Está en la página 1de 26

Clasificación

y diagnóstico
en psicopatología

Serafín lemas

Sumario
l. Introducción
11. Cuestiones básicas sobre las clasificaciones naturales
A. Tipos de clasificación
111. Modelos de estructura taxonómica en psicopatología
A. Procedimientos multiaxiales
B. Clasificaciones categoriales o dimensionales
C. Opciones en la construcción de las clasificaciones
IV. Desarrollo de las modernas clasificaciones psicopatológicas
A. Prolegómenos a los sistemas DSM y CIE
B. La corriente neo-kraepeliniana
C. Las versiones DSM-IlI
V. Los sistemas CIE-IO y DSM-IV
VI. Críticas a las clasificaciones psiquiátricas
VII. Evaluación de las clasificaciones: Fiabilidad y validez
VIII. Resumen de aspectos fundamentales
IX. Términos clave
X. Lecturas recomendadas
XI. Referencias bibliográficas
94 Manual de psicopatología

l. INTRODUCCiÓN y evocación de la información; ayudar a hacer inferencias,


juicios y predicciones, o permitir el desarrollo de un len-
Las conductas anormales constituyen fenómenos comple- guaje común. Sin una categorización sería imposible inter-
jos, supuestamente multideterminados y frecuentemente actuar de manera provechosa con la infinita cantidad de
incomprensibles, cuyo estudio puede requerir de un análisis objetos o sucesos apreciables.
individualizado de éstas, como tal vez pueda verse favoreci- La clasificación, en consecuencia, está en el origen de
do por un procedimiento organizador. Al igual que ha su- cualquier intento de comprender la realidad y se apoya en el
cedido con otros fenómenos naturales, la historia ratifica la hecho fácilmente constatable de que el mundo percibido no
existencia de múltiples intentos de clasificación de las alte- está estructurado en términos de conjunto total, en donde
raciones de la conducta, bajo perspectivas acordes con los todas las combinaciones de los valores de los atributos ob-
valores y avances científicos de cada época. En las últimas servados ocurren con idéntica probabilidad, sino que está
décadas, el afán de comprender las posibles comunalidades estructurado de una determinada manera (Mervis y Rosch,
existentes en las alteraciones de la conducta ha dado lugar a 1981). Puede afirmarse, además, que los principios que sub-
numerosos sistemas clasificatorios, discutidos y sistemática- yacen a la determinación de una estructura o nivel jerárqui-
mente revisados, pero que han servido para ordenar nuestras co de clasificación de un determinado campo van a variar en
observaciones. En el presente capítulo se formula el objetivo función tanto del significado cultural del mismo como del
de exponer el estado de la cuestión sobre las clasificaciones nivel de experiencia del observador. Ambos aspectos son im-
en psicopatología, atendiendo a los principios teóricos que portantes por cuanto influirán en los atributos que se van a
han servido de sustento para las mismas, los resultados destacar.
obtenidos, las objeciones metodológicas y las líneas de fu- Mervis y Rosch también señalan que todos los modelos
turo. de categorización llevan consigo, virtualmente, abstracción y
creatividad en dos sentidos: la determinación de qué elemen-
tos de una situación son esenciales y cuáles son irrelevantes,
11. CUESTIONES BÁSICAS SOBRE y la creación de una nueva información de orden superior
LAS CLASIFICACIONES NATURALES que no se da en ningún ejemplar específico.
Los principios básicos para la formación de categorías en
Se entiende por clasificación cualquier procedimiento utiliza- un sistema clasificatorio son favorecer la economía cognitiva
do para construir agrupaciones o categorías y para asignar (en el sentido de suministrar la máxima información con el
entidades (en nuestro caso trastornos o conductas anormales) mínimo esfuerzo cognitivo) y la estructuración de los datos;
a dichas categorías, en base a atributos o relaciones comunes. es decir, percibir los objetos del mundo como poseedores de
El proceso de asignación de una entidad a una determinada una estructura altamente correlacional y no como elemen-
categoría del sistema de clasificación es conocido en biolo- tos arbitrarios.
gía como identificación. En medicina y en psicopatología, el Las clasificaciones utilizadas en psicopatología dejan en
proceso de asignación de determinados atributos clínicos, o suspenso, en sí mismas, entrar en la definición del fenóme-
de pacientes que manifiestan dichos atributos, a una catego- no de anormalidad y otras cuestiones epistemológicas, para
ría del sistema de clasificación se conoce como diagnóstico. dar respuesta a la necesidad de organizar nuestras percepcio-
El término taxonomía hace referencia al estudio sistemá- nes de los diversos fenómenos conductuales. Se trata de un
tico del proceso de clasificación; es decir, a la lógica, los prin- planteamiento pragmático, cada vez más aceptado por la co-
cipios y los métodos utilizados en la construcción de un munidad científica, pero que no ha logrado acallar del todo
sistema clasificatorio, así como a las reglas utilizadas para la voces críticas respecto a su validez (González Pardo y Pérez
identificación de las entidades. Cuando las entidades a clasi- Alvarez, 2007) o a si los trastornos mentales son «clases na-
ficar son enfermedades o trastornos, es decir, cuando se tra- turales», entendiendo por «clase natural» que los miembros
ta de construir una taxonomía de fenómenos patológicos, se que la componen sean semejantes entre sí y que exista algu-
habla de nosología. Aunque frecuentemente se utilizan en el na explicación para ello (Cooper, 2005).
ámbito clínico los términos clasificación y nosología de ma- La clasificación psicopatológica pretende proporcionar
nera indistinta, propiamente la nosología supone una orga- al científico y al clínico importantes ventajas; lo cual tiene
nización basada en supuestos teóricos sobre la naturaleza de lugar cuando cumple los requisitos metodológicos exigidos
la enfermedad (Stromgren, 1992). a toda taxonomía. Blashfield (1984) destaca las siguientes:
La clasificación de los fenómenos psicopatológicos no es a) aportar una nomenclatura y terminología común que fa-
más que un caso particular de un proceso más amplio de cilite la comunicación y favorezca la fiabilidad; b) servir de
categorización natural, mediante el cual organizamos el am- base acumulativa de documentación e información sobre
biente externo y establecemos una visión coherente del mun- cada categoría clínica; c) suministrar información descripti-
do. En cierto modo, toda categorización natural desempeña va de cada una de las entidades clínicas básicas; d) permitir
una función adaptativa, cuyo fin es el facilitar el funciona- hacer predicciones desde una perspectiva longitudinal, y
miento cotidiano y la interacción de la persona con el mun- e) suministrar los conceptos básicos para hacer formulacio-
do externo, limitando el número y la complejidad de los nes teóricas. Hersen (1988) refiere, además, que la clasifica-
estímulos. Se atribuyen, además, a toda categorización eviden- ción en psicopatología debe responder a diversos propósitos
tes ventajas, como son el facilitar la codificación, memorización de naturaleza científica y también política, entre ellos: a) la
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 9S

organización de comportamientos o síntomas; b) la comu- Con independencia del procedimiento que se haya se-
nicación entre investigadores y clínicos; c) la determinación guido como principio organizador, pueden diferenciarse las
del tratamiento o procedimiento terapéutico aplicable a clasificaciones como monotéticas o politéticas. Una clasifica-
cada categoría clínica, como desiderátum a alcanzar, aunque ción monotética basa la organización en una sola variable o
todavía no sea posible en muchos casos; d) la determinación en un escaso número de características. Suele considerarse el
del estatus legal del paciente en base a su funcionamiento y Sistema Periódico de los Elementos como un ejemplo típico
competencia, y e) la determinación del reembolso econó- de clasificación monotética, por cuanto se apoya exclusiva-
mico a los profesionales que prestan servicios por parte de mente en el peso atómico y la valencia para ordenar todo el
los seguros sanitarios o agencias externas. universo químico. En las clasificaciones politéticas la orga-
La noción de categorías clínicas se apoya en el supuesto nización se basa en la existencia de un determinado número
de que existe un determinado número de covariantes com- de características compartidas por una proporción significa-
partidos; por ejemplo, agrupaciones de signos y síntomas tiva de los miembros de una categoría, sin que ello presu-
regulares. Sin embargo, la clasificación de los sujetos en ca- ponga la total homogeneidad de dichos miembros.
tegorías de ninguna manera niega la existencia de otras dife- La diferenciación entre clasificaciones monotéticas y po-
rencias mutuas. La concomitancia o presencia simultánea en litéticas se corresponde con las también llamadas taxonomías
el tiempo de diversos atributos y características clínicas cldsicas y prototípicas. Las clasificaciones clásicas incluyen ca-
en las personas podría deberse, en opinión de Millon (1987), tegorías que se componen de entidades discretas y homogé-
a factores temperamentales y experiencias tempranas que neas en sus características descriptivas, mientras que las
conducen al desarrollo de estructuras y funciones psicológi- segundas se apoyan en un prototipo o ideal teórico que sirve
cas de aparición posterior (conductas, actitudes, afectos o de referencia, y que es el conjunto de características más
mecanismos). Por otra parte, cabe la posibilidad de que la comunes de los miembros de una categoría. Por prototipos
posesión de estas características iniciales pueda poner en se entiende, generalmente, a los casos más claros de perte-
marcha diversas experiencias vitales que modulan la adqui- nencia a una categoría definida operacionalmente. Todas las
sición de atributos psicológicos en una cadena secuencial. propiedades del prototipo se asume que caracterizan al me-
Un determinado origen común, así como relaciones de con- nos a algunos miembros de una determinada categoría, si
secuencia, aumentan la probabilidad de que determinadas bien ninguna de las propiedades se considera necesaria o
características psicológicas se combinen con otras más espe- suficiente para pertenecer a la misma. Un miembro de una
cíficas, dando lugar a conjuntos de síntomas observables de categoría podrá considerarse como prototipo cuantos más
forma repetitiva, que denominamos síndromes clínicos. atributos comparta con los demás miembros de dicha cate-
goría y cuantos menos atributos comparta con los miem-
bros de categorías opuestas. En términos de valoración
A. TIPOS DE CLASIFICACiÓN métrica o de tamaño, los miembros prototípicos de una ca-
tegoría representan la media de los atributos. Las caracterís-
El ordenamiento de elementos en categorías dentro de un ticas prototípicas de una categoría se comprueba que afectan
sistema clasificatorio puede conseguirse atendiendo a dife- virtualmente a la mayoría de las principales variables depen-
rentes estrategias. Los elementos u objetos pueden definirse dientes utilizadas como medidas en la investigación psicoló-
de forma extensiva o intensiva. Una definición extensiva es gica: rapidez de procesamiento (tiempo de reacción), rapidez
aquella que se hace enumerando todos los miembros de una de aprendizaje, orden y probabilidad de evocación, efec-
clase, en tanto que una definición intensiva se hace enume- to del suministro de información facilitadora (priming), etc.
rando las características necesarias para la pertenencia a una (Rosch, 1978). De este modo, la aproximación de los suje-
categoría. El principio taxonómico u organizador más anti- tos al ideal prototípico puede no ser perfecta, sino variable
guo responde a la noción aristotélica de «esencia» y que ha en intensidad. La estructura prototípica, en consecuencia,
servido de base para la clasificación de los organismos vivos asume un formato politético y está más en consonancia con
de Linneo y el sistema evolutivo de Darwin, en los que la el carácter borroso natural de los límites conceptuales y la
esencia viene proporcionada por el concepto de las especies. inexactitud inherente a la realidad. Las modernas clasifica-
Dicha estrategia taxonómica es conocida como jilética. Un ciones psiquiátricas son ejemplos claros de clasificación pro-
enfoque alternativo, aplicado a estructuras más complejas, es totípica y politética.
el proporcionado por las taxonomías numéricas, que basan El efecto de adoptar un principio taxonómico clásico o
la organización en la observación empírica y en el cómputo prototípico va a ser diferente. Por ejemplo, en el ámbito
matemático del máximo número de características compar- psicopatológico, bajo una estrategia taxonómica clásica se
tidas por los sujetos. El desarrollo de las computadoras y la tenderá a exagerar las semejanzas, a ignorar las diferencias y
aplicación de técnicas multivariadas ha permitido utilizar a prestar atención selectiva a las características que confor-
grandes conjuntos de datos para comprobar la existencia de man una categoría, en aquellos pacientes que pertenezcan a
alguna posible «estructura». Debido a que esta estrategia ésta. En cambio, las categorías politéticas limitan la estereo-
pone especial énfasis en la descripción meticulosa de la apa- tipia, permiten mayor flexibilidad diagnóstica y refuerzan la
riencia de los objetos, se le ha denominado fonética (o basada variabilidad intragrupo. Además, no se exigen signos distin-
en relaciones fenotípicas del organismo y no en relaciones tivos o patognomónicos, pudiendo los sujetos diagnostica-
fílogénicas) . dos de forma idéntica variar en su aproximación al prototipo
96 Manual de psicopatología

(Widiger y Frances, 1985; Widiger y Sanderson, 1995). En color o la forma, conceptos relacionales, como más grande, y
una taxonomía clásica, los síndromes deberían tener fronte- conceptos funcionales; sin embargo, estos tipos de atributos
ras definidas, características o síntomas claros, necesarios y pueden ser categorías en sí mismos o podrían ser examina-
suficientes. Se espera que cada miembro de una categoría dos como problema de categorización. En la psicología cog-
posea todas las características que la definen y cada catego- nitiva se ha utilizado casi todo como atributo en uno u otro
ría debería diferenciarse de las demás por una o más caracte- momento, lo cual ha dado lugar a algunas anomalías, espe-
rísticas compartidas por todos los miembros. Por el contrario, cialmente el uso de partes, relaciones y funciones. Un enfo-
en una taxonomía prototípica, las características compartidas que diferente respecto al tipo de atributos a tener en cuenta
no necesariamente deben ser las mismas. Se asume que to- es el utilizado en el modelo constructivista de Piaget, en
dos los atributos del prototipo podrían estar presentes en donde se toma como unidad de análisis la interacción de
algunos miembros de la categoría, pero ninguna de las pro- personas con los objetos y se derivan atributos de dicha inter-
piedades es necesaria o suficiente para la pertenencia a ésta. acción. La analogía más próxima a este enfoque tal vez sea la
Los diversos pacientes podrían aproximarse al prototipo diag- creación de categorías por medio de procedimientos, como
nóstico en grados diferentes (Cantor y Genero, 1986). sucede con los sistemas formales (Miller y Johnson-Laird,
Las diversas versiones del sistema diagnóstico DSM de la 1976) o con la inteligencia artificial (Winograd, 1975).
Asociación Psiquiátrica Americana son cada vez más politéti- Los datos teóricamente utilizables en una clasificación
cas; es decir, utilizan más las clasificaciones prototípicas; sin psicopatológica podrían ser de tres tipos, en opinión de Mi-
embargo, un reducido número de categorías siguen siendo llon (1991): 1) atributos sustantivos, acordes con un deter-
monotéticas o basadas en una taxonomía clásica (American minado modelo teórico o escuela psicológica, como hábitos
PsychiatricAssociation, 1952; 1968; 1980; 2000). Blashfield condicionados, expectativas cognitivas o disfunciones neuro-
(1984) refiere que las definiciones monotéticas se mantienen químicas; 2) atributos longitudinales, relativos a la etiología
para categorías diagnósticas pobremente formuladas (por o a la progresión de diversos fenómenos clínicos en el tiem-
ejemplo, diversos trastornos disociativos) o bien para otras po yen función de las circunstancias, y 3) atributos concu-
raramente utilizadas en la práctica clínica (por ejemplo, pi- rrentes o las características presentes en un momento dado,
romanía). fundamentalmente los signos «objetivos» y los síntomas
Finalmente, otra importante distinción de las clasifica- referidos subjetivamente. A estos indicadores tradicionales
ciones es la que corresponde a los enfoques taxonómicos habría que añadir otros atributos esencialmente inferidos:
empíricos e inferenciales. El enfoque empírico se limita estric- los rasgos de personalidad.
tamente a los hechos observables, mientras que el inferencial Los sistemas de clasificación actuales se apoyan en atribu-
va más allá de lo inmediatamente observable y hace suposi- tos concurrentes, indicativos de comportamientos desviados
ciones o inferencias respecto a las causas y procesos subya- y derivados de cuatro fuentes conceptual y metodológica-
centes como base para la clasificación (véase la Tabla 4.1). mente diferentes: biofísica, intrapsíquica, fenomenológica y
A nivel teórico es posible utilizar cualquier atributo con conductual. Los síntomas clínicos se derivan casi exclusiva-
propósitos clasificatorios. Como afirman Mervis y Rosch mente de los ámbitos biofísico y conductual; los síntomas,
(1981), «los estudios realizados con diversas categorías arti- de la experiencia y vivencias fenomenológicas; y los rasgos
ficiales han demostrado que cuando se disocian la semejanza generalmente se infieren a partir de los tres ámbitos psico-
intra-categoría y la disparidad inter-categoría, cualquier fac- lógicos: intrapsíquico, fenomenológico y conductual.
tor es suficiente para producir un gradiente de representati- Los signos incluyen cambios que pueden observarse y re-
vidad» (p. 99). Lo que se considere categoría y sus atributos gistrarse objetivamente e incluyen todo tipo de conductas de
dependerá del nivel en el que se sitúe el clasificador. El mis- interés clínico, susceptibles de observación sistemática,
mo ítem (por ejemplo, «rojo» o «circular») puede ser toma- de análisis y de medida a través de las más diversas técnicas
do como lo que hay que explicar (categoría) o como parte o escalas. Los síntomas son informaciones subjetivas, relati-
de la explicación (atributo); por eso se han suscitado diver- vas a experiencias recordadas, e incluyen fenómenos no siem-
sas discusiones respecto a la naturaleza de los atributos. En pre observables (por ejemplo, estados de ánimo, experiencias
el ámbito de la psicología, los atributos más utilizados sue- cognitivas, percepciones, actitudes, recuerdos, etc.) y perte-
len ser de cuatro tipos: partes, características físicas, como el necientes al mundo privado; con lo cual pueden calificarse
de escurridizos, menos fiables y con muchas complejidades
filosóficas y metodológicas. En el ámbito clínico, entre los
síntomas se incluye el dolor, las alucinaciones, la pérdida de
Tabla 4.1 Tipos de clasificaciones
apetito, la ansiedad o los delirios; mientras que entre los
signos se incluye la conducta fóbica, la inquietud motora, la
pérdida de peso o el lenguaje paranoide. El humor depresivo
es un síntoma, el llorar es un signo; el dolor en el pecho es
Filética Empírica Monotética un síntoma, el fallo cardíaco es un signo. Los rasgos descri-
(esencia lista) (clásica)
ben hábitos psicológicos inferidos y disposiciones estables
Fenética Inferencial Politética en amplios contextos, derivados de diversas fuentes como
(taxonomía (prototípica) son los autoinformes, las escalas clínicas u otras pruebas que
numérica)
describen conductas ejemplificadoras de éstos. Así como la
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 97

definición de las categorías clínicas de las tradicionalmente A. PROCEDIMIENTOS MULTIAXIALES


