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CONGRESO

El
linchamiento
DE PERIODISMO CULTURAL

Y a conocemos las aplicaciones festivas de las redes sociales


y el optimismo de sus publicistas. Ahora nos toca hacer

digital
el inventario de sus efectos nocivos.

El linchamiento digital. Acoso, difamación y censura en las redes sociales Basilio Baltasar (Ed.)
Las perturbaciones han sido perversas: las campañas
orquestadas para difamar y las falsedades difundidas para
engañar han sorprendido a unos usuarios que, nuevamente,
no saben lo que hacen.
Acoso, difamación y censura en las redes sociales

Con la dócil inocencia del consumidor, el internauta se


ha convertido en cómplice de una fuerza de destrucción
masiva: la insólita furia tóxica envenena el debate social, la
epidemia emocional del odio contagia su furor sectario, el
acoso destruye las reputaciones molestas. Basilio Baltasar (Ed.)
Los modos caníbales que facilitan las redes desbaratan el
delicado equilibrio de las formas culturales y fragmentan a la
sociedad en cofradías beligerantes.
El fenómeno es abrumador y nadie sabe cómo limitar
los daños causados por el éxito de una tecnología que se
comercializa como un mandato de la innovación. «A lo largo de esta década mutante
hemos visto a los profetas de la tecnología
Filósofos, sociólogos, analistas y periodistas abordan en este divulgar su optimismo corporativo y no
libro las consecuencias de una transformación que amenaza pocas veces coincidía su entusiasmo con
los fundamentos de la gobernanza democrática y la decencia la retórica publicitaria de los fabricantes
intelectual de la cultura. y su inefable manual de instrucciones».
«En esta nueva versión de la batalla entre
antiguos y modernos, los peritos de la era
virtual sostienen el decálogo político de lo
tecnológicamente correcto, ensalzando
sus logros con una pasión evangelista y
omitiendo sus efectos perversos con una
hipocresía puritana».

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El
linchamiento
digital
Acoso, difamación y censura en las redes sociales

Basilio Baltasar (Ed.)

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Primera edición, septiembre de 2018

© Wabi Sabi Investments S. C., 2018


© Fundación Santillana, 2018

Edición
Basilio Baltasar
Coordinación editorial
Giselle Etcheverry Walker
© Ilustración de cubierta
collage de Sean Mackaoui
© de los textos: de sus autores, 2018
Maquetación
Palabra de apache

DL: SE 1453-2018
ISBN: 978-84-948084-6-3

Impreso en Masquelibros, S. L.


Impreso en España – Printed in Spain

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Índice

Preámbulo institucional . ...................................... 9

La década mutante ................................................. 17


Basilio Baltasar

Para una psicopolítica del enjambre digital .......... 25


Pasiones adversativas
Manuel Arias Maldonado, profesor titular de Ciencia Política
en la Universidad de Málaga
Presentado por Sergio Vila-Sanjuán, coordinador del suplemento
Cultura/s de La Vanguardia

Celebración de la mentira ..................................... 33


Participación democrática en el embuste virtual

Violencia y control en la revolución digital . ...... 37


El nuevo poder afilado (sharp power)
Lluís Bassets, director de la edición de Cataluña de El País
Presentado por Llàtzer Moix, subdirector de La Vanguardia

Difamación y resentimiento ................................... 49


La hora de las cuentas pendientes

La medicina sometida al acoso ............................... 53


Crónica de un asedio
Carles Amengual i Vicens, médico y biólogo, licenciado en Estudios
de Asia Oriental, en Ciencias Religiosas y en Humanidades
Presentado por Pepe Ribas, director de Ajoblanco

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Deshacer entuertos: el desmentido imposible........ 67
Aquiles y la tortuga de la información

El mercado de datos personales . ........................... 71


Una herramienta de manipulación política y social
Marta Peirano, periodista y autora del ensayo El pequeño libro rojo
del activista en la red
Presentada por Daniel Gascón, editor responsable de Letras Libres
España

El ocaso de la ingenuidad ..................................... 83


Estrategias culturales de la desconfianza

B ullying colectivo y economía del clic . ............... 87


Miguel del Fresno, sociólogo especializado en investigación social
online y profesor de la uned
Presentado por Sergi Doria, periodista cultural de ABC

El algoritmo tóxico . ............................................. 97


Cómputo y estadística de la opinión pública

Fervor y pasión en la era cibernética .................... 101


Emociones aflictivas y turbación digital

El software protector ............................................ 105


Juan Luis Cebrián, presidente de honor y fundador de El País

el co n greso e n la pre n sa
Crónicas y artículos

Periodismo cultural: diez años de encuentros ...... 117


Sergio Vila-Sanjuán
La Vanguardia

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Las redes sociales, ese nuevo Far West . ................. 126
Xavi Ayén
La Vanguardia

Los efectos del desencanto ................................... 131


Jesús Ruiz Mantilla
El País

Enredados .............................................................. 135


Guillermo Busutil
La Opinión de Málaga

Tambores tribales de Twitter ................................ 139


Sergi Doria
ABC

La «falsa contraposición» entre digital y papel ..... 142


Aser Falagán
El Diario Montañés

Quo Vadis . ............................................................. 146


Óscar López
El Periódico

La información cultural como antídoto a la agre-


sión y el linchamiento digital ........................... 148
Teresa M. Peces
WMagazín

Las redes sociales, paradigma y paradoja de la nueva


comunicación ..................................................... 154
Álvaro G. Polavieja
El Diario Montañés

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Radiografía de una amenaza . ................................. 160
Rosa M. Ruiz
El Diario Montañés

Arrepiéntete y cree en la posverdad . .................... 164


Karina Sainz Borgo
Vozpópuli

Información y mentiras en la red, las dos caras de


la Luna . ............................................................. 167
Angélica Tanarro
El Norte de Castilla

La ingenuidad en las redes como arma de ignorancia ... 173


Álex Sàlmon
El Mundo

El misterio de las redes ......................................... 176


Antón Castro
Heraldo de Aragón

Inventar la realidad .............................................. 178


Marcos Díez
El Diario Montañés

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Preámbulo institucional
Íñigo Sáenz de Miera, director de la Fundación Botín.

Emiliano Martínez, vicepresidente de la Fundación Santillana.

Miriam Díaz, concejala de Cultura y Turismo del Ayuntamiento


de Santander.

Ignacio Polanco, presidente de la Fundación Santillana.

Gema Igual, alcaldesa de Santander.

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D etener la mirada y mirar de otra manera

iñigo sáenz de miera*1

Buenas tardes a todos, nos encontramos moviéndonos en


un equilibrio difícil entre el disfrutar
concejala, querido Emiliano, Basilio, del hecho de que las cosas vayan bien
queridos todos. En nombre del —que hay que disfrutarlo, porque
patronato de la Fundación Botín, y podrían no ir bien— y al mismo
especialmente de nuestro presidente, tiempo no olvidarnos de que lo
Javier Botín, os quiero dar de nuevo la importante es el largo plazo; porque
bienvenida al Centro Botín, que espero no sabremos si de verdad el Centro
que ya consideréis vuestra casa. Botín merecía la pena hasta dentro de
quince años, o veinte o veinticinco.
Si el primer año celebramos y
disfrutamos que tuviera lugar este El Centro Botín es un centro de
encuentro, y el segundo año que se arte que tiene una misión social:
repitiera, porque eso parecía querer aprovechar la capacidad que tienen
decir que habría un tercero; este año las artes para hacernos mejores y,
tenemos que celebrar que nos hayamos específicamente, para desarrollar
vuelto a encontrar, porque ello es un nuestra creatividad, que no es
signo clarísimo de consolidación. otra cosa que ser capaces de mirar
Nada nos puede gustar más que el a la realidad de forma diferente.
hecho de que este encuentro anual En la Fundación Botín estamos
de periodistas culturales en torno a absolutamente convencidos de que
estos títulos misteriosos que Basilio la experiencia artística nos hace
Baltasar inventa tenga lugar en el mejores, tanto como para habernos
Centro Botín. De hecho, el encuentro atrevido a poner en marcha el Centro
del año pasado fue lo primero que Botín precisamente con esa misión.
sucedió en el Centro Botín después
de la inauguración. Eso lo tenía clarísimo nuestro
presidente, Emilio Botín, cuando
Estamos a punto de cumplir un año había voces que, en medio de la crisis,
de vida, y en la Fundación Botín y con los graves problemas a los que se

*  Iñigo Sáenz de Miera es el director de la Fundación Botín.

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enfrentaba nuestro país, se preguntaban pararse a pensar en los títulos que cada
si en aquel momento tenía sentido año les ponéis, a medio camino
poner en marcha un centro de arte. entre lo poético y lo misterioso.
Y sí, tenía todo el sentido, porque ¡Qué importante es un título que no
pocas cosas como las artes nos hacen se entiende para obligarte a detener
mejores y tienen capacidad para la mirada y mirar de otra manera, en
generar desarrollo. Pocas cosas como este caso a vuestro propio ejercicio
la literatura, el cine, la música, la danza
profesional! Que ninguno de los que
nos cambian por dentro y nos permiten estamos aquí sepamos exactamente
mirar a la realidad de forma diferente y,de qué se va a tratar en ninguna de
por tanto, ser más creativos. las jornadas me parece que es muy
positivo, porque de ahí es de donde
En todos los ámbitos, y para todos puede salir algo nuevo.
los colectivos sociales. A modo de
ejemplo, hace pocos días hemos No quiero terminar sin dar las
terminado de organizar un programa gracias a quienes nos acompañáis
con el Hospital de Valdecilla para en este proyecto y lo hacéis posible:
intentar lograr que sus médicos, gracias al Ayuntamiento de Santander
al efecto de un contacto continuado —gracias, Miriam, por venir—; a
con las artes, desarrollen una mirada la Fundación Santander Creativa,
distinta hacia su profesión y hacia los y especialmente a Marcos Díaz, su
casos que día a día se encuentran en director, y, por último, a la Fundación
las consultas o en los laboratorios. Santillana por vuestro apoyo y por
confiar en el Centro Botín.
Para la Fundación Botín, decía, es un
lujo recibiros aquí, porque esperamos Y a todos os deseo unas provechosas
que así conozcáis mejor el Centro jornadas y os agradezco que hayáis
Botín y nos ayudéis a divulgar esta sacado el tiempo para venir a
misión social. Y no nos importa Santander y dedicar estas horas
pediros que nos ayudéis a contarlo a pensar sobre vuestra función
porque cada vez vamos teniendo profesional, que es también social.
más pruebas de que plantear así la Porque sois vosotros los que dais
misión de un centro de arte tiene sentido al encuentro. Eso sí, no
sentido, porque funciona. os olvidéis de disfrutar de las tres
maravillosas exposiciones que
Estos encuentros vuestros son buena tenemos en el Centro. Gracias de
muestra de ello, no hay más que nuevo, y bienvenidos.

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De la rectitud

emiliano martínez *1

Muy buenas tardes, amigas, amigos, en unos encuentros que son muy
anfitriones, en nombre de la ciudad, frecuentes en esta tierra, en Santander,
de la señora concejala de Cultura y del en torno a temas culturales, y un
director del Centro Botín, que nos buen día disteis un salto cualitativo,
acoge. Congresistas, muchas gracias convirtiéndolo en un congreso; me
por vuestra fidelidad, por el respaldo pareció un tema de autoafirmación
y el interés por estas convocatorias maravilloso.
(hay gentes fieles, un buen número de
periodistas culturales de Cataluña,
de Andalucía). Y enseguida surge la pregunta,
¿mantendrá el interés, la tensión,
Dejadme expresaros que hay un fuerte entre personas cuyo principal
compromiso por parte de la entidad cometido es hacer una selección
que, a través de Basilio Baltasar, está valorativa de muchas actividades,
haciendo esta convocatoria, que es la de muchos acontecimientos e
Fundación Santillana. Compromiso incluirlos o no en una agenda?
con convocatorias de esta naturaleza, Bueno, resulta que, un año tras otro,
en esta tierra, en torno al arte, en la convocatoria se reinventaba. Más
torno a expresiones culturales de una vez he tenido la pregunta en
como la literatura, convocatorias la cabeza, y casi en los labios, para
con escritores, con editores. Este Basilio, acerca de si esto seguiría.
fenómeno de los temas que entran
en vuestra agenda de periodismo Y enseguida, en cuanto surgía el
cultural ha pasado a tener una embrión del programa, la respuesta
importancia estratégica para que era no solo que había una nueva
puedan fructificar determinadas convocatoria, sino que había una
expresiones, o que les lleguen a las reinvención de este encuentro. Hasta
gentes las cosas que los creadores llegar a esta cuarta edición. Y esta
están proponiendo. Es curioso edición es la bomba, porque atreverse
porque nació de la mano de Basilio a plantear una mirada crítica sobre

*  Emiliano Martínez es el vicepresidente de la Fundación Santillana.

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el discurrir de un acontecimiento de amigo Carlos Fuentes, a desfacer
una extraordinaria potencia como entuertos, a librar batallas, contra
son las redes sociales, yo diría, en gigantes o contra molinos, y a tratar
estas fechas cervantinas, que casi es de que prevalezcan los valores de una
un empeño quijotesco, que saltéis libertad de informar y de una rectitud
aquí, a este ruedo, a este territorio en esos contenidos es absolutamente
de La Mancha, que diría nuestro maravilloso. Así que, mucho ánimo.

Un debate necesario

miriam díaz *1

La ciudad está haciendo una apuesta en el periodismo en los últimos


por la cultura porque creemos que eso años y a lo largo de estos tres días
será positivo para nuestro desarrollo se reflexionará en este foro sobre la
social y económico. Por eso, es para naturaleza de este impacto.
nosotros muy importante que una
vez al año los periodistas culturales Las redes sociales han traído cosas
de España se reúnan en Santander. buenas, los canales informativos
Porque es importante que conozcan se multiplican, hay un mayor
la ciudad de primera mano y que intercambio de conocimiento, se
sean testigos, año tras año, de los puede interpelar directamente a
cambios que se están produciendo. las personas que ocupan puestos
de responsabilidad pública o a los
propios periodistas. Además, la
El congreso de este año gira alrededor posibilidad de opinar en un espacio
de un tema de plena actualidad como público ahora es algo accesible para
es el nuevo entorno tecnológico y cualquier ciudadano. Nos han dado
su influencia en la forma en que a todos un altavoz.
nos comunicamos y recibimos
información. La irrupción de las Pero las redes sociales han traído
redes sociales ha impactado de lleno también cosas malas. Las redes,

*  Miriam Díaz es concejala de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Santander.

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como se indica en el programa La cuarta edición del Congreso de
del congreso, pueden orquestar el Periodismo Cultural abordará todas
hostigamiento de los individuos y estas cuestiones a lo largo de tres
provocar su muerte civil, ejecutar días de debate público. Nos parece
verdaderos linchamientos digitales, un debate importante y necesario.
imponer el desprestigio de ideas e Os agradezco a todos vosotros la
instituciones y envenenar con su asistencia y espero que el congreso
furia tóxica el debate social. sea enriquecedor para todos.

A cerca del periodismo cultural

ignacio polanco *1

La responsabilidad de los periodistas Requiere además de una visión


y editores comprometidos con la crítica, razonable y fundamentada,
información cultural consiste en dar consciente de su influencia en
cuenta exhaustiva de las creaciones la construcción del gusto y en la
(literarias, teatrales, musicales, elección de lo mejor.
pictóricas, cinematográficas…)
que enriquecen el patrimonio Los productos culturales pueden
de nuestro país. Podemos decir proporcionar entretenimiento, pero
que en esto consiste la tarea del las creaciones de la cultura pertenecen
periodismo cultural: levantar acta a un orden de significado superior. La
de la creatividad colectiva. imaginación, el entendimiento y la
inteligencia son el más valioso legado
El encargo que hemos asumido de la condición humana. Un legado
requiere ser hecho de tal modo que la que nos obliga a sostener el ejercicio
integridad de las obras quede a salvo, de sublimación y perfeccionamiento
que llegue a los ciudadanos con la de las artes y las letras.
impecable factura con que fueron
concebidas, que la vitalidad creativa En nuestro Congreso de Periodismo
contagie entusiasmo y respeto. Cultural ponemos énfasis en el

*  Ignacio Polanco es el presidente de la Fundación Santillana.

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concepto de creatividad: somos cerca y contarlo con solvencia a
conscientes de la potencia cultural nuestros lectores, oyentes y televi-
de la imaginación y el ingenio, y por dentes.
ello nos hemos propuesto abrir este
espacio de reflexión. Como editores Deseamos que nuestro congreso sea
y periodistas estamos obligados grato, útil y productivo y que sea un
a indagar, investigar y conocer. encuentro anual imprescindible. Un
Queremos saber y queremos saber foro en el que cada año podamos
más. La nuestra es una curiosidad descubrir lo sorprendente, lo que
insaciable. Necesitamos saber lo que nos asombra, lo que nos desvela. Y
se está haciendo en los escenarios cumplir así la obligación de nuestro
culturales, necesitamos verlo de oficio de editores y periodistas.

U na ciudadanía crítica

gema igual *1

Buenas tardes. Quiero en primer Santillana por hacer posible este


lugar agradeceros a todos vuestra encuentro que cuenta también con
estancia estos tres días en Santander el apoyo decidido del Ayuntamiento
para participar en esta cuarta de Santander.
edición del Congreso de Periodismo
Cultural. Este año la temática del congreso
no ha podido ser más oportuna.
Santander apuesta por la cultura La irrupción de las redes sociales
y por eso es para nosotros muy ha dado lugar a nuevas formas de
importante que los principales comunicación. Las ventajas son
periodistas culturales de nuestro país muchas pero los problemas parecen
paséis unos días en la ciudad. tantos como las ventajas. Las redes
sociales son una autopista por la que
Quiero reiterar mi agradecimiento a circulan con demasiada facilidad
la Fundación Botín y a la Fundación los rumores y las mentiras.

*  Gema Igual es la alcaldesa de Santander.

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Una vez que una mentira comienza esperar para contrastar la información
a correr por las redes sociales antes de publicar una noticia, un
el daño ya parece irreparable periodismo que busque informar de
porque ningún desmentido está forma seria y rigurosa y que no se
a la altura del desprestigio que se deje arrastrar por el impacto fácil.
produce en la imagen de personas
e instituciones. Estos tres días han servido para
recordar que el periodismo de
Frente a los rumores y las mentiras solo calidad es más imprescindible, en
cabe una ciudadanía bien informada este mundo lleno de altavoces, hoy
y bien formada. Bien formada para más que nunca.
tener una actitud crítica y buscar la
verdad consultando diversas fuentes. Un periodismo crítico que huya de
Bien informada a través de buenos la toxicidad y que busque desde la
profesionales que contrastan las honestidad contar e interpretar
noticias que publican. las cosas que suceden en la vida
pública.
Las redes sociales han venido para
quedarse y tenemos que aprender a Os agradezco mucho a todos
vivir en esta nueva realidad. vuestra asistencia, espero que hayáis
disfrutado de vuestra estancia en
Por todo ello hace falta y es más Santander y espero, también, que
necesario que nunca un periodismo nos veamos todos aquí el año
de calidad, un periodismo que sepa que viene.

E l presente volumen recoge las ponencias leídas y comentadas en la


cuarta edición del Congreso de Periodismo Cultural y los artículos
que con este motivo se publicaron en la prensa española. El congreso, que
reúne a profesionales de prensa, radio y televisión, ha sido organizado
por la Fundación Santillana junto con el Ayuntamiento de Santander,
la Fundación Botín, la Fundación Santander Creativa, la Asociación
de Periodistas Culturales de Catalunya y la Asociación de Periodistas
Culturales de Andalucía «José María Bernáldez».

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La década mutante

basilio baltasar 1

Una mirada panorámica al paisaje contemporáneo, un balance de los


acontecimientos más destacados y un inventario de las novedades surgidas a
lo largo de estos últimos años nos ayudarán a entender la pérfida influencia
de las redes sociales en la transformación cultural del mundo.

Las aplicaciones de la nueva tecnología fueron celebradas como la


innovación que contribuía a mejorar el aspecto de las cosas y a reformar
las deficiencias del sistema. Sus promotores las anunciaron desde el
principio como el canal del insurgente periodismo ciudadano y aseguraron
que garantizaban la difusión cultural masiva, la circulación abierta de una
información contrastada por el interés general, la participación democrática
en la gestión de los grandes asuntos públicos, el intercambio horizontal del
conocimiento y la integración igualitaria de la multitud en el debate político
de la civilización. El ingenio se presentaba en sociedad como un decisivo
salto evolutivo y se comercializaba con el aura de un prestigio arrollador.

Nadie hubiera dicho entonces que las redes sociales propiciarían el


hostigamiento de los individuos molestos y ejecutarían su linchamiento
digital, envenenando con una insólita furia tóxica el debate social y
acelerando la ruina de ideas e instituciones con una pasmosa facilidad.

Sin embargo, a pesar de la decepcionante relación de sus efectos secundarios


y conociéndose bien la penuria cultural que transmiten, no suele acogerse
con gratitud el diagnóstico que sentencia el barbarismo de las redes sociales.

1
  Editor y director de la Fundación Santillana Cultura.

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Al afirmar que en ellas prevalece una masiva e irritada intolerancia y que
fomentan los hábitos instigados por la hostilidad y la beligerancia, uno se
sitúa en el lado impertinente del optimismo contemporáneo.

Quizá por la acritud con que son tratadas, las voces críticas deben seguir invitando
a desconfiar del entusiasmo compartido por fabricantes y usuarios, analistas y
publicistas, y subrayar cuantas veces haga falta las consecuencias perversas de
un artefacto que está alterando las pautas culturales de la conducta social.

La vieja tirria entre apocalípticos e integrados brota en esta controversia


y nos invita a afrontar con inquisitiva franqueza lo que no puede quedar
fuera de una radical exigencia crítica. Entre la credulidad y el recelo, entre
la candidez adocenada y la enervada desconfianza, la polémica permitirá
denunciar la inercia ciega de los clientes y las banales tentaciones de un
consumismo amoral. El tradicional pensamiento crítico nos dirá cuánto
entre todo lo que hoy se vende, eso que eufóricamente se presenta como
ineludible mandato de la revolución tecnológica, nos conviene de verdad.

Lo reciente del fenómeno puede servir de excusa para disculpar la


tardanza de nuestro inventario pues posiblemente sea cierto que diez
años no bastan para entender el trastorno que ha desorientado nuestras
preferencias y prioridades. Twiter empieza a expandirse en junio de 2006;
a mediados de 2007, Facebook se internacionaliza; en junio del mismo
año, Steve Jobs pone en escena su flamante iPhone.

Los tres artefactos aparecen triunfalmente en el escaparate de la novedad


y estrenan con su promesa una década de conmociones. Las tres
corporaciones atraen con sus productos a millones de ciudadanos e
impulsan la conversión del sujeto social en una categoría política y
psicológica inédita.

Ya no será un ciudadano, ni un interlocutor, ni un lector: es un usuario. Y no


un usuario de los que antes usaban las cosas, las cosas de usar y tirar, sino uno
de nuevo cuño: el usuario usado por el artefacto que tiene en las manos.

A diferencia de aquel antiguo y sufrido consumidor, que consolaba


sus demandas según fuera la necesidad o el capricho, el usuario

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contemporáneo de la revolución tecnológica pertenece a una insólita
docilidad. Por su conexión biónica al centro neurálgico de los instintos
y su poderoso vínculo a la ilusión de los deseos, el artefacto impone una
relación hipnótica y neurótica. Es una herramienta con voluntad propia
la que se pone al servicio de quién sabe qué buen postor.

La seductora fantasía del hombre que obtiene lo que desea ha encontrado


su perfecta versión virtual. En lugar de frotar la lámpara, pulsa una
tecla. Ignorante de la dependencia que le impone su nueva condición,
el ciudadano de la década mutante proclama la ficción de su autonomía
mientras se sumerge en la más innovadora de las servidumbres.

Los contenidos que vibran en las pantallas son fugaces, inabarcables e


inagotables: mientras incitan la atención insomne del usuario, la dispersan;
mientras canalizan la inquietud de una multitud bulímica, la derraman.

Diez años no bastan para comprender un fenómeno de esta magnitud.


Todavía no conocemos el alcance de lo ocurrido: no podemos adivinar
el desenlace del nuevo comportamiento cultural, los siniestros efectos
de la sumisión al dictado tecnológico, la fuerza tectónica que agrieta los
fundamentos de la cultura.

Conocemos bien las aplicaciones prácticas y las utilidades de la red, las


ventajas que prestan al neociudadano; ¡cómo olvidarlas en medio de tanta
propaganda y fervor! Lo que ahora nos interesa es la evaluación crítica
del impacto tecnológico en el tejido social y cultural. Nos urge conocer
las patologías que se incuban en el usuario, saber a dónde le llevará la
obsesión última de su mente viciosa y cuándo estallará la fragmentación
psicótica de su pensamiento.

Para entender las perturbaciones ocasionadas por la innovación, asumidas


hoy como una anécdota colateral, deberíamos subrayar la coincidencia
fatal que estrenó el nuevo paradigma tecnocultural. Cuando hace una
década se inició la implacable confluencia entre el uso masivo de los
artefactos tecnológicos, la problemática transformación del cuarto poder
y la traumática crisis económica, nos vimos instalados de golpe en el
borde de una delgada línea de sombra.

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En 2007 la crisis empezó a sacudir la economía del mundo y en las mismas
fechas se inició el implacable deterioro de la prensa de papel, la pérdida lenta y
progresiva de la influencia y prestigio del periodismo. El sincopado crepúsculo
de la prensa, accidentalmente auspiciado por sus propias versiones digitales,
coincidió con la irrupción radial de las fake news como mercancía política y
estrategia de confusión. Desde entonces, el compromiso con la búsqueda de
la verdad que caracterizó la historia del periodismo se diluye una y otra vez
en el magma disperso de unos productos deliberadamente fabricados para
engañar. Y la lectura del periódico de papel, el gesto intelectual que ordena
el significado de los acontecimientos, ha sido sustituida por el clic a noticias
que llegan sin orden ni concierto. La interpretación argumentativa de los
hechos, fundamento de nuestra historia intelectual, ha sido interrumpida
por el estallido fragmentario del sentido.

El desenvolvimiento de las redes sociales parece estar ganando la batalla


a unos medios de comunicación que resisten a duras penas la oleada de
caóticos y abrumadores embustes. La influencia alcanzada por las fake
news, la eficacia con que corrigen, alteran y encauzan unas destartaladas
corrientes de opinión pública, pone en jaque el delicado juego de
equilibrios que nos habíamos acostumbrado a sostener.

El nuevo paradigma tecnopolítico instala en la sociedad contemporánea


una conflictiva singularidad. Lo que verdaderamente ha innovado nuestras
costumbres no es el fragor y la desfachatez de las mentiras, obviamente,
sino la complicidad espontánea de una multitud conectada y la velocidad
de expansión de los mensajes tóxicos. Lo excepcional del fenómeno
contemporáneo es que las noticias falsas, por su velocidad de difusión y
su alcance global, no pueden ser desmentidas. Toda refutación aparece
entonces como posverdad: una verdad que al perder la fuerza moral de
la verificación se reduce a una evasiva convicción personal.

La destrucción de lo veraz ha sido el primer logro político del nuevo


orden tecnológico: una incesante invención alimenta el fervor sectario de
sus seguidores y al emitirse hace imposible cualquier impugnación.

A lo largo de estos últimos diez años hemos oído a los profetas de


la tecnología divulgar el optimismo del nuevo mundo, anunciar los

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beneficios de la era virtual y no pocas veces hemos comprobado cómo
coincidía sospechosamente su discurso con la retórica publicitaria de los
fabricantes y su inefable manual de instrucciones.

En esta década ha sido un motivo de asombro el empeño puesto por los


expertos de la innovación en evitar cualquier mención a los efectos nocivos de
la nueva tecnología y dedicar un displicente desdén a los críticos, repudiados
como herederos del ludismo que abominaba de la revolución industrial.

También ha sido sorprendente en esta década mutante la mansedumbre


de los intelectuales que han renunciado a su escepticismo crítico y
consentido a su manera el triunfo de la maquinaria de enajenación que
arrebata a la ciudadanía su estatuto ilustrado.

En esta nueva versión de la batalla entre antiguos y modernos, zanjada


por el momento a favor de estos últimos, los peritos de la era virtual
publicitan sin desmayo el decálogo político de lo tecnológicamente
correcto. Ensalzando sus logros con una pasión evangelista y omitiendo
sus efectos con una hipocresía puritana.

Desdeñando así la influencia cultural de las redes como canal abierto a la


epidemia emocional del odio, a la difamación que corroe la integridad,
la furia que libera la frustración, el instinto inquisitorial de la multitud
anónima, el linchamiento de los disidentes, rivales o adversarios de cualquier
causa, el desprestigio orquestado de hombres, ideas e instituciones.

En lugar de ser el ágora ciudadana que expande el ámbito de la razón


política, un foro para la comunidad pensante, las redes son lo que
proclama su nombre: los usuarios han caído en sus mallas.

En los debates del 4.º Congreso de Periodismo Cultural se han


enumerado los ángulos ciegos que conlleva el nuevo modelo cultural de
la tecnología.

En la «Celebración de la mentira» se quiso conocer el alcance de la


participación democrática en el embuste virtual y la integración feliz
de los usuarios en la divulgación falsaria.

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En la mesa «Difamación y resentimiento» se abordó el potencial negativo
del rencor social y la crudeza con que se saldan las viejas cuentas
pendientes. Enemigos, adversarios o sicarios contratados a tal efecto se
ensañan desde el anonimato de las redes sociales.

En «Deshacer entuertos» se analizó hasta qué punto el desmentido veraz


y la rehabilitación de lo verdadero es hoy una tarea imposible. No hay
estatuto jurídico que ampare la reclamación y no hay política que lo
intente.

En «El ocaso de la ingenuidad» se comentó la creciente y deliberada


complicidad social en la demolición de las reputaciones. Para neutralizar
cualquier disidencia basta con imputar al discrepante una conducta de
moral dudosa. Una vez deslizada la insidia, su voz se apagará.

Con «El algoritmo tóxico» se aludió a las herramientas que permiten dirigir
las corrientes dominantes de una opinión pública dócil y fetichista.

En «Fervor y pasión de la era cibernética» se constatan las emociones


aflictivas de la turbación digital. El irracional que gobierna las pasiones
de una multitud congregada alrededor del espectáculo masivo de la
incongruencia.

Por su parte, los ponentes invitados al congreso sintetizaron sus respectivas


investigaciones y compartieron con los asistentes sus penetrantes
reflexiones.

El filósofo Manuel Arias Maldonado define la psicopolítica del enjambre


digital y la potencia afectiva que rige sus impulsos destructivos.

El periodista y analista Lluís Bassets desvela la violencia y el control


del nuevo poder afilado. La ficción del empoderamiento entre las
generaciones cibernéticas y su cultura bélica de baja intensidad.

El doctor Carles Amengual demuestra la complicidad pasiva del periodismo


en el acoso, difamación y censura de la medicina homeopática. Una
práctica clínica amparada por la legislación de la Unión Europea, pero

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descarnadamente asediada por la obcecada animadversión de extraños
y poderosos internautas.

La investigadora Marta Peirano nos advierte del modo en que nuestra


identidad, deseos y carencias son subastados en el mercado virtual de
los esclavos digitales. Un caudal de datos vendidos al mejor postor y
entregados a causas vergonzantes.

El sociólogo Miguel del Fresno describe el mecanismo de la nueva


economía digital y enumera las víctimas de un inquietante bullying
colectivo. Subraya el poder omnipresente de la desinformación y el
fracaso de las industrias de la información.

Juan Luis Cebrián clausura el volumen evaluando un panorama


crecientemente confuso para el que nadie parece tener respuesta y el
imparable desarrollo de una tecnología a la que solo se podrá oponer
una inteligente programación de signo contrario.

El congreso nos ha invitado a pensar el paradigma que imponen los usos


masivos del consumo digital. Proponiendo que agucemos nuestra cautela
crítica y afilemos nuestro escepticismo racional. No solo como periodistas
responsables de la información que elaboramos, sino como ciudadanos
comprometidos con la gobernanza democrática.

Podemos despedir ahora esta primera reflexión profesional con una


escarmentada observación y una amable sugerencia:

Los artefactos inteligentes seducen a un usuario que todavía no sabe temer


el desenlace: el artilugio será más inteligente que su dueño. Convendrá
en este caso preguntarse qué puede acarrear tan insólita anomalía. Pues
nunca en la historia se dio un caso parecido.

Por todo ello los observadores atentos al fenómeno deberíamos abandonar


nuestra particular zona de confort, entender el modo en que la nueva
tecnología ha creado otra realidad política y poner algún remedio a la
credulidad contemporánea.

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Para una psicopolítica
del enjambre digital
Pasiones adversativas

Ponencia de Manuel Arias Maldonado, profesor titular


de Ciencia Política en la Universidad de Málaga.
Presentado por Sergio Vila-Sanjuán, coordinador
del suplemento Cultura/s de La Vanguardia.

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M anuel Arias Maldonado, profesor en la Universidad de Málaga,
es uno de los renovadores de nuestro ensayismo actual. Hace dos
años publicó La democracia sentimental, un estudio sobre el peso de las
emociones en nuestra vida política. En ese libro ya mostraba la poco
habitual capacidad de cruzar disciplinas muy distintas, allí se trataba de
la politología y las neurociencias, con el objetivo de iluminar aspectos
poco tratados de nuestra vida en común.
Ahora acaba de publicar un libro fascinante, Antropoceno, al que me
atrevo a pronosticarle un largo recorrido ya que se centra en cuestiones
que pronto serán de cultura general básica. Esta vez el profesor Arias ha
ido a buscar las investigaciones de los biólogos y climatólogos acerca de
los grandes cambios en la influencia de la actividad humana sobre los
sistemas terrestres. En efecto, un sector de vanguardia de la comunidad
científica ha desarrollado a partir del año 2000 el término «Antropoceno»
para referirse a una nueva etapa geológica en la que es la humanidad, y no
la propia naturaleza, la que determina el cambio medioambiental en el
planeta. El caso de Chernóbil, con su imprevisto resurgir de la naturaleza
salvaje en un entorno intensamente contaminado, lo demuestra.
Es Antropoceno un libro lleno de sugerencias, sobre la ecología, la
economía, la historia social y la naturaleza de las nuevas políticas. En este
sentido yo diría que, entre otras muchas cosas, constituye un excelente
trabajo de periodismo cultural, uno de los mejores que he leído en los
últimos tiempos, lo que por sí solo justifica la presencia aquí de su autor.
Y aunque no vaya a tratar en su ponencia de estas cuestiones, sino de
las relacionadas con la digitalización que aborda en su blog y en otros
espacios informativos, no podía dejar de mencionarlo, porque es una
novedad y porque me parecía interesante compartirla con vosotros.
Así que es una muy buena noticia tener hoy aquí al profesor Arias
Maldonado en la inauguración del congreso que nos reúne por cuarto
año. Debemos agradecérselo a Basilio Baltasar, siempre acogedor y bien
informado; también a la Fundación Santillana, a la Fundación Botín y
al Ayuntamiento de Santander. Buenas tardes a todos.
sergio vila-sanjuán2
2
  Coordinador del suplemento Cultura/s de La Vanguardia.

