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Con base a lo anterior nace una etapa llamada aseguramiento de la calidad o “control de
diseño” a partir de la década de los 50, donde aunque se controlaban los procesos y se
aplicaban tanto medidas preventivas como correctivas, seguían existiendo fallos en la
calidad que se veían reflejados en la vida útil del producto y ocurre la necesidad de empezar
a programar la calidad desde el principio del proyecto, ya no adaptando solo el diseño del
producto al proceso productivo y el resultado final. En esta etapa se empiezan a involucrar
las personas que integran la organización en su totalidad, para asegurar que el resultado de
la actividad sea el esperado se hace alusión a un factor denominado “fiabilidad” dentro del
proceso de calidad y a su vez surgiendo la “Gestión de la calidad”, apreciándose como
precursores de esta idea a los notables Armando Feingenbaum, Philip B., Crosby, Deming
y Joseph Juran.
En este mismo orden de ideas, las normas de los estados de calidad son distintas para cada uno,
el control de calidad se rige por las especificaciones de producto, mientras que el aseguramiento de
la calidad de la ISO 9001 (1994-2000), 9002:1994, 9003:1994, y la Gestión de calidad total se rige
por la ISO 9004:2000. Además de esto, los conceptos de calidad para cada estado son diferentes,
según el control de calidad; la calidad se obtiene de acuerdo a la aprobación de las especificaciones
del producto final, para el aseguramiento de la calidad, la calidad se obtiene cuando se trabaja
conjuntamente con las normas y se mide con los indicadores estadísticos de desviaciones, y para la
gestión de la calidad total se obtiene según la opinión de los clientes.
Por otra parte, el objetivo de toda empresa es alcanzar el éxito, cumplir con sus metas
organizacionales y mantenerse perdurable a lo largo del tiempo, es decir, ser altamente competitiva
dentro del mercado en el que opere o la actividad económica que desarrolle, por lo cual la calidad se
ha convertido en un requisito primordial para la consecución de ese objetivo, es por eso que se
estipula que la competitividad y la calidad trabajan en conjunto. La competitividad no es más que la
capacidad que tiene una organización de mantener ventajas comparativas que le permitan alcanzar,
sostener y mejorar una determinada posición en el sector en el que interactúe. La competitividad
incide en la forma en que se plantea o desarrolla cualquier negocio, lo que impulsa una evolución en
el modelo empresarial y en la persecución de la calidad total.
Por lo antes expuesto, cada vez resulta más necesario innovar en nuevas técnicas, normas y
procedimientos que le permitan a la organización y a todos sus integrantes lograr la calidad total o
por lo menos estar más cerca de ella. Dentro de esta necesidad nacen las normas ISO, especialmente
la ISO 9001:2000, donde se establecen pautas, herramientas y procedimientos a usar dentro de una
organización para el aseguramiento de la calidad y permiten valorar las técnicas que son útiles para
ese objetivo, establecer que mejoras podemos llevar a cabo como participantes activos dentro de
una organización y a qué técnicas estadísticas, de medición y/o control podemos recurrir para el
monitoreo de los procesos industriales.
Así pues, para que exista el término “calidad” debe existir un proceso; un proceso industrial es
todo conjunto de actividades entrelazadas o interrelacionadas que reciben determinados insumos
(entradas) que son transformados en un resultado (salidas), ya sea un bien o un servicio. El
comportamiento de los procesos industriales debe ser monitorizado puesto que es lo que nos va a
indicar el grado de calidad con el que se cuenta y cuáles son las fallas para su posterior corrección y
mejora. Así mismo, la capacidad de un proceso industrial de cumplir los requisitos de calidad
depende de su variabilidad, es decir, el enemigo de todo proceso es la variación, siendo la
variabilidad inevitable. Cuando se fabrica un producto o se presta un servicio, es materialmente
imposible que dos resultados sean exactamente iguales, no importa cuál sea la característica de
desempeño que uno mida de un proceso, dicha característica presentará alguna variabilidad a
medida que el proceso se repite; lo importante es que esto pueda controlarse de modo que evitemos
que el proceso entregue frecuentemente resultados no conformes.
Por lo tanto, la variabilidad es un indicador clave de la capacidad que tiene un proceso para
cumplir con la calidad requerida (asegurando que el valor real del resultado del proceso se
encuentre dentro del rango de tolerancia). El resultado de un proceso industrial varía debido a dos
tipos de variabilidad. La primera se conoce como variabilidad por causas comunes, la que depende
de la forma en que se realiza el proceso (materiales, método, herramientas, personal o entorno) y la
cual puede reducirse sólo por medio de un cambio del sistema o método del proceso; por su parte el
segundo tipo se conoce como variabilidad por causas especiales, producida por fuentes externas al
proceso. Aparecen en forma esporádica, afectando al patrón aleatorio de las causas comunes y
sacando al proceso de control. Debido a ello, son más fácilmente reconocibles y presentan una
menor dificultad para su corrección. Este tipo de causas se analizan y se corrigen de modo que, en
lo posible, no sucedan nuevamente.
Por lo antes mencionado, para el control de la calidad se suele recurrir a la estadística
descriptiva y a herramientas estadísticas que permiten controlar la variabilidad existente en un
proceso. Especialmente se habla del control estadístico de procesos, el cual es una metodología que
monitorea el desempeño de un proceso con el objeto de identificar causas especiales de
variabilidad, verificar si un proceso es o no estable, medir la variabilidad común del mismo y
determinar su capacidad, este se apoya en los gráficos de control. Por medio de esta metodología,
una empresa puede demostrar a sus clientes la capacidad de sus procesos para cumplir con una
característica crítica de calidad de un producto o servicio.