Está en la página 1de 226

Serie Ensayo

LECHE AMARGA: VIOLENCIA Y EROTISMO EN LA NARRATIVA


CHILENA DEL SIGLO XX
(BOMBAL, BRUNET, DONOSO, ELTIT)
RUBÍ CARREÑO BOLÍVAR

Leche amarga:
violencia y erotismo en la narrativa
chilena del siglo XX
(Bombal, Brunet, Donoso, Eltit)

Ensayo / Literatura
E D I T O R I A L
CUARTOPROPIO
Leche amarga:
violencia y erotismo en la narrativa
chilena del siglo XX
(Bombal, Brunet, Donoso, Eltit)

© RUBÍ CARREÑO BOLÍVAR


Inscripción Nº 159.592
I.S.B.N. 978-956-260-391-1
© Editorial Cuarto Propio
Keller 1175, Providencia, Santiago
Fono/Fax: (56-2) 341 7466
E-mail: cuartopropio@cuartopropio.cl
Composición: Producciones E.M.T. S.A.
Imagen de portada: Pilar Álvarez Rubio
Impresión interior: LOM Ediciones

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE


1ª edición, junio de 2007
Queda prohibida la reproducción de este libro en Chile
y en el exterior sin autorización previa de la Editorial.
A Simón, (por) la leche y la miel.
Agradezco a mis maestros (en estricto orden de aparición) Virginia Bolívar,
Enrique Carreño, Mauricio Carreño, Danilo Santos, José Luis Samaniego, Ro-
drigo Cánovas, Patricio Lizama, Sonia Montecino, Augusto Bolívar, Margarita
Préndez, Paulina Schindler, Clara Olivares, Diamela Eltit, Christian Matus,
Luis Vaisman, Roberto Hozven, Eugenia Brito, Richard Astudillo y Cristian
Opazo, por la llegada a mi vida y a este libro.
11

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 04
CAPÍTULO I
APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 14
1. Significaciones del erotismo y sus
vínculos con la violencia en Occidente 14
1.1. Al acecho de eros: el erotismo como causa de la violencia 15
1.1.1. Georges Bataille: la conjunción de los opuestos 16
1.1.2. René Girard: la violencia como sombra del erotismo 20
a) La violencia colectiva 20
b) El deseo triangular 24
1.2. El sexo como sublimación o felicidad social 25
1.2.1. Freud y el malestar en la sexualidad 25
1.2.2. Wilhelm Reich y Herbert Marcuse: el sexo como
felicidad 27
1.3. Michael Foucault: Poder y erotismo 32
1.4. Otros tactos 36
2. Estudios de género: construcción de lo
femenino/masculino en Chile y sus vínculos
con la violencia y el erotismo 37
CAPÍTULO II
CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA
ARENA DISCURSIVA DE LOS AÑOS 30 40 41
1. La crisis de Familia 41
1.1. Hojeando la revista 43
1.2. Familia puertas adentro 46
1.3. Familia puertas afuera 50
1.4. Periodismo y literatura: Vicios públicos, virtudes privadas 54
2. Una escena crítica: estereotipos e ideologías de género
en la recepción crítica de Brunet y Bombal 56

2.1. El escenario 57
12

2.1.1 El cuerpo degradado 58


2.1.2 El cuerpo “glorificado:” la madre espiritual y la señorita 59
2.1.3 El cuerpo travestido 61
3. La otra pugna: Vanguardismo y Criollismo 63
3.1. María Luisa Bombal: diciendo desde la otra orilla 63
3.2. Brunet: el criollismo como mascarada 66
4. Brunet y Bombal: dos voces, dos estrategias 68
CAPÍTULO III
BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 70
1. Aguas Abajo 70
2. Un “trapo de piso” y la reina del hogar 71
2.1. Reina y víctima 73
2.2. La reina de la casa 76
3. “Aguas Abajo:” los cuatro lados de un triángulo 79
3.1. Escena uno: “En la casa la existencia se guiaba por las aguas” 80
3.2. Escena dos: “Mi taita no, su marío” 83
3.3. Escena tres: “Es pior que macho” 86
3.4. Escena cuatro: “La dueña de casa” y “Su mujer” 88
4. Nuestras vidas son los ríos.... 90
CAPÍTULO IV
BOMBAL (1949): LA BELLEZA ENCLAUSTRADA 91
1. Nadja y los Quincheros toman el té:
surrealismo en el fundo chileno 92
1.1. Naturaleza y cultura 93
1.2. Masculino y femenino 95
1.3. El “conocer” al/del varón 97
1.4. La bella prostituta: excurso a partir de Juan Emar 99
2. Plus belle pour toi 101
CAPÍTULO V.
DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO
EN EL LUGAR SIN LÍMITES 107
1. El lugar del límite 107
13

2. Construcción de los géneros y sexualidades en


El obsceno pájaro de la noche 110
2.1 Significados de la sexualidad y la violencia 111
2.2 Construcción de lo femenino y lo masculino 114
2.2.1 Feminidades: Madres estériles, brujas y putas 114
2.2.2. Masculinidades: chingones, apequenados y monstruos 115
2.3 Otra mirada al “grotesco donosiano.” 117
3. La per/versión de la Manuela 118
3.1. Un vestido y un amor 118
3.2 Erotización, dominación y dinero. 126
3.3. Tengo cicatrices de risas en la espalda 129
3.4 Se armó la casa´e putas 132
CAPÍTULO VI
POR LA PATRIA (1986):
EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 136
1. La salida colectiva del erial: recepción crítica y
estrategias de inserción 136
1.1 Marginalidades o pasafronterías 144
2. Por la patria: condensación de tiempos y espacios 146
2.1. El cerco, el delirio, el cerco: casa y nación. 146
2.1.1. ¿No soy hija ya? ¿No? 154
2.1.2. Desmaterna 159
2.2. De Coya a Coa; pasado colonial, presente imperial 162
3. ¿Ni un rulito? ¿Ni un un brillito pa que dorado la quieran? 166
CAPÍTULO VII
CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 175
1. El huaso y la lavandera: significaciones de la sexualidad
y la violencia en la contrucción de géneros 177
2. Voces familiares y la construcción de los géneros 186
2.1 (Des)madrarse 186
2.2. Des(a)pa(d)recer 194
2.3 Los hijos de Don Alejo 195
3. Otras lenguas: periodismo, crítica, política 197
14

3.1 Coda 203


BIBLIOGRAFÍA 209
15

INTRODUCCIÓN

Hablo siempre de las cosas nuevas de la infancia,


del estilo asombrosamente decadente de la patria.
(Eltit, 1986:199)

Con el desapego de quien experimentó los efectos de la dicta-


dura, pero en otro lugar y de otra manera, una amiga veinteañera y
“retornada” me dijo que entendía perfectamente el aislamiento en que
mi generación vivió su juventud. Dijo que con solo tres canales de
televisión manejados por el Estado; con toque de queda; cargando o
pateando piedras y experimentando en secreto casi todas las relaciones
significativas, no quedaba otra cosa que hacer para vivir espacios de
placer y libertad, que leer. Y tener relaciones sexuales –agregué yo en
honor a la verdad y por mero rigor histórico– recordando, además, la
clandestinidad, no sé si feliz, que rodeaba ambas prácticas.

Somos los niños que vimos matar(se) a Allende y entronizar(se)


a Pinochet; los que vimos vestirse de negro o con delantales de co-
lores a nuestras madres para convertirse en las viudas o esposas de
Chile; los que gritábamos con los Bochincheros, para no escuchar
los otros gritos, los que vimos desaparecer o enriquecerse a nuestros
padres. Los que crecimos siendo testigos de la violencia doméstica
y nacional, con la única posibilidad de palear el dolor entre líneas,
entre sábanas.

Quizás para celebrar el hogar que nos dieron los maravillosos


textos que este trabajo convoca y para contribuir a exorcizar la pena de
esos años, es que esta investigación reflexiona sobre los modos en que
anudamos la violencia al erotismo en los espacios que habitamos. Esta
reflexión parece pertinente al recordar los altos índices de violencia
doméstica y un pasado reciente en que el abuso fue la norma. Tanto
en la casa como en la nación la sexualidad ha sido una instancia de
sometimiento de otro/a y de genocidio más que de placer mutuo.
16 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena del siglo XX… / RUBÍ CARREÑO B.

Las narrativas de Brunet, Bombal, Donoso y Eltit, constituyen


una parte importante del canon narrativo chileno del siglo XX.
Sin embargo, y pese a su incuestionable calidad, esta pertenencia a
la “nación literaria” no fue fácil ni inmediata. Al momento de ser
publicados, estos textos fueron calificados por la crítica como “des-
agradables,” aunque por cierto, no se profundizó en las razones del
malestar que producían.1

Proponemos releer una parte importante de la historia de la


narrativa chilena a partir de aquellos aspectos “desagradables” que la
primera crítica escamotea; como también, a partir de las estrategias
para introducir esa “incomodidad” en el canon narrativo chileno.2

“Aguas abajo” (1943) de Marta Brunet, “La historia de María


Griselda” (1946) de María Luisa Bombal, El lugar sin límites (1966)
de José Donoso y Por la patria (1986) de Diamela Eltit, constituirían
una tradición literaria que explora la fusión entre violencia y erotismo
en la cultura chilena.3

1
La relación entre el canon literario y la nación ha sido abordada por Fernando
Blanco en “Traducciones, consensos y otras asepsias” (Blanco, 1998).
2
No es difícil adivinar que la presencia de inmaculadas mujeres de clase alta
“ardiendo de pasión;” los deseos homoeróticos de los personajes; el modelo
familiar conformado por la madre prostituta, el padre homosexual y una niña
andrógina; los incestos, asesinatos y violaciones; y la superposición de espacios
que homologa el salón de la casa con el del burdel o, el dormitorio con la cárcel,
y todos ellos con la patria, son los elementos de esta narrativa más visibles de
lo que en Chile suele/debe quedar fuera de la foto familiar.
3
Nos apartamos del modelo generacional para adherir al concepto de tradición
narrativa construida a partir de la lectura de un conjunto de textos pertenecien-
tes a distintos tiempos, autores/as y movimientos literarios, pero cruzados por
un proyecto común que el crítico traza. El concepto de historia literaria podría
volver a articularse a partir del conjunto de tradiciones entretejidas. En este
sentido, esta investigación se acerca a las concepciones de la historia literaria
propuestas por la crítica feminista. Pienso sobre todo en las “genealogías” de
Eliana Ortega (1996) y la proposición de Raquel Olea de “construir sentidos
de los textos, como productividad cultural que pueda intervenir y ampliar los
INTRODUCCIÓN 17

Para realizar una lectura que dé cuenta de lo anterior, propo-


nemos determinar a través de qué significaciones el erotismo y la
violencia se confunden en el corpus; establecer cómo se construyen
los géneros femenino/masculino y sus interacciones en un contexto
familiar y, finalmente, leer desde esta perspectiva los referentes de la
tradición literaria con los que dialogan los textos.

Puesto que los diferentes lugares de enunciación determinan lo


que “se dice y no se dice” así como las formas que adquiere ese “decir
y no decir” es que leemos estos textos de manera dialógica. Es decir,
en relación con el corpus individual y colectivo de los autores; con
otros discursos sociales como la crítica literaria, el periodismo y el
discurso político y finalmente, entre sí. Este procedimiento de lectura
nos permitirá oír y completar todas las voces que articulan el discurso
erótico-violento: las voces familiares (materna, paterna y filial) y las
de las diferentes clases sociales que conforman el “fundo patronal”
chileno. Por otro lado, también nos permitirá determinar los modos
en que los diferentes referentes de la tradición literaria abordan el
erotismo y la violencia así como las diferencias del discurso literario
respecto a otros discursos sociales.4

corpus masculinos, cerrados en corrientes, generaciones, épocas, sin posibilitar


cruces, y transversalidades textuales” (1998: 15). Si bien es cierto, Olea plantea
una crítica a las genealogías de Ortega en tanto se pregunta “por el ingreso a
la historia literaria, antes que construir una historia alternativa” (15), desde
la perspectiva de esta investigación no son posiciones excluyentes. Es posible
construir una tradición tomando como corpus textos que pertenecen al canon
narrativo e intervenirlo a través de la lectura de aspectos que hasta hace poco
eran considerados marginales. Por otro lado, “las genealogías” han sido una
herramienta consistente a la hora de reposicionar en el canon a autoras como
Brunet. La narrativa de Donoso y luego, de Eltit, han permitido rescatarla del
fundo criollista.
4
Tanto Josefina Ludmer (1980) como Beatriz Sarlo (1990) han fijado la opo-
sición “decir/no decir” como estrategia de lectura.
18 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena del siglo XX… / RUBÍ CARREÑO B.

El espacio privilegiado en los textos escogidos es la casa familiar


de la cultura hacendada chilena.5 A la casa de los patrones se super-
pone la de los inquilinos, el prostíbulo, el infierno y el centro de
detención. Esta condensación es posible en tanto en estos lugares, los
cuerpos y las pasiones se transan a través del dinero o del lugar que
se ocupará como víctima o victimario. Por otro lado, el aislamiento
y la pérdida de referentes externos; el imperio de “leyes” propias o en
palabras de Agamben, del bando como norma; la impunidad ante el
abuso y las relaciones de dominación posibilitarían la superposición
de espacios a la nación en su conjunto.6 Esta relación casa-nación
se hace progresiva a través de los textos, siendo Por la patria, el que
desde su título la productiviza y le otorga, además, una dimensión
histórica y política a la misma.

Por otro lado, tanto el discurso público de Pinochet, que enun-


ciaba que en “Chile no se movía una hoja sin que él lo supiera” así
como el rumor popular de aquel entonces que lo vinculaba a “un
patrón de fundo” o “tata,” como lo llamaban sus partidarios, hacían
del Chile preglobalizado de los ochenta, un pequeño campo (de
concentración), un pequeño fundo.

La emergencia y aceptación reciente en la academia de nuevos


saberes tales como los estudios culturales, la crítica feminista, los
estudios de género y los queer studies permitirán la legitimación y cir-
culación institucional de textos y de procedimientos de lectura cuyos

5
El fundo es una unidad mínima que nos permite observar relaciones inter
clases y también intrafamiliares. Para cultura rural v. La sociedad rural chilena
(Bauer, 1975) y El poder y la subordinación. Historia social de la agricultura
chilena (Bengoa, 1990).
6
Tal como ha señalado Brito (1990), Por la Patria (Eltit, 1986) incorpora un
espacio nuevo en la narrativa chilena y en el corpus: el erial urbano. Esto nos
permitirá reflexionar, en este libro, en torno al tránsito del fundo a la ciudad
en el contexto dictatorial.
INTRODUCCIÓN 19

sujetos de enunciación hasta hace pocos años se jugaban en diversos y


precarios escenarios la posibilidad de autorrepresentarse o de construir
una memoria. De alguna forma, en la calle y en la academia, estos
saberes han construido la posibilidad ética, estética y política de decir
(se). Tanto los estudios de género como los estudios culturales han
vuelto a abordar la hoy menos tensa relación entre literatura y sociedad
ofreciéndonos un antecedente y marco global para este trabajo.

Desde la perspectiva de los estudios de género en Chile es


especialmente importante Madres y Huachos (Montecinos, 1991).
A la relación entre mestizaje y conquista abordada por Paz (1950),
Montecino incorporará el factor de la ilegitimidad en la construcción
de los géneros y en su interpretación de la cultura chilena. Si Paz
centra el análisis en el “chingón,” Montecino lo hará en “la madre,”
entendida en su doble faceta de Virgen y Malinche.7

El análisis de los textos muestra que la pareja de “madres y


huachos” presentado por Sonia Montecino adquiere un nuevo mo-
vimiento: la violencia del chingón contra lo materno y la violencia de
lo materno que excluye a lo masculino de todo papel adulto incide
en que hombres y mujeres asuman los papeles intercambiables de
“víctima” y “victimario.” El chingón y la chingada intercambian sus
máscaras en el escenario cerrado y endogámico de la casa de fundo,
que es también el espacio de la nación.

Las relaciones entre los géneros e intragenéricas aparecen en el


corpus como vínculos de dominación o de competencia. De este

7
Por otro lado, los ya clásicos estudios sobre violencia y sexualidad de Foucault
(1971) y de René Girard (1961, 1972, 1982) también orientan nuestro trabajo.
El primero, en tanto entabla la relación entre poderes, discursos y sexualidades
y el segundo, en relación al deseo mimético y triangular; su mirada de género
sobre la violencia asociada a la sexualidad y a la caracterización de la violencia
colectiva.
20 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena del siglo XX… / RUBÍ CARREÑO B.

modo, lo masculino adquiere las características de una masculinidad


hegemónica, “el patrón de fundo” o su revés victimoso, el varón
“apequenado.” Relacionalmente, lo femenino se construirá como
la sempiterna víctima de los excesos masculinos o, en su cariz de
victimaria, como la represora de la sexualidad de niños, niñas y de
la masculinidad adulta en su pareja.

A partir de este supuesto de que la construcción de los géneros


“victima-victimario/a” se entiende en relación a la jerárquica cultura
hacendada que ha predominado en Chile trazaremos un diálogo con
los referentes literarios que se apropiarían de esa tradición cultural.

De este modo, Brunet imita sus estereotipos a través del criollis-


mo, pero le otorga significaciones críticas; Bombal lleva el surrealismo
al fundo poniendo de manifiesto las coincidencias y tensiones entre
la burguesía chilena y la cosmovisión vanguardista de la realidad;
Donoso invierte el surrealismo y el criollismo a través del grotesco
y finalmente, Eltit a través de algunas estrategias neobarrocas recoge
las hebras del pasado mestizo y rural y las teje en un presente pobre y
poblacional. Si realizamos un trazado desde Brunet a Eltit analizando
las estrategias textuales propias de cada referente a través del prisma
de lectura que hemos propuesto, nos será posible escuchar no solo
las voces familiares de la madre (en Bombal y Brunet), del padre
(en Donoso) y de los hijos/as en Eltit, sino que escuchar las voces y
silencios en torno a la violencia y el erotismo.

En tanto trabajo que recorre diversos referentes y momentos


de la historia del siglo XX establecemos un diálogo con las historias
canónicas de la literatura (las impresionistas, las generacionales, las
de movimientos literarios). Sin embargo, este diálogo no asume ni
“filiaciones” ni “parricidios” con esta tradición crítica: las filias y fobias
quedan, como ocurre casi siempre, en familia y nuestros antecedentes
“familiares” son otros, los que hemos señalado en la introducción.

En relación a las historias de cuño impresionista, de las cuales


Historia personal de la literatura chilena de Alone (Díaz Arrieta: 1954)
INTRODUCCIÓN 21

es el texto paradigmático, serán consultadas para establecer diálogos con


el discurso hegemónico de principios de siglo, sobre todo en cuanto a la
concepción existente en torno a la narrativa de Marta Brunet y María
Luisa Bombal y para determinar las negociaciones que permitieron el
ingreso de estos “dos cuerpos extraños” al canon narrativo.

Las historias que adhieren a un esquema generacional como


Historia de la novela hispanoamericana (Goic 1972), La novela chi-
lena del último siglo (Promis: 1993) nos han sido de utilidad para
ver la inclusión de los textos en ciertos movimientos y períodos. Sin
embargo, nuestro interés principal no es éste, sino más bien mos-
trar que la elección e interpretación de los referentes literarios de la
tradición (movimientos y tendencias) no solo obedecen a criterios
generacionales o estéticos (todos los autores han sido reconocidos
por renovar, de alguna forma, la narrativa chilena) sino también a
ideologías de género y de clase que los textos contribuyen a representar
y a deconstruir simultáneamente.8

Para dar cuenta de la especificidad literaria y narrativa del corpus


analizado hemos encontrado un punto de apoyo importante en las
teorías textuales de Mijail Bajtin. No solo porque al considerar la
palabra del que se llama “otro” está en consonancia con el enfoque de
género que proponemos, sino porque nos permite poner en diálogo
los textos sin perder la perspectiva social e histórica. Por otro lado,
la teoría textual de Bajtin posibilita analizar las tensiones evaluativas
entre el pensamiento hegemónico y el emergente en cada uno de los
textos respecto a la sexualidad, la violencia y los géneros sexuales.

También hemos acogido las investigaciones de Marc Angenot,


quien a partir de los estudios de Bajtin, ha acuñado el concepto de

8
A partir de los ochenta la narrativa chilena se aborda en sus expresiones mar-
ginales: la narrativa en el exilio; la generación del ochenta, que es el nombre
político del conjunto de escritores que luego formarán “la nueva narrativa chi-
lena;” literatura y (post)dictadura; “nueva narrativa” y sociedad de mercado.
22 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena del siglo XX… / RUBÍ CARREÑO B.

“interdiscursividad” (Angenot: 1986,1998) como herramienta no-


cional para poner en diálogo los diferentes discursos que conforman
el discurso social.9 A nuestro juicio, no es posible entender el texto
literario sino en diálogo con otros discursos sociales, incluso aquellos
considerados espúreos como el periodismo o la propaganda política. Es
necesario estudiar el texto no solo en una “relación endogámica,” viendo
la genealogía, algo que hacemos en la lectura diacrónica que propone esta
investigación, sino también en relación a sus parientes lejanos.

Aparentemente el tan citado y no por ello menos real “doble


discurso” chileno sobre los temas que cruzan lo privado y lo pú-
blico, como la sexualidad o la vida familiar, se verterían en canales
diferentes, no solo como una especie de ejemplo sobre la división
del trabajo discursivo en una sociedad dada (cfr. Angenot, 1998) o
como ejemplo sobre las licencias o prohibiciones que ésta otorga a
un discurso y otro. El diálogo entre diversos discursos permitiría leer
las transgresiones, presiones y sumisiones que los narradores debieron
enfrentar en relación a la representación de los géneros y de la familia
en general; y como veremos, la escisión a la cual un mismo sujeto
es obligado a someterse al hablar desde dos espacios discursivos e
ideológicos diferentes. Finalmente, el concepto de interdiscursividad
permite dejar en un mismo plano –el discursivo– facetas diferentes
de la cultura chilena, haciendo más operativo, desde un punto de
vista epistemológico, el diálogo entre cultura y sociedad.

Según lo anterior, nuestro marco conceptual se referirá a las


siguientes cuestiones: las significaciones del erotismo y sus vínculos
con la violencia en Occidente vistas, fundamentalmente, a partir de
los textos teóricos canónicos sobre el tema.

9
“Los sistemas cognitivos, las distribuciones discursivas, los repertorios tópicos
que en una sociedad dada organizan lo narrable y argumentable, aseguran una
división del trabajo discursivo, según jerarquías de distinción y de representa-
ción del mundo (Angenot, 1998: 17-18).
INTRODUCCIÓN 23

El primer capítulo, “Apuntes para una filosofía del tocador”


recorre las significaciones del erotismo y sus vínculos con la violen-
cia en Occidente a partir de autores y textos clásicos en la materia.
Revisa, además, la construcción de lo femenino/masculino en Chile
y sus vínculos con la violencia y el erotismo, analizados a partir de
los estudios de género.

En el segundo capítulo, “Contextos: la crisis de los géneros en


la arena discursiva de los años 30-40” leeremos una serie de textos
no ficcionales pertenecientes al discurso periodístico a fin de forjar el
contexto en relación a los géneros sexuales y el contexto literario en
que emerge la narrativa de Brunet y Bombal. La lectura de la revista
Familia, dirigida por Brunet entre 1935 y 1940 ilustrará la crisis de
los géneros hegemónicos, de las relaciones de complementariedad y
del amor romántico. El análisis de las primeras críticas determinará las
transacciones que permiten el ingreso al canon de Brunet y Bombal
y, finalmente, mostraremos una lectura de la pugna vanguardismo y
criollismo en estas dos autoras desde una perspectiva de género.

Los capítulos III, IV, V y VI corresponden a las lecturas de Bom-


bal, Brunet, Donoso y Eltit respectivamente, en que cada texto se leerá
de acuerdo a las siguientes constantes: significaciones del erotismo y
la violencia; voces predominantes; espacio privado y público; cons-
trucción de los géneros; diálogo con la recepción crítica, con textos
de otros /as autoras para analizarlos en relación al género y la clase y
con otros discursos sociales, en especial el de los medios.

En el último capítulo realizaremos el diálogo entre todos los


autores a fin de leer las continuidades, las rupturas y las progresiones
en las cuestiones propuestas. De alguna forma, en este capítulo se
establecerá la red de citas entre los autores estudiados, no a fin de
determinar influencias, que son claras, sino más bien para comprender
de qué modo cada uno se apropia literariamente de la relación entre
sexualidad y violencia que atraviesa la casa, la nación y también el
trabajo literario, como su recepción.
24 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena del siglo XX… / RUBÍ CARREÑO B.

La reflexión sobre la violencia y el erotismo se hace necesaria no


solo por ventilar los secretos de familia, o los de estado, sino para ayu-
dar a gestar el cambio cultural que queremos. La literatura, en tanto
discurso ficcional, polisémico y polifónico puede sortear las censuras,
y acrisolar o tensar en sí misma diversos discursos sociales abriendo,
así, nuevas posibilidades o espacios para la comprensión de este nudo
hostil que acompaña, como un mal aliento, a la sociedad chilena.
25

I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR

1. Significaciones del erotismo y sus vínculos


con la violencia en Occidente

Hemos encontrado tres significaciones que vinculan el erotis-


mo a la violencia. Estas significaciones operan en nuestra sociedad
a través de distintos discursos, desde las conversaciones cotidianas y
los medios de comunicación, hasta los textos literarios y críticos. De
alguna manera, los textos teóricos que hemos considerado canónicos
respecto al tema de la sexualidad en Occidente, amplían, analizan,
deconstruyen o discuten estas significaciones de circulación más o
menos global.

La primera significación concibe a la sexualidad como una fuerza


instintiva que lleva al desorden y a la destrucción y, por lo tanto, debe
ser neutralizada a través de un rito, de un contrato o de algún tipo
de expiación.10 En esta significación, el erotismo y la violencia son
instancias casi superpuestas; “una lleva a la otra.” Tal como señala
Foucault (1971) el castigo a la sexualidad habría recaído histórica-
mente sobre lo entendido como femenino o lo “feminizable.”11

La segunda significación entiende el erotismo como una fuerza


ahistórica que se sublima en beneficio de la cultura o bien, que po-
dría canalizarse en pro de la felicidad personal o social. De manera

10
En este sentido puede entenderse la polémica sobre la “crisis moral” iniciada
durante la transición a la democracia. Desde este punto de vista, la sexualidad
sería la responsable de la violencia social y no la impunidad o la corrupción: La
juventud, como expresión de lo “femenino” sería el chivo expiatorio de la crisis.
11
Desde la perspectiva de este trabajo, la violencia asociada al sexo sería el resul-
tado de la necesidad de expiar la culpa por el placer.
26 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

similar, la violencia sería también una especie de energía que actua-


ría de manera introyectada o externamente como un garante de la
estabilidad.

Finalmente, la tercera significación concibe el erotismo super-


puesto a la expresión de dominio sobre otro/a. Este dominio podría
expresarse a través de diversos discursos que controlan las prácticas
y los conceptos en torno a la sexualidad.

En este trabajo concebimos la violencia y el erotismo como con-


ceptos que se han construido históricamente y de manera relacional.
Serían impulsos “ciegos” únicamente en cuanto la cultura “naturaliza”
ciertas prácticas y deslegitima otras. Los diversos enfoques teóricos
que expondremos son una muestra en sí misma de que estas signi-
ficaciones no son estáticas: los gestos, las retóricas, los rituales del
amor y del odio se nutren de la cultura y de la historia y los textos
teóricos son sensibles a estas influencias.

Por todo lo anterior, más que “aplicar” un modelo teórico pro-


ponemos un diálogo entre las teorías y el corpus escogido. Sobretodo,
porque en tanto construcciones de lenguaje ambos discursos están
permeados por ideologías de género que hacen concebir a la sexua-
lidad y a la violencia de determinadas maneras.

1.1. Al acecho de eros: el erotismo como causa


de la violencia

La sexualidad como origen de la violencia es quizás una de


las concepciones más extendidas en el tiempo y más arraigadas en
nuestra cultura. Tanto Bataille como René Girard explorarán esta
significación desde la antropología. Sin embargo, para el primero,
la sexualidad como la muerte, efectivamente, estarán en el terreno
de la transgresión y la violencia. Para Girard, en cambio, pese a la
contigüidad entre violencia y erotismo, la sexualidad será tan solo
una mascarada de la violencia.
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 27

1.1.1. Georges Bataille: la conjunción de los opuestos

La idea de la continuidad entre la vida y la muerte, entre la agonía


y el éxtasis es una historia bien antigua que las distintas religiones
han explorado ampliamente. Sin embargo, será en algunos escritores
modernos como Sade, Poe y Stocker, que dolor y placer, vida y des-
trucción se entenderán como una conjunción. Esta tradición literaria
logró construir un campo simbólico alrededor de la putrefacción o
aniquilamiento del cuerpo, la noche, la sangre derramada y la ilusión
del dominio absoluto del otro como fuentes del placer.

Durante el siglo XX y desde el surrealismo, será Bataille quien


contribuirá a concebir la sexualidad humana como un escenario
donde confluyen la vida y la muerte.12 Sin embargo, a diferencia de
los anteriores, Bataille articulará su pensamiento sobre el erotismo
vinculándolo estrechamente a la reproducción.13 La fusión entre la
vida y la muerte radicarían en la disolución de la subjetividad que se
experimentaría en el orgasmo y la continuidad como especie, produc-
to del acto sexual: “...para nosotros que somos seres discontinuos, la
muerte tiene el sentido de continuidad del ser: la reproducción con-
duce a la discontinuidad de los seres, pero pone en juego la continui-
dad, es decir, que está íntimamente ligada a la muerte” (1957:25).14

12
A pesar de que los modos de contagio exceden el terreno de las prácticas
sexuales, el SIDA ha vuelto a relacionar la sexualidad a una muerte violenta.
Es interesante hacer notar que a este respecto la sociedad chilena ha preferido
incrementar el número de enfermos y de muertos por la enfermedad, que
aceptar la sexualidad como parte cotidiana de nuestras vidas.
13
Por lo tanto, las concepciones de Bataille en torno al erotismo no consideran las
sexualidades homosexuales; aquéllas que no se centran en la genitalidad y, por
otro lado, las prácticas heterosexuales que desde la píldora hasta la posibilidad
de la fertilización in vitro desvinculan el erotismo de la procreación. Es decir,
lo que Giddens (1992) ha llamado “sexualidad plástica.”
14
Algunas de las obras centrales para la comprensión de sus teorías sobre el
erotismo son: Madame Eduarda (1956), Las lágrimas de Eros (1967), de gran
repercusión en Latinoamérica y El erotismo (1957), texto en el que concen-
traremos nuestro análisis.
28 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

El orgasmo como muerte simbólica garantizaría la continuidad de


la vida, lo que no nos libraría de la angustia de ser conscientes de
nuestra discontinuidad (cfr. Bristow, 1997, 215).

Bataille reflexiona en torno al hecho de que en las sociedades


arcaicas, tanto los ámbitos referidos a la sexualidad como los de la
muerte, son objeto de prohibiciones o interdicciones. Según él,
esto ocurriría porque la sexualidad y la muerte serían igualmente
responsables de la violencia: “lo que el mundo del trabajo excluye
por interdictos es la violencia; en el terreno al que oriento mi inves-
tigación, se trata al mismo tiempo de la reproducción sexual y de la
muerte” (60).

La función de los interdictos, por lo tanto, sería proteger a las


primeras sociedades humanas de la violencia. Sin embargo, los ta-
búes y prohibiciones implican, necesariamente, la posibilidad de su
transgresión: “el interdicto no significa por fuerza la abstención, sino
la práctica en forma de transgresión” (105). La transgresión de los
tabúes permitiría al ser humano ingresar al ámbito de lo sagrado; este
acceso: “se da en la violencia de una infracción” (175). La actividad
erótica sería entonces una forma de acceder a lo sagrado a la vez que
una infracción, de ahí que para Bataille “el campo del erotismo es el
de la violencia, el campo de la violación” (30).

La transgresión de los tabúes respecto a la sexualidad, tiene dos


consecuencias en cuanto a la concepción del erotismo: por un lado,
lo constituye en un extraño “afrodisíaco” o acicate de la sexualidad
y por otro, repliega al erotismo al terreno de lo vergonzoso, lo sucio
y lo pecaminoso:

sin la evidencia de una transgresión, ya no experimentamos ese


sentimiento de libertad que exige la plenitud de la realización
sexual. De tal modo, que una situación escabrosa le es a veces ne-
cesaria al espíritu hastiado para acceder al reflejo del disfrute final
(o, si no la situación misma, su representación que se mantiene
en el tiempo de la conjunción, como en un sueño despierto). Esta
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 29

situación no es siempre terrorífica: muchas mujeres no pueden


disfrutar sin contarse una historia en la que son violadas (149).

No es extraño que en el único momento en que Bataille se refiere


a las mujeres como sujetos del deseo lo haga situándolas como vícti-
mas. En su concepción, el acto erótico es semejante al del sacrificio,
en el que a los hombres les corresponde el papel de oficiantes y a las
mujeres ser la parte maldita, esto es la víctima:

el amante no disgrega menos a la mujer amada que el sacrifica-


dor sangriento al hombre o al animal inmolado. La mujer en las
manos de aquel que la asalta está desposeída de su ser. Pierde,
con su pudor, esa firme barrera que, separándola del otro, la hacía
impenetrable; bruscamente se abre a la violencia del juego sexual
desencadenando en los órganos de la reproducción, que se abre a
la violencia impersonal que la desborda desde afuera (127).

Esta analogía entre oficiante y víctima no solo es tributaria del


entramado entre muerte, violencia y erotismo que nos presenta Ba-
taille, sino también de concepciones estereotipadas de la sexualidad.
Estos estereotipos se vinculan a categorías estáticas de lo femenino y
masculino caracterizados como pasivo y activo, respectivamente:

En el movimiento de disolución de los seres, el compañero


masculino tiene en principio un papel activo, la parte femenina
es pasiva. Es esencialmente la parte pasiva, femenina, la que es
disuelta en tanto que ser constituido. Pero, para un compañero
masculino, la disolución de la parte pasiva no tiene más que un
sentido: prepara una fusión en la que se mezclan dos seres que
alcanzan juntos el mismo punto de disolución (31).

En síntesis, en el pensamiento de Bataille vida y muerte, ero-


tismo y crueldad son instancias que comparten rasgos y se cruzan,
sobre todo en el acto sexual. Es por ello que, aunque la sexualidad
esté vinculada en su pensamiento a la reproducción, se la asocia más
que al semen o a los fluidos vaginales a los líquidos abyectos, caídos,
los que recuerdan que como cadáveres también caeremos, es decir,
30 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

el vómito y los excrementos. Así, siguiendo con la lógica surrealista


de los opuestos, de la repulsión surgiría también el deseo, así como
el deseo provocaría repulsión. También, y de acuerdo a la misma
lógica, si el placer está vinculado a la violencia, la violencia (vista
como sacrificio, o revestida de cierta sacralidad) podría también
producir placer.

Tras leer a Bataille queda la sensación de que en la escritura


dispersa y original, comentada ampliamente por el grupo Tel Quel y
reelaborada por escritores latinoamericanos como Sarduy y Elizondo,
se revelan apreciaciones más o menos convencionales respecto al tema
que a nosotros nos interesa.

A pesar de la espectacular escena en la cual se desarrolla el pen-


samiento de Bataille respecto a la violencia y el erotismo, esto es:
los espacios primigenios, el altar sacrificial y la particular dialéctica
surrealista, hombre y mujer aparecen representando una obra cono-
cida: él, un victimario autorizado por dios y los hombres y ella, una
víctima abierta a una sexualidad masculina que se percibe a sí misma
como sucia y agresiva.

Aunque Bataille reconoce que los interdictos cumplen la función


de poner freno a la violencia, no hace de esta última una cuestión de
análisis. Bataille se queda en el terreno de lo “sagrado” y la “soberanía”
que adquiriría el hombre al transgredir los interdictos que pesan sobre
la sexualidad y la muerte.

Su pensamiento bordea la ero-estética sadomasoquista y, de otra


manera, menos atemorizante o más glamorosa, según desde donde
se la lea, a ciertas eróticas domésticas en las que se desvanecen el
ritual y las palabras, y se queda la culpa, los roles estereotipados y la
necesidad de un castigador y un castigado.
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 31

1.1.2. René Girard: la violencia como sombra del erotismo

Tanto Georges Bataille como René Girard ven en lo sagrado y


en los tabúes una forma de controlar la violencia en las sociedades
arcaicas. Sin embargo, difieren en que mientras Bataille explora la
posibilidad de acceder a lo sagrado a través de la violación de los
interdictos, René Girard profundiza en la experiencia de la violencia
y sus articulaciones y deja la sexualidad como una de las formas de
elidir el problema real que sería la violencia humana. Analiza dos
fenómenos particulares: la violencia colectiva expresada en el sacrificio
y en las persecuciones colectivas (Girard: 1972, 1982) y la estructura
del deseo triangular y mimético (1961).

a) La violencia colectiva

En La Violencia y lo Sagrado (1972) Girard expone por primera


vez la hipótesis de que tras los mitos existen una víctima y una vio-
lencia colectiva reales. En este texto y, posteriormente, en El chivo
expiatorio (1982), presenta una estructura común que rige tanto los
mitos como algunas persecuciones históricas.

Esta estructura podría sintetizarse de la siguiente manera: se


describe una crisis social generalizada –también denominada “crisis
sacrificial–”15 que se expresa en la anulación de las diferencias en la
sociedad; surgen crímenes indiferenciadores; y se culpa a personas
específicas, no tanto por pruebas que los incriminen sino por sus
rasgos victimarios (alguna discapacidad física, pertenecer a una etnia
minoritaria, poseer extraordinaria belleza o fealdad, en suma, poseer
un rasgo diferenciador); no solo se adjudica a la víctima un crimen
específico, como el incesto o el parricidio, sino toda la crisis. A la

15
En la crisis sacrificial la violencia sagrada está mezclada con la violencia indi-
ferenciada.
32 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

víctima propiciatoria se la expulsa o se la destruye en un linchamiento


general en la que toda la comunidad interviene.
Para René Girard el linchamiento o el sacrificio serviría de
“violencia de recambio;” esto es, una sociedad transferiría los mutuos
rencores, rivalidades y agresividades a alguien cuya muerte importe
menos o no importe en absoluto. En ese sentido, el sacrificio
implicaría una “buena violencia” (la sangre derramada en el altar),
que impediría la “mala violencia” (expresada en la sangre derramada
en riñas y asesinatos).

La religiosidad primitiva domestica la violencia, la regula, la or-


dena y la canaliza, a fin de utilizarla contra toda forma de violencia
propiamente intolerable, y con ello en una atmósfera de no-violencia
y de apaciguamiento. Define una extraña combinación de violen-
cia y no violencia. Cabe decir más o menos lo mismo del sistema
judicial (28).

Hemos hablado de una sangre pura, la del sacrificio, y una


impura, la de los asesinatos. ¿Cómo explicar entonces el tabú de la
sangre menstrual común en tantas culturas? Para Girard, este tabú
debe ser entendido en el marco general del “derramamiento de
sangre.” Cuando la sangre se percibe a simple vista significa que la
violencia puede extenderse, su fluidez es semejante al contagio de
la violencia. En una sociedad sin sistema legal, todo derramamiento
de sangre debe ser vengado; cuando “corre la sangre” la sociedad se
encuentra ad portas de la violencia ilimitada que Girard llama “vio-
lencia esencial.” En ese sentido, la presencia de la sangre menstrual
aterroriza y las mujeres menstruando son aisladas, se les prohíbe
tocar objetos y alimentos. Sin embargo, y tal como lo advierte el
mismo Girard:

Es evidente que los hombres nunca han experimentado la menor


dificultad en distinguir la sangre menstrual de la sangre derramada
en un crimen o en un accidente. Ahora bien, en muchas socieda-
des, la impureza de la sangre menstrual es extrema. Esta impureza
tiene una relación evidente con la sexualidad (41).
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 33

Al contrario de Bataille, que equipara sexualidad y violencia en


cuanto a los interdictos, para Girard los interdictos que caen sobre la
sexualidad solo tienen que ver en cuanto ésta puede ser una antesala
para la violencia.

El erotismo no es intrínsecamente “impuro,” sino que en tanto


podría ser causa de violencias apenas se sale de un marco ritualizado
(incesto, adulterio, violación). Girard observa que violencia y erotismo
comparten rasgos comunes y, por tanto, es extremadamente fácil
pasar del plano erótico al violento:

Al igual que la violencia, el deseo sexual tiende a proyectarse sobre


unos objetos de recambio cuando el objeto que lo atrae perma-
nece inaccesible. Acoge gustosamente todo tipo de sustituciones.
Al igual que la violencia, el deseo sexual se parece a una energía
que se acumula y que acaba por ocasionar mil desórdenes si se la
mantiene largo tiempo comprimida. Hay que observar, por otra
parte, que el deslizamiento de la violencia a la sexualidad, y de la
sexualidad a la violencia, se efectúa con gran facilidad, en ambos
sentidos, incluso en las personas más “normales” y sin que sea
necesario invocar la menor “perversión.” (42- 43)

René Girard aporta un elemento determinante a la comprensión


de los vínculos entre la violencia y el erotismo cuando incorpora la
perspectiva de género a su análisis. ¿Qué implicancias tiene para
hombres y mujeres el que los crímenes asociados a la sexualidad sean
simbolizados en el tabú de la sangre menstrual?:

En el pensamiento que se detiene en la sangre menstrual como


materialización de toda violencia sexual, no hay nada, en defi-
nitiva, que sea incomprensible: cabe preguntarse además si el
proceso de simbolización no obedece a una “voluntad” oscura
de cargar toda la violencia exclusivamente sobre la mujer. A
través de la sangre menstrual, se realiza una transferencia de la
violencia, se establece un monopolio de hecho en detrimento del
sexo femenino. (43)
34 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

A partir de la lectura de Girard, entendemos que en las mujeres


recaerá la responsabilidad de generar la violencia asociada a la sexua-
lidad. Su diferencia las convertiría en una suerte de chivo expiatorio
que ocasiona y que, por ende, debe pagar las violencias sexuales de
las que a la vez es víctima. Por otro lado, a lo masculino, si bien libre
de expiaciones, le queda el desafortunado papel de agresor, quien
asume su sexualidad como una agresión y vinculada a un posible
castigo.16

Según Girard es el miedo a la violencia lo que verdaderamente


quiere evitarse con las restricciones a la sexualidad. Así, el mito de
Edipo, más que revelar un deseo de incesto o incluso de parricidio
(según la lectura de Freud), revelaría la violencia recíproca provocada
por la peste y a Edipo (cojo y casi extranjero) como víctima propicia-
toria: “La sexualidad “desnuda,” “pura,” está en continuidad con la
violencia; constituye, pues, tanto la última máscara bajo la cual ésta
se recubre como el comienzo de su revelación” (126).

b) El deseo triangular

Esta contigüidad entre erotismo y violencia también estaría pre-


sente en la teoría del deseo triangular de Girard. En su concepción, el
deseo en general, no solo el sexual, tendría una estructura triangular
constituida por un sujeto, un modelo o rival y el objeto. El desear
algo o a alguien estaría condicionado por la mímesis del deseo del
“modelo” o “rival,” quien indica a través de su propio deseo lo que
es valioso o lo que se debe desear.

16
El papel de víctima también puede recaer en niños/as y en homosexuales. Esta
lectura, sumada a que los roles de víctima y victimario son intercambiables, o
al menos no estáticos, será lo que en gran parte guiará nuestro análisis de los
textos.
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 35

La rivalidad no es el fruto de una convergencia accidental de dos


deseos sobre el mismo objeto. El sujeto desea el objeto porque el
propio rival lo desea. Al desear tal o cual objeto, el rival lo designa
al sujeto como deseable. El rival es el modelo del sujeto, no tanto
en el plano superficial de las maneras de ser, de las ideas, etc., como
en el plano más esencial del deseo (Girard, 1961:152).

Probablemente ya sepamos que cuando dos deseos confluyen en


un mismo objeto estamos en el terreno del conflicto y de la rivalidad.
Para Girard, esto no es una mera casualidad, sino parte constitutiva
de nuestra forma de desear. Imitamos el deseo de otro(a), que nos
pide simultáneamente que lo imitemos y que no lo imitemos, estable-
ciendo así, como expone Girard, un doble vínculo. Esto pasaría, por
ejemplo, en las relaciones discípulo-maestro, padres-hijos y también
en las de pareja, en las que un tercero da el valor a una relación que
parece ser entre dos:

Si bien el deseo es libre de posarse donde le place, su naturaleza


mimética le arrastrará casi siempre al callejón sin salida del double
bind.... cada vez que el discípulo cree tener el ser delante de sí, se
esfuerza en alcanzarlo deseando lo que el otro le señala; y encuen-
tra cada vez la violencia del deseo adverso. Por una reducción a
la vez lógica y demencial, debe convencerse rápidamente de que
la propia violencia es el signo más seguro del ser que siempre le
elude. A partir de entonces, la violencia y el deseo van mutua-
mente unidos (155).

Para Girard, la violencia no es algo que provoque solamente


rechazo, por el contrario, atrae y seduce. Las ansias de ser quien aseste
el golpe más fuerte, el ilusoriamente definitivo, convierte al deseo en
la simple sombra de la violencia.17

17
La teoría del deseo triangular es pertinente en el análisis de “Aguas abajo”
(Brunet,1943), “La historia de María Griselda” (Bombal,1949) y en menor
escala en El lugar sin límites (Donoso, 1966) y Por la patria (Eltit, 1986).
36 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

1.2. El sexo como sublimación o felicidad social


1.2.1. Freud y el malestar en la sexualidad

Freud concibe la sexualidad, y la existencia humana en general,


como una confrontación entre la vida y la muerte: mientras “el im-
pulso de vida” cohesiona a los seres y a las estructuras, “el impulso
de muerte” tendería a la desintegración.

A pesar de la riqueza de la teoría de las pulsiones de vida y de


muerte, para nuestro análisis es más pertinente salir de la esfera de lo
individual a la que estos términos remiten y abordar los textos que
vinculan erotismo y violencia en relación a la sociedad, es decir los
de su segunda época: “Totem y Tabú”(1913), “Moisés y el mono-
teísmo”(1937) y El malestar en la cultura (1930).

En este último texto, Freud presenta la cultura como esencial-


mente represiva. La civilización moderna exigiría la renuncia a la vida
instintual a cambio de los beneficios que ofrece. Tal como afirma
Giddens al explicar la hipótesis freudiana: “La civilización implica
disciplina, y la disciplina implica control de los mecanismos internos.
Control que para ser eficaz debe ser interno. Quien dice modernidad
dice super-ego” (1992: 27). Dicho de otro modo, si la renuncia a
la madre traería como compensación el lenguaje, la renuncia a los
instintos permitiría el progreso y el desarrollo sociales.

Si en las sociedades arcaicas descritas por Bataille y Girard lo


sagrado cumpliría la función de evitar la violencia recíproca, en Freud
serían el super ego y el complejo de culpa los que controlarían la
mutua agresividad.

Tal como señala Ricouer en Freud: una interpretación de la cultura


(1965), la cultura utilizaría “la violencia interiorizada contra la vio-
lencia exteriorizada” (267). A través del super ego cada sujeto dirigiría
la agresión destinada al próximo contra sí mismo: “la cultura domina
pues, el peligroso apetito de agresión del individuo, debilitándolo,
desarmándolo y haciéndolo vigilar por mediación de una instancia
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 37

en él instaurada, a manera de una guarnición colocada dentro de una


ciudadela ya conquistada (Freud 1930: 50).18

Tomando elementos de la antropología, Freud explica el origen


del sentimiento de culpa y del super ego a través de la hipótesis de la
horda primitiva. En la familia primigenia, la voluntad del padre y jefe
era ilimitada. Éste designaba los trabajos y tenía poder sobre todas las
mujeres. Los hijos, cansados del despotismo paterno, se sublevaron y
lo mataron. No obstante, a fin de mantener a la horda cohesionada, la
alianza fraterna conservó las restricciones y tabúes que había instaurado
el padre.19 Este crimen originaría el sentimiento de culpa. El odio hacia
el padre que los separaba de la madre y de las hermanas culminaría con
el asesinato colectivo, el amor que sentían por él generaría la culpa y
el super ego como forma inconsciente de castigo.

Según se desprende de la lectura de El malestar en la cultura, la


felicidad y la libertad individual no serían valores culturales. Para
preservar la obra de Eros, la civilización debería recurrir a Tánatos.
Mediante la culpa y el autocastigo haría que la muerte trabajara al
servicio de la vida (cfr. Ricoeur 1965).

1.2.2. Wilhelm Reich y Herbert Marcuse:


el sexo como felicidad

Durante los años cuarenta y sesenta respectivamente Wilhelm Reich


y Herbert Marcuse presentarán lo que Anthony Giddens ha llamado
“radicalizaciones del pensamiento de Freud.” Esto es, una de las formas
que ha asumido el “matrimonio” entre psicoanálisis y marxismo.
A pesar de sus diferentes procedimientos y propósitos, tanto

18
Tanto en Girard como en Bataille la violencia debe encontrar un cauce o tener
un objeto de recambio a fin de no desatarse.
19
Girard lee el mito de la horda primitiva desde el punto de vista de la víctima
propiciatoria.
38 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Marcuse como Reich coinciden en la idea de que la liberalización de la


sexualidad traería a la humanidad una liberalización en otros ámbitos.
Ésta es concebida como una energía positiva, dadora de identidad
personal, realización y felicidad. A diferencia de lo visto en Bataille,
Girard y Freud, la violencia poco tendría que ver con la sexualidad;
incluso Reich llega a negar la pulsión de muerte afirmando que toda
destrucción se debería a una frustración de la libido. En el caso de
Marcuse, si bien la pulsión de muerte existe, no estaría necesariamente
vinculada a la violencia. En estos análisis freudomarxistas, la mayor
violencia sería la de un sistema (capitalista en el caso de Marcuse,
fascista y también capitalista en el caso de Reich) que reprimiría los
impulsos eróticos para tener el control sobre la sociedad y aumentar la
producción. Incluso la supuesta liberalización del erotismo al ligarlo
al mercado en una época en que el capitalismo está centrado más en
el consumo que en la producción, no sería, como explicita Marcuse,
más que otra forma de dominación20.

