,
pues es rigor quitarme y pues de mí se olvida,
cuando llorando estoy, desahogarme. venga la muerte, acábese la vida,
y vivan en mis ojos
eternamente lágrimas y enojos.
7 M esta canción 11 PB este soneto. Canción triste: si obligas
8 Planto (corregido en las «Erratas»).
a tu dueño querido,
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inmortal vivirás de eterno olvido. Con esto calló, y Carlos, como no había de cumplir, no se
Y si no, moriremos le hizo dificultoso prometer, y así le respondió:
en la desdicha que 10s dos tenemos. - Hermoso dueño mío, no quiera el Cielo que por cosa
que a mí me es tan bien me quite a mi propio la dicha de ser
Menos que esto había ya menester Octavia, porque ya vuestro y de gozar los favores que tanto deseo. Y para conse-
amaba a Carlos más que fuera j'."az6n; que en esto se ve cuán guirlo y teneros a vos segura, y que vos lo estéis de mí, con
flacas son las mujeres, que saberr perseverar en el buen inten- una condición, que es que por ahora esté secreto, por la ava-
to. Y aun por esta parte disculpo a los hombres en la poca ra y civil condición de mi padre, que piensa darme mujer
estimación que hacen de ellas; r0as disculpemos los yerros de aún más rica que él, sin mirar que la más grande riqueza es
amor con el mismo amor. y así, abriendo la ventana, le llamó vuestra hermosura. Yo os daré, no una vez, sino mil, la fe y
diciendo: palabra de ser vuestro esposo.
-No sé, Carlos, cómo me tienes por tan cruel e ingrata ¡Qué liberal promete Carlos, y que ignorante cree Octa-
como has mostrado y das a entender en tus versos, pues has via! Liviandad me parece; mas vaya, que ella se hallará bur-
merecido llegar al favor que hoy gozas, a pesar de mi recato y lada; que promesas de rico a pobre pocas veces se cumplen,
nobleza, sin haberme asegurado de un dichoso fin en tu pre- y más en casos amorosos. Quería Carlos alcanzar, y prome-
tensión. Y yo, por quererte bien, aún no he reparado en eso, tía, y quería Octavia marido de las prendas de Carlos, y así,
ni mirado lo mal que le está a mi opinión, y a la de mis padres pareciéndole que con el dote de la hermosura le bastaba,
y hermano, galanteos, menos de quien ha de ser esposo, sino aceptó, dándole a Carlos las gracias. Y Carlos, después
que ahora, mal hallado con la merced que te hago, te quejas de haber venido la criada, tercera en estas locuras, delante de
de ingratitudes y crueldades, cuando debieras mirar que fue- ella le dio fe y palabra de ser su marido. ¡Ah, Octavia, y qué
ra tenerlas conmigo misma si hiciera lo que pides sin res- engaño se te previene! En la hermosura te fías, sin mirar
guardo de mi honor. Tú sí que eres el cruel conmigo, pues que es una flor que, en manoseándola9 un hombre, se mar-
pudiéndome hacer dichosa, me paces desdichada; que claro chita, y en marchitándose, la arroja y la pisa. Este es el mis-
es que perderé esposo por tu causa, Y no te ganaré a ti, como mo desengaño, hermosas damas; no creáis que ningún
si desmereciera esta dicha. Pobre soy para igualarme a tu hombre lo que no hace enamorado lo hará después arre-
riqueza; en esto confieso que me excedes, pero en lo demás te pentido. Y si alguno lo ha hecho, es un milagro, y después lo
igualo. Y cuando no lo hiciera, arrior iguala bajezas con gran- hace padecer.
dezas fiadoras; esta poca o mucha belleza que tengo, que en [Rindióse]1° Octavia, ¡oh mujer fácil! Abrió a Carlos la
esto será lo que quisieres, ¿por qué estás, cobarde, en hacer- puerta, ¡oh loca! Entrególe la joya más rica que una mujer
me tuya? Y cuando haciéndolo me conozcas ingrata, entonces tiene, ¡oh, hermosura desdichada! No quiero decir más en
te podrás lamentar por desvalido, y si no, conténtate con lo esto, que el mismo suceso desengañará. Gozaron sus amores
que alcanzas y no te quejes. y para que en ningún tiempo muchos días, entrando Carlos con secreto en casa de Octa-
lo puedas hacer justamente de rrií, te digo que, menos que
siendo mi esposo, no pidas más ni alcanzarás más. Y aun esto
lo he hecho pareciéndome que un hombre de tu entendi- 9 M manoseándola 11 PB manuseandola.
miento, el día que se puso a amar una mujer de mi calidad, no 10 PBM rióse, El ejemplar de la Biblioteca de Rouen tiene escrito a mano
había de ser con otro intento. al margen: «Perdiese».
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via. No se arrepintió Carlos tan presto, que antes se hallaba por temor de su padre que se publicase. De manera que ape-
muy gustoso con su amada prenda, y ella teniéndose por nas se veían, si no era pasando por la calle, y eso con mil
extremo dichosa. temores por conocer la arrebatada condición de don Juan,
Ocasionáronse en este tiempo las largas y peligrosas que con él no había hora segura; de que los amantes estaban
guerras de aquellos reinos,ª que no solas lloran ellos, sino tan impacientes que ni Carlos vivía ni sosegaba, ni Octavia
nosotros, pues de esto se originó entrársenos en España y enjugaba sus ojos. El mayor alivio que tenían era escribirse
costamos a todos tanto como cuesta; y en una de las bata- por medio de aquella criada dicha, la cual un día trajo un
llas que se dieron murió el padre de Octavia, por seguir ya papel a su señora que Carlos le dio con estas décimas,
anciano el ejercicio de su mocedad, que eran las armas. Y habiendo tomado asunto para ellas haber vista a Octavia en
