Está en la página 1de 574

.

;c. <::.,fe
~~~.«(e, .
~,( "
~,

0'

• ..
TERRITORIALIDAD Y PAISAJE E EL

DE.L SIGLO XVI


(loorduuulo/X,,-

FEDERICO FERNÁNDEZ CHRISTLIEB

-
ÁNGEL JULIÁN GARCÍA ZAMBRANO
SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

TERRITORIALIDAD Y PAISAJE EN EL ALTEPETL


DEL SIGLO XVI
Territorialidad y paisaje
en el altepetl
del siglo XVI

FEDERICO FERNÁNDEZ CHRISTUEB


ÁNGEL JUUÁN GARcíA ZAMBRANO
(coordinadores)

elG
'<ii INSTITUTO
GEOGRAFiA
DE
U H A M

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


INSTITUTO DE GEOGRAFÍA DE LA UNIVERSIDAD
NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

ESe. NAt. DE ANTROPOLOGIAE I


BIBLIOTECA
lA 5
J
o o 12~
Primera edición, 2006

Fernández Christlieb, Federico y Ángel Julián García Zambra-


no, (coords.)
Territorialidad y paisaje en el altepetl del siglo XVI / coord.
de Federico Fernández Christlieb, Ángel Julián García Zam-
brano. - México: FCE, Instituto de Geografía, UNAM, 2006
580 p. : iluso ; 23 x 17 cm - (Colee, Historia)
ISBN 978-968-16-8328-3 (rústica)
ISBN 978-968-16-7981-1 (empastada)

1. Historia - México - Puebla - Siglo XVI 1. García Zam-


brano, Ángel Julián, coord. II. Ser. III. t.

LC F1391 .C54 Dewey 972.02 F565t

Distribución mundial en español

Comentarios y sugerencias: editorial@fondodeculturaeconomica.com


www.fondodeculturaeconomica.com
Te!. (55) 5227-4672 Fax (55) 5227-4694

frj Empresa certificada ISO 9001:2000

Diseño de portada: León Muñoz Santini


Imagen de la portada: Cholollan 1. Nahua, Historia tolteca-chichimeca, folio Tv,
Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563, Bibliotheque Nationale, Paris.

D. R. © 2006, UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DEMÉXICO


Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria
04510 México, D. F.

D. R. © 2006, FONDODECULTURA ECONÓMICA


Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra


-incluido el diseño tipográfico y de portada-,
sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico,
sin el consentimiento por escrito del editor.

ISBN 10: 968-16-8328-5 (rústica)


ISBN 13: 978-968-16-8328-3

ISBN 10: 968-16-7981-4 (empastada)


ISBN 13: 978-968-16-7981-1
ÍNDICE

Agradecimientos . . . . . . . 11
Introducción . . . . . . . . . 13
Referencias bibliográficas 25

Primera parte
ASPECTOS TEÓRICOS

1. El altepetl colonial y sus antecedentes prehispánicos:


contexto teóri-
co-historiográfico, María Elena Bernal García y Ángel Julián
García Zambrano . 31
Territorio y primeras definiciones del altepetl 37t-
Conclusiones . . . . . . . 100 '"
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . 101

II. La policía de los indios y la urbanización del altepetl, Marcelo


Ramírez Ruiz y Federico Fernández Christlieb 114
Las primeras experiencias de policía y urbanización ..... 121
La doctrina de la "policía humana" en Nueva España . . . . . 131
La congregación y la fábrica material de los pueblos de indios 144
Conclusiones . . . . . . . 160-:::
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162

III. Territorialidad, pintura y paisaje del pueblo de indios, Marcelo


Ramírez Ruiz. . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 168
El territorio y la tierra . . . . . . . . . . . . . . . 169
Las tierras y el territorio de los pueblos de indios 180
Pintura y paisaje del pueblo de indios. 205
Conclusión . . . . . . . . 218-
Referencias bibliográficas . . . . . . . 221

7
8 ÍNDICE

Segunda parte
ESTUDIOS DE CASO

IV. Tu agua, tu cerro, tu flor: orígenes y metamorfosis conceptuales del


altepetl de Cholula, siglos XII y XVI, María Elena Bernal García . 231
Cholollan 1 247
Cholollan 2 277
Cholollan 3 282
Cholollan 4 290
Las metamorfosis paradigmáticas del altepetl de Cholollan . 299
Cholollan 5 . . . . . . . . 315
Conclusiones . . . . . . . 336 <,

Referencias bibliográficas 338

v. Ñuundaá-Texupan: lugar del azul, Marcelo Ramírez Ruiz 350


El ñuu 356
La documentación para el estudio colonial de Tejupan . 365
El diseño urbano y el paisaje sagrado de Tejupan en el mapa de
1579 y los documentos coloniales. . . . . . . . 370
La delimitación del territorio colonial de Tejupan 392
Conclusión . . . . . . . . 415
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . 417

VI. Zahuatlan el viejo y Zahuatlan el nuevo: trasuntos del poblamiento


y la geografía sagrada del altepetl de Yecapixtla, Ángel Julián García
Zambrano . 422
Conformación del altepetl colonial de la cabecera de Yecapixtla .. 424
Zahuatlan el viejo y Zahuatlan el nuevo: metamorfosis de un
tlaxilacalli en pueblo sujeto y barrio de una cabecera 430
Zahuatlan el nuevo y Zahuatlan el viejo . 436
La persistencia indígena de vivir en Zahuatlan el viejo 441
Metáforas del ambiente en la barranca de Zahuatlan . 444
Vasijas, origen primordial y geografía sagrada ..... 447
Portales de comunicación del paisaje sagrado en la barranca de
Zahuatlan . 461
Conclusiones . . . . . . . 472~
Referencias bibliográficas 474
íNDICE 9

VII. El altepetl de Metztitlan y su señorío colonial temprano, Federico


Femández Christlíeb, Gustavo Garza Merodio, Gabriela Wiener
Castillo y Lorenzo Vázquez Selem . 479
Los espacios de Metztitlan- Tepatetipa. . . . . . . . . . . . . 482
Los espacios de la confederación y del señorío de Metztitlan 504
Conclusiones . . . . . . . ' 523~
Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 526

VIII. Espacio, lenguaje y sujeción ideológica en el cabildo tlaxcalteca a


mediados del siglo XVI, John Sullivan 531
Las "Ordenanzas de Santillán", 1545 .... 533
La organización espacial del ayuntamiento . 541
El marco físico del discurso oral . 543
El marco del discurso escrito 555
El espacio carcelario . . . 569
Referencias bibliográficas 574

Acerca de los autores. . . . . . . 579


-------

AGRADECIMIENTOS

Este libro es el principal producto del proyecto "La organización del espa-
cio urbano en la Nueva España, 1519-1620", que fue financiado por el Pro-
grama de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica
(PAPIIT, clave IN-303300) de la Dirección General de Asuntos del Personal
Académico (DGAPA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El Instituto de Geografía de la UNAM también aportó recursos para la publi-
cación de este trabajo en coedición con el Fondo de Cultura Económica.
Agradecemos a las respectivas direcciones. De igual forma queremos reco-
nocer los aportes tanto en recursos humanos como en instalaciones a la
Facultad de Arquitectura y la DES de Humanidades de la Universidad Autó-
noma del Estado de Morelos, así como el tiempo cedido a los investigado-
res de nuestro equipo por la Universidad Autónoma de Zacateca s y por las
facultades de Arquitectura y de Filosofía y Letras de la UNAM. Del mismo
modo queremos agradecer a las instituciones que autorizaron reproducir
algunas de las imágenes del libro, en particular al Instituto Nacional de
Antropología e Historia, a la Real Academia de Historia de Madrid y a la
Nattie Lee Benson Latin American Collection de la Universidad de Texas en
Austin.
En la coordinación del citado proyecto participó el doctor Héctor Men-
doza Vargas. Varios colegas comenzaron aquí sus carreras académicas.
Queremos agradecer a los becarios del Instituto de Geografía que participa-
ron en alguna etapa de la investigación: Montserrat Cayuela Gally, Pedro
Sergio Urquijo Torres, Arais Reyes Meza, Juan Pedro Rivera Pizano, Her-
mes Javier Medina Aboytes, Regina Lira Larios y Carina Guzmán Bullock.
Algunas de sus becas fueron financiadas por el Programa de Becas para la
Elaboración de Tesis de Licenciatura en Proyectos de Investigación (Probe-
tel) de la UNAM o por fondos sectoriales de la Secretaría de Medio Ambiente
y Recursos Naturales a través del proyecto "Interfase rural urbana en la
cuenca alta del río Lerma; hacia una metodología unificada de ciencias
sociales y ambientales" (Conacyt-Semarnat, clave 01430), coordinado por
Javier Delgado. También agradecemos la lectura atenta del manuscrito a
José Rubén Romero Galván, José Ornar Moncada Maya y Gerardo Bustos
11

ESe. NAl. DE ANTROPOlOGIA E HIST


~ BIBLIOTECA ----- fA
12 AGRADECIMIENTOS

Trejo. El procesamiento de muchas de las figuras y cuadros estuvo a cargo


de Ada Gómez González. La maestra Eva Saavedra Silva dio apoyo técnico
a los temas de la investigación y realizó importantes correcciones al
manuscrito.
Entre los años 2000 y 2006, que duró la producción del libro, muchas
cosas cambiaron en nuestras vidas: para recordado queremos dedicar este
esfuerzo a Brigitte y a Nina, que se fueron, y a Aurelio, Alba, Emilia, Lucía,
Joaquín, Julia y Damián, que llegaron.
INTRODUCCIÓN

Altepetl fue el término utilizado por los hablantes del náhuatl antes de la
Conquista para denotar sus unidades básicas de organización comunitaria.
Tras la llegada de los españoles a Mesoamérica, el vocablo fue traducido
como "pueblo" o bien como "ciudad" cuando el tamaño y densidad del asen-
tamiento les hizo pensar en una aglomeración urbana.' Con esta primera
traducción al castellano comenzó la redefinición de un concepto que origi-
nalmente no sólo implicaba -como propone esta traducción- aspectos
urbanísticos o sociopolíticos, sino también de índole estética, simbólica,
ecológica y geográfica. En efecto, el asentamiento poblacional estaba inde-
fectiblemente ligado al paisaje circundante, lo cual quedó de manifiesto en
la otra traducción, más literal, que se hizo del mismo término como "monte
lleno de agua".2 Estrictamente, el término deriva de las raíces yn atl, yn
tepetl ("agua, montañaLv lo que revela la importancia del ambiente para la
sociedad que se agrupaba en esas unidades de organización." Con el tiempo,
esta reducción semántica se tradujo en una reducción geográfica palpable:
mientras las viviendas y construcciones del altepetl prehispánico solían
presentarse esparcidas sobre laderas de difícil acceso o entre terrenos agríco-
las integrados con su medio, las congregaciones que los españoles concibie-
ron para los indios y a las cuales llamaron "pueblos", fueron concentracio-
nes de una alta densidad arquitectónica y poblacional establecidas en un
1 Molina (2001 [1555-1571]); el término utilizado para "ciudad" fue, con frecuencia, el de

vei-altepetl (huey altepetl), es decir, gran altepetl.


2 Sahagún (1999) [1569]), p. 700.

3 James Lockhart (1999, p. 27) escribe estas raíces de modo: "in atl, in tepetl" y las traduce
como: "elílas) aguaís). la(s) montañaís)". Adicionalmente -sugiere el filólogo John Sullivan-
debemos tomar en cuenta la precisión que hace Ángel María Garibay respecto del diirasismo,
estructura lingüística que caracteriza al náhuatl; Garibay (1999), pp. 115-116. Por medio de
dicha estructura, dos frases (o dos palabras) se yuxtaponen para crear un nuevo significado.
Otros lingüistas prefieren hablar de metonimia al referirse a la característica de aglutinar dos
términos para formar uno nuevo con un significado distinto al de sus dos componentes. En
los capítulos 1 y IV así será analizado el término altepetl.
4 Una vez aceptado que el término altepetl es producto de un difrasismo, cabe preguntarse

el motivo por el que los conceptos de "agua" y de "montaña" se hallan en su raíz. Esta pregun-
ta guió en parte la investigación que nos condujo a analizar detenidamente la territorialidad y
el paisaje de los asentamientos indígenas de la Nueva España.

13
14 INTRODUCCIÓN

terreno llano que prefería dar la espalda al ámbito rural y a la naturaleza


silvestre y montañosa. 5 Ante los ojos de los invasores, los núcleos urbanos
del altepetl fueron inmediatamente jerarquizados dando mayor importan-
cia al asentamiento en donde vivía el tlatoani, al que identificaron como
señor o monarca. A ese asentamiento le llamaron "cabecera" y los demás de
la misma jurisdicción sufrieron una suerte de degradación al ser llamados
"sujetos".> Por esto mismo, otra de las traducciones castellanas del término
altepetl fue la de "rey"J
En otras regiones culturales encontramos términos equivalentes al de
altepetl que nos permiten suponer la existencia de una noción territorial y
paisajísticamente equiparable en todo el mundo mesoamericano. En este
libro sólo haremos uso, además del término en lengua náhuatl, de su equi-
valente en mixteco (yucunduta, "montaña-agua'T' en el capítulo v, y en oto-
mí (an dehe nttoehe, "agua-cerro")? en el capítulo VII. Otros de los términos
análogos estudiados por los especialistas provienen de los idiomas totona-
co (chuchu tsipi, "agua-cerro"), 10 maya (batabil, "señorío" o "cacicazgo'u.!'
huaxteco (tsabaal, "suelo, tierra"),12 mixe-zoque (nass, "tierra" o "suelo'T.t '
Pese a no ser todos ellos traducciones exactas una de la otra, lo cierto es que
en la territorialidad del "pueblo" subyace la imagen del paisaje. La terri-
torialidad y el paisaje, dos nociones ampliamente trabajadas por la tradi-

5 Hacemos referencia a la geografía como una disciplina que estudia la manera en que las

diferentes sociedades producen y organizan el espacio. El territorio y el paisaje son expresio-


nes culturales de esta dimensión espacial. Brunet et al. (1992); Claval (1995); (2001).
6 Gutiérrez Mendoza (2003), p. 102.

7 Molina (2001 [1555-1571]), cacique fue el término recogido de las Antillas para hablar en
la Nueva España del tlatoani.
8 Jansen (1982), pp. 93-95; véase también Smith (1973), pp. 40-4l.

9 Bartholomew (2000), p. 189. Por su parte, René García Castro apunta que para otros

pueblos otomianos como los matlatzincas el término equivalente es inpuhetzi, y que proviene
de inthahui ("agua") e inihetzi ("cerro"); García Castro (1999), p. 4l.
10 García Martínez (1987), p. 75.

11 El primero lo da Sergio Quezada: proviene de batab, que es un cargo equiparable al de

mayordomo; il es un sufijo abstractivo que expresa la idea de tamaño, en este caso, territorial.
Por tanto, batabil se puede interpretar como el espacio dominado por el batab, Quezada,
(1993), p. 42. El segundo lo propone Bracamonte (2003), p. 18.
12 Tapia Zenteno (1985 [1767]), p. 120. Un equivalente más propio que tsabaal para desig-
nar al altepetl y que aparece contenido en este diccionario de Carlos Tapia Zenteno, publicado
en el siglo XVIII, es bichow, "pueblo", unidad geográfica donde vivía el tzalleinic o noble y que
al interior se dividía en barrios o kwemchal. Agradecemos esta nota al historiador Pedro Ser-
gio Urquijo Torres. Véanse también Hirth (2003), p. 63; Gutiérrez Mendoza (2003), p. 104.
13 Se impone la necesidad de hacer un estudio lingüístico que nos permita conocer en qué

medida las demás lenguas indígenas presentan efectivamente término~ comparables.

b
INTRODUCCIÓN 15

ción geográfica, fueron precisamente el punto de partida de nuestra inves-


tigación.
Para la geografía, el "territorio" es una noción político-administrativa
que denota una extensión espacial sobre la que se ejerce una soberanía. Sus
límites pueden estar claramente marcados, o bien ser tan sólo reconocibles
por la comunidad que conscientemente los reclama como propios. 14En
particular, en los casos de nuestro estudio veremos que las concepciones de
territorio entendidas por europeos y americanos fueron muy diferentes.
Mientras que para los españoles el territorio propio implicaba una porción
de tierra y una jurisdicción con límites infranqueables como en la penínsu-
la ibérica, para los indios era mucho más permeable y sus linderos, en oca-
siones, podían entrecruzarse con los de la soberanía vecina.t> Para enten-
der cómo estaban estructurados los territorios que viven el tránsito de la
época prehispánica a la vida colonial, echaremos mano del otro concepto
clave: el de paisaje.
Dos son las acepciones más socorridas por los geógrafos para utilizar el
término paisaje. Para definir la primera podemos evocar la etimología lati-
na que nos remite a su raíz pagus C'pago"), es decir, "país".16 El país es el
terruño al que un grupo humano se va adhiriendo generación tras genera-
ción, en el que entierra a sus muertos y realiza diversos ritos. Del ambiente
natural que caracteriza dicho país, el grupo social nutre su cultura. Así, la
identidad de un grupo sedentario está depositada en el país donde vive y en
una serie de tradiciones reconocidas colectivamente. Tarde o temprano, el
país pasa a ser también un "territorio" reconocido como propio. El "paisaje"
es la representación de ese territorio tomando en cuenta todas sus caracte-
rísticas físicas, sean de origen natural como el relieve y el clima o cultural
como la pirámide y la milpa. Así, el paisaje puede ser definido como "aquello
que se ve del país" .17Para estudiado según esta primera acepción, el inves-
tigador no separa cultura y natura, puesto que ambas explican su objeto de
estudio. A este respecto, la etimología germánica de paisaje parece más cla-
ra: el vocablo alemán Landschaft (equivalente del inglés landscape) puede ser
descompuesto en Land ("tierra") que refiere al ambiente natural y schaffen
("crear") que significa dar forma, trabajar, ocupar; es decir, modelar el am-
14 Brunetetal. (1992), p. 436; Le Berre (1992), p. 618.
15 García Martínez (1987), p. 76. Esta ambigüedad administrativa ha dado origen a innu-
merables conflictos limítrofes hasta el día de hoy entre los municipios que se reconocieron en
la época independiente. Commons (2002), p. 78.
16 Corominas (1983), p. 432.

17 Brunet et al. (1992), p. 337; Hirsch (1995), p. 2.


16 INTRODUCCIÓN

biente original mediante la actividad humana.Jf En esta primera acepción


los filtros culturales del observador son determinantes para analizar, con-
notar, clasificar y ocupar la porción territorial definida como paisaje. 19 En la
segunda, en cambio, más empleada parla geomorfología, el paisaje "es en-
tendido como un hecho real que existe sobre la superficie terrestre; un hecho
complejo y dinámico cuya naturaleza y caracteres son independientes del
significado que le atribuyen los grupos humanos't.t? Ambas acepciones
coinciden en que el paisaje implica una dimensión espacial en la que pode-
mos leer tanto los rasgos aportados por la naturaleza del lugar como por las
acciones que las sociedades imprimen en ella. Para los fines de este libro,
desde luego, nos es más compatible la primera acepción, pero desde el mo-
mento en que nuestra investigación ejercita una mirada transcultural ex-
ploramos los rasgos físicos del paisaje en busca de patrones reconocibles
tanto por los pobladores de la naciente Nueva España como por los obser-
vadores de hoy. El concepto de paisaje es particularmente útil en el análisis
del altepetl: para empezar, es un concepto creado, tanto en las lenguas lati-
nas como las germánicas, en el siglo XVI, retratando con ello una necesidad
de la época.>' En el caso concreto de la lengua castellana, antes de emplearse
el término "paisaje" se utilizó simplemente el de "país", o bien el de "pintura".
Esto es particularmente significativo para nuestra investigación, puesto que
tanto españoles como indios del primer siglo colonial se dieron a la tarea
de dibujar "pinturas"; es decir, paisajes que nos hablan de las concepciones
espaciales entonces prevalecientes. Por ello, hemos dedicado una parte
del capítulo III de este volumen a hablar teóricamente de las "pinturas" y a
aplicar nuestras conclusiones en varios de los estudios de caso de otros de
los capítulos.
No obstante, por sí sola, la geografía como ciencia no está en posición
de abordar temas tan complejos como el que nos ocupa. Para hacerla, bus-
camos la conformación de un equipo interdisciplinario que integrara a
otros especialistas de la historia y el paisaje del siglo XVI.22 Fue así como

18Olwig (1996); Haber (1995).


19Berque (1992).
20 Bertrand (1982), p. 462; García Romero y Muñoz Jiménez (2002), p. 15. El problema con
esta óptica científica radica en el hecho de que se parte de una definición a priori del paisaje
en la que se le supone como objetivo y universal. El enfoque cultural, en cambio, introduce
matices locales.
21 Olwig (1996); Hirsch (1995), p. 2.

22 Así se integraron especialistas formados en geografía histórica y cultural, en geomorfolo-


gía, en arquitectura, en historia regional, en historia del arte y en lingüística.
INTRODUCCIÓN 17

tuvimos la oportunidad de registrar el proyecto interinstitucional denomi-


nado "La organización del espacio urbano en la Nueva España, 1519-1620".
Este libro constituye el principal producto de este proyecto con sede en el
Instituto de Geografía de la UNAM, en el que participaron también académi-
cos de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y de la Universidad
Autónoma de Zacatecas.P
De esta manera, intentamos trascender el enfoque ecológico tradicional
que explica a los asentamientos prehispánicos en función de su ubicación
en un determinado ambiente. Nuestra mirada fue más allá; se dirigió a des-
entrañar los significados simbólicos de ese ambiente que les procuraba sus
satisfactores básicos. Más aún, se orientó hacia las formas estéticas del pai-
saje que guardaban también significados fundamentales para comprender
su origen y cosmovisión.
A fin de familiarizamos con los significados del paisaje asociado a los
altepeme.t+ nos remitimos a las fuentes primarias privilegiadas por los his-
toriadores. Estudiamos así la legislación agraria y urbana de los siglos colo-
niales, por ejemplo, las cédulas reales, las instrucciones, los títulos primor-
diales y las ordenanzas. También analizamos las respuestas a la Instrucción
y memoria para la descripción de las Indias (Relaciones geográficas) redacta-
das a partir de 1577, los diccionarios y vocabularios de distintas lenguas
utilizados en la época colonial de autores tales como Nebrija, Molina, Alva-
rado, Reyes y Urbano; algunas actas de cabildos temprano s (México, Tlaxca-
la), las descripciones elaboradas por los cronistas en esa misma época, por
ejemplo, Sahagún, Durán, Motolinía, Alvarado Tezozórnoc, Chimalpahin,
Grijalva, Mendieta y Torquemada. Del mismo modo estudiamos, por supues-
to, los mapas, planos, pinturas o códices que pudieran darnos luz sobre
cada uno de los casos trabajados o sobre la hipótesis general sostenida en
estas páginas: entre ellos, los códices Nuttal, Borgia, Sierra, Mendoza, Viena,
Mapa de los linderos de Cuauhtinchan y Totomihuacan, Mapa de las migra-
ciones Uexotzinco- Tepeaca, Historia tolteca-chichirneca, Historia de los mexi-
canos por sus pinturas y mapas de las Relaciones geográficas. Al mismo

23 Las dependencias en las que laboran los miembros de nuestro equipo son las siguientes:

en la UNAM, el Instituto de Geografía, el Instituto de Investigaciones Históricas y las facultades


de Arquitectura y Filosofía y Letras. En la Universidad Autónoma del Estado de Morelos
(Cuernavaca), las facultades de Arquitectura y Humanidades, y en la Universidad Autónoma
de Zacatecas, el Centro de Estudios Prospectivos.
24 Altepeme, plural de altepetl. Otros autores prefieren utilizar la forma a1tepetl como plural

(igual que en singular) que es más clásica. Véanse, por ejemplo, Lockhart (1999), p. 27, YSulli-
van (1996), p. 34.
18 INTRODUCCIÓN

tiempo, echamos mano de la tradición oral recopilada en los sitios de estu-


dio y confrontamos la historiografía que pudimos recopilar sobre estos
temas discutiéndola con oportunidad.
La virtud de contar con un equipo procedente de diversas formaciones
académicas y con variadas experiencias de investigación consiste en que un
mismo tema puede ser abordado por miradas complementarias y, aun, con-
tradictorias. Consideramos que, lejos de obstaculizarla, esto ha enriquecido
nuestra discusión y elevado la complejidad de nuestro análisis. La dinámi-
ca a la que sometimos nuestro trabajo colectivo consistió en discutir,
mediante una serie de seminarios que tuvieron lugar en la Universidad
Autónoma del Estado de Morelos (Cuernavaca), los planteamientos origi-
nales sobre el tema del altepetl, muchos de ellos desarrollados inicialmente
por miembros de nuestro equipo.
Aquí debemos detenernos para mencionar que, aunque el proyecto dio
inicio formal en el año 2000, la experiencia acumulada para entonces per-
mitía anunciar resultados importantes. Tanto Ángel Julián García Zambra-
no como María Elena Bernal García llevaban más de 10 años explorando el
tema de la organización territorial de los altepeme desde el punto de vista
de la historia del arte. Asimismo, Marcelo Ramírez había comenzado sus
investigaciones sobre la territorialidad y el paisaje mesoamericanos del
siglo XVI en general y de la Mixteca en particular. John Sullivan tenía tam-
bién una importante trayectoria en filología y la interpretación de docu-
mentos en lengua náhuatl y Gabriela Wiener integraba un conocido equipo
de historia de la arquitectura. Por su parte, Gustavo Garza Merodio había
profundizado en estudios de historia ambiental y Lorenzo Vázquez Selem
poseía una considerable experiencia en geomorfología.
Por otro lado, si varias de las reflexiones que aquí se producen parten
de la geografía y la ecología, es de suponerse que el trabajo de campo tiene
un importante papel en nuestra metodología. Lo mismo opera para la
mirada del historiador que, habiendo hallado en las fuentes documentales
descripciones del paisaje en donde aparecen de manera reiterada ciertas
geoformas.s> se da a la tarea de buscarlas en su sitio de estudio. En conse-
cuencia, para nosotros la visita de los cinco casos aquí tratados, y de otros
en los que las características del altepetl son aún visibles, fue parte funda-
mental de la investigación. En el campo tuvimos también importantes dis-
25 Nos referimos a las formas estéticas del relieve y también a sus características funciona-

les tales como permeabilidad, estabilidad de sus laderas, accesibilidad, tipo de suelo y de vege-
tación, fauna endémica, etcétera.
INTRODUCCIÓN 19

cusiones, constataciones y desmentidos que nos permitieron matizar mu-


chos de los contenidos tanto de la bibliografía consultada como de las fuen-
tes originales. El paisaje actual se reveló así como una fuente primaria de
información sobre el altepetl.
Otro de los recursos metodológicos que utilizamos fue la interpretación
cartográfica desde dos diferentes ángulos: el primero tocante al análisis de
mapas y pinturas antiguas, y el segundo referente a la lectura de cartas
topográficas modernas y fotografías aéreas que nos permitieron conocer
mejor el territorio del que hablamos en cada caso particular. Parte de este
estudio consistió, para algunos de los capítulos, en analizar detalladamente
códices desde una óptica tanto formal como iconográfica. Sobra decir que
uno de los ejercicios más importantes consistió en cotejar las representa-
ciones antiguas con la cartografía contemporánea, tomando en cuenta las
distintas perspectivas culturales que tuvieron, por un lado, el tlacuilo= y,
por otro, el cartógrafo actual.?? En mayor o menor medida, también se pro-
cedió a la confrontación de los mapas nuevos y antiguos con el terreno
mediante el trabajo de campo. Por último, a partir de todas estas fuentes se
estudió, para unos casos más que para otros, la toponimia y sus significa-
dos en el paisaje observable.
El libro está organizado en dos partes. La primera agrupa una serie de
argumentos teóricos en torno al concepto de altepetl tanto en tiempo pre-
hispánico como a lo largo del primer siglo colonial. La segunda parte tiene
la virtud de presentar estudios de caso concretos realizados por los mismos
investigadores que teorizamos en la primera mitad. Esto permitió cotejar
nuestras hipótesis con situaciones diferentes para matizar nuestra propues-
ta teórica inicial. En la organización del contenido, el lector se dará cuenta
de que no se trata de una compilación de textos vinculados por una palabra
clave, sino que el libro es resultado de un trabajo de equipo en el que hubo
integración y en el que, desde luego, se identifican algunas ideas no consen-
suadas. Al respecto, hemos mantenido la congruencia interna del libro res-
petando, sin embargo, el uso a veces dispar de algunos términos, que los
autores consideraron conveniente al interior de sus capítulos.
En la primera parte definimos el concepto altepetl partiendo de las

26 Tlacuilo (plural tlacuiloque). Nos referimos al pintor y escritor de origen indígena que,

sirviéndose de las tintas, representó territorios y paisajes, entre otros elementos de la pictogra-
fía. En los capítulos III y IV se retornará este concepto.
27 Nos servimos, sobre todo, de la cartografía topográfica producida por el Instituto Nacio-

nal de Estadística, Geografía e Informática (INEGr), escalas 1:50000 y 1:250000.


20 INTRODUCCIÓN

características reconocidas por otros investigadores. Hasta el momento, el


altepetl ha sido estudiado acertadamente como una entidad política y terri-
torial. Se la define como un grupo social pluriétnico "estructurado orgánica-
mente"28bajo el mando de "un gobernante dinástico o tlatoani", posesiona-
do de un territorio dividido "en partes constitutivas [o calpolli] cada una con
su nombre propio". Asimismo, "un altepetl ya establecido tendría un templo
principal, símbolo de su soberanía [...] así como también alguna clase de
mercado central" .29A esta descripción de sus características políticas y
territoriales-? hemos agregado las aportaciones que consideramos innova-
doras y sugerentes para el estudio del tema. Entre éstas destaca la lectura
del paisaje a partir de su valoración simbólica, incluyendo -como hemos
señalado-los topónimos que lo definen. Haremos, pues, un marcado énfa-
sis en el entorno, en el medio que explica esta institución, en el ambiente
que la rodea. Nuestra mirada se posiciona en estas geoformas, en estos
lugares llamados altepeme que condicionan el establecimiento de la gente
también llamada altepetl.
Estas formas del relieve presentes en el sitio seleccionado por la gente
de los altepeme se sintetizan en un paraje prototípico que aquí hemos lla-
mado rinconada.= se trata de una cuenca hidrográfica delimitada en el
horizonte circundante por una línea de eminencias orográficas que permite
dar cuenta de los movimientos de cuerpos celestes.V En las inmediaciones
de esa rinconada o en su interior encontramos con frecuencia cañadas,
barrancas o cauces que se encajan en el terreno, así como cuevas, grutas,
manantiales, confluencia de ríos, arroyos y otras formaciones que ponen en
aparente contacto a la superficie de la tierra con el inframundo, todo ello
en el marco de una cosmovisión coherente y completa que proviene de la
época prehispánica pero que logra trascender, en cierta medida, hasta muy
entrada la época colonial y, en algunas regiones de nuestro país, hasta
nuestros días. Adicionalmente, la rinconada constituye un modelo que
recuerda una gran vasija o un contenedor natural de agua al mismo tiempo
que evoca el paisaje primordíal.P el útero y las cuevas húmedas del Chico-

Reyes García (2000), p. 42.


28

Lockhart (1999), pp. 29-30.


29

30 Además de Reyes García y de Lockhart, otros especialistas que abundan en la descrip-


ción política y territorial del altepetl son Sanders (1968); Calnek (1974); Gibson (1986); García
Martínez (1987, 2000 Y2004); Schroeder (1994); García Castro (1999); Hirth (2003).
31 García Zambrano (1992).

32 Bernal García (1993).

33 García Zambrano (2001).


INTRODUCCIÓN 21

moztoc en el que, según la tradición mexica, los seres humanos fueron con-
cebídos.v'
Esta primera parte está compuesta por tres capítulos en los que se
explican las afirmaciones anteriores, tomando en cuenta la presencia de las
comunidades que ocuparon ese tipo de lugares. María Elena Bernal García
y Ángel Julián García Zambrano sintetizan en el capítulo 1 los antecedentes
del tema, analizando trabajos escritos desde finales del siglo XIX, de manera
que podemos obtener una visión de conjunto de los esfuerzos de distintos
especialistas modernos por explicar las unidades territoriales en aquel mo-
mento de transición marcado por la llegada de los españoles a América.
Para ello, seguiremos las nociones de "altepetl colonial" y de sus anteceden-
tes prehispánicos. En este punto es válido recordar que el concepto euro-
peo de "ciudad" fue aplicado de inmediato a las grandes aglomeraciones
como Cempoala, Cholula, Tzíntzuntzan, Tenochtitlan o Zaachila, de forma
que -como indicamos- el término altepetl también fue su sinónimo. Este
capítulo es fundamental para entender algunos de los rasgos en los que nos
detendremos al estudiar casos particulares. Aquí se explican los elementos del
paisaje sagrado considerado por los pueblos mesoamericanos para asentar-
se, residir e incluso para dar continuidad a su territorialidad durante los
siglos que han seguido a la Conquista. También se expone de manera amplia
el modelo estético y funcional de la rinconada.
En el capítulo II Marcelo Ramírez Ruiz y Federico Fernández Christlieb
asocian la doctrina de la "policía humana" como fundamento teórico de los
colonizadores españoles para confinar en núcleos urbanos a las poblacio-
nes rurales y dispersas de los antiguos altepeme. Se comienza por exponer
los antecedentes de fundaciones coloniales verificadas en las Antillas y se
llega hasta el estudio de las congregaciones periódicamente implementadas
hasta inicios del siglo XVII, de tal suerte que se puede tener un panorama
detallado de las políticas coloniales de urbanización y de reducción de los
naturales. Al mismo tiempo, observamos cómo las comunidades indígenas
siguen viendo en ese mismo pueblo de traza ortogonal un altepetl formado
de calpoltiné> que guarda aún los .ritmos mesoamericanos y el paisaje sa-
grado que los identifica. Esta lectura doble del territorio favoreció el mesti-
zaje y suavizó el desgarrador proceso de la Conquista.
En el capítulo III, Marcelo Ramírez Ruiz se detiene a analizar el concep-
to de territorio asociado al pueblo de indios colonial y lo confronta con su
34 Heyden (1998), p. 43.
3S Calpoltin, plural de calpolli. Otros lingüistas prefieren usar calpolli como singular y plural.
22 INTRODUCCIÓN

representación en las pinturas o mapas que acompañaron los textos de las


Relaciones geográficas del siglo XVI, elaboradas por tlacuiloque y agrimenso-
res. Aquí se muestra cómo, para explicar la territorialidad del altepetl, hace
falta echar mano del concepto de paisaje y de sus rasgos estéticos. También
se observa en las pinturas hechas por manos de tradición indígena una can-
tidad de información hasta ahora poco aprovechada para entender esta
compleja organización espacial.
Durante el desarrollo del proyecto se estudiaron varios casos ubicados
en áreas culturales diferentes, pero se optó por profundizar en sólo cinco
de ellos.w Estos cinco son objeto de los capítulos de la segunda parte. Se
seleccionaron tres casos de tradición náhuatl, otro perteneciente a la Mixte-
ea Alta y otro más que se ubica en una encrucijada entre el mundo nahua,
el otomí, el huasteco y la frontera norte de Mesoamérica. Todos ellos son
analizados tras la cortina de la presencia española temprana y, de hecho,
como se habrá advertido, el mestizaje territorial que se produce enton-
ces constituye uno de los temas centrales de nuestra investigación.
En el capítulo IV María Elena Bernal analiza, formal e icono gráfica-
mente, una serie de pinturas correspondientes a la ciudad de Cholula, en
Puebla, a través de las cuales se describe el proceso de transformación del
altepetl, desde su concepción como paisaje mítico hasta su establecimiento
en una geografía determinada.t? Pese a que la mayoría de las fuentes utili-
zadas para el capítulo fueron elaboradas durante el primer medio siglo poste-
rior a la Conquista, hemos comenzado por este caso debido a que la autora
centra su trabajo en la institución prehispánica, intentando rastrear ciertas
continuidades en el funcionamiento de formas del paisaje representadas en
tales pinturas. El caso de Cholula sirve para confirmar precisamente la fun-
ción de algunos de los rasgos del paisaje que en la parte teórica estaba ya

36 Quedaron fuera seis casos estudiados que, sin embargo, dieron lugar a otras tantas tesis

de licenciatura: una sobre la geografía de Oaxaca elaborada por Montserrat Cayuela Gally
(2001); otra sobre la historia de la Sierra del Nayar a cargo de Regina Lira Larios (2003); una
más sobre historia de Tamuín, en la Huasteca Potosina, cuyo autor fue Pedro Sergio Urquijo
Torres (2004), y por último las tesis de Juan Pedro Rivera Pizano (2006) sobre Tepeapulco,
Hidalgo, de Hermes Medina Aboytes (2005) sobre Jiquilpan, Michoacán, y de Carina Guzmán
Bullock (2006) sobre Zinapécuaro, Michoacán. Todas ellas fueron desarrolladas en la Facultad
de Filosofía y Letras de la UNAM. Adicionalmente, Arais Reyes Meza (2004) realizó su tesis en
la Facultad de Arquitectura empleando algunos de los razonamientos del proyecto aplicados
a la conservación del patrimonio histórico urbano.
37 La autora se sirve del concepto occidental de "ciudad" por ser así como los españoles
definieron este altepetl desde que tuvieron conocimiento de él. Cholula fue una de las aglome-
raciones urbanas más grandes del posclásico mesoamericano.
INTRODUCCIÓN 23

planteada. Por ejemplo, que las pirámides son exactamente cerros y que el
florecimiento de las ciudades donde se levantan estas pirámides tuvo nece-
sariamente que ver con la selección primera del sitio a una escala regional.
Las ciudades mesoamericanas eran fundadas sólo ahí donde estaba garan-
tizado el contacto entre sus pobladores y el mundo acuático del Tlalocan.í"
Marcelo Ramírez analiza también la pintura que formó parte de la rela-
ción geográfica de Tejupan (Texupan), en la Mixteca Alta oaxaqueña. Su
texto es objeto del capítulo v. Con este caso penetramos en otro universo lin-
güístico, el de los mixtecos, que sin embargo nos da un sinónimo del altepetl
de los nahuas: yucunduta, al que más generalmente se le conoce como ñuu.
En el ñuu o yucunduta de Ñuundaá (en el altepetl de Texupan), tuvimos la
ocasión de confrontar el mapa de 1579 con el paisaje actual. Caminamos por
los cauces de los ríos y llegamos a los veneros y manantiales. Subimos a las
cumbres representadas por el tlacuilo y desciframos glifos y glosas de una
manera en que hasta ahora no se había presentado. Un segundo aspecto de
este capítulo es el análisis del recorte territorial del cacicazgo de Texupan en
1581, 1619 Y 1718. Tales tierras fueron otorgadas por el cacique a la comu-
nidad y han sido, incluso hasta hoy, la base de su sustento y de sus relacio-
nes con los paisajes sagrados.
Por su parte, Ángel Julián García Zambrano analiza meticulosamente
la toponimia en los parajes que definieron el altepetl de Yecapixtla, en More-
los, para mostrar que este caso constituye una asombrosa réplica de la geo-
grafía sagrada mesoamericana. El capítulo VI también es un ejemplo del
desdoblamiento típico de un tlaxilacallié? prehispánico en dos pueblos colo-
niales que, si bien conservan su topónimo, se diferencian con los adjetivos
de viejo (el que guardó su locación original) y nuevo (el que se mudó a otro
terreno dispuesto por las autoridades congregadoras). El tlaxilacalli aludi-
do es Zahuatlan el nuevo, barrio de Yecapixtla cuya contraparte, Zahuatlan
el viejo, permaneció -y permanece- como ejido cercano rememorado con
nostalgia por los descendientes del prímero.w
Ante este panorama, el caso de Metztitlan, en Hidalgo, se presenta como

38 Esta descripción del mundo ha sido explicada por la misma autora en Bernal Gar-
cía (1993), pp. 50-177. Alfredo López Austin la aborda igualmente en López Austin (1994 y
1989), t. 1. .
39 Tlaxilacalli hace referencia al asentamiento dependiente de un altepetl, pero ubicado a

mediana distancia y bajo un patrón más bien disperso, por lo que los españoles no lo identifi-
caron necesariamente como una parte integral de la unidad a la que llamaron "pueblo". Al
igual que al calpolli, Molina lo tradujo como "barrio"; Molina (2001 [1555-1571]).
40 García Zambrano (2004).
24 INTRODUCCIÓN

un ejemplo atípico. Para abordado, Federico Fernández, Gustavo Garza


Merodio, Gabriela Wiener y Lorenzo Vázquez se enfrentaron a cuatro difi-
cultades. La primera resulta del hecho de que el mapa de las Relaciones geo-
gráficas fue pintado por un europeo y que por lo tanto sirve poco para
entender la transición entre Mesoamérica y la Nueva España. La segunda
es que el territorio de este señorío tiene dimensiones fuera de lo común:
mientras Tejupan, por mencionar otro de nuestros casos de estudio, tiene
una extensión de cerca de 158 km2,41 Metztitlan abarca aproximadamente
3200 krn-. La tercera dificultad para estudiar Metztitlan es que constituyó
una verdadera encrucijada cultural en donde, si bien hay predominio de la
tradición nahua, también existe la presencia otorní, huasteca, tepehua y
pame. Por último, mientras que en el área nahua la arquitectura prehispá-
nica permite a los arqueólogos reconstruir una cierta red territorial y fijar
una jerarquía administrativa, en Metztitlan no hay ningún templo o pirá-
mide de consideración, con lo cual las cabeceras asignadas por los coloni-
zadores pudieron no constituir asentamientos importantes del altepetl.
Esto implica, como puede suponerse, que el territorio que hoy se observa
sembrado de capillas y conventos levantados por los agustinos pudo o no
haber seguido las pautas de organización establecidas por los habitantes
prehispánicos. El estudio de este caso desarrollado en el capítulo VII refleja
una verdadera conjunción entre los enfoques ecológico y cultural que han
caracterizado el estudio del concepto altepetl.
A diferencia de los casos anteriores, el capítulo VIII, escrito por John
Sullivan, dedicado a Tlaxcala, se sitúa a mediados del siglo XVI, cuando ya
los cuatro altepeme originales que conformaron la confederación tlaxcalte-
ea prehispánica han sido reordenados administrativamente por los españo-
les en torno a una nueva congregación en la que opera el cabildo indígena.
Para este caso, Sullivan analiza el discurso basándose en distintas teorías
sobre el lenguaje. A partir de ello se encuentran remanentes medievales y
renacentistas en el orden territorial del señorío colonial, e incluso en el
decorado plástico de la sede del cabildo. En este capítulo se demuestra que
la reorganización espacial verificada durante el siglo XVI no sólo se mani-
fiesta en el ámbito regional y urbano sino que se extiende a otros tipos de
espacio. Se trata, pues, de un cambio a una escala geográfica menor, espe-

41 Esta superficie es la que reclama el actual municipio de Villa Santiago Tejupan de la

Unión, de acuerdo con su expediente de conflictos y titulación de terrenos comunales en el


Archivo de la Secretaria de la Reforma Agraria. Las pérdidas territoriales de esta unidad a lo
largo de la historia colonial se explican en el capítulo v.
INTRODUCCIÓN 25

cíficamente aquella que nos permite analizar con cierto detalle el recinto en
el que se realizaban las actividades políticas verbales y no verbales en las
comunidades indígenas.
En suma, se puede decir, por lo que concierne a la metodología segui-
da, que el análisis de la institución política, territorial, estética y ambiental
conocida como altepetl fue realizado desde tres diferentes aristas: en pri-
mer lugar se estudiaron los documentos primarios sobre la generalidad del
tema y sobre cada uno de los cinco casos presentados. En segundo lugar, se
hizo énfasis en el análisis iconográfico y, por último, se trabajó desde un
punto de vista geográfico y etnohistórico.
El libro que aquí presentamos es, pues, el resultado parcial de una
investigación interdisciplinaria, cuyo objeto central es el espacio en sus for-
mas de paisaje y territorio. Debemos advertir que se trata de un primer
avance y que su publicación en el estado actual constituye un corte necesa-
rio, un rellano en la complicada marcha de la investigación de largo aliento.
A nuestro juicio, es necesario llevar este análisis a una serie de casos más
amplia y, de ser posible, a áreas culturales de diferente tradición prehispáni-
ea. Ello implicaría asociarse a la mirada de otros especialistas, en particular
a la de arqueólogos, arqueoastrónomos, antropólogos, etnólogos, biólogos e
historiadores regionales que planteen otros casos en los que la geografía
pueda aportar una mirada complementaria.

REFERENCIAS BffiUOGRÁFICAS

Bartholomew, Doris (2000), "Intercambio lingüístico entre oto mí y náhuatl", en


Yolanda Lastra y Noemí Quezada (comps.), Estudios de cultura otopame, núm. 2,
Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México, pp. 189-20l.
Bernal García, María Elena (1993), Carving Mountains in a Blue!Green Bowl: Mytho-
logical Urban Planning in Mesoamerica, tesis doctoral, Department of Art His-
tory, University of Texas en Austin, Texas.
Berque, Augustin (1992), "Espace, milieu, paysage, environnernent", en Antoine
Bailly, Robert Ferras y Denise Pumain (cornps.), Encyclopedie de Géographie,
Económica, París, Francia, pp. 351-369.
Bertrand, Georges (1982 [1968]), "Paisaje y geografía física global", en Josefina
Gómez Mendoza, Julio Muñoz Jiménez y Nicolás Ortega Cantero, El pensa-
miento geográfico, Alianza Universidad, Madrid, España, pp. 461-464.
26 INTRODUCCIÓN

Bracamonte y Sosa, Pedro (2003), Los mayas y la tierra. Propiedad indígena en el


Yucatán colonial, CIESAS-ICY-POITÚa, México.
Brunet, Roger, Robert Ferras, y Hervé Théry (1992), Les mots de la Géographie,
Reclus-La documentation francaise, Montpellier, Francia.
Calnek, Edward E. (1974), "Conjunto urbano y modelo residencial en Tenochtitlan",
en Edward E. Calnek, Woodrow Borah, Alejandra Moreno Toscano, K. Davies y
Luis Unikel (comps.), Ensayos sobre el desarrollo urbano de México, Sepseten-
tas, México, pp. 5-65.
Clavar. Paul (1995), La Géographie culturelle, Nathan Université, París, Francia.
-- (2001), Épistémologie de la Géographie, Nathan Université, París, Francia.
Commons, Áurea (2002), Cartografía de las divisiones territoriales de México, 1519-
2000, Instituto de Geografía, UNAM, México.
Corominas, Joan (1983), Breve diccionario etimolágico de la lengua castellana, Gre-
dos, Madrid, España.
García Castro, René (1999), Indios, territorio y poder en la provincia Matlatzinca. La
negación del espacio politico de los pueblos otomianos, siglos XV-XVII, El Colegio
Mexiquense-cIEsAS-CNCA-INAH, México.
García Martínez, Bernardo (1987), Los pueblos de la sierra. El poder y el espacio entre
los indios del norte de Puebla hasta 1700, El Colegio de México, México.
-- (2000), "La creación de la Nueva España", en Historia general de México, El
Colegio de México, México, pp. 235-306.
-- (2004), El desarrollo regional y la organización del espacio, siglos XVI al xx, UNAM-
Océano, México.
García Romero, Arturo, y Julio Muñoz Jiménez (2002), El paisaje en el ámbito de la
geografía, Instituto de Geografía, UNAM, México.
García Zambrano, Ángel Julián (1992), "El poblamiento de México en la época de
contacto (1520-1540)", Mesoamérica, año 13, cuaderno 24, Plumsock Mesoame-
rican Studies/Centro de Investigaciones Regionales de Mesoaméríca, South
Woodstock, Vermont y Antigua, Guatemala, pp. 239-296.
-- (2001), "Calabash Trees and Cacti in the Indigenous Ritual Selection of Envi-
ronments for Settlement in Colonial Mesoamerica", en John A. Grim (comp.),
Indigenous Traditions and Ecology, Harvard University Press, Cambridge, Mas-
sachusetts, pp. 351-357.
-- (2004), "Pueblo nuevo y pueblo viejo: recuperación de una memoria urbana per-
dida", en Louise Noelle (comp.), Memoria del IX Coloquio del Seminario de Estudio
del Patrimonio Artístico: conservación, restauración y defensa. La ciudad: problema
integral de preservación patrimonial, Instituto de Investigaciones Estéticas y
Facultad de Arquitectura, Estudios de Arte y Estética 56, UNAM, México, pp. 59-82.
INTRODUCCIÓN 27

Garibay K., Ángel María (1999 [1940]), Llave del náhuatl, POITÚa,México.
Gibson, Charles (1986), Los aztecas bajo el dominio español, 1519-1810, Siglo XXI
Editores, México.
Gutiérrez Mendoza, Gerardo (2003), "Estructura territorial y urbanismo en Meso-
américa: los casos huaxteco y mixteco-tlapaneco-nahua", en William T. San-
ders, Alba Guadalupe Mastache y Robert H. Cobean (comps.), El urbanismo en
Mesoamérica, INAH-Pennsylvania State University.
Haber, Wolfgang (1995), "Concept, Origin and Meaning of 'Landscape'", en Bernd
von, Harald Plachter y Mechtild Rossler, Cultural Landscapes of Universal Value,
Fischer-urrssco. Stuttgart/Nueva York, pp. 38-41.
Heyden, Doris (1998), México, orígenes de un símbolo, CNCA-INAH, México.
Hirsch, Eric, y Michael O'Hanlon, The Anthropology of Landscape; Perspectives on
Place and Space, Clarendon Press, Oxford.
Hirth, Kenneth G. (2003), "The Altepetl and Urban Structure in Prehispanic
Mesoamerica", en William T. Sanders, Alba Guadalupe Mastache y Robert H.
Cobean (cornps.), El urbanismo en Mesoamérica, INAH-Pennsylvania State
University.
Jansen, Maarten E. R. G. N. (1982), Huisi Tacu: Estudio interpretativo de un libro
mixteca antiguo: Codex Vindobonensis Mexicanus 1, 2 vols., Centrum voor Stu-
die en Documentatie van LatijnsAmerika, Amsterdam.
Kubler, George (1982), Arquitectura mexicana del siglo XVI, FCE,México.
Le Berre, Maryvonne (1992), "Territoires", en Antoine Bailly, Robert Ferras y Denise
Pumain (comp.), Encyclopedie de Géographie, Económica, París, Francia,
pp. 617-638.
Lockhart, James (1999), Los nahuas después de la conquista. Historia social de la
población indígena del México central, siglos XVI-XVIII, FCE,México.
López Austin, Alfredo (1989), Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los
antiguos nahuas, t. 1, UNAM, México.
-- (1999), Tamoanchan y Tlalocan, FCE,México.
Molina, fray Alonso de (2001 [1555-1571]), Vocabulario en lengua castellana y mexi-
cana y mexicana y castellana, POITÚa,México.
Olwig, Kenneth R. (1996), "Recovering the Substantive Nature of Landscape",
Annals of the Association of American Geographers, 86 (4), Blackwell Publishers,
Cambridge, Massachusetts/Oxford, Reino Unido, pp. 630-653.
Ouezada, Sergio (1993), Pueblos y caciques yucatecos (J 550-1580), El Colegio de
México, México.
Reyes García, Cayetano (2000), El altépetl, origen y desarrollo: construcción de la
identidad regional náuatl, El Colegio de Michoacán, México.
28 INTRODUCCIÓN

Sahagún, fray Bernardino de (1999 [1569]), Historia general de las cosas de Nueva
España, POITÚa,México.
Sanders, William T., y Barbara Price (1968), Mesoamerica: The Evolution of a Civili-
zation, Random House, Nueva York.
Schroeder, Susan (1994 [1991]), Chimalpahin y los reinos de Chalco, traducción de
Joaquín Francisco Zaballa Omaña, El Colegio Mexiquense-H. Ayuntamiento
Constitucional, 1994-1996, México.
Smith, Mary Elizabeth (1973), Picture Writing from Ancient Southern México. Mixtec
Place Signs and Maps, University of Oklahoma Press, Norman, Oklahoma.
Sullivan, John (1996), "La congregación como tecnología disciplinaria en el siglo
XVI", sobretiro de Estudios de Historia Novohispana, vol. XVI, UNAM, México, pp.
33-55.
Urbano, Alonso (1990 [1605]), Arte breve de la lengua otomí y vocabulario trilingüe,
Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM, México.
PRIMERA PARTE

ASPECTOS TEÓRICOS
1. EL ALTEPETL COLONIAL
Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS:
CONTEXTO TEÓRICO-HISTORIO GRÁFICO
MARÍA
ELENABERNAL
GARCíA
ÁNGEL
JULIÁN
GARCíA
ZAMBRANO

APARENTEMENTE contradictoria, la frase "altepetl colonial" mezcla dos tradi-


ciones urbanas bastante disímiles: la autóctona mesoamericana y la euro-
pea. La fusión se produce cuando, una vez conquistada la ciudad de Méxi-
co-Tenochtitlan y después de varias décadas, los conquistadores logran
imponer su programa urbano (de carácter experimental al principio de la
colonización) sobre el milenario esquema indígena. A esta premisa ha sido
difícil acceder porque, a juzgar por las fuentes etnohistóricas, a los con-
quistadores se les dificultó conocer el funcionamiento conceptual de la ciu-
dad indígena, lo cual los condujo a confundir linderos y jurisdicciones. Por
su lado, los indígenas, astutamente y dentro de los límites inherentes a un
proceso c~or, uti izaron los nuevos recursos legales para procurar pre-
servar sus derechos y,desde luego, sus tierras. En general, y entre los siglos XVI
y XVIII, los conquistadores del centro de México fragmentaron el altepetl
complejo o huey altepetl ("gran ciudad"), el cual se componía de varios alte-
peme (plural de altepetl), ya fuera bajo la jurisdicción de uno jerárquica-
mente superior o como parte de una confederación, para conformar pue-
blos cabecera y pueblos sujetos de acuerdo con la jerarquía sociopolítica y
territorial de su propio modelo. El calpolli, institución altamente compleja
que incluía el control de un territorio determinado dentro del altepetl, a
menudo se transformó en pueblo sujeto del mismo altepetl al que pertene-
cía. Quizás fue ésta la metamorfosis menos dañina a la población autócto-
na, dado que conservó las relaciones internas entre el centro y la periferia.
Como se verá más adelante, a los calpolli, los españoles los entendieron
como "barrios" de la ciudad. El problema fue que mientras a unos los con-
servaron con esa categoría en las ciudades coloniales, a otros los convirtie-
ron en pueblos y a los de densidad menor los transformaron en estancias,
colaciones, caseríos y rancherías. No es difícil vislumbrar que el sistema
31
32 ASPECTOS TEÓRICOS

territorial y sociopolítico indígena quedó entonces seriamente alterado y


propició las disputas graves de linderos.
Sin embargo, del proceso se conoce solamente lo que los investigadores
han logrado extraer de las fuentes etnohistóricas. Aparentemente, tanto las
autoridades civiles como los frailes y cronistas fracasaron en percatarse de
la profundidad del concepto de asentamiento urbano que detentaron los
conquistados; o lo comprendieron demasiado bien como para optar por
ocultar todo rastro de sus funciones y simbolismos sociorreligiosos. Cual-
quiera que haya sido la razón, lo cierto es que los cronistas de la época
colonial temprana se abstuvieron de elaborar las preguntas pertinentes a
sus informantes indígenas o, si las hicieron, no lograron transmitir del todo
las respuestas. En consecuencia, los datos se han extraído lentamente a tra-
vés de un arduo proceso de investigación que ha involucrado diversas disci-
plinas. Dichas indagaciones han generado una gran cantidad de escritos,
bajo diversos enfoques y metodologías, a lo largo del siglo XX y lo que va del
siglo XXI. Estos trabajos han llevado a un entendimiento incipiente del alte-
petl, tanto prehispánico como colonial, en tan sólo poco más de tres déca-
das. Con razón, el etnohistoriador James Lockhart y el historiador de la
religión azteca, Davíd Carrasco, afirman que "los españoles operaron bajo
un engaño parcial (sobre la forma y funcionamiento de los asentamiento s
prehispánicos mesoamericanos), engaño perpetuado por los investigadores
modernos" .1
Aparentemente fue el etnocentrismo cultural, alimentado por el afán
colonizador, el que se interpuso en la comprensión del asentamiento nativo
mesoamericano por parte de los españoles. Desde la época de los griegos y
romanos, Europa diferenciaba conceptual y físicamente el asentamiento
densamente poblado y geométricamente organizado de los pequeños asen-
tamientos dispersos y acomodados orgánicamente sobre el territorio cir-
cundante. Al primero lo denominó ciudad o urbe (civitas o urbs) y rural o
rústico (rusticitas) al segundo, tema de los capítulos II y III. En cambio, las
diferentes etnias mesoamericanas parecen haber concebido el núcleo urba-
no solamente como eso, el centro de una ciudad, la cual integraba la por-
ción que los europeos llamaron rústica o rural. Otra diferencia básica entre
las concepciones de "ciudad" sustentadas por conquistados y conquistado-
res fue la visión esencialmente sagrada de los asentamientos de los prime-
ros y la visión predominantemente profana de los asentamiento s de los

1 Lockhart (1992), p. 13, YD. Carrasca (1990), p. 57.


EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 33

segundos. Además, mientras los nativos de Mesoamérica percibieron en


sus espacios agrícolas y elementos geográficos una expresión del mismo
concepto sacro de ciudad, la visión europea contemplaba dichos ámbitos,
básicamente, como predios de explotación al servicio de la urbe y de una
economía de mercado. En consecuencia, si el ámbito geográfico local care-
cía de los recursos específicos apetecidos por los conquistadores, a éste se
le consideraba yermo e inútil. Así, algunos de los ecosistemas que proveían
de alimentos y materiales básicos a la supervivencia nativa fueron destruidos
a fin de convertidos en latifundios dotados de pastizales para la ganadería
y tierras llanas arables; ambas actividades requerían de extensas porciones
de terreno. Al desestimar la posibilidad de simbiosis con las sociedades lo-
cales y sus ecosístemas, a los conquistadores se les hizo igualmente fácil
sustraer a los lugareños de sus pueblos, de las laderas de los montes y de las
ciénegas y barrancas que algunos habitaban. De ahí los llevaron a vivir y a
trabajar en las encomiendas y minas. Las consecuencias pronto se refleja-
ron en las hambrunas producidas por la falta de mano de obra para atender
las propias milpas y en el impacto emocional ocasionado por el desarraigo
familiar, social y religioso. La incomprensión de los españoles sobre la for-
ma, función y simbolismo de la ciudad mesoamericana la transmitió un
desconcertado habitante de la región de Chalco, quien en los Títulos de tie-
rras de San Antonio Zoyatzlngo, elaborados 36 años después de la Conquista
(1557), pregunta inquisitivamente a su gobernante: "Señor mío [Cuauhxo-
hueyacatzin], ¿cómo será ahora posible distribuir tierras sin ninguna for-
ma, sin la división en los cuatro barrios?"? Como se verá más adelante, el
esquema cardinal del asentamiento prehispánico impartía la estructura
fundamental al paraje seleccionado y era con base en ese trazado que las
subdivisiones urbanas se implementaban.>
Del resumen anterior se desprende que el problema fundamental que
hemos tratado de resolver los investigadores consiste en deslindar el con-
cepto de ciudad empleado por los europeos y aquel usado por los meso-
americanos, así como sus correspondientes emplazamientos territoriales y
sus funciones sociopolíticas elementales. Sobre estos dos pilares, uno
autóctono y otro foráneo, se erigió una gran cantidad de ciudades pue- y
blos coloniales, los cuales hoy forman parte del Estado mexicano. La tarea
no fue ni será fácil, sobre todo debido a la carencia de información precisa
2 Archivo General de la Nación CAGN), Títulos de tierras de San Antonio Zoyatzingo, Chaleo,

Estado de México, año de 1557, Tierras, vol. 1665.5, folio 185v.


3 Bernal García (1993), pp. 347-356, Y en este volumen, cap. IV.
34 ASPECTOS TEÓRICOS

sobre los límites del territorio que ocupaba cada una de las ciudades meso-
americanas, así como de la estructura puntual de la constitución sociopolí-
tica y económica de cada una de ellas. Lo que poseemos hasta ahora son
datos fragmentarios con los cuales tratamos de conformar un panorama, si
no completo, por lo menos más apegado al original. Es por esta razón que
juzgamos pertinente resumir los análisis hasta ahora emprendidos, a fin de
contar con un mayor y mejor conocimiento del proceso de integración del
asentamiento indígena con el sistema colonial. Igualmente consideraremos
las posiciones teóricas que pudieran contextualizar el hecho urbano prehis-
pánico en su conjunto e incluirlo dentro de la historia del urbanismo uni-
versal. A fin de cuentas, como bien lo afirmara David Carrasco, "la historia
de Mesoamérica se conforma de la historia de sus pueblos y ciudades".4
Dada la complejidad del tópico a analizar, hemos organizado este tra-
bajo en dos partes principales: la revisión de los estudios sobre los pueblos
y ciudades de la Colonia y la correspondiente a sus antecedentes mesoame-
ricanos. A las dos partes principales las dividiremos en subtemas. Natural-
mente, cada sección se entrelaza con la otra en uno o varios de sus aspectos.
La exposición respeta el orden cronológico en el que se produjo la informa-
ción con miras a proporcionar una semblanza, no nada más de la confor-
mación del altepetl, sino de la secuencia en que se produjeron hipótesis y
teorías. En razón de que este libro contiene estudios sobre un número ma-
yor de altepeme nahuas (Tlaxcala, Cholula y Yecapixtla), usaremos sola-
mente el término en idioma náhuatl en aras de facilitar la lectura del texto,
no sin dejar de reconocer la especificidad sociocultural de cada una de las
áreas mesoamericanas y los asentamientos a tratar en este volumen, uno
mixteco (Tejupan) y otro nahua-otomí-pame-huasteco (Metztitlan).
Por último, antes de incursionar en la historiografía y las teorías sobre
el concepto de altepetl, es necesario establecer las categorías de ciudad,
villa, pueblo y aldea, tal y como las entendió la tradición española en el
siglo XVI. Según el proyecto de las Relaciones geográficas gestado desde la
época de Carlos V (1555) y llevado a cabo en los territorios pertenecientes a
la Corona española hacia 1575, se le llamaba ciudad al asentamiento de
mayor• jerarquía dentro de una región determinada. 5 Sus rasgos principales

D. Carrasco (1992 [1982]), p. 1.


4

"Relaciones que se han de hacer y enviar a su Majestad para la descripción e historia de


5

los pueblos de España [... ] para honra y ennoblecimiento de estos reynos", en Fraile Miguelez
(1917), pp. 262-263, 268 Y273. Véanse también Caballero (1866), pp. 13-16; J. Becker (1917),
pp. 97-103; Cline (1972), pp. 183-242, YLockhart (1992), p. 15.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 35

estaban dados por la densidad de población y su compleja organización


sociopolítica. En orden decreciente, según la variabilidad de dicha densi-
dad, seguían la villa y la aldea. La última conformaba el asentamiento más
pequeño y lejano respecto a la ciudad, por lo que dependía totalmente de
ella en asuntos jurisdiccionales. Pueblo, a juzgar por estos documentos, fue
un término de tipo genérico, utilizado para referirse a cualquiera de las tres
entidades.> La información coincide con la aseveración de Lockhart, quien
observa que:

En su diccionario de 1571, el gran lexicógrafo franciscano, fray Alonso de Moli-


na define altepetl como "pueblo", y de hecho ésa es la palabra que los españoles
usaron para las organizaciones políticas y asentamientos de cualquier tamaño.
Al referirse al altepetllos españoles normalmente dejaron de usar la terminolo-
gía común a cada entidad urbana: ciudad para la de mayor rango, villa para la
segunda y aldea para las dependencias más pequeñas. Pueblo significa "gente"
y el término actuó perfectamente [bajo las circunstancias], ya que cada altepetl se
imaginaba a sí mismo como un grupo de personas totalmente diferente del otro.
Tampoco parece denotar la palabra "pueblo" un asentamiento pequeño, una
"aldea". Esta [nueva] connotación se produciría con los cambios experimenta-
dos más adelante. Quizás "pueblo" fue el término favorecido debido a que no
implicaba una concentración urbana de la misma manera que lo sugería el
vocabulario español corriente. Como el altepetl, la municipalidad española se
extendía sobre un gran territorio y no se limitaba a un solo centro urbano estric-
tamente hablando, aunque en la entidad española la periferia apuntaba hacia
el núcleo urbano, desde donde el dominio de todos los sectores de la vida se
extendía hacia afuera y hacia el relativamente indiferenciado territorio de los
alrededores. Entre los nahua, aunque la centralización fue considerada un fac-
tor significativo, nunca constituyó una forma indispensable de su organización
sociopolítica.?

El etnohistoriador y nahuatlato prosigue sus aclaraciones en la nota


correspondiente a este párrafo:

En el centro de México (así como en otras partes de la América Española), los


términos ciudad y villa fueron reservados principalmente a las fundaciones
españolas, y cada una de éstas contaba con una comarca. de altepetl o pueblos
6 "Relaciones que se han de hacer [.. .]", en Fraile Miguelez (1917), p. 264.
7 Lockhart (1992), p. 15; traducción de los autores.
36 ASPECTOS TEÓRICOS

(indios). Sólo algunos pocos altepetl recibieron el título de ciudad en calidad de


una distinción ornamental, una no siempre respetada en el lenguaje español
ordinario. Por lo tanto (fuera del problema de lo apropiado del término), el
vocablo confunde la distinción básica del mundo colonial al llamar ciudad a un
altepetl. Dado que en el siglo XVI la gran mayoría de las dependencias de la ciu-
dad española fueron los "pueblos" de indios, la palabra aldea prácticamente
desapareció del idioma hispanoamericano.f

Los autores nos adherimos a la gran mayoría de las observaciones de


Lockhart, con las salvedades que se exponen a continuación. Aun en Améri-
ca, "pueblo", como palabra y como concepto, no sólo denotaba la presencia de
un grupo de "gentes" sino también el territorio ocupado por esas gentes. En
las Ordenanzas de Carlos V para Hernán Cortés de 1523 se usa la palabra en sus
dos acepciones: "lugares para el pueblo" (gente) y "la ordenación [en calles]
del pueblo [aserrtamiento]".? Además, Molina no siempre traduce altepetl
como "pueblo", sino que añade los términos "ciudad" y "villa", hecho fácil-
mente comprobable al inspeccionar el folio 4r de su vocabulario nahua-espa-
ñol (por ejemplo, altepepan, "por las villas, y ciudades o de pueblo en pueblo").
Por otro lado, la única palabra que Molina singulariza es "aldea" al traducir
la palabra altepemaitl (literalmente "mano del altepetl") en "aldea" o "aldea-
no". Cornplementariamente, Rémi Siméon registra la metáfora ima icxi in
altepetl, "las manos y pies del altepetl", y la traduce como "suburbio, barrio de
ciudad o la parte más pequeña o alejada del centro del altepetl". Si Molina y
Siméon tradujeron los términos incorrectamente, confundiendo el sistema
indígena con el español, es otro asunto. Por lo tanto, nos quedamos con un
dilema, el que pretendemos empezar a solucionar en este trabajo, puesto
que los españoles del siglo XVI dejaron testimonio de haber observado, a su
llegada, diferentes tamaños de asentarnientos. a los cuales llamaron ciuda-
des y villas.!? También nos distanciamos de Lockhart en su aseveración de
que el título de ciudad fuera concedido a un altepetl solamente como una
"distinción ornamental". Aunque algunos de los altepeme importantes fue-
ron inmediatamente transformados en ciudades españolas, otros lograron
sobrevivir, si bien intervenidos de diversas maneras. El altepetl de México-

8lbidem, pp. 478-479, n. 6; traducción de los autores. Los textos de Lockhart no utilizan
el plural debido a que el término altepetl es un objeto inanimado que no admite plurali-
zación.
9 En s. a. 1930.

10 Díaz del Castillo (1955 [1568]), pp. 260-261.


EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 37

Tenochtitlan se convirtió en la capital del mundo colonial, no nada más por


una concesión graciosa, sino en reconocimiento tácito a su antiguo rango.
Cholula logró también preservar su integridad gracias a que los cholultecas
otorgaron, aunque compulsivamente, tierras periféricas de su altepetl para
la fundación de la ciudad española de Puebla de los Ángeles.t ' México y
Cholula recibieron eventualmente escudos heráldicos al estilo español que
incluyeron elementos autóctonos y simbólicos de su prestancia prehispáni-
ea. Las aclaraciones son necesarias debido a que, en este trabajo, nos intere-
sa destacar la existencia del altepetl en calidad de ciudad, a pesar de que los
colonizadores fraccionaran muchos de ellos para convertirlos en meros "pue-
blos de indios". Por su lado, los indigenas lucharon en contra de la desintegra-
ción de sus altepeme con resultados por demás desfavorables. Desconoce-
dores de la organización del asentamiento al modo español, se encontraron
imposibilitados de comparar, sugerir o proporcionar una información que
el otro pudiera comprender. Al final, aunque porciones del territorio y la
organización política sobrevivieron, del esplendor de la ciudad mesoameri-
cana sólo quedaron sus ruinas arquitectónicas y sus paisajes; ahora, tam-
bién, seriamente afectados por la sobreexplotación económica y la conta-
minación ambiental.

TERRITORIO y PRIMERAS DEFINICIONES DEL ALTEPETL

Alllegar los españoles a México, en vez de al continente asiático como pre-


tendían, se sorprendieron de la belleza y organización de los asentamientos
que encontraron a su paso y, sin dudar, las denominaron ciudades y villas.
Tal designación se la atribuyeron a Cempoala, Cholula, los altepeme de la
confederación tlaxcalteca, Iztapalapa y, desde luego, México-Tenochtitlan.
De las últimas es bien conocido el asombro expresado por el soldado Ber-
nal Díaz del Castillo al confrontarse con una de las más exquisitas expe-
riencias estéticas de su vida:

y otro día por la mañana llegamos a la calzada ancha y vamos camino de Izta- t:
palapa. Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tie- \
rra firme otras grandes poblaciones, y aquella calzada tan derecha y por nivel
como iba a México, nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las
11 Ciudad que también se originó en un asentamiento indígena y copió el trazado de
Cholula.
38 ASPECTOS TEÓRICOS

cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes


torres y cúes [pirámides y templos] y edificios que tenían dentro en el agua, y
todos de calicanto, y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello
que veían si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta
manera, porque hay mucho que ponderar en ello que no sé como lo cuente: ver
cosas nunca oídas, ni aún soñadas, como veíamos [... ] Y después que entramos
en aquella ciudad de Iztapalapa, de la manera de los palacios, donde nos apo-
sentaron, de cuán grandes y bien labrados eran, de cantería muy prima, y la
madera de cedros y de otros buenos árboles olorosos, con grandes patios y
cuartos, cosas muy de ver, y entoldados con paramentos de algodón. Después
de bien visto todo aquello, fuimos a la huerta y jardín, que fué cosa muy admi-
rable verlo y pasearlo, que no me hartaba de mirar la diversidad de árboles y los
olores que cada uno tenía, y andenes [chinampas] llenos de rosas y flores, y
muchos frutales y rosales de la tierra, y un estanque de agua dulce, y otra cosa
de ver: que podían entrar en el vergel grandes canoas desde la laguna por una
abertura que tenían hecha, sin saltar en tierra, y todo muy encalado y lucido, de
muchas maneras de piedras y pinturas en ellas que había harto que ponderar, y
de las aves de muchas diversidades y raleas que entraban en el estanque
[... ] Ahora todo está por el suelo, perdido, que no hay cosa.P

Por lo tanto, con el uso de las palabras "ciudades" y "villas",Bernal Díaz


distingue densidades y extensiones urbanas mayores y menores, distribuidas
ambas sobre la cuenca de México. Adviértase que a Iztapalapa se la ve como
ciudad, si bien de rango menor que el atribuido a México-Tenochtitlan.
Otros cronistas, españoles, indígenas y mestizos, dejaron ideas esparci-
das aquí y allá sobre la conformación y las funciones sociopolíticas de sus
ciudades. De esa información se aprovecharon investigadores como el his-
toriador Adolf F. Bandelier quien, al estudiar la distribución y tenencia de
la tierra entre los antiguos mexicanos, aportó en 1878 un primer intento
por comprender la naturaleza y territorialidad del altepetl.P Entresacando
la información de los testimonios heredados por las crónicas coloniales,
Bandelier clasificó el tipo de tierras que conformaban la ciudad y el tipo de
habitantes que las ocupaban. En primer lugar, se encontraban las tierras
del altepetl (altepetlalli), las cuales constituían el ámbito residencial y terri-
torial del grupo étnico principal. Dicho grupo las adquiría simplemente
por ocupadas y, en caso de necesidad, las defendía por medio de la gue-
12 Díaz del Castillo (1955 [1568]), pp. 260-261.
13 Bandelier (1878), pp. 385-448.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 39

rra.!+ De hecho, la palabra altepetlalli significa "tierra, bienes de la ciudad y


en general, tierra habitada" .15
La siguiente división de las tierras del altepetl estaba dada por las tierras
del calpolli (calpolalli), porciones de uso común pertenecientes a grupos
consanguíneamente emparentados. La palabra y concepto de calpolli ("casa
grande'T'» pudo haberse originado en una estructura arquitectónica desti-
nada a aposento residencial de uso comunitario de sus miembros."? En
dicha entidad las familias compartían y heredaban las viviendas, las cuales
se organizaban de manera dispersa.tf El calpolli, además, contenía lotes de
tierra cultivable (tlalmilli) que no podían permanecer desaprovechados por
más de dos años; dichos lotes los otorgaban los calpolleque (cabezas de los
calpolli) a todo hombre casado y su familia.!? Entre estos lotes se encontra-
ban los llamados pillali destinados a los mismos calpolleque y probable-
mente otros nombrados tlatoca tlalli para los gobernantes, cada uno de 400
varas por lado (aproximadamente 334 m2).20 Según Bandelier, los calpolli
correspondían a los cuatro segmentos cardinales que los españoles llama-
ron "barrios" (fig. 1.1).21Fuera del altepetl existieron tierras especiales, ge-
neralmente parajes llanos, requeridos por las guerras rituales (yaotlalli o
"tierras de guerra").22 A pesar de esta última distinción entre tierras dentro
y fuera de la ciudad, para los investigadores ha sido difícil encontrar y, aún
menos, establecer los límites de los altepeme del siglo XVI (las razones se
expondrán a través de este trabajo). Ello, aunque Molina y Siméon propor-
cionan el vocablo altepetepantli ("términos, límites o mojones de la ciudad,
hitos"; literalmente "muros de la ciudad").23 También existe la palabra alte-
pequaxochtli (Tímites de un país o ciudad"; literalmente "se levantan flores
en la ciudad")J4 La información sugiere, sin embargo, que la ciudad de
México- Tenochtitlan contaba con un territorio determinado, probablemen-

14 Bandelier (1878), pp. 402-404, basado en varios cronistas. Los pormenores de dicha
información queda para los expertos en el tema y no conciernen al resumen aquí expuesto.
15 Siméon (1977), p. 2l.

16 Hicks (1982), p. 245, n. 2; Lockhart (1992), p. 16. A menudo la palabra se escribe calpulli,

pero su pronunciación y escritura correcta es calpolli.


17 Bandelier (1878), pp. 401-402.

18Ibidem, p. 402, n. 34, y p. 404.


19/bidem, p. 426.
20Ibidem, p. 420, basado en Fernando Alva Ixtlilxóchitl.
21 Ibidem, p. 40l.

22 Ibidem, p. 419.

23 Molina (J 977), folio 4r; Siméon (1977), p. 21.


24 Siméon (J 977), p. 21.
CENTRO
CUEMONW. • MERCADO

~
•• •
"'11 ••
.\1_._ .•1.
I
•••
----1 •
I
I

I
lI ••
I
.:. I
..,.,.~----
-: •..
,..
_J • LA
TRAZA

••

• t
AAt
•••
• SITIO DE CHINAMPA

• SITIO SIN CHINAMPA

liMITE TENOCHTITLAN TlATELOLCO

LiMITES APROXIMADOS DE LA
TRAZA HISPÁNICA (Ca.1530)

FIGURA 1.1. México-Tenochtitlan. Cuatro calpolli cardinales y distribución relativa de


los sitios residenciales con chinampa y sin chinampa en México-Tenochtitlan.
Fuente: Calnek (1974), mapa 1; dibujó: Ada Górnez.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISP ÁNICOS 41

te delimitado por las orillas de la propia isla o las del lago. De todas maneras
no se conoce un solo documento que corrobore cualquiera de estas suposi-
ciones. Asimismo, el análisis de Bandelier propone que las tierras cultiva-
bles se encontraban dentro del calpolli, aparte de pertenecer a éste. En
cuanto a las tierras "fuera" de la ciudad, los documentos se refieren única-
mente a los llanos despoblados que pudieron haber existido entre un alte-
petl y otro. A fin de cuentas, concluye el autor, la tenencia de la tierra en la
sociedad mexica antigua se daba de manera comunitaria y nunca de mane-
ra individual, así como tampoco la poseía o usufructuaba una sola persona.
En consecuencia, al desconocer los conceptos de dominio territorial y pro-
piedad privada que detentaban los españoles, los indígenas nunca imagina-
ron que los conquistadores y después la propia Corona pudieran interferir
sobre su derecho al usufructo de las tierras. Fue por ello que, cuando por
primera vez los indígenas "vendieron" sus tierras a los españoles en 1617,
ninguno de los dos grupos anticipaba las consecuencias que sus actos aca-
rrearían.s> El problema se ha prolongado hasta la fecha, generando a su
paso innumerables querellas todavía pendientes de solución.
Después de Bandelier, transcurrieron 96 años para que los investigado-
res volvieran a interesarse por el tema de la posesión de la tierra y, en con-
secuencia, por la organización urbana indígena. El gran paréntesis se debió
quizás a los influyentes enfoques de los historiadores Robert Ricard (1922-
1932) y William Prescott (1930-1936),26 quienes desde un punto de vista
etnocéntrico analizaron la aculturación colonial en términos de las bon-
dades atribuidas a la evangelización y a los fenómenos de conflicto entre
conquistadores y conquistados, ignorando el papel de la voluntad nativa
en el proceso de adaptación al nuevo sistema colonial. Durante ese largo
periodo, la mayoría de las investigacionés versaron sobre temas tangencia-
les que, de todas maneras y con el tiempo, llevarían a una mejor compren-
sión del altepetl. Una vez concluido el largo intervalo y a principios de
la década de los setenta, los investigadores especializados en la etnohisto-
ria produjeron nuevas hipótesis. En 1974, Edward Calnek trató de ubicar
la distribución de los conjuntos residenciales de la ciudad de México-
Tenochtitlan a través de documentos coloniales tempranos. Calnek excluyó

25 Bandelier (1878), pp. 433-434 Y n. 122. Las tierras las cedieron a la Corona española lós
indígenas de los pueblos de Axapusco y Tepeyahualco en el valle de México, buscando librarse
del tributo adeudado a los mexicas. Por su lado, Cortés pensó que obtenía derecho sobre las
tierras cuando solamente estaba obteniendo su usufructo temporal.
26 Ricard (2000 [1933]); Prescott (1936).
42 ASPECTOS TEÓRICOS

el centro de la ciudad (básicamente el centro ceremonial, las plazas y pa-


lacios aledaños) dado que, en su opinión, inmediatamente después de la
última escaramuza con los mexicas, en 1521, los invasores lo arrasaron y
reocuparon con sus propias viviendas.?? Según el autor, al terminar la Con-
quista el área circundante al centro abarcaba entre 10 y 15 km-, incluyendo
el lago, sus chinampas y pantanos, los canales construidos para el transpor-
te en canoas y las acequias que facilitaban las actividades de regadío. La ciu-
dad, no obstante, siguió dividida en sus cuatro secciones principales, cal-
polli o "barrios'V" y en otros más pequeños llamados tlaxilacalli (vocablo de
difícil traducción) que los españoles llamaron "barrios menores'I.é? Calnek
calculó alrededor de 80 tlaxilacalli, pero no logró ubicados con precisión.
Las siguientes y últimas subdivisiones de la ciudad fueron las zonas resi-
denciales, quizá dispuestas dentro de los calpolli y los tlaxilacalli. Dichas
zonas eran de dos tipos: unas con chinampas (de 100 a 500 m- cada una) y
otras solamente ocupadas con viviendas (fig. I.1). Cada una de las áreas
residenciales consistía de un patio rodeado de una y hasta seis casas, todas
orientadas hacia el centro del conjunto. Algunas viviendas contaban con un
segundo piso y a todas las remataba un techo plano en donde se ubicaba la
azotea. El conjunto lo habitaban familias compuestas por parientes cer-
canos.w Debido a que Calnek escribe 28 años antes de que se postulara la
configuración extendida de la ciudad mesoamericana, resulta difícil en este
momento del trabajo entender de lleno su clasificación. Por lo pronto, puede
adelantarse que el sector cívico-ceremonial conformaba el centro de la ciu-
dad, circundado éste por los calpolli y los tlaxilacalli, zonas en las que se
mezclaban lotes residenciales y chinampas.
También el etnohistoriador Rudolf van Zantwijk estudia en 1976 algu-
nos documentos coloniales y cuenta, en principio, cinco calpolli para Méxi-
co-Tenochtitlan, cuatro de ellos asociados a los segmentos cardinales de la
ciudad y el quinto colocado al centro. Al calpolli lo define el autor como un
barrio mayor formado por un grupo corporativo, del cual la cabeza vivía en

27 Calnek (1974). En la introducción a la "Información de méritos y servicios de Alonso


García Bravo ... ", el historiador de arte Manuel Toussaint (1956), n. 17, sostiene que el centro
de la ciudad indígena no fue inmediatamente arrasado por Cortés, sino desmantelado años
después.
28 Desde la época de los cronistas se conocía la división de la ciudad en cuatro barrios: Cue-

popan (N-O), Moyotlan (S-O), Teopan o Zoquiapan (S-E) y Atzacoalco (N-E). Después, Alfonso
Caso (1956) los identificó y asoció a las parroquias coloniales.
29 Calnek (1974), p. 24.

30Ibidem, pp. 24-30.


EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 43

TLACOCHCALCO
Acacihtli
Aatl-Mexitzin
y Xocoyol

IZQUITLAN
Ocelopan
Xiuhcaque

o----------------~ ~----------------E
CIHUA TECPAN
CHALMAN
Tenoch y
Atototl Tzompan

YOPICO HUITZNAHUAC
Xomimitl Ahuexotl

s
Distribución de ocho calpolli, según Van Zantwijk. Fuente: Van Zantwijk
FIGURA 1.2.
(1976),plano II; dibujó: Ada Górnez.

el tecpan ("palacio administrativo"). Los calpolli también podían contarse


en siete u ocho, los cuales ocupaban ocho sectores de la ciudad que Van
Zantwijk considera "idealtípicos" (fig. I.2). El autor expone la dificultad de
precisar las funciones y composición de estas corporaciones debido a la fal-
ta de información sobre el tema en los documentos coloniales.>' En ocasio-
nes, la ciudad y su conjunto de calpolli se dividía en dos mitades, la del norte
y la del sur, partición cimentada en la existencia de clanes exogámicos y en

31 Van Zantwijk (1976), pp. 188-189; Lockhart (1992), p. 479, n.10.


44 ASPECTOS TEÓRICOS

el principio binario de oposición complementaria, característico de las cul-


turas mesoamericanas.V Cada uno de los dos, cuatro, siete u ocho sectores
resultantes de las subdivisiones se identificaba con una deidad tutelar. Las
funciones de los calpolli eran distintas a las del gobierno de la ciudad; con-
taban con su propia organización jerárquica y deidad tutelar. Sin embargo,
sus mismas funciones e interrelaciones mutuas cambiaban en concordan-
cia con el desarrollo político del altepetl. Finalmente, Van Zantwijk, como
Bandelier, concluye que el calpolli conformaba una corporación jerárquica
y multiétnica.s-
Igualmente en 1976, el también etnohistoriador Pedro Carrasco descu-
brió en documentos pertinentes al territorio ahora ocupado por el estado
de Morelos, que algunos individuos ajenos a los lazos consanguíneos del
calpolli y jerárquicamente inferiores, los terrazgueros o macehualli ("la cla-
se común, el pueblo") podían hacerse de tierras del calpolli en tanto fueran
capaces de pagar, a cambio, un tributo establecido.>' Al producirse la falta
circunstancial de herederos o la ausencia del dueño de una parcela, los
macehuales solicitaban su reasignación a las familias que las venían habi-
tando.t>
Poco más tarde, en 1982, el arqueólogo Frederic Hicks encuentra que
otras ciudades de origen prehispánico, esta vez en la cuenca del lago de
México y en particular Tetzcoco, capital del "reino" de Acolhuacan, basaron
su organización territorial en el trabajo de los macehualtin (plural de mace-
hualli), quienes tributaban a la realeza que generalmente habitaba el núcleo
del territorio urbano. Tetzcoco, como la ciudad de México-Tenochtitlan, se
conformaba de varios segmentos urbanos. El centro lo definía el templo
doble de Tlaloc y Huitzilopochtli (igual que en México-Tenochtitlan) y dos
palacios, uno de carácter claramente administrativo. El resto de la ciudad
se dividía en seis secciones, cada una habitada por un grupo étnico y a las
cuales se les habían proporcionado tierras durante la historia temprana de
la ciudad. A estas tierras los españoles las llamaron "barrios", "colaciones"
o "parcialidades't.é> Las secciones no fueron identificadas o delimitadas
con seguridad, aunque Hicks esclareció que individualmente contaban con
su propio aun cuando pequeño centro ceremonial y suficientes macehualtin

32Ibidem, p. 199; Lockhart (1992), p. 25.


33Ibidem, pp. 188-208.
34 P. Carrasco (1976), p. 105.
35Idem.

36 Hicks (1982), p. 236.


EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 45

para trabajar las tierras. El arqueólogo propone una función particular-


mente política de las diferentes entidades. Cada una de ellas estaba "com-
puesta de linajes nobles (pipiltin) que, según el número de sus seguidores
contaban con el potencial de convertirse en políticos poderosos", hecho
determinante en la formación del espacio urbano de Tetzcoco.>?El proble-
ma con el funcionamiento y nombre de las seis secciones radica en que los
documentos se refieren a ellas indistintamente como calpolli o tlaxilacalli.V
En el último lugar de la jerarquía de sitios comunitarios estaban las tierras
de los macehualtin, las cuales muy probablemente pertenecían a los cal-
polli,como Pedro Carrasco había descubierto para el área de Morelos. Las
parcelas de Tetzcoco se usaban para el sustento propio y se dividían en por-
ciones, una para habitación y crianza de animales domésticos (perros y
guajolotes entre otros) y otra, seguramente mucho más amplia, para la
labranza. De todas maneras, una gran parte del producto se convertía en tri-
buto para la nobleza (pipiltín), a cambio del usufructo de la parcela. A dife-
rencia de los habitantes del calpolli, los macehualtin no estaban todos uni-
dos por lazos de parentesco, puesto que el pilli ("señor de la nobleza" y
singular de pipiltin) o el tlatoani ("gobernante principal"; literalmente "el
que habla") los mudaba de barrio según sus propias necesidades. A las tie-
rras de los macehualtin en Tetzcoco, los españoles también las llamaron
"barrios", lo que complica aún más la definición de "barrio". Finalmente,
Hicksadvierte la organización dispersa de la ciudad de Tetzcoco y la expli-
ca con base en la distribución de las tierras de cultivo y cuidado de anima-
lesdomésticos por los macehualtin, organización que otros investigadores
pronto estudiarían y afinarían. De hecho, Hicks pasó por alto la informa-
ción de los antropólogos y etnógrafos que trabajaban el área maya, muy
probablemente porque no concernían a su área de estudio: el centro de Mé-
xico.No obstante, desde la década de 1920, Elsie Parsons, Robert Redfield,
Alfonso Villa Rojas y Ruth Bunzel observaron evidencias de un tipo de
asentamiento disperso y extendido. Los estudios de los tres primeros fue-
ron publicados a principios de la década de 1930 y el de Bunzel en 1952.39
Otroestudio que hubiera apoyado los descubrimientos de Hicks fue el del
tambiénarqueólogo Alfonso Caso, quien en 1965 comparó el patrón del asen-
tamiento indígena de su época con los sitios del Golfo de México pertene-
cientesa la tradición olmeca. Caso concluye que sitios como La Venta (800-
37Ibidem, p. 237.
38 Idem; Schroeder (1994 [J 991]), p. 219; Lockhart (1992), p. 16.
39 En Becker (1979).
46 ASPECTOS TEÓRICOS

400 a. C.) conformaron asentamientos "plenamente urbanos", en donde la


ciudad contaría con menos habitantes por kilómetro cuadrado que una ciu-
dad compacta o densamente poblada.w Dado que la hipótesis de Caso fue
publicada después de su muerte por Ignacio Bernal, desconocemos el con-
tenido del texto completo y no sabemos, con seguridad, si éste se basó en las
investigaciones de los etnógrafos que trabajaban el área maya. De todas
maneras, Caso probablemente estaba enterado de dichos estudios, los cua-
les fueron generalmente ignorados por otros de sus colegas, como se verá
más adelante.
Simultáneamente y abarcando las décadas de 1970 y 1980, el etnohisto-
riador James Lockhart, a través del estudio de fuentes coloniales escritas en
náhuatl, prosiguió, revisó y mejoró el trabajo de sus antecesores con res-
pecto a las características del altepetl colonial. Las investigaciones de Lock-
hart salieron a la luz en varios artículos, cuya información fue incorporada
en su libro de 1992, yen 1991 en el de su alumna Susan Schroeder+' Ambos
investigadores definen el altepetl como un estado étnico que para existir
necesitaba de un territorio específico, de un grupo de instituciones corres-
pondientes a sus partes constitutivas (por ejemplo, los calpolli que ge-
neralmente consistían de un número canónico fijo) y de un gobernante de
linaje. También requería el organismo sociopolítico de una serie de estruc-
turas arquitectónicas: el templo (teocalli) para la deidad tutelar de la ciudad,
el palacio (tecpan) para el gobernante y el mercado (tianquiztli] para las
actividades comercíales.s? Además, Lockhart y Schroeder demuestran que
existieron en México central altepeme complejos, quizás nombrados huey
altepetl ("gran ciudad, provínciaLs- los cuales se constituían de altepeme
individuales (fig. 1.3, a y b). Es probable que a la ciudad principal del huey
altepetl se le nombrara altepenayotl o altepenanyotl ("principal ciudad que
es cabecera de reino" y "capital, metrópoli, ciudad madre, ciudad princi-
pal").44 En el área de Chalco, a las ciudades constitutivas del altepetl com-
plejo se les llamó tlayacatl ("parcialidades o partes").45 Aunque Chimalpa-
hin, cronista de Chalco, enfatiza el perfil urbano y concreto de cada uno de
los tlayacatl, Schroeder no logra distinguir, a través de sus escritos, una

Caso (1965), en Berna! (1968), pp. 64-69.


40

Schroeder estudia en particular el caso del altepetl de Chalco, mediante el examen meti-
41

culoso de las crónicas de Chima!pahin.


42 Lockhart (1976), pp. 99-123; (1982), pp. 367-395; (1992), pp. 14-15; Schroeder (1984).
43 Siméon (1977), p. 21.

44 Molina (1971), folio 4r; Siméon (1977), p. 21.

45 Lockhart, (1992), pp. 20-21; Schroeder (1994 [1991]), pp. 83, 95 Yss.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 47
1 (después 4)
Tepeticpan 1
TlacochcaIcolT~manak:o

" ",
(tlayacaU: Opoehhuacan.
Itzcahuacan. Acxotlan)
" :, ":.",
," ,, , "
,, :.... 2
3 1.... Amaquemecan
Tenanco 'C"-------:-------~ (tlayacatt: Itztlaco(:auhcan.
4 (después 3) 1 (después 4) (1) -, ,: Tlailotlacan. T~tlan.
QuiahuizUan r~Ua ',1 Tenanco. TeqtJ80tp80,
•••• I Panoayan)
"-, :
4
"
Chimalhuacan
(Uayacatl: Xochimilco,
Tepetlixpan)
2 (después 1)
Ocoteiolco

al TlAXCALA b) CHALCO

4 3
Cuepopan Atzaqualco o Tzaqualco
,.--------
I
---------. I
I I
I I
I I
I I
I I
I I
I I
I I
I I
I I
L
I _ I

1
---------' 2
MoyoIIan Teopan

e) TENQCHTITLAN

Figura 1.3. Organización de: a) Tlaxcala, b) Chalco y e) México-Tenochtitlan. Fuente:


Lockhart (1992), fig. 2.2; dibujó: Ada Gómez,

contigüidad entre uno y otro, como sucedía entre barrios vecinos en Espa-
ña, requisito fundamental de la urbanización practicada en Europa.w En
otras palabras, así como Hicks no logró identificar los límites de los calpo-
lli o tlaxilacalli en Tetzcoco, Schroeder y Lockhart no alcanzan a distinguir
los bordes del territorio ocupado por cada uno de los altepeme que confor-
maron el huey altepetl de Chalco. Del trabajo de Hicks, los autores soslaya-
ron su propuesta sobre la organización dispersa de la ciudad de Tetzcoco.
Como lo observaran previamente Parsons, Redfield, Villa Rojas, Bun-
zel, Caso y Hicks, y después Lockhart, García Zambrano y Bernal García,
los mesoamericanos se interesaron poco por conformar un asentamiento

46 Schroeder (1994 [1991 D, p. 126.


48 ASPECTOS TEÓRICOS

densamente poblado.e? Es decir, el altepetl no se limitaba a un centro urba-


no compacto, sino que se extendía sobre vastos territorios de diferentes
dimensiones. Además, y contrariamente a los modos jerárquicos de urbani-
zación imperantes en España (ciudad, villa y aldea), el esquema indígena
enfatizaba la distribución de las partes constitutivas del altepetl de una ma-
nera que Lockhart calificó de "celular o modular":

La manera nahua de crear construcciones complejas, fuera en la política, en


la sociedad, en la economía o en el arte, tiende a enfatizar las partes constituti-
vas del todo, de una manera relativamente igualitaria, separada y auto-conte-
nida, obteniéndose como resultado la disposición simétrica y numérica de sus
partes, su relación a un punto de referencia común y su rotación cíclica y
ordenada.s"

En principio, el autor concuerda con sus predecesores al aseverar que


la organización de un altepetl empezaba cuando, después de una larga mi-
gración, un grupo pluriétnico arribaba al lugar prometido y construía el
templo para hospedar a la deidad tutelar que los había guiado. Enseguida,
el proceso exigía la división del espacio en cuatro secciones cardinales o
"barrios" (fig. l.3C).49 Como observara Calnek, los barrios pudieron haber
contenido las zonas residenciales, con o sin chinampas o campos de culti-
vo. En México-Tenochtitlan, las cuatro secciones principales se produjeron
por orden directa del dios Huitzilopochtli y las habitaron cuatro calpolli
mayores. Cuando los calpolli contaban ocho, probablemente se organiza-
ban en cuatro al interior y cuatro al exterior del territorio ocupado por el
altepetl (fig. 1.4). A los calpolli mayores de México-Tenochtitlan los goberna-
ba un tlatoani o teuctlatoani ("señor tlatoani"), título al cual se añadía un
nombre correspondiente a su rango. El teuctlatoani organizaba el ámbito
residencial de los habitantes del calpolli y sus propias divinidades.s? De
entre los tlatoque (plural de tlatoani) de estas unidades se elegía al gober-
nante de la ciudad, quien tomaba el título de huey o gran tlatoani. En este
sentido, los calpolli resultantes devenían en unidades celulares menores
gestadas al interior del altepetl.v' e íntimamente relacionadas al poder cen-

47 García Zambrano (1992), p. 244; Lockhart (1992), p. 15; Bernal García (1993), pp. 361-362.
48 Lockhart (1992), p. 15; traducción de los autores.
49Idem.

50 Lockhart (1992), p. 16.


51 Ibidem, p. 17.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 49

3 • 2
• ~.-.-.:-.- ----------1
, ,
, ,

4 1
t
• • •
5 • • 8
t

t __________
---------.,.

6 • •7

FIGURA1.4. Organización celular de los calpolli en un aItepetl hipotético. Fuente:


Lockhart (1992), fig. 2.1.; dibujó: Ada Górnez.

tral. Según Lockhart, los calpolli, generalmente siete, también podían pre-
sentarse en números de cuatro, seis y ocho.V Cada una de estas divisiones
recibía una parte del territorio de la ciudad, pero hasta ahora no se conoce
la ubicación de uno con respecto al otro (como en Tetzcoco). A la vez que el
calpolli conformaba un microcosmos del altepetl, funcional e ideológica-
mente también se dividía en secciones o "barrios" de 20,40,80 o 100 unida-
des habitacionales, como lo observara Calnek en 1974. Entre las funciones
principales de los calpolli estaban las de proveer al altepetl, durante todo el
año, de tributo en mano de obra y alimentos, así como guerreros cuando
fuere necesario. Las contribuciones del calpolli a la ciudad se organizaron
de la misma manera que el altepetl: cíclica, celular y simétricamente (fig. 1.4).
Lockart y Schroeder también discuten la diferencia o similitud entre los
términos calpolli y tlaxilacalli, llegando a la conclusión de que el primero se
usaba solamente durante la fase migratoria del grupo, y el segundo, una

52 En una cantidad significativa de documentos coloniales, los escribanos-pintores juegan

de manera ambigua entre los números siete y ocho, hecho que debe tomarse en cuenta en
estudios futuros.
50 ASPECTOS TEÓRICOS

vez hallado el territorio donde se instalaría el altepetl.v' Es decir, el término


calpolli se referiría a los lazos de parentesco del grupo mientras el vocablo
tlaxilacalli pudiera haber nombrado al calpolli una vez que ocupara un
territorio determinado. Esta sugerencia causa mayores confusiones de las
que resuelve y, por lo tanto, las respuestas a esta pregunta deberán seguir
indagándose en los documentos coloniales y en la evidencia prehispánica.
A través de los argumentos presentados es fácil percibir que los españo-
les llamaron "barrios" a los altepeme simples que formaron parte de un
altepetl complejo, y a todos y cada uno de los segmentos que los constituían,
con o sin área de cultivo. Sin embargo, los nahuas de la Colonia tampoco
nos ayudan a aclarar el problema. Por ejemplo, entre mediados del siglo XVI
y mediados del XVIII, refiere Lockhart, los documentos en náhuatl perseve-
ran en el uso de la palabra tlaxilacalli para designar a los barrios-e y, en
ocasiones, el término se usa de manera compuesta, calpoitlaxilacalli.i> Con
todo, pudiera añadirse a esta discusión el argumento de William Sanders.
En 1970, el arqueólogo afirma que los calpolli "urbanos" también poseían
tierras fuera del asentamiento. 56Por su parte, el antropólogo yetnohisto-
riador Scott O'Mack asegura que en las ciudades coloniales de la región
denominada Tlalnahuac, hoy el nordeste del estado de Morelos, "dos ter-
cios de la población total vivía fuera de la cabecera en asentamientos rura-
les";57dato semejante a los proporcionados para los altepeme del Altiplano
CentraJ.58
La reciente publicación del Códice de Cholula, cuyos textos y mapa fue-
ron elaborados en 1581, pudiera contribuir a solucionar parcialmente el
problema, o complicado, dependiendo del punto de vista asumido. Así, una
vez que la sección mítico-fundacional de este códice termina, el documen-
to reseña la construcción, en 1569, de la "casa" del virrey y la iglesia de San
Gabriel. Todo ello junto a los elementos principales de la ciudad colonial:
hospital, caballeriza, cabildo, cárcel, palacio, "comunidad", mesón, picota y
53Schroeder (1994 [1991]), p. 219; Lockart (1992), p. 16.
54Lockhart (1992), pp. 46 Y56-57.
55 Schroeder (1994 [1991]), p. 219. Molina traduce calpolli y tlaxilacalli como "barrio";

Lockhart (1992), p. 479, n. 10.


56 Sanders (1970), pp. 13-14, en O'Mack (2003), p. 27. Van Zantwijk (1985), pp. 249-266,
también postuló que los tlaxilacalli conformaban una forma distinta de la tenencia de la tierra
en el altiplano mexicano. No obstante, Lockhart (1992), p. 479, n. 10, se pronuncia en contra
de tal aseveración, debido a que él mismo no ha encontrado suficiente información al respec-
to en los documentos escritos en náhuatl.
57 O'Mack (2003), p. 57.

58 Smith, s. f. y Sanders (J 979), pp. 449-450, en O'Mack (2003), p. 57.


EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 51

acequia. Inmediatamente después registran las glosas la siguiente informa-


ción: "y ahí se dispusieron los calpulli [... ] los seis barrios que aquí están
sus nombres [se enlistan]. Los otros tlaxilacalli que le pertenecen están en
las milpas, en los linderos't.c? De inmediato la narración enlista los linderos
del altepetl de Cholollan "por los cuatro lados". Dado que no debería haber
necesidad de repetir los dos sustantivos en una misma frase, calpolli y tlaxi-
lacalli, si ellos expresaran el mismo concepto, probablemente el tlaxilacalli
conformara un asentamiento menor aunque dependiente del calpolli (quizás
las tierras que poseían los calpolli fuera del asentamiento, según lo expresa-
ra Sanders). Entonces, los grupos de menor tamaño y rango sociopolítico se
organizarían hacia la periferia, pero dentro del esquema territorial de la
ciudad. Además, el enunciado del Códice de Cholula claramente indica que
el tlaxilacalli pertenece al calpolli y éste al altepetl de Cholula. De nuevo, el
tópico queda a la espera del descubrimiento de datos al respecto.
Como lo hicieran notar de diversas maneras los autores arriba mencio-
nados, la ciudad mesoamericana parece diferir de la europea en que ignora
la división entre el área que en la cultura occidental llamaríamos urbana y
aquella que describiríamos como rural. A partir de este concepto, la densi-
dad poblacional y constructiva se concentraría en el núcleo, mientras las
tierras que la rodeaban se organizarían de manera dispersa y decreciente
hasta alcanzar la periferia del asentamiento.é? Es decir, la ciudad mesoame-
ricana, independientemente del nombre indígena que la describa, incluiría
las cercanas parcelas habitacionales y agrícolas, junto a las lejanas tierras
de la periferia. A los linderos, aunque difíciles de rastrear en un gran núme-
ro de ciudades y pueblos del siglo XVI, se les concede una gran importancia
en los Títulos de pueblos y tierras y algunos aparecen claramente señalados en
libros y mapas de manufactura indígena, tanto prehispánicos como colo-
niales.v' El esquema indígena de ciudad se presentó entonces genuinamente
incomprensible a conquistadores y académicos (lo cual también complicó
la investigación sobre la forma y significado de la ciudad indígena prehis-
pánica, problema a tratar en la segunda parte de este trabajo). De ahí que,
según destacara el historiador Bernardo García Martínez en 1987, uno de
los factores incidentes en el desmantelamiento del altepetl durante la Colo-

59 A. González-Hermosillo y L. Reyes García (2002 [1581]), El códice de Cholula, p. 123; tra-


ducción del náhuatl de L. Reyes García.
60 García Zambrano (1992), p. 244; Lockhart (1992), p. 15; Berna! García (1993), pp. 361-362.
61 García Zambrano (1992), pp. 249-258; Berna] García (1993), pp. 232-337; Byland y PoW
(1994), p. 93; Mundy (1996).

ESe. NAL. DE ANTROPOLOGlA E HISf


BIBLIOTECA ~
52 ASPECTOS TEÓRICOS

nia fue el otorgamiento desarticulado de sus campos de cultivo a los enco-


menderos.é- La contraparte del proceso fue la dificultad confrontada por
los españoles en sus propósitos de reunir a los indígenas en pueblos regidos
por una compulsiva concentración dictada por el nuevo modelo de la traza
europea.v- A este respecto, y basado en la carta del visitador Pedro de Ahu-
mada a la Real Audiencia de México, en 1559, el historiador René García
Castro, en su estudio de 1999 sobre los pueblos matlatzincas del actual Es-
tado de México, destaca las incompatibilidades entre los dos esquemas de
población:

Los indios trazaban las localidades de tal manera que gran parte del sitio
de congregación lo cubrían las calles, porque en cada manzana sólo había entre
cuatro y ocho casas. Esto hacía que cada casa estuviera rodeada de grandes
solares, que en lugar de destinarse a la construcción de habitaciones, corrales
o huertos, como estaba previsto, los indios ocupaban como parcelas de cultivo.
Esto daba la impresión, según él [Ahumada] de que el asentamiento estu-
viera "tan fuera de policía y vecindad", como en los cerros o quebradas [de]
donde los sacaron.s+

La ciudad, el calpolli y su constitución étnica

Junto a Schroeder, Lockhart concentra el estudio del altepetl en la organi-


zación comunitaria y la forma de gobierno implementada por las etnias
nahuas sobre un territorio determinado.s> Ambos especialistas coinciden
en afirmar que, independientemente de su tamaño, el altepetl se constituía
por la suma de más de un grupo étnico, gobernado cada uno por varias ca-
bezas de linaje, quienes habían demostrado previamente sus habilidades
guerreras ante la comunidad.s= La ocupación de un territorio por este me-
dio y con este tipo de grupos corporativos (calpolli) devino en la práctica
común de asentamiento en México central (y muy posiblemente en toda
Mesoamérica). Cada persona compartía derechos y beneficios, derivados
simplemente de pertenecer al grupo. Por ello, Chimalpahin emplea fre-

62 García Martínez (1987), pp. 259-305.


63 García Zambrano (1992 y 2001).
64 García Castro (1999), p. 159.

65 Lockhart (1992), pp. 14-15 Y 17; Schroeder (1994 [1991]), pp. 42, 44 Y 53.
66Ibidem, p. 14; Schroeder (1994 [1991]), p. 209.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 53

cuentemente la frase yri altepetl ypantlaca ("la gente en el altepetl").»? Por


otra parte, la organización celular del calpolli proporcionaba al altepetlla
capacidad para sobrevivir desintegraciones políticas o calamidades natura-
les. Similar a un organismo biológico cuya reproducción se lleva a cabo por
mitosis, a la ciudad se le facilitaba reorganizarse en caso de una descompo-
sición causada por conquista o revueltas internas. Bastaba que uno de sus
calpolli sobreviviera para que reinstaurara su dominio en el mismo u otro
asentamiento, ocurriera ello de inmediato o a través de los siglos. La inser-
ción de los inmigrantes en el altepetl anfitrión, se daba, en un primer mo-
mento, de manera desventajosa debido a las afiliaciones que compartían
los grupos previamente establecidos, según acota Charles Gibson en su
libro de 1967.68 Un ejemplo de ello lo constituye la recomposición de parte
de la ciudad de Tula en la ciudad de Cholula, de la cual se apoderan los cal-
polleque toltecas-chichimecas después de abandonar la antigua ciudad.
A objeto de fortalecer la integridad sociopolítica del grupo en una nueva
ciudad, se auspiciaban matrimonios entre los miembros de sus principales
linajes y los de la ciudad anfitriona, hasta alcanzar a estrechar los lazos de
parentesco entre un grupo y otro. En el altepetl compuesto, los diversos huey
tlatoque terminaban identificándose consanguíneamente. De allí que un
aspirante a la sucesión de un tlayacatl distinto al de su lugar de nacimiento,
podía ver cumplidas sus pretensiones políticas a través de alianzas matri-
moniales.s? Dado que los habitantes del calpolli compartían una relación
de parentesco y una identidad étnica primaria asociada a una deidad tute-
lar, el altepetl pudiera considerarse, según Cayetano Reyes García, un "tem-
plo de etnías.?"
En virtud de la complejidad multiétnica del altepetl, afloraban con fre-
cuencia disensiones internas, inclusive en las entidades menores. A ello de-
bió de haber contribuido el peculiar sentido de grandeza detentado por las
cabezas de linajes,"! entre quienes siempre existían individuos que se con-
sideraban predestinados a asumir la responsabilidad de dirigir a sus comu-
nidades. La identificación de dicho aspirante se resume en el decantado
ideal expuesto por Fernando de Alvarado Tezozómoc en la siguiente senten-
cia: "Pues ya aquí estará tu tarea a que viniste, mirarás, afrontarás a la gente

67 Chimalpahin, en Lockhart (1992), p. 478, n. 2.


68 Gibson (1986 [1967]), p. 26.
69 Lockhart (1992), p. 2l.
70 C. Reyes García (2000), pp. 34-35.
71 García Zambrano (1992), p. 282.
54 ASPECTOS TEÓRICOS

de las cuatro partes, impulsarás el poblado que lo agarrarás con tu pecho, tu


cabeza, y es tu corazón, tu sangre, tu pintura, con que verás lo que nos pro-
metiste"J2 Por cuanto debieron ser numerosos los pretendientes a respon-
der a tal llamado, su conducta debió de implicar escisiones de donde sur-
gían los grupos inmigrantesJ3 Por consiguiente, la frecuencia de los cismas
y los movimientos divisionistas incidieron en el crecimiento espacial y
demográfico del altepetl.?" De allí que el organismo oscilara entre los mani-
fiestos periódicos del secesionismo y los de la confederación, ambos efi-
cientemente absorbidos por la versatilidad celular de la institución socio-
política y urbana. Ése fue seguramente el caso de los mexicas y de muchos
otros grupos de ascendencia nahua que llegaron al centro de México duran-
te el Posclásico (900-1521 d.C.). Precedidos de una larga migración, dichos
grupos lograban cristalizar sus aspiraciones de conformar su propia ciudad
al integrarse primero a un altepetl sencillo o complejo.Z> como fue el caso de
los mismos mexicas al arribar a Culhuacan. Al reconocerse un grupo étnico
en calidad de adherente de un altepetl constituido, éste proclamaba el ejer-
cicio de un gobierno (tlatocayotl) a través de su correspondiente tlatoani.?»
Lockhart resume bien el proceso:

No existía nada que previniera, aún a la forma más simple de altepetl el que
creciera mediante incremento natural o por la absorción de inmigrantes hasta
convertirse en un altepetl complejo, con uno o más de las anteriores cabezas
del calpolli transformados en tlatoque. Inversamente, nada podía prevenir a un
altepetl compuesto que colapsara hacia una forma más simple y unificada,
debido a reveses sufridos a causa de pérdidas de población y derrotas militares,
o motivado a que una de las partes constituyentes desbordara a las otras."?

Finalmente, C. Reyes García coteja la información etnográfica con la


etnohistórica en el caso de Cholula y observa que aún hoy día pervive la tra-
dición de asignar una familia extendida a un territorio determinado dentro
de la ciudad. Por lo tanto, los macehualtin de Cholula son identificados
como ipiljuan ("sus hijos") o "los hijos del altepetl", mientras que los ancia-
Alvarado Tezozómoc (1998), p. 33.
72
García Zambrano (1992), pp. 247-248.
73

74 Lockhart (1992), p. 20.


7S Hodge (1984), p. 37.

76 López Austin (1974), pp. 515-550; Lockhart (1992), p. 18; Schroeder (1994 [1991]), p.

124; García Castro (1999), p. 36, n. 3.


77 Lockhart (1992), p. 26; traducción de los autores.
EL ALTEPETL COLONIALY SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 55

nos o principales de la ciudad constituyen los "hermanos mayores" (tiach-


carne) de dicha entidadJ8

El altepetl y su organización sociopolítica

Según Bandelier, la sujeción de un grupo por otro constituía la norma en


las relaciones sociopolíticas del altepetl. Ello propiciaba una asistencia
logística en lo militar, un flujo constante de tributos y el fomento de unio-
nes matrimoniales con base en acuerdos que afianzaban los vínculos inter-
étnico s por varias generacíones.v? Así se promovía un equilibrio político
entre los calpolli o tlaxilacalli que evitaba la amenaza de frecuentes secesio-
nes. De tal modo quedaba asegurado el ascendiente de un grupo dominante
sobre la totalidad multiétnica del altepetl. 80Después de Bandelier, en 1983,
Elizabeth Brumfiel esgrime los argumentos de la teoría política moderna y
amplía la comprensión de la integración sociopolítica y de la génesis del
Estado azteca.s! Remitiéndose a los trabajos arqueológicos sobre patrones
de asentamiento de Sanders, Jeffrey Parsons y Hicks.s- Brumfiel alude a la
presencia de al menos 50 pequeños dominios autónomos que proliferaron
en la cuenca de México durante los siglos XIII y XN.83 La atomización ante-.
cedió a la eventual cohesión de una sociedad que llegó a controlarse a sí
misma por medio de los mecanismos inherentes al rango de Estado. En el
mosaico original, la autoridad recayó en un gobernante asistido or los
miembros de su linaje, quien a su vez descendía del líder que había guiado
a grupo durante Ta migración preliminar.s+ Según John Clark y Michael
Blake, los altepeme anteriores a la gestación del Estado mexica estuvieron
plagados de una constante animosidad interna. Dicha agitación se compa-
ginaba con la necesidad de capitalizar el prestigio de un líder particular
para satisfacer las necesidades del grupo.s> Simultáneamente, el tributo
78 e Reyes García (2000), pp. 14-15. Tiachcame, literalmente "somos los hermanos mayo-
res"; Sullivan, comunicación personal, 2004.
79 Bandelier (1878), pp. 415 Y 417.

80 Bandelier (1878), p. 419.


81 Brumfiel (1983), pp. 261-284.

82 Sanders (1968) y Parsons (1979), en Hicks (1982), pp. 231-233 y 244.


83 Brumfiel (1983), p. 266.

84Ibidem, p. 268; García Zambrano (1992), pp. 247-248.


85 La tesis de la competencia entre facciones como base del desarrollo político fue profun-

dizada por Clark y Blake (1994), pp. 17-30, quienes aplicaron el modelo de la relación entre la
generosidad competitiva y el poder del prestigio en el surgimiento de sociedades jerárquicas.
56 ASPECTOS TEÓRICOS

exigido a la etnia conquistada engrosaba el erario, contribuyendo al bienes-


tar general de la población, lo cual repercutía en la consolidación del pres-
tigio del gobernante y del altepetl en ascenso.s=
Ante la continua actividad militar, el altepetl trataba de mantener un
balance entre los grupos que expulsaba y los que recibía. A la ciudad siem-
pre resultaban bienvenidos los refuerzos provenientes de inmigrantes,
quienes estaban dispuestos a integrarse al altepetl anfitrión aunque fuera
en calidad de mercenarios.s? En ocasiones, el grupo inmigrante también
recibía persuasivas promesas de buen trato si aceptaba regresar a su lugar
de origen.w A final de cuentas, tanto la conquista de comunidades vecinas
como la incorporación de inmigrante s o refugiados ocasionales incremen-
taba convenientemente las tasas tributarias. Ello relevaba el recargo de
exacciones a las propias etnias del altepetl, mediante el incremento de su
ingreso per capita.v? Por ejemplo, cada uno de los tlatoque de los altepeme
tlayacatl controlaba el flujo de los tributos de su propia entidad.v? Otro
punto de cohesión sociopolítica del altepetl, el cual se continuó dentro de la
sociedad colonial, fue la estrecha interrelación entre el gobierno de la ciu-
dad y el calpolli. El último contribuía con tributos y actividades de diferen-
te índole: intercambiaba sus productos en el mercado con otros calpolli;
proveía guerreros a la ciudad; cooperaba con personal para atender las
necesidades del centro cívico-ceremonial, y aportaba objetos artesanales y
artísticos para el funcionamiento óptimo del Estado. En el pináculo de la
jerarquía estaba el gran tlatoani (quien a menudo provenía de los lideraz-
gos de los calpolli mayores), personaje que finalmente recibía y distribuía
el tributo recaudado.?! Tanto Lockhart como Hicks y otros investigadores,
postulan el surgimiento de la organización sociopolítica mesoamericana en
los calpolli y con base en un "proceso de división de un grupo anterior qui-
zás característico de una etapa [sociopolítica] más temprana'í.v-

Brumfiel (1983), pp. 269-270.


86

Idem. Un ejemplo es el caso de los toltecas-chichimecas. Véase Bernal García, en este


87
volumen, cap. lV.
88 Brumfiel (1983), pp. 269-270.
89Ibidem, p. 270.
90 Lockhart (1992), p. 21.

91 Ibidem, p. 18.

92 Sin embargo, Hicks (1982), p. 230, maneja el concepto de calpolli como "barrios urba-

nos" o "pequeñas comunidades dependientes". Hicks cita a un grupo de autores, quienes, des-
de 1955 hasta 1979, estudiaron el posible origen del calpolli en grupos de terratenientes autó-
nomos unidos por lazos de parentesco consanguíneos, estamento s que perdieron su poder y
autonomía conforme la sociedad se organizó en Estado y se convirtió en urbana. En contraste,
EL ALTEPETL COLO IAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 57

Rituales de fundación y resguardo de linderos

En 1975 Yen la invaluable serie del Handbook of Middle American Indians,


publicada por la Universidad de Austin, Texas, Gibson difundió entre la co-
munidad académica sus conocimientos sobre la existencia de los documen-
tos coloniales denominados Títulos de pueblos y tierras o Títulos primordiales
(los cuales indudablemente conoció mientras elaboraba su libro de 1967).
Según la etnohistoriadora Stephanie Wood, fue durante el siglo XIX cuando
los documentos se descubrieron y adquirieron los nombres con los que
ahora se les conoce: Títulos de pueblos y tierras, debido a que constituyeron
un registro de pueblos y tierras, y Títulos primordiales porque parte de su
contenido parecía remontarse a la época de la Conquista.v- El mismo Gib-
son afirmó que dichos manuscritos versaban sobre eventos en apariencia
relativos a aspectos jurisdiccionales pertenecientes a la época prehispánica
y proporcionó una lista de las principales características y funciones de los
documentos.v+ Primero Gibson distinguió la forma y prosa de los manuscri-
tos, añadiendo que recordaban ejemplos conocidos de la escritura y retórica
prehispánicas. Su función esencial, en cambio, correspondería a la de un
documento catastral, utilizado durante los procedimientos de adjudicación
de tierras a los pueblos de indios por parte de la administración virreinal.
Los documentos fueron valorados también porque proporcionaron datos,
hasta entonces desconocidos, sobre los linderos de los pueblos de indios.
A través de los siglos de ocupación colonial, algunos de los antiguos mapas
o pinturas que generalmente formaban parte de los títulos, progresivamen-
te se adecuaron a los modos de representación cartográfica europea, la cual
privilegiaba el registro del entorno geográfico despojado de las connotacio-
nes alegóricas que contenían las versiones más antiguas de estos mapas.
Doce años después, en 1987 y 1988, el historiador Serge Gruzinski reto-

otro grupo de académicos señala que "la palabra calpolli no designaba un lugar o entidad par-
ticular sino a varias comunidades en diferentes estados de organización social, desde una
familia extendida hasta un grupo étnico o nacional"; Hicks (1982), p. 230. Sin embargo, Hicks
afirma, con base en los datos proporcionados por Tetzcoco, que las seis secciones de este alte-
petl pudieron haber descendido directamente de terratenientes autónomos, dado que contaban
con sus propios líderes y éstos con sus sujetos y tierras; o sea, al ser inmigrantes originarios de
otros asentamientos, obviamente, no descendían de una era preestatal. En Tetzcoco, los úni-
cos grupos basados en lazos de parentesco fueron los nobles de linaje o tlacamecayotl; Hicks
(1982), p. 244. Al final, Hicks concluye que la palabra calpolli se usaba para designar diferen-
tes clases de comunidades y grupos sociales.
93 Wood (1991), p. 178.

94 Gibson (1975), pp. 320-321; (1986 [1967]), pp. 27-28.


58 ASPECTOS TEÓRICOS

ma la propuesta del origen prehispánico de los Títulos de pueblos y tierras,


observa que los relatos contienen información sobre el funcionamiento del
altepetl y reitera la antigüedad de su estructura discursíva.v> También per-
cibe el autor la cualidad "casi sagrada" de los manuscritos, la cual promul-
gaba repetidamente la perennidad del pueblo aludido en el documento. Por
ejemplo, la prosa parecía transmitir las fórmulas concebidas por los primeros
escribanos-pintores (tlacuiloque) a sus descendientes, con el fin de resguar-
dar el altepetl a futuro.vs Según estas fórmulas, los habitantes del altepetl
contaban con un protocolo riguroso, observado detalladamente al momen-
to de obtener derechos sobre un territorio determinado. De hecho, durante
el siglo XVI, a algunos antiguos indígenas, sus descendientes y recién lle-
gados se les permitió circunvalar ceremonialmente los linderos del pueblo
en señal de la nueva fundación. Los distintos actos iban acompañados del
resonar de trompetas, descollando la colocación de piedras como signo de
posesión de la tierra, el amarre de hierbas, el intercambio de abrazos y flo-
res con pueblos colindantes y la organización de banquetes campestres,
evento que marcaba el fin de la ceremonia.?? Asimismo, Gruzinski se perca-
ta del apego de los mapas a la concepción prehispánica del espacio, del
carácter emblemático del paisaje y de la integración de la traza española
sobre dichos paisajes.vf
Hacia 1991, Lockhart, Wood y García Zambrano analizaron más de
cerca el contenido de los Títulos de pueblos y tierras, si bien desde los pun-
tos de vista proporcionados por sus diferentes especialidades.v? Lockhart
95Gruzinski (1988), pp. 144-145 Y 172.
96lbidem, pp. 142, 144-145 Y 188.
97 Gruzinski (1988), p. 167.

98Ibidem, pp. 165 Y 184.


99 La simultaneidad de la producción y publicación de los artículos de este grupo de inves-
tigadores, quienes actuaron independientemente uno del otro, obligó a Lockhart a afirmar que
al momento en que él escribe a estos documentos no se les había prestado la atención mereci-
da; Lockhart (1991), p. 42. Sin embargo, Stephanie Wood también consultaba los documentos
continuando el interés de su maestro por la función del individuo en los grupos corporativos y
su relación con la tenencia de la tierra. Por su parte, García Zambrano exploraba los mismos
manuscritos y mapas interesado en la información sobre los sustratos rituales de fundación
referidos en los Títulos primordiales. Wood y García Zambrano entablaron comunicación
escrita sobre el asunto en 1991 y en la antesala de la participación de ambos en el XLVII Con-
greso Internacional de Americanistas en Nueva Orleans. Previamente, García Zambrano
(1988) había dado a conocer parte de sus investigaciones en el simposio organizado por David
A. Brading en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y después en febrero de 1993 en una
de las tertulias organizadas por Elizabeth Boone en Dumbarton Oaks. Otros autores también
usaron los Títulos de pueblos y tierras para apoyar sus estudios de caso sobre la transforma-
ción de los pueblos y señoríos indígenas existentes en pueblos coloniales al momento de la lle-
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 59

reelabora en parte la información de Gruzinski, aunque se distancia de él


en varios aspectos, dado que su objetivo principal fue el estudio de la actua-
ción de los individuos en los aspectos corporativos del altepetl. Por lo tanto,
el autor se aboca a desentrañar la conciencia histórica que los nahuas pu-
dieron haber detentado respecto a sus asentamientos.tv? Una parte esencial
de esa conciencia histórica colectiva consistió en recuperar la primera
fundación del poblado, antes de o a la llegada de los españoles, así como la
transmutación al rito católico de un "remanente significativo" de los ritua-
les correspondientes a ese evento.tv! Asegura también Lockhart que el acto
sobresaliente fue la fiesta y su banquete, lo cual como se verá más adelante
no es una aseveración del todo precisa puesto que el convite conformó sólo
una parte del complejo ceremonial. La fiesta la ofrecía el gobernante al
pueblo y a todos los congregados, incluyendo a los dirigentes y ancianos
de otras entidades. También menciona el autor la visita a las comunidades
aledañas con música y trompetas, similares a las escenas de fundación de
Totomihuacan y Cuauhtinchan descritas e ilustradas en la Historia tolteca-
chichimeca. Tanto Lockhart como Gruzinski observan que los gobernantes
y otros personajes exhiben sus armas antiguas en señal de la fortaleza e
integridad del pueblo y, significativamente, del deseo de recuperar y per-
petuar sus tradiciones prehispánicas en un futuro no muy lejano. Estas
escenas y emblemas contendrían asociaciones que pudieran explicarse de
dos maneras, prosigue el autor. Una implicaría la creencia en que la victo-
ria después de la guerra concedía al grupo el derecho a la posesión de la tie-
rra conquistada, mientras otra promovería la instauración de un ceremonial
consistente en la periódica escenificación de escaramuzas o simulacros
bélicos con los habitantes de los pueblos aledaños.tv- A dichas ideas corres-
ponderían las cuatro designaciones que los Títulos de tierras de San Antonio
Zoyatzingo proveen para referirse al establecimiento de linderos; dos de
ellas directamente asociadas al proceso de deslinde y las otras dos vincula-
das a las actividades militares correspondientes: "Medida y sello, escudo y
batalla rampante" .103 El grupo de palabras enfatiza la relación entre alte-
petl, linderos y guerra, asociación que Bandelier había apuntado más de un
siglo atrás.
gada de los españoles. Por ejemplo, García Martínez (1987), pp. 151-175; Menegus Borne-
mann (1994) YGarcía Castro (1999).
100 Lockhart (1991), p. 44.
101 Idem.

102 Ibidem, pp. 56-57.


103 Ibidem, p. 55.
60 ASPECTOS TEÓRICOS

Alumna de Lockhart, Wood sigue los pasos de su maestro y analiza la


estructura de los Títulos de pueblos y tierras a fin de extraer datos sobre los
aspectos corporativos que incidieron en la propiedad que dichos grupos
ejercieron sobre la tierra. La autora constata que los pueblos indígenas sos-
tuvieron una concienzuda afinidad con su territorio y sus fronteras, lo que
contribuía a la percepción, interna y externa, de la fortaleza del altepetl.
Luego de referirse brevemente a la exitosa contribución de las ceremonias
de fundación en la formación de pueblos de indios en la Colonia (recorrido
de linderos con toque de trompeta, lanzamiento de flechas, presentación de
flores, intercambio de abrazos y banquetej.w- Wood, al igual que Lockhart
y Gruzinski, prefiere enfocar sus estudios en la europeización del pensa-
miento y los símbolos indígenas.
A la dimensión estrictamente histórica, García Zambrano añade el exa-
men simbólico de los rituales de fundación. lOS Junto a los autores mencio-
nados, el historiador de arte argumenta que las narraciones reflejan el sen-
tido original prehispánico de los ritos y, con ello, fortalece previos estudios
sobre el carácter sagrado de la geografía relacionada con el altepetl, colonial
y prehispánico. El conjunto de ritos, según el autor, pudiera dividirse en dos
fases complementarias: el recorrido y delimitación de linderos y el aisla-
miento y consagración del núcleo poblacional. La primera fase incluía la
demarcación de fronteras con mojoneras especiales (teteles o piedras circu-
lares), que en varios casos funcionaron como hitos recordatorio s de los
ancestros fallecidos. La extensión de tierra -antaño seleccionada para asen-
tarse- era acordonada con hierbas y zacates que, amarrados unos con otros,
funcionaban como mecates. Con pausas importantes en los cuatro puntos
cardinales, ceñidas a un desplazamiento de carácter funcional y simbólico,
los participantes recorrían las fronteras del asentamiento en sentido con-
trario a las manecillas del reloj. Mientras algunos portaban banderas y
estandartes, los dirigentes de la ceremonia intercambiaban flores y abrazos
en señal de una futura y armónica convivencia. El lanzamiento de flechas
desde los cerros del altepetl hacia los cuatro puntos cardinales no solamen-
te simbolizaba la fuerza del pueblo, como diría Grusinski, o actuaba en
señal de resguardo y símbolo de guerra, como propusiera Lockhart, sino
que preparaba el camino que transitaría el sol sobre el territorio conquis-
tado o por conquistar. En el contexto descrito, los gobernantes flechaban los
manantiales del área a fin de apropiarse de los ojos de agua que los sustenta-
104 Wood (1991), p. 183.
105 García Zambrano (1992).
EL ALTEPETL COLONIALY SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 61

rían desde ese momento. Otro acto esencial fue la construcción de los acue-
ductos que trasladarían el líquido desde los manantiales ubicados en las
montañas sagradas, cardinalmente situadas, hasta el centro del poblado. 106
Durante la segunda fase, el gobernante presidía la delimitación del núcleo en
un recuadro marcado, de nuevo, por ramas y zacates. El centro del núcleo
urbano lo señalaba un manantial, pozo, jagüey o fuente de agua. Desde ahí
el mandatario distribuía los cuatro cuadrantes cardinales (barrios o estan-
cias) y, a petición respetuosa de los ancianos, distribuía los lotes urbanos
(solares) y las parcelas destinadas a residencia y cultivo. Durante el repar-
timiento de tierras se invocaba el favor de las deidades y se exhortaba una
vez más a preservar la cohesión social del grupo y salvaguardar el territorio
legado por los ancestros. Al margen de las ventajas utilítarias, la disponi-
bilidad del agua sagrada determinó que en tiempos coloniales fuera pre-
cisamente junto a su reservorio donde se erigiera la iglesia colonial, la cual
remplazaba a la pirámide que había funcionado como "corazón de ciudad
o pueblo" (altepeyolloco) en la antigüedad. 107 Un elemento indispensable de
las ceremonias fue la creación del fuego nuevo, actividad asociada a la fun-
dación de ciudades en libros prehispánicos como el Códice Viena.l08 Culmi-
nados los ceremoniales descritos, que usualmente transcurrían durante al
menos todo un día, se celebraban los banquetes y las fiestas. En trabajos
posteriores, García Zambrano sugiere que la refundación de los pueblos de
indios del periodo colonial tuvo lugar en las cercanías de los antiguos asen-
tamientos prehispánicos, dando lugar en numerosas ocasiones a la distin-
ción entre pueblos nuevos y pueblos viejos.I''?
Pertinente a la delimitación de fronteras, las comunidades desempe-
ñaban responsabilidades que demostraban la interdependencia existente
entre el altepetl y la diversidad de los grupos étnico s cohesionados por
lazos de parentesco. 110 Una transcripción poco conocida de "La fundación
de Cuacuauzentlalpan", poblado del área de Tlalmanalco (región de Ame-
cameca-Ozumba, Estado de México), narra la integración de los habitantes
del pueblo a la ancestral rotación de las tareas del calpolli. Con el propó-
sito de resguardar efectivamente sus fronteras, a los jóvenes se les designa-
106 Como lo demostrara Eva Hunt, las montañas son visual y mentalmente asociadas a un
sentido cardinal, aunque éstas no conformen un cuadrado perfecto del modo como se concibe
en la cartografía cartesiana; véase Hunt (1977), pp. 97-99.
107 Altepeyolloco, el interior, el centro, el corazón de una ciudad; Siméon (1977), p. 21.
108 Jansen (1982), pp. 217-218.

109 García Zambrano (1992), pp. 260-261, fig. 4; Y (2004).


110 En s. a., "La fundación ... " (1962), pp. 64-73.
62 ASPECTOS TEÓRICOS

ba, a través de una ceremonia especial, para el delicado cargo de "guarda-


linderos":

Aquí vamos a nombrar los Guarda-Linderos para que sirvan al Santísimo


Sacramento y a su Santísima Madre Santa María, ya comenzamos a ir ponien-
do a nuestros hijos que les dejamos la tierra que está en el monte, y aquí empe-
zamos en el lindero del Barrio de los Reyes, Guarda-Lindero don Bartolomé
Axayacatzin, luego ponemos otro Guarda-Lindero en el Barrio de Santo Tomás
Atzinco, don Tomás Aguacatzin, luego ponemos el Guarda-Lindero en el Barrio
de San Antonio Tlaltatacahuacan, don Leandro de Sandoval, luego ponemos
otro Guarda-Lindero en el Barrio de la Visitación Chalma, don Joaquín Quechi-
huitlacatzin y don Juan de Santiago [... ].111

Empleando también la información contenida en las Relaciones geográ-


ficas (1577-1585), García Zambrano añade a la observación de Gruzinski
respecto a la concepción prehispánica del espacio y el carácter emblemá-
tico del paisaje contenido en los mapas, la visualización del entorno geo-
gráfico donde decidieron asentarse numerosas comunidades indígenas,
antes y después de la Conquista. Ello privilegiaba la selección de un valle u
hoya hidrográfica definida y confinada por sierras y cañadas que cerraban
la visual sobre el horizonte. Funcionalmente, el circuito orográfico facilita-
ba las observaciones astronómicas y las progresivas declinaciones del disco
solar, a fin de organizar las actividades religiosas y agrícolas a través del
año. Dichas actividades resultaban cruciales para el funcionamiento econó-
mico, sociopolítico y religioso de las sociedades indígenas. De esta manera,
la combinación del paisaje terrestre con el celeste, controlado visualmente
desde el centro del poblado, generó un modelo geométrico de organización
espacial aparentemente conformado por un cuadrado dentro de un círculo
(fig. 1.5). Al modelo el autor proporcionó el título de "rinconada", con base
en la palabra náhuatl xomulli ("rincón"), empleada para designar sitios
localizados dentro de espacios cóncavos o de perfil curvo provistos por
el relieve terrestre y el horizonte montañoso. Dado que la concepción de
"rincón" incluye los meandros de ríos, cárcavas de barrancas y las porcio-
nes de tierra generadas por estas curvaturas (axomulli, "estero de mar";
literalmente "rincón de agua"),112 el autor incluye en el concepto de rin-
conada el pertinente al anahuac ("cerca del agua, junto al agua, rodeado de
111 Ibidem, pp. 69-70.
112 Molina (1977), p. l Or,
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 63

e o N
, ~
~
-----~
~
D

- / ~
EQUINOCCIOS
(If~
E
•••

,,..---,...---,---,./
, /
/

- - - - -'~ - - - - - ~ S
/ ,
/

/ ,

~
o
CUADRADO EX1ERNO: 3000 nehuizantles por lado

FIGURA 1.5. Modelo de rinconada. Fuente: García Zambra no (1992), fig. 5; dibujó:
Ada Gómez.

agua").l!3 Con este último término se conoce también al "anillo de agua"


que, metafóricamente, rodeaba a la tierra prímordíal.t+' El modelo de rin-
conada incluye la imagen matriz de Tallan y Aztlan, ciudades míticas y
legendarias, siempre paradisiacas, abundantes en agua, aves, peces, maíz,

113 Aparte de xomulli, existen otras palabras para rinconada: anahuac e hiscalpan en
nahua, quelabigua en zapoteco, tzumindi y cuiseo en tarasco; García Zambrano (1992), p. 273.
114 Seler (1988 [1904]), I, p. 132.
64 ASPECTOS TEÓRICOS

frutas y toda clase de productos esenciales al mantenimiento humano.U>


Como bien lo describen mitos y leyendas, este tipo de medio ambiente cons-
tituía el lugar ideal para asentarse. En caso necesario, o en asentamientos
pequeños, a las sierras circundantes las podía sustituir un segmento del círcu-
lo, visualizado en la presencia de un lago, el cauce de un río o la depresión
de un manantial.
Sobre el terreno, el plano de la rinconada podía, igualmente, rememorar
la forma de una olla con la apertura generalmente dirigida hacia el punto
donde los ríos desaguaban, como es todavía el caso del valle de Teotihuacan
(fig. 1.6) Yel más sutil de la cuenca del río Atoyatl en Cholula (fig. rvn). Teju-
pan y Metztitlan, sitios objeto de estudio en este volumen (capítulos v y VII),
también se asentaron en rinconadas. Recientemente, el modelo ha sido enri-
quecido por el papel que desempeñaban las barrancas en el establecimiento
de los ejes cardinales de los asentamiento s indígenas.U> Basado en este orde-
_ namiento físico y simbólico, el espacio se subdividía de manera decreciente
y extendida, del denso centro ceremonial a las células de los calpolli, tlaxila-
calli y barrios, todos interactuando concertadamente. Como se ha mencio-
nado, el esquema produjo en los españoles la impresión de un asentamien-
to carente de policía urbana, debido a que la tradición europea consideraba
urbano no sólo a la alta densidad de población, sino al desplante de casas
que estructuralmente compartían paramentos contiguos y se alineaban de
manera continua en calles y ejes. De allí que este tipo de diseño urbanísti-
co, al organizarse de manera ortogonal, llegara a integrar una compacta
malla en forma de retícula o traza.
El intento de implantar el modelo en la Nueva España produjo un híbri-
do entre el asentamiento indígena y el europeo: el altepetl colonial. Como
se recordará, la organización sociopolítica del calpolli se acomodaba a las
variaciones del terreno, la cual podía desplazarse desde el centro cere-
monial del altepetl hasta los campos de cultivo situados en valles, laderas,
cumbres y barrancas. Tocante a los ordenamientos en terrenos regulares,
los valles de Teotihuacan, México-Tenochtitlan y Cholollan organizaron sus
casas, chinampas y milpas en lotes rectangulares distribuidos de acuerdo
con un sistema modular reticulado, unido por calzadas y canales trazados en
1 15 Según Molina (1977), folio 161r, la frase xomulco petlatitlan nicalaqui se usaba como

metáfora para la acción de "esconderse". La frase se traduce como "yo entro en el rincón entre
las esteras"; John Sullivan, comunicación personal, 2003. Significativamente, en la escritura
pictográfica mixteca, los valles y tierras planas se denotan con bultos de petates amarrados
unos con otros para formar un rectángulo horizontal.
116 Véase García Zambrano, en este volumen, cap. VI.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 65

20"00

19'30

Altitud sobre el nivel del mar

o .•• 10

Mapa de la cuenca de México en cuyo centro se distingue el valle de Teo-


FIGURA 1.6.
tihuacan enmarcado por el Cerro Gordo al norte y la Sierra Patlachique al sur.
Elaboró: Jorge González Sánchez.

línea recta (figs. I.7 y IV.l2). Cabe aquí recordar que el término calzada deri-
va del náhuatl caltzalantli (literalmente "apertura o cañada entre casas").
Durante el periodo colonial temprano, las Relaciones geográficas evidencia-
ron la fusión de un esquema con el otro a través del régimen de congrega-
ciones. Específicamente, la Relación geográfica de Taxco (1581) testimonia
la inclinación de los indígenas a vivir de modo extendido, quienes optaban
por habitar áreas alternas a los grandes altepeme ubicados en valles exten-
sos. A la proclividad a vivir en terrenos agrestes que caracterizaba a estos
otros asentamientos, la sustituye paulatinamente la organización ortogonal
de la traza europea. Sin embargo, en ese caso los indígenas supieron entre-
verar, dentro de la nueva malla urbana dispuesta por las congregaciones, su
antiguo modo de habitación y sustentación cotidiana:
66 ASPECTOS TEÓRICOS

METROS
o 10 20 30 40 50

AV. JUAREZ

~ ~ ~ ~ ~~ ~~~~~~~
C=::J c::::J
C=::J c::::J
C=::J t=::::J
C=::J c::::J
C=::J c::::J
C=::J c::::J
(/) C=::J c::::J
I--------I~ C=::J c::::J
W C=::J c:=:J
O
...J C=::J c::::J
-c C=::J c::::J
m
C=::J c::::J
~ C=::J c::::J
C=::J c::::J
C=::J
,--, ..--.
c::::J

FIGURA 1.7. Plano de Tenochtitlan: canales representados por líneas onduladas; chi-
nampas por rectángulos angostos y rectángulos mayores correspondientes a lotes
de casas. Fuente: Pasztory (1983), lámina 49; dibujó: Ada Gómez.

Los pueblos de la provincia, comúnmente, están en sitios semejantes a éste


[Taxco], unos en laderas, otros en quebradas y, otros, en lo más alto de los
cerros. y en estos tales, no hay orden ni poblazón, sino una casa aquí y otra
alljá], según la disposición que permite la aspereza de la tierra. Otros pueblos
hay que están en tierra más llana, cuyas casas están puestas por orden, for-
mándose calles muy derechas que llegan de campo a campo. Y es de saber que
cada casa, con sus terrezuelas, se cuenta por una casa, y, para formar las calles,
hacen desde una casa a otra un seto de cañas de maíz, o de otros palos, malezas
o arbolillos, con que hacen pared y se continúa la calle, por no dejar vacíos
aquellos espacios que hay entre casa y casa, que se ocupan con las tierras y hor-
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 67

tezuelas de los indios. Y ésta es la orden que, generalmente, tienen los pueblos
de indios de la Nueva España."!"

Simbolismos principales del altepetl

Durante los años sesenta del siglo pasado prevalecieron las teorías ecológi-
cas dirigidas a explicar las razones que motivaron a los grupos humanos a
seleccionar un lugar determinado para asentarse. Por ello, Gibson enfatizó
las ventajas materiales, o de subsistencia, como el agua y las tierras fértiles,
influyentes en la determinación de los indígenas del centro de México al
momento de asentarse en los pies de montes serranos y las riberas lacustres
de la cuenca de México.Uf En este y otros trabajos, los autores hemos mar-
cado distancia de las teorías ecológicas, dado que, en general, sus adheren-
tes soslayan el ascendiente ideológico de las instituciones sociopolíticas y
religiosas en la conformación del Estado y el nacimiento del urbanismo.
Sin dejar de reconocer la necesidad de los grupos humanos de asentarse
junto a cursos o fuentes de agua y tierras fértiles, consideramos igualmente
importante la ideología y los valores simbólicos de la naturaleza, sobre
todo aquellos indispensables a la supervivencia humana. En sí, el propio
metónimo "altepetl", "agua-montaña", evoca una gama amplia de metáforas
que aportaban, y todavía aportan, significados y razón de ser a la vida de
una comunidad mesoamericana, unas expuestas aquí y otras en cada uno
de los capítulos de este libro. Una de las mejor conocidas es la que compara
al altepetl con una "olla llena de agua'c- '? frase equivalente a "olla de la
abundancia". La simetría se observa en obras de arte de manufactura me-
xica, las cuales representan a los tlaloque (plural de Tlaloc) mientras derra-
man agua y mazorcas de maíz previamente contenidas en una de esas ollas.
Hemos sugerido, igualmente, que a las rinconadas metafóricamente se las
comparaba con esas u otras vasijas de barro, principalmente con una de
boca ancha llamada apaztli.P? Es dentro de un apaztli que la diosa Cihua-
coatl-Quilaztli mezcla el nixtamal con la sangre del miembro viril de Ouet-
zalcoatl y otros dioses, y con esa masa forma el cuerpo de los seres huma-

117 Acuña (1986 [1581]), n. p. 119.


118 Gibson (1986 [1967]).
119 Sahagún (1981 [1582]), lII, pp. 344-345.

120 García Zambrano (1991); (1992), pp. 274-275; (1994b), p. 79; este volumen, cap. VI; Ber-
nal García (1993), pp. 96 Y 194-196.
68 ASPECTOS TEÓRICOS

nos de la era presente. El altepetl, integrado generalmente a una cuenca la-


custre o fluvial, se convertía en símbolo tangible de esa olla de la abundancia,
en donde no solamente se habría gestado el ser humano, sino los alimentos
que lo sustentarían durante su estancia en la tierra.r>' Si los mesoamerica-
nos concebían a la ciudad y su geografía de esta manera, resulta lógico
colegir que el asentamiento urbano incluyera las chinampas y otros cam-
pos de cultivo.
Otra metáfora servía de encadenamiento entre las ciudades míticas y
legendarias, desde donde salían, real o figuradamente, los diferentes gru-
pos con el propósito de poblar un territorio prometido. La palabra axiliztli
equiparaba la acción de "llegar" con la "fundación" de una ciudad. 122 Arribo
y fundación requerían de la acción previa de haber salido de una locali-
dad anterior. Por tanto, los nahuas (y en realidad la mayoría de los grupos
mesoamericanos) debían cumplir dos condiciones primarias para obtener
derechos legítimos sobre el territorio. Primero, salir de uno de los siete
pétalos de la cueva original de Chicomoztoc ("En las siete cuevas") y después
emprender una larga peregrinación, real o mítica, hacia un destino simul-
táneamente incierto y predeterminado. Al final del camino habían de llegar
al sitio elegido y una vez ahí presenciar lo que el antropólogo e historiador
Alfredo López Austin llama el milagro fundacional.J= En el caso de México-
Tenochtitlan, dicho portento muestra a un águila devorando una serpiente
mientras se posa sobre un gran nopal cuajado de tunas coloradas. Salida,
migración y llegada o fundación constituían acciones imprescindibles del
proceso de asentamiento, debido a que a través de ellas se conformaba y
-ordenaba el espacio por habitar, a imagen y semejanza del lugar abandona-
do al inicio de la rnigración.t-:' Por ello, los pueblos mesoamericanos bus-
caron en el territorio a ocupar los aspectos geográficos y urbanos del lugar
de proveniencia, Aztlan o Tollan, el cual siempre se ubicaba dentro de un
ambiente acuático, lacustre o ribereño. También procuraron encontrar
detalles geomorfológicos de aquel paisaje mítico. 125 Por ejemplo, la mon-
taña de Colhuacan ("En el lugar de aquellos que tienen ancestros") y las
cuevas de Chicomoztoc. A esta impronta de imágenes que los emigrantes
llevaban en la mente, el antropólogo Pascal Boyer las llama "metarrepre-

121 Berna] García (1993), pp. 126-127; López Austin (1994), p. 162.
122 Schroeder (1994 [1991]), p. 123.
123 López Austin (1996), pp. 399-401.
124 Berna] García (1993), pp. 237-315.
125 García Zambrano (1992); Berna] García (1993), cap. IV.
EL ALTEPETL COLONIALY SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 69

sentaciones", debido a que dichas imágenes conforman matrices de entornos


geográficos que estimulan en los emigrantes añoranzas del lugar de prove-
niencia ancestral.t-> En consecuencia, el paisaje a encontrar debía corres-
ponder con aquel que se había dejado atrás al inicio de la migración: un
pedazo de tierra junto al agua o rodeada de ella, un estero poblado de juncos,
pájaros y peces y una o varias cuevas evocadoras de Chicomoztoc.t?? Un
caso, reportado por Schroeder y ocurrido en el área de Amaquemecan, ilus-
tra el poder que las metarrepresentaciones ejercían también en el ámbito
social. Aunque existían conflictos entre los diferentes grupos que habitaron
la parcialidad de Tenanco Tepopolla, 128 éstos se resolvieron gracias a que
cada uno de ellos se percató de su origen común en la etnia troncal de los
chichimecas y la mítica cueva de Chicomoztoc. Al sellarse una nueva alian-
za, los allegados adoptaron el patronímico de Chiconcuac ("En el lugar de
las siete serpientes'T.t-? debido a la presencia de un monolito esculpido con
siete serpientes. La escultura podría referirse simultáneamente a la cueva pri-
mordial y a la deidad femenina del maíz, Chicomecoatl ("Siete serpientes").
Sociopolíticamente, el lugar de las siete cuevas se reflejaba también en los
siete grupos que idealmente habitarían los calpolli de la ciudad.t-'?
Otra singular idea que los mesoamericanos concibieron fue el imaginar
al altepetl como un ente portátil. Schroeder argumenta que el abandono de
126 Según Boyer (1998), pp. 876-887 Y 881-882, referentes mentalmente elaborados propi-

cian la evocación de elementos culturales cognitivamente adquiridos. Los referentes responden


a una ontología intuitiva que promueve el establecimiento de inferencias y, por ende, cons-
trucciones estructurales y conceptuales con base en agregados culturales. En dichos agrega-
dos, las construcciones mentales se valen de metarrepresentaciones auxiliadas por signos o
iconos (tokens) que cooperan con la cadena de transmisión. Aparte de los signos o icono s, los
elementos prominentes de la geografía pueden desempeñar la misma función. Por lo anterior,
diversos aspectos sígnicos del paisaje comportan metarrepresentaciones, que a su vez disparan
o remiten a representaciones culturales intrínsecas. Por ejemplo, los icono s representativos de
Aztlan, Chicomoztoc y Culhuacan contienen signos clave para los inmigrantes que buscaban
en la geografía esas "metarrepresentaciones" a fin de satisfacer la necesidad de asentarse. Véa-
se también García Zambrano, (2006 y s. f.), en donde el autor aplica las teorías de Boyer al
caso mesoamericano.
127 La escena es bien conocida académica y popularmente, y la relación entre el paisaje de
Aztlan y México-Tenochtitlan ha sido analizada por un sinnúmero de autores. Este enfoque
paisajístico lo han abordado D. Carrasco (1992 (1982)); García Zambra no (1992); (l994a y
1994b, y s. f.): y Bernal García (1993), cap. IV; (1997 y s. f.).
128 Schroeder (1994 [1991)), p. 58.

129lbidem, pp. 58-59. Chiconcuac se puede traducir por "siete serpientes"; John Sullivan,
comunicación personal, 2003.
130 Lockhart (1992), p. 16. El pueblo de Coixtlahuaca, estado de Oaxaca, contiene una cue-

va que los lugareños relacionan con Chicomoztoc; Ramírez Ruiz, comunicación personal,
octubre de 2003.
70 ASPECTOS TEÓRICOS

un altepetl eventualmente ocasionaba la fundación de otro en un lugar dife-


rente, por lo que el último incluía la mudanza del primero.t '! La autora ob-
serva, por ejemplo, que Chimalpahin emplea el verbo iquania ("mudarse")
cuando un altepetl se restablecía dentro de una misma región. 132Un modo
aún más preciso de aludir a la transitoria desintegración del organismo lo
proporciona el empleo del verbo polihui C'desaparecer, perderse o destruir-
se").l33 Sin embargo, el aparejamiento frecuentemente de polihui y yauh
("irse") hace pensar a Schroeder que la destrucción de un altepetl compor-
taba un hecho circunstancial en el sentido de un "severo retroceso", mas no
necesariamente en el sentido de su completa desaparicíón.r+' Si, como ex-
plica Lockhart, el altepetl se componía de células, una de ellas podía escin-
dirse o agregarse y permitir al ente encogerse o expandirse, causando un
daño mínimo a su base organizativa.P> Igualmente, si una célula sobrevivie-
ra, ésta contendría la capacidad de reproducirse a sí misma al encontrar el
ambiente propicio. Por otro lado, el antropólogo Edmund Leach afirma
que la ciudad es, antes que planeación y construcción, una idea.l36 Las ideas
se mueven con la persona que las detenta, correspondiéndole el privilegio
de escoger el lugar u ocasión propicios para implementarla. De hecho, en el
bulto que cargaban los emigrantes, seguramente, no sólo venía la divinidad
protectora sino los elementos principales del altepetl a fundar. Recuérdese
además que en algunas historias de la fundación de ciudades mesoamerica-
nas (un ejemplo es la Historia tolteca-chichimeca), las cabezas y miembros
de los calpolli abandonan una ciudad para adueñarse de otra. En resumen,
la composición celular del altepetl permitía a la entidad integrar confedera-
ciones y aun imperios sin perder su autonomía.t-? Por ello, los indígenas
nunca imaginaron que perderían sus tierras, o su independencia, al unirse
al proyecto de la Corona española.

131Schroeder (1994 [1991]), p. 128.


132Idem. Según Delfina de la Cruz de la Cruz, nahua de la Huasteca, un significado más
preciso de iquania es "hacerse un poco más para allá". Un ejemplo de la mudanza de un alte-
petl o calpolli lo constituye el caso de Cholula; véase Bernal García en este volumen, cap. IV.
133 Molina, en Schroeder (1991) p. 130.
134 Schroeder (1994 [1991]), pp. 130-131.

135 Lockhart (1992), pp. 15 Y26.


136 Leach (1977).

137 Las confederaciones o imperios podían recibir diversos nombres en la zona del centro

de México: altepetl, tecpilaltepetl, cemanahuac altepetl, huey altepetl y tlahtocaltepetl; Schroeder


(1994 [1991]), pp. xvii, 117 y 120.
EL ALTEPETL COLONIALY SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 71

Estabilidad y transformación del altepetl, siglo XVI

Durante la segunda mitad de la década de 1980, un gran número de histo-


riadores y otros especialistas, además de los ya mencionados, se interesaron
por la transformación del altepetl prehispánico en altepetl colonial. Desde
entonces la información sobre el tema no ha cesado de fluir. Los trabajos
resultantes constataron el proceso de adaptación de la organización territo-
rial y sociopolítica del altepetl a las nuevas condiciones de la Colonia, el cual
pasó por varias etapas. La primera, entre 1521 y 1535, atestiguó el princi-
pio de la fragmentación de los altepeme.P" Inmediatamente después de la
derrota de México-Tenochtitlan, los conquistadores, sabedores del enorme
volumen de tributos que recibían los tlatoque, repartieron sus altepeme en
encomiendas. Coherente en parte con las divisiones territoriales indígenas,
las nuevas estructuraciones siguieron un rumbo bastante variado. Por
ejemplo, algunos altepeme permanecieron intactos; otros se fragmentaron
como Chalco y Tetzcoco; algunos de los altepeme confederados se convir-
tieron cada uno en una encomienda; el altepetl de México-Tenochtitlan se
descompuso en cuatro encomiendas correspondientes a sus cuatro barrios
principales, y otros se dividieron según su distribución en las mitades
de "arriba" y "abajo".139Prontamente, estas primeras divisiones originaron
una catalogación de los asentamientos en pueblos de españoles y pueblos
de indios.
Aparte de la división del territorio en pueblos de conquistadores y de
conquistados, el carácter feudal de la encomienda trajo consigo un deshu-
manizado trato de los indígenas, quienes llenaron las considerables exigen-
cias laborales de la ocupación colonial. Sin embargo, a causa de las epidemias,
situaciones de desesperanza existencial motivadas por las dislocaciones
familiares y las separaciones compulsivas de los entornos sacralizados, la
población indígena experimentó una alarmante tasa de mortandad.v'?
La situación obligó a la Corona a encomendar a los frailes un papel más acti-
vo y humanizado en la colonización de los nuevos territorios. Además de

138 El resumen siguiente está basado en las investigaciones de Lockhart (1992), pp. 28-53 Y
García Zambrano (2001) (investigación concluida y remitida a los editores de la UNESCO en
1991). El primer trabajo conforma un resumen del proceso completo y el segundo un estudio
pormenorizado de las etapas de urbanización que se dieron durante el siglo XVI. García Castro
(1999), por su lado, sigue paso a paso la transformación de los pueblos del valle de Toluca y,
por ende, constituye una referencia obligada.
139 Lockhart (1992), pp. 29-30.

140 García Zambrano (2001), p. 485.


72 ASPECTOS TEÓRICOS

evangelizar a los indígenas, se aspiraba a elevar su condición cívica en el


sentido europeo, garantizando elementales derechos que los convirtieran
en vasallos efectivos del Imperio español. En consecuencia, desde la llegada
de los frailes a México en 1524, la Corona relacionó a la encomienda con el
sistema de reducciones y doctrinas, lo que eventualmente originó las juris-
dicciones de los "pueblos de doctrina" y las "parroquias". De hecho, las en-
comiendas de mayores proporciones se dividieron en parroquias; en cam-
bio, de la fusión de dos encomiendas menores surgiría una sola parroquia o
un pueblo doctrinero.t+' Reorganizados de esta manera, los indígenas, bajo
la dirección de los frailes, se abocaron a construir iglesias y conventos. Des-
de allí se siguió evangelizando a los pueblos y se atendió a los asentamientos
más alejados, ahora llamados "pueblos de visita", los cuales se localizaban
dentro del circuito mendicante de las "guardianías". Aunque las parroquias
correspondían al sistema de organización del clero secular, las circunstancias
de la colonización temprana justificaron el desempeño de los frailes en cali-
dad de párrocos hasta fines del siglo XVI. Estas primeras doctrinas o parro-
quias se organizaron a partir de los centros urbanos ahora llamados "pue-
blos".142Aunque todavía dependientes de las encomiendas, las entidades
parroquiales lograron preservar sus gobiernos indígenas.t+> Pueblos y
parroquias mantuvieron por un tiempo sus fronteras y partes constitutivas
debido a que no existía ninguna otra posibilidad real de organización urba-
nística.t+' Algunos altepeme pasaron intactos a convertirse en pueblos;
ejemplos de ello fueron Coyoacan y Xochimilco.t+> De hecho, ambos sitios
conservan cierto carácter distintivo con respecto a otras áreas de la hoy
zona metropolitana de la ciudad de México. Aun algunas partes pequeñas
de los altepeme (quizás los tlaxilacalli) se reconocieron como pueblos.t+s
Los conglomerados mayores resultantes de la segmentación colonial fueron
los pueblos de indios, los cuales se reorganizaron en pueblos cabecera y
sujetos, según la nueva jerarquía obtenida dentro de un territorio específico.
Dicha organización fue, a final de cuentas, basada de una manera u otra y
en mayor o menor grado en la de los altepeme originales.
Entre 1530 y 1550, el gobierno colonial organizó los altepeme bajo el
modelo suministrado por el municipio español. Sin embargo, el proceso
141 Lockhart (1992), p. 28.
142/dem; García Zambrano (2001), p. 475.
143 Lockhart, op. cit., p. 28.

144 Lockhart, op. cit., p. 31; García Zambrano (2001), p. 462.

145 Lockhart, op. cit., pp. 29-30.


146/bidem, p. 52.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 73

nunca llegó a completarse del todo debido a la todavía vigente organización


de los calpolli. Por ejemplo, mientras el cabildo de los pueblos peninsulares
contaba con dos alcaldes y de seis a 12 regidores, quienes servían por un
determinado número de años, los regidores en el cabildo colonial consiguie-
ron aumentar el número base a ocho y permanecer en el cargo de por vida,
en contraste con el servicio temporalmente limitado del cargo en España. 147
El cambio pretendidamente dirigido a emular una administración de clara
factura europea fracasó, y en su lugar se estableció un híbrido resultante de
la organización española y la mesoamericana, situación vigente hasta nues-
tros días en un número significativo de municipalidades. 148 Por ejemplo, en
Tlaxcala (en este volumen, capítulo VIII) los cuatro tlatoque correspondientes
a los cuatro altepeme que constituían el huey altepetl se convirtieron en
regidores perpetuos del cabildo y en México-Tenochtitlan los cuatro regido-
res provenían, invariablemente, de los cuatro calpolli cardinales, ahora
barrios de la ciudad.t+? El nuevo tipo de municipio dominó la organización
de los pueblos indígenas hasta principios del siglo XIX.ISO
Hacia 1530, y como resultado de las condiciones mencionadas, la po-
blación indígena había disminuido considerablemente, amenazando a la
Corona con una caída estrepitosa de la economía. Según García Zambrano,
los españoles tuvieron que detenerse a recapacitar sobre los estragos pro.
ducidos por la sobreexplotación de la mano de obra indígena en minas y
encomiendas.t>! En contraste con las tácticas desarticuladoras de los enco-
menderos, los frailes lograron, por medio de la evangelización y el modelo
urbano de la traza, condensar "en policía" a un gran número de poblados
indígenas. A objeto de sobrevivir el traslado desde sus barrios y milpas hasta
las nuevas ciudades y pueblos, los naturales transmutaron sus antiguos
templos (teocalli) en iglesias cristianas ("santa cale") erigidas sobre o en la
cercanía de sus montañas sagradas o encima de las pirámides, metáforas
arquitectónicas de esas montañas. En este contexto, la cruz, simbólica del
quincunce cosmogónico y las cuatro divisiones cardinales de la ciudad, se fu-
sionó con la cruz de origen cristiano. Además y mientras los colonizadores
trataban de organizar el cabildo en pueblos y ciudades, se sucedieron otras
estrategias de urbanización por parte de los españoles. Respondiendo a la

147lbidem, pp. 35-40.


148lbidem, pp. 36-41.
149lbidem, pp. 37-39.
ISO Ibidem, p. 47.

151 Carda Zambrano (1992), pp. 240-241; (2001), pp. 463 Y470-473.
74 ASPECTOS TEÓRICOS

amenaza de un colapso demográfico, los conquistadores finalmente acata-


ron la sugerencia de los frailes en favor de una contemporización poblacional
con los indígenas.t-v Dicha estrategia consiguió preservar la integridad de
algunos pueblos de indios en un breve periodo entre 1535 y 1550. La nueva
política permitió a los indígenas obtener títulos dentro del sistema jurídico
español, justificando así la posesión legal de sus tierras. Concurrente con la
legalidad de los trámites, los indígenas reescenificaron, en presencia de
funcionarios españoles, las ceremonias tradicionales de demarcación
de linderos y otros ritos fundacionales. Como parte del proceso se produjeron
los documentos discutidos anteriormente, los Títulos de pueblos y tierras. 153
Resulta obvio que, desde la mentalidad indígena, así como no se podían
repartir las tierras sin la división en los cuatro barrios, preocupación expre-
sada por el nativo de Zoyatzingo y expuesta al principio de este trabajo,
también fue impensable re fundar un pueblo sin los rituales correspondien-
tes. Siguiendo de cerca sus ritos ancestrales, se reasentó a los indígenas,
bajo la supervisión de los mendicantes, en sus mismos "pueblos viejos" o en
lugares cercanos a ellos, ahora denominados "pueblos nuevos". 154
La consolidación alcanzada, entre las pautas locales y foráneas de pobla-
miento, duró el corto tiempo que le tomó allatifundismo practicado por los
colonos interferir abiertamente en las tierras ocupadas por los naturales.t=
Inmediatamente después del paréntesis contemporizador (1535-1550), la
Corona implementó el programa de las congregaciones de pueblos dirigido
a remplazar las caducas estructuras feudales defendidas por los encomen-
deros. Aunque ímplementado de modo intermitente entre 1550 y 1610, la es-
trategia procuró congregar a los indígenas en pueblos ortogonales, lográn-
dose propósitos adicionales. Por un lado, al verse obligados a desalojar sus
hogares y milpas, los indios dejaban ociosas grandes cantidades de tierras,
circunstancia aprovechada por los hacendados para adjudicarse, ventajo-
samente, predios de enorme valor monetario. Por el otro, las ciudades y los
pueblos, con la afluencia de los indígenas a la cabecera, sustancialmente
mejoraban el sector general de servicios. Desde entonces, tanto el trabajo
artesanal como la servidumbre casera se convirtieron en recursos impres-
cindibles para los pueblos de españoles. Por otra parte, la Corona obtenía
mayores recaudaciones fiscales debido a que el tributo de las haciendas,

152 García Zambrano (2001).


153 García Zambrano (1992), p. 243; Lockhart (1992), pp. 28-46.
154 García Zambrano (2004), y en este volumen, cap. VI.
155 García Zambrano (2001), pp. 490-495.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 75

basado en la mano de obra indígena, siempre barata, se acrecentaba consi-


derablemente. En comparación, los tributos provenientes de las tierras de
los indígenas se reducían, justificándose el que la Corona congregara a los
indígenas para colocados accesiblemente en las cercanías de haciendas
y minas. La estrategia de las congregaciones también llevó a las cabeceras a
iniciar un proceso de anexión de barrios aledaños que, en algunos casos,
terminó incorporando a los pueblos sujetos circundantes. Empezó de este
modo lo que fuera quizás el primer ejemplo de conurbación en la historia de
México. De hecho, la etapa contemporizadora, que permitió la residencia
extendida de los indígenas, presentó el mayor inconveniente al expansio-
nismo latifundista fomentado por los hacendados y a la formación de ciu-
dades en traza densamente pobladas. Ilustrativa de las dislocaciones del
periodo es la carta de 1559, mencionada anteriormente, del visitador Pedro
de Ahumada, quien efectivamente reporta el uso holgado, por parte de los
indígenas, de las manzanas de la traza, al construir pocas casas dentro de las
parcelas de cultivo (en vez de contener más casas y escasos cultivos como
quisiera la administración colonial). Tal circunstancia producía la impre-
sión de que el asentamiento estuviera "tan fuera de policía y vecindad".
Mientras tanto, los indígenas se escondían en "sus cerros y quebradas" en
un último intento por evitar entrar en congregación. Con todo, algunos pue-
blos argumentaron exitosamente ante el virrey, permitiéndoseles permane-
cer asentados en sus lugares originarios. 156
En general, Lockhart considera que "a pesar de los cambios introduci-
dos por la sociedad española en el ámbito de la vida urbana indígena, con-
quistadores y colonizadores duplicaron la estructura y el patrón de asen-
tamiento indígena, hasta cierto punto perpetuándolo" .157 Los indígenas
aprovecharon este periodo para reacomodar las nociones españolas de pue-
blo cabecera y pueblo sujeto a sus propios propósitos. Prueba de lo funda-
mental que resultó ser la organización del altepetl respecto a la vida socio-
cultural de los grupos mesoamericanos es que todavía en documentos de
los siglos XVII y XVIII los nahuas pocas veces sustituyeron el término europeo
"pueblo" por el suyo de altepetl, y en lugar de usar los conceptos de pueblo
cabecera y pueblo sujeto prefirieron emplear altepetl y barrio.t-" Reciente-
mente, en el año 2000, el etnógrafo C. Reyes García, en su estudio sobre el
altepetl de Cholula, asevera que:
156 Ibidem, p. 494.
157 Lockhart (1992), pp. 56-58.
158 Ibidem, pp. 52-53 Y 56.
76 ASPECTOS TEÓRICOS

El municipio coexiste con otras instituciones nativas que manifiestan la hetero-


geneidad orgánica, las cuales tienen profundas raíces temporales y se manifies-
tan en múltiples formas tanto en ceremonias públicas como en festividades pri-
vadas, civiles y religiosas [... ] El Altepetl Cholula es un buen ejemplo de una
institución nativa que rivaliza y en algunas ocasiones sustituye al municipio
[español]. 159

, En resumen, las estrategias de la colonización influyeron de manera


positiva o negativa, según la suerte que hubieren corrido cada altepetl y sus
habitantes durante el proceso inicial de la colonización.

La ciudad prehispánica, antecedente del altepetl colonial

Si como afirma Lockhart, el altepetl fue (y todavía es en algunos lugares


de México) el centro de la organización del mundo nahua, antes y después de
la Conquista española, las raíces de su conformación y simbolismo deben
buscarse naturalmente en el mundo prehispánico. De hecho, al arribar los
europeos al Golfo de México en 1519, el diseño urbano mesoamericano
contaba con una tradición de al menos 2 000 años de existencia. Sus raíces
se encuentran en los sitios del Periodo Preclásico Medio (1200-1400 a.C.),
construidos por las culturas participantes del sistema llamado "olmeca":
por ejemplo, San Lorenzo y La Venta en el Golfo de México, Chalcatzingo
en Morelos y Teopantecuanitlan en Guerrero. Los estudios sobre la ciudad
mesoamericana involucran varias áreas del conocimiento y dentro de ellas
una gran variedad de metodologías. Por esta razón, el presente trabajo
se concentra en ofrecer una historiografía somera sobre el tema, destacan-
do la definición del término "ciudad" utilizado por varias disciplinas, así
como las controversias y soluciones formuladas para adjudicar rango
urbano a los vestigios arqueológicos que pudieran comportarlo. Aunque
algunas de las polémicas han sido allanadas a través de estudios recientes,
todavía quedan barreras disciplinares por atravesar y puentes meto do-
lógicos por cruzar. También resumiremos las posiciones teóricas de los
últimos 30 años y señalaremos su relevancia respecto a las propuestas y

159 C. Reyes García (2000), p. 13. El libro se basa en su tesis de maestría de 1976, el cual

suponemos que por falta de oportunidades no se publicó sino hasta 24 años después. Para su
tiempo, y aún ahora, la obra contiene una adecuada revisión de la bibliografía y datos induda-
blemente novedosos y valiosos.
EL ALTEPETL COLONIALY SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 77

estudios de caso presentados en este libro. Adicíonalmente, debemos seña-


lar que la caracterización de la ciudad mesoamericana se ha dificultado en
virtud de la preponderancia que ejerce la definición occidental de ciudad,
modelo difícil de aplicar a otras tradiciones urbanas, sobre todo a las prein-
dustriales.

El asentamiento mesoamericano, ciudad o centro ceremonial

Como expusimos al principio de este trabajo, los conquistadores llamaron


ciudades a los grandes asentamientos que encontraron a su paso al avanzar
hacia la capital del Imperio mexica. En ocasiones alguno de ellos, como
Bernal Díaz del Castillo, manifestaron por escrito su sorpresa y admiración
al encontrar en el territorio descubierto ciudades comparables o superiores
en organización y belleza a las que habían dejado atrás en Europa, tanto en
la realidad como en la fantasía de las épicas medievales. Igualmente, los
cronistas del mismo siglo, fray Bernardino de Sahagún, fray Diego Durán
y fray Diego de Landa, por ejemplo, hablaron de ciudades y pueblos al refe-
rirse a los asentamientos indígenas, comparándolos con Sevilla y El Cairo.t=?
Entre el siglo XVIII y el primer cuarto del siglo xx, los exploradores-científi-
cos también consideraron ciudades a los vestigios de edificios prehispá-
nicos que encontraron a su paso, desde La Quemada y Tula en el norte y
centro de México hasta Copán al sur del área maya.w! La idea no perdió
vigencia hasta 1931 cuando, bajo la influencia de algunos arqueólogos, los
estudiosos de esta y otras disciplinas vacilaron por espacio de 40 años
acerca de la naturaleza urbana de los núcleos poblacionales prehis-
pánicos, particularmente aquellos de la zona maya. La incertidumbre se
plasmó en un sinnúmero de discusiones entre los investigadores. Unos
apoyaron el modelo que promovía a los sitios arqueológicos como ciudades
habitadas y activas, y otros abogaron por la hipótesis que proponía a los

160 Aunque no dejamos de considerar que al escribir a mitad de siglo, bien pudieron haber
aplicado los términos indiscriminadamente.
161 Por ejemplo, el explorador francés Desiré de Chamay (1887 [1863]). Sin embargo, la lis-

ta es extensa como para incluir a todos los científicos-exploradores en las referencias. Aquí y a
guisa de otro ejemplo se puede incluir a Alejandro von Humboldt (1810); al arquitecto Viollet-
Le-Duc (1854-1868); al inglés John L. Stephens, y al arquitecto y dibujante Frederick Cather-
wood (1843). También a los investigadores Alfred Maudslay (1889), Frans Blom y Oliver La
Farge (1926). Los trabajos de Andrews (1975), pp. 3-4, Y Mangino Tazzer (1990), pp. 16-17,con-
tienen listas pormenorizadas de esta historiografía.
78 ASPECTOS TEÓRICOS

mismos como centros ceremoniales fundamentalmente vacíos. 162Ambos


grupos, sin embargo, se referían al núcleo urbano con su aglomeración de
construcciones, mas no al concepto de altepetl o ciudad dispersa de la que
habla este trabajo.
El problema se originó con las teorías evolucionistas de Gordon R. Willey
y Philip Phillips, cuyos efectos se dejaron sentir 27 años antes de su presen-
tación final en el libro de 1958. Según la síntesis histórico-cultural del pasa-
do americano (cuadro 1.1), expuesta por los arqueólogos, los atributos tec-
nológicos, sociales e ideológicos de los grupos americanos prehispánicos se
organizaron de acuerdo con cinco fases de desarrollo tecnológico, social e
ideológico, correspondientes a otras cinco fases cronológicas: lítica, arcai-
ca, formativa, clásica y posclásica.I=' En este trabajo nos concierne la evo-
lución de los atributos sociales: "comienzos de aldeas permanentes", "aldeas
permanentes y primeros centros ceremoniales", "centros ceremoniales ma-
yores y comienzos del urbanismo" y "urbanismo complejo".164El esquema
se empalma con otra preocupación de la arqueología y la antropología cul-
tural, el origen del Estado en América. En general, estas disciplinas propo-
nen el surgimiento simultáneo, interrelacionado y complementario de la
formación del Estado y la organización urbana de un asentamiento. Por
ejemplo, según Elman Service, las sociedades pueden organizarse en ban-
das, tribus, cacicazgos y Estados.t=> Aunque las diferentes formas de orga-
nización pueden ocurrir de manera sincrónica en un momento cronológico
dado, la antropología acepta un esquema evolutivo, de acuerdo con fases

162 Hasta la fecha existen seis exposiciones acerca del debate: cuatro estructuradas desde el
punto de vista de la antropología, cuya autoría corresponde a los arqueólogos Gordon R. Willey
(1981 [1956]), William A. Haviland (1970 [1966]), George F. Andrews (1975), pp. 14-32, y Marshall
Joseph Becker (1979); y dos de carácter interdisciplinario, una elaborada por Bernal García
(1993), pp. 14-24, a partir de los estudios de la historia de! arte, y la otra por e! historiador de
religiones Lindsay Jones (1995), pp. 35-37. Por razones ajenas a la voluntad de Berna! García, las
revisiones del debate expuestas por Haviland y Andrews pasaron inadvertidas en la elabora-
ción del trabajo de 1993. Entre los seis trabajos destacan los de Becker y Jones. El de Becker
por la precisión de los datos y el profesionalismo con el que maneja tan delicado argumento, y
e! de Jones por exponer las pasiones académicas y extraacadémicas de la gran mayoria de los
investigadores, las cuales, por supuesto, influyeron en la presentación de sus datos. Remitimos
también a los interesados en el tema a las investigaciones de Ashmore y Willey (1981), pp. 3-18
y Kubler (1984 [1962]), p. 44.
163 Willey y Phillips (1958).

164 Grosso modo y por razones metodológicas, época prehispánica se divide en el Periodo

Preclásico o Formativo (siglos xv a.c. al r d.C.), el Periodo Clásico (siglo 1 a VIII d.C.) y el Perio-
do Posclásico (siglo IX al año 1521 d.C.).
165 Service (I962); Sanders y Price (1968).
CUADRO 1.1. Historia cultural del Nuevo Mundo, según Willey y Phillips (1958)

Etapas de desarrollo Atributos tecnológicos Atributos sociales Atributos ideológicos

Posclásico Metalurgia Urbanismo complejo, Secularización de las


militarismo sociedades

Clásico Especialización artesanal y Grandes centros Teocracias


principios de la metalurgia ceremoniales, principios desarrolladas
del urbanismo

Preclásico o Formativo Cerámica, hilado, producción Aldeas permanentes Principio de las clases
alimenticia desarrollada y pueblos: primeros sacerdotales
centros ceremoniales

Arcaico Diversificación de herramientas, Principio de aldeas


comienzo de la producción de permanentes ?
alimentos

Lítico Herramientas de piedra tajada Nomadismo, cazadores-


recolecto res ?

FUENTE: Sharer y Ashmore (1979), fig. 13.7; transcribió: Ada Górnez.


80 ASPECTOS TEÓRICOS

históricas definidas. En resumen, un cacicazgo no puede organizarse urba-


namente y el urbanismo sólo puede existir "desde un punto de vista lógico y
sernántico" si el Estado está presente. 166 Con base en esta teoría, la arqueo-
logía estudia los asentamientos prehispánicos a fin de esclarecer si éstos se
comportaban como cacicazgos y aldeas o Estados y ciudades. El esquema
de Willey y Phillips cuidó conscientemente evitar la teoría evolutiva, lineal
y etnocéntrica de los antropólogos y sociólogos del siglo XIX. I67 No obstante,
las intenciones científicas retornaron las desviaciones y carencias que pre-
tendían subsanar, I 68 ocasionando el largo debate mencionado. Quizás uno
de los motivos de la amplia difusión y acogida del esquema fue que desde su
origen descansara en manos del influyente arqueólogo Alfred V. Kidder,
director de la División de Investigación Histórica de la Institución Carnegie,
situada en la ciudad de Washington, D. C.169 A favor de Kidder cuenta, sin
embargo, que en 1935 el arqueólogo organizó el primer proyecto de gran
envergadura en el área maya y junto con Edwin M. Shook descubrió la ocu-
pación preclásica (o formativa) de esta cultura. 170 En general, el argumento
se enfocó sobre el área maya porque los principales asentamientos del cen-
tro de México, Teotihuacan y México-Tenochtitlan llenaban los requisitos
básicos de las teorías urbanas de la época: organización geométrica, calles
bien definidas y gran densidad de población. Igualmente cumplían con las
condiciones para consideradas una organización de Estado: número con-
siderable de población, núcleo densamente poblado y heterogeneidad social
interna.!"! De todos modos, la conjetura pronto alcanzó a las ciudades del
centro de México.
A Willey se le atribuye, generalmente, la invención y definición del tér-
mino "centro ceremonial" divulgada por medios impresos en 1953: "Un
centro ceremonial es un sitio donde habitan los jefes, sacerdotes o civiles,

166Price (1975), p. 68; Fox (1977), p. 24.


167El esquema encubrió el carácter sesgado de la clasificación bajo el establecimiento de
periodos cronológicos definidos para la historia antigua del continente americano. Existe una
gran cantidad de estudios sobre la materia; sin embargo, el volumen en coautoría por Sharer y
Ashmore (1979) proporciona un principio sólido en el cual basar otras investigaciones.
168 Sharer y Ashmore (1979), p. 490. El evolucionismo unilineal se basa en las ideas de Her-

bert Spencer sobre la supervivencia del más apto y la clasificación de las culturas de Lewis
Henry Morgan en salvajismo, barbarie y civilización. Estos y otros antropólogos del siglo XIX
siempre colocaron a sus propias culturas en el pináculo de sus clasificaciones, mientras aque-
llas que estudiaban quedaban en la barbarie o en el salvajismo; ibidem, pp. 48-49.
169 Ibidem, pp. 479-481.

170 Ibidem, p. 483.

171 Wirth (1938); Sanders y Webster (1988), p. 521.


EL ALTEPETL COLONIALY SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 81

sus dependientes directos y tal vez algunas personas más. El grueso de la


población vive en aldeas dependientes de ese centro y sólo lo visitan en días
festivos para atender sus asuntos o cuando se les congrega allí para realizar
los trabajos que impone la jerarquía". 172 No obstante, fue en realidad el tam-
bién extremadamente influyente arqueólogo Eric J. Thompson de la Uni-
versidad de Yale, quien 22 años antes introdujo el concepto en un panfleto
publicado en 1931.173 En su excelente análisis sobre el origen del problema,
el arqueólogo Marshall Joseph Becker afirma que Thompson, gracias a su
gran entusiasmo y habilidades oratorias y literarias, presentó una hipótesis
carente de fundamento y documentación. 174 La hipótesis influyó inclusive
en la obra de algunos etnógrafos, quienes descartaron las observaciones
previas de Parsons, Redfield, Villa Rojas y Bunzel respecto a un patrón de
asentamiento disperso en los pueblos mayas, como se apuntó en la primera
sección de este trabajo. Los nuevos resultados retornaron a influir en los
arqueólogos, formándose de esta manera un circuito de argumentación
interdependiente. Lo sorprendente fue que pocos académicos cuestionaron
los datos o exigieron la evidencia de los postulados que trataban de soste-
ner la hipótesis. En consecuencia, infinidad de arqueólogos siguieron a
Thompson y Willey en su postura, la mayoría de ellos auspiciados por insti-
tuciones de incuestionable prestigio académico. En el proceso, Thompson
contrastó las ruinas mayas con las ciudades del centro de México, precisa-
mente con Teotihuacan y México-Tenochtitlan.t " a la par que defendía la
superioridad de las culturas mayas que él estudiaba en relación con las del
centro de México que otros investigaban. Su pasión por los mayas lo llevó a
plantear, en su libro de 1954, una distinción por lo menos contradictoria y
por demás ofensiva, tanto para los mayas como para sus supuestos contrin-
cantes: debido a sus cualidades pacifistas, los mayas construyeron centros
ceremoniales o ciudades vacías, mientras los grupos del centro de México
levantaron genuinas ciudades debido al autoritarismo ejercido a través del
aparato militar. 176

172 Ashmore y Willey (1981), p. 10. La cita textual está tomada de Bernal (1968), pp. 64-65,

a fin de facilitar su lectura en español.


173 Becker (1979), p. 8; )ones (1995), p. 35.
174 Becker (1979), pp. 3 Y9-11.

175 Thompson (1931), p. 336.

176 También citado en Ashmore y Willey (1981), p. 8., Jones (1995), p. 35, a través de su

perspicaz apreciación del problema, censura a Thompson del modo siguiente: "Thornpson
mantenía que la cultura mexicana era 'moralmente más débil [... ] de valores bajos' y por esta
razón su arquitectura se caracterizaba por su 'agitación [... ] ostentación e inestabilidad [...]
82 ASPECTOS TEÓRICOS

A pesar de la gran influencia de Thompson y Willey,un pequeño núme-


ro de arqueólogos decidió cuestionar la categoría de centros ceremoniales
adjudicada a los restos arqueológicos mayas y trató de probar su función
como centros ceremoniales de ciudades complejas y funcionales a nivel de
Estado. Quince años después del postulado de Thompson, en 1946, Sylva-
nus G. Morley!?? puso por primera vez en tela de juicio la hipótesis de los
"centros ceremoniales vacíos". Basado en la información de 1560 de Diego de
Landa, y en sus propias excavaciones en la península yucateca, Morley afir-
ma que Chichén Itzá debía ser considerada por los académicos una ciudad
y no solamente un centro ceremonial. Diez años más tarde, en 1956, el mis-
mo Shook, quien había participado con Kidder en las primeras excavacio-
nes del área maya, se unió a la arqueóloga Tatiana Proskouriakoff178 para
rechazar enérgicamente la categorización de Thompson y sus seguidores.
Shook y Proskouriakoff argumentaron que los llamados centros ceremo-
niales de los periodos Clásico y Posclásico constituían los "núcleos cívicos y
religiosos" de sus respectivos conglomerados urbanos. Sus observaciones
cayeron en oídos sordos, puesto que no fue sino hasta la década de los seten-
ta, a raíz de varias excavaciones intensivas y productivas discusiones, que
otro grupo de arqueólogos aceptó el rango de ciudad para los asentarnien-
tos mayas del Periodo Clásico. Aun así, persistía la creencia de que estas
ciudades debían su existencia gracias a la influencia del urbanismo del cen-
tro de México. 179
De esta suerte, las hipótesis formuladas por los arqueólogos, específica-
mente para el área maya, pronto alcanzaron a otras disciplinas y a las mis-
mas ciudades que se habían tomado como modelo del urbanismo prehispá-
nico mesoamericano. Así, mientras los arqueólogos seguían debatiendo en
por una increíble rigidez [... ] y por su deprimente monotonía'; en contraste con el arte y la
arquitectura maya, la que se caracterizaba por su 'aplomo sereno [... ] moderación, orden y
dignidad'. Siguiendo este mismo esquema etnocéntrico, Thompson se refiere a los habitantes
de México Central como 'totalitarios y militaristas', 'constructores de imperios a través de sus
genuinas ciudades', a la vez que los mayas, intelectuales y pacíficos, construían 'ciudades
vacías' o 'centros cerernoniales'"; Jones (1995), p. 34. Jones también responsabiliza por su lige-
reza en este tipo de juicios al arqueólogo George C. Vaillant (1935), p. 20, y al historiador de arte
Donald Robertson (1967 [1963]), pp. 13-14. De Vaillant, autor tan influyente como Thornpson,
baste con mencionar el énfasis que promulgó a la dicotomía entre la producción artística de
mayas y nahuas, adjudicando al arte de los primeros cualidades de gentileza, pacifismo yaus-
teridad en oposición al carácter violento y guerrero del arte de los segundos.
177 Morley (1946).

178 Shook y Proskouriakoff (1981 [1956]), p. 93. Proskouriakoff también fue colega de
Thompson en Yale.
179 Haviland (1970), p. 37; Jones (1995), p. 37.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 83

público y en privado la diferencia entre ciudad y centro ceremonial, el tam-


bién influyente historiador del arte George Kubler, quien trabajaba en la
Universidad de Yale con Thompson y Proskouriakoff, introduce a principios
de la década de los sesenta la hipótesis de la disyunción iconográfica.tsv
El planteamiento propone la separación, en mayor o menor grado, entre el
simbolismo de objetos artísticos de la misma forma, cuando entre éstos
median culturas diferentes y varios siglos. Kubler enfatiza, por lo tanto,
una ruptura importante (casi radical) entre el simbolismo de representacio-
nes similares de ciertos iconos mesoamericanos entre periodo y periodo,
sobre todo de los periodos Pos clásico y Colonial a épocas anteriores. En
otras palabras, en lo sucesivo pasó a estimarse impropio el extrapolar li-
bremente significados; por ejemplo, entre el arte azteca y el teotíhuacano,
y menos aún entre el azteca y el olmeca. La teoría de Kubler también causó
extensos debates entre su propia persona y Willey, quien abanderaba la
hipótesis de la integridad del sistema iconográfico mesoamericano a través
de sus diferentes periodos.t+' Justo es decir que los dos especialistas tenían
razón hasta cierto punto y que el debate mejoró los análisis iconográficos
del arte prehispánico mesoamericano. De todas maneras, el concepto de
"centro ceremonial" encajó cómodamente en la hipótesis de la disyunción
de Kubler, hecho que lo llevó a exacerbar el problema al poner en duda el
rango urbano de Teotihuacan, asentamiento considerado, tradicionalmen-
te, como la primera ciudad del centro de México y punto clave del debate
entre los conceptos de ciudad y centro ceremonial en toda Mesoamérica.
