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Revista Med

ISSN: 0121-5256
revista.med@umng.edu.co
Universidad Militar Nueva Granada
Colombia

Sánchez Godoy, Rubén


Los médicos y el extraño padecimiento de José Fernández Andrade. En "De Sobremesa" de José
Asunción Silva
Revista Med, vol. 15, núm. 2, julio, 2007, pp. 313-320
Universidad Militar Nueva Granada
Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=91015221

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REVISTA 15 (2): 313-320, 2007 LUQUE J.

LOS MÉDICOS Y EL EXTRAÑO PADECIMIENTO DE JOSÉ FERNÁNDEZ


ANDRADE. EN “DE SOBREMESA” DE JOSÉ ASUNCIÓN SILVA

THE PHYSICIANS AND THE RARE SUFFERING OF JOSÉ FERNÁNDEZ


ANDRADE IN “DE SOBREMESA” BY JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
Rubén Sánchez Godoy, Filósofo1*

1
University of Pittsburgh.

a estar mujer sólo una vez en su vida, en un restaurante


1. en Ginebra1 (pp.270-276). Nunca habla con ella y
tampoco tiene una sola señal de correspondencia de
De sobremesa1 es la única novela escrita por el poeta ella acerca de sus deseos. Helena es sólo una visión
colombiano José Asunción Silva (1865-1986). Se nocturna en un restaurante. Sin embargo, Fernández
trata de un texto constituido en su mayor parte por dice experimentar desde cuando ve a Helena, un amor
la lectura que lleva a cabo su protagonista, José Fer- sin límites por ella. El diario presenta a Fernández bus-
nández Andrade, de su diario de viaje por Francia, cando a través de todos los medios posibles encontrar
Suiza e Inglaterra durante poco más de diecinueve indicios que lo lleven hacia la mujer, repitiendo que
meses. Dicha lectura está enmarcada dentro de un sólo cuando la halle encontrará la felicidad y la cura
ambiente intimista, conformado sólo por algunos ami- para su padecimiento. En otras palabras, la esperanza
gos1 (p.229). Estos amigos incitan la lectura del diario, de Fernández es encontrar en el amor de Helena,
sólo ocasionalmente la interrumpen y permanecen en lo que la medicina no parece poder brindarle. Esta
silencio una vez que la lectura de éste termina. búsqueda de su amada Helena tiene un particular
desenlace. En el momento en que cree estar ya muy
El diario narra las andanzas y reflexiones del prota- cerca de ella, Fernández descubre su tumba. Sin
gonista a lo largo de su viaje. En éste encontramos embargo, lejos de ver en ello una aniquilación de su
noticia de diversas lecturas, aventuras amorosas, fies- esperanza, proclama la inmortalidad de Helena como
tas, reuniones con amigos, visitas a varios médicos y eterno objeto de su amor1 (p.350).
un gran conjunto de consideraciones del protagonista
acerca de lo que le sucede. Dentro de todas estas Este desenlace introduce una abrupta interrupción
informaciones resaltan de particular manera dos dentro de la intrincada secuencia de consideraciones
cosas. En primer lugar, un extraño padecimiento que que lleva a cabo el protagonista en su diario. La lec-
experimenta Fernández, para el cual ninguno de los tura del diario termina allí. El silencio que sigue a la
médicos que visita encuentra, ni diagnóstico ni trata- terminación de la lectura enfatiza esta interrupción
miento satisfactorio. Este padecimiento se manifiesta en la medida en que no presenta una posición que
básicamente como un vaivén entre momentos de gran apruebe o descalifique las últimas sentencias escritas
sobreexcitación y momentos de debilitamiento casi en éste; simplemente, hace retornar el texto hacia
total. El diario presenta a varios médicos intentando el ambiente intimista en el cual ha tenido lugar su
infructuosamente entender este padecimiento, al lectura1 (p.351). La búsqueda amorosa ha sido in-
tiempo que prescriben tratamientos que responden fructuosa y Fernández no ha encontrado una cura
más a las diversas creencias que tienen, que a un para su enfermedad. Al final de la novela, estamos
adecuado conocimiento de éste. en presencia de un hombre de precaria salud y re-
finado gusto leyendo su diario de viaje a algunos de
En segundo lugar, en el diario de Fernández resalta la sus amigos.
búsqueda de una mujer llamada Helena. Fernández ve

* Correpondencia: rsanchez@pitt.edu, Dirección postal: 160 South Fairmount St. Ap 1 Pittsburgh, PA 15206, USA.
Recibido: Junio 21 de 2007. Aceptado: Julio 18 de 2007.