su madre a pocos meses murió también de pena de haber el balcón muy triste y llorosa, como la que más sentía el
perdido su amado esposo. Dichosos en perder la vida antes estar apartada de su esposo, que tal creía ella que era Carlos:
que se la acabara ver la perdición de su hija.
Don Juan, como supo la muerte de sus padres, y que ya Triste estáis, dueño querido
no tenía freno a sus travesuras, vino luego a Milán, mas y puedo decir que al sol
cursado en juegos y mujeres que en los estudios, que como le ha faltado el esplendor
no los seguía de voluntad, mas de por la fuerza que le hacía de que siempre está vestido;
su padre, no había aprovechado nada en ellos, mas de en el gusto tenéis perdido,
acabar parte de la hacienda que había, y arrimando los y yo no os le puedo dar;
hábitos y libros, empezó a gastar la que había quedado, sin mas si para remediar
mirar que tenía una hermana moza, hermosa y por tomar el alegría perdida
estado. Y para que ella no gastase nada, la tenía tan ence- habéis menester mi vida,
rrada y necesitada de todo que, aunque él no la tuviera así, con gusto os la quiero dar.
ella misma se quitara de los ojos de todos, por no parecer Leandro seré en perdella
en menos porte que el que traía en vida de sus padres; por- con voluntad animosa,
que aunque tenía algunas joyas de valor que Carlos le había porque en mi poder no hay cosa
dado, no osaba que don Juan se las viese, porque tan presto que no seáis dueño de ella.
llegaran a sus ojos como las tuviera puestas con dueño. Y si por secreta estrella
Con estos sucesos cesó el poder entrar Carlos en su casa para ser vuestro nací,
como solía; no porque don Juan supiese nada, sino y falta el poder en mí
por temor que no lo entendiese, viendo que Carlos no quería para alegrar vuestros ojos,
dadme a mí aquesos enojos,
haréisme dichoso así.
¡Ay, quién poderoso fuera
a «Alusión a las hostilidades iniciadas en 1614 cuando Carlos Manuel I,
duque de Sabaya, luchó contra España reclamando el Monferrato en nombre
de poderos alegrar!
de su nieto, a la muerte de su yerno el duque Francisco IV (1612}. Pero parece Porque, como os supo amar,
que este suceso hace pensar a la autora en el Levantamiento de Cataluña» daros contento supiera.
{Yllera, p. 179).
El sol, en su sacra esfera,
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aún no estuviera seguro, y queriéndole prender por ella, se escapó y retiró a un con-
y por vuestros ojos juro vento, viendo que si le prendían, no le iría muy bien, respec-
que son en mí sus enojos to de traerle ya la justicia por sus travesuras sobre ojo. Y
prados de espinas y abrojos. desde allí avisó por un papel a su hermana, que deshacién-
donde el sufrimiento apuro. dose de algunas cosas de casa, le juntase el dinero que
Mas, señora, si mi suerte, pudiese, para ponerse a mejor recaudo, porque le habían
de mis glorias enemiga, avisado trataban de sacarle de la iglesia; que en llegando a
es la misma que os obliga Nápoles, donde quería irse, le avisaría o enviaría por ella, y
a que sufráis esa muerte, dándole media docena de documentos de lo que había de
decidle que, por que acierte, hacer en su ausencia, que los pudiera también tomar para sí.
su golpe ejecute en mí, Todo se hizo como él pidió, cumpliéndolo todo Carlos por-
y vos, mi dueño, vivid, 11 que Octavia no se deshiciese de sus joyas, y con todo secreto
y si no, pedidle vos fue a ver a su hermano, y despedido de ella, se pasó al reino
que le ejecute en los dos, de Nápoles, quedando Carlos con el ausencia de don Juan
y será acertado así. por dueño de la casa de Octavia, entrando y saliendo en ella
Mas, en tanto que esto llega, sin ningún recato, restaurando los gustos perdidos con tanto
alegraos; que, vive Dios, exceso que ya le vinieron a cansar, cuando ya toda la ciudad
que a mí me matáis, si vos lo murmuraba, retirándose las señoras de ella de comunicar
os matáis de rabia ciega. ni ver a Octavia, por estar su fama tan oscurecida.
En mis lágrimas se anega Más de dos años pasaron de esta suerte, que aunque Car-
este papel amoroso, los se hallaba ya achacoso de la voluntad, no se atrevía a
en vuestras manos dichoso, declararse de todo punto con Octavia, si ella ya vivía menos
cuando las llegue a besar; segura de que Carlos le cumpliese la palabra, conociendo en
pues sin saber qué es amar, su tibieza su desdicha; no la veía con tanta puntualidad ni la
más es que yo venturoso. trataba con el cariño que antes. Muchas noches faltaba al
lecho, y a las lágrimas que Octavia vertía, y a las bien enten-
Muchos días, como he dicho, se pasaron sin que estos didas quejas que le daba, ponía por excusa a su padre, dicien-
dos amantes pudiesen dar alivio a sus penas, porque don do que le reñía porque salía de casa de noche. Y si le hablaba
Juan, o de celoso o mal intencionado, el día que iba a misa en razón del casamiento, le respondía que si le quería ver
no se le quitaba de su lado, que otras visitas no se las dejaba destruido y muerto a manos de su padre. Y aunque Octavia
hacer; con que Carlos estaba desesperado y Octavia perdía le suplicaba que por excusar la ofensa de Dios se casasen en
el juicio. Hasta que sucedió que en una casa de juego, sobre secreto, le decía que si él era persona que cuando llegase esa
jugar12 una suerte, mató un caballero principal de la ciudad, ocasión se había de casar [así]."

