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Cómo olvidar la famosa operación “Tormenta del desierto” en contra de Irak y que los
norteamericanos tuvieron que efectuar a nombre del mundo moderno, del mundo globalizado.
Los estimados más objetivos hablan de un millón de muertos en total (norteamericanos, iraquíes
civiles y soldados) y las famosas armas de destrucción masiva que se suponía habían desarrollado
Saddam Hussein y su abominable ejército nunca fueron encontradas, jamás se pudo dar cuenta de
la existencia de dichas armas y de que la paz mundial estaba en peligro real.
Así como en ese momento la prensa nacional e internacional rebotan la información tratando de
justificar el ataque como si lo que ha hecho el gobierno norteamericano fuese digno de elogio.
Ni un millón, ni quinientos mil, ni mil, ni uno solo de los seres humanos debería morir para que
intereses económicos sean impuestos en cualquier nación del mundo. El petróleo, la ubicación
estratégica que representa un país como Siria; su religión, su manera de ver el mundo que puede
ser diferente a la norteamericana, nada justifica ninguna cifra de pérdidas humanas.
Creo que es pertinente que las personas que de alguna u otra forma podemos dar a conocer
nuestra voz la levantemos y expresemos nuestro rechazo a lo que una vez más resulta ser la
agresión de un poderoso contra un país que (para empezar está ubicado a miles de kilómetros) no
podrá responder y solo clama y reclama al mundo que por lo menos no seamos indiferentes ante
su tragedia.
Victoria pírrica le llaman a aquella en la que dado el poderío que se tiene no hay otro camino que
el de vencer. Agredir a un débil, jactarse de la victoria obtenida no demuestra fortaleza ni decisión
solo miedo y cobardía.
Los muertos y los que podrían sobrevenir merecen de nuestra atención. Si vamos a reclamar algo a
algún gobierno que sea en nombre de la vida y de la paz. No seamos parte del cortejo fúnebre que
podría venir luego. Demostremos que tenemos la capacidad de indignarnos frente a sucesos del
cual somos partícipes si no expresamos nuestro rechazo.