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La naturaleza como
problema histórico
El medio, la cultura
y la expansión de Europa
S e p r o h íb e la r e p r o d u c c ió n to ta l o p a r c ia l d e e s la o b r a
— in c lu id o e l d is e ñ o t i p o g r á f i c o y d e p o r t a d a — ,
s e a c u a l tu e r e e l m e d io , e le c t r ó n ic o o m e c á n ic o ,
s in e l c o n s e n t im ie n t o p o r e s c r it o d e l e d it o r .
IS B N 968-16-6095-1
Im p re so en M éx ic o
P R E F A C IO
7
8 P R E F A C IO
9
10 IN TR O D U C C IÓ N *
E l p a r a d ig m a a m b ie n t a l is t a
16
E L L U G A R DE L A N A T U R A L E Z A 17
A ir e s , a g u a s , l u g a r e s
1 Clarence, J Glacken. Traces o n the Rhndian S h ore: S a litre and C u ltu re m Western
Th ou gh t fram A n c ie n t Times to the E n d o f t h e Eighteenth Century, Berkcley, 1967.
E L L U G A R D E LA N A T I R A L E Z A 2!
dos distintos autores; pero, aun si su unión fue fortuita, su efecto com
binado ha sido de significación duradera para las ideas ambientalistas.
En la primera parte se establece la importancia de la medicina y la
fisiología en relación con el ambiente. Su objetivo declarado es el de
ayudar a un m édico a entender las causas de las enfermedades con las
que posiblemente se encontrará al mudarse a una nueva localidad — por
ejemplo, un distrito que está expuesto a los vientos del norte, o que
obtiene su agua de depósitos estancados o de marismas en vez de ma
nantiales de donde mana el líquido libremente, un lugar donde las esta
ciones. los suelos y la vegetación pueden ser muy diferentes de aquéllos
con los que se halla fam iliarizado— . Sabiendo estas cosas, el m édico no
sólo conservará él mismo su buena salud, sino que también será capaz
de darles a sus pacientes la orientación debida. Se supone que todos los
seres humanos son semejantes en esencia: lo que los hace diferentes son
las fuerzas ambientales, los aires, las aguas y los lugares v. por tanto, las
enfermedades a las que están expuestos. En el pensamiento griego, era
frecuente que el cuerpo humano fuera percibido com o un microcosmos
de la naturaleza y, en consecuencia, lo que agitaba a la naturaleza,
como los vientos fríos procedentes del norte, o el cam bio de una esta
ción a otra, tendría un efecto correspondiente sobre la fisiología huma
na y sobre los cuatro humores o fluidos corporales, que determinaban
la susceptibilidad a la enfermedad.
La segunda parte de Aires, aguas, lugares empieza abruptamente:
"Quiero ahora mostrar lo diferentes que, en todos sus aspectos, son Asia
y Europa, y por qué las razas son diferentes y muestran características
físicas particulares." El contraste entre Europa y Asia (en el sentido res
tringido que le daban los griegos), y la superioridad de los climas tem
plados, fueron ternas que volvieron a salir a la superficie en posteriores
escritos ambientalistas desde el siglo xvil en adelante, a menudo casi en
las mismas palabras de Hipócrates, quien observaba:
Asia difiere mucho de Europa en la naturaleza de todo lo que ahí se da. ya sea
vegetal o humano. Todo crece mucho más y mejor en Asia, y la naturaleza de
la tierra es más dócil, mientras que el carácter de sus habitantes es sobrio y
poco pasional. La razón de esto se llalla en la equilibrada mezcla del clima,
pues está a medio camino entre el alba y el ocaso. Se encuentra así lejos de
los extremos del calor o el frío La exuberancia y la facilidad de las siembras
se encuentran más frecuentemente donde no hay extremos violentos, sino
que lo que prevalece es el clima templado.2
Las pequeñas variaciones del clima a que los asiáticos están sujetos, sin extre
mos ni de calor ni de frío, explican su debilidad frental al igual que su cobar
día. Son menos belicosos que los europeos y dóciles de espíritu, pues no están
sometidos a los cambios físicos ni a la estimulación mental que fortalecen el
carácter e inducen la temeridad y la impulsividad. En lugar de eso, viven en
condiciones inmutables. Donde siempre hay cambios, las mentes se mantie
nen despiertas y no pueden estancarse.4
" E l m á s p o d e r o s o d e t o d o s l o s im p e r io s "
Pero no podemos dem oram os mucho con los griegos. Si saltamos hacia
adelante dos milenios, desde la antigua Grecia hasta el siglo xvm de
nuestra era, encontrarem os ideas de determ inism o ambiental no muy
diferentes de las expresadas en Aires, aguas, lugares y, en realidad, extra
ídas directamente del texto hipocrático. Las ¡deas ambientalistas estu
vieron muv en boga durante el siglo xvm, y en general desde el siglo xvu
y hasta fines del X IX . Esto se evidenció a todo lo largo de un extenso
espectro cultural y social — en la medicina v en la ciencia, en la filosofía
y en la estética, en la pintura, en la poesía e incluso en la jardinería— .
Fue com o si los ojos, cerrados largo tiempo, de pronto se abrieran y la
sociedad occidental viera la naturaleza por primera vez com o algo com
plejo y glorioso. "En ninguna de las épocas anteriores” , comenta Glac
ken, ‘los pensadores se habían puesto a examinar los interrogantes rela
tivos a la cultura y al ambiente con tal minuciosidad v penetración
com o lo hicieron en el siglo xvm ".7 La idea de la naturaleza, se ha dicho
después, fue “la idea rectora de la época de la Ilustración".8
Pero lo más difícil es precisar por qué esto fue así. La nueva "sensa
ción de la naturaleza" surgió de muchas causas. Gracias a los avances
de la física, la astronomía v la botánica, ocurridos desde el siglo xvt, se
comprendían mejor las formas y los efectos del mundo natural, v m oti
varon un deseo y una capacidad sin precedentes de utilizar y controlar
las fuerzas de la naturaleza. La seguridad y la opulencia, recién adquiri
das. de gobernantes y aristócratas, con sus lincas y su m ecenazgo de las
artes y las ciencias, promovieron un creciente del interés por la natura
leza, igual que el ascenso del capitalismo rural y una nueva sensación de
orgullo y de ser propietarios de un paisaje m ejorado" y bien adm inis
trado. Y, a la inversa, la urbanización y los inicios de la industrializa
ción avivaron la reacción romántica, que alim entó el apetito por los
7 Ibid., p. 501.
? J. E hrard. L 'ld ie de nature en Fmrtce dan.s la prem ié/e in o ific dit X I ’IIFe siécle, 1963.
citad o en D. G. Chariton, New Fmages o f the N atu ra l tu I r anee: a Study m E l tropean C u ltu
ra l Histary, I75Ó -I800. C am bridge. 1984, p. 7
EL L U G A R D E L A N A T U R A L E Z A 25
9 T ítu lo del “ E p ílo g o " en Donald W orsler. Hat ti res E t o n o t m .a H istorv o f E c tilo n ica l Ideas,
C am bridge, 19*5. pp. >39-348.
26 E L L U G A R DE LA N A T U R A L E Z A
Asia [afirmó Montesquieu 1ha sido siempre el hogar de los grandes imperios;
nunca han subsistido en Europa. Pues el Asia que conocemos tiene llanuras
E L L U G A R DE LA N A T U R A L E Z A 27
más vastas que Europa; está dividida en masas más grandes por los mares cir
cundantes; y como se halla situada más al sur. sus manantiales se secan con
más facilidad, sus montañas no están cubiertas de nieve, y sus ríos son más
bajos y forman menos barreras. El poder, por consiguiente, debe ser siempre
despótico en Asia, pues si la servidumbre no fuera extrema, el continente
sufriría una división que la geografía de la región prohíbe.10
10 C ita d o en Perry An dorson , Lincages of the Absolutisi State, Londres. 1979, p. 465.
1 M ontesquieu, The S p m t o f the I a w s , publicado por p rim e ra v ez en 1748. Nueva Y o rk .
1975. p. 269.
28 EL L U G A R DE L A N A T U R A L E Z A
En los años cincuenta del siglo pasado, época en que Buckle redacta
ba su obra, la popularidad de esas ideas, tan crudas, del determ inism o
clim ático y geográfico tal y com o las había expuesto Montesquieu esta
ban empezando a desvanecerse y a ser dejadas de lado o incorporadas a
un nuevo paradigma, el de raza. La preocupación de los siglos xvm y XDC
por la raza com o forma de explicar la dinámica de la historia y la cultu
ra se originó por varias causas. En prim er lugar, el problema de la escla
vitud y su abolición desató intensos debates a ambos lados del Atlántico
sobre si los africanos pertenecían o no a una subespecie humana distin
tiva. presuntamente inferior. En segundo lugar, la creciente ascenden
cia militar v económ ica de Europa se tomaba com o signo de que los
europeos eran de una raza superior, especialmente cuando su llegada a
muchas partes del mundo fue seguida por el precipitado descenso y aun
la extinción de los pueblos indígenas. En tercer lugar, el siglo xvm y los
principios del XIX asistieron a un rápido crecimiento de las ciencias bio
lógicas, lo que a su vez fom entó el interés en las diferencias entre las
razas y entre los seres humanos y el resto del mundo natural.
A mediados del siglo xix, todos estos factores se com binaron para
1 ^ H enrv Th ornas Biickle, H istorv o f C ivtliza tion in England, Londres, ed d e 1883. vol. I.
p. 156.
E L LU G A R D E L A N A T U R A L E Z A 31
producir una nueva y agresiva idea de raza. Cada vez fue más frecuente
ver el concepto en términos de competencia y de evolución, aconteci
miento doble asistido por la publicación de El origen de las especies de
Charles Darwin, en 1859. Con su insistencia en la lucha perpetua entre
especies y en la "supervivencia del más apto", pareció com o si Darwin
rechazara la idea de naturaleza com o algo fijo, arm onioso y donado por
Dios. Las ideas evolutivas de Darwin se extendieron rápidamente a los
humanos v se emplearon para apoyar la concepción de que las diferen
tes razas representaban estados diferentes del proceso evolutivo y de
que las diferentes condiciones ambientales habían sido factor significa
tivo de esa di versificación.