11 M vivid 11 PB viví. 13 Sigo a Amezúa (p. 82) e Yllera (p. 182} en introducir el adverbio que
12 M jugar 11 PB juzgar. parece faltar en PBM .
!' l

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Avivó con estas cosas, dudando Octavia de la fe de Carlos, estorbasen lo que él mismo, con el poco gusto que tenía, se
dándose por perdida; martirizaba sus ojos y ajaba su hermo- estorbaba.
sura, y Carlos cada día más desapasionado. ¡Ah, qué se les Sucedió, pues (que cuando las desdichas han de venir no
pudiera decir ahora a los hombres, infamando a Carlos de faltan acasos que alienten), que en Novara murió un caballe-
1
1

: 1 engañador, de falso y mal caballero!, ¡y qué le pudiera afear ro, amigo del senador, padre de Carlos y le dejó por testa-
a Octavia su flaqueza, para que las damas, viendo reprender a mentario y tutor de una sola hija que tenía, llamada Camila,
11,
Octavia, mirasen lo que habían de hacer!, mas este desenga- de edad de veinte años, medianamente hermosa y sumamen-
11'
ño se lo está diciendo por mí. ¡Fíense, fíense!, que al cabo se te rica, si bien la mayor riqueza de Camila era la virtud, que
1,
hallarán como Octavia se halló: sin esposo, sin honor y aun sobre honesta y santa criatura, el entendimiento y demás
sin amante, que Carlos aun de serlo estaba arrepentido. Car- gracias era grande; pues como el senador vio la ocasión, apli-
1( los no alcanzaba, y se desesperaba. Carlos alcanzó, y se arre- có luego tal joya para su hijo, y como lo pensó lo quiso efec-
,1 piente. Y es lo peor que este Carlos debió de procurar tuar, y llamándole a solas, se lo comunicó, engrandeciendo
11·,
muchos Carlos, que aunque en todos tiempos los ha habido, las partes de Camila y el acierto que en que fuese su esposa
!I y hoy lo son todos y todas son Octavias, y ni ellos se arre- se hacía, añadiendo a esto afearle el amistad de Octavia y
pienten de serlo ni ellas tampoco, cayendo cada día en los diciéndole lo mal que parecía en Milán, aunque la estimase
!i ' mismos hoyos que cayeron los pasados. por amiga, cuanto y más tomarla por mujer; pues una mujer
Ya, en fin, Carlos, cansado de Octavia, no le parecía tan que se había rendido a él, ¿qué confianza podía tener que no
hermosa, ni le agradaba su asistencia ni le descuidaba su cui- se rindiese a otro?, y que la hermosura, de todos era apeteci-
dado; y como naturalmente se enfadaba de ella, todo le enfa- da. Añadiendo a esto que si no ponía remedio en ello, dotán-
daba, la asistencia era poca, los cariños eran menos. Ya se dola para que se casase o entrase religiosa, admitiendo la
descuidaba del ordinario sustento, y si le pedía, ponía ceño; esposa que le proponía, que con la potestad que tenía de juez
de manera que Octavia se halló en el estado de aborrecida, haría en ella un ejemplar castigo, haciéndola desterrar de
sin saber cómo. Y si bien conocía que los lazos que en otro Milán públicamente por inquietadora de su casa. Que como
tiempo tenían preso a su desconocido dueño ya los pondera- Carlos ya no amaba a la desdichada Octavia, dando disculpas
ba dogales para el cuello, disimulaba cuanto podía, por no a su padre convenientes, y asegurándole pondría en orden su
acabar de perderle. ¡Ah, desdichadas mujeres, que el mismo vida, y haciendo que Octavia se entrase en un convento,
martirio conserváis por no perderle! ¡Dichosas muchas veces aceptó el casamiento de Camila, aficionándose, como muda-
las que libres de tal mal conserváis la vida en quietud, sin ble, de la nueva dama que esperaba tener por suya. Y porque
estar agradando un tirano, que cuando más propio le tenéis Octavia no le impidiese mediante la palabra que delante de
más perdido! testigos le había dado, añadió un engaño a otro.
Finalmente, Carlos aborreció a Octavia, y estaba tan can- Fue a ver a Octavia, fingiéndose muy triste. Y la triste
sado de ella que se pasaba los dos y los tres días que no la dama, como le quería y siempre estaban colgados sus ojos de
veía, y si la veía, era a fuerza y con poco asiento. Y de todo su semblante, y le vio algunas ternezas en ellos, o falsedades,
tenía la culpa su padre, que no la tenía de todo punto, por- por no mentir, y dar algunos congojosos suspiros, sintiendo
que aunque eran ya estos amores tan públicos que ni nadie más su pena que él mismo, empezó a temer, y más viendo
ni él los ignoraba, y le reprendía como padre, y pudiera por que Carlos, sin rogárselo, como muchas veces le había suce-
esta parte no acudir a ellos, no era tan a menudo que le dido, porque después que la había aborrecido, si no era a
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fuerza de lágrimas, no podía alcanzar tal favor, se desnudó y


que se lo dijo; que a saber yo de quién era, la hubiera sacado
puso en el lecho, haciendo ella lo mismo, para que en aquel
del lugar donde está. El está como padre enojado, y como
amoroso potro confesase, apretado de los lazos que le pusie-
juez airado, y como viejo avaro; sin paciencia, ha jurado te ha
se cuello, que no era menester apretarle mucho, porque el
de prender, y por inquietadora de la ciudad y de su hijo des-
tenía voluntad de decirlo, pues de industria se mostraba tan
terrarte públicamente, añadiendo que hará buscar a tu her-
penado. Al fin, con amorosas caricias, le dijo:
mano, cuando esto no baste, y le obligará con decirle tus fla-
-No sé qué me tema, ¡oh Carlos!, señor mío, de lo que
quezas a que te dé el merecido castigo. No me atreví, según
veo en ti esta noche. Tu[s]14 suspiros en el pecho, y lágrimas
le veía, a15 declararle la verdad, ni tampoco a casarme luego,
en los ojos; y que no partas conmigo pena que causa esta
por no agravar más el caso, ni ocasionarle a mas cólera; por-
novedad, a la cuenta, yo soy quien te la da. Y si es así, cree
que si ahora, en duda, es su ira tanta, ¿ qué será si lo tuviese
que será con ignorancia, y no de malicia. Y entender lo con-
por verdad? Tengo por sin duda que a entrambos nos quitará
trario será en ti falta de conocimiento, y aun de voluntad.
la vida. Esta es mi confusión y tristeza, porque sé cuán aprie-
Porque si de mi entendiera que podía, ni aun con el pensa-
sa se ejecutará lo que ha dicho. Aquí estoy contigo, y te tengo
miento, ofenderte, antes que llegaras a saber mi delito, me le
en mis brazos, y te estoy llorando ausente y desterrada, con
castigara yo quitándome la vida. Y supuesto ello, y quieres
tanta afrenta, o en poder de la ira de tu hermano, adonde
que yo mas justamente te ayude a sentir lo que sientes,
corra riesgo tu vida y la mía. Ahora que lo sabes, mira si con
comunica conmigo tu pena y sácame de tanta confusión, que
tu divino entendimiento hallas salida a tantas desdichas
me tienes ahogada en temores y sepultada en sospechas.
como se nos aparejan; pues claro es que, pasándolas tú, son
No aguardaba más el engañoso Carlos, y así, fingiendo
tan mías como tuyas.
mayores ahogos y apretados sentimientos, le respondió:
En gran espacio no pudo responder Octavia a Carlos,
-Mucho me pesa, Octavia mía, que juzgues que es mi
temiendo como flaca mujer el daño que se le amenazaba, no
pena por desaciertos tuyos, que si alguna cosa me obliga a
sospechando de Carlos cautela ninguna, viéndole con tan
adorarte y estimarte, es tu cordura y honestidad, pues con ser
tiernos sentimientos. Mas, cobrándose de la pasión que
tu hermosura tanta, es más que tu hermosura, pues si ella me
tenía, le respondió, desperdiciando hermosas perlas:
enamora, tus virtudes me cautivaron, y cree que aunque eres
-¡Ay, Carlos, y qué de días que ha temido y teme esto mi
la causa de mi sentimiento, no eres tú, supuesto que no tie-
triste corazón! Y cuando te rogaba con tantas ansias que me
nes más culpa en ella más de ser desgraciada y no haber naci-
hicieras de todo punto dichosa, no era por temer que
do rica, ocasión para que mi padre te aborrezca y no me atre-
me habías de faltar a la palabra dada, sino por escapar de esta
va a decirle que eres mi esposa. Y para no darte la purga en
tempestad con honor, y tú sentías que era desconfianza de tu
taza penada, sino que la bebas de una vez, mi padre ha sabido
amor; que si estuvieras casado conmigo, a lo hecho ¿qué
de hecho todos nuestros amores y la asistencia que tengo en
podía hacer tu padre? Pues no aventuraba a perder más de
tu casa, la continuación con que te asisto, y rematadamente
los bienes de fortuna, que en lo demás no le debo nada.
le han dicho que me quiero casar contigo, que le gasto la
Pedirte en el riesgo que lo hagas es excusado, que el que no lo
hacienda y otras cosas en que se adelantó la lengua traidora

