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DOC TR I NA : UTERATURA PO L E M IC A
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la historia. El europeo sintió vivamente la necesidad de no se les comprende en lo que tienen de valoración eter
vivir en un mundo perfecto, libre de las contingencias de na. Y es que en América hay dos Américas: la América
la materia y de la vida. Este mundo lo creó sirviéndose que ha asimilado la cultura occidental y que, como he di
de la razón. Fué su racionalismo; racionalismo que pre cho, es el pudridero de ella, y la América americana que
sidió todo el curso de su cultura, hasta en las épocas en comienza a revelarse en fuertes y claros temperamentos.
que parece que más lo negaba. Entre ambas hay una incomprensión absoluta, un abismo
El prototipo de la cultura occidental o europea ha si insalvable y trágico.
do y es la cultura francesa, mesurada, elegante, racional, Donde se juzga mejor la incapacidad ética del euro
brillante, armoniosa. “Le droit", palabra que expresa pro peo es en Nietzche, así como en Spengler resalta más que
fundamente el respeto del francés a la ley, a lo consagra en cualquier otro la servidumbre del pensamiento a la ra
do, a lo racional. Descartes llega a explicarse el mundo y zón.
a justificar la vida y la ultravida con solo el auxilio de la Nietzche de tan fino sentido estético, al llegar a la é-
razón. Otro caso singular y corroborante es Spinoza. tica la confunde con la moral o, mejor, con las morales.
Jamás el arte de razonar llegó a una agudeza tan ma Nietzche es incapaz de concebir el sentido ético vital y e-
ravillosa, a una vitalidad tan grande. Pasma como un terno del hombre, en cambio analiza con extraordinaria
hombre sin salirse de su gabinete encuentra las solucio penetración la moral histórica, la moral como fenómeno
nes fundamentales de la vida. (Leverrier descubre un pla consuetudinario. Llega, entonces, a un escepticismo nega
neta sin alzar los ojos al cielo.) tivo, aunque de “Así hablaba Zaratrusta" se desprende un
Cuando empleo la palabra deformar y falsificar no es cierto sentido ético de la vida sin quererlo. El menos ra
que quiera expresar un sentimiento despectivo. Lo ha cionalista de los filósofos europeos estaba inficionado de
go por método o claridad verbal. No hay que olvidar un racionalismo que acaba por conducirlo a la locura.
que hablo como americano y que, al expresarme tengo Nunca una cultura, como la europea, dejó más ele
por fuerza que usar los recursos o palabras de mi ambien mentos a la que le sucede en la historia. Hay, sin em
te espiritual, de la perspectiva de mi raza o estirpe. No bargo, ciertos matices sutiles que América no ha compren
hay otro camino para dar una versión o impresión de la dido ni comprenderá nunca. Empero está incomprensión
cultura occidental a través de un americano o novomunda- jamás alcanza la distancia abismática que hay por-ejemplo,
no: Por desgracia o, pór felicidad—falta averiguarlo to entre la cultura occidental y las culturas antiguas. Con
davía—el hombre carece de la suficiente objetividad para todo, esta incomprensión es profundamente trágica porque
ser juez antes que autor y actor. Por lo demás, es sabio coexisten ambas en un momento dado y dentro cíe una
y vital amar su límite para no dispararse fuera de sí mis misma raza. No es cuestión de preparación o disciplina,
mo haciéndose trizas. es cuestión de aptitud o de sensibilidad. Lo que se lla
En este ensayo me he esforzado en comprender a Eu ma la América joven es Europa vieja y descompuesta. Pa
ropa, aunque sé de antemano que no puedo ni podré ver re asistir con más acuidad a la vejez de Europa es mejor
nunca como un Europeo. Lo mismo le ocurrirá al euro estar en América.
peo con respecto de América. Son dos sensibilidades, si Pero hay un hecho innegable, y es que ninguna
no contrapuestas, por lo menos, distintas. cultura ha influido más en otra que la europea. Es un
En ética y en estética el americano está en el punto mentis rotundo a la teoría de los ciclos cerrados e intrans
opuesto al europeo. Por lo general, salvo raras genialida feribles de Spengler.
des, no se comprenden ni se comprenderán nunca. Dudo
mucho que un europeo culto pueda comprender en su jus A n te n o r ORREGO
to valor vital el pensamiento de Vasconcelos y la estética
pa César Vallejo, pongamos por caso. En América misma Trujillo, marzo 1928.
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El p r o c e s o d© la i n s t r u c c i é o p ú b lic a e n ©3 P e r ú
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ARQUITECTURA
P E R U A N A
DETALLE M EDIOEVAL
DE DESAMPARADOS
F o to R o z a s
10 Amanta
T E E X I C A
J A O O B A R O J A S
Jaco b a R ojas tiene diecisiete años y hace tr e s ingresó en la
E scuela que dirige el entusiasm o fervoroso de A lfredo M artínez.
Sus prim eras telas son reveladoras, y en ellas, apenas iniciándose,
se re fle ja to d a la fu erza y el ím petu de su form idable te m p era
m ento : usa del color con plena conciencia y sabia intuición, y jlen-
tro de estas lim itaciones y esta m edida que le im ponen la p j¿ p ia
exigencia del hecho plástico, usa de! color exaltándolo a su más
a lta expresión, elevándolo a la m áxim a potencia y a su plenitud.
Con esto se evidencian sus dotes y su form idable tem peram ento
de p in to ra : porque, en realidad, el color no es p ara Jaco b a R ojas
un elem ento pintoresco, sin valor expresivo propio, del cual puede
usarse sin tasa y sin control, con tal de conseguir efectism os vi
suales sensualm ente halagadores. El color es p ara ella, por el con
tra llo , motivo de un a in telig en te especulación, medido y p o n d era
do, ecn un valor expresivo y plástico concreto y d eterm in ad am en te
prop'o, adquiriendo con ello, en sus telas, una vigorosa y clara
elocuencia.
Desde que se inicia por los cam inos del arte , Jaco b a se da a
él con todos sus ím petus y su pasión, y consigue r e fle ja r de una
m anera viva y fiel sus emociones. Y a en sus p rim eras telas, v a
cilantes, por deficiencias en el m anualism o y en el uso de los p ro
cedim ientos pictóricos, consigue, no o bstante, una g ran eficacia
expresiva y una g ran elocuencia plástica. Y es que su te m p era
m ento, fu e rte y vigoroso, le perm ite ca p ta r y asim ilar, p enetrando
en ella, la emoción que se en cierra en el espectáculo quo se posa
an te sus ojos, porque cuando p inta, no p retende ni se propone
tran sm itirn o s un a sensación p u ram en te visual, física, epidérm ica.
Hay en su visión un a vida em ocional substanciosa, pletó rica de ex
presión, y a trav és de aquella, vivificado por su vigor tem p eram en
tal, el paisaje y la vida se hum anizan, porque, fre n te a este E sce
nario, cuando n u estra a rtista preten d e trad u c ir y ex p resar plósti-*
enmonte sus em ociones, se produce en tre ella y la realidad una
RETRATO
RETRATO
A m a n ta U
C A R L O M E R I D A
Ensayo sobre el arte del trópico m ente. Difícil es oponer en riqueza im aginativa, su p ero rien tal, a
la sabiduría de las m anos de nu estro s abuelos que, de m aneras
p o r LUIS CARDOZA ARAGON ta n poéticas, redim ían la tie rra en sus vasijas y fija b a n el ím petu
A JO S E V ASCON CELO S. del trópico en sus rocas. Sobre todo el color: ;qué calidoscopio
de m ilagros, qué aristocrático gusto p ro fu n d am en te clásico, cu án ta
N ada es más suntuoso, m ás opulento, que nu estro s trópicos. in tu itiv a sensibilidad, delicadeza sin g u lar y tran scen d en tal por el
A nte los ojos de cada hom bre, todos los días, el sol se abre el vien color en n u estra raza!
tre en un h ara k iri inaudito de colores. Y aún esos ojos, que han Raza gloriosa, es m engua que muchos de tu s hom bres, sin co
vivido su experiencia en aquella bacanal de m atices, no se h ab i nocerlo, o acaso por postales, canten V ersa 11os, la tisis europea
tú an nunca y sienten, constante, su novedad m aravillosam ente de Musset, etc., etc., en vez de sollozar de orgullo y esperanza an
virgen. te las ru in as de Uxmal, los m onolitos de Q uiriguá o la pirám ide
Los colores en tra n por los ojos, por las m anos que cortan fru to s de T eotihuacán.
capitosos— senos de los vegetales— ; los colores suben por el pie O una calidad de obra lib ertad a de todo am b ien te: fra n c a
que p :sa la tie rra , por el cuerpo metido en la cuba inm ensa del b a r m ente universal, cosida d irectam en te al esqueleto de todos los
niz del sol. hom bres, como obras sin fecha, sin p atria, regionales en el sueño
Si en México la raz a m adre—da M aya— no tiene la variedad, o en la realidad hum ana, hum ana en el más am plio sentido filosó
arm onía, m agnificencia, lu ju ria del color de las telas de m a ja s fico. La poesía (sea m úsica, p in tu ra, e tc .), no tiene p a tria : hay
c-ri tie rra s guatem altecas, en cambio la cerám ica se abrió gloriosa (Pasa o la página 31)
A m a u ta 13
Ml A T A L A
ALB UJAR
C (I)
E l M ilag ro de M a ría Luz quién estu v iera cooperando, sin im aginárselo seguram ente, en esta
obra de fa ta l separación.
En medio de la oprobiosa y e te rn a servidum bre en que vivía una Y al p en sar en esto, don Ju a n se en tern ecía y len tam en te, co
veintena de seres hum anos, sin m ás voluntad que la de su señor y mo quien saca de un arcón algo que no quisiera v er p o r te m o r de
sin otro fin que de au m en tarle su caudal por medio del tra b a jo , la revivir un mal recuerdo, iba sacando del fondo de su m em oria u na
presencia de M aría Luz fu é recibida como la a u ro ra después d* g ran p arte de su borrascoso pasado: los prim eros años de su m a tri
una noche de desvelo y angustia. Y aun cuando aq u ella a g ru p a monio, llenos de am or y de envidiable b ie n estar; el ruido de las
ción se sin tie ra aliviada en la labor y m ejo rad a en el tra to , (pues fiestas y saraos, en los que su m u jer se exhibia resplandeciente co
don Ju a n Francisco tra ta b a a sus esclavos hum anam ente, algo ins mo un sol y las otras, doncellas y m atro n as, g irab an en to rn o de
tintivo en ellos les hacía en ten d e r que les fa lta b a unos ojos que ella como astro s de m ezquina m ag n itu d ; el duelo b ru tal, provoca
com prendieran la triste z a de los suyos, unas m anos que su p ieran do p o r la au dacia de u n av en tu rero , que in te n tó a rre b a ta rle su f e
cu ra r sus llagas espirituales, una voz que les hiciera olvidar las licidad y a quien tuvo que m a ta r p a ra co n ten er su osadía. P o r ú l
rudas y destem pladas de sus capataces, en una palabra, un corazón tim o su fu g a novelesca y su confinam iento voluntario en uno de
que supiera de piedad y de consuelo. Y esto sólo podían esperarlo sus fundos, perseguido p o r la duda, ato rm en tad o por el rem o rd i
del corazón de una m ujer. m iento y lleno el corazón de soledad y m isantropía. Y tr a s de
M aría Luz fué, en realidad, un sol en medio de esa noche de o- esto, la m u erte de su esposa, llena de inocencia y p erd ó n ; la h ija
probiosa y etern a servidum bre. Desde el prim er m om ento que la vie tie rn a, ab an d o n ad a a los cuidados de u na servidum bre in d iferen te
ron esos hombres, que fu é aq u ella m añana que reco rrió la fáb rica, y a la vigilancia de u n a p a re n te la in te resa d a solo en sacar el m a
guiada por José M anuel, una aleg ría rep e n tin a brilló en todos los yor provecho de la catástro fe.
ro stros y un nuevo espiritu de tra b a jo se despertó en todas las al Todo esto pasaba por la im aginación del señor de La T ina
mas. H asta el congo, avieso y horrible, cuyo destino no e ra otro como perdido e n tre la som bra de un pasado lejano. Y fu é M aría
que el de g ira r en torno de un molino y d etrá s de un a bestia, se sin Luz la que le salvó entonces de la te n tació n del suicidio y le a r r a n
tió com unicativo y locuaz por prim era vez en su vida. có dé su idiotizante vida m ontuna, devolviéndole al seno de aq u e
Las m ujeres, esclavas y libres, sentíanse tam bién felices y co lla o tra en que viviera triu n fa d o r y feliz. P ero en el re to m o no
mo am paradas po r una som bra p ro tecto ra. La Casilda, sobre todo, pudo h allar lo que p erd iera en un in stan te de orgullo y p recip ita
era la que más inundado de dicha sen tía el corazón. Al f in sus ción: la tran q u ilid ad de la conciencia. E l perdón de su m u je r no
ruegos y oraciones habían alcanzado que la la rg a au sen cia de sus logró aq u ieta rle el espíritu. Y es que él, al fin de la odiosa av en
amos tu v ie ra té rm in o ; que volviera su n iñ a y, con ella, la dulce r e tu ra había acabado por o ir la voz de su pecado y reconocerse cul
m em oración de sus días de crianza, de sus trav e su ras in fan tiles y pable, y por sen tir, como u na expiación, la necesidad de ac en d rar
de' sus engreim ientos. Y todo esto lo daba ella por com pensado su sufrim iento.
con la vuelta de su am a, de cuya com pañía esperab a d isfru ta r has P ero su m isan tro p ía no fu é ta n ta que le hiciera olvidar sus
ta su m uerte. deberes p atern ales. E l fru to de aquella co rta unión estab a ah í co
La misma obra de m ano p arecía beneficiada con e sta p resen mo un a p ro testa, p ro n ta a h acerse escuchar e im pedir que su des
cia. Los cordobanes salían de la operación del zu rram ien to más tin o fuese sacrificado a los caprichos del egoismo. Don Ju a n vol
fuei'tes y com pactos; las zuelas, m e jo r curtidas y menos p estilen vió su pe;, am iento a su hija, y, al volverlo, sintió un rem ordim ien
tes, ta l vez si con la m ira de que así ofendiesen m enqs el o lfato del to más. Su odio no te n ía por qué hacerse extensivo a esa inocente
am a; los jabones, m ás duros y cristalinos y m ejo r cortados y en c ria tu ra ni menos por qué hacerle odiosa la vida pudiendo él, con
vueltos en sus cam isolines de chante. sólo quererlo, h acérsela breve y feliz: ¿C ual podía se r la culpa de
H asta en el co rral el m a tarife no hacía ya ostentación de b ru esta hija? ¿De qué te n ía ella que responder, si su m adre misma no
talidad en el degüello de las reses, ni perm itía que sus ay u d an había tenido que responder de n ada? Y la m ejo r resp u esta fu é la
tes exhibieran, como o tras veces, e n tre riso tad as y vocablos ca n a que él quiso d arse: a rreg la r sus asu n to s un ta n to em brollados por
llescos, ciertos sangrientos despojos, que hacían volver la cara a su larg a ausencia, y p a rtir llevándose a esa c ria tu ra a o tro m undo,
las m ujeres y a los hom bres celebrar la grotesca o currencia con re a o tras tie rra s lejanas, h a s ta que el tiem po lleg ara a c u b rir p iado
buznos y mugidos. E n cuanto a los instru m en to s de castigo, u sa sam ente el pasado y le p erm itiera volver a su terru ñ o .
dos hasta entonces con sádica frecu en cia, d ejaro n de rep e n te de Y un buen día, dócil ya al pensam iento p atern al, realizó to
aplicarse. Ya no volvió a verse a los esclavos en el cepo p o r la más dos sus bienes y partió. Comenzó por co n fo rtarse en el viaje. La
leve falta, ni aherrojados con platin as o esposas por u n a resp u es trav esía, le n ta y m onótona, en vez de ab u rrirle, sum íale en p ro fu n
ta más o menos dura, o alg u n a rebeldía. dos estados de ensoñación, de los que volvía con el pensam iento
Un sentim iento de hum anización comenzó a extenderse por m ás ágil y el corazón m ás ab ierto a la generosidad y a la concordia.
todos los ám bitos de aquel sem ipresidio, hecho como p ara to r tu r a r Un vivo deseo de c o rrer m ares y tie rra s se le despertó de re p e n te ;
las alm as y los cuerpos. E l mismo don Ju a n p a re c ía en terad o de pero su tie rn a com pañera de viaje, cuyas trav e su ras y risas in fa n
esta transform ación, y como era hom bre que, adem ás del sentido tiles eran la aleg ría del navio, am o rtig u ó su deseo. E sta h ija, p o r
de los negocios, te n ía el de la vida, no ta rd ó mucho en com prender razón de su edad, le resu ltab a un estorbo p ara sus planes. V ia ja r
de donde venía este soplo vivificante y renovador. Sus diez años con ella por todas p artes significaba te n e r que llevarla p ren d id a al
de viudedad y de m edidas de continencia no hab ían sido su ficien cinto como un tesoro, y esto, a la larga, te n d ría que ac a b a r p o r
tes p ara convertirlo en un misógino em pedernido y m enos p a ra restrin g irle su lib ertad de acción y o riginarle alg u n a triste a v e n tu
d esp ertarle prevenciones co n tra las influencias de la m u jer. Si ra . Y decidió, an tes de lleg ar al Callao, desprenderse de ella, de
e ra a su h ija a quien se debía la renovación, pues que se d ebiera en já n d o la a lado de algunos p arien tes, de los que le recib ieran m ejo r
buena hora. E l no iba a com eter la necedad de co n tra riarla, porque y le m o stra ra n m ás v o lu n tad de servirle.
todo, cuando muy buen provecho había com enzado a rendirle. M aría d e T a Luz— que este era su nom bre v erdadero— fu é p o r
La v uelta de esta h ija v en ía sin du d a a abrev iarle su esp eran esta razón a alo jarse en casa de unos prim os de su padre, los Con
za de enriquecim iento, que era su única am bición y la causa del des de Casa F lo rid a, de ap u rad a situación económ ica entonces, y
aislam iento en que vivía. Y si bien m ás ta rd e hab ía de p en sar en p ara quienes la llegada intem pestiva de este p arien te viudo y ru m
la su erte de esta hija, lo prim ero e ra aseg u rarle la dote, hacerle el boso podía ser el principio de m ejores días. Allí, m ien tras don
caldo gordo al picaro que había de venir cualquier día a pedírsela Ju a n con su m elancolía en tre g ad a al derivativo de los v iajes y a la
3 llevársela. Y todo esto le resu ltab a curioso por ser ella m ism a fieb re de los placeres, iba dejando por donde pasab a girones de vi
da y chorros de buenas onzas colum narias, su h ija, e n tre olvidos y
(1) De su novela costeña "M atalaché”, que se imprime en las prensas descuidos, creció como esas p lan tas que m edran por ley de su p ro
de "El Tiempo” de Piura, el celebrado autor de "Cuentos A ndinos”
ha querido anticipar gentilmente este capítulo a los lectores de p ia vitalidad y ño por obra de un cultivo p aciente. D ejósela en
"AMAUTA". u n a rela tiv a libertad, casi abandonada a sus propios in stin to s. La
16 A m a n ta
POR M A R IA W iE S S E
I II
a m edida que rec o rría países y ciudades iba despertando en su al de ta n to tiem po, se le an to jó desganada y m elancólica. Comida
m a el am or al te rru ñ o y la nostalgia de su hogar. E u ro p a lo es con m enú a la fra n ce sa — no hubo ni uno solo de los trad icio n a
ta b a curando de E uropa. Fenóm eno m ás h ab itu al de lo que se les platos del te rru ñ o ; ni seco de cabrito, n i arro z con pato, ni
cree, estos am ericanos que descubren a A m érica, en el ex tran jero . “ locro” , ni alfajo res, ni “ bienm esabe” — servida p o r nipones silen
A nte el noble y arm onioso paisaje italiano F elipe reco rd ab a ciosos y corteses, no era el ágape sencillo y cariñoso que se ofrece
la belleza y la poesía — un poco tropicales — de las cam piñas de al herm ano que re to rn a al hogar, sino el cerem onioso banquete,
su tie r ra — los arrozales de u n verde tierno, los cañaverales, p e que se le sirve al fo rastero .
queños bosques, las h u erta s de n ara n jo s y lim oneros, los enorm es
árboles, los p ájaro s sem ejantes a flores y a joyas, los cocuyos r e
fu lg e n te s; to d a la riqueza de u n a región ard ien te y generosa. E n Al día siguiente Felipe se levantó muy tem prano. Q uería ir
E sp aña, asistiendo a una procesión, d u ra n te la Sem ana S anta, evocó a la h u e rta de n ara n jo s contigua a la casa de la hacienda. Esa
— con qué sentim iento y qué em oción — la que salía él V iernes h u e rta g uardaba, p ara él, el encanto de muchos recuerdos. Bajo
S anto en u n a de las ciudades de su provincia, y sus labios m u sita los árboles floridos y fra g a n te s había jugado, cuando pequeño.
ro n u n a oración, no an te el Cristo de la procesión española, sino Esos mismos árboles cobijaron sus ensueños de adolescente
a n te el Crucificado adorado po r las indias de su país. y escucharon las palab ras de am or, que d ijera a Isabel. Y allí,
;Y las m u jeres! N inguna — ni la m ás culta, b o n ita y re fin a en la soledad de aquel ja rd ín m aravilloso, se había despedido de
da — te n ía p ara M orales el encanto, la g racia y la suavidad de su linda prom etida, siendo ese adiós ta n dulce, en su m ism a tris
aq u ella Isabel, la dulce am iga, — casi la novia — de sus m oce t e z a , 'que todavía lo recordaba con d e l e it e ...
dades. Las n a ra n ja s de aquella h u e rta eran rep u tad as como las m e
E n medio de sus andanzas y tra jin e s el joven añ o rab a todas jo res de to d a la com arca. Don Alfonso M orales — el pad re de
estas cosas — arom as de infancia, poesía del hogar lejano, ilusio F elipe — se rec re ab a en ellas y se sentía orgulloso al obsequiar a
nes y am ores de adolescencia y canción del te rru ñ o . U rgido por sus am igos y p arien tes con un a can asta de la deliciosa f r u t a . . .
aquellas voces que lo solicitaban resolvió p a rtir. Y a hab ía p ro P ero el joven ya no encontró al vergel de sus am ores y de
bado el cosmopolitismo de las gran d es ciudades y com enzaba a sus ilusiones. Ya no existían las n ara n jas, gloria de la com arca
se n tir el cansancio de los hoteles, del idiom a extrañ o , de las am is y orgullo de la hacienda, ni florecían los azahares repletos de aro
ta d es de u n día, de los afectos efím eros. Y volvió a su país, don m as delicados. Sobre el campo h ab ía caído la nieve del algodón.
de lo esperaban su m adre, sus herm anos, su “ m am ita” B alta y — Y Felipe rep e tía pálido, trém ulo, el corazón apretado por la pena:
quizás — aquella Isabel que fu e ra el claro y puro ensueño de sus — ¡Han cortado los n a r a n j o s .. .! P o r sem b rar a lg o d ó n ...
diez y nueve años. Mi padre nunca lo h ab ría h e c h o . . .
