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Introducción
La pruebas de los 100 metros lisos tiene su origen en la carrera de 100 yardas (91,44m) que
disputaban los universitarios ingleses en la segunda mitad del siglo XIX. Las mujeres no se
estrenarían en esta prueba hasta la novena edición de los Juegos Olímpicos en Ámsterdam
(1928).
La prueba de los 100 metros lisos masculinos formó parte del programa de la primera
edición de los Juegos Olímpicos de la era moderna que se celebraron en la ciudad de Atenas en
1896. En aquella ocasión se corrió sobre una pista de ceniza y carbón. La posición de salida era
libre y cada atleta adoptaba la que más creía que le favorecía, resultando ganador el
norteamericano Thomas Burkeel, único atleta de la prueba que salió con las manos apoyadas
sobre la pista y realizando unos agujeros en el suelo para tener un mejor apoyo de salida.
En 1938, la IAAF estableció que para considerar válida cualquier marca de la distancia, el
viento favorable durante la realización de la prueba debía ser inferior a los 2,0 m/s. El 20 de
junio de 1968, en Sacramento, durante la celebración de las pruebas de selección del equipo
norteamericano que habría de competir en los Juegos Olímpicos de México, los norteamericanos
Jim Hines, Ronnie Ray Smith y Charles Greene lograron correr por primera vez la distancia por
debajo de los 10 segundos, fijando la marca mundial en 9,9 s.
El 1 de enero de 1977, la IAAF decide abandonar el cronometraje manual que había venido
coexistiendo con el electrónico desde 1932, estableciendo que todo registro oficial debía
realizarse electrónicamente para tener validez oficial.
Los 100 metros se han celebrado en todos los Juegos de forma ininterrumpida y han sido los
norteamericanos quienes más triunfos han cosechado.
Descripción
La prueba de 100 metros es una de las más fascinantes dentro del atletismo. En ella, los
atletas intentan recorrer 100 metros en el mínimo tiempo posible.
Esta carrera, a diferencia de las demás de velocidad (200 y 400), se disputa en una única
recta, concretamente en aquella en la que se encuentra la línea de llegada (Imagen 1).
Cada atleta (8 como máximo) se sitúa en una calle y se mantiene en ella a lo largo de toda
la carrera sin poder salirse de ella.
En la imagen 1, se puede apreciar como tan solo hay 8 calles en la pista, por lo que para
competiciones donde haya muchos competidores son necesarias eliminatorias previas y
semifinales hasta que se dispute la final. En algunos campeonatos, ha sido muy frecuente el
uso de la foto-finish, pues a veces entre los atletas tan sólo hay diferencias de décimas o
centésimas.
Es muy característico el uso de tacos de salida (Imagen 2). En las pruebas de velocidad
(100, 200 y 400 metros), se emplean para dar un mayor impulso y aceleración en la salida.
(Antes de que se emplearan era muy frecuente ver a los atletas hacer hoyos en las pistas de
tierra y hierba).
La prueba de 100 metros, ha sido analizada en grandes competiciones desde los años 80, y
ha dado la oportunidad a los entrenadores y a los propios atletas, de tener más información útil
sobre los índices internos y externos de la carga de entrenamiento al más alto nivel. El análisis
de las carreras de los mejores velocistas del mundo en la especialidad de 100 metros sirve de
referencia para la evaluación técnica y para racionalizar los resultados obtenidos, en relación a
la programación de los entrenamientos y la preparación de las competiciones al más alto nivel.
Según Platonov (1991), se entienden como índices internos de la carga de entrenamiento a
aquellos factores que intentan apreciar ésta a partir de las reacciones del organismo que ella
determina, como las reacciones inmediatas, la duración al estado de reposo, etc., que
demuestran las diferentes dimensiones de la solicitación de los sistemas funcionales, como la
frecuencia cardiaca, el consumo de oxígeno, la concentración sanguínea de lactato, la actividad
eléctrica del músculo e incluso el carácter de los movimientos: velocidad, amplitud y ritmo.
Los índices externos de la carga de entrenamiento son indicadores que aportan información
acerca de aspectos como el número de horas de entreno, ejercicios realizados, kilómetros
recorridos, etc., que permiten realizar una clasificación en función de la intensidad: velocidad,
carga, etc., o de la orientación hacia el desarrollo de una u otra actividad.
Los 100 metros de atletismo es una prueba de velocidad de carrera en la participan diversos
parámetros fisiológicos, fundamentalmente anaeróbicos, y que serán analizados a continuación.