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LOS MÉDICOS Y EL EXTRAÑO PADECIMIENTO DE JOSÉ FERNÁNDEZ ANDRADE

2. Un médico alemán llamado Max Nordau publicó en


1892 un texto que llegó a ser muy famoso y cuyo título
Podríamos pensar que estamos ante una de tantas era Degeneración5. En dicho texto, Nordau señalaba
historias de amor enfermizo y fallido que ofrece la que la degeneración era un problema que afectaba
literatura de finales del siglo XIX. Sin embargo, el a las sociedades y que tenía una de sus principales
texto de Silva nos ofrece mucho más que eso. Nos manifestaciones en ciertas producciones artísticas que
ofrece una aproximación a un problema que fue eran productos de espíritus degenerados, irraciona-
particularmente relevante en ese momento: la pugna les y enfermos. “Los degenerados no son siempre
entre arte y medicina. La cuestión era si podía consi- prostitutas, criminales, anarquistas y reconocidos
derarse al arte como producto de una vida saludable lunáticos; a menudo son escritores y artistas”5 (p.vii,
o producto de una vida degenerada. traducción personal), sentenciaba Nordau, al mostrar
los peligros de minimizar la influencia de ciertos artis-
El tema de la degeneración había adquirido relevancia tas dentro de la sociedad. No tardó Nordau en recibir
política y el parecer de los médicos, dado su bagaje duras réplicas por parte de artistas y otros intelectuales
de conocimientos científicos, era considerado particu- que lo acusaron de confundir la degeneración con
larmente importante para definir lo que era una vida variaciones y potencias vitales que sus moralistas y
saludable en contraposición a una vida degenerada. toscas nosologías nunca llegarían a comprender. El
Según Michel Foucault2, desde mediados del siglo XIX intento de constricción del arte a los parámetros de
la medicina se había transformado en una disciplina una perspectiva médica que ponía a la ciencia al ser-
que muchos gobiernos consideraban fundamental vicio de ciertas creencias morales, recibió críticas por
para la definición e implementación de políticas de parte de diversos sectores que vieron en ese intento
salud pública, que permitieran alcanzar significativos un exceso del saber médico y un peligro a la hora de
progresos para sus naciones. La cuestión ya no era pensar la sociedad en su complejidad.6
sólo prestar servicios de salud a grupos específicos,
sino poder llegar a establecer las condiciones para Nordau estaba tocando una de las cuestiones más
generar una población saludable3. En consecuencia, relevantes para la ciencia médica en su momento, a
junto con la implementación de políticas de salud saber, establecer en qué sentido el saber médico podía
pública, se comenzaron a producir discursos que establecer o no criterios para el arte y, más amplia-
trataban de prescribir, sobre la base de un vocabulario mente, para la sociedad a partir del criterio de la salud
médico, los tipos de comportamiento que podrían y la enfermedad. Al hacer esto, estaba cuestionando
generar esa población saludable. de paso el papel de ciertos artistas dentro de la socie-
dad, en un momento en el cual éstos aparecían como
En ese contexto, la inquietud acerca de las actividades los únicos capaces de ofrecer resistencia ante la casi
que podrían introducir la degeneración en la sociedad hegemónica presencia del espíritu científico.
se torno de particular relevancia. Ciertas produc-
ciones artísticas comenzaron a despertar inquietud 3.
debido a que eran vistas como contrarias a la idea
de salud pública que ciertos gobiernos pregonaban. Silva, quien tenía una particular fascinación tanto por
Se trataba de producciones que no venían de las el arte como por los temas médicos, entra dentro de
academias sino de enfermos que hacían de su enfer- ese debate y su novela De sobremesa puede ser en-
medad una condición privilegiada para la producción tendida en cierto sentido como una réplica a Nordau
artística. Enfermedades como la histeria, la tisis o la y aquellos que como él creían que el arte expresaba
locura, se habían convertido en patologías que algu- una forma decadente de existencia. Esta no es la única
nos individuos pregonaban como el ambiente más ocasión en la cual Silva escribe sobre la relación entre
propicio para espíritu creador. Baste recordar a Van medicina y enfermedad. Silva explora esta cuestión
Gogh, Nerval, Lautréamont o Nietzsche, entre otros en varios de sus poemas. “El mal del siglo”1 (p.74),
y su fascinación con la enfermedad como condición “Psicoterapéutica”1 (p.81), “Zoospermos”1 (p.84), “A
para la producción artística. Según Georges Didi una enferma”1 (p.156) y “Melancolía”1 (p.167) son
Huberman4, médicos como Charcot comenzaron a muestra de ello. En ellos no siempre es claro que Silva
desarrollar trabajos con este tipo de individuos a quie- tome partido por el arte en contra de la medicina.
nes se aproximaban con una mezcla de fascinación Más bien, Silva indica cómo a la base de lo que se
científica e inquietud moral a la vez. concibe como salud y enfermedad existe una cierta
concepción de la vida.

