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“Tlaloc-Huitzilopochtli”: la ciencia dualista de los Solsticios en Anahuac

Durante el Primer Solsticio del año (21 de junio), el Sol amanece en la parte más norteña del
horizonte, y ello se debe a que el Sol en su recorrido anual del Cono Sur al Cono Norte planetario,
en tal fecha ha alcanzado la latitud máxima hacia el Trópico del Hemisferio Norte (23.5°); este
evento celeste fue observado por los sabios astrónomos mexicah y fue por esa misma razón que
calculadamente, levantaron su Templo Mayor al centro de Tenochtitlan orientándolo de Oriente a
Poniente (alba-ocaso), para producir de manera intencional, que en los días del Primer Solsticio, el
sol emergiera por detrás del “Templo de Tlaloc”, el cual se hallaba construido en el lado norte de
la cima del mencionado Templo Mayor (o Huey Teocalli). Ese hermoso efecto visual, servía a los
antiguos mexicanos de marcador sideral, mismo que les indicaba el arreciamiento de la sagrada
estación de lluvias (“Xopan”) y por tanto, el acelerado estiramiento de los brotes de los cultivos,
que era un buen camino para el aseguramiento de la cosecha.

No obstante, la maravilla constructiva que representaba el Templo Mayor y que servía de punto
de unión “del cielo con la tierra”, a la vez de magno recinto sagrado y ceremonial, al día de hoy y
basados en los conocimientos adquiridos de la Civilización Azteca-mexicatl, podemos considerar
con toda justicia a esta suprema pirámide como una “Maquina de Medición del Tiempo”, pues del
mismo modo, en que un observador posicionado frente a la “Huey Teocalli” puede atestiguar que
el Sol nace desde la cúpula del Templo de Tláloc en el Primer Solsticio, el mismo efecto pero a la
inversa, puede observar en el día del Segundo Solsticio del año (21 dic) cuando el sol ahora
emerge de la cúpula del Templo de Huitzilopochtli; de lo anterior se derivaba que en el Calendario
Sagrado mexica, las fiestas de los meses aztecas de Etzalcualiztli y Panquetzaliztli fueran
consideradas celebraciones simétricas entre sí, complementarias y reflejo una de la otra, pues la
fiesta de Etzalcualiztli estaba consagrada al nacimiento Tlaloc (la lluvia) como el “Sol del Primer
Solsticio” (21/jun), en contraparte con Panquetzaliztli que era la fiesta mayor de Huitzilopochtli (la
sequía) considerada a su vez como el nacimiento del Colibrí del Sur en la forma del “Sol del
Segundo Solsticio” (21/dic); agua y fuego, Tlaloc y Huitzilopochtli, ambos Señores supremos de
México-Tenochtitlan con “templos gemelos” situados lado a lado en la cima del Templo Mayor,
que era en aquel tiempo la elevación artificial que domina el paisaje del hermoso Lago de la Luna
(o Texcoco). Con lo anterior, queda evidenciada una vez más, la excelsa Filosofía Dualista
(oposiciones binarias) de los primeros mexicanos que lo mismo se aplicaba para describir y
entender la mecánica de los cielos, los ciclos terrestres, así como las influencias del inframundo.

De lo anterior se deduce que, la construcción del paisaje ritual de la gran urbe de Mexico-
Tenochtitlan no servía sólo para obtener lluvia y alimentos (que, sin embargo, eran aspectos
centrales del campo de acción acuático) sino que aportaba una herramienta a través de la cual se
podía adquirir un “control simbólico” del espacio, una práctica ritual que orientaba la cultura
mesoamericana en el territorio, creando una puesta en escena grandiosa de su cosmovisión. Para
mayor comprensión de lo antes citado, ofrecemos a continuación algunos rasgos importantes
acerca de la relación mítica entre Tlaloc y Huitzilopochtli, una relación que quedo eternizada en la
arquitectura sagrada del Templo Mayor, la efigie máxima de la gran sociedad azteca
(mexica/tenochca):