14 PBMtu.
15 Ma 11 PBfalta.
506
DESENGAÑO SEGUNDO LA MÁS INFAME VENGANZA 507

16
hizo en la bonanza de paz, menos lo hará en la tempestad mes se pasó en disponer las cosas para la boda, visitando en
de la guerra. Y así, no trato de nada más de huir de la fortuna este tiempo cada día a Octavia con tantas finezas y agasajos
que me amenaza, fiada en que harás como cristiano y como que, como la misma había vista en él tantos despegos desde
caballero. Mira tú dónde será bien esconderme del rigor de que la había aborrecido, y ahora le juzgaba tan amante, daba
tu padre, si será a propósito salirme de Milán por algunos por bien empleada su reclusión. Regalábala mucho y dábale
meses u ocultarme en casa de algún deudo mío. joyas de valor, que ella tomaba creyendo que era para la cau-
-No, Octavia mía, no -dijo el cauteloso Carlos-; salirte sa que le había dicho, que era aumentar su dote; mas Carlos
de la ciudad es muy a costa mía, que no podrían mis ojos, iba con otra intención, porque como no se había de casar con
enseñados a mirar tu belleza, vivir sin ella. Pues en casa de ella, quería con aquello satisfacer su obligación, porque cuan-
ningún pariente, ta[m]poco;17 porque yo no he de dejar do Octavia supiese que se había casado, no lo sintiese tanto,
de entrarte a ver, y dos veces que sea notado de los espías que viéndose rica para tomar otro estado, imaginando que con el
me ha de poner mi padre, no hallándote a ti, cuando te bus- oro doraría la falta de su fama. [Quién hiciera esta" traición
18
que, has de correr el mismo peligro. Lo que a mí me parece sino un hombre! Mas quiero callar, que el mismo suceso dice
más a propósito es entrarte en un convento, y que lleves a él más que yo puedo decir.
tu hacienda y19 criadas, y te estés allí algunos meses, en tanto Llegó el día deseado de Carlos, ya nuevamente enamora-
que a mi padre se le pasa la ira, que viéndote a ti en clausura, do de Camila, que aunque no muy hermosa, el trato y ser
y a mí, que todo no le durará mucho, que al fin es padre y ropa nueva le hacía21 de apetecerla. Tenía Camila la belleza
hará como tal; que cuando yo te saque de él para mi esposa, que ha de tener la propia mujer, pues más en las virtudes que
podrá ser estén las cosas de otra manera. Allí te veré todos en la hermosura ha de florecer; demás que no era fea,
los días y te iré dando joyas y dineros para que, pues la codi- que pudiera por esto ser aborrecida, y cuando lo fuera, la
cia de mi padre es tanta, pues a ti la riqueza de tu hermosura hiciera hermosa más de cincuenta mil ducados que tenía de
te bastara, tengas con qué hartarla y satisfacerla. dote, y deseaba ya Carlos verse dueño de todo. Desposóse y
Concedió Octavia en lo que ordenó Carlos, y no fue velóse Carlos con mucho gusto y grandes fiestas, olvidando
mucho que la engañara, según él lo sabía ponderar, hacién- de todo punto la obligación de Octavia. Pasados dos o tres
dola mil caricias y prometiéndole de nuevo ser su esposo. Y días, que en las ocupaciones dichas entretenido, ya más
despidiéndose de sus brazos con caudalosos ríos que vertían moderados los alientos de desear, con haber gozado de su
sus ojos. Llegó el día; con él se dispuso todo, de suerte que esposa y tenerla ya como a suya, menos apetecida, como
antes de la noche ya Octavia estaba en el convento y Carlos dijo un galán, que otro día después de haberse casado estaba
libre de su embarazo, que avisando a su padre como ya Octa- triste, preguntándole si estaba arrepentido, respondió:
via estaba en religión, se efectuó el casamiento con Camila, «¿Pues quién ignora que no fuera casamiento si no lo estu-
partiéndose el senador mismo a Novara por ella. Más de un viera?». En fin, como digo, acordóse Carlos de Octavia, y
que era fuerza desengañarla, porque él no pensaba más ver-
la, la escribió un papel que decía así:
16 B falta.
17 PBM tan poco.
18 Mhas 11 PBha.
20 Besa.
19 B falta.
21 M hacía 11 PB había .
508 DESENGAÑO SEGUNDO LA MÁS INFAME VENGANZA 509