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En De sobremesa, Silva explora esta relación propo- diario resaltando los encuentros que tiene Fernández
niendo un personaje que posee una particular sensi- con diversos médicos que intentan diagnosticar y
bilidad. La sensibilidad de José Fernández Andrade, tratar su extraño padecimiento. Este recorrido puede
lejos de plegarse a los esquemas dentro de los cuales ser interesante al menos por dos razones. En primer
tendría que ser eventualmente ubicada, interroga lugar, nos puede permitir conocer algunas de las ideas
las nosologías y tratamientos médicos señalándolos que se tenían acerca del saber médico a finales del
como producto de una estrecha comprensión de la siglo XIX. En segundo lugar, nos permite explorar la
sensibilidad. Sin embargo, Silva no desdeña la medi- manera cómo la medicina entra en relación con la
cina sino que la convierte en un continuo interlocutor sociedad y, más en concreto, con el arte. Considero
de su personaje. En consecuencia, José Fernández que varias de estas percepciones de la medicina y su
Andrade aparece como uno de esos casos difíciles en relación con la sociedad y el arte son aún relevantes
los cuales el paciente entremezcla de manera continua en nuestro tiempo.
la necesidad de tratamiento con la exaltación de su
condición enfermiza. Ahora bien, este tipo de textos 4.
en los cuales una sensibilidad anómala confronta
las pretensiones de conocimiento y control propias Los médicos están a lo largo de todo el relato de
del saber médico no son extrañas en la literatura de Silva. El primero de ellos es Max Nordau. Como lo
finales del siglo XIX. Como lo señala Foucault en hemos señalado más arriba, Max Nordau está pre-
la tercera parte de la Historia de la locura en la sente como el médico que no ha comprendido ni a
Época Clásica7, la pugna entre sensibilidad anómala Marie Bashkirtseff ni a ninguno de los artistas que
y razón tiene en la literatura del momento uno de ha catalogado como degenerados1 (pp.239-251).
sus principales escenarios. De hecho, en el texto “Dichoso clasificador de manías que no has sentido
De sobremesa encontramos referencias explícitas a la vida y no has encontrado en tu vocabulario técnico
algunas de estas consideraciones. Este es el caso del la fórmula en que encerrar las obras maestras de las
diario de María Bashkirtseff y del juicio que de ella, edades muertas”1 (p.240), sentencia Fernández al
lo mismo que de otros artistas, hace Max Nordau1 tiempo que ridiculiza algunas de las caracterizaciones
(pp.239-247). que Nordau hace de los artistas. En la primera parte
de su diario, José Fernández relata su encuentro con
En consecuencia, la novedad del texto no se halla el Diario de María Bashkirtseff y con el juicio que
en la presencia de este tipo de consideraciones, Max Nordau profiere acerca de este diario en su texto
sino en la forma cómo el protagonista las apropia Degeneración. Como lo han señalado comentaristas
desde una condición en la que habla no sólo una como Gabriel Giorgi8, la lectura de estos dos textos, el
sensibilidad anómala sino, además, una sensibilidad de “la dulcísima rusa muerta en París, de genio y de
de procedencia marginal o, para decirlo en palabras tisis, a los veinticuatro años, en un hotel de la calle de
del mismo protagonista, la sensibilidad de un indivi- Prony”1 (p. 240) y el de el “grotesco doctor alemán,
duo considerado como un rastaqouère (nombre que zoilo de los Homeros que han cantado los dolores y
se daba en la Francia del momento a los hispano- las alegrías de la Psiquis eterna”1 (p. 240), introduce
americanos que hacían alarde de riquezas de oscura la cuestión que recorrerá todo el diario de Fernández
procedencia) por los europeos y como un farolón Andrade, a saber, establecer si es aceptable considerar
por sus coterráneos1 (p.335). Dicho de otro modo, si al arte como la expresión de una vida vigorosa que
bien Fernández Andrade se presenta como el hombre rebasa los límites regulares de la existencia o si, como
que pretende estar inmerso en la cultura europea lo considera Nordau, el arte es básicamente expresión
burguesa de fines del siglo XIX, su presencia en ella de una vida decadente.
aparece como un problema a causa, en primer lugar,
de su particular sensibilidad y, en segundo lugar, de Puesto ante esta disyuntiva, Fernández Andrade
su condición de inmigrante en una sociedad en la que adherirá a la posición según la cual el arte expresa
es visto y se reconoce irremediablemente como un una exhuberancia que, sin embargo, no puede ser
advenedizo1 (p.249). Esta sensibilidad liminar lanzará entendida por todos. Exaltará a Bashkirtseff cuyo
sus invectivas contra los procedimientos que intentan diario considerará como “un espejo fiel de nuestras
entenderla y tratarla. consciencias y de nuestra sensibilidad exacerbada”1
(p. 247) y criticará de forma vehemente a Nordau de
A continuación, con el fin de hace plausible esta quien dirá que su ciencia miope ha suprimido en él el
lectura del texto, llevaré a cabo un recorrido por el sentido del misterio que se pone de manifiesto en per-