llamadas neurosis o trastornos de ansiedad y de las psicosis
se apoyan en signos y síntomas, los rasgos son los atributos Los modelos de clasificación psicopatológica multiaxiales
clínicos a tener en cuenta en los trastornos de la personali- han prosperado debido a las ventajas que ofrecen a la hora de
dad o personalidades anormales. En un orden creciente representar la información disponible y de hacerla más com-
de gravedad, los atributos a observar son los cambios en la prensible, así como para el diseño de un plan de acción para
conducta habitual, deterioro en el funcionamiento, com- el manejo de cada paciente (Helmchen, 1980). Mezzich, Fa-
portamiento inapropiado, pérdida de alguna función e irra- brega y Mezzich (1987), en la revisión de la literatura al res-
cionalidad. pecto, describen hasta 15 diferentes sistemas multiaxiales
utilizados en diversas partes del mundo -Alemania, Brasil,
Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Polonia, Reino
111. MODELOS DE ESTRUCTURA TAXONÓMICA Unido y Suecia-, además de muchos otros publicados años
EN PSICOPATOLOGíA atrás. Dos son los aspectos más habituales y que han dado
lugar a sendos ejes: la fenomenología y los factores etiológicos.
Los diversos atributos que componen la base de las clasifica- Otros ejes relativamente frecuentes son los síndromes y sínto-
ciones psicopatológicas no se distribuyen al azar, sino que mas psiquiátricos (utilizados en 14 de los 15 sistemas clasifi-
parecen organizarse en agrupaciones con una determinada catorios revisados por los autores), causa especificada por el
estructura. En la actualidad, las taxonomías están organiza- clínico (presente en 9 sistemas), trastornos de la personalidad
das siguiendo una estructura vertical, horizontal o circular (7), trastornos físicos (6), nivel intelectual (5), duración y cur-
(Rosch, 1978). La vertical, conocida como jerárquica, orga- so de la enfermedad (4 cada uno), estresores psicosociales (4),
niza las diversas categorías en árboles diagnósticos en los gravedad psicopatológicalpsicoticismo (presencia e intensidad
que las de rango inferior están subsumidas en las de rango de los síntomas psicóticos) (4), funcionamiento adaptativo
superior. La verticalidad se refiere al nivel de inclusión de la (2) y rapidez del comienzo de la alteración (2). El número
categoría, de tal modo que cuanto más alto es dicho nivel, máximo de ejes incluidos en los sistemas analizados fue de
mayor es el grado de abstracción. La clasificación de los tras- cinco (en 6 de los 15 sistemas revisados), seguido de cuatro
tornos afectivos en el DSM-Iv, la sugerida por Foulds y Bed- y tres (en 4 sistemas para cada caso). Por otra parte, y según
ford para organizar todas las alteraciones psíquicas en cuatro una encuesta realizada por los autores a 164 expertos de
grandes categorías (Foulds, 1976; Foulds y Bedford, 1975), todo el mundo (representadas las seis regiones de la OMS),
o la CIE-10 (Organización Mundial de la Salud, 1992), son los ejes más útiles fueron, en una ordenación jerárquica de
ejemplos de una organización jerárquica. mayor a menor importancia: síndromes psiquiátricos, tras-
La estructura horizontal es conocida como multiaxial tornos físicos, curso de la enfermedad, trastornos de la per-
en cuanto que trata de ordenar las diferentes clases de atri- sonalidad, estresores psicosociales específicos, duración de
butos en series de categorías paralelas. La horizontalidad la enfermedad, rapidez del comienzo de la enfermedad, fun-
hace referencia a la segmentación de las categorías del mis- cionamiento adaptativo actual, psicoticismo, Cl/retraso
mo nivel de inclusividad. El sistema DSM-III y versiones mental y retardos evolutivos específicos (Mezzich, Fabrega y
posteriores adoptan una estructura tanto jerárquica como Mezzich, 1985). Los autores, por otra parte, sugieren la po-
multiaxial. sibilidad de combinar en futuras revisiones clasificatorias
La estructura multiaxial, en contraposición a la jerárqui- algunos de estos ejes, con el fin de ampliar la información
ca en la que se diferencia un único tipo de atributos, permi- obtenida de cada paciente, y ampliando también los códigos
te múltiples tipos de datos -incluyendo varias facetas de la numéricos utilizados en los sistemas oficiales de la Organi-
información- relevantes para la toma de decisiones diag- zación Mundial de la Salud (OMS) y de la Asociación Psi-
nósticas. quiátricaAmericana para dar entrada a estos aspectos (véase
La estructura circular, conocida como circumpleja, viene la Tabla 4.2).
siendo utilizada por los autores interesados en el ordena- Se ha sugerido, además, la incorporación de otros ejes en
miento de los rasgos de personalidad. En este modelo, las las clasificaciones oficiales, entre los que destacan los desti-
categorías similares están ubicadas en un lugar relativamen- nados a valorar mecanismos de defensa o modos de afronta-
te más cercano, en los segmentos de un círculo; por el con- miento (Vaillant, 1987) yel tipo de funcionamiento familiar
trario, las categorías opuestas en la representación circular (Wynne, 1987). En el primer caso, el autor justifica su in-
serían las consideradas psicológicamente antitéticas. Por clusión por la importancia que tienen las diferencias indivi-
ejemplo, Millon distribuye las diversas personalidades anor- duales de afrontamiento con los estresores y los procesos de
males en un diagrama circular atendiendo a dos dimensio- autocontrol sobre los mecanismos homeostáticos o del siste-
nes básicas: afiliación social (autónomo versus gregario) y ma inmune. Los mecanismos de defensa constituyen proce-
emotividad (impasible versus expresivo) (Craig, 1993; Mi- sos psicológicos cuya utilización modifica la percepción que
llon, 1986; Millon y Everly, 1985). La estructura circum- la persona tiene tanto de la realidad interna como de la ex-
pleja es más una herramienta académica teórica que un terna. Las funciones que se supone que desempeñan son, en
modelo clínico, si bien su utilidad se anuncia prometedora opinión de Vaillant: a) mantener los afectos dentro de lími-
en el futuro. tes soportables durante las alteraciones súbitas de la propia
98 Manual de psicopatología

Tabla 4.2 Ejes DSM-III y propuestos por Mezzich y cols. (1987) Para la valoración específica de la psicopatología infanto-
juvenil, Achenbach ha desarrollado un sistema de evaluación
multiaxial, denominado Achenbach System 01 Empirically
Síndromes psiquiátricos Síndromes psiquiátricos, Based Assessment (ASEBA), que incluye los siguientes cinco
calificados en función de la ejes de información, e instrumentos propios para su medida:
gravedad/psicoticismo, curso
1) Informes parentales. Historia evolutiva (Child Behavior
clínico y etiología
Checklist & Projile, CBCL) (Achenbach, 1991a). 2) Informes
Trastornos de la Alteraciones conductuales escolares, rendimientos y otros datos escolares (Teacher's Re-
personalidad y del desarrollo estables (trastornos de la port Form, TRF) (Achenbach, 1991b). 3) Valoración intelec-
personalidad, trastornos tual y cognitiva (WISC, WAIS u otros tests de inteligencia
específicos del desarrollo,
y de funciones psíquicas superiores. 4) Valoración física: mé-
retraso mental)
dica, neurológica. 5) Evaluación directa: autoinformes, tests
111 Trastornos físicos Trastornos físicos (con de personalidad (Youth Self Repo rt, YSR; Direct Observation
mejores instrucciones) Form & Projile, DOF) (Achenbach, 1991c). Los citados ejes
IV Gravedad global de los Estresores/situaciones diferirían en su importancia en función del nivel de edad
estresores psicosociales psicosociales específicos del sujeto o del propósito del estudio. Por otra parte, la po-
(incluyendo falta de sible discrepancia entre las diferentes fuentes no significa
soportes) necesariamente que éstas no sean fiables, sino que podrían
V Nivel más alto de Funcionamiento adaptativo revelar diversas facetas del funcionamiento del niño o ado-
funcionamiento adaptativo actual lescente de posible interés para establecer un plan de inter-
en el año anterior vención.

vida emocional; b) restaurar la homeostasis psicológica, pos- B. CLASIFICACIONES CATEGORIALES O DIMENSIONALES


poniendo o disminuyendo los repentinos incrementos de
necesidades biológicas; c) disponer de un tiempo para adap- Importante objeto de controversia ha sido el método que
tarse y controlar los cambios bruscos en la propia imagen debe prevalecer en la clasificación de las conductas y fenó-
cuando no es posible integrarla de forma inmediata; d) ma- menos anormales. Skinner (1981) señaló la posibilidad de
nejar conflictos con personas significativas para el individuo, seguir tres modelos básicos: categorial, dimensional e híbri-
vivas o fallecidas, a las que no puede soportar abandonarlas; e) do. El modelo categorial representa un amplio abanico de
resolver la disonancia cognoscitiva, y fJ adaptarse a cambios variaciones estructurales que se asocian con los conceptos
bruscos e inesperados de la realidad externa. Esta interesante de categoría, conjunto, clase, cluster o tipo. El modelo di-
aportación, que está en la base de las actuales investigacio- mensional, en contraposición con el anterior, no asigna a los
nes relacionadas con la psicopatología y la psicología de la objetos de la clasificación en base a criterios disyuntivos,
salud, requiere llegar previamente a un consenso de defini- sino que se apoya en un conjunto de dimensiones que per-
ciones válidas y demostrar que es posible identificarlas con miten visualizar las relaciones existentes entre dichos obje-
fiabilidad y que tienen la suficiente validez predictiva. La tos. Las dimensiones generalmente son estimadas a través de
necesidad de definir operacionalmente las defensas o modos ecuaciones lineales, combinando las variables observadas.
de afrontamiento se vuelve particularmente importante, Una representación dimensional ideal debería incluir sólo
sobre todo cuando se mezclan conceptos procedentes de di- unas pocas dimensiones que pueden representarse de forma
versas escuelas psicológicas. El autor, no obstante, establece métrica o no métrica (Smith y Medin, 1981). Las descrip-
una distinción entre defensas maduras (sublimación, supre- ciones dimensionales suelen utilizar una metáfora espacial
sión, anticipación, altruismo, humor), neuróticas o inter- (fortalecida por la disponibilidad de técnicas de escalamien-
medias (desplazamiento, represión, aislamiento, formación to multidimensional), pareciendo así representaciones rela-
reactiva) e inmaduras (proyección, fantasía esquizoide, ma- tivamente holísticas de las categorías; sin embargo, como
soquismo, acting-out, hipocondriasis y negación neurótica/ afirman Smith y Medin (1981), la diferencia puede aplicar-
disociación). Mediante una escala creada para valorar el tipo se más a la forma superficial de la representación que a la
de defensas utilizado y valorando el nivel de salud con la información subyacente representada. La distinción catego-
escala Health-Sickness Rating Scale, HSRS (Luborsky, 1962), rial (cualitativa) y dimensional (cuantitativa), sin embargo,
refiere correlaciones significativas entre salud y tipo de defen- no tiene por qué ser excluyente, de tal modo que pueden
sas en el sentido esperado, es decir, un mejor nivel de salud combinarse ambos aspectos dependiendo de la alteración
en función del uso de defensas maduras respecto a las inter- que se desee estudiar (Frances, 1982). Este es el propósito de
medias e inmaduras. los modelos híbridos, en los que las valoraciones tratan
Wynne aconseja ~ambién prestar atención a los sistemas de formularse, en primer lugar, en términos categoriales o
de relación social y al contexto social, con especial énfasis en cualitativos, reconociendo los rasgos o atributos más carac-
la salud y disfunción de la familia. Para ello, recomienda rees- terísticos del objeto o sujeto que se pretende clasificar y, en
tructurar el eje IV del sistema DSM, en donde pueda atender- segundo lugar, diferenciando cuantitativamente dichos ras-
se también a los soportes sociales, además de los estresores. gos mediante dimensiones, para representar diversos grados
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 99

de relevancia clínica. Skinner denominó a este enfoque cla- gar a esquemas complicados que requieren representación
se-cuantitativo; y fue el modelo seguido por Millon, Gross- geométrica o algebraica.
man, Millon, Meagher y Ramnath(2004) en su clasificación Los procedimientos dimensionales han gozado de gran
categorial-dimensional de los trastornos de la personalidad. aceptación en el ámbito de la psicología, a pesar de las cita-
Diversas ventajas y desventajas se derivan del procedimien- das dificultades inherentes a los mismos, existiendo la ten-
to por el que se opte en la clasificación psicopatológica. En- dencia a sustituir en lo posible clasificaciones psiquiátricas
tre las ventajas atribuidas a los modelos categoriales están tradicionales por procedimientos estadísticos más elabora-
el facilitar la comunicación o la creación de diseños para la dos, como son el análisis factorial o el escalamiento multi-
investigación, el ser fácilmente memorizables, así como el dimensional. No han faltado también intentos de realizar
responder mejor a las exigencias de una organización insti- clasificaciones categoriales en psicología mediante otras téc-
tucional asistencial, en los aspectos que tienen que ver con nicas estadísticas, como el análisis de cluster. En general,
la administración y archivo de historias clínicas, con la pla- suelen subdividirse las técnicas estadísticas en psicopatolo-
nificación de servicios o con la realización de estudios epide- gía en métodos exploratorios, que suelen ser empleados para
miológicos (Lorr, 1986). Otras evidentes ventajas se derivan crear sistemas de clasificación, y métodos confirmatorios,
del hecho de que dan unidad a la psicopatología manifesta- destinados a probar y evaluar los sistemas de clasificación.
da por una persona, al integrar diversos elementos en una Entre los métodos exploratorios más comunes se incluyen
única configuración, así como de la constatación de que el análisis factorial inverso o tipo Q, el análisis de cluster y el
constituyen un estándar de referencia ya establecido entre escalamiento multidimensional. La elección de una u otra
los clínicos. No obstante, entre las desventajas que conlle- técnica determinará la naturaleza de la taxonomía resultan-
van los modelos categoriales se señala que contribuyen a la te, incluyendo tamaño, homogeneidad, número de grupos y
falaz creencia de que los procesos psicopatológicos incluyen características del perfil que diferencia a un grupo de otro.
entidades discretas, cuando de hecho son meros conceptos Los métodos confirmatorios más utilizados son el análisis
útiles para coordinar nuestras observaciones; plantean la discriminante, el análisis multivariado, la correlación canó-
duda de si las categorías son artificiales o derivadas empíri- nica y la regresión múltiple (Blashfield, 1984; Grove y An-
camente, existiendo siempre el riesgo de imponer a unos dreasen, 1986). La técnica de análisis factorial confirmatorio
datos una estructura que tal vez no exista; no aciertan a iden- (AFC) del sistema LISREL (Linear and Structural Relations
tificar o incluir aspectos de la conducta, ante la necesidad de VI) (Joreskog y Sorbom, 1984), por ejemplo, se utiliza para
restringir la lista de atributos a un conjunto de característi- comprobar si la estructura latente que existe en un conjunto
cas predeterminadas, con la consiguiente pérdida de infor- de síntomas se ajusta a diferentes modelos sugeridos por el
mación; obligan a enfrentarse con el dilema de desarrollar investigador. En contraposición a los métodos tradicionales
criterios diagnósticos restrictivos para incrementar la homo- de análisis factorial exploratorio, cuya finalidad es la estima-
geneidad en los miembros correspondientes a cada clase, a ción tanto de los pesos factoriales como del número de facto-
costa de tener que añadir un determinado número de cate- res generados, en el AFC es el investigador quien construye
gorías mixtas o «cajones de sastre» para incluir a un elevado o parte de un modelo de medida y estructura factorial que
número de sujetos que no logran cumplir dichos criterios; y se deriva de los supuestos de una teoría y la compara con la
ponen de relieve que el número y diversidad de categorías resultante del análisis. Es decir, el AFC se utiliza para deter-
suele ser muy inferior al de las diferencias interindividuales minar si las covarianzas de la muestra estimadas partiendo
apreciadas en la práctica diaria (Millon, 1991). De hecho, de un modelo teórico a priori son consistentes con las cova-
en ocasiones no solamente existen problemas para asignar rianzas actuales de la muestra, o si los datos confirman el
a los sujetos a un número limitado de categorías, sino que a modelo de estructura latente (Long, 1983).
veces se tiene la impresión de que cuanto más se va conocien-
do a los individuos, mayores son las dificultades de incluir-
los en una categoría. C. OPCIONES EN LA CONSTRUCCiÓN
Los modelos dimensionales ofrecen las ventajas de per- DE LAS CLASIFICACIONES
mitir combinar diversos atributos clínicos en una represen-
tación multifactorial, lo que permite una pérdida mínima En la construcción de las taxonomías psicopatológicas es
de información; facilitan la asignación de los casos atípleos; posible seguir enfoques conceptual y metodológicamente
favorecen la deseable interpretación de la psicopatología y la diferentes, que van a dar lugar a tres tipos de entidades clí-
normalidad como extremos de un continuo y no como fe- nicas: trastornos de base clínica, constructos de deducción teó-
nómenos separados; y permiten apreciar con mayor facili- rica y taxonomías numéricas. En las clasificaciones de base
dad los cambios experimentados por los individuos, bien clínica, generalmente se ha seguido un procedimiento ob-
sean espontáneos, bien el resultado de un tratamiento. Sin servacional o una epistemología empirista respecto a la co-
embargo, entre los inconvenientes que se derivan de estos variación de los signos y síntomas observados. Este ha sido
modelos, los aspectos metodológicos posiblemente sean el procedimiento utilizado desde Hipócrates (460-377 a.e.)
los más importantes, como la decisión y acuerdos respecto a hasta Kraepelin (1855-1926) para derivar agrupaciones. Los
cuál debe ser el número de dimensiones necesarias para re- constructos de deducción teórica resultan de aplicar un
presentar los problemas psicológicos, o las dificultades que principio organizador o modelo teórico a los datos observa-
surgen cuando se utilizan muchas dimensiones que dan lu- dos. Como es sabido, las ciencias maduras progresan desde
100 Manual de psicopatología

