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Lengua Castellana y Literatura II IES de Tafira-Nelson Mandela

(FRAGMENTO 1)

(Van desfilando todas por delante de BERNARDA y saliendo.)

(Sale ANGUSTIAS por otra puerta, la que da al patio.)

MUJER 4ª: El mismo lujo de tu casamiento lo sigas disfrutando.

PONCIA: (Entrando con una bolsa.) De parte de los hombres esta bolsa de dineros para responsos.

BERNARDA: Dales las gracias y échales una copa de aguardiente.

MUCHACHA: (A MAGDALENA.) Magdalena.

BERNARDA: (A MAGDALENA, que inicia el llanto.) Chisss. (Salen todas. Golpea con el bastón. A las que se han ido.)
¡Andar a vuestras cuevas a criticar todo lo que habéis visto! Ojalá tardéis muchos años en volver a pasar el arco de mi
puerta.

PONCIA: No tendrás queja ninguna. Ha venido todo el pueblo.

BERNARDA: Sí, para llenar mi casa con el sudor de sus refajos y el veneno de sus lenguas.

AMELIA: ¡Madre, no hable usted así!

BERNARDA: Es así como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el
agua con el miedo de que esté envenenada.

PONCIA: ¡Cómo han puesto la solería!

BERNARDA: Igual que si hubiera pasado por ella una manada de cabras. (PONCIA limpia el suelo.) Niña, dame un abanico.

AMELIA: Tome usted. (Le da un abanico redondo con flores rojas y verdes.)

BERNARDA: (Arrojando el abanico al suelo.) ¿Es éste el abanico que se da a una viuda? Dame uno negro y aprende a
respetar el luto de tu padre.

MARTIRIO: Tome usted el mío.

BERNARDA: ¿Y tú?

MARTIRIO: Yo no tengo calor.

BERNARDA: Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la
calle. Haceros cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi
abuelo. Mientras, podéis empezar a bordaros el ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis cortar
sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas.

MAGDALENA: Lo mismo me da.

ADELA: (Agria.) Si no queréis bordarlas irán sin bordados. Así las tuyas lucirán más.

MAGDALENA: Ni las mías ni las vuestras. Sé que yo no me voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar
sentada días y días dentro de esta sala oscura.

BERNARDA: Eso tiene ser mujer

MAGDALENA: Malditas sean las mujeres.

BERNARDA: Aquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Hilo y aguja para las hembras.
Látigo y mula para el varón. Eso tiene la gente que nace con posibles.

(Sale ADELA.)

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PROPUESTA DE COMENTARIO

[CONTEXTUALIZACIÓN] El fragmento que me dispongo a comentar se corresponde con el


comienzo de la reconocida obra teatral La casa de Bernarda Alba. El autor de la misma es Federico
García Lorca, poeta y dramaturgo granadino que es uno de los representantes más destacados de la
literatura del siglo XX y universal. La vida de Lorca tiene lugar durante los años más convulsos de la
historia reciente de España: nace en 1898, coincidiendo con el desastre nacional, y vive en primera
persona los altibajos políticos por los que pasa el país, desde la dictadura de Primo de Rivera, pasando
por la segunda República, hasta el comienzo de la Guerra Civil Española. El inicio de este terrible
conflicto bélico se cobró muchas vidas y la de Federico fue una de ellas. Con su asesinato, la cultura
perdió a uno de los mayores innovadores en el panorama literario del momento, desde Poeta en Nueva
York, inspirado en su viaje a dicha ciudad, hasta los dramas rurales: Bodas de Sangre, Yerma y La casa
de Bernarda Alba. Toda su extensa producción literaria se enmarca dentro de la conocida como
Generación del 27, que tuvo como origen la Residencia de Estudiantes de Madrid y la conmemoración
del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora. Su obra, junto con la de otros contemporáneos
como Cernuda o Buñuel, tiene un excelente equilibrio entre los movimientos de vanguardia
(especialmente el surrealismo) y la tradición, arraigada especialmente al folclore andaluz.

La casa de Bernarda Alba, escrita en 1936, precisamente en el año en que fue fusilado, recoge la
madurez de la trayectoria de este joven y prometedor escritor cuyo futuro fue coartado, curiosamente
como les ocurre a las hijas de la protagonista; estas sufrirán un estricto autoritarismo que suprime sus
libertades más fundamentales, motivo que las conduce a una muerte casi irremediable. La obra se basa
en la realidad de la época, en la que lo correcto era mantener el orden y la reputación de la familia en
el pueblo. Si fallecía algún familiar o persona querida, debía guardarse un luto que obligaba a vestir
de negro y permanecer en casa. El fragmento propuesto ha sido extraído del primer acto, precisamente
después de que toda la familia llegase a la casa tras el funeral del segundo hijo de la matriarca y esta
impusiera un riguroso luto (“no ha de entrar en esta casa el viento de la calle”) por una cuestión que
responde a tradiciones impuestas (“Así pasó en casa de mi padre”). Mientras, sus hijas muestran su
rechazo ante las duras palabras de Bernarda, quien defiende la decisión y la imposición de pasar todo
el tiempo bordando el ajuar en el sistema patriarcal y los roles de género del momento (“eso tiene ser
mujer”).