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Para una psicopolítica del enjambre digital
Pasiones adversativas

manuel arias maldonado 3

Al haberme tocado en suerte abrir este congreso, me parece oportuno


empezar esta breve intervención ofreciendo una delimitación conceptual
de lo que haya de entenderse por linchamiento digital. A mi juicio,
el término describe aquellas formas de interacción online que se
caracterizan por su agresividad explícita y su desvinculación de todo
propósito deliberativo. Hablar propiamente de linchamiento, siquiera
metafórico, parece exigir una conducta grupal o colectiva. Y ciertamente
el acoso digital lo es a menudo: colectivo aunque rara vez concertado.
Sin embargo, me parece razonable incluir también dentro del análisis el
despliegue individual de este modo comunicativo, se participe o no en un
ataque grupal. El auténtico troll, por ejemplo, se dedica a perturbar las
conversaciones ajenas por el puro placer que extrae de ello, sin implicarse
emocionalmente. Pero contribuye a dar forma al fenómeno que aquí
nos reúne.

Mi propósito es explicar sus causas, poniendo el acento en la relación


entre las redes sociales y la emocionalidad —sin sugerir en ningún
momento que la digitalidad se agote en el linchamiento, pero sin
relativizar tampoco la importancia que semejante contaminación
afectiva de la esfera pública posee para nuestras democracias—. Por
momentos, la red parece haberse convertido en ese «juguete rabioso» del

3 
Manuel Arias Maldonado es profesor titular de Ciencia Política en la Universidad
de Málaga.

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que hablaba el novelista argentino Roberto Arlt. Y no es un problema
menor que nos encontremos tan alejados del cumplimiento de ese
«deber de civilidad» que para John Rawls exige el debate público. No
es así de extrañar que Bernhard Pörksen, tomando el título de uno
de los capítulos de La montaña mágica, hable de «la gran crispación»
para referirse a nuestro tiempo. Pero nótese que esto ya lo anticipó el
mismísimo Marshall McLuhan en los años 60, cuando advirtió que la
«aldea global» bien podría ser un lugar claustrofóbico y desagradable.

La referencia a McLuhan no es caprichosa. Si él dijo, célebremente,


aquello de que «el medio es el mensaje», yo quisiera subrayar algo distinto,
que constituye el punto de partida de mi exploración del acoso digital, a
saber, que el medio hace el mensaje. O sea: que el predominio de unas
pasiones adversativas que con frecuencia adoptan formas dialécticas
agresivas es, ante todo, resultado de la reestructuración digital de la esfera
pública. En la red se desarrollan formas nuevas de interacción pública
donde el sentimiento predomina sobre el juicio —o lo dirige— y donde
los sentimientos negativos priman sobre los positivos.

Para ser más precisos: el paso de la comunicación de masas, dominada


por medios que se relacionan verticalmente con un público receptor y
pasivo, a una autocomunicación de masas donde el público se convierte
en emisor y receptor de mensajes en un espacio horizontal en el que
cualquiera puede participar constituye una modificación sustancial del
espacio público del que se derivan consecuencias que nos permiten
explicar la propensión a la agresividad intersubjetiva.

Ahora bien: no perdamos de vista que los propios medios tradicionales


ya habían empezado a adoptar formas beligerantes de transmisión de
contenidos, iniciando el proceso que ha conducido a la indignación
y la ira a convertirse en formas legítimas de expresión pública —en
lugar de anomalías comunicativas—. Es obvio que con ello se han
creado las condiciones para una preocupante simbiosis entre medios
y populismo.

Mi segunda premisa tiene que ver con las emociones mismas y lo que
de ellas hemos aprendido gracias al «giro digital» acontecido en las

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ciencias humanas en los últimos años. Brevemente: no podemos separar
tajantemente razón y emoción, sino que por lo general nuestra cognición
es cognición caliente, influida por nuestros afectos. Y ello hasta el punto
de que nuestra percepción de la realidad está saturada de afectividad.
Somos, si se quiere, animales sensacionales. Pero también, rasgo decisivo
aquí, seres con propensión al gregarismo.

Así pues, ¿qué rasgos de la esfera pública digital nos sirven para explicar,
a partir de estas dos premisas, las conductas agrupadas bajo la rúbrica
del «linchamiento digital»? Concisamente:

(i) La creación de un mercado de opiniones superpoblado altera las


economías de la atención y otorga mayor protagonismo a quienes
son capaces de captar la de los demás: la hipérbole se convierte en
norma y los exaltados cobran protagonismo ante los moderados.
El lenguaje de la autenticidad, subjetivo y coloquial, desplaza a la
persuasión deliberativa.

(ii) Esa superpoblación produce asimismo un paradójico empeque-


ñecimiento de la esfera pública, donde nos vemos confrontados
directamente con los demás sin escapatoria posible. Esto crea un
efecto atosigante que promueve la belicosidad recíproca. De aquí
resulta también el desarrollo de una suerte de hipersenbilidad, una
disposición a sentirse ofendido que tiene carácter contradictorio:
la víctima ataca a quien le ofende.

(iii) El debilitamiento de los medios tradicionales ha generado un espacio


moralmente desregulado donde no existen reglas comunicativas pre-
cisas ni límites conversacionales demarcados. En ausencia de filtros y
jerarquías, tiene lugar una desintermediación que refuerza de manera
natural los contenidos emocionales. Es una «esfera pública emocional»
(Lunt y Stenner) donde nadie posee prima facie autoridad sobre los
demás.

(iv) El anonimato, literal o figurado debido al hecho de que hablamos


con personas que no conocemos, así como la más general circuns-
tancia de que la integridad e identidad de los interlocutores digitales

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es siempre dudosa, debilita las normas de cortesía y erosiona el
respeto intersubjetivo. Se ha demostrado que entre usuarios con
vínculos fuertes existe una relación digital más respetuosa y rica que
entre aquellos que tienen entre sí un vínculo débil o pasajero.

(v) La motivación del internauta no suele ser buscar la verdad o for-


marse una opinión, sino colmar la necesidad narcisista de expre-
sarse, cargándose de razón ante los demás y convirtiendo la propia
opinión en un fetiche psicológico. Su participación contiene un
elemento de performance, en la medida en que se hace algo pero
al mismo tiempo se señala, subraya y adorna la acción misma. No
solo hacemos, sino que nos vemos haciendo, sabiendo que otros
nos ven hacer; hasta el punto de que quizá no haríamos si otros
no nos vieran.

(vi) Las redes sociales se han convertido en un entretenimiento de masas


y eso ha implicado la politización apresurada de amplios segmentos
de la opinión pública: el disenso agresivo responde en buena medida
a esa espectacularización de la esfera pública. Indignarse y atacar a los
demás es, entre otras cosas, un pasatiempo. Más aún: hay indicios de
que la felicidad política es adversativa y extraemos placer no solo de
confirmar nuestras creencias sino de luchar contra lo que creemos
injusto.

(vii) Buena parte de la excitación derivada de este despliegue de agre-


sividad deriva de la sensación de instantaneidad y simultaneidad
que proporcionan las redes: la esfera pública digital está viva y eso
atrae nuestra atención. Por supuesto, esa instantaneidad implica
reactividad: la respuesta espontánea, afectivamente recargada, a los
estímulos que en ella encontramos.

(viii) Las redes proporcionan un espacio idóneo para la escenificación del


conflicto entre distintas tribus morales, cuyos miembros pueden
converger allí sin coste para reforzar mutuamente sus creencias y
compartir contenidos comunes, pero también criticar el contenido
ajeno o interactuar, educada o agresivamente, con los integrantes
de las tribus rivales e incluso con los disidentes o heterodoxos de la

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tribu propia. De ahí que podamos hablar de «poscensura» o thought
police.

(ix) A ello contribuyen notablemente la erosión de la creencia en la


verdad pública [posverdad] y la condigna tendencia a tomar como
hechos verdaderos solo aquellos que se sienten como verdaderos
[posfactualismo]. Pero nótese que las tribus morales no creen que
no haya verdad, sino que se adhieren fanáticamente a la verdad
propia.

(x) La red reduce dramáticamente los costes de cooperación y es más


fácil que nunca integrarse, siquiera sea imaginadamente, en comu-
nidades ideológicas que, como tales, proporcionan recompensas
emocionales: mejor acompañado que solo. Las bases psicobiológi-
cas del gregarismo, que se cohesiona hacia dentro y se conduce de
manera agresiva hacia fuera, están sobradamente demostradas.

En última instancia, la digitalización de la esfera pública es la historia


de su democratización súbita y, por ello, de su vulgarización. Que
podamos hablar de una «democracia de enjambre» que funciona
mediante la movilización de muchedumbres reactivas, o masas de acoso
en la terminología de Elias Canetti, obedece a la superpoblación de
un mercado desregulado de la opinión. Todos hablamos con todos;
pero no todos sabemos hablarnos. En el poliálogo resultante cobran
protagonismo quienes usan expresivamente las redes para satisfacer sus
necesidades emocionales o se encuentran políticamente fanatizados —y
por eso participan más intensamente: una vieja paradoja.

Más que de estructuras deliberativas, hablamos de espacios de convergencia


emocional donde los lazos afectivos y el deseo de hacer prevalecer la propia
identidad pesan más que la persuasión racional: quizá inevitablemente. El
público se fragmenta en «públicos afectivos» que atesoran sus particulares
«bancos de ira», por emplear la expresión de Peter Sloterdijk. En esas
condiciones, las pasiones adversativas —una de cuyas más preocupantes
manifestaciones es el linchamiento digital— no pueden sino convertirse
en dominantes.

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Celebración de la mentira
Participación democrática en el embuste virtual

Moderado por Valerie Miles, directora de Granta en español.


Xavi Ayén, periodista de La Vanguardia.
Martín Caparrós, periodista y escritor.
Ángel Luis Fernández, consejero delegado de Jot Down.
Antonio Lucas, redactor y columnista de El Mundo.
Angélica Tanarro, periodista y escritora.

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«Queremos ser encantados, queremos ser seducidos.
Si fuésemos incapaces de mentirnos ocasionalmente a
nosotros mismos, nos encontraríamos sumidos en la
desesperación de nuestra propia existencia. Muchas
veces, mentir es un mecanismo de defensa».

v a le r i e m il es

«Todos los periodistas pensamos que no se deben decir


mentiras. Pero algunos creen que se pueden contar pequeñas
mentiras para adornar algún detalle de una crónica porque
así se transmite al lector la verdad más auténtica de aquello
que sucede. Yo creo que eso no es legítimo, porque se quiebra
el principal valor que tenemos como periodistas, que es la
confianza del lector. Si el periodista se ha inventado que el
sujeto en cuestión llevaba un paraguas o una prenda que en
realidad no llevaba, ¿cómo saber dónde pone él el límite?».

xavi ayén

«Los medios están basados en una mentira estructural, más allá


de las mentiras que cuentan. Sobre todo los grandes medios,
cuya caída ahora lamentamos, están basados en una mentira
básica que es la de decir “este es el mundo”. Han tratado de
convencer a sus lectores, durante siglo, siglo y medio, de que
lo que ofrecían era el mundo. Hacían una selección, hacían una
traducción, dejaban fuera una cantidad de cosas, incluían otras,
contaban de una determinada manera, y postulaban que ese era
el verdadero mundo. Esa es la gran mentira de los medios, y es lo
que creo que se está deshaciendo gracias a las redes sociales».

mar t ín caparró s

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«La gente que está en Twitter cree que todo el mundo es
Twitter. Pero Twitter lo ve muy poca gente; ¿quiénes?, los
periodistas. […] Por tanto, es importante que los periodistas
se olviden de que Twitter es el medio que hay que leer para
formarse una opinión, porque no es verdad, y porque
muchísima gente no está en Twitter».

ángel lui s fer nández

«Me parece peligroso que lo que genera esas


tendencias masivas en Twitter pueda determinar
ciertas informaciones, al acondicionarnos al ánimo
de esa masa virtual que va salpicando todo el día
el timeline de los directores o redactores jefes. Eso
me parece perverso».

antonio lucas

«¿En qué momento de nuestras vidas dejamos de lado las


ideas para centrarnos en los eslóganes publicitarios? […]
Hay mentiras, y hemos sustituido las ideas por eslóganes.
Hay productos culturales de dudosa valía que ya nacen
absolutamente bendecidos y a los que nadie se atreve a
hacer objeciones. Y esto se relaciona con la falta de una crítica
especializada y seria (en eso sí creo que algún tiempo pasado
fue mejor), porque hemos sustituido esa crítica por un simple
comunicar éxitos».

a n g él i c a t anar ro

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Violencia y control en la revolución digital
El nuevo poder afilado (sharp power)

Ponencia de Lluís Bassets, director de la edición


de Cataluña de El País.
Presentado por Llàtzer Moix, subdirector de La Vanguardia.

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N acido en 1950, es periodista, profesión que ejerció en Tele/eXprés y
en el Diario de Barcelona, dos cabeceras de referencia en los años
de la Transición, posteriormente extinguidas, o en el semanario El Món,
que fundó y dirigió, también desaparecido. Desde 1982 hasta la fecha (y
ya son 35 años) ha ejercido el periodismo en El País, en cuya mancheta
aparece como redactor adjunto y responsable de la edición catalana.

Lluís es lo que se conoce como un «todoterreno», es decir, un periodista


de una curiosidad insaciable, con gran capacidad analítica y que parece
estar siempre al día, ya sea en materia de novedades literarias o de ensayo,
o en el ámbito de la geopolítica. Sus intereses son, pues, muy amplios,
tanto culturales como políticos, aunque son estos últimos, y en particular
lo relativo a la escena internacional o a la catalana, también dominantes
en su bibliografía, los ahora más notorios.

Bassets es miembro del Comité Científico del Real Instituto Elcano, lo cual
nos indica que sus conocimientos son apreciados no solo por su periódico
o por cada uno de sus lectores en particular, sino también por España en
general. Sus artículos semanales en El País sobre la actividad global son
muy recomendables, y los que ha venido publicando con mayor frecuencia
en El País, sobre todo en la edición catalana, acerca de la evolución del
proceso independentista son imprescindibles. Bassets, al igual que su colega
Xavier Vidal Folch, nos ha brindado una disección pionera y aceradísima
de la deriva hacia la ilegalidad del soberanismo al mando de la Generalitat,
así como de su previsible batacazo. Y lo ha hecho con una libertad y, al
tiempo, un compromiso que le han valido no pocos seguidores, según lo
convertían también en una de las némesis de los «indepes».

Por si este sintetizado currículum fuera poca cosa, que no lo es, añadiré
que Lluís es el padre de Marc Bassets, un excelente corresponsal que ya
ha pasado con gran brillantez por Bruselas, Berlín, Washington, Nueva
York y París.

Tanto Lluís Bassets como yo somos barceloneses y llevamos 40 años largos


practicando el periodismo (él más, porque es mayor, y empezó en el 72,
mientras que yo lo hice a finales del 76), sin embargo, nunca hemos
coincidido en el mismo medio. Básicamente no hemos coincidido porque

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él ha desarrollado casi toda su carrera en El País, y yo, en La Vanguardia, diarios
de los que, en los buenos tiempos, no parecía razonable irse. Pero me atrevo
a decir que coincidimos en varios aspectos, por ejemplo, en las afinidades
políticas o culturales. Y, viniendo al tema que nos ha traído a Santander,
también coincidimos en haber sido insultados en las redes y en la misma
época, mediados de 2015, por uno de los mayores exponentes de lo que yo
denomino «el transversal partido del odio», en el que militan sujetos asomados
a internet, de diversa filiación política pero con almas igualmente negras.

Estoy apuntando en este caso a un tertuliano y bloguero cuyas iniciales son


BD (no diré más), que tiene la desfachatez de presentarse como filósofo, pese
a que sus textos son solo un montón de insultos. Lluís, con buen criterio,
decidió denunciarlo por dos posts ofensivos y logró que el juzgado de primera
instancia número 31 de Barcelona condenara al sujeto a retirar los textos
aludidos de su página web y a indemnizarle con 18.000 euros. Aprovecho
ahora la presencia de Lluís aquí para congratularme públicamente, aunque
con cierto retraso, por el desenlace de aquel caso. Decía la magistrada
en su sentencia: «Las expresiones vertidas en los dos textos implican
manifiesta lesión al derecho fundamental al honor del actor, excediendo
la mera crítica y constituyendo mensajes despectivos cargados de insultos,
vejaciones y menosprecios que menoscaban la fama, buen nombre y el
prestigio profesional del demandante». Eran textos, según la magistrada,
escritos «con vocación, no de criticar, sino de obtener el desmerecimiento
en el público aprecio». Por ello, entendió la jueza que en tales textos la
voluntad de informar y opinar del autor era una mera excusa para insultar
y ofender. Supongo que todos ustedes han leído en las redes textos de este
jaez y entienden perfectamente a qué se refería la jueza.

Yo soy más perezoso, o más pusilánime, o menos cívico que Bassets, de


modo que, tras recibir mi dosis de insultos del bloguero cuyo nombre
seguiré omitiendo, no opté por la vía judicial, sino por decretar, a efectos
propios, su muerte civil, es decir, decidí no volver a leer en la vida una
línea suya, y con eso di el asunto por zanjado. Por cierto, en mi caso recibí
los insultos del energúmeno porque le afeé en un artículo otro suyo en el
que él se alegraba miserablemente de la ruina económica del diseñador
Mariscal. El artículo que le dediqué y por el que recibí sus denuestos se
titulaba «El carnet de escribir» y contenía una modesta proposición. Decía

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así: «Todos somos libres para escribir lo que queramos, pero deberían
respetarse algunas normas. Hay un código de circulación para vehículos,
que regula el tráfico y limita la siniestralidad. También un carnet de
conducir con su sistema de descuento de puntos. Quizá fuera bueno tener
un código de circulación de ideas y textos; bastarían estas normas: escribir
con corrección y amenidad, argumentar con rigor, decir solo la verdad,
y no crear mal rollo. No se trataría de censurar opiniones sino de dar a
cada uno su espacio: el Ágora, o el cuadrilátero de lucha libre».

Ahí está el problema de las redes, o uno de ellos. Nos las vendieron como
un espacio de libertad abierto a todos, el cual prometía ser muy igualitario y
muy hermoso. Pero ese «todos» incluye a hooligans verbales, a los amargados,
a los indeseables, que han hecho de las redes un espacio tan abierto que
incluso está abierto al linchamiento, a esa variedad de linchamiento a la
que se alude en el título de estas jornadas. ¿Tiene sentido empeñarse en
circular por los mismos carriles que quien aspira ante todo a atropellarte?
¿Tiene sentido cedérselos? ¿Hay alguna posibilidad de utilizar las redes
para proyectos provechosos cuando hay que ir apartando de continuo
a quienes, a falta de otras habilidades, acceden a ellas para insultar? ¿No
sería más productivo habilitar, para unos, pistas virtuales de rollerball,
si se me permite el símil con la película distópica de Norman Jewison
y, para otros, unos circuitos más amables en los que se aprecie la razón y
la cortesía, en los que se reserve el derecho de admisión, o se expulse
automáticamente a quienes contravienen las normas básicas de convivencia?
En fin, son preguntas quizá para el posterior debate, y pertenecen a uno
de los incontables ámbitos del inmenso, enrevesado y a menudo hostil
universo de la revolución digital, amenazado por la voluntad de control
de determinados poderes y por crecientes dosis de violencia.

Lluís va a encargarse de darnos una visión panorámica de este universo,


de sus diversas y, en su mayoría, preocupantes facetas, desde el big data
hasta la ciberguerra, pasando por las manipulaciones políticas a gran
escala. Es todo por mi parte.
llàtzer moix 4

4
  Llàtzer Moix es subdirector de La Vanguardia.

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Violencia y control en la revolución digital
El nuevo poder afilado (sharp power)

lluís bassets 5

Empoderamiento es la palabra, el concepto. Extraño para el castellano


que se habla en España. Pero al final ha terminado entrando en el habla
aceptable y está en el Diccionario de la RAE, tal como ha explicado Álex
Grijelmo («Empoderar toma el poder», El País, 20/11/2016).

La novedad de hace algo más de diez años es el nuevo poder democrático que
proporcionan, entre otras cosas, las tecnologías digitales de comunicación y
especialmente las redes sociales, es decir, el empoderamiento digital.

Se trataba de una revolución democratizadora, de las consecuencias de


la aparición de un nuevo medio o forma de comunicación, como ha
sucedido en otras ocasiones a lo largo de la historia. Lo hemos visto
anteriormente con la imprenta y la reforma protestante. La prensa y
el parlamentarismo liberal. La radio y el ascenso de los totalitarismos
enfrentados. La variante del transistor, esencial para entender el
nacionalismo árabe o el panarabismo y las revoluciones anticoloniales de
los años 50 y 60. La televisión y la guerra de Vietnam, luego, la caída del
muro. La televisión por satélite primero con la Intifada y la primera guerra
del Golfo. Internet después y la globalización. Y ahora, los teléfonos
móviles y las redes sociales, con las revueltas populares en Irán, Ucrania,
mundo árabe, Turquía, los indignados, Occupy Wall Street, Podemos
o el «procés» catalán.

5
  Lluís Bassets es director de la edición de Cataluña de El País.

41

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Aunque ahora, la democratización llega más lejos todavía, hasta
la pretensión de liquidar precisamente lo que ha caracterizado a los
medios de comunicación, que es la intermediación, la representación,
hasta construir la utopía propiamente populista de una sociedad que se
comunica sin interferencias de sus élites, incluidas las periodísticas.

El momento álgido de este espejismo —porque hay que aclararlo enseguida,


el empoderamiento es un espejismo— se produce en la confluencia de dos
fenómenos fascinantes, como son Wikileaks, la máquina de filtración de
secretos organizada por Julian Assange, y la caída de los dictadores
de Túnez y de Egipto en un lapso de apenas dos meses, es decir, Tahrir
y la revolución del jazmín. Esto sucede entre el otoño y el invierno de
2010-2011.

Wikileaks publica entonces los despachos del departamento de Estado,


el Cablegate se le llama, su mayor filtración hasta aquel momento, que
deja a la diplomacia de Estados Unidos al pie de los caballos porque revela
secretos de los poderosos de todo el mundo, dictadores especialmente,
revelados precisamente por cónsules y embajadores de Washington.

Con el tiempo y en la perspectiva, la filtración es menos grave de lo que


parecía entonces. Tiene incluso más envergadura política, y tendrá mayores
consecuencias penales, la filtración anterior del vídeo Collateral Murder,
capturado por el soldado Manning, entonces Bradley y luego Chelsea, con
las imágenes y el audio de un ataque desde un helicóptero estadounidense
en Bagdad.

Ambos fenómenos, la revuelta de la plaza Tahrir de El Cairo y las filtraciones


de Wikileaks, dibujan un mundo utópico donde los Gobiernos se ven
obligados a practicar la máxima transparencia y los ciudadanos tienen en
sus manos los instrumentos de poder para derrocar a los dictadores. El
inefable Julian Assange ha llegado a explicarlo con gran ingenuidad en
el tuit anunciando el Cablegate: «los próximos meses veremos un nuevo
mundo, en el que la historia global quedará redefinida». O en su todavía
más enfática autobiografía: «Con la debida modestia, puedo afirmar que
nos hemos convertido en la primera agencia de inteligencia al servicio
del pueblo».

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El espejismo duró muy poco. Pronto se vio la otra cara del empoderamiento.
Las revueltas derivaron en la toma del poder por los islamistas, con sus
ideas populistas, su machismo insoportable, su autoritarismo teocrático,
su condescendencia con la violencia y sus conceptos instrumentales y
excluyentes de la democracia. Y a continuación, estamos todavía en
Egipto, llegaron los militares, que zanjaron de una vez y terminaron la
incipiente democracia.

Los móviles y las redes sociales demostraron que tenían un poder, pero
que era un poder muy efímero y limitado, útil para la disrupción, la
subversión, pero sin apenas papel a la hora de construir alternativas.
Pudieron con el tirano, no pudieron construir la democracia y para nada
sirvieron con la restauración del poder militar.

Otra filtración, la de Edward Snowden en 2013 con la información


clasificada de las escuchas de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional),
abrió los ojos a muchos de los fascinados seguidores de Wikileaks sobre
el nuevo mundo de control y vigilancia al que nos enfrentamos. Con
la inteligencia artificial, los metadata y el data mining, la utopía de la
transparencia se convierte en el horror del control total por un gran
hermano que lo sabe todo de nosotros y nos controla a distancia en
nuestra vida privada e incluso en nuestros desplazamientos y decisiones
personales. Capaz incluso de prever nuestras decisiones futuras.

Esta dualidad o ambigüedad de las tecnologías no es una novedad. Toda


tecnología suele tener un potencial liberador y otro potencial de signo
distinto como instrumento de manipulación y de control. El problema
con la inteligencia artificial es que la cara oscura es tan novedosa que
por el momento parece superar de largo a la cara liberadora y dibuja la
distopía de una sociedad sin libertad, en la que la deliberación y la toma
de decisiones individuales y colectivas corre a cargo de las máquinas.
Siempre en nombre de los individuos, claro está. Ellas saben más que
todos nosotros. Ellas saben lo que queremos.

Faltaba todavía la última oleada de escándalos. De una parte, la interferencia


rusa en la campaña electoral de Estados Unidos y probablemente en
otras campañas electorales y en otros escenarios de crisis política, como

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el brexit o la secesión catalana; una forma de guerra cibernética en la
que se usan los medios convencionales, como Russia Today o la agencia
Sputnik, y, por la otra, las redes sociales, con profusión de bots, perfiles
fake y fake news, y la inestimable colaboración de Julian Assange y su
Wikileaks. De la otra, el uso de los datos de 87 millones de perfiles de
Facebook por parte de Cambridge Analytica, una empresa de big data
y psicopolítica al servicio de la campaña de Trump.

El temor del siglo xx, expresado en la novela 1984, de George Orwell, era
un Gobierno, el de la Unión Soviética o Estados Unidos, concretamente,
convertido en el Gran Hermano que todo lo sabe y controla, pero
resulta que cuando esto adquiere visos de realidad, ya en siglo xxi, es
en forma de una multinacional digital, una empresa privada. En buena
lógica, su objetivo no es el control político e ideológico, sino el negocio:
controlarnos para monetizarnos.

Cuando nos creíamos ciudadanos resulta que éramos clientes y cuando


ya tomamos conciencia resignada de clientes, resulta que somos una
mera mercancía, materia prima aportada voluntariamente al comercio
de datos de nuestras vidas privadas.

Mientras utilizábamos las redes sociales como forma de empoderamiento,


las grandes multinacionales tecnológicas (Google, Amazon, Facebook y
Apple, las gafa) se apoderaban subrepticiamente de todos nuestros datos
para explotarlos comercialmente e incluso políticamente. La felicidad
del anarquismo, tanto el de derechas como el de izquierdas, ante el
desmoronamiento de los Estados, queda con un palmo de narices ante
unas multinacionales más poderosas que la inmensa mayoría de los socios
que se sientan en la Asamblea General de Naciones Unidas.

El monstruo frío que era el Estado para Friedrich Nietzsche queda


superado en frialdad y en poder por unas multinacionales tecnológicas
que solo buscan el beneficio para sus accionistas. Con sus monopolios
de facto, han destruido el modelo industrial del periodismo liberal
tradicional, estrechamente asociado a las democracias parlamentarias y
liberales. Con el acceso gratuito, han aniquilado el valor de los contenidos
periodísticos y de los derechos de autor y han despojado de publicidad a

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los medios de comunicación tradicionales. Gracias a los paraísos fiscales
y a la globalización han eludido la fiscalidad propia de los Estados de
bienestar europeos. Y con el big data, finalmente, han utilizado a los
usuarios, sus datos privados, su intimidad, sus sentimientos, sus gustos,
sus contactos y amigos, como materia prima de su negocio, y la han
vendido sin reparo alguno a los enemigos de la democracia.

Dos cuestiones muy serias quedan en evidencia en la globalidad


averiada que estamos experimentando. Por una parte, la asimetría de
las relaciones entre las democracias liberales occidentales, donde hay
división de poderes, libertades públicas y medios de comunicación capaces
de controlar a los poderosos, además de control judicial por parte de
magistrados independientes, y los regímenes autoritarios, democracias
soberanas o iliberales, llegan a autodenominarse, en los que los medios,
periodistas y ong occidentales deben someterse a controles y censuras
de un poder arbitrario, con frecuencia secreto, y en todos los casos fuera de
cualquier escrutinio por parte de los parlamentos, la justicia o los medios
de comunicación.

Si ya es muy preocupante el atentado a la privacidad que significa


la explotación de los datos privados de los ciudadanos por parte
de las grandes empresas tecnológicas, tanto que ha movilizado al
Congreso de los Estados Unidos, al Parlamento británico y al europeo;
todavía lo es más la erosión que producen estas interferencias en el
funcionamiento de los sistemas de democracia liberal, que no otro
es el objetivo que persiguen las autocracias en su competencia por
demostrar la superioridad del autoritarismo sobre el parlamentarismo
a la hora de gestionar sociedades prósperas y estables.

Este es el contexto de una revolución digital en la que desaparecen las


fronteras entre lo físico, lo digital e incluso lo biológico y que plantean
renovadas dificultades para la gobernanza democrática y para las libertades
y los derechos individuales. Es el mundo, ya no de los paraísos fiscales, sino
de las monedas encriptadas, que facilitan las transacciones entre mafias,
grupos terroristas o evasores de capitales. Los Estados democráticos se
quedan cortos, las instituciones internacionales no tienen competencia ni
soberanía, y todas las ventajas son para las empresas multinacionales, para

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las mafias, grupos de delincuentes o de terroristas y para las autocracias,
que gozan de las ventajas de la globalización y sufren pocos o ninguno
de sus inconvenientes.

Este nuevo paisaje nos permite aproximarnos a los comportamientos


comunicativos en las redes sociales desde una óptica más política, que
la academia ha querido definir como una nueva forma de poder, el
sharp power, o poder afilado o incisivo, que no busca la persuasión y la
seducción, como era el famoso soft power o poder blando caracterizado
por Joseph Nye en oposición al poder duro o hard power de las armas
y de la economía. El sharp power, término acuñado por Christopher
Walker y Jessica Ludwig, dos politólogos del National Endowment
for Democracy, es de nuevo distracción, manipulación, infiltración e
interferencia, y no es extraño que su aparición se produzca con aires
geopolíticos que recuerdan a la Guerra Fría.

Pertenece de hecho al mundo de las nuevas guerras cibernéticas, que


se caracterizan precisamente porque el adversario ni siquiera es fácil de
identificar ni tampoco hay plena conciencia de que exista tal guerra.
Empieza en el anonimato de las redes como batallas digitales pero termina
en el uso de los paraísos fiscales. La disrupción estratégica que significa
atacar infraestructuras, redes de energía y comunicaciones podría llevar
a paralizar un Gobierno o un país sin disparar un tiro y sin utilizar ni
un blindado ni un avión y sin ni siquiera identificarse.

Junto con estas formas de guerra digital posmoderna, basada en una


violencia estilizada, se está instalando el uso de las máquinas de matar,
primero los drones aéreos y ahora ya los drones terrestres, que van a
permitir el control a distancia de territorios y poblaciones sin necesidad
ni de declarar la guerra ni de perder efectivos humanos propios, en las que
se plantean preguntas esenciales como ¿quién da las órdenes?, ¿cómo se
controla y se castiga el error? Da pavor pensar la distopía de una sociedad
en la que la seguridad y la defensa de los territorios, ciudades y países
puedan quedar algún día al albur de la inteligencia artificial.

El acoso digital, los comportamientos violentos o abusivos, las infinitas


formas de comunicación y de conducta patológicas que están surgiendo

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en las redes sociales pertenecen a este nuevo universo de control y de
poder afilado o incisivo, instalado en la zona gris donde se libran las
guerras híbridas, que ni siquiera necesitan de la violencia física aunque
libran batallas y contiendas geopolíticas por la hegemonía internacional
en un grado y extensión similares a las guerras tradicionales.

Insultarnos unos a otros en las redes, acosarnos y maltratarnos, es parte


de una cultura bélica de baja intensidad en la que es el público mismo
quien lo suministra todo, el odio, los mensajes, las víctimas, los héroes.
Cuando entramos en este juego, no nos estamos empoderando sino que,
sin ni siquiera saberlo, estamos entrenándonos y a la vez participando en
este mundo bélico híbrido del sharp power, en el que juegan con ventaja
quienes no tienen controles democráticos ni límites jurídicos que acoten
su campo de acción.

El empoderamiento, como he dicho al principio, es todo entero un


espejismo. Detrás está de nuevo lo que el concepto aparentaba combatir:
el dominio, el poder, la dictadura. Recordando al clásico, sabíamos
que son los hombres quienes hacemos la historia aunque no sepamos
la historia que hacemos. Uno de los engaños que nos proporciona la
ignorancia sobre la historia que hacemos es creer que es la tecnología la
que la hace, idea que de forma perversa ahora hay quien quiere poner en
práctica, dejando la dirección de nuestras vidas en manos, aparentemente,
de las máquinas, aunque en la realidad será en todo caso en manos de los
viejos autócratas de siempre, ellos sí empoderados por la tecnología.

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Difamación y resentimiento
La hora de las cuentas pendientes

Moderado por Ana Borderas Villaverde, redactora y guionista


en Ochéntame otra vez, de tve.
Mar Abad, cofundadora de Yorokobu y Brands & Roses.
Inés Martín Rodrigo, periodista de ABC.
Leandro Pérez, director de Zenda.
Paula Quinteros, consejera delegada de The Objective.
Jesús Ruiz Mantilla, periodista de El País.