III IV
F elipe llegó a “ El N a ra n ja l” cerca de las ocho de la noche. Carlos y Alfonso M orales no am ab an la tie rra , ñi sen tían la
Sus herm anos hab ían ido a buscarlo al p uerto con un “F o rd ” , lo poesía del campo. La hacienda era, p a ra ellos, un negocio lu cra
que le decepcionó u n poco; le h a b ría gustado h acer el camino, tivo, u n a m an era de h a c e r dinero, pero no la obra que se tra b a ja
como an tañ o , en un caballo de paso, pequeño, ágil y brioso, de esos con cariño y a la que se en treg a el espíritu. M iraban cada pedazo
que se ensillan en el P erú con lujosa elegancia — cuero rep u jad o de tie rra con criterio m ercan tilista y si un árbol estab a dem ás lo
y p la ta de bu en a ley. hacían co rta r sin piedad. Su am bición era ir a vivir a la capital
T am bién le sorprendió — desagradándole — la m an era de ves con el dinero ganado en la hacienda. (Allí u n palacete en alg u
tir de sus paisanos. Se n o ta b a en ellos el deseo de copiar servil n a de las n uevas avenidas, dos o tre s autom óviles y u n a in ten sa
m en te los fig u rin es de las revistas e x tra n jera s. Alfonso y Carlos vida social. A dem ás Carlos deseaba ser diputado y, con el tiempo,
M orales p arecían dos autom ovilistas de “ V ogue” . m in istro ).
¿Qué se hab ían hecho el albo y leve poneho, el am plio y fino Felipe — que no había increpado a sus herm anos la d estru c
som brero te jid o s p o r los cholos de E te n y de P iu ra? F elipe se ción de la h u erta , ¿qué derecho le asistía p ara hacerlo, no se h a
prom etió no llev ar otro tra je en la h a c ie n d a ... bía ido a E uropa, dejándolos dueños absolutos de “ El N a ra n ja l” ?
. . .C asi de rodillas ante su “niñ o ” , la B altasara lloraba y re ía — se dió bien pronto cu en ta de las am biciones de Carlos y de Al
a la vez. E l joven acariciaba el cabello todavía negro de su “m a fonso, de su n ingún afecto por las labores del campo ■— esas labo
m a” , p ro fu n d am en te em ocionado y enternecido p o r el am or de la res en las que su pad re ponía to d a su alm a, — de su desapego de
pobre v ie ja . . . las tradiciones y recuerdos de fa m ilia . . .
La fam ilia pasó al com edor — extensa habitación de alto te E n tre F elipe — sentim ental y a rtis ta — y sus herm anos —
cho — donde dos japoneses de fra c hacían el servicio. Y allí ad hom bres m ediocres y de poco corazón — comenzó a ab rirse el
v irtió Felipe, como lo h ab ía advertido en la sala, la desaparición abismo, que debía separarlos. Y Felipe, a pesar del am or de su
de los viejos m uebles de sólidas m aderas y fo rm as robustas, que m adre y de la hum ilde te rn u ra de la B altasara, se sen tía ya un
d e ja ra en la casa. Tam poco decoraban las paredes esos óleos de extraño, un in tru so en la casa donde había nacido y crecido.
g ra n estilo — re tra to s de abuelos y de tíos — ni las m in iatu ras de
licadam ente p in tad as — im ágen de alguna linda antepasada. Todo V
estaba reem plazado por una m ueblería pseudo-inglesa y por oleogra
fía s rep rese n tan d o paisajes españoles y suizos. Un poco del alm a Los colonos de “ El N a ra n ja l” , am enazados con un aum ento en
de la casa se había ido. Felipe, con la voz ligeram ente velada, el arrien d o de las tie rra s por Carlos y Alfonso que, en su a fá n de
p re g u n tó : ganancias, no resp etab an ni los años pasados por aquellas gentes
— ¿P or qué este cambio en los m uebles? ¿Qué se han hecho en la hacienda, ni la consideración que les m o strab a su p ad re, de
los re tra to s dé fam ilia? cidieron dirigirse a Felipe. E speraban que u n a intervención del
— Mi querido Felipe, no por razones de sentim entalism o íbamos herm ano recién llegado del ex tra n jero , sería de lo m ás eficaz y
a conservar ta n ta vejez. E s preciso m odernizarse. No sólo tú tie segura.
nes derecho a las cosas de E uropa. M orales abrazó afectu o sam en te a los a rren d a tario s de “El
E l tono de Carlos e ra acre e irónico. F elipe siguió in te rro N aran jal” . Todos eran hom bres ya m aduros, que habían pasado
gando : casi to d a su vida en la hacienda de los M orales. C ultivaban p e
— Isabel, ¿cómo está Isabel? ¿P or qué no la h an invitado queñas h u erta s y chácaras, criaban gallinas y patos y — así como el
Uds.? viejo don Alfonso M orales — sen tían el orgullo y el am or de la
— Isabel está en Lim a, donde ha ido a pasar un a pequeña te m tie rra .
porada. Don A ntonio Salazar, el m ás viejo de los colonos, tom ó la
E sta vez había m ás que iro n ía en el acentn de C arlos: h osti palabra.
lidad y dureza. — Mi estim ado y respetado señor don Felipe, dijo y daba vuel
¡Isabel en Lim a, al llegar él, después de ta n to s años de au sen ta s al ancho jip ijap a, venim os a rogarle hable Ud. con sus h erm a
cia! Felipe, que h ab ía vuelto con la ilusión de v erla y con el se nos, los señores don C arlos y don Alfonso.
creto anhelo de o frecerle su cariño, sintió que un soplo de hielo — ¿De qué se t r a t a ? . . . ¿E n qué puedo servirlos? Felipe
ie e n fria b a el corazón. Y esa comida, al lado de los suyos, al cabo sospechaba que sus herm anos habían com etido alg u n a arb itra rie d ad .
Am a u ta
— Pues es el caso, señor don F elipe, que los señores don Carlos POETAS DE ESPAÑA
y don Alfonso nos han notificado, subiéndonos el arrien d o de las
tie rra s. Claro que ellos te n d rá n sus motivos p a ra hacerlo, pero R O M A N C E
es el caso que nosotros no podem os p a g a r m ás de lo que pagam os.
Lo que rinden las h u erta s y las chácaras apenas nos dá p ara vivir.
Ud. sabe como se ha puesto la vida de cara con esto del progreso.
Ños es imposible a u m en ta r el precio de las v erdu ras y de las f r u
ta s porque la gente no p ag a ría y tam bién, señor, es un pecado que Aquí estoy sobre mis montes,
r e r negociar con lo que produce la tie r ra . . . P orque la tie rra es
de todos, señor, y a ella hem os de volver un d ía . . . Pastor de mis soledades.
— Siga Ud., don A ntonio.
—E l caso es, señor, que los señores don Carlos y don A lfon Los ojos fieros clavados
so nos echan de la hacienda sino pagam os lo que nos piden. Y ¿adon
de hemos de ir, señor? D espués de ta n to s años, ¿qué haríam os en Como arpones en el aire.
o tra p arte ? A quí h an nacido y se han criado n u estro s hijos, aquí
nos hem os envejecido y aquí quisiéram os m o rir. . . Ud., señor don La cayada de mi verso
Felipe, ha de te n e r m ucha influencia sobre sus herm anos. ¡Que
le van a n eg a r a Ud., que ha regresado después de ta n la rg a a u Apuntalando la tarde.
s e n c ia ! ... P ida po r nosotros, señor, para que no tengam os que
d e ja r estos campos, que ta n to querem os. Quiebra la luz en mis ojos
— Bien, mi amigo. Yo hab laré con mis herm anos. P o r estim a
ción a Uds. y por el recuerdo de mi padre se n tiría muchísimo se La perfección de sus mármoles.
fu e ra n Uds. de “E l N a ra n ja l.”
Se despidieron los arren d a tario s y F elipe se fué a b uscar a Tiene el tiempo en mis oídos
sus herm anos. P en sab a d efe n d er la causa de esos hom bres rudos,
honrados y buenos como la suya propia. Pero no contaba con la Retumbos de tempestades.
dureza y con la avaricia de Carlos y de Alfonso, que desde las
prim eras palabras, se negaron rotun d am en te a to d a concesión. Mi corazón acelera
— Lo que nos pides es imposible. Lo que pagan estos hom bres
es ridículo; quince, diez, ocho libras anuales. Y esos te rren o s pu e Sobre los motores graves.
den re n d ir cinco veces más.
— H ace más de tre in ta años que tra b a ja n en la hacienda. Vibra mi sien al zumbido
N uestro padre los estim aba y los quería.. (Felipe creía ab lan d ar
la voluntad de sus herm anos, hablándoles de su padre.) De los vientos pertinaces.
— E n este asunto queda excluido todo sentim entalism o. E s
cuestión de negocios y tu sabrás lo que dicen los fra n ce ses: le* Yo aquí estoy sobre mis montes,
a f f a ir e s so n t les a f f a ir e s . H ay que saber defenderse en la vida, F e
lipe. H ay que ser, ante todo práctico. Pastor de mis soledades.
Y Alfonso dió un brusco golpe sobre la mesa. F elipe lo mi
rab a y se asom braba de que aquel hom bre seco, ávido de dinero, P ed ro GARFIAS
hinchado de vanidad fu e ra hijo de ese don Alfonso M orales ta n
noble, ta n generoso, ta n desinteresado y ta n sencillo. Pero, h acien
do un últim o esfuerzo en fav o r de los colonos, dijo:
—Los a rren d a tario s de “ El N a ra n ja l” son buenos ag ricu lto
res, verdaderos hom bres de campo, de esos que contribuyen a la traccio n es de estilo yanqui. En la plaza gran d e habían sido cor
prosperidad de u n a hacienda. Si se van “ E l N a ra n ja l” p erd erá tados los herm osísim os ficus. Y en la iglesia aquel Señor de la
unos buenos, unos útilísim os axiliares. Caña, venerado por todos los indios de la región, no estab a ya en
— Si se van—que es lo que nos conviene—sem brarem os algo el a lta r m ayor; un Corazón de Jesú s bonito y am anerado, prove
dón y ganarem os m uy buenas lib r a s . . . Y no hablem os m ás de n ien te de algún b azar de Saint Sulpice, ocupaba el sitio de la an
este asunto, Felipe. T u no entiendes de negocios y con tu s sen tig u a im ágen to d a p erfu m ad a de oraciones, to d a im pregnada y sa
tim entalism os lo echarías a p erd er t o d o . . . . P orque al fin y al tu ra d a de lágrim as y de suspiros. M orales, herido en su sensibi
cabo, tú no eres m ás que un poeta, querido herm ano. lidad de a rtista , se fu é —sin poder co n ten er su indignación— donde
el cura, un gallego a la vez astu to y burdo, que se explicó así:
VI — Mire Ud., señor M orales; el Corazón de Jesús es la devo
ción de los tiem pos actuales. A dem ás las H ijas de M aría, señoritas
M ontado en uno de los pocos caballos que quedaban en la h a m uy virtu o sas y de buena posición social, reg alaro n a la iglesia
cienda— un anim al nervioso y fino, de m irada in telig en te y b ri esta estatu a, con el propósito de que ocupara el lu g ar de p re fe
llan te pelaje negro—Felipe vagaba por el campo. Como la h acien rencia. Y por cierto, que había que darles gusto, aunque a los indios
d a e ra b astan te grande, todavía perm anecían algunos sitios sin no les hiciera g racia el cambio, ¿no le parece a Ud?
sem brar. El joven buscaba estos rincones un poco salvajes y soli P ensando en todas estas cosas que le dolían y le ensom bre
ta rio s— grandes árboles llenos de cantos de tu rp iales, pequeñas cían el esp íritu rec o rría el joven la cam piña de “ El N a ra n ja l” . Ya
p rad eras donde la yerba crecía librem ente, senderos apenas tra z a estaba lejos de las plantaciones de algodón, de los cañaverales y
dos, bosquecillos de los que, a veces, salía corriendo un a liebre o arrozales— m enos num erosos, el algodón era más lucrativo— de las
un venado— donde se escuchaba en toda su plen itu d los melodio chacaras y h u erta s de los a rren d a tario s y fre n te a él se extendía,
sos rum ores de la n aturaleza. inculto, vasto y m ajestuoso, el campo. Felipe se detuvo a l pié de
M orales tra ía el espíritu am argado, entristecido. E ste regreso una acequia p ara que el caballo bebiera. La aleg ría de la m añana,
a su h ogar y a su tie r ra — que fu e ra u n a de sus mas queridas ilu la serenidad que irrad iab a el paisaje suavizaban poco a poco su an
siones ^cuántos desencantos le venía o fre cie n d o ! La vieja casa gu stia y su tristeza. Felipe se sen tía hom bre de campo— hablaban
ta n cam biada, sus herm anos con gustos, ideas y sentim ientos to en él varias generaciones de agricultores— , hijo de esa tie rra , cuyo
ta lm en te distintos de los suyos y, flotando en el am biente, no sé olor subía en esos m om entos, hacia él, fortaleciendo su voluntad,
que recelo, que hostilidad co n tra él, cuya alm a estab a an h elan te de tem plando su ánimo.
afecto y de te rn u ra . — T ra b a ja r estos c a m p o s ... D ejar p ara siem pre la c iu d a d ...
Y no solam ente en su casa se notab a ese a fá n ta n mal orien y con Isabel cerca de mí, dándom e la in fin ita du lzu ra de su cari
tad o de “ europeización” . T am bién en la ciudad se ad v e rtían un a ñ o . . . ¡Ah! si he de entenderm e con mis h erm an o s. . . Ju n to s h e
serie de transform aciones, que le resta b an belleza y carácter. M u mos de co n tin u ar la obra de nuestro padre.
chas de las am plias casonas de m acizos portones y espaciosos p a Un tordo cantó en un chirimoyo cercano. Su canción subió
tios habían sido dem olidas p ara d ar lu g a r a unas feísim as cons- al cielo como un canto de júbilo y de esperanza.
20 A m a u ta
V II
S U B U R B I O
Las fam ilias de la ciudad y de las haciendas vecinas in v ita
ban con frecuencia a Felipe, a quien prestigiab a su estad ía en el
e x tra n je ro y sus viajes. Se le in terro g ab a acerca de las cosas de
E u ro p a— las m uchachas se interesab an por las últim as creaciones E s pe c ia l pa r a “A m a u t a "
de los m odistos célebres; los jóvenes po r las a rtista s de v arie tés y
los chismes de boulevard— se le hacía h ab lar de sus an d an zas y
trajin es. (P ero en lo que estas andanzas y estos tra jin e s te n ían Estoy borrando tu voz de las paredes.
de m aterial, de p ro saico : precio de los hoteles, com odidades de los La helada ha quemado tu huella
ferro c arriles, gentes conocidas en las playas de m oda y en los bal
nearios “ chic” .) M orales, am ablem ente y sonriendo un poco, satis Dejarás de golpear mi puerta? Dale a entrar y salir sin mo
fac ía todas las curiosidades. Pero m anifestaba siem pre en la con
tivo
versación un g ran entusiasm o por el P e rú : “ n u estro país es ta n Mis manos
herm oso y ta n in te resa n te como cualquier país europeo” , decía. Lo
gatean entre las matas
que le iba conquistando una reputación de chiflado, de ex tra v a
g a n te : “ E ste M orales como es medio a rtista , medio p o eta es ta m Te has llevado mi colcha de auroras
bién algo loco,” opinaban las gentes.
Don M anuel Esteves, p roprietario de “ S an ta M arta,” fundo b a r r o d é l a c a l l e
colindante con “El N a ra n ja l” , invitó tam bién al joven a un al
m uerzo, en una de sus huertas. Los E steves y los M orales eran
m uy am igos y hasta algo parientes. El viejo don M anuel había co
No he debido ser así
m enzado tra b a ja n d o ju n to con don Alfonso M orales en “ El N a Pero si quería escarmenarle la sangre
ra n ja l” . P edro, Julio e Isabel E steves—hijos de don M anuel — y g u s a n e r a de car ne r o s a
Carlos, A lfonso y Felipe M orales habían crecido ju n to s, siendo un
poco como herm anos. Solam ente que esa fra te rn id a d se había Están francos los soldados
cam biado— , en tre Felipe e Isabel— en un sentim iento m ás cálido pies sudosos cíe aguardiente
y m ás vehem ente.
M orales se dirigió— aquella m añana—im paciente y alegre— él Las piedras se rompen los cráneos calle abajo
h abía llevado siem pre a Isabel en el corazón— hacia “ S an ta M a rta” .
L a joven había llegado la víspera— al anochecer— de Lima, era, Cada palabra mía avienta el tufo de tu boca
pues, la p rim era en trev ista de los jóvenes. zapatea en las alcantarillas de media noche
Isabel— que acababa de cum plir veinticinco años—e ra un a h e r
mosa m orena, el tipo de las m ujeres de su tie rra , de grandes ojos
BESTIA REPLETA
fogosos, pelo castaño ab undante y sedoso, pies y m anos peque
ños y finos. P o r supuesto que estab a atav iad a según los últim os
cánones de la moda, habiéndose convertido sus lindas tren zas en Es e l d ía q u e viene abriendo trocha
u n a peluca a la gareone, bien alisada. M orales, b astan te emocio
nado, le habló poco. E lla, en cambio se condujo con desenvoltura
y desparpajo. Se m ostró m uy cortés, m uy am able, quizás si mas HE DADO AMI LAVANDERA UN MONTON DE RE
cortés que cariñosa. E n la m esa, colocada bajo u n p arral, hacía (CUERDOS SUCIOS
los honores como la m ás ex p erta de las am as de casa.
M ientras u n a estu d ian tin a de g u ita rra s y de b an d u rrias ejecu A le ja n d ro PERALTA
ta b a una m arin era — D e L a m b a y e q u e a C hiclayo— y u n a sabrosa
chicha de jo ra llenaba las copas, Felipe m iraba a la am iga de sus IX
m ocedades y revivía aquellos días ya lejanos— ¡diez años!— ; ella,
u n a frá g il y graciosa m uchacha de largas tren z as y tr a je de m use En su escritorio— u na am plia pieza con m uebles de los lla
lin a; él, un mozo apasionado y rom ántico, que com ponía malos mados am ericanos, teléfono, m áquina de escribir y caja de fie
versos y que soñaba bajo el claro de lu n a . . . todo un poem a con rro — Carlos M orales revisaba el balance sem estral p resentado por
sabor becqueriano de esos que solam ente se viven u n a vez en la el cajero de “ El N a ra n ja l” . Buen balance, en verdad, ganancias
vida. . . como p a ra sa tisfac er al m ás exigente. Carlos, co ntento, m urm u
ra b a : “ no vamos m a l . . . P ero todavía se puede h acer más. Mu
V III cha energía, m ucha voluntad y ser prácticos, m uy p ráctico s” . . . .
La ausencia concluye, casi siem pre, con am ores y con afectos, Dejó las cuentas y de un cajón del escritorio sacó un re tra to
m ás cuando son los de u n a n iña de apenas diez y seis años. Isabel de m u je r; el de Isabel. P or un in stan te miró el lindo ro stro de la
no había podido g u a rd a r el recuerdo de Felipe, que poco a poco— joven, guardando, en seguida, la fo to g ra fía. Con los dientes ap re
casi insensiblem ente— se fué esfum ando en su espíritu, dando lu tados m onologaba:
g a r a otro sentim iento, a o tra ilusión. Carlos M orales e Isabel eran, — H a de ser m ía. . . P a ra eso he estado ju n to a ella fiel, a te n
al volver F elipe a “ El N a ra n ja l” , casi novios. N ada m ás n atu ra l, to y cariñoso, m ien tras el otro se d iv ertía en E u ro p a. ¡Ah! no me
n ada más dentro de la lógica de la vida. F elipe— que, en canfbio, la arre b a ta rá . Lucharem os si es preciso lu c h ar. . . Y en la hacien
no había olvidado a su prom etida, a pesar del tiem po y la dis d a tam poco tr a b a ja r á . . . Que se vuelva a E uropa. Y a el no es
tan cia— era un soñador, un quim érico, un ilusionado, a quien f a más que un fo rastero .
talm en te debía vencer la realidad. Se abrió la p u e rta y en tró Felipe. Carlos se puso de pié.