La ciencia y la historia de mediados del siglo xix también com enza
ban a influirse e imitarse una a otra. Al rechazar que la Creación hubie
ra ocurrido en fecha relativamente reciente v al atender al testimonio de
las rocas y los fósiles, los científicos empezaron a descubrir el tiempo,
aunque el tiem po en una escala mucho más extensa que la utilizada por
los historiadores. Los Principios de geología, de Charles Lyell. cuyo pri
mer volumen apareció por primera vez en 1830, y la obra de biología
evolutiva El origen de las especies, de Darwin, impugnaron el punto de
vista aceptado de que la Tierra no tenía más que unos cuantos miles
de años de edad y que todos sus seres poseían caracteres fijados e inmu
tables desde el principio de los tiempos. Lejos de eso, se argumentó que
la naturaleza no era inmutable, sino que cambiaba de continuo a lo lar
go de los inmensos eones de historia de la Tierra, conform e se levanta
ban y descendían los continentes y los océanos; los climas oscilaban
entre el calor del desierto y el frío ártico; v los trilobites y los dinosau
rios se extinguían y otras especies se apresuraban a ocupar sus nichos
ecológicos. La biología y la geología empezaron a asemejarse a la histo
ria en su interés por los procesos de cam bio y los efectos consecutivos
del tiempo: en realidad “ lo que Darwin hizo fue incorporar a la ciencia
una manera de razonar inventada por los historiadores".16 La analogía
que en tiempos de Newton y Descartes solía hacerse entre la humanidad
y las máquinas fue sustituida por la encontrada "entre los procesos del
mundo natural tal y com o los estudiaban los científicos de la naturaleza
y las vicisitudes de los asuntos humanos tal y com o las estudiaban los
historiadores.17 Fue un tráfico en dos sentidos. Los historiadores, en su
búsqueda de autoridad y significado, se esforzaban por im prim irle
autenticidad científica a su trabajo importando a su ciencia la historia
de las razas y las ideas de las naciones respecto de la evolución y la
16 David Knight. O rd¿ring the W orld: a H istory o f Classifying M a n , Londres. 1981. p. 16.
17 R. G C ollin gw ood. The /dea o f S a tu re . O xford. 1945. p 9.
32 E L L U G A R DE L A N A T U R A L E Z A
¿No es un hecho que en todas las épocas V en cada rincón del globo, los habi
tantes de las regiones templadas han sido superiores a los de las regiones tro
picales? Todas las grandes invasiones y todos los grandes desplazamientos
han sido de norte a sur. pero no al revés: y no leñemos registro de que alguna
vez haya existido, como tampoco hoy existe, un solo caso de civilización
intertropical.19
crecieran a expensas de éstos, igual que las variedades más favorables medran
a expensas de las variedades menos favorables en los reinos vegetal y animal, y
lo mismo que las hierbas de Europa desalojan a las de América del Norte y de
Australia, haciendo que se extingan los productos nativos por el vigor heredado
de su organización, y por su mayor capacidad de existencia y multiplicación.20
Así, pues, se veía que la superioridad racial entre los humanos tenía
su correspondiente en la naturaleza, y se vindicaba al imperialismo
haciendo referencia a un proceso paralelo de conquista y colonización
entre las plantas y los animales.
Wallace no fue historiador, pero sus referencias a la civilización —o
la carencia de ésta en los trópicos (tema al que retom arem os en el capí
tulo vm )— muestran con qué presteza los historiadores de la época vic-
toriana hacían equivaler el imperio de la naturaleza con el imperialismo
humano. No sorprende que muchos historiadores de la época asimila
ran tales ideas científicas de determinismo biológico y las incorporaran
a su propio trabajo, o que por sus escritos históricos le hicieran propa
ganda a la creencia de que la humanidad estaba envuelta, com o las
plantas y los animales, en una lucha similar por la “supervivencia del
más apto”.
C iv il iz a c ió n y c l im a
-M M argaret T . H odgen. F.arlv A m h rop olog y itt the S ix ttrn ih and Seventeenlh Centuries,
Filadelfia. 1964. p. 288.
** Eilen C hurchill S em ple. Infhtences of G eog ra p h ic E n viron n ten t on th e B qsis o f Raizel's
System o f A nrhropo-G cography. Londres. 191 1. pp. 1-2.
Ibid., pp. 12-13.
E L LU G A R DE L A N A T U R A L E Z A 35
pueblos más fuertes. Los débiles debían contentarse con los suelos po
bres. las regiones inaccesibles de la montaña, el pantano o el desierto.
Ahí empezaban a decaer o, en el mejor de los casos, crecían o progresa
ban con gran lentitud.'’-24
Aún viva Semple, su obra fue muy criticada por sacar conclusiones
extremistas de datos al azar y por su manifiesta insensibilidad al cam
bio histórico. ¿Cómo podían explicar la misma geografía y la misma
temperatura de la misma isla cada giro y cada vuelco de la historia bri
tánica desde los anglosajones hasta la Carta Magna, o desde Cromweli
hasta la derrota de Napoleón? Sin embargo. Semple. al igual que M on
tesquieu 150 años antes, había dado expresión a ¡deas y actitudes muy
extendidas. Hubo otros geógrafos con inclinaciones hacia la historia que
llegaron a conclusiones semejantes. El más influyente de ellos fue otro
estadounidense: Ellsvvorth Huntington.
En sus primeras obras, escritas en los primeros dos decenios del si
glo X X , Huntington trató de demostrar de qué m odo e l clim a afectaba
profundamente la historia humana. Com o tantos ambientalistas que lo
precedieron, em pezó por mirar hacia el oriente, buscando en el clima y
en el cambio clim ático la explicación de las diferencias entre el dinamis
mo del oeste y el anquilosamiento del este. En 1907 postuló que el surgi
miento y, más particularmente, la caída de las civilizaciones estaba rela
cionada íntimamente con el cam bio clim ático y factores asociados,
com o el hambre y las enfermedades endémicas. Escribiendo al final de
una época que había atestiguado cóm o muchos países asiáticos se deba
tían entre la sequía y la hambruna. Huntington subrayó el papel de la
escasez de lluvia y del hambre en ocasionar un "estado de irritabilidad”
en la sociedad. La presión del hambre durante largo tiempo y la inquie
tud y la insurrección resultantes, argüyó, deben de provocar una inesta
bilidad permanente en las sociedades asiáticas, inhibiendo así su capa
cidad de tener gobiernos estables y vida civilizada. Huntington no
afirm ó que las sociedades occidentales fueran por entero inmunes a los
efectos de la variabilidad climática: al contrario, recordó que durante
los años en que el Tu rices tán chino tuvo sus m igraciones y revueltas.
Persia sus hambrunas y Turquía sus amotinamientos y masacres*'. Esta
dos Unidos había experimentado pánico financiero e intranquilidad
política. Si aun la estabilidad de Estados Unidos pudo ser afectada por
el cambio climático temporal y las consiguientes malas cosechas, cóm o
no iban a resultar afectadas generación tras generación de asiáticos por
la sequía y la hambruna.
En tiempos anteriores a la obra de Lyell, los escritores ambientalistas
34 Jhid.. p. 113
36 EL LUG AR DE LA N A TU R A LE ZA
suponían que. aparte del ciclo de las estaciones, el clima era constante.
En realidad, una de las críticas que le hicieron a Montesquieu fue la re
ferente a la dificultad de explicar la decadencia de la antigua Grecia en
términos ambientales, considerando que el clima había sid o el mismo
durante el apogeo de esta civilización. Pero Huntington le d io un nuevo
giro a la fábula determinista (el cual desde entonces fue adoptado por
muchos clim atólogos y geógrafos físicos) argumentando que el clima
había cambiado significativamente en tiempos históricos con el resulta
do de que muchas sociedades, estables en c ien o tiempo, habían sido
incapaces de adaptarse y sobrevivir. “ En todas partes de las regiones
áridas encontramos pruebas", escribió, "de que el desecamiento ha cau
sado hambrunas, despoblación, incursiones de saqueo, guerras, m igra
ciones y la decadencia de la civilización ". Donde en otros tiempos se le
vantaron imperios poderosos — com o en Asia central— hoy sólo quedan
bandas de pastores nómadas. N i siquiera la antigua Roma, con todos
sus logros, había resultado inmune al cam bio climático, y había term i
nado por caer presa de la propagación subsiguiente de la escasez de ali
mento v de la malaria. Los cam bios climáticos de larga duración se
identificaron así com o “una de las causas que controlan el surgimiento
y la caída de las grandes naciones del mundo".25
Hacia 1915 Huntington pasó a analizar, con más am plios alcances, la
correlación entre civilización y clima. Tom ando sus ejem plos esta vez
de América Central y de Asia, Huntington repitió su afirm ación de que
los cambios de largo plazo explicaban el surgimiento y la caída, de otro
modo enigmáticos, de civilizaciones com o la maya de Am érica Central.
'Muchas de las grandes naciones de la antigüedad”, escribió, 'parecen
haber surgido o caído en concordancia con condiciones de clima favo
rables o desfavorables". Huntington, al igual que Semple, creía que sólo
ciertos climas eran propicios para la vida civilizada. Cuando los m iem
bros de las razas “civilizadas" abandonaron sus ambientes ancestrales
estuvieron propensos a “degenerarse"; lo anterior, prosiguió Hunting
ton, fue lo que le ocurrió a los "blancos pobres" de las Bahamas. "Cuan
do el hombre blanco emigra a climas menos estimulantes que los nata
les. parece perder energía tanto física com o mental." Pero, por el
contrario, era escéptico en cuanto a los beneficios que los miembros de
las razas tropicales obtendrían mudándose a climas templados. En caso
de ser posible, serían necesarias muchas generaciones para que un nue
vo clima los elevara hasta el nivel de las razas “civilizadas".26
A la raza se le d io un lugar aún más prominente en C ivilizalion and
25 Ellsw orth H untington. The Pulse o f Asia: a J ou m ey irt C entral Asia ¡lu stra tin g ih e C .eo-
ip h ic Basis o f H istory. 2a cd.. B oston, 19Í9, p p 374-381.
26 E llsw orth Huntington. C iviliza !io n a ñil C lim a te . N e w H aven. 1915, pp- 6. 33
E L L U G A R DE L A N A T U R A L E Z A 37
Climate, en 1915, que en The Pulse o f Asia unos cuantos años antes, con
las virtudes de "los teutones” contrastadas una y otra vez con las pre
suntas deficiencias de "los n e g r o s S e esgrim ió la teoría ambientalista
para apoyar y legitim ar los supuestos preexistentes sobre la inferioridad
inherente de las razas no blancas y su dom inio inevitable por los blancos
o su confinamiento a las zonas del globo menos favorables para la civili
zación. Con objeto de darle fundamento “científico” a estas afirmaciones,
Huntington em pezó la tarea de representar en un mapa, de alcance pla
netario, lo que llamó los niveles de energía y creatividad humanas en
relación con el clima. Dadas sus premisas originales, no debe causar sor
presa que haya llegado a la firme conclusión de que los niveles de civi
lización eran superiores en la Europa occidental y el noreste de Estados
Unidos, pero inferiores en los trópicos v en las regiones de frío extremo.
Se demostró así que el clima ideal para la civilización era (de m odo muy
parecido a lo dicho por Montesquieu 150 años antes) el de aquellos luga
res donde los veranos eran tibios pero no tórridos, y en donde los invier
nos eran tonificantes pero no demasiado rigurosos. Las naciones favore
cidas con tales climas poseían un alto grado de fuerza de voluntad y
energía, capacidad para el progreso y para gobernar a los demás.
