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D i b u j o do un m a te de Huanta
Los mejores t r a b a j o s de

" A M A U T A”
im p re n ta s e h a c e n e n Ies
t a l l e r e s d e "‘M i n e r v a ” d o n *
d e se i m p r i m e " A m a u t a " ,
REVISTA MENSUAL DE CULTURA “ M in erv a” c o m p le ta rá
b rev e s u s in sta la c io n e s con
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DIRIGIDA POR u n lin o tip o ú ltim o m o d e lo


y u n co m p le to eq u ip o de
J O S E CARLOS A\AR!ATEGU! tip o s ita lia n o s.
Publicada por la Sociedad Editora " Amauta“
@Ef?ENTE: RICARDO MARTINEZ DE LA TORRE
Doctrina - Arte - Literatura - Polémica
UltJros — F olletos —R e v is ta s —
Valor de la suscrición en Lima y pro Trabajos C om eroioles, e le .
viudas: por un año, S 4.00; por un se­
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“ AMIGOS )>lí AMAUTA “
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ir de Joyería L a Económica
«? S A M U E L B . Z O R R IL L A
Calle Estudios No. 405 (Jirón Ucayali) fit 11
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U arte de Joyería, en platino, oro y plata—Se engastan brillantes y
ffil toda clase de piedras preciosas.—Se compra brillantes, perlas,
S¡ chafalonía de oro y plata, etc.—Precios Económicos i Es siempre un RECORD entre sus sim ilares

r ~ EL AMOR LIMOSNERO
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i prólogo) |
i ¡sisaba SEÑORAS.
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LIBR ER O EDITOR Visite Ud. nuestro establecimiento
Avenida de M a yo 1242.
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Agencia de la Revista “AMAUTA" y las Edicio­
nes "MINERVA".
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SEÑORITAS
Instituto de Comercio a n te s d e h a c e r s u s c o m p r a s v i s i te
l a tie n d a
Fonce Rodríguez "Z i P L E R '1
N o r ia l d e B o to n e r o s N o . 1 8 2
(Institute of Esmeres] DONDE EN C O N TRA RAN :
Medias “Ruby-ring“ “Allen" "Holeproof“
Telas de seda
y telas de lana en general para el invierno,
Galones de piel y chompas de lana■
S a u c e 1215 S a u c e 1215 Guantes de gam usay previi-
T eléfono 4759 A partado 490 Ñ o s m e jo r e s a r tíc u lo s a lo s
m e jo r e s p r e c io s

| EDGARDO REBAGLIATI j
Instrucción Comercial, Primaria, Media y ABOGADO ¡
Lima: E d i f i c i o “ I t a l i a ” 2 0 4 2 0 8 . A p a r t a d o 2 4 8 5 . T e l é f o n o 5 0 8 4 /
Enseñanza de Pedagogía. — Profesorado
selecto. Residencia de Estudiantes. Oficina »----------------- --------------------- ---- — »

Técnica de Comercio, Práctica Boticaria,


Una máquina de escribir para cada alumno
En prensa:
Campo propio de Cuitara Física. Una hora EL HOMBRE BEL ARDE QUE
diaria de inglés en todas las secciones. En­ ASESINO SU ESPERANZA
señanza por correspondencia. Internado y Ex­ Poemas de José Varallanos
ternado. Pídase prospectos
«*-------------------- ----------- -----—---------------------------- ------ &

La G ran M w e n ic líi lie L a U n ió n


E s h o y la wia
Toda carga que viene del Callao se queda en las numerosas fábricas
establecidas en ese sector de la ciudad.
Todos los dias vendemos nuevos lotes para industriales.
Los que tienen necesidad de establecer locales de éste género deben apre­
surarse a comprar boy, que los precios son económicos.
Todos los terrenos tienen desvíos de ferrocarril y frente a la Avenida, y
en las primeras cuadras quedan libres del gravamen de trafico.
Vea Ud. boy mismo los planos i condiciones de venta en la calle de
D IV O R C IA D A S A L T O S
A S E IG U R E X JX > .

sus finesas, mueblés y automóviles


£U LA

Cía. In tern acion al de S e g u r o s del P erú


LA MAS ANTIGUA Y CON MAYOR FONDO DS RESERVA - CALLE DE SAN JOSE N.32?
SOCIED AD E D IT O R A “A H IA U TA “
Segunda Junta General Extraordinaria de Desde este número, de acuerdo con nuestra adverten­
Accionistas celebrada el 12 de Abril cia, por disposición del Directorio, suspenderemos el ser­
vicio de la revista a los Agentes que no han cumplido con
abonar su cuenta. Lo restableceremos en cuanto reciba­
mos su importe.
lo —Se aprobó el acta anterior. EL G EREN TE.
2o.—Se procedió a la elección del Directorio, que ha
quedado definitivamente constituido.
3o.—En vista de su programa editorial y bibliográ­
fico y para el establecimiento en Lima de un kiosko pú­ A v i s o
blico, al estUo de las grandes ciudades; se ctcordó auto­
rizar el aumento del capital de Lp. 500.0.00 a 750.0.00.
Requerimos inmediata respuesta a la Administración
a los siguientes ex - Agentes de “Amauta":
A los Agentes A N G E LE S H ERM ANO S, Huarás.
EDILBERTO ZULETA ALIAGA, Chincha.
Encarecemos a todos nuestros Agentes la mayor so­
licitud en sus remesas. “A mauta " vive exclusivamente de N A ZA R IO CHAVES, Cajamarca.
sus entradas, y se vende a un precio popular, para favo­
recer su difusión. EL G EREN TE.
--------- ---- ------------------

O f ioitnua del I v ib r o
A partado SilO'T Teléfono W á s liín g to a laiq. «S-X-S-Cítro

Lima, 12 de Mayo de 1928.

Señor

Muy señor nuestro:

Esta Oficina del Libro prepara, en la Feria de la Industria Nacional, en


la Sección de Industria Gráfica, una exhibición de libros peruanos que, al mismo
tiempo que exprese el grado de adelanto d e .la industria del libro en el Perú, per­
mita al público formarse una idea de la importancia de_ la producción literaria y.
científica nacional. Muy pocas ocasiones tienen el editor y el autor de ponerse en
contacto con el público. Nos parece, por esto, que la de la Feria de la Industria Na­
cional, que el año ppdo . llevó al Palacio de la Exposición una gran masa de publico,
merece ser ampliamente aprovechada. Mientras es posible organizar una Exposición
o Feria Especial del Libro, análoga a la establecida en otros países, nuestro proyec-'
to, realizado con la cooperación de todos los editores y autores, presta un útil y
oportuno servicio.

En atención a estos fines, solicit ames y esperamos el concurso de Ud. encare­


ciéndole se sirva enviarnos para su sxihbición en nuestro stand de la Feria, un -ejem­
plar de cada uno de los libros por Ud. publicados, cuya devolución efectuaremos, termi­
nada la Feria, salvo que esté autorizada su venta.

Con las más distinguidas consideraciones, nos suscribimos.

DeUd. attos. y S. S.

p. Sociedad Editora “Amauta11

G e r e n ta .
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IV X. > X Tvi .A.
DOC TR I NA : UTERATURA PO L E M IC A
»B»M P.^ «l~nBlMri»u « ; »«jao»?«g!wic»cat3g^ii»Mir.iili«<iwfcTra«^ - r < i w g « c » 3 « y iLrTiiii|^ rjtt i i H a iM y ac>JC

¿GOAL ñ IkCULTURA QUE CREARA AMERICA?


P or A n t e n o r O r r e g o (1)

En verdad, es aventurado premonizar sobre lo que


comienza a devenir. Preconcebir la historia es como pre­
concebir el nacimiento de una criatura., Pero es preciso
armarse de valor y, sobre todo, armarse de intuición no
para pronosticar, sino para descubrir. Si no es posible
conocer al hombre entero a través del niño, creo que, a
veces, es posible señalar algunos de sus rasgos esenciales.
El primer vagido de la criatura alumbrada encierra todo
el misterio de sus posibilidades, pero ocurre que estamos
ciegos para reconocerlas por la torpidez de nuestra inteli­
gencia. No hay que olvidar que una cultura es destino,
es decir realidad potencial tanto como es azar y libertad.
Cojamos esta realidad en potencia y completemos la ecua­
ción con la libertad. No creo que haya otra clase de adi­
vinación o pronóstico.
Europa ha creado una cultura esencialmente raciona­
¿Cuál es la cultura que creará América? por Antenor O rreg.x — Carta
lista. Nada define mejor esta cultura que la Escolástica
y el arte gótico, en que la vida se esclaviza a la entele-
de Máximo Gorky a Romain Rolland.—Canción del Titikaka, por quia y al arquetipo racional. La Suma Teológica y la i-
Alejandro Peralta .— El proceso de la instrucción publica en el
glesia gótica no sólo son la Edad Media, son la Europa
de todas las edades. Cultura dialéctica que toma la vida
Perú, por José Carlos M ariátegui-A rátf lamino, por Ricardo Martínez de por el testuz y la mancorna. La literatura pastoril o bu­
cólica que falsifica el campo incrustándolo en el salón.
La Torr i.-Afirmaciones, por Miguel A. U rquieta.-T rte Mexicano: Jacoba Los libros de caballería que exaltan un honor y una justi­
Rejas, por Marti Casanovas. (Con ilustraciones de mi obra ).—Carlos cia delira ¡tes, sensibleros, pirotécnicos, hazañosos, arran­
cándolos del fluir cotidiano. Atala y René, el Fausto y
Me'rida, Ensayo sobre el Arte del Trópico por Luis Cardosa A ragón.— Werther, romanticismo que se olvida de la realidad, Ver-
La Preocupación Contemporánea por los . problemas educati­
salles y el siglo de oro trancés. Paraíso artificial y lite­
ratura "fin du siecle". Torre de marfil, almenada y cíe
vos, por Juan Mantovani.—La Hora Cero, por Alberto Hidal­ puente levadizo como el Medioevo.
Por último, y lo más importante, filosofía que entroni­
go.—Matalaché, por Enrique López Albujar .—Altiplano para uso de
za a la razón sobre el pensamiento. Se filosofa para cons­
turistas, por Oscar C erruto .— El Forastero, por María Wiesse.— truir sistemas racionales. La razón no es un simple vehí­
culo; es la protagonista. Recordemos los postulados de
Romance, por Pedro Garfias.— Suburbio, por Alejandro Peralta.-—No­ la Revolución Francesa. La Teología no tanto busca a
vísimo Retrato de José Marti, por José A. Foncueva .—Defensa de la Dios sino ia razón de Dios. No basta que exista el hom­
bre, es jjreciso probar que existe. No basta la intuición
Vida, por Xavier Abril.—Franz Tamayo habla para “A m au ta".— Espar- de la verdad, sino la discusión de ella, su racionalización.
tacus y Sandino, por Tristán Maroff.— Instantánea Telescópica, por El hombre no se contenta en saberse poseedor de una
verdad, no le satisface el monólogo, es fuerza imponerla
Javier Bueno .— La Costumbre Indígena y el Derecho, por Emilio Ro­ a los oíros, es preciso el diálogo. La dialéctica, sobre
mero. —El Profesor Tello y la Reforma Universitaria, por Alberto todo.
En América esta cultura se descompone y se pudre.
Arca Parró.—Poemas, de César M oro .— Sonido Intimo de Marzo, por El caico servil pone de manifiesto la abreviación del sis­
José Varallanos.
tema que estaba oculta. Al pasar a América se pierden
las delicadezas y excelencias y resaltan las monstruosida­
LIBROS Y REVISTAS.— TucuipacMunasccan. El autor Inocencio Mama. des.
Este choque tenia que originar una tremenda reacción.
ni visto y oí lopo rjo sé Gabriel Cossío . — Crónica de Libros-. Notas críticas El pudridero fecunda ia planta nueva. Estamos ante el
por Antenor Orrego, M. W., Ricardo Martínez de la Torre, Xavier albor de una nueva cultura. ¿Cuál seiá esta?
Ya lo he dicho, es aventurado preconcebirla. Sin em­
>bril, E. P. B.—Crónica de Revistas, pot M. W. bargo rastreemos sus posibilidades.
Por hoy el rasgo saltante es la restitución de la ra­
zón a su papel de intermediaria del pensamiento. Se tra­
ta de vitalizar la razón, es decir, de colocarla en su justo
encaje funcional. Es el viejo pensamiento de que se de­
be razonar para vivir, pero no vivir para razonar. Es
cuestión de ¡a sensibilidad de! hombre en un momento de
(1)—Véase en el No. 12 de "AMAUTA","E¡ Gran Destino de América."
4 A m a u la

C arta de M áxim o G orky á d o m a in R u tla n d


Deseoso de controlar ciertos hechos res como Mamin, Sibiriak, Gar-in, Mikhailovsky, no son
relativos a mi cortés controversia con tampoco olvidados.
Constantino Balmont e ¡van Bunin,
me he dirigido a Máximo Gorki. He Hombres de letras habrían debido saber también que
aquí el cuadro impresionante que él los autores clásicos no están prohibidos, por los catálo­
ofrece, en algunas líneas de la Lite­ gos de las bibliotecas, donde en todas partes Tolstoy, Dos­
ratura Rusa de la hora presente. toievsky, Gogol ocupan el primer puesto.
ROMA IN ROLLAND. Los jóvenes literatos rusos vienen, todos los años, a
encontrarme aquí, en el extranjero. Es difícil asociar "la
16 de Febrero de 1928. miseria" con largos viajes al exterior. Me parece que ten­
go el honor de disponer de la confianza de los jóvenes;
mas en conversaciones íntimas, a mi pregunta:— “Quién,
Mi querido amigo: qué grupo ha podido escribir esta protesta?"— no he re­
recibido en respuesta sino un alzamiento de hombros es­
He leído la Carta de los escritores rusos que perma­ céptico.,..
necen en Rusia. Me ha venido la duda de que hayan po­ ¿Se os escribe que no hay más literatura en Rusia?
dido escribirla hombres de letras.... Hombres de letras Qué extraña afirmación.... Estoy sorprendido de la abun­
no habrían podido escribir que "los autores clásicos es­ dancia de jóvenes escritores.... En este momento hay cen­
tán prohibidos en Rusia'1, cuando la Casa de Ediciones tenas de escritores en Rusia. Aumentan con una rapidez
del Estado acaba de editar—y muy bien—a Dostoievsky, que no puedo explicarme sino por el talento característico
con su novela, "contrarevolucionaria'' LOS DEMONIOS, de loda la masa de mi pueblo. El pueblo ruso comienza,
a Gogol, a Puchskin, y cuando tiene en preparación a en fin, a ser consciente de su “yo", de sú valor y de su
Turguenef y las obras completas artísticas y teofilosóficas derecho a la libertad de sus fuerzas creadoras en todos
de Leon Tolstoy, en 90 volúmenes. (A la cabeza del Co­ los dominios de la vida.
mité de Redacción se encuentra el amigo de Tolstoy, El año último ha dado algunas personalidades muy
Tchertkoff). Se prepara la publicación de las obras es­ importantes, que prometen mucho. Son: Taddeeff, el au­
cogidas de Bunin, Kuprin, Chmeloff; y viejos escrito- tor de la novela “ La Debacle”, Leonidas Borissoff, Nina
jg’--------------------------------------------------------------------------- ---------------------------------------------- «

la historia. El europeo sintió vivamente la necesidad de no se les comprende en lo que tienen de valoración eter­
vivir en un mundo perfecto, libre de las contingencias de na. Y es que en América hay dos Américas: la América
la materia y de la vida. Este mundo lo creó sirviéndose que ha asimilado la cultura occidental y que, como he di­
de la razón. Fué su racionalismo; racionalismo que pre­ cho, es el pudridero de ella, y la América americana que
sidió todo el curso de su cultura, hasta en las épocas en comienza a revelarse en fuertes y claros temperamentos.
que parece que más lo negaba. Entre ambas hay una incomprensión absoluta, un abismo
El prototipo de la cultura occidental o europea ha si­ insalvable y trágico.
do y es la cultura francesa, mesurada, elegante, racional, Donde se juzga mejor la incapacidad ética del euro­
brillante, armoniosa. “Le droit", palabra que expresa pro­ peo es en Nietzche, así como en Spengler resalta más que
fundamente el respeto del francés a la ley, a lo consagra­ en cualquier otro la servidumbre del pensamiento a la ra­
do, a lo racional. Descartes llega a explicarse el mundo y zón.
a justificar la vida y la ultravida con solo el auxilio de la Nietzche de tan fino sentido estético, al llegar a la é-
razón. Otro caso singular y corroborante es Spinoza. tica la confunde con la moral o, mejor, con las morales.
Jamás el arte de razonar llegó a una agudeza tan ma­ Nietzche es incapaz de concebir el sentido ético vital y e-
ravillosa, a una vitalidad tan grande. Pasma como un terno del hombre, en cambio analiza con extraordinaria
hombre sin salirse de su gabinete encuentra las solucio­ penetración la moral histórica, la moral como fenómeno
nes fundamentales de la vida. (Leverrier descubre un pla­ consuetudinario. Llega, entonces, a un escepticismo nega­
neta sin alzar los ojos al cielo.) tivo, aunque de “Así hablaba Zaratrusta" se desprende un
Cuando empleo la palabra deformar y falsificar no es cierto sentido ético de la vida sin quererlo. El menos ra­
que quiera expresar un sentimiento despectivo. Lo ha­ cionalista de los filósofos europeos estaba inficionado de
go por método o claridad verbal. No hay que olvidar un racionalismo que acaba por conducirlo a la locura.
que hablo como americano y que, al expresarme tengo Nunca una cultura, como la europea, dejó más ele­
por fuerza que usar los recursos o palabras de mi ambien­ mentos a la que le sucede en la historia. Hay, sin em­
te espiritual, de la perspectiva de mi raza o estirpe. No bargo, ciertos matices sutiles que América no ha compren­
hay otro camino para dar una versión o impresión de la dido ni comprenderá nunca. Empero está incomprensión
cultura occidental a través de un americano o novomunda- jamás alcanza la distancia abismática que hay por-ejemplo,
no: Por desgracia o, pór felicidad—falta averiguarlo to­ entre la cultura occidental y las culturas antiguas. Con
davía—el hombre carece de la suficiente objetividad para todo, esta incomprensión es profundamente trágica porque
ser juez antes que autor y actor. Por lo demás, es sabio coexisten ambas en un momento dado y dentro cíe una
y vital amar su límite para no dispararse fuera de sí mis­ misma raza. No es cuestión de preparación o disciplina,
mo haciéndose trizas. es cuestión de aptitud o de sensibilidad. Lo que se lla­
En este ensayo me he esforzado en comprender a Eu­ ma la América joven es Europa vieja y descompuesta. Pa­
ropa, aunque sé de antemano que no puedo ni podré ver re asistir con más acuidad a la vejez de Europa es mejor
nunca como un Europeo. Lo mismo le ocurrirá al euro­ estar en América.
peo con respecto de América. Son dos sensibilidades, si Pero hay un hecho innegable, y es que ninguna
no contrapuestas, por lo menos, distintas. cultura ha influido más en otra que la europea. Es un
En ética y en estética el americano está en el punto mentis rotundo a la teoría de los ciclos cerrados e intrans­
opuesto al europeo. Por lo general, salvo raras genialida­ feribles de Spengler.
des, no se comprenden ni se comprenderán nunca. Dudo
mucho que un europeo culto pueda comprender en su jus­ A n te n o r ORREGO
to valor vital el pensamiento de Vasconcelos y la estética
pa César Vallejo, pongamos por caso. En América misma Trujillo, marzo 1928.
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Smirnova, el poeta N. Tikhonoff que ha hecho un hermo­ CANCIOH D E L T I T I K A K A


so libro de prosa.
Escritores de gran talento como Leonidas Leonoff,
Babel, Vsevolod Ivanoff, ahora redactor de la revista
"Krassnaia Nov” aunque no sea comunista, han adquirido Tú lo vienes sabiendo Juanacha desde que te arden los oídos
una firme autoridad, así como Constantino Fedin, Vladimi- y el agua de la pileta te quema las manos
ro Lidin, Boris Pliniak, Sergio Semenov un obrero de ta­
lento muy original, influenciado por Knut Hansun. Zocht-
chenko se gasta en cuentos cortos, lo que no aminora su M E R I D I A N O DE MI A L D E A
talento; no hay duda alguna de que pasará, poco
a poco, del humor a la sátira. Está acompañado por Va­ No sueltas las palabras sino que las mascas
lentín Kataeff, el autor del relato “Los depredadores" es­ 20 hojas de calendario llevas sobre el mortero del seno
crito dentro de la tradición de Gogol. Se observa el des­
arrollo rápido de Alejandro Jakovlev, de Kaverin.... Vas a dejar vacío el tiempo
Me es difícil enumeraros todos aquellos que son dig­
nos de ser no solamentente anotados sino loados. Desde lejos te persiguen mis labios como jilgueros
Y tú apenas me arrojas la cascara de una mirada
Entre los escritores anlirevolucionarios, puedo nom­
brar a Sergio Tsensky, Mikail Prishvin, Constantino Tre- Me liaré pescador de tu laguna
nioff, Nikandroff, Verssalff, Ivan Volnoff, Olga Forsch,
Alexei Tchapigin, que acaba de publicar una magnífica
novela “Esteban Kazin", el poeta Sergio Klitchkoff, que Tenemos el anzuelo de tus ojos
trabajan todos mucho y muy bien. Alejo Tolstoy escribe
con celo y sigue siendo un espléndido cuentista. Ivan No- Se quedarán hambrientos los pescadores
vikoff acaba de publicar un volumen de relatos.
Creo en este momento que a la cabeza de la literatu­ Tú eres de la playa de Capachica
ra rusa marchan dos maestros extraordinarios: Sergio Yo te he visto en la orilla levantando estrellas
Tsensky y Mikhail Prishvin. Este ultimo acaba de envia­
ros su reciente libro: “A la Casa de la Felicidad". El Florentino te ha dejado los brazos llenos de ronchas
Es muy posible, es casi cierto que haya olvidado de Todavía llevas en el estado los carbones de tus mordiscos
nombraros algunos escritores de mérito. No he tenido el ASI TE GUSTA A TI
tiempo de leer a todos; y teme fatigaros con la enumera­
ción de los literatos que colaboran en la revista “Sibirskie Haces que se encharque el día en los fangos cuando mis ojos
Ogni" (Los fuegos de la Siberia). Hay, entre ellos, espí­ cor r e t e an por tus v é r t e b r a s
ritus muy bien dotados.
No he hablado absolutamente de los poetas, entre los Yo no tengo la culpa Juanacha si no sé cortar las totoras del lago
que se encuentran personalidades reconocidas, como Pas­ PERO SE CORTAR PEÑASCOS
ternak, Tikhonoff, Asseff, Garoff, Kasine, Selvinsky, O-
rieshin, etc.
El agua de la pileta ya no tiene palabras
Una literatura que está en formación en los pueblos
del Cáucaso, los tártaros de Kazan....
se le seca la garganta de mirarte tanto
Sí, una muy bella literatura existe y crece en Rusia.
Yo que me maravillo de ella, deploro que Europa preste Crucemos aquellos galpones
tan poca atención a este gran movimiento, a estas fuerzas Mira las balsas de Amantani
creadoras, y que ella busque allá el mal con tanto celo, En la pampa la luna está regando la yerba
mientras muestra tanta mala voluntad ignorando el bien. vamos al lago
Sin duda, yo lo admito, el bien existe todavía en de­ aescojer un manto de seda azul y brillantes
masiada pequeña cantidad para un país que cuenta 150 para la fiesta de la Virgen
millones de habitantes. Pero no hay que olvidar que no
hace sino 10 años que este pueblo ha tomado posesión de De noche el viento maneja mejor las velas
un golpe de la vida cultural y que comienza a conocer su
sed. Existen ya en Rusia aldeas de 140 casas que están
abonadas a 32 publicaciones. Los diarios, las revistas, ios IREMOS A DESPERTAR EN EL CORAZON DEL ALBA
folletos de ciencia popular aparecen en millares de ejem­
plares. Estoy convencido de que centenares de escritores, Tu risa arco iris
prosadores y poetas que comienzan actualmente, serán a minutos cortas la lluvia
dentro de cinco o diez años, espléndidos maestros de es­
tilo.... HILADORAS DE MIS LATIDOS
ACABA YA DE HILAR
M. GORKI. LA LANA ROSA DE ESTE AMOR

Para todo esto tiene la culpa el hondazo de tu mirada


P. S.—Parece que ya en Agosto último, la carta de Noche y día está chasqueando en mi sangre
los escritores, al rededor de la cual la prensa rusa en el
extranjero ha hecho tanto ruido, ha sido desmentida por JUANACHA
las organizaciones de escritores de Rusia. Ahora bien, es­
tas organizaciones comprenden a todos los escritores de M E R I D I A N O DE MI AL DE A
todas las nacionalidades, con la sola excepción mía, y yo no
conozco en Rusia un escritor que no forme parte de esta A le ja n d ro PERALTA.
unión.
PUNO.
M. GORKI.
(j ü m s u ta

El p r o c e s o d© la i n s t r u c c i é o p ú b lic a e n ©3 P e r ú
s=»oe=í ®,áS>.¡RIL.*3ÍS SVSARMATEGUI

I Laos señala como fundaciones típicas de los primeros lus­


Tres influencias se suceden en el proceso cíe la ins­ tros de la república las siguientes: Colegio de la Trinidad
trucción en la República: la influencia o, mejor, la heren­ d-e Huancayo, la Escuela de Filosofía y Latinidad de Hua-
cia española, la influencia francesa y ¡a influencia nortea­ machuco y la Cátedras de Filosofía, de Teología dogmá­
mericana. Pero solo la española logra en su tiempo un tica ;y de Jurisprudencia del Colegio de Moquegua. (2)
dominio completo. Las otras dos se insertan mediocremen­ En el culto de las humanidades se confundían los li­
te en el cuadro español, sin alterar demasiado sus líneas berales, la vieja aristocracia terrateniente y la joven bur­
fundamentales. guesía urbana. Unos y otros se complacían en concebir las
La historia de la instrucción pública en el Perú se universidades y los colegios como unas fábricas de gen­
divide así en los tres períodos que señalan estas tres in­ tes de letras y de leyes. Los liberales no gustaban menos
fluencias. Los límites de cada período no son muy pre­ de la retórica que los conservadores. No había quien re­
cisos. Pero en el Perú este es un defecto común a casi to­ clamase una orientación práctica dirigida a estimular el
dos los fenómenos y a casi todas ¡as cosas. Hasta en ¡os trabajo, a empujar a los jóvenes al comercio y la indus­
hombres rara vez se observa un contorno neto, un perfil tria. (Menos aún había quien reclamase una orientación de­
categórico. Todo aparece siempre un poco borroso, mocrática, destinada a franquear el acceso a la cultura a to­
un poco confuso. dos los individuos).
En el proceso de la instrucción pública, como en La herencia española no era exclusivamente una heren­
otros aspectos de nuestra vida, se constata la superposi­ cia psicológica e intelectual. Era ante todo, una herencia
ción de elementos extranjeros insuficientemente combina­ económica y social. Ei privilegio de la educación persistía
dos, insuficientemente aclimatados. El problema está en por la simple razón de que persistía el p riv ileg ió le ia ri­
las raíces mismas de este Perú hijo de ia conquista. No queza y de la casta. El concepto aristocrático y literario de
somos un pueblo que asimila las ideas y los hombres de la educación correspondía absolutamente a un régimen y
otras naciones, impregnándolas de su sentimiento y su am­ a una economía feudales. La revolución de la independen­
biente, y que de esta suerte enriquece, sin deformarlo, su cia no había liquidado en el Perú este régimen y esta eco­
espíritu nacional. Somos un pueblo en el que conviven, nomía. No podía, por ende, haber cancelado sus ideas pe­
sin fusionarse, aún sin entenderse todavía, indígenas y con­ culiares sobre la enseñanza.
quistadores. La República se siente y hasta se confiesa so­ Ei Dr. Manuel Vicente Villarán, que representa en ei
lidaria con el Virreinato. Como el Virreinato, la Repúbli­ proceso y ei debate de la instrucción pública peruana el
ca es el Perú de los coloniz adores, más q' délos regnícolas. pensamiento demo-burgués, deplorando esta herencia, dijo-
El sentimiento y el interés de las cuatro quintas partes de en su discurso sobre las profesiones liberales hace un cuar­
la población no juegan casi ningún rol en la formación to de siglo. "El Perú debería ser por mil causas económi­
de la nacionalidad y de sus instituciones. cas y sociales, como han sido ios Estados Unidos, tierra de
La educación nacional, por consiguiente, no tiene el labradores, de colonos, de mineros, de comerciantes, de
espíritu nacional: tiene más bien un espíritu colonial y coloni­ hombres de trabajo; pero las fatalidades de la historia y la
zador. Cuando en sus programas de instrucción pública un voluntad délos hombres han resuelto otra cosa convirtien­
Estado se refiere a los indios, no se refiere a ellos como do al país en centro literario, patria de intelectuales y semi­
a peruanos iguales a todos los demás. Los considera como llero de burócratas. Pasemos la vista en torno de la socie­
una raza inferior. La República no se diferencia en este dad y fijemos la atención en cualquiera familia: será una
terreno del Virreinato. gran fortuna si logramos hallar entre sus miembros algún
España nos legó, de otro lado, un sentido aristocrá­ agricultor, comerciante, industrial o marino; pero es indu­
tico y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza. dable que habrá en ella algún abogado o médico, militar o
Dentro de este concepto, que cerraba las puertas de la empleado, magistrado o político, profesor o literato, perio­
Universidad a los mestizos, la cultura era un privilegio dista o poeta. Somos un pueblo donde ha entrado la ma­
de casta. El pueblo no tenía derecho a la instrucción. La nía de las naciones viejas y decadentes, la enfermedad de
enseñanza tenía por objeto formar clérigos y doctores. hablar y de escribir y no de obrar, de “agitar palabras y
La revolución de ia independencia, alimentada de no cosas", dolencia lamentable que constituye un signo de
ideología jacobina, produjo temporalmente la adopción de laxitud y de flaqueza. Casi todos miramos con horror lás
principios igualitarios. Pero este igualitarismo verbal no profesiones activas que exigen voluntad enérgica y espíritu
tenía en mira, realmente, sino al criollo, ignoraba al indio. de lucha, porque no queremos combatir, sufrir, arriesgar
La República, además, nacía en la miseria. No podía per­ y abrirnos paso por nosotros mismos hacia el bienestar y-
mitirse el lujo de una amplia política educacional. la independencia. ¡Qué pocos se deciden a soterrarse en la
La generosa concepción de Condorcet nose contó en­ montaña, a vivir en las punas, a recorrer nuestros mares, a
tre los pensamientos tomados en préstamo por nuestros explorar nuestros ríos, a irrigar nuestros campos, a aprove­
liberales a la gran revolución. Prácticameute subsistió, en char los tesoros de nuestras minas! Hasta las manufactu­
esta como en casi todas las cosas, la mentalidad colonial. ras’y el comercio, con sus riesgos y preocupaciones, nos
Disminuida la efervescencia de la retórica y el sentimien­ atemorizan, y en cambio contemplamos engrosar año por
to liberales, reapareció netamente el principio de privilegio. año la multitud de los que anhelan a todo precióla tran­
El gobierno de 1831, que declaró la gratuidad de la ense­ quilidad, la seguridad, el semi-reposo de los empleos pú­
ñanza, fundaba esta medida que no llegó a actuarse, en blicos y las profesiones literarias. En ello somos estimula-
“la notoria decadencia de las fortunas particulares que ha­
bía reducido a innumerables padres de familia a la amar­
ga situación de no serles posible dar a sus hijos educa­
ción ilustrada, malográndose muchos jóvenes de talento" ¿LVISO E U D I T O H I A lL
(1). Lo que preocupaba a ese gobierno, no era la necesi­ Las labores de composición de este número, que
dad de poner este grado de instrucción al alcance del por enfermedad de José Carlos Mariátegui, direc­
pueblo. Era, según sus propias palabras, la urgencia de tor de la Revista " A m a u t a " , aparece con algunos
resolver un problema de las familias que habían sufrido días de retardo, han sido dirigidas por el Gerente;
desmedro en su fortuna. habiéndose adoptado ya las medidas precisas para
La persistencia de la orientación literaria y retórica que el número de mayo no sufra atraso.
se manifiesta con la misma acentuación. Felipe Barreda y
U m a u ts

dos, empujados por la sociedad entera. Todas las prefe­


rencias de los padres de familia son para los abogados, los
doctores, los oficinistas, los literatos y los maestros. Así es AVI S O L U M I N O S O
que el saber se halla triunfante, la palabra y la pluma es­
tán en su edad de oro, y si el mal no es corregido pronto,
el Perú va a ser como la China, la tierra prometida de los
funcionarios y de los letrados'1. (3) SAND1NO SE HA APODERADO DE L.A ‘ BONAN­
El estudio de la historia de la civilización capitalista, ZA MINES COMPANY" EN NICARAGUA.
esclarece ampliamente las causas del estado social perua­ SANDINO HA DESTRUIDO LA MINA "TH EMI-
no, considerado por el doctor Villarán en el párrafo co­ LLON DE DOLLARES".
piado. SANDINO HA DESTRUIDO LA MINA "SAN AL­
España es una nación rezagada en el progreso capita­ BINO".
lista. Hasta ahora, España no ha podido emanciparse del SANDINO SE HA APODERADO DE "LA LUZ Y
Medioevo. Mientras en Europa Central y Oriental, han sido BONANZA".
abatidos como consecuencia de la guerra los últimos bas­ SANDINO HA BURLADO TODA LA TACTICA
tiones déla feudalidad, en España se mantienen todavía en DE LOS MARINOS AMERICANOS.
pié, defendidos por la monarquía. Quienes ahondan hoy SANDINO SE ENCUENTRA EN PLENO CORAZON
en la historia de España, descubren que a este país le ha DE LAS MONTAÑAS DE NICARAGUA.
faltado una cumplida revolución liberal y burguesa. En SANDINO ES EL REPRESENTANTE DELA RA
España el tercer estado no ha logrado nunca una victoria ZA LATINOAMERICANA QUE NO SE SOMETE.
definitiva. El capitalismo aparece cada vez más netamente SANDINO ES UN EJEMPLO PARA LOS PUEBLOS
como un fenómeno consustancial y solidario*'con el libe­ DE AMERICA INDIA.
ralismo y con el protestantismo. Esto no es, propiamen­ SANDINO TIENE MAS COR AGE QUE TODAS LAS
te, un principio ni una teoría, sino más bien, una obser­ UNIDADES DE L a ESCUADRA YANKEE
vación experimental, empírica. Se constata que los pue­ NOSOTROS ESTAMOS CON SANDINO PORQUE
blos en los cuales el capitalismo—industrialismo y maqui- HA PUESTO SU BRAZO Y SU GENIO EN DE­
nismo—ha alcanzado todo su desarrollo, son los pueblos FENSA DE LOS PUEBLOS DEBILES.
anglo-sajones—, liberales y protestantes.—Solo en estos
países la civilización capitalista se ha desarrollado plena­ R ic a r d o M a r t ín e z d e la T orre
mente. España es entre las naciones latinas la que menos
ha sabido adaptarse al capitalismo y al liberalismo. La fa­
mosa decadencia española, ala cual exégetas románticos tiene sin la doble pena del trabajo y el ahorro, esa rique­
atribuyen los más diversos y extraños orígenes, consiste za que es la apetecida por el aventurero, por el noble, por
simplemente en esta incapacidad (4). El clamor por la eu­ el soldado, por el soberano. Y en fin, ¿para qué trabajar
ropeización de España ha sido un clamor por su asimila­ si no era necesario? ¿No estaban allí los indios? ¿No eran
ción a la Europa demoburguesa y capitalista. Lógicamen­ numerosos, mansos, diligentes, sobrios, acostumbrados a
te, las colonias formadas por España en América tenían la tierra y al clima. Ahora bien, el indio siervo produjo
que resentirse de la misma debilidad. Se explica perfec­ al rico ocioso y dilapidador. Pero lo peor de^ todo fué
tamente el que las colonias de Inglaterra, nación destina­ que una fuerte asociación de ideas se estableció entre el
da a la hegemonía en la edad capitalista, recibiesen los trabajo y la servidumbre, porque de hecho no había tra­
fermentos y las energías espirituales y materiales de un a- bajador que no fuera siervo. Un instinto, una repugnan­
pogeo, mientras las colonias de España, nación encadena­ cia natural manchó toda labor pacífica y se llegó a pen­
da a la tradición de la edad aristocrática, recibían los gér­ sar que trabajar era malo y deshonroso. Este instinto nos
menes y las taras de una decadencia. ha sido legado por nuestros abuelos como herencia orgá­
El español trajo a la empresa de la colonización de nica. Tenemos, pues, por raza y nacimiento, el desdén al
América su espíritu medioeval. Fué solo un conquistador; trabajo, el amor a la adquisición del dinero sin esfuerzo
no fué realmente un colonizador. Cuando España termi­ propio, la afición a la ociosidad agradable, el gusto a las
nó de mandarnos conquistadores, empezó a mandarnos fiestas y la tendencia al derroche" (5).
únicamente virreyes, clérigos y dotores. Los Estados Unidos, son la obra del "pionnier", el
Se piensa ahora qtie España experimentó su revolu­ puritano y el judío, espíritus poseídos^ de una poderosa vo­
ción burguesa en América. Su clase liberal y burguesa, so­ luntad de potencia y orientados además hacia fines utilita­
focada en la metrópoli, se organizó en las colonias. La re­ rios y prácticas. En el Perú se estableció, en cambio, una
volución española por esto se cumplió en las colonias y raza que en su propio suelo no pudo ser más que una
no en la metrópoli. En el proceso histórico abierto por esta raza indolente y soñadora, pésimamente dotada para las
revolución, les tocó en consecuencia la mejor parte a los empresas del industrialismo y del capitalismo. Los des­
países donde los elementos de esa clase liberal y burgue­ cendientes de esta raza, por otra parte, más que sus virtu­
sa y de una economía congruente, eran más vitales y só- des heredaron sus defectos.
ddos. En el Perú eran demaciado incipientes. Aquí, sobre Esta tesis de la deficiencia de la raza española para li­
los residuos dispersos, sobre los materiales disueltos de la berarse del Medioevo y adaptarse a un siglo liberal y capi­
economía y la sociedad incaica, el Virreynato había edifi­ talista resulta cada día más corroborada por la interpreta­
cado un régimen aristocrático y feudal que reproducía, ción científica de la historia. Entre nosotros, demasiado
con sus vicios y sin sus raíces, el de la decaída metró­ inclinados siempre a un idealismo ramplón en la historio­
poli.
grafía, se afirma ahora un criterio realista a este respecto.
La responsabilidad del estado social denunciado por César A. 'Jgarte, en su “ Bosquejo de la Historia Eco­
el doctor Villarán en su discurso académico de 1900, co­ nómica del Perú"-—escribe lo que sigue; “¿Cuál fué el
rresponde, pues, fundamentalmente a la herencia española. contingente de energías que al Perú la nueva raza? La si­
El doctor Villarán la admitió en su tesis aunque su filia­ cología del pueblo español del siglo XVI no era la más a-
ción civilista no le consentía excesiva independencia men­ propiada para el desenvolvimiento económico de una tierra
tal frente a una clase, como la representada por su parti­ abrupta e inexplorada. Pueblo guerrero y caballeresco, que
do, que tan inequívocamente desciende del Virreinato y se acababa de salir de ocho siglos de lucha por la reconquis­
siente heredera de sus privilegios. "La América, escribía ta de su suelo y que se hallaba en pleno proceso de uni­
el doctor Villarán—no era colonia de trabajo y poblamien- ficación política, carecía en el siglo XVI de las virtudes
to sino de explotación. Los colonos españoles venían a económicas, especialmente de la constancias para el trabajo
buscar la riqueza fácil, ya formada, descubierta, que se ob- y del espíritu del ahorro. Sus prejuicios nobiliarios y sus
8 Am a u ta

aficiones burocráticas le alejaban de los campos y de las A F I R M A C I O N E S


