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SONETO I SONETO V
mas cuando del camino esto olvidado En esto estoy y estaré siempre puesto,
a tanto mal no sé por do he venido; que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
sé que me acabo, y más he yo sentido de tanto bien lo que no entiendo creo,
ver acabar conmigo mi cuidado. tomando ya la fe por presupuesto.
No pierda más quien ha tanto perdido, ¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
bástate, Amor, lo que ha por mí pasado; dulces y alegres cuando Dios quería!
válgame agora jamás haber probado Juntas estáis en la memoria mía,
a defenderme de lo que has querido. y con ella en mi muerte conjuradas.
Mas del que viene no podré valerme; Si no, sospecharé que me pusistes
y en esto no voy contra el juramento; en tantos bienes porque deseastes
que ni es como los otros ni en mi mano. verme morir entre memorias tristes.
¿qué me ha de aprovechar ver la pintura Aquel que fue la causa de tal daño
de aquel que con las alas derretidas a fuerza de llorar, crecer hacía
cayendo, fama y nombre al mar ha dado, este árbol, que con lágrimas regaba.
Con más piedad debía ser escuchada Mas si de cera soy acometido
la voz del que se llora por perdido de vuestros ojos, luego siento, helado,
que la del que perdió y llora otra cosa cuajárseme la sangre por las venas.
y en tanto que el cabello, que en la vena En poco espacio yacen mis amores
del oro se escogió, con vuelo presto y toda la esperanza de mis cosas,
por el hermoso cuello blando, enhiesto, tornadas en cenizas desdeñosas,
el viento mueve, esparce y desordena: y sordas a mis quejas y clamores.
Echado está por tierra el fundamento Siento el dolor menguarme poco a poco,
que mi vivir cansado sostenía. no porque ser le sienta más sencillo,
¡Oh cuánto bien se acaba en solo un día! mas fallece el sentir para sentillo,
¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento! después que de sentillo estoy tan loco.
¡Oh cuán ocioso está mi pensamiento Ni en sello pienso que en locura toco,
cuando se ocupa en bien de cosa mía! antes voy tan ufano con oíllo,
A mi esperanza, así como a baldía, que no dejaré el sello, y el sufrillo,
mil veces la castiga mi tormento. que si dejo de sello el seso apoco.
Las más veces me entrego, otras resisto Todo me empece, el seso y la locura;
con tal furor, con una fuerza nueva, prívame éste de sí por ser tan mío;
que un monte puesto encima rompería. mátame estotra por ser yo tan suyo.
1
Otras ediciones consignan: “enciende el corazón y lo refrena”
ISFD N° 88 – 3º E – Tramo 1: Literatura Española –2023- Prof. R. Bertinetti- LÍRICA PETRARQUISTA
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https://docs.google.com/presentation/d/1CECoRM-
HdBny_DLieMwkYYJnsNWz5LUi/edit?usp=share_link&ouid=114088526390144402874&rtpof=true&sd=true
https://drive.google.com/file/d/1wH7YkryKgUtaz9VZ1fdHJblQi7XakXE6/view?usp=sharing
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“Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos” 1550, reeditado y ampliado en 1568
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“Después de haber pasado revista a esos cuatro factores culturales que, sin duda, han de tomarse como
catalizadores del fenómeno de la imitación literaria, es hora de ya de ejemplificar dicha imitación. Para
ello, estableceremos convencionalmente tres categorías de imitación (o, más exactamente, niveles de
intensidad), de mayor a menor cercanía con el modelo. Distinguiremos entre traducción (en latín,
interpretatio), imitación (imitatio) y adaptación libre y creativa (aemulatio).”
Ahora bien, toda imitación supone una intertextualidad, la existencia de fuentes que, en el caso de la
imitación ecléctica, que propone tomar lo mejor de cada autor (es decir, una operación de selección y
combinación), pueden ser varias y variadas. Por ejemplo, para el caso de las Églogas de Garcilaso
adjuntamos como fuente primigenia la Égloga VIII del poeta latino del siglo I Virgilio (también
denominadas Bucólicas, de allí deriva el adjetivo). Pero la imitación genera un fenómeno, ya conocido
en la edad media, que es el de los lugares comunes o tópicos literarios, que son constantes temáticas
que, con diversos abordajes formales, se reiteran en la literatura occidental (y, en gran parte, universal).