Pero lo censurabble era la conducta poco leal, poco clara — ¿Qué hay Felipe?
que venía observando la joven con su antiguo enam orado. E n vez — Tengo que h ab lar contigo y con Alfonso.
de hablarle con toda fra n q u ez a— “ soy la novia de tu herm an o ; tu — Supongo que no v endrás con algún m ensaje de los peones
ausencia fu é dem asiado la rg a p a ra que yo te e sp erara”— procedía o de los criados. Carlos sonrió festejan d o lo que él creía un chiste.
como una m u je rcita coqueta y de poco corazón, m anteniendo con Felipe, sin h acer caso de la im pertinencia y de la necedad, p ro
sonrisas y palabras vagas la esperanza de Felipe. siguió:
La halagaba ser co rte jad a por un joven “ que había estado — Alfonso no ta rd a en estar aquí. Le dije que viniera.
ta n to tiem po en E u ro p a”— ¡oh ingenuidad de p ro v in e ia n ita !— — Todo un consejo de f a m i l i a ... M uy b i e n . . . ¿Q uiéres un
le divertía te n e r dos preten d ien tes y, quizás, si en algún oculto rin cigarro?
cón de su alm a palpitaba todavía un poco de cariño p o r F elip e; — G racias. . . Aquí está Alfonso.
lo cierto es que estaba jugando un juego pérfido y tu rb io , un ju e E n tra b a el m ayor de los M orales. Y Felipe habló; en sus
go que iba engañando al joven m ás rom ántico y m ás sentim ental p alab ras h ab ía sinceridad y calor, nobleza y sana intención. Pero
que ella. ni esa nobleza, ni esa sinceridad, ni la rec titu d del joven causaron
Y así llegó el m om ento de to m a r una decisión. . . im presión en el ánimo de sus herm anos: v erd ad eram en te que en-
21
tr e Carlos, Alfonso y F elipe no había d'e com ún sino el parentezco que y a no lo tie n ta , ni lo a tra e , sino p a ra irse a la m o n tañ a a
físico. in te n ta r la av e n tu ra em ocionante de la colonización. Su tie rra lo
—Deseo, expuso, Felipe, tr a b a ja r con Uds. en la hacienda. He echa, pero él llev ará a o tras regiones de ese P erú, que aprendió a
vuelto de E u ropa con la ilusión de continuar, al lado de Uds., la am ar en el ex tra n jero , sus energías, su ju v en tu d , su entusiasm o
obra de n uestro padre. Allá, créanm e, he padecido trem en d am en y su inteligencia.
te del “m al du p ays’’. E strañ a b a estos campos, estra ñ ab a n u estra E s la últim a noche que pasa en “ E l N a ra n ja l” , cerca de *u
casa; me hacía fa lta el am or de n u estra m ad re. . . D éjenm e ay u m adre. E n el cuarto de la viuda de don A lfonso M orales — allí
darlos; yo no pido, ni quiero ganancias, sólo anhelo h acer obra todavía hay buenos viejos m uebles de fam ilia y re tra to s de an te p a
con Uds. sados — el joven está sentado a los pies de su m adre. La señ o ra
— Todo eso está muy bien. P ero no podem os concederte lo llora silenciosam ente con dolor profundo, con pena inm ensa. Se
que nos pides. vuelve a ir Felipe, el m ás bueno, el m ás tiern o — y por eso — el
H ablaba Alfonso, el m ayor. Carlos, con su actitud', ap ro b a predilecto de sus hijos. Se vuelve a ir — y esto es lo m ás dolo
ba todo lo que decía su herm ano. roso, — quizás obligado por sus herm anos que son duros, áspero*,
— ¿P or qué? ¿Qué motivos tienes p ara ello? inhum anos. ¡Ah ella — a pesar de quererlos como quieren las m a
—T ú piensas y sientes distinto que nosotros. H as traíd o del dres — los conoce bien! ¡Cuánto no la han hecho su frir con esa
ex tra n jero ideas revolucionarias, ideas que nosutros no com pren aspereza y esa in h u m a n id a d !... Se vá el hijo bueno, el del co ra
demos, ni adm itim os. Q uisieras — p ara fav o recer a peones y a rre n zón am plio y noble, el de las te rn u ra s delicadas, el de la g en ero
d atarios — red u c ir al m ínim um n u estras ganancias. Te has rev e sidad sin lim ite s ... Y la viuda de don A lfonso M orales llora su a
lado como un socialista peligroso y adem ás eres un poeta sin sen vem ente, calladam ente, su mano fin a y y a a rru g ad a en las de F e
tido com ercial. Y aquí — debes saberlo — estam os p a ra hacernos lipe . . . P o r la habitación vá y viene, quejándose como u n a c ria tu
ricos. ra , la B alta sara:
— U nám onos, A lfonso, hagám onos concesiones m utuas. — Mi niño querido, ¿por qué te vuelves a ir? Cuando regreses
— A quí no pueden m andar m ás de dos. Q uédate en la h a ya tu v ie ja se h ab rá m u e rto . . .
cienda, si te gusta, pero no podem os d arte trab ajo . — M am á; ya es tard e, an d a acu éstate.
— Tu p ropuesta me ofende, Alfonso. ¿Cómo crees que po — Y tú tam bién, h ijito. M ira que m añana debes levantart*
dría perm anecer, aquí, inactivo, más cuando pienso casarm e? tem prano.
— ¿C asarte? Y ¿quién es la elegida de tu ' corazón? A hora h a — Sí, mamá. Pero an tes voy a to m a r un poco de aire.
blaba Carlos y sus ojos brillaban casi salvajem ente. Felipe besa y ab raza a su m adre, saliendo, en seguida, fu e ra
— La elegida de mi corazón — como tu dices con propósito de la casa. E n el cielo casi negro la Cruz del S ur se ab re como
de iro n izar — es la prom etida de mi adolescencia: Isabel. un símbolo. M orales m ira el firm am en to , m ira los cam pos; es su
Carlos se rió sardónicam ente. adiós a esa tie rra que, quien sabe, no volverá a ver. La noch|®
— Pues eso tam bién te va a ser imposible. Isabel, la prom e huele a flores y a p lan tas silvestres: jazm ines, m adreselva, tom illo,
tid a de tu adolescencia, es, ahora, mi novia. rom ero, malva. Las luciérnagas — puntos de fuego en la som
— ¡Tu novia! ¡No te creo! b ra — se posan sobre los árboles, sobre las flores. Llegan h a rta
—P regúntaselo a ella. . . ¿Acaso te iba a esperar, ella, diez el joven el ru m o r de las aguas que co rren , el canto de un grillo
años, estando yo aquí? Su belleza, su gracia, sus ansias de am ar escondido en la yerba y el aullido p e n e tra n te y destem plado d* un
no podían consum irse en ,una espera angustiosa y estéril. Las p ro gato m ontes.
mesas de los quince años, ¿qué valen a n te las exigencias de la Felipe, an te todas estas cosas; ritm os del mundo, poesía del
vida? Isabel será mi esposa, aunque tu hayas regresado, Felipe. universo, reconoce su e rro r — que es el de ta n to s jóvenes p e ru a
— Tienes razón, Carlos. Y ella tam bién. P a ra Isabel tu ere* nos— ; el h ab er en treg ad o los m ejores años de su ju v e n tu d a
la realidad; yo no he sido más q u e\u n ensueño fugaz. No me que países extraños, el haberse desarraigado — todavía inexperto — de
da sino m archarm e. su hogar, donde h a sido recibido, después, sin afecto y sin calor,
Y, m elancólicam ente, m u rm u ra — m ien tras el mundo reposa
bajo los cielos estrellados: —
X — Acaso mis heriñáno* estén en lo cierto y no sea yo más que
un fo rastero .
O tra vez las m aletas cubiertas de etiquetas m ulticolores — M ira fio ves, M arzo,’ 1928.
nom bres de p uertos y de ciudades; Colón, La H abana, Londres,
P arís, Viéna. — F elipe deja la hacienda, no p ara volver a E uropa D I B U J O S DE J O S É S A B O G A L
M .a .r ia - V t e. S s e _
*22
El a u to r d e e s te a rtíc u lo , so b re el apos- do g rita : “ E l hom bre apenas e n tra en el goce su razón que desde
to la rio Jo s é M a rtí, es Jo sé A. F o n c u e v a , u n a la cuna le oscurecen, tien e que deshacerse p ara e n tra r v erd ad era
d e las e sp e ra n z a s de la n u e v a g e n e ra c ió n c u m ente en s í . . . No hay m ás difícil fa e n a que está de distinguir
bana. P e rte n e c e e n c u e rp o y a lm a a A m é ri en n u e stra existencia la vida pegadiza y p ostadquirida de la es
ca (n o a la de los y a n k e e s sino a la n u e s tra ). p o n tán ea y p re n a tu ra l; lo que viene con el hom bre, de lo que le
Y p o r eso se c o b ija b a jo la a m p lia b a n d e ra q u e añaden con sus lecciones, legados y ordenanzas los que an tes de
vem os lla m e a r y a en los c o ra z o n e s desde él han venido. No bien nace, ya están de pie ju n to a su cuna,
M éxico b a s ta el C ab o de H o rn o s. A d v e rtim o s con gran d es y fu e rte s vendas p rep arad as en las m anos, las filoso
con p la c e r, q u e to d a la ju v e n tu d del C o n tin e n fías, las religiones, las pasiones de los padres, los sistem as politi
te, se a p a r t a d e la re tó ric a co n te r r o r , y o d ia n cos. Y lo a ta n ; y lo e n fa ja n ; y el hom bre es ya por to d a su vida
do ig u a lm e n te el lirism o d u lzó n y la “ lite r a tu en la tie rra un caballo em bridado. Asi es la tie rra ah o ra una v asta
r a p u r a ” , se a d e n tr a en los p ro b le m a s sociales m orada de enm ascarados.”
y económ icos d e In d o a m é ric a . ¡Q ué los e sc ri A continuación, da el rem edio: “A seg u rar el albedr-ío hum a
to re s re a c c io n a rio s, d e e n o rm e tr a s e ro m e no, d e ja r a los espíritus su sed u cto ra fo rm a p ro p ia; no deslucir
dioeval, se a n los ún ico s q u e p e rd u re n , p eg ad o s eon la imposición de ajenos prejuicios las n atu ralezas vírgenes;
a la tra d ic ió n , al h e r r a je y a la tric o lo r, la m ie n ponerlas en ap titu d de to m ar por sí lo ú til, sin ofuscarlas ni im
do con d e lic ia p o é tic a , los p ecad o s de sus m a pelerlas por u n a vía m arcad a: he ahí el único modo de poblar la
y o re s ! N o so tro s d e n u n c ia m o s a la g e n e ra c ió n tie rra de la generación vigorosa y creadora que le f a lta .”
q u e nos h a p re c e d id o — de c u a re n ta añ o s p a ra M artí sabe que la inm ensa m ayoría de los m ales de la hum a
a rr ib a , salv o c o n ta d a s y h o n ro sa s ex cep cio n es nidad tiene su origen en la esclavitud y en la deform ación de las
— com o tra id o re s de A m é ric a y de sus in te re se s. conciencias; en el acatam iento crim inal a ciertos convencionalis
mos frá g ile s; en la estupidez de los que abusando de su autoridad
T R IS T A N M A ROFF. sobre los que después de ellos han llegado, p reten d en b o rra r su
personalidad, inyectándoles, de paso, el veneno de sus alm as medio
L a H a b a n a , M arzo 1928. cres; en la soberbia ciega y en la im previsión m alvada de los que
creyendo fav o rec er al hom bre, lo p rivan de la m ás a lta de sus v ir
tu d e s: CR EA R ; en el anquilosam iento de los espíritus m ediante in
I sinuaciones m alignas o torpes m andatos, que sólo sirven p ara p e r
p etu ar el reino de la m aldad y el en-or sobre la tie rra .
E n Indoam érica, pese a la subida cantidad de libros y a rtíc u Y así como conoce el tóxico, M artí sabe del an tíd o to : “ Toca
los que al estudio de la vida y de la obra de n u estro José M arti a, cada hom bre— dice—rec o n stru ir la vida. A poco que m ire en sí
se han dedicado, no se conoce todavía la m ás in te resa n te fa c e ta de la reco n stru y e.”
am bas: la fa c e ta revolucionaria. P a ra su alm a vigorosa, o pulenta de intenciones lib ertarias, la
Y m o stra rla en la fo rm a m ás clara es el objetivo de las si imposición— lo mismo en política, que en educación, que en todo—
g u ientes lín e a s: es rep u g n a n te y b árb ara. Y considera reo de traició n a la n a tu
rale za a quien en u n a v ía u otra, y en cualquier vía, im pida el li
3 b re uso, la aplicación d irecta y el espontáneo empleo de las f a
cultades m agníficas del hom bre.
EL M I S T I C O C erebro procer, m ontado en la más inteligente disciplina, creía
que sólo existe un p oder definitivo: el de la inteligencia hum ana,
H om bres h a habido y hay en el continen te am ericano que Y que el pu d o r del hom bre está en la m ente, siendo deber inelu
al h ab lar de José M artí nos lo h an m ostrado como un místico co dible conservarlo incólum e h asta el últim o esterto r.
E l pensam iento de Jo sé M artí es plenam ente revolucionario.
rrie n te y m oliente. Y creo que esta es la opo rtu n id ad de d efin ir
Todo él está inform ado por ansias insaciables de ju sticia y de p er
el m isticism o de M artí, p ara ev itar desagradables confusiones.
feccionam iento hum ano. Y es p o r eso que a él acuden, buscando
Es cierto que José M artí fu é un místico. P ero no uno de esos
estím ulos y orientaciones, los hom bres nuevos de A m érica, solda
ridículos m ísticos al uso, que lo son por las o jeras o por la m ele
dos heroicos de un a cruzada ciclópea por la pulverización de la
na.
inju sticia social.
El m isticism o de José M artí es un m isticism o revolucionario,
fu e rte m e n te ligado a los dolores y esperanzas de los hom bres.
4
3
¿ L E S C R I T O R
E L P E N S A D O R
La actitu d de M artí como escrito r está fielm ente r e tra ta d a en
El pensam iento de José M artí es original y fu e rte . No se las siguientes p alab ras: “ Se h a de escribir viviendo, con la expre
ag o ta en acrobacias estériles, ni en fatigosas especulaciones in ú ti sión sincera del pensam iento libre.”
les, ni se a p a rta u n a p ulgada de la tie rra . P o r el co n trario , tiene De ella él hizo b rú ju la en sus andanzas de escritor. Cuanto
en ella raíces g ruesas y profundas. necesitó decir lo dijo, sin h acer caso de cobardías repulsivas ni de
E l espíritu de sacrificio, requisito indispensable a los solda infundados tem ores.
dos de la ju sticia social, adquiere proporciones ex tra o rd in arias en “ El hom bre que oculta lo que piensa o no dice lo que piensa,
M artí. Con sencillez cautiv ad o ra — como la de las palm as reales no es un hom bre ho n rad o ”— decía,—y él fu é un hom bre honrado,
que hay en las cam piñas que fu ero n n u estra s y que hoy pertenecen todo un hom bre honrado. P orque cuanto pensó, lo g ritó con cla
a seis u ocho em presas latifu n d ista s — predica: “ E n la cruz m urió ridad desafiante.
el hom bre un día, pero debe aprenderse a m o rir en la cruz todos P ensaba que la plum a no debía tom arse, ni se debía escribir
los días” . u n a línea, si no e ra un sentim iento h um anista lo que im pulsaba a
La m u erte no le a rre d ra , p ara él es vía y no térm ino. hacerlo.
Sabe que no h ay o bra p erm anente, porque las obras de los No concebía el tipo del escrito r m ercenario, a lo V allenilla o
tiem pos de reenquiciam iento y rem olde, son por esencia m udables Donoso. E scrib ir p a ra él, e ra e je rc e r un noble apostolado. Un
e inquietas. apostolado de probidad y desinterés. H e ahí p o r qué se resistía
No ignora uno de los crím enes m ás horrendos de la sociedad a cre er que h u b ieran hom bres capaces de a ju sta r su pensam iento
b u rguesa: la coacción espiritual. Y lo condena valerosam ente cu an al oro de un ricachón o de un tirano.
Am autai 23
El deber que H enri B arbusse señala como prim ordial a los in bajo el ág uila tem ible, los pueblos hispanoam ericanos— alto calor
telectuales, contaba con la lealtad firm e y la devoción sincera de hum ano y reciedum bre de roca.
José M a rti Su personalidad de escritor e ra un anillo por el que Y en todos ellos v ib ra su esp íritu rebelde.
se encadenaba al su frim iento y a los anhelos de los hom bres. E n su concepto del contenido y fu nción de la poesía, tenem os
E n todos sus escritos es fácil descubrir su radicalism o ideoló u n a p ru eb a palpable de la ex tra o rd in aria anticipación que es ca
gico, su revolueionarism o fecundo, que hoy es ejem plo tonificado!- racterística sobresaliente de la vida y la obra de José M artí, g ran
y venero de recias enseñanzas para la nueva generación revolucio revolucionario, creador in fatig ab le, afanoso ro tu ra d o r de horizon
n aria indoam ericana. tes inéditos, ágil cazador de perspectivas vírgenes y d« posibili
dades redentoras.
5
7
EL ORADOR
EL E D U C A D O R
Su verbo era de fuego y sus palabras hendían el aire como
balas y hacían galopar el espíritu, como golpes de acicate.
N uevam ente hallam os reflejad o el criterio revolucionario de
Su actitud da orador podem os sin tetizarla en estas palab ras
José M artí, en sus ideas pedagógicas.
su y a s:
De vivir, fo rm a ría ju n to a los que com batim os por las re fo r
“ Las palabras deshonran cuando no llevan d etrás un corazón
mas educacionales. P orque a su v ista clara y a su pensam iento
limpio y en tero ”.
atala y an te no escapaba que las escuelas y los m aestros, ta l como
El las honraba con *u corazón lim pio y entero, con su g en e
han actuado y actú an , sólo sirven p ara obstaculizar el desarrollo
rosidad sublime que le hacía se n tir como propios, en su propio ce
de la v erd ad era educación.
rebro y en sus propias carnes, los dolores de todos los hom bres.
M artí pensaba que las escuelas deben ser talleres, y los m aes
El las honraba, poniéndolas al servicio de la causa de los opri
tro s y alum nos obreros. No cenáculos de elegidos, ni m ordazas
midos, de los que tienen ham bre y sed de ju sticia, de los que p a
de la verdad, ni trin c h era de lo viejo y ru tin a rio las escuelas; ni
decen los dolores in h eren tes al trágico desequilibrio de la sociedad
frío s rep etid o res de textos y su jeta-rien d as de las inteligencias los
actual.
m aestros.
El m aestro— según M artí— debe ser voz p ara a len ta r y no f r e
6
no p ara contener.
La educación debe ser desarrollo consciente de las ap titu d es
EL P O E T A
reales del hom bre y disciplina fecu n d a de sus impulsos vitales;
la educación debe ser p reparación p ara la vida,— en la m ás am
José M artí fu é un precursor de la nueva poesía.
plia acepción del vocablo,— debe ser estím ulo de las facu ltad es bue
Mucho antes de que la nueva generación a rrem e tie ra denoda
nas y de las fu erzas creadoras que hay en el alm a hum ana. E d u
dam ente contra el torpe dogma que hace depend er la vida de la car es o rien tar, no em p u jar ni som eter.
poesía de ciertas discutibles y ru tin a ria s bellezas form ales, M artí
Su espíritu luminoso se rebela contra la falsa educación y
aseguró que poeta no es el que sabe halag ar al oído sino el que
co n tra los falsos educadores. D enuncia la m onstruosa m en tira que
hace tr a b a ja r al cerebro. Y antes, tam bién, de que se h ab lara de
hay en a firm a r que la educación consiste ta n sólo en la im perfec
la necesidad de vincular la poesía a u n a p ro fu n d a y definida in te n
ta y m orosa enseñanza de modos de leer y de escribir.
ción justiciera, M arti afirm ó que la poesía debe ser bálsam o— unas
Y aseg u ra que ed u car es p re p a ra r los espíritus p ara que hallen
veces— p ara el dolor de la hum anidad, e inyección de energías—
su verdadero lu g ar en la vida, y descubran su verdadero camino.
en o tras ocasiones— p ara ascender h asta la justicia. E d u car es hacer hom bres honrados y ponerlos en condiciones
M artí pensaba— y con él nosotros— que “ no es p o eta el que de h allar una vía h onrada en la vida. Y como no hay en la exis
sale de hongo y chaquet a ca n tarle al balcón de la edad m edia” , ten cia o tra vía h onrada que la que uno ab re con sus propios b ra
sino el que pone todas sus energías artísticas al servicio de u na zos, aboga porque la educación p rep a re al hom bre p ara esta g ran
causa ju sta. Que no es poeta el que agota su cerebro en h alag ar tarea.
el gusto cursi de pálidas chiquillas m elancólicas, sino el que se pone El m aestro debe sor un ta u m atu rg o capaz de lo g rar que el
del lado de los explotados, a servirlos sin tasa. P oeta, p ara él y tex to no sea plomo que d ific u lte , la bu en a m archa de la m ente,
p ara nosotros, es el que vigoriza la poesía, convirtiéndola en ins sino ala que le ayude a rem ontarse.
trum ento de un ideal elevado; el que la fo rta le ce , dándole de a li El m aestro debe ser consejero, y no capataz.
m ento puñados de v ida; el que la salva sacándola del ja rd ín v ersa M artí piensa que la escuela no debe ser un recinto donde se
llesco p ara que florezca precisam ente allí donde la vida es más congreguen por convencionalism o y por ru tin a los espíritus tiernos,
rudá y donde su presencia puede se r más útil. p a ra que gentes m ediocres les in filtre n sus perjuicios y ex tran g u -
D etestaba fra n cam en te a los versificadores gim oteantes que len sus ricas aptitudes, sino fra g u a donde sabios y am orosos h e rre
pulen y repulen sus producciones, p a ra darles un brillo engañoso de ros tiem plen las alm as jóvenes p ara el culto de la verdad y el e je r
m oneda falsa. Y afirm a b a: “ P u lir es bueno, más d entro de la cicio del bien.
m ente, y antes de sacar el verso al labio” . Y educar, pues, será vigorizar y o rie n ta r las fu erza s to d as
Le repugnaba la m úsica de m urga que algunos po etastro s ram que posee el hom bre p ara re a liz a r un g ra n trab a jo en la T ierra,
plones proclam an como elem ento prim ordial de la lírica. Y a f ir y no losa de m árm ol que les im pida salir a la luz.
m aba que lo que im porta es la calidad de la esencia y no los de
talles labrados del frasco. 7
La poesía le parecía un débil pi-etexto de holgazanes estériles,
cuando no servía u n a causa g rande y ju sta. EL P A T R I O T A
De los poetas que hacían—según u n a fra se suya— “poesía con
raíz en la tie r ra ” , decía: P atrio ta , no en el sentido chauvinista y burgués de la palabra,
“ No hay empacho ni miedo en bendecir a esos espíritus rebo sino en su acepción revolucionaria, José M artí se dió todo a la cau
santes de am or y luminosos, creadores im pacientes de sistem as de sa de la em ancipación cubana.
redención. Esos son los verdaderos poetas nuevos, y no otros, E n su cerebro atorm entado modeló con cariño un a Cuba que
rim adores enanos de literaria s y fem eniles novelerías. no e ra la de entonces y dista mucho de ser la de ahora.
“ Poesía— dice— no es el canto débil de la n atu ra lez a plástic-a; Soñaba con la i*epúbliea cordial, con todos y p ara todos. Sin
esta es la poesía de los pueblos esclavos y cobardes.” distingos, sin fueros, sin privilegios. Que todos los hom bres vienen
Dá un sentido noble a la poesía cuando exclam a: desnudos al mundo y no hay razón ju stifica tiv a de que, luego de
“ La poesía de las naciones libres, la de los pueblos dueños, la e s ta r en él, unos se vistan y otros pierdan la piel o se queden por
de n u estra tie rra am ericana, es la que d esen trañ a y ahonda en el toda la existencia ta l como arrib aro n a la vida.
hom bre las razones de la vida, en la tie rra los gérm enes del se r.” Q uería u n a república donde la p rim era ley fu e ra el culto a
Hay en los versos de M artí— sobre todo en los “sencillos”, es la dignidad plena del hom bre. Vale decir, un a república, fo rm a
critos en aquel trágico invierno en que p o r ignorancia, o p o r fé da p o r ciudadanos que m arch aran cogidos del brazo y no por peones
fan á tica , o po r miedo, o p o r co rtesía, s» reu n ie ro n en W ashington, y m ayorales.
24 A n ta u ta
D E F E W S A L A V I D A
I III
a Jean C assou
Lo más inútil de la existencia tiene mi voto, PARIS
mi consonancia entera. Aquí todo me es cierto.
Agotaría todos mis movimientos desde el El dolor me es cierto.
centro de mis nervios. Volveríame antiguo en perfecta ten El Sacre Coeur me es cierto.
sión de ayer. Y lo demás sería cosa de ponerse de pié. I Hasta las calles y cuando duermo me es cier
quién no lo crea que anime su Verbo para batallar duros to^ Yo sufro por cuanto me es cierto.
mitos.
Yo vivo puro ciudadano. Duermo y no sueño.
Opondría azules cálculos que bajen de cero. Me siento en cuanto es cierto. ¡Todo es cierto!
