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PROLEGÓMENOS A UNA
TEORÍA DEL LENGUAJE
VERSIÓN ESPAÑOLA DE
JOSÉ LUIS DÍAZ DE LIAÑO
Traducciones Diorki
SEGUNDA EDICIÓN
PROLEGÓMENOS A UN A
TEORÍA DEL LENGUAJE
VERSIÓN ESPAÑOLA DE
Traducciones Diorki
i
Ediciones de los Prolegómenos:
1. Omkring sprogteoriens grundlceggelse. En Festskrift udg
af K0benhavns Universitet (noviembre 1943), págs. 1-113.
FF"59S93
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ADVERTENCIA SOBRE LA TRADUCCIÓN
PROLEGÓMENOS. — 2
TEORÍA LINGÜÍSTICA Y HUMANISMO
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TEORÍA LINGÜÍSTICA E INDUCCIÓN
—L
El -fin de la teoría lingüística 31
armamos para enfrentarnos no sólo a las eventualidades que
ya se nos hayan presentado, sino a cualquier otra eventua
lidad.
Los objeto^ que interesan a la teoría lingüística son los-
textos. El fin de la teoría lingüística es dotarnos de un modo J
de proceder con el cual pueda comprenderse un texto dado
mediante .na descripción autoconsecuente y exhaustiva.
Pero debe indicar además cómo puede entenderse cualquier
otro texto de la naturaleza establecida como premisa, y esto
lo hace facilitándonos instrumentos susceptibles de empleo
en tal texto.
Por ejemplo, necesitamos que la teoría lingüística nos
permita describir de modo autoconsecuente y exhaustivo no
sólo un texto danés determinado, sino también todos los de
más textos daneses, y no sól° todos los dados, sino tam
bién todos los textos daneses concebibles o posibles, incluso
los que no existirán hasta i íañana o hasta más tarde, en
tanto sean textos de la misma clase, es decir, textos de una
naturaleza establecida como premisa igual a la de los hasta
aquí considerados. Eso lo hace basándose en los textos da
neses que han existido hasta ahora, y puesto que éstos son
enormemente numerosos y extensos, debe contentarse con
tomar como base una selección de Iós mismos. Utilizando
los instrumentos de la teoría lingüística podemos extraer de
tal selección una reserva de conocimientos utilizable en
otros textos. Este conocimiento afecta, no única o esencial
mente a los procesos o textos de los que se obtiene,
17] sino al sistema o lengua en que se basan todos los
textos de la misma naturaleza, y con cuya ayuda po
demos construir nuevos textos. Con la información lingüís
tica así obtenida, nos es posible construir cualquier texto
concebible o teóricamente posible en la misma lengua.
32 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
Pero la teoría lingüística debe ser <ie utilidad para descri
bir y predecir no sólo cualquier texto posible compuesto en
cierta lengua, sino, basándose en la información que se nos
proporciona acerca del lenguaje en general, cualquier texto
posible compuesto en cualquier lengua, sea cual fuere ésta.
El teórico de la lingüística, por supuesto, debe tratar de sa
tisfacer esta exigencia del mismo modo, comenzando con
cierta ..elección de textos de diferentes lenguas. Como es
evidente, sería hum mámente imposible trabajar con todos
los textos existentes; lo que es más, el trabajo sería es
téril, puesto que la teoría también debe cubrir textos que
todavía no han adquirido realidad. De aquí que el teórico
de la lingüística, como cualquier otro teórico, deba tomar la
precaución de prever todas las posibilidades concebibles
—incluso aquellas que él mismo no haya experimentado o
haya visto convertidas en realidad— y admitirlas en su teoría
de modo que sean aplicables a textos y lenguas con los que
no se haya tropezado, o a lenguas que tal vez nunca hayan
llegado a ser realidad, y algunas de las cuales probablemen
te nunca lo serán. Sólo así elaborará una teoría lingüística
con garantías de aplicabilidad.
Por tanto, es necesario asegurar la aplicabilidad de la
teoría, y toda aplicación presupone necesariamente la teo
ría. Pero es de capital importancia no confundir la teoría
con sus aplicaciones o con el método práctico (procedi
miento) de aplicación. La teoría conducirá a un procedi
miento, pero ningún «procedimiento de exploración» (prác
tico) se expondrá en este libro, que, en sentido estricto no
ofrece siquiera la teoría en forma sistemática, sino única
mente sus prolegómenos.
En virtud de su adecuación, la tarea de la teoría lingüís
tica es empírica; en virtud de su arbitrariedad, es calcula
toria. Partiendo de ciertas experiencias, que necesariamente
El fin de la teoría lingüística 33
deben limitarse, aun cuando deberían ser lo más variadas
posible, el teórico de la lingüística establece un cálculo de
todas las posibilidades concebibles dentro de ciertos marcos.
Estos marcos los construye arbitrariamente: descubre cier
tas propiedades en todos esos objetos que la gente está de
acuerdo en llamar lenguas, para después generalizar tales
propiedades y establecerlas mediante una definición. A par
tir de este momento el teórico de la lingüística —arbitraria,
pero adecuadamente— ha decretado a qué objetos puede y
a cuáles no puede aplicarse su teoría. Establece entonces,
para todos los objetos de la naturaleza establecida como
premisa en la definición, un cálculo general en el que se pre
vén todos los casos concebibles. Este cálculo, que se deduce
de la definición establecida con independencia de toda expe
riencia, proporciona los medios para describir o compren
der un texto dado y la lengua con arreglo a la cual
18] se construye. La teoría lingüística no puede verificarse
(confirmarse o invalidarse) haciendo referencia a tales
textos o lenguas existentes. Sólo puede juzgarse por referen
cia al carácter autoconsecuente y exhaustivo del cálculo.
Si, por medio de este cálculo general, la teoría lingüística
termina por construir varios modos de proceder posibles,
todos los cuales puedan proporcionar una descripción auto-
consecuente y exhaustiva de cualquier texto dado y por me
dio de ¿1 de cualquier lengua, sea cual fuere, entonces, de
esos posibles métodos se elegirá aquel que facilite la des
cripción más simple posible. Siyariqs.métodqsprop.orcionan
descripciones igualmente simples,.se elegirá, el que conduz
ca al resultado por_el camino más simple. Este principio,
que se_deduce. de nuestro llamado principio empírico, será
llamado principio de simplicidad.
Por referencia a este principio, y sólo por referencia a él,
podemos dar algún significado a la afirmación de que una
PROLEGÓMENOS. — 3
34 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
solución autoconsecuente y exhaustiva es correcta y otra no
lo es. Se considera correcta la solución que se atiene en gra
do máximo al principio de simplicidad.
Podemos, pues, juzgar la teoría lingüística y sus aplica
ciones comprobando si la solución que facilita, aun satisfa
ciendo las necesidades de autoconsecuencia y exhaustividad,
es también la más simple de todas.
Es, pues, por su propio «principio empírico» y sólo por
él por el que debe someterse a prueba la teoría lingüística.
Consecuentemente, es posible imaginar varias teorías lin
güísticas como «aproximaciones al ideal establecido y enun
ciado en el principio empírico». Una de ellas ha de ser nece
sariamente la definitiva, y toda teoría lingüística concreta
mente desarrollada abriga la esperanza de ser precisamente
la definitiva. Pero de ello se sigue que la teoría lingüística,
en cuanto disciplina, no se define por su forma concreta, y
es a la vez posible y deseable que progrese proporcionando
nuevos avances concretos que tengan por resultado una apro
ximación cada vez mayor al principio básico.
En los prolegómenos de la teoría, es el aspecto realista
de la teoría, la mejor forma de satisfacer la exigencia de
aplicabilidad, el que nos interesa. Lo estudiaremos
19] investigando cada rasgo del que pueda decirse que es
constitutivo de la estructura de cualquier lengua, e in
vestigando asimismo las consecuencias lógicas que se deri
van de una fijación ue esos rasgos con ayuda de definiciones.
VII
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VIII
EL SISTEMA DE DEFINICIONES
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FORMA DEL ANALISIS
PROLEGÓMENOS. — 4
Prolegómenos a una teoría del lenguaje
un proceso lingüístico \ a las clases las llamaremos cadenas,
y a los componentes de una cadena sus partes. Dentro de
un sistema lingüístico, a las clases las llamaremos paradig
mas, y a los componentes de un paradigma sus miembros.
De acuerdo con la distinción entre partes y miembros, cuan
do sea adecuado especificar podremos llamar al análisis de
un proceso partición, y al análisis de un sistema desmem-
bración.
La primera misión del análisis es, pues, realizar una par-
tición del proceso textual. El texto es una cadena y todas
sus partes (v. g. frases, palabras, sílabas, y así sucesiva
mente) son igualmente cadenas, excepto aquellas eventua
les partes últimas que no puedan _someterse a análisis.