Para Reich la sexualidad en las sociedades modernas occidentales


se ha pervertido en tanto es prisionera de estructuras de dominación.
Admirador del movimiento feminista, Reich postula que mientras la
sexualidad se pretenda exclusivamente en el marco del matrimonio
patriarcal y monógamo, la represión a la sexualidad juvenil e infantil
y los desequilibrios de poderes entre hombres y mujeres contribui-
rían a una insatisfacción crónica. La frustración de la libido sería la
causante de toda neurosis y también da la violencia.

20
Sade y Fourier presentaron en el siglo XVIII y XIX dos producciones que vin-
culan erotismo con modelos de sociedad. Aunque ambos escritores imaginan
sistemas económicos, políticos y sociales centrados en el intercambio sexual y
erótico, el signo de ambos modelos es radicalmente diferente: mientras Fourier
presenta una utopía de corte erótico-socialista, en que hombres y mujeres
poseen igualdad de derechos y se aspira a la felicidad social, en Sade, tal como
lo ha mostrado Paz (1993) y Marcel Hénaff (1978) el otro(a) solo existe como
sombra o como grito.
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 39

Si bien Reich fue un admirador de Freud, le critica el que haya


obliterado los aspectos más subversivos de su teoría, en especial los
referidos a la sexualidad. En relación a lo expuesto en El malestar en
la cultura (Freud: 1930), objeta el que confunda la sociedad moderna
occidental con toda forma de cultura y, por otro lado, el que ésta
deba estar necesariamente obligada a renunciar a una vida sexual
plena para realizar sus grandes obras. Para Reich ésta sería una manera
en que sexualidad y sociedad se han vinculado y, como conceptos
relacionales, son modificables:

Freud mantuvo siempre su punto de vista filosófico-cultural:


“la cultura debe su existencia a la represión del instinto y la
renuncia al instinto:” trató de aclararlo aplicándolo al pro-
blema del descubrimiento del fuego. La idea base es que las
realizaciones de tipo cultural son el resultado de una sublima-
ción de la energía sexual; de donde se infiere que la represión
y renuncia sexuales son indispensables en todo proceso de
cultura. Se prueba la falsedad de esta teoría con argumentos
históricos: existen sociedades, culturalmente muy desarrolla-
das, sin represión sexual de ningún género y cuya vida sexual
es muy libre (Reich, 1945:38).

La consecuencia de la renuncia a la vida instintual sería una so-


ciedad jerárquica, patriarcal y persecutoria hacia quienes se atrevieran
a gozar de su sexualidad sin las leyes del matrimonio monogámico.
Reich no aboga por lo que los sectores políticos conservadores llaman
“libertinaje,” sino por la expresión libre y responsable de los impulsos
eróticos y el reconocimiento de los impulsos agresivos. Sin duda, para
él resulta mucho más violento la represión y banalización de la vida
sexual, así lo hace notar en uno de sus últimos escritos:

¡Eres un hombrecillo miserable! –proclamaba. Conduces tus au-


tomóviles y trenes sobre los puentes que inventó el gran Galileo!
¿Sabes, hombrecillo, que el gran Galileo tuvo tres hijos fuera del
matrimonio? Esto no se lo cuentas a tus hijos en edad escolar.
¿Tampoco has torturado a Galileo por esta razón?...
No tienes ninguna sospecha del hecho que tu mente pornográfica
40 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

y tu irresponsabilidad sexual es lo que pone las cadenas de tus


leyes matrimoniales...
No tienes mujer, y si la tienes solo deseas “someterla al orden” para
probar lo hombre que eres. No sabes lo que es el amor.
Sabes y yo lo sé, y todo el mundo lo sabe, que estás en un esta-
do de perpetua hambre sexual; que miras ansiosamente a cada
miembro del otro sexo; que hablas con tus amigos del amor con
sucios chistes. (Reich, 1972.cit. por Giddens 1992:146)

Su estancia en el manicomio y la cárcel, producto de las múl-


tiples persecuciones que debió enfrentar, sumado al invento del
“Acumulador de Orgón,” máquina que canalizaba la energía sexual
y curaría desde la impotencia hasta el cáncer, han contribuido a una
suerte de desprestigio o, desde otro ángulo, a una mitificación de su
persona que impiden una valoración justa de su obra. Reich inicia
en Occidente, de manera seria y sistemática las terapias corporales.
Por otro lado, contribuye a deconstruir la idea de familia autoritaria
y patriarcal, aboga por la sexualidad juvenil y se convierte, junto a
Marcuse, en uno de los pensadores más influyentes en la revolución
sexual de los años sesenta-setenta.21

En Eros y civilización (1955), Herbert Marcuse recoge la hipótesis


represiva de Freud y la reformula. Para él, a la represión primaria que la
cultura habría puesto sobre los impulsos destructivos y eróticos, las socie-
dades modernas habrían puesto un excedente a fin de utilizar esa energía
en la producción. Esa represión innecesaria haría que la adaptación al
principio de realidad implicara someterse a un régimen explotador.

Marcuse postula que la sexualidad humana no solo enfrentaría


los interdictos señalados por Freud (relativos a la poligamia, incesto

21
Es una triste paradoja que mientras Reich se convertía en uno de los críticos
más asertivos de las prácticas de la sexualidad en la sociedad moderna utilizara
“la máquina,” un símbolo moderno por antonomasia, para intentar legitimarse.
Será, precisamente, el “acumulador de orgones” el que lo llevará a la cárcel y
servirá como justificación para censurar todos sus libros.
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 41

y homosexualidad), sino que el cuerpo se habría deserotizado para


convertirlo en un cuerpo laborante y la sexualidad habría quedado
reducida a la genitalidad y la reproducción.22

En la re-erotización del cuerpo y en la exploración estética de la


sexualidad humana existiría la posibilidad de construir una sociedad
más realizada en todos los planos.

Las objeciones que se han hecho a este modelo consisten en


que conciben la sexualidad como una energía “natural” que se puede
moldear o reprimir, dársele pleno cauce o ser encerrada en represas,
constituyendo, de este modo, una suerte de modelo “hidráulico” (cfr.
Weeks, 1985:27) que no considera las relaciones entre sexualidad
e historia y que tampoco distingue entre sexualidades femeninas y
masculinas. Por otro lado, aunque las “hipótesis hidráulicas” de la
sexualidad establecen vínculos entre sociedad y sexualidad, no de-
terminan las diferentes consecuencias que éstos traen para hombres
y mujeres según sus roles genéricos (Giddens, 1992).

A pesar de lo anterior, es necesario señalar que los seguidores de


Freud han contribuido al entendimiento de que el placer puede ser
más que “gozar /joder a otro” o bien, que no es necesario sublimar
los impulsos eróticos para la paz social. Las investigaciones de Reich
y de Marcuse, sumadas a los ensayos de Fourier (1829) y de Octavio
Paz (1970) han iluminado nuestro trabajo en tanto relativizan lo que
a veces se asume como única manera de entender la problemática
que estamos planteando.

Por otro lado, aunque el psicoanálisis propone una sexualidad


masculina y heterosexual como la “vara” que mide todas las otras,
ejerciendo de este modo una violencia involuntaria sobre las demás,

22
En ese sentido, las “perversiones” o “parafilias” serían resistencias o salidas
rebeldes a la opresión de la libido.
42 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

también es cierto que ha contribuido notoriamente a la comprensión


de la circulación de las pulsiones de vida y de muerte tanto a nivel
de los sujetos como a nivel social, constituyéndose en el lenguaje
privilegiado con que occidente habla la sexualidad.23

1.3. Michel Foucault: Poder y erotismo

Un significado extendido del erotismo vinculado a la violen-


cia es entender la sexualidad y los discursos en torno a ella como
herramientas ejemplares para ejercer poder. En este sentido, se
entienden expresiones cotidianas como “joder,” “culiar” y “abrir-
se de piernas” que simultáneamente aluden a prácticas sexuales,
pero también a instancias de abuso. El insulto chileno “culiado”
alude a alguien que fue penetrado y que al mismo tiempo malo-
gra la vida de otros, constituyéndose, de este modo, en víctima
y victimario a través del sexo. Sade explora las significaciones de
esta concepción y sus vínculos con la sociedad moderna en su
obra completa.24 Foucault ampliará esta significación al cruzar
sexualidad, discurso y poder.

En el primer capítulo de La voluntad de saber (1980), Foucault


critica y reformula lo que denomina “hipótesis represiva” (17); esto
es, la represión de la que sería objeto la sexualidad en las sociedades
modernas. Según este autor, esta hipótesis ha sido ampliamente de-
fendida en beneficio de quien la enuncia, pues si el erotismo pertenece
al ámbito de lo no dicho, de lo que no se habla, el discurso sobre la
sexualidad sugeriría, inmediatamente, una transgresión y resistencia
al poder. Por otro lado, asociar la sexualidad al “ardor de saber, la
voluntad de cambiar la ley y el anhelado jardín de las delicias” (14)
al estilo de Reich y Marcuse, invita a sospechar si no son necesarias

23
Críticas al falogocentrismo de Freud se encuentran en Koffman (1980).
24
V. La invención del cuerpo libertino (Henaff, 1978).
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 43

estas “correlaciones valorizantes” para legitimar tanto la enunciación


como la recepción del discurso. Por último, hablar del “buen sexo
del mañana,” propio de estos discursos utópicos impediría hacernos
cargo de la sexualidad de hoy.

En gran parte de su producción, Foucault ha estudiado los


mecanismos a través de los cuales se educa a los cuerpos a fin de con-
vertirlos en dóciles y productivos. Posición que, tal como ha señalado
Giddens, es bastante cercana a la hipótesis represiva:

El mismo Foucault parece haber aceptado una visión semejante


en sus primeros escritos, y veía la vida social moderna como
intrínsecamente limitada por el surgimiento del “poder disci-
plinario,” característico de la prisión y del asilo, y también de
otras organizaciones, como las “firmas de negocios,” escuelas
u hospitales. El poder disciplinador produce cuerpos dóciles,
controlados y regulados en sus actividades e incapaces de actuar
espontáneamente (27).

Es quizás por eso que su crítica a la “hipótesis represiva” no pase


tanto por una negación radical sino más bien por “colocarla en una
economía general de los discursos sobre el sexo en el interior de las
sociedades modernas a partir del siglo XVIII....” (Foucault: 1975:18).
Para ello, realizará una historia de las instancias y transformaciones
de la producción discursiva de poder y de saber que se agrupan en
la “puesta en discurso” de la sexualidad.25

Foucault asegura que nunca antes se había escrito tanto sobre


la sexualidad como en la época moderna, al punto que se la ha con-
vertido en una ciencia. En esta pluralidad de discursos:

25
Foucault es un punto de referencia incuestionable en los análisis que actual-
mente se realizan sobre la sexualidad, pues se centran en los vínculos entre
ésta y la identidad; los nexos con la política o los diferentes discursos que se
refieren a ella. Temas que Foucault aborda o prefigura (cfr. Weeks, 1985).
44 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

...lejos de sufrir un proceso de restricción, ha estado por el con-


trario sometida a un mecanismo de incitación creciente; que las
técnicas de poder ejercidas sobre el sexo no han obedecido a un
principio de selección rigurosa sino, en cambio, de diseminación
e implantación de sexualidades polimorfas, y que la voluntad de
saber no se ha detenido frente a un tabú intocable sino que se
ha encarnizado –a través, sin duda, de numerosos errores– en
constituir una ciencia de la sexualidad (20).

Esta proliferación de discursos tendería a concebir la sexualidad


como el secreto que debe proclamarse: “el sexo se ha convertido en
algo que debe ser dicho, y dicho exhaustivamente según dispositivos
discursivos diversos pero todos, cada uno a su manera, coactivos.
Confidencia sutil o interrogatorio autoritario, refinado o rústico, el
sexo debe ser dicho” (43).

El deber de decir/confesar el sexo habría convertido a la propia


institución psicoanalítica en una forma de poder/saber. En una
analogía que debería resultar ofensiva, Foucault compara la práctica
psicoanalítica con la confesión cristiana, pues ambas habrían conver-
tido la sexualidad en un “secreto que debe decirse” (44).
Los “polimorfos” discursos sobre la sexualidad, lejos de liberar
los diversos estilos amatorios, tendrían la finalidad de “asegurar la
población, reproducir la fuerza de trabajo, mantener la forma de las
relaciones sociales; en síntesis, montar una sexualidad económicamen-
te útil y políticamente conservadora” (49). Aunque Foucault insiste en
que no fue la “represión” la que logró el objetivo arriba señalado, sino
el cruce entre saber/cuerpo/poder, pareciera acercarse a los escritos
de Reich y Marcuse en el sentido de que la sexualidad se utiliza con
fines que no necesariamente tienen que ver con el placer, más bien,
este último, al decir de Mc Luhan, “es el masaje.”

Un punto central en el análisis de Foucault es que logra dar


cuenta de que la sexualidad es “un punto de referencia especialmente
denso en las relaciones de poder.” El poder no solo puede reprimir el
ejercicio de la sexualidad, sino que también ser un instrumento de
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 45

producción de placer. Tanto la represión (como, por ejemplo, de las


diversas prácticas sexuales que los manuales de sexualidad prescriben
como “perversiones”) como la producción de placer (en el marco del
sexo “normal,” “decible,” “confesable,” como un medio de obtener
identidad y felicidad personales) o ahora en el marco del mercado, el
vínculo entre discurso, sexualidad y poder puede ser utilizado como
un mecanismo de control sobre los cuerpos.

Foucault trabaja con las instituciones que contribuyen a aquietar


o a (re)educar los impulsos agresivos o eróticos (cárcel, manicomio,
escuela etc.) develando la violencia de la “buena violencia” social.

Pese a los límites imputados a la obra de Foucault, es decir: la


escasa consideración a los diferentes géneros sexuales; su desprecio
por los relatos en torno al amor, en especial el del “amor romántico,”
y las transformaciones que éste ha experimentado en la modernidad
(v. Giddens 1992: 42) y que además, al menos en Latinoamérica, el
mercado y la Iglesia Católica tienen una influencia mucho más directa
en la producción de discursos sobre la sexualidad que el psicoanálisis o
los manuales de sexualidad; es necesario señalar que Foucault originó
una teoría consistente al vincular el poder, discurso y sexualidad.26

1.4. Otros tactos

Actualmente, los discursos sobre la sexualidad relevan su carác-


ter de construcción histórica, personal y social a la vez, que dialoga

26
Tanto Roland Barthes en Fragmentos del Discurso amoroso (1977) como Julia
Kristeva en Historias de amor (1983) han abordado los distintos discursos que
Occidente ha elaborado en torno al amor y el erotismo. Barthes, siguiendo a
Lacan y a la escuela estructuralista, vincula la escritura al cuerpo y al placer.
Por otro lado, Julia Kristeva plantea, desde una perspectiva psicoanalítica, una
suerte de historia del discurso amoroso al releer textos canónicos (literarios,
pictóricos y musicales) de la tradición occidental. A diferencia de Foucault,
ambos autores no incorporan el tema del poder de manera central.
46 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

con muchísimas otras prácticas y discursos, como la moralidad, el


deber, las costumbres, el poder, los romances, el afecto, el placer, y
el dimorfismo sexual (cfr. Weeks:1985, 208-209). La sexualidad se
ha convertido en “discursos encarnados” que tienen tanto que ver
con las palabras, las imágenes, el ritual y la fantasía como con el
cuerpo (20).

En cuanto a las relaciones entre sexualidad y sociedad, éstas


superan la discusión acerca de una “libertad” versus “represión.” La
identidad sexual se ha convertido en un asunto político que excede los
límites del dormitorio. Al parecer la pertenencia a movimientos femi-
nistas, homosexuales o lésbicos, y últimamente, a los diversos grupos
que reflexionan sobre la masculinidad, sería, al menos en el primer
mundo, mucho más importante en la constitución de la identidad
que la pertenencia a una clase social o a una etnia determinada.

La relación entre política, en el sentido más tradicional del térmi-


no, y sexualidad, se ha estrechado tanto que incluso se llega a hablar
de “democracia sexual” como un modelo a seguir que permitiría la
convivencia de las diferentes identidades sexuales, la responsabilidad
en las prácticas, el consentimiento como límite entre el deseo de
uno/a y de otro/a y una forma alternativa de relación con el modelo
patriarcal.27

27
Para este modelo ver los capítulos finales de Giddens (1992) y Weeks (1985).
Cabe señalar que en este momento la relación que pudiera establecerse entre
este modelo y una sociedad como la chilena es muy escasa.
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 47

2. Estudios de género: construcción de lo femenino/masculino


en Chile y sus vínculos con la violencia y el erotismo

Las significaciones de violencia y erotismo que hemos seña-


lado no dan cuenta explícitamente de la relación entre los géneros
y tampoco de la especificidad chilena del corpus analizado. Es por
ello que recurriremos a los estudios de género, corriente teórica de
amplia tradición en nuestro país, que nos permitirá leer cómo se ha
construido la masculinidad y la femineidad en Chile.28

Iniciamos el análisis con la lectura de Madres y Huachos: alego-


rías del mestizaje chileno de Sonia Montecino (1991). Este trabajo
congrega y reinterpreta la obra de autores de distintas disciplinas
(Paz, Bengoa, Palma, Vidal, Salazar, Morandé, entre otros) y ofrece la
primera y más sistemática visión de lo que significa ser hombre/mujer
en Chile desde una perspectiva de género.

Siguiendo a Paz en “Los hijos de la Malinche” (1950), para


Sonia Montecino el mestizaje y la ilegitimidad asociada a éste,
tendría una incidencia muy significativa en la construcción de los
géneros. Recordemos que para Octavio Paz la “familia primordial”
latinoamericana se habría forjado a partir del trauma de la conquista.
De este modo, las categorías de lo activo y lo pasivo, lo abierto y lo
cerrado, lo español y lo indio, tendrían que ver no solo con categorías
de género más o menos convencionales, sino con una construcción
de géneros centrada en la sexualidad como práctica de poder y de
violencia. La conquista de América habría sido también la conquista
de “las indias,” de ahí que como señala Paz “para el mexicano la vida
es la posibilidad de chingar o ser chingado. Lo más característico del

28
Por otro lado, hemos tomado de los estudios de género la posibilidad de
trabajar transdiciplinariamente; un marco relacional femenino-masculino e
intragénerico; conceptos como las “ideologías de género,” estereotipos de
género y la reflexión en torno a las retóricas sobre los discursos amatorios.
48 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

mexicano reside, a mi juicio, en la violenta, sarcástica humillación


de las madres y en la no menos violenta afirmación del padre” (Paz:
1950, 88). La desvinculación con la madre, de la parte “Malinche,”
produciría el sentirse “hijo de la nada,” la sensación de orfandad del
pueblo mexicano.

Al mestizaje y a la conquista abordado por Paz, Montecino in-


corporará el factor de la ilegitimidad en la construcción de los géneros
y su interpretación de la cultura chilena. Si Paz centra el análisis en
el “chingón,” Montecino lo hará en “la madre,” entendida en su
doble faceta virginal y “malinchezca.” Las mujeres construirían su
femineidad como “madres:” vírgenes que obliteran el trauma de la
ilegitimidad y la bastardía al asumir un origen común para todos los
mestizos y, a la vez, “madre-china” que también es objeto sexual:

...la china, la mestiza, la pobre, continuó siendo ese “obscuro


objeto del deseo” de los hombres; era ella quien iniciaba a los hijos
de la familia en la vida sexual: pero también era la suplantadora de
la madre, en su calidad de “nana” (niñera) china. Madre y china
–sexo se juntaron para reproducir la alegoría madre/hijo de las
constituciones genéricas en nuestro país... (Montecino, 1991).

El origen mestizo e ilegítimo incidiría en que lo femenino se


entendiera como maternidad y lo masculino se asociara a una pa-
ternidad ausente o, a simplemente “ser el hijo de una madre.” Sobre
las mujeres, por tanto, recaería todo el poder genésico quedando el
principio femenino sobredimensionado respecto al masculino (cfr.
Montecino, 1999,267)

Sin duda, la construcción de los géneros presente en Paz y Mon-


tecino es la base para el análisis de este tópico en el corpus escogido.
No obstante, para esta investigación son mucho más relevantes las
implicancias que se desprenden de ambos modelos y que desarro-
llaremos en el análisis de los textos. Estas consecuencias pueden
sintetizarse como sigue:
I. APUNTES PARA UNA FILOSOFÍA DEL TOCADOR 49

A partir de la lectura de Paz se desprende que el ejercicio de la


sexualidad como una práctica de poder y sujeción es una práctica
privada y pública a la vez, en tanto aquella mujer, entendida como
“otra,” es al mismo tiempo un sujeto sexual y de colonización.29

a) Según se desprende de la lectura de Montecino, las mujeres


aparecen más bien como objetos del deseo que como sujetos
deseantes. El erotismo femenino se oblitera y se reemplaza con
una exaltación del papel materno. La maternidad se convierte
entonces en un “poder.”

b) Las relaciones intragenéricas son fundamentalmente com-


petitivas y de dominación toda vez que solo puede haber una
“madre de madres” y un solo “chingón.”

c) Hombres y mujeres se agreden mutuamente: por un lado, la


violencia toma la forma de “machismo” que excluye a las mujeres
del ámbito de lo público y, por otro, se expresa en la exclusión de
lo masculino de los roles familiares adultos.

Por otro lado, consideramos el mestizaje y la ilegitimidad como


puntos focales, pero contextualizamos el análisis en el marco de la cultura
hacendada.30 Es en este contexto jerárquico en que vemos que el sistema
de “madres y huachos” presentado por Sonia Montecino adquiere un nue-
vo movimiento: la violencia del chingón contra lo materno y la violencia
de lo materno que excluye a lo masculino de todo papel adulto incide en
que hombres y mujeres asuman los papeles intercambiables de “víctima”
y “victimario.” El chingón y la chingada intercambian sus máscaras en
el escenario cerrado y endogámico de la casa de fundo (que es también
el espacio de la nación). Intentaremos demostrar esta hipótesis en torno
a la construcción de los géneros a lo largo de este libro.

29
Bengoa (1996) ha desarrollado la idea de Paz en su análisis de la dominación/
seducción inter clases e inter etnias en la formación del estado chileno.
30
No obstante, la cultura de la hacienda no se separa del mestizaje toda vez que
éste pudo concretarse mayoritariamente en Chile a través de las encomiendas
(cfr. Bengoa, 1996)
51

II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN


LA ARENA DISCURSIVA DE LOS AÑOS 30-40

“Y leo revistas en la tempestad...”


(García-Spinetta)

En este capítulo nos proponemos mirar una serie de textos no


ficcionales pertenecientes, principalmente, al discurso periodístico a
fin de forjar, a través de ellos, el contexto en que emerge la narrativa
de Brunet y Bombal.

Se trata de la revista Familia, dirigida por Brunet entre 1935 y


1940, y de la crítica periodística referida a ambas autoras. A pesar
de que ambos tipos de documentos expresan, fundamentalmente,
el pensamiento conservador de la sociedad chilena de principios de
siglo, es posible notar en ellos una fisura en el mundo que imagi-
nan perfecto y sin contradicciones. Es esa fisura la que queremos
explorar a fin de seguirla, posteriormente, en los textos literarios
que analizaremos. Por otro lado, intentaremos, además, delinear la
construcción hegemónica de los géneros presente en estos textos a
fin de escuchar el tenso diálogo entre una narrativa y una sociedad
que recíprocamente se irritan.

1. La crisis de Familia

El final de los años treinta y el inicio de los cuarenta es una


época especialmente importante para los estudios de género y para
los estudios literarios que incorporan esta perspectiva de análisis. En
Chile, durante los años treinta, las mujeres obtienen el derecho a voto
en las elecciones municipales, el número de estudiantes universitarias
52 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

aumentay muchas mujeres comienzan a trabajar remuneradamente.31


Por otro lado, es la década en que escritoras como Marta Brunet y
María Luisa Bombal obtienen un mayor grado de legitimación en
el campo cultural chileno.

La actuación femenina en distintos ámbitos de lo público (polí-


tico, educacional, laboral y cultural) produjo una tensión en cuanto
a la concepción tradicional de los géneros que aún hoy en día no
acaba de resolverse. Se trata de la crisis en la ideología de género que
determina el vínculo relacional para hombres y mujeres como una
complementariedad. Según ésta, a cada sexo corresponderían poderes,
espacios y atributos diferenciados que al unirse permitirían una com-
plementación. Sin embargo, ésta no se produciría entre iguales; por el
contrario, supondría implícita o explícitamente una mayor valoración
de lo masculino y la inferioridad de la mujer y lo femenino.

En muchos discursos de la época se expresa un fuerte temor a


que la diferenciación entre los géneros desapareciera cuando ellas
cruzaran la puerta de la casa y comenzaran a ganar su propio sus-
tento. De este modo, en muchos discursos escritos por mujeres, se
observa, simultáneamente, por un lado, la alegría de cruzar la frontera
de la casa, pero por otro lado, también la insistencia en que esto no
vulnerará la dependencia que lo femenino debe a lo masculino. Así,
por ejemplo, Vera Zouroff afirma en Feminismo Obrero, un folleto
entregado por el Estado a las mujeres trabajadoras, que el pacto
histórico de subordinación que garantiza las identidades femeninas
y masculinas seguirá siendo el mismo:

Si económicamente liberada del tutelaje masculino, espiritual y

31
La misma revista consigna este hecho en diversos artículos: “Cien mil mujeres
trabajan en Santiago” Familia N° 52, 1936: 20-21; “Cuatro pesos diarios es el
salario medio de una obrera santiaguina” (1936) Familia N° 54: 20-22. “La
muchacha universitaria modelo 1936” (1936) Familia N° 46: 10-11-83 “Una
profesión esencialmente femenina” (1936) Familia N° 43:12.
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 53

físicamente, es siempre “la costilla de Adán,” lo que significa que


debe ir unida estrechamente a él, y recibir la protección del más
fuerte para con el más débil. Desde el momento en que se han
unido, él es cabeza, pero ella debe ser el corazón de la familia que
forman (Zouroff: 1933:9).

En un proyecto de varios años, la revista Familia: el semanario


que puede entrar a todos los hogares intenta resolver la tensión exis-
tente entre asumir una posición de supuesta igualdad respecto a los
hombres al ganar el propio sustento y, por otro lado, seguir siendo
“una mujer” en los términos que la complementariedad entre los
géneros describe.

Nuestra lectura pretende posicionar a Familia como un docu-


mento valioso para determinar la concepción hegemónica existente
sobre los géneros femenino y masculino en Chile durante los años
treinta.32 A través de su proyecto editorial, la revista intenta, por un
lado, alentar la presencia de las mujeres en el ámbito público y, por
otro, calmar las ansiedades y temores que la salida femenina al mundo
público estaba provocando. Organizaremos nuestro trabajo en tres par-
tes, la primera ofrece una descripción de la revista, la segunda muestra
las representaciones del mundo privado y la tercera analiza el papel que
las mujeres debieran tener en lo público, según la revista.

1.1. Hojeando la revista

Familia: el semanario que puede entrar a todos los hogares fue diri-
gida por Marta Brunet desde sus inicios en 1935 hasta 1940, año en

32
Entendemos el género como una construcción social de las diferencias sexuales
y que, por lo tanto, alude a las relaciones entre lo femenino y lo masculino. El
género varía de cultura en cultura, implica un posicionamiento de acuerdo a
un contexto y es una de las muchas variables en la constitución de la identidad
de una persona (cfr. Montecino 1996).
54 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

que es nombrada Cónsul de Chile en Argentina, y en el que la revista


deja de publicarse. Su comité editorial estaba constituido por Rebeca
de Fuenzalida, Isabel Morel, Gabriela Ossa, Laura Jorquera, Valentina
Ruiz, Olga Acevedo, Elena Lange, Lilian Lorca, Victoria Vignes,
Isidora Aguirre, Ketmis, Raquel Delaporte, Ana Fabres, Marta García
Huidobro, Alide Rube y María Ramírez. Tenía aproximadamente cien
páginas de extensión, aparecía los miércoles y se dirigía principalmente
a las mujeres de clase media alta (Cfr. Alegría:1986).

La publicidad de Familia construye concepciones estereotípicas


de lo femenino: la “dueña de casa” conocerá los nuevos electrodomés-
ticos y aprenderá a usar el gas;33 la “frívola” gozará con los productos
de belleza Flores de Pravia; “la soñadora” podrá refugiarse en folle-
tines y radioteatros y la “histérica” podrá recurrir a “Nerbotón 18”
aconsejado para “obtener amor eterno y no discutir con el marido.”
Aparte de este fármaco, se avisan otros que anularán los “dolores
periódicos” y las jaquecas.

Si quisiéramos reconstruir a la lectora ideal de Familia a través de


su publicidad, encontraríamos a la mujer que pasa las horas y los días
presa de la rutina doméstica, que maquilla su malestar con los fármacos
y las Flores de Pravia y que se evade con las producciones de la cultura
de masas.34 Desde esta posición, está dispuesta a servir y a cuidar el
hogar, mientras él tendrá el deber de sostenerlo económicamente.35

33
Por lo general, cuando se tratan los temas de modernización en la tecnología
doméstica se hace desde el punto de vista de que ésta enaltece el papel de la
mujer dentro del hogar. Solo en la entrevista con Miss Miller se da cuenta del
tiempo ahorrado que podría invertirse en el trabajo fuera del hogar (Familia
Nº 35, 1936).
34
La narrativa de Brunet recoge la importancia de los medios masivos en el
ámbito doméstico en cuentos como “Piedra callada” y “Soledad de la Sangre”
(Brunet: 1943)
35
Este estereotipo se fisura ligeramente en los avisos de educación por corres-
pondencia (ella estudia, pero en su casa) y en el de una precavida matrona que
se autodenomina Sra. Moral, escrito en mayúscula para evitar confusiones en
torno a la naturaleza de sus servicios.
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 55

En cuanto a las secciones, al hojear las páginas de Familia


encontramos los contenidos que aún se leen en las revistas femeninas:
la vida de los ricos y famosos, la nuestra en la astrología, el ritual de
la belleza, la moda, las recetas y el cuidado de los niños. Incluso se
abordan temas políticos como el costo de la vida, el sufragio femenino
y la desigualdad de salarios. Al compararla con el formato actual de
las revistas, vemos que únicamente está ausente la sexualidad y la
mirada irónica al mundo masculino.36

Es el proyecto editorial de Familia el que establece la más clara


diferencia respecto a las revistas contemporáneas. El semanario pretende
asumir los cambios a los que se enfrenta la “mujer moderna de 1930”
y constituirse en una orientadora del comportamiento femenino tanto
en lo privado como en lo público. Así lo expresa Isabel de Santillana37
en “Un año:” “... y eso es lo que Familia ha querido ser y está cierta de
haberlo logrado. Un completo guía para la mujer dentro y fuera del
hogar, una señaladora de los valores femeninos, el vocero de sus virtudes,
el aplauso de sus triunfos, la discreta enderezadora de sus defectos, la
alentadora de sus desesperanzas” (De Santillana, 1936a:3). Una de las
lectoras interpreta el proyecto de Familia en sentido similar: “Familia es
la publicación que con más acierto e inteligencia responde a los nuevos
ideales de la mujer chilena, que aspira a trabajo, cultura y femineidad.”
(“¿Qué opina usted de la revista Familia?:” 1936, 20).

Pese a la presencia en el comité editorial de escritoras como


Marta Brunet e Isidora Aguirre, claramente comprometidas en su
discurso literario con un cambio en la situación de la mujer, y a
pesar de secciones como “Noticiario femenino” y “Entrevistas con

36
Su iniciadora en el periodismo nacional fue Isabel Allende en la sección “Civilice
a su hombre” de la Revista Paula a finales de los años sesenta.
37
Es significativo que Marta Brunet ocultara su nombre para su labor perio-
dística con el seudónimo de Isabel de Santillana: máscara de mujer casada y
castellana.
56 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Familia” que defienden la presencia femenina en el espacio público,


pensamos que la “orientación” que propone Familia consiste en
fomentar el ingreso de las mujeres a lo público, pero protegiendo a
la vez las concepciones tradicionales de los géneros y el vínculo de
subordinación entre ambos.

Nos interesa determinar por qué la insistencia de defender la


subordinación de la mujer en este amplio y plural proyecto femenino
de principios de siglo. Para ello realizaremos una breve descripción de
las construcciones de género que la revista realiza tanto en el espacio
privado como en el público.

1.2. Familia puertas adentro

“Buen tono,” por Anna, y “La escoba y el plumero” de la Tía


Jacobita eran secciones permanentes de Familia que pretendían educar
y dirigir el comportamiento femenino, y de algún modo, también
el masculino en el ámbito doméstico. A nuestro juicio, mostrar el
sector más conservador de la revista respecto a la representación de
los géneros y quizás, como consecuencia de lo anterior, son los textos
más claros y enfáticos en señalar el comportamiento esperado para
hombres y mujeres en la década del treinta.

“Buen tono” de Anna, es una especie de “protocolo” para re-


cién casadas que señala el correcto comportamiento de hombres y
mujeres tanto en la casa como en la vida social de la pareja. Puesto
que el buen funcionamiento del hogar y del matrimonio en general
es responsabilidad de la esposa, “Buen tono” se dirige casi siempre a
las mujeres como lectoras ideales.

En su columna, Anna abarca casi todos los aspectos de la vida


cotidiana: el modo de vestirse, cómo caminar en la calle, cómo salu-
dar, dar órdenes a los sirvientes, etc. Por cierto, todo este “deber ser”
femenino está orientado por la idea de que el sentido de la vida de una
mujer es complacer al marido, aunque esto suponga la anulación de
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 57

sus gustos e intereses personales. Incluso, los nuevos conocimientos


y lugares que las mujeres asumen en la sociedad deben ser absorbidos
por este concepto:

La mujer moderna, consciente de su fuerza espiritual, instruida


y diestramente preparada para su apostolado de gracia, consuelo
y ternura ha de ser en todo momento la dulce compañera del
marido; adviértalo, compréndalo, justifíquelo, sea su inspirado-
ra, su premio, su descanso y su fe, sea siempre la esposa amante
(Anna, 1936a:58)

Así, debe procurar estar siempre arreglada, pero con vestidos ba-
ratos para no ocasionar gastos innecesarios, no debe hablarle cuando
lee el diario y sí debe consultarlo para todo lo que se refiere a la casa.
Únicamente puede determinar por sí misma los momentos en que
no debe importunarlo:38

Debe la esposa consultar al marido, antes de tomar una resolución,


en todo cuanto se refiere a sí misma, a los hijos, a las personas de
servicio, a los parientes y a la economía y orden de la casa. . . . Hay
que creer a ciegas al gran sabio y procurar que el loco orgullo no nos
convierta en obstinados y tozudos. Pero no es necesario apurar el
concepto de la subordinación llevándolo hasta las nimiedades, porque
lejos de ser entonces laudable cualidad, se convertiría en chismografía
enojosa. No todos los hombres se avienen, por ejemplo, a compartir
con su esposa las obligaciones de ordenar a los criados los almuerzos
y comidas. Y la mujer que porfía para que el marido cuide y decida
de estos menesteres resulta siempre fastidiosa (1936b: 58)

La construcción de la masculinidad que realiza Anna es ambigua.


Por un lado, ella se encarga de revelar que los hombres son casi dioses

38
Así, se muestra una fisura en el estereotipo de “reina del hogar,” pues es “él”
quien decide los aspectos importantes de la vida doméstica. La fisura en este
estereotipo se realiza de manera consciente en los textos narrativos de Brunet
y Bombal, como veremos más adelante.
58 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

y que en virtud de su superioridad moral deben guiar los destinos


femeninos; sin embargo, se los hace tributarios del mal carácter y
la agresividad. En los artículos de Anna se establece, entonces, una
delgada línea que separa al dios del ogro, al ser débil que es la mujer
de la víctima. Los textos de Anna dejan la sensación de que solo los
hombres fueran capaces de violencia y que la labor de la mujer sería
comprender esta “naturaleza.” Lo anterior es expresión de que para
Anna los géneros se relacionan complementariamente: las mujeres son
más sensibles, mientras que los hombres son más “fríos” y “duros.”
Pese a que Anna defiende este sistema, reconoce que pueden existir
ciertas dosis de violencia producto del desequilibrio de poderes:

Se complace (la mujer) en aparecer débil para alcanzar un amoroso


amparo; admite la diferencia moral que existe entre ella y su marido
y que impone deberes concediendo derechos; pero siéntese ofendi-
da y humillada por poco que se la trate como inferior y sometida
(1936c: 58).

Pese a que en diversos artículos Anna reprueba las conductas


agresivas masculinas, para ella el matrimonio se rige por leyes propias
que escapan a las de la sociedad. Una de estas leyes no dichas es que
la mujer es capaz de perdonar cualquier ofensa y que incluso atacará a
quien intente defenderla. Lo anterior reproduce el clisé social de que
no vale la pena defender a una mujer que está siendo maltratada, pues
ésta defenderá al marido: “Perdonará la mujer un arrebato, excusará
una frase, podrá mostrarse indulgente con un acto de violencia que
diname el cariño, pero no tolerará jamás que otro cualquiera que no
sea ella misma, repruebe su conducta” (1936d: 58).

Cabe señalar que Anna conoce los nuevos roles que las mujeres
están asumiendo en la sociedad. Sin embargo, insiste en un sistema
de normas para los géneros que reproduce las desigualdades. Así, por
ejemplo, señala que las mujeres jamás deben presentarse o visitar a
un hombre, a menos que se trate de una visita de negocios. De este
modo, la socialización femenina sigue siendo incompatible con el
mundo del trabajo. Se observa un doble estándar en el que se acepta
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 59

su actuación en el mundo público, pero se la sigue educando para


tener una actitud pasiva y supeditada. Como consecuencia de lo
anterior, es obvio que en el mundo público seguirá reproduciendo
un papel dependiente.

En síntesis, para Anna hombres y mujeres se relacionan com-


plementariamente y su actuación doméstica y privada obedece a este
sistema. Los cambios sociales no alterarán el viejo compromiso de la
subordinación, por el contrario, la casa seguirá funcionando con leyes
propias que incluso permitirán la continuidad del mismo pacto.

La segunda sección que analizaremos es “La escoba y el plumero”


de la Tía Jacobita. Si “Buen tono” da las reglas para el desempeño
social, “La escoba y el plumero” entregará los conocimientos nece-
sarios para la organización del trabajo doméstico. Su articulista, la
Tía Jacobita, es un doble culto de las viejas cocineras de la narrativa
de Brunet, en especial de Doña Tato y de Eufrasia de “Piedra Ca-
llada.” Al igual que éstas, se trata de una mujer mayor que a través
del poder que le confieren sus conocimientos domésticos trata con
desdén e ironía tanto a hombres como mujeres. Desde su posición
de “vieja que le gusta opinar, las viejas somos metetes” (1936: 70) la
Tía Jacobita también se pronunciará sobre los géneros.

Para la Tía Jacobita tanto hombres como mujeres son niños a


los que se debe guiar y señalar sus errores. Sin embargo, estos “niños”
tienen diferentes funciones en la sociedad. La Tía Jacobita es clara
en señalar que el verdadero papel femenino es mantener ordenada
la casa, por lo tanto, el acceso a la cultura y a la educación debería
supeditarse a este fin:

Preferible es que la mujer empiece por aquello para lo cual parece


estar destinada por obra de la naturaleza y de las costumbres
ancestrales: a ser la guardadora del hogar. Lo que no quita que
después y como añadidura cultive su espíritu y haga de su inte-
ligencia un haz de rayos luminosos. O sea que sobre una base de
virtudes caseras, levante después un edificio lleno de estancias
60 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

amables y encantadoras. Pero lo primero es lo primero (Tía


Jacobita, 1936b:86).

La Tía Jacobita sanciona proyectos personales como adelgazar y


propone a cambio “la escoba y el plumero.” Es en estos saberes donde
la mujer puede encontrar la fuente de su poder, pues la felicidad está
“dentro de la olla y el ropero. Porque hay que ver la furia que le entra
a este buen hombre que es nuestro compañero cuando no encuentra
la camisa azul con rayitas blancas” (86).

1.3. Familia puertas afuera

Por otro lado, existen secciones que alientan la participación


femenina en el espacio público. Se trata de las editoriales de Isabel de
Santillana, las “Entrevistas con Familia,” el “Noticiario femenino” y
diferentes artículos sobre educación de la mujer e igualdad de salarios.
Estas secciones presentan una revista muy diferente a la de Anna y la
Tía Jacobita, incluso podría pensarse que se trata de una publicación
de avanzada en torno al tratamiento de los géneros. Sin embargo, en
distintos momentos se dejará entrever que este camino hacia lo público
tiene diversos costos como, por ejemplo, la falta de una pareja, la pérdi-
da de los lugares tradicionalmente femeninos y la envidia o resistencia
de las mujeres pertenecientes a otras generaciones, que insistirán en los
papeles femeninos tradicionales, todo esto sumado a ganar un 30 por
ciento menos que los hombres según datos de la misma revista.39
El ejemplo más claro es la discusión desatada en torno a la
educación femenina. No es de extrañar que desde las ideologías de
género que defienden Anna y la Tía Jacobita la educación femenina
sea entendida como una educación para el hogar, que la estilización

39
“Cuatro pesos diarios es el salario medio de una obrera santiaguina” (1936:
20-22). Familia publica numerosos artículos sobre la situación laboral de las
mujeres de 1930, éstos pueden ser fuente de información valiosa para quien
investigue en torno a ese tema.
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 61

del papel de ama de casa sea suficiente para encarar la modernidad


de los años treinta. Sin embargo, cuando es Marta Brunet quien bajo
su seudónimo de Isabel de Santillana propone una educación pública
que sea la extensión de lo aprendido en el hogar, el tema se vuelve
un poco más complejo.

En diferentes editoriales, Isabel de Santillana insiste en reafirmar


el “verdadero” papel de la mujer: su casa. De este modo afirma en “La
educación femenina:” “Sería necesario hacer de la escuela primaria fe-
menina una prolongación del hogar, dando instrucción absolutamente
encauzada a hacer de la mujer una buena dueña de casa y una excelente
madre de familia. ¿Para qué engañarnos? Ese es el fin natural nuestro:
casarnos y tener hijos” (1936b:3). La necesidad de una educación para
el hogar se enfatiza en tanto la muchacha es pobre. Así, a las limitacio-
nes intelectuales que impondría el género se suman las de clase: “La
muchachita de clase obrera, de clase media, ante todo debe saber cómo,
con tanto dinero al día, puede alimentar en una forma completa a su
familia. . . Y nociones de aseo. Barrer, limpiar, planchar, transformar.
Es decir, convertir el hogar sucio y antihigiénico, que hoy por hoy es
la mayoría del pueblo chileno, en un hogar limpio” (3).

Para Isabel de Santillana, la educación femenina consiste en ha-


bilitar a la mujer para desempeñar en lo público los mismos roles que
en lo privado; es decir, ser una colaboradora que cuida, sirve y educa.
No presenta modelos alternativos de feminidad, por el contrario,
toda disidencia es sancionada: “Servir. Cooperar. No quedarse en la
inercia de las horas muertas tediosas y vanas. Estamos cansadas de oír
a mujeres que se aburren, que no saben cómo llenar sus días, que se
sienten sin raíz, flotando sobre el vacío. Y adoptan poses lánguidas y,
por fin se declaran “incomprendidas” o “inadaptadas” (1936c).40

40
Esta descripción de la mujer de 1930 más o menos corresponde a la crítica
negativa que la izquierda clásica y el feminismo de la igualdad ha hecho de
los personajes bombalianos. Censura que recién Marjorie Agosín levanta al
mostrar la rebeldía pasiva de estas protagonistas.
62 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

La misma posición se observa en relación al papel de las


mujeres en política o en el trabajo. Lo público se presenta como
un terreno propicio para desarrollar y legitimar los valores tra-
dicionales femeninos como colaboradora del hombre y veladora
del hogar. Así lo señala en una entrevista Elena Döll, una de las
primeras asistentes sociales del país y quien tenía un cargo en el
municipio:

La mujer se debe antes que nada a su hogar, pero jamás debiera


descuidar el ejercicio de sus derechos. Si la ley ha dado a la mujer
chilena el derecho a voto municipal, debe ejercitarlo, no con
miras egoístas ni de mujer que se vanagloria, sino de servicio a la
colectividad. La mujer debe crearse un sentido de responsabilidad
social, debe velar por la correcta dictación de la ley que siempre
afecta al hogar, base de todo organismo social.
“Con Doña Elena Döll de Díaz” (1936: 17)

Por otro lado, como se advierte en las entrevistas, la educación


femenina debería finalizar con la enseñanza de que el trabajo se
hace solo por amor, no por dinero o reconocimiento y que no debe
constituirse en fuente de competencia con la pareja:

Si me dieran a educar a una muchacha le enseñaría a que cumplie-


ra con amor todos sus deberes de dueña de casa, y consideraría esta
parte de la educación con la misma seriedad de nuestras abuelas,
pero no me detendría allí. La haría capaz de ganar dinero, y si
fuera posible, me preocuparía de que antes de casarse, por lo
menos ensayara un empleo. Además le inculcaría un sentimiento
esencial, es decir, que su trabajo es solamente un recurso y jamás
un motivo de competencia frente a su marido. Solo entonces la
consideraría educada (Culkin 1936:64).

En relación a la educación universitaria, la revista señala como


un logro que haya aumentado el número de estudiantes universitarias.
Sin embargo, se insiste en que carreras como enfermería, servicio so-
cial y pedagogía son las “esencialmente femeninas;” es decir, aquellas
que son extensiones de las actividades que las mujeres realizamos en
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 63

la casa. Por otro lado, la revista señala que estudiar significa tener
que abandonar la coquetería y la sensualidad.41

Otro de los temores que presenta Familia es que las mujeres que
ingresan a lo público se quedarán sin pareja. De este modo, se afirma
que los estudiantes de pedagogía:

. . .tienen la creencia de que si se casan con una profesora, esta


debe quedar inhabilitada para hacer clases a otros niños que no
sean los suyos. Igual piensan los médicos y también los abogados.
Matrimonios de profesionales con profesionales de la misma
especialidad son escasísimos en el país. Terminarán mal, se dice,
no sabemos si con razón o sin ella (83).

Por otro lado, “El drama de una mujer fuerte,” folletín que la
revista publicó en diversas entregas, tenía como temática el que su
protagonista, una mujer que había optado por un desarrollo pro-
fesional, pierde “al amor de su vida,” porque su espíritu “formose
práctico, dominador y analítico, anulando poco a poco en mí a la
mujer; a la mujer que es toda sueño, toda ilusión; fantástica figura
en el ansia apasionada del hombre.” De este modo, su femenina y
delicada amiga Clota termina quedándose con “él” que “necesitaba
una mujer distinta: una mujer como Clota, suave y tímida, plena de
acariciante femineidad: de esa femineidad que necesita del arrullo
masculino para andar por la vida” (Papier 1936: 40).

1.4. Periodismo y literatura: vicios públicos, virtudes privadas

Como cualquier artista de nuestro tiempo Marta Brunet tam-


bién tuvo que hacer “escritura alimentaria;” éticamente escogió el
periodismo y un seudónimo para ello. Sin embargo, no creo que las

41
V. “Una profesión esencialmente femenina” (1936), “La muchacha universitaria
modelo 1936” (1936).
64 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

disonancias entre su discurso periodístico y el literario se deban solamente


a motivos de supervivencia. La revista Familia y su ambigüedad respecto
a los cambios en las relaciones de género expresa el temor a la agresividad
que en la sociedad chilena de 1930-1940 éstos provocaban.

¿Por qué tanto temor a las relaciones de colaboración entre


hombres y mujeres? La revista deja entrever el miedo de la sociedad
santiaguina de 1930-1940 a que la diferenciación entre los géneros,
que se sostenía afirmando el carácter de “complemento” para el sexo
femenino y reconociendo su inferioridad, desapareciera.

No vemos solo el miedo a perder una precaria identidad sexual,


sino también el terror de romper el modo en que históricamente se
ha transado la violencia vinculada al erotismo. Cuestionar los roles
femeninos y masculinos como relación de subordinación y depen-
dencia, altera de una manera concreta la repartición de la violencia
y del erotismo en lo privado y en lo público. Al aceptar su papel
subordinado, la mujer acepta también ser depositaria de las agre-
siones que se transan en la familia, transgredir este papel implicaría
que esas mismas agresiones se liberaran sin control. Tal como en el
tabú de la sangre menstrual analizado por Girard (1972: 42-43), el
sexo femenino actuaría como garante y depositario de la violencia
asociada al sexo y a las relaciones entre los géneros.42

Se observa, por lo tanto, en las redactoras de Familia dos sus-


tratos que tiñen ideológicamente los nuevos roles femeninos en la
sociedad: la necesidad de liberarse de la culpa del pachacuti (la “mala
violencia” descontrolada o en manos de las mujeres) o, simplemente,
de defender los espacios públicos y simbólicos ganados renunciando
a la plenitud como mujeres y creadoras.43

42
V. “René Girard: La violencia como sombra del erotismo” en Apuntes para una
filosofía del tocador.
43
Marta Brunet no era ajena a este tipo de transacciones, en la misma época en
que trabajaba en la revista declara para el Boletín del Instituto Nacional. N° 1:
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 65

Leer la narrativa de Marta Brunet y de María Luisa Bombal


implica adentrarse en una producción artística que cuestiona la
“buena violencia” del hogar, femenina y masculina, pero que se cursa
y se deposita fundamentalmente a través de las mujeres. Así, María
Luisa Bombal, a través de un lenguaje poético, describe la violencia
psicológica ejercida en contra de las mujeres de la clase media alta
chilena. Por otro lado, Brunet, enmascarada en un estilo criollista
que delega la violencia a las clases bajas y rurales, mostrará las agre-
siones, incestos y golpes ejercidos al interior de una casa en que él
y ella debieran “complementarse.” Esta narrativa de los años treinta
muestra que aceptar la inferioridad femenina y las “leyes propias”
del sistema de complementariedad solo puede contribuir a desatar
las relaciones de poder entre hombres y mujeres, y también, entre
las propias mujeres.