Si se los toma como parte del fenómeno de la imitación, su uso prestigia al autor que los toma, siempre
que logre un tratamiento formal adecuado. Para tener una idea de ellos, adjuntamos aquí un breve
texto de Carolina Corbacho Cortés que lista los principales, refiriendo su fuente y, en algunos,
presentando sus variaciones.
Por otro lado, y respecto al estilo, rige la máxima ars est celare artem, (“el arte es ocultar el arte”) que
indica para el caso de la literatura el uso de un lenguaje que, sin renunciar al refinamiento y las
exigencias del “estilo alto”, resulte sencillo en su expresión, “escribir como se habla”, según decía Juan
Valdéz, amigo de Garcilaso:
“Para deciros verdad, muy pocas cosas observo, porque el estilo que tengo me es natural y sin afetación
ninguna. Escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que sinifiquen bien lo que
quiero dezir, y dígolo quanto más llanamente me es possible, porque, a mi parecer, en ninguna lengua
sta bien el afectación.”
Aun así, aparecen tropos como el hipérbaton, pero con un uso más sosegado, reflejo de la gramática
latina, y no con los excesos de los posteriores autores del barroco. En suma, este estilo responde
también a la búsqueda de armonía propia del renacimiento. En ese sentido incorporamos aquí dos
breves textos teóricos referidos a las Églogas, uno de Alexander Parker y otro de Elías Rivers,
que nos aportan elementos de análisis que “cruzan” petrarquismo con otros temas (por ejemplo, humanismo, y
dentro de él referencias a la literatura latina) pero extensibles en muchas de sus observaciones al resto de
la producción garcilasiana.
Finalmente, para un primer acercamiento a las características de la lírica petrarquista recomendamos,
por un lado, el texto de Lola González, El léxico de tradición petrarquista en los sonetos amorosos de
la edad de oro”, del que sería bueno que vean la operatoria de rastrear para Garcilaso y Herrera, el
léxico que utilizan para referirse al amor, al amado y al amante (particularmente lo referido a Garcilaso,
que indica de cuál soneto es extraído, es decir, los guía hacia nuestra selección)
https://drive.google.com/file/d/1SfQsUhuL0By5tqrF6Hy2Z1cURooY-AXZ/view?usp=share_link
Y, por otro, el texto de Lorna Close “El petrarquismo y los cancioneros en la poesía amorosa de Quevedo: el
problema de la discriminación”, que recorre (para Quevedo, pero extensible a toda la lírica petrarquista española)
qué elementos forman ese “código” tan pautado del petrarquismo, es decir Petrarca (y sus imitadores) como fuente
de imitación. Contiene, como guía, diversos resaltados y subrayados que le agregué para presentarlo en otras
cursadas, y que no van más allá de la página 6
https://drive.google.com/file/d/1NljlIPoYGaXV3zKbmos6MqvwscSFuwHo/view?usp=share_link
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De este texto destacamos, como ayuda al análisis, los siguientes extractos referidos a las
características del petrarquismo en Quevedo y en la lírica petrarquista de España:
“[La poesía de Quevedo] Exhibe los rasgos estilísticos que […]: intensificación ingeniosa de la
hipérbole, reducción del inventario de conceptos petrarquistas a taquigrafía sagaz, incremento
de la ostentación y la pompa expresiva, esmero por conseguir efectos maravillosos. […] la
poesía amorosa de Quevedo y los tipos de imaginería asociados, se corresponden con la
caracterización del estilo petrarquista que realiza Leonard Forter en The Icy Fire (pp. 8 y siguientes), y
que pueden relacionarse de manera detallada con ejemplos de la antología de Luigi Baldacci Lirici del
Cinquecento:
• alabanza de la amada, con el arsenal de analogías, metáforas, circunstancias externas (rubíes,
corales, perlas, oro, nieve, esferas celestes, sol, estrellas, fuego, rosas, tesoros de Oriente, fénix);
• efecto de la belleza de la amada, especialmente de su mirada, sobre el enamorado (expresado
en términos de fuego, agua, vientos, calor de mediodía, hielo, flechas, tempestades, tiranía, fiebre,
prisión, infierno);
• sufrimientos y locura de amor, el enamorado se convierte en advertencia para los demás, en
objeto de asombro y confusión para sí mismo (tormenta, enfermedad mortal, muerte, errante perdido
en un camino solitario, etc.);
• crueldad de la amada y del amor, y actitudes ambivalentes de protesta y aquiescencia
satisfecha por parte del enamorado;
• constancia del amor a pesar de los sufrimientos, el paso de los años, la ausencia, el cambio de
las estaciones, incluso la muerte;
• fórmulas para expresar la tristeza: apóstrofes a la primavera, al cielo, arroyos, ríos, lugares de
encuentro, pájaros;
• fórmulas con exageraciones de la experiencia de enamorado, al relacionarla con la mitología,
el bestiario y prodigios naturales; y
• actitudes neoplatónicas: distinción entre amor espiritual y sensualidad vulgar, rechazo de la
esperanza de la conquista o de favores físicos, adoración de la belleza espiritual como manifestación
de lo divino.
