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LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1868)

Entre 1833 y 1868 se produce en España un proceso de cambio irreversible que afecta a
todos los órdenes de la vida:
 se configura una monarquía constitucional, inspirada en los principios liberales
 se sientan las bases de una economía capitalista
 se estructura una sociedad de clases.
Las claves del período son:
 los partidos políticos liberales (moderados y progresistas)
 las constituciones promulgadas (la de 1837 y la de 1845)
 los procedimientos de llegar al poder (elecciones con sufragio censitario masculino y
el papel de los pronunciamientos militares)
 las actuaciones económicas (entre ellas la desamortización y el ferrocarril).
Este periodo se corresponde con el reinado de Isabel II (1833-1868), en el que distinguimos
dos grandes etapas:
 la de las regencias, en que la reina es menor de edad (1833-1843)
 la de la mayoría de edad (1843-1868)

El conflicto sucesorio y el carlismo


Tras la muerte de Fernando VII tiene lugar un conflicto dinástico entre Isabel, hija de
Fernando que había sido nombrada heredera tras la anulación de la Ley Sálica que prohibía
reinar a las mujeres y Carlos Mª Isidro, hermano del rey.
El conflicto sobre la sucesión al trono dará origen a las guerras entre carlistas (absolutistas)
e isabelinos (liberales), en 1833‐40 y 1846‐49.
Este conflicto fue también un enfrentamiento que dividió política y socialmente al país.
El carlismo
 defendía el Absolutismo monárquico y la tradición histórica.
 su ideario se basaba en “Dios, Patria, Rey”: religión católica, leyes tradicionales como
esencia de la Patria, Monarquía Absoluta y sistema foral.
 estaban en contra de los cambios que el liberalismo introducía.
 encontraron apoyo en los campesinos, en los artesanos, en la pequeña nobleza y en
parte del clero, tanto de la jerarquía como del bajo clero.
 triunfó sobre todo en las zonas rurales del País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo.
La Primera Guerra Carlista (1833-1840) acabó con el Convenio o Abrazo de Vergara.
El reinado de Isabel II
Tras el triunfo de los liberales se inicia el reinado de Isabel II, que supuso la implantación
definitiva del régimen liberal en España.
En una primera etapa, (1833-43), durante la minoría de edad de la reina y la regencia de su
madre, María Cristina (1833-40), los diferentes gobiernos van a llevar a cabo una serie de
reformas, insuficientes para una parte del liberalismo.
El protagonismo lo inició Martínez de la Rosa, ministro de Estado, que promulgó el Estatuto
Real de 1834, una “carta otorgada” que quería ser una respuesta moderada a los que pedían
cambios y reformas en profundidad.
Se acentuó la división entre liberales moderados y progresistas. La monarquía apoyará
siempre a los moderados, pero debido a las circunstancias de la guerra aceptará gobernar con
los progresistas implantando algunas reformas.
Las reformas progresistas desmantelaron las instituciones del Antiguo Régimen e
implantaron un régimen liberal, constitucional y de monarquía parlamentaria. Una de sus
actuaciones fue la reforma agraria que consagraba los principios de propiedad privada y de
libre disponibilidad de la tierra. La reforma agraria se llevó a cabo a partir de tres medidas:
 la disolución del régimen señorial
 la desvinculación (supresión de mayorazgos, patronatos…)
 la desamortización.
Juan Álvarez Mendizábal, primer ministro y ministro de Hacienda, decreta en 1836 la
disolución de las órdenes religiosas y la incautación de sus propiedades poniéndose estas a
la venta en subasta pública.
Los objetivos de la desamortización fueron:
 conseguir recursos financieros para costear la guerra carlista
 disminuir la deuda pública
 crear una base social que apoyara el liberalismo progresista.
A largo plazo, las medidas debían fomentar el desarrollo de la agricultura, al pasar la tierra a
propietarios emprendedores dispuestos a introducir mejoras. Sin embargo la mayoría de los
compradores no fueron cultivadores directos y no se consiguió cambiar la estructura de la
propiedad ni crear pequeños y medianos propietarios.
Además se adoptaron una serie de medidas de liberalización económica:
 abolición de los privilegios de la Mesta, de los privilegios gremiales y del diezmo
 eliminación de aduanas interiores
 libertad de arrendamientos, precios y comercio.
Con todo ello se produjo la implantación del liberalismo económico.
El gobierno progresista convocó unas Cortes extraordinarias para redactar un texto
constitucional.
La Constitución de 1837 proclamaba algunos principios básicos del progresismo:
 soberanía nacional
 declaración de derechos
 división de poderes
 aconfesionalidad del Estado
 establecimiento de la Milicia Nacional
Además recogía también algunos elementos moderados:
 existencia de dos Cámaras (Congreso y Senado)
 concesión de amplios poderes a la Corona
 sufragio censitario muy restringido
Quedó configurado un sistema de partidos, moderado y progresista, que se alternaban en el
poder.
Una vez aprobada la Constitución se convocaron elecciones que fueron ganadas por los
moderados. Estos intentaron desvirtuar los elementos progresistas de la Constitución.
 Se reformó la Ley Electoral, haciéndola más restrictiva
 Se limitó la libertad de imprenta
 Se promulgó la Ley de Ayuntamientos, que permitía a la Corona nombrar alcaldes de
las capitales de provincia.
 Además llevaron a cabo la devolución de los bienes expropiados al clero secular.
Se produjo entonces un amplio movimiento insurreccional y los sectores afines al
progresismo apoyaron a Espartero, militar vencedor de la Guerra Carlista que contaba con un
gran apoyo popular. Espartero asumió el poder y se convirtió en regente en 1840.
Sin embargo actuó con un marcado autoritarismo. Las conspiraciones militares de los
moderados y la pérdida de apoyos llevaron a Espartero a renunciar a la regencia.
Isabel II fue declarada mayor de edad y proclamada reina.