Pensamos que el diálogo entre el discurso periodístico como


expresión de una hegemonía discursiva y el discurso narrativo de
Brunet y Bombal no solo permite hablar de las licencias y prohibi-
ciones que la sociedad otorga a un discurso y otro, o de las presiones,
sumisiones y transgresiones que las narradoras debieron enfrentar en
relación a la representación de los géneros y de la familia en general.
También permite leer la concepción hegemónica en torno a la familia
y su contradiscurso, y finalmente, el doble discurso al cual un mismo
sujeto es obligado a someterse (Marta Brunet/Isabel de Santillana)
cuando asume el desafío de enfrentar la ira de una sociedad que no
tolera perder (o dejar de ser) un chivo expiatorio.

“Bienvenido lo escribí cuando era muy joven todavía. Yo era hija de una familia
muy burguesa, muy católica y muy conocida en el pueblo donde vivíamos.
De modo que la publicación de mis dos primeros libros fueron dos grandes
escándalos que allí se armaron. Entonces mi madre me pidió que escribiera
algo “bueno,” que pudiera ser leído por las jovencitas hijas de familia. Así
fue como escribí Bienvenido, que considero lo más malo que tengo entre mis
libros...” (Brunet: 1936: 15)
66 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

2. Una escena crítica: estereotipos e ideologías de género


en la recepción crítica de Brunet y Bombal

Marta Brunet y María Luisa Bombal son las primeras narra-


doras que lograron ser reconocidas como escritoras, y no como
meras aficionadas talentosas. Asimismo, junto a Mistral fueron las
primeras en ingresar al canon literario chileno. Sin embargo, y pese
a su incuestionable calidad literaria, lo anterior no fue un camino
fácil o sin costos.

Probablemente, la presencia en esta narrativa de las misias


como gatas sobre las tejas calientes de los techos hacendados o más
concentradas en “la otra mujer” que en sus parejas; la narración de
violaciones, abortos y asesinatos en el seno de la familia; la denuncia de
la explotación sexual y laboral femenina y las críticas a un sistema que
privilegia el ordenamiento de la producción por sobre las relaciones
familiares, generalmente caotizadas, contribuyeron al desagrado que
los textos produjeron y que la primera crítica expone.

Las narrativas de Brunet y de Bombal pueden leerse como


reflexiones realizadas desde el discurso literario sobre los modos en
que la violencia se anuda al erotismo en la cultura chilena y en la que
los géneros, por lo tanto, asumen, alternadamente, las máscaras de
víctimas y victimarios. Es decir, es un discurso que se articula a partir
de la revelación de los secretos familiares/nacionales.

Este trabajo explora dos estrategias que permitieron introducir


esta “incomodidad” que los textos y las propias autoras producen en
el campo cultural chileno de los años 30 y 40. La primera, tiene que
ver con la construcción de las imágenes públicas de las narradoras a
través de las críticas, crónicas y entrevistas tempranas. La segunda,
con el modo en que la crítica y las autoras dialogan con los referentes
literarios de la tradición crítica, esto es, surrealismo y criollismo.
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 67

2.1. El escenario

Acudamos a la reconstrucción del campo cultural del Chile de la


primera mitad del siglo XX realizada por el crítico Ricardo Latcham
a propósito de la obtención del Premio Nacional de Literatura de
Marta Brunet:

La revelación de Marta Brunet y el éxito de Montaña Adentro


colocaron un impacto en la mentalidad literaria de esos años. Los
escritores se reunían en la librería francesa, donde Nascimento, y
en algunos restaurantes y mentideros. Mariano Latorre oficiaba
de jefe del criollismo, y saludaba o atacaba a los noveles autores
en una columna que poseía en Zig- Zag (Latcham: 1961, 29).

Como vemos, la crítica literaria, las editoriales, los sitios de


reunión y la bohemia excluían a las señoritas de escena. Por otro
lado, el referente literario hegemónico, es decir, el criollismo, y su
contrapartida, las vanguardias, replegaban a las mujeres al papel de
naturaleza: es decir, al papel de un pajarito asustado, como la zurzulita
de Latorre, o la muda mujer otra orilla, del surrealismo.

La cita de Latcham muestra cómo la literatura era entendida


como un espacio de homosociabilidad. Como el fútbol o el burdel,
el campo literario de los años treinta y cuarenta era un espacio de
socialización masculina, caracterizado por la exhibición y legitimación
ante otros hombres de cuerpos también masculinos. Cabe pregun-
tarse, entonces, qué sucede con la irrupción de estos otros cuerpos
que deberían ser vistos y evaluados como el trabajo de un par. Como
una primera aproximación, proponemos que se lo degrada (como
quizás ocurra en el burdel); que se lo ignora como cuerpo sexuado
y se lo glorifica como cuerpo materno (como quizás ocurre en el
fútbol) y por último, que se lo traviste, como ha ocurrido a veces en
el campo intelectual y artístico. Lo anterior supone una lectura no
solo del corpus literario, sino también una lectura del cuerpo de las
escritoras, una intervención directa en su imagen pública.
68 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

2.1.1 El cuerpo degradado

La mujer es de menos inteligencia que la del hombre. Las hay de


inteligencia superior, pero no es lo normal. Si en una literatura
la producción de la mujer se acerca a la del hombre en calidad
y cantidad, podemos decir que esa literatura da indicios de una
cierta debilidad masculina. Es un caso para infundir cierta alarma
(Nolasco: 1940: 203-204).

Más que un comentario sobre la literatura chilena de principios


de siglo XX, este fragmento define un posicionamiento jerárquico
para hombres y mujeres. Esta forma de entender los vínculos entre lo
masculino y lo femenino, junto a la ideología de género que asocia a
la mujer con la naturaleza y al hombre con la cultura son, en parte,
responsables de la minusvaloración de las producciones femeninas.
No se puede alterar el principio de que lo femenino es, por defini-
ción, inferior sin cuestionar “lo masculino,” como advierte la cita de
Nolasco Cruz. El que los hombres reconocieran igualdad de derechos
y de atributos respecto a las mujeres implicaría, de alguna manera,
la propia inferiorización. Por otra parte, que las mujeres aspiraran a
la igualdad, se entendería como una sobrevaloración de los espacios
tradicionalmente masculinos en desmedro de los femeninos, lo que
convierte el posible cambio en una aporía. La única salida, para
seguir siendo “hombre” y “mujer” pasaría por la degradación de lo
entendido como femenino. Por otro lado, y quizás de manera más
relevante, una de las estrategias más importantes para mantener el
trabajo femenino subpagado, ya sea éste doméstico, asalariado o
artístico, pasa por la subvaloración de las mujeres.

2.1.2 El cuerpo “glorificado:” la madre espiritual y la señorita

... sin que mano de hombre jamás la mancillara es virgen y ma-


dre; ojos mortales nunca vieron su hijo pero todos hemos oído
las canciones con que le arrulla (Pedro Prado cit. Nolasco Cruz
1940).
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 69

Siempre se es “la primera” en entrar a escena y no por imagina-


ción parricida, sino por lo difícil que ha sido construir una memoria
que las congregue más allá del apelativo “mujeres.” Entra como Eva
a escena: desnuda y culpable, mientras ellos corren a taparle las ver-
güenzas con una hojita de parra que dice “madre.”

En esta escena se “glorifica” el cuerpo a cambio de la negación


de la sexualidad y de la maternidad efectiva. Una negociación antigua
y católica que posibilitó, durante mucho tiempo, la entrada de las
mujeres al reino de lo público. Al parecer, ser madre real y simbólica,
producir hijos y libros por placer, resultaba una obscenidad. Se escri-
bía porque no se era madre, se era madre y no se escribía.

Probablemente, a nuestra mente acude una imagen mistraliana. A


la “maestra pura” no parecen gustarle ni los hombres ni las mujeres y
su maternidad se reduce a la intelectual. Hijos y amantes quedan en los
dolorosos “ayes” poéticos o en las sombras de “yinyines” y secretarias.44

En su juventud, Brunet y Bombal elaborarán una imagen diferente,


pero igualmente asexuada. Serán las “señoritas” de la literatura chilena,
las bellas, jóvenes, ricas y castas. Si bien sus textos vulneran el ideal de
femineidad de la crítica, su imagen pública y su vida privada aparecen
como espacios normalizadores que contradicen sus temáticas, estrategias y
talentos. Sin embargo, cuando la contradicción entre los textos y la ima-
gen pública se hace muy fuerte, la voz de un hombre respetable resuelve
la tensión. Así, en la entrevista “Marta Brunet fue acusada de inmoral y
hereje” Brunet escoge la voz de un religioso para defenderse:

Lo que Martita ha escrito no es inmoral ni blasfemo, puesto que


ella se ha limitado a mostrar algunos aspectos sombríos de la vida,

44
Juventud y primavera, la revista de la Federación de Estudiantes de la
Universidad de Chile de principios del siglo XX, usará otro estereotipo, el de la
solterona, para desarticular el de “maestra pura;” en ambos casos, el ejercicio de
la sexualidad y la maternidad reales quedan excluidas de la vida de la poeta.
70 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

que en realidad existen y que ningún cristiano puede desconocer,


so capa de una pretendida virginidad mental. (“Marta Brunet fue
calificada como inmoral y hereje,” 1961: 29).

En su madurez, Brunet dejará la imagen de “señorita” para con-


vertirse en una “madre espiritual.” Será la escritora para niños, la tía,
algo así como la “vieja de castellano” de infinita soltería:

En cuanto a nosotras, las solteras, la canasta nos está salvando


del loro, del gato clásicos como también de otros bípedos más o
menos nefastos... Soy una señora gorda, de lentes negros, que le
gusta sentarse en el suelo junto a los niños a contarles la historia
de la gallinita negra (Carmona: 1958, 45).

Respecto a Bombal, su himen protector se romperá con el balazo


que le diera a su amante. Con los años, esta “princesa de las escritoras
chilenas” (Rojas, 1964) cambiará su imagen etérea y femenina, de
mujer de la “otra orilla” por la de la vieja maltrecha, abandonada y
alcohólica. Su muerte confirma, de alguna manera, el estereotipo
de la creatividad autodestructiva y el de que aquélla que tiene una
historia que contar terminará destruida y sola.

2.1.3 El cuerpo travestido

Se esperaba una novelita de una señorita muy compuesta, se halló


una recia obra, audaz, sólida, hecha de duros metales [refiriéndose
a Brunet] (Díaz Arrieta: 1986, 240).

Acudimos a la imagen de la “loca” para representar esta escena.45

45
Entendemos a la “loca” a partir de la producción literaria de Pedro Lemebel,
como un gesto que concita en sí mismo, a través de los grotescos aspectos
femeninos y masculinos. La “loca” realiza una performance que genera un
espacio de transgresión y de burla para homosexuales y heterosexuales que
representan su identidad sexual desde un solo género (cfr. Díaz: 1995).
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 71

En ella confluyen maquillaje, vestuario y algunas “falsas promesas”


femeninas con barba, voz grave y un cuerpo preciosísticamente
musculoso/masculino.

Brunet y Bombal aparecen en la crítica chilena de principios de


siglo bajo el signo de la “loca.” Alone, de nombre también travestido
fue el hombre que más apoyo brindó a Brunet y a Bombal, es el artí-
fice de esta performance. Su escritura las convertirá, simultáneamente,
en el paradigma de las mujeres verdaderas: las ricas, jóvenes y bonitas y
luego, sobre todo a través de la adjetivación, convertirá la producción
literaria de las escritoras, en una producción masculina:

No teme la autora afrontar la crudeza de las pasiones ni su expre-


sión exacta; pero sobre esa desnudez que se siente musculoso y
arde como braza, el velo mágico, la fantasía alucinante, el ritmo
arrasador lo alzan todo y lo purifican, diáfanamente [refiriéndose
a Bombal]. (Díaz Arrieta, 1986).

Alone hiperfeminizará los cuerpos y masculinizará la escritura. De


este modo, ellas seguirán siendo las mujeres verdaderas, las que hablan
por su clase, etnia y belleza y su escritura también seguirá siendo la real:
la masculina. Esta “loca” forma de entender el cuerpo escritural y social
normaliza la “loca” producción femenina. Son mujeres verdaderas y su
escritura también es verdadera en tanto masculina.46

Un disfraz travesti de menos elaboración son los apelativos de


“escritor chileno” con los que se pretende prestigiar la escritura de
Bombal y de Brunet y que se registran en la crítica periodística hasta
bien entrados los años ochenta.

46
Lo mismo se expresa en el titular que anunciaba que Marta Brunet había obtenido
el Premio Nacional de Literatura. “Cinco millones literarios: veredicto galante para
una recia obra” (1961). Según nuestra lectura, este título también informa que todo
sigue quedando entre hombres: el premio no es más que un gesto de caballerosidad
(galantería) a una escritura capaz de ser como la de un hombre (recia).
72 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

El cuerpo degradado, el cuerpo glorificado y el cuerpo travestido


como modos de encorsetar la imagen pública y la escritura de las
autoras, naturalizan el desequilibrio que la producción de Brunet
y Bombal produce en el campo cultural chileno. Más abajo que el
hombre por “naturaleza,” más arriba que éste, porque no es humana
en tanto no tiene sexo, diferente de “mí” en su imagen, pero una
copia de “mí” en cuanto a su palabra, parecen ser los modos en los
que la crítica asumió ese otro cuerpo.
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 73

3. La otra pugna: Vanguardismo y Criollismo

En el campo social y literario existía otra tensión en esta época.


Nos referimos a la existente respecto al vanguardismo y el criollismo.
En este apartado queremos mostrar cómo la crisis entre los géneros
también está presente en esta otra polémica, en tanto la crítica leerá
la producción de Brunet y Bombal desde ideologías de género, más
que desde criterios específicamente literarios.47

3.1. María Luisa Bombal: diciendo desde la otra orilla

Tal como han mostrado los estudios de Patricio Lizama (1992)


en relación al campo cultural de los años veinte y treinta, el arte de
vanguardia era sistemáticamente omitido de los comentarios de la crí-
tica oficial. En un país donde campeaba el arte realista, las vanguardias
poética y narrativa formaban una especie de extraña extranjería que
se silenciaba al no corresponder a las normas del arte oficial. De este
modo, surgen agrupaciones, revistas y manifiestos que contribuyen
a formar lectores y lectoras para el arte nuevo. María Luisa Bombal
no pertenecerá a ninguno de estos colectivos, solo encontrará a sus
pares cuando emigre a Buenos Aires. Por mientras, la crítica chilena
no realizará la censura del silenciamiento, como lo hace con los
escritores vanguardistas, sino una censura obscena que expone su
producción a fin de normalizarla.

Los elementos fantásticos, surrealistas y vanguardistas de su


narrativa son obliterados y explicados en tanto “misterios de mujer.”

47
Esta polémica, en particular, no alcanzó a afectar la narrativa escrita por muje-
res. La condición femenina parecía eclipsar toda otra diferencia. Algo similar
sucede actualmente, cuando sin distinciones ni mediaciones de ningún tipo se
alude a producciones textuales que solo tienen en común haber sido escritas
por mujeres.
74 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

A pesar de que el adjetivo “vanguardista” es un término amplio,


que pone a buen recaudo la falta de distinción crítica, se prefiere
otra explicación para sus innovaciones en narrativa: se tratará de
simple “intuición, directa, poética y femenina “ (Valente, 1969). Se
la comenta, pero desde el lugar equivocado. Se la pone en la escena
pública, pero para dejarla sola, sin pares, sin escritura, sin lenguaje.
Su escritura es solo “naturaleza,” femenina.48

Si la crítica periodística reduce el impacto del carácter vanguar-


dista en la obra de Bombal, la autora hará uso de éste y otros refe-
rentes a fin de poder decir el erotismo y la crisis del amor romántico.
Tal como ha mostrado Lucía Guerra (1980), Bombal utilizará un
lenguaje ambiguo, lírico y el referente fantástico para contar la repri-
mida sexualidad femenina. Así, los “árboles,” “amantes imaginarios,”
lluvia de avellanas, serían la forma de abordar la sexualidad y seguir
siendo una “señorita.”

En este sentido, resulta interesante determinar cómo los refe-


rentes literarios están fuertemente determinados por las ideologías de
género. Por ejemplo, en La Ultima Niebla (Bombal, 1935), la mujer
que tiene el amante real sigue los pasos de Ema Bovary y termina
muerta, la otra, accede a ese terreno solo a través de la mediación de
otro cuerpo (la carta) y del referente fantástico.

En esta misma novela encontramos otro ejemplo. Sabemos


que la figura del flaneur se paseaba por las páginas de la literatura

48
Aunque parezca increíble el mismo tipo de comentarios fueron realizados en
torno a Diamela Eltit más de cincuenta años después. La concepción de lo
femenino como lo oscuro, lo irracional y lo sensible incide claramente en el
cómo se han leído sus textos. Así, sus textos son reducidos en la prensa santia-
guina a “misterio de mujer” (Larraín, 1989) y su tratamiento del cuerpo se lee
como parte de la concisión femenina (Valente, 1989). Valente afirma su valor
en “percepciones” y “presentimientos” (“percibo un rigor poético;” “presiento
una coherencia oculta” Valente, 1984), lee a Eltit como un “oscuro poema,”
sin hacer más precisiones sobre su proyecto literario.
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 75

modernista paralela a Bombal. Sin embargo, y por mucho que las


mujeres seamos las reinas del “vitrineo,” no es verosímil que una
mujer de la clase alta, hastiada como cualquier dandi, salga de noche
a vagabundear por la ciudad en busca de un amante si no es bajo el
referente de lo fantástico.

En esta unión entre referentes e ideologías de género resulta muy


interesante estudiar qué significa escribir-hablar desde la posición de
“otra orilla” o de “lo irrepresentable,” lugar en que el surrealismo pone
a lo femenino. Muchas de las protagonistas bombalianas estarán en
una posición de “mudez,” como Brígida de “El árbol,” que “no sabe
ni siquiera insultar,” (Bombal 1938) o hablarán desde la mortaja,
como es el caso de Ana María de La última niebla (Bombal, 1935),
o inspirarán la voz de los otros, pero solo hablarán para pedir perdón,
como es el caso de María Griselda (Bombal 1946).

La asimilación de María Luisa Bombal con sus personajes (fe-


meninos, irracionales y vinculados a la naturaleza) le permite nor-
malizar su imagen pública y aminorar las agresiones. Su escritura no
es superior, se trata de simple irracionalidad femenina. Y es en este
punto donde la máscara se vuelve de hierro al dejar a la escritora del
lado de lo irrepresentable, perdida en la locura.

En María Luisa Bombal, y bajo la lectura surrealista, escucha-


remos algunos tonos de la voz de la madre. La “mujer otra orilla”
convergirá en una “misia” de la burguesía hacendada. Desde esta casi
afásica condición (“ella” inspira o reproduce los discursos) las protago-
nistas bombalianas intentarán contarnos su frustración y abandono,
hablarán el erotismo relegándolo al espacio de la naturaleza, el sueño
y la autogratificación. Por otro lado, la violencia será dicha a través
de un lenguaje poético que privilegia las metáforas y las metonimias,
reproduciendo, de este modo, el estereotipo social de que la violencia
en las clases altas tiende a ser más psicológica que física.
76 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

3.2. Brunet: el criollismo como mascarada

La narrativa de Brunet puede leerse como una reflexión sobre


el curso del erotismo y de la violencia en el espacio doméstico, en
el marco de la cultura hacendada de principios del siglo XX que el
criollismo interpreta.

El criollismo, o más precisamente el neocriollismo,49 como re-


ferente literario privilegiado en Brunet, pone en escena, no solo las
relaciones intra e inter genéricas, sino también las existentes entre
patrones e inquilinos. Según nuestra lectura, la pobreza de estos úl-
timos no es un mero telón de fondo para la “fatalidad” criollista.

Quisiera detenerme un poco en la relación entre pobreza, criollis-


mo y violencia en el contexto de la producción de Brunet. Si leemos
la obra de Brunet como narrativa de valor literario que, sin duda lo
es, pero también como una reflexión sobre la violencia doméstica,
el hecho de que la mayor parte de sus personajes sea rural y pobre
no es intrascendente.

La pobreza de estos personajes habla de una violencia mayor


ejercida por las otras clases sociales que interpretan, representan,
ignoran o, simplemente, se benefician de ese sistema violento. En
ese sentido, el criollismo de Brunet, si se lee de manera más o menos
literal- lectura que su proyecto realista propicia - podría entenderse
como una denuncia a las condiciones de vida de la gente que vive
“montaña adentro,” “aguas abajo,” pero también, como un referente
literario a través del cual se ejerce una fuerte estigmatización: los po-
bres representados cargarían el estereotipo de que “eso” solo le ocurre
a “ellos.” Al desatender el marco violento más amplio se los convierte

49
Para ver la pequeña polémica entre criollismo y neocriollismo v. “La querella
del criollismo. Montaña adentro.” (Alone: 1954: 29). Y “Género y canon: la
escritura de Marta Brunet.” (Oyarzún: 2000)
II. CONTEXTOS: LA CRISIS DE LOS GÉNEROS EN LA ARENA DISCURSIVA… 77

en chivos expiatorios en los que se deposita la violencia liberando de


ella a las otras clases sociales.

No obstante, pensamos que Brunet usa a los que viven “montaña


adentro” para referirse a la sociedad chilena en su conjunto. Así, en
“Aguas Abajo,” los personajes serán llamados como “El hombre” y
“La mujer,” otorgando el universalismo que las clases altas y medias
reclaman para su autorepresentación.50

Como hemos sostenido anteriormente, pensamos que el criollis-


mo de Brunet es una máscara que, precisamente, le permite “decir”
un problema que afecta a la sociedad en su conjunto: el idiolecto,
la ambientación centrina de sus relatos, la semi amistosa jerarquía
presente en las relaciones entre patrones e inquilinos, “la fatalidad”
como motivo que justifica las iniquidades oculta bajo “el poncho del
padre” (usando una expresión donosiana) la crítica aguda que Brunet
realiza a nuestra cultura. Bajo estos elementos criollistas, los golpes,
incestos, asesinatos, la explotación inter géneros e interclases que
ocurren en la casa-fundo, son tolerados e incluso invisibilizados.

Es sabido que Marta Brunet y su obra tuvieron amplios grados


de aceptabilidad social, a pesar de mostrar una casa de leche amarga.
El papel de directora de Familia, su imagen pública de señorita de
sociedad, y, a nivel literario, el uso del criollismo como fachada, le
permitieron escribir sobre temas acerca de los cuales recién hoy en día
se está reflexionando. El costo de sus estrategias de inserción fue el
hecho de que durante mucho tiempo se la reconociera, únicamente,
en cuanto a sus máscaras.

50
Esta misma estrategia la usará Eltit en Los trabajadores de la muerte (1998).
78 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

4. Brunet y Bombal: dos voces, dos estrategias

En una sociedad rígidamente estamental, su criollismo verbal vio-


lentaba un doble tabú de clase y de género sexual. Allí se atentaba
contra las “buenas costumbres,” en tanto éstas implicaban una
permanente autocensura: preferencia por lo sublimado, opción
por los eufemismos (Oyarzún: 1997, 20).

Suele existir una tensión al evaluar comparativamente la produc-


ción de Brunet y Bombal. La tensión surge entre lo valorado canóni-
camente, es decir el plus estético, versus la capacidad de transgredir
las expectativas de género y clase, de no hablar como una “señorita.”
En este diálogo que las hace rivalizar siempre gana una y pierde la
otra. Desde nuestra lectura, preferimos abandonar la sospechosa y
sintomática tendencia a hacerlas rivalizar. Sobre todo, cuando el
diálogo entre ambas, desde y considerando sus particulares proyectos
estéticos, enciende los temas que queremos abordar.

Según nuestra lectura, tanto Brunet como Bombal dicen la casa


chilena desde la voz materna. Para ello, ambas usarán los referentes
literarios para decir, y ocultar a la vez, un contenido igualmente
transgresor en un plano y velado en otro. Si Bombal es más ambigua,
significa que ha productivizado estéticamente la censura. Si Brunet,
aparece como más “explícita,” entendemos que tenemos que leer
más allá de su política de “carta robada.” Bajo los distintos amparos
que hemos mencionado, Brunet y Bombal romperán los muros de
la casa-fundo chilena, pagando cada una de ellas un costo. Tarea del
gran tiempo será hermanarlas y liberar los sentidos que proponen
más allá de sus máscaras.
79

III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES)


DEL SEXO

1. Aguas Abajo

En “El escándalo como modo de recepción” Kemy Oyarzún


enfrenta los textos que componen Aguas Abajo (Brunet: 1943) como
“relatos que parten in media res, en un “momento existencial,” instante
en el que los supuestos y las certidumbres se resquebrajan... Textos de
acción liminar, ante todo desestabilizadores” (Oyarzún: 1997, 28).

Pensamos que la crisis y la apertura de los cuentos tienen relación


con episodios que anudan la violencia y la sexualidad en un contexto
doméstico. Esta tensión entre lo erótico y lo tanático se intensifica al
ponerla en diálogo con las concepciones familiares hegemónicas, que
como hemos visto en el análisis de la revista Familia, exorcizan las
pasiones controlando la agresividad a través de la “complementación”
de la pareja y deserotizando a los sujetos.

Aguas abajo presentará un abanico de posibilidades en que el


placer aparece amalgamado a la destrucción. Así, en el primer cuento,
“Piedra callada,” el nudo entre violencia y erotismo está presente en
varios momentos: en el abuso de la madre hacia la hija cuando ésta
expresaba sus deseos de casarse y establecerse como mujer sexuada,
adulta e independiente del poder materno; en las violaciones y em-
barazos que conducen a Esperanza a la muerte; en los golpes para
acallar los deseos incestuosos de Bernabé hacia su hija Venancia, los
que desatarán la relación con el resultado más violento de la historia:
la competencia entre Bernabé y Eufrasia, su suegra, que culminará
con el asesinato silencioso y perfecto del hombre.
80 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

A diferencia del primer relato en que la violencia esconde un


trasfondo erótico, en “Aguas Abajo” será la sexualidad la que irá
revelando las relaciones competitivas dentro de la familia. La rivali-
dad entre la madre y la hija por el “taita”/”marío” culminará con el
desplazamiento total de la madre y por poco, con su suicidio.

Finalmente, en “Soledad de la Sangre,” vemos el sometimiento


económico y sexual de la mujer. La protagonista se rebelará pasiva-
mente al abuso, replegando su imaginario erótico a las evocaciones
de la música. Es por esto que cuando el marido y su socio intentan
“tocar” este último reducto femenino, surge la defensa violenta de la
protagonista que culmina en los golpes que propina al huésped y en
el casi desangramiento de la mujer.

A nivel de estrategias textuales, “lo obliterado” es una cons-


tante en la manera de decir el conflicto. De este modo, en “Piedra
callada” solo pequeños indicios señalarán a Eufrasia como la asesina
de Bernabé; en “Aguas abajo” la cópula entre la muchacha y su pa-
drastro quedará replegada, escondida, en unos puntos suspensivos
y manifiesta en la nueva situación de poder de la muchacha y, por
último, en “Soledad de la Sangre” no se narrará la vuelta a casa de
la protagonista, quedando oculto a nuestros ojos la resolución a la
violencia conyugal. Este “no decir” revela, paradojalmente, el “secre-
to de familia,” ese pachacuti emocional y pasional que desborda en
erotismo y violencia las jerarquías y calmas aparentadas o forzadas
presentes en las representaciones hegemonizantes de la familia.
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 81

2. Un “trapo de piso” y la reina del hogar

La crítica literaria feminista ha leído la producción de las escri-


toras chilenas de la primera mitad de siglo como la configuración
de una identidad femenina. Esta identidad genérica encontrará sus
fundamentos en el cuerpo; en la relación que las protagonistas enta-
blan con la naturaleza; en la marginalidad respecto a lo simbólico (en
tanto lenguaje, en tanto espacio público); en su poder contestatario
activo o pasivo respecto a la sociedad patriarcal y, finalmente, en el
arte como una forma de acceder a la propia subjetividad.

A nuestro juicio, Brunet parte de un supuesto anterior a estas


identidades y que se relaciona con la representación de un sujeto
en crisis, de un sujeto violentado. Es desde este lugar, entonces,
que podría entenderse la necesidad de acceder a un espacio en lo
público, en la naturaleza o de inventarse un lenguaje para acceder a
un nuevo yo.

A primera vista, todos los cuentos pueden ser leídos como una
expresión de violencia masculina hacia lo femenino. La constitución
de la identidad genérica pasaría, entonces, por el hecho dramático
de reconocerse como “víctima,” “manoseada,” “chingada.” Los
abortos, golpes, incestos, explotación y desvalorización del trabajo
y creatividad femenina presentes en esta narrativa desdibujan toda
otra identidad posible. Queda en pie la expresada en un relato de
Brunet, la de “un trapo de piso.” Las protagonistas recorren el silen-
cio, la ensoñación, el arte, la seducción, el aislamiento e incluso el
asesinato, como formas de escapar a esta identidad, convirtiéndose,
en algunos casos, en victimarias. Por otro lado, los relatos del amor
romántico que ven al hombre como un salvador y protector, quedan
hechos trizas al mostrar su revés brutal y abusivo; por lo tanto, la
identidad genérica masculina se reformula y se la presenta como la
de un victimario.

Sin embargo, la reflexión que propone la literatura de Brunet


abre un espacio de comprensión para la violencia sexual que va más
82 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

allá de binarismos y maniqueísmos implícitos en lógicas violentas.


Esto es: buscar al culpable de la primera piedra para convertirlo en
chivo expiatorio y depositar así la culpa originaria de la agresión y del
sexo en un solo sujeto, víctima a su vez, de nuevas violencias. Es en
este sentido, que tiende un puente hacia autores posteriores, como
son José Donoso y Diamela Eltit.

En Brunet, tanto la identidad de víctima como la de victimario


son identidades inestables, transitorias. Es así como la víctima puede
llegar a tornarse victimaria con mujeres más jóvenes o niños y el
victimario también ha sido víctima de la violencia al someterse a
los abusos de la madre, o al tener que subordinarse a otros en tanto
inquilinos.51 Niños y niñas, eternos testigos y sujetos de la violencia
doméstica, asumirán también, el papel de víctimas o victimarios
según el modelo que escojan.

Aunque el decir popular sea que en el fondo “les/nos gusta


que les/nos peguen” existe otro que dice que “no hay mal que dure
cien años ni tonto que lo resista.” Estas expresiones aluden a dos
situaciones que la narrativa de Brunet explora: la violencia contra
las mujeres asociada a la sexualidad, esto es, el vínculo entre placer
y violencia y, por otro lado, el hecho de que es imposible asumirse
como una víctima eternamente.

2.1. Reina y víctima

En la mayoría de los textos de Brunet la sexualidad aparece


asociada a la violencia bajo el entendido de que es una práctica que
debe expiarse.52 Así, vemos que ninguna de las protagonistas que

51
Podemos observar la subordinación a los patrones sobre todo en “Piedra
callada.” Estos interfieren en casi todos los aspectos de la vida privada de sus
inquilinos.
52
Cfr. “Al acecho de eros: el erotismo como causa de la violencia.” Capítulo I.
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 83

haya tenido relaciones sexuales permanece sin un castigo.53 Brunet


muestra cómo el placer masculino degenera en violencia y el feme-
nino se paga con humillación y dolor. De este modo, en “Piedra
callada” (Brunet, 1943b) Esperanza se encuentra en una espiral de
coitos, embarazos, golpes, abortos, que la conducen a la muerte.54 El
dramatismo de esta secuencia aumenta al ser narrado por los niños:
“allí, en la montaña, ´ebajo del roble con copihues, enterraba el taita
a las guagüitas... si se lo pasaba en d´ella y después era el lamientarse
porque se embarazaba” (92).

Los niños comienzan a ser golpeados cuando crece el deseo


incestuoso del padre por la hija. La aseveración del padre de que
puede hacer “con ellos lo que quiera” incluye a la violencia y el sexo
y la violencia como sucedáneo del sexo:

Esperanza... (mirando a su hija Venancia) y se la quedó mirando


con la boca abierta y temblorosa la nuez, Esperanza..., por diosito
que se le parece da susto... El hombre parecía sentir algo que crecía
en su interior. Se miró las manos donde empezaba a hurgar la
violencia. Las empuñó y de repente se echó sobre los chiquillos,
espantándolos a golpes que caían indistintamente sobre cualquiera
de ellos. Sobre Venancia... (1943b, 80)

Brunet presenta la relación de lo masculino hacia lo femenino


a través de una sexualidad descontrolada y agresiva. Ni la ternura ni
el afecto les son permitidos a sus varones. Los rasgos amorosos de-
ben ser reprimidos, pues en ellos el amor devendrá invariablemente
violento:55

53
La excepción es Doña Santitos, personaje femenino que rompe el estereotipo
de la viejecita viuda. Sin embargo, a pesar de que ella no paga el amor con
dolor, mantiene una relación casi comercial con su joven amante.
54
El tema del aborto producido por una violación es retomado por Brunet años
después en María Nadie (1957).
55
Cabe señalar que uno de los pocos hombres que se relaciona colaborativamente
con las mujeres termina asesinado por otro hombre (Brunet, 1923).
84 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Pero el hombre se había quedado de nuevo mirándose las manos


y, también de súbito, sintió que en el pecho algo se deshacía
en una tibia avalancha, como si llorase por dentro. Igual: una
marejada caliente. Y se acercó a Venancia, casi al mismo tiempo
que la abuela... Pa’ eso es mi hija pa’ hacer con ella lo que se me
ocurra (89).

En general, los personajes no se sienten merecedores de la fe-


licidad y si la encuentran, sienten que deben pagarla. Si bien tanto
hombres como mujeres expían el placer, es en las mujeres en quienes
se deposita la culpa y la violencia asociada a la sexualidad. En “Piedra
Callada” es la esposa la que experimenta en su cuerpo el autocastigo
de su marido, y es la hija la que recibe en forma de golpes los deseos
del padre.56

“Dos hombres junto al muro” (Brunet, 1963), cuento de Brunet


de personajes masculinos, ilumina el otro lado de lo que propongo.
En este relato, un preso se entera de que su mujer lo engaña, piensa
escapar para verificar la información, pero es disuadido por un viejo
gendarme: la cárcel es más segura, hace años él hizo lo mismo y mató
a su mujer. Ambos hombres prefieren, para protegerse y proteger a
sus mujeres, permanecer en prisión. Parece ser que para Brunet el
mejor lugar para la pasión masculina es entre las rejas. Todo atisbo
de libertad y sensualidad terminará “fatalmente” en violencia: “qué
se hace cuando los celos lo ponen a uno peor que fiera rabiosa. Se
insulta, se pega, se hiere, se mata.” (1963, 256).

Si Brunet construye la identidad femenina en torno a ser objeto


de violencia, la masculina se centrará en la figura del victimario. Así,
por ejemplo, tanto la patrona como Eufrasia y quien narra “Piedra

56
En este sentido es pertinente el diálogo con La violencia y lo sagrado de René
Girard (1972), en tanto este antropólogo demuestra cómo el castigo a la vio-
lencia sexual ha recaído históricamente sobre las mujeres V. capítulo I, “René
Girard: la violencia como sombra del erotismo”
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 85

Callada” describen a Bernabé como “bruto” y los hombres que


presentan una masculinidad diferente, como el marido de la pro-
tagonista de Montaña Adentro (1923), o el protagonista de Amasijo
(1962), terminan siendo víctimas de otros hombres o de la madre.
Esto nos permite abrir el análisis de la violencia hacia espacios de
mayor comprensión: las mujeres como víctimas históricas terminarán
presentando aspectos victimarios, contra otras mujeres, contra los
hijos o contra otros hombres y los victimarios habrán sido víctimas
en algún momento de la vida.

Si el placer es algo que debe pagarse, y esta violencia recae sobre


todo en las mujeres, no es de extrañar que las mujeres mayores casti-
guen la sexualidad en niños y niñas. Madres-amasijo, patronas y viejas
ahogarán en niños y niñas todo asomo de placer bajo la premisa de
que es “por su propio bien.” Un ejemplo lo encontramos en Montaña
adentro, texto en que la madre reprimirá a su hija Cata incluso con
golpes. También encontramos esto en “Piedra Callada:” “De regreso
al molino, sin mayores explicaciones, le dio una paliza a Esperanza.
Con lo que entendió que tenía que buscar otro apoyo si quería casarse
con Bernabé” (71). No obstante, como veremos, las hijas o mujeres
jóvenes intentarán utilizar para su liberación, precisamente, lo que
les ha sido negado: el sexo.57

2.2. La reina de la casa

Tal como aparece en la revista Familia, que hemos analizado


previamente, el papel de “dueña de casa” era parte importante en la
construcción de género femenina de principios de siglo XX. Siguiendo
la lógica de complementación entre los géneros, si “él” era el señor de

57
Cabría mencionar en este sentido además, a Esperanza de “Piedra Callada”
(Brunet: 1943b), a Maclovia de “Aguas Abajo” (1943a) y a Mercedes de Bestia
Dañina.(1926)
86 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

lo público, entonces a “ella” le correspondería ser la “reina del hogar.”


En la narrativa de Brunet veremos de manera simultánea tanto la
exaltación de los trabajos femeninos en el ámbito doméstico como
un fuerte cuestionamiento al papel de “reina del hogar.” O, dicho de
otro modo, a la casa como un espacio de legítimo poder femenino.

Dentro de la valoración positiva que hace del trabajo doméstico,


Brunet señalará su importancia económica, su poder transformador
y, al representarlo transfigurado en un contexto literario en la creati-
vidad y las habilidades necesarias para llevarlo a cabo reconoce una
de las estéticas de mujeres y de pobres.

Sin embargo, pese a lo anterior, la casa no constituiría un es-


pacio para gozar y desarrollarse, un “reinado femenino,” no porque
las labores reproductivas carezcan de valor, como se ha señalado más
arriba, sino porque este trabajo se encontraría alienado.58

Brunet se adelanta al feminismo de la segunda mitad de siglo XX


al incorporar una visión marxista respecto al trabajo femenino: no se lo
reconoce, no se lo paga, depende de la plusvalía de otro y, por último,
tanto el mérito como las ganancias no llegan a quien lo realiza:

Bueno es que me devuelva los diez pesos que le presté para


empezar sus tejidos. Y que no se gaste toda la plata que gana en
cosas para usted no más. Claro es que no voy a decirle que me
dé esa plata a mí, es suya, si bien ganada por usted y no le voy
a decir que me la entregue, pero ya ve, ahora hay que comprar
una olla grande y arreglar la puerta de la bodega. Bien podría
hacerse cargo de esas cosas ahora que maneja tanta plata. ... Y
después compró...Porque significaba una alegría ir convirtiendo
aquella destartalada casa de campo en... una casa como la suya
(Brunet: 1943c, 124).

58
En este sentido, Brunet se adelanta a las discusiones tanto del feminismo de
la diferencia como el de la igualdad.
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 87

Por otro lado, en “Piedra callada” Eufrasia “piedra” es nombrada


“perla” cuando empieza su labor transformadora en la casa patronal.
Sin embargo, cuando trabaja en la casa de su yerno, para sus nietos,
este trabajo se convierte en un aspecto más de la competencia entre
Bernabé y Eufrasia:

Otra vez ganaba el hombre...


Y ella allí, como una buena tonta, trabajando el día entero para
que su mercé hallara el pan dorado, el sabroso caldillo, las papas
asadas y el agua hirviendo para cebar el mate. Y la ropa limpia y
en rancho como una plata... Tonta. (Brunet: 1943b, 45)

Finalmente, ninguna de las protagonistas posee un espacio per-


sonal en la casa; el último patio, un rincón de la sala con la condición
de que el marido se haya dormido y no “ocupe” ni el lugar ni a la
esposa, y finalmente, el acorralamiento de la mujer que la impulsa a
huir a la montaña, relativizan bastante el “reinado” femenino.

Como posteriormente mostrará José Donoso en El obsceno pájaro


de la noche (1970), el trabajo doméstico no solo involucra una estética
sino también un poder. En el caso de Brunet, las mujeres mayores
que poseen la experticia de las labores de la casa, como Doña Tato, la
mujer de “Aguas abajo,” la hermana mayor de Bestia Dañina (1926),
sienten una superioridad respecto a las más inexpertas. Sin embargo,
pierden su cetro de “reinas del hogar” cuando aparece alguien dotada
de más atractivo sexual para el “dueño de casa;” con esto, el estereotipo
de que lo privado es el espacio “natural” de poder femenino y, por
lo tanto, sin contradicciones, termina de desbaratarse y convertirse
en un poder obscuro.

En los cuentos de Aguas abajo, ni la casa, ni los hijos, ni el


cuerpo, ni el sueño se constituyen en un lugar “propio” o natural
para la mujer, en tanto son espacios que pueden ser arrasados por la
violencia. Desnaturalizar y relevar la violencia en el espacio doméstico,
vinculándola, además, a la sexualidad es, a nuestro juicio, uno de los
grandes aportes de la narrativa de Brunet.
88 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

El último cuento “Aguas Abajo” presenta un enfoque sutilmente


diferente a las construcciones de géneros y a los significados de la
sexualidad que hemos visto en la mayoría de los textos de Brunet. A
nuestro juicio, este cuento es un puente hacia los textos que analiza-
remos después en tanto el sexo y el erotismo dejarán su concepción
de pecado que debe castigarse para establecerse como una relación de
poder. La violencia será, entonces, el resultado de la rivalidad entre
dos y de la exclusión del tercero.
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 89

3. “Aguas Abajo:” los cuatro lados de un triángulo

La casa fue primero de quincha con revoque de barro. Pero, al correr


del tiempo, el hombre empezó a subir las lajas del río y alrededor
de las paredes ya existentes hizo otras de piedra. Era como una casa
metida dentro de una casa. O mejor dicho como una habitación
metida dentro de otra habitación, porque la casa no era sino ese
espacio doblemente murado... (Brunet: 1943, 82-83).

Quizás en una primera lectura el conflicto central de “Aguas


Abajo” sea el triángulo seudoamoroso producido entre La mujer, “el
hombre,” y la Muchacha. Sobre todo, porque la antigua historia de
la mujer mayor desplazada de la cama y de la cocina de “el hombre”
por una más joven tiene como ingredientes adicionales el parentesco
entre ambas mujeres y el genio narrativo de Brunet para contarla.

Es así como desde el primer párrafo del cuento se nos habla


de este particular triángulo: “La casa dentro de una casa” alude al
incesto simbólico entre el padrastro y la hijastra; las paredes de pie-
dra y las de barro, el orden de la madre y el de la hija construidos
por “el hombre” al poder escoger a una como “dueña de casa” y a la
otra como “su mujer;” el “espacio doblemente murado,” dirá la casa
completamente aislada del resto de la comunidad y de sus leyes, a
no ser por el intercambio comercial.

Nuestra lectura abordará el triángulo de poder y erotismo


presente en el cuento, pero lo confrontará con aquello que está a la
sombra de estas pasiones: es decir, el resto de la familia y la relación
con la comunidad. Para esto, iremos describiendo la estructura del
cuento y comentando sus significaciones.

El cuento está formado por cuatro escenas separadas entre sí por


puntos suspensivos. Cada una de estas secuencias describe un aspecto
de la triangulación en que dos personajes se coluden para incluir-
excluir a un tercero. Los puntos suspensivos, “lo que no se dice” en
el texto, contendrán la información que hace progresar el relato,
90 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

mientras que “lo dicho,” es decir, los diálogos en que dos personajes
hacen presente/ausente al tercero, se reiterarán en su estructura en
las cuatro escenas, produciéndose así, la sensación temporal de que
la misma historia se repetirá una y otra vez, como los monótonos
trabajos de la familia, el fluir de las aguas y las estaciones. Ambos
aspectos, “lo dicho” y “lo no dicho” van convirtiendo a quien lee
en testigo y partícipe del secreto de familia que oculta ese espacio
“doblemente murado.”

3.1. Escena uno: “En la casa la existencia se guiaba por las aguas”

La primera escena nos presenta a los personajes del relato en


función de los trabajos que realizan en el hogar. La madre, el marido,
la hija, la abuela y otros hijos aparecerán en relación a las labores que
realizan en la casa. Estos trabajos están determinados por el flujo del
río, el curso de las estaciones y el lugar de poder que cada personaje
ocupa en la familia.

El hombre cortará y venderá leña en verano, en el momento


en que el cauce del río le permite salir; la mujer tejerá mantas en
el invierno, secundada por la vieja y la muchacha; hasta que en la
primavera cuando el río aminora las aguas, se irá al pueblo a comprar
“las faltas.” Los dos trabajos que producen dinero serán realizados
por “el hombre” y “la mujer,” mientras que la abuela, la muchacha
y los niños, tendrán la función de asistir según su sexo. La situación
de no ganar dinero va aparejada con el escaso poder de estos últimos
personajes.

Las aguas aparecen en el relato con dos significados que, según


nuestra lectura, se superponen: por un lado, el tiempo cíclico, el del
trabajo, que se presenta radicalmente diferente al concepto heracli-
tiano del tiempo en tanto hay renovación de los cuerpos, pero no de
las subjetividades. Todo transcurre igual, año tras año, de modo que
las generaciones, en vez de evolucionar o cambiar, ocupan el mismo
papel y lugar que las precedentes. El otro significado que adquiere
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 91

el río tiene que ver con las pasiones “desbordadas” y “naturales” que
ocurren en la casa.

Usando el río y su fluir, en pocas páginas Brunet describirá los


años y los días de la familia. Llega la noche y todos ellos se acues-
tan a dormir en la casa sin paredes y completamente aislada de los
demás. La Mujer y “el hombre” esperan a que el resto de la familia,
especialmente la muchacha, Maclovia, quien en esta escena será la
tercera ex(in)cluida, se duerma.

El hombre y la mujer cambiaban rituales palabras, frases sueltas,


oyendo como las respiraciones iban haciéndose sonoras.
–!No!
–¡Tan ormíos!...
–La Maclovia no...
–Toos.
–¿Y la vieja?
–¿Ella? No importa... (90)

La distinción que hace La Mujer entre la Maclovia y la vieja


es significativa para el devenir del cuento. No importa que la vieja
escuche, ella interrumpirá el rezo y sonreirá con sus dientes ralos
ante el primer gemido (cfr. 90), mientras que para la Maclovia, los
sonidos de la cópula serán las señales que le da la madre sobre lo que
(no) debe desear:

Pero a veces un gemido más agudo inquietaba el sueño de la mu-


chacha, la ponía al borde del desvelo, cuando no la despertaba de
golpe, anhelante, sabedora de lo que pasaba allí, viéndolo sin verlo,
trasudando angustia, con los pechos repentinamente doloridos y
los muslos temblorosos, uno contra otro, apretados (90- 91)

La escena culmina con la muchacha que se ha vuelto a dormir y


la necesidad de rehacer la huella para ir al pueblo. De alguna forma,
la salida al exterior ordena temporalmente las pasiones de la casa.

Al observar la escena nos parece importante detenernos en el


92 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

disciplinamiento laboral de la familia confrontado a la caotización


de las pasiones que por la casa circulan. Desde la lectura criollista, el
cuento se leería como una crítica a las condiciones de extrema pobreza
y de hacinamiento que llevan a una familia a vivir en una casa sin
paredes ni límites de ningún tipo, las familias pertenecientes a otras
clases sociales, quedan invisibilizadas. Para nosotros, existiría un vín-
culo entre las condiciones materiales de la familia y las sexualidades
que allí se practican, sin embargo, este vínculo no se relacionaría,
como veremos más adelante, exclusivamente con la pobreza.

3.2. Escena dos: “Mi taita no, su marío”

–¿Onde está tu taita? –preguntó la mujer.


–Mi taita no; su marío. Tá allá, en el bajo –indicó la muchacha
con un gesto.
–¿Nunca vai a entender a icirle taita?
–Nunca, mi taita murió

–¿Querís irlo a buscar?....Vai a irlo a buscar... Mal mandá... No
es ningún perro sarnoso pa´ que no le podai hablar siquiera
(92-93).

La pugna por el nombre y papel que se dará al hombre, en este


diálogo entre la madre y la hija, nos revela dos aspectos importantes
para la compresión del cuento; el primero se refiere a que la cons-
trucción de género masculina estará signada por ser “el marío” o “el
taita” de alguien, al menos, desde la construcción que las mujeres
realizan entre ellas. El segundo aspecto, es la feroz rivalidad entre
las mujeres. Siguiendo a Girard en “El deseo triangular” (1961),
pensamos que el hombre es una mera excusa para la confrontación
entre la madre y la hija.59

59
Ver “El deseo triangular.” Capítulo I.
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 93

En el cuento, la madre no es solo el modelo a quien servir e


imitar en lo doméstico y en lo “que hacen las mujeres” sino también,
en un aspecto más esencial: el “sujeto desea el objeto porque el propio
rival lo desea” (Girard: 1961). A través del doble vínculo “desea/no
desees lo mismo que yo,” la madre manda a la hija a buscar al “el
hombre” y, simultáneamente, le exige que lo llame “taita.” Exhibe su
sexualidad ante ella, pero le niega la posibilidad de realizar la propia
toda vez que no hay otros hombres más que “el hombre.” Sea porque
al ofrecer a la muchacha asegura que el hombre no se vaya, o porque
la competencia es la única forma de relación, o porque gobernar la
sexualidad de los demás sea una forma de control, lo cierto es que la
madre le señala al hombre qué desear cuando en los preámbulos del
coito le nombra a Maclovia, la única vez que se llama con un nombre
propio a un personaje en todo el relato, y luego le señala el hombre a
la muchacha, al tener sexo frente a ella y al mandarla a buscarlo.