La exigencia de exhaustividad impedirá detenerse en una
partición determinada del texto; las partes que resulten de
partición deben ser partidas a su vez,?y así sucesivamente
A'
hasta agotar la partición. Hemos definido el análisis de tal
modo que no se presenta el problema de si es simple o con
tinuado; un análisis (y así, también una partición) puede
contener uno, dos, o m.ás análisis. El análisis, o la partición’ A 1
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-A.
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XI
FUNCIONES
Intercambiando la c y la s, la a y la o, la l y la n respecti
vamente, obtenemos palabras diferentes: cal, can, col, con,
son, sol, san, sal. Cada una de estas entidades es una cadena
que entra en el proceso (texto) -lingüístico; por otra parte,
c y s juntas, ayo juntas, y l y n juntas forman un paradig
ma, que entra en el sistema lingüístico. En la palabra cal
hay conjunción, o. coexistencia, entre c, a y l: tenemos efec
tivamente ante nuestros ojos, tanto c, como a, como l; del
mismo modo hay conjunción o coexistencia entre s, o y n
en la palabra son. Pero entre c y s hay disyunción, o alter- "
nancia: lo que tenemos ante nosotros efectivamente es o
bien c o bien s; asimismo hay disyunción o alternancia en
tre l y n. ■ -- ,,
En cierto modo se dice que son las mismas entidades las
que entran en el proceso (texto)-lingüístico y en el sistema
lingüístico; considerada como componente (derivada) de la
palabra cal,, c forma parte del proceso y así pues de la con
junción; considerada como componente (derivada) del pa
radigma
■Mi
Signos y figuras
Estos hechos, establecidos por la experiencia inductiva
en todas las lenguas hasta aquí observadas, subyacen a la
invención del alfabeto. En realidad, si no hubiese inventa
rios limitados la teoría lingüística no podría abrigar la es
peranza de alcanzar su meta, que consiste en hacer posible
una descripción simple y exhaustiva del sistema subyacente
en' el texto. Si no se llegase a un inventario limitado por
mucho que se continuase el análisis, sería imposible lograr
una descripción exhaustiva. Y cuanto más reducido sea el
inventario al concluir el análisis, tanto mejor podremos sa
tisfacer el principio empírico y su necesidad de simplicidad.
Por tanto, es de capital importancia para la teoría lingüís-
tica la idea que constituye la base de la invención de la
escritura: la idea de proporcionar_eLanálisis..que_.conduzca |
a entidades_de_la_nienor .extensión..y_en el.menor, número
posibles.
Las dos observaciones que aquí hemos hecho —que una
entidad puede a veces ser de la misma extensión que otra
entidad de distinto grado (por ejemplo, í) y que la extensión
del inventario decrece en el curso del procedimiento, que
comienza siendo ilimitado., para después restringirse más y
más— serán de importancia para nosotros cuando conside
remos la lengua como un sistema de signos.
Que una lengua es un sistema de signos parece a priori
lina proposición evidente y fundamental, que la teoría lin
güística habrá de tener en cuenta desde ei primer momento.
La teoría lingüística debe poder decimos qué significación
puede 'atribuirse a esa proposición, y especialmente a la pa
labra signo. Por el momento habremos de contentamos con
el vago concepto de la misma legado por la tradición. De
acuerdo con ella, un «signo» (o como diremos, antici-
40] pando una sutilización terminológica que se introdu
cirá más adelante (pág. 73), una expresión de signo)
Prolegómenos a tina teoría del lenguaje
se caracteriza primera y principalmente por ser signo de
alguna otra cosa —peculiaridad ésta que probablemente des
pertará nuestro interés, puesto que parece indicar que «sig
no» se define por una función—. Un «signo» funciona,__de-
signa, denota; un «signo», en contraposición a un no-signo^
es el portador de una significacióiL.
Nos contentaremos con esta concepción provisional e in
tentaremos decidir, basándonos en ella, hasta qué punto
puede ser correcta la proposición de que una lengua es un
sistema de signos.
En sus primeras etapas, cierto hipotético análisis del tex
to podría parecer que abona plenamente esta proposición.
Las entidades que comúnmente designamos como períodos,
frases y palabras parecen cumplir la condición expresada:
son portadores de significado, por tanto «signos», y los in
ventarios establecidos por medio de un análisis que siguiese
tales líneas tradicionales nos llevarían a reconocer un sistema
ségnicbs, tras el proceso ségnico. Aquí, como en cualquier
otrcHugar, convendrá llevar el análisis hasta donde sea po
sible, al objeto de comprobar si la descripción es exhausti-
< va y de la máxima simplicidad. Las palabras no son los sig-
nos últimos e irreducibles, _conio_podría_llevamos .a pensar-
el hecho de que la lingüística convencional gire en torno a
la palabra. Las palabras pueden analizarse, en . partes, las
cuales, como aquéllas, son a su vez portadoras de significa
dm raíces, elementos derivacionales, elementos flexiona
les. Algunas lenguas llegan más lejos que otras a este res
pecto. /La terminación latina -ibus no puede resolverse en
signos de menor extensión, pero es por sí misma un signo
simple portador tanto de la significación de caso como de
la significación de número; la terminación húngara corres
pondiente al dativo plural en una palabra como magyarok-
nak (de magyar húngaro) es un signo compuesto que consta
Safes <&WS?
r vv r-: í'^í :??jgpaiaBj»gi
Signos y figuras 69
Expresión y contenido 75
estos dos fruitivos; y una expresión y su contenido, o un
contenido y su expresión, jamás aparecerán juntos sin que
esté presente entre ellos la función de signo.
La función de signo es por sí misma una solidaridad. Ex-
/ presión y contenido son solidarios, se presuponen necesaria
mente. Una expresión sólo es expresión en virtud de que es
expresión de un contenido, y un contenido sólo es contenido
[ en virtud de que es contenido de una expresión. Por tanto
r —a menos que se opere un aislamiento artificial— no puede
haber contenido sin expresión, o contenido carente de ex
presión, como tampoco puede haber expresión sin conte
nido, o expresión carente de contenido. Si pensamos sin ha
blar, el pensamiento no será un contenido lingüístico ni fun-
tivo cié úna fruición de signo..Si hablamos sin pensar, va
liéndonos dé una serie de Sonidos a los que nadie que los
escuché pueda ¿concederles , contenido alguno, tal habla será
un abracadabra, y no una expresión lingüística ni funtivo
de una función de signó’. Desde luego, ia falta de contenido''"
no debe confundirse con falta de significación: una expre
sión jnuy bien puede tener un, .contenido que desde algún
punto-de vista (por ejemplo, el de la lógica normativa o del
fisicismo) pueda considerarse carente de significación, pero
■ que-sea un contenido.
Si al analizar el texto no tuviéramos en cuenta la función
dé signó/'nó^podríamos delimitar unos signos de otros: sen-
cillameúte, no, podríamos: proporcionar úna descripción ex-
i
46] lo establecen (pág;-40). íNos veríamos privados de un
criterio objetivo capaz de proporcionar una base útil
de análisis. -
Para dejar én claro la función de signo, Saussure trató
de considerar la expresión y el contenido cada uno por sepa-
"6 _ Prolegómenos a una teoría del lenguaje Expresión y contenido 77 ■
rado; sin tener en cuenta la función de signo, y obtuvo el Por otra parte, parecería un experimento justificable- com
siguiente resultado: parar diferentes lenguas y extraer, o sustraer, el factor co
mún a ellas y común a todas las lenguas, por muchas que
Prise en elle-méme, la pensée est comme une nébu-
sean las que se hagan entrar en la comparación. Ese factor
leuse oü ríen n’est nécessairement délimité. II n'y a
—si excluimos el principio estructural que implica la fun
pas d’idées préétablies, et rien n’est distinct avant
ción de signo y todas las funciones de ahí deducibles, prin
l'apparition de la langue... La substance phonique n’est
cipio que es, por naturaleza, común qua principio a todas
pas plus fixe ni plus rigide; ce n’est pas un moule dont
las lenguas, pero cuya ejecución es privativa de cada una de
la pensée doive nécessairement épouser les formes,
ellas—, ese factor, decimos, será una entidad definida sola
mais' une matiére plastique qui se divise á son tour en
mente por su «tenencia de» función con el principio estruc
partiés distinctes pour fournir les signifiants dont la
tural de la lengua y con todos los factores que hacen a cada
pensée a besoin. Nous pouvons done représenter... la
lengua diferente de las demás. A ese factor lo llamaremos
langue... comme une série de subdivisions contigués
sentido.
dessinées á la fois sur le plan indéfini des idées con-
fuses... et sur celui non moins indéterminé des sons... 47] Así, advertimos que las cadenas
la langue élabore ses unités en se constituant entre
deux masses amorphes... cette combinatson produit jeg véd det ikke (Danés)
uné-jorme, non une substance2. I do not know (Inglés)
je ne sais pas (Francés)
en tieda (Finlandés)
naluvara (Esquimal)
gwyrdd
verde
azul glas
gris
llwyd
castaño
Expresión y contenido
I
gris, negro), se divide en otras en un número distinto de
áreas, por abolición o, por el contrario, por ampliación del
área media.