La reposición de ATP para el trabajo muscular, es efectuada por un compuesto macroérgico
almacenado en el músculo, denominado fosfato de creatina (PC), que se sitúa en equilibrio con
el ATP en concentraciones 5-6 veces mayor que éste. El PC está formado por la unión de
moléculas de de creatina y fosfato. Cuando es hidrolizado, el fosfato liberado, se unirá al
adenosindifosfato (ADP) para formar de nuevo ATP, que podrá ser empleado en un ciclo
continuo. Esta reacción está regulada por la enzima creatinkinasa. La actividad enzimática va a
resultar trascendental en la prueba de los 100 metros, como se podrá comprobar más adelante.
Otra manera de sintetizar ATP se produce por medio de la glucolisis, que ocurre por medio
de la degradación de moléculas de glucosa presentes en el organismo. El músculo emplea las
reservas de glucógeno degradándolas a glucosa y ácido pirúvico, o el empleo directo de glucosa
sanguínea. En la primera etapa de degradación de glucosa a piruvato no se emplea oxígeno. En
la segunda etapa, el ácido pirúvico entra en un ciclo, donde es degradado a dióxido de carbono
y agua, con participación del oxígeno en reacciones de transporte electrónico y fosforilación
oxidativa, siendo esta etapa de naturaleza aeróbica y no presente durante la realización de la
prueba de los 100 metros, aunque sí debemos tenerla en cuenta en los procesos de
recuperación tras el esfuerzo.
Glucólisis anaeróbica
En este proceso, la glucosa es degradada a ácido pirúvico, mediado por la intervención de
enzimas específicas. Cuando se alcanza el ácido pirúvico, la intensidad del ejercicio o los
desajustes cardiovasculares en el inicio de la práctica, no ofrecen la disponibilidad suficiente de
oxígeno y de esta forma, el ácido pirúvico no puede seguir la vía oxidativa aeróbica, quedando
reducido a ácido láctico.
En esta vía, se produce dos unidades de ATP. Tiene el inconveniente de que para cubrir las
demandas energéticas de ejercicios intensos como en esta prueba, se requiere degradar
grandes cantidades de glucosa, que produce una gran acumulación de ácido láctico en el
músculo, circunstancias que genera un incremento progresivo de la acidez intracelular que
inactiva varias enzimas implicadas en la transferencia de energía.
En la glucólisis anaeróbica, no se producen grandes cantidades de ATP, pero es una vía
esencial para la realización de ejercicios de gran intensidad.
En situaciones de ejercicio máximo y de breve duración, como sucede con la prueba de los
100 metros de velocidad en atletismo, se presenta la imposibilidad de que se produzca la
utilización de las vías oxidativas, como se ha comentado anteriormente, circunstancia que
obliga al empleo de los compuestos de alta energía (ATP y PC). La duración del esfuerzo
máximo, influirá en la facilitación de la conexión de la vía glucolítica anaeróbica, ya que es
imprescindible un cierto agotamiento del PC para que se conecte la glucolisis.
Para concretar esta circunstancia, se puede hacer referencia a los esfuerzos máximos de
velocidad, circunstancia que se está abordando en este trabajo, donde son requeridos índices
máximos de flujo energético por unidad de tiempo. Y tal y como se está observando, esta
posibilidad solo puede ser ofrecida fundamentalmente por las vías alactácidas de los depósitos
de fosfatos de alta energía (ATP y PC), y en segunda instancia y en menor medida, por la vía
anaeróbica lactácida que ya supondrá un cierto grado de disminución de la eficacia.
Los depósitos de ATP inmediatos no se agotan nunca por completo (sólo pueden ser
reducidos hasta un 40% de su valor inicial), ya que cuando este substrato es reducido y
consumido hasta un 60%, se conecta su resíntesis por medio de la degradación de los
depósitos de PC, que por el contrario, pueden llegar a ser reducidos hasta un 80-85%, pero sin
llegar a consumirse por completo.
Grosser (1992), citando a Jakowlev (1977) y Kindermann (1984), señala que los corredores
de sprints más rápidos, muestran en sus análisis índices de ácido láctico más bajos, ante
valores idénticos de velocidad de carrera. En este sentido, el tipo de fibras musculares es un
indicador especialmente relevante, y según Marti & Howald (1990), las fibras rápidas (FT), y
sobre todo las FTG (IIb), contienen un 50% más de fosfatos que las fibras lentas (ST).
