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En ese estado, a veces nuestros intentos de gestionar esas emociones pueden ser
infructuosos y terminan generando más frustración. Entonces puede llegar nuestra
pareja, darse cuenta de que hemos entrado en un bucle destructivo, y ayudarnos a salir
de él. En ese caso, se ha producido una regulación emocional extrínseca, un proceso a
través del cual una persona influye en el estado emocional de otra, de manera
consciente y con un objetivo preciso en mente. La persona que influye sobre el otro se
denomina “regulador”.
Actuación. Podemos ser empáticos con una persona, conectar con sus sentimientos y
comprenderla, pero eso no significa necesariamente que hagamos algo para mejorar
su estado de ánimo. En la regulación emocional extrínseca, al contrario, el regulador
asume un papel activo para influir sobre el otro. Puede ser desde un simple consejo o
una interpretación alternativa del problema hasta un abrazo que le transmita confianza
y seguridad.
Sin embargo, si llegamos a depender casi exclusivamente de los demás para regular
nuestros estados afectivos tendremos un problema porque eso significa que no somos
capaces de identificar, comprender y/o regular nuestras emociones. Significa que no
contamos con las herramientas necesarias para gestionar nuestra vida interior.
Dejar la gestión de nuestras emociones en manos de los demás, por tanto, nos
abocaría a una dependencia emocional, de manera que podemos llegar a sentirnos
perdidos y confundidos sin esa persona que actúa como nuestra ancla en medio de las
tormentas. También podría dejarnos más vulnerables a situaciones de manipulación
emocional. Por eso, si bien la regulación emocional extrínseca es un fenómeno normal
y natural, debemos asegurarnos de recurrir a ella solo en casos puntuales.
Tener que estar pendientes de las emociones del otro para ayudarle a gestionarlas de
manera más asertiva puede ser tremendamente agotador, sobre todo porque a la larga
estas personas terminan llevando sobre sus hombros responsabilidades que no les
corresponden.
Por supuesto, eso no significa que no debamos estar disponibles emocionalmente para
ayudar a los demás, pero debemos asegurarnos de que no se convierta en la norma
porque a la larga, no les estaremos haciendo un favor sino que les impediremos
desarrollar sus propios recursos de afrontamiento.
Alimentar esa dependencia no es bueno para nadie, por lo que si realmente queremos
ayudar, debemos ser capaces de acompañar sin invadir y apoyar sin sustituir.
Fuentes:
Nozaki, Y. & Mikolajczak, M. (2020) Extrinsic emotion regulation. Emotion; 20(1): 10-15.