Através de un aparentemente claro argumento, el historiador de arte consi-
dera grandes ciudades solamente a los asentamientos fundados después de
1200d.C., contrastándolos con los "sitios tempranos de concurrencia ritual
para campesinos dispersos't.tv- Con la tergiversación del discurso, Kubler
acepta oblicuamente la hipótesis de los "centros ceremoniales vacíos" para
todas las ciudades mesoamericanas, excepto las correspondientes al Pos-
clásico Tardío.IB3 Paralelamente, Shook y Proskouriakoff siguieron obje-

180 Kubler (1961); (1984 [1962]), p. 44.


181 Willey (1973).
182 Kubler (1984 [1962]), p. 45.

183 Sucintamente, Kubler resume la historiografía sobre el tema: de 1830 a 1911 los sitios

arqueológicos mesoamericanos fueron considerados lugares densamente poblados, caracteri-


zándose por un sistema complejo de organización social y política, pero, a partir de la década
de los años treinta, los arqueólogos, bajo la influencia de los etnógrafos, asumieron que
los restos de la arquitectura monumental mesoamericana correspondían a solitarios centros
ceremoniales y no a ciudades plenamente activas. Sin embargo, Kubler no menciona a níngu-
84 ASPECTOS TEÓRICOS

tando, por casi 30 años (de 1946 a 1975), junto a un escaso número de
arqueólogos, el concepto de centro ceremonial predominantemente vacío.
No obstante, las teorías de Willey,Kubler y sus seguidores se habían propa-
gado en la literatura académica de la época con tal velocidad y cobertura
que generaron posiciones ambiguas por parte de otros investigadores. Por
ejemplo, el libro Arquitectura mesoamericana de 1975, del arquitecto Paul
Gendrop (de la Universidad Nacional Autónoma de México) en coautoría
con la arqueóloga Doris Heyden (del Instituto Nacional de Antropología e
Historia), intentó apegarse a los nuevos modelos proponiendo resolver el
dilema sobre el uso de los términos de "ciudad" y "centro ceremonial", inter-
cambiándolos de modo indiscriminado para designar todo asentamiento
arqueológico mesoamericano, dentro o fuera de la zona maya.
La crítica decisiva a la posición impermeable de la arqueología meso-
americana, que postulaba la hipótesis de los centros ceremoniales vacíos,
tendría que venir de otras disciplinas e investigadores de comparable esta-
tura académica e influencia. Entre 1971 y 1977, el geógrafo Paul Wheatley y
el antropólogo Richard Fox (los dos pertenecientes a la segunda fase de la
Escuela de Chicagoj.w+ dedicados al estudio del urbanismo desde sus pro-
pias áreas de especialidad, enérgicamente se opusieron a las conclusiones
de sus colegas que trabajaban el área de Mesoamérica. Wheatley estudiaba
particularmente el origen de la ciudad china y Fox teorizaba sobre el con-
cepto holístico de ciudad. Ambos académicos cuestionaron los trabajos de
Michael Coe (arqueólogo de la Universidad de Yale) publicados en 1961 y
1965,185al considerar que representaban una disciplina seriamente desin-
formada y, por ende, propusieron elevar a los llamados centros ceremonia-
les mesoamericanos a la categoría de ciudades.186 El resultado no se dejó
esperar y Coe reconsideró su posición cuatro años después, aceptando la
categoría urbana de los asentamientos mayas del Periodo Clásico e inclusi-
ve algunos del Preclásico.t-? Fue quizás el artículo del arqueólogo David
Freidel,l88 presentado en el mismo volumen donde publicó Coe en 1981, el

no de los protagonistas importantes del debate, excepto al autor del artículo Marshall Joseph
Becker (1979), pp. 3-20, en Kubler (1984 [1962]), pp. 44 Y474, n. 43. Como Jones informa,
(1995), p. 36, Becker siempre se mantuvo en contra de Thompson y el concepto de centro
ceremonial.
184 Wheatley (1971), pp. 390-391; Fox (1977), p. 23, n. 6.
185 Coe (1961 y 1965).

186 Fox (1977), p. 57, n. 14.


187 Coe (1981).

188 Freidel (1981).


EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 85

que convenció al último a revisar su postura. En dicho artículo, Freidel expo-


ne evidencias convincentes del cambio morfológico y sociológico de aldea
a ciudad, y de cacicazgo a Estado, experimentado por el sitio maya de
Cerros, Belice, hacia el final del Preclásico o Formativo Tardío (50 a.C.).
Dos años después, en 1983, el también arqueólogo y entonces director
del Instituto Nacional de Arqueología e Historia, Ignacio Bernal, objeta la
clasificación de Teotihuacan en ciudad y la de Monte Albán en centro cere-
monial.U'? De todas maneras, la clasificación de los asentamientos ubica-
dos con anterioridad al año 50 a.c. seguía basándose en la distinción de
ciudad y centro ceremonial, debido a que la mayoría de los autores excluían
de la organización de Estado a los sitios de tradición olmeca. Baste decir
que la mayoría de los investigadores consideró ciudad al sitio de La Venta
(800-400 a. C.), pero catalogaron de aldea y cacicazgo complejo a San Loren-
zo (1200-800 a.Ci). Por ejemplo, el arqueólogo Robert Heizer, en 1962, ubicó
al sitio olmeca de La Venta en la categoría de "centro ceremonial",190y seis
años más tarde Bernal se inclinó a clasificado como ciudad.t"! Ambigua-
mente, el también arqueólogo Gareth Lowe favoreció el término de "cen-
tros olmecas mayores" tanto para La Venta como para San Lorenzo,l92
comparándolos con el "centro ceremonial (¿menor?)" de San José Mogote,
una temprana aldea ubicada en el área de Oaxaca (1500-1300 a.C.). Grove y
Gillespie (1992), así como López Austin y López Luján (1996), prefie-
ren otorgar un nivel de cacicazgo y aldea a los asentamientos de la época
olmeca.tv-' Como se mencionó anteriormente, Caso, y Bernal que lo avala,
había propuesto desde 1965 el rango de ciudad para dichos sitios, si bien
de un tipo diferente del modelo de centro ceremonial en boga y al de la ciu-
dad de tradición europea.
Como se recordará, desde la década de 1930, los etnógrafos que estudia-
ban el área maya detectaron un tipo de asentamiento extendido o "ciudad
dispersa".194En esta clase de ciudad, la actividad rural inhibía la organiza-
ción compacta que los teóricos del urbanismo prehispánico mesoamerica-
no buscaban afanosamente. Caso, a través de Bernal, sugiere que las ciu-
dades del área maya tomaron este tipo de patrón de asentamiento de las

189 Berna! (1983), p. 93.


190 Heizer (1962), p. 311, en Berna!, op. cit., p. 65.
191 Berna!, op. cit., pp. 64-73.

192 Lowe (1977), pp. 211 Y 214-215.

193 Grave y Gillespie (1992); Berna! (1996), p. 65.

194 Becker (1979), pp. 8-11; Caso, en Berna! (1968), pp. 64-69.
86 ASPECTOS TEÓRICOS

ciudades de tradición 01meca.195 Tomando en cuenta que las ideas de los


etnógrafos y de Caso y Bernal se formularon en medio del debate ya ex-
puesto y fueron publicadas después de la muerte del primero, no es de
extrañar que su sugerencia fuera ignorada desde entonces hasta nuestros
días. Según Caso, el sistema promovería la congregación de pequeños gru-
pos de caseríos sobre una gran extensión de terreno, los que a primera vista
aparecían independientes uno del otro pero que, en realidad, pertenecían
sociopolítica y territorialmente a un centro ceremonial específíco.w= Físi-
camente, el tipo de ciudad propuesta se caracterizaría por su amplitud de
superficie y por una casi imperceptible línea entre el centro ceremonial y la
periferia agrícola.tv? Con esta observación, Caso y Bernal contribuyen al
establecimiento de diferencias fundamentales entre el concepto europeo de
ciudad y el indígena mesoamericano.
En resumen, el esquema evolutivo que trató de encasillar a las ciudades
del Periodo Clásico en centros ceremoniales causó enormes confusiones en
lo atinente al estudio de los asentamiento s prehispánicos y el carácter urba-
no de muchos de ellos. No obstante, justo es mencionar que el mismo
Willey originó, impulsó y mejoró las investigaciones sobre "patrones de
asentamiento" en el área maya, al excavar y estudiar los sitios arqueológi-
cos más allá de los límites provistos por sus construcciones monumenta-
les.198 Con ello, promovió también la ejecución de seriaciones cerámicas
que llevaron a afinar los periodos de habitación y construcción de cada uno
de los sitios explorados. Dichos estudios llevaron a reconocer las enormes
extensiones habitacionales que rodearon a los núcleos cívico-religiosos de
lugares como Tikal. Además de Willey,en 1970 Sanders consultó los apor-
tes de los etnohistoriadores y reconoció que durante el siglo XVI los españo-
les consideraron harto extraña la manera en que los nativos se referían a
sus pueblos como un grupo administrativo y social y no como una "unidad
residencial", los cuales se extendían territorial mente sobre varios kilómetros
cuadrados.J"? A una conclusión parecida a la de Caso, Bernal y Sanders
arribó el antropólogo George Andrews en 1975. Adoptando un enfoque
arquitectónico, basado en postulados filosóficos sobre el hecho urbano y en
una parte de las teorías urbanísticas desechadas por Fox dos años después,

195 Bernal (1968), p. 71.


196 Caso, en Bernal (1968), p. 67.
1971bidem, pp. 67-69.
198 Ashmore y Willey (1981), p. 10.
199 Sanders (I970), p. 18, en O'Mack (2003), p. 27.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 87

Andrews advirtió la falta de una distinción precisa entre el área propiamen-


te urbana y la zona rural de las ciudades mayas.s"? Con excepción de Caso
y Bernal, el largo debate sobre la ciudad maya llevó a los investigadores a
sugerir, cautelosamente, la existencia en Mesoamérica de un tipo de ciudad
de asentamiento disperso y núcleo densamente poblado.

Diseño de la ciudad mesoamericana

Desde el punto de vista de la arquitectura y la geografía urbanas, las dos


ramas básicas de las clasificaciones morfológicas de ciudades a nivel univer-
sal son las planeadas y las no planeadas (o de crecimiento "espontaneo'Tw'
El primero que clasificó a los asentamientos mesoamericanos valiéndose de
estas categorías, aunque de manera velada e ignorando --consciente o incons-
cientemente-la propuesta en boga de los centros ceremoniales, fue Ignacio
Marquína.tv- Empero, su obra de 1950, Arquitectura prehispánica, todavía un
pilar en el estudio del tema, una vez más confrontó a las ciudades de México
central con las de la zona maya. Mientras que a los planos de las primeras el
arquitecto los observa regulares y geornétricos, a los de las segundas los ex-
plica solamente en contraste con los de las primeras. Por ello, Marquina
asevera que las ciudades mayas "no ofrecen el aspecto monumental que pre-
sentan las ciudades del centro de México, por la falta de una distribución
de conjunto'í.sv> Las observaciones del arquitecto presentan problemas de
apreciación, dado que la disposición de los edificios en las ciudades mayas que
se conocían a mediados del siglo xx despliegan una distribución clara y orde-
nada, aunque ciertamente diferente de la rigidez geométrica de Teotihuacan.
Dejando de lado la clasificación binaria en ciudades planeadas o no
planeadas, Kubler dirige su atención en 1958 a la distribución clara y orde-
nada de los sitios arqueológicos mesoamericanos. Esta vez, el investigador
contribuye a desentrañar la forma e iconografía de cualquier asentamiento
a nivel universal y en particular del diseño urbano prehispánico mesoame-
ricano, con su modelo teórico que llama "arquitectura monumental, exter-
na o del entorno".204 La importancia del trabajo de Kubler radica en la dis-
200 Andrews (1975), pp. 7, 14-17 Y 35.
201 Chueca Goitia (1974 [1968]), pp. 44-45 Y 72-76; Dioxiadis (1968).
202 Marquina (1964 [1950]).

203 Marquina (1964 [1950]), p. 507.

204 Kubler (1958), p. 515. Después diseminada más ampliamente en su libro de 1984
[1962], p. 54.
88 ASPECTOS TEÓRICOS

tinción categórica entre la función de la arquitectura europea y la nativa


americana. De los detalles de dicha metodología no nos ocuparemos en
esta ocasión y sólo destacaremos algunos de sus puntos principales. Según
Kubler, la fábrica arquitectónica local tendía a definir el espacio con base
en una "conmemoración de experiencias valiosas" mientras esquivaba la
necesidad de abrigo, como fuera costumbre de la arquitectura europea.o"
La arquitectura prehispánica mesoamericana se caracterizaba, además,
por afectar de manera mucho más consciente que la europea, la combina-
ción armoniosa de las masas con respecto a los espacios. Dice el autor: "El
volumen abierto, compuesto de ricas articulaciones de las superficies, y
relacionado por cambios de nivel del terreno, es el elemento formal más lla-
mativo y desarrollado de la construcción antigua americana't.v'"
Formado por Kubler, el también historiador de arte Donald Robertson
dedica parte de su libro sobre arquitectura mesoamericana, publicado en
1963, al estudio del diseño urbano. El autor observa la integridad del con-
junto arquitectónico al apuntar que "el efecto estético de la ciudad preco-
lombina fue mayor al de sus partes".207 Acepta por igual la planeación de
las ciudades del centro de México y las del área maya y las clasifica en dos
subgrupos: las de planos "axiales" y las de planos "cercados" o "centrales".
Las primeras disponían los edificios alrededor de uno o dos ejes (por ejem-
plo, Teotihuacan y México-Tenochtitlan) y las segundas aglomeraban las
construcciones alrededor de un núcleo específico (por ejemplo, Tula y
Monte Albán).208Sin embargo, Robertson prosigue con la distinción entre
las ciudades mayas y las del centro de México, encontrando un cierto aun-
que incómodo balance entre la "sofisticación" de las primeras y el "seguro y
acertado sentido estético" de las segundas:

Las ciudades mayas son más sofisticadas y variadas [... ] que las ciudades de Méxi-
co Central [... ] expresan[do] un periodo más extenso de evolución y el grandioso
grado de civilización de los mayas. Pero los principios fundamentales de la arqui-
tectura [... ] y el planeamiento de la ciudad [... ] se pueden deducir con más segu-
ridad del acierto del hecho artístico en sí, más simple y directo en México Central
que en las más ricas, más complejas y más extensas tradiciones de los mayas.t''?

205 Ibidem, p. 529.


206 Ibidem, pp. 527-530.
207 Robertson (J 967 [1963]), p. 35.
208 Ibidem, pp. 35-36 Y 41.
209 Ibidem, p. 41.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 89

En 1968, 18 años después que Marquina, el también arquitecto Jorge


Enrique Hardoy aclara la borrosa clasificación del primero y abiertamente
divide a las ciudades prehispánicas mesoamericanas en planeadas y no pla-
neadas.v'v Sin embargo, debido a la falta de información primaria y a los
debates antropológicos sobre el tema de los centros ceremoniales, las pági-
nas de los libros de Hardoy hoy día se nos presentan bastante inconsisten-
tes. Por ejemplo, el arquitecto afirma, por una parte, que Teotihuacan "se
produjo por el crecimiento agregado, aunque no planeado en conjunto",
y por otra, argumenta que el sitio conforma "un centro ceremonial y civil
planeado'í.U! Mientras que Marquina no declara influencia alguna de los
arqueólogos apegados al modelo del centro ceremonial vacío, Hardoy cita a
Thompson y sus seguidores en la elaboración de sus argumentos.U- Los
libros de Marquina, Hardoy y el volumen en coautoría de Gendrop y Heyden
constituyen, aún hoy día, consulta obligada a los estudiosos de la arquitec-
tura y el diseño urbano mesoamericanos; el primero por la riqueza de su
información, el segundo como ejemplo del trabajo de la época y el tercero
por su inclusión de los sitios Chenes y Puuc, antes someramente tratados
en la bibliografía. Otro arquitecto, Carlos R. Margáin, en 1971 amplía la lista
de ciudades planeadas al incluir, junto a México-Tenochtitlan y Teotihuacan,
a Xochicalco y Chichén Itzá.213 Por último, en 1990, el también arquitecto
Alejandro Mangino Tazzer escoge dos rutas afines y complementarias. La
primera reconoce el rango urbano de los asentamiento s mayas del Clásico
y,quizás basado en Marquina, admite su "integración a la naturaleza de sus
entornos". La segunda prosigue y enriquece el análisis de Kubler al propo-
ner Tazzer que la esencia artística de la ciudad prehispánica dependía de
las relaciones espaciales determinadas por la visión y la locomoción, com-
binación que, junto a una gran fluidez en la secuencia arquitectónica de
plazas y edificios, brindaba al diseño urbano mesoamericano un acentuado
dinamismo.s++

210 Hardoy (1968), pp. 8-10. Véase también Chueca Goitia op. cit., pp. 44-45 Y 72-76.
211 Hardoy (1964), pp. 85 Y 93.
212 Hardoy (1968), pp. 261-302. El libro de 1964 se escribió en español y el de 1968 en

inglés. La última edición tuvo una amplia difusión debido a que formó parte de una serie
sobre la historia del urbanismo universal.
213 Margáin (1971), pp. 76-77.

214 Mangino Tazzer (1990), p. 24.


90 ASPECTOS TEÓRICOS

Definición de la ciudad mesoamericana

La ciudad mesoamericana carece de una definición propia puesto que, des-


de el punto de vista teórico, su estudio apenas comienza, sobre todo si se
compara con la cantidad y variedad de postulados elaborados y enfocados
a las ciudades del Viejo Mundo. Uno de los mayores obstáculos lo consti-
tuye el que los razonamientos usados hasta muy recientemente se basaron
en estudios de las ciudades industriales y posindustriales. Provenientes de
las ciencias sociales, los intentos pertenecen en su mayoría a la fase inicial
de la Escuela de Chicago, los cuales fueron analizados en 1977 por el antro-
pólogo urbanista Richard FOX.2IS Fox examina cada una de las definiciones
anteriores a su trabajo y las descarta en virtud de las graves inexactitudes y
sesgos de tipo etnocéntrico que contienen, además de señalar sus desviacio-
nes del tema principal a tratar; esto es, el hecho urbano en su conjunto.216
En resumen, Fox concluye que las teorías de los especialistas fracasan en
sus análisis debido a su apoyo excesivo en la literatura sociológica de su
tiempo, cuyo interés radicaba principalmente en la problemática social y
en cuantificaciones demográficas que llevaban a pronosticar los potencia-
les de desarrollo de la ciudad industrial y posindustrial.
A guisa de guía, las definiciones que pueden servir a los propósitos de
este trabajo son dos: la planeada por Wheatley y la emanada de Fox, quienes
(como se expuso anteriormente) cambiaron sustancialmente el rumbo de
los estudios de la ciudad mesoamericana. En un primer momento, Wheatley
se basa en la definición geográfica de ciudad, "la ciudad actúa como un ins-
trumento usado en la organización de sus territorios dependientes't.s!? y en
la influyente teoría del lugar central originada en 1933 pOFel también geó-
grafo urbanista Walter Christaller. De corte funcionalista, el paradigma pro-
pone la distribución jerárquica de núcleos poblacionales sobre un territorio
determinado, ordenamiento que obedece a tres principios fundamentales:
215Fox (J 977), p. 23.
216En este trabajo sólo se enumeran los nombres de los autores y las conclusiones de Fox
como guía para los interesados en el tema. Fox desecha las definiciones de Gordon Childe y
Gideon Sjoberg por sugerir que las sociedades iletradas no produjeron ciudades; la de Sjoberg,
además, debido a que propone a las urbes preindustriales como asientos de imperios y centros
administrativos reservados a la elite dirigente de un Estado; la de Max Weber por profesar que el
origen del asentamiento urbano se debió a las necesidades de los órganos corporativos del Esta-
do, los cuales necesitaban crear sus propias leyes, gobierno y ejército, y la de Henri Pirenne por
imaginar que el comercio a larga distancia y la formación de la burguesía conformaban el ímpetu
inícial del fenómeno. Consúltese también el análisis de estos autores en Hannerz (J 980), p. 296.
217 Wheatley (1971), p. 388.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHIspÁNrcos 91

transacciones económicas y de mercado, transporte de mercancías y prin-


cipios administrativos.v!f En su primera definición de 1963, Wheatley flexi-
biliza la teoría de Christaller al mezclada con la comparación intercultu-
ral.2 Las ciudades se formarían entonces de
I9

nódulos de concentración y refugios de individuos en una distribución conti-


nua de asentamientos sobre la faz de la tierra. Los nódulos que obtienen una
cierta dimensión y desempeñan sus propias funciones adecuadamente, son
designados con los términos apropiadamente traducidos [al español] como ciu-
dad o pueblo. [...] Estos nódulos se producen por las fuerzas operantes dentro
de, y peculiares a, una cultura específica.P?

La aparente vaguedad de los términos "cierta dimension" y "funciones


propias" deja las puertas abiertas para incluir el estudio de ciudades
preindustriales, que a menudo fueron más pequeñas que las industriales, y
sus funciones otras que las formuladas por Christaller. En un segundo mo-
mento ocurrido en 1971, Wheatley reconoce que la definición del urbanis-
mo pudiera constituir un problema metafísico en mayor proporción que uno
científico, por lo que cualquier definición dependería finalmente de los
procesos científicos utilizados para su estudio.V! De todos modos, Whea-
tley prefiere continuar usando el criterio funcionalista que une la presencia
de la ciudad con la creación del Estado, simbiosis en la cual la urbe actúa
como principio ordenador del Estado. Por ello, el geógrafo urbanista pro-
pone que todas las ciudades fueron, primero, ciudades-Estado. En este con-
texto, la ciudad genera el espacio, concreto y eficaz, destinado al funciona-
miento del Estado.
Complementariamente, la definición aportada por Fox se antoja de
mayor utilidad debido a su sencillez y economía de términos: "Una ciudad
es [... ] un lugar de concentración poblacional y/o un sitio para el desempe-
ño de funciones ceremoniales y de prestigio [político y/o religioso] en una
sociedad de estado".222 Las definiciones de Wheatley y Fox comparten cier-
tas características: ambas se basan en la mayoría de las teorías antropológi-
cas que asocian la génesis del urbanismo con la formación del Estado; las

218 Christaller (1933).


219 Según Blanton (J 976), p. 25t.
220 Wheatley (1963), pp. 166-167.
221 Wheatley (1971), pp. 398-399.
222 Fox (1977), p. 24.
92 ASPECTOS TEÓRICOS

dos deliberadamente abandonan conceptos de medida física y densidad


poblacional, concentración económica y nódulo s de transporte, y ambas se
enfocan en el estudio del hecho urbano como un fenómeno integrado a sus
propias culturas.P> Igualmente, las dos teorías contienen un alto grado de
dinamismo debido a que introducen el concepto de "adaptación". Es decir,
si una cultura específica se articula a su propio entorno, la circunstancia in-
duce a la ciudad a producir una ideología coherente con su medio ambiente,
lo cual repercute en una configuración urbana exclusiva de esa relación.e>'
La definición de Fox produce cinco tipos generales de ciudad, mismos que
se insertan dentro de una perspectiva diacrónica, dejando atrás el enfoque,
generalmente sincrónico, de la antropología cultural: las ciudades regio-
rituales, las administrativas, las mercantiles, las coloniales y las industria-
les. En general, las tres primeras se asocian a sociedades preindustriales (o
no industriales) y las dos últimas a sociedades industriales.P> Es a la pri-
mera categoría que pertenecen las ciudades mesoamericanas en general,
afirmó el antropólogo.s= El carácter primario de la ciudad regio-ritual es
ideológico, por lo que funciona como "un centro de culto y ceremonia [... ]
prestigio político y recepciones regias (a diferencia de una coerción y de un
poder político descarnados) [así como] un escenario en donde se realizan
los rituales que apoyan y definen los poderes de la elite estatal, ya sean
éstos los de un sacerdote sagrado, un rey divino o un presidente burócra-
ta".227Como se verá más adelante, los resultados de las investigaciones de
Wheatley repercutieron amplia y efusivamente en las indagaciones sobre
la conformación ideológica de la ciudad mesoamericana a partir de la déca-
da dejos sesenta;228las ideas de Fox, en cambio, fueron consideradas hasta
223 Acorde a Fox (1977), p. 40, los elementos enumerados funcionan, generalmente, tan
sólo en los estudios de la ciudad perteneciente a las sociedades industriales, pero se tornan
inútiles en el estudio de las urbes no industriales, especialmente de las regio-rituales. Para los
lectores interesados en referencias cuantitativas, consúltese Sanders (1981), pp. 23-24, quien
proporciona cifras y ofrece pautas para definir el rango urbano de un asentamiento determi-
nado: población con más de 10000 habitantes; comunidad centralizada y un mínimo de den-
sidad poblacional (2 000 personas por krn-), y una marcada jerarquía social basada en la ocu-
pación especializada, la riqueza y el ejercicio de poder (es decir, la mayoría de la población
urbana dependería para su manutención de los trabajadores del sector agrícola). Véase tam-
bién Sanders y Webster (1988).
224 Wheatley (1971), pp. 411-476; Fox (1977), pp. 19-20.
225 Fox (1977), p. 21.

226 Ibidem, p. 57, n. 14.

227 Ibidem, pp. 32 Y41.

228 Quizás debido a la organización en cuatro partes cardinales de la urbe china y la ciudad

mesoamericana.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 93

finales de la década de los ochenta y solamente por un puñado de espe-


cialistas.
Quizás en respuesta a los retos formulados por Wheatley y Fox, y como
parte del volumen en homenaje a la escuela creada por Willey para estudiar
patrones de asentamiento, la antropóloga Joyce Marcus (quien trabajó con
Proskouriakoff) observa acertadamente que hasta el año en que ella escribe
sobre el diseño urbano mesoarnericano, entre 1981 y 1983, "todavía no sur-
gía una síntesis general" del fenómeno.t-? Marcus sabía bien de lo que ha-
blaba, puesto que, desde 1976 y junto con el arqueólogo Kent Flannery, pu-
blicó una serie de artículos y libros sobre el origen del Estado zapo teca en
Oaxaca. En consecuencia, Marcus emprende un análisis interdisciplinario,
utilizando gran diversidad de postulados y metodologías: morfológicos,
culturales, sociológicos, geográficos (dentro de los cuales incluye la teoría
del punto central), la clasificación antropológica de Fox, los análisis funcio-
nales y la etnohistoria a la que llamó "el punto de vista indígena". La autora
analiza la división binaria de ciudades planeadas y no planeadas, adjudican-
do a las primeras una planta axial y a las segundas una "falta de formalidad",
definición tan vaga como la que usara Marquina 33 años atrás.s-? También
examina Marcus algunos modelos morfológicos del campo de la geografía
y el urbanismo y, ajena a los trabajos del historiador de arquitectura Fer-
nando Chueca Goitia, arriba a conclusiones similares: las clasificaciones
morfológicas producen más problemas de los que resuelven, debido a que
existen tantos sistemas de clasificación como número de ciudades.s-! A
pesar de este tropiezo, Marcus reconoce en los sitios arqueológicos meso-
americanos un centro claramente planeado, un plan específico aplicado a
las zonas periféricas y un patrón constante en las plantas de templos y pala-
cios.232 Con base en dicha muestra, la autora propone que las instituciones
administrativas y religiosas debieron de contar con mayor ascendiente dentro
de la vida urbana prehispánica. Por lo tanto, las ciudades prehispánicas
podrían acercarse a la categoría regio-ritual propuesta por Fox, quien de
todas maneras distingue una separación entre el área urbana y la rural
en este tipo de ciudades. Al participar en el mismo volumen donde escribe
229 Marcus (1983), p. 195.
23olbidem, pp. 196-197. En relación con la división básica binaria, Marcus cita el trabajo
de Dioxiadis (1968). Sin embargo, la autora parece desconocer los trabajos de Marquina, Har-
doy, Robertson y Kubler.
231 Chueca Goitia (1970 [1968]), pp. 101 Y 217-241. Marcus examina el modelo concéntri-

co, el modelo sectorial y el modelo de los núcleos múltiples.


232 Marcus, op. cit., pp. 197, 208-211 Y 223-239.
94 ASPECTOS TEÓRICOS

Marcus, el artículo de Bernallleva el argumento un paso más allá al afir-


mar que la función religiosa de las ciudades mesoamericanas superaba en
importancia a la administrativa.O- Recuérdese que Bernal había avalado
desde 1968 la hipótesis de Caso sobre la ciudad extendida; sin embargo,
por alguna razón desconocida no llega a mencionarla en este volumen
publicado en honor a Willey, por lo que Marcus deja de considerarla en su
trabajo.
Al final de su ecléctico análisis, Marcus lamenta el hecho de no haber
descubierto un solo patrón de importancia, ni una sola definición ni carac-
terística, que diferenciara nítidamente la ciudad mesoamericana de cual-
quier otra en el mundo.s> Dejando translucir una justificada frustración,
la antropóloga responsabiliza a su propia disciplina por la incapacidad de
proveer una tipología afín a la naturaleza de la ciudad prehispánica mes 0-
americana, uniéndose, como consecuencia, a los estudiosos que opinan que
"todo mundo sabe lo que es una ciudad, menos los expertos'l.s-> A objeto de
remediar las inconveniencias encontradas, la autora solicita a sus colegas
establecer un compromiso interdisciplinario a fin de adaptar la metodolo-
gía de los estudios europeos a los conceptos indígenas de ciudad. Advierte,
además, que de no hacerlo así los especialistas se desencantarían de nuevo
con la difícil tarea de descifrar las singularidades del urbanismo prehispánico
mesoamericano.Pe Marcus incluso recomienda, puntualmente, la extrac-
ción del "punto de vista indígena" de las fuentes etnohistóricas, petición
naturalmente avalada por sus colegas etnohistoriadores Henry Nicholson y
Warwick Bray, quienes escriben en el mismo volumen.t-? Por esta razón,
Marcus solicita introducir en la antropología una definición nativa de ciu-
dad: un asentamiento compuesto de un núcleo densamente poblado, el
cual alberga al gobernante, sus habitantes, el territorio políticamente con-
trolado, sus dependencias, y las tenencias de la tierra en la periferia.sw
Además, el esquema incluiría "una jerarquía de lugares grandes y peque-
ños, con los pequeños sujetos a los grandes".

233 Bernal (1983).


234 Marcus, op. cit., pp. 239-242.
235/dem.
236 Ibidem, pp. 241-242.
237Bray (1983) y Nicholson (1983). Bray afirma en su trabajo que la teoría del punto cen-
tral no funciona para el caso mesoamericano por la simple razón de que no se conocen los
límites de las ciudades. También Becker (1979), p. 7, reconoce el problema de la definición
de límites en los asentamientos del área maya.
238 Marcus, op, cit., p. 241.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHIspÁNrcos 95

Cinco años después, en 1988, los especialistas en patrones de asenta-


miento, W. Sanders y David Webster, arqueólogos apegados a las teorías de
corte materialista o ecológico, confrontan los postulados aportados por
Fox. Los autores retornan el método cuantitativo de Louis Wirth, desechado
por Fox, con objeto de conceder el rango de ciudad sólo a sitios arqueoló-
gicos determinados que evidenciaban población numerosa, alta densidad
poblacional y heterogeneidad interna. Acorde a los autores, sólo este tipo de
información puede recabarse de los restos arqueológicos, por lo que recha-
zan una definición amplia de ciudad como las proporcionadas por Wheatley
y Fox. Por lo tanto, Sanders y Webster prefieren utilizar un término neutral
como el empleado por los geógrafos urbanistas -"lugar central" o "cen-
tros"- y así se refieren, en general, a Tikal y otros sitios arqueológicos del
Periodo Clásico (200-800 d.C.). A pesar del término, los autores admiten a
la mayoría de los asentamiento s mesoamericanos en la categoría de ciudad
regio-ritual, como propusiera Fox, y proceden a ensayar la siguiente subca-
tegorización: Copán ejemplificaría a la ciudad regio-ritual, Teotihuacan y
Tenochtitlan a la ciudad administrativa, y un número significativo de sitios
mayores y menores a la ciudad mercantil. La subcategorización de Sanders
y Webster se torna bastante contradictoria, dado que mientras Copán clasi-
fica como una ciudad regio-ritual, Tikal conforma tan sólo un "lugar cen-
tral" .239 De Marcus, los autores retornan dos ideas principales: el énfasis
en la variedad de ciudades que pudo haber existido en Mesoamérica y la
fluidez entre el centro y la periferia, en última instancia un concepto toma-
do del trabajo de los ar.queólogos disidentes, de los etnohistoriadores y de
los etnógrafos. Finalmente, Sanders y Webster se unen a la gran mayoría
de los académicos, al reconocer una especificidad de la tradición urbana
mesoamericana.
Por sí solo, Webster retorna el problema en 1997, a través de la reseña
comparativa de dos libros sobre dos ciudades mayas del Clásico y las meto-
dologías aplicadas a cada uno de ellos: Yaxchilan, de la historiadora de arte
Carolyn Tate, y Copán, del arqueólogo Elliot Abrams.é+? Webster señala que
el estudio de la ciudad maya se somete al entrenamiento de quienes la in-
vestigan, por lo que solicita la aplicación de varias disciplinas y metodolo-

239 La extensión limitada de este trabajo no permite analizar a fondo el argumento de San-

ders y Webster. Según los autores, la razón para dejar de clasificar a Tikal como una ciudad
regio-ritual sería la obligatoriedad metodológica de recurrir a la historia regional, la demogra-
fía y las variables de métodos de subsistencia; Sanders y Webster (1988), pp. 534-535.
240 Webster (1997).
96 ASPECTOS TEÓRICOS

gías en la investigación de sitios específicos. De nuevo y con cautela, Webster


se refiere indistintamente a los restos urbanos mayas como "ciudades regio-
rituales", "lugares regios" o "centros mayores".
Por último, y después de considerar las diversas propuestas sobre el
hecho urbano mesoamericano planteadas por la comunidad académica,
podríamos aproximar una definición del altepetl o ciudad mesoamericana.
Desde el punto de vista de la conceptualización de las ciudades europeas,
la ciudad mesoamericana constituiría una unidad territorial en donde los
espacios rurales y urbanos se imbrican unos con otros.s+' La población y
las construcciones arquitectónicas pertenecientes a dicha unidad se exten-
derían de manera decreciente desde un núcleo densamente poblado, pasan-
do por espacios entreverados de casas-habitación y tierras de cultivo, hasta la
periferia limítrofe, la cual pudiera formar parte de este tejido aunque se
encontrara escasamente habitada. Este tipo de ciudad incluye una relación
ecológica y religiosa con el paisaje que la circunda y funciona principal-
mente como una organización regio-ritual en la que las instituciones polí-
tico-religiosas controlan los quehaceres administrativos y económicos, ade-
más de la organización de confrontaciones bélicas. Cada una de estas
ciudades respondería a un diseño básico preconcebido que, no obstante,
produciría peculiaridades urbanísticas y arquitectónicas afines a la ideolo-
gía del grupo cultural que la construye. De ahí las variaciones morfológicas
e iconográficas de las ciudades prehispánicas mesoamericanas a través de
su historia.

Ideología y simbolismo de la ciudad mesoamericana

El interés por la ideología y significado (iconografía) del urbanismo prehis-


pánico mesoamericano empieza a gestarse a inicios del siglo xx, con base
en información proporcionada por los escritos del siglo XVI. Desde entonces,
aparte del simbolismo de la palabra altepetl como "olla llena de agua", los
cronistas reportaron la función metafórica de las plataformas piramida-
les como montañas sagradas, tanto físicas como míticas.s+s Los investi-
gadores también observaron que ellogograma de la palabra altepetl consta
de un cerro o montaña de cuya base a menudo brota agua. Sin embargo,
al carecer de una visión global del problema, los estudiosos se enfocaron en
otros temas que, sin embargo, proporcionarían gran cantidad de la in-
241 Contribución de Federico Femández Christlieb.
242 Durán (1967), II, p. 530, YSahagún (1981), I1I, pp. 209 Y351-352.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 97

formación requerida por 'el estudio del altepetl. En la década de los seten-
ta, bajo la influencia de los aportes del historiador de religiones Mircea
Eliade.s+s y del ya citado Paul Wheatley, los estudios de la simbología de la
ciudad mesoamericana cobraron un gran auge. Según Eliade, las montañas
o pirámides localizadas en ciudades no industriales se distinguen por su
carácter sagrado al funcionar en calidad de ejes ductores entre los tres nive-
les del universo: el cielo, la tierra y el inframundó. Wheatley amplía el es-
pectro de estudio del historiador de religiones y considera a la ciudad una
construcción simbólica de la sociedad que la contiene.s+' Desde entonces,
la investigación se dividió en siete líneas fundamentales enfocadas desde
una diversidad de ópticas pertenecientes a varias disciplinas.t-> los mani-
fiestos toponímicos de la montaña en la pictografía indígena; el simbolis-
mo de las pirámides como montañas sagradas; los simbolismos de la pa-
labra nahua altepetl (que en realidad no fue más allá de las metáforas
expuestas en este trabajo); el estudio de los puntos cardinales en libros y
calendarios nativos; el papel de los puntos cardinales en la orientación de
las ciudades indígenas; la relación entre la ciudad y su paisaje circundante,
y la asociación entre los mitos y el territorio donde se originaron. A partir
de entonces se ha venido consolidando esta rama de estudio y autores de
todas las especialidades se han volcado a investigar las implicaciones míti-
cas y astronómicas relacionadas con la organización de la ciudad mesoa-
mericana.s+e
Un trabajo seminal fue el de la etnohistoriadora Doris Heyden, quien
en 1973comparó la cueva existente debajo de la Pirámide del Sol en Teoti-
huacan con la cueva mítica de origen ilustrada en la Historia tolteca-chi-
243 Eliade (1959) y (1971 [1949]).
244 Wheatley (1967); (1971), pp. 411-475.
245 De nuevo, los investigadores involucrados son lo suficientemente numerosos como para
referimos a cada uno de ellos en este trabajo. Los interesados pueden iniciar sus consultas
con los planteamientos de D. Carrasco (1988) y Bernal García (1993), cap.T, quienes abordan
las aportaciones principales relacionadas con el tema hasta 1988 y 1993.
246 Por ejemplo: Millon (1973), (1975); Aveni (1980), pp. 154-161 Y 218-219; Peter Furst, en
Carlson (1981), p. 215; Nicholson, en Carlson (1981), p. 214; Schele (1981); Tichy (1981), pp.
218Y 231; Van Zantwijk (1985), pp. 71 Y 82; Pasztory (1987), p. 459, Y Avení. Calnek y Hartung
(1988).Bajo la influencia de los estudios de Wheatley sobre la ciudad china, el arqueoastróno-
mo John Carlson (1981), pp. 160-215, introdujo al estudio de la ciudad mesoamericana la
posibilidad del empleo del método geomántico al escoger el sitio para asentarse; en consonan-
cia con esta tesis, principios geománticos formarían parte del diseño urbano mesoamericano.
Aunque en el mismo coloquio algunos investigadores como Nicholson y Furst se opusieron a
la idea, otros la aceptaron efusivamente. Incluimos esta nota debido a que avalamos la posi-
ción de Nicholson, Furst y otros autores.
98 ASPECTOS TEÓRICOS

chimeca (fig. ry'18).247 Asimismo y en el mismo año, la historiadora de arte


Esther Pasztory reconoció la unidad simbólica entre montaña, cueva y tem-
plo piramidal en Teotihuacan, así como las representaciones antropomorfas
de cerros en los murales del mismo lugar.248 Al contar con esas dos infor-
maciones, Pasztory observó que la diosa tutelar de Teotihuacan, represen-
tada en la parte superior de los murales de Tepantitla, combina las formas
de montaña y pirámide, escena relacionada al momento en que la tierra
mítica surgió de entre las aguas del océano primordíal.s+?
Desde la década de los setenta a la fecha, los estudios sobre el carácter
simbólico de la arquitectura me soamericana se multiplicaron, sobre todo
en lo que concierne a sitios arqueológicos específicos y al paisaje ritual aso-
ciado a la ciudad.sw La historiadora Johanna Broda aportó de manera deci-
siva a esta línea de investigación al relacionar el funcionamiento simbólico
de las montañas circundantes en la estructura del altepetl de México-Tenoch-
titlan.é>! Dicho aporte incluye la importancia del paisaje en los ritos de las
veintenas del año solar escenificadas en la capital mexica. Dentro de la últi-
ma década, Davíd Carrasco investiga la naturaleza propia del espacio mexi-
ea generado por el trayecto de los personajes principales que representaban
a las deidades en los rituales correspondientes a dichas veintenas del año
solar también en México-Tenochtitlan.t'v El autor propone que los mexicas
idearon un tipo de espacio bastante diferente de la espacialidad jerárquica
concebida por las culturas europeas, al cual llamó "metamórfico". Por su
parte, Bernal García enfocó sus estudios en la formación del espacio urbano
mesoamericano, diacrónicamente, a través del análisis morfológico del redu-
cido número de plantas urbanas existentes (si bien, incompletas). El enfo-
que consideró la estructura de los mitos de origen, los rituales de fundación
coloniales y el concepto de ciudad extendida.t= Con base en la mayoría de
los conceptos, metodologías y reflexiones de los autores aquí y en otros tra-
bajos reconocidos, la autora estudió a la ciudad prehispánica mesoarneri-
cana en calidad de un objeto artístico dinámico (su forma y simbolismo),
Heyden (1973a), (1973b) y (1981).
247

Pasztory (1973), pp. 150-153.


248

249 Pasztory (1975), pp. 163, 165 Y 179.

250 Véase el volumen editado por la historiadora de arte Elizabeth Benson (1981); Schele
(1979) y (1981); Townsend (1982); Newsome (1991); Tate (1992). Después de 1993, la biblio-
grafía académica ha producido varios libros y artículos sobre simbologías específicas de la
arquitectura mesoamericana.
251 En particular véase Broda (1970), (1982), (1987) Y(1991).

252 D. Carrasco (1992 [1982]), (1988) Y(1990).

253 Bernal García (1993); en este volumen, cap. IV y s. f.


EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 99

remitiéndose en lo posible al punto de vista indígena.s-+ Este análisis pro-


dujo un conjunto de hipótesis prelirninares.s-> todas íntimamente relacio-
nadas: a) el concepto y simbolismo de la ciudad como "agua-montaña"
conforma una parte integral y básica de las culturas indígenas mesoameri-
canas; b) los mitos explican la manera en la que el espacio urbano se cons-
tituye y organiza; e) la idea de una ciudad no planeada parece haber sido
completamente ajena a la mentalidad indígena; d) la ciudad incluía, física o
simbólicamente, el paisaje que la rodeaba; e) el cuadrado dentro del círculo
y la planta cruciforme, franca o insinuada, servían de infraestructura a la
gran mayoría de las ciudades prehispánicas mesoarnericanas, inclusive a
la organización orgánica de las ciudades mayas; f) la ciudad reflejaba los
deseos y diseños de las deidades expresados desde el momento mismo en
que se concibiera la creación de la Tierra y la humanidad que la poblaría; g)
el diseño lo dirigía la deidad tutelar (Huitzilopochtli, Quetzalcoatl o sus
cognado s en otras culturas), mientras que de la construcción se encarga-
ban los seres humanos; h) el asentamiento materializaba el cosmos a través
de un ordenamiento espacial y arquitectónico específico; i) la ciudad se
concebía no sólo en términos de una montaña llena de agua, sino como la
propia montaña mítica del mantenimiento humano; i) la ciudad mezclaba
minuciosamente sus funciones religiosas, políticas y mercantiles; k) toman-
do en cuenta lá formación de centros urbanos hacia el año 1000 a.C¿ elori-
gen de la ciudad en Mesoamérica contaría con una proyección cronológica
de al menos 2000 años a la llegada de los conquistadores, tradición base de
la reformulación de la ciudad colonial'<= 1) cada uno de los asentamientos
urbanos representaba una variante sutil pero enfática de los mitos de crea-
ción, diferencia a la que se acogían sus habitantes a fin de defender su pro-
pia identidad y la del asentamiento, y m) en función del carácter simbólico
y funcional de la palabra altepetl, la ciudad debía contar con la presencia
de uno o varios cerros y uno o varios cuerpos de agua, fueran éstos mares,
254 Bernal García (1993). La idea fue parcialmente precedida por el historiador de arte
Richard Townsend (1987), pp. 406-407, quien planteó la formación del Estado mexica en cali-
dad de una obra de arte. A su vez, Townsend se apoyó en las hipótesis de su maestro, George
Kubler, y éste en las del suyo, Jacob Burckhardt, especialista en la historia del Renacimiento
italiano. En el trabajo de 1993, me enfoqué en el estudio de la ciudad prehispánica en calidad
de obra de arte dinámica, aunque en ese año desconocía las importantes aportaciones de
Andrews, Carrasco y Mangino Tazzer. Una opinión adversa a la consideración de la ciudad
como una obra de arte la expresa Chueca Goitia (1970 [1968]), p. 217.
255 Bernal García (1993), pp. 349 y 357-363.

256 También consúItese al historiador de arquitectura Ramón Gutiérrez (1983), p. 78, quien
estudia las supervivencias prehispánicas en la arquitectura colonial latinoamericana.
100 ASPECTOS TEÓRICOS

lagos, lagunas, manantiales, cenotes o ríos. Si el paisaje natural carecía de


uno de estos elementos, el faltante sencillamente se construía a mano. De
ahí las réplicas arquitectónicas de las montañas en pirámides, de manan-
tiales en estanques y de ríos en acequias. Además, el concepto de "agua-
cerro" expresaba una idea mucho más amplia de asentamiento que la de la
urbs europea. De tal manera que, si "agua-cerro" denominaba al concepto
de ciudad extendida e incluyente del paisaje circundante, la composición
celular del altepetl (y quedaría por estudiarse si la de las otras ciudades
mesoamericanas también) facilitaba su réplica en otros territorios y la for-
mación de confederaciones dentro de sus tierras, así como en cada calpolli,
tlaxilacalli o caserío periférico. Los caseríos, por ejemplo, podían ubicarse
cada uno dentro de una pequeña rinconada circundada por laderas de
montes, barrancas y fuentes de agua.

CONCLUSIONES

El proceso francamente dialéctico que resulta de la presentación y análisis


de las investigaciones dedicadas a conocer y entender la territorialidad
y funcionamiento del altepetl colonial deja entrever una semblanza de la
constitución de la ciudad prehispánica y la manera en la que se insertó en
las instituciones sociopolíticas españolas. Entre la gran cantidad de estu-
dios, datos y propuestas en este trabajo tomamos en cuenta particularmente
"el punto de vista indígena", sugerencia asomada por varios autores a tra-
vés de los años. El resultado de las investigaciones expuestas sugiere que la
tradición urbana mesoamericana contiene una serie de características que
la hacen única en la historia del urbanismo universal. Una de ellas, y quizás la
más notable hasta la fecha, es el que la ciudad incluyera la periferia "rural"
y el paisaje geográfico que la rodeaba. Los investigadores también parecen
estar de acuerdo en que la ciudad mesoamericana pertenece a la categoría
regio-ritual propuesta por Fox. Sin embargo, a diferencia de las caracte-
rísticas postuladas por el teórico para este tipo de ciudad, otros estudios
sugieren que las ciudades mesoamericanas contaron con un mayor número
de población y lograron actividades administrativas y mercantiles de ma-
yor complejidad, lo que, de nuevo, las convierte en un caso aparentemente
único en la historia universal del urbanismo. De todas maneras y a pesar de
la gran cantidad de estudios al respecto, la ciudad mesoamericana, prehis-
pánica y colonial, necesita de proyectos de investigación que pongan a prue-
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 101

ha las hipótesis hasta ahora introducidas, a fin de continuar las indagacio-


nes sobre bases más firmes. Por ejemplo, se deben reconciliar los puntos de
vista de los historiadores, quienes generalmente consideran las continui-
dades, con los de los antropólogos, quienes tienden a particularizar las dife-
rencias. Lo que se merece la tradición urbana mesoamericana es una gama
rica de estudios, una que incluya sus variaciones y diferencias, diácronica y
sincrónicamente. Por lo pronto, podemos sugerir que el "altepetl colonial"
no fue ni es sinónimo de "pueblo de indios". Esta última categoría fue in-
ventada desde un punto de vista etnocéntrico, hecho que impide el conoci-
miento de su verdadera composición morfológica y sociopolítica. Tampoco
el altepetl colonial es sinónimo de "pueblos menores". En realidad fueron
"altepeme coloniales" las ciudades de México, Tlaxcala, Cholula y Mérída,
al igual que Tejupan y Metztitlan y tantos otros que aún sobreviven en la
geografía correspondiente hoy día a lo que llamamos el Estado mexicano.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Acuña, René (comp.), (1986), Relaciones geográficas del siglo XVI: México, II, Institu-
to de Investigaciones Antropológicas, UNAM,México.
Archivo General de la Nación (AGN), ramo Tierras (año de 1557), Títulos de tierras de
San Antonio Zoyatzingo, Chalco, Estado de México, vol. 1665.5.
Alvarado, Pedro de, Testimonio de la fundación de la Villa de San Pedro de Higueras
de Honduras que hizo Pedro de Alvarado, Adelantado y Gobernador de Guatema-
la, Archivo General de Indias, siglo XVI, Patronato Real, legajo 20, Ramo 6,
núm. 4, fol. 2r.
Alvarado Tezozórnoc, Fernando (1998 [1609]), Crónica Mexicáyotl, traducción de
Adrián León (directo del náhuatl de 1609), Instituto de Investigaciones Históri-
cas, UNAM,México.
Andrews, George F. (1975), Maya Cities: Placemaking and Urbanization, University
of Oklahoma Press, Norman.
Ashmore, Wendy, y Gordon R. Willey (1981), HAHistorical Introduction to the Study
of Lowland Patterns", en Wendy Ashmore (cornp.),
Settlement Lowland Settle-
ment Patterns, A School of American Research Book, University of New Mexico
Press, Albuquerque, pp. 3-18.
Aveni, Anthony (1980), Skywatchers of Ancient Mexico, University of Texas Press,
Austin, Texas.
102 ASPECTOS TEÓRICOS

Avení. Anthony F., Edward E. Calnek, y Horst Hartung (1988), "Myth, Environrnent,
and the Orientation of the Templo Mayor of Tenochtitlan", American Antiquity,
vol. 53, núm. 2, pp. 287-309.
Bandelier, Adolf F. (1878), "On the Distribution and Tenure of Lands and the Cus-
toms with Respect to Inheritance Among the Ancient en Eleventn
Mexicans",
Annual Report of the Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, Salem
Press, Cambridge, pp. 385-448.
Becker, Jerónimo (1917), Los estudios geográficos en España, Publicaciones de la
Real Sociedad Geográfica, Establecimiento tipográfico de Jaime Ratés, Madrid.
Becker Marshall, Joseph (1979), "Priests, Peasants and Ceremonial Centers: The
Intellectual History of a Model", en Norman Hammond y Gordon Willey
(comps.), Maya Archaeology and Ethnohistory, University of Texas Press, Austin,
Texas, s. p.
Benson, Elizabeth P. (comp.) (1981), Mesoamerican Sites and Worldviews: A Conie-
rence at Dumbarton Oaks, October 16th and l Zth, 1976, Dumbarton Oaks Re-
search Library and Collection, Trustees for Harvard University, Washington.
Bernal, Ignacio (1968), El mundo olmeca, Editorial Porrúa, México.
-- (1983), "The Effect of Settlement Pattern Studies on the Archaeology of Ceno
tral México", en Evon Z. Vogt y Richard M. Leventhal (comps.), Prehistoric
Settlement Pattems: Essays in Honor of Cardan Willey, University of New Mexi-
co Press y Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, Harvard University,
Cambridge, Massachusetts, pp. 389-398.
Bernal García, María Elena (1993), Carving Mountains in a Blue/Creen Bowl: Mytho-
logical Urban Planning in Mesoamerica, tesis doctoral, Department of Art His-
tory, University of Texas en Austin, Texas.
-- (1997), "Frorn Mountain to Toponym in the Historia Tolteca Chichimeca", en
Mary H. Preuss (cornp.), Messages and Meanings; Papers from the Twelfth
Annual Symposium, Latin American Indian Literatures Association/Asociación
de Literaturas Indígenas Latinoamericana, Labyrinthos Press, Lancaster, Cali-
fornia, pp. 85-102.
-- (s. f.), "The Dance of Time, the Procession of Space in Mexico-Tenochtitlans
Desert Garden", en Michel Conan (comp.), Sacred Gardens and Landscapes:
Ritual and Agency, Dumbarton Oaks Colloquium on the History of Landscape
Architecture 26, Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Trustees
for Harvard University, Washington.
Blanton, Richard E. (1976), "Anthropological Studies of Cities", Annual Reviewof
Anthropology, vol. 5, pp. 249-264.
Boyer, Pascal (1998), "Cognitive Tracks of Cultural Inheritance: How Evolved Intui-
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 103

tive Ontology Governs Cultural Transrnission", American Anthropologist, vol.


100, núm. 4, pp. 876-889.
Bray, Warwick (1983), "Landscape with Figures: Settlement Patterns, Locational
Models, and Politics in Mesoarnerica", en Evon Z. Vogt y Richard M. Leventhal
(comps.), Prehistoric Settlement Patterns: Essays in Honor of Cordon Willey, Uni-
versity of New Mexico Press y Peabody Museum of Archaeology and Ethnology,
Harvard University, Cambridge, Massachusetts, pp. 167-193.
Broda, Johanna (1970), "Tlacaxipeualiztli: A Reconstruction of an Aztec Calendar
Festival from 16th Century Sources", Revista Española de Antropología Ameri-
cana, núm. 5, pp. 197-274.
-- (1982), "Astronorny, Cosmovision, and Ideology in Pre-Hispanic Mesoamerica",
en Anthony F. Aveni y Gary Urton (cornps.), Ethnoastronomy and Archaeoastro-
nomy in the American Tropics, Annals of the New York Academy of Sciences,
Nueva York.
-- (1987), "Templo Mayor as Ritual Space", en Johanna Broda, David Carrasco y
Eduardo Matos Moctezuma (cornps.), Creat Temple of Tenochtitlan: Center and
Periphery in the Aztec World, University of Los Angeles Press, Los Ángeles, Cali-
fornia, pp. 61-123.
-- (1991), "Cosmovisión y observación de la naturaleza: el ejemplo del culto de
los cerros en Mesoamérica", en Johanna Broda, Stanislaw Iwaniszewski y
Lucrecia Maupomé (comps.), Arqueoastronomía y etnoastronomia en Meso-
américa, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, pp. 461-500.
Brumfiel, Elizabeth M. (1983), "Aztec State Making: Ecology, Structure, and the Ori-
gin of the State", American Anthropologist, vol. 85, núm. 12, junio, pp. 261-284.
Byland, Bruce E., y John M. D. Pohl (1994), In the Realm of 8 Deer: The Archaeology
of the Mixtec Codices, University of OkIahoma Press, Norman y Londres.
Caballero, Fermin (1866), "Las relaciones topográficas de España", discurso leído
ante la Real Academia de Historia de Madrid (cuaderno 4), Imprenta del Cole-
gio de Sordomudos y Ciegos, Madrid.
Calnek, Edward E. (1974), "Conjunto urbano y modelo residencial en Tenochtitlan",
en Edward Calnek E., Woodrow Borah, Alejandra M. Toscano, K. Davies, y Luis
Unikel (cornps.), Ensayos sobre el desarrollo urbano de México, Sepsetentas,
México, pp. 5-65.
Carlson, John B. (1981), "A Geomantic Model for the Interpretation of Mesoameri-
can Sites: An Essay in Cross-Cultural Cornparison", en Elizabeth P. Benson
(cornp.), Mesoamerican Sites and World- Views, A Conference at Dumbarton
Oaks, October 16th and 17th, 1976, Dumbarton Oaks Research Library and
Collection, Trustees for Harvard University, Washington, pp. 160-215.
104 ASPECTOS TEÓRICOS

Carrasco, Davíd (1988), "Toward the Splendid City: The Study of Mesoamerican
Religions", Religious Studies Review, vol. 14, núm. 4, pp. 289-302.
-- (1990), "The Sacrifice of Tezcatlipoca: To Change Place", en Davíd Carrasco
(cornp.), To Change Place: Aztec Ceremonial Landscapes, University Press of
Colorado, pp. 31-57.
-- (1992 [1982]), Ouetralcoatl and the Irony of Empire: Myths and Prophecies in
the Aztec Tradition, The Univer ity of Chicago Press, Chicago y Londres.
Carrasco, Pedro (1976), "Estratificación social indígena en Morelos durante el si-
glo XVI", en Pedro Carra co, Johanna Broda et al. (comps.), Estratificación
social en la Mesoamérica prehispánica, SEP-INAH-CIESAS, México.
Caso, Alfonso (1947), "Calendario y escritura de las antiguas culturas de Monte
Albán", en Miguel Othári de Mendizábal: Obras completas, vol. 1, Cooperativa de
Trabajadores de los Talleres Gráficos de la Nación, México, pp. 115-143.
-- (1956), "Los barrios antiguos de Tenochtitlán y Tlatelolco", Memorias de la Aca-
demia Mexicana de la Historia, núm. 15, vol. 1, México, pp. 7-63.
Caso, Alfonso, y Mary Elizabeth Smith (1966), Interpretación del Códice Colombino
(Caso) y Las glosas del Códice Colombino (Smith], Sociedad Mexicana de Antro-
pología, México.
Charnay, Désiré de (1887), The Ancient Cities of the New World (Viajes y exploracio-
nes en México y Centroamérica, 1857-1882), traducción de J. Gonino y Helen S.
Conant del francés al inglés (1863), Harper and Brothers, Franklin Square,
Londres.
Christaller, Walter (1966 [1933]), Central Places in Southern Germany, Prentice Hall,
Englewoods Cliffs, ueva Jersey.
Chueca Goitia, Fernando (1974 [1968]), Breve historia del urbanismo, Alianza Edito-
rial, Madrid, España.
Clark, John E., y Michael Blake (1994), "The Power of Prestige: Competitive Gene-
rosity and the Emergence of Rank Societies in Lowland Mesoamerica", en Eli-
zabeth M. Brumfiel y John W. Fox (cornps.), Factional Competition and Political
Development in the New World, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 17-30.
Cline, Howard F. (1972), "The' Relaciones Geográficas of the Spanish Indies (1577~
1648)", en Robert Wauchope (comp. gral.) y Howard F. Cline (comp. del vol.),
Guide to the Ethnohistorical Sources, Handbook of Middle American Indians,
vol. XII, The University of Texas Press, Austin, Texas.
Coe, Michael D. (1961), "Social Typology in the Tropical Forest Civilizations", Com-
parative Studies in Society and History, vol. IV, núm. 1, pp. 65-85.
-- (1965), "A Model of Lowland Maya Community Structure", Southwestern Iour-
nal of Anthropology, vol. XXI, núm. 2, pp. 97-114.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 105

Coe, Michael D. (1968), America's First Civilization: Discovering the Olmec, Ameri-
can Heritage and Van Nostrand, Nueva York.
-- (1981), "Religión and the Rise of Mesoamerican States", en Grant D. Jones y
Robert R. Kautz (comps.), The Transition to Statehood in the New World, Carn-
bridge University Press, Cambridge, Massachusetts, pp. 157-17l.
Díaz del Castillo, Bernal (1955 [1568]), Historia verdadera de la conquista de la Nue-
va España, t. I, introducción y notas de Joaquín Ramírez Cabañas, Editorial
POITÚa,México.
Dioxiadis, Constantinos A. (1968), Ekistics: An Introduction to the Science of Human
Settlements, Oxford University Press, Londres.
Durán, fray Diego (1967), Historia de las Indias de Nueva España (escrita en el siglo
XvI, ca. 1570), 2 1., preparación de la edición paleográfica del original de
Madrid de Ángel María Garibay K., Editorial POITÚa,México.
Eliade, Mircea (1959 [1957]), The Sacred and the Profane: The Nature of Religion,
Harcourt Brace Jovanovich, Nueva York.
- (1971 [1949]), The Myth ofthe Eternal Return or; Cosmos and History, traduc-
ción del francés de Willard R. Trask, Bollingen Series XLVI, Princeton Univer-
sity Press, Princeton, Nueva Jersey.
Fox, Richard G. (1977), Urban Anthropology: Cities in their Cultural Settings, Pren-
tice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, Nueva Jersey.
Fraile Miguelez, Manuel (1917), "Las relaciones histórico-geográficas de los pue-
blos de España hechas por orden de Felipe II", en Catálogo de los códices espa-,
ñoles de la Biblioteca del Escorial, 2 t., Imprenta Helénica, Madrid, pp. 262-280.
Freidel, David (1981), "Civilization as a State of Mind: The Cultural Evolution of the
Lowland Maya", en Grant D. Jones y Robert R. Kautz (comps.), The Transition
to Statehood in the New World, Cambridge University Press, Cambridge, Massa-
chusetts, pp. 188-227.
García Castro, René (1999), Indios, territorio y poder en la provincia matlatzinca. La
negociación del espacio político de los pueblos otomianos, siglos XV-XVII, El Cole-
gio Mexiquense-UNAH-CIESAS, México.
GarcíaMartínez, Bernardo (1987), Los pueblos de la sierra. El poder y el espacio entre
los indios del norte de Puebla hasta 1700, El Colegio de México, México.
García Zambrano, Ángel Julián (1991), "PreConquest Ritual Traditions and the
Foundation of New Towns in Sixteenth Century New Spain", Conference on
Colonial Religion: Ritual, Myth and Image, Centre for Latin American Studies,
University of Carnbridge, Inglaterra, abril, pp. 11-13.
- (1992), "El poblamiento de México en la época del contacto, 1520-1540", Me-
soamérica, año 13, cuaderno 24, Plumsock Mesoamerican Studies/Centro de
106 ASPECTOS TEÓRICOS

Investigaciones Regionales de Mesoamérica, South Woodstock, Vermont y


Antigua, Guatemala, pp. 239-296.
García Zambrano, Ángel Julián (1994a), "Early Colonial Evidence of PreColumbian
Rituals of Foundation", en Virginia M. Fields (comp.), Merle Greene Robertson
(comp. gral.), Seventh Palenque Round Table, 1989, The PreColumbian Art
Research Institute, Rapid Printers of Monterey, San Francisco, California, pp.
217-227.
-- (1994b), "Teocomitl: Bowls as Basins for Founding an Indian Settlement in Six-
teenth-Century Mexico", en Willys E. Andrews y Elizabeth Oster Mozillo
(cornps.), Five Hundred Years Aiter Columbus: Proceedings of the 47th Internatio-
nal Congress of Americanists, Publication 63, The Middle American Research
Institute, Tulane University, Nueva Orleans, p. 79.
-- (2000), "Antagonismos ideológicos de la urbanización temprana de la Nueva
España", en Maruja Redondo Gómez y Ana Meléndez C. (cornps.), Estudios
Históricos, núm. 5, UAM-A, CRAN Editores, México, pp. 21-42.
-- (2001), "El repoblamiento de indios en América colonial: sometimiento, con-
temporización y metamorfosis", en Alfredo Castillero Calvo (dir. del vol.) y
AlIan Kuethe (codir.), Historia general de América Latina, vol. III, t. 2, UNESCO-
Trotta, pp. 459-496.
-- (2004), "Pueblo nuevo y pueblo viejo: recuperación de una memoria urbana per-
dida", en Louise Noelle (cornp.), Memoria del IX Coloquio del Seminario de Estudio
del Patrimonio Artístico: conservación, restauración y defensa. La ciudad: problema
integral de preservación patrimonial, Instituto de Investigaciones Estéticas y Facul-
tad de Arquitectura, Estudios de Arte y Estética 56, UNAM, México, pp. 59-82.
-- (2006), Pasaje mítico y paisaje fundacional en las migraciones mesoamericanas,
Universidad Autónoma del Estado de Morelos y Dicograf, Cuernavaca, More-
los, México.
-- (s. f.), "Ancestral Rituals of Landscape Exploration and Appropriation
Amongst Indigenous Communities in Early Colonial Mexíco", en Michel Conan
(comp.), Sacred Cardens and Landscapes: Ritual and Agency, Dumbarton Oaks
Colloquium on the History of Landscape Architecture 26, Dumbarton Oaks Re-
search Library and Collection, Trustees for Harvard University, Washington.
Gendrop, Paul, y Doris Heyden (1975), Arquitectura mesoamericana, Aguilar Edicio-
nes, Madrid, España.
Gibson, Charles (1975), "A Survey of Middle American Prose Manuscripts in the
Native Historical Tradition", en Howard F. Cline (comp.), Handbook of Middle
American Indians Cuide to Ethnohistorical Sources, parte 4, vol. 15, University
of Texas Press, Austin, pp. 311-321.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 107

Gibson, Charles (1986 [1967]), Los aztecas bajo el dominio español, 1519-1810, Siglo
XXI Editores, México.
González-Hermosillo A., Francisco, y Luis Reyes García (comps.) (2002 [1581]), El
Códice de Cholula: la exaltación testimonial de un linaje indio, INAH, Gobierno
del Estado de Puebla, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social y Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México.
Grove, David c., y Susan D. Gillespie (1992), "Ideology at the Pre-State Level: For-
mative Period Mesoamerica", en Arthur A. Demarest y Geoffrey W. Conrad
(comps.), 1deology and Pre-Columbian Civilizations, School of American Re-
search Press, Santa Fe, Nuevo Mexico, pp. 15-36.
Gruzinski, Serge (1987), "Colonial Indian Maps in Sixteenth-Century, Mexico", Res.
Anthropology and Aesthetics, núm. 13, pp. 45-61.
-- (1988), La colonisation de l'imaginaire. Sociétés indigénes et occidentalisation
dans le Mexique espagnol, xvte-xvttte siécles, Éditions Gallimard, París, Francia.
Gutiérrez, Ramón (1983), Arquitectura y urbanismo en 1beroamérica, Manuales Arte
Cátedra, Artes Gráficas Benzal, Madrid, España.
Hannerz, Ulf (1980), Exploring the City: 1nquiries Toward an Urban Anthropology,
Columbia University Press, Nueva York.
Hardoy, Jorge Enrique (1964), Ciudades precolombinas, Ediciones Infinito, Buenos
Aires, Argentina.
-- (1968), Urban Planning in Pre-Columbian America, George R. Collins (comp.
gral.), Columbia University, George Braziller, Nueva York.
Haviland, William A. (1970 [1966]), "Maya Settlement Patterns: A Critical Review",
en Archaeological Studies in Middle America, Middle American Research Insti-
tute, Tulane University, Nueva Orleans, pp. 22-47.
Heizer, Robert F. (1962), "The Possible Sociopolitical Structure of the La Venta
Olmecs", Akten des 34. Intemationalen Amerikanislenkongress, Viena, pp.
310-317.
Heyden, Doris (1973a), "¿Un Chicomoztoc en Teotihuacán?: la cueva bajo la pirá-
mide del Sol", Boletín del Instituto Nacional de Antropología, época II, núm. 6,
pp. 3-18.
Heyden, Doris (1973b), "What is the Significance of the Mexica Pyrarnid?", en Atti
del XL (40th) Congresso Internazionale degli Americanisti, vol. 1, Génova, Italia,
pp. 109-115.
-- (1981), "Caves, Gods and Myths: World-View and Planning in Teotihuacan", en
Elizabeth P. Benson (cornp.), Mesoamerican Sites and Worldviews: A Conference
at Dumbarton Oaks, October 16th and 17th, 1976, Dumbarton Oaks Research
Library and Collection, Trustees for Harvard University, Washington, pp. 1-39.
108 ASPECTOS TEÓRICOS

Hicks, Frederic (1982), "Tetzcoco in the early 16th century: the state, the city, and the
calpolli", American Anthropology, vol. 9, núm. 2, pp. 230-249.
Hodge, Mary G. (1984), Aztec City-States, Memoirs ofthe Museum of Anthropology,
Joyce Marcus (comp. gral.), vol. 3, núm. 18, University of Michigan, Studies in
Latin American Ethnohistory and Archaeology, Ann Arbor, Michigan.
Hunt, Eva (1977), The Transformation of the H ummingbird. Cultural Roots of a Zina-
cantecan Mythical Poem, Cornell University Press, Ithaca y Londres.
Jansen, Maarten E. R. G. N. (1982), Huisi Tacu: Estudio interpretativo de un libro
mixteca antiguo: Codex Vindobonensis Mexicanus 1, 2 vols., Centrum voor Stu-
die en Documentatie van LatijnsAmerika, Amsterdam.
Jones, Lindsay (1995), Twin City Tales: A Hermeneutical Reassessment ofTula and
Chichén Itrá, fotografías de Lawrence G. Desmond, University Press of Colora-
do, Boulder, Colorado.
Kubler, George (1958), "The Design of Space in Maya Architecture", en Miscellánea
Paul Rivet, Octogenario Dicata, XXXI Congreso Internacional de Americanistas, I,
u AM, México, pp. 515-53l.
-- (1961), "Disjunction and Mutational Eriergy", revisión de "Renaissance
and Renascences in Western Art" de E. Panofsky, Art News, LIX, núm. 10, pp.
34-35.
-- (1984 [1962]), The Art and Architecture of Ancient America: The Mexican, Maya
and Andean Peoples, Penguin Books, Kingsport Press, Inc., Tennessee.
Landa, fray Diego de (1982 [ea. 1560].), Relación de las cosas de Yucatán, introduc-
ción de Ángel María Garibay, Editorial Porrúa, México.
Leach, Edmund (1977), "A View from the Bridge", en M. Spriggs (cornp.), Archaeo-
logy and Anthropology: Areas of Mutual Interest, núm. 19, British Archaeological
Reports, Supplemental Series, 1977, pp. 161-176.
Lockhart, James (1976), "Capital and Provínce, Spaniard and Indian: the Example
of Late Sixteenth-Century Toluca", en Ida Altman y J. Lockhart (comps.), Pro-
vinces of Early Mexico: Variants of Spanish American Regional Evolution, uctx,
California, pp. 99-123.
-- (1982), "Views of Corporate Self and History in Some Valley of México Towns:
Late Seventeenth and Eighteenth Centuries", en George A. Collier, R. Rosaldo y
J. D. Wirth (cornps.), The Inca and Aztec States 1400-1800, Anthropology and
History, Academic Press, Nueva York y Londres, pp. 367-395.
-- (1991), Nahuas and Spaniards: Postconquest Central Mexican History and Philo-
logy, Latin American Center Publications, Stanford University Press, University
of California, Los Ángeles.
-- (1992), The Nahuas After the Conquest: A Social and Cultural History of the
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHlSPÁNICOS 109

Indians of Central Mexico, Sixteenth Through Eighteenth Centuries, Stanford


University Press, Stanford, California.
López Austin, Alfredo (1974), "Organización política en el altiplano central de Méxi-
co durante Historia Mexicana, núm. 4, 92, pp. 515-550.
el posclásico",
-- (1994), Tamoanchan y Tlalocan, FCE, México.
-- (1996 [1990]), Los mitos del Tlacuache: caminos de la mitología mesoamericana,
Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México.
López Austin, Alfredo, y Leonardo López Luján (1996), El pasado indígena, Alicia
Hernández Chávez (coord.), Sección de obras de Historia, Fideicomiso Historia
de las Américas: hacia una nueva historia de México, El Colegio de México y
FCE, México.
Lowe, Gareth W. (1977), "The Mixe-Zoque as Competing Neighbors of the Early
Lowland Maya", en E. W. Adams R. (cornp.), The Origins of Maya Civilization,
University of New Mexico Press, Albuquerque, pp. 197-248.
Mangino Tazzer, Alejandro (1990), Arquitectura mesoamericana: relaciones espacia-
les, Editorial Trillas, México.
Marcus, Joyce, (1983), "On the Nature of the Mesoamerican City", en Evon Z. Vogt y
Richard M. Leventhal (comps.), Prehistoric Settlement Patterns: Essays in Honor of
Gordon Willey, University of New Mexico Press and Peabody Museum of Archaeo-
logy and Ethnology, Harvard University, Cambridge, Massachusetts, pp. 195-242.
Marcus, Joyce, y Kent V. Flannery (1996), Zapotec Civilization: How Urban Society
Evolved in Mexico's Oaxaca Valley, Thames and Hudson, Nueva York y Londres.
Margáin, Carlos R. (1971), "Pre-Columbian Architecture of Central México", en
Robert Wauchope (comp. gral.), Handbook of Middle American Indians, Archaeo-
logy of Northern Mesoamerica, parte 1, vol. 10, Gordon F. Eckholm e Ignacio
Bernal (comps.), University of Texas Press, Austin, pp. 45-91.
Marquina, Ignacio (1964 [1950]), Arquitectura prehispánica, UNAM, México.
Matos Moctezuma, Eduardo (1987), "Syrnbolism of the Templo Mayor", en Eliza-
beth H. Boone (comp.), The Aztec Templo Mayor: A Symposium at Dumbarton
Oaks, 8th and 9th October, 1983, Dumbarton Oaks Research Library and Collec-
tion, Trustees for Harvard University, Washington, pp. 185-209.
Menegus Bornemann, Margarita (1994), Del señorío indígena a la república de
indios. El caso de Toluca, 1500-1600, Conaculta, México.
Millon,René (1973), The Teotihuacan Map, parte 1, University of Texas Press, Austin.
- (1975), "Teotihuacan como centro de transformación", en Jorge E. Hardoy y
Richard P. Schaedel (comps.), Las ciudades de América Latina y sus áreas de
influencia a través de la historia, Ediciones SIAP, Talleres Gráficos Santo Domin-
go, Buenos Aires, Argentina, pp. 19-26.
110 ASPECTOS TEÓRICOS

Molina, fray Alonso de (1977 [1555-1571]), Vocabulario en lengua castellana y mexi-


cana y mexicana y castellana, Editorial POITÚa,México.
Morley, Sylvanus G. (1946), The Ancient Maya, Stanford University Press, Stanford,
California.
Mundy, Barbara E. (1996), The Mapping of New Spain: Indigenous Cartography and
the Maps of the Relaciones Geográficas, The University of Chicago Press, Chica-
go y Londres.
Newsorne, Elizabeth (1991), The Trees of Paradise and Pillars of the World: Vision
Quest and Creation in the Stelae Cycle of 18-rabbit-God K, Copan, Honduras,
tesis doctoral, Department of Art History, University of Texas, Austin.
Niederberger, Betton Christine (1987), Paleopaysages et Archéologie pre-urbaine du
basin de Mexico, 2 vols., Centre d' Études Mexicaines et Centroaméricaines,
México.
Nicholson, Henry B. (1983), "Mesoamerican Ethnohistorical Sources and their Rele-
vance to Pre-Hispanic Settlement Pattern Studies", en Evon Z. Vogt y Richard
M. Leventhal (comps.), Prehistoric Settlement Pattems: Essays in Honor of Gor-
don Willey, University of New Mexico Press y Peabody Museum of Archaeology
and Ethnology, Harvard University, Cambridge, Massachusetts, pp. 399-412.
O'Mack, Scott H. (2003), Yacapitztlan: Etnohistoria y etnicidad en el México central
durante el Posclásico, tesis de maestría, traducción y comp. de Gerardo Rarní-
rez Vidal, Universidad Autónoma del Estado de Morelos y Unidad Central de
Estudios para el Desarrollo Social.
Pasztory, Esther (1973), "The Gods of Teotihuácan: A Synthetic Approach in Teoti-
huacan Iconography", Atti del XL Congresso Intemazionale degli Americanisti,
vol. 1, Génova, Italia, pp. 147-159.
-- (1975), The Murals of Tepantitla, Teotihuacan, tesis doctoral, University of
Columbia, Nueva York.
-- (1987), "Texts, Archaeology, Art, and History in the Templo Mayor: Reflections",
en Elizabeth H. Boone (comp.), The Aztec Templo Mayor: A Symposium at Dum-
barton Oaks, 8th and 9th October; 1983, Dumbarton Oaks Research Library and
Collection, Trustees for Harvard University, Washington, D. C. pp. 451-462.
-- (1983), Aztec Art, Harry N. Abrams, Nueva York.
Prescott, William H. (1936), The Conquest of México [s. i.], Nueva York.
Price, Barbara J. (1975), "Cacicazgos prehispánicos en las Américas: sus implican-
cias respecto al desarrollo humano", en Jorge E. Hardoy y Richard P. Schaedel
(cornps.), Las ciudades de América Latina y sus áreas de influencia a través de
la historia, Ediciones SIAP, Talleres Gráficos Santo Domingo, Buenos Aires,
pp. 61-77.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 111

Reyes García, Cayetano (2000), El altépetl, origen y desarrollo: construcción de la


identidad regional náuatl, El Colegio de Michoacán, México.
Ricard, Robert (2000 [1933]), La conquista espiritual de México, FCE, México.
Robertson, Donald (1967), Pre-Columbian Architecture, Serie,:;: The Great Ages of
World Architecture, George Braziller, Nueva York.
S. a. (1962), "La fundación de Cuacuauzentlalpan", Tlalocan, vol. IV,núm. 1, pp. 64-73.
S. a. (1930), "Instrucción dada a Hernán Cortés para la población de la Nueva Espa-
ña, conversión de los indios y organización del país", instrucción fechada en
Valladolid, 26 de junio de 1523 en vol. 1, cap. 1, "Población y descubrimientos",
transcrito del tomo XXXIV, folio 267, vol. núm. 237, en Disposiciones comple-
mentarias de las Leyes de Indias, 3 vols., Imprenta Saez Hermanos, Madrid.
Sahagún, fray Bernardino de (1981[ca. 1582]), Historia general de las cosas de Nueva
España, edición y notas del manuscrito del siglo XVI de Ángel María Garibay K.,
4 t., Editorial Porrúa, México.
Sanders, William T. (1970), "The Population of the Teotihuacan Valley, the Basin of
Mexico, and the Central Mexican Symbiotic Region in the 16th Century", en
William T. Sanders, Anton Kovar, Thomas H. Charlton y Richard Diehl, The Teo-
tihuacan Valley Project Final Report, Pennsylvania State University, Department
of Anthropology, Occasional Papers in Anthropology, núm. 3, vol. 1, pp. 381-457.
- (1981 [1956]), "The Central Mexican Symbiotic Region: a Study in Prehistoric
Settlement Patterns", en Gordon R. Willey (cornp.), Prehistoric Settlement Pat-
terns in the New World, Greenwood Press, Westport, Connecticut, pp. 115-127.
Sanders, William T., y Barbara Price (1968), Mesoamerica: The Evolution of a Civili-
zation, Random House, Nueva York.
Sanders, William T., y David Webster (1988), "The Mesoamerican Urban Tradition",
American Anthropologist, vol. 90, núm. 3, pp. 521-546.
Seler, Eduard (1980 [1904]), Comentarios al Códice Borgia, 3 vols., traducción de
Mariana Frenck, FCE, México.
Service, Elman (1962), Primitive Social Organization, Random House, Nueva York.
Sharer, Robert J., y Wendy Ashmore (1979), Fundamentals of Archaeology, The Ben-
jamin/Cummings Publishing Cornpany, Inc., Menlo Park, California.
Schele,Linda (1979), "Palenque: The House of the Dying Sun", en Anthony F. Aveni
(comp.), Native American Astronomy, University of Texas Press, Austin y Lon-
dres, pp. 42-56.
- (1981), "Sacred Site and World-View at Palenque", en Elizabeth P. Benson
(comp.), Mesoamerican Sites and Worldviews: A Conference al Dumbarton Oaks,
October 16th and I Zth, 1976, Dumbarton Oaks Research Library and Collec-
tion, Trustees for Harvard University, Washington, pp. 87-117.
112 ASPECTOS TEÓRICOS

Shook, Edwin M., y Tatiana Proskouriakoff (1981), "Settlernent Patterns in Meso-


America and the Sequence in the Guatemala Higlands", en Gordon R. Willey
(cornp.), Prehistoric Settlement Patterns in the New World, Greenwood Press,
Westport, Connecticut, pp. 93-127.
Schroeder, Susan (1994 [1991]), Chimalpahin y los reinos de Chalco, traducción de
Joaquín Francisco Zaballa Omaña, El Colegio Mexiquense-Ayuntamiento Cons-
titucional, 1994-1996, México.
-- (1984), "Chimalpahin and the Role of Cihuatl in Mesoamerica", ponen-
cia presentada en la Reunión de la American Society for Ethnohistory, Nueva
Orleans.
Siméon, Rémi (1977 [1881]), Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, Siglo XXI
Editores, México.
Tate, Carolyn E. (1992), Yaxchilan: The Design of a Maya Ceremonial City, University
of Texas Press, Austin, Texas.
Thompson J., Eric S. (1931), Archaeological Investigations in the Southern Cayo Dis-
trict, British Honduras, vol. 17, núm. 3, Field Museum of Natural History Anthro-
pological Series, Chicago.
Tichy, Franz (1981), "Order and Relationship of Space and Time in Mesoamerica:
Myth or Reality?", en Elizabeth P. Benson (cornp.), Mesoamerican Sites and
Worldviews: A Conference at Dumbarton Oaks, October 16th and I Zth, 1976,
Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Trustees for Harvard Uni-
versity, Washington, pp. 217-243.
Toussaint, Manuel (comp.) (1956), "Introducción", en Información de méritos y ser-
vicios de Alonso Carda Bravo, alarife que trazó la ciudad de México, México.
Townsend, Richard (1982), "Pyramid and Sacred Mountain", en Anthony F. Aveni
(cornp.), Ethnoastronomy and Ethnoarchaeology in the American Tropics,
vol. 385, The New York Academy of Sciences, Nueva York, pp. 37-62.
-- (1987), "Coronation at Tenochtitlan", en Elizabeth H. Boone (comp.), The Aztec
Templo Mayor: A Symposium at Dumbarton Oaks, 8th and 9th October; 1983,
Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Trustees for Harvard Uni-
versity, Washington, pp. 371-409.
Vaillant, George C. (1935), Artists and Craftsmen in Ancient Central America, Ameri-
can Museum of Natural History, Nueva York.
Van Zantwijk, Rudolf (1976), "La organización de la México-Tenochtitlan naciente",
en Memorias del Congreso Internacional de Americanistas, 1974, Instituto Nacio-
nal de Antropología e Historia, México, pp. 189-208.
-- (1985), The Aztec Arrangement: The Social History of Pre-Spanish Mexico, Uni-
versity of Oklahoma Press, Norman.
EL ALTEPETL COLONIAL Y SUS ANTECEDENTES PREHISPÁNICOS 113

Webster, David (1997), "The Study of Classic Maya Architecture", Latin American
Research Review, vol. 32, núm. 2, pp. 219-232.
Wheatley, Paul (1963), "What the Greatness of a City Is Said to Be: Reflections on
Sjoberg's Preindustrial City", Paciiic Viewpoint, vol. 4, pp. 163-188.
-- (1967), "City as Symbol", Inaugural Lecture Delivered at the University College,
Londres, 20 de noviembre.
Wheatley, Paul (1971), Pivot of the Four Quarters: A Preliminary Inquiry into the Ori-
gins and Character of the Ancient Chinese City, Aldine, Chicago.
Willey,Gordon (1973), "Mesoarnerican Art and Iconography and the Integrity of the
Mesoamerican Ideological System", en The Iconography of Middle America
Sculpture, The Metropolitan Museum of Art, Nueva York, pp. 153-16l.
-- (1981 [1956]), "Problerns Concerning Prehistoric Settlement Patterns in the
Maya Lowlands", en Gordon R. Willey (comp.), Prehistoric Settlement Patterns
in the New World, Greenwood Press, Westport, Connecticut, pp. 107-114.
Willey,Gordon, y Philip Phillips (1958), Method and Theory in American Archaeo-
logy, University of Chicago Press, Chicago,
Wirth, Louis (1938), "Urbanism as a Way of Life", American Journal of Sociology,
vol. 34, pp. 3-24.
Wood, Stephanie (1991), "The Cosmic Conquest: Late Colonial Views of the Sword
and Cross in Central Mexican Títulos", Ethnohistory, vol. 38, núm. 2, pp. 176-195.
II. LA POLICÍA DE LOS INDIOS
Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL
MARCELO
RAMíREZ
Rurz
FEDERICO
FERNÁNDEZ
CHRISTLIEB

TRASELSOMETIMIENTO militar del altiplano mesoamericano, los españoles


iniciaron un profundo proceso de civilización para la población indígena.
Ante sus ojos, los indios vivían "como bestias en los campos, sin rastro ni
conocimiento bastante de vida sociable y política".' Aunque agrupados en
altepeme, sus viviendas y barrios no parecían guardar ningún orden territo-
rial, de modo que los europeos los definirían como comunidades "rústicas"."
Sólo los grandes centros del Posclásico, como México-Tenochtitlan, Cholu-
la, Cempoala o Zaachila, merecían el apelativo de "ciudades" propiamente
dichas. Fuera de esos núcleos urbanos, los asentamientos dispersos en que
se organizaban los indios eran vistos como una muestra de su condición
bárbara y salvaje. Para civilizados, era imprescindible juntados, congregar-
los en "pueblos de indios", donde pudieran vivir en proximidad unos de
otros sobre un sistema de calles bien trazado y en torno a una unidad con-
ventual destinada a asegurar su conversión. Asimismo, congregados en
pueblos favorecería su control, la organización de su trabajo y la recolec-
ción de su tributo. Civilizar, entonces, implicaba ciudadanizar a la pobla-
ción.> urbanizada, en síntesis, conminada a vivir en policía.

I Solórzano y Pereyra (1930 [1647]), libro II, cap. XXIV,vol.2, p. 374.


2 A su entender, los españoles asociaban al altepetl con su concepto de rusticitas (organiza-
ción propia de bárbaros) y no con el de civilitas (referente a los ciudadanos romanos); Kagan
(1998), p. 57. Con ello, señalaban su pertenencia al campo, su calidad "grosera" y el apego de
los indios al entorno silvestre.
3 Recordemos que los términos de "ciudad" y "civilización" derivan de un mismo concepto:

el de la civitas romana, institución que agrupa a los cives, que son los "ciudadanos, que se han
congregado a vivir en un mismo lugar debajo de unas leyes y un gobierno", palabras de Sebas-
tián de Covarrubias (1611) que reproducen aproximadamente la definición proporcionada por
Isidoro de Sevilla en sus Etimologías: los ciudadanos se llaman así porque viven "formando
una unidad, coeuntes vivunt, para hacer más agradable y segura la vida común". Covarrubias
(1611), folio 288r; Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), libro IX, cap. IV, 2, vol. 1; Nebrija (1495),
p. [70]. Kagan (1998), p. 32. La lógica de los frailes consistía entonces en ciudadanizar a los

114
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 115

En el contexto de los siglos xv y XVI, civilidad fue la traducción castella-


na de la voz griega politia. A su vez, esta voz fue castellanizada como policía,
de modo tal que civilidad y policía aparecen como sinónimos en el Vocabu-
lario español-latino de Antonio de Nebrija, publicado en 1495.4 En la misma
obra, Nebrija utilizó la expresión "policía de ciudad" para traducir civilitas
v politia» También trasladó al castellano la voz latina metropolis como "ciudad
matriz y principal" y colonia como "ciudad poblada de extranjeros"; muni-
cipium se tradujo como la "ciudad que tiene jurisdicción", urbs (urbe) como
"ciudad los mismos edificios" y civitas (ciudad) se refiere al "ayuntamiento
deciudadanos". 6 Retornemos entonces la diferencia entre urbs y civitas: mien-
tras urbe se refiere "a los mismos edificios", la ciudad propiamente dicha sig-
nifica "el ayuntamiento de ciudadanos", como anotó de manera más clara
Isidoro de Sevilla en sus Etimologías, escritas en la primera mitad del siglo VII:

Civitas (ciudad) es una muchedumbre de personas unidas por vínculos de


sociedad, y recibe este nombre por sus ciudadanos (cives], es decir, por los
habitantes mismos de la urbe. Con el nombre de urbe (urbs) se designala fábri-
ca material de la ciudad, en tanto que civitas hace referencia, no a sus piedras,
sino a sus habitantes."

Alfonso X, por su parte, escribió en Las siete partidas (elaboradas entre


1256 y 1263) que "se entiende por ciudad todo aquel lugar que es cercado
delos muros, con los arrabales et los edificios que se tienen con ellos".8 En
1538, al comentar las leyes del reino de Castilla, Hugo de Celso presentó
este concepto de la siguiente manera: ciudad "propiamente es donde hay
obispoo arzobispo. Empero, según el común hablar y entendimiento caste-
llano,dícese ciudad todo aquel lugar que es cercado de los muros, con los
arrabales y con los edificios que contiene con ellos". 9
Estas definiciones medievales reformularon la existencia de la ciudad

indios asentándolos en núcleos urbanos (urbs), aunque tales urbes fueran nombradas pueblos,
como veremos más adelante, y organizándolos en concejo o república.
4 Las expresiones literales utilizadas por Nebrija dicen lo siguiente: "Civil cosa en griego:
politicus", "Civilidad o policía: civilitas", "Civilidad en griego: politia", "Civilmente: civiliter; poli-
tice", "Civil cosa de ciudad y polida: civilis". Nebrija (1495), p. [70].
5Ibidem, p. [164].

=Ibidem. p. [70].
7 Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), libro XV, 2, 1, vol. II, p. 227.
8 Alfonso X (1974 [1555]), "Séptima partida", título XXXIII, ley VI, vol. 3, folio 97v.
9 Celso (1538), folio lxxi.
116 ASPECTOS TEÓRICOS

no solamente por ser un ayuntamiento de ciudadanos, sino también por


hallarse en ella la silla obispal o arzobispal y porque está amurallada, lo
cual la convirtió en un espacio interior, símbolo de una cristiandad rodeada
de pueblos paganos.
Los autores de la tradición grecolatina fueron la referencia documental
más importante para definir los conceptos de ciudad y urbe, tanto en la
Edad Media como en los siglos posteriores. Ya fuera con enfoques políticos,
urbanísticos, teológicos, lingüísticos, jurídicos o médicos, personajes como
san Agustín, Isidoro de Sevilla, Alfonso X, Tomás de Aquino, Francesc Eixi-
menis.t? Leon Battista Alberti, Antonio de Nebrija, Hugo de Celso y Sebas-
tián de Covarrubias remitieron sus conceptos a los filósofos de la antigüe-
dad griega y romana. Lo mismo hizo Juan de Solórzano y Pereyra en su
Política indiana, publicada en 1647, en la cual describió la ciudad a partir
de citas de Aristóteles, Cicerón y Tomás de Aquino:

Así los mismos Aristóteles y Cicerón definen la ciudad, diciendo, ser una perfec-
ta congregación de hombres, que esparcidos antes por chozas en selvas ó bosques,
se juntaron en uno, mediante lo cual vienen conseguir los muchos y loables
á

efectos, que en esta vida sociable y política se consiguen, que es sin duda mu-
cho mejor que la solitaria, como lo enseña Santo Tomás, que el solitario, o ha
de ser Dios, o bestia; y se ayudan y defienden unos a otros, de donde aún estas
mismas congregaciones tomaron en latín el nombre de oppida ab ope mutua,
como lo advierten graves A[utores].11

El texto de Aristóteles al que se refiere Solórzano dice lo siguiente: "De


todo esto es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales y que el hom-
bre es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no
por azar es un ser inferior o un ser superior al hombre". El que no puede vivir
en comunidad, insiste Aristóteles, "no es miembro de la ciudad, sino una bes-
tia o un dios".12Tomás de Aquino retornó la expresión de Aristóteles y la ree-
laboró de la siguiente manera en su Tratado de los estados de la vida cristiana:

El hombre puede vivir solo [solitario] de dos modos: porque no resiste la com-
pañía de los hombres debido a la crueldad de su ánimo, como los animales sal-

10 A lo largo de este capítulo escribiremos el nombre del tratadista con esta ortografía, aun-
que también algunas fuentes y autores prefieren escribirlo así: Eximenic o Eximenis.
11 Solórzano y Pereyra (1930 [1647]), libro II, cap. XXIV, vol. 1, p. 373. Subrayado original.
12 Aristóteles (1999 [1968]), 1253a, pp. 50-52.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 117

vajes, O porque se entrega totalmente a las cosas divinas, lo cual es superior al


hombre. Por eso dice el Filósofo, en 1 Polit., que el que no se comunica con los
demás es un bruto, o un dios, es decir, un hombre divino. 13

También en el Tratado del verbo encarnado, santo Tomás volvió a expre-


sar la misma idea: "y el Filósofo escribe, en 1 Polit., que quien vive en sole-
dad, o es una bestia, en caso de que lo haga por inhumanidad, o es un dios,
si lo hace con el fin de contemplar la verdad'"!" Lo que estas definiciones
quieren decir es que es propio del hombre vivir políticamente: congregado
y en república; y si anda solitario por los campos es por su incapacidad
socialy, al igual que las bestias, va de un lado a otro para saciar su hambre
y su sed, sin gobierno, sin ley, sin casa y sin ciudad; o bien puede ser que
ande solitario en vida de eremita, lo cual lo asemejaría a Dios en su santidad.
Los teólogos se preocuparon por vertir al cristianismo los principios de la
política griega y romana. De esa manera, fueron incorporados a las lenguas
romances vocablos como pueblo, política y policía, ciudad y urbe, y república
o cosa pública, derivados de antiguas raíces griegas y latinas. Tanto fue el
interés por asimilar el antiguo régimen político grecolatino al cristianismo,
que la "cosa pública" 15 fue por definición cristiana, como escribió Francesc
Eiximenis a fines del siglo XIV. Según este autor, la "cosa pública cristiana"
reúne cuatro aspectos: a) en primer lugar es una comunidad de gentes; b) en
cuanto comunidad; se halla compuesta por personas diferentes que se ayu-
dan unas a otras según sus necesidades, pues tal unidad y benevolencia está
fundada en el amor y en la concordia; c) sin embargo, todos los hombres de
la comunidad no pueden ser iguales, ni por estamento ni por oficio, pues al
teneractividades sociales y laborales diferentes, sus necesidades serán satis-
fechasen tal diversidad, y d) en consecuencia, la "cosa pública" está "com-
puestasumariamente de tres estamento s de personas": menores, medianos
y mayores. 16 Esta definición de la república o "cosa pública" rememora el
conceptode pueblo que anota Alfonso X en Las siete partidas:

Cuidan algunos que pueblo es llamado la gente menuda, así como menestrales
et labradores, mas esto non es así, ea antiguamente es Babilonia, et en Troya et

13 Aquino (1998), parte u-u (b), cuestión 188, artículo 8, vol. IV, p. 733. Subrayado original.
'<Ibidem, parte U!, cuestión 40, artículo 2, vol. V, p. 354.
15 La expresión "cosa pública" es traducción literal de la voz latina res publica, la cual a su

vezfue castellanizada como república.


16 Eiximenis (2002 [1499]), folios 13v a 14v.
118 ASPECTOS TEÓRICOS

en Roma, que fueron lugares muy señalados, et ordenaron las cosas con razón,
et pusieron nombre a cada una según que convenía, pueblo llamaron al ayunta-
miento de todos los hombres comunalmente de los mayores, et de los menores
et de los medianos: ea todos estos son menester et non se pueden excusar, por-
que se han á ayudar á unos a otros para poder vivir et seer guardados et man-
tenidos.!?

Como vemos, la voz pueblo (derivada del latín populus) enuncia la


comunidad de las sociedades altas, medianas y bajas. A fines del siglo xv,
Nebrija trasladó este concepto a la expresión "pueblo de todos juntamen-
te".18Tal pueblo de todos juntamente fue a su vez una de las tres traduccio-
nes castellanas de la voz altepetl realizada por fray Alonso de Molina en
1555. Como vimos en la introducción de este libro, las otras dos fueron ciu-
dad y rey. 19
En resumen, el vocablo policía hace alusión a ese conjunto de concep-
tos que refieren la existencia de una comunidad organizada en concejo,
tales como política, república, cosa pública, pueblo y ciudad. Sin embargo,
en la tradición literaria medieval de los reinos cristianos peninsulares, tal
comunidad fue por definición no solamente política, sino también cristia-
na. El ayuntamiento de un pueblo en concejo o república fue una modali-
dad de organización política que impulsaron los propios reyes y la Iglesia
como una forma de agrupar y defender la cristiandad. Las poblaciones, por
su parte, hicieron de su comunidad política una expresión de su propia
cristiandad, de la cual quedaron excluidas las aljamas , barrios de judíos
y moros. Los cristianos, insistió Eiximenis, forman "una comunidad y un
cuerpo espiritual". Así, como fue concebida la "ciudad de Dios" en cuanto
modelo de la ciudad terrenal, también la "cosa pública" entre los hombres
habría de organizarse a semejanza de la "cosa pública celestial't.s" Según
Eiximenis, "toda comunidad fundada en la santa religión cristiana es sobe-
ranamente apta a mantener y conservar lo de la cosa pública'I.>' Estas ideas
formaron parte del bagaje cultural con el que desembarcaron los europeos
en las costas americanas a finales del siglo xv.

17 Alfonso X (1974 [1555]), "Segunda partida", título X, ley 1, vol. 2, folio 30r; Celso (1538),
folio CCCIIIr.
18 Nebrija (1495), p. [169].

19 Alonso de Molina (1555-1571), folios 34v, 99v y 4r bis.

20 Eiximenis (2002 [1499]), folio 18r.


21 Ibidem, folio 22r.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 119

Durante el siglo XVI, estos conceptos fueron incorporados por los frailes
y los juristas que debatieron acerca de la condición del indio: de su calidad
natural y política, de su libertad o esclavitud, de su asentamiento en pueblos
dependientes de la Corona o su encomienda a los colonos, y de su gobierno
en república o su sometimiento servil. En estos debates, se habló de la "po-
licía humana" como de esa vida política y cristiana que humanizaba la exis-
tencia miserable de los bárbaros. El término policía hizo referencia al orden
que debían guardar los ciudadanos como miembros de una república y de una
comunidad cristiana. Implicaba la subordinación de los deseos e intereses
individuales a los de la colectividad y la observancia de las leyes y ordenanzas
establecidas para su mejor gobierno.s? Richard L. Kagan traza una línea
de continuidad en la aplicación de este concepto, desde el siglo XVI hasta
la reconquista cristiana de las tierras ibéricas al norte del río Duero en el si-
glo X y, más aún, hasta los procedimientos de ocupación territorial de la
antigüedad:

Siguiendola práctica romana [dice el autor], los monarcas cristianos tomaron


posesiónde esa frontera [la del Duero] mediante la creación de ciudades, otor-
gandoa cada una de ellas determinadas cartas o fueros que garantizaban a sus
habitantes el derecho a un autogobiemo [...] Asípues, desde el comienzo de la
Reconquista, la ciudad [sirvió] como la institución a través de la cual los
monarcas tomaban posesión de tierras sobre las que tenían reclamaciones legí-
timas. Asimismo,la ciudad servía como forma de poblar, y por tanto cristiani-
zar,nuevas tíerras.P

La mojonera que demarcaba el nuevo asentamiento y que dividía el


mundo cristiano del mundo musulmán, prosigue Kagan, simbolizaba "en
términos aristotélicos, la línea que separaba la civilización de la barbarie, el
mundode la polis del mundo de las bestias". 24
Vivir en policía en el siglo XVI quería decir vivir como en la prestigiosa
polis de los clásicos; era vivir políticamente. En su tratado de Política para
corregidores, publicado en 1597, Castillo de Bovadilla explica: "Política es
buena gobernación de la ciudad, que abraza todos los buenos gobiernos,
y trata y ordena las cosas corporales que tocan a la policía, conservación y

22 Kagan (1998), p. 59; el diccionario Robert de lengua francesa consigna esta misma defi-
niciónfechándola, al menos, desde 1361.
23 ldem.

24 ldem. Véase también Aristóteles (2000 [1480]), libro tercero, 1, pp. 66-71.
120 ASPECTOS TEÓRICOS

buen encaminamiento de los hombres.e> En 1611, Sebastián de Covarru-


bias definió policía como "término ciudadano y cortesano. Consejo de poli-
cía, el que gobierna las cosas menudas de la ciudad, y el adorno de ella y
limpieza. Es vocablo griego JtOf...LLELU, respublica. Político, el urbano y corte-
sano. Política, la ciencia y modo de gobernar la ciudad o repúblíca't.w Como
dijimos, al llegar a América, los españoles trajeron consigo esta noción en la
que ellos estaban llamados a ser buenos políticos, lo que se traducía en saber
meter en policía a los indios. Según observamos, tanto en las fuentes como en
el terreno, la policía se materializó de dos maneras: la primera consistió
en constituir un cuerpo documental formado de reglamentos, ordenanzas y
disposiciones legales que daban cuenta del concepto y de cómo debía apli-
carse; la segunda estuvo dada por la arquitectura y el ordenamiento plas-
mados en el territorio: nos referimos a la edificación de núcleos urbanos que
serían el centro de pueblos y ciudades y a la reasignación de las tierras de la-
bor para los indios (y españoles). Estas disposiciones legales y estos pueblos
construidos ex profeso servirían, si se permite la expresión, de molde a la
población en proceso de civilización.
Con el objetivo de civilizar (ciudadanizar y urbanizar) a los naturales,
los legisladores del Consejo de Indias desarrollaron modelos de poblamien-
to cuyas variaciones dependieron de las geografías del Nuevo Mundo y
del régimen de vida de las sociedades indígenas. En términos generales,
los pueblos se construyeron sobre tierra llana y de una manera más o menos
compacta a lo largo de calles bien delineadas, de modo tal que los indios
quedaran "en buena traza y policía"27 y constituyendo una repúblíca.s" En

25 Castillo de Bovadilla (1597), t. 1, p. 20; citado por Fraile (1997), p. 36. Pedro Fraile reali-

zó una investigación sobre la "ciencia de policía" durante los siglos XVIII y XIX publicada bajo
el título La otra ciudad del rey. Aunque este autor desestima la importancia del concepto "poli-
cía" antes de los siglos que él estudia, su trabajo nos permitió conocer el tratado de Castillo de
Bovadilla (1597) y el de Diego Saavedra Fajardo (1657), Idea de un príncipe cristiano representa-
do en cien empresas. Fraile (1997), pp. 29-4L Por lo demás, las numerosas citas que haremos de
las cédulas, y otros reglamentos a lo largo de este capítulo, probará que el concepto de "policía"
estuvo mucho más presente en España que lo que Fraile supone, incluso desde el siglo x»,
26 Covarrubias (1611), folio 591v.

27 Así lo expresa la instrucción girada al capitán Juan Alonso de TOITes,por parte del conde

de Monterrey, el 15 de septiembre de 1603, para que congregara los pueblos de la provin-


cia de Michoacán: "Hará una congregación entre el pueblo de Zirándaro y el de Guayameo
corriendo la una población hacia la otra, que si fuere posible se alcancen quedando en buena
traza y policía [...]" "Congregación que va cometida al capitán Juan Alonso de Torres para eje-
cutar conforme a su instrucción en Zirándaro y Guayarneo", en Torre Villar (1995), p. 8L Las
cursivas son nuestras.
28 Véanse Kubler (1984); Sartor (1992).

. ." ;~ ..
1';';
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓNDEL ALTEPETL 121

tiempo prehispánico, antes de ser congregadas en este tipo de núcleos


urbanos, las comunidades locales asumían un patrón de asentamientos
mucho más disperso, que en ocasiones no era permanente y que se exten-
día de preferencia por laderas montañosas, cañadas, márgenes fluviales y
lacustres. En cualquier caso, se tratase de sociedades sedentarias más con-
centradas o de tribus nómadas, el régimen colonial consistió en reducir a
los indios a poblado.s? sin embargo, cuando los colonos consideraron al
indio irreductible, también fue practicada la esclavitud y el exterminio
como medio para pacificar la tierra. Así fueron vistos en la Nueva España
los habitantes de la Gran Chichimeca: el inmenso septentrión novohispano,
tierra de guerra cuya conquista fue realizada a sangre y fuego.
En el presente capítulo se describen estos modelos de poblamiento y
urbanización desarrollados por los legisladores de Indias basados en el
concepto de policía. Comenzaremos por describir las primeras experien-
cias verificadas en las Antillas que sirvieron de base a las disposiciones
legales posteriores y a las construcciones urbanas del continente. En segun-
do lugar haremos un recuento de la documentación que sintetiza la doctrina
de la policía que reglamentó la construcción de los nuevos asentamientos en
Nueva España. Por último, abordaremos el tema de la fabricación material
de los pueblos en los que se realizaron las congregaciones. Para tratar estos
tres apartados iremos de la mano de los documentos coloniales en donde
quedaron plasmados los principios de esta nueva territorialidad.

LAS PRIMERASEXPERIENCIASDE POLICÍAY URBANIZACIÓN

Los procedimientos reglamentados en el Caribe para el asentamiento de


indios durante las tres primeras décadas del siglo XVI constituyeron, como

29 Reducir y reducción fueron algunas de las expresiones más comunes al hablar del repo-

blamiento indígena durante el siglo XVI. Reducir es palabra que proviene del latín reducere, es
decir: reducirse, que significa convencerse, de modo tal que el reducido es aquel "convencido y
vueltoa mejor orden", Covarrubias (1611), folio Sr. De acuerdo con el Diccionario de autorida-
des, reducir significó: "vencer, sujetar o rendir, volviendo a la obediencia ú dominio a los que se
habían separado dél", "Vale también persuadir o atraer a alguno, con razones y argumentos, a
su dictamen." "Significa también convertir o convencer al conocimiento de la verdadera reli-
gión,ú a los pecadores a la enmienda." En consecuencia, la reducción "se toma también por la
rendición, sumisión y sujeción de algún reino, lugar, etc., por medio del poder o de las armas".
"Significa asimismo conversión o conquista de los infieles al conocimiento de la verdadera
religión,o de los pecadores a la enmienda", "se llama también el Pueblo de Indios, que se han
convertido a la verdadera religión." Diccionario de la lengua castellana (1737), t. V.

ESe. NAL DE ANTROPOlOGIA E Hlsr


BIBLIOTECA
122 ASPECTOS TEÓRICOS

hemos indicado, las bases para el ordenamiento territorial realizado más


tarde en el continente. A partir de estas primeras disposiciones, se estable-
cieron los lineamientos generales para el poblamiento de las colonias a tra-
vés de una serie de cédulas, ordenanzas e instrucciones dirigidas a los fun-
cionarios civiles y eclesiásticos.
La concentración de los indios en pueblos supuso, como primera con-
dición, su control por los frailes y los funcionarios de la Corona. Se ordenó
que los nuevos asentamientos fueran trazados cerca de las villas de españo-
les, a partir de lo cual comenzó a tejerse una estructura territorial cuyos
nodos, habitados preferentemente por europeos, tenían a su alcance una
serie de pueblos de indios que les eran tributarios. Para que hubiera tales
villas de españoles, la Corona se preocupó especialmente por arraigar a los
colonos mediante mercedes de tierras en las que pudieran cultivar y criar
ganado.w Los colonos españoles a los que se les dieran tierras, estaban obli-
gados a ocupadas al menos durante cinco años continuos y, para estimular
aún más el poblamiento del Caribe, la Corona los eximió del pago de im-
puestos durante 20 años. Sin embargo, además de la tierra, a los coloniza-
dores les interesó la posesión directa del trabajo de los indios, lo cual consi-
guieron a través del régimen de la encomienda, como lo ha explicado Silvio
Zavala.>! La entrega de indios a un encomendero implicó su reducción a
pueblos como una de sus condiciones principales.

30 Así, por ejemplo, en respuesta a los primeros pobladores de La Española que expresaron

su interés por "sembrar pan y otras semillas; y plantar huertas y algodones, y linares y viñas, y
árboles y cañaverales de azúcar, y otras plantas; y hacer y edificar casas y molinos e ingenios
para el dicho azúcar y otros edificios provechosos y necesarios para su vivir", desde 1497
los reyes ordenaron a Cristóbal Colón que en su nombre repartiese "a las tales personas, ya
cada uno de los que ahora viven y moran en la dicha isla y a los que de aquí en adelante fue-
ren a vivir y morar en ella, las tierras y montes yaguas que vos viéreis que a cada uno de ellos
se debe dar y repartir, según quien fuere y lo que nos hubiere servido, y la condición y calidad
de su persona y vivir". "Carta patente de los reyes de Castilla al almirante Cristóbal Colón die-
tándole la normativa de cómo deberían realizarse los repartos de tierra en la isla Española."
Medina de! Campo, 22 de julio de 1497. Solano (J 984), Documento 1, p. 105.
31 Los servicios de los indios a los colonos empezaron en el mismo año en que fue emitida
la cédula de la nota anterior, en 1497. Además de la entrega de un tributo en oro y algodón
para el rey, Cristóbal Colón impuso a los indios servicios agrícolas y mineros. En años poste-
riores, este servicio se convirtió en e! pago de un peso de impuesto por cada 11 obtenidos en el
beneficio de las minas al español a quien habían sido repartidos los indios. "Según los datos
anteriores [dice Silvio Zavala] resulta que el repartimiento de indios a favor de los colonos es-
pañoles nació en las Antillas casi al mismo tiempo, pero con independencia del tributo del rey.
Su finalidad era llenar las necesidades de mano de obra de las empresas agrícolas y mineras
de los colonos y de la Corona. Jurídicamente se caracterizaba por ser un sistema de trabajo
forzoso, sin contrato de salario. Además de los indios repartidos y sin confundirse con ellos,
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 123

La reunión de los indios en estos pueblos con el fin de evangelizarlos


fue planteada por los legisladores de la Corona al menos desde 1503. Para
la salvación de sus ánimas, decían, "es necesario que los indios se repartan en
pueblos en que vivan juntamente. Y que los unos no estén ni anden aparta-
dos de los otros por los montes, y que tenga allí cada uno de ellos casa habi-
tada con su mujer e hijos y heredades, en que labren y siembren y críen sus
ganados't.V El gobernador de las Indias Occidentales fue encargado de pro-
mover el asentamiento de indios en pueblos, los cuales habrían de estable-
cerse "en los lugares y partes que a él bien visto fuere, y donde los vecinos
de las tales poblaciones puedan tener, y tengan, heredades en que labren y
siembren, para que puedan criar y apacentar sus ganados, sin que los de
una población puedan hacer daño a los de otra, ni los de la otra a la otra".33
De acuerdo con esta instrucción, en cada pueblo de las Antillas debería
haber un capellán, una iglesia y, junto a ésta, una casa para evangelizar es-
pecialmente a los niños. También, habría de nombrarse a una "persona co-
nocida" para administrar la justicia en nombre del rey y "para que haga que
los dichos indios sirvan en las cosas cumplideras a nuestro servicio". Los
colonos españoles quedaban encargados de apartar a los indios de sus "erro-
res",lo cual consistió no sólo en lograr que fueran a misa y renunciaran a sus
dioses, sino incluso que no se bañaran, pintaran ni purgaran "tantas veces
como ahora lo hacen", porque los españoles consideraron que con ello se
hacían daño.>' La Corona insistió en que había que instruidos tanto en la
fecomo en un régimen de vida parecido al peninsular con el objeto de aden-
trarlos en la civilización. Sin embargo, como atestiguaron los domini-
cosresidentes en la Española ante el mismo rey, los preceptos legales esta-

prestaban sus servicios en los trabajos de la isla los indios legalmente considerados esclavos
porguerra u otra causa de derecho." En fechas sucesivas, el repartimiento de indios fue regla-
mentadocon más detalle, de modo tal que en 1509 el rey instruyó que a oficiales y alcaldes se
dieran100 indios; al caballero con esposa, 80; al escudero con esposa, 60, y al labrador casado,
30.En 1512, la Corona limitó a menos de 300 los indios de repartimiento que podía obtener
un colono; sin embargo, en 1514 fueron realizados por orden del rey nuevos repartimientos
querebasan tal cifra. A partir de estas primeras experiencias, el repartimiento se instituyó
comouna práctica colonial, incluso en Tierra Firme. El largo debate sobre sus características
y sobre su perpetuidad o limitación a una, dos y hasta cuatro vidas puede leerse en La enco-
mienda indiana, de Silvio Zavala (1992 [1935]), pp. 13-39 Y 284-319.
32 "Introducción al comendador Nicolás de Ovando, Gobernador de las Islas y Tierra
Firme,sobre el modo y manera de concentrar a la población indígena dispersa en pueblos",
AlcaJáde Henares, 20 de marzo, y Zaragoza, 29 de marzo de 1503. Solano (1984), Documento
4, p. 110.
33Idem.

34 Ibidem, p. 111.
124 ASPECTOS TEÓRICOS

ban muy lejos de convertirse en realidad, pues los colonos convirtieron a


las islas del Caribe en el primer territorio de la desolación en el Nuevo
Mundo.
A través de los relatos de Bartolomé de Las Casas conocemos las cir-
cunstancias y argumentos que llevaron los frailes a la famosa Junta de Bur-
gos, convocada por el rey Fernando el Católico en 1512, en la que participa-
ron algunos miembros de su Consejo y otros religiosos para discutir las
condiciones del dominio colonial sobre los pobladores de las Antíllas.t- Los
resultados del debate se tradujeron en siete preceptos: 1) que los indios son
libres; 2) que deben ser instruidos en la fe; 3) que el rey ha de ordenarles
trabajar, pero de manera tal que no les obstaculice la enseñanza de la fe;
4) que el trabajo que realicen "sea tal que ellos lo puedan sufrir, dándoles
tiempo para recrearse, así en cada día como en todo el año, en tiempo con-
venible"; 5) "que tengan casas y hacienda propia, la que pareciere a los que
gobiernan y gobernaren de aquí adelante las Indias, y se les de tiempo para
que puedan labrar y tener y conservar la dicha hacienda a su manera";
6) "que se de orden como siempre tengan comunicación con los pobladores
que allá van, porque con esta comunicación sean mejor y más prestos ins-
truidos en las cosas de nuestra santa fe católica" y 7) "que por su trabajo se
les de salario conveniente, y esto no en dinero, sino en vestidos y otras cosas
para sus casas". 36
Estos preceptos fueron convertidos en leyes el 27 de diciembre de 1512,
en las Ordenanzas para el buen tratamiento de los indios, también conoci-
35 Ybot León (1948), pp. 404-405. Las reuniones de juristas y teólogos para debatir la situa-

ción de los indios y las condiciones del dominio real sobre ellos fueron convocadas por la pro-
pia Corona a lo largo del siglo XVI, especialmente antes de que fuera creado en 1524 el Consejo
Real de Indias. Tales juntas también fueron realizadas en las capitales virreinales.
36 En su Historia de las Indias, Bartolomé de Las Casas comenta: "Por estas siete propo-

siciones parece cuán buena intención tuvieron los letrados y cuánto se desviaban de las infa-
mias que se habían levantado a los indios por los que los tenían y querían tenerlos apresas en
servidumbre perpetua. Todavía en la tercera, cuarta y quinta y séptima, pareció que suponían
que los indios habían de estar repartidos y en poder de los españoles como los tenían; pero
poníanles algunas limitaciones, porque les faltó clara y particular información, la cual. aun el
mismo padre fray Antón de Montesíno, como había poco que era venido a esta isla, cumplida
no tenía. Faltóles noticia de las multitudes de los pueblos pacíficos y señores y reyes desta isla,
y la gobernación natural y policía ordenada, cuanta, sin fe y conocimiento del verdadero Dios,
puede tenerse para vivir en paz y abundancia y prosperidad y crecimiento inmenso, como dije,
que tenían. Faltóles también conocimiento de la imposibilidad de poder vivir y no perecer como
perecieron, teniéndolos los españoles repartidos, y así ignoraron que aquella manera de servi-
dumbre fuese despótica o de esclavos, y no de hombres y gentes, como ellos determinaron,
que eran libres, y así carecieron totalmente de la lumbre y claridad y verdad del hecho". Las
Casas (1951 [1875-1876]), libro III, cap. VIII, vol. II, pp. 457-458; Zavala (1992 [1935]), pp. 22-23.
LA POLIcíA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 125

das como Ordenanzas antiguas para los indios o Leyes de Burgos.Y! con algu-
nas variaciones entre una y otra versión. La nueva reglamentación insistió
en la dispersión y lejanía de los indios respecto a los españoles como la cau-
sa por la que se mantenían en sus "errores y pecados". Las Leyes de Burgos
afirmaban que

el principal estorbo que tienen [los indios] para no se enmendar de sus vicios e
que la doctrina no les aprovecha ni en ellos imprime ni la tomen es tener sus
asientos y estancias tan lejos como los tienen e apartados de los lugares donde
viven los españoles que de acá han ido y van a poblar a la dicha isla [Española]
porque puesto que al tiempo que les viene[n] a servir los doctrinan y enseñan
las cosas de nuestra fe.38

El traslado de las poblaciones indias a las cercanías de las villas de


españoles, establecido por las Leyes de Burgos como un principio de civiliza-
ción,fue visto por los frailes como un desastre, pues así se les obligaba a tra-
bajar más y también se les sacaba de "las naturalezas" en que se habían cria-
do: "y esta es y ha sido regla general e infalible, que en sacando o mudando
estas gentes de donde nacieron y se criaron a otra parte, por poca distancia
que sea, luego enferman y pocos son los que de la muerte se escapan't.>?
Los dirigentes locales o "caciques" debían encabezar el traslado para
asentarse, finalmente, cerca de las labranzas de los españoles a quienes fue-
ran encomendados. El asentamiento, según las instrucciones, sería escogi-
dopor los funcionarios de la Corona en un "buen lugar y tierra". Cada indio
debería cultivar media hanega o fanega de maíz (45.4 litros) y también ha-
bríande dársele 12 gallinas y un gallo para que los reprodujeran. La persona
que los asentara en poblado les diría que todo lo que les entrega es suyo
y que "se les da en lugar de aquello que dejan en sus tierras, para que gocen
de ello como de cosa suya propia". 40 Además de aproximados voluntaria-
mente a los pueblos de españoles, la ordenanza instruyó que las iglesias
deberíanconstruirse en lugares convenientes, "donde hubiere copia de gen-
te",de modo tal que la más lejana quedara a menos de una legua (4190 m)
delas casas más apartadas de los indios.e!
37 Simpson (1970 [1966]), pp. 45-55.
38 Pichardo Viñals (1984 [1512]), pp. 63-64.
39 Las Casas (1951 [1875-1876]), libro III, cap. XIV, vol. II, p. 478.

40 Ordenanzas para el buen tratamiento de los indios (Leyes de Burgos), Valladolid, 23 de


enerode 1513; Solano (1984), Documento 9, p. 117.
41 Pichardo Viñals 1984 [1512]), pp. 64-73.
126 ASPECTOS TEÓRICOS

Las Leyes de Burgos fueron objeto de un nuevo análisis por petición del
dominico Pedro de Córdoba. El rey convocó nuevamente a los miembros
de su Consejo y a otros eclesiásticos, ahora reunidos en Valladolid, para
que las complementasen de acuerdo con las nuevas observaciones de los
frailes residentes en La Española. El resultado fue una serie de leyes com-
plementarias emitidas oficialmente el 28 de julio de 1513. Una de estas
nuevas adiciones dice lo siguiente:

y porque los dichos indios podrían con el tiempo y con la conversación de los
cristianos hacerse tan políticos y tan entendidos y capaces y tan aparejados a
ser cristianos, para que por sí sepan regirse y vivan y sirvan como acá los hacen
los otros cristianos, Vuestra Alteza ha de mandar que anden vestidos; y como se
fuere conociendo la habilidad de cada uno, se les vaya dando la facultad para
vivir por sí, teniendo la dicha policía y habilidad para ser cristianos [...]42

Como podemos apreciar, a pesar de estas declaraciones posteriores, las


Leyes de Burgos no cambiaron a la encomienda como régimen de gobierno.
Al contrario, el argumento de que al estar cerca de los españoles los indios
desarrollarían "la facultad para vivir por sí", y se harían, además, "tan polí-
ticos y tan entendidos y capaces y tan aparejados a ser cristianos", le dio a
los encomenderos el apoyo institucional que requerían para asegurar la
propiedad de sus indios por un lapso mayor al de una vida.
El reparto de los indios a los encomenderos fue nuevamente revisado
cuando el cardenal Cisneros, en ese momento a cargo de la Corona luego de
la muerte del rey Fernando ocurrida a principios de 1516, envió a La Espa-
ñola un grupo de frailes jerónimos+' con el fin de analizar las condiciones
de los indios encomendados para determinar la conveniencia de "tenerlos
en pueblos en absoluta libertad, pagando el tributo al rey", o de "crear pue-
blos intervenidos o reducciones artificiales de trescientos vecinos indios,
regidos por un administrador español o mayordomo y un clérigo, debiendo
continuar los servicios obligatorios" en las minas y en las tierras del caci-
que, o bien "conservar las encomiendas bajo las Leyes de Burgos'v=' Para de-
42 Las Casas (1951 [1875-1876]), libro 111,cap. VIII, vol. 11,p. 493.
43 Los frailes jerónimos enviados por Cisneros a La Española fueron los siguientes: Luis de
Figueroa, Alonso de Santo Domingo y Bernardino de Manzanedo; Ybot León (1948), p. 410.
44 Zavala (1992 [1935]), p. 27. "En caso que se hallase que el primer remedio de hacer pue-

blos y poner los indios en policía no hubiese lugar, y que todavía pareciese que debían estar
encomendados, como hasta aquí, deben proveer y remediar para adelante en los artículos
siguientes: lo primero, en que se aguarden las siete conclusiones y determinaciones de los letra-
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 127

terminar cuál de las tres opciones aplicar, los frailes tenían la instrucción
de realizar una encuesta entre los vecinos de La Española, de modo tal que
pudieran valorar la capacidad de los indios para "vivir políticamente", según
dice el texto que cita Zavala.é> Finalmente, en 1518 los jerónimos recomen-
daron la perpetuidad de los repartimientos a los encomenderos, al mismo
tiempo que la distribución de los indios en pueblos de acuerdo con la
segunda opción. De hecho, desde el inicio de la misión que les encargó Cis-
neros el 13 de septiembre de 1516, los jerónimos ya llevaban la instrucción
sobre cómo reducir los indios a pueblos controlados. Es incluso muy pro-
bable que la versión original de tales instrucciones fuera redactada por el
propio Bartolomé de Las Casas como complemento a las Leyes de Burgos,
pero su propuesta original fue modificada por los miembros del Consejo
delrey, quienes aún creían, dice Las Casas, "que estas gentes no eran para
vivirpor sí, ni tenían ni eran hábiles para tener policía, como si los halla-
ramos como brutos por las montañas, esparcidos, y los montearamos, y no
en sus pueblos [...]".46
Según la orden que llevaban los jerónirnos, los pueblos deberían asen-
tarseen "buena tierra para labranzas", con "ríos cerca, para sus pesquerías,
y para que de allí puedan ir a las minas con menos trabajo y sin inconve-
nientes,a voluntad cuanto ser pudiere los caciques e indios que allí hubieren
demorar, haciéndoles entender que esta mudanza se hace para su prove-
choy porque sean mejor tratados que hasta ahora han sido"."?
Los pueblos deberían fundarse con 300 vecinos "poco más o menos, en
elcual se hagan tantas casas cuantos fueren los vecinos, en la manera que
elloslas suelen hacer, aunque se aumente la familia, como mediante Dios se
aumentará, puedan caber todos ellos". Asimismo, se solicitaba el trazo de
callesy de una plaza y la construcción de una iglesia "lo mejor que pudie-

dos,por mandado del rey, nuestro señor (que haya gloria), dieron cerca del tratamiento de los
indios,y también las otras cuatro, en cuanto determinaron que las mujeres todas y los niños has-
tacatorce años no sean obligados a servir; salvo en la manera que allí se contiene; pero lo con-
tenidoen la sexta conclusión no se debe guardar por ]0 que adelante se dirá." Las Casas (1951
[1875·1876]),libro III, capítulo LXXXIX, vol. 111,p. 132.
45 El documento en que Zavala apoya esta cita es el siguiente: Colección de documentos
inéditosrelativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españo-
lasde América y Oceanía, sacados de los Archivos del Reino y muy especialmente del de Indias,
bajoladirección de los señores D. Joaquín Pacheco, D. Francisco Cárdenas y Luis Torres de Men-
daza,Madrid, Imp. De Ouirás, J 864- J 889, vol. XXXN, pp. 201-229; Zavala (1992 [1935]), p. 27.
46 Las Casas (1951 [1875-1876]), libro 111,capítulo LXXXIX, vol. 1111,p. 132.

47 Pichardo Viñals (1984 [1512]), p. 65; Las Casas (1951 [1875-1876]), libro III, capítulo
LXXXVIII,vol. III, pp. 121-130.
128 ASPECTOS TEÓRICOS

re". El cacique debía disponer de una casa construida "cerca de la plaza,


que sea mejor y mayor que las otras, porque allí han de concurrir todos sus
indios". También se contemplaba la construcción de una casa destinada a
"hospital en que estén los hombres pobres y viejos y niños y enfermos".
Como se desprende de todas estas citas, para hacer "políticos" a los indios;
es decir, para hacerla s miembros de la polis o ciudadanos en policía, parece
condición sine qua non el reunirlos y hacerlos vivir al interior de un pueblo
o de una ciudad.
El núcleo urbano en donde se concentrarían los indios se acompañaría
de tierras en su periferia por si eventualmente el pueblo crecía; estas tie-
rras, comprendidas en un límite establecido, también estarían destinadas a
la agricultura y su conjunto recibiría el nombre de término.

Este término debéis repartir entre los vecinos del lugar, dando de lo mejor a
cada uno de ellos parte de tierra donde puedan plantar árboles y otras cosas y
hacer montones para él y para toda su familia más o menos, según la calidad de
la persona y cantidad de la familia; y al cacique tanto como a cuatro vecinos.
Lo restante quede para el pueblo, para ejidos y pastos y estancias de puercos y
otros ganados.es

Para la formación de estos primeros pueblos, se dispuso que los indios


más cercanos al sitio que se había seleccionado como sede fueran traídos a
invitación del cacique "sin les hacer otra apremia [...] y estos caciques han
de tener cuidado de sus indios en regirlos y gobernarlos't.s? Se supuso que
todos los indios vinculados a un cacique serían los habitantes del pueblo,
pero se previó que de ser muy pocos, se juntasen los de varias localidades sin
que esto impidiera el reconocimiento de un solo cacique como principal,
auxiliado en todo caso "por oficiales para la gobernación del pueblo, así
como regidores y alguaciles y otros semejantes" nombrados por él mismo.
El cacique principal habría de gobernar su pueblo junto con el religioso o el
clérigo del lugar y un español de "buena conciencia y que haya tratado bien
a los indios que tuvo encomendados". Este español sería nombrado para
administrar uno, dos o hasta tres pueblos en nombre del rey, pero no esta-
ría facultado para residir en ninguno de los asentamientos a su cargo. Según
el mismo documento de 1516, su trabajo consistiría en vigilar "que los indios
48 "Instruccióndada a los padres de la orden de San Jerónimo",Madrid, 13de septiembre

de 1516.Solano(1984),Documento12,p. 121.
49 Idem.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 129

vivan en policía"; es decir, en orden y buen gobierno, cada uno en su casa,


con su familia, trabajando en las minas, en las labranzas o en cualquier otro
oficio considerado de provecho. Este administrador de los pueblos estaba
autorizado para tener a su servicio varios ayudantes españoles "y armas las
que fuere menester". 50
E120 de septiembre de 1518 los mismos frailes jerónimos enviaron al
rey una carta en la cual le explican que estaban realizando las reducciones
"dehasta cuatrocientas o quinientas personas cada uno", que estaba próxi-
ma la finalización de su obra, y que al final tendrían reunidos unos 25 o 26
pueblos.>!En una última carta fechada ellO de enero de 1519,los jerónimos
reportaban concluida la reducción de 30 pueblos, pero también advertían
del despoblamiento de las islas causado por las epidemias sobre los indios,
y también sugieren la introducción de esclavos negros para mantener la
producción de oro.V
En mayo de 1520, el rey ordenó al juez de residencia de La Española
que pusiera algunos indios en pueblos libres con el fin de experimentar si
eran capaces de vivir en policía. En el mismo año, el emperador determinó
la libertad de los indios y su capacidad para vivir en pueblos libres y no en-
comendados. Además, instruyó que deberían ser atraídos a la fe cristiana
sin guerras ni violencías.e-' y giró una serie de cédulas a los funcionarios de
las islas para que liberaran a los nativos, lo cual sin embargo no sucedió,
pues buscaron la manera de mantenerlos repartidos con el argumento de
que era voluntad expresa de los indios servir a un encomendero. De esta
manera, "la teoría y las leyes protectoras llegaron tarde para socorrer a los
indiosde las Antillas", dice Silvio Zavala.t+
En la experiencia del Caribe, como ha sido comentado tantas veces, el
Estado español integró evangelización y civilización, impartió instruccio-
nespara esta vida y la otra. En el programa imperial católico, los indios
fueron considerados los nuevos "gentiles't.s- Pero el asentamiento de los
50 Ibidem, pp. 121-124.
51 Zavala (1992 [1935]), pp. 30-3l.
52Ibidem, p. 3l.
53Ibidem, p. 37; Las Casas, (1951 [1875-1876]), libro III, capítulo CLV,vol. III, p. 361; Enci-
nas(1596).
54 Zavala (1992 [1935]), p. 39.

55 Recordemos que los "gentiles" en Europa eran los pueblos que si bien tenian leyes, sin

embargo,no eran cristianos. Isidoro de Sevilla dice que son gentiles "porque perseveran como
nacieron(geniti), a saber: descienden de la carne en pecado, es decir, son servidores de los ídolos
y aún no regenerados". Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), libro VIII, cap. X, 2, vol. 1. En palabras
de Sebastián de Covarrubias, los gentiles eran "los idólatras que no tuvieron conocimiento de
130 ASPECTOS TEÓRICOS

indios en pueblos fue una inmensa catástrofe, como sabemos, pues las gue-
rras, la esclavitud y las epidemias los diezmaron en el transcurso de tres
décadas, hasta hallarse muy pocos alrededor de 1530.56
En enero de 1529, la Corona instruyó la fundación de nuevos poblados
en La Española con gente trasladada de los reinos de Castilla y Portugal, "o
de los otros lugares que de Nos tuvieren licencia para ir a poblar y tratar en
las dichas Indias", anota la cédula girada al presidente de la Audiencia de
Santo Domingo.s? Al frente de cada nuevo poblamiento de 50 vecinos euro-
peos habría un "fundador" que a su costa organizaría la expedición y pro-
porcionaría a cada colono flete, matolaje y casa, dos vacas, dos bueyes, 50
ovejas, una yegua, 10 puercos, dos novillos y seis gallinas. Una vez que se les
señalara el territorio donde habría de construirse la nueva población, sus
pobladores tenían un año para empezarla y dos para terminarla. A los cin-
co años contados a partir del inicio de la construcción, el poblado habría de
tener al menos 25 casas de piedra; a los 10 años todas las casas deberían
estar hechas del mismo material. Si no fuera así, los colonos perderían sus
derechos e incluso serían multados.
En cada nuevo poblado debería haber una iglesia y una casa "a manera
de fortaleza", ambas levantadas en piedra. El término del poblado de es-
pañoles debería tener, como máximo, dos leguas (8 380 m) por lado si se
hallaba dentro de las 10 leguas vecinas a Santo Domingo, o tres (12570 m)
si estaba más allá de esta distancia. Tampoco debería fundarse como puer-
to de mar. La Corona reservó para sí "todos los montes y árboles de brasil y
bálsamo y droguerías". Además de los beneficios materiales que recibirían
los pobladores, la Corona les prometió el honor de convertirlos en "hijos-
dalgo de solar conocido" y armarlos caballeros. 58 Los aldeanos peninsula-
un verdadero Dios, y adoraron falsos Dioses, y de allí gentilidad, el paganismo"; Covarrubias
(1611), folio 434r.
56 Borah y Cook (1994 [1960]); Cook y Borah (1977 [1971]), pp. 359-387.
57 "Real Cédula al obispo Sebastián Ramírez de FuenleaJ, presidente de la Audiencia de

Santo Domingo, con orientaciones sobre fundaciones de nuevos pueblos en la Isla Española, y
concediendo gracias y mercedes a los promotores europeos", Toledo, 15 de enero de 1529;
Solano (1984), Documento 23, p. 141.
58lbidem, p. 144. Los beneficios y el prestigio señoriales, las aspiraciones de nobleza y el
afán caballeresco motivaron en los reinos cristianos de los que provenían los colonos, un
modo de vida que nombraron honrado. La honra quería decir tanto como "adelantamiento
señalado con loor que gana el hombre por razón del lugar que tiene; o por hecho señalado que
hizo; o por bondad conocida que hay en él". El que honra a los demás se honra a sí mismo, y
quien no comprendiera esto "es hecho semejante a las bestias; y es tal como ellas"; Celso
(1538), folio clxxxv. El caballero y el hijodalgo eran renombrados por su honra, su linaje y
su casa solariega, su familia, sus armas y caballos. Eran como los guardianes de la tierra del
LA POLIcíA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL J 31

res fueron transformados de pronto en nobleza urbana del Nuevo Mundo.


La tarea del hijodalgo y del caballero consistiría en poblar los territorios y
cultivar la tierra para convertir a las islas del Caribe en plataforma de colo-
nización de la Tierra Firme. No obstante, lo que hizo la nueva nobleza fue
devastar la tierra y arrasar las comunidades indias, de manera que la expe-
riencia de las Antillas no logró civilizar a los indios como lo deseaba la
Corona a través de la urbanización. En el apartado siguiente analizaremos
la noción de policía que se introduce al continente y más adelante veremos su
aplicación a la modificación de la territorialidad original.

LA DOCTRINADE LA "POLIcíA HUMANA" EN NUEVA ESPAÑA

La fundación de ciudades, villas y poblaciones con concejo, que, como


vimos, tuvo un papel relevante en el proceso de reconquista llevado a cabo
por los reinos cristianos en la península ibérica.á? se convirtió en una ver-
dadera obsesión al tratarse de la ocupación, primero de las Antillas y des-
pués de las tierras novohispanas. Kagan encuentra que la idea de ciudad
que portaban los españoles implicados en el proceso de asimilación de las
tierras americanas hacía especial énfasis en el "concepto aristotélico de la
ciudad como locus de la civilización".»? Esto suponía que en la medida en
que se fundaran ciudades, se aseguraría el carácter civilizado de sus habitan-
tes. En consecuencia, la Corona dio la bienvenida a las iniciativas urbaniza-
doras de los conquistadores desde aquella primera impulsada por Hernán
Cortés en la Villa Rica de la Vera Cruz en 1519. No obstante, consumada la
victoria sobre los mexicas, dirigió también instrucciones sobre el modo en
que dichas fundaciones debían verificarse.
Así, en lo que se refiere al poblamiento con colonos españoles, Carlos V
envióuna larga carta al mismo Cortés el26 de junio de 1523.61 En ella decía
reino. Alfonso X (1974 [1545-1555]), "Segunda partida", título XXI; Lewis Hanke (1974
[1958]), pp. 38-39.
59 Bosch-Gimpera (1995), pp. 278-322; García de Cortázar y González Vesga (1993), pp.
177-180.
60 Kagan (1998), p. 57.

61 "Instrucción que su Majestad el Rey don Carlos, y doña Iuana su madre, dieron a don
Hernando Cortés, para el buen tratamiento y conversión de los indios, y su población y pacifi-
cación y buen recaudo de la real hacienda, en la cual van puestos los capítulos de la instruc-
ción que se dio a Diego Velázquez año de diez y ocho para nuevos descubrimientos." Vallado-
lid, 26 de junio de 1523. Encinas (1596), libro cuarto, pp. 247-252; Zorita (J 984 [1574]), libro
primero, título v, ley primera, p. 36.
132 ASPECTOS TEÓRICOS

que habría de empezarse por la fundación de nuevos asentamientos en


las costas, "para seguridad de la mar y para seguridad de la tierra.s-' En las
costas, las nuevas poblaciones habrían de levantarse "en sitios sanos y no
anegadizos, y de buenas aguas y de buenos aires, y cerca de montes y de
buena tierra de labranzas, y donde se puedan aprovechar de la mar para
carga y descarga, sin que haya trabajo y costa de llevar por tierra las merca-
derías que de acá fueren". Las casas habrían de ser construidas con orden
y el repartimiento de las tierras en peonías y caballerías.e- según la "cali-
dad" de las personas:

Vistas las cosas que para los asientos de los lugares son necesarios y escogidos,
y el sitio más provechoso, e que incurran de las cosas que para el pueblo son
menester, habéis de repartir los solares del lugar para hacer las casas, y éstos
han de ser repartidos según la calidad de las personas, y sean de comienzo
dadas por orden, de manera que hechas las casas en los solares el pueblo parez-
ca ordenado, así en el lugar que dejaren para la plaza, como en el lugar que
hubiere de ser la iglesia, como en la orden que tuvieren los tales pueblos y
calles dellos: porque en los lugares que de nuevo se hacen, dando la orden en el
comienzo sin ningún trabajo ni costa quedan ordenados, y los otros jamás se
ordenan.é+

En la colonización española de tierra adentro, la Corona dijo que no


podía dar regla particular de la manera en que habría de hacerse, pues sólo
a partir de la experiencia misma podría determinarse la solución más ade-
cuada. Sin embargo, sí se sugirió que fueran asentamientos definitivos cuyas
condiciones de establecimiento no propiciaran mudanzas posteríores.s>
Las características de estas fundaciones destinadas a los españoles sir-
vieron de modelo para la construcción de los pueblos de indios durante el
siglo XVI y las primeras tres décadas del XVII. Las legislaciones concernien-
tes a la Nueva España insistieron en la reducción de los indios a poblado
cerca de las ciudades o villas de españoles, en los cerros aplanados o en las
abras de los montes. Al igual que en el Caribe y las otras comarcas de lo que
se llamó Tierra Firme, en el México central y del sur los colonos españoles
62 Encinas (1596), libro cuarto, p. 248.
63 La caballería medía 1 104 varas de largo por 552 de ancho. Su superficie era de 609408
varas cuadradas, equivalentes a 42.8 hectáreas; la peonía era la mitad de una caballería.
64 Encinas (1596), libro cuarto, pp. 250-251.

65 Sabemos, sin embargo, que las mudanzas de pueblos y ciudades fueron el sello del urba-

nismo en el Nuevo Mundo. Al respecto véase Musset (2002).


LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 133

impulsaron la junta de los indios en pueblos como un principio de civiliza-


ción y un medio práctico de evangelizarlos y recaudar tributo.
Las Leyes de Burgos permanecieron vigentes hasta la instrucción de
1523.66 A partir de las recomendaciones vertidas por sus teólogos y consi-
derando la experiencia desastrosa del Caribe, la Corona instruyó a Hernán
Cortés también sobre la forma en que habría de organizarse a los indios en
pueblos. La instrucción volvió a responsabilizar a los colonos europeos de
apartar a los indios de su antiguo modo de vida. En contraste, los reyes ex-
presaron a Cortés su satisfacción por la información recibida de que los
indios de la Nueva España eran más hábiles y capaces que los de las islas:
"Asimismo, por las dichas causas [dice la carta] parece que los dichos
indios tienen maña y razón para vivir política y ordenadamente en sus pue-
blos que ellos tienen, habéis de trabajar como lo hagan así y perseveren en
ello poniéndolos en buenas costumbres, y toda buena orden de vivir".»?
Esta percepción surgió, sin duda, de las relaciones escritas que la Corona
había recibido respecto de la compleja organización social y urbana halla-
da tanto en el área maya y la costa del Golfo como en el Altiplano.s"
Lo cierto es que este reconocimiento por parte del rey a las capacidades
de los indios de Tierra Firme resultó un aspecto fundamental para reorien-
tar la colonización de sus dominios. La Corona también reconoció que el
repartimiento y la encomienda de los indios en las islas del Caribe los habían
diezmado y que, además, habían muerto en el desconocimiento de la fe,
hecho que contradecía el propósito por el cual había recibido del papa la
donación de las Indias Occidentales. A partir de la consideración de que
Dios creó a los indios "libres y no sujetos", no podía el rey encomendados

66 Millares Carlo (1952), p. LVII.


67 Encinas (1596), libro cuarto, p. 248; Solano (1984), Documento 17, p. 132. En la Recopi-
lación de Antonio de León Pinelo, los títulos VII. X, XI, XII. XIII Y XV del libro VII tratan "De
los encomenderos de los indios", "De las reducciones y poblaciones de indios", "De las comu-
nidades", "De los indios y su libertad de gobierno", "De los tributos, demoras y tasa de los
indios" y "Del buen tratamiento de los indios". Remitimos al lector interesado a estos aparta-
dos, pues en ellos se hallan recopiladas algunas de las leyes que comentamos sobre el asen-
tamiento de indios en pueblos. También es muy recomendable la consulta del capítulo XII de
las Ordenanzas de tierras y aguas, de Mariano Galván, cuyo título es "De las fundaciones de los
pueblos de indios, calidades que han de tener, límites que se les señalan, cómo han de medirse,
sus privilegios, etc.", Galván (1998 [1868)), pp. 188-206.
68 Véase la primera carta de relación de Cortés (1970 [1519]), p. 21, fechada ellO de julio

de 1519 en donde describe "pueblos grandes y bien concertados" en Yucatán, y más aún véa-
se la segunda fechada el 30 de octubre de 1520 en donde describe Tenochtitlan; Cortés (1970
[1520)).
134 ASPECTOS TEÓRICOS

ni repartidos a los cristianos.e? A pesar de ello, lo que hizo Cortés fue preci-
samente dados en encomienda, aprovechando la variación de criterios que
al respecto tuvo la Corona a través de una serie de nuevas cédulas expedi-
das en los años siguientes hasta la promulgación de las Leyes nuevas en
1542. Antes de que el rey limitara finalmente la duración de la encomienda
al lapso de una vida, un mismo pueblo fue dado más de una vez a personas
distintas. Cortés mismo lo hizo (de 1521 a 1524), de igual modo que el go-
bernador Alonso de Estrada (de 1527 a 1528) y también la primera y segun-
da audiencias (de 1529 a 1531).70
En 1537 los obispos de la Nueva España enviaron al rey un comentario
que habría de reescribirse una y otra vez en el transcurso de las décadas si-
guientes. Según éste, los religiosos venidos a la Nueva España procuraron
adoctrinar a los indios, a pesar del gran "estorbo" que representaba la dis-
tribución territorial autóctona que ellos describieron como "dispersión y
derrama".

Estar estos naturales derramados en sus habitaciones y tan lejos unos de otros
que no se pueden juntar como los religiosos querrían, parécenos conviene,
para que se amplíe y se dilate nuestra santa fe católica y que estos naturales
más en ella aprovechasen, ser necesario la policía humana en ellos para que sea
camino y medio de darles a conocer la divina, y Vuestra Majestad debería man-
dar se diese orden como ellos la tuviesen al modo y manera de españoles en
acciones cristianas, viviendo juntos en pueblos en orden de sus calles y plazas
concertada mente y que de esto vuestro visorrey y gobernadores de estas partes
tuviesen especial cuidado. De esta manera los prelados podrían tener más entero
conocimiento de las cosas de estos naturales y verían y sabrían la manera me-

69 "Por ende yo vos mando, que en esta dicha tierra no hagáis, ni consintáis hacer reparti-

miento, encomienda ni depósito de los indios della, sino que los dejéis vivir libremente, como
nuestros vasallos viven en estos nuestros reinos de Castilla; y si cuando esta llegare tuviéredes
hecho algún repartimiento, o encomendados algunos indios a algunos cristianos, luego que la
recibiéredes revocad cualquier repartimiento, o encomienda de indios que hayáis hecho en esta
tierra a los cristianos españoles que a ella han ido, e estuvieren, quitándo los dichos indios de
poder de cualquier persona, o personas que los tengan repartidos o encomendados, y los dejéis
en entera libertad, e para que vivan en ella, quitándolos e apartándolos de los vicios y abomi-
naciones en que han vivido, y están acostumbrados a vivir como dicho es; y habéiles de dar a
entender la merced que en esto les hacemos, y la voluntad que tenemos a que sean bien trata-
dos y enseñados, para que con mejor voluntad vengan en conocimiento de nuestra santa fe
católica, e nos sirvan e tengan con los españoles que a la dicha tierra fueren, la amistad y con-
tratación que es razón." Encinas (1596), libro cuarto, p. 249.
70 Simpson (1970 [1966]), pp. 75-127.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓNDEL ALTEPETL 135

jor que con ellos se podía tener para su bien y doctrina y éllos así mismo tendrían
más aparejo para la poder tomar."!

Lo sugerido por los obispos en 1537 pasó a ser, casi en los mismos tér-
minos, un ordenamiento legal por decisión del rey un año más tarde.Z- La
"policía humana", expuesta por los frailes, insistió en organizar a los indios
al interior de un pueblo formado con calles y plazas de geometría regular.
Un régimen de vida así permitiría a los religiosos ejercer un mayor control
sobre los indios para vigilados y convertidos de una manera más eficaz.
John Sullivan ha demostrado precisamente la eficacia de la urbanización
sobre una planta ortogonal como una "tecnología disciplinaria" que marcó
prácticamente todo el territorio hispanoamericano.t-
Entre el 20 de noviembre de 1542 y el 4 de junio de 1543 fueron emiti-
das las llamadas Leyes nuevas, las cuales procuraron proteger de manera
másefectiva a los indios a través de una serie de medidas entre las que des-
tacaronlas siguientes: la liberación de los indios que se tuvieran ilegalmen-
te como esclavos, la prohibición de su esclavitud incluso por motivos de
guerra y rebelión.?" la prohibición de utilizados para trabajos forzados,
dándolesen cambio un trato de personas libres y súbditos del rey, la limita-
ciónde un número excesivo de indios encomendados a un mismo español,
la prohibición del otorgamiento de nuevas encomiendas (además de la
limitación de las que existieran al lapso de una sola vida)75 y la tasación

71 González de Cosío (1973 [1537]), pp. 46, 215-216. Las cursivas son nuestras.
72 "Porque para nuestra Santa Fe católica sea empleada entre los indios y ellos más aprove-
chenen ella, es necesario ponerles en policía humana, para que sea camino y medio de darles
aconocerla divina, y para esto se debe dar orden como vivan juntos ordenadamente, porque
destamanera los prelados podrán tener más entero conocimiento que los dichos indios, y
verány sabrán la manera y mejor orden que con ellos se podrá tener, para su bien y doctrina,
mandamosa los nuestros virreyes y gobernadores que procuren, por todas las vías y maneras
quepudieren, poner a los indios de sus distritos en toda buena policía, sin hacerles opresión
alguna,dándoles a entender los provechos que dello se seguirán." "Que los indios sean puestos
enpolicía sin ser oprimidos", Valladolid, 23 de agosto de 1538. León Pinelo (1992 [1681]),
libroVII,título XII [15], vol. 11,p. 1862.
73 Sullivan (1996).

74 "Ytem,ordenamos y mandados que de aquí adelante, por ninguna causa de guerra no


otraalguna, aunque sea so título de rebelión ni por rescate ni de otra manera, no se pueda
haceresclavoindio alguno, y queremos que sean tratados como vasallo s nuestros de la Corona
deCastilla,pues lo son." Millares Carlo (1952 [1542-1543]), folio Sr.
75 "Otrosí ordenamos y mandamos que de aquí adelante ningún visorrey, gobernador,
Audiencia, descubridor ni otra persona alguna no pueda encomendar indios por nueva provi-
siónni pronunciación ni donación, venta ni otra cualquiera forma, modo, ni por vacación ni
136 ASPECTOS TEÓRICOS

adecuada de sus tributos a una cantidad inferior a la que entregaban a sus


caciques antes de la Conquista. Estas leyes debían difundirse ampliarnen-
te,76 e incluso habrían de traducirse por los frailes a los idiomas de los
indios para que pudieran conocerlas. La prohibición de la esclavitud y de la
encomienda de los indios generó una furiosa reacción de los colonos espa-
ñoles, quienes presionaron a la Corona hasta lograr, en octubre de 1545,
que la encomienda fuera nuevamente autorizada por el lapso mayor a una
vida; sin embargo, en el transcur o de la segunda mitad del siglo XVI y las
primeras dos décadas del XVII, la mayoría de las encomiendas fueron trans-
formadas por los funcionarios de la Corona en corregimientos después de
fallecer quienes fueron los últimos poseedores de encomiendas, bisnietos
de los primeros encornenderos."?
A pesar de su versión atenuada, las Leyes nuevas fueron uno de los prin-
cipales medios a través de los cuales Bartolomé de Las Casas y otros religio-
sos lograron por fin su anhelo de traducir en formato legal el postulado de
que la "policía humana" reconocía la libertad de los indio y su capacidad

herencia, ino que muriendo la persona que tuviere los dichos indios, sean pue tos en nue tra
real Corona c...),,;Millares Carlo (1952 [1542-1543]), folio 6v.
76 La Leyes nuevas fueron publicadas cinco veces en el periodo colonial, precisamente
entre 1542 y 1620.
77 En la Recopilación de Antonio de León Pinelo aparece inserta la iguiente cédula que

reglamentó la sucesión de la encomienda hasta la cuarta vida. Esta instrucción sobre la amplia-
ción de la encomienda fue expedida el 3 de junio de 1555 y luego ratificada y ampliada en 1559,
1561, 1576, 1583 Y 1607: "Porque viendo las justas causas que había para gratificar y remunerar
los servicios de los primeros descubridores, conquistadores y pobladores de las provincias de la
ueva España, se les hizo merced de las encomiendas de indios de ellas, considerando que estas
se iban acabando e incorporando las dichas encomiendas en la Corona real y que sus hijos y des-
cendientes quedan muy pobres y acabada la memoria del servicio de sus pasados, se mandó que
disimulase con la tercera vida, en sucesión de las dichas encomiendas, como en efecto se hizo, y
después, habiéndose representado que todas las dichas encomiendas de la mayor parte della ya
estaban en tercera vida, y éstas se iban acabando, y las que vacaban se iban incorporando en la
dicha real Corona, y que lo naturales hijos, nietos y descendientes de lo de cubridores y con-
quistadores de la tierra quedaban sin tener con que sustentarse, de manera que les seria fuerza
el dejarla, teniéndose consideración a los buenos y leales servicios que los primeros descubrido-
res y conquistadores de la dicha Nueva España hicieron a nuestra Corona, y a la voluntad que
siempre tenemos de remunerarlos en sus descendientes, se les hizo merced de que se disimulase
con la cuarta vida en la sucesión de las dichas encomiendas, y porque así sea ejecutado, man-
damos que se guarde y cumpla con las que al presente hubiere y adelante se proveyeren, para
que todas gocen en la dicha ueva España de la tercera y cuarta vida, con que en acabándose
la dicha cuarta vida se hayan de dar por vacas las dichas encomiendas y se hayan de incorporar
en nuestra Corona real, así como fueren vacando y falleciendo los poseedores que estuvieren
en la dicha cuarta y última vida". "Que en la ueva España se suceda en tercera y cuarta vida",
3 de junio de 1555. León Pinelo (1992), libro VII, título VI [11], vol. 11,pp. 1792-1793..
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓNDEL ALTEPETL 137

para congregarse en república sin depender de la tutela de un encomendero.


El razonamiento de estos frailes consistía en que si aun los gentiles (aque-
llos que no conocían al verdadero Dios) eran libres, y ante el reconocimien-
to de que la fe no era un acto de sujeción ni de fuerza sino de entendimiento,
el gobierno de los indios debería establecerse en repúblicas, en pueblos
asentados en tierra plana a la manera de las ciudades. Únicamente a través
de tal "policía humana" podría lograrse el adoctrinamiento y salvación es-
piritual de los indios, reconocidos como hombres libres y súbditos de un
monarca católico y no como sirvientes de un encomendero particular.
Los debates que Bartolomé de Las Casas y otros teólogos sostuvieron
ante el Consejo del rey en torno a las Leyes nuevas, fueron apoyados a tra-
vés de una serie de cartas enviadas desde la Nueva España; sin embargo,
fueron más los personajes opuestos a su aplicación, incluyendo sacerdotes
y grupos dirigentes de las órdenes mendicantes, quienes pidieron abierta-
mente que fueran derogadas.
En este contexto de disputas, el rey emitió nuevas cédulas sobre la liber-
tad de los indios.tf y el26 de marzo de 1546 ordenó a las autoridades virrei-
nales de sus dominios que juntaran a los religiosos "más principales" entre
los dominicos, franciscanos y agustinos, e incluso a algunos caciques, para
que determinaran de qué manera habría de realizarse la congregación de
los indios en pueblos."? La respuesta de los religiosos de la Nueva España
fue similar a la de 1537:

78 "Que los indios como personas libres hagan de sí lo que quisieren", Valladolid, 17 de

octubre de 1544. Madrid, 13 de noviembre de 1563 y 11 de noviembre de 1566. León Pinelo,


(1992[1681]), libro VII, título xn [1], vol. Il, p. 1857; "Que los indios sean tratados como per-
sonas libres", Valladolid, 13 de septiembre de 1543. Madrid, 12 de diciembre de 1620. León
Pinelo(1992 [1681]), libro VII, título XV,[8], vol. n. p. 1913.
79 "Yohe sido informado que para la instrucción y conversión de los naturales de las Indias
convieney es necesario que se junten en pueblos porque [a]demás del fruto que se hará, ten-
drán policía humana y habrá disposición para los poder doctrinar, porque muchos de ellos
estánpoblados cada uno por sí, apartados unos de otros en algunas partes y que de esta manera
tienenocupada toda la tierra y que convendrá recogerlos y juntarlos en pueblos, en los sitios
quepareciesen para ello más convenientes, señalándoles largos términos para sus labranzas y
dehesasy montes, que de esta manera se desocuparía mucha tierra en que se pudiesen hacer
algunospueblos de españoles y mestizos, y por ser este negocio de importancia ha parecido
que es bien mirarse mucho en ello antes que se tome resolución y porque quiero saber la
ordenque en ello se podría tener y qué inconvenientes se podrían seguir de se efectuar o qué
provecho,mando a los visorreyes, presidente y oidores de lasaudiencias de las nuestras Indias
[...)""Leyprimera, en que su Majestad manda se le de relación y parecer si convendrá que los
indiosse junten en pueblos", Valladolid, 26 de marzo de 1546. Zorita (1984 [1574]), libro pri-
mero,título Il, ley primera, pp. 19-20.
138 ASPECTOS TEÓRICOS

La causa principal porque se ha hecho esta congregación, y lo que todos desea-


mos y oramos a Dios con todo efecto es, que estos indios sean bien instruidos,
informados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica, y en las humanas y polí-
ticas, y porque para ser verdaderamente cristianos y políticos como hombres
racionales que son, es necesario estar congregados e reducidos en pueblos, y no
vivan derramados y dispersos por las sierras e montes; por lo cual son privados
de todo beneficio espiritual y temporal, sin poder tener socorro de ningún bien de
su Majestad, debería mandar con toda instancia a sus Audiencias e gobernado-
res que entre las cosas que traten de gobernación tengan por muy principal
ésta, que se congreguen los indios como en ellos más comunmente vieren que
conviene, con acuerdo de personas de experiencia; y para que esto haya efecto,
y ellos sean provocados a se congregar, su Majestad sea servido de les hacer
merced de los tributos o servicios, o de buena parte dellos, e a los encomende-
ros mandar lo mismo, por el tiempo que estuvieren ocupados en se congregar y
poner en orden sus pueblos y repúblicas, pues no se podría hacer sin mucha
dificultad y mucho trabajo y costa suya; y pues todo es enderezado para servi-
cio de nuestro Señor y salvación y conservación destas gentes, y que se consiga
el fin que su Majestad pretende. La congregación suplica lo mande proveer con
brevedad, porque tiene por cierto que dello saldrá muy gran fruto, así en la
Cristiandad, como en la policía humana de los indios, y se podrá tener más cier-
ta cuenta en el patrimonio de Jesucristo, y aún en el servicio y provecho tempo-
ral de su Majestad.w

Esta carta de los religiosos fue respondida por la Corona en dos oca-
siones: la primera se registró en octubre de 154981 y la segunda en marzo
80 "Cédula inserto en ella el capítulo de la congregación, que se hizo en la nueva españa por
los perlados della el año de quinientos y cuarenta y seis, que trata de la reducción de los indios
de aquella tierra a pueblos congregados para que se guarde", Encinas (1596), libro cuarto, pp.
272-273. Las cursivas son nuestras.
81 "Años se ha hecho relación que el bien de los naturales de las Indias y a su salvación con-

vendría que se juntasen e hiciesen pueblos de muchas casas juntas en las comarcas que ellos
quisiesen, porque estando como ahora están, cada casa por sí y aún cada barrio, no pueden
ser doctrinados como convendría ni promulgarse las leyes que se hacen en su beneficio ni
gozar de los sacramentos de la eucaristía y otras cosas que se aprovecharían y valdrían estando
en pueblos juntos y no derramados, y que deberían ser persuadidos por la mejor y más blanda
y amorosa vía que ser pudiere, porque MANDAMOS a los nuestos visorreyes, presidentes y oidores
de las nuestras audiencias de las Indias que como cosa importante platicada con los prelados de
cada provincia, den orden cómo esto se haga, poco a poco en las partes donde la tierra lo
sufriere y se pudiere buenamente hacer y que ordenen sobre ello lo que vieren que conviene."
"Ley segunda en que da la orden que se ha de tener en juntar los indios en pueblos", Vallado-
lid, 9 de octubre de 1549. Zorita (1984 [1574]), libro primero, título II, ley segunda, p. 20.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 139

de 1552.82 Al igual que Carlos V, desde el inicio de su reinado Felipe II reco-


noció la necesidad de que los indios "fuesen reducidos a pueblos y no vivie-
sen divididos y separados por las sierras y montes, privándose de todo
beneficio espiritual y temporal, sin socorro de nuestros ministros y del que
obligan las necesidades humanas, que deben dar unos hombres a otros".
En consecuencia, el rey ordenaba a las autoridades virreinales que ejecuta-
ran "la reducción, población y doctrina de los indios", del mismo modo en
que lo habían ordenado los reyes anteriores: "Con tanta suavidad y blandu-
ra, que sin causar inconvenientes diese motivo a los que no se pudiesen
poblar luego, que viendo el buen tratamiento y amparo de los reducidos,
acudiesen a ofrecerse de su voluntad". 83·
Las mismas recomendaciones enviadas por los frailes en 1537 y 1546, Y
sus respectivas respuestas legislativas de 1538, 1549 y 1552, fueron reinser-
tadas al menos cuatro veces en nuevas cédulas emitidas por la Corona
antes de 1583.84 A través de estas reiteraciones se hizo más clara la función
civilizadora del pueblo de indios, a tal punto que aquellos individuos que
persistieran en su infidelidad, según los legisladores, quedarían convenci-
dos de integrarse al ver el ejemplo de los demás indios protegidos y ampa-
rados por la nueva institución. Así, la urbe construida para los indios fue
vista como una máquina civilizadora, como una condición para alcanzar
laverdadera policía cristiana.s>
En el capítulo que realizaron en 1585 los provinciales dominicos, fran-
ciscanos y agustinos, repitieron una vez más la sugerencia, cuyo origen

82 "Quese procure que los indios se reduzcan a vivir en pueblos políticamente, donde sean
doctrinados",Zigales, 21 de marzo de 1552. León Pinelo (1992 [1681]), libro VII, título X, [1],
vol.II, pp. 1825-1826.
83Idem.

84 "Quese procure que los indios se reduzcan a vivir en pueblos políticamente, donde sean
doctrinados",Zigales, 21 de marzo de 1552. Toledo, 19 de febrero de 1560. Segovia, 13 de sep-
tiembrede 1565. El Escorial, 10de noviembre de 1568. León Pinelo 1992 [1681], libro VII, tí-
tuloX, [1], vol. I1, pp. 1825-1826. "Real Cédula por la que se urge la necesidad de reducir a
pueblosla población indígena dispersa, contando con la colaboración entre poderes civiles y
eclesiásticos",San Lorenzo de El Escorial, 20 de mayo de 1578. Solano (1984), Documento
110,pp.2151-2152. "Cédula que manda al virrey don Luis de Velasco provea y de orden como
secumplalo proveído y mandado cerca de que los indios se reduzcan a pueblos congregados",
19defebrerode 1560. Encinas (1596),libro cuarto. "Cédula inserto en ella el capítulo de la con-
gregación, que se hizo en la Nueva España por los perlados della el año de quinientos y cua-
rentay seis,que trata de la reducción de los indios de aquella tierra a pueblos congregados para
queseguarde", 20 de mayo de 1578. Encinas (1596), libro cuarto, pp. 272-273; González de
Cosío (1973[1537]), pp. 215-216.
85 Sullivan(J 996).
140 ASPECTOS TEÓRICOS

podemos ubicar en la instrucción de 1523.86 En todos estos documentos se


aprecia el mismo eje conceptual elaborado y puesto en práctica por los frai-
les mendicante s y los funcionarios de la Corona, a pesar de sus diferencias
de opinión respecto de la encomienda. Se observa, pues, una línea que co-
mienza en la experiencia del Caribe, la cual proporcionó a los teólogos y
juristas del rey los elementos para la redacción de las Leyes de Burgos y de
la citada instrucción a Cortés. Después, en las reuniones y capítulos de los
prelados de la Nueva España, fueron redactadas las sugerencias que la Coro-
na retornó íntegras y las convirtió en mandato. Además de plantear la doc-
trina de la "policía humana como camino y medio para darles a conocer a los
indios la divina", fueron los mismos frailes quienes la pusieron en práctica
o bien asesoraron a los jueces demarcadores y congregadores en su ejecu-
ción. El principio de la "policía humana" no fue exclusivo del discurso teo-
lógico, sino de un contexto cultural que planteó la relectura de los clásicos
grecolatinos para enfrentar las dificultades de la colonización, poblamiento
y repoblamiento del"Nuevo Mundo. Al hacer de los indios ciudadanos, habi-
tantes de un pueblo y miembros de una república, el príncipe lograba que
mediante la "policía humana" pudiera catequizarse a los habitantes origi-
nales de América, de modo tal que civilización y evangelización quedaban
unidas en una sola empresa.
La idea consistía en que a pesar de que los indios tenían una naturaleza
montuosa y cerril era posible civilizarlos, al organizarlos políticamente en
repúblicas y trasladarlos a vivir a una puebla trazada y urbanizada sobre
tierra preferiblemente llana. En 1571, el cosmógrafo Juan López de Velasco
lo expuso en los siguientes términos:

y para poderlos mejor doctrinar y poner en policía, se ha procurado siempre de


reducirlos a pueblos donde vivan con concierto y ordenados; y aunque el ejecu-
tarlo se hace con dificultad, por la [ajversión que los indios hacen dello, o por
estar enseñados a andarse vagamundos y poder mejor ejercitar sus idolatrías y

86 Se trata de la Advertencias para los confesores de los naturales, firmada por Ioan Baptista

y que a la letra dice: "Que los indios que están derramados en diversas caserías, montes y
collados, viviendo fuera de pueblos formados, que estos tales sean constreñidos a vivir y hacer
sus casillas en las cabeceras o sujetos que tienen orden y policía para que puedan ser adminis-
trados, y conocidos de los que les tuvieren a cargo. Mandando que para el edificar destas nue-
vas moradas se les de ayuda a costa de las Repúblicas, y reservándolos para aquel tiempo de
los servicios personales, y para que se haga con más amor señalándoles tierras para sus
sementeras y ejidos para sus ganados, sin que sean molestados de los españoles". Baptista
(1600), folio 259v.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 141

pecados, o porque, como han querido decir no se hallan bien en los pueblos, ni
viven sanos por la costumbre que tienen de lo contrario que con ella se podría
trocar, en muchas partes se han hecho y van haciendo pueblos dellos de más de
los que antiguamente tenían en que-van haciendo las casas con alguna más
policía y forma de familia, y los más dellos andan ya vestidos y calzados, y con
alguna cobertura en la cabeza, y se hallan bien con la carne y otros manteni-
mientos y comidas que los españoles usan, principalmente con el vino, que dan
por ello todo cuanto tienen, y lo han venido a beber tan desordenadamente, que
ha sido necesario vedarles el uso dello.s?

La anotación anterior coincide con la apreciación de Luis de Velasco, el


mozo, elaborada al entregar su primera gestión al frente del virreinato de la
NuevaEspaña en 1595. En ésta queda de manifiesto la molestia que experi-
mentan los españoles al reconocer que los caseríos indígenas obedecen a
un patrón de asentamientos muy disperso implantado en lugares de difícil
accesopara colonos y evangelizadores. El virrey confiesa, además, su temor
de que las congregaciones por él realizadas no logren permanecer por el
hechode que los pobladores indígenas fueron violentados para establecerse
enlos nuevos sitios, dejando sus raíces en los parajes originales. ss
La doctrina de la "policía humana" y los programas de repoblamiento
quevenimos comentando fueron puestos en práctica de una manera toda-
víamás drástica y radical a través de las congregaciones iniciadas en 1598,
casiun siglo después de la primera instrucción que tuvo como motivo la
reducciónde los indios de La Española. El contexto en el que fue realizada
lalabor de los jueces demarcadores y congregadores a fines del siglo XVI y
principios del XVII registró una población indígena muy diezmada, sobre
tododespués de las epidemias de cocoliztli sucedidas entre 1576 y 1581.
Adelanteveremos que, con más frecuencia, la reducción o congregación no

87 López de Velasco (1971 [1571? D, p. 18.


88 "La inclinación de los indios es a habitar en partes escondidas, inaccesibles y apartadas y
lomás a solas que pueden. Y así están dilatados en muchos poblezuelos y caserías, con que se
dificultae imposibilita el doctrinarlos y reducirlos a vida política." Luis de Velasco, hijo, conti-
núadiciendo lo siguiente en el mismo documento dirigido al conde de Monterrey, su sucesor,
en1595:"Aunque he hecho algunas muy importantes [congregaciones], temo de su permanen-
cia,por ir los indios muy violentados y tener muy pocas raíces, que donde quiera que se pueblan
yen todas partes hallan buena disposición de tierra para su vivienda. Y por el descuido de las
justiciasque deberían atender a ello, y no lo hacen; ni sus encomenderos, por no desconten-
tarlos,cesaron también estas congregaciones, que se huían, haciendo por no haber de dónde
pagarlos que las hacían". "Advertencias del virrey don Luis de Velasco al conde de Monterrey,
susucesor,sobre política de Gobierno", 1596; Solano (1984), Documento 135, p. 278.
142 ASPECTOS TEÓRICOS

fue sino el desplazamiento de la población sobreviviente de los "pueblos su-


jetos" al "pueblo cabecera", en el cual deberían asentarse como barrios. En
otras ocasiones, la congregación fue la integración en el mismo lugar de
grupos procedentes de altepeme distintos. A través de diversos documen-
tos, entre los que se cuentan los llamados "libros de las congregaciones",
las Relaciones geográficas y los testimonios de diversos cronistas como Juan
de Torquemada, podemos comprender la brutalidad de los postulados de
la doctrina de la "policía humana" y de su aplicación indiscriminada. El
problema no consistió solamente en que fueran ejecutados por jueces am-
biciosos y torpes, coludidos con colonos que querían posesionarse de las
tierras de los indios, sino también residió en el mismo planteamiento teóri-
co, pues consideró que al alejar a los indios de sus lugares y reunirlos en
emplazamientos urbanos estratégicamente ubicados para su mayor control
aumentaría su "civilidad y policía". Al sacarlos de sus lugares, los colonos
trataron de impedirles a los pueblos mesoamericanos sus asociaciones ri-
tuales con los paisajes sagrados, para luego reorientar su religiosidad hacia
la iglesia o convento construido en el nuevo núcleo urbano.s?
En síntesis, la ejecución de la política de congregación inició con la
administración de Antonio de Mendoza, se materializó de manera más
amplia con Luis de Velasco, el padre, a partir de 1550, y continuó hasta
aproximadamente 1635, al concluir el virreinato de Rodrigo Pacheco Oso-
rio (1624-1635).90En este proceso congregacional intervino una gran can-
tidad de funcionarios, desde el virrey hasta los jueces congregadores.
El resultado fue la acumulación de una enorme documentación producida

89 García Zambrano (1992); (2001). El propio Juan de Solórzano y Pereyra anotó lo


siguiente a propósito de las congregaciones de la Nueva España: "Lo mismo [de reducir los
indios a poblado], y con el mismo y mayor cuidado, fue encargado a otros Governadores de
otras provincias de las dilatadas de Nueva España, donde llaman a estas reducciones o pobla-
ciones agregaciones, y antes que se les mandase nada cerca de ellas, conoció su gran impor-
tancia Don Fernando Cortés, y las puso lo mejor que pudo en ejecución luego que las acabó de
pacificar y convertir; pero por haberse mucha parte de ellas arruinado o desamparado por las
injurias del tiempo, y las que los Indios recibían de los Españoles, con que muchos se habían
vuelto a vivir a los campos, el Virrey, Conde de Monte-Rey, tuvo órdenes apretadas para repa-
rarlas o hacerlas de nuevo en los puestos que más cómodos pareciesen, y así lo procuró ejecu-
tar con mucho cuidado, sin embargo que se ofrecieron en ella grandes contradicciones y difi-
cultades, y que se experimentó que a los Indios se les hacía tan duro dejar los ranchos, donde
ya se habían aquerenciado, que algunos de ellos se dejaban morir antes que reducirse, como lo
refieren lo padres fray Juan de Torquemada y fray Juan Zapata, doliéndose mucho este último
de las penalidades que por esta causa padecieron los indios, siendo así, que de ellas fue la cau-
sa su culpa". Solórzano y Pereyra (1930 [1647]), libro II, cap, XXIV,vol. 2, p. 375.
90 Torre Villar (1995), p. 57.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 143

por la Real Audiencia, la cual ha llegado incompleta a los archivos mo-


dernos.?'
Ernesto de la Torre elaboró uno de los estudios contemporáneos sobre
el fenómeno de las congregaciones. Él ha dejado claro que este proceder se
explica también por la necesidad que tuvieron los españoles de conformar
una estructura de súbditos y vasallos, consiguiendo así el control absoluto
de los indios. Para lograr esa estructura había que acabar con la dispersión
y el aislamiento de la población.

El desconocer que el aislamiento obedecía no sólo a la explotación de los recur-


sos naturales, a necesidades de defensa, a la existencia de relaciones familiares
y sociales distintas, a formas culturales y políticas diferentes, y no era signo de
atraso, ni de barbarie, ni de carencia alguna de organización sociopolítica [dice
91 Ernesto de la Torre Villar describe así esta situación: "Por otra parte, en el proceso con-
gregacional,a más del virrey, su secretario y asesores, intervinieron multitud de funcionarios:
loscomisarios o jueces demarcadores, los comisarios o jueces congregadores, algunos de los
cualesfueron los mismos demarcadores, escribanos, intérpretes, testigos y las mismas partes
afectadasque fueron los indios, en su buena mayoría representados por sus procuradores o
defensores.Toda esta gama de funcionarios y personajes, afectados o no, dejaron desde que se
inicióel proceso hasta su terminación, lo que representa tres cuartos de siglo, una abundante
documentación, la cual por diversas razones no se concentró en un solo sitio ni en unas solas
manos.La labor congregacional quedó en buena manera adscrita a las funciones de la Real
Audienciay a las funciones específicas de los virreyes, otorgadas por precisas disposiciones
reales.La Real Audiencia, en e! ejercicio de sus amplísimas funciones, produjo enorme docu-
mentaciónfragmentada en el diverso tipo de funciones que ejercía. A más del archivo de la
propiasecretaría, que es el más desconocido por haberse destruido en parte, formó a través de
susmúltiples secciones, documentación referente a los pleitos de los indios por sus tierras y
aguas,al tribunaJ o juzgado de indios, a la sala de los juicios civiles y la de los procesos crimi-
nales,y otras más. Afortunadamente la documentación procedente de! ejercicio de aJgunas de
esasfunciones es casi completa y abundantísima, como lo revelan los ramos de Tierra, Civil y
Criminal, que forman un acervo de varios miles de volúmenes. Sin embargo, esa documenta-
ciónno está completa, pues, cuando fue organizada para encuadernarla, muchos expedientes
referentesa esas secciones quedaron fuera y se encuentran en series de papeles sueltos, en
múltipleslegajos, en algo que podría calificarse con esa denominación vaga e imprecisa de
algunosarchivos: 'Indiferente genera\'. Afortunadamente este conjunto representa una mino-
ríafrenteal gran volumen que contienen los ramos mencionados. Por otra parte, amplia docu-
mentación surgida de la Real Audiencia se destruyó en los aJborotos coloniales ...
El conjunto de testimonios documentales procedentes tanto del trabajo de los jueces
demarcadorescomo de los comisarios congregadores, representa, por su importancia para el
conocimientodel estado real y circunstancias por las que atravesó la Nueva España en esos
trescuartosde siglo, un testimonio tan valioso como el de las relaciones geográficas manda-
dashacerpor disposición del monarca Felipe II hacia 1580. Son fuentes de primera mano
paraentenderla conformación de los pueblos, la organización y distribución de la sociedad
indiana,su potenciaJ económico, su situación una vez pasado el proceso conquistador y, cuan-
dolatierra,como se decía entonces, ya estaba asentada". Torre Villar (1995), p. 58.
144 ASPECTOS TEÓRICOS

De la Torre] llevó a las autoridades a pensar que para poder manejar ese con-
glomerado era necesario reunirlo, congregarlo, sacarlo de sus comunidades,
cortas o grandes, pero alejadas unas de otras.v-

El mismo autor concluye que la congregación "alteró las bases econó-


micas de la sociedad indiana, destruyó muchas de las formas de relación
social y política existentes en la época prehispánica, diluyó nexos de paren-
tesco, de relaciones étnicas, de afinidades culturales, idiomáticas, religiosas,
para constituir un amplio conglomerado controlado, vigilado y dirigido por
el grupo dominador.v' Ante tales evidencias, parece claro que las reformas
que han sido descritas como benéficas (la prohibición de la esclavitud y de
los trabajos forzados, la tasación de los tributos y el fin de la encomienda)
tuvieron como principal motivación evitar que los indios se extinguieran.

LA CO GREGACIÓ y LA FÁBRICA MATERIAL DE LOS PUEBLOS DE INDIOS

La urbanización fue la respuesta de los españoles ante el desconcierto que


les produjo ver a los asentamientos indios dispersos en tierras agrestes. No
es que los indios no estuvieran organizados y vivieran como manadas de
animales por los campos y los montes, según llegaron a declarar algunos
colonos españoles. Más bien, su organización difería de las repúblicas cris-
tianas, y su patrón de asentamientos no ajustaba con la densidad poblacio-
nal y la concentración arquitectónica del pueblo que los frailes tenían en
mente. En el presente apartado analizaremos cómo quedó organizado el
territorio indígena en pueblos urbanos y en áreas rurales. Esta oposición
entre lo rural y lo urbano era incompatible con la territorialidad indígena.
Mientras que para los españoles era parte fundamental de su explicación
sobre la organización política del territorio en un mundo civilizado, para
los naturales carecía de significado. A continuación expondremos la mane-
ra en que las instrucciones y reglamentaciones propusieron construir los
nuevos asentamientos urbanos y el área que, adosada a los pueblos, estuvo
destinada para labores propias del campo. Terminaremos esbozando un
modelo de pueblo en el que figuran los elementos urbanos que no debían
faltar para que la policía de los indios tuviera finalmente lugar.
Aunque la instrucción enviada a Cortés en 1523 tuvo por objeto a las
92 Torre Villar (1995), p. 56.
93 Ibidem, p. 64.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 145

sociedades de Mesoamérica, sus repercusiones prácticas sólo se observaron


más tarde, una vez que los frailes mendicantes reconocieron las tierras y
tuvieron una idea más precisa de la diversidad de las lenguas, el tamaño de
las distancias y las dificultades de su recorrido. Como hemos señalado, esta
política poblacional no se puso en práctica de manera amplia sino después
de 1550, cuando el virrey Luis de Velasco, el padre, impulsó las congregacio-
nes como programa de gobíerno.v+ Sólo a partir de entonces podemos apre-
ciar,de manera sistemática, la fabricación material de asentamientos urba-
nos destinados a albergar a los altepeme de las comunidades indígenas.
Cuando se trató de congregar a los pobladores de un altepetl bien iden-
tificado, hubo al menos dos posibilidades de reducción: la primera con-
sistióen trasladarlos a todos de su asiento primario, generalmente localiza-
do en las laderas de los cerros, a las planicies vecinas y fundar un nuevo
asentamiento. La segunda implicó la reunión de varios calpoltin (identifica-
dospor los españoles como "pueblos sujetos") en torno al sitio del calpolli
másimportante (identificado como "pueblo cabecera"). Veamos cada uno
deestos casos.
Respecto del primero, el desplazamiento convirtió su antiguo asenta-
miento en lo que empezó a llamarse pueblo viejo. En contraste, el pueblo
nuevo fue construido ex nihilo con los principios del urbanismo occiden-
ta195y tras una selección del sitio que no atendía a los criterios estéticos o

94 Gerhard (1986), p. 33.


95 Los historiadores del urbanismo han discutido ampliamente las posibles fuentes occi-
dentalesde la traza hispanoamericana con calles rectilíneas que se cruzan en ángulos rectos.
La primera pista parece apuntar hacia los proyectos y tratados del Renacimiento, pero, como
sesabe, poco fue lo que se construyó entonces; sobre estas ciudades ideales véase Rosenau
(1983),pp. 55-78; Braunfels (1983), pp. 123-143; Benévolo (1994), pp. 261-304; Kostof (1995),
pp.403-431.Otra pista apunta a los trazos ortogonales realizados durante la Baja Edad Media
enel sur de Francia (entre las que destacan las ciudades de Aigües-Mortes, Montpanzier y
Grenade-sur-Garone)y en el norte de España (cuyos mejores ejemplos son Villarreal, Brivies-
ea,Vitoria, Salvatierra y Bilbao); tanto en Francia como en España se trata de las ciudades
nuevasllamadas genéricamente bastidas; véase Kostof (1991), p. 109, y Chueca Goitia (1989),
pp.102-107;para el caso de Bilbao véase Vigo (1990) y Guardia (1994), pp. 214-215. Una pista
másse sienta en el tratado El Doltze de Crestiá del fraile franciscano Francesc Eiximenis (de
quienya citamos otra obra) escrito en 1380, y en la descripción de Alfonso X referida a cómo
asentarla hueste. García Zarza (1996), pp. 58-59; Alfonso X ([1545-1555]), "Segunda partida",
leyXIX, t. 1, p. 88; Camacho (2000), pp: 49-76. La pista más lejana que los historiadores del
urbanismooccidental asocian con la traza ortogonal hispanoamericana es aquella de la anti-
güedadclásica. Hipodamo de Mileto, cuya obra conocemos a través de Aristóteles, es el más
mencionado, además, claro, de Vitruvio, el único tratadista romano de quien nos llegaron sus
notas.Aristóteles (2000), libro segundo, V, pp. 46-50; Vitruvio (1997), libro 1, cap. VI. Ahora
bien,tanto George Kubler como Guillermo Tovar de Teresa apuntan al campamento militar de
146 ASPECTOS TEÓRICOS

rituales del mundo prehispánico, sino acaso a las recetas vitruvianas o hipo-
cráticas (fig. 1l.1, a y b ).96 En esta empresa de reasentamientos fue prioriza-
da la superficie plana que permitía la traza de las calles en damero, elabo-
radas con escuadra y compás.?? Los solares y sus respectivas casas fueron
distribuidos a partir de las calles. La iglesia y el cabildo fueron construidos,
de preferencia, en el centro, una con su atrio, el otro con su plaza. También
en el centro fueron ubicadas la cárcel y algunas casas civiles de importancia.
Al trasladarse de su antiguo cerro, de las rinconadas y los valles estrechos a
las planicies vecinas, los calpoltin fueron asentado como barrios, general-
mente distribuidos a partir de dos calles que funcionaron como ejes norte-
sur y este-oeste. En la segunda parte de este libro se abordarán casos espe-
cíficos en donde tal reordenamiento es visible. Este proceso de reducción
aplicado a la gente de los altepeme fue realizado de manera sistemática a
partir de 1550 y hasta la segunda o tercera décadas del siglo XVII, como hemos
dicho. Además de los expedientes que se encuentran en el Archivo General
de la Nación de México, las llamadas Relaciones geográficas, redactadas en
respuesta al cuestionario elaborado por el cosmógrafo real en 1577, nos
permiten comprender estos reacomodos territoriales realizados como pro-
grama del gobierno virreinal durante las últimas décadas. Como parte fun-
damental de la documentación colonial que registró los desplazamientos
hallamos una gran cantidad de "pinturas", elaboradas muchas veces por
tlacuiloque, los antiguos maestros de la tinta. Sobre ellas hablaremos en el
capítulo IlI.
Respecto de la segunda posibilidad de reducción de los habitantes de
un altepetl tenemos el desplazamiento de los calpoltin más pequeños y ale-
jados hacia los terrenos originales del calpolli "cabecera". A los ojos de los
españoles, los calpoltin trasladados eran considerados como "sujetos" y se
integraban en la nueva espacialidad como barrios del pueblo de indios. En
ocasiones, el sitio que se les reasignaba no era directamente contiguo, sino
que distaba todavía algunos kilómetros del núcleo urbano de la cabecera,
lo que daba la impresión de que se trataba de barrios periféricos.Pf Estos
nuevos barrios, centrales o periféricos, pudieron conservar su nombre, la

Santa Fe, fundado en 1491 a las afueras de Granada (un verdadero castrum estilo romano),
como un claro antecedente de lo que años después se fundaría sistemáticamente en las Anti-
llas y en América continental. Kubler (1984), p. 105; Tovar de Teresa (1992).
96 Al respecto véase Vitruvio (1997), libro I, cap. IV; Hippocrate (1996) [siglo IV a.Ci].

97 Kubler (1984); Sartor (J 992); Chanfón Olmos (1997); Angulo Íñiguez (J 982).
98 García Zambrano (2001b).
a)

b)

FIGURA n.l. Modelo que explica el proceso de organización territorial pasando de: a)
asentamientoprehispánico organizado en cuatro calpoltin, cuyas casas se presen-
tandispersas en las laderas de un área montañosa a: b) pueblo de indios tras la
congregaciónasentada en tierras más planas y organizado en los mismos cuatro
barrios,ahora con una densidad arquitectónica y demográfica mayor. Elaboración
deFedericoFemández y Marcelo Ramírez; dibujó: Ada Gómez y Arais Reyes.
148 ASPECTOS TEÓRICOS

advocación de su santo patrono y también las tierras que habían dejado,


aunque fue frecuente que tales tierras fueran finalmente otorgadas en mer-
ced a los colonos o bien simplemente invadidas por otros pueblos. Esta
segunda posibilidad de reducción de los sujetos en la cabecera también fue
una práctica común, al menos desde 1550 y aproximadamente hasta 1635.
Los casos en que una cabecera fue asentada como barrio en otro pueblo
cabecera fueron menos frecuentes.
Ahora bien, no todas las congregaciones implicaron el desplazamiento
de altepeme completos y bien identificados. Muchos fueron los casos en los
que se redujo a grupos de indios organizados de otra manera o bien caren-
tes de toda organización. En ocasiones, los nuevos pueblos fueron formados
con gente procedente de altepeme distintos, lo que implicaba concertar
diferentes linajes gobernantes, estructuras familiares y hasta lenguas.P? Este
, modelo de reducción fue practicado principalmente en regiones en las que
colindaban diferentes etnias. También en la frontera de la Gran Chichimeca
se registró un proceso de esta índole, pues, como se sabe, algunas de sus
regiones fueron "civilizadas" mediante el traslado de nahuas, otomíes y tlax-
caltecas.tv? Otro proceso fue el que vivieron aquellos indios que habían per-
dido toda relación con sus altepeme originales. Se trataba de individuos
desarraigados que acabaron como peones de trapiches y haciendas, o como
mineros, obreros y tamemes. Desde 1558, la Corona también se preocupó
por asentar en pueblos a la gente más inestable del reino, ya fueran españo-
les "que en aquella tierra anduvieren vagamundos", "sin tener asiento ni
oficio ni otra buena ocupación", o bien indios "que estuvieren ociosos sin
querer ocuparse en cosa alguna", o mestizos holgazanes.iv'
Con el fin de explicar el procedimiento que generalmente fue utilizado
para realizar el desplazamiento de indios de los asentamientos considera-
dos como estancias o pueblos sujetos hacia el pueblo cabecera, en las si-
guientes páginas se utilizará como ejemplo la orden que envió el 14 de
99 Si bien hemos acordado en el capítulo anterior que una de las características del alte-
petl es su propensión a la plurietnicidad, lo cierto es que en estos casos hubo mayor conflicto
al juntar individuos y familias procedentes de distintos orígenes.