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«En una sencilla canción como “Rata de dos patas” encon-
tramos difamación, resentimiento, que es lo mismo que el
dolor, la ira, el rencor; el hecho de desacreditar a alguien
a través de la palabra, en este caso, que es el tema que nos
reúne, a través de las redes sociales».
ana borderas

«En redes sociales más que de difamación de lo que


se habla es de “troleo”, que es algo que ha ocurrido
siempre y seguirá pasando; es algo que no podemos
asociar solo a las redes sociales. Es verdad que en las
redes se ve más claro, pero le estamos dando más
importancia de la que tiene, porque permiten hacer
cosas maravillosas como bloquear o ignorar».
mar a b a d

«Un usuario de Twitter se comporta tal como es


en su vida. Antes te insultaban mediante las cartas
al director».
in é s m ar tín ro d r i go

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«Linchar a las redes sociales me parece un peligro,
como me parece un peligro que estemos resentidos
con el teléfono, o con el fuego porque nos queme.
Todos nos hemos quemado, pero aun así seguimos
usando el fuego».

lea n d ro l ópe z

«Las redes sociales me han facilitado competir de tú a tú con


medios grandes, cosa que hace veinte años no hubiese sido
posible. De hecho, las redes sociales me permiten hoy abrir
camino en nuevos países, cuando antes tenía que pagar lobbies
y agencias de comunicación. Hoy solo tengo que contratar a
dos o tres chicos muy inteligentes y avispados que estén en
cada lugar y puedo hacer un buen trabajo. Las redes sociales,
más allá de democratizar la información, una de las cosas que
han hecho es permitirnos progresar, como individuos, como
periodistas o como empresarios».

paula quinteros

«Salir a la calle o conectarte a internet son cosas


distintas. El terror es cuando hemos empezado a
contar ese mundo virtual para dejar de contar el
mundo real. Y esa es nuestra crisis y eso es por lo
que los lectores nos abandonan».

j e s ú s ru i z mantilla

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La medicina sometida al acoso
Crónica de un asedio

Ponencia de Carles Amengual i Vicens, médico y biólogo,


licenciado en Estudios de Asia Oriental, en Ciencias Religiosas
y en Humanidades.
Presentado por Pepe Ribas, director de la revista Ajoblanco.

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A coso, difamación y censura en las redes sociales, en los programas de
telebasura, en los mass media del sensacionalismo, en los medios que
imponen los cánones, y puñetazo farmacéutico contra la homeopatía. En
suma, un problema de valores. ¿Quién determina en estos momentos los
valores? ¿Quién organiza y quién nos protege? ¿Qué es la censura y quién
la programa? En el fondo, problemas que desde hace tiempo se mantienen.
Pero ayer se habló bien del cambio que ha representado internet o las redes
sociales en nuestras vidas cotidianas y en el mundo de la información,
sobre todo en el mundo de la educación y de la cultura.

Pero se olvida un dato que también cambió los valores que mueven el
progreso del mundo. En el año 71, en plena crisis del petróleo, el presidente
de los Estados Unidos, Richard Nixon, quebró, provisionalmente según
dijo entonces, la paridad del valor del patrón oro con el dólar. A partir de
ese momento, el Gobierno de los Estados Unidos pudo fabricar dólares
a su antojo. Yo creo que este fue el primer cambio que tiene que ver
con lo que ahora ocurre. El dinero como valor supremo y casi único. A
partir de ese momento las multinacionales y las grandes corporaciones
empezaron a hacer su agosto a través, primero, de los Estados, y luego
a través de la concentración de empresas y del control tecnológico del
tejido productivo, de la información y de la propaganda.

Esto es la base que ha provocado la concentración de poder del neoliberalismo.


Internet, un invento militar, se comercializó cuando la globalización
mercantil lo necesitó. Las tecnologías del MIT y de los laboratorios de
inteligencia artificial están controlados por la industria del armamento.

Dentro de las imposiciones provocadas por la concentración de poder


(Google entre ellas) está el acoso farmacéutico en las redes sociales
contra un tipo de medicina, la homeopatía. El acoso empezó hace unos
años en Barcelona, donde desde el año 95 funcionaba un máster en la
Universidad de Barcelona dirigido precisamente por la persona que ahora
voy a presentar, Carles Amengual.

Carles es un médico, licenciado en Medicina, en Ciencias Biológicas, en


Humanidades, en Estudios de Asia Central, Cultura del Tíbet, y ha sido
además presidente de la Academia Médico Homeopática de Barcelona

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entre el año 1991 y 1999, y presidente de la Liga Médico Homeopática
Internacional, del 2001 al 2004. Carles es nieto de un boticario de un pequeño
pueblo de Mallorca y es hijo de médico. Además es un humanista solidario,
es un hombre que se fue a Perú en los años del cólera con Homeópatas
sin Fronteras a intentar resolver un problema gravísimo que tuvo Perú en
los años 91 y 92. Es un hombre que llueve, nieve o haga sol, coge su gaita
mallorquina y se pasea por los montes de alrededor del Lluc meditando y
tocando el instrumento en busca del equilibrio interior. Lo externo es placer,
lo interno es gozo, ha declarado en multitud de ocasiones. La riqueza, para
este médico homeopático, no es tener mucho, sino necesitar poco.

Carles Amengual no renuncia para nada a otros tipos de medicina,


como puede ser la científica, la ayurvédica, la tibetana o la china (porque
cada paciente y cada enfermedad necesitan ser tratados de una manera
específica, porque somos seres únicos e irrepetibles).

En suma, es un medico vocacional. Trabaja desde un pequeño despacho


o consulta; con unos estudios que le han llevado a vivir, por ejemplo,
muchos años en China, pensando y soñando en chino, y financiándoselo
él; que recorre el camino de Santiago sin dinero y se va ganando la vida a
medida que lo va recorriendo, ayudando a los caminantes cuando tienen
problemas. Por otro lado, ha publicado un libro excepcional que le ha
llevado 35 años, una tesis sobre la flora medicinal de las islas Baleares.
Y ahora está traduciendo del latín un manuscrito inédito de 300 años
de antigüedad sobre la farmacopea de Mallorca.

Os dejo con Carles. Vamos a conocer el acoso de unas compañías buitres


que no temen provocarnos enfermedades. Hay que tener en cuenta que
la medicina convencional está matando a mucha gente y provocando
enfermedades (nos intentan curar una y nos provocan otra), y poco sabemos
al respecto. Y se renuncia a técnicas y sabidurías muy ancestrales que de alguna
forma funcionan, y todos lo sabemos porque casi todos, en un momento u
otro de nuestra vida, hemos tenido relación con estas medicinas.
pepe ribas 6

6
  Director de Ajoblanco.

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La medicina sometida al acoso
Crónica de un asedio

carles amengual i vicens 7

Buenos días. Cuando iba a reuniones con representantes de instituciones,


de universidades, solía llevar un montón de papeles, y muchos de ellos
me decían: «yo no me voy a leer todo esto». Bueno, los papeles están
ahí y veremos un resumen de datos que creo que puede ser interesante
que conozcan.

Tendremos un índice como guía: 1) Situación de la medicina homeopática


en el mundo, 2) La homeopatía como medicina, 3) Los puntos de
inflexión, 4) El caso español: se abre la veda, 5) Una sola medicina y
6) Epílogo.

1. Situación de la medicina homeopática en el mundo

En la Unión Europea, respecto de la situación legal, hay 21 países en los


que están regulados el tratamiento o la profesión. Y entrando más en los
temas legales, los anexos de ese documento (Legal status and regulation
of cam in Europe) lo tienen todo bien especificado. También en este otro
documento (Regular para normalizar, esta es la cuestión, de la Cátedra
de Homeopatía Boiron de 2014 de la Universidad de Zaragoza). Lo que
queremos decir con esto es que hay una regulación específica en la Unión

7
  Carles Amengual es médico y biólogo, licenciado en Estudios de Asia Oriental,
en Ciencias Religiosas y en Humanidades.

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Europea y en el mundo también. La homeopatía es oficial en más de
veinte países; hay siete farmacopeas oficiales y hay varios centenares de
millones de pacientes tratados con homeopatía.

Para orientarnos en la investigación, tenemos amplia información,


desde el documento de la Liga Médica Homeopática Internacional,
Scientific Framework of Homeopathy: Evidence Based Homeopathy,
2016-2017, los de la investigación homeopática Homeopathy Research
Evidence Base: References y, resumidas de la Facultad de Homeopatía
de Londres, las principales investigaciones en The Research Evidence
Base for Homeopathy.

Dato muy importante, que volveremos a ver, y que no se tiene nunca en


cuenta, al menos en determinadas informaciones, es que en el año 2009 los
medicamentos homeopáticos fueron regulados por la Organización Mundial
de la Salud, esto es, la preparación de las medicinas homeopáticas (Safety
issues in the preparation of homeopathic medicines, WHO, 2009). Y este
es un resumen de las universidades en la Unión Europea: 33 universidades
en las cuales se está estudiando la medicina homeopática (ANH: breve
dosier científico, abril de 2016).

Otro tema muy importante, esencial, que les ruego por favor que, como
periodistas, tengan en cuenta, es el llamado intrusismo. Hoy en día cualquier
persona puede ser «homeópata», cualquier persona por internet se puede
comprar un título por mil o dos mil euros, y ya es especialista. Esto es muy
grave, y es una de las causas del rechazo hacia la homeopatía. Por eso, la
organización médica colegial, el Consejo General de Colegios Oficiales de
Médicos de España, en el año 2016, incide en terapéuticas no convencionales,
pseudociencias, sectas sanitarias e intrusismo, que existe realmente.

2. La homeopatía como medicina

Hay dos principios fundamentales: similitud y dosis mínima. El principio


de similitud ya fue descrito por Hipócrates hace 2.500 años, no por
Hahnemann (médico alemán, hace 200 años); Hahnemann lo que hizo
fue ponerlo en práctica. Y el principio de dosis mínima, la más pequeña

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dosis que puede ayudar al paciente a recuperar la salud (no es siempre
una dosis infinitesimal, es dosis mínima, para hablar correctamente).

Tan es así, lo que decíamos del intrusismo, de la necesidad de aprender las


cosas como están estipuladas para poder obtener resultados, que la Carta
de los médicos homeópatas del Estado español, de hace más de 30 años,
del año 1989, ya nos dice en el primer punto que la práctica homeopática
ha de hacerla un médico que ha estudiado en la Facultad de Medicina y
que ha seguido una especialización de tres años, y que la consulta conlleva
ante todo una exploración y un diagnóstico de la situación del enfermo
y, si son necesarias, pruebas complementarias: la consulta con un colega
especialista, una hospitalización, etc., es decir, todo lo que comporta el
acto médico.

3. Los puntos de inflexión

Los puntos de inflexión debemos tenerlos muy en cuenta para entender


la situación en la que estamos ahora. En el año 2002, la oms instó a los
Estados miembros a que establecieran una estrategia sobre medicina
tradicional (medicina tradicional no es la moderna, que llamaríamos científica
o convencional, sino la que define otro documento y en la cual está la
homeopatía). Y también instó a que se prepararan políticas y reglamentaciones
para respaldar el buen uso de la medicina tradicional y su integración en los
sistemas nacionales de atención sanitaria en función de las circunstancias de sus
países. También en el año 2002, la oms empezó a estudiar, en un documento
que se publicaría al cabo de tres años, el tema de la medicina homeopática.
Y vemos en esta imagen del 2005 que el mismo medio de comunicación,
y la misma periodista, en el mismo número y en la misma fecha, dice, por
una parte, «Polémica en la comunidad científica: la oms prepara un informe
favorable a la homeopatía» (así era, un informe de 40 páginas en el que se
decía simplemente que la homeopatía es algo más que un placebo, ni más ni
menos; cuarenta páginas, tres años de trabajo); y, por otr, pública la noticia
de que un estudio cuestiona la eficacia de la homeopatía. Es decir, un estudio
y un contraestudio. Se supo que la oms iba a publicar este documento y en
una semana se hizo un estudio recogiendo 108 publicaciones, de las cuales
se escogieron 20, y se informó de que no había razones para creer que la

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homeopatía era eficaz. Es decir, tenemos la Organización Mundial de la
Salud, por un lado, que va a publicar un informe que le ha llevado tres años
para concluir que la homeopatía es algo más que placebo, y, por otro lado, en
una semana, un grupo de investigadores publica otro estudio en The Lancet
que dice que eso no puede ser. Sorprendente.

Otro punto de inflexión. En el año 2010, en la revista Science, el premio nobel


Luc Montagnier presentó estudios sobre señales electromagnéticas que se
producen, en dosis mínimas, en adn en agua sometido a resonancia, lo cual
podría ser una vía para explicar el mecanismo de acción de la homeopatía;
aunque no lo sabemos con exactitud, como tantos otros mecanismos de
acción de muchos fármacos que todavía no se han explicado.

Repitiendo lo dicho anteriormente, en 2009, la oms publica las normas


de seguridad en la preparación de (por favor, vean como las llaman)
medicinas homeopáticas. Y además, punto de inflexión, la oms, de
nuevo, en su informe Who Traditional Medicine Strategy 2014-2023,
que pueden encontrar en internet, establece la estrategia referida a las
medicinas tradicionales. Esto es público, esto es internacional.

Alguna de las afirmaciones contenidas en esta ponencia podrían herir la


sensibilidad del auditorio. Hago una puntualización: yo soy médico, no
estoy en contra de la medicina ni de los medicamentos y quiero todos
los medicamentos y toda la tecnología que pueda utilizar para mejorar
la salud del paciente.

Ya en 1974 se empieza a hablar de una manera más o menos seria sobre


muerte después de medicamentos («Death after Taking Medicaments»,
British Medical Journal, 1974, 1, 501-504) (y no vamos a decir aquí
que todas las medicinas son malas, al contrario). Un ejemplo, en este
caso de 1999: «Los analgésicos: El camino a la superaspirina sin efectos
secundarios». Esto fue una esperanza real. El medicamento ya estaba en
el mercado y pocos años después, por desgracia, vino la decepción sobre
estos antiinflamatorios (Vioxx-Rofecoxib) que para el año 2005 habían
provocado casi 200.000 infartos de miocardio, entre otros problemas
comprobados. El fármaco, que era una gran esperanza, se retiró. El
laboratorio productor: msd (Merck, Sharp and Dome).

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En lo tocante a medicina e industria farmacéutica, hay un libro que
es fundamental para entender lo que está sucediendo en el mundo
y en España. Si no lo leen no se van a enterar absolutamente de
nada. El libro Medicamentos que matan y crimen organizado ha sido
recomendado incluso por catedráticos de farmacología. Tiene que
leerse; no podemos hablar de este tema sin conocerlo, porque es
una acumulación de pruebas irrefutables sobre ciertas prácticas que
podemos encontrar en el mundo farmacéutico. Y no está escrito por un
médico homeópata sino por un catedrático: Peter Gotzsche, profesor
de Farmacología y Medicina de la Universidad de Copenhague. Él
compara los laboratorios farmacéuticos con el crimen organizado; yo
no quiero llegar tan lejos, de verdad.

No hace tanto tiempo, en el Congreso Médico Homeopático Internacional,


en Madrid, en el año 1933, estaban en la presidencia de honor el
presidente de la República, don Niceto Alcalá Zamora, el rector de la
Universidad Central de Madrid, y el doctor Santiago Ramón y Cajal,
entre otras personalidades. El doctor Gregorio Marañón justificaba en su
conferencia la teoría homeopática y manifestaba, ya en aquel momento,
que un gran número de pacientes que acuden al médico homeópata lo
hacen intoxicados por los tratamientos de la medicina clásica. Esto es
secundario, pero sí dice el doctor Marañón, en el año 1933, que ya se
justificaba la teoría homeopática.

En el año 2008, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos


de España dice que la homeopatía se debe entender como una técnica
terapéutica que precisa un previo diagnóstico según sus propios
postulados, que por tanto solo puede ser ejercida por un facultativo con
una visión integradora y complementaria con la medicina occidental.
Y dice también que, siguiendo las propuestas de la oms, corresponde al
Gobierno de la nación, etc. [sic] (18 de septiembre de 2008, documento
número de salida 1536).

Estamos en antecedentes ya. Llegamos al 2008 y, con esta situación,


con estos puntos de inflexión, hay lugares en donde hay fuego y hay
lugares en donde hay humo. El fuego quema; el humo, no deja ver, pero
también procede de un fuego.

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4. El caso español: se abre la veda

En el año 2015 se publica un artículo, «La pseudociencia en los medios


de comunicación: estudio de caso del tratamiento de la homeopatía en
la prensa española y británica durante el período 2009-2014», Panacea,
vol. XVI, n.o 42, segundo semestre de 2015, que dice como conclusión:
«cabe resaltar el lánguido compromiso de la prensa por acercar a la
sociedad el debate riguroso acerca de la homeopatía». Y dice que queda
aún «un camino por recorrer hacia un compromiso editorial deseable
y hacia una necesaria lluvia fina de información y opinión basada en
pruebas científicas y con una agenda propia de los medios». Esto es, se
abre la veda, es el 2015.

Fíjense en antes del 2015, hagan un estudio, vean cuántas noticias se


referían a la homeopatía, y vean cuántas se refieren a ella desde el 2015
hasta ahora, incluyendo ayer y hoy.

Hay departamentos de determinadas universidades que se acogen a


becas, del Ministerio o de una fundación, becas como, por ejemplo,
del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad: Periodismo
Científico en España, Situación y Propuestas de Actuación en los
Procesos Comunicativos, Creación y Desarrollo de un Espacio Digital
dedicado a informar sobre Pseudociencia (24.000 euros, antes hemos
visto otra de 20.000 euros), otras como Pseudociencia y Sociedad
en España (financiación: 25.000 euros). Y estas becas vienen de la
Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (fecyt), en cuyo
consejo científico y tecnológico de 22 miembros hay dos representantes
de laboratorios farmacéuticos, uno de ellos msd (Merck, Sharp and
Dome). Es un dato significativo. Hace dos mil años, en la historia de la
filosofía, vemos que los filósofos eran coherentes: enseñaban una forma
de vida y la vivían. Y buscaban la belleza, la verdad, la bondad, el amor.
Los escépticos también perseguían estos objetivos; no sé si hoy en día
hacen lo mismo los autollamados escépticos, que cobran por su trabajo.
Y repetimos lo dicho sobre esta necesaria lluvia fina de información.

Y sobre la difamación, vemos artículos que se repiten en la prensa, en


los diferentes periódicos, en los que aparecen cosas como «no se ha

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demostrado ningún efecto superior al placebo», cuando hemos visto que
la oms recomienda y dice cómo tienen que fabricarse los medicamentos
homeopáticos. Dicen que «hay médicos homeópatas como hay curas
pederastas y políticos corruptos». Se dice tan alegremente, y se repite en
siete, ocho, diez, veinte periódicos españoles, a partir de la información
suministrada por algunos «grandes» periódicos. «La homeopatía carece
de cualquier capacidad curativa», ¿cómo es posible, si la oms está
recomendándola? «El homeópata es un charlatán que no te da nada»,
«Lo mejor para combatir la homeopatía es el desprestigio social». Son
frases de los periódicos: «Financiando la farsa», «Homeopatía: timo-
medicina», «Si la homeopatía no funciona, ¿por qué se sigue vendiendo
en las farmacias?». Estos son titulares. Y ahora veremos cómo ha caído
esta lluvia fina en los últimos tres años, hasta ayer mismo.

Así estamos, ante una campaña de acoso y difamación; nunca mejor


un lugar como este congreso para denunciarlo. Y gracias por darnos la
palabra, porque también se habla de censura. Ya hablaremos.

Sale una noticia sobre la Federación de Comercio Americana (Federal


Trade Comission, noviembre de 2016) y se dice «la homeopatía en el
punto de mira del Gobierno americano». No es así; son unas regulaciones
comerciales, ni más ni menos. Se tergiversan noticias.

Y ¿qué hacen los vecinos? Nuestros más próximos vecinos, aquí al lado:
Francia, Suiza, Alemania, ¿qué hacen?, ¿es posible que todo esto sea
permitido? ¿Es posible que la homeopatía, siendo lo que algunos dicen
que es, sea permitida? Pues, el último estudio, el EPI 3, sobre más de
8.000 pacientes y con 800 médicos tomando parte en él, en la seguridad
social francesa, da cuenta de los resultados positivos de la homeopatía
(«Homeopathic Medical Practice for Anxiety and Depression in Primare
Care: the EPI 3 Cohorte Study», BMC Complementary and Alternative
Medicine, 2016, 16: 125). El 7 de julio de 2017, hace apenas un año, la
Asociación Federal de la Industria Farmacéutica Alemana declara que
«la homeopatía es una terapia reconocida y eficaz para los pacientes» (allí
está en la seguridad social, claro). El 16 de junio de 2017, el Gobierno
suizo decide definitivamente que la homeopatía esté en la seguridad social
porque es efectiva y garantiza la seguridad del paciente y la calidad del

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tratamiento. Es el Gobierno suizo quien lo publica, no son compañeros
nuestros. En el año 2012 se hizo un estudio en 17 países acerca de los
efectos secundarios de la homeopatía en la población a lo largo de 30 años
(«Adverse effects of homeopathy: a sistematice review of published case
reports and case series», International Journal of Clinical Practice, 20 de
noviembre de 2012). Sus autores, bien conocidos (uno de ellos nada
favorable a la homeopatía, sino todo lo contrario), que recomiendan
vivamente que quien prescribe homeopatía ha de ser médico, publican
en el Internal Journal of Clinical Practice este estudio en el que se dice
que lo más importante que se ha notado es dolor de cabeza, cansancio,
erupciones de piel, mareos, alteraciones de intestino y reacciones
alérgicas. Estas son las conclusiones de este estudio internacional. ¿Qué
dice la prensa española?: «El uso de productos homeopáticos puede
matar» (!!!).

En 2011, médicos investigadores ingleses escribieron al Parlamento


británico y uno de los datos que mencionaban es que había casi 200.000
personas al año que podían sufrir efectos secundarios de los medicamentos
en general. Y, el 4 de mayo de 2016, en el British Medical Journal, para
contrarrestar esto se sugiere que el error médico es la tercera causa de muerte.
Podríamos hacer una comparación. Imaginemos que se está notando que
un coche tiene muchos accidentes, que se deben a un problema técnico,
y que el fabricante dice que la causa está en los conductores. Esto es lo
que se intenta hacer ahora: decir que son los médicos los causantes de las
muertes, en vez de los medicamentos.

5. Una sola medicina

Los médicos queremos una sola medicina: la que quiere ayudar al


paciente. Buscamos el mejor tratamiento, ¿cuál es el mejor tratamiento?,
el que más puede ayudar al paciente en este momento. Si es un golpecito
en la espalda, si es un antibiótico, si es una operación, el que sea más
adecuado en este momento. Esto es la medicina, la mejor medicina del
mundo en cualquier lugar, en cualquier tiempo. Esto es lo que se pide:
que se entienda que hay diversos paradigmas y que el terapéutico químico
no sea el único. Hay otros paradigmas. Recordemos que la medicina

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occidental solo está implementada en un 20 % de los países del mundo;
en el 80 % del mundo se utilizan las medicinas tradicionales. Entonces no
podemos decir que el único paradigma es el químico farmacéutico; hay
más maneras de tratar a los pacientes. Decía el Dr. Gregorio Marañón,
al cual admiro, que el mejor instrumento de la medicina es la silla:
«siéntese, por favor, y cuénteme su problema». En otros momentos será
el 061, y habrá que correr para salvarle. Esto es lo que hemos de saber
y aplicar, esta es la gran medicina, una sola medicina.

Durante dos o tres años ustedes no han escuchado demasiadas voces


a favor de la homeopatía, y sí muchas voces (lluvia fina, compromiso
editorial, una agenda que lleven los medios) en contra. Véanlo en
internet.

La presidenta del Comité Europeo de Homeopatía (European


Committee for Homeopathy, ech), en el que figuran todos los países y
están representados todos los médicos homeópatas de Europa, escribió
(2017) a la gran prensa española en estos términos:

«A la atención personal del director.

Distinguido director:

Desde hace más de un año los médicos homeópatas de España,


representados por la Federación Española de Médicos Homeópatas,
la Academia Médica Homeopática de Barcelona y la Asamblea Nacional
de Homeopatía, intentan publicar en su periódico opiniones y réplicas
relativas a la homeopatía como acto médico. Las reiteradas peticiones
remitidas al defensor del lector han sido siempre infructuosas. Privar a
la opinión pública española de la necesaria y recomendable controversia
es una decisión incomprensible por parte de su periódico. Que un
prestigioso medio de comunicación como el suyo haya decidido
silenciar [censurar] a los médicos homeópatas contradice el fundamento
profesional del periodismo y las reglas básicas de la comunidad
internacional. Como no podemos entender que su diario censure a
los médicos homeópatas, desde el Comité Europeo de Homeopatía
nos dirigimos a usted en la confianza de solventar tan inaceptable

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anomalía. Sabemos que su diario comparte los principios de libertad
de expresión que constituyen los fundamentos de la Unión Europea,
y no vemos por qué una asociación de médicos comprometidos con
la salud de los ciudadanos debe padecer una vergonzosa excepción.
En la confianza de ver atendida nuestra petición y a la espera de su
respuesta, le saluda…»

Dra. Hélène Renoux


President of the European Committee for Homeopathy

Nunca recibió respuesta, nunca se publicó. Esto fue el año pasado. Todo
continuó, y ayer mismo (26 de abril de 2018), se publicó: «Los médicos
piden prohibir la venta de productos homeopáticos en farmacias». Ayer
el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España hizo un
observatorio de pseudociencias con ayuda de los autollamados escépticos,
y ayer se pidió que se prohibiese la venta de medicamentos homeopáticos
en las farmacias, cosa que en Europa ni se plantea. ¿Qué está pasando?

6. Epílogo

Una esperanza y un derecho. Sencillamente que se haga lo que dice la


Organización Mundial de la Salud, que se ayude a todos los ciudadanos,
que se implementen las medicinas con las debidas garantías de efectividad
y seguridad, y que no se ponga en peligro a la población.

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Deshacer entuertos: el desmentido imposible
Aquiles y la tortuga de la información

Moderado por Laura Revuelta, redactora jefa del ABC Cultural.


David Felipe Arranz, director de El Marcapáginas, de Capital Radio.
Concha Barrigós, redactora jefa de Cultura de la Agencia efe.
Winston Manrique, director-fundador de WMagazín.
Karina Sainz Borgo, periodista de Vozpópuli.
Fátima Uribarri, periodista de XL Semanal.

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«“Aquiles y la tortuga de la información”. Todos
conocemos la fábula; al final en la carrera entre
Aquiles y la tortuga, que en este caso es la información,
termina ganando la tortuga. Demuestra que es más
inteligente que Aquiles, que representa a la fuerza
bruta, o la habilidad física. ¿Existe ese poder de la
información para combatir en esa gran plaza pública
que son las redes sociales, donde no hay filtro entre
las informaciones falsas o verdaderas?».
l a u r a r e v u e lta

«En redes sociales no levanta tanta polémica


el periodismo cultural como puede hacerlo
el periodismo político, que está arrasándolo
todo. Somos un sector que tiene que generar
ese impacto social, pero la sociedad (como
los políticos y el propio Ejecutivo) no da al
periodismo cultural, al mundo de la cultura o al
mundo de la educación la misma importancia
que a aquel».
dav i d feli p e a rra n z

«Yo propongo que en lugar de hablar del resentimiento


se hable del redsentimiento. Porque lo que se está
haciendo ahora mismo en la red no tiene nada que
ver con el sentirse maltratado por la sociedad, es otra
historia completamente distinta. El sentimiento es:
“ahora yo soy el amo de los like”».
c o n ch a barri gós

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«Pienso que de las mejores cosas que le han ocurrido a la
profesión desde el punto de vista creativo es la revolución
y el revulsivo que significa el mundo digital. Porque la está
reinventando y está haciendo que se recuperen algunos
aspectos del mejor periodismo».

winston manrique

«Hay omisiones que son tanto o más útiles


que una mentira».
karina sainz borgo

«Hoy la mentira se nos cuela por todas


partes de una manera más rápida y
más eficaz».
fá t im a ur ib a r r i

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El mercado de datos personales
Una herramienta de manipulación política y social

Ponencia de Marta Peirano, periodista y autora del ensayo El pequeño


libro rojo del activista en la red.
Presentada por Daniel Gascón, editor responsable de Letras Libres
España.

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E n cierta manera las redes sociales han sido una nueva lección contra
el optimismo.

Hace unos años se decía que las redes iban a proporcionar a los
ciudadanos las herramientas para derribar las tiranías, para generar un
debate, denunciar la corrupción y las injusticas, minar a los sátrapas.

Ahora vemos cómo las tiranías también saben utilizar las redes. O cómo
estas pueden ayudar a determinadas opciones políticas, a interferir en
elecciones, a degenerar la democracia.

Se pensaba que eran un instrumento de liberación e iluminación, ahora


las vemos más como un vehículo para la opresión y la mentira. Quizá
tengan algo de las dos cosas.

Pensábamos también en el sueño de la Ilustración: si todo el mundo


tiene acceso a la información y capacidad de expresarse, el debate será
enriquecedor y favorecerá una cierta racionalidad deliberativa. Las redes
sociales, se pensaba, facilitarán esta conversación más elevada. No está
tan claro que haya ocurrido así.

Hemos regalado nuestros datos, sin darnos cuenta de que nosotros no


somos los clientes de las empresas sino los productos.

Escritores, periodistas y artistas —lo que ahora se llaman creadores de


contenido— a veces se veían seducidos por la facilidad de publicar y la
posibilidad de evitar intermediarios engorrosos.

Al final de ese sueño, que tenía algo de utopía religiosa libertaria (libertaria
en el sentido de los libertarian estadounidenses), vemos que tenemos
menos intermediarios pero que son mucho más poderosos.

Y que esa visión supuestamente liberal ha configurado monopolios


difíciles de regular porque su escala y formas operativas son novedosas.
Quienes intentan regularlos no los entienden.

Muchas veces nosotros tampoco. Y una de las tareas del periodismo es


explicar con rigor y claridad cómo funcionan esas cuestiones que son

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decisivas para la vida íntima y la vida pública. Lo que ahora empezamos a
conocer sobre Facebook y las elecciones, por ejemplo, y el microtargeting,
me recuerda a las discusiones sobre las hipotecas subprime que propiciaron
la crisis de 2008. En esa época, personas como John Lanchester, con
sus ensayos sobre las finanzas, o Michael Lewis, con sus reportajes y
libros como La gran apuesta, ayudaron a que entendiéramos mejor lo
que había pasado.

Creo que lo que hace Marta Peirano es algo parecido. Es alguien que
conoce cómo funcionan las redes, que es una experta en criptografía,
que entra en lugares que yo no conozco. Y que sabe contarlo de manera
clara y brillante, con inteligencia y rapidez mental.

Yo tengo una tendencia al optimismo, y creo que a veces exageramos


tanto en lo positivo como en lo negativo. Pero, como conozco mis
tendencias naturales, me gusta escuchar a quienes sujetan mis ilusiones:
de John Gray, con sus advertencias sobre los matices del progreso, a Marta
Peirano, con su documentada hermenéutica de la sospecha, siempre es
recomendable tener un aguafiestas inteligente a mano.

daniel gascón 8

8
  Daniel Gascón es editor responsable de Letras Libres España.

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El mercado de datos personales
Una herramienta de manipulación política y social

marta peirano 9

Christopher Wylie es un programador canadiense que hace unas semanas


estuvo en las portadas del The New York Times, The Guardian y de muchos
otros periódicos porque hizo unas declaraciones sobre una empresa
para la que trabajó, que se llama Cambridge Analytica. Wylie vino
a contar que Cambridge Analytica es la principal responsable de dos
acontecimientos políticos muy devastadores de los últimos años, que
son el brexit y Donald Trump. Wylie contaba que este señor que se
llama Aleksandr Kogan, catedrático de Filosofía de la Universidad de
Cambridge, hizo un test que se llamaba This is your digital life (Esta es tu
vida digital), lo puso en Facebook (utilizando la aplicación que permite
que programadores y empresas sean partners de la plataforma), y pagó a
270.000 personas para que lo completaran. El caso es que dentro de la
aplicación había unos términos de usuario, donde se pregunta si aceptas
las condiciones, el botón que pinchas y que nunca lees, que decía que
«si das ok nos permites diseminar, transferir y vender todos tus datos».
Y nadie las leyó. Una particularidad de la aplicación de Facebook de
ese momento era que cuando tenías acceso a los datos de un usuario,
también tenías acceso a los datos de todos sus amigos (estamos hablando
de 2012, cuando todo el mundo tenía un millón de amigos en Facebook,
amigos que no habían aprobado la aplicación). Cuando comienza el
escándalo, Facebook hace un cálculo de cuánta gente podía haberse visto

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  Marta Peirano es periodista y autora del ensayo El pequeño libro rojo del activista
en la red.

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afectada por este robo masivo de datos, y determina que pueden haber
sido un mínimo de 78 millones de usuarios en todo el mundo, esto es,
300 usuarios por cada persona que hubiera hecho el test.

¿Qué es lo que buscaba Aleksandr Kogan? Kogan quería hacer algo que
llaman «perfiles psicográficos» de los usuarios de Facebook (o de la mayor
cantidad de personas posible en el menor tiempo posible, para lo cual
Facebook era el lugar perfecto). Su test está basado en un test clásico
de psicología que se llama ocean, acrónimo con las iniciales en inglés de
las características evaluadas: Apertura a cosas nuevas, Responsabilidad,
Extroversión, Amabilidad y Neuroticismo (o inestabilidad emocional).
Cuando se explica a la gente lo que pasó con Cambridge Analytica, creo
que suelen entenderlo mal, porque piensan que Wylie vino a decir que
Cambridge Analytica había intentado convencer a todos y cada uno de
los votantes británicos de que votaran lo que ellos querían. Pero esto sería
una tontería. Cambridge Analytica lo que hizo fue un perfil de la mayor
cantidad posible de personas, crear un modelo de votante a partir de ese
perfil (comprando bases de datos de comportamiento de todo tipo de
plataformas y de experimentos que Kogan había hecho con anterioridad), y
en Estados Unidos, de los 200 millones de votantes a los que podían aspirar.
No convencer a todos, sino a los entre dos y cinco millones de votantes que
tenían un alto grado de neuroticismo, esto es, que eran particularmente
susceptibles de ser manipulados, que eran propensos, por ejemplo, a las
teorías de la conspiración. La idea, entonces, no era invertir estos recursos en
los 200 millones de votantes, sino dirigirse a este grupo particular. Un dato
muy importante es que con esta «salsa» montaron Cambridge Analytica,
pagada casi íntegramente por Robert Mercer, famoso multimillonario
norteamericano, tecnócrata y republicano, y que fue luego uno de los dos
donantes más importantes de la campaña de Trump. Luego os contaré quién
es el otro, porque es importante para esta historia. Pero ahora os contaré
en qué consiste una campaña de desinformación o, al menos, el tipo de
campaña de desinformación que estaba haciendo Cambridge Analytica.