un estadio basado en la observación hacia otro caracterizado explicación de las enfermedades. Bossier de Sauvages, coetá-
por la formación de conceptos abstractos y sistematizacio- neo suyo, botánico y profesor de la Facultad de Medicina de
nes teóricas (Hempel, 1965; Hempel, 1973). Los filósofos Montpellier, se sintió muy interesado por el concepto y as-
de la ciencia consideran que la clasificación, en sí misma, no piró a convertirse en el Linneo de las enfermedades huma-
da lugar a una taxonomía científica, como tampoco la simi- nas. En la segunda mitad del siglo XVIII publica su Nosologie
litud de atributos constituye necesariamente una categoría Methodique, en donde propone la organización de las altera-
científica. Lo que distingue a una clasificación científica es ciones mentales en cuatro grandes grupos. Pinel, siguiendo
que tenga éxito en la agrupación de sus elementos de acuer- sus pasos, publicó en 1789 la Nosologie Philosophique o cla-
do con proposiciones teóricas explicativas. Dichas proposi- sificación de las enfermedades mentales (Lehman, 1992). A
ciones se forman cuando se ha demostrado que algunos Sydenham, sin embargo, se atribuye la introducción del
atributos guardan relaciones lógicas o causales con otros atri- concepto de síndrome o conjunto de síntomas y característi-
butos o categorías. Desde el punto de vista clínico, un siste- cas que definen una enfermedad.
ma clasificatorio resulta útil cuando permite la comprensión La Psicopatología descriptiva y su descendiente, la feno-
de un conjunto de atributos desorganizados o caóticos y fa- menología clínica, son productos del movimiento intelec-
cilita derivar deducciones que previamente resultarían im- tual del siglo XIX sobre la semiología de la enfermedad. Esta
posibles. A ese poder generador es a lo que Hempel llama disciplina clínica tiene por objeto el estudio de los signos de
«valor sistemático» (systematic import), como característica enfermedad, que fueron considerados no tanto como aspec-
fundamental de una clasificación científica. Tradicionalmen- tos simbólicos, sino más bien como manifestaciones exter-
te, los conceptos teóricos empleados para generar clasificacio- nas reales de la enfermedad (Berrios, 1996). El examen
nes han pertenecido a los ámbitos etiológico, dinámico y neurológico viene a ser un enfoque análogo para la descrip-
estructural o relativo a estilos de comportamiento. Final- ción de los signos de las enfermedades neurológicas.
mente, las taxonomías numéricas son el resultado de la apli- Los antecedentes próximos de las clasificaciones psiquiá-
cación de análisis matemáticos a los datos disponibles, tricas actuales habría que buscarlos en Alemania. Griesinger
evitando sesgos humanos, y con el fin de derivar diversos (1818-1868), Westphal (1833-1890) y Kalhbaum (1828-
rangos jerárquicos que reflejarían la homogeneidad de las 1899) son los ejes por los que pasa la construcción del edificio
categorías, siendo las categorías del nivel inferior más ho- nosológico moderno antes de emerger la obra de Kraepelin
mogéneas que las de orden superior. Es bien sabido, sin em- (1855-1926). Griesinger cerró el capítulo de la especulación
bargo, que la mera aplicación de técnicas estadísticas no sobre la naturaleza y origen de los trastornos nerviosos dan-
presupone la ausencia de sesgos en la recogida de los datos do lugar a la llamada «revolución somatista», que se escindi-
o en los conceptos manejados a priori, ni la comprensibili- rá en dos ramas: una incidirá directamente en la vertiente
dad de las agrupaciones resultantes (Cooper, 2005; Cor- anatomopatológica, y otra que, ante las insuficiencias del
ning, 1986). modelo, optará por una interpretación eminentemente clí-
Hempel (1965) señaló que el desarrollo de una discipli- nica de las manifestaciones observables en los enfermos,
na científica va progresando habitualmente de un estadio prescindiendo de criterios etiológicos. Westphal es el repre-
inicial en el que predomina una descripción empírica hacia sentante de la primera corriente que derivó hacia la actual
estadios posteriores más teóricos en los que el mayor énfasis neurología y neuropsicología, y Kalhbaum representa a la
recae en el creciente papel que juegan los conceptos dentro vertiente clínica, siendo antecesor directo de Kraepelin. Las
de una amplia teoría. De modo particular, Hempel conside- seis ediciones del Compendio de psiquiatría de Kraepelin, pu-
ra que el desarrollo de la psicopatología, desde una ciencia blicadas entre los años 1883 y 1899, encarnan un proceso
descriptiva hacia una ciencia teórica, podría apreciarse en de evolución hacia un modelo en el que se distingue entre
la transición de clasificaciones basadas en un punto de vista alteraciones constitucionales y adquiridas, y en el que par-
sintomático a otras más bien etiológicas. ticularmente se sientan las bases de los grandes síndromes
Morey (I991) sostiene, igualmente, que «en el futuro psicóticos funcionales que aún hoy se manejan. Kraepelin
será necesario prestar mayor atención a las clasificaciones de define las alteraciones en términos de «complejos sintomáti-
base teórica, que tengan una estructura formal conectada cos» y no de enfermedades.
con datos observables, y que dichas conexiones puedan ser
objeto de falsación ... Por el momento, probablemente será
preferible investigar sobre teorías específicas de fenómenos A. PROLEGÓMENOS A LOS SISTEMAS DSM yelE
específicos, en vez de buscar una teoría universal y abarca-
tiva, capaz de proporcionar una estructura organizativa» La primera clasificación psiquiátrica oficial norteamericana
(p. 292). apareció en el censo de 1840, creada por encargo del gobier-
no. Bajo el término de idioda y locura se incluían todas las
alteraciones mentales. En 1880 se ampliaron a siete catego-
IV. DESARROLLO DE LAS MODERNAS rías principales: manía, melancolía, monomanía, paresis,
CLASIFICACIONES PSICOPATOLÓGICAS demencia, dipsomanía y epilepsia. Este sistema fue revisado
en 1917 y posteriormente en 1934, en la primera edición
Se atribuye el término de nosología a RobertJames, quien en de la Standard Classified Nomenclature 01Disease, de la Ame-
su Medical Dictionary publicado en 1742 lo define como rican Medical Association, en colaboración con la oficina
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 101

estadounidense del censo (U. S. Burean of the Census) y con enfermedades mentales (capítulo V), que se mantuvo hasta
el fin de obtener datos estadísticos de los hospitales. Esta la 9: revisión, organizado en tres secciones: a) psicosis; b)
clasificación, concebida más bien para pacientes crónicos, desórdenes psiconeuróticos, y c) trastornos del carácter, del
fue considerada, sin embargo, poco útil para las fuerzas ar- comportamiento y de la inteligencia. La CIE-6 apenas fue
madas de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra utilizada en los Estados Unidos debido a la ausencia de alte-
Mundial, debido al predominio de trastornos agudos y tras- raciones como la demencia, trastornos de adaptación y mu-
tornos psicosomáticos y de la personalidad en el personal en chos trastornos de la personalidad. La 7: revisión o CIE-7,
servicio, surgiendo en cambio clasificaciones específicas para publicada en 1955, apenas introdujo variaciones respecto a
la U.S. Army, la U.S. Navy y la Veterans Administration, que la edición anterior. La aceptación internacional de dichas
se apoyaron abiert.amente en la obra de William Menninger. versiones del sistema CIE fue, sin embargo, escasa. De he-
Precisamente, con el fin de dar solución a una situación tan cho, hacia 1959 solamente cinco países miembros de la OMS
confusa y caótica como la anterior, y con objeto de crear un (Finlandia, Gran Bretaña, Nueva Zelanda, Perú y 1hailan-
sistema alternativo a la 6: revisión de la Clasificación Inter- dia) habían adoptado el sistema CIE, siendo necesario llegar
nacional de las Enfermedades (CIE-6), auspiciada por la a la CIE-8, publicada en 1967, para lograr cierto consenso.
Organización Mundial de la Salud (OMS), el Commitee on En esta edición, por primera vez se incorporó un glosario
Statistics of the American Medico-Psychological Association, para definir cada una de las principales categorías clínicas,
más tarde denominado American Psychiatric Association, de- cuyo propósito fue el desarrollar un lenguaje común y lograr
sarrolló el catálogo conocido como DSM-I (Diagnostic and una mayor fiabilidad diagnóstica. Las alteraciones queda-
Statistical Manual of Mental Disorders) (American Psychia- ron organizadas en: a) psicosis; b) neurosis, trastornos de la
tric Association, 1952), cuyas categorías diagnósticas se or- personalidad y otros trastornos mentales no psicóticos, y
ganizaron en torno al concepto de «reacción» de Adolf c) oligofrenia.
Meyer (1866-1950). Este autor concebía los trastornos men- La edición DSM-II (American Psychiatric Association,
tales como reacciones a los problemas de la vida y a las difi- 1968) también fue resultado de la insatisfacción existente
cultades que afectan al individuo. Meyer se había situado, con el sistema CIE, especialmente debido al desacuerdo con
inicialmente, en la órbita de la psiquiatría alemana del siglo algunas distinciones y omisiones de los problemas clínicos,
XIX que representaba Griesinger (1818-1868), de orienta- así como con el uso de términos no aceptados en la psiquia-
ción claramente biologicista en cuanto a las explicaciones tría americana. El DSM-II abandonó la noción de «reac-
sobre un origen cerebral de estos trastornos. Sin embargo, ción», dando lugar a numerosas críticas como las formuladas
ya en los Estados Unidos, Meyer rechazó el reduccionismo por Karl Menninger, quien concebía los trastornos como
biológico de Griesinger y Kraepelin y se inclinó a identificar niveles diferentes de organización psicológica que podrían
los trastornos mentales como patrones de reacciones y no ser ordenados en una sola dimensión continua de organiza-
como enfermedades, como había hecho Menninger, logran- ción versus desorganización psicológica, en sintonía con los
do así una cierta aproximación al Psicoanálisis, que acentua- puntos de vista defendidos por su padre William Mennin-
ba el carácter individual de los problemas y su determinación ger (Menninger, Mayman y Pruyser, 1963). Se mantuvieron
por factores situacionales o por estresores psicológicos, so- conceptos psicoanalíticos, como son la categoría genérica de
ciales o físicos. La influencia de Freud en el DSM-I también neurosis y su asociación con supuestos mecanismos de de-
fue importante y se pone de manifiesto en el uso frecuente fensa, junto a otros principios que dieron lugar a una amal-
de conceptos como «mecanismos de defensa», «neurosis» o gama de diferentes clasificaciones sin un hilo conductor. El
«conflicto neurótico». Los trastornos mentales eran entendi- resultado fue la inclusión como enfermedades de diversas
dos como expresiones simbólicas de reacciones psicológicas alteraciones que no guardan relación mutua aparente, como
o psicosociales latentes. son determinadas conductas, fenómenos mentales, reaccio-
Los antecedentes de la clasificación oficial de la OMS nes al consumo de sustancias o síndromes orgánicos cerebra-
hay que encontrarlos en la obra de Jacques Bertillon, direc- les. El sistema DSM-I1 recibió críticas de muchos autores
tor del servicio de estadística de París, quien en 1893 pre- por la falta de un principio organizador general (Sprock y
sentó al Congreso del Instituto Internacional de Estadística Blashfield, 1983) y por la vaguedad en la definición de las
celebrado en Chicago una nueva Nomenclatura de En- categorías (Spitzer y Wilson, 1975). La confluencia de crite-
fermedades que era el resultado de una refundición de las rios y estructura general entre el DSM-II y la CIE-8 dieron
clasificaciones inglesa, alemana y suiza. El propio autor coor- lugar a modelos muy parecidos.
dinó las revisiones realizadas en los años 1900, 1910 Y 1920, Tras la publicación de la edición DSM-II comenzó el
Yfue la OMS el organismo que se hizo cargo de las revisiones interés en la psiquiatría americana por la validación empíri-
posteriores de la Clasificación Internacional de las Enferme- ca de los diagnósticos. Robins y Guze (1970) propusieron
dades (CIE) (International Classification ofDiseases, ICD) de estudios de validez diagnóstica siguiendo cinco fases, basán-
1929 (4: revisión o CIE-4) y de 1938 (5: revisión o CIE- dose en gran medida en la tradición psicométrica de la que
5), manteniendo la estructura anterior e incluyendo solamen- se tomaron los conceptos de fiabilidad (consistencia interna,
te las enfermedades que eran consideradas causa de defunción fiabilidad interjueces y test-retest) y de varios tipos de vali-
e invalidez. En la 6: revisión o CIE-6, publicada en 1948, dez (aparente, de contenido, convergente y discriminante,
se incorporó por primera vez un capítulo específico para las predictiva y de constructo) aplicadas a los diagnósticos.
102 Manual de psicopatología

B. LA CORRIENTE NEO-KRAEPELlNIANA La segunda aportación fue el desarrollo de los Criterios


Diagnósticos de Investigación (Research Diagnostic Criteria,
En la década de los años setenta se experimenta en los Esta- RDC) (Spitzer, Endicott y Robins, 1975, 1978), catálogo
dos Unidos un renacer del interés por la obra de Kraepelin, que incluye la definición operativa de 25 categorías o trastor-
por la observación, la investigación biológica y la clasifi- nos clínicos. Los ROC se mueven en el terreno descriptivo,
cación científica de los trastornos mentales, siguiendo los evitando entrar en explicaciones etiológicas, y básicamente
pasos del médico alemán. El movimiento, calificado de delimitan una sintomatología fundamental, una sintomato-
«neo-kraepeliniano» por KIerman (1986), se articuló en tor- logía asociada y unos criterios de exclusión para todas y cada
no a los conceptos expresados por el influyente manual de una de las entidades diagnósticas recogidas. Los criterios
Mayer-Gross, Slater y Roth (1954), muy críticos con las es- específicos hacen referencia tanto a síntomas como a dura-
cuelas psicodinámica, interpersonal y social. Los autores ción, curso de la enfermedad, nivel de gravedad o de afec-
que inicialmente conformaron el grupo fueron Robins, de tación. Para algunos diagnósticos, un patrón de síntomas
gran influencia en el desarrollo de métodos epidemiológi- sólo tiene significación clínica si persiste más allá de un tiem-
cos, Winokur, cuya obra se centró en el estudio de los facto- po determinado. Los RDC rompen, en cierto modo, con la
res genéticos de los trastornos afectivos, y Guze, interesado terminología tradicional al prescindir de los conceptos de
en los trastornos que tradicionalmente conformaban la his- neurosis o psicosis, desapareciendo la referencia a «enferme-
teria y, en particular, el «síndrome de Briquev> (trastorno dades» para hablar de «trastornos».
por somatización). A este grupo se sumarían KIein, Spitzer La publicación de los RDC fue seguida de la elaboración
y otros coautores, hasta alcanzar un amplio colectivo que de una entrevista semiestructurada, diseñada específicamen-
todavía hoy lidera la investigación americana en el ámbito te para recabar información relevante, correspondiente a las
de la clasificación psiquiátrica. Durante los años 1965-1969 categorías que incluye: el Protocolo para Trastornos Mecti-
se conformaron tres grupos en torno a Klein, en el Hillside vos y Esquizofrenia (Schedule jor Affictive Disorders and
Hospital de Nueva York, a Spitzer, Endicott y Fleiss en el Schizophrenia, SADS) (Endicott y Spitzer, 1978); entrevista
Departamento de Higiene Mental de Nueva York, ya Guze, creada para su utilización por profesionales con experien-
Robins y Winokur en la Universidad de Washington en Sto cia clínica y que explora el estado clínico presente y la histo-
Louis. En el período 1970-1974 se produjo un cambio es- ria psicopatológica anterior. La SADS se completó con otras
tructural en el grupo como consecuencia de la marcha de modalidades de entrevista más específicas, como SADS-L
Winokur a la Universidad de Iowa. La dispersión geográfica (Lifetime version), para una información menos detallada;
fue mucho mayor en los colaboradores entre los años 1975- SADS-C (Change version), para el registro de cambios tem-
1979. En la actualidad siguen siendo figuras centrales en la porales en la sintomatología; SADS-LA (Anxiety), para el
investigación psiquiátrica y en el liderazgo de la American estudio específico de los trastornos de ansiedad; SADS-LB
Psychiatric Association. (Bipolar), para el estudio genético de los trastornos afectivos
Una de las primeras y principales aportaciones del grupo bipolares; o la más reciente, LIFE (Longitudinal Interval Fo-
fue la publicación de los Criterios Feighner, realizada por llow-up Evaluation) (Keller y cols. 1987).
varios autores del grupo de St. Louis (Feighner y cols. 1972),
prototipo de un sistema taxonómico basado en definiciones
precisas de las categorías diagnósticas más frecuentes. Inten- C. LAS VERSIONES DSM-III
tando mejorar la fiabilidad y validez de varios trastornos, los
autores describieron detalladamente los criterios de inclu- La tercera edición de la clasificación oficial de la Asociación
sión y exclusión necesarios para diagnosticar las 16 altera- Psiquiátrica Americana, DSM-III (American Psychiatric
ciones siguientes: esquizofrenia, depresión, manía, trastornos Association, 1980), no fue más que la extensión de los prin-
afectivos secundarios, neurosis de ansiedad, neurosis obse- cipios adoptados en los Criterios Feighner y RDC a un nú-
sivocompulsiva, neurosis fóbica, histeria, trastorno de la mero mucho más amplio de entidades diagnósticas. La
personalidad antisocial, alcoholismo, dependencia de dro- edición DSM-III, que fue precedida de diversos estudios fi-
gas, retraso mental, síndrome orgánico cerebral, homose- nanciados por el Instituto Nacional de Salud Mental norte-
xualidad, transexualismo y anorexia nerviosa. Los Criterios americano (Nationallnstitute 01 Mental Health, NIMH),
Feighner no pueden entenderse como operacionales propia- supuso importantes cambios con respecto a las dos versiones
mente hablando, por cuanto no especifican las operaciones anteriores. Uno de los más importantes fue la supresión de
a realizar para formar juicios clínicos. Los criterios Feighner términos antes frecuentes bajo la justificación de dar lugar a
fueron objeto de diversos análisis comparativos con las clasi- un sistema «ateórico y descriptivo». No faltan autores, sin
ficaciones DSM anteriores para determinar el nivel de fiabi- embargo, que pretenden ver en ello la intención explícita de
lidad, demostrando una importante mejora en la consecución apartarse de interpretaciones o puntos de vista psicológicos
de este objetivo, aunque a expensas de una menor amplitud de los trastornos mentales para acentuar la dirección hacia
que daba lugar a que una buena parte de los pacientes diag- explicaciones biologicistas, requeridas para mejorar el estatus
nosticados mediante las categorías del DSM-II no se ajusta- de la psiquiatría entre las disciplinas médicas y por la necesi-
ran a los criterios de las categorías correspondientes de los dad de racionalizar o justificar el creciente uso de tratamien-
criterios Feighner. tos farmacológicos. Gaines (1992), por ejemplo, afirma que
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 103