Por tanto, si se considera la duración de los 100 metros de atletismo y el alto nivel de
intensidad por unidad de tiempo, se puede afirmar que la energía se consigue en una primera
instancia, y se mantiene durante la realización de esta prueba por los depósitos de fosfágeno
(glucólisis anaerobia).
Las vías de obtención de energía y sus substratos correspondientes, así como los diferentes
sistemas orgánicos no responden al mismo tiempo ni de la misma forma ante la aplicación del
esfuerzo; es decir, existe una alta especificidad de intervención y regeneración para cada
situación. A esta particularidad del proceso de supercompensación, se la conoce con el nombre
de heterocronismo. Para poder establecer una correcta dinámica de esfuerzo, en la cual se dé
una relación adecuada entre carga y recuperación, es interesante poder conocer los procesos
de fatiga y recuperación, tan importantes en el rendimiento deportivo y que se producen,
cuando son solicitadas las diferentes vías de producción de energía.
Platonov (1991), citando a Monogarov (1983-84), destaca que en una actividad de carecer
cíclico y de intensidad máxima, los signos subjetivos y los objetivos del cansancio, se
manifiestan al cabo de un período de tiempo, aproximadamente igual a un 45-55% de la
duración total del trabajo ejecutado hasta la interrupción completa del esfuerzo, es decir, hasta
la aparición del cansancio evidente.
En ejercicios anaeróbicos de altísima intensidad, como es la prueba que se está analizando,
el cansancio se genera fundamentalmente por un agotamiento de los impulsos de alta
frecuencia que se establece en las motoneuronas que activan a las fibras de contracción rápida,
así como el agotamiento de los depósitos de fosfágeno que provoca una disminución de la
eficacia en el esfuerzo.
Pero es necesario no olvidar los procesos de recuperación, que son aquellos que transcurren
tras la interrupción de la actividad que ha motivado el estado de fatiga, y cuya finalidad se
centra en restablecer la homeostasis alterada y provocar un efecto de aumento de los niveles
funcionales (supercompensación).
Las características de estos procesos de regeneración de los principales depósitos orgánicos
de suministro de energía en los 100 metros de velocidad en pista son:
Por otro lado, cuando al comienzo de un esfuerzo el sistema cardio-respiratorio no es capaz
de facilitar con inmediatez las demandas energéticas surgidas como consecuencia del propio
esfuerzo, se produce un déficit de oxígeno. En los 100 metros de atletismo, el organismo no es
capaz de adaptarse al esfuerzo y satisfacer las demandas energéticas por vía oxidativa.
En los 100 metros, la frecuencia cardiaca (FC) aumentará sin llegar a alcanzar un estado
estable, alcanzando valores máximos, constituyendo un falso estado estable. Cuando el
esfuerzo finalice, la FC volverá a sus niveles de reposo. Pero, esta recuperación será mayor o
menor en función de los registros de FC alcanzados durante el esfuerzo.
Los valores de FC pueden llegar a ser menores de los registrados previamente al ejercicio, ya
que el individuo, ante la situación de esfuerzo, se ve influenciado por factores emocionales que
desvirtúan los valores de reposo. A este estado de activación previo a una prueba, se conoce
con el nombre de estado de anticipación o estado de salida. Este mecanismo es muy
importante para los ajustes que se vayan a producir en el comienzo de la prueba; y así, en
esfuerzos muy intensos de corta duración, donde la FC va a sufrir un incremento brutal en
pocos segundos, los aumentos de anticipación, son favorables en los requerimientos necesarios
para la prueba.
La prueba de los 100 metros lisos de atletismo supone un esfuerzo principalmente
anaeróbico, como se ha descrito anteriormente, y aunque la implicación del oxígeno en esta
actividad no sea tan importante durante la realización de la carrera, es necesario no
menospreciar la implicación de las respuestas respiratorias antes y después de la prueba en sí.
Los ajustes que se van a llevar a cabo en la ventilación pulmonar van a tener las siguientes
características:
En definitiva, la mejora de los parámetros aeróbicos interesa en el trabajo con velocistas
para poder afrontar cargas, en competición o entrenamiento de alta exigencia anaeróbica. Esta
mejora solo se producirá mediante la adecuada individualización del entrenamiento.
“Un velocista nace, pero tiene que hacerse con el tiempo”. Esta es la afirmación que la
Universidad de Pensilvania y de Burnaby, que se cuestionan en un estudio de finales de 2009
en el que concluyen que los velocistas tienen los dedos de los pies más largos, y el tendón de
Aquiles más corto que el resto de los atletas.
