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LOS PROBLEMAS DEL CONOCIMIENTO Y LA REALIDAD

1. El problema del conocimiento. Posibilidad, origen y esencia del


conocimiento
La explicación de la realidad ha sido un problema fundamental en el desarrollo
de la filosofía, y es un problema porque, para explicar la realidad, primero hay
que conocerla. Pero ¿Qué tal si la realidad es incognoscible? ¿Qué tal si solo
una parte de la realidad es aprehensible por la razón? ¿Qué tal si nuestro
intelecto está limitado ante el conocimiento de esa realidad, y si así es, en qué
grado lo está? Son preguntas que surgen respecto al problema del conocimiento
y a las cuales la filosofía intenta darle respuestas para fundamentar cualquier
reflexión en torno a la explicación de la realidad.

El conocimiento, entonces, es problemático, y respecto a su posibilidad, su


origen y su esencia se tejen sistemas filosóficos complejos que que defienden
posturas totalmente contradictorias en algunos casos, y conciliadoras en otros.
De todos ellos, se encarga la disciplina filosófica conocida como gnoseología o
teoría del conocimiento (Hessen, 1992).

El siguiente esquema, muestra una relación de las escuelas filosóficas que


defienden posturas distintas respecto a los problemas del conocimiento:

Tabla No. 1: Esquema de las escuelas filosóficas relacionadas con la gnoseología.

Fuente: (Basanta, 2013)


1.1 Posibilidad del conocimiento
El conocimiento es una relación que ha de darse entre un sujeto (sujeto
cognoscente) y un objeto a ser conocido y respecto a si es posible que se dé esa
relación se han desarrollado posturas, desde las más ingenuas, que no ven
relación entre sujeto y objeto en el proceso de conocimiento y por lo tanto su
posibilidad no representa un problema (dogmatismo), pasando por posturas
radicales que afirman la imposibilidad del conocimiento (escepticismo), hasta
posturas conciliadoras que muestran confianza en la razón para captar
conocimiento del objeto, pero reconoce que tiene limitaciones (subjetivismo,
relativismo y criticismo).

En cuanto al dogmatismo, una posición que no ve el conocimiento como un


problema ya que da por supuesta la posibilidad de la relación sujeto-objeto sin
siquiera preguntarse por ella, puede decirse que se trata de la postura más
ingenua, pues demuestra una confianza absoluta en la razón humana y da por
sentado todas sus posibilidades. “Es la posición infantil de la humanidad y de
cada individuo” (Basanta, 2013).

El escepticismo, por otro lado, se coloca en el extremo opuesto al dogmatismo y


niega totalmente la posibilidad del conocimiento. En el escepticismo no es
posible que haya relación alguna entre el sujeto y el objeto, y se funda en la
innegable existencia del error a que pueden inducirnos los sentidos, así como en
las contradicciones existentes entre los sujetos sobre un mismo objeto. Como tal
relación no es posible, el ser humano es incapaz de descubrir la verdad.

El escepticismo cuenta entre sus representantes a renombrados sofistas de la


Grecia Antigua, de los cuales, el más radical es Gorgias (480-375), para quien,

1. Nada existe
2. En caso de que existiera, no podría ser conocido
3. En caso de que existiera y pudiese ser conocido, no podría ser
comunicado a los demás.
(Chávez Calderón, 2004, pág. 67)

El subjetivismo, como posición intermedia entre los extremos de la posibilidad


innegable e indiscutible del conocimiento (dogmatismo) y la imposibilidad del
sujeto acercarse a la realidad del objeto (escepticismo), propone que es el sujeto
quien determina el conocimiento que se obtendrá de la relación sujeto-objeto y,
por lo tanto, no hay conocimiento absoluto acerca de ningún objeto.

El relativismo, igualmente en el centro de la discusión sobre la posibilidad del


conocimiento, niega la validez universal del conocimiento que se origina en la
relación sujeto-objeto, con presupuestos similares al subjetivismo. El relativismo
implica una imposibilidad (un escepticismo, aunque moderado) de que el
conocimiento que se obtiene de un objeto sea verdadero y universal, puesto que
es imposible que se dé una equivalencia entre la idea del objeto que tiene el
sujeto en su mente y el objeto mismo al que intenta conocer.

La diferencia radical entre subjetivismo y relativismo es que el subjetivismo


propone el conocimiento como dependiente del sujeto en su totalidad, mientras
que el relativismo niega la universalidad del conocimiento adquirido
fundamentado en la influencia que pueda ejercer el medio tanto en el sujeto
como en el objeto, en la cosmovisión de la época y hasta la pertenencia del
sujeto a determinados círculos sociales se cita como factor influyente en el
conocimiento que obtiene el sujeto a partir del objeto (Basanta, 2013).