[…]La poesía amorosa de Petrarca, fuente primigenia del petrarquismo, […] algunas de sus
características esenciales se derivan de ahí: adoración idealizadora de la amada, sensibilidad de
ternura ardiente y sincera, maneras expresivas de dolcezza y gravità. [...] manipulación de los
escenarios de la tristeza (por ejemplo: contraste entre desgracia presente y felicidad pasada,
personificación o prosopopeya, obsecratio o ruego, división de la infelicidad en partes, etc.), la nobleza
armoniosa del lenguaje, el manejo de toda la gama de figuras, la elaboración del pensamiento
por sententiae, la dignidad expresiva alcanzada por medio de la imitación clásica. También me
refiero a las características relacionadas: el lamento del poeta en un escenario natural, que abre
dimensiones de patetismo, ternura plañidera, y gusto por lo pictórico que está ausente en la poesía
de cancionero; alabanza de la amada, con todas las descripciones asociadas, visiones y
numerosos tópicos metafóricos. […]
[…] [el petrarquismo y los cancioneros] comparten numerosas ideas y actitudes más o menos
parecidas: el amor entra por los ojos, el amor le roba el alma al enamorado, el amor es un
sufrimiento agridulce y una paradoja de contrarios, por ejemplo. […]”
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DAMÓN
Ven, lucero de la mañana, precursor del almo día, mientras yo me lamento, burlado por la perfidia de
mi prometida Nise, y aunque nada me ha aprovechado tomar a los dioses por testigos de mi desgracia,
a ellos levanto mi voz moribunda en osta hora postrera.
Entona conmigo, zampoña mía, versos dignos del Ménalo.
El Ménalo tiene un bosque sonoro y gárrulos pinos; siempre está oyendo amorosas quejas de los
pastores y al dios Pan, el primero que no consintió permaneciesen ociosos los caramillos.
Entona conmigo, zampoña mía, versos dignos del Ménalo.
A Mopso se da Nise; ¿qué no hemos de esperar los amantes? Los grifos se ayuntarán con las yeguas
y pronto las tímidas corzas acudirán a abrevarse juntas con los perros. Corta, Mopso, nuevas teas; la
mujer te llevan a casa. Esparce nueces, marido. para ti deja Héspero el Oeta.
Entona conmigo, zampoña mía, versos dignos del Ménalo.
¡0h esposa digna de tal marido! Tú, que a todos nos desdeñas, que aborreces mi caramillo y mis
cabras, y mi cerdoso sobrecejo, y mi larga barba, y crees que no hay un dios que se cuida de las cosas
mortales.
Entona conmigo, zampoña mía, versos dignos del Ménalo.
Te vi, cuando eras niña, que ibas con tu madre por mis huertos, cogiendo manzanas cubiertas de
rocío. Yo era vuestro guía; entraba entonces en los doce años y ya podía alcanzar desde el suelo a
los frágiles ramos. Te vi y empecé a morir. ¡Qué funesto delirio se apoderó de mi!
Entona conmigo, zampoña mía, versos dignos del Ménalo.
Ahora conozco al amor. Nació este niño entre duras peñas, en las regiones del Ísmaro o entre los
remotos Garamantas; nada tiene de nuestro linaje ni de nuestra sangre.
Entona conmigo, zampoña mía, versos dignos del Ménalo.