Aunque hoy se ven con gran escepticismo los métodos y las conclusio
nes de Huntington, su trabajo sigue siendo de interés com o muestra
extrema, pero no atípica en su época, de la form a en que el determinis
mo ambiental podía aliarse con el racismo y el imperialismo y, en térmi
nos más generales, de la manera com o las explicaciones ambientales se
habían empleado para sostener argumentos de cuya validez el autor
estaba de antemano firmemente convencido. Quizá la índole claramente
partidista de las investigaciones de Huntington acerca de las influencias
climáticas, ha sido de m ayor valor para persuadir a los historiadores de
que sean más precavidos y no se dejen arrastrar a explicaciones clim ato
lógicas de los complejos procesos de cambio histórico.
E l r e t o a m b ie n t a l
Cuanto más se esforzaron los historiadores por abordar los asuntos más
am plios de la historia y el surgimiento y la caída de las civilizaciones,
tanto más se sintieron obligados a ocuparse de temas com o los del
ambiente y la raza. Arnold J. Tovnbee, en su A Study o f History. el p ri
mero de cuyos tres volúmenes fue publicado en 1934, nos lleva a dos
décadas dentro del siglo xix, hasta una época en que ya no era tan segu
ra la conlianza en la superioridad de Occidente y en que las ideas racia
les estaban adquiriendo una forma excepcionalmente oprobiosa en la
38 E L LU G A R DE LA N A T U R A L E Z A
de la India. Del mismo modo, razonaba, dejando atrás los climas cálidos,
la civilización ortodoxa rusa no se había repetido en las gélidas vasteda
des de Canadá, aunque ahí había condiciones ambientales semejantes a
las rusas: ríos caudalosos, bosques inmensos e inviernos prolongados y
rigurosos. Los climas, las vegetaciones y los suelos comparables no pro
ducían pautas o niveles comparables de realizaciones humanas. Toda
explicación convincente de la génesis de las civilizaciones tenia que ser.
pues, “no simple, sino múltiple” .27
Y aun así fue imposible para Toynbee excluir por com pleto el ambien
te de su análisis. Identificó los factores ambientales entre los "retos" que
contribuyeron a darle forma a la historia humana y provocaron las "res
puestas” que ayudaron a crear las civilizaciones del mundo. El estímulo
de los ambientes "difíciles’ y las soluciones técnicas y sociales creativas
que tales ambientes exigían fueron, según él. parte de una pauta univer
sal. Domeñar las destructivas inundaciones del R ío Amarillo, aprender la
forma de contener su curso turbulento y aprovechar sus aguas para el
cultivo del arroz fueron, en consecuencia, algunas de las influencias for-
mativas que participaron en la creación de la civilización china. Del
mismo modo, en América, los mayas tuvieron que invertir ingentes can
tidades de trabajo para talar las densas selvas tropicales, igual que lo
hicieron los incas y sus antecesores para poder cultivar la tierra de la
meseta andina. La civilización le fue arrancada por la fuerza a una tie
rra avara.
Partiendo de ejemplos com o los descritos, Toynbee llegó a la afirm a
ción general acerca de "el estímulo v las tierras difíciles": 'cuanto más
benigno el medio, tanto más débil el impulso que hacia la civilización el
dicho m edio proporciona al hombre”, mientras que, a la inversa, "el es
tímulo hacia la civilización se intensifica en la misma proporción en
que el m edio se vuelve más difícil".28 Pero a pesar de que Toynbee vio el
medio com o ilustración importante en las civilizaciones antiguas del
principio de que “a mayor reto, mayor respuesta” .2^ no lo consideró
sino com o otro más de los factores que intervienen en la evolución de la
vida civilizada, v el cual disminuía en importancia a medida que avan
zaba la historia. En los primeros capítulos del volumen 3 de su estudio
de 12 volúmenes, cuando ya había dejado atrás la mayor parte del mundo
antiguo, Toynbee afirm ó que las sociedades civilizadas habían termina
do por ganar control sobre sus medios físicos, y volvió su atención hacia
el papel de otros factores formativos. En 1920, en una nota preliminar
de su enorme estudio, observó:
Sus únicos monumentos supervivientes son las ruinas de los edificios públi
cos, inmensos y decorados con magnificencia, que hoy yacen, alejados de
Pero lo anterior fue escrito en 1934. Desde entonces ha cam biado sig
nificativamente nuestra visión del equilibrio entre la naturaleza y la cul
tura.
32 Ibid., p. 4.
III. LA R E V A L O R IZ A C IÓ N DE LA N A T U R A L E Z A
"L a Lo n g u e D urée"
1 Carolo Fink, \1arc B lo ch : a L ije itt !hstoi~v, C am bridge. 1989. p. 108. Lu cicn Febvre.
.4 Geugraphical h u n d u c ñ o ii lo H istorv, L o n d res. 1925. pp. 1. 235-23b.
42
LA R E V A L O R IZ A C IÓ N DE L A N A T U R A L E Z A 43
2 M arc Bloch, French Rural H is tory : an Essay un its B a sic Characteristics, Londres.
1966, pp. xxv. 5.
44 LA R E V A L O R IZ A C IÓ N DE LA N A T U R A L E Z A
the Age o f P h ilip //, la cual marcó el com ienzo de una nueva etapa, más
determ inista, del desarrollo de la escuela de los Afínales. L o que. am
bientalm ente hablando, había estado im plícito en Bloch y en Febvre se
hizo más explícito en Braudel. ¡Pobre Felipe! El monarca que durante
cuarenta años aspiró a dom inar el mundo com o un coloso tiene que
esperar tras bambalinas a lo largo de todo el prim er volumen y hasta
bien entrado el segundo de la enorm e obra de Braudel, para que le sea
perm itido entrar en escena —junto con la clase de "historia superficial"
que es obligado a representar— . El rey de España representa aquí sólo
un aspecto del tiempo histórico, el "tiem po individual", y d e la “historia
tradicional” que se ha ocupado de las vidas de los 'hombres como indi
viduos". Ésta, para Braudel. es tan sólo la historia de los sucesos, “ las
perturbaciones superficiales, las crestas de espuma que las mareas de la
historia llevan sobre sus fuertes lomos” . El historiador que se sienta en
el trono de Felipe II y lee sus documentos ingresa en un extraño m un
do unidim ensional” , "un mundo de pasiones ciertamente fuertes” , pero
que es "ciego [...] e inconsciente de las realidades profundas de la histo
ria” . Esta otra historia, con sus "realidades profundas'*, se encuentra, en
pane, en el “ tiempo social” , representado por las actividades de las e c o
nomías, los estados y las sociedades, pero más especialmente en lo q u e
Braudel llama “tiempo geográfico”. Ésta es una historia estructurada e n
torno de montañas, llanuras, islas e istmos; es una historia de estacio
nes. climas y epidemias; pero por encima de todo es una historia d e l
M editerráneo, el mar que da vida y carácter a la totalidad de la región
que lo envuelve. Aquí se encuentra una historia cuyo paso es ca s i
im perceptible, cuyo contenido es la relación del hombre con el am b ien
te; una historia en que todo cam bio es lento, una historia d e constantes
repeticiones, de ciclos siempre recurrentes” .3
Queda claro aquí, mucho más que en la obra d e Bloch, que el entorno
confiere a la historia su estructura fundamental y crea un mundo, como
uno de los críticos de Braudel observa, al parecer "indiferente al control
humano".5 Proporciona los parámetros físicos estrictos dentro de los cua
les los seres humanos son libres de operar. Parece haber poco espacio
para el actor humano. La naturaleza impone limitaciones sobre lo que la
gente puede y no puede hacer y, como se evidencia aún más en la obra
última y más lírica de Braudel, The Identityof France, conforma la textura
“ miero" de su vida material: los alimentos que com e, las ropas que usa,
las casas que habita y el carácter de cada una de las localidades, los países
en que Francia está dividida.
Pero seria erróneo ver en Braudel un determinista a la manera de
Semple o de Huntington, pues se perdería de vista la naturaleza vasta y
variada de su obra en conjunto. En Braudel el ambiente no simplemen
te determina la actividad humana. Al revisar en 1944 un libro sobre
“ecología humana", Braudel no sólo manifestó su beneplácito por el
intento del autor de relacionar el clima, la geografía y la enfermedad
con la historia humana; también lo previno en contra del "determinis
m o biológico" y de la “ reducción sistemática de los problemas del hom
bre al nivel de su biología". Insistió en que no era propio tratar la ecolo
gía humana com o si se estuviera tratando con la ecología del olivo o de
la uva: era menester ocuparse de las dimensiones tanto culturales com o
biológicas de la existencia humana. El hombre “ en toda su complejidad
— en toda la densidad de su historia, en toda su cohesión social y con
todas las restricciones impuestas por la costumbre y el prejuicio"— y no
sólo el hombre biológico — era la materia propia de la indagación his
tórica.6
Para Braudel, el concepto de la longue durée tuvo un contexto históri
co específico aun cuando lo presentó com o un enfoque general de la in
terpretación y de la m etodología de la historia. En esencia, aplica el tér
mino al período de la historia de Europa com prendido entre el siglo xiv
v mediados del xvm no apartándose mucho de la periodización hecha
por Bloch en French Rural History ni de los parámetros aproxim ados de
su propia obra académica. Ésta, para él, fue una época en que los cam
pesinos constituyeron el grueso de la población del mundo, v vivían de
la tierra y estaban atados al “ ritmo, la calidad y la deficiencia" de sus
cosechas. Siglos enteros, “ la actividad económica dependió de poblacio
nes demográficamente frágiles". A pesar de todos los cam bios que los
afectaron, estos cuatro o cinco siglos mantuvieron “cierta coherencia.
5 J. H . Elliott. citado en Petcr Burke. T h e French H istórica ! R evo lu lio n : T h e A n n a les
School, 1929-1989, Cambridge, 1990. p. 40.
6 "ls th ere a g eo g ra p h y o f b iolo gica l man?' en Braudel. O n History. p. 110.
•Í6 L A R E V A L O R iZ A C tÓ N DE LA N A T U R A L E Z A
Femand Braudel, C ap italism and M a teria l Life. 1400-J800, Londres. 1973. p. 8; “ Mis
ió n 1and the social sciences". p. 32.
’ Es decir, e n ,la longue durée. [T .J
LA R E V A L O R IZ A C IÓ N D E L A N A T U R A L E Z A 47
E l C L IM A V L A H IS T O R IA
feliz. Se queda uno. pues, con la impresión de que, aunque e l medio haya
sido influencia importante en la historia humana, y, com o tal. demanda
seria consideración histórica, necesita ser integrado a varios factores
culturales, a lin de que sea posible trazar un dibujo histórico equilibra
do. El dom in io de la naturaleza sobre la historia no fue desbaratado en
tiempos tan pretéritos com o los imaginados por Toynbee. sino que per
sistió hasta las vísperas de la edad moderna de Europa. En ese punto,
sin em bargo, en la época de las revoluciones agraria e industrial de los
siglos xvm y xix, rápidamente disminuyó y su influencia fue aminoran
d o con form e se acercaba al presente. Tal vez ésta sea una visión recon
fortante del pasado, pero ¿sigue siendo posible considerarla una visión
exacta del presente?