100 Para informarse sobre los desplazamientos tlaxcaltecas al septentrión, véase Sego
(1998); Cavazos el al. (1999).
101 "Ley 13, que el visorrey de orden cómo los españoles y mestizos que hubiere vagarnun-

dos y holgazanes que no tienen asientos ni oficio y los indios que anduvieren de esta manera,
se junten en pueblos y en ello se guarde la orden aquí contenida", Valladolid, 3 de octubre de
1558. Zorita (1984 [1574]), libro tercero, título primero, ley 13, pp. 209-210; "Ley 3, que los
españoles e indios ° mestizos se junten en pueblos", Valladolid, 3 de octubre de 1558. Zorita
(1984 [1574]), libro octavo, título segundo, ley tercera, p. 350.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 149

noviembre de 1601 el conde de Monterrey, virrey de la Nueva España, a


Fernando de Villegas, alcalde mayor de Valladolid. 102 La secuencia es ilus-
trativa igualmente del caso en el que se fundaba un pueblo nuevo con
indios de distintos calpolli. La orden de 1601 describe un procedimiento
detallado que exponemos, para mayor claridad, en una serie de 11 pasos:
1. El primero consistía en convocar a la reducción. Mediante un intér-
prete, el juez congregador habría de llamar a los indios para explicarles que
el fin consistía en

dejarlos bien acomodados de casas, tierras, aguas y monte, que todo sea mejor y
más cumplido que lo que dejan, o por lo menos tan bueno. Siguiéndose a esto
el consuelo espiritual que tendrán con la asistencia de su ministro de doctrina y el
amparo de la justicia y la comunicación de unos con otros para todas sus necesi-
dades, viviendo juntos y en policía, como los usan todas las naciones del mundo.t'"

En la convocatoria estaría presente el ministro religioso de la doctrina,


el cual debería apoyar la exposición del encargado de la congregación.
2. Después de la exhortación, se les daría a los indios convocados la
posesión del lugar en el que se asentarían dentro del pueblo cabecera, y se
les instruiría para la ejecución de la traza.

Acabada la plática que habéis de hacer a los indios, considerada atentamente la


disposición del sitio y la cantidad de casas que en él hubiere labradas, y la traza
y la forma que el lugar tuviere, y el número de vecindad que se le allega, y es-
tancias que se traen, acomodándolos en una misma calle: un pueblo en una
parte y otro en otra. Llevando siempre en consideración de dejar pueblo for-
mado de calles y plaza, y en modo de policía como la de ésta ciudad de México,
y otras que la tienen, y en el pueblo que hubiere agua que se pueda meter por
las calles, procuraréis hacerla para el beneficio de las huertas que han de tener
dentro de sus casas y para la lava de las casas. Si sucediere en algún lugar don-
de se haga congregación de otros pueblos que esté edificada la iglesia fuera de
la plaza, advertiréis de dejar sitio bastante dentro de la misma plaza, para que
acabadas las casas de los indios se pasen allí la iglesia y vayan labrando poco a
102 "Instrucción del virrey conde de Monterrey para verificar la concentración de la pobla-
ciónindígena dispersa por pequeñas aldeas a los pueblos cabeceras de la alcaldía mayor de
Valladolid(Michoacán)", México, 14 de noviembre de 1601. Solano (1984), Documento 144,
pp. 290-294;Torre Villar (1995), pp. 313-327; Lemoine (1960), pp. 19-32. El expediente origi-
nalsehalla en el AGN, Tierras, vol. 71, doc. 2.
103 Solano (1984), Documento 144, p. 291; Torre Villar (1995), pp. 315-316.
150 ASPECTOS TEÓRICOS

poco. Y también consideraréis si será menos trabajo de los indios y más como-
didad del pueblo hacer plaza junto a la misma iglesia que estuviere edificada en
otra calle o plaza menos principal, advirtiendo que, también, ha de quedar en la
plaza la casa del cabildo, cárcel y [la casa de la] cornunidad.tv"

Como podemos apreciar, el propósito consistió en urbanizar tomando


en cuenta el modelo de policía reconocido para la ciudad de México. La
elección del sitio suponía, como hemos indicado, un lugar plano. Si fueran
dos los pueblos traídos a la nueva congregación, serían asentados a ambos
lados de la calle principal.
3. Una vez entregado el lugar y su traza a los pueblos congregados, el
siguiente paso consistió en repartir los solares a cada indio recién llegado.
Dejemos que el propio documento de 1601 lo exponga:

El sitio que a cada indio de los que nuevamente fueren a poblar se le podrán
señalar para labrar su casa y tener dentro de ella árboles y tierra donde sem-
brar algún maíz, chile y otras legumbres, cuanto baste para su regalo y recrea-
ción, será un solar de los de México: veinticinco varas en cuadra, habiendo dis-
posición. Y no la habiendo, cuanto sea posible, en que no se puede dar regla
cierta por ser tan diferentes los asientos de los pueblos. y advertiréis que con
esto no dejan de labrar las tierras que se les señalaren; y también advertiréis
que en las partes donde lo sufriere la disposición de la tierra se hagan las pare-
des de las casas de tapias al modo de Castilla, que les serán a los naturales tan
útiles como las de adobes, y a menos costa y trabajo.
En este señalamiento de solares tendréis atención de preferir en lo que fue-
re mejor y más cerca de la iglesia y plaza a los indios que entre ellos tienen por
"principales" y a los que fueren gobernadores y ministros de justicia, sin dar
lugar en ninguna manera a que en razón de ser o no "principales" los indios
sean admitidos a probanza, ni información, ni haya pleitos ni diferencias, sino
que vos, informado de palabra del ministro de doctrina y de otras personas de
crédito, lo dispongáis y gobernéis con justificación, prefiriendo los del dicho
pueblo que quisieren mejorarse a los que vinieren de fuera.
y porque según la ruin fama que en lo general tienen todos los pueblos
de indios de esta Nueva España, sucederá muchas veces que de una casa de un
indio a otra haya vacío grande que impida la policía que se pretende, y que éste
no sea bastante para poner en él barrio entero para que los de un pueblo o

104 Solano (1984), Documento 144, p. 291; Torre Villar (1995), pp. 316-317.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 151

estancias queden juntos y en vecindad: en tal caso arbitraréis en repartir el


vacío a uno, o a dos o a más indios, para que allí hagan sus casas y con ellas y
las viejas quede el pueblo que en la mejor forma y traza sea posible. lOS

En síntesis, el repartimiento de los sitios a los recién llegados privilegia-


ría a los indios principales, de modo que sus casas quedaran cerca del cen-
tro. Como se ve, no deberían quedar huecos dentro de la traza. Si hubiera el
terreno suficiente, cada solar para casa con su huerto debería ser un cua-
drado de 25 varas (20.95 m) por lado.
4. El siguiente paso hacía referencia a la manera en que se habrían de
construir las casas: serían levantadas de una en una por cuadrillas de ocho
o hasta 15 indios de un mismo pueblo o estancia congregada en la cabe-
cera. Las autoridades del pueblo cabecera deberían proporcionar dos hom-
bres a cada cuadrilla con el fin de apoyados en la construcción; sin embar-
go, si ya estaban ocupados en la edificación de sus propias viviendas
quedaban relevados de ello. Por lo que toca a la conformación de la mora-
da, el documento de 1601 asienta:

En el solar que se le ha de dar a cada indio señalándole, desde luego, con algu-
na zanja o mojonera, se ha de edificar, desde luego, un aposento del alto que
pareciere y cubierto, que tenga treinta pies de largo y doce de ancho: que es dis-
posición bastante, y lo que, por ahora, se puede sufrir, que después cada uno irá
labrando conforme a su posible e inclinación, pero por traza. Cuanto a dister-
minación [deslinde] que será aprobada por los ministros, en razón de usar
compartimientos y atajos, al modo que se puedan con que se distinga la vivien-
da del servicio en que hubiere de haber inmundicias y el dormitorio de los hijos
del de las hijas. Y se vaya recorriendo esto para ver que en todo caso lo cum-
plan y se introduzca algo de policía cristiana en ellos. I 06

5. Una vez aclarada la manera en la que se construirían las casas, se


pasaba al reparto de las tierras comunales siguiendo el mismo procedi-
mientoque en el reparto de la zona urbana:

En el repartimiento de las tierras tendréis la misma atención que en el de los


solares, dejando a los indios principales y ministros de justicia más que a
los macehuales en cantidad de un tercio más. Y que éstas sean las más cercanas
105 Solano (1984), Documento 144, p. 291-292; Torre Villar (1995), pp. 317-318.
106 Solano (1984), Documento 144, p. 292; Torre Villar (1995), p. 318.
152 ASPECTOS TEÓRICOS

al pueblo, porque en todo gocen de alguna preeminencia más que los macehua-
les, no quitando a los que están en el pueblo las que tuvieren que las hayan
menester. Y en caso que en ese pueblo no haya tierras de comunidad bastantes
para los indios que han de quedar, y las hubiere de españoles o estancias se les
quiten las necesarias y más cómodas para los indios: y a estos españoles les no-
tificaréis que con sus títulos, si los tuvieren, ocurran ante mí, para que vistos se
trate de la recompensa que pareciere justo.
y en todo caso procuraréis en este repartimiento de tierras dejar muy con-
formes a los que vienen con los que están, de manera que no haya entre ellos
confusión ni enemistad. Y también advertiréis de dejarles tierras para que
siembren año y vez, y en los lugares calientes más cantidad. Informándonos
muy bien de la disposición y temple de la tierra y del uso y costumbre que los
vecinos han tenido en sus sementeras, para dejar a los que están y a los que vie-
nen con la misma cantidad y suertes de tierras que habrán menester: conside-
rando siempre en los unos lugares y en los otros el crecimiento que podrán
tener, como se desea y procura. 107

Al igual que en la repartición de los solares dentro de la traza, los indios


principales tendrían el privilegio de recibir las mejores tierras de cultivo, en
un tercio más que los macehuales. Si la tierra no fuera suficiente y si hubie-
ra españoles en la comarca que las tuvieran en cultivo, deberían entregadas
para los indios congregados.
6. Mientras se realizaba "la fábrica del pueblo y casas y el señalar tierras
a los indios", debería observarse si era tiempo de siembra o de cosecha con
clfu~ .

asegurar el abasto común de aquel año, obligando a los naturales del pueblo
[cabecera] a que siembren más de lo ordinario para que tengan qué vender a
los nuevos pobladores, o dando orden que se haga alguna sementera grande de
comunidad que después beneficien los que fueren nuevamente [por primera
vez]; o usando de otros arbitrios, los que os parecieren a propósito según la
calidad de la tierra y comodidad en las cosechas: para que vistos por mi elija los
más convenientes y de mayor utilidad en este caso tan importante. lOS

Sin embargo, en 1603 los traslados fueron iniciados precisamente en la


época de lluvias, lo cual empeoró la situación de la gente. Aunque estuviera
107 Solano (1984), Documento 144, p. 293; TOlTeVillar (1995), pp. 318-319.
108 Solano 1984), Documento 144, p. 293.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 153

prescrito, no fue cuidado el abasto de alimentos durante los desplazamien-


tos y muchos pasaron hambre.
7. El siguiente paso consistiría en dar nombramiento al nuevo goberna-
dor. Este personaje se encargaría de organizar la construcción de las nue-
vas casas, destruir las viejas, dar castigo a los desertores e informar a las
autoridades cada ocho días del estado que guardaba la nueva puebla.

y asimismo ordenaréis a un alcalde, tequitato o mandón, el que os pareciere de


cada uno de los pueblos o estancias que se hubieren de levantar para venir a la
nueva población, que cada uno en su pueblo o estancia solicite el juntar los
indios y llevarlos a la fábrica de las nuevas casas, y asistir con ellos para que
vayan edificando y entendiendo donde meterse, vayan derribando las viejas, así
para ayudarse de la madera y otros materiales en la nueva obra, como para des-
hacer del todo el pueblo, y que no tengan ocasión de volverse a él; y si lo hicie-
ren y se ausentaren, los busque y castigue para su corrección y escarmiento de
otros, y con que después de llegados al pueblo o sitio de congregación, los unos
y los otros, así los que en sus pueblos fueren oficiales de República y tuvieren a
su cargo el juntar a los otros, como los macehuales, estén todos a orden y obe-
diencia del gobernador del dicho pueblo donde se hace la congregación, a
quien desde luego yo nombro por gobernador de todas las cabeceras que allí se
redujeren, y de cada una de ellas. 109

En el planteamiento del legislador, el nuevo gobernador nombrado por


eljuez congregador vendría a sustituir a la anterior jerarquía de los pueblos,
lo cual permitiría a las autoridades virreinales tener un control más eficaz
sobre los nuevos asentamientos. En el caso de que la gente congregada pro-
viniera de un antiguo pueblo cabecera, el nuevo barrio que fundaran podría
quedar representado por un alcalde y un regidor, nombrados cada año. Si
se tratara solamente de un antiguo sujeto, su representación en la nueva
república sería con un alguacil. El alcalde, los regidores y alguaciles estarían
encargados de cobrar servicios y tributos en sus barrios, "si bien se entiende
que todos quedan a orden y disposición del gobernador que hubiere en el
pueblo". 110 En algunas ocasiones, los indios congregados en la cabecera
podrían provenir de pueblos cuyos tributos fueran entregados a la Corona, en
otroscasos a algún encomendero. La manera de separados en la nueva pue-
blasería asentándolos en barrios diferentes, impidiéndoles que se mezclaran.
109 Torre Villar (1995), pp. 320-321.
110 lbidem, p. 322.
154 ASPECTOS TEÓRICOS

8. El octavo paso consistió en vigilar que los indios recién establecidos


no abandonaran sus nuevas casas. El párrafo respectivo indica lo siguiente:

El cuidado de la conservación de estas poblaciones y de que los indios no des-


amparen las casas y tierras nuevas volviéndose a las viejas o yéndose a otra par-
te, se os encomienda y encarga en la parte que os tocare tanto como lo de la eje-
cución. Y que de ordinario hagáis diligencia en saber si alguno o algunos indios
faltan de las poblaciones nuevas que se hubieren hecho, mandando a los gober-
nadores que os lo avisen. I II

9. El siguiente paso consistió en proveer de un amparo legal a los indios


sobre la propiedad de sus tierras mediante un "mandamiento acordado", el
cual consistía en una escritura acompañada de un mapa en que quedaban
representadas las tierras ocupadas, sus ríos y montañas. En algunos casos
aparecen en el mapa escenas sucesivas que representan la refundación de
dos o más poblados en uno solo.

Con el mandamiento acordado que se os dará para amparar en su posesión de


tierras a los indios que se levantan para otras poblaciones, les advertiréis de la
fuerza de él y de la seguridad que les queda de la propiedad como antes la tenían.
y también les apercibiréis que han de ser, y son, de ningún valor y efecto las
ventas de tierras que hubieren hecho o hicieren a españoles desde el día de la
publicación que aquí se hizo del auto que habla en razón de esto, que también
se os dará. 1 12

10. A continuación se otorgarían tierras para el ejido. La figura del eji-


do para el pueblo de indios aparece reglamentada desde la instrucción de
1503. Como veremos en el próximo capítulo de este libro, en 1573 se insis-
tió en su demarcación al trazar las nuevas poblaciones. Las tierras ejidales
habrían de destinarse principalmente a la cría de ganado.

Así mismo se os advierte que en el repartimiento que hiciéredes de la tierra de


cada población de las nuevas dejéis parte que pareciere bastante para el ejido
de consejo, extendiéndoos más o menos conforme a la cantidad de tierras que
hubiere para repartir, y a la necesidad mayor o menor que de esto tuviere cada
población, conforme a los ganados que tuvieren los indios o disposición que la
111 Solano (1984), Documento 144, p. 294; Torre Villar (1995), p. 323.
112 Solano (1984), Documento 144, p. 294; Torre Villar (1995), p. 324.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 155

provincia o comarca y la calidad que el mismo suele mostrar: para poder con-
servar los dichos indios en esta granjería de la crianza de ganado; en especial,
menor. y para crecer en ella y aún introducida, si no se ha usado por ser medio
importante para el aprovechamiento suyo y para el abasto de esta tierra.t+>

11. La última acción con la que se daba fin al proceso de desplazamien-


to de una estancia o pueblo sujeto a la cabecera reconocida por los espa-
ñoles consistió en el traslado de los objetos de culto a la nueva iglesia y la
demolición de las iglesias viejas. El lugar de la antigua iglesia y su cemente-
rio debía protegerse con cerca de vara y media (1.25 m) de alto. Para cerrar
la cerca podría utilizarse una de las puertas de la iglesia. En el punto donde
estuvo el altar mayor habría de plantarse una cruz alta de palo, "porque
siempre se mire el lugar con mayor respeto, y porque con esto y quedar cer-
cado, los naturales pierdan el miedo y recelo de que en ningún tiempo
se ha de hacer merced de este sitio y lugar a españoles ni a otra persona
ninguna".1 J4
Como podemos apreciar en esta larga instrucción, el conde de Monte-
rrey continuó lo que para principios del siglo XVII ya era una vieja política:
desarraigar a los indios de sus antiguos lugares para asentados en los pue-
blosreconocidos como cabeceras. Su programa de gobierno virreinal con-
sistió,como explica él mismo en otros documentos, en la reducción de los
indios "a menos y mayores poblaciones para su policía, buen gobierno,
saludy conservación y enseñamiento de las cosas de nuestra santa fe católi-
ca".JJ5En sus criterios, el número de tributarios por cada poblado debía de
acercarsea 500 pues, decía, tal es "el número de gente que por el estilo de la
gobernación se presupone bastante para ocuparse y asistir con ella un
ministrode doctrina". Adicionalmente, se cuidó que los traslados no impli-
caranun cambio brusco en ias condiciones ambientales, "de suerte que los
quehabitan y son nacidos en tierras frías no pasen a las calientes y por el
contrario".1 J6 La instrucción pidió a los jueces congregadores que relataran
porescrito las características del nuevo asentamiento, la diversidad de len-
guas,si las hubiera, y que elaboraran una "pintura" en la cual se represen-
tarael lugar. Sobre estas pinturas hablaremos en el capítulo III.

113 Solano (1984), Documento 144, p. 294; Torre Villar (1995), p. 324.
114 TOlTe Villar, op. cit., p. 326.
115 "Instrucción de reducciones del virrey Conde de Monterrey", 28 de noviembre de 1598,
en Jarquín (1994), p. 17.
116 lbidem, p. 18.
------ - - - ---

156 ASPECTOS TEÓRICOS

Para terminar este apartado sobre la fábrica material de los pueblos de


indios, dibujaremos un modelo basado en las fuentes que hemos analizado
a lo largo del capítulo y en algunos estudios sobre historia de la arquitectu-
ra que complementan la versión. Acomodaremos los objetos urbanos men-
cionados con mayor frecuencia dentro de un plano en el orden espacial en
el que debieron de ser plasmados dentro del terreno asignado al pueblo en el
momento de su fundación (fig. 11.2). Desde luego, el primer paso, con un gra-
do alto de complejidad, consistía en hallar un sitio adecuado para la funda-
ción del pueblo sobre terrenos preferiblemente planos y cerca de fuentes de
agua y materiales a la manera en la que estaban asentadas las grandes ciuda-
des en España. La diferencia sería que las nuevas poblaciones tendrían una
estructura urbana ortogonal. Cabe decir que esta idea se implantó inicial-
mente para la fundación de ciudades que serían moradas por españoles. 1 17
Una vez seleccionado el sitio, se realizaba, con ayuda de un cordel, el
trazo de una plaza cuadrangular orientada en cada uno de sus lados hacia
los principales puntos cardinales. Con frecuencia, al este de la plaza se asig-
naría un espacio para construir posteriormente la iglesia o la unidad con-
ventual. Del centro de la plaza se trazaría el inicio de cuatro calles, una hacia
cada punto cardinal, de manera que llegando desde afuera por cualquiera
de ellas el caminante desembocaría frente a la sede religiosa. Ocho más se
comenzarían a trazar partiendo de las cuatro esquinas de la propia plaza,
de manera que en ella comenzara un total de 12 calles rectas. La medida
ideal de las cuadras que circundan la plaza, excepto el espacio asignado a la
iglesia, sería de 50 varas (unos 42 m) por lado, en la que cabrían cuatro sola-
res de 25 varas por lado cada uno. No era necesario trazar todas las cuadras
que tendría la urbe, sino sólo aquellas que habrían de ser pobladas en un
primer momento, pues el pueblo podría expandirse con sólo continuar el
rumbo del trazo original, el número de cuadras y calles que dispusieran las
autoridades y que permitiera el espacio.
El núcleo descrito constituiría el centro del pueblo, un centro que sim-
bólicamente daba preeminencia a las labores de evangelización con la igle-
sia en uno de los costados de la plaza. El poder civil también quedaría
representado por la casa del cabildo y la cárcel haciendo frente a la misma
plaza. De este modo, los indígenas en proceso de civilización comprende-

117 El documento que resume el procedimiento empleado en la fundación de la mayoría de


las ciudades de españoles es de sobra conocido: "Ordenanzas de Felipe II sobre descubrimien-
tos, población y pacificación de las indias", de 1573. Boletin del AGN, tomo VI, mayo-junio de
1935, núm. 3
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 157

solar

I
I eje E - O
L-sovaras~ I

Modelo que explica la manera hipotética de asentar cuatro calpoltin tras


FIGURA 1I.2.
el proceso de congregación: cada uno se convierte en un barrio indicado en núme-
rosromanos. Cada cuadra estuvo dividida en cuatro solares. En aquellas marcadas
conla letra "A" residirían los indios principales, uno de los cuales sería el cacique
y/ogobernador. La letra "B" indica las cuadras ocupadas por macehuales. Elabora-
ción de Federico Fernández y Marcelo Ramírez; dibujó: Ada Górnez.

rían,con esta noción de centralidad, la jerarquía de la nueva sociedad que


sepretendía fundar. Ahora bien, como se sabe, esta sociedad se construyó
sobrela estructura jerárquica prehispánica en donde el tlatoani, el cacique,
comolo llamaron los españoles después de su paso por las Antillas, mere-
cíatambién un sitio en ese lugar central de la urbe. Así pues, se dispuso que
la casadel cacique y de los demás indios principales, los pipiltin, ocupara las
cuadrasmás cercanas a la propia plaza. Cuando ese personaje fue ratifica-
158 ASPECTOS TEÓRICOS

do como gobernador o sustituido por uno nuevo, tal gobernador tuvo tam-
bién su casa en las inmediaciones de la plaza. En el dibujo en el que sinteti-
zamos nuestra hipótesis, estas primeras cuadras han sido marcadas con la
letra "A". El resto de las manzanas trazadas y marcadas con la letra "B" for-
man los solares periférico s asignados a los macehualtin, a la población que
no fue reconocida por los españoles con algún grado de nobleza. Si se tra-
taba de dos altepeme o dos calpolli reunidos en un mismo pueblo, los po-
bladores de cada uno ocuparían una mitad compartiendo frente a frente la
calle principal.Uf Ahora bien suponiendo que la congregación verificada en
el pueblo hipotético de nuestro dibujo estuviera compuesta de cuatro altepe-
me, o bien de cuatro entidades (digamos, una cabecera y tres sujetos), cada
una de ellas ocuparía un barrio; es decir, un cuadrante de la urbe. Hemos
numerado las manzanas para diferenciar a cada barrio, de manera que
cada una tenga un número romano para saber de qué entidad procedían y
una letra para saber si se trataba de indios principales o de macehualtin.
En la presente hipótesis, quedarían entonces al menos cuatro elemen-
tos genéricos como componentes de la urbe para indios:
1. La calle. La gran innovación en los asentamientos para indígenas fue
la red de calles que dio integración a los vecinos de los distintos barrios. La
calle fue juzgada como un espacio de convivencia y una muestra de vida
vecinal civilizada. El papel urbano de estos trazos rectos en los pueblos de
indios no es necesariamente equivalente al de las anchas calzadas que
maravillaron a los conquistadores de Tenochtitlan. Por eso, podemos con-
cluir que la calle fue uno de los elementos urbanos introducidos por el pen-
samiento occidental en Mesoamérica.
2. La unidad conventual. Estaba compuesta de una iglesia (que origi-
nalmente pudo ser una capilla abierta aisladaj.t '? un atrio almenado, fre-
cuentemente con capillas posas y cruz atrial, un huerto en el que se intro-
dujeron frutos mediterráneos, una residencia conventual de dos plantas
formada por un refectorio, una biblioteca y celdas en torno a un patio cua-
drangular en cuyo centro descansaba una fuente.
3. La plaza central. Podría ser extensión del atrio o el atrio mismo de la
iglesia. Ahí se verifica por lo regular el mercado un día por semana. Quizá
la primera intención fue que hubiera en ella una horca 120 para ajusticiar en

118 Solano (1984), Documento 144, p. 291.


119 Artigas (1992), pp. 19-33.
120 Véase, por ejemplo, el plano de Chicolapa en las Relaciones geográficas del siglo XV!;
Sartor (J 992), p. 37.
LA POLICÍA DE LOS 1 DIOS Y LA URBANlZACIÓ DEL ALTEPETL 159

acto público a aquellos inconvertibles que violentaran de gravedad las dis-


posiciones coloniales.
4. Las casas civiles. Entre ellas figura, principalmente, la casa de cabil-
dO,J2J donde tendrían lugar las reuniones de la autoridad indígena y donde
probablemente habría adosada una cárcel. 122 También figuraría la del caci-
que y de otros principales, así como la Casa de Comunidad.
Éstas eran, pues, las piezas de la maquinaria urbana con la que los indios
entrarían en policía. Complementaria a la construcción de esta urbe estaba
la destrucción de los antiguos asentamientos. Las fuentes que hablan del
abatimiento de los icono s prehispánicos y de la arquitectura que los soste-
nía son numerosas. Es un lugar común el afirmar que con las piedras de los
templos indígenas se levantaron iglesias cristianas. Pues bien, cuando estas
iglesias o capillas fueron construidas en los asentamientos originales, cuya
población después fue congregada en otro paraje, las instrucciones sugirie-
ron demoler también esas iglesias primitivas y dejar tan sólo en su lugar
una cruz. Todas estas destrucciones tuvieron como efecto borrar parte de la
memoria colectiva y constituyeron acciones definitorias en el proceso de
civilización.123
El documento de 1601 reduce la escala de análisis hasta enfocar la pro-
piadimensión de la vivienda indígena y su distribución. Este efecto de zoom
nospermite constatar que esta máquina de civilizar se compone de células
queactúan sobre lo más íntimo de la organización indígena. La vivienda
concebida por los españoles favorece ciertos comportamientos coinciden-
tescon la noción de "policía", como el de separar hijos de hijas en los dor-
mitoriosy dar funciones específicas a los ambientes de la casa unifamiliar.

\2\ Chanfón (1997), p. 396.


122 La cédula del 9 de octubre de 1549 sentencia: "y que también tuviesen cárcel en cada
pueblo,para los malhechores y un corral del consejo para meter los ganados que lo hiciesen
dañoque no tuviesen guarda y que se les señalasen las penas que llevaren y que se persuadiera
alosdichos indios que tuviesen ganados, al menos ovejunos y puercos, en común o en particu-
lar,y que también en cada pueblo de indios hubiese mercados y plazas donde hubiere mante-
nimientosporque los caminantes -españoles e indios- pudiesen comprar por sus dineros lo
quehubiesen menester para pasar su camino, y que se les debía compeler a que tuviesen roci-
nespara alquilar o para otras cosas. Y de que todo lo susodicho debían ser los dichos indios
persuadidospor la mejor y más blanda y amorosa vía que ser pudiera, pues era todo en su pro-
vechoy beneficio". "Real Cédula a la Audiencia de la ueva España ordenando sean hechos
pueblosde indios, con autoridades municipales elegidas entre el vecindario", Valladolid, 9 de
octubrede 1549. Solano (1984), Documento 49, p. 171.
123 Sobre la memada colectiva depositada en la arquitectura y el urbanismo, véase Halb-
wachs(1968).
160 ASPECTOS TEÓRICOS

Como hemos visto, este documento también se va a escalas mayores para


instruir la manera en que el área rural que circunda a la urbe debe quedar
ordenada.
A pesar de que estas instrucciones procuraron el cuidado de los indios,
los resultados fueron tan desastrosos como sus antecedentes antillanos. La
Corona no respetó su propia orden de que las tierras dejadas por los indios
no fueran entregadas en merced a los colonos españoles. Por el contrario, a
partir de esas tierras fueron formándose lo que con el paso de las décadas
llegaron a ser grandes haciendas y latifundio .124
La experiencia de la congregación, realizada de 1550 a 1635, y particu-
larmente durante el periodo de 1598 a 1607, concentró a la población indíge-
na en núcleos urbanizados y dejó amplias tierras a merced de los voraces
colonos españoles. La curva demográfica de la población indígena registró
sus niveles más bajos precisamente en la etapa de mayores congregaciones
y así continuó, aproximadamente hasta 1735, cuando empezó su lenta re-
cuperación.t->

Ca CLUSIONES

La doctrina de la "policía humana", que se materializó en la urbanización


del altepetl para facilitar las labores de civilización de los indios, fue una
iniciativa que e acompañó de la mortandad de la mayor parte de la po-
blación indígena y la congregación de sus sobrevivientes dentro de pueblos
de geometría regular. También se acompañó de contradicciones internas.
La más palpable radicó en el hecho de que, para transformar al indio en un'
ser "sociable, político o civil",126 frecuentemente fue necesario hacerla
por la fuerza. Una orden de 1608 afirmaba que a los "indios de las -reduc-
ciones no debe dárseles licencia para vivir fuera de ellas". J 27La privación

124 Wobeser (1989).


125 Gerhard (1986), p. 24.
126 Los términos son de Juan de Solórzano y Pereyra. En este mismo documento titulado

Política indiana, el autor retorna la afirmación de que el ser humano es un "animal racional".
Para conseguir tal calidad, afirma que "nue tras gloriosos Reyes de España han mandado y
procurado que los indios [... ] comenzasen a vivir como hombres, deponiendo sus antiguas y
fieras costumbres, y haciéndose con esto más hábiles para recibir nuestra Santa Fé y Religión
Cristiana". Solórzano agrega que los desplazamientos de indios de lo cerros a la traza de los
pueblos se debía hacer "aunque no quisie en". Solórzano y Pereyra (1930 [1647)), libro 11,
cap. XXIV, vol. 2, p. 373.
127 "Que a los indio de las reducciones no se de licencia para vivir fuera de ellas", 4 de
febrero de 1608. León Pinelo (1992 [1681)), libro VII, título X, [9], vol. 11,pp. 1828-1829.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 161

de movimiento era contraria a la misma doctrina de la "policía humana",


que pugnaba por que los indios tuvieran la libertad para residir y morir
donde ellos quisieran, según especificaron las diversas órdenes a lo largo
de todo el siglo XVI.128 A pesar de lo que esta ley prescribe, fue practicada la
prohibición de que los indios vivieran donde quisieran, de modo tal que
"calladamente se indujo a especie de servidumbre a los hombres libres",
según palabras de los Reyes Católicos, quienes hicieron esta persuasión
a sus súbditos castellanos desde 1480. El pueblo de indios fue, así, el mejor
instrumento de control, sujeción y dominio al servicio de la Corona; más
aún que la encomienda o cualquier otro régimen político, laboral y eco-
nómico. Al mismo tiempo que el pueblo de indios fue expuesto como una
empresa civilizadora y evangelizadora, también sirvió como modelo de
producción económica y recopilación tributaria. El pueblo fue el instru-
mento para la imposición del régimen de vida que convino al coloniza-
dor.Así pues, aunque fuera decretada la libertad natural de los indios, de
hechovivieron en libertad condicionada, como si fueran eternos menores
deedad.
Apesar de las resistencias de los primeros pobladores españoles, los
cualesaspiraron a la consolidación de sus encomiendas, en 1530 la Corona
reglamentóque en los pueblos de indios hubiera ayuntamientos formados
porregidores y alguaciles indígenas, los cuales se reunirían en concejo con
losregidores españoles de las villas y ciudades en cuyas jurisdicciones se en-
contraban.Esta medida fue diseñada, dice el reglamento comentado, con el
finde que "los indios naturales de nuestras Indias comenzasen a entender
nuestramanera de vivir, así en su gobernación como en la policía y cosas
denuestra república". En la redacción de esta cédula puede apreciarse que,
inclusoen 1530, a los legisladores de la Corona les parecía que los indios
aúnno tenían habilidad para regirse; aun así, ordenaron a las audiencias
queseleccionaran de entre los indios a las personas más capacitadas para
loscargosde república. 129 Diecinueve años después, los pueblos de indios
fueronautorizados para elegir ellos mismos los cargos de su gobierno, in-

128 Por ejemplo, podemos citar la orden de 1544 titulada "Provisión inserta en ella otra,

dadaporlos reyes católicos, para que los vecinos destos reinos de Castilla puedan ir libremen-
tedeunoslugares a otros a vivir donde quisieren para que lo mismo puedan hacer los indios",
17deoctubre de 1544. Encinas (1596), libro cuarto, foja 234.
129 "Ley3, que haya regidores indios y entren en cabildo con los españoles que fueren regi-

doresy haya alguaciles indios y sean muy bien tratados y las audiencias tengan cuidado
deelloy de que así se haga, si no les pareciere que en ello hay inconvenientes", Madrid, 12 de
juliode 1530. Zorita (1984 [1574]), libro séptimo, título primero, ley 3, pp. 325-326.
162 ASPECTOS TEÓRICOS

cluso el de alcalde ordinario. 130 A la estructura del cabildo indígena fue agre-
gada unos años más tarde la figura de gobernador.P!
Como vimos, la congregación de los indios en pueblos formó parte de
lo que John Sullivan llama una "tecnología disciplinaria", la cual procuró
concentrar a la población indígena, municipalizar el territorio y jerarquizar
los asentamientos.t-- Sin embargo, este proceso histórico está muy lejos de
explicarse a través del formato con el cual los legisladores de Indias trata-
ron de civilizar y urbanizar lo que consideraron una naturaleza montaraz y
rebelde. A pesar de los esfuerzos imperiales, los indios no fueron conforma-
dos como un conjunto indiferenciado de súbditos. Tampoco asumieron
mecánicamente la policía que se les quiso imponer. Las sociedades indíge-
nas reeditaron sus antiguas creencias, tanto en el ciclo ritual católico como
en los territorios y paisajes de sus pueblos; la dimensión espacial de su anti-
guo altepetl fue desplegada tanto en la nueva traza como dentro del fundo
legal, dando con ello comienzo a un profundo proceso de negociación que a
la larga dejaría bien librados a muchos de los rasgos más característicos
de la territorialidad prehispánica.
La viabilidad de la doctrina de la "policía humana" quedó en entredi-
cho por la escasez misma de indios, pero, a pesar de todo, los sobrevivien-
tes acomodaron su existencia en el pueblo trazado en las planicies, al pie
del antiguo cerro sagrado y a la orilla de los mismos ríos y lagunas de su
"gentilidad", como veremos a través de una serie de "pinturas" en el próxi-
mo capítulo.

REFERENCIAS BILIOGRÁFICAS

Alfonso X (1974 [1545-1555]), Las siete partidas del sabio rey don Alfonso, nueva-
mente glosadas por el Licenciado Gregario López del Consejo Real de Indias de su
Majestad. Inpreso en Salamanca por Andrea de Portonaris, Impresor de su Majes-
tad, Boletín Oficial del Estado, Madrid.

130 "Ley 4, que los indios puedan elegir alcaldes ordinarios y regidores cadañeros y alguaci-

les y otros oficiales necesarios y que tengan cárcel en cada pueblo si a las audiencias pareciere
que conviene", Valladolid, 9 de octubre de 1549. Zorita (1984 [1574]), libro séptimo, título pri-
mero, ley 4, p. 326.
131 "Ley 5, que todos los oficios que se proveyeren para un pueblo de indios se pongan jun-

tos en un mandamiento y de los derechos que de ello se han de llevar", Valladolid, 7 de julio de
1551. Zorita (1984 [1574]), libro séptimo, título primero, ley 5, p. 327.
132 John Sullivan (1996), pp. 33-55; Solano (1990), pp. 355-377.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 163

Angulo Íñiguez, Diego (1982), Historia del arte hispanoamericano, t. 1, UNAM, Insti-
tuto de Estudios y Documentos Históricos, México.
Aristóteles ( 2000) [siglo IV a.Crj), Política, u AM, México.
Artigas, Juan B. (1992), Capillas abiertas aisladas de México, u AM, México.
Baptista, loan, Advertencias para los confessores de los Naturales, Convento de San-
tiago de Tlatilulco, por M. Ocharte, México, dos partes, microfilm: John Carter
Brown Library; CD-ROM, Colección Clásicos Tavera, Madrid, 1600, Digibis, IX,
Fuentes lingüísticas indígenas, disco núm. 16.
Benévolo, Leonardo (1994 [1975]), Histoire de la ville, Editions Parentheses, Marse-
lla, Francia.
Borah, Woodrow, y Sherburne F. Cook (1994 [1960]), "La despoblación en el México
central en el siglo XVI", en Thomas Calvo (comp.), Historia y población en Méxi-
co (siglos XVI-XIX), El Colegio de México, México, pp. 1-12.
Bosch-Gimpera, Pedro (1995), El poblamiento y la formación de los pueblos de Espa-
ña, UNAM, México.
Braunfels,Wolfgang (1983), Urbanismo occidental, Alianza Forma, Madrid.
Castillode Bovadilla, J. (1597), Política para Corregidores y señores de vassallos, en
tiempo de paz y de guerra: para prelados en lo espiritual, y temporal entre los legos,
Jueces de Comisión, Regidores, Abogados, y otros Oficios públicos: y las Jurisdic-
ciones, Preeminencias, residencias y salarios dellos: y de lo tocante a las Ordenes, y
cavalleros dellas, t. 1, L. Sánchez, Madrid.
CavazosGarza, Israel et al. (1999), Constructores de la nación. La migración tlaxcal-
teca en el norte de la Nueva España, El Colegio de San Luis, Gobierno del Esta-
do de Tlaxcala, San Luis Potosí.
Celso,Hugo de (1538), Las leyes de todos los reynos de Castilla: abreuiadas y reduci-
das en forma de Repertorio decisiuo, fue impressa en la muy noble villa de Valla-
dolid, par maestre Nicolás Tyerria; CD-ROM: Textos clásicos para la historia de
Castilla y de León (H), serie IV, Historia de España en sus regiones históricas,
ColecciónClásicos Tavera.
ChanfónOlmos, Carlos (coord.), (1997), Historia de la arquitectura y el urbanismo
mexicanos, vol. Il, El periodo virreinal, t. 1, El encuentro de dos universos cultu-
rales,UNAM, Facultad de Arquitectura, FCE, México.
Cook, Sherburne F., y Woodrow Borah (1977 [1971]), "La población aborigen de la
Española", en Ensayos sobre historia de la población: México y el Caribe, vol. 1,
SigloXXI, México, pp. 359-387.
Cortés,Hemán (1970 [1522]), Cartas de relación, Porrúa, México,
Covarrubias Orozco, Sebastián de (1979 [1611]), Tesoro de la lengua castellana, o
española, Edición de Luis Sánchez, Madrid; CD-ROM: Historia de la lexicogra-
164 ASPECTOS TEÓRICOS

fía española peninsular, cD-2 serie VIII, Lingüística y antecedentes literarios de


la península ibérica, Colección Clásicos Tavera.
Encinas, Diego de (1596), [Cedulario Indiano} Provisiones; Cédulas, Capítulos de
Ordenanzas, Instrucciones y Cartas, libradas y despachadas en diferentes tiempos
por sus Magestades de los señores Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, y
Emperador don Carlos de Gloriosa memoria y doña Iuana su madre, y Católico
Rey don Felipe, con acuerdo de los señores Presidentes, y de su Consejo Real de las
Indias, que en sus tiempos ha habido tocantes al buen gobierno de las Indias, y
administración de la justicia en ellas. Sacado todo ello de los libros del dicho Con-
sejo por su mandado, para que se sepa, entienda, y se tenga noticia de lo que cerca
dello está proveído después que se descubrieron las Indias hasta agora, en la
Imprenta Real, Madrid.
Eiximenis, Francesc (2002 [1499]), Regimeln]t de la cosa publica, edición facsímil,
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Reproducció digital de l'edició de
Valencia, Cristofol Cofman, Alacant.
Fraile, Pedro (1997), La otra ciudad del Rey. Ciencia de policía y organización urbana
en España, Celeste, Madrid.
Galván Rivera, Mariano (1998 [1868]), Ordenanzas de tierras yaguas, Registro Agra-
rio Nacional-crasas, México.
García Castro, René (2001), "Los pueblos de indios", en Josefina Zoraida Vázquez
(coord. gral.), Gran historia de México ilustrada, t. II, Bernardo García Martínez
(coord. del tomo), Nueva España de 1521 a 1750. De la Conquista a las reformas
borbánicas, Planeta-De Agostini, México.
García de Cortázar, Fernando, y José Manuel González Vesga (1993), Breve historia
de España, Alianza Editorial, Madrid.
García Martínez, Bernardo (introducción y selección) (1991), Los pueblos de indios
y las comunidades, El Colegio de México, México.
García Zambrano, Ángel Julián (1993), "El poblamiento de México en la época del
contacto, 1520-1540", Mesoamerica, año 13, cuaderno 24, Plumsock Mesoame-
rican Studies-Centro de Investigaciones Regionales de Mesoarnérica, South
Woodstock, Vermont y Antigua, Guatemala, pp. 239-296.
-- (1994), "Early Colonial Evidence of Pre-Columbian Rituals of Foundation", en
Virginia M. Fields (cornp.), Merle Greene Robertson (comp. gral.), Seventh
Palenque Round Table, 1989, vol. 9, The Precolumbian Art Research Institute,
Rapid Printers of Monterey, San Francisco, California, pp. 217-227.
-- (2000), "Antagonismos ideológicos de la urbanización temprana en la Nue-
va España", Estudios Históricos, núm. 5, UAM-A, CRAN Editores, México, pp.
21-42.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 165

García Zambrano, Ángel Julián (2001a), "Calabash Trees and Cacti in the Indige-
nous Ritual Selection of Environments for Settlement in Colonial Mesoameri-
ea", en John A. Grim (comp.), Indigenous Traditions and Ecology, Harvard Uni-
versity Press, Cambridge, Massachusetts, pp. 351-357.
-- (2001b) "El repoblamiento de indios en América colonial: sometimiento, con-
temporización y metamorfosis", en Alfredo Castillero Calvo (dir. del vol.) y
Allan Kuethe (codir.J, Historia general de América Latina, vol. III, t. 2, UNESCO-
Trotta, Madrid.
Gerhard, Peter (1986), Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821, UNAM,
México.
González de Cosío, Francisco (versión paleográfica, prólogo y notas) (1973
[c. 1537]), Un cedulario mexicano del siglo XVI, Ediciones del Frente de Afirma-
ción Hispanista, México.
Halbwachs, Maurice (1968 [1950]), La mémoire collective, PUF, París, Francia.
Hippocrate, Airs, eaux, lieux, Éditions Payot & Rivages, París, Francia.
Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), Etimologías, edición bilingüe, texto latino, versión
española, notas e índice por José Oroz Reta y Manuel A. Marcos Casquero,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, España.
Jarquín O., Ma. Teresa (comp.) (1994), Congregaciones de pueblos en el Estado de
México, El Colegio Mexiquense, México, 1996 [ea. 360 a.C.].
Kagan, Richard L. (1998), Imágenes urbanas del mundo hispánico, 1493-1780, Edi-
ciones el Viso, Madrid.
Kostof,Spiro (1995), A History of Architecture: Settings and Rituals, Oxford Univer-
sity Press, Nueva York-Oxford.
Kubler,George (1984), Arquitectura mexicana del siglo XVI, FCE, México.
LasCasas, Bartolomé de (1951 [siglo XVI]), Historia de las Indias, 3 vols., FCE, México.
Lemoine, Ernesto (1960), "Instrucción que vos don Fernando de villegas, alcalde
mayor de la provincia de Mechoacán, habéis de guardar en las congregaciones
que de esta provincia os estáb cometidas", en Boletín del Archivo General de la
Nación, segunda serie, t. 1, núm. 1, pp. 19-32, AGN, México.
LeónPinelo, Antonio de (1992), Recopilación de las leyes de Indias, 3 vols., POITÚa,
México.
Lockhart,James (1999), Los nahuas después de la conquista. Historia social y cultu-
ral de los indios del México central, siglos XVI-XVIII, FCE, México.
Lópezde Velasco, Juan (1971 [siglo XVI]), Geografía y descripción universal de las
Indias, Atlas, Madrid.
MillaresCarlo, Agustín (estudio preliminar) (1952), Leyes nuevas de Indias, edición
facsimilar, Jus, México.
166 ASPECTOS TEÓRICOS

Molina, fray Alonso de, Vocabulario en lengua castellana-mexicana y mexicana-caste-


llana, estudio preliminar de Miguel León-Portilla, Porrúa, México.
Musset, Alain (2002), Villes nomades du Nouveau Monde, Éditions de l'École des
Hautes Études en Sciences Sociales, París, Francia.
Pichardo Viñals, Hortensia (comp.) (1984), Las ordenanzas antiguas para los indios.
Las leyes de Burgos. 1512, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba.
Puga, Vasco de (1563), Provisiones, Cédulas, Instrucciones de su Majestad, Ordenan-
zas de difuntos y audiencias para la buena expedición de los negocios y adminis-
tración de la justicia y gobernación de esta Nueva España y para el buen trata-
miento y conservación de los indios, desde el año 1525 hasta el presente de 1563.
Reyes García, Cayetano (2000), El altepetl, origen y desarrollo: construcción de la
identidad regional náuatl, El Colegio de Michoacán, México.
Robelo, Cecilio (1995 [1908]), Diccionario de pesas y medidas mexicanas antiguas y
modernas, y de su conversión para uso de los comerciantes y de sus familias,
Imprenta Cuauhnáhuac, edición facsimilar, CIESAS, Cuernavaca, México.
Robert, Paul (1990), Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue [rancaise,
Dictionnaires Le Robert, París, Francia.
Rosenau, Helen (1983), La ciudad ideal, Alianza Forma, Madrid, España.
Sartor, M. (1992), Arquitectura y urbanismo en Nueva España: Siglo XVI, Grupo Aza-
bache, Italia.
Sego, Eugene B. (1998), Aliados y adversarios: Los colonos tlaxcaltecas en la frontera
septentrional de Nueva España, El Colegio de San Luis-Gobierno del Estado de
Tlaxcala-Centro de Investigaciones Históricas de San Luis Potosí, San Luis
Potosí, México.
Simpson, Lesley Bird (1977 [1966]), Los conquistadores y el indio americano, Edi-
ciones Península, Barcelona, España.
Solano, Francisco (1990), Ciudades hispanoamericanas y pueblo de indios, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España.
Solano, Francisco de (comp.) (1984), Cedulario de tierras. Compilación de legislación
agraria colonial (1497-1820), Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, México.
Solórzano y Pereyra, Juan (1930 [1647]), Política indiana, Compañía Ibero-Ameri-
cana de Publicaciones, Madrid-Buenos Aires.
Sullivan, John (1996), "La congregación como tecnología disciplinaria en el siglo
XVI", Estudios de Historia Novohispana, vol. XVI, Instituto de Investigaciones
Históricas, UNAM, México, pp. 33-55.
Torre Villar, Ernesto de la (1995), Las congregaciones de los pueblos de indios. Fase
terminal: aprobaciones y rectificaciones, Instituto de Investigaciones Históricas,
UNAM, México.
LA POLICÍA DE LOS INDIOS Y LA URBANIZACIÓN DEL ALTEPETL 167

Tovar de Teresa, Guillermo (1992), "La utopía del virrey Mendoza", en Guillermo
Tovar de Teresa, Miguel León-Portilla y Silvio Zavala, La utopía mexicana del
siglo XVI, Azabache, México.
Vitruvio Polión, Marco Lucio (1997 [1649]), Los diez libros de Arquitectura, Alianza
Editorial, Madrid, España.
Wobeser, Gisela von (1989), La formación de la hacienda en la época colonial. El uso
de la tierra y el agua, Instituto de Investigaciones Históricas, u AM, México.
Zorita, Alonso de (1574), Leyes y ordenanzas reales de las Indias del mar océano, por
las cuales primeramente se han de librar todos los pleitos civiles y criminales de
aquellas partes, y lo que por ellas no estuvieren determinado se ha de librar por las
leyes y ordenanzas de los reinos de Castilla.
III. TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE
DEL PUEBLO DE INDIOS
MARCELO
RAMÍREz
RUIZ

E ELCAPíTULO anterior expusimos cómo las nuevas modalidades de pobla-


miento impulsadas por la Corona española en el Nuevo Mundo fueron rea-
lizadas principalmente en torno a dos prácticas territoriales: la fundación
de ciudades y villas por colonos provenientes de los reinos cristiano , y la
organización de los indios en pueblos y repúblicas de acuerdo con los postu-
lados del urbanismo y la "policía humana". Otras formas de poblamiento que
no se abordarán en este libro fueron desarrolladas a través de los puertos, los
reales de minas, los ranchos ganaderos, las haciendas, los presidios militares
y las misiones. De todo este conjunto de formas de poblamiento y prácticas
territoriales, en este capítulo se ampliará el análisis sobre la territorialidad, la
pintura y el paisaje exclusivamente del pueblo de indios en la Nueva España.
Como se ha explicado, la organización de los indios en pueblos repre-
sentó para las autoridades virreinales el reto de asentados de acuerdo con
los criterios definidos por los legisladores del Consejo de Indias a través de
una serie de cédulas, ordenanzas e instrucciones. Este proceso de repobla-
miento tuvo éxito sobre todo en las áreas centrales de la Nueva España,
donde las comunidades indígenas integraron los criterios del urbanismo
hispano al diseño de sus barrios y sus pueblos, los cuales construyeron en
los llanos y los valles contiguos a sus cerros sagrados. El deslinde de sus tie-
rras comunales también se hizo en el marco jurídico virreinal; sin embargo,
sus territorios y sus paisajes continuaron asociados a las expresiones sim-
bólicas y a los ciclos rituales del mundo mesoamericano. La sacralización de
las montañas, el uso del paisaje como expresión ritual y el diseño de la arqui-
tectura como "réplica simbólica" del cosmos I fueron prácticas culturales
que no concluyeron a la llegada de las huestes españolas, sino que se hallaron
incorporadas a la vida colonial de los pueblos de indios, como se expondrá
en este capítulo.

1 Bernal García (1993), pp. 342-356.

168
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 169

En la primera parte se analizan el contexto y los significados de voca-


blos como territorio y territorialidad, término, mojonera, lindero, ejido y dehe-
sa, con el fin de entender su traslado a las sociedades indígenas. También se
expondrá el tema de las calidades jurídicas de la tierra y sus criterios de dis-
tribución. La segunda parte se refiere a la conceptualización de la tierra y
del territorio del indio, su tranformación en figuras jurídicas y los proble-
mas derivados de su aplicación en el contexto de los pueblos de indios de la
Nueva España. En la tercera y última parte se estudia la formación de los
paisajes del pueblo de indios a través de las pinturas elaboradas por los agri-
mensores y los tlacuiloque, las cuales fueron integradas a la documentación
colonial.
Las fuentes documentales para este capítulo son cédulas, instrucciones
y ordenanzas, crónicas, relaciones geográficas, expedientes de congrega-
ción, títulos primordiales y los mapas o pinturas en que fueron representa-
das las tierras de las comunidades indígenas.

EL TERRITORIO Y LA TIERRA

El concepto y la práctica de lo que es el territorio tiene una larga historia. Si


bien el vocablo deriva del latín territorium, Isidoro de Sevilla escribió en la
primera mitad del siglo VII que su origen estaba asociado a la palabra tauri-
torio: "Esto es, triturado por los bueyes y el arado, pues los antiguos delimi-
taban las lindes de sus posesiones y sus territorios trazando un surco'í.? La
voz territorio se refiere, así, a la existencia de tierra deslindada; sin embargo,
como dice García Gallo, este concepto no fue claramente enunciado en los
documentos legislativos del derecho castellano medievaJ.3 En 1611, Sebas-
tián de Covarrubias anotó en su Tesoro de la lengua castellana, o española
que se entiende por territorio "el espacio de tierra que toma algún pago, o
jurisdícción't.s Aproximadamente, el mismo concepto fue formulado en el
Diccionario de autoridades en 1739: es "el sitio o espacio que contiene una
ciudad, villa o lugar", y también "el circuito o término que comprehende la
jurisdicción ordinaria'í.>
De acuerdo con estas definiciones, al decir territorio se denomina tanto

2 Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), libro XIV, cap. V, 22, vol. Il, p. 19l.
3 García Gallo (1984), pp. 357-372; Vas Mingo (1999), pp. 68-72.
4 Covarrubias (1611), p. 1303.
5 Diccionario de la lengua castellana (1739), t. VI.
170 ASPECTOS TEÓRICOS

un espacio de tierra como su jurisdicción. El vocablo marca fue un sinónimo


aproximado de terrítorio.e La comarca se definió como el "contorno y lo
cercano a una tierra", además de villa, aldea o pago. Los comarcanos son
los "vecinos en los términos de dos territorios"." En cuanto al vocablo tér-
mino, García Gallo comenta que tuvo dos significados:

Terminus designó originariamente el hito o mojón que indicaba los fines o lími-
tes de cualquier espacio, ya fuera público o privado, y esta acepción se ha con-
servado hasta nuestros días. Pero la voz terminus, mojón o límite, llegó a adqui-
rir en los tiempos medievales una acepción nueva: la de espacio delimitado por
tales términos.s

En Las siete partidas (1256-1263) de Alfonso X fue anotado el concepto


de término como espacio delimitado, al indicar cómo se deberían distribuir
los diezmos entre las iglesias, según se lee en la siguiente cita: "Deslinda-
das, e departidas deben ser por términos las Eglesias, porque sepan los
hombres, cuáles eredades son dezmeras de cada una dellas'"? También está
documentado su uso en los conflictos limítrofes entre los concejos de ciu-
dades y villas medievales. lO

006 Marca es "el territorio amplio, que se distingue y separa de los demás cercanos". Diccio-
nario de la lengua castellana (1734), t. IV, p. 496.
7 Covarrubias (1611), p. 471.

8 García Gallo (1984), p. 358. El mismo autor agrega lo siguiente: "La inexistencia en Cas-

tilla del siglo XI al XIII de una división y organización propiamente territorial -si se hace abs-
tracción de las merindades- hace comprensible el desuso de la voz territorio en su sentido
técnico y la generalización de la de término, usual al tratar de señoríos y ciudades para desig-
nar el ámbito espacial, a la vez patrimonial y jurisdiccional, de unos y otras. Y así, como tér-
mino lo denominan las Partidas". García Gallo (1984), p. 358.
9 Alfonso X (1974 [1555]), "Primera partida", título XX, ley VIII, vol. 1, folio 137v.

10 Así aparece en una instrucción suscrita por el rey en 1351: "A lo que me pidieron por

merced en razón de las contiendas e males que están entre algunos concejos de las ciudades e
villas e lugares del mio señorío sobre el partimiento de los términos e sobre el pacer e el cortar,
sobre que el Rey mio padre, que Dios perdone, a petición de los de la tierra que le pidieron que
diese hombres buenos, ciertos e abonados en cada una de las comarcas, que partiesen los tér-
minos entre los lugares que cumpliese, respondió que lo tenía por bien e que los cataría; et por
la muerte que le acaeció et otrosí por los menesteres de la guerra en que fue, que no hubo
lugar de lo poder hacer; que tenga por bien de dar e poner los dichos hombres buenos en la
manera que dicha es de cada comarca do fuere menester para esto, porque las contiendas e
peleas que eran entre los pueblos se partan e finquen las gentes en paz e en sosiego". "Cuader-
no primero otorgado a petición de los procuradores de las ciudades y villas del reino en las
Cortes celebradas en Valladolid en la era de MCCCLXXXIX (año 1351)", en Real Academia de la
Historia, (1863), Documento 47, t. II, p. 28.
TERRITORIALIDAD, PI TURA y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 171

En el Vocabulario español-latino (1495) de Antonio de Nebrija aparece


"término por linde", como traslado de la voz latina limes, y "término por
territorio" de la voz ager, 11 que significa campo de cultivo en el que no hay
casas, sino solamente chozas y cabañas que se utilizan durante la cosecha. 12
Las lindes, linderos, límites o términos fueron utilizados para enmarcar y
medir los territorios, términos o alfoces. 13 La palabra alfohoz, alfo: o alház;
de origen árabe, también fue utilizada por los reinos cristianos de la penín-
sula ibérica para nombrar el "término y pago dentro de un distrito, que lo
comprehende't.t+ según dice el Diccionario de autoridades.
El trazo de los límites entre los campos de las personas y entre los tér-
minos de las ciudades, villas, castillos y lugares se realizaba con mojones
distribuidos en contorno. Tales mojones sólo podían moverse de lugar con
autorización del juez o del rey. 15 El mojón es "la señal que se pone en los
linderos para dividir los términos", dice Covarrubias. "Este término es muy
usado en Castilla, y muy antiguo [continúa el mismo autor], y por tanto su
origen es dificultoso sino dijésemos que mojón viene de moya", a su vez
derivado de moyán, que es "cierta medida de trigo, y cuando se mide en las
eras hace colmo y tiene la forma que los mojones terminales.!e El mojón
es, pues, "la señal que se pone para dividir los términos, lindes y caminos". 17
11 Nebrija (1495), p. [195].
12 Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), libro XV, cap. XIII, 1, vol. 11,p. 253; Alfonso X (1974
[1555]), "Séptima partida", título XXXIII, ley VIII, vol. 11I,folios 98r-99v.
13 "Los términos deben su nombre a que establecen y determinan las medidas de una tie-
rra. Merced a ello se tiene un testimonio de los límites y alejan todo litigio y discusión respec-
to a la extensión de los campos", dice Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), libro XV, cap. XIV, 3,
vol. 11,p. 255. En el siglo XVIll, en el Diccionario de autoridades la voz término aparece con las
siguientes definiciones: "el mojón que se pone para distinguir los límites", "distrito o espacio
de tierra que comprende una ciudad, villa, etc.", "vale también límite o confín de un lugar o
provincia con otra". Diccionario de la lengua castellana (1739), t. VI.
14 García Gallo (1984), p. 358; Diccionario de la lengua castellana (1726), vol. 1, p. 200;
Alfonso X (1974 [1555]), "Segunda partida", título IX, ley XXII, t. 1, folio 27v.
15 En la "Séptima partida" está anotado lo siguiente sobre la reglamentación de las mojo-
neras: "Mojón es la señal que departe la una heredad de la otra, e non lo debe ningund ome
[hombre] mudar sin mandamiento del Rey, o del judgador [juez] del logar". Esta ley también
fue válida para los territorios de las poblaciones: "E lo que dijimos en esta ley del mudamiento
de los mojones que son entre las heredades de los omes, ha logar otrosí en el yerro que ome
Iaze en los mojones que departen los términos entre las cibdades, e las villas, e entre los casti-
llos, e los otros logares". Alfonso X (1974 [1555]), "Séptima partida", título XIV, ley XXX, vol.
111,folios 55v-56r. La reglamentación en torno a cómo dirimir los conflictos limítrofes entre
ciudades, villas y lugares puede verse en las siguientes fuentes: Díaz de Montalvo, Compilación
de leyes (1484), título 11Idel libro VII; Celso, (1538), folio CCXXXIII.
16 Covarrubias (1611), folio 553r.

17 Diccionario de la lengua castellana (1734), t. IV.


172 ASPECTOS TEÓRICOS

La mojonera es "el lugar do está el mojón", y el verbo que le corresponde es


amojonar, que significa "poner mojones" o limitar. 18
De acuerdo con las definiciones comentadas de territorio, término, lin-
dero y mojón, se puede entender la territorialidad como la posesión y demar-
cación de un espacio por parte de una autoridad jurisdiccional. Además del
ejercicio de un derecho, la territorialidad supone el uso y organización
del espacio demarcado, señalando su extensión mediante límites. En la his-
toria medieval del poblamiento de los reinos cristianos peninsulares, los
concejos o ayuntamientos fueron las autoridades jurisdiccionales a las que
les correspondió el derecho de demarcar y poseer un territorio. La autoridad
del ayuntamiento, su calidad jurisdiccional y los de~echos patrimoniales de
la población que representaba fueron reconocidos por el rey a través de lo
que se conoció como carta puebla, también llamada privilegio de población,
o bien a través de su fuero municipal. 19 Estos documentos conformaron la
base jurídica que utilizaron las poblaciones cristianas fundadas o recupera-
das después de la expulsión del Islam para ejercer una serie de prerrogati-
vas o fueros ante el poder de los reyes, los cuales procuraron, sin embargo,
el establecimiento de una ley general para sus reinos. En el libro VII de la
primera recopilación de las leyes castellanas, realizada en 1484 por orden
de los reyes católicos, apareció reglamentada con más precisión la función de
los concejos. El propio título del libro lo dice: "De los concejos de las cibda-
des y villas y de sus regidores y oficiales. E de los privilegios y usos y cos-
tumbres'i.tv En este documento legislativo elaborado por Alonso Díaz de
Montalvo, el interés de la Corona consistió en convertir a los concejos en la
autoridad territorial más importante, incluso sobre las aspiraciones de
señores y caballeros.
18 A propósito de la antigua costumbre de amojonar, Covarrubias comenta lo que sigue:
"Los antiguos cuando amojonaban términos principales, hacían en aquel lugar una cuevesue-
la, como sepulcro, y dentro ponían algunas monedas de las corrientes en unas ollas, y junta-
mente carbones, porque el carbón jamás se corrompe ni consume. Encima ponían una losa o
columnilla para cautela, que aunque la piedra de encima dicha término se moviese, o con
malicia o sin ella, pudiesen acudir a la mojonera donde dejaron las dichas señales. Algunos
codiciosos de hallar tesoros suelen topar con semejantes hoyas, y cuando ven los carbones
dicen que los duendes han convertido en ellos el tesoro". Covarrubias (1611), folio 553r; Isidoro
de Sevilla (1994 [1911 D, libro XV,cap. XIV, 5, vol. Il, p. 255.
19 Al respecto, véanse como ejemplos los siguientes documentos: la Colección de fueros
municipales y cartas pueblas, compilada por Tomás Muñoz y Rivera, y el El Fuero viejo de Cas-
tilla. Para una aproximación al concepto de privilegios de población y su traslado al contexto
americano, véase de Beatriz Rojas el artículo titulado "República de españoles: antiguo régi-
men y privilegios" (2002).
20 Díaz de Montalvo (1484), pp. [415 a 447].
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 173

La creación del territorio a partir de la delimitación del espacio es un


ejercicio de posesión, definida por Alfonso X como "ponimiento de pies",21
lo cual quiere decir que la posesión de un espacio delimitado se ejerce de dos
maneras: mediante la ocupación física del territorio y a través del reconoci-
miento de tal dominio por la autoridad y los demás miembros de la socie-
dad, incluso en ausencia de los propietarios.s- En la Edad Media de los rei-
nos peninsulares, la posesión de los territorios era "natural" en cuanto se
ponían en ellos los pies, pero su dominio "civil" requirió que el rey los otor-
gara a los concejos o ayuntamientos.s-
Esta política de los reyes castellanos de reconocer la existencia de terri-
torios de las comunidades organizadas en ayuntamientos fue parte de sus
estrategias de repoblamiento y recuperación de las regiones que habían
sido invadidas por los reinos árabes. En Las siete partidas aparece anotado
que es precisamente la Corona la que debería procurar que las tierras de su
reino estuvieran pobladas "de buena gente", "antes de los suyos que de los
extraños", tanto por caballeros como por labradores y "menestrales", para
que hubiera en ellas buenos tiempos y abundantes frutos.s'' En esta política

21 Alfonso X (1974 [1555]), "Tercera partida", título XXX, ley 1, vol. 11, folios 171r-l72v,

p. 748; Celso (1538), folio CCLXXXIv.En Isidoro de Sevilla la posesión aparece definida de la
siguiente manera: "Se denominan posessesiones los campos anchurosos, públicos y privados,
que, en un principio, se adquirían no mediante una compra, sino que cada uno ocupaba y
entraba en posesión (possidere} de lo que podía. Y de ello recibieron su nombre". Isidoro de
Sevilla (1994 [1911]), libro XV,cap. XIII, 3, vol. 11,p. 253. El Diccionario de autoridades definió
la posesión como "el acto de poseer o tener alguna cosa corporal, con ánimo de tenerla para sí,
o para otro: y por extensión se dice también de las cosas incorporales, las cuales propiamente
no se poseen". Diccionario de la lengua castellana (1737), t. V.
22 "Ciertamente dos maneras hi ha de posesión: la una es natural et la otra por otorgamien-

to de derecho a que llaman en latín civilis. Et la natural es quando home tiene la cosa por sí
mesmo corporalmente, así como su casa, ó su castillo, ó su heredat ó otra cosa semejante
estando en ella: et la otra á que llaman civilis es quando algunt home sale de casa de que el es
tenedor, ó de castielo, ó de heredat ó de otra cosa semejante, non con entendimiento de la des-
amparar, mas porque non puede home siempre estar en ella; ea entonces maguer non sea tene-
dor de la cosa corporalmente, serio ha en la voluntad et en el entedimiento, et valdría tanto
como si esto diese en ella por si rnesmo." Alfonso X (1974 [1555]), "Tercera partida", título
XXX,ley 11,vol. 11,folio 172v; Ots Capdequí (1945), pp. 107-109.
23 Díaz de Montalvo (1484), libro v.n, título 1, ley XI, p. [418].

24 'Tenudo es el rey non tan solamiente de amar, et honrar et guardar a su pueblo así como

dicen el título ante des te, mas aun lo debe facer a la tierra misma de que es señor, ea pues que él
et su gente viven de las cosas que en ella son, et han ende todo lo que les es meester con que
cumplen et facen todos su techos, derecho es que la amen, et la honren et la guarden. Et el amor
que el rey le debe haber ha de ser en dos maneras; la primera en voluntad, la segunda en fecho:
et la que es de voluntad debe ser cobdiciando que sea bien cornplida, et poblada et labrada, et
placerle siempre que haya en ella buenos tiempos: la segunda que es de fecho es hacerle
174 ASPECTOS TEÓRICOS

de poblarniento, los concejos de las ciudades y villas se convirtieron en


sujetos territoriales que delimitaron el espacio en territorios y los organiza-
ron de acuerdo con sus usos y costumbres.
Este mismo sentido de posesión patrimonial y derecho jurisdiccional
del ayuntamiento fue el que orientó el poblamiento de las Indias uevas,
organizado por los reyes católicos y sus sucesores, de modo tal que la fun-
dación de nuevas poblaciones de españoles y de indios fue realizada junto
con la institución de sus concejos municipales, su delimitación territorial y
la reglamentación de su jurisdicción, mediante un procedimiento que re-
memora las características de la carta puebla. Los dominios de la Corona
fueron divididos en provincias, en la calidad de virreinatos y audiencias o
gobernaciones, las cuales a su vez se subdividieron en corregimientos y
alcaldías mayores.s> La Corona puso en práctica su política territorial a tra-
vés de esta estructura de gobierno, de modo tal que, aunque la expansión
de sus fronteras quedó a cargo de las iniciativas particulares, no perdió el
control de sus dominios ni dejó de ejercer sus derechos patrimoniales y
políticos; por el contrario, el ejercicio de sus prerrogativas reales limitó de
manera eficaz las ambiciones señoriales de los adelantados y capitanes
de conquista, y convirtió a los concejos municipales indígenas en organiza-
ciones controladas a través de la figura del corregidor.
Las llamadas "capitulaciones de nuevos descubrimientos y población",
mediante las cuales el rey concedía a un adelantado la licencia para descu-
brir y poblar un territorio en la Indias uevas, contuvieron aproximada-
mente los mismos elementos de una carta puebla, pues reglamentaron las
condiciones de la licencia real, sus beneficios y las obligaciones a que que-
daban sujetos los colonos para el buen tratamiento de los indios. Entre los
privilegios que recibía el adelantado se encontraban las tierras que se adju-
dicaba como propias; la autoridad para el reparto de tierras a sus poblado-
res; las ganancias parciales y a veces totales del "rescate" de indios, minas y
tesoros, y en algunas ocasiones el derecho de cultivar especíería.s= El ade-

poblar de buena gente, et ante de los suyos que de los estraños, si los pudiere haber, asi como
de caballeros, et de labradores et menestrales, et labrarla porque hayan los homes los frutos
della abundantemente." Alfonso X (1974 [1555]), "Segunda partida", título XI, ley 1, vol. II,
folio 31v.
25 García Gallo (1984), p. 359.

26 "El espíritu de la vieja Edad Media [dice Ots Capdequí], ya superado o en trance de supe-

ración en la Metrópoli por la política estatal de los Reyes Católico , resurge en las capitulacio-
nes de descubrimiento y condiciona la vida iuridica, social y económica de los nuevos territorios
en la etapa inicial de la colonización, con [uertes resabios señoriales. Se concede a los Jefes de
TERRITORIALIDAD,PINTURAY PAISAJEDEL PUEBLO DE INDIOS 175

lantado fundaba una ciudad como centro de una nueva jurisdicción territo-
rial, de la cual se convertía en gobernador, pero quedaba obligado a insti-
tuir su ayuntamiento.
En el desarrollo de la legislación indiana.s? el territorio fue más clara-
mente definido en las Nuevas ordenanzas de colonización y poblamiento de
Felipe I1, expedidas en 1573.28 Estas ordenanzas dicen que al pueblo de es-
pañoles que se fundara por primera vez, con 30 pobladores encabezados
por un adelantado, habrían de dársele "cuatro leguas [16 760 m] de térmi-
no y territorio en cuadra [cuadrado] o prolongado [rectángulo], según la
calidad de la tierra". La distancia mínima del nuevo territorio con la próxima
ciudad, villa o lugar de españoles sería de cinco leguas [20 950 m]. Además,
se instruye sobre la forma de dividir el territorio: "El dicho término y terri-
torio se reparta en la forma siguiente: sáquense primero lo que fuere
menester para los solares del pueblo, y exido competente, y dehesa en que
pueda pastar abundantemente el ganado, que está dicho que han de tener
los vecinos, y más otro tanto". El resto "del dicho territorio y término" se
dividiría en cuatro partes: una para el adelantado o gobernador que estaba
organizando la fundación del nuevo pueblo y las otras tres partes para los
30 pobladores, repartidas en 30 suertes. A cada poblador le corresponderían

las expediciones descubridoras el título de Adelantado con carácter vitalicio y en ocasiones


por dos o más vidas; se les faculta para repartir indios en encomienda; se les permite la erec-
ción de fortalezas y se les concede la tenencia vitalicia o hereditaria de las mismas; se les auto-
riza para la provisión de oficios públicos en las ciudades por ellos fundadas, etc." Ots Capde-
quí (1945), pp. 157 Y 159-165. Al respecto, véase e! texto de las ordenanzas de 1573 expedidas
por Felipe Il, e! cual se comenta más adelante.
27 Los autores de las principales recopilaciones de las leyes de Indias fueron los siguientes:

Antonio de Mendoza (1548), Vasco de Puga (1563), Juan López de Velasco (1569), Juan de
Ovando (1571), Alonso de Zorita (1574), Diego de Encinas (1596), Rodrigo de Aguiar (1628),
Diego de Zorrilla (1629), Juan Francisco de Montemayor (1678) y, el que hizo la más comple-
ta, Antonio de León Pinelo, cuyo título es Recopilación de las leyes de los reinos de Indias (1681,
1756,1774,1791,1841, 1889-1890). Esta recopilación estuvo vigente hasta e! fin del periodo
colonial. Dentro de esta larga lista de obras y autores es indispensable mencionar la Política
indiana de Juan de Solórzano y Pereira. Aunque no tuvo un valor legal equivalente a las demás
recopilaciones, esta obra fue, sin embargo, de gran importancia doctrinal. Para entender
mejor lo que fue una "recopilación" en el contexto jurídico indiano anoto la siguiente cita:
"Entendemos por recopilación un método de fijación de! derecho que consiste en agrupar en
un solo texto un material jurídico preexistente. Tratándose de leyes, normalmente cada una
conserva su propia identidad, aunque, en realidad muchas veces se hacen resúmenes o se
refunden varias normas en una sola. Lo corriente es que se tome sólo la parte dispositiva de la
ley.La ordenación del material recopilado se hace o cronológica o temáticamente. No sólo hay
recopilaciones de leyes sino que también de sentencias, dictámenes, consultas, etcétera".
Dougnac Rodriguez (1994), p. 240; Ots Capdequí (1945).
28 Altarníra y Crevea (1950), pp. 214-282.
176 ASPECTOS TEÓRICOS

no más de tres caballerías y cinco peonías. Una parte de la tierra recibida se


destinó al solar en que cada nuevo poblador construiría su casa y lo demás
a tierra de labranza y pastoreo: "Las caballerías, así en los solares como en
las tierras de pasto y labor se den deslindadas y apeadas en término cerra-
do; y las peonías, los solares y tierras de labor, y plantas [para las casas], se
den deslindas y divididas, y el pasto se les de en común". A continuación,
estas ordenanzas instruyeron sobre la forma en que debería construirse "la
planta del lugar": "repartiéndola por sus plazas, calles y solares, a cordel y
regla, comenzando desde la plaza mayor, y desde allí sacando las calles a
las puertas y caminos principales, y dejando tanto compás abierto, que
aunque la población vaya en gran crecimiento se pueda siempre proseguir
en la misma forma [.. T. Una vez hecha esta "planta del lugar", incluyendo
un "toldo" o empalizada para defensa, se demarcaría el ejido "en tan compe-
tente cantidad que aunque la población vaya en mucho crecimiento siem-
pre quede bastante espacio a donde la gente se pueda salir a recrear y salir
los ganados sin que hagan daño". Al igual que en las viejas ciudades medie-
vales, en las nuevas fundaciones de América el ejido fue creado para servir
"de salida": un lugar para descargar las cosechas y también para el esparci-
miento y paseo de los habitantes de la urbe.s? Luego de medir el ejido, habría
de marcarse la dehesa: "Confinando con los exidos se señalen dehesas para
los bueyes de labor, y para los caballos, y para los ganados de la carnicería,
y para el número ordinario de ganados que los pobladores por ordenanza
han de tener [.. T. La dehesa es el "campo de yerba donde se apacienta el
ganado'l.w Tal vez esta extensión de tierra se llamó dehesa, defesa. o quizás
defensa "por estar guardada y defendida, hasta cierto tiempo que admiten

29 Covarrubias explica de la siguiente manera la voz exido: "Así como una casa principal

tiene delante de su puerta alguna plazuela, con más razón las puerta de las ciudades, villas y
lugares, han de tener algún campo que le sirva de plaza". Exido deriva del verbo latino exeo,
que es salir, y de ahí exida: "salida del lugar". Covarrubias (1611), folio 392r. En las Ordenanzas
de tierras yaguas, de Mariano Galván, aparece la siguiente definición: "Ejido se llama el cam-
po que está a la salida de las ciudades, pueblos y lugares, y que no se cultiva ni siembra. Su
extensión, según la ley, debe ser tanta cuanta se necesite, para que en el caso de que crezca la
población, siempre quede bastante espacio para que la gente se pueda recrear y salir los gana-
dos sin hacer daño; sobre lo cual es claro que no puede darse regla fija, sino que todo debe ser
arbitrario, en atención a la grandeza de las ciudades, número de sus habitantes, etc." La obra
de Mariano Galván, cuya primera edición es de 1842, recopila una serie de leyes virreinales
vigentes en el contexto del México independiente, incluyendo algunos aspectos de las orde-
nanzas que se han citado de Felipe 11,y las que se explicarán más adelante sobre el fundo legal
de los pueblos de indios. Galván Rivera (1998 [1868]), p. 22.
30 Covarrubias (1611), p. 301.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 177

el ganado'í.>! Una vez recogida la cosecha, se abrían los campos al ganado


para que comieran los pastos, las yerbas, la paja y los residuos de los culti-
vos. A esta extensión de "tierra después de segada la mies" se le llamó ras-
trojo.é? El uso de estos pastos era común, y así fue reglamentado en la legis-
lación indiana por lo menos desde 1536: "Que las tierras sembradas, alzado
el pan, sirvan de pasto común",33 excepto en las llamadas "dehesas boyales
y concejiles", que son precisamente aquellas dehesas a las que se refiere la
ordenanza 130 de las Nuevas ordenanzas de colonización y poblamiento de
Felipe Il. Las dehesas boyales eran las tierras en que pastaban los bueyes;
las concejiles eran propiedad del concejo. El ganado mayor se tenía más
allá de los campos de cultivo, en tierras que eran más propias para el pasto-
reo que para la siembra. Al igual que en el caso del ejido, en las poblaciones
españolas no fue definida con precisión la extensión de las dehesas. Por
último, para finalizar la distribución del territorio habrían de repartirse las
tierras de cultivo en tantas partes como pobladores hubiera, sin descuidar
que se dejaran parcelas libres para más españoles que llegaran después.>'
La "planta" o traza de la nueva población, el ejido y la dehesa, habrían de
quedar inscritos dentro del término o territorio de cuatro leguas [16 760 m]
por lado. Como se aprecia, las ordenanzas de 1573 estuvieron dirigidas a
reglamentar las fundaciones de los nuevos pobladores españoles y sus rela-
ciones con las sociedades indígenas; sin embargo, las hemos revisado debi-
do a que tales ordenanzas también fueron el modelo para organizar al pue-
blo de indios.
En el poblamiento que impulsó la Corona había similitudes entre las
fundaciones españolas -villas y ciudades- y las fundaciones indígenas
-principalmente pueblos-, pues en ambos casos existió un espacio deli-
mitado como territorio y una jurisdicción territorial ejercida por un conce-
jo municipal, aunque las condiciones prácticas del poblamiento fueron dis-
tintas porque los españoles llegaron a poblar por primera vez, mientras las
31 Las fuentes que consultó Covarrubias para elaborar su Tesoro de la lengua castellana, o

española también derivaron el vocablo dehesa del árabe dehiserun (del verbo dehase: espesar
y estrechar), y significaría: "Tierra baja, llena de yerba, por la cual se camina mal por la hume-
dad del suelo y espesura de la yerba, que no deja abierto camino o sendero, cerrándolo todo".
Otra probable etimología nos remite al hebreo, donde significaría "campo de yerba". Covarru-
bias (1611), p. 301. En Las siete partidas se dice que a la tierra de pastoreo se le llama en latín
pascua: "E pascua llaman en latín a la defesa, e estremo do pacen e se gobiernan los ganados".
Alfonso X (1974 [1555]), "Séptima partida", título XXXIII, ley VIII, vol. III, folio 98v.
32 Covarrubias (1611), p. 3 bis.

33 León Pinelo (1992 [1681]), libro VIII, título XI, [15], vol. III, p. 2104.

34 Altamira y Crevea (1950), pp. 214-270.


178 ASPECTOS TEÓRlCOS

comunidades indígenas ya estaban asentadas en el área en que los hallaron


los colonizadores "desde tiempo inmemorial", como decía la fórmula utili-
zada por los escribanos.
Al igual que en la tradición legal castellana, en el derecho indiano la tie-
rra fue dividida al menos en tres categorías, según su calidad jurídica. Vea-
mos a continuación con más detalle cuáles fueron estas calidades jurídicas y
de qué manera se distribuyó el uso de la tierra dentro del territorio de las
villas y ciudades de españoles y en los pueblos de indios.
a) En primer lugar se encuentran las tierras entregadas por el rey a la
comunidad a través de su concejo municipal, nombradas precisamente por
ello tierras concejiles o de propios, conformadas por dehesas, ejidos y cual-
quier área de beneficio público, destinadas a la labor agrícola, a la ganade-
ría y a los servicios municipales.
b) En segundo lugar están las tierras entregadas al dominio particular
de un individuo en compensación de sus servicios al rey, principalmente en
lo que se refiere a la pacificación de la tierra.
e) Por último, se trata de las tierras que no fueron entregadas al domi-
nio de los súbditos y que, por lo tanto, siguieron en propiedad de la Corona.
A estas tierras se les llamó realengas; también fueron conocidas como tie-
rras baldías o tierras del común, pues podían usarse de manera común si
eran necesarias. Estas tierras sirvieron como reserva territorial del rey para
entregar nuevas mercedes.é> El principal criterio para su reparto es que
deberían servir para el bien común.w
Estas tres categorías jurídicas de la tierra y los conceptos que se han
explicado de territorio, término, mojonera, planta del lugar, ejido y dehesa,
sirvieron para organizar la territorialidad del pueblo de indios, pues fueron
el molde legal que permitió dirigir el repoblamiento durante el siglo XVI y

35 Galván Rivera (1998 [1868]), pp. 102-105.


36 Veracruz (1981), pp. 67-68. A partir del argumento del bien común fue justificada la
donación a los colonos de la tierra de los indios. Este precepto formó parte de esa larga tradi-
ción del pensamiento político que expuso a la bienaventuranza como finalidad última de la
convivencia humana, aunque para eUo se tuviera que adaptar, e incluso sacrificar, a la parte en
beneficio del todo, como lo expuso Tomás de Aquino: "La parte se ordena al todo, como lo
imperfecto a lo perfecto, y el hombre individual es parte de la comunidad perfecta. Luego es
necesario que la ley se ocupe de suyo del orden a la felicidad común. De ahí que el Filósofo
[Aristóteles], en la sobredicha definición de las cosas legales, haga mención tanto de la felicidad
como de la comunidad política. Dice, en efecto, en V Ethic. que llamamos cosas legales justas
a las que promueven y conservan la felicidad y todos sus requisitos en la convivencia política,
teniendo en cuenta que la comunidad perfecta es la ciudad, como también se dice en 1 Politic".
Aquino (1998), parte I-II (a), cuestión 90, artículo 2, vol. II, p. 705.
TERRITORIALIDAD,PINTURA Y PAISAJEDEL PUEBLO DE INDIOS 179

las primeras décadas del XVII, a pesar de las ambiciones señoriales de los
encomenderos o de todos aquellos que deseaban convertir al indio en una
mano de obra esclava.
El programa de redoblamiento, que tuvo como eje la construcción del
pueblo de indios, se desarrolló en un contexto de debates sobre los dere-
chos patrimoniales del rey en las Indias y sobre la calidad natural, moral y
jurídica del indio. Personajes como Alonso de la Veracruz sostuvieron que
el rey no tenía otro dominio que aquel que le concedía la república, en este
caso la república de indios Y En la solución diseñada por los legisladores
de Indias a partir de la tradición castellana que se ha explicado, a las comu-
nidades indígenas organizadas en repúblicas o ayuntamientos se les reco-
noció el derecho natural y civil de un patrimonio territoriaJ.38
El resultado fue que el territorio del pueblo de indios se consideró
inalienable. Por ejemplo, en los casos en que el pueblo fuera entregado en
encomienda, el encomendero no tenía derecho a las tierras, incluso aunque
la comunidad desapareciera.t? En tales casos, dejaba de existir el territorio
como tal y sus tierras pasaban a ser realengas.

37 Veracruz (1981 [1553-1555]), p. 59.


38 Respecto al uso de la voz ayuntamiento en el derecho indiano, Rafael Altarnira y Crevea
comenta lo siguiente: "Esta palabra fue usada por las leyes indianas en los dos sentidos princi-
pales que tiene en nuestro idioma: el que equivale a concejo (corporación municipal) y el de
junta, de cualquier especie que sea; y en este último caso, no sólo según la acepción 1 de esta
palabra, que es la única que admite el Diccionario [de Autoridades] como sinónima de ayunta-
miento, sino también en la 2 Ccada una de las conferencias o sesiones que celebran' las juntas)
y en la 5: 'conjunto de los individuos nombrados para dirigir los asuntos de una colectividad' y
mejor dicho aún en el orden jurídico, la entidad directora que constituyen esos individuos".
A1tamiray Crevea (1987), p. 30; Diccionario de la lengua castellana (1726), t. 1,p. 511.
39 Zavala (1940); Solórzano y Pereyra (1930 [1647]), libro 11,cap. XXIV, 39-43, vol. 11,pp.

379-380; "Tierras cultivadas por privados o por la comunidad, ninguno que tenga el pueblo en
encomienda, como dicen, puede ocuparlas por propia autoridad; aunque actualmente estén
incultas; sea que esto lo haga o para sembrar o para pastizal de bestias". Veracruz (1981), pp.
60-61. "Mandamos que, en ninguna manera ni por ninguna vía, los españoles que tuvieren
indios encomendados sucedan en las tierras y heredamientos que quedasen de los indios que
murieren en los pueblos que así tuvieren, sino que las tales tierras y heredamíentos, no tenien-
do herederos los tales indios que así murieren, queden a los pueblos a donde fueren vecinos,
para que ellos las tengan y gocen dellas y puedan pagar los tributos que les tuvieren tasados",
14 de mayo de 1546. León Pinelo (1992 [1681]), libro VII. título XII. [43], vol. 11,p. 1869.
180 ASPECTOS TEÓRICOS

LAS TIERRAS Y EL TERRITORIO DE LOS PUEBLOS DE 1 DIOS

En este apartado se expondrá con más detalle de qué manera fue planteada
la organización territorial de los pueblos de indios a partir de los criterios
legales comentados. En primer lugar se explican las categorías legales en
que fue organizado el pueblo de indios y, luego, se analizan las contradic-
ciones en que derivó su aplicación.

Fundo legal

En las gestiones coloniales para asentar a los pueblos de indios en un área


determinada, los legisladores y escribanos no le dieron un nombre específi-
co, pero en las Ordenanzas de tierras yaguas, realizada por Mariano Galván
Rivera en 1842, se le nombra como "fundo legal".40La cédula en la cual se
le atribuyó una medida de 500 varas (419 m) fue expedida el 26 de mayo de
1567;41sin embargo, los legisladores que la diseñaron no aclararon de qué
manera realizada. El resultado fue una serie de disputas que duraron casi
dos siglos, pues mientras los indios pedían que se midiera a partir de los
límites exteriores de la traza del pueblo, los jueces demarcadores y los agri-
mensores la realizaron desde su centro. En la interpretación de los legisla-
dores de 1687 debería haberse medido como lo pedían los indios, a partir de
"los últimos linderos y casas del lugar para afuera, por todos cuatro vien-
tos, esto es: 500 varas, o más, al oriente, y otras tantas al poniente, norte y
sur, quedando siempre de hueco el casco del pueblo que fuere cabecera'vv
En 1687, los legisladores establecieron 600 varas (502.8 m) en vez de
500 como extensión mínima para el fundo legal. De acuerdo con esta ins-
trucción, la medición no se tomaría desde la iglesia del pueblo, sino desde
40 Galván Rivera (1994 [1868]), pp. 22-23 Y 169-170.
41 "Ordenanzas de tierras compuestas por don José Sanz Escobar por orden del virrey don
Gastón de Peralta, marqués de Falces", México, 26 de mayo de 1567. Solano (1984), Documen-
to 80, p. 205. "Real Cédula al virrey y Audiencia de México ampliando a 600 varas a la redonda
los términos del pueblo de indios y a 1100 varas los límites de fijación de las estancias. Y que
dichas medidas se cuenten a partir de la última casa del pueblo, y no desde el centro de él",
Madrid, 4 de junio de 1687. Solano (1984), Documento 181, pp. 365·366.
42 "Real Cédula a la Audiencia de México admitiendo las reclamaciones de los labradores y

corrigiendo las medidas entre pueblo de indios y estancias, debiendo medirse las 600 y 1100
varas establecidas entre ambos desde el centro de los pueblos de indios", Madrid, 12 de julio
de 1695. Solano (1984), Documento 191, p. 384.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 181

su última casa. No obstante, otra cédula expedida el 12 de julio de 1695


mantuvo la nueva distancia de 600 varas, pero definió que debería volver
a medirse como siempre se había hecho: "Desde el centro de los pueblos,
entendiéndose esto desde la iglesia de ellos y no desde la última casa". La
explicación sobre este cambio queda clara en la redacción de la misma
cédula. Según ésta, los "labradores" denunciaron a los indios porque habrían
instalado jacalillos como últimas casas del pueblo, incluso en los campos,
con el objetivo de expandir el alcance del fundo legal. Los mismos "labra-
dores" a los que se refiere la cédula, solicitaron que las medidas estableci-
das deberían realizarse únicamente en los pueblos cabecera; es decir,

donde estuviere el santísimo sacramento, gobernadores y alcaldes mayores,


pues de entenderse con cualquiera población, barrio o congregación fuera de gra-
vísimo perjuicio por haber muchos de éstos, sujetos a las cabeceras, donde pre-
cisamente acuden a la administración de los sacramentos, pues para que las
dichas varas se midan a los indios desde la iglesia, como piden [los labradores],
es motivo bastante el que éstos [los indios] no tienen sus casas en forma regu-
lar, porque distan unas de otras treinta y cuarenta varas, y algunas casi un cuar-
to de legua, en que son damnificadas sus hacíendas.v'

A pesar de la aclaración de 1687, la confusión sobre la forma de medir


el fundo legal llegó incluso hasta las citadas Ordenanzas de tierras yaguas
de Galván Rivera. Por ejemplo, en el capítulo II dice lo siguiente: "Alos pue-
blos de indios deben darse por fundo legal para sus sementeras, seiscientas
varas alrededor de la población por los cuatro vientos, o las que necesitasen
si fueren de más que de ordinaria vecindad, de modo que los indios siem-
bren y vivan sin escasez ni limitación". Sin embargo, en el capítulo x anota
que "el fundo legal lo estableció la ley para fundar pueblo, y se mide de
modo que la iglesia quede en el centro del cuadrado". 44 Así, aunque en la
primera versión citada se expone la idea del fundo legal como tierra circun-
vecina a la traza, lo que generalmente se practicó fue la delimitación del
fundo legal para construir el casco del pueblo.

43 Solano (1984), Documento 191, pp. 384-385.


44 Galván Rivera (1994 [1868]), pp. 22-23 Y 169-170.
182 ASPECTOS TEÓRICOS

Espacio separador; ejido, dehesa y territorio

Además de definir la existencia y las medidas del fundo legal, la cédula de


1567determinó que debería haber una distancia rrúnirna de 1000 varas (838m)
desde su límite exterior hasta la propiedad próxima, ya fuera de otros indios
o de españoles. Ante la falta de otro término, en este capítulo se le llamará a
esta extensión de tierra como" espacio separador". La medida de 1000 varas
para este espacio estuvo vigente hasta 1687, cuando fue aumentada a 1100
varas (921.8 m), de modo tal que entre 1567 y 1687 el fundo legal y el espacio
separa dar del pueblo de indios fueron trazados como indica la figura JII.l.

orte

1
o
o
o

~
., 5
o
Fundo
lega l
o o
.,
c:::

c:::
o
e,
1000
5
O
O
+
Iglesia
1000

500 500

1
Espacio o
separador o
o

Sur

FIGURA lII.1. En esta figura se muestra el fundo legal de 500 varas (419 m), medido a
partir de la iglesia. Se forma un cuadrado de 1000 varas (838 m) por lado. A partir
de este fundo legal fue trazado el espacio separador de 1000 varas con la propiedad
próxima, de modo tal que el cuadrado exterior del territorio del pueblo de indios
tenía 3000 varas (2514 m) por lado. Estas medidas estuvieron vigentes de 1567 a
1678, cuando fueron aumentadas a 600 y a 1100 varas para el fundo legal y el espa-
cio separador, respectivamente. Dibujo del autor.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 183

En 1573 fue agregado el ejido a las tierras de los pueblos de indios, con
extensión de una legua por lado (4 190 m), para que sus habitantes pudie-
ran tener ganado sin correr el riesgo de que sus animales se confundieran
con aquellos que criaban los españoles.e> Al trazo del ejido fue incorporado
como parte de él el espacio separador de 1000 varas (838 m). El esquema
territorial que se formó se muestra en la figura Ill.2.
Éste fue el modelo territorial utilizado para trazar el pueblo de indios

·-------5-o--o-o----~i~1~oo~ol~~1~o~oo~i------5-0--0-0----~

E j ido Y dehesa
o E

s
FIGURA III.2. En este esquema aparecen tres divisiones territoriales: a) el ejido de
una legua (5000 varas; 4 190 m) por lado, medido a partir del fundo legal; b) el
espacio separador incorporado al ejido, yc) el fundo legal de 500 varas (419 m).
Dibujo del autor.

45 "Los sitios en que se han de formar pueblos y reducciones tengan comodidad de aguas,

tierras y montes, entradas y salidas, y labranzas, y un ejido de una legua de largo, donde los
indios puedan tener sus ganados, sin que se revuelvan con otros de españoles", 10 de diciembre
de 1573. Solano (1984),1, Documento 92, p. 224. Ella de octubre de 1618 fue nuevamente
emitida esta disposición: "Mandamos que a las reducciones de los indios se les señalen en exido,
junto a cada una, que tenga de largo una legua, donde puedan tener sus ganados los indios, sin
que se les revuelvan con otros de españoles". León Pinelo (1992 [1681]), libro VII, título X,
[la], vol. II, p. 1829. Si bien la reglamentación sobre la medida del ejido en el pueblo de indios
fue emitida en 1573, la primera vez que se instruyó su creación fue en 1503.
184 ASPECTOS TEÓRICOS

en el proceso congregacional de fines del siglo XVI y principios del XVII. En


algunos casos fue aplicado de manera íntegra, en otros sin el ejido. A veces,
además del ejido se agregaron otras porciones de tierra cuando el pueblo
colindaba con propiedades ganaderas. Desde las últimas décadas del si-
glo XVI, las estancias y haciendas ganaderas se convirtieron en una de las
principales amenazas para la sobrevivencia de los indios, tanto por la inva-
sión de sus tierras como por la destrucción de sus sembradíos. Los daños
eran tan grandes que las protestas llegaron a los legisladores del Consejo de
Indias, quienes en 1581 determinaron ampliar de 1000 varas (830 m) a por lo
menos media legua (2095 m) la distancia que separaba al pueblo de indios
de la próxima propiedad ganadera. Leamos a continuación un fragmento de
esta cédula:

Nos somos informados que de tener los españoles sus estancias cerca de pue-
blos de indios resulta que con sus ganados, bueyes y caballos son muy molesta-
dos, y les destruyen lo que tienen sembrado. Y los negros y gañanes les roban
las gallinas y, muchas veces, les quitan mujeres e hijos. Y por esta causa se des-
pueblan muchos pueblos. Y así convenía que ningún español tuviese estancia,
ni labranza, cerca de los dichos pueblos sino [a] una legua o, por lo menos,
media desviado de ellos. Y que en los dichos ganados se pusiese remedio, por-
que por ser muchos y entrar en los agostaderos antes de tiempo destruyen y
asuelan lo que tienen sembrado los dichos indios hasta dentro de sus casas.
y esto se remediara con que se guardase en ello la orden que se tenía en tiempo
del virrey Luis de Velasco, que no entraban los ganados hasta cierto tiempo del
año: y entonces iban entrando con mucha guarda. Y ahora entran en todo tiem-
po, sin guarda suficiente, con lo cual son agraviados y defraudados.w

En 1618 una nueva cédula instruyó que el espacio separador entre un


pueblo de indios y la próxima hacienda ganadera sería diferente si se trataba
de pueblos establecidos o de nuevas fundaciones: en el primer caso la dis-
tancia debería ser de una legua y media (6285 m) si la vecindad era con
una hacienda de ganado mayor o de media legua (2095 m) si se trataba de una
hacienda de ganado menor. En el segundo caso, cuando eran nuevas las
poblaciones, las distancias mínimas deberían ser del doble de lo anterior+?

46 "Real Cédula por la que se ordena que entre haciendas y pueblos de indios exista, por lo

menos, una distancia de media legua", Tomar, l° de mayo de 1581. Solano (1984), Documento
117, p. 258.
47 León Pinelo (1992 [1681]), libro VII, título X, [15], vol. 11,pp. 1830-1831.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 185

Al mismo tiempo que la Corona procuró proteger las tierras de los


indios insistió a las autoridades virreinales que introdujeran en ellos la
práctica agrícola con bueyes, como dice la siguiente cita: "Las justicias y
doctrinantes tengan particular cuidado de que se encaminen los indios a
labrar las tierras y tener bueyes para ello, y hacer vestidos, de manera que
en todo se vayan introduciendo en decencia, policía y cristiandad'í.w Tam-
bién se ordenó la cría de ovejas, puercos y caballos principalmente, y la
siembra y cultivo de morales para gusano de seda, así como del algodón, el
lino, la caña de azúcar y el trigo.e?
La legislación que reglamentó todas estas actividades y los espacios que
deberían destinarse a ellas suele ser clara, en el sentido de evitar abusos
por parte de los colonos españoles. Si hubiera indios que murieran sin
herederos, por ejemplo, sus tierras habrían de incorporarse a su pueblo y
de ninguna manera a español alguno. 50 Del mismo modo y con el fin de que
los indios aceptaran congregarse en lugares llanos y más accesibles, la
Corona ordenó en 1560 que las tierras por ellos dejadas les siguieran perte-
neciendo.>! De acuerdo con las prescripciones de la Corona, las mercedes
de tierra a los españoles se les daban con el fin de impulsar su cultivo y la
cría del ganado. Una vez recibida la merced, el beneficiario no tenía dere-
cho a venderla, al menos antes de seis años de labor, y en ningún caso a
hospital, iglesia o monasterio. Las estancias para ganado deberían otorgar-

48 Ibidem, libro VII, título XII, [27], vol. 11,p. 1865.


49 "Instrucciones al virrey don Luis de Velasco", Valladolid, 16 de abril de 1550. Solano
(1984), Documento 52, pp. 174-175.
50 "Real Cédula al virrey de la Nueva España disponiendo que la tierra de indios muertos

sin descendencia pasase a los pueblos de indios y nunca a españoles", Madrid, 14 de mayo de
1546.Solano (1984), Documento 46, p. 169; León Pinelo (1992 [1681]), libro VII, título X, [40],
vol. 11,p. 1855.
51 El texto completo de la cédula firmada por Luis de Velasco y fechada el 19 de febrero de

1560 es el siguiente: "Ya sabéis como por Nos está mandado que déis orden cómo los indios
de esta tierra que están derramados se junten en pueblos y lo que muchas veces cerca de
ellos os habemos mandado escribir y lo que sobre ellos nos habéis respondido.
"y porque nuestra voluntad es que se guarde y cumpla lo que cerca de ello está por Nos
proveído os mandamos que lo guardéis y cumpláis y pongáis en ejecución con todo cuidado y
diligencia, como cosa que mucho importa. Y porque con más voluntad y de mejor gana se jun-
ten los indios en poblaciones estaréis advertido que no se les quiten a los que así poblaren las
tierras y granjerías que tuvieren en los sitios que dejaren, antes proveeréis que aquellas se les
dejen y conserven como las han tenido hasta aquí". "Real Cédula al virrey de la Nueva España
insistiendo en que se junten en pueblos los indígenas dispersos, resguardándoles la propiedad
de los lugares que abandonaban", Toledo, 19 de febrero de 1560. Solano (1984), Documento
68, p. 193; Encinas (1994 [1596]), libro IV, folio 208v; Galván Rivera (1994 [1868]), cap. XII,
pp. 188-206.
186 ASPECTOS TEÓRICOS

se en "tierras apartadas y yermas", lejos de las tierras de los indios para que
no les destruyesen sus maizales.V en consideración de que el ganado, y
más particularmente las vacas, dice la instrucción, "cundían la tierra y los
indios no lo podían sufrir". La orden consistió en trasladar las estancias
ganaderas si era necesario, con el fin de no afectar más las tierras de las co-
munidades indígenas; sin embargo, pese a las prescripciones, hubo quejas
constantes de los indios porque los colonos les arrebataban sus tierras e
incluso se las llegaron a intercambiar por una camisa.P
La reducción de los indios en pueblos de 500 habitantes tuvo entre sus
objetivos principales dejar la tierra libre para entregarla en mercedes a los
españoles que la pidieran, como se aprecia de manera más clara en la orden
que en 1568 envió el rey a la Audiencia de México para que los indios no
estuvieran "poblados cada uno por sí, apartados unos de otros en algunas
partes". Ya "que de esta manera tienen ocupada toda la tierra [dice la ins-
trucción], convenía recogerlos y ayuntarlos en pueblos, en los sitios que
pareciesen para ello más convenientes, señalándoles largos términos para
sus labranzas y dehesas y montes [...] De esta manera se desocuparía mucha
tierra en que se pudiesen hacer algunos pueblos de españoles y mestízos'í.>'
Sin embargo, no solamente los indios vivían "derramados". El virrey Mar-
tín Enríquez explicó en 1571 que los mismos pobladores españoles se halla-
ban igualmente "salpicados" por distintos rumbos tras haberse repartido la
tierra con voracidad y de manera desordenada:

y de no haber tenido orden ni otro término la tierra está muy mal repartida,
porque no se dio por orden y todo se fue salpicando y escogiendo cada uno lo
mejor, o para ganado mayor o menor, o para sembrar trigo o maíz u otras
cosas. Yo he tenido cuenta que lo que se fuere dando y repartiendo se vaya con-
tinuando las heredades de los unos con lo otros, sin que queden pedazos en
medio perdidos. Y lo peor de todo ha sido que han apretado y recogido dema-
52 "Real Cédula para que las estancias de ganados se sitúen lejos de los pueblos y semente-

ras de los indios", Valladolid, 24 de marzo de 1550. Solano (1984), Documento 51, p. 173.
53 "Real Cédula a la Audiencia de México ordenando que las estancias de ganado se insta-

len lejos de los pueblos de indios, en razón del crecimiento del ganado y a los daños que éste
causa en las sementeras", Valladolid, 2 de mayo de 1550. Solano (1984), Documento 54, p. 177;
véase también las cédulas del 24 de marzo de 1554 y del 29 de octubre de 1556, en Solano
(1984), Documento 61, p. 186, YDocumento 62, p. 187.
54 "Instrucción a la Audiencia de México para que se realice una junta entre personas com-

petentes y caciques, determinándose la necesidad de reducir a nuevos pueblos la población


indígena aún dispersa", Valladolid, 3 de octubre de 1568. Solano (1984), Documento 83,
pp. 209-210; Puga (1563), folios 203-209.
TERRITORlALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 187

siadamente a los indios, sin dejarles ejidos en muchas partes, ni otras cosas de
que tienen necesidad los pueblos, y en muchas partes aún no les sobran hereda-
des para sí y sus hijos.55

La congregación de los indios en pueblos, de acuerdo con los criterios


explicados en este capítulo y en el anterior, fue una experiencia que se des-
arrolló al mismo tiempo que las mortandades y la entrega de sus tierras a
los colonizadores españoles, principalmente entre 1540 y 1620. Durante este
periodo, la Corona facilitó la colonización hispana a través de una serie de
medidas entre las que se cuentan la autorización a los indios para vender
sus tierras (1571)56y la llamada "composición" (1591), mediante la cual los
españoles pudieron confirmar tanto la posesión de aquellas tierras que
habían recibido legalmente como de las que invadieron.>?
Durante el mismo periodo de 1540 a 1620, el procedimiento virreinal
para fundar los pueblos de indios se asoció a las antiguas prácticas pre-
hispánicas sobre los rituales de fundación, la distribución de la tierra y la
delimitación de un territorio a través de mojoneras. En una serie de docu-
mentos entre los que se cuentan los expedientes de tierras, los libros de
congregaciones, los títulos primordiales y las Relaciones geográficas se pue-
de apreciar la presencia del héroe tutelar de un poblado, la re afirmación
delliderazgo de un linaje gobernante y la existencia de un relato sobre la
procedencia de la tribu, su migración y su arribo final al lugar que ocupa-
ban antes de la Conquista española. 58 De esta serie de documentos virreina-
les, los títulos primordiales muestran de una manera más clara el deslinde
territorial y la refundación de los pueblos. Es más, puede decirse que tales

55 "Extracto de la carta de don Martín Enríquez, virrey de la Nueva España, al rey, en la que
expone los defectos que se han nacido en razón a la inexistencia de un plan ordenado de la dis-
tribución de los baldíos", México, 8 de abril de 157l. Solano (1984), Documento 85, p. 21l.
56 "Real Cédula aprobando que los indios puedan vender sus tierras, tras un mes de pre-
gón, en almoneda pública y con autoridad de justicia", Madrid, 23 de julio de 157l. Solano
(1984), Documento 88, pp. 213-214; "Real Cédula permitiendo que los indios puedan vender
sus bienes, mas si su valor sobrepasase de treinta pesos deberá procederse con autoridad de
justicia", Madrid, 18 de mayo de 1572. Solano (1984), Documento 89, pp. 214-215.
57 "Real Cédula indicando las razones por las que son necesarias medidas conducentes a la

composición de tierras, política que debe seguirse y anuncio de dos cédulas más sobre el mis-
mo contenido", El Pardo, 10de noviembre de 1591; "Real Cédula sobre la restitución de las tierras
que se poseen sin justos y verdaderos títulos", El Pardo, 10de noviembre de 1591; "Real Cédula
solucionando las posesiones de tierras indebidamente tenidas mediante una composición", El
Pardo, 10de noviembre de 159l. Solano (1984), Documentos 131,132 y 133, pp. 269-275.
58 García Zambrano (1992), (1994), (2000a), (2000b), (2001).
188 ASPECTOS TEÓRICOS

títulos son "relatos del espacio" en que se integraron la historia y los mitos
para legitimar la nueva configuración territorial de los pueblos de in-
dios. Rexina Olmedo Gaxiola define los títulos como:

Los documentos que la Corona o las autoridades novohispanas expedían para


otorgar la propiedad de la tierra de manera originaria a los españoles, a los pue-
blos de indios, a los particulares y a los caciques indígena locales. Hoy en día,
con base en los documentos que resguarda el Archivo General Agrario, pueden
definirse como todos los documentos relacionados con la propiedad de la tierra y
los derivados de los conflictos que se han generado por la misma; incluidos la his-
toria de la fundación de un pueblo, la delimitación de linderos y las donaciones
de tierras, que los representantes de los pueblos han presentado ante diversas
autoridades e instancias administrativas para defender sus derechos agrarios y
que, a su vez, han permitido a las instituciones relacionadas con la tenencia de
la tierra dirimir y, frecuentemente, solucionar las pugnas por la tierra.>?

En el Archivo General de la Nación de México se conservan los títulos


primordiales de diferentes pueblos de indios de la ueva España, escri-
tos tanto en castellano como en náhuatl, o en alguna otra lengua indígena.
Se trata de una documentación a veces original y a vece falsificada en el
mismo contexto virreinal de los siglos XVII y XVIII;60 sin embargo, aunque la
información que proporcionan no tuviera una correspondencia exacta con
los hechos históricos ocurridos en las fechas en que supuestamente fue-
ron elaborados, los relatos territoriales de los títulos nos permiten recons-
truir la delimitación del espacio patrimonial y jurisdiccional de los pueblos
a través de una línea de mojoneras.

59 Olmedo Gaxiola (1998), p. 22. Para ampliar la información respecto a los "títulos" redac-

tados en náhuatl, veáse Lockhart, Los nahuas después de la conquista (J 999 [1992]), pp. 582-
593; López Caballero (2003).
60 Wood (1998). El trabajo editorial de la mayor parte de los títulos aún está por realizarse;

por ahora, se pueden citar como ejemplos de títulos primordiales los publicados por los
siguientes editores: Fernández Gatica (2003); Valdés Inchausti (1983); Máynez Pilar (1995);
Silva Cruz (2002); López Caballero (2003); Cordero Avendaño (2001), e Instituto de Artes Grá-
ficas de Oaxaca (1997). Esparza, Reséndiz y Embriz publicaron en el año 2000 un Catálogo de
mapas, planos, croquis e ilustraciones históricas de Restitución y Dotación de tierras y Amplia-
ción de Ejidos del Archivo General Agrario. Aunque la mayor parte de los mapas que enJista este
instrumento de consulta datan de los siglos XIX y xx, algunos de ello son muy útiles para com-
prender las antiguas delimitaciones territoriales de los pueblos de indio, ya que con frecuen-
cia fueron hechos a partir de nuevos levantamientos topográficos cuyos antecedentes se
encuentran precisamente en las "vistas de ojos" descritas en los títulos primordiales.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 189

FIGURA III.3. Pintura de la Relación geográfica de Atengo, 1579.77 x 56 cm. Benson


Latin American Collection, Universidad de Texas. Fuente: Acuña (1985), México,
"Relación de Atengo", t. I, pp. 25-38.

Un ejemplo de representación territorial es la pintura de Atengo, aun-


que en este caso correspondiente a una Relación geográfica (fig. IlI.3).61 En
ella se aprecia la figura de un altepetl (fig. IIIA. b) incluso más grande que las
iglesias, y del que sale y al que llega una línea que demarca todo el territo-
rio del pueblo. A esta línea limítrofe le fue agregada una serie de glifos de
lugares que simbolizan mojoneras y marcas fronterizas. El resultado es la
representación de un territorio en cuyo interior aparece una iglesia grande
que simboliza al pueblo cabecera y otras tres iglesias pequeñas correspon-

61 Acuña (1985), México, "Relación de Atengo", t. 1, pp. 25-39.


190 ASPECTOS TEÓRICOS

FIGURAID.4. a) Pintura de la Relación geográfica de Tetliziaca (detalle), 1580,31 x 43 cm.


Benson Latin American Collection, Universidad de Texas. Fuente: Acuña, 1985,
México, "Relación de Cempoala, Epazoyuca y Tetliztaca", t. 1, pp. 91-93.

dientes a los pueblos sujetos. También están dibujadas las figuras de los
caciques.
La realización práctica de la traza, del fundo legal, del espacio separa-
dar, de la dehesa, del ejido y del territorio, definidos de acuerdo con los cri-
terios legislativos ya comentados, representó entre las comunidades indíge-
nas una serie de conflictos y tensiones que no se limitaron a la disputa por
la tierra, sino que incluyeron otra serie de problemas como la elección del
sitio para poblar, la distribución de los barrios en la traza, la congregación
de los pueblos sujetos en la cabecera y la redefinición de las jerarquías
territoriales, como se explica a continuación.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE 1 DIOS 191

FIGURA IDA. b) Pintura de la Relación geográfica de Atengo (detalle), 1979.77 x 56 cm.


Benson Latin American Collection, Universidad de Texas. Fuente: Acuña (1985),
México, "Relación de Atengo", t. 1, pp. 25-38.

La. elección de un sitio para poblar

La refundación de una comunidad indígena en el contexto colonial supuso


la elección de un sitio asociado al paisaje ritual prehispánico, en los mejo-
res casos al pie del antiguo cerro del poblamiento primario, al cual general-
mente se le nombró como pueblo vieio.v? Se puede decir que los habitantes
de un altepetl refundaron su comunidad como si se tratara de un desdobla-
miento de su montaña sagrada sobre la traza colonial construida en el valle
contiguo, y que la iglesia fue integrada al antiguo cerro sagrado de pueblo
viejo a través de un camino ritual e incluso a través de un túnel mítico. Los
relatos que cuentan hoy los habitantes de la mayor parte de los altepe-
me refundados en las cercanías de pueblo viejo -por ejemplo en Santo Tomás

62 García Zambrano (1994).


192 ASPECTOS TEÓRICOS

Ajusco, Huitzilac, Tepoztlán, Tlayacapan, Tejupan, Teposcolula, Tamazula-


pan y Coixtlahuaca- todavía enumeran una serie de asociaciones míticas
entre el lugar y los relatos del origen. En estos pueblos se cuenta que debajo
del cerro de pueblo viejo quedó enterrada una iglesia; que dentro del cerro
hay una laguna, un río o un brazo de mar; que un túnel lo conecta a la igle-
sia, y que al tañido de una campana al mediodía y a la medianoche, una
cueva se abre y sale al exterior una serpiente emplumada.
Estas asociaciones míticas del paisaje en los relatos orales de los pue-
blos más antiguos de México se hallan registradas en fuentes documentales
y pictográficas del siglo XVI. En algunas de las informaciones proporciona-
das por las Relaciones geográficas, por ejemplo, hallamos descripciones
similares sobre cerros-iglesias, como en el caso de la "Relación de Tilantongo",
en la Mixteca Alta, en donde aparece descrita la existencia de una "sierra de
la iglesia": "Está este pueblo cercado de serranía; está una sierra hacia la
parte del poniente, muy grande y de mucha arboleda, la cual llaman en mix-
teca Yuca yucu, y en mexicano Teopantepeque, y en castellano 'sierra de igle-
sia'''.63 La "Relación de Nochixtlan" cuenta algo similar: "Está, deste dicho
pueblo una sierra y cordillera como [a] dos leguas desviado dél, hacia el
poniente, que le llaman en su lengua Yuca yucu, que en mexicano quiere
decir Tepeteopan, y en castellano 'iglesia en cerro'''.64
Al igual que en el periodo prehispánico, en el siglo XVI la elección del
nuevo sitio para poblar estuvo asociada a lo que García Zambrano llama la
rinconada: en medio o al lado de una laguna, en los márgenes o en la con-
fluencia de los ríos, junto a barrancas surcadas de manantiales y al pie de
un cerro o de un sistema montañoso.s= El referente más importante para la

63 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Tilantongo", t. I1, p. 324.


64 Ibidem, Antequera, "Relación de Nochixtlan", t. 1, p. 368.
65 García Zambrano (1992), p. 248; del mismo autor véase (1994), p. 222. García Zambrano

escribe que incluso en la refundación colonial del altepetl prevaleció un "vínculo existente
entre el asiento de los poblados indígenas y la presencia de una fisiografía específica, consti-
tuida por cerros confinantes de fuentes acuáticas o ubicados cerca de ellas". Esta modalidad
de poblamiento habría buscado "armonizar el esquema poblador europeo con las formas de
asentamiento practicadas por los naturales". El autor propone que este "proceso de contempo-
rización" se desarrolló principalmente entre 1540 y 1550 por iniciativa de las órdenes mendi-
cantes, como una respuesta a la presión de los encomenderos sobre los indios y ante el riesgo
de su exterminio o de sus rebeliones trasladados a lugares distintos de los que estaban acos-
tumbrados; sin embargo, es más probable que este proceso se haya desarrollado durante
varias décadas, incluso hasta fines del siglo XVI y las primeras décadas del XVII, en el periodo
en que el Estado virreinal organizó las congregaciones en una escala mayor para concentrar a
los pueblos sujetos en los pueblos cabeceras. García Zambrano (2000a), p. 22.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 193

elección de un nuevo lugar en que se construyera la traza colonial fue la


vecindad con la misma montaña o el "cerro hecho a mano"66 de la territo-
rialidad prehispánica, como puede apreciarse en las pinturas indígenas ela-
boradas para acompañar los expedientes de tierras, los libros de congregacio-
nes, los títulos primordiales y las Relaciones geograficas=? Con frecuencia, el
antiguo topograma del altepetl fue dibujado junto a la iglesia del pueblo o
se le unió a ella a través de un camino, e incluso le fue sobrepuesta una cruz
o un campanario (figs. 1Il.4. c-g). La representación del pueblo de indios en
las pinturas coloniales puede compararse con la fotografía expuesta del pai-
saje de San Andrés de la Cal (fig. III.s), en la cual se aprecian los mismos ele-
mentos descritos: el antiguo cerro sagrado se encuentra a la derecha y en el
fondo de la rinconada está la traza del pueblo. Al lado izquierdo se ven los
restos de una laguna, a la cual llega una corriente de agua que procede de
Chalchihuitepetl, también llamado Cerro del Tesoro, dentro del cual dicen
los campesinos del lugar que había una laguna a la que se entraba a través
de un túnel.
Los indios se resistieron a la congregación dispersándose por los mon-

66 La expresión "montañas hechas a mano" fue el recurso lingüístico castellano para nom-
brar a la pirámide, como se aprecia en el relato de Sahagún: "y los túmulos que hicieron al sol
ya la luna [en Teotihuacan] son como grandes montes edificados a mano, que parecen ser
montes naturales y no lo son, y aún parece ser cosa indecible decir que son edificados a mano,
y cierto lo son, porque los que los hicieron entonces eran gigantes y aun esto se ve claro en el
cerro o monte de Chollullan, que se ve claro estar hecho a mano, porque tiene adobes y enca-
lado". Sahagún (1992), libro X 12, 115, p. 611. El "monte hecho a mano" de Cholula es otro
ejemplo importante del siglo XV1. Acuña (1985), Tlaxcala, "Relación de Cholula", tomo II, pp.
142-143. Véase Bernal García (1994).
67 Como un ejemplo de las fundaciones al pie de los antiguos cerros sagrados, traslado a

continuación una serie de fragmentos entresacados de las Relaciones geográficas. En primer


lugar cito la "Relación de Tepeaca": Esta ciudad fue fundada en un ancón y remate de un
cerro, en lo alto dél, donde viene a acabar el dicho cerro con una vuelta redonda. y, después
que los españoles vinieron a esta tierra, y estando en ella ya muy de asiento, puede haber trein-
ta y siete años [1543], por ciertos respectos muy gustos, tres señores que tenían a cargo repar-
tida entre ellos, los cuales se nombraban don Luis de Guzrnán, y don Hernando de la Cruz, y
don Juan Tlaytotlac, acordaron de mudar esta ciudad y fundarla, como la fundaron, al pie del
dicho cerro, en un llano muy bueno y raso, donde al presente está. Lo cual, dicen, hicieron para
se poder mejorar extender y poblar; aunque todavía se han quedado, como se quedaron, al-
gunos naturales, y viven el día de hoy en el dicho ancón, y alto y remate del cerro de la pri-
mera fundación, que es arrabal desta ciudad y se nombra el barrio de Tlaytleque, que quie-
re decir 'ancón"'. Acuña (1985), Tlaxcala, "Relación de Tepeaca y su partido", t. II, p. 226.
Un caso similar al de Tepeaca era el de Cihuacoatlan, también de la provincia de Tlaxcala:
"Este nombre quiere decir 'culebra hembra'. Está este pueblo asentado al pie de un cerro que
se llama del mismo nombre". Acuña (1985), Tlaxcala, "Relación de Xalapa de la Veraxcruz",
t. II, p. 362.
FIGURAIII.4. e) Pintura de Chiapulco FIGURAIII.4. d) Pintura de la Relación
(detalle), Tehuacán, 1595,31 x 42 cm. geográfica de Coatepec (detalle), 1579,
AGN,Tierras, vol. 2682, exp. 16, folio 43 x 60 cm. Archivo General de Indias,
4 bis. Sevilla, España. Fuente: Acuña (1985),
México, "Relación de Coatepec y su par-
tido", t. 1, pp. 123-155.

FIGURAIII.4. e) Pintura de la Relación FIGURAIII.4. f) Pintura de la Relación


geográfica de Coatepec (detalle), 1579, geográfica de Hueytlalpa (detalle), 1581.
43 x 60 cm. Archivo General de Indias, Benson Latin American Collection, Uni-
Sevilla, España. Fuente: Acuña (1985), versidad de Texas. Fuente: Acuña (1985),
México, "Relación de Coatepec y su Tlaxcala, "Relación de Hueyt1alpa y su
partido", t. 1, pp. 123-155. partido", t. 11,pp. 147-159.
TERRITORIALIDAD, PI TURA y PAISAJE DEL PUEBLO DE 1 DIOS 195

FIGURAIII.4. g) Pintura de la Relación geográ-


fica de Hueytlalpa (detalle), 1581. Benson
Latin American Collection, Universidad de
Texas. Fuente: Acuña (1985), Tlaxcala, "Re-
lación de Hueytlalpa y su partido", t. 11, pp.
147-159.

tes, una superficie que los autores de las Relaciones geográficas describie-
ron con frecuencia como "agra y fragosa.s" Los relatos sobre las congrega-
ciones nos aproximan a un proceso múltiple, contradictorio y desgarrador.
Aveces, la experiencia fue relatada como algo benéfico para los pueblos o
como la causa de su destrucción.s? En otras ocasiones fue anotada la preo-

68 Al respecto dice John Sullivan que la superficie montañosa "se vincula explícitamente
con la falta de voluntad de los indígenas de cooperar en el proyecto de congregación y el pro-
yecto civilizador que depende de él como base: el espacio accidentado es un lugar para escon-
derse". John Sullivan (1996), p. 43.
69 La congregación como una experiencia perjudicial a los indios está descrita en los tér-

minos siguientes en la "Relación de Misantla" (provincia de Tlaxcala): "Dicen ser la causa de


haberse muerto muchos, que antes estaban poblados en unas serranías a cuatro leguas des te
pueblo, en un lugar alto, tierra templada; pero hiciéronlos bajar donde al presente están, por-
que se juntaron: es puesto enfermo, muy cálido, metido en un valle metido entre unas muy
grandes y espesas montañas y serranías". Acuña (1985), Tlaxcala, "Relación de Misantla", t.
II, p. J 89. En Tepeaca (provincia de Tlaxcala) sucedió algo similar: "Se entiende que la causa
de su disminución es sacados de sus naturalezas y llevados a servir de unos pueblos a otros,
a repartimientos de labores que tienen labradores españoles, a donde mudan temples; y
comúnmente, [también] sus acostumbradas bebidas y comidas, de que se les siguen enferme-
dades". Acuña (1985), Tlaxcala, "Relación de Tepeaca y su partido", t. 11,p. 246. También en
Motin y Pomaro (provincia de Michoacán) hubo una gran mortandad, a pesar de haberlos
trasladados, según la Relación, a un puesto mejor: "Están poblados en lugares y partes
[a]comodadas, porque, gobernando en esta Nueva España el ilustrísimo visorrey don Anto-
196 ASPECTOS TEÓRICOS

FIGURA III.5.El paisaje de San Andrés de la Cal (municipio de Tepoztlan) fotografiado


desde el Chalchihuitepetl o Cerro del Tesoro. Fotografía del autor.

cupación de que las congregaciones se despoblaran. Por ejemplo, el autor


de la "Relación de Ajuchitlán", ubicado en la provincia de Michoacán, anotó
lo siguiente: dice que los indios "están en pueblos formados y muchos no per-
manecen porque se pasan de unos a otros y andan como gitanos, con su
hatillo y mujeres e hijos a cuestas'í.?" En otras ocasiones había más certeza

nio de Mendoza [1534-1550], de feliz memoria, mandó a un caballero que se llamaba Her-
nando de Alvarado, que era alcalde mayor de la provincia de Calima y destos Motines, que en-
tonces era toda una jurisdicción (lo que ahora no es), que los pueblos que estuviesen en que-
bradas y arcabucos y lugares no acomodados, que los sacase de allí y poblasen en partes y sitio
de buenos asientos, donde pudiesen ser visitados de sus curas y religiosos, y de las justicias de
su Majestad. Y, así, el dicho Alvarado, con el mejor acuerdo y consejo que pudo, mudó los
dichos pueblos de sus antiguos sitios adonde al presente están, por ser mejores asientos y
lugares; aunque dicho mudamiento de pueblos costó a muchos indios e indias las vidas, por
sacados, como se sacaron, de sus rincones y naturaleza, a otras aguas y asientos nuevos". Acu-
ña (1987), Michoacán, "Relación de la provincia de los Motines", p. 158. La experiencia con-
gregadora de Ouacoman, otro pueblo de la provincia de Michoacán, también registró una
gran mortandad: "Antiguamente, dicen los naturales que había más gente de la que ahora hay,
los cuales estaban repartidos por cerros y quebradas, y, de allí, los pasaron al asiento donde
ahora están unos frailes franciscos, que, por haber mucho tiempo, no se acuerdan de sus nom-
bres; y así, los congregaron en este dicho asiento, donde viven con mucha sanidad porque,
demás de ser humedal, es [tierra] muy sana". Acuña (1987), Michoacán, "Relación de Ouaco-
rnan", p. 137.
70 Acuña (1987), Michoacán, "Relación de Ajuchitlán", pp. 30-31.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 197

en que las congregaciones no se despoblarían, como en el caso de San Mar-


tín Tuzamapa (provincia de Tlaxcala): "y los indios que al presente hay
están en pueblo formado, y parece que será permanente"Jl También fue el
caso de Acámbaro (provincia de Michoacán): "Están congregados en pue-
blos formados, de calles, casas e iglesia, de manera que, a lo que de presen-
te parece, será [pueblo] permanente"J2

La construcción de la traza y la distribución de los barrios

El urbanismo de los pueblos de indios no se limitó a la construcción de la


traza, sino que incluyó un entorno paisajístico asociado a los relatos de fun-
dación del periodo prehispánico, como se ha explicado. Es más, puede decir-
se que la traza de los pueblos de indios fue construida para darle soporte
al conjunto de los calpolli del altepetl, organizados como barrios de la nue-
va población. Al hacer de la traza una "fábrica material" del altepetl, su
estructura quedó determinada por la sociedad que la habitó; sólo así se
puede comprender la distribución en sus cuadrantes de los cuatro calpolli
de un pueblo cabecera. La traza urbana introdujo, así, un principio de
organización civil europeo, pero fue adaptado al agrupamiento rotatorio
del altepetl.
El éxito del repoblamiento para el Estado virreinal consistió en el asen-
tamiento de los indios en pueblos trazados en los llanos y las abras de los
montes, pero lo que para los intereses virreinales fue un programa de repo-
blamiento, para las sociedades indígenas fue como un nuevo inicio del
mundo. Los colonos quedaron satisfechos cuando observaron a los indios
asentados al modo español, sin detenerse en cómo los habitantes del alte-
petl habían convertido la traza en un sistema rotatorio que le daba soporte
a la república, al ciclo ritual católico y a la distribución de la tareas colecti-
vas. Así, la traza tuvo éxito porque fue transformada en una territorialidad
que reprodujo la existencia y distribución de los calpolli, y porque estaba
inscrita dentro del paisaje ritual a través de un túnel, como se ha explicado,
el cual unía a la iglesia con pueblo viejo.
La traza de los pueblos de indios fue representada en las pinturas colo-
niales, como puede apreciarse en los detalles mostrados en las figuras I1I.6.
La traza se extiende al lado del cerro sagrado, como se ve de manera más
71 Acuña (1985), Tlaxcala, "Relaciones de Xonotla y Tetela", t. II, p. 389.
72 Acuña (1987), Michoacán, "Relación de la villa de Celaya y su partido", p. 60.
198 ASPECTOS TEÓRICOS

clara en las pinturas de Cholula (fig. III.6 a), Coatepec (fig. III.6 b), Teutenango
(fig. IlI.6 e), Atengo (fig. III.3), Tetliztaca (fig. IIIA a) y las Minas de Zumpan-
go (fig. I11.7). En la pintura de Atlatlauca (fig. IlI.6 f) se ven los cuatro barrios
de la cabecera representados por cuatro casas distribuidas alrededor de la
iglesia.
En estas pinturas, la plaza fue dibujada en el centro de la traza, de
manera similar a la traza de cualquier ciudad, pero en medio de un paisaje
sagrado de características muy distintas del paisaje de los colonizadores,
para quienes el pueblo de indios mejor trazado, simplemente, era aquel que
se hallaba acomodado al modo de los pueblos de españoles, como aparece
escrito en la "Relación de Tistla" (provincia de Tlaxcala), pues dice que

mm I

FIGURA III.6.a) Pintura de la Relación geográfica de Cholula, 1581, 31 x 44 cm. Ben-


son Latín American Collection, Universidad de Texas. Fuente: Acuña (1985), Tlax-
cala, "Relación de Cholula", t. II, pp. 121-145. Obsérvense los cerros que se encuen-
tran alIado de las iglesias de los seis pueblos cabecera que rodean a San Gabriel
Cholula. En una de las manzanas de arriba fue dibujado el Tlachiualtepetl junto
con el glifo de Tallan Cholula.
b) Pintura de la Relación geográfica de Coatepec (detalle), 1579,43 x 60
FIGURA III.6.
cm. Archivo General de Indias, Sevilla, España. Fuente: Acuña (1985), México,
"Relación de Coatepec y su partido", t. 1, pp. 123-155.

··
i
>.
, f"""
',-

_. .
~
.
••~
FIGURA I1I.6. e) Pintura de la Relación geográfica de Cuzcatlán (detalle), 1580. Benson
Latin American Collection, Universidad de Texas. Fuente: Acuña, 1985, Tlaxcala,
"Relación de Cuzcatlan", t. 11,pp. 87-103.
FIGURA ill.6.d) Pintura de la Relación geográfica de Epazoyuca (detalle), 1580,31 x 21.5
cm. Benson Latin American Collection, Universidad de Texas. Fuente: Acuña
(1985), México, "Relación de Cempoala, Epazoyuca y Tetliztaca", t. 1, pp. 83-91.

FIGURA lII.6.e) Pintura de la Rela-


ción geográfica de Teutenango,
1528,73 x 68 cm. Archivo General
de Indias, Sevilla, España. Fuen-
te: Acuña (1986), México, t. II,
pp. 273-283. La glosa anotada al
lado de la iglesia dice lo siguien-
te: "Este pueblo de Teutenango
descendió del peñol a este llano,
y está por sus calles derechas y
traviesas, como [la ciudad de]
México". El peñón al que se re-
fiere la cita aparece debajo de la
traza. Se trata de un cerro en el
que todavía se aprecia la antigua
muralla que lo protegía.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 201

FIGURAm.6. f) Pintura de la Relación


geográfica de Atlatlauhcan (deta-
lle), 1580,42 x 31 cm. Benson Latin
American Collection, Universidad
de Texas. Fuente: Acuña (1985),
México, "Relación de Atlatlauhcan",
t. 1, pp. 39-52.

"este pueblo está asentado y formado por su orden, como pueblo de espa-
ñoles, con sus calles derechas'T" Una descripción similar fue realizada
a propósito de Cuseo (provincia de Michoacán): "Está poblado y junto, la
mayor parte del, por sus calles al modo español: las casas que tienen son de
adobes y cubiertas de paja.?"

73 Acuña (1985), Tlaxcala, "Relación de Tistla y Muchitlan", t. Il, p. 269.


74 Acuña (1987), Michoacán, "Relación de Sirándaro", p. 268. Otros ejemplos similares
sobre la traza de los pueblos son los siguientes: las calles de Tepeaca eran "muy bien trazadas,
anchas y muy llanas, y toda la traza de la ciudad mira al sol; de forma que, en saliendo, la
cubre toda". Acuña (1985), Tlaxcala, "Relación de Tepeaca y su partido", t. Il. p. 235. En el
caso de Xicochimalco leemos que: "Está asentado en un llano: tiene traza de ajedrez y la igle-
sia en medio". Acuña (1985), Tlaxcala, "Relación de Xalapa de la Veracruz", t. Il, p. 369. Los
indios de Yurirapundaro estaban "poblados en poblezuelos formados en traza, con sus calles,
de la misma suerte que de veinte años [1560] a esta parte [1580] han estado". Acuña (1987),
Michoacán, "Relación de la villa de Celaya y su partido", p. 69. El asentamiento de los indios
en traza daba a los colonos la sensación de que sus pueblos no desaparecerían, como anota la
"Relación de Cuiseo de la Laguna": este pueblo y sus sujetos, dice, son "pueblos formados y se-
gún la traza de la tierra, perrnanecientes". Quacoman se encontró: "Asentado en un llano cer-
cado de cerros, y todas las demás calles tienen la derecera al oriente, y otras calles corren
hacia el norte. Y, siendo medio día, la sombra corre más hacia la parte del norte que no a otra
parte alguna". Los pueblos de la comarca de Motines, Pomaro y Tlatictla, entre otros, estaban
asentados como anota la descripción siguiente: "La forma y manera de los pueblos, en esta tie-
rra, es que las iglesias están en medio del pueblo, con sus cementerios cuadrados, y cercado
enfrente de la puerta principal della. Los indios están poblados a la redonda de ella, como
que la cercan, sin tener calle ninguna ni plaza ninguna, si no es algún patiecito que hay, adon-
de hacen tianguez algunas veces, y allí ponen la picota para corregir y castigar los delincuen-
202 ASPECTOS TEÓRICOS

Ahora que se han expuesto las dificultades para la delimitación territo-


rial, para elegir un sitio en el cual asentar una nueva congregación y, final-
mente, para construir su traza y distribuir sus barrios, de acuerdo con la
reglamentación colonial, veamos enseguida cómo fueron afectadas las
jerarquías territoriales prehispánicas al hacer de la comunidad indígena un
pueblo de indios.

La redefinición de las jerarquías territoriales

Los colonos, anota Lockhart, organizaron las encomiendas, corregimien-


tos, municipios y parroquias rurales a partir de los asentamientos indíge-
nas existentes, pues vieron en el altepetl un sistema integrado por un "pue-
blo cabecera" rodeado de una serie de "pueblos sujetos" o "pueblos de
visita", de manera similar al esquema territorial que se aprecia en la pintura
de las Minas de Zumpango, perteneciente a la Relación geográfica del mis-
mo pueblo (fig, 111.7). En la perspectiva colonial se trató de un sistema jerár-
quico en cuyo centro residía el grupo dirigente a partir del cual fue organiza-
da la entrega del tributo, la evangelización y el control sobre los indios. Esto
se explica, dice el mismo autor, porque los europeos pensaban "en términos de
una ciudad y su campiña, de entidad dominante y entidades subordinadas":

Veían una ciudad capital que gobernaba a aldeas sometidas; al grupo concen-
trado de calpolli interiores lo denominaban la cabecera ("el poblado principal"),
y a los calpolli exteriores los llamarían sujetos. Aunque entendiéndolo así los
españoles entendieron muy mallo que era el altepetl, había poco en la superfi-
cie aparente que les dijera que se equivocaban y con el tiempo su concepto y su
terminología habrían de tener efectos importantes sobre los mismos nahuas.i"

tes". Acuña (J 987), Michoacán, "Relación de la provincia de Motines", p. 159. En algunos casos,
el autor de la misma Relación, quizás uno de los últimos encomenderos, describió cómo había
hecho la traza: "Tiene este pueblo cuatro calles: una, a un costado de la iglesia, y otra, al otro;
y otra, delantera, después del cementerio, y otra, en las espaldas della, que yo hice trazar para
ponerla en alguna policía". Acuña (1987), Michoacán, "Relación de la provincia de Motines",
p.163.
75 Lockhart (1999 [1992]), pp. 35-36. Charles Gibson proporcionó la siguiente explicación

sobre el uso del término cabeza en el contexto novohispano del siglo XVI: "En Castilla una
cabeza era la capital secular o eclesiástica de un distrito. Una ciudad podía ser la cabeza de un
distrito que incluyera una o más villas y una villa podía ser la cabeza de un distrito que abar-
cara cierto número de pueblos, aldeas o lugares". A partir de esta experiencia, los colonos
identificaron como capital el lugar en el que había un gobernante indígena local llamado tla-
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 203

FIGURA IlI.7.Pintura de la Relación geográfica de las Minas de Zumpango, 1580,


70 x 71 cm. Biblioteca de la Real Academia de Historia de Madrid, España. Fuente:
Acuña, México (1986), "Relación de las Minas de Zumpango", t. III, pp. 189-202. La
traza del pueblo cabecera aparece en el centro. En derredor se distribuyen los pue-
blos sujetos y aliado derecho aparecen dos topogramas de altepetl.

Una de las características más importantes de la cultura nahua del


México central, a la que se refiere Lockhart, consistió en "la creación de
grandes unidades de muchas clases por medio del ordenamiento de partes
constitutivas independientes separadas", 76 que interactuaban entre sí a tra-
vés de un sistema de rotación. Se trata de una organización "celular o

toani. Así, una "comunidad tlatoani", o "régimen tlatoani", fue convertida en cabecera, a veces
también nombrada señorío, del cual el tlatoani era un señor, señor principal, señor natural o
cacique, aunque la Corona prohibió llamarles señor, pues en cuanto súbditos del rey, los indios
lo tenían a él como señor único y no había en sus dominios otro derecho de señorío más que el
suyo. "En suma, en todas las jurisdicciones [de las regiones tribales del valle de México] los
pueblos tlatoani de tradición firme y unitaria se convirtieron en cabeceras. Los pueblos de tra-
dición tlatoani interrumpida o dividida, o con antecedentes de cierto grado de subordinación,
se convirtieron en cabeceras en algunos casos y en sujetos en otros. Los pueblos con múltiples
linajes tlatoani como Xochimilco o Amecameca, ocuparon un status intermedio o sin resolver,
siendo clasificadas las locaciones tlatoani algunas veces como cabeceras, otras como sujetos.
En los casos típicos, los linajes tlatoani se mantuvieron, y cuando menos una aproximación de
las reglas de sucesión indígena se prolongó a principios del período colonial." Gibson (2000
[1964]),pp. 36-49.
76 James Lockhart (1999 [1992]), p. 608.
204 ASPECTOS TEÓRICOS

modular"."? Así fue el altepetl, una estructura formada por cuatro, seis,
ocho o a veces siete calpolli; algunos de los cuales eran interiores, los que
después fueron transformados por los colonos en pueblos cabeceras, y otros
eran exteriores, convertidos en pueblos sujetos.Zf A partir de esta estructu-
ra básica, el altepetl funcionó como un sistema rotatorio para la entrega del
tributo, los trabajos colectivos, la celebración de las fiestas o la distribución
de las responsabilidades públicas. Si hubiera un orden jerárquico en el alte-
petl existiría a partir de este sistema, pues el orden de su rotación privi-
legiaba como punto de partida al calpolli más antiguo, y así avanzaba hasta
el más reciente. El sentido de la rotación era contrario a las manecillas del
reloj, como se verá en varios casos correspondientes a la segunda parte
de este libro. El altepetl era simple cuando tenía un solo tlatoani; en cam-
bio, cuando eran varios los tlatoque conformaron un "altepetl complejo".
En ese caso, cada altepetl funcionó como un calpolli del altepetl simple.
Los trabajos sobre el altepetl, anteriores y posteriores al estudio de Lock-
hart (1992), nos han mostrado aproximadamente la misma estructura terri-
torial existente en diferentes áreas del México central y del sur. En Cholula,
por ejemplo, el concepto de altepetl fue utilizado "para referirse a la estruc-
tura socio-política en diversos niveles horizontales", en el barrio, el pueblo
y la cabecera.Z?

77 "La manera nahua de crear grandes unidades, ya fuera en la política, en la sociedad o en

la economía, tendió a acercar una serie de partes relativamente separadas y autónomas, que
constituían el todo, cuya unidad consistía en el número y la disposición de esas partes, su rela-
ción idéntica con respecto a un punto de referencia común, y su rotación ordenada, cíclica."
Lockhart (1999 [1992]), p. 29.
78 En el conjunto de los calpolli hubo uno más grande y dominante, tal vez el primer fun-
dador del altepetl, a partir del cual se habrían desprendido nuevos calpolli, aunque un altepetl
pudo integrar entre sus partes a uno o más provenientes de etnias extranjeras. A su vez, cada
calpolli estaba subdividido en secciones o distritos y cada distrito estaría formado por 20, 40,
80 o 100 casas. La última escala de estas divisiones pudo ser un terreno con algún nombre y su
respectivo propietario. Cada sección tenía un jefe. Al igual que el altepetl, cada calpolli tenía
un nombre y un dios tutelar. La deidad principal del altepetl pudo ser la del calpolli más gran-
de, el cual también proveyó al tlatoani del conjunto. Un altepetl contaba con un templo y un
mercado.
79 "El altepetl en distintas instancias funciona para organizar la selección y nombramiento

de las autoridades religiosas, las cuales se encargan de la celebración del santo patrón y ejecu-
ción de las obras públicas. Además, como ya se ha señalado, el conjunto de las unidades orgá-
nicas de la urbe se nombra Altepetl al cohesionar un primer nivel horizontal, funciona en cali-
dad de cabecera local. Otra instancia de distinta naturaleza del Altepetl, se encuentra en
calidad de parroquia, semejante al municipio pero se distingue en el número de localidades,
geografía y funciones, pues reúne a los representantes de diferentes poblaciones." Cayetano
Reyes García (2000), p. 42. Véase el cap. 1 de este texto.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 205

La encomienda, el corregimiento, la parroquia y la congregación de los


pueblos sujetos en la cabecera modificaron la estructura tradicional del
altepetl, pues vaciaron en una territorialidad vertical y urbana una jerar-
quía que funcionaba como sistema rotatorio.s? Los colonos estructuraron
en rangos poblacionales, por decido así, lo que era un sistema cíclico cuya
preeminencia interna estaba indicada por el punto de partida, ocupado por
el altepetl más grande y más antiguo. Además, modificaron las jerarquías
territoriales, porque en cada nueva congregación fue nombrado por el juez
congregador un nuevo gobernador, al mismo tiempo que eran cesadas las
autoridades anteriores; sin embargo, fue fortalecida la hegemonía del con-
junto más grande al congregar en ellos a los pueblos más pequeños. En
cualquier caso, la distribución territorial de las jerarquías políticas que pro-
movieron los colonos españoles trajo reacomodos y conflictos al interior de
los asentamientos indígenas.

PINTURA y PAISAJEDEL PUEBLO DE INDIOS

Luego de describir los aspectos territoriales más relevantes de la refunda-


ción del altepetl con las características del pueblo colonial, se abordarán de
manera más específica las pinturas y los paisajes en que fue representado
este proceso histórico, tanto por agrimensores como por tlacuiloque o
escribanos-pintores indígenas.
Es conveniente empezar por definir el significado de paisaje y su rela-
ción con los mapas. En su origen, este concepto estuvo asociado al de país,
el cual tradicionalmente ha sido utilizado para referirse a una región, un

80 "Mientras que las subentidades del altepetl se asociaban por la equidad y el equilibrio de

privilegios y responsabilidades, las del municipio hispánico estaban relacionadas de acuerdo a


una jerarquía estricta de subordinaciones." Sullivan (J 996), p. 51. El mismo autor al que
corresponde la cita anterior nos da elementos para comprender este proceso de jerarquización
territorial al inscribirlo dentro de la política imperial del Estado español: "La construcción de
pueblos en América constituye el modo de ocupación del espacio a través del poder urbano.
Este modo organiza el espacio jerárquicamente. La plaza mayor de la ciudad, con su iglesia, y
edificios municipales, constituye el centro, del cual se extiende en un plano aparrillado en
toda dirección. Cada manzana de la cabecera tiene su función específica, la importancia de
la cual depende de su distancia y ubicación con respecto al centro. Esta progresión sigue has-
ta llegar a los pueblos sujetos que rodean y dependen de la ciudad. La función específica de
esta organización espacial latinoamericana, es canalizar una parte de la producción económi-
ca hacia el centro de las cabeceras, desde donde puede a su vez ser enviada al centro de los
centros, España". Sullivan (1996), pp. 44-45.
206 ASPECTOS TEÓRICOS

reino, una provincia o un territorio. La voz paisaje fue utilizada para nom-
brar un "pedazo de país en la pintura" que lo representa, según el Dicciona-
rio de autoridades.ñ' A su vez, en el origen del término país figuran las voces
page (el muchacho que sirve a un señor) y pagano (los habitantes de los
pagos). Aunque paje equivalga en latín apuer (muchacho), deriva del griego
:1tm~ (país), según Sebastián de Cobarruvias.s- Como fuera, el paje y los
paganos eran vasallos al servicio de un señor, ya sea por la entrega de un
servicio personal o por el arrendamiento de las tierras que ocupaban.
La voz paisaje y la pintura que evoca aparecieron al menos desde
mediados del siglo XVI en lengua portuguesa. En castellano, país y pintura
fueron las expresiones más comunes para denominar a los paisajes de la
naturaleza.s- En el Diccionario de autoridades, país está definido precisa-
mente como: "La pintura en que están pintados Villas, Lugares, fortalezas,
casas de campo y campañas't.s+ Según Covarrubias, pintar quiere decir "imi-
tar con varios colores en plano a las cosas naturales o a las artificiales" ,85
de ahí que pintura sea lo que se ha imitado como pictura, fictura o ficción:
"Es la imagen que representa la figura de alguna cosa, y que, una vez vista,
lleva la mente a recordada. Se dice pictura como fictura (ficción); es una ima-
gen fingida, no es la verdad.w escribió Isidoro de Sevilla en sus Etimologías.
La representación de los paisajes como pinturas nos lleva a la historia
de los mapas. La palabra mapa, derivada del latín mappa.s? originalmente
significó lienzo (o toalla), especialmente el que fue utilizado para señalar el
inicio de los juegos en un circo. Como el lienzo en que se dibujaban las tie-
rras y los paisajes se blanqueaba y almidonaba de la misma manera que
aquél, también al territorio representado terminó llamándosele mappa, o
simplemente mapa.v' Entre la Edad Media y los siglos xv y XVI, a la repre-
sentación de toda la tierra conocida se le llamó mapa mundi, imago mundi
o fictura mundi. En esta modalidad hallamos los famosos mapas T-O, en los
cuales fue dibujado el orbis terrarum de la cristiandad medieval a partir de
sus antecedentes romanos, los mapas catalanes del siglo XIV, y los mapas
de Ptolomeo, reelaborados y editados en el siglo xv. Por otra parte, la repre-

81 Diccionario de la lengua castellana (1737), vol. V, p. 80


82 Covarrubias (1611), p. [1163.].
83 Caro Baroja (1990), pp. 113 Y 138-139.
84 Diccionario de la lengua castellana (1737), vol. V.

85 Covarrubias (1611), p. 589; Diccionario de la lengua castellana (1737), t. V, p. 276.


86 Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), libro XIX, cap. XI, vol. II, p. 472.

87Ibidem, libro XIX, cap. XXVI, 6, vol. II, p. 475.


88 Covarrubias (1611), folio 538v.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 207

sentación de los continentes y sus regiones, provincias y lugares se hacía en


tablas, vocablo que rememora la pintura de tierras y países.s?
Los mapas surgieron como representaciones de paisajes y territorios,
especialmente cuando fueron utilizados para delimitar campos de cultivo,
términos y jurisdicciones en el siglo XIVyo Al principio, dice Crone, más que
planos topográficos fueron dibujos improvisados, pero en el transcurso del
siglo XVI el pintor transformó los paisajes en mapas y "vistas urbanas" con-
forme desarrolló técnicas precisas para sus observaciones en el terreno. Las
mediciones más exactas de latitudes, longitudes y altitudes, junto con el ma-
nejo de proyecciones, perspectivas y escalas, finalmente hicieron del mapa
el principal modelo de representación matemática del espacio.
A lo largo del siglo XVI, la Corona española ordenó tanto a sus navegan-
tes como a las autoridades virreinales la elaboración de mapas, tablas, lien-
zos y pinturas de sus dominios. En 1571, por iniciativa de Juan de Ovando
y Godoy, fue creado el cargo de cosmógrafo-cronista del Consejo de Indias,
el cual fue ocupado de inmediato por Juan López de Velasco; su tarea prin-
cipal sería escribir el Libro de las descripciones de Indias a partir de la infor-
mación recopilada en las últimas décadas a través de relaciones y cuestiona-
rios, pero también se requirieron nuevos datos en una ordenanza fechada
e13 de julio de 1573.91 Como parte del proyecto sería elaborada una serie de
mapas que representaran las tierras del Nuevo Mundo, desde la escala del
"planisferio o globo" hasta los pueblos de indios y españoles. El planisferio
se haría

dividiéndolo y subdividiéndolo en playas, climas, paralelos y meridianos según


el arte de la Cosmografía, y los dichos climas los continuen con los antiguos y

89 Según Covarrubias, "llamamos tabla una pintura, por estar pintada en la tabla". Cova-

rrubias (1611), folio 36r. Tabla también "se toma algunas veces por el mapa, u descripción, que
se hace de alguna Provincia, reino, etc.". Diccionario de la lengua castellana (1739), t. VI, p. 204.
Tabla "vale asimismo pintura hecha en tabla, o en piedra". La "tabla de manteles" que es "el
paño de lino que se tiende, y con que se cubre la mesa para comer" procede del latín mappa.
Diccionario de la lengua castellana (1739), t. VI, p. 204. El mapa es "la descripción geográphica
de la tierra, que regularmente se hace en papel o lienzo, en que se ponen los lugares, mares,
ríos, montañas, y otras cosas notables, con las distancias proporcionadas, según el pitipié que
se elige, señalando los grados de longitud y latitud que ocupa el País que se describe, para
conocimiento del paraje o lugar que cada cosa destas ocupa en la tierra". Diccionario de la len-
gua castellana (1734), t. IV, p. 492
90 Crone (1998 [1953]), p. 125.

91 "Ordenanza para la formación del libro de las descripciones de Indias", San Lorenzo El
Escorial, 3 dejuJio de 1573. Solano (1988), pp. 21-71.
208 ASPECTOS TEÓRICOS

denominen por los mismos nombres o se los den y añadan de nuevo en las par-
tes más principales y más conocidas de las Indias por donde pasaren, y en ellas
describa todos sus accidentes y especialmente la longitud y latitud por donde se
ha de saber lo cierto de cada descripción.v-

A su vez, este planisferio habría de subdividirse "en tanto número de


tablas cuantas son las partes principales de mar y tierra, regiones y provin-
cias y lugares que de todo el orbe de las Indias le corresponden". La delimi-
tación de los espacios se realizaría "por los límites naturales más conocidos
que naturaleza les hubiese puesto, como son sierras, montes, ríos y otros lí-
mites y divisiones naturales't.v- Los mapas incluidos en el Libro de las des-
cripciones de Indias serían de cuatro tipos: 1) Hidrográfico, el cual trata de
la "descripción de todos los mares yaguas principales útil[es] para la nave-
gación"; 2) Geográfico, que consiste en la "descripción de toda la tierra de las
Indias"; 3) Corogrdfico, en el que se represente "cada región y provincia", y
4) Topográfico, en el cual se haga la "descripción de cada lugar particular.?"
Como se explicará más adelante, es precisamente en la categoría occidental
de los mapas topográfico s en la cual serían incorporadas las pinturas de los
pueblos de indios.
La ordenanza de 1573 que se refiere al Libro de las descripciones de
Indias pedía a las autoridades que hicieran una "pintura de su provincia,
jurisdicción y distrito", y que se informaran sobre "letras, pinturas o equipos
y otras artes" que los indios aún tenían "para saber lo pasado ausente". 95
La información solicitada era demasiado amplia para las autoridades y los
concejos, y quizás por ello el proyecto quedó inconcluso; sin embargo, el
informe que en 1574 entregó el propio López de Velasco con el título de
Geografía y descripción de las Indias= fue el resultado que más se aproximó
al planteamiento original del Libro de las descripciones de Indias.
López de Velasco volvió a emprender la elaboración de un nuevo cues-
tionario sobre la historia y geografía de los asentamientos de indios yespa-
ñoles en el Nuevo Mundo, el cual fue enviado a las autoridades y a los con-
cejos a partir de mayo de 1577. La nueva investigación fue muy eficaz, más
que cualquier otra que se hiciera antes y después. El título completo del

92Ibidem, p. 23.
93Ibidem, pp. 34-35.
94Ibidem, p. 38.
95Ibidem, pp. 40 Y 23.
96 López de Velasco (1971).
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 209

nuevo cuestionario fue el siguiente: "Instrucción y memoria de las relacio-


nes que se han de hacer para la descripción de las Indias, que su majestad
manda hacer, para el buen gobierno y ennoblecimiento dellas". Consta de
solamente 50 preguntas que cubren una serie de temas históricos, geográfi-
cos, culturales, económicos y demográficos. El objetivo consistió en cono-
cer las condiciones de vida de los pueblos de españoles y de indios, la histo-
ria de sus asentamientos, las características del medio geográfico en que se
encontraban y sus capacidades productivas. El resultado fue una serie de
informes recibidos por el Consejo de Indias, los cuales han sido publicados
con el título de Relaciones geográficas del siglo XVI,97 las cuales ya se han
citado en varias ocasiones. Con frecuencia los frailes, corregidores, alcaldes
y hasta encomenderos a cuyas manos llegó la "Instrucción y memoria ..." se
informaron de los propios indios sobre la historia y la geografía de sus pue-
blos. Así, a través de dichas Relaciones geográficas fueron recopiladas infor-
maciones que nos permiten evaluar las condiciones de los pueblos de
indios a finales del siglo XVI, su organización de acuerdo con los postulados
de la "policía humana" y la forma en que estaban integrando elementos
territoriales propios y ajenos. Al igual que en los cuestionarios anteriores,
también en éste de 1577 se pidió de cada pueblo la pintura en que se halla-
ra representado su emplazamiento y su traza:

El sitio y asiento donde los dichos pueblos estuvieren, si es en alto o en bajo, o


llano; con la traza y designio, en pintura, de las calles y plazas y otros lugares
señalados de monasterios, como quiera que se pueda rasguñar fácilmente en
un papel. en que se declare qué parte del pueblo mira al mediodía o al norte.98

Como ya se ha dicho, las Relaciones geográficas y las pinturas que las


acompañan, muchas de las cuales fueron elaboradas por los tlacuiloque,"?
conforman uno de los grupos documentales más importantes para la etno-
historia de la Nueva España en el siglo XVI.
Las pinturas de los pueblos de indios también fueron elaboradas en el
contexto de las congregaciones o reducciones que se comentaron antes. Los
97 Acuña (1984-1987). Para un acercamiento detallado a las Relaciones geográficas véase el

volumen XII de Handbook of Middle American Indians, en el cual viene una serie de ensayos de
Cline,Robertson, Harvey y West. Hasta ahora, el estudio más completo de las pinturas incor-
poradas a las Relaciones geográficas ha sido elaborado por Barbara Mundy (1996).
98 "Instrucción y memoria ... ", en Acuña (1985), p. 19.

99 El tlacuilo o amatlacuilo era el escribano o pintor de libros mexicas de la época prehis-


pánica. Molina (2001 [1555-1571)), folios 4v bis y 120r bis; Lockhart (1999 [1992)), p. 469.
210 ASPECTOS TEÓRICOS

jueces congregadores recibieron la instrucción de-elaborar la pintura de las


tierras demarcadas, como dice el siguiente texto de 1598:

Demarcarán la tierra de todo el distrito de cada una de las cabeceras que llevan
a su cargo y verán personalmente cuanto sea posible la tierra, disposición y
sitio dellas, y la población que hoy tiene de pueblos y caseríos y sujetos, tem-
ples, aguas, tierras para cultivar y fertilidad dellas, montes y pastos de toda la
dicha demarcación. Harán pintura clara y cierta con bastante demostración de
todo, declarando en ella las distancias y la parte donde cae cada cosa. 100

Esa "pintura clara y cierta" a la que se hace alusión fue el instrumento


privilegiado para representar el traslado de los pueblos sujetos a las cabece-
ras; la refundación de un altepetl en la estructura de una nueva traza; la
delimitación del fundo legal, el ejido, la dehesa y el término, y los diferendos
limítrofes entre pueblos, barrios, villas, ciudades, haciendas, ranchos yestan-
cias ganaderas.iv! Una geopolítica de los territorios indígenas puede verse
a través de estas representaciones, a las que también se les conoció como
"paños de pintura'í.w- De esta manera, las pinturas en que fueron dibujadas
las tierras de los indios dio lugar a reeditar en la Nueva España el uso ances-
tral del mapa como instrumento de representación territorial y paisajística.
Otro trámite en el que se elaboraron pinturas fueron las solicitudes de
mercedes de tierra, ya fuera por nuevos pobladores españoles, por los cabil-
dos indígenas o por caciques. En una carta dirigida al virrey o a la Real
Audiencia, el solicitante anotaba las características del pago que le interesa-
ba, su ubicación exacta y sus vecindades. La información era evaluada por
los oidores de la Real Audiencia, quienes decidían si se concedía o no la
100 "Instrucción del virrey conde de Monterrey", 28 de noviembre de 1598. Jarquín (1994),

p. 18. La referencia a la solicitud de pinturas aparece en casi todos los expedientes de congre-
gación. Por ejemplo, cuando el conde de Monterrey instruyó a Baltazar de Aguirre, justicia
mayor de Otumba, que le describiera los caseríos que aún no se habían congregado, le pidió
que anexara una pintura: "Haciendo dello pintura para que por mi visto se provea en su reduc-
ción o permanencia lo que más convenga". "Oturnba. Congregación." Jarquín (1994), p. 114.
101 Algunos ejemplos de expedientes de congregación publicados pueden verse en Jarquín
(1994); y Ruvalcaba y Baroni (1994).
102 Galván Rivera (1998 [1868]), p. 62. Mariano Galván Rivera describió los mapas en los

siguientes términos: "Los mapas sirven también para decidir las controversias de confines, si-
tuaciones e identidades de las cosas litigiosas; mas es preciso distinguir los públicos de los pri-
vados, esto es, los geográficos y los topográficos impresos para la utilidad pública, o hechos
por pura conveniencia de las partes, sin consentimiento recíproco de las mismas, o con cita-
ción, audiencia y asistencia judicial, en cuyo únicos casos merecen fe, no reclamándose su
error". Ibidem, p. 63.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 211

solicitud, tomando en cuenta la distancia del sitio con los pueblos de indios
próximos, y si se hallaba baldía o en cultivo. A propósito de la solicitud de
un pago, muchas veces se iniciaron juicios litigiosos con los pueblos circun-
vecinos: las partes involucradas presentaban "testigos de identidad", el juez
los interrogaba de acuerdo con un cuestionario previamente diseñado y des-
pués se realizaba una o más "vistas de ojos", las cuales consistían en reco-
rrer el sitio en disputa y sus vecindades, en una caminata encabezada por el
juez del caso, acompañado de los testigos y de las partes en conflicto.tv-
A través de este recorrido se contrastaba la información recopilada en los
interrogatorios y en los documentos presentados por los litigantes, inclu-
yendo a veces antiguas pinturas prehispánicas en las cuales se hallaban
dibujados los territorios de los alteperne.w+ Al final, el juez emitía una opi-
nión generalmente favorable al otorgamiento de las tierras solicitadas, la
cual dirigía a los oidores de la Real Audiencia, quienes finalmente conver-
tían en merced la recomendación recibida. Al expediente se anexaba una
pintura en la que se representaba el sitio exacto del lugar concedido, la cual
sevalidaba a través de las firmas del autor, las autoridades, los testigos y los
vecinos. Aproximadamente, el mismo procedimiento se seguía cuando el
diferendo limítrofe era entre un pueblo de indios y cualquier otra propie-
dad, de indios o españoles.
Así pues, ya fuera en el contexto de los títulos primordiales, de las Rela-
ciones geográficas, de los expedientes de congregación de los barrios y pue-
blossujetos en las cabeceras, de las solicitudes de mercedes de tierra, de las
fundaciones de nuevas poblaciones o, en fin, de los conflictos limítrofes, las
pinturas fueron instrumentos legales y fuentes de información cuya utili-
dad no concluyó en el régimen virreinal, pues se les ha tomado en cuenta
en las disputas jurídicas libradas durante los siglos XIX y xx. Las pinturas y
sus expedientes dan cuenta de la fundación de los poblados; de cómo fue-
ron agregados o segregados; del primer deslinde territorial, mojonera tras
mojonera, y de los deslindes sucesivos y sus conflictos; de la distribución de

103 Véase Galván Rivera (1998 [1868]), pp. 217-219.


104 En su Sumaria relación de la historia general de esta Nueva España, Fernando Alva Ixtlil-
xóchitl escribió que los antiguos mexicanos tenían distintos géneros de "escrituras": anales,
genealogías, leyes, ritos y ceremonias, ciencias, y "las pinturas de los términos, límites y mojo-
neras de las ciudades, provincias, pueblos y lugares, y de las suertes y repartirnientos de las
tierras, cuyas eran y a quien pertenencían [.. .]" Alva Ixtlilxóchitl (1997 [1848]), t. I, p. 527. En
su brevedad, esta anotación nos informa de la existencia evidente de mapas prehispánicos en
loscuales fueron representados los territorios de los altepeme, y también de planos que regis-
traban la distribución, calidad y propietarios de la tierra.
212 ASPECTOS TEÓRICOS

los ejidos, las dehesas y los campos de cultivos; de los nombres de los para-
jes, y de las tierras del cacique de la comunidad. Aún en nuestros días, estos
documentos demuestran la gestación de conflictos terri toriales vigentes y
sus probables soluciones.
Con frecuencia, las pinturas fueron elaboradas por los mismos escriba-
nos o por algún otro poblador que supiera un poco de dibujo, pero de pre-
ferencia deberían ser hechas por un agrimensor. También hubo artistas
indios a quienes se les encargó pintar sus pueblos, de modo tal que las
"escuelas" de pictografía indígena que sobrevivieron a la Conquista halla-
ron un cauce institucional para dibujar sus altepeme a través de una com-
binación de técnicas y materiales propios y europeos.
El resultado de la agrimensura española y la pictografía indígena en la
Nueva España es una gran cantidad de pinturas a las que se puede llamar
mapas-paisajes, pues si bien representan los deslindes territoriales y la ubi-
cación de los pagos solicitados en merced, también fueron dibujados en
ellos los paisajes en los cuales se construyeron los pueblos, las villas y las
ciudades. Estos mapas-paisajes son espacios de representación cultural y
discursos visuales, pues además de aparecer en ellos la dimensión material
del espacio, está dibujada su dimensión simbólica.
Así pues, tanto en la tradición carta gráfica del agrimensor como en la
tradición pictográfica del tlacuilo, el mapa y el paisaje se integraban; sin
embargo, el agrimensor se preocupó especialmente por desarrollar la cons-
trucción de modelos a escala del espacio, mientras que el tlacuilo privilegió
la representación de un simbolismo en que los elementos de la naturaleza
figuran con frecuencia como expresiones sobrenaturales.
Joaquín Galarza sugiere que las obras de la pictografía indígena deben
considerarse "como expresiones artísticas y no sólo como apuntes 'carto-
gráficos''',los ya que realizan un ejercicio de abstracción en que la naturale-
za está representada a través de símbolos. Galarza clasifica la pictografía
indígena colonial en los siguientes rubros: planos tradicionales, urbanos y
rurales, listas de tributos, censos, genealogías, libros de tierras, calenda-
rios, relatos históricos, imágenes religiosas, grandes códices, lienzos, escu-
dos y mapas. A través de estas obras, dice Galarza, podemos apreciar el
"paisaje del tlacuilo" y el "paisaje mixto", en el cual la pictografia indígena
integra elementos del "paisaje del agrimensor".
En el paisaje del tlacuilo, anota Galarza, "se conservan signos del siste-

105 Galarza (1996), p. 20.


TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 213

ma tradicional de escritura; así aparecen principalmente glifos: montaña,


río, caminos, corrientes de agua, arroyos, etc.; construcciones diversas, per-
sonajes, nombres de lugar, de persona, cronología, medidas, cifras, etc. Es
decir que se trata de un paisaje fonético" .106 En el caso del paisaje mixto
hay,como se decía, una combinación de elementos del paisaje del agrimen-
sor con el paisaje del tlacuilo:

Se mezclan intentos de reproducción artística de la realidad ecológica, con aso-


ciaciones de signos tradicionales o glifos. Aquí se utilizan elementos realistas
en cuanto a forma, color, volumen, luz en proyección múltiple del espacio. La
no existencia de la línea de horizonte en el espacio indígena, hace que se perciban
ríos o caminos que no coinciden con la lógica europea, al no cortarse o terminar
su curso al terminar los cerros, por ejemplo, sino que continúan hacia el espacio
de la hoja que en Europa se reserva para dibujar o representar el cielo.'?"

Aunque existen diferentes tipos de pinturas indígenas, la mayor parte


tiene como tema la representación de las tierras comunales del pueblo.
Estas pinturas son especialmente importantes al menos por tres aspectos:
a) porque definieron y mantuvieron la legalidad sobre las tierras de la
comunidad; b) porque rebasaron los fines legales para los que fueron elabo-
radas y proporcionaron información sobre la comunidad: "Através de estas
pinturas -dice Marion Oettinger- se pueden ver las interpretaciones loca-
les de los eventos históricos importantes", yc) porque son representaciones
simbólicas de la comunidad:

Representaciones simbólicas de la unidad colectiva de muchas comunidades


indígenas, pasadas y presentes. Los actores representados en estos documen-
tos no son simples mortales sino que están elevados al rango de héroes a un
esta tus de santidad, y nos dan un punto de partida para las generaciones poste-
riores. Las tierras en las que sus límites son tan meticulosamente descritos, nos
dan el significado de cómo manejaban sus problemas de supervivencia. Mien-
tras que la tierra por sí misma se mantenga como una faceta importante de la
vida de la comunidad, estas pinturas continuarán siendo herencias muy valio-
sas. En un sentido, estas pinturas por sí mismas son las comunidades a las que
representan.tv''

106 Ibidem, p. 3J.


107lbidem, p. 32.
108 Oettinger (1983), p. 33.
214 ASPECTOS TEÓRICOS

Como se puede apreciar, la elaboración de las pinturas que representa-


ron a las comunidades indígenas y sus tierras durante el periodo virreinal
fue la continuación de una tradición más antigua. La herencia de los tlacui-
loque de Mesoamérica, especializados en la pintura de las tierras y los pai-
sajes,109se expresó a través del lenguaje pictográfico del siglo XVI asociado
a técnicas de representación y materiales introducidos por los españoles.
Sin embargo, el paisaje del tlacuilo se agotó en el transcurso del siglo XVII,
aunque todavía pudieron darse expresiones pictográficas más aisladas en el
siglo XVIII. Las razones de este proceso histórico están asociadas a la incor-
poración de técnicas, materiales y estilos cartográficos occidentales, al des-
arrollo de escrituras alfabéticas de los idiomas nativos y a la disociación
progresiva de la naturaleza con los relatos míticos de la antigua Mesoamé-
rica, como resultado de la evangelización.
La incorporación del tlacuilo al cabildo indígena en calidad de escriba-
no y pintor de mapas le permitió desarrollar la escritura alfabética de su
lengua nativa, de modo tal que el uso del lenguaje pictográfico de sus ante-
pasados se fue perdiendo hasta que desapareció; 110sin embargo, durante el
tiempo en que estuvo en uso, el lenguaje pictográfico del tlacuilo reunió
una serie de características como las siguientes.
En primer lugar habrá que destacar el traslado a los mapas coloniales
de aquellos elementos de la antigua escritura prehispánica que representa-
ron a los lugares habitados y a la naturaleza que los rodea. Tales elementos
son glifos, signos o logogramas asociados a los nombres de los lugares y
a sus características, a los sitios de los asentamiento s prehispánicos y de las
congregaciones coloniales, a la delimitación de los territorios a través de
mojoneras y marcas fronterizas, ya la existencia de un paisaje en el que hay
ríos, lagunas, vegetación, fauna, valles y montañas (fig. m.s). Es importante
destacar que para las sociedades indígenas el concepto de lo que es un lugar
fue muy diferente al de los españoles, pues para ellas existió solamente aso-
ciado a la presencia de una montaña sagrada.
La construcción de la territorialidad indígena reeditó en México la
experiencia arquetípica de la montaña como centro del universo y eje verti-
cal que une al cielo, a la tierra y al inframundo. Esta idea de las culturas
antiguas de que existe tal montaña sagrada como centro del mundo, dice
Edwin Bernbaum, expresa el deseo humano de hallar la unidad en medio

109 Véase la nota 104.


110 Lockhart (1999 [1992]), pp. 474-475.
a) b)

c)

FIGURA lII.S.Glifos prehispánicos que simbolizan elementos del paisaje incorpora-


dos en mapas coloniales: a) la laguna grande, pintura de la Relación geográfica de
lztapalapa (detalle), 1580,42 x 31 cm. Benson Latin American Collection, Universi-
dad de Texas. Fuente: Acuña (1986), México, "Relación de Mexicaltzingo y su partido",
t. 11,pp. 36-42. b) Laguna, pintura de la Relación geográfica de Iztapalapa (detalle),
1580, 42 x 31 cm. Benson Latin American Collection, Universidad de Texas. Fuente:
Acuña (1986), México, "Relación de Mexicaltzingo y su partido", t. II, pp. 36-42.
e) Manantial, pintura de la Relación geográfica de Chicoalapan (detalle), 1579,43 x 60
cm. Archivo General de Indias, Sevilla, España. Fuente: Acuña (1985), México,
"Relación de Coatepec y su partido", t. I, pp. 169-176. d) Manantial, pintura de la
Relación geográfica de Huaxtepeque (detalle), 1580, 62 x 85 cm. Benson Latín Ame-
rican Collection, Universidad de Texas. Fuente: Acuña (1985), México, "Relación de
las cuatro villas", t. I, pp. 96-212.
216 ASPECTOS TEÓRICOS

FIGURAIlI.S. e) Pintura del paraje Ouahunacazco,


Guizila, Oaxtepec (detalle), 1604,41 x 29 cm. AG ,
Tierras, vol. 1535, exp. 3, folio 1.

FIGURA lIJ.S. f) Río en la pintura de Zoli-


pa, Misantla (detalle), 1573,40 x 31 cm.
AG ,Tierras. Fuente: Instituto Nacional
de Estadística, Geografía e Informática
(1992), p. 144.

FIGURA ID.S. g) Río en la pintura de Tlacosautitlan y Chilapa (detalle), 1578,31 x 21 cm.


AGN,Tierras. Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
(1992),p.159.

de la diversidad.t t ' o la continuidad a pesar de los cambios, conquistas y


rupturas, puede añadirse. En los mapas coloniales del tlacuilo, el glifo que
representa a un lugar poblado continuó asociado a la figura estilizada de
una montaña o altepetl, aunque empezó a representarlo a través de una
iglesia. Como ya se ha dicho, fue muy común que el tlacuilo pintara el logo-
grama del altepetl al lado de una iglesia, que los uniera a través de un cami-
no o que los integrara en un solo dibujo en que el altepetl es la base de un
campanario, por ejemplo, como aparece en la pintura de Coatepec pertene-
ciente a la Relación geográfica del mismo pueblo (figs. IlIA. d y IlIA. e).
Para los colonizadores españoles el concepto y la práctica de lo que es
un lugar estaba asociado a la tradición medieval y renacentista de la cos-
mografía, astrología, medicina, urbanismo y geografía. Tal lugar era, en
síntesis, una tierra continente cuya naturaleza determina las características
111 Bernbaum (1997), pp. 206-207. Para una aproximación a la etnohistoria de la montaña

en el paisaje ritual, véase Broda (2001).


TERRITORIALIDAD, PI TURA y PAISAJE DEL PUEBLO DE 1 DIOS 217

físicas e incluso anímicas de sus habitantes.U? Sin embargo, también para


los españoles un lugar estaba asociado a la fundación sagrada, pues la ela-
boración de la traza de cualquier poblado de indios y españoles iniciaba en
la iglesia, la cual se convirtió en centro y símbolo de un "lugar habitado",
de manera similar allogograma del altepetl.
Otra característica importante de las pinturas coloniales elaboradas
por los tlacuiloque es que fueron glosadas por los frailes o los funcionarios
de la Corona, como un ejercicio de traducción de la pictografía indígena a
un lenguaje comprensible para los funcionarios a quienes se destinaban.
Este ejercicio de anotación, dice Lockhart, fue realizado por el mismo pin-
tor-escribano como una manera de integrar a la pictografía colonial lo que
antes de la Conquista era un relato oral asociado al documento pictográ-
fico. La escritura alfabética de los idiomas indígenas permitió a los tlacui-
loque el uso de una manera diferente de transmi tir información, más acorde
con los requerimientos coloniales, y el resultado fue, como ya se ha dicho,
el desuso acelerado de la pictografía tradicional. 1 13
La pintura del tlacuilo también se caracterizó por representar una vista
del paisaje circundante, como si hubiera un centro desde el cual el observa-
dor ve el horizonte en posiciones sucesivas hasta completar una vuelta.
Esta solución se logró en dos o cuatro vistas parciales, o a través de un
movimiento circular que no se detiene en dos ni cuatro posiciones, sino
que es continuo hasta completar su giro. El resultado es un mapa-paisaje
cuya lectura requiere del lector la reproducción ante el mapa del movi-
miento que describió el pintor en el terreno -quizás, en realidad el pintor
no estuvo parado ahí, pero procuró construir en su pintura el centro desde
el cual un observador recorre con su mirada el paisaje circundante-o En
otras ocasiones no hay en la pintura un centro en el cual confluyan los hori-
zontes del observador, sino una serie de lugares de observación. Por ejem-
plo,los ríos y los caminos pueden aparecer como ejes visuales que recorre el
observador, de modo tal que los árboles o los edificios que se encuentran en
sus orillas se dibujan acostados en la pintura (fig. III.6. e). De la misma mane-
ra se distribuyeron en los cuatro lados de una plaza. El efecto que percibe el
observador es el de una representación flexible que se adapta a sus puntos
de vista dentro del mapa, en vez de imponer un solo punto de observación a
travésde la perspectiva, por ejemplo. A este recurso estético le llamó Alessan-
dra Russo el "realismo circular". Al analizar la "dinámica direccional" de las
1I2 Ramírez Ruiz (1999).
113 Lock.hart (1998 [1992]), pp. 469-530.
218 ASPECTOS TEÓRICOS

pinturas del tlacuilo, la autora dice que el lector recibe "la impresión de que no
hay un punto exterior de mirada. Es decir que para entenderlas hay que en-
trar en el espacio de la representación o que desde el exterior hay física-
mente que girarlas para poder entender toda la superficie'U!"
El "realismo circular" también fue una solución del agrimensor de los
siglos XVI y XVII, como se puede apreciar en mapas famosos como el de
Tenochtitlan enviado por Hernán Cortés a Carlos V, y en una serie de ma-
pas elaborados a propósito de las gestiones por mercedes de tierra o como
parte de los expedientes de congregación y de las relaciones geográficas. Un
ejemplo del "realismo circular" al que se refiere Russo es la citada pintura
de Atengo (fig. III.3), en la cual los topogramas que representan a todas las
mojoneras limítrofes se ven "de pie" solamente desde su centro. Un efecto
similar fue logrado por el agrimensor que hizo la pintura de las Minas de
Zimapan (figs. III.9. a y b). Es más, en la plaza del pueblo fue dibujada una
rosa de los rumbos, con su flor de lis dirigida al norte y atravesada por dos
líneas diagonales, de modo tal que su cruce marca el centro desde el cual
un observador ve todo el paisaje a la redonda.
Las características de los mapas-paisajes coloniales del tlacuilo inclu-
yen otros aspectos como el formato rectangular, cuadrado o circular en el
que fueron hechos; la información que proporcionan sobre la genealogía de
los linajes gobernantes y sobre la historia de la comunidad; otros aspectos
comentados sobre la reorganización y traslado de los pueblos a los valles
vecinos al cerro en el cual los hallaron los colonizadores españoles; la cons-
trucción de la traza del pueblo y la distribución de los barrios en ella; la
reubicación de los pueblos sujetos; la delimitación del territorio, y los con-
flictos limítrofes con otros pueblos, ciudades, reales de minas y haciendas.U>
Las pinturas de agrimensores y tlacuiloque son, así, un discurso visual com-
plementario a la información que proporcionan los documentos de los que
forman parte.

CONCLUSIÓN

Como se ha explicado a lo largo de este capítulo, las versiones virreinales de


los asentamientos indígenas fueron estructuras en las que se ensayaron los

Russo (2002), p. 6.
114

Entre los autores que han abordado la cartografía indígena y a quienes remito al lector
lIS
se encuentran los siguientes: Robertson (J 994); Brotherston (J 995); Mundy (J 996); Montes de
Oca (2003).
a)

b)

FIGURA III.9. Pintura de la Relación geográfica de las Minas de Zimapan, 31 x 34.5 cm.
Archivo General de Indias, Sevilla, España. Fuente: Acuña (1985), México, "Rela-
ción de las Minas de Zimapan", t. 1, pp. 95-104. a) Vista completa. b) Detalle de la
parte central.
220 ASPECTOS TEÓRICOS

acomodos territoriales y paisajísticos de procedencia hispana y mesoameri-


cana. Los elementos de esta estructura fueron los siguientes: a) el fundo
legal, el "espacio separador", el ejido, la dehesa y el territorio; b) la traza,
elaborada a partir de dos ejes: norte-sur y este-oeste; e] el paisaje ritual; d)
el sistema cabecera-sujetos, ye) una cuenca hidrográfica como parte del
territorio del pueblo. Dentro del paisaje ritual y anexo a la traza, el cerro de
pueblo viejo se convirtió con frecuencia en el referente más importante
de la identidad prehispánica del pueblo de indios colonial, unido a la igle-
sia a través de un túnel mítico.
El diseño de esta estructura territorial se desarrolló en el curso de una
serie de conflictos que han trascendido incluso hasta nuestros días, a través
de los enfrentamientos derivados del uso y la distribución de la tierra, de su
calidad jurídica y de los deslindes territoriales.
La aproximación a lo que se puede llamar el "mapa físico" de los pue-
blos de indios, mediante sus descripciones en las Relaciones geográficas, las
"vistas de ojos" y las pinturas de agrimensores y tlacuiloque, nos lleva a
apreciar el "mapa simbólico" de los mismos pueblos, el cual es la interpre-
tación sobrenatural y estética que realizaron sus autores de los lugares, los
paisajes y los territorios; "lo que el hombre ve, además de lo material" son
las visiones de uno mismo y de los demás, escribió Julio Caro Baraja, de
modo tal que al atraer la atención a la representación simbólica del espacio
es posible entender lo que otras sociedades vieron en él a través de sus sis-
temas de creencias. 116
En este sentido, se puede decir que la mirada del tlacuilo en la sociedad
colonial asoció los paisajes y los territorios del pueblo de indios a los relatos
prehispánicos, y los convirtió en "réplicas" de un orden primigenio; sin em-
bargo, se puede preguntar, ¿cómo podría el tlacuilo articular el nuevo "mapa
físico" del pueblo de indios con el antiguo "mapa simbólico" del altepetl?,
¿cómo aprehendería, a través de su representación en un plano, las contra-
dicciones de territorialidades distintas?, ¿cómo reuniría en un modelo de
representación del espacio los mitos cristianos con los mitos prehispáni-
cos? Estas preguntas que ahora se formulan redefinen nuestro objeto de
estudio cuando se trata de las territorialidades y paisajes del altepetl colo-
nial, pero con la aclaración de que la voz altepetl no es sino un recurso lin-
güístico todavía útil para explorar los diseños espaciales de las sociedades
indígenas coloniales. Habrá que adentrarse más allá y explicar cómo fue tras-

116 Caro Baroja (1990), pp. 17-20.


TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE I DIOS 221

ladada la territorialidad prehispánica al pueblo de indios colonial en regio-


nes culturales alejadas de los antiguos centros urbanos de Mesoamérica.
En cualquier caso, el colonialismo hispano generó profundas contra-
dicciones entre la nueva territorialidad de la "policía humana" y la antigua
territorialidad indígena. Adentrarnos en ese campo contradictorio requeri-
rá del diseño de nuevos métodos y nuevas preguntas que integren a los
lugares indígenas contemporáneo como documentos en los cuales todavía
se puede reconocer el antiguo rompecabezas territorial, además de la do-
cumentación arqueológica, los códices prehispánicos, las fuentes etno-
hi tóricas y la tradición oral.

REFERENClAS BillUOGRÁFlCAS

Acuña, René (cornp.) (1987), Relaciones geográficas del siglo XVI, 10 vols., Instituto
de Investigaciones Filológicas, U AM;Antequera, 2 vols. (1984); Tlaxcala, 2 vols.
(1985); Michoacán (1987).
Alfonso X (1974 [1545-1555]), Las siete partidas del sabio rey don Alfonso, nueva-
mente glosadas por el Licenciado Gregario López del Consejo Real de Indias de su
Magestad. Inpreso en Salamanca por Andrea de Portonaris, Impresor de su Mages-
tad, Boletín Oficial del Estado, Madrid.
Altamira y Crevea, Rafael (1950), Ensayo sobre Felipe I1, hombre de Estado. Su psi-
cología general y su individualidad humana, primera serie, núm. 16, Publicacio-
nes del Instituto de Historia, NAM,México.
-(1987), Diccionario castellano de palabras jurídicas y técnicas tomadas de la
legislación indiana, In tituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, México.
AlvaIxtlilxóchitl, Fernando (1992 [1848]), Obras históricas, t. 1, prólogo de Miguel
León-Portilla, edición facsimilar de la 1a ed. de 1848, Instituto de Investigacio-
nes Históricas, uNAM-Intituto Mexiquense de Cultura, México.
Aquino,Tomás de (1998), Suma de teología, vol. II, edición dirigida por los Regentes
de Estudios de las Provincias Dominicanas en España, Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid.
Bernal García, María Elena (1993), Carving Mountains in a Blue Bowl: Mythological
Urban Planning in Mesoamerica, te is doctoral, Departamento de Historia del
Arte, Universidad de Texas en Austin, Texas.
- (1994), "Tzatza: Olmec Mountains and the Ruler's Ritual Speech", en Merle
Greene Robertson (comp. gral.) y Virginia M. Fields (comp. vol.), Palenque
222 ASPECTOS TEÓRICOS

Seventh Round Table 1986, The Precolumbian Art Research Institute, San Fran-
Cisco, pp. 113-124.
Bernbaum, Edwin (1997), Sacred Mountains of the World, University of California
Press, Berkeley, Los Ángeles-Londres.
Broda, Johanna et al. (2001), La montaña en el paisaje ritual, Universidad Autónoma
de Puebla-Conaculta-u AM-I AH, México.
Brotherston, Gordon (1995), Painted Books from Mexico. Codices in UK Collections
and the World they Represent, Trustees of the British Museum, Italia.
Caro Baroja, Julio (1990), "El paisaje, género pictórico y fuente de conocimiento de
la arquitectura popular", Arte visoria, Tusquets, Madrid.
Celso, Hugo de (1538), Las leyes de todos los reynos de Castilla: abreuiadas y reduzi-
das en forma de Reportorio decisiuo, fue impressa en la muy noble villa de Valla-
dolid, par or maestre Nicolás Tyerria, CCCLXIVh. 1538, CD-ROM: Textos clásicos
para la historia de Castilla y León (II), serie IV, Historia de España en sus regio-
nes históricas, Colección Clásicos Tavera.
Cline, Howard F. (comp.) (1972), "Guide to Etnohistorical Sources. Part one",
Robert Wauchope (comp. gra1.), en Handbook of Middle American Indians, vol.
XII, en University of Texas Press Austin, Texas-Londres.
Cordero Avendaño, Carmen (comp.) (2001), Lienzo del pueblo del Señor San Pedro
Nexicho, Instituto Estatal Electoral de Oaxaca, Oaxaca, México.
Covarrubias Orozco, Sebastián de (1979 [1611]), Tesoro de la lengua castellana, o
española, edición de Luis Sánchez, Madrid; CD-ROM: Historia de la lexicografía
española peninsular, CD-2 serie VIII, Lingüística y antecedentes literarios de la
península ibérica, Colección Clásicos Tavera.
Crone, G. R. (1998 [1953]), Historia de los mapas, tercera edición en español (corre-
gida y aumentada) sobre la quinta en inglés, traducción de Luis Alaminos y Jor-
ge Hernández Campos, FCE, México.
Díaz de Montalvo, Alonso (1484), Compilación de las leyes, a saber, ordenanzas reales
de los Reyes Católicos, s. J., s. e.; CD-ROM: Textos clásicos para la historia de Casti-
lla y León (II), serie IV, Historia de España en sus regiones históricas, Colección
Clásicos Tavera.
Dougnac Rodríguez, Antonio (1994), Manual de historia del derecho indiano, serie C,
estudios históricos, núm. 47, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM,
México.
Encinas, Diego de (1596), [Cedulario Indiano] Provisiones; Cédulas, Capítulos de
Ordenanzas, Instrucciones y Cartas, libradas y despachadas en diferentes tiempos
por sus Magestades de los señores Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel,y
Emperador don Carlos de Gloriosa memoria y doña Iuana su madre, y Catálico
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 223

Rey don Felipe, con acuerdo de los señores Presidentes, y de su Consejo Real de las
Indias, que en sus tiempos ha habido tocantes al buen gobierno de las Indias, y
administración de la justicia en ellas. Sacado todo ello de los libros del dicho Con-
sejo por su mandado, para que se sepa, entienda, y se tenga noticia de lo que cerca
dello está proveído después que se descubrieron las Indias hasta agora, en la
Imprenta Real, Madrid.
