Está en la página 1de 2

1.

6 Amplificador de potencia de circuito integrado

La misión de un amplificador –tanto si es integrado como una etapa de potencia- parece fácil
pero no lo es. Amplificar una señal musical no es, pese a lo que muchos podrían pensar,
introducirla en unos circuitos que aumenten su potencia a unos niveles adecuados para obtener un
determinado nivel de presión sonora a partir de un par de cajas acústicas y asunto concluido.

Hay que hacer esto, evidentemente, pero hay que hacerlo bien. Y hacerlo bien implica considerar,
en primer lugar, que todo es muy complicado y, a la vez, que nada es perfecto. Hay que tener en
cuenta que una señal musical, incluso la más simple, siempre viene “acompañada” por la
simple razón de que el carácter, la personalidad de la misma viene dado por una particular
combinación de tonos o frecuencias fundamentales y sus armónicos (múltiplos enteros de la
misma).

De la gracia con que se reproduzca la mencionada combinación dependerá el nivel de realismo,


calidez y naturalidad, y también el de frialdad, fatiga o agresividad, con que sea reproducida la
música procedente de una fuente de sonido determinada ya se trate de un lector de CD/SACD o de
DVD/BD, un disco de vinilo, un programa de radio o un archivo de música que tengamos
guardado en nuestro ordenador o que reproduzcamos directamente desde Internet
(“streaming”).

Y esa “gracia” dependerá de la habilidad de la electrónica encargada de conseguirla a la hora de


tratar todos y cada uno de los detalles armónicos de la música en cuestión y preservarlos intactos
(es decir sin distorsión audible) tanto en términos individuales como colectivos (es decir de
diferencias relativas entre ellos). Por otro lado, en audio High End la calidad subjetiva (es decir
percibida por nosotros y, por tanto, la que verdaderamente importa) de toda reproducción musical
depende en muchos casos de la imperfección, es decir de esa presencia de armónicos que antes
mencionábamos.

Esta realidad es la que hace, por ejemplo, que muchos amplificadores integrados para Alta
Fidelidad con una ficha técnica irreprochable suenen mucho peor que otros mucho más criticables
en términos de análisis de laboratorio. ¿Pero qué es un amplificador integrado? Muy fácil:
tomemos un preamplificador de línea (que también puede incluir uno de fono) y una etapa de
potencia, conectémoslos a una única fuente de alimentación, montémoslos en el mismo chasis y
tendremos un amplificador integrado. Ni más ni menos.

¿Significa esto que se trata de una solución de inferior calidad que la formada por preamplificador
y etapa de potencia separados? En absoluto. Ejecutada la operación con sentido común, los niveles
de calidad obtenidos pueden compararse perfectamente -aunque no en el límite- a los
proporcionados por un conjunto previo/etapa, aunque a nivel cuantitativo -empezando por el
precio, que se beneficia ya de entrada de la dualidad de subsistemas presente en un conjunto
formado por dos aparatos- siempre nos moveremos por debajo del ofrecido por la combinación
mencionada.
El amplificador integrado, es, en consecuencia, la opción ideal en términos de relación
calidad/precio, aunque es importante tener en cuenta que algunos fabricantes situados en el ámbito
del High End más radical construyen amplificadores integrados cuya calidad musical absoluta es
igual o superior a la de muchos conjuntos previo/etapa mucho más caros.

En lo que respecta a la potencia de salida, sin duda el dato/parámetro de tipo práctico más
importante para el aficionado que quiere adquirir un amplificador, lo primero que debe tenerse en
mente es que lo que nuestros oídos perciben no son los vatios (que son la unidad de dicha
potencia) sino los decibelios correspondientes a la presión sonora proporcionada por las cajas
acústicas. Puesto que el objetivo principal de todo sistema de Alta Fidelidad debe ser la
reproducción de toda la gama de frecuencias de audio sin que haya distorsiones ni pérdidas de
nivel, lo que debemos buscar a la hora de seleccionar una determinado amplificador integrado (y,
por extensión, etapa de potencia) es precisamente la obtención de los decibelios en cuestión, que
dependerán del tipo de música que se escuche, de las dimensiones de la sala en la que la
escuchemos y, por supuesto, de la sensibilidad de las cajas acústicas que tengamos.

Así, si nuestras cajas acústicas poseen una sensibilidad de 90 dB/W/m, significa que con una
potencia de amplificación de 1 vatio tendremos un nivel de presión sonora de 90 dB a 1 m de
distancia de la caja. Cuando doblemos la potencia, dicho nivel se incrementará en exactamente 3
dB, lo que significa que con 2 vatios tendremos 93 dB y así sucesivamente.

Por otro lado, como tenemos dos cajas acústicas, si cada una proporciona 93 dB significa que
entre las dos darán 96 dB. Habrá, pues, que realizar los cálculos que corresponda (aquí la ayuda de
un especialista puede ser muy útil) aunque teniendo también en cuenta la atenuación de las ondas
acústicas con la distancia, que a su vez dependerá del acondicionamiento acústico de la misma (es
decir de su grado de absorción/reflexión, que lógicamente influirá en el nivel percibido).

También podría gustarte