«Cuando las aventuras no están otorgadas del Cielo, ni sirve Licencia me daréis, señores, para que me admire en este
desearlas ni pretenderlas. La de que fueses, hermosísima desengaño en que pondero los engaños de los hombres de la
Octavia, mía y yo tuyo, se ve que no lo estaba, pues permitió ira de una mujer; mas también me la darán estos mismos
otra cosa. Sabe Dios lo que siento el desengañarte; mas, pues para conocer que de las cautelas de los hombres nacen las
no puede ser menos, mayor crueldad será tenerte engañada iras de las mujeres, y que por una que procura venganza, hay
que haberte trocado por otra. Mi padre me ha casado con una mil que no la toman de sí mismas; que yo aseguro que si
señora de la calidad y nobleza que sabrás alcanza mi esposa todas vengaran las ofensas que reciben, como Octavia hizo,
Camila, de mas de haber juntado a mi hacienda cincuenta mil no hubiera tantas burladas y ofendidas. Mas hay tantas muje-
ducados, de que soy hoy dueño, y tú si quisieres también serlo; res de tan común estilo que la venganza que toman es, si las
pues todo estará a tu voluntad, si quieres usar de ella, como de engaña uno, engañarse ellas con otro, con que dan lugar a
tu entendimiento espero. Ya no sirven lágrimas ni desespera- aquel que pudiera temer ultraje y salga de cualquiera obliga-
ciones porque lo hecho no tiene remedio; el tuyo deseo, como ción. ¡Oh, qué mal tiempo que alcanzamos, donde tienen por
quien te ha querido tanto. Y así, te suplico pongas la mira en el venganza la deshonestidad y el vicio! ¡Cuánto más acierto
estado que22 gustas elegir; y es cierto que, por mi gusto, el de fuera que a la que le faltan manos para vengarse, dejarle al
religiosa, te suplico que admitas, y te ayudaré con mi persona y Cielo su causa, que él volverá por ella. ¡Ay, hombres, y cómo
hacienda, y excusarásme con esto la pena que recibiré en ver la sois causa de tantos males! Porque ya no hallados con las
belleza que ha sido mía en poder de otro dueño». comunes, buscáis y solicitáis las recatadas y recogidas, y si las
Había pasado los'días que Carlos había faltado Octavia vencéis, las dais ocasión, o para que sean tan comunes como
muy penada, no pudiendo imaginar la causa, y mas no atre- las demás, o que hagan lo que Octavia hizo. No se dejara
viéndose a enviar a saber de Carlos por el peligro que temía vencer Octavia si Carlos no la combatiera a todo riesgo; no se
que, como recibió el papel, bien asustada le abrió y leyó, y engañara Octavia si Carlos la desengañara; ni Octavia busca-
viendo en él la sentencia de su muerte en la burlada fe de ra venganza si no la burlara24 Carlos. Pues tenga Octavia ira,
Carlos, se cayó amortecida, que, por remedios que se le y pague Carlos tan mal trato, que todo lo merece, pues no
hicieron, no volvió en sí en muchas horas. Y23 ya que fue res- faltando en Milán mujeres sin obligaciones con quien pudie-
taurada en su sentido, no lo fue en su sentimiento porque ra entretenerse, se puso a solicitar, vencer y engañar la que
hacía cosas como mujer loca, y sin duda se quitara la vida si las tenía. Paréceme que este desengaño tanto es para los
las criadas y religiosas la dejaran sola: tan aborrecida la tenía. hombres como para las mujeres. Pero quédese aquí, que me
En fin, algo más quieta, de allí a dos días despachó a Nápoles parece que ya don Juan ha venido y hay mucho que decir.
un propio con una carta a su hermano, diciéndole en ella que Llegó don Juan al convento donde estaba su hermana, y
sin temor de ningún peligro se viniese luego a Milán, después de los recibimientos de ausencia tan larga, que ella
que tenia necesidad de él para cosas tocantes a su honor, avi- aplaudió con lagrimas, le preguntó la causa de estar allí y no
sándole donde estaba para que viniese allí derecho. Leída la en su casa, como la había dejado, a que satisfizo Octavia con-
carta por don Juan, al punto se puso en camino. tando su desdicha y metiéndole el papel de Carlos en las
manos, pidiéndole de más a más venganza de sus agravios.