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sonalidades como la de Bashkirtseff. Ahora bien, esta Sáenz cree que la concepción de éste expresa uno
adhesión a la posición según la cual el arte expresa de los momentos en que más ha estado en sus caba-
una exhuberancia vital no es una mera opción inte- les1 (pp.257-265). Rechazando estos pareceres de
lectual para Fernández Andrade. Se trata, más bien, Sáenz, Fernández responde, en primer lugar, que
de un complejo proceso que implica, de una parte, no está interesado en volver a la actividad poética ya
una lectura, a la luz del texto de Bashkirtseff, de las que implicaría un excesivo gasto de tiempo en algo
anomalías de su propia sensibilidad como productos que nadie comprendería ni valoraría adecuadamente.
de una exhuberancia vital para la cual no hay un len- “Dime, Sáenz interroga Fernández a su interlocutor,
guaje apropiado y, en segundo lugar, una persistente ¿son todas esas experiencias opuestas y las visiones
oscilación entre la búsqueda de una vida ascética que encontradas del universo que me procuran, todo eso
le permita elaborar grandes proyectos para su futuro y es lo que quieres que deje para ponerme a escribir
la entrega a momentos de desenfreno que le permitan redondillas y a cincelar sonetos?”1 (p.234). En segun-
desfogar las que considera sus incontenibles energías. do lugar, según Fernández, no es la moderación sino
El diario de María Bashkirtseff deviene entonces el la distribución de fuerzas entre diversas actividades,
texto de cara al cual Fernández interpreta y encamina la transformación de la política en un mero sport
de manera inacabada su propia vida. Su búsqueda de y el desprecio por las mujeres lo que puede hacer
identificación con la poetisa se convierte ahora en un soportable su actual condición1 (p.290).
padecimiento que varios médicos tendrán que tratar
de entender y diagnosticar. Tenemos entonces dos concepciones de la vida
confrontadas. Según Sáenz, la vida debe tener una
5. moderación que permita el ejercicio de la actividad
poética y el poder sobre naciones aún no civilizadas.
En segundo lugar, tenemos a Sáenz. Él es el médico Según Fernández, la vida ha de estar entregada a
amigo de Fernández. A Sáenz la compañía de Fer- una multiplicidad de sensaciones que no produzcan
nández le produce placer ya que encuentra en él o, ningún tipo de apego o compromiso. Ahora bien, no
más precisamente, en sus habilidades para la poesía obstante estos desacuerdos, hay que reconocer que la
y su gusto por los objetos lujosos, un espacio que le presencia de Sáenz propicia que la lectura del diario
ayuda a dejar de lado, al menos por un día, las des- comience. Una de las razones de la lectura del diario
agradables sensaciones que le producen los espacios será recordar, confrontando a Sáenz, la imposibilidad
que por su profesión de médico tiene que frecuentar1 que tuvieron los médicos en Europa para diagnosticar
(p.230). A pesar de su fascinación con la vida de y tratar la enfermedad nerviosa que experimentó
Fernández, él es quien tiene las más duras críticas Fernández cuando estuvo allí1 (p.238). La presencia
a la vida que éste lleva en el momento en que está de Sáenz reactiva la discusión acerca de la relación
leyendo su diario. De un lado, considera una lástima entre medicina y arte. Gracias a él, Fernández vuelve
que Fernández haya abandonado la actividad poética a su diario y comienza a leerlo a sus amigos. Gracias
por lo que Sáenz considera un abuso de los sentidos. a esta lectura, comenzamos a entender cómo ha
“No son tus complicaciones intelectuales las que no te llegado Fernández a asumir la condición vital en la
dejan escribir, ni tampoco son tus grandes facultades que se encuentra cuando lee el diario.
críticas que requerirían que produjeras obras maestras
para quedar satisfechas, no, no es eso; son las exi- 6.
gencias de tus sentidos exacerbados y la urgencia de
satisfacerlas que te domina”1 (p.235), afirma Sáenz, En tercer lugar, tenemos al médico Charvet. Fer-
quien arguye que sólo busca que Fernández trate de nández visita este médico en Paris en un momento
mantener una moderación en su sensibilidad que le en que su enfermedad nerviosa le ha conducido a
permita regresar a la escritura de poesías. un momento de particular sobreexcitación1 (p.300).
Charvet aparece como un médico sabio que ha dic-
De otro lado, Sáenz es el único que considera que el tado lecciones sobre el sistema nervioso en el famoso
proyecto político concebido por Fernández en Europa hospital de la Sâlpetrière al tiempo que ha practicado
y que consiste, en términos generales, en crear una ciertas experiencias sobre hipnotismo. Todos estos
dictadura de elite que introduzca la civilización en su trabajos han sido recogidos en seis volúmenes que
país a sangre y fuego, es sensato. No obstante que Fernández dice conocer. Posiblemente, Silva concibe
el mismo Fernández, en el momento en que lee su este personaje a partir de la figura de Jean-Martin
diario, considera este proyecto como una locura, Charcot (1825-1893), el famoso neurólogo cuyos