E l p e s im is m o a m b ie n t a l
capítulo \iu), a partir del siglo XV. Para Colón fue difícil, por ejemplo.
00 Cureer ?UC ^ casua,idad * * había topado con el jardín del Edén a su
ÜT.1 i a |JS /^nl‘ ^ as cn 1492. Del mismo modo, cuando en la segunda
a. e ° xvm err*pezaron a llegar a Europa los informes sobre h
. la de Tahití, situada en el océano Pacífico, a muchos les pareció que se
a^ ia re ierto el paraíso en una isla y entre gente libre del harn
e o , la miseria y la enfermedad (cosa que Europa desde luego no era).
ense que había sido transportado al jardín del Edén", comentó d
i 7 Afl^cn,C ,anc^s ^°u is Antoine de Bougainville a su llegada a Tahití en
. u compañero Philibert Commerson, no menos extático, declaró
que Tahiti era una verdadera Utopía:
10 T. 1 Malthus. An EsSay o n the Prin cipie o f P op u la tio n , I a ecl. 1798, Londres, 1973.
pp. 44-58.
! 1 Clarence J Glacken. Traces o n the R hodian Shore: N a tu re and C ulture in Westeni
Trum^ht frrm i Ancient Times to the E n d o f the Eighteenth Centur\, B crk elcy, 1967, p. 637
52 L A R E V A L O R IZ A C IÓ N DE L A N A T U R A L E Z A
Hasla qué punto Darwin fue influido realmente por Malthus sigue
siendo asunto de disputa. Quizá lo único que encontró en Malthus fue la
confirm ación op o n una de la idea de la competencia por recursos de
magnitud finita, idea que había em pezado a desarrollar com o resultado
de las observaciones hechas durante el viaje del Beagle unos años antes.
Lo cierto es que la idea de que la Tierra es incapaz de sostener los incre
mentos exponenciales de las poblaciones humanas o animales, tal y
com o Malthus la expuso por primera vez y Darwin la secundó, ejerció
un efecto inmensamente potente en todo el pensamiento ambientalista
que la sucedió. Si una parle de la ecología hace hincapié en el equilibrio
y la arm onía de la naturaleza, otra ve la com petencia por recursos fin i
tos entre y dentro de especies com o el mecanismo capital para el c o n
trol de las poblaciones y para forzarlas a escoger entre la adaptación y
la extinción.
El propio Malthus m ostró escaso interés en las potencialidades de la
m odificación del ambiente por la mano del hombre y al m ism o tiem po
poca fe en la capacidad de la agricultura para mantenerse al m ism o rit
mo del crecim iento dem ográfico — actitud curiosa para alguien a quien
le tocó vivir en una época en que el paisaje inglés estaba sufriendo
transformaciones sin precedente con las revoluciones agrícola e indus
trial— . Pero más o menos una generación después de Malthus hubo
otros que poco a poco fueron tomando conciencia de los cam bios
ambientales atribútales a la acción humana, y también de sus efectos.
Quizá en ninguna otra parte se notó tanto la “ m odificación de la natura
leza por la acción del hombre” co m o en Estados Unidos, donde lo q u e
había sido extensos bosques, en pocos años estaba convertido en tierra
agrícola y poblados florecientes. En Europa, para que ocurrieran cam -
U n a h is t o r ia "v e r d e "
14 G eorge Perkins M arsh. Man an d Nata re: nr Pitysical Geograptiv as Modified fn- H u m a n
A ction , p o r prim era vez p u b licado en I8 M . Cam hridge. Mass.. 1965. p ix.
54 L A R E V A L O R IZ A C IÓ N DE L A N A T U R A L E Z A
C o n t in u id a d y c r is is
1 Alexander von H ü m b old t. Cosm os: a Sketch o f a P h ysical D es crip iio n o f lh e Ihüverst .
vol. I. publicado p o r p rim era vez en 1845. Londres. 1901, p p. 2*3
2 James Lovelock. The Age< o j G aia: a B io g ra p ln o f o u r U v iit g Eurth, Oxford, 1989.
pp. 153-154.
57
58 E L A M B IE N T E C O M O C A T Á S T R O F E
' G ilbert W h ite, The \ uiuru¡ íh s to ry o f S<Jlh ou m c. l J cd 1789. Londres», 1887 pp. 6-7.
60 E L A M B IE N T E C O M O C A T Á S T R O F E
Pero sigue siendo dudoso determ inar hasta qué punto tales episodios
espectaculares y de duración relativamente breve provocan realmente
cambios significativos y duraderos en, por ejemplo, las prácticas agríco
las o la vida política. Com o señala, más bien cáusticamente, uno de los
críticos de Post. concentrarse en tales "conmociones singulares y exóge-
nas” . pero sin cuantificar en qué proporción las desgracias contem porá
neas son atribuibles directamente a esos acontecimientos, es com o
escribir la historia de la banca tan sólo en función de los asaltos banca-
ríos.5
Es frecuente que los historiadores del clima se sientan más conliados
al explorar los cambios de largo plazo en vez de las convulsiones apara
tosas. Al cam bio clim ático se le atribuyen, por ejemplo, efectos trascen
dentales sobre la Europa de la Edad media. Durante varios siglos, el
L a “ m a y o r c r is is a m b ie n t a l ” d e E u r o p a
6 Roben S. Golifned, The Bluck Tkath: Natural and Human Diaaster in Medieval Earope.
Londres, 1984, p. 163.
E L A M B IE N T E C O M O C A T Á S T R O F E
* Andnew A. Appleby, "Epidemics and lamine in the Litile Ice Age" en Roiberg v Rabb
(comp* ). Climatt' and ffisttiry. p 67.
W. G. Hoskins, Vw Makirig of the HttgUsh luimlscapc. IJ ed 1955. llarmondsworTh,
1958. p. 85
E L A M B IE N T E C O M O C A T Á S T R O F E 65
;t> W illiam H. M cN clIL Plagues and Peopies, l* ed. 1976. Lon dres. 1979. p. 159
66 E L A M B IE N T E C O M O C A T Á S T R O F E
’ M ongqts. en este caso, porque se refiere a M on golia, aunque esu» palabra se estrib e
con u in term ed ia p or influencia d el francés. //:'./
E L A M B IE N T E C O M O C A T Á S T R O F E 69
grano o con la ropa llena de pulgas infectadas, y fue así com o resultaron
infectados los roedores de la estepa. Desde ese rcservorio estratégico de
la infección, la peste, según M cNeill. inició su carrera expansionista,
que llegó hasta territorios mucho más lejanos que los alcanzados por los
propios mongoles. En prim er lugar llegó a China (país donde se sabe
que hubo intensa mortandad desde los años treinta del siglo xiv, aunque
no se sabe a ciencia cierta la causa); luego a la India y de ahí a la región
del Mar Negro, hacia 1346. Desde ahí. dada la intensa actividad com er
cial de Italia con Crimea y el Levante, la propagación de la enfermedad
por el sur de Europa lúe rápida y fácil.11
En muchos aspectos, la tesis de M cNeill es sumamente especulativa.
¿Fue necesario que la peste fuese importada de Yunán, o ya era endém i
ca en los roedores de Asia Central antes del siglo xiv? ¿Fue el cam bio
climático, en vez de la intervención humana, lo que causó que los roe
dores se mudaran de su hábitat habitual, incrementando la posibilidad
de que los humanos quedaran expuestos a ellos v por tanto al agente pa
tógeno? ¿Fue la peste la causa de la mortandad en China en los años
ireinta y cuarenta del siglo xiv, o fue alguna otra enfermedad? ¿ La pla
ga llegó de Asia central al M ar Negro o brotó de algún otro foco de
infección más cercano com o la India o el Oriente Medio? Sin embargo,
aunque siguen imprecisos los orígenes de la pandemia de peste, de lo
que no hay duda es de la importancia de los factores culturales, defini
dos ampliamente, en la propagación de la peste en cuanto llegó a Euro
pa. El volumen y la dirección del trafico m arítim o en la Edad M edia (y
los cargamentos de grano y telas que contribuyeron a la migración por
barco de las ratas y las pulgas) desde el Mar N egro por las concurridas
aguas del Mediterráneo hasta el Atlántico, el M ar del Norte y el Báltico,
tienen mucho que ver com o elementos explicativos de la rápida propa
gación de la peste y también de las líneas principales de su disem i
nación.
Del mismo modo, la peste, o más bien las ratas y las pulgas que porta
ban el mortal bacilo, aprovecharon las condiciones de hacinamiento e
insalubridad prevalecientes en las ciudades europeas y asiáticas de
aquellos tiempos. La propagación de la rata negra, y su propensión a
vivir en la cercanía de las viviendas humanas, se han citado con fre
cuencia com o factores propiciatorios de la transferencia repelida de la
peste de los roedores a los humanos. Igualmente se ha sugerido que la na
turaleza cambiante del ambiente urbano, con el uso cada vez m ayor de
ladrillos v piedra com o materiales de construcción, sustitutos de la ma
dera, la argamasa y la paja, contribuyeron a separar a la gente de las
11 Ib id., p p 141-184.
70 EL A M B IE N T E C O M O C A T A S T R O F E
ratas y los agentes patógenos que portaban y con ello a disminuir la fre
cuencia y la severidad de las epidemias de peste en la Europa de los si
glo xvii y x v iii .
Los historiadores que han tratado de relacionar la Peste negra con ten
dencias dem ográficas y agrarias subyacentes han recurrido a una visión
más instmmentalista de la interacción de los factores humanos \
ambientales, y muy probablemente es aquí donde el estudio de la peste
se ha incorporado a otras agendas en su mayor parte maltusianas. Se ha
argumentado que con el rápido crecim iento de la población, Europa se
encontraba ya al borde de una crisis ambiental v demográfica, aun
antes de que la peste realmente acometiera. Como señala Le Roy Ladu
rie. “ En 1348 [el año en que la peste se propagó por Francia] todo esta
ba maduro para el desencadenamiento de la catástrofe'’.12 Se dice que
hacia principios del siglo xiv Europa había crecido desmedidamente:
era un “ mundo lleno” que carecía de los medios materiales para soste
ner a una población que había crecido enormemente durante los pasa
dos 300 años. En Inglaterra, la población se había triplicado desde el
censo de 1086. llamado del Juicio Final/ y hacia 1340 se estimaba en
cuatro m illones de personas. Las tierras que se hacían cultivables eran
de calidad cada vez menor, y los altos rendimientos obtenidos en los
suelos recién abiertos al cultivo disminuían rápidamente a taita de téc
nicas eficaces para conservar su fertilidad. C o n s e c u e n t e m e n t e , la expan
sión agrícola ya estaba deteniéndose por sí sola antes de que la peste
descargara su prim er golpe.