El cruel Amor enseñó a una madre a mancharse las manos con sangre de sus hijos. Cruel fuiste tú
también, ¡oh madre!, pero ¿fue más cruel la madre que malvado el niño? Malvado fue el niño, mas tú
también, ¡oh madre!, fuiste cruel.
Entona conmigo, zampoña mía, versos dignos del Ménalo.
Huya ahora el lobo de la oveja, produzcan doradas pomas las duras encinas, florezca en los olmos
el narciso, destile la corteza de los tamariscos espeso ámbar, desafíen a cantar las lechuzas a los
cisnes, sea Títiro un Orfeo en las selvas, un Arión entre los delfines.
Entona conmigo, zampoña mía, versos dignos del Ménalo.
Tórnese mar ahora toda la tierra. Selvas, adiós para siempre. Desde la cima de un alto monte voy a
precipitarme en las olas; recibe este postrer tributo de un moribundo.
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ALFESIBEO
Trae agua y ciñe estas aras con flexibles vendas; quema pingües verbenas e inciensos machos; que
quiero ver de sanar con mágicos conjuros la locura de mi amante. Dispuesto está todo, y solo falta el
ensalmo.
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
Poderosos son los conjuros a atraer del cielo la luna; con ellos transformó Circe a los compañeros de
Ulises; con ellos se parte en los prados la fría culebra.
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
Ciño lo primero esta tu imagen con tres lienzos de tres colores, dándoles tres vueltas, y tres veces la
llevo en torno de los altares; el número impar es grato al numen.
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
Ata, Amarilis, con tres nudos estos lienzos de tres colores; átalos pronto, Amarilis, y di: "Atando estoy
los lazos de Venus."
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
Así como un mismo fuego endurece este barro y derrite esta cera, así con mi amor suceda a Dafnis.
Desparrama la salsa mola y quema con betún esos frágiles laureles. Funesto Dafnis me abrasa de
amor, y yo abraso a Dafnis en este laurel.
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
Cual novilla rendida de buscar al toro por los bosques y los altos montes se deja caer sobre las verdes
juncias a la margen de un río y no se acuerda de volverse aun ya muy entrada la noche, tal este Dafnis
de amor por mí, sin que yo me cure de aliviarle.
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
Estos despojos me dejó el pérfido en otro tiempo, caras prendas de su amor, y yo ahora te las entrego,
¡oh tierra!, en este mismo dintel; estas prendas están obligadas a devolverme mi Dafnis.
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
El mismo Meris me dio estas hierbas y estos venenos cogidos en el Ponto, donde nacen en
grandísima abundancia. Muchas veces con ellos he visto a Meris convertirse en lobo y vagar por las
selvas; muchas veces le he visto sacar los espíritus de los hondos sepulcros y trasladar de una parte
a otra los sembrados.
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
Saca esas cenizas, Amarilis, y arrójalas al arroyo por encima de tu cabeza, sin mirar atrás. Con este
ensalmo veré de vencer a Dafnis; pero él no hace caso ni de los dioses ni de los ensalmos.
Traed de la ciudad a casa, conjuros míos, traed a Dafnis.
¡Mira, mientras me tardo en sacarla, de suyo la ceniza ha rodeado el ara con trémulas llamas! ¡Ojalá
sea para bien! No sé que será, pero Hílax está ladrando a la puerta. ¿Podré creerlo? ¡O será que los
amantes se fingen sueños a su antojo?
Basta, que ya vuelve Dafnis de la ciudad; basta ya, conjuros míos.
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Corbacho Cortés, Carolina. Literatura y arte: el tópico "ut pictura poesis". Cáceres: Universidad de Extremadura, 1998.
TÓPICOS LITERARIOS
Los tópicos o lugares comunes son esquemas del pensamiento y de la expresión ya prefijados, muchos de ellos
procedentes de la literatura antigua greco-latina que, al igual que las figuras retóricas, todavía perduran en la literatura
contemporánea. Al margen de muchas figuras retóricas que por su excesivo uso y reiteración se han convertido en elementos
tópicos (figuras lexicalizadas: los cabellos rubios de la amada comparados con los rayos del sol, los dientes como perlas, la
piel blanca como el mármol, etc.) y de las frases hechas, lexicalizadas, aquí únicamente nos referiremos a los principales
temas:
a) Estoicismo: reflexión sobre la brevedad de la vida y lo absurdo de pretender riquezas o poder, ya que la muerte llega
de improviso. La moral estoica concede a la razón una autonomía y un poder casi divinos: es el único medio para afrontar
con éxito las adversidades, renunciando a lo material y a lo sensitivo. El estoicismo clásico es fatalista y, en el fondo, panteísta
y negador de la inmortalidad del alma. El estoicismo cristiano, doctrina moral surgida entre los humanistas, pretende aunar
el rigor del estoicismo clásico con las exigencias del dogma cristiano, también llamado neoestoicismo.