A ejércitos rojos en marcha, la soledad horizontal de las Yo presencio las existencias. Amo cuanto ca
estepas que acaban en dulces cosas de amor. mina y ludia en son de verdad. Yo he seguido
Pero vuelvo a mi centro de orina natural. el hilo de cuanto liase martirizado y me es
Aguijo todas las latitudes por donde pasa la mujer tan li ahora cierto.
gera rozándome mis carnes. IV
Este instante es el mismo sufrido de igualda Esta vez que vuelvo yo de viaje me falla
des. I tan cierto que no podría negar su piel que aún mi madre muerta. Me falto muerto. Me falta todo io muerto.
queda corriendo por mis manos. Esto es faltarse completamente.
II Mi casa hasta las paredes saben decirme que
ella me falta.
A cualquier esfuerzo cuadrilátero- o por más
línea ue me sea enemiga—opongo mi palabra, puesto Esta vez que vuelvo yo al hogar he encon
que mi vida exígeme tal lucha. Opongo mi soledad. I trado a mi padre sentado sobre el toque del alba, oyendo
cuanto me sale de ¡as ganas de querer. De hombre con la voz de mi madre. La voz que decía por sus ojos cami
na por mi vida.
tra rl hombre. O bien de amor contra amor.
A cada vuelta estoy en pugna conmigo mis Esta vez yo noto que me falta aún más, co
mo puede faltarle a uno el corazón, la boca, las manos o el
mo hasta encontrar argolla. De tal suerte que mi vida siem •despertar.
pre empieza en donde lucho a garra de animal y piel de
santo. Yo se que de aquella vez me he quedado ca
minando en ese día.
Por tal palabra, desnúdome de risa. A paso
traficante, opongo mi pureza. Hoy que vuelvo a mi casa me falta hasta el
sonido de mis zapatos.
Así me voy dando cuenta que cuanto vive,
vive de la muerte que ocasiónome ante tal cosa. ¡Siempre Me falto como nadie puede faltarse.
ante tal cosa! X a v i e r ABRIL
m ----------------------- — — — ------------------------------------------------------------------ ----------------------------------------------------------------------------
P atriotism o, p ara él, no era p retex to de pillos, sino religión de h an recogido la p alabra de! M aestro p ara rep e tirla co nstantem en
hom bres honrados. te a la m uchedum bre id ó latra y sensual que endiosa imbéciles o
P ensaba que las razas y las nacionalidades no deben ser obs se vende por un puñado de pesetas.
táculos al logro de la fra te rn id a d universal. Pero ap esar de todo eso, todavía es tiem po de re c tific a r nues
Con una visión adm irable de lo que sucedería en el porvenir, tro s errores.
pensó que luego de term in ad a la lucha en los campos y conquis TODO ESTA EN NOSOTROS.
ta d a la independencia de Cuba, surg irían las pasiones b ajas— ocultas 8
h asta entonces en lo m ás hondo del esp íritu —al borde de los la
bios. Y previniendo a los cubanos co n tra una so rp resa fu n esta EL P E N S A M I E N T O SOCI AL DE JOSE MARTI
p o r p a rte de cierta fa u n a de caudillos oportu n istas que ya com en M artí, espíritu alto y recio, sabía de los crím enes y sinrazo
zaba a m o stra r las uñas, advirtió severam ente que “ la p a tria es nes del régim en social establecido, y anhelaba sustituirlo por otro
a ra y no p ed estal” . m ás justo.
Intuyendo el peligro que p ara Cuba re p re se n ta ría n en un f u tu Soñaba con triz a r el sufrim iento de los hom bres.
ro inm ediato los E stados Unidos, g ritó su p alab ra de a le rta : Convencido de que sólo la unión de los que h an ham bre y
“ Debéis te n e r siem pre p resen te que es locura de p arte de una sed de ella, realizaría el m ilagro de in sta u ra r la ju sticia social en
aación esp erar de o tra favores desinteresados, y que d eb erá p ag a r la T ierra, decía refo rzan d o un pensam iento de K arl M arx: “J u n
con u n a p a rte de su independencia, todo cuanto a tal títu lo acep ta rse es la p alab ra del m undo” .
ta re .” A som brado de que hu b iera hom bres que no sin tieran en sus
Sabiendo que un pueblo de oficinistas, acaba en ser un a trib u m ejillas los bofetones que otros recibían, y en sus estómago* el
de parias, decía: ham bre que a otros m artirizab a, decía:
“ La independencia de los pueblos y su buen gobierno vienen “ ¿Quién no ha m editado en los visibles dolores de los hom
sólo cuando sus h ab itan tes deben su subsistencia a un tra b a jo que bres, en las desigualdades in ju stas de su condición, no fun d ad as
no está a la m erced de un reg alad o r de puestos públicos, que los en desigualdades análogas de su ap titu d e s?”
q uita como los da y tien e siem pre en susto, a los que viven de él.” Creía que todos los hom bres tienen el mismo derecho al agua,
La república de hoy no es la que soñó M arti. D ista mucho de al aire, a la tie rra y a la luz del sol.
serlo. E n ella se han asentado los fuero s y los privilegios. No A m aba inten sam en te a los obreros, porque él era un obrero
se ha practicado jam ás el culto a la dignidad pléna del hom bre. tam bién. Y desm intiendo ciertas afirm aciones m ezquinas, p re
Se han desobedecido todas sus indicaciones acerca de lo indispen gonaba que si por fu e ra están sucios de cal y lodo g u ard an en su
sable p ara conservar la independencia. Más de un caudillo ile in te rio r las v irtu d es respetables.
trad o y av e n tu rero la ha utilizado como pedestal. No se h a ocu E n econom ía política y en buen gobierno— decía— d istrib u ir es
pado nadie de vigorizar n u e stra econom ía nacional, única m ane hacer venturosos.
r a d« conservar n u e stra lib e rtad política. L a lengua del adu lad o r P re fe ría por leal y sana la m ano callosa del tra b a ja d o r, a la
no h a sido clavada— como él quería— donde todos la vean. Cuba m ano en so rtijad a del holgazán opulento.
no es u n a república libre, fo rm ad a por ciudadanos libres, sino un Y a solas, con noble em peño, aderezab a cuadros de d istrib u
ag ru p am ien to de b u ró c ra ta s tim oratos. N adie se ha tom ado el ción eq u itativ a de las riquezas.
tra b a jo de d ar su sentido trasc en d e n ta l a la educación. Y pocos De vivir hoy, M artí fo rm a ría en n u estras avanzadas, que lu
cubanos—-muy pocos y que han sido vistos por sus herm anos como chan— según la fra se piecisa del g ran José Ingenieros— “por desen
apestados—se han arm ado agonistas de la in teg rid ad nacional y volver la ju sticia social e n la n acio n alid ad co n tin en tal.”
A m a u la 25 p
Al ed itar su últim o libro, el P ro feso r Julio C. Tello— que hace del saber. Im plícitam ente, el au to r, preconiza un ciclo p re p a ra to
años viene estudiando la organización de la E n señ an za S uperior— rio— fu e ra del de Instrucción M edia— aú n p a ra las profesiones de
h a unificado su fra g m en taria labor docente y p arlam en taria. Ciencias aplicadas y un a E scuela de A ltos E studios p ara sus g ra
“ R e fo rm a U n iv e rs ita ria ” carece del plan genético y la unidad duados.
o rgánica de un libro escrito ex-profeso; mas, no por eso cada en
sayo o cada discurso d eja de te n e r m érito: se destaca una salu E L R E C E S O D E L A U N IV E R S ID A D .
dable tendencia de renovación; una insistente sugerencia de nueva
orientación educacional y adm inistrativa. Toca a Tello ex p resar— desde el P arlam en to — su pensam iento
E l a u to r que, ante todo, es u n u n iv e rs ita rio , aprovecha de un a acerca del m om ento un iv ersitario de 1921. Sostiene que la U ni
honrosa beca de la U niversidad de H arv ard p ara realizar un f e versidad se h ab ía derrum bado no porque sus elem entos e s tru c tu
cundo estudio de especialización en las Ciencias A ntropológicas. Su rales eran malos, sino porque h ab ía desaparecido su espíritu.
espíritu de investigación, que no se satisface con las especulaciones de H ace un a revisión de los diversos sistem as universitarios y
dichas Ciencias, le lleva a observar, estudiar y explicarse los sis aboga por la reorganización científica de “ San M arcos” . Reclam a
tem as u niversitarios de E É . UU., A lem ania e In g laterra . de la docencia ese estado em ocional, esa a c titu d em otiva e in tu i
A tinadam ente, historia la génesis de H arvard y la com para tiv a an te la N atu raleza y an te la V ida que constituye el espíritu
con la de su A lm a-M ater. Le choca la orientación n etam en te pro- científico. P iensa en la U niversidad del F u tu ro , en la U niversi
fesionalista de “ San M arcos” , form ada por facu ltad es apenas conec dad con universalidad, donde se enseñen todas las A rtes y todas
ta d as por débiles lazos de simple adm inistración y de hecho d istan las Ciencias, y, que, al mismo tiem po, sea un ta lle r p a ra investigar
ciadas de cuerpo y espíritu, que form an un agregado de in stitu científicam ente. Inspirado en estos principios elabora un proyec
ciones de enseñanza p resc rita “ que desde ningún p unto de vista to de ley del que nos ocuparem os más adelante.
puede considerarse como una “ U n iv e rsid a d ” . C o n trasta esta te n
dencia con la de la U n iv e rsid a d M o d e rn a — encarnada, en su con L A A U T O N O M IA U N IV E R S IT A R IA .
cepto, en H arv ard — que, como u n a de las m anifestaciones rev elan
tes de las leyes del progreso, tie n e como propósito fu n d am e n tal: Sostiene el a u to r que al P ro feso r un iv ersitario asiste el d ere
increm entar, purificar, re fin a r y ennoblecer los conocim ientos ad cho de em plear el método que m ás convenga a su en señanza; de
quiridos en el pasado p ara así enriquecidos legarlos a la p o steri estu d iar y criticar con am plia lib e rtad cualquier d o ctrin a religio
d ad; “ esta es la labor que tien e la U niversidad en el Mundo ci sa, política o social. Pero, cree que esa lib ertad llevada al campo
vilizado : conservar y aprovechar las pasadas experiencias de la H u institucional re su lta perjudicial, a ta l p unto que u n a universidad
m anidad p ara alu m b rar el po rv en ir.” que confecciona sus esta tu to s; que elige librem ente su personal de
D eplora la carencia de u n a adecuada cu ltu ra filosófica, en m aestro s; que m an eja igualm ente sus finanzas, y en u n a palabra,
“ San M arcos” , para el ejercicio de las profesiones liberales. Cul que se gobierna a sí m ism a está expuesta a los peligros que tra e
tu ra que— según el a u to r—la im parte debidam ente el “ C o lleg e” consigo esa lib ertad e independencia. Las instituciones au tó n o
am ericano, escuela de cu ltu ra general que d esp ierta en los fu tu ro s m as tien d en a estan carse— dice—haciéndose conservadoras. Es,
profesionales energía para pensar y p en sar bien, ya que sin ese con este criterio , que preconiza la creación de un a J u n t a de S u p er-
requisito se dá el caso de profesionales autó m atas, de espíritu y v ig ila n c ia fo rm ad a por delegados de los m aestros, de los estu d ian
m iras estrechas con quienes todo progreso se hace imposible. Co tes, del Gobierno y del Parlam ento. E ste Consejo “ ejerce ría un a
mo corolario del “ C olleg e” y las facu ltad es profesionales— p ara Te- inspección sana y estim u lan te en los d epartam entos, bibliotecas y
11o—viene la E scuela de G raduados en A rtes y Ciencias llam adas m useos; señ alaría defectos y reco n o cería m érito s; llam aría la a te n
a m a n ten e r viva, en la U niversidad, la unidad del conocim iento y ción de los poderes públicos sobre la necesidad de im pulsar d e te r
ser el ta lle r de investigación original p ara el avance desinteresado m inados estudios o de estim ular a determ inados hom bres de m érito.
C O N S E C U E N C IA S . —E sta diversidad de nom bres, nom encla te rren o capaz de sem b rar una p a re ja de indios en un día. E sta
tu ra confusa y farra g o sa a veces, tien e consecuencias im p o rtan tes extensión se llam a “ m a ta ” . E n Chucuito se llam a “ y u g a d a ” o
en el campo de la ju risp ru d en cia práctica. Los pleitos sobre la y u n ta, cuando la extensión se re fie re a tie rra s lab rad as por an im a
propiedad, adem ás de las dificultades inm ensas que en c u en tran en les. Cuando el trab a jo lo ejec u ta un indio, se llam a h u iri por an
su desarrollo, por los obstáculos de la jurisp ru d en cia pueblerina, tonom asia.
ru tin a ria y agresiva, en c u en tra este otro inconveniente serio, y que E n Sandia, se llam a c a ja y a lc u y a la cantidad de sem illas que
se agrav a cuando los jueces ignoran la lengua indígena, ignoran sus e n tra n en un cajón y k u llu y a ic u y a la m itad de esa porción.
costum bres, desconocen el alm a nativa con sus creencias, sus su E n Puno se llam a ta b ló n co rrien tem en te a la extensión de te
persticiones y sus anhelos. s rre n o cuya fo rm a v aria y cuya superficie puede v a ria r en tre 150
E studiando expedientes con procesos de intérdictos, se puede v aras de largo, por 100 de ancho, aproxim adam ente.
observar esta confusión que ocasiona perplejidad en el ánim o de Las tie rra s adem ás, no se avalúan p o r su extensión, sino por
los jueces. U na roca que d á nom bre a to d a un a propiedad, m ien su situación y calidad. Los te rren o s de las a ltu ra s se llam an a n
tra s m ás allá un mismo te rren o tien e varias denom inaciones. d en es y su valor suele ser m uy su p erio r a los “tab lo n es” , por ser
¿Cómo resolver estos conflictos si los jueces y más que los de tie rra de m ejor calidad y no re q u e rir el em pleo de bueyes p a ra
jueces n u estra s leyes rom ánicas no están inspiradas en el esp íritu los arados, sino el de tácito s, in stru m en to s de la b ra n za prim itivos
indígena? ¿Cómo solicitar pruebas desconocidas por n u estro s in usados por los indios.
dios; cómo d a r v alor a la p rueba instru m en tal ign o rad a por ellos? C O N C L U S IO N . — Al refe rirm e a cuestiones ju ríd icas del de-
¿Cómo a c e p ta r las notificaciones por periódico al pobre indio p arta m en te de Puno, poblado en su m ayor p a rte p o r indios que
que vive en su verde ayllu labrando su tie rra , ig n o ran te del com chuas y aym arás, fra ca san n u estras leyes, la ju risp ru d en cia ro m a
plot de papeles que se fra g u a co n tra él en la a ld e a ? . . . na, el Código de Napoleón y cualquier nueva ten d en cia de moda.
A la nom enclatura indigena, es preciso ag re g ar o tra circuns E scritas n u estras leyes con v istas a los anaqueles cargados
ta n cia que nace de la costum bre nativa y es la siguiente. de obras ju ríd icas ex tra n jera s, la ju risp ru d en cia p rác tica indige
M E D ID A S A G R A R IA S IN D IG E N A S — Los indios y con ellos n a olvidada, m enospreciada, desconocida m as bien, se encarga de
casi todos los que viven del campo, no usan en realidad el sistem a darnos en la realidad los m ás rudos golpes.
m étrico decimal. Las m edidas ag ra ria s son prim itivas, simples, H acem os ju sticia y buena, de acuerdo con n u estra s leyes.
fu n d ad a s en la observación de las cosas. Pero olvidamos el derecho de la costum bre indígena.
E n H uancané a la extensión de te rren o p ara cu ltiv ar se lla
m a “ Y anasi” . La unidad ag ra ria se calcula p o r la extensión de E M IL IO R O M ER O .
29
D entro del pensam iento universitario nacional, la concepción Com pany— b an q u ero s de B oston— ; la de P ittsb u rg a The U nited
de Tello significa precisam ente la negación de la llam ada A u to n o S tates Steel C o rp o ratio n ; la de C alifornia a H ydro-E lectric Pow er
m ía U n iv e rs ita ria ; m ien tras él sostiene que su plan aseg u raría la T ru s t; la de P ensylvania a The U nited S tates S teel C orporation,
verdadera autonom ía. E l hecho es explicable: Tello, influenciado, etc. etc. A m ás de esta vinculación d irectriz, r a r a es la U niver
por el régim en u n iversitario am ericano, no concibe u n a universidad sidad que no in v ie rta fu e rte s capitales en las poderosas sociedades
sin su respectiva J u n ta de S uperv ig ilan cia; al p ro c u ra r ad a p ta r la anónim as. No es ex trañ o que u n Concejo directivo form ado por
institución al régim en nacional, substituye los delegados de los ex hom bres de negocios norm e la vida u n iv e rsitaria desde el punto de
alumnos, a los albaceas de m illonarios, y a los rep rese n tan tes de v ista de la organización cien tífica del tra b a jo ; selecciona y divide
Jas em presas com erciales con los delegados del E jecutivo y el L e la lab o r in telectu al con el criterio del em presario in d u stria l que es
gislativo. A simple vista, la J u n ta de S upervigilancia re su lta una tu d ia las necesidades del público y especula con las fluctuaciones
entidad exótica, dentro de n uestro régim en u niv ersitario , y su crea del m ercado; en síntesis: T a y lo riz a la U n iv ersid ad .
ción sería aceptable solo en el caso de que se le g aran tizase las
atribuciones que el a u to r le concede, y, efectiv am en te llenase, en P R IN C IP IO S D E A D M IN IS T R A C IO N U N IV E R S IT A R IA .
la práctica, fines de a lta orientación educacional, pues, su sim ilar
el “ B o ard of T ru s te e s ” de las universidades am ericanas desem peña E n 1922, con la colaboración del Dr. E ncinas, Tello p rese n ta
un a labor negativa en el sentido ap u n tad o ; m ien tras que desde el en la C ám ara de D iputados un P royecto de Constitución de la U ni
punto de vista financiero y adm inistrativo llena debidam ente sus versidad M ayor de San M arcos. Al se ñ ala r las orientaciones gene
fines. rales, insiste sobre la necesidad de en cam in ar la investigación cien
Tello precisa m ejor su concepto sobre la a u to n o m ía u n iv e rsi tífic a h acia la solución de los problem as nacionales. Im p o rtan te
ta r ia al glosar el pensam iento de Schleierm acker, el refo rm ad o r de aspecto de la fu nción social de la m oderna U niversidad, por des
la U niversidad de B erlín: La tu te la del E stado debe te n er, como g racia un ta n to descuidada en n u e s tra casa de estudios.
ta r ia al glosar el pensam iento de Schleierm acker, el refo rm ad o r de Ju n to a la 3 fac u ltad e s clásicas incorpora el In stitu to P olitéc
to da tu te la , un lím ite alguna vez. El E stado d ebería d e ja r a las nico y crea la E scuela de C u ltu ra G eneral y la E scuela de G rad u a
Ciencias a sí mismas, encom endando sus arreg lo s in tern o s e n te ra dos de A rtes y Ciencias. C onstitución orgánica de las más m oder
m ente a los m aestros, y, reservando p a ra sí, sólo la adm inistrá- nas universidades de A m érica, e n tre ellas la de L a P lata, y, que
ción económica, la supervigilancia y el estudio de la influ en cia in responde a realizar el plan in te g ral de c u ltu ra superior y enseñan
m ediata de estas instituciones en el servicio civil. za técn ica profesional que la U niversidad está llam ada a im p a rtir
p a ra fo m e n ta r el m ejoram iento social y el progreso de las Ciencias.
LA U N IV E R S ID A D T A Y L O R IZ A D A . E n m a teria de enseñanza, preconiza el sistem a de cursos m o
nográficos, de investigación y el sistem a electivo. D eterm in a el
E n tre muchos otros m éritos, se atrib u y e a la U niversidad am e rad io de acción dé la Biblioteca y el Museo, señalando la función
ricana el de conceder, a su docencia, am plia lib ertad de crítica, sin de sus diversos departam entos. V italiza así estas instituciones lla
te n e r en cuenta que, m ás de u n a vez, se ha dado el caso de p ro m adas a se r poderosos auxiliares didácticos, an tes que almacene*
fesores que han sido expulsados por su “ radicalism o” y h a sta por de antigüedades.
su “ liberalism o” . Ilu stra tiv a la separación de J. H. Robinson y E n tre las innovaciones fundam entales”, m erece especial m en
G. E. W oodberry del P rofesorado de Columbia. El caso se rep ite en ción la división del m agisterio en 4 categorías, con su resp ectiv a
casi todas las gran d es universidades porque es el “ B o a rd o f T ru s escala de sueldos y honores. Sistem a llam ado a fo rm a r el tipo del
te e s ” el que adm inistra los fondos y controla la orien tació n ideo verd ad ero P ro feso r U n iv ersitario , con fo ja de m éritos en el ram o
lógica de dichas instituciones. que cultive.
