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1.

     Introducción

Breve reseña histórica

    La pruebas de los 100 metros lisos tiene su origen en la carrera de 100 yardas (91,44m) que
disputaban los universitarios ingleses en la segunda mitad del siglo XIX. Las mujeres no se
estrenarían en esta prueba hasta la novena edición de los Juegos Olímpicos en Ámsterdam
(1928).

    La prueba de los 100 metros lisos masculinos formó parte del programa de la primera
edición de los Juegos Olímpicos de la era moderna que se celebraron en la ciudad de Atenas en
1896. En aquella ocasión se corrió sobre una pista de ceniza y carbón. La posición de salida era
libre y cada atleta adoptaba la que más creía que le favorecía, resultando ganador el
norteamericano Thomas Burkeel, único atleta de la prueba que salió con las manos apoyadas
sobre la pista y realizando unos agujeros en el suelo para tener un mejor apoyo de salida.

    En 1912, con la fundación de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo


(IAAF), se reconoce la primera marca mundial de la prueba en la persona de Donald Lippincott
que con un tiempo de 10,6 seg., recorrió la distancia en la pista olímpica de Estocolmo. En
1928, los norteamericanos George Breshnahan y William Tuttle inventan los tacos de salida,
mejorando así el punto de apoyo en la salida y optimizando el impulso que, hasta entonces, se
obtenía practicando sobre la pista de ceniza unos pequeños hoyos en los que se introducían los
pies, práctica que había introducido, en 1887, Charles Sherill. Sin embargo, los tacos de salida
no fueron reconocidos por la IAAF hasta 1937.

    En 1938, la IAAF estableció que para considerar válida cualquier marca de la distancia, el
viento favorable durante la realización de la prueba debía ser inferior a los 2,0 m/s. El 20 de
junio de 1968, en Sacramento, durante la celebración de las pruebas de selección del equipo
norteamericano que habría de competir en los Juegos Olímpicos de México, los norteamericanos
Jim Hines, Ronnie Ray Smith y Charles Greene lograron correr por primera vez la distancia por
debajo de los 10 segundos, fijando la marca mundial en 9,9 s.

    El 1 de enero de 1977, la IAAF decide abandonar el cronometraje manual que había venido
coexistiendo con el electrónico desde 1932, estableciendo que todo registro oficial debía
realizarse electrónicamente para tener validez oficial.

    Los 100 metros se han celebrado en todos los Juegos de forma ininterrumpida y han sido los
norteamericanos quienes más triunfos han cosechado.

Descripción

    La prueba de 100 metros es una de las más fascinantes dentro del atletismo. En ella, los
atletas intentan recorrer 100 metros en el mínimo tiempo posible.

    Esta carrera, a diferencia de las demás de velocidad (200 y 400), se disputa en una única
recta, concretamente en aquella en la que se encuentra la línea de llegada (Imagen 1).
    Cada atleta (8 como máximo) se sitúa en una calle y se mantiene en ella a lo largo de toda
la carrera sin poder salirse de ella.

Imagen 1. Pista de atletismo

    En la imagen 1, se puede apreciar como tan solo hay 8 calles en la pista, por lo que para
competiciones donde haya muchos competidores son necesarias eliminatorias previas y
semifinales hasta que se dispute la final. En algunos campeonatos, ha sido muy frecuente el
uso de la foto-finish, pues a veces entre los atletas tan sólo hay diferencias de décimas o
centésimas.

    Es muy característico el uso de tacos de salida (Imagen 2). En las pruebas de velocidad
(100, 200 y 400 metros), se emplean para dar un mayor impulso y aceleración en la salida.
(Antes de que se emplearan era muy frecuente ver a los atletas hacer hoyos en las pistas de
tierra y hierba).

Imagen 2. Tacos de salida en la prueba de los 100 metros lisos de atletismo

    La prueba de 100 metros, ha sido analizada en grandes competiciones desde los años 80, y
ha dado la oportunidad a los entrenadores y a los propios atletas, de tener más información útil
sobre los índices internos y externos de la carga de entrenamiento al más alto nivel. El análisis
de las carreras de los mejores velocistas del mundo en la especialidad de 100 metros sirve de
referencia para la evaluación técnica y para racionalizar los resultados obtenidos, en relación a
la programación de los entrenamientos y la preparación de las competiciones al más alto nivel.