Como creador, TIáloc lo fue de la Luna, del agua y de la lluvia. Fue también uno de los cuatro soles
cosmogónicos que precedieron al actual y participó en la creación del Sol y de la Luna en
Teotihuacán, ordenando a Nahui Técpatl que se arrojara a la hoguera en la que se trasformaron
éste y Nanáhuatl [ …] se le ha visto como dios de la estructura del mundo, en su carácter de
columna que separa la tierra de los cielos. Fue el donador de la lluvia, señor de la vegetación. Fue
la parte invisible de enfermedades que atacó el mago con su conjuro. Podemos sospechar la
existencia de un mito en el que TIáloc fue divinidad fecundadora, si nos basamos en el rito en el
que su imagen hecha de semillas era desbaratada, tras lo cual se guardaban los dientes de pepita
de calabaza y los ojos de frijoles grandes como simientes para el siguiente año. En calidad de
fuerza temporal, Tláloc llegaba a la tierra en los días llamados quiahuitl (lluvia). Era un señor
celeste, dueño del octavo cielo y el octavo de los 13 señores de los días. Era también uno de los 9
señores de la noche. Era señor del inframundo y ha conservado como tal, hasta nuestros días, su
figura de Chana, señor de la montaña, jefe de los muertos, dueño de la riqueza subterránea y de
los animales salvajes. En la antigüedad fue dios del cerro -del Tlaloctépetl donde se aparecía a sus
adoradores. Se encuentra en las fuentes como guardián de la milpa. Fue el patrono de los
habitantes del barrio de Yopico en la ciudad de México-TenochtitIan. Se le atribuía haber sido
hombre, gobernante divinizado de los gigantes o quinametzin y la lista de funciones pudiera
alargarse (Ver López Austin 1990: 211-12).

Por otro lado, la lectura de algunas versiones del relato de la “Peregrinación de los aztecas” nos
demuestra la existencia de una dialéctica propia entre los Señores celestiales y las deidades
acuáticas. En ellas se narra que el Señor Huitzilopochtli (patrono del Huey Altepetl de
Tenochtitlan) obtiene, del Señor de las aguas (Tlaloc), el permiso para construir la ciudad que será
habitada por su pueblo. El episodio está presente en tres variantes del relato; en la Monarquía
indiana del franciscano Juan deTorquemada se narra que, al final de la larga peregrinación, Tláloc
acogió a Huitzilopochtli como su hijo y donó a los mexicah la tierra en la que se establecerían y
construirían sus ciudades: “Sea bien venido mi querido Hijo Huitzilopochtli (que era el Dios que
habían traído los Mexicanos consigo, y los había guiado hasta aquel lugar) con su Pueblo: diles a
todos esos Mexicanos, tus Compañeros, que éste es el lugar donde han de poblar.” Si la versión
del Códice Aubin (Manuscrito del 1576) no añade, respecto a la de Torquemada, nuevos
elementos significativos para nuestro análisis, sí lo hace la variante presente en la Tercera relación
del mestizo Chimalpáhin, ya que parece señalar una estrecha relación entre el dios Tláloc y la
tierra que permitirá, como consecuencia, avanzar en la definición de un Tláloc político: “Dijo
Axolohua a sus compañeros: allá he visto a Tláloc, que me habló y me dijo: ‘se ha fatigado mi hijo
Huitzilopochtli viniendo acá; aquí estará su casa, y será preciosa para que [en ella] vivamos juntos
sobre la tierra’ ”. (Ver estudios de Sergio Botta).