En 1844 se celebraron elecciones que dieron la mayoría a los moderados. Se inicia así la
década moderada (1844-54).
Ramón María Narváez, militar y político moderado, formó gobierno basado en los principios
del liberalismo moderado.
Su pretensión era clausura la etapa revolucionaria y normalizar el funcionamiento de las
instituciones liberales. El nuevo Estado debía sustentarse en el predominio del orden y de la
autoridad.
Este periodo se caracterizó por
 la represión contra los progresistas
 el apoyo al gobierno de la burguesía terrateniente
 el falseamiento de los mecanismos electorales para garantizar el triunfo del partido en
el gobierno.
El gobierno preparó una reforma de la Constitución de 1837 y aprobó la nueva Constitución
de 1845 que recogió las ideas básicas del moderantismo:
 soberanía conjunta entre el rey y las Cortes
 ampliación de los poderes del ejecutivo
 disminución de la atribuciones del legislativo
 sufragio censitario muy restringido que no superaba el 1% de la población.
 supresión de la Milicia Nacional
 exclusividad de la religión católica.
La nueva Constitución mantenía gran parte del articulado de la Constitución de 1837 sobre
todo en lo referente a la declaración de derechos aunque las leyes posteriores los limitarán
enormemente.
El moderantismo pretendió consolidar la estructura del nuevo Estado liberal bajo los
principios del centralismo, la uniformidad y la jerarquización.
 reforma de Hacienda, Códigos Penal y Civil, Ley de Administración Local (sólo País
Vasco y Navarra conservaron antiguos derechos forales por temor al rebrote del
carlismo),
 centralización de la educación
 sistema métrico decimal
 creación de la Guardia Civil
 estructura jerarquizada en la que cada provincia dependía de un poder central en
Madrid del que dependían los gobernadores civiles y de estos los alcaldes de
municipios menores
La actividad e importancia de las Cortes fueron casi irrelevantes, por lo que la oposición al
régimen era extraparlamentaria.
Los levantamientos carlistas se revitalizaron y se produjo la segunda guerra carlista (1846-
1849).
En 1849 una escisión del partido progresista dio origen al partido demócrata, que defendía
 el sufragio universal
 la soberanía popular
 la república como forma de gobierno
 los derechos y libertades individuales sin ninguna restricción.
El autoritarismo del gobierno moderado provocó el levantamiento de progresistas,
demócratas y de algunos sectores moderados defraudados con el gobierno.
Esta unión desembocó en el pronunciamiento de Vicálvaro (1854) dirigido por un moderado
descontento, el general O´Donell que fundó un nuevo partido, la Unión Liberal, que
pretendía cubrir un espacio de centro entre moderados y progresistas.

Tras este pronunciamiento comienza el bienio progresista (1854-56) con un gobierno


presidido por Espartero que intentó restablecer el progresismo con una serie de medidas.
Las principales medidas adoptadas fueron
 la aprobación de la Ley Madoz (1855)
 la construcción del ferrocarril
Se aprobó la Ley Madoz de desamortización eclesiástica y civil que afectó a los bienes del
Estado, de la Iglesia, de las órdenes militares, y sobre todo de los ayuntamientos (bienes
propios y comunes).
El volumen puesto a la venta fue mucho mayor que en 1837 y se pretendía conseguir
recursos para la Hacienda y las inversiones públicas, especialmente para la construcción del
ferrocarril.
Éste fue el otro gran proyecto de esta etapa: en 1855 se aprobó la Ley General de
Ferrocarriles.
Se elaboró la Constitución de 1856, de carácter progresista, conocida como “non nata”,
porque no entró en vigor.
Las medidas reformistas del bienio no remediaron las crisis de subsistencia que provocaron
huelgas obreras y levantamientos campesinos.
La creciente conflictividad social retrajo y atemorizó a las clases conservadoras.
Además se agudizaron las discrepancias dentro de la coalición gubernamental entre el
progresismo más moderado que acabaría en la Unión Liberal y el más radical que lo haría en
el Partido Demócrata.
Espartero dimitió y la reina confió el gobierno a O`Donell que reprimió duramente las
protestas.
La fase final del reinado de Isabel II es un periodo ecléctico (1856-1868) en el que el poder
estará en manos de la Unión Liberal de O’Donnell y, posteriormente, de los moderados con
Narváez.