22 Benque.
23 B falta. 24 M burlara 11 PB burla .
510
D E SEN G A Ñ O SEG U N D O LA MÁS INFAME VENGANZA 511

Ya he dicho la inclinación de don Juan, más ajustada a trave- dad que don Juan era. Y fue que propuso quitarle a Carlos el
suras y desgarros que a prudencia; mas en esta ocasión pare- honor con Camila, como él se le había quitado a él con
ció que degeneró algo de su mismo ser, porque reportando el Octavia.
furor que tal suceso era fuerza le causase, con palabras entre ¡Miren qué culpa tenía la inocente! Será para vengarse
airadas y cariñosas, respondió a su hermana que tratase, pues en ella de su marido, pues si Octavia quedó burlada de
había sido loca25 y liviana26 de tomar el hábito y ser religiosa, Carlos, ya Octavia no estaba sin culpa, pues se dejó vencer
pues no había otro remedio, si no quería perder la vida a sus del amor de Carlos, fiada solo de una palabra falsa que le
manos; que lo demás lo dejase a él, que no se quedaría Carlos dio. Mas Camila honesta, Camila cuerda, Camila recogida
alabando de la burla. Y luego trató por medio de amigos y y no tratando sino de servir a su marido,¿se quiere vengar
deudos de su padre, y de joyas de valor que le dio su herma- en Camila? [Oh, pobre dama, y como tú sola pagarás los
na, pues ya no las había menester porque otro día tomó el yerros de Octavia, los engaños de Carlos y las traiciones de
hábito de religiosa, de ajustar la muerte que había hecho, por don Juan!
lo que se ausentó de Milán; que habiendo dineros y favores, Ya he dicho el uso y costumbre de aquellos reinos, que
no fue dificultoso, de manera que antes de un mes se vio son los festines, que un día se celebran en unas casas y otros
libre, paseando por la ciudad. en otras, y que es permitido a las damas casadas y donce-
No se aseguró mucho Carlos cuando supo la repentina llas, y aun a las viudas, ir a ellos, y a los caballeros, con más-
venida de don Juan, y más viéndole libre, y más sabiendo caras y sin ellas, entrar y sacar a danzar la dama que les
que Octavia era ya monja, que por medio de algunos ami- parece, y en los asientos, si caían junto a ellas, hablarlas, y
gos había procurado aquietarla, ofreciéndole lo que hubiese ellas no extrañar el gracejar con ellos. Pues como Camila
menester para el nuevo estado. Mas Octavia jamás se dejó era recién casada, si bien su condición no era de las más
ver de ninguno, con que Carlos quedó menos seguro. Mas esparcidas, a petición de parientas y amigas y a ruego de su
como veía a don Juan con el descuido que andaba, y que le esposo, iba a muchos o a todos. Y don Juan, que no se des-
hablaba y trataba con familiaridad de amigo, se sosegó más, cuidaba, avisado de los que podía ver a Camila, entraba en
aunque no de traer siempre dos pistolas en las faltriqueras, ellos con galas y trajes costosos, que para todo había en lo
y los criados que andaban con él de la misma suerte. Mas que Carlos había dado a Octavia, luciendo en él más que en
parecíale que Octavia no le debía de haber dicho nada, fián- otro, por tener gallardo talle y buen rostro, no faltándole lo
dose en el amor que le tenía. El pensaba esto, y don Juan, su entendido y airoso; así se supiera aprovechar para obrar
venganza, que si la tomara, como era razón, en quien le bien de ello.
había hecho el agravio, nadie le culpara; mas vengóse de la Empezó a enamorar a Camila con aquello de lo rendido,
culpa de Carlos en quien no tenía culpa, de suerte que hasta afectuoso y tierno, acreditándose de amante con suspiros y
en la satisfacción del honor de su hermana siguió sus travie- elevaciones, de que saben muy bien los señores hombres el
sas inclinaciones, y así, pensó una traición que solo se arancel, que para tales engaños son muy diestros. Y la vez
pudiera hallar en un bajo y común hombre, y no de la calí- que podía tomar lugar donde pudiese hablar a Camila, cele-
braba su talle y hermosura, agradeciendo27 la dicha de haber

25 B tan loca.
26 B falta: y liviana.
27 PBM en agradeciendo .
512
DESENGAÑO SEGUNDO LA MÁS INFAME VENGANZA 513

merecido verla, y la que no podía ser; esto le causaba a dan- casa, a visitar una amiga que vivía en él. A lo que replicó don
zar, y en tal ocasión la requebraba y galanteaba. No le res- Juan le dijesen que estaba allí una señora principal, que nece-
pondía Camila palabra, gustando más de acreditarse de sitaba de hablarla para un caso de mucho riesgo. Si bien
necia que deshonesta, si bien no se atrevía a negar el salir a rehusó la criada, lo hubo de hacer, y dicho el tal recado a
danzar, porque no la calificasen de melindrosa; lo que hacía Camila, respondió que estaba en visita y que sería descorte-
era excusarse de ir a ellos la vez que sin nota podía hacerlo. sía dejarla; que volviese otro día. A lo que replicó don Juan
Mas cuando los ruegos de las amigas y parientas pasan a que no sufría dilación su necesidad, que aquella señora con
importunación, y por este caso a mandárselo su esposo, era quien estaba daría licencia, que ella sería breve y se podría
fuerza negarse a ellos, y de esta suerte vino don Juan en volver; que convencida Camila de esto y de los ruegos de la
varias ocasiones a ponerle en la mano cuatro o seis papeles, amiga con quien estaba, pasó a su casa, y viendo la dama que
bien notados y no mal escritos, que la dama recibió, no por tenía echado el manto en el rostro, pareciéndole de calidad
gusto sino por no dar nota, de los cuales no se puede decir en el traje, y que era recato necesario tener cubierta la cara,
lo que contenían porque la discreta Camila, por lo dicho, creyendo ser su venida a pedirle favor para su suegro, sin
los recibía, no los leía, antes sin abrirlos los hacía pedazos, y reparar en más, la tomó por la mano y se fue a sentar con ella
al último, ya cansada, le28 reprendió de su atrevimiento con en el estrado, a lo que el engañoso don Juan le dijo que se
palabras severas y crueles amenazas. Y viendo que no era sirviese de oírla en parte más oculta, para que supiese a lo
posible que se quietase, desistiendo de tal locura, se'excusó que venía, que era caso de honor, y le pudiese descubrir el
de todo punto de ellos y aun de salir de su casa, si no era rostro; que visto esto, Camila se entró con ella hasta la cua-
que fuese con ella Carlos, a quien no dio cuenta del caso, dra donde tenía la cama, y sentadas en el estrado que estaba
por excusarle el riesgo. Pues viendo el mal aconsejado don delante, así como don Juan vio sentada a Camila, se levantó y
Juan que por vía de amor no podía salir con su intención, cerró la puerta con la misma llave que estaba en la cerradura,
mudó de intento y procuró con engaño aprovecharse de la y sacando una daga, le dijo:
fuerza, y consiguiólo del modo que ahora diré. -A la primera voz que des, Camila, te tengo de esconder
Un día que supo que Carlos era ido a caza con sus criados esta en el pecho, y los que quedan fuera, a tus criadas, que
y algunos amigos, se vistió un vestido de los mejores que bien sé que hombres no los hay en casa, que son idos a caza
tenía su hermana, y tocándose y componiéndose de suerte con Carlos, tu traidor esposo. Mírame y conóceme por don
que pudiese parecer mujer, se entró, cubierto con un manto, Juan de tal (pase así por no nombrarle, que es muy conoci-
en una silla, y se hizo llevar a casa de Camila, llevando consi- do), no el que te enamoraba como tú juzgabas, cuando te
go dos amigos de su parcialidad que le hiciesen resguardo. Y hablaba y escribía en los festines, sino el que deseaba vencer-
llegando a la puerta del cuarto en que la dama vivía, bajo y te para que, publicando tu flaqueza, quedara vengada mi des-
distinto del del senador, que posaba,29 preguntó por ella, dichada hermana Octavia, a quien Carlos, tu marido, burló y
diciendo la quería hablar para un negocio de importancia. Le deshonró debajo de la palabra de esposo, que faltó"? por
respondió una criada que estaba en otro cuarto de la misma casarse contigo, y con su afrenta vengarme de la mía, y des-
pués matarle. Mas fue tan dichoso que tiene mujer que sabe

