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Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales

Dpto. de Dirección empresarial y economía

Sector Eléctrico de Nicaragua:


Un Análisis de Competitividad sobre el Aprovechamiento de sus Economía
de Escala y Recursos Autóctonos

Autor
Osman Jefferson Garcia Olivas

Asignatura
Análisis de competitividad empresarial V338

Docente
Angeles Janitza Perez Zamora

Economía Aplicada

17 de febrero de 2021
Nicaragua desde los años 80´s carece de una política de estrategia seria en la línea del desarrollo
económico, hasta el punto de fomentar una cultura de improvisación (Bárcenas, 2015). Como país el
segundo país más pobre, solo detrás de Haití, y exorbitantemente endeudado, Nicaragua se emprendió en
la tarea de implementar el modelo de privatización del sector eléctrico, por coacción de los programas de
ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional en 1998. Para entonces se había separado la industria
eléctrica en una cadena de tres eslabones: generación, transmisión y distribución, y adicionalmente, un
ente regulador encargo de aplicar la normativa de operación, con reglas del juego, tanto técnicas como
comerciales, que en teoría, conducirían a los inversionistas privados hacia la eficiencia financiera, pero
acosta de la eliminación del objetivo de servicio social del suministro eléctrico, y con ello, las metas de
naturaleza estratégica (Bárcenas, 2015). En este modelo, la rentabilidad privada podía degenerar con
facilidad en un negocio con tramposos y fulleros que buscan obtener ventaja sobre inadvertidos
competidores, sobre todo con un poder político extremadamente burocrático, que se concibe a sí mismo
independiente de la sociedad.

Actualmente, más del 50% de la energía primara utilizada para la producción de electricidad, no viene de
afuera. A grandes rasgos, somos (y hemos sido) consumidores de energía a base de hidrocarburos
(petróleo), y los valiosos recursos autóctonos casi no los hemos aprovechado. En este sentido, resulta
ridículo y en parte irónico el insignificante aprovechamiento de nuestros recursos energético.
Concretamente, hasta estamos utilizando apenas el 8% de nuestros recursos energéticos (Bárcenas, 2015).

Un país con esta complexión de desaprovechar sus propios recursos, y que al mismo tiempo, tal y como
sucede en Nicaragua, el 62 de sus ingresos por exportaciones para pagar la energía primaria que importa –
hidrocarburos y sus derivados – evidentemente no tiene política de desarrollo. Es país muy dependiente y
atado de pies y manos a factores exógenos (haciendo especial referencia a la volatilidad de los precios del
petróleo). Sin embargo, Bárcenas (2015) aclara que el problema no es que importemos mucho petróleo,
sino que, con dicha energía, no se producen ni exportan productos con suficiente valor agregado, para que
la factura petrolera no absorba un porcentaje tan alto de nuestras exportaciones. Ergo, un país con una
factura petrolera que consume el 62 por ciento de sus ingresos por exportación es enteramente inviable.

La decisión tomada por el gobierno de facto (y anteriores a ese) de invertir en generadores de naturaleza
técnica y que de por sí, de baja eficiencia, hace que la factura petrolera asociada a la producción de la
energía eléctrica sustraiga el 16% de las exportaciones del país. Hoy, este modelo regulado, que, en lugar
de la planificación central del Estado, como es lo usual en el suministro integrado de este servicio público,
en palabras de Bárcenas (2015) lo que ha ocurrido hoy es una integración espuria de carácter corrupto al
incursionar la familia en el poder como inversionista en los distintos segmentos del sistema energético,
utilizando a las instituciones del Estado, responsables de las políticas energéticas y de la regulación del
sector, como agentes al servicio de sus intereses económicos (Espinasa et al., [2013, p. 61]).

Estudios recientes realizados por la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social
(2020) encuentran que Nicaragua es el país de la región centroamericana que demanda menos energía. Es
decir, el mercado energético nacional es muy pequeño, con una demanda máxima de 692 MW, Nicaragua
es el sistema de menor tamaño de la región (y por mucho) (…) Este pequeño tamaño desaprovecha
economías de escala que podrían abaratar las tarifas. Otro aspecto destacado por dicho estudio, es que los
altos costos de energía renovable, la escasa demanda de energía y su paupérrimo crecimiento causan que
en Nicaragua se inviertan en pequeños proyectos de energía renovable, perdiendo sustanciales economías
de escala que resultan en altos precios de la energía.

Generar energía eléctrica es un medio y no un fin. El fin es el de aumentar la productividad de la


producción nacional. En el grado que la energía sea más barata, mayor será la competitividad de la
producción local, incluyendo la capacidad de exportar. Cambiar la estructura del mercado es costoso y
complejo. No obstante, un aproximación gradual podría emprender el establecimiento de un entorno
competitivo y permitir a la iniciativa privada participar en el sector eléctrico sin la privatización de
Empresas del Estado, manteniendo las redes de transmisión y distribución como instrumento para regular
las tarifas al consumidor final y establecer mecanismos regulatorios para evitar el surgimiento de
monopolios regionales, a través de un organismo autónomo que puedan regular a la industria eléctrica y
vigilar el cumplimiento del marco jurídico.

Referencias
Bárcenas, F (2015). ¿Por qué no baja la tarifa eléctrica? “Una correcta estrategia energética debe apuntar
al desarrollo de Nicaragua”. Revista Envío 396.

Espinasa, R., Balza, L., Hinestrosa, C. & Sucre, C. (2013). Dossier energético: Nicaragua. Banco
Interamericano del Desarrollo.

Orozco, G., Rivas, P. & Urcuyo, R. (2020). Mercado Eléctrico en Nicaragua. Diagnóstico y
Recomendaciones (Serie de Estudios Económicos 2020, No. 01). Fundación Nicaragüense para el
Desarrollo Económico y Social.

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