El gobierno unionista (1856-1863) intentará un equilibrio entre el moderantismo y el


progresismo. Entre 1856 y 1863 se consiguió una estabilidad política y un crecimiento
económico, aunque al final del periodo se produjo una descomposición interna de la coalición
gubernamental.

La reina entregó de nuevo el poder a los moderados (1863-1868). Sin embargo el


autoritarismo del gobierno provocó la reacción de progresistas y demócratas que se
unieron para derrocar a Isabel II.
En agosto de 1866 se firmó el Pacto de Ostende entre el partido progresista y el demócrata
para desalojar del trono a Isabel II, poco después se uniría la Unión Liberal.

En septiembre de 1868 el almirante Topete se sublevó en Cádiz, el manifiesto dado a


conocer finalizaba con el grito “¡Viva España con honra!”, símbolo de la revolución conocida
como La Gloriosa. Como consecuencia de estos acontecimientos la reina se vio obligada a
exiliarse, con lo que acabó el reinado de Isabel II, estableciéndose un gobierno provisional
hasta la Constitución de 1869. Había comenzado el Sexenio Democrático (1868-1874).

El liberalismo que se impuso a lo largo de casi todo el periodo fue moderado y censitario,
respondiendo a los intereses de la oligarquía dominante.

Dos de los rasgos propios de este periodo fueron la inestabilidad política y el protagonismo
militar en la vida política del país; no sólo porque muchos de los cambios de gobierno
vinieron precedidos de pronunciamientos, sino también por la presencia de militares de
prestigio (guerras carlistas o americana) como líderes de las principales corrientes políticas
de la época (Espartero, O´Donell, Narváez, Serrano, Prim,…) o ya como jefes de gobierno y
ministros.

Otro elemento destacable fue el excesivo poder de la oligarquía terrateniente e industrial, y


la marginación política de la inmensa mayoría de la población.
Los partidos políticos
La instauración de un régimen parlamentario trajo consigo el surgimiento de partidos
políticos porque comportó la formación de nuevos órganos representativos. Los partidos
nacieron entonces con el objetivo de proveer de representantes a estos órganos y organizar
las diferentes opciones políticas.
Los primeros partidos españoles tenían poco arraigo social, al ser el derecho a voto muy
limitado y al no haber tradición parlamentaria en el país. Se trataba de agrupaciones
organizadas alrededor de algunas personalidades de relieve, sin programas muy elaborados,
que se vinculaban por intereses y se unían para participara las elecciones, controlando algunos
periódicos para expresar sus opiniones y aspirando a ocupar el poder.
Durante el reinado de Isabel II, las dos grandes familias liberales, los moderados y los
progresistas, dominaron la vida política del país. A estos dos grupos se añadieron la Unión
Liberal, un partido centrista, y dos grupos más radicales: el Partido Demócrata y el Partido
Republicano.
Los moderados. Defendían el derecho a la propiedad, el sufragio censitario restringido y la
soberanía compartida entre Corona y Cortes y la confesionalidad del Estado.
También se mostraban partidarios de limitar los derechos individuales, especialmente los
colectivos. Anteponían el orden y la autoridad a la libertad individual. Su apoyo social venía de
las clases altas (terratenientes, grandes industriales, burguesía financiera y comercial. Bravo
Murillo y Narváez fueron sus líderes destacados.
Los progresistas defendían la soberanía nacional y el predominio de las Cortes: mantenían el
principio del sufragio censitario, pero con una mayor base electoral. Eran partidarios de
robustecer los poderes locales y de los derechos individuales y colectivos. Defendían la
necesidad de una reforma agraria y eran partidarios de limitar la influencia de la Iglesia. Su
base social eran las clase medias urbanas: pequeña burguesía, artesanos, tenderos,
empleados…Mendizábal y Espartero fueron algunos de sus líderes.
De una escisión de los moderados aparece la Unión Liberal, opción centrista entre moderados
y progresistas que no presentó ninguna novedad ideológica.
A la izquierda de los progresistas aparece el partido Demócrata que defendían la soberanía
popular y el sufragio universal masculino. También eran partidarios de ampliar los derechos
individuales y colectivos y de la libertad de culto.
El desprestigio de la monarquía de Isabel II hizo ganar fuerza a la opción del republicanismo.
Los republicanos defendían la república como única opción verdaderamente democrática por
permitir la elección de todos los cargos públicos, incluyendo la jefatura del Estado, y
presentaban un fuerte carácter social y popular.

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