industrias por juzgarlas ocupaciones de esclavos y villanos.
La mayor parte de los conquistadores y descubridores del L a e sp e ra n z a d e sfa lle c e , sa n g ra , a g o n iz a e n el a lm a p o p u la r.
siglo XVI, eran gente desvalida; pero no les inspiraba el P e ro n u n c a m u e re del to d o . A ú n e n los pueb lo s tr a n s ito ria m e n te
móvil de encontrar una tierra libre y rica para prosperar c o n v e rtid o s e n p ia ra .
en ella con su esfuerzo paciente: guiábalos solo la codicia de
riquezas fáciles y fabulosas y el espíritu de aventura para E n la p o lític a de n u e s tro s p u eb lo s son m uchos los B alaam es
alcanzar gloria y poderío. V si al lado de esta masa ignorán- a q u ie n e s les f a lta la b u r r a q u e les a c o n se je a tiem p o .
te y aventurera, venían algunos hombres de mayor cultu­
ra y valía, impulsaba a estos la fé religiosa y el propósito C om o el h ie rro se e n d u re c e y c o b ra c o n to rn o s d e fin itiv o s a
de catequizar a los naturales'1 (6) g olpe d e m a rtillo , así los p u eb lo s, si son de h ie rro , to m a n su tem p le
El espíritu religioso en sí, a mi juicio, no fué un obstá­ v e rd a d e ro a golpes de in fo rtu n io .
culo para la organización económica de las colonias. Más
espíritu religioso hubo en los puritanos de la Nueva In­ L a m ás a b so lu ta le a lta d , la m ás p u ra , co n siste e n se r leal c o n ­
glaterra. Dé él sacó precisamente Norte América la savia sigo m ism o
espiritual de su engrandecimiento económico. En cuanto a
religiosidad, la colonización española no pecó de exceso. L as v ilezas q u e vem os y las c o ndenam os, no son v ilezas en
II n o so tro s. O te n em o s las ra z o n e s su fic ie n te s p a r a ex c u lp á rn o sla s.
La República que heredó del Virreinato, esto es de un ré­ T odos som os, en e ste se n tid o , p ro x e n e ta s de n o so tro s m ism os. A l­
gimen feudal y aristocrático, sus instituciones y métodos g u nos lo son ta m b ié n d e los d em ás.
de instrucción públiéa buscó en Francia los modelos de
la reforma de la enseñanza tan luego como, esbozada la M uchos jó v e n e s h a b la n de d islo c a r el c u rso d e la h is to ria , d e
organización de una economía y una clase capitalistas, la re v o lu c io n a r el m u n d o y d a rle v u e lta de g u a n te . P e ro se a p a c i­
gestión del nuevo Estado adquirió cierto impulsó progre­ g u a n p ro n to , h a s ta la h ip o te rm ia , con c u a lq u e r p u e sto público.
sista y cierta aptitud ordenadora. E l su eld o fisc a l es la q u in in a in fa lib le p a ra la fie b re re v o lu c io ­
De este modo, a los vicios originales de la herencia n a ria .
española se añadieron los defectos de la influencia france­
sa que, en vez de venir a atenuar y corregir el concepto J u v e n tu d sin id eales, sin re b e ld ía , fo fa , con 6olo a p e tito s ,
literario y retórico de la enseñanza trasmitido a la Repúbli­ p u e d e f lo ta r com o las cala b a z a s v acías. P e ro no sig u e u n rum bo
ca por el Virreinato, vino más bien a acentuarlo y compli­ d e fin id o ni p u ed e, m ucho m enos, a b rirlo . Ni p a ra el b ien ni p a ra
carlo. el m al. F lo ta , y n a d a m ás, com o los e x c re m e n to s en los p u erto * .
La civilización capitalista no ha logrado en Francia, co­
mo en Inglaterra, Alemania y Estados, un cabal desarrollo L a lib re a en el cu e rp o es sie m p re g ro te sc a y co n m ise ra b le . E n
entre otras razones por lo inadecuado del sistema educacio­ el e sp íritu es re p u g n a n te .
nal francés. Todavía no se ha resuelto en esa nación—de
la cual hemos copiado anacrónicamente tantas cosas,—pro­
blemas fundamentales como el de la escuela única prima­ M iguel A . U rq u ie ta .
ria y el de la enseñanza técnica.
Estudiando detenidamente esta cuestión en su obra
"Crear1’ Herriot hace las siguientes constataciones: "En
verdad, conscientemente o no, hemos permanecido fieles a
ese gusto de la cultura universal que parecía a nuestros antagónicos no cesarán de luchar. Los encontraremos, así
padres el mejor medio de alcanzar la distinción del espíri­ al uno como al otro, en la base de nuestras instituciones
tu. El francés ama la idea general sin saber siempre lo que tan mal coordinadas todavía. Napoleón se ocupó sobre
entiende por ese término. Nuestra prensa, nuestra elocuen­ todo de la enseñanza secundaria que debía darle a sus fun­
cia, se nutren de lugares comunes". "En pleno siglo XX cionarios y oficiales. Nosotros lo estimamos en gran parte
no tenemos aún un plan de educación nacional. Las ex­ responsable de la larga ignorancia de nuestro pueblo en
periencias políticas a las que hemos estado condenados han el curso del siglo\XIX. Los hombres de 1793 habían teni­
reaccionado cada una a su manera sobre la enseñanza. Si do otras esperanzas. Hasta en los colegios y los liceos,
se le mira desde un poco de altura, la mediocridad del nada que pueda despertar la libertad de la inteligencia;
esfuerzo tentado aparece lamentable". (7) hasta en la enseñanza superior, ninguna parte para el cul­
Y, más adelante, después de recordar que Renán atri­ to desinteresado de la ciencia o las letras. La tercera re­
buía en parte la responsabilidad de las desventuras de 1870 pública ha podido desprender alas universidades de esta
a una instrucción pública cerrada a todo progreso, conven­ tutela y volver a la tradición de los pretendidos sectarios
cida de haber dejado que el espíritu de Francia se malo­ que crearon la Escuela Normal, el Conservatorio de Artes
grase en la nulidad, Herriot agrega: "Los hombres de y Oficios o el Instituto. Pero no ha podido romper com­
1847 habían conseguido para nuestro país un programa pletamente con la concepción estrecha tendiente a aislar la
de instrucción que no ha sido jamás ejecutado y ni siquiera cooperación universitaria del resto de la nación. Ha con­
comprendido. Nuestro maestro Constantino Pec- servado del Imperio una afición exagerada a los grados,
queur, lamentaba que la instrucción pública no fuese aún un respeto excesivo por los procedimientos que habían
organizada socialmente, que el privilegio de nacimiento se constituido la fuerza, pero también el peligro de la edu­
prolongase en la educación de los niños". (8) cación de los jesuítas". (9)
Herriot cuya ponderación democrática no puede ser Esta es, según un estadista demo-libcral de la burgue­
contestada, suscribe a este respecto juicios sustentados por sía francesa, la situación de la enseñanza en la nación de
los "Compagnons de 1‘ Université Novulle' y otros pro- la cual, con desorientación deplorable hemos importado
pugnadores de una radical reforma de la enseñanza. Con­ métodos y textos durante largos años. Le debemos este
forme a su esquema de la Historia de la Instrucción Publi­ desacierto a la aristocracia virreinal que, disfrazada de bur­
ca de Francia, la revolucción tuvo un amplio y nuevo idea­ guesía republicana, ha mantenido en la República los fue­
rio educacional. Con un vigor y una decisión de espíritu ros y los principios de orden colonial. Esta clase quiso
remarcables. Condsrcet reclamaba para todos los ciuda­ para sus hijos ya que no la educación acremente dogmá­
danos todas las posibilidades de instrucción,la gratuidad de tica de los colegios reales de la Metrópoli, la educación
todos los grados, la triple cultura de lás facultades físicas, elegantemente conservadora de los colegios jesuítas de
intelectuales y morales". Pero después de Condorcet, vino Francia de la restauración.
Napoleón. “La obra de 1808, escribe Herriot, es la antí­
tesis del esfuerzo de 1892. En adelante los dos principios (CONCLUIRA)
I m a u ta 9

ARQUITECTURA

P E R U A N A

CLAUSTRO DEL CONVENTO


DE LA M E R C E D
Foto L u is A Rozas

DETALLE M EDIOEVAL
DE DESAMPARADOS
F o to R o z a s
10 Amanta

T E E X I C A
J A O O B A R O J A S
Jaco b a R ojas tiene diecisiete años y hace tr e s ingresó en la
E scuela que dirige el entusiasm o fervoroso de A lfredo M artínez.
Sus prim eras telas son reveladoras, y en ellas, apenas iniciándose,
se re fle ja to d a la fu erza y el ím petu de su form idable te m p era­
m ento : usa del color con plena conciencia y sabia intuición, y jlen-
tro de estas lim itaciones y esta m edida que le im ponen la p j¿ p ia
exigencia del hecho plástico, usa de! color exaltándolo a su más
a lta expresión, elevándolo a la m áxim a potencia y a su plenitud.
Con esto se evidencian sus dotes y su form idable tem peram ento
de p in to ra : porque, en realidad, el color no es p ara Jaco b a R ojas
un elem ento pintoresco, sin valor expresivo propio, del cual puede
usarse sin tasa y sin control, con tal de conseguir efectism os vi­
suales sensualm ente halagadores. El color es p ara ella, por el con­
tra llo , motivo de un a in telig en te especulación, medido y p o n d era­
do, ecn un valor expresivo y plástico concreto y d eterm in ad am en te
prop'o, adquiriendo con ello, en sus telas, una vigorosa y clara
elocuencia.
Desde que se inicia por los cam inos del arte , Jaco b a se da a
él con todos sus ím petus y su pasión, y consigue r e fle ja r de una
m anera viva y fiel sus emociones. Y a en sus p rim eras telas, v a­
cilantes, por deficiencias en el m anualism o y en el uso de los p ro ­
cedim ientos pictóricos, consigue, no o bstante, una g ran eficacia
expresiva y una g ran elocuencia plástica. Y es que su te m p era­
m ento, fu e rte y vigoroso, le perm ite ca p ta r y asim ilar, p enetrando
en ella, la emoción que se en cierra en el espectáculo quo se posa
an te sus ojos, porque cuando p inta, no p retende ni se propone
tran sm itirn o s un a sensación p u ram en te visual, física, epidérm ica.
Hay en su visión un a vida em ocional substanciosa, pletó rica de ex­
presión, y a trav és de aquella, vivificado por su vigor tem p eram en ­
tal, el paisaje y la vida se hum anizan, porque, fre n te a este E sce­
nario, cuando n u estra a rtista preten d e trad u c ir y ex p resar plósti-*
enmonte sus em ociones, se produce en tre ella y la realidad una

RETRATO

RETRATO
A m a n ta U

unidad vital, una síntesis, en la cual su tem peram ento se , impone


y triu n fa , dándonos de la vida, una visión hum anísim a, de una
efectiva y vigorosa plasticidad.
Ese im perativo de plasticidad es, posiblem ente, lo que hace
ta n sum am ente in teresan te y valioso el a rte de Jaco b a Rojas. Sus
obras son siem pre la revelación y expresión de un a emoción esen­
cial y viva, y la m a teria plástica, en cum plim iento de su función
expresiva, se eleva a la más alta elocuencia y calidad.
Las últim as telas que ha pintado Jacoba, son de un positivo
valor artístico. En ellas, y a trav és de todas sus obras y su evolu­
ción, no es posible descubrir un solo m om ento de sim ulación, de
virtuosism o o de falsedad. Todas sus obras son de una g ran ho­
nestidad, de una suprem a sinceridad, y en ellas, su tem peram ento
se refleja y produce por medio de una m ateria densa, sabiam ente
especulada y ponderada, cuya función expresiva se cumple con
plenitud de sentido y de valores.
Jacoba Rojas, con sus diecisiete años, es el m ejo r fru to que
h asta hoy han producido las escuelas de p in tu ra al aire libre, y una
de las más in teresan tes fig u ras del nuevo a rte revolucionario
m exicano. La sinceridad y plenitud expresiva de sus telas, su hu­
manismo, fru to y expresión de su capac’dad em ocional y de su
vigor tem peram ental, son p rueba clara de las posibilidades que se
encierran en este resurgim iento indígena m exicano, que, fre n te a
la inquietud estéril y ociosa de occidente, produce un arte genui-
nam ente original, porque m ana de una fu e n te y un caudal de emo­
ciones com pletam ente nuevas, por sus orígenes y sus m a n ifesta­
ciones, por su racialism o y la virginidad de sus creaciones.

M a rti C asan o v as.

México, F ebrero de 1923.


"EL CAMPESINO"
12 A m a tita

C A R L O M E R I D A

«F I G U R A S ” <S/eo deM i n ' d a

Ensayo sobre el arte del trópico m ente. Difícil es oponer en riqueza im aginativa, su p ero rien tal, a
la sabiduría de las m anos de nu estro s abuelos que, de m aneras
p o r LUIS CARDOZA ARAGON ta n poéticas, redim ían la tie rra en sus vasijas y fija b a n el ím petu
A JO S E V ASCON CELO S. del trópico en sus rocas. Sobre todo el color: ;qué calidoscopio
de m ilagros, qué aristocrático gusto p ro fu n d am en te clásico, cu án ta
N ada es más suntuoso, m ás opulento, que nu estro s trópicos. in tu itiv a sensibilidad, delicadeza sin g u lar y tran scen d en tal por el
A nte los ojos de cada hom bre, todos los días, el sol se abre el vien­ color en n u estra raza!
tre en un h ara k iri inaudito de colores. Y aún esos ojos, que han Raza gloriosa, es m engua que muchos de tu s hom bres, sin co­
vivido su experiencia en aquella bacanal de m atices, no se h ab i­ nocerlo, o acaso por postales, canten V ersa 11os, la tisis europea
tú an nunca y sienten, constante, su novedad m aravillosam ente de Musset, etc., etc., en vez de sollozar de orgullo y esperanza an ­
virgen. te las ru in as de Uxmal, los m onolitos de Q uiriguá o la pirám ide
Los colores en tra n por los ojos, por las m anos que cortan fru to s de T eotihuacán.
capitosos— senos de los vegetales— ; los colores suben por el pie O una calidad de obra lib ertad a de todo am b ien te: fra n c a ­
que p :sa la tie rra , por el cuerpo metido en la cuba inm ensa del b a r­ m ente universal, cosida d irectam en te al esqueleto de todos los
niz del sol. hom bres, como obras sin fecha, sin p atria, regionales en el sueño
Si en México la raz a m adre—da M aya— no tiene la variedad, o en la realidad hum ana, hum ana en el más am plio sentido filosó­
arm onía, m agnificencia, lu ju ria del color de las telas de m a ja s fico. La poesía (sea m úsica, p in tu ra, e tc .), no tiene p a tria : hay
c-ri tie rra s guatem altecas, en cambio la cerám ica se abrió gloriosa­ (Pasa o la página 31)
A m a u ta 13

La p reocu p ación co n tem p o rá n ea p o r lo s p ro b lem a s e d u c a tiv o s


POR JUAN MANTOVANI

L A P E D A G O G IA Y L A C U L T U R A to de esta h o ra, ta n alarm an te p a ra algunos, que juzgando in sal­


vable la caída, piensan no en aquello que ya m u e stra su caducidad,
La aplicación a los problem as educativos de un a concepción sino en el desarrollo u lte rio r de n u e stra cu ltu ra, la m ás in flu y en te
del mundo y un sentido de la vida constituye la m ás a lta fin alid ad en la vida de los pueblos contem poráneos.
de la disciplina pedagógica, de modo que la pedagogía no es sino un R eina un estado de honda, crisis m oral, o b jetiv ad a en el p re ­
aspecto de la cu ltu ra y una ram a de la filosofía. dominio de los in tereses m ateriales y en u n a g ran p o b reza de valo­
H ay un íntim o paralelism o en tre la cu ltu ra, que se m anifies­ res espirituales. E l siglo XIX, de donde procede este estado de co­
ta en u n a constante creación de valores, y la pedagogía que cons­ sas, se caracterizó p o r su extrem ado culto a las fo rm as ex tern as
tituye un estim able instrum ento en la obra de la form ación hum a­ de la vida. La ciencia positiva, a trav é s de su conocim iento con­
na. Al crear valores la cu ltu ra define el tipo hum ano que su tiem ­ creto, práctico y aplicado del m undo, condujo a la técnica, a l m a­
po reclam a, lo que equivale a fo rm u lar ideales que la educación qumismo y al industrialism o, creando u n a p referen cia casi exclusi­
adopta para realizarlos m erced a las form as y medios que la p ed a­ v a p o r las en erg ías m ecánicas y u n relegam iento de las actividades
gogía concibe y aplica. superiores del espíritu. F u é u n a superación de la civilización so­
El tem a central de la pedagogía es un problem a to talm en te b re la cu ltu ra, según las acepciones que en to rn o de estos térm in o s
humano y por sus finalidades esencialm ente espiritual. H e ahí corren desde Spengler. “ Civilización” o predom inio de las te n ­
porqué ella es considerada como u n a ram a filosófica. dencias, esfuerzos y resu ltad o s m ateriales. “ C u ltu ra” o predom inio
Las disciplinas pedagógicas no hacen o tra cosa que in v estig ar de las tendencias, esfuerzos y resu ltad o s espirituales. A qué­
los elem entos biológicos y espituales del ser hum ano e in g en iar los lla, el culto de lo cu antitativo. E sta el culto de lo cualitativo. L a
medios de llevar a cada espíritu el sentim iento de la vida y la te o ­ civilización en ese siglo u su rp a su lu g a r a la cu ltu ra, o la cu ltu ra
ría del universo que la filosofía vá fo rjan d o en cada época. P o r deshum aniza sus form as in te rn as h a sta p etrific arla s en cosas, h e­
esto, la pedagogía es una ciencia dinám ica; se m ueve siguiendo el chos y fenóm enos m ateriales ta n m aravillosam ente organizados que
ritm o del pensam iento filosófico. U na filosofía rea lista o idealis­ concluyen por d eclarar su p erflu o al ser hum ano. Y si esta civili­
ta determ ina correlativam ente u n a educación de id én tica te n d en ­ zación m oderna que llega a su apogeo a fin es del siglo XIX y co­
cia. La filosofía, la ciencia, el a rte y la religión diseñan el sen­ m ienzos del XX, p a ra Spencer, filósofo positivista, rep rese n ta un
tido de la cu ltu ra en u n a época dada, y ese sentido cu ltu ral crea progreso, p ara Spengler es u n a decadencia de la evolución hum ana,
necesariam ente u n a te o ría de la educación. Así se com prende có­ y p ara M ax Scheler “ sé ac red ita como fenóm eno de decadencia por
mo — a pesar de explicables resistencias — a nuevos tiem pos co­ el hecho de que significa donde q u iera u n a rela jac ió n de las f u e r ­
rresponden nuevas escuelas o sea u n a nueva concepción ed u cati­ zas h um anas cen trales y directrices, fre n te a la an a rq u ía de las te n ­
va, u n a m anera nueva de p ensar al hom bre. dencias autom áticas, un olvido de los fin es a fav o r de los simple»
E n el O riente antiguo el hom bre se en tre g ab a a la religión;, medios. Y esto ju stam e n te es decadencia.” (1)
en Grecia preferencialm ente al cultivo del esp íritu ; en Roma a la Sin e n tra r en el exam en de las razones explicativas del estado
fu e rz a m aterial. L a educación en estos tre s pueblos de la a n ti­ ac tu a l de la cu ltu ra, aceptam os la afirm ación y a unlversalizada, de
güedad responden a esas tres concepciones de la vida. Un ideal ' que la n u e stra e s .u n a h o ra de en cru cijad a en la h isto ria de la civi­
místico y caballeresco predom ina en la educación m edioeval; hum a­ lización. P o r un lado, u n cúm ulo de in stitu cio n es sociales y con­
n ista en el renacim iento; racio n alista y n a tu rista en el siglo X V III ceptos m orales en estado, de caducidad, y. p o r otro, nuevos bríos y
y patriótico y rea lista en el siglo XIX. E n cada época la educación afan es em peñados en crear y . co n stitu ir ru ta s espirituales nuevas
es un reflejo de la filosofía dom inante, u n a fu e rz a al servicio de p a ra la hum anidad. E s un hecho innegable que ju n to a la deca-
los grandes ideales de cultura. . dencia de la v ie ja cu ltu ra em piezan a diseñarse los rasgos de o tra
E ntendida así la correlación en tre la cu ltu ra y las actividades nueva, o p o r lo m enos de u n a in ten sa y universal renovación, aca-
educativas, la pedagogía actu al no es sino un reflejo del estado es­ . so, porque “ el fin de lo antiguo es y a el nacim iento d'e lo n u evo” ,
p iritu al contem poráneo. D ifícil re su lta precisar esos ideales y ese como dice K eyserling, y tam bién porque ■ — según el mismo pensa-
estado espiritual. . d o r “ las condiciones p relim inares p a ra un a nueva y a lta cu ltu ra
L a últim a g u e r r a ,. cuyas consecuencias no sabemos qué lím i­ son idénticas a las causas que originan, la decadencia de la a n te ­
te s te n d rá , ha conmovido p ro fu n d am en te la e s tru c tu ra de la socie- rio r” . (2)
dda actual y ha cambiado las m anifestaciones y fo rm as de n u e stra L a h isto ria nos p erm ite observar a veces que u n a época p re ­
cu ltura, determ inando el estado de crisis rein a n te en n u estro tiem ­ p a ra el, advenim iento de o tra g en eralm en te opuesta. P ero de u n a
po. Ello ju stifica a los observadores y. estudiosos que in te n ta n época no se puede p asar b ruscam ente a o tra d iferen te sin que m e­
m ediante fórm ulas cronológicas, acaso a rb itra ria s, establecer el die en tre am bas un largo trech o de tran sició n ,-u n tram o sa tu rad o
año 1914 como fin de la c u ltu ra del siglo XIX, a la g u e rra como de incertidum bres, d u ran te el cual el esp íritu del hom bre oscila tr a ­
el g ran sacudim iento destru cto r, y el año de 1918 como el punto bajan d o p o r dos tendencias co n tra rias: la que m ira al pasado en
de p artid a de u n a nueva orientación espiritual. E stam os viviendo nom bre de la trad ició n y la qué m ira al fu tu ro alen tad a por los a fa ­
el in stan te especialísimo en que chocan dos generaciones, las del nes innovadores. E sta es la situación esp iritu al de n u e stra época.
pasado que aspiran a la supervivencia del viejo sentido cu ltu ral y
In c e rtid u m b re p e d a g ó g ic a de n u e s tra época
las nuevas que se em peñan en proclam ar los síntom as y a acen tu a­
dos de una próxim a cultura, y que ya cam ina hacia nuevas visio­ Tal situación g en eral de esp íritu se re fle ja tam bién en él m un­
nes de las cosas y hacia u n a nueva com prensión del universo y de do pedagógico. Aquellos g randes E stados en cuya form ación h a ­
la vida. Buscan nuevos problem as p a ra in q u ie ta r sus espíritus o b ía contribuido la escuela del a n te rio r periodo h an caído. S in em ­
nuevos puntos de vista p ara in te rp re ta r los viejos, los denom ina­ bargo, la escuela subsiste ¿con que fin es educativos? ¿F ines m ora-
dos “ problem as etern o s” , siem pre insolubles p a ra su e rte del in te ­ rales, sociales, p atrióticos, u tilitario s? N ada de eso se sabe a cien­
lecto hum ano, que sin ellos, carecería del estím ulo que lo eleva a cia cierta, porque se ig n o ran los nuevos rum bos de la sociedad h u
las m ás altas especulaciones de la razón o a las m ás g ran d es c re a ­ m ana. Agí vista, la e s c u e la . actu al vive sin p recisar sus ideales, o
ciones del espíritu. sea sin conocer sus fines. P ero, si se in te n ta ra o rie n ta rla en con­
Todo tiende a ser distinto de lo que fué. E s la n u e s tra u n a sonancia con algunos ideales que em piezan a asom ar, ella no p u e­
época de inten sa instabilidad universal, de ta l su erte, que al salir de servirlos por que sus viejas norm as no satisfacen ni. s e . aco­
de esta crisis p a ra e n tra r en un estado de fra n c a norm alidad, la m odan a su intención. Los pedagogos antiguos fieles a sus ideales
nueva vida en todos los aspectos, social, económico, político, ed u ­ pregonan p o r hacerla p erd u rar. Las nuevas generaciones, descon­
cativo, etc., te n d rá un sentido distinto del an terio r. form es con el pasado, se resisten a p ro lo n g ar la escuela tradicional.
E n medio de la m ultiplicidad de fenóm enos que día a día im ­
presionan la conciencia del hom bre contem poráneo ninguno ta n des­ (1) “ El resentim iento de la m o ral” por Max S cheler — E d i­
tacado como la señalada decadencia cultural, y que desde la ap a­ ción B iblioteca de O ccidente.
rición de un libro resonante, se la denom ina la decadencia de oc­ (2) “ El Mundo que n ace” por H erm ann K eyserling — E d i­
cidente. El destino de occidente es el tem a ce n tral del pensam ien­ ción Biblioteca de Occidente.
14 J lm g u ta

E s la p resen te u n a h o ra im precisa. D ifícil es p re se n tir el f u ­


tu ro y p ro fe tiz a r el m undo que se está preparan d o en medio del L A H O R A C E R O
caos de ideas, sentim ientos y hechos que chocan en este mom ento.
Así se explica que la presente crisis pedagógica europea con re p e r­ Hora en que a los relojes les duele las doce de la noche
cusión en A m érica haya hecho decir a A gosthino de Campos, en un
in te re sa n te artículo, que “la inseguridad del m añ an a h a tra s to rn a ­ Apéndice del tiempo mejor para la huelga de lo real
do la ciencia educacional’’. E videntem ente es la p resen te u na ho­
r a incierta, m ás no de pesimism o, en la cual debem os le e r las con­ Segundo infinitesimal interminable como muchas horas
diciones prelim inares de u n a nueva educación p aralela a la nueva
cu ltu ra que se está elaborando en los tiem pos que corren. No son
cosidas unas a otras
horas de pesimismos sino de esfuerzos. E l m undo está viviendo sin
orden en busca de nuevas ru ta s. R eelám anse te n ta tiv a s unifiea- Punto'''seguido para que hinchen el pecho las distancias
doras. La necesidad de un g ra n esfuerzo creador— p ien sa W ells—
se h a hecho evidente en los asuntos de la hum anidad. N inguno Apice de movimiento imposible de jotográfiarse porque
m ás poderoso que el esfuerzo educativo. L a educación— ag reg a—
es el fa c to r inicial y decisivo en el fu tu ro de la hum anidad.
con él fracasa hasta la cámara ultrarrápida.

P re o c u p a c io n e s p e d ag ó g ic as c o n te m p o rá n e a s Terraplén de la nada en el que los minutos se separan


a tomar aire ávidos ya de ruta
E n estas incertidum bres se percibe ya un pensam iento genera-
lizador de una nueva educación, o de refo rm as fu n d am en tales fre n ­
te a los organism os y conceptos pedagógicos trad icio n ales aú n im­
Momento adulto tan mayor que se sale de la cuenta
p erantes. La pedagogía asum e en estos tiem pos un a im portancia único que hay de fugacidad permanente
ex tra o rd in aria. Son m uchas las preocupaciones contem poráneas
por el estudio y la solución de los problem as. A nuestro tiem po, Esquina por donde dobla el día hacia la posibilidad
que E llen K ey anunció como “ el siglo del niño” , p areciera m ejo r
apodarlo “ el siglo de la educación” , p a ra sig n ificar preocupacio­
de otro sistema
nes to tales, no parciales, atañ e d eras al problem a educativo.
La pedagogía contem poránea ofrece abundancia de pensam ien­ Trampolín de la eternidad en el gimnasio de los orbes
to teórico y aplicado. A fanes de generalizar doctrinas y re a ­
lizar ensayos despiértanse en los m edios culturales y pedagógicos. Agujero hecho en las paredes de la noche
Sin detenernos en el análisis de cada corriente, dan un a im presión
del cuadro doctrinario actu al la cita de algunas de las más im p o rtan ­ por donde saca la cabeza un pedacito de aurora para
tes direcciones del pensam iento pedagógico. P or u n lado, la co­
rrie n te neoh erb atian a en tre cuyos rep rese n tan tes se nom bra hoy a
ver sí es temprano todavía
Reim y W illm ann; por otro la pedagogía social que in iciara Na-
to rp , y sostienen K erschenteiner, m ás estim able aú n por otros con­ Medida infinita con que descifrar la anchura del latido
ceptos pedagógicos, y Dewey, la g ran fig u ra de la educación n o r­ del mundo
te am erican a del presente. Más allá, la c o m e n te opuesta, indivi­
dualista, que sostuviera ay er E llen Key, hoy Luis G urlitt, m ás bien Hora cero solo es verso el nacido en los brazos
críticos que doctrinarios, y en alg u n a m edida M aría M ontessori abiertos de tu instante
de u n a vasta ob ra escrita y p ráctica seriam ente fu n d ad a en razo ­
nes científicas y sociales. L a “ pedagogía de los valores” con r e ­
p resen tan tes de ta n ta autoridad como Jon as Cohn, Spranger, Mes- A lberto H id a l g o .
ser y otros; “ la pedagogía de la personalidad” apoyada en dos ideas
esenciales: el reconocim iento de la vida espiritual como valor su­ (De " d e s c r ip c ió n del c ie l o ." Buenos Aires, 1928)
prem o fre n te a la vida práctica y n atu ra l, y la idea to ta l de la p er­
sonalidad, rep rese n tad a por K aestner, K u rt K ussler, Lehm ann, Bad-
de, Gauddigg y K esseler; y p ara no citar sino las m ás im p o rtan tes flejad a tam bién en n u estras legislaciones y actos de gobiernos que
direcciones anotam os finalm ente el idealismo pedagógico italiano aspiran llegar a la refo rm a política, económica y social de sus pu e­
que con Croce y Gentile rep rese n ta la m ás vigorosa reacción co n tra blos m ediante una tran sfo rm ació n sim ultánea del sistem a educador.
el positivismo pedagógico, ta n floreciente a fin es del siglo pasado E n tre nosotros m erece m ención por el alcance pedagógico que
y comienzos del actual. revisten, el m ovim iento de la “ refo rm a u n iv ersitaria” , que se ha
A parte de la doctrina y la fundam entación filosófica h ay obra convertido ya por la propagación de sus conceptos en la ban d era
p ráctica de diversos sentidos e intención. P resiona en to d a form a de la ju v en tu d am ericana en su em peñosa cam paña de cu ltu ra y
el campo pedagógico un ansia ex trao rd in aria de su p e ra r en los me­ em ancipación co n tin en tal; y algunos recientes ensayos de escuela
dios y en los fines de la educación de n uestro tiem po, que no es si­ activa y métodos nuevos que han determ inado una in te resa n te in ­
no una prolongación de la que caracterizó el siglo XIX. D entro quietud pedagógica en el seno del m agisterio prim ario nacional.
de estos movim ientos, no podemos om itir el que realiza la L iga In ­ Todo este cúm ulo de energías y m anifestaciones pedagógicas
ternacional de la N ueva E ducación de G inebra; el m ovim iento de del prim er cuarto de siglo constituye la expresión de incesantes es­
la escuela unificad a; los ensayos de “ escuela de tra b a jo ” o “ escue­ fuerzos p ara lo g rar cosas nuevas y m ejores al mismo tiem po que
las activas” , ambos aspectos de la “ educación nu ev a” ; las escuelas un reconocim iento cada vez más acentuado de la idea de que la
de perfeccionam iento; las escuelas en com unidad, y el movim iento cu ltu ra y la educación en su m ás alto sentido constituyen el p ro ­
libertador de la ju ventud en A lem ania, donde sobresale el nom bre blem a más im portante de la sociedad y el E stado m oderno. Con
de Gustavo W yneken; los ensayos de la educación sexual y coedu­ la m ejora de la educación se en c o n trará — así piensa Messer — el
cación; la educación cívica; el fom ento de la educación estética; v a­ camino más seguro p ara el fom ento de la verd ad era cu ltura.
liosas investigaciones de psicología y sus derivadas aplicaciones es­ N adie puede n egar la existencia de m ejoras alcanzadas. Asis­
colares ; las ten tativ as de preparación u niversitaria de los m aestros tim os a u na renovación pedagógica de sentido y alcance universa­
prim arios; la im portancia asum ida por las cátedras de pedagogía en les, y aunque muchos de las ideas que inspiran las tendencias inno­
las universidades alem anas principalm ente, y casi siem pre a cargo de vadoras son an terio res a este siglo fu ero n h asta hoy objeto de dis­
relevantes fig u ras de la filosofía ac tu a l; frecu en tes debates sobre la putas académ icas o adquisiciones m eram ente ab stractas. H an in­
orientación hum anista o práctica de los estudios secundarios; p ro ­ vadido ya el campo vivo de la educación y han dado nacim iento a
blem as continentales de educación, como el de la cu ltu ra indígena este dinamism o pedagógico contem poráneo que constituye, sin du­
en algunos países de Am érica y las reuniones periodísticas de con­ da, un a de las más enérgicas fu erzas de la restau ració n espiritual
gresos pedagógicos donde se suscitan discusiones en torno de los as­ de los nuevos tiempos.
pectos m as variados de la educación. Son éstas, form as de u na g ran
agitación pedagógica— nunca m ayor ni m ás inten sa que hoy— re- Buenos Aires, 1928,
le u -tía 15

Ml A T A L A
ALB UJAR
C (I)

E l M ilag ro de M a ría Luz quién estu v iera cooperando, sin im aginárselo seguram ente, en esta
obra de fa ta l separación.
En medio de la oprobiosa y e te rn a servidum bre en que vivía una Y al p en sar en esto, don Ju a n se en tern ecía y len tam en te, co­
veintena de seres hum anos, sin m ás voluntad que la de su señor y mo quien saca de un arcón algo que no quisiera v er p o r te m o r de
sin otro fin que de au m en tarle su caudal por medio del tra b a jo , la revivir un mal recuerdo, iba sacando del fondo de su m em oria u na
presencia de M aría Luz fu é recibida como la a u ro ra después d* g ran p arte de su borrascoso pasado: los prim eros años de su m a tri­
una noche de desvelo y angustia. Y aun cuando aq u ella a g ru p a ­ monio, llenos de am or y de envidiable b ie n estar; el ruido de las
ción se sin tie ra aliviada en la labor y m ejo rad a en el tra to , (pues fiestas y saraos, en los que su m u jer se exhibia resplandeciente co­
don Ju a n Francisco tra ta b a a sus esclavos hum anam ente, algo ins­ mo un sol y las otras, doncellas y m atro n as, g irab an en to rn o de
tintivo en ellos les hacía en ten d e r que les fa lta b a unos ojos que ella como astro s de m ezquina m ag n itu d ; el duelo b ru tal, provoca­
com prendieran la triste z a de los suyos, unas m anos que su p ieran do p o r la au dacia de u n av en tu rero , que in te n tó a rre b a ta rle su f e ­
cu ra r sus llagas espirituales, una voz que les hiciera olvidar las licidad y a quien tuvo que m a ta r p a ra co n ten er su osadía. P o r ú l­
rudas y destem pladas de sus capataces, en una palabra, un corazón tim o su fu g a novelesca y su confinam iento voluntario en uno de
que supiera de piedad y de consuelo. Y esto sólo podían esperarlo sus fundos, perseguido p o r la duda, ato rm en tad o por el rem o rd i­
del corazón de una m ujer. m iento y lleno el corazón de soledad y m isantropía. Y tr a s de
M aría Luz fué, en realidad, un sol en medio de esa noche de o- esto, la m u erte de su esposa, llena de inocencia y p erd ó n ; la h ija
probiosa y etern a servidum bre. Desde el prim er m om ento que la vie­ tie rn a, ab an d o n ad a a los cuidados de u na servidum bre in d iferen te
ron esos hombres, que fu é aq u ella m añana que reco rrió la fáb rica, y a la vigilancia de u n a p a re n te la in te resa d a solo en sacar el m a­
guiada por José M anuel, una aleg ría rep e n tin a brilló en todos los yor provecho de la catástro fe.
ro stros y un nuevo espiritu de tra b a jo se despertó en todas las al­ Todo esto pasaba por la im aginación del señor de La T ina
mas. H asta el congo, avieso y horrible, cuyo destino no e ra otro como perdido e n tre la som bra de un pasado lejano. Y fu é M aría
que el de g ira r en torno de un molino y d etrá s de un a bestia, se sin­ Luz la que le salvó entonces de la te n tació n del suicidio y le a r r a n ­
tió com unicativo y locuaz por prim era vez en su vida. có dé su idiotizante vida m ontuna, devolviéndole al seno de aq u e­
Las m ujeres, esclavas y libres, sentíanse tam bién felices y co­ lla o tra en que viviera triu n fa d o r y feliz. P ero en el re to m o no
mo am paradas po r una som bra p ro tecto ra. La Casilda, sobre todo, pudo h allar lo que p erd iera en un in stan te de orgullo y p recip ita­
era la que más inundado de dicha sen tía el corazón. Al f in sus ción: la tran q u ilid ad de la conciencia. E l perdón de su m u je r no
ruegos y oraciones habían alcanzado que la la rg a au sen cia de sus logró aq u ieta rle el espíritu. Y es que él, al fin de la odiosa av en ­
amos tu v ie ra té rm in o ; que volviera su n iñ a y, con ella, la dulce r e ­ tu ra había acabado por o ir la voz de su pecado y reconocerse cul­
m em oración de sus días de crianza, de sus trav e su ras in fan tiles y pable, y por sen tir, como u na expiación, la necesidad de ac en d rar
de' sus engreim ientos. Y todo esto lo daba ella por com pensado su sufrim iento.
con la vuelta de su am a, de cuya com pañía esperab a d isfru ta r has­ P ero su m isan tro p ía no fu é ta n ta que le hiciera olvidar sus
ta su m uerte. deberes p atern ales. E l fru to de aquella co rta unión estab a ah í co­
La misma obra de m ano p arecía beneficiada con e sta p resen ­ mo un a p ro testa, p ro n ta a h acerse escuchar e im pedir que su des­
cia. Los cordobanes salían de la operación del zu rram ien to más tin o fuese sacrificado a los caprichos del egoismo. Don Ju a n vol­
fuei'tes y com pactos; las zuelas, m e jo r curtidas y menos p estilen ­ vió su pe;, am iento a su hija, y, al volverlo, sintió un rem ordim ien­
tes, ta l vez si con la m ira de que así ofendiesen m enqs el o lfato del to más. Su odio no te n ía por qué hacerse extensivo a esa inocente
am a; los jabones, m ás duros y cristalinos y m ejo r cortados y en ­ c ria tu ra ni menos por qué hacerle odiosa la vida pudiendo él, con
vueltos en sus cam isolines de chante. sólo quererlo, h acérsela breve y feliz: ¿C ual podía se r la culpa de
H asta en el co rral el m a tarife no hacía ya ostentación de b ru ­ esta hija? ¿De qué te n ía ella que responder, si su m adre misma no
talidad en el degüello de las reses, ni perm itía que sus ay u d an ­ había tenido que responder de n ada? Y la m ejo r resp u esta fu é la
tes exhibieran, como o tras veces, e n tre riso tad as y vocablos ca n a­ que él quiso d arse: a rreg la r sus asu n to s un ta n to em brollados por
llescos, ciertos sangrientos despojos, que hacían volver la cara a su larg a ausencia, y p a rtir llevándose a esa c ria tu ra a o tro m undo,
las m ujeres y a los hom bres celebrar la grotesca o currencia con re ­ a o tras tie rra s lejanas, h a s ta que el tiem po lleg ara a c u b rir p iado­
buznos y mugidos. E n cuanto a los instru m en to s de castigo, u sa­ sam ente el pasado y le p erm itiera volver a su terru ñ o .
dos hasta entonces con sádica frecu en cia, d ejaro n de rep e n te de Y un buen día, dócil ya al pensam iento p atern al, realizó to ­
aplicarse. Ya no volvió a verse a los esclavos en el cepo p o r la más dos sus bienes y partió. Comenzó por co n fo rtarse en el viaje. La
leve falta, ni aherrojados con platin as o esposas por u n a resp u es­ trav esía, le n ta y m onótona, en vez de ab u rrirle, sum íale en p ro fu n ­
ta más o menos dura, o alg u n a rebeldía. dos estados de ensoñación, de los que volvía con el pensam iento
Un sentim iento de hum anización comenzó a extenderse por m ás ágil y el corazón m ás ab ierto a la generosidad y a la concordia.
todos los ám bitos de aquel sem ipresidio, hecho como p ara to r tu r a r Un vivo deseo de c o rrer m ares y tie rra s se le despertó de re p e n te ;
las alm as y los cuerpos. E l mismo don Ju a n p a re c ía en terad o de pero su tie rn a com pañera de viaje, cuyas trav e su ras y risas in fa n ­
esta transform ación, y como era hom bre que, adem ás del sentido tiles eran la aleg ría del navio, am o rtig u ó su deseo. E sta h ija, p o r
de los negocios, te n ía el de la vida, no ta rd ó mucho en com prender razón de su edad, le resu ltab a un estorbo p ara sus planes. V ia ja r
de donde venía este soplo vivificante y renovador. Sus diez años con ella por todas p artes significaba te n e r que llevarla p ren d id a al
de viudedad y de m edidas de continencia no hab ían sido su ficien ­ cinto como un tesoro, y esto, a la larga, te n d ría que ac a b a r p o r
tes p ara convertirlo en un misógino em pedernido y m enos p a ra restrin g irle su lib ertad de acción y o riginarle alg u n a triste a v e n tu ­
d esp ertarle prevenciones co n tra las influencias de la m u jer. Si ra . Y decidió, an tes de lleg ar al Callao, desprenderse de ella, de­
e ra a su h ija a quien se debía la renovación, pues que se d ebiera en já n d o la a lado de algunos p arien tes, de los que le recib ieran m ejo r
buena hora. E l no iba a com eter la necedad de co n tra riarla, porque y le m o stra ra n m ás v o lu n tad de servirle.
todo, cuando muy buen provecho había com enzado a rendirle. M aría d e T a Luz— que este era su nom bre v erdadero— fu é p o r
La v uelta de esta h ija v en ía sin du d a a abrev iarle su esp eran ­ esta razón a alo jarse en casa de unos prim os de su padre, los Con­
za de enriquecim iento, que era su única am bición y la causa del des de Casa F lo rid a, de ap u rad a situación económ ica entonces, y
aislam iento en que vivía. Y si bien m ás ta rd e hab ía de p en sar en p ara quienes la llegada intem pestiva de este p arien te viudo y ru m ­
la su erte de esta hija, lo prim ero e ra aseg u rarle la dote, hacerle el boso podía ser el principio de m ejores días. Allí, m ien tras don
caldo gordo al picaro que había de venir cualquier día a pedírsela Ju a n con su m elancolía en tre g ad a al derivativo de los v iajes y a la
3 llevársela. Y todo esto le resu ltab a curioso por ser ella m ism a fieb re de los placeres, iba dejando por donde pasab a girones de vi­
da y chorros de buenas onzas colum narias, su h ija, e n tre olvidos y
(1) De su novela costeña "M atalaché”, que se imprime en las prensas descuidos, creció como esas p lan tas que m edran por ley de su p ro ­
de "El Tiempo” de Piura, el celebrado autor de "Cuentos A ndinos”
ha querido anticipar gentilmente este capítulo a los lectores de p ia vitalidad y ño por obra de un cultivo p aciente. D ejósela en
"AMAUTA". u n a rela tiv a libertad, casi abandonada a sus propios in stin to s. La
16 A m a n ta