Se cree que el B o a rd of T ru s te e s o Consejo de Fideicom isarios E n cuanto a la adm inistración in te rn a , el Proyecto, no in tro
imprim e vitalidad en lo adm inistrativo e impulso de renovación duce refo rm as substanciales a no ser la creación de u n a J u n ta d«
y h asta sentido revolucionario a la enseñanza, haciendo abstracción S u p e rv ig ila n c ia , como el organism o encargado de fiscalizar todos
del carácter em inentem ente conservador de este organism o, in flu en y cada uno de los actos de la U niversidad; im pulsar y estim ular
ciado por prejuicios políticos, sociales y religiosos: N. M. B u tler se la vida u n iv ersitaria, in te rp re tan d o la opinión pública y las altas
vió obligado a abdicar a su credo p resbiteriano e in g resar a la Ig le necesidades del p aís; dem an d ar de la Sociedad y de los P oderes
sia Episcopal, como m edida indispensable p ara lleg ar a la P resi Públicos apoyo, concesiones y privilegios a fav o r de la U n iv ersi
dencia de Columbia. S eguram ente, los profesores de Ciencias exac dad y ase g u ra r su autonom ía, lib rán d o la de to d a in flu en cia p o líti
tas y naturales tienen am plia lib ertad de crítica ; pero, los de a q u e ca p artid arista . F o rm an esta J u n ta delegados del L egislativo, el
llas “ disciplinas que trascien d en a la vida social y que preten d en E je cu tiv o ; de los m aestros y los estudiantes. Con criterio dem o
re g ir sus aspectos políticos, jurídicos y económ icos” tien en que h a crático, se incorpora la rep resen tació n estu d ian til en pie de ig u al
cerse cómplices de u n a m istificación o m archarse, como el P ro fe dad con las dem ás (2 delegados). E l éxito de esta Ju n ta , en g ra n
sor A rdzrooni, tra s de un am biente de tolerancia. p a rte , dependería del prestigio in telectu al y la capacidad m oral de
No es posible estu d ia r la organización y ten d en cia educacio los hom bres que la constituyesen, sólo así se lo g raría, como piensa
nal de estas “ g ra n d e s u n iv e rsid a d e s” sin relacio n arlas a la aplas el au to r, a seg u rar la au tonom ía de la U niversidad y p o n erla al
ta n te industrialización del pueblo yankee. La m ás a lta dirección m arg en de rencillas políticas.
de la política u n iv ersitaria está en arm onía con la p eculiar o rg an i C ontiene adem ás el P royecto disposiciones relativ as a la ex
zación social del P aís: L a C onstitución del C o n sejo de F id e ic o m i tensión u n iv e rsita ria ; la reglam entación de lo s . estu d io s; la cre a
sario s tiene su origen en las cláusulas te sta m en ta rias de algún m ul ción de re n ta s propias p a ra la U niversidad y el control de sus fi
tim illonario, o en los estatu to s de consolidación de determ inado nanzas. E n tesis g en e ral: E l proyecto contem pla los diversos as
tru st. R atifica esta afirm ación el docum entado estudio que U pton pectos de organización u n iv e rsitaria m oderna, basada en ad ecua
S inclair hace—en su sugestivo libro “ T h e G oose S te p ” — sobre la dos principios educacionales y adm inistrativos. P rincipios que, da
educación am ericana. Según él: E s imposible d iferen c ia r la plana do el tradicionalism o que nos liga al pasado, h an sido calificados
m ayor del B oard of T ra ste es (Consejo de Fideicom isarios) de la de dem asiado avanzados p a ra n u estro medio, y, el P royecto, t a
U niversidad de Columbia de la del D irectorio del F e rro c a rril Cen chado de utópico, sólo h a logrado su aprobación— con lig eras mo
tr a l de New Y ork, los mismos hom bres actúan en u n a y o tra ins dificaciones— en la C ám ara de Diputados.
titución. E n últim o té rm in o : La Casa M organ rig e los destinos
de la “ m ás g rande U niversidad de A m érica!” Su Consejo está ' A IN V E S T IG A C IO N C IE N T IF IC A .
form ado por un ingeniero, un médico, u n obispo, diez abogados
de corporaciones, ocho en tre banqueros y em presarios de fe rro c a No podem os d e ja r de re fe rirn o s a uno de los capítulos más
rril, y, por fin, un educador: el P residente de la U niversidad, su g eren tes del libro de Tello, aquel en que hace u n v erd ad ero lla
m iem bro ex-oficio . mado a los hom bres de Ciencia del país y a las in stitu cio n es que
Las prolijas investigaciones de S cott N earing, consignadas en la cultivan p a ra que dediquen sus energías no solam ente a in cre
su libro “ School a n d S o c ie ty ” y las de E vans C lark dem uestran m e n tar sus conocim ientos sino a fo m e n ta r la producción original,
igualm ente que, la dirección de las más notables universidades como único medio y fin de la educación. In siste en que la fu n
está vinculada— en m ayor o m enor escala— a la de las m ás fu e rte s ción de in v estig ar no es característica solam ente de las g ran d es
em presas industriales: la de H arv ard a la de Lee, H igginson and universidades n i corresponde necesariam en te a u n a etap a avanzada
30 J lm a u ta i
O R A C U L O
PO EM AS DE CESAR MORO
I N F A N C I A D o rt. II d o rt. II d o rt. II d o rt.
D e to u s les sa c rific e s e t d e to u te s Ies c o n q u e te s
Como el viento en su canción desesperada, L ’ hom m c de to u s les m o u v em en ts,
como los p ájaros del viento P a u l É lu a rd .
de agudos picos,
salvaje alegre ingenua Los árboles despiertos de cansancio.
mi alm a galopa P o r qué saludarse, an te ta n ta discreción?
sobre la cuerda te n sa del pensam iento mío. Las h o jas de los árboles cam inan
Como el fuego en la canción ard ie n te de la llam a y se arro d illan sin re z a r
como las lenguas innum erables del deseo valien te ejem plo-equilibrista-parasol,
alegre ro ja ingenua l os v iajes com enzados no term in an
mi alm a se adiestra no te rm in an , no te rm in a n . . .
p a ra la fie sta num erosa del pensam iento mío. T anto pañuelo y ta n to adiós guardados
Como la m uerte, sorda, m uerta, cobra, los gestos y las m anos cerrad as de desesperación.
como los buhos de la m uerte De noche guardem os silencio
en el plafond del cielo, silencio, silencio. . .
cínica a stu ta m u e rta (El m a lestar co rre sobre la p u n ta de los ojos)
mi alm a se sube a los retablos Qué los viajes com enzados no principian
p a ra la m ítica renovación del pensam iento mío. (el m alestar golpea sobre el sueño, en la
Lima, 1924. alm ohada, debajo de la cam a)
los viajes del comienzo no term inan.
en la evolución de esta clase de instituciones. E lla es — dice —
esencial a to d a U niversidad que m erece el nom bre de ta l sea cual U na estación sin bridas
fu e re su categoría. despavorida, inútiles las señales
Guiado por este criterio, preconiza la creación del Sem inario; desde la extrem idad de las pestañas.
del organism o llam ado a re a liz a r la función fu n d am en tal de in El corazón golpea fu e r te : rum or
v estig a r; de organizar el conocim iento; de e n tre n a r y g u ia r al es a-go pelea o se disgrega o cae
tu d ia n te , en medio del caos y confusión de los fenóm enos; de dis o perm anece, con firm e z a
ciplinar la inteligencia p a ra el tra b a jo constructivo y original. El u n c a b a lle ro de fo r tu n a
Sem inario— dice— es el ta lle r donde tra b a ja n co n ju n tam en te m aes a p e s a r d e los e n red o s
tro s y estudiantes im pulsados por una fe m ilitan te en los hechos; v ien e a la casa.
p o r la creencia casi fa n á tic a de que el mundo es un todo coor
Silencio, el corazón vuelve a golpear
dinado y arm ónico. E l Sem inario es el laborato rio que organiza el
silencio podrido como los m aderos viejos
conocim iento y estim ula las energías p ara adquirirlo y sistem ati
de un ataúd. El corazón golpea.
zarlo. E n él m aestros y estudiantes se hallan em peñados co n stan
Quién pu d iera p asar este silencio
tem ente en resolver un problem a, re c tific a r un hecho o av an zar el
ten ien d o las m anos de sus m anos
conocim iento.
en las m anos.
Indudablem ente, Tello es quien, e n tre nosotros, con mas p re
No hay voluntad que valga
cisión ha trazad o los lincam ientos del Sem inario, y el que con
todo vuelve a dorm ir.
m as ferv o r lo h a preconizado. E s de esp erar que m uy pronto se
E s este el sol? Las m anos
cree un verdadero sem inario que sirva de m odelo; así se evita tran slú cid as e n tre las alg as del sueño.
rá que se aplique este térm ino a las simples congregaciones de
No puedo q uitarm e este som brero ta n pesado.
estudiantes que distraen su tiem po en búsquedas bibliográficas, sin
LTna arm azón principia a saludar
ahondar el conocim iento in te g ral de ningún problem a, ni a p o rta r
en to rn o a los caminos que dan vueltas
el contingente de su iniciativa personal p a ra la solución del mismo
y vueltas y vueltas
o el avance de la Ciencia. alred ed o r de u n a v entana.
A dem ás de un bien m editado estudio sobre la m edicina y la
La som bra de un pie despide
A ntropología en la Educación Nacional, en el que propone la fu n
al g u errero cansado de esp erar, cansado
dación de u n a a lta Institución de C ien cias B iológicas, destin ad a a
V igías, de pie! (La som bra de un a
la solución de los problem as nacionales; tra e el libro un in te resa n
mano retien e a penas los sollozos
te proyecto p ara la provisión de becas en el ex tra n jero . Becas
dan ganas de g rita r).
que h ab rían de conferirse a profesionales recién graduados que
preten d an especializarse y dedicarse a la enseñanza, m edida te n E l corazón golpea.
diente a m e jo rar n uestro problem a u niversitario , ya que su solu No h ab rá quién venga a ab rir?
ción no sólo es cuestión económica, sino de capacidad de la docen Los p ájaro s-carreras-sin regreso
cia. voltigean perdidos alred ed o r de la lám para.
LA R E F O R M A D E LA U N IV E R S ID A D M isericordia. H ay uno ciego, el otro can ta
y uno que m o ja sus plum as en el fuego,
Consecuente con los principios educacionales que h a venido y me im piden c e rra r los ojos,
sosteniendo el p rofesor Tello, al estu d iar la refo rm a de San M ar co rtaro n mis p árpados sin piedad.
cos, a trav és de sus diversas etapas evolutivas, aboga p o r la fo r G ran p en a debe pasarse
m ación de la U niversidad científica fre n te a la profesional. C ree cuando así can tan , co rtaro n los párpados
mos que todo esfuerzo en este sentido es laudable ya que lograd- de mis ojos y hay uno ciego, o tro que can ta
ría conciliar am bas tendencias. y uno que m oja sus plum as en el fuego.
Sostiene que n u e stra refo rm a fundam entalm en te es u n a cues Cannes, setiem bre de 1927.
tión de organización y resu lta así porque la ley de 1920 no es
una Constitución de la U niversidad; ella contiene disposiciones que
tocan solo a la p e rife ria y no al fondo de la organización u n iv er “ F O L L O W I N G Y O U A R O U N D ”
sitaria. Nos ha preocupado mucho el progreso económico, político
y cu ltu ral de la U niversidad— dice—pero, no hem os m editado p ro (S ie m p re sig u ié n d o te )
fu n d a y claram ente sobre su organización. P o r esto el progreso Pecho de bisonte
de la U niversidad es solo una ilusión óptica. Muy acertad am en te, el pan taló n y la ch aqueta
el a u to r reclam a una U niversidad que responda a las necesidades hacen el tra b a jo
e ideales de la sociedad actual. pero tu corazón tien e un panoram a
A lberto A rca P arró . y el jugo de tu chaleco
á m a u ts 31
v ador Novo Colson, V illau rru tia, R odríguez Lozano, Carrillo P u er
GARLOS MISSIES.!33^. to, O rtega, A lfaro Siqueiros, Je a n Chariot, Tam ayo, Carlos Chá-
(viene de la página 12) vez, A zuela, Julio C astellanos, A révalo M artínez.
Pueblo influenciado solam ente por el sol. El sol es el g ran
en ella una esencia que no se puede circunscribir en tre fro n te ras. clásico de los trópicos. E l S hakespeare de Dios. Todo es oro, to
No tien e p a tria ni edad; es sim plem ente, con la m ayor n a tu ra li do resplandece y sueña, sonoro color, todo vive apasionadam ente.
dad, hum ana. Sensualidad, in stin to divinizado, len g ua esp iritu al que hablan los
Renovación de n u e stra adm irable sabiduría, de la ciencia in a poros, aquí h asta la lascivia se hace espíritu. Sol.
g otable que está en el am biente de n u estra s ruinas, hechas por los E l color ju stific a n u e stra raza.
g ran des clásicos anónim os de n u e s tra raza. I r a Rusia o al Congo. O a la b ru tal b alanza de México, que
N uestras H um anidades, m atices de civilización como pocos oscila e n tre Rusia y el Congo. No en cu en tro m e jo r elogio.
pueblos de la tie rra , la tu vieron en su origen. Congo, virginidad, fu erza, sol. H om bres de h ierro , cuya g ra
(A pesar de todo, O riente co n tra Occidente es un poco la cua cia, ro b u sta y p atética, h a conmovido la plástica de la civilización
d ra tu ra del circulo. A llá está Am érica. Cierro la d iestra de mis latin a. M úsica negra, tangible, sólida. Rusia, la experiencia más
am igos a trav és del m ar. “ ¿ P a ra qué quieren que el círculo sea g ran d e del hom bre m oderno. E n el Nuevo Renacim iento,. Rusia
cu ad rad o ?” ) ocupa el puesto de Ita lia hace cinco siglos. Rusia, revolución tra n s
Los griegos fu ero n los m ayas de E uropa. cendente y de am plitud m ayor a la de cualquiera o tra revolución,
¡Que duerm an en paz nuestros abuelos! No hay que conso ap a rte del C ristianism o, la ú n ica trag e d ia divina de los hombres.
larse cobardem ente: recordando. No es consuelo, sino m otivo de Rusia se abrió las venas p ara salvarnos la vida: yo creo que ya no
vergüenza. A yudem os a que se p u d ran en paz n u estro s abuelos. son blancas las estepas.
¡Que se pudran en paz! E s orden de Dios. P ad re Sol, fu n d e sus M ientras E u ro p a e n tra en la senectud, México cambia de voz.
huesos), disuélvelos. E nséñanos a abolir las lágrim as de m an era México, v an g u ard ia de A m érica, p ro a de la raza. México maya.
definitiva. E l pañuelo que nos sirva p a ra decir adiós. H ay que N atu ra lez a prim itiva. Selvas. F u erzas ciegas. Alcohol. A m bien
m archarse. te en todas las conciencias p a ra que dance la P rim av era de B otti
Se es com patriota de su raza, de todos aquellos que tienen celli con el Renacim iento en sus caderas.
nuestros ánimos, de todos los que piensan librem ente, y se es soli U n arg en tin o es incapaz de a tra v e sa r el Canal de Panam á.
dario atacando o am ando. Im posible hab lar de a rte guatem alteco Un m exicano lo salta con los pies juntos.
en estos m om entos. A parte de em pezar, está bajo la som bra (E l latinoam ericanism o se h a vuelto un refu g io de im poten
propicia de México. Más que influencias del herm ano vecino, son cias, de inteligencias m ediocres. ¡Es u na lástim a! Tres o cuatro
influencias étnicas. Tai vez la m ás in te resa n te civilización am eri nom bres m erecen ú n icam ente nuestro respeto. Los otros aprove
cana existió sobre las actuales tie rra s guatem altecas. La misma chan que el pueblo sea sensible a latinoam ericanism os de esta es
ra z a : la Maya. P a ra mí, de cierto modo, la noción de p a tria es pecie: “ ¡matemos a los g ringos!” O a un comunismo nacido de
fan atism o idiota, com pletam ente estúpido. Las causas de la san la pereza. Las m anifestaciones tran scen d en tales de la inquietud de
gre se defienden poderosam ente con instinto. No se adm iten te m A m érica: algunos libros, p in tu ras, música, etc., etc., es lo único
p e ra tu ra s m edias en el trópico, o, al menos, no las adm ito yo. E n que recuerdo al escribir estas páginas.)
el trópico todo es pasión, y esa es su gloria. El instinto es b rú ju la La República A rg en tin a g ira alred ed o r de Buenos Aíres. La
poética, inspiración original, rim a prim era, a la cual n u estra vida pam pa es su “b an lieu ” . Buenos A ires: en tre la M agdalena y la
debe en c o n trar su consonante. O pera de P arís. T erraza del Café de la Paix, siete de la noche.
Hay que te n e r la m ano carnosa y áspera de la tu n a , la len P erú . Los Incas.
gua jugosa del m aguey, la delicadeza de la vainilla, del tabaco, A m érica. R enacim iento de fu erzas prim itivas. México, es
del m aíz; el oro de las fru ta s , el color políglota de las aves, p ara México hace mucho tiem po. México es un percherón, es u na v ir
g rita r a los dem ás pueblos lo que somos, así como lo hace a nues gen. ¡Qué lástim a que se m asturbe!
tro s sentidos, cotidianam ente, el sol déspota. Amigos de Buenos A ires: estoy y a capacitado p ara un viaje a
Recuerdo “ pele-m ele” y los tiro al a z a r de mi m em oria: Diego la Pam pa, porque sé italian o y sé fran cés. La esperanza está en
Rivera, Clem ente Orozco, Carlos M érida, Alfonso Reyes, José V as “ M artín F ie rro ” . La esperanza está en “ Don Segundo Som bra” ,
concelos, Yela G unther, B est M augard, Je sú s Castillo, López Ve- pam pa au tén tica, y yo creo que N etzahualcóyotl h ab ría puesto un
larde, Em iliano Z apata, A gustín Lazo, M aples A rce, Covarrubias, poem a e n tre los pliegues de su acordeón. Al menos p a ra que no
José C astañeda, D octor A tl, A sturias, González de M endoza, Ar- escapara al aire de A m érica y p a ra que fuese aú n m ás musical.
queles V ela, Pablo Z elaya, Carlos Pellicer, X avier Icaza, List A r- Oyendo el latido de mi corazón, m e proclam é P ríncipe Maya,
zubide, H um berto Gai'abito, A braham A ngel, Toño S alazar, Sal- en pleno P arís, no lejos de la T o rre E iffel. El Sol fu é mi padrino.
E n nom bre de los dioses asistióm e. La T orre, geyser de acero, se
ñ alab a mi orientación m oderna, absolutam ente cenital.
E n dos huacales, uno de los m ayas de mi tie rra , alrededores
oh prendas de vestir!
de A ntigua G uatem ala, y el o tro de las tie rra s de México— un m is
sin venir a p asar u n a estadía
mo país con dos nom bres en los libros—, h aré la b ra r mi escudo,
de las vacaciones que le perm iten
y con ellos cu b riré los senos de la m u je r siem pre im probable.
las ocupaciones del tra b a jo de su sueño.
. . . Y ¡cuántas cosas m ás pensaba contem plando la p in tu ra
E n el tra b a jo de su sueño pierde
de Carlos M érida!
lo que vosotros, ojos, no g an aréis jam ás
p o r ta n to n ad a g an a ría a tr a b a ja r
por an u lar su sueño esperem os
no arb o ra en la farm ac ia
Es necesario aclarar, d efinitivam ente, que Carlos M érida es de
Ca ne se vend pas dans les boutiques
los m ás b rillan tes y en tu siastas “ pioneers” de la p in tu ra am eri
oh prendas de v estir, abanicos
cana. Su labor ac tu a l tie n e un viejo entronque, paciente estudio,
por ta n to nada g a n a ría a venderse
la o fre n d a de su vida ín teg ra.
ni a tra b a ja r :
F u é él quien lan zara cierta tonalidad pictórica, uno de los
invitación a no co n cu rrir a l tra b a jo
principales en h acer se n tir hondam ente n u estra s gran d es co rrien tes
qué habitación estrech a la de los guantes
raciales cuando— casi in teg ralm en te— ia poca p in tu ra am erican a
que perdieron, al rededor, podemos,
vivía p ará sita de la p in tu ra europea.
congregaciones cintas rosadas cintas celestes, asp iran tes Carlos M érida fué de los prim eros—rep ito —en iniciar n u estro
y vosotros todos invitación a tra b a ja r. renacim iento pictu ral, a pesar d* su extrem a ju v en tu d . P in tó in
dios, n u e stra n atu ra lez a, con verdadero sentim iento, con pasión,
P ero vosotros todos con el entusiasm o y lealtad de algo que se tiene en la sangre, es
invitación a no tra b a ja r. cuchando órdenes sagradas y cum pliéndolas de m an era irrem isible,
CESAR MORO. porque no h ab ría podido no pintarlos, ta n g ran d e e ra su anhelo,
P aris, 1928. su ferv o r.
32 #t m a u la
Y no cabe duda que en a rte , log m ejores fru to s son los del M arqués de F iestas G alantes— V erlaine— , es, v erdaderam ente, un
A rbol G enealógico. Y así se ve a la p in tu ra de A m érica to m ar p_ digio a fu erza de su genio. Sin em bargo. . .
posesión de sí misma, v erd a d era conciencia de sér, de fu erza , y y a Diego Rivera, p in to r de la Revolución, m enosprecia a los in
esa orientación, que debe ser definitiva, es un g ran triu n fo p ara telectuales m exicanos y, probablem ente, a to d o s. . . A segura que
n u estro s Prim itivos. su obra sólo el pueblo puede com prenderla, porque es del pueblo,
por el pueblo, p ara el pueblo. P in tu ra barbussista, com entara Mo-
Y en la labor de desasnar la p in tu ra am erican a que n acía
rand. U nica fra se un poco acerta d a en la d isp aratad a prosa so
m u e rta por el oropel, p o r el pintoresco, cursi lite ra tu ra , h o jarasca
bre el g ra n p in to r. M orand, como que no tien e m ucha sensibilidad
que seducía a los pocos p intores sin té cn ica n ing u n a, sin sentim ien
p ara esas co sas. . .
to indígena, desastrosam ente afrancesados o ita lia n iz an te s; p in
Carlos M érida tiene la terrib le y grande aspiración de ser ú n i
to re s que se reducían a p in ta r sím bolos superficiales: chinas po
cam ente p in to r am ericano. Igual a Chagall, que es ruso siempre,
b lanas, etc.— la p an d e reta , el p ie rro t de la p in tu ra am erican a—
im prescindiblem ente de una gloriosa m anera autom ática, como el
C arlos M érida fu é quien em prendiera la difícil ta re a de o rie n ta r
tim b re de la voz o la faz p u ra o el color de la piel, an cestralm en
los por el cauce actu al, elevando a valores significativos, d ep u ran
te, Carlos M érida desea ser am ericano. El g ran p in to r ruso, h as
do, h a sta lo g ra r iniciar la plástica am ericana. Pocos, entonces, lle
ta en un ram o de flores tropicales, posee no sé qué inefable deso
v ab an o sim patizaban por el cam ino que a b ría M érida, rodeado de
lación de las estepas.
in d iferen cia.
Yo pienso que los cam aradas, al verse en los frescos de D ie
Y yo creo que n ingún otro p in to r am ericano h a encauzado esa
go Rivera, no com prendiendo g ran cosa de su adm irable obra, no
revalorización con u n a herm an d ad m ás p erfec ta, con el genio mis
podrá ag rad arles en co n trarse con rasgos caricaturescos y m anos
mo de la raz a, sabiendo darle un impulso am pliam ente m oderno y
dem asiado robustas. La m ism a V irgen si v iera los trozos de alg u
de u n a liberalidad to tal. Dos o tre s pin to res m ás de A m érica han
n a vírgenes flam encas en teram en te mongólicas o las creaciones de
logrado realizaciones m ás acabadas que Carlos M érida; pero es n e
Giotto—p o r ejem plo—vírgenes ta n bellas que se arrep in tiero n súbi
cesario no olvidar que él fu é el p rincipal iniciador de esos tr a b a
tam en te de se r caricatu ras, ta l vez sólo so n re iría . . .
jo s. H e aquí la afirm ación ro tu n d a del mismo Diego R iv era: “ C ar
H acia la m agnífica sutileza de expresión de un Chagall, tie n
los M érida h a realizado, de algunos años a esta p a rte , un a labor
den todos los vigores del joven m aestro guatem alteco. Chagall
de am ericanism o extrem adam ente in te re sa n te : él fu é el prim ero
logra, ta n to como el alem án George Grosz, se r de su tie rra , m edu
en h a c e r e n tra r d entro la v erd a d era p in tu ra , el pintoresco am e
larm ente. H asta en esa p in tu ra que tiene la g racia angélica, r e
rica n o ” . p en tin a, de los cuadros de niños, de locos o los retab lo s de nues
México, el país que tien e m ás entidad, fu é la tie rra que fe
tra s iglesias, p in tu ra en donde todo es felizm ente inesperado, en
cu n d a ra los nuevos impulsos. Fenóm eno n a tu ra l p o r la a lta cali
los propios lím ites de la ingenuidad y de la fan ta sía , Chagall lo
dad racial. La p in tu ra am ericana,, cuando no existía, e ra algo
g ra d e ja r sus huellas digitales m arcadas con sangre eslava.
inexplicable.