Hasta ahora, ha quedado dilucidado el simbolismo sagrado de la Fiesta a Tlaloc en el Primer


Solsticio, pero para complementar podemos añadir algunos aspectos solares y astronómicos que
abonen a la entera comprensión de este “Momento-Vortice en la concepción del Tiempo y el
Espacio para los mexicah; es el “Solsticio de Verano” (Solsticio de Xolpanco) se traduce como el
ÚNICO día del año, en que las horas de luz natural son mayores que las horas de oscuridad, dicho
en otras palabras, es la fecha sagrada y detectada por las antiguas civilizaciones, en la cual
“predomina la luz por encima de la oscuridad”, pues en dicha fecha ocurre la noche más corta del
año, debido a la posición del Sol. No obstante, existe un secreto aun mayor respecto de esta
jornada tan simbólica, un secreto excepcional que los astrónomos teotihuacanos descubrieron
hace más de 1500 años, pues lejos de su gran ciudad Teotihuacán y por motivos aparentemente
desconocidos, construyeron un apartado Templo-Observatorio en un lugar especial y calculado
donde aseguraban que era el punto donde “el Sol daba vuelta”, es decir, un lugar donde el Paso
Cenital Solar sucedía exactamente el MISMO DÍA en que sucedía el Primer Solsticio del Año.

La explicación a todo esto, es que el Cenit Solar al alcanzar la latitud máxima hacia el Hemisferio
Norte (23.5°) también provoca la llegada del día en que el Sol amanece en el punto más extremo
hacia la derecha en el horizonte que es la señal inequívoca del Solsticio de Verano; por tanto, ese
lugar donde coinciden ambos eventos celestes, es la línea actualmente conocida como el Trópico
de Cáncer, y fue justo en esa franja geográfica donde los teotihuacanos levantaron la última
Teocalli hacia el norte, en los límites del Altiplano central con la árida y vasta región de la “Gran
Chichimeca”, ese Templo-Cenital es Chalchihuites y se encuentra en las faldas de la mística “Sierra
de Órganos” en el Estado mexicano de Zacatecas.

Los teotihuacanos localizaron con sus tablas astronómicas el área aproximada donde debía
suceder ese doble prodigio astronómico, luego viajaron hasta ese punto y observaron la posición
de Chalchihuites desde el Cerro del Chapín, confirmando sus cálculos del lugar indicado para situar
su observatorio, de tal modo que el “calendario de la montaña” les permitiera la fácil
determinación del Solsticio de Verano, a fin de que les sirviera para comprobar la ubicación exacta
de la línea donde el “Sol daba vuelta” (Trópico de Cancer), es decir, la latitud donde se registraba
el último Paso Cenital hacia el norte, antes del regreso del Sol hacia el sur del planeta para así
recomenzar la sucesión de los Pasos Cenitales, pero ahora en orden inverso, del norte hacia el sur.

Para cerrar este ensayo, conviene dejar sembrado en la mente del lector la certeza ineludible de
que la antigua Ciencia y Religión de Anahuac, basada su cosmogonía y comprensión en el concepto
de la Divina Dualidad, en el Ometeotl, pues respetuosos y observadores de la Creación, los
primeros mexicanos supieron entender que el Universo mismo era una marcada dualidad y una
vorágine y construcción donde se conjuntaban los complementarios, los opuestos: el hombre y la
mujer, la noche y el día, la tierra y el cielo, el Sol y la Luna, el frió y el calor, la vida y la muerte, el
agua y el fuego, la luz y las tinieblas, el este y el oeste, el norte y el sur, las lluvias y las sequías,
solsticios y equinoccios, Tlaloc y Huitzilopochtli. Atesorando este ancestral conocimiento, queda
expuesta la siguiente reflexión: “será entonces que el Huey Teocalli, ¿es en realidad una Doble
Pirámide y no una Pirámide Unitaria como resulta a simple vista?, ¿es verdaderamente Dos Huey
Teocalli, una para la Astralidad de Tlaloc y la otra dedicada para la Astralidad de Huitzilopochtli,
edificadas una junta a la otra, tan cercanas entre si que solo las mentes agudas logran hallar la fina
división que mantiene el equilibrio?”… la respuesta (como siempre) la custodian los astros, solo es
necesario saber hacerles la pregunta correcta, en el momento correcto… en las 4 esquinas del
cielo.

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