Aunque el subjetivismo y el relativismo se pueden ubicar en el centro de la


discusión sobre la posibilidad del conocimiento, no se puede decir que resuelvan
o sinteticen las posiciones diametralmente opuestas al respecto (dogmatismo-
escepticismo), ya que ambas posiciones se inclinan hacia un escepticismo,
aunque moderado. A decir de Johannes Hessen, “el subjetivismo y el relativismo
son, en el fondo, escepticismo. Pues también ellos niegan la verdad, si no
directamente, como el escepticismo, indirectamente, atacando su validez
universal”. (1992, pág. 22).

Una posición que sí intenta sintetizar la oposición radical entre dogmatismo y


escepticismo es la conocida como criticismo.

El criticismo, por un lado afirma la posibilidad de la razón humana de conocer, y


en esto coincide con el dogmatismo; pero no se detiene ahí ignorando las
posibilidades de error en el proceso del conocer, y toma, de la posición escéptica,
la desconfianza, la duda, como herramienta para alcanzar un conocimiento lo
más verdadero posible.

El criticismo fue planteado por Immanuel Kant (1724-1804) en su Crítica de la


razón pura, pero puede decirse que el concepto ya se encuentra en el fondo de
la conocida “duda metódica” propuesta por René Descartes en su Discurso del
método en 1637, quien propone dudar de todo conocimiento hasta llegar a una
verdad indubitable.

1.2 Origen del conocimiento


Respecto al origen del conocimiento, de si nos viene dado de la razón o de la
experiencia, encontramos posturas extremas como el racionalismo y el
empirismo, y una postura mediadora conocida como apriorismo.

En el racionalismo se rechaza la validez del conocimiento que nos viene de los


sentidos y se entiende que conocemos porque nuestra razón posee unas
estructuras, cualidades e informaciones innatas que nos son dadas al nacer.

Son muchos los pensadores reconocidos los que pueden ubicarse dentro de una
corriente más o menos racionalista por su fe en la razón como fuente originadora
de todo conocimiento. Es el caso de Platón, por ejemplo, en la Antigüedad, quien
admite como único conocimiento legítimo el que proviene del mundo de las
esencias1; en la Edad Media, Plotino y San Agustín mostraron una tendencia
racionalista-platónica en sus reflexiones, y en la Edad Moderna, Descartes
puede ser considerado su más importante defensor (Basanta, 2013).

En el empirismo, por su lado, se entiende que el sujeto nace como “tabula rasa”,
sin ningún tipo de idea innata, y que el conocimiento se va adquiriendo a través
de la experiencia y los sentidos, siendo el conocimiento empírico (obtenido a
través de la experiencia) el único conocimiento legítimo y posible.

Actitudes mediadoras entre ambas posiciones radicales son el intelectualismo y


el apriorismo, que consideran que tanto la razón como la experiencia son
originadoras de conocimiento (Cabanchik, 2000; Hessen, 1992).

1
Conocido comúnmente como “mundo de las Ideas”. Platón propone que existe un mundo en el que
todo lo conocido se halla de manera esencial y que lo que vemos en nuestro mundo son solo copias de
aquellas esencias (Platón, 2002).
1.3 Esencia del conocimiento
En el problema del conocimiento se da por sentado que el conocimiento es una
relación que se da entre sujeto y objeto, sin embargo, dependiendo de cómo se
considere esta relación en función de la producción del conocimiento, se tejen
algunas corrientes filosóficas, que veremos a continuación. Además se da el
problema de la esencia del conocimiento respecto a si lo que percibimos es en
realidad el objeto, si existe una realidad independiente del sujeto que la piensa,
o si lo que creemos real es así porque existe un sujeto que así lo cree.

Objetivismo: en esta corriente se entiende que es el objeto el que condiciona el


conocimiento que el sujeto obtendrá de él. Se fundamenta en que los objetos
son elementos que presentan una estructura totalmente definida y que ha de ser
reconstruida por el sujeto en el proceso del conocer. “Para el objetivismo el
centro de gravedad del conocimiento reside en el objeto; el reino objetivo de las
Ideas o esencias es, por decirlo así, el fundamento sobre el que descansa el
edificio del conocimiento” (Hessen, 1992, pág. 37).