No resulta extraño que la confluencia de dos deseos sobre un


mismo objeto engendre la violencia, sin embargo, y tal como se
deduce del texto de Girard, la violencia es previa y la univocidad de
deseos, una mera justificación para ella. Los puntos suspensivos de
esta segunda escena probablemente cuenten la relación competitiva
en muchos planos, no solo el sexual, entre la madre y la hija. Situa-
ción que, posiblemente, también ocurrió entre la mujer y su propia
madre, lo que explica la precaria situación de la anciana.

El encuentro en el río entre la muchacha y el hombre, una vez


que ésta va finalmente a buscarlo, ilumina gran parte de lo que para
Brunet es la sexualidad masculina. Si como vimos anteriormente,
“el hombre,” dicho así, totalitariamente, es un victimario que solo
puede reprimir su “naturaleza” agresiva en la cárcel, como ocurre en
“Dos hombres junto al muro” (Brunet, 1963), su sexualidad también
aparecerá como un impulso irrefrenable, que no respetará edades ni
parentescos.

Así, en esta narrativa ser hombre implica ser impulsivo y


agresivo en la sexualidad al no respetar límites. Esta lectura de la
94 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

masculinidad se entiende al notar que ni ellos se responsabilizan de sus


actos, y por otro lado, nadie los responsabiliza toda vez que, aunque
objeto del deseo, es también un excluido de la alianza competitiva
entre mujeres. La misma situación se reproduce con los niños, que
acompañan al padre en las labores y que, al decir de la abuela, solo
se dedican a jugar.

Aunque marginado de los pactos femeninos, “el hombre” tendrá


el poder de gozar sin mediaciones ni justificaciones. La sexualidad
masculina se vinculará al placer y al mundo de la infancia:

Pareció que le crecieran raíces. Se la quedó mirando, mirando.


Como si las raíces se adentraran por la tierra y llegaran hasta
esa obscura región de las corrientes subterráneas, napas frías y
calientes, subiéndole por los pies, por las piernas, por el torso,
inundándole el pecho, contradictorias, llegándole hasta los brazos,
hasta las manos, subiendo por los brazos nuevamente, rebotando
toda esa marejada en el cerebro, golpeando allí, insistiendo allí
con su fluir y refluir. Como aguas calientes y frías. Y como si el
sol hubiera hecho de pronto florecer todos los retamos de la tierra
norteña en que pasara su infancia y el olor fuera una borrachera
que hiciera vacilar la montaña (1943a:97).

El río aparece en esta cita vinculado a la sexualidad, como una


metáfora de la pasión que se desborda60 y sobre la cual no hay vo-
luntad, consideraciones ni control.

La sexualidad femenina no se vincula tanto con el placer como


con los goces que del poder emanan: el poder de la madre que tiene
al hombre para sí y el de la hija que a través de su erotismo desplaza
a la madre. En este sentido, para ambas, él será, por sobretodo, un
falo por el cual luchar, por quien competir, el que las convierte en

60
cfr. Weeks, hipótesis hidráulica en Malestar en la sexualidad
sexualidad, comentado tam-
bién en nuestro capítulo I.
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 95

“mamita,” no en el sentido reproductivo del término, sino como está


usada esta palabra en el texto, es decir, la que tiene el poder: “...yo
te lo mando. Pa´ eso soy tu mamita” (99).61

En este sentido, el falo es simplemente un símbolo de poder cons-


truido por las mujeres, está despojado de sus capacidades genésicas y
nutricias que las mujeres reservan para sí mismas: “el hombre” no es
padre de nadie, es muy trabajador, como comenta la abuela y puede
escoger con quien acostarse, a eso queda reducido su poder real.

El ser “mamita” deserotiza a las mujeres, no por temores incestuo-


sos, sino porque el acento está en la competencia y el poder más que en
el placer. Respecto a la sexualidad femenina, únicamente escuchamos
el quejido convulso y, por lo tanto doble, de la madre, y que produce
un dolor ambiguo entre los muslos cuando la muchacha lo oye. El
placer de una hiere a la otra; la afirmación de la subjetividad de una,
a través de su deseo, choca con la de la otra, presa del mismo desear.
De ahí que, como dice Girard “la propia violencia es el signo más
seguro del ser que siempre le elude. A partir de entonces, la violencia
y el deseo van mutuamente unidos” (1961,155).

3.3. Escena tres: “Es pior que macho”

Los puntos suspensivos de la escena tres ocultan la consumación


de la relación entre “el hombre” y la muchacha. Si en la escena uno
la excluida era la muchacha, en la dos “el hombre,” ahora empezará
a ser relegada la mujer. Esto se observa por la renovada confianza con
que la muchacha enfrenta a la madre:

61
La segunda vez que se usa la palabra “mamita” es al final del relato. La mujer
llama así a la que durante todo el cuento es tratada de “vieja.” Con ello, se
refuerza el desamparo y situación de no poder que adquiere la mujer y, por
otro lado, la colusión entre las tres generaciones que las impulsa por ciega
lealtad a repetir el mismo destino, la misma traición una y otra vez.
96 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

–Tai muy insolente vos –dijo la mujer vociferando.


–Porque pueo –contestó la muchacha con iguales voces.
–Vai a lavar la ropa.
–No quero.
–Vai a lavar la ropa.
–No quero lavar la ropa. No quero ¿entiende? No quero lavarla.
Lávela usté.
–Vai a lavarla vos porque yo te lo mando. Pa eso soy tu mamita.
–No quero.
–Lo que vai a conseguir es que te largue un guen palo.
–¡Je! –rió la muchacha. Haga la prueba no más... (100)

Vemos que más que un genuino deseo por el padrastro lo que


prima es una suerte de venganza contra la madre y ansias de escapar
a la subordinación que ésta le impone. No obstante, la revancha le
da un poder ambiguo: ser la elegida de entre todos los hermanos
para ser la gozada por el padre significa la liberación de los poderes
parentales, pero también, un estigma, una mancha. Así, se constituye
en victimaria y víctima, a la vez, del padre y de la madre. Como ha
sucedido históricamente, el pecado del sexo recae fundamentalmente
en ella y libera al hombre de cualquier responsabilidad.

En la medida de que el poder del hombre va, aparentemente, en


aumento en cuanto puede escoger entre las dos mujeres y separarlas,
su papel de “taita” va desapareciendo y queda solo el de “marío:”

–No es mi taita –protestó la muchacha desde lejos...


–Sí, ya sé que no es tu taita, es mi marío –dijo amargamente la
mujer.
–Su marío... –y entrecerró los párpados, mirándola mientras que
un gesto como el de la vieja mostraba en la boca los dientes de
animalillo carnicero, fuertes y crueles. (101)

Las mujeres le otorgan el papel de “marío,” pero en su lucha


que incluye al hombre de manera absolutamente tangencial, se va
aclarando que, casi sin darse cuenta de su participación, va cambiando
de “señora.” Él sigue su “impulso,” guiado por la mujer, de acostarse
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 97

con la muchacha, y esto implicará que ellas determinen para él un


nuevo papel, el de marío de la muchacha.

La escena homologa a la muchacha con la vieja, haciendo confluir


nuevamente a las generaciones en un “destino” que se repite invaria-
ble. Mientras la boca de la abuela se describió desdentada al inicio
del cuento, cuando sonreía ante la cópula de la mujer y el hombre,
la de la muchacha aparece con dientes carniceros, representando, así,
su poder sexual destructivo. No obstante, tarde o temprano, como
su abuela y como pronto le ocurrirá a su madre, perderá los dientes
y con ello será relegada al último cobertizo.

3.4. Escena cuatro: “La dueña de casa” y “Su mujer”

La cuarta escena convoca la revelación para toda la familia de


lo que urdieron la madre y la hija en la primera escena. Los puntos
suspensivos ocultan que la madre ya los encontró abrazados, la pareja
es ahora entre la muchacha y “el hombre” siendo la madre la tercera
excluida. La obrita de teatro edípica, tuvo un revés en su resolución
final y el sueño edipiano de toda ciudadana finalmente se consuma.
Más que el deseo por el padre, es el deseo de derrotar a la madre el que
se realiza, deseo fallido desde el comienzo, pues la muchacha ocupará
ahora su lugar y, probablemente, su destino. Al cumplir el deseo de
la madre la derrota y con ello se pierde, también, a sí misma.

Sin embargo, aunque la muchacha “ganó” la batalla, la guerra con-


tinúa de manera aún más patética y con ello Brunet ilumina un aspecto
más de la construcción de género femenina. Mientras la madre sigue
luchando nos va revelando el lado perverso de “la reina del hogar:”

Pero cuando estuvieran comiendo, a lo mejor a él no le gustaba el pan


hecho por otras manos, tan regodeón como era, y la echaría de menos...
Sino en el abrazo carnal, en lo rutinario de la vida cotidiana. Puede que
la muchacha terminara por contentarse con ser tan solo “su mujer” y
le fuera dejando lado a ella para ser “la dueña de casa... (109)
98 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

De este modo, lo femenino se construirá en relación directa con


los papeles y poderes que asigna “el hombre,” solo que, como vemos,
no se lo consulta, la alianza sigue estando entre mujeres que se repar-
tirán el papel de “dueña de” o “mujer de.” Ser “su mujer,” implicará
tener relaciones sexuales con “el hombre” y ser “la dueña de casa,”
cocinarle y atenderlo. Ambos papeles son los únicos que confieren
cierto poder a las mujeres dentro de la casa. La abuela y luego “la
mujer,” cuando es desplazada por “la muchacha” pierden la capacidad
de intervenir en la familia, y deben justificar su permanencia en la
casa a través de trabajos percibidos como de menor importancia en
tanto no se vinculan directamente con “el hombre.”

Así, vemos que la lucha triangular poco tiene que ver con el
sexo u otros aspectos placenteros de la vida. La sexualidad simple-
mente tapa las ganas de hegemonizar en la familia. Así lo explicita
claramente la madre: “No sólo le quitaba el hombre. Le quitaba el
hogar, la responsabilidad de la vida familiar, el derecho al mando. Y
era su hija... ” (104).
III. BRUNET (1943): LOS DEBERES (Y PODERES) DEL SEXO 99

4. Nuestras vidas son los ríos...

Dijimos al comienzo que el río simbolizaba en el cuento el tiem-


po laboral de la familia a la vez que las pasiones. Ambas expresiones
humanas se presentan “naturalizadas:” se trabaja según el curso de las
aguas, “el hombre” escoge pareja sexual como “ si una napa subterrá-
nea” lo inundara y desde la lectura criollista que el espacio y lenguaje
avala, es “normal” que los que viven “aguas abajo” pierdan los límites
de lo humano al no respetar los límites que la cultura impone.

Sin embargo, pensamos que en Brunet la “confluencia de aguas”


tiene que ver con lo que hemos llamado “el cuarto lado del triángulo”
es decir, los demás, el contexto en que esta familia ha aprendido a
hacer sus lazos.

Las relaciones familiares competitivas y fieras reproducen la


forma en que “el afuera” interacciona. Éste está presente en el cuento
únicamente a través del intercambio comercial, lo que no deja de ser
importante. La casa/ el fundo/ la nación, son espacios superpuestos
en los que la jerarquía y el poder son el único principio organizador.
La familia, por cierto, será funcional a este sistema, producirá los
bienes, venderá y comprará, imitará el deseo de otro y no vivirá el
placer sino a través de la violencia.
101

IV. BOMBAL (1949): LA BELLEZA


ENCLAUSTRADA

Se cuenta que el Califa Omar expulsó de Medina a algunas per-


sonas particularmente bellas, por miedo de que con su belleza
pudieran causar desórdenes. A las personas de extraordinaria
belleza- sobre todo cuando son muchachos –se los llama en persa
shaharasuh, es decir, que conmueven a la ciudad.
(Heller y Mosbahi, 1993: 100)

El escenario que nos propone Bombal en “La historia de María


Griselda” (Bombal: 1946) es el mismo que el que encontramos en
Brunet: es decir, un “fundo perdido en el sur” (Bombal: 1946). A
pesar de las notorias diferencias estilísticas de ambas autoras, sus
“fundos” comparten características similares: el aislamiento y el en-
cierro como forma de vida para las mujeres; la posición victimizada
de las mismas en tanto sobre ellas recaen los “pecados de la carne;”
la representación victimaria de los hombres, que actúan en Brunet
a través de una masculinidad descontrolada y agresiva y en Bombal,
principalmente, a través de su radical ausencia.

En ambas narrativas el vínculo entre erotismo y violencia se


expresará en la exclusión/ausencia de los hombres; en las relaciones
competitivas entre las mujeres y en la representación de la sexualidad
como una instancia de poder.

Sin embargo, en los textos de Bombal encontraremos una voz


diferente, escucharemos por primera vez hablar a las “misias,” a las
señoras de los fundos en el lenguaje cosmopolita de la vanguardia.
Hablarán las abandonadas, las frustradas, las ensoñadas, las enterra-
das/encerradas en caserones o tumbas del sur. Personajes que volverán
a aparecer en las misias blancas de la narrativa de José Donoso.
102 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Como un cuento de hadas que se vuelve pesadilla “La historia


de María Griselda” (Bombal 1946) narra la historia de una mujer de
belleza prodigiosa que terminaría acarreando la desgracia a su fami-
lia. Leeremos desde dos perspectivas: en primer lugar, a partir de la
confrontación de las diferentes retóricas en relación a la belleza que
conviven tensamente en el texto, es decir, la del surrealismo; la de la
complementariedad entre los géneros y la de los verosímiles sociales
para un hombre y una mujer de la burguesía hacendada del Chile
de la primera mitad de siglo. La segunda parte del análisis leerá la
belleza de María Griselda como un rasgo diferenciador que sirve para
“culparla” y depositar en ella la violencia familiar, recusada, como
suele ocurrir, en lo entendido como femenino.
IV. BOMBAL (1949): LA BELLEZA ENCLAUSTRADA 103

1. Nadja y los Quincheros toman el té: surrealismo en el


fundo chileno

Uno de los éxitos mayores de la narrativa de Bombal se funda


en un fracaso; las fallas al intentar conciliar las representaciones de
género presentes en las vanguardias literarias con las vigentes en los
discursos sociales hegemónicos de principios de siglo XX. A este
descalce se suma el ser una escritora burguesa representando, a su
vez, a las mujeres de su clase social. Todo lo anterior determina una
narrativa ambigua, porosa, dotada de tensiones evaluativas, según el
decir de Bajtin, que la constituyen como polifónica.

¿Cómo conciliar la concepción de las mujeres como símbolo


de lo irrepresentable, tan querida para el surrealismo y la vanguardia,
con el papel de escritora que desea autorepresentarse y encontrar
una validación para sus producciones culturales?; o bien, ¿cómo
hacer concordar la idea extendida de la belleza como parte de una
“esencia femenina” con los estereotipos sociales que asocian la belleza
a la maldad (María Griselda) o, simplemente a la estupidez (Silvia,
Brígida) y que se refuerzan toda vez que es una mujer la que encarna o
produce la belleza y no solo la inspira?. Por otro lado, ¿cómo convive
la asociación que hace el surrealismo de lo femenino a la locura, lo
irracional y lo sensual con el verosímil social femenino de la burguesía
a la que Bombal debiera adscribir, esto es, el de madre - esposa? En el
siguiente apartado, intentaremos acercarnos a la narrativa bombaliana
a partir de estas preguntas.

1.1. Naturaleza y cultura

La concepción de “el hombre” como cultura y la mujer como


“naturaleza” tendría sus orígenes, al menos en Occidente, en el
discurso filosófico clásico (cfr. Amoros, 1985) y se fundamentaría,
básicamente, en una interpretación de la maternidad y de la paterni-
dad. Mientras que la primera se evidencia por los sentidos, la segunda
104 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

puede ser una mera conjetura u asociación de ideas, de ahí que a las
mujeres se las vincule a lo sensible, a la naturaleza y a los hombres a
lo inteligible y a la cultura.

Esta concepción ha tenido consecuencias: las mujeres deberían


ser “dominadas” tal como lo ha sido la naturaleza; precisarían del
“arbitrio civilizador” masculino para poder ingresar al “estado de
cultura” (desde un matrimonio a un prólogo); y finalmente, sus
producciones culturales carecerían de legitimidad y valor:

Entre las prohibidas de la representación occidental están las


mujeres, a cuyas representaciones se les niega toda legitimidad.
Excluidas de la representación por su misma estructura regresan
a ella como una figura, una representación de lo irrepresentable
(la naturaleza, la verdad, lo sublime). Esta prohibición se refiere
a la mujer como sujeto y rara vez como el objeto de la represen-
tación, pues desde luego, no faltan imágenes de mujeres (Owen,
1983:96).

La idea de la mujer ligada a la naturaleza, a lo irrepresentable,


sin un discurso o una palabra propia, la configuran como un espejo
mudo, acuático y materno, donde Narciso se asoma en busca de
su propia imagen. Puede inspirar y reproducir discursos, pero no
gestarlos. Su relación con el lenguaje será la del silencio: ella calla
para que él cante.

La concepción de un arte que imita a la naturaleza, o bien, la de


un arte que debiera suscitarla, conciben a la naturaleza como algo que
está “más allá” del artista, en el terreno de lo irrepresentable. Tanto
la literatura realista como la vanguardista verán a “la mujer” como
una idea poderosa que emana de lo irrepresentable: la selva, la patria,
América, para el realismo o la belleza; el conocimiento, el misterio
de lo real, para las vanguardias.

Sin embargo, las categorías esencialistas de “la mujer” como


naturaleza y de “el hombre” como civilización, no solo están presentes
IV. BOMBAL (1949): LA BELLEZA ENCLAUSTRADA 105

en los discursos de la alta cultura. Tal como vimos en el análisis de la


revista Familia, la complementariedad entre los géneros determina
espacios, poderes y atributos diferenciados para éstos. De este modo,
un discurso altamente transgresor como es el del surrealismo conserva
categorías más o menos inmutables respecto a lo que a femenino/mas-
culino se refiere. La locura, lo sensible, la naturaleza como principio
“inimitable,” seguirá siendo encarnado en las mujeres. La diferencia
respecto a los discursos hegemónicos consiste en que, aunque no
se intente liberar a las mujeres reales, al menos, se prueba valorar y
rescatar los principios que se han enterrado en ellas, y con ellas.

1.2. Masculino y femenino

Al leer la entrevista que Lucía Guerra realiza a María Luisa Bom-


bal, vemos que, al menos en su discurso personal, Bombal adhiere a
la complementación entre los géneros:

El hombre es intelecto, sabe más, es “the power behind the throne.”


La mujer es sentimiento, es armonía. Yo creo que el amor es lo más
importante en la vida de una mujer. La mujer es puro corazón a di-
ferencia del hombre que es la materia gris y el iniciador de todas las
grandes empresas (Guerra, 1977:126).

En una primera instancia, siguiendo los preceptos surrealistas


y adelantándose por décadas a lo que será el feminismo de la dife-
rencia, Bombal intentará cambiar esta cosmovisión de lo masculino/
femenino cambiando las jerarquías entre ambos términos. En una
entrevista, Brunet lo describirá de la siguiente manera:

Los personajes femeninos están siempre rodeando a estas mujeres


de belleza extraña. Viven en su clima, pero sin poder seguirlas
en su complejo mundo...Ellas están siempre en un plano de
irrealidad, en cambio, ellos permanecen en la realidad y siempre
en planos inferiores (Patau-Brunet, 1957).
106 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Sin embargo, por otro lado, sus personajes, hombres y mujeres,


continuamente estarán cuestionando y desarticulando la comple-
mentariedad y mostrarán los choques con la vida en el fundo, si se
asume completamente esta forma de relación.

Es así como la protagonista de La última niebla (1935) se cues-


tiona que la vida de una mujer sea bordar una pena de amor ante una
tapicería inconclusa; los personajes masculinos abandonan la razón
que por “esencia” les correspondería, y son arrastrados a la apatía o a
la destrucción a causa de sus pasiones; las mujeres detestan sus casas,
deconstruyendo, de este modo, el estereotipo de reina del hogar.

Por otro lado, las esencias adjudicadas a lo femenino y a lo


masculino serían meros estereotipos desde el punto de vista hege-
mónico. La mujer naturaleza devendría en la domesticada “dama de
sociedad” y el varón productor, civilizador y letrado, se convertiría
en el “hombre de negocios” que prefiere leer el diario a interpretar
los misterios de su mujer (Bombal, 1938).

La división de poderes no implicaría necesariamente una so-


lidaridad intersexos. Por el contrario, se convierte en una lucha en
que hombre y mujer victimizan y son victimizados en virtud de sus
propias estrategias de dominación. Y aún cuando no haya declara-
ción de guerra, hay una incomunicación entre los sexos, tanto en
el plano erótico como en el verbal. Si hombre y mujer viven desde
“lo femenino” y “lo masculino” sin ingresar al terreno del otro, sus
distintos intereses, lenguaje y percepción los termina separando. Así
lo hace notar Bombal:

Hay una desilusión en ambos esposos (en La última niebla)) y ella


aspira a algo que él no puede darle porque los hombres tienen un
carácter tan diferente al nuestro. Entonces ella tuvo que llenar
ese vacío amoroso con lo que ella hubiera querido que fuera la
relación amorosa con el marido. (Guerra, 1977:124)

Es en el terreno de la sexualidad donde se fisuran los verosímiles


IV. BOMBAL (1949): LA BELLEZA ENCLAUSTRADA 107

sociales de los géneros y también las relaciones de complementarie-


dad. Las protagonistas intentan actuar de acuerdo con las normas de
comportamiento sexual de una mujer burguesa (fidelidad, recato y
sexo en el marco matrimonial). Sin embargo, sus deseos y fantasías
transgreden continuamente los límites de lo permitido. Bombal
mostrará las frustraciones, los amantes imaginarios y convertirá el
cuerpo moral de madre y esposa en un cuerpo sexuado y negado
continuamente en sus derechos sexuales, en este último punto, se
distancia del surrealismo.

1.3. El “conocer” al/del varón

Al igual que otras heroínas del surrealismo, las protagonistas


bombalianas conocen el mundo principalmente a través de la intui-
ción y los sentidos, relegando la razón y el lenguaje a un segundo
plano. Tal como ha consignado la crítica (v. Agosin, Guerra-Cuning-
ham) Bombal concibe a sus protagonistas como prolongaciones de
la naturaleza, la realidad, por ende, se les revela a través de sueños,
premoniciones y sincronías con la naturaleza. La percepción mas-
culina, en cambio, estaría mediada por el lenguaje, la razón y la
separatividad respecto al objeto de conocimiento.62 Esta división,
por cierto, es absolutamente solidaria al sistema patriarcal que relega
a las mujeres al mundo de lo sensible.

Alberto y María Griselda encarnan estos binarismos. Si Gri-


selda es un libro de arena, Alberto es su “natural” hermeneuta. Sin
embargo, si en el discurso filosófico clásico, de donde proviene este
relato esencialista, se oblitera el cuerpo femenino a través de ver en
la mujer solo un objeto de conocimiento (cfr. Kristeva 1983:66) en

62
Existe una excepción en el hijo favorito de Ana María (Bombal, 1938), ella nos
dice que el niño tiene conexiones con “lo secreto,” éste será quien le escriba
poemas a María Griselda (Bombal, 1946).
108 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

el cuento de Bombal, el sexo se constituye en metáfora del sistema


de conocimiento occidental:

Celos de ese “algo” de María Griselda, que se escapaba siempre en cada


abrazo. ¡Ah, esa angustia incomprensible que lo torturaba! ¿Cómo
lograr captar, conocer y agotar todos los movimientos de esa mujer?
¡Si hubiera podido envolverla en una red de paciencia y memoria, tal
vez hubiera logrado comprender y aprisionar la razón de la belleza y
de su propia angustia! ¡Pero no podía! (1946:61).

Los verbos “captar” “conocer,” “comprender,” “aprisionar,”


pertenecen más al ámbito del conocimiento que del erótico. Por otro
lado, muestran una gradación climática en el que conocer se hace
sinónimo de dominar.

Alberto busca a través de María Griselda la unión perdida con la


naturaleza. En esta búsqueda “sin afecto” lo sensible es solo un medio
para encontrar un significado último, metafísico, por lo que pierde
todo contacto con ella: “Ahí estaba Alberto, amándola con ese triste
amor sin afecto que parecía buscar y perseguir algo a través de ella de-
jándola a ella misma desesperadamente sola” (1946:67). El no poder
conocer a través de la razón (“Hay algo que huye siempre en todo”),
se constituye en el fracaso del discurso metafísico. La imposibilidad
de “coger” a María Griselda es también la imposibilidad de abrazarse
con la verdad, con la razón de su belleza y de su angustia.

El fracaso en este intento por conocer, por poseer, produce en


Alberto el impulso sádico y contradictorio de querer conservar al
objeto a través de su destrucción, de su disolución:

Y en el jardín un hombre persiguiendo, revólver en mano, a las


palomas de María Griselda.
Ella lo había visto derribar una, y otra, y precipitarse sobre sus
cuerpos mullidos, no consiguiendo aprisionar entre sus palmas
ávidas sino cuerpos a los cuales se pegaban unas pocas plumas
mojadas en sangre...
Hay algo que huye siempre en todo...
IV. BOMBAL (1949): LA BELLEZA ENCLAUSTRADA 109

¡Como en María Griselda! Gritó casi en seguida. . . De qué le


sirve decirme: ¡Soy tuya, soy tuya! ¡Si apenas se mueve, la siento
lejana! ¡Apenas se viste me parece que no la he poseído jamás!
(1946:60).

Este impulso destructor lo lleva a romper hasta la última foto-


grafía de Griselda, para que no quedara más que una sola, “la que
mantiene secuestrada” (1946:54) en un fundo del sur. Alberto es el
único sujeto cognoscitivo, hablante, y que puede expresarse sobre
María Griselda. La contempla y la define como “incomprensible.”
No la considera ni dialoga con ella, la ve tan solo como objeto de
conocimiento. Ante esta imposibilidad de conocer (la), de integrarse
a ella, la niega. Desea convertir “lo otro” en “lo mismo.” Incluso,
“imprimirle su olor y calor” (Bombal, 1946:61). Sin embargo, todas
las instancias por someterla resultan fallidas, no se puede llegar a su
significado último. Permanece “distante y como intocada” (61).

1.4. La bella prostituta: excurso a partir de Juan Emar

Papusa (Emar: 1971), una de las tres mujeres de Diez, es también


una bella enclaustrada. Sufre un doble encierro, el del Zar Palemón
que la prostituye con generales, curas y monstruos, y el del ópalo del
artista que contiene ese mundo de espectros.63

Siguiendo la estructura del cuento-ensayo, tan preciado en las


vanguardias, el texto tematizará el papel de la belleza en las socie-
dades modernas, ésta aparece literalmente “jodida” por los poderes
(Zar-Obispo-General) mientras el artista, que es el narrador testigo
del relato, actúa simplemente como un “mirón.”

63
Los nombres en el cuento son significativos: Palemón es un demonio de Umbral
y Papusa significa prostituta en lunfardo, tal como consigna un tango de la
época de Emar.
110 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Según la lógica de la belleza mancillada y de la prostitución


sagrada de Bataille en Madame Edwarda (1956) la belleza de Papusa
permanece incólume, “ha desconectado” su sexualidad de su razón
y, por lo tanto, no puede ser dominada.

Tanto en “La historia de María Griselda” como en “Papusa,”


la belleza esta encerrada, se la “jode” para poseerla y, sin embargo,
permanecen “intocadas” (ambos textos usan el mismo adjetivo para
referirse a las protagonistas). Sin embargo, Bombal presenta un con-
flicto que en Emar es inexistente, y que alude al lugar de enunciación
de sus textos y a su género.

María Griselda es incapaz de establecer un contacto más allá que


el de su propia belleza. Promueve el canto de los pájaros, insectos y
animales; los poemas de su cuñado; las confesiones de Anita, Alberto
y Silvia. Sin embargo, ella no puede comunicarse. Está desconectada
de todo proceso creativo, incluso es estéril. Mientras Papusa es libre
a pesar de todos los encierros, Griselda es prisionera de su propia
belleza.

El drama de la mujer como lo irrepresentable aparece en María


Griselda con nitidez: es acosada para obtener sus secretos, dicha e
interpretada por otros, pero es incapaz de expresarse a sí misma. Solo
habla para contar la desgracia de ser bella y para pedir perdón.

En este sentido, Bombal hace notar el difícil lugar de enun-


ciación de las escritoras de principios de siglo. Éste se expresa en el
lugar desde el que hablan sus protagonistas (por ejemplo, la mortaja,
como señala Valdés, 1967); en los formatos antimiméticos que utiliza
como el fantástico y el cuento de hadas invertido, que le permiten
sortear su destino de “señorita de sociedad.” Por esto, el personaje
María Griselda también puede leerse como un paralelo a Bombal.
Ella intentando apoderarse de un modo de representación como es
el surrealismo, que la deja encerrada en un fundo mental, al borde
de la locura, para pedir perdón por escribir y hablar.
IV. BOMBAL (1949): LA BELLEZA ENCLAUSTRADA 111

2. Plus belle pour toi

Nada se puede decir en contra de doña Griselda. ¡Es muy buena


y se lleva todo el día encerrada aquí en el cuarto, cuando no sale
a pasear sola, la pobrecita! Yo la he encontrado muchas veces
llorando... porque don Alberto parece que la odiara a fuerza de
tanto quererla. ¡Dios mío! ¡Si yo voy creyendo que ser tan bonita
es una desgracia como cualquier otra! (Bombal, 1946:52)

La belleza enclaustrada no solo nos habla del papel del arte, de


las mujeres y de la naturaleza como aspectos suntuarios y explotables
por la burguesía, tema caro a las vanguardias de principios de siglo.
También habla del estigma que ha recaído sobre las mujeres, jóve-
nes, niños/as y jóvenes homo-hétero sexuales. En suma, sobre todo
aquello que pueda leerse por las masculinidades hegemónicas como
“femenino,” esto es, penetrable.

El abuso no solo se constituye en una penetración forzada, como


podría ser la seducción o la violación, sino que en culparlos de todas
las violencias relacionadas con la sexualidad. Esto es, culparlos/as a
priori por las violencias de las cuales son, a la vez, víctimas poten-
ciales o reales. Es en este sentido que leemos la belleza enclaustrada
de María Griselda.

El texto comienza con el viaje hacia el fundo sureño de Ana


María, un personaje que viene de otro libro (Bombal, 1946). Ella
deja la mortaja del libro anterior e inicia su viaje en respuesta a una
carta que le ha enviado Zoila, la nana que la crió en la infancia y
que ahora trabaja en la casa de su hijo y su nuera. Como resabio de
la mortaja queda la narración en presente histórico focalizado en
los ojos de la muerta. Esa intemporalidad del tiempo verbal, más
los diferentes presagios en el camino (chonchón, relámpago) dan
un tono espectral y fantástico a un pequeño drama cotidiano, más
explotado por los chistes populares que por la literatura: la visita de
una suegra a su nuera.
112 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

A través de los ojos de Ana María conoceremos la casa desastra-


da, los personajes y sus vínculos y, finalmente, a María Griselda. La
descripción que cada personaje hace de ella, invita a apurar la lectura
para “ver” la belleza inusitada de Griselda, en el fondo, quien lee les
imita y copia el deseo.

La primera aproximación a la casa no dista de la apreciación de


cualquier suegra, o al menos de su estereotipo: “¿Qué hace la mujer
de Alberto? ¿Considera acaso perjudicial para la belleza ser una dueña
de casa?” (43).

A medida de que Ana María escucha las confesiones de sus


hijos, de su nuera y de la empleada, se va perfilando una catástrofe
doméstica mucho mayor que flores secas y chimenea apagada. Todos
los personajes, de uno u otro modo, están enamorados u obsesiona-
dos con María Griselda. El hecho de que los animales, desde sapos
a palomas, también lo estén, contribuye a dar un toque maravilloso
al relato de su hermosura.

En un esquema que se reitera en cada encuentro con los habi-


tantes de la casa, Ana María escuchará sucesivamente los atributos de
la belleza de María Griselda; los triángulos que se han formado entre
sus tres hijos, sus parejas y los efectos devastadores de esta situación.
Aunque todos exculpan a M. Griselda, en quien lee y también en
Ana María, queda la sensación de que es su belleza la causante de
la fatalidad.

La madre, que viene incluso desde la tumba a “proteger a sus


hijos,” definirá su papel materno como un oído privilegiado para las
confesiones de los habitantes de la casa y, de alguna forma, desplazará
a la otra “María” de la historia, la que se define más bien por el deseo
de penetrarla.

Es así como la primera construcción de género femenina que


presenta el texto se configura a partir de la visualización oído/vagi-
na, el primer orificio puede salvar, y el otro, lleva a la destrucción
IV. BOMBAL (1949): LA BELLEZA ENCLAUSTRADA 113

familiar. La madre/muerta/buena, una suerte de hipermadre, puede


reparar lo que la bella maligna habría provocado. Cuando Griselda
está en el vértice del triángulo como modelo a imitar, se produce
la devastación; cuando lo está la madre/escucha, existe la esperanza
de restituir el orden; de cualquier manera, la pareja en el texto está
constituida, al menos, por tres.

El resto de las mujeres encarnan estereotipos de lo femenino


como la tonta-linda: Silvia (“la debutante más tonta y más linda
del año” (43)), o la inteligente-arrogante: Ana (“Tan orgullosa, tú,
tan inteligente” (48)) y servirán de marco envidioso para resaltar
las cualidades de María Griselda, algo así como las hermanastras
de la Cenicienta. Su relación con ella será simplemente la de la
rivalidad.

El padre aparece en el texto como la posibilidad de un castigo


violento para un varón joven: “Tu padre, sí, tu padre va a matarlo...
y yo... yo... ” (49). De todo lo demás el padre está ausente o excluido
y tendremos que leer la producción donosiana para escuchar esta voz.
Los tres hijos varones, se vincularán a través de grados de parentesco
(hermanos o cuñados) y por tener el deseo, aparentemente dirigido
hacia María Griselda.

Como hemos visto anteriormente, la confluencia de deseos


engendra la violencia. Si leemos el cuento a la luz de La violencia
y lo sagrado de Girard (1972), veremos que se cumplen casi todas
las condiciones para que María Griselda sea una víctima de la vio-
lencia que cursa por la casa: hay una crisis generalizada; la sirvienta
manda llamar al ama; las parejas son en verdad triángulos; la casa
no se sostiene ni como vivienda ni como hogar; no se respetan los
parentescos, etc.

La culpa de la crisis recaerá en una mujer con un rasgo diferen-


ciador: María Griselda y su belleza hiperbólica, monstruosa casi, en
sus efectos. Aunque todos la disculpan y admiten que no es soberbia,
que es bondadosa, que se parece a la virgen, que pasa casi todo el día
114 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

encerrada, la culpa recae insistentemente sobre ella, al punto que ella


misma la reconoce cuando pide perdón.64

Recibe gestos de amor, como los poemas, las flores, y las mi-
radas admirativas, pero también el acoso que la hace replegarse; la
competencia de las mujeres y una violencia desplazada, metonímica,
que se expresa en los disparos contra “sus” palomas; la muerte del
sapo, y también el suicidio de Silvia, su doble imperfecto. María
Griselda es la víctima que se culpa a sí misma, no de la belleza, sino
del caos familiar. La violencia que se ejerce contra ella reproduce el
estereotipo de que en las clases altas, la violencia tiende a ser más
psicológica que física.

Lo que ocultaría la belleza de María Griselda son los sentimientos


agresivos de los que se la culpa: la envidia, la rivalidad, los celos. Su
belleza consiste, simplemente, en que es única, en que no imita los
deseos de nadie, o bien, en que fingiría un deseo por sí misma que los
demás copian (recordemos la escena del Malleco). Su belleza también
ocultaría las relaciones de poder entre los hombres, y que los vínculos
entre ellos son más fuertes que los que establecen con sus mujeres.
Así, por ejemplo, Alberto le permitirá a Rodolfo quedarse en el fundo.
Es Alberto el que alienta la permanencia de Rodolfo. Este personaje
será descrito por casi todos como un fracasado,65 un varón que se
subordina a Alberto en tanto empleado, huésped, y enamorado sin
esperanza de la esposa de éste. El motivo que aduce Alberto es que
sabe lo que sería vivir sin Griselda. Otra forma de entenderlo es que lo
necesita para dar valor a su deseo por ella; recordemos que le profesa
un “amor sin afecto” en el que la destrucción y la posesión toman el
lugar de otro tipo de sentimientos, incluso el de la pasión.

64
Para Girard, el que la víctima propiciatoria se culpe a sí misma es un rasgo
más de la violencia colectiva.
65
Este personaje, en relación al deseo triangular prefigura a Humberto Peñaloza,
contratado para mirar y admirar los amores de Inés y Jerónimo en El obsceno
pájaro de la noche.
IV. BOMBAL (1949): LA BELLEZA ENCLAUSTRADA 115

En relación a las mujeres, también serán ellas, al igual que en


Brunet, las que indiquen a María Griselda como objeto del deseo, las
que promuevan la triangulación: “...es Silvia la que quiere quedarse.
¡Yo quiero irme! Acuérdese, mamá, acuérdese que fue también Silvia
la que se obstinó en venir...” (Bombal, 1946:43)

De alguna forma, María Griselda y su belleza impiden atraer la


atención sobre las fuertes relaciones de competencia entre las muje-
res y sobre la relación subordinada y sexuada entre los hombres. La
complicidad y la colaboración solo se insinúan en la relación entre
Zoila y su patrona, pero esta solidaridad intragenérica se interrumpe
por la diferencia de clase:

¿Dónde está Alberto? contéstame claro ¡te lo mando!


Una cortesía exagerada y mordaz solía ser la reacción de Zoila
ante las inconsecuencias o las violencias de los patrones.
–¿La señora me ordena decirle en dónde está Alberto?, le había
preguntado suavemente.
–Sí claro.
Pues... “tomando” por alguna parte ha de estar. (1946: 50)

Así, se pasa del mutuo tuteo, que en Zoila vemos en la carta que
escribe a Ana María al brutal “te lo mando.”

No solo María Griselda es castigada en el texto, lo son todas


las relaciones placenteras que ella encarna. Ni siquiera el sexo es
gratificante para los personajes. Ni Anita ni Alberto lo disfrutan,
persiguen otra cosa, no el placer: “Cada abrazo suyo te deja cada vez
más desanimada y mucho más enamorada” (69). El placer escapa
al reemplazarlo por un conocimiento que ignora al otro, o por el
dominio de ese/a otro/a.

La actitud hacia la sexualidad es la que tienen hacia la vida, que


para ellos está siempre en otra parte: “Tal vez ésa sea la vida de todos
nosotros. ¡Ese eludir o perder nuestra verdadera vida encubriéndola tras
una infinidad de pequeñeces con aspecto de cosas vitales!” (70).
117

V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES


DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES

1. El lugar del límite

Y tiene que estar el mariquita del curso, el mariquita del colegio,


en cualquier parte tiene que haber un mariquita, que sea la ex-
presión de burla, como del castigo de los otros y del castigo que
los otros se dan a sí mismos (Díaz, 1995).

Es notoria la ambigüedad con que fue recibida en Chile El lugar


sin límites (Donoso, 1966). Ésta se observa tanto en las evaluaciones
del éxito de su autor como en las de su estilo y temática. Y sobre
todo, en el placer/desagrado que la obra produciría.

Antonio Avaria, el más certero de los primeros críticos, hará notar


y replicará las acusaciones de “mero golpe de suerte” o “maquinaria
aceitada” con que el medio chileno justificó el éxito de José Dono-
so. Para Avaria, esta apreciación sería producto de lo que Donoso
llamó “nuestro deporte nacional:” la envidia (Avaria: 1967,4). Por
otro lado, aunque diga que el estilo de Donoso “carece de brillo y es
rudimentario” en relación a escritores extranjeros reparará en que El
lugar sin límites, probablemente inaugure un tema literario nuevo en
la literatura chilena centrado en “la Manuela: homosexual, bailarín
y decorador del prostíbulo” (1966, 4).

Por otra parte, aunque José Promis evalúa positivamente la


obra de Donoso le criticará cierto binarismo que excluye a las clases
medias de la representación. En un paréntesis en medio de su análisis
adjudicará lo anterior a la clase social y dinero de Donoso:

José Donoso pertenece a un grupo de escritores –desgraciadamen-


te muy numeroso en nuestro país– que hacen literatura en medio
118 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

de satisfactorias y casi espléndidas condiciones económicas. Y digo


desgraciadamente porque, sin ser del todo partidario del binomio
creación –posición económica– este ha dado en Chile pobrísimos
frutos, una de cuyas honrosísimas excepciones es, obviamente, el
autor que nos ocupa (Promis: 1969,203).

Al igual que otros críticos canónicos, Promis encuentra que la


novela es “desagradable” aunque “importante:” “El lugar sin límites
es una novela que posee la virtud de desagradarnos profundamente
cuando la leemos por primera vez, debe ser considerada como un
hito importante más en el proceso y contenido de la novela hispa-
noamericana de la tierra” (223).66

Promis profundizará en la estructura de la novela y la leerá desde


las claves del esquema generacional. Sin embargo, no menciona lo
que haría su lectura “desagradable.” Ignacio Valente sí nos lo aclara: la
“mórbida y notoria complacencia” (Valente: 1967, 3) en la represen-
tación de prostitutas y homosexuales. Para Valente, lo que “salvaría”
a El lugar sin límites de ser mera pornografía sería su “universalismo.”
Éste radicaría en lo infernal y lo fáustico, es decir, en una lectura que
lee El lugar sin límites desde claves europeas.67

Estas primeras referencias estarán signadas por el rechazo y


aceptación. Se explicitará principalmente lo que gusta, pero no
así lo que disgusta, como si quien lee debiera compartir, a priori,

66
Silva Castro también insistirá en lo “feo” de la novela: “Si se nos pidiera reco-
mendar una novela rosa para llenar las horas de un plácido fin de semana, por
cierto no recomendaríamos “El lugar sin límites.” Pero si nos da la comezón
de ver la abyección en sus propios caldos, la suciedad, lo cariado, lo feo, lo
innoble, proliferando en la sombra; si se nos antojara oler no ya la rosa y el
clavel sino la mandrágora, si nos encandila el esperpento, entonces El lugar
sin límites vendrá bien. (Raúl Silva Castro, “Un rincón de suelo chileno”).
67
La lectura alegórica de El lugar sin límites se sustenta en el epígrafe del Doctor
Fausto de Marlowe.
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 119

el desagrado.68 Se insistirá en el “universalismo” del texto, cuyas


herramientas serían el “grotesco donosiano” (Avaria: 1967) y las
claves infernales y fáusticas. Esta interpretación no solo otorgaría la
apertura desde el prostíbulo talquino a París y Londres, sino también
aceptación moral al texto.69

Estas críticas tempranas no establecen ningún puente entre el


escenario rural de la novela (que hace que Promis la vincule a las
“novelas de la tierra”) y el infierno de la interpretación alegórica. Es
decir, un nexo entre lo local y lo que en estas críticas se denomina
universalidad. Por otro lado, tampoco se establece una relación entre
el grotesco y el personaje travesti.70 Tampoco hay una reflexión entre
el desagrado y placer que simultáneamente provocaría el texto, esto
es, el goce que produciría.

Cabe preguntarse qué es lo que motiva el “desagrado” ¿las prácti-


cas sexuales? ¿La homosexualidad de la Manuela? o ¿cómo la cultura
hacendada enfrenta lo anterior?

Aunque no negamos la pertinencia de la lectura alegórica, más


que dedicarnos a realizar una odisea comparativa entre el infierno
talquino y el de Marlowe, intentaremos determinar cómo lo alegórico
del texto y el grotesco tendrían una función similar a la vanguardia
en Bombal y al criollismo en Brunet: una forma de decir la violencia
y el erotismo de nuestra sociedad.

En este sentido, para nosotros, La Manuela, en tanto travesti


que ha renegado de la performance masculina y se ha construido una

68
La excepción es Avaria (1967).
69
Y aquí, obviamente, remitimos otra vez a Valente: “No es el lenguaje el instru-
mento de redención. Lo es en cambio –al menos en la intención del autor– la
invisible presencia de un trasfondo demoníaco” (1967:3).
70
Esto será realizado posteriormente por Severo Sarduy quien leerá la relación
entre escritura y travestismo (Sarduy: 1987).
120 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

femenina, espejeará las construcciones de género heterosexuales.


Hombres y mujeres heterosexuales podrían reflejarse en las lente-
juelas del travesti. Por otro lado, la risa y el grotesco también serían
tributarias de las construcciones de género presentes en el texto. La
risa tendría la función de liberar a los hombres heterosexuales del
“contagio” homosexual, y el grotesco otorgaría la posibilidad de
configurar una identidad otra.

Puesto que las construcciones de género serán parte importante


de nuestro análisis, realizaremos un breve paseo por El obsceno pájaro
de la noche (1970), novela escrita simultáneamente a El lugar sin
límites y que, a nuestro juicio, abre un portal de comprensión a la
perspectiva desde la cual queremos leer el texto.
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 121

2. Construcción de los géneros y sexualidades en El obsceno


pájaro de la noche

Al igual que otras grandes obras de la modernidad, El obsceno


pájaro de la noche (Donoso, 1970), es un texto metaficcional, una
alegoría del proceso creativo. A través de su proyecto antimimético el
texto contribuye a desarticular las interacciones que nuestra cultura
ha leído bajo el signo de la subordinación. Las relaciones entre los
géneros, las etnias, las clases, el norte y el sur, las culturas populares
y las letradas, la realidad y la ficción pierden su jerarquía para pre-
sentarnos un escenario en el que víctimas y victimarios intercambian
sus máscaras.

Nuestra lectura pretende transitar libremente por la relación


política, estética y social que el mismo texto propone a través de
estos macrotemas. Según nuestra lectura, la autorreflexividad de El
obsceno pájaro de la noche no solo habla de un pensamiento sobre
la literatura en términos abstractos, sino también sobre el papel
que tienen la creatividad, el placer, la paternidad/ maternidad y la
disidencia en nuestra cultura. Por lo tanto, no tramamos la fuga
hacia lo que se menciona como real, sino más bien, queremos
trazar una línea entre dos ficciones: El obsceno pájaro de la noche
y nuestras sexualidades e identidades genéricas en el marco de la
cultura chilena.

2.1 Significados de la sexualidad y la violencia

El erotismo aparecerá bajo uno de sus significados más extendi-


dos en Occidente: la posibilidad de tener poder sobre otro, es decir,
de “joderlo.”

Como mostrará Foucault más o menos en la misma época en que


se publica la novela, la sexualidad como práctica cultural e histórica
será atravesada por discursos de poder, siendo una manera de inscribir
122 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

una ley en el cuerpo de otro.71 Así, por ejemplo, las voces de la Peta
y el Cura, el “dicen...” y el “amén...,” presidirán la cama nupcial de
Inés y Jerónimo Aizcoitía; la sexualidad de la Iris se convertirá en
un negocio para Romualdo y cumplirá la venganza del Mudito, y,
finalmente, “la sexualidad plástica,” es decir, aquélla desvinculada de
la reproducción (Giddens:1992) se reprimirá a través de la historia del
niño monstruo, contaminado por el semen inoficioso. El mayorazgo
como ideología que justifica la cópula heterosexual determinará que
lo femenino se valore/desprecie metonímicamente a través del útero
y el placer no tendrá casi ninguna relevancia.

El discurso oficial del amor, el cortejo, la libertad para amar a


otro, sumado a la rebeldía e impulso creador durará escasas páginas
y será narrado bajo la retórica modernista del poeta Peñaloza y
de la figura de Zoila Blanca Rosa, personaje como escapado de
Zurzulita. Lo que el discurso hegemónico considera la “verdad
verdadera” de lo que pasa entre los géneros sexuales no pasará de
ser literatura pasada de moda en el contexto de El obsceno pájaro
de la noche. Las otras versiones del erotismo vinculado a la vio-
lencia, serán tapadas por el poncho del padre, como aparece en
el cuento narrado por la Peta Ponce o almacenadas en las cajitas
de las viejas. La escritura se vuelve, entonces, una extensa ins-
cripción del daño y del placer, el envoltorio de las basuritas que
acumulamos bajo la cama.

Pensamos que los géneros y las subjetividades en general,


se construyen bajo el cariz intercambiable de víctimas y victi-
marios/as. Así, quien sometió será sometido, y quien acepte ser
humillado convertirá cada maltrato en un poder sobre otro. El
vínculo privilegiado entre víctimas y victimarios será la simbiosis,
que producirá relaciones signadas por el despojo, la expulsión y
la envidia.

71
V. Capítulo I.“Foucault: poder y erotismo.”
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 123

Los dobles, el cambio de narrador o de focalización en una


misma oración, y el grotesco (en tanto dos cuerpos habitan uno),
son las marcas textuales de la simbiosis. A nivel temático, ésta se
observa en la historia del balazo (Azcoitía presta su imagen valerosa
y un discurso y Peñaloza pone el cuerpo para la herida) y en la de la
paternidad de Boy que ambos comparten (uno pone el semen y el
otro el apellido). Por otro lado, la simbiosis también se observa en
la recomposición de los santos hecha por el Mudo y las viejas: ellas
juntan, construyen y arman los nuevos santos/monstruos de yeso,
mientras esta vez es el Mudo el que les da un significante al pintarles
un rostro y darles un nombre. Alguien “pone/quita” el cuerpo y otro
“pone/quita” la cara.