Los paradigmas del morfema muestran un estado de co
sas semejante. La zona del número se analiza de modo dis
tinto en las lenguas que sólo distinguen un singular y un
plural, en las que añaden un dual (como el antiguo griego
y el lituano) y en las que cuentan asimismo con un paucal,
sea simplemente un trial (como la mayoría de las lenguas
melanesias, la lengua sanir de Indonesia Occidental, en las
islas situadas entre Mindanao y las Célebes, y la lengua ku-
lin de Australia sudoriental en algunos de sus dialectos) o
un cuatral (como la lengua micronesia de las islas Gilbert).
La zona del tiempo verbal se analiza de modo diferente en
las lenguas que (aparte de las formaciones perifrásticas)
sólo tienen un pretérito y un presente (como, por ejemplo,
el inglés), en las que, por lo tanto, el presente cubre tam
bién el área cubierta en otras por el futuro, y en las lenguas
que establecen un límite entre el presente y el futuro, sien
do diferentes, las fronteras, a su vez, en una lengua que
(como el latín, el antiguo griego, el francés) distingue varias
^clases de pretéritos.
50] Esta incongruencia dentro de una misma zona de
sentido aparece por todas partes. Compárense, por
ejemplo, ias siguientes correspondencias entre el danés J el
alemán y el francés:
Baum arbre
Holz bois
Wald
Prolegómenos a una teoría del lenguaje
De este hecho podemos concluir que en una de las dos
entidades que son funtivos de la función de signo, esto es,
el contenido, la función de signo instituye una forma, la
forma del contenido, que es arbitraria desde el punto de
vista del sentido y que sólo puede explicarse por la función
de signo y es evidentemente solidaria con ella. En este sen
tido, es obvio que Saussure está en lo cierto al distinguir
_Lentre forma y sustancia. Precisamente lo mismo puede ob
servarse en la otra de las dos entidades que son funtivos de
la función de signo, la expresión. Al igual que la zona del
' color o las zonas del morfema se subdividen de modo dife
rente en diferentes lenguas, y cada lengua tiene un número
propio de palabras para designar el color, un número pro
pio de números, de tiempos variables, etc., la comparación
de las lenguas nos permite asimismo descubrir zonas en la
esfera fonética que se subdividen de distinto modo en las
‘ diferentes lenguas. Podemos pensar, por ejemplo, en una
esfera de movimiento fonético-fisiológica, que cabe conside
rar, por supuesto, espacializada en varias dimensiones y pre
sentarse como un continuum no analizado pero analizable
—basándonos, por ejemplo, en el sistema de Jespersen de fór
mulas «antalfabéticas»—. En una zona tan amorfa como ésta,
las’diferentes lenguas incluyen arbitrariamente un número di-.
ferente de figuras (fonemas), puesto que los límites se fijan
en lugares diferentes dentro del continuo. Un ejemplo es el
continuum constituido por ei corte medio de la boca, desde
la faringe hasta los labios. En las lenguas más conocidas
esa zona se divide generalmente en tres áreas, un área pos
terior de la k, un área intermedia de la t y un área anterior
de la p. Ahora bien, manteniéndonos en el terreno de las
oclusivas, el esquimal y el letón, por ejemplo, distinguen
¿ dos áreas de la k, cuyas líneas de división no coinciden en
las dos lenguas. El esquimal coloca la divisoria entre la zona
Expresión y contenido
uvular y la velar, y el letón entre la velar y la velo-
51] palatal. Muchas lenguas de la India distinguen dos
áreas de la t, una retroflexiva y otra dental; y así su- \
cesivamente. Otro continuum también evidente es el de la
zona de las vocales; el número de vocales varía de una len
gua a otra, y las divisorias están situadas en lugares dife
rentes. El esquimal sólo distingue entre un área de la i, un
área de la u y un área de la cl En la mayor parte de las
lenguas conocidas la primera se divide en un área de la i
más pequeña y un área de la e, la segunda en un área de
la u más pequeña y un área de la o. En algunas lenguas
cada una de estas áreas, o alguna de ellas, puede verse cor
tada por una línea que distingue las vocales labiale's (y, 0;
u, o) de las no labiales (i, e; uz, y ; estas últimas y extrañas
vocales «apagadas», poco frecuentes en Europa, o al me
nos algunas de ellas, se encuentran, por ejemplo, en tamil,
en muchas de las lenguas uralo-orientales y en rumano);
con la abertura correspondiente de la i y la u pueden for
marse, además, vocales intermedias, labial («) en sueco y
en noruego, o no labial (i) en ruso; y así sucesivamente. De
bido especialmente a la extraordinaria movilidad del órgano
de la lengua, las posibilidades de que puede hacer uso el
idioma’ son prácticamente ilimitadas; pero lo característico
es que cada idioma fije sus límites dentro de esta infinitud
de posibilidades.
Dadu que la situación es, en lo que concierne a la expre-
sión, análoga a la que se ofrece del lado del contenido, bien
estará subrayar este paralelismo utilizando la misma termi
nología para uno y otro caso. Podremos hablar, pues, de un
sentido de la expresión, sin que lo poco corriente de una
afirmación semejante pueda impedírnoslo. Los ejemplos que
hemos dado (el continuum de las vocales y del corte medio
de la boca) serán, entonces, las zonas fonéticas del sentido,
I
,
86 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
de sustancia del contenido (por ejemplo, el ruedo.
53] en una plaza de toros). Que un signo sea signo de
algo quiere decir que la forma del contenido de un
signo puede subsumir ese algo como sustancia del conteni
do. Igual que antes sentimos la necesidad de usar la pala
bra sentido, no simplemente del contenido, sino también de
la expresión, igualmente aquí, en aras de la claridad, a con
tracorriente de los conceptos consagrados por el tiempo,
cuyas limitaciones se hacen ahora cada vez más evidentes,
sentimos el deseo de invertir la orientación del signo: en
realidad deberíamos poder decir precisamente, con el mismo
derecho, que un signo es signo de una sustancia de expre
sión. La secuencia de sonidos que integran la palabra anillo,3^
por sí misma y como fenómeno único, pronunciada hic et
nunc, es una entidad de sustancia de la expresión, la cual
en virtud del signo y sólo en virtud de lo que de él se deri
va, se ordena con una forma de la expresión y se clasifica
bajo la misma juntamente con otras diversas entidades de £
sustancia de la expresión (otras posibles pronunciaciones,
por otras personas o en otras ocasiones, del mismo signo
El signo es, pues —por paradójico que parezca—, signo
de sustancia del contenido y signo de sustancia de la expre
sión. En este sentido es en el que puede decirse que el sig
no es signo de algo. Por otra parte, no encontramos justi
ficación para llamar al signo simplemente signo de sustan
cia del contenido o (lo que nadie ha pensado, podemos estar
seguros) de sustancia de la expresión. El signo es una entFT y
ia ___
dad con ^los caras, con una perspectiva cual la de^Jano, eni $
dos direcciones, y con efecto «hacia afuera», hacia la sus
tancia de la expresión, y «hacia dentro», hacia la sustancia^
del contenido.
Toda terminología es arbitraria' y, consecuentemente, ;
nada nos impide usar la palabra signo para designar espe-.
Expresión y contenido
cialmente la fonna de la expresión (o; si ln deseamos la sus
tancia de la expresión, si bien esto sería a la vez absurdo e
innecesario). Pero parece más adecuado usar la palabra sig-
no para designar la unidad que consta de forma de con- •
tenido y forma de expresión y que es establecida por la soli- ;
daridad que hemos llamado la función del signo.
Si signo se usa para designar la expresión únicamente o
parte cL ella, la terminología, aun cuando esté protegida por
definiciones formales, correrá el riesgo, consciente o incons
cientemente, de provocar o favorecer el erróneo y difundido
concepto de quev un a lenguaces simplemente una nomencla
tura o un juego de etiquetas que^se cplocarán_aobre_cosasr>
ya existentes. La palabra signo irá siempre unida, por ra
zón de su naturaleza, a la idea de un «designatum»; la pala
bra, por tanto, signo deberá usarse adecuadamente de ma
nera tal que la relación entre signo y «designatum» aparezca
con la mayor claridad posible y no esté sujeta a una defor-.
madora simplificar ón. ¿ ‘ '
54] La distinción entre expresión y contenido y su róhp-y
racción_en la función de signoes_algo básico en la
estructura de cualquier lengua. Cualquier signo;-cualquier
sistema de signos, cualquier sistema de figuras ordenado con
fin de signos, cualquier lengua^contienen en sí una forma de
la expresión y una forma del contenido. La primera etapa A
del análisis de un texto debe consistir, por tanto, en im ana- )
lisis que diferencie estas dos entidades. Para ser exhaustivo^
el análisis debe organizarse de tal modo que en cada etapa
hagamos la división tomando partes de la mayor;,.extensión, .
es decir, del menor número posible, bien sea dentro de la
cadena analizada en su totalidad bien dentro de una sección
cualquiera de la misma arbitrariamente fijada. Si un texto,’
por ejemplo, incluye tanto períodos como frases nodremos.