Esparza, René, Rita Reséndiz, y Arnulfo Embriz (2000), Catálogo de mapas, planos,
croquis e ilustraciones históricas de Restitución y Dotación de tierras y Ampliación
de ejidos del Archivo General Agrario, Registro Agrario Nacional, CIESAS, México.
Fernández Gatica, Andrés, y Alberto Figueroa Silvestre (cornps.) (2003), Lienzo de
Zacatepec, Asociación AnahuacayotI de Tlaxcalacingo, Puebla, México.
Galarza Joaquín (1996), Códices y pinturas tradicionales indígenas en el Archivo
General de la Nación. Estudio y catálogo, Amad, Editorial Tava, Librería Made-
ro, México.
Galván Rivera, Mariano (1998), Ordenanzas de tierras yaguas, facsímil de la edición
de 1868 con una presentación de Teresa Rojas Rabiela, Registro Agrario Nacio-
nal-ctssxs-Archívo Histórico del Agua, México.
García Castro, René (1999), Indios, territorio y poder en la Provincia Matlatzinca. La
negociación del espacio político de los pueblos otomianos, siglos XV/-XVll, Cona-
culta-uexx-crzsxs-El Colegio Mexiquense, México.
García Gallo, Alfonso (1984), "Territorio y término en el ámbito local castellano e
indiano (notas sobre su naturaleza)", en VII Congreso del Instituto Internacional
de Historia del Derecho Indiano. Buenos Aires, 1 al 6 de agosto de 1983. Actas y
Estudios, Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano, Buenos
Aires, pp. 357-372.
García Zambrano, Ángel (1994), "Early Colonial Evidence of Pre-Columbian Rituals
of Foundation", en Virginia M. Fields (comp. del vol.), MerIe Greene Rebertson
(comp. gral.), Seventh Palenque Round Table, The Pre-Columbian Art Research
Institute, San Francisco, California, pp. 217-227.
-- (2000b), "El repoblamiento de indios en América colonial: sometimiento, con-
temporización y metamorfosis", en Alfredo Castillero Calvo y Allan Kuethe,
Historia general de América Latina, vo!. III, t. 2, Ediciones UNESCO, París, Fran-
cia, pp. 459-496.
-- (2000a), "Antagonismos ideológicos de la urbanización temprana en la Nueva
España", en Maruja Redondo Gómez y Ana Meléndez C. (cornps.), Estudios
Históricos, núm. 5, UAM-A, México, pp. 21-42.
-- (2001), "Calabash Trees and Cacti in the Indigenous Ritual Selection of Envi-
ronments for Settlement in Colonial Mesoamerica", en John A. Grim (comp.),
224 ASPECTOS TEÓRICOS

Indigenous Traditions and Ecology, Harvard University Press, Cambridge, Mas-


sachusetts, pp. 351-357.
García Zambrano, Ángel (1992), "El poblamiento de México en la época del contac-
to, 1520-1540", Mesoamerica, año 13, cuaderno 24, Plumsock Mesoamerican
Studies/Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, South Wood-
stock, Vermont y Antigua, Guatemala, pp. 239-296.
-- (2004), "Pueblo nuevo y pueblo viejo: recuperación de una memoria urbana
perdida", Louise Noelle (comp.), Memoria del IX Coloquio del Seminario de Estu-
dio del Patrimonio Artístico: conservación, restauración y defensa. La ciudad:
problema integral de preservación patrimonial, Instituto de Investigaciones Esté-
ticas, UNAM, México.
Gibson, Charles (2000 [1964]), Los aztecas bajo el dominio español, 1519-1810, tra-
ducción de Julieta Campos, Colección América Nuestra, 15, Siglo XXI, México.
Ibarra, Joachim (comp.) (1771), El Fuero Viejo de Castilla ... , s.l., s. e.; CD-ROM: Textos
clásicos para la historia de Castilla y León (I), serie IV,Historia de España en sus
regiones históricas, Colección Clásicos Tavera.
Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (1997), Memorial de linderos. Gráfica agraria de
Oaxaca. Documentos del Archivo Histórico de la Secretaría de la Reforma Agraria
en Oaxaca, Amigos de Oaxaca, Fondo Cultural Banamex, Oaxaca, México.
1 EGI e Instituto Geográfico Nacional [editores] (1992), Cartografía histórica del
encuentro de dos mundos, INEGIIIGN, Madrid.
Isidoro de Sevilla (1994 [1911]), Etimologías, edición bilingüe, texto latino, versión
española, notas e índices por José Oroz Reta y Manuel A. Marcos Casquero,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, España.
Jarquín, María Teresa (1994), Congregaciones de pueblos en el Estado de México, t. 4,
Fuentes para la Historia del Estado de México, El Colegio Mexiquense, México.
León Pinelo, Antonio de (1992 [1681]), Recopilación de las leyes de Indias, 3 vols.,
Editorial POITÚa,México.
Lockhart, James (1999 [1992]), Los nahuas después de la conquista. Historia social y
cultural de la población indígena del México central, FCE, México.
López Caballero, Paula (comp.) (2003), Los títulos primordiales del centro de México,
estudio introductorio, compilación y paleografía de Paula López Caballero,
Conaculta, México.
López de Velasco, Juan (1971 [1571]), Geografía y Descripción Universal de las
Indias, Atlas, Madrid.
Máynez, Pilar (1995), Título sobre la fundación de Coatepec de las Bateas, introduc-
ción, transcripción y traducción de Pilar Máynez, Paciano Blancas y Francisco
Morales, Instituto de Investigaciones Históricas, U AM, México.
TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 225

Molina, fray Alonso de (2001 [1555-1571]), Vocabulario en lengua castellana y mexi-


cana y mexicana y castellana, estudio preliminar de Miguel León-Portilla, 4a edi-
ción, Editorial POITÚa,México.
-- (1555), Aquí comienca un vocabulario en la lengua castellana y Mexicana, en
casa de Juan Pablos, México, microfilm de la John Carter Brown Library, CD-
ROM Náhuatl, IX Fuentes lingüísticas indígenas, Colección Clásicos Tavera.
Montes de Oca Vega, Mercedes, Salvador Reyes Equiguas, Dominique Raby y Adam
Sellen (2003), Cartografía de tradición hispano-indígena. Mapas de mercedes de
tierra. Siglos XVI y XVll, UNAM, Archivo General de la Nación, México.
Mundy, Barbara (1996), The Mapping of New Spain. Indigenous Cartography and the
Maps of the Relaciones Geográficas, The University of Chicago Press, Chicago-
Londres.
Muñoz Rivera, Tomás (comp.) (1847), Colección de fueros municipales y cartas pue-
blas de los reinos de Castilla, León, Corona de Aragón y Navarra, imprenta de don
José María Alonso, Madrid, España.
Nebrija, Elio Antonio de (1495), Vocabulario Español-Latino, Real Academia Espa-
ñola, Sala manca; CD-ROM: Historia de la lexicografía española peninsular, CD-I,
serie VIII, Lingüística y antecedentes literarios de la península ibérica, Colec-
ción Clásicos Tavera.
Oettinger, Marion (1983), Lienzos coloniales. Guía de la exposición de pinturas de
terrenos comunales de México (siglos XVII-XiX), Instituto de Investigaciones An-
tropológicas, u AM, México.
Olmedo Gaxiola, Regina (1998), Catálogo de documentos históricos del Archivo Ge-
neral Agrario, Archivo General Agrario, CIESAS, México.
OtsCapdequí, José María (1945), Manual de historia del derecho español en las Indias
y del derecho propiamente indiano, Ed. Losada, Buenos Aires, Argentina.
Puga, Vasco de (1563), Provisiones, Cédulas, Instrucciones de su Majestad, Ordenan-
zas de difuntos y audiencias para la buena expedición de los negocios y adminis-
tración de la justicia y gobernación de esta Nueva España y para el buen trata-
miento y conservación de los indios, desde el año 1525 hasta el presente de 1563.
Ramírez Ruiz, Marcelo (1999), "Lugares: cuasi segundas estrellas", Quipú, revista
latinoamericana de historia de las ciencias y la tecnología, México, pp. 273-307.
RealAcademia de la Historia (comp.) (1863), Cortes de los antiguos reinos de León y
de Castilla, t. II, Colección Clásicos Tavera, Madrid; CD-ROM: Textos clásicos para
la historia de Castilla y León, serie IV, Historia de España en sus regiones histó-
ricas, Colección Clásicos Tavera.
RealAcademia de la Historia (comp.) (1737), Diccionario de la lengua castellana, en
que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las
226 ASPECTOS TEÓRICOS

phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al


uso de la lengua, t. IV, en la Imprenta de la Real Academia Española: por los
herederos de Francisco del Hierro, Madrid; CD-ROM: Historia de la lexicografía
española peninsular CD-J. serie VIII, Lingüística y antecedentes literarios de la
península ibérica, Colección Clásicos Tavera.
Reyes García, Cayetano (2000), El altépetl, origen y desarrollo. Construcción de
la identidad regional náuatl, El Colegio de Michoacán, México.
Rivera Marín, Guadalupe (1983), La propiedad territorial en México, 1301-1810,
Siglo XXI Editores, México.
Robertson, Donald (1994), Mexican Manuscript Painting of the Early Colonial Periodo
The Metropolitan School, University of Oklahoma Press, Norman, Londres.
Rojas, Beatriz (2002), "República de españoles: antiguo régimen y privilegios",
Secuencia, núm. 53, nueva época, México, mayo-agosto, pp. 7-47.
Russo, Alessandra (2002), "El realismo circular: posible horizonte de la cartografía
indígena novohispana", en Memoria de la XIX Conferencia Internacional de His-
toria de la Cartografía, Madrid, 2001, Centro de Publicaciones del Ministerio de
Defensa, Madrid, formato CD-ROM.
Ruvalcaba, Jesús, y Ariane Baroni (cornps.) (1994), Congregaciones civiles de Tulan-
cingo, CIESAS, México.
Sahagún, Bernardino de (1992), Historia general de las cosas de la Nueva España
escrita por Bernardino de Sahagún y fundada en la documentación en lengua
mexicana recogida por los mismos naturales. La dispuso para la prensa en esta
edición, con numeración, anotaciones y apéndices Angel María Garibay, 8" ed.,
Editorial POITÚa,México.
Silva Cruz, Ignacio (2002), Transcripción, traducción y dictamen de los títulos pri-
mordiales del pueblo de San Miguel Atlahutla. Siglo )(VI, Archivo General de la
Nación, México.
Solano, Francisco de (comp.) (1984), Cedulario de tierras. Compilación de legisla-
ción agraria colonial (1497-1820), Instituto de Investigaciones Jurídicas, u AM,
México.
Solórzano y Pereyra, Juan de (1930 [1647]), Política indiana, Compañía Ibero-Ame-
ricana de Publicaciones, Madrid-Buenos Aires.
Sullivan, John (1996), "La congregación como tecnología disciplinaria en el siglo
XVI", Estudios de historia novohispana, vol. XVI, u AM, México, pp. 33-55.
Valdés Inchausti, Alberto (comp.) (1983), "Acta de donación de tierras y fundación
de pueblos escrita en idioma náhuatl anexa al códice de Quauhximalpan y que
también tradujo el perito don Francisco Rosales", en Cuajimalpa, Departamen-
to del Distrito Federal, México.
- - - - ~~.....-------~----

TERRITORIALIDAD, PINTURA Y PAISAJE DEL PUEBLO DE INDIOS 227

VasMingo, Marta Milagros del (1999), "La problemática de la ordenación territorial


en Indias (ss. XVI-XVIII)", Revista Complutense de Historia de América, núm.
25, Universidad Complutense, Madrid, pp. 67-98.
Veracruz, Alonso de la (1981 [1553-1555]), "Tercera duda", en Silvio Zavala (cornp.),
Fray Alonso de la Veracruz, primer maestro del derecho agrario en la incipiente
Universidad de México, 1553-1555, Centro de Estudios de Historia de México-
Condumex, México, pp. 41-73.
Wood, Stephanie (1998), "El problema de la historicidad de los Títulos y los códices
Techialoyan", en Xavier Noguez y Stephanie Wood (coords.), De tlacuilos y
escribanos, El Colegio de Michoacán-El Colegio Mexiquense, México, pp. 167-
22I.
Zavala, Silvio (1940), De encomiendas y propiedad territorial en algunas regiones de la
América española, Antigua Librería Robredo de José POITÚae Hijos, México.
SEGUNDA PARTE

ESTUDIOS DE CASO
IV. TU AGUA, TU CERRO, TU FLOR: ORÍGENES
y METAMORFOSIS CONCEPTUALES DEL ALTEPETL
DE CHOLULA, SIGLOS XII Y XVI*

MARÍA
ELENABERNAL
GARCÍA

A LO LARGO de una historia que abarca casi 3000 años, el altepetl de Cholula
experimentó dos formas principales e interrelacionadas de metamorfosis:
la histórica y la ideológica. La primera comprende su evolución sociourba-
na de caserío a ciudad y la segunda participa de los cambios que experi-
mentara el universo y la topografía terrestre durante los mitos de creación.
A través de los detalles del proceso ideológico se torna posible descubrir el
concepto de altepetl que guió a los chololtecas a conformar el paisaje consi-
derado adecuado para albergar un asentamiento urbano conforme a la tra-
dición mesoamericana. Según los datos arqueológicos, la historia del alte-
petl de Cholula se remonta a los años cercanos a 800 a. c., cuando un grupo
de incipientes agricultores decide establecerse y construir un caserío a la
orilla de la ciénega localizada al oriente del futuro centro de la ciudad,
sobre los terrenos que hoy ocupa la Universidad de las Arnéricas.! El pe-
queño humedal, donde la agricultura chinampera pudo haber sido practicada
desde entonces, se conservó hasta el siglo XVI, alimentado por varios arro-
yos superficiales y subterráneos conectados, en su mayoría, al río Atoyatl.?

* Parte de la investigación de este trabajo fue posible gracias a la beca suministrada por el
PAPlIT de la DGAPA y el Instituto de Geografía de la u AM. En Washington, D. C., el doctor Jeffrey
Ouilter facilitó la consulta de la biblioteca de Dumbarton Oaks, lo cual resultó determinante
en la recolección y verificación de los datos. Dana Leibsohn amablemente leyó el manuscrito y
por ello le estoy profundamente agradecida. Durante la observación del solsticio de verano en
Cholula, los arqueólogos Ismael Arturo Montero García y Víctor Arribalzaga T., junto con sus
estudiantes, matizaron el ritual académico y solar, al salpicarlo con libaciones de pulque blanco.
Loseditores hicieron gala de su gran capacidad de coordinación y paciencia, y el grupo entero
trabajó aun en medio de infortunios, en parte compensados por los resultados que ahora
podemos divulgar. Finalmente, el licenciado Efrén Gómez García colaboró en la reproducción
de las imágenes que ilustran este trabajo.
I Mountjoy y Peterson (1973), pp. 13-19 Y46-65; McCafferty (1996a), p. 2; (1996b), p. 302;

(2001),pp. 282 Y285. Véase figura lV. 12, ciénega alrededor del río Aquilat!.
2 Messmacher (1967); Mountjoy y Peterson (1973); McCafferty (2001), pp. 282-283.

231

ESe. NAL.BIAIDE ANTROPOLOGIA


In"rt=-,..
E HJ
A
232 ESTUDIOS DE CASO

Entre 800 Y400 a. C., siglos pertenecientes al Periodo Preclásico Medio," el


valle acogió otros cuatro caseríos: tres en el área que luego ocuparían la Gran
Pirámide y el Edificio Rojo al centro del altepetl, y un cuarto al sureste de
los tres primeros, en los terrenos del hoy barrio de San Andrés." Durante
esas cuatro centurias, Cholula se convirtió en un centro regional de impor-
tancia que participó del sistema cívico-religioso olmeca y mantuvo vínculos
con los habitantes del Golfo de México. Hacia el término del Preclásico Tar-
dío (400 a. C.-200 d. C.), la aldea se transformó en un centro urbano al
aumentar de población e incrementar su tamaño a 2 km-. En esa época,
los habitantes del nuevo centro urbano construyeron varios montículos
artificiales, entre los que sobresalen algunos encontrados en una isleta al
norte del primer asentamiento cercano al lago pantanoso y una plataforma
ceremonial de un metro de altura adoquinada con guijarros, localizada en
el citado asentamiento de San Andrés.> Sobre la superficie de la plataforma
aparecieron restos de incensarios y espinas de maguey, objetos que atesti-
guan una intensa actividad religiosa en el lugar durante esa época. Este
mismo periodo presenció la construcción de la primera fase de la Gran
Pirámide, cuya base cuadrada de 120 m por lado y 17 m de altura señaló des-
de entonces el centro del asentamiento.s A principios del Periodo Clásico
(200-650 d. C.), la ciudad se desarrolló hasta duplicar la extensión de su
territorio a 4 krn-.? Su florecimiento, aunque independiente del de Teoti-
huacan, se asoció con el de la gran urbe que dominaría la cuenca de Méxi-
co durante los seis siglos del Periodo Clásico.f Paralelamente a Teotihua-
can, la ciudad, después conocida como Cholollan, se convirtió en un "centro
religioso de primer orden" y su población creció y se concentró alrededor
de la Gran Pirámide, la cual llegó a medir 350 m por lado y 65 m de altura."
Similar a Teotihuacan, la sociedad que ocupó el valle de Cholula des-
arrolló una marcada estratificación social y económica, basada, entre otras
actividades, en el comercio a larga distancia de objetos suntuarios utiliza-
dos en las ceremonias cívico-rituales.!? El tránsito de la ciudad hacia el

El anterior Periodo Preclásico Temprano se enmarca entre 1800 y 1200 a.C.


3
McCafferty (1996b), p. 302. El barrio de San Andrés Cholula se localiza al sureste de la
4

Gran Pirámide.
s McCafferty (1996a), p. 2; (1996b), pp. 302-304.
6 McCafferty (200l), pp. 286-287.
7 Marquina (1964), pp. 1) 5-) 25; McCafferty (J 996a), p. 2.

8 McCafferty (1996a), p. 6.

9 Marquina (1970), p. 41; McCafferty (l996b), pp. 304-309.


10 McCafferty (l996a), p. 1; (1996b), pp. 304-309.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 233

Periodo Epiclásico (700-1000 d. C.) ha sido objeto de dos interpretaciones


contrapuestas debido a que las fechas arqueológicas no coinciden con las
etnohistóricas.t ' Según las últimas, es hacia el final del primer milenio, y
no alrededor del año 700, cuando la ciudad del Periodo Clásico fue invadi-
da y conquistada por los olrnecas-xicallancas provenientes del Golfo de
México.J 2 La etnohistoria identifica a los habitantes de Cholula en esa épo-
ca como los quinamentin C'gigantes"). comunidad ancestral que se creía
había construido la Gran Pirámide.P Sin embargo, la arqueología propone
un proceso lento de asimilación de un grupo dentro del otro por medio de
matrimonios entre aquellos quinamentin y los olmecas-xicallancas.t+ Du-
rante el Periodo Pos clásico (900-1500 d. C.), la ciudad duplica de nuevo su
superficie a 8 km2 y, esta vez las dos disciplinas concuerdan en el cálculo de
la población, estimada entre 38000 Y 50000 habitantes.I> En cuanto a la
Gran Pirámide, ésta conserva sus medidas anteriores y adquiere el nombre
de Tlachiualtepetl ("Cerro fabricado'T!» De acuerdo con varios documentos
etnoshistóricos, los toltecas-chíchimecas, un nuevo grupo de filiación
nahua, arriba al altepetl en 1168 y conquista a los olmecas-xicallancas (cua-
dro IV.I). Esta vez el abrupto evento lo ratifica el arqueólogo Geoffrey
McCafferty, quien encuentra una casa quemada alrededor de 1200, con
restos de puntas de flecha esparcidos en su interior, además del destrozo,
aparentemente intencional, de las estelas del Patio de los Altares, hecho que
pudo haber conformado parte de la invasión.!? Aunque los toltecas-chi-

11 Existen al menos dos propuestas. Una postula el abandono de la ciudad en ese momento
y la otra considera su ocupación ininterrumpida; McCafferty (1996b), p. 309.
12 Alva Ixtlilxóchitl (1985 [1625]), I. p. 529, Y II, p. 8.

13 Durán (1967 [1570]), II, pp. 24-25; Muñoz Camargo (1581-1583), en Acuña (1984),

p.115.
14 McCafferty (1996b), p. 312.

15 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 126, reporta 40 000 personas antes de la Conquista;
Peterson (1987); Sanders (1971), pp. 29-31.
16 La frase se ha traducido de varias maneras. "Cerro hecho a mano", de acuerdo con los
cronistas del siglo XVI; Muñoz Camargo (1581-1583), en Acuña (1984), p. 115; el corregidor de
Cholollan Gabriel de Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 129; Sahagún (1981 [1569]), I. p. 29.
Aéstos los han seguido varios autores. También, "cerro artificial" en Marquina (1964), p. 116 Y
"montaña construida" en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 142, n. 2. Hoy
día algunos nahuatlatos prefieren la frase "cerro fabricado"; Sullivan, comunicación personal.
2003. A su manera, cada una de las traducciones es correcta. En este trabajo utilizaré "cerro
fabricado" debido a su precisión lingüística. El sustantivo alusivo a "cerro fabricado a mano"
es tlamachiualtepetl, en Bonfil Batalla (1973), pp. 219-223; de tia C'algo"). maitl ("mano"), tla-
chiualli ("criatura o hechura") y tepetl ("cerro, montaña, serranía"); Molina (1977), folio 117v.
17 McCafferty (2001), p. 300.
234 ESTUDIOS DE CASO

chimecas sustituyeron al Tlachiualtepetl en algunas de sus funciones con


un nuevo templo dedicado a Ouetzalcoatl, la Gran Pirámide siguió actuan-
do como elemento distintivo de la ciudad y un sitio de intensa actividad
cívico-ritual.J'' Por ejemplo, según el corregidor de Cholula, Gabriel de
Rojas, en la época anterior a la Conquista española, al altepetl de Cholula se
le veía como "un relícario't.t? además de un sitio de peregrinaje comparable
a Roma y La Meca, adonde los líderes de los altepeme vecinos acudían a
legitimar su mandato.s? Así, Hernán Cortés contó más de 40 plataformas
piramidales, altas, encaladas y rematadas cada una por un templo (teocalli
o "casa de dios"), número que instó a Bernal Díaz del Castillo a equiparar a
Cholula con la ciudad española de Valladolid.s ' Debido a que los habitan-
tes del altepetl "eran vasallos de nadie",22 el etnohistoriador Cayetano Reyes
García considera que en tiempos prehispánicos la ciudad funcionó como
cabecera de un altepetl complejo (huey altepetll.t> El altepetl de Cholula
fue conquistado de nuevo en 1519, por Hernán Cortés, y en 1535 sus habi-
tantes refundaron y convirtieron su antigua ciudad en un "altepetl co-
lonial'í.>'
"Pueblo muy formado y concertado" y "toda un vergel", abundante en
arroyos pequeños, pozos de agua profundos y manantiales, milpas sembra-
das de nopales y magueyes, pájaros y flores, el corregidor de Cholula y
autor de las Relaciones geográficas del sitio, Gabriel de Rojas, describe así a
la ciudad en 1581.25 La fertilidad de un valle, ligeramente cóncavo "como un
comal",26 se debe a los terrenos de aluvión que lo componen, los cuales se
hidratan por medio de lluvias regulares y escurrimientos provenientes de
los volcanes que lo circundan (Popocatepetl e Iztacihuatl al oeste y Matlal-

Lópezetal. (1976), en McCafferty (1996b), p. 312.


18
Muñoz Camargo (1986 [1590]), pp. 213-314.
19
20 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 131.

21 Bernal Díaz del Castillo (1977 [1580]), IIII, p. 247; carta de Hernán Cortés a Carlos V,en
Marquina (1964), p. 115.
22 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 29.
23 C. Reyes García (2000 [1976]), p. 79.

24 Según Bente Simons (1967), p. 271, Cholollan fue "hecha ciudad" por la Corona españo-

la en 1535; pero según Gabriel de Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 128, el virrey Don Luis de
Velasco otorgó dicho título durante su gobierno, entre la década de 1550 a 1560. Además,
el sistema de gobierno antiguo se fundió con el recién instalado. Así, a fines del siglo XVI, la
ciudad contaba con un gobernador español, dos alcaldes, dos regidores y un alguacil, todos
indígenas, por cada uno de sus 10 barrios principales; Juan de Pineda, en P. Carrasco (1970),
p.187.
25 Rojas (1581), en Acuña (1985), pp. 125-126 Y 141.
26 C. Reyes García (2000 [1976]), p. 81.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 235

cueye al norestej.s? Asimismo, chubascos intensos que caen sobre las "tie-
rras areniscas", que menciona Rojas.sf filtran el agua rápidamente al sub-
suelo. Las privilegiadas circunstancias ambientales transformaron a la
región en una de las más fértiles y productivas del centro de México. Toda-
vía en el siglo XVI el valle de Cholula contó con la gran cantidad de ríos,
arroyos y ciénegas que lo caracterizaron en tiempos prehispánicos, muchos
de los cuales fueron drenados durante el siguiente siglo.s? En comparación
con estas descripciones, y a excepción de las montañas que la rodean, Cho-
lula ha perdido gran parte de esa belleza ambiental pero sus habitantes
conservan mucho del carácter prehispánico de la ciudad: la pirámide y la
plaza al centro, la orientación solsticial de sus lotes habitacionales y cam-
pos de cultivo, y una organización sociopolítica basada en la distribución
cardinal de sus barrios (calpolli). 30
En cuanto a la transformación ideológica del altepetl de Cholula, exis-
ten dos acercamiento s básicos: el histórico-arqueológico, a través del cual
McCafferty analiza el simbolismo de las numerosas remodelaciones de la
Gran Pirámide desde sus principios en el Periodo Clásico Temprano hasta
el presente.t! y el enfoque histórico-artístico que emplearé en este trabajo.
El objetivo principal del análisis consiste en empezar a desentrañar el con-
cepto de altepetl que detentaron los nahuas del siglo XVI y, con ello, el pro-
ceso a través del cual la topografía de un territorio específico se adaptaba a
los requisitos de ese concepto. La exploración del tópico depende principal-
mente del análisis comparativo, morfológico e iconográfico de las cinco
pinturas de gran formato que ilustran el altepetl de Cholula en la Historia
tolteca-chichimeca (en adelante Historia) (figs. IV.l, IV.2, IV.3, IV.4 Y IV.S [folios
7v,9v-10r, 14r, 26v-27r y 28rJ).32 Debido a que el documento fue presenta-
do ante oficiales locales entre 1540 y 1550, y su confección responde a una
disputa de linderos entre el altepetl de Cuauhtinchan y los reclamos avan-
zados,de 1546 a 1560, por Tepeaca y otros altepeme circunvecinos apoyados
por facciones cuauhtínchantlacas.P el libro debió de haber figurado en di-

27 Bonfil Batalla (1973), p. 23; McCafferty (1996a), p. 1.


28 Rojas (1581), en Acuña (1985), pp. 125-126.
29 C. Reyes García (2000 [1976]), pp. 84-85.
30Ibidem, pp. 12-13.
31 McCafferty (1996a) y (2001).

32 Los siguientes autores reconocieron en estas pinturas ilustraciones de la ciudad de Cho-


lula: Berlin y Rendón (1947); Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976); Leibsohn
(1993),p. 133, n. 11.
33 Leibsohn (1993), pp. 34-39.
236 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.!. Cholollan 1. Nahua, Historia tolteca-chichimeca, folio 7v. Manuscrito en


papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563. Bibliotheque Natio-
nale, París. Ilustrado en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976). Repro-
ducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

chos litigios en calidad de Título de pueblos y tierras.rt Encuadernada en for-


ma de códice.é- la Historia se elaboró entre 1545 y 1563,36 empleándose 52
folios de papel europeo de 30 x 22 cm. A pesar de que el manuscrito fue
comisionado y confeccionado por los cuauhtinchantlacas al menos tres
décadas después de la Conquista española, este último suceso apenas reci-
be la atención de dos o tres frases, mientras que los eventos prehispánicos
34 Cottie Burland (1955), pp. 7, 10-11 Y 13, fue quien primero sugirió que libros, como el

Rollo Selden (siglo XVII temprano), que ella estudió constituyeron Títulos de pueblos y tierras.
35 Aunque el término "códice" posee connotaciones de "libro antiguo", técnicamente el
códice es el libro encuadernado por uno de sus lados o lomo. Las culturas mesoamericanas
prehispánicas empastaron sus libros en forma de acordeón o en rollos.
36 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), pp. 11-15.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 237

FIGURA IV.2.Cholollan 2. Nahua, Historia tolteca-chichimeca, folios 9v y 10r. Manus-


crito en papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563. Bíbliotheque
Nationale, París. Ilustrado en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976).
Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

ocupan 49 de sus 52 foliosY Los acontecimientos privilegiados por la His-


toria corresponden a aquellos que culminan con la fundación de Cholula,
los cuales ocupan poco más de la mitad del manuscrito (28 folios). De este
modo, el altepetl se convierte en "el sitio sobresaliente" de la historia debi-
do a que "Cuauhtinchan surge como una entidad de importancia precisa-
mente por su relación con Cholula'i.w En suma, con la elaboración del
manuscrito, los líderes de Cuauhtinchan no sólo lograron salvaguardar sus
linderos e identidad étníca.s? sino también la historia de Cholula y la mane-
ra en que ambos grupos concibieron la formación del altepetl. Trabajos
anteriores de la autora indican que la concepción de ciudad detentada por

37 Leibsohn (1993), p. 12.


38 Ibidem, pp. 93 Y 95.
39 C. Reyes García (2000 [1976]) Y Leibsohn (1993), p. 4, proponen que la Historia y otros

documentos coloniales tempranos del área contribuyeron a perpetuar el sentido de identidad


de los habitantes de Cholula y Cuauhtinchan.
238 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.3. Cholollan 3. Nahua, Historia tolteca-chichimeca, folio 14r. Manuscrito


en papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, ea. 1544. Bíbliotheque Natio-
nale, París. Ilustrado en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976). Repro-
ducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

los toltecas-chichimecas provino de la gran tradición urbana mesoamerica-


na y constituyó una de entre la gran cantidad de variaciones producidas
por cada cultura y cada periodo histórico.e?
La Historia ilustra las dos últimas fundaciones de Cholula: la corres-
pondiente a la ciudad ocupada por los toltecas-chichimecas en el siglo XII y

40 Berna! García (1993), (2001b) Y(2002).


ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 239

FIGURA IV.4.Cholollan 4. Nahua, Historia tolteca-chichimeca, folios 26v y 27r. Manus-


crito en papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563. Bíbliotheque
Nationale, París. Ilustrado en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976).
Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

la relativa a la fundación de la ciudad colonial a mediados del siglo XVI. En


general, los estudiosos de los libros pictográficos y mapas nativos, prehis-
pánicos y coloniales, reconocieron que los recuentos de los linajes de las
familias reales estaban ligados a la fundación del altepetl+' Sin embargo, la
Historia facilita el acceso a los detalles del proceso una vez que los tlacui-
loque (escribanos-pintores) proporcionan un camino menos difícil de tran-
sitar, al combinar la escritura pictográfica tradicional con la escritura alfa-

41 Desde el siglo XIX los historiadores observaron que las pinturas y descripciones de un
águila posándose sobre un nopal representaban la escena fundacional de México-Tenochti-
dan. Sin embargo, Alfonso Caso (1949), Mary Elizabeth Smith (1973), Jill Furst (1978),
pp. 309-316, Viola Konig (1979), pp. 38-44, Y Maarten Jansen (1982) fueron quienes, hasta don-
de tengo conocimiento, empezaron a reconocer los elementos del paisaje, la ordenación del
espacio y la fundación del altepetl correspondiente a cada códice. Después García Zambrano
(1992,1994), p. 220, Bernal García (1993), pp. 321-345, Y Boone (2000), pp. 99-161, destaca-
ron los rituales, las escenas y emblemas de fundación en la mayoría de los códices. Específica-
mente para Cholula: Leibsohn (1993), p. 41; Mundy (1996), pp. 107-133.
Cholollan 5. Nahua, Historia tolteca-chichimeca, folio 28r. Manuscrito
FIGURA IV.5.
en papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563. Bibliotheque
Nationale, Paris. Ilustrado en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976).
Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
ORÍGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 241

bética del náhuatl, modalidad introducida por los conquistadores.V Por


ello, los análisis morfológicos e iconográfico s de las cinco pinturas perti-
nentes al altepetl de Cholula incluyen su secuencia con relación a la narra-
tiva,la exploración etimológica de los topónimos concernientes y el examen
de las metáforas literarias insertadas en puntos estratégicos de la estructu-
ra del texto. Pinturas y texto mezclan modelos nativos y europeos de una
manera extremadamente crea tiva, método que resulta en una nueva forma
de comunicación que, sin embargo, salvaguarda el alto valor simbólico del
contenido original.e-' La íntima relación entre texto e imagen en la Historia,
indispensable para la elaboración de este análisis, la expuso la historiadora
de arte Dana Leibsohn en su trabajo de 1993.44 Leibsohn observa una alta
complejidad en las relaciones entre la información visual y la literaria, des-
tacando que las pinturas "funcionan de manera única en comparación a las
contenidas en libros y manuscritos de tradición europea'v'> Por ejemplo, el
texto de la Historia contiene tropos poéticos, expresiones de cortesía, diálo-
gos formales, cánticos, patrones retóricos y construcciones repetitivas y
paralelasr= además de grupos de topónimos y "series de similitudes y dife-
rencias que crean tanto relaciones colaterales como jerárquicas" entre pin-
turas y texto.e? En resumen, aunque la narrativa contiene una historia de
tipo lineal apegada a la cuenta de los años, conocida con el término de "ana-
les",las pinturas y las secuencias temporales y espaciales del manuscrito se
organizan de manera sorprendentemente inusual a ojos entrenados en
absorber informaciones visuales y textuales por separado.
Cuatro líneas de investigación confluyen para posibilitar la ejecución
de este trabajo y cada una de ellas recibe también la aportación de enfo-
ques pertenecientes a diversas disciplinas. La primera incluye el estudio del
nahualismo, creencia fundamental de la religión chamánica profesada por
los grupos indígenas de México aún hoy día.48 El nahualismo abre la posi-

42 Glass (1975), pp. 56 Y 220; Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), pp. 11-16;

Leibsohn (1992), p. 65, Y (1993), pp. 13, 132 Y 178. El prototipo prehispánico de la Historia no
se ha encontrado hasta la fecha; Leibsohn (1933), p. 178. El texto original en náhuatl ha sido
traducido al español y anotadas las ediciones de Berlin y Rendón (1947) (con prólogo de
Kirchhoff); Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976). Leibsohn (1993), pp. 300-369,
tradujo el documento al inglés.
43 Robertson (J 959), pp. 59-67; Leibsohn (1993), p. 14.
44 Leibsohn (1993); Leibsohn, en prensa.

45lbidem, pp. 150-155 Y 189, n. 18.


46lbidem, p. 13.
47lbidem, pp. 158 Y 125.
48 Existe una extensísima bibliografía etnográfica al respecto.
242 ESTUDIOS DE CASO

bilidad al chamán, a través de rituales cosmogónicos y del consumo de agen-


tes alucinógenos, de transformarse en animales y fenómenos naturales que
lo llevan al mundo donde habitan ancestros y deidades. Recíprocamente,
a las deidades se les facilita cruzar el umbral hacia este mundo a través de
sus propios nahuales. Aunque el fenómeno ha sido ampliamente investigado
por la antropología y la etnohistoria.s? su aplicación a los productos artísti-
cos prehispánicos fue escaso y somero hasta la década de los setenta. Por
ejemplo, en 1950 el arquitecto Ignacio Marquina propuso que la serie de
insectos esquelético s pintados sobre los tableros del Edificio A, estructura
adosada a la primera fase de la Gran Pirámide de Cholula y contemporánea
a Teotihuacan (200-450 d. C.), pudieran representar larvas de mariposa en
metamorfosis.>v Después, en 2001, McCafferty asoció la transformación de
dichas larvas con los simbolismos inherentes a los ciclos de vida, muerte y
renacimiento, relacionados al paso del tiempo y, específicamente, al nahual
de la diosa Itzpapalotl ("Mariposa de obsidiana'u.v' La forma abstracta de
este insecto alado adornó pectorales exhibidos como insignias por repre-
sentaciones de guerreros en la producción artística de Teotihuacan, Tula y
México-Tenochtitlan.V En cuanto al proceso de transformación propia-
mente dicho, los trabajos de la etnógrafa Eva Hunt y de la historiadora de
arte Esther Pasztory proporcionan el apoyo requerido para emprender el
estudio de la metamorfosis conceptual del altepetl de Cholula. Hunt publi-
có en 1977 un detallado estudio sobre la complejidad y amplitud de dichos
procesos a través de un poema maya-tzotzil originario de Zinacantan, cuyo
personaje principal es Huitzilopochtli y su pájaro nahual, el colibrí. Hunt
concluye que la metamorfosis del uno en el otro se veía afectada por la
organización temporal y espacial del universo.v' Complementariamente,
Pasztory estudió en 1982 los conceptos básicos del chamanismo y los apli-
có a la producción artística de los indígenas de América del Norte, y des-
pués al arte mexica. Según la investigadora, el chamanismo concibe al uni-
verso inmerso en un flujo constante de fuerzas cambiantes, por lo que "la
naturaleza no se materializa en un grupo de seres estáticos [e inconexos]

49 Por ejemplo, López Austin (1996a).


50 Marquina (1964 [1950]), p. 121.
51 Seguramente la mariposa nocturna que aparece en tiempos de lluvia.
52 McCafferty (2001), p. 287, basado en Klein (1975), pp. 59-86; T. Sullivan (1982) y Janet
Berlo (1983).
53 Hunt (1977). La etnógrafa analizó un poema de apenas 27 líneas que versa sobre
las transformaciones del dios Huitzilopochtli ("Colibrí de la izquierda") en colibrí y vice-
versa.
ORÍGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETLDE CHOLULA 243

sino en una sucesión de etapas en continuo desarrollo'í.v' La autora afirma


que uno de los temas principales de la producción artística mexica fue el de
la transformación, experimentada por los seres vivos principalmente
durante el nacimiento, el coito y la muerte; para los indígenas, de hecho
"no existía la posibilidad de crear una nueva vida sin que la vieja dejara de
existir".55Las transformaciones míticas, por su parte, reverberaban a tra-
vésde la estructura cardinal del cosmos y, generalmente, se reproducían por
medio de un ritual escenificado dentro de un área representativa del uni-
verso.56
Una segunda línea de investigación indaga los simbolismos de la pirá-
mide prehispánica mesoamericana, tópico sobre el cual también se ha
escrito en abundancia. 57En el caso de Cholollan, McCafferty vincula a la
Gran Pirámide del lugar con montañas míticas como el Tonacatepetl ("Mon-
taña del mantenimiento humano" o "Montaña de los frutos de la tierra") y
el Coatepetl ("Montaña de la Serpiente"), la primera recipiente de las rique-
zasvegetales que harían posible la vida sobre la tierra y la segunda eje vincu-
lante y mediador entre el cielo y la tierra.w Complernentariamente, McCaf-
ferty concluye que la pirámide contiene motivos alusivos a la lluvia, la
fertilidad, a los recursos acuáticos y a la serpiente emplumada, así como a
los ciclos calendáricos y la autoridad política. Recientemente, el también
arqueólogo Sergio Suárez Cruz adscribe simbolismos cardinales a las pin-
turas y esculturas encontradas en el conjunto de la Gran Pirámide. 59
El tercer canal de investigación incluye el análisis de manuscritos y
mapas nativos, los Títulos de pueblos y tierras y los textos escritos por los
cronistas, con base en los libros pictográficos indígenas que formaban par-
te de los manuscritos y mapas creados antes de la Conquista española.s?
Aunquela gran mayoría de estos documentos habían sido estudiados desde

54 Pasztory (1983), p. 57.


55 Pasztory (1982) y (1983), pp. 56-57.
56 Pasztory (1982), p. 7

57 Como en el caso de los estudios sobre nahuaJismo, la extensa producción bibliográfica

sobre los simbolismos de las plataformas piramidales impide su inclusión en este trabajo. En
principio, consúltese a López Austin (1994).
58 McCafferty (2001), pp. 306-307; basado en los estudios de Linda Manzanilla el al.
(1996),p. 255, Y de Susan Gillespie (1989). La traducción aquí presentada de Tonacatepetl es
de Sullivan, comunicación personal, 2002.
59 Suárez Cruz (2002).

60 Una breve historia de esas investigaciones se expone en este volumen, cap. 1. Uno de los

informantes principales del fraile fue un centenario y docto natural de Cholula, quien inter-
pretólibros pictográficos en presencia de Durán (1967 [1570]), II, p. 16.
244 ESTUDIOS DE CASO

finales del siglo XIX, las últimas décadas produjeron avances importantes.
Particularmente entre 1992 y 1994 aparecieron las disertaciones doctora-
les de Dana Leibsohn sobre la Historia, la de Barbara Mundy sobre los ma-
pas de las Relaciones geográficas y la propia sobre la secuencia cronológica
y estructural de los mitohistorias como condición fundamental para estu-
diar la organización del espacio urbano mesoarnericano.s! Complementa-
riamente, Ángel García Zambrano examinó el contenido histórico y mitoló-
gico de los rituales de fundación.v? Recientemente, el historiador Enrique
Florescano retornó el tema en 1999 y en el año 2000 Elizabeth Boone recla-
sificó manuscritos y mapas en categorías según el tipo de la información
que contienen, defendiendo el aspecto histórico de los documentos.s- En
general, la mayoría de los documentos terminan con la fundación del asen-
tamiento correspondiente al grupo del que trata el manuscrito.
De reciente manufactura, la cuarta línea de investigación volcó sus
esfuerzos a tratar de esclarecer el funcionamiento y significado del concep-
to de espacio que detentaron los mesoamericanos y a dilucidar la simbolo-
gía de sitios arqueológicos específicos. Naturalmente, esta rama de indaga-
ción incluyó las tres anteriores. A principios del siglo xx, la búsqueda
estableció una relación simbólica entre la montaña sagrada, el topónimo de
altepetl y el altepetl mismo.s+ Más tarde y a partir de la década de los seten-
ta, los estudios del historiador de religiones Mircea Eliade y del geógrafo
urbanista Paul Wheatley influyeron de manera decisiva en la formulación
de las hipótesis sobre el simbolismo del urbanismo mesoamericano. Eliade
buscó el "modelo, arquetipo o historia sagrada primordial" que explicara la
creación de los asentamiento s humanos y "justifijcara] la existencia del
mundo't.v> Por su lado, Wheatley introdujo a los estudios de geografía
urbana el tema de la función simbólica de la ciudad, la cual integra "un sis-
tema de pensamiento y acción que sincroniza los ciclos y ritmos de la vida
humana con los movimientos reguladores y fuerzas naturales de los cielos
[los cielos en el sentido astronómico y en el sentido religiosoj.t= Es decir,
61 Leibsohn (1993); Mundy (1993) y (1996); BernaJ García (1993): cap. VI y pp. 413-433.
62 García Zambrano (1992) y (1994).
63 Florescano (1999); Boone (2000).

64 Francisco del Paso y Troncoso (1982 [1898]) Y Zelia Nuttall (1979 [1900]), pp. 282-283,

notaron que las pirámides representan montañas sagradas. Por su parte, Eduard Seler (1986
[1905]), pp. 33-35, observó la confluencia de pirámide y montaña, la última como el símbolo
de altepetl, en el mapa de Guevea.
65 Eliade (1971 [1949]); cita de D. Carrasco (1987), pp. 126-127.

66 Wheatley (1971), p. 414. La idea fue expuesta con anterioridad en la conferencia inaugural

titulada "City as Symbol", leída en la University College de Londres, 20 de noviembre de 1967.


ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETLDE CHOLULA 245

el espacio concebido por las culturas mesoamericanas contiene un valor


intrínsecamente cosmogónico debido a que reproduce el trabajo realizado
por las deidades al principio del mundo.v? Por lo tanto, pirámide y ciudad
se equipararon con la tierra, isla o animal fantástico que flotaba en medio
de las aguas del océano original.s" Específicamente, fue la historiadora
Johanna Broda quien en 1987 propuso que el término altepetl.v? "ciudad" o
"pueblo" de acuerdo con la categorización española, debiera estudiarse des-
de el ámbito de la ideología mesoamericana."v Por ejemplo, el metónimo
agua-montaña (alt-tepetl) y su metáfora "olla llena de agua" parecían des-
prenderse de una filosofía de la naturaleza centrada en la sacralización del
ambiente natural." percepción que proporcionaba forma y razón de ser a
las instituciones sociopolíticas, económicas y religiosas de las sociedades
prehispánicas mesoamericanas.Z- Por su lado, el historiador de religiones
Davíd Carrasco, basado en las propuestas de Eliade y Wheatley, postuló
una relación centrípeta y centrífuga entre "ciertos procesos sociales y las
formas construidas del centro ceremonial"J3 Ello llevó a Broda y al mismo
Carrasco a examinar de cerca la relación entre el centro de la ciudad de
México-Tenochtitlan y el paisaje que la rodeaba.?" También fundándose en
los pronunciamientos de Eliade y Wheatley " dos trabajos evidenciaron la
transformación del universo y la tierra con relación a la arquitectura y el
urbanismo mesoamericanos; uno en coautoría de la epigrafista Linda Schele,
el antropólogo David Freidel y la literata Joy Parker y el otro elaborado por
mi personaJ6 Por su parte, D. Carrasco continuó estudiando el concepto de
67 D. Carrasco (1992 [1982]), p. 90.
68 Broda (1987), p. 243; Matos Moctezuma (1987), pp. 185-189, fig. 1.
69 La lingüística moderna reconoce que vocablos como altepetl pertenecen a la categoría de

metónimos complementarios, los cuales se conforman por dos conceptos distintos, en este
caso atl C'agua") y tepetl ("montaña, cerro, serranía"), que "juntos producen un término más
amplio que cualquiera de sus partes, evitando simultáneamente una apreciación tácita de sus
diferencias"; Tedlock (1985), p. 346.
70 Broda (1987), p. 231.

71 Sahagún (1981 [1569]), p. 256; Broda (1987), pp. 247-248. Quince años antes, López

Austin (1998 [1973]), p. 62, propuso que el altepetl derivaba "su nombre de la montaña hueca
que protege las moradas humanas".
72 Broda (1987), pp. 247-248.

73 Wheatley (1971), pp. 257-266; D. Carrasco (1992 [1982]), p. 67.


74 D. Carrasco (1987), (1995); Broda (1990).

7S En el trabajo de 1993 pasé por alto la investigación de D. Carrasco debido a dos factores.

En ese momento apenas empezaba a estudiar la forma y función de la ciudad mesoamericana


y, aunque los títulos de los trabajos de Carrasco reflejan su interés por el estudio del ritual,
eclipsan su preocupación por el espacio urbano que recorren sus participantes.
76 Bernal García (1988) y (1993); Freidel, Schele y Parker (1993); Florescano (J 999).
246 ESTUDIOS DE CASO

"lugar" elaborado por los mexicas y su transformación por medio del ri-
tual, centrándose en los espacios transitados por el dios Xipe Totec durante
el ritual de Tlacaxipeualiztli en México-Tenochtitlan.?? En 1995 el autor
maduró y presentó su hipótesis en los siguientes términos: la "visión meta-
mórfica de lugar" que detentaron los mexicas implica que el espacio urbano
"constantemente se revitaliza y legitima a través de una serie de espectácu-
los rituales públicamente desplegados, en los que actúan como testigos de
esa transformación los propios participantes". 78 Como se verá más adelante,
una de las consecuencias del proceso consiste en que el núcleo de la ciudad,
además de transmutarse "se dispara y circunvala" dentro "de un ambiente
controlado aunque dinámico y efímero", generando así un grupo de com-
plejas relaciones centrípetas y centrífugas que producen transformaciones
secundarias dentro de las transformaciones prirnarias."? Con base en este
conjunto de postulados es que pretendo extraer de la Historia algunos de
los principios cosmológicos que incidieron en la producción de un metóni-
mo como altepetl y la metamorfosis de la cuenca del río Atoyatl en el alte-
petl de Cholula.
Algunas observaciones metodológicas y técnicas facilitarán el segui-
miento del argumento expuesto a continuación. El análisis se llevará a cabo
con base en los estudios que sugieren que el altepetl mesoamericano con-
formó una ciudad en toda la extensión de la palabra, si bien de un carácter
diferente al de la urbe europea.s? Por tanto, emplearé las palabras altepetl y
ciudad de manera intercambiable, aunque privilegiaré la primera sobre la
segunda. También recurriré a los nombres antiguos Huey Tollan y Cholo-
llan, en vez de los hispanizados Tula y Cholula, a fin de mantener la cohe-
rencia con el texto de la Historia. Considerada la profusión de palabras en
náhuatl necesarias a la urdimbre del argumento, sólo utilizaré cursivas si
fuere necesario aclarar etimologías o evitar confusiones. Los nombres
de los años correspondientes al ciclo de 52 años (Xiuhmolpilli o "bulto de
años") se escribirán con mayúsculas y los de los días del ciclo de 260 días
(tonalpoualli o "cuenta de los días") con minúsculas. Con el gentilicio "tol-
teca-chichimeca" me referiré al grupo que conquistó Cholollan en el si-
glo XII, mientras que el de "tolteca" aludirá a los habitantes de 'Iollan.v' Por
77 D. Carrasca (1999). En este trabajo el autor reúne las ideas expuestas en sus investiga-
ciones previas.
78 D. Carrasca (1995), p. 3.

79 D. Carrasca (1995), pp. 25-26. También Bernal García (1993) pp. 177-178 Ys. f.
80 Bernal García y García Zambrano, en este volumen, cap. 1.

81 Los tlacuiloque de Cuauhtinchan trataron de resolver el problema llamando "tolteca-tol-


ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 247

último, a las cinco pinturas que representan la ciudad de Cholollan en la


Historia las nombraré Cholollan 1,2, 3, 4 YS (folios 7v, 9v y 10r, 14r, 26v y
27r, 28r) y a las dos versiones de Colhuacatepec-Chicornoztoc simplemente
1 y 2 (folios Sr y 16r). Las primeras proporcionan el título a cada uno de
los cinco apartados de este capítulo.

CHOLOLLAN 1

Debido a su posición central sobre la mitad superior del plano pictórico y


sus mayores dimensiones respecto a los demás elementos de la composi-
ción, una montaña nevada y escarpada conforma el elemento más llamati-
vo de la pintura de Cholollan 1 (fig. IV.1 [folio 7v]), también reproducida en
la portada de este libro). Los perfiles de cuerpo entero de los dos líderes y
sacerdotes principales de los toltecas-chichimecas, Quetzalteueyac e Icxi-
couatl, flanquean el macizo en actitud reverencial señalando a la montaña
con la mano derecha mientras se dirigen a ella. La escena deriva de la pin-
tura de Huey Tollan ("El gran lugar del tular") en el mismo manuscrito, ciu-
dad histórico-legendaria que habitaron los toltecas-chichimecas antes de
emigrar a Cholollan (fig. IV.6 [folio 2rJ). Ambas escenas encuentran uno
de sus prototipos en aquella de la fundación de la ciudad de Teotihuacan,
plasmada en el mural sureste del Patio de Tepantitla, ubicado en el mismo
sitio (fig. IV.7).82 En la Historia, el macizo de estilo naturalista se divide en
tres niveles. Al inferior lo enmarcan dos enormes y redondas piedras co-
nectadas por una línea cóncava de color rojizo que sirve de base al cuerpo
del cerro. Predomina en este nivel un negro-verduzco aplicado con enérgi-
cas pinceladas desplazadas de izquierda a derecha y de abajo hacia arri-
ba.83 El negro-verduzco se eleva hasta formar la hondonada en donde se
asienta el segundo nivel y de nuevo son dos rocas, esta vez alargadas, las
que ciñen la cintura verde y azul agua del cerro. Logrado por el tono natu-

teca" a los toltecas-chichimecas [337]. Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),
p. 209, n. 3, usaron el gentilicio "tal teca" para referirse al mismo grupo. La primera solución
funciona, pero confundiría en un trabajo de esta naturaleza y la segunda aplica el mismo
patronímico a grupos disímiles.
82 Pasztory (1975), pp. 163-165 Y 179. Éste es el mural sureste del Patio de Tepantitla (500-
600d. C.). El gesto de apuntar con las manos hacia arriba, abajo o al frente también se origina
en la tradición pictórica mesoamericana.
83 En este trabajo se consideran la posición de los objetos en relación con el observador de

la pintura.
248 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.6. Gran Tollan. Nahua, Historia tolteca-chichimeca, folio 2r. Manuscrito
en papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563. Bibliotheque
ationale, París. Ilustrado en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976).
Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

ral del papel. el blanco imita la nieve que cubre las cimas de los altos volca-
nes ubicados al oeste y norte de Cholollan.s+ Dos tipos de plantas crecen del
cuerpo del cerro: cinco manojos de zacate a los lados y seis flores rojizas
que cubren la superficie que transita del nivel medio al superior. El peñasco
comparte la manera de representar su cualidad rocosa con los topónimos
adjudicados a la sierra de Tlaxcala, ilustrados en dos de los tres mapas de
Cuauhtinchan (elaborados entre 1533-1563 como la Historia): 85Texcallan
("El lugar del peñasco"), Texcaltepec ("En la montaña de riscos"), Tepetic-
pac ("En la cima del cerro") y Texcalticpac ("En la cima del riscO").86Esta
84 El presente análisis se basa en el facsímil editado por Kirchhoff, Odena Güemes y
L. Reyes García (1976), por lo que no es posible asegurar si el tinte ama~illento del papel se
deba, exclusivamente, al paso de los años.
85 Fechados por Yoneda (1981), pp. 109-110.

86 Yoneda (1981), pp. 70-71, propone que las formas redondas y sombreadas del topónimo
de Tepeticpac representan rocas o acantilados. Muñoz Camargo (1986 [ea. 1590]), pp. 104-105
Y ss.; Torquemada (1975 [1615]),1, p. 362; Kirchhoff (1947), p. liii. Texealla ("despeñadero o
lugar riscoso lleno de peñascos") y texealli ("peñasco, risco u horno"); Molina (1977), folio 112r.
El diseño de montaña riscosa de los mapas de Cuauhtinchan 1, 2 Y 3 lo comparte el topónimo
de Texcoco en documentos pictóricos del siglo XVI. Exceptuando el sombreado, el diseño deri-
va de la plástica teotihuacana.
ORíGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 249

FIGURA IV.7.Mural superior sureste de Tepantitla. Teotihuacan, réplica del fresco,


500-600 d.C. Museo Nacional de Antropología, México. Ilustrado en Pasztory
(1983),lámina 10. Reproducción autorizada por Esther Pasztory.

manera de representar montañas escarpadas también deriva de la tradición


teotihuacana. Asociados a la confluencia de los ríos Atoyatl C'Río" o "Agua
que corre") y Zahuapan (etimología desconocidaj.s? los peñascos marcaron
loslinderos al norte de la ciudad de Cholollan en los siglos XVI y XVII Ysegu-
ramente en tiempos prehispánicos (fig. IV.S). El peñasco puede observarse
sobre el horizonte, en línea recta desde la puerta norte de la Iglesia de los
Remedios, la cual sustituyó en 1586 al templo prehispánico construido
encima de la Gran Pirámide.
No obstante su asociación con los riscos de la sierra al norte de Cholo-
Han,el texto de la Historia identifica a la montaña de la pintura como Tla-
87 Sullivan, comunicación personal, 2003. Muñoz Camargo (1986 [ea. 1590]), p. 231, iden-
tificaal Zahuapan como el río de Tlaxcala. También consúltese Simons (1967), p. 285; Dycker-
hoff(l979), p. 202; Yoneda (1981), p. 36.
250 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.S. Texcallan/Tepeticpac. Mapa de Cuauhtinchan 3, detalle. Rectángulo de


papel arnate, ea. 110 x 89 cm. Cuauhtinchan, Puebla, ea. 1533-1563. Ilustrado en
Yoneda (1981), lámina C. Reproducción autorizada por el Archivo General de la
Nación, Fondo Hermanos Mayo, concentrados, sobre 363.

chiualtepetl ("Cerro fabricado"), la Gran Pirámide construida en el centro


de la ciudad. El nombre deriva de los sustantivos tlachiualli ("criatura o
hechura") y tepetl ("sierra o montaña'Tf" Por esta razón, el Mapa de Cuauh-
tinchan 1 (1533-1563) Yel mapa de las Relaciones geográficas (1581) mues-
tran a la pirámide formada por un cúmulo de tierra cubierto de ladrillos de
adobe (figs. IV.9. a y b).89 En el mapa de las Relaciones geográficas, debajo
del Tlachiualtepetl aparece escrito el topónimo del altepetl: "Tollan-Cholu-
la". El primero del par identificaba a Cholollan con la Gran Tollan de donde
emigraron los toltecas-chichimecas a Cholollan.v? De hecho, Rojas explica

88 Molina (1977), folios 117v y 102v.


89 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 142, n. 2. Las excavaciones
arqueológicas demuestran que, desde su primera versión, la pirámide incluyó un núcleo de
ladrillos de adobe revestidos de piedra cubierta con revoque; Marquina (1964), pp. 118-129Y
McCafferty (1996a), p. 4.
90 La discusión académica entre los expertos que consideran a Teotihuacan la ciudad a la

que se refieren las historias del siglo XVI y aquellos que piensan fue el sitio arqueológico de
Tula cuenta con poco más de medio siglo y se encuentra lejos de ser resuelta.
FIGURA IV.9.a) Emblema de Cholollan-Tollan-Tlachiuhaltepetl. Relación geográfica de
Cholula, mapa de 1581, detalle. Ilustrado en Acuña (1985), lámina en color. Repro-
ducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

FIGURAIV.9.b) Mapa de Cuauhtinchan 1, detalle, Cuauhtinchan, Puebla, siglo XVI,


papel nativo, 113 x 167 cm. Ilustrado en Yoneda (1981), lámina A4. Reproducción
autorizada por el Archivo General de la Nación, Fondo Hermanos Mayo, concen-
trados, sobre 363.
252 ESTUDIOS DE CASO

que a Cholollan se le nombraba Tollan debido a que los toltecas-chichime-


cas vinieron de Tollan (el altepetl mítico como el Aztlan de los mexicas) a la
Gran Tollan correspondiente a Tula, Hidalgo, después a Tullantzinco, y por
último a este pueblo de Tollan-Cholollan,"! También funcionaba la palabra
como metáfora de sitio densamente poblado.v- "una multitud de gente con-
gregada a similitud del tule", una metrópoli.v- y una "congregación de oficia-
les de diferentes oficios" (seguramente refiriéndose a la gente del altepetl,
gobernantes, cabezas de calpolli, artistas, sacerdotes, comerciantes, labriegos
y otrosj.?" En las dos versiones del topónimo aquí ilustradas, el humedal se
encuentra colocado debajo de la pirámide debido a que el tular formaba
parte de las insignias del altepetl. 95
En cambio, el topónimo "Cholollan" se incluye en la pintura de Cholo-
Han 1 (folio 7v) con la pictografía de una rana. Varias traducciones pueden
suministrarse para explicar la relación entre el anfibio y Cholollan. La raíz
del topónimo corresponde al verbo choloa, "huir, saltar, ausentarse, y saltar
o chorrear el agua", 96la acción de saltar ciertamente descriptiva de la ma-
nera de desplazarse a brincos de una rana. C. Reyes García traduce el topó-
nimo como "El lugar donde corre el agua't.?? y el también etnohistoriador
René Acuña propone que el topónimo pudiera interpretarse, asimismo,
como el "pueblo que hicieron los fugitivos de Tollan".98 Sin embargo, los
estudios de Úrsula Dyckerhoff confirman lo acertado de la primera traduc-
ción, dado que la lingüista descubrió la sobrevivencia de dos formas arcai-
cas de topónimos al oeste de Cholollan, en el área de Huejotzingo: atl icho-
loayan ("Lugar en donde salta el agua") y atl imeyayan ("Lugar en donde
mana la fuente de agua").99 Las propuestas de Dyckerhoff las corrobora
Rojas, al informar que en el siglo XVI la ciudad se llamó Cholollan antes que
los toltecas-chichimecas vinieran a poblarla.tv? Por su lado, el cronista tlax-

Rojas (1581), en Acuña (1985), pp. 128-129.


91
Heyden (1985), p. 141.
92

93 Rojas (1581), en Acuña (1985), pp. 128 Y 131.


94Ibidem, p. 128.
95Idem.

96 Molina (1977), folio 21v; Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 129. El posfijo locativo -an
significa "en el lugar".
97 C. Reyes García (2000), p. 91.

98 Acuña (1985), p. 128, n. 6.

99 Dyckerhoff (1979), p. 200. De atl C'agua"). choloa ("huir, saltar o chorrear el agua"), y

(posesor de la tercera persona del singular), yan C'lugar de") y meya ("manar la fuente o cosa
semejante"); Molina (1977), folio 55r.
100 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 129.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 253

calteca y mestizo, Diego Muñoz Camargo, reporta que el nombre de Cholo-


Hanquiere decir "en el saltadero o salto", debido a que al cerro de Cholollan
los gigantes lo "quisieron subir tan alto que se les cayó en tres pedazos.
y ansí quieren decir que en este lugar tomó nombre y denominación de
Cholollan, porque Cholullan quiere decir en el saltadero o salto [...]".101 Los
nahuas de la Huasteca todavía creen que en tiempos inmemoriales el cerro
sagrado del lugar creció tan alto que las deidades lo rompieron en pedaci-
tos, los que luego aparecieron en lugares circunvecínos.tv-
De manera aparentemente contradictoria, la pintura de Cholollan 1
representa una montaña natural, aun cuando la Historia la identifique
como una montaña fabricada, Tlachiualtepetl. El problema se complica
debido a que el cerro también representa el concepto y símbolo de ciudad,
altepetl, y el batracio le confiere el título específico de Cholollan. Como se
constatará más adelante, los tlacuiloque del manuscrito conscientemente
utilizaron el estilo ilusionista de la plástica europea para enfatizar las cuali-
dades naturales y paisajísticas del topónimo de Cholollan en ésta y sus dos
siguientes versiones. Por estas razones, me referiré a este tipo de topónimo
con la frase "topónimo paisajístico".
El topónimo paisajístico de Cholollan 1 contiene otro grupo de metáfo-
ras cornplementarias.tv- Varios cronistas del centro de México reportan
que en los siglos XVI y XVII los indígenas de la zona equiparaban a las ranas
con gotas de lluvia o copos de nieve. 104 De hecho, fray Jerónimo de Men-
dieta y fray Juan de Torquemada, al referirse al Tlachiualtepetl de Cholo-
Han, reseñaron que de "una tormenta de agua y nube de tempestad [...]
cayó una gran piedra en figura de sapo", y desde entonces cesaron los cho-
loltecas de construir la montaña que deseaban llegara hasta el cielo;JOSuna
concepción muy parecida a la de los nahuas de la Huasteca. Según McCaf-
ferty,la esfera pétrea burdamente tallada con las facciones del dios Tlaloc
(ampliamente conocido como el dios de la lluvia, pero cuyo nombre signifi-
ca "En la tierra")J06 pudo haberse localizado originalmente sobre la cima

101 Muñoz Carnargo, en Acuña (1984), p. 115.


102 Sullivan (2004).
103 El lenguaje nahua contiene "metáforas circulares". Cuando éstas se manifiestan, ayu-
dan a comprobar el significado de sus partes; Berna! García (1993), p. 45. Por ejemplo: anfibio
= gotas de lluvia = cuenta verdiazul = tierra mojada = anfibio.
104 Motolinía (1989 [1540]), pp. 134-135; Mendieta (1993 [ea. 1568]), pp. 86-87; Torquema-

da (1975 [1615]); McCafferty (1996a), p. 14.


105 Mendieta (1993 [1568]), pp. 86-87.

106 T. Sullivan (1974).


254 ESTUDIOS DE CASO

de la montaña artificial, representando así al anfibio que nombra a la ciudad,


y de ahí habría caído al Patio de los Altares, nombre con el que se denomi-
na a la plaza al sur de la Gran Pirámide. 107Rodara o no la piedra de la cús-
pide de la pirámide, la asociación entre ranas y época de lluvias se encuentra
ampliamente documentada por la etnografía e iconografía mesoameri-
canas. Aparte de la forma abultada de anfibios y gotas de agua, metáforas
cromáticas equipararon agua y rana con cuentas de jade o turquesa. lOS Por
ejemplo, los indígenas del siglo XVI en el centro de México equipararon los
destellos verdiazules producidos por la piel lisa y húmeda de las ranas con
el brillo generado por las cuentas de jade llamadas en náhuatl chalchiuitl. 109
De hecho, la escultura de una rana en estilo mexica muestra el emblema del
chalchiuitl sobre el vientre (fig. N.10 a). La historiadora de arte Debra Nagao
sugiere que las cuentas chalchiuitl pudieron haber simbolizado la humedad
de la tierra o la de una semilla a punto de germinar. 110La metáfora cromá-
tica entre agua y cuentas verdiazules apunta a una estrecha relación entre
el cerro Tlachiualtepetl, el anfibio que nombra a Cholollan y una de las re-
presentaciones zoomorfas de la tierra mítica, Tlaltecuhtli ("Señora o Señor
de la Tierra"),111cuyo cuerpo de anfibio muestra a menudo el símbolo "chal-

McCafferty (1996a), p. 10; (2001), p. 301 Yfig. 11.19.


107

Después de observar detenidamente los colores utilizados en la plástica mesoamerica-


108

na, estoy completamente convencida de que estas culturas distinguieron entre el jade y el tur-
quesa, así corno sus variadas tonalidades: verdes, azules y verdiazules, claros y oscuros. Ba-
sándose en documentos etnohistóricos, los investigadores consideran al chalchiuitl una
cuenta de jade. Ello debido a que Molina proporciona al menos dos palabras para "jade": chal-
chiuitl ("esmeralda basta"); Molina (1977), folio 19r, y quetzalitrtli C'esmeralda", literalmente
"piedra del color del quetzal" [verde]); Molina (1977), folio 58v. No obstante, la frase quetzal
chalchiuitl, según el mismo Molina (1977), folio 89r, también significa "piedra preciosa de
color azul o verde". Para complicar mayormente el problema, la raíz de la palabra chalchiuitl
deriva de xiuitl con /i/ corta ("turquesa o hierba [¿verde?]"); Kartunnen (1983). Molina (1977),
folio 159v,no registra la diferencia entre /i/ larga e /i/ corta y traduce xiuitl como "año, cometa,
turquesa y hierba". Tanto Pasztory (1983), p. 85, como Boone (2000), p. 254, n. 30, presentan la
distinción sin proporcionar argumentos. La palabra y el emblema de chalchiuitl correspon-
derían al jade según las dos autoras y el quincunce en forma de cruz cuadrada representaría la
turquesa, según Pasztory.
109 Torquemada (1975 [1615]), lII, p. 80. La etimología de la palabra se compone de chal/i,

"hueco, agujero o apertura"; Códice Ramire; [1609], en Alvarado Tezozómoc (1987), p. 18.
Molina (1977), folio 12r, traduce camachalli, "quijada" y Delfina de la Cruz de la Cruz, nahua
de la Huasteca, como "el interior de la boca" (comunicación personal con Sullivan, marzo de
2004).
110 Nagao (1985), pp. 51 y 100, n. 106.

111 Klein (1976), pp. 257-260, analiza la posición frontal de Tlaltecuhtli y concluye que la

tierra se representa siempre de esta manera. En realidad la tierra puede representarse también
de perfil, como el Cipactli; Bernal García (1993), p. 129
FIGURA IV.IO.a) Rana con glifo chal-
chiuitl. Azteca, piedra, 19 cm de
altura, 51 cm de largo, 1200-152l.
Museo Nacional de Antropología,
México.ilustrado en Pasztory (1983),
lámina 228. Reproducción autori-
zada por Esther Pasztory.

FIGURA IV. 10. b) Tlaltecuhtli.


Dibujo. Azteca, laja de piedra
verde, 86 x 57 cm. Tenochti-
tlan, siglo xv. Museo Nacional
de Antropología, México. ilus-
trado en Pasztory (1983), lá-
mina 98. Reproducción auto-
rizada por Esther Pasztory.
256 ESTUDIOS DE CASO

chiuitl" sobre su vientre (fig. IV.10 b).ll2 Tlaltecuhtli representa a la tierra


que atraviesa por las cuatro eras cósmicas de la mitología mesoamericana,
versión resultante de la muerte y transformación del Cipactli (palabra
carente de traducción hasta el mornentoj.t '> animal fantástico de cuerpo
cocodriláceo y patas y orejas de venado.
Otra conexión de las piedras chalchiuitl tuvo que ver con la pareja tute-
lar del espacio terrestre, Chalchiuhtlicue ("Sus faldas de jade") y Tlaloc. El
nombre de la diosa se relaciona íntimamente con ranas, turquesas y lirios
acuáticos, por lo que la flor conforma uno de sus emblemas principales.l!"
El cronista Bernardino de Sahagún, por ejemplo, reporta que en algunos
festivales del centro de México los indígenas elaboraban efigies de estos ba-
tracios con masa de maíz, pintaban sus caras de azul y luego los vestían con
faldas de mujer, a imitación de la diosa.U> Las piedras chalchiuitl, cuando se
representaban alargadas, eran asociadas con la lluvia y, por ende, con Tlaloc.
Sin embargo, el también cronista Diego Durán relaciona al dios principal-
mente con las extensas cavernas que recorren el interior de la Tierra, en
donde se generaba el vapor de agua causante de la formación de las nubes.U>
Es quizá por esta razón que la línea colorada que sirve de base al topóni-
mo de Cholollan 1 representa una cueva relacionada con Tlaloc; a menudo,
de ellas brota un chorro de agua. De hecho, Sahagún informa que el "gran
monte", edificado por los chololtecas, estaba "todo lleno de minas o cuevas
por de dentro't.U? Basado en la información del arqueólogo Eduardo Mer-
lo, McCafEerty reporta que, aunque debajo de la pirámide no se ha encon-
trado cueva alguna, llB los habitantes prehispánicos de Cholollan constru-
yeron en su interior una cámara artificial que circunda un manantial.U?
Ranas, aguas y cuevas aparentemente se relacionaban con Tlaloc o Chal-
chiuhtlicue, dependiendo de su posición, forma y función en la tierra.
El siguiente elemento inherente al topónimo paisajístico de Cholollan 1

112 La piedra preciosa también aparece en esculturas e imágenes de templos y ollas reple-

tas de agua y frutos de la tierra.


113 Bernal García (1993), pp. 177-178, Y(2001).

1 14 El lirio acuático recibe el nombre de amalacotic teocuicatl chalchiuitl; Sahagún (1981


[1569]), II, p. 187, YIV,pp. 279-290. Amalacotic significa "llegó a ser como un amalacotl [redon-
do, en espiral]"; J. Sullivan, correo electrónico, 1° de octubre de 2004. Por lo tanto, la traduc-
ción sería "jade y de oro (literalmente, 'excrecencía divina') que llegó a ser un lirio acuático",
115 McCafferty (2001), p. 302, basado en Sahagún (1950-1982), libro 2, p. 62.
116 Durán (1967 [1570]), p. 81; T. Sullivan (1974).

117 Sahagún (1981 [1569]),1, p. 29.

118 McCafferty (2001), p. 286.

119 Eduardo Merlo, comunicación personal, 1980, en McCafferty (1996a), p. 5.


ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 257

lo constituye una corriente de aguas negruzcas, llena de flores azules, ber-


mejas y amarillas, la cual se bifurca en dos cursos al emanar de la boca de
la cueva colorada (fig. IV.I).120A la horqueta de guirnaldas la nombra el
documento Xochatlauhtli ypilcayan ("Lugar de donde cuelga el gran barran-
co de flores").121 En la geografía del lugar, las guirnaldas corresponden
a los ríos Atoyatl y Zahuapan, cuyos lechos o barrancas, efectivamente, se
descuelgan de la sierra de Tlaxcala y convergen al oeste del volcán Matlal-
cueye (también conocido, según hemos dicho, como La Malinche, 4461
msm).122Los ríos Atoyatl y Zahuapan enmarcan el cerro Xochitecatl ("Sus
flores"), asociado al asentamiento Epiclásico de Cacaxtla y al mismo sitio
de Xochitecatl (fig. IV.II).Otros desaguaderos provenientes de Matlalcueye
se unen al Atoyatl en ese punto (fig, IV.12).Indicación de la importancia de
la confluencia de estos dos ríos en el ordenamiento de los espacios hacia el
sur de ese punto es su presencia en los mapas de Cuauhtinchan conteni-
dos en la Historia, en el mapa de Cholula ilustrado en el Códice de Cholula
(1586)y en los mapas de Cuauhtinchan 1, 2 Y 3 (figs. IV.B,IV.llYIV.12).123En
los mapas de la Historia, el Atoyatl se representa de dos maneras. Las dos
muestran la bifurcación de los ríos hacia el sur, una de manera simple y
otra rodeada de una corona de plumas (figs. IV.13. a y b [folios 35v y 32v).
Por ejemplo, al cruce de dos corrientes de agua en el centro de la ciudad de
México-Tenochtitlan, Alvarado Tezozómoc lo llama yn oncan yn ihuiyotl
machoco ("ahí, la plumería [¿en señal de escuadra?]"). 124Referente a Teoti-
120 En trabajos anteriores he usado la letra "Y" para describir la horcajadura. Sin embargo,

la letra "V" parece una comparación más adecuada a esta representación en particular. De
todas maneras, cualquiera de las dos podría usarse puesto que la Historia usa las dos versio-
nes, como se verá más adelante.
121 Del su tantivo xochatlauhtli, compuesto de xochitl ("flor") yatlauhtli ("barranca gran-
de");en Molina (1977), folios 8v y 160r. ótese que al incluirse la raíz atl, la barranca constitu-
ye el lecho de un río. Ellocativo verbal posesivo ypilcayan deriva del verbo pilca "colgar", al
que se agrega el sufijo durativo, "-ya" y ellocativo "-n", literalmente "el lugar o tiempo de su
colgamiento" o "su lugar o tiempo donde colgaba", Sullivan, comunicación personal, 2003 y
29de mayo de 2004.
122 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 136, reporta que el Atoyatl desciende de las sierras del

norte. Otras guirnaldas de flores asociadas a ríos se encuentran en el Códice Borbonicus;


Andersy Jansen (1988), p. 84.
123 Yoneda (1981), p. 10l.

124 Alvarado Tezozómoc (1998 [1598]), p. 3. La palabrayn puede funcionar como artículo
y generalmente se traduce como "el, la, los, las" o esporádicamente como un pronombre pose-
sivo, "su". Sin embargo, su función básica es la de un subordinador que señala los elementos
de una lista; Sullivan, comunicación personal, 2003. Oncan ("allí, mostrando el lugar, de tal
parte") e ihuitl ("pluma de ave"); Molina (1977), folios 77r y 96v. Ellocativo del topónimo com-
puesto machoco pudiera referirse a machoncotl ("brazalete de plumas"), en Siméon (1977),
258 ESTUDIOS DE CASO

¿'
\

FIGURA IV. I 1. Mapa de la cuenca del Alto Atoyatl. Ilustrado en Wegener (1979), fig. 1.

huacan, el antropólogo Karl Taube deduce que los collares de plumas que
ostentan las serpientes del Templo de Quetzalcoatl conforman espejos de
agua que funcionan a manera de portales entre el ambiente acuático de los
tableros y la tierr'a.V> En náhuatl, la relación semántica entre barrancas,
cursos de agua y plumas largas se muestra lo suficientemente cercana
como para ignorada. Por ejemplo, las palabras para acequia, tlalatlauhtli y
aquetzalli, literalmente significan "barranca de agua en la tierra" y "pluma

p. 246. En el mapa de Tamazolco, Tlaxcala, ejecutado en 1616, a los ríos y otros cuerpos de
agua se les añade un diseño que puede representar flores o plumas. Al único de forma circular,
el documento lo llama maxoxotlan; véase Brotherston (1995), fig. 78.
125 Taube (1986), p. 61. Considerando que durante la fase perteneciente al Periodo Clásico

del Patio de los Altares, los quinamentin tallaron serpientes emplumadas en terrazas formadas
por taludes y tableros, en McCafferty (1996a), 10, la simbología de los espejos emplumados al
estilo Teotihuacan debió de formar parte de la tradición artística de los cuauhtinchantlacas
que elaboraron el documento.
FIGURA IY.12. Mapa de Cholollan. Ilustrado en González-Hermosillo A. y L. Reyes
García (2002), fig. 3. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antro-
pología e Historia.
260 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.l3. a) Río Atoyatl. Reproduc- FIGURA IV.l3. b) Río Atoyatl emplumado.
ción autorizada por el Instituto Nacio- Reproducción autorizada por el Institu-
nal de Antropología e Historia. to Nacional de Antropología e Historia.

rica, larga y verde de agua".126 Una de las barrancas que se desprende de


Matlalcueye se conoce aún hoy día con un nombre relacionado a flores,
Xochimehuacan ("Donde están los que tienen flechas floridas") (compárese
figs. IV.l [folio 7v] Y IV.12). 127 Aunque la relación entre "flechas floridas" y
"barrancas de flores" se apreciará mejor más adelante, por el momento
puede adelantarse que existe una conexión semántica entre "tirar flechas",
"nacimiento", "brotar flores" y "salir por primera vez".128 El topónimo de
otro río desgajado en dos, Atltzayacan ("Lugar del agua rasgada, rota, hen-
dida o desgajada") (fig. IV.l3C [folio 32v]),129 y el glifo nominal del personaje
chichimeca, Aquiauatl ("Puerta o entrada de agua") (figs. IV.13, d y e [folios
36r y 29v]), 130 ayudan a dilucidar el simbolismo de las barrancas floridas
en la pintura de Cholollan 1. Estos datos exponen una faceta más del con-
cepto del "portezuelo de la flor:' trabajado por García Zambrano, denotativo

126 Otras dos palabras se usan para acequia: huey apantli ("gran pared de agua") yapantli

("pared de agua"); Molina (1977), folio 3r.


127 L. Reyes García, en González-Herrnosillo A. y L. Reyes García (2002), p. 31 Y fig. 2.

128 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 171, n. 1, tradujeron tlacochcue-

ponque como "las flechas brotaron". El verbo "brotar" tiene en náhuatl varias acepciones: cue·
ponqui (" huevo reventado, flor abierta, cosa resplandeciente") y cueponticac ("blanquear de
lejos el edificio"), en Molina (1977), folio 261~
129 De tzayana.nitla C'rasgar, romper, hender algo o desgajar rama de árbol"); tzayani ("ras·
garse algo de esta manera"); tzallantli ("abra, quebrada de sierras o montañas"); Molina (1977),
folio 151v.
130 De atl ("agua") y quiauatl C'puerta o entrada de alguna casa o lugar"); Molina (1977),
folio 89v.El glifo nominal consiste de un hilo de agua entre dos rectángulos.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 261

e) Matlalcueye y Atltzayacan. Reproducción autorizada por el Instituto


FIGURA IV.l3
acional de Antropología e Historia.

FIGURA IV.l3. d) Y e). Glifos de Aquiauatl. Ilustrados en Historia tolteca-chichimeca,


Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), detalles en folios 35v, 29v, 32v,
36r,respectivamente. Reproducción autorizada por el Instituto acional de Antro-
pología e Historia.

de una estrechez de acceso a barrancas y cursos de agua por donde se creía


que los ancestros emergían hacia este mundo.P! En conjunto, la informa-
ción geográfica, pictórica, glífica y textual apunta a conceptos relacionados
a desgarramientos o aperturas que conectan el interior con el exterior de la
tierra y a las montañas con sus valles." 32 La secuencia entre montaña y
valle que dejan entrever los tlacuiloque se adhiere a la concepción meso-
americana de la tierra como un manto ondulado y continuo, con las depre-
siones formando valles y las protuberancias sierras, en donde macizos y
131 Véase García Zambrano, cap. VI de este libro.
132 También véase Ramírez Ruiz, cap. V de este volumen.
262 ESTUDIOS DE CASO

valles carecen de una separación abrupta.l-> Sahagún, por ejemplo, al tiem-


po que traduce Atoyatl como "agua que va corriendo con gran prisa", reporta
que el sustantivo nombraba a los grandes ríos que salen de las entrañas de
los montes.l>'
Durante el siglo XVI, el altepetl de Cholollan se sintió intensamente identi-
ficado con el Atoyatl debido a que los chololtecas relacionaban la presen-
cia de arroyos y manantiales en el valle con el gran río.13S Adicionalmente,
la confluencia del Zahuapan y el Atoyatl pudo haber desempeñado un papel
importante en la orientación solsticial del altepetl (figs. IV.ll y IV.12).136
Como se indicó anteriormente, desde su primera construcción a principios
del Periodo Clásico, Tlachiualtepetl y, por consiguiente el altepetl, se orien-
tó al ocaso del sol en el solsticio de verano, por lo que los ejes cardinales se
desviaron desde entonces de 24° a 26°.137 Hacia el oriente, el eje noreste-
suroeste coincide con la confluencia del Atoyatl y el Zahuapan (figs. IV.l] y
IV.12).138 De hecho, en el área del entrecruce proliferan los manantiales, los
que contribuirían a la visualización de la zona barrancosa como una co-
nexión entre el inframundo y la superficie terrestre, 139 y por ende una entra-
da al altepetl, mítica y real, por el área de Tlaxcala. Significativamente son
los dos volcanes de género femenino los que enmarcan el horizonte norte
del altepetl. En el solsticio de verano, el sol nace a los pies de Matlalcueye y
muere al lado de la hendidura formada por los cabellos del volcán Iztacci-
huatl C'Mujer blanca") y la ladera del cerro Tenayo (fig. IV.14).
La montaña Matlalcueye ("Dueña de faldas color verde oscuro") debía
su nombre a la diosa del mismo nombre y a la flor matlalin ("color verde
oscuro"), 140 la que en algunas épocas del año cubría la falda del volcán pro-

133 Durán (1967), II, p. 17; Bernal García (2001), pp. 329-333. Las palabras para "valle"
pueden traducirse literalmente como "quebrada entre montañas" o "dentro de las montañas".
Por ejemplo, tepetzalan, tlatzalan, tepeytic; Molina (1977), folio 116r. En la cosmovisión mesoa-
mericana, la tierra consiste de una capa interpuesta entre el océano y el cielo.
134 Sahagún (1981), III. pp. 344-345.

135 Rojas (1581), en Acuña (1985), pp. 125-126 Y211; Simons (1967), p. 283.
136 Como en la mayoría de las ciudades mesoamericanas; Bernal García (1993), caps. IV y V.
137 Marquina (1970), p. 36; Tichy (1981), pp. 221-223 Y fig. 5.

138 En su trabajo sobre el significado cosmológico del cerro Teotón, Tim Tucker (2001) con-

sidera altamente relevante la línea recta que resulta entre la cima del Popocatepetl y la cima del
volcán Matlalcueye, la cual también pasa sobre la confluencia del Atoyatl y el Zahuapan.
139 Registrados en Carta Topográfica, Ciudad de México E14-2: México, Tlaxcala, Distrito
Federal, Puebla, Hidalgo y Morelos, 1:250000, Instituto Nacional de Estadistica, Geografía e
Informática, México.
140 Torquemada (1975 [1615]), III, pp. 78-79. De matlalin o matlaltic ("color y cosa verde
oscuro"); Molina (1977), folio 53r. También texutli ("color azul"), matlalin, matlaltic ("azul más
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 263

TLACHIUALTEPEC

Junio 20, 2004

FIGURA IV.l4. Solsticio de verano en Cholula, horizonte poniente. Dibujo de la autora.

duciendo reflejos verdiazules al mirársele de lejos.t+' En cambio, de la


mitad hacia arriba, la montaña contaba con pinos y robles debajo de una
cima siempre cubierta de nieve.142 En los dos mapas de Cuauhtinchan que
contiene la Historia, el macizo aparece pintado de tintes verdes con una
flor azulada dibujada debajo de su rocosa y nevada cumbre (fig. IV.l3. e [fo-
lio 32vD. Los mismos tlacuiloque lograron generar en la pintura de Cholo-
Han 1 las iridiscencias verdiazules que tanto llamaron la atención de los
indígenas del siglo XVI (fig. IV.l [folio 7v]). Al volcán todavía hoy día lo iden-
tifican los chololtecas y tlaxcaltecas con la diosa también conocida como
Mayahuel.t+> La importancia de la diosa para el altepetl de Cholollan radica
en su asociación con la producción de maguey y pulque en el valle, incluida
su relación respecto a fuentes y manantiales. Por ejemplo, los mitos cuen-
tan que los huesos de la diosa dieron origen a dicha planta.I+' La creencia
se extiende en la veneración a la Virgen de los Remedios, cuya imagen surge
fino"), xoxouhqui ("color del cielo") y xoxouhqui C'cosa verde o cruda"); Molina (1977), folios
18r, 112v y 160v.
141 Torquemada (1975 [1615]), III, pp. 78-79.
142 Idem.

143 El cronista Muñoz Camargo (1986 [ea. 1590]), p. 102, afirma que en el siglo XV1 el vol-
cán pertenecía a la sien-a de Tlaxcala.
144 Torquemada (1975 [1615]), III, pp. 78-79; K1ein (1976), p. 71.
264 ESTUDIOS DE CASO

de un maguey y su templo se construye en 1586 sobre el Tlachiualtepetl.I45


El culto a Mayahuel y la libación de pulque (iztac octli o "vino blanco"), 146en
su honor, se remontan a los años en que los olmecas-xicallancas pintaron el
mural conocido como Los bebedores (600-900 d. C.).147Matlalcueye tam-
bién fue la diosa de los mecates y su persona se asociaba a fuentes y
manantiales.t+" En el Códice Fejérváry-Mayer la deidad surge de un ma-
guey florido y amamanta a un infante que representa a la humanidad (fig.
IY.IS.a). En la misma ilustración, Matlalcueye luce una corona hecha de
guirnaldas de flores, cuyas puntas, al amarrarse sobre su frente, se bifurcan
igual a los grandes barrancos de flores colgados de la montaña que lleva su
nombre (compárense figs. IV.I[folio 7v] Y IV.IS.a).149
Matlalcueye y Chalchiuhtlicue formaron parte del conjunto de diosas
madres pertenecientes a la religión indígena. ISOEmpero, mientras Matlal-
cueye parece haberse asociado con las fuentes del volcán, Chalchiuhtlicue
parece haber representado las aguas del río Atoyatl, que todavía se internan
en el valle de Cholollan. En el mismo Códice Fejérváry-Mayer, Chalchiuhtli-
cue aparece sentada sobre un trono cubierto con una piel de jaguar, osten-
tando un lazo en la cabeza compuesto de dos flores unidas al centro con un
chalchiuitl de colores bermejo y blanco (fig. IV.IS.b).I51 Sobre la relación
entre la diosa y los ríos explica Sahagún que "los antiguos de esta tierra
decían que los ríos todos salían de un lugar que se llama Tlalocan ["Lugar de
Tlaloc"], que es como paraíso terrenal, el cual es de un[a] dios[a] llamad[a]
Chalchiuhitlícue [...]" y, por ello, los montes que reposan sobre este Tlalo-
can son "como ollas o casas llenas de agua [...] y desde ahí Chalchihuitlícue
la manda, la ofrece". 152La creencia filosófico-religiosa se encadena con la

McCafferty (1996a), p. 14.


145
Durán (1980), p. 240.
146

147 Muller (1972); McCafferty (2001), p. 299.

148 Durán (1980), p. 204; Nicholson (1971), fig. 27. Según MoJina (1977), folio SSr, al cogo-

llo del maguey, antes de echar jilote, se le llamaba meyolotli, una palabra derivada de meya
("fuente o manantial"). Si el volcán Matlalcueye ocupa el norte de la ciudad, la diosa se une al
patrón mesoamericano en donde una montaña norte se identifica con la diosa creadora, como
es el caso de Tonantzin y el Tepeyac en México-Tenochtitlan, y Zak K'uk en Palenque y el Tem-
plo de la Cruz.
149 Anders, Jansen y L. Reyes García (1994), pp. 258-259, identifican a esta diosa como
Mayahuel.
150 Nicholson (1971), p. 420.

151 Anders, Jansen y L. Reyes García (1994), pp. 258-259, identifican a esta deidad como

Chalchiuhtlicue.
152 Sahagún (1981), III, pp. 344-345; (1982), libro 11,cap. 12, p. 247.
a)

b)

FIGURA IV.IS.a) Matlalcueye. © ational Museums Livepool, World Museum Liver-


pool. M/12014. b) Chalchiuhtlicue. Mixteca-Cholula, Códice Fejérváry-Mayer. Ma-
nuscrito en forma de acordeón, 22 pp. Periodo Posclásico, piel de venado, 3.63 m
de largo, página 16.5 x 17.5 cm. © National Museums Liverpool, World Museum
Liverpool, M/12014.
266 ESTUDIOS DE CASO

concepción del altepetl como monte lleno de agua, J 53 ya que los habitantes
del centro de México pensaban que:

La mar entra por la tierra, por sus venas y caños, y anda por debajo de la tierra
y de los montes; y por donde halla camino para salir fuera, allí mana, o por las
raíces de los montes, o por los llanos de la tierra, y después muchos arroyos se
juntan y juntos hacen los grandes ríos; y aunque el agua de la mar es salada, y
el agua de los ríos dulce, pierde el amargor, o sal, colándose por la tierra, o por
las piedras, y por la arena, y se hace dulce y buena de beber; de manera que los
ríos grandes salen de la mar por secretas venas debajo de la tierra, y saliendo se
hacen fuentes y ríos.J54

En consecuencia, la gran función del Tlalocan fue la de un gran filtro


que permitía convertir las aguas salobres del océano primordial en aguas
propicias al consumo de la mayoría de los seres terrestres. Si el topónimo
paisajístico de Cholollan 1 representara el área alrededor de la horcajadura
del río Atoyatl, como lo indican las asociaciones expuestas, montaña y ríos
personificarían al volcán Matlalcueye y a los ríos de Chalchiuhtlicue. Com-
plementariamente, ambos elementos naturales conformarían la "puerta de
entrada a la ciudad".
Íntimamente asociado al topónimo paisajístico de Cholollan 1, se en-
cuentra a su derecha el palacio del Aquiyach Amapane ("Señor de lo Alto-
Dueño de banderas de papel"), gobernante de la mitad norte y superior del
altepetl. J 55 El edificio pudiera corresponder a la residencia palaciega perte-
neciente a la época en que la ciudad fue gobernada por los olmecas-xicallan-
cas (800-1000 d. C.), ubicada al lado noreste de la Gran Pirámide y conocida
como Patio de las Calaveras.156 Sin embargo, corresponde esperar al análi-
sis de la ilustración de Cholollan 2 para poder apreciar la trasposición del
palacio a ese lado del cerro. La razón de su reubicación al lado izquierdo en
Cholollan 1 necesita de un estudio particular. Una cornisa pintada de rojo y
adornada con siete barras negras en posición vertical identifican al edificio.
En la iconografía del centro de México, las barras verticales y negras se aso-
cian a Tlaloc y Chalchiuhtlicue. J 57
Sahagún (1981), lII, p. 345; López Austin (1998 [1973]), p. 62.
153
Sahagún (1981), III, p. 345.
154

155 Kubler (1985b [1966]), p. 97; Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),

p. 146, n. 1 bis.
156 McCafferty (1996a), pp. 7 Y 12.

157 En el Códice Borbonicus y en el Templo Mayor, las bandas negras verticales se relacio-
nan a Tlaloc y Chalchiuhtlicue.
ORÍGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 267

Los 10 elementos naturales y arquitectónicos distribuidos debajo de


la montaña de Cholollan 1 pertenecen al paisaje de la ciudad olrneca-xica-
Banca tal y como existía antes de y a la llegada de los toltecas-chichimecas
en 1168 (cuadro IV.I). Por lo pronto me concentraré en el manantial a la
izquierda del topónimo paisajístico, además del tular arbolado ubicado
sobre la parte inferior derecha del eje central de la pintura. La forma alfa-
bética de estos topónimos aparece en cinco listas, correspondientes a otros
tantos párrafos distribuidos sobre los folios 7r, 25v, 26r y 28v de la Histo-
ria. 158Paul Kirchhoff, Lina Odena Güemes y Luis Reyes García, traducto-
res y comentaristas del facsímil publicado en 1976, organizaron las cinco
listas en un cuadro, el cual retorno aquí (cuadro IV.2). Cada uno de los títu-
los incluidos en estas listas "confiere al sitio [...] una importancia extraordi-
naria" .159El análisis lingüístico y estructural de este grupo de topónimos se
torna indispensable si se desea profundizar en la suerte de transformacio-
nes por las que atravesará el altepetl en sus versiones siguientes. Las listas
contienen dos tipos de topónimos: los simples y los compuestos. Común-
mente usados, los topónimos simples se componen de una palabra cons-
truida con base en un sustantivo y un locativo. Por ejemplo, Tlachiualtepec
("Lugar del cerro fabricado") contiene el sustantivo tlachiualtepetl ("cerro
fabricado") y el posfijo locativo -c (Tugar de, entre, en"). En contraste, los to-
pónimos compuestos como Tlachiualtepetl ycatcan se constituyen de dos
palabras, un sustantivo (tlachiualtepetl o "cerro fabricado") y un locativo
verbal (ycatcan), compuesto a su vez de un verbo (icac, "estar parado") y un
posfijo locativo (-can, "lugar de, entre, en").160Dyckerhoff subraya que el
locativo verbal transforma el contenido semántico de los topónimos com-
puestos en frases "altamente descriptiva ";161cuyo enigmático contenido
otros autores han calificado de "sagrados", "extraordinarios" o "metafó-
ricos".162
Efectivamente, el topónimo compuesto crea una categoría semántica
completamente diferente a la del topónimo simple, al enfatizar un espacio

158 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),


folios 7r, 25v, 26r y 28v [120,121, 259, 265 Y 273].
159 Leibsohn (1993), p. 94.

160 Aunque con anterioridad varios investigadores se percataron de la existencia de estos


topónirnos, fue Dyckerhoff (1979), p. 200, quien primero los analizó y bautizó con el título de
"compuestos", debido a que la [Tase se integra de dos palabras, un sustantivo y un locativo
genitivo, el último derivado de un verbo y relacionado al sustantivo que lo antecede.
161 Dyckerhoff (1979), p. 200.

162 Simons (1967-1968), pp. 267-339; Leibsohn (1993), pp. 94 Y 133, n. 10.
268 ESTUDIOS DE CASO

CUADRO IVI. Fechas y eventos principales de la conquista de Cholollan


por los toltecas-chichimecas en la Historia tolteca-chichimeca

Año Evento

l-Pedernal (al menos 1064 d.C.) Salida de los grupos toltecas de Colhua-
catepec-Chicomoztoc.
l-Pedernal (1116 d.C.) Salida de los toltecas-chichimecas de la
Gran Tallan.
2-Conejo (1130 d.C.) Viaje de Couenan a Cholollan.
l-Pedernal (1168 d.C.) Arribo a Cholollan de los toltecas-
chichimecas.
2-Casa (1169 d.C.) Conquista de Chollolan por los toltecas-
chichimecas.
6-Casa (1173 d.C) Peregrinaje de los toltecas-chichimecas
a Colhuacatepec-Chicomoztoc 2.
1-Pedernal. (1168 a 1220 d.C.) Los toltecas-chichimecas en
Esta fecha es ambigua. No se sabe Colhuacatepec-Chicomoztoc.
si se añaden o sustraen 47 años.
7-Conejo. Esta fecha es ambigua, De regreso en Cholollan y conquista
dependiendo si se sustraen o añaden definitiva.
los 47 años a la fecha anterior (un
años después de 1173 o 1226 d.C.).
De todas maneras, el día y mes
serían el 25 de febrero o el 4 de
marzo, según la correlación
de Caso (1971).

relativamente amorfo que adquiriría forma según el elemento paisajístico


que lo ocupara en un futuro impredeciblemente distante. En general, en las
listas del manuscrito los topónimos simples nombran a los elementos
arquitectónicos de Cholollan, mientras los compuestos se refieren a sus ele-

163 Otras traducciones del grupo de topónimos compuestos, algunas concordante s con las

presentadas aquí y otras no, pueden consultarse en Berlin y Rendón (1947), p. 79; Leibsohn
(1993), p. 376, n. 36; Yoneda (1996), pp. 190-191. Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García
(1976), p. 146, n. 1, prefirieron dejar de traducir los topónimos y respetar su integridad en
náhuatl.
CUADRO !V.2. Las cinco listas de topónimos de ChololZan en la Historia tolteca-chichimeca

Lista 1[120J Lista 2 [J 21] Lista 3 [258-259J Lista 4 [265J Lista 5 [273J

1. yn Tlachiualtepec 1. [yn Tlachiualtepec] 1. yn Tlachiualtepec 1. yn Tlachiualtepetl 1. Cholollan-yn


ycatcan Tlachiualtepetl ycatcan
2. yn Atlyayauhcan 2. yn Atl yayauhcan 2. yn Atl yayauhcan 2. yn Atl yayauhcan 2. y Xochatlauhtli
ypillcayan
3. yn Quetzaltototl 3. IN Quetzaltototl 3. in Quetzaltototl 3. yn Xochatlauhtli 3. yn Atl yayauhcan
ycacan ycacan yhicacan ypillcayan
4. yn Iztac zollin 4. In Iztac zolin 4. yn Iztaquauhtli 4. yn Quetzaltototl 4. yn Iztac uexotl
ynernornoxouayan ynernornoxouayan ytlaquayan yhicacan yhicacan
5. yn Apechtly 5. IN Apechtli 5. yn Iztac zolin 5. yn Iztacquauhtli 5. yn Iztac tolin
yonocan yyonocan ynernornoxouayan ytlaquayan yrnancan
6. yn Xochatlauhtli 6. IN Xochatlauhtli 6. yn Xochatlauhtli 6. yn Iztac zolin 6. yn Quetzaltototl
ypilcayan* ypilcayan ypilcayan ynernornoxouayan yhicacan
7. yn Iztacuauhtli 7. IN Ecoztlan 7. yn Apachtl yyonocan 7. yn Calrnecan 7. yn Iztaquauhtli
ytlaquayan ytlaquayan
8. yn Ternarnatla 8. IN Ternarnatlac 8. yn Ecoztlan 8. yn Ecoztlan 8. yn Iztac zolin
ynernornoxouaya
9. IN Couatl ypilhuacan 9. yn Ternarnatlac 9. yn Ternarnatlac 9. yn Apechtli yyonocan
10. yn Calrnecac 10. y Couatl ypilhuacan 10. yn Apechtli yyonocan 10. yn Ecoztlan
11. In Iztaquauhtli 11. yn Calrnecac 11. yn Couatl ypilhuacan 11. yn Ternarnatlac
ytlaquayan
12. yn Atliztac yrnancan* 12. Y Couatl ypilhuacan
13. yn Ozornacouatl
yneuirnollocan * 13. yn Calrnecac
14. yn Iztac tollin yxeliuhcan*
15. yn Iztac xalli yyonocan*

* Nuevas traducciones. También véase Berlin y Rendón (1947); Kirchhoff, Odena Güernes y L. Reyes García (1976); Leibsohn (1993),
p. 376, nota 36.
270 ESTUDIOS DE CASO

mento s naturales.Jvé Por lo tanto, Tlachiualtepetl ycatcan puede conside-


rarse la excepción al incluir el ambiguo concepto de "montaña fabricada".
Basada en Muñoz Camargo, quien observa que durante sus migraciones
los chichimecas "iban poblando y poniéndoles nombres [a los lugares] con-
forme a los acaecimientos que les sucedían en su viaje",164 Dyckerhoff
reporta que los topónimos compuestos "abundan generalmente en los rela-
tos sobre las migraciones [que ocurren] después del ocaso de Tula".165Com-
plementariamente, Leibsohn reconoce que los topónimos compuestos en
las listas de la Historia "evocan la historia mítica del altepetl'í.t= Sin embar-
go, la función de los topónimos compuestos en el manuscrito resulta mucho
más compleja, al crear dos categorías fundamentales que separan los luga-
res míticos de los históricos y revelan los elementos del paraje ancestral que
los mesoamericanos consideraban indispensables para asentarse: manan-
tiales, ríos, lagos, lagunas, tulares, montañas y todo tipo de animales, especial-
mente aves de ricos plumajes y mamíferosde piel suave. La función de la ca-
tegorización lingüística consiste en identificar dos maneras de existencia,
una anterior y precultural y otra posterior y cultural.w? categorías que esta-
blecen la existencia de un espacio abstracto e indefinido en un tiempo pasado,
imbuido con la suficiente capacidad para transformarse en otro sustancial
y ordenado en momentos cruciales de la migración y la narración.t=
Tanto los topónimos pictográficos de Cholollan 1 como sus topónimos
alfabéticos contenidos en las listas 1 y 2 nombran los lugares y sitios perte-
necientes a la ciudad olmeca-xicallanca que los toltecas-chichimecas vinie-
ron a habitar (compárense fig. IV.l y cuadro IV.2). De hecho, la mayoría de
los autores que han estudiado el documento reconocen y ubican algunos
de ellos en el área colonial y moderna de Cholollan.Js? Sorprendentemente,

164 Muñoz Camargo (1986 [ea. 1590]), p. 101.


Dyckerhoff (1979), p. 200.
165

166 Leibsohn (1993), p. 94.

167 Leibsohn (1993), pp. 109 Y 138, n. 41, propone que "durante la narración del viaje [...]

los eventos y las paradas de un itinerario [actúan de tal manera que] aleja a la geografía de un
estado de anonimidad y expone su inalterable preexistencia". Como señalamos en la introduc-
ción de este libro, las ciencias geográficas también identifican los elementos naturales y cultu-
rales en el paisaje; véase García Romero y Muñoz Jiménez (2002), pp. 43-45 Y 127.
168 Definición basada en los estudios de Dyckerhoff (1979); y. F. Tuan (1977), en J. Z. Smith

(1992), p. 28; D. Carrasco (1999), p. 115. Los migrantes nombraban los parajes que veían por
primera vez y de esa manera el grupo se los apropiaba.
169 Simons (1967), pp. 267-339; Kubler (198sb [1968]), p. 95; Kirchhoff, Odena Güemes
y L. Reyes García (1976), p. 146, n. 1, y 148, n. 1; C. Reyes García (2000 [1976]), p. 90; Leibsohn,
(1993), p. 133, n. 10; Mundy (1996), p. 128, tabla 6.
ORíGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 271

las cinco listas no se concatenan paralela y constantemente con cada una


de las cinco ilustraciones de Cholollan (cuadro IV.3). A Cholollan 1 le corres-
ponden las listas 1 y 2. El topónimo Tlachiualtepec encabeza los siete topó-
nimos de la primera lista, mientras la segunda excluye el encabezado pero
cuenta con 10 topónimos, tres más que la primera (cuadro IV.2).170 La obvia
diferencia hasta el momento consiste en que la primera lista representa un
paraje natural y la segunda incluye algunas estructuras arquitectónicas.
Después del Tlachiualtepec, el elemento que ocupa el segundo lugar en
la Lista 1 y el primero en la Lista 2 es el manantial encerrado dentro de un
pozo rocoso localizado a la izquierda del topónimo paisajístico. Su nombre
es Atl yayauhcan ("Lugar donde el agua es negra'T!"! Los tlacuiloque ilus-
tran el agua de la fuente en tonalidades negras, igual a la de los ríos bifur-
cados debajo del macizo. Aunque el manantial pudiera representar los
pozos que contenía el valle en tiempos prehispánicos, lo más probable sería
que la fuente incorporara con su presencia al gran número de manantia-
les que afloraron entonces y ahora en torno a la confluencia del Atoyatl y el
Zahuapan.
Un tercer cuerpo de agua en la pintura representa un pequeño lago de
aguas azules de donde crece un manojo de tules y un sauce, blancos los
dos; el tular ocupa el nivel inferior, inmediatamente a la derecha del eje
central de la composición (fig, IV.l [folio 7v]). Tal y como se comprobará
más adelante, cuando los dibujos se trazan en tintes y tonos de negro sobre
el amarillento papel, la Historia sugiere un paisaje blanco sobre fondo
oscuro. El estero ilustrado seguramente corresponde a uno de los varios
que existieron al noreste, noroeste y este del valle, el último en donde pri-
mero se asentaron los habitantes del Preclásico Medio (fig. IV.12).]72 Aunque
las listas 1 y 2 se abstienen de incluir al pequeño lago, la narrativa de la
Historia resalta repetidamente sus componentes: yn Iztac tolliln], y[n} Lztac
uexotl ("el junco blanco, el sauce blanco")P3 La importancia del tular radi-
\70 Párrafos 120 y 121.
\7\ De atl ("agua") y yayauhqui ("negro"). La raíz dellocativo verbal yayauhcan ("el lugar de
lo negro") proviene de un verbo no atestado, yayahui ("volverse negro"). Molina (1977), folio
31v, ofrece el concepto que puede ser el origen de esta palabra: yauitl y yauh tlaolli ("mayz
moreno o negro") y can "donde, lugar donde"; Sullivan, comunicación personal, 2003. Este
tipo de encierro rocoso aparece también en los topónimos de Teyaualolco, Oztoc y Oztoyaual-
eo en la misma Historia; Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), pp. 188-201, en
reeuadros.
172 L. Reyes García, en González-Herrnosillo A. y L. Reyes García (2002), p. lOS.
\73 Por ejemplo, Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes Gar-
da (1976), pp. [86 y 88]. .
272 ESTUDIOS DE CASO

CUADRO IV.3. Relación de las pinturas con el topónimo de Cholollan y las


diferentes formas del Tlachiualtepetl en las listas de topónimos simples
y compuestos en la Historia tolteca-chichirneca

Imágenes Nombre de la pintura Listas Topónimo guía


de la lista

Cholollan 1 Tlachiualtepetl Lista 1 [119-120] Tlachiualtepec


Lista 2 [121] [Tlachi ualtepec]
Cholollan 2 Ninguna Ninguna Ninguno
Cholollan 3 Chicomoztoc-Colhuacatepec Ninguna Ninguno
Cholollan 4 Tlachiualtepec y Lista 3 [259] Tlachiual tepec
Tlachiualtepetl ycatcan Lista 4 [265] Tlachiualtepec
ycatcan
Cholollan 5 Cholollan-Chalchiuhtepec Lista 5 [273] Cholollan y
Tlachiualtepec
ycatcan

ea en que eventualmente, y como se observó con anterioridad, éste confor-


maría parte del nombre de la ciudad tolteca-chichimeca, Tollan-Cholollan
(figs. IV.9. a y b). Efectivamente, los chololtecas del siglo XVI afirmaron
haberse establecido en el valle debido a la presencia de "un prado de tule
junto a donde edificaron el cerro" .174 Como se expuso en párrafos anterio-
res, la relación entre tular y ciudad asociaba a Cholollan con el lugar inme-
diato de proveniencia, Huey Tollan y en última instancia con el paisaje pri-
mordial descrito con el mismo nombre, tollan. En consecuencia, la pintura
de Cholollan 1 contiene varios niveles de significado. Primero, el topónimo
paisajístico se desdobla en cuatro facetas para representar a la pirámide
construida en el centro del altepetl olmeca-xicallanca, al altepetl en su tota-
lidad, al paisaje del norte de Cholollan (particularmente el volcán Matlal-
cueye y el área del entronque de los ríos Atoyatl y Zahuapan) y a la tierra
Tlaltecuhtli en forma de anfibio. El conjunto de pintura, montaña y horca-
jadura fluvial parecen representar la "entrada" al valle de Cholollan. Auna-
dos al Tlachiualtepec, el resto de los elementos paisajísticos describen,
simultáneamente, un espacio parcialmente amorfo y, en consecuencia, apto
para su eventual ocupación por los toltecas-chichimecas.

174 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 128.


ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 273

Cholollan 1, la narrativa

La narrativa correspondiente a la imagen de Cholollan 1 informa acerca de


la visita del joven sacerdote Couenan a Cholollan, aproximadamente en
1130 d.C. (2-Conejo), y del arribo del grupo entero en 1168 d.C. (l-Pedernal)
(cuadro rv.rj.i"> Visita y migración se debieron al inminente desplome de la
confederación tolteca, cuya cabeza la formaba la antigua ciudad de la Gran
Tollan. Por esta razón, los dirigentes toltecas-chichimecas, representados por
Icxicouatl y Ouetzalteueyac, deciden enviar a Couenan a Cholollan y suplicar
al dios Ouetzalcoatl que les indicara el camino hacia un nuevo lugar donde
asentarse.t?> Seguramente para su sorpresa y beneplácito, Ouetzalcoatl pro-
mete al joven sacerdote el mismísimo altepetl de Cholollan, entonces ocupa-
do por los olmecas-xicallancas. En prueba de la seriedad de su ofrecimiento,
el dios ordena al joven tomar un tule y un sauce del estero albino e insiste en
su entrega inmediata a los líderes que esperan su regreso en Huey Tollan.
Excepcionales en color y mensaje, las plantas convencen a Icxicouatl y
Quetzalteueyac lo suficiente como para instruir a su gente a abandonar la
ciudad y emprender una prolongada migración de 38 años. A su arribo a
Cholollan, los toltecas-chichimecas solicitan a los olmecas-xicallancas per-
miso para alojarse en la ciudad, ofreciéndose a cambio a desempeñar tareas
de sirvientes y mercenarios y propias de inrnigrantes desarraigados.' 77
Es durante la plegaria de Couenan a Ouetzalcoatl que la Historia revela
el concepto básico de altepetl y la primera transformación, simultáneamen-
te involutiva y evolutiva, del altepetl olmeca-xicallanca respecto a un paraje
primordial y hacia la nueva configuración que recibiría a los toltecas-chichi-
mecas. Cuando el joven sacerdote se dirige al dios le suplica que otorgue a
su pueblo "su agua, su cerro" (y mauh y motepeuh]; es decir, los elementos
esenciales y separados del metónimo altepetl.t " Apenas en el siguiente
párrafo.!?? cuando Ouetzalcoatl ofrece la ciudad establecida por los olme-

175 La fecha l-Pedernal simboliza "origen" o "arribo"; Urnberger (1981).


176 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),
pp. [82-84]. Topiltzin-Ouetzalcoatl de Tollan, en su camino al Golfo de México, guió a los tolte-
cas-chichirnecas a Cholollan; Alva Ixtlilxóchitl (1985 [1625]), pp. 529-530.
177 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),
pp. [128-157].
178 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),
p. [84]. C. Reyes García (2002), p. 57, igual que Lockhart (1992), p. 15, considera la frase una
copla metafórica ("el agua, la montaña").
179 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. [85].
274 ESTUDIOS DE CASO

cas-xicallancas, el dios responde con el metónimo yn imalltepeuh ("su ciu-


dad" [de los olmecas-xicallancasjl.t''? Paralelamente, al regresar a la Gran
Tollan y transmitir el recado de la deidad, Couenan dice haber dejado el
Tlachiualtepetl ycatcan ("El lugar de estar del cerro fabricado") en lugar
del Tlachiualtepec C'Lugar del cerro fabricado"); es decir, el paraje que lue-
go ocuparía el cerro fabricado. Entonces Couenan entrega a los líderes que
esperaban en la Gran Tollan "el tule blanco, el sauce blanco", los elementos
simbólicos de la ciudad, mas no la ciudad misma. A ésta habría que ganar-
la por medio de varias estrategias, reconfigurarla y adaptada a las peculia-
ridades sociopolíticas y religiosas del grupo inmigrante.
Una vez que la narración señala a Cholollan como un paraje presto a
reorganizarse, el texto refuerza la percepción inicial al introducir las dos
primeras listas de topónimos sobre el folio 7r que antecede a la pintura
de Cholollan 1. La Lista 1 aglutina los cinco primeros elementos naturales del
altepetl en un solo párrafo; el manantial abre el grupo y la horcajadura lo
cierra. Paralelamente, la Lista 2 repite los mismos cinco elementos naturales
de la Lista 1, pero los distribuye a lo largo de la segunda columna, resaltan-
do cada uno de ellos con el subordinador IN escrito en mayúsculas y dejando
espacios amplios entre uno y otro. De esta manera, los tlacuiloque producen
una diferencia notable entre la lectura habitual de la primera lista y la reci-
tación pausada, ceremoniosa y rítmica de la segunda.Iv' Estas dos formas

180 Aunque los especialistas en gramática náhuatl consideran sinónimos la copla metafóri-
ea (yn atl-yn tepetl) y el topónimo (altepetl) (Sullivan, comunicación personal, 2003), el texto
de la Historia marca una diferencia profunda entre una forma y la otra. En los párrafos del 12
al 282, correspondientes a la narrativa presentada en este trabajo, el altepetl se menciona 25
veces (82, 83, 84, 85, 88, 91, en el 134 tres veces, 136, 137, 140, 141, 151, 160, 163,230,263,265,
266, en el 267 dos veces, 273, 274, 281). Entre estas 25 ocasiones, la metonimia yn atl, yn alte-
petl ocurre solamente en cuatro ocasiones en los párrafos (84, 91, 263 Y273); o sea, 16% del
total. Yn atl-yn tepetl señala al altepetl únicamente cuando se encuentra en manos de Quetzal-
coa ti (84), cuando los toltecas-chichimecas dejan la Gran Tollan y enfrentan la incertidumbre
de la llanura y el desierto (91), al regreso de Colhuacatepec-Chicornoztoc, una vez que los tol-
tecas-chichimecas llegan a Xiuhcalco mientras los xochimilcas todavía acechan la ciudad
(263) y cuando los toltecas-chichimecas encaminan a los totomiuaques y cuauhtinchantlacas
hacia la llanura y el desierto a fin de que ellos mismos busquen sus propios lugares de asenta-
miento (273). En cambio, la palabra altepetl ocurre en las 21 ocasiones restantes para referirse
a ciudades establecidas o próximas a establecerse, sea la Gran Tollan, la ciudad de Cholollan,
Cuauhtinchan o Chiquiuhtepec.
181 El remate del canto se logra a través de la aglomeración de los tres topónimos siguien-

tes y la separación puntual del último. Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),
p. 146, n. 1, observaron la diferencia y la encontraron "sugerente". La sugerencia la tomó Leib-
sohn (1993), pp. 156-159, quien explica la manera en que los tlacuiloque explotaron las cua-
lidades visuales de la escritura, permitiendo al libro funcionar de manera complementaria
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 275

de referirse al altepetl anteceden su representación al voltear del folio 7r al


7v,donde se encuentra Cholollan 1. Tomando en cuenta la narración y las
dos listas correspondientes a la pintura, ésta parece representar dos mo-
mentos en la historia: cuando el joven sacerdote Couenan visita a Quetzal-
coatl en el año 2-Conejo y cuando 38 años después, en 1-Pedernal, llegan
Icxicouatl y Quetzalteueyac con los calmecactlaca ("personas del Calme-
cac") toltecas-chichimecas.ts- Según las listas, Couenan encuentra el "Lugar
del cerro fabricado" junto con el paraje que contiene el manantial y la hor-
cajadura de tonos negruzcos. En contraste, el grupo observa, aparte de los
elementos anteriores, los edificios básicos para conformar el altepetl, inclu-
yendo el propio edificio de gobierno destinado a educar a los calmecactlaca:
Ecoztlan ("Lugar de tres collares"), Temamatlac ("Lugar de la escalera de
piedra" [una combinación de cerro y pirámide]),183 Couatl ypilhuacan ("El
lugar de los ancestros o del linaje de la culebra") y el Calmecac ("En la casa
del mecate/linaje) (cuadro IV.2).184
Además, texto y pintura vinculan a Cholollan con dos lugares ancestra-
les: la legendaria ciudad de la Huey Tollan y la montaña mítica de Colhua-
catepec-Chicomoztoc ("En la montaña de los que tienen ancestros-En las
siete cuevas"), la cual los mesoamericanos ubicaban al noroeste del centro
de México. La fecha 1-Pedernal asocia tres eventos cruciales de la migra-
ción: la salida primordial de los toltecas-chichimecas de Colhuacatepec-Chi-
comoztoc 1, su salida de la Gran Tollan y su llegada a Cholollan (fig. IV.16
[folio Sr], y cuadro IV.I).185Visualmente, los tres lugares comparten ciertos
elementos formales. Primero, Icxicouatl y Quetzalteueyac veneran a la mon-
taña de Cholollan 1 a su arribo, de la misma manera que a su salida ofre-
cieron sus respetos a la Gran Tollan (compárense figs. IV.1y IV.6[folios 7v y
2r]). Por otro lado, el tular,los ríos y el manantial de Cholollan 1 comparten
la oscuridad de la montaña mítica, así como la forma de "Y"o "V"invertidas
correspondientes al camino debajo de Colhuacatepec-Chicomoztoc 1 y los
con las pinturas, lo que constituía un reflejo de antiguas formas del discurso formal en
náhuatl.
182 La misma secuencia y número ocurre durante la fundación de México-Tenochtitlan,

pero no en años sino en días.


183 La primera traducción fue corroborada por Sullivan, la segunda elaborada por él mis-

mo, correo electrónico, 29 de mayo de 2004.


184 Mecayotl ("abolorio o parentesco de consanguineidad"); Molina (1977), folio 55r. Las
traducciones fueron corroboradas por Sullivan, comunicación personal, mayo de 2004.
185 De donde habían surgido en tiempos ancestrales los toltecas que gobernaron la Gran

Tollan, así como los mismos toltecas-chichimecas; Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff,


Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. [80]. También véase Leibsohn (1993), pp. 95-98.
276 ESTUDIOS DE CASO

ríos de Cholollan 1 (compárense figs. IV.l y IV.l6 [folios 7v y 5rJ).186Efectiva-


mente, la pintura de Colhuacatepe-Chicomoztoc 1 se dibuja en blanco y
negro salvo por la pluma larga y verde que emite Quetzalteueyac por la
boca. En síntesis, la pintura de Cholollan 1 enfatiza la salida de parajes
ancestrales y la entrada al altepetl de los olmecas-xicallancas, el cual se con-
cibe aquí de dos modos: un paraje mítico y silvestre, por un lado, y por otro
una ciudad presta a recibir el nuevo ordenamiento concebido por sus futu-
ros gobernantes.

FIGURA IV.16. Colhuacatepec-Chicornoztoc 1. Historia tolteca-chichimeca, folio Sr.


Manuscrito, papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563. Biblio-
theque Nationale, París. Ilustrado en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes Gar-
cía (1976). Reproducción autorizada por el Instituto acional de Antropología e
Historia.

186 Paulatinamente se hará evidente que el color blanco (blanco y negro en los dibujos de la
Historia) señala una relación temporal con los sucesos y parajes ancestrales.
ORÍGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 277

CHOLOLLAN 2

En contraste con la composición vertical de Cholollan l , Cholollan 2 enfati-


za el plano horizontal, dobla su superficie al desplegarse sobre los folios 9v
y IOr,destaca el orden urbano y sociopolítico del altepetl olmeca-xicallanca
e incluye sólo una parte mínima del paisaje anterior (fig. IV.2 [folios 9v-lOr]).
Del conjunto precedente, los únicos elementos que permanecen son el
topónimo paisajístico y el pequeño lago, el último dividido ahora en tular y
sauce. El trío queda encerrado en un vano interior y cuadrado delimitado
en tres de sus lados por rectángulos. Francamente separados uno del otro y
compitiendo en altura, la montaña ocupa el lado izquierdo del tular y del
sauce cediendo el lugar central al tular, como lo muestra la ilustración de
la Gran Tollan (figs. IV.l, IV.2 YIV.6 [folios Tv, 9v-IOr,2rJ). Esta vez, el topóni-
mo paisajístico alarga, adelgaza y endereza su cuerpo, cambios que ocasio-
nan una distensión notable en su corteza, efecto logrado a través de pince-
ladas verticales, rígidamente aplicadas de abajo hacia arriba. Durante el
proceso de cambio, la montaña pierde la roca superior que anteriormente
ostentaba del lado izquierdo, conserva las dos del derecho y desecha la cla-
ridad de su simetría. La montaña también se deshace de su cumbre nevada,
sus cinco manojos de zacate y sus cañadas colgantes, pero retiene a la ima-
gen de la rana en la cúspide. Según McCafferty, los zacates crecidos en la
montaña de Tlachiualtepec, correspondiente a Cholollan l , indican el aban-
dono que sufrió la pirámide desde la llegada de los toltecas-chichimecas
hasta el arribo de los españoles. 187 Otra interpretación pudiera ser que los
zacatales desaparecen debido al cambio de significado del topónimo paisa-
jístico. En Cholollan l se asociaban a los desiertos montuosos del norte de
México, hogar de la montaña mítica de Colhuacatepec-Chicomoztoc.188
Volviendo a la figura de la rana, ésta y el cerro abandonan sus coloracio-
nes intensas de verdes y azules para adquirir tonos predominantemente
sepias, resaltados éstos por áreas menores de tintes opalinos. De la vegeta-
ción anterior, las flores bermejas permanecen y aumentan de seis a siete.
McCafferty asocia las siete flores con el Señor Siete Flor, joven dios mixte-
co relacionado, en el Códice Viena, con ceremonias donde se bebe pul-

187McCafferty (1996a), p. 3.
188Las características ambientales del área ocupada por la montaña primordial las descri-
ben Alvarado Tezozómoc (1998 [1609]), p. 17, Y Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García
(1976), p. 160, n. 2.
278 ESTUDIOS DE CASO

que.189 Con base en la tradición estilística compartida por mixtecos y cho-


loltecos durante el Posclásico, McCafferty marca la pauta para comparar
deidades y objetos entre estas dos culturas.tv? Siete Flor pertenece al grupo
de dioses relacionados con los aspectos juveniles del fuego, el maíz y el sol,
como los mexicas Xochipilli ("Señor Flor") y Xipe Totec (nombre tradicio-
nalmente traducido como "Nuestro Señor el Desollado'T.t"!
En contraste con la pintura anterior, el anfibio y la residencia del Señor
de lo Alto miran hacia lados contrarios. El palacio, además, esta vez ocupa
el flanco noroeste del topónimopaisajístico en lugar de la ubicación nores-
te que mostraba en Cholollan 1. La estructura también estrena cinco alme-
nas blancas en forma de "L", color que comparten con el estero de Cholo-
llan 1 y la montaña mítica de Colhuacatepec-Chicornoztoc 1.
Al pasar a ocupar el centro de Cholollan 2, las aguas retienen el azul del
tular de Cholollan 1, ahora contenidas en un recipiente en forma de "U" y
base ancha, diseño estereotipado de lechos fluviales, canales y acequias en
la tradición artística mesoamericana. En Cholollan, todavía hoy día las ace-
quias reciben el nombre de achololi ("hacer saltar el agua").l92 El aztequis-
mo correspondiente, achololes, precisa el concepto de "aguas sobrantes que
rebasan de los surcos después de regar las sementeras" .193Sobre el canal, el
haz de tules adquiere tintes agua, verdes y acres, de los que carecía el caña-
veral de Cholollan 1, por lo que esta vez las plantas confieren una sensación
de vitalidad y frescura. En amplio contraste, el sauce moribundo, al separar-
se del agua, expone sus raíces y muestra muñones de donde anteriormente
crecían frondosas ramas. 194Su mutilación recuerda el ahuehuete partido a
la mitad del tronco, ilustrado en la TIra de la peregrinación, el cual simboli-
za la separación de los grupos que salieron juntos de la cueva de Colhuaca-
tepec-Chicomoztoc. J 95En el caso de la Historia, el árbol moribundo parece
indicar la desbandada de la confederación tolteca.

McCafferty (1996), p. 14; (2001), pp. 299-300; Furst (1978), pp. 202-203.
189
McCafferty (1996a), p. 13.
190

191 Klein (1976), p. 73. El Señor Siete Flor es también una divinidad de la presente o Quin-

ta Era, relacionado con el centro de la tierra; Furst (1978), pp. 241-243; Heyden (1985), p. 109.
192 Según C. Reyes García (2000 [1976]), p. 97, con esta palabra se denomina, además, a
caños y surcos de tierra.
193 Yoneda (1996), p. 190.

194 El follaje alargado y desordenado trata de imitar, sin éxito, las ramas del sauce. De
hecho sería imposible identificar un sauce en este dibujo si no fuera por la información pro-
porcionada por el texto.
195 Alvarado Tezozómoc (1998 [1598]), pp. 19-21, da a entender que los ahuehuetes se rom-

pen cuando un grupo se separa de un lugar o de una corporación étnica; Heyden (1989), p. 60.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 279

Al enmarcar por tres de sus lados al trío paisajístico, cada uno de los 10
tlatoque (plural de tlatoani, "gobernante") olmecas-xicallancas ocupa uno
de los 10 rectángulos que representan los barrios que integraban el antiguo
altepetl.ws Entre ellos destacan los dos gobernantes más viejos y principales
de la ciudad, el Señor de lo Alto-Dueño de banderas de papel, quien fuera
presentado en la pintura anterior, y el Tlalchiyach Tizacozque o Señor de
lo Bajo/del suelo-Dueño de collares de tiza.J?? representante de la mitad sur
del altepetl. Los dos personajes ocupan la esquina izquierda inferior de la
composición, con el Señor de lo Alto apropiadamente colocado inmediata-
mente arriba del Señor de lo Bajo. Ambos portan tilmas sobre sus hom-
bros, azul el de arriba y rojo el de abajo. Los colores simbolizan el cielo y la
tierra, 198 y repiten el azul del cuerpo superior de la montaña y el rojo de sus
flores y su cueva.t''? Sus cargos con relación al paisaje los enfatiza la colo-
cación de sus nombres sobre los folios de la Historia. El Señor de lo Bajo
ocupa la esquina inferior derecha del folio 8v y el Señor de lo Alto el ren-
glón superior del folio 9r. Inmediatamente después, al pasar al folio 9v, apa-
rece la ilustración de Cholollan 2. Basados en este y otros documentos,
George Kubler y Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García propusieron
que al altepetl olmeca-xicallanca lo rigieron dos gobernantes-sacerdotes,
probablemente asociados a clanes exogámicos.sv? A los barrios y personas,
que constituían y habitaban dichas mitades, se les consideraba las manos y
los pies del altepetl.t?!
El elemento horizontal y longitudinal adherido a la frente del Señor de
lo Bajo lo identifican Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García con las
tuberías de barro llamadas apiaztli ("caño de agua"),2021as cuales drenaban

El ahuehuete tenía 1 008 años y su rotura abre el camino de la migración. El mismo docu-
mento dice que el ahuehuete se rompe cuando los mexicas salen de Chicomoztoc y otro lo
plantan los mexicas allJegar al lugar donde se asientan.
196 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 150, n. 3.

197 Muñoz Camargo, en Acuña, (1984), pp. 248-250, aclara que se trata de la tierra, el suelo.
198 Rojas, 1581, en Acuña, (1985), p. 130; Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García, (1976),

p. 146, n. 1 bis.
199 Los indígenas del Altiplano representaban tanto el cielo como el agua con el color
azul.
200 Kubler (1985b [1966]), pp. 97-98; Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),

p. 149, n. 2. Véase también el cap. I de este volumen.


201 Kirchhoff Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 148, n. 2. Altepemaitl ("aldea o aldea-

no", literalmente "mano del altepetl"); ima icxi in altepetl ("suburbio, barrio de ciudad o la parte
más pequeña o alejada del centro del altepetl", literalmente "las manos y pies del altepetl"): en
este volumen, cap. 1. En el caso de Cholollan, Rojas parece referirse a los barrios de la ciudad.
202 Molina (1977), folio 8v.
280 ESTUDIOS DE CASO

el agua de la Gran Pirámide,203 y quizás la escorrentía de palacios y casas.


Por ello, los mismos autores dedujeron que el Señor de lo Bajo se asociaba
al agua de la tierra. Complementariamente, el Señor de lo Alto estaría co-
nectado al agua de lluvia, debido a que un glifo quiauitl ("lluvia") cuelga de
una línea que une a éste con el Tlachíualtepec.sv+ En 1581, Gabriel de Rojas
informó que al Tlachiualtepetl se le conocía también como Chicunauh-
quiauitl ("Nueve Lluvia"),20Sfrase calendárica que nombra a una diosa mix-
teca cognado de Chalchiuhtlicue.206 Otros atributos del Señor de lo Bajo lo
relacionan al punto cardinal del oeste. Por ejemplo, el personaje peina sus
cabellos como si fueran los de una mujer, a diferencia del resto de los tlato-
que olmecas-xicallancas, incluidos el Señor de lo Alto y los varones ilustra-
dos en el resto del manuscrito, quienes lo dejan suelto a la usanza mascu-
lina. Como es bien conocido, al punto cardinal del oeste la mitología del
Altiplano Central lo asociaba con el género femenino, por lo que se le cono-
cía con el nombre de Cihuatlan ("Lugar de mujeres"). Asimismo, el topó-
nimo asociado con el Señor de lo Bajo, Tecaxpan tlatzintlan ("En la pila
de piedra-Abajo"),207 corresponde al monte llamado hoy día Tecaxitl (Te-
cajete,2 515 msrn), el cual se localiza directamente al oeste de Cholollan
(fig. IV.12).208

Cholollan 2, la narrativa

La imagen de Cholollan 2 corresponde al año transcurrido entre 1-Pedernal


y 2-Casa, tiempo en que los olmecas-xicallancas gozaron, por última vez, de

203 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 149, n. 2.


204 Idem.
205 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 132; Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García

(1976), p. 149, n. 2. .
206 Caso (1979), p. 426, en McCafferty (2001), p. 301. Durán (1980), p. 167, también men-

ciona una deidad llamada Chiconquiauitl ("Nueve Lluvia") entre aquellas que participaban en
la novena fiesta del año mexica, miccailhuitontli ("Pequeña fiesta de los muertos").
207 Sullivan, comunicación personal, 2003.

208 Olivera y C. Reyes García, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),

p. 150, n. 3. El resto de los gobernantes carece de una dirección fija, según los mismos autores.
También véase el Códice de Cholula, en González-Herrnosillo A. y L. Reyes García (2000),
p. 98. En general, los colores pueden asociarse a este tipo de simbolismo; por ejemplo, en
el Templo Rojo de Cacaxtla (ea. 900) se ilustra una rana cubierta de escamas azules en la
pared oriente, mientras la rana amarilla con manchas negras pertenece al mural poniente, por
lo que se asocia al jaguar (el animal símbolo de "abajo"). Según el astrónomo John Carlson
(1993), p. 238, el par representa la dualidad este-oeste y los binomios cielo-infrarnundo y día-
noche.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 281

su próspera ciudad gracias al trabajo de los toltecas-chichimecas. El corto


lapso fue suficiente para que los últimos se saturaran del humillante trato y
decidieran acudir en busca de ayuda, esta vez no con Ouetzalcoatl, dios de
las artes, sino ante Tezcatlipoca, dios de la guerra. Naturalmente, Tezcatli-
poca los insta a deshacerse de sus opresores y apropiarse definitivamente
de la ciudad; cauce que de todas maneras había iniciado Ouetzalcoatl con
sus promesas. Determinados a cumplir la voluntad divina, los toltecas-chi-
chimecas conquistan el altepetl y se posesionan de su territorio, "para lo
cual hicieron penitencia y flecharon los árboles asociados a cada uno de los
rumbos del universo", en el año 6-Casa.209 El flechamiento de los puntos car-
dinales constituyó parte indispensable de los rituales de fundación de los
altepeme del siglo XVI, acción que, efectivamente, indicaba la posesión del
territorio conquistado y el ordenamiento del mismo, a fin de abrir camino al
Sol en su próximo tránsito sobre la nueva ciudad.U? La alegría que produjo
la ceremonia pronto se tornó en desazón, debido a que en ese mismo año
los xochimilcas y sus aliados, habitantes de algunos altepeme cercanos, se
rebelaron contra los toltecas-chichimecas.
Al llegar a este punto de la historia observamos claramente que la infor-
mación pictórica y alfabética del manuscrito empieza a trazar rutas y
transformaciones reales y simbólicas. La pintura de Cholollan 2 encierra
el paraje silvestre dentro de la conformación sociopolítica del altepetl
yel orden de aparición de los gobernantes nos lleva del norte y la parte de
arriba hacia el oeste y la parte de abajo del territorio chololteca. La direc-
ción vertical asocia simultáneamente a estos puntos cardinales con el cielo
y la tierra, respectivamente. En este contexto, los ríos y manantiales ne-
gruzcos, junto a las aguas de lluvia pertenecerían al cielo, y los manantia-
les, ríos, acequias y caños a la tierra. Paralelamente, la alta montaña neva-
da del lindero norte contrasta con el cerro del lindero oeste, pequeño en
comparación y de cima cóncava en lugar de convexa. Simultáneamente, la
secuencia resalta la diferencia entre las aguas oscuras, y silvestres, y las
azules del estero y los arroyos, canalizadas a través de acequias y tubos de
drenaje; lo que proveería al altepetl de suficiente agua corriente para el uso
agrícola, doméstico y ceremonial. La transición incluye la conquista del
altepetl olmeca-xicallanca por el grupo inmigrante, los toltecas-chichime-
cas, quienes proceden a señalar sus linderos a través del flechamiento de
209 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), pp. 156-157, n. 1.
210 García Zambrano (1992), (1994), p. 220; Bernal García (1993), pp. 321-345; Boone
(2000), pp. 99-161.
282 ESTUDIOS DE CASO

los árboles simbólicos de los cuatro puntos cardinales.s t! En consecuen-


cia, tlacuiloque, lectores y observadores participan en la procesión caracte-
rística de un ritual de fundación.

CHOLOLLAN 3

Inmediatamente después del flechamiento de los cuatro puntos cardinales,


la pintura correspondiente a Cholollan 3 parcialmente cierra la secuencia
anterior y abre el siguiente segmento de la Historia (fig. IV.3 [folio 14r]). La
pintura recobra el formato vertical de Cholollan 1 y el topónimo paisajísti-
co retorna su posición central. El mismo también aumenta de estatura has-
ta ocupar tres cuartas partes del espacio pictórico, gracias a las pinceladas
verticales que siguen enfatizando su altura y simultáneamente estiran y ali-
san su corteza. Asimismo, recupera parte del volumen ostentado en Cho-
lollan 1 al abultar y suavizar las tres protuberancias que adquirió en Cholo-
llan 2. Con renovada intensidad regresan sus verdes y azules, desplazando
hacia los bordes los tonos pardos y oscuros de Cholollan 2. Nieve, zacates y
guirnaldas permanecen ausentes; no así las siete flores rojas ni la cueva
colorada. En cambio, el batracio continúa posado sobre el cerro, insistente
en cambiar su gama cromática al mismo ritmo; mientras el tular se hace a
un lado para dejar, de nuevo, el lugar de honor a la montaña. El sauce per-
manece del lado derecho y con el tular flanquea al topónimo paisajístico de
Cholollan. Como si deseara retomar su forma original, la "acequia" que sus-
tenta el tular arquea sus orillas laterales hacia afuera mientras conserva el
fondo plano. Simultáneamente, los tules desechan los tintes ocres y aumen-
tan la sensación de frescura generada por los azules y verdes adquiridos en
la versión inmediatamente anterior. El sauce empieza a revivir, aumentan-
do la cantidad de sus raíces, profundizando el oscuro de su tronco y reco-
brando su copa compacta y frondosa. De por sí inusuales, dos bandas blan-
cas, colocadas una sobre el tular y otra sobre el sauce, afirman a través de
las frases iztac tollin ("tules blancos"), iztac uexotl ("sauce blanco") que, a
pesar de que la vista nos convenza de lo contrario, los juncos y el sauce son
blancos; tan blancos como cuando el joven Couenan los arrancara del hu-
medal en su primera visita a Cholollan. Las bandas sobre tular y sauce pro-
vienen de la convención pictórica europea de los siglos XIV y xv, la cual con-
Z 1\ Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),
p. [158].
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 283

sistió en incluir mensajes pronunciados por algún personaje sobrenatural


(generalmente ángeles), cuya voz era imposible de reproducir a través del
lenguaje visual.
Debajo de la escena principal los líderes Icxicouatl y Quetzalteueyac
veneran un edificio,2I2 cuando en pinturas anteriores habían fijado su aten-
ción en los topónimos de la Gran Tollan y Chollolan 1 (figs. IV.I, IV.3 Y IV.6
[folios 7v, 14r y 2r]). El nuevo edificio parece derivar de las dos versiones
del palacio del Señor de lo Alto, sobre todo de la segunda, ilustrada en Cho-
lollan 2. Esta vez, sin embargo, adornan el techo seis almenas rojas en for-
ma de "L", en lugar de las cinco blancas anteriores, colocadas sobre una
especie de triforio con tres ventanales. El Códice Borgia, manuscrito prehis-
pánico probablemente elaborado en la misma ciudad de Cholollan.U> con-
tiene un único edificio coronado por este tipo de remates (fig. IV.17. a).2I4La
estructura corresponde a un temas cal asociado al día 9-agua y al viejo dios
del fuego, Xiuhtecuhtli ("Señor del año"), deidad que habitaba el centro de
la tierra.2IS Estos baños de vapor necesitaban de dos elementos para funcio-
nar: un canal de agua y un horno, conjunción expresada por el nombre del
día y el dios que lo preside. Recuérdese que ya en el Tlachiualtepetl de Cho-
lollan 2 coincidían simbolismos asociados a una deidad Nueve Lluvia y a los
dioses jóvenes del fuego, por lo que aquí las relaciones se vuelven un tanto
más obvias. El temas cal se usaba para purificar cuerpo y espíritu antes,
durante y después del matrimonio, el parto, el juego de pelota, los sacrificios,
la comunicación chamánica y la perforación del septum en ceremonias de
adquisición de rangos sociopolítícos.s!« La antropóloga Doris Heyden
demostró además que el temas cal conformaba una metáfora arquitectó-
nica de las cuevas y, éstas, del útero de la tierra, considerando al Colhuaca-
tepec-Chicomoztoc 2 de la Historia el arquetipo del concepto (figs. IV.18
[folio 16r] y IV.17. C).2I7Por lo tanto, cuevas y temas cales eran protegidos y
presididos por las diosas madres.s!" Efectivamente, en el Códice Viena los
212 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 157, se preguntan si la estructu-
ra representa al Calmecac (olmeca-xicallanca) o al Xiuhcalco (tolteca-chichimeca).
213 Alfonso Caso y Salvador Toscano, en Seler (1980 [1904]), lII, s. p.

214 Hecho que no excluye la presencia de este tipo de remates en otras estructuras, tanto en
este como en otros códices; problema que demanda una atención específica.
215 Seler (1980 [1904]), I, pp. 90-97. De xiuit/ con /i/ larga ("cometa o año"); Kartunnen
(1983).Véase nota 108.
216 Véase el resumen sobre la función y el simbolismo de estos edificios en Bernal García
(1993),pp. 311-315.
217 Heyden (1976).

218 Heyden (1985), p. 115.


284 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.17.a) Temascales. Mixteca-Cholula, Códice Borgia. Manuscrito en forma


de acordeón, p. 13, detalle. Periodo Posclásico, piel de animal. 10.27 m de largo,
página 26.5 x 27 cm. Biblioteca Apostólica Vaticana, Roma. Ilustrado en Seler
(1980 [1904]), vol. III, hoja 13. Reproducción autorizada por Akademische Druck-u.
Verlagsanstalt.

temascales se asocian mayoritariamente a las deidades femeninas yal


inframundo; también al punto cardinal del sur, hecho que coincide con
el rumbo representado en Cholollan 3. El primer temas cal que muestra el
Códice Viena sirve de paso a una intersección fluvial, aunque en ese caso los
cauces confluyen en vez de bifurcarse (fig. IV.17. b). En el Códice Selden el
temas cal se construye apropiadamente sobre una cueva tipo Chicornoztoc,
de la cual nace un chorro de agua separado en dos ríos, igual que las guir-
naldas que cuelgan de Matlalcueye en Cholollan 1. Una prueba de la identi-
ficación de Cholollan 3 con la cueva de Chicomoztoc consiste en que el
nombre asociado con la pintura no es ninguna de las versiones de Tla-
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 285

FIGURA IV.I? b) Mixteca, Códice Viena. Ma-


nuscrito en forma de acordeón, p. 46, deta-
lle, Oaxaca oriental. Periodo Posclásico, piel
de animal, 13.5 m de largo, página 22 x 26
cm. Nationalbibliothek, Viena. Ilustrado en
Jansen (1982), vol. II, 46. Reproducción au-
torizada por Austrian National Library, pie-
ture archives, Viena, codo Mex., p. 46.

FIGURA IV.I? e)Mixteca, Códice Selden, p. 9-III,


detalle. Manuscrito en forma de acordeón,
Oaxaca occidental, ea. 1556-1560, piel de ani-
mal, página ea. 27.5 x 27.5 cm. Bibliote-
ca Bodleiana, Oxford. Ilustrado en Heyden
(1989), fig. 16. Reproducción autorizada por
Bodleian Library, University of Oxford, Ms.
Arch. Selden A. 2.

chiualtepec que nombran a todas las demás pinturas, sino Chicomoztoc-


Colhuacatepec (cuadro IV.3). El orden de los topónimos se invierte debido a
que, en este momento, la historia enfatiza el interior de la montaña en vez
de su exterior.U?

Cholollan 3, la narrativa

Alreverso de la pintura de Cholollan 3 principia el texto correspondiente a


la peregrinación tolteca-chichimeca a la cueva mítica de Chicomoztoc. En el
año 6-Caña, Icxicouatl y Quetzalteueyac de nuevo suplican a Tezcatlipoca
que les brinde su ayuda para resistir los constantes embates de los xochimil-
cas, los ayapanca s y sus cinco grupos aliados. En esta ocasión el dios envía
a los líderes a reclutar a sus ancestros y diestros guerreros, "caballeros de

219 Bernal García (1997), p. 95.


Colhuacatepec-Chicomoztoc 2. Historia tolteca-chichimeca,
FIGURA IV.18. folio 16r.
Manuscrito, papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563. Biblio-
theque Nationale, París. Ilustrado en Paul Kirchhoff, Lina Odena Güemes y
L. Reyes García (1976). Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de
Antropología e Historia.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 287

línea recta", los tepilhuan-chichimecas.P? quienes residían en la cueva de


Chicomoztoc. Los líderes, junto con un grupo de sus congéneres, empren-
den el viaje en el día 8-águila y llegan a Colhuacatepec-Chicomoztoc cinco
días después, al mediodía del día 13-flor.22I Leibsohn observó que el trasla-
do ocurre durante un lapso "diferente" del normal, ya que los viajeros se
introducen en la cuenta de los días del Tonalpoualli y abandonan la cuenta
de los años del Xíuhrnolpilli.s-- En tanto los peregrinos llegan a un lugar
mítico, el número 13 del día "flor" pudiera referirse simbólicamente al nivel
más alto del cielo, aquel eterno e inmutable en donde la pareja creadora pri-
mero decide organizar el universo y crear la tierra.223 Una vez ante las
puertas de Chicomoztoc, los líderes toltecas-chichimecas ejecutan dos ritua-
les de suma importancia para el altepetl. En el día l-cipactli, primero del
ciclo siguiente y fecha simbólica de la tierra en forma de saurio, Quetzal-
teueyac "corta y adelgaza" un objeto desconocido que, según L. Reyes Gar-
cía, pudiera representar precisamente a esa tierra prímordial.s>' Durante el
segundo día, 2-viento, Quetzalteueyac golpea la entrada de la cueva hasta
que la quiebra e introduce su lanza en su cueva-vagina. Abierta la cavidad,
Icxicouatl y Quetzalteueyac logran entablar un prolongado diálogo con sus

220 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 160, n. 1; basados en Muñoz

Camargo. Según el mismo Muñoz Camargo (1986 [1590]), p. 98, el título de tepilhuan C'caba-
llerosde línea recta") lo adquirían aquellos que demostraban bravura en la guerra o la sabidu-
ría en cargos oficiales. La expresión "de línea recta" pudiera referirse también al reconoci-
miento del linaje de los personajes en cuestión.
22 J En comparación con la migración rnexica, la cual Boone (1990) interpretó acertada-
mente como un tipo de peregrinaje y rito de paso, la Historia distingue entre la migración de
la Huey Tollan a Cholollan y la peregrinación a Colhuacatepec-Chicornoztoc.
222 Leibsohn (1993), p. 379, n. 52. Kirchhoff (1947), pp. xxxix-xli ii, también reconoció la

ambigüedad de la cuenta calendárica sin explicarla. Posteriormente propuse, Bernal García


(1993),pp. 164-167; (1997), p. 100, n. 16, que el escollo podría librarse a! convertir un día del
Tonalpoualli en un año del Xiuhmolpilli. Aprovecho este espacio para corregir dicha propues-
ta. El problema sigue en pie y aparece más complejo de lo que se mostraba hace cinco años.
Noobstante, sigue siendo significativo que la peregrinación se lleve a cabo en 26 días, la misma
cantidad de años que el Sol se lleva en aparecer después del desmembramiento de la Tierra en
otros documentos; por ejemplo, en la Historia de los mexicanos por sus pinturas; Nicholson
(1971),p. 401; Berna! García (1993), pp. 168 Y 416.
223 Historia de los mexicanos por sus pinturas (1882 [1547]), p. 85; Nicholson (1971), pp.
398y411.
224 El etnógrafo L. Reyes García, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),

p. 163, n. 3, basado en sus estudios de campo con los nahuas de la Huasteca, propone que la
tierra primordial se podria haber amasado y moldeado con la ductibilidad de un trozo de nix-
tamal. El ritual recuerda la hipótesis del antropólogo e historiador Alfredo López Austin
(1996b), pp. 478 Y 485, quien propone una diferencia básica entre la materia fría, húmeda y
dúctil del tiempo primordial y la materia seca y endurecida por el calor del sol.
288 ESTUDIOS DE CASO

aguerridos ancestros hasta convencerlos de regresar con ellos a Cholollan y


ayudarlos a someter a los rebeldes xochimilcas y sus aliados. En la Historia, la
visita a Chicomoztoc se ilustra con la segunda versión de la montaña mítica
(fig. IV.18 [folio 16rJ).
Después de que, por medio del rito, Quetzalteueyac reproduce la tierra
original,225 ésta alcanza su madurez de manera vertiginosa en tan sólo un
día; mientras en La leyenda de los soles le lleva 2 028 años o 39 Xiuhmolpi-
lli,226y en el Códice Ríos o Vaticano A, 3738, S 200 años o 13 cuentas de 400
años.s-? Al quebrar la entrada de la montaña mítica, Quetzalteueyac con-
vierte literalmente a ésta en la "Montaña del mantenimiento humano"
(Tonacatepetl).228 El rito así ejecutado logra recrear y acelerar el proceso de
metamorfosis de la tierra primordial, desde el saurio Cipactli y el anfibio
Tlaltecuhtli hasta el 'Ionacatepetl.s-? Entonces, el negro y blanco de Colhua-
catepec-Chicomoztoc 1 representaría a la tierra Cipactli cuando se hallaba
"en oscuridad y tiniebla y vacía de toda cosa creada",230 y el Tonacatepetl
quedaría ilustrado por el colorido Colhuacatepec-Chicomoztoc 2 (figs. IV.16
y IV.18 [folios Sr y 16rJ).231 El Tonacatepetl correspondería al momento
en que el mito da cuenta de la apertura o caída del cielo al final de la Cuar-
ta Era, la cual se acompaña de tal cantidad de agua que ahoga a Tlaltecuh-
tli.232Inmediatamente después las deidades masculinas penetran el cuerpo
de la tierra, suben el cielo, la resucitan y la dejan preñada con los frutos de
la tierra, evento que inaugura el principio de la Quinta Era y abre el paso a la
creación de los linajes humanos y la primera aparición del Sol. El suceso
ocurre en el año l-Conejo, perteneciente al punto cardinal del sur. Una

225 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 163, n. 3; Bernal García (1997),
p.95.
226 Leyenda de los soles, en Velásquez, Códice Chimalpopoca (1992 [1558]), pp. 119-120. En
el proceso de apertura de la cueva, los rituales ejecutados por Icxicouatl también juegan un
papel indispensable. Sin embargo, el desarrollo de este trabajo justifica su exclusión por el
momento.
227 Brotherston (1995), pp. 124-129. El literato propone que la cuenta se remonta a la épo-

ca olmeca.
228 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 163, n. 5; Taube (1986), p. 66.

Estos y otros autores trataron el episodio de manera aislada con respecto a Cipactli y Tlalte-
cuhtli. La inclusión de Tonacatepetl como continuación del proceso de metamorfosis que sufrie-
ron saurio y anfibio se presentó en Bernal García (1993), pp. 121-178; (2001a), (2002) y s. f.
229 Bernal García (2001a).

230 Durán (1967 [1570)), II, p. 17; Bernal García (2001a), p. 328 y s. f.

231 Leibsohn (1993), p. 101, considera a la pintura de Colhuacatepec-Chicomoztoc 2 y la


narrativa correspondiente los eventos seminales de la Historia en su totalidad.
232 "El cielo se cae", dicen textualmente los mitos.
ORÍGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 289

información mítica que la Historia omite corresponde a las cuatro eras que
Tlaltecuhtli atraviesa para convertirse en Tonacatepetl, las cuales corres-
ponden a los cuatro puntos cardinales empezando por el norte.233 Todavía
hoy día, los habitantes de Cuauhtinchan consideran que "la tierra primor-
dial no estaba rota ni partida";234 idea complementaria de tlachiuhtli, "cosa
hecha o formada, cosa engendrada o tierra labrada.t-> La raíz de la segun-
da palabra corresponde a la de Tlachiualtepec, reconociendo así la función
netamente humana de la agricultura.
Juntos, el temas cal de Cholollan 3 y la cueva de Chicomoztoc, propician
el florecimiento de Cholollan a imagen y semejanza de la transmutación y
partición de la tierra Tlaltecuhtli. Así, con la conquista y muerte del altepetl
olmeca-xicallanca, nace a su vez el altepetl tolteca-chichimeca. Un ejemplo
del poder asociado al temascal en el surgimiento de nuevos seres y ciu-
dades lo proporciona la historia de la fundación de México-Tenochtitlan.
En Temascaltitlan ("Lugar del ternascal"), el dios Huitzilopochtli anuncia a
sus sacerdotes la proximidad del momento de la fundación del altepetJ.236
Temascaltitlan se ubicaba en el barrio ureste de la ciudad de México, el
punto cardinal con el que se relaciona el temascal de Cholollan 3. Aunque
el lugar que conforma el lindero sur del valle de Cholollan, en la Historia,
obedece al nombre de yn Acaualla, yn Tetl iyacac C'Campo de hierba crecida-
Lugar de su punta de piedra"),237 éste conforma el área por donde los tolte-
cas-chichimecas y sus ancestros ingresan al altepetl, dos días antes de su
propia escena de fundación. Su topónimo pictográfico consiste de un rec-
tángulo horizontal de orilla blanca y centro pedregoso (fig. IV.4 [folios 26v-
27r]). De entre los sitios propuestos para su ubicación, el más factible es el
oriente de la pedrera de ealtican- Teyeacac. 238El eje solsticial norte-sur de
233 De hecho, Alva Ixtlilxóchitl (1985 [1625]), 1, pp. 529-530, concatena las cuatro eras con

la historia de ChololJan. Según el cronista, en la Primera Era vivieron los quinamentin; en la


segunda los olmecas-xicallancas se establecieron a orillas del río Atoyatl y conquistaron a los
quinamentin; en la tercera viene Ouetzalcoatl y de truye el Tlachiualtepetl, y en la Cuarta Era
llegan los toltecas-chichimecas del noroeste y construyen el templo de Ouetzalcoatl.
234 L. Reyes Garcfa (1978), p. 106. La información también es importante porque comprue-

ba que los indigenas de hoy todavía piensan en términos de sus mitos ancestrales.
235 De tlachiualli ("criatura o hechura") y su sinónimo tlachiuhtli ("cosa hecha o formada,
cosa engendrada o tierra arada y labrada"): Molina (1977), folio 117v.
236 Lo cual ocurre, según el análisis de la migración mexica, en los lugares pertenecientes a

la cuenca del lago de México; Bernal Garcfa (1997), pp. 246-248.


237 De acaualla ("yerbazal crecido"), tetl C'piedra") e yacatl ("nariz o punta de algo"); Molina

(J 977), folios 1v y 30v.


238 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes Garcfa (1976), p. 137, n. 7 y mapas 3 y 7 indican

que yl1 Acaualla-yn Tetl iyacac se encontraba al suroeste del valle, "en el extremo oriental de la
290 ESTUDIOS DE CASO

Cholollan apunta a esta área, un llano enrnarcado por las faldas del Popoca-
tepetl y la sierra de montes bajos que se continúan del oriente al sureste del
valle (fig. IV.12).

CHOLOLLAN 4

Desplegada sobre dos folios al modo de Cholollan 2, Cholollan 4 retorna la


forma horizontal del altepetl olmeca-xicallanca e incluye la nueva organiza-
ción sociopolítica, cuyos componentes enrnarcan los elementos geográfico-
arquitectónicos del nuevo altepetl, ahora por los cuatro lados, en contraste
con los tres de Cholollan 2 (figs. IV.2 y IVA [folios 9v-lOr y 26v-27r D. Los 17
cuadrángulos albergan a los gobernantes del altepetl y algunos fungen, con
relativa precisión, como linderos de la nueva ciudad: los ancestros y los cal-
mecactlaca ocupan los ocho cuadrados del norte; los calpolleque (líderes de
los calpolli), mostrados en pares y flanqueando sus topónimos en forma
de palacios, llenan los ocho rectángulos al poniente y oriente, y al sur se
sientan, en seis piedras colocadas en hilera, los siete tepilhuan-chichímecas
recién llegados de Colhuacatepec-Chicomoztoc.239 Según Kirchhoff, Odena
Güemes y L. Reyes García, la disposición de los barrios en Cholollan 4
coincide con la actuaJ.240 Al centro, el gran rectángulo resultante del cua-

pedrera de Nealtican, donde existió una hacienda llamada Santa María Teyeacac". Segura-
mente al mismo terreno se refiere L. Reyes García, quien en el anverso del Códice de Cholula,
en dirección sureste hacia el centro de Cholollan, descubre un topónimo logográfico que cons-
ta de un cuadrado dentro de otro; su glosa es Callocan-Cuauhtla ("Donde está el camino del
caserío al bosque"), alusiva a "un gran terreno rectangular en los términos de esta provincia";
L. Reyes García, en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002 [1586]), p. 96. J. Sullivan
separa los componentes de Callocan-Cuauhtla en calli C'casa"), yoh C'cubíerto de casas"), ea
(ligatura), -n (locativo) y cuauhtla C'bosque"): o sea, "Lugar lleno de casas-En el bosque". El
mismo lugar se representa, en la parte inferior y sur del reverso del mismo documento, con un
cuadrado lleno de círculos irregulares y amarillos que, dada la información anterior, se trata-
ria de piedras. Además, una de sus esquinas termina en una punta afilada y negra, iyacac. Junto
a este topónimo, el tlacuiloque coloca una hilera de gobernantes, una situación bastante simi-
lar a la representación de yn Acaualla, yn Tetl iyacac en Cholollan 4. En contraste con la infor-
mación anterior, Muñoz Camargo (1986 [ea. 1590)), p. 100, y C. Reyes García (2000), pp. 60 Y
83, localizan el sitio a varios kilómetros al oeste de Cholollan. El primero junto a Huejotzingo,
con el nombre de Tetliyacac, y el segundo con un "lugar de hierba crecida, zacatales y malpaís"
a unos 20 km fuera de Cholollan, al suroeste de Calpan.
239 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), pp. 150, n. 3,181, n. 6b y 182-183;

L. Reyes García (1978), p. 37. Los autores ubican las relaciones cardinales gracias a las rutas
que toman los peregrinos de yn Acaualla, yn Tetl iyacac al Xiuhcalli y luego hacia Totomiucan
y Cuauhtinchan.
240 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 181, n. 6a.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 291

drángulo exterior exhibe tres grandiosas estructuras arquitectónicas: el


Calmecac en la esquina inferior derecha (ilustrado más pequeño en Cholo-
Han 1), la monumental Xiuhcalli ("Casa del año"), colocada en la esquina
contraria y contigua al centro, y la cancha de pelota. El patio del Xiuhcalli,
rodeado de un borde rojo y largas plumas verdes, expone las vestiduras e
insignias del nuevo gobierno y sobre éstas se levanta la plataforma pirami-
dal de cuatro terrazas, la cual sostiene un templo de dos cuerpos y tres pór-
ticos. Tres almenas moldeadas en la forma del símbolo del año, colocadas
al centro y flanqueadas por dos conos pajizos coronados por estandartes
representativos de la tierra, rematan el techo plano.>' 1 Los tipos y la organi-
zación de las almenas los comparte el Xiuhcalli con el Calmecac olmeca-
xicallanca de Cholollan 1 y el propio tolteca-chichimeca. Excavaciones
arqueológicas recientes sugieren la veracidad del relato en cuanto al cam-
bio de la sede de gobierno; es decir, del Tlachiualtepec al Xiuhcalli, también
conocido como Templo de Quetzalcoatl. 242 Basados en la Relación geográfi-
ca de 1581, los investigadores aceptan que el Templo de Quetzalcoatl fue
construido en el área que hoy ocupa la plaza de San Pedro Cholula y la igle-
sia franciscana de San Gabriel, unos 500 m al noroeste del Tlachiualtepec
(fig. IV.12).243 Respecto a la estructura de la cancha de pelota presente en
Cholollan 4, su funcionamiento se explicará más adelante.
La pintura de Cholollan 4, junto a los otros cuatro mapas contenidos en
la Historia (dos de Chiquiuhtepec y dos de Cuauhtinchan), continúa la tra-
dición cartográfica prehispánica, salvo que los linderos, normalmente
constituidos por los elementos de la topografía circundante y los topóni-

241 Los pequeños signos en forma de "U" o "V" que llenan los estandartes se relacionan a la

tierra. Brotherston (1995), p. 71 Y fig. 73, los encuentra también en la nieve de los volcanes
Poyauhtecatl, Matlalcueye, Iztaccihuatl y Popocatepetl en el Códice Viena, p. 39. Por lo tanto,
existe la probabilidad de que las almenas en forma de cono representen los volcanes a los
lados del valle.
242 Según McCafferty (1996a) pp. 1 Y 12 Y (2001), p. 281, algunas residencias de la elite
olmeca-xicallanca ubicadas al lado de la Gran Pirámide fueron abandonadas en la época
correspondiente a la construcción del Xiuhcalco. También lo fueron otras en San Andrés Cho-
lula, como lo proponen Olivera de V. y Reyes (1969), en McCafferty (1996a), pp. 12-13.
243 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 144; Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García

(1976),p.181, n. 6,ymapa6; Kubler(1985b[1966]), p. 94; McCafferty(1996), pp. 1 y 12. En 1996,


el arquitecto Miguel Celorio amablemente me mostró algunas calas arqueológicas debajo del
convento franciscano y claramente se percibía una plataforma de forma curva. Los edificios
redondos se han asociado con Quetzalcoatl. Por otro lado, Bernal Díaz del Castillo (1977
[1580]), l/II, p. 247, reporta que la pirámide de Cholula se elevó a mayor altura que el mismo
Templo Mayor de México-Tenochtitlan, Sin embargo, en su crónica no queda claro si se refie-
re al Tlachiualtepec o al Xiuhcalco.
292 ESTUDIOS DE CASO

mos de los altepeme contiguos, se representan con la organización socio-


política del altepetl, igual que sucede en Cholollan 2. Generalmente, los lin-
deros encuadran o circundan el territorio del altepetl, lo cual resulta en un
mapa conceptual; es decir, una ilustración aproximada de la realidad geo-
gráfica, mezclada ésta con la organización sociopolítica del asentamien-
tO.244 Este tipo de mapas frecuentemente incluye la historia del altepetl,
combinación que origina una tensión constante entre el territorio trabado a
los puntos cardinales y el dinamismo creado por la narración. En Cholollan
4, la historia se incluye en los cuadrángulos que alinderan la ciudad, así
como en la entrada de los peregrinos al altepetl y la salida de los tepilhuan-
chichimecas hacia las tierras que en breve recibirían de manos de los tolte-
cas-chichimecas.
En franca oposición a la monumental descripción arquitectónica del
altepetl, el topónimo de Cholollan se convierte en un pequeño monte que
logra acomodarse en la esquina superior derecha del rectángulo interior.
Aun cuando la contracción de sus dimensiones contrasta con la monumen-
talidad de su versión anterior, su empequeñecimiento excluye cualquier
atenuante en su papel protagónico. Por el contrario, el topónimo paisajísti-
co de las tres ilustraciones anteriores se transforma en la escritura logográ-
fica que produce el conocido glifo de altepetl ("ciudad o pueblo") (cuadro
IV.4).245 En aparente y franca contradicción con su nuevo papel, la cualidad

orgánica del topónimo supera la del topónimo paisajístico, al ensanchar


sus laderas inferiores y hacerlas germinar como semillas.t= La presencia
de los retoños sugiere que el otrora "topónirno paisajístico" encontró en el
cerro mítico, a través de los rituales de regeneración de la tierra primordial,
la vitalidad necesaria para convertirse en un altepetl productivo y presto a
enraizarse en su propio territorio. Bandas diagonales sobre el cuerpo del

244 Una información más amplia y detallada sobre la forma y funcionamiento de estos
mapas conceptuales o cognitivos la proporciona M. E. Smith (1973), p. 92; Kirchhoff, Odena
Güemes y L. Reyes Carda (1976), p. 181, n. 6; Leibsohn (1995), pp. 180-185; Mundy (1996) y
Boone (2000), p. 165.
245 Bernal Carda (1997). También consúltese el artículo de Eduardo de J. Douglas (2003),

p. 302, quien llega a una conclusión similar con base en su estudio del Mapa Ouinatzin [ea. 1542].
246 Las formas a las que me refiero como retoños, Robertson (1959), pp. 122 Y 186, las lla-

mó "excrecencias óseas". La gran mayoría de los investigadores de libros indígenas han segui-
do esta interpretación. En cambio, Yoneda (1981), p. 78, sugiere que podían representar plan-
tas o piedras. Recientemente, Boone (2000), pp. 49-51, observa que también pudieran
constituir "protuberancias de la tierra". En el caso de la Historia, y otros documentos, los dise-
ños curvilíneos parecen representar retoños. De todos modos, la iconografía de estos peque-
ños pero importantes detalles ameritaria un estudio aparte.
ORiGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 293

CUADRO IV. 4. Relación de las pinturas de Cholollan con los puntos cardinales
en la Historia tolteca-chichimeca

Eje
principal
Punto de la Tipo de Tipo de
Pinturas cardinal pintura representación topónimo

Cholollan 1 orte Vertical Paisaje Paisajístico


Cholollan 2 Oeste Horizontal Ciudad Paisají tico
Cholollan 3 Sur Vertical Pai aje Paisajístico
Cholollan 4 Este Horizontal Ciudad Logográfico
Cholollan 5 Centro Vertical Ciudad Logográfico

cerro, de colores ocre y turquesa alternadas, proyectan una energía sin prece-
dentes. Como de costumbre, la rana acompaña al montículo, pero a dife-
rencia de las coincidencias anteriores esta vez muda parcialmente su gama
cromática; conserva el turquesa y las manchas azabache de siempre, pero
en el vientre el ocre es sustituido por el blanco, color premonitor de su pró-
xima y última metamorfosi en Cholollan 5. Al colocarse debajo del calme-
cactlaca chalchiuhcuechtli ("Caracol [largo] de jade"), el topónimo logográ-
fico refuerza su constante identificación con el verdiazul de las cuentas
chalchiuitl (fig. IVA [folios 26v-27r]).247Por debajo del cerro, la línea berme-
ja esta vez exuda una franja ondulada que los documentos etnohistóricos
identifican como la dentadura de la boca de la tierra. En este caso las excre-
cencias parecen derivar del endometrio de Chicomoztoc y los "dientes"
convertirse en gotas de agua debido a su coloración azul. Una diferencia
notable entre las dos cuevas-vaginas consiste en que la primera se abre y la
segunda se cierra (figs. IVA, IV.16 Y IV.18 [folios 26v-27r, 5r y 16r]). Al menos
en la Historia, ésta es una diferencia considerable entre las montañas míti-
cas y las presentes.s+s
Bajo el topónimo logográfico aparece de nuevo el manantial negruzco

247 Cuechtli ("cierto caracol largo"); Molina (1977), folio 25v. Cuextli ("estera"), Campbell
(1985), en Sullivan, comunicación personal, 2003.
248 De hecho, la gran mayoria de los topónimos de los documentos prehispánicos y colo-
niales son del tipo "cerrado".
294 ESTUDIOS DE CASO

de Cholollan 1, esta vez libre de su confinamiento en el pozo rocoso, y el


cual parece formarse de un pequeño hilo de agua que mana del cerro. Sus
vibrantes aguas salpican el espacio que las rodea, acción que en parte expli-
ca la germinación de la montaña, debido a que el cerro toma el lugar del 10-
zano tular de Cholollan 2 y 3. El manantial debe representar al surtidor
todavía existente debajo de la pirámide, protegido por una cámara interior a
la que se entra por medio de una ermita al este de la Gran Pirámide, san-
tuario todavía venerado por los habitantes de la ciudad.s+? Hoy día las
aguas de la fuente corren de la pirámide hacia el oriente de la ciudad hasta
alcanzar el área de la antigua ciénega en donde los primeros habitantes del
valle se asentaron en el Preclásico Medio.s>?Secuencial y rnorfológicamente,
las aguas del pozo de Cholollan 1, que como se expuso, seguramente repre-
sentan la gran cantidad de manantiales asociados a la horcajadura del Ato-
yatl,2S1parecen haber sido canalizadas hacia el interior del valle mediante
arroyos y acequias. También existían corrientes de agua subterráneas que
alimentaban las ciénegas y brotaban, a su vez, en forma de manantiales por
todo el valle. Una de ellas fue la que formó el tular y el manantial que se
aprovecharon, simbólica y sustancialmente hablando, para construir el Tla-
chiualtepetl (figs. IV.9. a y b).
Al entrar a su etapa más energética, el manantial acaba por suplantar a
los ríos/barrancas de flores de Cholollan 1, los que se trasladan hacia arriba
y a la izquierda del nuevo topónimo logográfico. En esta ocasión, las aguas
negruzcas surgen de una forma cavernosa semejante pero no idéntica al
pozo del manantial original, y las guirnaldas literalmente cuelgan de las
alturas.252 Sin embargo, a diferencia del pozo rocoso que las contenía ante-
riormente, el nuevo orificio parece flotar como una nube, aumentando la
sensación descendente de las aguas del norte como si fueran torrentes de
lluvia (figs. IV.! y IVA [folios 7v y 26v-27r]). De nuevo, el nombre del calme-
cactlaca, que ocupa el cuadrado inmediatamente superior, afianza algunos
viejos simbolismos y añade otros nuevos. Su apelativo es Xiuhquiyauatl

249 Eduardo Merla, comunicación personal en 1980 con McCafferty (1996a), pp. 3-5;
(2001), pp. 285-286.
250 McCafferty (2001), p. 285.

251 La continuidad se confirma debido a que las listas siempre nombran a las diferentes
formas del manantial con el topónimo AtI yayahuacan.
252 El mismo concepto transpira al examinar las listas de topónimos compuestos. Mientras

en las tres primeras listas manantial y ríos aparecen separados, el primero en el lugar número
dos y el segundo en el lugar seis, en los dos últimos listados se encuentran uno junto al otro (cua-
dro rv.z), Adicionalmente, los ríos toman la delantera con respecto al manantial en la Lista 5.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 295

("Apertura del año"), el cual relaciona el concepto de "apertura" con el de


"entrada" correspondiente a la horcajadura de la tierra formada por el Ato-
yatl y el Zahuapan. Asimismo, enlaza la entrada al valle de los toltecas-chi-
chimecas a Cholollan 4 con el principio del año; quizás a su vez asociado al
advenimiento de las lluvias. Recuérdese que la Cuarta Era cierra con un
gran diluvio que enseguida rompe y convierte a Tlaltecuhtli en Tonacate-
petl, hecho que inaugura el principio de la Quinta Era. El cierre de la Cuarta
Era lo ilustra el Códice Ríos (o Vaticano 3738) de forma similar a la Histo-
ria, cuando la diosa de las flores, Xochiquetzal.t= desciende del cielo mien-
tras jala un cordel de flores en cada mano, igual que el Atoyatl y el Zahuapan
bajan de Matlalcueye y la sierra de Tlaxcala (figs. IV.l1 y IV.19). Xochiquetzal
sustituye así a la diosa de la Primera Era en ese documento, Chalchiuhtli-
cue. Con esta acción, quizás la misma Chalchiuhtlicue en la Historia in-
troduce a Cholollan y a la Quinta Era los ríos que manaban del Tlalocan,
como dijera Sahagún, o los me cates del cielo de Mayahuel. Los mecates,
aparte de conectar el pasado con el presente, y el cielo con la tierra, fueron
usados para acordonar las tierras en las ceremonias de demarcación de lin-
deros254 y como instrumento de medida en la construcción de calzadas y
edificios.s= Además, una de las palabras usadas para "amojonar términos o
lindes", quaxochquetza, literalmente significa "levantar árboles florídos't.s=
De acuerdo con la información presentada, a ríos y arroyos se les concebía
como hilos en la tierra que conectaban los diversos niveles del universo.
A la par de sus versiones anteriores, el topónimo de Cholollan personi-
fica al cerro limítrofe correspondiente, esta vez llamado Centepec ("En el
cerro del elote"), el cual marcaba el borde oriente de Cholollan.t-? La
pequeña montaña dividía las tierras del altepetl respecto de las de Toto-
253 Anders y Jansen (1988), p. 153.
254 García Zambrano (1992), pp. 267-268.
255 Bernal García (1993), pp. 74-75 Y 322-337. Freidel, Schele y Parker (1993), p. 99, propo-

nen que en la iconografía maya los mecates representan el cordón umbilical y/o los intestinos
del dios del maíz, los cuales conectaban el cielo y la tierra.
256 Molina (1977), folios 88r y 89r. De quauitl ("árbol"), xochitl (Tlor") y quetza ("hacer
levantarse el que estaba sentado, detener al que camina, enhiestar madero, hacerlo el perro a
la perra o el caballo a la yegua").
257 La discrepancia entre la información de la Historia y el mapa que muestra el territorio

del altepetl en 1519, elaborado por González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), fig. 3,
seguramente se debe a un cambio de linderos. En 1530 los terrenos más allá del cerro Cente-
pec fueron cedidos a los españoles para la instauración de la ciudad de Puebla. La Historia se
elabora al menos 15 años después y seguramente por esta razón se refiere a Centepec como el
lindero oriente. Así, el cerro de Xonacatepec, o el de Amalucan, pudieron haber establecido
el límite oriente de las tierras chololtecas en periodos anteriores.
296 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.19.Final de la Cuarta Era. Códice Ríos o Vaticano A, 3738, detalle. Valle de
México, papel europeo, ea. 1566-1589, página 46 x 29 cm. Biblioteca Apostólica
Vaticana, Roma. Ilustrado en Anders y Jansen (1988), p. 151. Reproducción autori-
zada por Akademische Druck-u. Verlagsanstalt.

miuacan y Cuauhtinchan, sus aliados y quizás sujetos desde el siglo XII has-
ta el XVI.258 Si el punto de referencia paisajístico de los tlacuiloque lo con-
forma el mismo Centepec, las barrancas de flores en Cholollan 4 coinciden
con la realidad geográfica: al oriente del centro de Cholollan y al poniente y
norte del cerro (véase también fig. IV.9.b, en donde el Atoyatl corre al orien-
te del centro del altepetl). La posición del Centepec en el oriente corrobora
el orden cardinal de cerros y pinturas de Cholollan en la Historia. 259 Por
ello, el circuito que hemos venido siguiendo junto a los líderes toltecas-chi-

El cerro pertenece hoy día a un fraccionamiento de la ciudad de Puebla.


258
259C. Reyes García (2000), p. 82, sugiere algunos de estos cerros, unos naturales y otros
artificiales, como linderos de Cholollan: Tianguiznauac y Miquiztla al norte, Tecajete y otros
cerros bajos al occidente, Itztenenetl, Acózac y Tonantzintla al sur, y Xonacatepec y Centepetl
al oriente.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 297

chimecas cumple la función de conformar el "comal" o cuenca hidrográfica


circundada por montañas; modelo apegado al de rinconada o teocomitl
("olla sagrada") propuesto por García Zambrano (fig. 1.5).260 Bidirnensio-
nalmente la boca de la "olla" apunta hacia el llano de yn Acaualla, yn Tetl
iyacac, configuración semejante a la del valle de Teotihuacan (fig. 1.6).
Además, Centepec conforma una versión de la "Montaña de los frutos
de la tierra" debido a dos factores fundamentales: su nombre coincide con
otros cerros o plantas de maíz que representan a esa montaña mítica, y los
mitos prehispánicos colocan su aparición sobre el punto cardinal del orien-
te.261 En el caso de la pintura de Cholollan 4, la fertilidad de la tierra mítica
y del topónimo de Cholollan se manifiesta, aparte, en la regeneración del
sauce, cuyas raíces largas y saludables, tronco henchido, copa espesa, hojas
frescas y tres redondas flores contrastan imponente mente con su aparien-
cia decrépita en Cholollan 2 y 3. Por lo tanto, el altepetl de Cholollan renace
y florece junto con la "Montaña del mantenimiento humano".

Cholollan 4, la narrativa

Una vez regenerada la tierra y extraídos los ancestros de Chicomoztoc, los


toltecas-chichirnecas guían a los tepilhuan-chichimecas de regreso a Cho-
lollan. A los 13 días de haber abandonado el área mítica y todavía dentro
del espacio y tiempo liminal del Tonalpoualli, el grupo llega a yn Acaualla-
yn Tetl iyacac en el día 2-águila y ahí permanece hasta el día siguiente, 3-
buitre. Al amanecer del tercero, 4-movimiento, los peregrinos deciden
260 Bernal García y García Zambrano, en este volumen, cap. I.
261 Bernal García (1993), pp. 127, 177-178 Y 356; (2001a), p. 340. López Austin (1994), pp.
162Y 190, construye el modelo del "Gran Cerro" como símbolo del ciclo agrícola, basado en la
iconografía de Colhuacatepec y Tonacatepetl, excluyendo, sin embargo, la forma de la monta-
ña partida. Según el autor, el "Gran Cerro" constituye la réplica principal de Tlalocan, cuya
"ubicación arquctípica" se localiza al oriente. Complementariamente, el mismo autor conclu-
ye que el Tlalocan corresponde al inframundo o mitad inferior del árbol cósmico; López Aus-
tin (1994), p. 225. Las aseveraciones del investigador concuerdan con las expuestas por mi
persona en 1993. Por ejemplo, en la cosmovisión mesoamericana: a) sólo los montes coloca-
dos sobre el Tlalocan transformaban el agua salada en dulce; b) las ciudades no eran fundadas
sobre cualquier trozo de tierra, o cerro, sino sobre aquella que pudiera garantizar a los seres
humanos el contacto con el paraíso acuático del Tlalocan; e) el Tlalocan garantizaba el sumi-
nistro de agua potable y regadío a la tierra que lo cubría, y d) metafóricamente, el altepetl es la
montaña mágica y ésta el altepetl. No obstante la presencia del Tlalocan como un elemento
integrador, este y otros trabajos anteriores distinguen entre sus versiones temporales y visua-
les; Bernal García (1997) y (2001a).
298 ESTUDIOS DE CASO

adentrarse en el valle; primero se dirigen a Xiuhcalco ("Lugar de la Casa del


año") y después a Tlachíualtepec.s= El texto informa que en Xiuhcalco ter-
mina "el camino por la llanura, el zacatal, el bosque", una metáfora de las
tierras fuera del altepetl, particularmente de los desiertos del norte.s= Así,
al terminar el viaje, los toltecas-chichimecas asegurarían para sí el altepetl
de Cholollan y los tepilhuan-chichimecas obtendrían derechos a "hacerse de
propiedades" y "obtener su agua, su cerro".264 En Xiuhcalco reciben a los
viajeros tres personajes toltecas-chichirnecas, quienes los hospedan duran-
te los dos días siguientes, S-cuchillo y 6-lluvia.
En resumen, por medio de largas migraciones, ceremonias de funda-
ción y peregrinajes al más allá, los toltecas-chichimecas (y los mesoameri-
canos en general) lograron convertir el territorio que ocuparía el altepetl en
una proyección de ellos mismos, fuera que la tierra prometida se encontra-
ra relativamente vacía como en el caso de México-Tenochtitlan.P= o densa-
mente poblada como en el caso de Cholollan. La naciente configuración
espacial requería también de un nuevo nombre.s= Y, si bien el cambio de
nombre para Cholollan pudiera considerarse una especulación.v=Lla His-
toria afirma que el altepetl ilustrado en Cholollan 4 remplaza a la Gran
Tollan como "la verdadera cabeza de la toltequidad" y a sus habitantes por
primera vez los llama "chololtecas'c=" gentilicio nunca antes usado en el
manuscrito ni para los olmecas-xicallancas ni para los mismos toltecas-chi-
chimecas.

262 De xiuitl con /i/ larga C'año, cometa") y calli ("casa"); Molina (1977), folio 11v. Nótese

que mientras en Cholollan 1 el texto se refiere al "xiuhcalli", en Cholollan 3 indica que es el


"Xiuhcalco",
263 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güernes y L. Reyes García (1976),
p. [263].
264 Ibidem, pp. [263, 278 Yss.]).

265 Según Heyden (1989), p. 84, existe evidencia arqueológica de un pequeño asentamiento

anterior en el mismo islote sobre el cual los mexicas fundaron México-Tenochtitlan.


266 Schroeder (1994), p. 192.

267 Tanto Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 129, como Dyckerhoff (1979), p. 200, sugieren

que el altepetl obedeció al nombre de Cholollan desde antes que llegaran los toltecas-chichi-
mecas. Sin embargo, basado en comparaciones con los códices mixtecos, R. E. L. Chadwick
(1966), p. 22 Y (1967), p_ 26, en Pasztory (1975), p. 222, propone que el altepetl olmeca-xica-
llanca pudo haberse nombrado "Lugar de la calavera". Asimismo, McCafférty (2001), p. 295,
sugiere los topónimos "Ciudad de las escaleras" o "Friso de tules".
268 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güernes y L. Reyes García (1976),
p. [265]).
ORÍGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 299

LAS METAMORFOSISPARADIGMÁTICAS
DEL ALTEPETLDE CHOLOLLAN

Si el análisis de pinturas y texto en la Historia expone la transformación del


topónimo de Cholollan en las montañas cardinales, y sus ríos en acequias y
manantiales, el proceso de conversión del altepetl prehispánico en "altepetl
colonial" requiere de una exploración más profunda. La cerradura de la
puerta que permite el acceso a los eventos principales del milagro fundacio-
nal, como lo llama López Austin,269la conforma la pintura de Cholollan 3 y
la llave los cuatro últimos topónimos compuestos de la Lista 3, los cuales
presenta el manuscrito por primera y única ocasión (cuadro IV.2, Lista 3,
núms. 12, 13, 14 Y 15).270De la indagación excluiré a uno de ellos, dado que
su presencia no afecta el resultado de esta investigación y su traducción al
momento es íncierta.s"! Los tres restantes son: Atliztac ymancan ("El lugar
en donde se extienden las aguas blancas"),272 Iztac tollin yxeliuhcan C'El
lugar en donde se dividen en dos partes los tules blancos")273 e Iztac xalli
yyonocan ("El lugar en donde yacen las arenas blancas").274 Este pequeño

269 López Austin (1994), p. 33 Y (1996a), pp. 399-401, basado en los escritos de Mircea Elia-

de (1971), quien investigó el fenómeno de la hierofanía religiosa.


270 Las listas 3 y 4 técnicamente corresponden a la pintura de Cholollan 4 (cuadro IV.3). Sin

embargo, la Lista 3 se refiere a los eventos correspondientes a Cholollan 3, igual que la Lista 1
se refería a un paisaje anterior al de la Lista 2.
271 Éste es Ozomacouatl yneuirnollocan, de ozomatli ("mono"), eoatl ("serpiente, gemelos,

gusanos"), y ("suyo, suya"), neuimollocan (de difícil traducción, pero se acerca a "Lugar cubier-
to del nehuimolli del mono" y pudiera asociarse a sentarse en cuclillas, esponjarse y expandir-
se); Sullivan, comunicación personal, 2003. El topónimo ocurre en esta única ocasión en todo
el documento; por lo tanto y por lo pronto, una comparación viable se torna imposible. Sin
embargo, su asociación con otro único topónimo en la Historia, yn Iztac acatl ymancan ("El
lugar en donde se extienden las cañas blancas"), pudiera asociarlo con la forma de simio que
toma Quetzalcoatl en algunas representaciones y, desde luego, con la fecha de su nacimiento y
muerte l-Caña.
272 Berlin y Rendón (1947), p. 99, traducen los tres topónimos compuestos de la misma

manera. De atl ("agua"), iztac ("blanca cosa"), y (adjetivo singular posesivo de la tercera perso-
na), mantea) (pretérito agentivo de mani, "estar extendido") y-n (locativo); Molina (1977),
folios 8r, 49r y 52r, y Sullivan, comunicación personal, 2003. Según Molina (1977), folio 52r, en
náhuatl el concepto de "extendido" se refiere a cosas más anchas que altas, como un libro, un
plato o un lebrillo con agua; con las tortillas, según Sullivan.
273 De xeliui C'partirse o hendirse por medio"); Molina (1977), folio 158v y notas anteriores

al respecto. Mi traducción es idéntica a la de Berlin y Rendón (1947), p. 100. Según Kirchhoff,


Odena Güemes y Reyes García (1976), p. 143, n. 7: "En donde los juncos se parten".
274 De xalli C'arena o cierta piedra arenisca"); Molina (1977). folio 158v, y onoe ("yacer").

Onoe describe cosas largas y tendidas sobre el suelo, como tablas, troncos, palos, plantas o
gentes sentadas en hilera; T. Sullivan (1992), pp. 239-240, n. 2. En la Historia, ellocativo verbal
300 ESTUDIOS DE CASO

grupo de topónimos compuestos evoca el tular blanco de Cholollan 1, con


dos diferencias sustanciales: inclusive las aguas son blancas y el tular se
divide en dos. De nuevo, el paraje recuerda la escena fundacional de Méxi-
co-Tenochtitlan. Por ejemplo, después de que en Temascaltitlan Huitzilo-
pochtli anuncia a los líderes mexicas la cercanía del lugar definitivo para
asentarse, éstos se dirigen, al amanecer del siguiente día, a un lugar llama-
do Toltzallan-Acatzallan ("Entre los tules, entre las cañas"). En el tular, los
sacerdotes encuentran un manantial de aguas cristalinas en donde crecen
plantas y habitan animales del todo albinos;275 portento que inmediata-
mente regresan a relatar al pueblo que había quedado en Temascaltitlan.
En la historia de Cholollan, el grupo que había regresado de Colhuaca-
tepec-Chicomoztoc 2, sale de yn Acaualla, yn Tetl iyacac hacia Xiuhcalco,
en el día 4-movimiento. Durante el camino divisan el "prado de tule", el que
se encontraba debajo del Tlachiualtepetl o el que estaba al oriente de él,
pero esta vez tan blanco como las nieves de Colhuacatepec y tan relum-
brante como su versión más antigua.Pv Efectivamente, la visión conecta al
grupo con los parajes ancestrales y la Historia muestra y marca los pasos a
seguir en retrospectiva. En primer lugar, el tular descrito por los tres topó-
nimos mencionados de la Lista 3 se imbrica con los cinco primeros topóni-
mos compuestos pertenecientes al paraje primordial de Colhuacatepec-Chi-
comoztoc 2, todos blancos excepto por el azul del agua del pequeño lago
(compárese cuadro IV.2, Lista 3, núms. 12, 13, 14 Y 15, Ycuadro IV.s, núms. 2,
3,4, 5 Y6):277yn Atl xoxouhqui ymancan ("El lugar en donde se extienden
yyonocan ("lugar donde yace") se emplea para describir objetos rectangulares y longitudinales,
rematados en los extremos de diversas maneras. La diferencia semántica entre los verbos
"extender" y "yacer", en náhuatl, necesita de estudios lingüísticos y etnográficos más profun-
dos que los producidos hasta ahora. En español "extender" significa "hacer que algo doblado,
encogido o recogido deje de estarlo, hacer que algo ocupe más espacio, algo amplio o exten-
so"; y "yacer", "estar echada una persona o cosa y encontrarse un objeto totalmente apoyado
sobre una superficie horizontal o en el suelo".