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trabajos y registros fotográficos sobre la histeria son salen de la escena sin lograr nada significativo con
de gran importancia dentro de la historia de la medi- respecto al padecimiento de Fernández, Charvet
cina moderna. En este sentido, Charvet parece estar llega. Después de examinarlo el médico confesará su
señalando el encuentro de Fernández con la que era incapacidad para diagnosticar y tratar el padecimiento
considerada en el momento como la investigación de Fernández. “Yo no sé lo que usted tiene”1 (p.307)
fisiológica más avanzada del momento. dice el médico, como una forma de reconocer los
límites de su conocimiento. Sin embargo, administra
En su primer encuentro, después de escuchar a Fer- a Fernández tragos de coñac, inyecciones de éter,
nández, quien le habla de su sobreexcitación y del gránulos de cafeína y un medicamento que Fernández
hecho de que se ha abstenido de cualquier contacto describe como un “licor rojizo, perfumado, meloso
sexual debido a su amor por Helena, Charvet diag- y amargo en que se fundían diez sabores extraños”1
nostica que el problema de Fernández radica en que (p.307), esperando con ello que su paciente recupere
Fernández tiene un exceso de energía sin utilizar. sus fuerzas. Los medicamentos esta vez funcionan.
Charvet compara el cuerpo de Fernández con una Fernández recupera sus fuerzas no obstante que el
batería poderosa y con un caldero sobrecargado1 médico reconoce su imposibilidad para pronosticar
(p.301) e insinúa que el mejor remedio es descar- la evolución de la enfermedad.
gar toda esa energía mediante el contacto sexual.
Fernández rehúsa seguir ese dictamen debido a que Lo más llamativo de la relación entre Charvet y Fer-
tiene que mantenerse fiel a su amada Helena. Dada nández es el hecho de que no obstante no entender
esta situación, Charvet aconseja el ejercicio violento la naturaleza del padecimiento de Fernández, Charvet
acompañado de baños de agua caliente y dosis de le formula prescripciones que llegan a tener cierta
bromuro. Sin embargo, estos remedios no funcionan. efectividad. Probablemente, Silva quiere indicar que
Tiempo después Fernández volverá a consultar a la medicina de Charvet sólo puede ofrecer paliativos
Charvet. Esta vez el problema no será la sobreex- medianamente eficaces pero que la evolución de la
citación sino un debilitamiento y un insomnio que, enfermedad está determinada por causas que el saber
según Fernández, lo tienen al borde de la muerte1 médico no puede conocer y mucho menos controlar.
(p.306). En uno de sus pasajes más burlescos, el texto Frente a una concepción que ve la salud como una
narra que antes de que Charvet llegue, Fernández descarga de energías (recordemos que esta metáfora
es atendido por dos médicos caracterizados como será utilizada por uno de los alumnos de Charcot,
dos pintorescos personajes que usan un vocabulario Sigmund Freud, para describir el funcionamiento de
ininteligible y cuyo dictamen no pasa de ser una exhi- la psique), Fernández presenta un cuerpo en el que no
bición de retórica vacía que termina prescribiendo un sólo se presentan potencias sino también debilidades
vil purgante1 (p.304-306). La ironía del texto en este y variaciones que una mecánica corporal como la que
momento es particularmente ácida. Fernández cierra Charvet propone no puede entender.
el episodio recordando unos versos de la zarzuela
española con los que caracteriza la forma como estos 7.
dos personajes han llegado al diagnóstico:
En cuarto lugar, tenemos al médico Sir John Riving-
Juzgando por los síntomas ton. Este médico atiende a Fernández en Londres.
que tiene el animal, Este médico es caracterizado por Fernández como un
bien puede estar hidrófobo, experto en psicología experimental y psicofísica cuyas
bien puede no lo estar. investigaciones son compatibles y se encuentran al
Y afirma el grande Hipócrates mismo nivel del trabajo de Spencer y Darwin. Como
que el perro en caso tal en el caso de Charvet, Fernández dice conocer sus li-
suele ladrar muchísimo bros y admirar en ellos la presencia de “la observación
o suele no ladrar1 (p. 305) directa y precisa de los hechos, la lógica perfecta de
los raciocinios, sólidos como una cadena de hierro y
La introducción de estos dos personajes, que con- las escasas pero segurísimas deducciones generales
trastan poderosamente con la figura Charvet, por que de ellos desprende”1 (p. 283). Fernández ve en
la cual Fernández muestra cierto respeto, parece él un sacerdote de la ciencia cuya figura patriarcal
estar lanzando una crítica a una medicina basada le hace pensar que en él encontrará la solución al
más que nada en la retórica que en el estudio de la enigma de su enfermedad. Después de escuchar a
enfermedad. Ahora bien, una vez los dos personajes Fernández y realizar un pormenorizado examen de