mostrar que. el. número_ de frases es mayoia-Que_el de perro-
88 Prolegómenos a una teoría del lenguaje Expresión y contenido
dos; por tanto no hemos de .pasar directamente. a_ dividirlo de tal manera que en ambos planos se prevén cate-
en frases, sino que habremos de dividirlo’primero. en perío 55] gorías que se definen de modo totalmente idéntico.
dos' y después éstos, en frasesf' Aplicado este principio a Con ello se confirma de nuevo y esencialmente que es
través de todo el proceso, resultará que cualquier texto ha correcto concebir la expresión y el contenido como entidades
de dividirse siempre en la primera etapa en dos y solamen coordinadas e iguales en todos los aspectos.
te dos partes, cuyo número mínimo garantice su extensión Los términos plano de la expresión y plano del contenido
máxima: la línea de expresión y la línea de contenido, y, por lo que a esto respecta, expresión y contenido, se han
que tienen solidaridad mutua a través de la función de sig , elegido de conformidad con nociones preestablecidas y son
no. Después, la línea de la expresión y la línea del contenido totalmente arbitrarios. Su definición funcional no justifica
se continuarán analizando cada una por separado, teniendo Z' que llamemos a una de estas entidades expresión y a la
en cuenta, naturalmente, su interacción en los signos. Del otra no, o que llamemos a una contenido y a la otra no. Se
mismo modo, la primera desmembración de un sistema lin definen sólo por su solidaridad mutua, y ninguna de ellas
güístico nos conducirá a establecer sus dos paradigmas más puede identificarse de otro modo. Caday
Ca^da una^e_ellas. se_jiefi7
inclusivos: el lado_.de expresión y el. lado de_^cont.enidp. relación, comoCfuntivos
ne por oposición y por relación, comoífuntivos mutuamente.
mutuamente.
Para designar la línea de expresión y el lado de expre opuestps.de una^misma función.
sión, de una'parte, y la línea de contenido y el lado de
'^contenido, de otra, hemos usado respectivamente las desig
naciones de plano de la expresión y plano del contenido
(designaciones relacionadas con las palabras de Saussure
i antes, citadas: «le plan..: des idées... et celui... des sons»).
x A través de todo el análisis, este modo de proceder nos
hace ganar en claridad y simplificación, arroja luz además
sobre todo el mecanismo de una lengua de un modo hasta
aquí desconocido; ;Désde este punto de vista resultará fácil
organizar las disciplinas auxiliares de la lingüística de acuer
do con un plan bien fundado, y eludir por fin la vieja divi
sión fragmentaria de la lingüística en fonética, morfología,
sintaxis, lexicografía y semántica —división que resulta poco
satisfactoria en muchos aspectos y que además implica cier
ta superposición—. Pero además, cuando se continúa el aná
lisis, éste muestra que el plano de la expresión y el plano
del contenido pueden describirse exhaustiva y consecuente
mente como si estuviesen estructurados de modo análogo,
INVARIANTES Y VARIANTES
í
.... •
'
Invariantes
- ----- —*y—-variantes
________ , 93
---„- - -, :f;........ . ... ................. ....
ses de sonidos, los llamados fonemas. Esta agrupación debe
operarse sin tener en cuenta de qué paradigmas forman parte
los sonidos. Con notable falta de fundamento lógico, sin
embargo, ambas escuelas parten de una somera división en
categorías del inventario total de sonidos de una lengua, tra
tando las vocales y las consonantes por separado. Pero vo
cales y consonantes son consideradas como categorías defi
nidas no por las funciones lingüísticas, sino más bien por
premisas no lingüísticas (fisiológicas o físicas). Y la cate
goría de las vocales y la categoría de las consonantes no se
analizan al principio de la operación en subcategorías toman
do como base la relación (de acuerdo con su «posición» en
la sílaba).
Nada hay de sorprendente en esta semejanza, puesto que
el método deductivo que hemos esbozado (pág. 26), no se ha
puesto en práctica hasta aquí en la ciencia lingüística.
La diferencia entre las dos escuelas en su modo de pro
ceder, por otra parte, no carece dé interés metodológico.
Ambas_esián de acuerdo en ver algo característico en.eLhe-
cho de. que. los fonemas —en contraste con las variantes—
tienen una, función distintiva: el cambio de un fonema_JRPr
otro puede ^entrañar una diferencia de contenido (v. g. pez-
paz), .cosa que no sucede cuando se cambia una variante
del mismo fonema por otra (v. ’gT'dos-pronunciaciones di
ferentes de la e en la palabra pez)- Los fonólogos de Praga
sientan este criterio en su (tefinición.,_?Ldennir.JaJ2PQSÍción
fonémica como una oposición distintiva L, La escuela
58] de Londres sigue otro camino. Daniel Jones señala
que los fonemas son distintivos, pero no se decide a_
SjÉ^fefc^ *<-■:
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■- :.., r V57 * ’'" ”/?'</J '■ ’■• * -* ’:
8 Véase, en tal sentido, el autor d.l presente libro (L. Hjelmslev, Prín
cipes de grammaire genérale, Det Kgl. Danske Videnskabemes, Selskab,
Hist.-filol. Medd., XVI, 1, Copenhague, 1928, especialmente pág. 89 í
esquema LINGÜÍSTICO y uso lingüístico
.fr ,
El lingüista debe interesarse tanto por la semejanza como
por la diferencia entre las lenguas, dos aspectos complemen
tarios de la misma cosa. La semejanza entre las lenguas es
su propio principio estructural; la diferencia es la forma
e poner en práctica in concreto ese principio. Tanto una
como otra radican, pues, en el lenguaje y en las lenguas mis
mas, en su estructura interna; y no hay semejanza ni dife-
rencia entre las lenguas que se apoye en cualquier factor ex
terior Aguaje. Tanto la semejanza como la dife
rencia se apoyanen lo que, siguiendo a Saussure, he
mos llamado la forma, no la sustancia a la que se d2
orma. Del sentido^ al «que se da forma tal vez podría pen
sarle a prior
* que pertenece a lo que es común a todas las
enguas y, por tanto, a la semejanza entre las lenguas, pero
eso . sería ¡Ilusorio; al sentido se le da forma de un modo es-
pec co en cada lengua y no hay ninguna conformación uni-
' s*no únicamente un principio universal de conforma-
ci n. I sentido por sí mismo está sin conformar; por sí
mismo no está sujeto a conformación, sino que es simple
mente susceptible de conformación, de cualquier conforma-
Prolegómenos a una teoría del lenguaje
x
ción, sea la que sea; si algo hubiera que limitar en este
punto afectaría a la conformación; no al sentido. El sentido
es, por tanto, en sí mismo inaccesible al conocimiento, pues
to que el requisito previo para el conocimiento es el análisis
de algún tipo; el sentido sólo puede conocerse a través de
una conformación y, así, carece de existencia científica fue
ra de ésta.
Por lo tanto, no es posible tomar el sentido —sentido de
la expresión o sentido del contenido— como base de la
descripción lingüística. Para ello tendríamos que basarnos
en algo emprendido con anterioridad, en una conformación
del sentido establecida de una vez para siempre, la cual,
cualquiera que fuere el modo como se hubiese estructura-
do, sería inevitablemente incongruente con la mayoría de las
lenguas. De ahí que tanto la construcción de una gramática
basada en sistemas ontológicos especulativos como de una
gramática dada basada en la gramática de otra lengua estén
necesariamente condenadas de antemano al fracaso.
No cabe, por tanto, introducir al principio una descrip
ción de la sustancia como base de la descripción de una len
gua. Por el .contrario, la descripción de la sustancia depen
de de la descripción de la forma lingüística. El viejo sueño
de un sistema fonético universal y de un sistema de con
tenido (sistema de conceptos) también universal no puede
llevarse a cabo, o en cualquier caso quedaría privado de
iodo posible contacto con 1¿ realidad lingüística. No es su-
perfluo, a la vista de ciertos rebrotes de la filosofía medie
val aparecidos .incluso en los últimos tiempos, señalar que"
ni irnos tipos fonéticos de validez general ni un esquema
eterno de ideas pueden erigirse empíricamente con validez
alguna para el lenguaje. La diferencia entre las lenguas no
descansa en su diferente realización de un tipo de sustancia,
sino en su diferente realización de un principio de confor
Esquema y uso lingüístico
mación o, en otras palabras, en una diferente forma en pre
sencia de un sentido idéntico pero amorfo.
Así, las consideraciones que nos hemos visto forzados a
hacer en lo que precede, de completo acuerdo con la distin
ción de Saussure entre forma y sustancia, nos llevan a reco
nocer que la lengua es una forma y que fuera de esa forma,
con función con ella, está presente una materia no
70] lingüística, la «sustancia» de Saussure: el sentido. Así
como es de la competencia de la lingüística analizar
la forma lingüística, corresponde a otras ciencias analizar el
sentido. Proyectando los resultados de la lingüística sobre
los resultados de estas otras ciencias obtendremos una pro
yección de la forma lingüística sobre el sentido en una len
gua dada. Puesto que la formación lingüística del sentido
es arbitraria, es decir, no está basada en el sentido sino en
el principio concreto de la forma y en sus consecuentes po
sibilidades de realización, estas dos descripciones —la lin
güística y la no lingüística— deberán emprenderse indepen
dientemente la una de la otra.