Quizá el clim a también hizo lo suyo. Las condiciones de mas frío y
humedad, con las consiguientes malas cosechas, habían hecho que
Europa se excediera en la explotación de su frágil base de subsistencia,
y tal vez expliquen la hambruna que rondó a Europa en 1315-1316, así
com o la terrible mortandad que causaría la peste 30 aflos después. “Que
espléndido cam po de acción para la Peste negra de l ^48', observa Le
Roy Ladurie» “ese holocausto de los desnutridos".1' Philip Ziegler, a
tenor maltusiano, afirma que:
E nim anucl Le R oy Ladurie, "A conccpt: ih e u m íicatu m o f lia* glob o b y discasc (fo u r-
leen lh lo seven ieen th cen tu ries)". en The M in d a nd M eth od n f the H istoria n , B righton.
1981. p. 51.
* P o r orden re a l salieron fun cion arios a c o m a l p rin cip a lm en te a la gen ti* \ al ga n a d o \
los resultados se registraron en el Doom sday B ook (L ib r o del Juicio Final). D e alii el n o m
bre d e este cen so [T./
n E m m anue! Le Roy Ladurie, The Pcasanls o f Lu n g u ed ot. Urbana. 1974. p. 13
E L A M B IE N T E C O M O C A T A S T R O F E 71
n o p u e d e n e g a r e q u e [ l a p e s t e ) e n c o n t r ó e s p e r á n d o la en E u r o p a a u n a p o b la
c ió n s in g u la r m e n t e n ia l e q u ip a d a p a r a r e s is tir la E n f r a s c a d o e n g u e r r a s , d e b i
lit a d o p o r la d e s n u t r ic ió n , a g o t a d o p o r su lu c h a p o r s o b r e v iv ir a e x p e n s a s d e
su p o r c i ó n in s u fic ie n t e d e s u e l o c a d a v e z m e n o s f é r t i l , el c a m p e s in o m e d ie v a l
e s ta b a lis t o p a ra s u c u m b ir d e s d e a n te s d e r e c ib ir e l g o l p e . 14
7*
74 EL C R U C E DE I A S F R O N T E R A S B IO L O G IC A S
A n te s q u e e l h i s t o r i a d o r p u e d a ju z g a r s a b ia m e n t e la s h a b ilid a d e s p o lít ic a s d e
lo s g r u p o s h u m a n o s , o la fu e r z a d e su s e c o n o m ía s , o e l s ig n ific a d o d e su s lit e
ra tu r a s . debe e m p e z a r p o r c o n o c e r h a s ta q u é p u n t o lo s s e re s h u m a n o s q u e
c o n s tit u y e n ta le s g r u p o s h a n lo g r a d o s o b r e v iv ir y r e p r o d u c ir s e . D e b e t e n e r
a lg u n a id e a d e c ó m o su s e s f u e r z o s p o r c u m p lir e s t a s ta re a s h a n a fe c t a d o la
t o t a lid a d d e su s a m b ie n t e s y t a m b ié n a lo s d e m á s o r g a n is m o s q u e fo r m a n
parte de dichos ambientes:
1ib id.. p. 31
E L C R U C E DE LAS F R O N T E R A S B IO L O G IC A S 77
la v io le n c ia y h n e g lig e n c ia h u m a n a n , p o r b r u ta le s q u e h a y a n s id o , nu f u e r o n la
c a u s a p r im o r d ia l d e l d e c r c m e n t o in c o n t e n ib le d e la s p o b la c io n e s a m e r in d ia s
4 D avid E Stannard, A m erican H oloca n sl: C olu m ba s a n d ¡he C onqu esr o f the New
World, Nueva Y ork . 1992. p 146.
78 t£L C R U C E DE L A S F R O N T E R A S B IO LÓ G IC A S
D e s p u é s d e i o d o , lo s e s p a ñ o le s y d e m á s e u r o p e o s n o e s ta b a n in te r e s a d o s e n
q u e d is m in u y e r a n ni e l n ú m e r o d e p o s ib le s p a g a d o r e s d e im p u e s t o s n i la c a n
t id a d de m ano d e ob ra. L a p r in c ip a l a c c ió n d e s tr u c t iv a f u e s e g u r a m e n t e
d e s e m p e ñ a d a p o r e n f e r m e d a d e s e p id é m ic a s . 5
8 M cN e il, Plagues and Peoples, p. 192. Para una in terpretación d e la con q u ista española
que logra c o m b in a r lo b io ló g ic o con lo cultu ral y lo p sic o ló g ico , véase T/:v e tan T o d o ro v ,
The C o tiq u e a o ¡ 4m e n ta : the Q u estion o f the Ó ther. N u eva York. 1992.
E L C R U C E D E I.AS F R O N T E R A S B IO L Ó G IC A S 81
9 Donald Joralem on. "N e w W orld d ep opu lation and the case oí diseasc". Journal of
A tu h m p o lica l Research, 38, 1982. p. 125.
82 E L C R U C E DE l-AS F R O N T E R A S B IO L Ó G IC A S
“ E l im p e r ia l is m o e c o l ó g ic o "
* V o z escandinava: T ie rra del vino, probablem ente la aciu a l Nueva Escocia. //*./
E l C R U C E D E LAS F R O N T E R A S B IO L Ó G IC A S 85
L a l u c h a po r l a s u p e r v iv e n c ia
17 Char les D arw in, Voyage o fü te Beagte. H arm ondsw orth, 1989, p. 322
E L C R U C E DE L A S F R O N T E R A S B IO L Ó G IC A S 87
L a ESCLAVITUD
mias de viruela cobraron una onerosa cuota de vidas entre los colonos
que carecían de inmunidad natural por no haberla sufrido en la infan
cia. Más significativo aun es que Ja relación entre África occidental y
América, iniciada por medio del tráfico de esclavos, sirvió también para
introducir en el Caribe enfermedades que eran igualmente mortales
para los europeos. La peor de ellas fue la fiebre amarilla, enfermedad
trasmitida por mosquitos v establecida desde hacía mucho tiempo en
África occidental, pero que por lo general no se encontraba al norte del
Sahara, y una malaria de una cepa mucho más mortífera (la malaria fal-
cipáruni) que la malaria vivax, o fiebre palúdica, con la cual los euro
peos no estaban familiarizados.
A fines del siglo XVII, cuando se empezaron a importar hacia la región
grandes cantidades de esclavos africanos, la fiebre am arilla com enzó a
afectar las islas azucareras de Barbados y Guadalupe, antes de pasar a
Cuba y a las costas mexicanas. A mediados del siglo xvm la fiebre ama
rilla estaba causando altos niveles de mortandad entre la población
blanca de las Antillas, en especial entre quienes, com o los soldados y los
marineros recién llegados, no habían sido inmunizados por ataques pre
vios de Va enfermedad. Los brotes de fiebre am arilla entorpecieron
seriamente las campañas navales y militares libradas entre los ingleses,
los españoles y los franceses a mediados del siglo xvm. Entre 1793 y
1796 los británicos perdieron 80000 efectivos en las Antillas (más que
en las campañas de la guerra peninsular del duque de W ellington), más
de la mitaJ de ellos víctimas de la fiebre amarilla. Cuando Francia envió
un ejército comandado por Leclerc, cuñado de Napoleón, a Santo
Domingo (La Española) en 1802 para recuperar la isla, en tan sólo diez
meses fallecieron 40000 oficiales y soldados, incluido su comandante,
por causa de la fiebre am arilla.19 El subsiguiente retiro de las fuerzas
armadas francesas permitió que se estableciera en Haití la primera
nación negra independiente de América. Ante tales pérdidas, inacepta
bles, Napoleón abandonó sus am biciones de expandirse al Nuevo Mun
do. y terminó vendiendo la Louisiana a Estados Unidos en 1803. Se ha
visto, pues, que el papel de la fiebre amarilla en la política de la región
fue “determinante de resultados’’ de las operaciones militares que se
realizaron en la región y del patrón general de la colonización europea,
una ilustración más del poder de las enfermedades para conform ar la
trayectoria de la historia humana.20 (De paso, debe notarse, sin embar-
Kcnneth F. Klple y Kriemhíld Conce Ornelas, Race, wai and tropical medicine in
the cighteenth-century Caribbean". en David Amold (comp.). Warni Climaíes and Western
Medicine: the Erttergerwe of Tropical Medicine. I500~t900, Amsicrdam. 1996. pp. 70-71
20 Franci>co Guerra, "The influente of disease on race, logistics and colonization in the
Ami!le¡¿‘\ Journal of Tropical Medicine and Hygtene, 69. 1966, pp 23-25.
92 E L C R U C E DE LAS F R O N T E R A S B IO L Ó G IC A S
go. que esta severa mortandad entre los blancos no quedó sin que éstos
tomaran medidas para contrarrestarla; pues se remedió en parte for
mando regim ientos de negros para que lucharan en las Antillas en la
última década del siglo xvm v en parte acomodando a los soldados en
barracas construidas en lugares más sanos.)
Pero, aun cuando se incrementaron el número de enfermos europeos
v la mortandad entre éstos, pronto se descubrió que los esclavos de ori
gen africano eran en gran proporción inmunes a ciertas enfermedades.
K. F. K iple observa que esta resistencia de los africanos a la enfermedad
hizo que aumentara el valor de los negros como esclavos. Los indios morían
de enfermedades europeas y africanas, los blancos morían de enfermedades
africanas, pero los negros sobrevivían a ambas, v no Ies lomó mucho tiempo
a los europeos llegar a la conclusión de que los africanos estaban diseñados
especialmente para trabajar en las regiones tórridas.21
L a TE S IS DE LA FRONTERA
! Alfrcd W. Crosbv Ecological ¡mperialism: (lie Biolugical Expansión •of Europe. W0-
1900, C am bridge. I98í>.
94
LA F R O N T E R A E C O L Ó G IC A 95
4 Rogcr L.. Nichols (comp.J, American F w n titr and Western Isuies: u Historiogrophical
Rtyiexx, Nueva York, 1986. Inmxluciion. p. 2.
L A F R O N T E R A E C O L Ó G IC A 97
L A FR O NTER A EN EVOLUCIÓN
S E EXPAND E LA T E S IS DE LA FR O N TE R A
11 R av Alien B illin gton (com p .). T\\e Frontier Thesis: Valnl In te rp m a ito n o f A m erican
H istory, Nueva Y ork . 1966, In lrod u clion , p. 3.