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su cuerpo, Rivington confronta a Fernández con un de otro lado, a la impugnación de cualquier retórica
cuadro prerrafaelista de una mujer. El prerrafaelismo que implique caer en excesos o seguir ideales inal-
es una escuela pictórica inglesa de la segunda mitad canzables. Ahora bien, no obstante todo lo razonable
del siglo XIX que recibe este nombre por su intento de que suenan estas recomendaciones de moderación,
recuperar aspectos de la pintura renacentista italiana. Fernández reconoce que su fisiología es incapaz de
Una de las características de la escuela prerrafaelista ajustarse a ellas. En primer lugar, Fernández posee
consiste en intentar producir una figura con muchos una genealogía híbrida proveniente, por un lado, de
detalles precisos pero introduciéndola en ámbitos la montaña y, por el otro, del llano. Por ello, en él
místicos que la dotan de un halo de misterio. hay un continuo combate entre la delicadeza de sus
ancestros paternos y la potencia de sus ancestros
La introducción en el texto del cuadro prerrafaelista maternos1 (pp.291-2). En segundo lugar, la educación
como obra de arte utilizada para confrontar a Fer- que ha recibido, y que hubiera podido ayudarle a
nández implica al menos dos elementos. De un lado, elaborar esta contradicción, sólo ha producido en
muestra a la medicina haciendo uso del arte con fines él una personalidad incrédula, voluble y aterrorizada
terapéuticos y, de otro lado, muestra al arte rebasando con el advenimiento de la locura que sólo tiene algún
los usos específicos que la medicina intenta hacer de viso de de esperanza en el amor de Helena1 (293-5).
él y reactivando las potencias del deseo en el prota- Para decirlo en otras palabras, frente a la fisiología
gonista. De hecho, donde Rivington ve la posibilidad materialista que defiende Rivington y que parece
de un diagnóstico, Fernández verá una ocasión para concebir al cuerpo como un organismo sometible
la reactivación de su pasión por Helena1 (p.286-7). a la voluntad del paciente, Fernández propone un
Tan pronto como observa el cuadro, Fernández iden- fisiología histórica que reconoce en el cuerpo diversos
tifica en éste la figura de su amada. Esto le permite rastros del pasado que no permiten que el cuerpo
concluir a Rivington que la memoria de su paciente sea regularizado a voluntad sino impulsado por un
está habitada por imágenes de recuerdos las cuales no deseo sin control.
ha podido controlar. De hecho, compara la memoria
con una cámara oscura que guarda muchas imágenes En consecuencia, no es la vida rutinaria con su amada
que funcionan como fantasmas que pueden adquirir sino su búsqueda desenfrenada de ella lo que mueve
control de ella1 (p.287). En este sentido, él considera su existencia. Fernández entonces abandona la idea
que el problema de Fernández está ligado a las irre- de regularizar su vida y convierte el cuadro que Riving-
gularidades a la que él ha sometido su cuerpo debido ton le muestra en un nuevo impulso para su búsqueda
a la presencia de esas imágenes que su memoria no amorosa. Fernández rechaza la recomendación que le
ha podido controlar. hace el médico de ser un hombre práctico, actitud que
considera como “aplicarse a una empresa mezquina y
El tratamiento que ofrece consiste en una fórmula ridícula”1 (p.296), despreciable para cualquier espíritu
simple: “regularice usted su vida y déle una dirección artístico, y abraza la idea de seguir buscando el amor
precisa y sencilla”1 (p.285). Esta prescripción implica, a cualquier precio.
de un lado, el abandono de los excesos a los que
Fernández se ha sometido debido a su misticismo in- El último encuentro entre Rivington y Fernández
confesado, sus proyectos políticos y su amor idealista pone de manifiesto esta divergencia entre lo que el
por Helena y, de otro lado, la adhesión a rutinas que médico propone y lo que el paciente quiere. Fernán-
no impliquen un excesivo empleo de energías. En dez llega a la consulta después de haber tenido dos
consecuencia, Rivington recomienda con un talante semanas de fuertes tribulaciones espirituales debido
materialista: “Devuélvale a las necesidades sexuales a la imagen que ha visto en el cuadro y tiene que
su papel de necesidades por más que le repugne y aguardar en la sala de espera contemplando a los
no mezcle usted sus sensaciones de ese orden con otros pacientes de su doctor: “un viejazo apopléjico
sentimentalismos ni con emociones estéticas que lo y obeso…una mujer de anguloso perfil, canosa y
exalten; esto mientras encuentre usted a la joven a con cara de hambre… una pobre chiquilla de doce a
quien ama y se case usted con ella para normalizar en trece años de ralos cabellos de un rubio sucio… un
la vida marital los impulsos de su instinto”1 (p.285). hombrecillo enclenque… y un personaje desmesura-
damente largo y flaco”1 (p.297). La contemplación
Las prescripciones de Rivington están dirigidas, de de estos personajes hace que Fernández reaccione y
un lado, a un reconocimiento del cuerpo como or- afirme que él no está enfermo y que lo que el tiene,
ganismo cuyas necesidades deben ser satisfechas y, antes bien, es un exceso de vida. No obstante esta

