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Antígona de José Watanabe texto contestatario que retoma el

mito clásico de la tragedia de Sófocles para denunciar la

situación política sucedida en en Perú durante la dictadura en

pleno siglo XX.

Por Doris Melo.

2016

, José Watanabe, en el Perú, retoma el mito y rescribe su hipertexto

Antígona, insertado en un momento histórico reciente. El texto está

conformado por una sucesión de monólogos de seis personajes que

se expresan en la voz de la “narradora”: Creonte, Antígona, el

Guardia, Hemón y Tiresias.

La Antígona de Watanabe es un personaje a la luz del texto,

tranquila, en soledad. A pesar de su fragilidad, desafía y se

enfrenta a un poder abusivo y cruel. Como otras Antígonas, es un


personaje leal a sus principios, temeraria, valiente en su manera de

actuar, contestataria ante la autoridad de Creonte. En el hipertexto

Antígona, por medio de monólogos de cada personaje, expresados

en la voz que narra, el lector adquiere la información necesaria que

le permite reconstruir la historia de Antígona. Como ya hemos

visto en las Antígonas que le anteceden y que hemos estudiado

hasta ahora, ésta desafió la autoridad de Creonte, el rey de Tebas,

al dar sepultura al cadáver de su hermano Polinices, muerto en una

Guerra contra su hermano Etéocles cuando invadía la ciudad, a

pesar de la orden de Creonte, que prohibía bajo pena de muerte,

enterrar el cadáver del traidor.

La innovación del hipertexto de Watanabe reside en que la obra

está narrada desde la óptica de Ismene, la hermana de Antígona. El

dramaturgo introduce dos cambios en esta obra con respecto al

hipotexto original. En primer lugar, sitúa la acción en un momento

posterior al tiempo del enfrentamiento entre Antígona y Creonte,

que constituye el eje dramático de la versión de Sófocles.


Contrario a la versión del hipotexto, en el hipertexto de

Watanabe se narran los hechos desde el punto de vista de un

personaje que durante el suceso ocurrido asumió un rol de

espectador pasivo. Como podemos ver, el texto propone una nueva

acción dramática que ya no gira en torno a Antígona, quien

continúa siendo la protagonista a nivel de la tragedia, sino en torno

a Ismene, su hermana. Ésta no supo asumir su responsabilidad en

el momento en que Antígona le pidió ayuda para enterrar a su

hermano Polinices. Por otro lado, Ismene no sólo recrea

verbalmente los acontecimientos de su pasado que atormentan su

conciencia, sino que, además, los personajes de su pasado y los

recuerdos asociados con ellos toman posesión de su cuerpo y

vuelven a la vida a través de ella.

El texto de Watanabe no hace referencia específica a ningún

contexto histórico en particular, pero a pesar de que no existan

referencias, que de alguna manera puedan remitir al contexto

peruano de finales del siglo XX, podría insertarse dentro de esa

sociedad, como algunos críticos han señalado. Como hemos visto


en las Antígonas anteriormente discutidas, esta historia se puede

insertar en cualquier sociedad y tiempo, pues es un tema universal.

María Silvina Persino, al analizar la Antígona de Watanabe,

señala que aunque la obra no sugiere referentes distintos a los de la

Antígona de Sófocles, la denuncia de la tiranía está presente en el

texto. Así como la exposición de un pueblo atrapado entre el miedo

y la indiferencia dotan el mensaje de Antígona de un carácter

universal y convierten a la propuesta de Watanabe en terreno fértil

en contextos socio-históricos caracterizados por la falta de libertad

(94-95). Asimismo, continúa Persino, no debe perderse de vista

que el antecedente inmediato de la pieza a nivel de ficción, la

batalla entre Polinices y Etéocles, metafóricamente hace referencia

a la violencia entre hermanos, situación análoga, en este caso, a los

episodios de violencia interna y guerra civil ocurridos en Perú en

las dos últimas décadas del siglo XX, y que la violencia que se

ejerce sobre el cuerpo inerte de Polinices evoca otra historia que se

ha repetido constantemente en América Latina a propósito de los

regímenes de facto y las dictaduras militares que se han sucedido


en el poder durante el último siglo, la historia de los desaparecidos

(95).

Rómulo Pianacci, refiriéndose a la Antígona de Watanabe,

señala que recurrir a Antígona en esta obra es apelar a la memoria

histórica universal para buscar en ella señales que nos ayuden a

entender nuestra propia tragedia (151). Refiere que el objetivo del

personaje Antígona es enterrar a su hermano muerto, pese al

decreto que prohíbe hacerlo . Para Pianacci: “El acto de enterrar es

una metáfora del olvido. El enterramiento de una persona implica

evaluarlo, conocer su significado y ponerle un nombre para no

olvidarlo, es ubicarlo como un hecho vivo y ejemplar en nuestra

memoria”. (151) Expresa que el conflicto de la obra se presenta al

final de la obra, ya que Watanabe termina con un final abierto. La

narradora nos revela sus sentimientos más íntimos y su identidad.

Ismene como tantos otros en tantos lugares permitirá con el

silencio de su pequeña alma culposa las tragedias (152). Diferimos

de esta afirmación que Pianacci presenta en cuanto al acto de

enterrar corresponda al olvido . El acto de enterrar no puede ser el


del olvido. El mismo acto de enterrar es en la obra y en todas las

obras que reescriben Antígona es una metáfora del recuerdo.

Ocurre que lo que en el caso de la decisión de Creonte implica

recordar al pueblo el peligro de oponerse al Estado es aquí la

necesidad de volver a oponerse al Estado. Enterrar es una forma de

recordarle al pueblo esa necesidad.

Marcos Martos señala que José Watanabe escribe una Antígona

personal, en la que respetando la voz de Sófocles, añade su propio

talento a la obra inmortal. Como en el carro de Tespis, el primer

trágico, la obra de Watanabe está concebida para un espectáculo

unipersonal. En ella, las imágenes, las metáforas y las tramas

mejores son aquellas que cruzando distintas épocas nos parecen

más validas, porque están decantadas por el tiempo. Watanabe

modifica un poco la estructura del espectáculo para hacerlo

unipersonal. En el diálogo sólo un personaje desempeña todos los

papeles y en este punto está concentrada la magia del teatro. Es un

personaje proteico equivalente al desdoblarse ad infinitum que en

la poesía lírica aparece soterrado bajo siglos de práctica individual.


El final de la Antígona de Watanabe es notable, porque junto al

tema del derecho humano enfrentado al derecho divino, se entra en

el asunto de la culpa, ese meditar doloroso sobre lo no hecho o la

indiferencia frente a los hechos (Martos 10-11).

Para Carlos Vargas Salgado, la dramaturgia peruana actual,

incluyendo la propuesta de Watanabe en Antígona, proyecta un

nuevo realismo que ha quebrado las esquemáticas unidades de

tiempo y lugar, lo cual decididamente pone en crisis al personaje,

como entelequia, permitiendo la duplicidad de personajes para un

mismo actor. Es, además, un realismo que se ha vuelto

sensiblemente alegórico y cada vez menos naturalista. Continúa

señalando Vargas Salgado que éste es un realismo que permite la

constante irrupción de la metateatralidad, así como la lúcida

incorporación del rito como recuperación de la memoria y

apropiación del mundo a través de la realidad escénica (60).

Bibliografía.
El ensayo corresponde al segundo capítulo ( La tragedia en Hispanoamerica ) del libro
Mito y tragedia en el teatro hispanoamericano y dominicano del sigloXX. Doris Melo
Mendoza. (2012)

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