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El proyecto de reforma al Código Civil liderado por la Universidad Nacional de

Colombia, por medio del cual se busca unificar el régimen civil y comercial de las
obligaciones y los contratos es uno de los avances más importantes que ha tenido
nuestro ordenamiento jurídico en materia civil, porque el código civil que tenemos
actual ha perdido unidad, está desactualizado, carece de regulaciones importantes y no
se encuentra acorde a las necesidades actuales que demanda nuestra sociedad. Sin
embargo, se pretende una nueva codificación de código civil de forma flexible porque lo
que se busca es actualizar y codificar la legislación civil pero más acorde a los
planteamientos de la sociedad. Dentro de los ejemplos que tenemos en donde nos damos
cuenta que nuestro actual código civil quedó en desuso encontramos:

Múltiples figuras del derecho civil colombiano están en desuso y otras no han
encontrado una aplicación práctica, por tanto, es preciso interrogarnos acerca de las
causas de este fenómeno. Tomemos como ejemplo el error y el dolo como vicios del
consentimiento, o la causa en cuanto requisito para la validez de un contrato. Una
verificación de la utilización de estas figuras en los estrados judiciales en más de 100
años de aplicación del Código Civil arroja un balance desolador.

El régimen de familia no se adecúa a las necesidades del contexto social. Por vía
constitucional, el régimen del derecho de familia se tuvo que adaptar a las necesidades
del contexto del siglo xxi sin que el Código, de manera coherente, acoja estos cambios,
pues cada reforma contribuye a que el texto derive en una colcha de retazos.

Por otra parte, existen figuras que han tenido un desarrollo netamente jurisprudencial,
tales como el mutuo disenso tácito y el mutuo incumplimiento en el contrato bilateral, o
la dación en pago como modo autónomo de extinguir obligaciones, entre otras, no sin
algunas vacilaciones por parte de las cortes, pero con un capital acumulado de
reflexiones e interpretaciones de la norma que deben recogerse en una reforma para
volverse regla de derecho en aras de la seguridad y la certeza jurídica.

Uno de los aspectos que trae el proyecto es el relacionado con la modificación y


actualización de las reglas de derecho internacional privado que son las llamadas a
definir la legislación aplicable a un asunto particular con elementos extranjeros.

Desde el punto de vista contractual, lo primero que conviene resaltar es que el proyecto
busca poner fin a una de las discusiones permanentes que ha existido de tiempo atrás
alrededor de la posibilidad de escoger la ley que regula el contrato internacional cuando
este se ejecuta en Colombia. En efecto, doctrina importante ha considerado que el
artículo 869 del Código de Comercio es una norma imperativa, motivo por el cual
siempre que un contrato con elementos extranjeros se ejecuta en Colombia la ley
aplicable será la colombiana. Lo anterior con excepción de lo dispuesto para el arbitraje
internacional, en el cual esta posibilidad está claramente reconocida.

Pues bien, el proyecto hace un reconocimiento expreso al poder regulador de las partes
al permitir que definan la ley aplicable a su contrato, acabando con la discusión
existente e insertando al país en las tendencias actuales sobre la materia. Ahora, esta
posibilidad de elección se condiciona a que la ley escogida guarde relación con el
negocio, como ocurre por ejemplo en Estados Unidos donde en este punto hay un
reconocimiento limitado de la autonomía conflictual.

Desde nuestra óptica el avance que se daría en la materia sería importante, pero podría
serlo aún más si se elimina la limitación y, además, se dispone que sea posible elegir
instrumentos de softlaw como los Principios para los Contratos Internacionales de
Unidroit. No se evidencia afectación alguna con permitir esta posibilidad, sino, por el
contrario, se tendría un mayor reconocimiento al poder autorregulador de los
contratantes. Para el efecto, un ajuste en la redacción de la norma que disponga que el
contrato se rija por las normas sustanciales elegidas por las partes sería suficiente para
ampliar el grupo de posibilidades que tendrían los contratantes.

Por otro lado, dispone el proyecto que, en caso de no elección de ley por las partes, se
aplicará aquella del lugar de cumplimiento del contrato. En este punto no hay novedad
conceptual, pero si una conveniente redacción bilateral de la norma de conflicto que se
extraña en la disposición actual que regula la materia.

No obstante, vale la pena preguntarse, ¿conviene mantener un régimen dual con una
solución en materia judicial y otra en materia arbitral? Recordemos que en este mismo
supuesto la ley 1563 del 2012 dispone que los árbitros resuelven la controversia con las
normas de derecho que estimen pertinentes. A nuestro juicio una solución integrada en
materia judicial y arbitral permitiría un desarrollo uniforme del derecho internacional
privado y facilitaría la solución de los conflictos de leyes en el futuro, razones que
invitan a no descartar de entrada esta posibilidad.

La discusión del proyecto apenas comienza. En esta materia los avances que trae son
importantes, pero pueden ser complementados y mejorados para contar con unas reglas
actuales, completas y organizadas que tanto se requieren en la contratación
internacional.

La reforma al Código Civil colombiano es una necesidad palpable, sin afán y bien
hecha. Aunque algunos juristas se muestren reacios a la codificación, así como otros
cultores del Código de Andrés Bello, pensamos que el derecho privado es un sistema de
pensamiento que debe tener como hilo conductor una codificación que marque la pauta
y el espíritu de las normas. De igual forma, en pleno siglo XXI, luego de la vigencia de
casi siglo y medio de esas normas, es necesario reformular algunas de ellas y, sobre
todo, dar un paso adelante con la creación de un Código Civil mejor integrado al
ordenamiento jurídico y a tono con los postulados constitucionales, adaptado a las
necesidades locales y globales de nuestra realidad actual.

Es bueno entender que las modificaciones que se hagan al Código Civil y al de


Comercio afectarán la vida de todos los colombianos, no sólo en la esfera personal y
familiar, sino que también en la patrimonial. No existen normas que se integren más a la
vida económica y social de un país que sus códigos civiles y de comercio, puesto que
las sociedades se construyen sobre la base de relaciones entre los sujetos de derecho, en
todas esas dimensiones, dando lugar a un entramado esencial.

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