Una campaña de desinformación tiene muchos jugadores. Uno de los


principales, relativamente «limpio», porque en principio no estaba
haciendo nada ilegal, es Facebook. Facebook tiene una plataforma
de marketing que permite el microtargeting, es decir, que uno puede

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hacer una campaña específica que vean solo determinados usuarios. Por
ejemplo, hace unos meses, antes del problema con Cambridge Analytica,
Facebook se metió en un lío porque una investigación en Estados Unidos
descubrió que era muy fácil segmentar y generar una campaña específica
para neonazis, es decir, para gente que a través de sus interacciones
revela una serie de características que se pueden aislar para hacer una
campaña dirigida a ellos, con ciertos resultados. Lo que sucedió el otro
día en Georgia tal vez no sea estrictamente consecuencia de esto, pero
claramente es uno de los ingredientes de la salsa.

Una de las cosas que sabemos que Cambridge Analytica hizo en Facebook
fueron los llamados dark ads. Consisten en lo siguiente: se tiene a estos
neuróticos altamente susceptibles a la desinformación, se tiene una
serie de campañas, se busca a estas personas en Facebook y se les dirige
una versión específica. Nadie ve los mismos anuncios en Facebook; tu
entorno de Facebook tiene que ver con lo que sabe Facebook de ti. En
este caso, la campaña para estas personas altamente neuróticas se parecía
mucho a la campaña normal que veía todo el mundo, salvo que tenían
un tono mucho más agresivo, más alarmante, más inquietante que la
campaña regular. Como no todo el mundo le tiene miedo a lo mismo (a
cierta gente le asustan los afroamericanos, otros le tienen miedo al fin del
mundo, etc.), dividieron la campaña dirigiéndola de manera específica
a cada uno de esos grandes segmentos de la población.

Otro de los elementos fundamentales para hacer una campaña de


desinformación son las fake news. Aquí ya estamos hablando de empresas
de servicios que le sirven a alguien como Cambridge Analytica para
hacer campañas específicas. En este caso, la agencia de fake news más
famosa que conocemos, porque tuvo una cobertura muy intensa en los
medios de comunicación, es este lugar en Macedonia cuyo primer gran
éxito fue propagar la idea de que Obama no podía ser presidente porque
no era norteamericano, lo que generó un movimiento reclamando que
Obama enseñara su certificado de nacimiento. Y también hicieron una
campaña en la que básicamente contaban que Hillary Clinton mataba
niños, o los violaba. Y el último y más famoso es este según el cual el
papa Francisco apoyaba la candidatura de Donald Trump, uno de los
grandes éxitos de la red aún ahora.

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Y luego están los trolls. Hay una agencia de trolls muy famosa que se
llama Internet Research Agency, que está en San Petersburgo y que todo
el mundo vincula con Trump, porque es muy habitual que te vincules al
Gobierno que te acoge cuando estás en un negocio en el que te saltas la
ley con frecuencia, y también te viene bien que te hagan descuentos en
la factura de la luz y de internet y este tipo de cosas. Este tipo de agencias
tienen trolls. Esta, concretamente, tiene cíborgs, o cuentas robots (bots),
en redes sociales, como Twitter, Facebook, YouTube, Instagram, la red
social que se os ocurra; dependiendo también de la campaña y de la
franja de edad a la que se quiera acceder. Lo que se hace es comprar en
volumen; son cientos de millones de cuentas gestionadas por humanos.
Cada persona que trabaja allí puede tener 150 cuentas variadas a su cargo,
y cuando lleva una campaña lo que hace es dirigir todo su enjambre de
bots a trabajar en esa campaña. Y valen para todo, porque si, por ejemplo,
se quiere vender un producto, se manda al enjambre a decir cosas bonitas
sobre el producto por todas partes: se habla favorablemente en Twitter,
se hacen reseñas positivas en Amazon, se dirige el enjambre contra la
competencia para que hablen mal de ella, etc. Cuando tu producto es
un candidato, funcionan un poco de la misma manera. Y son también un
servicio, como el anterior, mercenario: trabajan para quien les paga y
para quien les conviene.

¿Qué tiene esto que ver con la campaña de Trump y hasta dónde es cierto
que Cambridge Analytica, usando todos estos recursos, haya conseguido
hacer de Trump presidente? Pues lo cierto es que no lo sabemos (porque
aunque los datos existen, no lo sabemos por un problema que no es técnico,
sino de otro tipo), pero lo que sí podemos hacer es pensar qué posibilidades
hay de que haya sido así. Porque suena completamente disparatado que
unos desgraciados que vienen de Inglaterra con una serie de herramientas,
y otros desgraciados que están repartidos por el mundo, consigan poner
a alguien en la Casa Blanca. Pero, justo después de ganar la elecciones,
hubo dos expertos en seguridad electoral (que es algo que yo no sabía que
existía antes) de la Universidad de Míchigan, que se llaman Alexander
Halderman y Matthew Bernhard, que también pensaban que Trump había
hecho trampa, porque decían «no puede ser que todas las encuestas dijeran
que iba a ganar Hillary y que todas las encuestas estén equivocadas». A mí
no me parece raro que todas las encuestas estén equivocadas, pero ellos

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pensaron que en efecto había maneras de hacer trampa en las elecciones
(aunque no estaban pensando en algo como Cambridge Analytica). Ellos
decían que hay tres maneras de hackear las elecciones. Una es impedir el
voto, por ejemplo, hacer un ataque de negación de servicio a todas las
máquinas que están registrando el voto, o impedir que se cuenten; lo decían
porque en 2012 en Ucrania fue exactamente lo que pasó. Otra cosa es
contaminar el juego, que es lo clásico, lo que se hizo cuando se publicaron
correos del Partido Demócrata que demostraban más o menos que Hillary
hizo trampa ella misma pisoteando en las primarias a un candidato que a
lo mejor hubiera tenido más posibilidades que ella (es interesante porque
esto no iba a influir tanto en los republicanos, pero sí a los demócratas,
por ejemplo a gente que venía de votar a Obama y que tiene que votar
a Hillary porque no tiene otra opción, pero sabiendo que Hillary ha
hecho trampa…) En fin, que hay maneras de contaminar que son muy
efectivas. Y luego, la tercera, que es la más difícil, es hackear el juego. Y el
juego, se supone, está diseñado para que no se pueda, porque el principio
de la democracia es ese: saber que no hay trampa precisamente donde
empieza todo. Pero ellos comenzaron a hacer un análisis y llegaron a
la conclusión de que en un país como Estados Unidos, donde se usan
máquinas de votar, máquinas que no se conectan a internet pero que se
programan desde máquinas que sí se conectan a internet, no se podía
intentar hackear todas las máquinas de votar de Estados Unidos (porque
es imposible: porque cada una es de su padre y de su madre, el sistema
de voto es distinto, el ballot es distinto en los distintos estados, etc.).
Pero lo que sí se podía hacer era un análisis buscando todos los lugares
donde la diferencia de voto fuera menor del 1 % para invertir todos los
recursos en intentar hackear esas máquinas, inclinando el voto a favor del
candidato de un modo que no llamara demasiado la atención. Y esto es
lo que decía Cambridge Analytica, no hay que ir a buscar masa crítica en
todos lados, porque hay sitios en donde seguro que va a ganar Trump y
hay otros en donde seguro que va a ganar Hillary. Hay que ir a Míchigan,
Pensilvania, Florida y Wisconsin, que son esos cuatro estados a los que
todos miran cuando se están haciendo los últimos recuentos, porque son
los que mueven el resultado de un lado a otro.

Antes hemos hablado del brexit. En el brexit trabajó un grupo que se


llama SCL Group, que trabaja básicamente para el Ejército británico

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haciendo este tipo de campañas en sitios como Afganistán, Libia, etc.,
es decir, que trabaja para el Estado. El primer lugar donde Cambridge
Analytica hizo campaña oficialmente fue la campaña de Ted Cruz, y
todo el mundo piensa: «si son tan listos, cómo fueron con el candidato
que perdió». Se suele creer que la gran cantidad de información que
robaron de Facebook fue la que contribuyó principalmente a sus perfiles
psicográficos, pero el aporte principal fue de esa campaña, porque en una
campaña electoral se recogen muchísimos datos muy personales de mucha
gente. Por tanto, el perfil psicográfico les ha servido para hacer modelos
de la población, esto es, se establece por estadística que las personas que
tienen coche azul y les gustan los gatos, que leen determinado tipo de
libros y les gusta determinado tipo de música son mucho más propensas
a votar demócrata que a votar republicano. Es este tipo de correlaciones
de lo que va en realidad el big data; no va de los datos, sino de lo que se
infiere de los datos. Entonces esta gente se curtió con la campaña de Ted
Cruz. Y con los datos que recaudaron y con los modelos que hicieron
en esas primarias se fueron a trabajar a las presidenciales de Trump. Y
Christopher Wylie, el chico del que hablábamos al principio, decía que en
este punto su rate de conversión de voto (recordemos que hay gente muy
propensa a la intervención psicológica y emocional de sus creencias) era de
entre el 5 y el 7 %. No sé si vosotros seguís las campañas, pero eso es un
disparate. Ya si alguien consigue venderte un 1 % es un genio de Nobel;
5 a 7 % es completamente imposible. Y sin embargo Wylie dice que, por
todas las herramientas de medición que tenían —lo dijo en el Parlamento
británico—, la conclusión a la que llegaron era esa. Porque cuando se
trabaja con datos lo que ocurre es que no solamente se trabaja con los
datos que se tienen sino con los de las plataformas que los generan. Y las
aplicaciones que se usan en Facebook, si se quedan en Facebook, pueden
estar recabando datos toda la vida. De hecho, después del escándalo de
Cambridge Analytica, una de las decisiones que tomó Facebook fue que
las aplicaciones dejen de recabar datos a partir de los tres meses. Pero
estamos hablando de ahora, y esto fue en el 2012. Estas aplicaciones
que están recabando datos en tiempo real pueden confirmar en tiempo
real si las cosas que están haciendo funcionan o no. Es decir, que la
efectividad de un experimento, por ejemplo usar determinados anuncios
o campañas con determinadas personas con alto grado de neuroticismo,
puede comprobarse porque el experimentador está allí, «mirándoles». De

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modo que, en el momento que llega la campaña de Ted Cruz (aunque no
me creo que tengan un rate de 5-7 %), la precisión de su herramienta es
mucho más fina que cuando empezaron con el test de Facebook.

Antes os he dicho que os iba a hablar del otro donante de Donad Trump,
que es otro tecnócrata llamado Peter Thiel, gran amigo suyo. A este hombre
(que es, posiblemente, una de las personas más peligrosas del mundo,
libertario reconocido) algunos lo conoceréis porque es quien hundió
Gawker Media, el gran emporio de blogs de Nick Denton, entre los cuales
había uno que hacía cotilleos de Silicon Valley. Esta persona es uno de
los fundadores, junto con Elon Musk, de Pay Pal; y ganó mucho dinero
cuando vendieron Pay Pal a E-Bay. Ese dinero lo invirtió en muchos sitios;
de hecho, fue el primer gran apoyo financiero de Facebook, se lo considera
como el gran mentor financiero de Mark Zuckerberg. Pero donde invirtió
la mayor parte de su dinero es en Palantir. El palantir es esta especie de
piedras mágicas que aparecen en El Señor de los Anillos y que se pueden
usar para ver el pasado o el futuro, o cosas lejanas. Thiel llamó Palantir a
su proyecto, que hace exactamente lo que hace un palantir. Este proyecto
trabaja con el Ejército norteamericano, con Hacienda, con Sanidad, con
la policía de las grandes ciudades norteamericanas, incluyendo Nueva
York y Los Ángeles, etc. Lo que el sistema hace es recoger datos que se
recaban de los móviles, de Facebook, de las redes sociales, de los radares
de carretera, de las cámaras de vigilancia, de los informes de la policía,
infinidad de bases de datos de fuentes diversas. Todos esos datos van a
Palantir, que genera una interfaz para que las autoridades (o quien le
pague) tengan acceso no solamente a la geolocalización de una persona
mediante su móvil, o por la vigilancia del edificio, o gracias al billete que
dice dónde está, sino incluso acceso a las cámaras y a todos y cada uno de
los sistemas de vigilancia que haya alrededor y que estén conectados a la
red. Además es un sistema predictivo, lo cual genera un problema en el
que ya ni voy a entrar. Pero es un sistema que han conseguido colocarle
a la «Alianza de los Cinco Ojos», que son Estados Unidos, Canadá,
Australia, Nueva Zelanda e Inglaterra, en la que se espían unos a otros y
se pasan las bases de datos sin quebrantar la ley.

De modo que uno de los «brazos derechos» de Donald Trump es el dueño


de Cambridge Analytica y el otro amigo de Trump es el dueño de Palantir.

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Y en ambos casos se trata de empresas privadas que se contratan para
lo público. Una condición inquebrantable que pone Robert Mercier (y
que también pone Palantir) es que, cuando Cambridge Analytica se usa
para una campaña, se queda con todos los datos. Cada vez que hacen
una campaña, para quien sea, su capacidad de análisis, su instrumento
de precisión, mejora sensiblemente. Y en el caso de Palantir, cada base de
datos que alimenta a Palantir lo hace mucho más preciso, evidentemente.
Por lo tanto, entre los dos colegas de Donald Trump tienen el instrumento
de control de masas más potente de la historia del mundo.

Una cosa interesante que supe hace poco, escribiendo sobre Palantir,
es que el plan de Peter Thiel (no sé qué plan tenga Mercier, tal vez
simplemente seguir alimentando su máquina de Cambridge Analytica)
es dejar San Francisco, donde vive actualmente y donde es un angel
investor que invierte en grandes compañías, y mudarse a Los Ángeles
para montar un gran imperio mediático.

Yo lo que me pregunto es: estos tres colegas, Trump, Thiel y Mercier,


con estas herramientas que cuentan con todas las bases de datos de las
agencias de espías más potentes del planeta, ¿van a montar un periódico?
¿Para qué?

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El ocaso de la ingenuidad
Estrategias culturales de la desconfianza

Moderado por Álex Sàlmon, director de la edición de Cataluña


de El Mundo.
Óscar López, director y presentador de Página Dos, de tve.
Vivian Murcia, coordinadora de redacción de la revista iberoamericana
El Porta(l)Voz, del Programa de Cooperación de ibe.tv.
Manuel Pedraz, director de Historias de Papel, de rne.
Íñigo Picabea, redactor de Cultura y de El ojo crítico, de rne.
Toni Puntí, redactor de Els Matins, de tv3.

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«Voy a lanzar la teoría del “trazado reversible”,
una teoría que he estado trabajando a propósito de
la ingenuidad. Se empieza con la ingenuidad, se
pasa a la ignorancia y se acaba en la información.
Si revertimos ese camino, tenemos: primero la
información, que evita la ignorancia, y luego la
ignorancia, que evita la ingenuidad».

ál e x s à l m o n

«Creo que nos debemos profundamente a nuestros


lectores; creo que lo único que nos puede salvar es esa
profesionalidad que me consta que tiene la mayoría
de los periodistas, la honestidad con que tenemos que
enfrentarnos a nuestro trabajo. Y si seguimos en ese
camino, independientemente de lo que ocurra en las
redes sociales, si mantenemos el espíritu crítico, que
espero tanto del periodista como de su destinatario, será
la manera en que podremos salvarnos».
óscar lópez

«Las redes sociales me interesan porque permiten ver las


narrativas a través de las cuales los seres humanos se están
construyendo a sí mismos como sociedad. Somos Homo
narrans, de allí la importancia de cómo narramos nuestro
pasado, nuestro presente y nuestro futuro».

vivian murcia

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«Las redes sociales son necesarias para algo tan fundamental como crear
públicos. Crear públicos es importante para el crecimiento personal de la
gente. Siempre he pensado que la información cultural enriquece, tanto
al que la recibe como al que la elabora. Sirve también para la cohesión
social, para propiciar identidades y para integrar a los diferentes. Y
sirve sobre todo para mantener a los creadores. Todo el entramado de
la cultura depende de esa labor de los medios de comunicación social
que se está olvidando que es la de crear público».

man ue l pe d r a z

«El trabajo de contrastar nos lo encomendaba la so-


ciedad a los periodistas, pero aparentemente ya no
cree tanto en nosotros, tal vez porque por la locura
de los clics hemos hinchado titulares que se parecen
mucho a los titulares llamativos de las noticias falsas,
o porque también los grandes medios sufrimos una
crisis de credibilidad».

íñigo picab ea

«Nuestro oficio valora y potencia la última hora y la


exclusiva, y pierde en algunos casos la capacidad de
reflexión. Estoy en contra de la impaciencia informativa,
a la que también nos conduce el tema digital. Prefiero
una buena historia servida a las seis de la tarde que
una historia mal contada, sin matices y sin contrastar,
servida a las diez de la mañana».

toni puntí

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Bullying colectivo y economía del clic
Ponencia de Miguel del Fresno, sociólogo especializado en investigación
social online y profesor de la uned.
Presentado por Sergi Doria, periodista cultural de ABC.

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P rimero vamos a recordar algunas cosas para que veamos que todo
esto que estamos comentando no viene de nuevo, viene de la noche
de los tiempos (y nunca mejor dicho lo de la noche). En la primera gaceta
periodística en el siglo xvii, el doctor Renaudot, que fue autorizado
por el cardenal Richelieu para publicar una hoja en la que se pudieran
notificar las cosas que ocurrían en la Corte, ya dijo: «no sé si vamos a
propagar la verdad; bastante haremos si evitamos la mentira». O sea que
ya veis que la tarea que tenemos ante nosotros, aspirar a transmitir la
verdad, es ponerse el listón muy alto. Decía McLuhan que la radio era un
medio caliente porque revivía los rumores de la tribu (y vamos a hablar
de bullying colectivo, que es un comportamiento que parece sostenido
por los tambores tribales). Citaba McLuhan un discurso radiado de
Hitler en 1936 en el que decía: «sigo mi camino con la seguridad de un
sonámbulo». La radio, decía, brindaba al oyente una experiencia propia
que remitía a esos antiguos tambores tribales «por su poder de convertir
la psique y la sociedad en una sola y única caja de resonancia». Yo creo
que esto se parece un poco a lo que estamos experimentando. La cita está
escrita en La comprensión de los medios como las extensiones del hombre,
otra gran anticipación de McLuhan. Ahora nuestras extensiones son
los móviles, extensiones de nuestras manos; o el mando a distancia,
promotor de tantas trifulcas familiares. Y ahora, medio siglo después
del pánico que suscitó Orson Welles cuando transmitió la adaptación
radiofónica de La guerra de los mundos, este pánico colectivo, esta caja
de resonancia, vuelve a recrearse en las redes. Es la actualización digital de
la ley del famoso Lynch (1736-1796), aquel plantador de Virginia que
ejecutaba, al margen de los tribunales, a los compatriotas que querían
seguir manteniendo fidelidad al Reino Unido, que era la potencia
colonialista.

Yo vengo de Cataluña, y en la Cataluña del «procés» ha habido


numerosos episodios de bullying colectivo. Y este bullying colectivo
tuvo un antecedente, antes de Twitter, en los famosos comentarios que
te hacían cuando se colgaba un artículo tuyo en la edición digital, y
no eran precisamente para llamarte guapo ni bonito. El verbo «colgar»
para mí rememoraba la vieja secuencia del wéstern: los linchadores
enlazando la soga a la rama más robusta del árbol del futuro ahorcado.
El president Puigdemont, fugitivo ahora en Berlín, era un apasionado

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del Twitter, se jactaba de estar muy ligado a las nuevas tecnologías.
Y, paradojas de la vida, acabó siendo víctima de su propia munición:
el 27 de octubre él había decidido convocar elecciones y desechar la
declaración unilateral de independencia, pero los tuits, ese bullying
en el que le tachaban de traidor, de botifler (una cosa que te dicen en
Cataluña y que para algunos es muy fea, pero a otros nos entra por
un oído y nos sale por el otro) y de Judas vendido por 150 monedas
de plata (Rufián dixit), le acobardaron y al final optó por el camino de
la tragedia, digamos. Podríamos decir que Twitter llevó a Cataluña al
abismo en el que se encuentra actualmente.

Os voy a presentar a Miguel del Fresno, que es sociólogo e investigador


cultural, profesor actualmente de la uned pero tiene una larga trayectoria
en el terreno de la comunicación y el marketing, en el mundo editorial
preferentemente, en editoriales del prestigio de Siruela, y también es
autor del diseño de la parte online de La Casa del Libro. Ha publicado
numerosos artículos, y os voy a citar algunos títulos para que veáis la
capacidad de anticipación que ha tenido sobre lo que ahora lamentamos.
En uno de esos artículos, «La exaltación de lo banal», ya nos dice que
«la reacción de los medios sociales y su amplia recepción como noticia
en los medios profesionales se ha convertido en poco tiempo en un
nuevo bullying colectivo» (aquí vemos el concepto que nos convoca).
Luego nos dice, en relación con algunas opiniones que se han vertido
en días precedentes, que «resbalamos por un tobogán infinito hacia el
autoservicio de la banalidad». Los artículos que ha ido publicando en
forma de post en sus blogs prueban también su capacidad de anticipación.
Septiembre de 2013: «Anatomía del rumor en Twitter: cómo nace un
rumor». Noviembre de 2013: «Crisis de reputación: tipos de respuesta
a una crisis», es decir, cuando van a por ti, qué actitud debes tomar ante
esos mensajes injuriosos. Y fijaos ya el 4 de febrero de 2014: «Facebook:
diez años y diez ideas para abandonarlo». Ya veis que ahora es de plena
vigencia. «Colaboracionismo y resistencia en internet», donde ahonda
en lo que se llama «la administración del miedo», que entronca un poco
con lo que comentó nuestro maestro Lluís Bassets. Y finalmente tenemos
aquí, el 18 de octubre, el famoso documental Help Catalonia (en el cual
se presentaba a Cataluña como lugar de una represión terrible, con un
Estado que se parecía al turco), que Del Fresno disecciona y analiza como

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propaganda. Voy a acabar mi intervención con dos citas más. Una es de
Byung-Chul Han, el investigador coreano, especialista en Heidegger que
trabaja en Múnich actualmente y que acaba de publicar La expulsión de
lo distinto, donde dice: «La interconexión digital y la consumición total
no facilitan el encuentro con los otros, contra lo que todos pensamos.
Más bien sirven para encontrar personas iguales y que piensan igual,
haciéndonos pasar de largo ante los desconocidos y quienes son distintos,
y se encargan de que nuestro horizonte de experiencias se vuelva cada vez
más estrecho. Nos enredan en un inacabable bucle del yo y, en último
término, nos llevan a una autopropaganda que nos adoctrina con nuestras
propias nociones». Esto puede explicar un poco este sentimiento de odio
de unos colectivos hacia otros y esta resonancia continua del tambor tribal
que lo único que hace es retroalimentar esa agresividad hacia lo distinto en
lugar de proponer el contraste de pareceres. Finalmente, (y para que veáis
que «es cuento largo», utilizando el famoso título de Gunther Grass) ya en
1895 uno de los precursores de la investigación de los comportamientos
de las masas, que se anticipó a Elías Canetti y a Ortega, Gustave Le Bon,
en La Psychologie des Foules ya denunciaba los vaivenes de la psicología
colectiva: «Las muchedumbres no han tenido nunca sed de verdad. Se
desvían ante las evidencias que les disgustan, prefiriendo divinizar el
error si el error les seduce. El que sabe ilusionarlas se hace fácilmente su
dueño; el que intenta desilusionarlas es siempre su víctima». Creo que
son demasiados caracteres para un tuitero, qué lástima.
sergi doria 10

  Sergi Doria es periodista cultural de ABC.


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Bullying colectivo y economía del clic
miguel del fresno 11

La tecnología ha cambiado. Podemos pensar en la agricultura como


una tecnología, pero tardó 2.000 años en extenderse por la cuenca
del Mediterráneo. ¿Cuál es entonces un factor, una de las variables
que cambia definitivamente? Lo que Paul Virilio llama ya en los años
90 «el accidente tecnológico». Toda tecnología tiene en sí misma, por
existir, un accidente tecnológico. En el momento en que aparece el
avión, aparece el accidente aeronáutico; en el momento en que aparece
la energía nuclear, aparece el accidente nuclear. Bueno, pues internet
también tenía que tener su accidente, eso entra dentro de lo esperable. Lo
que cambia es la velocidad con que sucede, la frecuencia con que sucede
y la escala a la que sucede. ¿Quiénes somos iguales? Nosotros. No hace
falta más que leer a Hobbes, a Kant, a Nietzsche, incluso a Aristóteles
y a Platón, para darnos cuenta de que seguimos siendo los mismos
humanos. No hemos cambiado como especie; hemos evolucionado,
hemos creado herramientas, somos más cultos, sabemos más (cualquier
alumno de primaria tiene una comprensión de la realidad del mundo
mucho mayor que la que pudo tener en su vida Aristóteles), pero lo
que cambia es la forma en que somos iguales. Y sobre todo cambia la
velocidad y el alcance; esa es una de las ideas clave.

Los sociólogos intentamos describir la realidad como cambio, el cambio


social. Foucault y los posmodernos de los 70 y 80 hablaban de la
«reproducción» del orden social. Para el sociólogo Ulrich Beck lo que
era impensable ayer ya es posible hoy, y tenemos muchos ejemplos de

  Miguel del Fresno es sociólogo especializado en investigación social online y


11

profesor de la uned.

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que la realidad nos empieza a superar, que no podemos controlarla, que
no podemos comprenderla, que hay mucho que es inasible. Y esto es a
lo que llama Beck «la transformación del mundo»; hay riesgos globales
que ya no son solucionables por actores individuales. La energía nuclear,
el cambio climático, un montón de cosas que afectan a cómo estamos
en el mundo.

No se necesitan campañas de memes. Hay ejemplos de imágenes que


cuentan mucho más que cualquier otra cosa que se publique en Twitter
o en Facebook, como la fotografía que publicó El País, en mayo de 2015,
del fotógrafo Alberto Schommer, bajo el título «No oculto nada». Hay
aplicaciones para odiar a otros. ¿Qué significa esto? Que el mercado
también convierte en producto el odio, el rechazo.

En los análisis que realizo capturando enormes volúmenes de


información en internet y representándolos luego en red, como
investigador no tengo que tomar partido, no tengo que decir si está
bien o mal; lo que tengo que hacer es entenderlo. Los investigadores
tenemos que suspender el juicio; ya sé que es muy difícil, pero eso es
lo que intento siempre enseñarles a mis alumnos, en el grado y en el
máster. No importa nada lo que tú opines, lo que importa es la realidad.
Y la realidad se basa en hechos, y hay verdades factuales que ponen en
relación los hechos con lo que uno dice, y lo demás es opinión. Pero
lo que ocurre hoy en día es que se confunde la opinión con la verdad.
Discutiendo un paper científico me decía una alumna de máster, a la
que probablemente voy a suspender, «es que esta es mi verdad». Le dije,
«no, ese es el concepto de posverdad; no se trata de “tu verdad”, eso es
“tu opinión”». La verdad es otra cosa; es lo que te dan los hechos, no
las creencias o valores o lo que sea. Los hechos.

El triunfo del modelo de negocio

Daros cuenta del activismo online. Eso de que las redes nos van a liberar. A
ver si os lo explico bien. Fondos de inversión de capital riesgo invierten su
dinero en crear Twitter y Facebook para que vosotros hagáis la revolución,
¿verdad? Es exactamente eso. Eso es, el activismo online está filtrado. Esto

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empezaron siendo 439.000 tuits, pero los filtro por aquellos nodos que
son más virales, por decirlo así, y aplicando algoritmos matemáticos,
filtrando la red a un 1 %, nos sale esto. La gente está convencida consigo
misma, no hay apenas interrelación entre grupos políticos, el activismo
online es una pérdida de tiempo. No significa que no haya que hacerlo,
pero significa que solo vas a convencer a los que ya están convencidos.

Mi incursión en internet comenzó en el 95, he vivido todas las etapas


imaginables, no existía Google, ni muchísimas redes sociales. Y he visto
cómo ha ido cambiando. Y si alguien creía en el espíritu que suponía
cierta capacidad emancipadora o igualatoria de la tecnología, yo he visto
cómo se está privatizando internet, cómo los datos se han convertido en
el nuevo negocio, cómo Facebook es realmente la cara oscura del mal.
Hemos pasado del consumo pasivo de la televisión al consumo hectic de
todos los medios sociales. Y la exaltación de lo banal, cómo colaboran los
medios profesionales en esto, con titulares como «internet dice», «Twitter
critica», «arden las redes sociales», «arde Twitter». ¿Y por qué?

Hay dos ideas muy simples. Una, que hechos intrascendentes, puestos
bajo la lupa deformadora de la atención extrema, se convierten en
relevantes. La segunda tiene que ver con que el único valor que tiene
este tipo de consumo es que se hace de forma colectiva, conjunta. Es el
único valor que tiene, porque el contenido es irrelevante, es banal.

Cuando era estudiante en Alemania estaba suscrito a Die Zeit, y tenía


que ser muy barato, porque yo no tenía dinero. Algo tenía que estar
haciendo bien Die Zeit, además de tener muy buen alemán, para que
fuera accesible para estudiantes. ¿Qué significa esto? Voy a una de las
ideas clave que llevo manejando desde hace mucho tiempo. Los medios
de comunicación han sacrificado su modelo editorial de décadas al
modelo publicitario. Sé que esto es polémico para los periodistas. Han
sacrificado, en mayor o menor medida, su modelo editorial a favor del
modelo de negocio. Se han creado suplementos de moda porque había
anunciantes de moda, etc.

¿Qué significa esto? Que cuando la crisis económica se carga la publicidad


y se la lleva a Facebook y se la lleva a Google, el modelo editorial se torna

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endeble. Die Zeit sigue existiendo porque siempre ha sido un semanario
de calidad altísima, por eso ha sobrevivido a la crisis publicitaria.

Hay titulares de periódicos, de periodistas de medios profesionales que


han estudiado en facultades y les han enseñado a ser buenos periodistas,
como este: «Once momentazos de los que nos hubiera encantado reírnos
en Twitter», un titular que es de vergüenza ajena. Constituye un ejemplo
donde vemos el uso de propaganda para conseguir clics. No hay periódico
que no esté implicado en esto.

No puedo entender que el Huffington sea un modelo innovador. Es lo


que es. Otro ejemplo de este tipo de periodismo es Mediterráneo Digital,
uno de mis preferidos; en los últimos tres años ha publicado una mentira,
la cambia cada 23F y publica lo mismo. ¿Por qué? Porque consigue
mucha publicidad. Incluso pone colaboradores que son mentira; está
cogiendo las noticias de otros medios, y los pone como colaboradores.
¿Es por maldad? No, es por el dinero, porque es rentable, aunque no
sea muy rentable. Hay decenas de centenares de perfiles en YouTube
que copian los perfiles sensacionalistas de los medios, hacen un Power
Point, le ponen un programa de voz y reproducen el texto de forma
mecánica. Y ganan dinero con los clics de la publicidad. Son formas de
vida. Son emprendedores, porque seguro que es su trabajo, ya sabéis que
los emprendedores tienen muy buen prestigio.

Desinformación

¿Por qué se prefiere la desinformación a la falsedad?: porque es útil. Sobre


todo, cuando es útil nacionalmente. Y se basa en la voluntad de las personas
de elegirla libremente. La propaganda se imponía verticalmente, desde
unos centros muy limitados; hoy en día la desinformación la viraliza todo el
mundo porque coincide con la cosmovisión identitaria, con la cosmovisión
política de cada uno. Eso es lo que la expande, lo que la hace diferente de
la propaganda. La desinformación, que es lo que más me preocupa como
investigador en los últimos años, más que las fake news, es la herencia
recibida de la propaganda totalitaria en las democracias liberales, es una
adaptación, una evolución y una sofisticación para comunicar y conseguir

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que las audiencias perciban la realidad y se comporten de unas determinadas
formas. No hay medio que no esté implicado de una manera u otra.

La desinformación, los bulos viajan mucho más rápido y mucho más


lejos y llegan a más personas que la rectificación. Por eso hay empresas
dedicadas a fabricarlos. El problema no radica en que la verdad sea lo
opuesto a la mentira, sino en que la opinión es elevada a la categoría de
verdad, y por eso es necesario el pensamiento científico.

A modo de conclusión

Vuelvo un poco al tema del inicio para terminar. ¿Esto es lo mismo


de siempre con otras cosas? Yo creo que no es lo mismo, porque la
velocidad y la escala de lo que sucede cambia la naturaleza de los
acontecimientos. La tecnología siempre ha modificado la estructura de la
comunicación interpersonal, colectiva. Siempre ha modificado el modo
de comunicarnos y, por tanto, ha modificado el modo de percibirnos y
el modo de transmitir lo que somos. Pensar que todo es igual es como
pensar que dos ruedas con diferente tecnología son lo mismo. Es el
mismo principio: algo que te sirve para desplazarte. Pero la tecnología
ha cambiado la naturaleza de la comunicación. No es lo mismo, y no lo
va a ser, y va a seguir cambiando.

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El algoritmo tóxico
Cómputo y estadística de la opinión pública

Moderado por Eva Díaz, periodista y escritora.


Joseba Elola, periodista de El País.
Anna María Iglesias, periodista cultural.
Javier Menéndez Llamazares, periodista de El Diario Montañés.
Pere Ortín, director editorial de Altaïr Magazine.
Charo Ramos, jefa de Cultura del Diario de Sevilla.