Para precisar tal extremo y darle una claridad palpable,
plástica, tal vez convendría expresar a qué ciencias corres
ponde la descripción del sentido, tanto más cuanto que acer
ca de este punto la lingüística se ha mostrado hasta ahora
inclinada a una vaguedad de hondas raíces en la tradición.
A este respecto podemos llamar la atención sobre dos he
chos:
a) La descripción del sentido, tanto respecto a la expre
sión lingüística como al contenido lingüístico, puede consi
derarse que, en lo esencial, corresponde en parte al campo
de la física y en parte al de la antropología (social). (Con
esto no tomamos postura acerca de ciertas diferencias de
opinión surgidas en la filosofía moderna). La sustancia de
ambos planos puede considerarse a la vez como entidades fí-
112 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
sicas (sonidos en el plano de la expresión, cosas en el pla
no del contenido) y como la concepción que de esas entida
des tienen los que usan la lengua. Consecuentemente, en
ambos planos se requiere tanto una descripción física como
fenomenológica del sentido.
b) Una descripción exhaustiva del sentido del contenido
lingüístico requiere de hecho la colaboración de todas las
ciencias no lingüísticas; desde nuestro punto de vista, todas
ellas, sin excepción, tratan de un contenido lingüístico.
Con la relativa justificación que nos da un punto de vista
particular, nos inclinamos así a considerar que todas las
ciencias giran alrededor de la lingüística. Nos inclinamos a
simplificar las cosas, reduciendo las entidades científicas a
dos tipos fundamentales, lenguajes y no-lenguajes, y asimis
mo a ver una relación, una función entre ellas.
Más tarde tendremos ocasión de discutir la naturaleza
de esta función entre el lenguaje y el no-lenguaje y
71] de estudiar la clase de implicación estricta y la clase
de supuesto presentes en este caso particular. Al mis
mo tiempo ampliaremos y modificaremos el cuadro que he
mos trazado provisionalmente. Lo que se ha dicho aquí so
bre el tema, y en particular acerca de la forma y la sustancia
de Saussure, es sólo provisional.
Desde el punto de vista adoptado debemos concluir, pues,
que así como las diversas ciencias especiales no lingüísticas
pueden y deben emprender un análisis del seniiao lingüís
tico sin considerar la forma lingüística, así también la lin
güística puede y debe emprender un análisis de la forma
lingüística sin considerar el sentido que puede alinearse con
ella en ambos planos. Y así como el sentido del contenido y
el sentido de la expresión debe considerarse que están des
critos suficientemente —y en la única forma adecuada—
por las ciencias no lingüísticas, debe encomendarse a la lin-
Esquema y uso lingüístico
güística la tarea especial de describir la forma lingüística,
para hacer posible de este modo la proyección de la misma
sobre las entidades no lingüísticas que desde el punto de vis
ta del lenguaje proporcionan la sustancia. Así pues, la lingüís
tica debe ver su principal misión en establecer una ciencia
de la expresión y una ciencia del contenido sobre una base
interna y funcional; la ciencia de la expresión, sin recurrir
a premisas fonéticas o fenomenológicas, y la ciencia del con
tenido sin premisas ontológicas o fenomenológicas (aunque,
desde luego, no sin las premisas epistemológicas en que se
tica. Tal ciencia será un álgebra del lenguaje, que opere con
entidades innominadas, es decir, denominadas arbitran;
te, sin designación natural, que recibirán una designación;
motivada sólo al ser confrontadas con la sustancia.
1 ** *"\
1 Distintos autores han intentado describir ias categorías de la * :.
expresión sobre una base puramente no fonética. En particular, L.
Bloomfield para' el inglés y, en parte, para otras lenguas (Language, -
New York, 1933, págs. 130 ss.), George L. Trager para fel polaco
(Acta Lingüistica, I, 1939, pág. 179), Hans Vogt para el noruego
(Norsk tidsskrift for sprogvidenskap, XII, 1942, págs. 5 ss.), H.
J. Uldall para el danés (Proceedings of the Second Intemationál
Congress of Phonetic Sciences, Cambridge, 1936, págs. 54 ss.) y para
el hotentote (Africa, XII, 1939, págs. 369 ss.), A. Bjerrum para el
dialecto danés de Fjolde (Fjoldemálets-lydsystem, 1944), J. Kurylowicz
para el griego antiguo (Travaux du Cercle linguistique de Copenhague,
PROLEGÓMENOS. — 8
,.y,
114 Prolegómenos a tina teoría del lenguaje
Desde sus primeros pasos la presente teoría lingüís
tica se ha inspirado en este concepto, e intenta pro
ducir precisamente tal álgebra inmanente del lenguaje. Para
subrayar su diferencia con otros tipos precedentes de lin
güística y su independencia básica de una sustancia de
finida no lingüísticamente, le hemos dado un nombre espe
cial, que se viene usando en trabajos preparatorios, _des.de
1936: la llamamos glosemática (de yXcoooa 'lengua') y_usa-
mos ’a voz glosemos para significar las formas mínimas que
la teoría nos lleva a establecer como bases de explicación,
las invariantes irreducibles. Tal designación especial no ha
bría sido necesaria si no se hubiese hecho tan frecuente
mal uso del término lingüística para designar un desafor
tunado estudio del lenguaje con base en puntos de vista
transcendentes y no pertinentes.
Ahora bien, la distinción establecida por Saussure entre
«forma» y «sustancia» tiene sólo una justificación relativa:
desde el unto de vista del lenguaje. «Forma» significa aquí
-forma lingüistica, y «sustancia» —como hemos visto— sus
tancia lingüística, o sentido. Por sí mismos, los conceptos
«forma» y «sustancia», en su sentido más absoluto, tiénén
un alcance más general, pero no cabe generalizarlos sin co
rrer el riesgo de provocar cierta oscuridad terminológica.
Desde luego, debe subrayarse expresamente que «sustan
cia» no está en oposición con el concepto de función, sino
XVI
•V
‘l Ifcx'ImH’fr.i
ff.
\
I
t
FUNCIÓN Y SUMA
o
Función y suma 123
4. Funtivos que no pueden aparecer ni como selecciona
dos ni como seleccionantes (esto es, funtivos que solamente
contraen solidaridades y/o combinaciones, o que no contraen
relación alguna).
A cada una de estas cuatro categorías la llamaremos ca
tegoría funtiva', por tales entendemos, pues, aquellas cate
gorías que se registran merced a la desmembración de una
categoría funcional He acuerdo con las posibilidades fruiti
vas. La operación del análisis consiste en investigar cuál de
estas cuatro categorías funtivas a príori posibles tiene lu
gar y cuáles son virtuales, analizando para ello en miembros
cada una de las categorías funtivas, sobre la base de la prue
ba de conmutación; a esos miembros los hemos llamado
elementos. Si el análisis consiste en una partición en unida
des selecciónales de primer grado, los elementos serán las
unidades selecciónales particulares de primer grado que la
partición nos lleve a registrar.
Imaginemos otra vez como ejemplo concreto la partición
de la cadena en oraciones principales y oraciones subordi
nadas. Las oraciones principales pertenecerán a la primera
categoría funtiva, y las subordinadas a la segunda. Por razo
nes de simplificación imaginemos que las categorías funti
vas tres y cuatro resultan ambas ser virtuales. Con esto que
da claro que tal clasificación no puede significar que cada
oración subordinada determinada seleccione a cada oración
principal determinada: una oración subordinada determina
da no necesita de la presencia de una oración principal
determinada, sino de la presencia de una oración principal
cualquiera. Es la categoría de las oraciones principales la
que es seleccionada por la categoría de las oraciones
78] subordinadas; la selección existe entre las categorías
funtivas, en tanto que la relación existente como con
secuencia de ello entre un miembro de una categoría fun-
124 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
tiva y otro miembro de otra puede muy bien ser diferente
—por ejemplo, una combinación—. Una de las tareas de la
lingüística es establecer un cálculo general de las relaciones
entre los elementos que corresponda a relaciones dadas en
tre las categorías funtivas.
Si la base del análisis es la solidaridad o la combinación,
es decir, una reciprocidad sintagmática, las categorías fun
tivas serán:
1. Funtivos que pueden aparecer sólo como solidarios.
2. Funtivos que pueden aparecer sólo como combinados.
3. Funtivos que pueden aparecer como solidarios o como
combinados.
4. Funtivos que no pueden aparecer ni como solidarios
ni como combinados (es decir, funtivos que sólo contraen
selecciones o que no contraen relación alguna).