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[CARACTERIZACIÓN DE LA OBRA] El conflicto fundamental de la obra está representado por dos


fuerzas opuestas que generan constante tensión dentro de la casa: el autoritarismo impuesto por
Bernarda frente al ansia de libertad de sus hijas, aunque especialmente el encarnado por Adela. En lo
que concierne a este fragmento, el autoritarismo de Bernarda está representado a través de las
decisiones que impone y su nula flexibilidad (“aquí se hace lo que yo mando”). Todas las duras normas
establecidas tienen su origen en la necesidad de conservar el honor, pues importa mucho más lo que
puedan decir los demás (“el veneno de sus lenguas”). Por otro lado, el luto asociado a la represión que
se sufrirá dentro de la casa y la relación con la muerte, que forma parte del trasfondo de la obra. Otros
temas presentes en la obra son el matrimonio, la virginidad, los celos o la sexualidad, entre otros tantos.

La obra se divide en tres actos, siguiendo el esquema clásico de planteamiento, nudo y desenlace, cada
uno ambientado en un tiempo distinto (mañana, tarde y noche, respectivamente). Dentro de cada uno
de ellos se presenta de forma paralela la misma secuencia: calma inicial, sucesión de conflictos y
violencia final. El fragmento puede dividirse en tres partes: la primera, en la que van pasando ante
Bernarda las mujeres y criadas tras el funeral; la segunda, que se corresponde con el momento en que
Amelia entrega un abanico de flores a Bernarda y esta lo rechaza (“dame uno negro y aprende a respetar
el luto”); y el tercero en que la matriarca avisa a sus hijas del luto que impondrá, los motivos por los
que lo hace y el trabajo que deberán hacer durante ese tiempo.

En el presente fragmento entran en escena los personajes que más ampliamente dan vida a los símbolos
lorquianos. No es casual que todos los personajes de la obra sean femeninos: se trata de mujeres
muestran el sufrimiento y la frustración a los que darán vida y que se relacionan con el contexto social
de la época; solo un personaje femenino podría trasmitir los verdaderos valores tradicionales del
momento y ser capaz de trasmitirlos de ese modo. En lo que concierne a sus características, Bernarda
es una mujer fría que asume un rol masculino en la obra. Bajo los cánones sociales impuestos, impone
por la fuerza todo un código de conducta represivo a sus hijas, quienes, a excepción de Adela, asumen
esas reglas heredadas de la tradición (“Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo”). En
cambio, Adela, apasionada y libre sexualmente, es el contrapunto de Bernarda. Representa los nuevos
valores que poco a poco se van abriendo paso en la sociedad. Es rebelde, joven, hermosa y valiente.
No quiere ser dominada por nadie y su pasión desenfrenada la hace tener encuentros íntimos con Pepe
el Romano –se sabe que existe, pero no es un personaje como tal- y cuya presencia da lugar al conflicto.
Martirio, por ejemplo, muestra su desazón y negatividad porque es consciente de que la situación es
difícil para ella (“sé que yo no me voy a casar”); de hecho, es un personaje que se caracteriza por su
baja autoestima. Mientras, el resto de las hermanas representan la sumisión y la represión, así como la
resignación (como cuando Magdalena muestra indiferencia ante la decisión de bordar las sábanas: “lo

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mismo me da”). El hecho de que las hijas de Bernarda sean cinco (Adela, Martirio, Angustias, Amelia
y Magdalena) no es tampoco una elección arbitraria: en numerología, representa la libertad, la
sexualidad y la pasión, pero a su vez insatisfacción.

En lo que respecta al espacio, forma parte de un “maldito pueblo sin río”, indeterminado, que
representa a todos los pueblos de España, donde impera una concepción clásica de la moral, que
arrastra a la desgracia a quienes luchan por sus, ya que las imposiciones morales de la España del 36
son muy fuertes. La casa, como espacio específico y donde tiene lugar la acción de este fragmento,
representa también la opresión y la represión (“hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas”), pero
también el odio y la muerte, en contraste con el otro espacio latente, el exterior, que significa la libertad
y la vida, y del que sabemos de su existencia por los ladridos de los perros, el sonido de las campanas,
los escándalos sociales de los vecinos o las acotaciones. Esta casa un espacio cerrado, asfixiante, al
que los personajes se referirán como convento, infierno o presidio y del que no se puede salir, porque
el hecho de hacerlo rompería la ideología de la época llevada estrictamente por Bernarda.

En cuanto al tiempo, Lorca ha plasmado los ocho años de luto que padecen las mujeres de la casa como
si de un solo día se tratase. Con el propósito de querer ahogar también el discurrir temporal (no se sabe
con exactitud cuánto tiempo transcurre entre el primer acto y el tercero), la acción dramática parece
desarrollarse en una única jornada de un verano asfixiante, de ahí que Bernarda pida un abanico. El
contraste entre el momento en que tienen lugar los hechos en este fragmento (por la mañana) y la
oscuridad de la casa (“todo menos estar sentada […] dentro de esta sala oscura”) aumenta el
sufrimiento de las hermanas y, al mismo tiempo, augura el trágico desenlace. En cuanto al tiempo
externo, esta obra está ambientada, como ya se ha comentado, en una época de fuerte represión en el
país, abocada al comienzo de una Guerra Civil en el año 1936 y que daría lugar, a su fin, a la Dictadura
de Francisco Franco.