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«Yo reivindico esa disidencia de hacer perio-
dismo con criterio y con una brújula que sea
la nuestra, la del periodismo bien hecho, no lo
que diga el clic».

eva díaz

«Las redes son unas herramientas en las que el algo-


ritmo favorece las interacciones, y por tanto favorece
el debate, lo cual es fantástico, pero también favorece
la crispación. Y esa polarización obedece a un simple
objetivo de negocio que tiene poco que ver con ese
discurso feliz que nos vendían».

j o seb a elola

«Nosotros estamos en esos espacios-recintos creyendo ser li-


bres, pero en realidad hay un poseedor putativo que nos indica
cómo nos tenemos que mover, cómo tenemos que actuar, y
nosotros reaccionamos sobre la base de impulsos creyéndonos
más libres de lo que somos. […] En las redes sociales no somos
tan libres, reaccionamos a impulsos, ya no solo nos controlan
por datos sino que interactuamos según unas normas no escritas
que hemos asumido».

anna mar ía iglesias

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«Cómo debemos comportarnos, cómo no haríamos en
la vida real lo que hacemos en las redes, cómo ciertas
opiniones que no se expresarían cara a cara sí se dicen
al amparo de la red (incluso a veces hasta con firma). Ese
es un debate que tenemos pendiente, y de alguna manera
deberíamos buscar una fórmula para alfabetizarnos
digitalmente o formarnos integralmente como personas
para que nuestra vida digital vaya en paralelo con nuestro
comportamiento en la vida real».

javier menéndez llamazares

«Creo que no hay camino posible en la ortodoxia,


es la heterodoxia el único apellido que puede tener
un periodismo cultural. Si el código es la ley, pues
vayamos contra la ley, y ahí encontraremos un
camino, en la heterodoxia».
pere ortín

«TripAdvisor ha elaborado una lista, que lo posiciona como


prescriptor de contenidos, de los principales museos del mundo
y de Europa […]. Los lectores no saben que cada vez más se está
desplazando al prescriptor de contenidos serio y riguroso, como lo
son las secciones de cultura, en favor de una serie de estadísticas
que tienen unos intereses comerciales detrás».

charo ramos

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Fervor y pasión en la era cibernética
Emociones aflictivas y turbación digital

Moderado por Antón Castro, director del suplemento Artes y Letras,


del Heraldo de Aragón.
Guillermo Busutil, director de Mercurio.
Paula Corroto, periodista cultural.
David García, socio y corresponsable de contenidos de Yorokobu
y Brands & Roses.
Carolina Isasi, periodista cultural.
Margaryta Yakovenko, editora de actualidad de PlayGround.

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«Las redes sociales sirven también para ser un
lugar de compromiso, de denuncia, de una mirada
crítica a algunos desmanes».

a n t ó n ca s tro

«Creo que la verdad se ha ido convirtiendo en un no-


lugar […]. El conflicto en torno a si la verdad está en
el papel o en la red es otra falacia, porque a la hora
de escribir, de política o de cultura, en la red o en
el papel, todos hacemos una edición de la realidad,
nuestra edición de la realidad».

guillermo busutil

«La redes sociales han cambiado la forma en que el


periodismo se acerca a los sucesos […]. Sobre todo
Twitter ha cambiado la forma en la que hablamos,
juzgamos y tenemos una idea de lo que ocurre. Y con
respecto a los periodistas, yo voy aprendiendo; creo
que todos estamos en un momento de aprendizaje
en las redes».

p aula c o rro t o

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«Las redes sociales son un ecosistema que estamos construyendo
todos, y da la impresión de que olvidamos lo positivo que nos
trae. Que el mundo se ha reducido, que es posible conectarse
con gente muy lejana, y que medios muy pequeños, como el
mío, que empezamos de muy abajo, lo hemos tenido mucho
más fácil gracias a esas redes sociales».

davi d g a r c í a

«La red me acerca, me acerca a la gente, me acerca


a América Latina, con mi idioma, escribiendo en
español. Me amplía horizontes. Creo que vivimos
en un mundo cada vez más global y me disgustan
mucho los localismos. Tengo una visión global, y
si escribiendo en español, que es un idioma tan
rico, he llegado a Argentina, he llegado a México,
y puedo seguir llegando a más países, para mí
eso es la felicidad».

c a r o l i n a i sa si

«Lo que más me gusta de la comunicación en las redes


sociales es que es simétrica, no hay jerarquía entre receptor
y emisor […]. Que un [emisor] inspire más o menos
confianza ya depende del receptor. Y lo que menos me
gusta es el control de personas como Zuckerberg, que nos
cambia los algoritmos a los medios cuando le da la gana
y nos perjudica, porque tenemos que cambiar nuestra
estrategia en cuestión de días, que es algo que no pasaba
con el papel, por ejemplo».

margaryta yakovenko

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El software protector

juan luis cebrián 12

No voy a hacer una ponencia, voy a tratar de comentar algunos temas


más bien estructurales, puntuales o concretos de cómo están afectando
las redes a la configuración de la opinión pública y a los procesos
electorales.

Porque el linchamiento existe desde que se inventó la ley de Lynch; el


linchamiento en los medios analógicos ha sido muy frecuente también.
La diferencia es que antes era más fácil castigarlo y era menos global, o
tenía menos capacidad de acceso. Empezaré brevemente para explicar los
problemas que se pueden plantear recordar que Jefferson dijo siempre
que, como la democracia estaba basada en la opinión pública, entre
un Gobierno sin periódicos y periódicos sin Gobierno, prefería tener
periódicos sin Gobierno. Bien, ahora, si Jefferson levantara la cabeza,
vería que ya prácticamente no quedan periódicos y ya cada vez quedan
menos Gobiernos: Italia sigue sin Gobierno, España estuvo sin Gobierno
un montón de tiempo, Cataluña sigue sin Gobierno. ¿Por qué? Porque
en definitiva los periódicos, la prensa, el mundo de la información
pertenecen al sistema de la Revolución Industrial. Cada vez que los
periodistas protestamos porque decimos que no formamos parte del
sistema, eso es falso: somos parte del sistema. El periodismo forma parte
del sistema de la democracia representativa y ha ido configurando la
opinión pública durante dos siglos. Y precisamente ese ha sido su éxito
y también su castigo, porque ha sufrido invasiones de todos los poderes,
justamente porque forma parte del sistema. Pero el sistema mismo está en

  Juan Luis Cebrián es presidente de honor y fundador de El País.


12

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peligro; la democracia representativa como tal confronta a la democracia
asamblearia y a la llamada democracia participativa en este momento,
y está en peligro el sistema de configuración de opinión pública. Por
tanto, es ante esto ante lo que nos encontramos.

La aparición de la sociedad digital tiene enormes beneficios para la


ciudadanía, para el desarrollo económico, para el conocimiento (todo
el conocimiento del mundo está en la red; otra cosa es que uno tenga la
capacidad intelectual y las habilidades para acceder a él). Es un sistema
más participativo y más igualitario (hay ya más teléfonos inteligentes
en el mundo que personas) y, por lo tanto, es un beneficio formidable.
Lo que pasa es que, ni estamos acostumbrados a usarlo, ni sabemos
bien cómo usarlo (nadie lo sabe), entre otras cosas porque el sistema
digital no se ha construido piramidalmente; se ha construido por la
experiencia de los usuarios. Ni Zuckerberg cuando inventó Facebook
pensó que Facebook iba a ser lo que es (era un sistema de intercambio
de apuntes y para ligar un poco con las compañeras de la universidad),
ni Jack Dorsey cuando inventó Twitter pensó que Twitter iba a ser lo
que es (él me ha explicado personalmente que inventó Twitter porque le
gustaba mucho hacer mapas, y que en los mapas, aparte de las casas y de
los coches, tenían que estar las personas, entonces había que preguntar
a las personas dónde estaban para ponerlas en el mapa, y por supuesto
no imaginaba que la revolución de la Primavera Árabe se iba a hacer a
base de Twitter), ni Serguei Brin pensó que cuando estaba montando
Google, se iba a convertir Google en una especie de Gran Hermano
universal, porque lo que quería hacer era un buscador más eficiente,
cuando ya había decenas, sino cientos, de buscadores (los más analógicos
los hemos usado entonces: Altavista, Excite, etc.) y parecía que nadie
quería un buscador nuevo porque no era necesario. Por lo tanto, el
sistema digital se ha construido por la intervención de los usuarios y,
progresivamente, de los nativos digitales. Los nativos digitales ya no son
millenials; tienen treinta y cinco y algunos cuarenta años. Yo publiqué
La Red hace prácticamente veintiún años, y era un libro sobre las redes
y sobre la influencia de internet que escribí yo, pero que fue un trabajo
de expertos del Club de Roma sobre la incidencia de la sociedad digital
en lo que venía. Gran parte ya previeron los expertos que iba a suceder,
pero no nos lo creíamos.

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Entonces ahora estamos en una situación en la que los procesos electorales,
la opinión pública general, la fama y el prestigio de las personas están en
manos de no se sabe quién, circulando en fracciones de segundo por la red, y
generando opinión pública que afecta a los procesos electorales, pero también
a los juicios, a los tribunales. Realmente la tarea de los tribunales en cualquier
caso es cada vez más difícil, porque tener un juicio justo, equilibrado, público,
donde las pruebas sean lo fundamental y el juicio de los jurados o de los jueces,
después del aluvión de pasiones que se vuelcan en las redes (imitado a su vez
por el aluvión de pasiones que se vuelcan en los periódicos tradicionales, en
las televisiones y radios, porque han sido contagiadas por el movimiento
pasional que las redes han creado), pues, es muy difícil.

Por lo tanto, esto está afectando enormemente a la convivencia social y


al comportamiento individual de las personas. El problema fundamental
que tenemos hoy, del que no nos habían avisado, no son las redes sociales,
no son los confidenciales ni los experimentos que se puedan hacer en la
red: son los datos. Antes la riqueza era capital + trabajo; así se construía.
Hay otra riqueza: los datos, nuestros datos, los datos de cada uno de
nosotros. Que son nuestros, y que gratuitamente los hemos depositado,
o los han depositado, en Facebook, en Google, en Twitter, pero también
en la Telefónica de España, en Deutsche Telekom. Las compañías de
teléfonos no son compañías de telecomunicaciones, ahora son compañías
de datos. Telefónica de España sabe hoy sobre nosotros más que nosotros
mismos: sabe adónde vamos, los libros que leemos, con quién estamos,
tiene acceso a nuestras cuentas corrientes, a nuestros movimientos de
capital. En Facebook están 2.000 millones de ciudadanos depositando
las fotos suyas, de sus hijos, de sus amantes, de sus ex, vengándose de sus
ex cuando…, etc. Han dado los datos voluntariamente, no se pueden
quejar de que nadie los haya robado. Y esos datos (que son privados y que
están protegidos por leyes analógicas que prácticamente son incapaces de
controlar) están siendo utilizados por agencias publicitarias y por campañas
electorales. Los independentistas catalanes han estado asesorados por la
misma compañía, con los mismos sistemas tecnológicos, que asesoró a
Obama en la primera campaña presidencial, facilitándole el triunfo.

Porque hay un principio de neutralidad de las redes donde parece que


todas las ideologías tienen derecho a existir y todas las ideologías son

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neutras. Y la red es un proyecto democrático y, a la vez, es el mayor sistema
de captación de yihadistas. La extrema derecha, los nazis y los fascistas
la utilizan como nadie, los rusos la usan para las elecciones francesas o
catalanas o americanas. Pero no solo la utilizan los rusos: por lo menos
hay cinco países que tienen capacidad efectiva para invadir el espacio de
la convivencia social o de la intimidad individual sin que nadie se entere.
Recordemos que Estonia fue paralizada por Rusia durante prácticamente un
año, por eso Estonia se ha convertido ahora en un país digital. Pero se han
hecho experimentos ya, sobre la marcha, de si se puede colapsar el tráfico
de la Ciudad de México o gestionar la distribución del agua en grandes
ciudades desde lugares remotos que están a siete, ocho mil kilómetros de
distancia. Y hay por lo menos cinco países, que son Estados Unidos, China,
Rusia, Israel e Irán, que tienen una capacidad de intervención efectiva en
el sistema de las redes para realizar ataques cibernéticos contundente, o
para realizar infiltraciones cibernéticas contundentes. Esta acusación a
Rusia de que está generando (que lo está) un sistema de guerra cibernética
poderosísimo es cierta; pero no son los únicos que lo están generando, no
son los únicos que invaden la intimidad, y no son los únicos que están
generando perfiles de potencialidad peligrosa mediante algoritmos. Si
hay un algoritmo que define que por encima de un 70 % de este perfil
esa persona puede ser un yihadista o puede ser un ladrón de coches o
puede ser un catedrático de universidad, el propio algoritmo lo clasifica,
y entonces quienes están buscando este tipo de gentes, pues ya envían
automáticamente los productos que quieren vender. Si ya saben que tienes
setenta años, te gusta el golf y vives en no sé dónde, ya el algoritmo se
encarga de enviarte una notita diciendo que puedes comprar los mejores
palos en tal sitio. Es el algoritmo. Pero si piensa que tienes el perfil de un
yihadista en potencia, se lo envía a la policía. Y muchas veces funciona,
y gracias a eso la lucha contra el terrorismo funciona. Pero a veces hay
algunos que ese 30 % que el algoritmo no reconoce es suficientemente
fuerte como para evitar que sea un ladrón de coches en potencia o un
yihadista, y está completamente desasistido.

Por lo tanto, el gran problema no es el linchamiento en las redes: es la protección


de nuestros datos y la utilización de nuestros datos, que son nuestros, que son
una riqueza monetizable en este momento para muchísima gente, y que están
siendo utilizados de manera descarnada por muy pocos actores.

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Para entender lo que pasa: el 50 % del tráfico de todas las redes de la
compañía Telefónica, en España y fuera de ella, lo generan robots. Es decir,
por lo tanto, el 50 % de las consecuencias de ese tráfico en la formación
de la opinión pública, en las actividades publicitarias, o como lo queramos
definir, no es tráfico humano como tal, es tráfico de robots. Pero estamos
en el principio, porque todavía la inteligencia artificial no se ha desarrollado
suficientemente y los robots todavía piensan poco, por así decirlo, todavía
se relacionan poco entre ellos. Pero, dentro de dos, tres o cuatro años,
los robots van a pensar, en opinión de algunos, tanto como cualquier
persona. No es ciencia ficción. Y se van a relacionar entre ellos, y van a
tener creatividad, y, por lo tanto, van a intervenir en las redes, no solo
con respecto a la programación de sus algoritmos, sino probablemente
generando ellos mismos nuevos algoritmos que la mente humana no
había desarrollado. Y esto en un proceso que, además, es global. Pero
para un mundo global necesitaremos reglas globales, sistemas globales y
comprensión global. Nada de eso existe.

¿Cómo hacemos que las noticias falsas, las fake news, dejen de existir
o dejen de influir? Este es el otro gran debate en el que estamos.
Google y Facebook dicen que ellos van a poner unas notas para que
el algoritmo prefiera las mejores noticias y las ponga en primer plano.
Claro, salvo que alguien compre palabras que hagan que salga primero,
independientemente de la calidad de la noticia o de la publicación.
Entonces, ¿serán Google y Facebook quienes decidan qué noticias son
buenas y qué noticias son malas? Porque las noticias buenas y malas
no son de ahora: invadimos Irak y todavía estamos esperando que el
presidente Aznar diga que se equivocó cuando juró por sus muertos
que había armas de destrucción masiva en Irak. Y el señor Colin Powell
demostró ante el Consejo de Seguridad de la onu, con fotos y vídeos que
Irak estaba construyendo armas nucleares, y era una fake new fabulosa
que generó la invasión de un país y miles de muertos, y todo el lío que
tenemos en este momento en el Oriente Medio.

Pero no solo Google y Facebook; los Gobiernos también. En este momento


en el Parlamento español se va a discutir cómo defendernos de las fake
news. ¿Dónde se va a discutir, en la Comisión Constitucional, que tiene
que garantizar el derecho a la información, o en una comisión especial para

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estudiar los derechos humanos o los derechos civiles? No; se va a discutir
en la Comisión de Defensa. Es decir, que la Comisión de Defensa del
Parlamento español está interesada en definir cuáles son buenas y malas
noticias. ¿Buenas y malas para quién? ¿Y es la Comisión de Defensa la
que tiene que discutir esto?

Hace tres días la Comisión Europea ha elaborado un informe


extraordinariamente hecho, descriptivo de lo que sucede. Lo que sucede
es que, efectivamente, la publicidad funciona a base de clics, las elecciones
funcionan a base de clics, los perfiles se hacen con arreglo a los datos
privados de la gente, la democracia representativa está amenazada y, por
lo tanto, todo el sistema político y económico en el que toda la Europa
comunitaria se ha desarrollado durante los últimos setenta u ochenta
años, y hay que defenderse de ello. Y la conclusión es que no saben qué
es lo que hay que hacer. Primero, aseguran que no quieren censurar. En la
tradición de la prensa, los primeros enemigos de la libertad de información
son los Gobiernos, todos los Gobiernos, da igual que sean de derechas o
de izquierdas. Porque no son los Gobiernos, son los poderes, también los
poderes económicos, también la influencia de los principales anunciantes,
también los poderes sindicales, y también las creencias personales de
los periodistas. Y siempre hemos dicho que hay que dejar el revólver en
la entrada, como en los salones del Oeste cada vez que entras en una
relación. Y hasta el momento, parece que los periodistas que generan
sistemas profesionales estándar de comprobación de fuentes de datos, de
atender a las diversas fuentes, confrontar las diferentes versiones, etc., son
y tienen que seguir siendo los que garanticen las noticias auténticas y no
las noticias falsas. Por otro lado, no hay una verdad oficial; hay diferentes
versiones de la verdad, y por eso hay periódicos, televisiones o radios de
una tendencia, y periódicos, televisiones o radios de otra, porque nadie es
propietario de la verdad, pero, menos que nadie, los poderes públicos.

Y sin embargo vemos que hay muy poca actividad por parte de la sociedad
civil en torno a la defensa de la profesionalización del periodismo. Hay
muchísima corrupción en el periodismo, en el analógico y en el digital,
debido a la debilidad creciente de los sistemas informativos desde el
punto de vista económico. Para entender lo que pasa: el 70 % de los
ingresos publicitarios de la prensa española y el 70 % de los ingresos por

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circulación de la prensa española se han perdido en los últimos ocho
años. Y, por lo tanto, se ha despedido a 12.000 o 14.000 periodistas,
han cerrado 15.000 kioscos de prensa en el país, ha bajado la capacidad
adquisitiva de los salarios, el «aprecio reputacional», como ahora se dice,
de los periodistas y de la profesión ha descendido también.

Pero estamos en un entorno que para nada es apocalíptico; estamos en un


entorno confuso. Con enormes posibilidades de crecimiento: han bajado
las barreras de entrada para hacer un periódico; un periódico lo puede hacer
cualquiera en su casa. Y lo hizo Arianna Huffington; hizo un periódico
digital en Estados Unidos que superó la influencia del The New York Times en
menos de cinco años. Empezó ella en su casa, y además le puso al periódico
su nombre. Es decir, que hay oportunidades reales de crecimiento. Y
tienen más oportunidades los que son nativos digitales porque los medios
de comunicación tradicionales se construyeron como grandes imperios
verticales; llegaban los periódicos a comprarse bosques para producir papel,
se compraban bosques en la Amazonía, financiaban las expediciones al África
central o a las selvas latinoamericanas y se encontraban los exploradores gracias
a la financiación de los periódicos. La ciudad de Nueva York se construyó
gracias a los edificios emblemáticos de los periódicos de Nueva York (hay un
libro muy interesante sobre eso), y por eso Times Square es Times Square,
porque está donde estaba The New York Times (que ya no está allí). Eso ha
desaparecido para dar paso a otro tipo de imperios que evolucionan cada
vez más por sí mismos, que no son verticales, que funcionan mediante un
sistema comunitario, lo que ahora se llama la «uberización» (una palabra
que queremos meter en el Diccionario de la Real Academia).

Otros dicen, «los medios públicos». Bueno, medio público es tv3 o


Televisión Española. ¿Queremos fake news? Pues escuchemos tv3, que
está financiada con los impuestos de todos los españoles. O escuchemos
Televisión Española: ahí hay fake news todos los días. ¿Culpa de los
periodistas? No, culpa de los rectores de esos medios públicos. O sea
que las fake news tampoco son una característica de las redes.

No quiero extenderme, solo quiero definir cuál es el panorama en el que


estamos, que es un panorama crecientemente confuso, que genera muchas
preguntas para las que no tenemos respuesta, nadie. Ni los políticos, ni

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los sociólogos ni los periodistas, españoles o norteamericanos. Porque la
evolución de la tecnología es tan imparable que cada vez que se quiere
legislar sobre algo los tecnólogos dicen: «y usted por qué legisla esto,
que ya está obsoleto desde hace cinco años y que nadie usa». Durante
ocho años la Comisión Europea discutió sobre la norma d2-mac en la
televisión de alta definición, con grandes debates y grandes llamadas de
los tecnólogos y de los políticos. Nunca la norma d2-mac en ningún
país del mundo se ha utilizado en la televisión de alta definición. Y
también podría poner el ejemplo de la guerra de Sogecable, cuando el
Parlamento discutía sobre descodificadores, que nadie sabía nada sobre
ellos, y enviaban a la policía para que no se vendieran los descodificadores
de Canal Plus en El Corte Inglés. Y ya no hay descodificadores de ningún
tipo. Pero, ojo, aquello generó una de las batallas políticas más serias que
contempló este país a finales del siglo pasado.

Como decía, tengo aquí el informe de la Comisión Europea, que tiene


una conclusión que voy a leer. Es una buena descripción, y dice lo que
hay que hacer: hay que alfabetizar en los medios digitales a la gente (hay
que ser buenos, en definitiva). Y la conclusión dice:

«Un ecosistema de información que funcione bien y sea gratuito y


pluralista, basado en unas estrictas normas profesionales, es esencial
para un debate democrático saludable. La Comisión está pendiente de las
amenazas que la desinformación supone para nuestras sociedades abiertas
y democráticas. Esta comunicación presenta un enfoque integral cuyo
objetivo es responder a estas graves amenazas fomentado ecosistemas
digitales basados en la transparencia, favoreciendo la información de
gran calidad, empoderando a los ciudadanos contra la desinformación y
protegiendo nuestras democracias y procesos de formulación de políticas.
Hacemos un llamamiento a todos los agentes pertinentes a intensificar
de forma significativa todos sus esfuerzos para abordar este problema
de una manera adecuada. Las acciones citadas anteriormente, si se
aplican de manera eficaz, contribuirán sustancialmente a contrarrestar
la desinformación en línea».

Mientras esto hace la Comisión; las mafias rusas, de acuerdo con Putin,
están desarrollando nuevos algoritmos para intervenir en los procesos

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electorales; la cia está contratando todos los hackers que puede; hay
decenas (por no decir centenares) de miles de hackers contratados por el
Gobierno chino; los israelíes están elaborando sistemas de inteligencia
artificial y de robotización extraordinariamente avanzados; hay científicos
en las universidades del oeste de Estados Unidos trabajando en la
inmortalidad mediante la clonación de seres humanos y la descarga
de los sistemas de memoria y de conocimiento del cerebro humano
en ordenadores que tienen inteligencia artificial. Y no sabemos cómo
solucionar que nos linchen en las redes democráticas. Como yo he sido
un objeto de linchamiento y lo sigo siendo, es un tema que me interesa,
aunque solo sea por evitar morir ahorcado por las turbas. Pero se puede
evitar, lo digo por propia experiencia.

Creo que debates como este son necesarios, y sobre todo es necesario
escuchar a los agentes de las redes sociales, a vosotros mismos. A los que
todas las mañanas abren el ordenador y el ordenador les dice «Hola».
Desde hace 20 años sucede esto ya; el ordenador nos dice «hola, te veo más
triste o más contento», o lo que sea. Y en estos cacharritos que tenemos
todos aquí en el bolsillo hay más conocimiento e inteligencia que la que
ha desarrollado el mundo en los pasados 4.000 años. Y eso va a seguir
multiplicándose, no sé si exponencialmente, pero sí de manera muy rápida
convirtiendo en fracaso la propuesta que hizo a finales de los años 50 el
presidente de IBM, que dijo que había llegado a la conclusión de que en el
mundo había sitio para tres o cuatro grandes ordenadores-computadoras
(eran aquellos que funcionaban mediante tarjetas). Cualquiera de esos
ordenadores tenía menos inteligencia y capacidad de computación que
un teléfono no inteligente, que un teléfono móvil de los antiguos.

¿Cómo gobernamos esto? No lo vamos a gobernar mediante leyes, porque


lo que los políticos, los juristas, los legisladores y los empresarios tienen que
entender es que la norma en el mundo analógico es la ley, pero la norma
en el mundo digital es el software. Y si no somos capaces de desarrollar
software que defienda la protección de datos de los individuos, los derechos
humanos, los sistemas democráticos que hemos inventado, ya podemos ir
haciendo reuniones de expertos que seguiremos invadidos por la capacidad
del software que los buenos o los malos están inventando.

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El congreso en la prensa
Crónicas y artículos

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E n este capítulo se reproducen los artículos y las crónicas que la prensa
ha dedicado a las sesiones del 4.º Congreso de Periodismo Cultural.
En las páginas de La Vanguardia, Sergio Vila-Sanjuán publica un amplio
y detallado informe sobre los orígenes del congreso y los episodios más
notables de su reciente historia. Xavi Ayén, en el mismo periódico; Jesús
Ruiz Mantilla, en El País; Sergi Doria, en ABC; Álex Sàlmon, en El
Mundo; Antón Castro, en el Heraldo de Aragón; Guillermo Busutil, en
La Opinión de Málaga; Aser Falagán, Álvaro G. Polavieja, Marcos Díez
y Rosa M. Ruiz, en El Diario Montañés; Óscar López, en El Periódico;
Teresa M. Peces, en el digital WMagazín; Karina Sainz, en Vozpópuli, y
Angélica Tanarro, en El Norte de Castilla, realizan una amplia y detallada
cobertura de las sesiones del congreso y comentan las ideas, opiniones,
sentencias y discusiones mantenidas en Santander durante los días que
duró el encuentro.

La controversia alimentó la vocación polémica de un congreso sostenido


por la complicidad intelectual de los periodistas culturales.

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Periodismo cultural: diez años de encuentros
sergio vila-sanjuán

La Vanguardia
El reciente congreso de Santander sobre linchamiento digital ha
culminado un ciclo de reflexiones profesionales, desarrolladas antes en
Zaragoza, Pendueles (Asturias) y Sevilla.
Cuando, el pasado 27 de abril, Basilio Baltasar clausuraba en Santander
el 4.º Congreso de Periodismo Cultural, dedicado al «linchamiento
digital», la opinión de los congregados era bastante unánime: ha sido el
mejor de los celebrados hasta ahora.
Las ponencias de expertos como el politólogo Miguel Arias Maldonado,
los periodistas Lluís Bassets y Marta Peirano o el sociólogo Miguel del
Fresno, junto con la sucesión de mesas redondas, nos proporcionaron
a los allí convocados un panorama general y una guía de mano para no
perdernos en los vericuetos, abismos, espejismos y trampas, también
entre los tesoros, del nuevo mundo digital en el que la profesión y la
ciudadanía viven ya inmersas.
Con el congreso también culminaba un ciclo para los periodistas
culturales españoles. Se había abierto diez años antes, en Zaragoza.

Una cita aragonesa


El 27 y 28 de marzo del 2008 se celebraban en el Edificio Pignatelli
unas Jornadas de Fomento de la Lectura y Medios de Comunicación
organizadas por el Ministerio de Cultura y patrocinadas por el Gobierno

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de Aragón. El programa quería discutir cómo estaban impulsando la
práctica lectora las revistas culturales, la prensa, la radio, la televisión y
el formato internet ya en auge.
Una de las cuestiones que surgió fue el crecimiento que el periodismo
cultural había experimentado en España tras la muerte de Franco. Antes
de 1975 las secciones de cultura eran prácticamente inexistentes en los
diarios. El periodismo cultural especializado no existía. Treinta años más
tarde, raro era el rotativo que no contaba con una sección de cultura
potente y que no había creado sus suplementos de libros y de arte, al
tiempo que el espacio destinado a este tipo de información no paraba
de aumentar en otros ámbitos mediáticos.
Por otra parte, constatábamos que, en el terreno de la lectura, el papel
prescriptor tradicional que en épocas anteriores desempeñaron los
críticos literarios había ido pasando, crecientemente, a los periodistas
culturales, personajes con otro perfil, otra formación y otras estrategias.
Sin embargo, tanto en el plano profesional como en el propio terreno
de la cultura, los implicados no habíamos desarrollado un discurso
consistente sobre nuestro propio trabajo ni habíamos creado unas redes
de relación acordes con este peso.

El programa de Zaragoza

En ese encuentro zaragozano coincidimos, y en algunos casos nos


conocimos, periodistas que a lo largo de los años repetiríamos contacto de
forma habitual y colaboraríamos en preparar algunos de los que vendrían
más tarde: especialmente Antón Castro, jefe del suplemento del Heraldo de
Aragón y por aquel entonces también del programa televisivo Borradores;
el malagueño Guillermo Busutil, director de la revista Mercurio; Manuel
Pedraz, de rne en Sevilla, impulsor del programa Historias de Papel, y Basilio
Baltasar, al frente de la pionera revista digital de literatura El Boomerang. Yo
asistía como responsable del suplemento Cultura/s de La Vanguardia.
También participaban Ignacio Elguero, codirector en Madrid de La
estación azul, de rne; Óscar López, que dirigía desde Barcelona el
programa de tve Página 2; Javier Rioyo, al frente de Estravagario, en

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La 2; Jesús Vigorra, director de El Público en la televisión de Andalucía,
o Jorge de Cominges, responsable de Qué Leer.
De la reflexión sobre la necesidad de un mayor reconocimiento de la
disciplina surgió la primera propuesta. Una conversación en el ave de
Barcelona a Zaragoza con Rogelio Blanco, entonces director general del
Libro del Gobierno de Rodríguez Zapatero, y la buena influencia de
Alfonso García, coordinador del suplemento Filandón del Diario de León,
hicieron posible que el Ministerio de Cultura convocara por primera
vez el Premio Nacional de Periodismo Cultural. César Antonio Molina,
ministro entonces, dio enseguida su visto bueno.
Pocos meses más tarde tenía lugar la primera convocatoria, que recayó
(2009) en el periodista de El País Jacinto Antón. En años posteriores lo
obtendrían Fabricio Caivano, de Cuadernos de Pedagogía; Ana Borderas,
de rne; Juan Cruz, de El País; Antón Castro; Diego Manrique, de El
País; Ana Mendoza, de la Agencia efe; Jaume Figueras, de tv3 y, el más
reciente, Blanca Berasategui, directora de El Cultural de El Mundo.

Junto a la playa asturiana


Lo cierto es que los factótums del Ministerio, y especialmente Rogelio
Blanco —hombre próximo al entonces presidente del Gobierno—, se
habían tomado en serio el reto planteado, y durante el mismo 2009,
además de convocar el premio, decidieron dedicar al periodismo
cultural un Encuentro en Verines. Estas convocatorias, celebradas en
una casa histórica de Pendueles, cercana a la playa asturiana de La Franca
—espectacular enclave en cuyas aguas nos mojábamos los pies a primera
hora de la mañana—, habían acogido anualmente desde los 80, bajo
la tutela de Víctor García de la Concha, a autores y profesores de las
distintas autonomías españolas para discutir cuestiones literarias de
amplio espectro, desde las más generalistas a las más especializadas.

Verines 2009
García de la Concha había dejado ya la dirección en manos del profesor
y escritor Luis García Jambrina, quien moderó nuestros temas, que han

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sido los que han marcado el último decenio: la difícil (o fácil) convivencia
entre el formato papel y el formato digital; el paso sin retorno a la red
con nuevas fórmulas informativas o la cautela frente al nuevo medio y la
perseverancia actualizada en fórmulas clásicas. También la pugna entre
apocalípticos e integrados, o entre los periodistas elitistas y los populares,
en la información literaria.
En Verines se comunicó el nacimiento de la Asociación de Periodistas
Culturales de Andalucía «José María Bernáldez» (en homenaje a la
memoria de un querido y recién fallecido colega). Y, junto con veteranos
de la anterior convocatoria, se dieron cita en la casona asturiana Antonio
Iturbe, de Qué Leer; David Castillo, del Avui; Jesús García Calero, de
ABC; Peio H. Riaño, de Público; Aurelio Loureiro, de Leer; Tino Pertierra,
de La Nueva España; Winston Manrique, de El País; Miguel Barrero;
Nieves Fontova, de El Correo; Teresa Peces, de Delibros, etc.

En la Feria de Sevilla
La siguiente cita tuvo lugar en Sevilla en el año 2011. La organizó la joven
asociación andaluza, que presidía Manuel Pedraz, con la colaboración
de la catalana, que había surgido poco después y que dirigía Toni
Iturbe. Dos sesiones sobre los nuevos caminos de la profesión, en un
momento en que la crisis económica ya había enseñado los dientes.
Se celebró dentro de la Feria del Libro, con patrocinio del Ministerio
de Cultura, la Consejería de Cultura de la Junta y la Fundación José
Manuel Lara.
Se abordaron allí las innovadoras experiencias en la blogosfera, la
(entonces proyectada) transformación de tve2 en canal cultural,
o el boom de libros de periodismo. Maruja Torres fue la invitada
estrella. Nuevos participantes se incorporaron a la red de colegas en
construcción: Sergi Doria, de ABC (a partir de entonces, otro puntal
de nuestras convocatorias); Llàtzer Moix, de La Vanguardia; Alejandro
Luque, de El Correo de Andalucía; Guillermo Altares, de El País; Eva
Díaz Pérez, entonces en El Mundo; Carlos del Amor, de tve; Pilar
Vera, del Diario de Cádiz; Montse Mompó, del programa Continuará;
Amalia Bulnes…

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Encuentro en Sevilla
Como apuntó en su blog Félix Modroño, «estas reuniones, además de
servir de terapia colectiva contra las vicisitudes por las que atraviesan los
profesionales y el arrinconamiento a que se han visto sometidas sus secciones
en los últimos años en los respectivos medios, han dejado charlas y mesas
redondas en las que se ha reivindicado el papel fundamental del periodismo
cultural en la sociedad actual». Efectivamente había llegado la crisis. Y tras
una época, como hemos apuntado, de fulgurante ascenso, el periodismo
cultural estaba perdiendo peso y espacio en los medios, que entraban en
una fase de austeridad y recortes, cuando no de clara precarización.

Santander, giro decisivo

Un giro decisivo en el desarrollo de los encuentros se produce con la


aparición y consolidación de Santander como espacio de acogida.
El mallorquín Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana, vinculada
al grupo Prisa. Baltasar, que además de como periodista y novelista tiene
experiencia en el mundo editorial, es hombre capaz de desarrollar y dar
coherencia a proyectos complejos y ambiciosos desplegando para ello
gran suavidad de formas. «Suaviter in modo, fortiter in re». Se trata del
personaje fundamental en la segunda fase de esta historia.