La ju v e n tu d de M érida, pasada en la n atu ra lez a m ilagrosa de
S a in t Sim on aseg u ra que el a rte de un pueblo es u n a resu l
la Cordillera, en los d epartam entos occidentales de G uatem ala, a
ta n te social y rac ial: México tien e a rte propio, ¡claro! orillas del Lago de A titlán o en tie rra s de México, ha absorbido,
No es, desde luego, el asunto tra ta d o lo que es regional, lo que
casi p o r ósmosis, su color incom parable. H a vuelto a E uropa, n u e
es nuestro. E l público piensa que un p in to r que hace cuadros
vam ente, p ara au m en ta r sus capacidades, p ara co n tin u ar el difícil
anecdóticos con indios com erciando telas, etc., o que p in ta n a tu ra
ap ren d izaje pictórico de sab er m irar. Con la v ieja cu ltu ra medi
lezas m u e rtas con n uestros fru to s, un som brero charro, algún tie s
te rrá n e a , que sólo a la exasperación generosa de Diego Rivera to
to indígena, etc., está y a tra b a ja n d o en a rte am ericano. leram os no te n e rla en cu en ta (!), se vuelve a la p a tria viendo m e
Algo sem ejan te pasa en m úsica, en a rq u ite c tu ra , en l e t r a s . . . jo r, con u n a m irada más clara y sintética, más m esurada, m ás fi
E l em pleo de cierto léxico criollo no aseg u ra u n a em oción au tó c n a y analítica, h asta lo g rar f ija r las m odalidades de n u e stra tie rra
tona. O como p e n sa r que el espíritu m oderno consiste en hacer
pródiga.
odas a los autom óviles. L a esencia de las cosas es la que nos in — “ Bien se ve que ustedes son tropicales”— nos dicen a m e
teresa. E l autom óvil es, adem ás, en la conciencia del mundo, más nudo, h asta en M adrid, cuando nos derram am os p o r necesidad, a
efím ero que el claro de luna. veces en vanos alardes. Quién sabe por qué causa los españoles
E l alm a de u n a rte no está propiam ente en el asunto que tr a están m ás lejos de n u e stra sensibilidad que los franceses, a pesar de
ta . Sobre el tem a tr a b a ja el sentim iento. Sobre el te m a se hace raza, idiom a, religión, etc. C u ltu ra nórdica, alem ana, O rtega y
la in te rp retació n . D eben h acer transposiciones to ta le s del a rtista Gasset. H ay un fu e rte “ chauvinism o” en la co rriente actu al del
— digestión—, y, con las reacciones au tóctonas, devolver un a esen a rte am ericano, síntom a n a tu ra l que es halagüeño. Volviendo de
cia indígena de la anécd o ta indígena, de! paisaje, del folklore, de E u ro p a, en la extrem a ju v en tu d , yo creo que se llevan ojos n u e
todo lo pintoresco que em barranca a ta n to princip ian te porque, sin vos que saben m ejo r p esar y m edir. Sobre todas las playas del
estilo, sin ese baño en las corrientes m ás hondas de la raza, no m ar latino se oye el coro de las m usas m oderatrices invocadas por
pueden te n e r nin g ú n valor universal. Y h a sta entonces, lógicam en Claudel. E l mismo Diego R ivera vino a E u ro p a a ap re n d er las
te, aparece la p lá stic a am ericana. disciplinas clásicas que fu ero n ro b u sta sem illa en su tie rra po
L a p lástica es u n v alor universal, porque es n etam en te p o éti te n te : a su o bra gigantesca— de las más d uraderas y g randes de
ca en el m ás am plio sentido de la palabra. Nace de ver las cosas este cuarto del siglo XX— to d a esa ciencia le sirvió de punto de
p o r ad en tro . L a plástica es la p a rte “ esp eran to ” de la p in tu ra , apoyo, de tram p o lín p a ra su m usa indígena.
la cualidad que la hace regional en todas partes. Tengo, en mi conciencia, en sitio ap arte, la obra de Diego
M ientras la p in tu ra am ericana no había logrado esa crista R ivera y la obra de C lem ente Orozco.
lización que h a sta hoy em pieza a obtener, carecía de un elem en H ay jóvenes pintores que creen venir a so rp ren d er a E u ro
to esencial y universal. H ay m uchas plásticas, siendo, fu n d am en tal p a con lo que ellos entienden por a rte am ericano, tray en d o sólo
m ente, una, así como la poesía: sensación inefable, elevación, r e el aspecto pintoresco, escenas típicas, pero sin resolver ningún p ro
dención divina del hom bre. blem a, sin in terp retació n , sin ningún sentim iento au tóctono, sin
Un kodak en m anos de un inglés, de un español, ruso o f r a n n in g u n a idea de plástica aborigen. Y tales obras no p erten ecen a
cés, to m a rá, invariablem ente, las escenas que le pongan en fren te. la p in tu ra am ericana ni a n inguna clase de p in tu ra . La corriente
L a p in tu ra pin to resca de ta n to s am ericanos— indios fotogénicos, del sentim iento am ericano, la v erd ad era esencia, corre p ro fu n d a
flo res, volcanes— es ta n anodina como las postales de un kodak en y pocos la logran porque pocos tien en erudición y sensibilidad p a
m anos e x tra n je ra s que no sepan ni seleccionar. Carece del ele r a llegar a mil te rn u ra s de hondo.
m ento fu n d am e n tal de la p in tu ra : la plástica. El viaje a México, en donde hay un in te resa n te movim iento
Se n ecesita ser m uy am ericano p a ra poder p in ta r a n u e stra pictórico, organizaciones más o menos técnicas y m odernas, ser
A m érica. ¡A parte de ta n ta s o tras cosas! v irá de muchísim o a la joven p in tu ra am ericana.
N u e stra p in tu ra ac tu al tien e una orientación clásica: espíritu P a ra un joven a rtis ta nuestro es peligrosísim a la venida a
co n stan te de revolución. E uropa. N um erosas corrientes, que sólo tien en afinidades lejanas
S er am ericano m edularm ente. ¡Veo ya a la Pavlow a b ailan con la propia, accionan sobre la sensibilidad casi virgen. Es como
do nu estro R abinal Achí con rem iniscencias de la M uerte del Cisne! un lincham iento del alma, lucha an gustiosa que yo su frí y que
C orte del Rey Sol, R ubén D arío en V ersailes, siglo X V III, siento aún. Los veinte años de un tropical suelto en la vida ten-
A m aula 33
cediera a Diego R ivera en volver a México, fu é el prim ero en adop Es imposible, p ara la m ejo r inteligencia de la obra que com en
ta r las lecciones de la m oderna p in tu ra fran cesa. Y él fu é el p ri to y de mi escrito, no m encionar frag m en to s del ap retad o estudio
m ero en volver a los valores planos encontrados en la p in tu ra po de C arlcton B eals: “ La o b ra de Carlos M érida, b rillan te y joven
p u lar indígena. a rtista , está co n titu id a con geom étrica precisión y con inm ensa a r
M érida, ávido de renovación, apasionado por el estudio de to monía. Es el m enos rom ántico, el m ás sereno de todos ellos (los
das las nuevas tendencias, fué en México, en esos meses críticos, pintores de México) y, sin em bargo, no menos apasionado que Cle
el sem brador de esa g ra n inquietud ta n vigorosa de la p in tu ra de m ente O rozco” .
an tes de la g u erra, cuando M onsparnasse te n ía a Picasso, M odiglia “H ay en su p in tu ra, a m edida que se observa m ás d eten id a
ni, V an D ongen, Kisling, F e ra t, Rousseau, etc., etc. José Ju a n m ente, un a ín tim a calidad em ocional que re su lta de la sú til com
T ablada, com prensivo, joven siem pre a fu e rz a de talen to , v erd a binación de una super-sim plicidad de m a teria unida a un a deslum
dero ejem plo de movim iento perpetuo, escribía: “ Carlos M érida bradora y decorativa belleza” .
es uno de los que m ejor expresan con su p in tu ra el alm a de Am é “ G eneralm ente, en la composición de sus p in tu ras, M érida de
ric a .” secha lo innecesario no esencial; cada cosa está sim plificada a lo
mínimo, y entonces, en violentos contrastes, equilibra las m asas de
A la llegada de M érida a México, en 1920 (u n año an tes que
su composición, de acuerdo con un ordenam iento ya previsto. La
Diego R ivera volviese de E u ro p a ), aún no existía n ingún am bien
composición generam en te está basada en la pirám ide. E sto es his
te pictórico. Casos v erdaderam ente esporádicos, tra b a jo s inconexos,
tórico, sin em bargo, original: recu erd a las más fluidas composicio-
to ta lm e n te desorientados, era todo. T ranscribo esta prosa, con la
8es de los m odernos: Picasso, con su espira! y sus péndulos, por
cual p re se n ta ra M anuel H o rta a Carlos M érida en su p rim era expo
ejem plo” .
sición de M éxico: “ La exposición del a rtista g u atem alteco C ar
“ El color de la p in tu ra de M érida tiene un efecto p lan o ; no
los M érida significa en n uestro incipiente medio pictórico un a ru ta
hay en ella aglom eración de tonalidades, a m an era de juegos de
novísim a, un sendero abierto a la inteligencia de los muchachos
luces eléctricas, ni som bras ílú id as ni pesadas; sin em bargo, su co
que principian. Su concepción p a rtic u la r de los tipos indígenas,
lor tiene esa misma sim plicidad; la calidad dinám ica de su técnica
los m otivos de decoración ta n sabiam ente logrados, su a fá n conti
y de su color proviene de la yuxtaposición, únicam ente de válido»
nuo por d escubrir el rasgo psicológico, la ac titu d ex tática, el sello
contrastes raram e n te suavizados al capricho.”
re a l d en tro de su m an era personalísim a, hacen de M érida, no sólo
“P a ra en c o n trar un paralelo a algunos de sus motivos decora
un m aestro, sino un apósiol del credo estético ac tu a l. P a ra los
tivos tendríam os que buscarlos en Egipto, donde las notas decora
que ig n o ran que el a rte está en perpetuo m ovim iento, como las cé
tivas p reten d en síntesis, a base de masas, o m ejor, en alguno de los
lulas del cuerpo, la obra de M érida es una fu e n te inagotable de
viejos códices indígenas am ericanos, con todos sus convencionalis
aliento y vigor juveniles. A gosto de 1920.” mos de color y d ibujo” .
S iente este discípulo de la escuela de la in certitu d , poseedor
“ Sus m ujeres, que están muy lejos del tipo nórdico, tien en un
p erfecto de su a rte , la necesidad de h acer algo que le satisfag a
equilibrio convencional que ap aren tem en te las desexualiza en un a
m ás plenam ente, ahora que sus ojos saben ver, que su m ano di
inaccesible y e sta tu a ria perfección, no o b tan te qué, por el co n tra
b u ja con perfección y que, como sólo tre s o cu atro p in to res m ás
rio, llevan en sí esa nerviosa expectación y esa conciencia de la in
de A m érica, es dueño de un color de delicadeza sorp ren d en te. Re
saciable sexualidad de las m u jeres del tró p ico ” .
g re sa rá a A m érica, m aravillado por horizontes nuevos, con u r
“ Y es, precisam ente, en esos concentrados motivos decorativos
g encia de abrazarlos. ¿Qué m ejo r augurio que su preocupación
en los cuales los co n trastes de color alcanzan en su p in tu ra un cli
co n stante, su vigilancia perenne, que ese deseo de su p erarse co
max de síntesis p u ra y un a visión única. U na in cierta contradic
tidiano? ción de lo supersofistico a una ab so lu ta b á rb a ra ingenuidad” .
G randes tran sfo rm acio n es espirituales se op erarán en él ya sin M érida ha sabido im prim ir sobre todas sus obras las fu erzas
peligro, porque tien e sólida base que obliga a n u e stra confianza. cardinales de la raza. No encuentro m ejor com entario, ni m e
N ada es más te rrib le que la m onotonía, que la academ ización en sí jo r elogio. Creo que h a realizado ya su anhelo—a pesar de su ju
mismo (¡la peor de las acad em ias!), signo seguro de pobreza, de ventud y de su incertidum bre, que h a oído el delicado concejo de
m iseria. U n a rtis ta ha m uerto cuando no tiene y a inquietud. Y S aint Beuve y W alter P a te r—de ser un p in to r n etam en te am eri
sin inquietud, ¿p a ra qué p in ta r, p a ra qué escribir? cano. Cada día su paso será más firm e y te n d rá m ayor resonancia.
M érida me decía: “ El color es lo que me ha costado m enos en En él lodo se mueve con n a tu ra lid a d : urgencia de síntesis, geom e
mi p in tu ra .” E sta b a ya en él esa sensibilidad indígena p ara el co tr ía de su p in tu ra, que viene del genio decorativo de la raza, ta l
lor, de un color ta n singular, con u n a obediencia ta n exótica a la vez m ás que de las disciplinas europeas, h asta el color de su sensi
fo rm a que com enta, sensibilidad m aya. Color m esurado de los in bilidad exasperada.
dios, de lirism o sereno o violento, siem pre arm onioso, siem pre en Crespo de la S erna insiste sobre la originalidad de M érida, que
adm irables dosis, colores tónicos como alcaloides, ponderados colo debe a su sangre, a la docta am plitud que h a sabido d a r a su ins
res como si n u e stra s m usas aborígenes hubiesen estado en los coros tin to atávico: “E n su obra hay u n a unidad étnica. H a sido fiel a
de las m usas griegas. Sin despilfarram ientos, con discreción ad su trad ició n a su raza, con la poderosa y ciega intuición de los v er
m irable y fácil de c o n sta ta r en las telas, tiestos y ta n to s objetos de daderos artistas. Es el herm ano de esos seres prim itivos y senci
n u estros indios. H ay huacales o jic ares en los que las fig u ra s lle llos, y con su estética policrom a, b árb ara, fo rja adm irables sinfonías
nan de m a n era p e rfe c ta to d a una bóveda, decoraciones v erd a d era de fo rm a y de color en que p alp ita su propio yo” . “M érida es, a n
m ente clásicas, so p o rtarían ag ran d arse todo lo que se d eseara; se te todo, un colorista” . “ Tiene la visión in n a ta del color; siempre
podría d eco rar el cielo. la h a tenido. C atalogarlo con ex actitu d es difícil. M érida h a te
E n M érida están todas esas cualidades, y rem ozando su cul nido la fu e rz a suficiente y el talen to necesario p ara irse en co n tran
tu r a cada día, si es cierto que, tal vez, quite algo de espontaneidad, do firm em en te a sí mismo. Además de su autonom ía en este te
en cambio, aseg u ra poseer verd ad era conciencia de lo que hace, rreno, ha pintado sin prejuicios de lite ra tu ra y ninguno de sus cua
o b ten er significaciones universales y darle m ás firm eza a n u es dros tiene carácter anecdótico. P o r lleg ar a esto de un modo ta n
tr a plástica. definitivo m erece fig u ra r e n tre los a rtista s m ayores.”
E l color, en M érida, no és sólo el color violento, tropical, de A pesar del sabor ta n exótico de la o b ra de M érida, en N ueva
o tro s p intores am ericanos, color muy “ crom o” , au n en la adm irable York o en E uropa, su calidad ha sorprendido a la critica, situándo
b rasilera T arsila. E s en la suavidad de tonos, m edios tonos, en los le m ás o m enos convenientem ente, sin tr a e r en cuenta, quien sabe
m atices m ás difíciles— ocres, negros, grises,etc.— , que m e e n tu por que m ilagro, la p in tu ra de Gauguin. E n general, son pocos
siasm a principalm ente. D elicadeza congenital por el color, v erd a divergentes las opiniones sobre esta obra, cuyas d iretrices p rin ci
d era aristo crac ia en tonos que le son m uy personales. Y el color pales he in ten tad o b o sq u ejar socorrido por citaciones de hom bres
b asta p ara ju stific a r u n a p in tu ra , p a ra aseg u rar la vida de una especializados. De A n n ita B ren n e r: “ Carlos M érida, libre de to
obra. E stam os en el trópico. Color justo , con cálidad de epíteto, da fo rm a o te o ría, realiza un a o bra que es p in tu ra p u ra. Sin imi
color clavado como un objetivo rotundo, definitiv am en te sin sinó ta r a nadie y usando su propia vida, den tro de su tiem po y de sus
nimos. T al vez, el color, en la ob ra de M érida, sea la cualidad so m ateriales, M érida traslad a los mismos valores de los m onum entos
b resaliente, a pesar de la m aravillosa construcción de to d as sus que p erten ecen a las viejas cen tu rias a cuya som bra nació. Como
obras, ta n form adas, con ta n ta a rq u ite c tu ra , que nos dan no sé qué los creadores de estos m onum entos, él no necesita de in té rp re tes o
e x tra ñ a sensación de m olestia. diccionarios; p ara com prender su tra b a jo es preciso no conocer na-
A m a u ta 35
da de a rte o saber mucho de él.” chas en el m uro. T ercera dimensión, d ad a con colores planos a
“ Pero lo m ás in te re sa n te es que M érida no m odela con color veces, fig u ra s en v arios planos interiores, etc. ¿No fué, desde Pom-
ni usando líneas, sino valiéndose únicam ente de la geo m etría del peya, el salto de la decoi’ación a la p in tu ra propiam ente?
color, lo cual equivale a p in ta r en el grado m ás p u ro ” . ¿Cuándo ap arecerá el verdadero in té rp re te pictórico del tró
“ P or un tra n sp a re n te cálculo espectroscópieo, M érida logra pico?
con dos dim ensiones, la expresión de tre s sobre un plano” . A mi modo de ver, au n en n u e s tra 'm e jo r p in tu ra, hay cierto
“ M érida ha hecho del color u n a religión. Su vida culm ina en desequilibrio, no está arreg la d a como un a balanza, en adm irable
la p in tu ra, y su p in tu ra culm ina en el color. La línea y la compo ju sticia de pesos, la p arte decorativa y la p a rte plástica. E n tien
sición se hallan supeditadas y controladas de ese m odo” . do que en E u ro p a hay u n a m uy fu e rte reacción co n tra toda te n
“ Así p in ta M érida a los indios: no especula plásticam ente con dencia decorativa. D epuración absoluta. M édula.
ellos por que él lleva sangre india. H ay poco “ in terés hum ano” en El cubismo— cuyas m ayores perspectivas están, tal vez, en la
su obra. Se asem eja más a esa definición que, en las cu ltu ras p ag a decoración, realiza ese equilibrio: decoración y calidad pictórica.
nas, nos hace imposible distin g u ir bien e n tre el re tra to de un hom Im agino que en A m érica v en d rá u na reacción (sem ejante a
bre y la representación de un dios.” la actu al de la E scuela de P arís) co n tra la decoración. Es (no
La decoración de M érida en la Biblioteca In fa n til de la Secre puedo v e r o tra cosa) su etap a próxim a. Creo que Carlos M érida
ta ría de E ducación P ública de México, está resu e lta con los linca se n tirá su necesidad en este su segundo viaje a E uropa y la h ará
m ientos de la g ran decoración; hubo n atu ra lm e n te necesidad de se n tir tam bién en A m érica.
te n er en cu en ta la función m ism a a desem peñar de ta l decoración; La p in tu ra de M érida—to d a la p in tu ra am ericana—ad q u irirá
un a p in tu ra que, siendo buena p in tu ra, pudiera llegar fácilm ente nueva y m ayor im portancia cuando m ás tien d a a separarse de la
a la m ente de los niños. Así, el m otivo, de unidad cabal, está su tendencia decorativa actual. Con el color adm irable que posée,
peditado a las form as seguidas en el desarrollo de la m ism a p in tu ra, su sentido ta n fino de dibujo, a -su v uelta p in ta rá otras cosas—se
logrando cierto c a rá c te r in fan til y sintético, que puede provocar go g u ram e n te— que h arán m ás v asta la p aráb o la de su ca rre ra a rtís
ce estético a los niños que la fre cu e n tan . E l resultado de esta ideo tica.
logía ha sido satisfactorio. (U n a m ism a obra m otiva en dada persona resonancias dife
E xiste o tra decoración del joven m aestro guatem alteco, en la ren tes. Mi criterio ta l vez sea dem asiado europeo, ta l vez ya no
sala de reposo de la B iblioteca grande, en la propia S ecretaría, en sé ver, después de varios años de ausencia, lo ya realizado o lo que
la cual ciertos problem as de decoración están resueltos in telig en te busca la p in tu ra am ericana actual. La emoción artística es com u
m ente: una linea espiral es la m atriz de toda la p in tu ra eslabona nicación de sim patías, de sonidos propios íntim am ente ligados con
da con la razón “ sección a u re a ” que da a la decoración estabilidad n u estras facultades, con n u estra propia acústica).
m atem ática y perfecto conjunto arm ónico. Elem entos m uy am e D espojar de to d a intención decorativa a la p in tu ra am ericana.
ricanos form an la base plástica de este trab a jo . Es la etap a que me atrevo a prever. A ún d ep u ra r el color, el co
E s necesario ser héroe— insisto— p a ra llevar, en las condicio lor que es lo más logrado en varios pintores nuestros. Desde lue
nes de M érida, con ta n ta pulcritud, el arte , con ese respeto y am or go, en E uropa, el color neto, el color plano de M érida les parecerá
que solo el a rte m erece y que sólo los elegidos tien en , y, sobre todo, decorativo— sin duda— , porque aquí las tendencias, no solo son
en un am biente como el de G uatem ala, en donde su obra, fo rzo sa otras, sino opuestas.
m ente encu en tra indiferen cia casi hostil. H asta ahora em pieza, muy La p in tu ra europea está bajo la presión form idable cíe Pi
lentam ente, a form arse público en algunos grandes cen tro s am erica casso, Vinci, del Nuevo Renacim iento. N unca la p in tu ra am erica
nos y aparecer la crítica. La C rítica orien ta al público y jam ás a n a h a estado m ás desaclim atada como al ser trasp lan ta d a hoy a
los artistas. E uropa. Nos sobra sensualidad. H ay que inteleetualizar la pin
Los artistas o rien tan a los críticos. E n todo caso, la p in tu ra tu r a am ericana, sin olvidar que n u e s tra n a tu ra le z a d e se n to n a en
am ericana (m ovim iento de México, entiéndese) está p o r encim a de E u ro p a y que esa es su m e jo r ra z ó n de ser.