En este caso, de modo similar, habrá solidaridad o com
binación entre las categorías funtivas, en tanto que loe ele
mentos podrán tener otras relaciones. Antes hemos visto un
ejemplo de tal supuesto (pág. 46), al tratar de los morfe
mas nominales del latín: la categoría de número y la cate
goría de caso tienen solidaridad mutua, pero entre un nú
mero determinado y un caso determinado habrá combi
nación.
'.JX‘ •*■
XVIII
SINCRETISMO
r
XX
*
-VJ¿
Prolegómenos a una teoría del lenguaje
Ja ciencia y de la lógica formal (págs. 139-140); asimismo, no
hemos podido abstenemos de hacer algunas observaciones
casi inevitables acerca de la naturaleza de la conclusión ló
gica (págs. 52, 129, 130).
Al mismo tiempo nos hemos inclinado a considerar que
un gran número de ciencias especiales ajenas a la lingüística
contribuyen a la ciencia del sentido del contenido lingüísti
co, y a trazar una línea entre lo que es lenguaje y lo que
no lo es (pág. 111), dejando, empero, bien sentado su carác
ter provisional.
La teoría lingüística que hemos establecido se sustenta o
se derrumba con el principio en que se basa, al que hemos
llamado principio empírico (págs. 22-23). Esto nos lleva a
aceptar como necesidad lógica (con las necesarias reservas
acerca de la terminología misma, cf. págs. 76, 112) la distin
ción que establece S^ussure entre forma y «sustancia» (sen
tido), de lo que se sigue que la «sustancia» no puede ser un
dejinente de una lengua. Cabe imaginar, ordenadas con rela
ción a una misma forma lingüística, sustancias que, desde el
punto de vista de la jerarquía de la sustancia, sean funda
mentalmente diferentes; la relación arbitraria entre forma
lingüística y sentido hace de eso una necesidad lógica.
92] La larga supremacía de la fonética convencional ha
producido además otro efecto: restringir el concepto
que el lingüista tiene incluso de lengua «natural^ de un mo
do no empírico (como puede demostrarse), es decir, inade
cuado, por no ser exhaustivo. Se ha supuesto que la sustan
cia de la expresión de un lenguaje hablado consta exclusi
vamente de «sonidos». Con ello, como han apuntado los
Zwimer especialmente, se pasa por alto que el habla puede
ir acompañada del gesto y ciertos componentes del habla
reemplazarse por el gesto, y que, en realidad, no sgla=
mente Ios._ llamados órganos de .la articulación (garganta,
Lenguaje y no lenguaje. 147
boca y nariz), sino casi toda la musculatura estriada coopera
en la. práctica. del lenguaje «natural» L
Además, cabe sustituir la sustancia del sonido-y-gesto que
generalmente se emplea por cualquier otra que resulte ade
cuada en circunstancias externas distintas. Así la misma for
ma lingüística puede manifestarse también en la escritura,
como ocurre en la notación fonética o fonémica y en las lla
madas ortografías fonéticas, como la finlandesa. En este caso
tenemos una «sustancia» gráfica dirigida exclusivamente a
la vista y que no es necesario convertir en «sustancia» foné
tica para comprenderla. Y esta «sustancia» gráfica, precisa
mente desde el punto de vista de la sustancia, puede ser de
tipos muy diversos. Puede haber asimismo otras «sustan
cias»; pensemos simplemente en el código de señales de la
marina, que muy bien puede usarse para expresar una len
gua «natural», por ejemplo el inglés, o en el lenguaje de
signos de los sordomudos.
Dos opiniones suelen oponerse a cuanto antecede. Una es
que todas esas sustancias son «derivadas» respecto de la sus
tancia del sonido-y-gcsto, y «artificiales» en contraste con la
«naturalidad» de ésta; se admite incluso la existencia de di
versos, grados de tales «derivaciones», como cuando un có
digo de señales o un lenguaje de signos se deriva de la es
critura, derivada a su vez del lenguaje hablado «natural».
La otra opinión sostiene que a una «sustancia» diferente
acompaña en muchos casos una forma lingüística también
distinta; así, no todas las ortografías son «fonéticas», pero
pueden conducir, a través del análisis, al establecimiento de
un inventario distinto de taxemas y tal vez de categorías en
parte diferentes de las del lenguaje hablado.
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148 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
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M
158 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
será, por tanto, el de si son conformales o no. La experien
cia inductiva muestra que en todas las lenguas observadas
hasta aquí la prueba del derivado da resultado negati-
100] vo, y tendrá sin duda resultado negativo en algunas
otras estructuras que hasta ahora se han considerado
, semióticas o que muestran por la prueba del derivado que
deben considerarse semióticas. Pero tan claro como ello pa
rece que la prueba del derivado da resultado positivo en mu
chas de las estructuras que la teoría moderna ha favo
recido con la denominación de semióticas: es fácil com
probarlo en el caso de los juegos puros, en cuya inter
pretación hay una entidad del contenido correspondiente
a cada entidad de la expresión (pieza de ajedrez, por ejem
plo), de modo que si se colocan hipotéticamente los dos
planos, la red funcional será la misma en ambos. Tal
estructura, entonces, no será una semiótica,^ en el sentido
dado al término por la teoría lingüística. Dejamos a los es
pecialistas de los diversos campos decidir si, por ejemplo,
los llamados sistemas simbólicos de las matemáticas y de la
lógica, o ciertos tipos de arte, como la música, han de defi
nirse desde este punto de vista como semióticas o no. No
excluimos la posibilidad de que la concepción logística de
una semiótica como monoplanar sea el resultado de haber
tomado como punto de partida (y subsiguientemente,' de ha
ber buscado una generalización prematura con base en él)
estructuras que, de acuerdo con nuestra definición, no son
semióticas y que, por tanto, divergen fundamentalmente de
las verdaderas estructuras semióticas. Proponemos el nom
bre de sistemas simbólicos para denominar aquellas estruc
turas que son interpretables (es decir, con relación a las
cuales puede ordenarse un sentido del contenido) pero no
biplanares (es decir, en las que el principio de simplicidad
no nos permite encatalizar una forma del contenido). Desde
Lenguaje y no lenguaje 159
el punto de vista lingüístico se ha mostrado cierto recelo a
aplicar el término de símbolo a entidades que están en rela
ción puramente arbitraria con su interpretación11. Se piensa
que símbolo debería usarse únicamente para las entidades
que son isomórficas con su interpretación, para las entidades
que son representación o emblema de algo, como el Cristo
de Thorvaldsen, símbolo de la compasión; la hoz y el mar
tillo, símbolo del comunismo; la balanza, símbolo de la jus
ticia; o la onomatopoética en el campo del lenguaje. Pero es
costumbre en lógica usar la palabra símbolo en un sentido
mucho más amplio, y parece conveniente poder aplicarla
precisamente a entidades no semióticas interpretables. En
tre- los elementos interpretables de un juego y los símbolos
isomórficos parece haber una afinidad esencial, en
101] cuanto que ninguno permite la ulterior división en fi
guras que es característica de los signos. En el debate
suscitado entre los lingüistas en los últimos años acerca de
la naturaleza del signo, se ha llamado la atención, con razón,
sobre el carácter agramatical de los símbolos isomórficos u;
se trata de la misma idea, expresada en forma tradicional. .
. » «Mlk
11 Así, Saussure, Cours, 2.a ed., pág. 101, define el símbolo como
lo no-arbitrario.
12 E. Buyssens, Acta lingüistica, II, 1940-41, pág. 85.
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• 4- fe*
XXII
# •., T-V
mióticas, es decir, a la semiótica como tipo jerárquico más
alto, a la langue como concepto o clase en cuanto unidad.
En cuanto a la semiótica individual en contraste con las
otras, sabemos que el teórico lingüista la prevé en su cálcu
lo como un tipo posible de estructura. Por otra parte, no he
mos considerado aún cómo se las arregla el teórico lingüista
para reconocer e identificar la semiótica individual como
tal al analizar el texto. Al preparar el análisis lo hemos he
cho suponiendo tácitamente que el dato es un texto com
puesto en una semiótica definida, no en una mezcla de dos
o más semióticas.
En otras palabras/ para ofrecer una situación simple que
sirva de modelo hemos operado partiendo de la premisa de
que el texto dado muestra una homogeneidad estructural, de
que estamos justificados para encatalizar al texto un sistema
sémiótico y sólo uno. Esta premisa, sír\ embargo, no
102] es válida en la práctica. Por el contrario, cualquier
texto que no sea de extensión tan pe queña que no dé
base suficiente para deducir un sistema generalizable a otros
textos, suele contener derivados que se basan en sistemas
diferentes. Varias partes o partes de partes de un texto
pueden componerse:
1. En formas estilísticas diferentes (caracterizadas por
diversas restricciones: verso, prosa, diversas mezclas de am
bos).
2. En estilos diferentes (estilo creativo y estilo pura
mente imitativo, llamado normal; al estilo creativo y a la
vez imitativo se le llama arcaizante).