consigna e ra no co n tra riarla, y si bien su instru cció n no fu é des­


cuidada en teram en te, ésta lim itóse a cosas de catecism o y libros
Altiplano p a r a u s o d e t u r i s t a s
j-eligiosos, quedando lo relativo a ética y m oral lastim osam ente ol­
vidado.
Las palabras son estaciones en este altiplano mío.
M ientras ta n to los tíos, a ra to s com placientes y a ra to s reg a­
Dos chozas en el poniente fuman pipas de silencio
ñones creían cum plir su delicada m isión satisfaciendo todas las exi­
gencias de su sobrina y pasándole al padre religiosam ente unas
mientras el viento arrastra pájaros y trinos.
cu entas que jam ás re p a ra b a ; llevándola de ta rd e en ta rd e a la co­
m edia y a oir algún serm ón; obligándola a asistir al rosario noc­
Con la nieve de los Andes se hacen Polos cercanos
tu rn o ; haciéndola aprender, m ás teó rica que p rácticam en te, las r e ­
en cuyas ciudades frágiles sueñan las llamas románticas.
glas del bordado y de la repostería, y; exhibiéndola, en tra d a ya en
Llamas de ojos minerales.
la pu b ertad , no sin hum os de protección, como u n a curiosidad p ro ­ Yo tengo una alma triste de pastor aimara
v inciana digna de fig u ra r en los etiqueteros dias de recibim iento. como poncho morado,
M aría de la Luz no tuvo en aq u ella época n ingún afecto e fu ­ y una llama en cuyo cuerpo danzan las albas elásticas.
sivo o sincero, fu e ra del de su criada, la cual, p o r in stin to , h ab ía
logrado llegar h asta su corazón. Más bien lo que despertó, a m e­ Altiplano inmensurable como un recuerdo,
dida que iba creciendo, fu é u n a envidia sorda en sus dos prim as, capaz por sí solo de llenar la geografía;
unas señoritinas ocho o diez años m ayores que ella, m edias entecas piel de culebra que han secado los inviernos,
y cloroticas y algo enhiestas y fría s, como aves de museo. L a b e­ que ocupan en tu memoria las cuatro estaciones del año.
lleza y lozanía de esta flo r de trópico las ofendía y ex altab a h a sta
a l deseo de hacerlas se n tir deseos homicidas. De bu en a g an a la Altiplano rayado de caminos y de tristeza
h ab rían ahogado o despedido; pero el odio pesab a en ellas m enos como la palma de mi mano.
que los beneficios que recibían por su causa. Superavión siniestro en los alcoholes de la Revolución:
C ontentáronse las prim as con tr a ta r la fría m e n te, con excluir­ en el charango brumoso de los hilos del telégrafo
la de sus paseos y te rtu lia s y d estru ir todas las te n ta tiv a s de no­ cuelga el indio su infortunio desairado de pájaros,
viazgo hechas en torno de ella y to d a sospecha de am oríos. U na y en tus ruidos nigrománticos hay un tambor chiriguano.
v ida así, de contrariedad y asechanza, de asedio constante, ex altó ­
le su tem peram ento nervioso, agriándole el ca rácter, ahogando te m ­ De la paja brava emergen
p ran am en te sus expansiones e inclinándola al disimulo, a la vez con una luna en la rueca de un horizonte azulado
que le tem plaba la voluntad. A prendió así a bastarse a sí misma, a pastoras dewicuñas hurañas y de nubes,
te n e r iniciativas y seguirlas según su inspiración y a desconfiar de que desnudan los crepúsculos y hondean relámpagos incautos.
la sinceridad y desinterés de las gentes.
Y quién sabe adonde h ab ría llegado M aría de la Luz, bajo la En Tihwanacu las lluvias cantan con los monolitos.
disciplina de este tu te la je frío y espantosam ente seco, si a su p a­ Monolitos que inauguran actitudes antiguas
d re no se le hubiese ocurrido en u n a h o ra de hastío y añoraínza, donde el tiempo afila sus taladros
to rn a r al suelo patrio, y a sus tu to res, devolverla, bajo el p retex to cuando el agua se oscurece en el fondo de los lagos.
de un te m o r ta l vez no sentido.
P ero el m ás im presionado y trasfo rm ad o por la in flu en cia de La soledad avanza sobre las piedras muertas:
e sta m u je r fu é José M anuel. Su inteligencia creció de golpe, como llena la tarde de longitudes, aclimata ecos fantásticos.
a la m ágica voz de un ensalm o. La obscuridad del pobre mundo V el frío enciende sus látigos blancos.
en que viviera sumido desde que nació, comenzó a desvanecerse y
a d ejarse e n tre v e r horizontes de luz y de vida ignorados p o r él h as­ O scar CERRUTO
t a entonces. Tuvo la intuición rep e n tin a del sentido de la digni­
dad, el cual fu é ensanchándosele h asta hacerle com prender to d a la
vileza y degradación en que vivía. Se vió realm en te como e ra : un prendió que en tre el am or y la m u jer h ab ía algo m ás que el co ntac­
hom bre como todos los dem ás, como todos esos que iban y veníjan to m aterial de los cuerpos, choque fugaz, que, al desaparecer, soio
librem ente sobre la tie rra , dueños de su voluntad y su destino. Y d eja resabios de tristeza.
principió a m ed itar sobre los agravios de la su e rte y los crueles de­ E l recuerdo de estas uniones p asaje ra s y bestiales le avergon­
signios de la ju sticia hum ana y divina. E n su cerebro de m esti­ zó. Cierto que esas uniones no eran o bra de su voluntad, de su
zo, de sem iprim itivo, el pensam iento libró rudos com bates co n tra el elección, de la poseída siquiera, sino del acatam iento de órdenes dic­
pequeño m undo de sus ideas em brionarias, rem achadas en él p o r tad as p o r un bajo in terés y de las que él no venía a ser m ás que un
la m ano de los siglos y sostenidas po r el prejuicio y la sordidez del simple instru m en to de reproducción, ta l como el hechor de u n a ye­
blanco. Y de esa lucha, apenas si llegó a sacar triu n fa n te el sen­ guada. Y h asta en medio de esas uniones seguía siendo esclavo.
tim iento de su yó, vacilante, débil, quebradizo, pero sentim iento al El ingreso a la habitación n efan d a se le p erm itía solo en la noche,
fin. a la cual e n tra b a y salía con p u n tu alid ad hum illante, con prohibi­
Y su corazón empezó a se n tir la necesidad del acoplam iento ción de escarceos eróticos, de pláticas inútiles, que p u d ieran r e ta r ­
espiritual, que solo por intuición había descubierto ser más fu e rte d a r la yogada, o d esp ertar en la hem bra sentim ientos de -afecto y
y digno que aquellos otros de que h ab ía gozado h a sta entonces por fidelidad hacia su poseedor que echaran a p erd er el fru to conce­
causa del sórdido in te rés de los amos. A m ar como los blancos, eli- bido. Y al prim er indicio de preñez, la separación b ru tal, inexo­
giéndo y excluyendo a voluntad, era tam bién un a ley de los negros. rable, m uchas veces p a ra siem pre, de las que apenas le quedaba
Su corazón se la había descubierto prim ero vagam ente, en esa no­ el recuerdo de alg u n a fra se dulce o el sabor de algún beso rab io ­
che que encerrado con una m u je r supo ésta, llena de pudor y reb el­ so, dado en un in stap te de inconsciente anhelo de liberación. Y el
día, contenerle y dom inarle con solo un m irad a y un a frase. L a fru to de estas uniones sólo venía a ser un guarism o m ás en el ca­
fra se la escuchó como un m andato y la m irada le m ató de un gol-i pital del amo. El derecho de la p atern id ad estab a supeditado p o r
pe su p u ja n te rijosidad, sum iéndole en la suave caricia de la con­ ese otro, odioso y u ltra ja n te , de la accesión. Se engen d rab a p a ra el
tem plación y haciéndole re sp e ta r por p rim e ra vez el cuerpo dé una amo de la hem bra esclava, no p a ra esta ni p ara el engendrador. Los
esclava entreg ad a a su albedrío. Y tuvo que re sp e ta rla porque al­ derechos de la patern id ad quedaban ahogados, m uertos con el. n a ­
go, que él no podía explicarse, le decía que ese cuerpo, así in d efen ­ cim iento del hijo, sin poder d esarro llar ninguno de los sentim ien­
so y débil, te n ía u n a fu e rz a que él no podía q u eb ran tar, y esa e ra tos dignificadores del deber y la responsabilidad y m enos los del
la del q u erer o no querer, es decir, la de la voluntad. am or.
Con la llegada de M aría Luz, esa ley fu é revelada ya m ás cla­ De todas estas cosas José M anuel no podía p ercatarse clara­
ram ente. L a distancia in fin ita que a am bos sep arab a, por lo mis­ m ente. Su m ediana instrucción no le p erm itía ah o n d ar en ellas.
mo que él la te n ía por insalvable, engendró en su m ente el sen ti­ F u é necesario que u na luz, venida de lejos y tra íd a en el ro stro de
m iento de la idealidad del am or imposible, de la delectación del u n a m u jer, le ab rie ra los ojos del alm a y le hiciera ver los tesoros
am o r secreto, de o tra esclavitud más fu e rte todavía que la del hom ­ y bellezas que pueden salir de ella, p o r m uy n eg ra y hum ilde que
b re por el hom bre; pero no odiosa ni hum illante ni envilecedora sea su envoltura.
.como ésta sino, po r el contrario, ennoblecedora y dulcísim a. Com- Y a M aría Luz le tocó h acer este m ilagro.
Am a u ta 17

POR M A R IA W iE S S E

I II

La B a lta sara volvió a su cuarto ubicado — no en la ran ch ería


E n la plazoleta de la hacienda varios peones sentados sobre de los peones — sino en la casa habitación de la hacienda. C uarto
el duro suelo terroso tom aban un poco de fresco. Más lejos, doña pequeño de m u je r con ciertos hábitos de orden y de lim pieza; doña
B altasara, una india vieja, rodeada de otros trab a jad o re s — cholos B a ltita había adquirido estos hábitos en los tre in ta y cinco años
delgados y rennegridos — fre ía picarones en un g ran perol de de servicio p restados a los dueños de “ El N a ra n ja l” .
cobre. La pasta se in flab a con un leve ruido sonoro — borz, borz, A la cabecera de la cam a ju n to con las im ágenes de San José,
borz — que rep e rc u tía ex tra ñ am e n te en la placidez de la noche. de la Dolorosa y del Señor de la Caña, había el re tra to de un jo ­
La vieja acabó de f re ír to d a u n a perolada. A vidam ente los ven — ro stro in telig en te y sim pático; — el re tra to de ese Felipe,
peones extendían las m anos y unas cuantas monedas. D oña Bal- que ella había n u trid o con su leche.
tita — como le decían todos — los servía calm osam ente, con to d a La B altita, después de re z a r sus oraciones, m iró larg am en te
la calm a de sus sesenta años, virtiendo sobre los dorados globos esa fo to g ra fía. Y en el corazón de la v ie ja se agolparon los r e ­
un poco de miel de caña. Los cholos com ían contentos, olvidados cuerdos; se vió joven y robusta, con el chiquillo prendido de su
de todos los sinsabores del día, de la rudeza de su vida, del t r a ­ seno, bebiendo a largos trag o s — que lo ato ra b an un poco — el
bajo que los esperaba, al día siguiente, a la m adrugada. dulce y tibio licor. D espués el mismo chiquillo queriendo cam inar
— Doña B altita, dijo uno de ellos, ¿qué ha oído Ud. decir del y ella vigilando y cuidando sus prim eros pasos. Toda su vida es­
regreso del señor don Felipe? ta b a dedicada a ese niño — su propio hijo lo criaba u n a h erm an a —
— ¿El regreso del niño F elipe? P ronto se v iene; a estas ho­ ah o ra un hom bre de tre in ta y dos años.
ras ya debe hab er salido de “ las E u ro p as” . — ¡Felipe lleg ará m uy p ro n to ! La B altita sintió el alm a in u n ­
— U sted estará bien contenta, ¿verdad, m isia B altita? dada de alegría. Ju n ta n d o las m anos, m urm uró con ingenuo f e r ­
— ¡Cómo no voy a estar contenta! ¡Si el niño F elipe es co­ vor, a n te la im agen del Señor de la C aña:
mo mi hijo! Yo lo he criado; él ha secado estos pechos. La voz — G racias, T aitita, que me d ejas v er a mi hijo, an tes de m orir.
de la india tem blaba de emoción y con el dorso de la mano se secó
los ojos.
Sacudiendo la cabeza observó otro cholo: Felipe M orales reg resab a a su tie r ra después de una ausencia
— S eguram ente que el señor don Felipe será m ejo r p atró n que de diez años. A poco de m uerto su pad re — 1 p ro p ietario de “ El
sus herm anos don Carlos y don Alfonso. N a ra n ja l” , donde había hecho una re g u la r fo rtu n a , sem brando
— ¡Mejor p atró n ! No hay p atró n bueno; ninguno tiene con­ arro z y caña de azúcar — Felipe se había ido a E uropa. Al fre n te
sideración con el tra b a jo del pobre. Uno tra b a ja p ara que ellos de la hacienda — llam ada “ E l N aran jal” por su inm ensa h u e rta
engorden y se diviertan. Ya ven a don F elipe; ta n to s años ausen­ llena de n aran jo s — quedaron sus herm anos Carlos y Alfonso, mo­
te paseando y gozando. zos trab a jad o re s, tesoneros y deseosos de au m en tar aú n m ás la
Doña B altita m iró, indignada, al que así hablaba — un m es­ h erencia p atern a. Felipe — como mucho de los jóvenes p eruanos
tizo flaco de m irada triste y con un gesto de am arg u ra en la boca. — estaba poseído del mal de E uropa. Un poco literato , o tro ta n to
— ¡Cállese hom bre! Los patro n es nunca son m alos; son los que d ib u jan te, sentía la atracció n de P arís, “donde tr iu n f a r é ” , decía
nos dan n uestro pan. ingenuam ente. Y el mozo se marchó a P arís con unos cuantos
Y toda el alm a sum isa y hum ilde de la vieja v ib rab a en sus dibujos inspirados p o r las revistas europeas, unos cuantos poem as
p alabras. E l hom bre no contestó; se encogió de hom bros. La a la m an era de Reverdy y de G uillaum e A pollinaire, m uchas ilusio­
B a ltasara siguió echando a la paila la líquida m asa am arilla. nes y muy buen dinero p eruano que, claro, lo hizo tr iu n f a r inm e­
A hora los hom bres hablaban, e n tre ellos, del regreso de aquel diatam ente. P ero M orales que era in telig en te — eso de los versos
que la anciana llam aba el “ niño F elip e” . Sus com entarios se des­ y de los dibujos eran fan ta sía s de ju v en tu d — advirtió la sonrisa
envolvían sin acritud, pero tam bién sin benevolencia. burlona que se escondía tra s de los aplausos prodigados a “su a r te ” .
Y, riendo, dijo uno de ellos: Tuvo el tino de re tira rse a tiem po. Y a no se le vió m ás por los
— Cuando llegue don F elipe se en c o n trará conque la señorita cafés de M ontparnasse, ni en los talleres de los rapins. Se puso a
Isabel está apalab rad a con el señor don Carlos. v ia ja r; conoció Italia, E spaña, A lem ania, A u stria e In g la te rra . Y
18 A m a u fa

a m edida que rec o rría países y ciudades iba despertando en su al­ de ta n to tiem po, se le an to jó desganada y m elancólica. Comida
m a el am or al te rru ñ o y la nostalgia de su hogar. E u ro p a lo es­ con m enú a la fra n ce sa — no hubo ni uno solo de los trad icio n a­
ta b a curando de E uropa. Fenóm eno m ás h ab itu al de lo que se les platos del te rru ñ o ; ni seco de cabrito, n i arro z con pato, ni
cree, estos am ericanos que descubren a A m érica, en el ex tran jero . “ locro” , ni alfajo res, ni “ bienm esabe” — servida p o r nipones silen­
A nte el noble y arm onioso paisaje italiano F elipe reco rd ab a ciosos y corteses, no era el ágape sencillo y cariñoso que se ofrece
la belleza y la poesía — un poco tropicales — de las cam piñas de al herm ano que re to rn a al hogar, sino el cerem onioso banquete,
su tie r ra — los arrozales de u n verde tierno, los cañaverales, p e­ que se le sirve al fo rastero .
queños bosques, las h u erta s de n ara n jo s y lim oneros, los enorm es
árboles, los p ájaro s sem ejantes a flores y a joyas, los cocuyos r e ­
fu lg e n te s; to d a la riqueza de u n a región ard ien te y generosa. E n Al día siguiente Felipe se levantó muy tem prano. Q uería ir
E sp aña, asistiendo a una procesión, d u ra n te la Sem ana S anta, evocó a la h u e rta de n ara n jo s contigua a la casa de la hacienda. Esa
— con qué sentim iento y qué em oción — la que salía él V iernes h u e rta g uardaba, p ara él, el encanto de muchos recuerdos. Bajo
S anto en u n a de las ciudades de su provincia, y sus labios m u sita­ los árboles floridos y fra g a n te s había jugado, cuando pequeño.
ro n u n a oración, no an te el Cristo de la procesión española, sino Esos mismos árboles cobijaron sus ensueños de adolescente
a n te el Crucificado adorado po r las indias de su país. y escucharon las palab ras de am or, que d ijera a Isabel. Y allí,
;Y las m u jeres! N inguna — ni la m ás culta, b o n ita y re fin a ­ en la soledad de aquel ja rd ín m aravilloso, se había despedido de
da — te n ía p ara M orales el encanto, la g racia y la suavidad de su linda prom etida, siendo ese adiós ta n dulce, en su m ism a tris ­
aq u ella Isabel, la dulce am iga, — casi la novia — de sus m oce­ t e z a , 'que todavía lo recordaba con d e l e it e ...
dades. Las n a ra n ja s de aquella h u e rta eran rep u tad as como las m e­
E n medio de sus andanzas y tra jin e s el joven añ o rab a todas jo res de to d a la com arca. Don Alfonso M orales — el pad re de
estas cosas — arom as de infancia, poesía del hogar lejano, ilusio­ F elipe — se rec re ab a en ellas y se sentía orgulloso al obsequiar a
nes y am ores de adolescencia y canción del te rru ñ o . U rgido por sus am igos y p arien tes con un a can asta de la deliciosa f r u t a . . .
aquellas voces que lo solicitaban resolvió p a rtir. Y a hab ía p ro ­ P ero el joven ya no encontró al vergel de sus am ores y de
bado el cosmopolitismo de las gran d es ciudades y com enzaba a sus ilusiones. Ya no existían las n ara n jas, gloria de la com arca
se n tir el cansancio de los hoteles, del idiom a extrañ o , de las am is­ y orgullo de la hacienda, ni florecían los azahares repletos de aro ­
ta d es de u n día, de los afectos efím eros. Y volvió a su país, don­ m as delicados. Sobre el campo h ab ía caído la nieve del algodón.
de lo esperaban su m adre, sus herm anos, su “ m am ita” B alta y — Y Felipe rep e tía pálido, trém ulo, el corazón apretado por la pena:
quizás — aquella Isabel que fu e ra el claro y puro ensueño de sus — ¡Han cortado los n a r a n j o s .. .! P o r sem b rar a lg o d ó n ...
diez y nueve años. Mi padre nunca lo h ab ría h e c h o . . .

III IV

F elipe llegó a “ El N a ra n ja l” cerca de las ocho de la noche. Carlos y Alfonso M orales no am ab an la tie rra , ñi sen tían la
Sus herm anos hab ían ido a buscarlo al p uerto con un “F o rd ” , lo poesía del campo. La hacienda era, p a ra ellos, un negocio lu cra­
que le decepcionó u n poco; le h a b ría gustado h acer el camino, tivo, u n a m an era de h a c e r dinero, pero no la obra que se tra b a ja
como an tañ o , en un caballo de paso, pequeño, ágil y brioso, de esos con cariño y a la que se en treg a el espíritu. M iraban cada pedazo
que se ensillan en el P erú con lujosa elegancia — cuero rep u jad o de tie rra con criterio m ercan tilista y si un árbol estab a dem ás lo
y p la ta de bu en a ley. hacían co rta r sin piedad. Su am bición era ir a vivir a la capital
T am bién le sorprendió — desagradándole — la m an era de ves­ con el dinero ganado en la hacienda. (Allí u n palacete en alg u ­
tir de sus paisanos. Se n o ta b a en ellos el deseo de copiar servil­ n a de las n uevas avenidas, dos o tre s autom óviles y u n a in ten sa
m en te los fig u rin es de las revistas e x tra n jera s. Alfonso y Carlos vida social. A dem ás Carlos deseaba ser diputado y, con el tiempo,
M orales p arecían dos autom ovilistas de “ V ogue” . m in istro ).
¿Qué se hab ían hecho el albo y leve poneho, el am plio y fino Felipe — que no había increpado a sus herm anos la d estru c­
som brero te jid o s p o r los cholos de E te n y de P iu ra? F elipe se ción de la h u erta , ¿qué derecho le asistía p ara hacerlo, no se h a­
prom etió no llev ar otro tra je en la h a c ie n d a ... bía ido a E uropa, dejándolos dueños absolutos de “ El N a ra n ja l” ?
. . .C asi de rodillas ante su “niñ o ” , la B altasara lloraba y re ía — se dió bien pronto cu en ta de las am biciones de Carlos y de Al­
a la vez. E l joven acariciaba el cabello todavía negro de su “m a­ fonso, de su n ingún afecto por las labores del campo ■— esas labo­
m a” , p ro fu n d am en te em ocionado y enternecido p o r el am or de la res en las que su pad re ponía to d a su alm a, — de su desapego de
pobre v ie ja . . . las tradiciones y recuerdos de fa m ilia . . .
La fam ilia pasó al com edor — extensa habitación de alto te ­ E n tre F elipe — sentim ental y a rtis ta — y sus herm anos —
cho — donde dos japoneses de fra c hacían el servicio. Y allí ad ­ hom bres m ediocres y de poco corazón — comenzó a ab rirse el
v irtió Felipe, como lo h ab ía advertido en la sala, la desaparición abismo, que debía separarlos. Y Felipe, a pesar del am or de su
de los viejos m uebles de sólidas m aderas y fo rm as robustas, que m adre y de la hum ilde te rn u ra de la B altasara, se sen tía ya un
d e ja ra en la casa. Tam poco decoraban las paredes esos óleos de extraño, un in tru so en la casa donde había nacido y crecido.
g ra n estilo — re tra to s de abuelos y de tíos — ni las m in iatu ras de­
licadam ente p in tad as — im ágen de alguna linda antepasada. Todo V
estaba reem plazado por una m ueblería pseudo-inglesa y por oleogra­
fía s rep rese n tan d o paisajes españoles y suizos. Un poco del alm a Los colonos de “ El N a ra n ja l” , am enazados con un aum ento en
de la casa se había ido. Felipe, con la voz ligeram ente velada, el arrien d o de las tie rra s por Carlos y Alfonso que, en su a fá n de
p re g u n tó : ganancias, no resp etab an ni los años pasados por aquellas gentes
— ¿P or qué este cambio en los m uebles? ¿Qué se han hecho en la hacienda, ni la consideración que les m o strab a su p ad re, de­
los re tra to s dé fam ilia? cidieron dirigirse a Felipe. E speraban que u n a intervención del
— Mi querido Felipe, no por razones de sentim entalism o íbamos herm ano recién llegado del ex tra n jero , sería de lo m ás eficaz y
a conservar ta n ta vejez. E s preciso m odernizarse. No sólo tú tie ­ segura.
nes derecho a las cosas de E uropa. M orales abrazó afectu o sam en te a los a rren d a tario s de “El
E l tono de Carlos e ra acre e irónico. F elipe siguió in te rro ­ N aran jal” . Todos eran hom bres ya m aduros, que habían pasado
gando : casi to d a su vida en la hacienda de los M orales. C ultivaban p e­
— Isabel, ¿cómo está Isabel? ¿P or qué no la h an invitado queñas h u erta s y chácaras, criaban gallinas y patos y — así como el
Uds.? viejo don Alfonso M orales — sen tían el orgullo y el am or de la
— Isabel está en Lim a, donde ha ido a pasar un a pequeña te m ­ tie rra .
porada. Don A ntonio Salazar, el m ás viejo de los colonos, tom ó la
E sta vez había m ás que iro n ía en el acentn de C arlos: h osti­ palabra.
lidad y dureza. — Mi estim ado y respetado señor don Felipe, dijo y daba vuel­
¡Isabel en Lim a, al llegar él, después de ta n to s años de au sen ­ ta s al ancho jip ijap a, venim os a rogarle hable Ud. con sus h erm a­
cia! Felipe, que h ab ía vuelto con la ilusión de v erla y con el se­ nos, los señores don C arlos y don Alfonso.
creto anhelo de o frecerle su cariño, sintió que un soplo de hielo — ¿De qué se t r a t a ? . . . ¿E n qué puedo servirlos? Felipe
ie e n fria b a el corazón. Y esa comida, al lado de los suyos, al cabo sospechaba que sus herm anos habían com etido alg u n a arb itra rie d ad .
Am a u ta

— Pues es el caso, señor don F elipe, que los señores don Carlos POETAS DE ESPAÑA
y don Alfonso nos han notificado, subiéndonos el arrien d o de las
tie rra s. Claro que ellos te n d rá n sus motivos p a ra hacerlo, pero R O M A N C E
es el caso que nosotros no podem os p a g a r m ás de lo que pagam os.
Lo que rinden las h u erta s y las chácaras apenas nos dá p ara vivir.
Ud. sabe como se ha puesto la vida de cara con esto del progreso.
Ños es imposible a u m en ta r el precio de las v erdu ras y de las f r u ­
ta s porque la gente no p ag a ría y tam bién, señor, es un pecado que­ Aquí estoy sobre mis montes,
r e r negociar con lo que produce la tie r ra . . . P orque la tie rra es
de todos, señor, y a ella hem os de volver un d ía . . . Pastor de mis soledades.
— Siga Ud., don A ntonio.
—E l caso es, señor, que los señores don Carlos y don A lfon­ Los ojos fieros clavados
so nos echan de la hacienda sino pagam os lo que nos piden. Y ¿adon­
de hemos de ir, señor? D espués de ta n to s años, ¿qué haríam os en Como arpones en el aire.
o tra p arte ? A quí h an nacido y se han criado n u estro s hijos, aquí
nos hem os envejecido y aquí quisiéram os m o rir. . . Ud., señor don La cayada de mi verso
Felipe, ha de te n e r m ucha influencia sobre sus herm anos. ¡Que
le van a n eg a r a Ud., que ha regresado después de ta n la rg a a u ­ Apuntalando la tarde.
s e n c ia ! ... P ida po r nosotros, señor, para que no tengam os que
d e ja r estos campos, que ta n to querem os. Quiebra la luz en mis ojos
— Bien, mi amigo. Yo hab laré con mis herm anos. P o r estim a­
ción a Uds. y por el recuerdo de mi padre se n tiría muchísimo se La perfección de sus mármoles.
fu e ra n Uds. de “E l N a ra n ja l.”
Se despidieron los arren d a tario s y F elipe se fué a b uscar a Tiene el tiempo en mis oídos
sus herm anos. P en sab a d efe n d er la causa de esos hom bres rudos,
honrados y buenos como la suya propia. Pero no contaba con la Retumbos de tempestades.
dureza y con la avaricia de Carlos y de Alfonso, que desde las
prim eras palabras, se negaron rotun d am en te a to d a concesión. Mi corazón acelera
— Lo que nos pides es imposible. Lo que pagan estos hom bres
es ridículo; quince, diez, ocho libras anuales. Y esos te rren o s pu e­ Sobre los motores graves.
den re n d ir cinco veces más.
— H ace más de tre in ta años que tra b a ja n en la hacienda. Vibra mi sien al zumbido
N uestro padre los estim aba y los quería.. (Felipe creía ab lan d ar
la voluntad de sus herm anos, hablándoles de su padre.) De los vientos pertinaces.
— E n este asunto queda excluido todo sentim entalism o. E s
cuestión de negocios y tu sabrás lo que dicen los fra n ce ses: le* Yo aquí estoy sobre mis montes,
a f f a ir e s so n t les a f f a ir e s . H ay que saber defenderse en la vida, F e ­
lipe. H ay que ser, ante todo práctico. Pastor de mis soledades.
Y Alfonso dió un brusco golpe sobre la mesa. F elipe lo mi­
rab a y se asom braba de que aquel hom bre seco, ávido de dinero, P ed ro GARFIAS
hinchado de vanidad fu e ra hijo de ese don Alfonso M orales ta n
noble, ta n generoso, ta n desinteresado y ta n sencillo. Pero, h acien­
do un últim o esfuerzo en fav o r de los colonos, dijo:
—Los a rren d a tario s de “ El N a ra n ja l” son buenos ag ricu lto ­
res, verdaderos hom bres de campo, de esos que contribuyen a la traccio n es de estilo yanqui. En la plaza gran d e habían sido cor­
prosperidad de u n a hacienda. Si se van “ E l N a ra n ja l” p erd erá tados los herm osísim os ficus. Y en la iglesia aquel Señor de la
unos buenos, unos útilísim os axiliares. Caña, venerado por todos los indios de la región, no estab a ya en
— Si se van—que es lo que nos conviene—sem brarem os algo­ el a lta r m ayor; un Corazón de Jesú s bonito y am anerado, prove­
dón y ganarem os m uy buenas lib r a s . . . Y no hablem os m ás de n ien te de algún b azar de Saint Sulpice, ocupaba el sitio de la an ­
este asunto, Felipe. T u no entiendes de negocios y con tu s sen­ tig u a im ágen to d a p erfu m ad a de oraciones, to d a im pregnada y sa­
tim entalism os lo echarías a p erd er t o d o . . . . P orque al fin y al tu ra d a de lágrim as y de suspiros. M orales, herido en su sensibi­
cabo, tú no eres m ás que un poeta, querido herm ano. lidad de a rtista , se fu é —sin poder co n ten er su indignación— donde
el cura, un gallego a la vez astu to y burdo, que se explicó así:
VI — Mire Ud., señor M orales; el Corazón de Jesús es la devo­
ción de los tiem pos actuales. A dem ás las H ijas de M aría, señoritas
M ontado en uno de los pocos caballos que quedaban en la h a­ m uy virtu o sas y de buena posición social, reg alaro n a la iglesia
cienda— un anim al nervioso y fino, de m irada in telig en te y b ri­ esta estatu a, con el propósito de que ocupara el lu g ar de p re fe ­
llan te pelaje negro—Felipe vagaba por el campo. Como la h acien­ rencia. Y por cierto, que había que darles gusto, aunque a los indios
d a e ra b astan te grande, todavía perm anecían algunos sitios sin no les hiciera g racia el cambio, ¿no le parece a Ud?
sem brar. El joven buscaba estos rincones un poco salvajes y soli­ P ensando en todas estas cosas que le dolían y le ensom bre­
ta rio s— grandes árboles llenos de cantos de tu rp iales, pequeñas cían el esp íritu rec o rría el joven la cam piña de “ El N a ra n ja l” . Ya
p rad eras donde la yerba crecía librem ente, senderos apenas tra z a ­ estaba lejos de las plantaciones de algodón, de los cañaverales y
dos, bosquecillos de los que, a veces, salía corriendo un a liebre o arrozales— m enos num erosos, el algodón era más lucrativo— de las
un venado— donde se escuchaba en toda su plen itu d los melodio­ chacaras y h u erta s de los a rren d a tario s y fre n te a él se extendía,
sos rum ores de la n aturaleza. inculto, vasto y m ajestuoso, el campo. Felipe se detuvo a l pié de
M orales tra ía el espíritu am argado, entristecido. E ste regreso una acequia p ara que el caballo bebiera. La aleg ría de la m añana,
a su h ogar y a su tie r ra — que fu e ra u n a de sus mas queridas ilu ­ la serenidad que irrad iab a el paisaje suavizaban poco a poco su an ­
siones ^cuántos desencantos le venía o fre cie n d o ! La vieja casa gu stia y su tristeza. Felipe se sen tía hom bre de campo— hablaban
ta n cam biada, sus herm anos con gustos, ideas y sentim ientos to ­ en él varias generaciones de agricultores— , hijo de esa tie rra , cuyo
ta lm en te distintos de los suyos y, flotando en el am biente, no sé olor subía en esos m om entos, hacia él, fortaleciendo su voluntad,
que recelo, que hostilidad co n tra él, cuya alm a estab a an h elan te de tem plando su ánimo.
afecto y de te rn u ra . — T ra b a ja r estos c a m p o s ... D ejar p ara siem pre la c iu d a d ...
Y no solam ente en su casa se notab a ese a fá n ta n mal orien ­ y con Isabel cerca de mí, dándom e la in fin ita du lzu ra de su cari­
tad o de “ europeización” . T am bién en la ciudad se ad v e rtían un a ñ o . . . ¡Ah! si he de entenderm e con mis h erm an o s. . . Ju n to s h e­
serie de transform aciones, que le resta b an belleza y carácter. M u­ mos de co n tin u ar la obra de nuestro padre.
chas de las am plias casonas de m acizos portones y espaciosos p a­ Un tordo cantó en un chirimoyo cercano. Su canción subió
tios habían sido dem olidas p ara d ar lu g a r a unas feísim as cons- al cielo como un canto de júbilo y de esperanza.
20 A m a u ta

V II
S U B U R B I O
Las fam ilias de la ciudad y de las haciendas vecinas in v ita­
ban con frecuencia a Felipe, a quien prestigiab a su estad ía en el
e x tra n je ro y sus viajes. Se le in terro g ab a acerca de las cosas de
E u ro p a— las m uchachas se interesab an por las últim as creaciones E s pe c ia l pa r a “A m a u t a "
de los m odistos célebres; los jóvenes po r las a rtista s de v arie tés y
los chismes de boulevard— se le hacía h ab lar de sus an d an zas y
trajin es. (P ero en lo que estas andanzas y estos tra jin e s te n ían Estoy borrando tu voz de las paredes.
de m aterial, de p ro saico : precio de los hoteles, com odidades de los La helada ha quemado tu huella
ferro c arriles, gentes conocidas en las playas de m oda y en los bal­
nearios “ chic” .) M orales, am ablem ente y sonriendo un poco, satis­ Dejarás de golpear mi puerta? Dale a entrar y salir sin mo­
fac ía todas las curiosidades. Pero m anifestaba siem pre en la con­
tivo
versación un g ran entusiasm o por el P e rú : “ n u estro país es ta n Mis manos
herm oso y ta n in te resa n te como cualquier país europeo” , decía. Lo
gatean entre las matas
que le iba conquistando una reputación de chiflado, de ex tra v a­
g a n te : “ E ste M orales como es medio a rtista , medio p o eta es ta m ­ Te has llevado mi colcha de auroras
bién algo loco,” opinaban las gentes.
Don M anuel Esteves, p roprietario de “ S an ta M arta,” fundo b a r r o d é l a c a l l e
colindante con “El N a ra n ja l” , invitó tam bién al joven a un al­
m uerzo, en una de sus huertas. Los E steves y los M orales eran
m uy am igos y hasta algo parientes. El viejo don M anuel había co­
No he debido ser así
m enzado tra b a ja n d o ju n to con don Alfonso M orales en “ El N a­ Pero si quería escarmenarle la sangre
ra n ja l” . P edro, Julio e Isabel E steves—hijos de don M anuel — y g u s a n e r a de car ne r o s a
Carlos, A lfonso y Felipe M orales habían crecido ju n to s, siendo un
poco como herm anos. Solam ente que esa fra te rn id a d se había Están francos los soldados
cam biado— , en tre Felipe e Isabel— en un sentim iento m ás cálido pies sudosos cíe aguardiente
y m ás vehem ente.
M orales se dirigió— aquella m añana—im paciente y alegre— él Las piedras se rompen los cráneos calle abajo
h abía llevado siem pre a Isabel en el corazón— hacia “ S an ta M a rta” .
L a joven había llegado la víspera— al anochecer— de Lima, era, Cada palabra mía avienta el tufo de tu boca
pues, la p rim era en trev ista de los jóvenes. zapatea en las alcantarillas de media noche
Isabel— que acababa de cum plir veinticinco años—e ra un a h e r­
mosa m orena, el tipo de las m ujeres de su tie rra , de grandes ojos
BESTIA REPLETA
fogosos, pelo castaño ab undante y sedoso, pies y m anos peque­
ños y finos. P o r supuesto que estab a atav iad a según los últim os
cánones de la moda, habiéndose convertido sus lindas tren zas en Es e l d ía q u e viene abriendo trocha
u n a peluca a la gareone, bien alisada. M orales, b astan te emocio­
nado, le habló poco. E lla, en cambio se condujo con desenvoltura
y desparpajo. Se m ostró m uy cortés, m uy am able, quizás si mas HE DADO AMI LAVANDERA UN MONTON DE RE
cortés que cariñosa. E n la m esa, colocada bajo u n p arral, hacía (CUERDOS SUCIOS
los honores como la m ás ex p erta de las am as de casa.
M ientras u n a estu d ian tin a de g u ita rra s y de b an d u rrias ejecu ­ A le ja n d ro PERALTA
ta b a una m arin era — D e L a m b a y e q u e a C hiclayo— y u n a sabrosa
chicha de jo ra llenaba las copas, Felipe m iraba a la am iga de sus IX
m ocedades y revivía aquellos días ya lejanos— ¡diez años!— ; ella,
u n a frá g il y graciosa m uchacha de largas tren z as y tr a je de m use­ En su escritorio— u na am plia pieza con m uebles de los lla­
lin a; él, un mozo apasionado y rom ántico, que com ponía malos mados am ericanos, teléfono, m áquina de escribir y caja de fie ­
versos y que soñaba bajo el claro de lu n a . . . todo un poem a con rro — Carlos M orales revisaba el balance sem estral p resentado por
sabor becqueriano de esos que solam ente se viven u n a vez en la el cajero de “ El N a ra n ja l” . Buen balance, en verdad, ganancias
vida. . . como p a ra sa tisfac er al m ás exigente. Carlos, co ntento, m urm u­
ra b a : “ no vamos m a l . . . P ero todavía se puede h acer más. Mu­
V III cha energía, m ucha voluntad y ser prácticos, m uy p ráctico s” . . . .
La ausencia concluye, casi siem pre, con am ores y con afectos, Dejó las cuentas y de un cajón del escritorio sacó un re tra to
m ás cuando son los de u n a n iña de apenas diez y seis años. Isabel de m u je r; el de Isabel. P or un in stan te miró el lindo ro stro de la
no había podido g u a rd a r el recuerdo de Felipe, que poco a poco— joven, guardando, en seguida, la fo to g ra fía. Con los dientes ap re­
casi insensiblem ente— se fué esfum ando en su espíritu, dando lu ­ tados m onologaba:
g a r a otro sentim iento, a o tra ilusión. Carlos M orales e Isabel eran, — H a de ser m ía. . . P a ra eso he estado ju n to a ella fiel, a te n ­
al volver F elipe a “ El N a ra n ja l” , casi novios. N ada m ás n atu ra l, to y cariñoso, m ien tras el otro se d iv ertía en E u ro p a. ¡Ah! no me
n ada más dentro de la lógica de la vida. F elipe— que, en canfbio, la arre b a ta rá . Lucharem os si es preciso lu c h ar. . . Y en la hacien­
no había olvidado a su prom etida, a pesar del tiem po y la dis­ d a tam poco tr a b a ja r á . . . Que se vuelva a E uropa. Y a el no es
tan cia— era un soñador, un quim érico, un ilusionado, a quien f a ­ más que un fo rastero .
talm en te debía vencer la realidad. Se abrió la p u e rta y en tró Felipe. Carlos se puso de pié.
Pero lo censurabble era la conducta poco leal, poco clara — ¿Qué hay Felipe?
que venía observando la joven con su antiguo enam orado. E n vez — Tengo que h ab lar contigo y con Alfonso.
de hablarle con toda fra n q u ez a— “ soy la novia de tu herm an o ; tu — Supongo que no v endrás con algún m ensaje de los peones
ausencia fu é dem asiado la rg a p a ra que yo te e sp erara”— procedía o de los criados. Carlos sonrió festejan d o lo que él creía un chiste.
como una m u je rcita coqueta y de poco corazón, m anteniendo con Felipe, sin h acer caso de la im pertinencia y de la necedad, p ro ­
sonrisas y palabras vagas la esperanza de Felipe. siguió:
La halagaba ser co rte jad a por un joven “ que había estado — Alfonso no ta rd a en estar aquí. Le dije que viniera.
ta n to tiem po en E u ro p a”— ¡oh ingenuidad de p ro v in e ia n ita !— — Todo un consejo de f a m i l i a ... M uy b i e n . . . ¿Q uiéres un
le divertía te n e r dos preten d ien tes y, quizás, si en algún oculto rin ­ cigarro?
cón de su alm a palpitaba todavía un poco de cariño p o r F elip e; — G racias. . . Aquí está Alfonso.
lo cierto es que estaba jugando un juego pérfido y tu rb io , un ju e ­ E n tra b a el m ayor de los M orales. Y Felipe habló; en sus
go que iba engañando al joven m ás rom ántico y m ás sentim ental p alab ras h ab ía sinceridad y calor, nobleza y sana intención. Pero
que ella. ni esa nobleza, ni esa sinceridad, ni la rec titu d del joven causaron
Y así llegó el m om ento de to m a r una decisión. . . im presión en el ánimo de sus herm anos: v erd ad eram en te que en-
21