2.     Parámetros fisiológicos de la prueba de los 100 metros lisos de atletismo


Índices internos y externos de la carga de entrenamiento

    Según Platonov (1991), se entienden como índices internos de la carga de entrenamiento a
aquellos factores que intentan apreciar ésta a partir de las reacciones del organismo que ella
determina, como las reacciones inmediatas, la duración al estado de reposo, etc., que
demuestran las diferentes dimensiones de la solicitación de los sistemas funcionales, como la
frecuencia cardiaca, el consumo de oxígeno, la concentración sanguínea de lactato, la actividad
eléctrica del músculo e incluso el carácter de los movimientos: velocidad, amplitud y ritmo.

    Los índices externos de la carga de entrenamiento son indicadores que aportan información
acerca de aspectos como el número de horas de entreno, ejercicios realizados, kilómetros
recorridos, etc., que permiten realizar una clasificación en función de la intensidad: velocidad,
carga, etc., o de la orientación hacia el desarrollo de una u otra actividad.

Sistemas metabólicos de obtención de energía

    Los 100 metros de atletismo es una prueba de velocidad de carrera en la participan diversos
parámetros fisiológicos, fundamentalmente anaeróbicos, y que serán analizados a continuación.

    Para ejecutar cualquier trabajo mecánico, el músculo necesita de la presencia de


adenosintrifosfato (ATP) para la contracción muscular. Podemos encontrar la existencia de una
pequeña cantidad de ATP (5-6 mM/Kgr), que es utilizada como reserva energética. Pero dicha
cantidad no es abundante, y si no existiese una resíntesis de dicha molécula, tan solo se podría
generar movimiento durante breves instantes. Esta pequeña cantidad de ATP, supone un
mecanismo de regulación del metabolismo celular.

    La reposición de ATP para el trabajo muscular, es efectuada por un compuesto macroérgico
almacenado en el músculo, denominado fosfato de creatina (PC), que se sitúa en equilibrio con
el ATP en concentraciones 5-6 veces mayor que éste. El PC está formado por la unión de
moléculas de de creatina y fosfato. Cuando es hidrolizado, el fosfato liberado, se unirá al
adenosindifosfato (ADP) para formar de nuevo ATP, que podrá ser empleado en un ciclo
continuo. Esta reacción está regulada por la enzima creatinkinasa. La actividad enzimática va a
resultar trascendental en la prueba de los 100 metros, como se podrá comprobar más adelante.

    El ATP y el PC se pueden considerar fuentes no aeróbicas, ya que no necesitan de oxígeno


para su utilización.

    Otra manera de sintetizar ATP se produce por medio de la glucolisis, que ocurre por medio
de la degradación de moléculas de glucosa presentes en el organismo. El músculo emplea las
reservas de glucógeno degradándolas a glucosa y ácido pirúvico, o el empleo directo de glucosa
sanguínea. En la primera etapa de degradación de glucosa a piruvato no se emplea oxígeno. En
la segunda etapa, el ácido pirúvico entra en un ciclo, donde es degradado a dióxido de carbono
y agua, con participación del oxígeno en reacciones de transporte electrónico y fosforilación
oxidativa, siendo esta etapa de naturaleza aeróbica y no presente durante la realización de la
prueba de los 100 metros, aunque sí debemos tenerla en cuenta en los procesos de
recuperación tras el esfuerzo.

Glucólisis anaeróbica
    En este proceso, la glucosa es degradada a ácido pirúvico, mediado por la intervención de
enzimas específicas. Cuando se alcanza el ácido pirúvico, la intensidad del ejercicio o los
desajustes cardiovasculares en el inicio de la práctica, no ofrecen la disponibilidad suficiente de
oxígeno y de esta forma, el ácido pirúvico no puede seguir la vía oxidativa aeróbica, quedando
reducido a ácido láctico.

    En esta vía, se produce dos unidades de ATP. Tiene el inconveniente de que para cubrir las
demandas energéticas de ejercicios intensos como en esta prueba, se requiere degradar
grandes cantidades de glucosa, que produce una gran acumulación de ácido láctico en el
músculo, circunstancias que genera un incremento progresivo de la acidez intracelular que
inactiva varias enzimas implicadas en la transferencia de energía.

    En la glucólisis anaeróbica, no se producen grandes cantidades de ATP, pero es una vía
esencial para la realización de ejercicios de gran intensidad.