n u estras otras artes. Reacción c e n tra los elem entos decorativos. No significa esto
La obra de M érida es em inentem ente decorativa. E n general, q u ererla p oner más bajo la tu te la occidental. Y digo m ás porque,
la poca p in tu ra am ericana que existe, es esencialm ente decorativa. en su conjunto, es indudable que la p in tu ra am ericana es trib u ta
E s ya necesaria la cisión, indispensable el predom inio de valores ria de la europea. Su principal problem a es la construcción.
p u ram ente plásticos. D ecoración o p in tu ra prop iam en te: lim ites Como diría F au re, h ay un esp íritu am ericano de la form a.
sútiles. Mucho difiere la p in tu ra de M érida de la p in tu ra de Lazo, la p in
, H ay en la obra de M érida p erfec tas realizaciones de color, de tu ra de A braham Angel, de la p in tu ra de Orozco, etc., pero hay
form a, de composición, que anuncian grandes posibilidades cuando en todos ellos una m isma inquietud fundam ental.
resuelva la m ezcla de verdaderos valores pictóricos con todo aque Lazo es— con M érida— el que m ejo r m erece las esperanzas de
llo que tenga intención decorativa. la joven p in tu ra am ericana. N u estra p in tu ra p opular se resuelve
No creo yo, a p esar e todo, que la p in tu ra esté subordinada a en los retablos. Lazo ha tom ado por ellos sus más valiosos hallaz
la A rq u itectu ra y que en su campo n a tu ra l y m ayor en lo fu tu ro sea gos, asegurados por un a cu ltu ra como a su edad no la tien e ningún
la p in tu ra aplicada, la decoración. E n todo caso no es razón p a otro p in to r de México. A mi modo de com prender, ta l orientación
ra d ar ta l p rep o n d e ra ría a la decoración sobre la p in tu ra de caba tiene que ser buena. En su obra actual, solicitada por varias te n
llete, defecto—entiendo— casi g eneral y grave que su fre la pintura dencias, que actú an sobre su agilidad sensitiva, se pueden adm i
am ericana actual. Tam poco el cinem atógrafo m a ta rá a la p in tu ra r m agníficas calidades pictóricas. Esa misma inquietud, fácil
ra de caballete, y en cuanto a la generalización anunciada de la p in de co n statar, le a rra stra , a veces, a cierto preciosismo. Los án g e
tu ra m ural, es aún algo m uy vago. El cinem atógrafo no es “ de la les del D ouanier— ángel el mismo, aseguraban -Tarry y A pollinaire
p ein ture anim ée” , como anunciaba E pstein o M oussinac, ni la p in — cu id arán los pasos de Lazo. H ay en él—-entiendo— la ten d en cia
tu r a es cinem atógrafo extático. F a u re entiende que el cine es un ten az a señ alar los lím ites sutiles de la decoración y de los ele
a rte absolutam ente nuevo: necesita autonom ía absoluta. Me p a m entos plásticos. Con Carlos Chávez, sobre quien se hace nece
rece m ejor esta m anera de pensar, y las definiciones citadas las creo sario señ alar detenidam ente su labor musical, Lazo hizo decorados
lam entables: p ru rito de d efinir, de generalizar. (U nicam ente el y m aquetas del b allet “Fuego sagrado” , que pronto se rep rese n
T in to retto podría poner aquí u n a interrogación de p ro fe ta : re c u e r ta rá en N ueva York.
do a ese propósito la estupenda sensación de vértigo de las salas P in tu ra am erican a c o n . . . técnica europea, casi in teg ralm en
del Palacio Ducal. C apítulos finales del “A rbre d ’E n d en ” ) te. Cuando hay g ran d es fu erzas propias no pueden tem erse las
La poca p in tu ra am ericana actu al es decorativa. Las o tras influencias. Allí está el ejemplo de México: Rivera, Orozco, Mé
v arias centenas de pintores no han pasado ni los prim eros escalones rida, Lazo, Rodríguez Lozano, etc.; etc. Todos n u estro s rep rese n
realizados brillantem ente por los seis u ocho p into res que recuerdo tativ o s están m ojados en la cu ltu ra occidental.
al escribir estos breves com entarios. Es claro que en los frescos Se com prende tam bién la tendencia decorativa, porque en
de Diego R ivera, la decoración ocupa p arte im p o rtan te (no podía México, v an g u ard ia del arte am ericano, los principales p in to res tr a
ser de o tra m a n e ra ), como en todos los frescos, sin que m oleste el b ajan decorando edificios públicos. E jem plo del R enacim iento:
valor esencialm ente pictórico. Los frescos de Simone M artini, p in tu ra tendenciosa. Hoy no nos in teresa ya su ideología, nos con
Spinello, Signorelli, del A ngélico o de G iotto, son, a m enudo, p in m ueve su m aravillosa calidad pictórica, en u n a ausencia casi com
tu ras de caballete— d ijera p ara tr a ta r de explicarm e m ejo r— , he p le ta de recuerdos. Así será con las buenas obras de los m uros de
36 Jt «n au ta
México. L a ideología pasa a segundo lu g a r con el tiem po. No in ponchos, nos aparecen como otros jeroglíficos que d escifrar p ara
te re sa n los su je to s: ellos sirvieron de ferm en to p ara las realiza en c o n trar el secreto de los dioses dorm idos e n tre las cimas y los
ciones p u ram e n te plásticas, esencia de la p in tu ra , elem ento u n i lagos, e n tre esos horizontes que mide el cuello del llam a m iste
v ersal y eterno. rioso y fam iliar.”
No nos im porta que la O da sea a Dios o al Diablo. Nos im “Joven apasionado, a su tu rn o usted m erece el nom bre h e r
p o rta el elem ento poético. U na buena O da al Diablo la re c ita moso dé L ib ertad o r si a rra n c a un m undo, el Im perio del Sol, de
ría n los ángeles de Sw edem borg sin el enojo de Dios. la esclavitud pedagógica en que la m an ten ían ios etn ó g rafo s.”
A m ericanos am igos míos me h an dicho: “ No nos in te resa la “ Eso sería mucho. Pero la línea, su decisión, sus posibilida
p in tu ra a c tu a l de E u ro p a ” .- des de ru p tu ra s fecundas, u n a ciencia p ro fu n d a de la distribución
E uropeos am igos míos me han d ic h o : “ No nos in te resa la de tonos, nos g ara n tiza n y nos dem uestran que pronto, m añana,
p in tu ra ac tu al de A m érica” . usted h a b rá satisfecho to d a su am bición, alcanzando u n a arte
E n ju sticia, nosotros conocem os la p in tu ra europea y ellos co-, nacional inteligible a todo el joven universo de la p lástica.”
nocen m al o ignoran n u estro s esfuerzos. E stim o que ni am erica “ B asta la p ru eb a ben éfica: algún vestigio parisiense p ara po
nos ni europeos tien en razó n al p en sar así. A quí está la p alab ra seer m ejor, habiéndose ya bien reconocido.”
de A ndré Salm on, que ac la ra mis esquem as y sitú a— como él lo sa No he insistido, como m erece, sobre la lab o r p recu rso ra de
be h acer— las características del a rte de M érida y de to d a la p in M érida, sobre su significación de “ pio n eer” . Es labor de m á rtir la
tu r a am ericana en oposición a las corrientes euro p eas: de los precursores, y a mí me in te resa n cuando, ap a rte del em puje
“ Los m ejores p intores de A m érica vuelven con facilidad m a que dan, son ellos los prim eros en estar en el movim iento que de
ravillosa, a ese a rte desnudo, diría, al cual parecen e sta r d estin a sean em prender, y esto sucede si se tiene p erfecto conocim iento
dos, a rte que G auguin, prim er europeo que lo soñara, no pudo ob de la intención. H om bres con o b ra im p o rtan m ás que el vago r e
te n e r sino después de esfuerzos de u n a intelectu alid ad sin g u lar.” nom bre de precursor. Eso mismo me h a hecho tr a ta r con ta n to en
“ E s el a rte que en México, por inesperad a fo rtu n a política, tusiasm o la p in tu ra de M érida, sin su b ray a r su influencia. He in
viene a lib e rta r los destinos de la g ra n decoración, dándole todos te n tad o describir som eram ente, lo que pude cap tar. H ay en su
los beneficios de u n a a c titu d oficial.” p in tu ra no sé qué del dominio poético que me ha obligado a co
“ E s el a rte que en G uatem ala, y, pienso yo, más allá de los m en tarla. Mi vida no me p erten ece: la he dedicado a la poesía.
lím ites de la República, im pone Carlos Méi-ida con au to rid ad vivi T al vez por herm andad racial, en donde no supe v er porque
fican te, alegrándonos que haya tenido el placer, la preocupación, no soy crítico, sino sólo am an te, mi sangre me hizo en c o n trar
de revelarlo a P arís, p a ra que P arís lo ju z g u e.” secretas afinidades, y reso n aro n en mí con cordialidad ancestral. Y,
“ Com prendám onos bien. A ese a rte no conviene n in g u n a de en todo caso, es m ejo r am ar que com prender. Q uién sabe si am ar
las m edidas propias a los que nosotros llam am os: A rte D ecorativo, no sea u n a m ás delicada com prensión, más alta, más aristo cráti
sin atem orizarnos p o r un co n ju n to ta n vasto .” ca, porque el am o r está lleno de razones platónicas.
“ Si C arlos M érida tien e la seguridad de tra e rn o s riquezas de Es todo lo que yo reclam o— ¡ah!, ¡es ta n to !— mi capacidad
color jam ás contem plado, el elem ento de sorpresa no se podría po de am ar y am or p ara au m en ta r m i capacidad de am ar y am or
n e r en paralelo con el elem ento con que vinieron a sorprendernos p a ra au m en ta r mi capacidad de am ar. La experiencia es personal,
los ballet-rusos. La E u ro p a civilizada es, en p arte, ju s ta h ered e como la voluptuosidad. No me es necesario, como a ru tin ario s e ru
ra del A sia antigua. A dem ás, los a rtista s de Moscú, in stru id o s por ditos, en c o n tra r en algún a u to r célebre la razón de mi voluptuo
coleccionistas m ás ágiles que los nuestros, no ignoraban, ni a H enri sidad. Tam poco espero que alguien fam oso am e ta l o cual cosa
M atisse ni a Odilon Redón. Los abism os que sep arab an A m érica p a ra am arla yo. Mis am ores son mis am ores. A dem ás, cuando a l
de E u ro p a e ra n m ás extrañ o s y profundos.” guien me dice las causas de un efecto, yo en cu en tro o tras causas y
“N inguno m ejo r que Carlos M érida—favorecido felizm ente— efectos d iferen tes. E xplicar, en general, es dism inuir. El deber,
está predestinado p ara esa labor de unión sin en treg as, sin capi la obligación, es sen tir. H ay zonas en el alm a que se em ocionan
tu lacio n es; ninguno ha hecho m ás sensibles las v irtu d es de un a rte con u n a ta n gran d e aleg ría— u n a aleg ría casi triste — , a pesar de
opulento que, producido por un deseo de perfección estética, soli que no pueden com prender. A dm irables zonas interesad as sólo en
cita sus principios a los elem entos mismos del antiguo a rte indíge los efectos.
n a y m an ifiesta esta opulencia que yo sitúo más allá o más acá de ¡Qué me im p o rta que alguien h ay a dicho ta l o cual cosa, cuan
la b á rb a ra devoción a la opulencia; po r lo co n trario , reduciendo do yo he sentido o tra! Mi deseo de conocer obedece a razones poéti
to d a ex trem a suntuosidad de acento, de tono, a su p arte m esu cas. Mis apreciaciones son siem pre con sentim iento, parciales como
rad a en arm onioso concurso, en donde el oro— d iría— ya no es, co mi crítica: sólo quien no tiene sensibilidad no es influenciable, y
mo en las obras que em ocionaron a los hom bres de las Carabelas, yo no soy de piedra p ara poder ser in d iferen te. ¿Qué me im porta
un a única cualidad dependiente de todo— o bien de un v a lo r exa a mí que la luz, el sonido, sean vibraciones? P refiero adm irar la
gerado y enem igo de acuerdos suprem os— ordenad a por M érida.” p in tu ra y escuchar la m úsica que amo, aunque al día siguiente
“ ¿Soy visionario? ¡Cuánto m ejor! ¿H an vibrado m is oídos o venga a leer o tra teo ría sobre su esencia física. La verdad poética
lo he escuchado?” sigue en pie. No tien e necesidad de pedestal p ara estarlo : le sobran
“ Carlos M érida vino a nosotros con u n a gran d e y segura ale con las alas de sus hom bros.
gría, con la obra cálida de su ju v e n tu d ; ¿puede él, después de v a Dejo aquí, bosquejado, el p rim er episodio de la av e n tu ra a r
rias sem anas, varios meses, d u d ar m ás o m enos y p en sar que o fre tística de Carlos M érida: 1920-1927. ¡Enbriaguém onos m inuciosa
ce hoy sólo un b rillan te cargam ento exótico?” m ente y que h asta n u e s tra som bra se eche a an d a r sonám bula!
“ Sin em bargo, él puede te n e r confianza. A dem ás de la a lta Mis sueños, cosidos en tu tie rra , A m érica mía, ra z a de mis
decoración, la a rq u ite c tu ra l sobrepasa el corto esp íritu decorativo. abuelos; mis sueños, cosidos en tu tie rra , perfum ados y hum eantes
N osotros la vemos b rilla r allá, donde se p ractica en A m érica en como barbacoa, los coloco en la proa, en las m anos de tu México,
jóvenes m aestros que com partieron los peores to rm en to s estéticos que protege mi P a tria con su cuerpo; los dejo en sus m anotas,
de los nuestros. E n fin, parece definitivo que la E scuela de P a m orenas y robustas, eru d itas en caricias, pinceles y fusiles.
rís, por su voluntad de volver a los principios esenciales, h ab rá li
Luí* C ard o za y A rag ó n
b ertado a las naciones una a una, devolviéndolas a su a rte propio,
cuando se creyó, por ta n to tiem po, a una unificación cosm opolita.” — príncipe m aya—
“ Pero, ¿no es cierto, Carlos M érida, que usted ha dominado
P arís, Otoño de 1927.
esos principios esenciales, fundam entales, esas certitu d es, sin las
cuales no sería ese m aestro nacional, cuyas creaciones v oluntarias,
ilim itadas en los fu tu ro s por los lím ites conocidos del terren o , se
rá n sensibles a todo el universo cultivado, al mismo tiem po que
n u trirá n las pasiones inm ediatadas de su ra z a ? ”
“ Si P arís le ato rm en ta en 1927, bendito sea ese to rm e n to .”
“ Indudablem ente, usted irá m ás allá de las obras que ju z g a
mos hoy y que nos cautivan por m últiples razon es.”
“U sted nos sorprende, arm oniosam ente, con un E gipto nuevo.
Los dibujos de los tra je s resplandecientes, de los chales, de los
.
A m a u ta 37
LA
JTi un nxas
V I DA
= Comercio = A gricultura G anadería
E C O N O MI CA
y
M inería = In d u stria - T ran sp o rtes - Seguros
Kstatlístiea
CRON8QA EX TR A N G ER A Las cifras así lo testim onian. El valor en pesos oro de las im p o r
taciones realizadas por In g la te rra , A lem ania y E stados Unidos en
el m ercado arg en tin o d u ran te algunos años — desde 1910 — es
LA ARGENTINA Y LA POLITICA ECONOMICA DE sobrem anera elo cu e n te:
LOS EE. UU.
p o r L U IS E. H E Y S E N In g la te r ra A lem ania E stad o s U nidos
1910 . . . . . 117.908.831 . . 65.896.941 . . . 52.195.566
Quien observe el devenir de las relaciones com erciales en tre 1915 . . . . . 91.234.392 . . 7.609.355 . . 75.589.855
las naciones ajustándose a una in terp retació n científica, no se ve 1916 . . . . . 103.203.921 . . 590.880 . . 106.988.508
rá de pronto sorprendido en su buena fe de observador consciente 1917 . . . . . 82.984.790 . . 294.655 . . 138.084.920
del dram a contem poráneo. Pero, quien vive abstraíd o en sus d iá 1925 . . . . . 191.641.877 . . 100.753.999 . . . 206.266.749
logos interiores, o quien usando, independiente, la r e c e ta : arfe,
religión o sentim iento, p rete n d a obsecadam ente descubrirlos, recibe De su exam en se concluye In g la te rra fu é h asta 1916 el m a
in g ratas nuevas cuando sin poder explicarse puntos de origen o de yor vendedor. A p a rtir de esa fecha sus valores descienden — con
referen c ia, se en c u en tra con que se ha producido un a realidad des algunas altern ativ as — ta n ráp id am en te como se elevan los de
co n certante e insospechada. E stados Unidos, que en el prim er año de g u e rra arreb ató el se
_ H asta hace poco, n inguna v aria n te, ni anim adversión ostensi gundo puesto a A lem ania, p ara después desplazar en form a id én ti
ble se produjo en los intercam bios de productos, a que se aju sta n ca al rival de cuyo tronco económico naciera.
las norm as del com ercio en tre los E stados U nidos y la A rg en tin a. Las ventas son indicios, y de los más reveladores, en la de
Todo tra n sc u rría como, si en efecto, se hubiera inventado el mo m ostración. Pero, el com ercio en tre las naciones no es ta n solo lo
do de ensam blar — sin a lte ra r la e s tru c tu ra — la enorm e c o n tra que se im porta. F a lta el com plem ento, que es la exportación. Los
dicción que im plica sostener una política nacionalista, d entro de núm eros afirm an , igualm ente en pesos oro, a p a rtir del año 1921,
un régim en económico intem acionalista. conclusiones por dem ás explicativas:
Las desavenencias e n tre los E stados no surgen del azar, o por
que alguien p articu la rm en te lo desee. No son los hom bres deno In g la te r ra A le m a n ia E sta d o s U nidos
m inados providenciales quienes hacen la historia. La historia se 1921 .................. 205.035.263 . . . 50.646.1298 . . . 59.225.208
halla de antem ano escrita por las leyes de un riguroso determ i- 1922 .................. 150.204.485 . . . 52.847.510 . . . 79.789.007
nismo. 1923 . . . . . 188.915.282 . .' . 63.675.110 . . . 89.817.490
Los E stados Unidos, o m ás propiam ente, la plutocracia yan 1924 .................. 234.238.916 . . . 101.130.524 . . . 71.840.227
qui, considerada como una potencia de prim er orden — dado su 19,25 ................. 207.774. 738 . . . 88.817.540 . . . 71.607.051
creciente evolución industrial y su form idable capacidad fin an ciera
d u ran te el periodo de la p reg u e rra — tra ta b a de consolidar su f u e r Su análisis indica la desigual capacidad de las tres naciones
za económica con la política de “ la p u e rta a b ie r ta ” (1), o con la de p ara com prar los productos arg en tin o s; así como el visible co n tras
invasión “ m an u m ilita r e ” (2). Su lucha en tre la urbe y la cam te que ofrecen los valores del comercio en tre A rg en tin a y E stados
paña, se hallaba si no en estado laten te, equilibrada. T anto la Unidos. Cuando A rg en tin a com pra en aquel país por valor de
ciudad como el campo, podían exhibir una fugaz lozanía p ara con 206, 2 m illones pesos oro, vende por 71,6; resultando por consi
tr a r r e s ta r la com petencia de otros países, sin re c u rrir a la eleva g uiente, un saldo en su co n tra de 134,6 m illones de pesos oro.
ción desm edida de los aranceles y ta rifa s aduan eras. E sta sum a desfavorable no perm anece estacionaria, ni dism i
La A rgentina, preocupada tam bién en su estabilización, o rg a nuye. P or el contrario aum enta. C om parar es un modo de co n tri
nizaba su incipiente y valiosa producción agropecu aria e industrias b uir a la com prensión de la verdad. Menos in cierta aparece una
afines. Las discrepancias si bien ya se intuían, no podían produ aseveración, si se acude al paralelo.
cirse. La arm onía tra n sito ria de las relaciones com erciales, fa E stados Unidos, en el año 1926 im portó de la A rg en tin a por
vorecía el afianzam iento y la exteriorización de un a confianza pe valo r de 72.132.734 pesos; y exportó por valor de 175.766.544. De
ligrosa. M ientras el interés de cada país se concibe, a fu erza de m anera que la d iferen cia sería de pesos oro 103.623.810. Las dos
artificio , con el interés de los dem ás, la paz ex terio r, la suavidad prim eras cantidades rep resen tan valores de ta rifa : la de ex p o rta
y buen tono de sus relaciones diplom áticas, están aseguradas. Por ción, y re a le s: la de im portación. Luego, el to ta l no es el mismo.
lo m enos hasta que la libre concurrencia — m adre del monopolio, Las ventas de los E stados Unidos son en puridad de 208, 4 millones,
del tru s t y del im perialism o — no desahucie te rm in an tem en te los es decir, m ayores aun que las del año an terio r, y el saldo de la A r
propósitos encam inados a la obtención de algún nuevo y te n tad o r g en tin a de 135,3 m illones de pesos oro, es decir, tam bién m ayor.
vellocino de oro. La naciente clase dom inante arg e n tin a se sen tía “ El Brasil im portó de los E stados Unidos por valor de 117.477.168
así cóm odam ente protegida por la evolucionada y voraz p lu to cra pesos oro sellado, y en cambio Te vendió productos por valo r de
cia yanqui. pesos oro 227.230.581; de lo que resu lta un balance co n trario a
“ Los grupos germ ánicos y anglosajón — In g la te rra ayer, A le Estados U nidos, por un to ta l de 109.843.413 pesos oro sellado” . (4)
m ania hoy, Estados U nidos m añana, llegan ya a su m om ento. Su C onclusión: el capit alismo yanqui pierde en su comercio con el
rol histórico actual, por la acción inten sa y fecunda, vale el de los Brasil 109,8 m illones de pesos oro y g an a con el de A rg en tin a 135,3.
im perios que llenaron algún capítulo en la crónica h u m an a” , p re Saldo a su fav o r: 25, 5 m illones de pesos oro.
veía José Ingenieros desde Berlín en 1906 (3). E stados Unidos Cualidad de buen negociante es ev itar la pérdida. No im porta
desarrollando cada vez más su com ercio, iniciando la exportación su frir dilaciones cuando ellas rep rese n tan aum entos en el haber.
de capitales, em pezaba a vivir su m a ñ a n a . P ara lograrlo esperaba Si hay b an c arro ta en la econom ía de una nación, no es la p lu to
un a oportunidad, y ninguna más propicia p ara coordinar por p arte cracia quien la soporta. E s el pueblo quien la salva, afro n tan d o sus
de las fu erza s m ejor organizadas y m ayorm ente poderosas, la cap más terrib les consecuencias. El Brasil g an a; g an a su clase dom inan
tación de las. recién surgidas, que la conflagración europea. E s te. Estados Unidos engulle m illones: son p ara su p lutocracia. A r
tados Unidos, presentándose en form a casi súb ita como un a gran g en tin a p ierde: pierde el pueblo, sobre el cual recaen todas las cri
fu e n te de productos m anufacturados y agropecuarios, inició su ba sis. Ni en N orth, ni en South A m érica, los pueblos percibieron ja
ta lla im placable p ara d e rro ta r gradualm ente a sus más tem ibles más un ta n to por ciento de las ganancias. P ercibieron siem pre
rivales en la A rg e n tin a : la vieja Albión y la im perial G erm ania. el ciento por ciento de las pérdidas.