tr e Carlos, Alfonso y F elipe no había d'e com ún sino el parentezco que y a no lo tie n ta , ni lo a tra e , sino p a ra irse a la m o n tañ a a
físico. in te n ta r la av e n tu ra em ocionante de la colonización. Su tie rra lo
—Deseo, expuso, Felipe, tr a b a ja r con Uds. en la hacienda. He echa, pero él llev ará a o tras regiones de ese P erú, que aprendió a
vuelto de E u ropa con la ilusión de continuar, al lado de Uds., la am ar en el ex tra n jero , sus energías, su ju v en tu d , su entusiasm o
obra de n uestro padre. Allá, créanm e, he padecido trem en d am en ­ y su inteligencia.
te del “m al du p ays’’. E strañ a b a estos campos, estra ñ ab a n u estra E s la últim a noche que pasa en “ E l N a ra n ja l” , cerca de *u
casa; me hacía fa lta el am or de n u estra m ad re. . . D éjenm e ay u ­ m adre. E n el cuarto de la viuda de don A lfonso M orales — allí
darlos; yo no pido, ni quiero ganancias, sólo anhelo h acer obra todavía hay buenos viejos m uebles de fam ilia y re tra to s de an te p a ­
con Uds. sados — el joven está sentado a los pies de su m adre. La señ o ra
— Todo eso está muy bien. P ero no podem os concederte lo llora silenciosam ente con dolor profundo, con pena inm ensa. Se
que nos pides. vuelve a ir Felipe, el m ás bueno, el m ás tiern o — y por eso — el
H ablaba Alfonso, el m ayor. Carlos, con su actitud', ap ro b a­ predilecto de sus hijos. Se vuelve a ir — y esto es lo m ás dolo­
ba todo lo que decía su herm ano. roso, — quizás obligado por sus herm anos que son duros, áspero*,
— ¿P or qué? ¿Qué motivos tienes p ara ello? inhum anos. ¡Ah ella — a pesar de quererlos como quieren las m a­
—T ú piensas y sientes distinto que nosotros. H as traíd o del dres — los conoce bien! ¡Cuánto no la han hecho su frir con esa
ex tra n jero ideas revolucionarias, ideas que nosutros no com pren­ aspereza y esa in h u m a n id a d !... Se vá el hijo bueno, el del co ra­
demos, ni adm itim os. Q uisieras — p ara fav o recer a peones y a rre n ­ zón am plio y noble, el de las te rn u ra s delicadas, el de la g en ero ­
d atarios — red u c ir al m ínim um n u estras ganancias. Te has rev e­ sidad sin lim ite s ... Y la viuda de don A lfonso M orales llora su a­
lado como un socialista peligroso y adem ás eres un poeta sin sen­ vem ente, calladam ente, su mano fin a y y a a rru g ad a en las de F e ­
tido com ercial. Y aquí — debes saberlo — estam os p a ra hacernos lipe . . . P o r la habitación vá y viene, quejándose como u n a c ria tu ­
ricos. ra , la B alta sara:
— U nám onos, A lfonso, hagám onos concesiones m utuas. — Mi niño querido, ¿por qué te vuelves a ir? Cuando regreses
— A quí no pueden m andar m ás de dos. Q uédate en la h a ­ ya tu v ie ja se h ab rá m u e rto . . .
cienda, si te gusta, pero no podem os d arte trab ajo . — M am á; ya es tard e, an d a acu éstate.
— Tu p ropuesta me ofende, Alfonso. ¿Cómo crees que po­ — Y tú tam bién, h ijito. M ira que m añana debes levantart*
dría perm anecer, aquí, inactivo, más cuando pienso casarm e? tem prano.
— ¿C asarte? Y ¿quién es la elegida de tu ' corazón? A hora h a ­ — Sí, mamá. Pero an tes voy a to m a r un poco de aire.
blaba Carlos y sus ojos brillaban casi salvajem ente. Felipe besa y ab raza a su m adre, saliendo, en seguida, fu e ra
— La elegida de mi corazón — como tu dices con propósito de la casa. E n el cielo casi negro la Cruz del S ur se ab re como
de iro n izar — es la prom etida de mi adolescencia: Isabel. un símbolo. M orales m ira el firm am en to , m ira los cam pos; es su
Carlos se rió sardónicam ente. adiós a esa tie rra que, quien sabe, no volverá a ver. La noch|®
— Pues eso tam bién te va a ser imposible. Isabel, la prom e­ huele a flores y a p lan tas silvestres: jazm ines, m adreselva, tom illo,
tid a de tu adolescencia, es, ahora, mi novia. rom ero, malva. Las luciérnagas — puntos de fuego en la som­
— ¡Tu novia! ¡No te creo! b ra — se posan sobre los árboles, sobre las flores. Llegan h a rta
—P regúntaselo a ella. . . ¿Acaso te iba a esperar, ella, diez el joven el ru m o r de las aguas que co rren , el canto de un grillo
años, estando yo aquí? Su belleza, su gracia, sus ansias de am ar escondido en la yerba y el aullido p e n e tra n te y destem plado d* un
no podían consum irse en ,una espera angustiosa y estéril. Las p ro ­ gato m ontes.
mesas de los quince años, ¿qué valen a n te las exigencias de la Felipe, an te todas estas cosas; ritm os del mundo, poesía del
vida? Isabel será mi esposa, aunque tu hayas regresado, Felipe. universo, reconoce su e rro r — que es el de ta n to s jóvenes p e ru a ­
— Tienes razón, Carlos. Y ella tam bién. P a ra Isabel tu ere* nos— ; el h ab er en treg ad o los m ejores años de su ju v e n tu d a
la realidad; yo no he sido más q u e\u n ensueño fugaz. No me que­ países extraños, el haberse desarraigado — todavía inexperto — de
da sino m archarm e. su hogar, donde h a sido recibido, después, sin afecto y sin calor,
Y, m elancólicam ente, m u rm u ra — m ien tras el mundo reposa
bajo los cielos estrellados: —
X — Acaso mis heriñáno* estén en lo cierto y no sea yo más que
un fo rastero .
O tra vez las m aletas cubiertas de etiquetas m ulticolores — M ira fio ves, M arzo,’ 1928.
nom bres de p uertos y de ciudades; Colón, La H abana, Londres,
P arís, Viéna. — F elipe deja la hacienda, no p ara volver a E uropa D I B U J O S DE J O S É S A B O G A L

M .a .r ia - V t e. S s e _
*22

N O T IS IM O 'RETRATO DE JOSE M ARTI


PO R JOSE A. FONCUeVA

El a u to r d e e s te a rtíc u lo , so b re el apos- do g rita : “ E l hom bre apenas e n tra en el goce su razón que desde
to la rio Jo s é M a rtí, es Jo sé A. F o n c u e v a , u n a la cuna le oscurecen, tien e que deshacerse p ara e n tra r v erd ad era­
d e las e sp e ra n z a s de la n u e v a g e n e ra c ió n c u ­ m ente en s í . . . No hay m ás difícil fa e n a que está de distinguir
bana. P e rte n e c e e n c u e rp o y a lm a a A m é ri­ en n u e stra existencia la vida pegadiza y p ostadquirida de la es­
ca (n o a la de los y a n k e e s sino a la n u e s tra ). p o n tán ea y p re n a tu ra l; lo que viene con el hom bre, de lo que le
Y p o r eso se c o b ija b a jo la a m p lia b a n d e ra q u e añaden con sus lecciones, legados y ordenanzas los que an tes de
vem os lla m e a r y a en los c o ra z o n e s desde él han venido. No bien nace, ya están de pie ju n to a su cuna,
M éxico b a s ta el C ab o de H o rn o s. A d v e rtim o s con gran d es y fu e rte s vendas p rep arad as en las m anos, las filoso­
con p la c e r, q u e to d a la ju v e n tu d del C o n tin e n ­ fías, las religiones, las pasiones de los padres, los sistem as politi­
te, se a p a r t a d e la re tó ric a co n te r r o r , y o d ia n ­ cos. Y lo a ta n ; y lo e n fa ja n ; y el hom bre es ya por to d a su vida
do ig u a lm e n te el lirism o d u lzó n y la “ lite r a tu ­ en la tie rra un caballo em bridado. Asi es la tie rra ah o ra una v asta
r a p u r a ” , se a d e n tr a en los p ro b le m a s sociales m orada de enm ascarados.”
y económ icos d e In d o a m é ric a . ¡Q ué los e sc ri­ A continuación, da el rem edio: “A seg u rar el albedr-ío hum a­
to re s re a c c io n a rio s, d e e n o rm e tr a s e ro m e­ no, d e ja r a los espíritus su sed u cto ra fo rm a p ro p ia; no deslucir
dioeval, se a n los ún ico s q u e p e rd u re n , p eg ad o s eon la imposición de ajenos prejuicios las n atu ralezas vírgenes;
a la tra d ic ió n , al h e r r a je y a la tric o lo r, la m ie n ­ ponerlas en ap titu d de to m ar por sí lo ú til, sin ofuscarlas ni im ­
do con d e lic ia p o é tic a , los p ecad o s de sus m a ­ pelerlas por u n a vía m arcad a: he ahí el único modo de poblar la
y o re s ! N o so tro s d e n u n c ia m o s a la g e n e ra c ió n tie rra de la generación vigorosa y creadora que le f a lta .”
q u e nos h a p re c e d id o — de c u a re n ta añ o s p a ra M artí sabe que la inm ensa m ayoría de los m ales de la hum a­
a rr ib a , salv o c o n ta d a s y h o n ro sa s ex cep cio n es nidad tiene su origen en la esclavitud y en la deform ación de las
— com o tra id o re s de A m é ric a y de sus in te re se s. conciencias; en el acatam iento crim inal a ciertos convencionalis­
mos frá g ile s; en la estupidez de los que abusando de su autoridad
T R IS T A N M A ROFF. sobre los que después de ellos han llegado, p reten d en b o rra r su
personalidad, inyectándoles, de paso, el veneno de sus alm as medio­
L a H a b a n a , M arzo 1928. cres; en la soberbia ciega y en la im previsión m alvada de los que
creyendo fav o rec er al hom bre, lo p rivan de la m ás a lta de sus v ir­
tu d e s: CR EA R ; en el anquilosam iento de los espíritus m ediante in ­
I sinuaciones m alignas o torpes m andatos, que sólo sirven p ara p e r­
p etu ar el reino de la m aldad y el en-or sobre la tie rra .
E n Indoam érica, pese a la subida cantidad de libros y a rtíc u ­ Y así como conoce el tóxico, M artí sabe del an tíd o to : “ Toca
los que al estudio de la vida y de la obra de n u estro José M arti a, cada hom bre— dice—rec o n stru ir la vida. A poco que m ire en sí
se han dedicado, no se conoce todavía la m ás in te resa n te fa c e ta de la reco n stru y e.”
am bas: la fa c e ta revolucionaria. P a ra su alm a vigorosa, o pulenta de intenciones lib ertarias, la
Y m o stra rla en la fo rm a m ás clara es el objetivo de las si­ imposición— lo mismo en política, que en educación, que en todo—
g u ientes lín e a s: es rep u g n a n te y b árb ara. Y considera reo de traició n a la n a tu ­
rale za a quien en u n a v ía u otra, y en cualquier vía, im pida el li­
3 b re uso, la aplicación d irecta y el espontáneo empleo de las f a ­
cultades m agníficas del hom bre.
EL M I S T I C O C erebro procer, m ontado en la más inteligente disciplina, creía
que sólo existe un p oder definitivo: el de la inteligencia hum ana,
H om bres h a habido y hay en el continen te am ericano que Y que el pu d o r del hom bre está en la m ente, siendo deber inelu­
al h ab lar de José M artí nos lo h an m ostrado como un místico co­ dible conservarlo incólum e h asta el últim o esterto r.
E l pensam iento de Jo sé M artí es plenam ente revolucionario.
rrie n te y m oliente. Y creo que esta es la opo rtu n id ad de d efin ir
Todo él está inform ado por ansias insaciables de ju sticia y de p er­
el m isticism o de M artí, p ara ev itar desagradables confusiones.
feccionam iento hum ano. Y es p o r eso que a él acuden, buscando
Es cierto que José M artí fu é un místico. P ero no uno de esos
estím ulos y orientaciones, los hom bres nuevos de A m érica, solda­
ridículos m ísticos al uso, que lo son por las o jeras o por la m ele­
dos heroicos de un a cruzada ciclópea por la pulverización de la
na.
inju sticia social.
El m isticism o de José M artí es un m isticism o revolucionario,
fu e rte m e n te ligado a los dolores y esperanzas de los hom bres.
4
3
¿ L E S C R I T O R
E L P E N S A D O R
La actitu d de M artí como escrito r está fielm ente r e tra ta d a en
El pensam iento de José M artí es original y fu e rte . No se las siguientes p alab ras: “ Se h a de escribir viviendo, con la expre­
ag o ta en acrobacias estériles, ni en fatigosas especulaciones in ú ti­ sión sincera del pensam iento libre.”
les, ni se a p a rta u n a p ulgada de la tie rra . P o r el co n trario , tiene De ella él hizo b rú ju la en sus andanzas de escritor. Cuanto
en ella raíces g ruesas y profundas. necesitó decir lo dijo, sin h acer caso de cobardías repulsivas ni de
E l espíritu de sacrificio, requisito indispensable a los solda­ infundados tem ores.
dos de la ju sticia social, adquiere proporciones ex tra o rd in arias en “ El hom bre que oculta lo que piensa o no dice lo que piensa,
M artí. Con sencillez cautiv ad o ra — como la de las palm as reales no es un hom bre ho n rad o ”— decía,—y él fu é un hom bre honrado,
que hay en las cam piñas que fu ero n n u estra s y que hoy pertenecen todo un hom bre honrado. P orque cuanto pensó, lo g ritó con cla­
a seis u ocho em presas latifu n d ista s — predica: “ E n la cruz m urió ridad desafiante.
el hom bre un día, pero debe aprenderse a m o rir en la cruz todos P ensaba que la plum a no debía tom arse, ni se debía escribir
los días” . u n a línea, si no e ra un sentim iento h um anista lo que im pulsaba a
La m u erte no le a rre d ra , p ara él es vía y no térm ino. hacerlo.
Sabe que no h ay o bra p erm anente, porque las obras de los No concebía el tipo del escrito r m ercenario, a lo V allenilla o
tiem pos de reenquiciam iento y rem olde, son por esencia m udables Donoso. E scrib ir p a ra él, e ra e je rc e r un noble apostolado. Un
e inquietas. apostolado de probidad y desinterés. H e ahí p o r qué se resistía
No ignora uno de los crím enes m ás horrendos de la sociedad a cre er que h u b ieran hom bres capaces de a ju sta r su pensam iento
b u rguesa: la coacción espiritual. Y lo condena valerosam ente cu an ­ al oro de un ricachón o de un tirano.
Am autai 23

El deber que H enri B arbusse señala como prim ordial a los in­ bajo el ág uila tem ible, los pueblos hispanoam ericanos— alto calor
telectuales, contaba con la lealtad firm e y la devoción sincera de hum ano y reciedum bre de roca.
José M a rti Su personalidad de escritor e ra un anillo por el que Y en todos ellos v ib ra su esp íritu rebelde.
se encadenaba al su frim iento y a los anhelos de los hom bres. E n su concepto del contenido y fu nción de la poesía, tenem os
E n todos sus escritos es fácil descubrir su radicalism o ideoló­ u n a p ru eb a palpable de la ex tra o rd in aria anticipación que es ca­
gico, su revolueionarism o fecundo, que hoy es ejem plo tonificado!- racterística sobresaliente de la vida y la obra de José M artí, g ran
y venero de recias enseñanzas para la nueva generación revolucio­ revolucionario, creador in fatig ab le, afanoso ro tu ra d o r de horizon­
n aria indoam ericana. tes inéditos, ágil cazador de perspectivas vírgenes y d« posibili­
dades redentoras.
5
7
EL ORADOR
EL E D U C A D O R
Su verbo era de fuego y sus palabras hendían el aire como
balas y hacían galopar el espíritu, como golpes de acicate.
N uevam ente hallam os reflejad o el criterio revolucionario de
Su actitud da orador podem os sin tetizarla en estas palab ras
José M artí, en sus ideas pedagógicas.
su y a s:
De vivir, fo rm a ría ju n to a los que com batim os por las re fo r­
“ Las palabras deshonran cuando no llevan d etrás un corazón
mas educacionales. P orque a su v ista clara y a su pensam iento
limpio y en tero ”.
atala y an te no escapaba que las escuelas y los m aestros, ta l como
El las honraba con *u corazón lim pio y entero, con su g en e­
han actuado y actú an , sólo sirven p ara obstaculizar el desarrollo
rosidad sublime que le hacía se n tir como propios, en su propio ce­
de la v erd ad era educación.
rebro y en sus propias carnes, los dolores de todos los hom bres.
M artí pensaba que las escuelas deben ser talleres, y los m aes­
El las honraba, poniéndolas al servicio de la causa de los opri­
tro s y alum nos obreros. No cenáculos de elegidos, ni m ordazas
midos, de los que tienen ham bre y sed de ju sticia, de los que p a­
de la verdad, ni trin c h era de lo viejo y ru tin a rio las escuelas; ni
decen los dolores in h eren tes al trágico desequilibrio de la sociedad
frío s rep etid o res de textos y su jeta-rien d as de las inteligencias los
actual.
m aestros.
El m aestro— según M artí— debe ser voz p ara a len ta r y no f r e ­
6
no p ara contener.
La educación debe ser desarrollo consciente de las ap titu d es
EL P O E T A
reales del hom bre y disciplina fecu n d a de sus impulsos vitales;
la educación debe ser p reparación p ara la vida,— en la m ás am ­
José M artí fu é un precursor de la nueva poesía.
plia acepción del vocablo,— debe ser estím ulo de las facu ltad es bue­
Mucho antes de que la nueva generación a rrem e tie ra denoda­
nas y de las fu erzas creadoras que hay en el alm a hum ana. E d u ­
dam ente contra el torpe dogma que hace depend er la vida de la car es o rien tar, no em p u jar ni som eter.
poesía de ciertas discutibles y ru tin a ria s bellezas form ales, M artí
Su espíritu luminoso se rebela contra la falsa educación y
aseguró que poeta no es el que sabe halag ar al oído sino el que
co n tra los falsos educadores. D enuncia la m onstruosa m en tira que
hace tr a b a ja r al cerebro. Y antes, tam bién, de que se h ab lara de
hay en a firm a r que la educación consiste ta n sólo en la im perfec­
la necesidad de vincular la poesía a u n a p ro fu n d a y definida in te n ­
ta y m orosa enseñanza de modos de leer y de escribir.
ción justiciera, M arti afirm ó que la poesía debe ser bálsam o— unas
Y aseg u ra que ed u car es p re p a ra r los espíritus p ara que hallen
veces— p ara el dolor de la hum anidad, e inyección de energías—
su verdadero lu g ar en la vida, y descubran su verdadero camino.
en o tras ocasiones— p ara ascender h asta la justicia. E d u car es hacer hom bres honrados y ponerlos en condiciones
M artí pensaba— y con él nosotros— que “ no es p o eta el que de h allar una vía h onrada en la vida. Y como no hay en la exis­
sale de hongo y chaquet a ca n tarle al balcón de la edad m edia” , ten cia o tra vía h onrada que la que uno ab re con sus propios b ra­
sino el que pone todas sus energías artísticas al servicio de u na zos, aboga porque la educación p rep a re al hom bre p ara esta g ran
causa ju sta. Que no es poeta el que agota su cerebro en h alag ar tarea.
el gusto cursi de pálidas chiquillas m elancólicas, sino el que se pone El m aestro debe sor un ta u m atu rg o capaz de lo g rar que el
del lado de los explotados, a servirlos sin tasa. P oeta, p ara él y tex to no sea plomo que d ific u lte , la bu en a m archa de la m ente,
p ara nosotros, es el que vigoriza la poesía, convirtiéndola en ins­ sino ala que le ayude a rem ontarse.
trum ento de un ideal elevado; el que la fo rta le ce , dándole de a li­ El m aestro debe ser consejero, y no capataz.
m ento puñados de v ida; el que la salva sacándola del ja rd ín v ersa­ M artí piensa que la escuela no debe ser un recinto donde se
llesco p ara que florezca precisam ente allí donde la vida es más congreguen por convencionalism o y por ru tin a los espíritus tiernos,
rudá y donde su presencia puede se r más útil. p a ra que gentes m ediocres les in filtre n sus perjuicios y ex tran g u -
D etestaba fra n cam en te a los versificadores gim oteantes que len sus ricas aptitudes, sino fra g u a donde sabios y am orosos h e rre ­
pulen y repulen sus producciones, p a ra darles un brillo engañoso de ros tiem plen las alm as jóvenes p ara el culto de la verdad y el e je r­
m oneda falsa. Y afirm a b a: “ P u lir es bueno, más d entro de la cicio del bien.
m ente, y antes de sacar el verso al labio” . Y educar, pues, será vigorizar y o rie n ta r las fu erza s to d as
Le repugnaba la m úsica de m urga que algunos po etastro s ram ­ que posee el hom bre p ara re a liz a r un g ra n trab a jo en la T ierra,
plones proclam an como elem ento prim ordial de la lírica. Y a f ir ­ y no losa de m árm ol que les im pida salir a la luz.
m aba que lo que im porta es la calidad de la esencia y no los de­
talles labrados del frasco. 7
La poesía le parecía un débil pi-etexto de holgazanes estériles,
cuando no servía u n a causa g rande y ju sta. EL P A T R I O T A
De los poetas que hacían—según u n a fra se suya— “poesía con
raíz en la tie r ra ” , decía: P atrio ta , no en el sentido chauvinista y burgués de la palabra,
“ No hay empacho ni miedo en bendecir a esos espíritus rebo­ sino en su acepción revolucionaria, José M artí se dió todo a la cau­
santes de am or y luminosos, creadores im pacientes de sistem as de sa de la em ancipación cubana.
redención. Esos son los verdaderos poetas nuevos, y no otros, E n su cerebro atorm entado modeló con cariño un a Cuba que
rim adores enanos de literaria s y fem eniles novelerías. no e ra la de entonces y dista mucho de ser la de ahora.
“ Poesía— dice— no es el canto débil de la n atu ra lez a plástic-a; Soñaba con la i*epúbliea cordial, con todos y p ara todos. Sin
esta es la poesía de los pueblos esclavos y cobardes.” distingos, sin fueros, sin privilegios. Que todos los hom bres vienen
Dá un sentido noble a la poesía cuando exclam a: desnudos al mundo y no hay razón ju stifica tiv a de que, luego de
“ La poesía de las naciones libres, la de los pueblos dueños, la e s ta r en él, unos se vistan y otros pierdan la piel o se queden por
de n u estra tie rra am ericana, es la que d esen trañ a y ahonda en el toda la existencia ta l como arrib aro n a la vida.
hom bre las razones de la vida, en la tie rra los gérm enes del se r.” Q uería u n a república donde la p rim era ley fu e ra el culto a
Hay en los versos de M artí— sobre todo en los “sencillos”, es­ la dignidad plena del hom bre. Vale decir, un a república, fo rm a­
critos en aquel trágico invierno en que p o r ignorancia, o p o r fé da p o r ciudadanos que m arch aran cogidos del brazo y no por peones
fan á tica , o po r miedo, o p o r co rtesía, s» reu n ie ro n en W ashington, y m ayorales.
24 A n ta u ta

D E F E W S A L A V I D A
I III
a Jean C assou
Lo más inútil de la existencia tiene mi voto, PARIS
mi consonancia entera. Aquí todo me es cierto.
Agotaría todos mis movimientos desde el El dolor me es cierto.
centro de mis nervios. Volveríame antiguo en perfecta ten­ El Sacre Coeur me es cierto.
sión de ayer. Y lo demás sería cosa de ponerse de pié. I Hasta las calles y cuando duermo me es cier­
quién no lo crea que anime su Verbo para batallar duros to^ Yo sufro por cuanto me es cierto.
mitos.
Yo vivo puro ciudadano. Duermo y no sueño.
Opondría azules cálculos que bajen de cero. Me siento en cuanto es cierto. ¡Todo es cierto!
A ejércitos rojos en marcha, la soledad horizontal de las Yo presencio las existencias. Amo cuanto ca­
estepas que acaban en dulces cosas de amor. mina y ludia en son de verdad. Yo he seguido
Pero vuelvo a mi centro de orina natural. el hilo de cuanto liase martirizado y me es
Aguijo todas las latitudes por donde pasa la mujer tan li­ ahora cierto.
gera rozándome mis carnes. IV
Este instante es el mismo sufrido de igualda­ Esta vez que vuelvo yo de viaje me falla
des. I tan cierto que no podría negar su piel que aún mi madre muerta. Me falto muerto. Me falta todo io muerto.
queda corriendo por mis manos. Esto es faltarse completamente.
II Mi casa hasta las paredes saben decirme que
ella me falta.
A cualquier esfuerzo cuadrilátero- o por más
línea ue me sea enemiga—opongo mi palabra, puesto Esta vez que vuelvo yo al hogar he encon­
que mi vida exígeme tal lucha. Opongo mi soledad. I trado a mi padre sentado sobre el toque del alba, oyendo
cuanto me sale de ¡as ganas de querer. De hombre con­ la voz de mi madre. La voz que decía por sus ojos cami­
na por mi vida.
tra rl hombre. O bien de amor contra amor.
A cada vuelta estoy en pugna conmigo mis­ Esta vez yo noto que me falta aún más, co­
mo puede faltarle a uno el corazón, la boca, las manos o el
mo hasta encontrar argolla. De tal suerte que mi vida siem­ •despertar.
pre empieza en donde lucho a garra de animal y piel de
santo. Yo se que de aquella vez me he quedado ca­
minando en ese día.
Por tal palabra, desnúdome de risa. A paso
traficante, opongo mi pureza. Hoy que vuelvo a mi casa me falta hasta el
sonido de mis zapatos.
Así me voy dando cuenta que cuanto vive,
vive de la muerte que ocasiónome ante tal cosa. ¡Siempre Me falto como nadie puede faltarse.
ante tal cosa! X a v i e r ABRIL
m ----------------------- — — — ------------------------------------------------------------------ ----------------------------------------------------------------------------
P atriotism o, p ara él, no era p retex to de pillos, sino religión de h an recogido la p alabra de! M aestro p ara rep e tirla co nstantem en­
hom bres honrados. te a la m uchedum bre id ó latra y sensual que endiosa imbéciles o
P ensaba que las razas y las nacionalidades no deben ser obs­ se vende por un puñado de pesetas.
táculos al logro de la fra te rn id a d universal. Pero ap esar de todo eso, todavía es tiem po de re c tific a r nues­
Con una visión adm irable de lo que sucedería en el porvenir, tro s errores.
pensó que luego de term in ad a la lucha en los campos y conquis­ TODO ESTA EN NOSOTROS.
ta d a la independencia de Cuba, surg irían las pasiones b ajas— ocultas 8
h asta entonces en lo m ás hondo del esp íritu —al borde de los la­
bios. Y previniendo a los cubanos co n tra una so rp resa fu n esta EL P E N S A M I E N T O SOCI AL DE JOSE MARTI
p o r p a rte de cierta fa u n a de caudillos oportu n istas que ya com en­ M artí, espíritu alto y recio, sabía de los crím enes y sinrazo­
zaba a m o stra r las uñas, advirtió severam ente que “ la p a tria es nes del régim en social establecido, y anhelaba sustituirlo por otro
a ra y no p ed estal” . m ás justo.
Intuyendo el peligro que p ara Cuba re p re se n ta ría n en un f u tu ­ Soñaba con triz a r el sufrim iento de los hom bres.
ro inm ediato los E stados Unidos, g ritó su p alab ra de a le rta : Convencido de que sólo la unión de los que h an ham bre y
“ Debéis te n e r siem pre p resen te que es locura de p arte de una sed de ella, realizaría el m ilagro de in sta u ra r la ju sticia social en
aación esp erar de o tra favores desinteresados, y que d eb erá p ag a r la T ierra, decía refo rzan d o un pensam iento de K arl M arx: “J u n ­
con u n a p a rte de su independencia, todo cuanto a tal títu lo acep­ ta rse es la p alab ra del m undo” .
ta re .” A som brado de que hu b iera hom bres que no sin tieran en sus
Sabiendo que un pueblo de oficinistas, acaba en ser un a trib u m ejillas los bofetones que otros recibían, y en sus estómago* el
de parias, decía: ham bre que a otros m artirizab a, decía:
“ La independencia de los pueblos y su buen gobierno vienen “ ¿Quién no ha m editado en los visibles dolores de los hom ­
sólo cuando sus h ab itan tes deben su subsistencia a un tra b a jo que bres, en las desigualdades in ju stas de su condición, no fun d ad as
no está a la m erced de un reg alad o r de puestos públicos, que los en desigualdades análogas de su ap titu d e s?”
q uita como los da y tien e siem pre en susto, a los que viven de él.” Creía que todos los hom bres tienen el mismo derecho al agua,
La república de hoy no es la que soñó M arti. D ista mucho de al aire, a la tie rra y a la luz del sol.
serlo. E n ella se han asentado los fuero s y los privilegios. No A m aba inten sam en te a los obreros, porque él era un obrero
se ha practicado jam ás el culto a la dignidad pléna del hom bre. tam bién. Y desm intiendo ciertas afirm aciones m ezquinas, p re ­
Se han desobedecido todas sus indicaciones acerca de lo indispen­ gonaba que si por fu e ra están sucios de cal y lodo g u ard an en su
sable p ara conservar la independencia. Más de un caudillo ile­ in te rio r las v irtu d es respetables.
trad o y av e n tu rero la ha utilizado como pedestal. No se h a ocu­ E n econom ía política y en buen gobierno— decía— d istrib u ir es
pado nadie de vigorizar n u e stra econom ía nacional, única m ane­ hacer venturosos.
r a d« conservar n u e stra lib e rtad política. L a lengua del adu lad o r P re fe ría por leal y sana la m ano callosa del tra b a ja d o r, a la
no h a sido clavada— como él quería— donde todos la vean. Cuba m ano en so rtijad a del holgazán opulento.
no es u n a república libre, fo rm ad a por ciudadanos libres, sino un Y a solas, con noble em peño, aderezab a cuadros de d istrib u ­
ag ru p am ien to de b u ró c ra ta s tim oratos. N adie se ha tom ado el ción eq u itativ a de las riquezas.
tra b a jo de d ar su sentido trasc en d e n ta l a la educación. Y pocos De vivir hoy, M artí fo rm a ría en n u estras avanzadas, que lu ­
cubanos—-muy pocos y que han sido vistos por sus herm anos como chan— según la fra se piecisa del g ran José Ingenieros— “por desen­
apestados—se han arm ado agonistas de la in teg rid ad nacional y volver la ju sticia social e n la n acio n alid ad co n tin en tal.”
A m a u la 25 p

Franz Tamayo habla para ‘^ A m a u t a ”


E l reportaje al pensador boliviano Franz Tamayo mos, el occidental burgués y capitalista, o el m ujik sanguinario,
que publicamos enseguida, provocó^ en la Paz, donde un igualitario y lógico? ¿De qué lado está la verdad, y lo que es
diario se anticipó a su publicación en “A M A U T A ” una m ás aún, la necesidad? E ste es el problem a con trazas de dogal
protesta del representante diplomático de Italia en Boli­
via, que, aunque este género de rectificaciones oficiales sobre cada g arg a n ta. O te n e r que proclam arse en occidente co­
es tan habitual y corriente, alcanzó, quizá por su énfa­ mo Estado p arasitario y p redatorio, y como Iglesia hipócrita y f a ­
sis fascista especial, resonancia. E l cable trasmitió a risaica, o te n e r que in stau rarse asesino e incendiario por lógico
raíz de ese incidente, las palabras de Franz Tamayo que servicio del ideal. E sta es una de las fo rm as de la g u e rra que
lo originaron)' cuya repercusión' hay que atribuir al re­ trajo el divino Cristo, cuando tex tu alm en te arm ó al hom bre contra
nombre y significación, del ilustre escritor. No necesita­
mos casi recordar, al margen de este reportaje, que senti­ el hom bre y a los hijos co n tra los padres (M ateo, cap. 10). Debo
mos y juzgam os la política de modo diverso que Franz añ a d ir un a cosa terrib le pero v erd ad era: hoy mismo la poderosa
Tamayo, a quien testimoniamos nuestra gratitud por su In g laterra , la sabia F ran cia, estarían en el deber de elim inar de
deferencia a esta tribuna, por ser su palabra una de las nuevo a Cristo, único medio de salvar ese edificio m ilenario que
que merece atención y respeto a la nueva generación. cada g ran Estado significa, todo construido de injusticia social,
de desigualdad hum ana y de opresión secular. Es verdad que aquí
De b aja esta tu ra , un ta n to robusto, en su fisonom ía broncea- se p resen ta la objeción de la cu ltu ra. El tem a es trillad o ; pero
tía resa lta n todos los rasgos del hom bre prim itivo, a la vez que una cuestión de hecho favorece al m u jik : Cristo jam ás predicó la
la* particu larid ad es del pensador, en quien los años y el tra b a jo cu ltu ra; lo que predicó h asta m orir fu é el am or y la ju sticia so­
m ental han impreso sus huellas, dejando en cambio incólum e su cial. ¿E ntonces?
esp íritu infantil, que resplandece en la sencillez y en la sinceridad- Yo ruego al lector n o ta r bien que quien esto escribe sólo se
de sus palabras. N u estra am istad se ha fom entado con la espon­ co n ten ta con m arcar los térm inos del problem a, y al momento no
tan eidad y respeto del m aestro y del discípulo. Al tr a ta r del P erú defiende tesis alguna. Pensador, ex p ectador. . .
y del m om ento ideológico que vive, advertim os que la aleg ría y
la afectuosidad anim an sus conceptos y tien e frases de elogio p ara — Otro aspecto del asu n to : ¿cómo acab ará la av en tu ra rusa?
la intelectualidad joven y al tr a ta r de diversas personalidades y E n sum a, R usia nos im porta poco an te lo que im porta la causa
órganos in te rp re tes de la inquietud espiritual del continente, ex­ misma. A puntem os prim ero una cuestión de hecho tam b ién : la
presa p a ra “ A m auta” y su d irec to r entu siastas elogios. Tocamos av e n tu ra dei ideal arm ado de la espada, como en Rusia, no es la
muchos puntos trascendentales, de los que anotam os p ara la revis­ prim era ni será la últim a. Significación m uy análoga tiene el enor­
ta p eruana de su p referen cia, éstos que brotan a m edida que le me evento del 93; y ya seria una bonita página de estudio el ir
interrogam os con in te ré s: señalando todos los in stan tes históricos en que el soplo libertario
y vengador que arran ca p a ra los occidentales desde el Golgota, ha
— La cuestión de la Rusia soviética, más com batida que d ebatida venido sem brando de grandeza, de h o rro r y de sangre estos dos
en casi todo el mundo, es m ás sencilla de facto que de principio. mil años últim os que está viviendo n u estra hum anidad. Pasemos.
E videntem ente, nada es más sencillo que al herirse cierta clase de
intereses políticos y económicos, la necesidad en que están de com­ No es posible p ro fe tiz ar el evento hum ano; pero sí es posible
b atir el nuevo m ovim iento, m ejor dicho, la revolución. Un estado preverlo de acuerdo con lo pasado, ya que, si la historia no se
repite, la h isto ria se organiza como presidida de un logos propio.
de cosas añejo y estable que de pronto com ienza a tem erse in sta­
ble y periclitante, no piensa, no debe pen sar mucho p a ra decidir E ntonces tal vez es lícito p en sar que los extrem istas occidentales
la g u e rra a todo lo que le signifique am enaza. Esto es p ro fu n d a­ que esperan d estru ir de cuajo toda la labor revolucionaria rusa„
m ente sencillo y com prensible. La cuestión de ios principios in ­ viven en pleno ensueño. De otro lado, los extrem istas que e n tre ­
vocados y que sirven de arm a en el com bate de ideas y de hechos, ven ya el triu n fo fin al de la nueva A rcadia social sobre p atro n es
mongoles o eslavos, parece que hacen igual utopía. El vértigo
significa cosa más grave y ard u a. Como que las ideas no se mo­
vilizan con la facilidad de los gendarm es, riesgo de ca er en rid ícu ­ ruso pasará. E stá desde hace diez años dem asiado aislado p ara
lo p ara quien lo haga sin la suficiente fu erza y sabiduría. Y aquí esp erar prosperidad y afianzam iento que el tiempo parece re h u sa r­
tenem os el nudo gordiano del asunto, sobre todo p ara quienes d a­ le h asta hoy. ¿Y la llam a del ideal desen fren ad a ta n terrib lem en ­
mos u n a im portancia grande, m ayor, a! mundo de las ideas, que te, h ab rá sido toda vana? No. Jam ás el ideal am anece en vano.
No sólo en Rusia, no sólo en E u ro p a; en todo el mundo quedarán
es el de las causas, y del que ta n poco se cu ran to d a su erte de bo­
bos p ragm atistas,—practicistas, como diríam os en Bolivia. P orque huellas de hum anidad y de esperanza, grandes o pequeñas conquis­
tas, como nuevo pan p ara los labios ham brientos del hom bre e te r­
en fin, teoréticam ente hablando ¿qué h ay en el su b stratu m de la
no. Así tam bién fu é cuando la Revolución Francesa. Pasada la
revolución rusa? No estoy hablando de las prácticas de los So­
tem pestad, la nación, al través de mil vaivenes contradictorios,
viets, prácticas que conozco mal, (el mismo occidente europeo las
desde el vértigo demagógico hasta el cepo despótico, acabó al fin
conoce a m edias). E stoy hablando de las ideas sobre que fu n ­
por estabilizarse (en lo relativ o ), y acabó beneficiando de algunas
dan y ju stifica n to d a la revolución, aquellos form idables idealis­
g ran d es conquistas políticas y otras, dádivas de la Revolución. Si
tas, que, como de costum bre, llegado el caso, han am arrad o la es­
la m em oria no me engaña, es A lberto Sorel quien hace n o ta r cómo
pada al puño del ideal. ¿Qué hay en ese fondo? Pues sim ­
el mismo N apoleón llevaba en sus furgones y sin quererlo, a tr a ­
plem ente, cristianism o puro, cristianism o . m edular que se puede
vés de la E uropa avasallada, jiro n es de la Revolución Francesa,
p ro b ar texto a texto, hoy mismo, y con grave em barazo de quie­
la etern a libertadora. La vieja In g laterra que en este momento
nes estarían en la obligación de proclam ar la palab ra religiosa que
está lentam ente arm ando al m undo contra la Rusia L ibertaria, aca­
in fo rm a toda n u estra vi-da espiritual desde hace dos mil años. Es
b ará por dom eñarla, p ara al fin acab ar tam bién beneficiándose de
evidente que en el debate, «obre todo en F ran cia, quienes g u e­
algunas conquistas hum anas y hum anitarias alcanzadas por la g ra n ­
rre an contra el com unismo ruso, jam ás dejan de arg u m e n ta r sobre
de nación extensa sobre dos continentes. Y nosotros con In g late­
la violencia y el crim en, como se dice, em pleados al servicio del
rra , como la mosca que resp ira el mismo aire del buey que ara.
ideal. E sta no es cuestión aquí, ya que no se tr a ta de p ro b ar la
licitud y rectitu d de los procedim ientos, sino el valor absoluto de
los principios. P uede m uy bien un sacrosanto principio hum ano Todavía algunas respuestas estenográficas.
ca er en m anos de un bandido, y convertirse en la bandera política — ¿M ussolini? ¿Prim o de Rivera?
del vandalism o. E sto es posible, sin que yo p rete n d a que ta l cosa — El prim ero me parece un analfabeto tem ible, ficha de m a­
sucede en Rusia, como afirm a n los reaccionarios en F ran cia. R e­ nicomio y de casa de corrección a la vez. Es tem ible porque de­
pito que no tengo docum entación alguna. tra s de el se mueve casi toda Italia enardecida y como em briagada.
P ero aquí se p rese n ta o tra cuestión que el occidente europeo No hay que olvidar que Italia todavía cuenta en tre las naciones
no desea to car con frecuencia. La idea cristian a que a b so lu ta m e n ­ más cultas y más viejas del mundo. P resiento que la ru in a de
te es com unista o ig u alitaria ¿qué im portancia tiene en las so­ Mussolini será tam bién la ru in a de Italia, al menos por mucho tiem po.
ciedades llam adas cristian as de occidente? Sin salir del caso, ¿quien El todo, a breve plazo, desgraciadam ente.
está en contradicción con el ideal cristiano que todos proclam a­
26