275 Según López Austin (1994), p. 33, fue la blancura del águila la que invadió al tular. Aun-

que la interpretación es viable, la Historia muestra otras razones más convincentes para expli-
car la blancura del estero. Por ejemplo, la palabra cueponqui, como vimos antes, se asocia al
nacimiento (reventar como un huevo o abrirse una flor). La misma raíz se usa en la palabra
cueponticac, que siginifica "blanquear de lejos el edificio"; Molina (1977), folio 26r. O sea, las
ciudades encaladas resplandecen cuando se miran de lejos.
276 He observado que la flor de algunos tules en verdad es blanca, lo que convertiría a un

tular florido en un gran espectáculo resplandeciente.


277 Leibsohn (1993), p. 136, n. 30, observó que Cholollan y el cerro sagrado compartían lis-

tas de topónimos similares, pero su argumento no reclamaba la solución del problema aquí
expuesto. Berlin y Rendón (1947), p. 88; Leibsohn (1993), p. 379, n. 53, y Bernal García (J 997),
p. 99, tradujeron esta lista. Aquí se actualizan algunas de esas traducciones.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 301

CUADRO IY.S. Topónimos compuestos de Colhuacatepec-Chicomoztoc 2

Náhuatl Español

l. YColiuhquitepetl ycatcan El lugar en donde está el cerro arqueado o viejo.


2. yn Atl xoxouhqui ymancan El lugar en donde se extienden las aguas azules.
3. yn Iztac tolin ymancan El lugar en donde se extienden los tules blancos.
4. yn Iztac acatl ymancan El lugar en donde se extienden las cañas blancas.
5. yn Iztac uexotl yhicacan El lugar en donde se alza el sauce blanco.
6. yn Iztac axali yrnancan El lugar en donde se extienden las arenas blancas.
7. yn Tlapapalichcatl yyonocan El lugar donde yace la manta rayada de
algodón.
8. yn Tlapapalatlacuezonan El lugar donde yace la manta rayada de
yyonocan lirios acuáticos.
9. y Nauallachtli yyonocan El lugar donde yace la cancha de pelota del
nahual.
10.yn Zaquanmiztli yrnancan El lugar en donde se extiende el puma (¿amarillo?).
11. y Coliuhqui tepetl El cerro arqueado o viejo.

las aguas azules"), yn Iztac tolin ymancan ("El lugar en donde se extienden
los tules blancos"), yn Iztac acatl ymancan ("El lugar en donde se extienden las
cañas blancas"),278 yn Iztac uexotl yhicacan ("El lugar en donde se alza el
sauce blanco") e yn Iztac axalli ymancan ("El lugar en donde se extienden las
arenas blancas del agua").279 Este paraje se distingue del correspondiente a
la Lista 3 de Cholollan en que todos sus elementos, excepto el sauce ergui-
do, se extienden, supuestamente, hacia la redonda.e''? Sorprendentemente,
el paraje blanquecino descrito en Colhuacatepec 2 se ilustra solamente en
Cholollan 1, en donde las aguas del estero son azules y el sauce se alza entre
los tules (fig. IV.I [folio 7vD. A la vez, la blancura prístina del paraje funda-

278 Los t1acuiloque de la Historia distinguen entre tallan ("tule") y acatl C'caña"). De nuevo,

la diferencia es altamente significativa, pero su análisis complicaría innecesariamente este


argumento.
279 Axalli es un tipo de arena usada para cortar o pulir piedras preciosas; Sullivan, comuni-

cación personal, 2003. El uso de este tipo de arena denota su finura.


280 El concepto de "extender" pudiera haberse aplicado también al establecimiento de los

altepeme. La palabra altepemana, en el sentido de fundar un altepetl, es un término que se


encuentra en la literatura de los anales; James Lockhart, correo electrónico, 4 de noviembre
de 2004. Mis agradecimientos al doctor Lockhart.
302 ESTUDIOS DE CASO

cional expuesto en la Lista 3 conecta a los peregrinos, desde Cholollan, con


la primera montaña de todos los tiempos y su oscura pero resplandeciente
cueva, a través de bien calculadas estaciones: de la ambigua visión colorís-
tica mostrada en Cholollan 3 a los topónimos blancos de la Lista 3, y de ahí
a la segunda versión de Colhuacatepec-Chicomoztoc 2 para seguir el camino
de retroceso hacia Cholollan 1 y, finalmente, llegar a Colhuacatepec-Chico-
moztoc 1, principio de todo el proceso. La irrupción en el presente del tiem-
po y los espacios míticos más remotos conforma lo que se llama una hierofa-
nía;281 en este caso perfectamente bien encaminada por un sendero preciso
que va del altepetl de Cholollan a los desiertos, llanuras y bosques del norte.
Si el color blanco del estero abre la puerta hacia los espacios y tiempos
más recónditos del pasado, la separación del tular en dos arresta el camino
en Colhuacatepec-Chicomoztoc 2. El impulso lo detiene el segundo grupo
de cuatro lugares pertenecientes a la lista de topónimos compuestos de Col-
huacatepec-Chicomoztoc 2, en donde tres de ellos, como el cerro, se carac-
terizan por su rica gama cromática (cuadro IV.5, núms. 7, 8, 9 y 10): yn Tlapa-
palichcatl yyonocan ("El lugar en donde yace la manta de algodón listada
de colores"),282 yn Tlapapalatlacuezonan yyonocan ("El lugar en donde yace
la manta de lirios acuáticos rayados"),283 y Nauallachtli yyonocan ("El lugar
donde yace la cancha de pelota del nahual"),284 e yn Zaquanmiztli yrnancan
("El lugar en donde se extiende el jaguar [o puma] zaquan [leonadojl.P>
Otra diferencia en relación con los parajes albinos es que la mayoría, o sea
tres de los cuatro, yacen longitudinalmente mientras sólo uno se extiende.

281 Eliade (1971), pp. 3-4. "La naturaleza es en sí una hierofanía y las 'leyes de la naturale-

za' son una manera de existencia de la divinidad"; ibidem, p. 59.


282 De tlapapalli ("manta listada"), ichcatl ("algodón"), e yyonocan ("su lugar de yacimien-
to"); Molina (1977), folios 131r y 32r, y Sullivan, comunicación personal. 2003.
283 De tlapapalli ("manta listada"), atlacuezonan ("ninfa, nenúfar, flor de hierba de agua") e
yyonocan ("su lugar de yacimiento"); Molina (1977), folios l31r y 8r.
284 De tlachitli) ("juego de pelota con las nalgas") y como sustantivo ("el lugar donde juegan

así") y naualli ("bruja [chamán]"); Molina (1977), folios 117v y 63v. Leibsohn (1993), p. 382,
n. 67, cita a Frances Kartunnen para proporcionar un significado complementario de nahual,
"hechicero o aquel que trabaja con conjuros". También traduce Nauallachtli como "Lugar don-
de está el lobo disfrazado", de nahualli, y cuetlachtli, "lobo", remitiéndose al hombre abrigado con
una piel de lobo en Colhuacatepec-Chicomoztoc 2; Leibsohn (1993), p. 379, n. 53 y p. 382, n. 67.
285 Se desconoce la etimología de la palabra náhuatl zaquan. Sin embargo, Molina (1977),
folio 15r, registra la palabra zaquantototl ("pájaro de pluma amarilla y rica"). Sahagún también
reporta un ave con este nombre entre un grupo de pájaros de "pluma muy rica y leonada":
Sahagún (1981[1569]), lII. p. 235. A través de esta lista de topónimos, el mismo cerro mítico
parece experimentar una transformación propia, de y Coliuhqui ycatcan (UEllugar donde se
alza el cerro arqueado") a y Coliuhqui tepetl ("El cerro arqueado") (cuadro IV.S).
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 303

Este segundo paraje resulta de la apertura de Chicomoztoc por Quetzal-


teueyac y la Historia lo muestra al reverso de la ilustración de Colhuacate-
pec-Chicomoztoc 2, permitiéndonos de nuevo abrir nosotros mismos el
portón de la montaña mítica al pa ar del folio 1Sr al folio 16v (fig. IV.20). La
naciente escena incluye un tular que vive de un manantial rectangular divi-
dido en dos fuentes cuadradas, una azul en espiral y otra roja formando un
meandro rectangular. Un rapacejo compuesto de diferentes objetos y colores
remata los tres lados de la fuente: borlas de flores de algodón en la fuente
azul, lirios acuáticos en la roja y largas hierbas o plumas de agua debajo de
las dos. A cada lado del tular se sitúa un sauce, o quizás otra clase de árbol.
De nuevo, la leyenda mexica provee la información básica para aclarar
el significado y la función del milagro fundacional experimentado por los
chololtecas. Después que los líderes mexicas observan el blanco manantial,
regresan a Temascaltitlan a reunir al resto del pueblo y llevarlo a atestiguar
la existencia de la fuente maravillosa. Al amanecer del día siguiente el grupo
entero se adentra en el tular y encuentra el manantial, que para asombro y
terror de todos los presentes un instante después se bifurca en dos ríos de
aguas turbulentas, uno azul oscuro y otro tan rojo como la sangre.s= Basa-
dos en Alvarado Tezozómoc, Anthony Aveni,Edward Calnek y Horst Hartung
proponen que lo que los mexicas realmente observaron fue el cruce de dos
ríos sobre el tular, uno que urgía de la cueva de la montaña norte y otro
que manaba de la cueva de la montaña oriente.w? Es en este momento, se-
gún los mismos autores, cuando los mexicas definen por primera vez los
ejes cardinales de la futura ciudad de Tenochtitlan. Un fenómeno similar
debió de haber ocurrido al dividirse el tular blanco de Cholollan. Exámenes
detallados de los rituales de fundación, así como comparaciones entre mi-
tos y libros prehispánicos, sugieren que los indígenas con ideraron a ríos y
barrancas elementos guías en el establecimiento de los ejes cardinales de
sus altepeme.288 En el caso de México-Tenochtitlan, canales y acequias,
construidos dentro del valle por pobladores anteriores, fueron reutilizados

286 De hecho, Heyden (1989), pp. 88-89, fue la primera que comparó el texto mexica con los

manantiales de la Historia y las corrientes de agua que enmarcan el mural del Patio de Tepan-
titla, Teotihuacan.
287 Aveni, Calnek y Hartung (1988), pp. 291-293, basados en Alvarado Tezozómoc (1998
[1609]), p. 63. Al punto de unión de las aguas azules y rojas, A1varado Tezozómoc (1998 [1609]),
p. 3, lo llama yninepajuhyan, palabra que el traductor del libro interpreta como "entronque".
El término es un locativo verbal que significa "su lugar de convergencia o de intersección";
traducción corroborada por Sullivan, correo electrónico, 25 de octubre de 2004.
288 Jan en (1982), pp. 217-218; Bernal García (1993), cap. V; García Zambrano (1994a).
304 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.20.Paraje de Colhuacatepec-Chicomoztoc 2. Historia tolteca-chichimeca,


folio 16v. Manuscrito, papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-
1563. Bibliotheque Nationale, París. Ilustrado en Paul Kirchhoff, Lina Odena Güe-
mes y L. Reyes García (1976). Reproducción autorizada por el Instituto Nacional
de Antropología e Historia.

por los mexicas para señalar el eje poniente-oriente.vs? Inmediatamente


después de que los ríos de colores marcaron los rumbos del compás, el grupo
mexica observa hacia el oriente un águila posándose sobre un prominente
nopal con el propósito de alimentarse de sus tunas rojas, y también de los
peces, pájaros y culebras que habitaban el lago. La fertilidad de la fuente
simbolizaba la abundancia de la "Montaña del mantenimiento humano"
heredada de Tlaltecuhtli y Huey Tallan. En cuanto al águila, todo mundo
en México sabe que conllevaba un símbolo zoomorfo del Sol al amanecer,
llegando a nutrirse de los corazones humanos representados por los frutos

289 Bernal García (1993), pp. 276-277.


ORÍGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 305

escarlatas del nopal. Es así como el milagro fundacional requería de la pre-


sencia de este astro. En Cholollan el Sol aparece de manera simbólica en la
fecha 4-movimiento, también título de la Quinta Era. Estudios arqueoas-
trónomicos proponen, además, que el águila de la leyenda mexica corres-
ponde al sol del equinoccio de primavera.e?? Como se verá más adelante,
cuando se parte el blanco tular en Cholollan, los toltecas-chichimecas deciden
suplantar el culto al atardecer del solsticio de verano con el amanecer del
equinoccio de primavera.

Transformación de Cholollan en "altepetl colonial"

Sila Lista 3 y la pintura de Cholollan 3 tienen la virtud de transportar al alte-


petl de Cholollan hacia los tiempos míticos y regresarlo de nuevo al presen-
te, también contienen el poder necesario para trasladarlo 300 años hacia el
futuro. La escena correspondiente a este otro milagro aparece en la parte
inferior del folio 19v (fig. IV.21).291 Debido a la falta de información espe-
rada del texto de la Historia, Leibsohn consideró a la pintura una "anoma-
lía" del documento.sv? No obstante, la información visual del libro y los
estudios lingüísticos de Kathryn Josserand se unen para desentrañar la
función y significado de la inusual pintura. Josserand demuestra que este
tipo de "perturbaciones" resaltan, en los textos mayas, el punto culminante
de la narrativa, desde el siglo VII d.C. a la fecha.293 Si se aplica este análisis
a la supuesta anomalía de la Historia, ésta revela una consecuencia más de
la fractura del tular.
Dentro del espacio longitudinal y horizontal del rectángulo de la pintu-
ra del folio 19v,como en los elementos del paraje cromático de Colhuacate-
pec-Chicomoztoc 2, un águila parda y un jaguar de tonos leonados resguar-
dan un edificio recreado en tintes sepia, tonos que lo acercan a la ilustración
de Huey Tollan (figs. IV.6 y IV.21 [folios 2r y 19vD. Ataviados con tocados de
plumas de quetzal y quecholli (espátula rosa o flamingo), ave y mamífero
representan las órdenes guerreras que adquirían los cautivos, cuyos corazo-
nes servirían para alimentar al Sol. Aparte, y en el caso de Cholollan, el

290 Aveni, Calnek y Hartung (1988), p. 293.


291 Colocada tres folios después de la fuente bicolor de Colhuacatepec-Chicomoztoc 2 y sie-
te antes de Cholollan 4.
292 Leibsohn (1993), p. 227.

293 Josserand (1997).


306 ESTUDIOS DE CASO

Emblema de fundación de Cholollan. Historia tolteca-chichimeca, folio


FIGURA rv.21.
19v. Manuscrito, papel europeo, 30 x 22 cm. Cuauhtinchan, Puebla, 1545-1563.
Bibliotheque Nationale, París. Ilustrado en Paul Kirchhoff, Lina Odena Güemes y
L. Reyes García (1976). Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de
Antropología e Historia.

águila se asociaba al Señor de lo Alto y el jaguar al Señor de lo Bajo.294El


edificio, un híbrido de arquitectura europea e indígena, se compone principal-
mente de tres naves, tres pisos y planta basilical, rematado por tres pinácu-
los triangulares que parecen derivar de las almenas que ostentan el Cal-
mecac y el Xiuhcalco en Cholollan 4 (figs. IV.4 y IV.2! [folios 26v-27r y 19v]).295
Por monumental que aparezca, el templo empequeñece enfrente y debajo
de un par de volutas derivadas de la cresta del Colhuacatepec-Chicomoztoc
1 y 2. De hecho, en su papel de "Montaña del mantenimiento humano",296
la versión 2 de la montaña mítica debió de haber mostrado su cima rota
como lo hace el cerro representado en el Vaso de Nochistlan, una vasija de

294 El águila fue el emblema del Señor de lo Alto y el jaguar del Señor de lo Bajo; Rojas

(1581), en Acuña (1985), pp. 129 Yss.


295 Bernal García (1993), p. 312.

296 La sustitución de la "Montaña de los frutos de la tierra" por una estructura arquitectó-

nica no fue prerrogativa de los cuauhtinchantlacas ni de la época colonial. Por ejemplo, el


Códice Borgia emplea elementos arquitectónicos para ilustrar los lugares míticos de Colhuaca-
tepec y Chicomoztoc. Tanto Kírchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 170, como
Leibsohn (1993), p. 242, n. 44, relacionan el remate de la viñeta con Colhuacatepec, sin llegar
a establecer su identidad con el Tonacatepetl.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 307

estilo mixteca-cholulteca.s?? en donde un personaje vestido de jaguar, quien


fusiona atributos de Quetzalcoatl y Tezcatlipoca, ofrece incienso a la "Mon-
taña de los frutos de la tierra" (fig. IV.22).298 Otro prototipo prehispánico de
la escena se encuentra tallado sobre el teponazile (tambor de madera) origi-
nario de Malinalco, en el actual Estado de México. El relieve muestra el
símbolo del sol de la Quinta Era, 4-movimiento, resguardado por el águila
y el jaguar (fig. IV.23).299 En realidad, los dos ejemplos ilustran versiones
diferentes del mismo fenómeno: en uno se enfatiza la partición de la cresta
de la tierra/montaña y en otro la tierra partida en sus dos ejes y cuatro pun-
tos cardinales.V''' Escenas heráldicas como las ilustradas conformaron los
emblemas de fundación de los altepeme mesoamericanos, debido a que
representaban simultáneamente la germinación de la tierra, la formación
de los ejes o caminos cardinales, la inminente aparición del sol de la Quin-
ta Era y, en conjunto, la posibilidad real de contar con un nuevo altepetl. El
creativo recurso de amalgamar las formas de la montaña florida y el nuevo
templo colonial legitimaría ante autoridades indígenas y españolas la hege-

FIGURA IV.22. "Montaña del mantenimiento humano." Mixteca-Cholula, dibujo del


Vaso de Nochistlan, detalle, Periodo Posclásico Tardío. Ilustrado en Taube (1986),
fig. 12. Reproducción autorizada por Karl Taube.

297 El estilo se conoce en la literatura académica como mixteca-puebla. Sin embargo, el


literato Gordon Brotherston (2001) defiende, con razón, el título mixteca-cholulteca debido a
su mayor precisión y ausencia de sesgo s etnocéntricos.
298 Taube (1986), fig. 12. Los arqueólogos Bruce E. Byland y John D. Pohl (1994), fig. 31,

comparan la montaña partida del vaso cerámico con la montaña tipo Colhuacatepec-Chico-
moztoc del Códice Nuttal, p. 20. Como en la Historia, la montaña mítica del Nuttall muestra
sólo una voluta, aunque su iconografía corresponde a la montaña partida.
299 Reyes Valerio (1978) cap. XN. A su vez, otro prototipo de la escena del tambor de Mali-
nalco corresponde al mural sureste y superior del Patio de Tepantitla en Teotihuacan (véase
fig. IV.7).
300 Los prototipos de estas escenas se desplazan hacia los periodos Clásico y Preclásico de

la época prehispánica e incluyen la gran mayoría de las culturas conocidas de esa época. En
ocasiones, los dos momentos se presentan en una sola ilustración.
308 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.23.Dibujodeltamborde Malinalco.ilustradoen ReyesValerio(1978), p. 238,


fig. 8. Reproducciónautorizadapor el Instituto Nacionalde Antropologíae Historia.

monía de Cholollan en la región, y el derecho de los cuauhtinchantlacas a


reclamar las tierras del altepetl previamente concedidas por los toltecas-
chichimecas.
Antes de la construcción o inauguración de los templos coloniales ubi-
cados al centro del altepetl y, generalmente sobre el área anteriormente
ocupada por el templo prehispánico, indígenas y frailes canalizaban el
agua proveniente de un manantial ubicado en una o dos de las montañas
cardinales, o utilizaban los canales ya existentes.w! Un indicio de dicha
costumbre aparece al reverso del Códice de Cholula, el cual muestra una
acequia orientada poniente-oriente, dirigida a la fuente de estilo colonial
colocada en el medio de la hoy plaza de San Pedro Cholula.V'? la cual tam-
bién reporta Gabriel de Rojas.w> Aunque la construcción de la iglesia de
San Gabriel ocurrió entre 1549 y 1569, todavía en 1586 el escribano del
Códice de Cholula nombra al patio del nuevo templo petlac ("En el petate",

301 García Zambrano (1992); Bernal García (1993), cap. IV. Específicamente para Cholo-
llan, el Códice de Cho/u/a informa que al terminarse el templo de San Gabriellos chololtecas
"traen el agua"; L. Reyes García, en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002 [1581]),
p. 123. Por su lado, McCafferty (2001), pp. 285 y 315, n. 3, reporta, independientemente de los
trabajos citados, que los habitantes del sitio arqueológico de Amalucan (probable lindero de
Cholula antes de 1519) durante el Periodo Formativo construyeron un canal de irrigación que
pasaba debajo de la pirámide principal, "en un esfuerzo por convertirse en altepet!". La prácti-
ca continúa hasta el presente en algunos pueblos de México; García Zambrano (2004).
302 Códice de Cho/u/a, en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002 [1581 D, p. 86, fig.
23. En realidad, el "códice" consiste de un lienzo de papel amate, de 112 x 166 cm, ilustrado
por ambos lados; González-Hermosillo A., en González-Hermosillo A. y L. Reyes García
(2002), p. 49.
303 Rojas (1981), en Acuña (1985), p. 126.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 309

de petlatl, "alfombra hecha de tules o juncos").304 Con un topónimo similar,


apetlac ("En el petate de agua"), conocieron los mexicas el patio sobre el
cual se levantaba el Templo Mayor de México-Tenochtitlan.w> Metafóri-
camente, el patio representaría entonces un pequeño lago o el "prado de
tules", el tapete donde se asentaba el centro y pirámide de Tollan-Cholollan
(figs. IV.9, a y b). Si se toman en cuenta las fechas de producción de la Histo-
ria, entre 1545 y 1563, la inclusión del templo católico confirma que el
manuscrito celebra y amalgama la montaña mítica y la ciudad de Huey
Tollan con la fundación del altepetl tolteca-chichirneca en el siglo XIIy su
refundación colonial a mediados del siglo XVI.306 El cuidado, la precisión y
la energía invertidos por los tlacuiloque en producir un documento como la
Historia seguramente se debió a que solamente la escenificación correcta y
pictórica del ritual, basado en el mito pertinente a la ocasión, lograría pro-

304 Códice de Cholula, en González-Herrnosillo A. y L. Reyes García (2002 [1581]), p. 85;


García Zambrano, s. f. La plaza principal de Cholula se encuentra alIado del atrio de San Ga-
briel. Probablemente ambos sustituyeron al patio y edificio del Xiuhcalli. Según el historiador
de arte John McAndrew (1965), pp. 205-208, los atrios mexicanos, de dimensión descomunal en
comparación con los de Europa, retornaron tanto el tamaño como la idea de la plaza nativa.
Igualmente historiador de arte, Richard Phillips (1999), p. 230, n. 6, asegura que, en México,
los franciscanos nunca usaron la palabra "atrio" sino "patio".
305 Sahagún (1956), 111,pp. 53-55. Otros pictogramas que representan lugares planos se
encuentran en Smith (1973), pp. 40-41, cuadro 3.
306 Los españoles conquistaron Cholollan y Tlaxcala en 1519, y México-Tenochtitlan el 13
de agosto de 1521. En 1525, Tlaxcala celebró su re fundación por bula papal y obtuvo su es-
cudo de armas en 1535; Sullivan, en este volumen, cap. VIII. Entretanto, en 1530, Cholollan
pierde la llanura de Cuetlaxcoapan, al oriente de Centepec, debido a un decreto de la Corona
que favorecía la organización de la ciudad de Puebla de los Ángeles sólo para españoles; Gon-
zález-Herrnosillo A., en González-Herrnosillo A. y L. Reyes García (2002), pp. 61-62. Según
Bente Simons (1967), p. 271, Cholollan fue "hecha ciudad" en 1535. En el mismo año, reporta
Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 143, n. 17, unos rayos, de los muchos que usualmente caían
sobre la pirámide, rompieron la cruz de madera que los frailes franciscanos habían colocada do
sobre el Tlachiualtepetl. El hecho sirvió para agilizar la construcción de un templo católico
sobre la cima. Inspirada en las trompetas prehispánicas, hechas de caracoles marinos, que se
encontraron durante la excavación correspondiente a los cimientos, una trompeta de estilo
europeo se colocó sobre el Tlachiualtepetl del mapa de 1581. La capilla no se terminó sino
hasta medio siglo después. Mientras, 14 años después del incidente, en 1549, los frailes fran-
ciscanos empezaron la construcción del convento e iglesia de San Gabriel, terminándola 20
años más tarde, el 9 de marzo de 1569; González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), pp.
116 Y 123. Por lo tanto, la construcción de la iglesia coincide holgadamente con las fechas de
elaboración de la Historia. Doce años más tarde, en 1581, se pinta el mapa de la Relación geo-
gráfica de Cholula y cinco años después, en 1586, el Códice de Cholula. La elaboración del último
documento también se sincroniza con la construcción de la iglesia de Los Remedios, edificada
sobre la pirámide del Tlachiualtepec, también en 1586; Códice de Cholula, González-Hermosi-
110 A., en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), p. 126.
310 ESTUDIOS DE CASO

ducir y reproducir los resultados esperados.t?? en este caso, las continuas


refundaciones del altepetl de Cholollan.

Función y simbolismo de la cancha de pelota

Si el temas cal participó de manera decisiva en la metamorfosis del altepetl


tolteca-chichimeca, la cancha de pelota funciona de manera equiparable.
El elemento de relación lo constituye el grupo de almenas en forma de "L"
que coronan las dos estructuras, las que en principio derivan del palacio del
Señor de lo Alto (figs. 1V.2, 1V.3 y 1V.20 [folios 9v-1Or,14r y 16vJ).Asimismo, si se
compara la composición de Cholollan 3 con la del paraje que contiene los
ríos azul y rojo, el temas cal y la cancha de pelota ocupan el espacio inferior
respecto de los elementos superiores y en proceso de transformación, la
montaña y el tular (figs. 1V.3 y 1V.20 [folios 14r y 16vJ). Las almenas de la can-
cha de pelota en Cholollan 4 cuentan 15 en número, alternadas en colores
rojo y turquesa. Si se suman a estas 15 las otras seis coloradas del temascal
y las cinco blancas del palacio del Señor de lo Alto resultan 26, número de
días (de 8-águila a 7-flor) que los toltecas-chichimecas emplean en ir a Col-
huacatepec-Chicomoztoc 2 y refundar la ciudad de Cholollan. Veintiséis es
también el número de años que tarda el Sol en alumbrar la tierra después
del diluvio universal; esto es, posterior a la muerte por desgarramiento de
Tlaltecuhtli acaecido en el año I-Conejo.v" Por lo tanto, la peregrinación a
la montaña mítica incluye un doble propósito: la regeneración de la tierra
primordial y el renacimiento del astro solar. En el centro de la cancha de
Cholollan 4, el signo atl-tlachinolli ("agua-campos quemados")309 comple-
menta la simbología guerrera, actividad necesaria para obtener la sangre y
los corazones que alimentarían al Sol. La estructura se posiciona debajo
del recuadro que contiene el glifo de Couenan, el joven líder y sacerdote que
llevó los tules y sauce blancos a Ouetzalteueyac e Icxicouatl cuando se en-
contraban en Huey Tollan. Son estos dos últimos los que se agrupan sobre
el campo de juego con los líderes más viejos, Tezcauitzil ("Colibrí-Espejo")
y Tololouitzil ("Colibrí-Búho"). La única otra ocasión en que los cuatro per-
sonajes aparecen juntos es en la primera montaña mítica de Colhuacatepec-

}07 Pasztory (1982), pp. 9 Y 16-17.


308 Historia de los mexicanos por sus pinturas (1882 [1547]); Nicholson (1971), p. 401.
309 Bernal García (1993), pp. 287-311. Traducción de J. Sullivan, correo electrónico, 29 de
abril de 2004.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 311

Chicomoztoc (fig. IV.16 [folio 5r]).3JOEn la cancha de pelota de Cholollan 4,


los cuatro líderes toltecas-chichirnecas, Oueyzalteueyac y Tololohuitzil e
Icxicouatl y Tezcahuitzil, aparecen solamente en la forma de sus glifos
nominales en blanco y negro; es decir, en calidad de ancestros y nanaualtin
(plural de nahual) (figs. IVA y IV.16 [folios 26v-27r y 5r]).311
Antes de pasar a explicar las conexiones recién expuestas, es necesario
introducir brevemente una de las leyendas que narran las circunstancias del
nacimiento del astro solar. En la Leyenda de los soles, 312después de morir
quemado Nanauatzin, deidad representante del Sol, en una gran hoguera en
Teotihuacan, la pareja creadora lo entroniza en el cielo. Ahí, en la oscuridad
mítica, el Sol se queda sentado, inmóvil, durante toda la tarde del día 4-mo-
vimiento, la misma fecha en la que Icxicouatl, Ouetzalteueyac y el grupo de
tepilhuan-chichimecas observan la partición del tular albino en Chollolan,
lo que implica que el Sol no se movió sobre Cholollan durante todo ese día.
A fin de lograr impulsarse, el Sol requería de alimento y bebida; es decir, la
carne y sangre de los 405 seres legendarios conocidos como los mimixcoas
C'serpíentes de nubes"); en cambio en Cholollan, el Sol necesitaría la carne y
sangre de los xochimilcas y sus aliados. Del total de los 405 mimixcoas, 400
optan por una vida apacible entre la penumbra antes que guerrear entre sí
para agilizar los movimientos del Sol. Los cinco restantes, en cambio, ansio-
samente desean que el astro empiece a desplazarse sobre la tierra, para lo
cual propician una confrontación bélica en la que finalmente matan a fle-
chazos a sus 400 congéneres. La conflagración provoca un temblor de tierra,
evento aparentemente cognado de la partición mítica de la tierra Tlaltecuh-
tli y el cañaveral de Cholollan. Una vez alimentado adecuadamente, el Sol
empieza a desplazarse, mientras la hermana mayor de los cinco mimixcoas
penetra en una cancha de pelota y los cuatro varones se introducen, respec-
tivamente, en un árbol, debajo de la tierra, al interior de una montaña y den-
tro de un cuerpo de agua no identificado. Cuando la tierra deja de temblar,
los cuatro varones salen de su escondite, pero la hembra permanece en el
suyo. Curiosamente, el relato no vuelve a mencionarla. Otra guerra, cognada
de la anterior, ocurre cuando Huitzilopochtli y el pueblo mexica se encuen-
tran en la Gran Tollan. Ahí, Huitzilopochtli enfrenta a sus 400 hermanos,
encabezados por Coyolxauhqui, la hermana mayor. Al vencer a sus herma-

310 La Historia distingue tres tipos de ancestros: los más antiguos, Tezcauitzil y Tololuitzil; los

menos antiguos, Icxicouatl y Quetzalteueyac, y los recientes guerreros tepilhuan-chichimecas.


311 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 141, n. 11.

312 Leyenda de los soles, en Velásquez, Códice Chimalpopoca (1992 [1558]), pp. 119-123.
312 ESTUDIOS DE CASO

nos, el dios mata, decapita y saca el corazón a Coyolxauhqui sobre el pozo de


agua que marcaba el centro de Teotlachco ("cancha de pelota sagrada").3J3
En la Historia, la cancha de pelota asociada al mito forma parte del para-
je de Colhuacatepec-Chicornoztoc 2 (fig. IV.20 [folio 16v]). Dentro de la colo-
rida pintura, el campo de juego es la única estructura que los tlacuiloque
recrean en blanco y negro y, por lo tanto, en el código cromático de este
documento la cancha se relaciona al remoto Colhuacatepec-Chicornoztoc
1. La Historia la nombra y nauallachtli yyonocan ("El lugar donde yace
la cancha de pelota del nahual") (cuadro IV.5, núm 9). El apelativo asocia a la
estructura con el nahualismo y sus fenómenos de transformación.U+ En-
tonces, mientras en la cancha de la Gran Tollan, Huitzilopochtli se convier-
te en un gran nahual después de matar a su hermana Coyolxauhqui, quien
también era una gran nahual.U> en la Historia se dan dos tipos de juego. En
Cholollan 4 se enfrentan los cuatro ancestros toltecas-chichimecas y en Col-
huacatepec-Chicomoztoc 2 los contrincantes vienen a ser Apanecatl (cal-
mecactlaca de Cholollan) y Quauhtliztac (calpolleque xalteca de Cholollan
y quizás un olmeca-xicallanca). Por lo tanto, se produce un cruce de funcio-
nes. Mientras en la cancha mítica juegan los seres humanos, en la del alte-
petl recién formado juegan los ancestros.V> En el texto, el partido en la
cancha mítica se lleva a cabo después de la perforación del septum de los
tepilhuan-chichimecas por parte de los toltecas-chichirnecas, a fin de con-
vertidos en señores y guerreros, y otorgarles las investiduras necesarias
para gobernar su propio altepetl. La estructura, entonces, parece facilitar la
transferencia de poderes sobrenaturales a través de la muerte acaecida en
la guerra, incluidos el subsecuente desmembramiento conformado por la
decapitación y extracción' del corazón.
La razón por la cual las deidades femeninas, a diferencia de las mascu-
linas, mueren decapitadas o se quedan enterradas en la cancha de pelota
consistiría en que ésta representa la tierra mítica rasgada en dos direccio-
nes, decapitada y desmembrada hacia los cuatro puntos cardinales.s!?
Según Schele y Freidel, en el área maya la cancha de pelota conformaba un

Alvarado Tezozómoc (1998 [1598]), pp. 34-357.


313
Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), pp. [221] Y 172, n. 2 y 3.
314

315 Alvarado Tezozómoc (1998 [1609]), p. 35.

316 El fenómeno pudiera relacionarse con el momento en que en el Popol Vuh los primeros

seres humanos verdaderos empiezan a actuar como dioses, mientras los dioses empiezan a
actuar como humanos; Tedlock (1985), p. 63.
317 Gillespie (1991), pp. 336-337, basada en los estudios morfológicos e iconográficos de

varios autores, por ejemplo, Stern (1949), p. 69, YKlein (1976), p. 15.
ORÍGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 313

portal al otro mundo y un ambiente metafóricamente acuático.Uf Efectiva-


mente, de las crónicas de Alvarado Tezozómoc se colige la asociación de la
forma longitudinal de la estructura con los barrancos, caños y ríos que con-
tribuían a transformar cualquier paraje, por desértico que fuera, en un
paraíso terrenal.s-? Por ejemplo, de las acciones de Huitzilopochtli a su lle-
gada a la Gran Tollan se deduce que el dios obstruye el barranco del río
Tula y canaliza el agua para construir una cancha de pelota, incluyendo su
pozo de agua al medio. Después, el texto claramente explica que con estas
acciones el dios convierte el área en un gran lago que favorece el desarrollo
de lirios y otras plantas lacustres como tules, sauces y ahuehuetes que atraen
toda clase de aves acuáticas y cantoras. Aparte de una remembranza para-
disiaca del lugar de proveniencia, el sitio se convierte en un terreno propi-
cio a la sus tentación humana por medio de sus recursos naturales. En con-
traste, una vez que Huitzilopochtli decide salir en busca de un tular natural
y de mayores dimensiones, la cuenca del lago de México, devuelve a la Gran
Tallan a su estado original y semidesértico. Para ello, quiebra el caño "a sig-
nificación y misterio del tlachtli (juego de pelota)" y agujera la laguna arti-
ficial, provocando una sequía que acaba la vida silvestre y con ella la exis-
tencia misma del altepetl. Simultáneamente, el texto indica que al punto de
la medianoche el dios se convierte en nahual y con esta nueva transforma-
ción finaliza un ciclo de 52 años.V?
En un excelente análisis de corte estructural, la antropóloga Susan
Gillespie propone que la cancha y la naturaleza del juego de pelota, como ya
vimos, se asociaron a rituales de desmembramiento humano. Por ello, ritos
y estructura representaban una disyunción de "la unidad primordial de
cualquier fenómeno anterior a la creación de la cultura, dado que el inven-
to del ámbito cultural requiere de la separación de los fenómenos naturales
en categorías cornprensibles" a la mente humana.V' La separación abriría
un umbral entre naturaleza y cultura, y entre oscuridad y claridad, debido
a que el juego aseguraba "la alternancia y por lo tanto el balance, entre los
opuestos que conforman los ciclos del día y las estaciones del año". 322

318 Schele y Freidel (1991), p. 309.


319 Alvarado Tezozómoc (1998 [1609]), pp. 32-33 Y 36.
320/bidem, p. 35.
321 Gillespie (1991), p. 333.

322/bidem, p. 332. Por su lado, Schele y Freidel (1991), pp. 302-303 Y 309, sugieren que la
información asociada al juego en el área maya del Periodo Clásico apunta a una "tercera
manifestación" que los autores relacionan con la aparición de la montaña florida en la tercera
creación maya, tal como lo expone el Popal Vuh. En las mitohistorias del área maya, la trans-
314 ESTUDIOS DE CASO

En el caso de la Historia, los toltecas-chichimecas junto con los tepil-


huan-chichimecas dicen "abrir el camino" cuando, en el día ó-muerte,
dejan las afueras de Colhuacatepec-Chicomoztoc 2 y emprenden la ruta de
regreso a Cholollan.s-! La frase "abrir el camino" conforma aquí una metá-
fora de construcción de rutas hacia un lugar y un rango social determi-
nados. De hecho, las rutas migratorias de Colhuacatepec-Chicomoztoc a
Tollan y de Tollan a Cholollan, o México-Tenochtitlan en su caso, bosque-
jaron el eje norte-sur sobre la tierra.V" A través de esos "caminos" se dieron
guerras cósmicas y migraciones hacia las tierras prometidas del grupo que
las buscaba. Las migraciones, equiparables a la mexica que estudiara Boone,
conforman un ritual colectivo que eleva el rango de una sociedad tribal
(chichimeca) a una sociedad estatal y urbana (toltecaj.V> En cambio, los
mexicas y chololtecas esbozan el eje poniente-oriente una vez que se en-
cuentran dentro de sus propios valles; sobre este eje se producen las escara-
muzas locales que iniciarían la formación de los linajes y la historia del
grupo en un lugar pronto a ser determinado.V» En México-Tenochtitlan, el eje
preliminar poniente-oriente corría del cerro de Chapultepec al cerro de
Tepetzinco. Estudios arqueoastronómicos señalan la importancia de Tepet-
zinco en el establecimiento del calendario solar en esa ciudad.V? Es decir,
los ejes cardinales, calzadas, canales o canchas de pelota interactuaron
para bosquejar los caminos de las estrellas y del Sol en cada altepetl.Vf En
su momento vendría la partición del tular y el establecimiento de los cami-
nos cardinales, rememorándose así los sucesos del mito. Cuando los dioses
hijos de la pareja primordial entran o salen del centro del cuerpo de Tlalte-
cuhtli, lo hacen a través de cuatro vías equivalentes a las calzadas cardina-
les.329 Inmediatamente después de esta escena es que la tierra Tlaltecuhtli
formación del universo se produce a través de cuatro eras en lugar de las cinco del Altiplano
Central. De todas maneras, estos relatos complementan las cinco etapas más adelante.
323 En Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), pp. 174 Y[231].

324 Bernal García (2002). No deseo minimizar el carácter indefinido del territorio atravesa-

do ni el trayecto histórico durante el cual la ruta forma meandros, como se puede apreciar en
el Mapa de Cuauhtinchan 2. De cualquier forma, el resultado final es una derivación norte-sur.
325 Boone (1990). También véase Broda (1990), p. 107.

326 Aveni, Calnek y Hartung (1988), p. 302; Bernal García (1993), pp. 239-245. Por ejemplo,

la guerra entre Huitzilopochtli (el futuro sol), Coyolxauhqui y sus 399 hermanos (luna y estre-
llas del sur, en conjunto llamados centzonhuitrnahua); y después el duelo de Huitzilpopochtli
con su sobrino Copil en Tepetzinco.
327 Aveni, Calnek y Hartung (1988), pp. 302-303.
328 Berna! García (1993), pp. 289-311.

329 Dos de las versiones más conocidas del mito se encuentran en Historia de los mexicanos

y en la Historia de los mexicanos por sus pinturas; Garibay (1965), pp. 32 y 108.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 315

cobra su fisonomía actual, se torna fértil y se convierte en la "Tierra del


mantenimiento humano". El evento mítico se repetía cada vez que un gru-
po migrante observaba, sobre un territorio determinado, un manantial y un
tular romperse en dos y así originar los ríos que acabarían por conformar
los ejes del altepetl y sus cuatro barrios o sectores principales. En conse-
cuencia, la mayoría de los huey altepeme disponían de cuatro caminos que
partían del centro hacia la periferia. Cholollan, como México-Tenochtitlan,
contaba con sus propias rutas cardinales: a Tlaxcala (norte), Huejotzinco
(poniente), Atlixco (sur) y Tepeaca (orientej.Pv
Exceptuando la posibilidad de que el Patio de los Altares pudiera haber
funcionado como un campo de pelota, hasta el momento no se ha encon-
trado una sola de estas estructuras en Cholollan. Empero, si los caminos
cardinales conformaron el armazón básico del altepet! y el manantial debajo
de la pirámide su pozo, el propio topónimo de Cholollan pudiera referirse a
la ciudad como una cancha de pelota cósmica. El verbo choloa, además de
describir un salto o chorreo de agua, se aplica al característico rebote de la
pelota de hule.P! Tlachochololtiliztli significa "causar que algo ande dando
saltos" o "botar como una pelota".332En el caso de Cholollan, el concepto in-
tegra al campo semántico a la rana en su papel de gota de lluvia y a las
aguas que saltan de las acequias, achololi.

CHOLOLLAN 5

La última pintura de Cholollan repite el formato vertical de Cholollan 1 y 3,


pero difiere de aquéllas al acentuar la remembranza del ritual de conforma-
ción del altepetl en lugar de la conformación misma. Siete rectángulos
organizados sobre los bordes superior y derecho de la página producen una
"L"invertida (fig. IV.S [folio 28r]). Los rectángulos contienen los topónimos
de los siete altepeme conquistados por los tepilhuan-chichimecas en favor de
los toltecas-chichimecas. A juzgar por la información generada por la His-
toria hasta este punto, el arreglo diagonal apunta hacia una integración del
altepet! con el año solar. A la izquierda de la escuadra, en el nivel superior
330 Rojas (1581), en Acuña (1985), p. 127; Códice de Cholula (1586), anverso, en González-

Hermosillo A. y L. Reyes García (2002 [1581)), fig. 2.


331 Molina (1977), folio 1¡7v, y J. Sullivan, correo electrónico, 29 de mayo de 2004. En tra-

bajos anteriores propuse que animales como conejos, chapulines, y ahora ranas, constituyen
metáforas zoomorfas de la pelota de hule; Bernal García (1993:), p. 99.
332 J. Sullivan, comunicación personal, mayo de 2004.
316 ESTUDIOS DE CASO

del espacio interior, los glifos nominales de Icxicouatl y Quetzalteueyac


flanquean un topónimo logográfico de Cholollan, cuando en Tollan y Cho-
lollan 1 veneraban uno paisajístico. Los líderes se representan ahora en foro
ma de glifos blancos y negros, que indican su transmutación en ancestros o
nanaualtin. Asimismo, el topónimo de Cholollan 5 abandona los verdiazu-
les que lo identificaron en fases anteriores e incorpora el "blanco primor-
dial" característico de Colhuacatepec-Chicomoztoc 1 y los tulares milagro-
soso El topónimo también se reduce en tamaño una vez más y la línea de
contorno, continua y uniforme, acentúa las curvaturas inferiores y profun-
damente simétricas del cerro. A este tipo de topónimo Kubler lo llamó "de
campana", por recordarle la forma típica de este instrumento acústico.v-
No obstante su nueva y distintiva coloración ancestral, el topónimo con-
serva y concentra sus tonalidades turquesas en una gran flor chalchiuitl, de
cuentas azules y verdes engarzadas.t-" Color y flor transforman al Tlachiual-
tepetl ("Montaña fabricada") en Chalchiuhtepetl ("Montaña de jade").335Fiel
compañera del cerro desde el principio de su metamorfosis, la rana desapa-
rece pero, aparentemente, se integra a la flor que nombra al cerro, conser-
vando así la función que venía desempeñando a través de las cinco pintu-
ras. La nueva silueta, color y nombre del topónimo, encierran significados
singulares, puesto que carecen de paralelo en el manuscrito. La gran mayo-
ría, si no todos los topónimos de altepetl, y otros cerros representados en la
Historia, corresponden al perfil del Tlachiualtepec o Centepec de Cholo-
llan 4;336situación que sugiere la singularidad del Chalchiuhtepetl al lograr
sobrepasar su fase anterior. La condición privilegiada de la "Montaña de
turquesa" parece anunciar la jerarquía de huey altepetl que, según C. Reyes
García, el altepetllogró como "cabecera de provincia" en tiempos prehispá-
nicos.U? Por ejemplo, debido a esa misma posición fue que la Gran Tollan
quedó identificada con las cuentas chalchiuitl por encima de varias otras

333 Kubler (1985b), p. 97.


334 Seler (1963 [1904]), I. pp. 121 Y205, figs. 474 y 475, indicó la relación existente entre las
cuentas de chalchiuitl y las flores naturales. También cotéjese Heyden (1985), fig, 36.
335 El nuevo nombre aparece en el texto y en una glosa colocada aliado del cerro. Según

Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 185, n. S, Chalchiuhtepec significa


"Cerro del jade", interpretación que siguen Leibsohn (1993), p. 135, n. 18, y González Hermo-
sillo A., en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), p. 80. En esta ilustración, las
cuentas interiores de la flor chalchiuitl son de color azul. mientras las cuatro exteriores son de
color verde.
336 Sólo dos se le asemejan sin llegar a ser idénticos; una segunda versión del cerro Cente-

pec en el folio 29v y el Chiquiuhtepec, topónimo del pueblo de Totimehuacan, en el folio 32r.
337 C. Reyes García (2000), p. 79.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 317

piedras preciosas.s-" La función de estas gemas, como indicadoras de ran-


go, la comprueba Muñoz Camargo, quien reporta que a Hernán Cortés lo
distinguieron los tlaxcaltecas con el título de "chalchiuitl, capitárr.U? reco-
nociendo así su condición de comandante en jefe de las huestes españolas.
El diseño de la flor chalchiuitl varía dentro de un espectro limitado. Su
forma consiste de varios círculos concéntricos dentro de los cuales des-
tacan el grupo central y el grupo periférico. Generalmente, uno de los dis-
cos interiores muestra los múltiples pétalos que señalan el carácter floral
del diseño, mientras al exterior una serie espaciada de pequeños círculos,
también concéntricos, representan gotas de agua (fig. IV. lO b). En los casos de
la escultura del anfibio y del Chalchiuhtepetl, del círculo exterior cuelgan
sólo cuatro cuentas dispuestas equidistantemente una de la otra, de tal ma-
nera que marcan las esquinas cardinales (figs. IV.5 [folio 28r] y IV.10 a). La
configuración origina un círculo dentro de un cuadrado.v'? es decir, el quin-
cunce simbólico del orden generado por la prestancia del centro. Cuando el
quincunce surge de las cinco formas de la tierra distribuidas en sentido car-
dinal, como en la página 28 del Códice Borgia, la tierra del centrose distingue
por la gran cantidad de flores que la cubren y, sobre todo, por una piedra
chalchihuitl, si bien roja en vez de turquesa, que puede referirise a gotas de
sangre (fig. IV.24 b).341 De manera similar al libro prehispánico, la quinta
versión del altepetl de Cholollan completa el quincunce sobre la geografía
de la cuenca del alto Atoyatl. Precisamente al centro de la ciudad colonial,
una cuenta chalchiuitl siguió empleándose a fines del siglo XVI para marcar
el centro del altepetl. En el reverso del Códice de Cholula, justo debajo de la
iglesia de San Gabriel que sustituyera al Xiuhcalli, y sobre la plaza de Cho-
lollan colonial conocida como "petate de juncos" (tollan antes de su cons-
trucción), aparece un solitario chalchihuitl marcando el centro de la nueva
ciudad colonial.w-
En la conformación de la flor chalchihuitl de Cholollan 5 seguramente
intervinieron las 20 corolas rojas que, en total, adornaron los topónimos

338 Alvarado Tezozómoc (1998 [1609]), p. 33.


339 Muñoz Camargo (1986 [ea. 1590]), pp. 197 Y 199.
340 Esta configuración contrasta con el cuadrado dentro del círculo como modelo de orga-

nización básica del altepetl mesoamericano. Las variaciones pudieran comportar sinónimos,
cognados o conceptos complementarios.
34\ La diferencia pudiera ser significativa y debe estudiarse.
342 González-Hermosillo A., en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), p. 85, opina

quela figura representa el plano de una picota, o ésta vista desde arriba. Por su lado, L. Reyes
García,en la p. 128 del mismo documento, llama al doble círculo concéntrico eoyoetli ("agujero").
318 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV,24.a) Tlaloc y los cuatro puntos cardinales con el Tonalamatl. Reproduc-
ción autorizada por Akademische Druck-u. Verlagsanstalt.

paisajísticos de Cholollan 1, 2 Y3. El número 20, base de la cuenta vige-


simal mesoamericana, simboliza la perfección de lo "completo" y"termi-
nado".343 Por ejemplo, un ser humano con 20 dedos, 10 en las manos y 10
en los pies, o el ciclo de 260 días formado de 20 nombres distribuidos por el
número 13 para producir 20 trecenas o 13 veintenas. No por casualidad
el nombre del número 20 es "flor". Complementariamente, el año solar se
divide en 18 "meses" de 20 días o "veintenas", más los cinco días aciagos. En
la Historia, por ejemplo, Icxicouatl y Quetzalteueyac llegan a Colhuacate-
pec-Chicomoztoc 2 en un día 13-flor,último del ciclo de 260 días; y en un día
7-flor, último de la primera veintena del siguiente ciclo, los toltecas-chichi-
mecas y los ancestros tepilhuan-chichimecas vencen en Cholula a los xochirnil-
cas y sus aliados.s+' Fueron también 20 los altepetl que integraron las ma-
nos y los pies de la confederación de la Gran Tollan, según Kirchhoff.345

Leibsohn (J 993), p. 96.


343

Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (J 976), pp.


344
[171 y 267].
345 En Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (J 976), p. 132, n. 10.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 319

FIGURA rv.za.b) Tlaloc y los cuatro puntos cardinales con los periodos de Venus.
Mixteca-Cholula, Códice Borgia. Manuscrito en forma de acordeón, pp. 28 Y27,
Periodo Posclásico, piel de animal, 10.27 cm de largo, página 26.5 x 27 cm. Biblio-
teca Apostólica Vaticana, Roma. Ilustrado en Seler (1980), III. Reproducción auto-
rizada por Akademische Druck-u. Verlagsanstalt.

Finalmente, 20 es el número de transformaciones que sufre el topónimo de


Cholollan desde el sustantivo TlachiuaItepetl hasta su topónimo de mayor
rango, Chalchiuhtepec.s+é
La germinación del topónimo en Cholollan 4, y su floración en Cholo-
Han 5, la explica el Canto de Tula, cuyos versos conciben a la Gran Tollan
como una planta de maíz en floración, cuyos elotes al cortarse y desgra-
narse generan semillas de diferentes colores.c+? Entonces, los granos de
maíz se dispersan y cuando encuentran tierras fértiles, regadas por las bon-
dades de Tlaloc, germinan en otros altepeme.é+'' Si al huey altepetl de
Tollan se le concebía como una planta, la metáfora explicaría la facilidad

346 Bernal García (J 997).


347 Véase la interpretación del poema propuesta por el antropólogo Tim Knab (1986), pp.
47-48.
348 De acuerdo con las partes del altepetl discutidas en el cap. 1 de este volumen, los granos

de maíz pudieran representar a los calpolli.


320 ESTUDIOS DE CASO

con la que, según los estudios de Schroeder sobre los altepeme de Chalco,
las ciudades lograban "mudarse" de un lugar a otro.é+? Hoy día cuentan los
habitantes de Cholula que "el Señor [dios] mandó a San Gabriel [a quien,
se recordará, se dedica la iglesia al centro de la ciudad colonial y aparente-
mente toma el lugar de Ouetzalcoatl], quien descendió con la espada en la
mano y dio fuerte golpe a Tlamachihualtepetl ["Cerro fabricado a mano"],
levantando la punta del cerro artificial con la espada, la cual, al despren-
derse, fue a caer en San Pedro Atlixco [al sur de Cholula], lugar donde se
encuentra la otra parte del cerro hecho a mano". 350Si se toma en cuenta que
Muñoz Camargo reporta que Cholollan debe su nombre a las tres piedras
que saltaron del Tlachiualtepetl construido por los gigantes, la leyenda se
remontaría por lo menos al siglo XVI. El mismo Códice de Cholula contiene
una versión tan antigua como la proporcionada por Muñoz Camargo y,
a mi parecer, más ilustrativa. Empieza la historia en la esquina superior
izquierda del anverso del lienzo, en donde un corto texto informa que Cho-
lula se originó con los consabidos gigantes. Mezclando creencias prehis-
pánicas y católicas, el texto explica que al destruirse la ciudad de los "hom-
bres largos", los señores [¿olmecas-xicallancas?] "vinieron a construir la
montaña de los toltecas, el Tlachiualtepetl, con adobes y con lodo [en el
año caña]".351La narración continúa dentro de una banda blanca, a manera
de los listones de Cholollan 3, la que imita un camino sinuoso y descendente
que atraviesa una pirámide construida de adobes y pintada color turquesa
(fig. IV.2S). Significativamente, la frase sobre el listón declara y aclara que
esa pirámide no es otra que "el Tlachiualtepetl de los toltecas", aquel desba-
ratado por san Gabriel o Ouetzalcoatl en tiempos de las tinieblas. Las cua-
tro rocas, producto de la cima fragmentada, caen a los lados inferiores de
la misma, distribuidas aproximadamente en sentido cardinal: una llega al
"país chichirneca", otra al mar, una tercera a un lugar cuya identidad se
desconoce por haberse diluido la tinta del documento original, y la última a
Michiuacan.s= Texto, montaña y filacteria equiparan la función del Tla-

349 Schroeder (1994 [1991]), pp. 58-59.


350 Bonfil Batalla (1973), pp. 219-223.
351 González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), pp. 80 Y 120. El año "caña" carece de
numeración en el documento, por lo que pudiera corresponder a l-Caña, nombre del primer
año del ciclo de 52 años. En libros de origen mixteca, la fecha simboliza "principio"; Furst
(1978), pp. 91 Y 3 I 5. Los años "caña" corresponden al oriente y I-Caña también conforma el
nombre calendárico de Ouetzalcoatl, así como el año o día de su nacimiento y muerte.
352 L. Reyes García, en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), pp. 80 Y 120-122;
YGonzález-Hermosillo A., en González-Hermosillo A. y L. Reyes García, op. cit., p. 80.
ORÍGENES Y META~OSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 321

FIGURA IV.25. Tlachiualtepetl y sus fragmentos (detalle del Códice de Cholula, rever-
so). Chololteca, Códice de Cholula, mapa, 1586. Papel amate, 112 x 166 cm. Museo
Nacional de Antropología e Historia. Ilustrado en González-Hermosillo A. y L.
Reyes García (2002), fig. 20. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de
Antropología e Historia.

chiualtepetl del Códice de Cholula con el de la pintura de Cholollan 3; es


decir, permiten la transición del altepetl del Periodo Clásico al Posclásico
y después al Colonial.
Al corto relato González-Hermosillo lo señala como "el mensaje más
subliminal del códice", "agüero y portento" del "advenimiento de la fe cató-
lica".353Sin embargo, si se analiza el fragmento a la luz de este estudio, el
"agüero" mezcla creencias católicas con creencias indígenas y constituye
un pronóstico divino del renacimiento de Cholollan a una nueva etapa de su
larga vida. Por ejemplo, la partición del Tlachiualtepetl ocurre antes que
"las inundaciones cubrieran la tierra [oo.] en tiempos de la oscuridad [oo.] y
tinieblas"; es decir, en los tiempos míticos de la religión mesoamericana.

353 González-Herrnosillo A., en González-Herrnosillo A. y L. Reyes García (2002), p. 75.


322 ESTUDIOS DE CASO

Debajo de la montaña decapitada, el documento ilustra la iglesia de San


Gabriel, la organización del cabildo indígena y la redistribución de los
barrios del altepetl.s-s Comparable a la información de la Historia, pero de
manera sumamente condensada, el Códice de Cholula afinca la refundación
colonial del altepetl en la historia y la religión prehispánicas.
Volviendo al topónimo de Chalchiuhtepetl en Cholollan 5, mientras la
flor de jade toma el lugar de los colores de la montaña en sus versiones
anteriores, un lazo formado de cuatro flores amarillas y rojas cubre o susti-
tuye a la cueva colorada que formaba la base del cerro. Unidas al centro
por sus verdes cálices, el moño parece representar las puntas visibles de las
guirnaldas asociadas al Atoyatl y al Zahuapan en Cholollan 1.355 Sus flores,
no obstante, desechan el azul del agua y conservan el amarillo y rojo que
cubría el endometrio de la boca-vagina de Chicomoztoc. Un nudo similar,
incluso en colores, sirve de base a la tierra del centro ilustrada en la página
27 del Códice Borgia, la cual toma la forma de una vasija de boca ancha con
piel y ojos de Cipactli (fig. IV.24. a). Enfrente de la olla, un par de diosas Chal-
chiuhtlicue, una azul y otra roja, igual que el manantial partido en dos, flan-
quean el chorro de agua que orina Tlaloc, mientras el cielo se parte en dos
mitades: la noche y el día. Si se recuerda, el nudo de flores amarillas y rojas
corona la cabeza de la diosa Chalchiuhtlicue y las guirnaldas de flores la
cabeza de Mayahuel en el Códice Féjerváry-Mayer (compárense figs. IV.IS. a y
b, y IV.24. a y b). Por lo tanto, el nudo sugiere que los largos mecates o ríos
floridos que venían del norte y Cholollan 1 se anudaron debajo del centro de
la pirámide en Cholollan 5. Ataduras similares rematan la base, o la cima,
de pirámides y montañas en ilustraciones pertenecientes a otras culturas y
épocas de la historia mesoamericana (figs. IV.26. a, by C).356
Si las guirnaldas representan los ríos y acequias "amarrados" debajo
del último topónimo de Cholollan, la atadura de flores señalaría el punto de
reunión y control de las aguas acumuladas dentro del "cornal" donde se
construyó el altepetl. Dicho control puede apreciarse en el mapa de Tollan-
Cholula de 1581 (fig. IV.9. a). Del listón del Atoyatl se forma un lazo circular
justo debajo y al centro del tular que sirve de base al Tlachiualtepec. La
apertura y cierre de manantiales constituyó una actividad común y necesa-
ria en una ciudad mesoamericana, particularmente si éstas incluían los

L. Reyes García, en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), pp. 120-122.


354

Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. 185 (recuadro), identifican la


355

atadura de Chollolan 5 con las guirnaldas de Cholollan 1.


356 Bernal García (1993), pp. 226 Y258.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 323

J
J

FIGURA IV.26. a) Nudos de fundación. Mixteca, Rollo Selden, detalle. Oaxaca occiden-
tal, siglo XVI. Papel amate en rollo, 38 x 350 cm. Biblioteca Bodleiana, Oxford. ilus-
trado en The Selden Roll, 1955. Bodleian Library, University of Oxford, Ms. Arch.
Selden A 72 (3).

campos de cultivo. Por ejemplo, en México-Tenochtitlan fuentes importan-


tes fueron primero canalizadas, al menos dos en sentido cardinal.Y? con el
fin de proveer agua corriente al altepetl. Una vez que la cantidad de líquido
resultó demasiada y produjo inundaciones, los mexicas taponaron uno de
los manantiales previamente abíertos.vf Con la construcción de la primera
fase del Templo Mayor, entonces apenas un jacalito hecho de cañas, los
mexicas también sellaron su propia cueva y manantial.J59 Según el Códice
de Cholula y otras fuentes del siglo XVI, usando al Chalchiuhtepetl como
tapón, los toltecas-chichimecas evitaron "el desbordamiento de las aguas
primordiales" que venían del interior de la tierra360 y, como vimos ante-
riormente, desde el volcán Matlalcueye. El modelo lo proporcionaba la

357 Ibidem, cap. V.


358 Durante el reinado de Ahuizotl (1486-1502); Durán (1967), II, pp. 370-38l.
359 Alvarado Tezozómoc (1998 [1609]), p. 73.

360 L. Reyes García (1979), p. 34; D. Carrasco (1992 [1982]), p. 135. Marcelo Ramírez Ruiz,

en este volumen, cap. III, reporta que un anciano del pueblo de Texupan asegura la existencia
de un manantial, río o brazo de mar que corre debajo de la iglesia y cerro del pueblo viejo (un
cerro cubierto de tepalcates), al cual se puede acceder sorteando un túnel que conecta río y
antiguo teocalli.
324 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IV.26.b) Maya, dibujo sobre un mango de


instrumento desconocido, 100-400 d.C. Hueso hu-
mano, incisión, 13 x 3 cm. American Museum of
Natural History, Nueva York. Ilustrado en Schele y
Miller (1986), lámina 112b, detalle. Reproducción
autorizada por David Schele.

FIGURA IV.26. e)
Míxteca, Códice Viena. Manuscrito en
forma de acordeón, p. 38, detalle. Oaxaca oriental.
Periodo Posclásico, piel de animal. 13.5 m de largo,
página 22 x 26 cm. Nationalbibliothek, Viena. Ilus-
trado en Jansen (1982), vol. II, p. 38. Reproducción
autorizada por Maarten E. R. G. N. Jansen.

Gran Tollan, en donde las obras hidráulicas controlaban el flujo de las


aguas según las decisiones tomadas por Huitzilopochtli. Bien conocido
también es el relato que muestra a los chololtecas confiados en que Ouet-
zalcoatl destaparía los manantiales debajo de los templos y con los cauda-
les de los ríos así liberados ahogaría a los invasores españoles una vez que
éstos se introdujeran en la ciudad.w! Solamente encalando las paredes y
tapones con una argamasa de cal mezclada con sangre de niños de dos
y tres años, los chololtecas creyeron controlar el flujo de estas fuentes
sagradas.w- Debido a su función complementaria de tapones que probable-
mente marcaban el umbral de acceso al inframundo acuático, a las pirámi-
des se les conoció con el apelativo de tzacuatl o tzacualli ("lo que tapa, ocul-
ta o encierra algo [...] en el sentido de confinamiento de un lugar sagrado");
ámbitos donde se guardaban joyas, deidades y otros objetos sagrados.v-' La

361 Muñoz Camargo (1581), en Acuña (1984), p. 248.


362 Ibidem, pp. 248-250.
363 Sahagún (1981 [1569]), p. 259; Robelo (1900), p. 245, en García Zambrano (2000),
p. 33; Heyden (1989), p. 41; L. Reyes García. en González-Hermosillo A. y L. Reyes Garcfa
(2002), p. 110. También indica el vocablo "algo cercado"; Sullivan, comunicación personal, 2003.
ORíGE ES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 325

apertura y cierre de manantiales también formó parte indispensable de los


rituales de fundación del siglo XVI, observándose vestigios de estas ceremo-
nias en algunos pueblos y ciudades indígenas del presente.w+
Mientras las aguas se anudaban debajo del topónimo de Cholollan 5 y
en su cima la rana desaparecía a fin de convertirse en flor chalchiuitl, un
nuevo templo viene a coronar al cerro. Este edificio parece derivar del pala-
cio del Señor de lo Alto y el temascal. Nuevamente las tres almena en for-
ma de flor, cada una compuesta de tres punzones de hueso (omitl), 365 apun-
tan a la función o simbolismo de la estructura. Con punzones elaborados
de huesos de jaguares y águilas, al salir de Chicomoztoc los líderes toltecas-
chichimecas perforaron el septum de los líderes tepilhuan-chichimecas.é=
El propósito del rito fue el de convertir a los guerreros que habitaban la
cueva de origen en tecuhtli ("señores") de sus futuros altepeme.w? En exca-
vaciones realizadas en Cholollan, los arqueólogos encontraron tiestos pre-
hispánicos pintados con representaciones de dichos instrumentos, evidencia
de su importancia en las ceremonias mencionadas.t= o sería de extrañar
que en los templos que rematan las plataformas piramidales se celebraran
este tipo de ritos de paso, por lo que éstos compartirían dicha función con
los temascales.w? En el Códice Viena, por ejemplo, el Señor Nueve Viento,
cognado de Quetzalcoatl y héroe principal de ese libro, es sujeto de una
perforación de septum en un temascal, seguramente con el propósito de
elevado a la categoría de "caballero de línea recta".370
Debajo del Chalchiuhtepetl en Cholollan 5, se desarrollan dos rituales:
un sacrificio por flechamiento (tlacacaliliztlirst J y un combate cuerpo a

Los "huecos" seguramente se refieren a cistas de ofrendas como las encontradas en el Templo
Mayor de México-Tenochtitlan.
364 García Zambrano (1992) y (2004).

365 Su identificación se deduce por comparación entre la forma de los pétalos en las alme-

nas con el tocado del jefe del calpolli llamado Chicnauh Omitl. Éste se encuentra dentro del
rectángulo a la izquierda de yn Acaualla, yn Tetl iyacac en Cholollan 4.
366 En la Historia, este evento no se lleva a cabo en un temascal sino sobre cuatro árboles

de mesquite; folio 20r.


367 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (I976),
pp.171-172,n. J y2.
368 Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976), p. ¡72, n. 1; McCafferty (2001),

p. 281, basado en diversos autores.


369 A los templos mayas del Periodo Clásico Tardío se les conocía con la palabra pib

Ctemascal u horno"); Stuart (1987), p. 38.


370 Códice Viena, p. 30, en Jan en (I982). Al tema cal de este libro mixteco lo rematan siete

almenas en forma de "L". La diferencia puede deberse a la hermenéutica de cada documento.


371 De tlacacalli ("cosa flechada o a aetada"): Molina (J 977), folio ¡14v.
326 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA IY.27. Escena de fundación tipo Tlacaxipeualiztli. Mixteca, Códice Zouche-


Nuttall, pp. 83-84. Oaxaca occidental, Periodo Posclásico. Manuscrito doblado en
forma de acordeón, 11.22 m de largo, página 19 x 25 cm. British Museum. Ilustra-
do en Nuttall (1975). © The Trustees of the British Museum.

cuerpo (tlauauanaliztlit.ét? En el centro de México, los dos ritos aparente-


mente formaron parte de las ceremonias celebradas durante la fiesta de
Tlacaxipeualiztli ("Desollamiento de humanos"),373 nombre de la segunda
veintena del año solar, correspondiente al periodo del 4 al 23 de marzo.F"
Seler; en 1904, fue quien primero comparó los rituales de la veintena recre-
ados en la Historia con los presentes en el Códice Nuttall (fig. IY.27) yel
Códice Becker, ambos libros pictográficos de origen mixteca, elaborados
entre 1200 y 1521.375Décadas después y basándose principalmente en fuen-
tes etnohistóricas, Broda y Michel Graulich estudiaron los rituales minu-
ciosamente.Vv reconociendo su carácter histórico.I"? Igual que en la Histo-
ria, los ritos en los libros mixtecos conforman parte de las escenas finales

372 De uauana ("escarbar, hacer rayas en la tierra, reglar el papel, trazar, dibujar"); Molina

(1977), folio 155r.


373 Durán (1967 [1570)), p. 243.

374 Según la correlación de Broda (1983), cuadro 2; la más aceptable desde mi punto de vista.

375 Seler enfocó su atención particularmente a la lucha cuerpo a cuerpo o "sacrificio gla-
diatorio", como se conoce en la literatura.
376 La Historia menciona la ceremonia cuando los nonoalcas llegan a establecerse a Teoti-

tlan en el valle de Tehuacan y la ilustra dos veces más, ambas en los desplegados correspon-
dientes a la fundación de Cuauhtinchan; Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena
Güemes y L. Reyes García (1976), folios 32v y 33r; Broda (1970), pp. 233-235 Y Graulich
(1999), p. 288.
377 Broda (1970), pp. 255-256.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 327

de la narrativa pictográfica, ilustrándose a continuación de un topónimo


sumamente elaborado de nduyu-nduta (altepetl en lengua mixteca) (fig.
IV.27).378Considerando que los códices Nuttall y Becker; como la mayoría de
las narraciones míticas mesoamericanas, incluyendo a la Historia, condu-
cen precisamente al establecimiento de la ciudad en cuestión tal y como se
ha venido informando, sugiero que una de las funciones principales de la
fiesta de Tlacaxipeualiztli fue la celebración de la fundación del altepetl.
Quizás por esta razón, Durán la señala como "fiesta universal de la tierra
[...] que aún en los muy desastrados pueblos y en los barrios sacrificaban
este día hombres [en] mayor número [...] que en cualquier otra [...] y sólo
en esta fiesta cada barrio hacia su Xipe [...] lo cual no hacían en todas las
demás fiestas del año".379
Cornplementariamente, Broda y Graulich concluyen que la finalidad
principal de los ritos pertenecientes a Tlacaxipeualiztli consistió en la glori-
ficación de la guerra.w? por medio de la cual se acumulaban los corazones
suficientes para alimentar al sol el día 4-movimiento y lograr que se movie-
ra al día siguiente, S-cuchillo. Inmóviles y atados a un armazón de madera
iquauhtratrastlit.wv cuya forma en lo alto reproducía el cuadrado resultante
del ordenamiento de los puntos cardinales, una parte de los cautivos moría
a flechazos. El tipo de muerte que impone el rito lo conecta a dos eventos
anteriores, uno histórico y otro mítico: el flechamiento de los puntos cardi-
nales por los toltecas-chichimecas antes de emprender su peregrinación a
Colhuacatepec-Chicomoztoc 2 y el flecha miento de los 400 mimixcoas por
sus cinco hermanos para alimentar al sol que esperaba en su trono celes-
tial.382En el armazón ilustrado en Cholollan 5, la víctima asume la forma de

378 Byland y Pohl (1994), pp. 56, 66 Y fig. 31, comparan la montaña partida del Vaso de

Nochistlan con este topónimo. El último, según los mismos autores, se refiere al sitio del Perio-
do Clásico (300-1000 d. C.), Hua Chino C'Lugar del bulto blanco y rojo"), situado en la comar-
ca de Jaltepec. La montaña contiene, aparte de otros signos significativos discutidos por los
autores, dos flores blancas en forma de quincunce, representativas del año solar. Las flores
también la conectan con el Chalchiuhtepec de Cholollan 5.
379 Durán (1967 [1570]), pp. 95-96; Broda (1970), pp. 220 Y 264.
380 Broda (1970), pp. 255-256; Graulich (1999), pp. 291-298 Y 303-304.

381 Broda (1970), pp. 252-257; Graulich (1999), p. 289. Ouauhizatzapituli y quauhtzatzapic-
tli ("reja de madera"); Molina (1977), folio 87v. Aparentemente, en México-Tenochtitlan este
tipo de sacrificio pertenecía a la veintena de Ochpaniztli (31 de agosto a 19 de septiembre),
fiesta gemela de Tlacaxipeualiztli que celebraba a la diosa madre. Probablemente, los docu-
mentos que muestran ambas ceremonias en una escena de fundación estén amalgamando
ambas fiestas. Coincidentemente, la fiesta de la Virgen de los Remedios en Cholula se lleva a
cabo en septiembre.
382 Graulich, (1999), pp. 291-298 Y 303-304.
328 ESTUDIOS DE CASO

4-movimiento, una cruz diagonal.t= Seler afirma que en los libros mixtecos
mencionados el diagrama de la tierra (cemanahuatl)384 aparece debajo del
armazón de madera. La similitud entre las formas del cemanahuatl y el chal-
chiuitl propone una función análoga entre los dos iconos: el mundo como
flor o piedra preciosa. Ambos muestran un círculo petaloide de color azulo
verdiazul, y al centro un diagrama de la tierra fragmentado en cuatro seccio-
nes cardinales.w> uno con el cuadrado dentro del círculo y otro con el cua-
drado fuera de él. Cemanahuac conformaba una palabra alterna para de-
nominar a un huey altepetl en el centro de México, según Schroeder.ve
Documentos etnohistóricos informan que alrededor del armazón de madera
los arqueros vestían los atuendo s característicos de cinco deidades mascu-
linas, aparentemente todas representativas del sol en sus varias versiones
cardinales.w? A los varones los acompañaban cuatro deidades femeninas
que Durán asocia con las cuatro auroras, quienes, a juzgar por la identifica-
ción del fraile, representaban el cielo del amanecer. Una de esas "auroras"
era Mayahuel.wf Según Broda y Graulich, los cautivos de Tlacaxipeualiztli
morían durante el día, probablemente al amanecer, favoreciendo así la
alternancia entre la oscuridad y la claridad.w? Por su parte, D. Carrasco
sugiere que durante Tlacaxipeualiztli, la ciudad se convertía en un campo
de batalla utópico, propicio a las metamorfosis del espacio urbano y del
poder político que lo controlaría.w?
Otros de los cautivos morían sobre el temalacatl ("piedra redonda como
muela de molino"), "rasguñados" a espadazos.t?' De acuerdo con las fuen-
tes etnohistóricas, en México-Tenochtitlan la piedra circular, colocada hori-

383 Otra víctima fue el dios Xipe Totec, representante del sol. Para mayor información, los
lectores pueden consultar los trabajos de Broda, D. Carrasco, Graulich y otros investigadores
citados por ellos.
384 Taube (1983), p. 122, identifica al cemanahuatl con la tierra como espejo que humea.
Cemanahuac, cemanauatl, tlaticpac, tlalticpactli C'mundo"): Molina (1977), folio 87v.
385 Seler (1988), 1, p. 132.

386 Las confederaciones o imperios podían recibir diversos nombres en la zona del centro
de México: altepetl, tecpilaltepetl, cemanahuac a/tepetl, uey altepetl y tlahtoca/tepetl; Schroeder
(1994 [1991]), pp. xvii, 117 y 120. Esta información, sin embargo, no distingue entre un alte-
petl y un huey altepet!'
387 Tlacauepan, Huitzilopochtli, Titlauacan, el sol, Ixcozauhqui; Durán (1967), 1, p. 140;
Broda (1970), p. 254. Cuatro auroras y un viejo lobo, además de Titlacahuan Tezcatlipoca e
Ixcozauhqui, acompañaban el sacrificio gladiatorio; Graulich (1999), p. 287.
388 Graulich (1999), p. 320.

389 Broda (1970), p. 232; Graulich (1999), pp. 291-298.


390 D. Can-asco (1995), pp. 3-4.

391 Broda (1970) pp. 252-257; Graulich (1999), p. 289.


ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 329

zontalmente sobre una plataforma cuadrada, mostraba en su cara superior


el disco solar con el diagrama 4-movimiento al centro y las direcciones car-
dinales y solsticiales marcadas por los rayos de éste. Al centro de la piedra se
ataba uno de los pies de la víctima, permitiéndole un movimiento restrin-
gido para defenderse de su agresor. El atacante formaba parte de un grupo
de cuatro guerreros: dos de los cuales pertenecían a la orden de los jaguares
y dos a la del águila. Sentados en cuatro sillones dispuestos cardinalmente
alrededor de la piedra, cada guerrero esperaba su turno de "rasguñar" al cau-
tivo (fig. IV.27). Los sillones, adornados con plumas rosa encendido de que-
cholli, representarían los colores de la aurora o del mismo Sol. A los cautivos
se les ofrecía un tazón de pulque, bebida que simultáneamente calmaba a
la víctima y disminuía el control de sus movimientos. La circulación errática
de los cautivos sobre el símbolo del sol probablemente ejemplificaba la des-
orientación experimentada por el astro antes de decidirse a entrar a la tierra
por el lado oriente.sv- En el rito, las auroras ofrecían los corazones de las
víctimas precisamente hacia el oriente.w-
En Cholollan 5, las evidencias concernientes a la transformación del
dios solar en el mismo Sol se encuentran en la "L" que enmarca diagonal-
mente el rito tipo Tlacaxipeualiztli y las relaciones del ritual con otras esce-
nas del mismo orden. En los códices Nuttal y Becker, los sacrificados visten
las insignias del joven dios Siete Lluvia, cognado de Siete Flor y del nahua
Xipe Totec (fig. IV.27).394 El Señor Siete Flor simbolizaba al sol, según Alfonso
Caso.395 En algunas ocasiones, como en el Códice Nuttall, Siete Flor apare-
ce junto al Señor Cuatro Movimiento, los dos asociados con la cancha
de pelota.s?» Particularmente en el Códice Viena, p. 25, la ceremonia del
pulque que Muller y McCafferty mencionan con relación al mural de Los
bebedores, la ofrece la diosa Tres Cipactli (sus vestimentas e insignias la
tornan en una versión mixteca de la Mayahuel nahua) a 12 deidades entre
las que se encuentran Siete Flor y Uno Flor.397 En la siguiente página un
lloroso Siete Flor, sentado en un trono de jaguar, acepta la ceremonia de

392 D. Carrasca (1999), p. 80; Sahagún (1981 [1569]), pp. 259-261.


393 Durán (1980 [1570]), pp. 92 Y 98.
394 Furst (1978), p. 136.
395 Caso (1963), pp. 33-34.

396 Furst (1978), p. 163.

397 Caso (1963), pp. 33-34; Furst (1978), pp. 201-203; McCafferty (2001), p. 300. La liba-

ción de pulque pudiera relacionarse a los deleites y pasatiempos de los 400 mimixcoas, que
luego fueron sacrificados para hacer mover al sol; véase Torquemada, en Muller (1972),
p.148.
330 ESTUDIOS DE CASO

consumo de hongos alucinógenos en su honor.398 Lágrimas y ceremonias


señalan al resignado y joven dios como el personaje a sacrificar para con-
vertirse en el Sol que alumbraría el altepetl. En la siguiente página los even-
tos se suceden rápidamente uno tras otro: la fuente central del valle se divide
en dos e, inmediatamente después, dos versiones del disco solar aparecen
sobre una plataforma piramidal.w? La primera toma el nombre calendári-
co de 1-Flor y la segunda, arriba de la primera, encierra en el centro un dios
guerrero ricamente ataviado y portando un haz de flechas en la mano dere-
cha.400 Por lo tanto, las ceremonias de libación de pulque y consumo de
hongos ayudaban al sol a ofrendar su vida mítica a fin de posibilitar la vida
sobre la tierra florida.
Con la fiesta de Tlacaxipeualiztli en Cholollan 5, los toltecas-chichime-
cas reciben al disco solar correspondiente al equinoccio de primavera (21 o
22 de marzo). Es decir, la orientación equinoccial sustituye a la orientación
solsticial implementada por los quinamentin y adoptada por los olmecas-
xícallancas.w' El fenómeno astronómico lo observarían los toltecas-chichi-
mecas desde el recién instaurado Templo de Quetzalcoatl o Xiuhcalco. Que
el nuevo templo de San Gabriel fuera considerado por los chololtecas una
extensión del Xiuhcalco lo apoya la fecha de la conclusión de la obra, el9
de marzo de 1569,402 apenas 12 o 13 días antes del equinoccio de primave-
ra. Si consideramos que el Xiuhcalco marcó el nuevo centro de Cholollan
en el espacio, que luego tomaría la plaza e iglesia españolas, la línea equi-
noccial que conecta los cerros Centepec y Arnalucan al oriente, y Tecajeteal
poniente, pasaría por encima de estas construcciones, como efectivamente
sucede (fig. IV.12).403Amalucan, en donde se encuentra un asentamiento del
Periodo Formativo.sv+ pudo haber constituido el límite oriente de la ciudad
prehispánica antes de 1530, año en que se ceden los terrenos para la cons-
trucción de la ciudad de Puebla. En los equinoccios, el disco solar aparece-
ría detrás del Centepec y desaparecería detrás de la horcajadura formada
por la unión del Popocatepetl y el Iztaccihuatl, llamada Paso de Cortés des-
pués de la Conquista española. Exactamente como lo indican las fuentes

Furst (1978), pp. 204-205.


398
Bernal García (1993), p. 255.
399

400 Códice Viena, p. 23, en Jansen (1982). Pictóricamente, el dios del sol mixteco parece un

pariente del nahua Tonatiuh.


401 Marquina (1964), pp. 115-125; McCafferty (1996a).
402 L. Reyes García, en González-Hermosillo A. y L. Reyes García (2002), p. 123.

403 Basado en reconocimientos preliminares del sitio y mapas de la región.


404 McCafferty (2001), pp. 285 y 315, n. 3.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 331

etnohístóricas.w> la nueva identidad equinoccial de Cholollan deja de lado


al longevo Tlachiualtepetl, el cual, sin embargo, sigue orientando el eje nor-
te-sur hacia la horcajadura del Atoyatl y los solsticios.
La fecha del ciclo de 52 años, 7-Conejo 7-flor, que introduce los rituales
de Tlacaxipeualiztli en la Historia, cierra el periodo de 26 días (8-águila a
7-flor) que los peregrinos utilizaron con el fin de recrear el sol y la tierra, al
tiempo que reincorpora a los viajeros al tiempo histórico.ws Como se vio en
las páginas anteriores, la fecha 7-flor se relaciona a la vida del Sol; la fecha
7-Conejo, en cambio, se asocia a la partición de la tierra Tlaltecuhtli, gene-
ralmente acaecida en los mitos en l-Conejo.w? El año 7-Conejo marca tam-
bién el número 20 del ciclo de 52 años y completa el pequeño ciclo de siete
años que emplearon los toltecas-chichirnecas para llegar a Cholollan desde
la Gran Tollan (de 1-Cuchillo a 7-Conejo).
El movimiento del tiempo a través de los puntos cardinales produce
entonces la conformación del espacio urbano, el cual cambia al ritmo im-
puesto por ambos calendarios: el mítico y el histórico. Cada uno de esos
espacios contiene un punto central que arranca del anterior y termina en el
siguiente. Como diría D. Carrasco, el "centro se dispara y circunvala [...]
gira fácilmente y produce un lugar central que puede llegar a convertirse
[...] simultáneamente en punto final y punto de arranque, punto que genera
e integra [...] cualquier objeto o espacio que toca. Un pivote de este tipo siem-
pre ocupará el centro entre el cielo y el inframundo, el océano y la bóveda
celeste de un mundo siempre presto [...] a desintegrarse prontamente y
deteriorarse fácilmente't.w" Así, el espacio cambia según el punto en que se
encuentra, exactamente la concepción de lugar que los tlacuiloque de la
Historia transmiten a sus lectores. Por ejemplo, el oeste se convierte en el
punto central a partir de los eventos acaecidos al norte y los sucesos que
acaecerán al sur. El proceso contiene una serie de fragrnentaciones, reduc-

405 Los reportes de las excavaciones arqueológicas en el centro de Cholula, junto a estudios

arqueoastronómicos específicos afinarían esta información.


406 Historia tolteca-chichimeca, en Kirchhoff, Odena Güemes y L. Reyes García (1976),
p. [268]. Una indicación del propósito solar de la ruta se refleja en que los peregrinos salen y
entran de Cholollan en días llamados "águila", metáfora zoomorfa del sol.
407 Aunque también en otros años Conejo, como lo indican los libros pictográficos mixte-

cosoTanto los años "conejo" como los días "flor" se relacionan al punto cardinal del sur, igual
que la regeneración de la tierra primordial en Colhuacatepec-Chicomoztoc 2 ocurre en la pin-
tura de Cholollan correspondiente a ese rumbo cardinal (fig. IV.3). Siete es también el número
de almenas del temascal y de las flores rojas sobre el topónimo de Cholollan 3, hecho que rela-
cionaría edificio y montaña con esta serie de eventos.
408 D. Carrasco (1995), pp. 25-26.
332 ESTUDIOS DE CASO

ciones y redistribuciones de un espacio entero, el paraje primordial, en un


paisaje dividido en categorías temporales, geográficas, urbanas y sociopolí-
ticas.w? Descuella en el proceso el paraje de tollan, el cual representa el
modelo de unión y desunión según la presencia o carencia de agua. De esta
manera, entre Colhuacatepec-Chicomoztoc 1 y Cholollan, la Huey Tollan
ocupa el punto medio del proceso.v'? En la Historia, el paraje primordial de
tollan viaja a través del eje norte-sur, tocando simultánea y sorprendente-
mente los cuatro puntos cardinales; un esquema bastante complejo en su
concepción pero sencillo en su funcionamiento.

Cholollan 5, la narrativa

En la fecha 7-Conejo 7-flor, los siete grupos tepilhuan-chichimecas conquis-


tan, en nombre de los toltecas-chichimecas, los siete pueblos que amenazaban
la integridad del altepetl.s ' ' Una vez instalados en el centro de Cholollan, el
grupo triunfante prepara las ceremonias de refundación de la ciudad. Ata-
do al armazón de madera muere el gobernante xochimilca Ouauhtzitzimitl
a manos de Moquiuix, Tzontecornatl, Tecpatzin y Couatzin; y peleando sobre
el temalacatl muere el gobernante de los ayapancas, Tlazotli.v'? después de
enfrentarse a Aquiauatl, Teuhctlecozauhqui y Ouauhcitlal. Una vez termina-
do el ritual, Icxicouatl y Ouetzalteueyac agradecen la ayuda de los siete gue-
rreros obsequiándoles esposas chololtecas y tierras contiguas al oriente del
huey altepetl. Los totomiuaques van y se asientan en Chiquiuhtepec y los
cuauhtinchantlacas en Cuauhtinchan.
Al marcharse, los tepilhuan-chichimecas dejan atrás un altepetl organi-
zado de manera diferente del que encontraron los toltecas-chichimecas: la
cuenta del tiempo solar la marca el equinoccio de primavera en lugar del
solsticio de invierno y los elementos urbanos, edificios y paisaje, acaban
orquestándose en las siete coplas de la Lista 5, a diferencia de las letanías
contenidas en las cuatro listas anteriores. Las tres primeras parejas articu-
lan elementos naturales, encabezados por "El lugar del salto del agua-El
409 A través de disciplinas y metodologías diferentes, D. Carrasco (1995) y Bernal García
(1997), llegaron a conclusiones similares.
410 D. Carrasco (1992 [1982]), particularmente las pp. 146-147; Boone (1990), p. 145.
411 Significativamente todos los pueblos enemigos se ubicaron al oeste de la cuenca del Alto

Atoyatl, lo que comprueba que la Historia está cargada de símbolos espaciales y temporales.
412 El filo de las "espadas" mesoamericanas lo formaban varias navajas de obsidiana inser-
tadas en hilera a un madero. Consúltese Graulich (1999), p. 289.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 333

lugar de estar del cerro fabricado". Le siguen "El lugar de donde cuelga el
gran barranco de flores-El lugar donde el agua es negra" y "El lugar donde
se alza el sauce blanco-El lugar en donde se extienden los juncos blancos"
(cuadro IV.2). Nótese que el topónimo principal de la ciudad, "El lugar del sal-
to del agua", se incorpora a las listas hasta el final y preside sobre el paraje
silvestre que albergaría al cerro artificial. Esto es, el altepetl de Cholollan
se instala en un paraje primordial, reacomodado de manera diferente del que
encontró Couenan cuando llegó a recoger el tule blanco, el sauce blanco.
Las siguientes dos coplas juntan primero los lugares en donde se acomodan
las montañas del norte y sus aguas oscuras, y después, el lugar donde el
sauce y el tular crecen juntos como en Colhuacatepec-Chicomoztoc 1 y Cho-
lollan 1. Por lo tanto y como se explicó atrás, el sauce llega al tular del alte-
petl tolteca-chichimeca directamente desde el primer paisaje primordial y
su representante en la tierra, Cholollan 1; a través del tular partido (de la
Lista 3) y la pintura de Cholollan 3. Sin embargo, las dos plantas nos pare-
cen muy familiares debido a que, aunque separadas, ambas o una u otra,
aparecen en cada una de las cuatro primeras pinturas de Cholollan. El tular
sólo aparece como un todo en Cholollan 1 y en la copla de la Lista 5. En los
dos casos, la información (visual y textual) enfatiza la verticalidad del sau-
ce sobre la horizontalidad del tular (fig. IV.l [folio 7v] y cuadro IV.2, Lista 5,
núms. 4 y 5).413 Así, pinturas y letanías textuales contrapuntean la informa-
ción con el fin de mostrar la transformación del territorio del altepetl. Las
pinturas exponen el levantamiento de los árboles cardinales como postes
del universo alrededor del "cornal" de Cholollan. Las listas, de acceso un
tanto más difícil, ilustran los reacomodos del paisaje primordial, acentuan-
do la verticalidad del árbol central en la Lista 5.
A diferencia de las tres primeras coplas, las dos siguientes agrupan
parajes relacionados a tres tipos de aves, asociadas éstas a un sitio rico en
algas acuáticas: "El lugar de estar en pie el pájaro quetzal-El lugar de
comer del águila blanca" y "El lugar de rascarse o desplumarse la codorniz
blanca-El lugar en el que están tendidas las algas acuáticas'v'!+ Lo único
que puede decirse de estos cuatro lugares en este momento es que el águila
representaba al sol y la codorniz su principal ofrenda. La siguiente y sexta

413 Algunos conceptos de horizontalidad y verticalidad pueden consultarse en Freidel,


Schele y Parker (1993), cap. 2; Bernal García (1993), cap. II, y López Austin (1994), p. 225.
414 Yn Quetzaltototl ycacan, yn Iztacuauhtli ytlaquayan, yn Iztac zollin ynemomoxouayan,

yn Apechtli yyonocan; traducciones verificadas por J. Sullivan, correo electrónico, 29 de mayo


de 2004.
334 ESTUDIOS DE CASO

copla difiere de las anteriores en que incorpora a dos aspectos que transi-
tan entre el elemento paisajístico y el arquitectónico: un cerro mitad natu-
ral y mitad pirámide, y un sendero o calzada, ambos ilustrados en Cholo-
llan 1 (fig. IV.l [folio 7vJ): "Lugar de la escalera de piedra-Lugar de tres
collares".41SLa séptima y última copla parece vincular a los dirigentes (cal-
mecatlacas) del altepetl con el edificio en donde se educaban (Calmecac):
"El lugar de los ancestros [o del linaje de la culebra]-En la casa del meca-
te/linaje". En la Lista 5, el tular ocupa el lugar estratégico que separa las
aguas oscuras del norte y el pasado del grupo de aves y los elementos urba-
nos y socioculturales del altepetl. La copla, geográfica y urbana, sociopolíti-
ea y religiosa, poética y plástica, constituye la forma básica de la composi-
ción de cantares, discursos y pictografías en Mesoamérica. Visualmente, la
copla literaria se manifiesta en la voluta doble que remata la montaña par-
tida. La voluta doble amalgama el paraje habitado por las deidades y los
elementos culturales inventados por los humanos, originando los emblemas
fundacionales de las ciudades mesoamericanas.v'> En la Historia, los tla-
cuiloque sitúan la escena fundacional del altepetl colonial debajo de la sec-
ción en que el texto narra cómo los tepilhuan-chichimecas empiezan a bal-
bucear sus primeras palabras en náhuatl.
Al organizarse en coplas, el altepetl de Cholollan llega a la etapa final
de un largo y complejo proceso de transformación originado en Colhuaca-
tepec-Chicomoztoc 1. El más simple de ellos sigue la circunvalación perifé-
rica contraria a las manecillas del reloj, de norte a oriente. Desde el norte,
los toltecas-chichimecas vislumbran, en primer lugar, los elementos princi-
pales de una ciudad, la geografía representada por yn atl, yn tepetl, junto a
las partes básicas del paraje primordial, yn Iztac tollin, yn Iztac uexotl; y en un
segundo momento observan los integrantes indispensables del paisaje urba-
no, el cual incluye componentes naturales, arquitectónicos y socioculturales.
Desde el poniente, los tlacuiloque enfatizan la vida y muerte de la ciudad
olmeca-xicallanca, la primera en la organización política del altepetl y la se-
gunda en el sauce desarraigado del tular. Desde el sur, tular, sauce y temas-
cal juntos producen la hierofanía con la cueva de Chicomoztoc y la parti-
ción del paraje primordial (cuadro IV.3). Al arribar al oriente observamos el
nacimiento de la nueva ciudad y desde el centro la imbricación, por medio
del ritual, de los parajes míticos con los paisajes geográficos y la gente del
415 Temamatlac y Ecoztlan; la primera traducción fue corroborada por J. Sullivan, la segun-

da elaborada por él mismo, correo electrónico, 29 de mayo de 2004.


416 Berna! García (1994) y (1997).
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 335

CUADRO IV.6. El topónimo de Cholollan y sus parajes correspondientes de


acuerdo con los puntos cardinales

Topónimos y
párrafos en
donde se Puntos TIpo de
Pinturas encuentran cardinales entorno físico

Cholollan 1 Tlachiualtepetl ycatcan- Norte Paraje silvestre


Cholollan (82) y ciudad
Cholollan 2 Tlachiualtepetl- Oeste Paisaje cultural
Cholollan (122) y ciudad
Cholollan 3 Tlachiualtepetl ycatcan- Sur Paraje silvestre
Cholollan (166) y ciudad
Cholollan 4 Xiuhcalco-
Tlachiual tepec- Oriente Paisaje cultural
Cholollan (262) y ciudad
Cholollan 5 Cholollan-
Tlachiualtepetl ycatcan- Centro Ciudad y paraje
Lista 5 (273) silvestre en coplas

altepetl. Sobre la periferia, el movimiento circular a través de las cuatro


primeras pinturas del altepetl de Cholollan puntualiza los linderos cardina-
les, y al centro la unidad primordial se deja guiar por la organización urba-
na ahora recategorizada en coplas de opuestos complementarios. Al final,
la ejecución minuciosa del ritual chamánico integra la estructura cardinal
delcosmos al territorio escogido para establecer el altepetl.
El mismo recorrido circular hábilmente traza sobre la tierra los ejes
cardinales (cuadros IVA y IY.6). De hecho, las pinturas de formato vertical
corresponden al eje norte-sur, incluyendo el centro: mientras que las de for-
mato horizontal pertenecen al eje poniente-oriente. La rotación explica la
práctica común en los mapas indígenas de la Colonia de colocar el este
hacia arriba. A lo largo del eje norte-sur viaja la gente del altepetl del pasa-
do al presente y viceversa, al igual que el estero primordial, y a través del
ejeponiente-oriente circulan los paisajes culturales y las ciudades (cuadro
IV.6). A su vez, los ejes constituyen el modelo de organización de las cal-
zadas y barrios. De norte a sur mantienen constante comunicación las dei-
336 ESTUDIOS DE CASO

dades y los humanos, y los altepeme ancestral es con los altepeme del pre-
sente.s!? y el eje poniente-oriente emula la eclíptica solar, mientras las rela-
ciones humanas e históricas predominan. Por ejemplo, la ciudad vieja de
los olmecas-xicallancas muere en el oeste con el astro solar y la nueva de los
toltecas-chichimecas nace con el sol que despunta en el oriente (cuadros IV4
y IV.6). Atados al centro, los ejes sujetan cada una de las esquinas de la ciu-
dad a los puntos cardinales, pero los mismos cordeles la siguen girando
como si fuera un trompo, razón por la cual la estabilidad lograda rápi-
damente se torna dinámica y efímera. El frágil equilibrio se refleja en la
primera copla de la Lista 5, en donde Cholollan, la ciudad recién reorgani-
zada, se sostiene en los componentes del paraje prístino de Tlachiualtepetl
ycatcan, presto a retomar su forma de agua y montaña y separar al sauce
del tular. El pivote principal siempre es el tular, pletórico de vida aun en los de-
siertos del norte de Mesoamérica.

CONCLUSIONES

Pinturas y texto en la Historia tolteca-chichimeca se amalgaman de igual


manera que los sustantivo s subordinados yn atl-yn tepetl para producir un
metónimo complementario en forma de libro, el cual reproduce el proceso
de transformación de paraje primordial a altepetl. La práctica, típica del
carácter transformador de una visión chamánica, devela la índole dinámica
del espacio mesoamericano, el cual se transforma al ritmo de la creación del
universo. De hecho, la construcción de la ciudad es uno de los dos objetivos
de los relatos mesoamericanos dedicados a la ordenación del universo y la
creación de la tierra. La otra intención es la de presentar la transición que
el grupo mismo experimenta, de una sociedad de cazadores-recolectores a
una de Estado. Ambas intenciones conllevan procesos inseparables e inter-
dependientes. El ejemplo es claro en el caso de la narración de los cuauh-
tinchantlacas, quienes a través de las migraciones y conquistas de los cho-
lotecas recrean los mitos de creación con el propósito de justificar la
adquisición del altepetl de los olmecas-xicallancas por los toltecas-chichime-
casoPaso a paso, la narración con sus ilustraciones convierten a migración

417 Fue probablemente por esta razón que los mexicas nombraron "Calzada de los muertos"
al eje norte-sur de la ciudad de Teotihuacan. Otra interpretación la ofrece Annabeth Headrick
(1999), quien propone que el apelativo se debió a la gran cantidad de bultos mortuorios
encontrados en la ciudad.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 337

y hazañas en los rituales de fundación del altepetl de Cholollan y por exten-


sión en los del altepetl de Cuauhtinchan. Igual que el libro, el concepto de
altepetl contiene varios niveles de organización, referentes y simbolismos.
Entre ellos se distingue la tierra en sus diversas manifestaciones metafóri-
cas y transformaciones míticas, legendarias y geográficas. Específicamen-
te, a través del movimiento temporal y espacial en contra de las manecillas
del reloj, los ejes cardinales se forman con el fin de proveer la subestructura
necesaria para la organización territorial y sociopolítica del altepetl. La
línea norte-sur subraya el eje vertical sobre el plano horizontal de la tierra,
eje que conectaba el pasado con el presente. Es decir, las ilustraciones verti-
cales del altepetl de Cholollan 1 y 3 (folios 7v y 14r) enlazan al altepetl con el
pasado, con Tollan la primera y con Colhuacatepec-Chicornoztoc la segunda.
En cambio, los dos mapas de la ciudad, Cholollan 2 y 4 (folios 9v-l0r y 26v-
27r), por su posición horizontal vinculan al altepetl con el nivel terrestre y
otros altepeme en su dimensión territorial y sociopolítica. Cholollan 5, final-
mente, conecta ambas direcciones a través del eje vertical central y abre así
el portal hacia los tres níveles del universo y las cuatro direcciones cardina-
les del plano terrestre. Dado que las deidades presiden el paisaje del altepetl,
o se convierten ellas mismas en ese paisaje, los mesoamericanos habitaban
ciudades plenamente sacralizadas. De esta manera, el altepetl cobra vida y
se convierte en la razón de ser de los rituales de manutención de esos ele-
mentos en este territorio específico; particularmente del Sol, sin el cual
la vida tolteca hubiera sido imposible de lograr en la tierra y, por lo tanto,
en la historia del grupo y la región. A juzgar por la información contenida en
la Historia, la continuidad de los altepeme, una vez ocurrida la Conquista
española, exigía remitirse a la conformación del huey altepetl que había
concedido al grupo de menor jerarquía los derechos a obtener y configurar
el suyo. La legitimidad del último dependía de la obtenida por el primero.
Alrepetir la historia de Cholollan -y con ella develar las partes fundamen-
tales de uno de los rituales de fundación más elaborado que conocemos
hasta el momento-, los cuauhtinchantlacas defendieron las tierras de su
altepetl frente al acoso de sus vecinos y congéneres, y tangencialmente ante
la Corona española. El análisis de la fundación del altepetl de Cholollan en
los siglos XII y XVI devela una gran parte de la ideología concerniente a la
concepción, formación y organización de la ciudad mesoamericana; inclui-
das las tácticas que chololtecas y cuauhtinchantlacas emplearon con el fin de
adaptarse al nuevo orden colonial. Es decir, para poder existir, la ciudad colo-
nial debía recrearse de acuerdo con el mito de creación autóctono. En este
338 ESTUDIOS DE CASO

tipo de culturas, la conformación del territorio del altepetl fue una condi-
ción indispensable a la supervivencia del pueblo como gente y como terri-
torio. El estudio de la concepción del espacio mesoamericano, los procedi-
mientos que atraviesa para configurarse plenamente en un altepetl, y los
rituales que lo mantienen vivo, requieren de un mayor conocimiento de
dicha concepción y de la función del territorio y los espacios que conforman
la ciudad mesoamericana. Por tanto, el tópico también requiere de adicio-
nales y variadas investigaciones que, aunadas a las pasadas y presentes,
contribuyan a dilucidar los procesos simbólicos y materiales que dieron
vida a un complejo urbano que merece un sitial privilegiado en la historia
de México y en la historia universal del urbanismo.

REFERENCIAS
BffiLIOGRÁFICAS

Acosta, Jorge R. (1971), "Exploraciones arqueológicas en Cholula", en Cholula, Ciu-


dad Sagrada, Artes de México, núm. 140, año xviii, México, pp. 6-24.
Acuña, René (comp.) (1984), Relaciones geográficas del siglo XVI: Tlaxcala, t. I, Insti-
tuto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México.
-- (1985), Relaciones geográficas del siglo XV!: Tlaxcala, t. II, Instituto de Investiga-
ciones Antropológicas, UNAM, México.
Alva Ixtlilxóchitl, Fernando (1985 [1625]) Obras históricas, 2 t., Instituto de Investi-
gaciones Históricas, UNAM, México.
Alvarado Tezozómoc, Fernando (1998 [1598]), Crónica Mexicáyotl, traducción
directa del náhuatl de Adrián León, Instituto de Investigaciones Históricas,
UNAM, México.
-- (1987 [1598]), Crónica mexicana, Editorial POITÚa,México.
Anders, Ferdinand, y Maarten Jansen (1988), Schrift und Buch im Alten Mexiko,
Akademische Druck-und Verlagsanstalt, Graz, Austria.
Anders, Ferdinand, Maarten Jansen, y Luis Reyes García (1994), El libro de Tezcatli-
poca, Señor del Tiempo, texto explicativo del Códice Fejérváry-Mayer (facsímil y
libro explicativo), Akademische Druck-und Verlagsanstalt-rcs, Austria y México.
Avení, Anthony E, Edward E. Calnek, y Horst Hartung (1988), "Myth, Environment,
and the Orientation of the Templo Mayor of Tenochtitlan", American Antiquity,
vol. 53, núm. 2, pp. 287-309.
Berlín, Heinrich, y Silvia Rendón (comps.) (1947), Historia tolteca-chichimeca, Anales
de Cuauhtinchan, versión preparada y anotada por Heinrich Berlin en colabo-
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 339

ración con Silvia Rendón, prólogo de Paul Kirchhoff, Antigua Librería Robredo
de José POITÚae Hijos, México.
Bernal García, María Elena (1993), Carving Mountains in a Blue/Green Bowl: Mytho-
logical Urban Planning in Mesoamerica, tesis doctoral, Department of Art His-
tory, University of Texas, Austin, Texas, UMI Dissertation Services, A Bell &
Howell Company, Ann Arbor, Michigan.
-- (1994), "Tzatza: Olmec Mountains and the Ruler's Ritual Speech", en Merle
Greene Robertson (comp. gral.) y Virginia M. Fields (comp. del vol.), Palenque
Seventh Round Table, 1986, vol. IX, The PreColumbian Art Research Institute,
San Francisco, pp. 113-124.
--(1977), "Frorn Mountain to Toponym in the Historia Tolteca-Chichimeca", en
Mary H. Preuss (cornp.), Messages and Meanings: papers [rom the Twelfth
Annual Symposiurn, Latin American Indian Literatures AssociationlAsociación
de Literaturas Indígenas Latinoamericana, Labyrinthos Press, Lancaster, Cali-
fornia, pp. 85-102.
-- (2001a), "The Life and Bounty of the Mesoamerican Sacred Mountain", en John
Grim (comp.), Indigenous Traditions and Ecology, Center for the Study of World
Religions, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, pp. 325-349.
-- (2001b), "Imágenes de arribo y de ordenamiento geográfico-urbano en el cen-
tro de México", en Ángel Miquel (comp.), Memorias del Primer Congreso Inter-
nacional de Estudios sobre la Imagen, Universidad Autónoma del Estado de
Morelos, México, edición electrónica, s. p.
-- (2002), "A Divine Couple's Gender Roles in the Setting of the Earth at Palen-
que", en Gustafson S. Lowell y Amelia M. Trevelyan (comps.), Ancient Maya
Gender ldentity and Relations, Greenwood Publishing Group, Inc., Westport,
Connecticut, pp. 227-281.
-- (2004), "Cholollan: de montaña a topónirno, de paraje a ciudad", en Louise
Noelle (comp.), Memoria del IX Coloquio del Seminario de Estudio del Patrimo-
nio Artístico: conservación, restauración y defensa. La ciudad: problema integral
de preservación patrimonial, Estudios de Arte y Estética 56, Instituto de Investi-
gaciones Estéticas, UNAM, México, pp. 103-121.
--, "The Dance of Time, the Procession of Space in Mexico-Tenochtitlan's Desert
Garden", en Michel Conan (comp.), Sacred Gardens and Landscapes: Ritual and
Agency, Dumbarton Oaks Colloquium on the History of Landscape Architecture
26, Dumbarton Oaks, Research Library and Collections, Trustees for Harvard
University, Washington, D. C. (en prensa).
Bonfil Batalla, Guillermo (1973), Cholula. La ciudad sagrada en la era industrial,
UNAM, México.
340 ESTUDIOS DE CASO

Boone, Elizabeth H. (1990), "Migration Histories as Ritual Performance", en Davíd


Carrasco (cornp.), To Change Place: Aztec Ceremonial Landscapes, University
Press of Colorado, Denver, pp. 121-151.
-- (2000), Stories in Red and Black: Pictorial Histories of the Aztecs and Mixtecs,
University of Texas Press, Austin, Texas.
Broda, Johanna (1970), "Tlacaxipeualiztlí: A Reconstruction of an Aztec Calendar
Festival from 16th Century Sources", Revista Española de Antropología Ameri-
cana, núm. 5, pp. 197-274.
-- (1982), "Ciclos agrícolas en el culto: un problema de la correlación del calenda-
rio mexica", en Anthony F. Aveni y Gordon Brotherston (comps.I, Proceedings of
the 44th International Congress of Americanists, BAR International, series 174,
Manchester, Oxford, pp. 145-164.
-- (1987), "The Provenience of the Offerings: Tribute and Cosmovision", en Eliza-
beth Hill Boone (comp.), The Aztec Templo Mayor: A Symposium at Dumbarton
Oaks, 8th and 9th October, 1983, Dumbarton Oaks Research Library and Collec-
tions, Trustees for Harvard University, Washington, pp. 211-256.
-- (1990), "The Sacred Landscape of Aztec Calendar Festivals: Myth, Nature and
Society", en Davíd Carrasco (cornp.), To Change Place: Aztec Ceremonial Lands-
capes, University Press of Colorado, Colorado, pp. 74-120.
Brotherston, Gordon (1995), Painted Books from Mexico: Codices in UK Collections
and the World They Represent, British Museum Press, Londres.
-- (2001), "Perspectivas sobre historia mesoamericana: la evidencia sugerida por
las fuentes indígenas y por la arqueología/antropología", conferencia dictada en
el Instituto de Investigaciones Antropológicas, U AM, México, 13-17 de agosto.
Burland, Cottie A. (1955), The Selden Roll: An Ancient Picture Manuscript in the
Bodleian Library at Oxford, compilación de bibliografía de Gerdt Kutscher, Ver-
lag Bebr, Mann, Berlín, Alemania.
Byland, Bruce E., y John D. PoW (1994), In the Realm of 8 Deer: the Archaeology of
the Mixtec Codices, The University of Oklahoma Press, Norman y Londres.
Campbell, Joe R. (1985), A Morphological Dictionary of Classical Nahuatl: A Morphe-
me Index to the "Vocabulario en lengua mexicana y castellana" of Fray Alonso de
Molina, The Hispanic Seminary of Medieval Studies, Madison, Wisconsin.
Carlson, John B. (1993), "Venus-Regulated Warfare and Ritual Sacrifice in Meso-
america", en Clive L. N. Ruggles y Nicholas J. Saunders (comps.), Astronomies
and Culture, University Press of Colorado, Denver, pp. 202-252.
Carrasco, Davíd (1992 [1982]), Ouetzalcoatl and the Irony of Empire: Myths and Pro-
phecies in the Aztec Tradition, The University of Chicago Press, Chicago y
Londres.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 341

Carrasco, Davíd, (1987), "Myth, Cosmic Terror and Templo Mayor", en Creat Temple
of Tenochtitlan: Center and Periphery in the Aztec World, en Johanna Broda,
Eduardo Matos Moctezuma y Davíd Carrasco (comps.), University of Los Ange-
les Press, Los Ángeles, pp. 124-177.
-- (1995), "Give Me Some Skin: The Charisma of the Aztec Warrior", History of
Religions, Separata.
-- (1999), City of Sacrifice: The Aztec Empire and the Role of Violence in Civiliza-
tion, Beacon Press, Boston, Massachusetts.
Carrasco, Pedro (comp.) (1970), "Carta al rey sobre la ciudad de Cholula en 1593",
Tlalocan, vol. VI, núm. 2, pp. 176-192.
-- (1971), "Social Organization of Ancient Mexico", en Robert Wauchope (comp.
gral.), Handbook of Middle American Indians, Gordon F. Ekholm e Ignacio Ber-
nal (comps.), Archaeology of Northern Mesoamerica, vol. 10, University of Texas
Press, Austin, Texas, pp. 349-375.
Caso, Alfonso (1949), "El mapa de Teozacoalco", Cuadernos Americanos, año VIII,
núm. 5, pp. 145-18l.
-- (1963), "Representaciones de hongos en los códices", Estudios de Cultura
Náhuatl, núm. 4, pp. 27-36.
-- (1971), "Calendrical Systems of Central México", en Robert Wauchope (comp.
gral.), Handbook of Middle American Indians, Gordon F. Ekholm e Ignacio Ber-
nal (cornps.), Archaeology of Northern Mesoamerica, vol. 10, University of Texas
Press, Austin, pp. 333-348.
-- (1979), Reyes y reinos de la Mixteca, FCE, México.
Díaz del Castillo, Bernal (1977 [1580]), Historia verdadera de la conquista de la Nue-
va España, 4 t., introducción y notas de Joaquín Ramírez Cabañas, Editorial
POITÚa,México.
Douglas, Eduardo de J. (2003), "Figures of Speech: Pictorial History in the Quinat-
zin Map of about 1542", The Art Bulletin, vol. LXXXV, núm. 2, junio, pp.
281-309.
Durán, fray Diego (1980 [1570]), Ritos y fiestas de los antiguos mexicanos, introduc-
ción y vocabulario de César Macazaga Ordoño, Editorial Innovación, México.
-- (1967 [1570]), Historia de las Indias de Nueva España, 2 t., Ángel María Garibay
K. (comp.), Editorial POITÚa,México.
Dyckerhoff, Úrsula (1979), "Topónimos mexicanos desde el punto de vista histórico:
un informe preliminar", en Lauer W., y Tyrakowski K. (cornps.), Comunicaciones:
Proyecto Puebla-Tlaxcala, Segundo Simposio, 1978, núm. 16, Fundación Alema-
na para la Investigación Científica, Puebla, pp. 199-202.
Eliade, Mircea (1971 [1949]), The Myth of the Eternal Return or Cosmos and History,
342 ESTUDIOS DE CASO

traducción del francés de Willard R. Trask, Bollingen Series XLVI, Princeton


University Press, Princeton, Nueva Jersey.
Florescano, Enrique (1999), Memoria indígena, Aguilar-Altea-Taurus-Alfaguara,
México.
Freidel, David, Linda Schele, y Joy Parker (1993), Maya Cosmos: Three Thousand
Years in the Shaman's Path, Ouill, William Morrow, Nueva York.
Furst, Jill L. (1978), Codex Vindobonensis Mexicanus 1: A Commentary, Institute for
Mesoamerican Studies, State University of New York, Nueva York.
García Romero, Arturo, y Julio Muñoz Jiménez (2002), El paisaje en el ámbito de la
geografía, Instituto de Geografía, UNAM, México.
García Zambrano, Ángel Julián (1992), "El poblamiento de México en la época del
contacto, 1520-1540", Mesoamérica, año 13, cuaderno 24, Plumsock Mesoame-
rican Studies/Centro de Estudios Regionales de Mesoamérica, South Woods-
tock, Vermont y Antigua, Guatemala, pp. 239-296.
-- (1994a), "Early Colonial Evidence of PreColumbian Rituals of Foundation", en
Virginia M. Fields (comp.), Merle Greene Robertson (comp. gral.), Seventh Palen-
que Round Table, 1989, vol. 9, The PreColumbian Art Research Institute, Rapid
Printers of Monterey, San Francisco, California, pp. 217-227.
-- (1994b), "Teocomitl: Bowls as Basins for Founding an Indian Settlement in Six-
teenth-Century México". en Willys E. Andrews y Elizabeth Oster Mozillo
(cornps.), Five Hundred Years After Columbus: Proceedings of the 47th Intematio-
nal Congress of Americanists, Publication 63, The Middle American Research
Institute, Tulane University, Nueva Orleans, p. 79.
-- (2004), "Pueblo Nuevo y pueblo Viejo: recuperación de una memoria urbana per-
dida", en Louise Noelle (comp.), Memorias del IX Coloquio del Seminario de Estu-
dio del Patrimonio Artístico: conservación, restauración y defensa. La ciudad: proble-
ma integral de preservación patrimonial, Instituto de Investigaciones Estéticas y
Facultad de Arquitectura, Estudios de Arte y Estética 56, UNAM, México, pp. 59-82.
Gillespie, Susan D. (1991), "Ballgarnes and Boundaries", en Vernon L. Scarborough
y David Wilcox (cornps.), The Mesoamerican Ballgame, The University of Arizo-
na Press, Tucson, Arizona, pp. 317-345.
Glass, John B., colaboración de Donald Robertson (1975), "A Census of Native Mid-
dIe American Pictorial Manuscripts", en Robert Wauchope (comp. gral.), Hand-
book of Middle American 1ndians: Cuide to Ethnohistorical Sources, vol. 14, parte
lII, Howard F. Cline, Charles Gibson y H. B. Nicholson (comps.), University of
Texas Press, Austin, pp. 81-252.
González-Hermosillo A., Francisco, y Luis Reyes García (comps.) (2002 [1581]), El
Códice de Cholula: la exaltación testimonial de un linaje indio, INAH-Gobiernodel
ORíGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 343

Estado de Puebla-Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropo-


logía Social-Grupo Editorial Miguel Ángel POITÚa,México.
Graulich, Michel (1999), Ritos aztecas: las fiestas de las veintenas, Serie Fiestas de
los Pueblos Indígenas, Instituto Nacional Indigenista, México.
Gutiérrez del Ángel, Arturo (2002), La peregrinación a Wirikuta: el gran rito de paso
de los huicholes, INAH-Universidadde Guadalajara, México.
Headrick, Annabeth (1999), "The Street of the Dead ... It Really was: Mortuary bun-
dles at Teotíhuacan", Ancient Mesoamerica, Cambridge University Press, vol.
10, pp. 69-85.
Heyden, Doris (1985), Mitología y simbolismo de la flora en el México prehispánico,
UNAM, México.
-- (1989), The Eagle, the Cactus, the Rock: The Roots of Mexico-Tenochtitlan's
Foundation Myth and Symbol, BARInternational, Series 484, Oxford.
-- (1976), "Los ritos de paso en las cuevas", Boletín del INAH, época II, pp. 17-26.
Historia de los mexicanos por sus pinturas (1882 [1547]), Anales del Museo Nacional
de México, vol. II, Imprenta de Ignacio Escalante, México.
Hunt, Eva (1977), The Transformation of the Hummingbird: Cultural Roots of a Zina-
cantecan Mythical Poem, Cornell University Press, Ithaca y Londres.
lNEGI, Carta Topográfica, Ciudad de México E14-2: México, Tlaxcala, Distrito Federal,
Puebla, Hidalgo y Morelos, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Infor-
mática, escala 1:250000, México (s. O.
Jansen, Maarten E. R. G. N. (1982), Huisi Tacu: estudio interpretativo de un libro
mixteco antiguo: Codex Vindobonensis Mexicanus 1, 2 vols., Centrum voor Stu-
die en Documentatie van LatijnsAmerika, Amsterdam.
Josserand, J. Kathryn (1997), "Participant Tracking in Maya Hieroglyphic Texts:
Who was that Masked Man?", en Martha J. Macri y Anabel Ford (cornps.), The
Language of Maya Hieroglyphs, Pre-Colurnbian Art Research Institute, San
Francisco, pp. 111-127.
Kartunnen, Frances (1983), An Analytical Dictionary of Nahuatl, University of Texas
Press, Austin, Texas.
Kirchhoff, Paul (1947), "La historia tolteca-chichimeca: un estudio histórico-socio-
lógico", en Historia tolteca-chichimeca: anales de Quauhtinchan, versión prepa-
rada y anotada por Heinrich Berlin en colaboración con Silvia Rendón, Antigua
Librería Robredo de José POITÚae Hijos, México, pp. xvii-lxiv,
Kirchhoff, Paul, Lina Odena Güernes, y Luis Reyes García (comps.) (1976), Historia
tolteca-chichimeca, INAH-CISIAH(Centro de Investigaciones Sociales del INAH)-
SEP,México.
Klein, Cecelia F. (1975), "Post-Classic Mexican Death Imagery as a Sign of Cyclic
344 ESTUDIOS DE CASO

Cornpletion", en Elizabeth P. Benson (cornp.), Death and the Afterlife in Pre-


Columbian America, Dumbarton Oaks, Research Library and Collections, Trus-
tees for Harvard University, Washington, pp. 59-86.
Klein, Cecelia F. (1976), The Face of the Earth: Frontality in Two-Dimensional Meso-
american Art, Garland Publications, Nueva York.
Knab, Tim J. (1986), "Metaphors, Concepts and Coherence in Aztec", en Gary H.
Gossen (comp.), Symbol and Meaning Beyond the Closed Community: Essays in
Mesoamerican Ideas, vol. 1, Studies in Culture and Society, Institute for Meso-
american Studies, The University of Albany, State University of New York,
Albany y Nueva York, pp. 45-55.
Kónig, Viola (1979), Inhaltliche Analyse und Interpretation von Codex Egerton, núm.
15, Beitrag zur mittelamerikanischen Volkerkunde, Hamburgischen Museum für
Volkerkunde, Klauss Renner, Munich, Alemania.
Kubler, George (1985a [1968]), "Open Grid Town Plans in Europe and America,
1500-1520", en Thomas F. Reese (comp.), Studies in Ancient American and
European Art: The Collected Essays of George Kubler, Yale University Press, New
Haven y Londres, pp. 102-110.
-- (1985b [1966]), "The Colonial Plan of Cholula", en Thomas F. Reese (cornp.),
Studies in Ancient American and European Art: The Collected Essays of George
Kubler, Yale University Press, New Haven y Londres, pp. 92-101.
Leibsohn, Dana (1993), The "Historia tolteca-chichimeca": Recollecting Identity in a
Nahua Manuscript, tesis doctoral, Department of Art History, University of Los
Angeles, California, UMI Dissertation Services, A Bell & Howell Company, Ann
Arbor, Michigan.
-- (en prensa), OfTime Immemorial: Pre-Hispanic History and the Historia Tolteca-
Chichimeca, Dumbarton Oaks, Research Library and Collections, Trustees for
Harvard University, Washington.
Lockhart, James (1992), The Nahuas After the Conquest: A Social and Cultural His-
tory of the Indians of Central Mexico, Sixteenth Through Eighteenth Centuries,
Stanford University Press, Stanford, California.
López Austin, Alfredo (1998 [1973]), Hombre-Dios: religión y política en el mundo
náhuatl, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México.
-- (1996a [1990]), Los mitos del Tlacuache: caminos de la mitología mesoamerica-
na, Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México.
-- (1994), Tamoanchan y Tlalocan, FCE, México.
-- (1996), "La cosmovisión rnesoamericana", en Sonia Lombardo y Enrique Nal-
da (comps.), Temas mesoamericanos, INAH, Dirección General de Publicaciones
de Conaculta, pp. 471-507.
I
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 345

Matos Moctezuma, Eduardo (1987), "Symbolism of the Templo Mayor", en Eliza-


beth Hill Boone (cornp.), The Aztec Templo Mayor: A Symposium at Dumbarton
Oaks, 8th and 9th October, 1983, Dumbarton Oaks Research Library and Collec-
tions, Trustees for Harvard University, Washington, pp. 185-209.
Marquina, Ignacio (1964 [1950]), Arquitectura prehispánica, UNAM, México.
-- (1970), Pirámide de Cholula, Proyecto Cholula, Ignacio Marquina (cornp.),
Serie Investigaciones 19, INAH, México, pp. 31-46.
McAndrews, John (1965), The Open Air Churches of Sixteenth-Century México:
Atrios, Posas, Open Chapels and other Studies, Harvard University Press, Cam-
bridge, Massachusetts.
McCafferty, Geoffrey G. (1996a), "Reinterpreting the Great Pyramid of Cholula,
México", Ancient Mesoamerica, vol. 7, pp. 1-17.
-- (1996b), "The Ceramics and Chronology of Cholula, Mexico", Ancient Meso-
america, vol. 7, pp. 299-323.
-- (2001), "Mountain of Heaven, Mountain of Earth: The Great Pyramid of Cho-
lula as Sacred Landscape", en R. Koontz, K. Reese- Taylor y A. Headdrick
(comps.), Landscape and Power in Ancient Mesoamerica, Westview Press, Boul-
der, Colorado, pp. 279-316.
Mendieta, fray Jerónimo de (1993 ([1568]), Historia eclesiástica indiana: obra escrita
a fines del siglo XVI, 2a• edición facsimilar y primera con la reproducción de los
dibujos originales del códice, Editorial POITÚa,México.
Messmacher, Miguel (1967), "Los patrones de asentamiento y la arquitectura en
Cholula", en Cholula, reporte preliminar, Editorial Nueva Antropología, México,
pp. 6-17.
Molina, fray Alonso de (1977 [1555-1571]), Vocabulario en lengua castellana y mexi-
cana y mexicana y castellana, edición facsimilar y estudio preliminar de Miguel
León-Portilla, Editorial POITÚa,México.
Motolinía, fray Toribio de (1989), El Libro Perdido: ensayo de reconstrucción de la
obra extraviada de fray Toribio, director del proyecto Edmundo O' Gorman,
Conaculta, México.
Mountjoy, Joseph, y David A. Peterson (1973), Man and Land in Prehispanic Cholula,
núm. 4, Vanderbilt University Publications in Anthropology, Nashville, Tennessee.
Mundy, Barbara E. (1993), The Maps of the Relaciones Geográficas 1579-1584: Nati-
ve Mapping in the Conquered Land, tesis doctoral, Departamento de Historia del
Arte, Yale University, UMI Dissertation Services, A Bell & Howell Company, Ann
Arbor, Michigan.
-- (1996), The Mapping of New Spain: Indigenous Cartography and the Maps of the
Relaciones Geográficas, The University of Chicago Presss, Chicago y Londres.
346 ESTUDIOS DE CASO

Muñoz Camargo, Diego (1986 [ea. 1590]), "Historia de Tlaxcala", en Germán Váz-
quez (cornp.), Historia, núm. 16, Madrid.
Nagao, Debra (1985), Mexica Buried Offerings: A Historical and Contextual Analy-
sis, A. R. Hands y D. R. Walker (cornps.), BAR International Series 235,
Oxford.
Nicholson, Henry B. (1971), "Religion in Prehispanic Central Mexico", en Robert
Wauchope (comp. gral.), Handbook of Middle American Indians, vol. 10, Gor-
don F. Eckholm e Ignacio Bernal (comps.), Archaeology of Northern Mesoameri-
ea, University of Texas Press, Austin, Texas, pp. 395-446.
Noguera, Eduardo (1954), La cerámica arqueológica de Cholula, Editorial Guaraní,
México.
Nuttall, Zelia (1970 [1900]), "The Fundamental PrincipIes of Old and New World
Civilizations: A Comparative Research Based on a Study of the Ancient Mexi-
can Religious, Sociological, and Calendrical Systems", Archaeological and Ethno-
logical Papers of Peabody Museum, Krauss Reprint, Co., Nueva York.
-- (1975 [1902]), The Codex Nuttall.· A Picture Manuscript From Ancient Mexico,
introducción de Arthur G. Miller, reproducción en forma de libro del facsímil
en acordeón publicado por el Peabody Museum of the University of Harvard,
Dover Publications, Nueva York.
Olivera de V., Mercedes, y Cayetano Reyes García (1969 [1967-1968]), "Los cholo-
ques y los cholultecas: apuntes sobre las relaciones étnicas en Cholula hasta el
siglo XVI", Anales deIINAH, época 7, vol. 1, pp. 247-274.
Paso y Troncoso, Francisco del (1982 [1898]), Descripción, historia y exposición del
Códice Borbánico, INAH, México,
Pasztory, Esther (1975), The Murals of Tepantitla, Teotihuacan, tesis doctoral. Uni-
versity of Columbia, Nueva York.
-- (1982), "Sharnanism and North American Indian Art, in Native North Ameri-
can Art Hístory", en Aldona Jonaitis y Zena P. Mathews (comps.), Selected Rea-
dings, Peek Publication, Palo Alto, California, pp. 7-30.
-- (1983), Aztec Art, Harry N. Abrarns, Inc., Publishers, Nueva York.
Peterson, David A. (1987), "The Real Cholula", Notas Mesoamericanas, vol. 10, Uni-
versidad de las Américas, Santa Catarina Mártir, Puebla, pp. 71-118.
Phillips, Richard E. (1999), "La participación de los indígenas en las procesiones
por los claustros del siglo XVI en México", Relaciones: Estudios de Historia y
Sociedad, El Colegio de Michoacán, Zarnora, Michoacán, vol. 20, núm. 28,
pp. 227-250.
Preuss, Konrad Theodor, y Ernst Mengin (comps.) (1937-1938), Die Mexikanische
Bilderhandschrift Historia tolteca-chichimeca, Baessler Archív, Berlín, Alemania.
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 347

Reyes García, Cayetano (2000 [1976]), El altépetl, origen y desarrollo: construcción


de la identidad regional náuatl, El Colegio de Michoacán, Michoacán, México.
Reyes García, Luis (comp.) (1978), Documentos sobre tierras y señoríos en Cuauhtin-
chan, núm. 57, Colección Científica, SEP-INAH, México.
Reyes-Valerio, Constantino (1978), Arte indocristiano: Escultura del siglo XVI en
México, SEP-INAH, México.
Robertson, Donald (1959), Mexican Manuscript Painting of the Early Colonial Period,
Yale University Press, New Haven.
Sahagún, fray Bernardino de (1981 [1569]), Historia general de las cosas de Nueva
España, 4 vols., Ángel María Garibay K. (cornp.), Editorial POITÚa,México.
- (1982) [1559], Florentine Codex: General History of the Things of New Spain,
Arthur J. o. Anderson, y Charles E. Dibble, The School of American Research y
The University of Utah, Santa Fe, Nuevo México.
Sanders, William T. (1971), "Settlernent Patterns in Central Mexico", en Robert
Wauchope (comp. gral.) y Gordon Elkhom e Ignacio Bernal (comps. del vol.),
Archaeology of Northem Mesoamerica en Handbook of Middle American Indians,
vol. XII, The University of Texas Press, Austin, Texas, pp. 29-31.
Schele, Linda, y David Freidel (1991), "The Courts of Creation", en Vernon L. Scar-
borough y David R. Wilcox (cornps.), The Mesoamerican Ballgame, The Univer-
sity of Arizona Press, Tucson, Arizona, pp. 289-315.
Schele,Linda, y Mary Ellen Miller (1986), The Blood of Kings: Dynasty and Ritual in
Maya Art, fotografías de Justin Kerr, Kimbell Art Museum, Fort Worth, Texas.
Schroeder, Susan (1994 [1991]), Chimalpahin y los reinos de Chalco, traducción de
Joaquín Francisco Zaballa Omaña, El Colegio Mexiquense, México.
Seler,Eduard (1980 [1904]), Comentarios al Códice Borgia, 3 vols., traducción de
Mariana Frenck, FCE, México.
- (1986 [1905]), Plano Jeroglífico de Santiago Guevea, Ediciones Guchachi Reza,
México.
Siméon,Rémi (1977 [1885]), Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, Siglo XXI
Editores, México.
Simons,Bente Bittman (1967), "The Codex of Cholula: A Preliminary Study", Tlalo-
can, vol. V, núm. 3, pp. 267-288.
Smith,Jonathan Z. (1992), To Take Place: Toward a Theory in Ritual, The University
of Chicago Press, Chicago y Londres.
Smith, Mary Elizabeth (1973), Picture Writing from Ancient Mexico: Mixtec Place
Signs and Maps, University of Oklahoma Press, Norman.
Stuart, David (1987), "Ten Phonetic Syllables", Research Reports on Ancient Maya
Writing, vol. 14, Center for Maya Reserch, Washington.
348 ESTUDIOS DE CASO

Suárez Cruz, Sergio (2002), "Representaciones simbólicas del tiempo y el espacio


entre los antiguos cholultecas", Boletín Oficial del tusn, núm. 65, Antropología,
pp. 69-75.
Sullivan, John (2004), seminario "Toponimia nahua de la región de Morelos", orga-
nizado por el cuerpo académico, "Determinantes del paisaje en la arquitectura
y el urbanismo prehipánico y colonial", Universidad Autónoma del Estado de
Morelos, 3-5 de marzo.
Sullivan, Thelma D. (1974), "Tlaloc: A New Etymological Interpretation of the Gods
Name and What It Reveals of His Essence and Nature", en 40th International
Congress of Americanists, Proceedings, 1972, vol. 2, Roma, Italia, pp. 213-219.
-- (1992 [1976]), Compendio de la gramática náhuatl, Instituto de Investigaciones
Históricas, UNAM, México.
Taube, Karl A. (1986), "The Teotihuacan Cave of Origin: The Iconography and
Architecture of Emergence Myhtology", RES: Anthropology and Aesthetics, núm.
12, Peabody Museum of Archaeology and Ethnography, Harvard University,
Cambridge, Massachusetts, pp. 51-82.
Tedlock, Dermis (1985), Popol Vuh: The Mayan Book of the Dawn of Life, traducción
y comentarios de Dennis Tedlock, A Touchstone Book, Simon and Schuster,
Inc., Nueva York.
Tichy, Franz (1981), "Order and Relationship of Space and Time in Mesoamerica:
Myth or Reality?", en Elizabeth P. Benson (cornp.), Mesoamerican Sites and
Worldviews. A Conference at Dumbarton Oaks, October 16th and 17th, 1976,
Dumbarton Oaks Research Library and Collections, Trustees for Harvard Unjo
versity, Washington, pp. 217-228.
Torquemada, fray Juan de (1975 [1615]), Monarquía indiana, 7 vols., Miguel León-
Portilla (coord.), Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM,México.
Tucker, Tim (2001), "El asentamiento prehispánico de 'Cerro Teoton': unAxis Mundi
en la región oriental del valle poblano", en Johanna Broda, Stanislaw Iwanis-
zewski e Ismael Arturo Montero García (cornps.), La montaña en el paisaje
ritual, uNAM-Conaculta-INAH-Universidad Autónoma de Puebla, México, pp. 65-81.
Turner, Victor (1995 [1969]), The Ritual Process: Structure and Anti-Structure, Aldine
de Gruyter, Nueva York.
Umberger, Emily (1981), Aztec Sculptures, Hieroglyphs and History, tesis doctoral,
Department of Art History and Archaeology, Columbia University, UMIDisserta-
tion Services, A Bell & Howell Company, Ann Arbor, Michigan.
Van Gennep, Arnold (1960 [1908]), The Rites of Passage, The University of Chicago
Press, Chicago.
Velásquez, Primo Feliciano (comp.) (1992), Códice Chimalpopoca: Anales de Cuauh-
ORÍGENES Y METAMORFOSIS DEL ALTEPETL DE CHOLULA 349

titlán y Leyenda de los soles (traducción directa del náhuatl [1558]), Instituto de
Investigaciones Históricas, UNAM, México.
Wegener, Hans Richard (1979), "La erosión acuática de los suelos en la región de
Puebla-Tlaxcala", en Wilhelm Lauer y Konrad Tyrakowski (comps.), Comunica-
ciones: Proyecto Puebla-Tlaxcala, núm. 16, Fundación Alemana para la Investi-
gación Científica, Puebla, México, pp. 57-68.
Wheatley, Paul (1971), Pivot of the Four Quarters: A Preliminary Inquiry into the Ori-
gins and Character of the Ancient Chinese City, Aldine, Chicago.
Yoneda, Keiko (1981), Los mapas de Cuauhtinchan y la historia cartográfica prehis-
pánica, Archivo General de la Nación, México.
-- (1996), Migraciones y conquistas: descifre global del mapa de Cuauhtinchan
núm. 3, INAH, México.
V. ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL

MARCELO
RAMÍREZ
RUIZ

EN ESTECAPÍTULO están expuestas las características coloniales del diseño


urbano, del paisaje sagrado y del territorio de la población mixteca llamada
Villa Santiago Tejupan de la Unión. Este pueblo es uno de los 570 munici-
pios del estado de Oaxaca y forma parte del ex distrito de San Pedro y San
Pablo Tepozcolula, en la Mixteca Alta. Su área municipal cubre 158 km-, de
los cuales una parte se extiende en el valle de Tamazulapan y la otra en las
montañas circunvecinas.
El territorio municipal de Tejupan se encuentra rodeado al norte y nor-
este por los municipios chocholtecos de San Miguel Tulancingo, San Cris-
tóbal Suchixtlahuaca y San Jerónimo Otla, del ex distrito de Coixtlahuaca.
Las demás comunidades con las que colinda forman parte del ex distrito
mixteco de Tepozcolula y son las que siguen: Santo Domingo Tonaltepec,
Santa María Pozoltepec, San Juan Tepozcolula, San Andrés Lagunas,
Tamazulapan del Progreso y San Antonio Acutla (fig. V.2).1 La lista de los
nueve municipios colindantes con Tejupan contrasta con la información
que proporciona la "Relación de Texupa" del año 1579, pues dice que las
poblaciones vecinas son solamente Yangüitlan, Tonaltepeque, Cuestlahua-
ea, Tamazulapa y Tepozcolula.? Las cuatro poblaciones que se agregaron a
la lista de municipios que rodean a Tejupan son un ejemplo de la fragmen-
tación territorial y política contemporánea de los más antiguos centros
poblacionales de la Mixteca.
Tejupan y Tamazulapan son dos de las principales poblaciones mixte-
1 San Pedro y San Pablo Tepozcolula es la antigua cabecera distrital en la que se encuentra
la mayor parte de la Mixteca Alta. En el periodo colonial fue alcaldía mayor. El pueblo de San
Juan Tepozcolula es distinto, pues se trata de un pequeño municipio colindante con Tejupan.
Al escribir simplemente Tepozcolula me referiré a la ex cabecera distrital y cuando se trate de
San Juan Tepozcolula su nombre aparecerá completo.
2 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. II, pp. 217-222. La escritura de la topo-

nimia mixteca del siglo XVI es diferente a la de la actualidad. En este capítulo se escribirán los
nombres como aparecen en las fuentes documentales novohispanas, pero también como se
escriben en la actualidad. En el caso de Tejupan, sólo se utilizará la "X" cuando se cite este
nombre en fuentes coloniales.
350
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 351

cas del ex distrito de Tepozcolula que colindan con los municipios chochol-
tecos del ex distrito de Coixtlahuaca.! Esta franja limítrofe ha sido conflic-
tiva desde antes de 1520 y hasta nuestros días, pues ha avanzado y ha retro-
cedido en una y otra dirección, según la capacidad de expansión que han
tenido estas poblaciones colindantes. A la llegada de los españoles a la
región en los años veinte del siglo XVI,4 Tamazulapan y Tejupan estaban
dominados por el reino de Coixtlahuaca e incluso se hallaban avecindados
en sus territorios algunos barrios de población chocholteca. La citada rela-
ción de 1579 dice que los de Tejupan "traían guerra con un SEÑOR CHOCHÓN
advenedizo, el cual los sujetó". También dice que "en este pueblo hablan
dos lenguas los indios: mixteca y chocholteca. La más general es la mixteca,
y [en ella] llámase el d[ic]ho pueblo de Texupa Ñuundá, q[ue] quiere decir, en
la lengua castellana, "tierra azul", y, en mexicano, 'Iexupa't> Antonio de los
Reyes anotó la misma información en su Arte en lengua mixteca de 1593,pues
dice que en Tejupan, Tamazulapan y otros pueblos de la región se hablaba
principalmente el mixteco (similar al de Tepozcolula) y también el chocho.v
Después de la Conquista española, el sometimiento de Tejupan a Coixtla-
huaca cesó y este pueblo recuperó su dominio territorial hasta las cumbres
montañosas del norte y noreste que lo separaban del reino chocholteco; sin
embargo, hasta ahora el deslinde territorial no ha sido resuelto con claridad."

3 Los chochos -también llamados chocholtecas, popolocas o chocho-popolocas- son una


población que se extiende entre el sur de Puebla y esta área de la Mixteca Alta. Suele conside-
rarse a la cultura chocho-popoloca del periodo anterior a 1520 como una variación mixteca
articulad a con los grandes centros de la cultura propiamente mixteca a través de sus genealo-
gías, su patrón de asentamientos territorial y su cultura. Del área cultural chocholteca se con-
servan unos 15 códices. Caso (1992b [1979]), vol. I, pp. 118-136; Rincón (1999), pp. 27-74;
Doesburg (200Ia); Doesburg (2001b), p. 35. Durán se refirió a este grupo étnico como los
hochones, a quienes se consideraba "gente endemoniada y salvaje". Durán (1995 [1867]),
p. 240. A pesar de que se haya querido derivar el nombre chocho de la voz nahua xoxouhiqui,
Rincón (1999), p. 187-188 -la cual significa "azul color del cielo"; Molina (2001 [1555-1571),
p. 18-, es más probable que sea un término completamente castellano que denomina a la per-
sona que "sabe poco y es como niño de teta". Covarrubias (1613), folio 295v. Así, cuando se uti-
lizó para nombrar a una persona, chocho o choto fue un término despectivo. En su propia len-
gua los chochos se nombran ngiwa. Es un idioma que pertenece a la subfamilia popolocano
(junto con el ixcateco, mazateco y popoloca) de la familia otomangue. Winter (1986), p. 105.
4 La primera expedición que atravesó la región mixteca fue la de Gonzálo de Umbría, a

principios de 1520. En septiembre del mismo año se entrega Coixtlahuaca a Cortés. Los ejérci-
tos de Orozco y Alvarado pasaron por la Mixteca en 1521 y 1522. Gerhard (1986), p. 294; Dahl-
gren (J 990 [1954]), pp. 69-7I.
5 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. II, pp. 220-22I.
6 Reyes (1959 [1593], p. iii; Byland (1980), p. 119.

7 La frontera del reino chocholteco de Coixtlahuaca con los pueblos mixtecos del valle de
352 ESTUDIOS DE CASO

A las relaciones regionales conflictivas entre los señoríos mixtecos del


valle de Tamazulapan y el reino chocholteca encabezado por Coixtlahuaca
se agregó el dominio mexica, como lo atestiguan las fuentes documentales
del siglo XVI y las evidencias arqueológicas. Entre las provincias que tributa-
ban a 'Ienochtitlan, según el Códice Mendoza, se encontraba Coayxtlahuacan,
en la cual se agrupaban Texupan, Tamacolapan, Yancuítlan, Tepuscululan, o-
chistlan, Xaltepec, Tamacolan, Mictlan, Coaxomulco y Cuicatlan. El tributo
anual que entregaban estos pueblos consistía en cargas de mantas, máxtlatl,
huipiles y naguas, y también armas, rodelas, sartas de chalchihuites, plumas
de quetzal, talegas de grana y 11 cargas de oro en polvo." El dominio mexica
sobre la región se remonta al reinado de Moctezuma Ilhuicamina (1441·
1469), quien organizó sus ejércitos para tomar Coixtlahuaca en 1458,9 en
represalia por el asesinato de 160 mercaderes de Tenochtitlan, Texcoco, Chal-
co, Xochimilco, Coyoacan, Tlacopan y Azcapotzalco realizado por orden
del rey Atonal o Atonaltzin de Coixtlahuaca.t? El resultado fue la toma dela
capital chocholteca y la muerte de su rey, quien aparece dibujado en el folio
7v del Códice Mendoza.t+ Es probable que Tamazulapan y Tejupan se some-
tieran a Tenochtitlan desde la rendición de Coixtlahuca en 1458; sin embar-
go, también es probable que su dominio hubiera sido más tardío, cuando
las poblaciones más grandes de la Mixteca fueron obligadas a tributar a
Tenochtitlan durante los reinados de Ahuizotl (1486-1502) y Moctezuma
Xocoyotzin (1503-1520),12 en un contexto de enfrentamientos políticos Y
militares entre las casas gobernantes de la región. Así. ya fuera que Tejupan
quedara sometido a través de la conquista militar o, como sugiere Byland,
que se constituyera en un centro aliado de la hueste mexica por ser un ceno
Tamazulapan no ha sido clara a lo largo de la historia, pero puede hallarse más información
en Paddock (1953), pp. 5-7 Y31; Paddock (1966), p. 226; Bernal (1948-1949); Byland (1980),
pp. 117-120.
8 Berdan (1992), vol. II, pp. 102-105, Yvol. III, p. 43.

9 Ibidem, vol. III, folio 7v. Las fuentes que registran la toma de Coixtlahuca por los me-

xicanos son las siguientes: a) Códice Chimalpopoca (5-tochtli, 1458); b) Anales de Tlatelolco
(5-tochtli, 1458); e) Historia de los mexicanos por sus pinturas (año 139, 1461); d) Monarquía
indiana, de Torquemada (1455), y e) Códice en Cruz (5-tochtli, 1458). Kelly y Palerm (1952),
p.269.
10 Durán (1995 [1867]), p. 238; Rincón (1999), pp. 344-347; Dahlgren (1990 [1954]), p. 74.

11 Berdan (1992), vol. 11,pp. 16-17, Yvol. 111,folio 7v. Durán dice que una vez vencidos los

de Coixtlahuaca se obligaron a entregar a los mexicanos como tributo "mantas de a diez bra-
zas, fardos de chile y fardos de algodón y sal de la mar y diversos géneros de colores para teñir
y pintar". Durán 1995 [1867]), p. 241.
12 Berdan (1992), vol. III, folios 14v-16v; Kelly y Palerm (1952), pp. 277-278 Y 304-308;

Dahlgren (1990 [1954]), pp. 77-80.


ÑUU DAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 353

tro regional en la comercialización de la obsidiana, 13 a la llegada de los


españoles también este pueblo tributaba a Tenochtitlan. Así lo sabemos por
la información que proporcionan el citado Códice Mendoza y también la
"Relación de Texupa" de 1579, la cual dice que los de Tejupan "estaban suje-
tos a su rey MONTEZUMA de muchos años atrás" y le entregaban de tributo
"esclavos, plumas de papagayo y grana en poca cantidad". 14
La Conquista española de la Mixteca Alta se logró a través del dominio
de las poblaciones más grandes (Coixtlahuca, Yanhuitlan, Tepozcolula,
Nochixtlan y Tlaxiaco). La entrega de los pueblos en encomiendas o corre-
gimientos empezó a darse desde 1529. En el transcurso de los años siguien-
tes se fundaron algunas parroquias y se instituyeron los cabildos indígenas;
sin embargo, la realización más amplia de los principios de la "policía huma-
na", comentados en el segundo capítulo de este texto, se llevó a la práctica
en la Mixteca durante la segunda mitad del siglo XVI. Este proceso es el que
veremos en este capítulo a propósito del caso de Tejupan. Para empezar, se
comenta en primer lugar en qué consistió la territorialidad prehispánica
del ñuu de la Mixteca Alta y más particularmente el caso del ñuu de Tejupan.
El ñuu es el asentamiento que los españoles vieron como ciudad o pueblo.
También se analiza en este primer apartado de qué manera el ñuu fue articu-
lado al sistema de pueblos cabeceras y sujetos de los españoles, e institucio-
nalizado como cacicazgo; en segundo lugar, se trata el tema de las fuentes
documentales para el estudio colonial de Tejupan; después se analiza el pai-
saje sagrado de Tejupan, su traza, su distribución en barrios y la existencia
probable de pueblos sujetos, a partir tanto del mapa que acompañó la "Rela-
ción de Texupa" de 1579 como de los documentos coloniales; por último,
está expuesto el análisis del recorte territorial de Tejupan en 1581, 1619 y
1718,como parte del cacicazgo de los descendientes de su linaje gobernante.
El análisis de la territorialidad y el paisaje de este ñuu nos lleva a la his-
toria mixteca, al estudio de las influencias y los sometimientos a que estu-
vieran expuestas sus poblaciones, a entender sus conflictos internos y la
negociación que realizaron de sus espacios urbanos, su paisaje y su territo-
rialidad en el virreinato.
El punto de partida necesario de esta investigación son los estudios
mixtecos realizados por autores de viejas y nuevas generaciones, entre los
que se cuentan Alfonso Caso, Elizabeth Smith, Ronald Spores, John Pad-
dock, Wigberto Jiménez, Barbro Dahlgren, Edward Byland, Joyce Waddell,
13 Byland (I980), p. 168.
14 Acuña (I 984), Antequera, "Relación de Texupa", t. II, pp. 220-221.
354 ESTUDIOS DE CASO

•Teotitlán
del Camino

.TEJUPAN
TorwlCpec.

TeposcoTula


• T1axiaco
Coquila

Huajolotitlan

~1IC01k1.

Atlatlaucae

OudcalonJt

Itmndujia

,! '
.,-

Las principales poblaciones de la Mixteca Alta. Elaborado a partir de


FIGURA V.I.
Gerhard (1986 [1972], p. 293).

Martin Jansen, Kevin Terraciano y Sebastian van Doesburg. Además de


considerar los aportes de estos investigadores para la comprensión de la
Mixteca prehispánica y novohispana, estudié los documentos coloniales
de Tejupan y recopilé información entre sus habitantes sobre la toponimia
y los relatos asociados a sus paisajes. También analicé su traza y las mojo-
neras que delimitan su territorio, a través de recorridos realizados a pie en
compañía de José Betanzos, Alberto Cruz Cervantes y Salomón Morales
Montes, comuneros del lugar, y en una ocasión con los integrantes del equi-
po de investigación que ahora entrega como resultado este libro, a quienes
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 355

SANTI~O
TEOTO~GO J
/1"',6 '.<?i
\'0.. SAN MlGUEL
....} ; • ~ TULANCrNGO

\t( /'SAN ANTONIO , q;


L ACUTLA • '()
---.-.- .-----j----- ---,s ~ e
/ • ~v ~_(j,'
/ !, d,:-"1:>" .IS(r.'
v Santa "tos
;/ i ~atarina • de

Río Tejupan

federal i Chocani "",¡¡:::,--


I
TAMAZULAPAN i
i
._-------- ------L 1·-·...•.
; •.•.., Tierra
SAN ANDRÉS i \Blancae
LAGUNAS ; \- __ ---

i SAN PEDRO \ SAN JUAN {(¡ó &


i YUCUNAMA \ TEPOSCOLULA '%<10
: ~ ~

FIGURA V.2. Mapa del municipio de Tejupan y los municipios circunvecinos. Elabo-
rado a partir de García García, s. f., p. 23.

agradezco sus comentarios. También expreso mis agradecimientos al señor


Joel Mendoza y a sus colaboradores, representantes de la Comisaría de Bie-
nes Comunales de Tejupan, por proporcionarme los datos que requerí sobre
los conflictos limítrofes de su pueblo y por su apoyo en el recorrido de sus
linderos. Además, recibí información de varias personas del lugar, especial-
mente del señor Tomás Santiago (t), el cual fue de los últimos hablantes del
mixteco. La explicación sobre los nombres de los parajes y las montañas de
Tejupan la escuché de él, así como el relato de un viaje que hizo al "Cerro
Mayor", refiriéndose a la ciudad de México.
La realización de esta investigación estuvo inscrita dentro de dos pro-
yectos: a) el proyecto colectivo coordinado por Federico Fernández Chris-
tlieb y Ángel García Zambrano, cuyo título es "La organización del espacio
urbano en la Nueva España, 1519-1620";15y b) el proyecto individual "Los

15 Proyecto PAPlIT, clave IN303300, Instituto de Geografía, u AM, 2000-2003.


356 ESTUDIOS DE CASO

mapas y los pueblos. La representación del pueblo de indios en la región


mixteca durante el siglo XVI", financiado por el Conacyt.I«

EL -uu

La Mixteca Alta (fig. VI) es un paisaje montañoso atravesado de varios


valles, los cuales conocemos con los nombres de las poblaciones más gran-
des que se encuentran en ellos. Se trata de los valles de Tamazulapan (cuyas
poblaciones principales son Tamazulapan del Progreso, Santiago Tejupan y
Santiago Teotongo), Tepozcolula, Yanhuitlan-Nochixtlan, Achiutla-Tilan-
tongo-Mitlatongo-Teozacualco, Tlaxiaco y Coixtlahuaca.!? En el idioma de
los mixtecos esta región se llama Ñudzahui, el "Lugar de la lluvia", y sus
habitantes se nombran tay Ñudzahui, la "gente del lugar de la lluvia'í.!" El
relato que recogió fray Antonio de los Reyes en su Arte en lengua mixteca
dice que los mixtecos provinieron del centro de la Tierra y que surgieron a
su superficie a través de unos árboles que se encontraban en el río de Apoa-
la -en mixteco Yuta tnuhu, "Río de los línajes'l=-, y de ahí se dispersaron
para ocupar las partes de la Mixteca: Ñudzavuiñuhu (Mixteca Alta), Tocuij
ñudzahui (región chochón-rníxteca), Tocuisi ñuhu (región mixteca este),
Ñuniñe (Mixteca Baja) y Ñundaá (la costa de la Mar del Sur).19 Ñundaá
o Ñuundaá también es el nombre mixteco de Tejupan, como se dijo antes.
Ñuu -que suele contraerse en ñu- significa "lugar por pueblo", "pue-
blo", "villa" y también "tierra", según el Vocabulario en lengua mixteca de
fray Francisco de Alvarado, editado en 1593.20 Ñuu también fue utilizado
para denominar regiones; por ejemplo en la palabra Ñudzahui, ya mencio-
nada, y en Ñuusatanduta ("Tierra más allá del agua"), que se utilizó para

16 Proyecto individual Conacyt 34645-H, 2000-2004. Responsable: Marcelo Ramírez Ruiz.


17 Byland (1980), pp. 3 y 99.
18 Terraciano (1994), p. XIV.

19 Reyes (1959 [1593]), p. II; Burgoa (1997 [1674]), segunda parte, t. I. cap. XXIII, folios

127v-133v. En la Mixteca Baja se hallan poblaciones importantes como Acatlán, en el estado de


Puebla, y Huajuapan, en Oaxaca. Entre las principales cabeceras de la Mixteca Alta están Yan-
huitlan, Nochixtlan, Teozacualco, Apoala, Tilantongo Tepozcolula, Achiutla, Tlaxiaco, Atla-
t1auhca y Yolotepec. La población principal de la región chocho-mixteca de la Mixteca Altaes
Coixtlahuaca, la cual se encuentra rodeada de pueblos chochos como Nativitas, Tepelmeme,
Tecciztepec, Tlacotepec, Ihuitlan, Suchixtlahuaca y Tulancingo. Con frecuencia se incluyen en
su área de influencia a Teotongo, Tamazulapan y Tejupan. La Mixteca de la costa tiene entre
sus poblaciones más grandes a Putla y Tututepec, Caso (1992b [1979]), vol. 1, pp. 43 y 118.
20 A1varado (1962 [1593]), folios 139v, 174v, 79r y 195v.
UU DAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 357

denominar a Castilla.s! Ñuu aparece en los nombres de cíudades-? y en dis-


tintas expresiones asociadas al poblamiento; por ejemplo en sacaa ñuu
("asiento de pueblo") y dzini ñuu o ñuu nine ("cabecera de pueblo").23
Ñuu también se encuentra en la traducción que hizo Alvarado de "mun-
do", ñuu ñayevui. 24
Un ñuu, dice Kevin Terraciano, era la entidad sociopolítica fundamen-
tal de los mixtecos.s> Un yuhuitayo -abreviado como tayu- era un ñuu
complejo (por ejemplo, Yanhuitlan, Tepozcolula, Tlaxiaco y Coixtlahuaca)
que se formaba a partir de las uniones matrimoniales entre las casas gober-
nantes de distintos ñuu, los cuales, a su vez, estaban formados por varios
siqui. El siqui, siña o dzini -llamado así en Tepozcolula y Tamazulapan,
Yanhuitlan y la Mixteca Baja, respectivamente- era el "microcosmo s de
estructuras más grandes". 26
Las relaciones entre el siqui, el ñuu y el yuhuitayu determinaban su ubi-
cación en el espacio y la distribución de sus responsabilidades civiles, reli-
giosas y tributarias. Un siqui podría transformarse en ñuu, y cada ñuu en
un yuhuitayo. Un yuhuitayo podía verse como ñuu, pero no a cualquier
ñuu se le consideraba yuhuitayo.t?
Cada siqui era una unidad étnica y territorial con su propio linaje go-
bernante y su propio palacio, mercado, templo y deidad. Éste es un término,
dice Terraciano, que puede traducirse como "sección.s" Es interesante que,
precisamente, así se les llame en la actualidad en los pueblos de la Mixteca
a sus unidades más pequeñas, como veremos en el caso de Tejupan. Es pro-
bable que antes de la Conquista cada siqui o "sección" fuera una cuarta
parte del ñuu y que estuviera asociada a un área cardinal dentro de un po-
blamiento central.s?

21 Ibidem, folio 46r.


22 Por ejemplo: Ñuucoyo: "Lugar o pueblo húmedo" (México); Ñuunduta: "Lugar de agua"
(Huaxtepec); Ñundiyo: "Lugar de la escalera" (Cholula): Ñuunduvua: "Lugar de guajes" (Huax-
yácac); Yutatnuñuu: "Río de los sauces" (Huexotzinco); - uuyoo: "Lugar de la luna" (Metzti-
dan); Ñuudzita: "Lugar de las tortillas" (Tlaxcala). Jiménez Moreno (1962), pp. 87-98; Reyes
(1959 [1593]), pp. 88-93.
23 Alvarado (1962 [1593]), pp. 28 Y 40

24Ibidem, folio 153v. Ñayevui es "persona". Alvarado (1962 [1593]), folio 166v.
25 Según el mismo autor, el ñuu mixteco era equivalente al altepetl del México central.
Terraciano (1994), p. 237.
26 Terraciano (1994), pp. 250-253 Y 548.

27 Ibidem, pp. 548 Y 245.


28Ibidem, p. 345.
29 Terraciano nos llama la atención a que Alvarado tradujo sacaa siqui ("donde hay un
358 ESTUDIOS DE CASO

Respecto a la idea de que el ñuu y el yuhuitayu hubieran tenido un área


urbana central, Terraciano opina que no necesariamente fue así, pues el
yuhuitayu estaba constituido por entidades (ñuu y siqui) que no requerían
un núcleo urbano o un centro dominante para integrarse.w de la misma
manera en que el altepetl del México central tampoco estuvo organizado en
un sistema territorial jerárquico a partir de un centro urbano.>! Sin embargo,
la posibilidad de que los asentamiento s mixtecos estuvieran organizados a
partir de un área urbana central no define de manera inevitable un sistema
jerárquico, el cual fue más bien una implantación española realizada duran-
te el siglo XVI a través del sistema en el que un pueblo grande es la "cabecera"
y un conjunto de pueblos pequeños que lo rodean son "sujetos". Si toma-
mos en cuenta la dispersión y concentración de tepalcates prehispánicos
superficiales en los pueblos de la Mixteca Alta y, sobre todo, la información
proporcionada por las investigaciones arqueológicas en la región, es posi-
ble sugerir que a la llegada de los españoles sí hubo un núcleo urbano cen-
tral, generalmente localizado en lo que se llamó en castellano pueblo viejo, y
que consiste en un cerro pequeño en cuyas faldas corre un río y se extiende
un valle. En este cerro suele encontrarse la zona arqueológica más impor-
tante de cada comunidad mixteca, además de estar asociado a relatos loca-
les que lo describen como el centro del poblamiento anterior a la Conquista.
Las exploraciones arqueológicas realizadas en la región por diferentes
investigadores, entre los cuales se cuentan Alfonso Caso, Ignacio Bernal,
José Luis Lorenzo, John Paddock, Michael Don Lind, Ronald Spores, Mar-
cus Winter y Patricia Plunket.P confirman la propuesta de que los pueblos
viejos fueron los centros urbanos de la región mixteca en el periodo ante-
rior a la Conquista española, y que a partir de ellos se derivó el patrón de
asentamientos colonial que todavía podemos encontrar en funcionamiento.
En el caso más particular del valle de Teotongo-Tamazulapan- Tejupan,
las investigaciones arqueológicas son escasas. En primer lugar se encuen-
tran las exploraciones realizadas por Eulalia Guzmán en 1934, Esteban
Avendaño en 1935 y Manuel Gamio en 1949. Ellos recorrieron algunos de
los sitios arqueológicos más importantes del valle: El Gentil, en Teotongo;
Yatachío y Pueblo Viejo, en Tamazulapan, y Pueblo Viejo y Yuyusa, en Teju-
siqui") como "cuadrada cosa" y yoquidza huahuandi siqui como "cuadrar". Ibidem, p. 252;
Alvarado (1962 [1593]), folio 57v.
30 Terraciano (1994), p. 300.
31 Lockhart (1999 [1992]), pp. 27-74.

32 Para una aproximación a la historia de la arqueología de la Mixteca Alta, véanse los


siguientes autores: Byland (1980), pp. 30-36; Winter (1986,); Plunket (1990).
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 359

pan.P Un estudio más sistemático fue hecho por Bernal y su equipo en la


zona arqueológica de Tamazulapan en 1952,34pero la investigación arqueo-
lógica más amplia y detallada en esta región de la Mixteca Alta fue realizada
por Edward Bruce Byland, quien expuso sus resultados en su tesis doctoral
de 1980 (Universidad de Pennsylvania, Estados Unidosj.s>
El área de trabajo de Byland en el valle de Tamazulapan incluyó la pre-
historia y la historia de tres señoríos o reinos mixtecos, luego convertidos
en cacicazgos coloniales, y dos pueblos más pequeños. Los reinos fueron
los de Teotongo, Tamazulapan y Tejupan, de los cuales Tejupan fue el más
grande y más antiguo. Las otras dos poblaciones más pequeñas fueron San
Miguel Tulancingo, sujeta a Coixtlahuca; y San Juan Tepozcolula, sujeta a
San Pedro y San Pablo Tepozcolula.w
Byland trabajó en 230 sitios arqueológicos distribuidos en una superfi-
cie de 250 km2.37 Para analizar los patrones de asentamiento poblacional
en la historia del valle tomó en cuenta los siguientes aspectos: 1) el tamaño
del sitio -el cual podía ser una "residencia aislada" de menos de cinco habi-
tantes; una aldea (seis a 99 habitantes); un pueblo pequeño (100 a 499 ha-
bitantes); un pueblo grande (500 a 2 000 habitantes)-; 2) la densidad de
artefactos; 3) los montículos que denotan antiguos complejos arquitectóni-
cos residenciales, ceremoniales y cívico-ceremoniales; 4) los artefactos indi-
cativos de posiciones de status alto; 5) los artefactos indicativos de interac-

33 Byland (1980), p. 31. Eulalia Guzmán realizó la primera exploración de la arqueología

mixteca entre el 26 de febrero y el 7 de marzo de 1934. Su estudio consistió en el análisis de la


cerámica superficial y la descripción de los sitios arqueológicos de Yucuita, Chachoapan o
Yuxañani, Nochixtlan y Tepozcolula; y los parajes ya comentados de Tamazulapan y Tejupan.
Guzmán (1934), p. 41.
34 Paddock (1953).

35 Byland (1980). La investigación del autor fue realizada de enero de 1977 a enero de
1978,bajo los auspicios oficiales del INAH y la observación de Marcus Winter. Antes de iniciar
esta investigación en el valle de Tarnazulapan, Byland ya había colaborado con Blanton y el
propio Winter en las excavaciones de Monte A1bán (1972-1973). La elección del área de traba-
jo de Byland fue sugerida por Roland Spores en el transcurso de un intercambio personal que
tuvieron entre 1974 y 1975. El financiamiento provino de la Wenner-Green Foundation for
Antropology Research y la Hill Fund of The Pennsylvania State University. Byland (1980),
pp.IX-X.
36 Los municipios contemporáneos a los cuales corresponden las áreas arqueológicas de
lascinco poblaciones históricas mencionadas son los siguientes: Santiago Tejupan. Tamazula-
pan del Progreso, Santiago Teotongo, Trinidad Vista Hermosa, San Antonio Acutla, San Juan
Tepozcolula, San Pedro Nopala y San Miguel Tulancingo. El autor tuvo el propósito inicial de
incluir el valle de San Pedro y San Pablo Tepozcolula en su investigación, pero luego lo des-
cartópara lograr más precisión y profundidad en su análisis.
37 Byland (1980), pp. 10-22.
360 ESTUDIOS DE CASO

dones a distancias largas, y 6) la especialización del sitio (cívico, adminis-


trativo y ceremonialj.w El autor aprovechó la cronología de cerámica que
elaboró Spores a partir tanto de sus investigaciones arqueológicas en el
valle de Nochixtlan como de las cronologías que definieron otros investiga-
dores para el valle de Oaxaca. Byland introdujo las modificaciones que con-
sideró pertinentes y el resultado fue una cronología tentativa de ocho fases
arqueológicas, las cuales abarcan más de 3000 años de poblamiento en el
valle de Tamazulapan, entre 1400 a.C. y 1570 d.C.
Ya que la investigación arqueológica de Byland es la que demuestra la
evolución demográfica, urbanística y territorial sobre la cual fue construi-
da la espacialidad colonial de Tejupan durante el siglo XVI, a continuación
se resumen los aspectos más relevantes de los ocho periodos citados.t?
a) Primera fase C'Cruz Temprano"): 1400 alISO a.e. El pueblo viejo de
Tejupan y el área que ocupó la traza colonial ("pueblo nuevo") en la segun-
da mitad del siglo XVI aparecen ya poblados. El área residencial del pueblo
viejo fue de menos de una hectárea. Su población pudo ser de tres, cincoo
siete habitantes. La densidad de población estimada en el área de Tejupan
es de 0.3 habitantes por hectárea, mientras en el área de Tamazulapan es de
0.2 habitantes por hectárea.
b) Segunda fase ("Cruz Medio"): 1150 a 700 o 600 a.C. La densidad de
población en el área de Tejupan llega hasta 2.7 habitantes por hectárea. El
sitio más poblado en Tamazulapan es Yatachío, con unos 70 habitantes y
una densidad de 1.1 habitantes por hectárea. El pueblo viejo de Tejupan
continuó poblado, quizás con unos 10 habitantes.
e) Tercera fase ("Cruz Tardío"): 700 o 600 a 200 a.C. En el pueblo viejo
de Tejupan se registra un enorme crecimiento, pues llega a concentrar 700
habitantes, dos y media veces más que los sitios cercanos de Yucuchicano
(280 habitantes) y La Coronita (240 habitantes). El área residencial del pueblo
viejo cubrió unas 26 hectáreas. Es probable que en este periodo se hayan
iniciado construcciones monumentales. En el área de Tejupan se registró la
existencia de otros cinco sitios grandes en el valle. En sus montañas, el cerro
El Mirador fue convertido en un centro ceremonial. La población total esti-
mada para el área de Tejupan es de 2 640 habitantes (65% de la población

38Ibidem, pp. 46-48.


39 Este resumen se realiza a partir del subtítulo "Desarrollo económico y político del valle",
del cap. V de la tesis de Byland; y también a partir de la descripción que realizó el autor en la
misma obra del sitio arqueológico de Pueblo Viejo, Tejupan. Byland (1980), pp. 120-178 Y317-
323. En el caso de recurrir a otras fuentes se hace la cita correspondiente.
UU DAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 361

del valle); su densidad fue de 28.4 personas por km-, El total estimado para
el valle es de 4 500 habitantes. La cultura mixteca emerge en este periodo
como una cultura separada de otras en el contexto regional y mesoamericano.
d) Cuarta fase ("Ramos"): 200 a.e. a 200 d.e. Se sabe poco de esta fase,
pero se supone que la situación del pueblo viejo fue de estabilidad y pocos
cambios.
e) Quinta fase ("Las Flores"): 200 a 700 d.C. La población total estimada
del valle en este periodo es de 5 900 habitantes, de los cuales 71% se en-
cuentra en el área de Tejupan. El pueblo viejo de Tejupan reunió unos 1050
habitantes en un área de 48 haectáreas. Fue el centro de un Estado organi-
zado y tuvo durante este periodo el control político de todo el valle de Tama-
zulapan; sin embargo, su arquitectura monumental fue de menor impor-
tancia que la de Yatachío y Yucuchicano. Este periodo de organización y
grandeza de Tejupan coincidió con la etapa de los centros urbanos de Meso-
américa, caracterizada por la existencia de ciudades con miles de habitan-
tes, una arquitectura monumental, el desarrollo de la escritura, la jerarquía
de los asentamientos y la diferenciación social.s? La densidad de población
en el área de Tejupan fue de 37.7 habitantes por krn-: en el área de Tamazu-
lapan de 8.3 habitantes por km-. El origen de los linajes gobernantes de la
Mixteca -sobre todo en el caso de Tilantongo- ha podido rastrearse hasta
los últimos años de este periodo.s!
f) Sexta fase ("Natividad Temprano"): 700 a 1000 o 1100 d.C. La pobla-
ción del pueblo viejo de Tejupan se redujo a 580 habitantes, distribuidos en
un área de 28 hectáreas. En este periodo emergieron otros dos sitios que ya
estaban poblados: Yucuchicano y Yucucano-Yucuchico. En el área de Teju-
pan habitó 71% de la población del valle; su densidad calculada es de 46.8
habitantes por krn-. En el área de Tamazulapan la densidad fue de 22.2
habitantes por km-.
g) Séptima fase ("Natividad Tardío"): 1000 o 1100 a 1520 d.e. Ésta es la
fase arqueológica de la cual Byland encontró más información. La pobla-
ción total del valle a la llegada de los españoles fue estimada en 19805 habi-
tantes, de los cuales 55% (lO 870 habitantes) se distribuyeron en el área de
Tejupan (el mínimo calculado fue de 7 116 habitantes; el máximo de 14612
habitantes). La densidad de población en el área de Tejupan fue de 116.9 ha-
bitantes/km-. (Byland comenta en este apartado la enorme diferencia entre
el cálculo demográfico expuesto a partir de su investigación arqueológica y
40 Winter (1986), p. 12l.
41 Dahlgren (1990 [1954]), pp. 85-90.
362 ESTUDIOS DE CASO

la estimación etnohistórica proporcionada por Borah y Cook, quienes dije-


ron que en Tejupan habría unos 54 000 habitantes a la llegada de los esp2-
ñoles.j-- Durante este periodo, el pueblo viejo de Tejupan continuó CGm!.>cl.
centro más importante del valle, rodeado de una serie de poblaciones más
pequeñas. Su área residencial sería de 95 hectáreas, ocupada por unos 1 950
habitantes -mínimo calculado: 1 310 habitantes; máximo: 2620-. En Ia-
mazulapan se concentró 33% de la población del valle, y el restante 12%en
el área de San Juan Tepozcolula. Los centros urbanos de Tamazulapan con-
tinuaron siendo Yatachío (510 habitantes) y Taquevuei o Pueblo Viejo (350
habitantes), el cual se convirtió en el principal centro de gobierno en Tarna-
zulapan después de la invasión mexica de 1458. En el caso de Teotongo, El
Gentil (440 habitantes) prevalece como centro urbano. Yucuchicano fue el
centro de comercialización regional de la obsidiana procedente de Pachuca
y otros lugares de los valles centrales de México, lo cual tal vez le dio a Teju-
pan la posibilidad de una relación de alianza con los mexicas, más que de
sometimiento.
h) Octava fase ("Convento"): 1520 a 1570 d.C. Su característica principal
es el declive demográfico de la población, la congregación de los barrios enla
cabecera y la construcción de las trazas coloniales. Es probable que Pueblo
Viejo aún continuara ocupado unas 20 hectáreas antes de la congregación
realizada, según Byland, entre los años cuarenta y cincuenta del siglo XVI.43
Como puede apreciarse en este resumen de la investigación de Byland,
Ñuundaá o el pueblo viejo de Tejupan fue el centro urbano de un ñuu cuyo
poblamiento inició en tiempos arcaicos y se prolongó hasta mediados del
siglo XVI, cuando se construyó la traza colonial. Este centro llegó a tener
hasta 2 000 habitantes en la fase final del Posclásico, y en su área de in-
fluencia se distribuyeron unas 9 000 personas en una serie de comunidades
circunvecinas asentadas en cerros pequeños localizados en las orillas del
valle. También hubo algunos centros asentados en las cimas que configu-
42 Borah y Cook realizaron su cálculo a partir de la información demográfica proporciona-

da por la "Relación de Texupa" de 1579, en la cual se dice que antes de la Conquista Tejupan
tenía 12000 habitantes. Los autores dedujeron que tal cantidad se refería a cabezas de familia
o tributarios y la multiplicaron por 4.5, suponiendo que ése era el número promedio de indio
viduos en una familia. El resultado es de 54 000 habitantes, como ya se dijo. En el cálculo de
Cook y Borah, el área municipal de Tejupan es de 71.45 km2 En tal caso, dice Byland, habría
750 habitantes por km-. También Paddock señaló la diferencia entre los cálculos arqueológi-
cos y las estimaciones de Borah y Cook en el poblamiento del valle de Tamazulapan. Acuña
(1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. II, p. 221; Borah y Cook (1977 [1968]), p. 71; Byland
(1980), pp. 92 y 159-160; Paddock (1953).
43 Byland (1980), pp. 120-178 y 317-323.
ÑUU DAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 363

ran el parteaguas de la cuenca de los ríos Salado, Del Pueblo, Grande y


Capulín (o Enduache). El ñuu de Tamazulapan también tuvo sus propios
centros urbanos en Yatachío y Taquevuei (Pueblo Viejo). Ésta fue la distri-
bución básica sobre la cual se construyó la territorialidad colonial de los
cacicazgos de Tejupan y Tamazulapan.
La investigación de Byland confirmó la propuesta de Ronald Spores
sobre el patrón de asentamientos en la Mixteca Alta entre 1500 y 1530, el
cual habría tenido cuatro características básicas: a) un centro cívico y
comercial; b) una serie de pequeñas comunidades distribuidas en derredor
(si no en todos los casos, sí en la mayoría); e) un templo y su área ceremo-
nial, y d) tierras de cultivo adyacentes+'
La congregación de la "gente del lugar de la lluvia" fue realizada por los
españoles en la Mixteca después de 1550 y a partir de ese modelo básico.
Tal congregación consistió en trasladar los asentamientos principales del
cerro que ocupaban al valle contiguo, de acuerdo con los principios de la
"policía humana". Lo más probable es que la estructura del antiguo ñuu
fuera incorporada a las trazas de los pueblos, pues fueron organizadas en
cuatro "secciones" en las que se distribuyeron cuatro siqui, de acuerdo con
los cuadrantes que se forman al trazar los ejes norte-sur y este-oeste. Al me-
nos así sucedió en el caso de Tejupan, como veremos más adelante. Las co-
munidades que formaban parte del ñuu y que se hallaban distribuidas en
derredor del núcleo urbano también fueron asentadas en los valles contiguos
a sus cerros, aunque en algunos casos las comunidades permanecieron en el
mismo sitio del poblamiento prehispánico o fueron trasladadas a la cabecera.
Las estructuras socioeconómicas, políticas y territoriales de la Mixteca
prehispánica continuaron existiendo en el periodo colonial en el sistema de
pueblos cabeceras, barrios y pueblos sujetos que implantaron los coloniza-
dores, asociado a instituciones como la encomienda, el corregimiento, la
alcaldía, la parroquia y el cacicazgo. En el caso de Tejupan no se sabe si algu-
na vez fue entregado en encomienda, pero a partir de 1534 ya aparece como
corregímiento.e>
El "barrio" de los pueblos mixtecos fue identificado por Alvarado en la
voz siqui;46 el "pueblo" en las voces ñuu, tayu, tayu toniñe, yuhuitayo,
yucunduta y ñuu toniñe,"? y la "ciudad" en tayu can u (yuhuitayo grande),

44 Spores (1967), pp. 90-104; Bailey (1973-1974), p. 102.


45 Gerhard (1986), p. 294; Romero Frizzi (1990), p. 57.
46 Alvarado (1962 [1593]), folio 331~
47 Ibidem, folio 174v.
364 ESTUDIOS DE CASO

ñuu canu yucunduta (pueblo grande), tayu toñine, tayu nann y yuhuita-
yo_48Una de las voces Ñudzahui que aparece en la traducción de "pueblo"y
de "ciudad" es yucunduta, donde yucu es "cerro" y duta es "agua". El signi-
ficado de yucunduta es similar al de altepetl, pues si bien denomina "cerro-
agua", también fue utilizado en la traducción de "pueblo" y "ciudad". El uso
de este término fue mayor precisamente en el área de transición de la Mix-
teca Baja a la Alta, que es donde se encuentra Tejupan. Al igual que ñuu,
también yucu aparece en los nombres de los pueblos de la Mixteca y en la
toponimia de la región.e?
La territorialidad jeráquica que implantaron los españoles no era equi-
valente a la territorialidad del sistema yuhuitayo-ñuu-siqui, pero tomaron
en cuenta el tamaño de los asentamientos y convirtieron en cabeceras a los
más grandes, como ya se ha dicho. Esta reorganización territorial también
se vio fortalecida porque fueron congregadas en la población cabecera las
familias sobrevivientes de aquellos pueblos sujetos y estancias que registra-
ron la mayor mortandad durante el siglo XVI. El resultado fue que la con-
centración de la población y su asentamiento en trazas modificó la organi-
zación tradicional, pero siguieron funcionando aproximadamente las
mismas reglas en la sucesión de los linajes, como puede apreciarse en la
documentación resguardada en el Archivo General de la Nación de México
sobre los cacicazgos de la Mixteca.w Si bien cada yuhuitayu, ñuu y siqui
eran patrones de asentamiento y estructuras socioeconómicas, también eran
linajes gobernantes cuyas reglas de sucesión agregaban o desagrega-
ban entidades políticas. Así, la definición colonial de cada sistema cabece-
ra-barrios-sujetos como unidad administrativa, política, económica, demo-
gráfica, religiosa y territorial contrastó con las asociaciones de los linajes
Ñudzahui que integraban distintos ñuu, aunque no estuvieran asentados en
contigüidad territorial ni formaran parte de la misma jerarquía admini~-

48lbidem, folio 63v. Además de definir yuhuitayo como "ciudad", Alvarado también trasla-
dó este término al castellano en palabras como "provincia" (tayu), "cabecera de pueblo" (sacaa
tayu), "asiento" (tayu) y "pueblo" (yuhuitayo).lbidem, folios 63v, 174v, 40r, 28 y 174v.Terracia-
no (1994), pp. 244 Y 343.
49 Por ejemplo en Ñuuyucucoo: "En el cerro de la serpiente" (Coatepec); Yucuñaña: "CelTO del
raposo" (Coyotepec); Yucundaa: "Cerro de ichtli" (Tepozcolollan); Yucuquesi: "En el cerro que-
mado" ( Tlatlaltepec); Yucucuihi: "En el cerro precioso" (Tlazoltepec); Yucutnoo: "En el cerro
negro" (Tliltepec); Yucudzaa: "CerTOde pájaros" (Tototepec). Jiménez Moreno (1962), pp. 87-98.
so Sobre cacicazgos en la Mixteca, véanse Byland (1908), p. 26; Dahlgren (1966), pp. 155-
157; Spores (1967), pp. 110-188. María de la Cruz Paillés publicó varios expedientes sobrelos
cacicazgos de Yanhuitlan, Cuyotepexi, Tepenene, Tonalá, Tlacotepec y Huajuapan. Paillés
(l993a) y (l993b).
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 365

trativa. Cada ñuu y cada yuhuitayu colonial también fueron un toniñe:


señor o gobernante transformado en cacique, descendiente de un linaje
emparentado con los antiguos linajes de la Mixteca, de los cuales sabemos
más a través de los códices prehispánicos que sobrevivieron a la destruc-
ción de la Conquista.

LA DOCUMENTACIÓN PARA EL ESTUDIO COLONIAL DE TEJUPAN

La interpretación arqueológica de Byland sobre el valle de Tamazulapan


nos ha proporcionado la estructura básica del ñuu Tejupan que los españo-
les convirtieron en corregimiento en 1534, a pesar de que no se hubiera
realizado una excavación más amplia en Pueblo Viejo. El estudio de Teju-
pan en el nuevo periodo histórico que inició con la Conquista española es
posible a través de la documentación colonial elaborada a propósito de las
gestiones de la propia comunidad ante las autoridades virreinales, en lo que
se refiere a la organización de la parroquia, del cabildo, del asentamiento
de los barrios en la traza, de la distribución de los pueblos sujetos en su de-
rredor, de la institucionalización del cacicazgo y de su delimitación territo-
rial. Veamos a continuación en qué consiste esta documentación y en dón-
de se encuentra.
a) Códice de Santa Catarina Tejupan o Códice Sierra. Éste es el único
códice que se conoce sobre Tejupan. Fue elaborado en la misma población
de 1550 a 1564, en escritura náhuatl combinada con elementos pictográfi-
cosoEstá hecho en 32 hojas de papel europeo (31 x 21.5 cm), las cuales fue-
ron pintadas y escritas por ambos lados. En la actualidad, este documento
se resguarda en la Biblioteca José María Lafragua de la Universidad Autó-
noma de Puebla. La edición con la que contamos es la que hizo Nicolás
León,quien la preparó en 1906. Él fue quien le puso el nombre de Sierra, en
reconocimiento a Justo Sierra por el apoyo que le proporcionó en su inves-
tigación sobre este documento. La traducción de las glosas nahuas en la
edición de León la realizó Mariano de Rojas, del Museo Nacional.>!
La elaboración del Códice Sierra estuvo relacionada con la fundación y
organización de la vicaría para recibir al clérigo Alonso Maldonado en
1551,52y también con el nombramiento de los cargos del cabildo o repúbli-
51 León (1933); Terraciano (1994), pp. 67-7l.
52 Desde el primer registro del año 1550 ya se anotan gastos de la iglesia: "Treinta y cuatro
pesos que se ministraron al Fiscal de la Iglesia, cantores y sacristanes, y es todo". La glosa
366 ESTUDIOS DE CASO

ea de Tejupan.P El códice es un registro de los gastos de la iglesia del pue-


blo; del hospital y del tecpan o casa de gobierno; de los pagos del diezmoy
del tributo, y de los ingresos derivados de la producción y venta de seda,
ovejas, lana, quesos y maíz de 1550 a 1564.
Es muy interesante que el escribano-tlacuilo hiciera referencia en este
documento al "altepetl Sancta Catalina", "altepetl Sancta Catharina Texu-
pan" o simplemente "altepetl Texupa" y no al "altepetl Santiago Texupan".
(Al referirse a Tejupan, el escribano anotó unas 40 veces la palabra alte-
petl.) Se nombra a Santiago Apóstol solamente una vez, en la foja 39, pero
sólo para decir que en su fiesta se gastaron 20 pesos y que "asistieron algu-
nas personas distínguidas'c>' en cambio, se hace alusión repetidas vecesa
"Nuestra Señora Santa Catalina" como patrona del pueblo. Es probable
que la iglesia en construcción y la comunidad a la que se refiere el Códice
Sierra sea precisamente la Santa Catalina o Santa Catarina (también llama-
da en la actualidad Ignacio Allende) ubicada al noroeste de la cabecera de
Tejupan, a unos dos kilómetros. Esta comunidad es la que corresponde al
complejo arqueológico Yucucano- Yucuchico descrito por Byland, como
veremos más adelante.
De acuerdo con la tradición oral de Tejupan, al pueblo de Santa Catari-
na fue desplazada la población del centro urbano de Pueblo Viejo durante
los primeros años de dominio hispano, quizás por problemas de pesteo

correspondiente al año siguiente dice así: "En este 'año de 1551 vino a vivir en este pue-
blo como Vicario de la Vicaría que se fundó, Alonso Maldonado, clérigo". Para este recibí-
miento se compraron ocho trompetas, la cuales fueron a traer a México varias personas. Entre
el costo de las trompetas y la comida de quienes fueron por ellas se gastaron 120 pesos.Es
probable que Alonso Maldonado estuvo en Tejupan hasta 1554, cuando llegó el nuevo vicario
Francisco de Zárate, como está anotado en la página 11 del mismo códice. León (1933), pp.1,
3, 11, 19 bis, 20 bis y 27 bis.
53 La primera anotación del Códice Sierra correspondiente a 1550 dice lo siguiente: "Cinco
pesos por los ordenamientos o nombramientos de alcaldes y alguaciles y también para gasto
de la comida de los nativos que fueron por ellos". Se refiere al viaje realizado a la ciudadde
México por algunos enviados para obtener los nombramientos expedidos por la Real Audien-
cia de la ciudad de México de los cargos de alcaldes y alguaciales de Tejupan, los cuales dura-
ban un año. Es probable que la primera elección se hubiera realizado un poco antes de 1550,
con los cargos anotados de alcaldes y alguaciles. Con el paso de los años se fueron agregandoa
la república otros cargos, de modo tal que en el registro de 1559 se anota lo siguiente: "Ciento
treinta pesos ministrados al Gobernador, Alcaldes, Regidores, Alguaciles, Fiscales y Mayordo-
mos, por mandamiento del Señor Virrey". León (1933), pp. 1, 19 bis, 26 Y30 bis. En Tepozcolu-
la existen registros del nombramiento de alguaciles desde 1542. Spores (1992), p.!.
54 Los 20 pesos gastados en la fiesta de Santiago Apóstol hacen menos de la tercera parte

que lo gastado por la comunidad de Tejupan en la fiesta anual de Santa Catalina. León (1933),
pp. 39 Y39 bis.
UUNDAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 367

mientras se hacía la traza. Es posible que la población del Pueblo Viejo per-
maneciera en Santa Catarina hasta que se trasladó a la traza actual en
1563,lo cual coincidiría con dos circunstancias: la salida del clérigo Fran-
cisco de Zárate, quien estaba a cargo de la iglesia en Santa Catalina o Santa
Catarina; y la llegada de los dominicos para fundar una doctrina-convento
bajo la advocación de Santiago Apóstol.s> De ser así, el Códice Sierra habría
documentado entre 1550 y 1564 lo que llamaré la "etapa del altepetl Santa
Catalina Texupan", y ya no habría registrado la "etapa del altepetl Santiago
Texupan". Es probable, como veremos, que la traza y la congregación que-
daran hechas en ese año, y que a partir de entonces se iniciara la construc-
ción del monasterio al que se refiere la relación de 1579, en el cual había
dos religiosos en ese momento. 56
Por otra parte, también es importante señalar que en Santa Catarina o
Santa Catalina Texupan residió la cacica del altepetl, llamada en el Códice
Sierra "Señora Doña Catalina". Esta mujer es la misma que en el expedien-
te del cacicazgo que veremos enseguida se nombra Ychique Yatonatlesuchi
y, después de su bautizo, Cathalina de Zárate. El nombre y el apellido que
tomó la cacica coinciden con el nombre de la santa patrona del pueblo y
con el apellido de Francisco de Zárate, quien llegó a atender la doctrina de
Tejupan en 1554, en sustitución de Francisco Maldonado. Lo más probable
es que esta coincidencia no fuera casual, sino una asociación buscada con
el propósito de identificarse con el ejercicio del poder, de la misma manera

ss Es en la página 60 del Códice Sierra en donde está anotado que despidieron al clérigo
Francisco de Zárate porque concluyó su estancia en el pueblo, ya partir de entonces empezó a
administrar la doctrina el fraile dominico Francisco de Espinoza, quien ya se encontraba
como vicario en Tamazulapan. León (1933), pp. 60 y 61 bis. La primera doctrina de los domi-
nicos en la Mixteca fue organizada en Yanhuitlan (1529). Luego se agregaron clérigos secula-
res en Tlaxiaco (1540), Yanhuitlan (1541-1546), Achiutla (1550) y en Santa Catarina Texupa
(1551),como se ha dicho. Posteriormente regresaron los dominicos a fundar nuevas doctrinas
en San Pedro Tepozcolula (1538), San Juan Cuestlaguaca (1544), Asunción Tlaxiaco (1548) y
Yanhuitlan (otra vez en 1547); después fundaron conventos-doctrinas entre 1556-1557 en San
MiguelAchiutla, Santa María (Natividad) Tamazulapa y Magdalena Patlaguistlaguaca. En este
contexto fue fundada la doctrina dominica de Tejupan (1563) bajo la advocación de Santiago
Apóstol.Gerhard (1986), pp. 295-296.
