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SONETO XIII SONETO VII

A Dafne ya los brazos le crecían, ¿Por qué renuevas este encendimiento,


y en luengos ramos vueltos se mostraban; tirano Amor, en mi herido pecho
en verdes hojas vi que se tornaban que ya, casi olvidado del mal hecho,
los cabellos que´l oro escurecían. vivía en soledad de mi tormento?

De áspera corteza se cubrían Cuando más descuidado i más contento,


los tiernos miembros, que aun bullendo rebuelves a meterm'en tanto estrecho,
´staban; oblígasme, cruel, qu'a mi despecho
los blancos pies en tierra se hincaban, procure contrastar tu fiero intento.
y en torcidas raíces se volvían.
Las armas, en el templo ya colgadas,
Aquel que fue la causa de tal daño, visto, y el azerado escudo embraço,
a fuerza de llorar, crecer hacía i en mi vengança salgo a la batalla.
este árbol, que con lágrimas regaba.
Mas, ¡ai! qu'a las saetas, que templadas
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, en la Luz de mi Estrella están, i al braço
que con llorarla crezca cada día tuyo no puede resistir la malla.
la causa y la razón porque lloraba!
Fernando de Herrera
Garcilaso de la Vega

SONETO XXIII FRAGMENTO IX

En tanto que de rosa y d´azucena […] Eres más blanca y bella, mi pastora
se muestra la color en vuestro gesto, que blanca y bella rosa en verde mayo,
y que vuestro mirar ardiente, honesto, más dulce y tierna que vital aurora,
con clara luz la tempestad serena; denunciadora al sol del claro rayo,
y para el que te sirve, ama y adora,
y en tanto que´l cabello, que´n la vena más fría y muerta que el mortal desmayo;
del oro s´escogió, con vuelo presto de mí adorada, amada y más querida,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto, que choza, hato, barreña, y que la vida.
el viento mueve, esparce y desordena:
Hacen mi alma andar siempre alterada
coged de vuestra alegre primavera ¡oh Pabrilla crüel!, tus fieros ceños,
el dulce fruto antes que´l tiempo airado y aborrecer me hacen mi manada
cubra de nieve la hermosa cumbre. tus ásperos meneos tan zahareños;
eres de mí, Pabrilla, más amada,
Marchitará la rosa el viento helado, que apriscos, hatos, tarros y barreños,
todo lo mudará la edad ligera y es mi presencia a ti más enemiga
por no hacer mudanza en su costumbre. que abrojo al blanco pie, zarza ni ortiga […]

Garcilaso de la Vega Francisco de Aldana


ODA A LA VIDA RETIRADA una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
¡Qué descansada vida Y luego sosegada
la del que huye del mundanal rüido, el paso entre los árboles torciendo,
y sigue la escondida el suelo de pasada
senda por donde han ido de verdura vistiendo
los pocos sabios que en el mundo han sido! y con diversas flores va esparciendo.
Que no le enturbia el pecho El aire el huerto orea,
de los soberbios grandes el estado, y ofrece mil olores al sentido:
ni del dorado techo los árboles menea
se admira, fabricado con un manso rüido,
del sabio Moro, en jaspes sustentado. que del oro y del cetro pone olvido.
No cura si la fama Téngase su tesoro
canta con voz su nombre pregonera, los que de un falso leño se confían;
ni cura si encarama no es mío ver el lloro
su lengua lisonjera de los que desconfían
lo que condena la verdad sincera. cuando el Cierzo y el Abregó porfían.
¿Qué presta a mi contento La combatida antena
si soy del vano dedo señalado? cruje, y en ciega noche el claro día
¿si en busca deste viento se torna, al cielo suena
ando desalentado confusa vocería,
con ansias vivas, con mortal cuidado? y la mar enriquecen a porfía.
¡Oh monte, oh fuente, oh río, A mí una pobrecilla
oh secreto seguro deleitoso! mesa de amable paz bien abastada
Roto casi el navío me basta, y la vajilla
a vuestro almo reposo de fino oro labrada
huyo de aqueste mar tempestuoso. sea de quien la mar no teme airada.
Un no rompido sueño, Y mientras miserable-
un día puro, alegre, libre, quiero; mente se están los otros abrasando
no quiero ver el ceño con sed insaciable
vanamente severo del peligroso mando,
de a quien la sangre ensalza o el dinero. tendido yo a la sombra esté cantando.
Despiértenme las aves A la sombra tendido,
con su cantar sabroso no aprendido; de hiedra y luto eterno coronado,
no los cuidados graves puesto el atento oído
de que es siempre seguido al son dulce acordado
el que al ajeno arbitrio está atenido. del plectro sabiamente meneado.
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo Fray Luis de León
a solas sin testigo,
libre de amor de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa

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