E8PARTAOUS POR TRISTAN


Y SANDINO
E l nom bre de Sandino y su gesto épico, son conocidos y a de fu erza, surge algo como un a palpitación que hace p re se n tir reno-*
to da A m érica y del mundo. No hay un solo indolatino honesto que vaciones felices. Los pueblos de A m érica del Sud, tie n en d elan te
no sien ta en sus venas un impulso heroico p ara c o rrer d etrás de de sus ojos sólo dos p erspectivas: o la nacionalización de sus medios
este gen eral que con un puñado de hom bres ta n valientes como él, de producción o el vasallaje económico. O en o tro s térm in o s más
d esafía al yanqui, lo detiene, m uchas veces lo d erro ta. Más que explícitos y m ás viriles: la revolución o la m u erte, hablando por
un gen eral táctico, de esos que pasean en rev istas m ilitares, sus boca del m ístico y m alogrado Raym ond Lefebre.
cuerpos de h etairas, o de los que hablan de “a rte g u e rre ro ” en clubs, Sandino, al d efen d er N icaragua, está defendiendo su país de
sin h ab e r com batido nunca, Sandino es un hom bre de corazón y un la explotación del yanqui, de la conquista del dollar, que, prim ero
g u errillero. R esucita en él, esta raz a dorm ida, ap ática y poética, em pieza su acción conquistadora económ ica y luego em plea la fu e r­
que hace cien años, siguió a Bolívar y traspasó los A ndes, ca rg an ­ za. “ D etrás de cada dollar p restado, h a dicho u n eserito r yanqui,
do los cañones sobre sus hom bros y que te n ía un ideal que le que­ está el m arin o ” . Y esto es verdad. Muchos países de las A n ti­
m aba el alm a: la libertad. llas conocen la b o ta yanqui y las im posturas yanquis. La b ru ta ­
Hoy se vuelve a luchar en todas p arte s por esa lib ertad . E n lidad de estos soldados que ebrios de poderío y de riq u eza no tie ­
todo sitio hay m á rtires y héroes. Y de un confín al otro de A m é­ nen ningún freno. P ro n to les lleg ará el tu rn o a los pueblos del
rica, la ju v e n tu d b rin d a su sangre e inscribe su nom bre en cruces Pacífico.
que el tiem po conservará como un orgullo y un sarcasm o an te Pero más que todo, lo que entusiasm a en Sandino, es su ges>-
las generaciones viejas y cínicas, que p reten d iero n en tre g a r épico, su decisión in q u eb ran tab le y su valo r a p rueba. Sandino
país—o lo e n tre g aro n —al conquistador yanqui. E l nom bre de Día teórico ni un revolucionario lírico. Ni siq u iera un “m aes­
y de muchos Díaz de A m érica, pequeños y traid o res, ap arece rá n as esos que abundan en n u e stra A m érica y lanzan m anifiestos
clavados en picas. E l caso histórico se rep ite. H ace un siglo y revolucionarios periódicos. Sandino es un hom bre y de los que
más, las clases conservadoras y ricas, sim patizaban con la corona h o n ran n u e stra estirpe. No es un m ilitar académ ico, ni a rra s tra el
h ispana; sostenían la m onarquía como gobierno de casta y anate- cotillón, ni siq u iera es un “político” . Sandino es hijo del pueblo
m izaban al estudiante que¡ desde los claustros y las U niversidades y el am or a su pueblo lo h a convertido en g en eral. Su m irada e3
teológicas, p rep a ra b a el advenim iento de la república. F u é nece­ de águila y sus músculos de obrero. E s un g en e ral como E sp arta -
sario mucho tiem po y m ucha sangre, p ara que la idea dem ocráti­ cus. Ig u al que él, su hum ilde origen lo ennoblece. De simple m e­
ca hiciera los tem peram entos sensibles y los llevara al convenci­ cánico se ha tran sfo rm ad o en táetieo adm irable y conductor de h é­
m iento revolucionario. Pero la revolución de la independencia am e­ roes. E sp a rta ra s, fu é un antiguo g lad iad o r que puso en fu g a al
ricana, fu é an te todo política. De economía no h ab laro n sino al­ P re to r Claudio y a las m ejores regiones rom anas. A Sandino, le
gunos escogidos. (.Hay que h acer ju sticia aquí al sabio V alle de tiem blan los yanquis aunque no lo confiesen. jDe ahí que ponen
G uatem ala y a Simón Rodríguez, pensadores de ese tiem po que precio a su cabeza! Ig u al que los rom anos, consideraban a E sp ar­
exam inaron la revolución con criterio económico y positivista y por ta ra s , los yanquis hacen co rrer voces de que tien en que tr a t a r cort
eso mismo fu ero n desoídos. Su obra fu é parecida a la de Babeuf, un bandido. ¡Bolívar fu é tam bién un célebre bandido p a ra los
y si no m urieron en la guillotina, concluyeron sus días en la m i­ españoles! Todos los que luchan p o r un ideal y saben m o rir herói-
seria, que es peo r que diez guillotinas). P or o tra p arte , el criollo - cam ente son bandidos gloriosos de la h is t o r ia ! ...
perseguido y encarcelado por sus ideales republicanos, e ra rico y Ya d esearía p ara sí el g en eral yanqui que com bate a Sandino,
si no lo era, por lo m enos te n ía la inm ediata esperanza de que el la adm iración y los laureles que a diario obtiene el bravo n ic a ra ­
despojo del conquistador p roporcionaría un beneficio inm ediato a güense. Y lo que es Díaz— el m inúsculo Díaz— no le llega n i a los
su clase sem i-ilustrada. Lo que es el indio, el negro y el pobre, tobillos. De lejos se ve a N icaragua, cru cificad a y dolorida en m e­
se b atían por un cálido sentim entalism o y sin esp erar nada de na­ dio de dos p u ñ ales: el de Díaz y el del yanqui. Sandino salva el
die. Después de la revolución volvieron a la erg ástu la y a la es­ prestigio y la p a rte m oral de esa porción de n u estra A m ériea.
clavitud.
Los tiem pos han cam biado notablem ente. U na inquietud se
h a apoderado de toda la clase m oza; u n a an sia de renovación cir­
cula en las venas del pueblo; los m ás torpes pueden d istin g u ir un a
Instantánea telescópica
conciencia que se fo rm a y que se cristaliza revolucionariam ente.
Los hom bres de hoy no luchan ya por caudillos microscópicos o g e­ La revolución:
n erales de opereta. Un régim en malo vale igual que otro pésimo. la tiza
Lo que preocupa a todos es llegar a la realización de ideales eco­ traza en la pizarra
nómicos y sociales. N u estra A m érica, fecunda en sangre y en
fu erzas, es un campo de experiencias, de donde sald rá un a n u e­ mapa-mundi,
va civilización. Y a de México, bajo el ala de su genio y de su la X mayúscula,
incógnita buscada
— ¿Prim o de R ivera? Ni una p alab ra m ás después de lo di­
de ecuación social.
cho por el g ran U nam uno. Si no fu e ra el respeto que todos d e­ Se disparó el cohete de la propaganda!
bemos a E spaña, sería como una ofensa personal hablarle a uno En la manzana del globo
en serio de Prim o de Rivera.
muerde el diente
— ¿Que qué pienso del yankee y N icaragua? Poca cosa. Un de la desesperación.
sólo presentim iento me asiste, y es que el yankee h ab rá de p ag a r­ China rasga el contrato
la m uy caro algún día.
Asi term in a su disertación im provisada este egregio pensador, del equilibrio.
a quien se considera como sucesor de Gonzáles P ra d a y de E n riq u e El pivote de la Tierra
Rodó, “pensam iento director que en sorprenden te desdoblam iento
está torcido;
h ala y em p u ja” . N osotros, con la avidez de cronistas apuntam os
taq u ig ráficam en te al papel sus ideas, pensando que serán av alu a­ no sirve la guita de los filósofos,
das en su efectivo m érito por los lectores de “A m au ta” . Einstein les metió un goal!
Y Lenin tiene la pelota...........
GERA RD O B E R R IO S .
J a v i e r B U E N O ,
h » Pase, a b ril d e 1&28. Ginebra, Marzo 1928:
w

La costum bre indígena y ei derecho


POR EMIUO ROM ERO

P a ra “AM AUTA” . m ase " g u a q u i” el co n trato social en v irtu d del cual ju n ta n su in ­


d u stria o sus capitales dos o más personas. E s ta n frecu en te, ta n
Cuando los legisladores red a cta ro n n u estro s códigos, lo hicie­ p ro fu n d am en te grabado este co n trato , por el esp íritu de coopera­
ro n con olvido absoluto de los indios, con prescindencia to ta l de ción antiquísim o e n tre los indios, que puede afirm arse que será
las norm as consuetudinarias y de las relaciones ju ríd icas estab le­ ra ro el caso en que no se le encuentre.
cidas e n tre ellos con bases inconm ovibles. Ese desconocim iento de P o r el g u a q u i, un indio pone el te rren o y o tro la semilla. La
las relaciones e n tre indios y de las que tam bién p articip an los se- semilla puede ser p ara todo el te rren o , o p ara un surco. En este
m i-indios orig in a en p a rte el conflicto perenne que hace reb alsar caso, los socios concurren por m itades al tra b a jo de las chacras,
de expedientes los anaqueles de los archivos de justicia. llevando sus yuntas, sus h erram ien tas de trab a jo . Al tiempo de
Con el propósito de se ñ ala r sim plem ente al in te rés de los es­ la cosecha, se re p a rte n por su erte, debiendo altern arse los socios,
tudiosos, hacem os esta superficial observación a algunos aspectos un surco de ch acra p ara cada uno.
del derecho consuetudinario indígena en el d epartam en to de Puno, El g u a q u i no solam ente existe e n tre indios. Tam bién lo p rac­
tican con los vecinos semi-indios de los pueblos y con los m istis de
LA PERMUTA.—E ste co n trato ta n antiguo en la evolución
las ciudades. El señor contribuye con su terren o y algo de dinero
del derecho, constituye u n a de las norm as juríd icas m ás fre c u e n ­
p a ra las faen as agrícolas. El indio pone su trab a jo y las semillas.
te s e n tre los indios. E n Puno se le conoce con el nom bre de Chala.
E l señ o r no se preocupa m ás de la chacra h asta el tiempo de la
E l ehaleo o tru q u e, es la foimia m ás corrien te de intercam bio en ­
cosecha en que es invitado por el indio a recoger su p arte. Un
tre indios. El cambio de unos productos po r otros, de anim ales de
surco, altern an d o , p ara cada cual.
tra b a jo y aún de te rre n o s de cultivo, es m uy frecu en te.
T an generalizado debió ser este con trato que los españoles co­ P R E S T A M O .-—El préstam o do productos de toda clase, es f re ­
lonizadores del te rrito rio , lo d ejaro n subsistente y aú n lo fo m en ­ cuente en tre los indios, sin ningún interés. El com odato igual­
ta ro n , no conociendo o tr a fo rm a de ce le b ra r convenios sobre la m ente. Los indios se p resta n bueyes, instrum entos de labranza,
propiedad. Casi r a r a vez, ta l vez nunca, los colonizadores pusie­ bajo la sola fé de su palabra.
ron u n a m oneda en m anos de los indios. Los m ercaderes h ispa­ C O N T R A T O D E T R A B A JO . —Uno de los aspectos más in te­
nos no conocieron o tr a fo rm a que la del cambio p a ra el com er­ resa n tes en la costum bre indígena es el que se refiere a la coope­
cio con los indios. E ra fre cu e n te, según se vé en las viejas cró­ ración p a ra el trab a jo . E stá ta n hondam ente grabado este sen ti­
nicas, como los españoles no em pleaban otro sistem a p a ra ad q u irir m iento de cooperación, que puede afirm arse que no ha tra sc u rri­
productos indígenas. E l “re sc a te ” de llam as, o “ carneros de la do un solo día desde los buenos tiem pos incaicos p ara el espíritu
tie r ra ” lo hacían cam biando uno de esos anim ales por dos cestos nativo. L a cooperación en el tra b a jo es casi obligatoriam ente sa­
de coca o dos carneros po r u n a c u a ite ro la de vino. g rad a e n tre ellos. Unos ayudan a los otros, ya sea en la la b ra n ­
L a p erm u ta es g en e ral y existen m ercados destinados exclu­ za de las tie rra s, en el recojo de las cosechas y recíprocam ente,
sivam ente a la perm u ta. M ercados indígenas genuinam ente, es­ se p restan m utuo apoyo.
tablecidos en lu gares apartad o s de las poblaciones; em inencias pin-1 T ratán d o se del tra b a jo de los indios p ara los mestizos de los
torescas, recodos de ríos, donde los nativos se reú n en p ara e je rc e r pueblos, dueños de tie rra s, el contrato de trab a jo se llam a m in k a r
este comercio. o m in g a r. Los jo rn alero s minkados no p restan su trab a jo senci­
Los semi-indios que concurren a esos m ercados, hacen uso del llam ente a tan to la h o ra como cualquier jo rn alero de la ciudad.
mismo sistem a p a ra el intercam bio de productos. P re sta n su trab a jo , inspirados siem pre en el sistem a de coopera­
LA COMPRA-V EN T A.— E ste con trato está generalizado en ción y comunismo. Es por esto que adem ás del jo rn al que se les
las poblaciones a donde los indios tienen que llevar forzosam ente paga, deben n ecesariam ente recib ir algo de los fru to s que cose­
dinero p a ra ad q u irir especies. chan. P or elevado que sea el jo rn al, el indio debe llevar siem pre
algo de la cosecha.
Puede afirm a rse que el indio casi no tiene noción com pleta
de este con trato de com pra-venta, acaso por no te n e r la idea de E n Chucuito, se llam a u lla ra si a la porción de la cosecha de
la propiedad privada profu n d am en te g ravada en la conciencia. E s papas destinadas a rep a rtirse en tre los trab ajad o res. Es cierto que
esta u n a de las causas que origina la m ayor p arte de los litigios p ara ese m ontón se buscan las papas deterio rad as en las cosechas
sobre la propiedad, pues m uchos indios venden sus tie rra s ju stip re ­ o las podridas, agusanadas o ñ u sa ta s que llam an los aim arás, pero
el re p a rto es indispensable.
ciadas, en escritu ra pública y m ediante todos los requisitos exigi­
dos por la ley p a ra el perfeccionam iento del c o n tra to ; y, sin em ­ La m edida p a ra el rep a rto suele hacerse dando a los indios
bargo, el indio se p rese n ta pasados m uchos años, cuando h a m u er­ el doble que a las indias. Un cajón al indio y medio cajón a la
to el com prador a rec lam a r a los herederos de éste la propiedad del m ujer. A dem ás del jo rn al, los trab a jad o re s reciben el acuili o
te rren o . E sto es lo que llam an “ re c o g e r su te r r e n o ” , argum en­ sea la porción de coca p ara m asticar d u ran te el trab a jo . Tam bién
tando que la v e n ta fu é hecha al padr-e, pero m uerto él, se acabó en este rep a rto se tiene en cuenta a los sexos. A los hom bres se
el co n trato . O tras veces arg u m e n tan que con ta n to s años de ex­ les re p a rte doble porción que a las m ujeres. En H uancané se les
plotación de la tie rra , el precio está más que su ficien tem en te de­ dá un cu arto de onza al día; y en Sandia, provincia p ro d u cto ra de
vuelto, siendo ju s ta la devolución de la tie rra al vendedor. la coca el rep a rto es de tre s libras de coca al día y la porción dada
se llam a a y p u . Además, los jo rn alero s deben m eren d ar en la cha­
H ay pues un choque constante, u n a g u e rra d iaria en tre el es­
cra, precisam ente del producto de la cosecha de papas, p ara lo que
p íritu de n u estras leyes con la conciencia indígena. E s la cons­
se destina un a g ran porción. P ara la m erienda, se disponen dos
ta n te contienda en tre el espíritu ro m an ista que in sp ira n u estra le­
larg as m esas fo rm ad as por costales extendidos en el suelo. U na
gislación, con los principios sencillos e inspirados en el bien, que
an im an a las costum bres de los indios. p ara los hom bres y o tra p ara las m ujeres. La separación de sexos
es rig u ro sa en las m eriendas.
El co n trato de com pra-venta, en nu estro concepto, no se h a
incorporado aú n to ta lm e n te en la m entalidad indígena. Siendo la LA D E N O M IN A C IO N D E LA S T IE R R A S .—-En el d e p a rta ­
p erm u ta en la evolución de derecho a n te rio r a la com pra-venta, m ento de Puno, por lo mismo que es una región de un a an tigüedad
los indios se e n c u en tra n en la época de la perm uta. Cam bian de histórica rem otísim a, centro de m itologías adm irables, considerada
tie rra s, cam bian de anim ales, de productos, etc. L a com pra-venta con razón como la g ran p a c c a rin a , la región de los dioses, no hay
existe en las relaciones con los blancos o m estizos, en tre los que p ied ra ni te rró n que no ten g a su nom bre. L a existencia de los
m edia el precio pagado en m oneda. ac h a c h ila s, dioses p ro tecto res de las quebradas y de los m ontes, es­
p íritu s divines que anim an a todos los seres existentes, p e rd u ra in­
SOCIEDAD.— P uede señalarse como una de las relaciones so­ tenso y vivo e n tre la m ultitud indígena aym ará.
ciales m ayorm ente extendidas en tre los indios. L a sociedad o com­ Su panteísm o ingénuo y sencillo, coloca el esp íritu del acha-
p añía, cuyos an teced en tes históricos son fáciles de explicar, es el chíla en todas las rocas y en todos los llanos; en las fu en te s y en
vehículo principal en las actividades privadas de los indios. L lá­ las colinas.
28 Ant a u ta

El P r o f e s o r T ollo y la R efo rm a U n iv e r sita r ia


POR ALBERTO AROA PARRO

Al ed itar su últim o libro, el P ro feso r Julio C. Tello— que hace del saber. Im plícitam ente, el au to r, preconiza un ciclo p re p a ra to ­
años viene estudiando la organización de la E n señ an za S uperior— rio— fu e ra del de Instrucción M edia— aú n p a ra las profesiones de
h a unificado su fra g m en taria labor docente y p arlam en taria. Ciencias aplicadas y un a E scuela de A ltos E studios p ara sus g ra ­
“ R e fo rm a U n iv e rs ita ria ” carece del plan genético y la unidad duados.
o rgánica de un libro escrito ex-profeso; mas, no por eso cada en ­
sayo o cada discurso d eja de te n e r m érito: se destaca una salu­ E L R E C E S O D E L A U N IV E R S ID A D .
dable tendencia de renovación; una insistente sugerencia de nueva
orientación educacional y adm inistrativa. Toca a Tello ex p resar— desde el P arlam en to — su pensam iento
E l a u to r que, ante todo, es u n u n iv e rs ita rio , aprovecha de un a acerca del m om ento un iv ersitario de 1921. Sostiene que la U ni­
honrosa beca de la U niversidad de H arv ard p ara realizar un f e ­ versidad se h ab ía derrum bado no porque sus elem entos e s tru c tu ­
cundo estudio de especialización en las Ciencias A ntropológicas. Su rales eran malos, sino porque h ab ía desaparecido su espíritu.
espíritu de investigación, que no se satisface con las especulaciones de H ace un a revisión de los diversos sistem as universitarios y
dichas Ciencias, le lleva a observar, estudiar y explicarse los sis­ aboga por la reorganización científica de “ San M arcos” . Reclam a
tem as u niversitarios de E É . UU., A lem ania e In g laterra . de la docencia ese estado em ocional, esa a c titu d em otiva e in tu i­
A tinadam ente, historia la génesis de H arvard y la com para tiv a an te la N atu raleza y an te la V ida que constituye el espíritu
con la de su A lm a-M ater. Le choca la orientación n etam en te pro- científico. P iensa en la U niversidad del F u tu ro , en la U niversi­
fesionalista de “ San M arcos” , form ada por facu ltad es apenas conec­ dad con universalidad, donde se enseñen todas las A rtes y todas
ta d as por débiles lazos de simple adm inistración y de hecho d istan ­ las Ciencias, y, que, al mismo tiem po, sea un ta lle r p a ra investigar
ciadas de cuerpo y espíritu, que form an un agregado de in stitu ­ científicam ente. Inspirado en estos principios elabora un proyec­
ciones de enseñanza p resc rita “ que desde ningún p unto de vista to de ley del que nos ocuparem os más adelante.
puede considerarse como una “ U n iv e rsid a d ” . C o n trasta esta te n ­
dencia con la de la U n iv e rsid a d M o d e rn a — encarnada, en su con­ L A A U T O N O M IA U N IV E R S IT A R IA .
cepto, en H arv ard — que, como u n a de las m anifestaciones rev elan ­
tes de las leyes del progreso, tie n e como propósito fu n d am e n tal: Sostiene el a u to r que al P ro feso r un iv ersitario asiste el d ere­
increm entar, purificar, re fin a r y ennoblecer los conocim ientos ad ­ cho de em plear el método que m ás convenga a su en señanza; de
quiridos en el pasado p ara así enriquecidos legarlos a la p o steri­ estu d iar y criticar con am plia lib e rtad cualquier d o ctrin a religio­
d ad; “ esta es la labor que tien e la U niversidad en el Mundo ci­ sa, política o social. Pero, cree que esa lib ertad llevada al campo
vilizado : conservar y aprovechar las pasadas experiencias de la H u ­ institucional re su lta perjudicial, a ta l p unto que u n a universidad
m anidad p ara alu m b rar el po rv en ir.” que confecciona sus esta tu to s; que elige librem ente su personal de
D eplora la carencia de u n a adecuada cu ltu ra filosófica, en m aestro s; que m an eja igualm ente sus finanzas, y en u n a palabra,
“ San M arcos” , para el ejercicio de las profesiones liberales. Cul­ que se gobierna a sí m ism a está expuesta a los peligros que tra e
tu ra que— según el a u to r—la im parte debidam ente el “ C o lleg e” consigo esa lib ertad e independencia. Las instituciones au tó n o ­
am ericano, escuela de cu ltu ra general que d esp ierta en los fu tu ro s m as tien d en a estan carse— dice—haciéndose conservadoras. Es,
profesionales energía para pensar y p en sar bien, ya que sin ese con este criterio , que preconiza la creación de un a J u n t a de S u p er-
requisito se dá el caso de profesionales autó m atas, de espíritu y v ig ila n c ia fo rm ad a por delegados de los m aestros, de los estu d ian ­
m iras estrechas con quienes todo progreso se hace imposible. Co­ tes, del Gobierno y del Parlam ento. E ste Consejo “ ejerce ría un a
mo corolario del “ C olleg e” y las facu ltad es profesionales— p ara Te- inspección sana y estim u lan te en los d epartam entos, bibliotecas y
11o—viene la E scuela de G raduados en A rtes y Ciencias llam adas m useos; señ alaría defectos y reco n o cería m érito s; llam aría la a te n ­
a m a n ten e r viva, en la U niversidad, la unidad del conocim iento y ción de los poderes públicos sobre la necesidad de im pulsar d e te r­
ser el ta lle r de investigación original p ara el avance desinteresado m inados estudios o de estim ular a determ inados hom bres de m érito.

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C O N S E C U E N C IA S . —E sta diversidad de nom bres, nom encla­ te rren o capaz de sem b rar una p a re ja de indios en un día. E sta
tu ra confusa y farra g o sa a veces, tien e consecuencias im p o rtan tes extensión se llam a “ m a ta ” . E n Chucuito se llam a “ y u g a d a ” o
en el campo de la ju risp ru d en cia práctica. Los pleitos sobre la y u n ta, cuando la extensión se re fie re a tie rra s lab rad as por an im a­
propiedad, adem ás de las dificultades inm ensas que en c u en tran en les. Cuando el trab a jo lo ejec u ta un indio, se llam a h u iri por an ­
su desarrollo, por los obstáculos de la jurisp ru d en cia pueblerina, tonom asia.
ru tin a ria y agresiva, en c u en tra este otro inconveniente serio, y que E n Sandia, se llam a c a ja y a lc u y a la cantidad de sem illas que
se agrav a cuando los jueces ignoran la lengua indígena, ignoran sus e n tra n en un cajón y k u llu y a ic u y a la m itad de esa porción.
costum bres, desconocen el alm a nativa con sus creencias, sus su­ E n Puno se llam a ta b ló n co rrien tem en te a la extensión de te ­
persticiones y sus anhelos. s rre n o cuya fo rm a v aria y cuya superficie puede v a ria r en tre 150
E studiando expedientes con procesos de intérdictos, se puede v aras de largo, por 100 de ancho, aproxim adam ente.
observar esta confusión que ocasiona perplejidad en el ánim o de Las tie rra s adem ás, no se avalúan p o r su extensión, sino por
los jueces. U na roca que d á nom bre a to d a un a propiedad, m ien­ su situación y calidad. Los te rren o s de las a ltu ra s se llam an a n ­
tra s m ás allá un mismo te rren o tien e varias denom inaciones. d en es y su valor suele ser m uy su p erio r a los “tab lo n es” , por ser
¿Cómo resolver estos conflictos si los jueces y más que los de tie rra de m ejor calidad y no re q u e rir el em pleo de bueyes p a ra
jueces n u estra s leyes rom ánicas no están inspiradas en el esp íritu los arados, sino el de tácito s, in stru m en to s de la b ra n za prim itivos
indígena? ¿Cómo solicitar pruebas desconocidas por n u estro s in ­ usados por los indios.
dios; cómo d a r v alor a la p rueba instru m en tal ign o rad a por ellos? C O N C L U S IO N . — Al refe rirm e a cuestiones ju ríd icas del de-
¿Cómo a c e p ta r las notificaciones por periódico al pobre indio p arta m en te de Puno, poblado en su m ayor p a rte p o r indios que­
que vive en su verde ayllu labrando su tie rra , ig n o ran te del com­ chuas y aym arás, fra ca san n u estras leyes, la ju risp ru d en cia ro m a­
plot de papeles que se fra g u a co n tra él en la a ld e a ? . . . na, el Código de Napoleón y cualquier nueva ten d en cia de moda.
A la nom enclatura indigena, es preciso ag re g ar o tra circuns­ E scritas n u estras leyes con v istas a los anaqueles cargados
ta n cia que nace de la costum bre nativa y es la siguiente. de obras ju ríd icas ex tra n jera s, la ju risp ru d en cia p rác tica indige­
M E D ID A S A G R A R IA S IN D IG E N A S — Los indios y con ellos n a olvidada, m enospreciada, desconocida m as bien, se encarga de
casi todos los que viven del campo, no usan en realidad el sistem a darnos en la realidad los m ás rudos golpes.
m étrico decimal. Las m edidas ag ra ria s son prim itivas, simples, H acem os ju sticia y buena, de acuerdo con n u estra s leyes.
fu n d ad a s en la observación de las cosas. Pero olvidamos el derecho de la costum bre indígena.
E n H uancané a la extensión de te rren o p ara cu ltiv ar se lla­
m a “ Y anasi” . La unidad ag ra ria se calcula p o r la extensión de E M IL IO R O M ER O .
29

D entro del pensam iento universitario nacional, la concepción Com pany— b an q u ero s de B oston— ; la de P ittsb u rg a The U nited
de Tello significa precisam ente la negación de la llam ada A u to n o ­ S tates Steel C o rp o ratio n ; la de C alifornia a H ydro-E lectric Pow er
m ía U n iv e rs ita ria ; m ien tras él sostiene que su plan aseg u raría la T ru s t; la de P ensylvania a The U nited S tates S teel C orporation,
verdadera autonom ía. E l hecho es explicable: Tello, influenciado, etc. etc. A m ás de esta vinculación d irectriz, r a r a es la U niver­
por el régim en u n iversitario am ericano, no concibe u n a universidad sidad que no in v ie rta fu e rte s capitales en las poderosas sociedades
sin su respectiva J u n ta de S uperv ig ilan cia; al p ro c u ra r ad a p ta r la anónim as. No es ex trañ o que u n Concejo directivo form ado por
institución al régim en nacional, substituye los delegados de los ex­ hom bres de negocios norm e la vida u n iv e rsitaria desde el punto de
alumnos, a los albaceas de m illonarios, y a los rep rese n tan tes de v ista de la organización cien tífica del tra b a jo ; selecciona y divide
Jas em presas com erciales con los delegados del E jecutivo y el L e­ la lab o r in telectu al con el criterio del em presario in d u stria l que es­
gislativo. A simple vista, la J u n ta de S upervigilancia re su lta una tu d ia las necesidades del público y especula con las fluctuaciones
entidad exótica, dentro de n uestro régim en u niv ersitario , y su crea­ del m ercado; en síntesis: T a y lo riz a la U n iv ersid ad .
ción sería aceptable solo en el caso de que se le g aran tizase las
atribuciones que el a u to r le concede, y, efectiv am en te llenase, en P R IN C IP IO S D E A D M IN IS T R A C IO N U N IV E R S IT A R IA .
la práctica, fines de a lta orientación educacional, pues, su sim ilar
el “ B o ard of T ru s te e s ” de las universidades am ericanas desem peña E n 1922, con la colaboración del Dr. E ncinas, Tello p rese n ta
un a labor negativa en el sentido ap u n tad o ; m ien tras que desde el en la C ám ara de D iputados un P royecto de Constitución de la U ni­
punto de vista financiero y adm inistrativo llena debidam ente sus versidad M ayor de San M arcos. Al se ñ ala r las orientaciones gene­
fines. rales, insiste sobre la necesidad de en cam in ar la investigación cien­
Tello precisa m ejor su concepto sobre la a u to n o m ía u n iv e rsi­ tífic a h acia la solución de los problem as nacionales. Im p o rtan te
ta r ia al glosar el pensam iento de Schleierm acker, el refo rm ad o r de aspecto de la fu nción social de la m oderna U niversidad, por des­
la U niversidad de B erlín: La tu te la del E stado debe te n er, como g racia un ta n to descuidada en n u e s tra casa de estudios.
ta r ia al glosar el pensam iento de Schleierm acker, el refo rm ad o r de Ju n to a la 3 fac u ltad e s clásicas incorpora el In stitu to P olitéc­
to da tu te la , un lím ite alguna vez. El E stado d ebería d e ja r a las nico y crea la E scuela de C u ltu ra G eneral y la E scuela de G rad u a­
Ciencias a sí mismas, encom endando sus arreg lo s in tern o s e n te ra ­ dos de A rtes y Ciencias. C onstitución orgánica de las más m oder­
m ente a los m aestros, y, reservando p a ra sí, sólo la adm inistrá- nas universidades de A m érica, e n tre ellas la de L a P lata, y, que
ción económica, la supervigilancia y el estudio de la influ en cia in ­ responde a realizar el plan in te g ral de c u ltu ra superior y enseñan­
m ediata de estas instituciones en el servicio civil. za técn ica profesional que la U niversidad está llam ada a im p a rtir
p a ra fo m e n ta r el m ejoram iento social y el progreso de las Ciencias.
LA U N IV E R S ID A D T A Y L O R IZ A D A . E n m a teria de enseñanza, preconiza el sistem a de cursos m o­
nográficos, de investigación y el sistem a electivo. D eterm in a el
E n tre muchos otros m éritos, se atrib u y e a la U niversidad am e­ rad io de acción dé la Biblioteca y el Museo, señalando la función
ricana el de conceder, a su docencia, am plia lib ertad de crítica, sin de sus diversos departam entos. V italiza así estas instituciones lla­
te n e r en cuenta que, m ás de u n a vez, se ha dado el caso de p ro ­ m adas a se r poderosos auxiliares didácticos, an tes que almacene*
fesores que han sido expulsados por su “ radicalism o” y h a sta por de antigüedades.
su “ liberalism o” . Ilu stra tiv a la separación de J. H. Robinson y E n tre las innovaciones fundam entales”, m erece especial m en­
G. E. W oodberry del P rofesorado de Columbia. El caso se rep ite en ción la división del m agisterio en 4 categorías, con su resp ectiv a
casi todas las gran d es universidades porque es el “ B o a rd o f T ru s ­ escala de sueldos y honores. Sistem a llam ado a fo rm a r el tipo del
te e s ” el que adm inistra los fondos y controla la orien tació n ideo­ verd ad ero P ro feso r U n iv ersitario , con fo ja de m éritos en el ram o
lógica de dichas instituciones. que cultive.
Se cree que el B o a rd of T ru s te e s o Consejo de Fideicom isarios E n cuanto a la adm inistración in te rn a , el Proyecto, no in tro ­
imprim e vitalidad en lo adm inistrativo e impulso de renovación duce refo rm as substanciales a no ser la creación de u n a J u n ta d«
y h asta sentido revolucionario a la enseñanza, haciendo abstracción S u p e rv ig ila n c ia , como el organism o encargado de fiscalizar todos
del carácter em inentem ente conservador de este organism o, in flu en ­ y cada uno de los actos de la U niversidad; im pulsar y estim ular
ciado por prejuicios políticos, sociales y religiosos: N. M. B u tler se la vida u n iv ersitaria, in te rp re tan d o la opinión pública y las altas
vió obligado a abdicar a su credo p resbiteriano e in g resar a la Ig le­ necesidades del p aís; dem an d ar de la Sociedad y de los P oderes
sia Episcopal, como m edida indispensable p ara lleg ar a la P resi­ Públicos apoyo, concesiones y privilegios a fav o r de la U n iv ersi­
dencia de Columbia. S eguram ente, los profesores de Ciencias exac­ dad y ase g u ra r su autonom ía, lib rán d o la de to d a in flu en cia p o líti­
tas y naturales tienen am plia lib ertad de crítica ; pero, los de a q u e­ ca p artid arista . F o rm an esta J u n ta delegados del L egislativo, el
llas “ disciplinas que trascien d en a la vida social y que preten d en E je cu tiv o ; de los m aestros y los estudiantes. Con criterio dem o­
re g ir sus aspectos políticos, jurídicos y económ icos” tien en que h a­ crático, se incorpora la rep resen tació n estu d ian til en pie de ig u al­
cerse cómplices de u n a m istificación o m archarse, como el P ro fe ­ dad con las dem ás (2 delegados). E l éxito de esta Ju n ta , en g ra n
sor A rdzrooni, tra s de un am biente de tolerancia. p a rte , dependería del prestigio in telectu al y la capacidad m oral de
No es posible estu d ia r la organización y ten d en cia educacio­ los hom bres que la constituyesen, sólo así se lo g raría, como piensa
nal de estas “ g ra n d e s u n iv e rsid a d e s” sin relacio n arlas a la aplas­ el au to r, a seg u rar la au tonom ía de la U niversidad y p o n erla al
ta n te industrialización del pueblo yankee. La m ás a lta dirección m arg en de rencillas políticas.
de la política u n iv ersitaria está en arm onía con la p eculiar o rg an i­ C ontiene adem ás el P royecto disposiciones relativ as a la ex­
zación social del P aís: L a C onstitución del C o n sejo de F id e ic o m i­ tensión u n iv e rsita ria ; la reglam entación de lo s . estu d io s; la cre a­
sario s tiene su origen en las cláusulas te sta m en ta rias de algún m ul­ ción de re n ta s propias p a ra la U niversidad y el control de sus fi­
tim illonario, o en los estatu to s de consolidación de determ inado nanzas. E n tesis g en e ral: E l proyecto contem pla los diversos as­
tru st. R atifica esta afirm ación el docum entado estudio que U pton pectos de organización u n iv e rsitaria m oderna, basada en ad ecua­
S inclair hace—en su sugestivo libro “ T h e G oose S te p ” — sobre la dos principios educacionales y adm inistrativos. P rincipios que, da­
educación am ericana. Según él: E s imposible d iferen c ia r la plana do el tradicionalism o que nos liga al pasado, h an sido calificados
m ayor del B oard of T ra ste es (Consejo de Fideicom isarios) de la de dem asiado avanzados p a ra n u estro medio, y, el P royecto, t a ­
U niversidad de Columbia de la del D irectorio del F e rro c a rril Cen­ chado de utópico, sólo h a logrado su aprobación— con lig eras mo­
tr a l de New Y ork, los mismos hom bres actúan en u n a y o tra ins­ dificaciones— en la C ám ara de Diputados.
titución. E n últim o té rm in o : La Casa M organ rig e los destinos
de la “ m ás g rande U niversidad de A m érica!” Su Consejo está ' A IN V E S T IG A C IO N C IE N T IF IC A .
form ado por un ingeniero, un médico, u n obispo, diez abogados
de corporaciones, ocho en tre banqueros y em presarios de fe rro c a ­ No podem os d e ja r de re fe rirn o s a uno de los capítulos más
rril, y, por fin, un educador: el P residente de la U niversidad, su g eren tes del libro de Tello, aquel en que hace u n v erd ad ero lla­
m iem bro ex-oficio . mado a los hom bres de Ciencia del país y a las in stitu cio n es que
Las prolijas investigaciones de S cott N earing, consignadas en la cultivan p a ra que dediquen sus energías no solam ente a in cre­
su libro “ School a n d S o c ie ty ” y las de E vans C lark dem uestran m e n tar sus conocim ientos sino a fo m e n ta r la producción original,
igualm ente que, la dirección de las más notables universidades como único medio y fin de la educación. In siste en que la fu n ­
está vinculada— en m ayor o m enor escala— a la de las m ás fu e rte s ción de in v estig ar no es característica solam ente de las g ran d es
em presas industriales: la de H arv ard a la de Lee, H igginson and universidades n i corresponde necesariam en te a u n a etap a avanzada
30 J lm a u ta i