Ric hard H ofstadter. T u r n e r and th e frontier m vth ", en ib id , pp. 100-11)6
11 W illiam C ron on . G eorge M iles >• Jay Gallin. ‘ B eco m in g W esi tow ard* a new mea-
ning lo» W estern history*. en W C ronon. G M iles y J G a ilin (eom p s ). U nJer an O ven
Sky R tíU in k in g A n te rica \ Western Past. N u eva York. 1992. p. A
14John O pie. The environmont and the frontier-. en Nichols (comp.). Am erican Fn,n-
lier, p. 7.
102 \A F R O N T E R A E C O LÓ G IC A
L a “g r an fr o n te r a" de E uropa
Pero ahí donde Turner dio la espalda al Viejo Continente y a los oríge
nes populares germánicos, W ebb (quizá atento a la deuda que este con
tinente había contraído con los recursos militares y económicos de Es
tados Unidos en la segunda Guerra Mundial v después de ella) vio que
Europa y las sociedades de la frontera compartían un destino común.
Walter Prescott Webb The Gteat Frontier, red. 1952. Austin. 1964, p ?
104 LA F R O N T E R A E C O LÓ G IC A
Hacia dondequiera que volviera los ojos veía que la gran lucha era del
hombre contra el hombre. La naturaleza, pasiva y recesiva, había sido
empujada iras bambalinas por la civilización.” En contraste, en las Amé
rica*. y en las otras lineas avanzadas de la Gran frontera, el hombre se
enfrentaba solo a la naturaleza, a una vasta naturaleza primigenia, al pa
rece! vacía de seres humanos. "L o que el hombre le había hecho al hom
bre ahora se desvanecía de un instante a otro: en ninguna parte había
ningún policía, ni sacerdote, ni amo, que lo estuvieran hostigando". Prác
ticamente nadie reconoció que éstos eran territorios ya ocupados por
culturas preexistentes y por prácticas de uso de la tierra. ‘‘En Europa",
sacó Webb en conclusión, "el tenia de la vida era el hombre contra el
hombre, el hombre contra la civilización; pero en la frontera el tema era
el hombre contra la naturaleza' .,9 Pero tales intentos por hacer caso
omiso de la existencia de los indígenas 110 pudieron persistir sin set
impugnados ni siquiera en la historia de América.
1 p p. »|-32
-N’ Frvderic Williant Farrar. "Aptitudes o í mees", /Vgj/.wi/fe»; % of the fith itolt^ ica l
SiM-tciv. 1867 en M ichael I ) Hiddi.v* (c o m p .) hnag/ts of Raer, LeiccMcr. I9 7 1* p 1**S
L A F R O N T E R A E C O L Ó G IC A 107
ron sobre la frontera de Estados Unidos, de que América era una tierra
virgen cuando I ú s prim eros europeos desembarcaron en las costas de
Am érica del Norte. Por el contrario,
, ‘ 4. CsuJ £ S a “ e,r- in lh, c f5,ologv o í troP '^ 'l America*, en John Leighlv (co m p ).
Land a n d lije, a SekCtion from the Wnttngs o f Cari Ort\vhi Sauer. Berkeley 1963 p 187
•s Caro O Sauer. H islo rical geograph> and ihc Western frontier-'* 1930) en ibid.,
pp. 47-48.
LA F R O N T E R A E C O L O G IC A 109
tb id . p. 49
lio LA F R O N T E R A E C O LÓ G IC A
N i un a r b o L ni un m a to r r a l, ni n in gú n o tr o o b je to , a n im a d o r, in a n im a d o a li
viab an la a b r u m a d o r a m o n o to n ía d e a q u e llo s I , , . . , , * ...
e ilimitada de planicie desértica: el reseco"n J* - f cx,c" slón vasla
, „ , i j . el reseco Llano estacado” de Nuevo México;
o. en otras palabras, el desierto de! Sahara de América de! Norte Es una
región cas. tan vasta y sin caminos como el océano- una tierra donde nineun
hombre ni salvaje n, civilizado, fija su domicilio permanente [ ] una "ómnr
ca, vasta V sin árboles, de soledad inhabitada.-’ ' l - l una tomar
U n “a c o n t e c im ie n t o d e c is iv o "
112
L A R E V O L U C IÓ N A M B IE N T A L 1 13
viento 'continuidad con las eras idas"; el otro, el efecto abrupto pero
duradero de los cambios radicales introducidos por los españoles que
invadieron M éxico cn el siglo x vi.’
Los historiadores de Am érica del Norte siguen impresionados por la
profundidad de la transform ación ecológica y cultural que sobrevino a
la llegada de los europeos. En un estudio de la frontera trans-Apalaches
a fines del siglo xvm y principios del xix. Malcolm J. Rohrbough comentó
(todavía bajo la influencia parcial de Turner) los grandes cam bios que
afectaron al valle de O liio después de la llegada de los primeros colonos
europeos:
Los indios habían vivido en estas tierras durante mil años y las habían cambia
do muy poco. Ahora, los pioneros norteamericanos las transformarían en el
transcurso de una sola generación. La gran migración tuvo muchas de las carac
terísticas de una revolución: para los americanos nativos que fueron hechos a
un lado; para los pioneros que se apoderaron de la tierra y la explotaron: para li»
tierra misma. *
stbid.
LA R E V O L U C IÓ N A M B IE N T A L 115
P ie l e s y b o s q u e s
L a TR A N SFO R M A C IÓ N DE LAS A \ T IL L A S
“ U n a NA TU R A LE ZA P R IM IG E N IA Q U E A U L L A -
vida com p leta m en te nueva y también por una form a nueva de explotar
y a lte ra r el entorno.
La segu n da posibilidad, que ya se tocó de pasada pero que se mani
fiesta e n buena parle de la literatura del expansionismo europeo y de la
fro n te ra que avanza y avanza, fue la fuerza impulsora del capitalismo
a p o y a d a por sus miríadas de agentes científicos v técnicos. En este sen
tido. la historia ambiental de América no fue sino una extensión de la
historia económica de Europa, en donde el capitalismo les había arre
batado desde tiempo atrás a los señores feudales y a las órdenes monás
ticas la responsabilidad de transformar la tierra "baldía" en terrenos
a gríco la s productivos y de extraerle beneficio comercial a la naturaleza
ociosa. El espíritu del capitalismo se reveló en sí mismo en América en
muchas y diversas formas humanas, igual que lo había hecho en Euro
pa, p e r o la percepción del Nuevo Mundo com o tierra de oportunidad y
riqueza, propiedad y lucro fue una rama común a todas ellas v distin
guió a lo s invasores v a los inmigrantes de los nativos americanos, a los
cuales aquéllos sometieron, expulsaron o exterminaron. En última ins
tancia. pues, puede argumentarse que fue la econom ía antes que la bio
logía lo que determinó la historia ambiental de Am érica posterior a la
conquista.
Existe, sin embargo, una teicera posibilidad, que también merece
considerarse. Es la idea, en discrepancia con la de T u m er v Crosby. de
que la expansión de la frontera ecológica fue producto del determ inism o
cultural, de valores derivados directamente de Europa, los cuales, al ser
transferidos al Nuevo Mundo, tuvieron un efecto transform ador sobre la
frontera americana. Esta explicación, indudablemente, no por fuerza
tiene que estar divorciada de la económica, aunque al darle prioridad a
la cultura sobre el com ercio se le confiere, en efecto, autonomía.
En una de sus formas más concisas, se ha em pleado esta interpreta
ción para explicar el carácter específico de la conquista de M éxico y Peni
por los españoles. El año del desembarco de Colón. 1492. fue también,
con la caída de Granada, el arto de la etapa final de la reconquista de la
península ibérica que a la sazón se hallaba en manos de los moros, v
lógicamente se ha ligado un fenóm eno con otro. Los españoles llegaron
a América con espíritu de cruzados, con la confian/a nacida de la creen
cia de que eran el pueblo elegido por Dios para luchar en con tra de los
incrédulos \ sostenida por los m itos y leyendas de la cristiandad del
Medioevo. Para muchos conquistadores, “ la conquista de Am érica fue
simplemente una extensión de la reconquista de la península''.10
Acostumbrados en España a una frontera militar, abundante en esca
11 Lvnn White. "The hi.storical roots o f our ccologic crisis" cn M achina £ x Deo; Essays
m fin Dynaniisni of Western Culture, Cambridge. Mass., IVfc8, pp. 75-9*1
124 LA R E V O L U C IO N A M B IE N T A L
*- Frederick Turner, B*rvond G eo^ruplty: ih t Western S p irit agaiiis! the W ildem ess. N e w
Brunswick. 1983, pp. 21-2. 41.
n Roderick Nash. Wildemess and the American Muid. V ctl. Non Haven, 1982, p. •'»
14 lh id ., p. 8
LA R E V O L U C IÓ N A M B IE N T A L 125
U nu s o l e d a d y e r m a y a u lla n te ,
No habitada por nadie
Sino por bestia^ infernales y hombres brutales
que veneraban a los demonios 16
" E l c o n t i n e n t e d e l a n a t u r a l e z a '’
ls Leo Marx, The Machine in the (¡arden Technology' and the Pastoral ¡deai in \inerica,
Nueva York. 1964, p 141.
C ita d o en Hulh, N a tu re a nd the A m erica n pp 19-20.
L A R E V O L U C IÓ N A M B IE N T A L 129
L a "o tredad”
ISO
L A IN V E N C IÓ N DE L \ T R O P IC A L1D A D 131
L ( ) S PARAISOS T R O PIC A LE S
Para 111pe zar a entender esta clase de oiredad necesitamos entender los
trópicos com o espacio conceptual y no sólo físico. ¿Que fue lo que le dio
forma al uso del término "los trópicos"? Hay, claro, un gran cuerpo de
literatura geográfica, ecológica y médica que no tropieza con ninguna
dificultad conceptual en la idea d eq u e los trópicos realmente existen. La
región está localizada en las latitudes medias del planeta (entre los trópi
cos de Cáncer y Capricornio, 23 1/2 grados al norte v al sur respectiva
mente). pero no se o lvid e la frecuente observación de que las condicio
n o tropicales o subtropicales prevalecen en un área considerablemente
mayor. Los trópicos tienen sus propios rasgos climáticos y ecológicos,
pero se pueden dividir todavía más en los tórridos trópicos húmedos
(com o las cuencas del Amazonas o el Congo) y las áreas alpinas (com o
los altos Andes). Fue, sin embargo, el primero de éstos el que más carác
ter ísticamente representó la tropicalidad que aquí nos interesa.
Llamarle “ los trópicos" (o “región ecuatorial" o "zona tórrida", que
son términos equivalentes) a una pane del planeta se convirtió con el
paso de los siglos en una manera occidental d e definir, con respecto a
Europa (y especialmente la septentrional v otras partes de la zona tem
plada). algo culturalmente ajeno y ambientalmente distintivo. Los tró
picos existían sólo en yuxtaposición mental a alguna otra cosa — la nor
malidad percibida de las tierras templadas— . La tropicalidad fue la
expenencra de los blancos septentrionales penetrando en un mundo aje-
no ~ aÍcno en cuanto a clima, vegetación, gente y enfermedades— . Y este
sentido de las consecuencias tísicas v culturales de trasladarse de una
zona a otra se sintió más agudamente en el mundo Atlántico, donde la
transición de lo templado a lo “tórrido” era relativamente rápida y esta
ba ligada estrechamente al tráfico de esclavos más a través de este océa
no que al de los océanos índico o Pacífico.