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aseveración, cuando Fernández se encuentra cara a permite vislumbrar lo que la medicina no ha podido
cara con su médico, sucumbe y comienza a lloriquear entender, esto es, mostrar que es la decepción y no la
pidiéndole a Rivington que le diga que él no es un satisfacción ni la rutina aquello que define el sistema
enfermo como sus compañeros de sala. Sin embargo, afectivo de Fernández. Decepción significa aquí un
el médico no acepta dar esa respuesta y afirma con deseo que sabe que desea lo inalcanzable y que solo
paternal actitud que, dada la gravedad del caso, lo es soportable por un sensualismo sin apego a nada.
mejor que puede hacer Fernández es hacer uso de las Fernández descubre que sólo se desea algo porque es
pocas fuerzas que le quedan para emborracharse, ir inalcanzable y que no hay remedio para ello. Ahora
en búsqueda de su amada y ser feliz1 (p.298). bien, solo el arte puede exhibir eso sin poder ni querer
ni poder llegar a explicarlo.
Al igual que Charvet, Rivington fracasa en el intento
de encontrar un tratamiento satisfactorio para Andra- 8.
de. Sus palabras finales parecen ser más un abandono
del caso que una solución para él. Si bien Rivington La medicina no le brinda una respuesta satisfactoria
parece identificar las causas del padecimiento no a Fernández. Sin embargo, es de cara a la medicina
puede proponer algo efectivo para confrontarlas. como Fernández puede articular una narración para
Su visión materialista y regularizada del cuerpo es su padecimiento. En De sobremesa, Silva toma el
insuficiente para poder proponer una alternativa vocabulario médico y lo recompone para ponerlo
ante el padecimiento de Fernández quien exhibe al servicio de una historia en la cual el protagonista
una densidad afectiva que rehúsa ser reducida fácil- no encuentra la final otra cosa que la historia de su
mente a un sistema de hábitos. En un tono irónico propio padecimiento relatada en su diario. El arte
Fernández afirma: “Le he remunerado al viejo esa emerge entonces como la otra cara del fracaso de
extraña consulta, terminada por esa fantástica receta, la medicina. Donde la medicina no halló diagnóstico
con largueza de príncipe. Creía que me devolvería ni cura satisfactorias, el arte produce la historia de
el cheque, pero no, lo guardó y lo empleará bien un desencanto radical que termina en el silencio.
de seguro. Tanto mejor”1 (p.298). Poco después, Cuando Fernández lee su diario es el convaleciente
Fernández abandonará Londres para regresar a Paris de un descubrimiento. Sabe que en su deseo solo hay
y continuar su búsqueda. Pocos días después de su decepción y que para la decepción no hay una cura
llegada, recibirá como regalo de Rivington el cuadro médica sino sólo una precaria exhibición artística.
que ha visto en su consultorio. Además, tendrá un En un momento en el cual la medicina se presentaba
último encuentro con Charvet. como la disciplina capaz de entenderlo y tratarlo todo,
incluso la sociedad, el diario de Fernández muestra
En este último encuentro, Charvet, fascinado con que, más allá de la medicina, existe un deseo para
el ambiente místico que se respira en la casa de su el que no hay diagnóstico ni cura posible. Sin em-
paciente, afirma que la mujer que está en el cuadro le bargo, sólo puede saber eso después de pasar por
recuerda a una paciente tísica moribunda que atendió los médicos.
en Niza doce años antes, la cual tenía un esposo y una
hija que se dedicaron a viajar después de la muerte Ahora bien, podemos preguntarnos si la medicina
de la mujer 1 (p.313). Fernández ve en esa vaga refe- puede aportar algo más que el escenario para exhibir
rencia de Charvet una oportunidad para encontrar a una decepción. Una posible respuesta se encuentra
su amada. La excitación que le produce la esperanza más allá del texto, en la vida del propio Silva. Su
de encontrar e Helena parece producir la cura que médico personal y amigo, Juan Evangelista Manrique,
Charvet no ha podido encontrar. Sin ningún tipo de relata en un ensayo titulado “Recuerdos íntimos” su
revisión ni prescripción, antes de despedirse, el médico último encuentro con su paciente el 11 de mayo de
sentencia que Fernández está curado y que puede 18969:
regresar a la vida que tenía cuando tuvieron su primer
encuentro que tuvieron. Fernández entonces regresará Me presté gustoso a satisfacerlo y con un lápiz der-
a su vida frenética al tiempo que delira con el inminente mográfico tracé sobre el pecho del poeta toda la zona
encuentro con Helena hasta que confrontado con su mate de la región precordial. Le aseguré que estaba
tumba, sucumbe y termina la lectura de su diario. normal ese órgano, y para dar más seguridad a mi
afirmación, le dije que la punta del corazón no estaba
Esa confrontación con la tumba de la amada y desviada. Abrió entonces fuertemente los ojos y me
su proclamación como objeto de amor idealizado preguntó en dónde quedaba la punta del corazón.