La simbiosis implica un despojo, para ser la séptima bruja el Mu-


dito debe renunciar a su identidad sexual; para ser uno con Azcoitía
es despojado de sus genitales y de su mirada; para ser “sanada” por la
Peta Ponce, a Inés le será arrebatada su fertilidad. Jerónimo ayudará a
darle un nombre a Peñaloza, pero le quitará todos los libros. Incluso
la maternidad y la paternidad pueden ser arrebatadas, como sucede
en el caso de Iris y, en la paternidad de Boy. Como vemos, el despojo
pasa por todo aquello que constituye una identidad: la sexualidad,
la creatividad, el nombre. El disfraz, la máscara y las identidades
oscilantes donosianas pueden ser leídas como una forma de meta-
ficcionalidad, pero también, y más o menos literalmente, como una
forma de defenderse del despojo.72

En este contexto, el deseo se vuelve triangular y mimético.73 Se


imitará el deseo de otro, siendo los objetos deseados, ya sea, Inés, Iris,
los libros o la guagua milagrosa, lo menos relevante. Así, la envidia

72
La expulsión, una vez que somos uno, es otra de las interacciones violentas
presentes en el texto. La amenaza de expulsión se vuelve un mecanismo para
no romper la simbiosis.
73
V. Girard (1961) y Capítulo I “El deseo triangular.”
124 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

señala qué desear y se constituye en la medida del propio aprecio, la


mirada del Mudo o de los monstruos de tercera convierten al amo
en esclavo.

2.2 Construcción de lo femenino y lo masculino


2.2.1 Feminidades: Madres estériles, brujas y putas

En El obsceno pájaro de la noche oímos la voz de la madre desde


su lugar histórico: encerrada, negada en sus saberes y creatividad,
despojada de la posibilidad de acceder a lo público si no es a través de
un hijo: víctima/ culpable eterna. Antes oímos esa voz en la narrativa
de Bombal y Brunet. A través del criollismo y de la vanguardia dirán
que las mujeres de clase baja y de clase alta están, como también
sucede en Donoso, en la misma casa asilo.

Cuando el narrador pone sus ojos en la estética y trabajo de las


sirvientas, las hace presa de la envidia (léase el episodio del pañuelo
bordado por la Peta Ponce); y la exclusión a la que son sometidas
convierte sus poderes en fuerzas malignas. Los mismos atributos
que en el texto se valoran y desprecian simultáneamente: trabajo
doméstico, cultura oral, capacidad para cuidar y sanar, controla-
rán, inmovilizarán y tornarán homogéneo lo otro, al convertirlo
en “niño:”

Nosotras seremos sus mamás buenas que le vamos a adivinar


cualquier señal que nosotras no más comprenderemos y tendrá
que depender de todo de lo que nosotras le hagamos. Así es la
única manera de criar a un niño para que sea santo, criarlo sin
que jamás, ni cuando crezca y sea hombre, salga de su pieza, ni
nadie sepa que existe, cuidándolo siempre, siendo sus manos y
sus pies (Donoso, 1970:55).

Al igual que el erotismo, la maternidad es simplemente un modo


de obtener poder. Dejar de ser hija y pasar a ser madre, el tránsito que
hace la Iris, es la posibilidad de dejar de ser víctima y de convertirse,
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 125

de alguna forma, en victimaria. Esta asunción del papel materno pasa,


paradojalmente, por la negación de la maternidad real.74

Las mujeres que aparecen en El obsceno pájaro de la noche son


madres estériles (las huérfanas por niñas, las viejas, por viejas, Inés
por sus tratos lésbicos con la Peta Ponce). Se renuncia a la maternidad
real, que debe incluir a otro. La maternidad de la Iris, la de las seis
brujas, la de la madre Benita, son simbólicas, un poder que puede
ser sustituido por otro; de este modo, Inés cambia la obsesión del
primer hijo por la beatificación de “la niña santa.”

Las relaciones intragenéricas están signadas por el despojo y por


la represión de la sexualidad de las más jóvenes. La Peta le roba la
fertilidad a Inés, Misia Raquel los bienes a Brígida, e Inés las pilchas
a las viejas con el juego del canódromo. Por otro lado, la sexualidad
de Iris es controlada por las viejas cuando le enseñan a ser madre
placentera para la guagua/ Damiana y a negarle los pechos al Mudi-
to. Este control también se observa en el destino prostibulario que
inventan para la Iris.

2.2.2. Masculinidades: chingones, apequenados y monstruos

El obsceno pájaro de la noche muestra la díada entre una mascu-


linidad hegemónica, blanca, de clase alta, que subordinará al resto
de los otros hombres en función de su género, clase, etnia y capital.
Frente a este “chingón,” que en el texto se encarna en Jerónimo de
Azcoitía, aparece el varón “apequenado:” Humberto y su padre, más
pobre, más indio, y en cierto sentido más femenino en tanto debe
subordinarse y mirar con envidia al otro que no es él.

El chingón y el apequenado confirmarán juntos su masculinidad

74
Lo mismo se observa en Por la Patria (Eltit, 1986)
126 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

en espacios homosociales como el burdel o a través de la subordina-


ción y humillación de alguien aún más sometido. Sin embargo, El
obsceno pájaro de la noche muestra cómo el patrón puede quedar a
merced del sirviente:

Porque cuando él hacía el amor con la Rosa o con la Hortensia


o con la Lila bajo el beneplácito de mi mirada, yo no sólo estaba
animándolo y poseyendo a través de él a la mujer que él poseía,
sino que mi potencia lo penetraba a él, yo penetraba al macho
viril, lo hacía mi maricón, obligándolo a aullar de placer en el
abrazo de mi mirada aunque él creyera que su placer era otro, cas-
tigaba a mi patrón transformándolo en humillado, mi desprecio
crecía y lo desfiguraba, don Jerónimo ya no podía prescindir de
ser el maricón de mi mirada que lo iba envileciendo hasta que
nada, salvo mi penetración, lo dejaba satisfecho, lo que quieras
Humberto, lo que se te antoje con tal de que no te vayas de mi
lado (128).

Como en el caso de Boy y sus “mujeres más gordas del mundo”


el objeto erótico es irrelevante, cualquiera de las prostitutas sirve. De
lo que no se puede prescindir es de la mirada de otro hombre que lo
reafirme como hombre, al llamarlo, precisamente, “mi maricón.”75

Si el papel materno está sobredimensionado, la figura del padre


es completamente rechazada. Es el destino que comparten Hum-
berto, Jerónimo y que se exacerbará en Boy. Observamos una suerte
de “paternidad simbólica,” que los constituye en demiurgos de la
Rinconada y del asilo, o en padres simbólicos o reales del monstruo.
Si las viejas excluyen al padre del niño milagroso, sea éste Romualdo
o el Mudo, los hombres de El obsceno pájaro de la noche bailarán solos
con su paternidad monstruosa. La envidia al útero se expresará en

75
Este rasgo también se observa en El lugar sin límites. “los hombres no se daban
ni cuenta ni con qué se acostaban, perro, vieja, cualquier cosa” (14). Incluso
hay una huella de Boy en aquel cliente “caballero de lo más caballero” que
viajaba para ver a Lucy, la prostituta más gorda.
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 127

la exclusión de la madre de Boy; él es un hijo de ellos, e incluso los


monstruos que lo adoptan serán expulsados de la Rinconada.

Sin embargo, Boy no es el único niño monstruoso. Ser niño en


El obsceno pájaro de la noche, es no ser padre ni madre; es decir, estar
excluido de los poderes y, por lo tanto, ser el que mira o la verdadera
víctima en el juego de máscaras.

2.3 Otra mirada al “grotesco donosiano”

En El grotesco Wolfgang Kayser afirma que este estilo fue también


llamado “el sueño del pintor,” pues se alejaba de la mímesis. Esta
perspectiva del grotesco justifica las lecturas de El obsceno pájaro de
la noche centradas en la metaficción. Desde la nuestra, vemos que
quien es hijo/a de víctimas y victimarios probablemente opte por una
identidad otra, percibida como monstruosa, “antinatural,” que en la
novela se personifica en Boy y en El lugar sin límites, en la Manuela
y, posteriormente, en su hija, la niña andrógina.76

Otra forma de construir el grotesco es la de exponer dos cuer-


pos en uno, como sucede en la imagen de la santa/chonchona. Así,
Donoso representa el doble discurso de nuestra sociedad, “el dicen”
que convierte a la primera Inés en “chonchona” y “el amén,” que la
convierte en Santa. Ambos discursos actúan de manera represiva hacia
la sexualidad y en forma complaciente con la violencia, en tanto ésta
queda oculta.77

76
Este tema ha sido trabajado por Fernando Blanco en su ponencia “Monstruos y
fallas: una propuesta de lectura para el álbum de familia y nación en El obsceno
pájaro de la noche de José Donoso” leída en el Coloquio El obsceno pájaro de
la noche: 1970-2000 The Grange School.
77
Recordemos que para Girard en La violencia y lo sagrado (1972) la premisa
básica para la interpretación del mito es que tras la narración se oculta un
hecho real de violencia.
128 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

3. La per/versión de la Manuela

3.1. Un vestido y un amor

La Manuela encarna de alguna forma los estereotipos con que


el mundo heterosexual ha vestido a los homosexuales: bailarín,
decorador, dedicado a la prostitución, “una mujer en el cuerpo de
un hombre,” un hombre con medias de mujer.78 En este sentido, el
personaje no impugnaría las creencias sobre la homosexualidad y,
relacionalmente, sobre la heterosexualidad. El personaje pareciera
ser inofensivo; su fealdad y vejez lo marginarían, incluso del mundo
homosexual que, al igual que el heterosexual, sobrevalora la juventud
y la belleza.

Sin embargo, la Manuela es un personaje perturbador en diver-


sos planos; porque al inventarse a sí mismo/a recrea las identidades
heterosexuales; porque termina siendo uno de los objetos del deseo
más codiciados del pueblo, y porque a pesar de que su nombre remite
a la masturbación (la Manuela Palma), a la fantasía (“la paja”) y al
sacrificio (Emanuel), es uno de los pocos que engendra realmente
en/el texto.

Desde su posición de “mujer inventada”79 mostrará lo que es


(debe ser) un hombre o una mujer. Escogerá para construir su femi-
neidad los aspectos más gozosos y menos valorados por el patriarcado,
todo aquello que es marca de frivolidad en las mujeres y de marico-
nería en los hombres: es decir, la gentil disposición a embellecerse a
sí misma y a su entorno “Manuela esto, Manuela lo otro, Manuela

78
Esta imagen ha cambiado desde los años ochenta en adelante con la construc-
ción homosexual del “gay” (profesional, exitoso, de closet, para los homosexua-
les más femeninos) y del “macho,” que tiende a hiperbolizar las marcas físicas
y de vestuario masculino.
79
Más mujer que las mujeres dirá acertadamente Sarduy, en tanto mujer hiper-
télica (Sarduy: 1972).
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 129

lo de más allá... la Manuela sugería algo que hacía que las cosas se
vieran más bonitas o que el asado quedara más sabroso” (81).

Como otros “locos” literarios, la Manuela elegirá un modelo


externo para configurar su deseo (cfr. Girard 1961). Al igual que
Madame Bovary y Don Quijote, tomará de la cultura popular su
ideal. La Manola de vestido rojo, la bailarina flamenca que a lo lar-
go del siglo se transmutará en La Faraona, Carmen Miranda hasta
llegar a Madona. Una imagen triunfante de la feminidad, que canta,
baila, seduce y que se exhibe en los escenarios filo prostibularios de
la cultura de masas.

Adoptará también el poder del “dicen...,” que para Donoso es el


poder de los pobres y de las mujeres, los marginados de la letra.80 A
través del lenguaje podrá encarnar una fantasía, hacer real una “paja”
e inventarse una identidad: “... y claro, es que una es tan chiquilla,
la gitanilla, un primor, apenas una niñita que va a bailar y por eso
no tiene senos, así casi como un muchachito, pero no ella, porque
es tan femenina, el talle quebrado y todo” (133).

El lenguaje no solo construye su identidad, sino que le posibilita


crear un mundo alternativo en que, por ejemplo, puede salir a la calle
con su vestido rojo a triunfar, ser atacada/salvada por los machos del
pueblo y terminar en la cama matrimonial de uno de ellos:

...Y entonces Pancho, furioso, me encuentra en una esquina y me dice


me das asco, anda a sacarte eso que eres una vergüenza para el pueblo.
Y justo cuando me va a pegar con esas manazas que tiene, yo me des-
mayo... en los brazos de don Alejo, que va pasando... Entonces don
Alejo me sube al auto y me lleva al fundo y me tiende en la cama de
Misia blanca, que es toda de raso rosado dice la Ludovina... (29).

80
Dicen... dicen... dicen: palabra omnipotente en las bocas raídas de las viejas,
sílabas que almacenan todo el saber de los miserables... (Donoso: 1970,
135).
130 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

El sueño de la Manuela cobra consistencia a través de los “en-


tonces” y por los detalles de verosimilitud que le otorga el “dicen”
de la Ludovina. Son estas marcas orales las que van presentando una
revolución en que los amos sirven al esclavo, en que el chingón del
pueblo la salva de la homofobia y en que la esposa comparte su cama
con la amante, que para colmo, es hombre. Una revolución que no
pasa por Fidel Castro y sus campos de reclusión para homosexuales,
sino por las retóricas del amor romántico que la Manuela reproduce
y deconstruye al ponerlas en la categoría de “cuento.”81

El que renunció a los puños utilizará el lenguaje como defen-


sa. Así, en el texto aparece estetizado lo que en jerga homosexual
santiaguina se denomina “conchazo.” Un arma de mujeres y de
homosexuales que se encarna metonímicamente en el órgano sexual
femenino, es decir, la posibilidad de herir a otro a través de lo dicho,
con “los labios.” Esto lo observamos en las conversaciones con la
Japonesita, cuando rivalizan por Pancho Vega y, sobre todo, cuando
imagina cómo se defenderá de él si llega al prostíbulo.

Pero la imagen femenina triunfante, seductora y lenguaraz será


complementada con la de la víctima. La que es o ha sido violentada.
De este modo, ser mujer para la Manuela es a la vez ser “coqueta” y
estar expuesta al abuso sexual. Así lo vemos en los consejos que le da
a la Japonesita: “...qué sacas con ser mujer si no eres coqueta, a los
hombres les gusta, tonta, a eso vienen, a olvidarse de los espantapá-
jaros con que están casados....;” “Que la Japonesita grite allá dentro.
Que aprenda a ser mujer a la fuerza, como aprendió una” (132).

Esta última cita de la Manuela tiende un lazo entre los hombres


homosexuales y las mujeres. El aprendizaje de lo femenino no pasaría

81
Es más o menos evidente la relación entre El lugar sin límites y la producción
de Manuel Puig, en especial, por el uso de la cultura de masas que Puig extre-
mará.
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 131

por la coquetería y el embellecimiento del cuerpo, sino también por


un aprendizaje de la violencia. Lo femenino, entonces, no sería lo
referido a un solo sexo, sino una condición que podría incluir a algu-
nos hombres; los factibles de ser penetrados ya sea por pene/falo; esto
incluye a los homosexuales y, también, a todos aquellos que puedan
ser subordinados (inquilinos, niños/as, empleados/as). Cualquiera
sea la naturaleza de la penetración, real o simbólica, el pene/falo es
despojado de su cualidad de otorgar placer y queda reducido a un
mero instrumento de sujeción sobre otro.

Lo masculino, por tanto, aparecerá como la capacidad para


herir. Se anularán las diferencias entre ellos y quedarán reducidos a
la categoría de “brutos” (como en Brunet), que abandonan (como en
Bombal) y que mienten o explotan según el modelo cafichezco de la
Japonesa: “Ya estoy aburrida de esos hombronazos que me gustaban
antes cuando era más joven, que me robaban plata y me hacían lesa
con la primera que se les ponía por delante” (101).

Para la Manuela, la Japonesa (Geisha) los hombres son el “cariño


malo” por excelencia, eso otorga otra lectura a la sociedad que ambas
establecen el día que engendran a la Japonesita. No se trataría sim-
plemente de dinero, sino de burlar a don Alejo y de intentar hacer
una alianza en que la violencia quede excluida:82 “Quizás llegaría a
sufrir por él, pero de otra manera, no ese alarido de dolor cuando
un hombre deja de quererla, ese descuartizarse sola noche a noche
porque el hombre se va con otra o la engaña, o le saca plata, o se
aprovecha de ella y ella, para que no se vaya, hace como si no supiera
nada” (105)

Si bien es cierto, en distintas partes del texto se insiste en que


“todos los hombres son iguales,” la Manuela, prostituto(a) al fin y

82
Lo que también se excluye es la sexualidad, aspecto que refuerza el hecho de
que en la narrativa que analizamos sexualidad y violencia están anudados.
132 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

al cabo, hará un distingo entre los hombres pobres y los con dine-
ro. Los primeros tendrán condicionado su acceso al burdel y a sus
placeres. Su hombría se limitará a su escasa paga semanal y, por lo
tanto, la solidaridad de la Manuela es para con sus mujeres y no para
con ellos:83

¡Cómo no, macho bruto! ¡A él van a estar bailándole, mírenlo


nomás! Eso lo hago yo para los caballeros, para los amigos, no
para los rotos hediondos a patas como ustedes ni para peones
alzados que se creen una gran cosa por que andan con la paga de
la semana en el bolsillo... y sus pobres mujeres deslomándose en el
rancho para que los chiquillos no se mueran de hambre mientras
los lindos piden vino y ponche y hasta fuerte (230).

Al contrario, los hombres con dinero serán llamados “caba-


lleros,” “gente fina. Siempre con los bolsillos llenos” (79), miembros
“del partido de la gente decente que paga sus deudas” (80).84 Esta
percepción de la Manuela ironiza en torno al doble estándar que
permite a los hombres “finos,” “decentes” y de partidos conservadores
asistir a “casas de tolerancia” mientras que el estereotipo de “puteros,”
“curados” y maltratadores, descansará sobre los hombres de clase baja,
como parece sugerir la narrativa criollista de Brunet. Por otro lado,
si hacemos dialogar este texto con la narrativa de Bombal, también
veremos el origen del abandono de los maridos terratenientes que
aparecen en esa narrativa.

Para la Manuela, estos hombres de “bolsillos llenos” y, en especial,


don Alejo, serán el modelo de la masculinidad. Quien tiene dinero
para pagar, tiene el derecho a la hombría; a permitirse todos los aban-
donos y algunos relajos en la elección de su objeto amoroso:

83
La Manuela en esta cita reproduce el estereotipo que las clases altas tienen de
los hombres de clase baja.
84
La alusión política de la Manuela con reminiscencias claras a la “deuda externa”
recuerda que estos caballeros son a la vez peones que se subordinan a otros
hombres del primer mundo.
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 133

Tan alegre y nada de fijado, siendo senador y todo. No como


otros, que se les ocurría que por tener la voz ronca y pelo en el
pecho tenían derecho a insultarla a una. ¿Y cómo don Alejandro,
que era tan hombre? Es verdad que en el verano, cuando venía
a misa al pueblo con Misia Blanca y por casualidad se cruzaban
en la calle, el caballero se hacía el leso. Aunque a veces, si Misia
Blanca iba distraída le echaba su guiñadita de ojo (22).

No solo la Manuela le dará el papel de “gran señor” a don


Alejo; de alguna forma, para todo el pueblo él encarnará el modelo
de masculinidad hegemónica. El patrón basará esta construcción de
género en su poderío económico y político. Ambos poderes alimen-
tarán recíprocamente su hegemonía; con dinero comprará los votos
y con los votos se asegurará más dinero. Este último le permitirá, a
través de préstamos que nadie le solicita, tener el control sobre los
que eventualmente podrían escapar de su dominio (la Japonesa y
Pancho).

“Tanta plata, y tanto poder... Y tan bueno don Alejo” (822),


su poder le permite ser reconocido, aunque ambiguamente. Puede
ser una especie de “Tatita Dios” (como Cruz es a la vez salvación
o expiación) con acceso a María (Misia Blanca) y a Magdalena (la
Japonesa) y también a los hombres, a Pancho a través de la deuda y
a la Manuela en el prostíbulo. Otro aspecto de su ambigüedad radi-
cará en que la Manuela verá cumplidas en don Alejo Cruz todas sus
fantasías de amor romántico que morirán con él/ella en una zanja
de su fundo.

Don Alejo posee un doble código para su masculinidad: el prime-


ro se refiere a la posesión de la tierra y al honor. Don Alejo es el dueño
de cada piedra del Olivo lo que le otorga el código menos visible, pero
igualmente explícito: es el “dueño” de todos sus habitantes.

Aparte de “honor y tierra” se le otorgan dos rasgos tradicional-


mente asignados a lo masculino: la paternidad y la protección. Sin
embargo, como en Rulfo y en Paz, la paternidad y la protección
134 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

tendrán también la cara del sometimiento y la explotación. Se dice


que es el padre de todos en el pueblo, pero esta paternidad pasa por
el control que tiene sobre ellos. La protección cumpliría un papel
similar, simplemente obtener mayor poder.

Esta visión de los “caballeros ricos” y de los “rotos brutos” que tiene
la Manuela, construye un femenino que oscila entre las fantasías de ser sal-
vada/ atropellada por los hombres o protegida o violada por ellos, siendo
la violencia, el miedo, y el sometimiento los afectos que se erotizan: “Un
año llevaba soñando con él. Soñando que la hacía sufrir, que le pegaba,
que la violentaba, pero en esa violencia, debajo de ella o adentro de ella,
encontraba algo con qué vencer el frío del invierno” (59).

Si en Bombal y Brunet encontramos cierta resistencia al papel


femenino victimizado, la Manuela, como los personajes de Puig,
aceptará las retóricas del amor romántico que convierten a los hom-
bres en “cariños malos” o “en el hombre que yo amo.”

Sin embargo, en su renuncia a la identidad masculina se advierte


un cuestionamiento a esta construcción hegemónica. La Manuela re-
niega de su condición de padre y de la protección que la Japonesita le
exige: “...sabes muy bien que soy una loca perdida, nunca nadie trató
de ocultártelo. Y tú pidiéndome que te proteja: si voy a salir corriendo
a esconderme como una gallina en cuanto llegue Pancho” (57).

La Manuela cambiará la paternidad por consejos de belleza y la


protección, por tomar el lugar de la Japonesita cuando llega Pancho
Vega a violarlas a ambas. Esta violación, autorizada y despenalizada
por ocurrir en un prostíbulo, le permitiría a Pancho cumplir su “des-
tino” de hombre y haría que una de ellas, padre o hija, cumpliera su
destino de hacerse mujer.

La Manuela no pondrá los puños para defenderla, ni la otra


mejilla, pondrá su vestido colorado: “...los puños que no tiene sólo
le sirven para arrebujarse en la parcela desteñida de su vestido. Matar
a Pancho con ese vestido. Ahorcarlo con él” (131).
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 135

Entendemos este rechazo a lo paterno como una fuerte crítica a


los poderes que encarna don Alejo. Este gesto también impugna las
leyes del honor de la masculinidad hegemónica del patrón: ¿cuántos
padres estarían dispuestos a ocupar el lugar de la hija en caso de vio-
lencia sexual? ¿Cuánto heroísmo y valentía se requiere para asumirse
como homosexual?85

Pensamos que cuando Pancho Vega afirma que “todos somos


hijos de don Alejo,” no se refiere tanto a una bastardía generalizada
(recordemos que él es el único personaje que ostenta el apellido de su
padre y ojos diferentes a los del senador Cruz); creemos que se refiere
a que todos somos hijos del poder. Como en El obsceno pájaro de la
noche, lo paterno no solo es la protección, sino también un poder
que se ha malignizado.

En este sentido, el rechazo a la identidad sexual masculina de la


Manuela también puede leerse como un rechazo al patriarcado. Este
gesto es replicado por Donoso cuando “invierte” la tradición literaria
chilena y convierte al “Gran señor y rajadiablos” en el admirador de
un travesti viejo de prostíbulo.

3.2 Erotización, dominación y dinero

Si bien es cierto que el terrateniente y sus códigos de “honor y


tierra” representan el modelo de masculinidad hegemónica, en El lugar
sin límites hay un abanico de otras masculinidades que se subordinan
o entran en pugna con la de don Alejo.86 Estas relaciones de poder

85
En este sentido, la Manuela encarna una actitud semejante a la que aparece en
“Manifiesto” de Pedro Lemebel “mi hombría es aceptarme diferente/ser cobarde
es mucho más duro/yo no pongo la otra mejilla/pongo el culo compañero/y
esa es mi venganza” (Lemebel,1996:88)
86
Recordemos que el concepto gramcsiano de “hegemonía” no es estático, puede
ser modificado por una comunidad.
136 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

entre los hombres de El Olivo se caracterizarán por una erotización


de la subordinación.87

Todo el lenguaje articulado en relación a la deuda entre Pancho


y don Alejo se expresará en términos de una “dominación erotizada.”
“Felices los ojos, Pancho...” (37) con esta expresión más bien propia
de un enamorado, don Alejo enfrentará a Pancho al mismo tiempo
que lo amenaza con los perros...

Puesto que la dominación no se produce por la posesión de la


tierra (Pancho no es un inquilino) sino por la deuda, el dinero como
expresión de poder entre los hombres también se erotizará: “Pancho
le entregó el fajo de billetes, calientes porque los tenía apretados en
la mano en el fondo del pantalón, y don Alejo los contó lentamente.
Después se los metió debajo de la manta. El Negus le lamía la punta
del zapato” (40).

Los billetes “calientes” y cerca del pene expresan que la deuda


no solo es monetaria, sino sexual, en tanto es el reconocimiento
explícito al poder del patrón. La subordinación se erotiza, como el
Negus, Pancho también debe lamer al patrón aunque no la punta del
zapato. La deuda es un símbolo del lazo de subordinación: “Le dolía
entregarle su plata a don Alejo. Era reconocer el vínculo, amarrarse
otra vez...” (110).

La erotización del poder es más evidente aún cuando Pancho


utiliza la expresión “montar”para referirse a la relación que tiene con
don Alejo: “Sí, dejar que él lo haga porque él no se va a dejar montar
(Octavio) por don Alejo, como me monta a mí” (114).

Es evidente que don Alejo se excita con la posibilidad de su-


bordinar a Pancho, de someterlo, de convertirlo en su quinto perro.

87
Así como las relaciones de poder entre padres e hijas en Brunet.
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 137

Don Céspedes, el inquilino, quizás sea el hombre más derrotado del


texto. Según la lógica machista de la conquista no ofrece desafío; va
a la misa de don Alejo, se alcoholiza con su vino, le cría los perros
y es el testigo eterno de las acciones de los demás. Incluso se le ha
privado del nombre quedando el “don” y su apellido casi como una
ironía que refuerza la relación de sumisión que tiene con don Alejo.
Pancho, como si fuera una mujer, se le resiste, Don Céspedes ya está
asimilado a los perros.

La deuda, entonces, es económica y también sexual, en tanto


Pancho debiera dejarse “montar.” Don Alejo interrumpe el deseo
homoerótico a través de gestos violentos (echarle los perros), o bien
acusándolo de poco hombre (“no tiene palabra,” es “cobarde”).
Dominación, sexualidad y violencia serán los atributos con que don
Alejo se relacionará con Pancho.

Octavio y Pancho Vega intentan forjar una masculinidad alter-


nativa a la de don Alejo y opuesta al inquilinaje. Cambiarán la tierra
del inquilino y del patrón por itinerancia. Con o sin dinero este
transfugar por los pueblos les da acceso a todas las mujeres, no solo
a las de un burdel: “...pero si eres como un marinero en tierra, pues
Pancho, ahora con la cuestión de tu camión y tus fletes: una mujer
en cada puerto. La Emita no te verá ni el polvo, pobre” (33).

Si en el texto el vestido rojo de la Manuela es el emblema de la


femineidad en el texto, el camión “ñato, colorado, con doble llanta
en las ruedas traseras” (10) será el doble de los genitales masculinos
y el símbolo de esta otra hombría propuesta.

Octavio tiene más que un camión para reforzar su masculinidad,


posee una estación de servicio que le permite capitalizarse y obtener
fletes para su cuñado. Así, cambia el código del honor por el del
compadrazgo.

Octavio es el hombre más independiente de don Alejo, no tiene


vínculos ni económicos, ni afectivos ni de subordinación alguna con
138 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

él. Sin embargo, entablará una relación de competencia con el patrón


de los demás. Lo confrontará e intentará ocupar el espacio que don
Alejo tenía en la relación con Pancho Vega. Para ello, lo primero que
hará será desmitificar su aura de dios y de diablo y atribuirla, sim-
plemente, al poder del dinero; luego pagará su deuda y se convertirá
en su nuevo acreedor:

¿O cree que don Alejo es de una marca especial?. No nada de


cuestiones aquí. Usted le tiene miedo porque le debe plata nomás.
No, si no le voy a decir a nadie. ¿Usted quiere que la gente sepa
cómo trato al marido de mi hermana? En el sobrecito que le di
tiene la plata para pagarle lo que le debe... A usted no lo manda ni
a mí tampoco y si queremos vamos donde se nos antoja (107).

Para Pancho, don Alejo representa la masculinidad que lo so-


mete, que lo “amarra” que lo “monta,” mientras que Octavio se va
configurando en un nuevo modelo masculino que seguir. El dinero
de Octavio y su independencia lo configuran ante sus ojos como un
“verdadero hombre:” “(Octavio) hacía lo que quería y le pasaba para la
semana a su mujer, no como la Ema, que le sacaba toda la plata, como
si se la debiera. Octavio era un gran hombre, gran, gran” (120).

Aunque Octavio afirma que no es “de esos futres parados y no me


voy a portar con usted como él” (107), de todas formas se convierte
en el nuevo amo de Pancho: lo obliga a ir al prostíbulo y su mirada
lo fuerza a cambiar sexualidad por violencia en el encuentro con la
Manuela. El nexo de dominación entre Pancho y Octavio también
está erotizado en tanto Pancho valora más a su cuñado que a su mujer
y alude a su protección en términos de amparo, pero también sexuales:
“un gran hombre, gran, gran.” Era una suerte haberse casado con
su hermana. Uno sentía las espaldas cubiertas” (120). Por otro lado,
Octavio también participará de la golpiza/violación que le propinan
a la Manuela. Siguiendo el modelo de don Alejo, Octavio cambiará
el deseo homoerótico por violencia.

Por otro lado, Pancho Vega como cliente del prostíbulo, a


V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 139

través del pago puede subordinar a las prostitutas y, por extensión,


a la Manuela: “a las dos me las voy a montar bien montadas, a la
Japonesita y al maricón del papá...”(10).

3.3. Tengo cicatrices de risas en la espalda

Como don Alejo (v.89), Pancho mantendrá a raya su deseo


utilizando en primera instancia la risa. Por cierto, la risa tiene en el
texto una función carnavalesca y puede leerse bajo el signo de Bajtin;
sin embargo, desde nuestra lectura, la risa y el grotesco se anudan en
la palabra “maricón,” palabra que es el grotesco de “María.”

Tanto los “caballeros” como los “rotos hediondos a pata” la


usarán para distanciarse del temor de ser homosexual o de sentir
deseos homoeróticos. Los hombres del burdel se reirán del grotesco
personaje travesti, lo convertirán en una especie de hombre inferior,
un subordinado cercano a lo femenino, del cual pueden reírse (cfr.
Díaz 1995, 121):

Papá de nadie. La Manuela nomás, la que puede bailar bailar


hasta la madrugada y hacer reír a una pieza llena de borrachos y
con la risa hacer que olviden a sus mujeres moquillentas, mien-
tras ella, una artista, recibe aplausos, y la luz estalla en un sin fin
de estrellas.
No tenía para qué pensar en el desprecio y en las risas que tan
bien conoce porque son parte de la diversión de los hombres, a
eso vienen, a despreciarla a una, pero en la pista, con una flor
detrás de la oreja, vieja y patuleca como estaba, ella era más mu-
jer que todas las Lucys y las Clotis y las Japonesitas de la tierra
(32).

Sin embargo, en el caso de Pancho la risa no es suficiente para


ahogar el deseo: “Y el viejo maricón que baila para él y él se deja
bailar y que ya no da risa porque es como si él, también estuviera
anhelando. Que Octavio no sepa. No se dé cuenta. Que nadie se dé
cuenta” (150).
140 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Cuando la risa falla como modo de distanciarse del “maricón del


pueblo” y los ojos de los demás ya se han dado cuenta, sobreviene la
violencia, que consiste en arrojar a la Manuela al canal, en orinarla
y finalmente, matarla a golpes en una escena en que los adjetivos
sexuales se mezclan con los de la agresión:

...los tres una sola masa viscosa retorciéndose como un animal fantástico
de tres cabezas (...) buscando quién es el culpable, castigándolo, castigán-
dola, castigándose deleitados hasta el fondo de una confusión dolorosa,
el cuerpo endeble de la Manuela ya no resiste... bocas calientes manos
calientes, cuerpos babientos y duros hiriendo el suyo... hasta que ya no
queda nada y la Manuela apenas ve, apenas oye, apenas siente... (159)

Si entendemos la homosexualidad, simplemente, como el deseo


erótico por sujetos del mismo sexo, entonces la Manuela no es el único
homosexual de El Olivo. Sin embargo, es el único que se identifica
con una estética y estilo de vida asociado a la homosexualidad (el
travestismo prostibular); con una construcción de género más cercana
a lo femenino que a lo masculino, y es el único al que le dicen y se
dice a sí mismo “maricón.”

Pancho soporta que le digan “cobarde,” “sin palabra,” “mala-


gradecido.” No le importa transgredir los códigos del honor de don
Alejo, pero sí reacciona cuando en la infancia le dicen “Marica,” y
luego, cuando Octavio le dice que no sea “maricón,” es decir, cuan-
do se lo equipara a una mujer y cuando se insinúa que le gustan los
hombres. Como en Bombal y Brunet, se castiga el deseo y a la ternura
(le llaman marica porque juega con la hija de don Alejo), pero por
cierto, este castigo recaerá en lo entendido como “femenino.” Así se
entienden, entonces, las palabras de la Manuela, que para “hacerse
mujer” hay que “hacerlo a la fuerza.”

Machismo y homosexualidad se dan la mano en el texto en tanto


su desprecio y castigo hacia lo femenino. La homosexualidad no es
privativa de las “locas,” sino también de los hombres que ostentan
masculinidades hegemónicas: “¡Qué tanto miedo al tal Pancho Vega!
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 141

Estos hombrones de cejas gruesas y voces ásperas eran todos iguales:


apenas oscurece empiezan a manosear” (17), comentario que viniendo
de Manuel González Astica no es banal.

3.4 Se armó la casa´e putas

Tampoco es banal el tema del dinero y la sexualidad en las re-


laciones heterosexuales. No es casual que la mayor parte del relato
ocurra en un prostíbulo, lugar de “comercio sexual.” Sin embargo,
no solo las prostitutas intercambiarán “favores” por dinero. Las es-
posas también “cobrarán” o “pasarán una cuenta:” “Por lo mismo,
que casi no te veo y qué sé yo qué harás por ahí, por lo mismo yo y
la niña tenemos que tener una compensación...” (41). Pancho quiere
comprarle una casa a Emita con el dinero de la deuda y le entrega su
sueldo “como si se lo debiera” (120).

Bajo el entendido de que alguien debe “pagar” por las pasiones,


las agresiones (abandonos) y los placeres (el sexo) se transarán en la
casa y el burdel a través del dinero.88 En el burdel, de manera contrac-
tual, en la casa, a través de la amenaza del santo reproche. Por otro
lado, tal como vemos en el actuar del senador Cruz, el país también
puede ser considerado “una casa de putas” en tanto unos se ganan la
vida “jodiendo” a los otros.

La relación entre sexualidad y dinero no solo ocurre en el caso de


las esposas y las asiladas. Alejo Cruz y la Japonesita, hija de la Manuela,
pero también de una apuesta del senador, acumularán dinero y aban-
donarán el ejercicio real de la sexualidad. El lugar sin límites muestra

88
Los prostíbulos de los años 50 y 60 semejan el espacio doméstico. La regenta
del prostíbulo será “la tía” y tendrá un aspecto maternal; las prostitutas serán
“las niñas” y estarán asiladas. Todo eso cambiará con la modernización del país
y la llegada de los saunas y topless que mercantilizarán, aún más, el denominado
comercio sexual (cfr. Matus, 1999).
142 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

la ecuación de que a mayor ahorro menor gasto sexual, como si el


dinero fuera sustituyendo cualquier afecto o pasión: “yo, la Manuela,
voy a bailar para que todo sea alegre como debe ser y no triste como
tú porque cuentas peso a peso y no gastas nada...” (134). Al contrario
de su madre, la Japonesita es flaca, fría, ahorrativa y virgen.

Ya vimos cómo don Alejo ha erotizado los vínculos de domina-


ción que tiene con los otros hombres; asimismo, cuando va al burdel
no busca placer, sino reiterar su supremacía sobre los demás. Así, en
la apuesta que le propone a la Japonesa, es capaz de “privatizar” para
sí mismo y su orgullo incluso la intimidad de los demás.

Sin embargo, el “cuadro plástico” que se arma para los ojos del
poder termina siendo un verdadero “desquite.” Lo que el poderoso
puede ver, no es lo que realmente está sucediendo. En primer lugar, la
Japonesa lo ha “cogido” utilizando los propios códigos de hombría de
don Alejo: le quitará tierra (la casa) y usará como medio de obtenerla
el que los demás lo acusen de poco hombre si no cumple su palabra,
es decir, que falte a su honor.89

El plan de la Japonesa revela otra faceta de prostitución femenina:


hacer pagar al patriarcado por lo que siempre ha tomado gratis, usar la
misma lógica del dinero que compra todo, pero a favor: “Si se quería
reír de la Manuela y de todos, y de ella, bueno, entonces que pagara,
que no contara con que ella fuera razonable. Que pagara. Que le
regalara la casa si era tan poderoso que podía dominarlos así” (98).

89
En el texto hay una verdadera obsesión por acusarse de “poco hombres.” La
Manuela señala a Pancho como “cobarde,” “sin vergüenza” etc. Lo mismo hace
don Alejo, que lo culpa de no tener palabra y de dejarse humillar, a diferencia
de su padre. Los niños también se lo dicen cuando juega con Moniquita y los
hombres del prostíbulo se ríen de Manuela para distanciarse de su condición.
La novela podría tener como subtítulo: de las diferentes formas de la homofobia
en la cultura hacendada chilena.
V. DONOSO (1966): PER/VERSIONES DE GÉNERO EN EL LUGAR SIN LÍMITES 143

No obstante, lo más importante es la sociedad que se establece


entre la “puta” y el “maricón,” sujetos marginales como pocos. Una
sociedad inédita hasta el momento en los textos que hemos analizado,
en tanto se produce auténtica colaboración.90 Esta sociedad no solo
posibilita vencer a don Alejo, sino producir, finalmente, un lugar
sin límites.

Tal como ha mostrado Sarduy (1987), el texto está construido en


torno a inversiones de las cuales la de género es una más. Sin embargo,
nos detendremos en la inversión de roles y de identidades genéricas
que se produce en la cúpula de la novela, la única cópula.

Cuando la Japonesa hace de “macha,” puede inventar un mun-


do a través del lenguaje, es decir, ocupar el papel de la Manuela,
del artista que concreta su fantasía y lleva a otros a vivirla. Puede
hablar más allá de su cuerpo o belleza; “la macha” toma el grotesco
para sí abandonando la estética de lo “bello” o lo irrepresentable, y
el criollismo que la condena a ser otra versión de Juana Lucero. En
relación a la violencia, supera las estrategias de las protagonistas de
Brunet y Bombal; no hay ensoñación o asesinato, hay la creación de
un mundo que interferirá en la realidad.

Por otro lado, a (la) Manuel/a se le permite dejar de ser “mari-


cón” (la versión grotesca de lo femenino) pues está con una mujer y
deja de ser “macho” (versión grotesca de lo masculino) por cuanto
en la fantasía ella es la mujer, y puede sentir las emociones que se les
permite únicamente a las mujeres.

Cuando la Manuela y la Japonesa intercambian los roles se


liberan de los estereotipos y sus lenguajes, se produce un espacio de

90
La colaboración entre la Manuela y la Japonesita (el peinado de colmena y
los consejos de “amiga”) terminan cuando sabe que Pancho puede elegir a la
Japonesita porque es mujer y “él es hombre, viejo y maricón.”
144 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

libertad, de liberación y de fecundación. Es ése el espacio en que el


poder maligno de don Alejo no puede penetrar, y es burlado.

Sin embargo, don Alejo y la cultura hacendada que representa


no han dicho su última palabra. Al igual que en Pedro Páramo, Alejo
Cruz, senador y hacendado, no hará nada para que llegue la luz a
El Olivo, un deseo que, al parecer, solo comparten las prostitutas.
Quiere conservar sus parronales y el estilo de vida en que es un gran,
gran, señor.

Mientras en Chile se lleva a cabo la reforma agraria que influirá


como la guerra fría en el golpe de estado, don Alejo, obstinado, querrá
dejar morir el Olivo, porque le quitaron su prostíbulo.
145

VI POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO


SE APODERA DE TU CAMA

...estaba maquillándome y el coreógrafo vio que yo estaba con


un alfiler de gancho separándome mis pestañas y me gritó de
una manera que ni a los animales se grita. Así que lógico, yo me
asusté, me enterré el alfiler de gancho en el ojo... El oculista me
dijo usted se maquilla y pierde el ojo, yo, como iba en repre-
sentación de Chile, yo no los podía defraudar, yo dije: bueno,
si pierdo el ojo, es por Chile (Raquel Argandoña, Miss Chile
1978, Alerce, 1992).

1. La salida colectiva del erial: recepción crítica y estrategias


de inserción

Como hemos dicho, María Luisa Bombal, Marta Brunet, José


Donoso y Diamela Eltit pertenecen a una tradición de escritores cuyo
éxito es proporcional al rechazo que han producido en su país de
origen. En el caso de Eltit, ¿Existen argumentos consistentes para esta
hostilidad o más bien se trata de desesperadas retóricas que disfrazan
la más común y vulgar envidia o misoginia?

Me parece que el proyecto narrativo de Eltit porta elementos


suficientes para ser resistido por las estructuras sociales y económi-
cas dominantes. Eltit vulnera varias de las tradiciones hegemónicas
chilenas, como por ejemplo, el imperio de la literatura realista en
colusión con el fundo mental como orden social; la construcción de
un sujeto popular que se escapa de las retóricas de la caridad o de la
seguridad ciudadana y que en vez de hablar redimido tras las rejas,
cuenta la historia, aunque sea a través de las huellas que deja en su
cuerpo, el vino, la tortura o la automutilación. A esto, se suma en
su narrativa reciente, la crítica a la omnipresencia del mercado que
destruye colectivos que van desde la familia y el gremio hasta la nación
146 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

y que como en “Aguas Abajo” de Brunet configura a una familia que


resulta ser un mero apéndice de estructuras laborales devastadoras.

Finalmente, y como se observa en el curso de este trabajo, desde


la crisis generalizada que produjo la dictadura, Eltit da una dimen-
sión pública e histórica al secreto a voces que María Luisa Bombal,
Marta Brunet y José Donoso han venido revelando: en la casa y
en la nación, en el pasado colonial o militarizado y en un presente
imperial, quien dice modernidad dice Freud y sublimación de los
impulsos eróticos y tanáticos, pero también dice Sade, y represión
para el pueblo y desborde para el soberano. En nuestra local filosofía
del tocador, agregamos con los autores estudiados más la estilizada
lectura foucaultiana de Eltit, que ese desborde penetra los cuerpos,
a través de convertir sexo y trabajo en prácticas en que el único goce
es el de someter-ser sometido y en el que la creatividad implicada se
termina confundiendo y amalgamando con la violencia.

Es probable que este proyecto resulte irritante para algunos, no


obstante, las críticas pocas veces se refieren directamente a él. Las
críticas aluden a su escritura, pero solo como doble de cuerpo de su
género sexual, a su imagen pública y a su vida privada y se extienden,
como en un contagio, a los distintos colectivos que ha conformado
a lo largo de su trayectoria. Me refiero a los colectivos de artistas, de
críticos, de escritoras que han participado en sus talleres literarios o
simplemente, a las escritoras emergentes.

Salvo excepciones, la crítica periodística la acusa de (no) ser


(solo) una mujer. Si en la recepción crítica de Bombal y de Brunet
asistimos a la hiperfeminización de su imagen publica (“señoritas”)
y a la masculinización de su escritura (“escritores chilenos”) a fin de
que las mujeres y escritura siguieran siendo las “verdaderas,” en Eltit
nos encontramos con una escritura “monstruosa” que reúne en un
solo cuerpo elementos femeninos y masculinos a la vez. Desde estas
concepciones estereotipadas, lo femenino como lo semiótico (v.
crítica Valente) y lo masculino, a través de la presencia de elementos
teóricos en su escritura. La apropiación creativa de diversos discursos
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 147

teóricos, principalmente de Michael Foucault, ha sido quizás uno


de los aspectos más resistidos por la crítica mediática, especialmente
la inicial, quien ve en esto un “degeneramiento” que excede lo rela-
tivo al género novela. La relectura que el año dos mil hace de esta
recepción de los años ochenta es convertir a Eltit en “la reina de la
academia,” como la denomina peyorativamente Alberto Fuguet. Ya
no se le critica la mezcla de discursos, ahora en boga, sino que el
carácter elitista de su producción.

Sin embargo, en un intento normalizador, la crítica mediática


también la rescata de la monstruosidad a través de un atributo que la
acerca a las mujeres verdaderas, es decir, las que solo hablan a través
de un cuerpo hermoso. Así, el crítico anónimo de la página de crítica
Vértice opina lo siguiente: “Si usted relaciona la forma como escribe
con la apariencia física de Diamela Eltit, podría deducir que se trata
de un adefesio. Y no, muéranse la Diamela es una mujer por la que
no pasan los años” (2005)

Si no mujer-monstruo, Eltit es solo una mujer, abyección que la


hace poseedora de todas las limitaciones impuestas a este género, así,
en “La esfinge en el supermercado” Camilo Marks afirma: “A estas
alturas, conviene dejar sentada una verdad evidente: Eltit carece de
originalidad y exhibe poca formación intelectual.”91 De este modo,
belleza y estupidez, una pareja ya canónica en el tratamiento otorgado
a las mujeres, devuelve a la autora al “reino” de lo femenino.

La crítica mediática también ataca su capacidad para “reprodu-


cir.” Eltit sería una sombra nefasta para aquella que quisiera brillar con
colores propios. La sola cercanía con la “madre de madres” sumado
al prejuicio de que “todas son iguales,” les restaría presencia en el
campo cultural. De este modo, se vulnera no solo a la escritora, sino
que la posibilidad de generar escuela, de ser, en definitiva parte de

91
“La esfinge en el supermercado.” Camilo Marks.
148 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

una tradición, y por otro lado, también se arremete contra el colec-


tivo posible de mujeres: “hay obras fríamente calculadas y escritas
para ser deglutidas por la academia.92 Cuando Bolaño hablaba de las
“diamelitas” supongo que se refería a eso, a obras como, por ejemplo,
Mapocho de Nona Fernández” (Bisama: 2005).

Como puede verse en esta cita hay un proceso de homologa-


ción de los sujetos femeninos y la reducción de su trabajo escritural
a lo meramente reproductivo. Lo reproductivo-femenino muta en
femenino-serial, a través del diminutivo “diamelitas.” Mujeres y
textos entonces, quedan reducidos a una sola impronta disminuida
en cuanto jóvenes y en cuanto mujeres.

Por otro lado, la cita expresa cómo el diálogo entre narrativa y


teoría sigue siendo sancionado en el año dos mil a través de establecer
la relación entre discurso académico y narrativa como obligadamente
parasitaria. Desde los saberes académicos o vinculados con la acade-
mia, no se podrían proponer nuevas lecturas, como ha ocurrido en
el caso de Bombal y Brunet; ambas, rescatadas del nicho helado en
que los hombres las pusieron a través de las lecturas feministas, ni
establecer diálogos que nutren tanto a la crítica como a la narrativa,
como ocurre en los ochenta a través del congreso feminista “Escribir
en los bordes” al que ya nos referiremos. La academia solo podría
“deglutir” los textos literarios para así poder tener un cuerpo propio,
en una curiosa analogía establecida por quien se llama a sí mismo
“Come libros.”93

La escritora chilena y crítica literaria Andrea Jeftanovic, quien ade-


más se formó en los talleres de Eltit, responde al crítico mediático:

92
http://albertofuguet.blogspot.com/
93
J. Hillis Miller, deconstruye la noción de crítico como parásito, en cuanto
todos los textos, incluyendo los literarios, son citas de otros textos. No habría,
por ende, un cuerpo original con el que mantener una relación parasitaria.
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 149

Tanto Bisama como otros críticos han hablado de las “diamelitas,”


creo que se trata de un prejuicio misógino (pareciera que todas
las autoras mujeres son diamelitas. Por ejemplo, Nona Fernández
nunca ha tomado clases con Eltit, la ha leído poco y casi no se
conocen). Porque si se trata de alumnas o alumnos de talleres
estamos llenos de Collyercitos, Cerditas, Franzitos, Barritos, etc.94
(Jeftanovic: 2005)

Con Jeftanovic, pienso que la ideología que sustenta estas


opiniones es la del machismo y algo más. Las ideologías de género
utilizadas para devaluar a Eltit y sus concomitancias no solo obedecen
a la necesidad de depreciar constantemente el trabajo femenino a fin
de tenerlo (casi) gratis, como ocurre la mayoría de las veces, sino que
a la de castigar la exitosa estrategia de inserción de Eltit en el campo
cultural. Me refiero a su capacidad para cruzar fronteras textuales,
sexuales, étnicas, de clase y hacer cruzar con ella, a los otros próxi-
mos. En una interpretación libre del final de Por la Patria, me parece
que lo que se quiere castigar es su capacidad para organizar “la fuga
colectiva del erial.” Es el colectivo y el desplazamiento organizado
por una mujer, lo que, a mi juicio, se quiere desarmar.