O R A C U L O
PO EM AS DE CESAR MORO
I N F A N C I A D o rt. II d o rt. II d o rt. II d o rt.
D e to u s les sa c rific e s e t d e to u te s Ies c o n q u e te s
Como el viento en su canción desesperada, L ’ hom m c de to u s les m o u v em en ts,
como los p ájaros del viento P a u l É lu a rd .
de agudos picos,
salvaje alegre ingenua Los árboles despiertos de cansancio.
mi alm a galopa P o r qué saludarse, an te ta n ta discreción?
sobre la cuerda te n sa del pensam iento mío. Las h o jas de los árboles cam inan
Como el fuego en la canción ard ie n te de la llam a y se arro d illan sin re z a r
como las lenguas innum erables del deseo valien te ejem plo-equilibrista-parasol,
alegre ro ja ingenua l os v iajes com enzados no term in an
mi alm a se adiestra no te rm in an , no te rm in a n . . .
p a ra la fie sta num erosa del pensam iento mío. T anto pañuelo y ta n to adiós guardados
Como la m uerte, sorda, m uerta, cobra, los gestos y las m anos cerrad as de desesperación.
como los buhos de la m uerte De noche guardem os silencio
en el plafond del cielo, silencio, silencio. . .
cínica a stu ta m u e rta (El m a lestar co rre sobre la p u n ta de los ojos)
mi alm a se sube a los retablos Qué los viajes com enzados no principian
p a ra la m ítica renovación del pensam iento mío. (el m alestar golpea sobre el sueño, en la
Lima, 1924. alm ohada, debajo de la cam a)
los viajes del comienzo no term inan.
en la evolución de esta clase de instituciones. E lla es — dice —
esencial a to d a U niversidad que m erece el nom bre de ta l sea cual U na estación sin bridas
fu e re su categoría. despavorida, inútiles las señales
Guiado por este criterio, preconiza la creación del Sem inario; desde la extrem idad de las pestañas.
del organism o llam ado a re a liz a r la función fu n d am en tal de in ­ El corazón golpea fu e r te : rum or
v estig a r; de organizar el conocim iento; de e n tre n a r y g u ia r al es­ a-go pelea o se disgrega o cae
tu d ia n te , en medio del caos y confusión de los fenóm enos; de dis­ o perm anece, con firm e z a
ciplinar la inteligencia p a ra el tra b a jo constructivo y original. El u n c a b a lle ro de fo r tu n a
Sem inario— dice— es el ta lle r donde tra b a ja n co n ju n tam en te m aes­ a p e s a r d e los e n red o s
tro s y estudiantes im pulsados por una fe m ilitan te en los hechos; v ien e a la casa.
p o r la creencia casi fa n á tic a de que el mundo es un todo coor­
Silencio, el corazón vuelve a golpear
dinado y arm ónico. E l Sem inario es el laborato rio que organiza el
silencio podrido como los m aderos viejos
conocim iento y estim ula las energías p ara adquirirlo y sistem ati­
de un ataúd. El corazón golpea.
zarlo. E n él m aestros y estudiantes se hallan em peñados co n stan ­
Quién pu d iera p asar este silencio
tem ente en resolver un problem a, re c tific a r un hecho o av an zar el
ten ien d o las m anos de sus m anos
conocim iento.
en las m anos.
Indudablem ente, Tello es quien, e n tre nosotros, con mas p re ­
No hay voluntad que valga
cisión ha trazad o los lincam ientos del Sem inario, y el que con
todo vuelve a dorm ir.
m as ferv o r lo h a preconizado. E s de esp erar que m uy pronto se
E s este el sol? Las m anos
cree un verdadero sem inario que sirva de m odelo; así se evita­ tran slú cid as e n tre las alg as del sueño.
rá que se aplique este térm ino a las simples congregaciones de
No puedo q uitarm e este som brero ta n pesado.
estudiantes que distraen su tiem po en búsquedas bibliográficas, sin
LTna arm azón principia a saludar
ahondar el conocim iento in te g ral de ningún problem a, ni a p o rta r
en to rn o a los caminos que dan vueltas
el contingente de su iniciativa personal p a ra la solución del mismo
y vueltas y vueltas
o el avance de la Ciencia. alred ed o r de u n a v entana.
A dem ás de un bien m editado estudio sobre la m edicina y la
La som bra de un pie despide
A ntropología en la Educación Nacional, en el que propone la fu n ­
al g u errero cansado de esp erar, cansado
dación de u n a a lta Institución de C ien cias B iológicas, destin ad a a
V igías, de pie! (La som bra de un a
la solución de los problem as nacionales; tra e el libro un in te resa n ­
mano retien e a penas los sollozos
te proyecto p ara la provisión de becas en el ex tra n jero . Becas
dan ganas de g rita r).
que h ab rían de conferirse a profesionales recién graduados que
preten d an especializarse y dedicarse a la enseñanza, m edida te n ­ E l corazón golpea.
diente a m e jo rar n uestro problem a u niversitario , ya que su solu­ No h ab rá quién venga a ab rir?
ción no sólo es cuestión económica, sino de capacidad de la docen­ Los p ájaro s-carreras-sin regreso
cia. voltigean perdidos alred ed o r de la lám para.
LA R E F O R M A D E LA U N IV E R S ID A D M isericordia. H ay uno ciego, el otro can ta
y uno que m o ja sus plum as en el fuego,
Consecuente con los principios educacionales que h a venido y me im piden c e rra r los ojos,
sosteniendo el p rofesor Tello, al estu d iar la refo rm a de San M ar­ co rtaro n mis p árpados sin piedad.
cos, a trav és de sus diversas etapas evolutivas, aboga p o r la fo r­ G ran p en a debe pasarse
m ación de la U niversidad científica fre n te a la profesional. C ree­ cuando así can tan , co rtaro n los párpados
mos que todo esfuerzo en este sentido es laudable ya que lograd- de mis ojos y hay uno ciego, o tro que can ta
ría conciliar am bas tendencias. y uno que m oja sus plum as en el fuego.
Sostiene que n u e stra refo rm a fundam entalm en te es u n a cues­ Cannes, setiem bre de 1927.
tión de organización y resu lta así porque la ley de 1920 no es
una Constitución de la U niversidad; ella contiene disposiciones que
tocan solo a la p e rife ria y no al fondo de la organización u n iv er­ “ F O L L O W I N G Y O U A R O U N D ”
sitaria. Nos ha preocupado mucho el progreso económico, político
y cu ltu ral de la U niversidad— dice—pero, no hem os m editado p ro ­ (S ie m p re sig u ié n d o te )
fu n d a y claram ente sobre su organización. P o r esto el progreso Pecho de bisonte
de la U niversidad es solo una ilusión óptica. Muy acertad am en te, el pan taló n y la ch aqueta
el a u to r reclam a una U niversidad que responda a las necesidades hacen el tra b a jo
e ideales de la sociedad actual. pero tu corazón tien e un panoram a
A lberto A rca P arró . y el jugo de tu chaleco
á m a u ts 31

v ador Novo Colson, V illau rru tia, R odríguez Lozano, Carrillo P u er­
GARLOS MISSIES.!33^. to, O rtega, A lfaro Siqueiros, Je a n Chariot, Tam ayo, Carlos Chá-
(viene de la página 12) vez, A zuela, Julio C astellanos, A révalo M artínez.
Pueblo influenciado solam ente por el sol. El sol es el g ran
en ella una esencia que no se puede circunscribir en tre fro n te ras. clásico de los trópicos. E l S hakespeare de Dios. Todo es oro, to ­
No tien e p a tria ni edad; es sim plem ente, con la m ayor n a tu ra li­ do resplandece y sueña, sonoro color, todo vive apasionadam ente.
dad, hum ana. Sensualidad, in stin to divinizado, len g ua esp iritu al que hablan los
Renovación de n u e stra adm irable sabiduría, de la ciencia in a­ poros, aquí h asta la lascivia se hace espíritu. Sol.
g otable que está en el am biente de n u estra s ruinas, hechas por los E l color ju stific a n u e stra raza.
g ran des clásicos anónim os de n u e s tra raza. I r a Rusia o al Congo. O a la b ru tal b alanza de México, que
N uestras H um anidades, m atices de civilización como pocos oscila e n tre Rusia y el Congo. No en cu en tro m e jo r elogio.
pueblos de la tie rra , la tu vieron en su origen. Congo, virginidad, fu erza, sol. H om bres de h ierro , cuya g ra ­
(A pesar de todo, O riente co n tra Occidente es un poco la cua­ cia, ro b u sta y p atética, h a conmovido la plástica de la civilización
d ra tu ra del circulo. A llá está Am érica. Cierro la d iestra de mis latin a. M úsica negra, tangible, sólida. Rusia, la experiencia más
am igos a trav és del m ar. “ ¿ P a ra qué quieren que el círculo sea g ran d e del hom bre m oderno. E n el Nuevo Renacim iento,. Rusia
cu ad rad o ?” ) ocupa el puesto de Ita lia hace cinco siglos. Rusia, revolución tra n s ­
Los griegos fu ero n los m ayas de E uropa. cendente y de am plitud m ayor a la de cualquiera o tra revolución,
¡Que duerm an en paz nuestros abuelos! No hay que conso­ ap a rte del C ristianism o, la ú n ica trag e d ia divina de los hombres.
larse cobardem ente: recordando. No es consuelo, sino m otivo de Rusia se abrió las venas p ara salvarnos la vida: yo creo que ya no
vergüenza. A yudem os a que se p u d ran en paz n u estro s abuelos. son blancas las estepas.
¡Que se pudran en paz! E s orden de Dios. P ad re Sol, fu n d e sus M ientras E u ro p a e n tra en la senectud, México cambia de voz.
huesos), disuélvelos. E nséñanos a abolir las lágrim as de m an era México, v an g u ard ia de A m érica, p ro a de la raza. México maya.
definitiva. E l pañuelo que nos sirva p a ra decir adiós. H ay que N atu ra lez a prim itiva. Selvas. F u erzas ciegas. Alcohol. A m bien­
m archarse. te en todas las conciencias p a ra que dance la P rim av era de B otti­
Se es com patriota de su raza, de todos aquellos que tienen celli con el Renacim iento en sus caderas.
nuestros ánimos, de todos los que piensan librem ente, y se es soli­ U n arg en tin o es incapaz de a tra v e sa r el Canal de Panam á.
dario atacando o am ando. Im posible hab lar de a rte guatem alteco Un m exicano lo salta con los pies juntos.
en estos m om entos. A parte de em pezar, está bajo la som bra (E l latinoam ericanism o se h a vuelto un refu g io de im poten­
propicia de México. Más que influencias del herm ano vecino, son cias, de inteligencias m ediocres. ¡Es u na lástim a! Tres o cuatro
influencias étnicas. Tai vez la m ás in te resa n te civilización am eri­ nom bres m erecen ú n icam ente nuestro respeto. Los otros aprove­
cana existió sobre las actuales tie rra s guatem altecas. La misma chan que el pueblo sea sensible a latinoam ericanism os de esta es­
ra z a : la Maya. P a ra mí, de cierto modo, la noción de p a tria es pecie: “ ¡matemos a los g ringos!” O a un comunismo nacido de
fan atism o idiota, com pletam ente estúpido. Las causas de la san ­ la pereza. Las m anifestaciones tran scen d en tales de la inquietud de
gre se defienden poderosam ente con instinto. No se adm iten te m ­ A m érica: algunos libros, p in tu ras, música, etc., etc., es lo único
p e ra tu ra s m edias en el trópico, o, al menos, no las adm ito yo. E n que recuerdo al escribir estas páginas.)
el trópico todo es pasión, y esa es su gloria. El instinto es b rú ju la La República A rg en tin a g ira alred ed o r de Buenos Aíres. La
poética, inspiración original, rim a prim era, a la cual n u estra vida pam pa es su “b an lieu ” . Buenos A ires: en tre la M agdalena y la
debe en c o n trar su consonante. O pera de P arís. T erraza del Café de la Paix, siete de la noche.
Hay que te n e r la m ano carnosa y áspera de la tu n a , la len­ P erú . Los Incas.
gua jugosa del m aguey, la delicadeza de la vainilla, del tabaco, A m érica. R enacim iento de fu erzas prim itivas. México, es
del m aíz; el oro de las fru ta s , el color políglota de las aves, p ara México hace mucho tiem po. México es un percherón, es u na v ir­
g rita r a los dem ás pueblos lo que somos, así como lo hace a nues­ gen. ¡Qué lástim a que se m asturbe!
tro s sentidos, cotidianam ente, el sol déspota. Amigos de Buenos A ires: estoy y a capacitado p ara un viaje a
Recuerdo “ pele-m ele” y los tiro al a z a r de mi m em oria: Diego la Pam pa, porque sé italian o y sé fran cés. La esperanza está en
Rivera, Clem ente Orozco, Carlos M érida, Alfonso Reyes, José V as­ “ M artín F ie rro ” . La esperanza está en “ Don Segundo Som bra” ,
concelos, Yela G unther, B est M augard, Je sú s Castillo, López Ve- pam pa au tén tica, y yo creo que N etzahualcóyotl h ab ría puesto un
larde, Em iliano Z apata, A gustín Lazo, M aples A rce, Covarrubias, poem a e n tre los pliegues de su acordeón. Al menos p a ra que no
José C astañeda, D octor A tl, A sturias, González de M endoza, Ar- escapara al aire de A m érica y p a ra que fuese aú n m ás musical.
queles V ela, Pablo Z elaya, Carlos Pellicer, X avier Icaza, List A r- Oyendo el latido de mi corazón, m e proclam é P ríncipe Maya,
zubide, H um berto Gai'abito, A braham A ngel, Toño S alazar, Sal- en pleno P arís, no lejos de la T o rre E iffel. El Sol fu é mi padrino.
E n nom bre de los dioses asistióm e. La T orre, geyser de acero, se­
ñ alab a mi orientación m oderna, absolutam ente cenital.
E n dos huacales, uno de los m ayas de mi tie rra , alrededores
oh prendas de vestir!
de A ntigua G uatem ala, y el o tro de las tie rra s de México— un m is­
sin venir a p asar u n a estadía
mo país con dos nom bres en los libros—, h aré la b ra r mi escudo,
de las vacaciones que le perm iten
y con ellos cu b riré los senos de la m u je r siem pre im probable.
las ocupaciones del tra b a jo de su sueño.
. . . Y ¡cuántas cosas m ás pensaba contem plando la p in tu ra
E n el tra b a jo de su sueño pierde
de Carlos M érida!
lo que vosotros, ojos, no g an aréis jam ás
p o r ta n to n ad a g an a ría a tr a b a ja r
por an u lar su sueño esperem os
no arb o ra en la farm ac ia
Es necesario aclarar, d efinitivam ente, que Carlos M érida es de
Ca ne se vend pas dans les boutiques
los m ás b rillan tes y en tu siastas “ pioneers” de la p in tu ra am eri­
oh prendas de v estir, abanicos
cana. Su labor ac tu a l tie n e un viejo entronque, paciente estudio,
por ta n to nada g a n a ría a venderse
la o fre n d a de su vida ín teg ra.
ni a tra b a ja r :
F u é él quien lan zara cierta tonalidad pictórica, uno de los
invitación a no co n cu rrir a l tra b a jo
principales en h acer se n tir hondam ente n u estra s gran d es co rrien tes
qué habitación estrech a la de los guantes
raciales cuando— casi in teg ralm en te— ia poca p in tu ra am erican a
que perdieron, al rededor, podemos,
vivía p ará sita de la p in tu ra europea.
congregaciones cintas rosadas cintas celestes, asp iran tes Carlos M érida fué de los prim eros—rep ito —en iniciar n u estro
y vosotros todos invitación a tra b a ja r. renacim iento pictu ral, a pesar d* su extrem a ju v en tu d . P in tó in­
dios, n u e stra n atu ra lez a, con verdadero sentim iento, con pasión,
P ero vosotros todos con el entusiasm o y lealtad de algo que se tiene en la sangre, es­
invitación a no tra b a ja r. cuchando órdenes sagradas y cum pliéndolas de m an era irrem isible,
CESAR MORO. porque no h ab ría podido no pintarlos, ta n g ran d e e ra su anhelo,
P aris, 1928. su ferv o r.
32 #t m a u la

Y no cabe duda que en a rte , log m ejores fru to s son los del M arqués de F iestas G alantes— V erlaine— , es, v erdaderam ente, un
A rbol G enealógico. Y así se ve a la p in tu ra de A m érica to m ar p_ digio a fu erza de su genio. Sin em bargo. . .
posesión de sí misma, v erd a d era conciencia de sér, de fu erza , y y a Diego Rivera, p in to r de la Revolución, m enosprecia a los in­
esa orientación, que debe ser definitiva, es un g ran triu n fo p ara telectuales m exicanos y, probablem ente, a to d o s. . . A segura que
n u estro s Prim itivos. su obra sólo el pueblo puede com prenderla, porque es del pueblo,
por el pueblo, p ara el pueblo. P in tu ra barbussista, com entara Mo-
Y en la labor de desasnar la p in tu ra am erican a que n acía
rand. U nica fra se un poco acerta d a en la d isp aratad a prosa so­
m u e rta por el oropel, p o r el pintoresco, cursi lite ra tu ra , h o jarasca
bre el g ra n p in to r. M orand, como que no tien e m ucha sensibilidad
que seducía a los pocos p intores sin té cn ica n ing u n a, sin sentim ien­
p ara esas co sas. . .
to indígena, desastrosam ente afrancesados o ita lia n iz an te s; p in ­
Carlos M érida tiene la terrib le y grande aspiración de ser ú n i­
to re s que se reducían a p in ta r sím bolos superficiales: chinas po­
cam ente p in to r am ericano. Igual a Chagall, que es ruso siempre,
b lanas, etc.— la p an d e reta , el p ie rro t de la p in tu ra am erican a—
im prescindiblem ente de una gloriosa m anera autom ática, como el
C arlos M érida fu é quien em prendiera la difícil ta re a de o rie n ta r­
tim b re de la voz o la faz p u ra o el color de la piel, an cestralm en ­
los por el cauce actu al, elevando a valores significativos, d ep u ran ­
te, Carlos M érida desea ser am ericano. El g ran p in to r ruso, h as­
do, h a sta lo g ra r iniciar la plástica am ericana. Pocos, entonces, lle­
ta en un ram o de flores tropicales, posee no sé qué inefable deso­
v ab an o sim patizaban por el cam ino que a b ría M érida, rodeado de
lación de las estepas.
in d iferen cia.
Yo pienso que los cam aradas, al verse en los frescos de D ie­
Y yo creo que n ingún otro p in to r am ericano h a encauzado esa
go Rivera, no com prendiendo g ran cosa de su adm irable obra, no
revalorización con u n a herm an d ad m ás p erfec ta, con el genio mis­
podrá ag rad arles en co n trarse con rasgos caricaturescos y m anos
mo de la raz a, sabiendo darle un impulso am pliam ente m oderno y
dem asiado robustas. La m ism a V irgen si v iera los trozos de alg u ­
de u n a liberalidad to tal. Dos o tre s pin to res m ás de A m érica han
n a vírgenes flam encas en teram en te mongólicas o las creaciones de
logrado realizaciones m ás acabadas que Carlos M érida; pero es n e­
Giotto—p o r ejem plo—vírgenes ta n bellas que se arrep in tiero n súbi­
cesario no olvidar que él fu é el p rincipal iniciador de esos tr a b a ­
tam en te de se r caricatu ras, ta l vez sólo so n re iría . . .
jo s. H e aquí la afirm ación ro tu n d a del mismo Diego R iv era: “ C ar­
H acia la m agnífica sutileza de expresión de un Chagall, tie n ­
los M érida h a realizado, de algunos años a esta p a rte , un a labor
den todos los vigores del joven m aestro guatem alteco. Chagall
de am ericanism o extrem adam ente in te re sa n te : él fu é el prim ero
logra, ta n to como el alem án George Grosz, se r de su tie rra , m edu­
en h a c e r e n tra r d entro la v erd a d era p in tu ra , el pintoresco am e­
larm ente. H asta en esa p in tu ra que tiene la g racia angélica, r e ­
rica n o ” . p en tin a, de los cuadros de niños, de locos o los retab lo s de nues­
México, el país que tien e m ás entidad, fu é la tie rra que fe ­
tra s iglesias, p in tu ra en donde todo es felizm ente inesperado, en
cu n d a ra los nuevos impulsos. Fenóm eno n a tu ra l p o r la a lta cali­
los propios lím ites de la ingenuidad y de la fan ta sía , Chagall lo­
dad racial. La p in tu ra am ericana,, cuando no existía, e ra algo
g ra d e ja r sus huellas digitales m arcadas con sangre eslava.
inexplicable.
La ju v e n tu d de M érida, pasada en la n atu ra lez a m ilagrosa de
S a in t Sim on aseg u ra que el a rte de un pueblo es u n a resu l­
la Cordillera, en los d epartam entos occidentales de G uatem ala, a
ta n te social y rac ial: México tien e a rte propio, ¡claro! orillas del Lago de A titlán o en tie rra s de México, ha absorbido,
No es, desde luego, el asunto tra ta d o lo que es regional, lo que
casi p o r ósmosis, su color incom parable. H a vuelto a E uropa, n u e­
es nuestro. E l público piensa que un p in to r que hace cuadros
vam ente, p ara au m en ta r sus capacidades, p ara co n tin u ar el difícil
anecdóticos con indios com erciando telas, etc., o que p in ta n a tu ra ­
ap ren d izaje pictórico de sab er m irar. Con la v ieja cu ltu ra medi­
lezas m u e rtas con n uestros fru to s, un som brero charro, algún tie s­
te rrá n e a , que sólo a la exasperación generosa de Diego Rivera to ­
to indígena, etc., está y a tra b a ja n d o en a rte am ericano. leram os no te n e rla en cu en ta (!), se vuelve a la p a tria viendo m e­
Algo sem ejan te pasa en m úsica, en a rq u ite c tu ra , en l e t r a s . . . jo r, con u n a m irada más clara y sintética, más m esurada, m ás fi­
E l em pleo de cierto léxico criollo no aseg u ra u n a em oción au tó c­ n a y analítica, h asta lo g rar f ija r las m odalidades de n u e stra tie rra
tona. O como p e n sa r que el espíritu m oderno consiste en hacer
pródiga.
odas a los autom óviles. L a esencia de las cosas es la que nos in ­ — “ Bien se ve que ustedes son tropicales”— nos dicen a m e­
teresa. E l autom óvil es, adem ás, en la conciencia del mundo, más nudo, h asta en M adrid, cuando nos derram am os p o r necesidad, a
efím ero que el claro de luna. veces en vanos alardes. Quién sabe por qué causa los españoles
E l alm a de u n a rte no está propiam ente en el asunto que tr a ­ están m ás lejos de n u e stra sensibilidad que los franceses, a pesar de
ta . Sobre el tem a tr a b a ja el sentim iento. Sobre el te m a se hace raza, idiom a, religión, etc. C u ltu ra nórdica, alem ana, O rtega y
la in te rp retació n . D eben h acer transposiciones to ta le s del a rtista Gasset. H ay un fu e rte “ chauvinism o” en la co rriente actu al del
— digestión—, y, con las reacciones au tóctonas, devolver un a esen­ a rte am ericano, síntom a n a tu ra l que es halagüeño. Volviendo de
cia indígena de la anécd o ta indígena, de! paisaje, del folklore, de E u ro p a, en la extrem a ju v en tu d , yo creo que se llevan ojos n u e­
todo lo pintoresco que em barranca a ta n to princip ian te porque, sin vos que saben m ejo r p esar y m edir. Sobre todas las playas del
estilo, sin ese baño en las corrientes m ás hondas de la raza, no m ar latino se oye el coro de las m usas m oderatrices invocadas por
pueden te n e r nin g ú n valor universal. Y h a sta entonces, lógicam en­ Claudel. E l mismo Diego R ivera vino a E u ro p a a ap re n d er las
te, aparece la p lá stic a am ericana. disciplinas clásicas que fu ero n ro b u sta sem illa en su tie rra po­
L a p lástica es u n v alor universal, porque es n etam en te p o éti­ te n te : a su o bra gigantesca— de las más d uraderas y g randes de
ca en el m ás am plio sentido de la palabra. Nace de ver las cosas este cuarto del siglo XX— to d a esa ciencia le sirvió de punto de
p o r ad en tro . L a plástica es la p a rte “ esp eran to ” de la p in tu ra , apoyo, de tram p o lín p a ra su m usa indígena.
la cualidad que la hace regional en todas partes. Tengo, en mi conciencia, en sitio ap arte, la obra de Diego
M ientras la p in tu ra am ericana no había logrado esa crista­ R ivera y la obra de C lem ente Orozco.
lización que h a sta hoy em pieza a obtener, carecía de un elem en­ H ay jóvenes pintores que creen venir a so rp ren d er a E u ro ­
to esencial y universal. H ay m uchas plásticas, siendo, fu n d am en tal­ p a con lo que ellos entienden por a rte am ericano, tray en d o sólo
m ente, una, así como la poesía: sensación inefable, elevación, r e ­ el aspecto pintoresco, escenas típicas, pero sin resolver ningún p ro ­
dención divina del hom bre. blem a, sin in terp retació n , sin ningún sentim iento au tóctono, sin
Un kodak en m anos de un inglés, de un español, ruso o f r a n ­ n in g u n a idea de plástica aborigen. Y tales obras no p erten ecen a
cés, to m a rá, invariablem ente, las escenas que le pongan en fren te. la p in tu ra am ericana ni a n inguna clase de p in tu ra . La corriente
L a p in tu ra pin to resca de ta n to s am ericanos— indios fotogénicos, del sentim iento am ericano, la v erd ad era esencia, corre p ro fu n d a
flo res, volcanes— es ta n anodina como las postales de un kodak en y pocos la logran porque pocos tien en erudición y sensibilidad p a ­
m anos e x tra n je ra s que no sepan ni seleccionar. Carece del ele­ r a llegar a mil te rn u ra s de hondo.
m ento fu n d am e n tal de la p in tu ra : la plástica. El viaje a México, en donde hay un in te resa n te movim iento
Se n ecesita ser m uy am ericano p a ra poder p in ta r a n u e stra pictórico, organizaciones más o menos técnicas y m odernas, ser­
A m érica. ¡A parte de ta n ta s o tras cosas! v irá de muchísim o a la joven p in tu ra am ericana.
N u e stra p in tu ra ac tu al tien e una orientación clásica: espíritu P a ra un joven a rtis ta nuestro es peligrosísim a la venida a
co n stan te de revolución. E uropa. N um erosas corrientes, que sólo tien en afinidades lejanas
S er am ericano m edularm ente. ¡Veo ya a la Pavlow a b ailan ­ con la propia, accionan sobre la sensibilidad casi virgen. Es como
do nu estro R abinal Achí con rem iniscencias de la M uerte del Cisne! un lincham iento del alma, lucha an gustiosa que yo su frí y que
C orte del Rey Sol, R ubén D arío en V ersailes, siglo X V III, siento aún. Los veinte años de un tropical suelto en la vida ten-
A m aula 33

taculay de P arís es algo v erdaderam ente patético y conm ovedor.


Hoy— en difícil convalescencia— , los inm inentes y constantes peli­ Sonido íntimo de m a r z o
gros denuncio, vagam ente, a mis jóvenes com pañeros de A m érica.
¡Recuerdo ta n ta s cosas! Marzo va sonando en niños i frutas;
-—“ ¡Ah, dichoso X o Z que se fu é a los veinte años a P arís!” i la estación se deshace en crepúsculos puros.
— exclam an ta n to s desorbitados.
E l a rtis ta am ericano actu al es absolutam ente otro del a rtis ­ oyendo ese camino que partió de setiembre,
ta de la generación que nos precede. Los tiem pos han cam biado sé que tu ingenuidad llegaba hasta lo blanco i lo lejano
m inuciosam ente. Sólo salvados po r sirenas, verdaderos m ilagros, sería que un pájaro pasaba por tus ojos de entonces.
nos im piden rom pernos el alm a to ta lm e n te en el inestable equilibrio
de este am biente, sobre todo a edad ta n tem p ran a. Y nosotros no por eso aumento mi soledad i busco silencios nuevos,
debem os ser o tra cosa sino sólo am ericanos. ¡Recuerdo ta n ta s el silencio que nos lleva hasta lo primitivo.
cosas!
Las posibilidades inm ensas de la cu ltu ra europea, las in te re ­ 0 deshacerme en áiboles, en aguas, en piedras,
san tes disciplinas cubistas, han tom ado en A m érica significación hasta llegar al dolor del hombre que en las ciudades
propia, porque han sido digeridas, quedando sólo las esencias en se vá, se vá, en gritos de músculos.
los alam biques indígenas, viniendo así a fo rta le ce r, a cim en tar n u es­
t r a plástica. E l Cubismo no existe en A m érica, y ¡cuánto m ejor! marzo que llega casi hasta las siembras
A dm iro con todo fe rv o r la obra prodigiosa de Picasso, mago de 1 en charlas de niños i los abecedarios.
la in q u ie tu d ; pero entiendo que sería fa ta l p ara el a rte am ericano
cu ltiv a r su m ilagro. Tenem os grandes fu erza s propias. ya habrá llegado a la sierra con su ponchito
Si la p in tu ra europea gira, m ás o menos d istan te, en to rn o bordado de nubes azules hasta las lluvias crecidas.
a Pablo Picasso, la am ericana se siente a rre b a ta d a por Diego Ri­
vera. De m an era global—panorám icam ente—podríam os decir co­ animo esta mañana flameando el corazón y vuelvo:
mo N ietzche sobre los discípulos de H egel: “ Todos los cubistas son alguien pudiera pasar pordo que no sentí,
unos burros, m enos Picasso.” Igual en las o tras artes. Lo de mas, todos los que partieron por misjnanos
sie m p re : el g rande com iéndose al chico. E n A m érica tenem os v a­ en serpentinas de ausencia llegaron hasta el invierno.
rios gran d es p in to re s: Carlos M érida está en tre ellos. T ra b ajab a
ya con éxito, había encam inado de m an era adm irable sus investi­ acariciando las lejanías una crucecita de tiempo
gaciones cuando Diego R ivera estab a en su in te resa n te evolución ha reventado entre mis dedos.
cubista. Muchos de los pintores com pañeros de M érida, y algunos
críticos europeos, han tom ado ta n to in te rés po r su p rim e ra época me olvidaba de los juegos que sembré en tierras de otoño
como por su obra últim a. E n M érida, recordando cronológicam en­ i alzando las lluvias.
te, no se en c u en tran influencias de Diego R ivera, m aestro suyo,
con quien tr a b a ja ra en los m uros de la S ecretaría de Educación. sin embargo marzo.
El a rte tr a ta de lo p articu la r. Donde no h ay originalidad no hay
a rte . Las ideas g enerales son sus antítesis. ¿Cómo p o d ría in te­ acomodo estrellas para todas las albas,
resarn o s el rebaño? para que no vayan a posarse tan lejos los trinos
C arlos M érida es la personalidad a rtístic a m ás con creta que de los gorriones.
tiene hoy G uatem ala. N inguno e n tre nosotros es dueño de un a r ­
te m ás dom inado ni con m ás sangre n u e stra que él. Y la única J o s e VARALLANOS.
vida in ternacional in te resa n te que tie n en n u estra s p equeñas p a­
tria s es la que le proporcionan sus hijos pródigos. M érida h a lo­ 1928.
g rado m ultiplicar y d ep u ra r su sensibilidad criolla. O bra densa,
mnrn<m*)* -M r< irr*m rTrM r tttm itm \m\m n it iiim i im \mm n r» m ? w rr,-* w j - f . i-.- 'H r » - -n<»v--<*vr-?«arTi*arK,Y-i* ■ ^ l,iy..v-<-»r^an«r a.viar..a -¿antsnixtzzrvlui
au tó cto n a, orien tad a por adm irables tem peram entos. Sus fig u ra s
tien en un ritm o n a tu ra l de vida como n u e stra respiración. G racia gún am biente artístico (ninguno), no h ab ría logrado llevar, sin
h ie rá tie a y fuego hondo. E l sistem a plan etario de M érida está claudicaciones, su labor, allá inapreciada. H ay que darse cuenta
com pleto. H ay, sin duda, leyes que le rigen y que él no conoce de la fu erza, de la confianza en sí, del am o r necesario, de ese m ag­
plenam ente. E l horizonte se abre a cada paso, como la p u erta nífico respeto a sí mismo, indispensable en arte, que ha necesita­
de una catedral. T ransposiciones de lirism o sereno, sensibilidad do p ara rea liza r su evolución. Porque, a pesar de ser un ren aci­
tie rn a y grande. La n a tu ra l gracia poética de u n a canción crio­ m iento indígena, de plástica m aya, de lo m ás profundo, de lo más
lla. P in tu ra intelig en tem en te sencilla, sin tética: adm irables su­ m edular, de lo más nosotros, su obra, por incom prensión, es ex­
m as y adm irables restas. H ay geom etría angélica en la h erm an ­ tra n je ra en la tie rra que la ha hecho germ inar. F elizm ente, México,
dad con que se sostienen sus líneas. H a palpado los objetos antes no sólo es la g ran esclusa que detiene la co rriente im perialista, sino
de p in tarlo s: en a rte puro, una botella es ta n in te resa n te y difícil que por la misma ferm en tació n social y la calidad de la raza te n ía
como la cabeza de u n a virgen. El a rte de Carlos M érida ha su p ri­ que ser, de m anera im prescindible, la tie rra en donde ad q u iriera
mido fro n te ra s a la P a tria , dándole una feliz calidad universal. firm eza, conciencia de ser, el a rte am ei'icano.
H ay sensación m órbida, placer sensual, como si se acariciase Se ve en Carlos M érida u n a g ran agilidad espiritual, m aleabi­
un seno, cuando se logra d ar la poesía de la form a, me han asegu­ lidad, conquista p erp etu a y un a orientación p e rfe c ta desde su más
rado varios pintores. El instinto espiritualizado, vibrando en el te m p ran a edad. Fácilm ente se n o tan las escalas de su ascenso,
pincel con el calor de todo el cuerpo, tie n e u n a pulsación perso­ grandes d iferencias de te m p e ra tu ra de año a año. E sa constante
nal, cada hom bre am a a su modo. H ay suave y fu e rte sensibili­ desconfianza, inconform idad con todo lo hecho— ¡con todo!— , es
dad— sin lite ra tu ra — en la ob ra de n uestro pinto r. G racia robus­ de las cualidades más nobles en los artistas puros. Ya W alter P a te r
ta, ligera, que tiene al p a r ese vigor pesado, volum inoso, de las an u n ciab a como necesidad, como sistem a, v erd ad era escuela, p e r­
carnes de color de tie rra de n uestros indios. Así tam bién los pai­ fe c ta disciplina estética, la rebelión perenne co n tra sí mismo, la
sajes frescos, húm edos, con el olor de la tie rra después de la llu­ e te rn a inconform idad. Leo en S ain te-B eu v e: “II serait bon pour
via tropical, con esa tonalidad única del paisaje n u estro lavado a l’esp rit de fa ire to u s les ans une chose nouvelle, e t de les tr a ite r
latigazos. Se estrem ece to d a la carne mía, nostálgica, con estos comme la te rre qu’on ensem ence ta n to t d ’une facón ta n to t d’une
fra g m en to s de la apoteosis de n u e stra tie r ra y n u estro sol. Sólo a u tre .” ¿Qué h ará M érida en A m érica después de su segundo
asi, po r fu e rte evocación poética, el paisaje reinventado en la tela, viaje a E uropa?
recreado, cobra significaciones inefables. M érida llegó a México pocos años después que re g re sa ra de
Y to d a la obra de M érida tien e denso su c a rácter n etam en te su prim er viaje a E uropa. Se creara aquí su adolescencia nece­
decorativo, am ericano, u n a am plia intensión contem poránea. H a sidades absolutas de lib ertad en el am biente— que no ha vuelto—
sido toda su vida p in to r y sólo pin to r, “ a p esar del tiem po te rc o ” . de la g ran incubación pictórica anim ada por A pollinaire: los F auves
Y sin esa adm irable dedicación, v erdaderam ente heroica en n u estra y los Cubistas. A nita B renner, en su escrito “ R enacim iento Mexi­
P a tria , en donde su obra es dem asiado p in tu ra , porque no h ay nin- cano” , sitú a así su acción de entonces: “ C arlos M érida, que pre-
34 Am auta

cediera a Diego R ivera en volver a México, fu é el prim ero en adop­ Es imposible, p ara la m ejo r inteligencia de la obra que com en­
ta r las lecciones de la m oderna p in tu ra fran cesa. Y él fu é el p ri­ to y de mi escrito, no m encionar frag m en to s del ap retad o estudio
m ero en volver a los valores planos encontrados en la p in tu ra po­ de C arlcton B eals: “ La o b ra de Carlos M érida, b rillan te y joven
p u lar indígena. a rtista , está co n titu id a con geom étrica precisión y con inm ensa a r ­
M érida, ávido de renovación, apasionado por el estudio de to ­ monía. Es el m enos rom ántico, el m ás sereno de todos ellos (los
das las nuevas tendencias, fué en México, en esos meses críticos, pintores de México) y, sin em bargo, no menos apasionado que Cle­
el sem brador de esa g ra n inquietud ta n vigorosa de la p in tu ra de m ente O rozco” .
an tes de la g u erra, cuando M onsparnasse te n ía a Picasso, M odiglia­ “H ay en su p in tu ra, a m edida que se observa m ás d eten id a­
ni, V an D ongen, Kisling, F e ra t, Rousseau, etc., etc. José Ju a n m ente, un a ín tim a calidad em ocional que re su lta de la sú til com­
T ablada, com prensivo, joven siem pre a fu e rz a de talen to , v erd a­ binación de una super-sim plicidad de m a teria unida a un a deslum ­
dero ejem plo de movim iento perpetuo, escribía: “ Carlos M érida bradora y decorativa belleza” .
es uno de los que m ejor expresan con su p in tu ra el alm a de Am é­ “ G eneralm ente, en la composición de sus p in tu ras, M érida de­
ric a .” secha lo innecesario no esencial; cada cosa está sim plificada a lo
mínimo, y entonces, en violentos contrastes, equilibra las m asas de
A la llegada de M érida a México, en 1920 (u n año an tes que
su composición, de acuerdo con un ordenam iento ya previsto. La
Diego R ivera volviese de E u ro p a ), aún no existía n ingún am bien­
composición generam en te está basada en la pirám ide. E sto es his­
te pictórico. Casos v erdaderam ente esporádicos, tra b a jo s inconexos,
tórico, sin em bargo, original: recu erd a las más fluidas composicio-
to ta lm e n te desorientados, era todo. T ranscribo esta prosa, con la
8es de los m odernos: Picasso, con su espira! y sus péndulos, por
cual p re se n ta ra M anuel H o rta a Carlos M érida en su p rim era expo­
ejem plo” .
sición de M éxico: “ La exposición del a rtista g u atem alteco C ar­
“ El color de la p in tu ra de M érida tiene un efecto p lan o ; no
los M érida significa en n uestro incipiente medio pictórico un a ru ta
hay en ella aglom eración de tonalidades, a m an era de juegos de
novísim a, un sendero abierto a la inteligencia de los muchachos
luces eléctricas, ni som bras ílú id as ni pesadas; sin em bargo, su co­
que principian. Su concepción p a rtic u la r de los tipos indígenas,
lor tiene esa misma sim plicidad; la calidad dinám ica de su técnica
los m otivos de decoración ta n sabiam ente logrados, su a fá n conti­
y de su color proviene de la yuxtaposición, únicam ente de válido»
nuo por d escubrir el rasgo psicológico, la ac titu d ex tática, el sello
contrastes raram e n te suavizados al capricho.”
re a l d en tro de su m an era personalísim a, hacen de M érida, no sólo
“P a ra en c o n trar un paralelo a algunos de sus motivos decora­
un m aestro, sino un apósiol del credo estético ac tu a l. P a ra los
tivos tendríam os que buscarlos en Egipto, donde las notas decora­
que ig n o ran que el a rte está en perpetuo m ovim iento, como las cé­
tivas p reten d en síntesis, a base de masas, o m ejor, en alguno de los
lulas del cuerpo, la obra de M érida es una fu e n te inagotable de
viejos códices indígenas am ericanos, con todos sus convencionalis­
aliento y vigor juveniles. A gosto de 1920.” mos de color y d ibujo” .
S iente este discípulo de la escuela de la in certitu d , poseedor
“ Sus m ujeres, que están muy lejos del tipo nórdico, tien en un
p erfecto de su a rte , la necesidad de h acer algo que le satisfag a
equilibrio convencional que ap aren tem en te las desexualiza en un a
m ás plenam ente, ahora que sus ojos saben ver, que su m ano di­
inaccesible y e sta tu a ria perfección, no o b tan te qué, por el co n tra­
b u ja con perfección y que, como sólo tre s o cu atro p in to res m ás
rio, llevan en sí esa nerviosa expectación y esa conciencia de la in­
de A m érica, es dueño de un color de delicadeza sorp ren d en te. Re­
saciable sexualidad de las m u jeres del tró p ico ” .
g re sa rá a A m érica, m aravillado por horizontes nuevos, con u r­
“ Y es, precisam ente, en esos concentrados motivos decorativos
g encia de abrazarlos. ¿Qué m ejo r augurio que su preocupación
en los cuales los co n trastes de color alcanzan en su p in tu ra un cli­
co n stante, su vigilancia perenne, que ese deseo de su p erarse co­
max de síntesis p u ra y un a visión única. U na in cierta contradic­
tidiano? ción de lo supersofistico a una ab so lu ta b á rb a ra ingenuidad” .
G randes tran sfo rm acio n es espirituales se op erarán en él ya sin M érida ha sabido im prim ir sobre todas sus obras las fu erzas
peligro, porque tien e sólida base que obliga a n u e stra confianza. cardinales de la raza. No encuentro m ejor com entario, ni m e­
N ada es más te rrib le que la m onotonía, que la academ ización en sí jo r elogio. Creo que h a realizado ya su anhelo—a pesar de su ju ­
mismo (¡la peor de las acad em ias!), signo seguro de pobreza, de ventud y de su incertidum bre, que h a oído el delicado concejo de
m iseria. U n a rtis ta ha m uerto cuando no tiene y a inquietud. Y S aint Beuve y W alter P a te r—de ser un p in to r n etam en te am eri­
sin inquietud, ¿p a ra qué p in ta r, p a ra qué escribir? cano. Cada día su paso será más firm e y te n d rá m ayor resonancia.
M érida me decía: “ El color es lo que me ha costado m enos en En él lodo se mueve con n a tu ra lid a d : urgencia de síntesis, geom e­
mi p in tu ra .” E sta b a ya en él esa sensibilidad indígena p ara el co­ tr ía de su p in tu ra, que viene del genio decorativo de la raza, ta l
lor, de un color ta n singular, con u n a obediencia ta n exótica a la vez m ás que de las disciplinas europeas, h asta el color de su sensi­
fo rm a que com enta, sensibilidad m aya. Color m esurado de los in ­ bilidad exasperada.
dios, de lirism o sereno o violento, siem pre arm onioso, siem pre en Crespo de la S erna insiste sobre la originalidad de M érida, que
adm irables dosis, colores tónicos como alcaloides, ponderados colo­ debe a su sangre, a la docta am plitud que h a sabido d a r a su ins­
res como si n u e stra s m usas aborígenes hubiesen estado en los coros tin to atávico: “E n su obra hay u n a unidad étnica. H a sido fiel a
de las m usas griegas. Sin despilfarram ientos, con discreción ad ­ su trad ició n a su raza, con la poderosa y ciega intuición de los v er­
m irable y fácil de c o n sta ta r en las telas, tiestos y ta n to s objetos de daderos artistas. Es el herm ano de esos seres prim itivos y senci­
n u estros indios. H ay huacales o jic ares en los que las fig u ra s lle­ llos, y con su estética policrom a, b árb ara, fo rja adm irables sinfonías
nan de m a n era p e rfe c ta to d a una bóveda, decoraciones v erd a d era­ de fo rm a y de color en que p alp ita su propio yo” . “M érida es, a n ­
m ente clásicas, so p o rtarían ag ran d arse todo lo que se d eseara; se te todo, un colorista” . “ Tiene la visión in n a ta del color; siempre
podría d eco rar el cielo. la h a tenido. C atalogarlo con ex actitu d es difícil. M érida h a te ­
E n M érida están todas esas cualidades, y rem ozando su cul­ nido la fu e rz a suficiente y el talen to necesario p ara irse en co n tran ­
tu r a cada día, si es cierto que, tal vez, quite algo de espontaneidad, do firm em en te a sí mismo. Además de su autonom ía en este te ­
en cambio, aseg u ra poseer verd ad era conciencia de lo que hace, rreno, ha pintado sin prejuicios de lite ra tu ra y ninguno de sus cua­
o b ten er significaciones universales y darle m ás firm eza a n u es­ dros tiene carácter anecdótico. P o r lleg ar a esto de un modo ta n
tr a plástica. definitivo m erece fig u ra r e n tre los a rtista s m ayores.”
E l color, en M érida, no és sólo el color violento, tropical, de A pesar del sabor ta n exótico de la o b ra de M érida, en N ueva
o tro s p intores am ericanos, color muy “ crom o” , au n en la adm irable York o en E uropa, su calidad ha sorprendido a la critica, situándo­
b rasilera T arsila. E s en la suavidad de tonos, m edios tonos, en los le m ás o m enos convenientem ente, sin tr a e r en cuenta, quien sabe
m atices m ás difíciles— ocres, negros, grises,etc.— , que m e e n tu ­ por que m ilagro, la p in tu ra de Gauguin. E n general, son pocos
siasm a principalm ente. D elicadeza congenital por el color, v erd a­ divergentes las opiniones sobre esta obra, cuyas d iretrices p rin ci­
d era aristo crac ia en tonos que le son m uy personales. Y el color pales he in ten tad o b o sq u ejar socorrido por citaciones de hom bres
b asta p ara ju stific a r u n a p in tu ra , p a ra aseg u rar la vida de una especializados. De A n n ita B ren n e r: “ Carlos M érida, libre de to ­
obra. E stam os en el trópico. Color justo , con cálidad de epíteto, da fo rm a o te o ría, realiza un a o bra que es p in tu ra p u ra. Sin imi­
color clavado como un objetivo rotundo, definitiv am en te sin sinó­ ta r a nadie y usando su propia vida, den tro de su tiem po y de sus
nimos. T al vez, el color, en la ob ra de M érida, sea la cualidad so­ m ateriales, M érida traslad a los mismos valores de los m onum entos
b resaliente, a pesar de la m aravillosa construcción de to d as sus que p erten ecen a las viejas cen tu rias a cuya som bra nació. Como
obras, ta n form adas, con ta n ta a rq u ite c tu ra , que nos dan no sé qué los creadores de estos m onum entos, él no necesita de in té rp re tes o
e x tra ñ a sensación de m olestia. diccionarios; p ara com prender su tra b a jo es preciso no conocer na-
A m a u ta 35