con los cambios que los autores del DSM-I11 llaman «nuevo en las tasas de esquizofrenia, al ser objeto el trastorno de una
desarrollo progresivo» se intentó simbolizar una moderniza- definición mucho más restrictiva, debido a escandalosas di-
ción médica de la psiquiatría, presentando la orientación vergencias en los estudios comparativos entre los clínicos
biológica como más científica y acorde con las corrientes americanos y europeos (Cooper y co1s., 1972). Otra impor-
médicas actuales, y eliminando otras explicaciones competi- tante consecuencia fue la necesidad de introducir nuevas
doras de naturaleza psicológica o psicosocial que implícita o categorías diagnósticas en las que incluir a aquellos sujetos
explícitamente estaban presentes en los sistemas anteriores. que no se ajustaban a los prototipos definidos operacional-
A pesar del proclamado ateoricismo, el DSM-III tiene, por mente. De este modo, el DSM-I11 se convirtió en un catá-
lo tanto, una base teórica que se traduce en la defensa de los logo muy extenso, que alcanzó 265 categorías, con un buen
supuestos médicos que subyacen a la explicación de la con- número de diagnósticos intermedios epistemológicamente
ducta anormal, en la opción hacia la consideración de los discutibles. Todas las categorías pertenecientes al capítulo
trastornos como entidades categoriales y en la preferencia de los «trastornos psicóticos no clasificados en otros apar-
por una taxonomía politética (Cooper, 2005). tados» o psicosis atípicas son un ejemplo de ello.
Otro importante cambio, ya ensayado en los criterios Un tercer cambio fue la novedosa introducción de un
Feighner y RDC, fue la definición de todas las categorías sistema diagnóstico multiaxial con el propósito de organizar
diagnósticas mediante criterios explícitos, tanto de inclusión la información relativa a diversas facetas de cada trastorno.
como de exclusión; lo cual fue considerado por Klerman La utilización de varios ejes pretende una descripción del
(1986) como un nuevo paradigma en psicopatología. En el paciente en un determinado número de parámetros. El DSM-
DSM-I11 se establecen criterios de exclusión en el 60 % de III incluyó tres ejes categoriales o tipológicos (los Ejes 1, II
los trastornos, cuya utilidad no fue empíricamente bien y I11, en donde se engloban los trastornos psiquiátricos, los
documentada (Boyd y co1s., 1987). La distinción entre «ca- trastornos del desarrollo y los problemas físicos) y dos ejes
racterísticas esenciales» de un trastorno y «características aso- dimensionales o cuantitativos (los Ejes IV y V, utilizados
ciadas» también suele dar lugar a discusión. Como afirman para registrar la influencia de estresores psicosociales y el
los autores, «los síntomas de pánico podrían considerarse nivel de adaptación funcional del sujeto en su entorno) (Ta-
la 'característica esencial' de un trastorno de pánico, pero bla 4.2). Como se ha indicado, los signos y síntomas clíni-
una 'característica asociada' de la depresión mayor. Esta dis- cos, como atributos de estado y relativamente transitorios y
tinción lingüística, sin embargo, no aborda la cuestión de cambiantes, constituyen la base para el diagnóstico de los
por qué los síntomas de pánico que tienen lugar durante un síndromes del Eje 1, mientras que los atributos permanentes
episodio de depresión mayor tendrían que ser considerados de rasgo sirven de fundamento para los trastornos de la per-
una manifestación de la depresión mayor y no una manifes- sonalidad, descritos en el Eje II. En el Eje III se valoran las
tación de un verdadero trastorno de pánico que tiene lugar enfermedades físicas que padece el sujeto y que pueden ser
al mismo tiempo que la depresión mayor» (Boyd y co1s., relevantes para la comprensión del problema (desde el pun-
1987, p. 404). to de vista etiológico o bien por tratarse de un posible efecto
El uso de criterios diagnósticos operativos respondió al resultante del trastorno psicopatológico) y para su abordaje
deseo de hacer más científica la clasificación clínica, de faci- clínico. La inclusión del Eje IV significó el reconocimiento
litar la cuantificación de los fenómenos tanto observables implícito del rol que los estresores psicosociales pueden te-
como inferidos, así como la investigación farmacológica, me- ner en el origen del problema y en la evolución clínica. Fue,
diante técnicas experimentales o cuasi-experimentales. Con sin embargo, en dicha versión, un eje que apenas aportaba
excepción de la categoría de trastornos orgánicos, cuya etio- información. La valoración del funcionamiento del pacien-
logía está relacionada con alteraciones en el sistema nervioso te, recogida en el Eje V, exigía atender también a aspectos
central, los criterios generalmente se basan exclusivamente positivos del individuo, lo cual supone un complemento a
en signos, síntomas y rasgos observables o inferidos y no en los datos referidos en los aspectos anteriores.
explicaciones o modelos etiológicos. Los creadores del siste- Finalmente, se combinó la organización multiaxial con
ma declaran, no obstante, que las definiciones basadas en una estructura jerárquica. La jerarquía diagnóstica pretende
datos fenomenológicos no expresan la renuncia al ideal de evitar asignar más de un diagnóstico a un único paciente.
una clasificación basada en factores causales, sino que se tra- Los principios de parsimonia y jerarquía inspiran la organi-
ta de una decisión heurística provisional en tanto 110 sea zación taxonómica. El principio de parsimonia se refiere a la
posible establecer bases etiológicas claras. conveniencia de buscar un único diagnóstico que sea el más
El DSM-III, que pretendió convertirse no sólo en un simple, económico y eficiente, que pueda explicar todos los
vademécum de uso clínico, sino también en un manual aca- datos disponibles. En el caso de que el uso de un solo diag-
démico, aporta datos epidemiológicos, nociones teóricas re- nóstico fuese insuficiente para abarcar la realidad clínica de
lativas a cada síndrome y un glosario de términos, además un paciente, debería buscarse el número más reducido po-
de los criterios diagnósticos específicos para cada trastorno. sible de diagnósticos a aplicar. El principio de jerarquía ex-
Una importante consecuencia del cambio hacia definiciones presa la existencia de un árbol sindrómico en el que los
operacionales fue el incremento en los índices de fiabilidad trastornos tienden a disminuir en gravedad desde arriba ha-
diagnóstica, pero también tuvo como resultado la modifica- cia abajo: trastorno de tipo orgánico ~ psicótico ~ afecti-
ción de las tasas de incidencia y prevalencia anteriores de vo ~ ansiedad ~ somático ~ psicosexual ~ personalidad
cada trastorno. Este cambio fue especialmente importante ~ adaptación ~ ausencia de trastorno. La presencia de
104 Manual de psicopatología

cualquier trastorno de esta jerarquía excluiría un diagnósti- Otra peculiaridad del DSM-III fue proporcionar una des-
co de nivel inferior. Aunque esta jerarquía fue implícita a la cripción amplia de cada trastorno, destacando en muchos
tradición kraepeliana, fue articulada por primera vez de for- casos las características esenciales y correlacionales, edad
ma explícita por Jaspers (1962), si bien el autor no afirmó de comienzo, deterioro, complicaciones, factores predispo-
que fuera tanto un fenómeno natural, cuanto una conven- nentes, prevalencia, tasas por sexos, patrones familiares y
ción adoptada para favorecer un único diagnóstico. En la criterios para un diagnóstico diferencial. Haynes y O'Brien
práctica, la investigación de Boyd y colaboradores (1987) (1988) reconocieron mejoras en los siguientes aspectos:
demostró que no siempre existe una verdadera independen- a) mayor fiabilidad interjueces y estabilidad temporal de
cia entre síndromes, tal como se presuponía en el DSM-III. las medidas; b) mayor homogeneidad intra-categorías y
La comorbilidad, o ca-ocurrencia de dos o más trastornos heterogeneidad interclases; c) mayor precisión en las defi-
en la misma persona, es un fenómeno frecuentemente niciones operacionales y en el proceso de toma de decisión
observado. Así, en estudios epidemiológicos a gran escala, diagnóstica, d) mejores estudios de campo para su vali-
como el proyecto ECA (Epidemiological Catchment Area), dación, y e) mayor aproximación hacia puntos de vista
se comprueba que la coexistencia de dos o más categorías conductuales, especialmente en los problemas de la infan-
diagnósticas del DSM en la misma persona es la regla y no cia. Criticaron, en cambio, que el DSM-III mantuviera un
la excepción (Kessler y coIs., 1994). Es más, no son nada modelo de enfermedad como supuesto básico categorial,
raros los casos en los que se cumplen los criterios de tres, que los métodos utilizados para el establecimiento de las
cuatro o más trastornos mentales a la vez (Newman, Mo- categorías y criterios diagnósticos no se hayan basado en ha-
fEtt, Caspi y Silva, 1998). llazgos empíricos, sino en el consenso entre los especialistas
La investigación empírica sobre las jerarquías diagnósti- o en decisiones democráticas, y que los principios que sus-
cas distinguió también el trabajo de Foulds y Bedford, al tentan la clasificación no se mantuvieran estables en todas
margen del movimiento psiquiátrico americano (Foulds, las categorías, mostrando poca consistencia interna.
1976; Foulds y Bedford, 1975), quienes se centraron en los El DSM-III fue objeto de revisión (DSM-III-R) (Ameri-
síntomas y no tanto en los síndromes psicopatológicos. El can Psychiatric Association, 1987), manteniendo el mismo
concepto de jerarquía manejado por estos autores se desvía formato y sin cambios sustantivos. Las modificaciones afecta-
del establecido en el DSM-I1I, así como de la tradición ron principalmente a la diferenciación establecida acerca de
kraepeliniana, situando el concepto de delirios de desintegra- los «Trastornos del abuso de sustancias», desapareciendo la
ción en la parte superior de la jerarquía, seguidos de los distinción entre «Abuso de sustancias» y «Dependencia de
delirios integrados (delirios de persecusión, de grandeza y de sustancias»; la supresión de la «Homosexualidad egodistóni-
contricción), síntomas neuróticos (de conversión, disociati- ca» como categoría específica, aunque se incluye ese matiz
vos, fóbicos, compulsivos y de rumiación) y estados distími- dentro de los «Trastornos sexuales no especificados en otro
cos (ansiedad, depresión y elación). El sistema jerárquico de lugan>; la supresión de la diferenciación entre «Trastornos por
Foulds y Bedford está compuesto, en consecuencia, por las déficit de atenciÓn» con o sin «Hiperactividad»; y la reordena-
cuatro grandes clases y un total de doce categorías o diag- ción de los trastornos afectivos o «Trastornos del estado de
nósticos específicos. El principio de la relación inclusiva no ánimo». En relación con los dos ejes dimensionales o cuanti-
reflexiva de las categorías clínicas o clases diagnósticas es la tativos, se mejoró parcialmente el rudimentario eje IV, corres-
característica más importante de la jerarquía formal. Dicho pondiente al estrés psicosocial, distinguiendo entre «sucesos
principio establece que una categoría de orden jerárquico estresantes agudos» (por ejemplo, el divorcio) y «circunstan-
superior (en términos de mayor gravedad clínica) deberá in- cias estresantes duraderas» (por ejemplo, enfermedad cróni-
cluir algunos síntomas pertenecientes a las categorías de or- ca), haciéndose eco de la investigación que sustenta dicha
den inferior y no al revés. Al mismo tiempo, se deriva de diferenciación; y se introdujeron cambios más importantes en
este modelo teórico que la mejoría clínica también debería el eje V, que cambió la denominación de «Nivel máximo de
presentarse de arriba abajo, es decir, deberían remitir en pri- adaptación en el último año» por la de «Escala de evaluación
mer lugar los síntomas correspondientes a las clases que ocu- global de funcionamiento». Para ello, se abandonó la escala
pan un nivel de gravedad relativamente más alto en el árbol anterior en favor de otra ya estandarizada: la Escala de Evalua-
jerárquico y luego los de orden inferior, sucesivamente. ción Global del Funcionamiento (Global Assessment of Func-
Estos autores crearon un instrumento de valoración clíni- tioning, GAF) de Endicott, Spitzer, Fleiss y Cohen (1976).
ca, el Delusions-Symptoms-States Inventory, DSSI (Bedford y El DSM-III-R consiguió una aceptación superior al sis-
Deary, 1999; Bedford y Foulds, 1978), con el que también tema CIE en la mayoría de los países, según las opiniones
han intentado verificar sus hipótesis sobre la estructura jerár- derivadas de 146 profesionales encuestados por Maser, Kael-
quica. El modelo fue objeto de varias replicaciones (Bagshaw, ber y Weise (1991), que lo consideraron más útil para el
1977; Bedford y Presly, 1978; McPherson, Antram, Bagshaw diagnóstico clínico, para la investigación y para la docencia
y Carmichae, 1977; Palmer, Ekisa y Winbow, 1981), con ex- universitaria. El mayor grado de insatisfacción fue con res-
cepción de pacientes maníacos (Bagshaw y McPherson, 1978; pecto a los trastornos de la personalidad, seguidos de los
Surtees y Kendell, 1979). Recientemente, los autores han de- trastornos del estado de ánimo.
sarrollado un nuevo instrumento con similar fundamento A pesar de la amplia difusión de la clasificación DSM, si-
teórico (Bedford y Deary, 2006). guieron utilizándose en algunos países otras nomenclaturas
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 105

psiquiátricas, como es el caso de Francia, tradicionalmente substancias, etc.-, el segundo dígito se refiere al diagnósti-
reticente con los puntos de vista kraepelinianos, en donde el co específico, y los dígitos que siguen al punto decimal co-
Institut National de la Santé et de la Recherche Médicale había difican información adicional específica al trastorno, como
desarrollado un sistema propio (INSERM, 1969). En Fran- subtipo, curso clínico o tipo de síntomas).
cia se hace notoria la influencia de elementos de la corriente En 1989 fue aprobado el texto básico por la mayoría de
filosófica existencial (Pichot, 1986, 1994) Y se utilizan cate- los ministros de sanidad de los países miembros de la OMS,
gorías clínicas desconocidas en los sistemas derivados de la yen 1990 la Asamblea Mundial de la Salud acordó su intro-
psiquiatría anglogermánica. Tal es el caso de la bou./fée déli- ducción a partir del 1 de enero de 1993. La OMS tomó
rante, de los délires chroniques o de la interpretación del con- también la decisión de no revisar el sistema CIE cada déca-
cepto de esquizofrenia. La bou./fée délirante consiste en un da, como lo había hecho hasta ese momento, previéndose
trastorno diferente del brote esquizofrénico agudo o del tras- una vida más larga para la CIE-10 que para sus predeceso-
torno maniacodepresivo, cuya aparición súbita a continua- ras. Seguramente habrán influido en la decisión razones
ción de sucesos vitales estresantes, corta duración y buen económicas, por cuanto las investigaciones llevadas a cabo
pronóstico, se manifiesta con ideas delirantes y un estado han supuesto una importante inversión de recursos no pro-
casi de trance. Los délires chroniques equivalen a los estados ductivos, en contraposición con las revisiones del sistema
paranoides del sistema CIE, pero con ciertas características DSM, que han generado importantes beneficios a la Asocia-
diferenciales y una tipificación más compleja. ción Psiquiátrica Americana (Kendell, 1991).
A la par del sistema organizativo de la psicopatología del El Capítulo V de la versión CIE-10 fue el resultado de
DSM-III, los autores del movimiento neo-kraepeliniano una larga gestación. La OMS y la Administración para la
fueron desarrollando diversos instrumentos de valoración y Salud Mental y Abuso del Alcohol y Drogas (United States
entrevistas clínicas. Con la finalidad de llevar a cabo estu- Alcohol Drug Abuse, and Mental Health Administration,
dios epidemiológicos sobre la población general, se creó la ADAMHA) pusieron en marcha un proyecto conjunto para
entrevista estructurada DIS (Diagnostic Interview Schedule) mejorar la precisión y fiabilidad diagnóstica en salud mental
(Robins, Helzer, Croughan y Ratcliff, 1981), ideada para su en 1971. Durante la primera fase (1980-1981), tuvieron lu-
utilización por encuestadores no expertos en los ámbitos de gar varios encuentros científicos que fueron seguidos, en
la psiquiatría o la psicología clínica, cuyos resultados permi- una segunda fase (1981-1982), de la preparación y desarro-
ten generar diagnósticos de forma automatizada siguiendo llo de una conferencia internacional en Copenhague, en
criterios del DSM-III. Este protocolo de entrevista con fines donde se acordó desarrollar un sistema diagnóstico oficial
diagnósticos se inspiró en la Renard Diagnostic Interview que tuviese implantación internacional. En 1982 se marcó
(Helzer y Robins, 1988), orientada a generar diagnósticos el inicio de la tercera fase, destinada al desarrollo de instru-
incluidos en los Criterios Feighner, siendo una ampliación mentos de evaluación clínica.
de éstos. La posterior revisión del DSM-I1I también fue se- Para la elaboración del Capítulo V; cuyo primer borra-
guida de la publicación de la entrevista estructurada SCID dor salió a la luz en 1986, fue necesario llevar a cabo diver-
(Structured Clinical Interview jor DSM-IlI-R) (Spitzer, sos estudios de campo, realizados en 37 países con la
Willams y Gibbon, 1987), diseñada para expertos clínicos y participación de numerosos clínicos. En dicho capítulo, se
dividida en dos partes. En la primera parte (SCID-I) se va- acordó desarrollar los siguientes documentos: 1) un glosario
lora la existencia de alteraciones registradas en el eje I del breve o texto básico en el que se contienen los códigos nu-
DSM-I1I-R, mientras que en la segunda parte (SCID-II) se méricos, los títulos y una escueta descripción de las catego-
explora la existencia de trastornos de la personalidad (eje rías, y con el que deberían hacerse compatibles todos los
11). Con la información general se determina si el trastorno glosarios nacionales, para su inclusión en los volúmenes ge-
presente es ligero, moderado o severo, si ha existido remisión nerales CIE-10 con el fin de servir de guía a los administra-
parcial o completa de los síntomas, así como el comienzo y dores sin entrenamiento clínico; 2) una guía diagnóstica
duración de los síntomas en los cinco años anteriores. En la clínica (libro azul), diseñada para el uso diario de los espe-
Tabla 4.3 se ofrece una descripción de los diagnósticos cuya cialistas, con la descripción de las características clínicas que
existencia es posible determinar a través de las entrevistas sirven de base para el diagnóstico de cada trastorno; 3) los
SADS, DIS y SCID. criterios diagnósticos para la investigación (DCRIO) (libro
verde), derivados del documento anterior y formulados de
forma más precisa y restrictiva; 4) versiones abreviadas para
V. LOS SISTEMAS CIE-10 y DSM-IV su utilización en atención primaria y medicina general, y 5)
un sistema multiaxial con ejes principales de carácter físico,
La décima revisión de la Clasificación Internacional de las psiquiátrico y de personalidad, además de otros comple-
Enfermedades (CIE-10) (World Health Organization, mentarios.
1992) contiene 21 capítulos que cubren todo el espectro de En general, apenas existen diferencias entre el Capítulo
las enfermedades. En el Capítulo V se clasifican los trastor- V de la CIE-9 yel Capítulo V de la CIE-1 O, siendo éste una
nos mentales y del comportamiento, así como los trastornos ampliación y subdivisión de la estructura anterior. Mientras
del desarrollo psicológico, que son identificados por la letra F que la versión CIE-9 describía los trastornos mentales en 30
(p.ej., Fxx.xx, en donde el primer dígito se refiere a un gru- categorías (290-319), la CIE-1 Oincluye un centenar. Se aban-
po diagnóstico amplio -psicótico, orgánico, inducido por dona, sin embargo, la diferencia entre psicosis y neurosis
106 Manual de psicopatología

Tabla 4.3 Categorías diagnósticas derivadas de las entrevistas clínicas SAOS, OIS y SCIO-I

TRASTORNOS NO AFECTIVOS

Esquizofrenia Esquizofrenia Esquizofrenia


Aguda-crónica Trastorno esquizofreniforme Trastorno esquizofreniforme
Paranoide Con características de buen pronóstico
Desorganizada Sin características de buen pronóstico
Catatónica Trastorno delirante
Mixta (indiferenciada) Psicosis reactiva breve
Residual Trastorno psicótico no especificado
Rasgos esquizotípicos
Psicosis funcional no especificada