Pero pensemos no solo en las críticas realizadas por aquellos


que están en la vereda del frente, sino que en aquellos que en tanto
artistas podrían ser próximos a Eltit. Desde ese sector, se le cuestiona
su participación como agregada cultural en un gobierno de la Con-
certación de Partidos por la Democracia; su último marido, político
gubernamental y sus viajes a Estados Unidos. Para esta facción, Eltit
no se habría empoderado, sería simplemente, parte del poder. En estas
críticas los textos quedan de lado, también los discursos emitidos en
sus viajes al Norte, en los que siempre está presente la estrategia
eltitiana de poner el dedo en la llaga, y además, una manifiesta

94
Ante la negativa de El mercurio de publicar la réplica de Jeftanovic, ésta se
difundió en primer lugar a través del correo electrónico, y luego, mediante la
página Crítica.cl
150 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

lucidez y autoconciencia de las operaciones entre mercado, viajes, y


academia, como ocurre en su discurso de Pittsburg. Detrás de una
crítica fundada ya no en ideologías de género, se sigue criticando
lo mismo, su capacidad para hacer pasar sus textos y su cuerpo por
distintas fronteras.

Pareciera ser que al antiguo patriarcado le interesa -como muy


bien lo señala José Donoso en El obsceno pájaro de la noche- tener a
todos los que somos mujeres en términos de poder, encerradas en la
casa asilo de la Encarnación de la Chimba, las unas contra las otras,
disputándonos la ropa vieja de alguien, y siendo capaces de reconocer
como “guagua milagrosa” siempre y solamente, al rival más débil.

Aunque la imagen pública de Eltit dialoga de alguna manera


con la de Brunet –me refiero a que ambas son mujeres que viven
de trabajo intelectual desplegado en diversos escenarios– se aleja
radicalmente de las transacciones que las escritoras de principios de
siglo debieron realizar para ingresar al canon. Eltit se aparta de las
construcciones de “madre espiritual” de cuño mistraliano que paga
su creatividad replegando su sexualidad al exilio o armario o de la
artista bombaliana que la paga a través de la enfermedad o de la
imposibilidad de generar recursos propios.

Sin duda, Eltit ha abandonado la articulación víctima-victi-


mario presente en nuestra construcción genérica, como se ha visto
en este trabajo, a través del despliegue de una micro política de la
colaboración que se da en diversos niveles y que actúa como posibles
alternativas textuales y vitales en un contexto referencial que privilegia
el castigo de la creatividad y alienta la simbiosis o el despojo.

Eltit se hace parte de colectivos de críticos, de artistas, de estu-


diantes, como agenciamientos creativos, laborales, amistosos, eróticos,
con los que pasa y hace pasar. Hay un fluir que mezcla los textos y
las personas y nuevos textos, en redes que tal vez algunos calificarán
de delictivas y que otros verán como respuesta a la competencia y
la envidia como lugares privilegiados de apreciación y filiación. Y
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 151

desde otro punto de vista, como una manera de contestar al “erial,”


al “peladero” que dejó la dictadura en las diferentes comunidades.

La fuga colectiva del erial, se inicia, a mi juicio, con sus críti-


cos de privilegio: Eugenia Brito, Nelly Richard, Rodrigo Cánovas,
Raquel Olea, Marina Arrate, Leonidas Morales. Estos, por nombrar
a algunos, otorgan las primeras claves de lectura que posibilitan la
entrada a uno de los proyectos más complejos, originales y políticos
de la narrativa chilena. Sobre estas lecturas que reparan en la estética
neobarroca, las subjetividades marginales, y el erial urbano como
espacio nuevo en la narrativa chilena se arman a mi juicio, gran parte
de las lecturas posteriores.

Por otro lado, un conjunto de críticas que trabajan en la aca-


demia norteamericana tales como Francine Masiello, Jean Franco,
Gwen Kirpatrick, Mary Luise Pratt, entre otras, en un gesto que las
releva como críticas y como feministas, escriben sobre la producción
de Eltit, incorporan sus textos en los programas de estudio, dirigen
tesis, la invitan a dictar cursos, contribuyendo con esto a posicionarla
de otra forma en el campo cultural y sortear, de este modo, el “amor
de Chile.” Ese es, a mi juicio, usando una expresión del poeta David
Añiñir, el salto “mapunky” de Eltit: el coa se dispara de la mano del
slang, y en una mutua colaboración se junta la Coya con la Rucia
slang
para administrar un poco el bar.

Así, los últimos años se caracterizan por viajes a homenajes,


congresos, estadías, preferentemente en Estados Unidos (Princeton,
Brown, Pittsburg), aunque también en República Dominicana y
Cuba. En los discursos pronunciados en estos viajes, Eltit se dedica
a nombrar la soga en la casa del ahorcado, como la cita a Lezama y
a Sarduy en Los bordes de la letra leídos en Cuba o su autodefinición
como “pasafronteras” en Estados Unidos. Eltit presta su cuerpo, pero
no lo transa y de paso, hace entrar con ella a quien de seguro no tiene
visa, como por ejemplo, la producción de Carlos Droguet, Marta
Brunet y Violeta Parra, rescatándolos, a su vez, del fundo.
152 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Otro ejemplo de su micro política de la colaboración es que


sus novelas se constituyen en el soporte de la producción artística
de otra mujer, sean las portadas realizadas por las artistas visuales
Lotty Rosenfeld y Paz Errázuriz, o los epígrafes en que cita a alguna
escritora emergente. Finalmente, su presencia en el espacio público,
en presentaciones de libros, ponencias, discursos etc. está cruzada por
el apoyo a los y las artistas y críticos más jóvenes usando su poder
para empoderar a otros/as.

1.1 Marginalidades o pasafronterías

La producción literaria de Eltit puede leerse como la contra-


memoria estatal de los últimos treinta años chilenos. Como puede
deducirse de la lectura conjunta de los trabajos de Nelly Richard,
Eugenia Brito, Rodrigo Cánovas, Raquel Olea, Idelber Avelar y Fran-
cine Masiello la trama entre escritura y política constituye una poética
en movimiento en su producción. De este modo, Lumpérica y Por la
patria, responden a las diversas crisis sociales y de la representación
que implicó la dictadura; Los vigilantes, a la escritura vigilada en la
transición y Mano de obra, para señalar parte de su última producción
es una reflexión sobre cómo hacer una novela social luego de la caída
del muro en el contexto del hipercapitalismo globalizado.

Si atendemos a dos momentos de la producción de Eltit, Por


la patria (1986) y Mano de obra (2002), veremos cómo los sujetos
heroicos, femeninos, marginales, mestizos y delictuales, es decir, los
excluidos del proyecto moderno y del proyecto nacional de Pinochet,
dan paso a sujetos blanqueados y nacionalizados por el uniforme del
supermercado, sin otra épica que la de permanecer en él. Por otro lado,
su lenguaje, descrito por la crítica inicial como neobarroco deviene
en clisé e improperio. El erial y la plaza pública, como espacios en los
que se condensa la casa, el prostíbulo y la patria, así como el pasado
colonial y un presente militarizado, dan lugar a un supermercado en
que la historia se inscribe como un gaggag, con habitantes que le temen
a la calle y con una casa separada en lo formal del espacio laboral,
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 153

pero absolutamente minada por el disciplinamiento del súper (v.


Carreño, 2003).

Pero la narrativa de Eltit también puede leerse como una bisagra


que reescribe la narrativa precedente al golpe de estado a la luz de
esa crisis, al tiempo que constituye un precedente insoslayable en los
imaginarios de las narrativas más recientes. Así, problemas, estrategias,
incluso personajes pasan de una letra a otra, formando la otra historia
(literaria) de Chile, la de sus pulsiones, la que se basa en el cruce de
subjetividades, poéticas, así como en la memoria de las transgresiones
al fundo-mercado (v. Carreño, 2006.)

En lo personal, no me interesa Eltit como heroína del margen,


me interesa más bien como pasafronteras. Tampoco como espectáculo
del cuerpo resistente/combatiente/ derrotado de la (post)dictadura
que se exhibe una y otra vez, sino como una poética en movimiento,
que se reinventa respondiendo a las diversas contingencias y escapan-
do de ese modo, al trabajo en serie. Escritura de mujeres en cuanto a
las memorias del menosprecio en su versión mínima y de esclavitud en
su versión máxima, memorias que por cierto, acumulan la experiencia
de sortear todos los en contra y no, como cuerpos indiferenciados,
intercambiables en la cuota, y que solo pueden estar junto a otros
cuerpos de mujeres en el invisible serrallo de Occidente.

En un gesto que yo califico de mera justicia, pero que otros


podrán considerar conservador o anacrónico, me interesa leer la
producción de Eltit como lo que yo creo que es: literatura, y dentro
de esta provincia, como un clásico. En Eltit respira lo más granado de
la narrativa chilena y también la traza de escritores modernistas que
previeron con tanta claridad nuestro presente, que son nuestros con-
temporáneos. Con las ilusiones perdidas, con conciencia de su papel
dentro del mercado literario, la narrativa de Eltit rescata lo artesanal,
la historicidad, la memoria, que todavía la letra puede tener.
154 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

2. Por la patria: condensación de tiempos y espacios

En Por la Patria (1986) escucharemos fundamentalmente la


voz de la huachería. Hablarán los hijos e hijas de don Alejo, los que
tuvieron que emigrar después de la desaparición de El Olivo y de las
transformaciones de la cultura de la hacienda. El barrio-guetto urbano
(cfr. Brito y Cánovas) condensa las memorias de la encomienda, del
fundo y del erial dictatorial y las historiza en los tránsitos de Coya
a Coa. Asimismo, la casa y la nación se superponen al ser habitados
por sujetos infantilizados por el poder y atravesados por el abuso y
la impunidad. A la casa y el prostíbulo (también superpuestos en
Donoso) se sumará el centro de detención y torturas.

En este capítulo pretendemos dar cuenta de esta superposición


de tiempos y espacios, así como esto aparece en las narrativas chi-
lenas recientes, mientras que en el próximo final daremos cuenta
del modo en que Eltit agencia, productiviza y politiza las narrativas
precedentes.

2.1. El cerco, el delirio, el cerco: casa y nación

Es martes y no voy a ir a la escuela. Mi hermano menor dice que


algo raro esta pasando porque están dando monitos en la tele y es
hora de programas de grandes. No sé si mis padres están asustados o
excitados. Algo pasa. No nos dejan asomarnos a la ventana ni salir
al patio. Se escuchan disparos. Dicen que una bala nos puede llegar,
que mejor nos quedemos encerrados. Ahora sé. Tienen miedo, un
miedo de muerte, están muertos de miedo y se van a quedar así por
varios años. Pasan las horas y unos pocos días. Allende esta muerto.
Mi hermano se niega a tomar leche.

No sé como lo sé, pero veo claramente a la vecina junto a un camión


de militares señalando a qué casa iban a entrar y a qué casa no. Mis
padres interrumpen su estado de miedo para empezar a quemar los
libros; desaparecen con demasiada rapidez las revistas “Paloma,” las
“Ramona” y las “Cabro chico” y mis cuentos Cuncuna de Quimantú.
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 155

Logro salvar “La Flor del cobre” de Brunet, que escondo a donde yo
me escondo.

Los militares siguen avanzando por la cuadra, se saltan la casa del


lado, pero están al frente. Hace pocas semanas vi, encaramada en la
ventana, una fiesta de matrimonio en esa casa. La Alma pincha con
uno de los hermanos así que siempre nos asomamos. Cuando vemos
llegar a la novia llena de risa y en los brazos del novio, la Alma me
pregunta si me quiero casar (me gusta imaginarme con la minifalda
blanca y el velo de la novia, pero me rió como cuando los niños se
ríen de las tonteras de los grandes. Tengo siete años, ¡cómo me voy a
casar!). Pero ahora, esta semana, el novio y la novia salen apuntados
hacia el camión, también el pinche de la Alma. No los vemos más.
Tampoco a ella en muchísimo tiempo.
Mi mamá que, por suerte, nunca se preocupó de hacer el aseo, se ha
convertido de un momento a otro en una reina fast de la limpieza y
mi papá, en su ágil colaborador. Mientras más libros y discos logran
romper más alegres parecen estar los de adentro. En el clímax de su
felicidad nos sentamos a esperar -en un orden que también nos va a
durar años- a los de afuera. Los de adentro dicen que no va a pasar
nada, se tranquilizan el uno a otro y se olvidan de nosotros. La
remodelación de la casa esta hecha. Mientras hablan en clave, como
cuando quieren que no entendamos, miro a la pared y veo el inmenso
cuadro de madera y cobre del Che Guevara. Interrumpo el descanso
de los de adentro con mi dedo y mi voz apuntando al de la estrella.
-¿También eso hay que romperlo?... Me siento traidora. Ese cuadro
es de la Alma, la que me llevó al Toesca y a ver Los Papeleros. A veces
quisiera que se fuera, porque mi papito le pintó a ella la cama roja,
en cambio la mía es azul, y todo el mundo sabe que el rojo es el color
bonito y de las mujeres, y que el azul es de escuela y de hombres, pero
no quiero y quiero romper su cuadro.

Estoy confundida y los de adentro, paralizados. Los de afuera


están en la puerta no sabemos si van a entrar o no, y no es tan
fácil quemar o romper la lámina roja y negra de cobre. Veo a mi
padre mucho más chico que nosotros, creo que va a llorar. No
sabe qué hacer, nunca más lo volví a mirar hacia arriba y desde
entonces le perdoné todo. Es incapaz de protegernos, al contrario,
parece ser él quien necesita que lo amparen. Le pedí unas tijeras y
156 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

rápidamente fabriqué un montón de pulseras, anillos y cintillos de


cobre. Volvió el relajo a la casa, los podíamos esperar como la familia
que fingiríamos ser de ahí en adelante, sentados en el living, viendo
Familia o el Jappening con Ja, con nuestros placeres e historia hechos
pedazos por nuestra propia mano, el Che convertido en moda, y la
Alma desaparecida.

Durante la dictadura el equilibrio entre lo privado y lo público


se vio alterado. Por un lado, el Estado se presentaba ante la civilidad
bajo los cánones de una familia primordial: “la gran familia chilena.”
Por otro, pretendía hacer de cada familia la reproducción de este
modelo. A esta hegemonización y homogenización de lo privado, se
sumaban las continuas interferencias del Estado en la vida cotidiana:
el toque de queda normaba los horarios, la Ley de Seguridad Interior
impedía el tránsito libre por la ciudad. Por otro lado, el tránsito y
acciones de los ciudadanos llamados ahora “civiles” en el espacio
público se restringieron a lo mínimo.95

La casa dejó de ser concebida como un lugar íntimo e inviolable,


para convertirse en un reducto donde la ciudadanía era mejor vigilada.
Los organismos de seguridad; los artículos transitorios que permitían
allanar y sacar de su hogar a cualquier persona; la imposición de un
nuevo estilo de vida vinculado a la “modernidad;” la alteración de la
composición de numerosas familias a través del exilio y de los dete-
nidos desaparecidos, sin duda, contribuyeron a este hecho.

A diferencia de las llamadas “novelas de dictadores” presentes


en la tradición narrativa hispanoamericana que se centraban en la

95
Las acciones del CADA, al cual pertenecía Diamela Eltit, pretendían impugnar
esta interdicción sobre lo público. “Las cruces” sobre el pavimento y el lavado de
las aceras prostibularias corresponden a ese proyecto. Por otro lado, la elección
de Eltit de marginales como sujetos centrales de su producción también se
relaciona con esto al ser ellos los únicos que traspasan los límites de la ciudad
sectorizada (cfr. Piña 1991)
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 157

figura del dictador, en Por la patria éste está presente solo a través de
la polémica encubierta que el texto entabla con su discurso público.96
El verdadero eje de la representación, a mi juicio, radica en la violencia
que la dictadura ejerce en las familias, cuerpos y lenguaje, es decir,
en las intersecciones de lo privado y lo público.

La casa y la familia han permeado al prostíbulo con sus “tías,”


“niñas” y “papitos” que entran y salen trayendo o llevando dinero
(al menos hasta la llegada de los saunas y de los café top less en los
ochenta en los que el negocio y el país se “modernizan”) Tal como
señala Cánovas en “Apuntes sobre Por la Patria,” y como vimos tam-
bién en El lugar sin límite de Donoso, en el “reservado” de la novela
se condensa el prostíbulo con la casa familiar, y también, el centro
de detención y torturas.

¿Cómo entender esta superposición de espacios? ¿Es la casa y


lo que en ella se vive lo que determinó nuestra breve temporada en
el infierno o es que la casa nunca estuvo “doblemente amurallada,”
según el decir de Brunet? Al mirar la respuesta de la narrativa chilena
del siglo XX pareciera ser que la casa-patria es un lugar sin límite
que protege de las violencias externas. Se constituye, entonces, en
el espacio privilegiado en que se “paga” con todas las connotaciones
del término deudas eternas.

Tanto en Eltit como en las narraciones del incipiente siglo XXI se


insiste en este adentro y afuera violento. El fundo-infierno de Donoso,
el barrio guetto de Eltit, la ciudad de muertos de Nona Fernández, la
ciudad campo de Lorenzini y Hernán Rivera Letelier, y las ciudades
translocales de Fuguet y Jeftanovic, parecieran no ofrecer salidas vi-
tales en cuanto casa y nación son instituciones que más que amparar
“joden” a sus habitantes. En ese sentido, la escritura (o la ficción

96
Para el análisis del discurso público de Pinochet nos hemos basado en el
excelente trabajo de Giselle Munizaga.
158 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

fílmica en el caso de Fuguet) se constituye en el espacio utópico por


excelencia, el único mundo habitable (cfr. Carreño, 2005).

En Por la patria la casa y la nación se representan habitados por


sujetos infantilizados por el abuso. Las reminiscencias de la infancia
de Coya se contaminan con la llegada de los soldados al barrio; la
narradora carece de precisión, duda, mezclándose la percepción in-
fantil con la precariedad del lugar desde el cual habla. La indefensión,
el miedo y la vigilancia extrema vividas en dictadura son los rasgos
comunes que permiten esa condensación de infancia y adultez.

Por otro lado, la falta de control sobre el propio cuerpo también


actúa como un rasgo común entre adultez y niñez. Así, un simple
lavado de pelo realizado por la madre se asocia al “submarino,” téc-
nica que consiste en hundir la cabeza del torturado en el agua hasta
poco antes de ser ahogado: “Eso me espera: el vértigo con la cabeza
sumergida para sacarme la tierra, por un rato peligrosamente largo,
arrastrada llevada por los pelos sin misericordia alguna, por la pena
que tenía por el miedo y la emoción que me embargaban” (1986:16).
Después, en la cárcel, producto de las torturas, Coya se orina en la
cama. Esto también la retrotrae a la niñez: “Aprieto el estómago
con todas mis fuerzas y en ese impulso siento que mi propia orina
escurre orificio afuera manchando la cama. Devendrá frío y castigo
al amanecer” (1986:177).

Como en los textos de Brunet de principios de siglo XX, la cons-


trucción de género femenino pasa por el acceso al poder a través de
la rivalidad por un masculino. En el texto, las relaciones triangulares
y edípicas de la infancia se repetirían con invariable precisión en la
edad adulta. Todas las relaciones que hay en Por la patria obedecen
al esquema de dos en discordia por un tercero. Así, entre Coya y su
padre está la madre; entre la madre y el padre, el zarco; entre la Berta
y Juan, Coya; entre la Rucia y la Coya, Juan etc.

Juan y Coya, antagonistas y pareja primordial del texto, no


escapan al modo triangular de relacionarse. Entre ellos se interpone,
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 159

sobre todo, el cuerpo muerto del padre: “-Sí, sí, dime que te mueres,
no que te mueves y pónmelo encima sí, arrastra hasta afuera el peso
muerto, el atado infinito de dinero que le birlaste a mi papá. Me
duele, me quieres, me temes un poco, mételo poco y preciso te vas:
Juan ¿por qué no puedes? “(1986:64).

A través del continuo montaje que presenta el texto, la trian-


gularidad puede leerse en un contexto edípico y también en un
contexto alegórico en el que Juan (fuerzas armadas) coludido con
la madre de Coya (sectores políticos que apoyaron el golpe, entre
ellos las mujeres) habrían traicionado al padre (país): “Has hablado
del soplo. Yo remito mi proceder y cambio esa palabra proscrita por
trato: un trato cometido con tu madre, con su materna postura en
contra de tu padre” (1986:271).

Esta traición primera es vengada por Coya al reducir a su opo-


nente en el acto sexual. Si Juan tiene el poder fálico que en el texto
se asocia a las armas de fuego, Coya tiene el poder de despotenciarlo,
de anularlo en el acto sexual, a través de la palabra y de impugnar los
papeles tradicionales de lo masculino y femenino:

–Abre, dime por qué te cierras.


–Porque no tienes nada que poner. Mírate, le dice, que no hay nada
que me sirva que me hierva.
–Espérate y vas a ver si te callas, si no me miras, si no te mueves, si te
dejas, si me chupas, si no crees que soy él voy a crecer y enardecido
nos vamos. (1986:63)

Como es posible notar, Juan y Coya son la inversión de la pareja


modélica pinochetista: esto es la formada por la mujer araucana que
deviene en “la mujer chilena” y el soldado de la patria. Hombre y mujer
dejan de ser categorías esenciales, ahistóricas, que se complementan para
refundar Chile, por el contrario, son categorías de poder que se victimizan
mutuamente a través del sexo. Coya no colabora, ni es colaboracionista,
no es la esposa de la patria, ni de nadie. Si la patria es mujer, entonces
ella es una rebelde que socava la autoridad patriarcal.
160 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

La relación entre Coya y su padre es una relación que es di-


ferente en cuanto es una relación que se basa en el afecto y en la
nostalgia de lo perdido. Sin embargo, esta relación del amor se ve
interferida por la relación de autoridad que hay entre los amantes.
En un contexto abusivo el amor se manifiesta, precisamente, en
mostrarse indefenso y vulnerable ante el otro, en un deponer las
armas: “Me olvidé de todo y abrí los brazos para él, los puse en
alto para que me revisara, para que viera lo desarmada que estaba,
que no había nada en que yo pudiera dañarlo. Me hizo un chequeo
total” (1986:96).

Amor y violencia se asocian en el texto. Un amante, un padre,


un esposo, se condensan en la figura del carabinero que registra a
Coya. Por otro lado, el allanamiento de su cuerpo es también el
momento previo al acto sexual. Pene y pistola serán una expresión
del mismo poder fálico:

Me dio vuelta, me dejó con la espalda apoyada en la pared y el cañón


en mi frente y todo el armamento bajo por mi cara, por mi cuello, por
el pecho hasta el estómago y también su cara empezó a bajar cuando su
mano libre se apoyaba contra la pared y su boca, hermosa sí, se quedó
fija en mi frente y el cañón duro contra mi estómago y la respiración
mía se acercaba hasta el jadeo (...)
Y conciliamos el abrazo que dejaba de lado los malos entendidos y los
rencores, pero por encima de todo estaba su cuerpo y el mío (Eltit,
1986:96).

Otra forma en que la sexualidad se anuda a la violencia, consiste


precisamente en concebirla como un medio para vencer el dolor y la
muerte. La primera escena erótica entre Coya y su padre transcurre
mientras éste agoniza; ella tapa con su pecho las heridas del padre
y en sangre de su sangre se convierte. El rito del cuerpo y la sangre
remite a un tiempo sagrado que permite reinscribir el pasado en el
presente. Pero también esta escena erótica cumple la finalidad de
estrechar vínculos en medio de la disgregación.
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 161

El resto de las cópulas del texto, a excepción de la final entre


Juan y Coya, son resultado de la fuerza y la confrontación. De
hecho, las únicas que se completan son las violaciones en la cárcel.
Nos hallamos en presencia de un erotismo que zozobra en tiempos
de guerra o que hace de la guerra su fin. La masturbación, la an-
droginia y las relaciones con la madre son la alternativa válida con
tal de no hacer “tratos con el enemigo:” “No puedes, con consejos
tampoco vas a poder, se me olvidaron las cosas que aprendí y lo
último es bastarme sola, bastarda sola sin bardo. No digai más, que
yo estaba mirando los ojos de la masacre y la pura pena me tiene
contigo...” (1986:63).

El erotismo muestra su cara triangular, prohibida, incestuosa


y edípica, y en que los bordes entre lo masculino y lo femenino
se diluyen, como también la idea de una sexualidad simplemente
asociada al placer. El acto sexual se relaciona con la pena, el espanto,
la venganza, el anhelo de someter a otro. Es un erotismo que surge
de tánatos.

2.1.1. ¿No soy hija ya? ¿No?

La relación entre padre y rey, o gobernante, es una asociación


que encontramos desde los cuentos de hadas hasta importantes textos
de la tradición narrativa hispanoamericana. Casa y nación forman un
doble de cuerpo en el que reyes, dictadores, revolucionarios revelan la
ambivalente figura del padre: protector de los pequeños y al mismo
tiempo, padre primordial que los tiraniza y devora.

Guamán Poma de Ayala, Lope de Aguirre, Juan Preciado, en-


tre otros, inician una peregrinación en la escritura y en el viaje en
búsqueda del buen padre que restituya con su autoridad el orden.
Mueren en la ilusión de encontrar amparo e incluso, es esta ilusión
la que los mata, como ocurre en Pedro Páramo.
162 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

El tratamiento que se hace en Por la patria de lo paterno dialoga


con esta tradición pero incorpora otros elementos. Como hemos
dicho, estamos en presencia de una novela de dictadura más que de
dictador. La cara terrible del padre aparece minimizada. Se prescinde
de él, “no existe,” como rezaba un rayado de la época. Ni los zarcos
ni los eslavos ni el General tienen una presencia corpórea, solo vemos
los efectos de sus acciones o escuchamos la parodia de sus voces. Las
voces relevantes y que asumen la construcción del relato son las de
los marginales que habitan el barrio.

Eltit y sus “precursores” desdibujan la faz del patrón-padre (que


en Brunet y Donoso se pierde en bares y prostíbulos) y establecen
una solidaridad con el padre derrotado. La cara amada del padre es
la de aquel victimizado por el patrón; la madre o la ley; en tanto
loco, traficante, delincuente, y corresponde a la que Eltit recoge en
su narrativa, sobre todo en Por la patria. Es este sujeto que sabe que
su nombre es nadie (pensemos en el padre de Humberto Peñaloza de
El obsceno pájaro de la noche que solo puede legar una investidura, un
traje, no un apellido
apellido) el que desde su marginalidad puede acunarse
en el pecho de la hija y formar así la invertida pietá chilena de los
ochenta.

La muerte del padre, quizás tributaria de los fragmentos más


líricos del texto, es trabajada -tomando las palabras de Eltit respecto
al título de la novela- como un “epitafio cifrado a mi padre y epitafio
social y solidario con las numerosas muertes ocurridas en el país por
la violencia del sistema, que ha extendido un luto clandestino a lo
largo del territorio (Eltit, 1989).

Sin embargo, la novela no es la sepultura del padre o la cripta de


su derrota, sino más bien una salida estética y política al impacto del
genocidio en quienes fueron sus testigos. La novela (d)enuncia los
daños y logra trascender la crisis de la representación que implicó la
dictadura, pero no pretende, a mi juicio, actuar como restitución de
lo perdido. La ficción topa con un hecho insoslayable e irreparable:
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 163

“sin indemnización, ni convencimiento, lo que persiste es su mano


enterrada, entierrada bajo la tierra” (1986:142).97

El texto articula varias respuestas a las situaciones de violencia


extrema que produjo la dictadura en las diferentes subjetividades y
que pasan desde la homogenización de los sujetos y de los estilos
familiares hasta la tortura y la desaparición. De este modo, los per-
sonajes asumen diferentes discursos frente a lo anterior. Tal como
señala Rodrigo Cánovas: “En un orden anticultural, regresivo, al
sujeto se le prohíbe comunicarse no solo con los demás sino consigo
mismo. La persona es transformada en un cuerpo plano, sin relieve,
sin sensaciones ni emociones” (1986:65). La siguiente cita de Por la
patria, recoge esta posición: “Lo que después ha pasado con ella es
imperceptible, siempre impávida haciendo las cosas que le correspon-
den. Muy sola ella, relacionada a distancia con su familia. La Rucia
es una sola cosa idéntica por fuera y por dentro, parece una mole de
fierro esa mujer” (1986:139).

En respuesta a la anestesia emocional y estética que produjo la


dictadura, la novela procura que volvamos a sentir. Para ello recurre
a un trabajo intenso con la materialidad de la escritura y del cuerpo.
Los espacios en blanco, uso de mayúsculas y minúsculas, ubicación al
centro o al borde de la página, algunos pequeños caligramas98 apelan
a la sensorialidad del lector, rompen la percepción lineal del texto, y
simultáneamente muestran la escritura casi como un objeto.

Así como la escritura es tratada como un cuerpo, la historia se


inscribe en los cuerpos de los personajes a través del daño, las heridas
y las cicatrices, constituyéndolos también en escritura:99

97
“Hay una gran pérdida y una gran herida. Se perdieron cuerpos, se perdieron
grupos marginales enteros. Por ejemplo, a los niños neopreneros podremos
darles comida, pero su cabeza, su cerebro, quedó dañado” (Ríos, 1987).
98
Coya sentía el codo de su madre que le clavaba la costilla: como un arma como
una lanza cristiana la imagen(Eltit, 1986:119)
99
Raúl Zurita se echó ácido en los ojos. Muchas veces ha dicho que este acto
164 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Me corté la muñeca, me abrí las venas en público y en el goteo


dejaba caer frases de amor: (...)
Fui magna estrella premier figura, iniciadora del espectáculo rojo
y demonia

AMABA, QUERIA, SUFRIA UNA PENA DE AMOR LATINA


(100).

La relación entre cuerpo y escritura tiene uno de sus antecedentes


en el neobarroco, del cual Por la patria es tributario (v. Cánovas 1990).
A lo anterior, se suma el diálogo con el discurso ideológico pinochetista.
Durante el gobierno militar hubo una descorporalización de los sujetos
que operó en distintos niveles. Por un lado, los discursos oficiales como la
Declaración de Principios del Gobierno Militar (1974) plantean sujetos
morales sin cuerpos (v. Vidal 1986). Por otro lado, la extrema pobreza,
la tortura, los asesinatos con resultado de ocultamiento de los cuerpos
en cementerios clandestinos o en el mar, son una progresiva muestra de
cómo el cuerpo humano se vio aniquilado en aquellos años.

El cuerpo es obliterado por una ideología que concibe a los suje-


tos como esencias (de la chilenidad) y exterminado por una política
de Estado que hace “desaparecer” a los “no chilenos o no humanos.”
En este contexto Eltit rescata el cuerpo perdido y lo pone en el texto
y la escena patria.

Aparte de la anestesia, otra respuesta que asumen los personajes


es la introyección de la violencia, el convertirse a sí mismo/a en un
arsenal de rencores:

Coya no, Coya piensa que no salga nadie vivo, el deseo de ella es
que le den al último para cerciorarse que el resto no sea más que
un montón de cadáveres.

debe entenderse en vinculación con el momento histórico que se vivía en Chile


en los años ochenta. Al parecer también se trataría de una escritura sobre el
cuerpo.
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 165

A mí no me importa quién sí y quién no. Claro que ella sufrió


la fulminación de su padre, primera y total víctima de estos
guerreros (1986:140).

Por eso que destituyan y destruyan la patria, que den acabo al país
completo, que lo deroguen por desafuero, asalto, armas químicas
que prueben en este baldío.
Aquí estamos más muertos que vivos, más asustados que nadie,
más inseguros, más animales mestizos. (1986:142)

Sin embargo, una respuesta más amplia consiste en la reflexión li-


teraria que se realiza sobre los contextos en los que se ejerce la violencia
dotando, de este modo, de un discurso y de una estética a los silencios
que fue engendrando la violencia dictatorial. La casa y la nación, el
pasado colonial y un presente militarizado, son los contextos que
hicieron del padre, delincuente-frentista, un combatiente acribillado.
En este sentido, Por la patria se aleja de los ejercicios de memoria
estatales y sus retóricas de “para que nunca más:” el exterminio de
pobres, mestizos, mujeres, delincuentes, homosexuales, enfermos,
sujetos no (re)productivos, es decir, disidentes, desafortunadamente,
no es una práctica espontánea y esporádica en la modernidad, un
exabrupto histórico.

En el texto se zanja la ambigüedad entre patriota/terrorista; hé-


roe/delincuente que circulaba en torno a las masculinidades disidentes
en los ochenta resolviendo que aunque fuera, efectivamente, culpable
“el calabozo era su destino, no el cementerio” (1986:150). En Por la
patria se habla desde la posición “los malos chilenos,” “los subversi-
vos,” “los humanoides,” los contagiados por “el cáncer marxista,” los
“tontos útiles,” es decir, la posición de aquellos carentes de la esencia
ahistórica de la “chilenidad” pinochetista (cfr. Munizaga,1988:30). Al
no participar de la “reconstrucción nacional” o incluso combatirla,
pierden su condición de ciudadanos, de seres humanos y son conce-
bidos como nuda vida; por eso Coya “sueña” y exige justicia.
166 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

2.1.2. Desmaterna

Como en Brunet y en Donoso, lo materno más que una con-


dición biológica o afectiva es un poder, el de sancionar moralmente
a los culpables.100 Las madres en Por la patria actúan como un coro
de euménides que pululan entre los remordimientos de los persona-
jes. Aparecen cuando éstos son torturados o agonizan, y a través de
picotearles los ojos o el cuerpo, o de un discurso sarcástico, inician
un acoso. Así, por ejemplo, cuando Coya es violada por los soldados
aparecen y la culpan de malinchismo:

–Catástrofe y vergüenza para nosotras tú, perdida aquí tirada para gusto
de zarcos, de eslavos, de toda ralea dura y nacional.
–Por la fuerza madre, por dolor.
–Por costumbre bastarda, me dice (1986:172).

El coro de madres recrea las representaciones más temibles de


la feminidad: sus alas y vejez decrépita; el que se les llame “cuervas”
y pululen en grupos fantasmagóricos; su acción sobre los remordi-
mientos y su discurso sarcástico las vinculan a las brujas, las gorgonas,
las parcas y las arpías.

El coro de madres eltitiano, no solo tiene sus antecedentes en


estas representaciones, sino que también y de manera más directa en
las viejas de la Casa de Ejercicios Espirituales de la Encarnación de la
Chimba (Donoso, 1970).101 Y es probable que Donoso, aunque no

100
Papel que han asumido las madres en Chile (agrupación de detenidos
desaparecidos)y Argentina (Madres de la plaza de mayo).También en las
mujeres que llamaron a actuar a las fuerzas armadas como las que los instaron
a retirarse (v. “Política maternal” en Montecinos 1991)
101
Así lo señala Eltit (V. Morales, Santiago: Cuarto propio, 1998). LM:¿Con
qué referente trabajabas mientras escribías Por la patria?....DE: El Donoso de
las viejas. Para hacer mis viejas, hacerlas mías, manejé esas viejas chillonas de
Donoso (39)
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 167

cite a Brunet, las haya tomado de las viejas y poderosas empleadas


brunetianas como Doña Tato o Eufrasia de “Piedra Callada.”

Eltit también recoge de Brunet la competencia feroz entre madre


e hija (nuera, en Bombal) y la inscribe en el contexto de una guerra:

–Mamá.
Y vi el desastre en sus ojos, el vino en su boca le di.
No hubo lisonja ni conversación amena.
–Quiéreme me suplicaba.
–Estamos en guerra le contestaba.
Y las madres (totales) me aplaudían y yo fui entonces, por qué no
decirlo, la mejor discípula de esas mujeres (1986:144).

Tanto la diferencia entre los géneros, como la reproducción


parecen ser irrelevantes y, finalmente, imposibles de desmarcar de la
máquina dictatorial. En ese sentido, la esterilidad y el androginato de
Coya no solo se leen como un daño, sino como una estrategia para no
“reproducir,” para convertirse, de alguna forma, en la madre estéril
mistraliana, la inútil que de este modo “no sirve,” “no colabora” y,
por ende, contesta:

Defínete, me dijo.
–No, no puedo. Yo soy mujer cuando me conviene y hombre
cuando lo preciso: me gusta aparentar, les contesté.
Me quedé callada y antes que se pusiera a hablar, completé mi
idea: Yo soy todas las cosas (1986:149).

No es solo el cuerpo torturado el que en Por la patria se quiere


rescatar, también lo es el lenguaje ocupado; por ello el texto se plantea
como “una gran copia, un sustituto, una toma colectiva del habla”
(1986:199).

“Copia:” que se observa en los matices paródicos presentes en el


texto y en el diálogo con las distintas corrientes discursivas de aquel
tiempo (género testimonial, discurso público de Pinochet y de grupos
disidentes de izquierda).
168 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

“Sustituto:” en cuanto al carácter antimimético del texto y en


cuanto a la reparación de las pérdidas (cuerpos, identidad, memoria)
a través del artificio barroco que el texto presenta.

“Toma colectiva del habla:” en cuanto a una apropiación por la


fuerza (“toma”) de lo perdido (“habla”). En las voces colectivas está
la memoria, el poder de recomponer la historia restituyendo, así,
identidad: “Que hablen que hablen, que hable, llenando de voces la
gran pieza y por la claraboya central, la luz del atardecer apoyando
esperando que la memoria siga funcionando, operando sobre el
espacio de los derruidos cerebros “(1986:199).

2.2. De Coya a Coa; pasado colonial, presente imperial

2
Oscura negrura of Mapulandia street
sí, es triste no tener tierra
loca del barrio La Pintana
el imperio se apodera de tu cama
(David Añiñir)

Tal vez por la entonces inminente conmemoración de los qui-


nientos años de la llegada de Colón a América; como una forma de
sortear la censura (hablar de los soldados españoles para (no) hablar
de los militares chilenos y del imperio español para (no) hablar de
Norteamérica), pero sobre todo, como una manera de urdir la me-
moria de una derrota y de su resistencia, desde los ochenta y hasta los
noventa hubo en Chile una reflexión anexada a la cultura popular y
letrada de izquierda que vinculaba el pasado colonizado latinoame-
ricano con su presente dictatorial.102

102
v. Marina Arrate en Nomadías, número especial dedicado a Diamela Eltit.
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 169

Frente al blanqueamiento y borramiento de la historia propues-


ta, como veremos más adelante, en el discurso público de Pinochet,
la narrativa chilena de esos años contesta pensando una identidad
mestiza, ilegítima, huacha, pobre, indígena y con una memoria
anclada en el pasado colonial. Eso es parte del proyecto de Eltit en
Por la patria (1986), quien funda su patria imaginada con todas las
subjetividades convertidas esquirlas por los diferentes imperios y
proyectos nacionales, o dicho de otro modo, con los sodomizados y
chingados por el poder.

A partir de la reflexión en torno la sexualidad como forma de


sometimiento y genocidio con la que se habría conquistado Améri-
ca, textos narrativos como Maldita yo entre todas las mujeres (1991)
de Mercedes Valdivieso, La revuelta (1998) de Sonia Montecino y
también algunos cuentos de Pía Barros como “Mordaza” (1990)
inquieren en las relaciones de poder entre los sexos asentando dichas
relaciones en el binarismo hombre blanco/ mujer indígena. Por otro
lado, el mito de la Malinche y su deconstrucción como gestora de
la caída latinoamericana también será objeto de reflexión. Así, por
ejemplo, en el texto de Pía Barros, no sería el amor y sus retóricas lo
que habría producido la entrega de lengua, cuerpo y tierra, sino que
la tortura ejercida bajo la forma de práctica sexual. Por otro lado,
Barros reinventa el tópico bombaliano de la evasión como forma de
contestar a las violencias domésticas convirtiéndola en una forma de
resistir la tortura y de este modo, no delatar, como lo habría hecho
la madre primordial y mitológica.

Por otro lado, desde el ensayo, Sonia Montecino realiza también


una reflexión en este sentido. Siguiendo a Paz en los “Hijos de la
chingada” en Madres y huachos: alegorías del mestizaje chileno (1991)
los encuentros sexuales violentos, sin leyes y ritualidad de por medio,
entre la madre india y el padre español generarían mestizos signados
por la bastardía, la violencia y la ausencia de padre. Esto incidiría en
identidades genéricas asimétricas, ser mujer sería constituirse como
madre, y ser hombre implicaría, entonces, ser hijo de una madre.
170 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

La familia chilena propuesta en el discurso público de Pinochet,


constituida en la legalidad del matrimonio religioso y civil, homo-
génea en virtud del origen y destino común de la “reconstrucción
nacional,” y sustentada en la incuestionable subordinación de las
mujeres, choca, indefectiblemente, con la tesis en torno a los géneros
y de la familia propuesta por Montecino. Madres y huachos insiste
en el sujeto cruzado por la etnia, la clase y el género, con la madre
como centro omnipresente y con un ethos identitario asentado en
la ilegitimidad.

Asimismo, mujer, patria y lenguaje, fusionados en el personaje


central del relato, Coya, se entienden como productos de “relaciones
espúreas” (incesto y mestizaje). El lenguaje y la mujer-patria sufren
una ocupación, una violación que genera “huachos” por un lado y
un lenguaje del injerto, mestizo, por otro:

Uso el incesto también en el lenguaje (Coya se casa con un hermano);


hay una mezcla de géneros literarios, un acoplamiento incestuoso. En
la novela el lenguaje se va transformando desde el de la nobleza Coya,
hasta el que usan en un lugar marginal chileno: el coa. La protagonista
es degradada y víctima de la represión y el acoso: transforma paulatina-
mente su lenguaje en el lenguaje del hampa (Eltit, Hoy, 1985: 41).

Este lenguaje “mestizo” desestabiliza el lenguaje monológico de la


dictadura. Lo mismo sucede con Coya -Coa, que en tanto patria-paria
contribuye a negar el “blanqueamiento” de la historia y el carácter
fundacional del régimen de Pinochet. El texto funciona como un
negativo de la versión pinochetista de la historia; del papel que las
mujeres desempeñan en ella; de la estética discursiva del régimen así
como de la visión de la “gran familia chilena.”

Desde la crítica literaria, el congreso de crítica feminista realizado


en 1987, Escribir en los bordes, quizás el más grande realizado en dic-
tadura y cuyo libro constituye un verdadero tesoro del pensamiento
feminista gestado en los últimos años chilenos, también realiza una
reflexión en este sentido. Dentro de las organizadoras del congreso
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 171

estaban Nelly Richard, Eugenia Brito, Diamela Eltit, Raquel Olea,


Sonia Montecino, Eliana Ortega, Lucía Guerra-Cuningham, entre
otras. Los textos de Richard, Brito y Eltit insisten en la doble co-
lonización del sujeto mujer en Latinoamérica; en el lenguaje como
reducto a conquistar a la vez que lugar de resistencia; en la palabra
de las mujeres determinada por un lugar de enunciación marginal
respecto al poder, y, en ese sentido, contestatario al poder. La escritura
de las mujeres, entonces, pasaría más que por el cuerpo (como en la
crítica francesa) o por el género (como en la crítica angloamericana),
por un locus de enunciación marginal y contra hegemónico. Creo que
desde esta autodefinición de escritura de mujeres surgen, en parte, las
primeras lecturas sobre el trabajo de Eltit y las (auto) definiciones de
escritura de mujeres vigentes en Chile en los últimos veinte años.

El título del congreso y del libro que genera, Escribir en los bor-
des (1989) y su portada (realizada por Lotty Rosenfeld), una mujer
selknam con el rostro pintado con lo que pudiera leerse como una
escritura, resultan ilustrativos de lo que estamos exponiendo y de la
propuesta de ese congreso en relación a la escritura de mujeres. Se
trataría, siguiendo la expresión de Eliana Ortega y de Fernando Blan-
co, de una escritura situada “más allá de la ciudad letrada,” marginal,
pauperizada y colonizada (Ortega, 2001). Una escritura que años
después se denominará poscolonial o subalterna. La reactualización
del pasado en la imagen de la portada, expresa parte de esta relación
entre pasado colonial y presente militarizado que estamos proponien-
do como contexto de la primera producción de Eltit.

Como hemos visto, parte del proyecto de estas escritoras e inte-


lectuales que inician su producción en los ochenta consiste en estable-
cer una continuidad entre la conquista y la dictadura. La dictadura no
sería entonces, algo que ocurrió por accidente, sino por el contrario,
la expresión de una situación de subordinación histórica.

Esta continuidad en la opresión se establece desde las memorias


de un cuerpo controlado y abusado en las guerras domésticas y esta-
tales, así como desde un diálogo que se reapropia de las representa-
172 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

ciones occidentales y patriarcales de las mujeres que las vinculan al


cuerpo, a la maternidad, a la naturaleza y a la tierra. Me parece que
desde su título, Por la patria explora de manera original, compleja y
completa este imaginario colectivo de los ochenta. La unidad entre
mujer, patria y lenguaje se resume en una metáfora sexual: mujer
abusada, lengua penetrada, patria violada. Desde esta condición de
violencia estos tres cuerpos se congregan para contestar.
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 173

3. ¿Ni un rulito? ¿Ni un un brillito


pa que dorado la quieran?

En la primera producción de Eltit el mestizaje se manifiesta en


las mujeres corporal y psíquicamente. El cuerpo femenino sería un
cuerpo colonizado, blanqueado, que se debe adaptar no solo al deseo
masculino, sino que simular el cuerpo de las mujeres blancas. La que
es mestiza, entonces, se convierte en la parodia del cuerpo de la otra
para acceder al deseo colonizado masculino e incluso, al estatus de
sujeto: “Tal vez si le digo una cosa a Juan pueda salir de aquí, porque
soy la única de pelo rubio que de tan fino parecen hilitos. Eso le voy
a decir: oye Juan entre todas éstas yo soy la rucia que tanta falta te
hace. Por favor mírame, mírame bien ¿qué no ves que me ha costado
tanta plata?” (234).

Como se observa en la cita anterior, ser “zarca” (blanca) o


Coya-Coa (mestiza) no es una condición esencial, sino más bien
un efecto, un artificio. La “escritura sobre el cuerpo,” como parte
del pensamiento neobarroco latinoamericano se torna literal, como
muestra Eltit, en el caso de mujeres mestizas. Sin embargo, asumir
una identidad u otra genera dos destinos que explican, ciertamente,
el blanqueamiento femenino.103 En tono paródico la narradora se
refiere al destino de las zarcas, es decir, la legalidad, la clase media y
el amor romántico.104

103
En Mano de obra, el mestizaje, incluso no tiene que ver con el cuerpo, sino
que con las condiciones económicas y el país al cual se debe emigrar; “blanco,
es el que te da trabajo”
104
Las mujeres se uniformiza, literal y metafóricamente, a través de todas las
instituciones de mujeres como CEMA y las damas de delantales de colores, el
voluntariado femenino de Pinochet, las esposas de la patria que cambian su
anillo de oro, por cobre, replicando así el mítico gesto indígena de cambiar
oro, por chucherías. En ellas, el delantal de servicio cubre el origen mestizo e
ilegítimo señalado por Paz y Montecino y las convierte en las buenas madres
que pueden reproducir el lenguaje de la refundación nacional. Para las otras
mujeres, las no-chilenas, las “humanoides,” las ilegítimas deviene no el delantal,
174 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Cuando era rubia me miraban y me tiraban frases y la mayoría


quería casamiento conmigo. No concubinato, entiendan que
estoy hablando de leyes, de resortes legales. Porque rubia pude
haberme casado hasta el cansancio con testigos, padrinos, parien-
tes y en cada uno de los fracasos posteriores arrear con todas mis
cosas y dejarme caer en lágrima sobre los sillones de mi madre
que me miraba complacida por la tercera caída, por la última
equivocación (98).

A las Coyas -Coas, por contraste, les correspondería el fatum na-


turalista del pobre, esto es el alcoholismo, la ilegitimidad y la amenaza
constante sobre una vida que se percibe como prescindible: “Se ríen
de su pelo que asoma entre los pelos que tiene abajo su machi, por
no salir rucia le toca el tinto y apuntas sus mechas y el palo papacito
la empuja adentro y atrás”(9). Sin embargo, la narrativa temprana
de Eltit contribuirá a deconstruir tanto la representación realista
como la versión victimizada de pobres, mujeres e indígenas. Esto
lo realiza, fundamentalmente, a través de desarmar la narrativa del
fundo, como también lo hace José Donoso, y por otro, al rescatar el
potencial subversivo de estas subjetividades:

¿Origen? Nobleza quechua


¿Nobleza quechua? –Decadencia aimara,
¿Decadencia? –Caída urbana,
¿Urbana? –De Coya a Coa

De la nobleza perdida llegan al delito incipiente, paren:


Monreros
cogoteros
lanzas y escaperos
(...)
cedo mi cargo

sino la desnudez de un cuerpo en el que la ley se inscribirá bajo la forma de


tortura, la mayoría de las veces, ejercida bajo la forma de violencia sexual.
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 175

Ya no Coya incesto e hibridez


Renazco Coa y mi maldad me subyuga (258- 259).

El tránsito histórico de Coya (reina) a Coa (delincuente) en tér-


minos de Eltit (o de “Mapuche” a “Mapunky,” en los del poeta David
Añiñir) deconstruye las representaciones indígenas estereotipadas,
como por ejemplo, la de comunidades extintas por las que hay que
hablar (“vengo a hablar por vuestra boca muerta”) o vinculadas exclu-
sivamente a la naturaleza y, por ende, a un tiempo primigenio. Tanto
Eltit en dictadura, como Añiñir en tiempos globalizados representan
a las comunidades indígenas vivas, habitando el espacio urbano de
las neoreducciones poblacionales y, hoy como ayer, experimentando
la literal introyección del deseo imperial.

Los piedrazas y fogatas del erial poblacional en Eltit para de-


fenderse de las fuerzas represivas, y un Lautaro que galopa en la red
como hacker, en Añiñir, presentan esta condensación del pasado en
el presente.