da de a rte o saber mucho de él.” chas en el m uro. T ercera dimensión, d ad a con colores planos a
“ Pero lo m ás in te re sa n te es que M érida no m odela con color veces, fig u ra s en v arios planos interiores, etc. ¿No fué, desde Pom-
ni usando líneas, sino valiéndose únicam ente de la geo m etría del peya, el salto de la decoi’ación a la p in tu ra propiam ente?
color, lo cual equivale a p in ta r en el grado m ás p u ro ” . ¿Cuándo ap arecerá el verdadero in té rp re te pictórico del tró ­
“ P or un tra n sp a re n te cálculo espectroscópieo, M érida logra pico?
con dos dim ensiones, la expresión de tre s sobre un plano” . A mi modo de ver, au n en n u e s tra 'm e jo r p in tu ra, hay cierto
“ M érida ha hecho del color u n a religión. Su vida culm ina en desequilibrio, no está arreg la d a como un a balanza, en adm irable
la p in tu ra, y su p in tu ra culm ina en el color. La línea y la compo­ ju sticia de pesos, la p arte decorativa y la p a rte plástica. E n tien ­
sición se hallan supeditadas y controladas de ese m odo” . do que en E u ro p a hay u n a m uy fu e rte reacción co n tra toda te n ­
“ Así p in ta M érida a los indios: no especula plásticam ente con dencia decorativa. D epuración absoluta. M édula.
ellos por que él lleva sangre india. H ay poco “ in terés hum ano” en El cubismo— cuyas m ayores perspectivas están, tal vez, en la
su obra. Se asem eja más a esa definición que, en las cu ltu ras p ag a­ decoración, realiza ese equilibrio: decoración y calidad pictórica.
nas, nos hace imposible distin g u ir bien e n tre el re tra to de un hom­ Im agino que en A m érica v en d rá u na reacción (sem ejante a
bre y la representación de un dios.” la actu al de la E scuela de P arís) co n tra la decoración. Es (no
La decoración de M érida en la Biblioteca In fa n til de la Secre­ puedo v e r o tra cosa) su etap a próxim a. Creo que Carlos M érida
ta ría de E ducación P ública de México, está resu e lta con los linca­ se n tirá su necesidad en este su segundo viaje a E uropa y la h ará
m ientos de la g ran decoración; hubo n atu ra lm e n te necesidad de se n tir tam bién en A m érica.
te n er en cu en ta la función m ism a a desem peñar de ta l decoración; La p in tu ra de M érida—to d a la p in tu ra am ericana—ad q u irirá
un a p in tu ra que, siendo buena p in tu ra, pudiera llegar fácilm ente nueva y m ayor im portancia cuando m ás tien d a a separarse de la
a la m ente de los niños. Así, el m otivo, de unidad cabal, está su­ tendencia decorativa actual. Con el color adm irable que posée,
peditado a las form as seguidas en el desarrollo de la m ism a p in tu ra, su sentido ta n fino de dibujo, a -su v uelta p in ta rá otras cosas—se­
logrando cierto c a rá c te r in fan til y sintético, que puede provocar go­ g u ram e n te— que h arán m ás v asta la p aráb o la de su ca rre ra a rtís­
ce estético a los niños que la fre cu e n tan . E l resultado de esta ideo­ tica.
logía ha sido satisfactorio. (U n a m ism a obra m otiva en dada persona resonancias dife­
E xiste o tra decoración del joven m aestro guatem alteco, en la ren tes. Mi criterio ta l vez sea dem asiado europeo, ta l vez ya no
sala de reposo de la B iblioteca grande, en la propia S ecretaría, en sé ver, después de varios años de ausencia, lo ya realizado o lo que
la cual ciertos problem as de decoración están resueltos in telig en te­ busca la p in tu ra am ericana actual. La emoción artística es com u­
m ente: una linea espiral es la m atriz de toda la p in tu ra eslabona­ nicación de sim patías, de sonidos propios íntim am ente ligados con
da con la razón “ sección a u re a ” que da a la decoración estabilidad n u estras facultades, con n u estra propia acústica).
m atem ática y perfecto conjunto arm ónico. Elem entos m uy am e­ D espojar de to d a intención decorativa a la p in tu ra am ericana.
ricanos form an la base plástica de este trab a jo . Es la etap a que me atrevo a prever. A ún d ep u ra r el color, el co­
E s necesario ser héroe— insisto— p a ra llevar, en las condicio­ lor que es lo más logrado en varios pintores nuestros. Desde lue­
nes de M érida, con ta n ta pulcritud, el arte , con ese respeto y am or go, en E uropa, el color neto, el color plano de M érida les parecerá
que solo el a rte m erece y que sólo los elegidos tien en , y, sobre todo, decorativo— sin duda— , porque aquí las tendencias, no solo son
en un am biente como el de G uatem ala, en donde su obra, fo rzo sa­ otras, sino opuestas.
m ente encu en tra indiferen cia casi hostil. H asta ahora em pieza, muy La p in tu ra europea está bajo la presión form idable cíe Pi­
lentam ente, a form arse público en algunos grandes cen tro s am erica­ casso, Vinci, del Nuevo Renacim iento. N unca la p in tu ra am erica­
nos y aparecer la crítica. La C rítica orien ta al público y jam ás a n a h a estado m ás desaclim atada como al ser trasp lan ta d a hoy a
los artistas. E uropa. Nos sobra sensualidad. H ay que inteleetualizar la pin­
Los artistas o rien tan a los críticos. E n todo caso, la p in tu ra tu r a am ericana, sin olvidar que n u e s tra n a tu ra le z a d e se n to n a en
am ericana (m ovim iento de México, entiéndese) está p o r encim a de E u ro p a y que esa es su m e jo r ra z ó n de ser.
n u estras otras artes. Reacción c e n tra los elem entos decorativos. No significa esto
La obra de M érida es em inentem ente decorativa. E n general, q u ererla p oner más bajo la tu te la occidental. Y digo m ás porque,
la poca p in tu ra am ericana que existe, es esencialm ente decorativa. en su conjunto, es indudable que la p in tu ra am ericana es trib u ta ­
E s ya necesaria la cisión, indispensable el predom inio de valores ria de la europea. Su principal problem a es la construcción.
p u ram ente plásticos. D ecoración o p in tu ra prop iam en te: lim ites Como diría F au re, h ay un esp íritu am ericano de la form a.
sútiles. Mucho difiere la p in tu ra de M érida de la p in tu ra de Lazo, la p in­
, H ay en la obra de M érida p erfec tas realizaciones de color, de tu ra de A braham Angel, de la p in tu ra de Orozco, etc., pero hay
form a, de composición, que anuncian grandes posibilidades cuando en todos ellos una m isma inquietud fundam ental.
resuelva la m ezcla de verdaderos valores pictóricos con todo aque­ Lazo es— con M érida— el que m ejo r m erece las esperanzas de
llo que tenga intención decorativa. la joven p in tu ra am ericana. N u estra p in tu ra p opular se resuelve
No creo yo, a p esar e todo, que la p in tu ra esté subordinada a en los retablos. Lazo ha tom ado por ellos sus más valiosos hallaz­
la A rq u itectu ra y que en su campo n a tu ra l y m ayor en lo fu tu ro sea gos, asegurados por un a cu ltu ra como a su edad no la tien e ningún
la p in tu ra aplicada, la decoración. E n todo caso no es razón p a­ otro p in to r de México. A mi modo de com prender, ta l orientación
ra d ar ta l p rep o n d e ra ría a la decoración sobre la p in tu ra de caba­ tiene que ser buena. En su obra actual, solicitada por varias te n ­
llete, defecto—entiendo— casi g eneral y grave que su fre la pintura dencias, que actú an sobre su agilidad sensitiva, se pueden adm i­
am ericana actual. Tam poco el cinem atógrafo m a ta rá a la p in tu ­ ra r m agníficas calidades pictóricas. Esa misma inquietud, fácil
ra de caballete, y en cuanto a la generalización anunciada de la p in­ de co n statar, le a rra stra , a veces, a cierto preciosismo. Los án g e­
tu ra m ural, es aún algo m uy vago. El cinem atógrafo no es “ de la les del D ouanier— ángel el mismo, aseguraban -Tarry y A pollinaire
p ein ture anim ée” , como anunciaba E pstein o M oussinac, ni la p in­ — cu id arán los pasos de Lazo. H ay en él—-entiendo— la ten d en cia
tu r a es cinem atógrafo extático. F a u re entiende que el cine es un ten az a señ alar los lím ites sutiles de la decoración y de los ele­
a rte absolutam ente nuevo: necesita autonom ía absoluta. Me p a­ m entos plásticos. Con Carlos Chávez, sobre quien se hace nece­
rece m ejor esta m anera de pensar, y las definiciones citadas las creo sario señ alar detenidam ente su labor musical, Lazo hizo decorados
lam entables: p ru rito de d efinir, de generalizar. (U nicam ente el y m aquetas del b allet “Fuego sagrado” , que pronto se rep rese n ­
T in to retto podría poner aquí u n a interrogación de p ro fe ta : re c u e r­ ta rá en N ueva York.
do a ese propósito la estupenda sensación de vértigo de las salas P in tu ra am erican a c o n . . . técnica europea, casi in teg ralm en ­
del Palacio Ducal. C apítulos finales del “A rbre d ’E n d en ” ) te. Cuando hay g ran d es fu erzas propias no pueden tem erse las
La poca p in tu ra am ericana actu al es decorativa. Las o tras influencias. Allí está el ejemplo de México: Rivera, Orozco, Mé­
v arias centenas de pintores no han pasado ni los prim eros escalones rida, Lazo, Rodríguez Lozano, etc.; etc. Todos n u estro s rep rese n ­
realizados brillantem ente por los seis u ocho p into res que recuerdo tativ o s están m ojados en la cu ltu ra occidental.
al escribir estos breves com entarios. Es claro que en los frescos Se com prende tam bién la tendencia decorativa, porque en
de Diego R ivera, la decoración ocupa p arte im p o rtan te (no podía México, v an g u ard ia del arte am ericano, los principales p in to res tr a ­
ser de o tra m a n e ra ), como en todos los frescos, sin que m oleste el b ajan decorando edificios públicos. E jem plo del R enacim iento:
valor esencialm ente pictórico. Los frescos de Simone M artini, p in tu ra tendenciosa. Hoy no nos in teresa ya su ideología, nos con­
Spinello, Signorelli, del A ngélico o de G iotto, son, a m enudo, p in­ m ueve su m aravillosa calidad pictórica, en u n a ausencia casi com­
tu ras de caballete— d ijera p ara tr a ta r de explicarm e m ejo r— , he­ p le ta de recuerdos. Así será con las buenas obras de los m uros de
36 Jt «n au ta

México. L a ideología pasa a segundo lu g a r con el tiem po. No in ­ ponchos, nos aparecen como otros jeroglíficos que d escifrar p ara
te re sa n los su je to s: ellos sirvieron de ferm en to p ara las realiza­ en c o n trar el secreto de los dioses dorm idos e n tre las cimas y los
ciones p u ram e n te plásticas, esencia de la p in tu ra , elem ento u n i­ lagos, e n tre esos horizontes que mide el cuello del llam a m iste­
v ersal y eterno. rioso y fam iliar.”
No nos im porta que la O da sea a Dios o al Diablo. Nos im ­ “Joven apasionado, a su tu rn o usted m erece el nom bre h e r­
p o rta el elem ento poético. U na buena O da al Diablo la re c ita ­ moso dé L ib ertad o r si a rra n c a un m undo, el Im perio del Sol, de
ría n los ángeles de Sw edem borg sin el enojo de Dios. la esclavitud pedagógica en que la m an ten ían ios etn ó g rafo s.”
A m ericanos am igos míos me h an dicho: “ No nos in te resa la “ Eso sería mucho. Pero la línea, su decisión, sus posibilida­
p in tu ra a c tu a l de E u ro p a ” .- des de ru p tu ra s fecundas, u n a ciencia p ro fu n d a de la distribución
E uropeos am igos míos me han d ic h o : “ No nos in te resa la de tonos, nos g ara n tiza n y nos dem uestran que pronto, m añana,
p in tu ra ac tu al de A m érica” . usted h a b rá satisfecho to d a su am bición, alcanzando u n a arte
E n ju sticia, nosotros conocem os la p in tu ra europea y ellos co-, nacional inteligible a todo el joven universo de la p lástica.”
nocen m al o ignoran n u estro s esfuerzos. E stim o que ni am erica­ “ B asta la p ru eb a ben éfica: algún vestigio parisiense p ara po­
nos ni europeos tien en razó n al p en sar así. A quí está la p alab ra seer m ejor, habiéndose ya bien reconocido.”
de A ndré Salm on, que ac la ra mis esquem as y sitú a— como él lo sa­ No he insistido, como m erece, sobre la lab o r p recu rso ra de
be h acer— las características del a rte de M érida y de to d a la p in ­ M érida, sobre su significación de “ pio n eer” . Es labor de m á rtir la
tu r a am ericana en oposición a las corrientes euro p eas: de los precursores, y a mí me in te resa n cuando, ap a rte del em puje
“ Los m ejores p intores de A m érica vuelven con facilidad m a­ que dan, son ellos los prim eros en estar en el movim iento que de­
ravillosa, a ese a rte desnudo, diría, al cual parecen e sta r d estin a­ sean em prender, y esto sucede si se tiene p erfecto conocim iento
dos, a rte que G auguin, prim er europeo que lo soñara, no pudo ob­ de la intención. H om bres con o b ra im p o rtan m ás que el vago r e ­
te n e r sino después de esfuerzos de u n a intelectu alid ad sin g u lar.” nom bre de precursor. Eso mismo me h a hecho tr a ta r con ta n to en ­
“ E s el a rte que en México, por inesperad a fo rtu n a política, tusiasm o la p in tu ra de M érida, sin su b ray a r su influencia. He in ­
viene a lib e rta r los destinos de la g ra n decoración, dándole todos te n tad o describir som eram ente, lo que pude cap tar. H ay en su
los beneficios de u n a a c titu d oficial.” p in tu ra no sé qué del dominio poético que me ha obligado a co­
“ E s el a rte que en G uatem ala, y, pienso yo, más allá de los m en tarla. Mi vida no me p erten ece: la he dedicado a la poesía.
lím ites de la República, im pone Carlos Méi-ida con au to rid ad vivi­ T al vez por herm andad racial, en donde no supe v er porque
fican te, alegrándonos que haya tenido el placer, la preocupación, no soy crítico, sino sólo am an te, mi sangre me hizo en c o n trar
de revelarlo a P arís, p a ra que P arís lo ju z g u e.” secretas afinidades, y reso n aro n en mí con cordialidad ancestral. Y,
“ Com prendám onos bien. A ese a rte no conviene n in g u n a de en todo caso, es m ejo r am ar que com prender. Q uién sabe si am ar
las m edidas propias a los que nosotros llam am os: A rte D ecorativo, no sea u n a m ás delicada com prensión, más alta, más aristo cráti­
sin atem orizarnos p o r un co n ju n to ta n vasto .” ca, porque el am o r está lleno de razones platónicas.
“ Si C arlos M érida tien e la seguridad de tra e rn o s riquezas de Es todo lo que yo reclam o— ¡ah!, ¡es ta n to !— mi capacidad
color jam ás contem plado, el elem ento de sorpresa no se podría po­ de am ar y am or p ara au m en ta r m i capacidad de am ar y am or
n e r en paralelo con el elem ento con que vinieron a sorprendernos p a ra au m en ta r mi capacidad de am ar. La experiencia es personal,
los ballet-rusos. La E u ro p a civilizada es, en p arte, ju s ta h ered e­ como la voluptuosidad. No me es necesario, como a ru tin ario s e ru ­
ra del A sia antigua. A dem ás, los a rtista s de Moscú, in stru id o s por ditos, en c o n tra r en algún a u to r célebre la razón de mi voluptuo­
coleccionistas m ás ágiles que los nuestros, no ignoraban, ni a H enri sidad. Tam poco espero que alguien fam oso am e ta l o cual cosa
M atisse ni a Odilon Redón. Los abism os que sep arab an A m érica p a ra am arla yo. Mis am ores son mis am ores. A dem ás, cuando a l­
de E u ro p a e ra n m ás extrañ o s y profundos.” guien me dice las causas de un efecto, yo en cu en tro o tras causas y
“N inguno m ejo r que Carlos M érida—favorecido felizm ente— efectos d iferen tes. E xplicar, en general, es dism inuir. El deber,
está predestinado p ara esa labor de unión sin en treg as, sin capi­ la obligación, es sen tir. H ay zonas en el alm a que se em ocionan
tu lacio n es; ninguno ha hecho m ás sensibles las v irtu d es de un a rte con u n a ta n gran d e aleg ría— u n a aleg ría casi triste — , a pesar de
opulento que, producido por un deseo de perfección estética, soli­ que no pueden com prender. A dm irables zonas interesad as sólo en
cita sus principios a los elem entos mismos del antiguo a rte indíge­ los efectos.
n a y m an ifiesta esta opulencia que yo sitúo más allá o más acá de ¡Qué me im p o rta que alguien h ay a dicho ta l o cual cosa, cuan­
la b á rb a ra devoción a la opulencia; po r lo co n trario , reduciendo do yo he sentido o tra! Mi deseo de conocer obedece a razones poéti­
to d a ex trem a suntuosidad de acento, de tono, a su p arte m esu­ cas. Mis apreciaciones son siem pre con sentim iento, parciales como
rad a en arm onioso concurso, en donde el oro— d iría— ya no es, co­ mi crítica: sólo quien no tiene sensibilidad no es influenciable, y
mo en las obras que em ocionaron a los hom bres de las Carabelas, yo no soy de piedra p ara poder ser in d iferen te. ¿Qué me im porta
un a única cualidad dependiente de todo— o bien de un v a lo r exa­ a mí que la luz, el sonido, sean vibraciones? P refiero adm irar la
gerado y enem igo de acuerdos suprem os— ordenad a por M érida.” p in tu ra y escuchar la m úsica que amo, aunque al día siguiente
“ ¿Soy visionario? ¡Cuánto m ejor! ¿H an vibrado m is oídos o venga a leer o tra teo ría sobre su esencia física. La verdad poética
lo he escuchado?” sigue en pie. No tien e necesidad de pedestal p ara estarlo : le sobran
“ Carlos M érida vino a nosotros con u n a gran d e y segura ale­ con las alas de sus hom bros.
gría, con la obra cálida de su ju v e n tu d ; ¿puede él, después de v a­ Dejo aquí, bosquejado, el p rim er episodio de la av e n tu ra a r­
rias sem anas, varios meses, d u d ar m ás o m enos y p en sar que o fre ­ tística de Carlos M érida: 1920-1927. ¡Enbriaguém onos m inuciosa­
ce hoy sólo un b rillan te cargam ento exótico?” m ente y que h asta n u e s tra som bra se eche a an d a r sonám bula!
“ Sin em bargo, él puede te n e r confianza. A dem ás de la a lta Mis sueños, cosidos en tu tie rra , A m érica mía, ra z a de mis
decoración, la a rq u ite c tu ra l sobrepasa el corto esp íritu decorativo. abuelos; mis sueños, cosidos en tu tie rra , perfum ados y hum eantes
N osotros la vemos b rilla r allá, donde se p ractica en A m érica en como barbacoa, los coloco en la proa, en las m anos de tu México,
jóvenes m aestros que com partieron los peores to rm en to s estéticos que protege mi P a tria con su cuerpo; los dejo en sus m anotas,
de los nuestros. E n fin, parece definitivo que la E scuela de P a ­ m orenas y robustas, eru d itas en caricias, pinceles y fusiles.
rís, por su voluntad de volver a los principios esenciales, h ab rá li­
Luí* C ard o za y A rag ó n
b ertado a las naciones una a una, devolviéndolas a su a rte propio,
cuando se creyó, por ta n to tiem po, a una unificación cosm opolita.” — príncipe m aya—
“ Pero, ¿no es cierto, Carlos M érida, que usted ha dominado
P arís, Otoño de 1927.
esos principios esenciales, fundam entales, esas certitu d es, sin las
cuales no sería ese m aestro nacional, cuyas creaciones v oluntarias,
ilim itadas en los fu tu ro s por los lím ites conocidos del terren o , se­
rá n sensibles a todo el universo cultivado, al mismo tiem po que
n u trirá n las pasiones inm ediatadas de su ra z a ? ”
“ Si P arís le ato rm en ta en 1927, bendito sea ese to rm e n to .”
“ Indudablem ente, usted irá m ás allá de las obras que ju z g a­
mos hoy y que nos cautivan por m últiples razon es.”
“U sted nos sorprende, arm oniosam ente, con un E gipto nuevo.
Los dibujos de los tra je s resplandecientes, de los chales, de los
.

A m a u ta 37

LA
JTi un nxas
V I DA
= Comercio = A gricultura G anadería
E C O N O MI CA
y
M inería = In d u stria - T ran sp o rtes - Seguros
Kstatlístiea

CRON8QA EX TR A N G ER A Las cifras así lo testim onian. El valor en pesos oro de las im p o r­
taciones realizadas por In g la te rra , A lem ania y E stados Unidos en
el m ercado arg en tin o d u ran te algunos años — desde 1910 — es
LA ARGENTINA Y LA POLITICA ECONOMICA DE sobrem anera elo cu e n te:
LOS EE. UU.
p o r L U IS E. H E Y S E N In g la te r ra A lem ania E stad o s U nidos
1910 . . . . . 117.908.831 . . 65.896.941 . . . 52.195.566
Quien observe el devenir de las relaciones com erciales en tre 1915 . . . . . 91.234.392 . . 7.609.355 . . 75.589.855
las naciones ajustándose a una in terp retació n científica, no se ve­ 1916 . . . . . 103.203.921 . . 590.880 . . 106.988.508
rá de pronto sorprendido en su buena fe de observador consciente 1917 . . . . . 82.984.790 . . 294.655 . . 138.084.920
del dram a contem poráneo. Pero, quien vive abstraíd o en sus d iá­ 1925 . . . . . 191.641.877 . . 100.753.999 . . . 206.266.749
logos interiores, o quien usando, independiente, la r e c e ta : arfe,
religión o sentim iento, p rete n d a obsecadam ente descubrirlos, recibe De su exam en se concluye In g la te rra fu é h asta 1916 el m a­
in g ratas nuevas cuando sin poder explicarse puntos de origen o de yor vendedor. A p a rtir de esa fecha sus valores descienden — con
referen c ia, se en c u en tra con que se ha producido un a realidad des­ algunas altern ativ as — ta n ráp id am en te como se elevan los de
co n certante e insospechada. E stados Unidos, que en el prim er año de g u e rra arreb ató el se­
_ H asta hace poco, n inguna v aria n te, ni anim adversión ostensi­ gundo puesto a A lem ania, p ara después desplazar en form a id én ti­
ble se produjo en los intercam bios de productos, a que se aju sta n ca al rival de cuyo tronco económico naciera.
las norm as del com ercio en tre los E stados U nidos y la A rg en tin a. Las ventas son indicios, y de los más reveladores, en la de­
Todo tra n sc u rría como, si en efecto, se hubiera inventado el mo­ m ostración. Pero, el com ercio en tre las naciones no es ta n solo lo
do de ensam blar — sin a lte ra r la e s tru c tu ra — la enorm e c o n tra ­ que se im porta. F a lta el com plem ento, que es la exportación. Los
dicción que im plica sostener una política nacionalista, d entro de núm eros afirm an , igualm ente en pesos oro, a p a rtir del año 1921,
un régim en económico intem acionalista. conclusiones por dem ás explicativas:
Las desavenencias e n tre los E stados no surgen del azar, o por
que alguien p articu la rm en te lo desee. No son los hom bres deno­ In g la te r ra A le m a n ia E sta d o s U nidos
m inados providenciales quienes hacen la historia. La historia se 1921 .................. 205.035.263 . . . 50.646.1298 . . . 59.225.208
halla de antem ano escrita por las leyes de un riguroso determ i- 1922 .................. 150.204.485 . . . 52.847.510 . . . 79.789.007
nismo. 1923 . . . . . 188.915.282 . .' . 63.675.110 . . . 89.817.490
Los E stados Unidos, o m ás propiam ente, la plutocracia yan ­ 1924 .................. 234.238.916 . . . 101.130.524 . . . 71.840.227
qui, considerada como una potencia de prim er orden — dado su 19,25 ................. 207.774. 738 . . . 88.817.540 . . . 71.607.051
creciente evolución industrial y su form idable capacidad fin an ciera
d u ran te el periodo de la p reg u e rra — tra ta b a de consolidar su f u e r ­ Su análisis indica la desigual capacidad de las tres naciones
za económica con la política de “ la p u e rta a b ie r ta ” (1), o con la de p ara com prar los productos arg en tin o s; así como el visible co n tras­
invasión “ m an u m ilita r e ” (2). Su lucha en tre la urbe y la cam ­ te que ofrecen los valores del comercio en tre A rg en tin a y E stados
paña, se hallaba si no en estado laten te, equilibrada. T anto la Unidos. Cuando A rg en tin a com pra en aquel país por valor de
ciudad como el campo, podían exhibir una fugaz lozanía p ara con­ 206, 2 m illones pesos oro, vende por 71,6; resultando por consi­
tr a r r e s ta r la com petencia de otros países, sin re c u rrir a la eleva­ g uiente, un saldo en su co n tra de 134,6 m illones de pesos oro.
ción desm edida de los aranceles y ta rifa s aduan eras. E sta sum a desfavorable no perm anece estacionaria, ni dism i­
La A rgentina, preocupada tam bién en su estabilización, o rg a­ nuye. P or el contrario aum enta. C om parar es un modo de co n tri­
nizaba su incipiente y valiosa producción agropecu aria e industrias b uir a la com prensión de la verdad. Menos in cierta aparece una
afines. Las discrepancias si bien ya se intuían, no podían produ­ aseveración, si se acude al paralelo.
cirse. La arm onía tra n sito ria de las relaciones com erciales, fa ­ E stados Unidos, en el año 1926 im portó de la A rg en tin a por
vorecía el afianzam iento y la exteriorización de un a confianza pe­ valo r de 72.132.734 pesos; y exportó por valor de 175.766.544. De
ligrosa. M ientras el interés de cada país se concibe, a fu erza de m anera que la d iferen cia sería de pesos oro 103.623.810. Las dos
artificio , con el interés de los dem ás, la paz ex terio r, la suavidad prim eras cantidades rep resen tan valores de ta rifa : la de ex p o rta­
y buen tono de sus relaciones diplom áticas, están aseguradas. Por ción, y re a le s: la de im portación. Luego, el to ta l no es el mismo.
lo m enos hasta que la libre concurrencia — m adre del monopolio, Las ventas de los E stados Unidos son en puridad de 208, 4 millones,
del tru s t y del im perialism o — no desahucie te rm in an tem en te los es decir, m ayores aun que las del año an terio r, y el saldo de la A r­
propósitos encam inados a la obtención de algún nuevo y te n tad o r g en tin a de 135,3 m illones de pesos oro, es decir, tam bién m ayor.
vellocino de oro. La naciente clase dom inante arg e n tin a se sen tía “ El Brasil im portó de los E stados Unidos por valor de 117.477.168
así cóm odam ente protegida por la evolucionada y voraz p lu to cra­ pesos oro sellado, y en cambio Te vendió productos por valo r de
cia yanqui. pesos oro 227.230.581; de lo que resu lta un balance co n trario a
“ Los grupos germ ánicos y anglosajón — In g la te rra ayer, A le­ Estados U nidos, por un to ta l de 109.843.413 pesos oro sellado” . (4)
m ania hoy, Estados U nidos m añana, llegan ya a su m om ento. Su C onclusión: el capit alismo yanqui pierde en su comercio con el
rol histórico actual, por la acción inten sa y fecunda, vale el de los Brasil 109,8 m illones de pesos oro y g an a con el de A rg en tin a 135,3.
im perios que llenaron algún capítulo en la crónica h u m an a” , p re ­ Saldo a su fav o r: 25, 5 m illones de pesos oro.
veía José Ingenieros desde Berlín en 1906 (3). E stados Unidos Cualidad de buen negociante es ev itar la pérdida. No im porta
desarrollando cada vez más su com ercio, iniciando la exportación su frir dilaciones cuando ellas rep rese n tan aum entos en el haber.
de capitales, em pezaba a vivir su m a ñ a n a . P ara lograrlo esperaba Si hay b an c arro ta en la econom ía de una nación, no es la p lu to ­
un a oportunidad, y ninguna más propicia p ara coordinar por p arte cracia quien la soporta. E s el pueblo quien la salva, afro n tan d o sus
de las fu erza s m ejor organizadas y m ayorm ente poderosas, la cap­ más terrib les consecuencias. El Brasil g an a; g an a su clase dom inan­
tación de las. recién surgidas, que la conflagración europea. E s­ te. Estados Unidos engulle m illones: son p ara su p lutocracia. A r­
tados Unidos, presentándose en form a casi súb ita como un a gran g en tin a p ierde: pierde el pueblo, sobre el cual recaen todas las cri­
fu e n te de productos m anufacturados y agropecuarios, inició su ba­ sis. Ni en N orth, ni en South A m érica, los pueblos percibieron ja ­
ta lla im placable p ara d e rro ta r gradualm ente a sus más tem ibles más un ta n to por ciento de las ganancias. P ercibieron siem pre
rivales en la A rg e n tin a : la vieja Albión y la im perial G erm ania. el ciento por ciento de las pérdidas.
38 A m auta

La com pensación tria n g u la r de los saldos com erciales, por la a su lim itación, la que se ve así acrecen tad a anualm ente,' descen­
cual los saldos en co n tra de u n a nación — n e g a t i v o s — se equili­ diendo los prom edios y elim inando, p o r lo tan to , a los E stados U ni­
b ra ría n con los a su fav o r — p o s i t i v o s -— re su lta n te s de sus rela-t dos como país p rincipal en la exportación de productos ag ro p e­
ciones com erciales con otras naciones, a veces eq uilibra las fin a n ­ cuarios.
zas evitando las pérdidas, como se com prueba en el caso a n terio r No son las palab ras las que ta l cosa expresan. Son las esta ­
(relaciones com erciales de E stados U nidos con la A rg en tin a y B ra­ dísticas del movim iento m undial de com ercio, las que así categ ó ri­
sil). Pero, en este caso las sum as no se com pensan en mucho, cam ente lo dem uestran.
dado que los países restan tes, p ara ce rra r el trián g u lo , se encuen­ E n 1914-15 . E stados U nidos producía 24.251.000 to n elad as de
tr a n con respecto a los E stados Unidos, en la m ism a condición. La trig o ; Canadá, 4.389.000; A ustralia, 678.000 y A rg e n tin a 4.604.000.
posibilidad de equilibrar en un todo los saldos n e g a t i v o s del co­ Al siguiente año las cosechas ex p erim entaron un aum ento a la
mercio argentino, en sus relaciones con los E stados Unidos, con la p a r que sensible, sum am ente indicador.
m ayor venta de productos a otros países, la descartan los mismos 3.020.000 E stados U nidos; 4.462.000 C anadá; 3.214.000 A us­
E stados Unidos, anulando con su política económ ica el valo r ad q u i­ tra lia y 3.960.000 A rg en tin a
sitivo de ellos. El pueblo argentino se ve obligado así .a cu b rir los S eparando los m illones que el consumo necesita en cad a país,
saldos n e g a t i v o s y algo m ás, muchísimo m ás, en concepto de plus­ quedaban p ara la exportación: 10.000.00 toneladas de trig o , en
valía. No basta la carga que como consecuencia del régim en eco­ E stados U nidos; 7.450.000 en el C anadá; i2.000.000 en A u stralia
nómico vigente, el pueblo resiste. Se piensa con sin g u lar friald ad , y en la A rg en tin a 3.000.000.
que siendo cuantiosa puede serlo más. Al enorm e peso que g ra ­ Es decirí que en 1915-16, E stados Unidos era el p rim er país
v ita — como re su lta n te de un po r qué simil — sobre su ad m ira­ ex p o rtad o r de trig o ; Canadá el segundo; A rg en tin a el tercero y
ble esfuerzo, ha de añadirse el que le obliga a llevar la p lu to c ra­ A u stralia -el cuarto.
cia yanqui. E n 1927, las posiciones cam bian por com pleto. D u ran te el
F re n te a la im portación de productos m an u factu rad o s yanquis decenio precedente se n o ta u na dism inución p au latin a que llega
en la A rg en tin a, creciente de año en año, com pruébase un a expor­ a culm inar en el año en curso con las cifras que siguen, y cuyo
tación de productos agropecuarios argentinos, m ás o m enos e sta ­ to ta l corresponde a la m edia con que las naciones concu rren a in ­
cionaria. te g ra r los saldos de la dem anda in tern acio n al p a ra el últim o q uin­
Las causas de este fenóm eno no se en c u en tran determ inadas quenio: Canadá 6.000.000; A rg en tin a 3.000.000; A u stralia 2.500.000
por la calidad in h eren te a las m a terias prim as o industriales co rre­ y E stados Unidos 1.900.000. Lo que traducido significa que E s­
lativas, que constituyen la producción agro p ecu aria arg en tin a. Las tados U nidos h a pasado del p rim er puesto al cuarto.
d eterm inan otros fac to re s m ás bien artific ia les que n atu rales, ya N atu ral es que en ese descenso— como país ex p o rtad o r— ha
que logran ser aceptados por otros m ercados en una proporción influido no solo la especial situación de la a g ric u ltu ra yanqui, sino
ex trao rd in aria. tam bién el m ayor consumo in tern o , dado que la población de los
No és que el m ercado yanqui rechace los productos a rg e n ti­ E stados U nidos au m enta casi dos m illones an u alm en te por la ac­
nos por hab er cubierto su consumo, cada vez m ayor. Es que el ción in m ig rato ria y por la acción de propio crecim iento. Pero, es
m ercado yanqui está cercado por una inexpugnable trin c h e ra de que no son, descensos com probados ta n solam ente en el saldo de
aranceles y ta rifa s aduaneras, cuyo fin único es d efen d er su eco­ exportación. Es que tam bién ab arcan el to ta l de producción. Ver-
nom ía en plena etap a im perialista. bi g ratia, en 1915-16 el p o rcen taje de trig o cosechado fué de to ­
No es que el capitalism o del N orte eleve sus derechos ad u an e­ neladas 27,271.000 y en 1925-26 lo fu é de to n elad as 18.217.000.
ros por reciprocidad. “N uestra, ta rifa grava p referen te m e n te los La crisis se . co n stata entonces, y en fo rm a irre fu ta b le . Uno de
artícu lo s elaborados por la industria. Con los que proceden de E s­ los cultivos, el más im p o rtan te, la su fre in ten sam en te. R ecu rrir a
tados U nidos p rese n ta un ca rá c te r fiscal m ás bien que proteccio­ exam inar la . situación de los dem ás cultivos sería p e rd e r el tiem po
n ista” , afirm a (3) el Ingeniero Luis D uhau, P resid en te de la So­ por cuanto su labor b astan te engorrosa, re su lta ría in fecunda. (6).
ciedad R ural A rgentina. Es que el im perialism o yanqui, p ara sub­ La claridad de la dem ostración an terio r, con el ap o rte de las ci­
sistir equilibradam ente poderoso, se precave ta n to de la com pe­ fra s estadísticas incluidas, hace obvio cualquier esfuerzo reiñei-
ten cia que en sus m ercados p u dieran hacerle a sus m a n u fa ctu ra s dente . A m edida que la industrialización se hace m ás evolucio­
las m a n u factu ras europeas, como de aquella que le debieran hacer nada, la desagrarización asum e proporciones fata lm e n te crecientes.
v entajosam ente a us productos agropecuarios, los productos de la La econom ía estadounidense— como se ha visto— se en c u en tra bajo
novel ag ric u ltu ra y ganad ería arg en tin a. el imperio de este apotegm a.
Cuando en el comercio un a nación depende de o tra, su p ro ­
L a ag ric u ltu ra yanqui se halla, a p a rtir de la p o stg u erra, en
greso económico se h alla un ta n to expuesto a su frir algunas r e ­
un in stan te de quebranto. La situación que le crea el notable p ro ­
presalias esclavizantes, si por desgracia se ve env u elta por la red
greso de la in d u stria en todas las form as del tra b a jo , va siendo an ­
fin an ciera de Una, calificadam ente im perialista. La política de
gustiosa. El éxodo de las cam piñas con motivo de la co n cen tra­
los E stados Unidos oponiendo toda su fu erza fin an c iera y su po­
ción de la población en las ciudades o centros fab riles, la descon­
lítica proteccionista, p ara en to rp ecer el crecim iento de la A rg en ­
cierta profu n d am en te, dism inuyendo adem ás el in terés que p o r las
tin a es la de un Estado que busca subyugar a los dem ás, tram an d o
faenas del campo pudiera tenerse. C ansadas sus tie rra s de cu lti­
u na rig u ro sa dependencia. El pueblo argentino, y con él todos
vo, se en c u en tra im posibilitada de fo m en tar el' tra b a jo de nuevas,
los de A m érica, ju eg a un rol histórico tam bién, fre n te a esta po­
extendiendo las áreas de producción, por cuanto su elevado costo
lítica de -sujeción.
lo impide. El “ sta n d a rd ” de vida de la clase obrera, los salarios
La plutocracia yanqui no ignora lo que vale la dependencia.
com pensados con k taylorización del tra b a jo , que si bien au m enta
P o r algo “ha colocado en E u ro p a enorm es capitales que le ase­
la producción y el consumo, no pueden d e ja r de in flu en ciar seria­
g u ran la posibilidad de un control directo, aunque discreto, de la
m ente su desarrollo, coartándolo. F actores estos, que concurren
política eu ro p ea” ( 7) ; por algo “ la lite ra tu ra im perialista está fac-

m ----------------- — ------------------------------------------------------------------- --------- ----------------------------------- :--------- ------------------------------------ ------------------- S