Seminario en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo


de S antander 2012

A principios de esta década la Fundación Santillana convocó, en la


Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (uimp) de Santander,
dos seminarios sucesivos sobre la relación entre periodismo y narrativa.
Se trataba de una cuestión muy en auge por el éxito de cronistas
latinoamericanos allí presentes como Leila Guerriero, Juan Villoro,
Leonardo Faccio o Silvia Paternostro. En el seminario del 2011, en el
que participé junto con Lluís Bassets, Roberto Herrscher y José María
Calleja, se discutió la relación entre periodismo narrativo y periodismo
cultural. Dos disciplinas próximas pero con objetivos diferentes. En las

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habituales conversaciones peripatéticas por la península de la Magdalena
y el Sardinero, dimos vueltas con Basilio a la posibilidad de consagrar
allí, en la misma uimp, un seminario monográfico anual al periodismo
cultural que recogiera el testigo de las reuniones de Zaragoza, Verines
y Sevilla (que había tenido lugar unos pocos meses antes), dando
regularidad a la reflexión.
Y así se hizo. En julio del 2012, la Fundación Santillana convocaba en la
uimp de Santander, con la colaboración del tec de Monterrey, el Primer
Seminario de Periodismo Cultural. El tema: «Periodismo cultural en los
nuevos medios: periódicos digitales, blogs y redes sociales». Junto con
rostros conocidos de reuniones anteriores acudieron Jesús Ceberio y Juan
Cruz, de El País; Ana Borderas, de rne; Montserrat Domínguez, del
Huffington Post; Antonio Lucas, de El Mundo; Ignacio Vidal Folch, de
Nostromo; Guillermo Balbona, de El Diario Montañés; Joana Bonet,
de Marie Claire; Laura Revuelta, de ABC; Jesús Ruiz Mantilla, de El País,
quien, por su vinculación cántabra, sus crónicas y su implicación operativa,
sería otro personaje importante en este proceso.
El entorno había cambiado. Del Gobierno proclive a la cultura de José
Luis Rodríguez Zapatero —con todos los matices y pegas que se quiera—
se había pasado a un Gobierno del Partido Popular que, de entrada,
eliminó el ministerio del ramo, fundiéndolo con Educación y Deportes
y después había tomado una serie de medidas económicas que muchos
considerábamos perjudicial para el sector. Por eso, y excepcionalmente,
un grupo de los presentes en ese encuentro de 2012 —no todos—
firmamos y publicitamos el siguiente manifiesto:
«Los periodistas culturales reunidos en el Seminario de Periodismo Cultural
celebrado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo manifestamos
nuestro rechazo hacia la decisión del Gobierno de gravar la asistencia a
teatros, conciertos de música y salas de cine con el 21 % de iva. Lo grave
de la decisión es que no se trata de una subida del impuesto, sino de
un cambio de categoría, ya que estas manifestaciones artísticas pasan de
soportar el iva intermedio a ser penalizadas con el iva máximo del 21 %.
Queremos dejar constancia de que la cultura no es un privilegio, sino
que forma parte indispensable del desarrollo intelectual y afectivo de las
personas. Nos negamos a aceptar que se nos diga que pensar es un lujo».

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De seminario a congreso

En los años siguientes, Basilio Baltasar y su equipo, encabezado por la


incansable Giselle Etcheverry Walker, continuaron trabajando con el formato
seminario para la uimp. El de 2013 respondía al título «Nuevos medios,
nuevas pantallas, nuevos lectores», e incorporaba por primera vez a Alfonso
Armada, Fernando Rodríguez Lafuente (ABC) y Paul Ingendaay (Frankfurter
Allgemeine). ¿Cómo cambia la lectura en las pantallas móviles?, ¿cómo escribir
para los nuevos lectores?, eran algunas de las preguntas sugeridas.

En 2014 el seminario se consagró a «Los suplementos literarios y su


versión digital». Pregunta: la capacidad de influencia que los suplementos
en papel han ejercido durante mucho tiempo, ¿se mantendrá en la era
de las pantallas? Tuvo como voces nuevas a Blanca Berasategui; Angélica
Tanarro (El Norte de Castilla); Berna González Harbour (El País) y
Ramón González Férriz (Letras Libres).

En 2015 se da el gran paso. De seminario pasamos al 1.er Congreso de


Periodismo Cultural. Convocantes: la Fundación Santillana, la uimp y la
Fundación Botín, con apoyo del Ayuntamiento y la Fundación Santander
Creativa. Cerca de cincuenta asistentes/participantes. En el discurso
inaugural Basilio pide para España una «excepción cultural» en la fiscalidad
de las industrias del sector al estilo de la que aplica el Gobierno francés.

Una primera pregunta: la botella ¿está medio llena o medio vacía? Es


decir, la profesión, ¿va relativamente bien o está tirando a fatal? Entran
en escena Pepe Ribas (Ajoblanco); Borja Casani (El Estado Mental); Xavi
Ayén (La Vanguardia); Toni Puntí (tv3); Xesús Fraga (La Voz de Galicia);
Valerie Miles (Granta), Martín Caparrós…

Se discute si es lícito que un crítico literario sea amigo del autor criticado,
y si se leen «los libros enteros»; si el periodista cultural debe ser, además
de informador, un contador de historias; si las secciones de cultura viven
atrapadas por el marketing, y si hoy hay que centrarse en publicar lo que
otros no quieren que publiques, porque de otro modo trabajas en relaciones
públicas… Mi pequeña aportación, aparte del parlamento, consiste en llevar a
Santander los primeros ejemplares del libro Una crónica del periodismo cultural,
en el que intento desarrollar una breve síntesis histórica de la disciplina.

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Carteles del congreso

Puesto que el congreso del 2015 resulta catárquico, autorreferente, y


de sus sesiones los participantes salimos llorados, el segundo congreso,
de 2016, se abrirá al mundo exterior. Abordamos «La nueva ingeniería
cultural». Periodistas presentan a creadores de nueva generación en el
campo del teatro, la música, el diseño, la plástica… Concha Barrigós, de la
Agencia efe, introduce al consultor de Tekne, Pepe Zapata. Jordi Nopca,
del diario Ara, hace los honores al artista y diseñador de interacción Daniel
González Franco. Esperanza Rabat, de La maleta de Portbou, introduce al
fundador de Antimuseo, Tomás Ruiz Rivas. Carmen Lobo, de La Razón,
y César Coca, de El Correo, participan en distintos meses.
En las ponencias centrales contamos con el arquitecto Carlos García
Delgado (sobre el método cibernético memoria/conciencia, nada menos),
el filósofo Josep Ramoneda («copiar o inventar») y el exministro de
Exteriores Miguel Ángel Moratinos (hablando sobre la cúpula de Miquel
Barceló en la sede suiza de la onu).
Tanto el primer como el segundo año los congresos cuentan con la presencia
entusiasta del alcalde santanderino Íñigo de la Serna, aunque ya no acudirá
al tercero al ser nombrado ministro de Fomento. Y las convocatorias son
difundidas por unos comentados carteles de impronta surrealista.
2017 es el año de «El arte de la diplomacia y la diplomacia del arte».
«Mientras los espacios políticos, jurídicos y comerciales gestionan sus
propias reglas de colaboración, el mundo de la cultura establece los
vínculos dinámicos de una diplomacia transversal en nombre de los
grandes valores intelectuales y estéticos», reza el programa. Hay ponencias
del director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet, del embajador
de Italia, Roberto Toscano, de la responsable de la Secretaría General
Iberoamericana, Rebeca Grynspan, y del ensayista Jordi Amat, autor de
un libro sobre la «guerra fría cultural» en España. Asistimos a discusiones
con el alcalde de Málaga, propulsor de su nuevo eje museístico, y con el
diplomático Ion de la Riva, que ideó la Casa Asia.
Nuevos colegas en la cita santanderina: Pilar Argudo (Radio Barcelona);
Ignacio Peyró (Nueva Revista); David Felipe Arranz (El Marcapáginas);

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Daniel Gascón (Letras Libres); Fèlix Riera (Hänsel i Gretel); Vivian Murcia
(El Porta(l)Voz); Luis Martínez (El Mundo); Charo Ramos (Diario de
Sevilla); Silvia Viñas (Radio Ambulante); María Jesús Espinosa de los
Monteros (Podium Postcast), Patrícia Soley-Beltran…

Debate en el auditorio del Centro Botín Santander, en 2018

Y llegamos al 2018 con el que abríamos esta (ya larga) crónica. Otra
oportunidad para el reencuentro, para la afirmación de lazos amistosos,
para la diplomacia blanda. Para el autoanálisis crítico matizado por la
ironía, los buenos modales (imprescindibles en la República de las Letras,
como nos ha recordado Marc Fumaroli) y el paisaje de la bahía, que
contemplamos embobados en el auditorio a la espalda de los ponentes.
Se nos suman entre otros Álex Sàlmon (El Mundo); Ángel Luis Fernández
(Jot Down); Inés Martín Rodrigo (ABC); Leandro Pérez (Zenda); Paula
Quinteros (The Objective); Íñigo Picabea (rne), Joseba Elola (El País);
Karina Sainz (Vozpópuli); Fátima Uribarri (XL Semanal); Anna María
Iglesia; Pere Ortín (Altaïr Magazine); Carolina Isasi; Margaryta Yakovenko
(PlayGround), Mar Abad (Yorokobu)…
Culminación de una larga trayectoria: diez años de encuentros y de progresiva
toma de conciencia sobre el periodismo cultural, con la participación de
un centenar de profesionales de distintas ciudades españolas. Discutiendo
cuestiones de contenido, de procedimientos y de futuro; aspectos éticos
y también laborales. Una trayectoria favorecida por el apoyo inicial de
Rogelio Blanco y el Ministerio de Cultura; por el nacimiento, después,
de las asociaciones andaluza y catalana, y, a partir del 2012, por el empuje
decisivo de Basilio Baltasar y la Fundación Santillana.
Hoy el congreso constituye una cita anual esperada. Aparece ligado a
la capital cántabra y a la silueta recortándose sobre el agua del Centro
Botín. El interés de sus propuestas va en aumento. Y que así sea por
muchos años más.
Publicado en La Vanguardia.
Viernes, 4 de mayo de 2018.

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Las redes sociales, ese nuevo Far West

Expertos y periodistas se reúnen para analizar el impacto de internet en


la convivencia y la democracia
xavi ayén

La Vanguardia

Un mundo nuevo ha llegado. Las fronteras se expanden y hacen el


territorio más global, florecen las oportunidades y los nuevos ricos,
al tiempo que estallan profundas injusticias. Hay tiros, resistencias
heroicas, forajidos, linchamientos, oro, diversión, indígenas maltratados,
lenguaje soez, tahúres que nos hacen apostar, mentiras, mujeres esclavas,
fanatismos, cuchillos largos e idealismos… Las emociones están a flor de
piel. Las redes sociales pueden ser vistas como un nuevo Lejano Oeste.
Pero ¿quién es el sheriff?

Mientras la Unión Europea daba largas, el pasado jueves, a la regulación


de las noticias falsas —conminando a Facebook y Twitter a que adopten
ellos medidas antes de julio—, un nutrido grupo de profesionales de
toda España clausuró ayer en Santander el 4.º Congreso de Periodismo
Cultural, que, bajo el lema de «El linchamiento digital», se lanzó al
«empeño quijotesco», como lo definió el editor Emiliano Martínez,
vicepresidente de la Fundación Santillana, de lanzar una mirada crítica
a las redes sociales cuando se cumplen los diez años del fenómeno.

De evaluar «el impacto perverso» del asunto se encargó Basilio Baltasar,


organizador del congreso, en su ponencia inicial. «Ya no hay un ciudadano
—se lamentó—, ni siquiera un lector, sino un usuario de nuevo cuño:

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el usuario usado, usado por el artefacto que tiene en las manos, al que
está unido biónicamente y que le dice: “Mantén inclinada la cabeza,
pide lo que quieras”. Ignorante de su condición sumisa, el hombre
disfruta sometiéndose a esa servidumbre y va conformando, junto a otros,
una multitud bulímica y adictiva». Baltasar critica «la docilidad de los
intelectuales, que celebran esta enajenación que arrebata a la ciudadanía
su naturaleza ilustrada». «Las redes son un canal —prosigue— para la
difusión del odio, el instinto inquisitorial, el linchamiento del disidente
y el desprestigio orquestado».

Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política en la Universidad


de Málaga y autor de obras como La democracia sentimental o Antropoceno
explica: «Hemos pasado de la comunicación de masas vertical —los
periódicos, la radio y la televisión— a lo que Manuel Castells llama la
“autocomunicación de masas”, horizontal, donde cualquiera emite un
mensaje», una «modificación sustancial del espacio público». «Somos
seres profundamente tribales —advierte—, el gregarismo tiene profundas
raíces psicobiológicas, y resulta fácil activar esta predisposición». Un efecto
de la sobreabundancia de opiniones es que «cobran protagonismo las que
más llaman la atención, con lo que la red es el imperio del exaltado, no
del moderado». La «ausencia de filtros y jerarquías» legitima «formas de
debate que antes estaban excluidas por descorteses». El anonimato, por
supuesto, «favorece el insulto».

Llàtzer Moix, subdirector de La Vanguardia, explicó cómo fue víctima


de los insultos en la red «de un sujeto del transversal partido del odio»
que también atacó a otro de los ponentes, Lluís Bassets, director adjunto
de El País, «quien lo llevó al juzgado y consiguió hacerle retirar los
textos y que le indemnizara con 18.000 euros. Yo soy más perezoso y
posiblemente menos cívico y opté por ignorarle», pero se preguntó si
«tiene sentido que circulemos por la misma carretera que quien desea
atropellarnos».

Bassets recordó los cambios políticos que cada revolución tecnológica


llevó consigo: «La imprenta y la reforma protestante, la prensa escrita y el
parlamentarismo, la radio y los totalitarismos, pero también el new deal,
la televisión y la guerra de Vietnam o la caída del Muro» para concluir

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que las redes van ligadas a fenómenos como «Podemos, el “procés”
catalán u Occupy Wall Street». Para él, existe «la pretensión de liquidar
el papel de los medios, la representación, esgrimiendo la utopía de una
sociedad que se comunica sin interferencias de sus élites, ni siquiera de
sus élites profesionales». Pero «las revueltas árabes trajeron primero el
islamismo y luego a los militares». «Temíamos —denunció— que el Gran
Hermano fuera el Gobierno de Estados Unidos y al final resulta que es
una empresa privada. Las multinacionales tecnológicas se han apropiado
de nuestros datos para explotarlos comercialmente. Son empresas que
eluden la fiscalidad europea, nos expropian».

El sociólogo Miguel del Fresno recordó que «Paul Virilio ya apuntó


que toda tecnología tiene su accidente: la aeronáutica trajo aviones
estrellados; la energía nuclear, sus fugas y explosiones, e internet no
podría existir sin sus propios accidentes». Se dirigió a un joven del
público que había defendido las redes como herramienta revolucionaria:
«Yo una vez fui como tú. Pero déjame que te haga una pregunta: ¿tú te
crees que poderosos fondos de inversión y las grandes multinacionales
están invirtiendo su dinero en esto para que los jóvenes hagáis la
revolución? ¿No te parece ingenuo?». Del Fresno se dirigió también a
los periodistas presentes: «Muchos medios han sacrificado su modelo
editorial en función de la publicidad y los clics, pero los que sobreviven
a la crisis publicitaria son aquellos que han mantenido un modelo de alta
calidad como Die Zeit o The New York Times». El sociólogo propugnó la
disidencia digital y pidió a los medios: «¡Sálganse de Facebook, ustedes
tienen sus propias audiencias, que se han ganado con su duro trabajo,
no se las regalen a esta gente, a estas empresas que se lo están robando
todo».

Mar Abad, de la revista Yorokobu, quitó hierro a los efectos negativos de


las redes: «Damos más importancia de la que tiene al troleo, los medios no
deberíamos convertir ciertos tuits en noticia». En la misma línea, Leandro
Pérez, de la revista Zenda, dijo: «Nadie envía a sus redactores a los bares
a las tres de la madrugada para que apunten todo lo que escuchan con el
fin de publicarlo. Allí habría también insultos, calumnias, peleas… pues
eso es lo que hacemos cada día con las redes». Si, para Bassets, «Trump no
sería presidente sin la manipulación profesional rusa de 87.000 perfiles

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de Facebook», Abad replicó: «Con redes tenemos a Trump, pero sin
redes tuvimos a Hitler».

David Felipe Arranz, del programa de radio El Marcapáginas, reconoció


que «para dar noticias, solo hablamos de lo que han contrastado las
agencias de información o los diarios serios, ellos nos sirven para dar
por bueno, por ejemplo, que una empleada de limpieza ha retirado una
obra de un museo, porque, si no, fiándonos de Twitter, no pararíamos
de dar noticias falsas».

Diccionario del nuevo mundo

fake news. Las noticias falsas han sido uno de los temas estrella del congreso.
Basilio Baltasar las definió como «un magma tóxico deliberadamente
fabricado para engañar».

linchamiento. Término proveniente del Salvaje Oeste, Manuel Arias


Maldonado describe el linchamiento digital como «aquellas formas de
interacción en la red con una clara voluntad agresiva, de acoso».

dispersión. Jesús Ruiz Mantilla desafió al público: «Ninguno de


ustedes es capaz de levantarse de la cama, hacerse un plan del día y
cumplirlo porque se van a desconcentrar con un montón de chorradas
y distracciones en su teléfono. El periodismo es concentración frente a
distracción».

políticamente correcto. Vivian Murcia, de El Porta(l)Voz, defendió a


contracorriente la corrección política en el lenguaje porque «no entiendo
cómo permitimos que se pisotee la dignidad humana y se propague el
lenguaje del odio. Debemos rechazar los estereotipos y reclamar para el
otro tanto respeto como para mí».

el mercado de datos. Marta Peirano, autora de El pequeño libro


rojo del activista en la red, desgranó en una documentada ponencia
cómo funciona el mecanismo profesional de interferir en la opinión
pública a través de los ejemplos de las empresas Cambridge Analytica

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y Palantir, dirigidas por dos amigos de Trump y que «controlan perfiles
psicográficos de millones de personas. En concreto, en las elecciones de
Estados Unidos, se dirigieron a entre dos y cinco millones de personas
altamente influenciables —lo sabían porque les estaban mirando en las
redes—». Para decepcionar a los ingenuos, mostró detalles de la Internet
Research Agency, «una poderosa agencia de trols en San Petersburgo, afín
a Putin, que tiene un ejército de cíborgs, millones de cuentas gestionadas
por humanos y enjambres de bots que son dirigidos hacia una campaña
particular».

sarcasmo. Manuel Arias Maldonado y Miguel del Fresno demostraron


que en las redes mandan «formas como el sarcasmo o la burla». En el
último debate electoral en España, el 37 % de los comentarios de Twitter
eran sarcásticos.

catalunya. Sergi Doria se preguntó por Catalunya sin Twitter:


«Puigdemont hubiera convocado elecciones sin el acoso virtual que sufrió,
con tuits como el de Gabriel Rufián que lo comparaba con Judas».

bullying. Del Fresno mostró que «hay apps para odiar a otros, el mercado
convierte en negocio el odio, lo monetariza».

educación. «A mí en la escuela me enseñaron a escribir cartas —explicó


Karina Sainz Borgo, de Vozpópuli— pero no a tuitear». Sintetizaba así la
demanda de muchos ponentes de que la educación en la red se adopte
en las escuelas.

susceptibilidad. Se da en las redes un «efecto atosigante» que «conduce


a la belicosidad recíproca» y a «la hipersensibilidad, una predisposición
extrema a sentirse ofendidos», en palabras de Arias Maldonado

Publicado en La Vanguardia.
Sábado, 5 de mayo de 2018.

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Los efectos del desencanto
jesús ruiz mantilla

El País

¿Leyes para gobernar y equilibrar los desmanes del mundo digital?


«Quedarían rápidamente obsoletas. Deberíamos inventar un software,
generar un sistema que defienda nuestros derechos», aseguró hoy Juan
Luis Cebrián, presidente de honor de El País, en Santander, donde
clausuró el 4.º Congreso de Periodismo Cultural que organizan la
Fundación Santillana, el Ayuntamiento de la ciudad y el Centro
Botín.

El asunto tratado durante los últimos tres días han sido las redes sociales.
Pero con un título de combate: El linchamiento digital. Cebrián, que
ya hace veinte años adelantó en cierto modo el panorama presente
con su libro La red, ha sido testigo de excepción en el intenso proceso
de transformación sufrido desde hace dos décadas: «Los periódicos
pertenecen a la Revolución Industrial y siempre han sido parte del
sistema. Eso ha sido la razón de su éxito y su castigo».

Pero el panorama actual ha derribado y revolucionado todo. «La sociedad


digital aporta múltiples beneficios. Todo el conocimiento del mundo
está en la red. Existen más teléfonos inteligentes que personas. Pero
no sabemos utilizarlos». No solo han sorprendido los cambios a los
ciudadanos. También a sus propios inventores, aseguró el periodista
y miembro de la Real Academia Española. «Ni Mark Zuckerberg
imaginaba lo que llegaría a ser Facebook, ni los creadores de Twitter o
Google tampoco. Ha sido la intervención de los usuarios la que lo ha
configurado», añadió.

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En las intervenciones previas, decenas de periodistas discutieron durante
dos días sobre los efectos de un desencanto. El que se desliza entre el
ágora dispuesta por los inventores de Silicon Valley y la cloaca o el arma
para sacar tajada en que se han convertido las redes sociales. De la utopía
a la distopía media un clic. Para transformar la herramienta de infinitas
posibilidades al difundir el mensaje en ese misil ultraligero cargado con
el uranio del rencor, solo hace falta un smartphone y el predominio de
bajos instintos. ¿Recuerdan cuando los profetas de Google, Facebook,
Apple, Twitter, Microsoft nos contaban la buena nueva, el cielo sobre
la tierra?

Miren ahora Cambridge Analytica, a los Gobiernos y sus aspirantes


montando batallones de noticias falsas, al populismo xenófobo y
antieuropeo avanzando, a Trump al acostarse y al levantarse sin poder
evitar incendiar el mundo con un mensaje o al planeta inmerso en
la vuelta a la tensión entre Occidente, Rusia y China tirando por el
barranco la multilateralidad…

Combustible nuclear

Las sesiones han reunido a apocalípticos e integrados entre la vigencia


presente de Umberto Eco y Marshall McLuhan, para entender todavía los
códigos del presente. ¿Para qué sirven las redes sociales a quienes se ganan
la vida en el negocio de los medios de comunicación? Funciona aún lo
que decía McLuhan. El medio es el mensaje. Pero, si le cambiamos el
verbo ser por hacer, vale más, asegura Manuel Arias Maldonado, profesor
de Ciencia Política de la Universidad de Málaga. «Cualquiera con un
smartphone puede modificar el espacio público», dice. Con ingredientes
añadidos: no separar la razón de la emoción, una indiferencia alentada
por la robotización que conduce, paradójicamente a conductas tribales,
belicosidad, hipersensibilidad e instinto de revancha con la cobarde
coraza del anonimato. Todo ello sin cuerpo, sin cara, sin contacto físico
y con el aliciente de ser un gran espectáculo.

¿La consecuencia? Pareciera que hemos pasado de las redes sociales a las
asociales. Son ya muchos los que han abandonado la presencia voluntaria

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y activa dentro de ellas, caso de Antonio Lucas, poeta y periodista de
El Mundo mientras otros como Xavi Ayén, de La Vanguardia, aseguran
que la mentira es el arma nuclear de la era internet.

No es que los bulos y la intoxicación se hayan inventado ahora:


«Ocurre que se expanden mucho más deprisa», afirma Basilio Baltasar,
director de la Fundación Santillana. Y, por tanto, no solo resulta más
difícil desmentirlos, sino casi imposible. Pero, no nos hagamos cruces.
Según Martín Caparrós, «Las fake news se inventaron, ¿hace cuánto…?
¿5.000 años?». Lo dijo antes de enzarzarse en un debate sobre el
grado de fiabilidad de Wikipedia, protagonizado por Valerie Miles,
directora de la revista Granta, en contra, y Ángel Luis Fernández, de
Jot Down, a favor.

Prevalecen armas para combatir el acoso y la mentira: una buena querella


como defensa. Fue el caso de Lluís Bassets (El País), que la ganó en los
tribunales por difamación ante el acoso de un troglodita digital y ha
analizado los efectos perversos de esa nueva guerra librada en las redes.
«Estamos en manos de poderes, controles y censores arbitrarios», asegura.
Presos del sharp power, ese magma afilado que dominan piratas sofisticados
a sueldo o por libre sacando tajada. «Su método es la distracción, la
manipulación y la interferencia. Es un adversario nada fácil de identificar,
que empieza en las redes y acaba en los paraísos fiscales», comenta Bassets.
Con marionetas que han pasado de ciudadanos a clientes a bordo. «Nos
hemos adentrado en una guerra de baja intensidad. Hay una palabra
que nos trataron de vender y que incluso está ya admitida por la Real
Academia Española: empoderamiento. Eso, hoy, es un espejismo».

En el bando de los beneficios y el partido que se les puede sacar andan


Inés Martín Rodrigo, de ABC, Mar Abad (Yorokobu), Paula Quinteros,
consejera delegada de The Objective, o Vivian Murcia, de El Porta(l)Voz.
Martín Rodrigo defiende la convivencia del mundo real y el virtual y
presume de no haber sufrido ataques en Twitter. Abad aconseja responder
si te vuelven loco o bloquear a quien te da la brasa (léanse los trolls,
inspirados en Tolkien, válidos como metáfora al difuso entorno digital).
Quinteros puede aportar pruebas de que una hábil utilización de la
red y sus herramientas pueden hacer posible el buen periodismo de

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medios como el suyo. Vivian Murcia avisa de que los grandes periódicos
tradicionales han perdido el trono de la jerarquía en la visión y la
valoración del mundo. «No se resignan», afirma.

Pero la preocupación y la incertidumbre cayó nada más escuchar a


Marta Peirano, autora de El pequeño libro rojo del activista en la red.
Entre el big data y su alianza con el capitalismo salvaje, desgranó
la terrorífica misión de Cambridge Analytica —aprovechando la
complicidad irresponsable de Facebook— en las campañas de Trump
y en el brexit: «Se dice que ahora quieren montar un periódico», contó
Peirano. «¿Para qué?», se preguntó.

Publicado en El País
Sábado, 28 de abril de 2018.

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Enredados
guillermo busutil

La Opinión de Málaga

La red o la vida. La elección no es tan simple ni su respuesta depende de


un clic. Declararse analógico o disidente con respecto a internet es tan
solo un acto de ingenuidad rebelde. Si usted ha introducido su tarjeta de
crédito en un cajero o tiene un teléfono móvil, su privacidad es rehén del
capitalismo que convirtió a los ciudadanos en clientes. Y si posee uno de
los 8.485 millones de móviles del mundo conectado a internet es también
un usuario usado. Usted hace su vida normal, repite sus hábitos y es más o
menos feliz desconociendo los ecos de lo que teclea en Google, de lo que dice
en Facebook, en Whatsapp, Twitter o Instagram, pero en realidad cuando
se maquilla o se afeita la identidad frente al espejo, al otro lado tan solo es
un algoritmo. Un problema que solo una máquina puede entender. No
es una distopía, esa palabra de género con la que muchos escritores sueñan
acercarse a Philip K. Dick o a Asimov, es una realidad con software en la que
ya no hay sitio para Alicia ni para Robinson Crusoe. Ahora todos somos
un dígito con una huella de cristal. La culpa la tienen los babilonios que
afilaron las matemáticas a través del álgebra y las ecuaciones con escritura
cuneiforme en tablillas de arcilla húmeda. Y también Alan Turing, quien les
reventó a los nazis el enigma de sus mensajes y advirtió de que en un futuro
—ya estamos en su seno y combinaciones— las máquinas podrían pensar
e incluso escribir poemas de amor. Otros no muy diferentes con los que se
nos declara a diario la publicidad.

Aquel héroe que pensaba que el cerebro tenía muchas hojas en blanco
—sobre las que internet traza hoy sus inputs— terminó suicidándose con

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una manzana envenenada. No se inspiró en él Apple, pero sí que tuvo en
sus inicios la seducción de la red algo de atrayente manzana. Ese fruto de
apariencia esférica que podría ser la bola de cristal medieval convertida
hoy en el Palantir creado por Peter Thiel donde desembocan nuestras
relaciones apps, nuestros secretos adsl o en fibra óptica y los datos que
utiliza la compañía Cambridge Analytica de su amigo Robert Mercer para
que sus servicios evolucionen en función de nuestro comportamiento
y demanda. Por no hablar de las piezas del tablero geopolítico, que
pueden mover a su antojo: el brexit, el triunfo electoral de Trump o
hackeando el destino de sabor dulce o ácido y del que solo somos las
minúsculas pepitas que escupe la sonrisa voraz del diablo con esmoquin
de millonario. Nos lo contó Marta Peirano, con el desparpajo de quien
no quiere atemorizarnos de lo vampirizados que estamos, a los periodistas
reunidos en el 4.º Congreso de Periodismo Cultural, organizado por la
Fundación Santillana, para hablar del linchamiento en las redes.

En Santander la realidad analógica es la hermosa postal de matices de


grises calcáreos, sales azules y verdes spartinas de su bahía. También es el
fondo de pantalla de ordenador donde Basilio Baltasar ejerce de chamán
y proyecta cada año un ingenioso jeroglífico de temas que resolver.
Este año le ha tocado a todo lo que sucede en el enjambre digital:
celebración de la mentira, el acoso y la difamación, la imposibilidad del
desmentido, el mercado de datos personales, el envenenamiento tóxico
de la opinión, las noticias falsas, la credibilidad y el mundo offline en el
que ningún hogar ni sueño de identidad están conectados. Siempre son
disecciones inteligentes y amistosas donde convergen la experiencia y el
cuestionamiento de veteranos y jóvenes profesionales. Nunca defraudan
la intensidad, la polémica ni el análisis. Tampoco las de esta edición
cuyo eje de lo anterior era el modelo de información entre la frontera
de papel, el rigor, el poso reflexivo, el espíritu crítico y la creatividad del
periodismo cultural y la urgencia, la competitividad por la inmediatez
y la creciente banalización de los contenidos monetizados por el clic de
los usuarios. La dicotomía entre la exigencia de ser periodismo o estar
en la primera línea de la red, olvidando, como defendieron Joseba Elola
y Sergio Vila-Sanjuán en el WMagazín presente en las sesiones, que los
medios deben apostar por la difusión del conocimiento, la elevación
cultural de la sociedad sin plegarse a las exigencias de audiencia, y que

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el periodismo cultural requiere al contrario profundización, matices
y respeto en la plasmación de informaciones complejas, haciéndolas
comprensibles.

El ajedrez siempre es batalla: la del dominio del clic con rápida propagación
frente al rigor del argumento. El profesor y articulista Manuel Arias
Maldonado lo explicó más o menos igual y advirtió acerca de la necesidad
de que el nivel de civilicidad domine la conversación pública porque
en la red todos hablamos con todos pero no todos sabemos hablar con
todos. La causa es que, evocando a Manuel Castells, hemos pasado de
la comunicación de masas vertical, la prensa, a la autocomunicación
de masas horizontal, donde cualquiera emite un mensaje. Aunque en
muchas ocasiones se trate del ruido y de la furia de las emociones,
de la percepción distorsionada de la mentira, de aquello que creemos
verdadero porque lo sentimos verdadero, de estereotipos, intolerancias o
simplemente desahogos. Contra este habitual trazo grueso de la red nada
como el periodismo cultural o informativo, contrastado y veraz, basado
en ni una raya más ni una raya menos. El mejor antídoto ante las mentiras
que cosechan mucha más publicidad, el aplauso sobredimensionado
en las redes, y el corifeo de la bronca o el linchamiento como el de la
adolescente Amanda Todd que terminó suicidándose y sobre el que se
acaba de estrenar en el Teatro Fernán Gómez de Madrid una reflexión
en tablas de Àlex Mañas e interpretada por Greta Fernández.

Pasiones; brecha intergeneracional; las manipulaciones televisivas; el


periodismo de compromiso y movilización, como el de «Los Artistas
de Málaga y su Farola» en defensa del litoral y del suelo público
amenazado por la especulación de un rascacielos a pie de ola en Málaga;
la desinformación heredada de la propaganda totalitaria y sofisticada hoy
por las democracias liberales; la necesidad de una alfabetización digital;
la importancia de lo que supuso el éxito del #MeToo o la disidencia de la
red bulímica, adictiva y gregaria. Muchas controversias y reflexiones
en interesantes conferencias, como las del doctor Carles Armengual
acerca del acoso farmacéutico y de algunos medios a la homeopatía,
o la del sociólogo Miguel del Fresno en relación a la frivolización de
contenidos y la conversión de todo en modelos de negocio. Igualmente
en mesas redondas escenificadas con dramaturgia radiofónica como la

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de Ana Borderas; la capacidad de interactuar con el público como Álex
Sàlmon, o los faros culturales de Eva Díaz, que planteó sobre la red el
interrogante gongorino de humo, polvo, sombra, anda, aludiendo a la
simbología del cartel del encuentro, o de Antón Castro, que lo cerró con
la lectura de un bello poema.

El futuro está a la vuelta. Es absurdo dudar de que seremos seres humanos


guiados por algoritmos electrónicos, igual que afirma el historiador Yuval
Noah Harari en Homos deus. Breve historia del mañana, dependientes
de una inmortalidad sujeta a la nanotecnología, de una felicidad basada
en tratamientos químicos y de una divinidad favorecía por la ingeniería
cíborg. No sé si entonces, como predice Blockchain, los periodistas
habremos desarrollado plataformas tipo Uber con contenido en la red
con unos criterios de calidad en las que nuestros lectores nos remunerarán
directamente, o si solo existirá el consenso de una única información
como verdad. Ignoro si la libertad dependerá de nuestro streaming o
ancho de banda, o de qué tipo de bosque habitamos virtualmente o en
clandestinidad Huxley. También cuánto tiempo le queda en papel y en
la red al buen periodismo y al respeto hacia los receptores, sujeto a la
conciencia del lenguaje, el rigor de los conocimientos y a la educación
expositiva con la que cada uno hace su edición de la realidad.

Lo que sé es que de momento la creatividad y las emociones humanas


no están sujetas a ningún algoritmo. Nuestra única ventaja en el
incierto desenlace de la carrera entre Aquiles y la tortuga. ¿Quién lo
desenredará?
Publicado en La Opinión de Málaga.
Domingo, 29 de abril de 2018.

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Tambores tribales de Twitter
sergi doria

ABC

Los linchamientos de millones de sonámbulos digitales que imponen


su relato con amenazas y aparente unanimidad inspiró el 4.º Congreso
de Periodismo Cultural.

Decía McLuhan que la radio es un «medio caliente» porque revivía


los rumores de la tribu. Como ejemplo, un discurso radiado de Hitler
en 1936: «Sigo mi camino con la seguridad de un sonámbulo». La
radio brinda al oyente una experiencia propia que remite a los antiguos
tambores tribales por «su poder de convertir la psique y la sociedad en
una sola caja de resonancia». Lo escribió en La comprensión de los medios
como extensiones del hombre (1964).