Volumen 15 • No. 2 - Julio de 2007 319


LOS MÉDICOS Y EL EXTRAÑO PADECIMIENTO DE JOSÉ FERNÁNDEZ ANDRADE

–Aquí– le dije, trazándole en el sitio una cruz con el años 1887 y 1896. Un primer manuscrito del texto se
lápiz que tenía en la mano. perdió en el naufragio del “Amérique” en 1895. Silva se
dedicó a la reconstrucción del texto en el año 1896.
2. Foucault M. El nacimiento de la medicina social. En: Fou-
Complacido se despidió de mí ese día, después de cault M. Obras esenciales 2. Barcelona: Paidós, 1999; pp.
haberse hecho examinar como si se tratara de una 363-384.
póliza de seguro de vida. ¡Era nuestra última entre- 3. Foucault M. Historia de la sexualidad I. La voluntad de
vista! Por la mañana del domingo 24 de mayo, se saber. México: Siglo XXI, 1976.
4. Huberman GD. Invention of Hysteria: Charcot and the
encontró a Silva muerto entre su cama, abrazado de Photographic Iconography of the Salpêtrière. Cambridge,
un revólver de grueso calibre, con la cara sonriente MA and London: MIT Press, 2003.
y pálida, una herida en la punta del corazón y junto 5. Nordau M. Degeneration. New York: D. Appleton,
a la cabecera una novela de D’Annunzio, ‘El Triunfo 1895.
de la Muerte’9 (pp.133-4). 6. Maik L. Nordau’s Degeneration: the American Contro-
versy. In Journal of the History of Ideas 1989; 50(4):
607-623
Al final de su vida, Silva pidió a la medicina ser algo 7. Foucault M. Historia de la locura en la Época Clásica II.
más que el escenario para narrar el padecimiento de México: Siglo XXI, 1976.
su personaje. Ya no pidió más ni un diagnóstico ni 8. Giorgi G. Nombrar la enfermedad. Médicos y artistas al-
una prescripción. Pidió una indicación para morir. rededor del cuerpo masculino en De sobremesa, de José
Asunción Silva. En Ciberletras [revista en internet], 1999
En ello, la medicina no falló. [citado en 2007 18 de junio] 1. Disponible en http://www.
lehman.cuny.edu/ciberletras/
Referencias 9. Manrique JE. José Asunción Silva. Recuerdos Íntimos. En:
Cobo-Borda JG. José Asunción Silva. Bogotano universal.
1. Silva JA. Obra completa. Madrid: ALLCA XX, 1996; pp. Bogotá: Villegas editores, 1988; pp.125-134. Agradezco
225-351. Esta novela es un texto póstumo publicado en esta valiosa referencia a María del Pilar Melgarejo.
1925 en Bogotá. Su redacción se llevó a cabo entre los

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