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Artistas heterodoxos del Siglo XIX: Viajeros de Sodoma

CARLOS REYERO

Para Alfonso S. y María C.

«En el fondo… tan sólo es realmente obscena la sitado y amado de toda Europa 6: no faltarían ad-
gente casta» 1, escribía Huysmans a finales del siglo jetivos para justificar esta seducción, pero nada más
pasado. La irresistible pasión que tiene todo el XIX ilustrativo en nuestro caso —por lo que tiene de este-
por lo que trasgrede la norma no se concibe sin la reotipo homosexual— que su belleza, porque ante
existencia de ésta; necesario se hace explicar «la Venecia «estamos como borrachos de hermosura, y ya
huida» hacia «paraísos» más permisivos en el pla- no sabemos dónde está el Norte ni el Sur, el Este ni el
no de las costumbres evocando, al mismo tiempo, Oeste» 7. El amor griego es, eufemísticamente, el
la imagen de la reina Victoria, aunque esta «hui- amor homosexual 8 y Grecia —la Grecia clásica—
da» no pueda desligarse, desde luego, de un fenó- un mito en busca del cual se viaja. Por lo demás,
meno general de raíz romántica. Mi propósito es el tema reúne varios estereotipos: como en Venecia,
reflexionar —de un modo deliberadamente unila- la enfatización de lo bello, a lo que añadir la exal-
teral— sobre el atractivo heterodoxo que para los tación de lo masculino y, sobre todo, el ideal de la
viajeros de Sodoma 2 tienen tres lugares en espe- eterna juventud, convertidos en obsesiones que per-
cial, Venecia 3, Grecia 4 y los países islámicos 5 y sus siguen a los «restauradores» de ese pasado. El atrac-
consecuencias en el campo figurativo. Venecia ha tivo de los países islámicos es diverso: se imagina
ejercido una seducción secular hasta convertirse, en —en los relatos más que en la pintura– una sen-
el siglo XIX, en el tema cultural y artístico más vi- sualidad homoerótica inmersa en una cultura
lujuriosa en lo referente a los placeres de los senti-
dos, con unos valores morales muy distintos a los
de Occidente. Pero abundan en especial las imá-
1 HUYSMANS, J. K.: Certains, París, 1889, pág. 78. (Citado
genes lésbicas dirigidas a un público masculino 9,
por LITVAK, L.: Erotismo fin de siglo, Barcelona, 1979, pág. 155).
al estilo de El Baño turco de Ingres, cuya alusión a
2 La preposición de tiene, en castellano, la posibilidad, en- una cultura extranjera permitió, como se sabe, ex-
tre otras, de ser utilizada simultánea o alternativamente con el poner la pintura en público 10.
sentido de procedencia (o destino) y con el de pertenencia.
3 Véase Venezia nell Ottocento. Immagini e mito, Milán, 1983.
4 Véase, en general, TSIGAKOU, F. M.: Redescubrimiento de

Grecia. Viajeros y pintores del Romanticismo, Barcelona, 1985.


5 El mundo oriental ha acaparado el mayor número de tí-

tulos sobre el tema, especialmente en los últimos tiempos. Véa- 6 CRIVELLATI, D.: En Venezia…, op. cit., pág. 7.
se, sobre todo: JULLIAN, P.: The Orientalists. European painters of 7 GALLEGO, J.: Postales, Zaragoza, 1979, pág. 110.
Eastern Scenes, Oxford, 1977; THORNTON, L.: Les Orientalistes. 8 Sobre el tema la bibliografía es considerablemente amplia.

Peintres voyageurs, 1828-1908, París, 1983; Catálogo de la Ex- El clásico es el libro de DOVER, K. J.: Greek Homosexuality,
posición The Orientalists: from Delacroix to Matisse. European Harvard, 1978.
painters in North Africa and the Near East, Londres, Royal 9 Véase HESS, T. B. y NOCHLIN, L. (ed.), Woman as sex object.

