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José María Arguedas tuvo una amplia y diversa variedad de obras de ficción, ensayos y
artículos. Pero algo en común en este legado, es que sus trabajos reflejan a un Perú
dividido en dos: la región andina y población quechua, y por otro la ciudad con raíces
europeas.
A continuación, compartimos algunas de las obras de José María Arguedas, uno de los
escritores más importantes del siglo XX.
Agua (1935)
Es su primer libro y reúne tres historias o cuentos donde describe detalladamente la vida
cotidiana en una aldea de los andes peruanos. Agua, Los escoleros y Warma Kuyay, son
los nombres de los tres cuentos que conforman dicho libro y que se inspiran en sucesos
de la niñez de José María Arguedas, durante el tiempo que vivió en la provincia de
Lucanas. Esta obra presenta un mundo donde se muestran los valores humanos y
solidarios, en oposición a los abusos de poder. Este libro es una protesta pública a favor
de los derechos indígenas, una lucha por la libertad e igualdad de los pueblos.
Desde 1931 Arguedas era estudiante de la Facultad de Letras de la Universidad de San
Marcos en Lima y entre 1933 y 1934 publicó sus primeros cuentos que aparecieron en
la prensa local. Estas primeras obras convencionalmente se calificaron de
«indigenistas», aunque ya se distinguían notoriamente de los relatos de Enrique López
Albújar y Ventura García Calderón, hasta entonces los más conspicuos representantes
del indigenismo literario en el Perú. El mismo Arguedas explica los motivos que le
impulsaron a escribir:
“Yo comencé a escribir cuando leí las primeras narraciones sobre los indios; los
describían de una forma tan falsa escritores a quienes yo respeto, de quienes he
recibido lecciones como López Albújar, como Ventura García Calderón. López Albújar
conocía a los indios desde su despacho de juez en asuntos penales y el señor Ventura
García Calderón no sé cómo había oído hablar de ellos... En esos relatos estaba tan
desfigurado el indio y tan meloso y tonto el paisaje o tan extraño, que dije: "No, yo lo
tengo que escribir tal cual es, porque yo lo he gozado, yo lo he sufrido" y escribí esos
primeros relatos que se publicaron en el pequeño libro que se llama “Agua”.
La aparición de la colección Agua en 1935 inauguró pues una nueva etapa en la historia
del indigenismo literario en el Perú.
Esta novela, más que mostrar la opresión y congoja de la comunidad indígena, resalta
el poder y la dignidad que el pueblo quechua ha preservado a pesar de la explotación y
el desprecio. Narra el triunfo de este pueblo al decidir conservar su idiosincrasia cultural,
así como los aspectos de su organización social.
Según los críticos, es la más lograda de las novelas de Arguedas, desde el punto de
vista formal. Se aprecia el esfuerzo del autor por ofrecer una versión lo más auténtica
posible de la vida andina sin recurrir a los convencionalismos y al paternalismo de la
anterior literatura indigenista de denuncia.
Los ríos profundos (1958)
Considerada por la crítica como la obra maestra de José María Arguedas, narra el
proceso de maduración y toma de conciencia de Ernesto, un muchacho de 14 años, que
enfrenta las injusticias del mundo de los adultos del que empieza a formar parte y debe
tomar un camino.
A modo autobiográfico, esta novela nos introduce a un mundo que es a la vez cotidiano
y mágico, que con sencillez y originalidad narra las experiencias, vivencias y sobre todo
el rico mundo interior de un niño que compara su alma a la del río Pachachaca y desea
como él, "cruzar la tierra, cortar las rocas; pasar indetenible y tranquilo, entre los bosques
y montañas...". El río es una alegoría que expresa la fuerza y la pureza, lo indómito y lo
sagrado, en un mundo perdido en la confusión y el caos.
Publicada por la Editorial Losada en Buenos Aires en 1958, recibió en el Perú el Premio
Nacional de Fomento a la Cultura «Ricardo Palma» (1959) y fue finalista en Estados
Unidos del premio William Faulkner (1963). Desde entonces creció el interés de la crítica
por la obra de Arguedas y en las décadas siguientes el libro se tradujo a varios idiomas.1
La novela narra el proceso de maduración de Ernesto, un muchacho de 14 años quien
debe enfrentar a las injusticias del mundo adulto del que empieza a formar parte y en el
que debe elegir un camino. El relato empieza en el Cuzco, ciudad a la que arriban
Ernesto y su padre, Gabriel, un abogado itinerante, en busca de un pariente rico
denominado El Viejo, con el propósito de solicitarle trabajo y amparo. Pero no tienen
éxito. Entonces reemprenden sus andanzas a lo largo de muchas ciudades y pueblos del
sur peruano. En Abancay, Ernesto es matriculado como interno en un colegio religioso
mientras su padre continúa sus viajes en busca de trabajo. Ernesto tendrá entonces que
convivir con los alumnos del internado que son un microcosmos de la sociedad peruana
y donde priman normas crueles y violentas. Más adelante, ya fuera de los límites del
colegio, el amotinamiento de un grupo de chicheras exigiendo el reparto de la sal, y la
entrada en masa de los colonos o campesinos indios a la ciudad que venían a pedir una
misa para las víctimas de la epidemia de tifus, originará en Ernesto una profunda toma
de conciencia: elegirá los valores de la liberación en vez de la seguridad económica. Con
ello culmina una fase de su proceso de aprendizaje. La novela finaliza cuando Ernesto
abandona Abancay y se dirige a una hacienda de propiedad de «El Viejo», situada en el
valle del Apurímac, a la espera del retorno de su padre.
C2B
COMUNICACIÓN Y CIUDADANÍA AL BICENTENARIO
Programa Regional de Fortalecimiento del Área de Comunicación