Síndrome de Briquet (trastorno por Trastorno por somatización Trastorno por somatización
somatización) Hipocondriasis
Trastorno psicótico no especificado

Alcoholismo Abuso del alcohol Abuso del alcohol


Dependencia del alcohol Dependencia del alcohol
Abuso de drogas Abuso de drogas
Drogadicciones Dependencia de drogas Dependencia de drogas
Sedantes-Tranquilizantes Barbitúricos Sedantes-Hipnóticos
Hipnóticos Opiáceos Ansiolíticos
Narcóticos Cocaína Opiáceos
Cocaína Anfetaminas Cocaína
Anfetaminas Alucinógenos Estimulantes
Alucinógenos Cannabis Alucinógenos-Fenciclidina (PCP)
Cannabis Síntesis diagnóstica Cannabis
Disolventes Dependencia del tabaco Politoxicomanía
Politoxicomanía Otras
Juego patológico

Disfunciones psicosexuales
Transexualismo
Homosexualidad egodistónica

Trastorno de personalidad antisocial Trastorno de personalidad antisocial

Trastorno de pánico
Trastorno de pánico
Con agorafobia
Sin agorafobia
Agorafobia con y sin pánico
Agorafobia con ataques de pánico

Trastorno obsesivo-compulsivo Trastorno obsesivo-compulsivo Trastorno obsesivo-compulsivo

Trastorno fóbico Fobia simple Fobia simple


Fobia social Fobia social
Trastorno de ansiedad generalizada Trastorno de ansiedad generalizada Trastorno de ansiedad generalizada
Anorexia nerviosa Anorexia nerviosa
Bulimia Bulimia

Síndromes orgánico cerebrales

Trastornos de adaptación

Otro trastorno psiquiátrico Otro trastorno del DSM-III-R (Eje 1)


Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 107

Tabla 4.3 (Continuación)


TRASTORNOS AFECTIVOS

Trastorno maníaco Trastorno maníaco Trastorno bipolar actual


Trastorno hipomaníaco Maníaco
Bipolar con manía (bipolar 1) Trastorno bipolar Depresivo
Bipolar con hipomanía (bipolar 11) Trastorno bipolar atípico Mixto
Leve
Moderado
Severo, sin características psicóticas
Características psicóticas congruentes con el
estado de ánimo
Características psicóticas no congruentes con
el estado de ánimo
Otro trastorno bipolar

Trastorno depresivo mayor Depresión mayor Depresión mayor actual


Primario Episodio único Leve
Secundario Recurrente Moderada
Unipolar recurrente Severa, con catacterísticas psicóticas
Psicótico Características psicóticas congruentes con el
Incapacitante estado de ánimo
EndÓgeno Características psicóticas no congruentes con
Agitado el estado de ánimo
Inhibido
Situacional
Simple
Trastorno depresivo menor

Trastorno depresivo intermitente (distímico) Trastorno distímico Distimia


Personalidad ciclotímica Primaria
Personalidad lábil Secundaria

Trastorno esquizoafectivo Trastorno esquizoafectivo


Maníaco Tipo bipolar
Depresivo Tipo depresivo

Síndrome depresivo superpuesto a Trastorno depresivo no especificado antes


esquizofrenia residual

como principio organizador, y se utiliza ampliamente el tér- Se ha incorporado, además, en la CIE-IO un sistema
mino «trastorno». Como consecuencia del abandono de la multiaxial para completar la información relativa a cada pa-
división anterior, se agrupan las alteraciones que giran en ciente. Dicho sistema consta de tres ejes, en donde el Eje I
torno a un tema común. Por ejemplo, la personalidad ciclo- (Diagnósticos clínicos) incluye todos los trastornos, tanto
tímica se incluye entre los trastornos afectivos y del humor mentales como físicos, del aprendizaje y de la personalidad.
(F3) en vez de los trastornos de la personalidad, yel trastor- El Eje II (Discapacidades) cubre áreas específicas del funciona-
no esquizotípico se incluye en el grupo de la esquizofrenia y miento y se cuantifican en una escala de O (no discapacidad)
trastornos relacionados (F2), sufriendo una considerable a 5 (discapacidad grave): cuidados personales (higiene, vesti-
ampliación el apartado correspondiente a los trastornos psi- do, alimentación, etc.), trabajo (funcionamiento en activida-
cóticos agudos y transitorios (F23). Queda también todo des remuneradas, estudios, tareas domésticas, etc.), familia y
tipo de abuso de sustancias en un único grupo (FI), que se hogar (participación en la vida familiar), y funcionamiento
subdivide en función del tipo de dependencia (FIO-F19). El en un contexto social más amplio (participación en la comu-
tercer dígito del código numérico permite identificar una nidad, incluyendo contacto con amigos, ocio y otras activi-
sustancia específica, y los dígitos cuarto y quinto indican un dades sociales). Finalmente, el Eje III (Factores contextuales)
determinado síndrome. La sección correspondiente a los explora los factores que podrían influir en la aparición, la
trastornos afectivos (F3) está muy influida por el DSM-III- manifestación, la evolución clínica o el tratamiento de los
R, mostrando una clasificación igualmente complicada y tal trastornos del Eje 1. Se incluyen aquí problemas relaciona-
vez excesivamente detallada. Ejemplo de ello es la subdivi- dos con sucesos negativos en la infancia, escolarización, fa-
sión de los episodios depresivos en leves (con y sin síntomas milia y grupo primario de apoyo, ambiente social, condiciones
somáticos), moderados (con idéntica diferenciación) y gra- de vivienda y económicas, desempleo, ambiente físico, cir-
ves (con o sin síntomas psicóticos); como también sucede cunstancias psicosociales, cuestiones legales, historia fami-
con los trastornos depresivos recurrentes. Idéntica compli- liar de enfermedad o de discapacitación y dificultades en el
cación persiste en la edición del DSM-IY. estilo de vida.
108 Manual de psicopatología

La CIE-I Osigue siendo una clasificación descriptiva y no Además de pretender una coordinación con la CIE-lO, el
etiológica, al igual que las versiones precedentes o los siste- principal objetivo del DSM-IV (American Psychiatric Asso-
mas DSM, aunque implícitamente la etiología forme parte ciation, 1994) fue, según refieren algunos directos participan-
de la organización de una manera muy básica, según su tes en el proyecto, dar prioridad a los resultados de las
origen orgánico, relacionado con el abuso de sustancias o investigaciones sobre cualesquiera otros criterios de decisión
relacionado con el estrés. Por lo tanto, estrictamente hablan- en la elaboración de la nueva taxonomía (Widiger, Frances,
do, resulta una clasificación mixta (Bebbington, 1992; Pincus, Davis y First, 1991). En especial, los autores manifes-
Cooper, 1992). En la Tabla 4.4 pueden observarse las prin- taron que los datos empíricos deberían tener mayor peso que
cipales categorías diagnósticas de la CIE-IO, comparativa- el consenso entre expertos.
mente con el DSM-IY. Los trece grupos de trabajo que, desde 1988, han elabo-
Otro resultado de este proyecto de actualización de la CIE rado la nueva versión han tomado información empírica de
ha sido la creación de la Entrevista Diagnóstica Internacional tres fuentes de datos: revisiones de la literatura científica, múl-
Compuesta (Composite International Diagnostic Interview, tiples andlisis de datos y estudios de campo. Las revisiones de
CIDI) (Robins y cols., 1988), los Cuestionarios para la Eva- la literatura en las que basaron la modificación, nueva intro-
luación Clínica en Neuropsiquiatría (Schedules jor Clinical ducción o eliminación de una categoría diagnóstica han
Assessment in Neuropsychiatry, SeAN) (Organización Mundial seguido la metodología del metaanálisis, según epígrafes sis-
de la Salud, 1993), y el Examen Internacional de Trastornos temáticos de descripción explícita del tema en cuestión, re-
de Personalidad (Internatíonal Personalíty Disorder Examina- levancia para la investigación y uso clínico, método seguido
tion, IPDE) (Organización Mundial de la Salud, 1996). Se en la revisión (con especial énfasis en las fuentes empleadas
trata, en todos los casos, de entrevistas estructuradas que pre- y la valoración de su carácter sistemático, objetivo y abarca-
tenden facilitar la obtención de datos para determinar la tivo), resultados de relevancia para la inclusión de criterios,
presencia o ausencia de los criterios de inclusión o exclusión y discusión de posibles recomendaciones de los revisores, de
correspondientes a cada trastorno, mediante preguntas estan- su justificación y de las propuestas alternativas a seguir. Se
darizadas que facilitan valorar la existencia de experiencias han llevado a cabo unas 175 revisiones de este tipo, y los
subjetivas anormales y su significación clínica. Los instru- análisis múltiples de datos se consideraron útiles, tanto para
mentos requieren experiencia y entrenamiento específicos en evaluar la adecuación de los actuales conjuntos de criterios
centros acreditados por la OMS, siendo necesarios amplios diagnósticos y algoritmos como para fundamentar la pro-
conocimientos de psicopatología para la utilización del SCAN . puesta de nuevos criterios. Objeto de particular estudio han
Han sido objeto también de diversos ensayos de campo in- sido los trastornos de la personalidad, revisando aquéllos en
ternacionales para comprobar su fiabilidad y posible aplica- los que existía mayor solapamiento y una especificidad más
ción transcultural, a lo largo de un amplio período vital. Se baja en los criterios diagnósticos. Otro tanto sucedió con los
recomienda la utilización de un programa informático para trastornos por somatización, la esquizofrenia y el abuso de
procesar los datos y generar los diagnósticos CIE-I0 o DSM- sustancias. Los estudios de campo valoraron la aceptación
I1I-R (Pull y Wittchen, 1991). de los criterios diagnósticos y algoritmos, su comprensibili-

Tabla 4.4 Principales categorías diagnósticas de los sistemas DSM-IV y CIE-l O

1. Trastornos normalmente diagnosticados por primera vez en la FO. Trastornos mentales orgánicos, incluidos los sintomáticos.
infancia, la niñez y la adolescencia. Fl. Trastornos mentales y del comportamiento, debidos al consumo
2. Delirium, demencia, trastornos amnésicos y otros trastornos de sustancias psicotropas.
cognitivos. F3. Esquizofrenia, trastorno esquizotípico y trastornos de ideas
3. Trastornos mentales debidos a una alteración médica general, no delirantes.
clasificados en otros apartados. F4. Trastornos del humor (afectivos).
4. Trastornos relacionados con sustancias. F5. Trastornos neuróticos, secundarios a situaciones estresantes y
5. Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos. somatomorfos.
6. Trastornos del estado de ánimo. F6. Trastornos del comportamiento, asociados a disfunciones
7. Trastornos de ansiedad. fisiológicas y a factores somáticos.
8. Trastornos somatoformes. F7. Trastornos de la personalidad y del comportamiento adulto.
9. Trastornos facticios. F8. Retraso mental.
10. Trastornos disociativos. F9. Trastornos del desarrollo psicológico.
11. Trastornos sexuales y de identidad de género. Fl0. Trastornos del comportamiento y de las emociones, de comienzo
12. Trastornos alimentarios. habitual en la infancia y adolescencia.
13. Trastornos del sueño.
14. Trastornos del control de los impulsos, no clasificados en otros
apartados.
15. Trastornos adaptativos.
16. Trastornos de la personalidad.
17. Otras alteraciones que pueden ser foco de atención clínica.
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 109

dad, la adecuación de la amplitud del sistema a la casuística riesgo; evolución; complicaciones; factores predisponentes;
clínica habitual, la generalización del sistema a diversos con- patrón familiar; y diagnóstico diferencial. El principio orga-
textos y situaciones clínicas, y la validez de constructo o es- nizador general de las secciones se basa en las características
timación de si los datos obtenidos con los conjuntos de fenomenológicas compartidas, con excepción de los trastor-
criterios concuerdan con las expectativas clínicas y teóricas. nos adaptativos, que se apoya en su etiología común.
Para los estudios de campo se han seguido tres procedimien- Entre los cambios más relevantes figuran la desaparición
tos metodológicos: encuestas de opinión de expertos clínicos, de los trastornos mentales orgánicos y la inclusión de las ca-
estudios de fiabilidad sobre grabaciones de vídeo y estudios tegorías de delirium, demencia, trastornos amnésicos y otros
de validación internos y externos con diversas poblaciones trastornos cognitivos. En cuanto a los trastornos del estado de
clínicas. dnimo, se mantiene la diferenciación entre trastornos depre-
En la fase previa a su publicación, han sido referidas sivos, con las categorías de episodio depresivo mayor y
también algunas opiniones críticas. Spitzer (1991) predecía trastorno distímico, y trastornos bipolares. Se añaden, en
que el DSM-IV se iba a basar, como las versiones anteriores, cambio, categorías para trastorno del estado de ánimo debi-
fundamentalmente en el consenso de expertos y no tanto en do a una alteración médica general y trastorno del estado
los datos empíricos, en contraposición con los objetivos de ánimo inducido por sustancias. Los trastornos bipolares
formulados por Widiger y sus colaboradores (1991), y ello se reorganizan en una complicada catalogación que distin-
parecía deberse a la dificultad para derivar decisiones de la gue entre trastorno bipolar 1, subdividido en una categoría
revisión de la literatura científica por ausencia de datos fun- que corresponde a episodio único y otras varias según que el
damentales respecto a algunos criterios diagnósticos. Cita episodio más reciente haya sido hipomaníaco, maníaco,
como ejemplos la determinación de la frecuencia y duración mixto, depresivo o inespecífico, trastorno bipolar 11 y tras-
de los ataques de pánico o la importancia de la tolerancia torno ciclotímico. En la evolución cünica de los trastornos
fisiológica y la abstinencia en el diagnóstico de la dependen- del estado de ánimo se distingue entre la presentación bipo-
cia de sustancias. En su opinión, también dependieron más lar de ciclo rápido, un patrón estacional o un comienzo en
de decisiones conceptuales que de datos empíricos algunos el posparto.
cambios, como la eliminación de los trastornos mentales Los trastornos de ansiedad mantienen una organización
orgánicos; la subdivisión de la dependencia de sustancias, similar a la ya conocida, prosperando la diferenciación esta-
sobre la base de la presencia o ausencia de tolerancia o abs- blecida en el DSM-III-R entre trastorno de pánico sin ago-
tinencia fisiológica; la introducción de una clase diagnóstica rafobia, trastorno de pánico con agorafobia y agorafobia sin
para los trastornos del dolor; la revisión del criterio A de la historia de trastorno de pánico; lo que se contrapone con la
esquizofrenia, concediendo mayor importancia a los sínto- mayor simplicidad de la CIE-lO. Se opta por llamar fobia
mas negativos; o la eliminación del papel que juegan los específica a la anteriormente denominada fobia simple, y se
delirios extraños en el diagnóstico diferencial con los tras- subsume el trastorno de evitación de la infancia del DSM-
tornos delirantes. III-R en la fobia social. Se clarifica la distinción entre obse-
Se conserva el sistema multiaxial ya conocido: Eje I: sín- siones y compulsiones, en cuanto que las obsesiones originan
dromes clínicos y otras alteraciones que pueden ser foco de gran ansiedad, mientras que las compulsiones la reducen.
atención clínica; Eje Il· trastornos de la personalidad; Eje Por otra parte, asumiendo que el convencimiento subjetivo
IIl· alteraciones médicas generales (según los apartados de la sobre la superficialidad de las obsesiones y compulsiones
CIE-IO, excepto el Capítulo V); Eje IV: problemas psicoso- responde a características dimensionales, se puede especifi-
ciales y ambientales; y Eje V: valoración global del funcio- car si el trastorno pertenece al tipo de pobre insight. Final-
namiento. En el eje IV se ampliaron las circunstancias vitales mente se especifica con más detalle el criterio relativo al
potencialmente generadoras de estrés, respecto a la versión origen y naturaleza de los estresores que determinan un tras-
DSM-III-R, siendo posible detallar diversos tipos de pro- torno por estrés postraumático.
blemas: relativos al grupo de apoyo primario, al ambiente En los trastornos de la personalidad se reformulan ligera-
social, educativos, laborales, de alojamiento, económicos, mente los criterios del trastorno de personalidad antisocial,
de acceso a los sistemas de salud, relacionados con el sistema se añade un ítem al trastorno de personalidad ümite, que
legal o criminal, y otros. Para el Eje V, se mantiene el uso de hace referencia a la ideación paranoide transitoria y está rela-
la Global Assessment Funetioning (GAF) Seale, y se aconseja cionada con el estrés o síntomas disociativos graves, y de-
también la utilización de otras escalas: Social and Oeeupatio- saparece el trastorno de personalidad pasivo-agresiva por
nal Funetioning Assessment Seales (SOFAS), GlobalAssessment fundamentarse en un único rasgo y no constituir una altera-
of Relational Funetioning (GARF) y Defensive Styles Rating ción coherente.
Seale. Spitzer (1991) mostró su satisfacción porque la CIE-IO
Los trastornos se organizan en 16 categorías diagnósticas se haya visto influida por las últimas versiones DSM, si bien
principales (Tabla 4.4) y un apartado para «Otras alteraciones sostiene que ambos sistemas no son equivalentes. Entre las
que pueden ser foco de atención clínica». De manera siste- diferencias existentes entre el DSM-IV y la CIE-IO refiere
mática, el DSM-IV describe cada trastorno en los siguientes que, al igual que las versiones anteriores, aquél no dependió
epígrafes: características diagnósticas; características y tras- de decisiones a priori respecto al número de clases. La CIE-
tornos asociados; características relacionadas con una deter- 10, en cambio, consta de diez agrupaciones centrales que
minada edad, cultura o género; prevalencia, incidencia y dependen de una decisión que considera arbitraria y que no
110 Manual de psicopatología