Academy of Arts, 1984. Studies in Erotic Art, 1730-1970, Londres, 1970, págs. 9 y sigs.
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La relación de artistas viajeros debe necesaria- senta en San Marcos como si se hallase en alguna
mente comenzar con Johann Joachim Winckel- mezquita conversando con turcos y orientales 16.
mann pues aunque no vivió en el siglo XIX, su Venecia tiene para Beckford, como más tarde Por-
nombre ha sido, con todo el derecho, invocado tugal y España, la fantasía de lo islámico. A Lisboa
como fundador de la Historia del Arte 11 y por lo llega en 1787 con la intención de ir a Jamaica, pero
tanto su papel en la dialéctica historiográfica de la se detiene arrebatado por el carácter portugués y
pasada centuria indispensable. No es descubrir nada el rito católico, otro de los lugares comunes de es-
decir que se proyectó con entusiasmo en sus idea- tos heterodoxos: «San Antonio para él representa-
les estéticos: «me he dado cuenta que quienes no es- ba sensualidad de culto y la manifestación orna-
tán atraídos más que por la belleza de las mujeres y mental, caliente, apasionada y sensorial de la vieja
no se emocionan, o muy poco, por la belleza de los liturgia católica. Todo eso le gustaba de veras, y se
hombres, raramente tienen un instinto imparcial, vi- entregó a ello» 17. El célebre viaje a Alcobaça y
tal, innato de la belleza de las obras de arte» 12. Batalha se emprende en junio de 1794, los gustos
Winckelmann «soñaba de continuo con el Sur — del protagonista quedan continuamente patentes:
Italia, Grecia, el Mediterráneo, cuna de la civiliza- su afán islamizante, su epicureísmo, su delectación
ción—, anhelando visitarlo» 13. Pero sólo Roma le en la beldad moceril, su patente deseo de vivir con
permitió conocer el arte griego; su acariciado pro- intensidad» 18. El «clásico» de sus libros heterodoxos
yecto de visitar Grecia no era en aquellos momen- es Vathek. Aunque no es un libro de viajes, tradu-
tos fácil: su amigo Riedesel le aconseja partir hasta ce de forma inteligible todos sus fantasmas
Sicilia y embarcar desde el Sur de la Península a islámicos, convertidos en lugares comunes de la
Grecia; él, en cambio, añora su patria 14 a la vuelta pintura y de la literatura a lo largo del sigo, como
de cuyo viaje sería asesinado en sospechosas cir- el lesbianismo oriental: habla de mujeres «negligen-
cunstancias, en Trieste, en la primavera de 1768. temente acostadas juntas»; el gesto exhibicionista:
Moribundo, «quiso escribir, pero su mano no po- «hilera de eunucos negros, arrastrando tras ellos lar-
día sujetar la pluma» 15: el viaje a Grecia fue un via- gas colas de muselina recamada en oro», o cuando
je frustrado. describe a Gulchenrouz diciendo que «su baile era
El patriarca de los románticos heterodoxos es ligero como el de las pelusas que los céfiros hacen
William Beckford. Nacido millonario y aristócra- danzar en el aire de primavera; y, sobre todo, su
ta es la mente más perversa de la Inglaterra pasión por la adolescencia: “Babalouk ama a los
previctoriana. Llega por primera vez a Venecia en niños y tiene siempre bombones y confituras” o
góndola, desde Mestre, la tarde del 2 de agosto de más expresamente al escribir: “Gulchenrouz (…) fi-
1780 y permanece allí hasta el 4 de septiembre. J. nalmente cayó como muerto entre los brazos de un
W. Oliver señala que Beckford se encontró una anciano y buen genio que adoraba a los niños y se
Venecia que «tenía muchos encantos y muchos pe- ocupaba por completo de protegerles (…) había arre-
ligros para un espíritu joven y sensible» y le pre- batado los cincuenta muchachitos que Vathek tuvo la
impiedad de sacrificarle. Educaba a tan interesantes