S6 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. II, p. 220. En un documento fechado el

18de diciembre de 1563, el virrey Luis de Velasco concedió a los naturales de Tejupan su soli-
citud de aposentar a los religiosos que llegaron a residir al pueblo en las "casas de la comuni-
dad",que era donde solía realizarse la audiencia de los alcaldes de la república, porque enton-
ces no podían construirles una casa especial. AG ,mercedes, (primera parte), exp. 227, citado
en Spores (1992), pp. 45-46. Este dato es el que me lleva a suponer que en 1563 el convento aún
noestaba construido.
368 ESTUDIOS DE CASO

en que lo hicieron otros caciques de la Mixteca con santos y santas, con los
religiosos y también con los corregidores, alcaldes, virreyes y hasta reyes
españoles.
b) Suma de visitas. Fue escrita por un autor anónimo en 1548. La des-
cripción de Tejupan sólo es de un párrafo, pero proporciona datos impor-
tantes sobre los pueblos dependientes de la cabecera. El original de este
documento se encuentra en la Biblioteca de la Real Academia de Historia
de Madrid. La edición disponible es la de Francisco del Paso y Troncoso.v
e] Relación de Texupa (20 de octubre de 1579). La relación fue ela-
borada como respuesta al cuestionario de 1577 diseñado por Juan López
de Velasco. Esta relación es muy breve, pero su importancia reside en que
fue acompañada de una pintura elaborada por algún tlacuilo mixteco. Mide
56 x 41 cm. Está hecho sobre dos hojas de papel europeo empalmadas, de
modo tal que debe leerse en una sola posición, en formato vertical, conla
parte de arriba dirigida al oriente. La relación la hizo el corregidor Diego
de Avendaño en compañía de los frailes Antonio de la Serna y Pascual de
la Anunciación. El original de este documento también se encuentra en la
Biblioteca de la Real Academia de Historia de Madrid, junto con su mapa.
Para este análisis se ha consultado la edición de René Acuña.w
d) Relación de Santiago Tejupan (20 de agosto de 1777). Esta relación
forma parte de una serie de respuestas que los párrrocos de la diócesis de Oa-
xaca escribieron al cuestionario de 62 puntos diseñado por Antonio de
Ulluoa, a partir de una instrucción que recibió de José de Gálvez en 1776.La
"Relación de Santiago Tejupan" fue elaborada por el bachiller Carrizosa.
En ella se describe de una manera breve y superficial el paisaje de Tejupan.
La edición es de Manuel Esparza.>?
e) Títulos y mercedes del cacicazgo. La documentación colonial del caci-
cazgo de la actual Villa Santiago Tejupan inicia en 1572 y llega hasta 1756.
Esta documentación fue conocida como Títulos y mercedes del cacicazgo, y
tuvo como fines tanto la demostración de los derechos de la herencia por
sucesión como la descripción de las tierras y bienes que incluía. La primera
donación oficial del cacicazgo registrada en el expediente es la que concedió
el virrey Martín Enríquez a Gregorio de Lara, descendiente del antiguo linaje
de los tlatoque de Tejupan, el 30 de octubre de 1572.60 La última fecha que

57 Paso y Troncoso (1905), "Suma de visitas", t. 1, p. 245.


58 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. II, pp. 217-222.
59 Carrizosa (1994), pp. 314-321; Gerhard (1986), p. 33.
60 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folios 66-66v.
ÑUU DAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 369

proporciona este expediente es el 17 de julio de 1756, precisamente el día en


que fue firmada en la ciudad de Antequera del valle de Oaxaca una copia
transcrita de los originales, que se hallaban ya maltratados y viejos; la co-
pia fue elaborada a solicitud de Miguel de los Ángeles y Lara, cacique de
Tejupan y Cuilapan. El original de esta copia transcrita se halla en el Archivo
General de la Nación (AGN) de México; tiene en total 123 fojas. El documento
hace referencia en muchas ocasiones a mapas y pinturas; sin embargo, éstas
no se encuentran en el expediente, lo cual dificulta un análisis detallado de
los parajes descritos. En el mismo AGN existen otros expedientes sobre el caci-
cazgo; se trata de la documentación de algunas mercedes, herencias y pleitos
por tierras, la cual también fue incorporada a los Títulos y mercedes referido.
f) Expediente sobre Ñoosite. Este expediente se halla en resguardo de las
autoridades municipales de la comunidad de Tejupan. Está fechado del 21
de julio de 1581 al 11 de enero de 1583, y se refiere al pleito que tuvo la comu-
nidad de Tejupan con Tirso de Granada por el paraje Ñoosite. El documen-
to es interesante pues describe unas tierras de la parte sur de la comunidad
y también proporciona algunos datos sobre la congregación. Dentro de este
expediente se halla un mapa sencillo elaborado tal vez por el mismo es-
cribano.v'
g) Expediente agrario. Este documento se encuentra en la Secretaría de
la Reforma Agraria, 20 Delegación. "Expediente de conflictos y titulación
de terrenos comunales, Tejupan de la Unión. Tepozcolula. Expediente nú-
mero 727.TC. Ciudad de Oaxaca." La consulta de este expediente y sus mapas
también es muy útil, pues los deslindes comunales contemporáneos se han
realizado a partir de la información de los Títulos primordiales de Tejupan,
que son los del cacicazgo.
Por otra parte, es conveniente comentar que las investigaciones sobre
Tejupan elaboradas a partir de estas fuentes son escasas. Se trata de la tesis
doctoral que elaboró Joyce Waddell Bailey en 1963 del mapa de la "Relación
de Texupa" de 1579 y su relación con la iconografía del Códice Sierra, y de un
artículo en que resumió su trabajo.s- También Hilda Aguirre Beltrán elabo-
ró un artículo sobre el mismo mapa en 1999.63 Woodrow Borah y Sherbur-
ne F. Cook publicaron en 1968 un pequeño artículo sobre Tejupan.s+ en el

61 Agradezco a Sebastian van Doesburg el haberme facilitado una copia de este documento
y su versión transcrita del mismo.
62 Bailey (1963) y (1973-1974).

63 Aguirre Beltrán (1999).

64 Borah y Cook (J 977 [1968]).


370 ESTUDIOS DE CASO

que explican la transición de la época prehispánica a la colonial a partir de


la reorganización de Tejupan emprendida por los españoles en el siglo XVI.
Éstas son las investigaciones especializadas que existen sobre Tejupan, lo
demás son comentarios sobre su historia y su diseño urbano dentro de
estudios más amplios como los de Elizabet Smith .. Ronald Spores, Kevin
Terraciano, Eleanor Wake y Phil Stokes.s>

EL DISE - O URBANO Y EL PAISAJE SAGRADO DE TEJUPAN EN EL MAPA DE 1579


y LOS DOCUME TOS COLONIALES

La descripción colonial más antigua que se conoce del paisaje de Tejupan


aparece en la Suma de visitas. Dice que el pueblo estaba asentado "en una
ladera al pie de una sierra alta". Es muy difícil saber a partir de esta frase
si la ladera a la que se refiere es la misma en la que fue construida la traza
actual. El único dato que agrega este documento sobre la topografía del
lugar es que se trata de "tierra fragosa y en parte llana" y que "alcanza mon-
te".66 En tal caso, también podría tratarse del paisaje correspondiente al
siqui Santa Catarina, al cual fue trasladada la población en las primeras
décadas de la Conquista, según la tradición oral. Una descripción más
amplia del paisaje de Tejupan fue realizada 31 años después, en la "Rela-
ción de Texupa" de 1579, en la cual está anotado lo siguiente:

El pueblo de Texupaestá en un llano, entre dos cerros. Por la parte del ponien-
te está más abierto, que es la parte [por] donde le baña el sol de la tarde. El un
cerro está más cerca del pueblo, q[ue] no el otro. Llámase el un cerro, en lengua
mexicana, Comaltepeque y, el otro cerro, Miagualtepeque, asimismo en len-
gua mexicana. Tiene una vega, desde donde está el pueblo poblado a la parte
del poniente, q[ue] tendrá una legua buena de largo y, de ancho, un cuarto,
poco más o menos. Nacen, arriba del pueblo, dos arroyos pequeños: el uno va

65 Smith (1973); Spores (1967); Terraciano (1994); Wake y Stokes (1997), pp. 233-241.
66 La cita completa es la siguiente: "Este pueblo está asentado en una ladera al pie de una
sierra alta; tiene por sugetos el barrio de Agueguetlan y Capultongo y Petalcingo y Acala y Cal-
tepetongo, Macatlan, y en todos ay mil, y diez y siete personas: dan cada un año ciento y
ochenta y tres pesos de oro en polvo; es tierra fragosa y en parte llana, alcanca monte, danse
bien todas las frutas y semillas de la tierra y de Castilla, cogese mucha seda. Es tierra fria y
sana; esta de México cinquenta y cuatro leguas y de los Angeles treinta y dos y de Guaxaca
veinte: confina con Tarnaculapa y Tapazcolula y Cuestlavaca". Paso y Troncoso (1905), "Suma
de visitas", t. I, p. 249.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 371

por medio del pueblo y, el otro, por el lado de la parte del norte. Júntanse a la
salida del pueblo y, juntos, van por la vega abajo.s?

El llano descrito es precisamente el espacio en el que aparece dibujada


la traza en el mapa que acompañó la relación de 1579 (fig. V.3). Ese llano
rodeado de montañas es el mismo que se puede recorrer en el paisaje actual
de Tejupan. La vega de una legua de largo y de ancho un cuarto es la que
aparece en el centro de la parte alta del mapa, que da al oriente, y por ella
corre hasta atravesar la traza lo que hoy se llama el Río del Pueblo (Yusaa
ñuu). Al poniente de la traza se une el Río del Pueblo con el Río Grande
(Yusaacanu), que baja del lado norte. AlRío del Pueblo también se une el Río
Salado (Yusaa ndusaada), casi en el centro de la traza dibujada en el mapa.
Como se puede apreciar, la descripción del corregidor del pueblo se
limitó a la ubicación del lugar, en respuesta a las preguntas 16, 17, 18 y 19
de la Instrucción y memoria elaborada por el cosmógrafo real en 1577, en
las que se pide una descripción técnica, por decido así, que anote las carac-
terísticas topográficas, toponímicas, sanitarias e hidrológicas del lugar,
como se aprecia en la siguiente cita:

16. En todos los pueblos, de españoles y de indios, se diga el asiento donde


están poblados, si es sierra o valle, o tierra descubierta y llana, y el nombre de
la sierra, o valle y comarca do estuvieren, y lo que quiere decir en su lengua el
nombre de cada cosa.
17. Y si es tierra o puesto sano o enfermo, y, si enfermo, por qué causa, (si
se entendiere), y las enfermedades que comunmente suceden, y los remedios
que se suelen hacer para ellas.

67 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa". t. II, pp. 219-220. Es interesante contras-

tar las descripciones de la Suma de visitas de 1548 y de la "Relación de Texupa" de 1579 con la
que hizo en 1777 el bachiller Carrizosa para apreciar las diferencias en las percepciones del
paisaje entre el contexto de la segunda mitad del siglo XVI y la segunda mitad del siglo XVIII.
Leamos a continuación lo que escribió Carrizosa: "Esta cabecera se halla en un llano, guarne-
cida de montañas, de este modo la que se ofrece al Sur, es elevada y áspera, más de legua de
bajada; comienza desde el pueblo de San Juan sujeto a Tepozcolula su recinto, y finaliza en
Tamazulapa su punta en el Occidente; comienza en su vecindad hacia el Norte una montaña
muy humilde que principia su punta al Occidente para el Oriente, prosiguiendo de mucho
adelante, estas dos montañas hacen labor dejando libre el llano que fabricó la mano divina, en
partes ancho como media legua, en algunas más el que compone las dichas dos leguas de
Tamazulapa; en dicha montaña humilde que tengo al Norte se hallan los tres pueblos mencio-
nados, Santiago Teotongo, San Antonio y San Miguel Teslancingo, sujetos al citado Tamazula-
pa". Carrizosa (1994), p. 315.
372 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA V.3. Mapa de Tejupan correspondiente a la Relación geográfica de 1579,


56 x 41 cm. Biblioteca de la Real Academia de Historia de Madrid, España. Ilustra-
do en Acuña (1984), pp. 215-222.

18. Qué tan lejos o cerca está de alguna sierra o cordillera señalada que
esté cerca dél, y a qué parte le cae y cómo se llama.
19. El río o ríos principales que pasaren por cerca, y qué tanto apartados dél
ya qué parte, y qué tan caudalosos son; y si hubiere qué saber, alguna cosa nota-
ble de sus nacimientos, aguas, huertas y aprovechamientos de sus riberas, y si
hay en ellas, o podrían haber, algunos regadíos que fuesen de importancia.s"

La descripción del lugar solicitada por el cosmógrafo que redactó la


Instrucción y memoria contrasta con la representación del autor del mapa

68 "Acuña(1984), Antequera, "Instruccióny memada...", t. II, p. 18.


ÑUU DAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 373

de la relación, pues los ríos, los valles y las montañas de su pintura apare-
cen como el soporte de planos simbólicos en que se integraron a las anti-
guas tradiciones mixtecas los significados del colonialismo cristiano. Mien-
tras en la geografía del cosmógrafo se procuró una descripción detallada de
la naturaleza y sus recursos, en la "geografía" del tlacuilo se aprecia la
representación de un simbolismo que integró lo natural a lo sobrenatural,
como se expone a continuación.

Las montañas sagradas

La parte alta del mapa da al oriente y en ella se extienden tres hileras de


montañas en cuyas vegas escurren los ríos Grande, del Pueblo y Salado.
Como muestra la figura vA, la cordillera de montañas de la izquierda (al nor-
te) empieza con dos cerros pequeños que se encuentran al pie de Yucuayu
(Yucu ayuhu): el Cerro de la Cruz y Doco yucu (Hombro del Cerro). Detrás
de Yucu ayuhu están dibujados Yucu chicundi, Yucu ticooluchi (Cerro del
Tamalito), Yucu yoco (Cerro del Panal) y Yucu tidinu (Cerro del Jagüey). Los
cerros del otro lado de la cañada (al lado sur del Río del Pueblo) empiezan
precisamente en Pueblo Viejo. Éste fue el asiento del pueblo a la llegada de
los españoles, como ya se ha dicho: un cerro que divide las vegas por las que
escurren el Río del Pueblo al norte y el Río Salado al sur. Detrás de Pueblo
Viejo se encuentran Yucu ticuaa (Cerro Amarillo, también puede leerse
como Cerro de Oro, en el entendido de que quaa es amarillo, pero también
oro), Yucu yacoluchi (Cerro del Sotal) y Cavuaadushiaha o Cavuaaduyaha
(La Peña del Águila), al pie de la cual nace uno de los manantiales del Río
del Pueblo. Todos los cerros, pero principalmente Yucu ayuhu y Pueblo Vie-
jo, perfilan en el mapa la forma del topograma del altepetl o yucunduta.
Así, más que un paisaje donde la naturaleza fuera representada como una
dimensión geográfica -objetiva y verificable, por lo tanto-, lo que se apre-
cia en este mapa es un paisaje de símbolos en el que Pueblo Viejo es clara-
mente un topograma. Las otras montañas no fueron dibujadas como glifos
de lugar, pero tienen la misma dimensión sagrada que les atribuyen su for-
ma: la línea doble de su superficie rellena de color café y sus protuberan-
cias distribuidas a intervalos regulares -de la misma manera que en los
códices prehispánicos-, y las flores, los arbustos y los árboles que se hallan
en su interior.
En la mitad oeste del mapa (fig. v.s)y del lado norte, se encuentran las
374 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA VA. La mitad oriental del mapa de 1579.

montañas sagradas de Yuyusa (Yu yusaa, En la Orilla del Río), Yucuchicano


(Yucu chi canu o Yucu chisi canu, Cerro de Barriga Grande) y Yucu chi cui-
ni (o Yucu chisi cuiñe, Cerro de Barriga Delgada). En la misma mitad oeste,
pero del lado sur, se encuentran Yucu siyo (Comaltepec, Cerro del Comalj.s?
Yucundashina (Yucu ndahasitna, Cerro de su Mano de la Abuela) y la mon-
taña sagrada del barrio Chocani (quizás Chiyo canu, Altar Grande), en la
cual aparece claramente configurada otra vez la forma del altepetl o yucun-
duta. En las montañas representadas en el mapa se asentaron varias de las
comunidades que formaron parte del ñuu Tejupan en el periodo prehispá-
nico, algunas de las cuales fueron congregadas en la cabecera unos años
antes de realizarse la relación de 1579, como se expone más adelante. Por

69 Una glosa colocada en el mapa al pie de uno de los cerros del norte dice "comaltepeque",

que significa Cerro del Camal; sin embargo, en la tradición oral de los habitantes de Tejupan
tal cerro se encuentra en el SUl~ ¿Cómo explicar esta diferencia? Lo más probable es que las
glosas no fueran hechas por el mismo tlacuilo, sino por algún español, quizás el corregidor o
los frailes. En tal caso, para explicar este error sólo se puede decir por ahora que el glosistase
equivocó de lado al escribir comaltepeque. Por otra parte, en lo que se refiere al cerro miagual.
tepeque citado en la relación, no he logrado identificar cuál es ese cerro en el paisaje actual de
Tejupan ni en qué parte del mapa esté representado; sin embargo, es probable que se trate
de Yucu ayuhu.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 375

Yucu cm cuini
~~.~lgada)
Yucu
ndahasitna
(Cerro de su
Mano de la Abuela)

FIGURA V.S. La mitad occidental del mapa de 1579.

ahora sólo se dirá que Yu yusaa y Chocani son dos de las actuales ayudantías
del municipio de Tejupan. En lo que se refiere a Yucu ayuhu y Yucu chi
canu, se encuentran despoblados.
A continuación se analizan por separado Yucu ayuhu, Pueblo Viejo, la
traza y sus barrios, y los pueblos sujetos de Tejupan, con el fin de apreciar
las relaciones entre la tradición oral, el mapa y la documentación colonial.

Yucu ayuhu

Esta montaña destaca en la pintura por su tamaño (fig. V6); está dividida
en tres niveles marcados con muros hechos con dos hiladas de piedra blan-
ca cada uno. Estos niveles fueron interpretados por Joyce Waddell como
murallas de defensa, pero más probablemente se trató del perímetro de tres
terrazas labradas sobre el cerro. La división superior tiene incrustadas cin-
co flechas que tal vez indican el ritual de fundación de la comunidad. En
esa concavidad superior del cerro están dibujados rostros humanos, en per-
fil y en perspectiva, cada uno sonriendo; en el primer plano se ven cuatro
rostros (de los cuales el más grande es el de la derecha y el más pequeño el
376 ESTUDIOS DE CASO

de la izquierda) que miran al norte, y detrás de ellos se aprecia lo que po-


drían ser las cabezas de una multitud o nubes. En la cúspide del cerro
surge una voluta.
En Yucu ayuhu. cuenta hoy la gente del pueblo, fue enterrado el rey
Comiyuchi después de haber sido ejecutado por los pobladores de Tejupan.
El relato dice que este rey venía al frente del ejército de Tilantongo, apropián-
dose de las tierras de los ñuu que encontraba a su paso hasta que fue hecho
prisionero por Tejupan. Tilantongo ofreció rescatado entregando una canti-
dad de oro equivalente a su peso. Los de Tejupan aceptaron, pero condicio-
naron la entrega del rescate a tres días de plazo. El oro finalmente llegó, pero
tarde, cuando Comiyuchi había sido ejecutado. Su cadáver fue enterrado
junto con el oro del rescate en Yucu ayuhu y desde entonces al lugar se le
considera maldito, de modo tal que cualquiera que escarbe para hallar el
tesoro con el que fue enterrado el rey morirá irremediablemente. A partir
de ese entierro, Yucu ayuhu se convirtió en el "Cerro del Espanto", aunque
su nombre significa Boca del Cerro. De su cumbre, cuenta la gente de Teju-
pan, baja por las noches una luz que asusta; o se oye en sus inmediaciones
el llanto de un niño; o se ven fantasmas que vienen de otro mundo. Se tra-
taba, dice el comunero Tomás Santiago, de "la cosa mala que se robaba las

FIGURA
V.6. Yucuayuhu. Fotografía del autor.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 377

gentes cuando pasaban de noche". Para evitar que al pueblo desciendan los
espantos fueron puestas dos cruces, una en el Cerro de la Cruz y otra en la
cumbre de Yucu ayuhu. De acuerdo con las exploraciones arqueológicas de
Byland, éste fue el asiento de uno de los pueblos de Tejupan, el cual tal vez
fue congregado en la cabecera, como se explicará más adelante.

Ñuundaá-Pueblo Viejo

Pueblo Viejo es un cerro pequeño (fig. V.7), escalonado en terrazas en las


que actualmente siembran los campesinos del lugar. La tradición oral cuen-
ta que dentro de Pueblo Viejo existe enterrado un templo antiguo del após-
tol Santiago, del cual a veces salía montado en su caballo blanco. En la
puerta del templo se hallaban dos serpientes emplumadas cuidando el
lugar después del diluvio universal. Para entrar a encender velas a la ima-
gen del santo, la gente daba comida a las serpientes y así los dejaban pasar
y también salir, hasta que la puerta se cerró cuando entró una mujer y las
serpientes fueron convertidas en piedra o en oro. Además de asociar a Pue-
blo Viejo con un templo enterrado, los habitantes de Tejupan también creen
que en su interior existe un manantial. Aún hoy pueden verse pequeñas
corrientes que escurren de algunos ojos de agua ubicados en sus laderas,
entre Pueblo Viejo y Yucu ticuaa. No obstante, la corriente principal de la
cual se abastece Tejupan proviene de unos ojos de agua localizados al pie de
la Nduashaita y la Peña del Águila. De Pueblo Viejo a la iglesia principal
del pueblo, dice la gente de Tejupan, existió un túnel que comunicaba los dos
lugares, de la misma manera en que otros túneles comunicaban a las montañas
entre sí.

J1 7

FIGURAV.7. Pueblo Viejo. Fotografía del autor.


378 ESTUDIOS DE CASO

En este relato sobre el cerro de Pueblo Viejo se expresan las últimas


manifestaciones de la sacralidad prehispánica de un ñuu. Aún no es posible
saber a qué deidades mixtecas fue sobrepuesta la imagen del "verdadero
apóstol Santiago", como dice la gente del lugar, pues las investigaciones
arqueológicas sólo han realizado exploraciones de superficie.?" sin embargo,
el complejo arqueológico de Pueblo Viejo es muy importante por su anti-
güedad y por haber sido el más grande del valle de Tamazulapan. Por ahora
sólo se dispone de una información muy breve sobre la antigua deidad de
Tejupan, anotada en la relación de 1579, en la cual se dice lo siguiente:

EL DIABLO al que adoraban se llamaba YAQÜINZI y, el otro, YANACUU, que, en len-


gua castellana el nombre del primer DIABLO quiere decir "aire" y, el del otro DIA·
BLO, en lengua castellana, quiere decir, "lagartija". A estos diablos que adoraban

les ofrecían perros, codornices, plumas verdes y otras muchas sabandijas, e


indios para que los sacrificaran."!

Barbro Dahlgren propuso traducir Ya qüinzi o Ya guinzi como "[Señor]


2 Viento" y Ya na Cuu como "[Señor] 8 Lagartija"."? Ya se ha dicho que
todavía no se ha determinado a qué deidades o a qué personajes se refieren
estos nombres, ni cuál fue su procedencia ni sus relaciones con el conjunto
de dioses de la Mixteca, pero se trataba de deidades locales, de las cuales
Dahlgren comenta lo siguiente:

Cada poblado de alguna importancia tenía su propio ídolo del lugar, el cual era
la máxima deidad. Aunque a veces fueron varios los dioses principales, como
en el caso de Yanhuitlan, debe creerse que uno de ellos fue de mayor importan-
cia que el resto. Como ya indicamos, tales ídolos de lugar diferían aparente-
mente de pueblo en pueblo en cuanto su nombre, forma y culto; pero generali-
zando se podría decir que llevaban nombres calendáricos, eran antropomorfos
y hecho de piedra verde en un tamaño más bien reducido.P

Por otra parte, también se dijo que Tejupan -o Texupan en la escritura


del siglo XVI- es la voz nahua para nombrar a Pueblo Viejo. Texotli, o texu-
70 La información arqueológica disponible sobre Pueblo Viejo se encuentra en Guzmán
(1934), p. 39; Spores (1967), p. 40; García García y Palacios González (1976), p. 175; Byland
(1980), pp. 317-323.
71 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. 11,p. 221.
72 Dahlgren (1990), p. 213.

73/bidem, pp. 211-212.


ÑUU DAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 379

tli, es azul claro, el "color del cielo.?+ El nombre de Texupan está derivado
entonces de texu(tli) y -pan, "sobre lo azul"75 o "lugar del azul". Wigberto
Jiménez planteó que Texupan proviene de Te-xoc-pan, que significa "en [o
sobre] la piedra azul".76 Esta definición corresponde de manera literal al
topograma de Tejupan que aparece dibujado en la página 43 del Códice
Mendocino , pues es la huella de un pie sobre un óvalo azul?? (fig. V.8. a).
- uundaá, en mixteco, tiene el mismo significado que la palabra nahua,
como ya se ha dicho. Ñuu significa tierra, lugar o pueblo; daá es azul. Así se
forma Ñuundaá, "Tierra azul" o "Lugar del azul".78 De acuerdo con el Voca-
bulario en lengua mixteca de Francisco de Alvarado, en mixteco azul se dice
sa ndaa o ñuhundaa. Para Antonio de los Reyes es simplemente daaJ? El
significado de - uundaá corresponde al topograma de Tejupan representa-
do en el Códice Sierra y en el mapa anexado a la "Relación de Texupa" de
1579 (fig. V.8. b).
En el Códice Sierra, elaborado en el mismo pueblo de Tejupan para
registrar los gastos de la comunidad entre los años 1550 y 1564, como se
explicó en el segundo apartado de este capítulo, están dibujadas dos varia-
ciones del topograma del mapa de 1579: uno en la página 4 (corre pondien-
te al año 1551) y otra en la 15 (que registra los gastos del año 1555). En los
dos dibujos aparece la mitad del perfil de la montaña, con su joya turquesa
en la cúspide y con unas líneas que atraviesan de lado a lado en su base, las

74 En Sahagún se encuentra anotado lo siguiente sobre este color: "Hay un color azul claro,
de color del cielo, que llaman texotli, y xoxóuic; es color muy usado en las ropas que se visten,
como mantas y huipiles; hácese de las mismas flores que se hace el matlalli", El matlalli es
el color azul fino, color "muy preciado y muy apacible de ver". Sahagún (1992), libro XI, cap. XI,
14,211, pp. 698-699. La información que proporciona Molina es casi la misma que la anotada
por Sahagún: azul es texutli; "azul más fino", matlalin y matlaltic; "azul color del cielo" es
xoxouhqui. Molina (2001 [1555-1571]), p. 18. Hilda Aguirre Beltrán propuso la derivación de
Texupan de texihuitl (tetl, "piedra" y xihuitl, "precioso o azul"). A la partícula texu. se le habría
agregado ellocativo -pan, para dar como resultado Texupan. Aguirre Beltrán (1999), p. 21. Por
último, es conveniente señalar que en las páginas 35 y 52 del Códice Sierra se utilizó la palabra
texutli para denominar al color azul. León (1933), pp. 35 y 52.
75 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. Il, p. 221. Véase nota 1.

76 Jirnénez Moreno (1962), p. 96. En el Códice Sierra aparece escrito Texiupan y Texupan.
León (1933).
77 Berdan (1992), vol. Il, pp. 102-105 Yvol. I1I, p. 43.

78 Jirnénez Moreno (1962), p. 96. También en la relación de 1579 se dice que Texupa en
mexicano y Ñuundaa en mixteco significa "tierra azul". Acuña (1984), Antequera, "Relación de
Texupa", t. Il, p. 221; Byland (1980), p. 27. Según la tradición oral de los habitantes del pueblo
de Tejupan esta denominación de "tierra azul", "lugar del azul" o "piedra azul" está relacionada
con la piedra que abunda en el Rio del Pueblo, a la que precisamente le llaman "piedra azul".
79 Reyes (1959 [1593]); Alvarado (1962 [1593]).
380 ESTUDIOS DE CASO

cuales simbolizan a un río que corre en sus faldas. En el glifo de la página 4


(fig. Y.8. e), la montaña tiene sobrepuesto un tecpan o casa de gobierno, den-
tro del cual fueron dibujadas de perfil las cabezas del gobernador y la cacica
del pueblo. La glosa en náhuatl que aparece al lado de este pictograma dice
lo siguiente: "Por la comida de la Señora Doña Catalina en la época en que
no hubo tasación, y la del Gobernador y Señores del pueblo, en este año,
cuarenta y dos pesos". 80 En el pictograma de la página 15 (fig. Y.8. d) apare-
ce un grupo de gente del pueblo que sale a recibir a Bartolomé de Camas,

a) b)

e) d)

FIGURA V.8. El topograma de Tejupan, Ñuundaá o Pueblo Viejo en documentos colo-


niales: a) en la página 43 del Códice Mendocino. Ilustrado en Berdan (1992), vol. III,
p. 43; b) en el mapa de la Relación de Texupa (1579). Ilustrado en Acuña (1984), pp.
215-222; e) en la página 4 (año 1551) del Códice Sierra. Ilustrado en León (1933),
p. 4; d) en la página 15 (año 1555» del Códice Sierra. Ilustrado en León (1933), p. 15.

80 León (I933), p. 22 bis.


UU DAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 381

alcalde mayor de Tamazulapan, quien llegó a empadronar al pueblo. La glo-


sa correspondiente dice: "En este año de 1555 vino a este pueblo el Alcalde
Mayor Bartolomé de Camas a empadronar el pueblo, acompañado del escri-
bano y del intérprete; se les hizo una fiesta y se le dieron veinte pesos'i.s!
En el mapa de 1579 el glifo del cerro de Tejupan aparece completo y
simboliza "lugar", "tierra" o "pueblo". Una joya turquesa fue colocada en su
cima para simbolizar daa o azul. 82A este lenguaje pictográfico se refirió
Elizabeth Smith al comentar que los signos de lugar mixtecos fueron repre-
sentaciones logográficas de nombres de lugar, pues cada elemento pictórico
repre enta al menos una palabra. Generalmente, tales logogramas se com-
ponen de un sustantivo geográfico (Tugar", "pueblo" o "ciudad") y un califi-
cativo asocíado.s> Alfon o Caso describió cuatro signos principales de lugar
o glifo toponímicos en la escritura mixteca prehispánica: el cerro, el río, el
templo o el tablero de un edificio que representa al palacio y lo que el mis-
mo Caso llamó "tapete de plumas", el cual es un "llano".
El cerro, dice Caso, era "dibujado en forma convencional y que según
entiendo tenía como entre los mexicanos el altepetl, un significado general
de 'población'; pero siendo la Mixteca una zona tan montañosa, una multi-
tud de nombres de pueblos se llamaban antiguamente principiando con
Yuco o yucu 'monte"'.84 En lo que se refiere al "río" (en mixteco yuta), el
mismo autor comenta lo siguiente:

El glifo consiste en el corte de una vasija con los colores heráldicos del jade y
conteniendo agua, que a veces sale en forma de corrientes rematadas por perlas
y caracoles. Creemos que no sólo representa el río, sino también el lago, Mini,
cuando está cerrado, y cuando e tá rematado por olas altas representa el mar,
Duta canú o "agua grande".85

Algunos ejemplos de topónimos que tienen incorporada la voz yuta son


Yutanuu yaa, "Río del pueblo de cenizas" y Yutanduchi, "Río del frijol". El

81 León (1933), p. 30 bis. Bartolomé de Camas aparece como corregidor de Tejupan en una
instrucción del 19 de septiembre de 1550 dirigida a él para que hiciera una investigación en
Achiutla;después ocupó los siguientes cargos en la región: corregidor de Tepozcolula, corregi-
dorde Coyotepeque y Tonaltepeque, alcalde mayor de Tamazulapan y alcalde mayor de Tepoz-
colula.Gerhard (1992), pp. 511 y 526-528; Spores (1992), pp. 10 y 2l.
82 Srnith (1973), p. 61; Jan en (1982), vol. I, pp. 139 Y64-65, vol. II, p. 480. Véase nota 9l.

83 Smith (1973), p. 172; Bailey (1973-1974).


84 Caso (l992b [1979]), vol. 1. p. 34. Véase nota 49.

85lbidem, vol. I, pp. 34-35.


382 ESTUDIOS DE CASO

tercer glifo toponímico descrito por Caso es, como se dijo, el templo o el ta-
blero de un edificio, "generalmente decorado con grecas estilo Mitla. Re-
presenta un palacio y sobre él se encuentran el señor o la pareja, señores de
ese lugar". Los ejemplos más conocidos se ven en Tilantongo, Teozacualco
y Tututepec. El cuarto glifo toponímico es el que corresponde a "llanura",
"llano" tyodzo o yodo) o "tapete de plumas", el cual se encuentra incorpora-
do en topónimos como Yodzo yaha, "llano de calabazos" (Tecomaxtlahua-
ea) y Yodo coo, "Llano de la serpiente" (Coixtlahuaca). Existen otros glifosde
lugar utilizados con menos frecuencia, tales como la piedra, el temas cal,el
juego de pelotas, el petate o la tierra de cultivo.s" Lo que el tlacuilo hizo con
más frecuencia fue combinar varios glifos para representar un "lugar pobla-
do" y sus características. Éste fue el caso de Ñuundaá, pues su significado
se representó con la combinación del glifo del cerro, del agua que sale de
sus lados o que corre en su base, de la joya turquesa que está en su cima,
del palacio o tecpan que representa una casa gobernante y su linaje (dibuja-
do en el interior o al lado del glifo del cerro) y las figuras de la cacica y del
gobernador del pueblo que se hallan aposentados en é1.87

La traza y los barrios

El último año registrado en el Códice Sierra es de 1564 y, como se ha dicho,


este documento no hace referencia a Santiago Tejupan sino a Santa Catali-
na o Santa Catarina Tejupan; por lo tanto, lo más probable es que la pobla-
ción de la cabecera fuera asentada en la traza entre 1563 y 1579,88con San-
tiago Apóstol como santo patrono. Es posible deducir que antes de 1579
porque en ese año fue elaborado el mapa de la "Relación de Texupa", enel

86 Ibidem, vo!. I, p. 35.


87 Además del topograma de Tejupan que aparece en la página 43 del Códice Mendocino, de
los dos dibujados en el Códice Sierra (páginas 4 y 15) Ydel que aparece dentro del mapa dela
Relación de Texupa de 1579, existe un quinto topo grama dibujado en el Lienzo de Ihuitlán. Al
respecto, Doesburg comenta que en él aparece "el dibujo de un señor vestido de guerrero
sobre un topograma glosado como Texopa (Tejupan)", y que "una serie de huellas humanasle
llevan al señor Seis-Agua de Coixtlahuca, o sea Atona!' La fecha que le acompaña es año Siete-
Casa, día Cuatro-Movimiento (1461), año que coincide con la guerra contra Coixtlahuaca
(1458-1462)". Doesburg (2001a), p. 56. Por ahora no se ha incorporado ese topograma al aná-
lisis de este capítulo. Es probable que también en otros códices del distrito de Coixtlahuaca
aparezca el topograma de Tejupan.
88 A esta misma conclusión llegaron Cook y Borah en 1968. Cook y Borah (1977 [1968]),

pp. 77 Y79.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 383

cual aparece dibujada la traza tal como hoy la podemos recorrer; sin
embargo, para Tomás Santiago, el pueblo de Tejupan se fundó en la traza
actual "desde el principio del mundo y durará hasta el fin del mundo".
Al hacerse la traza, el pueblo quedó organizado en dos barrios y cada
barrio en dos secciones. Los dos barrios están separados por Yusaa ñuu, el
Río del Pueblo. El barrio del norte o "de arriba" recibió el mismo nombre
del pueblo: Ñuundaá, que en este caso significaría "barrio de piedra azul".
El barrio del sur o "de abajo" se llama Ñúuaada, que significa "barrio de tierra
salada", precisamente porque al sur de este barrio corre Yusaa nduaada, el
Río Salado, cuyos manantiales se encuentran cerca de San Juan Tepozco-
lula. Quizás el barrio que lleva el nombre del pueblo estuvo formado por el
grupo de pobladores principales y el otro fue un grupo subordinado desde
la fundación de la comunidad.
El otro eje que divide la traza de Tejupan es una calle -actualmente lla-
mada Reforma- que atraviesa de norte a sur. El resultado final es la divi-
sión de la traza en cuatro secciones, las cuales están numeradas a partir del
cuadrante inferior izquierdo y en sentido inverso al movimiento de las ma-
necillas de un reloj, de modo tal que la cuarta sección corresponde al cen-
tro, donde se encuentra el monasterio (fig. V.9). A continuación se anotan
los barrios y sus secciones: a) barrio Ñúuaada: sección primera (suroeste) y
sección segunda (sureste); b) barrio Ñuundaá: sección tercera (noreste)
y cuarta (noroeste).
En la actualidad, cada sección está representada en el cabildo munici-
pal por un teniente y dos ayudantes, los cuales son nombrados directamen-
te por el presidente municipal para auxiliado en sus tareas. Su cargo dura
un año. Esta forma de gobierno actual rememora el dato proporcionado
por la "Relación de Texupa" de 1579, en la que se dice que en el periodo pre-
hispánico cada barrio fue gobernado por un miembro de la nobleza desig-
nado por el cacique.s? Por otra parte, en el expediente sobre el cacicazgo de
Tejupan se dice que, cuando fueron reconocidas por primera vez en 1581 la
tierras que le pertenecían, la república estaba formada por un gobernador,
dos alcaldes, cuatro regidores y un alguacial mayor, y que también fueron
invitados al recorrido cuatro principales.v? Podría suponerse, aunque por
ahora no es demostrable, que los dos alcaldes representaban a los dos
barrios, y los cuatro regidores y cuatro principales a las cuatro secciones.

89 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. 11,p. 221; Spores (J 967), p. 92.
90 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folios 60-61v.
2~

eje norte-sur

FIGURA V.9. La traza, los barrios, los caminos y los ríos de Tejupan en el mapa
de 1579.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 385

Como se puede apreciar, las características de las secciones de Teju-


pan son similares a las que describe Terraciano para el antiguo siqui, pues
se trata de la unidad más pequeña del ñuu, que es la cuarta parte de su
núcleo urbano central. También otros pueblos de la Mixteca Alta fueron
organizados en cuatro barrios, de manera similar a Tejupan. Maarten Jan-
sen describe que en la actualidad Apoala está organizado de la siguiente
manera:

El valle donde está situado el pueblo, se divide en 4 barrios, por el río (Yutza
toho) que corre del Poniente hacia el Oriente y una calle que cruza el río de
manera perpendicular. Las 4 secciones limitadas cada una por río y camino
se llaman: -San Pedro (Vaa) en el Nordeste. -San José (Tidini) en el Sudeste.
-Guadalupe (Vaadu) en el Sudoeste. -Santiago (Vaadu) en el Noroeste."!

Tal vez tenga razón Jansen cuando dice que la división de un pueblo en
cuatro secciones pudo ser un principio de organización común en la Mix-
teca Alta. Sin embargo, esa distribución no fue dibujada en el mapa de
Tejupan de 1579, en el cual la traza aparece formada por 39 manzanas en
total. El tamaño actual de cada una de ellas oscila entre 144 y 156 metros
por lado.
En el barrio norte se encuentra una calle -llamada Zaragoza en la sec-
ción tercera y Progreso en la sección cuarta- que funciona como un eje
que atraviesa la traza de este a oeste, precisamente de la puerta del atrio de
la iglesia a la capilla El Calvario, de modo tal que pasa entre el actual pala-
cio municipal y la plaza cívica. Es muy probable que este eje ya existiera
cuando fue elaborado el mapa en 1579, pero no fue representado, y en el
lugar en que debería estar dibujada la capilla aparece en el mapa una man-
cha blanca que pudo haberse puesto ahí para cubrir algún otro elemento
pintado con anterioridad. De cualquier manera, en el mapa no aparece
dibujado este eje, ni tampoco el eje norte-sur ni la división de la traza en
barrios y secciones. Tampoco se hace ninguna referencia al túnel -más
bien mítico que "real"- que la gente de la comunidad dice que unió a Pue-
blo Viejo con la iglesia, de lo cual se deduce que el tlacuilo no representó en
elmapa todos los elementos de la traza, sino solamente una versión que sir-
viera para acompañar la relación.
Como se puede ver en el mapa, el tlacuilo integró el paisaje sagrado de

91 Jansen (1982), p. 241.


386 ESTUDIOS DE CASO

las montañas con la traza diseñada por los colonizadores. Estas dos espa-
cialidades estuvieron unidas a través del túnel que conecta a Pueblo Viejo
con la iglesia, y también a través de los tres ríos que bajan de las montañas
al pueblo: el Río Grande al norte, el Río del Pueblo en el centro y el Río Sa-
lado al sur. La parte alta del mapa está ocupada por las montañas sagradas,
y de entre ellas surge el Río del Pueblo como un largo cordón umbilical que
alimenta a Tejupan, el cual se extiende sobre las faldas de Pueblo Viejo.Tam-
bién los tres caminos integran la traza con las montañas: uno va a Coixtla-
huaca, otro a Yanhuitlan y uno más a Tepozcolula (fig. V.9).92 Los tres cami-
nos salen de la iglesia. El del centro va directo al pie de Yucu ayuhu y
continúa su recorrido paralelo al Río del Pueblo. Sobre este camino central
aparecen, al igual que en los otros dos, marcas de herraduras y también
huellas humanas, las cuales se detienen en Yucu ayuhu, mientras las de
animales continúan hacia las sierras. El tránsito de las huellas humanas
probablemente indica el ciclo ritual de la iglesia a la montaña. Así pues,
mientras los caminos suben desde la traza y atraviesan las montañas, los
ríos bajan de las montañas al valle.
Es posible decir que la mano del tlacuilo trazó el mapa en circunstan-
cias de control que se refieren al fin práctico para el cual serviría: ilustrar la
relación; sin embargo, en el mapa se hallan representadas las asociaciones
simbólicas que integran los mitos prehispánicos del ñuu con la iglesia y la
traza coloniales.

Los pueblos sujetos

Es probable que la composición actual de Tejupan en dos barrios y cuatro


secciones quedara definida desde 1563, y lo que se asentó como barrio
Ñuundaá fuera precisamente la población del núcleo urbano central de
Pueblo Viejo o Ñuundaá. También es posible que el barrio Ñúuaada forma-
ra parte del mismo núcleo urbano central o que fuera traído de alguna de
las comunidades que rodeaban a Pueblo Viejo.
La congregación de barrios en la cabecera de Tejupan y la distribución
de sus pueblos sujetos es aún confusa. Veamos a continuación en qué con-
siste esta confusión. En la Suma de visitas de 1548 se dice que Tejupan "tie-
ne por sugetos el barrio de Agueguetlan y Capultongo y Petalcingo y Acalay

92 A la representación en los mapas de este movimiento de los caminos que suben a las
montañas y de los ríos que bajan a los valles es al que calificó Duccio Sacchi como "circular",
pues integra al paisaje sagrado con la traza colonial. Sacchi (J 986).
ÑUU DAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 387

Caltepetongo, Macatlan, y en todos ay mil, y diez y siete personas: dan cada


un año ciento y ochenta y tres pesos de oro en polvo".93 Si bien en este do-
cumento se les nombra como barrios a las seis comunidades listadas, tam-
bién se dice que están sujetos a la cabecera.
La diferencia principal entre sujeto y barrio es que mientras el sujeto es
una comunidad por sí, ubicada dentro del territorio de la cabecera a una
distancia que se recorre en menos de una jornada de camino, el barrio se
encuentra dentro de la traza urbana, contiguo a otros barrios. Por lo tanto,
es más probable que la Suma de visitas se refiriera a pueblos sujetos que a
barrios, a pesar de nombrarles así, puesto que en 1548 aún no se había con-
gregado a la población en la traza.v+ La información que proporciona la
"Relación de Texupa" de 1579 contradice a la Suma, pues dice que "es pueblo
solo, sin sujeto alguno.v> A partir de estas fuentes coloniales fue que en 1967
Ronald Spores clasificó a Tejupan en las cabeceras mixtecas con barrios,
pero sin sujetos.?» sin embargo, la investigación reportada por Byland en
1980 mostró la existencia a la llegada de los españoles de seis sitios arqueo-
lógicos que podrían ser los seis pueblos descritos en la Suma de visitas en
1548.97 Tales sitios son los siguientes:
i) Chocani (quizás Chiyo canu, "Altar Grande o Gran Cimiento"). La co-
munidad actual de Chocani se encuentra sobre el sitio arqueológico descri-
to por Byland, lo cual lleva a suponer que no fue desplazada a la cabecera,
sino que se le dejó en el mismo lugar. El autor describió este sitio como
"grande y complejo". A la llegada de los españoles este lugar abarcó 55 hec-
táreas y fue ocupado por unos 600 habitantes. Fue un centro regional su-
bordinado a Ñuundaá.vf Es probable que Chocani sea el barrio Chiyocani o
Zacualtongo citado en documentos no clasificados del Archivo Municipal
de Santa María Nativitas, a los cuales tuvo acceso Sebastian van Doesburg.
La familia De Zúñiga, nativa de este barrio, mantuvo relaciones cercanas
con el linaje caciquil del pueblo chocholteco de Santa María Nativitas.w lo
cual sugiere la posibilidad de que este barrio fuera chocholteco. Sobre esta
familia se hablará más adelante, cuando se trate el tema de los deslindes

93 Paso y Troncoso (1905), "Suma de visitas", t. I, p. 245.


94 Para una discusión sobre el uso del término "barrio" en pueblos de la Mixteca, véase
DahJgren (1990 [1954]), pp. 135-138.
9S Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. II, p. 217.

96 Spores (1967), pp 90-104; Byland (1980), pp. 30 Y 102.


97 Byland (1980), p. 171.

98lbidem, pp. 381-384.


99 Doesburg (2001a), p. 56.
388 ESTUDIOS DE CASO

territoriales en 1581. Si Chocani es el Chiyocani o Zacualtongo mencionado,


entonces, es probable que se trate del barrio citado como Capultongo en la
Suma de visitas y como Cagualtongo en los títulos del cacicazgo de Tejupan.
ii] Yuyuza (Yu yusaa, "En la Orilla del Río"). Casi toda la comunidad
actual de Yuyuza se encuentra dentro del sitio arqueológico. A la llegada de
los españoles este sitio pudo tener unos 750 habitantes distribuidos en 75
hectáreas.' 00
iii) Yucuchicano (Yucu chi canu, "Cerro de Barriga Grande"). Éste es el
sitio que tuvo una extraordinaria importancia regional en el labrado de
la obsidiana procedente de Pachuca. También fue un centro administrativo.
A la llegada de los españoles estaba poblado por unos 1 150 habitantes, distri-
buidos en 120 hectáreas. Este sitio tuvo el segundo lugar en importancia des-
pués de Ñuundaá. Es probable que continuara poblado en el periodo colonial
temprano.tv- sin embargo, en la actualidad está completamente despoblado.
Yucuchicano es un cerro sobre el cual no fue posible construir una traza
como sí se hizo en Yu yusaa, Chocani y Yucucano- Yucuchico. Tampoco se
hizo al pie del cerro; por lo tanto, se pueden suponer dos posibilidades: quela
población fue trasladada a la cabecera o que desapareció por las epidemias.
iv) Yucuayu (Yucu ayuhu, "Boca del Cerro"). Según Byland, antes de la
llegada de los españoles estuvo poblado por unos 590 habitantes, asentados
en un área de 32 hectáreas. Fue un centro religioso y administrativo.t'" En
la actualidad este cerro está asociado a relatos de terror, como se ha expli-
cado, y se encuentra totalmente despoblado. Es probable que hubiera pasa-
do en él lo mismo que en Yucu chi canu.
v) Yucucano-Yucuchico (Yucu canu-Yucu. chico, "Cerro Grande'<'Cerro
Pequeño"). La actual comunidad de Santa Catarina se encuentra dentro de
este sitio. Antes de la Conquista española el área estuvo poblada por 850
habitantes distribuidos en 65 o 66 hectáreas. Fue una aldea grande con fun-
ción económica y administrativa. El sitio continuó ocupado en la fase Con-
vento y hasta el día de hoy,103de modo tal que en él sucedió lo mismo queen
Yu yusaa y Chiyo canu. Éste fue el sitio donde residió Ychique Yatonatlesu-
chi o Cathalina de Zárate, la cacica a la que hace referencia el Códice Sierra.
vi) El complejo arqueológico TA58, 66 Y 67. Por último, Byland describe
un sitio arqueológico al que se identifica solamente con las claves del mapa

100 Byland, op. cit., pp. 375-378.


101 Ibidem, pp. 363-368.
102 Ibidem, pp. 323-326.
103 Ibidem, pp. 353-356.
ÑUUNDAÁ-TEXUPA : LUGAR DEL AZUL 389

que utilizó. Es un área contigua a la de Yucu canu-Yucu chico, pues la par-


te central de este sitio arqueológico también se localiza dentro de la comu-
nidad actual de Santa Catarina. Sus características y su poblamiento fue-
ron similares a las de Yucu canu. Es probable que en él se encontrara un
adoratorío.w+
De los seis sitios enlistados, en la actualidad solamente dos se encuen-
tran despoblados. Los demás son agencias municipales de la cabecera
municipal de Tejupan. Los dos despoblados - Yucu chi canu y Yucu ayu-
hu- son los que se encuentran más cerca de la traza de la cabecera. Ade-
más, son los dos sitios más escarpados. Por lo tanto, es probable que esos
dos pueblos fueran llevados a la cabecera a más tardar en 1563 y que los
demás quedaran en sus sitios actuales.
Gerhard sugirió que los seis barrios enlistados en la Suma de visitas
fueron congregados en la cabecera en 1563,105lo cual define una segunda
interpretación: que efectivamente se hubieran llevado a vivir a la cabecera,
pero pasados algunos años varios de ellos se regresaron a los asentamien-
tos de los que los sacaron. Existen algunos datos de que ésta podría ser la
solución del problema.
El primer dato se encuentra en un expediente fechado el 7 de abril de
1563,en el cual el virrey Luis de Velasco instruyó al corregidor de Tejupan
lo siguiente:

Hago saber a vos, el que es o fuere corregidor del pueblo de Texupa, que por
parte de los naturales del dicho pueblo me fue hecha relación que los naturales
de los barrios sus sujetos, especialmente los de Caltitlan [escrito Ocaltitlan en
los títulos del cacicazgo de Tejupan] y Petlalzingo [escrito Petalcingo en la
Suma de visitas y Petlalcingo en los títulos del cacicazgo], traen revuelto y des-
asogeado el dicho pueblo por andarse pasando de un barrio a otro y querer ser
sujetados de diferentes tequitatos de aquellos a quienes deben obedecer. Y de
esta forma no se conserva la junta que han hecho. Y me pidieron les mandase
dar mi mandamiento para que de aquí adelante no anduviesen vagueando de
unas partes a otras partes. E a los que hiciesen lo contrario se castigasen y des-
terrasen, e por mi visto, atento lo susodicho, por la presente os mando que no
consintáis ni deis lugar que de aquí adelante los naturales de los barrios sujetos
de ese dicho pueblo se anden pasando de unos sitios a otros, ni de las partes
donde se juntaron y que obedezcan al gobernador y alcaldes de la cabecera y a
104Ibidem, pp. 336-349.
105 Gerhard (1986), p. 298.
390 ESTUDIOS DE CASO

los tequita tos que tuvieren cargo de su administración. De manera que no des-
asosieguen a los que estén quietos y [se] conserve la junta. Y a los que hicieren
lo contrario los podáis castigar y echar del pueblo, que para ello os doy poder
cumplido, cual en tal caso se requiere.tv=

No se sabe si el corregidor y las autoridades de Tejupan lograron con-


trolar la inquietud en los barrios de Ocaltitlan y Petlalzingo a los que se
refiere esta instrucción, o si finalmente fueron desterrados de la cabecera.
La causa de la inconformidad fue que querían sujetarse a tequitlatos diferen-
tes a los que se les habían asignado, lo cual nos deja ver que al congregarse
en la cabecera se redefinió la distribución del trabajo colectivo (tequio} y
quizás también la entrega del tributo de una manera tal que disgustó a los
indios de los barrios citados. También los barrios de Ahuehuetlan y Atzala
(Agueguetlan y Acala en la Suma de visitas) gestionaron su separación de la
cabecera en la que se habían congregado y lograron desprenderse de ella en
1583 para retornar a su antiguos Iugares.!v? Por último, en el expediente
de 1581 sobre el pleito entre la república de Tejupan y Tirso de Granada por
el paraje Ñoosite o Ñucita, del cual se comentó en el segundo apartado de
este capítulo, se habla de un pueblo que habitó tanto en el paraje Ñoosite
como en Ñuyodzom, el cual fue congregado en la cabecera unos 30 años
atrás. Por tal motivo y también por los cocoliztles que hubo en la región,
según el testimonio presentado por fray Pablo Rodríguez, los parajes cita-
dos se hallaban poblados sólo por unas cuantas casas. El cacique Gregorio
de Lara dijo en este juicio que el vicario del pueblo le había ordenado a ély
a la república de Tejupan, que "se pasasen a poblar allí un barrio de sesenta
indios que estaba en la cabecera del dicho pueblo" .108 No se dice de qué
barrio se trata, pero es probable que fuera el que originalmente poblaba ese
paraje. En cualquier caso, también esta información da elementos para
pensar que los barrios que fueron congregados en la cabecera después de
1550 procuraron regresar a sus lugares en el transcurso de las tres décadas
siguientes. .
Para finalizar este apartado diré que existe otra fuente que rÍos propor-
ciona información de los barrios y los sujetos de Tejupan en 1583. Se trata
del Título y mercedes del cacicazgo de Santiago Tejupan. En este documento

mercedes 6, folio 441, citado en Spores (1992), p. 32.


106 AGN,
Borah y Cook (J 977 [1968]), p. 80.
107

108 Expediente sobre el pleito entre Tejupan y Tirso de Granada, Archivo Municipal de Teju-
pan, folio 2.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 391

se hace referencia a los siguientes barrios: Ometitlan, Otepetitlan, Ocalti-


tlan, Chimaltitlan, Ahuehuetitlan, Cacultongo, Petlalcingo, Acala, Teocual-
tepetongo, Susutepeque, Oselotatalco, Talcacoalco, Cocoltongo, Tianguis
y Mítongo.tv? De esta larga lista de 15 barrios, algunos fueron mencionados
en la Suma de visitas (Agueguetlan, Capultongo, Petalcingo y Acala) y tam-
bién en los expedientes comentados sobre la separación de los barrios con-
gregados (Ocaltitlan, Petlalzingo, Atzala y Ahuehuettiltan). Respecto a los
demás barrios anotados en el título del cacicazgo es conveniente tomar
en cuenta que, a la llegada de los españoles, en el área correspondiente al
señorío de Tejupan había otros sitios habitados de menor importancia que
los seis asentamiento s descritos por Byland, y que probablemente los títulos
del cacicazgo se refieren a ellos más como nombres de parajes que como
pueblos o barrios habitados. Lo mismo habría sucedido en el expediente
que documenta la delimitación territorial de Tejupan realizada en julio de
1718, la cual se comenta más adelante, pues los nombres de varias de las
mojoneras enlistadas tienen incoporadas las palabras dziqui y dzini, que
son los términos empleados para denominar "barrio" en Tepozcolula-Tama-
zulapan y en la Mixteca Baja, respectivamente, como se dijo cuando se
explicó el tema sobre el ñuu en el primer apartado de este capítulo. Se trata
de las siguientes mojoneras: Dzini yucu caa, Dzini yucu yeca, Dzini tinduu,
Dziqui yucu tadzoco canu, Dzini cuiti, Dziqui yucu mani, Ytenu dziqui
yuhui quini, Saha siqui tnuyacuu, Dziqui ytnuticuhu, Dzini ytnusaha tiñoo,
Dzini ziqui yndzodzo huinda y Dzini yucu yuhuiyahua. Son en total 12 pro-
bables barrios, que para las fechas del recorrido ya se habrían encontrado
despoblados. Aún está por aclararse en investigaciones futuras si en verdad
se trató o no de barrios congregados en la cabecera de Tejupan y cuáles son
significados.
En la actualidad, las agencias municipales de Tejupan son siete: Santa
Catarina (o Ignacio Allende;fiesta de la comunidad: 22 de noviembre), Yuyu-
sa (San Isidro, 15 de mayo), Chocani (Santo Domingo de Guzmán, 8 de
agosto), Monte Verde (o Emiliano Zapata), Yodovada (o Tierra Blanca, últi-
mo domingo de mayo), Yodovada Peñasco (Llano Hondo, 14 de mayo) y
Yudava (8 de noviembre). Las tres primeras agencias ya fueron descritas con
anterioridad; en lo que se refiere a las otras cuatro, aún está por explicarse
su relación con los barrios y sujetos prehispánicos y coloniales de Tejupan.
Lo que por ahora está más claro es que el ñuu Tejupan tuvo cuatro

109 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folios 59-60 y 76-82.


392 ESTUDIOS DE CASO

siqui congregados en su traza de 1563, a los cuales se les agrupó en dos


barrios: Ñuundaá, poblado por los antiguos residentes de Pueblo Viejo;y
Ñúuaada, quizás formado con pobladores provenientes de los siqui Yucu
chi canu y Yucu ayuhu. Además de los barrios de su cabecera, Tejupan tamo
bién tuvo una serie de pueblos sujetos distribuidos en su derredor, los cuales
quizás fueron congregados cerca de la traza central, pero luego regresaron
a ocupar sus antiguos lugares en el transcurso de los años siguientes.

LA DELIMITACIÓN DEL TERRITORIO COLONIAL DE TEJUPAN

Una vez que se han explicado la traza, los barrios, los sujetos y el paisaje de
Tejupan, vamos a ver por último de qué manera se delimitó su territorio,
para lo cual se utilizará como punto de partida el expediente agrario del
pueblo. El territorio municipal actual de Villa Santiago Tejupan de la Unión
abarca 15816.7 hectáreas, de acuerdo con su expediente de conflictos y
titulación de terrenos comunales localizado en la Secretaría de la Reforma
Agraria.t-? En colindancia con el territorio de Tejupan se encuentran los
territorios de las comunidades que aparecen en el siguiente cuadro:

CUADRO V.I. Colindancias actuales del territorio municipal de Tejupan

Superficie de terrenos Fecha de resolución


Poblado comunales (ha) presidencial

San Miguel Tulancingo 4819.00 26 de enero de 1954


San Cristóbal Suchixtlahuaca 5389.84 20 de septiembre de 1950
San Jerónimo Otla
Santo Domingo Tonaltepec 5 172.00 11 de junio de 1947
Santa María Pozoltepec 1 341.00 11 de junio de 1947
San Juan Tepozcolula 5444.00 24 de noviembre de 1943
San Andrés Lagunas 5 111.00 10 de febrero de 1947
Tamazulapan
San Antonio Acutla

FUENTE: elaborado a partir del "Expediente de conflictos y titulación de terrenos comuna-


les, Tejupan de la Unión, Tepozcolula, Expediente número 727.TC, ciudad de Oaxaca", Secre-
taría de la Reforma Agraria, 20 Delegación.

110 Secretaría de la Reforma Agraria, 20 Delegación, Expediente de conflictos y titulación

de terrenos comunales, Tejupan de la Unión, Tepozcolula, Expediente número 727.TC, ciu-


dad de Oaxaca.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 393

Como puede apreciarse, de los pueblos de la región Tejupan es el muni-


cipio con una superficie mayor, casi tres veces el área de Suchixtlahuaca.U!
la población chocholteca con la cual aún hoy disputan 1181 hectáreas de
"terrenos de monte y parte de labor". Desde 1950, los encargados de los
deslindes comunales de la Reforma Agraria dictaminaron que la superficie
en disputa se repartiese en dos, de modo tal que a Suchixtlahuaca corres-
ponderían 582.4 hectáreas y las restantes 598.8 a Tejupan. A pesar de ha-
berse decretado como una solución final el 9 de febrero de 1951,112 las
autoridades de Tejupan la contradijeron y presentaron un juicio de incon-
formidad, además de invadir las tierras en disputa. Las autoridades de una
y otra comunidad han expresado desde entonces hasta la fecha, ante dife-
rentes tribunales agrarios, que tales tierras les pertenecen "desde tiempo
inmemorial" y que las murallas y zanjas que se encuentran en los cerros
más importantes de la región, El Mirador y La Campana, fueron construidas
por sus antepasados; se trata de trincheras escalonadas que resguarda-
ban las cumbres más altas y que aún hoy pueden verse. De acuerdo con el
testimonio de las autoridades de Suchixtlahuaca, estas defensas fueron
construidas por los ejércitos del rey Atonantzin y la reyna Suchiquetzal,
de Coixtlahuaca, para combatir a los mexicanos comandados por Moc-
tezuma. También dijeron que todas las tierras comunales actuales de Su-
chixtlahuaca formaron parte de los dominios de los reyes de Coixtla-
huaca.t r ' Es muy interesante que una pequeña comunidad chocholteca
111 Antes de 1749 este pueblo se llamaba San Cristóbal Sosola, después San Cristóbal
Suchicoixtlahuaca, ahora San Cristóbal Suchixtlahuaca. Secretaría de la Reforma Agraria. 20
Delegación. Expediente Suchixtlahuaca. Exp. núm. 276.11685 (723.7) (8). Asunto: Dictamen
paleográfico, foja 008.
112 Así lo dice el dictamen del ingeniero Joaquín Franco: "La superficie en conflicto entre

Suchixtlahuaca y Tejupan, es de 1,181-20 hectáreas de terrenos de monte y parte de labor,


pues Tejupan pretende reconocer como lindero del Cerro El Mirador en línea recta hacia el
Norte hasta el Cerro de El Sol y de ahí hacia el Poniente en línea recta hasta la mojonera de la
Campana, sin tener título alguno que compruebe los derechos que reclama, en cambio los
de Suchixtlahuaca proponen como transacción que del Cerro El Mirador hasta la Mojonera de
Piedras Menudas que queda al Suroeste y de ahí en línea recta hasta la Mojonera de La Cam-
pana, modificando posteriormente su proposición en obvio de dificultades, en el sentido de
que partiendo de la Mojonera del Mirador se siguiera en línea recta hasta la de la Campana,
quedando dividida así la zona en disputa o sean 582-40 hectáreas a favor de Suchixtlahuaca y
598-80 hectáreas a favor de Tejupan, pero como estos últimos no estuvieron conformes, acep-
taron en que el Departamento Agrario decidiera lo procedente". "Resolución sobre conflictos
por límites y confirmación de terrenos comunales del poblado de Suchixtlahuaca, municipio
del mismo nombre", en Diario Oficial de la Federación, órgano del Gobierno Constitucional de
los Estados Unidos Mexicanos, tomo CLXXXIV,número 33, 9 de febrero de 1951, pp. 8-9.
113 Secretaría de la Reforma Agraria, 20 Delegación. Ciudad de Oaxaca. Oficina: Archivo
394 ESTUDIOS DE CASO

argumente en la actualidad que las tierras que se encuentran en litigio le


pertenecen porque fue dominio del famoso rey de Coixtlahuaca que se
enfrentó al ejército de Moctezuma a mediados del siglo xv.
Uno de los documentos de deslinde presentado en este juicio por la pro-
pia comunidad de Suchixtlahuaca es una copia certificada del Título Pri-
mordial de Santiago Tejupan expedida por el AGN el 11 de junio de 1927.114
Este título fue elaborado como parte de la documentación del cacicazgo de
Tejupan, el cual tiene registros desde 1572 hasta 1756; se trata de una docu-
mentación que se conoce como Títulos y mercedes del cacicazgo de Texupa,
como se dijo antes, los cuales fueron finalmente considerados como títulos
de las tierras comunales de Tejupan al desaparecer la figura del cacique des-
pués del régimen colonial. Mientras existió como figura legal. el cacicazgo
fue heredado en línea directa, generalmente del padre al hijo mayor, desde
los más antiguos señores que se encontraban gobernando Tejupan a la lle-
gada de los españoles. Una vez heredado el cacicazgo a la muerte de su titu-
lar, o por su enfermedad y vejez, el heredero recibía la documentación y
legalizaba su nueva condición de cacique ante la comunidad y las autorida-
des virreinales. Uno de los trámites necesarios en este traslado de poderes
consistía en el recorrido de las tierras del cacicazgo de acuerdo con la docu-
mentación recibida, en presencia de las autoridades tanto de Tejupan como
de los pueblos limítrofes. Al parecer, en el caso de Tejupan, fuera del llama-
do "fundo legal" todas las tierras pertenecían al cacicazgo, incluso hasta los
linderos con las tierras de los pueblos comarcanos.· Así habría sido desde
antes de la Conquista y así continuó durante el régimen colonial; sin embar-
go, aunque la comunidad de Tejupan no poseyera las tierras, las recibió por
concesión de su cacique con el fin de trabajadas y sustentarse de ellasa
cambio de un tributo. Fue en este contexto de sucesiones en el cacicazgoy
de renovaciones del pacto de un nuevo cacique con las autoridades y con
el pueblo de Tejupan, en donde se elaboró el documento que utilizó el De-
partamento Agrario como título de sus tierras comunales, fechado el 13de
julio de 1718.
Con el fin de explicar el recorte territorial de Tejupan en el periodo
colonial. se expondrán a continuación los tres documentos en los cuales

General. Expediente número 276.1/685 (725.7) (3). Asunto: Deslindes comunales (toca).
Suchixtlahuaca, foja 149. También véase la carpeta de trabajos técnicos (1).
114 AG ,Tierras, volumen 1443, exp. 1, cuaderno segundo. La versión del título promordial
de Tejupan incorporada al expediente de Suchixtlahuaca en la Secretaría de la Reforma Agra-
ria está resumida y no es literal; para este análisis utilizaré el original resguardado en el AGN.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 395

fueran deslindadas y descritas las tierras de su cacicazgo. El más antiguo


es de 1581, el segundo de 1619 y el tercero y definitivo de 1718, el cual es el
que corresponde a los Títulos primordiales de Santiago Tejupan.

a) Descripción de las tierras del cacicazgo de Tejupan


el16 de agosto de 1581

El16 de agosto de 1581, el cacique Gregario de Lara se presentó ante Diego


de Avendaño de Mendoza, nuevo corregidor de Tejupan, y mediante la tra-
ducción de Juan Bautista, intérprete del juzgado, le informó cuáles eran las
tierras de su cacicazgo y le pidió que citara a la república de indios de Teju-
pan y a todos sus habitantes, "y estando juntos, su merced les mande dar a
entender las dichas tierras que arriba van declaradas, y [les pregunte] si son
suyas e de su cacicazgo, para que siendo así las haya y tenga como suyas
propias, y esto pidió y firmó". 1 15 La cita fue para el día siguiente. Estuvieron
presentes el gobernador, los dos alcaldes, los cuatro regidores y el alguacil
mayor, quienes conformaban la república. También fueron citados cuatro
principales, "e otros muchos tequitlatos e massahuales, todos naturales del
dicho pueblo de Texupa't.Us
El documento divide la descripción de la tierras en dos partes: primero
enumera cuatro barrios, los cuales son Ometitlan, Otepetitlan, Ocaltitlan
y Chimaltitlan, y dice que las tierras del cacicazgo les pertenecen; des-
pués describe los nombres de las sementeras del cacicazgo y los barrios que
las cultivan, pero tales barrios no son los cuatro anotados primero, sino
otros que aparecen en el siguiente cuadro como están escritos en el docu-
mento: 117

115 AG ,Tierras, vol. 34, exp. 1, folio 60v. Este documento, que se refiere al reconocimiento

de las tierras del cacicazgo, aparece repetido dos veces en el exp. 1, vol. 34, Tierras, AGN. La
primera vez que se halla insertado es de las fojas 59 a 63v; la segunda, de foja 75 a 80. Es im-
portante notar que los mismos topónimos de una y otra versión varían; más adelante indicaré
exactamente cuál es la diferencia.
116 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folios 60-61 V.

117 En la foja 76 del mismo expediente (AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1) fue duplicado este
documento, como dije antes, pero con algunas variantes en los topónimos: así, dice Caltitlan
en vez de Ocaltitlan; Chinamaltetlan por Chimatitlan; Ytuquiniy por Ytuquini; Mondollo por
Mudollo; Anebetitlan por Anueuetitlani; Suminoyeque por Cumanoyequei; Sacoaltongo
por Cacualtongo: Quecalitlaguaca por Quecalitlabaca; Tachita por Teonechita; Oselotalteco por
Oselotatalco; Theozacualco por Telcacoalco; Socoltongo por Cocoltongo: Tiangistengo por Tian-
guis;Yobeyacua por Yoliaqua.
396 ESTUDIOS DE CASO

CUADRO V.2. Descripción de las tierras del cacicazgo de Tejupan:


16 de agosto de 1581

Barrios que cultivan las sementeras Nombre de las sementeras

Suchitepec Ytuquinyi, Mudollo


Ahueuetitlan y Susutepeque Yozoninoyuu
Cacualtongo o Petlalcingo Guecalitlabava Cumanoyequei
Acalateocualtepetongo Taechita
Oselotatalco, Talcacoalco,Cocoltongoy Tianguis Yocosias
Mitongo Yoliaquabalabime

FUENTE: elaborado a partir de AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folios 59-60 y 76-82.

Es probable que los cuatro primeros barrios enlistados fueran las cua-
tro secciones o siqui de la cabecera, y que los demás fueran los pueblos
sujetos que se encontraban distribuidos en derredor del poblamiento cen-
tral. El documento sólo aclara que los siete pedazos de tierras descritos eran
"muy grandes" y que "dicha sementera está junto al monasterio de el dicho
pueblo, sobre la mano derecha saliendo de dicho monasterio, y de las gradas
de él sobre la mano derecha que se llama Yossoninonoo, que al presente está
sembrada de trigo y la tienen los religiosos del dicho pueblo arrendada al
dicho don Gregario por diez fanegas de trigo". 1 18 Aunque el documento no es
claro, y no aparece en él un mapa de los barrios y las tierras descritas, es muy
probable que no solamente se refiera a los alrededores de la traza, sino tam-
bién al espacio que comprendía el cacicazgo en el valle y en las montañas.
Una vez reunida la comunidad, como lo pidió el cacique, el 17 de agos-
to de 1581 el corregidor dio a conocer a los presentes cuáles eran las tierras
que Gregario de Lara reclamó como "suyas, propias y le pertenecen por
razón de su cacicazgo". Después que le fueron reconocidas por todos como
propias de su cacicazgo las tierras señaladas, el cacique tomó la palabra
para decir que las daba a la comunidad para su cultivo:

El dicho don Gregorio de Lara, porque el dicho pueblo no viniese en disminu-


ción tuvo por bien de las de dar, para que los dichos naturales las labraseny
beneficiasen, y en recompensa de el beneficio e buena obra que el dicho don
Gregorio les hacía en les dar las dichas tierras, por el tiempo que fueresu

118 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folio 60.


ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 397

voluntad, y no por más, el dicho gobernador y alcaldes, e regidores, y principa-


les e tequitlatos, y massahuales de el dicho pueblo que juntos estaban, dijeron
que ellos de su propia voluntad y sin para ello ser forzados, ni inducidos, ni
apremiados, querían beneficiar en cada un año una sementera de maíz o trigo
o frijoles al dicho don Gregorio de Lara sin que por ello les de ni pague cosa
alguna [...].119

La "escritura de concierto" a que llegaron el corregidor, el cacique, la


república, los principales y la comunidad de Tejupan fue enviada de inme-
diato al virrey para que la confirmara. Tres semanas después, el 9 de septiem-
bre de 1581, el virrey Lorenzo Suárez de Mendoza revisó el caso y lo aprobó,
pero con una condición: "Que las sementeras que se ofrecen a hacérsele los
indios [al cacique], no excedan de tres días de trabajo, por año en cada una
de ellas".12o El 3 de febrero de 1587, el virrey Álvaro Manrique de Zúñiga
volvió a ratificar el acuerdo.I-!
A pesar de la confusión en la descripción de los parajes y a la falta de
una pintura, esta "escritura de concierto" fue el documento que concluyó
varios años de conflictos por la sucesión en el cacicazgo de Tejupan. Grego-
rio de Lara fue nombrado cacique legítimo por el virrey Martín Enríquez el
30 de octubre de 1572, pero fue hasta el 17 de agosto de 1581 cuando se le
entregaron oficialmente las tierras del cacicazgo. Veamos a continuación
cuál fue el conflicto que concluyó en esta fecha.
Además de Gregorio de Lara, en la disputa por el cacicazgo de Tejupan
participaron otros dos descendientes de los linajes gobernantes de la Mixte-
ca, uno de los cuales fue Felipe de Austria, hijo de los caciques de Tilanton-
go.122El expediente dice que este personaje fue gobernador de la república
de Tejupan después de la muerte de María de Zárate -la última cacica,
según el propio Felipe de Austria-, quien supuestamente habría heredado
el cacicazgo de su abuela Cathalina de Zárate, llamada antes de su bautizo
Ychique Yatonatlesuchi (Yya chi qui "Tonatlesuchi'tj.P> Esta Cathalina de
Zárate es la misma mujer que aparece en el Códice Sierra como la cacica
del "altepetl Santa Catalina Tejupan", como se vio antes. En la relación de
1579está anotado que el tlatoani que gobernaba Tejupan a la llegada de los

119
Ibidem, folio 62.
120 Ibidem, folio 63v.
121 Ibidem, folio 64.
In Ibidem, folio 6.
123 Ibidem, folio 25v.
398 ESTUDIOS DE CASO

españoles era Ya sa Huyya ("señor 7 Caña"), y su mujer era Ya ani Cuin, cuya
etimología es muy dudosa, nos dice René Acuña;124según Caso puede sig-
nificar 3 Hierba, 3 Lagartija o 3 Zopílote.t-" Aún está por aclararse cuál era
el parentesco entre Cathalina de Zárate y los personajes que describe la
relación, aunque lo más probable es que fuera su hija. Además, también
será muy importante saber si el gobernador que aparece al lado de doña
Cathalina en el Códice Sierra era su esposo Yacootuta (Yya coo tuta), hijo de
Yaxiqui (Yya si qui, 10 Movimiento), indio principal del barrio Texcalticpac
de Tepozcolula. J 26
El parentesco de Felipe de Austria con el linaje de Tejupan consistió en
que era esposo de Inés (solamente así se le llama en el expediente sobre
el cacicazgo de Tejupan), hija de María de Zárate y, por lo tanto, nieta de
Cathalina de Zárate. Ya que María de Zárate no había tenido hijos varones,
dijo Felipe de Austria, le correspondería a él la herencia por ser su yerno.
También sostuvo que la propia María de Zárate lo había nombrado su suce-
sor en el cacicazgo y que la república, los principales y comunes de Tejupan
y sus sujetos habían estado de acuerdo, y que le habían tributado como a
cacique durante los últimos 30 años, lo cual contradijo Gregorio de Lara
diciendo que, si bien había gobernado al pueblo, "no había sido por derecho
propio", porque tal derecho correspondía solamente a un cacique, "sino
por nombramiento de Gobernador't.t??
Felipe de Austria es el mismo personaje que aparece en otros documen-
tos coloniales con los nombres de Felipe de Santiago y Felipe de Castilla.
En el mapa de Teozacualco correspondiente a la "Relación de Teozacualco y
Amoltepeque" de 1580 también se le nombra "Coyote-palo en la mano.!"
Este personaje era el segundo hijo de los caciques de Tilantongo, Juan de
Acuña (1984), Antequera, "Relación de Texupa", t. 11,p. 220. Véase nota 2.
124

Caso (1992b) y (1979), vol 11,p. 305 Y vol. 1, apéndice IV, núm. 425.
125
126 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1. folio 25v. En Reyes y reinos de la Mixteca, Alfonso Caso pro-

puso un esquema de la descendencia de Yya xi qui hasta la sexta generación. Caso (1992b)y
(1979), vol. 11,p. 388. La propuesta es interesante; sin embargo, al compararla con la informa-
ción que proporciona el expediente de Títulos y mercedes del cacicazgo de Santiago Tejupan
(AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1) resulta inexacta.

127 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folio 10. En su argumentación para obtener el cacicazgo,
Felipe de Austria sostuvo que "el dicho Don Gregorio de Lara le había perturbado en la pose-
sión quieta e pacífica que había tenido de el dicho cacicazgo, todo lo cual, demás de haber
escritura y otros recaudos que se presentarian en su tiempo e lugar, se probaría por pinturas e
otras probanzas, e demás del título que tenía alegado [...]". AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folioSv.
La alusión a tales pinturas puede referirse a documentos pictográficos que no fueron anexados
a este expediente o se perdieron.
128 Acuña (1984), Antequera, "Relación de Teozacualco y Arnoltepeque", t. 11,pp. 136-139.
- UUNDAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 399

Mendoza y María de Estrada, también llamados "Tlálocs" o "Guirnalda de


tlaloques" y "Ouechquémilt blanco't.r-? respectivamente, cuya genealogía era
la más importante de la Mixteca. En 1550, Felipe de Austria se trasladó de
Tilantongo a Teozacualco donde, dice Caso, fundó la IV dinastía gobernan-
te.130 En sus argumentos para reclamar el cacicazgo de Tejupan agregó que
era el "indio más principal", cacique y gobernador de Tepozcolula. Austria
sostuvo que desde la antigüedad al cacicazgo de Tepozcolula "andaba con-
junta e anexa la casa e cacicazgo de el dicho pueblo de Texupa en las su-
cesiones conforme a las costumbres antiguas" y que "el indio más noble [de
Tepozcolula] sucedía por vía de descendencia en el dicho cacicazgo de Texu-
pa, aunque el antecesor que muriese dejase parientes transversales", 131 a lo
cual respondió Gregorio de Lara con el argumento de que Felipe de Austria
era un "hombre extraño de la línea e descendendecia de los caciques" de
Tejupan, y en lo que se refiere a "que el dicho pueblo de Texupa andaba con
el cacicazgo de el de Tepozcolula o Tilantongo, se había de entender cuando
faltase generación de la casa de Texupa, que es la principal e apartada de
las otras; y entonces se tomaría de donde los naturales de el dicho pueblo
quisiesen [.. .I" .132
El nombre completo de la llamada Inés, esposa de Felipe de Austria, era
Inés de Osorio y Zárate, hija de María de Zárate y Pedro Osorio. Según el
mismo Felipe de Austria, este Pedro Osorio fue cacique de Tepozcolula y se
lo heredó su cacicazgo unos días antes de morir el 2 de julio de 1566. Aus-
tria quiso aprovechar en Tepozcolula la misma circunstancia que se le pre-

129 Ibidem, Antequera, "Relación de Tilantongo", l. II, p. 23l.


130 Ibidem, Antequera,"Relación de Teozacualco y Amoltepeque", t. II, pp. 136-139 Y 143.
Caso (1992b [1979]), vol. 1, pp. 152-153; Caso (1992a [1949]), p. 42. En el llamado Códice Muro
se dice que en el año 3-Casa, día l-Casa fue reunida la población de San Pedro Cántaros o Cox-
caltepec (distrito de ochixtlan) con el fin de enviar a Tilantongo o a Teozacualco la olicitud
de un nuevo gobernante, porque e as ciudade regían a toda la Mixteca. López García (1998
[1993]),pp. 47, 52. E te relato es un ejemplo de la antigua costumbre de los pueblos mixtecos de
solicitar a los reyes de Tilantongo y Teozacualco el envío de un gobernante. La importancia
del linaje de Tilantongo también fue comentada por Burgoa: "Llegó a serio tan grande y tan
venerado, como temido por su valentía, que proveía los cacicazgos de los Señores que morían
sin legítima sucesión, viniendo los Principales y mandones con presentes a pedirle les señalase
Señor y Cacique que los gobernase, y era con tanta sujeción esto, que sin réplica admitían y
obedecían al que les daba, no como juez por años, sino con derecho en la sucesión a sus here-
deros, como se vido aún después de conquistados en la muerte del Señor de Teozacualco, que
por no haber dejado hijos les dio a uno suyo por Señor de Teozacualco [...)". Burgoa (1997
[1674]), segunda parte, t. 1, cap. XXXIII. p. 176.
131 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folios 6-6v.
132 Ibidem, folio 10.
400 ESTUDIOS DE CASO

sentó en Tejupan unos años más tarde, pues también reclamó el cacicazgo
con el argumento de que María de Zárate y Pedro Osorio no tuvieron hijos
varones y que entonces le correspondía el cacicazgo al yerno. También
argumentó que el cacicazgo de Tilantongo era el que proveía de un nuevo
cacique a las casas que se quedaban sin sucesión en la Mixteca; finalmente y
a pesar de sus gestiones, las autoridades españolas concedieron el cacicaz-
go de Tepozcolula a Diego de Mendoza y Catalina de Peralta.P>
El resultado fue que Felipe de Austria perdió tanto el juicio de Tejupan
como el de Tepozcolula y, por lo tanto, los cacicazgos correspondientes ya
no retornaron la línea sucesoria de Tilantongo. Así, la separación de la casa
gobernante de Tejupan de la casa de Tepozcolula, y la de Tepozcolula de la
casa de Tilantogo, reafirmó a fines del siglo XVI la presencia de los linajes
locales, incluso aunque los nuevos caciques no demostraran de manera cla-
ra y convincente su descendencia directa de los gobernantes que se halla-
ban al frente de los ñuu cuando llegaron los españoles.
Además de Felipe de Austria y Gregorio de Lara, el otro demandante del
cacicazgo de Tejupan fue Juan de Zúñiga, hijo mayor de Domingo de Men-
doza y de Ana, su mujer. A su vez, Domingo de Mendoza era hijo de Teilteu-
tle y Acabeuchil, marido y esposa, respectivamente, de quienes Zúñiga dijo
que fueron antiguos caciques de Tejupan. La información que proporcionó
sobre sí mismo este personaje dice que era vecino, principal y alcalde del
pueblo de Questlavaca, que debe de ser Coixtlahuaca, pero natural y princi-
pal de Tejupan. Es probable que Zúñiga fuera descendiente del linaje go-
bernante de algún barrio chocholteco de Tejupan, pero en las fechas en que
se desarrolló este juicio (1573) ya se hallaba avecindado en Coixtlahuaca,
en donde era alcalde. Doesburg comenta que el barrio del cual procedía la
familia Zúñiga era Chiyocani (Chiyo canu),134 que tal vez sea la actual
comunidad de Chocani, de la cual ya se ha hablado. La relación entre la
familia Zúñiga de este barrio y el linaje caciquil de los Zúñiga en los pue-
blos chocholtecos de Coixtlahuaca lleva a sugerir, como ya se ha dicho, que
Chiyo canu fuera chocholteco.
La concesión del cacicazgo a Gregorio de Lara derivó finalmente de las
siguientes circuntancias. En primer lugar por haber demostrado ante el
corregidor Luis Velásquez de Lara -quien llevó el caso-, que era descen-
diente en línea directa del linaje de caciques que habían gobernado Teju-
pan, además de que fue nombrado nuevo cacique por la última cacica, que
133 AGN, Tierras, vol. 24; Caso (1992b [1979]), vol. 1, pp. 152-153.
134 Doesburg (200Ia), p. 56.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 401

era su abuela Juana de Santa María, hija de Yya coo tuta (quien fue el hijo
segundo de Yya si qui) y de Yya chi qui "Tonatlesuchi", también llamada
Doña Cathalina de Zárate. Es probable que Cathalina de Zárate muriera en
1554-o que dejara el cacicazgo por hallarse ya muy vieja-, pues ése es el
último año en que se le menciona en el Códice Sierra, y que el cacicazgo
pasara a manos de su hija Juana de Santa María (y no a María de Zárate y,
por lo tanto, tampoco a Inés de Osorio y Zárate, esposa de Felipe de Aus-
tria). A su vez, Juana de Santa María heredó en vida el cacicazgo a su nieto
Gregorio de Lara entre 1570 y 1572.135 Así fue como se completó este ciclo
hereditario. Los argumentos que utilizó Felipe de Austria para calificar esta
sucesión como ilegítima y transversal son los siguientes: a) que la descen-
dencia la fundaba Gregorio de Lara en Yya coo tuta, quien no había sido el
primero sino el segundo hijo de Yya si qui, pues la descendencia del primer
hijode Yya si qui, llamado Yya ea uaco, se había acabado; b) que Yya si qui
no había sido el indio principal de Tejupan, sino de un barrio pequeño de
Tepozcolula llamado Texcalticpac, como ya se dijo, y e) que los derechos
sucesorio s de Yya coo tuta no derivaban de su propia línea genealógica,
sinode haberse casado con Yya chi qui "Tonatlesuchi" o Cathalina de Zára-
te,a quien el propio Felipe de Austria reconoció como la antigua "señora y
cacica" de Tejupan.
En cualquiera de los dos principales casos en disputa -el de Gregorio
deLara y el de Felipe de Austria-, la línea sucesoria del cacicazgo de Teju-
pan derivó de Yya chi qui "Tonatlesuchi" o Cathalina de Zárate. Así, quie-
nesse enfrentaron en la sucesión fueron el bisnieto de la cacica y el esposo
de una de las nietas, quien provenía del linaje de Tilantongo y había sido
gobernador de Tejupan durante los últimos años. Al final, como se ha expli-
cado, se impuso la línea sucesoria local en la figura de un varón.

135 En un documento firmado en la ciudad de México el 19 de agosto de 1570, el virrey


MartínEnríquez ordenó que los indios de Tejupan tributaran a Juana de Santa María 20 pesos
deoro común en cada año, se supone que como derecho de su cacicazgo. La misma cantidad
deberían tributarle los indios de la estancia de Cagualtongo a su "india principal", María de
Zárate,según la orden del mismo virrey emitida el28 de mayo de 1571. AGN, Tierras, vol. 34,
exp.1, folios 57-59. Juana de Santa María volvió a aparecer en otro documento expedido por
elvirrey Martín Enríquez y fechado el17 de diciembre de 1575, en el cual se ordena a las auto-
ridades de la jurisdicción que se conceda su solicitud de trasladar los 20 pesos que recibía de
tributo como heredera legítima del cacicazgo de Tejupan a su hija María Osario. AGN, indios 1,
exp.53, citado en Spores (1992), p. 51. Estos datos me permiten reafirmar la idea de que la
heredera de Cathalina de Zárate fue Juana de Santa María y no su hermana María de Zárate,
quien fue solamente la india principal de la estancia de Cagualtongo, quizás Chocani (Chiyo
canu).
402 ESTUDIOS DE CASO

Además de la demostración de las líneas sucesorias, el nombramiento


de Gregario de Lara como cacique de Tejupan dependió del apoyo que reci-
bió de la república, los principales y el común de Tejupan, y también del
corregidor Luis Velásquez de Lara. También fue importante el extraño desis-
timiento presentado por escrito por parte de los otros dos solicitantes del
cacicazgo, quienes lo denunciaron como falso. El apoyo de los principales a
Gregario de Lara como nuevo cacique derivó sin duda de la promesa de
concederle a la comunidad en usufructo casi todas la tierras del cacicazgo,
lo cual efectivamente cumplieron él y sus descendientes, hasta que las tie-
rras pasaron a titularse como propias de Tejupan, una vez que se acabó el
cacicazgo a fines del siglo XVIII o principios del XIX.
A continuación se cita el fragmento en el cual el 30 de octubre de 1572
el virrey Martín Enríquez concedió el cacicazgo a Gregario de Lara, a partir
de la recomendación presentada por el corregidor del pueblo de Tejupan:

Por la presente declaro al dicho Don Gregario de Lara por tal cacique de el
dicho pueblo de Texupa, y por tal mando a los naturales de él le tengan y obe-
dezcan según y como han obedecido a los demás caciques, sus antecesores, que
en el dicho pueblo han sido, y las justicias de él las hagan tener y obedecer por
tal, y se guarden las preminencias que a como tal se le deben guardar y gozar,
y se le de y acudan con la tasación que últimamente está hecha para tal cacique
o se hiciere de aquí adelante, ya él se le manda que no pida ni lleve otra cosaso
las penas de las ordenanzas.t= ".

La primera ratificación de este dictamen de Martín Enríquez por parte


de la Real Audiencia, luego de escuchar a las otras dos partes en conflicto
-Felipe de Austria y Juan de Zúñiga-, fue el 13 de octubre de 1573 y la
segunda el 20 de marzo de 1574. La carta ejecutoria de la sentencia fue fir-
mada por los miembros de la Real Audiencia el31 de mayo de 1574; la opo-
sición a su cumplimiento quedó grabada con 500 pesos en oro. 137 La misma
carta ejecutoria fue confirmada en fechas sucesivas por dos virreyes: Loren-
zo Suárez de Mendoza el21 de abril de 1581 y Álvaro Manrique de Zúñiga el
17 de mayo de 1588.138
El procedimiento seguido para titular las tierras del cacicazgo del ñuu
Tejupan fue similiar al que se puede apreciar en los expedientes de los caci-

136 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folios 65-65v.


137 Ibidem, folios 30-31 v.
138 Ibidem, folios 65v-66.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 403

cazgos de otros pueblos de la Mixteca.P? La solución final de los conflictos


entre los demandantes privilegió a los descendientes del linaje local, lo cual
convenía tanto a la población del ñuu como a las mismas autoridades
virreinales, pues de esa manera se fortalecía la figura del cacique como in-
termediario entre las repúblicas de indios, la "gente del común", y el poder
del rey, del virrey y de la Real Audiencia, representados en el pueblo por el
corregidor español. En este sentido, es curioso que Gregario de Lara se
apellidara de la misma manera que Luis Velázquez de Lara, 140 el corregidor
de Tejupan que llevó casi todo este juicio, el cual fue concluido por el nuevo
corregidor Diego de Avendaño de Mendoza con la entrega de las tierras, como
se ha explicado. Es probable que también Gregario de Lara hubiera toma-
do el apellido del corregidor, de la misma manera en que tal vez la cacica
Cathalina de Zárate tomara su nombre de la santa patrona del "altepetl
Sancta Catalina Texupan" y su apellido del clérigo Francisco de Zárate, como
se explicó antes. Otros caciques de la Mixteca también se bautizaron con
nombres de resonancias nobles y religiosas, tales como Domingo, Diego,
Matías de Velasco, Gabriel de Guzmán y María Magadalena, como una
manera de asociarse al ejercicio del poder. 141
En resumen y de acuerdo con los testimonios de este juicio, los crite-
rios hereditarios más importantes en la Mixteca prehispánica y también
colonial en lo que se refiere a los cacicazgos tenían que ver con tres aspec-
tos: 1) que las hijas no heredan el cacicazgo habiendo hijos varones; 2) que
no hay sucesión del cacigazgo en descendencia transversal, sino sólo en
línea directa, privilegiando al hijo mayor, y 3) que faltando descendencia el
linaje local se consideraba agotado, y que entonces se tomaba un nuevo
cacique de alguna de las casas gobernantes entre los ñuu y yuhuitayu de la
Mixteca.t-?
Una vez que se ha explicado la definición institucional del cacicazgo de
Tejupan en manos de Gregario de Lara y la "escritura de concierto" me-
139 Véase nota 50.
140 El apellido De Lara aún existe en 'Iejupan, aunque despojado de su antigua autoridad
caciquiJ.
141 En este sentido es conocida la anécdota relatada por Francisco de Burgoa, que dice que

antes de bautizarse el primer rey de Tilantongo preguntó cuál era el nombre del rey de los con-
quistadores, y cuando le respondieron que Felipe de Austria, dijo: "Pues este mesmo Nombre y
alcuña escojo y quiero así me nombren, y así se llamó". Burgoa (1997 [1674]), segunda parte,
t. 1,cap. XXXIII, folio 176v. En realidad, Felipe de Austria fue rey de Teozacualco, como ya se
ha explicado.
142 Para más información en lo que se refiere a los criterios hereditarios de los cacicazgos

en la Mixteca, véase Dahlgren (J 990 [1954]), pp. 149-150.


CUADRO V.3. Descripción de las tierras del cacicazgo de Tejupan:
5 y 6 de junio de 1619

Número Nombre de los pagos

5 de junio 1 Satayundaco; Yodononoonudayo ita yacachi.


2 Estancia Ytenuntziy y pago Ytuquini duta dumatucunhuigo.
3 Ytuyoyounoho, Ytusahaticumi, Ytunduhuatnani, Ytundinana, Ytusehatiyno, Ytuyodto-
tayoo.
4 Ytuyosondahui, Ytundusniasse itudoyo ytuyeco ytuticuiti, Ytussatadtmi.
5 Itudoyonohuíy, Ytuyuhuacahuaid, Joosio, Ytututnaz, Ytusahatisinuu, Ytuyodso tacoco,
Ytuyuhundutayodsisio.
6 Ytuyodsotiuquindi, Ytusahauibihui tnunio, Ytutadsaa, Itutayai, Itutuhuisaa, Ituyuhuid-
sacaha, Ituyuhuiyaca, Ituniuhui nduu, desuchini, Ytunuutnuyoco, Ytunoho sinihuiniti.
7 Ytuyuhuinoondayo, Ytuniuhu inuti, Ytucuta, Ytanduhuanohoid(s)u, Ytutatnunoo,
Ytud(s)ininduhuatnuyugh, Ytuyud(s)onunama, Ytusata, Yuqnuchi, Ytunuquid(s)i, Ytu-
cahuaiasi.
8 Ytuyiunidietcoo, Ytuyuhu induta, Ytuyutandi, Yohositusica, Ytayatandoya, Ytuyutnene,
Ytud(s)ininduhuani yacu, Ytude(s)ini, Yuhuiubitxo, Ytuyuhuiqui hui, Ytuyuhuiyahua,
Ytutnuninetcoo, Ytuyuhuiyuhuitucu.
6 de junio 9 Ytutatnunoo, Ytuyod(s)o, Sahatiauti, Ytuyuhuinaa, Ytuyuhuisitnu, Ytusaachatahuinoo,
Ytaandi(s)e, Ytuyuud(s)ine, Ytundu huchahua, Ytuyod(s)ocuta, Ytuyode(s)oyutatucu,
y tu tad( s)ocodzuchi.
10 Ytuytnunuma, Ytutanidarna, Ytussilcu, Ytutiyachinduhua, Ytuyod(s)osicusi, Ytasiquita
yno, Ytundahuacani, Ytuinindaya, Ytuduhua(s)aca, Ytuyuhuicoo.
11 Ytusatayucu, Ytundahuaniyahui, Ytuyodzotinocho, Ytuzahayuhuuituyecoo yoyuhuyu-
ta, Ytunduhuatnani, Ytusabayugtiduhua.
12 Ytuduhuaqhquihui, Ytaduhuanunano, Ytunduhuasisaha, Ytudu huatisahatua-
de(s)ohoo, Yehetenahadehecenissichi, Yteutuyacha, Ytunduhatinicachi, Ytunduchuano-
oyd(s)o.
13 Ytunduhuayod(s)nindase, Ytuyonuucii yocuini, Ytuited(s)ini, Ytuchiqui, Ytuytnonun-
daa, Ytunuuyusi, Ytunuyusitucu.
14 Ytusahasinubu, Ytunduhuachiyay, Ytunduhuachiyaitucu, Ytucachuayuutuu, Ytussaha-
chiyocanu, Ytucahiyuquh, Ytuayuhu.
15 Ytunisaha, Ytussahayuhuycanu, Ytunduhuaconoo, Ytuyuhuicono, Ytuyeo(s)i, Ytayuta-
yOO.

16 Ytutino(s)ahui, Ytuyuhutizoo, Ytunduhuaticod(s)o, Ytuchiyonussa, Ytutanitnaa, Ytubi-


cud(s)oyu, Ytussahanduhuatnani.
17 Ytucotinoo, Ytudod(s)ocageihoo, Ytuyuhuinoyuu, Ytunuyuque, Ytuyohuna, Ytunucu-
tatnahanda taeneneecutil, Ytuyibu yuceecuii.

FUENTE: Elaborado a partir de AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folios 105-121.
406 ESTUDIOS DE CASO

diante la cual entregó las tierras a la comunidad, veamos ahora la descrip-


ción de las tierras del cacicazgo cuando lo heredaron sus descendientes.

b) Descripción de las tierras del cacicazgo de Tejupan


el5 y 6 de junio de 1619

El cacicazgo colonial que fundó Gregorio de Lara fue heredado a sus des-
cendientes durante más de dos siglos. El primer heredero fue Jerónimo de
Lara, pues lo recibió en 1619. Unos años después, este personaje se casó
con Ignacia de Velasco, quien quedó como cacica de Cuilapan al fallecer
Antonio de Guzmán, su primer esposo. A partir de este matrimonio queda-
ron unidos el cacicazgo de Tejupan y el de Cuilapan. En agosto de 1636
murió Jerónimo de Lara y el cacicazgo pasó a su hijo Jerónimo de Lara
y Guzmán, quien se casó con Petronila de León, cacica de Etla. De este
matrimonio nació un hijo, llamado Pedro de Lara y Guzmán, el cual tuvoel
cacicazgo durante algunos años y, al parecer, luego murió sin herederos.
El cacicazgo pasó entonces a Juana de Lara y Guzmán, su hermana, quien
tampoco tuvo herederos directos.t+' El cacicazgo fue heredado entonces a
su sobrina Isabel Ramírez de León y a su esposo Felipe Félix de Velasco,
quienes en julio de 1718 promovieron la composición de tierras que se con-
virtió en el Título primordial de Santiago Teiupan.t+' Entre el primer heredero
de Gregorio de Lara y Felipe Félix de Velasco hubo un siglo de sucesiones,
en las cuales el cacicazgo de Tejupan se unió al de las villas de Cuilapany
Etla a través de las alianzas matrimoniales comentadas.
Ya que se ha resumido la línea genealógica del cacicazgo en el periodo
en que fueron formulados los documentos sobre las tierras, se exponen a
continuación el deslinde territorial promovido por Jerónimo de Lara en
mayo de 1619 y por Felipe Félix de Velaseo en julio de 1718.
Jerónimo de Lara realizó ante las autoridades del pueblo y del virreina-
to la ratificación de su persona como cacique heredero de su padre, el cual
había muerto unos meses antes. Antes de su reconocimiento oficial como
heredero del cacicazgo fueron realizadas las investigaciones de rigor, con
testigos que declararon su identidad, uno de los cuales fue Antonio de Men-
doza, indio principal y alcalde ordinario, quien dijo aproximadamente lo
mismo que los demás testigos: que conoce a Jerónimo de Lara desde que
143 AGN, Tierras, vol. 3567, exp. 5.
144 AGN, Tierras, vol. 1443, exp. 1, cuaderno segundo folios 1-2.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 407

nació y que es el legítimo heredero de Gregorio de Lara, por lo cual a la


muerte de su padre lo reconocieron

por su cacique y señor, y como a tallo sirven,y respetan todos los más princi-
pales de este pueblo, y así mismo sabe este testigoque todas las tierras que hay
en este pueblo son y pertenecen al dicho don Gerónimode Lara y Guzmán,por
ser patrimonio de el dicho cacicazgo desde el tiempo de la gentilidad, y que
esto que tiene dicho es público y notorio, públicavozy fama [...].145

El dato más importante que proporcionaron los testigos es que todas


las tierras del pueblo pertenecían al cacicazgo y que así había sido desde
antes del régimen colonial. El recorrido de las tierras del cacicazgo fue rea-
lizado el 5 y 6 de junio de 1619 en presencia del corregidor Diego de Santa
Cruz Holguín, los intérpretes, testigos y las autoridades del pueblo. El cua-
dro Y.3 enlista los parajes, también llamados pagos en el expediente, que
pertenecieron al cacicazgo. Están anotados y agrupados como aparecen
escritos, según la cercanía de unos con otros.
Como se aprecia en este cuadro, los nombres listados no coinciden con
los expuestos en la primera descripción del 16 de agosto de 1581; sin em-
bargo, es probable que las tierras recorridas el 5 y 6 de junio de 1619 sean
las mismas que las del primer documento, sólo que en esta ocasión fueron
anotadas con más detalle. El desciframiento de esta toponimia, sus significa-
dos y su ubicación en el territorio actual de Tejupan es una tarea que aún está
por realizarse. Finalmente, veamos a continuación la elaboración del docu-
mento al que se considera como Título primordial del cacicazgo de Tejupan.

e} Descripción de las tierras del cacicazgo de Tejupan


el 12y 13 de julio de 1718

Alheredar el cacicazgo de Tejupan de manos de Juana de Lara y Guzmán,


en julio de 1718, Felipe Félix de Velasco promovió ante las autoridades
virreinales su reconocimiento como nuevo cacique de Tejupan y también
de Cuilapan, pues los dos ñuu se habían unido en fechas anteriores a tra-
vésde las alianzas matrimoniales de sus linajes. 146 Lo que interesa destacar
ahora de este proceso son las referencias a las tierras del cacicazgo, su des-
145 AGN, Tierras, vol. 34, exp. 1, folio 91v.
146 AGN, Tierras, vol. 1443, exp. 1, cuaderno segundo folio 1.
CUADRO V.4. Delimitación territorial del cacicargo de Tejupan, de acuerdo con los Títulos primordiales
de Tejupan del 13 de julio de 1718

Nombre Nombre
Mojón en mixteco en chocholteco Colindancia

Totoyna [¿El Mirador?] Rugxutau Tejupan al poniente. San Jerónimo al


oriente.
2 Chiñañanaquaa [¿Tierra Colorada?] Rusgxa PUNTO TRlNO: Tejupan al sur. San Jeró-
nimo al oriente. San Cristóbal al norte.
3 Ytnu nchii yoo [¿Cerro del Sol?] Arunda [¿Medio Tejupan al sur. San Cristóbal al norte.
[¿En donde Pega el Sol y la Luna?] Pedazo de Agua?]
4 Dzoco yucu tnuyeto [¿Hombro del Nandaage [¿Cerro Tejupan al sur. San Cristóbal
Cerro de Quiote?] Gordo o Cerro de al norte.
Agua Grande?]

5 Chini yucu ychen duta Cugna cheguinda Tejupan al sur. San Cristóbal
[¿Frente al Cerro de Agua?] [¿Cerro de Flor?] al norte.

6 Toto tiyaca [La Peña Rugchee Tejupan al poniente. San Cristóbal


del Pescado] al norte.

7 Dini yucu caa Cugnachiga PUNTO TRINO: Tejupan al poniente.


[¿La Campana?] San Cristóbal al norte. Tulancingo al
norte.
8 Chininduhuan duta cuisi Cuchagandaxua Tejupan al poniente. Tulancingo al
norte.
9 Dzini yucu yeca Cugnandaxa Tejupan al sur. Tulancingo al norte.
10 Ytnun doho Cugdzundaqui Tejupan al sur. Tulancingo al norte.
11 Ytnun dihi Cusutuu Tejupan al sur. Tulancingo al norte.
12 Dzini tinduu Cudzugtu PUNTO TRl O: Tejupan al sur. San
Antón Abad al oriente. Santiago
Teotongo al poniente.
13 Sahano honduta tanidama Chiindasindandaqui Tejupan al oriente. Teotongo al
poniente.
14 Dziqui yucu tadzoco canu Cugnandanduua Tejupan al oriente. Teotongo al
poniente.
15 Ytnuindzodzotachi Cuxindu Tejupan al oriente. Tetongo al poniente.
16 Dzoco Ytnuñuu Cudzeeque Tejupan al sur. Teotongo al norte.
17 Ytnucani Cudugisie Tejupan al sur. Teotongo al norte.
18 Dzoco ytnucani Sihidigine PUNTO TRINO: Tejupan al oriente.
Teotongo al norte. Tamazulapan al
poniente.
19 Yuhuy chiñuhu cuisiya Ndiyaxuiñugado Tejupan al oriente. Tamazulapan
yaquaha yucundaa cuchexua al poniente.
20 Yodzo sahatinduu Nguidzutu Tejupan al oriente. Tamazulapan al
poniente.
21 Dzini cuiti Cunatunda Tejupan al oriente. Tamazulapan al
poniente.
22 Ytnusio saine hui Cruz Gatauña yu Cruz Tejupan al oriente y sur. Tamazulapan
al poniente [camino real de Tepozco-
lula a Tamazulapan] ["donde rezó
Guzmán Díaz"]
23 Diqui yucu mani Tejupan al norte. Sitio de ganado
mayor de los naturales de Tamazula-
pan y Tepozcolula al sur.
24 Ytenunu sahacanu Tejupan al norte. San Pedro Mártir
[Yucunama] al oriente.
25 Ytenu dziqui yuhui quini Tejupan al norte. San Pedro Mártir al
oriente.
26 Nuunisandihi yucuyacu Tejupan al norte. San Pedro
saha yucucandaa ychiquha Mártir al poniente.
San Andrés
CUADROV.4. Delimitación territorial del cacicazgo de Tejupan, de acuerdo con los Títulos primordiales
de Tejupan del 13 de julio de 1718 (concluye)

Nombre Nombre
Mojón en mixteco en chocholteco Colindancia

27 Saha siqui tnuyacuu Tejupan al norte. San Pedro Mártir al


poniente.
28 Toto dicahuhui P TO TRINO: Tejupan al norte. San
Pedro Mártir al oriente. San Juan
[Tepozcolula] al oriente.
29 Dziqui ytnuticuhu Tejupan al norte. San Juan al sur.
30 Dzini ytnusaha tiñoo PU TO TRINO: Tejupan al poniente. San
Juan al sur. Santa María Anduxa al
oriente.
31 Dzini ziqui yndzodzo Tejupan al poniente. Santa María
"huinda [Pozoltepec] al oriente.
32 Chiyo nusa Tejupan al poniente. Santa María al
oriente.
33 Toto chine PUNTO TRINO: Tejupan al poniente.
Santa María al sur. Tonaltepeque al
oriente.
34 Dzini yucu yuhuiyahua PU TO TRI o: Tejupan al poniente.
Tonaltepeque al oriente. San Jeróni-
mo al norte.
35/1 Totoyna Primera mojonera.

FUENTE: elaborado a partir de a) AGN, Tierras, vol. 1443, exp. 1, cuaderno segundo, folios 6 a 11, y b) Secretaría de la Reforma
Agraria, 20 Delegación, Expediente Suchixtlahuaca, Expediente núm. 276.1/685 (723.7), Asunto: Dictamen paleográfico, fajas 3 a 8.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 411

linde y su calidad jurídica. Félix de Velasco anotó en su petición que de


tales tierras gozan los naturales de Tejupan d~ la misma forma en que las
gozaron sus antepasados en virtud de su reconocimiento como cacique del
pueblo, y que su disposición consistía en que continuaran cultivándolas. Al
recibir las tierras del cacicazgo y renovar el acuerdo con la población de
Tejupan, uno de los puntos más importantes era su recorrido, mojonera
tras mojonera, de acuerdo con los "linderos de la memoria" que presentó y
que debe haberse heredado de una a otra generación de caciques a lo largo
de un siglo. Para el recorrido de las tierras fueron citados el gobernador,
alcaldes, regidores y principales de Tejupan, los cuales en respuesta a la
invitación dijeron que habían tenido a Juana de Lara y Guzmán por cacica
y que una vez muerta reconocían a su sobrina y a su esposo Felipe Félix de
Velasco como nuevos caciques:

y de su consentimiento y debajo de dicho reconocimiento gozan de las tierras


contenidas en los linderos de la memoria presentada que les fue leída según y
como las gozaban antes, además de las seiscientas varas, y que debajo del mis-
mo goce y reconocimiento tienen por bien la composición que dicho cacique
pretende, por lo cual se dan por citados, y esto respondieron y firmaron los
que supieron con dicho interprete, de que doy fe.147

Además de las autoridades de Tejupan fueron citadas las repúblicas


siguientes: San Jerónimo Otla, San Cristóbal Suchixtlahuaca, San Miguel
Tulancingo, San Antón o San Antonio Acutla, Santiago Teotongo, Tamazu-
lapan, San Pedro Mártir Yucunama, San Juan Tepozcolula, Santa María
Anduxa y Tonaltepeque. Así, organizada con anticipación la "vista de las
tierras", el 13 de julio de 1718 salieron de Tejupan el teniente de Tepozcolula,
el cacique, dos testigos de identidad, el escribano y las autoridades de los
pueblos anotados para hacer el recorrido de las tierras. El trazo territorial
de Tejupan, mojonera tras mojonera, recorrió los parajes mencionados en el
cuadro VA., cuyos nombres aparecen en la lengua ñudzahui y en la mayor
parte también en chocholteco.
Los 34 parajes anotados conforman el límite territorial de Tejupan has-
ta el día de hoy, excepto en la parte colindante con el pueblo chocholteco de
Suchixtlahuaca, con el cual mantienen un conflicto por 1181 hectáreas,
como se indicó antes. Lo más probable es que el ñuu Tejupan hubiera recu-

147 Ibidem, foja 3.


412 ESTUDIOS DE CASO

perado en el transcurso de los casi dos siglos de virreinato transcurridos


hasta el año de este deslinde las tierras que habían sido invadidas por el rei-
no chocholteco de Coixtlahuaca antes de 1521, incluso hasta las vecindades
de Tejupan, en el cual se hallaban asentados uno o más barrios chocholte-
cos. Las 1181 hectáreas en conflicto serían, en ese caso, la última frontera
de un enfrentamiento más antiguo.
El territorio cuya delimitación fue elaborada en 1718 es el que hereda-
ron los caciques de Tejupan "desde tiempo inmemorial" y corresponde
aproximadamente a la delimitación de cuatro cuencas hidrológicas: la delos
ríos Capulín o Enduache, Grande (Yusaa canu), Del Pueblo (Yusaa ñuu) y
Salado (Yusaa ndusaada). Las montañas más altas que delimitan esta cuen-
ca, descritas en el sentido en que giran las manecillas del reloj, son las
siguientes: Yucundayau, Sadoco, Solitario, Capulín, La Campana, Gordoo
Cerro de Agua Grande, Nudo Mixteco (Yucu cuii, Cerro Verde), El Quince
(Yucu disahnu) y Yucu daa. La máxima altitud corresponde al Nudo Mixte-
co, con 2 800 m. Todas estas montañas tuvieron importancia ritual, espe-
cialmente La Campana y el Nudo Mixteco, lo cual se puede apreciar tanto
en sus vestigios arqueológicos como en los relatos mítico s que sobre ellas
cuentan los habitantes de la región, quienes creen incluso que son "volca-
nes de hielo", lo cual rememora la antigua cosmogonía mesoamericana en
que las montañas eran vistas como "casas grandes de agua" de las cuales
provenían los ríos.148
Los cuatro ríos de Tejupan confluyen al poniente de su traza, prove-
nientes de las montañas sagradas del oriente, precisamente del área en liti-
gio entre Tejupan y Suchixtlahuaca. La importancia de esta franja de tierra
deriva de que en ella se encuentra el parteaguas entre las cuencas de los
ríos de Tejupan y los ríos Cushade y La Piaña de Suchixtlahuaca. El áreaen
disputa está mostrada en la figura V.I0. Se trata de un polígono formado por
el Cerro del Cacalote o Cerro de las Tres Profundidades, La Campana,
Cerro del Sol, El Mirador y Piedras Menudas. Al trazar Suchixtlahuaca su
lindero hasta el Cerro del Cacalote, en su territorio queda incorporado el
cerro Nandaage, también llamado Cerro Gordo o Cerro de Agua Grande.
Este cerro es uno de los principales sitios del conflicto por su antigua
importancia ritual.
Las autoridades de Tejupan, por su parte, envían el lindero hasta el
Cerro del Sol, también llamado En donde pegan el Sol y la Luna, el cual

148 Sahagún (1992), libro XI, cap. XII, 3. p. 700.


ÑUu DAÁ-TEXUPAN:LUGAR DEL AZUL 413
~IO trino: Tulanango, Tejupan y Sudlixliahuaca
La Campana ----..;;,.;,.....:...;,....;..----- Cerro
del Sol
(Yucu nchii)

582.40 has

l...IPJtaya

598.80 has
Cerroprpdoal Prftón
(NantcJu:ui)
El Mirador

Cacalote, según Tejupa


(YOCUUCUI o YUC1ItJcaca)
Cerro de las
Tres Profundidades,
según Suchixtlahuaca
(Naguiilc o Naguine) Piedras menudas
(N->

FUb/'lrEoElaborado a partir de Departamento Agrario,


Proyecto de Confirmación de Terrenos Comunales. "Resolución sobre conflictos
por límites y confirmación de terrenos comunales del poblado de Suchixtlahuaca",
Diario Oficial, tomo CLXXXrv, núm. 33, 9 de febrero de 1951.
(Fragmento del plano). Total de hectáreas en disputa: 1,181.20.

FIGURA V.IO. Área en disputa entre Tejupan y Suchixtlahuaca.

parece que está localizado dentro de la cuenca chocha. Este cerro pudo ser
en otro tiempo una de las marcas sagradas más importantes del territorio
de Tejupan, porque es un lugar "donde pegan primero el Sol y la Luna",
como dicen los comuneros del lugar, y en el cual también comentan que se
halla enterrado un tesoro. 149 La línea que propusieron las autoridades
t49 Los comuneros del lugar no se ponen de acuerdo para decir con exactitud cuál es el
Cerro del Sol. Doesburg sugirió que este cerro podría ser El Mirador. Doesburg (200Ia), p. 74.
Maarten Jansen comenta que el nombre mixteco de Santo Domingo Tonaltepec, el cual colin-
da con el municipio de Tejupan al este (fig. 2), es Yucu nchii, que precisamente significa Cerro
del Sol, en cuyas ruinas arqueológicas los habitantes del pueblo creen que salió el Sol al prin-
cipio del mundo. El autor piensa que un relato como éste podría ser la última versión de un
mito antiguo. Jansen (1982), pp. 198-201 Y 247. El Cerro del Sol al que se refieren las colindan-
cias de Tejupan no es el mismo cerro que el de Tonaltepec; sin embargo, se puede preguntar:
¿qué significado tiene en la geografía simbólica de Tejupan la existencia de este Cerro del Sol?,
¿por qué se llama En donde pegan el Sol y la Luna? Los comuneros del lugar no supieron dar-
me una explicación, pero quizás también este lugar sea un antiguo centro ritual asociado al
414 ESTUDIOS DE CASO

agrarias para dirimir el conflicto es la diagonal que va de El Mirador a La


Campana, aproximadamente de acuerdo con el parteaguas de las cuencas
de las dos comunidades en conflicto; pero las autoridades de Tejupan no lo
aceptan porque significaría dejar al Cerro del Sol fuera de su territorio. El
territorio de Tejupan no tiene conflictos con los demás pueblos circunveci-
nos, con los cuales se reconocen "como hermanos", según dicen los teju-
penses.
Como podemos apreciar, a través de las descripciones de las tierras del
cacicazgo de Tejupan, elaboradas en 1581, 1619 Y 1718, se explica un even-
to cuya importancia legal estuvo derivada de la utilidad del título expedido
para la defensa del territorio del cacicazgo, el cual acabó siendo propiedad
del pueblo; sin embargo, también puede entreverse en el procedimiento
legal del virreinato la repetición de un evento ritual más antiguo, asociado
con la fundación del pueblo en presencia de un linaje gobernante.
Aún quedan por aclarar muchas informaciones sobre los nombres
de los parajes en mixteco y en chocholteco descritos en los documentos de
1581,1619 y 1718. Es más, para trazar una línea convincente que separe
los dos territorios es indispensable conocer la etimología de los topónimos
enlistados en los cuadros anteriores y contrastados con los paisajes actua-
les con el fin de ubicar con la mayor precisión posible el lugar exacto en
que fueron posicionadas las mojoneras del deslinde de 1718. Una solución
afortunada para estos conflictos consiste en utilizar los parteaguas de las
cuencas como líneas limítrofes, tomando en cuenta que es muy probable
que la fundación prehispánica de los territorios de los ñuu se hubiera reali-
zado precisamente sobre ellos.
En el caso de Tejupan que se ha descrito, los primeros dos documentos
parecen referirse solamente a las tierras interiores del territorio y en el ter-
cero fueron enlistadas las mojoneras como aparecen en la actualidad, lo
cual no quiere decir que en 1718 se hubieran puesto por primera vez; por el
contrario, es muy probable que este trazo territorial reproduzca de manera
muy aproximada un recorte prehispánico, quizás incluso anterior a las
invasiones chocholtecas de mediados del siglo xv.

oriente, que en la cosmogonía mixteca era el lugar en donde salieron el Sol y los Ñuhu. o dioses
por primera vez.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 415

CONCLUSIÓN

Este capítulo ha mostrado la organización del espacio de la comunidad de


Tejupan en tres escalas: su traza urbana, su paisaje sagrado y su recorte
territorial a través de los deslindes de 1581, 1619 Y 1718. Las tres son esca-
las que se complementan, pues la primera es el núcleo del ñuu colonial; la
segunda es el vínculo entre los relatos míticos, el espacio y la población, y
la tercera es su territorio jurisdiccional y patrimonial. Aún quedan asocia-
ciones territoriales por explicar en este rompecabezas que es Tejupan; por
ahora, se han esbozado los avances de una investigación más amplia sobre
la Mixteca Alta.
Tejupan reúne las características de un ñuu colonial que fue incorpora-
do en la estructura más grande de un yuhuitayu, cuando sus caciques for-
maron una sola casa gobernante con la de Cuilapan y Etla entre 1620 y
1640. Su colapso demográfico fue la circunstancia determinante para que
no alcanzara la dimensión socioeconómica, política y administrativa de
Iepozcolula, el yuhuitayu y alcaldía mayor a la que quedó agregado Tejupan.
En el método de trabajo desarrollado en esta investigación se integra-
ron la información arqueológica disponible, la consulta de los documentos
coloniales,la tradición oral y los recorridos por la traza de Tejupan, y también
por sus montañas y sus linderos. Se ha procurado reunir información sobre
los nombres de sus parajes, sobre las historias asociadas a ellos y también
sobre sus significados sagrados. También se ha demostrado que el uso de
un mapa elaborado por un tlacuilo de la región en 1579 permite abrir otras
espacialidades que no fueron diseñadas en la lógica del colonizador y en las
cuales se manifiestan, incluso hasta hoy, las claves para interpretar el arma-
zón territorial de los pueblos mixtecos.
Si bien el estudio de la traza urbana, del paisaje ritual y del recorte
territorial de Tejupan es el acercamiento a un caso específico, también ha
permitido aproximar al lector al "ñuu colonial" de la Mixteca Alta y Baja.
Enesta conclusión se puede decir que tal ñuu colonial se definió a partir de
los siguientes aspectos: a) las asociaciones preexistentes entre los siqui:
b) el asentamiento de la población en las abras, valles y llanos contiguos a
lasmontañas sagradas y, especialmente, al cerro llamado Pueblo Viejo, en el
cual se encontraba el núcleo urbano del asentamiento prehispánico; e) la
distribución de los cuatro siqui más importantes del ñuu sobre una traza
construida a partir de dos ejes de alineación norte-sur y este-oeste; d) la dis-
416 ESTUDIOS DE CASO

tribución de la entrega del tributo, del trabajo colectivo, de la organización


de las fiestas y del gobierno del ñuu entre los cuatro siqui, en un orden tal
que reproduce el movimiento contrario de las manecillas del reloj. En el caso
analizado de Tejupan, la numeración de las secciones inicia en el cuadran-
te suroeste; e) la distribución de una serie de barrios o pueblos sujetos alre-
dedor del asentamiento central de la cabecera. Cada barrio o sujeto fue
asentado en una traza similar a la de la cabecera, en el área contigua al
cerro sobre el cual los hallaron los españoles; f) al trasladarse los asenta-
mientos de los cerros a los valles contiguos, la distribución territorial pre-
hispánica de los siqui, ñuu y yuhuitayu se mantuvo aproximadamente igual
en el sistema cabeceras-sujetos, excepto en los pocos casos en que el des-
plazamiento de un siqui se hubiera realizado a cientos de metros o a kiló-
metros de distancia de su emplazamiento prehispánico; por lo tanto, en el
periodo colonial tuvo continuidad en la Mixteca el patrón de asentamiento
que privilegió como territorio de un ñuu la cuenca de uno o varios ríos, o el
área de un afluente. Es probable que antes de la Conquista cada ñuu tamo
bién fuera una unidad territorial delimitada a través de mojones, llamados
dzañu en la lengua ñudzahui.J>? Quizás la distribución de las mojoneras se
realizaba sobre la línea del parteaguas de las cuencas y principalmente en
los cerros más altos. Al convertir al ñuu en cabecera, su antiguo territorio
fue redefinido de acuerdo con las "vistas de ojos" y los procedimientos vi·
rreinales; g) los conflictos limítrofes virreinales (y contemporáneos) entre
los pueblos estuvieron asociados a la separación de los barrios y los pue-
blos sujetos de las cabeceras y, por lo tanto, al reclamo de un territorio pro-
pio; h) al integrarse los siqui, ñuu y yuhuitayu en el sistema de cabeceras y
sujetos, sus unidades territoriales se fortalecieron; sin embargo, como estas
organizaciones no solamente existieron en cuanto patrones de asentamien-
tos y territorios, sino también como linajes gobernantes, se desarrollaron
asociaciones institucionalizadas en la figura del cacicazgo. Esto quiere
decir que si bien un cacicazgo fue un territorio, también fue una relación de
señorío entre el cacique y la "gente del común" de sus pueblos. El cacicazgo
estableció relaciones que no dependieron de la contigüidad territorial sino
de las alianzas matrimoniales, de los derechos de sucesión y de los privile-
gios que le reconoció la Corona, tales como el tributo, la posesión de escla-
vos y el gobierno y la administración de sus pueblos a través de la figura del
gobernador, que en algunos años pudo ser el mismo cacique o alguien muy

150 Alvarado (1962 [1593]), folio 151v.


ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 417

cercano a él; i) la institucionalización del cabildo en los pueblos de la Mix-


teca incorporó al gobierno a los "principales" y los diferenció de los "mace-
huales" o "gente del común". El cabildo fue una representación política,
religiosa y territorial de sus pueblos, pero subordinada a los privilegios del
cacicazgo y al corregidor español o al encomendero, cuando lo hubo, y j) a la
figura del cacique, del cabildo y del encomendero o del corregidor, se agre-
ga la del clérigo o fraile del pueblo, quien desarrolló actividades de evange-
lización, pero también de organización política y económica. Cada ñuu es
también una parroquia y, por lo tanto, la organización de un ciclo ritual, un
ciclo productivo, una administración de ingresos y egresos de la comuni-
dad, y una entidad nucleada alrededor de un santo patrono cristiano que
heredó características de la antigua deidad prehispánica.
El resultado de esta serie de características enlistadas es una realidad
que integra a la distribución territorial de los siqui, ñuu y yuhuitayu colonia-
les, las relaciones personales y familiares que no se enmarcan en el sistema
cabeceras-sujetos de los españoles, sino que lo atraviesan, conformando
una dinámica social más flexible y complicada. En el periodo colonial cada
ñuu continuó siendo un pueblo, un linaje, un paisaje ritual y un territorio
delimitado.

REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS

Acuña, René (comp.) (1984), "Relación de Texupa", en Relaciones geográficas del


siglo XVI: Antequera, t. II, Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM,
México, pp. 219-220.
- (1984), "Relación de Tilantongo", en Relaciones geográficas del siglo XVI: Antequera,
t. II, Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM,México, pp. 223-248.
- (1984), "Relación de Teozacualco y Amoltepeque", en Relaciones geográficas del
siglo XVI: Antequera, t. II, Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM,
México, pp. 127-151.
- (1984), "Instrucción y memoria de las relaciones que se han de hacer para la
descripción de las Indias, que su Majestad manda hacer, para el buen gobierno
y ennoblecimiento dellas", en Relaciones geográficas del siglo XVI: Antequera,
t. II, Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM,
México, pp. 16-21.
AguirreBeltrán, Hilda (1999), "El mapa de Texupan", Amerindia, Revue d'ethnolin-
guistique amérindienne, 23, traduction et altérité linguistique, t. II, Centre
National de la Recherche Scientifique, París, Francia, pp. 15-33.
418 ESTUDIOS DE CASO

Alvarado, fray Francisco de (1962 [1593]), Vocabulario en lengua mixteca, reproduc-


ción facsimilar con un estudio de Wigberto Jiménez Moreno y un apéndice con
un Vocabulario del Arte en lengua mixteca de fray Antonio de los Reyes, INI-INAH,
México.
Bailey, Joice Waddell (1963), An Interpretation of the Map and Relacion of Texupa in
Oaxaca, Mexico and an Analysis of the Style of the Map, tesis de maestría, Tulane
University, Tulane.
-- (1973-1974), "Map of Texupa (Oaxaca, 1579): A Study of Form and Meaning",
The Art Bulletin, vol. LIV,núm. 4, pp. 452-472.
Berdan, Frances F., y Patricia Rieff (1992), The Codex Mendoza, 3 vols., Universityof
California Press, Berkeley, Los Ángeles, Oxford.
Bernal, Ignacio (1948-1949), "Exploraciones en Coixtlahuaca, Oaxaca", Revista
Mexicana de Estudios Antropológicos, t. X, México.
Borah, Woodrow, y Sherburne F. Cook (1977 [1968]), "La transición de la época
aborigen al periodo colonial: el caso de Santiago Tejupan", en J. E. Hardoy y
R. P. Shaedel (comps.), Asentamientos urbanos y organización socioproductiva
en la historia de América Latina, Ediciones SIAP,México.
Burgoa, Francisco de (1997 [1674]), Geográfica descripción de la parte septentrional
del Polo Artico de la América y, nueva iglesia de las Indias Occidentales, y sitio
astronómico de esta Provincia de Predicadores de Antequera, Valle de Oaxaca,
2a parte, t. 1, edición facsimilar, México, Juan Ruiz, año de 1674, Gobierno del
Estado de Oaxaca-u AM-Conaculta-Universidad Autónoma Benito Juárez de
Oaxaca-Grupo Editorial Miguel Ángel POITÚa,México.
Byland, Bruce Edward (1980), Political and Economical Evolution in the Tamauda:
pan Valle, Mixteca Alta, Oaxaca, México: a Regional Approach, The Pennsylvania
State University, tesis doctoral. microfilms international, Ann Arbor, Michigan.
Carrizosa, Santiago (1994 [1777]), "Tepozcolula. Ms. 2450, núm. 51 (núm. 94), 1pla-
no, fojas 206-206v y 203-207", en Manuel Esparza (comp.), Relaciones geográ(¡-
cas de Oaxaca, 1777-1778, ctnsxs-Instítuto Oaxaqueño de las Culturas, México,
pp. 314-321.
Caso, Alfonso (1992a [1949]), El mapa de Teozacualco, Colegio de Oaxaca-Universi-
dad Teconológica de la Mixteca-Casa de la Cultura Oaxaqueña, Oaxaca, México.
-- (1992b [1979]), Reyes y reinos de la Mixteca. Diccionario biográfico de los seño-
res mixtecos, FCE,México.
Covarrubias Orozco, Sebastián de (1979 [1611]), Tesoro de la lengua castellana, o
española, edición de Luis Sánchez, Madrid, CD-ROM: Historia de la lexicogra-
fía española peninsular, CD-2,serie VIII, Lingüística y antecedentes literarios de
la península ibérica, Colección Clásicos Tavera.
ÑUUNDAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 419

Dahlgren de Jordan, Barbro (1966 [1954]), La mixteca: su cultura e historia prehis-


pánicas, 4a edición, Dirección General de Publicaciones, u AM, México.
Diario Oficial de la Federación (1951), órgano del Gobierno Constitucional de
los Estados Unidos Mexicanos, 1. CLXXXIV,núm. 33, 9 de febrero, México,
pp. 8-9.
Doesburg, Sebastian van (2001a), "De linderos y lugares: territorio y asentamiento
en el lienzo de Santa María Nativitas", Relaciones, Estudios de Historia y Socie-
dad, núm. 86, vol. XXII, El Colegio de Michoacán, México, pp. 15-82.
-- (2001b), Códices cuicatecos Porfirio Diaz y Fernánde: Leal, edición facsimilar,
contexto histórico e interpretación por Sebastián van Doesburg, Gobierno del
Estado de Oaxaca-Grupo Editorial Miguel Ángel POITÚa,México
Durán, Diego fray (1995 [1867]), Historia de las Indias de Nueva España e Islas de
Tierra Firme, estudio preliminar de Rosa Camelo y José Rubén Romero, Cona-
culta, México.
García García, Ángel, Oaxaca. Planos de distritos, red de caminos, municipios y loca-
lidades, s. e., Oaxaca, México, s. a.
García García, Rosa, y Elena Palacios González (1976), Atlas arqueológico del estado
de Oaxaca, núm. 23, INAH, Dirección de Centros Regionales, México.
Gerhard, Peter (1986 [1972]), Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821,
trad. de Stella Mastrangelo, mapas de Reginald Piggott, Instituto de Investiga-
ciones Históricas, U AM, México.
-- (1992), Síntesis e índices de los mandamientos virreinales 1548-1553, Serie do-
cumental 21, Instituto de Investigaciones Históricas, u AM, México.
Guzmán, Eulalia (1934), "Exploración arqueológica en la Mixteca Alta", Anales del
Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, t. I, quinta época, Talleres
Gráficos de la Nación, México, pp. 17-42.
Jansen, Maarten (1982), Huisi tacu. Estudio interpretativo de un libro mixteco anti-
guo: Codex Vindobonensis Mexicanus 1, publicaciones del Centro de Estudios y
Documentación Latinoamericanos, Amsterdam, Holanda.
Jiménez Moreno, Wigberto (comp.) (1962), Vocabulario en lengua mixteca, de fray
Francisco de Alvarado, reproducción facsimilar con un estudio de Wigberto
Jiménez Moreno y un apéndice con un Vocabulario del arte en lengua mixteca de
fray Antonio de los Reyes, INI-INAH, México.
Kelly,Isabel, y Ángel Palerm (1952), The Tajin Totonac. Part l. History, Subsistence,
Shelter and Technology, Smithsonian Institution, Institute of Social Anthropology,
publication núm. 3, United States Government Printing Office, Washington.
León, Nicolás (comp.) (1933), Códice Sierra. Fragmentos de una nómina de gastos del
pueblo de Santa Catarina Tejupan (Mixteca Baja, Estado de Oaxaca) en geroglífi-
420 ESTUDIOS DE CASO

co popoloca y esplicación en náhuatl. 1550-1564, dirección y corrección del pro-


fesor de etnología del Museo Nacional de México, doctor N. León, traductor de
las glosas nahuas de Mariano de Rojas, México.
Lockhart, James (1999 [1992]), Los nahuas después de la conquista. Historia social y
cultural de los indios del México central, siglos XVI-XVlll, FCE,México.
López García, Ubaldo (coord.) (1998 [1993]), Códice Muro, 2· edición, Instituto
Oaxaqueño de las Culturas, CIESAS, Oaxaca, México.
Molina, fray Alonso de (2001 [1555-1571]), Vocabulario en lengua castellana y mexi-
cana y mexicana y castellana, Estudio preliminar de Miguel León Portilla, 4"
edición, Editorial PODÚa, México.
Paddock, John (1966-1970), "Oaxaca in Ancient Mesoarnerica": en John Paddock
(comp.), Ancient Oaxaca. Discoveries in Mexican Archaeology and History, Stan-
ford University Press, Stanford, California, pp. 83-242.
-- (1953), Excavations in the Mixteca Alta, Mesoamerican Notes 3, Departament
of Anthropology, Mexico City College.
Paillés Hernández, María de la Cruz (comp.) (1993a), Documentos del archivo del
doctor Alfonso Caso para el estudio de la Mixteca (Ramo Civil), INAH,Colección
Fuentes, México.
-- (comp.) (1993b), Documentos del archivo del doctor Alfonso Caso para el estudio
de la Mixteca (Ramo Tierras), INAH,Colección Fuentes, México.
Paso y Troncoso, Francisco del (comp.) (1905), "Suma de visitas de pueblos por
orden alfabético. Manuscrito 2.800 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Anóni-
mo de la mitad del siglo XVI",en Papeles de Nueva España, publicados de ordeny
con fondos del Gobierno Mexicano por Francisco del Paso y Troncoso, t. 1, Esta-
blecimiento Tip, "Sucesores de Rivadeneyra", Madrid.
Plunket, Patricia (1990), "Patrones de asentamiento en el valle de Nochixtlan y su
aportación a la evolución cultural en la Mixteca Alta", en Marcus Winter
(comp.), Lecturas históricas del estado de Oaxaca, vol. 1, Época prehispánica,
INAH-Gobiernodel Estado de Oaxaca, México, pp. 349-378.
Reyes, Antonio de los (1959 [1593]), Arte en lengua mixteca, Publié par le Cornte H.
de Charencey, México.
Rincón Mautner, Carlos (1999), Man and the Environment in the Coixtlahuaca Basin
of Northwestern Oaxaca, Mexico: Two Thousand Years of Historical Ecology, tesis
doctoral, University of Texas at Austin, UMI'sDessertation Services, Ann Arbor,
Michigan.
Romero Frizzi, Maria de los Ángeles (1990), Economía y vida de los españoles en la
Mixteca Alta 1519-1720, INAH-Gobierno del Estado de Oaxaca, Oaxaca, México.
Sacchi, Duccio (1986), "Imagen y percepción del territorio según los mapas mixte-
UU DAÁ-TEXUPAN: LUGAR DEL AZUL 421

cos (1595-1617)", Historias, revista de la Dirección de Estudios Históricos del


INAH, México, octubre-diciembre, pp. 19-29.
Sahagún, Bernardino de (1992), Historia general de las cosas de la Nueva España
escrita por Bernardino de Sahagún y fundada en la documentación en lengua
mexicana recogida por los mismos naturales. La dispuso para la prensa en esta
edición, con numeración, anotaciones y apéndices Ángel María Garibay, 8a edi-
ción, Editorial POITÚa,México.
Smith, Mary Elizabeth (1973), Picture Writing from Ancient Southern Mexico. Mixtec
Place Sign and Maps, University of Oklahoma Press, Oklahoma.
Spores, Ronald (1967), The Mixtec Kings and their People, University of Oklahoma
Press, Norman, Oklahoma.
-- (comp.) (1992), Colección de documentos del Archivo General de la Nación
para la etnohistoria de la Mixteca de Oaxaca en el siglo XVI, Vanderbilt Univer-
sity Publications in Anthropology, Nashville, Tennessee.
Terraciano, Kevin (1994), Ñudzahui Histor: Mixtec Writing and Culture in Colonial
Oaxaca, tesis doctoral en historia, University of California, Los Ángeles, Cali-
fornia.
Wake, Eleanor, y Phil Stokes (1997), "Mixtec Manipulations: Pictographic History
and Cultural Identity in the Art of Early Colonial México". Journal of Latin
American Lore 20:2, uctx, Latin American Center, University of California, Los
Ángeles, pp. 209-248.
Winter, Marcus (1986), "La dinámica étnica en Oaxaca prehispánica", en Alicia
M. Barabas y Miguel A. Bartolomé (coords.), Etnicidad y pluralismo cultural. La
dinámica étnica en Oaxaca, INAH, México, pp. 97-141.

Archivos consultados

Archivo General de la Nación (AGN).


Archivo Municipal de Tejupan.
Secretaría de la Reforma Agraria, 20 Delegación, ciudad de Oaxaca, Oficina: Archi-
vo General.
VI. ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO:
TRASUNTOS DEL POBLAMIENTO y LA GEOGRAFÍA
SAGRADA DEL ALTEPETL DE YECAPIXTLA

ÁNGEL JULIÁN GARCíA ZAMBRANO

DESDE la llegada de los españoles a México se diferenciaron entre las comu-


nidades indígenas dos modos de poblamiento que dieron lugar a las distin-
ciones de Pueblo nuevo y Pueblo viejo. La primera de ellas identificó al esta-
blecimiento urbano fundado por los frailes o los colonos europeos con
apego a normas restrictivas del "vivir en policía", las cuales proveyeron el
trasunto de la geometría reticular de los asentamientos. La segunda, corres-
pondiente al pueblo viejo, fue más compatible con la preferencia indígena
por residir de modo extendido en espacios periféricos reverenciados, expre-
sando así su adherencia al ancestral altepetl prehispánico. Sin embargo,
restructuraciones coloniales del altepetl transformaron su constitución ori-
ginaria, con base en el calpolli y sus subunidades celulares, en pueblos
cabeceras y pueblos sujetos. Mediante este esquema los españoles lograron
consolidar la programada conformación colonial de poblados articuladores
de amplias superficies. Frecuentemente los poblados se organizaron con
los habitantes de los antiguos asentamientos prehispánicos. Especialmente
ello ocurrió donde el aspecto extendido y controlado por efectivos lazosde
parentesco lograba cohesionar al núcleo y la periferia de los calpolli y altepe-
me. En puntos nodales del elaborado sistema se fundaron pueblos o barrios
urbanos que en algunos casos se identificaron con el mote de "el nuevo",
acepción que artificiosa y temporalmente los diferenciaba del antiguo lar
donde se habían asentado. Fue en este contexto que los indígenas llegaron
a preservar la conciencia de la interrelación física con el lugar originarioy
la añoranza por repoblar en algún momento el sitio al que se le adscribierala
nostálgica designación de "el viejo".
El presente estudio intenta esclarecer la naturaleza del complejo proceso.
Para ello se analizará el ascenso de Yecapixtla como cabecera colonialde
una considerable porción del territorio de la antigua Cuauhnahuac. Ello
422
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 423

indistintamente del desempeño que se arrogara como un altepetl emer-


gente que aprovechó las restructuraciones territoriales surgidas de los
repartos de encomiendas y reasignaciones tributarias en tiempos de Her-
nán Cortés. Simultáneo a la metamorfosis de Yecapixtla, se intercalaron los
cambios del antiguo y periférico Zahuatlan, probable tlaxilacalli que se
transmutara en barrio agregado de la nueva cabecera y que eventualmente
adoptara la denominación de Zahuatlan "el nuevo". Desde entonces, la dis-
tinción que llegó a observarse entre el núcleo nuevo agregado y aquel de
data prehispánica que lo originara fue la adscripción de este último al para-
je sagrado de una barranca. Contraparte de los cerros percibido s como si
fueran vasijas u ollas llenas de agua, la barranca constituía una prolonga-
ción y salida del inframundo acuático, misma que en la mentalidad indíge-
na servía de base a dichos macizos. Por extensión metafórica del proceso,
las cañadas facilitarían el surgimiento figurado de las generaciones de
ancestros que en el pasado habían ayudado a las migraciones en su arribo a
los distintos sitios de poblamiento.! De allí que tanto los calpolli como sus
unidades celulares compartieran la ritualidad y carácter sagrado implícitos
en los sustratos alegóricos de la geografía del altepetl.
Dentro del aludido universo de relaciones, el capítulo considerará los
significados toponímicos, los referentes iconográficos y los pasajes de ma-
nuscritos coloniales que insinúan la asociación de las barrancas con la pre-
sencia de serpientes acuáticas. Aparentemente, la presencia de estas últi-
mas se asociaba a la idea de un instante de gestación acaecido en el interior
de una vasija. De un modo que paulatinamente se ha venido recuperando,
esta vasija primordial se identificaba con la geografía donde se establecían
los altepeme. En virtud de los fragmentarios datos documentales con los
que se elabora la propuesta, el argumento se apoyará en algunos casos ex-
ternos al área de Yecapixtla. La similitud en la percepción del paisaje
sacralizado confirma el fundamento común sobre el cual pudo haberse ela-
borado este tipo de manifestaciones culturales en el vasto territorio de Me-
soamérica.

I García Zambrano (2006) y s. f., en prensa. Grave (1987), p. 431, considera que las fisuras
barrancosas de la cima y el tajo que forman las montañas gemelas de Chalcatzingo debieron
de haberse visualizado literalmente como el portal de entrada o salida del inframundo.
424 ESTUDIOS DE CASO

Co FORMACIÓNDEL ALTEPETLCOLONIALDE LA CABECERADE YECAPIXTLA

Desde la época de la expansión mexica correspondiente al gobierno de Moc-


tezuma Ilhuicamina (ea. 1440-1469) comenzó a perfilarse la existencia del
altepetl de Yacapichtlan (Yecapixtlaj.s Según Druzo Maldonado Jiménez,
para ese entonces, y junto a sus pares sociopolíticos de Huaxtepec (Oaxte-
pec), Yauhtepec (Yautepec) y Tepoztlan, alcanzó a librarse Yecapixtla del
ascendiente de Chalco, pasando a conformar una entidad tributaría mexica
mediatizada por la presencia de Xochimílco.> Dada su función de altepetl
asociado a la confederación de la Triple Alianza, Yecapixtla y sus diversos cal-
polli participaron en campañas militares y guerras floridas de los tenochcas
que requirieron de su respaldo." Distintos cronistas reportan los tributos en
mano de obra, oro y especie de los "acapichtlas" para las obras de ampliación
del Templo Mayor.> En tanto entidad provincialmente adherida a los poderes
de la Triple Alianza, Yecapixtla fue parte de Huaxtepec, organismo sociopolí-
tico superior que junto a Cuauhnahuac integraban los dos altepeme mayores
de un área de la Tlalnahuac en el actual estado de Morelos, la cual abarcaba a
Yauhtepec, Tepoztlan, Totolapan y Ocuituco.s A esta estructura político-terri-
torial se había llegado mediante imposición mexica, la cual requería de una
mayor integración administrativa de las entidades existentes en el área.?
Al suceder la Conquista por parte de los españoles, Cuauhnahuac y
Huaxtepec se separaron dando paso al surgimiento de Yecapixtla en cali-
dad de cabecera. Así fue como Yecapixtla se constituyó también en una de
las cuatro villas que conjuntamente con Yautepec, Huaxtepec y Tepoztlan
conformaron parte importante del marquesado de Hernán Cortés." Cortés

2 Yacapichtlan, Yacapitztlan, Ayacapistla, Acapistla, Acapixtla, Yecapistla son algunas de

las formas en que se castellanizó el nombre del altepetl colonial de Yecapixtla. Las implicacio-
nes de la expansión mexica en el área de la Tlalnahuac son tratadas por M. Smith (1986),pp.
76-79, Y Maldonado Jiménez (1990), p. 45.
3 Maldonado Jiménez (1990), p. 45.

4 M. Smith (1986), p. 81; Maldonado Jiménez (1990), pp. 47-5l.

5 Durán en Maldonado Jiménez (1990), p. 49.


6 Gerhard (1986), p. 98.

7 M. Smith (1986), pp. 81-82; Maldonado Jiménez (1990), p. 60.


B Acuña (1985), "Relación de la Villa de Acapiztla", I. p. 212. Sobre el oportunismo que inci-
tó a los calpolli y tlaxilacalli a adquirir el rango de cabeceras, véase a Gerhard (1970b), pp. 30
Y 32. Originalmente reconocida como "cabecera de por sí", Yecapixtla adquiere la designación
de villa en título concedido a Cortés otorgándosele dicho asentamiento en encomienda perpe-
tua; véase Gerhard (1986), p. 97.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 425

promovió encomiendas en el área que contravinieron la constitución étnica


del calpolli basado en la consanguinidad y el linaje. Algunas declaraciones
ilustran lo circunstancial del episodio:

Digo que los dichos indios que dicen ser principales [en Yecapixtla]nunca
tuvieron mayequesni las tierras en que los dichos indios estan no son suyas ni
ellos son señores como dicen en su petición ni nunca lo fueron ni muchos
dellos son principales y las tierras que dicen ser suyas las [h]an usurpado al
pueblo sin [h]averseentendido.?

Aparentemente, el altepetl de -Yecapixtla, de tener una importancia


secundaria en tiempos prehispánicos, pasó no obstante a ser cabecera colo-
nial con sus correspondientes calpolli y tlaxilacalli circunvecinos que los
españoles denominaron sujetos, barrios, estancias, rancherías o caseríos.
Se preservó así la variabilidad de densidad poblacional que caracterizaba
al calpolli respecto de las subunidades celulares de la periferia. Sobre tal
proclividad al modo extendido de vida, O'Mack invoca los testimonios reca-
bados por Cruz y Moya en 1540 para el área de Huaxtepec cercana a Yeca-
pixtla: "No había poblazón formada, porque cada uno vivía donde tenía su
maíz o le parecía". 10
En su papel de agente receptor de tributación y proveedor de mano de
obra destinada a servicios en el periodo colonial temprano, Yecapixtla se
adecuó a las decisiones tanto de Hemán Cortés como de la Real Audiencia
de México. De este último organismo emanaban medidas destinadas a su-
pervisar el cumplimiento del empleo racionalizado de mano de obra indí-
gena, concentrada en pueblos cabecera o asentamientos doctríneros, como
fue el caso de Yecapixtla. Al examinar los sesgos estadísticos tributarios
tanto de la parte representativa del marquesado como de los funcionarios
que antagonizaban a Cortés en la Real Audiencia de México, y los de los pro-
pios indígenas, puede deducirse el estado del altepetl de Yecapixtla hacia
1551.Acorde a lo reportado por el oidor Antonio Rodríguez de Ouesada,

9 "Ouaderno de los indios mayeques que tienen los principales de los sujetos cada uno por

sí particularmente", expediente anexo al manuscrito intitulado "Códice de las cabezas de lina-


je" Archivo General de la Nación [en lo sucesivo AG ] (1564), Ramo: Hospital de Jesús [en lo
sucesivo HJ], lego276, exp. 78, fol. 30r. Basado en Gerhard, O'Mack (1985), p. 29, refiere la cir-
cunstancial preeminencia colonial de Yecapixtla, surgida de las alteraciones sociopolíticas crea-
das a la llegada de los españoles; véase también la reciente traducción al español de la tesis de
maestría de O'Mack (2003), p. 34.
10 O'Mack (2003), p. 27.
426 ESTUDIOS DE CASO

parecía conveniente moderar las tasaciones iniciales de dicha villa, en vir-


tud de la disminución demográfica que se había presentado en la cabecera
y los sujetos.t ' Desde lo argüido por el oidor, estas comunidades debían
adscribirse en calidad de pueblos de la Corona, recompensándoselas por
su activo papel en la reedificación española de México-Tenochtitlan.'?
Además, si se regulaban las excesivas tasaciones del marquesado sería
posible la recuperación demográfica de la cabecera de Yecapixtla, facili-
tándose la doctrina promovida por el clero regular. En palabras del oiclor
Quesada:

Sobre que no pueden cumplir el tributo en que estan tasados [ ... ] dixo que con-
firmandose con las leyes e provisiones e cedulas reales [ ... ] de su Majestad
manda que los indios tributen lo que buenamente pueden dar y tributar sin
vejación ni molestia alguna por manera que sea menos de lo que tributaban en
tiempo de la infidelidad pasada e que se tenga respecto a que les quede con que
se puedan sustentar sus hijos e que mejor puedan ser doctrinados e industria-
dos en las cosas de nuestra Santa Fe Catolica e para que los indios de Acapistla
y sus subjetos sean reservados en recompensa de los trabajos e servicios perso-
nales de obras y edeficios que se [h]an fecho porque de aquí en adelante se tor-
ne a poblar e se puedan perpetuar e conservarP

Previniéndose de eventuales reacciones de parte del marquesado, el


oidor confirmó temporalmente la tasación concedida a Hemán Cortés. Por
consiguiente, éstas sirvieron a efectos comparativos respecto de las supe-
riores tasaciones con que Juan Bautista de Marín, representante de los he-
rederos de Cortés, pretendía gravar en 1564 a la cabecera de Yecapixtla y
sus sujetos. En voz del funcionario de la Real Audiencia de México, Rodrí-
guez de Quesada:

11 Aún en 1564 se reportaba que "Los naturales de sta Villa e sujetos [h]an adelgazado y
muerto mucha cantidad de jente y no [h]ay dia que no se entierren [... ] de cuya causa se [h]a
apocado e se apoca la dicha jente", en "Quenta e vesita de la Villa de Yacapistlan", 03/02/1564,
AGN, HJ, lego276, exp. 78, fol. 67v.
12 Desde 1549 se preparaba la visita de los pueblos del marquesado, a fin de ajustar las pre-
bendas en vasallo s y tributos que Cortés se había arrogado a sí mismo según la concesión real
de 1529. Además de verificarse el tenor de los servicios personales prorrateado en obras públi-
cas, tendría lugar la prohibición del traslado de cal a la ciudad de México sin remuneración y
abastecimiento de comida; Sarabia Viejo (1978), pp. 385-386.
13 "Ouaderno de los indios mayeques ... ", AGN, HJ, lego276, exp. 78, fol. 33r.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL UEVO 427

De aquí en adelante lo dichos indios de Acapistla y sus subjetos den y tributen


a dicho Marques por cada un año dos mil e quinientos pesos de oro y no otra
cosa den e paguen lo dichos indios [... ] demas de la comida que sean obliga-
dos a dar por tasación y moderacion que hasta aquí [h]an tenido e tienen [...]
[en] espacio de diez años [... ] e mando [...] en cada un año al dicho Marques
[se le cultivase] una sementera de trigo de doscientas brazas en quadra dando
la semilla el dicho Marques el qual dicho trigo que asi se beneficiare y cogiere
lo han de dar puesto en la dicha cabecera de Acapístla.t '

En dos expedientes clave integrados en una visita realizada en 1564 se


puede constatar el engorroso litigio entre el marquesado y la Real Audien-
cia respecto del régimen tributario que debía implementarse en esta nueva
cabecera. De la "Ouenta e vesita de la Villa de Yacapistlan e sus sujectos",
realizada por el doctor Alonso de Zorita en 1564, se coligen los intereses
entre las partes. 15 Habida cuenta la investidura judicial de Zorita, el visita-
dor instrumentó una probanza o cuestionario indagatorio suministrado a
los contendientes. Del conjunto de las respuestas se pueden extraer las
motivaciones del litigio. Mientras el representante legal del marquesado
pugnaba por incrementar las tasaciones, 16 reeditándose las viejas preten-
14 "Quademo de los indios mayeques ... ", AG ,HJ, lego 276, exp. 78, fols. 33r-33v.
15 Desde el punto de vista de Juan Bautista Marín. representante legal de Martín Cortés,
hijo del adelantado, en "La dicha Villa de Yacapichtlan y sus sujectos tienen muchas tierras de
regadio y secano [... ] en que recogen los naturales mucha cantidad de maiz e trigo dos vezes al
año demas de mucha cantidad de frixoles, chia, xitomates e otros muchos grupos de legum-
bres e muchos melones e sobre todo mucha cantidad de algodón [... ] de que tienen muy gran-
deprovecho [ ] de que ganan mucho dinero con lo que dicho es a cuya causa estan sin nece-
sidad alguna [ ] e demas desto su odicho hazen todos ellos juntos una sementera de trigo de
doscientas brazas en quadra [... ] que por ser los dichos indios tan ricos [ ] [h]an estado y
estan muy sobre llevados [o favorecidos] en el tributo que [h]an dado e dan [ ] y [h]an estado
yestan muy contentos por ser como es muy poco el dicho tributo conforme a su po ibilidad e
como nunca [h]an acudido a [... ] la Real Audiencia de México [a que] les quitasen ningun tri-
buto porque si estuviesen agraviados ya se hubieran quexado y a que les hubieran quitado
alguntributo para que hubiera alguna exerni sion como en muchos pueblos de la ueva España
lohan pedido [... ]", en "Ouenta e vesita de la Villa de Yacapistlan ... ", 03/0211564, AGN, HJ, lego
276,exp. 78, fols. 44r-44v.
16 Además de considerar exigua la tasación oficialmente reconfirmada en 1551, la parte del
marquesado reportó la suficiente existencia de indígenas tributarios en calidad de justificante
delincremento de las tasas: "Tan solamente [h]an dado e dan de todo ello al dicho Señor Mar-
quesdos mili e trescientos peso de oro comun en cada un año e todo el trigo que se [h]a cogi-
doen la sementera como paresce por la tasación que pido se muestre de esto e todo lo demas
deltributo se le ha quedado en sus comunidades que es muy grande cantidad para ser como
haymas de dos mil tributarios en esta dicha Villa y sus sujectos como parece por u padrones
queansi mesmo pido e muestren [... ] de lo qual el dicho Señor Marques [h]a recibido notorio
428 ESTUDIOS DE CASO

siones señoriales de Hernán Cortés, la Corona procuraba neutralizarlas,


intentando recuperar el ascendiente sobre los poblados indígenas. Junto a
la intervención del clero regular con métodos de sujeción pastoral condu-
centes a la eventual compra o cesión por donación de las tierras de los indí-
genas, se completaba el marco de tensiones incidentes en el deslinde de
Zahuatlan "el nuevo", respecto del antiguo sujeto eventualmente identificado
con el mote de "el viejo". Contrastaba ello con la facilidad con que al marque-
sado le parecía "que los dichos indios sin vexacion alguna pueden dar e
pagar de tributo cada uno en cada un año dos pesos de oro comun [...] [lo]
que les da suficiente para su sus tentación e para casar [a] sus hijas e vivir
descansadamente ... "17 Éstos a su vez contraargumentaron por medio del
regidor indígena de la villa refiriendo impedimentos de orden demográfico,
indisponibilidad de tierras de riego permanente y dificultad para cumplir
con las cuotas tributarias en metálico o en especie.I'' Todo lo cual generaba
un marcado ausentismo surgido de la conveniencia de adquirir alimentos
destinados al trueque en los mercados del área de Chalco. Dicha transacción
les permitía obtener magras ganancias utilizadas en el pago de tasaciones
requeridas por la Corona.t? Como colofón de sus supuestos agravios, dra-
máticamente informaron al visitador que "ya no tienen sobras de comuni-
dad [... ] [ni para] sus justicias e Iglesias porque todo [se] lo lleva el Señor
Marques de cuya causa padecen necesidad por tener que dar [contribucio-
nes] a los religiosos que los van a doctrinar y [a] decir misa".2o
De los argumentos que llevaron a las partes a procurar ventajas desde
sus puntos de vista, se pueden extraer elementos inherentes a la transmuta-

agravio [... ]", en "Quenta e vesita de la Villa de Yacapistlan ... ", AGN, HJ, 03/02/1564, lego276,
exp. 78, fol. 44v.
17 "Quenta e vesita de la Villa de Yacapistlan", AGN, HJ, 03/02/1564, lego276, exp. 78, fol. 45r.
18 "La mayoria [de las tierras] estan por labrar por haber poca gente [... ], [aunque] hay

alguna tierra de riego, aun el agua es poca porque como viene de otras jurisdicciones no la
dejan pasar muchas veces [... ] ni se da ningun algodón [... ] ni tienen trato [comercio] ni con-
trataciones ni granjerías, antes son muy pobres e miserables y no viven mas de con el maiz que
siembran y con lo que hilan e tejen las mujeres se sustentan y pagan su tributo [... ]", en "Quen-
ta e vesita de la Villa de Yacapistlan ... ", AGN, HJ, 03/02/1564, leg. 276, exp. 78, fols. 64r y 67r.
19 "Que por falta de tan poco mayz e chia e frisoles [... ] van al tianguis y mercado de Gua-
tepequez [Oaxtepec] y compran algun chile y algodón e fruta e otras cosas y lo llevan por la
provincia de Chalco y rescatan mayz e frijoles e chia pa[ra] traello a esta Villa para se poder
sustentar y pagar su tributo [... ] Y si mas tributo se les cargare seria causa de que se ausenta-
sen e fuesen a vivir a tierras ajenas fuera de su natural [... ]", en "Ouenta e vesita de la Villade
Yacapistlan", AG ,HJ, 03/02/1564, leg. 276, exp. 78, fol. 64r, 67r y 67v.
20 "Ouenta e vesita de la Villa de Yacapistlan ... ", AG ,HJ, 03/02/1564, lego 276, exp. 78,
fol. 67v.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 429

ción del Yecapixtla prehispánico en cabecera y villa designada por Cortés


de pueblos sujetos. Tocante a la moderación en la tasación que la Real
Audiencia veía compadecida con canonjías menores a "lo que tributaban
en tiempos de la infidelidad pasada", correspondían los esfuerzos reales
por redimensionar las apetencias señoriales del marquesado. Mostrándose
afecta al estatus de vasallos por parte de indígenas con capacidad para tri-
butar, la administración virreinal confiaba en poder sustraer a Yecapixtla
del ascendiente de la familia de Hernán Cortés. De allí que la Real Audien-
cia promoviera aún en 1551 la calidad de "reservados" a pobladores de la
referida cabecera "en recompensa de los trabajos e servicios personales de
obras y edificios" efectuados en la capital virreinal. Por consiguiente,
dichos vasallos debían pasar a adquirir el estatus correspondiente al de
reservados concentrados en pueblos de la Corona.é ' Sin embargo, después
de haber salido airoso Cortés de su confrontación con la realeza sobre la
materia de las encomiendas (1528-1530), asegurando sus legados persona-
Jesdentro del marquesado.s- se tornaron remotas las posibilidades de los
indígenas de Yecapixtla de obtener moderación en las tasaciones. Al contra-
rio, implementándose en la villa los mecanismos de la tributación reforma-
da con intervención de la Real Audiencia para fijada, terminó retasándosele
con beneficio para el marquesado.s- Independientemente de las reformas
que produjeron la supresión del servicio personal como parte del tributo,
predominó el criterio de la disponibilidad de indígenas tributarios que
marcaban las cuotas fijadas por la Corona. Transcurridos tan sólo dos
meses de concluida la probanza de Alonso de Zorita, realizada en febrero
de 1564, se oficializaron los emolumentos siguientes:

Desde principio de mayo primero de enero deste año en adelante los dichos
naturales den de tributo al dicho Marques del Valleen cada un año seis mill e
ciento e cinquenta pesos de oro comun pagados por los tercios del año y mas
tres mil y setenta y siete hanegas de maiz al tiempo de la cosechapuesto en la
cabecera de la dicha Villa[...] y que sea carga del dicho Marques de dar [...]

21 García Zambrano (2001a), pp. 460-461 Y 464.


22 "La reina al presidente y oidores de la Nueva España. Real cédula dada en Madrid, a 9 de
junio de 1530 [... ] Y pide se le hagan tomar [a Cortés] las dichas haciendas con todo lo multi-
plicado en ellas"; Zavala (1984), p. 15.
23 Del prorrateo establecido mediante el examen de los padrones presentados por los "cal-
pules" y "tequitatos" de los barrios y estancias sujetas, se localizaron cerca de 8 000 tributarios
enla visita del oidor Zorita, por lo que la Real Audiencia aceptó y refrendó las reclamaciones
delmarquesado; véase "Tasaciones de Acapistla hasta 1564", en Zavala (1984), pp. 307 Y 312.
430 ESTUDIOSDE CASO

para sustentación de los religiosos que residieren en el monasterio [...] y tuvie-


ren a cargo la doctrina de los naturales della que es a cada religioso cien pesos
de oro comun y cinquenta hanegas de maiz lo qual quede en la caxa y casa de la
comunidad della ... 24

ZAHUATLAN
ELVIEJOY ZAHUATLANEL UEVO:METAMORFOSIS
DEU TLAXILACALLI
EN PUEBLOSUJETOY BARRIODEU ACABECERA

El desdoblamiento de la localidad prehispánica denominada Zahuatlan, en


los pueblos viejo y nuevo del mismo nombre de época colonial, se infiere de
diversos pasajes contenidos en una amplia documentación impresa y ma-
nuscrita que incluye a la Relación geográfica de Acapiztla [Yecapixtla] de
1580, las congregaciones de 1595 a 1607, las visitas oficiales de 1605 a 1606
y deslindes de tierras de los siglos XVIIy XVIlI.25 En lo que concierne a la re-
lación del siglo XVIy a manuscritos de siglos posteriores, se identifica indis-
tintamente a Zahuatlan como "estancia" o "barrio", términos empleados
por los españoles para referirse a los periféricos poblados menores de un
altepetl extendido, incluida su modalidad simple o compuesta.s= En virtud
de la correspondencia que fray Alonso de Molina registra entre los términos
"barrio" y "tlaxilacalli", es posible plantear la posible concordancia entre
ambos tipos de densidad poblacíonal.s? Por lo demás, todavía en 1740 se
rememoraba el antiguo origen prehispánico de Zahuatlan como poblado
dependiente de Yecapixtla, dotado de sus propios predios: "En vista de
estos autos de pedimento de los indios de San Martín Saguatlan el viejo
sujeto a Yacapistla [._.] dice que por las diligencias executadas por el te-
niente, y su ynforme, se deduce que este barrio de San Martín Saguatlan el
viejo, como dicen los testigos fue barrio antiguo de Yacapistla, que tenía
sus tierras yaguas ... "28
24 Probanza del oidor Zorita, documento fechado en ciudad de México, 28/0411564,
folio 215; Zavala (1984), p. 307.
25 Acuña (1985), "Relación de la Villa de Acapiztla", I, pp. 212-223.

26 Gibson (1986), p. 36, discriminaba hacia 1960 sobre el sentido con que los españoles
superpusieron a la estructura de pueblos indígenas del valle central de México los vocablos
estancia, barrios y colaciones. Lockhart (1992), pp. 20-21, define al altepetl complejo o como
puesto como aquella entidad integrada por más de un grupo étnico donde la dirección guber-
nativa se compartía entre los tlatoque representativos de dicho organismo; véanse otrosele-
mentos distintivos del altepetl en este volumen.
27 Molina (1977 [1555-1571]), p. 146.
28 "El Alcalde y naturales del pueblo de San Martín Saguatlan el Viejo que habitan enun
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL UEVO 431

El registro pictórico realizado en el mapa-pintura de la relación (fig.


vt.i) por algún tlacuilo o pintor de la localidad muestra la posición origina-
ria del asentamiento en las cercanías de la barranca donde sus pobladores
antaño habitaban. Aunque se carece de documentación de época para pro-
bario, se infiere que en el reducido lapso de 1580 a 1595 los indígenas de
Zahuatlan fueron obligados por los frailes dominicos a repoblarse junto a
la iglesia pintada e identificada con glosas en el mapa de 1580.29 Del intem-
pestivo traslado solamente se cuenta con la sentencia de los informantes de
la Relación geográfica que reportaron al nahuatlato la ubicación del sitio, su
significado toponímico y la presencia de una imagen que debió de venerarse
dentro de la barranca: "La estancia de Zahuatlan, junto de la otra [o poblado
precedente en el registro de la pintura de la relación], en la misma derecera
y demarcación, llamase así, que quiere decir 'puejbl]o de sarna', que se lla-
ma zahuatl, porque hallaron allí un ídolo que estaba pintado con mucha
sarna".30
Parcamente aludido el lugar en los términos acotados por la relación,
debió transcurrir hasta inicios del siglo XVII para que la metamorfosis del
aparente tlaxilacalli en pueblo nuevo y pueblo viejo del mismo nombre
correspondiera a los cambios del altepetl adaptado a cabecera y villa colo-
nial de Yecapixtla. En el interim ocurrido entre 1580 y 1595, los estragos de
una peste forzaron el traslado de los habitantes de la estancia de Zahuatlan,
quienes se agruparon formando un barrio de la cabecera. Documentos de
fines del siglo XVI e inicios del XVII demuestran la perseverancia de los
pobladores del barrio nuevo de Zahuatlan a pernoctar, cultivar y perento-
riamente repoblar la vieja barranca de proveniencia. Dicha historia se vis-
lumbra y recupera de los procesos congregadores, visitas oficiales, recorri-
dos de linderos y trabajos de agrimensura y cartografía realizados en el
área hasta tardíamente en el siglo XVIII.
Los efectos causados por las congregaciones de pueblos de época
delvirrey Gaspar de Zúñiga (1595-1603) se agravaron durante el periodo del
virrey Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros (1603-1607).31
Loque quedaba del armónico balance entre calpolli y tlaxilacallí, agrupados

barrio de Ayacapixtla nombrado Saguatlan Nuevo sobre que se les restituya a su antiguo pue-
blo", año de 1739, AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, fol. 28r.
29 Grijalva (1985 [1624]), p. 59.

30 Acuña (1985), "Relación de la ViUa de Acapiztla", I, p. 215.

31 Particularidades del proceso congregador en este periodo en Torre Villar (1995), pp.
20-40.
"'--_re

FIGURA VI.!. Pintura-mapa de la Relación geográfica de Yecapixtla (1585), Colección


Biblioteca Nettie Lee Benson, Universidad de Texas en Austin, en Acuña (comp.),
Relaciones geográficas del siglo XVI: México, vol. 1, UNAM, Instituto de Investigaciones
Antropológicas, México. ilustración entre las páginas 222 y 223.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 433

estosúltimos junto a ermitas periféricas o "santas cale" (teocalli), fue inevi-


tablemente destruido o en esencia "derrocado'í.V Zahuatlan empezó así a
registrar el desconcierto causado por la actividad congregadora entre 1605
y 1606, reflejándose en los "Autos de la visita que hizo Alonso Moreno
Cano,Juez Conservador de Yecapixtla, a los pueblos de Ticoman, Huaxte-
pec,[A]Chichipi[l]co y Pasulco, por los indios huidos de un lugar a otro".33
Losindígenas del área de Yecapixtla se resistieron a concentrarse en pue-
blosde congregación designados que no tomaban en cuenta a sus altepeme
originarios. Inicialmente, el desconcierto produjo la huida de pobladores
radicados en distintos sujetos de la antigua Tlalnahuac. Yecapixtla fue pre-
cisamente uno de los sitios que cobijó a proscritos escapados de Huitzilac,
quieneshabían sido forzosamente congregados en Tlayacac.>'
Gracias al acto del visitador Moreno Cano, puede ahora conocerse
lacomposición en barrios existentes en Yecapixtla a fines del siglo XVI e ini-
ciosdel XVII. Del análisis de los citados autos se deduce que para esta época
yase había conformado en traza dicha cabecera y villa mediante el agrega-
dode los antiguos tlaxilacalli, que bajo la figura de "barrios" pasaron a inte-
grarel mosaico de sectores urbanizados del refundado altepetl. La densi-
dadde la naciente retícula urbana comenzó a consolidarse con la presencia
deZahuatlan, Tetlicuylucan, Acatepec, Calalpa, Tecucuspan, Tecaxic, Coa-
totalco, Tlaltenango, Coapango, Ayapango, Costoco, Texcala, Zoquiapan y
SanAntonio.s> Lo anterior compagina con los datos recogidos por Alonso
deZorita en 1564, respecto a los más de 8000 tributarios y sus familias que
existíanen el territorio de la cabecera y sus sujetos.
Comparativamente, de las 14 estancias periféricas que integraban el
altepetl/cabecera/villa de Yecapixtla en el siglo XVI, siete u ocho habían sido

32 García Zambrano (2001a), p. 493. Así sucedió con una de las ermitas de San Juan Teoti-

huacan,cuyo "derrocamiento" fue ordenado por el virrey Pedro de Campos cuando los habi-
tantesdel pueblo le suplicaron revocar la orden de congregación del año de 1603; véase AG ,
congregaciones de San Juan Teotihuacan, 15 de septiembre de 1603, vol. 1, fol. 5, y García
Zambrano(2001a), p. 493.
33 "Autos de la visita de Alonso Moreno Cano", 1605-1606, AGN, HJ, vol. 49, exp. 8, fol. 41~
34ldem.
35 "Sobre haverse huido unos indios de un barrio a otro, y consta por dichos Autos que asi
elBarrio de Saguatlan como de Tetlicuylucan, Acatepec, Calalpa, Tecucuspan, Tecaxic, Coato-
talco,Tlaltenango, Coapalco, Ayapango, Costoco, Tescala, Soquiapan y San Antonio son de la
dichaVilla de Ayacapistla, una de las cabeceras de la jurisdicción de Cuernavaca"; en "Autos de
lavisita de Alonso Moreno Cano, 1605-1606", en "Libros de contaduría de Juan Francisco
deAnda, Juez Conservador del Estado del Marquesado, cotejados por Vicente López de Leto-
nael 24 de Marzo de 1794", AGN, HJ, vol. 49, exp. 8, fols. 2r-6v.
434 ESTUDIOS DE CASO

reasentadas en calidad de barrios en el contorno del poblado. De estos


agregados, solamente Acatepec presenta ambigüedad respecto de Ecatepec,
mismo que fuera registrado en la Relación geográfica de Acapizila sin poder-
se establecer una distinción entre ambos.V Zahuatlan en cambio permane-
cía ya agregado, apercibiéndose de las represiones sufridas por indígenas
proscritos, quienes solicitaban permanecer escondidos dentro del mosaico
de estancias reasentadas en la cabecera. Se conocen las dramáticas cir-
cunstancias del proceso a través de las visitas oficiales realizadas en procu-
ra de los huidos. En el ejercicio de su comisión, el funcionario inspecciona-
ba las casas de los distintos barrios con el auxilio de los mandones y
tlayacanques de cada unidad étnica de Yecapixtla:

Alonso Moreno Calvo [... ] y demas oficiales del Gobierno y mandones hizo
Visita General de los indios y yndias, casados y solteros congregados [...] y lle-
vándalos por delante y andando de casa en casa que son el barrio de Tetlicuylu-
can, Acatepeq, Calalpa, Tecucuspan, Tecaxic, Coatotalco, Tlaltenango, Sagua-
tlan, Coapalco, Ayapango, Costoco, Tescala, Soquiapan [y] San Antonio todos
los quales dichos barrios visito el dicho Juez personalmente con sus oficiales
llevando por delante el tlayacanque de cada barrio y entrando en muchas casas
para ver si tenian necesidad de reparos ma[n]dallas [a] reparar y aderezar que
la qual dicha congregación hallo [h]aber según vida del barrio de Tetlicuylucan
a Juan Pablo y su mujer y del barrio de Acatepeque a Juan Lazaro y su mujer y a
Pablo Garcia y su mujer y del barrio de Calalpa [a] Esteban y su mujer y [al
Melchor y su mujer y del barrio de Tecusculpan Tomas y su mujer y Lazaro y su
mujer y Pablo viudo para todos los quales dejó a los dichos principales manda-
miento para que donde quiera que estuvieren los traigan presos y se restituyan
a la dicha congregación y los pongan en las casas y solares que por el Juez Con-
gregador les fueron dadas ... 3?

Además la visita descubrió el trasfondo de política socioeconómica


ensayado en esa época entre los poblados vecinos a la región de la Tlalna-
huaco Articulada a la estrategia del incremento de las densidades poblacio-
nales en las cabeceras, la administración virreinal exigía el desarrollo del
cultivo del nopal a fin de fomentar la recolección y procesamiento de la
grana. Alprimer aspecto correspondió la supervisión del mejoramiento físico
36 Acuña (1985), "Relación de la Villa de Acapiztla", 1, p. 214; véase también Maldonado

Jiménez (1992), pp. 69-85.


37 "Autos de la visita de Alonso Moreno Cano", 1605-1606, AG ,HJ, vol. 49, exp. 8, fol. Sv.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 435

de las viviendas y el incremento en la cría de aves de corral destinadas a la


tributación y sustento de las familias. Al segundo el aumento de las nopale-
ras con sus cercados confinantes.w
En contraste a la laxitud con que los barrios de Yecapixtla concedieron
refugio a los proscritos, Achichipilco dio sus primeras muestras de integra-
ción al esquema colonial regido por la cabecera-sujeto. Ningún indio perse-
guido obtuvo protección en el poblado y en el decurso de dos siglos la co-
munidad se distinguió por abrazar de modo ferviente los preceptos del
cristianismo.s? Hacia fines del siglo XVIII Achichipilco era conocido por la
rica dotación de sus altares y una autosuficiencia en materia administrativa
que llevó al pueblo a solicitar su separación de Yecapixtla, erigiéndose en
curato independíente.w Tal pauta demostraria ser absolutamente contraria a
la exhibida por Zahuatlan al resistir la congregación permanente, luchar por
el retorno a su lar ancestral y desdoblarse en pueblo nuevo y pueblo viejo.
Respecto a la resistencia a los traslados compulsivos que manifestaron
los habitantes de Zahuatlan, se considerará su origen en las reales órdenes
que los conminaban a abandonar sus sitios antiguos. Documentada en
comisión ordenada a Pedro Figueroa Bañuelos por el virrey marqués de
Montesclaros, este juez congregador pudo informar acerca de la renuencia
de dicho poblado a conservar tan sólo del asentamiento originario un
corral para resguardar el ganado y una casa hecha de paja. En dramáticos
términos se registró el episodio por cuanto los pobladores de Zahuatlan,
una vez congregados en la cabecera de Yecapixtla, se quejaron

de no tener comodidad para tener cierta cantidad de ganado menor de su


comunidady que en el dicho sitio de Caguatlanla hay muy buena para poderla

38 "Otro sí les mantengan limpios y aderezados los corrales de nopales que por el dicho Juez

les mandó pusiesen y las gallinas que les mandó criasen siempre las tengan y vayan en aumen-
to y [en] compañía del dicho Juez Congregador visitamos los dichos nopal es y muchos dellos
[estaban] ya con grana y mucha cantidad de gallinas de la tierra y de Castilla de lo qual doy fee
[...]", en "Autos de la visita de Alonso Moreno Cano", 1605-1606, AG ,HJ, vo!. 49, exp. 8, fo!. 5v.
39 "[ ... ] en la qual dicha Visita de la congregación [de Achichipico] no halló [h]aberse huido

ni muerto ningun indio ni yndia y mandó al dicho Gobernador del dicho pueblo y principales
tengan mucho cuidado de los dichos congregados de que asistan en sus casas y solares que les
fueron dados por el Juez que los congrego. Otro si mandó que tengan mucho cuidado de lim-
piar los nopales [... ] que les fueron mandados plantar [... ] y tambien [h]abia mucha cantidad
de gallinas de la tierra y de Castilla [.. .]", en "Visita del pueblo de Achichipico", 1606, AG ,HJ,
vol.49, exp. 8, fo!. 8r.
40 "Autos de la separación del curato de Ayacapixtla y erección del de Achichipico", 1760,

AGN, Bienes Nacionales, lego431, exp. 3, fols. 1r-2v.


436 ESTUDIOS
DECASO

tener alli con algotra gente que guarde el dicho ganado y que se remude cada
semana pidiendome mandase darles licencia para tener en el dicho sitio una
casa y corral para el albergue del dicho ganado menor [... ] permito y mando
que los dichos indios puedan tener en el dicho puesto de Caguatlan una casa
paxiza y un corral para encierro y guarda de dicho ganado y albergue de la
gente [ ] sin que hagan alli vivienda ni habitación lo qual se cumpliere sin
excusa [ ]'41

Para este entonces nada hacía pensar que el desdén colonial por la for-
ma extendida de poblar de los indígenas en una cañada que creían situada
a sólo dos leguas de la cabecera, aludida por el virrey con el mote de "el
puesto viejo", generaría al barrio de Zahuatlan el nuevo. Dicho barrio se ubicó
en el sector este de la cabecera/villa de Yecapixtla (fig. VI.2)al ser traslada-
dos los indígenas desde su posición sur en la cañada, la cual se encontraba
realmente a unas cinco leguas de distancia (fig. VI.3).

ZAHUATLAN
ELNUEVO
Y ZAHUATLAN
ELVIEJO

Con base en manuscritos del primer tercio del siglo XVIIIque retrospectiva-
mente trazan las vinculaciones entre el pueblo nuevo, agregado a la cabece-
ra, y el pueblo viejo que sobrevivió tanto a la peste (ea. 1590) como al pro-
ceso congregador de 1606, se ha podido recuperar el desarrollo del suceso.
Los datos se encuentran en el expediente suscrito por el alcalde e indígenas
de Zahuatlan, quienes solicitaron la restitución de la comunidad al espacio
del antiguo asentamiento.s- A través del extenso manuscrito se recrea la
continuidad del pueblo viejo y la renuencia de sus pobladores a abandonar-
lo en el transcurso del siglo XVII,Entre las memorias registradas aún en
1739 sobre lo acaecido a inicios de la centuria anterior, permanecían intac-
tas las remembranzas relativas al edificio de la iglesia y los antiguos
cimientos de viviendas probablemente de fecha anterior a la llegada de los
españoles, Tal circunstancia se refleja en testimonio suministrado por
Gabriel Bermejo, mestizo de 90 años de edad, quien a su vez recordó haber
escuchado de sus padres versiones sobre el estado impecable de la iglesia

41 "Permítase que los indios de Caguatlan [sic] congregados en Acapistla puedan tener el
puesto viejo un corral para la guarda de ganado y una casa pajiza"; ciudad de México,
06/09/1604, AG ,Congregaciones, vol. 1, fol. 119 (fotostatos).
42 "El Alcalde y naturales ... ", AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, 39 fols.
.. '

-' /
.: /

.., .-
,/
~ ,.
,
./

Mapa y plano urbano de Yecapixtla. Autor: Antonio Cataño Cordero,


FIGURA VI.2.
agrimensor. Referencia manuscrita al "puente de los tepetates", "cueva pintada",
"piedragrande [que suena)" y vector de inicio de la barranca de Zahuatlan. Año de
1741,AGN, Tierras, vol. 8, primera parte, exp. 1, fol. 63. Reproducción autorizada
porel Archivo General de la Nación.
438 ESTUDIOS DE CASO

.:1..;", ,'l'.<. -"(J--1J"'(-' -,?~ ..•. r.,.-~-::.l.


J:' ;fo-:1~'~ $~(..f";~-
J.Jd. ",.'1;.1.';.-._ .::

(~J"~If,t---·~/.lr..,.::.k I;;""'",,¿ /;'" (ltt"J..tB..u¡:¡


~,13t ./ttu-iM!LtU) r r_lCr_dl .ffI·.¿-.t,.·t'-·'·
l:.v,..~

FIGURA VI.3. San Martín Zahuatlan el viejo al sur de Yecapixtla y en posición opues-
ta a Achichipilco. Separación de curatos de Yecapixtla y Achichipilco (1760); AGN,
Bienes Nacionales, lego431, exp. 3. Reproducción autorizada por el Archivo Gene-
ral de la Nación.

que con el tiempo se sumiera. A ello se agregaba el recuerdo de las susodi-


chas casas indígenas, mismas que debieron ser abandonadas cuando la
peste conminó a la mudanza inicial causante de la distinción entre el pue-
blo viejo y su correspondiente "barrio" o "pueblo viejo":

Gabriel Bermejo [... ] mestizo de edad de 90 años [declaró]: el barrio de Sahua-


tlan fundado en esta dicha Villa de Yecapistla más tiempo de cien años por
averlo oido decir a sus padres y el testigo por la mucha edad poco menos años
que conoce dicho barrio [... ] y que en su mocedad se acuerda [de] [h]aver visto
la iglesia de dicho pueblo techada y bien tratada la que con el transcurso de
años se sumió y [h]oi existen unas paredes y muchos cimientos [de] las casas
en que vivían los naturales de la antigüedad los que por una inopia de enferme-
dad que les acaeció con Licencia de Gobernador de Republica comun fundaron
dicho barrio de Sahuatlan en Yecapischa ... 43

43 "El Alcalde y naturales ... ". 03/12/1739, AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, fols. 13r-13v.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 439

Por lo demás, la segunda mudanza de inicios del siglo XVII (1606) pudo
ser sobrellevada a pesar de las instrucciones congregadoras que exigían
el desarraigo radical de los pobladores que serían trasladados a la cabece-
ra.44 En otras congregaciones de la Nueva España, dicha renuencia desen-
cadenó varias modalidades de comportamiento. Mientras en algunos casos
los indígenas visitaban subrepticiamente el hogar donde residían antaño,
otros se conformaban con divisar a lo lejos las milpas y el entorno donde
realizaban sus cultivos. También sucedió que quienes accedieron a infor-
mación relativa a la legalidad de sus tierras esporádicamente retornaran
a labrar sus parcelas. Tal fue el caso de los habitantes de Zahuatlan, quie-
nes proclamaron su derecho a preservar el antiguo poblado con terrenos
de labor:

y asi mismo sabe y conoce por tierras propias destos naturales el pueblo viejo y
desierto nombrado San Martín Sahuatlan que dista de esta villa [de Yecapixtla]
poco mas de legua y media [... ] al que no han desamparado los naturales de
dicho barrio de Sahuatlan [el nuevo] pues anualmente con el dominio de pro-
piedad que tienen a el siembran sus tierras sin que [h]aya persona que se lo
impida.s>

Fundamentado este último curso de acción en lo señalado en el artícu-


lo 26 de las Instrucciones, se alcanzó a preservar el derecho a la propiedad y
uso de las tierras dejadas atrás con las mudanzas.s> A tal normatividad
parecen haberse acogido los residentes del pueblo nuevo de Zahuatlan
"pues por no perder el derecho de propiedad siembran y cultivan en dicho
pueblo viejo las tierras de él"."? En retrospectiva, la petición de su dere-
cho de restitución enfatizaba la legitimidad que los indígenas sentían les
correspondía respecto a un medio ambiente que habían heredado de sus
ancestros: "El citado pueblo de San Martín Saguatlan nos pertenece y las
tierras que son anexos del por haverse poseído uno y otro nuestros antepa-
sados".48

44 Artículo 32: "Acabado el dicho inventario y sacadas de la iglesia las imágenes, plata y
ornamentos, pediréis al dicho ministro que la mande derribar toda sin que quede cosa que se
levante de la tierra, excepto un cementerio [... ]"; Torre Villar (1995), p. 3l.
45 "El Alcalde y naturales ... ", 03/12/1739, AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, fol. 19v.
46 Torre Villar (1995), p. 30.
47 "El Alcalde y naturales ", 03/12/1739, AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, fol. 3r.
48 "El Alcalde y naturales ", 03/12/1739, AG ,Tierras, vol. 1958, exp. 5, fol. Ir.
440 ESTUDIOS DE CASO

De la probanza elaborada por el alcalde de Zahuatlan con el objeto de


dar sustento al planteamiento del traslado, emergen las circunstancias que
al interior de la cabecera de Yecapixtla determinaron el deseo de retornar al
viejo terruño. Acorde a las declaraciones del alcalde de barrio del mismo
nombre, se tenía tácita conciencia de la inmediatez del sitio que estimaban
localizado a tan sólo dos leguas de la cabecera: "y save que los naturales de
este dicho barrio, sus antepasados, fundaron el pueblo viejo de San Martín
Sahuatlan, distante de la dicha Villa de Yecapischa dos Ieguas't.s? Con per-
ceptible nostalgia, el declarante también relacionó al lugar con las ruinas
resultantes del abandono del poblado después de las congregaciones de
1606: "Como se vera en los vestigios de la Iglesia que en ella tenían dichos
naturales como en los de las casas que [h]avía en el [pueblo] de los que lo
[h]avitaban ... "50
Discordancias atribuidas al aumento demográfico del barrio nuevo de
Zahuatlan, causantes de la aparente imposibilidad de obtener lotes adicio-
nales para su acomodo en Yecapixtla, concitaron al general acuerdo para
que se restituyera a los afectados a su pueblo viejo mediante "la mudas ion y
pueble" al antiguo Zahuatlan.>! A diferencia del orgánico crecimiento exten-
dido que el antiguo esquema de calpolli y tlaxilacalli promovía entre los
allegados al altepetl, la estructura estamental de la colonial cabecera mani-
festaba ya su indiferencia ante el aumento inesperado de uno de sus barrios
o urbanizados sujetos. De hecho, el haberse incorporado en principio a
Yecapixtla en calidad de refugiados sobrevivientes de una pestilencia
entrañaba distinciones en la calidad de la adscripción urbana a la cabecera.