Por otro lado, en el tránsito de Coya a Coa, la novela elabora


las connotaciones del oral “abrirse de piernas.” Esta expresión, que
alude a una práctica necesariamente femenina, y que se refiere tanto
a la entrega al sexo como a dejarse saquear o engañar actuaría tanto
en el ámbito de las relaciones interpersonales como en el histórico.
La conquista de las Indias y de las indias, según la expresión de Paz,
inscribiría el mestizaje como una práctica que produce un exterminio
cultural a través de la sexualidad y la reproducción y se identificaría
con lo que tradicionalmente se ha llamado “malinchismo.”

Tal como lo concibe el cronista Guamán Poma de Ayala en su


Nueva crónica y buen gobierno, el mestizaje sería una de las causas
más importantes de la degradación del mundo andino. La publici-
tada unión heterosexual reproductiva, base de la fundación social,
se constituye en la forma de exclusión y de exterminio a través de
la posesión de las mujeres y de una descendencia supuestamente
espuria. Esta manera de hacer la guerra basa su destrucción en los
176 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

aspectos patriarcales y racistas compartidos con el enemigo en tanto


lo que se ataca es el honor de los hombres radicado en un cuerpo
que concibe como suyo y, por otro lado, en concebir el mestizaje
como una degradación/limpieza étnica. La violencia ejercida contra
las mujeres, la violación de su cuerpo y de sus derechos reproduc-
tivos tiende a ser elidido, como vemos, por ejemplo, en el informe
Valech, en el que la violación no aparece incluida en el cuestionario
que se realizaba a las mujeres que habían sido torturadas durante la
dictadura y que surge en virtud del testimonio de las mismas mujeres
(v. Donoso: 2006).

Otra de las ideologías de género que sostiene esta relación entre


sexualidad y genocidio es la asociación entre las mujeres y la natu-
raleza. Para Freud en “Moisés y el monoteísmo” la asociación entre
mujeres y naturaleza, así como entre hombres y cultura, radica en
que a diferencia de la paternidad, la maternidad se evidencia por los
sentidos, de ahí el triunfo de un dios masculino, invisible y la aso-
ciación de las mujeres a lo sensible y a la naturaleza y, por extensión,
a la tierra y a la patria:

En español la palabra tierra es regularmente metaforizada como


mujer, es decir, la mujer se sustituye por la tierra, que es el premio
de la lucha entre los hombres, tanto como su materia para su
(re)producción. Por otro lado, el hombre es metonimizado como
esposo... De esto se desprende un esquema de asociaciones que
incluye lo pasivo e irracional contrastado con el hombre activo
y racional: esta posición ha generado en Hispanoamérica una
retórica populista que funciona de la izquierda a la derecha y
centro del espectro político. Los más acérrimos enemigos estarán
de acuerdo en que la meta del pueblo es preservar o recapturar la
tierra amada del usurpador (Sommer, 1992).

La cita es ilustrativa del pensamiento que circulaba en el Chile


de los ochenta. Recordemos que según la ideología pinochetista,
la fundación mítica de Chile se inicia con la unión entre la mujer
araucana y el soldado español que actúan como categorías esenciales.
En esta unión se oblitera el mestizaje en cuanto sería el resultado de
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 177

una especie de selección natural, una atracción obvia e inevitable de la


que surgiría la “raza chilena.” En un segundo momento, se produciría
una degradación y ocupación de la patria por los “malos chilenos”
(los políticos y los marxistas), que con su acción extranjerizante des-
truyen la patria verdadera. En un tercer momento, hay un llamado
de las mujeres, que dejan su papel reproductivo y pasivo de educar
al “futuro de Chile,” a los soldados para que actúen en su calidad
de garantes de la chilenidad (v. Munizaga, 13). En ese momento,
habría una refundación del país efectuada por “la mujer chilena” y
las fuerzas armadas. Mujer y soldado nuevamente se unirían para
reconstruir el país, compromiso, que incluso se sella, con los cientos
de argollas matrimoniales que las mujeres pinochetistas donan al
gobierno dictatorial.105

En “Pastoral” (Purgatorio, 1982), el poeta Raúl Zurita dialoga


con esta imagen de la mujer-patria. El poema se estructura en torno a
la relación entre la pareja de amantes y los paisajes nacionales, ambos
ocupados por los militares:

Así estuvimos entre los pastos crecidos


y nos hicimos uno y nos prometimos para siempre.
Pero tú no cumpliste, te olvidaste
de cuando te encontré y no eras más que una esquirla
en el camino. Te olvidaste y tus párpados y tus
piernas se abrieron para otros

Por otros quemaste tus ojos


Se secaron los pastos y el desierto me fue al alma
Como hierro al rojo sentí las pupilas al mirarte manoseada por
tus nuevos amigos
nada más que para enfurecerme.
Todo Chile se volvió sangre al ver tus fornicaciones

105
V. “Las joyas del golpe,” Pedro Lemebel, crónica en la que se satiriza en torno
a los donativos.
178 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Pero yo te seguiré queriendo y volveré a buscarte


y nuevamente te abrazaré sobre la tierra reseca
para pedirte otra vez que seas mi mujer.

Esta versión mantiene la alegoría del triángulo romántico de


dos bandos en disputa por la mujer-patria; sostiene en el papel pro-
tagónico a un sujeto masculino que si bien en el presente solo actúa
como testigo de lo que denomina “fornicaciones,” en el pasado pudo
construir y puede, en el futuro, hacer verdear la tierra reseca.

La aproximación estética varía respecto a la pinochetista en


cuanto aborda la relación entre mujer y tierra a partir de los paisa-
jes nacionales y no del territorio o de emblemas petrificados de la
nacionalidad, como ocurría en la propaganda del régimen. Por otro
lado, hay diferencias respecto a la versión pinochetista, en tanto el
triángulo amoroso entre la mujer, el soldado y los malos chilenos,
se invierte, siendo uno de estos últimos “el primer y legítimo amor”
de la mujer-tierra. Ésta no sería, entonces, una colaboradora sino
que una colaboracionista, una traidora con la cara espejeante de la
Malinche. La versión de Zurita sigue siendo bastante convencional
en la representación y patriarcal, en la ideología, en tanto se reduce
al triángulo en que ella y el (su) sexo son los culpables de todos los
males sociales.

Si en el discurso de Pinochet la mujer-patria es un sujeto moral,


casi sin cuerpo o con un cuerpo obliterado por el delantal de servi-
cio, y en el texto de Zurita recrea las representaciones del cuerpo y
sexualidad femeninas como productores de toda caída, en Eltit, la
alegoría entre la mujer y la patria, ofrece giros ni siquiera previstos
en las representaciones anteriores.

En primer lugar, y en diálogo con la imagen de la Malinche, la


relación sexual con el otro no obedece a retóricas románticas, la mujer
–patria no se entrega ni entrega al otro, es objeto de una fuerza. Por
otro lado, si es alegoría de la patria, entonces, no debe ser rescatada
ni liberada ni perdonada por el pueblo esposo, ella misma es el agente
VI. POR LA PATRIA (1986): EL IMPERIO SE APODERA DE TU CAMA 179

de su liberación; su cuerpo gesta una épica de resistencia en la doble


acepción del término, como una capacidad para tolerar el dolor a la
vez que de combatir la violencia.

Por otro lado, el soldado no es esposo, como en Pinochet, o


amante, como en Zurita, es a la vez amante y carcelero, y su misión
no es proteger o dar placer, sino que maltratar a través de ejercer el
abuso. Las características de la masculinidad hegemónica que pro-
crea, protege, provee, se reducen a la representación de un soplón,
alternativamente violador o impotente.

Finalmente, y quizás la diferencia más radical estriba en que


en los textos anteriores se oblitera a las víctimas concretas al estar
reducidas a esencias. A pesar de que esta novela es un texto que está
en las antípodas del relato testimonial, e incluso lo parodia, aparece
la denuncia nítida a que el discurso alegórico de la mujer-patria se
sustenta en mujeres concretas, tradicionalmente excluidas, por lo
demás, de la nación moderna y de sus instituciones, y que en tiem-
pos de crisis o guerra se vuelve el cuerpo privilegiado para el castigo
(de otro).

Yazgo con las piernas abiertas porque ya viene


el otro y el siguiente:
–Ahora tú, dicen.
Yo mido cuántos movimientos les bastan, cuántos apretones y la
descarga, mientras el suelo gotea rosáceo el líquido imbuido del
rasgón por excesividad y brusqueza.
Ocurrió:
Desde la noche cerrada al amanecer. Cuando entró el rayo de luz
fui sacada a la rastra mientras la totalidad de calenturientos iba
al descanso, al permiso legal.
Pegajosos debajo, vestían de franco (Eltit, 1986: 188).

La práctica de la violación serial y colectiva es narrada con el


tono distanciado y exacto de los informes estatales, pero con la sus-
tancial diferencia de que es la víctima quien describe los hechos. Así,
180 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

la desubjetivación aparece al mismo tiempo como consecuencia de la


tortura y como estrategia de supervivencia que le permite contar lo
inenarrable. Es a esto a lo que nos referíamos como resistencia.

A diferencia de los discursos estatales y también de la propa-


ganda en contra de la violencia doméstica realizada en Chile en los
últimos años que tiende a omitir el nombre e incluso el cuerpo del
victimario, en el texto lo apreciamos de uniforme y de franco, ejer-
ciendo esta práctica en lo cotidiano de lo doméstico y como oficio
en lo estatal.

La violación serial de las mujeres y la sodomización no con-


sentida de los hombres, esto es su feminización simbólica, han sido
registradas por la literatura como una manera privilegiada para excluir
y privar de privilegios al otro/a. Pareciera ser que la castidad de las
mujeres y heterosexualidad de los hombres serían un bien preciado
que la tortura también aniquilaría. De alguna forma, el no ser una
prostituta, el no ser un homosexual, determinan, casi tanto como la
clase social, o la etnia, el hecho de poder ser o no incluido y aceptado
como ciudadano/a. No es extraño que en nuestro imaginario esté
mucho más presente el Caupolicán de Ercilla, vencido y desgarrado
por el ano, que la fortaleza triunfante del Caupolicán de Darío. Lo
anterior es la prueba del éxito de poner las botas sobre la cama.
181

VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA

“No existe en mi opinión, ninguna relación sencilla entre “sexo” y


“sociedad” (tampoco existe un “sexo” o una “sociedad” sencillos), y no
existen adecuaciones fáciles entre los atributos biológicos, las fantasías
inconscientes y el deseo, por un lado, y las apariencias sociales y la
identidad, por otro. Los elementos mediadores son las palabras y las
actitudes, las ideas y las relaciones sociales” (Weeks, 21).

“Hay algo que huye siempre en todo” (Bombal, 1949).

En esta investigación, hemos leído una parte de los textos que


constituyen el canon narrativo chileno desde aspectos que hasta hace
pocos años se consideraban marginales a los estudios literarios. Esto
es: las construcciones de género masculinas y femeninas interactuando
en un contexto en el que el erotismo y la violencia se entrecruzan.
Este contexto podría definirse como el espacio superpuesto de la
propia subjetividad, la familia y también, de una cultura de origen
hacendado.

La lectura dialógica entre los textos de Brunet, Bombal, Donoso


y Eltit nos posibilitó escuchar las voces familiares de la madre (en
Brunet y Bombal), del padre (en Donoso) y de los hijos/as en Eltit
y, también, las voces y silencios en torno a la violencia y el erotismo,
pues cada texto dice lo que el otro omite.

Además, hemos visto que el diálogo que los textos entablan con
los distintos referentes literarios no solo obedece a criterios estéticos,
sino que también, contribuye a sortear censuras y a (de)construir
estereotipos de género y clase que favorecen la invisibilización de la
violencia en el seno de la sociedad.

Por otro lado, al revisar la crítica hegemónica correspondiente


al momento de ser publicados los textos, vemos que ésta tampoco
182 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

aparece de manera neutral, y que los estereotipos de clase y género


aparecen en ella, y contribuyen a normalizar los textos. El diálogo con
la crítica literaria hegemónica, nos permitió establecer un “entre” el
pensamiento hegemónico y los textos literarios y establecer las diversas
estrategias de inserción en el campo cultural de textos que en forma
y contenido alteraban “el buen decir” de la cultura chilena.

Finalmente, pusimos en diálogo el discurso literario (corpus


individual y colectivo de los autores) y el de la crítica, con otros dis-
cursos sociales, como el periodismo (a través de la lectura de la revista
Familia)) y la política (mediante el discurso público de Pinochet).

Las relaciones de interdiscursividad con la revista Familia y el


discurso público de Pinochet nos permitieron poner en diálogo las
construcciones de género hegemónicas con las que aparecían en los
textos. Finalmente, el diálogo con estos otros discursos permitió es-
tablecer y desmantelar las diversas facetas del doble discurso chileno
en torno a la sexualidad y la violencia.

Como puede deducirse, el procedimiento de lectura que hemos


empleado es el de la lectura dialógica, intertextual e interdiscursiva a
la vez, para así lograr una suerte de “polifonía cultural.”

A través de este procedimiento de lectura hemos podido trazar


las continuidades y rupturas en las significaciones de la sexualidad; la
construcción de los géneros femenino y masculino; y la relación entre
los diferentes movimientos literarios a los cuales los textos adhieren
y su “decir y no decir” la violencia.

Una vez que hemos realizado esta síntesis de lo que, a nuestro


juicio, ha sido la investigación, procederemos a presentar los resulta-
dos de la misma. Éstos han sido organizados de la siguiente manera:
significaciones del erotismo asociado a la violencia y construcción
de los géneros; voces familiares e identidades de género; diálogo con
la tradición literaria y con otros discursos sociales y una reflexión
final.
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 183

1. El huaso y la lavandera: significaciones de la sexualidad


y la violencia en la construcción de géneros

Si realizamos un trazado en las construcciones de género y sig-


nificaciones del erotismo presentes en Octavio Paz (1950) en Sonia
Montecino (1991) y luego, en Bengoa (1996), veremos que en ellos
puede leerse la idea de que la sexualidad es entendida como un acto
de dominación realizada, fundamentalmente, por un sujeto mascu-
lino hacia uno femenino. Este acto que amalgama la seducción a la
sujeción, se ejercería como una política doméstica y estatal a la vez.

A partir de lo anterior, la masculinidad y la feminidad aparecen


con una doble faz: una poderosa y blanca, y otra mestiza y que oscila
entre la subordinación y la rebeldía. La imagen blanca será la del
chingón y de la virgen, mientras que la imagen mestiza será la de la
china-sexo, y del varón subordinado, el huacho.

Sin duda, los trabajos de Paz, Montecino y Bengoa son los


antecedentes más relevantes en la interpretación de los géneros que
proponemos. Sin embargo, aunque estas investigaciones muestran de
manera explícita los vínculos entre poder y sexualidad, el análisis del
discurso literario ofrece, a nuestro juicio, un espacio de comprensión
diferente sobre la construcción de los géneros en tanto desarticula el
binarismo implícito en el chingón y la chingada, en la madre omni-
potente y su hijo desprotegido.

Los textos muestran y reconstruyen, a la vez, las creencias que


estigmatizan a los hombres como sujetos irremisiblemente violentos
y a las mujeres como víctimas fatales. Esto lo logran relevando algu-
nas estrategias para responder a la violencia y defenderse de ella; los
aspectos victimarios en lo entendido como femenino y las circuns-
tancias en que los hombres adquieren el cariz de las víctimas, pero
sobre todo, al develar que hombres y mujeres alternan su situación
de víctimas y victimarios.
184 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

De este modo, los hombres también habrán sido víctimas (de la


madre o de otros hombres) y la madre virginal (o la madre prostituta)
será victimaria al reprimir la sexualidad en sí misma, controlar/admi-
nistrar la sexualidad de sus hijos/a; al competir con las otras mujeres
y al despotenciar los papeles adultos masculinos.

En la casa, el fundo, el prostíbulo, y en la alegoría de la nación


que ellos mismos representan, predomina la concepción de vencedores
y vencidos. En esta narrativa, los “buenos” y los “malos” son privados
del placer y se disputan el goce precario de estar, por un momento,
en el lugar de diablo, y temiendo, en otro, ser un santo réprobo y
condenado. En este sentido, no es banal que en esta narrativa a los
espacios del fundo y del prostíbulo se superponga, también, el del
infierno.

En el corpus literario analizado hemos visto dos concepciones


que unen la sexualidad a la violencia: aquélla que concibe el erotismo
como un pecado que debe expiarse y la que entiende la sexualidad y
los discursos a ella referidos, como un instrumento del poder. Ambas
concepciones se superponen en los textos. Sin embargo, se observa
un tránsito cada vez más explícito hacia la segunda, siendo Por la
patria, el texto que ilumina la lectura de los anteriores en relación
a este punto.

En cuanto a la concepción del erotismo como fuente de placer


o de liberación personal y social, la narrativa estudiada coincide, a
nivel temático, con la idea de Reich y Marcuse de que el erotismo
no es un valor cultural y que incluso, se lo castiga. En este sentido,
la escritura se constituye en una instancia que desafía los castigos y
se erige en sí misma como goce (de decir lo que no se dice) y como
placer (decirlo a través de un artefacto cultural de prestigio).106

106
Es notable que la idea del sexo como felicidad se explore solo a nivel temático
en los folletines y en los libros de autoayuda.
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 185

En un primer nivel, vemos que en el corpus escogido el erotismo


dialoga con las propuestas de Georges Bataille y de René Girard y se
lee como una práctica que debe expiarse. Esta expiación del placer
se realiza a través de la violencia y es ejercida, principalmente, por
sujetos masculinos y recae sobre los sujetos asimilados a lo femenino,
es decir, mujeres, homosexuales y niños/as.

Nuestra lectura de los textos puesta en diálogo con la teoría


sobre la violencia de René Girard (1972) nos hace proponer que lo
que se castiga en lo entendido como femenino es la asociación que se
hace entre este género y el erotismo. No se castiga a María Griselda
(Bombal, 1949), a la Manuela (Donoso, 1966), a Esperanza (Brunet,
1943), y a Coya (Eltit, 1986) por ser mujeres –y la Manuela es prueba
de ello– ni por penetrables/ subordinables. Sino más bien, que se las
subordina a través de penetraciones violentas para castigar en ellas
(y en sí mismos) el deseo que “despiertan,” es decir, por espejear el
deseo del otro.

Esta narrativa muestra que al replegar en las mujeres o lo feme-


nino la belleza y la sensualidad (pensemos en Griselda, Maclovia y
desde la estética del grotesco, en la Manuela) la violencia colectiva,
femenina y masculina recae en un solo sujeto social cuyo rasgo di-
ferenciador es, precisamente, su capacidad para evidenciar el deseo,
supuestamente, sexual, del otro. Por otro lado, al existir la concepción
del erotismo como fuente de violencia, crisis moral o de corrupción
social, se lo castiga en las mujeres como si fuera un bien cultural y la
violencia queda invisibilizada y, por lo tanto, impune.

Así, la sexualidad se castiga en las víctimas, pero la violencia


queda protegida en los victimarios, bajo el acuerdo tácito de hombres
y mujeres, de haber pagado el “gustito.” Hacerse hombre y hacerse
mujer implica, en esta narrativa, el aprendizaje de ejercer y recibir
violencia bajo la forma de prácticas eróticas.

Sin embargo, el placer asociado a la sexualidad no solo se expía


a través de la violencia, sino que también se “paga” mediante el
186 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

dinero. De este modo, el prostíbulo tendrá diversas significaciones en


el corpus analizado: será un espacio alternativo al doméstico en que
los hombres de todas las clases sociales se reunirán homosocialmente
a practicar su sexualidad, como se sugiere en “La historia de María
Griselda” (Bombal, 1949) y como se observa explícitamente en El
lugar sin límites (Donoso, 1966); se superpondrá al espacio doméstico
en tanto el abandono del cumplimiento del “deber conyugal” se paga
con dinero, como sucede en Bombal y en Donoso107 y, finalmente,
en Donoso y Eltit se superpondrá al espacio de la nación en tanto los
vínculos privilegiados en lo privado y lo público son los de “joderse”
al otro y ganar dinero con ello.108

El dinero aparece, entonces, con un valor que permite adquirir


sexo (como ocurre en el burdel) o substituirlo (como sucede en la
casa). Los hombres con dinero, por tanto, podrán comprar sexo/
cuerpos (femeninos o masculinos), y agredir a sus esposas, sin dejar
de ser “caballeros.” Para los hombres pobres, quedará reservada, por
lo tanto, la construcción de género presente en la narrativa criollista
de Brunet: brutos sin control sobre sus impulsos eróticos y agresivos
en cuanto no tienen dinero que sirva de mediación. Así, en relación
a su comportamiento sexual con el otro género o con lo entendido
como femenino, la masculinidad hegemónica se construye en estos
textos como la del “caballero” si tiene dinero, o como la del “bruto,”

107
Recordemos que en “El árbol” (Bombal, 1938) el marido quiere compensar
a Brígida con regalos y vacaciones, y que en El lugar sin límites (Donoso,
1966) Elisa exige que Pancho le pague el abandono en que tiene a su familia
comprándole una casa.
108
En otro ejemplo de la narrativa de los ochenta el prostíbulo rural de Donoso
o el poblacional de Eltit da lugar al modernizado, diurno y eufemístico “sau-
na” en que Matías y su padre se reconcilian en Mala onda (Fuguet, 1988).
El hecho de que los líos familiares (la brecha generacional) y los nacionales
(la “mala onda” de la dictadura) sigan siendo “arreglados” por una sola clase
social en “una casa de putas” moderna, pero prostibularia al fin, nos habla de
una ciudadanía bastante precaria; de alguna forma, seguimos viviendo en el
fundo de don Alejo.
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 187

si no lo tiene. De este modo, los hombres pobres de Brunet, Donoso


y Eltit violan, pegan, obligan a abortar mientras que los caballeros
de esta narrativa, simplemente, dirigen sus pasos al bar prostibulario,
que es también casa y nación.

El caballero y el bruto son la construcción masculina hegemónica


en cuanto al ejercicio de la sexualidad. En cuanto a las relaciones de
subordinación con otros hombres o mujeres, “el caballero” deviene
en “patrón” y “el bruto” en “roto,” es decir, quien ha cambiado su
destino de inquilino por una masculinidad “itinerante,” que escapa
y se opone al “patrón.”

Ni el “roto/bruto” ni el “patrón/caballero” serán responsables por


sus actos de violencia sexual o económica. Son, entonces, reconocidos
como “niños” en un gesto que los excluye de responsabilidad, pero
también, de los roles adultos, en el ámbito de lo privado.

Por cierto, en los textos analizados esta concepción estereotipada


de las masculinidades hegemónicas es deconstruida de diversas mane-
ras: las protagonistas bombalianas dejan en claro que los “caballeros”
también agreden, si no a golpes, a través del abandono; cuando Brunet
llama “el hombre” al protagonista de “Aguas Abajo” ( Brunet, 1943)
establece que no solo se refiere a los hombres pobres; en El lugar
sin límites la Manuela ironiza en torno a la distinción entre “rotos
hediondos a pata” y “los caballeros de partidos decentes” en cuanto
ambos tipos son clientes, y finalmente, en Por la patria aparece un
“roto” detentando el poder político de la barriada nacional.

A las imágenes hegemónicas se suman las del varón subordinado,


“apequenado,” y que está presente en todas las clases sociales en tanto
es el revés que confirma al poderoso. Se trata de aquellos hombres víc-
timas del padre (los hijos de Don Alejo, los hijos del poder) o de madre
(los niños “amasijo” de Brunet o los imbunchados de Donoso). Son
los hijos de Ana María, los niños testigos de la violencia en Brunet,
Humberto Peñaloza en El Obsceno pájaro de la noche, don Céspedes
de El lugar sin límites, y también, el padre de Por la patria.
188 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

La desarticulación más fuerte de la masculinidad hegemónica


pasa por su precariedad: en tanto es la rivalidad la que controla las
relaciones intragenéricas masculinas, el varón hegemónico puede
convertirse, rápidamente en un “apequenado,” y el subordinado
puede llegar a tener poder sobre quien lo manda.

Por otro lado, al erotizar los vínculos de dominación, su deseo


se torna homoerótico.109 Los patrones necesitan de la mirada envi-
diosa de los subordinados como sostén de su falo. Es el poder que
tienen sobre otro hombre lo que verdaderamente los excita. Así, en
La historia de María Griselda (Bombal, 1946) Alberto necesitará la
mirada de Rodolfo, descrito como un “fracasado” y en El Obsceno
pájaro de la noche (Donoso, 1970) Azcoitía precisará la de Peñaloza
para poder penetrar a Inés.

En El lugar sin límites se invierte el papel y el poderoso paga por


ver. En esta apuesta se observa no solo el deseo de poseer los cuerpos,
sino también, el de poseer el deseo del otro, es decir, poseer el deseo
del travesti orientándolo hacia una mujer pagada por él. Don Alejo
quiere ser la mirada que penetre a la “puta” y al “maricón,” como seres
indistinguibles en tanto subordinados. Por cierto, ser el que penetra
lo libra de ser considerado un homosexual.

En esta narrativa la retórica del machismo se enamora de la ho-


mosexualidad, en tanto las masculinidades hegemónicas tenderán a
erotizar los vínculos jerárquicos con otros hombres. Sin embargo, el
deseo homoerótico no es privativo de las relaciones entre hombres.
Aunque en primera instancia son éstos los que aparecen como el
objeto del deseo por el cual las mujeres se pelean, se va dando paso
a la concepción de que este objeto es una mera excusa y que la tran-
sacción de pasiones se realiza preferentemente entre mujeres. En esta
competencia, él quedará reducido simplemente a un falo-trofeo, un

109
Uno de los mandatos de la masculinidad hegemónica es la heterosexualidad.
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 189

poder por el cual las mujeres se pelean excluyendo al hombre (por)


completo.

Es así como la obsesión de Silvia y Anita no está en sus parejas,


sino en María Griselda; La Muchacha y la Madre de “Aguas Abajo”
(Brunet, 1943) disputan el poder dentro de la casa a través de “el
hombre” y, por otro lado, en Por la patria, único texto que representa
explícitamente una relación homoerótica femenina, la rivalidad entre
las mujeres será más fuerte que el deseo por Juan, al que aprecian
solo en tanto su poder de carcelero.

Las relaciones homoeróticas femeninas y masculinas se articu-


lan a través de la triangulación. Así, la pareja se organiza como dos
sujetos de un mismo sexo que incluyen o excluyen a un tercero. Si
bien es cierto, en los primeros textos la triangularidad se dará en
un contexto edípico, en Donoso (1966) y Eltit (1986), se super-
pondrá un nuevo modelo y deseo que imitar: los cuerpos y estilos
de vida del primer mundo. Los ojos azules de Alejo Cruz, el pelo
teñido de la mamá/machi/Malinche incorporan un “afuera” que
se prefigura como el “cuarto lado del triángulo,” que reproduce,
enmarca u origina las relaciones de competencia en las familias.
En la línea imaginaria que trazamos desde Brunet a Eltit vemos
que la colaboración y la solidaridad son instancias excepcionales
en un sistema que privilegia la producción y el consumo y no la
creatividad y el ocio.

Así, hemos observado que no solo se concibe la violencia como


resultado de la expiación del placer, sino que también se la concibe en
estrecha relación con el poder. En ambos casos violencia y erotismo
se amalgaman y confunden, los gestos eróticos devienen en violencia,
pues es necesario castigar el placer, y la violencia se erotiza, en tanto
instrumento que marca el poder de uno sobre otro.

El corpus analizado muestra las dos facetas del poder vinculado


al erotismo: la que reproduce las relaciones de dominación/sumisión
sin cuestionamientos y la que utiliza el erotismo como una forma
190 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

de contestar los poderes omnímodos. En ambas facetas el placer se


escapa, al igual que la gratuidad en los vínculos.

De este modo, en Bombal y a través del referente surrealista,


Alberto querrá “conocer” a través de “poseer” a María Griselda, la
sexualidad es, en este texto, conocimiento, o sea, poder. Sin embargo,
la descomunal belleza de Griselda escapará a cada abrazo y, de paso,
desarticulará los rasgos normalizadores de una familia unida a través
de la envidia y la competencia. El costo de estas transacciones entre
erotismo y conocimiento es que ella permanece “como intocada” o
“ausente,” según el decir de Alberto, y que nosotros leemos como
un correlato de la frigidez.

En El lugar sin límites (Donoso, 1966), el dinero de Don Alejo


le permitirá comprar las voluntades y deseos de los otros personajes y
obtener una gratificación por cada inquilino sometido. Sin embargo,
el cuadro plástico que el mismo propone, entre la Manuela y la Ja-
ponesa, vulnera dos valores centrales para su masculinidad: le quitan
parte de su tierra y usan el honor (su palabra) para burlarlo.

Por otro lado, el deseo de lo femenino de la Manuela, pondrá


en jaque las supuestas masculinidades heterosexuales del relato. No
obstante, su capacidad para despertar el deseo la llevará a un final en
que la agresión se erotiza y en que el erotismo se vuelve “castigo.”

En “Aguas abajo” (Brunet, 1943) la muchacha usará su erotismo


para ganar la contienda con la madre y obtener poder en la familia.
Sin embargo, el fluir de las aguas y de las generaciones parece indicar
que la muchacha sufrirá el mismo destino de la madre y de la abuela,
esto es, ser desplazada por otra más joven. Del mismo modo que
la muchacha, Coya de Por la patria, utilizará su erotismo como un
poder para seducir/despotenciar a Juan y, así, contestar los poderes
familiares y nacionales. El erotismo como “don” solo quedará para
el cuerpo del padre.
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 191

En la lectura que realizamos desde Bombal a Eltit se va eviden-


ciando que el erotismo se entenderá relacionalmente con el poder,
casi nunca ocurre de manera gratuita, y cuando es así, se lo castiga
o reprime. El placer no es un valor cultural y da paso, entonces, al
goce precario de someter o ser sometido. La escritura se perfila, de
este modo, como una forma que revela el secreto goce cotidiano y
construye, letra a letra, el placer que se castiga.
192 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

2. Voces familiares y la construcción de los géneros

2.1 (Des)madrarse

Parte de la tensión evaluativa que aparece en Bombal consiste


en que representa, simultáneamente, a los géneros sexuales desde la
tradición surrealista en que “ella” es la belleza y “él” su hermeneuta
con los verosímiles sociales de un matrimonio de la clase alta chilena.
En una dramática interpretación de la máxima arte-vida, Bombal lleva
la vanguardia al fundo patronal, el surrealismo a tomar desayuno con
un matrimonio burgués, y es esa horrorosa discrepancia, que tiene
una pequeña, pero central intersección en la mudez de las mujeres,
uno de los aspectos más productivos de sus textos.

Desde la casi afásica condición de mujer “otra orilla”/mujer


hacendada, que solo debería inspirar o reproducir los discursos, pero
no crearlos y otorgarles significación, las protagonistas bombalianas
intentarán “decir” el nudo entre erotismo y violencia en la clase alta
chilena sin dejar de ser “misias.”

Bombal será, efectivamente, una de las narradoras más poéticas y


esteticistas de la narrativa chilena del siglo XX. Al igual que el grupo
vanguardista argentino SUR, María Luisa Bombal utiliza lo fantás-
tico, lo maravilloso y el surrealismo como una forma de transformar
la concepción mimética de la literatura imperante en las primeras
décadas del siglo XX. Sin embargo, estos referentes literarios también
le sirven como un modo de sortear las censuras respecto a los man-
datos de la representación de la propia clase social y, por otro lado,
para ofrecer verosimilitud a acciones femeninas y masculinas que en
un formato realista serían impensables o indecibles.

Si bien es cierto el lugar privilegiado para el erotismo es el del


imaginario, las protagonistas bombalianas lo repliegan exclusivamente
a este escenario, lo que excluye al cuerpo y al otro de las prácticas
que el deseo engendra. El deseo de éstas quedará en un “acuático”
y presimbólico cuarto de vestir o en la mera enunciación (“Quería
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 193

viajes, locuras, y amor,” 1939b); será amortajado (1938); se sepultará


en la niebla y en un amante imaginario o culminará pidiendo perdón
(1949). Regina, la reina, será una de las pocas que tiene un amante
real, sin embargo, terminará muerta.

El vanguardismo de Bombal también dirá la violencia mediante


un lenguaje poético que privilegia las metáforas y las metonimias: una
patada a la chinela, un piedrazo en el reflejo de la protagonista en la
fuente, un disparo a las palomas de María Griselda o la quema de sus
fotografías, será la forma otorgada a la violencia del patrón/caballero,
reproduciendo, de este modo, el estereotipo social de que la violencia
en las clases altas tiende a ser más psicológica que física.110

Bombal, no presenta a la madre golpeada, como Brunet, sino a


la fragilizada por el abandono. Es la víctima de la apatía, “condenada
a un marido viejo que le da la espalda para dormir” (1939b) o a otro
que tiene relaciones solo para “entender la razón de su propia angus-
tia” (1949). ¿Dónde está el deseo de los maridos de las “misias”? Sin
duda, la narrativa de Donoso articula una respuesta.

Sin embargo, la misia no es una criatura meramente sufriente,


aparte del poder que le confiere su imaginación, que los leñadores
de La Última Niebla y los inquilinos de don Alejo leen como locura,
posee un poder real sobre las inquilinas. Exige que Zoila le conteste
(Bombal, 1949); que Pancho juegue con Moniquita en El lugar sin
límites. La inquilina, la nana, será, entonces, una extensión simbio-
tizada, de su maternidad.

Desde otra lectura, la soledad de las protagonistas bombalianas,


o de las misias “Blancas” donosianas, refleja la prescindencia que

110
La violencia económica del patrón aparece invisibilizada en Bombal, y se irá
haciendo cada vez más visible en Brunet a través de la figura del patrón, en
Donoso, en el patrón-senador, y finalmente en Eltit, con Juan Carlos, que en
tanto militar-carcelero, ostenta un poder totalitario.
194 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

las madres de la clase alta hacen de lo masculino. El otro es substituido


por un amante ideal/imaginario que expresa, obviamente, una carencia,
pero también la voluntad de no considerar a los hombres reales.

Ana María vendrá de otro libro a “La historia de María Griselda”


a actuar solo en cuanto madre, para lo demás continuará amortajada.
Este personaje femenino inaugural en la narrativa chilena mostrará
una faceta que acompaña a las madres de Brunet, Donoso y Eltit.
Se trata de la negación de la propia sexualidad y del control de la de
los hijos/as. En esta narrativa, la que está mutilada, tendrá el derecho
de mutilar.

De este modo, la sexualidad de los hijos e hijas se definirá,


fundamentalmente, en relación a las madres: Esperanza de “Piedra
callada” (Brunet, 1943) podrá ejercerla lejos y contra la voluntad de
la madre; la muchacha de “Aguas Abajo” (Brunet, 1943)” lo hará en
competencia con la madre; Coya (Eltit, 1986) en rivalidad o como
acto de reconciliación con la madre a través del incesto; la Japonesita
(Donoso, 1966), a instancia de los consejos de “amiga” de la Manuela
y la Iris (Donoso, 1970) bajo la presión de las viejas del asilo o para
escaparse de ellas.

Los hijos también serán objeto de este poder materno. El ejemplo


paradigmático es “el mudito,” el “imbunche” donosiano, que tiene en
los hijos de Ana María de “La historia de María Griselda” y también
en Amasijo de Brunet, sus antecedentes. Los “hijos de su madre” de
esta narrativa son los mutilados en sexualidad hacia otra mujer, los
incapaces de penetrar sino es a través de la oralidad con la que se
mantienen unidos a las madres, el “dicen” de las viejas es el cordón
que los sigue amarrando/amamantando.

Existe un aspecto positivo de la maternidad y es su asociación a


la creatividad. La creatividad de las mujeres es ampliamente valorada
en el corpus que hemos escogido, sobre todo en los textos de Brunet
y de Donoso. Sin embargo, con el mismo énfasis con el que se des-
cribe su poder transformador, se mostrará la envidia que despierta
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 195

la maternidad analogada a la creatividad. Esta fusión que excluye a


la violencia y tiende a constituirse en pulsión de vida es depositaria
de la envidia que se expresa en la negación del valor de las creaciones
femeninas, o bien en la expropiación de las mismas.

De este modo, el lugar para las madres y su creatividad será el


encierro en un fundo, para las misias “intocadas” (¿tocadas?) de la
narrativa de Bombal y Donoso; el hospicio para las “madres sirvien-
tas” de Brunet y Donoso y el asilo en un prostíbulo para las “madres
prostitutas” de los textos de Donoso y Eltit. La creatividad femenina
tendrá, entonces, el valor y el prestigio de las producciones de las
locas, las sirvientas y las prostitutas.

Estas madres, sin más contacto con el exterior que un “niño


milagroso” erigen la maternidad como una suerte de poder maligno,
que puede prescindir, incluso, de los hijos. Ejercerán la violencia a
través de administrar la sexualidad en las niñas y al intentar convertir
lo otro en lo mismo en el caso de los niños. Son las “madres amasijo”
de Brunet, “las viejas” de Donoso y el “coro de madres” de Eltit,
siendo Por la patria el texto en que se observa con mayor claridad el
rechazo al papel materno entendido como el poder de las víctimas.
Por eso, Coya, incluso, es estéril.

A través del referente criollista, la narrativa de Brunet nos per-


mite escuchar otro tono de la voz materna. Nos traslada de la casa
patronal bombaliana a la de “nanas” e “inquilinos.” Estos personajes,
casi mudos en la narrativa de Bombal, expresarán claramente los
abortos, violaciones, golpes e incestos apenas sugeridos en la obra de
Bombal. A nuestro juicio, el criollismo sirve como una mascarada
consciente para hablar sobre un problema que afecta a la sociedad
en su conjunto. Los espacios pobres y rurales propios del criollismo
presentan la visión estereotípica de que eso ocurre allá “montaña
adentro” y de que solo les ocurre a los pobres. Bajo el amparo de que
la violencia y la sexualidad solo se anudan en las clases bajas, Brunet
contribuirá notablemente a la comprensión de este fenómeno a lo
largo de la narrativa que escribe fuera de Chile.
196 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

De este modo, observamos que a través del criollismo y del


surrealismo, Brunet y Bombal se permiten decir y no decir aspectos
diferentes de la sexualidad como poder y dominio. A través de di-
ferentes referentes literarios una narradora dirá lo que omite la otra
justificándose de este modo, la lectura intertextual para el corpus
que hemos propuesto.

Donoso pondrá en relación los mundos de patrones e inquilinos


presentes en Bombal y Brunet e invertirá los estereotipos surrealistas
y criollistas al representar como “otra orilla” a un travesti viejo de
prostíbulo y al “roto” y el “Gran Señor y Rajadiablos” seducidos por
él. El lugar sin límites (Donoso, 1966) muestra las interacciones in-
tragenéricas masculinas signadas por una dominación erotizada que
cuestiona las masculinidades hegemónicas de la hacienda. Por otro
lado, al superponer el fundo, el prostíbulo, el país, al infierno, hace
una de las críticas más incisivas a la cultura hacendada chilena.

Entendemos al travesti de El lugar sin límites como la alegoría


del artista que construye su deseo en un lenguaje, pero también
como quien intenta escapar, de las interacciones violentas a través
de la construcción de una identidad otra. Desde nuestra lectura, su
particular forma de ser hombre/ ser mujer espejea las identidades
genéricas heterosexuales y muestra, al mismo tiempo, el deseo/des-
precio de lo entendido como femenino.

El grotesco, la risa y la inversión de papeles y estructuras no


son inocentes a las construcciones de género que ahí aparecen. No
es posible entender a la Manuela y su construcción identitaria, sin
el grotesco; tampoco se entiende el papel de la risa, sin el temor al
contagio homosexual y a la reapropiación que de ésta hace el travesti
en su espectáculo, finalmente, la inversión de estructuras y de géneros
en El lugar sin límites también puede leerse en relación a la precariedad
de las relaciones entre víctimas y victimarios.

Por último, la aseveración de Pancho de que “todos somos hijos


de don Alejo” le quita el miriñaque a la virgen y el poncho al padre, y
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 197

descubre que lo que hay bajo este ropaje, es, simplemente, dominio
y sometimiento.111

Por la patria (Eltit, 1986) atrae a la lectura las voces de los


emigrados del fundo de Don Alejo, es decir, la barriada proletaria
chilena. El fundo de la narrativa precedente es cambiado por una
población marginal, que contiene los mismos espacios del fundo, es
decir la casa familiar, prostibularia a la que se agrega la cárcel, como
espacios alegóricos de la nación.

Este texto explora programáticamente los vínculos entre lo pri-


vado y lo público. De ahí su título, que alude tanto a los esfuerzos
inútiles o poco compensados que hacemos en el seno de lo privado
(“hacerlo Por la patria”) y por otro lado, la épica de la marginalidad
implícita en la novela.

A diferencia del discurso público de Pinochet, con el cual el texto


dialoga, en que los valores nacionales corresponderán a los valores
familiares, en tanto “la familia chilena” es la base de la sociedad y de
la reconstrucción nacional, en Por la patria la confluencia entre lo
privado y lo público se articula a partir del encierro, la vigilancia, la
traición, el abuso, y la impunidad imperante en la casa familiar en
la patria como casa de todos.

Además, relevará la confusión entre violencia y erotismo en el


seno de las instituciones en las que la pulsión de muerte debiera estar
al servicio de la vida, y no la vida como máscara de la muerte. Por
la patria desarticula, entonces, las concepciones que ven la pareja, la
familia y el Estado como instancias de protección.112

111
Por otro lado, que padre y madre sean, respectivamente, una “puta” ( “todas lo
son en tanto hay que pagarles/pegarles ) y un “maricón” ( “todos lo son en tanto
mienten, golpean o abandonan,” según los estereotipos de género con los que dia-
loga Donoso) no ofrece, desde el seno de lo privado, mayores salidas al poder.
112
Juan es un soldado y Coya una resistente, por ende su relación natural es la de
la confrontación; la familia está signada por la traición de la madre, al abandono
198 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Por todo lo anterior, más que oír la voz de la madre o del padre,
lo que escuchamos en este texto es la voz de una “hija patria” que
incorpora (a través del incesto) a la madre y, que despaterna y desma-
terna, es capaz de sobrevivir a los “amores” familiares/nacionales.

Coya/Coa, es mujer, patria, lenguaje, memoria indígena y


mestiza. Su lengua de patria/tierra, fantasma y contramemoria de
la Mujer chilena, enunciada por Pinochet, se tornará delictual para
decir Chile-no. Si ser mujer es ser naturaleza y patria, como aparece
en el discurso público de Pinochet, entonces, Coya - Coa será una
insubordinada.

Así, el texto no reproduce los discursos del poder sobre la familia


o el estado, por el contrario, los expone como sostenedores del abuso;
tampoco los políticos o los literarios, a los que fragmenta y parodia.
No hay reproducción, Coya es, incluso, estéril.

La voz materna se hace presente en el texto a través de la madre


de Coya y del coro de madres. Ambas versiones abandonan comple-
tamente los aspectos victimosos presentes en la narrativa precedente
y aparecen como victimarias de Coya y del padre. Los antecedentes
de la madre de Coya radican en la Malinche y la traición será su
estigma y el coro de madres será el espectro poblacional de las viejas
de la Encarnación de la Chimba donosiana.

2.2. Des(a)pa(d)recer:

En esta narrativa la voz del padre es apenas audible. Sabemos más


de él por los efectos de su poder, o por sus derrotas, que por lo que
dice. A la ausencia se suma un progresivo rechazo al papel paterno

del padre y por el incesto de ambos con Coya y finalmente, el Estado hace la
redada al barrio y encarcela a sus habitantes.
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 199

en tanto, al igual que la maternidad, es entendido como un poder


que se ha vuelto maligno.

Así, en “La historia de María Griselda” el padre es una mera


alusión que resguardará, a través de la violencia, el honor de la
familia; en Brunet es un juguete de las dos mujeres, o termina ma-
gistralmente asesinado; en El lugar sin límites, la Manuela reniega de
su condición masculina y de que le llamen “papá.” Eltit presenta un
aspecto diferente, pues en el texto, lo paterno se encuentra revesti-
do de categorías que tradicionalmente se asocian a lo femenino: es
también una víctima, un vencido.

Lo paterno aparece de forma ambivalente; por un lado, puede


ser un hombre de poder omnímodo, como don Alejo y, por otro
lado, puede ser un derrotado. El padre va tomando características
victimosas al ser víctima de otros hombres o de los engaños de la
madre. Es desde esta especie de “feminización” del padre desde donde
se produce la reconciliación con lo femenino y la invisibilización de
sus aspectos agresivos.

En el corpus analizado, tanto la concepción de lo materno como


de lo paterno están alienados de aspectos amorosos y creativos, así
mismo, ejercen la paternidad y la maternidad prescindiendo del
otro género. Así, las mujeres tienen hijos que “cuidan” solas y que
devienen “muditos,” y los hombres engendran, entre ellos, hijos
monstruosos.

La paternidad asociada a la creatividad y al placer, como la pa-


ternidad simbólica de Humberto respecto a su primer libro, también
es objeto de envidia y, por lo tanto, es alienado. De este modo, la
envidia tendrá un correlato familiar que se expresa en el “imbuncha-
miento” o “enmudecimiento” y a nivel laboral o público, en lo que
popularmente se llama “chaqueteo.”
200 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

2.3 Los hijos de Don Alejo:

La voz de las hijas e hijos se va haciendo más audible en una


línea imaginaria que trazamos entre Bombal, Brunet, Donoso y Eltit.
Vemos, sobretodo, en estos dos últimos autores, que los “huachos/as”
asumirán un discurso que tiende al rechazo de los roles paternos y
maternos, así como a la construcción tradicional de lo femenino y
lo masculino. Este rechazo se traduce en una construcción de género
andrógina.

La asexualidad de la Japonesita y la androginia que comparte


con Coya-Coa podrían ser una alternativa a la construcción vícti-
ma/victimario. Sin embargo, la androginia tampoco es una instancia
que conduzca al placer en tanto excluye a otro/a (como en el caso
de la prostituta virgen que es la Japonesita) o es, simplemente, una
estrategia para enfrentar un tiempo de guerra (como en el caso de
Coya).

Si en Bombal aparecen los niños de la clase alta, en Brunet los


de los inquilinos, y en El lugar sin límites se reúnen e interactúan, en
Por la patria (Eltit, 1986), surgirá una nueva clase social, el prole-
tariado. En la novela oímos la voz de huachos y huachas, herederos
poblacionales de un pasado hacendado y colonial. Es en esta novela
donde el enclaustrado mundo de las casas, asilos y prostíbulos de la
narrativa precedente se abre al erial, entendido como espacio urba-
no, no productivo, donde los pobladores se congregan para intentar
romper las barreras del barrio.

A pesar de que Por la patria (Eltit, 1986) se desarrolla en un am-


biente citadino y de que el referente vanguardista está en las antípodas
del criollismo, las interacciones que en el texto se transan, sean a nivel
familiar o nacional, siguen perteneciendo a la cultura hacendada. La
erotización del vínculo de dominación continúa estando presente en
este texto y alcanza no solo a la familia, sino que las relaciones con
el Estado. El padre agónico de la narrativa precedente da paso a un
Estado represivo y omnipotente.
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 201

Esta novela, con su lumperío proletario como única expresión


ciudadana del corpus escogido, nos permite cuestionarnos el tránsito
de una cultura hacendada a una supuestamente urbana o moderna.
Vemos que el paso de nuestra condición de inquilinos/patrones a
consumidores posmodernos no ha pasado por un concepto asentado
de ciudadanía.

Si en la Estación el Olivo el deseo era que llegara la luz, en Por la


patria se sabe que la electricidad llegó y que se emplea en las torturas
que implementaron la modernidad a la chilena. También se mencio-
na que la electricidad no se empleará en un barrio tan pobre. En el
barrio de Coya, se sabe que nuestra modernidad periférica ha ido de
la mano de la violencia y no llegará a todos los lugares.

Mientras la dictadura castiga y disciplina los cuerpos con


prácticas que van desde el toque de queda al asesinato, y oculta los
cuerpos asesinados tanto en sus discursos como en la praxis, Por la
patria, a través de una estética neobarroca, mostrará las dos caras del
cuerpo sufriente: el cuerpo torturado de las mujeres y padre de Coya
y, por otro lado, ese mismo cuerpo trasmutado en cuerpo crístico,
el único cuerpo torturado que puede ser llevado a escena. Así, Coya
y su padre desangrándose en sus brazos reeditan dolorosa La Pietá
chilena de los ochenta.

A través del neobarroco se recupera la posibilidad de goce a través


de la exhibición hiperestésica de este cuerpo doloroso. Cuando en
“tiempos de guerra” se niega tan rotundamente el placer y el cuerpo
del otro se torna un cuerpo enemigo que torturar y violar, o del cual
hay que defenderse, la estetización del sufrimiento, la erotización del
dolor, recorrer la tradición literaria en busca de una forma capaz de
representar el trauma, se vuelve una peregrina manera de contestar
al abuso. La escritura del texto es el triunfo no de una ideología,
sino de ese otro cuerpo que es la novela y que afirma, a pesar de su
temática, las pulsiones de vida.
202 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

3. Otras lenguas: periodismo, crítica, política

El diálogo entre la revista Familia, la crítica hegemónica, el


discurso público de Pinochet y los textos literarios que hemos ana-
lizado muestra que las ideologías y concepciones hegemónicas sobre
los géneros son también relatos ficcionales. Los mundos posibles de
estos relatos se articulan para sustentar el desequilibrio de poderes
entre hombres y mujeres y a ocultar la violencia disfrazándola de
sexualidad.

La revista Familia es un documento valioso para determinar la


posición de los discursos vinculados a las corrientes de pensamiento
hegemónico en relación a los géneros sexuales. Por un lado, como
revista femenina del albor del siglo XX, insistirá con fuerza en la
educación femenina, en el ingreso al mundo laboral y en la justicia
respecto a los salarios. Sin embargo, añadirá con cierta tristeza, pero
igual énfasis, que estos cambios no vulnerarán el pacto esencial
establecido entre hombres y mujeres, que la concibe a ella como
débil/víctima y a él como protector/agresor.