10 SMITH, B.: Erotic Art of the master: The 18th, 19th and

20th centuries, Nueva York, s.a., pág. 48. Sobre el aspecto exóti-
co del lesbianismo, véase, sobre todo, FADERMAN, L.: Surpassing 16 OLIVER, J. W.: The lif of William Beckford, Londres, 1932,
the love of men. Romantic friendship and love between women from págs. 42 y sigs. Vuelve a Venecia en junio de 1782 donde tiene
the renaissance to the Present, Londres, 1979, págs. 254 y sigs. una pasión espiritual hacia un joven veneciano que, al recordar-
11 MARTÍN GONZÁLEZ, J. J.: Presente de la Historia del Arte, la en 1838, la compara con la de David por Jonatán, aunque cau-
Discurso de apertura del curso 1976-77, Universidad de Valla- só escándalo. (Véase también BEURDELEY, op. cit., pág. 149).
dolid, 1976, pág. 9. 17 VILLENA, L. A.: Prólogo al libro de B ECKFORD, W.: Ex-
12 Carta de Winckelmann a Frèderic de Berg, citado por cursión a Alcobaça y Batalha, Barcelona, 1983, pág. 10.
BEURDELEY, C.: Beau petit ami, París, 1979, pág. 133. 18 VILLENA: Op. cit., pág. 13. Beckford escribe, por ejem-
13 R OWSE, A. L.: Homosexuales en la Historia, Barcelona, plo: «Mortalmente cansado de permanecer inmóvil y deseoso de
1970, pág. 126. hacer una demostración que se saliese un poco de lo corriente,
14 O RTEGA M EDINA , J. A.: Prólogo al libro de insinué discretamente que me gustaría bailar, y que no veía in-
WINCKELMANN, J. J.: De la belleza en el arte clásico, México, 1959, conveniente en que uno de los reverendísimos priores me toma-
págs. 22 y sigs. se de pareja. Pero no hubo nada que hacer, pues conservaron su
15 PRAZ, M.: Gusto neoclásico, Barcelona, 1982, pág. 81. dignidad» (pág. 44).
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criaturas en nidos colocados por encima de las nubes, de los teóricos ingleses del momento, pero la miti-
y él mismo habitaba en un nido mayor que todos los ficación heterodoxa del Renacimiento italiano y su
demás reunidos (…). Se abandonó sin temor a las ca- proyección en artistas y estetas no se hubiera pro-
ricias de sus amiguitos; todos se reunieron en el nido ducido sin la labor de Walter Pater que visita por
del venerable Genio y según sus deseos, besaron la lisa primera vez la Península en 1865 23. En sus obras
frente y los hermosos párpados de su nuevo compañe- —Studies in the History of the Renaissance, de 1873,
ro. Allí, alejado de las preocupaciones terrenales, de en especial— se convierte a Italia y al Renacimien-
la impertinencia de los harenes, de la brutalidad de to en un paraíso divino de la belleza terrenal. Su in-
los eunucos y de la inconstancia de las mujeres, halló fluencia fue inmensa sobre Óscar Wilde, como se
su verdadero lugar. Feliz (…) pues el Genio, en vez sabe 24. Este hizo su primer viaje a Italia en 1875,
de colmar a sus pupilos de perecederas riquezas y va- seguido en 1877 de otro que también le llevó a Gre-
nos conocimientos, les gratificaba con el don de la per- cia. Volvería a Florencia con Lord Douglas en 1894,
petua infancia» 19. a Argel al año siguiente y a Nápoles en 1897. Unos