[JUSTIFICACIÓN DEL CARÁCTER LITERARIO] La obra de Lorca pertenece al género teatral,


pues pone en escena un conflicto que se plantea y desarrolla por medio del diálogo de los personajes.
En cuanto a su subgénero, esta obra debe es un drama, como se advierte en el propio subtítulo (“Drama
de mujeres en los pueblos de España”), tanto por su final trágico, como por la condición social de los
personajes.

El género dramático pone de relieve la función apelativa del lenguaje, predominante en los textos
dialogados, donde los vocativos, el modo imperativo y las formas verbales de segunda persona son
frecuentes (“Dales una copa de aguardiente”). No obstante, como rasgo distintivo está presente la
función poética, no solo para lograr un efecto embellecedor sino para acentuar el dramatismo de la

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situación (los ocho años de luto podrían interpretarse como una hipérbole, así como las afirmaciones
rotundas en las que defiende los roles de hombres y mujeres).

Las acotaciones, otro de los elementos básicos del texto teatral, cumplen la función de indicar a los
intérpretes un gesto preciso o una actitud concreta, además de señalar el momento de entrada de
personajes no presentes desde el comienzo (“sale Adela”, “salen todas”). El texto dialogado se
caracteriza por estar compuesto de intervenciones muy cortas, sobre todo cuando Bernarda da órdenes
o sentencia (“eso tiene ser mujer”), pero también las del resto de personajes están cargados de
simbolismo y fuerza a pesar de su brevedad (“malditas sean las mujeres”). El análisis sintáctico nos
devuelve una gran cantidad de enunciados exhortativos y exclamativos (¡Madre, no hable usted así!),
los cuales ayudan a evidenciar el valor de la obra y que son fácilmente reconocibles si analizamos las
formas verbales presentes en el fragmento: “dame”, “aprende”, “se hace”, “no puedes ir”. Además, en
el plano léxico, llaman la atención ciertas palabras que podrían formar parte de un discurso propio de
la oralidad y, en concreto, de la variedad del español que hablan sus personajes, como en el término
“solería” (que significa ‘suelo de azulejos’) o en el vocativo “niña”.

En La casa de Bernarda Alba, como en el resto de los dramas rurales de Lorca, se presenta un cúmulo
de elementos simbólicos que conducen la trama hacia el universo temático lorquiano más
característico. Para empezar, los nombres de los personajes son un claro ejemplo de ello: Bernarda
significa con fuerza de oso; Angustias, oprimida y deprimente; Adela, naturaleza noble, etc. del mismo
modo, cobra importancia en la obra el color negro, que representa el luto, frente a otros como el rojo
y el verde, presente en el abanico de flores, que simbolizan la libertad y, en el caso del segundo color,
también lo fatídico, como presagio del desenlace de la obra. El abanico también podría considerarse
como la representación del deseo sexual, de ahí que Martirio lo rechace.

También existe otro gran número de palabras que posee un elevado valor connotativo y simbólico,
entre las cuales destaca la ventana y la puerta como alusión a la libertad o al mundo exterior y libre,
en oposición al interior y oprimido de la casa de Bernarda, o la mención al hilo y la aguja, que
representan el poder de las anticuadas reglas sociales de ese entonces y, nuevamente, los roles de
género. A este respecto, y para acabar, en este fragmento se aprecia una alusión mitológica interesante
de la que Lorca se sirve para representar el castigo al que Bernarda someterá a sus hijas; se trata de la
fábula de Aracne, convertida en araña por Atenea y condenada a tejer durante toda su vida. Esta es la
realidad a la que se enfrentan las hijas de Bernarda, que verán cómo el tiempo se detiene para ellas en
una casa que se convierte en cárcel en la que deben coser y bordar mientras en el exterior un mundo
de libertad y pasión desenfrenada tiene lugar.

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[CONCLUSIÓN A LA PREGUNTA 1] En definitiva, este fragmento refleja de modo muy


representativo el universo dicotómico que envuelve La casa de Bernarda Alba: la opresión contra la
libertad; la vida contra la muerte; las normas y convenciones sociales contra los deseos instintivos; la
realidad contra el deseo. Tal posición ante las injusticias late en prácticamente toda la obra literaria de
Federico García Lorca, autor comprometido que supo, como nadie, aunar la tradición con las nuevas
tendencias artísticas procedentes en su mayoría de Europa, logrando dar un nuevo envoltorio a su
crítica. Con La casa de Bernarda Alba, Lorca presenta la tragedia de un pequeño pueblo de España
como conflicto universal y humano que pone frente a frente dos de los tópicos literarios más
recurrentes de toda la historia de la literatura: vida u muerte.

Pregunta 2

[POSICIONAMIENTO]

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