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SIGLO de ORO
RENACIMIENTO
Garcilaso de la Vega
Texto 1. SONETO V Texto 2. SONETO XIII
Yo no nací sino para quereros; Aquel que fue la causa de tal daño,
mi alma os ha cortado a su medida; a fuerza de llorar, crecer hacía
por hábito del alma mismo os quiero. este árbol que con lágrimas regaba.
Cuanto tengo confieso yo deberos; ¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
por vos nací, por vos tengo la vida, ¡Que con llorarla crezca cada día
por vos he de morir, y por vos muero. la causa y la razón porque lloraba!
Garcilaso de la Vega
Texto 3. SONETO XXIII Texto 4. ÉGLOGA I (fragmento)
Yo vi unos bellos ojos, que hirieron ¿Dó vas? ¿dó vas, crüel, dó vas?; refrena,
con dulce flecha un corazón cuitado, refrena el presuroso paso, en tanto
y que para encender nuevo cuidado que de mi dolor grave el largo llanto
su fuerza toda contra mí pusieron. a abrir comienza esta honda vena;
Yo veo que se esconden ya mis ojos vuelve tu luz a mí, vuelve tus ojos,
y crece mi dolor y llevo ausente antes que quede oscuro en ciega niebla",
en el rendido pecho el golpe fiero. dezía en sueño, o en ilusión perdido.
La dulce boca que a gustar convida Mientras por competir con tu cabello
Un humor entre perlas distilado, Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Y a no invidiar aquel licor sagrado Mientras con menosprecio en medio el llano
Que a Júpiter ministra el garzón de Ida, Mira tu blanca frente al lilio bello;
No os engañen las rosas que a la Aurora Goza cuello, cabello, labio y frente,
Diréis que, aljofaradas y olorosas Antes que lo que fue en tu edad dorada
Se le cayeron del purpúreo seno; Oro, lilio, clavel, cristal luciente,
De quince a veinte es niña; buena moza Puto es el hombre que de putas fía,
de veinte a veinticinco, y por la cuenta y puto el que sus gustos apetece;
gentil mujer de veinticinco a treinta. puto es el estipendio que se ofrece
¡Dichoso aquel que en tal edad la goza! en pago de su puta compañía.
Érase un hombre a una nariz pegado, Yo te untaré mis obras con tocino
érase una nariz superlativa, porque no me las muerdas, Gongorilla,
érase una nariz sayón y escriba, perro de los ingenios de Castilla,
érase un pez espada muy barbado. docto en pullas, cual mozo de camino;
Volvióse en bolsa Júpiter severo, Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Levantóse las faldas la doncella Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Por recogerle en lluvia de dinero. Médulas, que han gloriosamente ardido,
Salime al campo: vi que el sol bebía ¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
los arroyos del hielo desatados, la salud y la edad se hayan huido!
y del monte quejosos los ganados Falta la vida, asiste lo vivido,
que con sombras hurtó su luz al día. y no hay calamidad que no me ronde.
no hallar fuera del bien centro y reposo, Yo pensé que no hallara consonante,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, y estoy a la mitad de otro cuarteto;
enojado, valiente, fugitivo, mas si me veo en el primer terceto,
satisfecho, ofendido, receloso; no hay cosa en los cuartetos que me espante.
Resuelta en polvo ya, mas siempre hermosa, Es la mujer del hombre lo más bueno,
sin dejarme vivir, vive serena y locura decir que lo más malo,
aquella luz, que fue mi gloria y pena, su vida suele ser y su regalo,
y me hace guerra, cuando en paz reposa. su muerte suele ser y su veneno.
Tan vivo está el jazmín, la pura rosa, Cielo a los ojos, cándido y sereno,
que, blandamente ardiendo en azucena, que muchas veces al infierno igualo,
me abrasa el alma de memorias llena: por raro al mundo su valor señalo,
ceniza de su fénix amorosa. por falso al hombre su rigor condeno.
¡Oh memorïa cruel de mis enojos!, Ella nos da su sangre, ella nos cría,
¿qué honor te puede dar mi sentimiento, no ha hecho el cielo cosa más ingrata:
en polvo convertidos sus despojos? es un ángel, y a veces una arpía.
Esta cabeza, cuando viva, tuvo ¡Con qué artificio tan divino sales
sobre la arquitectura destos huesos de esa camisa de esmeralda fina,
carne y cabellos, por quien fueron presos oh rosa celestial alejandrina,
los ojos que mirándola detuvo. coronada de granos orientales!
Aquí la estimativa en que tenía Bien haya tu divino autor, pues mueves
el principio de todo el movimiento, a su contemplación el pensamiento,
aquí de las potencias la armonía. a aun a pensar en nuestros años breves.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!, Así la verde edad se esparce al viento,
¿dónde tan alta presunción vivía, y así las esperanzas son aleves
desprecian los gusanos aposento? que tienen en la tierra el fundamento...
Rodrigo Caro
Texto 33. CANCIÓN A LAS RUINAS DE ITÁLICA
(fragmento)