Herederos directos o indirectos de la obra meses antes de morir en París en 1900 visita toda-
beckfordiana son otros románticos ingleses no aje- vía Palermo y Roma. Sirvan algunas de sus referen-
nos a su heterodoxia: Lord Byron, para quien Gre- cias en El retrato de Dorian Gray para evocar su in-
cia significa, además de libertad, también amor, terés por estos lugares. Después de una cita de
hasta el último momento, cuando muere en Emaux et Camées de Gauthier reflexiona el narra-
Misolonghi; William Bankes, viajero por España, dor: «¡Qué exquisito era aquello! Al leerlo parecía como
«donde nació su pasión por coleccionar objetos de si descendiese uno por los verdes canales de la ciudad
arte, cuadros y antigüedades», Grecia, Egipto y rosa y perla, sentado en una negra góndola de proa de
Oriente Próximo. En su vida quiso mantener una plata y cortinas flotantes. Aquellas simples líneas pare-
conducta «discreta», pero su pasión por la belleza cían recordarle las largas franjas azul turquesa que se
va unida —aunque de modo menos satánico que sucedían lentamente en el horizonte del Lido. El res-
Beckford— a su entusiasmo por lo mediterráneo plandor repentino de los colores le evocaba las palomas
que le llevó a instalarse en Venecia donde murió de pechuga de iris y ópalo que revoloteaban en torno
en 1855 20; Eduardo Fitz-Gerald, atraído por el vif, al Campanile, combado como un panal de miel, o que
mâle et flamboyant marinero Joseph Fletcher, tra- se pasean con gracia majestuosa bajo las sombrías y pol-
ductor del Rubaiyat y viajero infatigable 21; y, por vorientas arcadas (…). Recordó (…) el maravilloso amor
último, es de obligada referencia el autor de la ver- que le hizo cometer tan deliciosas y delirantes locuras».
sión inglesa de las Arabian Nights, Richard Burton, Se traduce toda la retórica lujuriosa de lo oriental y
cuyos viajes y traducciones constituyen, quizá, el también la admiración sin medida por Grecia: Dorian
conocimiento más popularizado del mundo islámi- Gray «encarnaba la gracia y la blanca pureza de la
co en el siglo XIX. adolescencia y la belleza tal como nos la han con-
Consideración aparte merece «los otros victo- servado los mármoles griegos antiguos» 25. Del res-
rianos» 22 de la segunda mitad del siglo. El interés to de «eminentes victorianos», junto a Pater y Wilde,
por Venecia y por Italia, en general, se debe —aun- debe figurar John Symonds. Es el caso más patente
que no es nuevo— a John Ruskin, el más famoso de quien viaja a «Italia cada vez que su trabajo y sus
apetencias carnales lo precisan» 26. Sus estudios so-
bre el Renacimiento habría que conectarlos con su
pasión por la belleza masculina juvenil. Contribu-
yó, en no poca medida seguramente, a esa imagen
19 BECKFORD, W.: Vathek (Cuento árabe), Barcelona, 1982, de Venecia deslumbradora y decadente que sugiere
págs. 93, 100, 107, 108 y 114-5.
20 ROWSE: Op. cit., págs. 149-154. También CLAYTON, P. A.: la Perla del Adriático.
Redescubrimiento de Egipto, Barcelona, 1985, pág. 45.
21 NIN FRÍAS, A.: Homosexualismo creador, Madrid, 1933,