se corresponde con los conceptos utilizados por clínicos e Evans y Lee, 1998; Farmer, 1980; Gaines, 1991; Gilman,
investigadores. En segundo lugar, mientras que en la CIE- 1988; Kleinman, 1988; Lock, 1987; López y Guarnaccia,
lOse mantiene la sección de trastornos mentales orgánicos, 2000; Low, 1988; Norbeck y Lock, 1988; Stein, 1993). La
se ha eliminado en la versión DSM-IY. Una última diferen- invocación a explicaciones y causas biológicas, por otra par-
cia señalada por el autor tiene que ver con una revisión más te, también se explica por razones a veces ajenas al quehacer
en profundidad de los criterios diagnósticos del DSM-IV científico, como es la necesidad o pretensión de restar res-
comparativamente con la CIE-I0. ponsabilidad al individuo por las consecuencias de su enfer-
Teniendo en cuenta que el intervalo de tiempo entre el medad, en la medida en que ésta puede ser percibida como
DSM-IV y el DSM-V está siendo más largo que entre las falta de auto control. Seguramente las personas no expertas
ediciones anteriores, y que la información del texto (basada perciben que las explicaciones biológicas de las enfermeda-
en la literatura existente hasta el año 1992) corre el riesgo de des mentales les absuelven a ellos y a los familiares próximos
llegar a resultar obsoleta debido al gran volumen de investi- de cualquier responsabilidad. Esto resulta especialmente
gaciones publicadas cada año, se ha realizado una revisión evidente en la presentación que desde la psiquiatría se hace
del texto del DSM-IY, conocida como DSM-IV-Tr (Ameri- de las adicciones como enfermedades, con las connotacio-
can Psychiatric Association, 2000) cuyos objetivos han sido nes personales y sociales que ello conlleva.
actualizar la información bibliográfica y aumentar su valor A pesar del enfoque biologicista de los trastornos menta-
como manual docente. No se introdujeron cambios sustan- les y del supuesto carácter universal de los mismos, en la
ciales en los crIterios diagnósticos, ni se contemplaron tam- práctica los cambios experimentados por las diferentes ver-
poco propuestas de nuevos trastornos o nuevos subtipos. siones DSM demuestran que dichas clasificaciones indican
En la actualidad, el principal objetivo formulado para la diferentes momentos de un proceso cultural histórico. Los
edición del DSM-V es conseguir mejorar la validez del sis- elementos clasificados cambian con el tiempo, en gran me-
tema clasificatorio, basándose en la etiología de los trastor- dida debido a diferencias en los puntos de vista teóricos y no
nos; lo cual exige cambios en la solución estructural de la tanto como consecuencia de cambios en un conjunto de en-
nueva clasificación, y en los procesos a seguir, que deberán fermedades universales que tengan lugar de manera natural.
basarse en la investigación empírica, enriqueciendo la base Así, el DSM-III-R, con su apéndice de «categorías para un
de datos disponibles y facilitando la integración de los ha- posterior estudio», reconocía que algunos trastornos toda-
llazgos derivados de diferentes áreas biológicas y clínicas; lo vía podían ser objeto de construcción. El síndrome por es-
cual requerirá la definición de categorías apoyándose en trés postraumático, el síndrome premenstrual, el síndrome
hallazgos obtenidos en estudios animales, genética, neuro- de fatiga crónica, la personalidad autoderrotante o el tras-
ciencia, epidemiología, investigación clínica y servicios in- torno disfórico del final de la fase luteínica, son sólo algunos
terculturales (Fulford, Thornton y Graham, 2006; Kupfer, ejemplos de influencias culturales que pueden reproducir
First y Regier, 2002). tópicos populares sobre la mujer bajo un disfraz científico,
pudiendo así representar dichas construcciones un sesgo
sexista bajo apariencia científica (Gaines, 1992). Por ello, el
VI. CRíTICAS A LAS CLASIFICACIONES PSIQUIÁTRICAS sistema DSM-III recibió la crítica de feministas, quienes
consideraban que las conductas normales y saludables se
Las clasificaciones psiquiátricas actuales han despertado reac- han basado en supuestos masculinos (Kaplan, 1983). La in-
ciones diversas y frecuentemente antagónicas, especialmen- satisfacción con los trastornos de la personalidad es otro
te en lo que concierne a la validez de sus resultados. Los ejemplo de convención provisional dentro del enfoque mé-
partidarios de la corriente biológica, a la que pertenecen en dico. Estos problemas de alguna manera subsisten con la
gran medida los autores que se integran en el movimiento versión DSM-IY.
psiquiátrico neo-kraepeliniano, asumen que las entidades Stein (1993) refirió, como planteamientos teóricos posi-
nosológicas son empíricas y universales, explicando las dife- bles en la elaboración de las categorías diagnósticas, la adop-
rencias interculturales como mero resultado de disparidades ción de una triple actitud de partida: la estrictamente clínica,
en la calificación y valoración de los fenómenos patológicos. basando la definición de los síndromes en características
Igualmente, las diferencias terminológicas se atribuyen a universalmente válidas; la antropológica, relativizando el valor
omisiones y errores existentes de cultura a cultura (Prince y de las nosologías por considerar los problemas muy ligados a
Tcheng-Laroche, 1987; Simons y Hughes, 1985). Uno de los lo que cada cultura considera anormal; o la clínico-antro-
cambios observados desde la versión DSM-III es la transfor- pológica, teniendo presente la necesidad de combinar el
mación de los síntomas clínicos desde la interpretación tra- conocimiento científico para la definición de las categorías
dicional de símbolos de malestar, conflictos psicosociales e nosológicas con valores o construcciones culturales. El autor
intrapsíquicos o estados evolutivos, hacia la consideración reconoce que en los modelos actuales no se han tenido en
de signos de enfermedad, sustituyendo, de este modo, el dis- cuenta otros puntos de vista que los derivados de los valores
curso biologicista al existencial y fenomenológico. Sin de la cultura occidental. Por otraparte, en opinión de Blash-
embargo, es curioso observar que el incremento en la inves- field (1986), las clasificaciones psiquiátricas no se ajustan a
tigación y especulación biológica justamente coincide con la los principios en que se apoyan las clasificaciones biológicas:
no confirmación intercultural de un buen número de los que las categorías sean mutuamente excluyentes y en la
trastornos descritos desde la psiquiatría (Cheung, 2000; exhaustividad. Ser mutuamente excluyentes significa que si
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 111

un sujeto es miembro de una categoría ya no pueda serlo de covariación de respuestas. Un tercer nivel vendría determi-
otra, y ser exhaustiva significa que las categorías deberían nado por el concepto de trastorno, entendido como síndro-
contener todas las posibilidades clasificatorias, de modo que me clínicamente significativo asociado a deterioro en una
ninguna entidad pudiese quedar sin clasificar. El autor seña- o más áreas de funcionamiento, que carecería de correspon-
la, además, que las clasificaciones psiquiátricas carecen de dencia en la psicología conductual. En el nivel más alto, el
otros requisitos exigidos a una organización jerárquica, concepto de enfermedad se aplica a un trastorno de etiolo-
equivalentes a los niveles de rango y análogos a los concep- gía conocida y proceso patofísiológico subyacente identi-
tos de especie, género, orden y familia. Tales deficiencias le ficable, y que tampoco es equivalente a las disfunciones
llevan a concluir que dichas clasificaciones se parecen más a conductuales. De acuerdo con esta organización conceptual,
las taxonomías jolk descritas en investigaciones antropológi- las clasificaciones psiquiátricas se centran en los síndromes
cas que a los sistemas de clasificación biológicos. Sin embar- y los trastornos. Blashfield (1986) refiere, en otro sentido,
go, el hecho mismo de clasificar los elementos de estudio paralelismos estructurales entre los conceptos clasificatorios
constituye un proceso fundamental en todas las ciencias, en utilizados en psiquiatría y los tests utilizados en psicología.
la medida en que una clasificación contiene los conceptos Así, podrían entenderse los criterios diagnósticos como
que componen los cimientos de una teoría, lo que no le es ítems de una determinada escala, las categorías clínicas
ajeno a la psicopatología. como escalas o subescalas psicológicas, yel sistema de clasi-
Entre los críticos radicales a las clasificaciones psiquiátri- ficación como un conjunto de varias escalas.
cas habría que situar a los teóricos del movimiento del Adoptando un punto de vista radical, Persons (Persons,
etiquetado social (labeling theory) , quienes ven en las enfer- 1986) criticó la clasificación basada en categorías diagnósti-
medades mentales etiquetas debidas a la desviación social; cas por ser, en sí misma, heterogénea y fuente de importan-
mostrando a la vez posiciones universalistas y relativistas, en tes sesgos. Por el contrario, antepone las ventajas que se
cuanto que algunos sostienen que las enfermedades menta- derivan de estudiar los síntomas individuales para intentar
les son fenómenos naturales y universales, a la vez que otros comprender sus mecanismos subyacentes. Entre las ventajas
autores las consideran creaciones locales (Murphy, 1976; que se derivan del estudio de los síntomas específicos des-
Rosenhahn, 1973; Sarbin, 1969; Scheff, 1981; Szasz, 1974; tacan: a) evitar la clasificación errónea de los sujetos que
Waxler, 1974). Los antipsiquiatras, a comienzo de los años frecuentemente puede tener lugar utilizando categorías diag-
1970, fueron un grupo heterogéneo, unido solamente por nósticas; b) profundizar en fenómenos importantes que re-
su desconfianza en la psiquiatría que abiertamente negó tam- sultan ignorados en un disefio de categorías, en especial los
bién la existencia de los trastornos mentales, calificándolos mecanismos subyacentes implicados; c) contribuir al desa-
de «mitos». La antipsiquiatría también tuvo su influencia en rrollo de una teoría psicológica, en especial al desarrollo de
la antropología cultural (Estroff, 1981; Scheper-Hughes, hipótesis coherentes explicativas sobre cuáles puedan ser los
1988). mecanismos que dan lugar a los fenómenos clínicos; d) el
Otros planteamientos críticos se han derivado de la econo- aislar los elementos básicos y diferenciales de cada patología;
mía política y del marxismo antropológico durante la década e) facilitar el reconocimiento de la existencia de continuidad
de los años sesenta. Al primer grupo pertenecen antropólogos en los fenómenos clínicos y sus mecanismos respecto a los
que creían ver en el diagnóstico psiquiátrico un deseo de con- fenómenos y mecanismos normales, y j) contribuir a la rede-
trolar a las personas, mientras que el planteamiento de inspi- finición de nuestros sistemas de clasificación diagnóstica.
ración marxista asumía como reales los trastornos psiquiátricos, Aunque desde la psicología conductual se defiende como
pero atribuía su origen a causas externas y a los factores so- verdadero objeto de valoración la conducta misma (es decir,
cioeconómicos ya conocidos: las contradicciones del capita- los síntomas y síndromes) y no los constructos (los trastor-
lismo, la lucha de clases o el sistema productivo moderno nos o enfermedades), por ser éstos inferenciales (Barret,
(Baer, Singer y]ohnson, 1986; Ingleby, 1980; Navarro, 1976; Hohnston y Pennybacker, 1986), otros autores defienden la
Waitzkin, 1981). Curiosamente, la atribución de las enfer- utilidad de tales constructos, especialmente si son utilizados
medades mentales a factores externos, y no directamente con- en sentido meramente descriptivo y no explicativo (Hersen,
trolados por el individuo, están también presentes en la 1988); como un acercamiento molar y nomotético que per-
corriente de la psiquiatría biológica, como son los factores mita destacar aspectos comunes a los sujetos, que debería ir
genéticos o los neuroquímicos. seguido del análisis molecular o idiográfico que exige la mo-
La perspectiva psicológica de las clasificaciones psiquiá- dificación de conducta.
tricas también es globalmente crítica, aunque con posicio- Eysenck (1986), sin oponerse a todo intento clasificato-
namientos divergentes. Desde puntos de vista conductuales rio de la conducta, censuró el esfuerzo realizado por los in-
se destaca cierto paralelismo entre los conceptos psiquiátri- vestigadores que han promovido las últimas versiones DSM
cos y los utilizados en psicología. En un primer nivel de en la mejora de la fiabilidad, calificándolo de inútil mientras
análisis estaría el concepto de síntoma, equivalente a una de- no se demuestre que el producto resultante es científica-
terminada conducta, afecto, cognición o percepción, cuyo mente válido. En su opinión, el modelo categorial médico
carácter es manifiesto. En un segundo nivel, el concepto psi- que sustenta dichas clasificaciones debería sustituirse por
quiátrico de síndrome o conjunto de síntomas de presencia otro dimensional derivado de lá aplicación de la metodolo-
simultánea sería equivalente, en términos conductuales, a la gía del análisis de criterios (criterion analysis).
112 Manual de psicopatología

VII. EVALUACiÓN DE LAS CLASIFICACIONES: ducta no son siempre atribuibles a una posible inconsisten-
FIABILIDAD y VALIDEZ cia de la medida, sino que pueden deberse a cambios en la
conducta misma. Por ello, algunos autores indican que el
La vaguedad existente en las nomenclaturas psiqUlatncas estudio de la estabilidad temporal tiene más que ver con la
oficiales anteriores al DSM-I11 daba lugar a importantes validez que con la fiabilidad (Blashfield y Livestey, 1991).
problemas de fiabilidad diagnóstica. Spitzer y Fleiss (1974), Aun así, puede ser pertinente estudiar la estabilidad tempo-
sin embargo, expresaron la necesidad de ocuparse de mejorar ral, especialmente cuando los criterios diagnósticos exigen
esta cuestión, so pena de dar al traste, a su vez, con la validez un período concreto de duración de determinados síntomas
de cualquier sistema taxonómico. Atendiendo a la metodo- (como es el caso de la esquizofrenia) o bien el carácter persis-
logía utilizada en la evaluación psicométrica, se pretendie- tente y duradero del trastorno (como sucede con las persona-
ron trasladar los tres métodos -de forma alternativa de lidades anormales).
medida, test-retesty consistencia interna-, que examinan di- 3. Consistencia interna: También conocida como con-
ferentes fuentes de error, al diagnóstico clínico: sistencia inter-ítem o fiabilidad de las dos mitades en psi-
cometría. Aplicado al diagnóstico psicopatológico podría
l. Fiabilidad interjueces: Es el equivalente de la fiabili- esperarse una fuerte relación entre los criterios diagnósticos
dad mediante formas paralelas o alternativas en términos de una misma categoría clínica, si se parte del supuesto de la
psicométricos. En el diagnóstico psiquiátrico se ha utilizado covariación de respuestas en un sistema clasificatorio. No
el estadístico kappa (Cohen, 1960) para evaluar el grado de obstante, mientras que en una taxonomía clásica cabría
concordancia interdiagnosticadores. En general, se ha podi- esperar una covariación perfecta entre los criterios de perte-
do constatar que la sustitución de definiciones abiertas y nencia a una categoría, la consistencia necesariamente debe-
genéricas de los síndromes por formulaciones más precisas, rá ser menor en las taxonomías prototípicas, al existir mayor
mediante criterios operacionales, ha producido una mejora heterogeneidad dentro de las categorías. Ello requerirá defi-
en los índices de fiabilidad. Los datos referidos en la Tabla nir en el futuro qué criterios prototípicos son fundamenta-
4.5, en donde se comparan medidas de coeficientes kappa les y necesarios y cuáles son periféricos, para determinar si
de acuerdo interjueces obtenidos por criterios no operativos los índices de consistencia interna confirman correlaciones
(Spitzer y Fleiss, 1974) y diagnósticos DSM-I1I y RDC más altas entre los primeros respecto a los segundos.
(Grove, 1987), son una muestra de ello. Sin embargo, la
mejora en la fiabilidad diagnóstica ha sido mayor en los Las medidas psicométricas de los distintos tipos de vali-
trastornos incluidos en el eje I que en los trastornos de la dez (de contenido, de criterio y de constructo) también se han
personalidad (eje II) (Frances y Widiger, 1986). intentado trasladar al diagnóstico psicopatológico:
En todo caso, es preciso tener presente que la fiabilidad
interjueces siempre podrá verse afectada por el carácter espe- l. Validez de contenido: Supone el examen sistemático
cífico del método utilizado en la obtención de los datos (por de un test para determinar si cubre una muestra representa-
ejemplo, autoinformes, entrevistas estructuradas o respues- tiva de las conductas pertenecientes al aspecto o dominio
tas psicofisiológicas); por el tipo de datos a valorar (por ejem- que se pretende medir. En una clasificación diagnóstica equi-
plo, experiencias subjetivas o conductas motoras); por la valdría a comprobar si los criterios diagnósticos que definen
situación específica en que tiene lugar (por ejemplo, entorno una categoría muestrean todos los aspectos clave de dicho
clínico o medio natural); o por la fuente específica elegida trastorno.
para la obtención de los datos (por ejemplo, el propio pa- 2. Validez de criterio: Implica la comparación de las pun-
ciente o fuentes colaterales). tuaciones de un test con la ejecución del sujeto en un de-
2. Fiabilidad temporal: Se refiere a la consistencia de las terminado criterio; por ejemplo, el uso de otros sistemas
medidas en diferentes momentos, equivalente al test-retest. diagnósticos existentes para un determinado diagnóstico,
En general, apenas existen datos sobre la estabilidad del que pueden ser utilizados para el estudio de validez concu-
diagnóstico, con excepción de algunos trabajos sobre los rrente. La validez de criterio en las clasificaciones actuales
trastornos de la personalidad. En el diagnóstico clínico, sin dista todavía mucho de alcanzar niveles óptimos. Un caso
embargo, los cambios observados en la medición de la con- concreto es el referido por Zimmerman (1988), quien in-
dicó que entre el 10-15 % de los pacientes que cumplía los
criterios DSM-III del trastorno depresivo mayor, no lograba
Tabla 4.5 Comparación de medidas de coeficiente kappa de acuerdo cumplir los criterios DSM-III-R del mismo trastorno.
interjueces cuando se utilizan sistemas diagnósticos no operacionales 3. Validez de constructo: Se refiere al grado en que un
(Spitzer y Fleiss, 1974) y operacionales (Grove, 1987) sistema de valoración puede afirmarse que mide un cons-
tructo teórico. Otro aspecto de la validez de constructo tie-
ne que ver con el grado de relación de un procedimiento de
valoración con otro ya conocido del constructo. Entre los
Esquizofrenia 0,57 0,68 0,82 sistemas de validación externos, en psicopatología se incluye
Trastorno afectivo 0,41 0,61 0,86 la historia natural de los pacientes. La validez de contenido
Alcoholismo 0,71 0,84 0,90
y de criterio contribuyen a la validez de constructo, o dicho
Neurosis 0,40 0,74 0,76
de otro modo, la validez de constructo subsume y da por
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 113

