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AREQUIPA, domingo 04 de octubre de 2020

Roger Tahua Delgado


rtahuad@gmail.com

En medio del oscurantismo posmoderno, es necesario seguir reflexionando


INDIGENISMO PERUANO: UN RECORRIDO
La historia del indigenismo en América tiene un desarrollo que en cada país mantiene sus
particularidades propias. Es cierto que es una expresión de países latinoamericanos con una
raíz común que vendría a ser el indio, el indígena, el aborigen, el nativo, o cuantos términos
se han dado a lo largo de los años para nombrar a los habitantes de esta parte del mundo
conocida occidental y accidentalmente como las Américas que a la llegada de los europeos
habitaban el continente y eran los dueños de todo.

En el caso peruano, tiene que ver con esa particularidad nuestra de ser los últimos en lograr
ser parte de los movimientos de cambio o transformación; desde los primeros movimientos
independentistas hasta la independencia propiamente dada. El haber sido el centro de la
administración virreinal parece tener un peso extremadamente grande a la hora de generar
cambios. Una sociedad con rezagos fuertemente arraigados en el espíritu colonial y que, a
pesar de la independencia y la posterior república mantiene su mirada hacia Europa,
específicamente hacia España.

Si nos remontamos a la época de la Conquista, encontraremos que de las recopilaciones


efectuadas por el sacerdote Francisco de Ávila, conocedor del idioma de los incas, cuyo
encargo fue justamente el de extirpador de idolatrías, mediante el cual tenía que viajar e ir
recopilando los cantos, historias, leyendas, mitos de los diferentes pueblos del imperio
incaico, de tal manera que esa información se sistematizaría para la labor de imposición de
los preceptos católicos y de la cultura occidental (transculturación). Contradictoriamente es
una de las fuentes más grandes de rescate de la cosmovisión andina, luego traducida al
castellano por José María Arguedas bajo el título de Dioses y Hombres de Huarochirí

En la época de la Emancipación, el poeta Mariano Melgar (1790-1815) adquiere


trascendencia literaria e histórica (o tal vez al revés) al haber intervenido y sido ejecutado a
raíz de su participación en el movimiento de Mateo Pumacahua en la búsqueda de la
independencia de la corona española. Pero el legado más grande, en esos años en que los
modelos literarios españoles son los que se siguen en el Perú, que el poeta arequipeño
realiza es que toma de la labor del campo unos cantos denominados harawi y los va a
transformar en lo que hasta nuestros días conocemos como yaravíes. Lo simple y popular
de sus palabras es lo que hace a la crítica de esos tiempos mirarlo con desdén. “Melgar es el
primer momento de literatura peruana” había manifestado Mariátegui al referirse al vate
romántico, sabiendo que lo trascendental es ya tenemos al indio, a su sentir, en la literatura,
no importa que solo haya sido un “momento”, lo importante es que era un momento
peruano y en ese momento se encontraba el indio.

Pero la República no significó en muchos aspectos la ruptura con España. La literatura


peruana sigue manteniendo la mirada a Europa. Sin embargo, es Manuel González Prada
(1848-1918), ese gran aristócrata con pensamiento anárquico, quien retoma el problema del
indio y lo manifiesta de manera explícita en su ensayo Nuestros indios en donde asevera
que “la cuestión del indio más que pedagógica es económica, es social “.

Así, es una escritora quien, a través de artículos, pero principalmente de su novela Aves sin
nido quien se convierte en la precursora de nuestra corriente indigenista en la literatura.
Clorinda Matto de Turner (1854-1909) en su novela realista y de corte romántico, hace del
amor de dos jóvenes del pueblo de Killac la historia que logra solidarizarnos con ellos y
con los indios que en su pueblo padecían los abusos del cura, el juez de paz y el gamonal,
ese “monstruo de tres cabezas” presente a lo largo de la historia de Latinoamérica. La
crítica le reclama la falta de cierto esquematismo psicológico en sus personajes y la técnica
narrativa desigual a lo largo de la historia, pero su relato es una apuesta por la
reivindicación de aquellos que no pueden manifestarse. Tal vez, podamos acusar una visión
paternal del indio, pero no podemos alegar falta de interés humano.

Son Abraham Valdelomar, Ventura García Calderón, José Carlos Mariátegui, por
mencionar a algunos, quienes desde diferentes perspectivas van dando un tratamiento
certero al problema del indio. Cada uno desde una visión: el primero desde Los hijos del
sol, y a pesar de su cosmopolitismo, logra desarrollar el tema indio; el segundo, desde el
exotismo propio de su lejanía y falta de conocimiento del indio y su vivir, pero que encarna
el tema indigenista como una preocupación; en cuanto a Mariátegui no podemos agregar
más que lo dicho anteriormente, pero sí recalcar que es quien entiende que el problema del
indio en la literatura va más allá de ser una mera moda literaria y está acendrado en
aspectos fundamentales como lo social y económico y que el indigenismo ha llegado a
identificarse con una posición política e ideológica.

Ciro Alegría (1909-1967) comienza el camino de lo que se va a denominar novela


indigenista propiamente peruana. El mundo es ancho y ajeno y la denuncia de las injusticias
y despojo de la comunidad de Rumi y la lucha con su alcalde Rosendo Maqui a la cabeza,
que nos va a mostrar al indio en entera conjunción con su naturaleza y enfrentando las
maldades de los hombres: despojo y humillaciones; explotación y desolación. Y digo
comienza porque “toda gran obra es consecuencias de antecedentes mediocres”, decía
Mariátegui, y la obra de Alegría podría decirse que es una gran obra, sin embargo, la visión
del indio como un ser con quien uno va a empatizar, con el que uno puede identificarse y
tener conmiseración, va a ser completada y, tal vez, opacada por José María Arguedas.

Es Arguedas (1911-1969) quien lleva al indigenismo a ser el protagonista de la literatura en


el Perú durante largos años durante los cuales la discusión sobre el indio se hacía
manifiesto en todas las artes: pintura, música, literatura, folklore, antropología, etc.

Los ríos profundos, de corte autobiográfico, es una de sus novelas en las cuales sabe, a
través del uso del lenguaje apropiado en el cual el indio puede expresar sus sentimientos y
emociones, transmitir su cosmovisión. La vivencia propia de los autores indigenistas, que,
en muchos casos en una constante, les hace conocer al indio desde muy cerca. Busca y
logra perfilar sus personajes como seres que pueden transmitirnos su pensar y sentir.
Justamente es el sentir propio de las culturas andinas lo que logra Arguedas desarrollar en
sus obras. Uno siente la indignación de las chicheras ante los atropellos y el desfile por el
pueblo llamando a la unidad y a la lucha que va sintiéndose como el preludio de lo que años
después, y en forma reiterada, se producirá desde los andes peruanos.

Entonces, en América latina, el indigenismo ha tenido momentos de apogeo en tiempos


diferentes. En algunos hubo acontecimientos que influyeron en su aparición y desarrollo, y
en otros, como el nuestro, creo que aún está por decir sus palabras finales. Parece que el
indio peruano todavía no ha completado el grado necesario para expresar por sí su voz.

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