págs. 332 y sigs.


22 Sobre el particular véase, especialmente, MARCUS, S.: The 23 Véase GREENSLATE, F.: Walter Pater, Londres, 1905.
others victorians. A study of sexuality and pornography in Mid- 24 FUNKE, P.: Óscar Wilde, Madrid, 1972, págs. 28 y sigs.
nineteenth century England, Londres, 1966 y READE, B.: Sexual 25 WILDE, O.: El retrato de Dorian Gray, Madrid, 1970, págs.

heretics: male homosexuality in England literature from 1850 to 43 y 152-3.


1900, Londres, 1970. 26 R OWSE: Op. cit., pág. 188.
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Esta relación, que necesariamente no puede ser zada se hubiese producido una distensión (…). Era
exhaustiva, tiene que contar con el nombre de uno de esos conjuntos arquitectónicos hacia los cuales
Simeon Solomon. La obra de este prerrafaelista suelen dirigirse todas las calles de otras ciudades para
«menor» —como tan injustamente sería calificado conducirlos y designarlos. En cambio, aquí parecía es-
por un manual— podría figurar, por su temática, condido aposta en una encrucijada de cabecillas, como
como una de las más homoeróticas, si no la que los palacios de los cuentos orientales adonde llevan de
más, de todo el siglo XIX. En 1866 viaja a Italia noche a un personaje que, tras ser devuelto a su casa
para encontrarse con los «viejos maestros» — antes del alba, jamás podrá hallar esa vivienda má-
Botticelli y Sodoma, significativamente— y vuel- gica y termina creyendo que fue un sueño» 30.
ve en 1869; en Roma retrata al joven italiano cuya Frente a la construcción retórica de ese mundo
belleza le impresiona (University College of Wales, imaginario, una corriente de sinceridad se abre paso
Aberystwyth), el mismo que inspiraría su escrito, desde fines de siglo; al atractivo sexual del fetiche
Avision of Love Revealed in Sleep. En 1870, en —Flaubert, Proust— se va a oponer otra quimera:
Roma, se admira del esplendor del Concilio Vati- la desaparición de la masculinidad y femineidad
cano I. El fasto católico —otro de los habituales artificiales. Gauguin, el más audaz de los artistas
lugares comunes— se convierte en temática de sus viajeros, «que no amó nunca más que a mujeres» 31
obras, como El misterio de la fe (Lady Lever Art se siente atraído por el ideal andrógino 32. Margaret
Gallery, Port Sunlight). Invitado a visitar Nápoles Walters señala que la figura central de su gran ale-
—lo que no acepta—, escapa con un nuevo goría, ¿De dónde venimos?, es una figura claramen-
attachment, Willie… ¡hacia Venecia! 27. te andrógina y su atracción por las mujeres indí-
Como representante del sexo femenino, aunque genas la explica porque «las proporciones de sus
su obra está más en el siglo XX que en el XIX y su cuerpos hacen que puedan ser confundidos con los
vida sentimental es harto variada, cabe referirse a de hombres» 33.
Dora Carrington, cuya admiración por el Sur de Esta reflexión no aspira a establecer una relación
España y por Venecia es bien conocida 28. causal entre las tres coordenadas que se ha maneja-
Los viajeros franceses de Sodoma ven el decora- do, la condición de artista, la de viajero y la de ho-
do veneciano del amor más envenenado, voluptuo- mosexual. Puede afirmarse que ninguna es absolu-
so y fantástico que sus correligionarios ingleses 29. tamente sustantiva. Como si de un sistema de fichas
Menos decadente es, sin duda, la imagen de Marcel perforadas se tratase, no existe una razón imperiosa
Proust. El inefable autor de A la recherche viajó que vincule esos adjetivos. Y cabe sospechar, en el
poco fuera de las costas del Canal y cercanías de caso de los mencionados, que las seducciones viaje-
París, salvo, precisamente, a Venecia con su madre ras tienen algo que ver con sus inclinaciones sexua-
en 1900. En La fugitive el narrador la imagina les reflejadas en sus creaciones artísticas. Por mucho
oriental y mágica: «Mi góndola iba siguiendo los ca- que se repita que las conexiones son fáciles en un
nales, que, como si la mano misteriosa de un genio plano de ideas vagas, abruma tanta coincidencia:
me condujera por los recovecos de esta ciudad de habrá que admitir que si no se ha conseguido des-
Oriente, parecían abrirme camino (…). De noche entrañar el misterio, al menos ha sido creado.
salía solo, por la ciudad encantada por donde me aso-
maba a nuevos barrios como un personaje de Las Mil
y una noches (…). De repente, al final de una de esas
callejuelas, parecía como si en esta materia cristali- 30 Seleccionado por GALLEGO, J.: «Marcel Proust», Revista

de Ideas Estéticas, 1976, págs. 266-8.


31 BEURDELEY: Op. cit., pág. 198. De todas formas, recoge

textos como éstos: «Este joven era perfectamente bello y fuimos muy
27 REYNOLDS, S.: The vision of Simeon Solomon, Storud, Glos, amigos (…). Eramos dos, dos amigos, él completamente joven y yo
1985, págs. 18 y sigs. casi un viejo, de cuerpo y de alma, de vicios de civilización: de ilu-
28 Aunque se refiera a un amor heterosexual, en 1922 escribe: siones perdidas. Su cuerpo de animal tenía graciosas formas, mar-
«I love Gerald very much, as much as prunes, as roast duck and chaba delante de mí sin sexo». (Ibid.).
peas, as Venice, as crown imperials…» (Carrington, Letters and extracts 32 Véase BUSST, A. J. L.: «The Image of the Androgyne in

from her Diaries, Londres, 1970, pág. 215. Cursivas nuestras). the nineteenth century», dentro del libro de Fletcher, I. (ed.),
29 LITVAK: Op. cit., págs. 88 y sigs. También JULLIAN, P.: Romantic Mithologies, Londres, 1967, págs. 1-95.
Dreamers of Decadence: Symbolist painters of the 1890s, Londres, 33 WALTERS, M.: The nude male. A new perspective, Nueva

1971, págs. 273 y sigs. York, 1978, pág. 242.

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