Puede decirse que la historia de la tropicalidad se remonta al menos
sobre 500 años a los primeros viajes de descubrim iento que los europe
os realizaron a África. Asia y América, si bien sólo se desarrolló íntegra
mente desde el siglo xvm, con la presencia cada vez m ayor de la Europa
septentrional (y luego Estados Unidos) en las regiones ecuatoriales. Es
posible que el sentido de otredad tropical no haya sido idea prom inente
en las mentes de los prim eros viajeros y aventureros europeos, que en
su mayoría provenían del sur de Europa, y para quienes las regiones
subtropicales y ecuatoriales del globo no aparecían cortantem ente d ife
rentes del clima, la vegetación y la vida animal del M editerráneo y Á fr i
ca del Norte, con los cuales estaban familiarizados.
L A IN V E N C IÓ N D E L A T R O P IC A L ID A D
132
D u r a n t e e s e t i e m p o c a m in e e n t r e lo s á r b o le s , q u e e r a n lo s m á s h e r m o s o s q u e
h a b ía y o v is t o h a s ta e n t o n c e s . E ra n ta n v e r d e s c o m o lo s d e A n d a lu c ía e n
m a y o . P e r o t o d o s e s t o s á r b o le s s o n ta n d ife r e n t e s d e lo s n u e s tr o s c o m o e l d ía
d e ¡a n o c h e , y a s i l o s o n t a m b ié n las fr u ta s y la s p la n ta s y la s p ie d r a s , y t o d o
l o d e m á s . E s v e r d a d q u e a lg u n o s á r b o le s e r a n d e e s p e c ie s q u e s e p o d ía n
e n c o n t r a r e n C a s t illa , y s in e m b a r g o e r a n m u v d ife r e n t e s Pero hay m u ch as
o t r a s v a r ie d a d e s q u e n a d ie p o d r ía d e c i r q u e s o n c o m o la s d e C a s tilla ni c o m
p a r a r la s c o n é s t a s .2
T o d o lo q u e h a v e n e s ta s c o s ta s es ta n v e r d e y h e r m o s o , q u e n o sé a d ó n d e ir
p r im e r o , y m is o j o s n u n c a s e c a n s a n d e m ir a r e s t a e x q u is ita v e g e t a c ió n , q u e
e s ta n d i l e r e n t e d e la d e n u e s tr a tie r r a . C r e o q u e m u c h o s d e lo s á r b o le s y las
p la n ta s q u e a q u í se d a n s e r ía n s u m a m e n t e a p r e c ia d o s e n E s p a ñ a c o m o t in t e s
y e s p e c ie s m e d ic in a le s . P e r o la m e n t o d e c i r q u e n o lo s r e c o n o z c o . C u a n d o lle
g u é a e s t e c a b o [a l q u e lla m ó H e r m o s o ], el a r o m a d e las llo r e s y lo s á r b o le s
lle g a b a c o s ta a f u e r a y fu e lo m á s d e l i c i o s o d e l m u n d o . ’
7 Ibid., p. 59
* K a tlic rín e E nim a M a n lh o rn e , T rop ica l Reuatssance N a rth A m erican A rtn ts lixffto rin g
L a tín A m erica ¡8 3 9 -IS 7 9 . W ash in gton . 1989. p. 13; A lex a n d er von H um boldt, C osm os: o
Sk etch o f a P lty sical D c c r ip íio ji o f lh e Utm'er.se, vol. I, Londres. 1901. pp 3. 5. 13-14
J M a rv L o u is e Pratt. Im p e r ia l Eyes: Trovel IVnrmj» and T ra itscn h u ra lton , Lon dres 1992 .
pp. 119-130.
L A IN V E N C IÓ N D E LA T R O P IC A L ID A D 135
que expresa la idea de qué se siente... al entrar por prim era ve/, a los
trópicos.” 11
Al hacer escala en Bahía en su viaje de regreso en 1836, Darvvin repa
ró en que en los trópicos, aun en la vecindad de los poblados, "la salvaje
lozanía de la naturaleza [...] sobrepuja en cuanto a electo pintoresco la
labor artificial del hombre". Pero todavía le era difícil comunicar en
palabras su emoción.
Epíteto tras epíteto resulta ser demasiado pálido para trasmitir a quienes no
han visitado las regiones intertropicales la sensación de deleite que experi
menta la mente |...] La tierra es un invernadero primigenio, desordenado,
exuberante, que la naturaleza hizo como su propio jardín zoológico, pero del
cual el hombre ha lomado posesión, y llenado de casas festivas y jardines for
males. Cuán grande sería el deseo de lodo admirador de la naturaleza con
templar. si tal fuera posible, otro planeta; sin embargo, para cada quien en
Europa, puede ser verdad decir que en la distancia de unos cuantos grados
de su suelo nativo, las glorias de otro mundo están abiertas a él.1*
L a “z o n a t ó r r id a ”
Es claro, pues, que a partir del siglo xv para muchos europeos los trópi
cos. v en especial lo que Richard Grove describió com o las “islas paradi
síacas del trópico” ,13 eran un escape del am biente monótono, opresivo y
exageradamente humanizado. Sugerían un m undo en que la naturaleza
era, com o lo había sido cn el paraíso terrenal, una utopía verde, hermo
sa y pródiga, donde la gente vivía en arm onía con el entorno. Sin
embargo, argumenta Grove. la fragilidad de estos ecosistemas insulares
del trópico se fue haciendo cada vez más visible para los europeos que
los visitaban, en particular en lugares tales com o Santa Helena v Mauri
cio. La destrucción y el agotamiento causados por la intervención euro
pea — concretada en la tala de árboles, la cacería de aves y mamíferos
11 D on.»ltl W orstcr, Sa tu re'* E con om y . a H istory o f E cvio R ictd h ita s , C am bridge. 198?
pp 132. 137
*- C h a r lo Darvvin. Voya^t o f ¡h e Beaglc H arm o n d sw o rtli. 1989. pp. 366-368.
M R ic h a id H. G rove. Creen Im pertalism : C olon ia l ExfH iirsioti. tro p ic a l tsland Edens and
¡he O rig jn s o j Eitvtronnienralism , I6Ú0-Í&60, Cam bridge. 1995.
I.A IN V E N C IÓ N DE L A T R O P IC A L !D A D 137
A los hom bres que intercambian asi su clim a nativo por o tr o distante se les
puede considerar afectados de m odo análogo a las plantas q u e son llevadas a
suelo extraño, caso en que se requiere del cuidado y la atención más escrupu
losos para mantenerlas sanas, y habituarlas a la nueva situación. Trasplanta
dos así, debe ocu rrir algún cam b io y alteración en la constitución de ambos.
Algunos clim as son saludables y benéficos para las constituciones de l«»s
europeos. Pero los países que están más allá de los lím ites d e Europa y son
los visitados con más frecuencia p o r los europeos son m u y insalubres, y a
m enudo el clim a resulta ser m ortal para ellos.20
Alexander Bryson, Report on the Clónate and Principal Distase of the Afritan Sial ion
Londres, 1847. pp. 21-22.
*u A lfred Russel W allace. \ Narrattw o f Trmrls on the Amazon aiul Rio Ne'uro. p u blica
d o por prim era ve/, en 1853. Nueva Y o rk . I% 9 . pp. xi, 2. 305.
L A IN V E N C IO N D E LA T R O P IC A L ]D A D 143
25 tbui . p p 305-306
26 Ibid.. p p 307-308
27 Henrv Marshall. Notes on the Medical Topography o f the In terior of Ceyltm, Londres.
1821. pp 2-3.
Aldous Huxley, W o rd s u o rth in the trop ics" citad o en D avid C M lllc r . t>ark futen:
the Swainp in Nineteenth-century American Culture Cam bridge. IV89. p. 141
144 L A IN V E N C IÓ N DE LA T R O P IC A U D A D
L a c iv il iz a c ió n e n l o s t r ó p ic o s
Tan benigno es el clima y tan fértil el país, que un hombre que posea una
muda de ropa, un hacha, un azadón de madera y una navaja de bolsillo pron
to se encontrará en situación agradable y cómoda. Nu necesita más ropa que
la que la decencia requiere; y no hace falla cavar más de unos cuantos centí
metros, con un azadón ligero, para cultivar cualquier clase de grano.29
Se pensaba, pues, que los pueblos del trópico tenían una existencia
fácil. Pero, ¿era ésta una situación deseable? Los europeos se fueron
convenciendo más y más de que una vida asi era de indolencia y carente
de todo estimulo para trabajar, acumular riqueza y construir una civili
zación acorde con el m odelo europeo aprobado. La primera envidia por
los climas, la vegetación y los suelos más generosos que los de Europa
pronto dio paso a los reproches amargos y al profundo desdén moral.
En una Europa orgullosa de su dedicación a la industria, era imposible
’ * I lU w m tlt H untington. fin- (fuman Huhitat, N u eva Y ork 1927, pp. ‘>6 g 7
" A lexan d er von H um boldt. Poli!¡cal T.*sa\ on //;,• Kin^hnn of \rtt Spaiit, 1- cd. US II
N u ev a Yf»rk. 1972. p. 92
L A IN V E N C IÓ N DE L A T R O P IC A L ID A D 147
*' G ilb e rto Previ c, Ve« WoriJ in the Trópica: //;*’ Culture o ¡ M odera Brn.sú. N u eva Y ork .
1959. pp 7. I45-I4f>,
L A IN V E N C IO N DE L A T R O P IC A L ID A D 149
zado a principios del siglo xvn, el holandés Jacob Bondt (Bontius) dio
una descripción detallada de las plantas, los animales v las drogas medi
cinales de la península malaya. Tam poco fue olvidado el N uevo Mundo:
en realidad constituyó por sí sólo la fuente más grande de conocimiento
sobre nuevos fármacos. A partir del siglo xvi, aparecieron textos en
español, inglés v otros idiomas europeos, en los que se abogaba por el
uso de fármacos americanos com o el sasafrás. el tabaco, la zarzaparrilla
y el guayaco (estos dos últimos recomendados especialmente para el
tratamiento de la sífilis).