38 A m auta
La com pensación tria n g u la r de los saldos com erciales, por la a su lim itación, la que se ve así acrecen tad a anualm ente,' descen
cual los saldos en co n tra de u n a nación — n e g a t i v o s — se equili diendo los prom edios y elim inando, p o r lo tan to , a los E stados U ni
b ra ría n con los a su fav o r — p o s i t i v o s -— re su lta n te s de sus rela-t dos como país p rincipal en la exportación de productos ag ro p e
ciones com erciales con otras naciones, a veces eq uilibra las fin a n cuarios.
zas evitando las pérdidas, como se com prueba en el caso a n terio r No son las palab ras las que ta l cosa expresan. Son las esta
(relaciones com erciales de E stados U nidos con la A rg en tin a y B ra dísticas del movim iento m undial de com ercio, las que así categ ó ri
sil). Pero, en este caso las sum as no se com pensan en mucho, cam ente lo dem uestran.
dado que los países restan tes, p ara ce rra r el trián g u lo , se encuen E n 1914-15 . E stados U nidos producía 24.251.000 to n elad as de
tr a n con respecto a los E stados Unidos, en la m ism a condición. La trig o ; Canadá, 4.389.000; A ustralia, 678.000 y A rg e n tin a 4.604.000.
posibilidad de equilibrar en un todo los saldos n e g a t i v o s del co Al siguiente año las cosechas ex p erim entaron un aum ento a la
mercio argentino, en sus relaciones con los E stados Unidos, con la p a r que sensible, sum am ente indicador.
m ayor venta de productos a otros países, la descartan los mismos 3.020.000 E stados U nidos; 4.462.000 C anadá; 3.214.000 A us
E stados Unidos, anulando con su política económ ica el valo r ad q u i tra lia y 3.960.000 A rg en tin a
sitivo de ellos. El pueblo argentino se ve obligado así .a cu b rir los S eparando los m illones que el consumo necesita en cad a país,
saldos n e g a t i v o s y algo m ás, muchísimo m ás, en concepto de plus quedaban p ara la exportación: 10.000.00 toneladas de trig o , en
valía. No basta la carga que como consecuencia del régim en eco E stados U nidos; 7.450.000 en el C anadá; i2.000.000 en A u stralia
nómico vigente, el pueblo resiste. Se piensa con sin g u lar friald ad , y en la A rg en tin a 3.000.000.
que siendo cuantiosa puede serlo más. Al enorm e peso que g ra Es decirí que en 1915-16, E stados Unidos era el p rim er país
v ita — como re su lta n te de un po r qué simil — sobre su ad m ira ex p o rtad o r de trig o ; Canadá el segundo; A rg en tin a el tercero y
ble esfuerzo, ha de añadirse el que le obliga a llevar la p lu to c ra A u stralia -el cuarto.
cia yanqui. E n 1927, las posiciones cam bian por com pleto. D u ran te el
F re n te a la im portación de productos m an u factu rad o s yanquis decenio precedente se n o ta u na dism inución p au latin a que llega
en la A rg en tin a, creciente de año en año, com pruébase un a expor a culm inar en el año en curso con las cifras que siguen, y cuyo
tación de productos agropecuarios argentinos, m ás o m enos e sta to ta l corresponde a la m edia con que las naciones concu rren a in
cionaria. te g ra r los saldos de la dem anda in tern acio n al p a ra el últim o q uin
Las causas de este fenóm eno no se en c u en tran determ inadas quenio: Canadá 6.000.000; A rg en tin a 3.000.000; A u stralia 2.500.000
por la calidad in h eren te a las m a terias prim as o industriales co rre y E stados Unidos 1.900.000. Lo que traducido significa que E s
lativas, que constituyen la producción agro p ecu aria arg en tin a. Las tados U nidos h a pasado del p rim er puesto al cuarto.
d eterm inan otros fac to re s m ás bien artific ia les que n atu rales, ya N atu ral es que en ese descenso— como país ex p o rtad o r— ha
que logran ser aceptados por otros m ercados en una proporción influido no solo la especial situación de la a g ric u ltu ra yanqui, sino
ex trao rd in aria. tam bién el m ayor consumo in tern o , dado que la población de los
No és que el m ercado yanqui rechace los productos a rg e n ti E stados U nidos au m enta casi dos m illones an u alm en te por la ac
nos por hab er cubierto su consumo, cada vez m ayor. Es que el ción in m ig rato ria y por la acción de propio crecim iento. Pero, es
m ercado yanqui está cercado por una inexpugnable trin c h e ra de que no son, descensos com probados ta n solam ente en el saldo de
aranceles y ta rifa s aduaneras, cuyo fin único es d efen d er su eco exportación. Es que tam bién ab arcan el to ta l de producción. Ver-
nom ía en plena etap a im perialista. bi g ratia, en 1915-16 el p o rcen taje de trig o cosechado fué de to
No es que el capitalism o del N orte eleve sus derechos ad u an e neladas 27,271.000 y en 1925-26 lo fu é de to n elad as 18.217.000.
ros por reciprocidad. “N uestra, ta rifa grava p referen te m e n te los La crisis se . co n stata entonces, y en fo rm a irre fu ta b le . Uno de
artícu lo s elaborados por la industria. Con los que proceden de E s los cultivos, el más im p o rtan te, la su fre in ten sam en te. R ecu rrir a
tados U nidos p rese n ta un ca rá c te r fiscal m ás bien que proteccio exam inar la . situación de los dem ás cultivos sería p e rd e r el tiem po
n ista” , afirm a (3) el Ingeniero Luis D uhau, P resid en te de la So por cuanto su labor b astan te engorrosa, re su lta ría in fecunda. (6).
ciedad R ural A rgentina. Es que el im perialism o yanqui, p ara sub La claridad de la dem ostración an terio r, con el ap o rte de las ci
sistir equilibradam ente poderoso, se precave ta n to de la com pe fra s estadísticas incluidas, hace obvio cualquier esfuerzo reiñei-
ten cia que en sus m ercados p u dieran hacerle a sus m a n u fa ctu ra s dente . A m edida que la industrialización se hace m ás evolucio
las m a n u factu ras europeas, como de aquella que le debieran hacer nada, la desagrarización asum e proporciones fata lm e n te crecientes.
v entajosam ente a us productos agropecuarios, los productos de la La econom ía estadounidense— como se ha visto— se en c u en tra bajo
novel ag ric u ltu ra y ganad ería arg en tin a. el imperio de este apotegm a.
Cuando en el comercio un a nación depende de o tra, su p ro
L a ag ric u ltu ra yanqui se halla, a p a rtir de la p o stg u erra, en
greso económico se h alla un ta n to expuesto a su frir algunas r e
un in stan te de quebranto. La situación que le crea el notable p ro
presalias esclavizantes, si por desgracia se ve env u elta por la red
greso de la in d u stria en todas las form as del tra b a jo , va siendo an
fin an ciera de Una, calificadam ente im perialista. La política de
gustiosa. El éxodo de las cam piñas con motivo de la co n cen tra
los E stados Unidos oponiendo toda su fu erza fin an c iera y su po
ción de la población en las ciudades o centros fab riles, la descon
lítica proteccionista, p ara en to rp ecer el crecim iento de la A rg en
cierta profu n d am en te, dism inuyendo adem ás el in terés que p o r las
tin a es la de un Estado que busca subyugar a los dem ás, tram an d o
faenas del campo pudiera tenerse. C ansadas sus tie rra s de cu lti
u na rig u ro sa dependencia. El pueblo argentino, y con él todos
vo, se en c u en tra im posibilitada de fo m en tar el' tra b a jo de nuevas,
los de A m érica, ju eg a un rol histórico tam bién, fre n te a esta po
extendiendo las áreas de producción, por cuanto su elevado costo
lítica de -sujeción.
lo impide. El “ sta n d a rd ” de vida de la clase obrera, los salarios
La plutocracia yanqui no ignora lo que vale la dependencia.
com pensados con k taylorización del tra b a jo , que si bien au m enta
P o r algo “ha colocado en E u ro p a enorm es capitales que le ase
la producción y el consumo, no pueden d e ja r de in flu en ciar seria
g u ran la posibilidad de un control directo, aunque discreto, de la
m ente su desarrollo, coartándolo. F actores estos, que concurren
política eu ro p ea” ( 7) ; por algo “ la lite ra tu ra im perialista está fac-
A LOS ftHUHCiflPOBESs
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ca sem ejan te, y a la clase dom inante vendedora de los productos rialism o N orteam ericano, La Nación, Bs. As., enero 16, 1927.
afectad o s con la restricción, es decir, sacrifica r siem pre al pueblo (1 1 ) — Américo Lugo, N otas m arginales al m ensaje que el Dr.
sobre él, que, al fin a l deviene todo. Lo in te resa n te es salv ar la A lfredo Palacios dirigió a la ju v en tu d o b rera y u n iv ersitaria de los
capacidad económ ica del im perialism o. No im po rta a costa de E stados Unidos, La P atria , Santo Domingo, agosto 27 de 1927.
quién. Las contradicciones se m ultiplican; pero, el mismo sistem a (12) — E sta m edida concorde con la acción política del im pe
im pone el que ellos cada vez m ás rep etid am en te aparezcan. P a ra rialism o yanqui, no se llevó a efecto. A p arte de que significaba
lograrlo, ya la historia nos habla de m uchas pequeñas naciones so un mero p retex to p ara enviar una delegación— que com ponían Mr.
ju zg ad as ¡y de ©uántas m ás ha de h a b la r el porvenir! G. W arren , agrónom o de la U niversidad de C ornell; Mr. W alter
La política económ ica yanqui— m edularm ente u ltra-p ro teccio F ish er y Mr. G. Billings, m iem bros del D epartam ento de ta rifa s
n ista—es u n a política del m ás neto sentido im perial. Su actuación ad u an eras de W ashington—por cuanto se sabe que los costos de
nos descubre la realidad económ ica yanqui. producción en la A rg en tin a no son ni desconocidos, n i perm an e
P arís, 1928. cen ocultos (El A nuario de E stadística A gropecuaria, No. 13, sec
LUIS E. HEYSEN . ción A., p. 82 y 142, 1925-26, publica un inform e amplísimo al
respecto elaborado por don Julio C ésar U rien, Subsecretario del
(1 ) — Camilo B arcia T relles, U niversidad de Valladolid, “ La M inisterio de A g ric u ltu ra ) ; significaba un atropello insólito a la
Política E x te rio r N o rteam erican a” . 1924. soberanía de un país cuya independencia ha sido reconocida. El
(2 ) — S cott N earing y J. F reem an, “ La Diplom acia del D olar” objetivo
, real de la delegación investigadora, es m uy posible fu era
México 1926. otro. P o r m ás que se pretendió encubrirlo, él h a aparecido sos
(3 ) — “Al m argen de la C iencia” , Bs. As. 1919. pechosam ente. Las enérgicas p ro testas que ta l aten tad o motivó,
(4 ) por pax-te de la prensa, del gobierno y de la opinión pública, detu
— P olítica Económ ica In tern acio n al, Discursos pronunciados
en E stados U nidos, p. 30, Bs. As. 1927. vieron el viaje de la delegación; pero no la labor que con ella se p ro
(5) ponían
—D eteniéndose a e stu d ia r las estadísticas oficiales n o rte rea liza r los escuderos de la a lta banca de W all S treet.
am ericanas se com prueba, tam bién, que la dism inución de los p ro C um plida ella se p resen ciará u na nueva alza de los aranceles ad u a
m edios en la a g ric u ltu ra se presen ta, con igual ca rá c te r a la r neros que g ravan la en tra d a del lino en los E stados Unidos.
m an te, p a ra la ganadería. (1 3 ) — In fo rm es del estado económico norteam ericano, La P re n
(6 ) — N icolás Salm erón y García, De la C onferencia de Gi sa, O ctubre 9, 1927.
n eb ra, La L ibertad, M adrid, Julio 8 1927. (1 4 ) — Inform es del estado económico n orteam ericano, La P re n
(7 ) — H aya-D elatorre, “ P o r la Em ancipación de A m érica Lsa, a Bs. As., setiem bre' 8, 1927.
tin a ” , Bs. As. 1927. (1 5 ) — Movimiento económico en el m ercado norteam ericano,
(1 0 )—A lberto G erehunoff, Los Pequeños países an te el Im pe La N ación, Bs. As., setiem bre 7 de 1927.
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D os libros de “ A M A U T A 1*!
ENSAYOS DE INTERPRETACION
TIRAJE LIMITADO,
Ü IB R
BIBLIOGRAFIA,
A ñ o IS i
05
CRITICA, NOTICIAS
Y
LITERARIAS,
Lima, A b r il li e !9 2 S
H E U I
CIENTIFICAS
5T H 5
Y ARTISTICAS
H ú m e r o ¡6
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de p erfu m es rústicos y le m atizan con pinceladas de idilio zaha — Yo, señor, sé lo que me dice, y así lo usé al p rincipio; pe-
reñ o . ro, como en Puno hacen los dim inutivos en la fo rm a que h a visto
— H áblele m e jo r en quechua. E n castellano se ex p resa con en mi obra, he tenido que ceder a la co rrien te. Mi objeto, es se r
d ificu ltad . E s M am ani un m uchacho de grandes esperanzas. E l entendido, y debo h ab lar como hab lan hoy aquí. Quise escribir
las alim en ta m uy frescas y d eja alim en tarlas tam b ién a quienes le m i obra en la quechua de O llantay, en la quechua v ieja, pero aquí
ayudam os en sus nobles aspiraciones. no h u b iera sido entendido.
H ablam os enseguida algo de la poesía puneña. P reg u n to por Le hago n o ta r algunas d iferencias m ás en tre la quechua usa
A lejandro P eralta, el enorm e a u to r de A N D E, a quien no he vis da en el d ram a y la del Cuzco, d iferen cias que él las reconoce,
to ah ora y cuya v isita me anunció u n a ta rje ta , en m eses pasados. au n q u e d eclara que no son dem asiadas, y le recalco que en su
Supe que andaba de R ecaudador por tie rra s del Lago y por pam obra hay tam b ién ciertos pensam ientos que los indios actu ales no
pas le jan a s del D epartam ento. Le apunto a C h u rata que es cosa, p arecen ten erlo s y que m ás bien son em inentem ente europeos, co
al p are cer contradictoria, que un poeta sea perito en núm eros y mo la m an era de calificar a un m arido ofendido. E n el dram a
que ande en labores de cierto prosaísm o, au n q u e N úñez de A rce, de M am ani se em plea la p alab ra HUACCRA (C uerno) p a ra in fa
a n te s y ahora. Ricardo León y otros, tu vieron y tien en sem ejantes m ar al cónyugue burlado, y esa fra se p arece traducción lite ra l del
em peños. pensam iento castellano. E l indio llam a a esas o p arecidas faltas
— C ervantes, reflex io n a C hurata, fu é, según creo, recaudador. K CCELLI (sucio, puerco, cochino).
— Sí, señor, fu é alcabalero y después apresado p o r supuesta P ero M am ani co n testa con el consabido p retex to . ¡Así se di
d efraudación de fondos p ú b lic o s. . . ce y se em plea e n tre las gentes de mi p u eb lo !. . . Y no hay más
—Yo p re fe riría — ag re g a mi am igo— una labor como la de P e que h a c e r. . . Me dice que tien e u n a nueva obra en preparación,
ra lta . Así hay m a n era de c a p ta r m otivos y enriqu ecer la pupila de en la que c ifra m uchas esperanzas.
paisajes y colores. Recordam os de los inspirados y originales poe O frezco a M am ani ocuparm e de su obra, ayudarle en lo que
tas que P uno tiene, así como de los escritores recios, precisos y pueda, asegurándole que soy devoto de la lite ra tu ra quechua y cul
airosos que a veces suelen p asear su gallarda prestan cia, en a rtíc u tiv ad o r asiduo del idiom a, cuyo valor arqueológico lo creo ines
los apreciabilísim os y en prosas substanciosas. tim able, aun q u e no piense ya en la resta u ració n del idiom a como
R ecuerdo de P e ra lta , de A rm aza, de Rodrigo, de Rom ero, en len g u a viva que se pueda im poner a los pueblos del C ontinente.
tr e los nuevos y de los muchos nom bres de escrito res que h o n ran a
Mi am igo M am ani se v a m uy contento, prom etiendo volver
e sta tie rra ta n pródiga de A rte y ta n rep leta de sugestiones m a ra
fre cu e n tem en te a ch a rlar en quechua y castellano y com unicarm e
villosam ente estéticas. P e ra lta m e p re g u n ta del po eta A lberto
sus proyectos. E s un indiecito que sabe com unicar y co n tag iar su
Delgado, de V alcárcel, de Velasco A ragón, de A guilar, de Ríos
entusiasm o y posee g ra n claridad de juicio. Yo le q u erría v er
Pagaza, c u ja s obras conoce. A dm ira Gam aliel C h u rata la coor
estudiando en la N orm al p ara Indígenas. P ero él tr a b a ja p a ra vivir.
dinación y la arm o nía de esos intelectuales que con su actividad
esp iritu al bien orien tad a han esparcido y esparcen el nom bre de su TU CU IPA MUNASCCAN es, en verdad, un dram a m uy senci
tie rra y sus gloriosas m ilenarias, ju n to cor. la reconstrucción de llo. Lo que en él valen son los diálogos; los apotegm as y las con
su rico acervo histórico y folklórico. Y se duele que en Puno sejas. E l estilo, en fin . P a ra in te resa r escénicam ente le fa lta
la o bra sea sólo aislada, individual, y, por ta n to , poco conden- rían m ás m ovim iento, m ás vida, m ás personajes. P arece más bien
sada. un rom ance p asto ril y no u n a o bra te a tra l.
— ¡Será p orque los cóndores van solos y h uyen de las p a r U na india guapa y pizpireta, casada con un indio medio ca
vadas!, m e perm ito subrayarle, atribuyendo a esta labor personal lavera, enam oradizo y borracho que tien e sus devaneos con o tra
que la capacidad in telectu al de P uno, no se enfoque, como debie m u je r de Capachica, siendo él de M añasu, es el p erso n aje central.
r a y pud iera sobradam ente hacerse, en una g ran R evista o en un P ittita es su nom bre. B uenam oza y sandunguera, la india es re
g ran periódico. q u erid a de am ores p o r otro vecino suyo, prendado de la herm o
— Se lo voy a m a n d ar a M am ani, p a ra que le hable de su d ra su ra cerril de esa Casilda tra b a ja d o ra y repulida. Sillico se llam a
m a, y se los recom iendo a Pacho y M arón, (dos m uchachos que el nuevo don J u a n y se aprovecha de la ausencia y las calav era
estudian y que, como M am ani, m erecen la ayud a esp iritu al y el das del m arido, p a ra q u erer re n d ir la fo rta le z a de honestidad y
patrocinio del poeta-bibliotecario, que se m archa con su g ran som recato en que se en cierra la cuitada P ittita , quien astu ta m en te p a
b rero haldudo y garbosam ente re q u in ta d o ). rece ren d irse a los am orosos req u erim ien to s de Sillico, con la con
dición de que vaya a Capachica y traig a, como pueda, al m arid a
in fiel que g u sta de la dicha y el p lacer en ajen as fu en te s y ap ag a
su sed en aguas prohibidas. Sillico cap tu ra y tra e al h o g ar el desca
Al día siguiente, al atard ec er, viene Inocencio M am ani, siem rriad o m arido. P ero la fiel y v irtu o sa Penélope de M añasu, deja
pre cargado de papeles. V ende periódicos del Cuzco y Lim a y con un palmo de n arices y otro de lengua al am oroso y flam an te
atien d e suscripciones. Lee “ E xcelsior” y “ La S ie rra ” de p re fe Proco.
rencia. Es ag en te de “A M A U TA ” . P itita queda con el m arido arrep en tid o y Sillico queda como
— H e leído, M am ani, su d ram a y me parece b astan te bien h e está dicho.
cho, p a ra h ab e r salido de la plum a sencilla de Ud. y del poco cau P arece que el dram a tien e cierta ten d en cia p rag m ática: exce-
dal de conocim ientos que todavía posee. Le aseguro que, leyendo c ra r el alcohol y la coca, ta n gustados por los indios y causa, se
los dram as quechuas de que le hablé a n te s y que p ro cu raré p ro gún dicen los sabios de hoy, de degeneración y ru in a de la raza,
porcionárselos, e inform ándose de la técn ica del te a tro m oderno, pues el perso n aje principal de la obra term in a haciendo ascos, r e
p a ra no h acer m uy exóticas sus creaciones,—podrá h acer o b ra de pulsas y odios a aquel b rev aje y a esas hojas que el indio m asca
m ayor provecho y ser genuino ca n to r de su raza. Así fu é L u n a desde las m ás lejan as h o ras de su vida y m ascando las cuales su
rejo , a quien atrib u y o la p atern id ad de O llantay. je tó a su albedrío ta n to s países y pueblos, levantó ta n ta s fo rta le
— Sí señor. Yo hago mi obra sencillam ente, llanam ente. E s zas, realizó ta n to s p o rten to s y soportó ta n ta s ham bres y necesi
tudio a h o ra mismo, p a ra m e jo ra r m i labor. dades.
— E l títu lo de su ob ra equivale en castellano, seguram ente, ¡A tatau A L C O H O L !... ¡A tatau C U C A ! . . . ¡Millaimi Cascca-
a QUERIDO DE TODOS, pero en el Cuzco no diríam os TUCUIPACC cu! (1 ), poco m ás o m enos ésas son las fra ses fin ales del dram a
MUNASCCAN, como Ud. lo dice, sino TU CU IPA MUNASCCAN, de Inocencio M am ani, después del desencostalam iento del perso
pues la term inación pace es dativo y significa “ p a ra ” . Tucuipacc n a je tra íd o de Cacachica, cosido en saco o talego (Cutama en que
sería “ P a ra todos” . ch u a).
—A sí es como se dice en P uno, y yo he querido h ac er alg»
que mis paisanos me entiendan. Yo sé que la quechua del Cuz P u n o , a 22 de ab ril de 1928.
co, la que Ud. habla, es la a u té n tic a y castiza.
—Tam bién noto que Ud., en su dram a, fo rm a los d im inuti JOSE GABRIEL COSSIO.
vos quechuas como en castellano, con las term in acio n es ito, ita,
cuando en quechua el dim inutivo se fo rm a con la term in ació n cha.
U sted dice macctita, huaiqquitu y no, como se debe decir, maccta- (1) ¡Qué ho rrib le el alcohol! ¡Qué horrible la coca! ¡Qué
cha, huaiqquecha. d etestables son!
LIBROS Y REVISTAS 43
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