Sistemas metabólicos de obtención de energía en la prueba de los 100 metros de


atletismo

    En situaciones de ejercicio máximo y de breve duración, como sucede con la prueba de los
100 metros de velocidad en atletismo, se presenta la imposibilidad de que se produzca la
utilización de las vías oxidativas, como se ha comentado anteriormente, circunstancia que
obliga al empleo de los compuestos de alta energía (ATP y PC). La duración del esfuerzo
máximo, influirá en la facilitación de la conexión de la vía glucolítica anaeróbica, ya que es
imprescindible un cierto agotamiento del PC para que se conecte la glucolisis.

    Para concretar esta circunstancia, se puede hacer referencia a los esfuerzos máximos de
velocidad, circunstancia que se está abordando en este trabajo, donde son requeridos índices
máximos de flujo energético por unidad de tiempo. Y tal y como se está observando, esta
posibilidad solo puede ser ofrecida fundamentalmente por las vías alactácidas de los depósitos
de fosfatos de alta energía (ATP y PC), y en segunda instancia y en menor medida, por la vía
anaeróbica lactácida que ya supondrá un cierto grado de disminución de la eficacia.

    Los depósitos de ATP inmediatos no se agotan nunca por completo (sólo pueden ser
reducidos hasta un 40% de su valor inicial), ya que cuando este substrato es reducido y
consumido hasta un 60%, se conecta su resíntesis por medio de la degradación de los
depósitos de PC, que por el contrario, pueden llegar a ser reducidos hasta un 80-85%, pero sin
llegar a consumirse por completo.

    Se ha descrito que el agotamiento de la vía anaeróbica alactácida puede sobrevenir en un


margen de 7-10 segundos aproximadamente (Badtcke, 1987, citado por McArdle, Match &
Katch, 2004). Según Mader (1976), los depósitos de PC pueden facilitar energía en ejercicios de
altísima intensidad, en una duración de 4-6 segundos. Tan solo la intervención y explotación
máxima de la vía glucolítica anaeróbica lactácida puede llegar a mantener el esfuerzo, dada una
gran intervención enzimática y resistencia a la acumulación del lactato en el músculo. Al
conectarse la vía lactácida a máxima producción, el ácido láctico generado, va a aumentar
considerablemente las condiciones de acidez intracelular, circunstancia que produce la
inhibición de la enzima fosfofructokinasa, que es un elemento clave del proceso glucolítico; y
así, cuando son alcanzados valores de PH de 6,3 aproximadamente, se produce un bloqueo
completo de la glucolisis anaeróbica.

    Siguiendo a Mader (1976), la glucolisis se inicia de inmediato a intensidades máximas,


después de 4-5 segundos, alcanzando en un plazo de 3-4 segundos, su máximo índice de
aportación energética La vía glucolítica es fundamental en un sprint a partir de los 5-6
segundos, interviniendo con máxima eficacia en trabajos de velocidad máxima de 30 a 60
segundos de duración. Cuanto mayor sean los depósitos de PC, más tarde se conectará la
glucolisis, y menor será la cantidad de lactato producida, con lo que la eficacia será menor.
Además, al hidrolizarse el PC, la creatina diseminada en el músculo, crea un efecto básico
(alcalosis), que neutraliza la acción acidificadora del lactato.

    Grosser (1992), citando a Jakowlev (1977) y Kindermann (1984), señala que los corredores
de sprints más rápidos, muestran en sus análisis índices de ácido láctico más bajos, ante
valores idénticos de velocidad de carrera. En este sentido, el tipo de fibras musculares es un
indicador especialmente relevante, y según Marti & Howald (1990), las fibras rápidas (FT), y
sobre todo las FTG (IIb), contienen un 50% más de fosfatos que las fibras lentas (ST).

    Por tanto, si se considera la duración de los 100 metros de atletismo y el alto nivel de
intensidad por unidad de tiempo, se puede afirmar que la energía se consigue en una primera
instancia, y se mantiene durante la realización de esta prueba por los depósitos de fosfágeno
(glucólisis anaerobia).

Parámetros fisiológicos tras la realización de los 100 metros lisos

    Las vías de obtención de energía y sus substratos correspondientes, así como los diferentes
sistemas orgánicos no responden al mismo tiempo ni de la misma forma ante la aplicación del
esfuerzo; es decir, existe una alta especificidad de intervención y regeneración para cada
situación. A esta particularidad del proceso de supercompensación, se la conoce con el nombre
de heterocronismo. Para poder establecer una correcta dinámica de esfuerzo, en la cual se dé
una relación adecuada entre carga y recuperación, es interesante poder conocer los procesos
de fatiga y recuperación, tan importantes en el rendimiento deportivo y que se producen,
cuando son solicitadas las diferentes vías de producción de energía.