supuestas la validez de contenido y de criterio, desde un mejora en la fiabilidad se ha obtenido a expensas de la vali-
punto de vista jerárquico. dez (Nelson-Gray, 1991).
La mayoría de los constructos psiquiátricos son concep-
Los parámetros utilizados para establecer la validez de tos difusos, de cuya naturaleza interna todavía se sabe poco,
constructo de una determinada categoría clínica han sido por lo que los estudios de validez son la única estrategia
los siguientes, en opinión de Feighner y Herbstein (1987): viable para abordar este problema. El propio sistema DSM,
a) la descripción clínica y delimitación de unos síndromes aun habiendo generado bastante investigación sobre su vali-
respecto a otros; b) la historia natural del trastorno, es decir, dez, sigue apoyado sobre una base teórica muy embrollada
los factores longitudinales que caracterizan un trastorno y (Cooper, 2005; Fulford, Thornton y Graham, 2006).
que pueden jugar una parte importante en la validación Diversas taxonomías psicopatológicas han puesto en evi-
diagnóstica, derivados de estudios retrospectivos y prospec- dencia las dificultades interpretativas de las categorías resul-
tivos; c) estudios sobre el resultado de la aplicación de trata- tantes como consecuencia de factores como la ausencia o
mientos; d) estudios familiares, que permitan determinar la deficiente formulación de criterios diagnósticos operaciona-
mayor frecuencia posible de un trastorno respecto a la po- les en la definición de categorías, la escasa validez de cons-
blación general; e) factores físicos y neurológicos, como tructo por apoyarse más bien en observaciones clínicas que
cambios neuroanatómicos o neurofisiológicos, y j) estudios en modelos teóricos sólidamente cimentados, y la pobre eva-
de laboratorio y evaluación psicodiagnóstica, en donde luación empírica así como dificultades de falsación de mode-
pueden ser especialmente útiles los marcadores biológicos y los teóricos cuando han sido utilizados. Para la evaluación
los resultados de la evaluación psicológica. Por otra parte, de las clasificaciones, Skinner (1986) propuso un paradigma
son cinco los métodos también propuestos por Robins y integrado que podría basarse en los principios de la valida-
Guze (1970) para valorar la validez: a) descripción clínica; ción del. constructo, a través de un constante intercambio
b) estudios de laboratorio; c) delimitación respecto a otros entre el desarrollo teórico y análisis empíricos en tres fases:
trastornos; d) estudios de seguimiento, ye) estudios familia- 1) Formulación teórica o definición precisa de los construc-
res, pueden considerarse también subsumidos dentro de la tos psicopatológicos, relaciones funcionales mutuas y rela-
trilogía antes referida. Así, Cloninger (1989) entiende que ciones hipotéticas con variables externas, como la etiología
los métodos b, d y e tienen que ver con la validez de criterio, o el resultado de la aplicación de un determinado proce-
mientras que el método a se refiere a la validez de conteni- dimiento terapéutico; 2) Validación interna, que tiene por
do, y el método c a la validez de constructo. objeto la operativización de los constructos y el examen de
La mayor importancia relativa de la validez, respecto a la las diversas propiedades internas de la clasificación, incluyen-
fiabilidad diagnóstica, es notoria. Carson (1991), por ejem- do la fiabilidad interjueces, su amplitud y homogeneidad, la
plo, sostenía que más importante que la fiabilidad diagnós- estabilidad de la medida en varios momentos, las matrices
tica es la estrategia seguida en la construcción del sistema de correlación interna, la consistencia interna de las caracte-
clasificatorio. Lo importante de la estrategia utilizada de- rísticas que se consideran indicativas del constructo, o bien
pende, en opinión del autor, «del grado en que las reglas de la replicación de las estructuras de la clasificación con dife-
decisión diagnóstica capten adecuadamente una realidad rentes muestras de sujetos, y 3) Validación externa, que
subyacente. Si falta esta cualidad, todo lo demás, incluida la exige un conjunto de estudios encaminados a corroborar el
impresionante fiabilidad interdiagnosticadores, es sólo cos- valor pronóstico de las categorías o clases diagnósticas, su
mética» (p. 304). También Meehl (1989) subrayó que se ha significación clínica, validez descriptiva y generalización a
sobredimensionado la importancia de la fiabilidad en la cla- otras poblaciones o entornos culturales. Este proceso requie-
sificación psiquiátrica, existiendo una general desatención re estudios tanto de validez convergente como de validez
hacia el problema de la validez de constructo. discriminante (véase la Tabla 4.6). Los tres componentes re-
Parece probable que en un futuro no muy lejano las in- quieren una interacción mutua para obtener sucesivos refi-
vestigaciones sobre la validez de los actuales sistemas diag- namientos del sistema taxonómico. En opinión de (Skinner,
nósticos adquirirán una especial relevancia, en términos de 1981), «un principio fundamental es que una clasificación
validez de contenido, de criterio y de constructo. En rela- psiquiátrica debería ser considerada como una teoría cientí-
ción con las últimas versiones DSM, se ha sugerido que la fica que está abierta a la falsación empírica» (p. 69).

Tabla 4.6 Pasos interactivos para la validación del constructo en la clasificación psicopatológica (según Skinner, 1986)

FORMULACiÓN TEÓRICA VALIDACiÓN INTERNA VALIDACiÓN EXTERNA

1. Describir el ámbito del contenido (etiología 1. Elegir la técnica estadística apropiada. 1. Estudiar la generalización de las categorías a
versus base clínica). 2. Replicar las categorías en nuevas muestras. otras poblaciones.
2. Definir el modelo de clasificación y los lazos 3. Evaluar la fiabilidad, la homogeneidad y la 2. Evaluar la validez predictiva, la validez
entre los tipos. amplitud. descriptiva y la validez clínica.
3. Especificar las relaciones con las variables
externas (por ejemplo, efecto de un
tratamiento).
114 Manual de psicopatología

En cualquier caso, una taxonomía debería responder a tación del mundo natural. En este sentido, podrían formu-
los siguientes requisitos, en opinión de Millon (1991): 1) larse diferentes conceptos y categorías como alternativas
Relevancia clínica y simplicidad, que haga que ésta dependa para la comprensión del mismo objeto de estudio. En algu-
de un número mínimo de supuestos, conceptos y categorías, nos ámbitos de conocimiento como en las llamadas «ciencias
evitando conceptos densos, ambiguos o difíciles de extraer, blandas», cual es el caso de la economía o de la psicopato~
e integrando las diversas observaciones en un número míni- logía, en donde es necesario relacionarse con esferas de la
mo de términos (atributos y categorías), si bien éste es un naturaleza proporcionalmente menos ordenadas, es necesa-
requisito previo que, por sí mismo, no garantiza la validez ni rio imponer alguna medida de sistematización, en cierto
la utilidad clínica de una clasificación; 2) Amplia representa- modo arbitraria. En estos ámbitos del conocimiento, las cla-
ción, en cuanto al número de problemas clínicos que abar- sificaciones podrían considerarse, en gran medida y como
que, evitando que el rango de aplicación sea excesivamente afirmaba Millon (1991), «espléndidas ficciones, nociones
estrecho, y 3) Robustez concurrente, es decir, mantenimiento obligadas o fórmulas austeras, ideadas para dar coherencia a
de las agrupaciones de sus miembros ante nuevas condicio- sus objetos inherentemente imprecisos» (p. 246). Ninguna
nes y atributos diferentes a los iniciales, respondiendo a un clasificación actual en psicopatología es una representación
principio de generalización cruzada. inevitable del mundo real, sino un medio para avanzar en el
conocimiento y para facilitar unos objetivos clínicos; sirven
para orientar nuestro mundo científico y funcionan como
VIII. RESUMEN DE ASPECTOS FUNDAMENTALES un esquema organizador que ponga en orden nuestras expe-
riencias clínicas. Precisamente, por la naturaleza semiarbi-
Las clasificaciones psicopatológicas siguen centrando el inte- traria de esta tarea, puede entenderse por qué los estados y
rés de investigadores y clínicos, habiendo absorbido impor- procesos psicopatológicos pueden ser clasificados atendien-
tantes esfuerzos y recursos, aunque con resultados todavía do a diversos niveles o ámbitos de observación (por ejemplo,
insatisfactorios. Una clasificación presenta grandes ventajas, conductual, in trap síquico o fenomenológico), o bien en fun-
como son facilitar la organización de los datos en conceptos ción de cualquier tipo de atributos (por ejemplo, conductas
significativos, siendo éste un requisito necesario para el de- interpersonales, estados de ánimo o procesos cognitivos). En
sarrollo de una ciencia, y favorecer la comunicación cientí- esencia, en cada uno de estos u otros niveles de observación
fica y la organización de la literatura y documentación. No será posible desarrollar un determinado número de catego-
obstante, se han señalado también diversos inconvenientes a rías, cuya utilidad dependerá de que logren dar respuesta a
estas clasificaciones, entre los que se mencionan su posible los problemas o fines para los que fueron creados.
efecto yatrogénico o de estigmatización social, problemas
metodológicos relativos a la fiabilidad, validez y su utilidad
a la hora de aportar información sobre la etiología, el pro- IX. TÉRMINOS CLAVE
nóstico o el tratamiento de un determinado trastorno. Se ha
indicado, por ejemplo, que el diagnóstico clínico ha contri- CIE (Clasificación Internacional de las Enfermedades): Sistema
diagnóstico oficial de la Organización Mundial de la Salud,
buido en torno a un 10 % de la varianza en la determina-
seguido en la actualidad por la inmensa mayoría de los países,
ción de si un paciente era dado de alta de un centro o unidad con fines epidemiológicos y de investigación. A partir de la
de hospitalización psiquiátricos, siendo mucho más impor- sexta edición (CIE-6) se incorporó un Capítulo V para los
tantes los factores familiares y socioeconómicos (Stuart, problemas psicopatológicos. La última edición (CIE-lO) ha
1970). Otra de las críticas suele orientarse sistemáticamente introducido importantes cambios en dicho apartado, compa-
a la inconsistencia de los sistemas actuales de clasificación rativamente con las versiones anteriores.
psiquiátrica, por cuanto las categorías no siempre son mu- Criterios Feighner: Primer documento elaborado por autores del
tuamente excluyentes ni se derivan de un único principio movimiento neo-kraepeliniano, con propósitos de clasificación
básico. En el caso del sistema DSM, aun habiendo mejora- operativa de los 16 trastornos de mayor frecuencia clínica y
fiabilidad estadística.
do sensiblemente la fiabilidad diagnóstica y siendo una
DSM (Diagnostic and Statistical Manual): Clasificación oficial de
perspectiva que ha sido objeto de bastante investigación so- la Asociación Psiquiátrica Americana de gran influencia en
bre su validez interna, su base teórica es confusa. Se trata de el ámbito clínico y que ha sido objeto de importantes modi-
un modelo mixto en el que las categorías se basan en diver- ficaciones desde la primera edición (DSM-I) hasta la última
sos principios, como clusters de síntomas, conductas antiso- versión (DSM-IV-Tr).
ciales, consideraciones teóricas o influencias evolutivas. ICD (International Classification 01Diseases): Véase CIE.
A pesar de estos inconvenientes, y asumiendo la utilidad Multiaxial: Procedimiento estructurado para la obtendión de da-
y economía de esfuerzos que representa una clasificación de tos clínicos en varios ejes o dimensiones, que permiten explorar
cualquier objeto de estudio, es importante tener presente diferencialmente diversas facetas del problema. Las versiones
DSM-IV-Tr y CIE-lO incluyen cinco y tres ejes, respectiva-
que los elementos elegidos como base de clasificación son
mente.
agrupados, transformados o etiquetados, pero los productos Nosología: Sistema clasificatorio referido a enfermedades o proce-
resultantes probablemente no siempre son realidades o «clases sos morbosos, generalmente basado en supuestos teóricos de
naturales» (Cooper, 2005). En psicopatología, los conceptos carácter etiológico.
y categorías construidas son únicamente herramientas op- RDC (Research Diagnostic Criteria): Los Criterios Diagnósticos
cionales y provisionales para guiar la observación e interpre- de Investigación constituyen un catálogo de 25 alteraciones
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 115

clínicas, definidas utilizando criterios operacionales, que fue American Psychiatric Association. (1987). Diagnostic and statistical
desarrollado por autores pertenecientes al movimiento neo- manual ofmental disorders (3rd ed. Revised). Washington, DC:
kraepeliniano y que sirvió de base para el DSM-III y las ver- American Psychiatric Association.
siones posteriores. American Psychiatric Association. (1994). Diagnostic and statistical
Síndrome: Agrupación de síntomas presentes en un determinado manual of mental disorders (4th ed.). Washington, DC: Ameri-
momento. can Psychiatric Association.
Taxonomía: Estudio teórico de las reglas y principios que gobier- American Psychiatric Association. (2000). Diagnostic and statistical
nan una clasificación. manual ofmental disorders: DSM-IV-Tr (4th ed. text revision).
Washington, DC: American Psychiatric Association.
Baer, H., Singer, M., y Johnson, J. (1986). Toward a critical medical
X. LECTURAS RECOMENDADAS anthropology. Social Science & Medicine, 23 (Special Issue).
Bagshaw, V. E. (1977). A replication study ofFould's and Bedford's
COOPER, R. (2005). Classi.fying madness: A philosophical exami- hierarchical model of depression. British Journal ofPsychiatry,
nation ofthe Diagnostic and Statistical Manual ofMental Disor- 131,53-55.
ders. Dordrecht: Springer. Bagshaw, Y. E., Y McPherson, F. M. (1978). The applicability
DILLING, H. (2003). Classification. En M. G. Gelder, J. J. López- of the Foulds and Bedford hierarchical model to mania and
Ibor y N. Andreasen (Eds.), New Oxjord texbook ofpsychiatry. hypomania. British Journal ofPsychiatry, 132, 293-295.
Oxford: Oxford University Press. Barret, B. H.; Hohnston, J. M., Y Pennybacker, H. S. (1986).
FULFORD, K. W. M.; THORNTON, T., y GRAHAM, G. (Eds.). Behavior: Its units, dimensions, and measurement. En R. O.
(2006). Oxjord textbook ofphilosophy and psychiatry. Oxford, Nelson y S. C. Haynes (Eds.), Conceptualjoundations ofbeha-
UK: Oxford University Press. vioral assessment. New York: Guilford Press.
GONZÁLEZ PARDO, H" Y PÉREZ ÁLVAREZ, M. (2007). La inven- Bebbington, P. (1992). Welcome to ICD-lO. Social Psychiatry and
ción de trastornos mentales: ¿Escuchando alfdrmaco o al paciente? Psychiatric Epidemiology, 27, 255-257.
Madrid: Alianza. Bedford, A., y Deary, 1. J. (1999). The Delusions-Symptoms-States
LANGENBUCHE R. J., YNATHAN, P. E. (2006). Diagnosis and clas- Inventory (DSSI): Construction, applications and structural
sification. En F. Andriasik (Ed.), Comprehensive handbook of analyses Personality and Individual Differences, 26, 397-424.
personality and psychopathology. Vol. 2: Adult psychopathology Bedford, A., y Deary, 1. J. (2006). The British inventory of mental
(pp. 3-20). Hoboken, N. J.: Wiley. pathology (BIMP): Six factored scales Personality and Indivi-
LEMOS, S. (1991). Diagnóstico y clasificación en psicopatología. dual Differences, 40, 1017-1025
En A. Belloch y E. Ibáñez (Eds.), Manual de psicopatología (vol. Bedford, A., y Foulds, G. A. (1978). Manual of the Delusions-
I, pp. 113-194). Valencia: Promolibro. Symptoms-States Inventory (DSSI). Windsor, UK: NFER-
LEMOS GIRÁLDEZ, S. (2000). La clasificación en psicopatología. NELSON.
En S. Lemos Giráldez (Ed.), Psicopatología general (pp. 95- Bedford, A., y Presly, A. S. (1978). Symptom patterns among chro-
112). Madrid: Síntesis. nic schizophrenic inpatients. British Journal ofPsychiatry, 133,
MAJ, M.; GAEBEL, W.; LÓPEz IBOR, J. J., y SARTORIUS, N. (Eds.). 176-178.
(2002). Psychiatric diagnosis and classiftcation. Chichester, UK: Berrios, G. E. (1996). The history ofmental symptoms: Descriptive
Wiley. psychopathology since the nineteenth century. Cambridge, UK:
SPITZER, R. L, Y WILLIAMS, J. B. W. (1989). Clasificación de los Cambridge University Press.
trastornos mentales. En H. J. Kaplan y B. J. Sadock (Eds.), Blashfield, R. K. (1984). The classiftcation ofpsychopathology: Neo-
Tratado de psiquiatría (vol. I, pp. 585-607). Barcelona: Salvat. kraepelinean and quantitative approaches. New York: Plenum
WLLLIAMS, J. B. W. (1996). Clasificación psiquiátrica. En R. E. Press.
Hales, S. C. Yudofskyy J. A. Talbott (Eds.), Tratado de psiquia- Blashfield, R. K. (1986). Structural approaches to classification.
tría (2.a ed.) (pp. 231-257). Barcelona: Ancora (Orig. 1995). En T. Millon, y G. L. Klerman (Eds.), Contemporary directions
in psychopathology (pp. 363-380). New York: Guilford Press.
Blashfield, R. K., Y Livestey, W. J. (1991). Metaphorical analysis
XI. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS of psychiatric classification as a psychological test. Journal of
Abnormal Psychology, 100,262-270.
Achenbach, T. M. (1991a). Manual jor the Child Behavior Chec- Boyd, J. H., Burke, J. D., Gruenberg, E., Holzer, C. E.; Rae, D. S.;
klistl4-18 and 1991 profile. Burlington, VT: University of George, L. K., Y cols. (1987). The exclusion criteria of DSM-
Vermont. III. A study of the co-occurrence of hierarchy-free syndromes.
Achenbach, T. M. (1991b). Manual jor the Teachers Report Form En G. L. Tischler (Ed.). Diagnosis and classiftcation in psychia-
and 1991 profile. Burlington, VT: University ofVermont. try. A critical appraisal ofDSM-IlI (pp. 403-424). Cambridge:
Achenbach, T. M. (1991c). Manual jor the Youth Self Report and Cambridge University Press.
1991 profile. Burlington, VT: University ofVermont. Cantor, N., y Genero, N. (1986). Psychiatric diagnosis and natural
American Psychiatric Association. (1952). Diagnostic and statistical categorization: A close analogy. En T. Millon y G. L. Klerman
manual of mental disorders (1st ed.). Washington, DC: Ameri- (Eds.), Contemporary directions in psychopathology (pp. 233-
can Psychiatric Association. 256). New York: Guilford Press.
American Psychiatric Association. (1968). Diagnostic and statistical Carson, R. C. (1991). Dilemmas in the pathway of the DSM-IY.
manual ofmental disorders (2nd ed.). Washington, DC: Ameri- Journal ofAbnormal Psychology, 100,302-307.
can Psychiatric Association. Cloninger, C. R. (1989). Establishment of diagnostic validity in
American Psychiatric Association. (1980). Diagnostic and statistical psychiatric illness: Robins and Guze's method revisited. En
manual of mental disorders (3rd ed.). Washington, DC: Ameri- L. N. Robins y J. E. Barret (Eds.), The validity ofpsychiatric
can Psychiatric Association. diagnosis (pp. 6-16). New York: Raven Press.
116 Manual de psicopatología