En los hechos, los habitantes de Zahuatlan el nuevo eran considerados
advenedizos por parte de "Los naturales patricios de dicho Yecapischa
[quienes] tambien por su aumento necesitan de dicho barrio [... ] y que por
esta razon pueden venir en discordia [los del barrio de Zahuatlan] con los
hijos de dicha Villa".52
A la discriminación vivida se sumó la imposibilidad de disfrutar de tie-
rras propias, preservándose aún más los lazos de interdependencia y la
remembranza por el entorno originario: la barranca de Zahuatlan. Em-
49 En realidad estaba situado a siete y media leguas de distancia; véase el testimonio de los
pobladores, en "El Alcalde y naturales ... ", 03/12/1739, AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, fol. 2v.
50 "El Alcalde y naturales ... ", 03/12/1739, AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, fols. 3v-4r.
51 Carta de Pedro Vargas Machuca a la Real Audiencia; ciudad de México, 21/12/1739, AGN,
Tierras, vol. 1958, exp. 5, fol. 16r.
52 Declaración de Pedro Álvarez, "español que dixo ser vecino de dicha Villa [... ] y que es de
oficio labrador", en "El Alcalde y naturales ... ", AGN, Tierras, año 1739, vol. 1958, exp. 5, fols. 8r-8v.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 441

pero, limitados en sus posibilidades de sustento urbano dentro de la villa,


se vieron seriamente comprometidos por el crecimiento poblacional de sus
miembros. Incrementados en un total de 95 residentes, y verificada la in-
disponibilidad de lotes en la traza, se acrecentó la opinión en favor del
retorno de estos pobladores a su lar de proveniencia.s> Para entonces los
antiguos calpolli o tlaxilacalli agregados al contorno de la villa desbor-
daban ya las 600 varas de espacio legalmente reconocido (fundo legal) en
conglomerados indígenas como el conjuntado en la cabecera de Yecapixtla
(fig. VI.2).54

LA PERSISTENCIA INDíGENA DE VIVIR EN ZAHUATLAN EL VIEJO

Concurrente con los intentos de arraigarse urbanamente en el tlaxilacalli


transmutado en barrio nuevo colonial, se encuentra la determinación de
sus pobladores de mantenerse con los recursos del periférico pueblo viejo.
Ventajas materiales y razones ideológicas se conjugaron para preservar
incólume la vinculación con el sitio ancestral. Al primer género de realida-
des corresponde el ininterrumpido empleo de la barranca de Zahuatlan
como fuente de abastecimientos. Dada la imposibilidad de obtener tierras
propias en la cabecera, en virtud de su peregrina condición de allegados,
todo el sustento provenía de lo que cultivaban en el antiguo poblado. Sobre
el particular recapitulaba Juan Álvarez de Villegas, en probanza fechada en
1739,que en las tierras de dicho pueblo viejo

53 "y fueron llamados uno por uno y [h]alló [h]aver veinte y tres tributarios enteros que
hacen cuarenta y tres, quatro viudos dos viudas cuios nombres quedan asentados en una
memoria que hize y dexo en mi poder sin entrar en ella muchachos y muchachas que son qua-
renta y tres de todas edades que en todos [h]asen el numero de noventa y cinco, y [h]aviendo
reconocido todas las calles de dicho barrio no es capaz ya de que vivan mas por no tener nin-
guna extension en que poder fabricar sus viviendas ni menos donde poder sembrar cosa algu-
na"; informe del teniente Joseph de Ynusta, Yecapixtla, 0411211739,en "El Alcalde y natura-
les...". AGN, Tierras, año 1739, vol. 1958, exp. 5. fols. 23r-23v.
54 Densidad poblacional establecida por el agrimensor Antonio Cataño Cordero al senten-
ciar: "Digo y advierto que por ser ordinaria la vecindad desta Villa de Yecapixtla, se excede
su población de los linderos de las seiscientas varas como se presenta en el mapa por que se
compone de distintos varrios como son san sebastián xoxocotlan, san pablo testicuiluca y
sobre la barranca de sochitlan, y la otra [barranca] que tiene esta hazia el sur, san andres te-
nancuitlapico, y más arriba santa monica tlaxcuapa, san marcos, por el oriente, de arriba para
abajo, santiago mecameca entre dichas dos barrancas, y entre la de sochitlan, y la barranca de
dicho Don Ignacio Volado, san miguel tatutulco, nuestra señora de la candelaria, saguatlan el
nuevo, chacaltepec santos reyes, santo thomas tecocuxpa, san pablo agua teneo, concepción,
442 ESTUDIOS DE CASO

siembran anualmente maíces y otras semillas [... ] y que le consta [... ] el gran
trabajo que tienen a conducir dichas semillas a esta dicha Villa y su barrio [de
Zahuatlan] porque no tenían capacidad en que guardados y que para esta
razon es bien publico a estos naturales [se les permita] la nueva fundación que
pretenden a el origen de donde son ... 55

Aunque a los españoles les parecía contraproducente la sola idea de la


permanencia de los indígenas entre cañadas o barrancas, resultó ser éste
uno de los ambientes preferidos por la población indígena para vivir (fig.
VI.4). En el caso concreto de Zahuatlan, el paisaje se percibía como la con-
veniencia de vivir "Dentro de una quiebra o barranca y abra grande en que
viene bastante agua de buen sabor y gusto y con ella tienen bastante para
sus servicios y labores'í.w La averiguación oficial del año 1739 informó
sobre la feracidad y entorno físico donde los pobladores cultivaban:

y [h]aviendo salido fuera pregunté [... ] donde estaban las tierras en que estos
naturales siembran sus maíces y semillas y me llevaron a un potrero que estaba
poco menos de media legua de dicho pueblo el que dixeron se llama Guatepec
en donde veo esta sembrado de maíz [... ] que se pueden sembrar seis fanegas
[... ] y está en paraje propio suio [sic por suyo] por estar todo empotrerado y
seguro de daños y aun de mal[h]echores por las muchas barrancas que lo cir-
cumbalan [... ]57

Desde el punto de vista territorial, se perpetuó en el pueblo viejo la tradi-


ción del tlaxilacalli solapado por la presencia de una ermita, en cuyo contor-
no poblaban extendidamente los indígenas. A ello se refiere la documenta-
ción de época al reportarse la sorpresa de los oficiales reales que visitaban
a Zahuatlan el viejo, quienes divisaron desde el fondo de la barranca a la
ermita de Santa Lucía. Situada en las márgenes del accidente geográfico,el

san estevan y al norte san nicolas atentlipan, parte de estos barrios se hallan, como dixe, fuera
de las seiscientas varas", en "Declaración jurada de Antonio Cataño Cordero, Agrimensor dela
Real Audiencia de la ciudad de México sobre las medidas de tierras que posee la Villa de Yeca-
pixtla'', 22/02/1745, AGN, Tierras, vol. 8, primera parte, fol. SIr.
ss Testimonio de Juan Álvarez de Villegas, probanza del año 1739, en "El Alcalde y natura-
les ... "; AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, fol. 22r.
56 Informe del teniente Joseph de Ynusta, 04/12/1739, en "El Alcalde y naturales ...", AGN,
Tierras, vol. 1958, exp. 5, fol. 24v.
57 Énfasis del autor. Informe del t niente oseph de Ynusta, 04/12/1739, en "El Alcaldey
naturales ... ", AGN, Tierras, vol. 1958, ex . 5, fol. 27r.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 443

~,

iJ ••••••••.•4!-¡••
1,
1:~jjlMJtlr..4~~ 1..1:1 ...,,1._
.fv.,.. • ~-.::>.. -t',


-t '
~ ,'Pc-tJl(flle.
.• '.• I ~

..... ,...
~¿etlA._ Cct;:":<>I.'r.,:,-•.v ',•..
,.". " .-V ~';;;"~"".' :-

~¿~L/
,'7./ J .
"~:;"""'~
'- ~
.1 I .-l' •

FIGURA VL4. Deslinde de tierras en Zahuatlan con indicación del pago o sitio de
Temacpalco. Autor: Ildefonso de Hiniesta Bejarano. Año 1741, AGN, Tierras, voL 8,
primera parte, exp. 1, foL 198. Reproducción autorizada por el Archivo General de
la Nación.

entonces derruido oratorio se recortaba junto al borde de la referida depre-


sión. Simultáneamente a la descripción de la ermita, registraba el grupo el
abandono del minúsculo asentamiento, mismo que se desprendiera celular-
mente del viejo Zahuatlan localizado en el fondo de la barranca como si a
su vez fuera también de éste un sujeto o barrio aún menor:

Ya la distancia de el [... ] pueblo, cabeceando una de las barrancas dichas se


ve una hermita que tendra]n] sus paredes vara y media de alto que preguntado
el Gobernador ~ffi~a] y testigos que me acompañan que ruina será esa y
todos dixeron sfr el barrio de Santa Lucía que [h]aya [sic por había sido] total-
mente extraido y es perteneciente a el pueblo de Sahuatlan.w
58 Informe del teniente Joseph de Ynusta, en "El Alcalde y naturales ... ", 04/12/1739, AGN,
Tierras, vo!. 1958, exp. 5, fo!. 24v.
444 ESTUDIOS DE CASO

Contrastante con las bondades que los habitantes de la barranca exter-


naban gozar, los agrimensores que verificaban las colindancias de tierras
entre Zahuatlan el viejo, varias haciendas del área (Coahuixtla y Guaman-
go) y el convento de Santo Domingo (figs. VI.2 y VI.4) describieron la fisio-
grafía del área como "una cañada aspera sin fructifeza". 59 A la desdeñosa
frase se agrega la tendencia a descalificar la proclividad de los indígenas a
radicar dentro de la cañada como mera reincidencia "a vivir en idolatría.s?
Aún en el siglo XVIII resultaba complejo terminar de admitir las adhesiones
existenciales que llevaban a los indígenas a reverenciar un entorno habita-
do en virtud de las especificidades de su geografía física y ritual.

METÁFORAS DEL AMBIENTE EN LA BARRANCA DE ZAHUATLAN

En cuanto a entorno distinguido por su cariz ritual, la barranca de Zahua-


tlan se integra a las caracterizaciones sobre paisaje sagrado modernamente
aportadas por especialistas en la materia.s! En principio estos estudios han
destacado la importancia de las montañas, cuevas y manantiales sagrados
que todavía hoy día permanecen en México como fundamento de una
ritualidad entreverada con elementos del culto cristiano.v- Asimismo, se ha
establecido la importancia genérica del paisaje de ambientes barrancos os
confinantes de depresiones del terreno ritualmente seleccionadas por los
indígenas para asentarse.e> Rincón o rinconada fueron los términos emplea-

59 "Hace presente a Vuestra Señoría lo referido como tambien el que los indios de dicho

pueblo en el paraje en que se halla situado es una cañada aspera sin fructifeza [... J", en Juan
Bautista de Rivera Angula, juez comisario de Tierras, México, 03/03/1741, AGN, Tierras, vol.
1958, exp. 5, fol. 36v.
60 García Zambrano (2001a), p. 495 Ynota.l l Z. "Que el motivo que han tenido los naturales

para mantenerse en el paraje litigioso, han sido para estar separados de la doctrina, y conser-
varse en vicios y torpezas", en "Autos del convento de Santo Domingo contra los naturales del
barrio de Saguatlan, año de 1762", AG ,Tierras, vol. 1612, exp. 1, fol. 330v.
61 Heyden (1975), Broda (1989), Bernal García (1992), Townsend (1992). Aveni (1986), pp.

2-3, refiere la importancia de la topografía o la geomorfología en el alineamiento de los com-


plejos urbanos mesoamericanos. Según su parecer, Aveni (1986), pp. 45 Y48, en casos detecta-
dos en el área maya Puuc pareciera haber resultado indispensable el que se localizara previa-
mente un accidentado paisaje integrado por colinas y quebradas antes de que se desplantaran
los asentamientos.
62 Heyden (1975), pp. 130-132; Broda (1989), pp. 43 y 48-49; Bernal García (1993), pp.

353-356.
63 Grave y Angula (1987), pp. 157 Y431-432, resaltan la importancia de los farallones dis-

tintivos de Chalcatzingo como sitio que, aunque carente de ventajas materiales para asentarse
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL UEVO 445

dos en la Colonia para describir tales ambientes, los cuales se conocían con
designaciones en lenguas indígenas alusivas a su específica geografía: xo-
mulli, hiscalpan, tzumindi, entre otros.s+ Sin embargo, la mayor atención
prestada al característico despliegue del terreno dejaba sin considerar a las
conspicuas barrancas o cañadas que complementan el paisaje serrano del
valle central del México. Naturalmente, estos quebrados accidentes forman
parte del acceso a las rinconadas, alternando con ellas, por cuanto forma-
ban un efectivo sistema colector o tributario de sus ríos, sumideros y entor-
nas lacustres.v> En Zahuatlan, este sistema de tributación hidrológica reci-
bía la sugerente denominación de la "varranca de el agua". 66
Referentes metafóricos inherentes a la barranca de Zahuatlan el viejo
se infieren del modo como este quiebre del terreno era sinónimamente alu-
dido en tiempos coloniales con las designaciones de olla, "joia", joya u
hcya.»? Por lo tanto, compartía la visualización indígena del paisaje que se
inspiraba en la forma simbólica de una vasija, probablemente visualizada
por los indígenas en los elementos del terreno que por su forma cóncava o
hueca estimulaban tal reminiscencia. La transposición incluía la semejanza
que creía verse respecto de ollas específicas figuradas en los mismos cerros
o montañas.vs Sahagún proporciona un sugerente testimonio de tal género
de interrelaciones. Basado en informantes indígenas, recoge la especie que
correlacionaba a los cerros-ollas con los cimientos de un ámbito acuático
subterráneo (Tlalocan), del cual se creía que provenían los ríos: "Los anti-
guos de esta tierra decían que todos los ríos salían de un lugar que se llama
Tlalocan [... ] y también decían que los montes están fundados sobre él, que
están llenos de agua, y de por fuera son de tierra, como si fuesen vasos
grandes de agua ... ".69 Aunque el texto de Sahagún carece de alusiones direc-
tas a cañadas o barrancas, su identificación en Zahuatlan como si su cárca-

(tierras fértiles y abundancia de agua), fue no obstante elegido por los trasuntos simbólicos
del paisaje. García Zambrano (1994), p. 222 Y s. f.
64 García Zambrano (1992), pp. 273-275.

65 Aparentemente debido al paraje barrancoso de Chalcatzingo, la evidencia arqueológica

del mayor volumen de construcciones erigidas en terrazas corresponde a las fases que los
arqueólogos denominaron "barranca" y "cantera"; véase Grove (1987), pp. 57-59 Y 62-67.
66 "y bajan a topar al pueblo despoblado de tzaguatlan [... ] por la varranca del agua [... ]

corriendo 111 barranca abajo, hasta el sur [... J", en Censo perpetuo otorgado a Bartolomé Galle-
gos por una estancia de ganado menor, AG ,Censos, HJ, Yecapixtla, año de 1624, documento
refrendado el 28/0511743, vol. 51, exp. 19, fols. Ir-Iv.
67 García Zambrano (1992), pp. 274-275; (1994), p. 222.

68 García Zambrano (1992), p. 275; (2001b), pp. 366-367.


69 Sahagún (1981 [ea. 1585]), III, pp. 344-345.
446 ESTUDIOS DE CASO

va fuese parte de una olla o "joia" coincide con genéricas denominaciones


en lengua nahua que las identifican con el término tlalapaztli. Palabra
empleada en el área de Amecameca para designar a una barranca en parti-
cular, su significado alude explícitamente a "la olla de la tierra" .lo
En correspondencia con los significantes arriba indicados, la barranca
tlalapaztli se encontraba cercana a un llano o valle llamado Tlalapazco, topó-
nimo que significa "En el lugar de la olla de la tierra". 71 De sentido también
ligado a la función de dueto que naturalmente cumplían las cañadas, piazli,
palabra que ilustra a un caño en la Historia tolteca-chichimeca, significa
según Molina "calabaza larga y delgada que sirve de avenencia"J2 Por lo que
tanto apaztli (olla, lebrillo de barro o barreñón) como piaztli (dueto sugeri-
do por el cuello alargado de las calabazas) parecieran comportar préstamos
o transposiciones de estos recipientes en la geografía. Tal circunstancia
encuentra fundamento en dos leyendas de la región del marquesado deno-
minada "La Cuauhnahuac", que recuerdan el protagonismo del héroe local
llamado "El Tepozteco", La primera narra los artilugios del personaje que en
su huida hacia su nativo Tepoztlan vacía el bule o jícara que como atributo
lo distinguía, y con él forma la barranca que detuvo a sus perseguidores.v
La segunda se apoya en los diálogos empleados por "El Tepozteco" para con-
jurar a sus rivales, los cuales fueron traducidos del nahua por Frances Kart-
tunen y Gilka W. Céspedes.Z+ Acorde a estas lingüistas, el héroe propala
invocaciones enraizadas en la geografía, denotativas de las fuerzas que lo
convertían en un ser indestructible y poderoso. De hecho, ellas radicaban en
las siete cañadas o laderas que servían de reservorios a otros tantos manan-
tiales que, junto a cuatro cerros aledaños, proveían de poder incuestionable al
guerrero. 75

70 John Sullivan, comunicación personal. "y empiezan las dichas tierras desde la barranca

angosta [... ] que llaman Ayauhcali; y llega hasta la barranca que llaman TlaJapaztli ..;", Docu-
mentos del cacicazgo de Amecarneca, 06/09/1605; Barlow, en Monjaráz-Ruiz et al. (1994).
vol. 5. p. 35l.
71 John Sullivan, comunicación personal. "La duodécima parte de tierras pertenecientes á
el cacicazgo de Micacatzin [... ] está en un llano que llaman Tlalapazco, que viene a ser como
una Joya [u olla]". Documentos del cacicazgo de Amecarneca, 06/09/1605; Barlow, en Monja-
ráz-Ruiz et al. (1994). vol. 5. p. 35l.
72 Molina (1977 [1555-1571 D. folio 81v. Véase viñeta inferior izquierda en la Historia tolte-

ca-chichimeca, fol. 9v.. y comentarios de Kirchhoff et al., p. 149. nota 2.


73 Estrada Cajiga! (1997). p. 8,

74 Karttunen y Céspedes (1982). pp. 128-137.


75Ibidem. p. 132.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 447

VASIJAS, ORIGE PRIMORDIAL Y GEOGRAFíA SAGRADA

Metafóricamente, el apaztli rememoraba a la vasija, lebrillo o cuenco don-


de había tenido lugar el suceso de la gestación primordial. Dicho evento fue
recogido en las crónicas indígenas consignadas en la Histoire du Mechique,
texto en lengua francesa que, debido al extravío del original en lengua espa-
ñola, pasó a tener el carácter de documento primario.Zs En la versión dispo-
nible, la creación se produjo en el interior de "un gran lebrillo", 77 apaztli'f o
barreñón grande de barro."? A dicho ámbito entró Ehecatl/Ouetzalcoatl con
restos de hueso y ceniza de las humanidades anteriores. Ello con la inten-
ción de volverlos a la vida, valiéndose específica mente de "ceniza de muer-
tos para hacer otros hombres", 80 para lo cual contó con el auxilio de otras
divinidades. En líneas inmediatamente posteriores, Histoire du Mechique
de modo indiferenciado refiere que esta nueva creación tuvo lugar en una
cueva del área de la Cuauhnahuac, de la cual formaba parte Yecapixtla.s!
Establece así el relato un paralelismo entre el recipiente de gestación (apaz-
tlio lebrillo) y el accidente geográfico que parece señalar el ámbito liminal
dela salida (vida) y entrada (muerte) al inframundo. Comúnmente esta cir-
cunstancia se puntualiza en las tradiciones mesoamericanas por la presen-
ciade una cueva.s-
Coincidente con el ciclo de la vida y la muerte, el mismo Ouetzalcoatl
contempló su retorno al ámbito del inframundo. Y cuando ello finalmen-
tesucede, en el ocaso de su vida legendaria e histórica, significativamente
ordena que sus pertenencias sean ritualmente quemadas y lanzadas al fon-
dode una cañada.s- Se completaba así la secuencia de salidas y retornos al
interior de la tierra. Todo lo cual ocurría en el paisaje constituido por gru-
tas o cavidades accesibles a través de pasajes o ductos de cañadas que
visualy ostensiblemente realzaban en la mentalidad indígena dicha inter-

76 Tena (2002), pp. 115-165.


77 Ibidem, p. 149.
78 "Il done aporta le reste de l'os et de la eendre et se en alla a ung [a]paztli, que veult dire
'grandlibre' [o lebrillo] [... ] en le quel appela touts les aultres dieux pour la ereaeion du pre-
mier homme [.. .]"; lbidem, p. 148.
79 Molina (1977 [1555-1557]), folios 771'y 6v.

80 Tena (2002), p. 149.


81 Tdem.

82 Heyden (1975), pp. 134-135 Y 141.

83 Sahagún (1981 [ea. 1585]), I, p. 289.


448 ESTUDIOS DE CASO

acción. A tal grado resultaba determinante el cumplimiento de este ciclo,


que dentro de los preliminares del retorno de Quetzalcoatl al mictlan o
mundo de los muertos construyó una cancha de pelota dotándola de una
línea divisoria (tlecotl), que en realidad no era otra cosa que la conspicua
alusión a una profunda barranca.s+
Dadas las connotaciones seminales inherentes a la presencia del numen
creador respecto de una deidad (Quetzalcoatl) icono gráficamente dotada
de atributos de serpiente, la cual se posiciona dentro de una vasija o apaztli,
bien pudiera correlacionarse el evento con la presencia de cerros, cañadas
o barrancas y sus aflujos. En documentos sobre áreas pertenecientes o limí-
trofes a la cabecera de Yecapixtla existen evidencias que apoyan lo aquí
propuesto. Por ejemplo, en el cruce de barrancas cardinalmente orientadas
en predios de dicha cabecera se reporta un topónimo donde un cerro se
articula a un sistema de cañadas, designándose al lugar precisamente Coate-
pec (de coatl, "culebra o serpiente"; y tepec, "en la sierra, montaña o cerro").85
Colindante con el sujeto Pazulco y con el poblado vecino de Oaxtepec, tam-
bién se conjugan otros dos referentes geográficos insinuantes de la citada
correspondencia. En efecto, el cauce de un arroyo seco desprendido de un
sitio llamado Tecoapan o "Sobre la serpiente de piedra" (de tetl, "piedra",
coatl, "serpiente" y ellocativo -pan, "sobre") se intersecta con el ángulo nor-
este de un pequeño cerro clave o "cabezada" sugerente mente llamado Tza-
quala, "Lugar de cosa encerrada o tapada",86 en alusión a un manantial o
pozo de agua.s?
De mayor incidencia en la vinculación entre serpiente, manantial y los
recovecos de las cañadas, como si fueran éstas el ámbito prefigurado de
una vasija, parecen ser las alusiones contenidas en los lindes de tierras

84 Nicholson (2001), p. 29.


85 Molina (1977 [1555-1557]), folios 23v y 102r; Siméon (1996 [1885]), pp. 115 Y 496. Linde-
ros de "un sitio [... ] en terminos de la Villa de Yacapistla [... ] en un cerro montuoso en el pago
[o sitio] que dicen de Coatepec en frente de una barranca que sale de el cerro y corre de norte a
sur y de oriente a poniente", Escritura de censo perpetuo a favor de Jácome Hernández Velloen
el pago [o sitio] que llaman Coatepec, AGN, Censos, HJ, año 1615, vol. 51, leg. 29, exp. 1, fo!.4r.
86 "y un arroyo seco que vaxa antes de tecoapan donde hay un edificio antiguo de una

puente y por la parte del norte y oriente donde hace cabezada y principio con un cerrillo lla-
mado [tjsaquala", Guastepec pueblo, demanda del gobernador y naturales de Guastepec con-
tra el convento de Santo Domingo, 12/01/1614, AGN, HJ, vol. 76, lego40, fol. 19v.Tzaquala; de
tzaqualli, "cosa encerrada o tapada", y tlan, "lugar de"; o Tzaquallan, "Lugar de la cosa ence-
rrada o tapada"; John Sullivan, comunicación personal. Otras connotaciones de Tzaquala/tta-
qua/li en García Zambrano (2000), pp. 33-34.
87 García Zambrano (2000), p. 33.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 449

constatados por los pobladores de Yecapixtla, Tlayacapan y Oaxtepec. En


tales registros documentales ("vistas de ojos"), los amojonamientos clave
con frecuencia orientaban los linderos hacia las angosturas o nacimientos
de agua, sitios donde también tenían su inicio las cabeceras o "cabezadas" de
las barrancas. Dichas angosturas con frecuencia eran salvadas mediante
puentes, donde mojoneras colocadas a ambos lados de los farallones, des-
lindaban las tierras entre asentamientos. Durante el recorrido de linderos
que dio lugar a estas descripciones se arribó al punto de origen de la barran-
ca, identificado por los indígenas avecindado s por la presencia de una efi-
gie de serpiente colocada dentro de un manantial. Dada la connotación ser-
pentina que le atribuían al accidente natural, la misma fue reconocida con
el nombre de "thequaque", probable corrupción española del nahua tecoatl,
"piedra-serpiente", aplicado a una culebra con atributos acuáticos. El víncu-
lo propuesto es confirmado por las declaraciones consignadas en el manus-
crito por los habitantes de los cercanos Tlayacapan y Oaxtepec, por cuanto
éstas refieren:

Que le llamaban thequaque, lo que en idioma castellano querra decir culebra


de piedra, la que luego nos demostraron [encontrarse] dentro de un ojo de
agua, y tenia de diámetro como una vara, y a poca distancia de esta asimismo,
nos enseñaron dichos testigosuna figura de piedra como de una vara de alto, la
que vulgarmentellaman ydoJo...88

Verificada la posición exacta de estas efigie s marcadoras, los testigos


participantes en el recorrido de los predios de ambos poblados, a través de
sus cañadas, se allegaron a reconocer que en esta "barranquilla" "es ellin-
dero en donde se dividen las tierras litigiosas [de Tlayacapan] con las de los
dichos de Guastepec [... ] y desde allí guiaron estos cogiendo para el
poníente't.s?
El vocablo thequaque parece haber comportado tanto la alusión
al pétreo y serpentina aspecto de la cárcava de las cañadas como al propio
ojo del reptil representado en los manantiales existentes en el fondo de las
mismas. El trasunto metafórico del paisaje se colige de un "litigio por pose-
sión de aguas de ríos" entre los pueblos indígenas de Yautepec, Oaxtepec

88 "Ouaderno de pruebas dadas por los naturales del pueblo de Tlayacapa]n] en los Autos

que se siguen con los del pueblo de Guastepeque sobre tierras, año de 1766", Tlayacapan,
16/01/1766,AGN, Tierras, vol. 2744, exp. 1, fols. 78r-95v; véanse también fols. 88v-91V.
89 "Quaderno de pruebas ... ", Tlayacapan, 16/0111766,AG .Tierras, vol. 2744, exp. 1, fol. 91v.
450 ESTUDIOS DE CASO

y el Colegio de la Compañía de Jesús, acaecido en la segunda mitad del si-


glo XVII. Dado que en el recorrido de linderos se tomaba declaración a los
participantes de dichos pueblos de indios, los manuscritos de época con-
signaron el testimonio siguiente: "Desde donde se bajó y llegó a una barran-
ca honda que está arriba del dicho pueblo [de Oaxtepec] [lugar] nombrado
thequaque por donde viene corriendo cantidad de agua que sale de un oxo
[sic por ojo] [también] deste nombre, corriendo de oriente a poniente [.. .]"90
Aunque culturalmente los españoles o sus descendientes mestizos perci-
bían las cañadas de un modo más apegado al realismo del relieve, en algu-
nos casos coincidieron en asociar su aspecto ondulante con los movimien-
tos de un reptil. En un recorrido de linderos entre Yecapixtla y la hacienda
de Tezontetelco, el agrimensor Antonio Cataño Cordero registró en 1741el
aspecto serpentina de la cañada que unía al poblado con la sierra del Ajus-
co. Para ello empleó el vocablo que en su mente provocaba dicha remi-
niscencia: "Fue midiendo en la deresera del cerro nombrado Ajusco [...]
llevando siempre la citada barranca sobre mano derecha la que va cu-
lebreando y dando vueltas asta dicho cerro y con dicha medida atravesó el
camino que va de la villa de Yecapistla a la hasienda Tesontetelco [... ]"91
Tan intensa parece haber sido la internalización del alegórico sustrato
aquí expuesto, que en la visión indígena las barrancas salpicadas de ma-
nantiales con figuras de ofidios (thequaque) constituirían remembranzas
del origen mítico donde participara el mismo Quetzalcoatl investido de
atributos de serpiente.v- Junto a sus afluentes, las barrancas funcionaban
como delimitantes de los territorios donde los pobladores identificaban su
ancestral proveniencia. En otras palabras, la fisiografía compuesta de caña-
das y ojos de agua proveía el escenario referencial de la salida del interior
acuático de la tierra. Por ende, los pobladores del vecino Oaxtepec, ante la
contemplación de los reverenciados iconos y sus parajes, llegaron a reportar
"que de dicha figura [de serpiente] [h]ay varias desparramadas en distin-
tos lugares [o barrancasj.v' Consiguientemente, se sugiere el empleo aso-
ciado de las efigies de serpientes con los lindes que seguían los cursos y

90 "Litigio por posesion de aguas de ríos de Yautepec y Oaxtepec entre el Colegio de la

Compañía de Jesús y la hacienda San Nicolás Pantitlan", años 1664-1672, AGN, Tierras,
vol. 1728, fo!. 38r.
91 Énfasis del autor. Medida y deslinde de tierras en Yecapixtla por el agrimensor Antonio
Cataño Cordero, año de 1741, AGN, Tierras, vol. 8, primera parte, exp. 1, fol. 39r.
92 El museo comunitario Yaucalli en Yautepec conserva una escultura antropozoomorfa de

la divinidad-serpiente; véanse ilustraciones en Canto Aguilar (1998), pp. 13-15.


93 "Quademo de pruebas ... ", Tlayacapan, 16/0111766, AGN, Tierras, vol. 2744, exp. 1, fo!. 93v.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 451

estrechuras de los nacimientos de cañadas yaguas donde confinaban los


distintos asentamientos. En una estética y poética transposición de esta po-
derosa imagen, bien pudiera ser éste uno de los trasuntos que exudara la
impactante figura de Coatlicue. Ella se manifiesta coronada de serpientes
bicéfalas, probablemente alusivas a manantiales gemelos, mientras su falda
cargada de ofidios representaría a los afluentes canalizados por las barran-
cas desplegadas sobre su terreno cuerpo.?+
Respecto a lo acotado en la Relación geográfica de Acapiztla son percep-
tibles las alusiones a los límites de la cuenca y a la interdependencia entre
vasija, fuentes de agua y barrancas en algunos de los topónimos de la cabe-
cera y los sujetos (fig. VI.l). Por ejemplo, a la pura percepción del relieve
como si sólo fuera una hoya son pertinentes las declaraciones del corregi-
dor español Juan Gutiérrez de Liébana:

Esta villa está asentada [... ] en tierra llana, entre dos barrancas muy hondas de
más de cuarenta estados [... ] por la parte del norte tiene serranía, y por la del
oriente al volcán, y por la del sur algunos cerrillos; de manera que casi está asen-
tada en una hoya, aunque es tierra llana y que de muchas partes se parece y des-
cubre.v>

En cambio, más apegadas al modo indígena de adscripción al paisaje


sacro, destacan algunos de los ya tratados trasuntos en varias de las estan-
cias o sujetos. Desplegadas de acuerdo con el sentido prehispánico de
orientación contrario a las manecillas del reloj, la localización de los pobla-
dos inicia en Pazulco. Lugar pleno de barrancas, su topónimo deriva de
pahrolli, "maraña", que bien pudiera provenir de la percepción de su que-
brado emplazamiento.vs

94 De acuerdo a Pasztory, Coatlicue materializaba el concepto prehispánico de la madre tie-

rra. Su complejo simbolismo abarcaba a la divinidad acuática de Tlaloc, la cual se recreaba en


bajorrelieve en la planta de los pies de la colosal imagen. Según Pasztory (1983), p. 158, la
combinación de serpientes, calaveras y atributos acuáticos en forma de turquesa parece aludir
también a Cihuacoatl, "la mujer-serpiente".
95 Énfasis del autor; Acuña (1985), "Relación de la Villa de Acapiztla", 1, p. 219.
96 Karttunen (1983), p. 185. Pazulco también ejemplifica la interdependencia de los pue-
blos cabecera coloniales fundados en las cercanías de asentamientos prehispánicos donde
prominentemente descollaba un teocalli, cu o pirámide. Según la Relación geográfica, en Teo-
pazulco se encontraba dicho edificio "donde sacrificaban". Del ruinoso estado en que langui-
deciera este templo en 1580 surgió una distintiva relación entre la cabecera y el lugar de la
"Iglesia vieja". Tal fue la que en varios lugares de México determinó estrechas relaciones entre
452 ESTUDIOS DE CASO

Tecaxeque, Atlitec y Zoquiapan corresponden a tres estancias periféricas


localizadas del lado este del piedemonte de la hoya o cuenca de Yecapixtla
(fig. VI.1). Según Robelo, Tecaxeque (Tecaxic) se compone de tetl, "piedra",
caxitl, "cajete o vasija honda" y el posfijo locativo -CO;97 y en sentido genérico
el topónimo describe al "Lugar o los dueños de las vasijas de piedra". René
Acuña acota el significado literal de "Lugar del cajete o lebrillo de piedra"."
Textualmente, la relación refiere el significado del nombre del lugar: "Piedra
horadada a manera de lebrillo, por estar una piedra allí, horadada a manera
de cajete o lebrillo"."? Atlitec o Atlitic constituye un vocablo que en com-
posición con la raíz nominal atl, "agua", significa "en o dentro de el agua". 100
Acorde a la Relación geográfica, "llámase así porque la iglesia del pue[bl]o
está fundada en mjedi]o de dos fuentes, yeso quiere decir Atlitec.t'"
Zoquiapan ocupa el prominente lado norte recreado en la pintura del
documento del siglo XVI (fig. VI.I, porción izquierda). En dicha área se apre-
cia que el pronunciado sistema de escorrentía de la hoya influyó en la locali-
zación de lugares con nombres alusivos a escurrimiento y sumideros.t'" El
sector se muestra enmarcado por los 20 cerros de la sierra denominada
Cempoaltepec, topónimo derivado de cempohualflli, tepeltl] y la conjunción
e, por lo que describe a paraje situado "en los veinte cerros". 103 Tal significa-
do toponímico compagina con la serranía pintada en la relación y a cuyo pie
se encuentra Zoquiapan. Según el documento, este último poblado "se llama
así porque tienen allí una fuente [en la] que mana el agua de abajo, y, como
es arena y tierra, sale el agua como turbia, yeso quiere decir zoquiapan'U'"
Ligados al destilar o emerger del agua de macizos y cañadas, y a la even-
tualidad de su desaparición y reemergencia, se registran en la pintura es-
tancias ubicadas sobre la banda norte con topónimos pertinentes (fig. Vl.I,
pueblos nuevos y viejos, estos últimos distinguidos por ser reverenciados cerros cubiertos lite-
ralmente de tepalcates; sobre la peculiar interrelación véase García Zambrano (2004) y Ramí-
rez Ruiz, en este volumen.
97 Robelo (1982 [1887]), p. 49.

98 Acuña (1985), "Relación de la Villa de Acapiztla", 1, p. 215, nota 12.

99Ibidem, pp. 214-215.


100 Siméon (1996 [1885]), p. 204.

101 Acuña (1985), "Relación de la Villa de Acapiztla", 1, p. 215.


102 Es el caso de Ilucan y Ayapango, Acuña (1985), "Relación de la Villa de Acapiztla", 1,

p. 215. De hecho, glosas y tonalidades de azul intenso del recreado curso de aguas entre tra-
mos de la cañada registrada el pie del macizo de Achichipi[l]co, enfatizan el instante en queel
agua se sume y reemerge.
103 John Sullivan, comunicación personal.

104 Acuña (1985), "Relación de la Villa de Acapiztla", 1, p. 215. Zoquiapan, "Sobre o en el agua
lodosa",
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL UEVO 453

porción izquierda). Achichipilco se localiza en el mapa colonial al pie de la


montaña del mismo nombre y cercano a un emblemático cerro realzado con
elicono de un águila. El topónirno de este pueblo sujeto ilustra la proclividad
prehispánica a asentarse al pie de cerros y barrancas que percolaban agua y,
por ende, eran percibidos como "lloraderos o destiladeros de agua". Situa-
do al este de la barranca de Xalpa (fig. Vl.I), Achichipilco precisamente sig-
nifica"En el lugar de la llovizna o del goteo de agua". lOS La Relación geográ-
fica especifica el significado del nombre: "Porque de unas peñas, sale el agua
goteando, y eso quiere decir [Achichilpico]".106 Derivado de achichipini,
adjetivo verbal que denota la acción de "destilado, caído gota a gota", 107
deviene en nombre de macizos con tal característica en varias ciudades de
México(españolizados Chipinque o Chepinque en Zacatecas y Monterrey;
Achichipilco en Cholula, Achichipico en Metztitlan y Chipitlan en Morelos).
Relativa a la función implícita en el topónimo de Achichipilco en Yeca-
pixtla, fue recientemente encontrada y estudiada una cueva con pinturas
prehispánicas.lvs Coincidente con referencias a pasajes de proveniencia míti-
ea desde interiores acuáticos facilitados por montañas y cañadas, el abrigo
rocoso con sus pinturas se encuentra al pie de un cerro, sobre un farallón de-
nominado Chichiminquiahua o la "Barranca grande". Además, la cima del
Achichipilco domina el paisaje hacia Yecapixtla y provee un cierto alinea-
miento o eje norte-sur entre este macizo y la barranca de Zahuatlan el vie-
jo, quedando la cabecera entre ambos lugares (fig. VI.3). Correlacionada
esta asociación geográfica con lo conceptualmente registrado en la pintura
de la Relación de Acapizila, se aprecia que Zahuatlan aparece ubicado con
una declinación este en dirección al Popocatepetl (fig. vt.i), cuando en rea-
lidad e encuentra al sureste del macizo (fig. VI.s). En cuanto a la prolonga-
ción visual del eje norte-sur, ésta se manifiesta con tan sólo una desviación
de 15° al sureste y enmarcada por la presencia de las márgenes de la
barranca de Zahuatlan, coincidiendo en el horizonte con la presencia de
Chalcatzingo (fig. VI.S).
Al mismo sentido de la sacralizada geografía al que parece correspon-
der la barranca Chichiminquiahua en Achichipilco, corresponden las fun-
ciones y significados de Temacpalco en Zahuatlan el viejo. Situado dentro

105 Según Robelo (1982 [1900]), p. 3, de atl, "agua", chichipini, "lloviznar o gotear cosa
líquida", y ellocativo -co; también mencionado por Maldonado Jirnénez (2000), p. 186.
106 Acuña (1984), "Relación de la Villa de Acapiztla", 1, p. 215.
107 Siméon (1996 [1885]), p. 97.

108 Virve Piho (1982), en Maldonado (2000), pp. 186-189 Y figs. 16-18.
454 ESTUDIOS DE CASO

FIGURA VI.5. Mapa de la región Yecapixtla-Chalcatzingo; tomado de David C. Gro-


ve (comp.), Ancient Chalcatzingo , University of Texas Press, Austin, Texas, p. 7,
figura 2.1. Reproducción autorizada por D. C. Grove.

de los lindes de la "joia" o barranca grande del accidentado lugar, una de


sus prolongaciones derivaba hacia una confluencia de cañadas donde una
"cueva pintada" y un puente de factura colonial puntualizaban el sitio (figs.
VI.2 y VIA).109 La circunstancia de que hacia uno de los farallones donde se

109 "Con lo que se llegó a la puente de los tepetates o cueva pintada que es lindero [oo.]

entendiéndose que la dicha varranca sirve de lindero y va dividiendo las tierras que se miden
de las de Cuaguistla y el pueblo de Saguatlan El Viejo que estas quedan de la dicha banda al
oriente ... ", Deslinde de tierras por adquisición de estancias de ganado menor de parte de los
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 455

encuentra la "cueva pintada" confluía otra cañada es testimoniada en los


documentos: "Atravesando una varranca que nace a la orilla del citado
camino, en la que se vee la cueva pintada en uno de sus respaldos, y la cual
a muy corta distancia se junta con la otra varranca de la puente de los tepe-
tates ... "110Cercana a esta confluencia y consistente con la información que
se presentará más adelante, un "peñasco grande que nombran la piedra
que suena" enfatizó la presencia de una "varranquilla", complementaria a la
existencia de los otros elementos del terreno (fig. VI.2). A menos de 600
metros del lugar y correspondiendo con la afluencia del manantial y "cabe-
zada" de la barranca principal, otro mapa colonial acompañado de descrip-
ciones reseñaron la presencia de Temacpalco (fig. VI.4).lll Temacpalco es
nombre de lugar compuesto de las palabras teltll, piedra, macpollli], "pal-
ma de la mano", y ellocativo -co, "en".112El paraje era además "punto tri-
no" o de unión de los lindes de Zahuatlan el viejo, Ocuituco y Oaxtepec.U>

naturales de Yecapistla al marquesado del Valle, Antonio Cataño, Agrimensor, Yecapistla,


31/0111741,AGN, Tierras, vol. 8, primera parte, exp. 1, fol. 55r.
110 En la figura V.2 se distingue la confluencia de barrancas y el señalamiento de la cueva
pintada con el número 93 provisto por el agrimensor: "Advierto que en el número 93 acabaron
delindar dichas tierras de Saguatlan, sobre mano derecha que es el pasaje del dicho puente de
lostepetates", Prosecución del deslinde de tierras de los naturales de Yecapistla, mapa y plano
delagrimensor Antonio Cataño Cordero, 22/02/1741, AG .Tíerras, vol. 8, primera parte, exp. 1,
fol.63.
111 En 1741, el arquitecto y agrimensor Ildefonso de Hiniesta Vejarano midió 98 cordeles

entre ambos lugares y elaboró un mapa (fig. VI.4) a escala de época de 25 cordeles. El primer
tramo correspondiente a los puntos A y B del mapa (cueva pintada/puente de los tepetates) y el
paso de los coyotes arrojaron 37 cordeles; y al espacio señalado en la carta con las letras B y C
estuvieron indicados 61 cordeles; por lo que la distancia hasta Temacpalco, cercano al naci-
miento del manantial y cañada claves, fue de 98 cordeles. Si se considera que la unidad deno-
minada "cordel encerado" equivalía a 50 varas o 0.80 crns., se obtiene una distancia de 575
metros entre Temacpalco y la "cueva pintada"; véase fig. VI. 4. Deslinde de tierras en Zahuatlan
con indicación del pago o sitio de Temacpalco, Ildefonso de Hiniesta Bejarano, AGN, Tierras,
vol.8, primera parte, fo1.198.
112 John Sullivan, comunicación personal.

113 "Que la divicion de jurisdicciones es la varranca que nombran Temacpalco", según lo


declarado por Francisco Xirnénez, labrador de Ocuituco; 22/02/1741, AG ,Tierras, vol. 8, pri-
mera parte, exp. 1, fol. 182v. Sin embargo, los despojos de tierras por parte de los españoles
desvirtuaron los alindes ancestrales, creando situaciones conflictivas entre diversos agen-
tesespañoles e indígenas. De una parte se evidencia la apropiación de tierras de Zahuatlan por
elmolino de Carlos Ansures "Por haverse introducido en el [... ] pedaso de tierra [... ] de la joya
deSahuatlan [... ] con la ocasión de que no ha havido quien se lo contradiga". Diligencias del
juezcomisario de medidas en la Joya de Sahuatlan, AGN, Tierras, vol. 8, primera parte, exp. 1,
fols.171r-l72v. Del lado este y con intromisión desde el colindante Ocuituco, Manuel Peralta
justificaba la posesión de un potrero en Zahuatlan, la cual adquiriera de Antonio Cárdenas en
virtud de propiedad obtenida desde ello de enero de 1611; véase folio 172v del mismo expe-
456 ESTUDIOS DE CASO

En la mentalidad de los españoles que litigiosamente reclamaban estas


tierras, Temacpalco tan sólo era "la punta de un potrero" o lengua de terre-
no confinada por las citadas irregularidades geográficas. 1 14 Ninguna otra
relación podían establecer con la percepción sobre el horizonte cercano de
Chalcatzingo, donde manos en relieve sobre piedra complementaban la ico-
nografía de figuras ejecutadas en los abrigos de un farallón, las cuales
registraban la salida de un personaje del interior de una cueva.i t> Tal trini-
dad de elementos eran soslayados en favor de aspectos del paisaje donde
existía un potrero que muchos anhelaban poseer. Tanto la angostura de la
barranca del puente de los tepetates como las paredes verticales que res-
guardaban a la "cueva pintada", y la presencia de la "piedra que suena",
eran mudos testigos topográficos prehispánicos en los pretendidos deslin-
des que afectaban a los indígenas de la "joia" de Zahuatlan.U>
En tanto ámbito de nacimiento de una barranca visualmente registrada
en el correspondiente mapa (fig. VI.4), Temacpalco se equipara con los
sitios del área de Yecapixtla y pueblos circunvecinos en donde estrechas
cárcavas con manantiales puntualizaban los inicios o "cabezadas" de las
barrancas. Tal fue el caso del cercano Atlatlacuapa, cuyo nombre de lugar
contiene las connotaciones referidas: de atlauhtli, "barranca"; tlahco, "en
medio"; atl, "agua", y pan, "en", por lo que el topónimo remite a "la barran-

diente. Un mapa de la zona colindante a Ocuituco en Gerhard (1970a), fig. 1, p. 104. Hacia
1740 la intromisión incluía a Juan de Peralta, Antonio Torres (Cacique de Cuernavaca), la
Hacienda de Guamango y el ingenio de Cuahuixtla, este último posesión del "Convento Impe-
rial de Santo Domingo" en la ciudad de México; véase folio 175r.
114 "Cogiendo por el camino hasta dar a el puente que nombran de los tepetates desde el

qual comienza el potrero y tierra denunciada [... ] cogiendo de sur a norte via recta hasta lle-
gar al potrero que dicen [llamarse] Ternacpalco", AGN, Tierras, vol. 8, primera parte, fol.
187r.
115 El relieve de una palma de la mano, reportado originalmente por Carlo Gay, es consta-

tado por Jorge Angulo junto a la "caja de ofrendas" y la cruz moderna colocadas entre las
rocas de la cima de la montaña sagrada de Chalcatzingo; Angulo (1987), p. 154 Y fig. 10.26.
Huellas de manos de carácter rupestre fueron localizadas por Apostolides (1987), p. 179,
fig. 12.17, Yp. 190, fig. 12.42, en distintas grutas de los cenos unidos por el saddle o curvatura
en forma de silla distintiva de Chalcatzingo.
116 "Guiaron hasta el referido puente de los tepetates que es donde comienza el potrero y
tierra denunciada [de Zahuatlan] [... ] junto a ella por el lado norte una varranca [... ] y desde
aquí por la orilla de la misma varranca [... ] quedando a la izquierda el potrero Temacpalco
[... ] se torcio al sur hasta llegar a un cerrillo que dicen de las piedras [... ] y se torcio para el
poniente mirando [h]assia la hoya de Sahuatlan [... ] y siguiendo el mismo rumbo [...] se ve
otra varranca que hace un medio circulo que corre hasta el referido puente de los tepetates
[... ] cueva pintada [... ] en donde fenecio dicha vista de ojos"; AGN, Tierras, vol. 8, primera par-
te, fols. 188r-189r.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 457

ea en medio del agua". J 17Además, pasajes adicionales del manuscrito pre-


cisan la cota del accidente geográfico localizada junto a una cueva llamada
Oztotocoquilican: "En los sencerrillos en el paraje que se nombra Atlatla-
cuapa[n], y en castellano quiere decir donde empieza la barranca, y adonde
principian o colindan las tierras del molino con las de Sahuatlan [... ] en cuio
lindero o paraje se halla una cueva que nombran Ostotocoquilican, que
dice en castellano cueva escripta [o pintadaJ".11B
Articulada con otras barrancas de un circuito delimitado, los usuales
recorridos de linderos del área retornaban siempre al inicio donde la "cabe-
zada" de barranca y la respectiva cueva formaban parte del complejo ser-
pentino visualizado en las cañadas: "Después caminando barranca arriba, a
coger el rumbo de oriente, por donde se empezó esta demarcacion, se con-
cluye en el propio lindero, Atlatlacuapa";! J 9
El referido patrón puede observarse también insinuado en otras caña-
das que proveían de linderos a poblados periférico s de Zahuatlan y Yeca-
pixtla. Por ejemplo, en el paraje de Tlacotepeque, sujeto de Teocalcingo, su
topónimo es indicativo de la interrelación del asentamiento con el comple-
jo serranía-cañada reverenciada. Lugar literalmente localizado "en medio
del cerro" (de tlaco, "en medio", y tepec, "en el cerro"; o de tlahcotepec, "en el
medio-cerro"), mientras su punto clave de convergencia y deslinde de tie-
rras era llamado "Coatl y Camac" o "en la boca de la serpiente". Dicho para-
je se encontraba además destacado por la presencia de una peña escindida
que señalaba el norte, y de un árbol nativo de la localidad: "Declinando asia
el norte loma abajo a dar al paraje que los testigos [indígenas] dijeron lla-
marse Coatl y Camac, y en el demostraron una piedra partida en la punta, y
un arbol de xiloxochitl por bajo".12o
Peñas o eminencias rocosas distinguidas por sus quiebres o tajos explí-
cita o tácitamente eran identificadas con el icono de "la palma de la mano".
En algunos documentos coloniales tardíos se simplificó la alusión al meta-
fórico contenido de esta imagen mediante el sucinto empleo de la frase
"la palma". Sin embargo, se colige que se trataba del mismo emblema de la

117 John Sullivan, comunicación personal.


118 "Autos de los naturales de San Martín Sahuatlan contra el administrador del Ingenio de
Cuaguistla sobre tierras, año de 1774", San Martín Sahuatlan, AGN, Tierras, vol. 1714, exp. 3,
lego5, fol. 19r.
119 "Autos de los naturales de San Martín Sahuatlan ... ", San Martín Sahuatlan, AGN, Tie-
rras, vol. 1714, exp. 3, lego 5, fol. 19v.
120 "Indios de Teocalcingo salen a poblarse a Zacualpilla", AGN, Tierras, vol. 3697, exp. 2,
fol. 176r.
458 ESTUDIOS DE CASO

extremidad humana, por cuanto las plantas pertenecientes al género de las


palmas llamadas Brahea dulcis son extrañas al fondo de las barrancas. De
hecho, este tipo de palmas en Morelos se encuentra restringida a la falda de
los cerros. 121Secuencial a las correspondencias acotadas entre barrancas y
vasijas como hogares de serpientes, y respecto a peñascos identificados con
palmas de la mano, son los testimonios consignados en la geografía de
Pazulco, estancia sujeta de Yecapixtla (fig. VI.J). En efecto, su lindero o vec-
tor norte estaba señalado por una barranca, el cual pasaba a su vez por
pequeños cerros denominados "el guaje", prosiguiendo hasta lindar con un
paraje cuyo topónimo sugería la presencia de una serpiente: Tlilcoatl. En
este punto se relevaba la trayectoria del eje "hasta dar a una piedra grande
que llaman la palma". 122
En el vecino Tlayacapan, recorridos internos de sus linderos invariable-
mente se referían al complejo de cañadas, algunas de las cuales iniciaban
en el sitio "de la palma". Por lo que la ubicación de los parajes tenían como
constante al sitio "donde se hallan unas piedras apiladas [... ] puestas en
señal de que allí había una palma", coligiéndose que metafóricamente se
invocaba a "la palma de la mano".123 Ya en el siglo XVIII tan clave lugar de
Tlayacapan pasó a ser conocido como "el corral de la palma", punto de con-
vergencia y deslindes respecto del vecino Atlatlauhcan. Empero, temprana-
mente, desde 1539, un vector o eje norte-sur iniciado en esta colindancia
derivaba por el cauce de una quebrada hasta articularse con el antes men-
cionado sitio llamado "thequaque" o Tetecoatl, "Lugar de la serpiente de
piedra".124 Con posterioridad tal punto se destinó a un "torreón" que junto

121 Según Aguilar Benítez (1999), p. 315, los llamados palmares (Brahea dulcis) crecen en

las laderas de sectores de la sierra de Yautepec. Dada su condición de plantas monopódicas


conocidas comúnmente como "palmas", éstas aparecen al producirse la perturbación (vegeta-
ción secundaria) del área de las selvas, llegando a formar vegetación de galería en regiones
semiáridas; idem. Las profundas barrancas de la región Yecapixtla-Chalcatzingo son reservo-
rios de amate, guamúchil, ciruela y copal; Bugé (1987), p. 14.
122 Sirnéon (1996 [1885]), p. 206, enlista tlilcoatl como serpiente negra también llamada
acoatl "porque vive en las orillas de los ríos y se alimenta de peces". En el manuscrito se des-
criben "Trescientos cordeles a lindar al norte [... ] y de allí con doscientos y ochenta cordeles
hasta [... ] Enqualotepec, y de allí a los cerritos que llaman el guagi [o el guaje], hasta dar a una
barranca, linde con los parajes de Tilcoatl [sic por Tlilcoatl] Tinepiloayan, hasta dar a una pie-
dra grande que llaman la palma", diligencias de reconocimiento y vista de ojos de tierras del
pueblo de Pazulco, documento fechado en la ciudad de México, 17/10/1731, AGN, HJ, vol. 72,
leg. 38, exp. 19, fols. 3r-3v.
123 "Ouaderno de pruebas en los "Autos contra los naturales del pueblo de Guastepeque
[Oaxtepec], año de 1766", AGN, Tierras, vol. 2744, exp. 1, fol. 88r.
124 En preámbulo al "Título y Merced de Tierras ... " del virrey Antonio de Mendoza, cuyo
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 459

a otros erigidos de piedra y argamasa contuvieron losas inscritas explicati-


vas de la convergencia entre línderos.t->
La imbricación de cerros y barrancas con los iconos de una serpiente
asociada a una cueva ornamentada y a una eminencia rocosa realzada con la
palma de una mano aparecen en otros lugares de México consignados en
la documentación colonial. Tal es el caso de Tecama, sujeto de Chiconauhtlan,
cabecera localizada al norte de la ciudad de México. Aunque el significado
de este nombre de lugar describe a un sitio literalmente "En la boca de la pie-
dra" (de tetl, "piedra", y camatl, "boca"), la relación del mismo asentamien-
to destaca que dicha asociación comportaba la presencia de una mano.t=
Oztuma (actual estado de Guerrero) fue otro pueblo indígena de época
anterior a la llegada de los españoles que ostentaba buena parte de los tra-
suntos metafórico s hasta ahora considerados. Según la Relación geográfica
de Oztuma: "El pueblo de Oztuma se llama así por una cueva que está junto
al pueblo, porque 'oztotl', en la lengua mexicana, quiere decir 'cueva', y
toma[i]tl, quiere decir 'mano'''.127 Aunque tanto Acuña como el texto de la
relación se esmeran por enfatizar el empleo de la palabra "mano" (tomaitl
en el documento y toma/maitl, "nuestra mano", acorde al editor), John
Sullivan considera que en realidad se trata de oztoltl] y la terminación loca-
tiva man, como en oztoman, habiéndose deseado enfatizar el sitio "En el
lugar de la cueva".128De cualquier forma, el texto de la relación se encarga
de destacar que en el paraje "está una mano pintada en la cueva" como ico-
no fundamental del lugar. 129Por consiguiente, resultan claras las asociacio-

manuscrito expresa lo siguiente: "Teneis en poses ion muchas suertes de tierras que son e han
sido propias de vuestra comunidad y heredades de vuestros padres y antepasados en que
haceis vuestras labrancas e sementeras [... ] las qua les se comprenden dentro de los linderos
siguientes= que comienzan de norte a sur desde el pago [o sitio] que llaman el corral de la pal-
ma que parte terrninos con el pueblo de Atlatlaucan hasta el pago que llaman Epasoapan e de
aquí van corriendo por la fuente quebrada, hasta el pasaje que le dicen 'Iequaque", en el "Títu-
lo y Merced de Tierras de los indios del pueblo de Tlayacapan, año de 1539", AGN, Tierras, vol.
12,primera parte, exp. 4, fol. 297r.
125 "Dicha mohonera la havian puesto en el año de quarenta y tres para que se conociera
que hasta allí llegaba la jurisdicción y las tierras de los de Tlayacapa[n], y que en un gueco que
tenía le faltaba una losa en la que estaban puestas unas letras que decían lo mismo que en las
del torreón o peana [que en otro lugar demarcaba las tierras realengas de las del marquesa-
do]", en "Ouaderno de pruebas ... ", 16/01/1766, AG ,Tierras, vol. 2744, exp. 1, fol. 88r.
126 "Tecarna quiere decir 'mano junto a la boca'"; Acuña (1985), "Relación de Chiconauh-
dan", 1, p. 230, nota 6.
127 lbidem, p. 282.

128 John Sullivan, comunicación persona!.


129 Acuña, op. cit., p. 283.
460 ESTUDIOS DE CASO

nes respecto al significado de Temacpalco en la barranca de Zahuatlan el


viejo en Yecapixtla.
Tocante a los supuestos sobre la percepción de las barrancas como si
fueran cavidades de residencia o emergencia de serpientes con atributos
acuáticos, Oztuma reúne y complementa los trasuntos metafóricos consi-
derados. El lugar era una rinconada integrada por dos cerros confinantes
cuyo acceso era salvado mediante un pasaje estrecho. Robert H. Lister des-
cribe la configuración de este ámbito geográfico con la informativa frase
anglosajona low saddle o silla hundida.t-? Según Lister, a tal depresión se
accedía por medio de una angostura entre declives. Dicho pasaje fue artifi-
cialmente excavado, al punto de permitir a un tiempo tan sólo el acceso de
una persona. Marginal a los propósitos defensivos que pudieron haber
influido en las obras de incremento de la profundidad de la cañada entre los
cerros, Lister acota otros inherentes al topónimo referido a la cueva y una
mano. Mientras la cima del cerro alojaba a un "cuis", cu o templo, a la ma-
nera del sujeto Pazulco en Yecapixtla, sobre una de sus faldas se encontraba
la cueva con la figura "pintada" de una mano, acompañada de la efigie de
una serpiente con las fauces abiertas, realzando la entrada de la gruta.'>'
Basado en Francisco del Paso y Troncoso, Lister invoca las dos ocasiones
en que en el Códice Mendoza el nombre de lugar de Oztuma exhibe de fren-
te y de perfil "las dos mandíbulas abiertas del reptil, que dan su nombre a la
cueva: 'ozto-tl, y arriba la mano, ma-itl, que completa el nombre', y que á
fines del siglo XVI estaba pintada todavía en la cueva [... ]"132 También
rememora el arqueólogo la recomendación de Paso y Troncoso para que se
dedique amplio estudio a la recurrente presencia de manos reproducidas
en el contexto estudiado: "[Lo] que merece una visita de los técnicos por el
valor que se atribuye al dibujo de la mano en las civilizaciones más avanza-
das del Anáhuac" .]33
Al contexto acotado sobre la serpiente y la entrada a la gruta parece
coincidir la existencia de un dueto, caño o canal reportado por Geoffrey G.
McCafferty en Cholula, el cual fuera labrado escultóricamente figurando
130 Lister (1940), p. 210. El término anglosajón saddle es empleado por Grove (1987), pp.

41, 76, para describir el perfil cóncavo de unión de los cerros gemelos que enmarcan la rin-
conada de Chalcatzingo. Traspuesto el paraje de la barranca del río Amatzinac, las tierras
bajas del lugar son conocidas hoy día con la designación de "La joya"; Grove (1987), p. 11,
fig. 2.3.
131 Lister (1940), pp. 211 Y216.

132 Paso y Troncoso, en Lister (1940), p. 216, nota 10.


133/dem.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 461

una serpiente con sus fauces abiertas.l>' Asociada a una de las paredes de
la cancha de pelota, que bien pudieran reproducir las de los verticales fara-
llones de las barrancas, dicha efigie es primariamente vinculada con el tér-
mino mixteco yuvui, "hondonada", "barranco" "golpe de agua" o "quebrada
entre dos montes't.t-> Se recordará aquí el instante preliminar del retorno
de Quetzalcoatl al mictlan o mundo de los muertos, probablemente en pro-
cura de la gestación de otra humanidad, motivo por el cual construyera una
cancha de pelota distinguida por una línea divisoria que, como antes diji-
mos, en realidad representaba a una profunda barranca (tlecotl).

PORTALES DE COMU ICACIÓN DEL PAISAJE SAGRADO


EN LA BARRANCA DE ZAHUATLAN

La entrada y salida del interior de la tierra se manifiesta frecuentemente en


documentos coloniales donde la toponimia, la iconografía y los parajes
específicamente descritos aluden a la presencia de dicho umbral. En efecto,
diversos accesos a estrechas barrancas en Yecapixtla, Pazulco y los pueblos
aledaños de Ocuila y Teocalcingo recibieron en la Colonia el nombre es-
pañol de "portezuelas". Por ejemplo, en Teocalcingo el término describía
al empalme de la reducida cañada con su correspondiente río tributario:
"y de allí [... ] por una barranquilla que llaman el portezuela hasta llegar al
río que baja del pueblo de Mamada" .136 Iconográficamente dicha designa-
ción se manifestó por medio de manos pintadas o en relieve que a su vez
dieron lugar a descripciones documentales sobre angosturas de barrancas
llamadas "la palma de la mano". En algunos casos estos pasajes pudieron
retener la denominación prehispánica de Temacpalco o Temacpatitlan y así
fue consignado en los recorridos de linderos.
Tan reiterativa era esta visualización en el paisaje que, en el recorrido de
linderos de Ocuila, una segunda "palma de la mano" apareció sobre la pie-
dra de otra de las barrancas visitadas. 137 La primera de ellas se encontró en
un contexto explicativo del patrón acotado: "Se llego a un paraje que ex-
presaron nombrarse en mexicano Temalpatitlan [Temacpatitlan] y en cas-
tellano la palma de la mano en piedra y hace angostura que tambien llaman

134 McCafferty (2001), p. 298.


135 Idem, figura 11.17; M. E. Smith (1972), p. 49.
136 Teocalcingo, AGN, Tierras, vol. 3697, exp. 2, fol. 178r.
137 Santiago Ocuila, 20/06/1690, AGN, HJ, vol. 52, exp. 22, fol. 411v.
462 ESTUDIOS DE CASO

[desde la Colonia] puente por estar del lado diestro una barranca [ .. .]"138
Bajo la denominación indistinta de Temacpalco, Temacpatitlan, o incluso
el vocablo parecido pero erróneamente escrito de Temalpatitlan, el icono
alusivo a "la palma de la mano" funcionaba en calidad de determinante del
sentido de acceso o salida en la estrechez de serpenteantes cañadas. Quizás
el más informativo de los casos en que hasta al topónimo se le adscribió
valor lingüístico inherente a la acción particularizada sea el que consigna
las colindancias dentro del paraje de Atlacomulco. Además de presentarse el
nombre del lugar en el frecuente contexto de un "abarrancadero de agua",139
dicho sitio reunía las metafóricas alusiones hasta ahora advertidas. Es
decir, las correspondientes a un paraje situado "en una conjunción de barran-
cas donde está una cuevita con una mano pintada nombrada Temacpalco
[ ... ] cueva excavada en el respaldo de la barranca en un concurso de otras
dos [barrancas], y llaman este lugar Temacpalco que quiere decir mano
pintada en la piedra". 140
A través de lo reportado por fray Bernardino de Sahagún es posible
conocer las lecturas subyacentes en los nombres de lugar denominados
Temacpalco. Acorde al cronista, el grabado de la palma de una mano se
relaciona con un episodio de la vida de Quetzalcoatl, el cual tuvo lugar pre-
cisamente en un paraje así llamado.t+' Abrumado por la circunstancia de
su partida de Tula, el héroe divinizado pernoctó en Temacpalco, el cual lle-
gó a ser identificado por la impronta que en piedra dejaron sus manos.!"
Previo al suceso, había ordenado que sus casas recubiertas de plata y nácar
fueran ritualmente quemadas y sus restos significativamente enterrados en
cañadas u hondonadas junto a los ríos.
Otro modo toponímicamente aparejado de referirse al complejo funcio-
namiento de las barrancas se manifiesta en los términos atemajac o atlama-
xac y los correspondientes techialco o techialli. Relacionados al funciona-

138lbidem, fols. 409v-41Or.


Literalmente "en el abarrancadero del agua"; de atl, "agua", tlacomulli, "barranco",
139

hoyo grande, y ellocativo -ea; Robelo (1982 [1887]), p. 15.


140 "Esplicasion de las colindancias, linderos, barrancas y parajes del rancho de Tlacornul-

co", Morelos, 1695, AGN, Tierras, vol. 1608, exp. 1, fols. 23v-24r.
141 Sahagún (1981 [ea. 1585]),1, p. 289.

1421dem. Evidencia de manos en farallones cercanos a pasajes de acceso a rinconadas han


sido reportados a fines del siglo XIX por Nicolás León. Ilustrativo de la interdependencia pro-
puesta vienen a ser las impresiones de manos en Xocotitlan, jurisdicción de Ixtlahuaca enel
Estado de México, y en el mismo Temacpalco en Tlalnepantla; véase Nicolás León (1919),
p.208.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL UEVO 463

miento de ellas como entornas donde su "cabezada" estaba señalada por un


manantial, Yecapixtla comparte con el cercano Cuentepec la presencia del
referente atemajac/atlamaxac. Según Robelo, Atlamaxac describe al "Lugar
en que se divide el río en muchas partes, en arroyos ó acequias". 143Aunado
a una connotación antropomórfica de la tierra, el término en sentido figu-
rado alude a "la entrepierna" o ámbito localizado "en la horcajadura del
agua".144 En Yecapixtla, dicho sitio de confluencia de cañadas registrado
pictóricamente en la Relación (fig. VI.I, porción central inferior) es descrito
por Bernal Díaz del Castillo como el riscoso paraje donde los indígenas se
retiraron al verse militarmente superados por los españoles.J+> El lugar
destilaba tal cantidad de agua que no pudo quedar excluido de la Historia
de la Nueva España escrita por Díaz del Castillo: "Aesto digo, que allí había
tantas fuentes, yagua clara abajo [en la cañada] en el mismo pueblo que no
tenía necesidad de otra agua".146
Significados complementarios e inherentes a la función de paso de la
fisiografía de las cañadas han podido extraerse de manuscritos coloniales
que reseñan un funcionamiento parecido en el poblado cercano de Cuente-
pecoEn tanto sitio de reunión de las dos barrancas mayores que definen los
ejes cardinales de este pueblo cabecera, atlamaxac designa al lugar de la
"toma de aguas para el uso de nuestro pueblo". 147Debido al brote del agua
de este manantial en la "horcajadura" formada por las dos barrancas, los
recorridos de linderos ceremoniosamente realizados por los indígenas
se producían desde el cercano paraje de Techialco. En virtud de que el lu-
gar de cierre y arribo coincidía con el fluir incesante del manantial del
atlarnaxac, al sitio también le llamaban los indígenas "El resebimiento".
143 Robelo (1982 [1900]), p. 50.
144 Una ilustración del topónimo representado por un par de piernas abiertas en el folio Tv,
p. 13, de la Historia tolteca-chichimeca, mediante el cual se alude a un sitio de la ciudad.
145 "Aquellos guerreros mexicanos que allí estaban [en Yecapixtla], por defenderse se vinie-

ron por unos riscos abajo cerca del pueblo, y como había muchos de ellos heridos de los que
se venían a esconder en aquella quebrada y arroyo, y se desangraban, venía el agua algo turbia
de sangre"; Díaz del Castillo (1977 [1632]), 1, p. 468.
146 Idem.

147 Cuentepec, Morelos, título de composición de tierras de San Sebastián Cuentepec y sus
agregados Tlaxotla y Atlamaxac, AGN, Tierras, vol. 2684, exp. 4, fol. 2r, "Donde se ven dos cami-
nos que de oriente vienen para el poniente, el que va al norte va para Chalma, y el que va para
el sur, del primero va para Malinalco y donde se van dos barrancas [oo.] la que llaman Xate-
petitlan, a unirse con la otra que pasa dentro de los parajes de techialco, teposahuatitlan, tetl-
nahuatitlan y texochqui, donde llaman atlamaxac, lugar donde tomamos las aguas para el uso
de nuestro pueblo". En sentido lato, atlamaxac deriva de atlauhltli], maxajtl] y la terminación
locativae; es decir, "en la horcajadura de la barranca"; John Sullivan, comunicación personal.
464 ESTUDIOS DE CASO

Allí era donde iniciaban y concluían sus desplazamientos, después de circun-


valar las tierras a través de cañadas y caminos paralelos a ellas, alternando a
la vez con los cerros pertenecientes a la cabecera y sus sujetos. 148Aparte de
conformar con las dos barrancas un sistema hidrológico tributario que in-
cidía en la "toma de aguas" de atlamaxac, se considerarán los significados
presentes en los nombres de lugar de techialco o techialli y su sinónimo sig-
nificado de "El recibimiento", todos equiparados en los manuscritos: Cami-
nando por el norte [... ] por dicho rumbo a dar en donde llaman el resebi-
miento que en su lengua llaman techialco [... ] se llegó a un llano en donde se
halló un tepetate [o afloramiento del subsuelo] [... ] y alli dixeron los testigos
[indígenas] llamarse techiali que quiere decir el resebimiento [... ]149
Según Molina, el término techialco proviene de techiyalli y la termina-
ción locativa que indican "gente esperada", o bien techiyalco, "lugar de gen-
te esperada't.t-? En sentido relacional tanto la "toma de aguas" de atlarna-
xac como el "lugar de espera" en techialco sugieren el instante de la salida
o "resebirniento" de quienes aparentemente provienen de un manantial
situado en la confluencia de barrancas de un paraje determinado. En aten-
ción a que en algunos códices prehispánicos y lienzos coloniales se reporta
la salida del gobernante de un grupo inmigrante en un contexto parecido,
bien pudiera haber servido la topo nimia citada para recordar la metafórica
salida de los ancestros pobladores del lugar. 151Dado lo fragmentario del
tópico y la documentación analizada, se consideró oportuno traer a cola-
ción parecidos contextos consignados en los rituales de fundación de Mali-
naltepec, en el actual estado de Guerrero. Allí los ancestrales gobernantes
son recordados por haber sentenciado: "Aquí salimos donde está un arroyo
de agua".152Al término del recorrido perimetral de los linderos de Malinal-
tepec, se identificaba un punto nodal con el nombre de hualtepan namictia,

148 "Que por lo que toca a los parajes y linderos comienzan desde el dicho pueblo viexo de
[ajtlamaxaque y hasta San Miguel Tlaxotla que es de oriente a poniente y de norte a sur des-
de Tenagualtitlan a dar a Techialco que llaman el resebimiento [sic]", en "Los naturales deste
pueblo [de Cuentepec] contra Juan García sobre tierras, año de 1706", AG ,tierras, vol. 1939,
exp. 1, fol. 9r.
149 "Los naturales deste pueblo ... ", 25110/1706, AGN, Tierras, vol. 1939, exp. 1, fols. 13v-14r,
150 John Sullivan, comunicación personal.

151 Es el caso de escenas contenidas en el Códice Vindobonensis y analizadas por M. E,


Smith (1991), pp. 31-33. García Zambrano, "Ancestral Rituals of Landscape Exploration and
Appropriation Amongst Indigenous Communities in Early Colonial México", en Michel Conan,
Sacred Gardens and Landscapes: Ritual and Agency, Dumbarton Oaks, Colloquium on the His-
tory of Landscape Architecture, vol. 26, Washington, en prensa,
152 Dehouve (1995), p. 52,
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 465

el cual destacaba el instante crucial de la emergencia o momento en que se


"viene a encontrar la separación.P> Aunado al contexto de las angosturas
de las barrancas en sus "cabezadas" donde brotan manantiales, John Sulli-
van provee el significado de "las paredes se vienen encontrando": de hual,
"hacia acá"; tepanjtli] o "pared", y namictia, "encontrarse".
Tanto en el paraje denominado Techialco en Cuentepec como en su
correspondiente Temacpalco de Zahuatlan el viejo, el crítico lugar estaba
señalado por un estrechamiento de la "cabezada" de las conspicuas barran-
cas.154 Salvado su claro con puentes de factura colonial, empero, su signifi-
cativa angostura se perpetuaba en la designación española de "el portezue-
lo"o "la puerta", tal como se ha venido indicando. Similar a los casos en que
los sitios llamados Temacpalco coincidían con cuevas o grutas realzadas
con pinturas o relieves, en Techialco la estrechez con su puente sustitutiva-
mente exhibía una losa de piedra esculpida con profusos motivos florales:
"y siéndoles preguntado por dicho paraxe dixeron ser como va nombrado
[... ] y se halló junto de una vereda que sale desde la dicha puente [o angos-
tura] [... ] en donde mostraron una piedra prieta a modo de losa ancha ten-
dida sobre unos tepetates con labor encima de la dicha losa labrada a modo
de flores" .155
Al igual que en los sitios de Zahuatlan/Temacpalco o Atlamaxac o Te-
chialco de Cuentepec, barrancas tributarías de las cabezadas nodales com-
partieron nombres sugerentes de sonoridades implícitas en sus topónimos.
"Lacantora" y "La piedra que suena" se corresponden con formas del relieve
de los referidos sitios y anticipaban mecanismos sonoros de comunica-
ción.156 Este y otros de los elementos asociados, como la "palma de la
mano", las grutas pintadas o dotadas de relieves en los farallones, las alu-
siones al lugar en "que [se] espera o aguarda a otro" (techialco), o el "alber-
gue, casa donde se espera a alguien" (techialcalli), parecen coincidir con los

153 Ibidem, p. 61. Aparentemente la frase comparte el sentido que M. E. Smith (1973), p. 58,

encuentra en los vocablos mixtecos yuhi fa ini descriptivos del espacio de una "quebrada entre
dos montes", lo cual puede, según la autora, corresponder a una variante de yuvui, "cañada" o
"barranca" .
154 "y se llegó a una puente que llaman la puerta de Islava y habiendo baxado y subido una
barranca [... ] se llegó a un llano [... ] y allí dixeron [... ] llamarse techiali", Cuentepec, Morelos,
AGN, 1706, Tierras, vol. 1939, exp. 1, fols. 13v-14r.
1551dem.
156 Los lugareños de Chalcatzingo todavía creen en la sonoridad producida debajo de la
gruta contentiva de la imagen o figura de "El rey" o gobernante que parece haber salido de las
entrañas mismas de la tierra: Grave (1987), p. 431.
466 ESTUDIOS DE CASO

Chicomoztoc ("Siete cuevas"); pintura de la Historia tolteca-chichimeca,


FIGURA VI.6.
Paul Kirchhoff, Lina Odena Güemes y Luis Reyes García (comps.) (1976), INAH-SEP-
CISINAH, México, folio 16r, p. 28. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional
de Antropología e Historia.

simbolismos reunidos en el icono principal de Chicomoztoc (fig. VI.6). En


dicha imagen (porción inferior izquierda), la silueta de la palma de una
mano junto a la entrada del pasaje de acceso a las Siete cuevas, evoca el fre-
cuente uso de manos en angosturas de barrancas denominadas "El porte-
zuelo" o Temacpalco. De significado complejo de desentrañar en un mo-
mento dado para Mary Elizabeth Smith, empero, la historiadora de arte
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 467

FIGURA VI.7.Chicomoztoc, detalle inferior


derecho: neonato emerge de golpe de agua,
en Paul Kirchhoff, Lina Odena Güemes y
Luis Reyes García (comps.) (1976), INAH-
SEP-CISINAH, México, folio 16r, p. 28. Re-
producción autorizada por el Instituto
Nacional de Antropología e Historia.

suministró elementos que hoy día aclaran el enigmático motivo. En lengua


mixteca maa significa "centro, en el medio" y, frecuentemente, el término
se ilustra con el emblema de una mano combinada con el signo representa-
tivo de agua. Dicho icono en el Lienzo Jicayan aparece acompañado de la
glosa mixteca yuhui maa, misma que indistintamente alude a "arroyo" o
"cañada".157
Relativo a la interpretación propuesta se recordará el pasaje de la His-
toria tolteca-chichimeca en que los héroes Icxicouatl y Quetzalteueyac lite-
ralmente "tocan" y escuchan ante el acceso de lo que parece ser la entrada a
una cañada y umbral de las Siete cuevas. Dicho interludio implica la expec-
tativa de una respuesta que pudiera resultar en la salida de los ancestros
que habrían de ayudarles en el propósito de asentarse permanentemente
en Cholula: "Mi pilli, tlatouani Quetzalteueyac, a ver, golpea la cueva, al
Coliuhquitepetl. Ea! [...] golpea a la cueva, al cerro; por lo cual se rompió el
borde de la cueva".158Chimalpahin relaciona al peñasco horadado donde
se encontraban las Siete cuevas con el topónimo Tzotzompa (fig. VI.6). Indi-

157 M. E. Smith (1973), p. 199.


158 Kirchhoff et al. (1976), fol. 12v, p. 163.
468 ESTUDIOS DE CASO

cativo del "Lugar del toque" por cuanto la raíz tzotzompain] probablemente
es un locativo derivado de tzotzona, "tocar" o "golpear algo o un instrumen-
to",159el Memorial... de Chimalpahin añade el suceso del golpeteo del agua
justo en la pared o cuesta del cerro a cuyo pie arribaban los botes donde
venían los emigrantes dispuestos a trasponer este umbral: "y porque allá
van a chocar las aguas contra el acantilado de Chicomoztoc, por eso tam-
bién se llama Tzotzompa. Esta cueva séptuple existe desde hace mucho
tiempo con sus horadaciones, y de ella salieron todos los varios pueblos de
naturales de [esta] Nueva España, según todos han [siempre] sostenido.tw
Consecuente con el propiciatorio acto, las grutas muestran el instante
en que los ancestros tratan de salir de las cavidades internas (Hg. V1.6). En
este rito de paso que implica nacimiento acompasado a la ruptura del inte-

FIGURA VI.S. Chicomoztoc: detalle del interior de las grutas, en Paul Kirchhoff, Lina
Odena Güemes y Luis Reyes García (comps.) (1976), INAH-SEP-CISINAH, México, folio
16r, p. 28. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e
Historia.

159 John Sullivan, comunicación personal.


160 Chimalpahin (1998),1, p. 91.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 469

rior de la montaña dotada de cavidades, 161 se agregaron emblemático s ico-


nos inherentes al episodio. De una parte, el agregado de una mano junto al
lado izquierdo del pasaje de acceso a las grutas contiene la sugerencia,
entre otros significados, de que la vida dentro de dicho receptáculo está a.
punto de emerger. En aparente sincronía con dicho instante, una miniatura
o viñeta en el ángulo inferior derecho (fig. VI.7) exhibe la salida de un neo-
nato tras un borbollón de manantial o arroyada generada desde una mon-
taña rocosa. 162
A la mencionada ocurrencia parecen corresponder las imágenes mos-
tradas en las páginas 44d y 43c del Códice Vindobonensis, mismas en las
que se ilustra a un neonato colocado en una cuna enmarcada dentro del
ámbito ribereño de una hondonada.Jv-' La escena prosigue con la salida
de un gobernante o cabeza de linaje (tal como la mostrada en el ángulo
inferior derecho que acompaña a la imagen central de Chicomoztoc) de
una arroyada o manantial emergente (fig. VI.7). Según M. E. Smith, a nivel
temático la secuencia del pictórico relato corresponde a etapas de ges-
tacióri y nacimiento. A ello pudo concluir después de examinar los sig-
nificados de las palabras mixtecas que explican el sentido fundamental
de la escena: yuta o "río", droco o "cuna" y ñuhu, "manantial" u ojo de
agua.164 De similar significado son las páginas 10-9del mencionado códice,
las cuales muestran nuevamente el borbollón en el que emerge el agua. Sin
embargo, en esta ocasión el motivo iconográfico rodea a la figura de un
gobernante mostrado en posición sedente sobre un trono colocado encima
de un petate. Junto a esta estera aparece la palabra mixteca yuvui, misma
que funciona a manera de indicador fonético. Acorde a Smith, en tales cir-
cunstancias el topónimo en cuestión "le informa al observador que el cuer-
po de agua en este signo es una arroyada, barranco u hondonada, o un
estuario, en lugar de un río (yuta), lago (mini), ojo de agua (dzoco) o una
ciénega (ndoyot'í.í»>
Concordante con lo analizado, dos topónimos empleados para designar
gentilicios de carácter pictórico son recogidos en la Historia tolteca-chichi-
meca. Se trata de tzontecomatlan, "junto a las cabezas separadas del cuer-
po", icono simbolizado por una calavera dentro de una de las grutas, yacul-

161 Heyden (1975), p. 134.


162 Bernal García (1993) y en este volumen.
163 M. E. Smith (1991), p. 31, figura 18.
164 Ibidem, pp. 30-3l.
165 Ibidem, figuras 20 y 33.
470 ESTUDIOS DE CASO

maitl, "en el recodo o curvatura acuática del brazo curvo", representado


por dicho miembro y fuente resurgente de agua (Hg. VI.8). Aunque el pri-
mero de ellos, aplicado a los acolchichimecas, se encuentra entre los 10
topónimos iconográficamente representados en el folio 16r de la Historia
(fig. VI.6), el tlacuilo o pintor-escribano omitió la referencia al correspon-
diente a los tzontecomatl en el manuscrito colonial.t= Como se verá, ambos
gentilicios inspirados por topónimos asocian a los ancestros tutelares de la
migración chichimeca con los pasos entre montañas, mismos que a su vez
servían de antesala a las rinconadas.
Probablemente debido a que las gargantas de las cañadas emulaban los
cuellos de cucurbitáceas (tecomates, guajes y jícaras) que empalmaban con
la superficie de su panza, como si ésta a su vez representara el perfil de una
rinconada, algunos topónimos parecen recoger tal remembranza cultural-
mente acuñada en la geografía. Considerada la acepción del topónimo
Tzontecomatlan como "el lugar de la cabeza/tecomate separado del cuer-
po", resulta pertinente la connotación implícita en el nombre Tzonteco-
maixtlahuacan, "Llano o desierto de la cabeza cortada't.!«? En descripcio-
nes de linderos de Ocuila, tanto el portezuelo como la serranía constituyen
una unidad llamada Cuahuatzontecomatle, misma que precede al desplie-
gue del terreno en el espacio de una rinconada:

Guiaron los testigos para un portezuela y una serranía que está al Sur y dixe-
ron nombrarse Cuahuazontecomatle[...] y quedó señalado por lindero el refe-
rido portezuela [...] y desde él se van deslindando por las cumbres de dicha
serranía que tambien llaman Cuahuasontecomatle [...] hasta donde fenece
dicha serrania [...] quedando comprendidos dentro de estos linderos [...] los
parajes que llaman elllari.ode Doña Juana, el ojo de agua [y la rinconada]que
llaman Coyotliapa.t=

Kirchhoff et al. (1976), p. 160, nota 2, observaron la omisión involuntaria del tlacuilo.
166
Acuña (1986), "Relación de Minas de Tasco", 11,p. 123, nota 67. Junto a la connotación
167

de "cabeza/calabaza" que comportaba al término tzontecomate, se emplearon topónimos que,


al relacionar la presencia del lugar con la pétrea formación de la falda de un macizo, sirvieron
para señalar al paraje donde sucedía la confluencia de linderos: "Me guiaron los testigos
[h]asta la falda de un zerro nombrado Sitlaltepec [... ] y preguntando como se nombra dicho
paraje dixeron dichos testigos que se llamaba Tetzontecomatl, divisorio de las tierras que pero
tenecen a el pueblo de Atlatlauhaca [lugar del agua bermeja] en donde dixeron [... ] haver dado
posesion [... ] a el Gobernador de Nepopualco ['lugar donde se cuenta']".
168 Documento fechado en la ciudad de México, Santiago Ocuila, AGN, HJ, vol. 52, lego29.
exp. 22, fols. 433r-433v.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 471

Previamente, el recorrido se había detenido en el paraje confinante de


una barranca, sitio denominado Sayacatitla (Xayacatitlan). Su funciona-
miento clave como lugar de confluencia de linderos estuvo reafirmado por
el hallazgo de piedras realzadas con relieves en forma de cabezas. Aunque
dichas esculturas estaban enterradas, los testigos indígenas informaron
que aun en tiempos coloniales eran empleadas como mojoneras: "Decli-
nando un poco al oriente, se halló una mojonera grande desbaratada y
habiéndola cavado Francisco Rodríguez [...] sacó dos piedras estampadas
de cavesas la una mayor que la otra y dixeron servían de dividir las jurisdic-
ciones [...] paraje que le dicen Sayacaütla.tv?
Consistente con las asociaciones anteriormente recuperadas, el hecho
sucedió simultáneamente al hallazgo de la característica "palma de la
mano": "Desde donde [...] se llegó a un paraje que expresaron nombrarse
en mexicano Temacpatitlan y en castellano la palma de la mano en piedra y
hace angostura que también llaman el puente por estar del lado diestro una
barranca [... I 70r
Finalmente, barrancas puntualizadas con mojoneras justo en el pie de
monte de cerros llamados Chiconcuac, Chiconquahui o Chiconquiahuitl
también formaron parte del complejo de la geografía sagrada donde las
cárcavas en forma de serpiente parecían articularse a manera de guajes o
tecomates recordatorio s de portezuelos, y así lo registraban algunos topóni-
mos.!"! En un caso de la periferia de Yecapixtla donde se compartían lími-
tes con Atlatlauhca, los linderos de un paraje iniciaban en el pago o sitio
de Tzontecomatl, pasaban por Xochitlan y llegaban al cerro Chiconquia-
huitl.t"? Acorde a las crónicas de Chimalpahin, Chiconcoac fue un topónimo

169 Santiago Ocuila, AGN, HJ, vo!. 52,leg. 29, exp. 22, fo!. 41Or.
170 Ibidem, 22, fols. 410r-41Ov.
171 "Dixeron los testigos [... ] llamarse el zerro de Chiconquahui cuia mojonera está junto a

una barranca a la falda de dicho zerro [... r,expediente sobre linderos de Aguatlan, Totolapan,
epopualco y Atlatlauhca, fo!. 21r. "En un portezuelo vi dos mojoneras nuebas [... ] una de
Teocalcingo, y la otra de San Pedro Huaxahualco": huaxa, de huaxin, "guaje" y hualco,
de hualtin, "cosa redonda", y ellocativo -co; Robelo (1984 [1900]), p. 59. Indios de Teocalcingo
se pueblan en Zacualpilla, 24/12/1685, AGN, Tierras. vo!. 3697, exp. 2, fol. 74v.
172 "Comenzando [h]asia la parte del oriente en el pago que llaman Tetzontecomatl [... ]
e de aquí siguen [h]asia la parte del norte desde tetzonyocac [... ] y corren hasta quatzotzon-
co, tzoquiapan [... ] y de aquí cojen [h]asia la parte del poniente [... ] hasta Xochitlan en el
cerro que llaman Chiconquiahuitl, y con la parte del sur con el cerro que llaman citlaltepec
que parte terminos con el puente de Atlatlaucan", en "Los naturales de Nepopualco, juris-
dicción de Tlayacapa[n] contra el Marqués de Uluapa sobre tierras". AGN, Tierras, vo!. 1591,
exp. S, fo!. 1r.
472 ESTUDIOS DE CASO

adoptado como gentilicio por inmigrantes que arribaron al área de Chalco


y se agregaron al altepetl primario del sitio.l73 Tal fue el caso de los tzaqual-
titlan tenancas, quienes ejemplifican la posibilidad de crecimiento del orga-
nismo sociopolítico con adopción de los aspectos emblemáticos del relieve.
Mientras el préstamo patronímico del topónimo Tzaqualtitlan se inspiraba
en una pirámide cuyo nombre implicaba la presencia de una "cosa escondi-
da", es decir, un núcleo acuático precioso (chalchiuitl}, el adoptado apodo
de chiconcoac provenía de la presencia de "siete serpientes" esculpidas en
una roca del área.J?" Por lo que bien puede concluirse que los citados alle-
gados compartían con muchos otros grupos inmigrantes del norte de Méxi-
co un sentido de proveniencia mítica sintetizado en los aspectos del paisaje
y la geografía suministrados por el ancestral Chicomoztoc.

CONCLUSIONES

Del acercamiento a las distinciones coloniales de pueblo nuevo y pueblo


viejo ejemplificadas en el caso de Zahuatlan, ha podido caracterizarse la
metamorfosis experimentada por uno de los tlaxilacalli conformadores
del cariz territorial del altepetl en la región del actual Morelos. Al consta-
tarse dicho proceso en el altepetl colonial emergente de Yecapixtla, queda-
ron expuestas las causas por las que uno de sus poblados periféricos se ade-
cuó de modo traumático a la urbanización impuesta por los españoles. De
las circunstancias e inconformidades con que Zahuatlan se integró al
mosaico de barrios urbanos de dicha cabecera, persistió el manifiesto por
mantener el vínculo con el paisaje sagrado del lar originario: la barranca de
Zahuatlan.
Thequaque o tecoatl, "serpiente de piedra", visualizada en las cañadas
aledañas; Temacpalco o el "Lugar de la palma de la mano"; Techialli o "El
recibimiento"; Atlamajac o "En la horcajadura del agua"; y los correspon-
dientes elementos del paisaje de las barrancas realzados con la "cueva pin-
tada", "el portezuelo" y "la piedra que suena", perpetuaron los trasuntos de
la sacralizada geografía. Todos ellos parecen evidenciar un léxico común
de la percepción del ambiente que en tiempos prehispánicos se tenía. Sin
embargo, dada la imposibilidad de externar ante la sociedad colonial tem-

173 Schroeder (1991), p. 58.


174 Idem.
ZAHUATLANEL VIEJO Y ZAHUATLANEL NUEVO 473

prana los significantes que inducían a los pobladores de Zahuatlan a vivir


dentro de la barranca.l"> incursionaron en una lucha legal por recuperar el
lugar de proveniencia ancestral. 176 Agotados los argumentos contenidos en
las Leyes de Indias sobre la legalidad del retorno a asentamientos primige-
nios, pudieron mucho más las argucias de los dueños de haciendas y de los
mismos frailes que reclamaban derechos de posesión sobre el Iugar.J??
175 De hecho, el convento de Santo Domingo de Yecapixtla consideraba colmada la toleran-
cia con que había tratado lo que estimaba una ocupación irregular de la barranca de Zahua-
tlan por parte de los indios: "En 12 de junio de [17]78 presentó escrito la parte del convento de
Santo Domingo, referido a la merced mencionada; y que conforme a ella los sitados indios
estan introducidos, sin mas títulos que la toleransia de la parte de dicho convento, porque no
creyó que siendo legitimo el barrio de Saguatlan junto a Ayacapistla, donde existe, formasen,
como han formado, barrio con el mismo nombre, conservando algunos de dichos indios sus
solares y tierras en el legitimo antiguo Saguatlan; por lo qual deben reducirse a este [de Yeca-
pixtla], y dejar desembarazadas las tierras que han usurpado a la hacienda de Quaguistla, dán-
doles arbitrariamente la denominación de barrio, sin mas título que la voluntariedad por cuio
motivo no han querido comparecer", en "Autos que sigue el convento de Santo Domingo de
esta corte [... ] contra los naturales del barrio de Saguatlan, y otros colindantes, sobre tierras,
los ve vuestra alteza para confirmar o revocar la sentencia pronunciada en 20 de septiembre
de [16]87 por lo que declaró la propiedad del potrero que ocupan los de Saguatlan a favor del
convento de Santo Domingo ... ". año 1762, AGN, Tierras, vol. 1612, exp. 1, fol. 325 v.
176 "No es justo que se prive y no parece [que] hai merito para la denegación, quando quien

podia impedirlo, que era el gobernador de Yacapistla, que podia resistirlo, no lo hace, antes
con su presencia se executa la diligencia; ya esto se agrega, que hasta por pueblo se podia esti-
mar según la Ley 15, título 3, libro 6 de Indias, que ordena que siendo de quarenta indios la ley
manda que haya un Alcalde y un Regidor; y pasando de este número, y con el agregado de
los muchachos ya se dexa reconocer mui por menor la facilidad de lo que se pide, mayormen-
te quando los indios, aun mudándose a reducciones nuevas, dexando las antiguas, no pierden
su derecho, ni a las tierras que se tenían, según la Ley 9 del mismo titulo, ya se lee, que havien-
do sido la agregación a Yacapistla, con el Justo Titulo de la peste, conservando sus reduccio-
nes, nunca pueden decirse apartados, ni que es nueva reducción, lo que es solo manifiesto
y claro recurso in termario, por lo que no perdieron sus tierras, ni derecho a reasumirlas, y
quando la iglesia, que deben tener por Ley 4 facilmente se puede redificar, y habilitar, según se
informa que está; yel paraje tiene tierras yaguas conforme a la Ley 8, por lo que aun siendo
para nueva reducción, se debía pedir y poner en ella, aplicándoseles por el cómmodo de los
indios y por el augmento de ellos mismos, quanto mas en la restitución que se postula. En
cuya atención no hai embarazo para que V. S. mande se restituyan a los naturales de este
barrio de San Martín Saguatlan, y se tengan por pueblo, eligiendo para el año que viene Alcal-
de y Regidor en conformidad de la Ley, y con las calidades de que reparen la iglesia, de que
aya decencia en ella, que con igualdad se asignen las tierras a los indios de casa familia y casa
con igualdad interviniendo la justicia y gobernador de Yacapistla, y dexando tierras de las
mejores y bastantes para la comunidad e indios que se augmentaren en lo futuro, quedando
sujetos a la cabecera de Yacapistla y doctrina en que han estado y así se les dee a entender [...]
Méxicoy Mayo 20 de 1740. Lic. Joseph Antonio Ramos del Manzano; Joseph Antonio Bermú-
dez Sotornaior", en "El Alcalde y naturales AGN, Tierras, vol. 1958, exp. 5, fols. 28v-29v.
177 El ingenio de Quaguistla se opuso a la restitución de tierras a Zahuatlan por considerar

que se trataba de predios de su pertenencia y a ello se sumó el convento de Santo Domingo de


474 ESTUDIOS DE CASO

A pesar del trágico desenlace, permanece inalterable hoy día la identifica-


ción de los pobladores del barrio Zahuatlan el nuevo con la barranca con-
vertida en ejido, en donde sienten que en tiempos antiguos convivieron sus
ancestros.

REFERE CIAS BffiUOGRÁFICAS

Acuña, René (comp.) (1985), Relaciones geográficas del siglo XV!: México, t. I, Institu-
to de Investigaciones Antropológicas, UNAM, México.
-- (1986), Relaciones geográficas del siglo XV!: México, t. II, Instituto de Investiga-
ciones Antropológicas, UNAM, México.
Aguilar Benítez, Salvador (1999), Ecología del estado de Morelos: un enfoque geográ-
fico, Editorial Praxis, México.
Angulo v., Jorge (1987), "The Chalcatzingo Reliefs: An Iconographic Analysis", en
David C. Grove (cornp.), Ancient Chalcatzingo, The University of Texas Press,
Austin, Texas, pp. 132-158.
Apostolides, Alex (1987), "Chalcatzingo Painted Art", en David C. Grove (comp.),
Ancient Chalcatzingo, University of Texas Press, Austin, Texas, pp. 171-199.
Aveni, Anthony, y Horst Hartung (1986), Maya City Planning and the Calendar, parte
7, t. 76, Transactions of the American Philosophical Society, Filadelfia.
Bernal García, María Elena (1993), Carving Mountains in a Blue/Green Bowl: Mytho-
logical Urban Planning in Mesoamerica, tesis doctoral, Departamento de Histo-
ria del Arte, Universidad de Texas, Austin.
Broda, Johanna (1989), "Geografía, clima y observación de la naturaleza en la
Mesoamérica prehispánica", en Ernesto Vargas (cornp.), Las máscaras de la
cueva de Santa Ana Teloxtoc, u AM,México, pp. 36-51.
Bugé, David E. (1987), "Plant Ecology and Paleoecology", en David C. Grove (comp.),
Ancient Chalcatzingo, University of Texas Press, Austin, Texas, pp. 14-20.
Canto Aguilar, Giselle (1988), "El dios Quetzalcoatl en el señorío de Yautepec",
Tamoanchan, suplemento de El Regional del Sur, Centro INAH-Morelos,México,
9 de marzo, pp. 13-15.

Cuernavaca; por lo que ambos solicitaron "de mandar que el despacho librado a dichos natu-
rales se recoxa; ya mi convento se libre para que la justicia de Cuernavaca no proceda a prac-
ticar diligencia alguna, y en caso de haber comenzado sobresea en ellas y las remita a este juz-
gado [... ] contradiciendo como contradigo dicha restitución y protesto su nulidad [...] frai
Miguel de Ortega y Castro, Procurador", en "El Alcalde y naturales ... ", AGN, Tierras, vol. 1958,
exp. 5, fol. 33r.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 475

Díaz del Castillo, Bernal (1977 [1632]), Historia verdadera de la conquista de la Nue-
va España, Editorial POITÚa,México.
Chimalpahín, Domingo (1998 [1600]), Las ocho relaciones y el memorial de Colhua-
can, 2 vols., traducción y edición de Rafael Tena, Conaculta, México.
Dehouve, Daniele (1995), Hacia una historia del espacio en la montaña de Guerrero,
Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos-crssxs, México.
Estrada Cajigal, Adriana (1997), Cuernavaca y sus barrancas, Ayuntamiento Consti-
tucional de Cuernavaca, Morelos, México.
García Zambrano, Ángel Julián (1992), "El poblamiento de México en la época de
contacto, 1520-1540", Mesoamérica, año 13, Cuaderno 24, Plumsock Mesoame-
rican Studies/Centro de Estudios Regionales de Mesoamérica (CIRMA), South
Woodstock, Vermont y Antigua, Guatemala, pp. 239-296.
-- (1994), "Early Colonial Evidence of PreColumbian Rituals of Foundation", en
Seventh Palenque Round Table, 1989, en Virginia M. Fields (comp.), Merle Greene
Robertson (comp. gral.), The PreColumbian Art Research Institute, Rapid Prin-
ters of Monterey, San Francisco, California, pp. 217-227.
-- (2000), "Antagonismos ideológicos de la urbanización temprana en la Nue-
va España", en Estudios Históricos, Arquitectura y diseño, núm. 5, Maruja Re-
dondo Gómez y Ana Meléndez Crespo (comps.), CRAN Diseñadores, México, pp.
21-42.
-- (2001a), "El repoblamiento de indios en América colonial: sometimiento, con-
temporización y metamorfosis", en Alfredo Castillero Calvo y Allan Kuethe
(cornps.), Historia general de América Latina, vol. lII, t. 2, cap. 23, UNESCO, Edi-
torial Trotta, Madrid, pp. 459-496.
-- (2001b), "Cucurbits and Cacti in the Indigenous Ritual Selection of Environ-
ments for Settlement in Colonial Mesoamerica", en John Grim y Mary Ellen
Tucker (comps.), Indigenous Traditions and Ecology: The Interbeing of Cosmo-
logy and Society, Center for the Study of World Religions, Harvard University
Press, Cambridge, pp. 351-375.
-- (2004), "Pueblo nuevo y pueblo viejo: recuperación de una memoria urbana
perdida", en Louise Noelle (cornp.), Memorias del IX coloquio del seminario de
estudio del patrimonio artístico. Conservación, restauración y defensa. La ciu-
dad: problema integral de preservación patrimonial, Instituto de Investigacio-
nes Estéticas-Facultad de Arquitectura, Estudios de Arte y Estética 56, u AM,
México, pp. 59-82.
-- (2006), Pasaje mítico y paisaje fundacional en las migraciones mesoamericanas,
Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México.
-- s. f., "Ancestral Rituals of Landscape Exploration and Appropriation Among
476 ESTUDIOS DE CASO

Indigenous Communities in Early Colonial México", en Michel Conan (comp.),


Sacred Gardens and Landscapes: Ritual and Agency, vol. 26, Dumbarton Oaks
Colloquium on the History of Landscape Architecture, Dumbarton Oaks, Trus-
tees for Harvard University, Washington.
Gerhard, Meter (1970a), "El señorío de Ocuituco", Tlalocan, vol. II, núm. 2, pp.
97-114.
-- (1970b), "A Method of Reconstructing Pre-Columbian Political Boundaries in
Central Mexico", Journal de la Société des Américanistes, vol. LIX, pp. 27-41.
-- (1986), Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1521, Instituto de Investi-
gaciones Históricas-Instituto de Geografía, UNAM, México.
Gibson, Charles (1986 [1964]), Los aztecas bajo el dominio español (1519-1810),
Siglo XXI Editores, México.
Gillespie, Susan D. (1991), "Ballgames and Boundaries", en Vernon L. Scarborough
y David R. Wilcox (comps.), The Mesoamerican Ballgame, The University of Ari-
zona Press, Tucson, Arizona.
Grijalva, Juan de (1985 [1624]), Crónica de la orden de N. S. P. Agustín en las provin-
cias de la Nueva España, Editorial POITÚa,México.
Heyden, Doris (1975), "An Interpretation of the Cave Underneath the Pyramid of
the Sun in Teotihuacan, México", American Antiquity, vol. 40, pp. 131-147.
Karttunen, Frances (1983), An Analythical Dictionary of Nahuatl, University of Texas
Press, Austin, Texas.
Karttunen, Frances, y Gilka Wara Céspedes (1982), "The Dialogue of El Tepozteco
and his Rivals", Tlalocan, vol. IX, pp. 115-141.
Kirchhoff, Paul, Lina Odena Güernes, y Luis Reyes García (1976), Historia tolteca-
chichimeca, SEP-I AH-CISI AH, México.
León, Nicolás (1919), "Huellas humanas impresas sobre roca en el territorio mexi-
cano", El México antiguo, vol. 1, núm. 1, pp. 204-210.
Lister, Robert H. (1940), "Cerro Oztuma, Guerrero", El México antiguo, vol. V,México.
Lockhart, James (1992), The Nahuas After the Conquest. A Social and Cultural His-
tory of the Indians of Central México, Sixteenth Through Eighteenth Centuries,
Stanford University Press, Stanford, California.
McCafferty, Geoffrey G. (2001), "Mountain of Heaven, Mountain of Earth: The
Great Pyramid of Cholula as Sacred Landscape", en Rex Koontz, K. Reese-Taylor
yA. Hedrick (comps.), Landscape and Power in Ancient Mesoamerica, Westview
Press, Boulder, Colorado.
Maldonado Jiménez, Druzo (1990), Cuauhnáhuac y Huaxtepec (tlalhuicas y xochi-
milcas en el Morelos prehispánico}, UNAM-CRIM (Centro de Investigaciones Multi-
disciplinarias), México.
ZAHUATLAN EL VIEJO Y ZAHUATLAN EL NUEVO 477

Maldonado Jiménez, Druzo (2000), Deidades y espacio ritual en Cuaunáhuac y


Huaxtepec. Tlalhuicas y xochimilcas de Morelos (siglos XIJ-XV¡), Instituto de
Investigaciones Antropológicas, UNAM, México.
Molina, fray Alonso de (1977 [1555-1557]), Vocabulario en lengua castellana y mexi-
cana y mexicana y castellana, edición facsimilar y estudio preliminar de Miguel
León-Portilla, Editorial POITÚa,México.
Monjaráz-Ruiz, Jesús, Elena Limón, y María de la Cruz Paillés (comps.) (1994),
"Obras de Robert H. Barlow", en Fuentes y estudios sobre el México indígena,
vol. 5, INAH-Universidadde las Américas, México.
icholson, Henry B. (2001), Topiltzin Ouetzalcoatl. The Once and Future Lord of the
Toltecs, University Press of Colorado, Boulder, Colorado.
O'Mack, Scott Harold (1985), Yacapitztlan: Ethnohistory and Ethnicity in PosClassic
Central Mexico, tesis de maestría, Universidad de Kentucky, Lexington, Kentucky.
-- (2003), Yacapitztlan: Etnohistoria y etnicidad en el México central durante el pos-
clásico, Universidad Autónoma del Estado de Morelos-Unidad Central de Estu-
dios para el Desarrollo Social (Unicedes), México.
Pasztory, Esther (1983), Aztec Art, Harry N. Abrams, Inc., Nueva York.
Redfield, Robert, y Alfonso Villa Rojas (1934), Chan Kom, A Maya Village, Carnegie
Institution, Washington.
Robelo, Cecilio A. (1982 [1887]), "Nombres geográficos mexicanos del estado de
Morelos", Surnma Morelense, Cuernavaca, Morelos, México.
-- (1900), Nombres geográficos indígenas del Estado de México, impresor Luis G.
Miranda, Cuernavaca, Morelos, México.
Sarabia Viejo, María Justina (1978), Don Luis de Velasco virrey de Nueva España,
1550-1564, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Sevilla, España,
Sahagún, fray Bernardino de (1981 [ea. 1585]), Historia de las cosas de la Nueva
España, vol. 1, Editorial Porrúa, México.
Schroeder, Susan (1991), Chimalpahin and the Kingdoms of Chalco, The Universi ty
of Arizona Press, Tucson, Arizona.
Siméon, Rémi (1996 [1885]), Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, Siglo XXI
Editores, México.
Smith, Mary Elizabeth (1973), Picture Writing [rom Ancient Southern Mexico. Mixtec
Place Signs and Maps, Norman, University of Oklahoma Press.
Smith, Mary Elizabeth, y Ross Parmenter (1991), The Codex Tulane, Middle Ameri-
can Research Institute, publication 61, Tulane University of New Orleans, Nue-
va Orleans
Smith, Michael E. (1986), "The Role of Social Stratification in the Aztec Empire:
A View from the Provinces", American Anthropologist, vol. 88, núm. 1, pp. 70-91.
478 ESTUDIOS DE CASO

Tena, Rafael (cornp.) (2002), "Histoire du Mechique", en Mitos e historias de los


antiguos mexicanos, Conaculta, México.
Torre Villar, Ernesto de la (1995), Las congregaciones de los pueblos de indios, Insti-
tuto de Investigaciones Históricas, UNAM, México.
Townsend, Richard F. (cornp.) (1992), The Ancient Americas. Art [rom Sacred Lands-
capes, The Art Institute of Chicago, Prestelverlag, Munich, Alemania.
Zavala, Silvio (1984), Tributos y servicios personales de indios para Hernán Cortés y
su familia, Archivo General de la Nación, México.
VII. EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO
COLONIAL TEMPRANOl

FEDERICO FERNÁNDEZ CHRISTLIEB,


GUSTAVO GARZA MERODIO,
GABRIELA WIENER CASTILLO y
LORENZO V ÁZQUEZ SELEM

EL MEDIO natural del altepetl de Metztitlan? explica en buena medida su


capacidad de resistencia ante los embates enemigos en tiempos previos a la
Conquista. También explica la autosuficiencia de sus pobladores y la im-
portancia estratégica de estos parajes para el dominio de una extensa zona
del oriente de México prehispánico y colonial." Este medio se caracteriza
por su diversidad altitudinal y por su doble exposición tanto a la vertiente
oceánica como a la continental. En la medida en que se asciende desde el
lago y la vega por las laderas de los cerros rumbo a las mesetas de los alre-
dedores, el entorno va cambiando y se accede a distintos pisos ambientales
ya diversos recursos. Los cauces de los ríos y arroyos sirven como caminos
naturales para allegarse las materias necesarias, para pasar de una vertien-
te a otra y para comunicar las partes bajas con las alturas de los cerros que
posibilitan una vigilancia permanente del territorio. Estos elementos del
1 Agradecemos a Andrés Lozano (q.e.p.d.), a Juan Benito Artigas y a Porfirio Piña la lectu-

ra del presente capítulo y sus comentarios. De igual manera, agradecemos a José Juan Zarrio-
rano sus valiosas aportaciones en trabajo de campo.
2 Hemos destacado en itálicas el adjetivo natural puesto que, desde nuestro punto de vista,

la naturaleza también es un concepto cultural. En este sentido tienen razón los geógrafos
Roger Brunet y Olivier Dollfus al decir que "no existe un paisaje natural puesto que todo pai-
saje es percibido". Sin embargo, conviene aclarar que nos referimos aquí a las características
del relieve, del clima, de la hidrografía, del suelo y de la biodiversidad que perciben los grupos
sociales que se asientan en el territorio. Berque (1992), p. 356.
3 Entre los estudiosos de la relación sociedad-naturaleza siempre existe la preocupación de
no explicar la historia a partir del "deterrninismo geográfico". Muchos fueron los trabajos
durante la primera mitad del siglo XIX que expusieron cómo e! medio determinaba las activi-
dades y el devenir de los pueblos. Por el contrario, aquí nos guiamos por un enfoque impulsa-
do desde la geografía cultural, el cual ubica a los pueblos en el centro de la construcción de!
espacio geográfico y no como resultado de éste. Foote et al. (1994); Claval (1995); Berque
(2000);Bonnemaison (2000); Shurmer-Smith (2002); Anderson (2003).
479
480 ESTUDIOS DE CASO

paisaje facilitaron la conformación de una estructura territorial sólida y


duradera.
Como se sabe, Metztitlan fue uno de los pocos altepeme que, a la llegada
de los españoles, se conservaba independiente de los mexicas." Se trataba de
una extensa confederación que en la época colonial fue reconocida como el
señorío de Metztitlan y cuya cabecera fue la suntuosa villa del mismo nom-
bre. El magnífico convento de los Santos Reyes, construido por los her-
manos de la Orden de San Agustín en dicha cabecera, nos habla de la im-
portancia concedida a este asentamiento urbano. Las crónicas del siglo XVI
también resaltan la preeminencia de esta cabecera sobre las tierras del
señorío entero y subestiman la importancia de otras posiciones en el terri-
torio.> A partir de entonces, la villa de Metztitlan presidió el vasto territorio
que analizaremos en estas páginas.
Las primeras fuentes coloniales dan por sentado que Metztitlan era el
pueblo cabecera desde tiempo prehispánico.é Sin embargo, en este capí-
tulo partimos de una hipótesis distinta. En coincidencia con otros autores.'
proponemos que la sede principal del altepetl y la del señorío colonial
temprano no fue la villa de Metztitlan, sino el vecino pueblo de Tepatetipa.
Fueron los colonizadores españoles quienes ejercieron el cambio de esta y
otras sedes. También fueron ellos quienes avalaron algunas adecuaciones
en los límites territoriales. Para comprobado echaremos mano de las fuen-
tes históricas y estudiaremos las construcciones coloniales de los primeros
años, pero sobre todo haremos un análisis sistemático del paisaje y de la
cartografía actual, tomando en cuenta los rasgos culturales de los habitan-
tes de aquellos tiempos.f
Desde el punto de vista geográfico, el paisaje proporciona una informa-
ción que ni la historiografía ni los documentos primarios pueden ofrecer.
El paisaje no es un cúmulo suplementario de datos arrancados a la natura-
leza que pueden servir para corroborar la hipótesis del historiador; es otra
fuente de primera importancia, un documento que no está escrito sobre

4 Barlow (1943), p. 121; Davies (1968), pp. 29-61.


López de Velasco (1971), pp.10J-102; Vera (1905 [1571]), pp. 102-110; Witte (1993
5

[1554]); Grijalva (1985 [1624]), p. 78; Chávez (1986 [1579]).


6 Chávez (1986 [1579]); Witte (1993 [1554]); Grijalva (1985 [1624]), p. 78.

7 En particular deben verse los argumentos de Escalante (1994).

8 Las definiciones de paisaje han sido presentadas en la introducción de este libro. Por el

momento resumiremos que el paisaje es una extensión territorial reconocible con los sentidos,
principalmente con la vista y con los pies sobre el suelo. Pinchemel (1988), p. 382; Bender
(J 995), pp. 1-48.
EL ALTEPETL DE METZTITLANy SU SEÑORÍO COLONIALTEMPRANO 481

papel sino sobre la corteza terrestre. De ahí la importancia de recorrerlo y


analizado in situ. En nuestro enfoque, el altepetl es ciertamente una insti-
tución política y territorial, pero es, sobre todo, como su etimología lo indi-
ca: "agua-montaña". Para nosotros, sus límites y la ubicación de los prin-
cipales asentamientos tienen una explicación en el paisaje y en los usos
diferentes que de él hacían sus habitantes prehispánicos y coloniales. Entre
otros aspectos, mostraremos que mientras el sitio de la villa de Metztitlan
ejemplifica mejor las nociones urbanas occidentales, el relieve de Tepateti-
pa representa un espacio cultural típicamente mesoamericano.
Ahora bien, Tepatetipa no es el único paraje privilegiado por su ubica-
ción y por su historia. Queremos proponer que también Malila, un asenta-
miento localizado unos 10 kilómetros al noreste, desempeñó un papel fun-
damental en la organización de la vasta confederación de Metztitlan. En
esta primera parte del capítulo abordaremos con cierto detalle el caso de
Tepatetipa, mientras que en la segunda mencionaremos algunos aspectos
de Malila.
Para proponer que Tepatetipa y Malila constituyen, en términos de
James Lockhart,? dos "altepeme dominantes", nos basamos, entre otras
cosas, en la cantidad de sujetos que las fuentes coloniales tempranas reco-
nocen a ambos, que es mucho mayor que las del resto de las unidades polí-
ticas de la confederación. A las entidades de menor jerarquía las llamare-
mos, siguiendo al mismo autor, "altepeme subordinados". La relación entre
unos y otros debe ser matizada debido a que, con frecuencia, no se trataba
simplemente de una obediencia impuesta verticalmente, sino de una rela-
ción horizontal "determinada por lazos consanguíneos o alianzas matrimo-
niales, y por relaciones de lealtad". 10 Analizaremos esta estructura en un
momento previo a la llegada de los españoles.
También analizaremos las transformaciones territoriales ocurridas des-
pués de la Conquista. Para ello, debemos diferenciar claramente la manera
de nombrar a las entidades de las épocas prehispánica y colonial. Así pues,
llamaremos "Metztitlan-Tepatetipa" al altepetl dominante, a su institución
política y al espacio geográfico que lo explica y cuya extensión territorial se
calcula en 1300 km-'. Eventualmente utilizaremos el prefijo huey (califi-
cativo que refiere a "gran" o "grande") como sinónimo de "dominante'U!

9Lock:hart (1999), p. 28.


10García Castro (1999), p. 37.
11 El término huey altepetl ha sido utilizado para denotar a las poblaciones que tenían "una

mayor jerarquía política [... ] en comparación con otras que le eran subordinadas" o bien para
482 ESTUDIOS DE CASO

Para el periodo colonial, Tepatetipa se convertirá en un "pueblo" y Metzti-


tlan en otro que después será investido con el rango de "villa". Al llegar a la
zona, los españoles intentaron identificar, tal y como lo habían hecho en el
Altiplano, los altepeme más importantes para imponerles el título de "cabe-
cera" e identificar a los "sujetos" que aparentemente dependían de éstos.
Tepatetipa y Malila fueron inicialmente reconocidos como las dos cabece-
ras principales, pero esta situación cambiaría en el transcurso del siglo XVI
y ninguna de las dos conservaría su primacía.
A otra escala, llamaremos "confederación de Metztitlan" al conjunto de
nueve altepeme, incluidos Tepatetipa y Malila, que llegó a tener un territo-
rio aproximado de 3600 km-, es decir, apenas menor a la extensión del
actual estado de Tlaxcala. Dicha confederación, que en la época colonial
fue designada "señorío de Metztitlan", vio alterados sus límites ganando
terreno a algunas soberanías vecinas y más tarde fue dividido en dos dife-
rentes "provincias" .12
Para analizar el entorno en que floreció esta extensa unidad política,
dividiremos el capítulo en dos mitades: la primera abordará lo relacionado
exclusivamente con el altepetl de Metztitlan- Tepatetipa y con los pueblos
coloniales en los que derivó. En la segunda estudiaremos la organización
espacial de toda la confederación, incluyendo al otro altepetl dominante,
aquel de Malila, y veremos qué sucedió con cada uno a la llegada de los
españoles.

Los ESPACIOS DE METZTITLAN- TEPATETIPA

En esta primera parte hablaremos exclusivamente de Tepatetipa, de la selec-


ción del sitio realizada por sus antiguos habitantes para establecerse y, más
adelante, de la estructura urbana del pueblo de indios refundado por los
evangelizadores. Aprovecharemos para hablar igualmente de la urbaniza-
ción de la villa de Metztitlan a manera de comparación. Con el análisis de
estos dos aspectos (selección del sitio y urbanización colonial) mostrare-
mos las características de las concepciones mesoamericana y occidental del
espacio a una escala, digamos, urbana.

las grandes aglomeraciones. Reyes García (2000), p. 41. Molina (2001 [1555]) tradujo vei alte-
petl como "ciudad".
12 Estas dos "provincias", que no se diferencian sino hasta el siglo XVII, son Metztitlan y
Sochicoatlan (Xochicoatlan); Gerhard (1986), p. 250.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SE - onto COLONIAL TEMPRANO 483

Selección del sitio

En la tradición mesoamericana, la selección y delimitación de un altepetl


conlleva justificaciones míticas y religiosas, pero dichas explicaciones están
sustentadas en un paisaje preciso, sobre un medio físico conmensurable.
La selección redunda en beneficios prácticos para sus moradores. María
Elena Bernal García sostiene que durante la época prehispánica la selec-
ción de un lugar para ser morado debía cumplir tres requisitos: a) debía
tener un paisaje montañoso, b) debía constituir una cuenca hidrográfica
y e) debía tener un cielo referenciado por ciertas elevaciones. 13 Los confines
del territorio donde se reúnen estas tres determinantes debían ser asequi-
bles en menos de una jornada a pie. Ángel Julián García Zambrano detecta
incluso una forma de relieve, en términos estéticos y funcionales, que sinte-
tiza estas características del paisaje y que figura de manera recurrente en
los documentos coloniales tempranos: se trata de la "rinconada". 14
Desde el punto de vista de la geomorfología, es difícil definir la rincona-
da por obedecer a muy diversos procesos de formación. La rinconada ideal
estaría constituida por un alineamiento montañoso formando una conca-
vidad -a manera de herradura- en cuyo foco se establece el poblado.l>
Según el mismo García Zambrano, la rinconada que garantiza el abasto de
agua es también una metáfora de las jícaras de origen vegetal que contie-
nen ese líquido; es decir, de las cactáceas y cucurbitáceas presentes en los
paisajes mesoamericanos y aridoamericanos y, por cierto, muy frecuentes
en la vertiente interna de nuestra zona de estudio. Dicho de otro modo, la
rinconada es una gran vasija que retiene el agua, una olla -hoya- de gigan-
tescas proporciones.ts
La rinconada como base de un altepetl es frecuente en la construcción
del paisaje. A esta forma del terreno se unen otras condiciones naturales
que facilitan la subsistencia de sus habitantes y que cuadran al mismo
tiempo con su cosmovisión. La rinconada suele ser el corazón del altepetl,
pero no es todo el altepetl, pues éste se extiende hacia otros accidentes geo-

13 Bernal García (1993), p. 5I.


14 García Zambrano (2000), p. 23. Véase también el cap. 1 de este libro.
15 Cabe advertir que el poblado no necesariamente constituye una unidad urbana con
calles y casas contiguas, sino que con frecuencia se trata de viviendas bastante dispersas. El
esquema básico de selección del sitio que aquí tratamos nos invita, desde luego, a pensar en la
"geomancia" oriental en donde los elementos como el agua y el viento juegan un papel funda-
mental. Higuchi (J 983); Aguiló (1999), p. 198.
16 García Zambrano (2001).
484 ESTUDIOS DE CASO

gráficos ligados a ella. En el área de influencia nahua, el altepetl es agua


(atl): bruma, nubes, lluvia y escurrirnientos, y es un cerro (tepetl) o una
serie de cerros.!? Esta conjunción provee a sus moradores de gran parte de
los mantenimientos necesarios: semillas, frutos, flores, hierbas comestibles
y medicinales, animales de caza, leña para hacer fuego; piedras, tierra, pen-
cas, paja y madera para la construcción. rs El agua y los demás manteni-
mientos deben ser accesibles, por lo que los límites del altepetl ideal se
extienden hasta donde las necesidades básicas de la población quedan
satisfechas. Por ello, el tamaño del altepetl es muy variable.
Las evidencias prehispánicas y coloniales tempranas apuntan a la rin-
conada de Tepatetipa como el lugar primordial, como la sede más adecuada
para establecerse en concordancia con la cosmovisión mesoamericana,
como un punto militarmente estratégico, como el paisaje sagrado que ase-
gura a sus pobladores una amplia gama de mantenimientos. Los cerros que
delimitan la gran hoya de Tepatetipa pueden ser identificados observándo-
los desde el techo de la iglesia. Mirando hacia la apertura de la herradura
ubicada al suroeste y haciendo un recorrido en contra de las manecillas del
reloj, los puntos del relieve que definen la rinconada son: cerro de Tlatepexe
(arriba del pueblo del mismo nombre), Cerro de las Campanas, Tlalxilini (o
Telchiline), Puerto Pinto, Chilcajete (cerro del pueblo de Iztayatla), Temanal-
co, Cotoc, San Mateo, Metlatiapa, San Lucas, Ahuatepec, Mesa Grande y Te-
xinteyo.t? Este último, también llamado Cerro de la Fertilidad.s? es el cerro
cuya posición y morfología lo hacen el referente cosmogónico más signifi-
cativo que se puede observar desde el interior de la rinconada (fig. VII.1).21

17 Además del vocablo en náhuatl, debe contemplarse el término en otomí, el otro gran
componente étnico de la zona estudiada. En el diccionario otomí de Alonso Urbano (1990
[1605]), la palabra utilizada para "pueblo" es an dehe nttoehoe, que según Doris Bartholomew
significa también agua-cerro. Sin embargo; la palabra otomí moderna para "pueblo" es hnini;
Bartholomew (2000), p. 191. ,/ .
18 López Austin (1999); Broda el al. (1991).

19 Los nombres fueron proporcionados entre el29 de octubre y el 5 de noviembre de 2002 por
don Antonino Vite y don Jerónimo Monsalvo, así como por un grupo de habitantes del pueblo a
quienes se les solicitó que hicieran el mismo ejercicio de apelar los puntos del horizonte. En traba-
jo de campo realizado en abril de 2005, don Aristeo Domínguez nombró algunas de estas eleva-
ciones con nombres no exactamente iguales, de manera que es necesario precisar la toponimia,
20 Este sobrenombre deriva del hallazgo -cada vez menos frecuente- de ofrendas dejadas
en sus partes altas, donde se dice que se realizaban ritos para dar a las mujeres infértiles la
posibilidad de procrear. Fray Andrés Lozano O. S. A. cuenta haber encontrado en los años
setenta alimentos y bebidas en ofrenda. También parece haber pintura rupestre en que se
representa a hombres y mujeres desnudos.
21 Sobre la significación de esta morfología, véase Bernal García (1994).
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORíO COLONIAL TEMPRANO 485

FIGURA VII.!. Vista desde la iglesia de Tepatetipa, en la que se observa, en primer tér-
mino, el puerto de montaña que cierra la rinconada por el rumbo poniente. Este
puerto de montaña separa la Mesa Grande del cerro Texinteyo. Foto de los autores.

Evidencias arqueológicas de diversas épocas han sido halladas sobre el


límite oriental de la rinconada, en una terraza natural ubicada a 1.5 km al
noreste del actual pueblo de Iztayatla.P Algunas de ellas corresponden a ma-
teriales que, según Gianfranco Cassiano y Alberto Vázquez, pueden tener más
de 10 000 años de antigüedad.s- En el mismo sitio conocido como Hue-
yapan.e+ los arqueólogos hallaron otra ocupación perteneciente al "Posclá-
sico Terminal, compuesta por alrededor de diez casas habitación [... ] con
materiales dispersos por un área de aproximadamente tres hectáreas'l.t>

22 Sobre Iztayatla, pueblo formado aparentemente en el siglo XIX, véase Azcué y Mancera
(1929), p. 484.
23 Se trata en concreto de "un fragmento de una punta de proyectil de tipo Clovis" hallada

en el contexto de un área de taller de "talla de bifaciales"; Vázquez (2001), pp. 93-95. Cassiano
(1998) y Álvarez y Avilez (1994).
24 Estos arqueólogos han reportado el sitio bajo el nombre de "Oyapa". Nosotros hemos

tomado el nombre utilizado generalmente por los habitantes de Iztayatla.


25 Vázquez (2001), p. 93. Este autor afirma que la cerámica de tipo Metztitlan negro/blanco

constituye la mayoría de los materiales hallados pertenecientes a esta época.


486 ESTUDIOS DE CASO

Álvarez y Cassiano han reportado la existencia de varios sitios arqueológi-


cos más entre Hueyapan y San Juan Metztitlan.é= Hacia fines de los años
sesenta, José Lameiras recolectó material superficial de cerámica y lítica en
Tepatetipa sin especificar el sitio exacto en el que obtuvo sus muestras.??
Recientemente, en otros puntos de la rinconada de Tepatetipa no se ha
obtenido, al parecer, autorización para realizar excavaciones. En todo caso,
vinculando las evidencias arqueológicas de un área que va hasta los muni-
cipios actuales de Mezquititlan y Zacualtipan, podemos concluir que la
selección de los sitios donde se asentaron en diversas oleadas los poblado-
res hasta la época de contacto se localiza entre los 1 500 Ylos 1 900 msm.s"
Además de la arqueología.e? es importante mencionar otros rasgos de la
geografía de Metztitlan- Tepatetipa que forman parte del concepto de alte-
petl que hemos definido en la primera parte de este libro. La citada terraza
natural de Hueyapan (huey + altl] + pan, "sobre el agua grande"),30 por ejem-
plo, dibuja en realidad una pequeña rinconada si el observador se ubica en
su interior. Este paraje constituye un buen sitio para establecer un asenta-
miento de unas cuantas familias en donde podrían defenderse de agresio-
nes externas a la vez que obtener sus mantenimientos necesarios. Hueya-
pan poseía un gran manantial que probablemente da el nombre al sitio. El
cauce por el que escurría el agua todavía presenta los ahuehuetes que
caracterizan las áreas donde aflora el manto freático, de manera que esta-
mos ante una pequeña rinconada adosada por el este a la gran rinconada
de Tepatetipa. Es probable que este paraje haya sido poblado en distintas
épocas, como lo muestran las evidencias arqueológicas, y que en el mo-
mento del contacto haya constituido un barrio del altepetl dominante de
Tepatetipa.

26 Álvarez y Avilez (1994), p. 152.


Lameiras (1969), pp. 18-33. Es importante señalar que este etnohistoriador también
27
encontró materiales prehispánicos en otros 20 sitios vecinos a la vega de Metztitlan. Investiga-
ciones futuras tendrán que valorar estos hallazgos y relacionados con la historia del huey
altepetl.
28 Cassiano (1998), p. 25; Vázquez (2001), pp. 93, 100 Y 147.

29 Otras evidencias arqueológicas, que aquí no analizaremos, consisten en pinturas rupes-

tres que están situadas en puntos más bajos cercanos a la vega. Ahí los antiguos pobladores
representaron frecuentemente una luna, figuras antropomorfas claramente sexuadas yalgu-
nas escenas de caza. Véase Lorenzo Monterrubio (1999). Agradecemos la colaboración del
señor Erasto Badillo para ubicar algunas de las pinturas.
30 Molina (2001 [1555-1571]) define veiatl como "el mar" (folio 155v), pero el término se

refiere a cualquier gran extensión de agua: vei, o huey, "grande" (folio 155v); atl, "agua" (folio
8r);pan, "en" o "sobre"; Carochi (2001 [1645]), folio lOv.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORío COLONIAL TEMPRANO 487

FIGURA VII.2.Paraje Tepelmonamique o donde "se juntan los cerros", así llamado
por los habitantes de Tepatetipa. Podría corresponder al Tepetl-monanamicyan o
tercer piso del inframundo en la cosmovisi6n mesoamericana. Foto de los autores.

En un punto diametralmente opuesto a Hueyapan, es decir, al oeste de


la rinconada de Tepatetipa, está el paraje llamado todavía por sus poblado-
res Tepelmonamique (fig. VlI.2). Este accidente es explicado por los habitan-
tes del pueblo como un "encuentro de cerros" o como "un cerro frente al
otro".31 En realidad se trata de un segmento de una profundísima cañada
que se angosta; sus paredes casi verticales serpentean por el terreno. Por su

31 Información de Jerónimo Monsalvo, Gilberto Durán y don Antonino en noviembre de


2002.
488 ESTUDIOS DE CASO

talweg, en época de lluvias, corre el arroyo llamado El Salto, que confluye


con otros cauces de segundo orden precisamente cerca del Tepelmonami-
que.32 Este apelativo se le da a la cañada y también a una oquedad inacce-
sible en la ladera. El nombre bien pudiera ser Tepetl-monanamicyan que
Alfredo López Austin, estudioso de la cosmovisión mesoamericana, define
precisamente como el "Lugar donde se encuentran los cerros" y que corres-
ponde al tercer piso del inframundo.s- A decir de nuestros informantes, en
este paraje se han practicado "limpias" y ritos probablemente asociados a
la fertilidad.
La apertura de la herradura que forma la rinconada de Tepatetipa se
encuentra en dirección de la vega, formando el abanico aluvial más extenso
de la barranca de Metztitlan. Cabe decir que los abanicos aluviales funcio-
nan como un filtro natural que 'dan lugar a fuentes de agua cristalina, lo
que constituye un elemento más en la selección del sitio. Este abanico,
sobre el cual se estableció el actual pueblo de Tlatepexe, constituye el paso
natural a las tierras fértiles de la vega de Metztitlan.
La selección de un sitio que mirara a las barrancas internas, como cen-
tro político primordial, no era nueva. Sabemos de la existencia, al menos
durante el Epiclásico, del extenso centro urbano de La Mesa en el actual
municipio de Metzquitítlan.v' Desde ahí podía ejercerse control político o
tributario tanto hacia el interior de las barrancas como sobre la vertiente
atlántica. Pero ante la elevada competencia territorial que caracterizó al
Altiplano durante el Posclásico Tardío, el macizo de El Escorpión resultaba
una mejor opción para asentarse y quedar protegidos por el relieve. A esto se
puede agregar un prolongado trabajo de adecuación agrícola de las partes
medias y bajas de la vega de Metztitlan. Con el tiempo, la estructura organi-
zativa de Tepatetipa se hizo más compleja, su población creció y su territorio
integral se hizo mayor. En el momento del contacto, Tepatetipa abarcaba
en su dominio directo buena parte de las barrancas de Metztitlan y Amajac.
Asimismo, extendía su jurisdicción por el norte más allá de los límites de la
vega de Metztitlan hasta colindar con tierras de Tlanchinolticpac, englo-
bando los actuales poblados de Eloxochitlan, Iztacoyotla y Santa María
Macuiltzo Chico.35
32 Para John Sullivan, la traducción de Tepelmonamique (tepeit]l + monamique) sería "Los
cerros se encontraron".
33 López Austin (1989), p. 63; Berna! García (1993).
34 Vázquez (2001), p. 129.

35 En los Papeles de Nueva Esparza, fray Ambrosía Montesinos reporta a Cuimantlan (Acui-

manda) y Xilitla (nos referimos a! Xilitla ubicado en la cuenca del río Claro) como sujetos de
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 489

Un elemento fundamental en el paisaje que circunda Tepatetipa es su


punto más elevado: el cerro El Escorpión. Frecuentemente oculto por las
nubes formadas con la humedad proveniente de la vertiente del Golfo, El
Escorpión es un cerro nodal en la estructura de la confederación. Si cami-
namos cuesta arriba por cualquiera de los valles desde Tepatetipa, termina-
remos en la punta de El Escorpión, lo que indica que la vinculación entre el
pueblo y la montaña se establece principalmente a través del agua que
escurre por dichos valles. A espaldas del cerro, es decir, hacia el norte y
oriente, los paisajes son húmedos y verdes. La cima se encuentra a unos siete
kilómetros al noreste del actual pueblo de Tepatetipa, y en menos de una
jornada a pie se sube y se regresa hasta esta comunidad. Más adelante vol-
veremos a hablar de este elemento del paisaje.
Hasta ahora hemos visto cómo Tepatetipa cumple con las dos primeras
condiciones señaladas por Bernal García para seleccionar un sitio: paisaje
montañoso y cuenca hidrográfica a escala local. La tercera, como hemos
indicado, es la existencia de un horizonte irregular que permita referenciar
los fenómenos astronómicos.s» Ante la imposibilidad de realizar, por ahora,
el ejercicio de determinar la importancia astronómica del sitio.>?podemos
dejar señalado que el atrio de la iglesia de Tepatetipa está orientado al po-
niente y da su cara al puerto de montaña que se forma entre el cerro Texin-
teyo (o Cerro de la Fertilidad) y la llamada Mesa Grande.V
La propuesta de considerar la rinconada de Tepatetipa como asenta-
miento del altepetl dominante de la confederación se sustenta no sólo en
sus características morfológicas, sino también por su acceso a distintos
pisos altitudinales. Su posición le ofrece considerables ventajas en la obten-
ción de recursos. Asimismo, le da seguridad militar. En los párrafos que
siguen -y en la segunda mitad del capítulo- abordaremos estos aspectos
que son la parte central de nuestro argumento.
El núcleo del altepetl de Tepatetipa es la rinconada de unos 25 km-,
Tlanchinolticpac, lo que indica que las tierras bajas del norte del huey altepetl ya no quedaban
bajo jurisdicción de Tepatetipa. Paso y Troncoso (1905), p. 132.
36 Bernal García (1993). Es conocido ampliamente que estas observaciones estaban rela-
cionadas con el ciclo agrícola. Aveni (1980); Broda et al. (1991); Sprajc (2001), p. 79. La obser-
vación de la Luna debe haber tenido un papel importante, a tal grado que este satélite es parte
del topónimo tanto en otomí como en náhuatl. En la primera lengua, Luna fue escrito Nontza-
ná; Urbano (1990 [1605]), Yen la segunda Metrtli; Molina (2001 [1571]), folio 55v.
37 Agradecemos las opiniones del doctor Jesús Galindo del Instituto de Astronomía de la UNAM.

38 Esta misma orientación es compartida por otras edificaciones religiosas contemporá-


neas a la de Tepatetipa, como son Atzolcintla, San Lucas Chohuiztlan y Amajatlan, no así otras
construcciones un poco más tardías.
490 ESTUDIOS DE CASO

cuyos límites en sus bordes más elevados llegan a los 2000 msm, mientras
que su parte más baja, sobre el abanico aluvial de Tlatepexe, desciende por
debajo de los 1 300. Salvo el abanico, las elevaciones que limitan la rinconada
son verdaderos bastiones naturales que otorgan protección al asentamiento
frente a las amenazas bélicas -.Complementan este sistema defensivo las
dos espectaculares barrancas ubicadas tras los cerros del horizonte que se
observa desde Tepatetipa y que enmarcan la rinconada: la de San Juan, al
oriente, y la de Tezisco, al poniente.
El interior de la rinconada, sin tomar en cuenta el píedemonte, está for-
mado por un relieve de pendiente relativamente suave que va de los 1400 a
los 1 800 msm. Esta característica morfológica, que contribuye a la retención
del agua, permite una fecundidad especial en comparación con cualquier
otro paraje situado a la misma altitud en esta área. Estamos, pues, ante la
única posibilidad en la vertiente interna de desarrollar actividades agríco-
las, a una escala significativa, sobre el ecotono que marca la transición
entre las tierras tropicales y las templadas del México central. Así, partien-
do del asentamiento de Tepatetipa se accede a recursos de ámbitos muy
e
diversos, desde el matorral xerófito subtropical hasta el bosque de encinos
y pinos en apenas unos kilómetros lineales.t?
Asimismo, la rinconada de Tepatetipa es punto de partida para acceder
a diversos pisos ambientales hacia abajo y hacia arriba. Hacia abajo se
encuentra la vega de Metztitlan; es decir, la llanura de inundación del río
Venados que nace en los campos volcánicos de Tulancingo y que se encuen-
tra confinado lateralmente por las escarpadas montañas de la Sierra Madre
Oriental. Por su naturaleza aluvial y por la humedad del subsuelo, los terre-
nos de la vega son extremadamente fértiles y pueden ser irrigados con
intervención humana. Además de los suelos fértiles, también se tenía acce-
so inmediato al lago. El atractivo de bajar a la vega puede haber sido tam-
bién el de la pesca y la caza de algunas aves que frecuentaban el lago. Res-
pecto a la variedad de recursos, la Relación geográfica de 1579 sostiene:

Manteníanse, antiguamente, de caza de aves y animales, de que esta tierra


abunda mucho, especialmente la sierra, y de maíz, que se coge tres y cuatro

39 Sánchez Mejorada, (1978); Rzedowski (1981), p. 253; Armella et al. (2003). Tan sólo res-

pecto de la vegetación de la barranca de MetztitIan encontramos seis tipos de vegetación dife-


rentes: matorral subrnontano, bosque de coníferas (juníperos y pino-encino), bosque tropical
caducifolio, matorral xerófilo (crasicaule de Cephalocereus senilis, Stenocereus dumortieri y
Opuntia imbricata), pastizal y vegetación rivereña. Arias (2002), p. 112.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 491

vecesen el año y de chile, de que hay varias especiesde ello;alcanzan pescado


en cantidad. Las bebidas son de vino de cañas de azúcar,y otras diversidadesde
vinos hechos de otras frutas, y el que se hace compuesto con la raíz llamada
ocpatli, que todos ellos embriagan [oo.]Los granos y semillas de que se susten-
tan y han sustentado los naturales es maíz, frijoles,chian y pepitas de calabaza,
de que tienen muchos génerosy en mucha abundancía.sv

Acerca del nivel del lago a principios del siglo XVI, debemos indicar que
era superior al actual. La geógrafa Sara Cantú determinó que todavía en la
primera mitad del siglo xx era frecuente ver, en años particularmente llu-
viosos como el de 1930, que el agua alcanzara la cota de 1 262 msm; es decir,
que llegara casi hasta el pueblo de Jihuico."! Sin embargo, se considera que
el nivel más estable era el de 1 250 msm; esto es, a la altura del pueblo actual
de Pie de la Cuesta, frente al cerro Huatepec.s- Al comenzar el siglo XVI, el
nivel de las aguas debió de haber oscilado entre estos dos puntos. El mapa
que acompaña la Relación geográfica de 1579 dibuja el nivel del agua entre
estos límites, con lo cual podemos decir que, bajando desde Tepatetipa vía
San Lucas, la orilla del lago les era inmediata (fig. VII.3).43 Si hoy en día su
nivel es mucho más bajo se debe a las dos horadaciones que se hicieron a
mediados del siglo xx para desaguada parcialmente por la barranca de
Almolón. Con todo, los primeros habitantes de Tepatetipa encontraron,
hacia abajo, aguas y tierras suficientes a menos de una hora de camino.
Saliendo de la rinconada, por el abanico aluvial de Tlatepexe, encontra-
mos otro atractivo más: tras atravesar la vega se accede a las veredas de
Metznoztla, las más cortas para comunicarse con la otra barranca que ver-
tebra el señorío: la llamada Barranca Chica, en cuyo fondo corre el río Ama-
jaco Este valle es más profundo y estrecho que la barranca de Metztitlan y

40 Chávez (1986 [1579]), pp. 68 Y71.


41 La Comisión Nacional de Irrigación tenía cartografiado metro a metro el lecho del lago y
el área inundable, correspondientes al sistema de riego núm. 8. Sara Cantú señala la cota de
1262 m a la altura del actual pueblo de Jilotla; Cantú (1953), p. 20.
42 Existe el registro de inundaciones particularmente graves durante los años 1855 y 1889,
Ycada temporada entre 1923 y 1930. Tras los daños económicos se decidió abrir dos túneles
para desaguar el lago hacia el cauce del río Almolón; Cantú (1953), pp. 164-172. No obstante,
las inundaciones se han seguido presentando: en 1999 fuimos testigos de una crecida que
arrasó los pueblos de Tezisco y Huayateno.
43 Chávez (1986 [1579]). Comparando el relieve en el que se enmarca el lago en el mapa de

1579, se distingue que el nivel del agua llega a rebasar la base del cerro Huatepec, equivalente en
el mapa actual a la cota aproximada de 1 255 msm. Una interpretación más completa de ese
mapa ha sido publicada en Femández Christlieb, F., y Garza Merodio, G. (2006).
492 ESTUDIOS DE CASO

FIGURAVII.3.Detalle del mapa de Gabriel de Chávez en la Relación geográfica de


Metztitlan de 1579, en el que se observa el nivel del lago situado entonces en la base
del cerro Huatepec, el cual puede distinguirse por ser la elevación más prominente
en la ribera derecha de la desembocadura del río Venados. Fuente: Acuña (comp.),
Relaciones geográficas del siglo XVI: México, tomo II, UNAM,México, 1986, p. 70.
Reproducido con autorización de la Benson Latin American Collection, University
of Texas, Austin, Texas.

ofrece asimismo un suelo muy productivo. Los recursos que se pueden


obtener aquí amplían la variedad y enriquecen la selección del sitio. En una
jornada se puede caminar desde los 1 500 m de altitud de Tepatetipa hasta
los 900 msm, en donde el río Almolón se une con el Amajac+'
Ahora bien, hacia arriba de Tepatetipa se accede a tierras francamente
templadas, en las que es posible el abastecimiento de madera y leña, así como
de productos derivados del maguey. Todavía subsisten porciones poco dete-
rioradas de bosques de pino-encino por encima de los 2 000 msm.s> Si con-
sideramos un ambiente con condiciones edáficas mejor preservadas y una
mayor cubierta vegetal en el siglo XVI, podremos imaginar la descripción de
la Relación geográfica de 1579:

Los árboles silvestres que comúnmente se crían en las montañas de esta provin-
cia son pinos, robles, encinos, cedros, madroños, de los cuales no tienen ningún

44 El río Almolón nace del lago de Metztitlan. Es importante señalar que el lecho rocoso
calcáreo sobre el que se asienta dicho lago permite la existencia de filtraciones y sumideros,
cuyas aguas manan en la barranca de este río; Can tú (1953), p. 21. Chávez consigna en la Rela-
ción geográfica de Metztitlan este hecho, Chávez (1986 [1579]), p. 70.
45 Sánchez Mejorada (1978); Rzedowski (1981), p. 253.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 493

aprovechamiento si no es para el uso de los naturales, para quemar y para sus


casas. En las tierras calientes no se crían estos géneros de árboles, sino otros
árboles cuya madera es floja, desaprovechada para ningún género de aprove-
chamiento. También se crían otros árboles cuya madera es muy estimada: el
árbol se llama Tlacuilol Quahuitl; es madera de color diverso que tira a morado
y aleonado, con unas vetas y labores yaguas muy para ver: es madera muy
dura, aunque fácil de labrar+s

Otra ventaja de la selección del sitio fue la oferta natural de materiales


de construcción adicionales a la madera. Aunque esta área cultural prehis-
pánica no se caracterizó por levantar grandes obras de arquitectura, las
barrancas de Metztitlan ofrecen, sin embargo, estratos geológicos que abar-
can tanto rocas ígneas como sedimentarias que fueron usadas probablemen-
te para construir plataformas, terrazas y algunos objetos menores. En medio
de los horizontes de caliza que afloran en los escarpes de las inmediacio-
nes, podemos encontrar, entre otros cuarzos, el pedernal, aprovechado por
su dureza para el tallado de herramientas y utensilios de caza. De igual modo,
se tenía acceso al caolín y al manganeso, componentes necesarios para la
fabricación de vasijas de barro blanco pintadas de negro que caracterizan
ciertos periodos en el área."? Finalmente, cabe mencionarel prestigio a es-
cala interregional de los depósitos de obsidiana de Zacualtipan, a escasos
10 kilómetros al este de Tepatetipa.w Sobre el acceso a estos últimos volve-
remos más adelante.
Frente a todas las ventajas hasta aquí reseñadas que tenía el sitio de
Tepatetipa, contrasta la ubicación desfavorable de la villa de Metztitlan. Las
cumbres que rodean a la colina donde está asentada presentan una fuerte
pendiente, haciendo más difícil el acceso a los pisos ambientales que para
el sustento indígena eran indispensables. Trepar por estas laderas empina-
das requiere de un esfuerzo mucho mayor y no garantiza la posibilidad de
acarrear una importante cantidad de materiales. Para acceder a las tierras
templadas desde la villa de Metztitlan es necesario descender a la vega y
comenzar el ascenso, ya sea por la propia rinconada de Tepatetipa o por el
valle del río San Juan. Los españoles, sin embargo, tenían una marcada
preferencia por establecerse cerca de la vega, despreocupándose así por la
distancia a los demás productos que se obtenían sierra adentro. Su fijación
46 Chávez (1986 [1579]), p. 71.
47 Álvarez y Avilez (2002), p. 299.
48 Cobean (1998), pp. 135-141.
494 ESTUDIOS DE CASO

era la planicie fértil. Después de todo, establecer el pueblo junto a las tie-
rras de cultivo era una práctica común del ideal agrícola en el ámbito medi-
terráneo del que provenfan.t?
Un último aspecto que cuenta en la selección del sitio es la ventaja que
éste ofrece para apropiarse estratégicamente del territorio circundante y
organizar eventualmente una defensa militar. Resulta imprescindible ima-
ginamos cómo hacían la guerra, para entender qué papel jugaba el relieve
en el campo de batalla. Para ello, es importante conocer lo que dice al res-
pecto la descripción de la Relación geográfica de 1579:

Las armas que usaban eran arcos y flechas, de gran fuerza y certísima puntería;
varas tostadas de braza y media de largo con puntas de pedernal: tirábanse con
unos amientos o tiraderas que llevaban más fuerza que una jara de ballesta y
espadas de palo con filos de navajas. Las armas defensivaseran rodelas hechas
de esas cañas macizas que llaman otLatL, hendidas y menudas de medio dedode
ancho, atadas unas con otras muy fuertemente, formando un lienzo o cañizo
de largo a largo y otro atravesado, y,por ser esta madera tan dura como huesoy
llevar fortísima contextura, es bastante a reparar el tiro de una saeta de ballesta
castellana. Con estas rodelas, se escudaban y defendían de las piedras que con
hondas se tiraban que es una de las más dañosas armas ofensivasque usaban.50

Como se ve, al tratarse de proyectiles que sólo podían detenerse con es-
cudos o rodelas, se infiere que la posición elevada sobre el terreno brindaba
ventajas sobre quienes estaban abajo. Pues bien, el relieve de la Sierra Madre
Oriental ofrece una buena cantidad de refugios y de parajes ideales para
establecer una población y defenderla. En este sentido, la confederación de
Metztitlan logró articular un sistema defensivo muy eficaz que, entre otras
cosas, les permitió a sus pobladores resistir durante decenios los embates
de la Triple Alianza.
Si comparamos nuevamente las características de los sitios de Tepateti-
pa y de Metztitlan, veremos que una vez más el primero ofrece innumera-
bles ventajas sobre el segundo. La loma donde está fundada la villa es difícil
de defender, porque queda completamente expuesta por el lado de la vega
(lado sur), desde donde, además, se puede subir con facilidad a los cerros
que circundan el pueblo. Quien acceda a la vega puede tomar posesión de

49 Bosch-Gimpera (1995), pp. 283-284; García Zarza (1996).


50 Chávez (1986 [1579]), p. 67.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 495

esta colina. Por el este, la barranca de San Juan, que para la rinconada de
Tepatetipa implica una gran muralla defensiva, para la villa de Metztitlan
es un corredor que da entrada desde las alturas de Zacualtipan, tierras
habitualmente inhóspitas para los habitantes de la confederación. Para los
españoles esta muralla orográfica resultó inútil en tanto las soberanías
vecinas ya habían sido por ellos sojuzgadas.
Por último, cabe realizar un análisis de las raíces que componen el
topónimo de Tepatetipa. John Sullivan propone que la palabra puede des-
componerse en: tetl + icpatetl + t[i] + icpac, cuyo significado sería "encima
del ovillo de piedra"; es decir, encima de un conjunto específico de piedras
que probablemente marcaban el sitio de un asentamiento anterior. Otra
posibilidad derivada del análisis de este topónimo refuerza la idea de que
Tepatetipa era un lugar de importancia en tiempos prehispánicos: si la des-
composición de la palabra es tecpatl + itetl + t[i] + icpac, entonces el signifi-
cado podría ser "encima del vientre o del centro del pedernal", lo cual se
asocia a una idea de centralidad que debe ser explorada igual que se ha
hecho en otras regiones.v'
Con los elementos discernidos hasta ahora sobre la selección del sitio,
se puede inferir la preeminencia de Tepatetipa como el altepetl dominante
de la confederación de Metztitlan, probablemente desde la llegada de los
linajes otomíes de Xaltocan.V a principios del siglo xv, hasta el estableci-
miento de la villa de Metztitlan, hacia fines de la década de 1530 en que se
buscó una nueva sede para la cabecera. En el apartado siguiente proporcio-
naremos nuevos argumentos sobre esta hipótesis. También hablaremos del
espacio urbano de los pueblos de indios refundados por los españoles y, en
particular, de los casos de Metztitlan villa y de Tepatetipa pueblo.

Estructura urbana de los pueblos de indios

Tras la caída de México- Tenochtitlan, los españoles buscaron asimilar los


territorios de la confederación metzca. Según asienta en su cuarta carta de
relación, Hernán Cortés pactó con la jerarquía de Metztitlan, que le había
enviado una embajada. 53 Meses después, Cortés se vio en la necesidad de
someterlos militarmente, luego de un levantamiento ocurrido muy proba-
5\ Agradecemos a John Sullivan el análisis específico de este topónimo.
52 Carrasco Pizana (1979).
53 Cortés (1970 [1524]), p. 178.
496 ESTUDIOS DE CASO

blemente en 1522.54 Una vez derrotado, quedó reconocido el señorío de


Metztitlan (aunque es cierto que los elementos pames no fueron contro-
lados sino hasta muy avanzado el siglo XVI). Enseguida se instalaron enco-
miendas a favor de los conquistadores Miguel Díaz de Aux y Alonso Lucas.s'
Por su preeminencia, Metztitlan-Tepatetipa.w cuya sede se ubicaba al inte-
rior de la rinconada que hemos descrito en el apartado anterior, fue recono-
cido como cabecera. Cortés promovió en 1525 la sustitución de Díaz por su
cuñado Andrés de Barrios como encomendero.á? En 1535 llega otro enco-
mendero más a Metztitlan: se trata de Alonso de Mérida, quien había com-
prado a Lucas su mitad.58 Hasta entonces, las construcciones que pudieron
haber levantado estos españoles para efectos de residencia, administración
o celebraciones cristianas no tuvieron una arquitectura perdurable.
Es de imaginarse que la ubicación de la cabecera en medio de los cerros
no era del agrado de los españoles llegados a la región. Desde luego, ellos pre-
ferían estar cerca de los suelos planos y fértiles de la vega. Esta opinión fue
compartida por los agustinos, quienes iniciaron su penetración en la Sie-
rra Alta-? en 1536. La llamada misión del norte de la Orden de San Agustín
comenzó con la fundación de un convento en Atotonilco y otro en Molan-
gO.60La siguiente casa agustina, fundada hacia 1537, parece haber sido levan-
tada más cerca de la vega de Metztitlan. Dentro del territorio del antiguo
altepetl de Metztitlan-Tepatetipa se construyeron varios edificios coloniales
en piedra antes de 1540. Las características arquitectónicas de estas cons-
trucciones no han permitido a los historiadores hacer fechamientos certeros
para saber el orden cronológico en el que fueron levantadas. Entre estos
edificios figuran capillas abiertas, iglesias y unidades conventuales. Por el
momento sólo haremos mención de los tres pueblos que sugerimos como
posibles sedes de la cabecera: Tepatetipa, Tlatemalco y la villa de Metztitlan.
En nuestra hipótesis partimos del argumento de que Tepatetipa era ori-
ginalmente el lugar más importante de la confederación prehispánica.

Osbome (1970), p. 9. Gerhard prefiere pensar que la revuelta fue en 1523.


54
Gerhard (1986), p. 189.
55

56 Es probable que a este altepetl dominante se le haya nombrado simplemente Metztitlan.


57 Gerhard (1986), p. 189.
58 Osbom (1970), p. 39.

59 Así llamaron desde el siglo XVI los españoles a esta porción de la Sierra Madre Oriental

que ocupa partes de los estados de Hidalgo y Veracruz y cuyo inicio parece ser la vega de
Metztitlan. Grijalva (1985 [1624]), p. 77; Victoria (1985), p. 33.
60 Rubial García (1989), p. 114. José Guadalupe Victoria supone, por su parte, que la cons-

trucción del convento de Molango se efectuó hasta los años cuarenta. Victoria (1985), p. 85.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 497

Siendo así, es posible que los españoles desearan levantar en este sitio una
unidad conventual para convertirla en sede religiosa de la cabecera. Ahí
vivió en un primer momento "el Señor de Tipa" (de Tepatetipa, como reza
la tradición oral); es decir, el cacique reconocido por la autoridad colonial.
En consecuencia, pensamos que la primera casa de la orden en terrenos de
este altepetl se comenzó a construir en la rinconada de Tepatetipa.v! Sin
embargo, los españoles pronto cambiaron de opinión. Como dijimos, tanto
los agustinos como los encomenderos compartieron la idea de que la cabe-
cera no debía estar situada necesariamente entre los cerros, sobre todo ante
la opción de residir sobre una planicie extensa e irrigada por un caudaloso
río. Así, pues, se dieron a la tarea de buscar un nuevo emplazamiento más
cerca de la vega de Metztitlan para levantar sus iglesias. Como quiera que
haya sido, en 1536 ya se había comenzado la construcción de la iglesia de
San Agustín Tepatetipa. Inicialmente se pensó en construir una modesta
unidad conventual y para ello se edificó la iglesia y, perpendicular a ella, una
crujía anexa provista de cuatro celdas.v? No podemos descartar que a mitad
del proceso de construcción se haya decidido dejar Tepatetipa como simple
pueblo de visita e imponer la cabecera en otro paraje.
Como indicamos en apartados anteriores, el emplazamiento sobre el
que se asienta la iglesia de Tepatetipa pudo haber sido de alta significación
en tiempo prehispánico. Es posible que la explanada sobre la que se cons-
truyó haya sido nivelada antes de la llegada de los españoles.s-' Durante
los dos o tres años que pudo haber durado la construcción de la iglesia, los
habitantes de Tepatetipa, que contribuyeron con su mano de obra, vivían
dispersos dentro de los límites del altepetl. No fue sino 25 años más tarde,
cuando la población había disminuido, que se decidió congregarlos en las
61 En este caso no tomamos en cuenta el erróneo fechamiento del Catálogo de construccio-
nes religiosas del estado de Hidalgo que, basándose en una inscripción pintada en la fachada,
propone el año de 1525 como el momento en el que se terminó el edificio, sin reparar que aún
los agustinos no llegaban a la Nueva España; Azcué y Mancera (1940 [1929]), p. 498. Ante la
manifiesta imposibilidad de fechar con exactitud esta arquitectura Victoria (1985), p. 83,
nuestro razonamiento sobre la secuencia se sustenta en las condiciones del paisaje.
62 Artigas (1996), p. 154. Es posible que el programa arquitectónico haya sido realizado
conforme a lo previsto, pero también es posible que la idea original haya sido modificada
durante la marcha. Esto último puede pensarse a raíz de que los contrafuertes que sostienen el
sencillo edificio anexo son de un grosor fuera de proporción, como si hubieran sido planeados
para sostener una construcción de mayor volumen. No obstante, también está el caso de Hua-
lula, otra pequeña iglesia construida con masivos contrafuertes, de la que Juan B. Artigas afir-
ma que hay una proyección arquitectónica ejecutada con maestría. Artigas (1996), p. 148.
63 Pablo Escalante coincide en que "es posible que la iglesia agustina de Tepatetipa haya
sido construida sobre un antiguo templo o adoratorio prehispánico", Escalante (1994), p. 75.
498 ESTUDIOS DE CASO

proximidades de esta iglesia, para lo cual se trazó el pueblo con sus calles
principales formando una trama ortogonal. Este desfase temporal explica
la razón por la cual la puerta de la iglesia no mira hacia el pueblo sino
hacia el exterior, hacia un rumbo de importancia prehispánica, no colonial.
Así visto, el sitio de Tepatetipa ostenta, una vez más, una centralidad mayor
a la villa de Metztitlan, cuyas iglesias dan su cara al sur. Al haber sido cons-
truida la iglesia de Tepatetipa sobre el borde de la parte más llana de la rin-
conada, tampoco pudo trazarse el pueblo por sus cuatro flancos sino exclu-
sivamente a sus espaldas. Esto hizo que quedara no en medio, como en casi
todos los pueblos coloniales, sino en un extremo de la aglomeración.s+ Du-
rante el siglo :xx las calles de la traza original fueron ensanchadas, lo que
permite apreciar con mayor nitidez la cuadrícula del pueblo. Esto se obser-
va claramente desde las alturas de la Mesa Grande (fig. VII.4).
También es posible que la caída en la jerarquía política de Tepatetipa,
junto con el despoblamiento y la posterior congregación, expliquen el aban-
dono paulatino de al menos dos barrios cercanos que le eran sujetos: San
Lucas Chohuiztlan y San Mateo Metlatiapa. Las ruinas de San Lucas son
todavía visibles desde Tepatetipa; conservan pintura parecida a la de su
iglesia. Para llegar es necesario atravesar dos profundas cañadas y comen-
zar el ascenso del lado de la Mesa Grande. Según los pobladores actuales
quedan, de San Mateo, apenas unos paredones irreconstruibles.
La otra posible sede de la cabecera temprana fue San Pedro Tlatemal-
CO. 65 Aunque no es muy probable que lo haya sido, lo cierto es que cumple
con el imaginario urbano español de estar cerca del río. De hecho, su iglesia
se levantó prácticamente sobre el suelo de la vega, a 20 km del borde que
entonces tenía el lago, distancia considerada como prudente para escapar a
las crecidas estacionales. Es posible que durante el periodo de construcción
de esta iglesia las aguas no hayan subido de su nivel medio, pero antes de
1539, o durante ese año, una crecida repentina cargada de aluvión azolvó
buena parte del conjunto arquitectónico.eé Recordemos que la vega se en-

64 En este libro hemos estudiado también el caso de Tejupan, cuyo convento situado en un
extremo tampoco mira hacia el pueblo.
65 Respecto de Tlatemalco, Pablo Escalante dice que "habría sido construido entre fines de
1536 y algún momento del año 1539". Escalante (1994), p. 63.
66 Gerhard (1986), p. 191; Victoría (1985), p. 83; Angulo Íñiguez (1982), p. 270, YMcAndrew

(1965), p. 482, dan por sentado que en 1539 se produce dicha inundación. Hemos aceptado
esta visión sin dejar de observar que pasa muy poco tiempo entre la fundación y el abandono,
y que en ese lapso de escasos tres años se construyó el edificio con toda la calidad arquitectó-
nica que le conocemos.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 499

FIGURA VI1.4. Fotografía de Tepatetipa desde la Mesa Grande en la cual se observa la


traza del pueblo. En el extremo derecho (poniente) se distingue la iglesia con su
atrio. Foto de los autores.

cuentra permanentemente bajo riesgo de inundación debido a que aguas


abajo el curso del río quedó represado por un deslizamiento de rocas hace
decenas de miles de años. Al quedar bloqueado el río, se formó el lago.
Apartir de entonces quedaron detenidos los sedimentos arrastrados por las
fuertes corrientes, de manera que su acumulación gradual rellenó el anti-
guo valle dando origen a la llanura lacustre-aluvial (conocida como vega de
Metztitlan) donde se construyó la iglesia de San Pedro Tlatemalco.
Esta dinámica del terreno era bien conocida en tiempos prehispánicos,
pero al parecer los agustinos no tuvieron la oportunidad de verificar el ciclo
de las crecidas en un lapso suficientemente largo, lo que les hizo cometer
este caro error. Los 20 km que distanciaban la nueva iglesia del lago tenían,
sin embargo, sólo 20 m de diferencia altitudinal. Crecidas posteriores a la de
1539 terminaron por ocultar, como todos los habitantes actuales lo saben,
parte de la iglesia y la totalidad del edificio anexo situado a su derecha. Hoy
la entrada, increíblemente, se realiza sin subir ni bajar escalones, por el
500 ESTUDIOS DE CASO

vano de la ventana en la fachada principal.v? Dado que los sedimentos


del lago se han acumulado a razón de casi un metro por siglo en promedio
durante el último milenio.sf podemos afirmar que, desde mediados del si-
glo XVI, se han depositado al menos 4.5 m de sedimentos sobre la vega."? En
consecuencia, los agustinos se vieron en la necesidad de abandonar no sólo
la idea de establecer ahí la cabecera, si alguna vez la tuvieron, sino de dejar la
unidad conventual que habían levantado en ese lugar.
El otro sitio que se les presentó como posible sede de la cabecera fue la
loma de Metztitlan. La fecha de construcción del primer convento, conoci-
do como La Comunidad, es incierta como todos los fechamientos de la ar-
quitectura temprana de la zona. En todo caso, los especialistas la fijan en-
tre 1537 y 1541.7° Por esos mismos años debe de haberse construido el otro
importante edificio temprano del pueblo: el de la Tercena."! Aunque hoy en

67 Escalante (1994). Cuando este autor publicó su trabajo, al parecer era necesario bajar un

par de peldaños para entrar a la iglesia. Como las inundaciones se han seguido sucediendo,
seguramente ha habido cambios en la forma del acceso. Nosotros hemos visto también que los
pobladores han levantado un pequeño bordo de tierra de unos 50 cm, bloqueando la entrada
al agua que eventualmente pudiera acumularse frente a la iglesia. En 2004 fuimos testigos de
la inundación del templo y el área anexa encerrada por la carretera nueva que une Paso Vena-
dos con Metztitlan. Mientras el agua de la vega ya se había reencauzado, el recodo en el que se
halla la iglesia de San Pedro seguía anegado debido al efecto de represamiento ejercido por
la carretera. El piso de la vega tiene 2.10 m menos que el de la carretera, mientras que el de la
iglesia está 3.88 m por debajo de dicha carretera. Según Sara Cantú, la carretera hasta Metzti-
tlan fue construida en 1952. Cantú (1953), p. 224. Antes de esa fecha, el desnivel entre la vega
y el terreno en torno a la iglesia muy probablemente no existía, pues los sedimentos que han
sepultado la iglesia sin duda provienen en su mayoría de las inundaciones que afectan al con-
junto de la vega. Las evidencias geomorfológicas indican que el aporte de sedimentos desde la
ladera montañosa adyacente a la iglesia, si ha ocurrido, debe de haber sido proporcionalmen-
te mucho menor.
68 Byrne el al. (2000). La investigación de Roger Byrne, James Johnstone y Claudia Leal

buscaba pruebas de la actividad minera -río arriba- de los siglos XVIII y XIX, mediante el
análisis estratigráfico de los sedimentos acumulados en el fondo lacustre. Sus resultados nos
permiten calcular esta tasa de sedimentación con base en un fechamiento por radiocarbono
de 975 ± 50 años a 9.06 m de profundidad.
69 Escalante (1994), p. 70, propone que la porción enterrada del edificio es mayor a este

valor, ante lo cual podemos suponer dos soluciones: la acumulación de sedimentos es mayor
en este extremo de la vega o el edificio enterrado es más bajo de lo que se ha calculado.
70 Kubler (1982), p. 618; Artigas (1996), p. 64; Angulo Íñiguez (1982), p. 270; McAndrew
(1965), p. 482; Victoria (1985), p. 83. En las notas que hace Francisco del Paso y Troncoso a la
fuente escrita por Joan de Vera afirma que "el monasterio [de Metztitlán] se fundó en el año de
1539"; Paso y Troncoso (1905), III, p. 102. Elena Vázquez (1965), p. 78, opina que "la fun-
dación se resolvió en 1539, pero se realizó hasta 1543".
71 La Tercena "pudo haber sido construido entre 1537 y 1540, lo que lo hace uno de los edi-
ficios virreinales más antiguos que quedan en pie. En la misma fecha se construyó el primitivo
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORíO COLONIAL TEMPRANO 501

día La Comunidad se encuentra en ruinas, son fácilmente reconocibles el


claustro, la iglesia y dos habitaciones ligadas estructuralmente al ábside de
ésta. Artigas ha descifrado el uso de casi todos los componentes arquitectó-
nicos del convento, en donde destacan las habitaciones de los frailes, la
cocina y el refectorio.
Gerhard, Kubler, McAndrew y Angulo Íñiguez señalan que el primer
convento fue abandonado por la inundación de 1539.72 Pese a que Victoria
y Escalante rechazan la idea.Z> ello no es del todo imposible: si alguna vez
el agua inundó la iglesia de San Pedro Tlatemalco, entonces también ame-
nazó la base estructural de La Comunidad en Metztitlan. Ambos edificios
están asentados entre las cotas de los 1 280 Y 1 300 msm; es decir, unos 20 m
por encima del nivel medio del lago en el siglo XVI.74Mediciones con altí-
metro nos marcan diferencias menores a los 10m entre el Convento de La
Comunidad, más alto, y el edificio levantado en Tlatemalco, más bajo.">
Sin embargo, tampoco nosotros creemos que el agua haya sido la peor
amenaza contra su arquitectura.
La villa de Metztitlan está asentada sobre una loma formada de mate-
rial no consolidado, producto de una antigua avalancha. Los asentamientos
de esta loma corren un riesgo geomorfológico de consideración: el desliza-
miento de suelos. Una crecida como la que se supone hubo hacia 1539
pudo haber debilitado la estabilidad de sus laderas y amenazado con ello
sus construcciones. La loma está compuesta de rocas sedimentarias mari-
nas, predominantemente margas y lutitas, plegadas, fracturadas y, por lo
mismo,' en extremo deleznables. Tanto La Comunidad como La Tercena

convento de Comunidad". Artigas (1996), p. 71. Kubler dice que este último "fue abandonado
después de los estragos de una inundación, acaecida en 1539, según la tradición local; pero es
improbable que esta gran 'Comunidad' haya sido concluida en tan poco tiempo". Kubler
(1982), p. 618. Por su parte, Escalante dice que "pocos años después de 1539 se construyó en
la ladera de Metztitlan el hermoso edificio de La Tercena". Escalante (1994), pp. 62-63.
72 Gerhard (1988), p. 191; Kubler (1982), p. 618; McAndrew (1965), p. 482; Angulo Íñíguez

(1982), p. 270.
73 Victoria (1985), p. 84; Escalante (1994), p. 62.

74 Gabriel de Chávez nos indica que en el año en que redactó su relación (1579) el agua
subió cuatro leguas (unos 20 km) de su borde lacustre habitual; Chávez (1986 [1579]), p. 70, es
decir, llegó de nuevo a San Pedro Tlatemalco.
75 La amenaza del agua sobre el Convento de La Comunidad pudo haber tenido también
un impacto psicológico: no hizo falta mojarse para temer a la crecida. El efecto de ver subir el
agua del lago casi 20 m por encima del nivel hasta entonces observado, en un punto donde la
vega se ensancha más de un kilómetro, puede haber replanteado para sus constructores la per-
tinencia de ese sitio. El volumen de agua que observaron durante la crecida despertó sin duda
extremos temores.
502 ESTUDIOS DE CASO

fueron construidos en los bordes de esta inestable loma. El primero de los


dos edificios ha sufrido en estos casi cinco siglos derrumbes importantes,
mientras que el segundo amenaza hoy con venirse abajo.Z= Incluso el gran
Convento de los Santos Reyes ha sido afectado recientemente por el desli-
zamiento de suelos, lo que habla de la infortunada selección del sitio de-
cidida por los agustinos para establecer esta rnorada.??
El proceso constructivo del Convento de los Santos Reyes, la otra gran
unidad levantada sobre la loma, ha sido desentrañado por Juan B. Artigas
de manera convincente. Para este arquitecto, sobre la cima del pequeño
cerro de Metztitlan fue primero construida una capilla abierta dotada de
atrio, cruz atrial y cuatro capillas posas para la evangelización de los natu-
rales, mientras que La Comunidad era el edificio conventual en donde los
agustinos residían.Z'' Es posible que en la cima haya habido algún punto
de importancia ritual o estratégica para los habitantes prehispánicos, pero
probablemente no había un asentamiento considerable.Z? En etapas sub-
siguientes se levantó otra capilla abierta, la iglesia y el claustro. Christian
Duverger deja ver que el resto de las ruinas ubicadas al poniente de la igle-
sia pudieron haber pertenecido a una escuela.s? Según Kubler, por su estilo
y por las fuentes que ha consultado, la iglesia no pudo haber sido construida
antes de 1550 ni después de 1569.81Wayne Osborn explica, por su parte, que
Metztitlan recibió el rango de "Alcaldía Mayor" hacia 1550.82 Diez años más
tarde se da el primer programa de congregación de la población indígena
en el área,83 lo cual permite pensar que se trata de un momento coyuntural
para reordenar la geografía urbana de Metztitlan y para confirmar esta
loma como la cabecera de todo el señorío bajo el título de "villa". Así pode-
mos imaginar que en 1560 el Convento de los Santos Reyes ya está en pleno

Ballesteros y Rodríguez (1995), pp. 35-38.


76
Lugo et al. (1993) y (1996). En mayo de 2004 tuvimos la oportunidad de recorrer la loma
77

acompañados del geomorfólogo José Juan Zamorano, quien nos fue indicando la presencia
casi constante de una capa de lutitas a lo ancho de la loma. Sobre esta capa arcillosa resbala
otra más gruesa y pesada de roca caliza, y sobre esta última es donde se levantan los tres edifi-
cios coloniales. Agradecemos al doctor Zamorano su asesoría.
78 Artigas (1996), pp. 84-91.

79 Al parecer era frecuente hallar cerámica y lítica a nivel superficial en la loma hace algu-
nas décadas. Lameiras (1969), pp. 16-33.
80 Duverger (2003), pp. 119.
81 Kubler(1982), p. 618; Artigas (1996), p. 91.

82 Osbom (1970), p. 10. Este autor aclara que, pese al nombramiento, el alcalde mayor vivió

en Molango hasta principios del siglo XVII.


83 Gerhard (1986), p. 191.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 503

uso, aunque sus acabados no estuvieran listos sino hasta 1577.84 La activi-
dad política de la nueva cabecera de Metztitlan haría entonces que Tepate-
tipa pasara definitivamente a segundo término.
En síntesis, el poder del señorío indígena es trasladado de Tepatetipa
a Metztitlan. Este poder queda regulado mediante la constitución de un
cabildo indígena, para el cual se construye una sede "entre 1537 y 1540".85
Este edificio es conocido actualmente como La Tercena, pero, como señala
Juan B. Artigas, no era propiamente "una tercena" (un almacén para guar-
dar el tributo recogido en especie), sino la sede del nuevo poder 10ca1.86De
ser así, también se trasladan los principales y el señor mismo de Tepate-
tipa para residir en la nueva cabecera. Es probable que de esta residencia
venga la tradición de señalar un predio en la actual villa de Metztitlan
como "la antigua casa del Señor de Tipa", 87
Cabe observar la rapidez con la que las construcciones del área fueron
emprendidas. En unos cuantos años, según reconocen los estudiosos, se le-
vantaron edificios de gran envergadura y calidad. Sorprende la decisión de
los agustinos por llevados a cabo y su poder para organizar logísticamente
la operación con la mano de obra indígena. Aunque Antonio Rubial señala
que las casas e iglesias de los agustinos "no pasaban de ser en un principio
más que una choza de paja" y que "las suntuosas construcciones en piedra
se iniciaban a menudo después de un tiempo", 88pareciera que en el caso de
la Sierra Alta se empezó a construir inmediatamente en piedra, completan-
do en cada caso el programa arquitectónico descrito.
El reordenamiento espacial de la década de 1560 consistió en seguir los
preceptos urbanísticos de esta etapa de colonización ya practicados con
anterioridad en otras partes de Nueva España. Una iglesia cristiana o uni-
dad conventual sustituye al centro ceremonial o al templo que representaba

84 Esta fecha, descubierta por Juan B. Artigas en 1972, se halla pintada en el fresco de la
portería.
85 Artigas (1996), p. 71. Por su parte, Pablo Escalante propone que este edificio no fue

construido sino "pocos años después de 1539"; Escalante (1994), pp. 62-63.
86 Artigas (1996), p. 67. Sara Cantú tiene otra opinión: para ella sí se trata de un depósito para

"la recaudación de diezmos y tributos". Cantú (1953), p. 187. De este mismo sentir es el estudio-
so y residente del sitio, señor Porfirio Piña, a quien agradecemos su comunicación personal.
87 El supuesto predio donde quizás alguna vez estuvo la "casa del Señor de Tipa" se ubicó

probablemente a espaldas de la actual presidencia municipal, cerca del Convento de la Comu-


nidad. Comunicación personal de fray Andrés Lozano O. S. A. Puede sospecharse que se trata
de la misma "Casa del Virrey" de la que habla la tradición local recogida por Juan B. Artigas
(1996), p. 42.
88 Rubial García (1989), p. 110.
504 ESTUDIOS DE CASO

un alto grado de sacralidad en tiempo prehispánico. Esta nueva iglesia pre-


sidiría una traza de calles lo más rectas posible, aunque en el caso de Metz-
titlan, la pendiente impidió el trazo de un entramado ortogonal. Teórica-
mente debía haber también una plaza y algún edificio para el gobierno
local. Podemos pensar que la gran plaza original es la que hoy se, conoce
como Plaza Independencia, una plataforma artificial en la parte media de la
loma de unos 150 m por 45.89 Está interpuesta entre el Convento de La
Comunidad y el edificio de La Tercena. Esta urbanización compuesta de dos
edificios y una plaza mayor fue el núcleo en el que se asentaron los españoles
desde fines de la década de 1530. También sirvió como centro de la congre-
gación de 1560. La construcción del nuevo Convento de los Santos Reyes
fue, en este sentido, el amarre del armazón urbano, la configuración de una
estructura triangular con una plaza central y un edificio de calidad en
cada uno de los vértices: en la cima los Santos Reyes y en los vértices bajos
La Comunidad y La Tercena.v?

Los ESPACIOS DE LA CONFEDERACIÓN Y DEL SEÑORÍO DE METZTITLAN

En este apartado hablaremos ya no del altepetl de Metztitlan- Tepatetipa,


que tratamos en la primera, sino de la confederación entera, que se compo-
nía, al menos, de otros ocho altepeme. Consideraremos las generalidades de
esta unidad política a principios del siglo XVI y abordaremos el tema de su
estructura territorial desde el punto de vista del paisaje. Ello implicará ha-
blar además de su población, de su relieve y de otros aspectos del medio
físico, así como de sus límites territoriales, sus rutas de intercambio y sus
puntos de conflicto con otras soberanías. También nos situaremos en el
momento en el que la confederación se transforma en un señorío colonial,
perdiendo algunas de sus características espaciales, tales como el patrón
original de asentamiento s o las fronteras de su territorio.

89 Tanto Sara Cantú como Juan B. Artigas coinciden en que fue "una ciudad trazada dentro

de los principios elementales de la urbanística colonial española, aunque adaptada a la topo-


grafía del lugar". Cantú (1953), p. 184; Artigas (1996), p. 40. Artigas señala incluso que la con-
cepción de la Plaza Independencia "obedece a los lineamientos generales establecidos en las
plazas de ciudades de trazo reticular", No obstante, en comunicación personal (2004), este
último autor nos propuso que la Plaza Victoria, contigua a La Comunidad, fue posiblemente la
única plaza del siglo XVI.
90 Artigas reporta, además, restos de dos capillas del siglo XVI: una al poniente de la villa,
sobre la vega y en el camino a Atzonzintla; otra en el barrio de San Juan. Artigas (1996), p. 42.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 505

En un segundo momento hablaremos de los ocho altepeme que, junto


con Tepatetipa, formaron la integridad territorial de la confederación. Uno
de ellos parece haber tenido, en tiempo prehispánico y muy al principio de
la época colonial, una jerarquía muy elevada, posiblemente tanta como la
cabecera asentada en Tepatetipa. Se trata del altepetl de Malila del que sólo
señalaremos algunos aspectos relativos a su función dentro de la confede-
ración y las causas de su decadencia.

Estructura territorial y política de la confederación de Metztitlan

Como hemos dicho, el corazón estructural de la confederación es sin duda


el macizo montañoso de El Escorpión, cuyas vertientes deten tan la mayor
variedad ambiental de la región. Su cima más elevada alcanza los 2650
msm y está conformado por dos estructuras geológicas distintas: se trata de
plegamientos sedimentarios en su vertiente atlántica y de un cono ígneo y
campo volcánico anexo por el poniente. Por este mismo rumbo la pendiente
es más o menos suave, y por debajo de extensas mesetas basálticas se loca-
liza la rinconada de Tepatetipa. Por el contrario, su costado oriente es suma-
mente empinado y al principio del estrecho valle, que se abre justo al norte
de la cumbre, se encuentra Malila. La variabilidad altimétrica del macizo de
El Escorpión, traducida a una gran variedad biótica, le permitió ser el núcleo
aglutinante de la confederación.
Hemos calculado que la extensión aproximada de la confederación era
de 3 600 km-. En el momento del contacto pudo haber contado con una po-
blación bastante numerosa. Gerhard asegura que hacia 1560 el número de
indios que tributaban en todo el señorío era de 17900.91 Cantú, basándose
en los documentos de Joan de Vera escritos hacia 1570, calculó 15077 tribu-
tarios, lo que nos permite inferir, siguiendo la regla aplicada por Sherburne
Cook y Woodrow Borah.v- que el número de habitantes en la década de 1560
iba hasta cerca de 90000, mientras que 10 años después sería de 75000
personas. Si tomamos en cuenta que para esa época ya había pasado la epi-
demia de la década de 1540, que se reconoce diezmó a la población indígena
novohíspana.v- tendríamos una población aproximada de 180000 a 200000
personas al momento de la Conquista.
91 Gerhard (1986), p. 191.
92 Cook y Borah (1960); Borah (1960) y (1963).
93 Liss (1986), pp. 117-118.
506 ESTUDIOS DE CASO

El Estado que se estructuró, precisamente en torno al macizo de El


Escorpión, era un Estado pluriétnico. En los altepeme de la confederación
hallamos las lenguas metzca, otomí, pame, tepehua y huasteca.v+ El com-
ponente principal de la confederación son los metzcas. Nos referimos a gru-
pos nahuas, cuyo primer aporte pudo tener relación con elementos olmeca-
xicallancas, como lo señala Davies. Este autor sustenta su aseveración en
algunos de los topónimos todavía vigentes en el área.v> Sin embargo, para
simplificar, podemos decir que los metzcas son hablantes de un náhuatl
con elementos otomíes. En general, las fuentes señalan a esta lengua como
la misma "mexicana aunque muy avillanada y muy tosca".96
La caída de Xaltocan hacia fines del siglo XIV dio lugar a la creación
propiamente dicha del Estado que gobernaría Metztitlan, en tanto que,
antes de este evento, Metztitlan era sólo uno de sus componentes territoria-
les. Más adelante, el asedio de la Triple Alianza, iniciado con la toma de
Atotonilco el Grande hacia la década de 1450,97 contribuyó a dar mayor
cohesión a la confederación.
Después de los grupos nahuas, los elementos otomíes y pames parecen
ser los segundos en importancia, al menos por su presencia en más de la
mitad de la confederación y por la influencia de su lengua sobre el náhuatl/"
En cuanto a los otomíes vale la pena distinguirlos entre orientales y occi-
dentales. Los otomíes orientales se localizaban en la parte húmeda de esta
gran unidad política, dentro de territorios en los que la presencia tepehua y
huasteca era, a su vez, importante. Los otomíes occidentales se concentra-
ban en el área más seca en donde convivían con los pames.
Además de identificar el predominio lingüístico en los altepeme, es
posible reconstruir una división étnica acorde con los tipos de ecosistema
presentes en el área. Mientras los metzcas habitaron, en lo fundamental,
las partes más elevadas de la sierra, los otomíes occidentales y los pames
moraban al interior de las inmensas barrancas y las serranías fragosas más
allá del Amajac.v? Por otro lado, los huastecos pertenecientes a la federa-

94 Cantú (1953); Soustelle (1993). Según Ana María Álvarez y María Rosa Avilez, "el Seño-

río estuvo conformado por cuatro grupos étnicos, cuando menos a fines del posclásico:
nahuas, otomíes, pames-chichimecas y huastecos": Álvarez y Avilez (2002), p. 286.
95 Davies (1968), p. 22.
96 Chávez (1986 [1579]), p. 61.

97 Davies (1973); Carrasco Pizana (1979).

98 Bartholomew (2000), pp. 196-199.

99 Gallinier (1987), p. 18. En el mapa de esta obra etnográfica se ve con claridad la distri-

bución de los otomíes en la zona.


EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 507

ción de Metztitlan habitaban las verdes estribaciones del norte. Con carac-
terísticas ambientales similares a estos últimos, se asentaban los tepehuas
en las proximidades de Tlahuelompa, Malila, Cholula e Ilamatlan.t''?
Para comprender la estructura territorial de la confederación de Metz-
titlan, se juzgó necesario realizar un ejercicio cartográfico a escala 1:50000,
en el que se pudieran reconocer rutas de comercio, abastecimiento, puntos
de conflicto y límites, mismos que en su conjunto pudiesen reflejar la orga-
nización del territorio lograda por esta entidad política (fig. VII.s).
El conjunto de sus rutas comerciales, abasto y defensa, partían del ma-
cizo de El Escorpión hacia las diversas unidades políticas afines y hacia las
zonas de frontera. Por la vertiente marítima, el predominio de Malila se
lograba de forma semirradial por los cauces que se desprenden de este ele-
vado sector de la Sierra Madre con dirección hacia el norte (cuenca del río
Claro) y al oriente (cuencas de los ríos Atlapexco y Calabozo). Cabe hacer
notar que muy próximo a Malila se encuentra Tianguistengo que, como su
nombre indica, pudo ser el más importante centro de intercambio de la ver-
tiente exterior. Hacia el interior del continente, Tepatetipa se vinculaba a
dos ejes con rumbo predominante norte-sur; es decir, los cauces de las
inmensas barrancas de Metztitlan y Amajac.
Estas dos grandes barrancas constituyeron corredores en los que el
intercambio entre La Huasteca y el Altiplano Meridional había encontrado
tradicionalmente uno de sus caminos más cortos.w- Desde luego, la sal de
buena calidad, un producto de primerísima importancia, fue transportada
durante siglos por esas rutas hasta quedar bloqueadas por la injerencia de
la Triple Alianza. Algodón y alguno productos suntuario complementaban
las mercancías que usaron tales caminos.w- Las rutas de abastecimiento al
interior de cada altepetl se desprendían de estas líneas fundamentales de
comercio, como pequeños vasos capilares que buscaban obtener la mayor
variedad de productos por medio del acceso a los diversos pisos ambientales.
La competencia por el control de estas rutas provocó, en diferentes eta-
pas históricas, rivalidades entre diversas soberanías. Los principales puntos
de conflicto detectados en la parte sur a principios del siglo XVI fueron
los siguientes cinco parajes: el área del Paso de Venados, el valle de Metz-
quititlan, la meseta basáltica de Carpinteros (en especial con rumbo hacia
Zacualtipan), los bordes de la meseta basáltica de Atotonilco (no sólo sobre
100 Recordemos que aún ahora, aunque en menor medida, subsisten en estos mismos lugares.
101 Can tú (1953), p. 101.
102 Osborn (1970), p. 80.
508 ESTUDIOS DE CASO

o 15 km

FIGURA VIl.s. Mapa en donde se proponen los límites de la confederación de Metzti-


dan a principios del siglo XVI, así como las sedes principales de los altepeme que la
conforman y algunos rasgos importantes del relieve. Elaboró: Celia López Miguel.