    Platonov (1991), citando a Monogarov (1983-84), destaca que en una actividad de carecer
cíclico y de intensidad máxima, los signos subjetivos y los objetivos del cansancio, se
manifiestan al cabo de un período de tiempo, aproximadamente igual a un 45-55% de la
duración total del trabajo ejecutado hasta la interrupción completa del esfuerzo, es decir, hasta
la aparición del cansancio evidente.

    En ejercicios anaeróbicos de altísima intensidad, como es la prueba que se está analizando,
el cansancio se genera fundamentalmente por un agotamiento de los impulsos de alta
frecuencia que se establece en las motoneuronas que activan a las fibras de contracción rápida,
así como el agotamiento de los depósitos de fosfágeno que provoca una disminución de la
eficacia en el esfuerzo.

    Pero es necesario no olvidar los procesos de recuperación, que son aquellos que transcurren
tras la interrupción de la actividad que ha motivado el estado de fatiga, y cuya finalidad se
centra en restablecer la homeostasis alterada y provocar un efecto de aumento de los niveles
funcionales (supercompensación).

    Las características de estos procesos de regeneración de los principales depósitos orgánicos
de suministro de energía en los 100 metros de velocidad en pista son:

1. Las reservas de oxihemoglobina sanguínea y de mioglobina muscular, son regeneradas


al cabo de algunos segundos, tras haber concluido el esfuerzo, en virtud de la elevada
presión parcial de O2 arterial.

2. La recuperación de los depósitos de ATP y PC que constituye el fosfágeno, se establece


con bastante rapidez, en virtud de la energía proveniente del metabolismo aeróbico.

    Por otro lado, cuando al comienzo de un esfuerzo el sistema cardio-respiratorio no es capaz
de facilitar con inmediatez las demandas energéticas surgidas como consecuencia del propio
esfuerzo, se produce un déficit de oxígeno. En los 100 metros de atletismo, el organismo no es
capaz de adaptarse al esfuerzo y satisfacer las demandas energéticas por vía oxidativa.

    La deuda de oxígeno va a determinar la cantidad de oxígeno que ha de captar el atleta,


durante la fase posterior a la ejecución del esfuerzo, para poder equilibrar el déficit de oxígeno
acumulado. En los 100 metros, la deuda de oxígeno va a ser mucho mayor que en pruebas en
las que se plantee un esfuerzo de forma paulatina.

    En este sentido, la realización de un calentamiento previo a la prueba en la que los


parámetros muscular y cardio-respiratorio estén preparados para actuar con inmediatez
favorecerá una menor deuda de oxígeno, y sobre todo una mejora en el rendimiento. Con
respecto a los parámetros nerviosos, resulta interesante la activación del sistema nervioso pero
sin llegar a una sobreexcitación que pudiera entorpecer un alto rendimiento por parte del atleta.

La respuesta cardiovascular en los 100 metros de atletismo

     Gasto cardiaco (Q). En el calentamiento, y sobre todo durante la prueba se va a requerir


una demanda de energía considerable que va a poner en marcha una serie de mecanismos de
ajuste del gasto cardiaco a la nueva situación. En el inicio de la prueba, se producen registros
de volumen sistólico en torno a 210-215 ml por latido, pudiendo arrojar valores de frecuencia
cardiaca (FC) de 195-200 pulsaciones/minuto. Estos datos suponen unos valores de gasto
cardiaco en torno a 20-22 litros de sangre por minuto.

    En los 100 metros, la frecuencia cardiaca (FC) aumentará sin llegar a alcanzar un estado
estable, alcanzando valores máximos, constituyendo un falso estado estable. Cuando el
esfuerzo finalice, la FC volverá a sus niveles de reposo. Pero, esta recuperación será mayor o
menor en función de los registros de FC alcanzados durante el esfuerzo.

    Los valores de FC pueden llegar a ser menores de los registrados previamente al ejercicio, ya
que el individuo, ante la situación de esfuerzo, se ve influenciado por factores emocionales que
desvirtúan los valores de reposo. A este estado de activación previo a una prueba, se conoce
con el nombre de estado de anticipación o estado de salida. Este mecanismo es muy
importante para los ajustes que se vayan a producir en el comienzo de la prueba; y así, en
esfuerzos muy intensos de corta duración, donde la FC va a sufrir un incremento brutal en
pocos segundos, los aumentos de anticipación, son favorables en los requerimientos necesarios
para la prueba.