28 BlellP!a.
29 Bpasaba.
30 B faltó 11 P falso.
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DESENGAÑO SEGUNDO LA MÁS INFAME VENGANZA 515

guardar su honor, que no mi liviana hermana el mío, haga la das, todas mujeres sin ánimo, antes que Carlos y el senador
fuerza lo que no ha podido la astucia. viniesen, tomó algunos dineros y joyas que fuesen bastantes
Que como esto dijo, teniéndole la daga puesta al pecho, a33 alimentarla algunos meses y una criada de las que tenía, y
tan junta que aún matizó la puma con la inocente sangre de se fue a un convento, debiéndole en esto más la vida que la
la desdichada dama, que medio muerta de temor de ver la inocencia, porque encubrírselo a Carlos era imposible, por
muerte tan cerca y de lo que estaba escuchando, conociendo cuanto el infante don Juan, como no lo había hecho con otro
a su traidor amante, que ya tenía el rostro descubierto, no fin que deshonrar a Carlos, lo iba publicando a voces por la
tuvo fuerzas para defenderse, y si lo hiciera, estaba ya tan casa y la calle.
resuelto y vencido del demonio que la matara. Cumplió don Vino Carlos de su desdichada caza, y halló en su cuarto su
Juan su infame deseo, y viendo que Camila se había desmaya- padre haciendo extremos de loco, que sabiendo ser la causa el
do, la dejó, y abriendo la puerta, salió, no cubierto como desdichado suceso de su casa, quedó peor que su padre, si
entró, sino echado el manto atrás, diciendo: bien el viejo senador hablaba y decía dos mil dislates; mas
- Decidle a Carlos, vuestro dueño, que, como habiendo Carlos callaba, como el que tenía la culpa y la pena en haberse
burlado a Octavia y deshonrádome31 a mí, no vivía con más asegurado de la disimulación de don Juan, culpando a Camila
cuidado, que ya yo me he vengado quitándole el honor con de lo que ella, por excusarle algún riesgo, había callado.
su mujer, como él me lo quitó a mí con mi hermana; que yo Divulgóse el caso por la ciudad, andando en opiniones la
soy don Juan, hermano de Octavia; que ahora que se guarde opinión de Camila. Unos decían que no quedaba Carlos con
de mí porque aún me falta tomar venganza en su vida, ya que honor si no la mataba; otros, que sería mal hecho, supuesto
la tengo en su honor. que la dama no tenía culpa, y cada uno apoyaba su parecer.
Y como dijo esto, sin atreverse las criadas a hablar, por Más de un año estuvo Camila en el convento y Carlos sin
verle la daga y una pistola en las manos, se entró en la silla, y salir de su casa, si bien traía espías para saber si don Juan
a los lados los dos que venían con él. Caminaron a un con- estaba en la ciudad; mas él se debió poner en tal parte que era
vento de religiosos descalzos, donde se ocultaron. excusado el buscarle. Y si bien todos los que le visitaban le
Acudieron las criadas a su señora, y halláronla mal com- consolaban con la poca culpa de su esposa, y su padre hacía
puesta y sin sentido; corriendo sangre del piquete que la daga lo mismo, ya más reportado por no perderle; mas Carlos no
del traidor don Juan le había hecho en los pechos. Empeza- tenía consuelo.
ron a dar voces, a las cuales acudió [la]32 amiga que vivía en Visitó el senador a Camila en el convento, y este día fue de
casa, que el senador no estaba en ella; que, sabido el caso, juicio, según las lástimas que dama hizo con él, que, asegura-
haciéndola remedios, volvió en sí, tan desconsolada y llorosa do de su inocencia y viendo la disculpa que daba de no haber
que daba lástima a quien la miraba. Y no hallándose segura, avisado a su esposo de la pretensión de don Juan, pareciéndo-
aunque sin culpa, por no haber avisado a Carlos de la preten- le sería su recato y retiro y aspereza bastantes defensas, y no
sión del traidor don Juan y dádole los papeles que le había poner a Carlos en ocasión de perderse, trató con Carlos que
escrito, de la ira de su esposo, aconsejada de la amiga y cría- hiciese vida con su mujer, pues por parte de ella no había sido
su agravio, y metiéndose de por medio el gobernador y toda la