Los velocistas tienen un mayor porcentaje de fibras rápidas que el resto de deportistas (80%
según Grosser, 1992). Las fibras rápidas permiten una contracción rápida, una conexión
neuromuscular rápida, y son idóneas para ejercicios explosivos. El porcentaje de fibras rápidas
y lentas no se encuentra definitivamente establecido en el momento del nacimiento, según
estos autores.
Otros autores consideran que quizás un abuso del entrenamiento de resistencia puede
transformar las fibras IIb en IIa, de ahí que los velocistas realicen un tipo de entrenamiento
específico como se verificará más adelante. Se considera posible que el porcentaje de fibras
rápidas puede dentro de ciertos límites, aumentar hasta la pubertad siempre que se apliquen
los estímulos adecuados (Harre & Hauptmann, 1987).
Las fibras de contracción rápida se pueden clasificar, según su potencial glucolítico en fibras
tipo IIa y IIb. Estas fibras se caracterizan por su baja capacidad oxidativa frente a una alta
capacidad glucolítica. Su resistencia a la fatiga es baja y las unidades motoras desarrollan una
alta fuerza. La forma enzimática especial que tienen determina que dispongan de una velocidad
alta en la obtención de la energía. Tienen un tipo rápido de la enzima ATPasa. La organización
del retículo sarcoplasmático está más desarrollada y es más sensible para liberar el calcio
(Ca2+). La fuerza por unidad de tiempo es 3-5 veces superior a la de las rojas. La unidad
motora de las fibras anaeróbicas tiene un cuerpo celular más grande, más axones e inerva
entre 300 y 800 fibras. En las fibras aeróbicas, la unidad motora inerva entre 10 y 180 fibras.
Todas estas características las hacen ideales para desarrollar una gran fuerza con el
inconveniente de que se agotan pronto.
Es muy difícil que una situación haga intervenir al 100% de las fibras musculares. Lo cual
resulta fundamental para ganar una prueba de 100 metros o por lo menos estar compitiendo
con los mejores especialistas del mundo. La posibilidad de reclutar a más unidades motoras y
que éstas se activen de manera más rápida y de forma sincronizada depende de la coordinación
intramuscular e intermuscular (experiencia del sujeto), que puede ser mejorada con un
entrenamiento determinado de la fuerza.
La sintonía entre el tipo de ejercicio y la activación de un tipo de fibra muscular, nos lleva a
pensar que existe una estrecha relación entre la composición biotipológica del individuo y el
éxito deportivo. En definitiva, es posible afirmar que existe una estrecha relación entre la alta
especificidad de esta prueba en cuanto al entrenamiento y a la biotipología del atleta, y también
en cuanto al desarrollo de la fuerza muscular.
Este aumento de la fuerza va a tener una repercusión favorable sobre la amplitud de
zancada y, dependiendo del tipo de fuerza desarrollado, sobre la frecuencia de las zancadas,
como consecuencia de una disminución del tiempo de contacto en las fases de amortiguación e
impulsión de la carrera.
Durante una carrera el tiempo de contacto en el suelo (suma de los tiempos de las fases de
amortiguamiento, apoyo e impulsión) disminuye a medida que la velocidad es mayor. Este
descenso del tiempo de apoyo origina, asimismo, un nivel distinto de fuerza de reacción del
terreno. El tipo de fibras del sujeto va a ser determinante para generar más fuerza en menos
tiempo.
Los rendimientos en fuerza rápida, tan necesarios en la prueba de los 100 metros pueden
conseguirse sin cambios estructurales, pero nunca sin adecuaciones nerviosas.
La altísima exigencia de esta prueba conlleva la necesidad de un funcionamiento muy eficaz
de los parámetros nerviosos del atleta. Este aspecto está altamente determinado por la
genética del individuo. La velocidad de reacción en el velocista viene determinada por el mínimo
tiempo que se tarda en trasmitir desde el cerebro la orden que permite la concentración
muscular. Las motoneuronas se encargan de comunicar esta orden al músculo; no obstante, se
puede mejorar mediante algunos ejercicios específicos de coordinación neuromuscular de esta
acción y, sobre todo, la respuesta motriz del músculo.
La actividad del sistema simpático resulta un indicador fundamental. En el inicio de una
competición, el organismo recibe una descarga simpática que se materializa en:
Incremento de la FC.