La importancia práctica de estos vínculos botánicos entre Europa,
Am érica y Asia fue enorme, pues gracias a ellos se em p ezó el proceso de
conocer la naturaleza y las propiedades de las plantas de olías partes
del mundo, y con ello de su explotación con fines económ icos y médi
cos. La plantas representan un ejem plo de la forma en que los europeos
no sólo adoptaron para su propio uso elementos de otros medios (in
cluido el tropical), sino que también absorbieron partes del conocim ien
to indígena sobre esos medios. En su mayoría, los fármacos, alimentos
y otros productos vegetales no fueron “descubiertos" en primera instan
cia por europeos. Los pueblos indígenas poseían ya conocim iento de sus
usos y propiedades y sólo ulteriormente los europeos se los apropiaron
y los incorporaron a su botánica. Una ilustración de esto Fue la quinina,
la "corteza peruana** adoptada de los indios de los Andes por los jesuitas
para el tratamiento de las fiebres y más tar de constituida en la base para
el tratamiento europeo y prevención de la malaria. Lo que en otro tiempo
lúe planta silvestre que los indígenas utilizaban com o febrífugo básico,
hacia fines del siglo xix se había vuelto uno de los principales cultivos de
plantación en las Indias Holandesas y en la India británica y gozaba de la
merecida reputación de ser uno de los "instrumentos1' esenciales de la ex
pansión im perial.36
Los jardines botánicos de Europa v de ultramar (uno de los primeros
de éstos fue el establecido |x»r los holandeses en el Cabo d e Buena Espe
ranza en 1654) sirvieron com o red de expansión del conocim iento cien
tífico v de intercambio de plañías. Desde su base en Upsala. Linneo apro
vechó las operaciones v contactos ultramarinos de la Compañía de las
Indias Orientales, sueca, para reunir una colección de plantas, de alcan
ce mundial, y para enviar expediciones en busca de nuevas especies. Sir
Joseph Banks, en los jardines de Kew, pudo de igual m odo utilizar una
extensa red de corresponsales, comerciantes de ultramar, el ejercito, la
armada y los cirujanos de la Compañía de las Indias Orientales. China \
,6 D an iel R H ead rick , The Tí x í Is of & t i p ire : Technoh>%\' and BttrajH’a n Im p tn trfis m in
the N in eteen lh Ceutury. Nueva Y o rk . 1981. cap. V
LA IN V E N C IÓ N ! D E LA T R O P IC A LID A D m
L u c í le H . B rock w ay, Science and Colonial Expansión: the Role of the British Royai
Botante Garúen. Nueva Y o ik . 1979. pp. 6 . 84.
w tbid., pp 7. 132.
3VGrove, Creen Itnpenalistn, p. 8
L A IN V E N C I Ó N D E L A T R O P 1 C A IID A D 153
L a I n d ia y las ' D is p o s ic io n e s d e l a n a t i r a i e /a ”
IS4
I A C O L O N IZ A C IÓ N D E l A N A T I R A L H / A
Ui porción más grande de esta región desolada está cubierta en todas direc
ciones de selvas altas y lujuriantes [...] En conjunto, la escena es sublime;
gran parle de este trozo de selva no ha sido explorado por taita de guias v por
lo difícil que es penetrar en tales regiones tan extensas como salvajes.1
trato, estaban reem plazando a los esclavos africanos corno la luente pri
maria de la m ano de obra migratoria en las plantaciones tropicales, des
de l a s Fiji a las Guavanas. Tam bién en las mentes de geógrafos com o
Sem ple y Huntington la India mostraba muchos de los rasgos caracte
rísticos de un país tropical: clim a agotador, enfermedades debilitantes,
ambiente intrínsecamente im propio para la vida civilizada com o ellos la
entendían. C onform e crecía el poder imperial, y con éste el sentido bri
tánico de superioridad racial y técnica sobre la India, asi también se
invocaba más y más el entorno para explicar el profundo abismo que
separaba a una nación de la otra.
Por ejem plo, se le concedió mucha importancia al papel de los mon
zones de la India. Del ciclo anual d e las lluvias de monzón del suroeste \
el noreste no sólo se d ijo que era el “ hecho prim ario de la meteorología
de la India, sino que en muchos aspectos también lo era de su vida
social y económica. De ahí que se les considerara un índice del poder
que ‘las disposiciones de la naturaleza" ejercían sobre la gente de la
India. Los monzones daban la lluvia necesaria para sostener la agí ¡cul
tura en gran parte del subcontinente, pero si, com o con frecuencia ocu
rría en la secunda mitad del siglo XIX, las lluvias esperadas 110 caían,
entonces sobrevenían invariablemente la sequía y el hambre Según el
geógrafo im perial T. H. Holdich, el monzón era "la salvación anual de
los millones de indios que vivían d e los frutos del suelo l'n buen m on
zón u otro mal es el criterio de abundancia o de carestía. Por él vive la
India: sin él. hay hambre, muerte y miseria".2
En la India del siglo xix los funcionarios coloniales británicos quizá
encontraron que esta correlación entre la falta de lluvias m onzónicas v
hambre generalizada era particularmente significativa porque la Gran
Bretaña apenas acababa de liberarse de una sim ilar sujeción a la natu
raleza. pero en esos días se enorgullecía de que tales sucesos catastró
ficos sólo ocurrían en países atrasados e incultos. En la Gran Bretaña
(con la excepción siempre de Irlanda) la naturaleza siem pre ha sido
dom eñada.3 Pero en la India su influencia no sólo persistía, sino que
seguía afectando casi cada trozo d e la sociedad y del gobierno. Se nota
ba, por ejem plo, cóm o los motines por la lalta de alim ento y los delitos
contra la propiedad se incrementaban cuando no llegaba el monzón,
igual que se elevaban los precios y escaseaban los granos. La falta de
lluvias llenaba las prisiones de "gente hambrienta que de ordinario no
eran delincuentes". A los hombres desesperados los llevaba al asesinato
y al robo, y a las mujeres a las raterías y al suicidio. Desde el punto de
vista del imperio, lo positivo era que se convertía en incentivo para que
los campesinos pobres y los jornaleros sin tierra abandonaran sus pue
blos v emigraran a las plantaciones de té d e Assam o a los campos de
caña de azúcar de Natal.
Aun cuando el m onzón llegara puntualmente, de lodos m odos se veía
que su efecto sobre la salud de las masas seguía siendo enorm e Los
informes v las estadísticas de salud pública mostraban cóm o con el a rri
bo de los m onzones se desencadenaban epidemias de cólera, disentería
v otras enfermedades intestinales. Esta correlación entre el clim a v la
enfermedad hizo que un funcionario de servicios médicos, que escribía
en la Imperial Gazetteer o f India. esbozara en 1909 un contraste am b ien
tal general entre la India y Europa:
En el noroeste el clima seco \ la> luchas incesantes del hombre con la natura
leza en que solo los mas apios alcanzan a sobrevivir se han combinado par;»
prcidtic u lina ra/a valiente \ dura, de buena constitución corporal; mientras
que la vida fácil de las llanuras sembradas de arroz del delta del Ganges férti-
les \ vaporosas. aunque fomenta el tapido crecimiento de su numero de habi
tantes. lia agotado sus energías e impedido su desarrollo. El campesino de
Bengala, chapanifo. débil % tímido dilietv del sij alto resuello v valiente, o
d e l paUtno. > (al diferencia e s mucfio más pronunciada que la del escandinavo
respecto del español o la del inglés v el turco.*
rías que los europeos que visitaban la India por primera ve/ a veces se
conm ocionaban ante el carácter enferm izo de la gente. Parecían capa
ces de “ trabajar duro (...) [y eran] leales, dóciles e inteligentes ', y sin
em b argo en muchas partes del país presentaban “com plexiones asom
brosam ente delicadas, combinadas con gran tim idez y el hábito de la
obediencia sin chistar’*. Ross se preguntaba cual era la causa de esta
debilidad. ¿Era la pobreza, el clim a o la enfermedad? Su respuesta fue
que la malaria, que. con el tiempo, había hecho de los indios "una raza
avejentada \ desgastada”. Mediante sus investigaciones médicas. Ross
se proponía descubrii la causa de la malaria, pidiendo, en el curso de
unos poemas. "Oh. Naturaleza, concédem e esto a mi*. En 1895. cuando
Ross culmina su investigación, escribe estos versos triunfantes:
v Eii/.abcth Whitcombe. “The envirnnmental costs ni im gaiion m tín iish India: waiet log*
ging. salinnv. m alana' en David Arnold y Rarnarhandra Guha (cumps ). Sature, Culture,
bnprnatismr lífsays orí ti ti Eiiviivnm ettíal History of S*mth Dclhi. I99S. pp. 237-259.
10 John VI Hurd R.ulway.s en K u m a r (c o m p J. Tiu Cambridge E i'oitom u Htsion <•!
huha v o l. II pp 737-761
11 li a kk‘in “Malaria and mtmalilv in Bengal. 1840-1921. Imitan t-cüHomu' aiulSucutl
Historv ftevti'W, 9, IV72. pp 132-160
L A C O L O N IZ A C IÓ N DE L A N A T I R A L E Z A 163
L a e x p l o t a c ió n f o r e s t a l d u r a n t e e l im p e r io
,b Madluv Gatigil y Ramachandra Guha, "State forestrv and social conllici in British
India", en David Hardiman ícomp.), Ptasant Resístame m Imita. I S5 H- J9 N. I Krllu. J9V2,
pp. 25,K-295(publicado por primera vez en Pos/.and Presen/. 123. 1989, pp 141177)
r Ibid.. p 2 6 1
I-A C O L O N IZ A C IÓ N DE L A N A T U R A L E Z A 167
La k e a p r o p ia c ió n d e l a n a t u r a l e z a
Muchos desdeñan Bengala por set tan plano, pero para mi l<»s campos y los
ríos son las vistas de lo que amo. Con la calda de la tarde, la prolumia bóveda
del ciclo me colma de tranquilidad como una copa de lapislázuli, mientras
que la inmovilidad de la tarde, me recuerda el borde de un san de oro que
envuelve al mundo entero. ¿Dónde hay otra tierra que haga rebosar así a la
mente? 20
frm ,W im>> f>l iht Sei \nul Ati-hului SaiiiH irv Cimfr/t tuv v«»l II. Simia |V |3. pp s j 4
^ 2 ' Paiii J.Hon nWilicm en »jik- m- funda d p esim ism o de G lto s li véase Klein. Mal,t i i.i
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C O N C L U S IÓ N
1 A llliU r O t.UVCjoy V G c o ig c Boas. P riin itiv ts tn a nd Relaten ídeus n i A n iiq itifi) . B alu
moso. |>- 12.
171
172 C O N C L U S IÓ N
173
174 L E C T U R A S S U G E R ID A S
(R ingw ood. Victoria. Penguin. 1989). Por último, debe mencionarse una
de las obras más originales e influyentes de todas las que relacionan el
arte, el ambiente y la historia d e las ideas: Bemard Smith, European
Vision and the South Pacific (2J ed., New Haven. Conn.. Y ale University
Press, 1985).
ÍN D IC E G E N E R A L
Prefacio ............................................................................................... 7
I. In t r o d u c c ió n ............................................................................ 9
185
186 ÍN D IC E
C o n c lu s ió n ........................................................................................171