Subjetivismo: en esta corriente, respecto a la esencia del conocimiento, se


propone como determinante en el proceso del conocer al sujeto cognoscente. Es
el sujeto el que determina al objeto, y el objeto conocido sólo está ahí en la
medida en que es conocido por un sujeto. El subjetivismo tiende a poner la
posibilidad del conocer y la esencia del conocimiento, no en un sujeto individual
o común, sino en un sujeto trascendente, como el caso del filósofo Agustín de
Hipona, que pone el mundo de las esencias en la mente de un ser supremo,
Dios.

Realismo: este guarda una estrecha relación con el objetivismo, dado que
entiende que hay una realidad independientemente de cómo la piense un sujeto.
Los objetos están ahí y pueden ser conocidos por los sujetos, pero si no hubiera
un sujeto que los aprehenda, que los perciba, aun seguirían ahí.

Idealismo: en esta perspectiva no existe en realidad un mundo de objetos de


manera independiente del sujeto cognoscente. Toda realidad es inmanente al
sujeto que conoce y, de no haber sujeto cognoscente, no habría objetos para ser
conocidos. De hecho, se afirma que la existencia de los objetos depende
directamente de la existencia de una idea de ese objeto en la mente de un sujeto.
De modo que si algo no puede ser pensado, no existirá y, si un objeto ha sido
pensado, ya forma parte de la existencia: es la idea la que le da forma a la
materia.

Obviamente la presentación de estas corrientes filosóficas está hecha de una


manera muy simple, pues el objetivo es captar la idea más central de cada una
de ellas. Sin embargo, es importante resaltar que son posiciones complejas, que
tienen subdivisiones, representantes importantes dentro de la historia del
pensamiento y que sus reflexiones, una vez estudiadas y analizadas, pueden ser
tan convincentes que terminen llevando al lector a plantearse las mismas
cuestiones.

Dimensión histórica y social del problema del conocimiento


El problema del conocimiento y las discusiones en torno, tanto a su origen como
su posibilidad y su esencia, han tenido influencias directas sobre el
desenvolvimiento histórico y social.

Cada postura respecto al conocimiento requiere una actitud frente a la realidad,


y por ende, frente a la ciencia.

En la Edad Antigua, en el siglo VII a. de C. aproximadamente, cuando en la


antigua Grecia empezó a dudarse del conocimiento mitológico, de las
explicaciones que ofrecían los mitos a las cuestiones del mundo, y se empezó a
confiar más en la reflexión racional, surgió una nueva forma de pensar que ha
perdurado hasta nuestros días y se ha convertido en el fundamento de las
ciencias que en el presente configuran nuestro conocimiento del mundo.

En la Edad Media, periodo histórico en que el conocimiento era subordinado a


las verdades religiosas del cristianismo, no hubo grandes avances científicos,
pues el conocimiento considerado verdadero en las religiones es el conocimiento
dado por revelación de una divinidad. Esta supremacía de la Iglesia sobre
cualquier otro poder político en Occidente por aproximadamente mil años,
ocasionó lo que algunos han llamado una “etapa oscura” para la humanidad,
porque “la luz de la razón” fue opacada por la imposición de los dogmas
religiosos. Tanto así, que importantes científicos, cuyo trabajo fue posteriormente
reconocido como altamente importante para el posterior desarrollo de la ciencia,
fueron perseguidos y hasta eliminados por contradecir, sus descubrimientos, las
verdades religiosas.

En tanto que a partir de la Edad Moderna, cuando vuelve a tomar fuerza la


reflexión independiente y racional en torno al conocimiento, las ciencias
despegan y logran alcanzar el progreso que al día de hoy vemos han alcanzado.
De modo que, aunque se lo proponga o no, la reflexión filosófica tiene impacto
sobre el desenvolvimiento de la historia y la sociedad y más cuando de lo que se
trata es de posturas frente al problema del conocimiento (Bunge, 2004; Santana,
2017).

Bibliografía
Hessen, J. (1992). Teoría del conocimiento. Bogotá: Panamericana Editorial.

Basanta, E. M. (2013). Movimientos filosóficos y precursores. Buenos Aires: UNLAM.

Chávez Calderón, P. (2004). Historia de las doctrinas filosóficas. México: Pearson Educación.

Cabanchik, S. (2000). Introducciones a la filosofía. Barcelona: Gedisa.

Bunge, M. (2004). La investigación científica, su estrategia y su filosofía. (M. Sacristán, Trad.)


México: Siglo XXI editores.

Santana, E. (2017). Ensayos filosóficos: reflexiones epistemológicas, ontológicas y éticas. Santo


Domingo: Lulu.

Platón. (2002). Diálogos. Madrid: Edimat.

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