Medio siglo después, el pánico que Orson Welles transmitió con su


adaptación radiofónica de La guerra de los mundos se reconduce en las
redes. Es la actualización digital de la ley de Lynch (17361796), plantador
de Virginia que ejecutó al margen de los tribunales a los compatriotas
«lealistas» que querían seguir perteneciendo al Reino Unido.

Los linchamientos de millones de sonámbulos digitales que imponen


su relato con amenazas y aparente unanimidad inspiró el 4.º Congreso
de Periodismo Cultural: tres jornadas en el Centro Botín de Santander
dedicadas al acoso, difamación y censura en las redes sociales. Si la
telefonía móvil apareció como una forma de libertad y hoy ha devenido en
servidumbre, las redes sociales han pasado de la promesa de divulgación

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cultural, el intercambio horizontal de conocimiento y la democratización
del debate al hostigamiento del que opina diferente. El resultado: el
linchamiento, la muerte civil y una autocensura que condiciona los
puntos de vista políticamente incorrectos o no gratos al pensamiento
único de la masa.

Los tambores de Twitter con su estribillo de difamador anuncian la


quema del hereje. ¿Se puede escribir igual con tan inquietante rumor
de fondo? Basilio Baltasar plantea «hasta qué punto la amenaza del
escándalo corrige y altera nuestra responsabilidad de periodistas: cómo
abandonamos ciertos temas con tal de evitar el furor de la muchedumbre
o elegimos otros para granjearnos su favor».

En esos días se ha abordado la celebración de la mentira, la violencia


revolucionaria digital, los ajustes de cuentas del resentimiento mediante
la difamación, el asedio a los profesionales médicos, la imposibilidad del
desmentido, la manipulación de los datos personales, la implantación de
la desconfianza, el bullying colectivo que alimenta la economía del clic,
las emociones desbocadas…

Al hablar del congreso con mis compañeros —cada uno con su


experiencia a cuestas—, he recordado comentarios hirientes acerca de
artículos colgados en la edición digital. El verbo «colgar» rememora la
vieja secuencia del wéstern: los linchadores enlazan la soga a la rama más
robusta del árbol del ahorcado. Rememoré el acoso programado del lobby
castrista y la reacción de los ciclistas por un texto mío sobre su continuo
atropello del peatón en las aceras. Los castristas me llamaban fascista, sin
más; los del ciclo venían a decir que si les atacaba es que estaba loco, o
beodo… De no hacer deporte tenía las entrañas negras…

El inventario de linchamientos incluye tuits como el del, ¿cómico?,


Toni Albà pidiendo el boicot contra Carmen Machi. Su pecado: firmar
un manifiesto a favor del federalismo y contra el secesionismo… Por
aquel entonces la gente del teatro no había cedido al pensamiento único
nacionalista y defendió a la actriz: «Todos tenemos derecho a opinar,
pero ha cometido un grandísimo error conmigo, me he llegado a sentir
asustada», comentó Machi. Era diciembre de 2012, en los albores del

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«procés». En abril de 2017, el periodista de El País Cristian Segura
padeció la virulencia de los digitales independentistas. Su pecado: revelar
que Lluís Llach aseguraba que muchos funcionarios serían sancionados
si no acataban las leyes de desconexión… «Muchos de ellos sufrirán»,
amenazaba el cantautor metido a redentor.

Los políticos regurgitan eslóganes que tejen redes del linchamiento. El


más conocido de nuestros sonámbulos confirmó que las sonrisas eran
una máscara: «Fem por, i més que en farem!», exclamaba Puigdemont
el 1 de julio de 2017. El acoso a los alcaldes no dispuestos a ceder
espacios municipales para el referéndum ilegal del 1O comenzó con otra
consigna del caudillo visionario. Aconsejaba a la gente que acosara a sus
ediles: «Mira’m als ulls, et deus a mí. I de forma serena preguntin: Em
deixaràs votar o m’impediràs que voti?». «¿Por qué no vuelves a Cádiz?»
era el gruñido xenófobo de Núria de Gispert contra Inés Arrimadas…
Puigdemont sería víctima de su propia munición. El 27O había decidido
convocar elecciones y desechar la dui… Pero los tuits que le tachaban de
Judas vendido por 155 monedas le acobardaron. Twitter llevó a Cataluña
al abismo.

En 1895 Gustave Le Bon denunció los vaivenes de la psicología colectiva:


«Las muchedumbres no han tenido nunca sed de verdad. Se desvían ante
las evidencias que les disgustan, prefiriendo divinizar el error, si el error
les seduce. El que sabe ilusionarlas se hace fácilmente su dueño; el que
intenta desilusionarlas, es siempre su víctima». Demasiados caracteres
para un tuitero. ¡Lástima!
Publicado en ABC.
Domingo, 29 de abril de 2018.

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La «falsa contraposición» entre digital y papel
aser falagán

El Diario Montañés

«La adicción a las redes sociales comienzan a ser un problema de salud


pública en Estados Unidos». Las palabras son de Joseba Elola, periodista
de El País, que reivindica y defiende, junto con el columnista de El
Diario Montañés, Javier Menéndez Llamazares, el director editorial de
Altaïr Magazine, Pere Ortín, la jefa de Cultura del Diario de Sevilla,
Charo Ramos, y la periodista y escritora Anna María Iglesia, el poder
prescriptor; esa función de gatekeepers en una cuarta edición del Congreso
de Periodismo Cultural de Santander organizado por la Fundación
Santillana, que ha cuestionado (y dado por muerto en algunos casos)
esta figura. Y el sugerente contraste con el gran magma de las redes
sociales, en las que cuesta discriminar.

Esta postura evidencia una brecha generacional entre los profesionales


del periodismo ejemplificada en las intervenciones de la audiencia más
joven, que al menos en una parte significativa ofrece una visión de
las redes sociales que esconde menor recelo: «Las redes sociales son
entretenimiento, son inofensivas», podría ser su mensaje simplificado.
Y que si los prescriptores no lo entienden es por su edad.

El congreso

¿Qué ha cambiado en esta «década mutante»?

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«Vivimos en unos tiempos en que es más bonita una mentira afectiva
que una verdad cruda».

Uno de los socios de Yorokobu, David García, verbaliza esa visión


desde una postura más conciliadora: «Parece que las redes sociales son
la reencarnación de todo lo malo del periodismo cuando al final
son un ecosistema que estamos construyendo todos y olvidamos lo
positivo. Ahora es fácil estar en conexión con gente lejana y medios
pequeños lo hemos tenido mucho más fácil gracias a estas redes»». Es,
como se observa en la estrategia de su medio, un defensor de las redes
en su papel utilitarista para difundir sus contenidos: «Una vez entras
ahí, como la droga, ya es la bomba», admite sobre Facebook, que
genera el 9 % de tráfico. Y recuerda que el cambio del algoritmo de
Facebook provocó la moda del vídeo en la web. «Todos los periódicos
estamos haciendo vídeos de dos o tres minutos, muchas veces grabados
con móviles; estamos volviendo a 2009 o 2010», acota Castro. Y,
mientras, recuperan vigencia estrategias y formatos abandonados como
la newsletter.

Aspectos negativos

Pero las redes sociales también tienen su lado oscuro. Más allá de
la fagocitación de los contenidos de los medios para explotarlos y
monetizarlos en su propio beneficio, la influencia sobre el panorama
mediático va más allá. Así lo explica Guillermo Busutil, director de
Mercurio, con el ejemplo del acoso al que se vio sometida María Frisa
por su libro humorístico 75 consejos para sobrevivir al colegio, al que se
acusó de bullying y machista en un episodio que la autora, tras superar esa
difícil etapa, contestó con 75 consejos para sobrevivir a las redes sociales.

Visiones todas ellas contradictoras que ilustran cómo el periodismo y la


comunicación experimentan con nuevas formas de comunicación que
cada vez son menos nuevas, pero que al mismo tiempo están en constante
evolución. «Me parece un poco maniquea la contraposición entre digital
y papel; entre verdad y mentira», acota Busutil, para quien el debate sobre
«si la verdad está en papel o en digital es una doble falacia».

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Cebrián alerta del riesgo que implica la gestión de datos personales

Juan Luis Cebrián clausuró este viernes la cuarta edición del Congreso
de Periodismo Cultural de Santander analizando la confluencia del
periodismo y la transformación digital. «El gran problema no es el
linchamiento en las redes, sino la protección de nuestros datos», explicó
en referencia al epígrafe que acotaba la edición de 2018: “El linchamiento
digital”. «El problema no son las redes; son los datos. Nuestros datos. Son
nuestros y gratuitamente los hemos depositado en Facebook, Google,
Twitter… pero también en Telefónica, Deutsche Telekom y otras.

La intervención de Cebrián coincidió con la confirmación oficial de


su marcha de la presidencia El País. Si durante su ponencia y tras ser
cuestionado afirmó que mantenía contrato en vigor y no tenía constancia
de la decisión de la entidad, horas después fue el propio periódico el que
confirmó la salida de su hasta entonces presidente.

Durante la clausura del congreso, Cebrián denunció el riesgo que enfrenta


la democracia representativa: «Los periódicos y la prensa pertenecen al
sistema de la democracia representativa y han ido configurando la opinión
pública durante dos siglos, pero el sistema mismo está en peligro».

Una curtida periodista como Paula Corroto, que ha pasado entre otros
medios por Público, El País y eldiario.es, propone la fórmula: «Todos
estamos en un momento de aprendizaje de las redes sociales. Debemos
calmarnos, sosegarnos e informarnos a fondo». Y observa la influencia
de las redes en una vertiente del periodismo muy alejada del cultural:
«Si hay algo que nos apasiona y nos fascina son los sucesos, y con las
redes sociales ha cambiado la forma en que el periodismo se acerca a los
sucesos. El primer caso que cambia todo eso es en el de la desaparición
de Marta del Castillo en 2009. Entonces existía Tuenti, una red social
donde estaban los adolescentes, y lo primero que hicieron los periodistas
fue acceder a su perfil y al de sus amigos. Antes se hubiera llamado a la
familia, a los amigos, se hubieran pedido fotos… Pero ahora entrabas
directamente y accedías incluso a las últimas conversaciones que habían
tenido». Una técnica que, recuerda, se ha seguido también en el caso
Gabriel.

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Y trascendiendo al periodismo la editora de actualidad de PlayGround,
Margaryta Yakovenko, apela al ejemplo del movimiento #MeToo, una
campaña contra el acoso sexual que ya se había puesto en marcha incluso
como hashtag, pero que una publicación en redes sociales de la actriz
Alyssa Milano lo convirtió en horas (más de 50.000 respuestas de la
noche en la mañana) en una noticia de actualidad situándola casi de
inmediato como fenómeno de masas. A su juicio, «las redes sí tienen
un valor que pueden ser bueno. Igual que hay lobbies buenos y malos,
las redes pueden tener un efecto u otro. Yo vengo de un medio que ha
crecido gracias a las redes».

Pero no todo es un cuento feliz: «Hay un síndrome del titular en la red;


mucha gente accede a las informaciones y solo picotea, sin valorar el
trabajo periodístico y la información veraz», se lamenta Javier Menéndez
Llamazares.
Publicado en El Diario Montañés.
Viernes, 27 de abril de 2018.

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Quo Vadis
óscar lópez

El Periódico

Hay miedo en el periodismo cultural. Parafraseando lo que le dijo San


Pedro a Jesús cuando lo vio cargando una cruz en la Vía Apia mientras
él intentaba huir de la locura de Nerón, los periodistas culturales no
sabemos muy bien hacia dónde vamos en estos momentos. Como el
apóstol, parece que lo nuestro es una huida hacia adelante, aterrorizados
ante el panorama digital que todo lo engulle y que ha cambiado las
reglas del juego.

Los periodistas culturales no sabemos muy bien hacia dónde vamos


en estos momentos, aterrorizados ante el panorama digital que todo lo
engulle.

Si existirá un generalizado desconcierto, que continuamente se celebran


encuentros de toda condición en los que el periodista cultural es uno de los
principales protagonistas. Lo hemos visto recientemente en el Congreso
de CEGAL en Sevilla, en el 4.º Congreso de Periodismo Cultural de
Santander, o en el Seminario de Crítica y Contracrítica celebrado en
Zaragoza. Pretender resumir lo que en estos y otros eventos se comentó
sería un sacrilegio porque el listado de reflexiones es interminable. Pero,
a saber: el oficio de periodista cultural está en tierra de nadie ya que el
formato analógico está desfasado y aún no le ha cogido el tranquillo al
digital; eso sí, los sueldos digitales, muy por debajo de los analógicos,
obligan a un sobreesfuerzo profesional que menoscaba la calidad del
trabajo; hay que ajustar el lenguaje a un nuevo público lector/espectador

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que cada vez se siente más alejado del emisor; es fundamental reivindicar
el oficio de periodista cultural que como prescriptor sirve de filtro ante la
sobreinformación que nos ahoga; en las redes se puede encontrar crítica
cultural de nivel pero también mucha información amateur que se ofrece
como si no lo fuera; cuidado con la publicidad que se vende como crítica
y con el trabajo periodístico que está demasiado pendiente del mercado y
de las listas de los más vendidos. Y así hasta el infinito.

Por lo tanto, harán falta más encuentros con los que intentar salir de
este atolladero para que: a) la presencia de la información cultural en
los medios de comunicación deje de estar en peligro de extinción y
b) logremos que las futuras generaciones asuman que la cultura es un
bien de primera necesidad. Como el comer. Y si lo que he dicho no es
cierto, por San Pedro, que baje Dios y lo vea.

Publicado en El Periódico.
Martes, 8 de mayo de 2018.

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La información cultural como antídoto
a la agresión y el linchamiento digital
teresa m. peces

WMagazín

¿Son las redes sociales «la invasión de los idiotas», como las describió
Umberto Eco? Porque, según advirtió ya en 2011 el escritor y
semiólogo, «hemos entrado en una nueva era virtual de la información
donde todo es más vulnerable y frágil. Con internet ya no es posible
ninguna censura».

Umberto Eco (1932-2016) apelaba a la templanza de los medios de


comunicación, pero a veces es desde allí donde se azuza y se enciende la
mecha, y se esconde la mano, en aras de la audiencia. ¿Qué pueden hacer,
entonces, los medios de comunicación, y en concreto el periodismo
cultural y literario, para amortiguar o contrarrestar esta pulsión pirómana
cuyo fuego es agitado luego en las redes?

Ante esta exhibición de una parte oscura de la naturaleza humana,


WMagazín preguntó a varios periodistas y expertos en el tema:

«Profundización y respeto ante situaciones complejas», recuerda Sergio


Vila-Sanjuán, director del suplemento Cultura/s, del diario español La
Vanguardia.

«Promover la lectura como elemento civilizatorio para plantear discrepancias


sin agresiones», insiste, desde Perú, Clara Elvira Ospina, directora del
telediario NoticiAmérica y conductora del programa Tiempo de leer.

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«En el rigor está nuestra principal arma para fomentar el diálogo con
las redes sociales y todo lo que en ellas acontece de bueno y de malo»,
reclama Laura Revuelta, redactora jefa de ABC Cultural.

«Los medios deben apostar por una de sus funciones básicas, la difusión
del conocimiento, la elevación del nivel cultural de la sociedad: plegarse
a la conversación de las redes o a las exigencias de la audiencia conduce
al empobrecimiento intelectual de la comunidad», advierte Joseba Elola,
periodista del suplemento Ideas de El País.

«Informar de los linchamientos sin tomar partido por la masa», sugiere


Juan Soto Ivars, narrador y autor del ensayo Arden las redes, y él mismo
muy presente en ellas.

Son formas de combatir «el ímpetu perverso de las tecnologías» de


«una década mutante», como la describe Basilio Baltasar, director
de la Fundación Santillana Cultura. Lo dijo en la inauguración del 4.º
Congreso de Periodismo Cultural, titulado «El linchamiento digital.
Acoso, difamación y censura en las redes sociales», organizado por la
Fundación Santillana y el Ayuntamiento de Santander en el Centro Botín
de esta ciudad. Allí, medio centenar de periodistas y expertos debaten,
entre el 25 y el 27 de abril, para trazar una radiografía de la situación en
las redes sociales y el efecto negativo de algunas de sus prácticas.

«El linchamiento rara vez es concertado» y las redes reflejan «la percepción
saturada de afectividad» donde «incumplimos el deber de civilidad» porque
aflora el hecho de que «somos seres trivales, gregarios», aseguró Manuel
Arias Maldonado, profesor titular de Ciencia Política en la Universidad
de Málaga al abrir el congreso este miércoles. Las redes, según Baltasar,
«son el canal para la epidemia del odio y liberan la confrontación».

Sin filtros

«Hay un exceso de información que quizá impide saber. Ya no hay un filtro,


no hay un criterio. Se da importancia a cosas que no tienen ninguna y al
contrario. Luego la abundancia, que es un problema porque con el exceso

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de algo no hay tiempo para ocuparse de ello. A la gente no le interesa filtrar
o saber si son ciertas o no algunas cosas. Es una tendencia». Estas palabras de
Javier Marías no son de ahora, son de 2011, del diálogo premonitorio que
mantuvo con Umberto Eco para el número 1.000 de Babelia, suplemento
cultural de El País, de España. Luego, el propio Marías ha podido comprobar
su análisis al verse envuelto en varios ataques en las redes y volver a reflexionar
en algunos artículos sobre estas reacciones desmesuradas.

Personas de la cultura como Arturo Pérez-Reverte, Lorenzo Silva, María


Frisa, Dani Rovira o Fernando Trueba han pasado por este linchamiento
digital. «Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo»,
decía Eco. Los medios, añadía el intelectual italiano, «no pueden limitarse
solamente a hablar del mundo, puesto que de ello ya habla la televisión.
Tienen que opinar mucho más del mundo virtual. Un periódico que sepa
analizar y criticar lo que aparece en internet hoy tendría una función, y
a lo mejor incluso un chico o una chica jóvenes lo leerían para entender si
lo que encuentran online es verdadero o falso».

Los medios, decía Eco, deben ahora, más que nunca, ejercer su función
rigurosa de cribar la información y la moderación. Porque, como afirma
Elola, «plegarse a la conversación de las redes o a las exigencias de la
audiencia conduce al empobrecimiento intelectual de la comunidad».

«La red social es un espejo deformante», advierte Soto Ivars. Entonces


da claves sobre la filosofía de ese mundo: «Nos premia mucho más
cuando estamos enfadados y lo expresamos que cuando algo nos gusta,
y el formato se ha demostrado incompatible con los debates reposados y
racionales. Aparte, detrás de los linchamientos digitales y hablando de
difusión, está el amarillismo de la prensa, sin el que estaríamos hablando
de tormentas en un vaso de agua. La violencia de la red produce beneficios
tanto a los usuarios que participan de ella, en forma de retuits, como a
los medios que difunden esas historias, en forma de dinero».

Todos miran a las redes, a la masa ciberespacial desatada que muchas


veces lo que hace es soplar la mecha encendida por una fuente acreditada
o respetada de un medio porque se sienten avalados o respaldados para
continuar su dinámica.

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El antídoto del periodismo cultural

«En la base del linchamiento digital se encuentra la esquematización y el


simplismo, la voluntad de reducir personas y opiniones a sus caricaturas»,
explica Vila-Sanjuán. Y añade: «El oficio del periodismo cultural requiere
las características contrarias: profundización, matización, voluntad de
plasmar con respeto situaciones complejas y a veces contradictorias,
intentando hacerlas comprensibles. La práctica correcta del periodismo
cultural es el mejor antídoto contra las malas prácticas en la red».

Los medios, reflexiona Soto Ivars, «tienen que informar de los


linchamientos sin tomar partido por la masa. Si se informa, de forma
crítica, explicando bien qué ha pasado ahí, en lugar de azuzar a más
gente contra la víctima del linchamiento. Muchas veces hay en la prensa
sobreexcitación, prisa y amarillismo. Habitualmente, de hecho».

Es una situación muy compleja, como explicaba Arias Maldonado,


porque tiene raíces psicobiológicas.

«Luchar contra el insulto podría ser tan ambicioso como luchar contra
la naturaleza humana, pretender la felicidad general, la satisfacción
perenne. Detrás del insulto hay frustración, envidia, infelicidad, y
maldad», lamenta Clara Elvira Ospina desde Perú. Pero, aclara, «en
realidad, todo eso está en nuestro instinto. Claro que se puede luchar para
contener el instinto, de eso de trata la civilización y uno de los elementos
más civilizadores es la lectura. Leer amuebla el cerebro, genera empatía,
nos hace más sensibles al dolor humano y, de pronto, solo de pronto,
logra que entendamos mejor a los demás y nos ahorremos los insultos.
Discrepar es natural, ser civilizado es poder plantear las discrepancias
sin agresiones».

Efectos del linchamiento digital

La psicóloga Pilar Vecina explica en Protestantedigital.com algunos de


los efectos de los que han sufrido este linchamiento: «La autoestima y el
autoconcepto de la víctima quedan totalmente mermados y destrozados,

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ya que la víctima siente que su dignidad le ha sido arrebatada y la
percepción que los otros tienen de ella es profundamente negativa».

También se genera un ruido insoportable que provoca que la atención


se pierda en comentarios banales y se pierdan mensajes realmente
importantes. Es lo que le pasó a Lorenzo Silva: «No solo eran las
injurias que debía soportar (denuncié a la compañía, por probar, una
especialmente grave; se me contestó que en ella nada había contrario a sus
condiciones de uso); a medida que mis mensajes alcanzaban más difusión
empecé a sentirme desbordado por la respuesta. No tenía preocupación
por contestar a los trolls, pero me agobiaba no llegar a atender a toda
la buena y generosa gente que me mandaba alguna palabra de aliento»,
explicó Silva en el periódico El Mundo, el pasado mes de enero cuando
puso punto y final a su cuenta de Twitter.

Otro de los efectos del linchamiento digital es la autocensura que el


propio atacado se impone para no ser de nuevo diana de comentarios y
críticas destructivas. María Frisas, la autora de literatura infantil/juvenil
tuvo que escribir el libro 75 consejos para sobrevivir a las redes sociales
(Alfaguara), un manual para que los adolescentes sepan manejarse ante
el temible bullying digital, cada vez más extendido, después de que un
multitudinario grupo de Twitter, padres incluidos, la hostigara durante
semanas a raíz de su anterior publicación 75 consejos para sobrevivir en
el colegio, llegando incluso a solicitar la recogida de firmas para retirar
el libro de la venta.

«Me levantaba y tenía mil notificaciones con insultos, mensajes directos


que me amenazaban físicamente a mí, y también a mi familia… Llegué
a ver niveles de odio que ni podía imaginar», recuerda la autora, que
confiesa que tuvo que dejar Twitter y dar de baja su cuenta. Reconoce
que con ese libro se autocensuró, en parte, para no volver a pasar por
la misma tortura.

Sobre por qué la gente se comporta de esa manera, el autor de Arden


las redes tiene una teoría: «A veces es el desahogo nervioso, otras, una
manera de sentirse importante al cantar las cuarenta a un famoso, otras
hay problemas psicológicos y de adaptación detrás del troll y también

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predomina la simple diversión. Es una figura donde se mezclan los
pirados, los tímidos, los fracasados y los envidiosos. Merece un estudio
psicológico. Estoy seguro de que saldrían muchas subespecies bien
diferenciadas entre sí».

¿Qué hacer ante un linchamiento digital? «Si sufres un linchamiento


digital lo único que debes hacer es no participar, de ninguna forma:
ni disculpándote, cosa que agravará las humillaciones; ni dando
explicaciones, cosa que complicará tu situación; ni lanzando comunicados
que serán automáticamente utilizados en tu contra. En un linchamiento
no hablan de ti, sino de una imagen que han creado, de la que no te
puedes defender. Callar, esperar y rezar porque las consecuencias no
sean demasiado graves».

Publicado en WMagazín.
Jueves, 26 de abril de 2018.

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Las redes sociales, paradigma y paradoja
de la nueva comunicación

Las esperanzas depositadas por la sociedad en las nuevas plataformas


digitales contrastan con el clima tóxico que las caracteriza
álvaro g. polavieja

El Diario Montañés

Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, dicen. Y debe


ser cierto, aunque uno ya duda porque lo ha escuchado por lo menos
un millar de veces. La frase se la atribuyen a Joseph Goebbels, el
ministro de propaganda de Hitler. Que, visto el apoteósico desastre
en que consiguieron sumir los suyos a toda Europa y gran parte del
mundo, algo sabía de mover masas y de convencerlas de esto o de lo
otro. A menudo de auténticas barbaridades, lo cual hace la gesta más
sublime dentro de lo atroz. Un logro que se ha analizado desde todos
los frentes, pero que se explica como ninguno atendiendo al ámbito de
la información y de la comunicación: desde la estética, el discurso social
y, sobre todo, los medios, con la prensa escrita y la radio como grandes
armas de concienciación masiva. Desde tales atalayas arengaron durante
años a una población que acabó convencida de su esencia superior, aun
cuando no tardaron en comprobar que las balas y las bombas mataban
a unos y a otros por igual. Ahora, más de medio siglo después, andamos
todos, los unos y los otros, tirándonos los trastos a la cabeza con nuestras
inquebrantables verdades, convencidos, a menudo sin saber explicar muy
bien por qué, de aquello que reiteramos y difundimos con enfermiza
solidez y constancia.

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Las herramientas digitales también están al servicio
de la desinformación

En nuestra defensa diremos que ahora lo tenemos más fácil. Quien más
y quien menos tiene su propia radio, su propia televisión y su propio
periódico encerrados en el bolsillo. El capitalismo ha distribuido los
medios de producción de Marx entre las masas que retrató Ortega, y
nos ha hecho creer que todo lo que uno pueda pensar es susceptible de
ser información interesante, cuando no imperiosamente necesaria, para
los demás.

Pero ¿es esto así? Disponemos de más información, de más herramientas de


comunicación y podemos acceder a más fuentes que nunca, pero ¿estamos
mejor informados? Esa es la paradoja del asunto: todo parece indicar que
sí, que atravesamos, en ese sentido, uno de los mejores momento de una
Historia que arrancó, casualidad de casualidades, cuando empezamos
a escribir, es decir, a registrar la forma en que los seres humanos nos
comunicábamos. Pero, a la vez, pocas veces la información y la comunicación
se han enfrentado a tormentas tan profundas y violentas como las que han
provocado internet y las redes sociales.

El capitalismo ha distribuido los medios de producción informativa


en masa

Paradigma y paradoja

El 4.º Congreso de Periodismo Cultural, que se celebrará la semana


que viene en Santander impulsado por la Fundación Santillana, tiene
por objeto examinar este nuevo escenario y llevarlo a debate entre
los representantes de más de 30 de los medios de comunicación más
relevantes de España. Entre otros estarán ABC, El País, La Vanguardia,
Jot Down, El Mundo, Yorokobu, eldiario.es, The Objetive, Agencia efe,
PlayGround o rtve.

Con el título de «El linchamiento digital», pondrá las once ponencias que
lo componen al servicio del análisis del papel que juegan las redes sociales

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y el ámbito digital en el nuevo panorama informativo. El congreso
comenzará analizando las características de este nuevo ecosistema,
definido de forma tan creativa como certera como el «enjambre digital».
Porque si algo hay en las redes sociales es ruido, un murmullo sordo
y constante que se corresponde con el zumbido de una legión de
avispas dispuestas a atacar a todo aquello que no se corresponda con
las premisas con que condicionan su propia realidad. Da igual si son
medios, periodistas, científicos, divulgadores o usuarios concienciados de
la necesidad de contrastar y de no tragar con el primer titular que llegue
acompañado por unos cuantos cientos de retuits o «me gusta». El panal
de la desinformación esconde fuentes infinitas de amargura y desprecio,
capaces de alimentar sin pausa a los adláteres de un egocentrismo tan
necio y supremacista como miope y agotado en sí mismo.

El nuevo escenario digital permite estar muy bien informado…


y muy desinformado

Ese, el de la opresión y la tiranía del pensamiento, será otro de los


aspectos analizados durante las tres jornadas que compondrán el foro.
«Violencia y control en la revolución digital» será la segunda de las
ponencias. ¿Es que ha existido alguna revolución que no tuviese en el
fondo de su germen las ansias de dominio y sumisión de quienes iban
contra el propio movimiento? Rotundamente no, y mucho cuidado con
disentir… El caso de la revolución digital, cuyos vientos auspiciaban
fragancias tan dulces y embriagadoras como la de una mucho más amplia
participación ciudadana en los asuntos públicos o la multiplicación de
las fuentes de información y de las herramientas de difusión, vuelve a
certificar ese carácter intrínseco y excluyente de los cambios, que aspiran
a cambiarlo todo menos a sí mismos. En ese sentido, la revolución
digital ha multiplicado hasta tornar en atronador el eco del desprecio de
quienes quieren marcar la pauta social a través del altavoz de la pantalla
de su móvil o de su ordenador, sin ceder un milímetro ante quienes
tienen opiniones diferentes. Por contrastadas que estén. Los medios,
como garantes de la veracidad a través del tratamiento profesional de la
información, se encuentran en el foco del huracán, y no se van a quedar
callados.

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El ruido es una de las principales características de las redes sociales

Lograr rebatir corrientes alternas y premeditadamente desenfocadas de


información es otra de las grandes cuestiones del ecosistema mediático
y comunicativo generado por la irrupción de las plataformas digitales
en la sociedad. Sin embargo, cuando son miles las fuentes y las técnicas,
cuando se utilizan todo tipo de herramientas y estrategias enfocadas
a distorsionar la experiencia informativa, el reto se torna hercúleo,
monumental, casi inasequible. Pero dejarlo ser es darse por vencido
y asumir que el conocimiento, el rigor y la veracidad han perdido la
batalla, y no caerá esa breva. Sobre esa turbia realidad versará la siguiente
ponencia del congreso, titulada «Difamación y resentimiento: la hora
de las cuentas pendientes».

El 4.º Congreso de Periodismo Cultural encara el tsunami digital sin


volver la cara ni renunciar a casos prácticos reconocibles por cualquier
persona o usuario. Nada de andarse por las ramas, todo al campo de
batalla: la medicina, por ejemplo. Una ciencia que en el plano virtual
sufre deformaciones propias de ciencia ficción, y que provoca auténticos
estragos a los que se enfrentan cada vez más los propios profesionales del
ámbito sanitario. ¿Quiere usted informarse en internet de tal dolencia o
sensación? Dese por muerto, en el mejor de los casos. De ello hablarán
en «La medicina sometida al acoso: crónica de un asedio».

Mentiras irresolubles

Volvamos al principio y repitamos una y mil veces: una mentira repetida


un millar de ocasiones se convierte en verdad consistente y difícil de
rebatir. A la vista de lo cual, una mentira repetida millones de veces y
por cientos de miles de usuarios, ¿en qué se convierte? En una auténtica
farsa planetaria. Pero no hace falta ir tan lejos, basta con jugar con la
escala. Porque para rebatir y vilipendiar la información suministrada por
quien puede, sabe y debe ofrecerla bastan unos cuantos demagogos con
ganas y tiempo para insistir lo suficiente, o algún programador docto
en las artes de programar incansables bots capaces de insistir hasta el
aburrimiento o de suplantar cuentas o identidades ajenas. Aquí no todo

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está inventado. Muy al contrario: en el plano digital todo se reinventa
constantemente y, como en el universo de Star Wars, los dos lados de
la fuerza compiten sin tregua ni descanso por apropiarse del poder. El
poder de decidir qué es verdad y qué no lo es, la capacidad de establecer
cuál es el auténtico retrato de la realidad, y quién es el que se empeña
en distorsionarla. Apasionante combate en el que se juegan infinidad de
cosas trascendentes: desde miles de millones de divisas hasta los valores
que alumbrarán, o no, un futuro mejor.

El control sobre el concepto de verdad ha disparado


los enfrentamientos en el entorno digital

Hablando de millones, el oro negro del entorno digital, el valor a


resguardo de toda imprevisible variación de los mercados, son los datos.
Porque aquí todo son datos, y aunque no hay pólvora ni uranio de por
medio, la carrera armamentística está tan a la orden del día como en el
plano geoestratégico. Y sobre eso versará otra de las ponencias del evento,
«El mercado de datos personales: una herramienta de manipulación
política».

Si han llegado hasta aquí conservando algo de fe en el género humano,


felicidades. Y bien qué hacen, pese a tanta sombra. Porque la ingenuidad,
como el desconcierto, también tienen sus límites, y sobre la cara turbia
de las redes sociales y las plataformas digitales estamos todos aprendiendo
a marchas forzadas. Un aspecto fundamental que se analizará durante
el debate «El ocaso de la ingenuidad: estrategias culturales de la
desconfianza».

Materias como la medicina retratan el peligro de la información digital

La tercera jornada del 4.º Congreso de Periodismo Cultural se cerrará


durante la mañana del viernes 27 con las tres últimos debates: «Bullying
colectivo», «El algoritmo tóxico: cómputo y estadística de la opinión
pública» y «Fervor y pasión en la era cibernética: emociones aflictivas
y turbación digital». Tres nuevos enfoques de una realidad, la de la

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información y la cultura en el ámbito digital, al albur de una transformación
que, aunque parece que ya lo ha cambiado todo mucho, en el fondo no
ha hecho más que empezar.

Desinformación, propaganda, sesgo informativo, tecnología al servicio


del descrédito, altavoces sometidos al ruido, tiranos de la imagen y
la palabra, masificación discursiva, gregarismo opinativo, ausencia de
filtros informativos… Mucho por debatir, mucho que aprender y, sobre
todo, mucho que ganar. No unos, ni otros. La verdad. Y, con ella, la
sociedad.
Publicado en El Diario Montañés.
Martes, 24 de abril de 2018.

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Radiografía de una amenaza
rosa m. ruiz

El Diario Montañés

Las redes sociales prometieron auspiciar el periodismo ciudadano, la


divulgación cultural, la circulación abierta de una información contrastada
por el interés general, la participación democrática en la gestión de los
grandes asuntos públicos, el intercambio horizontal de conocimiento,
la integración de la multitud en el debate de la civilización… A cambio
de aquella optimista oferta en las redes ha prevalecido una masiva e
irritada intolerancia.

Al efecto que las redes sociales están produciendo en nuestras vidas y, sobre
todo, en la información, está dedicado el 4.º Congreso de Periodismo
Cultural que se celebrará en el Centro Botín desde el miércoles al viernes
de la próxima semana. Será «una radiografía, un diagnóstico, de algo que
concierne y amenaza a todos, que amenaza el prestigio, las relaciones de
respeto o la integridad de aquellos que por cualquier pequeña anécdota
pueden quedar sometidos al acoso de una multitud anónima».