31 B deshonrándome.
32 PBMel.
33 Ma 11 PB falta .
516
DESENGAÑO SEGUNDO LA MÁS INFAME VENGANZA 517

nobleza de Milán, lo aceptó, y Camila salió del convento, consigo ningún criado, se desapareció una noche, con que
bien temerosa, aunque no culpada, y se vino a la casa tan
dio a su padre bien desconsolada vejez, porque no tenía otro
honestamente vestida que en lo que vivió no se puso más hijo ni hija; tanto que le obligó a casarse, por tenerlos. Sospe-
galas que las que sacó del convento, que era un hábito de chóse que Carlos había partido a buscar a su enemigo don
picote. Pareció delante de Carlos con tanta vergüenza que Juan, si acaso supo parte segura donde estaba, mas de ningu-
apenas alzó los ojos a mirarle, y él la recibía tan severo no de los dos se supo jamás nueva ninguna.
que no dio indicios de seguridad ninguna. Desconsuelo bien Octavia profesó, siendo la más dichosa, pues trocó por el
grande para Camila, y más cuando vio que Carlos no consin- verdadero Esposo el falso y traidor que la engañó y dejó bur-
tió que comiese ni durmiese con él, ni hablaba con ella más lada. Este caso me refirió quien lo vio por sus ojos, y que no
de para lo que no se podía excusar, con que Camíla vivía ha muchos años que sucedió me afirmó por muy cierto. Y
mártir, sus ojos continuamente no enjutos de lágrimas, y más os digo, que no se ha disimulado en él más que patria y
como quien no tenía segura la vida; confesaba muy a menudo nombres, porque viven algunas de las partes en él citadas,
en su oratorio, sin salir más a ver ni a ser vista de nadie, ni como son Octavia y el senador padre de Carlos, casado y con
Carlos lo consintiera.
hijos que ha tenido de su segundo matrimonio, porque de
De esta suerte y con esta vida bien arrepentida de haber don Juan y Carlos no se supo qué se hicieron.
salido del convento, vivió poco más de un año, al cabo del No tengo que decir a las damas otro desengaño mayor que
cual reinó en Carlos el demonio y la dio un veneno para haber oído el que he contado, mas de que ni las culpadas ni
matarla; mas no le sucedió así porque debía de querer Dfos las sin culpa están seguras de la desdicha, que a todas se
que esta desdichada y santa señora padeciese más martirios extiende su jurisdicción; y si esta desdicha la causan los enga-
para darle en el Cielo el premio de ellos. Y fue el caso que no ños de los hombres o su flaqueza, ellas mismas lo podrán
la quitó el veneno luego la vida, más hinchóse toda con tanta decir, que yo, como he dicho, si hasta ahora no conozco los
monstruosidad que sus brazos y piernas parecían unas gordí- engaños, mal podré avisar con los desengaños.
simas columnas, y el vientre se apartaba una gran vara de la
cintura; solo el rostro no tenía hinchado. Nunca se levantaba Congojada y sonrosada acabó la hermosa Lisarda el pasado
de la cama, y en ella estaba como un apóstol, diciendo mil suceso, no por faltarle caudal a su entendimiento, que le sobra-
ejemplos y dando buenos consejos a sus criadas. De esta ba para mayores desempeños, por ir huyendo de culpar de todo
suerte vivió seis meses, al cabo de los cuales, estando sola en punto a los hombres en las desdichas que suceden a las muje-
su cama, oyó una voz que decía: «Camila, ya es llegada tu res, por no enojar a don Juan, el cual, por no alentar, la dijo:
hora». Dio gracias a Dios porque la quería sacar de tan peno- -Cierto, bellísima Lisarda, que habéis tenido tanta gracia
sa vida; recibió sus sacramentos, y otro día, en la noche y donaire, tanto en el desengaño que habéis hecho como en
murió34 para vivir eternamente.
las reprensiones que a las damas y caballeros habéis dado,
Enterrada Camila, con gran pesar de su muerte en todos que se puede desear, sin tenerle por mal, que digáis mal y
los que conocían su virtud, Carlos, tomando dineros y otras tenerlo todos por favor.
joyas de valor, sin dar parte a nadie, ni a su padre, ni llevar -Lo cierto es -dijo doña Isabel- que si como es este
sarao entretenido fuera certamen, la hermosa Lisarda mere-
cía el premio. Mas de mi voto digo que soy del parecer de
34 B falta.
Carlos, que no dejó Camila de tener alguna culpa en callarle
518
DESENGAÑO SEGUNDO LA MÁS INFAME VENGANZA 519

a Carlos la pretensión de don Juan a los principios, que con [Como viviré sin ti!
eso se avisara Carlos, que sabía el agravio de su hermana. Dime, ¿ quién alegrará
-Eso fuera -replicó Lisis- si Camila supiera el amor de mis ojos, cuando, sin verte,
Carlos y de Octavia; pues aunque se murmuraba en la ciu- llenos de penas están?
dad, Camila, como forastera, no lo sabría, y no sé qué mujer ¿ Qué días serán los míos
hubiera en el mundo tan necia que se atreva a decirle a su llegando a considerar
marido que ningún galán la pretende, pues se pueden seguir ajena toda la aldea
de eso muchos riesgos, y el mayor es si está un hombre segu- de tu suprema deidad?
ro de celos, despertarle para que los tenga y no viva seguro Pues las noches, ¡ay de mí!,
de su mujer, supuesto que la fineza del amor es la confianza; ampárame, voluntad,
que aunque algunos ignorantes dicen que no es sino los que solo en su valentía
celos, lo tengo por engaño, que el celoso, no porque ama más tiene defensa mi mal.
guarda la dama, sino por temor de perderla, envidioso de que Detente, mi amado dueño;
lo que es suyo ande en venta para ser de otro, y así, no mató a mas no me quiero quejar,
Camila eso, que siento que hizo como cuerda y honesta, que no quiero detenerte,
pareciéndole, como lo hiciera si el falso don Juan no buscara si con tu gusto te vas.
aquella intención diabólica para venganza, que su resistencia Mas, con todo, tu partida
y recato la libraron del deshonesto amor de don Juan. No la muy apriesa es, bueno está;
i
mató, como digo, sino la crueldad de Carlos, que como se
1

si te vas, vete despacio;


cansó de Octavia, siendo hermosa y no teniéndola por pro- detente, y un poquito más.
pia, hastío que empalaga a muchos o a todos, también le can- Dame un día más de vida.
saría Camila, y para eso mejor fuera dejarla en el convento o ¡Ay, ojos, cuáles estáis!
divorciarse de ella; y no, después de haberle dado a todos Pero si os falta la luz,
documentos tan cuerdos, que por ello le doy las gracias. gozad de la obscuridad».
Con esto que dijo la hermosa Lisis cesaron de ventilar la Esto cantaba un amante
culpa y disculpa de Camila, dando lugar a la linda doña Isa- a su dueño, que se va,
bel, que, acompañando a los músicos, cantaron este si no a perderle, a dejarle,
romance:
que todo viene a ser mal.
Pues, de todas suertes, queda
«¿Adónde vas, dueño mío, con un dolor inmortal,
que aquesos pasos que das siendo su vista su vida
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es dar heridas al alma, y su muerte lo demás.
con que la dejas mortal.
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¡I Y así cantaba, llorando: «¿Dónde vas?


Si eres tú mi propia vida, Mira que cada paso es un puñal,
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¿cómo es posible que vas con que a mi triste vida muerte das».
a ser mi propio cuchillo,
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sin mirar que es impiedad?
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