A LOS ftHUHCiflPOBESs
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A m auta 39

tu ran d o Mesías m ade in U. S. A., m arca de fáb rica de g ran a c tu a ­


lid ad ” (8) ; por algo “la A rg en tin a es el país que N orte A m érica
considera con atención especial y parece como que anhela a tra e r­
lo ” ( 9) ; por algo tam bién “la protección de los intereses n o rteam e­
ricanos y los propósitos de te n d er canales a trav és de facto rías
in e rtes son factibles en el suelo de poblaciones débiles” , ya que EL VERDADERO EXITO DE OHA COMPAÑIA
los países distantes de T ejas, están “ en cammbio, al alcance del mo­
vim iento envolvente de su capital con los dreadnoughts, que lle­ estriba en la forma como
van la bandera estrellada en el palo m ayor” (1 0 ), y porque “ la
tradición verd ad era de los E stados Unidos es ingloriosam ente es- trata a sus clientes
clavizadora: esclavizadora con los indios, esclavizadora con los n e­
gros, esclavizadora con las m asas blancas, a las cuales aplastó con
a subrepticia conversión de la C onfederación prim itiva en la F ed e­ LA C O M P A Ñ IA DE SEG URO S
ración ac tu a l; esclavizadora, en fin, con los m ejicanos, colom bia­
nos, centroam ericanos y antillanos” (11),
La plutocracia yanqui sabe—por la experiencia que soportan
los pueblos que padecen la suya— lo que es la dependencia econó­
m ica, y huye a todo tra n c e de vivirla aunque fu e ra en un a p arte
“ LA POPULAR”
m ínim a, ya que em anaría de paises cuya econom ía está en u na e ta­ L.I1VI A
pa de transición. U na política económica fran cam en te proteccio­
n ista ha de darle, a su entender, m ás salud. La aduana, que cu an ­
do hay superproducción sirve de válvula de escape, y que cuando Calle Vilialta 2 6 5 , Teléfono 3 3 5 ,Apartado 2 37
extete en un m ercado la probabilidad de ser am enazado un produc­
to, hace de válvula de seguridad, es hoy u n a de sus m ás sagaces fundada en 1904 y con un capital de Lp. 200,000
defensas. Su arm a el arancel o la ta rifa , sabe am oldarse a las
exigencias haciéndose ta n elástica como se quiera. P o r su acción ha sabido captarse la confianza de los comer­
gravosa, regula las im portaciones, m anteniendo unas en el mismo
nivel, suprim iendo otras con la reducción de su en tra d a a cero. ciantes y particulares, por su forma de trabajar
“ M ie n tra s m ás se ex to rsio n e a la p r o d u c c i ó n arg en tin a, m ás
dicen los farm ers
s e g u r a h a d e v iv ir la a g r i c u l t u r a e s t a d o u n i d e n s e ” ,
y por la sólida garantía que ofrece.
del lino que alte rn a ro n con Mr. Coolidge en las vacaciones de
verano, y por cuya gestión Estados. U nidos pretendió en v iar una U N S E G U R O
delegación i n v e s t i g a d o r a , a fin de o btener los costos culturales del
lino en la A rg en tin a (1 2 ). “ L a i m p o r t a c i ó n d e m a í z d e l a A r g e n ­ es para Ud. en todo momento, una reserva
t i n a p e r j u d i c a a l o s a g r i c u l t o r e s d e l o s E s t a d o s U n i d o s ” , ru b rica
el G obernador del Estado de Iowa, Mr. H am m il, en ca rta a Mr. que le librara de la ruina.
Coolidge, “ solicitando el aum ento de las ta rifa s ad u an eras a la im­
portación de maíz en este pais, en un 50 por ciento; así como la

reducción de las im portaciones de dicho producto de los países


sudam ericanos, las cuales causan u n a depresión aproxim ada de diez
centavos por “bushel” a los precios que por su maíz reciben los
ag ricu lto res estadounidenses” ( 1 3 ) . “La im p o rta c ió n de uvas da
la A r g e n t i n a e n e l m e r c a d o e s t a d o u n i d e n s e d e p e n d e r á d e l o s r e ­
s u lta d o s d e u n e s tu d io té c n ic o q u e se h a c e p a r a d e s c u b r i r la m o s c a
info rm an las au to y d ad e s del M inisterio de A gri­
del m e d ite rrá n e o ” ,
c u ltu ra; a pesar de que a principios del verano, el señor Kisluik
técnico investigador al servició del Gobierno de E stados U nidos—
había anunciado que estudios prelim inares hechos en las dos
provincias vitivinícolas arg en tin as más im portantes, habían dem os­
trad o la inexistencia de la infección de la m encionada enferm edad
en la uva de aquel pais” (1 4 ). “ E l i m p u e s t o a U s e n t r a d a s d e s e ­
m illa d e a l f a l f a d e b e s e r e l e v a d o al d o b le , p u e s t o q u e la le y M e.
N a r y - H a u g e n t e n d r á m u y p o c a s i g n i f i c a c i ó n p a r a los c u l t i v a d o r e s
d e se m illa, d e b id o r q u e las se m illa s e x t r a n j e r a s p u e d e n s e r l a n z a ­
d a s s o b r e los m e r c a d o s n o r t e a m e r i c a n o s e n c u a l q u i e r m o m e n t o , e s ­
tab lecien d o de e sta m a n e r a u n a c o m p e te n c ia ru in o sa y u n a d e p r e ­
sostenía Mr. Samuel Bober— el p ro d u cto r m as
sió n e n los p r e c i o s ” ,
im p o rtan te de sem illa de alfa lfa de los E stados Unidos— en un a
en trev ista que tu v iera con Mr. Coolidge ( 1 5 ) , y en la cual éste
m anifestó “estar ansioso de conceder a los chacareros toda la p ro ­
tección posible” , haciendo n o ta r que hacía poco había elevado los
aranceles a la im portación de la m anteca y lino, d« acuerdo con la
ley de carácter g eneral que le au to riza a hacerlo sin consultar al
Congreso, h asta en un 5 0 por ciento.
D eclaraciones éstas que re fle ja n en to d a su m agnitud cuál
es la situación real de la producción ag ro p ecu aria arg e n tin a fre n te
a la politica económ ica que propician los hom bres de gobierno y an ­
quis. De ellas se puede colegir, con los guarism os y declaraciones
a la vista, el innegable sentido de g u erra ad u an era en que se orien­
ta cada vez más pronunciadam ente la política económ ica de los
E stados Unidos. Se persigue elevar al máximo los aranceles y
ta rifa s aduaneras. Su nivel presente no es una g a ra n tía de esta­
bilidad, como no lo será ninguno. P ara conseguirlo, hay que sa­
crificar al consum idor del país que su fre la acción de u na p o li;’-
40 Am auta

ca sem ejan te, y a la clase dom inante vendedora de los productos rialism o N orteam ericano, La Nación, Bs. As., enero 16, 1927.
afectad o s con la restricción, es decir, sacrifica r siem pre al pueblo (1 1 ) — Américo Lugo, N otas m arginales al m ensaje que el Dr.
sobre él, que, al fin a l deviene todo. Lo in te resa n te es salv ar la A lfredo Palacios dirigió a la ju v en tu d o b rera y u n iv ersitaria de los
capacidad económ ica del im perialism o. No im po rta a costa de E stados Unidos, La P atria , Santo Domingo, agosto 27 de 1927.
quién. Las contradicciones se m ultiplican; pero, el mismo sistem a (12) — E sta m edida concorde con la acción política del im pe­
im pone el que ellos cada vez m ás rep etid am en te aparezcan. P a ra rialism o yanqui, no se llevó a efecto. A p arte de que significaba
lograrlo, ya la historia nos habla de m uchas pequeñas naciones so­ un mero p retex to p ara enviar una delegación— que com ponían Mr.
ju zg ad as ¡y de ©uántas m ás ha de h a b la r el porvenir! G. W arren , agrónom o de la U niversidad de C ornell; Mr. W alter
La política económ ica yanqui— m edularm ente u ltra-p ro teccio ­ F ish er y Mr. G. Billings, m iem bros del D epartam ento de ta rifa s
n ista—es u n a política del m ás neto sentido im perial. Su actuación ad u an eras de W ashington—por cuanto se sabe que los costos de
nos descubre la realidad económ ica yanqui. producción en la A rg en tin a no son ni desconocidos, n i perm an e­
P arís, 1928. cen ocultos (El A nuario de E stadística A gropecuaria, No. 13, sec­
LUIS E. HEYSEN . ción A., p. 82 y 142, 1925-26, publica un inform e amplísimo al
respecto elaborado por don Julio C ésar U rien, Subsecretario del
(1 ) — Camilo B arcia T relles, U niversidad de Valladolid, “ La M inisterio de A g ric u ltu ra ) ; significaba un atropello insólito a la
Política E x te rio r N o rteam erican a” . 1924. soberanía de un país cuya independencia ha sido reconocida. El
(2 ) — S cott N earing y J. F reem an, “ La Diplom acia del D olar” objetivo
, real de la delegación investigadora, es m uy posible fu era
México 1926. otro. P o r m ás que se pretendió encubrirlo, él h a aparecido sos­
(3 ) — “Al m argen de la C iencia” , Bs. As. 1919. pechosam ente. Las enérgicas p ro testas que ta l aten tad o motivó,
(4 ) por pax-te de la prensa, del gobierno y de la opinión pública, detu ­
— P olítica Económ ica In tern acio n al, Discursos pronunciados
en E stados U nidos, p. 30, Bs. As. 1927. vieron el viaje de la delegación; pero no la labor que con ella se p ro ­
(5) ponían
—D eteniéndose a e stu d ia r las estadísticas oficiales n o rte ­ rea liza r los escuderos de la a lta banca de W all S treet.
am ericanas se com prueba, tam bién, que la dism inución de los p ro ­ C um plida ella se p resen ciará u na nueva alza de los aranceles ad u a­
m edios en la a g ric u ltu ra se presen ta, con igual ca rá c te r a la r­ neros que g ravan la en tra d a del lino en los E stados Unidos.
m an te, p a ra la ganadería. (1 3 ) — In fo rm es del estado económico norteam ericano, La P re n ­
(6 ) — N icolás Salm erón y García, De la C onferencia de Gi­ sa, O ctubre 9, 1927.
n eb ra, La L ibertad, M adrid, Julio 8 1927. (1 4 ) — Inform es del estado económico n orteam ericano, La P re n ­
(7 ) — H aya-D elatorre, “ P o r la Em ancipación de A m érica Lsa, a­ Bs. As., setiem bre' 8, 1927.
tin a ” , Bs. As. 1927. (1 5 ) — Movimiento económico en el m ercado norteam ericano,
(1 0 )—A lberto G erehunoff, Los Pequeños países an te el Im pe­ La N ación, Bs. As., setiem bre 7 de 1927.

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JOSE M. E G U R E N : S e le c c ió n de su obra com p leta

ENSAYOS DE INTERPRETACION

JOSE CARLOS MAR1ATEGUI: 7 DE LA REALIDAD PERUANA”

TIRAJE LIMITADO,
Ü IB R
BIBLIOGRAFIA,
A ñ o IS i
05
CRITICA, NOTICIAS
Y
LITERARIAS,
Lima, A b r il li e !9 2 S
H E U I
CIENTIFICAS
5T H 5
Y ARTISTICAS
H ú m e r o ¡6
S ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Yo escucho, con cierta emoción, a este joven indio que ta n


TÍ5 CUIPAC MUNASCCAM son rien te ve la resu rrecció n de su raz a y que no tem e fracaso s y
torm entos, rech iflas y zum bas.
C O M E D I A O U 15 O H II A — ¿Dónde nació, M am ani, su afición a los dram as queehuas?
— E n u n a rep resen tació n de C cori C h ch u sp i del C ura Z úñiga
Cazorla, en la cual tom é p arte , y que, dicho sea de paso, m e g u s­
tó mucho. Si ese señor C ura, m e dije, hace dram as en un idiom a
que yo conozco y lo hablo a diario, cómo no h acer u n a cosa p a­
recid a? . . .
— Conoce lid . los dram as, especím enes de la lite ra tu ra que­
chua, OLLANTAY, USCA PAU CA R y EL RAPTO DE PRO SER­
PIN A ?
EL AUTOR M0SES3I3 BAilAHI, — El prim ero lo he leído en la obra de N odal. Los otros no
he tenido ocasión de verlos.
Le hago n o ta r que el O llantay publicado en la G ram ática de
tfíSTO Y 6100 POR «SOSS QA- N odal es un O llantay bastard ead o , u n a c a ric a tu ra del dram a p o r­
tentoso en que las estro fa s resu e n an como ecos de tem pestad y u lu ­
BR1HL C63SI8 Y ALOSMAS lan como rá fa g a s de hu racán .
— ¿Y conoce los dram as m odernos, escritos tam bién en b u en a
y bien estu d iad a quechua, p o r los señores N icanor Ja ra , Silva, Luis
ACOTACIONES SE QAaUIEL
Oehoa, Canónigo R odríguez, d octor C aparó M uñiz y otros p aisa­
nos míos del Cuzco, que h an enriquecido y resta u rad o en p arte,
CHURATA el te a tro quechua? Conoce S ú m a c c T tic a , Y a h u a r H u accac, M an ­
co II, H u a in a K ccáp ac, Q q u esp illo y otros dram as, cuyos nom bres
no se m e vienen ta n p ro n to a la m em oria?
— H e oído h ab lar de ellos, pero no los he conseguido. Yo h a ­
go mis dram as muy n atu ra lm e n te. Lo que he visto en mi pueblo,
lo que veo en mi aillu, las cosas que p asan silenciosam ente en el
m isterio de n u estra s cuevas y n u e stra s serran ías. Yo estoy solo;
apenas unos am igos y buenos señores, como Gam aniel C hurata,
m e ayudan y m e alien tan . E sto y m uy agradecido p a ra el doctor
M enudo, de ojos vivos y m ira r inqu ieto ; de faz p álida y obs­ V aicárcel del Cuzco, que m e fav o rece con su am istad y me h a de­
cura, bajo de e s ta tu ra y de an d a r rápido, es Inocencio M amani, dicado elogios que m e consuelan.
quien ha sorprendido a Puno con u n a obra te a tr a l escrita en p arla Quiero, doctor, que lea mi dram ita, que lo juzgue, que me h a ­
quechua y rep resen tad a varias veces con éxito artístic o y econó­ g a v er sus defectos, que debe ten erlo s, porque yo no soy u n in ­
mico m uy halagador. E s el a u to r de esta pieza te a tr a l indio in­ telec tu a l n i un experto en le tra s y arte s. Su p alab ra me h ará
genuo, orgulloso de su ra z a y con gran d es y em peñosos arresto s mucho bien.
p o r su renovación y su m ejoram iento social. H a fundado u n a Se despide m uy cortésm ente, ofreciendo volver después de
com pañía de dram as quechuas denom inada ORCCOPATA, (cerro unos días. D a la m ano con cie rta tim idez y sale con paso rápido
a rrib a ), cuyo personal está constituido por otros am igos suyos, ta n y candencioso, brindando saludos a las personas que en la sala
am antes de su ra z a y de su causa como él. había.

M amani te n d rá 19 o 20 años. U nas veces re p re se n ta m ás y


o tras menos, cuando uno tr a t a de sondearle la edad o sus p en sa­
m ientos, a trav és de su m ira r tím ido y dulce y de su fisonom ía U na ta rd e fría , de esas ta rd e s p u n eñ as en que el vientecito
tra n q u ila y apacible. helado acuchilla las carnes como p u n ta s buidas de nieve, charlo
H abla el castellano con aceptable corrección. H a estudiado am igablem ente don G am aliel C h u rata, reco rrien d o el cuadro del
la instrucción p rim a ria y ha sido alum no del Sem inario de Puno. monísimo P arq u e Pino. D espués de un palique sabroso en que
V iste tern o de casim ir, u sa zapatos y calcetines, co rb a ta y cam isa vienen a . cuento cuestiones de a rte , el “ultraísm o ” , el “v an g u a r­
su e lta y blanca y se toca con som brero de paño que le cae a m e­ dism o” , la “ sensibilidad m o d ern a” , y a vueltas de los nom bres de
dio lado sobre el ro stro m enudam ente redondo, dándole las ap a­ A pollinaire, Borges, Ja rn é s, Gómez de la Serna, Jim énez Caballe­
riencias de un colegial en día de asueto. Se le ve d iscu rrir p o r ro , y los versos en fig u ra s g eom étricas y en “ rom pecabezas”, me
las calles siem pre con libros y revistas bajo el brazo y con fa jo s de p re g u n ta Gam aliel C h u rata sobre m is im presiones de M am ani y
papeles im presos e n tre las manos. su obra. T iene C h u rata u n a m a n era de p reg u n ta r, con esa voz
b ro n ca de o rad o r y con esa b a rb ita bohem ia que se v a haciendo
— “ Se lo voy a m an d ar un día” ,— me dijo Gam aliel C hurata, crecer y que le da u n aspecto de estam pa ascética, que no h ay
el poeta y escritor puaeño, que, e n tre o tras m uchas cualidades, m ás que responderle con cuidado y cierto fe rv o r lírico.
tie n e la de patrocinar, con sus consejos y sus enseñanzas, la fo r­ — Acabo de le er el d ram a de M am ani. Mi opinión se la daré
m ación espiritual de m uchos m odestos hijos de la ra z a indígena a él mismo, porque he notado algunas cosillas relativ as al idiom a
que le m iran como al m aestro y el bondadoso amigo. y en que he visto que d ifieren la quechua del Cuzco y la quechua
Y así fué. que se h ab la en Puno. P ero le diré a Ud. que p a ra o bra escrita
Vino a visitarm e el a u to r trayéndom e el ejem p lar de su d ra ­ p o r Inocencio M am ani, que m e p arece un g ra n intuitivo, el d ram a
m a eserito a m áquina. Q uería que lo leyera, que le d iera mi opi­ m erece todo elogio. P ero de ahí p a ra m ás allá, hay que an d arse
n ión y le ale n ta ra en su em presa, que es enorm e, a rd u a y b atalla­ con cuidado en p ro d ig ar a ese ensayo exagerados elogios e hiperbó­
dora. licas loanzas. E l arg u m en to es de un a sencillez ald ea n a; pero h ay
— P o r qué no va a ser el Q uechua, idiom a de un Im perio ta n escenas que, como Ud, lo h a dicho, son de un fre sco r de to to ra , y,
vasto y ta n portentoso, un habla como el inglés o como eh f r a n ­ a veces, de u n olor a tie r ra fre sc a recien tem en te rem ovida o de
cés, que se extienda por el m undo?—m e dijo in g en u am en te Ma­ establo donde balan y m ugen m ansos toros y saltan trav ieso s r e ­
m ani.— Con ese propósito he escrito este dram a, como he escrito centales. E l m uchacho ha observado b astan te y h a sentido m ucho
o tro llam ado SAPAN CHURI (H ijo solo) y como escribiré otros de lo visto. Sobre todo tie n e b astan te color local. Los nom bres
m ás, con los cuales deseo salir al e x tra n je ro p a ra esp arcir la si­ de C a p ach ica, M añ asu , H u a c c sa p a ta , m ezclados con brisas del Lago
m iente de mi arte , del a rte nacional. y el olor de la q u in a » , la C c a ñ iliu a y el IchcJiu, s a tu ra n el d ram a
42 LIBROS Y REVISTAS

de p erfu m es rústicos y le m atizan con pinceladas de idilio zaha­ — Yo, señor, sé lo que me dice, y así lo usé al p rincipio; pe-
reñ o . ro, como en Puno hacen los dim inutivos en la fo rm a que h a visto
— H áblele m e jo r en quechua. E n castellano se ex p resa con en mi obra, he tenido que ceder a la co rrien te. Mi objeto, es se r
d ificu ltad . E s M am ani un m uchacho de grandes esperanzas. E l entendido, y debo h ab lar como hab lan hoy aquí. Quise escribir
las alim en ta m uy frescas y d eja alim en tarlas tam b ién a quienes le m i obra en la quechua de O llantay, en la quechua v ieja, pero aquí
ayudam os en sus nobles aspiraciones. no h u b iera sido entendido.
H ablam os enseguida algo de la poesía puneña. P reg u n to por Le hago n o ta r algunas d iferencias m ás en tre la quechua usa­
A lejandro P eralta, el enorm e a u to r de A N D E, a quien no he vis­ da en el d ram a y la del Cuzco, d iferen cias que él las reconoce,
to ah ora y cuya v isita me anunció u n a ta rje ta , en m eses pasados. au n q u e d eclara que no son dem asiadas, y le recalco que en su
Supe que andaba de R ecaudador por tie rra s del Lago y por pam ­ obra hay tam b ién ciertos pensam ientos que los indios actu ales no
pas le jan a s del D epartam ento. Le apunto a C h u rata que es cosa, p arecen ten erlo s y que m ás bien son em inentem ente europeos, co­
al p are cer contradictoria, que un poeta sea perito en núm eros y mo la m an era de calificar a un m arido ofendido. E n el dram a
que ande en labores de cierto prosaísm o, au n q u e N úñez de A rce, de M am ani se em plea la p alab ra HUACCRA (C uerno) p a ra in fa ­
a n te s y ahora. Ricardo León y otros, tu vieron y tien en sem ejantes m ar al cónyugue burlado, y esa fra se p arece traducción lite ra l del
em peños. pensam iento castellano. E l indio llam a a esas o p arecidas faltas
— C ervantes, reflex io n a C hurata, fu é, según creo, recaudador. K CCELLI (sucio, puerco, cochino).
— Sí, señor, fu é alcabalero y después apresado p o r supuesta P ero M am ani co n testa con el consabido p retex to . ¡Así se di­
d efraudación de fondos p ú b lic o s. . . ce y se em plea e n tre las gentes de mi p u eb lo !. . . Y no hay más
—Yo p re fe riría — ag re g a mi am igo— una labor como la de P e­ que h a c e r. . . Me dice que tien e u n a nueva obra en preparación,
ra lta . Así hay m a n era de c a p ta r m otivos y enriqu ecer la pupila de en la que c ifra m uchas esperanzas.
paisajes y colores. Recordam os de los inspirados y originales poe­ O frezco a M am ani ocuparm e de su obra, ayudarle en lo que
tas que P uno tiene, así como de los escritores recios, precisos y pueda, asegurándole que soy devoto de la lite ra tu ra quechua y cul­
airosos que a veces suelen p asear su gallarda prestan cia, en a rtíc u ­ tiv ad o r asiduo del idiom a, cuyo valor arqueológico lo creo ines­
los apreciabilísim os y en prosas substanciosas. tim able, aun q u e no piense ya en la resta u ració n del idiom a como
R ecuerdo de P e ra lta , de A rm aza, de Rodrigo, de Rom ero, en­ len g u a viva que se pueda im poner a los pueblos del C ontinente.
tr e los nuevos y de los muchos nom bres de escrito res que h o n ran a
Mi am igo M am ani se v a m uy contento, prom etiendo volver
e sta tie rra ta n pródiga de A rte y ta n rep leta de sugestiones m a ra­
fre cu e n tem en te a ch a rlar en quechua y castellano y com unicarm e
villosam ente estéticas. P e ra lta m e p re g u n ta del po eta A lberto
sus proyectos. E s un indiecito que sabe com unicar y co n tag iar su
Delgado, de V alcárcel, de Velasco A ragón, de A guilar, de Ríos
entusiasm o y posee g ra n claridad de juicio. Yo le q u erría v er
Pagaza, c u ja s obras conoce. A dm ira Gam aliel C h u rata la coor­
estudiando en la N orm al p ara Indígenas. P ero él tr a b a ja p a ra vivir.
dinación y la arm o nía de esos intelectuales que con su actividad
esp iritu al bien orien tad a han esparcido y esparcen el nom bre de su TU CU IPA MUNASCCAN es, en verdad, un dram a m uy senci­
tie rra y sus gloriosas m ilenarias, ju n to cor. la reconstrucción de llo. Lo que en él valen son los diálogos; los apotegm as y las con­
su rico acervo histórico y folklórico. Y se duele que en Puno sejas. E l estilo, en fin . P a ra in te resa r escénicam ente le fa lta ­
la o bra sea sólo aislada, individual, y, por ta n to , poco conden- rían m ás m ovim iento, m ás vida, m ás personajes. P arece más bien
sada. un rom ance p asto ril y no u n a o bra te a tra l.
— ¡Será p orque los cóndores van solos y h uyen de las p a r­ U na india guapa y pizpireta, casada con un indio medio ca­
vadas!, m e perm ito subrayarle, atribuyendo a esta labor personal lavera, enam oradizo y borracho que tien e sus devaneos con o tra
que la capacidad in telectu al de P uno, no se enfoque, como debie­ m u je r de Capachica, siendo él de M añasu, es el p erso n aje central.
r a y pud iera sobradam ente hacerse, en una g ran R evista o en un P ittita es su nom bre. B uenam oza y sandunguera, la india es re ­
g ran periódico. q u erid a de am ores p o r otro vecino suyo, prendado de la herm o­
— Se lo voy a m a n d ar a M am ani, p a ra que le hable de su d ra ­ su ra cerril de esa Casilda tra b a ja d o ra y repulida. Sillico se llam a
m a, y se los recom iendo a Pacho y M arón, (dos m uchachos que el nuevo don J u a n y se aprovecha de la ausencia y las calav era­
estudian y que, como M am ani, m erecen la ayud a esp iritu al y el das del m arido, p a ra q u erer re n d ir la fo rta le z a de honestidad y
patrocinio del poeta-bibliotecario, que se m archa con su g ran som­ recato en que se en cierra la cuitada P ittita , quien astu ta m en te p a­
b rero haldudo y garbosam ente re q u in ta d o ). rece ren d irse a los am orosos req u erim ien to s de Sillico, con la con­
dición de que vaya a Capachica y traig a, como pueda, al m arid a
in fiel que g u sta de la dicha y el p lacer en ajen as fu en te s y ap ag a
su sed en aguas prohibidas. Sillico cap tu ra y tra e al h o g ar el desca­
Al día siguiente, al atard ec er, viene Inocencio M am ani, siem ­ rriad o m arido. P ero la fiel y v irtu o sa Penélope de M añasu, deja
pre cargado de papeles. V ende periódicos del Cuzco y Lim a y con un palmo de n arices y otro de lengua al am oroso y flam an te
atien d e suscripciones. Lee “ E xcelsior” y “ La S ie rra ” de p re fe ­ Proco.
rencia. Es ag en te de “A M A U TA ” . P itita queda con el m arido arrep en tid o y Sillico queda como
— H e leído, M am ani, su d ram a y me parece b astan te bien h e­ está dicho.
cho, p a ra h ab e r salido de la plum a sencilla de Ud. y del poco cau­ P arece que el dram a tien e cierta ten d en cia p rag m ática: exce-
dal de conocim ientos que todavía posee. Le aseguro que, leyendo c ra r el alcohol y la coca, ta n gustados por los indios y causa, se­
los dram as quechuas de que le hablé a n te s y que p ro cu raré p ro ­ gún dicen los sabios de hoy, de degeneración y ru in a de la raza,
porcionárselos, e inform ándose de la técn ica del te a tro m oderno, pues el perso n aje principal de la obra term in a haciendo ascos, r e ­
p a ra no h acer m uy exóticas sus creaciones,—podrá h acer o b ra de pulsas y odios a aquel b rev aje y a esas hojas que el indio m asca
m ayor provecho y ser genuino ca n to r de su raza. Así fu é L u n a­ desde las m ás lejan as h o ras de su vida y m ascando las cuales su­
rejo , a quien atrib u y o la p atern id ad de O llantay. je tó a su albedrío ta n to s países y pueblos, levantó ta n ta s fo rta le ­
— Sí señor. Yo hago mi obra sencillam ente, llanam ente. E s­ zas, realizó ta n to s p o rten to s y soportó ta n ta s ham bres y necesi­
tudio a h o ra mismo, p a ra m e jo ra r m i labor. dades.
— E l títu lo de su ob ra equivale en castellano, seguram ente, ¡A tatau A L C O H O L !... ¡A tatau C U C A ! . . . ¡Millaimi Cascca-
a QUERIDO DE TODOS, pero en el Cuzco no diríam os TUCUIPACC cu! (1 ), poco m ás o m enos ésas son las fra ses fin ales del dram a
MUNASCCAN, como Ud. lo dice, sino TU CU IPA MUNASCCAN, de Inocencio M am ani, después del desencostalam iento del perso­
pues la term inación pace es dativo y significa “ p a ra ” . Tucuipacc n a je tra íd o de Cacachica, cosido en saco o talego (Cutama en que­
sería “ P a ra todos” . ch u a).
—A sí es como se dice en P uno, y yo he querido h ac er alg»
que mis paisanos me entiendan. Yo sé que la quechua del Cuz­ P u n o , a 22 de ab ril de 1928.
co, la que Ud. habla, es la a u té n tic a y castiza.
—Tam bién noto que Ud., en su dram a, fo rm a los d im inuti­ JOSE GABRIEL COSSIO.
vos quechuas como en castellano, con las term in acio n es ito, ita,
cuando en quechua el dim inutivo se fo rm a con la term in ació n cha.
U sted dice macctita, huaiqquitu y no, como se debe decir, maccta- (1) ¡Qué ho rrib le el alcohol! ¡Qué horrible la coca! ¡Qué
cha, huaiqquecha. d etestables son!
LIBROS Y REVISTAS 43

€ !@ 1 EGA I I I l l l i i HENRI BARBUSSE


FASTS D i m s
CARLOS SANCHEZ VIAMONTE E. Flammarión, París 1928.
LA LEY GOBIO EL CUCHILLO
B arbusse es no sólo un escrito r que sabe com poner frases y
La Plata, 1928. escoger p alab ras; tam bién es un hom bre que siente p rofundam ente,
vivam ente, generosam ente. Y este sentim iento, esa g ran te rn u ra
E l doctor Sánchez V iam onte es el tipo nuevo del m aestro
de su alm a, esa piedad con que contem pla la trem en d a m iseria de
a m e ric a n o y el tipo — de u n a sola pieza — del hom bre civil.
la vida y el dolor que m arca— como un signo inexorable— los seres
Y a dije en un artícu lo que publiqué en la rev ista “A M AUTA”
ponen en su obra— ta n to en “ Los Suppliants” como en “V E n fe r” ,
que el nuevo tipo de m aestro am ericano había sido producto de
ta n to en “ C iarte” , como ah o ra en “F a its D ivers” — un acento vi­
la docencia del discípulo sobre el m aestro a raiz del m ovim iento
b ra n te y patético , que no puede d ejarn o s in d iferen tes, aunque esa
inicial de refo rm a u n iv e rsitaria que tuvo su gestación inicial en
n o ta p atética se acerque, en Veces, a lo m elodram ático.
Córdova. E sta es, ta l vez, su significación m ás p ro fu n d a y de m ás
“F aits D ivers” — como dice el mismo a u to r — no son histo­
dilatada proyección histórica. Al buen m aestro e u ro p e iz a d o , de
rias in v en tad as; “anotaciones pescadas al az ar en la espantosa
erudición académ ica y banal, y sin árdido calor ciudadano, es p re ­
civilización co n tem p o rán ea” ; al leerlas to d a la an g u stia del dram a
ciso que suceda en n u estra s universidades el buen m aestro a m e ri­
que se p rese n ta en el m undo nos estrem ecerá el espíritu y el co­
c a n o que encare y viva, con sangre y con ojos am ericanos, los p ro ­
razón.
blem as am ericanos. No b a s ta rá saber, es preciso vivir, y vivir con
M. W.
la g rande y trá g ic a u rg en cia de n u e s tra época. Los am ericanos
XAVIER ICAZA
tenem os la inm ensa responsabilidad de crear, de re - c re a r m ás bien,
u n C ontinente con u n a cu ltu ra. No debem os ser ya el pleonasm o PAHCHITO CHAPOPOTE
de E uropa, sino u n a fu e rz a vital au tó cto n a y ca racterística y, pol­ Editorial Cultura, México 1928
lo mismo, un nuevo fa c to r universal del esp íritu hum ano. ¿H asta
cuándo hemos de so p o rtar la tu to ría de las dem ás razas? Desde el am ado pais azteca me llega un nuevo libro de X avier
Y el nuevo m aestro am ericano tie n e que ser, p o r fu erza , un Icaza. P anchito Chapopote vivía en la rica y calurosa H uasteca
hom bre civil. Todo tenem os que re -c re a rlo . Econom ía, ciencia, “ pueblos de palm a y sones, baños de río, perfu m e de vainilla,
a rte , política y ju sticia. E n la g ra n colm ena constructiva necesi­ m u jeres caderonas de ojos g ran d es” . H ubiera sido un hom bre
tam os todas las actividades vitales. feliz, pero m erced a su desam parada condición de am anuense de
H e aquí el libro civil del hom bre civil. Un hom bre, no de ju s ­ un com erciante, la m u je r escogida por su rom ántico deseo no se
tic ia a b stra c ta y sólo teórica, fría m e n te discrim inada y vaga, sino dignó descender h asta él las dos luciérnagas de sus ojos. Panchito
u n hom bre de ju stic ia co n creta que llega h asta el caso y el Hecho no es sino un p retex to que tom a n u estro joven a u to r p ara tra z a r
delictuosos. La ju stic ia y la ley no viven nu n ca su vida en tera u n a serie de m aderas d efinitivas del am biente del México “ porfi-
y caliente sino p a ra y por el ca so -h o m b re . La ju sticia a b stra c ta es r is ta ” . La lucha e n tre el im perialism o inglés y el am ericano, dis­
del Dios inm anifestado, pero apenas se fenom enaliza y se m ani­ p utándose la posesión del petróleo, está enfocada con un a sutil
fie sta , tien e que concretarse y d efinirse en el hecho p articu la r. L a ironía, con ese punto de a m arg u ra que siente todo m ejicano an te
ley a b s tra c ta sin el caso hom bre concreto es le tra m u erta. E s ju s ­ el acap aram ien to de las propias riquezas, hecho p o r e x tra n jero s
tic ia en potencia, ju sticia in m an ifestad a y, p o r lo ta n to , a dos pasos audaces y desagradecidos. Icaza es, sobre todas las cosas, nacio­
de la petrificación. nalista. Ama a su México heroico y siente por él el orgullo de
Y no hay o tra fo rm a de c re a r u n a civ ilid ad , es decir h ac er que por “su raz a h ab lará el esp íritu ” . E n to d a su obra está la ten te
v iv ir la ley sino en carne de ju sticia, aplicándola al caso hom bre. ese extrem ecim iento nervioso del pueblo enfebrecido de m a tern i­
Y esto es lo que h a hecho y Jo que está haciendo el d o ctor Sánchez dad, porque G uathem oe h a fecundado nuevam ente la m atriz de esta
V iam onte en la A rgentina. E n n u estro s pueblos de A m érica la tie rra , y próxim a a d a r a luz, se extrem ece con los dolores de un
ley está p etrificad a, está y erta. T enem os códigos de p u p itre y de p arto prolífico. Todos los am ericanos estam os p endientes de la
academ ia, gélidas teorizaciones ju ríd ic as que r a r a vez h an alcan ­ p a rtu rie n ta . Sabem os que ella echará al mundo un varón. Y que
zado ser hum ana y p alp ita n te c a rn a tu ra . A la ley m u e rta que es este macho rea liza rá la u to p ía de u n ir en un solo haz veinte pueblos
u n a hipocresía, es p referib le la ley in ju sta y sa n g ra n te pero viva. dispersos y desarm ados p ara defenderse de la voracidad m onroista.
H a y la esperanza, por lo m enos, de que la víctim a reaccione alg u n a Yo creo que un pueblo que tie n e la inquietud del m ejicano, que
vez y se libre de ella. E s p referib le que la ju stic ia al aplicarse dá hom bres como Icaza, L izt A rzubide, y ta n to s otros mozos bravos
d efla g re en alg u n a ocasión en in ju stic ia y salpique la inocencia, de plum a en ristre , está llam ado a ser el m úsculo de u n a A m érica
q ue no es hórrido harpagonism o de la ley que no e x is te existiendo. nueva, de esa A m érica que tr a ta de red escu b rir W aldo F ran k . El
P orque entonces, según M artín F ierro , “ la ley es como el cu­ pasado de México es digno de su p resen te y de su fu tu ro . U n
chillo y no ofende a quien la m a n e ja ” y según A nacarsis, “ es como pueblo que sabe m orir es un pueblo que tiene derecho a la vida.
te la de a ra ñ a y sólo enred a a débiles y flaco s” . Y P anchito Chapopote, llegado el m om ento, em pleará su dinero
A n te n o r O rre g o . en com prar arm as co n tra el “g rin g o ” y en vez de ir a E u ro p a “p o r
T rujillo, abril de 1028. v ap o r” se calzará el rifle al hom bro y m o rirá estrem eciendo el aire
con el bram ido de su carabina, arru llad o p o r la m úsica m arcial de
RAMON DE VALLE INCLAN las huestes ag ra ristas. A brazo en Icaza esta ejem p lar generación
m ejicana, como hom bre joven que soy, porque me siento ligado al
E
LTIR
ADOB
AND
ERA
S mismo entusiasm o del sacrificio p o r la L ibertad que ha encarnado,
Madrid, 1927 como en pueblo alguno, en los hom bres fu e rte s que sostienen el
avance de los E stad o s U nidos con la “b a rre ra de su brazo y de
D. Ram ón del V alle-Inclán, cuyas sonatas son— p a ra mi— lo su g rito ” .
m ás artístico de su ob ra y u n a de las cosas m ás bellas de la lite ra ­ R icard o M a rtín e z de la T o rre .
tu r a española de todos los tiem pos, tie n e adem ás de su g ra n talen to
u n a prodigiosa habilidad, Y así construye ese “ T iran o B an d eras” , MANUEL ALTOLAGUIRRE
m aravilla de técnica, pero con un sabor dem asiado pronunciado de EJB&PLO
“ oficio” . A dem ás el a u to r de las “ S o n atas” p arece em peñado en
Suplemento de "Litoral",
“ T irano B an d eras” , en m o stra r sus conocim ientos del vocabulario
Málaga 1927.
y de los modismos am ericanos. Y resu lta, a veces, que los m ejica­
nos hablan como argentinos. Mucho oficio, m ucha técnica, un esti­ C laridad de E spaña. Poesía de Civilización. E ste asunto es
lo castigado y pulcro, el perso n aje del tiran u elo am ericano dibujado creador del puro a rte nuevo. D epuración histórica. A quí u n a aler­
de m ano m a estra—algo así como u n a fac h ad a ch u rrig u eresca p ro ­ ta a los am ericanos: ¡Cuidado, g ran cuidado con el a rte de trib u ,
lija y sabiam ente tra b a ja d a —pero ni ingenuidad, ni fre scu ra, ni inhum ano, cascárido, m anual, d ec o rativ o ! Equivocación en Méxi­
sinceridad. E sa es la im presión que nos ha dejado la ú ltim a novela co, equivocación en el P erú. P or o tra p a rte no im p o rta m ayor­
del g ra n m anco. m ente. E quivocación vital. E sto es lo único que puede salvar lo
44 LIBROS Y REVISTAS

equivocado. P o r esta condición es que estoy con A m érica. P o r


o tra p arte , inseguridad, f a lta de resultado hum ano, histórico. T o­ Oficina deI Libro
do trasp lan ta d o . ¿P ero qué im porta esto an te la poesía p u ra de
M anuel, del Manolo andaluz, andalucísim o de M álaga? N ada m ás
que un deseo polémico de cosas inútiles.
C a s i l l a ai07 - LIMA
Bien. Bien por el aire poético de E spaña.
P oesía de M anuel A lto la g u irre : Q uem aría nubes h a sta p a ra r­
m e de belleza en puntas, to rre s árab es de deseo. Em ocionóm e de La oficina del Libro, establecida por la Socie­
claridad fu e ra de la poesía y en el infinito ritm o de las form as.
V oy en tre n de em ociones. V iajero de lo real. La vida es u n a p ro ­
dad Editora “Amauta“, se propone organizar, median­
cesión salida de E spaña al Mundo. Picasso. E l Greco. G óngora. El te una activa y metódica propaganda, la difusión del
Cid. S an ta T eresa. G racián. F alla, y aú n m uchos o tro s locos que libro en provincias, ofreciéndolo al lector al mismo
se m e escapan. T o tal: E spaña. L ugar p o r donde se v á al cielo y al precio a que se vende en la capital y sin más recar­
in fiern o. go que el 10 ojo de gastos de correo certificado.
X avier ABRIL.
Lim a — 1928.
A este efecto, la Oficina del libro distribuirá
mensualmente en provincias, varios miles de ejempla­
TOBIAS BONESATTI res del boletín bibliográfico “Libros y Revistas“ y
LAS VESTAHAS publicará en cáda número una lista completa de no­
Bahía Blanca, Editorial Jarusélli vedades extranjeras y nacionales, con sus precios, los
cuales serán invariables y fijos para todos los clien­
Casa en el campo. C asa lila con techado ru b er-o il; con seis, tes. Distribuirá también la Oficina del Libro, al
ocho, diez v en tan a s ab iertas al m ar, al cielo, al cam inito largo, al
iniciar su trabajo, catálogos y listas de las existen
silencio cam pesino. Bien. M uy bien. Tobías B o n esatti es u n
p o eta de la derecha, con el candor íntim o de J u a n Ram ón el de cías de todas las librerías importadoras y edito­
“ P latero y yo” . T am bién T agore. ras que se adhieran a su servicio.
No nos sobrecoge a golpes de tam bor.
“ Pinos al m a r y pino al cielo, m usicalizados sobriam ente p o r
el arvo del v ie n to ” . Avisamos a nuestros suscritores y
¿No os lo dije? agentes que podemos servirles los
¡Y luego “ Las calles v ia je ra s” y “ P len itu d de cielo” y siguientes libros:
“ V ereda in fa n til” ! ESCENA COMTEMPORANEA, J. C. Ma-
Todo sencillo como un hilo de agua. riátegui......... S. 1.80
N o ta: NUEVO ABSOLUTO, Ibérico Rodríguez...... ..... 1.80
H a olvidado a las aves del m ar y al señor gorrión. Kyra Kyralina, Panait Istrati.................................. 1.80
E. P. B. Tempestad en los Andes, Luis Valcárcel............. 2.00
El Libro de la Nave Dorada, Alcides Spelucín.... 2.50
El Amor Limosnero, R. Martínez de la Torre... 1.50
Cien Mejores Poesias Peruanas.... ....................... 2.00
El Cuchillo entre los dientes, H. Barbusse....... 0.60
Los Hijos del Sol, Abraham Valdelomar............ 1.00
LA N O UV ELLE REV U E FRA N C A ISE Vasconcelos frente a Chocano y Lugones por
E. Elmore 0.30
E nero, F eb rero y M arzo, 1928 Una Esperanza y el Mar, Magda Portal.............. 1.50
Radiogramas del Pacífico, Serafín del Mar.......... 1.50
La Nouvelle Revue F rancaise nos ofrece en todos sus núm eros
alim entos espirituales de la m ás a lta calidad. No en vano tien e Como quedan muy pocos ejemplares, agradecere­
p o r colaboradores a escritores y poetas de m ás originales y m ás mos la prontitud en los pedidos.
fu e rte s de F ra n c ia — Gide, V aléry, M ax Jacob, Ju les Romais,
T h ibandet, Salm ón, L aeretelle, L eon-Paul F arg u e, Ju lien G reen —
EL GERENTE
y no citam os sino unos cuantos.
E n el núm ero correspondiente a E nero la N. R. F . publica unos
poem as en prosa de P au l V alery — algo fino, puro, deliciosam ente
m atizado y — ¿por qué no? — de lo m ás com prensible. Se des­
vanece un poco con estas prosas exquisitas y lím pidas la leyenda
U T A ”
del P aul V alery herm ético e inaccesible. (T an herm ético e inacce­ T a r ifa de> A n t i n o i o s
sible como e ra de claro y tra n sp a re n te su an teceso r en la Acade­
m ia F ran cesa, M onsieur B e rg e ret). E n un rela to de v iaje p o r Contra-carátula a dos colores.............................Lp. 12.0.00
A ndré Gide en contram os aq u ella sobriedad que caracteriza la ex­
presión del pensam iento en el a u to r de “ La P o rte E tro ite ” y de Interiores de carátula en color y páginas espe­
“La Sym phonie P a sto ra le ” . ciales de publicidad en color y en papel
De F ra n z K afk a — u n jov en escrito r checo eslovaco recién satinado:
desaparecido — leem os u n a n arrac ió n — “ La M etam orphose” — 10.0.00
que p odría llam arse “ u n a n arrac ió n de lo grotesco y de lo ex tra o r­ Una página...........................
dinario” . Media página....................... 5.5.00
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L Jfijk lyliijpl Mar", por Magda Por­
tal. "Radiogramas del Pacífico", por Serafín Deltnar.
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de la Exposición, en los Jardines del Parque
Zoológico el 19 del presente mes.
Su duración será de 15 días.
Esta segunda Feria ofrecerá el cuadro más
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La Segunda Feria de la Industria Manufacturera Peruana
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