Este pacto se sustenta ideológicamente en la revista a través de


las ideologías de complementación entre los géneros y las retóricas
del amor romántico. A través de estos discursos los poderes de la
“Tía Jacobita,” madre castradora y maligna y “del Señor de la casa,”
expresión de las masculinidades hegemónicas, permanecerán intactos,
y por otro lado, la violencia seguirá siendo depositada en un solo
género, controlándose de este modo, una violencia que podría ser
generalizada.

La producción literaria de Brunet, escrita inmediatamente des-


pués de dejar el país, y la revista cuestionan el amor romántico y la
complementariedad entre los géneros con una narrativa explícita en
torno a la violencia doméstica. Un discurso ficcional y el criollismo
le permiten decir lo que en formato periodístico es indecible, y no
por ello “no pensable.”
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 203

Así, Brunet señala una de las mayores violencias a la que puede


ser sometido un sujeto: escindir su discurso y su subjetividad de
acuerdo al lugar de enunciación a fin de poder decir, lo que en el
Chile de 1940 no se decía, esto es, las relaciones entre hombres y
mujeres son relaciones de poder.

Isabel de Santillana (seudónimo de Marta Brunet) aceptará este


trato en Familia, Marta Brunet, “escritor” criollista chileno, para los
lectores de literatura lo mostrará, pero en las clases populares.

Si en los años cuarenta el ingreso masivo de las mujeres al campo


laboral fisuró el sistema de complementariedad entre los géneros; en
los sesenta, la píldora anticonceptiva y la reforma agraria vulnerarán
“honor y la tierra” como bastiones de la masculinidad hegemónica
hacendada. Los años sesenta y sus aires de cambio culminaron con la
ira de Don Alejo, quien con una ayudita de sus amigos, derrumbó,
junto con la hacienda, las frágiles construcciones ciudadanas.

En los años ochenta, al relato para los géneros expresado en la


Revista Familia, se agregará el relato mítico de la fundación nacional.
La mujer chilena es la esposa del soldado y juntos se complementan
para refundar no solo la familia chilena sino la patria, juntos procrea-
rán al “futuro de Chile.” La sexualidad y la violencia se representan
en los otros, “los malos chilenos,” son ellos y ellas, por tanto, los
nuevos sujetos expiatorios de la violencia generalizada. La familia
chilena solo aspira a hacer de Chile “una gran nación” y, por ende,
en ella no hay cabida al mal o a las pasiones.

En este castigo al erotismo vemos una progresión que va inclu-


yendo a diferentes sujetos sociales. En la producción de Bombal y Bru-
net recae en las mujeres y niños; en la de Donoso en un homosexual
y, finalmente, en Por la patria, el erotismo y la violencia se repliega
en los que desde el discurso público de Pinochet, serían llamados los
“no chilenos,” los “antipatriotas,” es decir, a los que solo les queda la
esquina o el erial como forma de seguir en el barrio.

De este modo, los textos literarios analizados van deconstruyendo


204 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

los relatos del amor romántico; la complementariedad entre los


géneros y el relato de la refundación nacional. El amor romántico
es una máscara del castigo de lo entendido como femenino; la com-
plementariedad, una justificación para relacionarse desde la subor-
dinación/dominación que permite alternar los roles de víctima y de
victimario; la refundación, es en verdad una “ocupación” nacional.
Así, en Por la patria (Eltit, 1986), ser “colaboradora” se leerá solo en
el sentido de delación política.

Otra particularidad del corpus consiste en que el proyecto li-


terario contempló, además, las estrategias, para sortear las censuras
y colocar en el centro del campo cultural textos que en su forma y
contenido resultarían ampliamente desagradables al “huaso y la la-
vandera.” Frente a los discursos hegemónicos que dicen que la ropita
sucia se lava en casa, estos textos sacan a relucir los trapitos al sol.

El diálogo con la crítica periodística o canónica mostrará di-


ferentes estrategias para naturalizar los textos. Así, Nolasco Cruz
tendió a afirmar la literatura y la crítica como un espacio de homo-
sociabilidad masculina en que la literatura escrita por mujeres era
indicio de debilidad de los hombres. Alone inventará una estrategia
que permitió el ingreso al canon de Bombal y Brunet y que consistió
en normalizar las imágenes públicas de ambas narradoras al presen-
tarlas como “señoritas de sociedad.” Por otro lado, masculinizó la
escritura, con esta estrategia “transformista,” las mujeres verdaderas
seguían siendo las de siempre (bonitas y ricas) y la escritura también,
es decir, la masculina.

Por otro lado, la crítica que insistió en un primer momento en


que la escritura de Eltit es “experimental” o “no se entiende” habla, a
mi juicio, más que de una impericia lectora, de los “ojos bien cerrados”
de la crítica hegemónica, que tiende a ver lo mismo (su deseo) en los
nuevos cuerpos escriturales.

La recepción crítica inicial de Eltit operará del mismo modo


que con Bombal, su acabado proyecto escritural será evaluado de
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 205

“experimental” o “femenino” eclipsando con esto el aporte que ambas


escritoras han hecho a la literatura chilena e hispanoamericana. Por
otro lado, la insistencia en que “no se entiende,” se entiende toda
vez que Por la patria muestra el doble discurso en torno al “amor”
familiar y a la historia reciente de Chile.113 Así el “no se entiende” se
lee bajo el concepto de “no quiero entender.”

Si los textos muestran las dos facetas del doble discurso existente
en relación a la violencia y el erotismo confundidos y presentes en
las instituciones culturales, la crítica hegemónica tenderá a hacer la
vista gorda al menos, en uno de los aspectos que los textos revelan.
Así, por ejemplo, se hablará del universalismo de El lugar sin límites a
través de la alegoría con el infierno o de su carácter regionalista, pero
nadie hablará explícitamente de lo que significa la condensación que
el narrador hace entre el infierno y el fundo chileno.

Al atender la recepción crítica realizada a Donoso veremos cómo


Avaria tematiza como un fenómeno extendido la envidia que ha sus-
citado el éxito y originalidad de José Donoso; José Promis le criticará
en un paréntesis de su texto, la clase social a la que pertenece y poseer
recursos económicos para poder escribir, y Silva Castro, no se decidirá
a decir claramente si El lugar sin limites es o no recomendable.

Las críticas hegemónicas reproducirán, de manera inconsciente,


los nudos entre el erotismo y la violencia que de forma programada
los textos develan. Así, de manera bizarra, la crítica resulta imitando
al arte.

Mientras los discursos hegemónicos (crítica hegemónica, perio-


dismo, discurso público de Pinochet) articulan sus estrategias para

113
Como ejemplos se puede citar que los espasmos de la corriente en la tortura
son a la vez un baile; que el padre de Coya es frentista a la vez que delincuente,
que un lavado de pelo en la casa es también un submarino etc.
206 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

negar la presencia de erotismo y violencia en el seno de las diversas


instituciones culturales, la tradición literaria que proponemos muestra
el erotismo confundido con la violencia en casi todas las instituciones,
especialmente, en la familia.

Así, los géneros se construyen como víctimas y victimarios


que intercambian sus roles en el ejercicio de recibir goce/violencia
y de castigar el placer como un valor personal y cultural. La pareja
se organiza triangularmente, en una figura en que dos personas del
mismo sexo incluyen/excluyen a un tercero. La rivalidad, la envidia
y la amenaza de ser absorbido o excluido se constituyen, entonces,
en las pasiones privilegiadas.

En todas las relaciones familiares se confunde amor y violen-


cia. De este modo, la relación padre-hija se tiñe por el incesto en
“Aguas abajo” y en Por la patria el padre/padrastro queda exculpado
de su acción y es la hija quien queda en la doble situación de ser
“la elegida” a la vez que “la mancillada” por el padre. La mancha la
deshonra, pero a la vez le confiere poder y la posibilidad de desplazar
a la madre como rol familiar en “Aguas Abajo” como “Madre Patria”
en el texto de Eltit.

Como aparece en la narrativa de Brunet, ante el incesto con el


padre o, incluso, en la relación sexual con cualquier hombre, la madre
brinda una “protección” que linda con el abuso. El “amor materno”
se expresará en el alejamiento de los hombres, definidos por ella
como “brutos” y se confundirá en su expresión con la violencia. Es
lícito preguntarse, entonces, si la exclusión de los hombres expresa
la competencia con lo masculino más que una auténtica protección.
Por otro lado, puede que la madre, simplemente, ofrezca la hija al
padre, como ocurre en “Aguas abajo,” como una manera de retener-
lo, pero también de estrechar los vínculos, a través de la sexualidad
confundida con la violencia, con la hija. La crianza de los hijos
tenderá a la exacerbación de su sexualidad (a través del incesto) o a
la represión de la sexualidad. En ambos casos violencia y erotismo
están amalgamados.
VII. CONCLUSIONES: LA LECHE DERRAMADA 207

Por otro lado, la relación entre los roles del padre-hijo se lee,
sobre todo en Donoso, como una relación de subordinación que
tiende a erotizarse y a perpetuarse por medio del dinero, como ocurre
entre Pancho y Cruz. La protección de Cruz es algo que nunca llega
y que solo es esperada por una feminidad tan estereotipada como la
de la Manuela.

Cada narrador articulará salidas diferentes para la confusión


entre el erotismo y la violencia. Así, la imaginación en Bombal;
la (h)ero(t)icidad como forma de contestar en La muchacha y en
Coya; la negación de la identidad masculina (en la Manuela) o de la
femenina (en La Japonesita), como ocurre en El lugar sin límites; la
androginia, la esterilidad y la exhibición histérica/artística del cuerpo
lacerado como ocurre en Por la patria, serán las formas, no siempre
exitosas, para evadir el infierno.

El surrealismo, será la apuesta por el ensueño; el criollismo, uno


de los estilos más aceptados por el canon de la época y que permitía
una expresión clara de la relación entre sexualidad y violencia, pero
desplazando el problema hacia la clase social más “femenina,” los
pobres. El grotesco, el intento de construir una identidad alternativa
a la masculinidad hegemónica; el neobarroco, el modo de exhibir
una y otra vez un cuerpo hiperestesiado en el dolor.

3.1 Coda

En esta investigación no hemos pretendido ocupar a la literatura


como “documento” o “testigos de prueba” de la existencia de los
delitos que cotidianamente se realizan en la casa nacional. Aunque
desaparecidos, existen tres mil muertos, aunque en la impunidad,
niños y niñas son maltratados y abusados día a día en cifras altísimas
de acuerdo a UNICEF y no es nuestro esfuerzo luchar contra el dedo
que quiere tapar el sol. Lo que sí hemos querido hacer, es posicionar a
Bombal, Brunet, Donoso y Eltit como parte de una tradición literaria
que a través de la apropiación de referentes literarios, de la creación
208 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

de nuevas estrategias, del diálogo que entablan entre sí y con otros


discursos sociales, han creado una narrativa capaz de representar las
facetas de la confusión entre erotismo y violencia en las instituciones
chilenas; el castigo al placer y a la creatividad así como la invisibili-
zación y negación de la violencia.

Esta tradición literaria de la supervivencia al amor familiar/na-


cional abre la pregunta sobre lo que significa gozar, crear, engendrar
en Chile y sobre las fuerzas que des/alientan ese crecimiento y ex-
pansión cultural.
209

BIBLIOGRAFÍA

(1936) “Cien mil mujeres trabajan en Santiago” Familia Nº 52, 20-21.


(1936) “¿Qué opina usted de la revista Familia?,” Familia Nº 53, 20-22.
(1936) “Una profesión esencialmente femenina” Familia N° 43:12
(1936) “Entrevistas de Familia: Con Miss Miller,” Familia Nº 35, 17-82.
(1936) “Entrevistas de Familia: Con Doña Elena Doll de Díaz,” Familia
Nº 39, 17.
(1936) “La muchacha universitaria modelo 1936.” Familia N° 54: 20-22.
(1974) Declaración de principios del gobierno de Chile, Santiago, Publiley.
(1974
(1973-1989) La fuerza de un pueblo, Santiago, Alerce, 2 vol., 1989.
(1980) ¡CHILENAS!, El Mercurio, Santiago, 11 de septiembre 1980.
Agosín, Marjorie. (1983). Las desterradas del reino: protagonistas en la nove-
lística de María Luisa Bombal
Bombal, New York, Senda.
–––. (1987). María Luisa Bombal: apreciaciones críticas, Arizona, Bilingual
Press.
Aguilera, María Angélica (1961). “Mi familia me dejó escribir por aburri-
miento,” EVA, diciembre.
Alegría, Ana et. al. “Evolución de las publicaciones periódicas chilenas
dedicadas a la mujer,” Seminario de título para optar al título de
bibliotecóloga, Universidad de Playa Ancha.
Alegría, Fernando (1962). Literatura chilena del siglo XXXX, Santiago, Zig-
Zag, 1967.
Alonso, Dámaso (1941) “Aparición de una novelista,” La última niebla.
María Luisa Bombal
Bombal, Santiago, Nascimiento.
Alone [Díaz Arrieta] (1954) ““La querella del criollismo. Montaña adentro,”
Zig Zag
Zag, 10 julio, 29.
–––. (1957) “María Nadie, novela por Marta Brunet,” El Mercurio, 24
noviembre, 7.
–––. (1961) “Presencia de María Luisa Bombal.” 1961
–––. (1967) “Marta Brunet,” El Mercurio, 30 de octubre.
–––. (1961) “Bienvenida a Marta Brunet,” El Mercurio.
–––. (1961)“Marta Brunet. Premio Nacional de Literatura. 1961,” El
Mercurio, 9 septiembre, pp. 5-7.
–––. (1970)“Crónica literaria: Obras completas de Marta Brunet,” El
Mercurio, (s/d)
210 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

–––. (1970) “Crónica literaria: Marta Brunet y Marta Colvin,” El


Mercurio, 13 diciembre, p. 3.
Amoros, Celia (1985). Hacia una crítica de la razón patriarcal
patriarcal, Madrid,
Anthropos. 1991.
Angenot, Marc (1998) Interdiscursividades: de hegemonías y disidencias,
Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba.
–––. (1986) Interdiscursividad y discurso socialsocial, Rosario, Universidad
Nacional de Rosario.
Anna (1936a) “Buen tono” Familia N° 50:58
–––. (1936b) “Buen tono” Familia N° 47:58
–––. (1936c) “Buen tono” Familia N° 12:58
–––. (1936d) “Buen tono” Familia N° 57:58
Añiñir, David (2005) “María Juana, chimapunky de la Pintana,” “Lautaro”
(inédito) http://meli.mapuches.org/article.php3?id_article=113
Astudillo, Richard. “La doble sodomización en Tengo miedo torero de Pedro
Lemebel” (inédito)
Avaria, Antonio (1967) “Buen Dios, la vida es el infierno” La Nación, 11
junio, 4.
Avelar, Idelber (2000) Alegorías de la derrota: la ficción post-dictatorial y el
trabajo del duelo. Santiago de Chile, Cuarto Propio, pp.15-35.
Bajtin, Mijail (1968) Rabelais y la cultura popular del renacimiento, Madrid,
Alianza, 1987.
–––. (1982) Estética de la creación verbal
verbal, México, Siglo XXI, 1985.
–––. (1971)”Carnaval y literatura,” Eco.
Balderston, Daniel (1993) ¿Fuera de contexto? Referencialidad histórica y
expresión de la realidad en Borges, Buenos Aires, Beatriz Viterbo.
Barthes, Roland (1977). Fragmentos del discurso amoroso. Madrid, Siglo
XXI editores, 1985.
–––. (1970) “El discurso de la historia,” Estructuralismo y literatura,
Buenos Aires, Nueva Visión.
Barros, Pía (1991) El tono menor del deseo, Santiago, Cuarto Propio.
Bataille, Georges (1979) El erotismo, Trad. Antoni Vincens, Barcelona,
Tusquets, 1985.
–––. (1956). Madame Edwarda, Trad. y prólogo Salvador Elizondo,
Puebla, Premia, 1985.
–––. (1981) Las lágrimas de eros, Barcelona, Tusquets.
Bauer, Arnold (1975) La sociedad rural chilena, Santiago, Andrés Bello,
1994.
BIBLIOGRAFÍA 211

Bengoa, José (1996) ““El estado desnudo. Acerca de la formación de lo


masculino en Chile” Diálogos sobre el género masculino en Chile,
Montecino-Acuña (comp), Santiago, PIEG.
–––. (1990) El poder y la subordinación. Historia social de la Agricultura
chilena, Tomo 1, Santiago, Sur, 1990.
Bianchi, Soledad (1983) “Escribir desde la mujer,” en M. A. Garretón et
al. Cultura, autoritarismo y redemocratización en Chile, Santiago,
Fondo de Cultura Económico, pp. 103-112
Bisama (2005) “Academia.” http://elcomelibros.blogspot.com/2005/08/
academia.html
Blanco, Fernando (1998) “Traducciones consensos y otras asepsias,” Escri-
turas de la diferencia sexual Raquel Olea, LOM La Morada.
–––. (2000) ““Monstruos e intelectuales: una aproximación para la lectura
del álbum de familia y nación en El OPN de José Donoso,” Ponencia
leída en el coloquio El Obsceno Pájaro de la Noche: 1970-2000, The
Grange School.
Bombal, María Luisa (1935) La última niebla, Santiago, Andrés Bello,
1982.
–––. (1938) La amortajada, Santiago, Zig-Zag, 1984.
–––. (1939a) “El árbol” Ibid.
–––. (1939b) “Islas nuevas.” Antología del cuento chileno moderno. María
F. Yañez. Santiago: Pacifico, 1958.
–––. (1946) “La historia de María Griselda,” La historia de María Griselda,
Valparaíso, Universitaria.
–––. (1946) “Trenzas,” La historia de María Griselda, Valparaíso, Uni-
versitaria.
–––. (1982) “Lo secreto,” Santiago, Andrés Bello.
–––. (1984) “El árbol,” Santiago, Zig-Zag.
Braunstein, Néstor (1990) Goce, México, Siglo XXI, 1998.
–––. (1980) Psiquiatría, teoría del sujeto, psicoanálisis, México, Siglo XXI,
1999.
Bristow, Joseph (1997) Sexuality, London/New York, Routledge.
Brito, Eugenia (1990) “El doble relato en la novela Por la Patria,”Escribir
en los bordes, Santiago, Cuarto Propio.
–––. (1985) “Diamela Eltit: Desde la Mujer a la androginia,” Pluma y
pincel, Santiago, Nº 17, agosto.
pincel
–––. (1999)“Diamela Eltit.” Escritoras chilenas, En: vol. 3, ed. Patricia
Rubio. Santiago, Cuarto Propio, pp. 521-552.
212 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

–––. (1990) Campos minados: literatura posgolpe en Chile, 2da ed. Santiago,
Cuarto Propio, 1994.
Brunet, Marta(1923) Montaña adentro, Santiago, Nascimento.
–––. (1926) Bestia dañina, Buenos Aires, Losada, 1953.
–––. (1943a) “Aguas abajo,” Aguas Abajo, Santiago, Nascimento.
–––. (1943b) “Piedra callada,” Aguas Abajo, Santiago, Nascimento.
–––. (1943c) “Soledad de la sangre,” Aguas Abajo, Santiago, Nascimento.
–––. (1949) Raíz de sueño, Santiago, Zig-Zag.
–––. (1957) María Nadie, Santiago, Pehuén, 1977.
–––. (1962) Amasijo, Santiago, Zig-Zag.
–––. (1963) “Dos hombres junto al muro,” Selección de cuentos, Nico-
medes Guzmán, Santiago, Zig-Zag.
Bulnes Rozas, Sara (1961) “Marta Brunet,” El Mercurio, 9 de noviembre, 5.
Cabrera Infante, Guillermo (1994) “El difícil arte de ser Donoso,” El País,
15 de octubre, pp. 9-10.
Cánovas, Rodrigo (1990) “Apuntes sobre la novela Por la Patria (1986) de
Diamela Eltit” Concepción, Acta Literaria.
–––. (1991) “Una reflexión sobre la novelística chilena de los años ochen-
ta,” Revista chilena de literatura, Santiago, U. de Chile, Depto. de
literatura.
–––. (1985) “Diamela Eltit. Un acoplamiento incestuoso,” Hoy Nº 421,
12 agosto, Santiago.
–––. (1986) Lihn, Zurita, Ictus, Radrigán. Literatura chilena y experiencia
autoritaria, Santiago, Flacso.
–––. et al. (1997) Novela chilena nuevas generaciones, Santiago, Univer-
sidad Católica.
Carmona, Darío (1958) ““Un personaje al trasluz: ‘Prefiero vivir a durar’
debía suprimirse el Premio Nacional. 28 preguntas a Marta Brunet”
Ercilla, 2 julio 1958.
–––. (1961) “Cinco millones literarios veredicto galante para una recia
obra” Ercilla, 13 septiembre.
Carreño, Rubí (1996) “Vicios privados, virtudes públicas: violencia y ero-
tismo en Marta Brunet,” Valdivia, ponencia leída en el Congreso
de SOCHEL.
–––. (2000) “Familia
Familia y la crisis de los géneros,” Taller de letras Nº 27,
Santiago, PUC.
–––. (2000) “Lectura de El obsceno pájaro de la noche” Patrimonio
cultural. Santiago, Biblioteca Nacional, diciembre.
BIBLIOGRAFÍA 213

–––. (2003) “Mano de obra, una poética del (des)centramiento.” Casa


de las Américas 230 (enero/marzo) pp.121-125.
–––. (1992) Bombal, Valdivieso, Eltit tejiendo una tradición, Tesis de
magíster. Pontificia Universidad Católica.
(2006) “Eltit: redes locales globales” Letras y proclamas. Bernardita Llanos
editora, Cuarto Propio
Cerda, Carlos (1997) Donoso sin límites, Santiago, LOM.
–––. (1989) “De máscaras y suplantaciones,” Literatura y Libros, La
Época, 1º de octubre.
Christ, Ronald (1982) “An interview with José Donoso,” Partisan Review
Nº 49.
Colina, Gastón (1963) “Marta Brunet (1961),” La Nación, 8 de septiem-
bre, 11.
Connell, R.W. (1997) “La organización social de la masculinidad” Ediciones
de las mujeres, Isis internacional.
Contreras, Marta (1987) “Por la patria: una novela femenina de vanguardia,”
El Sur, Concepción, 7 de junio.
Cuadra Pinto, Fernando (1949) “Marta Brunet noveladora,” El Diario
Ilustrado, 9 de enero, pp. 6-8.
(1936) “Cuatro pesos diarios es el salario medio de una obrera santiaguina,”
Familia Nº 54, 20-22, 1936.
Culking Banning, Margaret (1936) “Educada para servir,” Familia N° 48,
64-65.
Deleuze, G. – Guattari, F. (1972) El anti-edipo, Barcelona, Seix Barral.
Derrida, Jacques (1971) Tiempo y presencia, Santiago, Universitaria.
De Santillana, Isabel (1936a) “Un año” Familia N° 53: 3
–––. (1936b) “Educación práctica femenina” Familia N° 39:3
–––. (1936c) “Servir,” Familia N° 41, 3.
Díaz Arrieta, Hernán (1954) Historia personal de la literatura chilena, San-
tiago, Zig- Zag.
–––. (1986) “Presentación,” La amortajada, Santiago, Universitaria.
Díaz, Miguel Ángel (s. a.) “Chilenidad en Marta Brunet,” La Nación, s/d.
Díaz, Paola (1995) Una caminata hacia la construcción de género: estudio
sobre la identidad
identidad, Tesis para optar al título de antropóloga social,
Universidad de Chile.
Donoso, Jaime (2005) “Desorden postraumático: sobre los límites y
posibilidades del “saber académico.” Una interpretación desde el
testimonio. VII Seminario sobre Patrimonio Cultural, Territorios en
Conflicto, Biblioteca de Santiago.
214 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Donoso, José (1966) El lugar sin Límites, Barcelona, Seix Barral, 1994.
–––. (1956) Coronación, Santiago, Nascimiento.
–––. (1966) Este Domingo, Santiago, Zig-Zag.
–––. (1970) El obsceno pájaro de la noche, Barcelona, Seix Barral.
–––. (1978) Casa de campo, Barcelona, Seix Barral.
–––. (1997) La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria, Santiago,
Alfaguara.
–––. (1981) El jardín de al lado, Barcelona, Seix Barral.
–––. (1982) Cuatro para Delfina, Barcelona, Seix Barral.
–––. (1986) La desesperanza, Barcelona, Seix Barral.
–––. (1989) Taratuta: naturaleza muerta con cachimba, Madrid, Mon-
dadori, 1990.
–––. (1995) Donde van a morir los elefantes, Madrid, Alfaguara.
–––. (1996) Nueve novelas breves de 1972-1989, Santiago, Alfaguara.
–––. (1997) El Mocho, Madrid, Alfaguara.
–––. (1983) Historia personal del Boom, Barcelona, Seix Barral.
–––. (1996) Conjeturas de las memorias de mi tribu, Santiago, Aguilar.
–––. (1961) “Un personaje al trasluz. Marta Brunet: en Europa se le hizo
la luz,” Ercilla, 29 de noviembre, pp. 11-14.
Donoso, María Pilar (1994) “La ruina inconclusa,” Literatura y Libros, La
Época, 2 de Octubre.
Durán Cerda, Julio (1961) “Marta Brunet. Puente de plata hacia el sur,”
Anales de la Universidad de Chile, 124, pp. 89-94.
Dussuel, S, J., Francisco (1958) “María
María Nadie de Marta Brunet,” El Mer-
curio, 19 de enero, s/p.
Electorat, Mauricio (2004) La burla del tiempo, Santiago, Biblioteca Breve
Seix Barral.
Eltit, Diamela (1986) Por la Patria, Santiago, Ornitorrinco.
–––. (1984) Lumpérica, Santiago, Ornitorrinco.
–––. (1989)Padre mío, Santiago, Ornitorrinco
–––. (1991)Vaca Sagrada, Santiago, Planeta.
–––. (1995) El infarto del alma, Santiago, Zegers.
–––. (1998) Los trabajadores de la muerte, Santiago, Grupo Planeta.
–––. (1989) “Experiencia literaria y palabra en duelo,” Duelo y creatividad
creatividad,
Santiago, Cuarto Propio, Ensayo Nº 1.
–––. (2000) Emergencias: escritos sobre literatura, arte y política, Santiago,
Planeta.
BIBLIOGRAFÍA 215

–––. (2002) Mano de obra, Santiago de Chile, Seix Barral.


–––. (1983) “Acerca del hacer literario,” En M. A. Garretón et al. Cul-
tura, autoritarismo y redemocratización en Chile, Santiago, Fondo
de Cultura Económica, 1983, pp.157-167.
–––. Proyecto Fondecyt 1000046 2000 Marta Brunet, texto y contexto:
ruptura y modernización del sujeto mujer, Eugenia Brito, coinvesti-
gadora.
–––. “Qué eres” Discurso leído en la Universidad de Pittsburgh, 2005.
–––. “Los bordes de la letra.” Casa de las Américas 230 (enero/marzo,
2003) pp.108-112.
–––. (1985) “Diamela Eltit. Un acoplamiento incestuoso.” Hoy Nº 421,
12 agosto, Santiago.
Emar, Juan (1935) Ayer, Santiago, Zig-Zag.
–––. (1971) “Papusa,” Diez, Santiago, Universitaria.
–––. (1977) Umbral
Umbral, Buenos Aires, C. Lohlé.
Escobar, María Eugenia (2000) “El infierno de Luz Arce: Un tramado de
unidades discursivas,” Revista Humanitatis, Nº 13, Verano.
Fernández, Nona (2002) Mapocho, Santiago de Chile, Planeta.
Ferreira, Graciela (1992) Hombres violentos, mujeres maltratadas: aportes a
la investigación y tratamiento en un problema social, Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 1995.
Foucault, Michel (1971) La microfísica del poder, Madrid, La Piqueta,
1993.
–––. (1975) Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, México, siglo XXI,
1997.
–––. (1976) La voluntad de saber. Historia de la sexualidad
sexualidad, Madrid, Siglo
XXI, 1980.
Fourier, Charles (1829) El nuevo mundo industrial y societario, México,
Fondo de cultura económica, 1989.
Franco, Rosa (1960) “Marta Brunet y el mundo subjetivo,” El Mercurio,
15 de mayo, p. 3.
Freud, Sigmund (1900) El malestar en la cultura, Trad. López Ballesteros,
Madrid, Biblioteca Nueva, 1981.
–––. (1900) Interpretación de los sueños, Trad. Luis López Ballesteros.
México, Alianza editorial, 1990.
–––. (1913) “Totem y tabú.” Obras Completas. Trad. Ludovico Rosenthal.
Buenos Aires, Santiago Rueda, 1955
–––. (1920) “Más allá del principio del placer.” Los textos fundamentales
216 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

del psicoanálisis. Trad. Luis López Ballesteros. Barcelona, Altaya,


1996.
–––. (1930) El malestar en la cultura. Trad. López Ballesteros. Madrid,
Biblioteca Nueva, 1981
–––. (1933) “La feminidad.” Los textos fundamentales del psicoanálisis.
Trad. Luis López Ballesteros. Barcelona, Altaya, 1996
–––. (1937) “Moisés y el monoteísmo.” En obras completas. Trad. Ludo-
vico Rosenthal. Buenos Aires, Santiago Rueda, 1955.
Fuguet, Alberto (1988) Mala onda, Santiago, Planeta, 1992.
–––. (2003) Las películas de mi vida. Santiago de Chile, Alfaguara.
–––. (2006) ¿En qué momento sucedió esto? http://albertofuguet.blogs-
pot.com/2005_11_01_albertofuguet_archive.html (noviembre).
García Canclini Néstor. (1995) Consumidores y ciudadanos: conflictos mul-
ticulturales de la globalización, México, Grijalbo.
Garretón, M.A. Sosnowski, Saúl. Subercaseaux, Bernardo, ed. (1983) Cul-
tura, autoritarismo y redemocratización en Chile. Santiago, Fondo
de Cultura Económica.
Genette, Gerard (1989) Palimsestos: Literatura en segundo grado, Madrid,
Taurus.
Giddens, Anthony (1992) La transformación de la intimidad en Occidente,
Trad. Benito Herrero, Madrid, Cátedra, 1998.
Giglo, Agatha (1985) María Luisa: Sobre la vida de María Luisa BombalBombal,
Santiago, Andrés Bello.
Girard, René (1972) La Violencia y lo sagrado. Trad Joaquín Jordá. Barcelona,
Anagrama, 1983.
–––. (1961) Mentira romántica, verdad novelesca. Caracas, Universidad
Central de Venezuela, 1963
–––. (1982
(1982) El chivo expiatorio. Barcelona, Anagrama, 1986.
–––. “La violencia como sombra del erotismo.” Apuntes para una filosofía
del tocador.
Goic, Cedomil (1968) La novela chilena. Los mitos degradados, Santiago,
Universitaria.
–––. (1972) Historia de la novela hispanoamericana. Valparaíso, Ediciones
Universitarias de Valparaíso.
Grau, Olga et al (s. a.). Discurso, género y poder: discursos públicos, Chile
1978-1993, Santiago, LOM/ARCIS.
Guamán Poma de Ayala, Felipe (1615) Primer nueva crónica y buen gobierno,
Eds. John Murra y Rolena Adorno, México, Siglo XXI, 1988.
BIBLIOGRAFÍA 217

Guerra C, Lucía (1980) La narrativa de María Luisa Bombal: una visión de


la existencia femenina, Madrid, Playor.
–––. (1977) “Entrevista a María Luisa Bombal,” Hispanic Journal Journal, Vol
III, Nº 2, 1982.
–––. (1982) ““Entrevista a María Luisa Bombal” Hispanic Journal, Vol
III, Nº2.
Guzmán, Jorge (1984) Diferencias latinoamericanas: (Mistral, Carpentier,
García Márquez, Puig
Puig). Santiago, Chile, Eds. del Centro de Estudios
Humanísticos, Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
Heller, Erdmute, Mosbahi, Hassouna (1995) Tras los velos del Islam: erotismo
y sexualidad en la cultura árabe, Barcelona, Herder.
Hénaff, Marcel (1978) Sade: La Invención del cuerpo libertino, Barcelona,
Destino, 1980.
Hillis Miller, J (s. a.) “El Crítico como Huésped.” En: M. A. Jofré y M.
Blanco (comps.). Para Leer al Lector. Santiago de Chile, UMCE,
s/f, pp. 223-255.
Jeftanovic, Andrea (2000) Escenario de guerra. Santiago de Chile, Alfa-
guara.
–––. 16/09/05 Carta Sres. Revista de Libros. crítica. cl
Joset, Jacques (1982) “El imposible boom de José Donoso,” Revista Ibero-
americana Nº 118-119.
Jurovietzky, Silvia (s. a.) “Dossier Diamela Eltit: cuerpos en tránsito,” ed.
con ensayos de N. Richard, Nora Domínguez, L. Morales T., Andrea
Ostrov, G. Kirkpatrick, A. Amado, Feminaria. Buenos Aires: Año
XV, No 28/29, pp.63-84.
Kayser, Wolfgang (1957) Lo Grotesco: su configuración en la pintura y litera-
tura,, Buenos Aires, Nova.
Koffman, Sara (1980) El enigma de Freud Freud, Barcelona, Gedisa.
Kristeva, Julia (1983) Historias de amor, México, Siglo XXI, 1987.
–––. (1970) El texto de la novela, Barcelona, Lumen, 1981.
–––. (1978) “La palabra, el diálogo, la novela,” Semiótica II, Caracas,
Fundamentos, 1981.
Lagos, María Inés, ed. (2000) “Lenguaje, género y poder en Los vigilantes de
Diamela Eltit.” En Creación y resistencia: La narrativa de Diamela
Eltit, 1983-1998. Santiago, Editorial Cuarto Propio/Universidad
de Chile, pp.129-147.
–––. (2000) ed. Creación y resistencia: la narrativa de Diamela Eltit, 1983-
1998 (número especial de Nomadías, con ensayos de M.L. Pratt,
Randolph Pope, Claudine Potvin, Jo Labanyi, Sandra Lorenzano,
218 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Julio Ramos, María Inés Lagos, J.C. Lértora, Francine Masiello)


Santiago, Universidad de Chile/ Cuarto Propio.
Larraín, Ana María (1989) “Diamela Eltit: ‘El trabajo es la vida y mi vida’,”
Revista de Libros, El Mercurio, Santiago, 21 de mayo.
–––. (1992) “Diamela Eltit: ‘El cuerpo es un territorio moral’,” El Mer-
curio, Santiago, 5 enero.
Lamadrid, Silvia y Muñoz, Soledad (s. a.) La investigación social de la sexua-
lidad en Chile 1984-1994, Santiago, PIEG.
Latcham, Ricardo (1961) “Marta Brunet,” La Nación, Santiago, 29 octubre
1961.
–––. (1949) “Raíz del sueño,” La Nación, Santiago, 24 abril, p. 2.
Lazzara, Michael J. (2001) “Diamela Eltit: Conversación en Princeton”
Cuadernos, No 5, Program in Latin American Studies, Princeton,
NJ: PLAS University.
Lemebel, Pedro (1995) La esquina es mi corazón. Santiago, Cuarto Propio.
–––. (1996) Loco afán: crónicas del sidario, Santiago, Lom.
Lerchner, Norbert (1972) “Sexualidad, autoritarismo y lucha de clases,”
Cuadernos de la realidad nacional Nº3, Universidad Católica de
Chile, Santiago, Abril.
Lertora, Juan Carlos (1992) Categoría postmodernistas y la narrativa de
Diamela Eltit. Literatura y Lingüística, Santiago, Universidad Blas
Cañas.
Lizama, Patricio (1992) Las notas de arte y la vanguardia en Chile: Antecedentes
y documentos, Santiago, P.U.C.
Ludmer, Josefina (1980) “Las tretas del débil.” La sartén por el mango, Patricia
González y Eliana Ortega, eds. Puerto Rico, Huracán.
Mac Adam, Alfred (1999) “El lugar sin límites: las deudas de Donoso,”
José Donoso: literatura como arte de la transfiguración, Anthropos
184/185, Barcelona, Kings Tree.
–––. (1994) “Vocación de traducir.” Literatura y Libros, La Época 2 de
octubre.
Mac Hale, Tomás (1962) “Marta Brunet bajo un lente crítico,” El Mercurio,
12 de agosto, p. 2.
Masiello, Francine (2001) El arte de la transición. Buenos Aires, Norma.
Marcuse, Herbert (1955) Eros y civilización, Barcelona, Seix Barral, 1969.
Marks, Camilo (2002) “Literatura. La esfinge en el supermercado.” Qué
pasa, Santiago, 30 agosto.
Martínez, María Ester et al. (1997) Marta Brunet una visión de género,
Santiago, Proyecto DIUC.
BIBLIOGRAFÍA 219

Matus, Christian (1999) Juventud, prostitución y mercado: una mirada


antropológica a la prostitución femenina y masculina en la ciudad de
Santiago, Santiago, INJUV/ CIEG.
Merino Reyes, Luis (s. a.) ““Amasijo, de Marta Brunet: las complejidades de
un tema escabroso,” La Nación, s/d.
Molloy, Silvia (1985) “De marginaciones y desvíos: dónde leer los textos
de las mujeres.” Ponencia leída en el Congreso del Instituto Inter-
nacional de Literatura Iberoamericana, Stanford, julio.
Montecino, Sonia (1991) Madres y Huachos, Santiago, Cuarto Propio.
–––. (1999) ““Identidades de género en América Latina. El lenguaje
de la diversidad” América Latina: un espacio cultural en el mundo
globalizado. Coord. Garretón, Bogotá, Convenio Andrés Bello.
–––. (1996) Conceptos de género y desarrollo, Santiago, PIEG.
Morales, Leonidas (1998) Conversaciones con Diamela Eltit Eltit, Santiago,
Cuarto Propio.
–––. (1993) Figuras literarias, rupturas culturales: modernidad e identidades
culturales tradicionales, Santiago, Pehuén, 1993.
–––. (1998) “Los Los trabajadores de la muerte y la narrativa de Diamela Eltit,”
Atenea (Concepción, Chile) No. 478, 2o semestre, pp. 243-250.
–––. (2001) “El discurso crítico de Diamela Eltit: cuerpo y política,” La
escritura de al lado: Géneros referenciales. Santiago, Cuarto Propio,
pp. 201-209.
–––. (2004) Novela chilena contemporánea: José Donoso y Diamela Eltit.
Anales de Literatura Chilena. Año 5, Nº 5, (diciembre), p. 253-
255.
(1980) ““Mujeres que luchamos por la patria,” El Mercurio, 11 de septiem-
bre.
Munizaga, Giselle (1988) El discurso público de Pinochet
Pinochet, Santiago, Cesoc/
Ceneca.
Munnich, Susana (1991) La dulce niebla. Lectura femenina y chilena de
María Luisa Bombal
Bombal, Santiago, Universitaria.
Neustadt, Robert (2001) CADA Día: la creación de un arte social social. Santiago,
Cuarto Propio.
Nolasco Cruz, Pedro (1940) Estudios sobre literatura chilena, Santiago,
Nascimento.
Nomadías (2000). Serie monográfica. Santiago: PGAL (especial Diamela
Eltit).
Olavarría, José (2001) “Masculinidades y varones en Santiago de Chile,”
¿Hombres a la deriva?
deriva?, Santiago, Flacso.
220 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Olivarez, Carlos (1996) “José Donoso (1924-1996),” Literatura y Libros,


La Época, 15 de Diciembre.
Olea, Raquel (1989) “Casa de Campo: el sentido de vestir la realidad” Lite-
ratura y Libros, La Época, 1º de Octubre.
–––. (1998) Lengua Víbora: producciones de lo femenino en la escritura de
mujeres chilenas, Santiago, Cuarto Propio.
–––. (1998) “De épica lumpen al texto sudaca: el proyecto narrativo
de Diamela Eltit,” Lengua víbora: producciones de lo femenino en la
escritura de mujeres chilenas. Santiago, Cuarto Propio, Corporación
de Desarrollo de la Mujer La Morada. pp. 47-82.
Ortega, Eliana (1996) Lo que se hereda no se hurta, Santiago, Cuarto propio.
–––. (2001) Más allá de la ciudad letrada, escritoras de nuestra América.
Santiago, Chile, Isis Internacional.
Ortega, Julio (2000) Caja de herramientas. Prácticas culturales para el nuevo
siglo chileno. Santiago, LOM, 37-45.
–––. (1993) “Diamela Eltit y el imaginario de la virtualidad,” Juan Carlos
Lértora ed. Una poética de literatura menor: la narrativa de Diamela
Eltit, Santiago, Cuarto Propio. pp. 53-81.
Eltit
Ostornol, Antonio (1989) “Esa cara turbia de la verdad,” Literatura y Libros,
La Época, 1º de Octubre.
Oyarzún, Kemy (1997)“El escándalo como modo de recepción.” Aguas
Abajo, Brunet. Santiago, Cuarto Propio.
–––. (2000)“Género y canon: La escritura de Marta Brunet.” Cyber
Humanitatis Nº14, Universidad de Chile http://www.udechile.
cl/facultades/filosofia/publicaciones/cyber/cyber14/tx27koyarzun.
html
–––. (1982) “Historia e histeria en La última niebla,” Poética del desen-
gaño, Santiago, Lar.
Owen, Craig (1983) “El discurso de los otros: las feministas y el posmo-
dernismo” Posmodernidad, Hal Foster, Trad. Jordi Fibia, Barcelona,
Kairos, 1986.
Patau, Dolores (1957) ““Marta Brunet habla sobre María Luisa Bombal”
Pomaire, Nº9 Santiago.
Papier, Sara (1936) “El Drama de la mujer fuerte” Familia N° 37,40-41-
76.
Parrini, Vicente (1992) Matar al minotauro, Santiago, Planeta.
Paz, Octavio (1950). ““Los hijos de la Malinche.” El Laberinto de la Soledad
Soledad,
México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
BIBLIOGRAFÍA 221

–––. (1993) La llama doble, México, Fondo de Cultura Económica,


1996.
Piglia, Ricardo (1977) Respiración artificial, Buenos Aires, Seix Barral/Bi-
blioteca Breve, 1988.
Pinedo, Javier (1996) “El último homenaje,” Literatura y Libros, La Época,
15 de Diciembre.
Piña, Juan Andrés (1991) ““Diamela Eltit: escritos sobre un cuerpo.” Con-
versaciones con la narrativa chilena, Santiago, Los Andes.
Poncio, Augusto (1998) La revolución Bajtiniana: el pensamiento de Bajtín y
de la ideología contemporánea, Madrid, Cátedra/Frónesis.
Promis. José (1969) ““El mundo infernal del novelista José Donoso,” Anales
de la universidad del Norte, 7, Antofagasta.
–––. (1993) La novela chilena del último siglo. Santiago, La noria.
Quijada, Rodrigo (1971) “Sexo y conducta sexual en Chile,” Cuadernos de
la realidad nacional Nº3, Universidad Católica de Chile, Santiago,
Septiembre.
(1990) R. M., “María Pilar Donoso: prefiero ser una pequeña mujer al
lado,” APSI Nº 360, Santiago, Septiembre.
Reich, Wilhelm (1945) La revolución sexual, Barcelona, Ediciones Planeta,
1993.
Richard, Nelly (1990) “De la literatura de mujeres a la textualidad femeni-
na,” Escribir en los bordes, Santiago, Mosquito.
–––. (1989) Maculino/femenino. Prácticas de la diferencia y cultura demo-
crática, Santiago, Francisco Zegers editor.
–––. (2000) Políticas y estéticas de la memoria. Santiago: Cuarto Propio.
–––. (1987) Arte en Chile desde 1973. Escena de avanzada y sociedad sociedad.
Programa FLACSO. Santiago de Chile, No 46, enero.
–––. (1998) “Desecho neobarroco: costra y adornos,” Residuos y metáforas
(Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la Transición). Santiago,
Cuarto Propio, pp.77-92.
Ricoeur, Paul (1965) Freud: Una interpretación de la cultura, Trad. F. Suárez.
México, Siglo XXI, 1970.
Rimsky, Cynthia (1998) “Paz Errázuriz y Diamela Eltit: cuando todo naufra-
ga, sólo queda el otro,” Revista APSI
APSI, Santiago, 20 de septiembre.
Ríos, Patricio (1987) “Diamela Eltit: Chile: ni desprecio ni amor puro”
Cauce, 23 marzo, Santiago.
Rivera Letelier, Hernán (2002) Santa María de las flores negras. Santiago de
Chile, Seix Barral.
222 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Rojas, Manuel (1964) Historia breve de la literatura chilena, Santiago, Zig-


Zag, 1965.
Romero, Graciela (1990) Entrevista a Diamela Eltit, “En la sexualidad la
estamos errando,” Revista Paula N1577, Santiago, Julio.
Santos, Danilo (1990) “La indigencia Textual.” La producción hispano-
americana: indagación en torno a tres textos contemporáneos, Tesis
conducente al grado de licenciado en letras, Santiago, PUC.
Sarduy, Severo (1987) Ensayos generales sobre el barroco, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica.
–––. (1972) Cobra, Buenos Aires, Sudamericana.
–––. (1969) “Escritura/Travestismo,” Escrito sobre un cuerpo, Buenos
Aires, Sudamericana.
Sarlo, Beatriz (1992) La imaginación técnica, Buenos Aires, Nueva Visión.
–––. (1993) Borges, un escritor en las orillas, Buenos Aires, Ariel.
–––. (1998) Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, Nueva
visión, 1998.
–––. (1990) “Decir y no decir: erotismo y represión en tres poetas argen-
tinas de vanguardia” Escribir en los bordes, Brito et al ed, Santiago,
Cuarto Propio.
Schindler, Paulina et al. (1988) Violencia Conyugal
Conyugal, Tesis conducente al grado
de Licenciada en sicología, Santiago, Universidad de Chile.
Sifuentes, Ben (1997) “El género son límites. Travestismo y subjetividad en
El lugar sin límites,” Sexo y sexualidades en América latina, Balderston
y Guy comp. Barcelona, Paidos, 1998.
Silva Castro, Raúl (s.r) “Un rincón de suelo chileno,” Archivo Pedro Lastra,
Biblioteca Nacional.
–––. (1965) “En el campo de la novela femenina,” El Mercurio, Santiago,
10 de noviembre.
Sommer, Doris (1992) “Sin secretos” Revista de crítica latinoamericana, Año
XVIII, Nº 36 Lima, Latinoamericana ed.
Tía Jacobita (1936a) “Para adelgazar” “La escoba y el plumero: consejos de
la Tía Jacobita” Familia N° 50, 70.
–––. (1936b) “El ropero del señor” Familia N° 53,86.
–––. (1936c) “Servir” Familia Nº 41, 3.
–––. (1936) ““Una profesión esencialmente femenina” Familia N° 43,12.
Toril, Moi (1988) Crítica feminista, Madrid, Cátedra, 1989.
Valdés, Adriana (1967) “Novelistas chilenas: breve visión histórica,” Aisthesis
3, Santiago, Universidad Católica.
BIBLIOGRAFÍA 223

–––. (1995) “Escritura de mujeres: una pregunta desde Chile,” Compo-


sición de lugar, Santiago, Editorial Universitaria.
Valdivieso, Mercedes (1976) “Social denunciation in the language of ‘El
árbol’ by María Luisa Bombal,” Latin America Review, Vol. IV,
Num. 9, Fall-winter.
–––. (1991) Maldita yo entre todas las mujeres. Santiago de Chile, Editorial
Planeta.
Valente, Ignacio (1969) “María Luisa Bombal: La última niebla” El Mercurio
5 octubre, Santiago.
–––. (1984) “Una novela experimental,” El Mercurio, Santiago, 25 de
Marzo.
–––. (1992) “Una novela de masoquismo y sangre,” El Mercurio, Santiago,
5 de Enero.
–––. (1980) “El pago de Chile,” El Mercurio, Santiago, 11 mayo.
–––. (1967) “Donoso: El lugar sin límites,” El Mercurio, Santiago, 25 de
junio.
–––. (1987) “El cuerpo es un horror y una gloria,” El Mercurio, Santiago,
21 marzo.
Vidal, Hernán. María Luisa Bombal: la feminidad enajenada, Barcelona,
José Bosch, 1976.
–––. (1972) “Sátira mito e historia,” José Donoso: surrealismo y rebelión
de los instintos, Barcelona, Aubi, pp. 113-177.
–––. (1989a) Mitología militar chilena. Surrealismo desde el superego.
Institute for the study of ideologies and literature, Mineapolis
Nº6.
–––. (1989b) Cultura nacional chilena. Crítica Literaria y Derechos Hu-
manos, Vol 5 Institute for the studies of ideologies and literature,
Mineapolis.
Vértice La mano maestra de una bruja que no es http://www.vertice2000.
cl/young999.html
Voloshinov, Valentin (s. a.) Marxismo y filosofía del lenguaje, Madrid,
Alianza, 1992.
Weeks, Jeffrey (1985) El malestar de la sexualidad: significados, mitos y sexua-
lidades modernas, Trad. Alberto Magnet, Madrid, Talasa, 1993.
Wenk, Silke (2000) “Gendered representations of the nation,” International
Women University, Woork Book Nº3.
White, Hayden (1973) Metahistory: The historical imagination in the nine-
teenth century Europe, Baltimore.
224 Leche amarga: violencia y erotismo en la narrativa chilena… / RUBÍ CARREÑO B.

Zerán, Faride (1996) “La mata de cardenales en el jardín,” Ideas, La Época,


15 de Diciembre.
–––. (1992) “Diamela Eltit en rebeldía,” Literatura y Libros, La Época,
Santiago, 3 mayo.
Zouroff, Vera (1933) Feminismo Obrero, Santiago, Estado de Chile.
Zurita, Raúl (1982) Anteparaíso, Santiago, ed Asociados, 1982.
–––. (1983) “Chile: literatura, lenguaje y sociedad. (1973-1983)” Centro
de indagación y expresión cultural y artística, Santiago.

También podría gustarte