b) Epicureísmo: ante la brevedad de la vida, se exhorta a gozar de los placeres de la vida mientras ésta dure. Muestra un
punto de vista alegre y jocoso, desenfadado; a veces contiene una reflexión ligeramente angustiada en la que se nos anima
al goce porque pronto vendrá la destrucción. Ofrece, además, otros matices más o menos admonitorios y reflexivos. En
poesía, la primera visión del tema suele aparecer como carpe diem (de Horacio) -"aprovecha el tiempo" -y el collige, virgo,
rosas (de Ausonio) -incitación a la brevedad de la belleza de una doncella-.
Horacio, Odas(I, 5)
No investigues, pues no es lícito, Leucónoe, el fin que ni a mí / ni a ti los dioses destinen; a cálculos babilonios / no te
entregues. ¡Vale más sufrir lo que haya de ser! / Te otorgue Júpiter varios inviernos o solo el de hoy, / que destroza al mar
Tirreno contra las rocas, prudente / sé, filtra el vino y en nuestro breve vivir la esperanza / contén. Mientras hablo, el tiempo
celoso habrá ya escapado: / goza el día y no jures que otro igual vendrá después."
3- Ubisunt? (¿dónde están?). Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre formula una serie de preguntas
retóricas sobre el destino de caballeros, damas, galas, amores, músicas, bailes: todo desaparece. Este "ubisunt" deviene en
uno de los tópicos más célebres. Los versos a los que aludimos son:
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4- Locus amoenus (lugar agradable). Deriva de Teócrito y de Virgilio y tuvo un gran desarrollo en nuestra poesía bucólica
de la Edad de Oro. La descripción del paisaje tiene las mismas características: prados verdes, riachuelos cristalinos, pájaros
cantando, árboles con deleitosa sombra. No importa la precisión geográfica, sólo que sea el marco ideal para el amor.
Garcilaso es un buen exponente en el uso magistral de este tópico.
En ciertas ocasiones, sin embargo, aparece el tema llamado "Late anguis in herba" de origen virgiliano. Es un aviso para
los confiados: el peligro, el mal, pueden aparecer en cualquier parte, preferentemente en los lugares aparentemente bellos.
Horacio, Épodos, II
Feliz aquel que, sin negocio alguno, / como los hombres de antaño / los campos paternos con su yunta labra / libre
de usura, al que nunca / despierta en las filas clarín truculento, / quien no teme al mar airado / y el foro rehuye y umbrales
soberbios / de ciudadanos ricos, / (...)
Eclesiastés
"Todo trabaja, más de cuanto el hombre puede decir, y no se sacia el ojo de ver ni el oído de oir. Lo que fue, eso será.
Lo que ya se hizo, eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol. Una cosa de que dicen: "Mira esto, esto es nuevo",
aun esa fue ya en los siglos anteriores a nosotros, no hay memoria de lo que precedió, ni de lo que sucederá habrá memoria
en los que serán después."
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Eclesiastés
"Vanidad de vanidades, dijo el Cohelet, vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho saca el hombre de
todo cuanto se afana debajo del sol?
Pasa una generación y viene otra, pero la tierra es siempre la misma. Sale el sol, pónese el sol, y corre con el afán
de llegar a su lugar, de donde vuelve a nacer. Tira el viento al mediodía, gira el norte y va siempre rodeado de continuo y torna
de nuevo sus giros. Los ríos van todos a la mar y la mar no se llena; allá de donde vinieron tornan de nuevo, para volver a
correr."
Juan Boscán
"Dulce soñar y dulce congojarme, / cuando estaba soñando que soñaba; / dulce gozar con lo que me engañaba, / si
un poco más durara el engañarme / (...) Durmiendo, en fin, fui bienaventurado; / y es justo en la mentira ser dichoso / quien
siempre en la verdad fue desdichado."
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