La alcaldesa de Santander, Gema Igual; el director de la Fundación


Santillana, Basilio Baltasar; la directora ejecutiva del Centro Botín,
Fátima Sánchez; y la concejala de Cultura, Miriam Díaz, presentaron ayer
el programa que se abordará en esas jornadas que están abiertas a todos
los públicos para que cualquier persona pueda compartir reflexiones e
ideas con grandes profesionales de los medios de comunicación y sobre
una temática que daña a toda la sociedad.

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Medio centenar de profesionales de treinta medios nacionales
se darán cita en la ciudad

«Cuando hace unos años cayeron en nuestras manos los primeros smart-
phones no podíamos imaginar que esa gran promesa de comunicación
horizontal se podría convertir en un foco tóxico para las relaciones
sociales», aseguró Basilio Baltasar, quien también advirtió que el
linchamiento digital que se vive desde entonces y, sobre todo desde la
proliferación de las redes sociales, «puede ir a peor» y de ahí la apuesta
por reflexionar sobre ello.

Sobre esa advertencia debatirán en Santander medio centenar de


periodistas de toda España y de treinta medios comunicación. Hasta
el Centro Botín, que acoge el foro por segundo año consecutivo, se
desplazarán algunas primeras espadas de esta especialidad periodística
que participarán en las mesas redondas y ponencias programadas para
analizar una temática que nos concierne a todos y ahondar en «imaginar
cómo se pueden neutralizar estos peligros».

Si bien, los organizadores insistieron durante la presentación en que


todos los temas que se abordarán durante esos días tienen una vocación
de divulgación educativa y, por ello, tal y como insistió Basilio Baltasar la
reflexión sobre las redes sociales «quiere implicar a todos los ciudadanos»
porque «el linchamiento digital es un problema de máxima gravedad»,
tal y como señaló.

«Concierne a la relación de los padres con los hijos, a la de los maestros


con sus alumnos, a los profesionales del periodismo con los lectores,
a los representantes institucionales con los ciudadanos…», añadió el
director de la Fundación Santillana, organizadora del Congreso junto
con el Ayuntamiento de Santander y el Centro Botín.

P articipantes

Entre los sugerentes títulos que se han puesto a las mesas redondas y
conferencias que se sucederán durante esos tres días están: «Celebración de

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la mentira. Participación democrática en el embuste virtual»; «Difamación
y resentimiento. La hora de las cuentas pendientes»; «Deshacer entuertos:
el desmentido imposible. Aquiles y la tortuga de la información»; «El
algoritmo tóxico. Cómputo y estadística de la opinión pública» o «Fervor
y pasión en la era cibernética. Emociones aflictivas y turbación digital» y,
entre los expertos que plantearán sus experiencias se contará con Manuel
Arias Maldonado, profesor titular de Ciencia Política en la Universidad
de Málaga; Mar Abad, cofundadora de Yorokobu y Brands & Roses;
Marta Peirano, periodista y autora del ensayo El pequeño libro rojo
del activista en la red, o Miguel del Fresno, sociólogo especializado en
investigación social online y profesor de la uned.

En cuanto a los periodistas, por el auditorio del Centro Botín pasarán


profesionales de El Diario Montañés, ABC, La Vanguardia, El Mundo,
El País, rne, rtve, Agencia efe, Cadena Ser, XL Semanal, Revista de
Occidente, Ajoblanco o Mercurio, entre otros.

Una posibilidad, la de atraer a Santander a algunos de los periodistas


culturales más reputados de España, que no se le escapa a la alcaldesa
de Santander, Gema Igual, quien ayer ensalzó la importancia para la
ciudad de este congreso que la convierte en «punto de encuentro del
periodismo cultural». Por ello, agradeció la apuesta de la Fundación
Santillana por pensar en Santander para la celebración de esta cita. Un
foro del que destacó que abordará algo que «es de actualidad, preocupante
y beneficioso pero en su justa medida».

Gema Igual consideró que los periodistas «deben proteger su


profesionalidad y su formación» y, aunque el «derecho a la información
está por encima de todo» y es bueno que «todos tengamos accesibilidad
a opinar en algún espacio», «debemos de hacer algo para que no de
manera gratuita cualquier información se pueda difundir aunque no
sea real o digna».

Fátima Sánchez, destacó que «un Centro Botín que no ha cumplido un


año» acoge por segundo año consecutivo esta iniciativa, que espera que
pueda «enriquecerse gracias al resto de actividades que están teniendo
lugar en el mismo espacio» y con las que «convivirá», como la exposición

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de esculturas de Joan Miró. «Cuando juntamos en un espacio tanto
conocimiento y tanta experiencia los resultados siempre son positivos»,
opinó y coincidió con el resto de los organizadores en que el tema que se
va a abordar en esta edición: «No puede ser más relevante, más adecuada
esta reflexión en este momento».

El germen

En la presentación del 4.º Congreso de Periodismo Cultural también se


recordaron las tres anteriores ediciones y, sobre todo, el origen de este
encuentro. Fue durante un curso de verano sobre este género que tuvo
lugar en 2014 en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (uimp)
cuando los asistentes acordaron crear un foro en el que los principales
periodistas de esta especialidad, tanto del sector de la prensa, radio,
televisión, como de medios online, pudieran poner en común y debatir
diferentes aspectos, visiones y experiencias. Las dos primeras citas se
celebraron en el Palacio de La Magdalena y la tercera tuvo lugar el año
pasado en un recién inaugurado Centro Botín.

«No hay ningún otro foro en que nuestro colectivo tenga oportunidad
de conocerse, de compartir experiencias, de debatir temas que
compartimos…», explicó Basilio Baltasar, quien también mostró su
optimismo con respecto al futuro del periodismo cultural: «La crisis está
amenazando a todas las secciones periodísticas, es cierto, pero, cuando
la sociedad comprenda la responsabilidad de esta profesión, los medios
de comunicación saldrán reforzados», concluyó.

Publicado en El Diario Montañés.


Martes, 24 de abril de 2018.

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Arrepiéntete y cree en la posverdad
karina sainz borgo

Vozpópuli

Son las once de la mañana del viernes pasado. La sala está llena de
periodistas. Unos, jóvenes. Otros, ya veteranos. Los nativos digitales.
Los que estrenaron el offset. Y los que han tenido que sobreponerse a
la mayoría de las aboliciones, ya sean técnicas o morales. Los une un
mismo hecho, una profesión: contar algo con criterio, inteligencia y
veracidad a otros. Justo por eso han sido convocados en Santander
por la Fundación Santillana para participar en el 4.º Congreso de
Periodismo Cultural, cuyo tema esta edición lo sintetiza el enunciado
«El linchamiento digital. Acoso, difamación y censura en las redes
sociales».

Acuden también investigadores y especialistas, entre ellos el profesor


Manuel Arias Maldonado, autor del ensayo Democracia sentimental,
y el sociólogo Miguel del Fresno, que interviene durante la última
jornada del encuentro. En los días previos se ha hablado de Facebook;
de posverdad; de big data y del algoritmo de Google, y del clickbate,
y los bots, y los trolls. También de la responsabilidad informativa,
dentro y fuera del periodismo cultural; de la verdad y su ausencia; de
la diferencia entre mentir y omitir. Los temas en su mayoría clásicos
de la profesión se discuten en el escenario de la era digital, ese campo
que traviste en toxina la reproductibilidad de la que habló Walter
Benjamin hace ya casi un siglo. Hoy, todo se comparte. Se esparce.
Se replica. Se agiganta. Se viraliza. La peste… ¿con prescripción
médica?

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Del Fresno se presenta ante su auditorio con la conferencia «Bullying
colectivo y economía del clic». La tesis de fondo no es en sí misma
sorprendente, pero sí funesta: los grandes fondos de capital han
invertido en empresas como Facebook y Twitter, para que «el pueblo»
o aquel representado en el conglomerado de quienes tienen acceso a
una red determinada haga la revolución, ¡ahora sí!, en las aplicaciones
desarrolladas por Zuckerberg y Dorsey, a cambio de sus datos. El anzuelo
de la gratuidad como escarpia de algo más grave.

«¡Los periódicos tienen que abandonar Facebook! Están ganando clics


con vuestros contenidos. Mejor dicho: os están robando los contenidos…
además de la publicidad», dice el sociólogo ante el auditorio. Lleva
razón Miguel del Fresno: los anuncios en prensa digital cada vez valen
menos y, en la granja de las noticias falsas, los periodistas se mueven a
empellones entre los cerdos y las perlas. Martín Caparrós, que ejecuta
como nadie el arte de llevar la contraria, pide la palabra y descerraja,
desde las butacas más alejadas: «Seguimos viviendo en un pensamiento
religioso. Si la gente cree que Dios creó el mundo en seis días, ¿le extraña
que pase esto?».

Estupefacto, y ya escaldado por tratarse de la tercera o cuarta intervención


que relativiza (malinterpreta o afea) su tesis, Miguel del Fresno responde,
dirigiéndose a Caparrós: «Tú eres la posverdad». El sociólogo tiene un gesto
extraño, como si estuviese a punto de sacar un pendrive, un crucifijo o un
pulverizador con agua bendita. ¡Hereje, ser no científico, arrepiéntete: el
fin del mundo está por llegar!, le falta responderle a Caparrós, quien se
peina tranquilamente sus bigotes de gigante de circo.

Quien presencia la escena vuelve a percibir lo mismo del día anterior,


e incluso del anterior a ese, y del anterior al anterior a ese: una enorme
confusión, con momentos aislados de lucidez. En el debate sobre la
democracia encarnada o no en Internet y las redes sociales, estallan
burbujas de entendimiento que se pierden en el ruido de fondo: el
murmullo, el gorjeo, el pitido, el teclado, la guerra lejana de los
tertulianos, la calle digital batiéndose a duelo ayer por el gas sarín, y
hoy por la sentencia de La Manada. A la gresca y siempre con la misma
intensidad. No son unos contra los otros, sino todos contra todos. Como

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aseguraba el director de El País en Cataluña, Lluís Bassets, el asunto es un
escenario bélico en el que los usuarios (ciudadanos) más que empoderarse
parecen entrenarse. Una guerra perpetua que erosiona a las democracias
liberales y, por supuesto, a una de sus columnas más antiguas: los medios
de comunicación.

Se habla de internet y de las redes sociales como si de un cuerpo ajeno se


tratara. Como si fueran ellas las que, por sí mismas, linchan y acorralan.
La responsabilidad se deposita en su dinámica y no en la de los usuarios,
es decir, en el conjunto de los ciudadanos que acuden a ellas: linchados
y linchadores, víctimas y victimarios… El que esté libre de pecado que
lance el primer tuit, valdría decir. Al ánimo del congreso lo recorre,
en ocasiones, un cierto maniqueísmo, un escepticismo soterrado, una
lectura de fondo que no augura nada bueno. La luminosidad está, claro,
en los matices, en la heterogeneidad y pluralidad de la convocatoria.
Dependiendo de la edad y de la naturaleza de los medios de comunicación
representados en este encuentro, los hay optimistas, internet no es, en
sí mismo, el infierno, también prácticos, ya que esto está en marcha,
entendámoslo y demos un uso correcto, o sencillamente desprejuiciados,
en este último grupo coincide una generación cuyos miembros fueron
usuarios de internet incluso antes que periodistas.

La palabra del año en 2016 fue posverdad. En 2017 tocó el turno a las fake
news, el anglicismo que resume la vieja invención de las noticias falsas. Que
lo falsario sea consecutivo apunta a un dogma viejo, la democratización,
ahora emplazado en un nuevo altar —empoderamiento, asambleísmo,
populismo— del que siguen despeñándose los mismos falsos ídolos. Todo
se expande y pincha a una velocidad mayor en una nueva modalidad de
autoritarismo. Algo incluso más grande que los Estados o los Gobiernos
y que nos empuja a una guerra a la que cualquiera puede apuntarse, pero
sin tener muy claro en cuál bando. Algo así como salir a las cruzadas con
una tableta bajo el brazo, mientras alguien nos espera con una Tizona.

Publicado en Vozpópuli.
Miércoles, 2 de mayo de 2018.

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Información y mentiras en la red,
las dos caras de la Luna
angélica tanarro

El Norte de Castilla

Hace tiempo que internet vino a revolucionar nuestra relación con el


mundo en general y el trabajo de los periodistas en particular. Las redes
sociales llenaron nuestras «cuentas» de amigos virtuales y nos pusieron
ante los ojos un mundo menos ancho y menos ajeno. Nuestras vidas y las
vidas de los otros al alcance de un clic. Pero en esa Torre de Babel también
se instalaron noticias falsas —eso sí con un término anglosajón con el
que todo parece más cool— y la furia del linchamiento derivado de la
facilidad de un «me gusta» ausente de reflexión, del insulto gratuito con
pseudónimo a veces tan insultante como el contenido de sus mensajes, vino
a expandirse exponencialmente y sin control. Y mientras nos rendíamos
con más o menos entusiasmo —medios ansiosos de estar los primeros en
la plaza pública, sacrificando en ocasiones la necesaria reflexión, imponían
las leyes— a la nueva situación, nuestros tecleos apresurados se convertían
en big data, en algoritmos preparados para monetizar, otro término en
boga, nuestros deseos y circunstancias, en definitiva, a hacer comercio con
nuestros datos, el nuevo maná de las grandes compañías. Nada nuevo bajo
el sol de un capitalismo que en mayores o menores grados había venido
convirtiendo a la ciudadanía en clientela, fenómeno ahora elevado a la
enésima potencia por la cantidad y la velocidad.

Y en ese exceso de exposición en que se ha convertido la vida de los


internautas y la de los profesionales de la información se hace necesario,
casi obligado, descender del escenario, de esa especie de Gran Hermano

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global en la que a veces desarrollamos la profesión, y mirarnos con
calma desde cierta distancia. Y eso es lo que hace una vez al año —y
van cuatro— el Congreso de Periodismo Cultural que organiza la
Fundación Santillana y que alienta sin desfallecer el director de su sección
cultural, Basilio Baltasar, que nos ponía ante el espejo de una cuestión
fundamental, «hasta qué punto la amenaza del escándalo corrige y altera
nuestra responsabilidad de periodistas: cómo abandonamos ciertos temas
con tal de evitar el furor de la muchedumbre o elegimos otros para
granjearnos su favor». Con los deberes hechos, Baltasar reflexiona sobre
los resultados de esta reunión:

«Como ya conocíamos bien las aplicaciones festivas de las redes, y la retórica


optimista de sus publicistas, nos correspondía inventariar sus efectos
perversos. El congreso agrupa a periodistas conscientes de su responsabilidad
crítica y de las amenazas que comprometen su obligación. En esta ocasión
enumeramos las perturbaciones instigadas desde las redes: la epidemia
emocional del odio sectario, las campañas orquestadas para difamar, las
falsedades difundidas para engañar, la ligereza con que se destruye la
reputación, el acoso a periodistas independientes, el retorno de la censura,
el amedrentamiento…».

Y aunque el diagnóstico no es optimista señala un primer paso para el


cambio:

«Contra los principios del periodismo de referencia, que sostiene un


canon de veracidad, las redes excitan los instintos bulímicos y adictivos de
la multitud anónima. La velocidad con que la tecnología difunde lo falso
y la participación masiva de los usuarios hace imposible todo desmentido,
cualquier refutación. Los usuarios son al mismo tiempo cómplices y
víctimas de un algoritmo concebido como negocio devastador: solo sirve
al beneficio y al interés. Los filósofos, sociólogos, expertos y analistas
que han intervenido en nuestro Congreso nos han permitido levantar
acta de este trastorno contemporáneo. Ser conscientes de ello ha sido
el primer paso».

Efectivamente, «El linchamiento digital» era más que un título una


invitación a parar en la carrera, a sopesar nuestra docilidad a la hora

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de sumarnos al festín del consumo rápido de titulares llamativos, a
cuestionarnos el presunto «empoderamiento» que nos brinda con mano
amable una tecnología que esconde una cara oculta. Lo puso de manifiesto
Lluís Basset, director de El País en Cataluña, al hablar de ese poder afilado
(sharp power) que nos sitúa frente a las nuevas guerras cibernéticas «donde
el enemigo es más difícil de identificar y donde el acoso es un nuevo
mecanismo de control y establece una nueva cultura bélica en la que
estamos entrenándonos». A su juicio, el presunto empoderamiento que
planteaba la revolución digital pronto se reveló como un espejismo:

«Las grandes multinacionales tecnológicas se apoderaban de nuestros


datos cuando creíamos que estábamos siendo más libres y empoderados
[…]. Con el big data han expropiado a los usuarios y los han vendido
a los enemigos de la democracia», afirmó aludiendo a los recientes
escándalos en las redes.

También el sociólogo Miguel del Fresno advierte de que cada tecnología


tiene su accidente, pero lo que cambia en este caso es la velocidad y la
escala, variables que nos pueden hacer resbalar por un tobogán colectivo
hacia el autoservicio de la banalidad y situarnos en un escenario en el que
se puede inventar una aplicación para odiar, de forma que el mercado
también convierta el odio en producto.

T emor y aceptación

Pero la Luna tiene dos caras, y mientras los periodistas y sociólogos


veteranos advierten del lado oscuro, los nativos digitales defienden su
entusiasmo por una herramienta con la que han visto crecer sus incipientes
propuestas mediáticas. Aquí la brecha generacional tiene picos de interés,
veteranos del periodismo cultural como Jesús Ruiz Mantilla demuestran
que se puede seguir haciendo información en los márgenes de la red
mientras los jóvenes ponen el dedo en la difusión y visibilidad que
proporciona un tablero de juego sin fronteras y horizontal, y donde la
voz de los prescriptores tradicionales ha quedado ensombrecida por el
supermercado de las opiniones. Para Mar Abad, cofundadora de la revista
Yorokobu, se trata de dos posiciones ante una misma situación: «la de los

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que temen el mundo actual y la de los que lo aceptan aun reconociendo
todas sus perversiones». Que en este océano de mensajes, eslóganes,
bulos, rumores y noticias la verdad es un asunto difícil de despinzar es
tan cierto como que la realidad se puede contemplar desde diferentes
perspectivas. Y tan comprobable es que en demasiadas ocasiones los
medios que apostaban por la cultura con mayúsculas están desistiendo
de esta tarea —la desaparición en sus páginas por ejemplo de la crítica
especializada o su reducción al esqueleto sería un síntoma, pero hay
otros como la tendencia al espectáculo frente a la cultura con más peso
específico— también es comprobable cómo en la red y en papel surgen
propuestas donde la crítica rigurosa tiene espacios generosos y la Cultura
se escribe con mayúsculas sin complejos, bandera que agita el consejero
delegado de Jot Down, Ángel Luis Fernández.

Pero no se trata de enumerar casos a uno y otro lado de la línea roja.


Que el buen periodismo se puede sostener en cualquier soporte es un
hecho, pero no es menos cierto que a veces es un mantra agitado por los
defensores a ultranza de las redes que puede acabar siendo un eslogan
vacío, más si no estamos alerta. En este sentido, Valerie Miles, editora de
la revista Granta en español, pone el dedo en la llaga de los deberes:

«Ahora que ha pasado la “revolución” y hay información que podemos


empezar a analizar no solo desde números sino también desde el efecto
en la sociedad, desde lo humano, las jornadas han sido un claro ejemplo
de lo que deberíamos estar haciendo. No nos dejemos seducir tan
fácilmente por las ideas “utópicas” de lo que no dejan de ser empresas,
sin el escepticismo sano de quien entiende que detrás de las redes sociales,
por ejemplo, hay capital, poder e influencia a escalas inimaginables hasta
ahora. Es fundamental que empecemos a abordar la cuestión de la era
digital sin excesos ni de ingenuidad ni de escatología, que la evaluemos
lúcidamente, aceptando los reproches de jóvenes que en su petulancia no
han tenido el tiempo aún para entender que no todo lo que brilla es oro.
Tan primordial esa frase, y tan verdadera. Hemos estado alelados estos
años de cambios tan drásticos, sin saber muy bien cómo reaccionar».

En su opinión, hemos comenzado a desperezarnos, y no evita poner


nombre a algún lobo de la red. «Somos responsables de buscar la mejor

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manera de gestionar esta situación. La mentira es seductora, lo sabemos
desde la Antigüedad. Nabokov decía que la ficción no nació el día en
que un chico llega a la hoguera de un valle neandertal gritando “¡viene
el lobo!” con el aliento del lobo en la nuca; la literatura nació el día que
llegó el chico gritando “¡viene el lobo, viene el lobo!” y no había nada
detrás de él. Ahora la cara de al menos uno de los lobos se hace visible:
se llama Donald Trump».

Antídoto

Para Sergio Vila-Sanjuán, coordinador del suplemento Cultura/s de La


Vanguardia —que acaba de resumir en un detallado artículo la historia
de estos encuentros y sus antecedentes—, el periodismo cultural puede
ser un antídoto. Frente a la velocidad y la falta de reflexión «el oficio del
periodismo cultural requiere las características contrarias: profundización,
matización, voluntad de plasmar con respeto situaciones complejas y a
veces contradictorias, intentando hacerlas comprensibles. La práctica
correcta del periodismo cultural es el mejor antídoto contra las malas
prácticas en la red». Así lo exponía recientemente en WMagazín, uno de
esos ejemplos de buen periodismo cultural en la autopista digital.

Una reflexión similar expone Guillermo Busutil, director de la revista


Mercurio, y columnista de La Opinión de Málaga: «Contra este habitual
trazo grueso de la red nada como el periodismo cultural o informativo,
contrastado y veraz, basado en ni una raya más ni una raya menos. El
mejor antídoto ante las mentiras que cosechan mucha más publicidad,
el aplauso sobredimensionado en las redes, y el corifeo de la bronca o
el linchamiento como el de la adolescente Amanda Todd, que terminó
suicidándose».

Muchos podemos preguntarnos, como hace él mismo, «cuánto tiempo


le queda en papel y en la red al buen periodismo y al respeto hacia
los receptores, sujeto a la conciencia del lenguaje, el rigor de los
conocimientos y a la educación expositiva con la que cada uno hace
su edición de la realidad». Pero, contemplando la botella medio llena,
somos muchos los que pensamos que, mientras haya vida, habrá quien

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sepa y opte por contarla desde la formación, las buenas fuentes, el rigor,
la profesionalidad, el buen uso del idioma y el gusto por las historias
bien escritas. Y medios como el que acoge estas líneas que apuesten sin
complejos por la cultura.

O por decirlo con las palabras de Antón Castro, director del suplemento
Artes y Letras, del Heraldo de Aragón —quien suele gustar de rematar sus
intervenciones echando mano de la poesía— da la sensación de «que la
vida de un modo u otro, está gobernada por robots y por empresarios
del clic y quizá del terror y las dictaduras. Todo eso se nos escapa de
las manos, y nos enturbia el pensamiento, pero hay que asumir las
posibilidades de los nuevos tiempos y combatir la mentira, el acoso o la
intolerancia con un viejo afán: contar la vida, contar qué sucede, hablar
de la creación, defender la cultura y promoverla con todas sus paradojas.
Las redes sociales están ahí y son adictivas, pero no menos adictivos y
estimulantes son la belleza, el descubrimiento de la verdad y el afán de
entender el mundo y narrarlo con exactitud e imaginación, con magia,
lucidez y la mejor de las prosas posibles».

Amén.
Publicado en El Norte de Castilla.
Sábado, 12 de mayo de 2018.

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La ingenuidad en las redes como arma de ignorancia
álex sàlmon

El Mundo

Las nuevas tecnologías, las redes, internet y todo lo que ronda la


comunicación a partir de esos parámetros son lugares comunes que
todos frecuentamos con normalidad o con un tremendo vértigo,
irresponsabilidad, ingenuidad o con la seguridad del que se cree en
poder de toda la información.

Que uno utilice con esa normalidad Facebook o Twitter no significa que
conozca los peligros que asume al ingresar en la Tierra Media de las redes
sociales repleta de trolls. Son seres que acostumbran a ser anónimos y
que recogen su nombre del mundo de Tolkien, toscos y sin inteligencia.
Su principal arma es el insulto sin argumento, la palabrota directa, sin
más. En bruto.

La reunión de periodistas culturales en Santander para hablar de «El


linchamiento digital. Acoso, difamación y censura en las redes sociales»
dejó a la profesión con una sensación de ingravidez. Puede que con ideas
más claras, pero sin una conclusión única sobre dónde poder asentar
soluciones específicas a algo que, puede, no tenga solución.

El que escribe fue el responsable de moderar una mesa redonda. El título,


«El ocaso de la ingenuidad», propuesto por el director del congreso,
Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana, daba para el debate.
Me atreví a argumentar en la introducción de la mesa que la ingenuidad
es la palabra donde mejor se puede refugiar toda la crítica que podamos

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hacer a las redes sociales. Por ello, el sentido del término ocaso podía
ponerse en duda. Debíamos hablar de una plenitud.

Nos había puesto en el camino de la vereda el profesor Manuel Arias


Maldonado al afirmar que «la red es el imperio del exaltado, mientras
que el moderado se desanima y se va». Así, cuanto más torticero es
tu comentario, más triunfa en la red. Y eso nos anima a los que nos
mantenemos en Twitter, por ejemplo, a exclamar: «Qué hacemos
aquí».

La insistencia de Pedro J. hizo que hace siete años ingresara en la


cofradía tuitera. Mi objetivo, como decían los especialistas, era compartir
contenidos propios o ajenos que parecieran interesantes. La primera
recomendación fue seguir a poca gente. Cuanto mayor es el número al
que sigues, peor controlas su contenido.

Poco a poco fui descubriendo cosas. Una de ellas, y graciosa, es que


muchos te seguían solo para que los siguieras en correspondencia.
Después te abandonan. Los denomino conejos. Te ponen la zanahoria
para quitártela. Así que a los pocos días ya me di cuenta de que había
mucho ego y postureo. Pero el valor de lo compartido vale la pena.

Bien, pues en ese afán de compartir, el misterio es la cantidad de mentiras


y odio que navega, sin rumbo y en masa, por las diferentes plataformas
que existen en internet. Me sorprendió la idea del profesor Miguel del
Fresno al referirse a que «el mercado también convierte el odio en un
negocio». Mi ingenuidad, vuelta a la palabra y puede que ahí esté el ocaso,
me llevó a las redes para compartir hechos, análisis y, en definitiva, ideas.
Y ahora, como explicó en una ponencia la periodista Marta Peirano,
autora del ensayo El pequeño libro rojo del activista en la red, todo eso se
vuelve contra los que comparten porque, al navegar, los datos son un
negocio. Odio e intimidad, ecuación a monetizar.

Cada uno es sus circunstancias, y las mías, en este momento, están


repletas de datos sobre el «procés». El momento político en Cataluña
cabalga sobre una gran ingenuidad que vemos los que intentamos no
estar directamente implicados aunque formemos parte del cuadro. Y

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por lo que explicaron algunos ponentes, una sociedad puede cambiar
su enfoque sobre las cosas gracias a las fake news. Falsedades.

Sin embargo, reconocer que te han engañado te obliga a un proceso


intelectual que la ingenuidad te niega. Por ello, lancé una teoría que
denominé «el camino reversible». Trazar la ruta de error para, en un
juego de vuelta atrás, coger la ruta en positivo. La ingenuidad conduce
a la ignorancia que nos lleva a la carencia de información. Ingenuidad,
ignorancia e información. Rebobinando las palabras. La información
elimina la ignorancia, que conduce a la ingenuidad. Claro que es
preferible un ingenuo que un ignorante, sobre todo porque este último
es un atrevido sin contenido. Los ignorantes, con reírse de las ideas, ya
se dan por satisfechos. Ganan en su mundo, del que no quieren salir
porque no les interesa. Y están en las redes.

Publicado en El Mundo.
Domingo, 29 de abril de 2018.

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El misterio de las redes
antón castro

Heraldo de Aragón

Basilio Baltasar es un mallorquín que adora las palabras y su persuasión


metafórica. Desde hace cuatro años, organiza en Santander con la
Fundación Santillana, de la que es director, y otros organismos un
congreso de periodismo cultural que destaca por su pluralidad, por
los temas y por los títulos que suele poner a cada mesa redonda. El de
este año, de nuevo en el Centro Botín de Renzo Piano, se tituló «El
linchamiento digital» y se llevó la palma la frase «el algoritmo tóxico».
Él mismo abrió la cita con una mirada de preocupación ante el universo
digital que corrigió al final: en los tres días de sesiones y debates halló
algún resquicio a la esperanza. La mentira ha existido siempre, pero
ahora su propagación es vertiginosa e imparable.

Las redes sociales parecen el demonio y quizá lo sean, están controladas


por grandes empresas mundiales que comercian con los datos y con un
sinfín de perfiles de intimidad individual, pero a la vez se ha intensificado
la participación del lector y se ha roto el modelo clásico de periodismo
vertical. Quedó claro que vivimos en el tiempo de la proliferación
de las fake news (noticias falsas que cuentan con grandes agencias de
producción) y de una nueva tiranía, el clic, que empobrece el oficio y
que lo embarca hacia un lento suicidio.

Se habló de los efectos virales, de la superficialidad, de la desinformación y


de la manipulación, de los acosos (entre ellos, el de la escritora María Frisa).
Lluís Bassets anticipó que habrá un día en que los robots, dueños del

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algoritmo informático, se comuniquen entre ellos, que sumen su creatividad
y que todos acabemos pensando lo que ellos quieran que pensemos. Muchos
ven las redes sociales como algo que ya está aquí, como la imprenta o
el fuego, y que es una herramienta extraordinaria. Llamó la atención la
postura de los estudiantes de periodismo: advirtieron que ellos no están tan
dominados por internet, sus plataformas o los móviles como se pueda pensar.
Entienden que es un entretenimiento y una forma de conocimiento. Eso
sí, algunos expertos, como el sociólogo Miguel del Fresno, recomendaron
a todos que abandonasen Facebook: roba el alma y crea adicción, como
si fuera una nueva forma de cocaína. Joseba Elola recordó que, por esa
dependencia, «en los Estados Unidos las redes sociales se han convertido
ya en un problema de salud pública».

Publicado en Heraldo de Aragón.


Domingo, 29 de abril de 2018.

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Inventar la realidad
marcos díez

El Diario Montañés

La mente tiende a dar veracidad a todo aquello que está escrito. La


primera reacción es creer en lo que se lee. Por eso funciona la ficción en
la que creemos aun sabiendo que no nos están diciendo la verdad. Esta
trampa de la percepción ha sido históricamente aprovechada para crear
realidades alejadas de los hechos. La palabra escrita, de alguna forma,
da carne a los acontecimientos y, quizá por eso, las cosas que suceden se
materializan cuando alguien escribe sobre ellas.

Es muy fácil, teniendo en cuenta todo esto, dejarse caer hacia el lado
oscuro y crear de forma premeditada, al escribir, realidades que no
tienen ningún anclaje con lo sucedido. El entorno digital favorece que
esto suceda porque se multiplican las voces, se desvanece el criterio
de autoridad y no hay controles que tengan que ver con una mínima
deontología profesional. Los medios rigurosos, tradicionales o digitales,
acomodan la narración de los hechos a su ideología y su visión es, como
la de todos, subjetiva porque la forma de interpretar las cosas que suceden
al final siempre lo es. Pero una cosa es interpretar la realidad desde
una subjetividad, mejor o peor intencionada, y otra cosa es inventar la
realidad.

Las redes sociales tienen todos los ingredientes para que los rumores y las
mentiras se extiendan dejando por escrito una huella que, en la mente de
muchos, acabará siendo la realidad misma. Voces infinitas, anonimato,
brevedad, rapidez, irreflexión, impulsividad, emotividad. Gasolina

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para la multiplicación de lo falso, tentación demasiado al alcance de la
mano de los que solo quieren infringir un daño. ¿Qué se puede hacer
para detener esta propagación de falsedades? Los antídotos (espíritu
crítico, comprensión lectora, capacidad para discernir o buscar fuentes
alternativas, cuestionar lo que uno lee) son apuestas minoritarias hoy en
día y casi siempre personales. La educación, quizá, pueda ayudar. Pero
la educación, me temo, está hoy más enfocada a producir especialistas
y a capacitar a la gente para adaptarse al mercado laboral que a tener
habilidades que nos permitan cuestionar sin descanso las cosas que
leemos.

En estos tiempos digitales la burda mentira corre más rápido que


nunca y, una vez que una falsedad se propaga, ya solo queda aceptar
la intemperie, asumir la derrota, exiliarse a un lugar analógico (una
cocina, un paseo, una playa, un libro, un abrazo) para protegerse de
ese maremoto virtual ante el que ningún desmentido repara el daño,
porque la realidad pesa más que la mentira, generalmente es menos
atractiva y, además, se mueve más despacio.

Publicado en El Diario Montañés.


Lunes, 23 de abril de 2018.

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Se imprimieron en Jaén los textos, actas
y ponencias leídas en el 4.º Congreso
de Periodismo Cultural,
celebrado en Santander
en abril de 2018

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CONGRESO
El
linchamiento
DE PERIODISMO CULTURAL

Y a conocemos las aplicaciones festivas de las redes sociales


y el optimismo de sus publicistas. Ahora nos toca hacer

digital
el inventario de sus efectos nocivos.

El linchamiento digital. Acoso, difamación y censura en las redes sociales Basilio Baltasar (Ed.)
Las perturbaciones han sido perversas: las campañas
orquestadas para difamar y las falsedades difundidas para
engañar han sorprendido a unos usuarios que, nuevamente,
no saben lo que hacen.
Acoso, difamación y censura en las redes sociales

Con la dócil inocencia del consumidor, el internauta se


ha convertido en cómplice de una fuerza de destrucción
masiva: la insólita furia tóxica envenena el debate social, la
epidemia emocional del odio contagia su furor sectario, el
acoso destruye las reputaciones molestas. Basilio Baltasar (Ed.)
Los modos caníbales que facilitan las redes desbaratan el
delicado equilibrio de las formas culturales y fragmentan a la
sociedad en cofradías beligerantes.
El fenómeno es abrumador y nadie sabe cómo limitar
los daños causados por el éxito de una tecnología que se
comercializa como un mandato de la innovación. «A lo largo de esta década mutante
hemos visto a los profetas de la tecnología
Filósofos, sociólogos, analistas y periodistas abordan en este divulgar su optimismo corporativo y no
libro las consecuencias de una transformación que amenaza pocas veces coincidía su entusiasmo con
los fundamentos de la gobernanza democrática y la decencia la retórica publicitaria de los fabricantes
intelectual de la cultura. y su inefable manual de instrucciones».
«En esta nueva versión de la batalla entre
antiguos y modernos, los peritos de la era
virtual sostienen el decálogo político de lo
tecnológicamente correcto, ensalzando
sus logros con una pasión evangelista y
omitiendo sus efectos perversos con una
hipocresía puritana».

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