el área del Paso de Venados, sino sobre las elevaciones situadas entre las
dos vegas) y del Paso Trampa, en las inmediaciones de Fuentezuelas. Hacia
la Sierra de Zimapán se creen menos frecuentes los puntos de conflicto,
debido a que los mexicas no codiciaban los recursos del área y tampoco era
fácil el ataque de ellos en una zona lejana y de difícil acceso.w- En con-
103 La templada y semiárida Sierra de Zimapán no ofrecía a los mexicas productos muy
distintos de los que podían hacerse con mayor facilidad en áreas más próximas a Tenochtitlan.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 509

traposición, el asedio enemigo debió de ser constante sobre La Huasteca,


que contaba con recursos más codiciados. En particular, los asentamientos
de Cholula, Ilamatlan y Yahualica debieron de sufrir presión militar dada
su proximidad con Tzicoac, joya del imperialismo mexica en La Huasteca
suroriental.
A continuación describiremos las fronteras más probables ostentadas
por Metztitlan en el momento del contacto con los europeos. No se trata de
límites político-administrativos que negasen el acceso a las comunidades
vecinas (por ejemplo, los pames quienes se adentraban estacionalmente
a pescar y cazar en el área del lago de Metztitlan), o bien de líneas infran-
queables vigiladas noche y día como podemos entender una frontera con-
temporánea. Se trata de referentes que nos sirven para ubicar la base terri-
torial de esta soberanía caracterizada por una movilidad tanto interna como
externa, en la que algunos grupos seminómadas desempeñaban un papel
importante.
Para hacer más asequible esta descripción de límites de la confedera-
ción, basadaen la documentación que indicaremos más adelante, los di-
vidiremos en dos rumbos: el primero da cuenta del costado oriente y el
segundo del poniente, ambos con dirección de sur a norte desde la zona co-
nocida actualmente como Paso de Venados. El hecho de comenzar a partir
de esta área obedece a que, en nuestra propuesta de límites, éste era el pun-
to más cercano a México-Tenochtitlan, principal enemigo de la confedera-
ción a principios del siglo XVI.
El primer punto sobre el que comenzaremos el trazado de esta hipotética
frontera es San Pedro Tlatemalco, cinco kilómetros al noroeste del mencio-
nado paso. Este asentamiento debió de contener las incursiones enemigas
por medio de sistemas de defensa sobre ambas laderas de la vega de Metzti-
dan, así como a ambos costados de la de San Agustín. Con estas posiciones
podían resistir agresiones provenientes de Atotonilco o el valle de Metzqui-
titlan. Continuando con rumbo norte, sobre las vertientes occidentales de la
vega de San Agustín, subiendo hacia el área de Zacualtipan, la profunda
cañada de Panotlán era una barrera difícilmente superable para las huestes
mexicas, acolhuas y de sus aliados en la región. Esta cañada serviría enton-
ces de frontera. La poca relevancia de Zacualtipan a principios del siglo XVI
se explica en parte por la difícil defensa de su sitiO.104 Es probable que los
104 En la zona de Zacualtipan hay evidencias arqueológicas datadas desde el año 700 hasta
la época de contacto; Álvarez y Avilez (1994), p. 153, Sin embargo, el sitio no tenía en el Pos-
clásico la importancia que pudo haber tenido en épocas precedentes.
510 ESTUDIOS DE CASO

yacimientos de obsidiana próximos a Zacualtipan no fueran objeto de


enfrentamientos permanentes por parte de ningún grupo en esta época. El
sistema de defensa del área de Tlahuelompa comenzaría desde Zacual-
tipan. Ahí se aprovecharían los rompimientos en el relieve al norte de la
amplia meseta basáltica de Carpinteros y se ganaría el curso del río Mimia-
guco, mismo que nace al centro de la mencionada meseta. El curso de este
río fue el límite más probable de la confederación de Metztitlan, hasta su
confluencia con el río Chichiquila, aproximadamente sobre la cota de 600
msm; en adelante el valle del río se amplía y difícilmente pudo ser defendi-
do por Tlahuelompa.
Las alturas defendidas en los alrededores de Cholula, en La Huasteca
meridional, implicaban el control para Metztitlan de las cuencas altas de
los ríos Chichiquila y Chochotla, siendo este último cauce la probable fron-
tera hasta casi su desembocadura en el río Garcés. Desde ahí, la frontera
cruzaría por el cerro Coatepec, al oriente de Ilamatlan, hasta caer al cauce
del río Tlacolula, y luego alcanzaría aproximadamente la cota de 300 msm.
A partir de ahí, la línea habría seguido hacia el norte hasta tocar el cauce
del río Ahuetzintla, donde éste roza la misma cota de 300 msm. Así, la cuen-
ca alta del río Aguacatitla habría quedado dentro de la federación. Volviendo
al río Ahuetzintla, éste pudo ser límite por una corta distancia hasta su de-
sagüe en el río Naranjos, cuyas aguas una vez que se combinan con las del
río Calnali conforman el río Atlapexco. Este río muy probablemente fue
frontera en la parte alta de su cuenca, en tanto que Yahualica dominaba las
alturas localizadas al poniente.
Desde las estratégicas alturas de Yahualica, la frontera habría comen-
zado a correr hacia el poniente, primero, por el cauce del río Huazalingo,
para luego ganar las alturas de los macizos de los cerros Papayaco y Tepeix-
ea. Desde esta última elevación, habría descendido al cauce del río Yegualt-
zintla, para enseguida subir a los cerros de Tehuehuetl, La Cruz y Huaxoco-
tepetl; habría cruzado el cauce del río Tehuetlan y alcanzado el imponente
cerro Tepemaxac. El control de estas últimas elevaciones era esencial para
la confederación de Metztitlan, tanto para detener las incursiones desde Hue-
jutla e Ixcatlan como para dominar las cuencas altas de los ríos Tehuetlan,
Coacuilco y Talol. El pueblo que lleva el nombre de este último río fue la
comunidad más septentrional de todos los poblados de la confederación.l'"

lOS Paso y Troncoso (1905), 1, p. 199. En esta fuente el nombre del poblado aparece como
TIalo!'
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 511

En la segunda dirección; es decir, partiendo del área de Paso de Vena-


dos hacia el poniente, la confederación debió de controlar desde sus fortifica-
ciones en Tlatemalco la parte alta de la vega, y ascendiendo sobre las lade-
ras opuestas a este último poblado, las elevaciones que limitan al norte la
extensa meseta basáltica de Atotonilco. Desde aquí, el límite habría descen-
dido al cauce del río Amajac por la Cañada de la Luna y habría seguido
por un corto trecho este río ascendiendo hacia el Valle del Mezquital, por el
cauce del río Senthé, hasta la elevación homónima. De aquí, la línea fronte-
riza se habría dirigido al Cerro de la Cebolla, lo que le habría permitido el
control del costado norte del Puerto Trampa, dejando los montes de Fuen-
tezuelas en territorio de Metztitlan. El extremo poniente del área del Puerto
Trampa dominaIa cuenca alta del río Boxithí. S~ profunda y estrecha
barranca debió de ser el límite con Actopan e Ixmiquilpan hasta que la misma
barranca alcanza alrededor de la cota de 1 600 msm. A partir de este punto
y con rumbo al norte, la línea fronteriza debió de pasar por el cerro Poza
Blanca hasta tocar las aguas del río Tolantongo, entre las cotas de los 1 100
Ylos 1200 msm.
Desde las azules aguas del Tolantongo, la frontera habría ascendido al
macizo del cerro del Puerto Grande y corrido por su parteaguas que separa
la cuenca del Tolantongo de otros cauces que descienden hacia la cuenca
media del río Amajac. Sobre esta divisoria de aguas se alcanzan las alturas
del cerro El Trinchero. Desde ahí, se cree que el límite seguía por las barran-
cas de El Dení y El Densá, cuyos cauces conforman el Arroyo Hondo, mis-
mo que de manera estacional desagua sobre las grutas de Tolantongo.
A partir de la barranca de El Densá, el límite de la federación de Metztitlan
debió de subir a la cumbre más meridional del cordón montañoso del cerro
Bandac, que separa las cuencas de los ríos Chichicaxtla e Itatlaxco, ambos
tributarios del Amajac. Sobre la parte más elevada de esta serranía y con
rumbo norte, se propone la continuación de la frontera hasta parajes próximos
a la cota de 1 200 msm, desde donde se aprecia, con rumbo nomoreste, el
Cerro Grande. Una línea imaginaria, sobre una de las gargantas más estre-
chas del río Itatlaxco, permite dibujar los confines noroccidentales de la con-
federación. Sobre la vertiente norte del Cerro Grande nace el Arroyo Seco,
mismo que por su ausencia de asentamientos era un área ideal para mantener
a raya a los tributarios de la Triple Alianza procedentes del área de Jacala.
El Arroyo Seco vierte sus aguas en el de San Nicolás, medio kilómetro
arriba del desagüe de este último en el río Amajac. Desde este punto, el
límite debió de ser el cauce del Amajac, que a esta altura corre a unos 600
512 ESTUDIOS DE CASO

msm con rumbo noreste. Unos cinco kilómetros aguas abajo se localizan
una serie de meandros, que se consideran difíciles en su defensa por parte
de los habitantes de Metztitlan, por lo que el límite necesariamente tuvo
que subir por las cumbres situadas al sureste de dichos meandros, hasta
ganar de nuevo el curso del Amajac, por un corto trecho. De ahí, ascendería el
límite hacia la divisoria entre las cuencas del Amajac y la parte media de la
del Tizapa- Tenango, habiendo seguido su cauce principal por unos tres
kilómetros hasta comenzar a subir por la ladera oriental del cerro Ixtetipa.
La línea habría pasado por la cumbre de este cerro y descendido rápida-
mente al cauce del río La Reforma-Apancatl. Este último habría constituido
la frontera hasta la cota de 400 msm, justo al poniente de la cumbre del cerro
Acatlaxi. Desde aquí, habría seguido el parteaguas de la serranía que corre
desde este último hasta el cerro El Chorro. A partir de aquí, con rumbo
este-sureste y cruzando la barranca del río Acoyoapa, se llega al cerro Otee-
tla, elevación que domina desde el sureste la cuenca baja del río Claro. El
cauce principal del río Claro, que habría servido por escasos tres kilómetros
de lindero entre las soberanías de Metztitlan y de la Triple Alianza, pasa a
sólo dos kilómetros al poniente de la cumbre del cerro Otectla. Desde las
aguas del río Claro, la línea fronteriza debió de ganar las alturas de Oui-
mixtla, para descender enseguida al río Xalpa, afluente del río Claro. La
línea habría seguido su cauce por menos de dos kilómetros, al cabo de los
cuales se encontraba al oriente la cumbre del cerro Mopozoqueco, desde el
cual el límite descendería hacia las diversas barrancas que protegían a Talol
por el poniente. Como ya se mencionó, dicha población era la más septen-
trional de las sujetas a la confederación de Metztitlan, habiendo sido su
cabecera Tlanchinol.
Sobre los límites que hemos propuesto como definición de esta gran
unidad, debemos, sin embargo, concluir haciendo la siguiente observación.
Algunos de los especialistas consultados se inclinan a pensar que el cau-
ce del río Amajac funcionó como una "frontera natural" que demarcó el
límite poniente de la confederación; es el caso de José Lameiras.tvs Davies
dice que su territorio se extendió muy poco al sur y al poniente del pueblo
de Metztitlan, con lo que descarta que los montes que separan la cuenca del
Amajac del Valle del Mezquital, en tierra francamente otomí, quedaran den-
tro de los Iímites.t?? Vázquez argumenta incluso que precisamente ésta es

Lameiras (1969), p. 8.
106

Davies (1968), p. 30. En su mapa núm. 2 aparece Iztacapa como la población más occi-
107

dental y no se contemplan las tierras situadas al sur y al poniente de este punto.


EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SE - onto COLONIAL TEMPRANO 513

la frontera entre la toponimia náhuatl y la otomí y también la frontera de la


confederación.tvs Sara Cantú, en cambio, lleva los límites de la confedera-
ción más allá del cauce del Amajac e incluyen implícitamente a los impor-
tantes pueblos de Chichicaxtla y Tenango, 109 posición con la que estamos
más de acuerdo. Para nosotros, la confederación primero y el señorío de
Metztitlan después no tuvieron como límite al Amajac, sino que este río fue
uno de los ejes estructuradores de su territorio junto con la otra gran barran-
ca: la del río Venados.
En la medida en que la presencia española impuso sus condiciones
políticas y administrativas, estos límites fueron cambiando. En el transcur-
so del siglo XVI, varios de los puntos de conflicto arriba reseñados son reco-
nocidos como parte del señorío de Metztitlan. También se le adjudican
algunas tierras periféricas que, al parecer, nunca habían pertenecido a la
confederación. El episodio más conocido de cambio de jurisdicción que
afectó a Metztitlan fue el pleito entre los gobiernos de la Nueva España
(influenciado por Cortés) y el de Pánuco (dirigido por Nuño de Guzmán),
entre 1527 y 1528. Tlanchinolticpac fue el objeto central de la disputa, que
se resuelve con la anexión de Pánuco a la Nueva España. Según Gerhard,
hacia 1560 el alcalde mayor de la provincia de Metztitlan administraba
directamente Tzicoac-Chicontepec, Chapulhuacan, Huautla, Huayacocotla,
Atlihuetzia, 1 10 Chichicaxtla, Huazalingo, llamatlan, Molango, Malila, Tian-
guistengo y Tlanchínolticpac.t' ' De estas entidades, las tres primeras nunca
fueron parte de la confederación de Metztitlan. Para el caso de la cuarta,
Huayacocotla, Gerhard nos dice que su soberanía en el momento del con-
tacto no estaba clara; no así para Barlow y Davies, que piensan en Huayaco-
coda como un territorio dominado por Tenochtitlan.v'? Su estratégica ubi-
cación entre los altepeme independientes de Metztitlan y Tututepec lo
hacía un espacio codiciado por la Triple Alianza, sobre todo como paso
para La Huasteca. Lo cierto es que no aparece como tributario de los mexi-
cas, aunque sí fue ruta frecuentada por ellos. Por otro lado, las fuentes indi-
can que Huayacocotla tenía guerra con Metztitlan.tt- La versión de Wayne

108 Vázquez (2001), p. 41.


109 Cantú (1953), pp. 108-109.
110 La identidad actual de Atlihuetzia no está cierta. Nosotros nos inclinamos a pensar que

se trata de lo que se conoce como el paraje Iglesia Vieja en el pueblo de Ocuilcalco (comunica-
ción personal de Ana Álvarez Palma).
111 Gerhard (1986), p. 190.

112 Ibidem, p. 136; Barlow (1943), pp. 119-121; Davies (1968), p. 60.

113 Las Relaciones geográficas de 1579 indican, efectivamente, que Metztitlan "traía guerra"
514 ESTUDIOS DE CASO

Osborn parece reforzar la anterior; según él, ocho de las 12 cabeceras inclui-
das en la alcaldía mayor de Metztitlan fueron parte integral de la confede-
ración prehispánica, y dos de las restantes (Chapulhuacan y Huayacocotla)
eran enemigos explícitos.t+'
Continuando con esta historia de anexiones coloniales, el caso de Xili-
tla es el más llamativo debido a su lejanía y a los sujetos que se le mencio-
nan, incluyendo algunos en plena Sierra Gorda de Ouerétaro.t t> Por cierto,
la mención de estos pagos nos permite asegurar que se trata del actual
municipio del estado de San Luis Potosí y no de los pequeños Xilitla encon-
trados al interior de la confederación.
De esta manera, el territorio del señorío colonial adquirió, entre 1560 y
1590, su máxima extensión reflejada, por cierto, en el mapa que acompañó
la Relación geográfica de 1579.116 Después de esa etapa, el señorío de Metz-
titlan habría de perder territorios tras la separación de las "provincias" de
Xochicoatlán y Huayacocotla, así como de algunas encomiendas a manos
de jurisdicciones vecinas.U?

El altepetl de Malila y los otros altepeme confederados

La confederación de Metztitlan reúne, como hemos indicado, al menos


nueve altepeme confederados que conformaron una unidad territorial
cuyos límites no han sido definidos unánimemente. Las distintas versiones
se basan en dos tipos de fuente: los que hablan del alcance territorial de la
Triple Alianza en el momento del contacto y los que enuncian explícitamen-
te las cabeceras y pueblos del señorío de Metztitlan. Entre las primeras
fuentes está la Matrícula de tributosí ís y como parte de las segundas está la

con Huayacocotla, además de con otros dos pueblos de la lista: Chapulhuacan y Tzicoac; Chá-
vez (1986 [1579]), p. 67.
114 Osborn (1970), p. 11.

115 Paso y Troncoso (1905), 111,p. 142.

116 Otro de los puntos enigmáticos del mapa que aparecen en la frontera septentrional es el

del fuerte de Xalpa, ubicado por Barbara Mundy como el presidio español de Jalpan, también
en la Sierra Gorda. Mundy supone que Xalpa es sólo un referente dibujado por el autor del
mapa de 1579 para ubicar una frontera que no estaba bien delineada; Mundy (1996), p. 43.
117 Gerhard (1986), pp. 190-191.

118 En la Matrícula de tributos (Códice Mendocino), toda localidad mencionada supuesta-


mente es parte de los territorios controlados por la Triple Alianza y, por exclusión, las no men-
cionadas, en el área de Metztitlan, quedarían presumible mente ligadas a ésta. Barlow (1994),
5, p. 38.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 515

Relación geográfica de Metztitlan. Haciendo una comparación entre estas


fuentes y los trabajos publicados por sus diversos estudiosos.U? obtenemos
una lista de pueblos en la que coinciden los topónimos de las siguientes
cabeceras: Metztitlan.P? Malila, Molango, Xochicoatlan, Tianguístengo, Ila-
matlan, Huazalíngo, Yahualica y Tlanchinol (Tlanchinolticpacj.V! A partir
del listado de nueve cabeceras coloniales hemos determinado la existencia de
nueve altepeme. Ocho de ellos coinciden con los nombres de las cabeceras,
pero uno de ellos (Tianguistengo) no será considerado por nosotros como
altepetl. Al mismo tiempo, agregaremos otro (Iztacapa). Los argumentos
que nos permiten excluir a uno e incluir al otro se exponen enseguida.
El asentamiento de Tianguistengo, primero que nada, nos parece un
punto de comunicación e intercambio que no observa particularmente los
criterios de selección del sitio que hemos argumentado en la primera parte de
este capítulo. En cambio, constituye una terraza que mira sobre la parte alta
de dos de los cauces que Miguel Othón de Mendizábal nos propone como
corredores naturales entre la llanura costera del Golfo y el Altiplano Meri-
dional.t-- Dicho de otro modo, en Tianguistengo no hubo una selección del
sitio que pusiera énfasis en la protección y abrigo que daba una rinconada;
más bien, este asentamiento está expuesto, a la vista y al alcance de cualquie-
ra. Su ubicación también fue producto de una meditada decisión, pero no
para establecer una sede política sino un mercado (tal y como su nombre
lo indica), un lugar de fácil acceso y un punto de distribución de productos
tanto hacia la vertiente interna como hacia la vertiente marítima de la con-
federación.
Para Peter Gerhard, Tianguistengo no tiene el mismo rango que las
otras cabeceras propuestas por Gabriel de Chávez en 1579 y por los demás
autores modernos que hemos citado. Mientras que para Gerhard estas uni-
dades políticas son definidas como "estados aliados" de Metztitlan, Tian-
guistengo es definido como una "región autónoma" subordinada.t-> Si esta

119 Nos guiaremos por las obras de Robert Barlow (1943), de Sara Cantú (1953), de Nigel

Davies (1968), de Wayne Osborn (1970) y de Peter Gerhard (1986). La fuente a la que nos refe-
rimos es la "Relación de Metztitlán", Chávez (1986 [1579]).
120 Recordemos que, según nuestra propuesta, Metztitlan es en realidad Metztitlan-Te-
patetipa.
121 Cantú (1953) menciona a Metzquititlan y Zacualtipan, dos poblados que nosotros no
consideramos parte de Metztitlan; esta autora omite a Molango y Malila.
122 Mendizábal (1946), pp. 22-23.

123 Gerhard (1986), p. 189. Peter Gerhard le da la misma jerarquía de entidad subordinada

a Tianguistengo que a Atlihuetzian.


516 ESTUDIOS DE CASO

sede de mercado fue investida con el rango de cabecera por los españoles
fue debido a su antigua importancia comercial y al tamaño de su urbani-
zacíón.P+
Ahora bien, respecto de Iztacapa podemos decir lo siguiente. Ni las
fuentes escritas por españoles en el siglo XVI ni los historiadores contempo-
ráneos lo incluyen como una de las cabeceras de Metztitlan. Incluso hay
algunos especialistas que dejan estas tierras fuera de la confederación.t=
Esto se debe probablemente a su movilidad interna. Si en el caso de otras
unidades ha sido difícil para los españoles (e incluso para los historiadores
contemporáneos) definir las cabeceras, para el caso de Iztacapa es aún
más complejo. Por su parte, Gerhard y Davies lo incluyen en la confedera-
ción pero no le asignan necesariamente categoría de cabecera.Pv Las razo-
nes por las que nosotros proponemos que Iztacapa fue altepetl son las
siguientes: en primer lugar la distancia en términos reales; es decir, fran-
queando los obstáculos del terreno, nos hace pensar que difícilmente de-
pendía exclusivamente de Tepatetipa. Más aún, creemos que Iztacapa o
Tenango, como también se le llamó al territorio que engloba a estos dos
pueblos, constituía una entidad paisajística y étnica distinta de las demás.
Gerhard define esta área como una unidad en la forma siguiente: "Entre
Macuilxóchitl [es decir Chapulhuacan] y Metztitlán había una zona salvaje
y escabrosa conocida por los varios nombres de Tenanco. Cuezalatenco o
Chíchicaxtla, habitada por chichimecas pames aparentemente dominados
por Metztitlán't.P? Por su parte, en los Papeles de Nueva España, se mencio-
na que el territorio llamado Tenango (cuya cabecera consideramos que era
Iztacapa) tiene 10 sujetos.t-f Esta aseveración nos permite imaginar un
territorio complejo y políticamente bien estructurado. Soustelle, Gerhard y
otros autores describen el componente otomí y pame de los habitantes de
Iztacapa- Tenango. Hoy en día es posible comprobar el uso de la lengua oto-
mí en los pueblos del área. 129 La cabecera, por cierto, podía turnarse, como
era habitual, entre los tres lugares primordiales de asentamiento de Iztaca-
pa: el primero fue el pueblo de Iztacapa mismo y los otros dos fueron los

124 Además de Gabriel de Chávez (1986 [1579]), fray Pedro de Agurto lo definió años atrás

como cabecera con nueve sujetos; Paso y Troncoso (1905), lII, p. 126.
125 Lameiras (1969), p. 10; Vázquez (2001), p. 41.

126 Gerhard (1986), p. 189; Davies (1968), p. 32.


127 Gerhard (1986), p. 189.

128 Paso y Troncoso (1905), I, p. 200.

129 Queremos agradecer la ayuda prestada en trabajo de campo (mayo de 2002) en el área

otomí del señor Mayolo Guzmán de la población de Fuentezuelas.


EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 517

pueblos de Tenango (que en otras fuentes da nombre a todo el altepetl) y


Chichicaxtla. El pueblo de Tenango está sobre una meseta mediana que
mira sobre el primer gran meandro del río Amajac, mientras que Chichi-
caxtla está al pie de la parte más alta de la sierra de Cuyamatepec. El resto
del territorio de este altepetl abarcaba un sector de la cuenca media del río
Amajac, hasta la zona donde algunos de sus meandros, posiblemente, esca-
paron al control de la confederación de Metztitlan. En todo caso podemos
decir que, ante la eventualidad de un ataque, el rompimiento en' el relieve
por la banda occidental de la profunda barranca del Amajac permitía con-
tener la amenaza mexica desde el Valle del Mezquital.
Por último, no podemos desdeñar el impresionante paraje en el que se
encuentra Iztacapa. El sitio en el que se asienta el pueblo es la confluencia
de dos caudalosas corrientes: la del Amajac mismo y la del Tolantongo. Se
trata pues de un amaxac, una forma del relieve de gran importancia simbóli-
ca en la cosmovisión mesoamericana. Recordemos que amaxac significaba
"entrepierna"; es decir, entrecruzamiento de cañadas, confluencia, centro
femenino.U? Aguas abajo de Iztacapa está la otra gran confluencia del área:
la de los ríos Amajac y Almolón. El poblado instalado en este punto recibe
significativa mente el nombre de San Juan Amajac.l-" Una vez aclarados los
motivos por los cuales excluimos a Tianguistengo e incluimos a Iztacapa
como altepetl integrante de la confederación, analicemos el caso de los
demás altepeme comenzando por Malila.
La confederación de Metztitlan, como hemos señalado, estuvo ordena-
da en tomo a un núcleo cargado de simbolismo: el cerro El Escorpión. De
todo el territorio, se trata de la cumbre más elevada que alimenta con agua
y otros recursos a los principales altepeme. Descendiendo por su ladera
poniente, un poco al sur, está la rinconada de Metztitlan-Tepatetipa. Si el des-
censo se hace por el lado opuesto; es decir, por la ladera oriental, un poco al
norte, se llega a la rinconada de Malila. En nuestra hipótesis, ambos pue-
130 Para Molina (2001 [1555-1571]) amaxac significa "lugar donde se divide el río en mu-

chas partes. s. en arroyos o acequias". Proviene de atl, "agua" (8r) y maxac.no, "entre mis pier-
nas, en la horacadura" (54v). En el caso de los ríos, no se trata de una división sino de una
confluencia, como parece quedar más claro en Siméon (1999): "amaxac o amaxactli: lugar
donde una corriente de agua se divide en varios brazos, entroncamiento. Relativo a atl y
rnaxactli". Ahora bien, para el mismo Siméon: "Maxactli o maxatl: sinónimo muslo, pierna,
entroncamiento, bifurcación".
J31 Recordemos que el lago permite la existencia de filtraciones y sumideros cuyas aguas

manan en la barranca del río Almolón; Cantú (1953), p. 21, de tal suerte que, en la cosmovi-
sión mesoamericana, este líquido se infiltra en el inframundo volviendo a salir; Bernal García
(1994);véase también García Zarnbrano, capítulo VI de este libro.
518 ESTUDIOS DE CASO

blos funcionaron como altepeme dominantes de la confederación. El sitio


donde estuvo localizado el asentamiento principal de Malila, y donde hoy se
encuentra la modesta iglesia de San Bartola, constituye una hoya de asom-
brosa geometría, localizada en el corazón de una gran rinconada. La selec-
ción de su sitio empalma, sin duda, con los criterios que hemos manejado
a lo largo de este libro. Por otra parte, la importancia de Malila queda fuera
de duda para la arqueóloga Ana María Álvarez, quien ha estudiado tanto el
sitio como las fuentes documentales.t-? Según el mapa con elementos pie-
tográficos de San Bartolo Malila fechado en 1599, este altepetl contaba
muy probablemente con dos linajes representados en el documento.Ps Al
parecer, no hay en la vertiente atlántica de la confederación de Metztitlan
ningún asentamiento de esta relevancia. Tampoco hubo enemistad conoci-
da entre Malila y Tepatetipa. Es entonces muy probable que ambos funcio-
naran como los huey altepeme de la confederación.
El patrón de una entidad política doble o de dos asentamiento s princi-
pales para un territorio es repetido en toda Mesoamérica y obedecía al des-
doblamiento de linajes o a la conjunción de grupos étnicos distintos. 134 Tanto
Tepatetipa como Malila fueron los núcleos en tomo a los cuales se aglutina-
ron el resto de los territorios. Es posible que más adelante este esquema
haya dado lugar a la confederación de Metztitlan tal y como la encontraron
los españoles.
Malila tuvo una superficie de poco menos de 700 km-. Su territorio se
extendía desde la cima de El Escorpión, por dos brazos, uno con dirección
norte y el otro hacia el este-noreste. Ambos brazos descendían hasta valles
aluviales, que prácticamente alcanzan el nivel de base de la llanura costera
del Golfo de México. El primer brazo de este altepetl abarcaba las cuencas de
los ríos Tlacolula y Mimiahuaco y la cuenca del río Contzintla, llegando has-
ta los límites del actual estado de Veracruz, donde descendían hasta cotas
cercanas a los 300 msm. El extenso territorio septentrional que constituía
el segundo brazo, y al que se llegaba pasando entre Molango y Xochicoatlan
(macizo del cerro Temimilco), dominaba la parte más elevada de la sierra, en
general, por encima de los 1 200 msm, hasta las inmediaciones de Tlanchi-
nol, sin descender mucho más allá de esta cota sobre la vertiente atlántica.

Ana María Álvarez, comunicación personal.


132

Mapa pictográfico de San Bartolo Malila: AGN, Catálogo de ilustraciones 977/2750.


133

134 Quizá el caso mejor explicado para el proceso de formación de altepeme complejos sea

el de Chalco-Amecameca que describió Chimalpahin (1991 [1637]) Yque estudió Susan Schroe-
der (1991).
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 519

Si aceptamos este esquema dual para esta gran unidad política, pode-
mos decir que Malila funcionó como la contraparte de Tepatetipa. Mientras
que Tepatetipa estaba en la vertiente interna sometida a un clima más seco,
Malila estaba en la vertiente externa bajo un clima húmedo. Casi equidista-
ban de la punta de El Escorpión y, como señalamos, cada una tenía su terri-
torio de influencia. Lo que parece probable es que, a su llegada, los españo-
les atribuyeron a Tepatetipa una jerarquía mayor. Ahora bien, tanto una
como la otra perdieron su preeminencia a lo largo del siglo XVI. Como
hemos visto en la primera mitad de este capítulo, la fundación de la villa de
Metztitlan cercana a la vega restó importancia política a Tepatetipa. En el
caso de Malila sucedió lo mismo con el traslado de poderes a Lolotla que,
enclavada en un pequeño puerto de montaña, le arrebataría el título de
cabecera:

Cuando los españoles vinieron a esta tierra solía ser cabecera Malila, y así se
intitula en las provisiones reales por cabecera, y como está en el camino por do
van los españoles a Pánuco, el cacique gobernador y alcaldes se pasaron a una
estancia suya en el cual están al presente, y se intitula por cabecera, y así lo tiene
por tal todas las estancias sujetas a Malila, y esta estancia que se tiene por cabe-
cera que se llama Lolotla.P>

A la llegada de los españoles, todo indica que Malila fue desdeñada casi
de inmediato debido a su posición en un sitio incompatible con el ideal
urbano occidental. Según Gerhard, el traslado del poder a Lolotla se veri-
ficó antes de 1571.136 Ya antes, los agustinos habían tomado la decisión de
fundar un gran convento en Molango para la administración religiosa de la
vertiente húmeda, razón por la cual Malila comenzó a perder su peso polí-
tico. Asimismo, fundaron (o refundaron) Zacualtipan y le otorgaron gran
importancia en detrimento tanto de Malila como de otro de los asenta-
mientas prehispánicos importantes del área: Tlahuelompa.P? El sitio en el
que se fundó Lolotla es también un punto sobre el camino real que une a
Molango y Zacualtipan con Huejutla. Este trazo reforzó el esquema espa-
ñol de ocupación del territorio por medio de dos ejes de penetración desde

135 Paso y Troncoso (1905), lIT, p. 123.


136 Gerhard (1986), p. 192.
137 En las fuentes no se menciona, sino hasta muy tardíamente, el topónimo de Zacualti-
pan, por lo que pensamos que es una re fundación colonial. En cuanto a la importancia de Tla-
huelompa, véase Davies (1968), p. 32.
520 ESTUDIOS DE CASO

el Altiplano Meridional. Ambos se desprendían desde el Paso de Venados: el


primero terminaba a orillas del lago de Metztitlan, y sus productos agrícolas
y ganaderos sirvieron para abastecer, desde el descubrimiento de las minas,
la zona de Pachuca, mientras que el segundo llegaba hasta el centro de La
Huasteca y reforzaba rutas comerciales entre la ciudad de México y la cos-
ta septentrional del Golfo.
Antes de continuar con el análisis de los otros alteperne, debemos
advertir que la reconstrucción de las unidades políticas aquí definidas en
su extensión y entorno, a grandes rasgos, son el resultado de un ejercicio en el
que se combinó la información cartográfica, documental y bibliográfica
con el trabajo de campo.t-" A partir de ello se estableció una propuesta
sobre las posibilidades de apropiación del medio por parte de las comuni-
dades, tomando en cuenta los límites políticos de principios del siglo XVI
y las nueve cabeceras que hemos reconocido para ese momento. Como se
verá, un número mayor de cabeceras está asentado en la parte húmeda.
Para trabajar estas propuestas de altepeme lo haremos en dos grupos que
se derivan del análisis de sus respectivos paisajes: el primero incluye a
aquellos cuyas cabeceras están asentadas en rinconada, y el segundo men-
cionará a los otros asentamientos cuyo emplazamiento corresponde a otro
tipo de relieve. Fuera de esta enumeración quedan los altepeme ya trata-
dos: Tepatetipa, Malila e Iztacapa. El primer grupo (asociado al relieve de
tipo rinconada) se compone de las unidades territoriales de Tlanchinol, Ila-
matlan, Molango y Xochicoatlan. Dentro del segundo grupo (asociado a
otras formas del relieve) quedan las de Yahualica y Huazalingo.
1) Tlanchinol, Tlachinol- '? o Tlanchinolticpac. La segunda denomina-
ción, tal y como era conocida en la época prehispánica, posiblemente se
refería a una localización más elevada. 140 Nuestro análisis conduce a pen-
sar que el asentamiento prehispánico se encontraba sobre la pequeña ele-
vación denominada Tlanchinoltepetl, situada al oriente de la actual pobla-

138 El trabajo de campo fue sistemático para el territorio de las dos cabeceras principales:

Tepatetipa y Malila. En etapas subsiguientes de esta investigación trabajaremos con mayor


profundidad lo que hasta ahora han sido simples reconocimientos en los otros altepeme.
139 El nombre actual del pueblo es Tlanchinol ("Diente quemado"). Con esa ortografía
lo manejan la mayoría de las fuentes, aunque también aparece como Tlachinol ("Cosa quema-
da"). Para ser topónimo necesita una terminación locativa como -icpac, lo que permite leerlo
tal y como aparece en otras de las fuentes: Tlanchinolticpac. Agradecemos a John Sullivan su
asesoría.
140 Para esta suposición nos basamos en la construcción de la toponimia náhuatl en la que

a Tlanchinol se le agrega la preposición ticpac ("encima de").


EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIALTEMPRANO 521

ción. Casi todo su territorio se encontraba por debajo de la cabecera, con la


excepción del cordón montañoso que, con dirección sursuroeste, conduce
a Lolotla y Molango y las tres serranías que se desprenden desde la meseta
presidida por el Tlanchinoltepetl con rumbos nornoroeste, noreste y oriente.
Desde esta meseta se domina la parte meridional de La Huasteca.
Ahora bien, tras la llegada de los españoles al área, Tlanchinol se consti-
tuyó en una gran encomienda. Sin embargo, antes de 1534 se dividió en dos:
la propia encomienda de Tlanchinol y la de Acuimantla. Esta última pasa a
ser estancia encomendada a Alonso Ortiz de Zúñiga por disposición de
la Segunda Audiencia. 141Sin saber con exactitud cómo fue su reconfigura-
ción territorial completa, sabemos al menos que el Tlanchinol colonial ya dis-
minuido tuvo nueve pueblos sujetos: "Moyutla, Tepetitlan, Quatitlamistlan,
Achiquatitlan, Chachala, Loctla [Lontla], Tlala, Tlatol [Tlalol] y Tanchao".142
2) Ilamatlan. A la confederación le resultaba indispensable contar con
Ilamatlarr'<' como uno de sus elementos territoriales para mantener a raya a
sus enemigos que más abajo cruzaban hacia y desde La Huasteca meridional
por la ruta de Huayacocotla a Tzicoac. El pequeño territorio de Ilamatlan
se inscribía sobre las cuencas de los ríos Chochotla y Pitzotla y en sectores
de la cuenca media del río Tlacolula; todos estos cauces son tributarios del
río Calabozo. Hacia mediados del siglo XVI, Ilamatlan poseía 27 sujetos.t+'
3) Molango y 4) Xochicoatlan. Hemos tratado de manera conjunta estas
dos unidades por su proximidad en el territorio. Ambas tienen como pree-
minencia paisajística al macizo del Temimilco. Xochicoatlan se ubica al
oriente y Molango al poniente de esta elevación. Se podría decir que confi-
guran una dualidad similar a la que, en otra escala, explicamos para Tepa-
tetipa y Malila.t+> Por el tamaño que tuvieron en tiempo prehispánico,
podrían considerarse como dos altepeme menores, pero lo cierto es que a la
llegada de los españoles ambos son investidos con rango de cabecera, e
incluso uno de ellos, Xochicoatlan, conformará con el tiempo la única pro-

141 Gerhard (1986), p. 190.


142 Paso y Troncoso (1905), I, p. 199.
143 La traducción de John Sullivan para Ilamatlan es "Lugar de viejitas" (comunicación
personal).
144 En Paso y Troncoso (1905), III, p. 109-110, aparece la lista completa. No obstante, se-

ñala la misma fuente, varios de estos sujetos "están entremetidos en los pueblos de Metzti-
tlán", lo que dificulta la definición de límites entre Ilamatlan y territorios vecinos durante el
siglo XVI.
145 Nos referimos a los dos huey altepeme de Metztitlan separados por el macizo de El
Escorpión.
522 ESTUDIOS DE CASO

vincia separada del señorío de Metztitlan.t+é Gerhard cuenta que, hacia


1526, el gobernador Estrada asignó en encomienda Molango, Malila y Xochi-
coatlan a Gerónimo de Aguilar. A su muerte, acaecida en 1531, esta gran
encomienda pasa a ser parte de la Real Corona. 147 Cinco años más tarde; es
decir, el año de la fundación del convento de Molango (1536), este pueblo y
el de Xochicoatlan quedaron unidos para efectos de la evangelización. Esta
administración conjunta duró al menos hasta 1572, año en que según Gri-
jalva los agustinos tomaron la decisión de separarlas.J+s
5) Yahualica. Se trata del altepetl nororiental de la confederación. La
cabecera de Yahualica 149 se localiza sobre un impresionante baluarte natu-
ral que domina la llanura costera del Golfo de México a tan sólo 600 msm.
Su territorio se extendía hacia el poniente sobre parte de las cuencas bajas
de los ríos Huazalingo y Calnali y sobre varios sectores de la cuenca alta del
río Yegualtzintla, todos tributarios del río Atlapexco. Jhoan Gómez Carras-
co asegura que forma parte de la "sierra de Metztitlán", aunque en los
hechos el emplazamiento se encuentre alrededor de 1 000 metros por debajo
de los asentamientos de la Sierra Alta. Para la década de 1570 contaba con
13 pueblos sujetos y cinco ermitas; la población hablaba "lengua mexicana,
aunque serrana". 150 En otro documento de mediados del siglo XVI recogido
por Francisco del Paso y Troncoso figura como Ayagualican y se asocia más
a la provincia de Pánuco que a Metztitlan.l>!
6) Huazalingo. Con su asentamiento prehispánico principal al orien-
te del cerro Xilotzinco -desde el que se puede contemplar la casi totalidad
de este altepetl- dominaba la cuenca media del río Huazalingo y parte de
las cuencas altas de los ríos Yegualtzintla y Chacatitlamatl, este último,
tributario del río de La Candelaria. Una vez más, el padre Gómez Ca-
rrasco informa que se habla "lengua mexicana" y que para el año de 1569
cuenta con nueve sujetos y varias ermitas. En ese entonces depende de
la alcaldía mayor situada en Metztitlan y del corregimiento situado en
Yahualica.152

Gerhard (1986), pp. 249-25l.


146

Ibidem, pp. 190 Y 249.


147

148 Paso y Troncoso (1905), Ill, p. 120; véase nota 2 al pie de página.
149 Según Sullivan, debe ser Yahualiuhcan, "lugar redondo" (comunicación personal).
150 Sabemos de este altepetl gracias al cura y vicario de los pueblos de Yahualica y Huaza-

lingo, Jhoan Gómez Carrasco, quien señala que forma parte de la provincia de Metztitlan;
Paso y Troncoso (1905), Ill, p. 127.
151 Paso y Troncoso (1905), I, p. 28.

152 Paso y Troncoso (1905), In, p. 127.


ELALTEPETL
DEMETZTITLAN
y SUSEÑORÍO
COLONIAL
TEMPRANO 523

En síntesis, los dos grupos en los que hemos analizado los núcleos
urbanos de los altepeme de la confederación quedarían como se muestra en
el cuadro VII.1.

CUADRO
VIL!a

Paisaje tipo rinconada Otro tipo de paisaje

Metztitlan -Tepateti pa Iztacapa (tipo amajac)


Malila Yahualica (tipo meseta elevada)
Tlanchinol Huazalingo (tipo meseta elevada)
llamatlan
Molango
Xochicoatlan

a Sirva esta subdivisión exclusivamente como una forma de ordenar la lista de los asenta-

mientas. Como se recordará, en el capítulo 1 de este libro María Elena Bernal y Ángel García
señalan que el tipo amajac, una de las formas del relieve que nosotros utilizamos, es en reali-
dad una variante de la rinconada.

CONCLUSIONES

Ha sido ampliamente aceptado que la estructura territorial del mundo


mesoamericano sirvió de base al régimen colonial para ejercer su dominio,
evangelizar, recabar el tributo y controlar políticamente a los grupos étni-
cos del área. Sin embargo, Metztitlan es un caso que sirve para poner en
entredicho esta generalización. Al inicio de nuestra investigación asumi-
mos, por ejemplo, que el sitio que ocupa la villa de Metztitlan había sido
depositario del rango de cabecera debido a su importancia prehispánica;
es decir, que el Metztitlan vecino a la vega había sido el centro del gran alte-
petl que los españoles habían avalado como señorío.
Con esta premisa nos dimos a la tarea de estudiar el entorno inmediato
de la villa de Metztitlan y sus accesos naturales a los distintos recursos e
intentamos reconocer los rasgos del paisaje que definen una rinconada y
demás geoformas significativas para nuestro análisis. No obstante, nuestra
lectura del paisaje nos condujo a cuestionar este sitio como el lugar óptimo
para establecer el asentamiento dominante en tiempo prehispánico. Por un
524 ESTUDIOS DE CASO

lado, concluimos que la villa estaba demasiado expuesta a las posibles


incursiones enemigas y, por otro, que desde ese punto era difícil acceder a
los pisos ambientales superiores. También cuestionamos que la vega hubie-
se tenido hasta ese entonces una superficie agrícola tan amplia como en
épocas posteriores. Más bien, nos imaginamos en ella suelos saturados de
humedad y expuestos al frecuente depósito de sedimentos de diversos
tamaños, mezclados con otros materiales arrastrados por las crecidas que
llegaban a inundar el área con frecuencia. Dicho de otro modo, aceptamos
que hubo cierta productividad agrícola sobre la vega en tiempo prehispá-
nico, pero dudamos que hubiese sido tan importante como lo fue durante
la Colonia.
Simultáneamente, el análisis cartográfico empezó a dibujar formas del
relieve más acordes con nuestra búsqueda. Estudiamos topo gráficamente
los dos costados de la barranca, desde el Paso de Venados hasta el lago, y
encontramos que, por su relieve, el área de Tepatetipa posee las caracterís-
ticas idóneas para albergar la sede política de un altepetl. Lo anterior nos
llevó a reorientar nuestro trabajo de campo hacia Tepatetipa y sus alrede-
dores, comprobando que el paisaje que define a este pueblo describe el ideal
de una rinconada. Así, pues, elaboramos la hipótesis de que Tepatetipa
pudo haber sido el asentamiento dominante de Metztitlan; es decir, la pri-
mera cabecera reconocida por los españoles.
Para poner a prueba nuestra hipótesis, revisamos los trabajos realiza-
dos por especialistas sobre la arqueología del área y sobre la arquitectura
colonial, en los que encontramos argumentos para sustentarla. Gracias a
los trabajos de Lameiras, Cassiano, Álvarez y Vázquez, vimos que la posi-
ción de Tepatetipa se ajustaba con el rango altitudinal en el que se habían
encontrado la mayor parte de los vestigios arqueológicos. Por otra parte,
la construcción de la iglesia de San Agustín coincidía en fechas aproximadas
con las primeras construcciones agustinas del área determinadas por histo-
riadores de la arquitectura como Juan B. Artigas, quien no contradecía
nuestra propuesta. Paralelamente tuvimos también amplias coincidencias
con la postura asumida por Pablo Escalante en el sentido de que la sede del
asentamiento principal estaba en Tepatetipa. Dicho de otro modo, conclui-
mos que el sitio que hoy ocupa este pueblo fue el lugar central de Metztitlan,
y que la villa actual no es sino una refundación de la época colonial sobre
un antiguo barrio periférico.
El análisis cartográfico nos permitió, asimismo, valorar al cerro El Escor-
pión como una elevación que explicaba la posición de Tepatetipa y como
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SE - caro COLONIAL TEMPRANO 525

una eminencia geográfica fundamental en la estructura de toda la confede-


ración de Metztitlan. El estudio topográfico lo extendimos a la totalidad de
la confederación y lo cotejamos con las fuentes documentales que proponían
tanto límites como ubicación de las cabeceras de cada una de las unidades
que la conformaba. Tras este ejercicio determinamos que los altepeme pre-
hispánicos fueron nueve en total, siete de ellos subordinados a los dos do-
minantes: Tepatetipa y Malila. Entre los subordinados cabe decir que uno
de ellos, Iztacapa, no había sido propuesto como altepetl en sí mismo. De
igual modo, sugerimos que otro caso, el de Tianguistengo, hubiera funciona-
do como un importante mercado, pero no como sede política de un altepetl.
Con estas y otras consideraciones sobre la extensión y organización
territorial de la confederación, describimos límites más precisos a los de
cualquier otro autor consultado. Esto fue posible, como hemos expresado,
gracias al detallado estudio de la cartografía y el paisaje durante nuestros
recorridos preliminares. Mediante este mismo procedimiento hallamos evi-
dencias para confirmar que Malila tenía la importancia acordada por las
fuentes. Proponer que este asentamiento fue la sede política de un altepetl
dominante, tal vez al mismo nivel que Tepatetipa, es otra de nuestras con-
clusiones.
Entre las tareas que han quedado pendientes, y que podrán ser empren-
didas mediante futuros proyectos, figuran el estudio arqueoastronómico de
los sitios de Tepatetipa y Malila, entre otros. Asimismo, consideramos que
es necesario profundizar la relación entre las fuentes documentales y los
recorridos en trabajo de campo, en particular para aquellas tierras que for-
maron los siete altepeme subordinados. Urge un trabajo arqueológico más
intenso en la zona de Tepatetipa. De igual forma, es importante definir si
las plataformas donde los agustinos levantaron iglesias, como la de Metzti-
tlan, Zoquizoquipan, Hualula o Tepatetipa mismo, son de origen prehispá-
ruco o fueron construidas a instancias de los frailes de esa orden.
Pese a estos aspectos inacabados, este capítulo permite entender el
territorio de Metztitlan de una manera complementaria a aquella exhibida
por los historiadores o los arqueólogos. Nuestra propuesta no contradice
de ninguna manera a la de esos especialistas sino que aporta nuevos ele-
mentos de reflexión.
526 ESTUDIOS DE CASO

REFERENCIAS
BIDUOGRÁFICAS

Aguiló, Miguel (1999), El paisaje construido, una aproximación a la idea de lugar,


Colegio de Ingenieros en Caminos, Canales y Puertos, Madrid.
Álvarez, Ana María, y María Rosa Avilez (2002), "Documentos para la geografía his-
tórica de dos provincias en el siglo XVI:Metztitlan y Jilotepec", en Rosa Brambi-
la Paz (coord.), Episodios novohispanos de la historia otomí, Instituto Mexi-
quense de Cultura, México, pp. 279-308.
Álvarez, Ana María, y Gianfranco Cassiano (1994), "Metztitlan, Hidalgo: panorama
histórico y datos arqueológicos preliminares", en Enrique Fernández D.
(coord.), Simposium sobre arqueología en el estado de Hidalgo. Trabajos recien-
tes, 1989, INAH,México, pp 151-156.
Anderson, Kay, Mona Domosh, Steve Pile, y Nigel Thrift (2003), Handbook of Cultu-
ral Geography, Sage Publications, Londres-Thousand Oaks-Nueva Delhi.
Angulo Íñiguez, Diego (1982), Historia del arte hispanoamericano, t. 1, Instituto de
Estudios y Documentos Históricos, UNAM, México.
AGN(1979), Catálogo de ilustraciones, vol. 2, México.
Arias, Salvador, y Salvador Montes (2002), "La reserva de la biosfera", en Alicia
Ahumada, Barranca de Metztitlán. Reserva de la biosfera, El Paso Energía-Comi-
sión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, México.
Armella Villalpando, Miguel Ángel. María de Lourdes Yánez López, y Esther Sando-
val Palacios (coords.) (2003), Metziitlán: lugar de la Luna y de las maravillas,
uAM-Iztapalapa, México.
Artigas, Juan B. (1996), Metztitlán, Hidalgo. Arquitectura del siglo XVI, UNAM, México.
Aveni, Anthony F. (1991), Observadores del cielo en el México antiguo, FCE,México.
Azcué y Mancera, Luis, en Justino Fernández (comp.) (1940 [1929]), Catálogo de
construcciones religiosas del estado de Hidalgo, introducción de Manuel Tous-
saint, vol. 1, Talleres Gráficos de la Nación, SHCP,México.
Ballesteros García, Víctor M., y Miguel Rodríguez Castañeda (1995), "Arquitectura
de Metztitlán. Un patrimonio en peligro", Cuadernos de arquitectura virreinal,
núm. 17, UNAM, México, pp. 35-38.
Barlow, Robert H. (1943), "Las provincias septentrionales del imperio de los mexi-
canos", Tercera Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología: El norte
de México y el sur de los Estados Unidos, Sociedad Mexicana de Antropología,
México, pp. 119-121.
-- (1994), en Jesús Monjarás-Ruiz, Elena Limón y María de la Cruz Paillés H.
(comps.), Obras de Robert H. Barlow, vol. S, INAH,UDLA, México.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 527

Bartholomew, Doris (2000), "Intercambio lingüístico entre otomí y náhuatl", en


Yolanda Lastra y Noemí Quezada (comps.), Estudios de Cultura Otopame, núm.
2, UNAM, México, pp. 189-20l.
Bender, Barbara (cornp.) (1995), Landscape: Politics and Perspectives, Berg, Provi-
dence y Oxford.
Bernal García, María Elena (1993), Carving Mountains in a Blue/Green Bowl: Mytho-
logical Urban Planning in Mesoamerica, tesis doctoral. Department of Art His-
tory, University of Texas in Austin, Texas.
-- (1994), "Tzatza: Olmec Mountains and the Ruler's Ritual Speech", en Merle
Greene Robertson y Virginia M. Fields (comps.), Seventh Palenque Round Table,
1989, The Precolumbian Art Research Institute, San Francisco, pp. 113-124.
Berque, Augustin (1992), "Espace, milieu, paysage, environnement", en Antoine
Bailly, Robert Ferras y Denis Pumain (dir.), Encyclopédie de géographie, Econo-
mica, París, Francia, pp. 351-364.
-- (2000), Écouméne. Introduction a l'étude des milieux humains, Belin, París,
Francia.
Bonnemaison, Joél (2000), La géographie culturelle, Éditions du CTHS, París, Francia.
Borah, Woodrow (1960), The Population of Central Mexico in 1548: An Analysis of the
Suma de visitas de pueblos, University of California Press, Berkeley y Los Ángeles.
-- (1963), The Aboriginal Population of Central Mexico on the Eve of the Spanish
Conquest, University of California Press, Berkeley y Los Ángeles.
Bosch-Gimpera, Pedro (1995), El poblamiento y la formación de los pueblos de Espa-
ña, UNAM, México.
Broda, Johanna, Stanislaw Iwaniszewski, y Lucrecia Maupomé (comps.) (1991),
Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica, UNAM, México.
Brunet, Roger, y Olivier Dollfus (1990), Mondes nouveaux, Hachette-Reclus, París-
Montpellier, Francia.
Byrne, Roger, James Johnstone, y Claudia Leal (2000), "A Stratigraphic Record 18th
and 19th Century Silver Mining in la vega de Metztitlan, Hidalgo, Mexico",
Geos, vol. 20, núm. 3, Unión Geofísica Mexicana, México.
Cantú Treviño, Sara (1953), "La vega de Metztitlán en el estado de Hidalgo", Boletín
de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, t. LXXV,núms. 1-3, México.
Carochi S. J., Horacio (2001 [1645]), Grammar of the Mexican Language with an
Explanation of its Adverbs (J 645), traducción y edición con comentario de
James Lockhart, Stanford, Stanford University Press.
Carrasco Pizana, Pedro (1979), Los otomíes. Cultura e historia prehispánica de los
pueblos mesoamericanos de habla otomiana, Gobierno del Estado de México,
Toluca.
528 ESTUDIOS DE CASO

Cassiano Verde, Gianfranco (1998), "Evidencias de poblamiento prehistórico en el


área de Metzquititlán, Hidalgo", Arqueología, núm. 19, enero-junio, INAH,Méxi-
co, pp. 25-42.
Chávez, Gabriel de, "Relación de Metztitlan" (1986 [1579]), en René Acuña
(comp.), Relaciones geográficas del siglo XVI: México, t. II, vol. 7, UNAM,México,
pp. 55-75.
Chimalpahin, Cuauhtlehuanitzin (1991 [1637]), Memorial breve acerca de la funda-
ción de la ciudad de Culhuacan, UNAM,México.
Claval, Paul (1995), La géographie culturelle, Nathan, París, Francia.
Cobean, Robert H. (1998), "Notes on Three Decades of Obsidian Source Investiga-
tions in Central México", en Evelyn Childs Rattray (comp.), Rutas de intercam-
bio en Mesoamérica, UNAM,México, pp. 115-149.
Cook, Sherburne F., y Woodrow Borah (1960), The Indian Population of Central
Mexico 1531-1610, Ibero-Americana 44, Berkeley-Los Ángeles.
Cortés, Hernán (1970 [1524]), Cartas de relación, POITÚa, México.
Davies, Claude Nigel Byam (1968), Los señoríos independientes del Imperio azteca,
INAH,México.
Duverger, Christian (2003), Agua y fuego. Arte sacro indígena de México en el siglo
XVI, Santander Serfin, Americo Arte, París, Francia.
Escalante, Pablo (1994), "La iglesia sumergida. Hallazgos y nuevas ideas sobre las
primeras edificaciones agustinas en la zona de Metztitlán", Anales del Instituto
de Investigaciones Estéticas, núm. 65, UNAM,México, pp. 47-76.
Fernández Christlieb, Federico, y Gustavo Garza Merodio (2006), "La pintura de la
Relación geográfica de Metztitlán, 1579", Secuencia, núm. 66, Instituto de
Investigaciones Doctor José María Luis Mora, septiembre-diciembre de 2006,
pp. 161-186.
Foote, Kenneth E., Peter Hugill, Kent Mathewson, y Jonathan M. Smith (1994), Re-
Reading Cultural Geography, University of Texas Press, Austin.
Gallinier, Jacques (1987), Pueblos de la Sierra Madre. Estudios de la comunidad oto-
mí, INI-CEMCA,México.
García Castro, René (1999), Indios, territorio y poder en la provincia matlatzinca. La
negociación del espacio político de los pueblos otomianos, siglos XV-XVII, El Cole-
gio Mexiquense-CIESAS-INAH, Zinacantepec, México.
García Zarza, Eugenio (1996), La ciudad en cuadrícula o hispanoamericana. Origen,
evolución y situación actual, Universidad de Salamanca, Salamanca, España.
García Zambrano, Ángel Julián (2000), "Antagonismos ideológicos de la urbaniza-
ción temprana en la Nueva España", Estudios Históricos, núm. 5, UAM-A,Méxi-
co, pp. 21-42.
EL ALTEPETL DE METZTITLAN y SU SEÑORÍO COLONIAL TEMPRANO 529

García Zambrano, Ángel Julián (2000. "Calabash Trees and Cacti in the Indigenous
Ritual Selection of Environments for Settlement in Colonial Mesoamerica", en
John A. Grim (comp.), Indigenous Traditions and Ecology, Harvard University
Press, Carnbridge, Massachusetts, pp. 351-357.
Gerhard, Peter (1986). Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821. UNAM.
México.
Grijalva, Juan de (1985 [1624]). Crónica de la Orden de N. P. S. Agustín en las provin-
cias de la Nueva España en cuatro edades desde el año de 1533 hasta 1592.
PoITÚa. México.
Higuchy, Tadahiko (1983). The Visual and Spatial Structure of Landscapes, The MIT
Press, Cambridge, Massachusetts.
Kubler, George (1982). Arquitectura mexicana del siglo XVI. FCE. México.
Lameiras Olvera, José (1969). Metziitlan: Notas para su etnohistoria, tesis de maes-
tría en etnohistoria, ENAH. México.
Liss K.. Peggy (1986). Orígenes de la nacionalidad mexicana. 1521-1556. FCE. México.
Lockhart, James (1999). Los nahuas después de la conquista. Historia social de la
población indígena del México central. siglos XVI-XVIII. FCE. México.
López Austin, Alfredo(1989). Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los
antiguos nahuas, t. l. UNAM. México.
-- (1999). Tamoanchan y Tlalocan, FCE. México.
López de Velasco, Juan (1971 [siglo XVI]). Geografía y descripción universal de las
Indias. Atlas. Madrid. España.
Lorenzo Monterrubio, Carmen (1999). "Arte rupestre en el estado de Hidalgo".
Arqueología Mexicana. vol. VI. núm. 36. INAR. Editorial Raíces. México. pp. 60-65.
Lugo, José. Teresa García-Arizaga, Juan Zamorano, y Oscar Salas (1996). "Landslíde
in Metztitlán (State of Hidalgo). México. Causes and Effects", Annals of Geomor-
phology, Berlín. Stuttgart, pp. 323-343.
Lugo-Hubp, José. José Juan Zamorano, y G. Gallegos (1993). "Deslizamiento de tie-
rras activo en Metztítlán, Hgo ", Geofisica Internacional. vol. 32. núm.L, Méxi-
co. pp.153-166.
Mcándrew, John (1965). The Open-Air Churches of Sixteenth-Century Mexico. Atrios.
Posas. Open Chapels, and Other Studies, Harvard University Press, Cambridge,
Massachusetts.
Mendizábal, Miguel Othón de (1946). Obras completas. 6 vols .. Talleres Gráficos de
la Nación. México.
Molina, fray Alonso de (2001 [1555-1571]). Vocabulario en lengua castellana y mexi-
cana y mexicana y castellana. PoITÚa. México.
Mundy, Barbara E. (1996). The Mapping of New Spain. Indigenous Cartography and
530 ESTUDIOS DE CASO

the Maps of the Relaciones Geográficas, The University of Chicago Press, Chica-
go y Londres.
Osborn, Wayne Smith (1970), A Community Study of Metztitlan, New Spain 1520-
1810, tesis doctoral, University of Iowa.
Paso y Troncoso, Francisco del (1905), Papeles de Nueva España, segunda serie:
Geografía y Estadística, tt. 1 YIII, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid.
Pinchernel, Phílippe, y G. Pinchemel (1988), La face de la Terre. Eléments de géogra-
phie, Colin, París, France.
Reyes García, Cayetano (2000), El altepetl, origen y desarrollo: construcción de la
identidad regional náuatl, El Colegio de Michoacán, México.
Rubial García, Antonio (1989), El convento agustino y la sociedad novohispana
1533-1630, UNAM, México.
Rzedowski, J. (1981), Vegetación de México, Limusa, México.
Sánchez Mejorada, Hernando (1978), "Manual de campo de las cactáceas y sucu-
lentas de la barranca de Metztitlan", Sociedad Mexicana de Cactologia, A. C;
núm. 2, Sociedad Mexicana de Cactología, Conacyt, México.
Schroeder, Susan (1991), Chimalpahin and the kingdoms oj Chalco, The University
of Arizona Press, Tucson.
Shurmer-Smith, Pamela (cornp.) (2002), Doing Cultural Geography, Sage Publica-
tíons, Londres, Gran Bretaña.
Siméon, Rémi (1999), Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, Siglo XXI, México.
Soustelle, Jacques (1993), La familia otomí-pame del México central, FCE, México.
Sprajc, Ivan (2001), Orientaciones astronámicas en la arquitectura prehispánica del
centro de México, INAH, México.
Urbano, Alonso (1990 [1605]), Arte breve de la lengua otomí y vocabulario trilingüe,
UNAM, México.

Vázquez, Alberto (2001), El señorío de Metztitlán, tesis de licenciatura en arqueolo-


gía, ENAH, México.
Vázquez, Elena (1965), Distribución geográfica y organización de las órdenes religio-
sas en la Nueva España, siglo XVI, UNAM, México.
Vera, fray Joan de, en Francisco del Paso y Troncoso (1905 [1571]), Papeles de Nue-
va España, segunda serie: Geografía y Estadística, t. III, Sucesores de Rivade-
neyra, Madrid, pp. 102-111.
Victoria, José Guadalupe (1985), Arte y arquitectura en la Sierra Alta, siglo XVI, UNAM,
México.
Witte, fray Nicolás (1993 [1554]), colecta de Carlos Alonso Vañes y Jaramillo Escu-
tia, Monumenta Augustiniana Americana, Monumenta Histórica Mexicana, t. 1,
seculum XVI, Organización de Agustinos de Latinoamérica, México, pp. 34-37.
VIII. ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA EN
EL CABILDO TLAXCALTECA A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

JOHN SULLIVAN

LAINCORPORACIÓN de Tlaxcala al Imperio español se inicia con la conquista


militar de la confederación en 1519. Una vez asegurada esta primera sumi-
sión política, el proceso entra en una segunda fase: la de la congregación o
reorganización espacial del altepetl, la cual se materializa en la fundación
de la ciudad del mismo nombre como centro gubernamental de la provin-
cia y desde donde se administraría la articulación económica con el Impe-
rio, la municipalización del gobierno indígena, la homogeneización de los
estratos sociales tradicionales, la hispanización cultural de la población y
la construcción de sujetos coloniales. La tercera fase del proyecto consistiría
en la restructuración del sistema político tradicional con base en el modelo
del ayuntamiento hispánico. La descripción detallada de esta nueva institu-
ción es indispensable, debido a que el ayuntamiento en las comunidades
indígenas es uno de los lugares físicos principales donde se llevan a cabo
los procesos concretos de sujeción. En el ayuntamiento, los funcionarios
son interpelados ideológicamente mediante procesos de significación ver-
bales y no verbales. El resultado es que el individuo se convierte en sujeto
cuando responde a la interpelación a través de una serie de actividades
rutinarias que conectan su cuerpo al signo ideológico interpelador. En con-
junto, el proceso parece estar encaminado a regular el ejercicio del lengua-
je político que se realiza al interior del ayuntamiento, porque la institución
somete el proceso a una serie compleja de encierros y distribuciones espa-
ciales, continuando así la dinámica iniciada por la congregación.
En "Allegorizing the New World ... ", René Jara y Nicholas Spadaccini
afirman que la escritura fue uno de los medios principales para la domina-
ción del Nuevo Mundo, agregando que los lugares predilectos para articular
la relación entre la escritura y el poder eran las instituciones administrati-
vas del Imperio.! Sin embargo, la mayoría de los estudios sobre el discurso

1 Jara y Spadaccini (1989a), pp. 10 Y 13.

531
532 ESTUDIOS DE CASO

colonial hispanoamericano hacen caso omiso de la escritura que circula


dentro del aparato administrativo o burocrático imperial y se enfocan a
los géneros literario, histórico y ensayístico. El estudio de la producción
discursiva del aparato administrativo imperial constituye, por tanto,
una avenida importante para investigar el impacto de la escritura en el
proceso de la incorporación de las comunidades indígenas al régimen es-
pañol. En general, el aparato administrativo imperial aparece como parte
importante de la formación y consolidación de los estados modernos co-
mo naciones y de éstas como colonizadoras. Por un lado, conforma la
extensión de la autoridad real y, por el otro, el conducto a través del cual
ésta recoje información sobre sus vasallos. Además, constituye un meca-
nismo hegemónico de negociación entre las unidades de poder e interés
que integran la dinámica de la formación social, articulándose directamen-
te en las comunidades indígenas a través de la institución del municipio
hispánico.
Después de la Conquista, la mayor parte de las comunidades nahuas
quedaron intactas y siguieron funcionando por largo tiempo de la manera
en que lo habían hecho antes de la llegada de los españoles. Ello debido más
que nada a la necesidad de los españoles por conservar el funcionamiento de
las comunidades como unidades económicas, para aprovechar así el exce-
dente de su producción. No obstante, uno de los cambios más importantes
que lograron instituir los españoles en estas comunidades fue la reorgani-
zación de su gobierno interno con base en el modelo del municipio espa-
ñol. El resultado fue el ayuntamiento indígena, una institución sincrética
de formas españolas e indígenas que se incorporó como sujeto legal activo
al aparato administrativo imperial.
El ayuntamiento indígena constituyó, por consiguiente, el punto de
contacto entre la comunidad indígena y el aparato administrativo español.
A través de esta institución, las relaciones directas entre el corregidor espa-
ñol, representante local del Imperio, y la alta nobleza indígena que ocupaba
los puestos del gobierno municipal, se llevaban a cabo materialmente los
procesos de incorporación de la comunidad indígena al régimen hispánico.
Puesto que el ayuntamiento indígena es uno de los sitios más importantes
de contacto entre los actores indígenas y españoles en la formación social
colonial, debe considerarse como una institución fundamental. Ahora, lo
que hay que precisar es la naturaleza de este contacto.
Para mediados del siglo XVI, la conquista militar de las comunidades
nahuas era ya un hecho. La implementación generalizada del ayuntamien-
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 533

to en estas comunidades señala una nueva etapa, si bien corta.s de relacio-


nes entre indígenas y españoles en la que predominan los procesos díscur-
sivos. Las autoridades españolas envían peticiones y órdenes a los ayunta-
mientos indígenas. Después de traducirlas al náhuatl, los funcionarios se
reúnen en cabildo para discutirlas y tomar decisione al respecto. Al mismo
tiempo, se contacta a las autoridades españolas en persona y por escrito
para promover los intereses de la comunidad. A través de sus cabildos y su
producción escrita, el ayuntamiento indígena se convierte en una institu-
ción fundamental del aparato administrativo colonial para la construcción
y circulación del discurso novohispano. Por ello, cualquier investigación de
la escritura colonial novohispana debe tomar en cuenta no sólo la produc-
ción discursiva de esta institución, sino también y previamente la institución
misma, como condición material y situación dialógica de la misma produc-
ción y circulación del lenguaje político.

LAS "ORDENANZAS DE SANTILLÁN", 1545

Durante la tercera década del siglo XVI, se inicia la restructuración de las


instituciones gubernamentales tlaxcaltecas de acuerdo con los principios
hispánicos. Fundada por bula papal en 1525,3la ciudad de Tlaxcala recibe
su escudo de armas y el título de "Leal Ciudad de Tlaxcala" en una real
cédula emitida por Carlos V el 22 de abril de 1535.4 Como se sabe, la Tlax-
cala prehispánica consistía de una confederación de cuatro o más altepe-
me, incluyendo Ocotelulco, Tizatlan, Quiahuiztlan y Tepeticpac. Estos últi-
mos documentos revelan el inicio de un proceso de centralización política
2 La Conquista y la colonización en la Nueva España formaron parte de una empresa coo-

perativa en la que participaron tanto los españoles como sus aliados indígenas. Durante el
siglo XVI, época en la que su participación fue indispensable, los aliados indígenas gozaron de
un grado de autonomía y privilegio que iría desapareciendo mientras se consolidaba el nuevo
régimen. Las comunidades indígenas sabían que su cooperación era indispensable y utiliza-
ban elementos no sólo de su propia retórica, sino también de la española para con eguir privi-
legios y defender sus intereses. En la segunda mitad del siglo XV], este equilibrio de poder se
manifestaba en el carácter dialógico del discurso manuscrito que circulaba entre el régimen
colonial y las comunidades indígenas. Este periodo de predominio del diálogo terminó tajan-
temente en Tlaxcala en 1599 cuando los integrantes del ayuntamiento t1axcalteca fueron
encarcelados, y muchos de los propios (tierras de cultivo del municipio cuyos réditos están des-
tinados a satisfacer los gastos públicos) de la ciudad fueron embargados, para luego ser vendi-
dos con el fin de solventar varios años de servicio que la confederación debía a la Corona.
3 Martínez y Sempat (1991), p. 176.
+Ibidem, pp. 153-255.
534 ESTUDIOS DE CASO

de la provincia por medio de la fundación de una cabecera o núcleo urbano de


tipo español. Otra real cédula fechada el 13 de marzo (o de mayo) de 1535
hace referencia a "don Diego Maxixcatzin, gobernador de la ciudad y pro-
vincia de Tlaxcala", 5 La información se refiere a la creación de parte de las
autoridades españolas del nuevo puesto político del gobernador indígena
en Tlaxcala. Maxixcatzin, el tlatoani del altepetl de Ocotelulco, fue nombra-
do para ocupar el cargo, debido a que los españoles, procediendo con base
en nociones de su propia cultura política, atribuyeron equivocadamente a
Ocotelulco el estatus de cabecera municipal. Sin embargo, dado que la cul-
tura política nahua no permitía que un tlatoani subsumiera la autoridad de
los demás, el nombramiento de Maxixcatzin inició un periodo de desequili-
brio político en la confederación que no se resolvería hasta la llegada del
visitador Gómez de Santillán en 1545. Es en febrero de 1537 cuando el em-
perador otorga ciertos privilegios a la ciudad de Tlaxcala, y entre ellos el
"que tengan voz y voto en sus cabildos" y el "que puedan ser gobernantes de
la dicha insigne y siempre leal ciudad de Tlaxcala". 6 Tal circunstancia signi-
ficaría un paso más en la municipalización hispánica del gobierno de la
confederación, dado que de esta forma se identifica la institución españo-
la del cabildo con las reuniones de la alta nobleza indígena. No obstante,
todavía para estas fechas la estructura interna del cabildo de Tlaxcala no se
identifica mayormente con el modelo hispánico. Por ello, el 22 de enero de
1538, cuando el virrey Mendoza tasa el tributo de la provincia, ordena al
"Gobernador y Principales de la dicha Provincia" que no regalen comida
al corregidor." Estos principales son precisamente los teteuctin, quienes
integraban la alta nobleza tlaxcalteca.f
La primera mención de la existencia en Tlaxcala de un cabildo indíge-
na, que funcionara de acuerdo con principios organizativos hispánicos, está
contenida en una real ejecutoria emitida por Carlos V el 22 de junio de 1541
para legalizar la creación de los propios (las tierras de cultivo del munici-
pio, así como los réditos que de ellas se deriven, los cuales están destinados
a satisfacer los gastos públicos) de la ciudad de Tlaxcala. En esta orden
aparece una variante de la fórmula legal española que se refiere a la estruc-
5 Ibidem, p. 256.
6Ibidem, pp. 258-260.
" Ibidem, pp. 278-279.
8 Teuctli (singular), teteuctin (plural): Molina (1977 [1555-1571]), folio 93v, lo traduce como

"caballero o principal". Es el jefe de un teccalli, "casa noble", dueño de mucha tierra, quien la
subdivide entre sus parientes (la nobleza menor) y sus dependientes, los teixhuihuan y los
macehualtin; Lockhart (1992), pp. 102-109.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 535

tura y funcionamiento del cabildo: "Leonardo Téllez, en nombre de la pro-


vincia de Tlaxcala y de los naturales de ella, me ha hecho relación que la
justicia e regidores e alcaldes de la dicha provincia juntos en su cabildo
acordaron e determinaron de apartar y dar ciertos pedazos de tierra para
propios de la dicha ciudad'"? Con este otorgamiento, se ve que a principios
de la quinta década de siglo XVI ya estaba funcionando un cabildo integra-
do por tlaxcaltecas que ocupaban cargos administrativos provenientes de la
cultura política española. Estos oficiales se reunían para "acordar" y "deter-
minar"; o sea, para discutir oralmente el modo de regir a su ciudad y su
provincia.
Casi cuatro años después, el día 3 de marzo de 1545, por orden del rey
se integró una comisión de visita en la ciudad de México, encabezada por
el licenciado Gómez de Santillán, oidor de la Real Audiencia. 10 Ese mismo
mes la visita se trasladó a Tlaxcala y en un periodo de aproximadamente
dos meses produjo tres documentos. Las razones explícitas e implícitas que
se dieron para su emisión se redujeron a la necesidad de poner remedio al
caos que existía en ciertos aspectos de la vida pública de Tlaxcala. El 20 de
marzo de ese año se expidió un arancel que limitaba la actividad comercial
al "tianguis", fijando los precios de las mercancías y el tipo de cambio cacao-
tomín. En el mismo documento, el.licenciado justificaba el motivo de su
acción: "Por quanto estando visitando esta ciudad e provincia de Tlaxcala fue
ynformado y me fue hecha relacion que avia gran desorden e carestia en bis
/sic: pro: las/ cosas que se venden en los tiangues desta ciudad e provin-
cia".'! Para complementar la organización del mercado, el día 7 de mayo la
comisión expidió un documento que definió los linderos de las tierras que
integraban los propios de la ciudad de Tlaxcala.t? Esta acción formaba par-
te del pleito que había existido entre los cuatro altepeme que integraban la
confederación tlaxcalteca desde la formación de estas tierras comunales
por orden del gobierno virreinal alrededor de 1532. El tercer documento
emitido por la comisión fue una serie de ordenanzas sobre la organización
municipal, cuya fecha de emisión no se conoce a ciencia cierta. Sólo se sabe

9 Martínez y Sempat (1991), pp. 205-206.


lolbidem, p. 21l.
11 Celestino, Valencia y Medina (1985), párrafo /214/. Los paleógrafos y traductores de las

Actas de Cabildo de Tlaxcala: 1547-1567 organizaron el texto en "párrafos" enumerados. La


división por folios también está señalada en el texto, pero el sistema de los "párrafos" permite
una localización más fácil del material. De ahora en adelante vamos a identificar citas de este
texto con su número de "párrafo" entre diagonal es.
12 Sempat y Martínez (1991), pp. 221-223.
536 ESTUDIOS DE CASO

que ocurrió durante el periodo de la visita del licenciado Santillán, ya que


los integrantes de la comisión son los mismos en los tres documentos, y por-
que el texto de las ordenanzas inicia con la transcripción del acta que consti-
tuye la comisión de visita en la ciudad de México e13 de marzo de 1545.
Las "Ordenanzas del licenciado Gómez de Santillán para el gobierno y
regimiento de la República, el 3 de marzo de 1545, [.. .]"l3 constituyen un
intento de parte del virreinato de la Nueva España de reorganizar el siste-
ma gubernamental de la confederación tlaxcalteca. Parece que el visitador
Santillán estaba consciente de la gravedad legal de tal empresa porque den-
tro del documento se destaca un complejo aparato de recursos de legitima-
ción. Vale la pena comentar tres de estos recursos. Primero, el documento
español plantea su propia emisión, como simple respuesta a una petición
del cuerpo gubernamental indígena. Segundo, el problema de la represen-
tatividad de este cuerpo municipal está caracterizado en el texto como una
situación de caos o falta de orden que debe ser remediada por los españo-
les. Tercero, tomando como pretexto la gravedad de esa situación caótica,
el documento excede el motivo específico de su emisión al imponer una
reorganización profunda de los procesos discursivos del ayuntamiento.
Las ordenanzas se legitiman, caracterizándose como respuesta a una
petición de intervención de parte del gobierno tlaxcalteca. Después de nom-
brar a los integrantes del ayuntamiento de Tlaxcala, el documento declara,
con la fórmula legal "estando ayuntados en Cabildo,"!" que la reunión que
se va a realizar es una junta legal convocada por los representantes legítimos
de la comunidad. Luego, sugiere que, con su presencia, el visitador está
accediendo a una petición de parte del ayuntamiento:

PRIMERAMENTE su MERCED DIJO: Que por cuanto a su noticia ha venido por rela-
ción de los dichos Gobernadores, Alcaldes y Regidores y Dn. Francisco Maxix-
catzin, Cazique de la Cabecera de Quiahuixtlán y Dn. Gonzalo, Cazique de la
Cabecera de Tepetiquipaque, y de otros principales de esta dicha Provincia, que
en ella hay falta de orden y concierto que convenía que hubiese en las cosas del
Gobierno y regimiento de la República.J>

Cabe hacer notar que, además del ayuntamiento, se incluye entre los
petitorios a dos de los tlatoque de la confederación, hecho que sugiere la
13 Gómez de Santillán (1991 [1545]), pp. 210-221.
14Ibidem, p. 221.
15Ibidem, p. 212.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 537

posibilidad de una disputa grave, lo cual justifica aún más la presencia del
visitador.
Efectivamente, el documento se refiere a un diferendo relacionado con
el choque entre la estructura del gobierno municipal que han implantado
los españoles en Tlaxcala y los principios organizativos de la cultura políti-
ca prehispánica que han sido violados como resultado de tal imposición. El
segundo recurso de legitimación empleado por las ordenanzas consiste,
por consiguiente, en la representación de esta disputa como una falta de
orden social que debe ser remediada. Esta "falta de orden y concierto que
convenía que hubiese en las cosas del Gobierno y regimiento de la Repú-
blica",16 actúa como una definición por negación de la "ley", cuyas dos fun-
ciones principales son el ordenamiento de las relaciones humanas y el res-
tablecimiento del orden social cuando existiere alguna disputa."? Pero el
asunto aquí no se limita a la necesidad de restaurar el orden social. Se trata
de la intervención de un gobierno, que profesa derivar su legitimidad polí-
tica del consenso de los gobernados, en los asuntos de otro; y esta interven-
ción requiere de maniobras discursivas para justificarse. Según David Spurr
en The Rhetoric of Empire: Colonial Discourse in Journalism, Travel Writing,
and Imperial Administration, el discurso colonial transforma el acto de
apropiación en respuesta a una petición putativa de parte del colonizado.
Los motivos de esta petición pueden tomar la forma de un caos que pide la
restauración del orden, la ausencia que pide la afirmación de la presencia o
la abundancia natural que espera la mano creativa de la tecnología. El dis-
curso colonial transfiere ellocus del deseo al objeto colonizado mismo, al
mismo tiempo que se apropia del territorio y los medios por los cuales se va
a comprender esa apropiación. lB
Existe una frase en las ordenanzas que ayuda a entender algunos de los
matices de sentido que giran alrededor de la dicotomía "caos-orden" como
recurso importante dentro del discurso colonial. Se afirma que a raíz de la
introducción de las formas de gobierno hispánico en Tlaxcala se han suscita-
do "muchas pasiones y diferencias't.t? Este mecanismo lingüístico, el difra-
sismo, tan típico del lenguaje de la cultura legal occidental, y tan abundante
en las ordenanzas, yuxtapone dos conceptos cuya relación no es necesaria.
No sabemos si la "diferencia" o "disputa" tlaxcalteca, que inicia la cadena de

16/dem.
17 Danet (1985), pp. 273-274.
18 Spurr (1993), p. 28.
19 Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 216.
538 ESTUDIOS DE CASO

legitimación de la intervención española, haya provocado la caída de la


sociedad tlaxcalteca en el mundo de las pasiones, pero la expresión citada
sugiere que sí. Así que al caos le podemos agregar la irracionalidad como
pretexto de la intervención que efectúan las ordenanzas en la vida política
tlaxcalteca.
Si el motivo principal de la emisión de las "Ordenanzas de Santillán"
era el de remediar algunos problemas relacionados con la representativi-
dad del ayuntamiento tlaxcalteca, entonces el documento excedió esa fun-
ción para incluir medidas que remediarían la "falta de orden y concierto
que convenía que hubiese en las cosas del Gobierno y regimiento de la
República't.s? Tal parece ser la intención del visitador cuando, después de
mencionar el desorden vigente en la vida pública tlaxcalteca, definió ambi-
guamente el alcance de las medidas que iba a imponer al respecto: "Por
ende, que para proveer y remediar en todo lo que convenga [... ] proveía y
proveyó, y ordenaba y ordenó las cosas siguientes't.>' De 27 apartados, sólo
cuatro proponían remediar situaciones de desorden: el apartado XIV esta-
blecía una secuencia para las intervenciones individuales en las discusiones
del cabildo con el fin de que "se guarde todo orden y concierto'l.t- El apar-
tado XVIII institucionalizaba el equilibrio político entre los cuatro altepeme,
estableciendo un sistema de rotación para la elección del gobernador indí-
gena y asegurando que cada uno de los cuatro alcaldes proviniera de un
altepetl distinto, porque del desequilibrio de poder "se han seguido y si-
guen, y se espera que de cada día se podrán seguir, según lo que por expe-
riencia se ha visto, muchas pasiones y diferencias en toda esta Provincia't.t-
El apartado XXIII aumentaba el número de escribanos de dos a cuatro para
asegurar que cada altepetl tuviera el suyo y para atender la demanda de la
provincia, ya que "por no haber Escribanos y personas señaladas ante quien
se hagan y pasen las compras y ventas y contrataciones, y testamentos, se
han seguido y siguen y de cada día se espera seguir muchos pleitos y deba-
tes.>' Por último, con el fin de promover "la pacificación y sociego [sic] de
la república de esta dicha Provincia", el apartado XXVII convertía a los cua-
tro tlatoque en regidores permanentes, estableciendo así una especie de
puente entre el sistema político prehispánico y la institución del cabildo

20Ibidem, p. 212.
2lIdem.
22Ibidem, p. 215.
23 Ibidem, pp. 216-217.
24Ibidem, pp. 218-219.
ESPACIO, LE GUAJE Y SUJECIÓ IDEOLÓGICA 539

impuesto en los altepeme por el gobierno virreinal.s> Los 23 apartados res-


tantes decretaban una serie de medidas relacionadas con la organización y
funcionamiento del ayuntamiento de Tlaxcala. De ellos, cinco enfocaban
asuntos tan diversos como la operación de un mesón para alojar y alimentar
a los viajeros españoles, la elección de los mayordomos, la descripción de las
finanzas municipales y las obras públicas, y los planes para la construcción
de la cárcel municipal. Los 18 sobrantes, más los cuatro apartados relacio-
nados con la disputa en Tlaxcala, comparten un rasgo común: todos tienen
que ver directa o indirectamente con la reglamentación de las funciones
discursivas, las actividades rutinarias y la distribución de los cuerpos huma-
nos dentro del espacio del ayuntamiento. En otras palabras, las "Ordenan-
zas de Santillán" pueden estudiarse como un intento de parte del gobierno
virreinal de establecer en Tlaxcala una institución para la construcción de
sujetos políticos coloniales.
Las ordenanzas enfatizan la integridad del cuerpo del ayuntamiento en
sus reuniones. En ellas se realiza una especie de segunda congregación, con
la concentración espacial de los integrantes del gobierno indígena. Esto es
así por dos motivos. El primero es equívoco, puesto que en los municipios
españoles los vecinos tienden a rehuir el servicio en los puestos del ayun-
tamiento, mientras que en la cultura política nahua el servicio civil se con-
sidera un deber y una señal de prestigio. Más acorde con las intenciones
coloniales del Imperio, el segundo motivo favorece la prohibición de los
cabildos privados (reunión secreta de una fracción de los integrantes del
ayuntamiento) porque permiten evitar la supervisión de los agentes de la
Corona. Pero aun así, esta medida favorece los intereses políticos de Tlax-
cala. El apartado x de las ordenanzas estipula "que sin estar todos los
dichos Oficiales juntos, no se haga Cabildo, si no fuere constando que los que
faltaron, están legítimamente impedidos, so pena que el Cabildo que de
otra manera se hiciere, sea habido por privado y ninguno; y que lo que en él
se hiciere y ordenare, sea de ningún efecto y valor".26 El apartado XlI agrega
"que estando en el dicho Cabildo ninguno sea osado a salir de él, sin licen-
cia del que en él presidiere't.?? Ambos mandamientos prescriben castigos
para quienes los contravengan. Este énfasis en la integridad del cuerpo
gubernamental tiene su motivo en la necesidad de obligar a los peninsula-
res a ocupar los puestos del ayuntamiento. Parece que existía una actitud
25 Ibidem, p. 221.
26Ibidem, pp. 214-215.
27Ibidem, p. 215.
540 ESTUDIOS DE CASO

general de reticencia de parte de los vecinos de origen peninsular hacia la


ocupación de los puestos municipales. Muchas veces había que obligar
a la gente a desempeñar su servicio, y había regulaciones que dificultaban
la renuncia de un puesto.s" En cambio, como hemos indicado, la cultura
política nahua consideraba el servicio civil a todos sus niveles como una fun-
ción natural de la nobleza. Esto incluía los puestos municipales menores de
alcaide, mayordomo y portero, ocupados muchas veces por integrantes
de la alta nobleza, cuyos nombres aparecen en las listas de electores.t?
El 13 de enero de 1550, después de nombrar como teniente gobernador
al alcalde Juan Jiménez para sustituir al gobernador Alonso Gómez (ambos
indígenas) mientras éste se encontraba fuera de la provincia, el cabildo
decidió otorgarle los percances del puesto. Al enterarse de la decisión,
Jiménez dirige las siguientes palabras al corregidor:

Me han hecho merced, le ruego que no se enoje porque no lo acepto, no se


podrá hacer, no sea que se acostumbren mi mujer e hijo todo el tiempo que tra-
bajaron nada ha sido nuestra paga, es verdad que ni un solo grano de maíz ni
cacao, nada hemos tomado; hare mi tequitl [cargo] y me encargaré de lo que se
necesite aquí en Tlaxcala [...).30

Esta declaración conforma un buen ejemplo de la vocación de servicio


municipal que demostraba la nobleza tlaxcalteca, y que seguramente prose-
guía a la tradición prehispánica.
El cabildo privado representaba una amenaza tanto a la hegemonía del
Imperio español como a la integridad de la confederación tlaxcalteca. Las
ordenanzas asignan un castigo serio al respecto: "Las personas que hicie-
ren el dicho Cabildo de mes, y aliende que serán castigados como personas
que hacen Cabildos privados, hayan e incurran en pena de privación de sus
oficios por tiempo de dos años, y estén treinta días en la Cárcel en pri-
siones'í.>! Como Tlaxcala es el aliado más importante de los españoles en
su proyecto de conquista y colonización de América, no hay peligro de un

28 Moore (1954), p. 82.


29 Lockhart, Berdan y Anderson (1986), pp. 12 Y 112; Lockhart (1992), p. 42.
30 "Onechmocnelili nicnotlatlauhtiliya macamo yc moquaJaniltiz amo nicceliya auelitiz ma
ytech momati yn nociuauh nopiluan yn ya ixquichica otequitique atle totlaxtlauil yn ma nel
centetl cacauatl yn ma no centetl tlaolli atle oticuique ma yeh noconchiua yn notequiuh ypan
nontlatoz yn tlen monequi nican Tlaxcallan ...": Celes tino, Valencia y Medina (1985), párrafo
/270.
31 Gómez de Santillán (1991 [1545]), pp. 214-215.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 541

levantamiento armado en esta provincia. No obstante, como hemos comen-


tado, el carácter autoritario del Imperio español se manifiesta en su deseo
de mantenerse al tanto de los detalles más mínimos de la administración
municipal, y la manera más expedita de lograr este propósito es la supervi-
sión directa de los cabildos con su cuerpo de agentes, los corregidores y los
escribanos. Por otro lado, Tlaxcala, como cualquier confederación, tiende a
fraccionarse en sus partes componentes, y de hecho, bajo el régimen colo-
nial español, la gran mayoría de los altepeme confederados siguieron este
camino. En el caso de Tlaxcala, el motivo principal de su cohesión en la
época prehispánica, la amenaza del Imperio mexica, ya ha desaparecido.
Dentro de este contexto, una riña interna del tipo que ha traído la interven-
ción del licenciado Santillán representa una posibilidad real de desinte-
gración política. Las ordenanzas, por lo menos desde la perspectiva de los
tlaxcaltecas, vienen siendo una especie de constitución política, cuya fun-
ción es asegurar la integridad de Tlaxcala como confederación. Es lógico
entonces que se prohíban los cabildos privados para evitar que las riñas se
consoliden en facciones con tendencias separatistas. A pesar de la semejan-
za de intereses de los españoles y de los tlaxcaltecas en cuanto a la integra-
ción de un solo cuerpo gubernamental para el municipio, el arreglo defini-
tivo al respecto fue una combinación de dos principios de organización
distintos: el centralismo español y el sistema modular de organización que
caracterizaba la cultura nahua del siglo XVI.32

LA ORGANIZACIÓ ESPACIAL DEL AYUNTAMIENTO

La restructuración del gobierno indígena con base en principios hispánicos


era un proyecto que tenía que realizarse dentro de un espacio propio. Por
tanto, en sus ordenanzas, el licenciado Gómez de Santillán manda construir
una casa de cabildo de tipo hispano, detallando la dinámica de subespacios
y funciones que operan en su interior: una sala donde se llevan a cabo los
cabildos del ayuntamiento, otra para los archivos y arcas donde se guardan
los documentos y las otras posesiones del municipio, así como una cárcel

32 "Los nahuas tendían a elaborar construcciones complejas con base en una serie de par-

tes relativamente equivalentes pero al mismo tiempo separadas y autosuficientes. La unidad


de la construcción compleja radicaba en la organización simétricamente numérica de las par-
tes, su relación de identidad con respecto a un punto de referencia común, su rotación orde-
nada y cíclica, o una combinación de estas tres modalidades"; Lockhart (1992), p. 15.
542 ESTUDIOS DE CASO

para encerrar a los delincuentes. Desde el acta de cabildo en el que se redac-


tan los contenidos de las discusiones capitulares hasta la ciudad misma
de Tlaxcala, centro administrativo de la provincia, hay una progresión de
espacios jerarquizados, los cuales funcionan para definir y controlar las
actividades gubernamentales del ayuntamiento indígena y, en especial, de
su ejercicio del discurso político.
La función de una casa de cabildo en la cultura política hispana es
doble con respecto a los intereses ideológicos que sirve. Desde el punto de
vista del municipio, el edificio es un símbolo de la autonomía política, pero
para la Corona la casa de cabildo funciona como un instrumento real para
el control de la dinámica discursiva del ayuntamiento. Para entender la do-
ble función de la casa de cabildo es necesario enfocar su presencia en la ciu-
dad colonial. La forma de la ciudad castellana que se implanta en América
se desarrolla con la marcha de la Reconquista y con la consolidación del
régimen monárquico. Los núcleos urbanos sirven a la Corona como medio
para afianzar el control de los territorios recién recuperados y como aliados
periódicos en sus luchas de poder con la nobleza. A cambio de estos servicios,
los municipios reciben fueros reales que les otorgan gran autonomía en la
administración 10cal.33Para estos municipios, una casa de cabildo, construi-
da casi siempre con los propios de la misma ciudad, llega a ser un símbolo
material de su propia autonomía. Comprueba la existencia de la "polis" y
de la legitimidad del cuerpo de representantes locales que supervisa esta
vida en orden o policía.
La Corona por su parte se esfuerza por asegurar y reforzar un control
exclusivo sobre la vida municipal, y en este proyecto la casa de cabildo des-
empeña una función determinante. En 1480 los Reyes Católicos expiden
dos ordenamientos a través de las Cortes de Toledo donde, por un lado, im-
ponen dos años de plazo para que todos los municipios que no tengan casa
de cabildo construyan una y, por el otro, terminan el proceso iniciado ante-
riormente de asignar corregidores a todos los municipios del reino.s+ Ambas
son medidas reales destinadas a debilitar la autonomía municipal. Para
estas fechas, la persona del corregidor se ha adjudicado muchas de las fun-
ciones que pertenecían a los alcaldes y regidores. Paralelamente, la casa de
cabildo sirve para acercar aún más los municipios a la Corona, definiendo
estrictamente el espacio donde pudieran llevarse a cabo los cabildos, y así
garantizar su supervisión por el corregidor. Además, la casa de cabildo fun-
33 Moore (1954), pp. 3-31.
34 Elliot (1963), p. 92.
ESPACIO,
LENGUAJE
Y SUJECIÓN
IDEOLÓGICA 543

ciona para desvincular el gobierno municipal de la influencia del clero y de


la nobleza, en cuyos templos y palacios se acostumbraba reunir a los cabil-
dos. El hecho lo atestigua en el caso de Tlaxcala. El cabildo tlaxcalteca en el
que se emiten las "Ordenanzas de Santillán" se lleva a cabo en "el Monaste-
rio del Señor San Francisco de la dicha ciudad [.. .]",35y el sitio recomendado
para la construcción de la nueva casa de cabildo son "los aposentos donde
al presente posa el dicho LUISMOSCOSO, Corregidor de esta Ciudad't.é=
En cuanto a proceso discursivo, la función de la casa de cabildo es la de
constituirse en el único espacio legítimo para la realización del discurso
administrativo y judicial del municipio. El carácter exclusivo de este espacio
garantiza que el corregidor pueda vigilar los cabildos, pero también permite
asegurar que sólo un pequeño porcentaje de la población municipal partici-
pe en las actividades gubernamentales. El apartado VIIIde las ordenanzas
enfatiza esta función al nombrar dos porteros, para "hallarse y estar siem-
pre, los días de Cabildo, a las puertas de él, para guardar las dichas puer-
tas".37Hay que recordar que sólo los vecinos más importantes ocupan cargos
municipales, y que la mayoría de los habitantes del municipio ni siquiera
son vecinos. Este fenómeno forma parte de la tendencia hacia la elimina-
ción completa de la tradición castellana de los cabildos abiertos.

EL MARCO
FíSICODELDISCURSO
ORAL

El apartado 1 de las "Ordenanzas de Santillán" estipula que el ayuntamien-


to de Tlaxcala debía contar con "un aposento donde se haga dicho Cabildo"
y donde se reunieran los integrantes del gobierno municipal para "proveer y
remediar las cosas necesarias de la Gobernación y Regimiento" de la pro-
vincia.w De ahí que los siguientes cuatro apartados del documento presten
una atención detallada a la organización espacial y simbólica del interior
de la sala de cabildos. Sin embargo, resulta notorio que las ordenanzas, en
su apartado II, no se refieran inmediatamente a la ordenación de tal espa-
cio, sino a las imágenes que debían presidir dicho recinto. El apartado reza:
"Iten ordenó que en la dicha Sala de Cabildo, en la pared frontera de ella,
encima de donde ha de estar la Silla para la persona que presidere, se ponga

35 Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 210.


36Ibidem, p. 212.
37Ibidem, p. 214.
38Ibidem, p. 212.
544 ESTUDIOS DE CASO

un crucifijo alto y la Imagen de Nuestra Señora de la una parte, y de la otra,


la de San Juan y luego las Armas Reales y a los lados de ella, las Armas de
esta Ciudad'U? Desafortunadamente, de este conjunto de imágenes sólo se
cuenta con la afirmación verbal de su existencia y la descripción de su
organización en una de las paredes de la sala de cabildos. El análisis del
ensamblaje es necesario, a pesar de tan escueta información, puesto que es
éste el recipiente principal del mensaje ideológico, preciso e intercambiable,
entre dos entidades o personas socialmente organizadas en un momento
y en un lugar determinados.w Como se verá más adelante, el conjunto con-
forma un cosmograma del Imperio español y le señala a Tlaxcala el lugar a
ocupar dentro de ese nuevo mundo (fig. VIlI.1). Gran parte de los conceptos
políticos e ideológicos del Imperio español se derivaron de aquellos enarbo-
lados por el Sacro Imperio Romano, el que prescribía incluir la escena de la
crucifixión en las salas de gobierno.s ' La costumbre proviene, en última
instancia, de la época del Imperio romano, periodo en el que se solía deco-
rar los edificios, públicos y privados, con temas escogidos de acuerdo con la
función del recinto.s- Por lo regular, estas escenas provenían de mitos grie-
gos y romanos y el mensaje se caracterizaba, generalmente, por su aspecto
moralizador.
Al institucionalizarse la religión cristiana en Roma, durante los siglos
III y IV, los cristianos empezaron a adaptar los temas clásicos a sus propios
propósitos.f ' Al mismo tiempo se añadiría un "tono ceremonial" a las repre-
sentaciones artísticas, fueran éstas de tipo secular o religioso, por lo que las
figuras principales enfrentaban al observador directamente, careciendo de
sentido sin la presencia de este último.v' Sin embargo, no fue hasta los si-
glos xn y XIII que la Iglesia medieval aprovechó al máximo el efecto estético
de estas composiciones, "como un instrumento didáctico y un vehículo para
la propagación de la Fe".45Posteriormente, el Renacimiento tardío vendría
a fusionar y codificar las fórmulas romanas y cristianas en el Libro Sexto
del Tratatto de Lomazzo, publicado en 1584, el que incluía largas listas de
temas recomendables para decorar los distintos tipos de espacios y sus fun-
ciones. Por ejemplo, para las salas de Consejo, utilizadas por príncipes y
39Idem.
40 Voloshinov (1992 [1929]), p. 35.
41 Comunicación personal de Sam Edgerton.
42 Thompson (1960); Brilliant (1985).

43 Kitzinger (1964 [1940]), p. 2.


44Ibidem, p. 15.
45Idem.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 545

Crucifijo l.

Nra. Señora San Juan

Tlaxcala Tlaxcala l

Silla
del
presi-
Escaños: Escaños:
alcaldes, dente alcaldes,
regidores regidores

Interrelación espacial de los objetos que están en contacto con la


FIGURA VIII.!.
pared principal de la sala de cabildos de Tlaxcala.Elaboró: John Sullivan;dibujó:
Ada Górnez.

señores, Lomazzo recomendaba motivos tales como Cicerón hablando sobre


Catalina ante el Senado o La asamblea de los griegos antes de embarcarse
para Troya, entre otros. A este tipo de código, regulador del discurso entre el
significado de imágenes y las funciones del espacio, se le conocía bajo
el concepto clásico de decorum.w Queda entonces claro que, como "hombre
del Renacimiento", Lomazzo se basó en las reglas clásicas para sus propo-
siciones. Sin embargo, la fecha del Tratatto es demasiado tardía para haber
conferido alguna influencia en las ordenanzas de 1545.
La digresión a la trayectoria histórica de esta costumbre se debe a que

46 Gombrich (1983), p. 19.


546 ESTUDIOS DE CASO

España, aún a finales del siglo xv, apenas empezaba a tener conocimiento
de las ideas renacentistas, y su referente ideológico pertenecía más bien a
la Edad Media. En la península ibérica coinciden, a finales del siglo xv, la
introducción de las primeras ideas y formas renacentistas, las últimas gue-
rras para rescatar territorios en manos de los "infieles" y los viajes de ex-
ploración que resultarían en el conocimiento de un nuevo mundo para los
españoles.f? La reina Isabel tomó un papel activo y catalizador de estas
corrientes y para 1492 había fusionado el celo religioso propio con el de
la Conquista. La combinación produjo como resultado fuertes campañas
de proselitismo, al principio empleando métodos persuasivos que pronta-
mente se convirtieron en coercitivos.w Este sentir de la época se refleja en
las palabras de los conquistadores. Hernán Cortés viene a la conquista de
México para "ganar almas paganas y fama en la tierra" y Bernal Díaz del
Castillo "para servir a Dios, a Su Majestad y distribuir la luz a aquéllos que
se encuentran en las tinieblas, y para volverse rico como desea todo ser
humano'v'?
Para servir a los intereses de Dios y la Corona, el ensamblaje pictórico
de la sala de cabildos de Tlaxcala contiene dos partes principales. La prime-
ra es una agrupación de imágenes que se compone de un crucifijo, de una
imagen de la Virgen María a su derecha y una figura de san Juan a su
izquierda. Éste es un tipo de crucifixión específico y tradicional que repre-
senta el instante en el que, antes de morir, Jesucristo se dirige a su madre y a
su más joven pupilo: "Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quién él
amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer he ahí a tu hijo. Después
dijo al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la
recibió en su casa". El pasaje del Nuevo Testamento se encuentra en el libro
de san Juan Evangelista.w explicando al mismo tiempo que es éste y no san
Juan Bautista la figura escogida para la sala de cabildos de la ciudad de
Tlaxcala. Además, san Juan Bautista nunca aparece en escenas de la cru-
cifixión.
La descripción de las ordenanzas sugiere que la escena no se contenía
dentro de un mismo marco, sino que constaba de tres imágenes separadas.
Cualquiera que hubiere sido el caso, la agrupación claramente se deriva de
uno de los tipos más comunes de crucifixión, remontándose su origen hasta

47 Parry (1972).
48 Ibidem, pp. 71-78.
49 Ibidem, pp. 67 Y 80.
50 Juan 19: 25-27, en Reina (1960 [1567]).
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 547

el siglo VIII y quizá más atrás. Un ejemplo antiguo es el mural pintado en la


Capilla de Theodosius en Santa María Antiqua, Roma, entre 741 y 752.51
Theodosius, el mecenas de la capilla, fue un oficial de la diaconía o distrito
eclesiástico de esa iglesia. En la península ibérica, un ejemplo temprano de
este tipo de imágenes lo constituye la pequeña escena de la crucifixión con
María, Juan y otros dos personajes, incluida entre las 12 fiestas del año en
un retablo en relieve del siglo XIV, pequeño y de estilo bizantino que se
encuentra en la Catedral de Toledo.V Más cercano a la fecha que nos con-
cierne se encuentra la importación genovesa, de claro estilo renacentista,
del retablo esculpido en mármol para el sepulcro de los marqueses de Aya-
monte, colocado en 1525 en la iglesia de San Francisco en Sevilla. 53 La
crucifixión ocupa la parte principal del retablo e incluye solamente a Jesu-
cristo clavado en la cruz con las figuras de María a su derecha y Juan a su
izquierda. Ya en suelo mexicano, la escena se encuentra en forma de mural
sobre uno de los testeros del monasterio agustino de Acolman, Estado de
México, y en la iglesia basilical y dominicana de Cuilapan, Oaxaca.>' Los
murales se pueden fechar a partir del término de las obras arquitectónicas:
1555 para Cuilapan y 1560 para Acolman. Sin embargo, a la Crucifixión de
Acolman se le añade la presencia de María Magdalena al pie de la cruz y la
de Cuilapan sustituye a san Juan Evangelista por santo Domingo. Por lo tan-
to, el ensamblaje de la sala de cabildos de Tlaxcala se apega fielmente al
modelo tradicional europeo.
En general, la crucifixión de Cristo conforma un icono simbólico y
devocional más bien que histórico, puesto que remite al sacrificio que redi-
miría la maternidad, la humildad y la obediencia a la voluntad divina; la
última al punto de ofrecer María a su hijo en calidad de sacrificio propicia-
torio. En cambio, san Juan Evangelista, el más joven y querido de los 12
apóstoles, simboliza a aquellos que se dedicaron a esparcir las enseñanzas
de Cristo por el mundo. Al morir la Virgen María, san Juan predica por el
área de Judea y escribe el Libro de las revelaciones o Apocalipsis, éste duran-
te su exilio en la Isla de Patmos.v> Es de hacerse notar que los frailes de la
península ibérica se distinguieron por preferir el Apocalipsis a otros libros
bíblicos, ilustrándolos profusamente durante los siglos VIII y IX.56
51 Beckwith (1979 [1970]), p. 155 Y fig. 133.
52 Angulo (1969), 1, p. 243 Y fig. 389.
53Ibidem, 11,p. 75 Y fig. 223.
54 Toussaint (1965), pp. 4, 39 Y 45.
55 Smith Pierce (1977), p. 11l.

56 Comunicación personal de María Elena Bernal García.


548 ESTUDIOS DE CASO

Bajo el primer tríptíco formado por la crucifixión descrita, se colocó un


segundo, esta vez conformado por el escudo de armas de Castilla al centro
y un escudo de armas de Tlaxcala en cada uno de sus costados. Esta agru-
pación de imágenes representa el carácter de la inclusión de la ciudad de
Tlaxcala dentro de la organización del Imperio español. A lo largo del siglo
XVI, Tlaxcala disfrutaba de una relación privilegiada con la Corona españo-
la respecto de otras comunidades nahuas; esto se debía a los servicios que
sus habitantes prestaban continuamente en calidad de avanzadas en los
procesos de conquista y colonización de las regiones del norte de México.
Por lo tanto, a Tlaxcala se le consideraba más bien un pueblo aliado y dicha
posición la usaron los tlaxcaltecas para distinguirse de otras comunidades
indígenas, al punto de enviar embajadas a España para solicitar privilegios
de acuerdo con su rango. Entre las concesiones otorgadas, Tlaxcala recibió
su propio escudo de armas en 1535 y, posteriormente, una serie de títulos
honoríficos. 57 Los escudos de armas eran otorgados cuando una ciudad de-
sempeñaba una función importante para la vida del Imperio. Ésta podría
ser política, como en el caso de los servicios militares provistos por Tlaxcala,
o económica, como en el caso de Zacatecas, ciudad que recibió su escudo
de armas en 1585 debido a su gran producción de plata.
El otorgamiento del escudo de armas convirtió a Tlaxcala en una exten-
sión de la Corona, haciéndola copartícipe de su misión evangelizadora y
"civilizadora". Sin embargo, esta inclusión a la familia imperial fue de ca-
rácter subordinado, hecho que se observa claramente en la disposición
sobre la pared de la heráldica citadina con respecto a los íconos religiosos
europeos. En el caso de Tlaxcala, las disposiciones españolas confieren una
nueva identidad al altepetl indígena. A primera vista, la prerrogativa relacio-
na a Castilla y Tlaxcala a un mismo nivel político y entre iguales. No obs-
tante, la disposición de los escudos sobre el muro descubre que tal equili-
brio disfraza una organización jerárquica, en la cual el papel subordinado
de Tlaxcala queda plenamente al descubierto. El juego de imágenes con-
vierte a Tlaxcala en sujeto colonial bajo el doble mecanismo de la inclusión
y la división.
Tlaxcala, en la conformación de esta segunda tríada de imágenes, reco-
noce su papel de subordinación a la composición política y laica del Impe-
rio español en América. A su vez, el Imperio español buscaba la legitimidad
de sus acciones colonizadoras en el reino espiritual, representado en la

57 Martínez y Sempat (1991), pp. 83-114.


ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 549

escena superior. El gobierno de Cristo en la tierra se llevaba a cabo por medio


de la Iglesia católica, y de ella recibía la Corona española su autoridad moral
y política. Por lo tanto, el juego de imágenes simboliza el cuerpo místico de
Cristo y su Iglesia. San Pablo, evangelista como Juan, utiliza esta metáfora
para caracterizar al mundo cristiano como un todo orgánico compuesto
por partes, las cuales, aunque distintas en sus funciones, contribuyen de ma-
nera complementaria al funcionamiento del organismo. 58El juego de figu-
ras presenta al espectador una especie de gran mapa didáctico del universo
español del siglo XVI, intrínsecamente católico, en el cual Tlaxcala acepta su
incorporación también a la Iglesia católica. La inclusión del altepetl es para
España un hecho indispensable, puesto que a Tlaxcala se le interpela como
sujeto por el sujeto interpelador, o sea, la Corona de Castilla. A su vez, la
Corona sólo responde a la entidad divina, el "[sjujeto, único y central, en
cuyo nombre la ideología religiosa interpela a todos los individuos en tanto
sujetos [...] el Sujeto por excelencia, como el que es por sí ante Sí".59Lo más
probable es que el simbolismo del ensamblaje pictórico fuera mucho
más acequible a los españoles que a los indígenas. Para los últimos, el as-
pecto, ahora subordinado de sus ciudades parecía bastante claro. Sin em-
bargo, existen diferencias que explican la libre voluntad de los tlaxcaltecas
para servir de mercenarios a los españoles. Las historias de fundación de
ciudades prehispánicas establecen un patrón en el que los subordinados
servían a los dirigentes, incluso como mercenarios; al tiempo que propi-
ciaban a sus propias deidades con la esperanza de tomar la ciudad para sí
mísmos.s?
En cuanto a las deidades de los españoles, los indígenas las adaptaron a
sus propias creencias según los atributos de cada una de ellas. La cruz era
una figura sumamente familiar a los indígenas tlaxcaltecas desde épocas
prehispánicas; al igual que lo era el sacrificio humano. La primera repre-
sentaba el cosmos, tanto espiritual como terrenal, y Jesucristo pasó a mez-
clarse con el Sol en la gran mayoría de las culturas nativas.s! Precisamente
en el área de Tlaxcala, James Taggart observa que Cristo y el Sol se unen
simbólicamente para representar la fuerza creativa del universo nahua
correspondiente al sexo y género masculinos.v- Por su lado, a la Virgen

581 Corintios 12, en Reina (1960 [1569]).


59 Althusser (1974), p. 136.
60 Bernal García (1997).

61 Bernal García, comunicación personal; Farris (1984), p. 303.


62 Taggart (1983), p. 57.
550 ESTUDIOS DE CASO

María se le veía como a Toci o Tonantzin, la Diosa Madre, Nuestra Abuela,


la Luna.s-' de quien descendía el Sol y a la que se invocaba en caso de pro-
blemas de fertilidad y "juntamente con la Cruz de Mayo, para terminar los
tiempos de sequía [...] y contra el granizo y los gusanos de las semente-
ras".64 El sacrificio del Sol, generalmente asociado a la época de sequía, en
presencia de María pudiera haber sido tomado como una imagen simbólica
de la pronta llegada de las lluvias. Igualmente, debe recordarse que las lágri-
mas de los niños, y quizás las de la Virgen María en esta escena, se remitían
a la lluvia proporcionada por el dios de la lluvia, Tlaloc, el cual lanzaba
rayos y centellas momentos antes de las tormentas. El rayo aparece tam-
bién como arma de los santos cristianos contra la idolatría.v> y los nahuas
lo consideraban un mensajero de las deidades. Por ejemplo, de acuerdo con
el Códice Florentino de fray Bernardino de Sahagún, uno de los augurios
prehispánicos de la llegada de los españoles consistió en la destrucción de
un templo por un rayo.v>
El caso de san Juan Evangelista es más complejo, puesto que, hasta
donde se conoce, no se sabe nada de él en la literatura indígena. Probable-
mente los indígenas nunca hicieron la sutil distinción entre san Juan Evan-
gelista y san Juan Bautista, aunque esta proposición tendría que estudiarse
más a fondo. En cambio, y lógicamente, a san Juan Bautista se le asociaba
con Nanauatzin, el rayo capitán.s? y en consecuencia con la proximidad de
las lluvias y el dios Tlaloc.s" Juan, además, compartió con Jesús el momen-
to mágico de la transfiguración y sus sentimientos más íntimos en el Huerto
de los Olivos y en el Monte Calvario. Aparte de María, Juan es el santo inter-
cesor por excelencia, y bien pudiera haber introducido el culto de los demás
santos del repertorio español.
El juego de imágenes, como proceso de significación, aporta uno de los
elementos necesarios para la construcción de Tlaxcala como sujeto colo-
nial. Michel Pécheux afirma que el proceso de sujeción implica la vincula-
ción de cuerpos y procesos de significado a través de prácticas rituales.s?
Una de estas prácticas se decreta y ordena en el apartado III de las orde-
nanzas, titulado "Que recen los que entren a la Sala de Cabildos": "Iten

63Ibidem, pp. 93 Y 104.


64 Ingham (1986), pp. 34-35.
65 Revilla (1990), p. 20.

66 Lockhart (1993), p. 52.

67 Taggart (1983), p. 60.


68 Ingham (1986), p. 184.

69 Pécheux (1983), p. 33.


ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 551

ordenó que todas las personas que entren en el dicho Cabildo, hincadas las
rodillas, recen a las dichas imágenes encomendándose a ellas para que Dios
les dé lumbre y gracia para acertar en todo". 70 Ya fuera una genuflexión
o un arrodillamiento, el rito puede entenderse si se le considera dentro
del concepto de "pista no verbal". Según Hymes la "pista no verbal" es un
elemento indispensable para describir la relación entre el lenguaje oral y su
contexto sociocultural en los eventos discursivos. Estas "pistas" tienden a
ocurrir al exterior de las fronteras de la organización espacio-temporal del
evento."! La genuflexión o arrodillamiento prescrito por las ordenanzas se
debe ejecutar a la entrada (frontera espacial) y antes de iniciar (frontera
temporal) los cabildos; y claramente tiene el propósito de influir en el esta-
do de conciencia y, por ende, sobre el tono del discurso entre los integran-
tes del ayuntamiento.
La genuflexión, y la oración y persignación que la acompañan, consti-
tuyen las prácticas corporales y verbales que, vinculadas al simbolismo pictó-
rico, contribuyen al proceso de significación y, desde luego, a la construcción
de cada uno de los integrantes del ayuntamiento en sujetos de la Corona y
la Iglesia católica. Althusser especifica, además, que los actos físicos del
sujeto responden a un proceso de interpelación ideológica que se norman
por las prácticas rituales que se realizan en las instituciones socíales.r- Debe
hacerse notar que, para un católico, la genuflexión o el arrodillamiento
implican el acto de la persignación en la mayoría de los casos, acto no men-
cionado explícitamente en las ordenanzas. Otro juego ideológico llevado a
cabo dentro del recinto del cabildo consiste en la distribución de sujetos
humanos en sitios distintos, ejecutando diversas funciones dentro de la ins-
titución social y con el propósito de vincular a estos individuos a una identi-
dad predeterminada para así crear sujetos dóciles y obedientes.P Si se
agregan las hipótesis enunciadas en el párrafo anterior, el discurso político
del sujeto también sería de carácter dócil y obediente.
La distribución de asientos en la sala de cabildos, igualmente, esta-
blece un vínculo entre institución y sujeto de acuerdo con un ordena-
miento espacial básico para el ejercicio jerárquico de las actividades
discursivas del municipio. Por ello, el apartado IV de las ordenanzas, titu-
lado "Sobre los asientos del presidente y capitulares en Cabildo", for-

70 Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 213.


71 Duranti (1985), pp. 215-216.
72 Althusser (1974), pp. 126-129.
73 Foucault, en Macdonell (1986), pp. 102-103 Y 107-109.
552 ESTUDIOS DE CASO

mula una organización precisa para el interior de la sala de cabildos en


Tlaxcala:

Iten mandó, que debajo de las dichas imágenes se ponga una silla para en que
se siente la persona que presidiere en el dicho Cabildo, y que a los lados se pon-
gan escaños y asientos donde se asienten todos los Oficiales del dicho Cabildo,
los cuales se asienten por orden: el Corregidor, si se hallare presente, en la dicha
silla. Y no hallándose presente, el Gobernador, y cuando el dicho Corregidor se
hallare presente, el dicho Gobernador se asiente en la cabecera del Escaño a la
mano derecha y a la mano izquierda, por su orden, todos los demás oficiales.?"

En primer lugar, la ordenanza concede la preferencia dentro del orde-


namiento espacial al corregidor y al gobernador, quienes, dentro de la polí-
tica española, actúan como supervisores y reguladores efectivos de la auto-
nomía municipal. En segundo lugar, y quizá de mayor trascendencia en el
caso de Tlaxcala, es el establecimiento del principio general de jerarquía
que debiera caracterizar a los cabildos. Por ejemplo, el apartado IX de las
ordenanzas estipula "que sin estar presente el Corregidor o Gobernador, es-
tando en esta dicha Ciudad o sin su licencia, los dichos Oficiales no se jun-
ten a hacer Cabildo so las penas de suso, demás que serán castigados con-
forme a Justicia"J5 Pero, como en Tlaxcala el gobernador es un integrante
de la nobleza indígena, éste no puede ejercer vigilancia en los cabildos por
parte de la Corona. Lo importante es el hecho de que el documento está in-
troduciendo, en la cultura política de Tlaxcala, la función de "presidente"
en el sentido del que preside una reuniónJ6 A otros participantes no se les
asignan lugares fijos. Dicha disposición determina el carácter jerárquico y
desigual de la discusión. Aun cuando los agentes de la Corona se encontra-
ran ausentes, el discurso siempre se iba a encontrar dividido entre el que
dirige y organiza y los organizados y dirigidos.
Un espejo de la jerarquía espacial de los asientos en el cabildo es el
orden correspondiente a la dinámica del ejercicio del lenguaje. El apartado
XIV de las ordenanzas dice: "Iten ordenó y mandó, que en lo que se hubie-

Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 213.


74
75lbidem, p. 215.
76 "Presidente" viene del latín praesidens, el cual quiere decir literalmente el que se sienta
(sedeo, "sentarse") adelante (prae, "adelante"). También quiere decir "presidente" en el sentido
de quien preside una reunión; aunque es interesante que además significa "el que guarda,
mira, protege o defiende"; Lewis (1879), p. 1429, lo cual tiene relación con la vigilancia ejercida
por el corregidor en los cabildos municipales.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 553

re de proponer y tratar en el dicho Cabildo, se guarde todo orden y concier-


to, de manera que cuando alguno propusiere, ninguno otro se atreviese y
con esto, empiecen a proponer desde el Gobernador y así por su orden
vayan votando" .17 Tomando en cuenta este item, se puede apreciar cómo
los ordenanzas funcionaban para proporcionar a cada elemento una ubica-
ción espacial respecto del otro y, por lo tanto, enfatizaban la fusión de los
fenómenos visuales, espaciales y discursivos. El hecho no sólo sugiere, sino
exige la aplicación de la hipótesis de Pécheux, concerniente a la conexión
entre sujetos y procesos de significación.
Ya se ha visto que el ensamblaje de imágenes se distribuía en forma
jerárquica con el trío espiritual hacia la parte alta del muro y el trío político
por debajo de ella. Asimismo, los elementos centrales de los dos tríos, Jesu-
cristo y la Corona española, norman la colocación de la silla presidencial
debajo de ellos y ésta, a su vez, preside los escaños de alcaldes y regidores.
Igual que las figuras de la Virgen María, san Juan y la heráldica tlaxcalteca,
alcaldes y regidores actuaban de asistentes a los iconos centrales, los cuales,
por su posición, exigen la mayor atención del espectador. Este tipo de orga-
nización jerárquica fue bien conocido por los indígenas desde épocas pre-
hispánicas.Zf Sin embargo, en el siglo XVI, el modelo político de la Corona
española, sustentada por el canon de la Iglesia católica, suplantaba el es-
quema nativo. Los tlaxcaltecas ahora tenían que rendir homenaje primero
a la Corona española y luego al altepetl y, por lo menos abiertamente, a la
Iglesia católica en vez de a la religión tradicional. Inclusive, por su posición
vertical entre la silla de gobernador y la crucifixión de Cristo, la Corona se
convierte en la protagonista principal del cosmograma, subordinando tan-
to a los reinos de América como a los representantes de la Iglesia en Améri-
ca, a través del Real Patronato.
El individuo de jerarquía menor en la sala de cabildos era el portero,
pero no por ello dejaba de ser mencionado en las ordenanzas. El apartado
VIII recomienda la constitución del oficio de portero y su función principal
de vigilar la entrada de toda persona a la sala de cabildos: "Iten ordenó y
mandó, que haya dos porteros del dicho Cabildo, los cuales tengan cargo de
tenerlo limpio y aderezado, y hallarse y estar siempre, los días de Cabildo, a
las puertas de él, para guardar las dichas puertas y hacer los llamamientos
que se ofreciere, y para llamar a los Cabildos extraordinarios'i.Z? Si se com-

77 Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 215.


78 Bernal García, comunicación personal, 1998.
79 Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 214.
554 ESTUDIOS DE CASO

paran, los porteros a la puerta de la sala de cabildos cumplirían la misma


función que las figuras al lado de Jesucristo y al lado de la heráldica cas-
tellana. Una vez definido el cuerpo del ayuntamiento, la tarea de los porte-
ros era la de asegurar que sólo los oficiales designados participaran en los
cabildos.
Aunque las ordenanzas dan la impresión de una sociedad indígena
rápidamente integrada al nuevo orden, Tlaxcala tuvo problemas para aco-
modarse a la vida municipal hispana. En las actas de cabildo, y en tres oca-
siones entre 1550 y 1555, se prohibió el que sus integrantes discutieran el
contenido de los cabildos con personas ajenas, incluyendo los ex oficiales.
La situación debió de haber llegado a tal grado de descomposición que se
impusieron castigos carcelarios y monetarios a los infractores. La frecuen-
cia de las amonestaciones implica la perseverancia del problema, probable-
mente debido a que el círculo de participantes en la vida política prehispá-
nica era mayor que en el sistema municipal hispano, o quizá a que esta
participación no se limitaba a los periodos de elecciones que caracterizaba
a los puestos españoles.s?
Un personaje esencial del esquema funcional y simbólico de la sala de
cabildos era el escribano, cuya tarea era indispensable al correcto funcio-
namiento del mismo. El apartado v de las ordenanzas, titulado "Asiento del
Escribano del Cabildo", designa a éste una posición crítica en relación con
los elementos pictóricos y contextuales a los que se ha venido haciendo
referencia: "Iten ordenó y mandó que más abajo de los dichos escaños [casi
en medio de la sala], se ponga una mesa y un asiento para el Escribano de
Cabildo, en lugar conveniente, donde pueda oír y atender lo que se ordenare
y mandare asentar por el dicho Cabildo'l.s! La introducción del escribano
en el medio del recinto enfatiza la relación tridimensional de los elementos
respecto de las personas y sus funciones en el cabildo. De esta manera, se
vincula el espacio del discurso oral con el espacio y la función de la escritu-
ra, ya que así como el programa pictórico se enmarca dentro de la pared de
la sala de cabildos, la sala en sí se convierte en el marco del espacio conte-
nido dentro de sus cuatro paredes. Las pinturas, y las miradas de los indivi-
duos presentes, convergen en la silla del escribano, todas las palabras llegan
a sus oídos y se detienen, espacial y temporalmente, sobre su libro de actas.
Se podría sugerir, a manera de hipótesis, que el ayuntamiento constitu-
ye el ámbito institucional en donde se fabrican sujetos para el ejercicio del
80 Lockhart, Berdan y Anderson (1986), pp. 75-77.
81 Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 213.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 555

discurso político. Pécheux, por ejemplo, afirma que el ámbito institucional


constituye uno de los factores determinantes para lo que se dice, o deja de
decirse, en tal o cual discurso.F Por añadidura, dichos espacios también deter-
minan el tipo de sujeto a construir en el proceso de interpelación, y el ayun-
tamiento es, ante todo, una institución dedicada a realizar actividades dis-
cursivas de carácter político. Para Bajtín, los géneros discursivos están
vinculados a esferas específicas de la vida social, por lo que existe una espe-
cificidad en el proceso de construcción de individuos sujetos a colonizacio-
nes violentas y de tipo religioso y proselitísta.s- La sala de cabildos del
ayuntamiento de Tlaxcala claramente cumplía esta función.

EL MARCO DEL DISCURSO ESCRITO

Las "Ordenanzas de Santillán" son un testimonio del intento de parte de la


Corona española de controlar el ejercicio del lenguaje político en Tlaxcala.
Este control se manifiesta marcada mente a través de la manipulación espa-
cial del canal escrito del discurso municipal. La capacidad de significar del
lenguaje oral depende en gran parte de la coyuntura específica de los ele-
mentos de su contexto material de enunciación. La escritura cosifica ellen-
guaje oral, prolongando su capacidad de significación más allá de la des-
aparición de su contexto de origen. En el caso del discurso político, el
proceso puede tener un efecto negativo. La elaboración de enunciados polí-
ticos ocurre en la cultura oral en el contexto de la participación dialógica y
consensual de todos los miembros de una comunidad. Al codificarse por
medio de la escritura, el lenguaje legal cobra vida independiente: tiene la
capacidad de actuar sobre la misma comunidad sin la necesidad de recor-
dar su origen como construcción participativa dentro de ella. El proceso
de cosificación del lenguaje político se lleva a cabo a través de una serie de
encierros del lenguaje: se inicia con la codificación del discurso oral a tra-
vés de la escritura del acta de cabildo, la cual, a su vez, queda encerrada en
un libro, en un archivo, en un aposento, en una casa de cabildo y, finalmen-
te, dentro del municipio. Combinada con los actos normados por prácticas
ceremoniales que constituyen la vida institucional del ayuntamiento, la
cosificación del lenguaje político contribuye en el proceso de construcción
de sujetos coloniales.
82 Pécheux (1982), p. 11l.
83 Bajtín (1982), p. 248.
556 ESTUDIOS DE CASO

La ubicación espacial del escribano con respecto a los otros integrantes


del ayuntamiento en la sala de cabildos le permite abarcar con su vista y su
oído todo lo que sucede durante las reuniones. Este privilegio espacial de la
escritura tiene una función ideológica ambivalente. Por un lado, cuando el
escribano asienta las resoluciones del cabildo en un acta se está legalizan-
do, a través de su redacción, el discurso gubernamental de un ayuntamiento
con pretensiones de autonomía frente a la Corona. Por otro lado, el escriba-
no es el experto local en derecho y de los procedimientos legales sobre los
que descansa la administración, necesariamente a distancia del Imperio.
Su ubicación espacial y la perspectiva que ésta otorga le permitía al escri-
bano estar al tanto de cada una de las funciones que se sucedían en el ca-
bildo y, aun más importante, de aquellos sucesos que les interesaban a la
Corona y a sus agentes. Legalmente, el escribano tenía la obligación de
informar a las autoridades imperiales de los casos de infracción a las reglas
administrativas. También debía documentar las votaciones para así poder
proporcionar evidencia durante los juicios de residencia en contra de per-
sonas que contravenían las disposiciones de la Corona.s+ Por añadidura,
era su responsabilidad, bajo pena de cárcel y multa, asentar no sólo el con-
tenido de los cabildos sino también anotar la asistencia de los oficiales
capitulares, los cuales al faltar sin justificación debían ser duramente cas-
tigados.s>
Durante la Edad Media existía una jerarquía entre los hombres de
letras: los teólogos eran considerados superiores a los gramáticos, los abo-
gados y los notarios. Pero hacia fines del siglo xv esta situación empezó a
cambiar. Los expertos en los asuntos legales ganaron prestigio y llegaron
a formar su propia casta, separada tanto de los clérigos como de los huma-
nistas. Dentro del contexto de la colonización de América, mientras que los
letrados-humanistas estaban encargados de la legitimación intelectual de la
Conquista, los letrados-juristas manejaban la organización concreta de
la sociedad colonial. 86 Los españoles que participaron decisivamente en la
reorganización del gobierno tlaxcalteca -el visitador Santillán, autor de
las ordenanzas, y Diego Ramírez, el corregidor que supervisó su implemen-
tación, por ejemplo- pertenecían a esta casta.
Algunos indígenas lograron ingresar a este limitado grupo al convertir-
se en escribanos municipales. El propósito de la Corona era el de crear un
84 Moore (1954), pp. 68-69.
85 Gómez de Santillán (1991[1545]), pp. 214-215.
86 Mignolo (1989), pp. 74, 80 Y85.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 557

sector muy reducido de letrados-juristas indígenas que podría ayudar en la


administración de la población indígena y, a la vez, podría ser fácilmente
controlado. Éste es uno de los motivos por el cual los indígenas que fueron
alfabetizados constituyeron una mínima parte de la población.s? Hay que
agregar al respecto, que durante el siglo XVI los jesuitas formularon el pro-
yecto de organizar colegios para enseñarles a los indígenas de toda la Nue-
va España las ciencias de la gramática, la retórica, la filosofía y la lógica,
entre otras. El proyecto fue denegado por la Corona, la que justificó su
decisión de la siguiente manera:

Por ser los dichos indios de complixión flemática, ingeniosos y deseosos de


saber de tal manera que en lo que emprehenden estudiar hasta salir con ello y
tener esta habilidad y diligencia inclinada a mal y ser gente liviana y amiga de
novedades, podría ser causa para que aprendiendo las dichas ciencias saliese
de entre ellos alguno que lo que nuestro señor no permita, intentase algunas
herejías y diese entendimientos falsos a la doctrina llana que hasta agora se les
ha enseñado y predicado.V

Esta real cédula, emitida en 1583, advierte que si se construyen los cole-
gios no deben servir para más que enseñar a los indígenas "la doctrina cris-
tiana y leer y escribir y cantar y tañer para cuando se celebran los santos
oficios".89Está claro entonces que la intención de la Corona era la de limitar
el ascenso académico del indígena al nivel del letrado-jurista donde como
agente real pudiera regular los procesos políticos indígenas desde una posi-
ción interior, al mismo tiempo que le vedaba la entrada al círculo de los
letrados-humanistas para evitar el peligro que podrían traer sus aportacio-
nes al debate sobre la legitimidad del proyecto colonial español.
En el caso del ayuntamiento indígena, la cuestión de la lealtad del escri-
bano a la Corona y a su propia comunidad es asunto de controversia. Aun-
que parece dudoso que los escribanos de Tlaxcala, todos integrantes de la
nobleza indígena, estuvieran desempeñando el papel de espías imperiales,
la historia regional proporciona datos que sugieren esta posibilidad. La
cadena de posibilidades se inicia con la conversión de Tlaxcala al cristianis-
mo bajo la supervisión de los franciscanos entre 1527 y 1530. El convento
franciscano fue un instrumento indispensable para el pronto éxito de este
87lbidem, pp. 72 Y 79.
88Konetzke (1953), p. 550.
89ldem.
558 ESTUDIOS DE CASO

proyecto, porque en sus recintos fueron internados los hijos de las princi-
pales casas nobles para recibir instrucción cristiana. Durante el proceso de
adoctrinamíento, los frailes estimulaban a los niños a delatar a aquellos
parientes suyos que seguían o reincidían en la práctica de la idolatría, lo
cual resultó en el ajusticiamiento de varios teteuctin.v? Ahora, había que
preguntar, ¿dónde aprendieron su profesión los escribanos de Tlaxcala? Lo
más probable es que formaron parte de ese grupo de primeros internos en
el convento franciscano, y como tales recibieron el adoctrinamiento cristia-
no que les exigía la delación de sus parientes idólatras.
Walter Mignolo sugiere que estos letrados-juristas indígenas fueron un
factor importante en la descomposición de la sociedad tradicional indíge-
na. Los niños internados por los franciscanos, muchas veces hijos de ple-
beyos, adoctrinados y alfabetizados, llegaron a ser oficiales de los ayunta-
mientos y, por ende, terminaron mandando a sus propios señores.v' En el
caso de Tlaxcala no he encontrado evidencia de este fenómeno, puesto que
todos los integrantes del ayuntamiento, incluyendo a los escribanos, perte-
necen a la nobleza. Yo diría que fue más determinante el efecto del alfabe-
tismo en sí que la influencia de ciertos individuos sobre la estructura social.
En todas las sociedades existen opiniones sobre la naturaleza de la comuni-
cación y sobre el valor relativo de los distintos tipos de interacciones comu-
nicativas que coexisten.v- En Tlaxcala, no todos los integrantes del ayunta-
miento sabían leer y escribir. Al fin de muchas actas, el escribano declara que
firmaron sólo "yn quimati amad" (los que "saben" papel [escribir]). Algunos
de los nobles más importantes, presumiblemente los más viejos, no sabían
leer y escribir, y mientras que se reserva para ellos en los cabildos las deci-
siones definitivas sobre recolección de tributo y rotación de labores, es pro-
bable que su falta de alfabetismo los incapacitara para participar en muchos
de los aspectos de un mundo político bicultural y alfabetizado. Es muy
posible que el alfabetismo se insertara como cuña en la alta nobleza, reor-
ganizando los criterios de valor social y capacidad para el ejercicio del
poder local a favor de "yn quimati amad".
Por eso, las "Ordenanzas de Santillán" proponían institucionalizar el
ayuntamiento hispano como sitio y proceso únicos de la actividad política
de la confederación tlaxcalteca. Un aspecto fundamental de este proyecto
es la reglamentación de los medios materiales para la circulación del dis-
90 Martínez y Sernpat (1991), pp. 41-46.
91 Mignolo (1989), p. 69.
92 Ibidem, p. 73.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 559

curso dentro de los cabildos, los cuales incluyen los canales oral y escrito
del lenguaje y tales medios no verbales como la iconografía y el lenguaje
corporal ritualístico cristiano y jurídico. Mientras la organización política
tanto española como nahua compartían una tradición oral bastante des-
arrollada, lo cual facilitó la imposición y acomodación de las formas muni-
cipales hispánicas en Tlaxcala, la introducción de la escritura legal española
en los procesos políticos indígenas debe considerarse como una verdadera
innovación, sin precedentes en la cultura política nahua. El apartado VII de
las ordenanzas manda que:

Se hagan y compren cuatro libros de papel blanco, en el uno de los cuales se


asienten los Cabildos que hicieren y todo lo que en ellos se ordenare y proveyere,
y otro en que se asienten todas las Ordenanzas que esta dicha Ciudad tuviere
confirmadas, y otro en que se asienten todos los privilegios y provisiones yescri-
turas que esta dicha Ciudad tuviere sacados de verbo ad verbum y autoridades,
e otro en que se asienten todos los propios y rentas que esta dicha Ciudad tuvie-
re y por donde se haga cargo y tomen cuenta a los Mayordomos de ella.93

Otro apartado, el XXIII, especifica que ante los escribanos "se hagan y
pasen las compras y ventas y contrataciones, y testamentos [y] entre los cua-
les [escribanos] se puedan hacer y asentar todas las escrituras y contratos
que entre partes se hicieren, y pasar cualesquier autos de importancia que
el dicho Gobernador y Alcaldes hicieren'i.v+ Estos géneros provenientes del
sistema legal español pueden agruparse en tres grandes categorías de acuer-
do con su semejanza con los géneros nahuas prehispánicos. La primera cate-
goría, que incluye las actas de cabildo y los documentos que el ayuntamiento
recibe de las autoridades imperiales (privilegios, provisiones y ordenanzas),
quedaría dentro del género prehispánico de la retórica. Pero este arte del
discurso público no es de los géneros que emplean la comunicación escrita
prehispánica.P> La segunda categoría, que comprende los procesos legales
supervisados por los funcionarios municipales tales como los testamentos,
contrataciones, compras, ventas y autos tampoco corresponde a los géne-
ros prehispánicos que utilizaban la escritura. Estos procesos se realizaban en
ceremonias públicas formales y empleaban fórmulas verbales ritualizadas.
Su legalidad derivaba del carácter de su lenguaje y del hecho de ser atesti-
93 G6mez de SantiJIán (1991 [1545]), p. 214.
94 Ibidem, p. 218.
95 Lockhart (1992), pp. 329-330.
1

560 ESTUDIOS DE CASO

guados por la comunidad. Los géneros tradicionales que empleaban alguna


modalidad de la escritura nahua incluían listas de tributo, catastros, regis-
tros de tenencia individual de bienes raíces (mas no de las ceremonias de
su traspaso), crónicas del altepetl, listas de tlatoque y genealogías nobles,
obras sobre dioses y rituales, y manuales divinatorios.v= Así que sólo la ter-
cera categoría, el registro por escrito de las actividades económicas de la
corporación municipal, tenía un precedente prehispánico.
Dado que el lenguaje oral es un fenómeno sumamente transitorio, su
significado depende casi exclusivamente de la articulación de los aspectos
de su contexto inmediato: las características del lugar y del momento de su
enunciación, la relación social que comparten sus dialogantes y los enun-
ciados precedentes que constituyen el pretexto de su emisión. Cuando un
enunciado oral es representado por medio de la escritura, se eliminan
todos los elementos contextuales que lo identificaban como el producto
cooperativo de la interacción de seres humanos de carne y hueso. La pala-
bra escrita trasciende la muerte del contexto social que le dio origen, yen
dicho acto de independencia se convierte en un objeto aparte.
En las culturas orales, los actos legales cobran su legitimidad a través
de la participación de todos los integrantes de la comunidad política en ritos
formales. Cuando la comunidad se somete a un acuerdo colectivo, ellen-
guaje que codifica el acuerdo es enunciado públicamente para que después,
al aplicarse, evoque en la memoria de los afectados su participación volun-
taria en el acuerdo original. Se supone que en este tipo de vida política
la comunidad rara vez tendría que recurrir a la fuerza para someter a sus
miembros al comportamiento legal. La adopción de la escritura en la vida
política marca un momento en el que en las comunidades grandes el ejercicio
de la política se ha centralizado en una elite, la cual encuentra en la escritu-
ra un instrumento para afianzar su monopolio de poder. Cuando la ley se
codifica en la escritura, se enajena de la actividad colectiva que le dio origen
y es presentada como algo que existe en sí misma, independiente de y sin
necesidad de ratificación de la comunidad política.
Una de las prácticas impuestas en las comunidades indígenas, como
parte del ejercicio de las tareas municipales, era la redacción de las actas de
cabildo. Éstas las produce el sujeto corporativo del ayuntamiento indígena
que registra sus experiencias gubernamentales en su propio idioma, pero
por medio de un sistema de escritura y una serie de convenciones formales

96Ibidem, p. 328.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 561

que no provienen de su repertorio tradicional de formas de comunicación.


El conjunto de convenciones que caracterizan el acta de cabildo, y que la
distinguen de los otros tipos de escritura legal en la cultura política espa-
ñola, pueden conceptualizarse como un "género discursivo". Mijáil Bajtín
afirma que a cada esfera particular de la praxis social le corresponde
un uso especial del lenguaje. Todos los enunciados que circulan dentro de un
contexto social determinado compartirán temas, estilos y estructuras seme-
jantes.?? Bajtín también distingue entre los géneros discursivos primarios y
secundarios: "En el proceso de su formación estos géneros [los secunda-
rios] absorben y reelaboran diversos géneros primarios [simples] constitui-
dos en la comunicación discursiva inmediata. Los géneros primarios que
forman parte de los géneros complejos se transforman dentro de estos últi-
mos y adquieren un carácter especial'l.f" De esta manera, el acta de cabildo
puede considerarse como un género secundario, en tanto incorpora dentro
de sí el material primario de las discusiones capitulares. Ahora, en este pro-
ceso opera el fenómeno de la "estilización", en el que la intención original
del material primario es suprimida en el acto de su apropiación por el género
secundario, el cual le impone una nueva intención, la suya.v? Parte de este
efecto se debe a la tecnología de la escritura alfabética, la cual permite fijar,
conservar y manipular lo dicho por un hablante, independientemente de la
voluntad que éste tuviera en el momento de la emisión verbal original. 100 De
hecho, el acta de cabildo pone a la disposición de los proyectos del Imperio
español el discurso político indígena.
Los colonizadores sabían que la tecnología de la escritura constituía un
instrumento eficiente para controlar y administrar a personas y tierras a
través de la recopilación a distancia de cantidades gigantescas de informa-
ción, y con base en esa información se generan también a distancia leyes
apropiadas al contexto específico. Los letrados-juristas que ocupaban los
puestos del gobierno virreinal eran los administradores de estas tareas.Iv!
Por lo menos en el caso de los ayuntamientos indígenas, parece ser que el
acta de cabildo constituía un instrumento de vigilancia de los agentes
virreinales por la información que contenía sobre la vida política de estas
comunidades. El acta registraba cronológicamente los acuerdos a los que

97 Bubnova (1982), p. 224.


98 Ibidem, p. 250.
99 Bajtín (1971 [1929]), pp. 178-180.
100 Mignolo (J 989), pp. 68-69.
101 lbidem, p. 81.
562 ESTUDIOS DE CASO

habían llegado los integrantes del ayuntamiento. Tanto así que los oficiales
municipales tenían que consultar su libro de actas de cabildo para rastrear
el desarrollo histórico de sus propias decisiones respecto a algún asunto en
especial, y así contar con precedentes en los cuales basar sus últimas reso-
luciones. Por ejemplo, el lunes 9 de marzo de 1545 el ayuntamiento de la
ciudad de México pide al escribano municipal revisar las actas anteriores
para recaudar autos sobre un deudor:

[E] por que sobre este caso hay hecho proceso e ciertos abtos mandaron a mi
diego tristan escribano que so pena del ynteres desta cibdad e de cien pesos de
oro la mitad para la comarca e fisco e la otra mitad para esta cibdad saque e
junte de los libros deste cabildo lo que sobre lo suso dicho a pasado lo qual asy
mismo mandan a miguellopez escribano del cabildo so la dicha pena e que se
le notifique luego e sacado lo den y entreguen al señor alonso del castillo alcal-
de al qual piden lo esecute e haga justicia sobre ello e si no se hiziere cayga a su
culpa e cargo el ynteres desta cibdad. E luego el dicho señor alcalde dixo que
dandole los dichos recabdos esta presto de hazer justicia. 102

Para facilitar la localización de contenidos específicos en este tipo de


tarea de revisión, los mismos escribanos de los ayuntamientos hispánicos
anotaban en el margen de las actas los temas principales de cada cabildo.
Conforme a esta costumbre, las actas de cabildo en Tlaxcala también tie-
nen estas anotaciones en el margen de los documentos, pero mientras que
el acta en sí está redactada en lengua náhuatl, las anotaciones están en
español. Esto quiere decir que en Tlaxcala, los que practicaban con más
frecuencia la revisión de las actas municipales no eran los integrantes del
ayuntamiento indígena, sino los españoles que residían allí. O sea, los frai-
les y el corregidor probablemente utilizaban las actas para recopilar infor-
mación sobre la vida política de la comunidad, con el fin de mejor llevar a
cabo el proyecto multifacético de su hispanización. Es posible que el acta
de cabildo en los municipios hispánicos tuviera una función semejante,
como objeto de la vigilancia imperial; sin embargo, el carácter monolingüe
de sus actas no ofrece ninguna pista al respecto. La evidencia sobre esta
actividad sólo podría provenir de una comunidad indígena donde la admi-
nistración colonial era de carácter bilingüe, lo cual permitía distinguir
fácilmente la escritura municipal de la virreinal.

102 Cabildo de la Ciudad de México (1862 [1543-1553]), p. 85.


ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 563

Ya para el siglo XVI, la autoridad de la Corona española descansaba so-


bre un régimen de derecho.tv- Una de las funciones del acta de cabildo era
la de legitimar esta autoridad imperial. El acta comprobaba, por su forma y
contenidos, que el Imperio estaba funcionando con base en "repúblicas"
municipales administradas libre y activamente por los ciudadanos. Además,
esta base "democrática" de vida municipal incluía tanto a ayuntamientos es-
pañoles como indígenas. La imposición del gobierno municipal aseguraba,
por lo menos según la formalidad de la ley, la existencia de una sociedad
colonial que, aunque heterogénea en su población, estaba caracterizada
por la igualdad jurídica de todos sus habitantes. La escritura del acta de
cabildo, con su registro de fecha, lugar, asistencia y contenidos, constituía
la prueba de este estado de derecho, y el encargado de proporcionar esta
prueba era el escribano.
El acta de cabildo hispánico siempre termina con la frase "Ante mí",
seguido por la firma del escribano. Una de las funciones de este oficial, apar-
te de registrar por escrito el contenido del cabildo, era verificar la autenti-
cidad de este registro; o sea, de garantizar que el lenguaje que integraba el
acta correspondiera a la realidad que pretendía representar. ¿Por qué es
necesaria la existencia de un funcionario con este papel? En la cultura oral,
la validez de un acuerdo comunitario se deriva directamente de la presen-
cia y la participación de los mismos integrantes de la comunidad política
en el proceso de elaboración del acuerdo, como ya se dijo. La función del
escribano sugiere, en cambio, que en el Imperio español del siglo XVI la
autoridad del ayuntamiento ya no se deriva tanto de la comunidad política,
sino de la Corona: el escribano está verificando la autenticidad del acta no
tanto para los usos del ayuntamiento, sino para los del Imperio.
Otra fórmula del acta hispánica ayuda en la comprensión de este pro-
blema. La sección del documento que nombra a los oficiales del ayunta-
miento termina con la frase: "Regidores en esta dicha ciudad por su mages-
tad por presencia de mi diego tris tan escriuano de su magestad y del dicho
cabildo'v'v+ Los regidores, entonces, son sólo delegados de la autoridad
real, los sustitutos periféricos de un rey que reside físicamente en la metró-
poli. Cada vez que estos sustitutos de la Corona se juntan en cabildo, el es-
cribano registra sus actividades en un acta que, a la vez, expresa explícita-
mente el "contrato" por el cual ejercen su autoridad local.
El escribano también administra a los funcionarios capitulares, a tra-
103 Enciso Contreras (1995), pp. 5 Y 12.
104 Cabildo de la Ciudad de México (1862 [1543-1553]), p. 83.
564 ESTUDIOS DE CASO

vés de la escritura, un ritual de sumisión a la autoridad imperial. Después


de cada cabildo, los funcionarios firman el acta. Esta práctica constituye
un proceso de sujeción colonial, que sigue teóricamente el esquema pro-
puesto por Althusser.-P> El funcionario es interpelado por la Corona espa-
ñola como sujeto libre, agente constituyente de su república local. Al firmar
el acta, los funcionarios responden voluntariamente y registran el nombrella
identidad que se le ha conferido. "Confiesa" su subordinación al "sujeto", en
este caso la Corona, que les ha dado su identidad como "sujetos" de repú-
blica, y renuevan este contrato cada vez que firman un acta. La acción se
convierte en un rito de sumisión política administrado por el escribano, y a
su vez en un proceso de construcción de sujetos porque conecta cuerpos
con procesos de significación por medio de prácticas rituales. 106 En este
caso, la práctica ritualizada la constituye el acto de firmar. Por último, el
registro de los acuerdos contenido en el acta no sólo quedará para los usos
del ayuntamiento, sino también fungirá como instrumento de control para
la propia Corona y sus administradores del aparato virreinal.
En la cultura oral, la elaboración de decisiones comunitarias es un pro-
ceso abierto y, así, un acuerdo sigue vigente hasta que las condiciones de
existencia de la comunidad lo rebasan, por lo que, llegado este momento, es
modificado o eliminado. Lo que ya no tiene valor para la vida comunitaria,
los aspectos rebasados de los momentos anteriores del proceso, se relegan al
olvido.J"? Bajtín también ayuda a entender este fenómeno. Toda significa-
ción es cuestión de contexto. Los enunciados orales cobran significación al
contextualizarse verbal y no verbalmente: se relacionan con otros enuncia-
dos concretos y con géneros discursivos; se realizan en una situación dialó-
gica entre personas organizadas socialmente.tv'' Este contexto del enuncia-
do es entonces la situación amplia y siempre cambiante de la comunidad
en su lucha por sobrevivir. Por ende, la significación de los enunciados
siempre se actualizará de acuerdo con las necesidades de la comunidad y
con las características del momento de lucha por las que se vive. El acta de
cabildo, como instrumento de la cultura escrita, apropia este proceso conti-
nuo de elaboración de acuerdos comunitarios y lo descompone en momen-
tos aislados entre sí. Luego asigna a cada uno de estos momentos una iden-
tidad única por medio de su lugar y fecha correspondiente, casi como si lo

105 Althusser (1974), p. 136.


106 lbidem, pp. 126-129; Pécheux (1983), p. 33.
107 Ong (1987), p. 52.
108 Bajtín, en Voloshinov (1992 [1929]), pp. 31-50.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 565

estuviera localizando con relación a los dos ejes de un plano cartesiano.


Este fenómeno es bastante parecido a lo que sucede con la reorganización
espacial de las comunidades indígenas en los procesos de congregación. La
imposición del plano aparrillado en el diseño físico de los nuevos munici-
pios distribuye e individualiza las poblaciones indígenas, constituyendo así
un instrumento racionalizado de violación del espacio tradicional. El ejem-
plo del acta de cabildo demuestra que se utiliza un esquema semejante para
organizar los procesos discursivos de las mismas comunidades.
La clave de la interpretación de este fenómeno está en la función de la
escritura dentro del aparato administrativo del Imperio español o, por lo
menos, la función que ese aparato pretendía que tuviera. El Imperio espa-
ñol, como los estados europeos, sufre un cambio de orientación a mediados
del siglo XVI. SUjurisdicción se extiende primero, como quien dice, hacia
adentro, a incluir todos los aspectos de la conducta social de los ciuda-
danos, 109 y segundo, hacia afuera a las poblaciones colonizadas. La enorme
cantidad de individuos y grupos que deben ser investigados, y la igualmen-
te enorme cantidad de información que debe recogerse con el fin de admi-
nistrar su conducta, requieren, para no perderse en un mar de datos, de un
sistema eficiente de catalogación. Así, tanto la traza de las calles del muni-
cipio como el análisis e identificación de los momentos de su discurso polí-
tico constituyen facetas de un intento de insertar en el seno de las comuni-
dades la siguiente dialéctica: la organización de los individuos y de sus
conductas facilitará la recopilación de información acerca de ellos; la reco-
pilación de información sobre los individuos y sus conductas conducirá
a mejores esquemas para organizados y administrados. El problema es que
el discurso político indígena, en su forma tradicional, no se presta a este
fin. Como se explicó ya, el acuerdo político en la cultura oral es de carácter
abierto: se encuentra siempre en un tiempo presente de eterna y constante
actualización. Para poder utilizar este material, el Imperio español necesi-
ta una unidad de significado con el cual pueda "dialogar". Bajtín explica
que una de las características del enunciado es su expresión de una unidad
completa de significado: es un tema agotado en el contexto espacio-tempo-
ral de su expresión y, por ende, "contestable.tt? El discurso político indígena,
con su dinámica de la cultura oral, no ofrece enunciados contestables en
este sentido. Los españoles, entonces, restructuran este discurso tradicional
con un procedimiento doble. Primero, las "Ordenanzas de Santillán" impo-
109 Macdonell (1986), p. 109; Robinow (1986), pp. 15-18; Soja (1989), p. 63.
110 Bajtín, en Bubnova (1982), p. 229.
566 ESTUDIOS DE CASO

nen un esquema temporal estricto a los cabildos: "Iten ordenó y mandó que
todos los Alcaldes y Regidores de esta dicha Ciudad hagan Cabildo dos días
de cada semana, los cuales sean lunes y viernes" .111 Este esquema efectúa
una disciplina de asistencia que redefine el ejercicio del discurso político
como una conducta caracterizada por la clausura, la uniformidad y la repe-
tición. Foucault incluye la regularización de las actividades en el tiempo
entre las tecnologías de disciplina que contribuyen a la formación de los
sujetos.U? Segundo, las discusiones capitulares son apropiadas por el acta
de cabildo. Este género discursivo secundario incorpora dentro de sí mate-
rial oral y lo transforma en enunciado. En otras palabras, le da un principio
y un fin, convirtiéndolo así en una unidad significativa. Al mismo tiempo
conserva materialmente, por medio de la escritura, las formas lingüísticas
del cabildo después de la muerte del contexto no verbal de su emisión. La
información que requiere la Corona para la administración de sus domi-
nios ahora está estructurada en unidades manejables, tanto por su contes-
tabilidad como por su capacidad de transmitir contenidos a través de gran-
des distancias.
En un cabildo, los integrantes del ayuntamiento se reúnen para discutir
y, con base en las aportaciones de cada individuo, tratan de llegar a un
acuerdo, el cual servirá para regir talo cual aspecto de la vida municipal. El
acta de cabildo español y el nahua difieren mucho en su manera de repre-
sentar este fenómeno. El acta española nunca incluye el proceso de aporta-
ciones individuales que llevan al acuerdo, sino lo reduce a las frases: "plati-
caron y mandaron", "platicaron y proueyereon", "acordaron y mandaron"
y "platicaron y acordaron" .113 Dice también que hubo una discusión, pero
sólo registra por escrito el contenido del acuerdo. Las pocas veces que se
cita algo dicho por uno de los oficiales siempre es narrado por la voz del
escribano en tercera persona. La versión del escribano se destaca por su
intención de neutralidad u objetividad, como si quisiera establecer una
división tajante entre los hechos sucedido s y el mundo de las convivencias
de los agentes humanos de carne y hueso. Esta descontextualización cosi-
fica las "leyes" locales establecidas a través de los acuerdos capitulares,
transformándolas en "la ley". Las separa de su origen en el consentimiento
de la "república" y permite que se apliquen a la comunidad como una auto-
ridad objetiva, legítima en sí misma. El acta de cabildo indígena, en cam-

111 Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 214.


112 Foucault, en Macdonell (1986), pp. 102-103 Y 107-109.
113 Cabildo de la Ciudad de México (1862 [1543-1553]), pp. 84-85.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 567

bio, no lleva a cabo esta descontextualización del discurso, al igual que


para Guaman Poma la historia no consiste en "lo que sucedió", sino en "lo
que nos sucedió a nosotros" .114 Este fenómeno se debe a la psicodinámica
de las culturas orales. La capacidad limitada de manejo de información, que
caracteriza la actividad mental del ser humano en cualquier momento, obs-
taculiza en las culturas orales el desarrollo de categorías analíticas comple-
jas. Por ende, los miembros de estas comunidades "deben conceptualizar y
expresar en forma verbal todos sus conocimientos, con referencia más o
menos estrecha con el mundo vital humano'U t> Desde el principio, la escri-
tura alfabética en náhuatl desempeñó el papel de complemento del compo-
nente oral de los géneros discursivos precolombinos. Por eso, aun en aque-
llos documentos que más claramente se apegan a las convenciones de los
géneros españoles se manifiestan muchos aspectos de la oralidad original. 116
La actividad del escribano cosifica el lenguaje político, transformán-
dolo y encerrándolo en el acta de cabildo. Pero el proceso de cosificación
no termina aquí, sino que continúa con otra serie de encierros, ahora de la
propia acta de cabildo. Primero, se supone que el acta es encuadernada en
un libro, aunque de hecho esto no es precisamente lo que sucede. El apar-
tado VII de las ordenanzas manda que "se hagan y compren cuatro libros de
papel blanco, en el uno de los cuales se asienten los Cabildos'U!? El libro,
como instrumento de encierro y objeto cosificado en sí, preexiste al acta
y constituye la precondición de su función transformadora del lenguaje oral
del cabildo. Segundo, este libro será encerrado en un archivo bajo llave. El
apartado VI de las ordenanzas manda que "se haga un Archivo con cinco
llaves, donde se pongan todos los privilegios, provisiones, cédulas y escri-
turas, y todas las otras cosas tocantes a la dicha ciudad y donde se pongan
todos los libros del dicho Cabildo't.t-" Tercero, este archivo deberá estar
guardado, también bajo llave, en un aposento especial. El apartado I de las
ordenanzas estipula que aparte de la sala de cabildos se haga "otro aposen-
to con su puerta y llave donde está el Archivo y Arcas que esta Ciudad tuvie-
re, en que se guarden los privilegios y Escrituras y todas las otras cosas que
la dicha Ciudad tuviere" .119 Hay que señalar aquí que este aposento es para
guardar todas las cosas que tiene el ayuntamiento. El lenguaje político del
114 Adorno (1986), p. 39.
115 Ong (1987), p. 48.
116 Lockhart (1992), p. 364.

117 Gómez de Santillán (1991 [1545]), p. 214.


118Ibidem, p. 213.
119 Ibidem, p. 212.
568 ESTUDIOS DE CASO

ayuntamiento hispánico ha llegado a tal grado de cosificación que puede


identificarse con y tratarse como todas las otras posesiones materiales
del municipio. De aquí, los pasos de encierro restantes son los mismos que
caracterizan la dinámica del lenguaje oral. Cuarto, el aposento está dentro
de la casa de cabildo, único espacio legítimo del ejercicio de las actividades
gubernamentales. Y quinto, la casa está construida en la ciudad de Tlaxcala,
cabecera municipal fundada por los españoles como centro de congrega-
ción de la alta nobleza y, por ende, como núcleo de la administración gu-
bernamental de la provincia. Así que tenemos un superproceso de encierro
del lenguaje político en Tlaxcala a múltiples niveles, el cual funciona para
cosificar este lenguaje y, así, sincronizarlo con el derecho español.
Existen otras prácticas asociadas con el manejo municipal de los docu-
mentos administrativos, las cuales enfatizan aún más el alto nivel de cosifi-
cación del lenguaje escrito que se impone en el ayuntamiento tlaxcalteca.
Un ejemplo es el proceso para sacar o meter documentos en el archivo
municipal. El apartado VI de las ordenanzas estipula que este archivo debe
tener cinco llaves, las cuales:

[T]enga la una, el dicho Gobernador; y las otras cuatro, los cuatro Caciques
Gobernadores de esta dicha Ciudad, que son: el de la Cabecera de Ocotelulco, y
el de Tizatlán, y el de Quiahuixtlán, y el de Tepetiquepaque, los cuales todos se
junten cuando se hubieren de meter o sacar cosa alguna del dicho Archivo, y por
aviso de un escribano del dicho Cabildo la abran y metan o saquen lo que así hu-
bieren de sacar o meter en el dicho Archivo y el dicho Escribano lo asiente.V?

En "Ideología y aparatos ideológicos del Estado", Louis Althusser afir-


ma que las personas llegamos a ser sujetos a través de la práctica incesante
de actos insertos en prácticas rituales dentro de las instituciones sociales
que funcionan como aparatos ideológicos del Estado.t-! La imposición del
modelo municipal hispánico en Tlaxcala debe interpretarse como la insti-
tución de un aparato ideológico del Estado español cuya función es la de
construir sujetos coloniales. Las ordenanzas prescriben una serie de prác-
ticas ritualizadas, como la ceremonia del archivo, que regirían las conductas
cotidianas corporales y lingüísticas de los iniciados, aquellos integrantes de
la nobleza tlaxcalteca que van a asumir la nueva identidad de oficiales mu-
nicipales. Cada vez que un individuo de carne y hueso realiza una de estas
120 Ibidem, p. 213.
121 Althusser (1974), pp. 126-129.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 569

prescripciones en un acto concreto, participa en su propia sujeción ideoló-


gica. Las actas de cabildo de Tlaxcala registran casos específicos de estos
actos concretos. Por ejemplo, en el caso del archivo:

En la leal ciudad de Tlaxcala a XIII 1131 días del mes de enero de mil quinientos
cuarenta y ocho años. Nosotros, el gobernador, alcaldes y regidores, nos reuni-
mos en este cabildo porque abrimos el "baúl" Iquapetlacalli/ todos nosotros que
tenemos llave tomamos dos documentos en presencia de testigos Visto por mí
Fabián Rodríguez escribano del cabildo. Para confirmar lo hecho, aquí pusi-
mos nuestros nombres y firmamos ... 122

Otro ejemplo en las actas de cabildo trata de la recepción, en el cabildo,


de las cédulas reales. La Corona española pretendía centralizar en sí misma
la administración política y judicial de todos sus municipios. Para asegurar
estas relaciones de subordinación transmitía órdenes de la metrópoli y
recogía información de los ayuntamientos, todo por escrito. Al emitirse una
cédula, una provisión o una serie de ordenanzas, la voluntad del rey se cosi-
ficaba en la escritura. Tan cosificada era que cuando el ayuntamiento recibía
este tipo de documento, cada uno de los funcionarios debía besado y luego
colocado encima de su cabeza, como señal de sumisión a la voluntad real. 123
Este discurso no verbal de la cultura política española se impuso también en
los cabildos nahuas. Por ejemplo, el 13 de octubre de 1562 el ayuntamiento
de Tlaxcala realiza la práctica ritual de recepción de un documento (en este
caso, una provisión real) que manda el rey: "niman contennamique yuan
imicpac quimanque, [luego la besaron y sobre /sus cabezas/ la colocaron]". 124

EL ESPACIO CARCELARIO

El siglo XVI inicia y termina con periodos de represión física en Tlaxcala.


Sin embargo, el periodo intermedio, que comprende desde la cuarta hasta
aproximadamente la antepenúltima década, se caracteriza generalmente
122 "En la leal ciudad de Tlaxcalan XIII dias mes de henero de mill e quinientos e quarenta

e ocho años yn tehuan governador alcaldes yuan regidores yn nican cabildo timocentlallique
ypampa tictlapoque in quapetlacalli yn tizquime ticpiya tlatlapoloni ... ontetl ticanque amatl ...
yn imixpan testigos ... nispan niquittac Fabian Rodrigues escrivano cabildo ynic nelli mochihu
nican tictlalli~ue tomachiyo totoca ... "; Celestino, Valencia y Medina (1985), párrafo /47/.
123 Moore (1954), p. 202.

124 Celestino, Valencia y Medina (1985), párrafo /784/.


570 ESTUDIOS DE CASO

por la tranquilidad política. Durante esta etapa, la represión física se limita


básicamente al castigo de individuos delincuentes; y aun así, las "Ordenan-
zas de Santillán" prescriben el encierro carcelario como medida auxiliar en
la construcción del gobierno municipal en Tlaxcala.
La conquista española de Tlaxcala se llevó a cabo entre el 3 y el 23 de
septiembre de 1519. De allí en adelante, los dos grupos se convirtieron en
aliados militares y las fricciones políticas entre ellos se minimizaron.t->
Luego, entre 1527 y 1530 se llevó a cabo la conversión masiva de la pobla-
ción tlaxcalteca al catolicismo. Este proceso, extremadamente violento, se
caracterizó por la aplicación de la pena de muerte a aquellos nobles que o
negaban convertirse o reincidían en la idolatría, lo cual servía de ejemplo al
resto de la población de la provincia. 126 La segunda mitad del siglo XVI se
caracterizó por un cambio ideológico en la política de la Corona respecto a
la población americana: "Lo útil para la Real Hacienda se identificó con lo
justo para los indios, en el supuesto de que la mayor explotación económi-
ca favorecía su cristianizacíón't.P? Esta nueva ideología se aplica en dos
etapas. De 1556 a 1568 se propone aumentar los ingresos de la Real Hacien-
da estimulando la producción de metales preciosos, aumentando el tributo
en las encomiendas realengas y reduciendo los gastos monetarios estatales.
A partir de 1568 se intensifica esta tendencia fomentando la producción de
plata; favoreciendo el acceso de los agricultores y ganaderos españoles a las
tierras indígenas; creando una oferta de trabajo con el método del reparti-
miento; perfeccionando el cobro de los distintos tipos de impuestos reales,
y atacando a las órdenes religiosas por su oposición a estas medidas y a la
ideología que las inspiraba. 128 En gran parte, Tlaxcala pudo hacer valer sus
privilegios para salvarse de los estragos que ocasionaron estas medidas en
las comunidades indígenas de la Nueva España, aunque los miembros del
ayuntamiento sí fueron encarcelados por un corto periodo de tiempo en 1573
para obligados a enviar trabajadores a la región de Atlixco.P? Sin embargo,
no es hasta fines de dicho siglo cuando la mano fuerte del aparato represivo
virreinal cae con todo su peso en Tlaxcala, rompiendo así con casi 80 años
de relaciones caracterizadas por procesos de negociación discursiva. Du-
rante el periodo de gobierno del virrey Velasco el Joven inicia la "Guerra del

125 Martínez y Sempat (1991), pp. 13-38.


126 Ibidem, pp. 44-46.
127 Ibidem, pp. 94-95.
128 Idem.

129 Ibidem, p. 104.


ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 571

Tostón" en Tlaxcala. Felipe II conspira para aplicar otro tributo a las comu-
nidades indígenas bajo el nombre engañoso de "servicio". Técnicamente, el
"servicio" es un donativo voluntario que ofrecen los vasallos por un tiempo
limitado en un momento de dificultad para la Corona.O? En realidad, lo
que se trataba de hacer era aumentar de manera permanente los ingresos
reales destinables a las guerras en Europa y la defensa del comercio maríti-
mo. Como Tlaxcala tenía muchos privilegios que la protegían de este tipo
de tributo, y la experiencia legal para hacerla s valer, el virrey emprendió
una estrategia de cuatro puntos para obligar a la provincia a pagar: 1) no
informar a Tlaxcala que estaba expresamente incluida en la cédula real que
pedía la aplicación del "servicio"; 2) buscar el apoyo de los religiosos; 3)
poner a un gobernador español en Tlaxcala que agradara a la nobleza para
irla encaminando, y 4) apelar al honor y reputación del cabildo, como
hidalgos y caballeros, a cumplir con sus obligaciones en su papel de integran-
tes de la nobleza imperial. El ayuntamiento tlaxcalteca, deseoso de mante-
ner el estatus especial que distinguía a la provincia de los otros pueblos
"pecheras", decide sólo pagar el servicio por los dos años originalmente soli-
citados en la cédula real. En 1594 suspende su participación en el servicio,
y empieza un proceso de pagos parciales y apelaciones ante la Audiencia.
El siglo, caracterizado mayormente por el predominio del diálogo en las
relaciones entre españoles y tlaxcaltecas, terminó tajantemente en 1599
cuando los integrantes del ayuntamiento tlaxcalteca fueron encarcelados, y
muchos de los propios de la ciudad embargados y luego vendidos para sol-
ventar los años de servicio atrasados.
Durante la mayor parte del siglo XVI, la aplicación de la represión física.
en Tlaxcala se limita al caso de aquellos individuos que violan las leyes
establecidas por los agentes del Imperio español y el ayuntamiento indíge-
na. De acuerdo con Foucault, un aspecto importante de las tecnologías de
disciplina, que integran el proceso de formación de sujetos, es la identifica-
ción y exclusión de aquellos individuos que no se conforman a la identidad
asignada por el proceso de interpelación ideológica.P! En Tlaxcala, la cár-
cel es el instrumento especificado por las ordenanzas para aquellos que se
resistan a esta identificación y exclusión.t V Según Gutiérrez, la cárcel

J30Ibidem, pp. 111-112.


J3J Foucault, en Macdonell (1986), pp. 102-103 Y 107-109

132 La cárcel no es el único instrumento de identificación y exclusión de los "delincuentes"

en Tlaxcala. El acta de cabildo del 4 de noviembre de 1547 establece cuotas para la renta de
mano de obra de las personas que han sido arrestados por ebriedad. De tal manera, los infrac-
572 ESTUDIOS DE CASO

municipal hispanoamericana de la época colonial distribuye espacialmente


a los infractores según tres criterios: el grado del delito, la clase social del
infractor y su género sexual.P> El apartado xx de las "Ordenanzas de Santi-
llán" respeta esta tipicidad cuando manda hacer "prisiones y cárcel" para la
provincia de Tlaxcala:

Iten ordenó y mandó que porque en esta dicha Ciudad no hay Cárcel conve-
niente, ni prisiones y de todo hay mucha necesidad, que luego a costa de pro-
pios, se haga una Cárcel junto a la Casa Pública, en los aposentos que allí tiene
esta dicha Ciudad, la cual dicha Cárcel tenga aposentos fuertes, en que se pon-
gan los delincuentes que estuvieren presos por delitos graves, y aposentos a
donde se pongan los que estuvieren presos por menos delitos, y otros aposentos
separados donde se pongan las Personas Principales, y otros aposentos donde
se pongan las Mujeres.t >'

La cárcel, en la mayoría de los casos, es el espacio donde el municipio,


como articulación local del Estado imperial, ejerce la función estatal del
aparato de represión en contra de aquellos individuos que transgreden las
leyes y para quienes no ha bastado la influencia indirecta de los aparatos
ideológicos del mismo Estado. Sin embargo, en el caso de Tlaxcala, la cárcel
desempeña también una función disciplinaria en el proceso de la construc-
ción institucional del ayuntamiento. Las "Ordenanzas de Santillán" prescri-
ben castigos desde un encierro de 10 días hasta 30, en relación con cinco de
sus apartados. Todos ellos tienen que ver con los cabildos; o sea, con el fun-
cionamiento del ayuntamiento como productor del discurso político. Los
primeros cuatro casos están relacionados con el control directo del cuerpo
de personas que integran el cabildo. El apartado IX prescribe un encarcela-
miento de 1O días para los que falten a un cabildo "no estando legítima-
mente impedidos". El apartado X establece una pena de 30 días para aque-
llos que participen en cabildos privados; o sea, "sin estar todos los dichos
Oficiales juntos". El apartado XI también castiga con 30 días a aquellos que
participan en un cabildo "sin estar presente el Corregidor o Gobernador,
estando en esta dicha Ciudad, o sin su licencia". El apartado XII impone 10
días de cárcel a aquel que salga de un cabildo "sin licencia del que en él pre-

tores a las nuevas reglas sobre el consumo de alcohol se convierten durante el periodo de su
castigo en mercancía circulante dentro de la provincia.
133 Gutiérrez (1990), pp. 18-19. \
134 Gómez de Santillán (1991 [1545]), pp. 217-218.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 573

sidiere'U-> Cada uno de estos cuatro apartados tiene el propósito de asegu-


rar la integridad del cuerpo colectivo de oficiales que, con su lenguaje oral,
realizan los cabildos. El quinto caso es el del apartado XIII de las ordenan-
zas y manda que el escribano debe asentar en el acta de cabildo "todas las
personas que se hallaren en el Cabildo", e impone un castigo con 1Odías de
cárcel a aquel que omita "la relación de los que no se hallaren en él y de la
causa porque no se hallaron" .136 Mientras los primeros cuatro apartados se
enfocan directamente sobre los cuerpos de los elaboradores del discurso
político oral para asegurar la integridad de su corporación, el apartado v se
centra en el cuerpo del agente de la Corona encargado de elaborar el instru-
mento escrito de vigilancia de esta corporación.
Durante el transcurso de esta investigación he procurado demostrar
que el propósito de la imposición española del ayuntamiento es el de regu-
lar el ejercicio del discurso político de los funcionarios indígenas. La nueva
institución intenta lograr su fin inscribiendo las actividades discursivas del
ayuntamiento dentro de una organización estricta de espacios internos. En
la sala de cabildos donde se efectúan las discusiones municipales, se realiza
un proceso complejo de interpelación ideológica que incluye un mapa
didáctico de la inserción de Tlaxcala en el cosmos hispano-católico, el cual a
su vez se vincula a la distribución jerárquica de los funcionarios capitulares
a través de las prácticas de la genuflexión y la oración. El conjunto de estas
actividades está supervisado por la perspectiva abarcadora del escribano. El
escribano continúa este proceso de regulación con la elaboración del acta de
cabildo, la cual incorpora en sí el discurso oral de las discusiones capitulares
y lo refuncionaliza para el uso de los intereses imperiales. Este acto cosifi-
cante que enajena el discurso político indígena de sus productores se acen-
túa con el sometimiento de la escritura capitular a una serie de encierros
jerárquicos, los cuales también están vinculados a otras prácticas ritualiza-
das. El espacio carcelario del ayuntamiento completa el intento español de
construcción de sujetos discursivos dóciles y obedientes en Tlaxcala, como
instrumento para identificar y excluir a aquellos funcionarios que no siguen
fielmente las reglas dictadas en las ordenanzas.

\
135lbidem, pp. 214-215.
136lbidem, p. 215.
574 ESTUDIOS DE CASO

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Adorno, Rolena (1986), Guaman Poma: Writing and Resistance in Colonial Peru,
Latin American Monographs, núm. 68, University of Texas Press, Austin.
Althusser, Louis (1974), "Ideología y aparatos ideológicos del Estado", en La filoso-
fía como arma de la revolución, 6a edición, traducción de Oscar del Barco, Enri-
que Román y Oscar 1. Molina, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 4, Edicio-
nes Pasado y Presente, México, pp. 97-14l.
Angulo Íñiguez, Diego (1969), Historia del arte, 2 t., Distribuidor EISA, Madrid.
Bajtín M. M. (1982), "El problema de los géneros discursivos", Estética de la crea-
ción verbal, traducción de Tatiana Bubnova, Colección Lingüística y Teoría
Literaria, Siglo XXI Editores, México, pp. 248-293.
-- (1971 [1929]), "Discourse Typology in Prose", en Ladislav Matejka y Krystyna
Pomorska (comps.), Readings in Russian Poetics: Formalist and Structuralist
Views, The MIT Press, Cambridge, pp. 176-196.
Beckwith, John (1979 [1970]), Early Christian and Byzantine Art, The Pelican His-
tory of Art Series, Penguin Books, Gran Bretaña.
Bernal García, María Elena (1997), "Frorn Mountain to Toponym in the Historia
Tolteca-Chichimeca", en Mary H. Preuss (cornp.), Messages and Meanings:
Papers from the Twelfth Annual Symposium, Latin American Indian Literatures
AssociationlAsociación de Literaturas Indígenas Latinoamericana, Labyrinthos
Press, Lancaster, California, pp. 85-102.
Brilliant, Richard (1985), Visual Narratives: Storytelling in Etruscan and Roman Art,
Cornell University Press, Ithaca y Londres.
Bubnova, Tatiana (1982), "El texto literario, producto de interacción verbal: Teoría
del enunciado en M. Bajtín", Acta Poética, núm. 4, pp. 215-233.
Cabildo de la Ciudad de México (1862 [1543-1553]), Quinto libro de las actas de la
ciudad de México, paleografía de Antonio Espinosa de los Monteros, Editorial
del Municipio Libro, México.
Celestino Solís, Eustaquio, Armando Valencia R., y Constantino Medina Lima
(1985), Actas de Cabildo de Tlaxcala: 1547-1567, Archivo General de la Nación,
México, Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, Tlaxcala.
Danet, Brenda (1985), "Legal Discourse", en Teun Van Dijk (comp.), Handbook of
Discourse Analysis, t. 1,4 t., Academic Press, Londres, pp. 273-289.
Duranti, Alessandro (1985), "Sociocultural dimensions of discourse", en Teun Van
Dijk (comp.), Handbook of Discourse Analysis, t. 1, 4 t., Academic Press, Lon-
dres, pp. 193-230.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 575

Elliot, J. H. (1963), Imperial Spain: 1449-1716, Meridian, Nueva York.


Enciso Contreras , José (1995), "Repúblicas de españoles en la Nueva Galicia en el
siglo XVI", Vínculo Jurídico, 22, pp. 4-13.
Farris, Nancy M. (1984), Maya Society Under Colonial Rule: The Collective Enterprise
of Survival, Princeton University Press.
Gornbrich, E. H. (1983), "Estudios sobre el arte del Renacimiento", en Imágenes
simbólicas, 4 t., núm. 4, Colección Alianza Forma, Alianza, Madrid.
Gómez de Santillán (1991 [1545]), "Ordenanzas del licenciado Gómez de Santillán
para el gobierno y regimiento de la República, el3 de marzo de 1545", en Car-
los Sempat Assadourian y Andrea Martínez Baracs (comps.), Tlaxcala: Textos de
su historia; siglo XVI, Gobierno del Estado de Tlaxcala-Conaculta, México, pp.
210-221.
Gutiérrez, Ramón (1990), "Los edificios de cabildos y ayuntamientos en Iberoamé-
rica", en Cabildos y ayuntamientos en América, Tilde Editores, México, pp. 17-19.
Ingham, John (1986), Mary, Michael and Lucifer: Folk Catholicism in Central Mexico,
University of Texas Press, Austin.
Jara, René, y Nicholas Spadaccini (1989), "Allegorizing the New World, 1492-
1992: RelDiscovering Colonial Writing", en René Jara y Nicholas Spadaccini
(cornps.), Hispanic Issues, núm. 4, University of Minnesota Press, Minneapolis,
pp. 9-50.
Kitzinger, Ernst (1964), Early Medieval Art, Indiana University Press, Bloomington.
Konetzke, Richard (1953), Colección de documentos para la historia de la formación
social de Hispanoamérica: 1493-1810, vol. I (1493-1592), Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Madrid.
Lewis, Charlton T. (comp.) (1879), A Latin Dictionary Founded on the Andrews' Edi-
tion of Freunds' Latin Dictionary, Clarendon Press, Oxford.
Lockhart, James (comp.) (1992), The Nahuas after the Conquest: A Social and Cultu-
ral History of the Indians of Central México, Sixteenth Through Eighteenth Centu-
ries, Stanford University Press, Stanford.
-- (1993) We People Here: Nahuatl Accounts ofthe Conquest of Mexico, núm. 1,
Repertorium Columbianum, University of California Press, Berkeley.
Lockhart, James, Frances Berdan, y Arthur J. O. Anderson (comp.) (1986), The Tlax-
calan Actas: A Compendium of the Records of the Cabildo of Tlaxcala (1545-
1627), University of Utah Press, Salt Lake City.
Macdonell, Diane (1986), Theories of Discourse: An Introduction, Blackwell, Oxford.
Martínez Baracs, Andrea, y Carlos Sempat Assadourian (1991), Tlaxcala: Una histo-
ria compartida; siglo XVI, Gobierno del Estado de Tlaxcala-Conaculta, México.
Mignolo, Walter (1989), "Literacy and Colonization: The New World Experience.
576 ESTUDIOS DE CASO

1492-1992: Re/Discovering Colonial Writing", en René Jara y Nicholas Spadac-


cini (comps.), Hispanic Issues, núm. 4, University of Minnesota Press, Minnea-
polis, pp. 51-96.
Molina, fray Alonso de (1977 [1555-1571]), "Vocabvlario en lengva mexicana y cas-
tellana, compuefto por el muy Reuerendo Padre Fray Alonfo de Molina, dela
Orden del bienaventurado nueftro Padre fant Francifco. Dirigido al mvy exce-
lente señor Don Martin Enriquez, Viforrey defta nueua Ej'paña", en Vocabula-
rio en lengua castellana y mexicana y mexicana y castellana, núm. 44, Editorial
POITÚa,Biblioteca POITÚa,México.
Moore, John Preston (1954), The Cabildo in Perú Under the Hapsburgs: A Study in
the Origins and Powers of the Town Council in the Viceroyalty of Perú, 1530-1700,
Duke University Press, Durham.
Ong, Walter J. (1987), Oralidad y escritura, traducción de Angélica Scherp, FCE,
México.
Parry, J. H. (1972), "The Spirit of the Age of Reconnaissance", en Norman F. Cantor
y Michael S. Werthman (comps.), Renaissance, Reformation, and Absolutism:
1450-1650, 2a edición, Thomas Y. Crowell Company, Nueva York, pp. 59-92.
Pécheux, Michel (1982), Language, Semantics, and Ideology: Stating the Obvious,
traducción de Harbans Nagpal, The Macmillan Press, Londres.
-- (1983), "Ideology: Fortress or Paradoxical Space", en Sakari Hanninen y Leena
Paldán (comps.), Rethinking Ideology: A Marxist Debate, International General,
Nueva York.
Rabinow, Paul (1984), The Foucalt Reader, Pantheon Books, Nueva York.
Reina, Casiodoro de (comp.) (1960 [1569]), Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamen-
to. Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), revisada por Cipriano de Vale-
ra (1602); otras revisiones: 1862, 1909 y 1960, con referencias, Sociedad Bíblica
Americana, Nueva York.
Revilla, Federico (1990), Diccionario de iconografía, Cátedra, Madrid.
Smith Pierce, James (1977 [1968]), From Abacus to Zeus: A Handbook of Art History,
Prentice-Hall, Englewood Cliffs, Nueva Jersey.
Soja, Edward W. (1989), Postmodern Geographies: The Reassertion of Space in Criti-
cal Social Theory, Verso, Londres.
Spurr, David (1993), The Rhetoric of Empire: Colonial Discourse in Journalism, Tra-
vel Writing, and Imperial Administration, Duke University Press, Durham.
Taggart, James M. (1983), Nahuat Myth and Social Structure, The Texas PanAmeri-
can Series, University of Texas Press, Austin.
Thompson, Mary Lee (1960), "The Monumental and Literary Evidence of Program-
matic Painting in Antiquity", Marsyas, 9, pp. 36-77.
ESPACIO, LENGUAJE Y SUJECIÓN IDEOLÓGICA 577

Toussaint, Manuel (1965), Pintura colonial en México, Xavier Moyssén (comp.), Ins-
tituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México.
Voloshinov, Valentín (1992 [1929]), El marxismo y la filosofía del lenguaje, traduc-
ción de Tatiana Bubnova, Alianza, núm. 740, Colección Alianza Universidad,
Madrid.
ACERCA DE LOS AUTORES

MARÍAELENABERNALGARCíA cursó los estudios de licenciatura, maestría y


doctorado en historia del arte mesoamericano en las universidades de Ari-
zona y Texas, con subespecializaciones en antropología cultural y lingüísti-
ca. Actualmente es profesora titular en la Universidad Autónoma del Esta-
do de Morelos. El tema base de su investigación se enfoca en el proceso
estético y conceptual a través del cual cobra forma el espacio, el paisaje y la
ciudad en Mesoamérica.

FEDERICO FERNÁNDEZ CHRISTLIEB es licenciado en geografía, maestro en his-


toria por la UNAM y doctor en geografía por la Sorbona de París. También
realizó estudios en el Instituto Superior de Arquitectura La-Cambre de Bru-
selas y en el University College de Londres. Es profesor en las facultades de
Arquitectura y Filosofía y Letras de la UNAM e investigador en el Instituto
de Geografía de la misma universidad. Su principal línea de investigación
es la geografía cultural.

ÁNGELJULIÁNGARCÍA ZAMBRANO es doctor en historia del arte por la Univer-


sidad de Nuevo México. El foco de sus investigaciones gravita en torno a la
cognitividad del paisaje fundacional mesoamericano. Para ello, obtuvo el
apoyo de las fundaciones Guggenheim y Fulbright. También ha sido asesor
de proyectos de la UNESCOy National Endowment for the Humanities.
Actualmente es profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad
Autónoma del Estado de Morelos.

GUSTAVO G. GARZA MERODIO es investigador del Instituto de Geografía de la


UNAM. Se doctoró en geografía por la Universidad de Barcelona y sus princi-
pales líneas de investigación son la geografía y climatología históricas y los
estudios paleoambientales y de geografía cultural.

MARCELO RAMÍREZRUIZes doctor en historia por la UNAM y profesor en la


Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Ha publicado una
serie de artículos sobre la geografía histórica de la Nueva España. Es
579
580 ACERCADELOSAUTORES

miembro asociado del Seminario de Cultura Mexicana e integrante del Sis-


tema Nacional de Investigadores.

JOHNSULLIVAN es maestro normalista y doctor en letras por la Universidad


de California. Labora como profesor en la Universidad Autónoma de Zaca-
tecas y es director del Instituto de Docencia e Investigación Etnológica de
Zacatecas, a.e. Como especialista en lengua y cultura nahua, trabaja por
un lado con documentos antiguos en náhuatl del occidente de México, y
por otro con estudiantes universitarios nativohablantes del náhuatl en
Zacatecas.

LORENZOV ÁZQUEZSELEMes licenciado y maestro en geografía por la UNAMy


doctor en geografía por la Universidad Estatal de Arizona. Es investigador
del Instituto de Geografía de la UNAM,especializado en geomorfología. Sus
investigaciones se han enfocado en la historia glacial de las montañas del
centro de México y' en problemas de erosión de suelos.

GABRIELA WIENERCASTILLO es arquitecta paisajista, maestra en arquitectura


e investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado de la
Facultad de Arquitectura de la UNAM.SUS líneas de investigación abordan el
estudio del espacio abierto urbano público. Forma parte del proyecto de
"Historia de la arquitectura y el urbanismo mexicanos", entre otros .

Este libro se terminóde imprimir en diciembrede 2006en los talleresde Impresora y Encua-
dernadora Progreso, S. A.de C. V. (IEPSA), CalzoSan Lorenzo, 244;09830México,D. F. En
su tipografía, parada en el Departamento de Integración Digitaldel FCE, se utilizaron tipos
NewAsterde 12, 10:13,9:13y 8:10puntos. La ediciónconsta de 1500ejemplaresen rústica y
500empastados.

Tipografía:Angelina Peña Urquieta y Gerardo Camargo Lápez.


Cuidadoeditorial:Ruben Hurtado Lápez
TERRITORIALIDAD Y PAISAJE EN EL

LTEPETL
DEL SIGLO XV
"G -CRRRO" R~ u 'A DF L S fR Dl:CCIO FS
del término altepetl que sirvió a lo pueblo de lengua
n.ihu ti para denominar a sus unidades de organización
comunitaria. De ahí que la geografía e ha} a entido
atraída por indagar esta relación entre los grupos socia-
les, su terntono } <¡umedro natural a partir de técnicas
que le son propias, como el análisis cartográfico o el tra-
bajo de campo. Fn este libro se estudian los cambios en
el paisaje producidos en el tránsito de la época preluspá-
nica a la colonial. La pertinencia de este estudio se expli-
ca en la medida que muchas de las características del
altepetl rnesoarnericano continúan vivas en el México
rural de tradición indígena en pleno iglo n.

FEDRRICO FRR' DEZ CHRISTLIEB e doctor en


g ografia por la L niversid d de Pans- orbona, inve tiga-
dor en el In ntuto de Geografía de la l 1 V profesor en
la facultades de \rquitectura} Filosofía } 1 etra de la
rru ma umv ersidr d. u pnncipallínea de mve tigación es
la geografía cultural

Á .GEL )ULI GARCÍA ZAMBR O es doctoren


historia del arte por la Universidad de uevo México}
profe or de 1<1 Facultad de Arquitectura de la L niver idad
Autónoma del Estado de Morelos, Su pnncipal línea de
inv estigacion es la cognitividad del paisaje fundacional
mesoamencano.

elG
'<:i'
INSTITUTO DE
GEOGIlAFIA
U N A M

111111111111111111111111
9 789681 683283

También podría gustarte