3. En estilos axiológicos diferentes (estilo de alto valor,
estilo de bajo valor, llamado vulgar; hay también un estilo
de valor neutro que no se considera ni alto ni bajo).
4. En medios diferentes (habla, escritura, gestos, código
de señales, etc.).
PROLEGÓMENOS. — II
162 Prolegómenos a una ieoría del lenguaje
------------------------------------------------------------------------------------------- —---------------------- —f i-'.
¡
Semióticas y metasemióticas 165
indicador, debiendo distinguir entre dos tipos de indicado
res: señales (cf. pág. 105) y connotadores. La diferencia en
tre ambos, desde un punto de vista operativo, radica en que
una señal puede siempre referirse sin ambigüedad a un pla
no definido de la semiótica, cosa que no sucede nunca con el
connotador. Un connotador, pues, es un indicador que se en
cuentra, bajo ciertas condiciones, en ambos planos de la se
miótica.
En el análisis del texto los connotadores deben desligarse
de la deducción. De este modo aquellos signos que son dife
rentes solamente por ser solidarios cada uno con su propio
connotador, aparecen como variedades. Estas variedades, a
diferencia de las variantes corrientes (pág. 116), son especia
les y deben tratarse de forma diferente al continuar el aná
lisis. De este modo evitamos mezclar diferentes esquemas
semióticos (y usos); si más tarde resultase haber identidad,
se vería con claridad al trazar un gráfico.
Pero está claro que los connotadores mismos también
proporcionan un objeto cuyo tratamiento pertenece a la se
miótica, y no a la disciplina que analiza las semióticas deno
tativas; la única misión de ésta es clasificar los connotado-
res y mantenerlos ordenados para su tratamiento poste
rior. Aquel tratamiento corresponde a una disciplina espe
cial, que determina el estudio de las semióticas denotativas.
Parece ahora evidente que la solidaridad que existe
105] entre ciertas clases de signos y ciertos connotadores
es una -función de signo, puesto que las clases del sig
no son expresión de los connotadores como contenido. Así,
el(los) esquema(s) y el(los) uso(s) semiótico(s) que designa
mos como idioma danés son expresión del connotador «da
nés». De igual modo, el(los) esquema(s) y el(los) uso(s) se-
miótico(s) que designamos como fisiognomía lingüística N. N.
son expresión de la fisiognomía real N. N. (esa persona), y
z
166 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
asi sucesivamente. No en vano una lengua nacional es el
«símbolo» de la nación, un dialecto local el «símbolo» de la
región, etc.
Así pues, parece adecuado considerar a los connotadores
como el contenido del que son expresión las semióticas de
notativas, y designar este contenido y esta expresión como
una semiótica, esto es, como una semiótica connotativa. En
otras palabras: concluido el análisis de la semiótica denota
tiva, debe someterse la semiótica connotativa a un análisis
ajustado al mismo procedimiento. De nuevo será necesario
distinguir aquí entre esquema semiótico y uso. Habrá que
analizar los connotadores sobre la base de sus funciones
mutuas, no sobre la base del sentido del contenido que puede
ordenarse con relación a los mismos. Así, el estudio del es
quema de una semiótica connotativa no se ocupa de las
nociones reales de carácter social o sacral que el uso común
atribuye a conceptos como lengua nacional, dialecto local,
jerga, forma estilística, etc., sino que con ese estudio habrá
que ordenar un estudio de su uso, exactamente igual que
cuando se trata de una semiótica denotativa.
La semiótica connotativa, por tanto, es una semiótica que
no es una lengua y en la que el plano de la expresión viene
dado por el plano del contenido y por el plano de la expre
sión de una semiótica denotativa. Se trata, por tanto, de
una semiótica en la que uno de Jos planos (el de la expre
sión) es una semiótica.
Lo que puede resultar particularmente sorprendente es
que hayamos descubierto una semiótica cuyo plano de la
expresión sea una semiótica, puesto que, después del des
arrollo experimentado por la logística en los trabajos de los
lógicos polacos, estamos prontos a aceptar la existencia de
una semiótica cuyo plano del contenido sea una semiótica.
Es el llamado metalenguaje3 (deberíamos decir metasemió
tica), por el cual se entiende una semiótica que trata de una
semiótica; en nuestra terminología, una semiótica cuyo con
tenido es una semiótica. La lingüística misma ha de ser una
metasemiótica de tal tipo.
106] Ahora, como ya se ha manifestado, los conceptos de
expresión y de contenido no resultan adecuados como
base de definiciones formales, porque expresión y contenido
son designaciones arbitrariamente asignadas a elementos que
se definen únicamente o positiva o negativamente. Tomare
mos, por tanto, otra base de definición, y antes desmembra
remos la clase de las semióticas en una clase de semióticas
científicas y en otra de semióticas no científicas. Para ello
hemos de servirnos del concepto de operación, que hemos
definido con anterioridad. Por semiótica científica4 enten
demos la semiótica que es ima operación; por semiótica no
científica, la semiótica que no es una operación. Consecuen
temente, definimos la semiótica connotativa como aquella
semiótica no científica en la que uno o más de sus planos
es (son) una(s) semiótica(s); y la metasemiótica como aque-,
lia semiótica científica en la que uno o más de sus planos
es (son) una(s) semiótica(s). Lo normal en la práctica, como
hemos visto, es que uno de los planos sea una semiótica.
Puesto que ahora, como los lógicos han apuntado, pode
mos llegar a imaginar una semiótica científica que trate de
una metasemiótica, de acuerdo con su terminología pode
mos definir la metasemiótica científica como aquella meta-
semiótica que tiene una semiótica científica como semiótica
PERSPECTIVA FINAL
. . .
45. Sutn. 78. Synkretisme.
46. Etablering. 79. Dominans.
47. Ikrafttrceden. 80. Obligatorisk.
48. Suspensión. 81. Valgfri.
49. Overlapping. 82. Fakultativitet.
50. Manifestation. 83. Sammenfald.
51. Form. 84. Implikation.
52. Substans. 85. Oplesning.
53. Semiotik. 86. Begreb.
54. Paradigme. 87. Latens.
55. Kcede. 88. Katalyse.
56. Led. 89. Sprog.
57. Del. 90. Text.
58. Semiotisk sprogbygning. 91. Sprogbygning.
59. Kommutation. 92. Sprogbrug.
60. Permutation. 93. Element.
61. Ord. 94. Taxem.
62. Substitution. 95. Konnektiv.
63. Invarianter. 96. Konformitet.
64. Varianter. 97. Symbolsystemer.
65. Glossemer. 98. Denotationssemiotik.
66. Usus. 99. Indikatorer.
67. Paradigmatik. 100. Signal.
68. Syntagmatik. 101. Konnotator.
69. Mening. 102. Vidcnskabssemiotik.
70. Variationer. 103. Konnotationssemiotik.
71. Varieteter.
104. Metasemiotik.
72. Individ.
105. Objektsemiotik.
73. Lokaliseret.
74. Enhed. 106. Metavidenskabs-
75. Kategori. semiotik.
76. Funktionskategori. 107. Semiologi.
77. Funktivkategori. 108. Metasemiologi.
RELACIÓN ALFABÉTICA DE DEFINICIONES
análisis 1 constelación 16
aplicación 47 contraer 10
autonomía 40 correlación 26
cadena 55 deducción 19
catálisis 88 definición 42
categoría 75 derivado 21
categoría funcional 76 desmembración 30
categoría funtiva 77 determinación 15
clase 2 dominancia 79
cobertura 49 dominancia obligatoria 80
cohesión 17 dominancia opcional 81
combinación 41 elemento 93
complejo de análisis 5 entidad 11
complementaridad 36 entrar en 23
componente 3 especificación 38
concepto 86 esquema lingüístico 91
conectivo 95 esquema semiótico 58
conformidad 96 establecimiento 46
conmutación 59 facultatividad 82
connotador 101 forma 51
constante 12 función 8
j
Prolegómenos a una teoría del lenguaje
concepto (86), 69 83. economía, 55.
conclusión lógica, 30, 82. elemento (93), 55-56, 73.
condición, 32. elemento derivacional, 25, 27, 40.
conectivo (95), 65. elemento inflexional, 40.
conexión. Ver relación, empirismo, 11-12, 45-46.
conformidad (96), 99. encatálisis, 85, 109, 111.
conjunción, 33-35. entidad (11), 31, 76, 86-90.
conmutación (59), 66, 67, 68, 98. entrar en (23), 30.
connotador (101), 103, 104-105. epistemología, 8-9, 11-13, 15, 30, 71,
consonante, 23, 24 n., 26, 57-58, 67. 91, 109.
constante (12), 32. equivalencia. Ver correlación,
constelación (16), 23, 32, 37, 75. especificación (38), 23-24, 29, 32-33,
contenido, 44-55, 59-61, 67-68, 74, 37, 74-75.