La respuesta respiratoria en la prueba de los 100 metros

    La prueba de los 100 metros lisos de atletismo supone un esfuerzo principalmente
anaeróbico, como se ha descrito anteriormente, y aunque la implicación del oxígeno en esta
actividad no sea tan importante durante la realización de la carrera, es necesario no
menospreciar la implicación de las respuestas respiratorias antes y después de la prueba en sí.

    Los ajustes que se van a llevar a cabo en la ventilación pulmonar van a tener las siguientes
características:

1. Estado anticipatorio (descrito anteriormente). Se va a producir una elevación de la


ventilación provocada por causas neurales y que influye positivamente para el
incremento súbito posterior.

2. Incremento ventilatorio súbito, producido por causas de un reflejo nervioso iniciado en


los receptores sensoriales kinestésicos situados en los músculos, tendones y
articulaciones.

3. Aumento súbito progresivo, provocado por cambios humorales experimentados en el


organismo como consecuencia del esfuerzo, y que viene provocado por el aumento de
CO2, la disminución del PH intracelular, el aumento de hidrogeniones y las necesidades
de O2 por parte de la musculatura de trabajo.

4. No se alcanza un estado estable.

5. Descenso brusco post-esfuerzo. La estimulación nerviosa deja de producir su influencia


sobre el centro respiratorio, circunstancia que hace descender rápidamente los valores
de ventilación.

6. Recuperación de la deuda de oxígeno, que ya hemos comentado anteriormente.

    En definitiva, la mejora de los parámetros aeróbicos interesa en el trabajo con velocistas
para poder afrontar cargas, en competición o entrenamiento de alta exigencia anaeróbica. Esta
mejora solo se producirá mediante la adecuada individualización del entrenamiento.

El sistema muscular y el sistema nervioso en los 100 metros de atletismo

    Como se ha observado anteriormente, otro de los factores trascendentales en el desarrollo


de la prueba de los 100 metros es la alta proporción de fibras blancas o contracción rápida (FT-
Fast-Twich), o tipo II.

    “Un velocista nace, pero tiene que hacerse con el tiempo”. Esta es la afirmación que la
Universidad de Pensilvania y de Burnaby, que se cuestionan en un estudio de finales de 2009
en el que concluyen que los velocistas tienen los dedos de los pies más largos, y el tendón de
Aquiles más corto que el resto de los atletas.

    Los velocistas tienen un mayor porcentaje de fibras rápidas que el resto de deportistas (80%
según Grosser, 1992). Las fibras rápidas permiten una contracción rápida, una conexión
neuromuscular rápida, y son idóneas para ejercicios explosivos. El porcentaje de fibras rápidas
y lentas no se encuentra definitivamente establecido en el momento del nacimiento, según
estos autores.

    Otros autores consideran que quizás un abuso del entrenamiento de resistencia puede
transformar las fibras IIb en IIa, de ahí que los velocistas realicen un tipo de entrenamiento
específico como se verificará más adelante. Se considera posible que el porcentaje de fibras
rápidas puede dentro de ciertos límites, aumentar hasta la pubertad siempre que se apliquen
los estímulos adecuados (Harre & Hauptmann, 1987).

    Las fibras de contracción rápida se pueden clasificar, según su potencial glucolítico en fibras
tipo IIa y IIb. Estas fibras se caracterizan por su baja capacidad oxidativa frente a una alta
capacidad glucolítica. Su resistencia a la fatiga es baja y las unidades motoras desarrollan una
alta fuerza. La forma enzimática especial que tienen determina que dispongan de una velocidad
alta en la obtención de la energía. Tienen un tipo rápido de la enzima ATPasa. La organización
del retículo sarcoplasmático está más desarrollada y es más sensible para liberar el calcio
(Ca2+). La fuerza por unidad de tiempo es 3-5 veces superior a la de las rojas. La unidad
motora de las fibras anaeróbicas tiene un cuerpo celular más grande, más axones e inerva
entre 300 y 800 fibras. En las fibras aeróbicas, la unidad motora inerva entre 10 y 180 fibras.
Todas estas características las hacen ideales para desarrollar una gran fuerza con el
inconveniente de que se agotan pronto.