Cohen, J. (1960). A coefficient of agreement for nominal scales. Gaines, A. D. (1991). Cultural constructivism: 'Sickness histories'
Educational and Psychological Measurements, 20, 37-46. and the understanding of ethnomedicines beyond critical
Cooper, J. E. (1992). LC.D. 10 V(F): An outline of its structure medie al anthropologies. En B. Pfleiderer y G. Bibeau (Eds.),
and its relationships with national classifications. En F. P. Fe- Anthropologies of Medicine: A colloquium on North American
rrero, A. E. Haynal y N. Sartorius (Eds.), Schizophrenia and and Western European Perspectives. Wiesbaden: Vieweg.
affective psychoses: Nosology in contemporary psychiatry (pp. 27- Gaines, A. D. (1992). From DSM-I to IlI-R; Voices of self, mas-
34). London: John Libbey. tery and the other: A cultural constructivist reading of U.S.
Cooper, J. E.; Kendell, R. E.; Gurland, B. J.; Sharpe, L.; Copeland, psychiatric classification. Social Science y Medicine, 35, 3-24.
J. R., Y Simon, R. (1972). Psychiatric diagnosis in New York and Gilman, S. (1988). Disease and representation: Images ofillness from
London. London: Oxford University Press. madness to AIDS. New York: Cornell University Press.
Cooper, R. (2005). Classifying madness: Aphilosophical examination González Pardo, H., y Pérez Álvarez, M. (2007). La invención de
of the Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. trastornos mentales: ¿Escuchando al fármaco o al paciente? Ma-
Dordrecht: Springer. drid: Alianza.
Corning, W. C. (1986). Bootstrapping toward a classification Grove, W. M. (1987). The reliability of psychiatric diagnosis. En
system. En T. Millon y G. L. Klerman (Eds.), Contemporary C. G. Last y M. Hersen (Eds.), Issues in diagnostic research (pp.
directions in psychopathology (pp. 279-303). New York: Guil- 99-119). New York: Plenum Press.
ford Press. Grove, W. M., y Andreasen, N. C. (1986). Multivariate statistical
Craig, R. J. (Ed.). (1993). The Millon Clinical Multiaxial Inven- analysis in psychopathology. En T. Millon y G. L. Klerman
tory: A clinical research information synthesis. Hillsdale, NJ: (Eds.), Contemporary directions in psychopathology (pp. 347-
Erlbaum. 362). New York: Guilford Press.
Cheung, F. M. (2000). Cross-cultural psychopathology. En A. E. Haynes, S. N., y O'Brien, W. H. (1988). The gordian-knob of
Bellack y M. Hersen (Eds.), Comprehensive clinical psychology DSM-III use: Integrating principies of behavior classification
(Vol. 10) (pp. 35-51). New York: EIsevier. and complex causal models. BehavioralAssessment, 10,95-105.
Endicott, ]. y Spitzer, R. L. (1978). A diagnostic interview: The Helmchen, H. (1980). Multiaxial systems of classification: Types
Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia. Archives ofaxes. Acta Psychiatrica Scandinavica, 61,43-55.
ofGeneral Psychiatry, 35, 837-844. Helzer, J. E., Y Robins, L. N. (1988). The Diagnostic Interview
Endicott,].; Spitzer, R. L.; Fleiss, J., y Cohen, J. (1976). The Global Schedule: Its development, evaluation and use. Social Psychia-
Assessment Scale: A procedure for measuring overall severity try and Psychiatric Epidemiology, 23, 6-16.
of psychiatric disturbance. Archives of General Psychiatry, 33, Hersen, M. (1988). Behavioral assessment and psychiatric diagno-
766-771. sis. BehavioralAssessment, 10, 107-121.
Estroff, S. (1981). Making it crazy. Berkeley: University of Cali- Ingleby, D. (Ed.). (1980). Critical psychiatry. New York: Pantheon
fornia Press. Books.
Evans, B., y Lee, B. K. (1998). Culture and child psychopathology. INSERM. (1%9). Section psychiatrie: Classification franyaise des
En S. S. Kazarian y D. R. Evans (Eds.), Cultural clinical psy- troubles mentaux. Bulletoin de 11nstitut National de la Santé et
chology: Theory, research, and practice (pp. 289-315). New York: de la Recherche Médicale, 24(2, Suppl.).
Oxford University Press. Jaspers, K. (1%2). General psychopathology (7th ed.). Manchester:
Eysenck, H. J. (1986). A critique of contemporary classification Manchester University Press.
and diagnosis. En T. Millon y G. L. Klerman (Eds.), Contem- Joreskog, K. G., Y Sorbom. (1984). LISREL VI· Analysis of linear
porary directions in psychopathology (pp. 73-98). New York: structural relationships by maximum likelihood, instrumental
Guilford Press. variables, and least squares methods (3rd ed.). Mooresville, In:
Farmer, P. A. (1980). New approach to psychiatric diagnosis: Acul- Scientific Software.
tural or anglicized? First Contact, 6, 11-14. Kaplan, M. (1983). A women's view ofDSM-IlI. American Psycho-
Feighner, J. P., Y Herbstein, ]. (1987). Diagnostic validity. En C. logist, 38, 786-792.
G. Last y M. Hersen (Eds.), Issues in diagnostic research (pp. Keller, M. B.; Lavori, P. W.; Friedman, B.; Nielsen, E.; Endicott,
121-140). New York: Plenum Press. ].; McDonald-Scott, P., et al. (1987). Longitudinal interval
Feighner, J. P.; Robins, E.; Guze, S. B.; Woodruff, R. A.; Winokur, follow-up evaluarion. Archives of General Psychiatry, 44, 540-
G., y Munoz, R. (1972). Diagnostic criteria for use in psychia- 548.
trie research. Archives ofGeneral Psychiatry, 26, 57-63. Kendell, R. E. (1991). Relationship between the DSM-IV and
Foulds, G. A. (1976). The hierarchical nature of personal illness. ICD-10. Journal ofAbnormal Psychology, 100,302-307.
Orlando, Fla.: Academic Press. Kessler, R. c.; McGonagle, D. K.; Zhao, S.; Nelson, C. B.; Hug-
Foulds, G. A., Y Bedford, A. (1975). Hierarchy of classes of perso- hes, M.; Eshleman, S., et al. (1994). Lifetime and 12-month
nal illness. PsychologicalMedicine, 5,181-192. prevalence of DSM-IlI-R psychiatric disorders in the United
Frances, A. (1982). Categorical and dimensional systems of perso- States: Results from the National Comorbidity survey. Archives
nality diagnosis: A comparison. Comprehensive Psychiatry, 23, ofGeneral Psychiatry, 51, 8-19.
316-327. Kleinman, A. (1988). Rethinking psychiatry: From cultural category
Frances, A. ]., Y Widiger, T. (1986). The classification of perso- to personal experience. New York: Macmillan.
nality disorders: An overview of problems and solutions. En Klerman, G. L. (1986). Historical perspectives on contemporary
A. J. Frances y R. E. Hales (Eds.), The American Psychiatric schools of psychoparhology. En T. Millon y G. L. Klerman
AssociationAnnual Review (Vol. 5) (pp. 240-257). Washington, (Eds.), Contemporary directions in psychopathology (pp. 3-28).
DC: American Psychiatric Press. New York: Guilford Press.
Fulford, K. W. M.; Thornton, T., y Graham, G. (Eds.). (2006). Kupfer, D. J.; First, M. B., Y Regier, D. E. (Eds.). (2002). A research
Oxford textbook of philosophy and psychiatry. Oxford, UK: agenda jor DSM- V. Washington, DC: American Psychiatric
Oxford University Press. Association.
Capítulo 4 Clasificación y diagnóstico en psicopatología 117

Lehman, H. E. (1992). Psychopathological evaluation and noso- Murphy, J. T. (1976). Psychiatric labeling in cross-cultural pers-
logical conceptualisation. En F. P. Ferrero, A. E. Haynal y N. pective. Science, 191, 1019-1028.
Sartorius (Eds.), Schizophrenia and afJective psychoses: Nosology Navarro, V. (1976). Medicine under capitalismo New York: Prodist.
in contemporary psychiatry (pp. 17-25). London: John Libbey. Nelson-Gray, R. O. (1991). DSM-IV: Empirical guidelines from
Lock, M. (1987). DSM-III as a culture-bound constructo Culture, psychometrics. Journal ofAbnormal Psychology, 100, 308-315.
Medicine and Psychiatry, 11,35-42. Newman, D. L.; Moffitt, T. E.; Caspi, A., y Silva, P. A. (1998).
Long, J. S. (1983). Confirmatory factor analysis. Beverly Hills: Sage. Comorbid mental disorders: Implications for treatment and
López, S. R., y Guarnaccia, P. J. J. (2000). Cultural psychopatho- sample selection. Journal ofAbnormal Psychology, 107, 305 -311.
logy: Uncovering the social world of mental illness. Annual Norbeck, E., y Lock, M. (Eds.). (1988). Health, illness and medical
Review ofPsychology, 51, 571-598. care inJapan. Honolulu: University Press ofHawaii.
Lorr, M. (1986). Clasifying psychotics: Dimensional and categori- Organización Mundial de la Salud. (1992). ClE-10: Trastornos
cal approaches. En T. Millon y G. L. Klerman (Eds.), Contem- mentales y del comportamiento. Descripciones clínicas y pautas
porary directions in psychopathology (pp. 331-345). New York: para el diagnóstico. Madrid: Meditor.
Guilford Press. Organización Mundial de la Salud. (1993). SCAN Cuestionarios
Low, S. (1988). The diagnosis and treatment of 'nervios' in Costa para la Evaluación Clínica en Neuropsiquiatría. Madrid: Me-
Rica. En M. Lock y D. Gordon (Eds.), Biomedicine Examined. ditor.
Dordrecht: Kluwer Academic. Organización Mundial de la Salud. (1996). lPDE: Examen inter-
Luborsky, L. (1962). Clinicians' judgments of mental health. Ar- nacional de los trastornos de la personalidad. Madrid: Meditor.
chives ofGeneral Psychiatry, 7, 407-417. Palmer, R. L.; Ekisa, E. G., Y Winbow, A. J. (1981). Patterns of
Maser, J. D.; Kaelber, c., y Weise, R. E. (1991). International self-reported symptoms in chronic psychiatric patients. British
use and attitudes toward DSM-III and DSM-III-R: Growing JournalofPsychiatry, 139,209-212.
consensus in psychiatric classification. Journal of Abnormal Persons, J. B. (1986). The advantages of studying psychological
Psychology, 100,271-279. phenomena rather than psychiatric diagnoses. American Psy-
Mayer-Gross, W.; Slater, E., y Roth, M. (1954). Clinical psychiatry. chologist, 41, 1252-1260.
Baltimore, MD: Williams y Wilkins. Pichot, P. (1986). The concept of 'bouffée délirante' with special
McPherson, F. M.; Antram, M. c.; Bagshaw, V. E., YCarmichae, reference to the Scandinavian concept of reactive psychosis.
S. K. (1977). A test of the hierarchical model of personal ill- Psychopathology, 19,35-43.
ness. British Journal ofPsychiatry, 131, 56-58. Pichot, P. (1994). Nosological models in psychiatry. British Journal
Meehl, P. E. (1989). Schizotaxia revisited. Archives of General ofPsychiatry, 164,232-240.
Psychiatry, 46, 935-944. Prince, R., y Tcheng-Laroche, F. (1987). Culture-bound syndro-
Menninger, K.; Mayman, M., y Pruyser, P. (1963). The vital balan- mes and international disease classifications. Culture, Medicine
ce. New York: Viking. and Psychiatry, 11, 3-20.
Mervis, C. B., y Rosch, E. (1981). Categorization of natural ob- Pull, C. B., y Wittchen, H. U. (1991). CIDI, SCAN and IPDE:
jects. Annual Review ofPsychology, 32,89-115. Structured diagnostic interviews for ICD 10 and DSM-III-R.
Mezzich, J. E.; Fabrega, H., y Mezzich, A. C. (1985). An interna- European Psychiatry, 6, 277-285.
tional consultation on multiaxial diagnosis. En P. Pichot, P. Robins, E., y Guze, S. B. (1970). Establishment of diagnostic va-
Berner y R. Wolfe (Eds.), Psychiatry: The state of the arto New lidity in psychiatric illness: Its application to schizophrenia.
York: Plenum Press. American Journal ofPsychiatry, 126, 983-987.
Mezzich, J. E.; Fabrega, H., y Mezzich, A. C. (1987). On the clini- Robins, L. N.; Helzer, J. E.; Croughan, J., y Ratcliff, K. S. (1981).
cal utility of multiaxial diagnosis: Experience and perspectives. The NIMH Diagnostic Interview Schedule. Archives of Gene-
En G. L. Tischler (Ed.), Diagnosis and classification in psychia- ral Psychiatry, 38, 381-389.
try. A critical appraisal ofDSM-IJl (pp. 449-463). Cambridge: Robins, L. N., Wing, J. K.; Wittchen, H. u.; Helzer, J. E.; Babor,
Cambridge University Press. T. F.; Burke, J., et al. (1988). The Composite International
Miller, G. A., Y Johnson-Laird, P. N. (1976). Language and percep- Diagnostic Interview. Archives ofGeneral Psychiatry, 45, 1069-
tion. Cambridge, MA: Harvard University Press. 1077.
Millon, T. (1986). A theoretical derivation of pathological perso- Rosch, E. (1978). Principies of categorization. En E. Rosch y B. B.
nalities. En T. Millon y G. L. Klerman (Eds.), Contemporary Lloyd (Eds.), Cognition and categorization (pp. 27-48). Hills-
directions in psychopathology (pp. 639-669). New York: Guil- dale, NJ: Erlbaum.
ford Press. Rosenhahn, D. (1973). On being sane in insane places. Science,
Millon, T. (1991). Classification in psychopathology: Rationale, 179, 250-258.
alternatives, and standards. Journal of Abnormal Psychology, Sarbin, T. (1969). The sciencific status of the mental illness meta-
100, 245-26l. phor. En S. Plog y R. Edgerton (Eds.), Changingperspectives in
Millon, T., y Everly, G. S. (1985). Personality and its disorders: A mental illness. New York: Holt, Rinehart and Winston.
biosociallearning approach. New York: Wiley. Scheff, T. (1981). The labeling theory paradigm. En C. Eisforfer,
Millon, T.; Grossman, S.; Millon, c.; Meagher, S., y Ramnath, R. D. Cohen, A. Kleinman y P. Maxim (Eds.), Models jor clinical
(2004). Personality disorders in modern lije (2nd ed.). Hoboken, psychopathology. New York: Spectrum.
N.J.: Wiley. Scheper-Hughes, N. (1988). The madness of hunger: Sickness,
Millon, T. V. (1987). On the nature of taxonomy in psychopa- delirium, and human needs. Culture, Medicine and Psychiatry,
thology. En C. G. Last y M. Hersen (Eds.), lssues in diagnostic 12, 429-458.
research (pp. 3-85). New York: Plenum Press. Simons, R. c., y Hughes, C. C. (1985). The culture-bound syndro-
Morey, L. C. (1991). Classification of mental disorder as a collec- mes. Boston: Reidel.
tion ofhypothetical constructs. Journal ofAbnormal Psychology, Skinner, H. A. (1981). Toward the integration of classification theory
100,289-293. and methods. Journal ofAbnormal Psychology, 90, 68-87.
118 Manual de psicopatología

Skinner, H. A. (1986). Construct validation approach to psychia- Szasz, T. (1974). The myth of mental illness: Foundations ofa theory
trie classification. En T. Millon y G. L. Klerman (Eds.), ofpersonal conduct (Rev. ed.). New York: Harper y Row.
Contemporary directions in psychopathology (pp. 307-330). New Vaillam, G. E. (1987). An empirically derived hierarchy of adap-
York: Guilford Press. tive mechanisms and its usefulness as a potemial diagnostic
Smith, E. E., Y Medin, D. L. (1981). The psychology of conceptual axis. En G. L. Tischler (Ed.), Diagnosis and classification in
processes. Cambridge, MA: Harvard University Press. psychiatry. A critical appraisal ofDSM-JJJ (pp. 464-476). Cam-
Spitzer, R. L. (1991). An outsider-insider's view about revising the bridge: Cambridge University Press.
DSMs. Journal ofAbnormal Psychology, 100, 294-296. Waitzkin, H. (1981). A marxist analysis of the healrh care systems
Spitzer, R. L.; Endicott, J., y Robins, E. (1975). Research diagnostic of advanced capitalist societes. En L. Eisenberg y A. Kleinman
criteria (RDC) jor a selected group offunctional disorders. New (Eds.), The relevan ce of social science jor medicine. Dordrecht:
York: NY State Psychiatrie Institute. D. Reidel.
Spitzer, R. L.; Endicott, J., y Robins, E. (1978). Research diag- Waxler, N. (1974). Culture and memal illness: A sociallabeling pers-
nostic criteria: Rationale and reliability. Archives of General pective. Journal ofNervous and Mental Disease, 159, 379-395.
Psychiatry, 35, 773-782. Widiger, T. A., Y Frances, A. (1985). Axis II personality disorders:
Spitzer, R. L., Y Fleiss, J. L. (1974). A re-analysis of the reliability Diagnostic and treatment issues. Hospital and Community
of psychiatric diagnosis. British Journal ofPsychiatry, 125,341- Psychiatry, 36, 619-627.
347. Widiger, T. A.; Frances, A. J.; Pincus, H. A.; Davis, W. W., y First,
Spitzer, R. L., Y Wilson, P. T. (1975). Nosology and the official M. B. (1991). Toward an empirical classification for DSM-IY.
psychiatric nomenclature. En A. M. Freeman, H. 1. Kaplan y Journal ofAbnormal Psychology, 100,280-288.
B. ]. Sadock (Eds.), Comprehensive textbook ofpsychiatry (Vol. Widiger, T. A., Y Sanderson, C. J. (1995). Toward a dimensional
2). Baltimore, MD: Williams y Wilkins. model of personality disorders. En W. ]. Livesley (Ed.), The
Spitzer, R. L.; Willams, J. B. Y Gibbon, M. (1987). Jnstruction DSM-JV personality disorders (pp. 433-458). New York: Guil-
manual jor the Structured Clinical Jnterview jor DSM-IJJ-R ford.
(SCJD). New York: NY State Psychiatric Institute. Winograd, T. (1975). Frame represemations and the declarative-
Sprock, J., y Blashfield, R. (1983). Classification and nosology. En procedural comroversy. En D. G. Bobrow yA. Collins (Eds.),
M. Hersen, A. E. Kazdin yA. S. Bellack (Eds.), The clinical psy- Representation and understanding: Studies in cognitive science
chology handbook (pp. 289-307). Ncw York: Pcrgamon Prcss. (pp. 185-210). Ncw York: Academic Press.
Stein, D. ]. (1993). Cross-cultural psychiatry and the DSM-IY. World Health Organization. (1992). The JCD-10 classification of
Comprehensive Psychiatry, 34, 322-329. mental and behavioural disorders: Diagnostic criteria jor rese-
Stromgren, E. (1992). Nosology and classification: Friends of arch. Geneva: WHO.
foes? En F. P. Ferrero, A. E. Haynal y N. Sartorius (Eds.), Wynne, L. C. (1987). A preliminary proposal for strengthening
Schizophrenia and affective psychoses: Nosology in contemporary the multiaxial approach of DSM-I11. Possible family-oriemed
psychiatry (pp. 11-16). London: John Libbey. revisions. En G. L. Tischler (Ed.), Diagnosis and classification
Stuart, R. B. (1970). Trick or treatment. Champaign, IL: Research in psychiatry. A critical appraisal of DSM-JJJ (pp. 477-488).
Press. Cambridge: Cambridge University Press.
Surtees, P. G., Y Kendell, R. E. (1979). The hierarchy model of Zimmerman, M.; Pfohl, B.; Coryell, W.; Stangl, D., y Coren-
psychiatrie symptomatology: An investigation bases on Pre- thal, C. (1988). Diagnosing personality disorder in depressed
sem State Examination ratings. British Journal of Psychiatry, patiems: A comparison of patiem and informam imerviews.
138, 438-443. Archives ofGeneral Psychiatry, 45,733-737.

También podría gustarte