93-94, 105-106. esquema, 68-16, 93-94, 99, 102-105,
contraer (10), 31. 108-109, 111.
correlación (o equivalencia) (26), esquema lingüístico (91), 94
35-36, 37, 59, 60, 111. esquema semiótico (58), 94.
establecimiento (46), 76.
estilo, 102-104, 110-111.
deducción (19), 13, 29-30, 57. estilo axiológico, 102-104.
deficiencia, 79 n. estilo de género, 102.
definición (42), 19, 20-21, 24, 65. estilo de las bellas artes, 102-103.
definición formal, 20-21, 32. estilo del púlpito, 102.
definiciones «operativas», 20. estilo oficial, 103.
definiciones «reales», 20-21, 31-32, estilo oratorio, 102.
57, 80. estructura, 7-8, 19, 67, 68-69.
dependencia, 22-27, 30-31. etnología, 110.
derivado (21), 30-31. expresión, 41-42, 44-45, 68, 73-74, 93-
descripción, 27. 94, 104-106.
descripción exhaustiva (exhausti- expresión de signo, 40, 102.
vidad), 13-15, 17-18, 19-20, 26, 28-
29, 38-39, 45, 76, 84, 86, 99. facultatividad (82), 80, 83.
desmembración (30), 28, 74-75. fenomenalismo, 109.
determinación (15), 23-24, 28-29, 32, fenomenología, 71.
36, 37. figura, 38-44, 50, 54, 59-61, 64, 86,
disyunción, 33-35. 101, 108.
división. Ver análisis, filosofía, 7-8, 11.
dominancia (79), 79-80. filosofía del lenguaje, 8, 12.
dominancia obligatoria (80), 80. fin de la teoría, 16-19, 39.
dominancia opcional (81), 80. física, 70, 110.
Indice de materias _____________ ___ __ 193
fisicismo, 109. idioma, 102.
fisiognomía, 102-105, 110. implicación (84), 80-81.
fonema, 12, 39, 41-42, 50. 56-58, 61, implicación bilateral, 81.
88. implicación multilateral, 81.
fonética, 54, 58, 69-70, 71, 86, 93- implicación unilateral, 81.
94. incluir (22), 30-31.
fonética deductiva, 110. indicador (99), 104.
fonología, 57, 59. individuo (72), 74, 108.
fonométrica, 75. inducción (25), 12-13, 29-30, 57.
forma (51), 22, 46, 50, 51, 67, 68- inmanencia, 6, 19, 96, 112.
73, 86, 91-94, 96, 108. interdependencia (14), 22-23, 32, 33,
forma de la expresión, 51, 64, 88. 37.
forma del análisis, 26-31. invariante (63), 55-68, 87, 108.
forma del contenido, 48, 5u, 52-53,
59, 98. jerarquía (4), 28, 30, 36, 108.
forma estilística, 102-104. jerga, 102, 107.
función (8), 31-37, 72-73, 75, 76-78. juegos, 96, 97-99, 100-101.
función bilateral, 33, 81.
función de signo, 44-46, 48, 50, 52-
lado de contenido, 54.
53, 59, 105.
lado de expresión, 54.
función de suposición, 32.
latencia (87), 83, 85.
función distintiva, 57-59, 66.
lengua (89), 16-18, 28 n., 36-37, 43,
función multilateral, 33, 81.
53-54, 70-71, 90-102.
función «o ... o», 33-36.
lengua coloquial, 102.
función «tanto... como», 33-36.
lengua nacional, 102-104, 110.
funtivo (9), 31-32, 73, 108.
lengua «natural», 19-20, 90-91, 94-
fusión (83), 80.
95, 110.
generalización, 62-63, 84. lengua regional, 102, 103-104, 110.
géneros literarios, 88. lengua vulgar, 102-104.
glosema (65), 72, 89, 108. lexicografía, 54.
glosemática, 72, 109. línea de contenido, 54, 64, 88.
grado (24), 30-31. línea de expresión, 54, 64, 88.
literatura, 10, 88, 91, 95.
hipótesis, 13-14. lógica, 30, 35, 81, 87-88, 90-91, 95-
historia, 10, 96. 96, 97-98, 100.
humanismo, 9-11, 110-112. logología, 25.
PROLEGÓMENOS. — 13'
9
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Págs.
Nota editorial 7
Advertencia sobre la traducción 9
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BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA
Dirigida por: Dámaso Alonso
I. TRATADOS Y MONOGRAFÍAS
1. Walther von Wartburg: La fragmentación lingüistica de la Roma
nía. Segunda edición, en prensa.
2. René Wellek y Austin Warren: Teoría literaria. Con un prólogo
de Dámaso Alonso. Cuarta edición. 1.a reimpresión. 432 pág .
3. Wolfgang Kayser: Interpretación y análisis de la obra literaria.
Cuarta edición revisada. 2.» reimpresión. 594 págs.
4. E. Allison Peers: Historia del movimiento romántico español. Se
gunda edición. 2 vols.
5. Amado Alonso: De la pronunciación medieval a la moderna en
español. 2 vols.
6. Helmut Hatzfeld: Bibliografía critica de la nueva estilística apli
cada a las literaturas románicas. Segunda edición, en prensa.
7. Fredrick H. Jungemann: La teoría del sustrato y los dialectos
hispano-romances y gascones. Agotada.
8. Stanley T. Williams: La huella española en la literatura norte
americana. 2 vols.
9. René Wellek: Historia de la crítica moderna (1750-1950).
Vol. I: La segunda mitad del siglo XVIII. 1.a reimpresión.
396 págs.
Vol. II: El Romanticismo. 498 págs.
Vol. III: En prensa.
Vol. IV: En prensa.
10. Kurt Baldinger: La formación de los dominios lingüísticos en la
Península Ibérica. Segunda edición, en prensa.
II. S. Griswold. Morley y Courtney Bruerton: Cronología de las co
medias de Lope de Vega (Con un examen de las atribuciones
dudosas, basado todo ello en un estudio de su versificación es
trófica). 694 págs.
III. MANUALES
IV. TEXTOS
V. DICCIONARIOS
1. Joan Coraminas: Diccionario crítico etimológico de la lengua cas
tellana. 1
* reimpresión. 4 vols.
2. Joan Coraminas: Breve diccionario etimológico de la lengua cas
tellana. Segunda edición revisada. 628 págs.
3. Diccionario de Autoridades. Edición facsímil. 3 vols.
4. Ricardo J. Alfaro: Diccionario de anglicismos. Recomendado por
el «Primer Congreso de Academias de la Lengua Española». Se
gunda edición aumentada. 520 págs.
5. María Moliner: Diccionario de uso del español. 1.a reimpresión.
2 vols.
>
13. Juan Ramón Jiménez: Pájinas escojidas (Prosa). 1.a reimpresión.
264 págs.
14. Juan Ramón Jiménez: Pájinas escojidas (Verso). 1. * reimpresión.
238 págs.
15. Juan Antonio de Zunzunegui: Mis páginas preferidas. 354 págs.
16. Francisco García Pavón: Antología de cuentistas españoles con
temporáneos. Segunda edición renovada. 454 págs.
17. Dámaso Alonso: Góngora y el tPolifemo».' Quinta edición muy
aumentada. 3 vols.
18. Antología de poetas ingleses modernos. Con una introducción de
Dámaso Alonso. 306 págs.
19. José Ramón Medina: Antología venezolana (Verso). 336 págs.
20. José Ramón Medina: Antología venezolana (Prosa.) 332 págs.
21. Juan Bautista Avalle-Arce: El inca Garcilaso en sus * Comenta-
rios» (Antología vivida). 1.a reimpresión. 282 págs.
22. Francisco Ayala: Mis páginas mejores. 310 págs.
23. Jorge Guillén: Selección de poemas. Segunda edición aumentada.
354 págs.
24. Max Aub: Mis páginas mejores. 278 págs.
25. Julio Rodríguez-Puértolas: Poesía de protesta en la Edad Media
Castellana (Historia y antología). 348 págs.
26. César Fernández Moreno y Horacio Jorge Becco: Antología lineal
de la poesía argentina. 384 págs.
27. Roque Esteban Scarpa y Hugo Montes: Antología de la poesía
chilena contemporánea. 372 págs.
28. Dámaso Alonso: Poemas escogidos. 212 págs.
29. Gerardo Diego: Versos escogidos. 394 págs.
30. Ricardo Arias y Arias: La poesía de los goliardos. 316 págs.
VIII. DOCUMENTOS
1. Dámaso Alonso y Eulalia Galvarriato de Alonso: Para la bio
grafía de Góngora: documentos desconocidos. Agotada.
IX. FACSÍMILES
1. Bartolomé José Gallardo: Ensayo de una biblioteca española de
libros raros y curiosos. 4 vols.
2. Cayetano Alberto de la Barrera y Leirado: Catálogo bibliográfico
y biográfico del teatro antiguo español, desde sus orígenes hasta
mediados del siglo XVIII. XIII + 728 págs.
3. Juan Sempere y Guarinos: Ensayo de una biblioteca española de
los mejores escritores del reynado de Carlos III. 3 vols.
4. José Amador de los Ríos: Historia crítica de la literatura espa
ñola. 7 vols.
Printed in