    Es muy difícil que una situación haga intervenir al 100% de las fibras musculares. Lo cual
resulta fundamental para ganar una prueba de 100 metros o por lo menos estar compitiendo
con los mejores especialistas del mundo. La posibilidad de reclutar a más unidades motoras y
que éstas se activen de manera más rápida y de forma sincronizada depende de la coordinación
intramuscular e intermuscular (experiencia del sujeto), que puede ser mejorada con un
entrenamiento determinado de la fuerza.

    La sintonía entre el tipo de ejercicio y la activación de un tipo de fibra muscular, nos lleva a
pensar que existe una estrecha relación entre la composición biotipológica del individuo y el
éxito deportivo. En definitiva, es posible afirmar que existe una estrecha relación entre la alta
especificidad de esta prueba en cuanto al entrenamiento y a la biotipología del atleta, y también
en cuanto al desarrollo de la fuerza muscular.

    Los parámetros musculares se muestran, en efecto, como indicadores relevantes en el


rendimiento en esta prueba. Hay especialistas, con un gran volumen muscular, mientras que
otros resultan tener un menor volumen. En definitiva, es un factor clave en el velocista en los
últimos años y se tiende a buscar velocistas potentes, fuertes y musculados. Se trabaja
habitualmente en el gimnasio con máquinas de pesas, complementadas con sesiones de masaje
para que se mantenga relajada la musculatura.
    Se ha descrito que una mejora de fuerza puede provocar una mejora de la velocidad de
desplazamiento. La fuerza máxima, habitualmente, tiene una acción positiva sobre la capacidad
de aceleración y sobre la velocidad máxima. El hecho de aumentar la fuerza de un músculo, por
ejemplo, a través de la hipertrofia, permite una proliferación del número de puentes entre las
moléculas de actina y la miosina que componen las fibras musculares, aumentando la velocidad
de contracción del músculo (Akira & Suzuki, 1992).

    Este aumento de la fuerza va a tener una repercusión favorable sobre la amplitud de
zancada y, dependiendo del tipo de fuerza desarrollado, sobre la frecuencia de las zancadas,
como consecuencia de una disminución del tiempo de contacto en las fases de amortiguación e
impulsión de la carrera.

    Durante una carrera el tiempo de contacto en el suelo (suma de los tiempos de las fases de
amortiguamiento, apoyo e impulsión) disminuye a medida que la velocidad es mayor. Este
descenso del tiempo de apoyo origina, asimismo, un nivel distinto de fuerza de reacción del
terreno. El tipo de fibras del sujeto va a ser determinante para generar más fuerza en menos
tiempo.

    Los rendimientos en fuerza rápida, tan necesarios en la prueba de los 100 metros pueden
conseguirse sin cambios estructurales, pero nunca sin adecuaciones nerviosas.

    La altísima exigencia de esta prueba conlleva la necesidad de un funcionamiento muy eficaz
de los parámetros nerviosos del atleta. Este aspecto está altamente determinado por la
genética del individuo. La velocidad de reacción en el velocista viene determinada por el mínimo
tiempo que se tarda en trasmitir desde el cerebro la orden que permite la concentración
muscular. Las motoneuronas se encargan de comunicar esta orden al músculo; no obstante, se
puede mejorar mediante algunos ejercicios específicos de coordinación neuromuscular de esta
acción y, sobre todo, la respuesta motriz del músculo.

    La actividad del sistema simpático resulta un indicador fundamental. En el inicio de una
competición, el organismo recibe una descarga simpática que se materializa en:

 Incremento de la FC.

 Vasodilatación: que aumenta el flujo sanguíneo en el corazón y músculos.

 Aumento de la tensión arterial, aportando más oxígeno al músculo y mejorando el


retorno venoso. En este caso, este aspecto no resulta tan fundamental en el desarrollo
de la prueba por su carácter anaeróbico, pero sí es importante para la recuperación tras
el esfuerzo.

 Broncodilatación: que ayuda mejorar el intercambio de gases.

 Aceleración del ritmo metabólico.

 Incremento de la actividad cognitiva.

 Liberación de la glucosa hepática a la sangre.


 Atenuación de funciones secundarias para conservar energía.

    Otros aspectos nerviosos importantes son el funcionamiento de los neurotransmisores, la


capacidad para generar el potencial de acción o la velocidad en la transmisión del impulso, en la
que influyen la mielización del axón y el diámetro de la neurona. A mayor tamaño de éstas, más
velocidad de transmisión del impulso nervioso.

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